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viernes, 19 de noviembre de 2021

ESPÍAS ‘NATURALISTAS’ y ‘COMERCIANTES’ EN LA PENETRACIÓN BRITÁNICA Y FRANCESA EN HISPANOAMERICA

 ESPÍAS ‘NATURALISTAS’ y ‘COMERCIANTES’ EN LA PENETRACIÓN BRITÁNICA Y FRANCESA EN HISPANOAMERICA

 



Gonzalo V. Montoro Gil

Desde tiempos inmemoriales los imperios británicos y franceses han intentado –e intentan hoy día- someter a los pueblos hispanoamericanos a su férreo dominio.

Sea primeramente a los pueblos que conformaban el Virreinato español en nuestras tierras, luego el Virreinato del Rio de La Plata, luego las Provincias Unidas del Sur, para luego recaer en las Provincias Unidas del Río de la Plata y finalmente en los estados actuales producto de la desintegración sin prisa pero sin pausa causado estratégicamente por los imperios centrales mencionados.

Los británicos y franceses intentaron colonizarnos territorialmente en infinidad de ataques por mar y tierra. Pero una y otra vez fueron vencidos  (1806, 1807, 1838 a 1840, 1945, etc, a guisa de ejemplos mayores, en nuestras tierras, así como en la Gran Colombia, México, etc).

Finalmente los imperiales se dieron cuenta que no era necesario la conquista territorial para su expansión comercial y el sojuzgamiento de nuestros pueblos para expandir sus manufacturas en estas tierras: bastaba la palanca económico-financiera con apoyo de las clases dirigentes nativas que obrarían como gendarmes de sus intereses en América.

Dice al respecto el historiador Oriental Vivian Trías: “el famoso Memorándum de Lord Castlereagh de 1807, habría de ser la piedra angular de la política británica en América Latina de ahí en adelante. Frustrada la conquista en el Río de la Plata con la derrota de las invasiones de 1806 y1807, Castlereagh entiende que la conquista debe abandonarse definitivamente y que deber procurarse la formación de monarquías independientes con las colonias hispánicas, vinculadas “hacia fuera” con la economía mundial dirigida por Gran Bretaña. “Balcanización”, independencia política formal, dependencia económica y monarquía son los cuatro ángulos de su concepción. Con excepción del último, todos habrían de plasmar en realidades”.

Eso significa que si bien los estados se vuelven soberanos y supuestamente independientes de España por lo menos formalmente –sugestivamente impulsados por Gran Bretaña- son sujetados a la economía mundial digitada –y usufructuada- por Gran Bretaña.

Ello no quita que llegado el caso siempre nos ‘recordarán’ que, eventualmente, pueden hacer uso de la fuerza militar como en el caso de la guerra del Atlántico Sur frente a nuestra nación, en el año 1982.

La intención de Gran Bretaña y Francia es la fragmentación de las repúblicas hispanoamericanas para su conquista territorial o económica.

Sigue diciendo Trías, a quien seguimos en este aspecto:

“…a partir del triunfo de la revolución industrial en Inglaterra se desarrolla un complejo proceso en que aquella se encumbra a la indisputable hegemonía mundial, enriquecida y omnipotente, y, paralelamente, gesta el subdesarrollo de un vasto escenario colonial ultramarino, al cual pertenecen las flamantes repúblicas hispanoamericanas y el Imperio del Brasil […].

“Es un fenómeno único, aunque dicotómico: desarrollo industrial y ascenso al poder mundial de la Gran Bretaña y dependencia y subdesarrollo de las sociedades latinoamericanas. No se trata de un proceso puramente económico, sino también social, político y cultural; en suma, histórico. […].

“Hacía mediados del siglo XIX produce las dos terceras partes del carbón del mundo, la mitad del hierro, las cinco séptimas partes del acero, la mitad de los tejidos de algodón y el 40 por ciento de las ferretería. Sobre esta base se erige la City como el cerebro no sólo del vasta Imperio Británico (plagiando a Carlos V, bien podía decir la Reina Victoria que en sus dominios jamás se pondrá el sol), sino del conjunto de la economía mundial. Allí funcionan la banca más poderosa y eficaz de la tierra; la famosa organización de los Royals Exchanges, prácticamente el monopolio de los seguros y fletes internacionales; la agencia de noticias Reuter; la Bolsa de Valores; el mercado de oro y el más grande y eficiente puerto del orbe. Es esa abrumadora superioridad lo que explica que el liberalismo sea la doctrina oficial del Imperio…[…].

“En la década subsiguiente a la Independencia, Londres firmó tratados comerciales a perpetuidad con la inmensa mayoría de las naciones latinoamericanas (sólo lo resistió el gobierno uruguayo de Oribe). La esencia de los mismos es la libre importación de las respectivas producciones. Pero, ¿Cómo habrían de competir las manufacturas y artesanías del Río de la Plata con la industria de Gran Bretaña, asistida por un formidable aparato financiero? […].

“El resultado era previsible: los ponchos, botas, tejidos y enseres fabricados en Liverpool o Glasgow arruinaron la incipiente manufactura de nuestras tierras; es lo que Paul A. Braran llama el “infanticidio industrial. […].

Una paz vigilada entre grandes potencias que duró casi un siglo (desde Waterloo a Sarajevo): la “Pax Británica”. El dominio total de los mares por la flota de Su Majestad y un orden interno en las colonias y semicolonias instituido para aceptar el liberalismo económico, aunque ello signifique la miseria de sus pueblos. […].

“El formidable dominio británico sobre sus colonias y sobre aquellos países políticamente soberanos, pero económicamente dependientes, es un auténtico” capo lavoro” político. […].

“Hacia 1870, 250 millones de seres en la India eran gobernados por tres mil funcionarios británicos y un ejército de 60 mil hombres, en su mayoría nativos. El Imperio llegó a contar con 205 mil funcionarios, pero solo 6 mil procedían de Gran Bretaña y los Dominios. El secreto de esta hazaña política reside en la existencia en cada sociedad dependiente de una clase dominante de terratenientes, comerciantes, mineros, banqueros y políticos estrechamente asociados a los intereses del Imperio. Esa clase asegura la articulación de la economía nativa con el mercado internacional. Controlar, por ejemplo, la producción de materias primas baratas y su exportación, así como revenden ene. Mercado local las manufacturas inglesas importadas. […].

Dice Trías: “La presión de fuerzas tendientes a conformar semicolonias británicas con las distintas regiones del Virreinato del Río de la Plata, se ejerce, crecientemente, desde la época colonial, y se encuentra clima favorable en las reformas borbónicas de fines del siglo XVIII; especialmente después de la sanción del reglamento de libre comercio de 1778. Pero, en rigor, no adquieren todo su vigor hasta la independencia que, en buena medida, es la consecuencia de su acción. Esa clase dominante en lo interno del Rio de La Plata -y dominada por los poderes extranjeros- maneja Buenos Aires en forma Unitaria y centralizada..”

Justo José de Urquiza primero entre todos. Dice Trías “Don Justo José es cliente del Banco de Londres y exporta sus lanas por medio de la firma Green & Cía. En ese año de la guerra consigna su zafra a Lumb Hnos., concesionarios del Ferrocarril del Grand Sud. Su tasajo lo vende a la casa de Lavallol. Urquiza es accionista del Banco Argentino, del Ferrocarril Central y vende parte de la producción de sus inmensos latifundios por medio de la casa de Gregorio Lezama. Ha invertido 20.000 patacones en la compañía brasileña de navegación “Uruguayana” y es accionista de la Compañía de Navegación Italo Platense que preside Jaime Lavallol. Pero eso no es todo; ¡También es proveedor y gana mucha plata vendiendo vituallas al ejército nacional en operaciones contra el Paraguay!,

Del mismo modo Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, los Alsina, los Varela, Ocampo, Thomson, Lavallol, los Armstrong,  de la Riestra, Nicholson,  Gelly y Obes, Pastor Obligado, Gregorio Lezama,  los Lanús, el santiagueño Taboada, los Lezica, Atucha, sobre todo Rufino de Elizalde agente inglés en estas tierras, Venancio Flores, Herrera y Obes, Andres Lamas y muchos etcéteras mas son la correa de transmisión de los intereses británicos en estas tierras.

Lo dicho hasta aquí exhibe, transparenta, la idea ya expuesta acerca de que no puede circunscribir el Imperio Inglés a la Gran Bretaña y a sus agentes. También forman parte de su sistema las clases dominantes pro-británicas o francesas de naciones formalmente soberanas, pero económicamente periféricas y dependientes.

Sigue diciendo Trías: “Estas clases cipayas asociadas, oligarquías locales, burguesías intermediarias entre el mercando local y el internacional, son asistidas por los créditos de la City, apoyadas políticamente y en algunos casos militarmente. Pero, sobre todo reciben su cuota de la explotación de sus pueblos y de los recursos naturales de su propio país, que asegura su riqueza, su posición social y su poder político […]..

“En la formación, estímulo y adiestramiento de estas clases dominantes asociadas, radica la suprema sabiduría política del Imperio Británico. Es más, sería un error entender la estructura del Imperio como reducida a la metrópoli, su flota y los funcionarios y soldados ingleses esparcidos por el orbe. También forman parte de esa estructura, y son factores esenciales del “sistema del imperialismo liberal”, esas burguesías asociadas e intermediarias sin las cuales el asombroso “bluff” de la que habla L. Hart no hubiera sido posible […]..

“La concepción unitaria se clarifica. Pretenden una nación unida y gobernada centralmente, de modo que pueda imponer sin tropiezos al conjunto del país su política liberal y pro inglesa. Deben disponer de todo el mercado interno nacional para revender allí las manufacturas importadas bajo los auspicios del liberalismo, y tener allí fácil acceso a las áreas productoras de cueros, cebos, etc..., destinados a la exportación […]..

Es claro que la libre importación arruina a miles y miles de artesanos, manufactureros y dueños de talleres del interior; de ahí la necesidad de un gobierno centralizado, fuerte e implacable. Piedra angular de su poder es la dictadura “ilustrada” del puerto único. ese “sistema” lo que acarreó su final arrasamiento. […].

Es sintomático que la libre importación arruina a miles y miles de artesanos, manufactureros y dueños de talleres del interior; de ahí la necesidad de un gobierno centralizado, fuerte e implacable. Piedra angular de su poder es la dictadura “ilustrada” del puerto único”.

*

Ahora bien, para el logro de sus fines los británicos y franceses debían conocer el ‘terreno’, la idiosincrasia de nuestros pueblos, su topografía, su riqueza, las debilidades y fortalezas de nuestros hombres y para ello, como parte de sus planes debían infiltrar aquí en forma inocente y aparentemente inocua a una pléyade de ‘naturalistas’, ‘científicos’, (que lo eran) o simples comerciantes de armas o enseres que llevarían información de todo tipo –inclusive de sus oficios y profesiones para disimular- y la llevarían a sus respectivos gobiernos.

Sin ir más lejos, en la Guerra de Malvinas e Islas del Atlántico Sur en el año 1982, la National Geographic y el Ejército de Salvación en nuestro país son dos ejemplos de cómo éstos obraron en tal sentido llevando información al gobierno británico, tras la mascarada de organizaciones culturales o filantrópicas. Fueron punta de lanza de la avanzada británica como espías.

Y de tal modo, la conquista económica (objetivo final) sería mucho menos cruenta que un ataque militar; y en todo caso, su hubiera –como lo hubo- luchas militares serían entre los propios habitantes vulnerados en su soberanía frente a los cipayos nativos sostenidos económicamente por las Bancas extranjeras invasoras.

No todos eran pretendidos e inocentes científicos ‘naturalistas’. Algunos se decían simples comerciantes y aprovechándose de ello se acercaban al calor del poder de turno.

Si bien estos ‘Naturalistas-Espías’ anduvieron por toda América y el mundo, nos referiremos a ellos específicamente por su actuación en estas tierras.

Eran, al mismo tiempo, comerciantes aventureros, contrabandistas, vendedores de armas y supuestos cronistas de la época que recogían todo tipo de información por estas tierras, como Charles Darwin, Amadeo Bonpland, Alexander Von Humboldt, Robert Ponsonby Staples, los hermanos John Parish Robertson y su hermano William, tal como describen sus correrías Ana Ribeiro;

Estos últimos eran personeros ingleses y siempre andaban al calor de los poderosos de la época como José Gervasio de Artigas, Francisco Ramírez, Gaspar Rodríguez de Francia, etc a quienes vendían armas y otros objetos de índole comercial obteniendo no solo riqueza sino información valiosa de sus movimientos y proyectos.

Los Parish Robertson viajaban desde 1813 por todo Paraguay describiéndolo en sus escritos muy puntillosamente, viajando siempre con cartas de recomendación de los cónsules de su país que les otorgaba salvoconductos, vestidos muy glamorosamente como altos dignatarios y así fueron tratados por la gente que hallaban a su paso principalmente autoridades civiles y militares.

John (como su hermano William) fue un comerciante, financista y escritor británico de destacada participación en los sucesos del Río de la Plata en las primeras décadas que siguieron a la Revolución de Mayo de 1810., murió en 1843.

Su compañía fue una de las primeras que extendió sus actividades de manera directa a todo el territorio de las nacientes Provincias Unidas del Río de la Plata, vendiendo artículos manufacturados importados y comprando y vendiendo productos locales, especialmente sal, mate y tabaco. A esas actividades agregó con el tiempo sus propias operaciones financieras aprovechando sus contactos con financistas de su patria, con algunos de los principales líderes de la revolución 

Siguiendo el éxito de las armas revolucionarias, en 1820 los hermanos extendieron sus operaciones a Chile y Perú. De regreso a Buenos Aires, los Robertson cooperaron con el primer cipayo anglo: Bernardino de González Ribadavía más conocido como Bernardino Rivadavia en su objetivo de atraer capitales europeos (especialmente británicos) y de diversificar y desarrollar la economía argentina, aumentando las operaciones mineras y estableciendo colonias agrícolas.

Ya la actitud sinuosa de los Parish Robertson se plasmaba en los conflictos del Plata: en Febrero de 1813 se encontró con el entonces Coronel José de San Martín (a quien había conocido en Buenos Aires) en vísperas de la Batalla de San Lorenzo, de la que fue testigo por invitación del militar, observando la batalla desde el campanario de la Iglesia.

Asi es, según Antonio Calabrese “Este “viajero”, al que San Martín había conocido en Buenos Aires, ingenuo, al parecer, según algunos de nuestros historiadores, le habría pedido autorización para acompañarlo, como observador, en el combate de San Lorenzo, puesto que él iba de viaje por aquella ruta hacia el Paraguay, “casualmente”, solicitud a la que con caballerosidad el libertador respondió de manera afirmativa, haciéndolo desde el campanario de la iglesia, una especie de palco “avancé” y concluyendo el episodio al día siguiente en el que compartiera, invitado por supuesto, un desayuno con el vencedor y el vencido en el comedor del convento.

Sabemos y lo hemos dicho en otra oportunidad, que tanto William como John reportaban a su abuelo John Parish de Bath, en Londres, quien a su vez lo hacía con las autoridades británicas de turno para quienes trabajaba, según afirma el historiador inglés H. S. Ferns”

En otro orden de cosas es sorprendente que estos ‘simples viajeros’ tuvieran poderosas influencias en la capital del Imperio, a tal punto que fueron los gestores del primer empréstito financiero argentino al gobierno de Rivadavia, aquel famoso con la Banca Baring Brothers, que creó lazos de dependencia, por años  cuya deuda recién hace poco tiempo pudo ser saldada.

Según Antonio Calabrese “los Robertson se comunicaban, permanentemente, por correspondencia archivada en el Foreign Office, con su abuelo John Parish de Bath, que transmitía la información a dicho ministerio y a Lord Liverpool”

También, dice el citado autor que “Otro de los espías que después, acompañó permanentemente a José de San Martín era James Paroissien, que había sido cirujano, con rango de subteniente, en el ejército de Whitelocke. Dice Juan Bautista Sejean que Paroissien conoció a Saturnino Rodríguez Peña, el que ayudó a fugar a Beresford del Rio de la Plata, en Rio de Janeiro en 1808 “en donde ambos se convirtieron en “agentes confidenciales” del almirante sir Sidney Smith, comandante en jefe de la estación sudamericana de la Armada Real. Smith, había sido colega de Maitland en el Parlamento británico después de 1802".

Otro residente importante, dedicado a estas actividades, es Robert Ponsonby Staples que ejercía de oficio, sin acreditación alguna, una especie de consulado extraoficial y enviaba informes permanentemente con gran celeridad y prontitud. Por ejemplo se dice que por su información se conoció en Londres antes que en ninguna otra parte, la independencia de la Argentina, el día 26 de julio apenas a los diecisiete días de proclamada, tal vez, porque lo sabía con anticipación a su producción.

Otros, hacían gala de su pretendida y no desconocida sapiencia científica para apuntar a los mismos fines de avanzada inglesa y francesa en nuestras tierras.

Se dedicaban al estudio y recuento de la flora, fauna, cantidad de habitantes de cada localidad, como estaba conformados los distintos destacamentos militares, etc..

La intención era clara: abrir mercados de manufacturas en el nuevo continente a precios ventajosos para Francia e Inglaterra y el consabido manejo financiero de las potencias mencionadas, bajo la protección de los cañones de ‘su majestad’. Y esto incluía no solo a los Parish Robertson, Alexander Von Humboldt, Amadeo Bonpland, sino también muchos otros ‘aventureros-científicos’ al servicio de los Imperios.

Y no era que estos científicos no lo fueran: es más; eran brillantes (sobre todo Alexander Von Humboldt y Amadeo Bonpland) sumamente capaces y sus trabajos brindaron grandes adelantos en la ciencias naturales, pero también es cierto que eran funcionales a los intereses económicos y de penetración cultural de los británicos y franceses, (aunque Humboldt era prusiano, nacido en Berlín) sirviendo de correa de transmisión a la expansión manufacturera de ellos y la expansión territorial, llegado el caso, de las naciones que representaban.

Ahora bien, ¿quiénes eran Bonpland y Humboldt?

Amadeo Bonpland fue un médico y botánico, académico francés.

Recorrió toda Hispanoamérica inclusive los EEUU. En el año 1814, Bolívar le ofreció radicarse en Venezuela ya que éste fue amparado en Londres cuando pergeñaba la gesta emancipadora, junto a Humboldt

En 1814, 1815 y 1816, Bonpland realizó varios viajes a Londres, donde trató a Simón Bolívar y a otros patriotas sudamericanos, entre los cuales se encontraba Bernardino Rivadavia, quien le habló con entusiasmo del porvenir de los países del Plata. Estas palabras y las derrotas de los patriotas venezolanos lo decidieron en 1816 a embarcarse para Buenos Aires, donde Rivadavia lo contrata para ser profesor en la F. de Medicina

Bonpland expresaría el singular amor por las tierras americanas que había despertado su viaje con Humboldt y su apoyo a la emancipación de la América española, refiriéndose modestamente a sus "pequeños servicios" a la causa independentista.

Es evidente que en la causa –y en las consecuencias- de las gestas independentistas en América jugaron un rol fundamental la política inglesa y francesa que consistían en quebrar en mil pedazos el imperio español en estas tierras fraccionando en multitudes de repúblicas el otrora poder español.

En 1820 contacta con Francisco Ramírez y se va a Entre Ríos a vivir y ejercer sus trabajos y hacer expediciones científicas. En una de ellas se instala en las Misiones y en 1821 el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia creyó que Bonpland era un espía, por ser francés y por entender que desde su campamento disponía dar informaciones a fin de que se invadiera sobre Paraguay fuerzas inglesas y lo tuvo en su tierra 9 años sin dejarlo salir del territorio.

.Lo dice claramente Ana Ribeiro: “…por el río subían todos los ambiciosos que el libre comercio había empujado hacia América cuando el monopolio español se desmoronó. Francia e Inglaterra se enfrentaban por imponer su influencia comercial y financiera en las ex colonias españolas y los enviados de uno y otro estado aparecían investidos como ministros de negocios, aventureros mercantes o científicos en viaje de estudios. El científico explorador Amadeo Bonpland, que recorrió América junto con Alexander Von Humboldt entre 1799 y 1804, formando un fantástico dúo de sabios aventureros, estaba en Buenos Aires desde 1817. Rivadavia y Pueyrredón, en nombre del nuevo gobierno independiente del Río de la Plata, le habían presentado atractivas ofertas de trabajo e investigación. Fue nombrado Naturalista de las Provincias Unidas y Profesor del Instituto de Medicina, y recibió su paga de las magras y desestabilizadas arcas de un estado en continua zozobra política. Su espíritu aventurero, el misterio de las antiguas tierras del imperio jesuítico y el desafío de ese Paraguay cerrado al mundo por mandato del Dictador, atraerían un día su mirada. Pero antes que él fue Pedro Saguier quien se acercó a Paraguay. Era oficial de Cazadores a Caballo de la orden de la Guardia Imperial y caballero s de la Legión de Honor, y el gobierno francés cifró esperanzas en su golpe de audacia: presentarse ante el Dictador exponiendo el deseo del gobierno de su país de extender su comercio por el mundo. Los términos del intercambio eran muy claros: a cambio de sus productos manufacturados los franceses retirarían "los productos de la tierra" del Paraguay. Además, "su majestad enviaría dos buques de guerra para la protección de este comercio, para evitar las interferencias del comercio inglés y de Buenos Aires…

Decía José Gaspar Rodríguez de Francia “Mr. Bonpland y muchos otros franceses han salido para el territorio de las antiguas misiones del Paraná. Mr. Bonpland va allá como naturalista”.

Para Rodríguez de Francia Bonpland era un médico francés que bajo la excusa de buscar plantas medicinales y hierbas curativas intentaba hacer negocios a costa del gobierno paraguayo y sin su permiso soliviantando a los indios contra el gobierno paraguayo, apoyando las correrías de Ramírez y otros caudillos, según los intereses de su nación en cada momento, entreverándose el tal Bonpland en temas políticos que excedían lo que se suponía era solo un científico dedicado al estudio de las plantas.

Bonpland mezclado en cuestiones políticas provocaba en el Paraguay el enojo de Rodríguez de Francia e intentaba esconderse tras las credenciales de científico otorgadas por el gobierno francés.

Pero para gobierno paraguayo  era un delincuente común, un peligro social asociado a los indios y a las huestes ‘artiguistas’. De tal modo, decidió Rodríguez de Francia no dejarlo salir del Paraguay y embargarle sus bienes.

Queda claro que Bonpland, más allá de su sapiencia científica innegable traccionaba no solo para hacer negocios propios sino que metiéndose en temas políticos y territoriales, lograr una mayor conflictividad en  la zona mesopotámica y segmentarla azuzando las tensiones existentes.

 Así Rodríguez de Francia desconfiaba profundamente de todos estos ‘naturalistas’. Por ejemplo sobre el tal Saguier sostenía que era un aventurero y espía altanero por lo que lo dejó sin poder salir del Paraguay durante 14 años.

Pero los contactos políticos de Bonpland eran fuertes: Tanto Simón Bolívar como Antonio José Sucre intercedieron (presionaron sutilmente) ante Rodríguez de Francia para su liberación mencionando al retenido ‘naturalista’ como un ‘amigo’ (sic) que injustamente estaba detenido. El Dictador paraguayo inmutable ni siquiera contestó las cartas por las cuales ambos próceres compelían a la liberación de científico.

Dice Ana Ribeiro: “Bonpland seguía en Santa María y eso provocaba al gobierno francés. ¡El compañero de Alejandro Humboldt, el amigo de la emperatriz Josefina, retenido en ese rincón América! El Instituto de Francia —el país abanderado del avance científico— comisionó a Juan Esteban Ricardo de Grandsir para que tratara de llegar a Paraguay y gestionara la libertad de Bonpland”.

Este Grandsir era un político y diplomático del gobierno francés que también presionaba al gobierno paraguayo para la liberación del ‘naturalista’ detenido.

En carta al ‘naturalista’ francés Humboldt le decía:

“Dejé Buenos Aires y encontré en Montevideo al Cónsul del Brasil, el General Gobernador Lecor. Desde allí, seguí, con pena, mi viaje a través de la provincia Cisplatina hasta el Paraguay, donde el Dr. Francia reina actualmente bajo el título de Dictador. Espero que mis esfuerzos, la recomendación del Instituto, como sus cartas al Dictador permitan hacer posible la liberación definitiva de su amigo. Supe que están retenidas aquí más de sesenta personas entre los cuales numerosos suizos que se están ocupando de investigaciones de la historia natural. El país está abierto desde el punto de vista comercial con el Brasil”.

¿‘Suizos’? ¿¡60 naturalistas’? ¿ Cómo se compatibiliza el supuesto afán científico y arbóreo con el ’Comercio’?. Todo demasiado sospechoso para ser un simple científico el tal Bonpland por el cual se movilizaban hasta héroes como Bolívar y Sucre que decían ser sus ‘amigos’ donde se mezclaba, curiosamente, temas comerciales con Brasil..

Tal la situación, a mediados de 1824, Rodríguez de Francia le hace saber mediante una carta a Humboldt lo que pensaba sobre las actividades de los franceses en estas tierras. La historiadora Oriental Ana Ribeiro dice:

“La desconfianza a los franceses —le hizo saber— se basaba en que Francia tenía ideas contrarias al sistema republicano representativo; a que sus fuerzas militares se habían ofrecido para subyugar de nuevo a los estados americanos; a la política seguida por Francia en México y en toda Sudamérica, procurando emparentar las familias reales francesa. y española; a la presencia no explicada de la escuadra francesa en Río de Janeiro, a las ventajas comerciales como su principal móvil en América y a la conducta irregular de los franceses Saguier y Bonpland. Saguier llevaba ya  tiempo recluido en Paraguay. En cuanto a Bonpland —le escribió— éste se condujo aún más desmedidamente, pues se agregó y se metió con una cuadrilla de indios bandidos, capitaneados por el llamado Nicolás Aripí. Con estos antecedentes, ¿qué garantía tenía él que realmente Grandsir fuera un representante del gobierno francés? ¿Y si sólo venía a observar, a violar la seguridad paraguaya? "Aún se ignora el objeto y los fines a que ha sido destinada la Escuadra francesa de más de veinte buques, que se ha asegurado haber enviado al Janeiro, de la que sin duda se ha desembarcado el actual emisario [Grandsir], escribe el Dictador. Grandsir había argumentado "estar investigando la juntura del río Amazonas con el río de la Plata". Cuando el mayordomo de Itapuá le leyó la carta del Dictador dijo no entender el español, pidiendo hablar directamente con éste, de quien era sabido que dominaba el francés. El Dictador no se amilanó: se le devolverá —ordenó— "su frívolo papel, despreciando el estilo ridículamente altanero, con que da principio, no es cabalmente inteligible por su confusa escritura y mala tinta", aclarándole que su ignorancia del español era correspondida, ya que "el Gobierno tampoco habla el Francés, ni comprende a quien lo habla ni tiene intérprete propio para el efecto". Sobre la unión de los ríos se formula una pregunta, indignado. ¿Es que acaso cree que "con la apariencia capciosa de cualquier pretexto conseguirá sorprender el Paraguay"? Grandsir no le parece diferente a Bonpland, "y ya se y alucinar en  ha visto también los reprobados manejos y ocupaciones del Naturalista; por manera que es bien manifiesto, que estas gentes andan especulando, observando, escudriñando y practicando otras cosas más de lo que dicen"42. Grandsir debió volverse con sus papeles y libros..”

Es dable entender que Rodríguez de Francia tenía en la mira a todos estos franceses, como Bonpland, Grandsir, etc, venidos a América bajo supuestos intereses científicos, pero que en realidad, amén de sus conocimientos sobre la materia, eran la punta de lanza, la avanzada del Gobierno francés como espías, tal como lo dice en repetidas cartas, diciendo que vienen a estas tierras con segundas intenciones a engañar a los gobiernos de América.

Dice Grandsir que “rodeado por provincias turbulentas, creo que el Dictador [Rodríguez de Francia] desea relacionarse con los europeos, pese al fuerte discurso americanista con que fui recibido" El triunfo de Ayacucho, mojón simbólico que ponía fin al dominio español en América, el 9 de diciembre de 1824, potenciaba ese americanismo. Acarrearía en breve, además, el esperado y anunciado reconocimiento británico. Sus naves y plenipotenciarios, atildados y hábiles, enfilarían pronto hacia la llave geopolítica de América, que era el Plata.

Y también los ingleses hacían su parte en el Plata pues Williams Parish Robertson, a la sazón Cónsul inglés en Buenos Aires, pidió enfáticamente la libertad de Bonpland.

No solo los franceses e ingleses presionaban por la libertad de Bonpland sino que también el Imperio del Brasil hacía lo suyo.

Antônio Manuel Corrêa da Câmara, cónsul y agente comercial fue enviado por el Brasil ante el gobierno del dictador José Gaspar Rodríguez de Francia para gestionar la libertad del citado Bonpland.

Pero dice Ana Ribeiro que luego Correa da Cámara dio marcha atrás en sus consejos a su gobierno pues consideró que el “botánico Bonpland era un masón de los grados más elevados grados y terribles de aquella tenebrosa asociación”.

Mucha gente de varios países interesados en su libertad, teniendo en cuenta que se suponía que era solo un ‘naturalista’ que había venido a estas tierras con solo inocentes intereses del estudio de la flora y la fauna. El propio gobierno francés ofrecía el reconocimiento de la independencia del Paraguay a cambio de la libertad de Bonpland.

Rodríguez de Francia tomó nota de como Bonpland –sin poder salir durante 9 años del Paraguay- hacía planos de la región y entendiendo que era uno más de los tantos espías franceses que pululaban por sus dominios.

Por ello se decide a sacárselo de encima dejándolo libre pero obligándolo a abandonar el Paraguay, lo cual sucede a fines de 1830.

Luego, al dejarlo libre el Dr. Rodríguez de Francia, Bonpland recorre el sur del Brasil, de nuevo Entre Ríos, Buenos Aires, Montevideo, Corrientes, donde va y viene en expediciones científicas y tomando información de todo cuanto veía y conocía no solo en temas de flora y fauna sino en cuanto a cuestiones estratégicas militares.

Otro supuesto ‘científico- naturalista’ francés era un explorador, pintor y médico francés Alfred Demersay que realizaba mapas y relevamientos orográficos, fauna, flora del territorio paraguayo, su población, sus costumbres, moviéndose en los mismos círculos que el nuevo jefe de estado Carlos Antonio López, el Gral. Paz, y la legación brasileña.

 Anduvo mezclado en la llamada ‘Guerra Grande’ entre la Confederación Argentina, con Rosas y Oribe a la cabeza, por un lado y los Unitarios ‘colorados’ unidos a las tropas inglesas y francesas, por el otro.

Alfred Demersay llegó al Paraguay en 1844, en pleno conflicto de su nación con el régimen de Juan Manuel de Rosas en el Río de la Plata, a cargo de una “misión científica” que duró tres años. Era doctor en medicina y miembro de la Commission Centrale de la Société de Géographie de Francia. Su Histoire physique, économique et politique du Paraguay fue publicada en París en dos tomos in 8º, acompañada por un Atlas de catorce planchas coloreadas y dos mapas, en cuatro entregas, entre 1860 y 1864.Toda la tercera y última parte de la obra de Demersay estuvo dedicada a una historia política del Paraguay, que comenzaba con la conquista y terminaba con varios capítulos dedicados a analizar el gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia y el de su sucesor Carlos Antonio López y –sobre todo– su política exterior

El naturalista francés presentaba un panorama crítico demoledor de los gobiernos de Gaspar Rodríguez de Francia y de Carlos Antonio López. Tanto es así que su libro fue traducido al portugués y publicado en Río de Janeiro en 1865, cuando se preparaba la guerra de la Triple Alianza

Volviendo al otro ‘naturalista’ Bonpland y más adelante en el tiempo se entrevistó con Juan Manuel de Rosas  en Palermo pero, según sus palabras, no encontró en él simpatía hacia su obra independentista, como era de esperarse.

Cuando Justo José de Urquiza se pronunció contra Rosas, Bonpland se unió al caudillo entrerriano. Lo visitó con frecuencia en su palacio de San José y aportó sus conocimientos botánicos para el magnífico parque. Asistió después, como médico, a los soldados del Ejército Grande.

(Parece qué sí encontró en Urquiza simpatía por su obra de demolición de la independencia que tenía nuestra nación sujetándose al yugo francés e inglés).

Bonpland se escribía con Berón de Astrada, José María Paz, Juan Lavalle, Madariaga, Hilario Ascasubi y Valentín Alsina, Derqui, Urquiza, Fructuoso Rivera y todo el arco político Unitario y pro-francés. 

Como resultado de su gestión en favor de la política francesa en el Plata, su país natal acordó dar a Bonpland una pensión vitalicia y la Cruz de la Legión de Honor. La Academia de París lo nombró académico.

Tal como sucede hoy día que tanto Gran Bretaña como Francia nombran ‘Sir’ a aquellos supuestos científicos, artistas, etc que ‘inocentemente’ propagan la cultura invasora en nuestras tierras iberoamericanas. ‘Nihil novum sub sole’.

En 1856 Bonpland fue a Montevideo, como tantas veces lo hizo durante la Guerra Grande. Estando en Montevideo el embajador Ouseley le hizo llegar la invitación del gobierno francés para visitar Paraguay. Viajó en Le Bisson, barco de la armada francesa.  El Rey de Prusia le otorgó la Condecoración del doctorado "honoris causa" de la Universidad de Berlín, Murió mientras navegaba en una barcaza, camino a Corrientes, en 1858.

Respecto al otro ‘naturalista’ y amigo de Bonpland, Alexander Von Humboldt siguió un derrotero similar a Bonpland y terminó sus viajes por América con una visita a Estados Unidos, donde fue huésped del presidente Thomas Jefferson, un aficionado de los estudios geográficos, en especial sobre la Nueva España, poco después llamada México, gracias a los cuales Estados Unidos obtuvo información estratégica de la riqueza de su vecino y del estado de debilidad interior que lo aquejaba, gracias al ‘científico’ y ‘naturalista’ de Humboldt. Los servicios de Humboldt, aportados fueron cruciales para avivar el deseo norteamericano por apoderarse de los territorios mexicanos, como al poco tiempo ocurrió.

De hecho, el mapa de la Nueva España, que a la postre apareció publicado en su ‘Ensayo Político de la Nueva España’ (1811), era conocido y utilizado por el ejército de los Estados Unidos con miras a la guerra contra México.

Como se puede ver las actividades de esta avanzada imperial bajo el manto de expediciones científicas no era más que el reconocimiento de parte de estos del terreno político, social y económico de los pueblos hispanos en América preparándose para los desembarcos militares y diplomáticos que les seguirían  en base a los informes dados por estos espías.

Claro  que para que todo esto sucediera se requería la inacción de una España  liberal, jacobina que no solo nada hacía sino que increíblemente colaboraba con su propia destrucción.

Así es, España fue muy generosa con estos dos extranjeros, y un decreto, expedido en Aranjuez, el 7 de mayo de 1799, que dispuso que Virreyes y Gobernadores, Capitanes Generales y Comandantes, Intendentes y Corregidores, "no impidan por ningún motivo la conducción de los instrumentos de física, química, astronomía y matemáticas, ni el hacer en todas las posiciones ultramarinas las observaciones y experimentos que juzguen útiles, como tampoco el colectar libremente plantas, animales, semillas y minerales, medir la altura de los montes, examinar la naturaleza y !hacer observaciones astronómicas”.

Otro científico que anduvo recorriendo toda Sudamérica (y el mundo colonial británico) estudiando no solo las cuestiones naturales de nuestro territorio sino recopilando información para ‘su Majestad británica’ fue Charles Darwin

El mismo dio la vuelta al mundo entre diciembre de 1831 y octubre de 1836, a bordo del Beagle, de la Marina Real Británica, capitaneado por Robert Fitz Roy. El naturalista, que entonces tenía 22 años, estaba invitado a participar de la expedición como científico de a bordo, sin goce de sueldo.

A comienzos de agosto de 1833, el Beagle dejó a Darwin en la desembocadura del Río Negro, en la Patagonia argentina. Desde Carmen de Patagones, cabalgó hasta el Río Colorado, donde se topó con el campamento del general Rosas, escoltado por un batallón enviado por el gobierno de Buenos Aires para despejar de indios los campos y asegurar la frontera.

En su libro de viajero Darwin escribió:

“[…] El campamento del general. Rosas está muy cerca de este río [Colorado]. Es un cuadrado formado por carretas, artillería, chozas de paja, etc. No hay más que caballería, y pienso que nunca se ha juntado un ejército que se parezca más a una partida de bandoleros. Casi todos los hombres son de raza mezclada; casi todos tienen sangre negra, india, española, en las venas. No sé por qué, pero los hombres de tal origen, rara vez tienen buena catadura. Me presento al secretario del general para enseñarle mi pasaporte. Inmediatamente se pone a interrogarme del modo más altanero y misterioso.

Por fortuna llevo encima una carta de recomendación que me ha dado el gobierno de Buenos Aires para el comandante de Patagones. Lleva esa carta al general Rosas, quien me envía un atentísimo mensaje, y el secretario viene en mi busca, pero esta vez muy cortés y muy cumplido.

Vamos a aposentarnos al rancho o choza de un viejo español que había seguido a Napoleón en su expedición a Rusia. Permanecemos dos días en el Colorado; no tengo nada que hacer, pues todo el país circundante no es sino un pantano inundado por el río en verano (diciembre), cuando se funden las nieves en las cordilleras.

Mi principal diversión consiste en observar a las familias indias que acuden a comprar diferentes géneros de poca monta en el rancho que nos sirve de habitación. Se suponía que el general Rosas tenía unos 600 aliados indios. La raza es grande y hermosa.

Más adelante encontré esa misma raza en los indígenas de la Tierra de Fuego, pero allí el frío, la carencia de alimentos y la falta absoluta de civilización la han hecho feísima.[…]

El general Rosas expresó deseos de verme, circunstancia de la cual hube de felicitarme más tarde. Es un hombre de un carácter extraordinario, que ejerce la más profunda influencia sobre sus compatriotas, influencia que sin duda pondrá al servicio de su país para asegurar su prosperidad y su ventura.

Dícese que posee 74 leguas cuadradas de terreno y unas 300.000 cabezas de ganado. Dirige admirablemente sus inmensas propiedades y cultiva mucho más trigo que todos los demás propietarios del país.

Las leyes que ha hecho para sus propias estancias, un cuerpo de tropas (de varios centenares de hombres) que ha sabido disciplinar admirablemente de modo que resistieran los ataques de los indios: he aquí lo que ante todo hizo fijarse en él y que comenzara su celebridad.

Hoy hemos hecho una larga etapa. […] Dormimos en una de las grandes estancias del general Rosas. Está fortificada y tiene tal importancia, que al llegar de noche la tomo por una ciudad y su fortaleza. Al día siguiente vemos inmensos rebaños vacunos; el general posee aquí 74 leguas cuadradas de terreno.

Antiguamente empleaba cerca de 300 hombres en esta propiedad y tenían tal disciplina que desafiaban a todos los ataques de los indios. Mientras cambiábamos de caballos en Guardia, varias personas se acercaron a dirigirme una multitud de preguntas acerca del ejército. Nunca he visto una popularidad más grande que la de Rosas, ni mayor entusiasmo por ‘la guerra más justa de las guerras, puesto que va dirigida contra los salvajes’

Le presento mi pasaporte [a Rosas], y en cuanto lee en él las primeras palabras El “naturalista D. Carlos”, se vuelve tan respetuoso y cortés como desconfiado estaba antes. 

¡Naturalista! Seguro estoy de que ni él ni sus compatriotas comprenden bien qué podrá querer decir eso; pero es probable que mi título misterioso no haga sino inspirarle una idea más alta de mi persona. […]”

Tenga el lector presente de las palabras del propio Darwin como analiza la cantidad y calidad de las tropas de Rosas; como logra acercarse al poder y obtener salvoconductos para desplazarse por toda la Confederación libremente para tener datos de las fortificaciones, cantidad de soldados, formación de los mismos, ligazón entre Rosas y sus soldados y poblaciones. Irónicamente se refiere a que cuando presenta su pasaporte donde dice ‘naturalista’ logra la confianza el otrora desconfiado Rosas.

Y luego, al decir enfáticamente ‘¡Naturalista!’, da sentido mágico a dicha palabra subestimando a Rosas y a su gente al creer que los mismos no entendían el significado de dicha palabra y que por tal razón ello inspiraría en Rosas y sus funcionarios una idea más alta de su persona.

Asi Darwin fue otro ‘naturalista-científico-espía’ que informaba a su gobierno de todo lo que veía y oía mientras desarrollaba su tarea profesional. Una cosa no quitaba la otra siendo un ariete en la investigación de nuestros hombres y nuestro territorio para favorecer los intereses británicos.

Como corolario podemos resumir que para el logro de sus fines de control sobre las tierras hispanoamericanas visto que las incursiones militares tenían alto costo y resultados dudosos, los imperios centrales se apoyaron de científicos precedidos de un halo de bondad y desinterés político para acceder a los círculos de poder vernáculos actuando como espías

Sirviendo ellos como ‘arietes’, como avanzada de la mencionada penetración cultural y económica en nuestra región intentando, además, con su actividad propender a la fragmentación de Hispanoamérica en muchas republicas, mas fáciles de controla y dominar.

 

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FUENTES

CALABRESE, Antonio (“José de San Martín ¿Un Agente Inglés?-Buenos Aires, Editorial Lumiere-2012)

DARWIN, Charles. (“Diario Del Viaje De Un Naturalista Alrededor Del Mundo –en el Navio de S.M.Beagle”- Madrid, Ed. Calpe, 1921)

MALOSETTI COSTA, Laura  (“El Primer Retrato De Artigas: Un Modelo Para Deconstruir”- Revista de Historia del Arte y Cultura Visualdel Centro Argentino
de Investigadores de Arte  (CAIA)- 2013-

RIBEIRO, Ana (‘El Caudillo y el Dictador’-Montevideo, Uruguay-Ed. Planeta 2003)

ROBERTSON, John Parish, (“Letters on South America”, Londres, John Murray-Albermarle Street, 1843)

TRÍAS, Vivian (“El Paraguay-de Francia el Supremo a la Guerra de la Triple Alianza”- Ed. Colección de Crisis Nro.19-Buenos Aires-1975)

 

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