TLV1- Ciclo ‘LOS FEDERALES’
y la Confederación
Argentina
2022-2023
**
y la Confederación Argentina
2022-2023
Gonzalo V. Montoro Gil
Sumario
TEMA 1:
Introducción- Antecedentes al
1er.Gobierno de Juan Manuel de Rosas- 1er.Golpe de Estado (Dorrego)-
-1er.Gobierno de Juan Manuel de Rosas-causas de su ascenso al poder-
Características- Ecumenicidad- Finalización de las Provincias Unidas del Río de
la Plata -Pactos y Tratados previos al Pacto Federal de 1831- Pacto Federal de
1831-Creación del Estado Argentino por dicho Pacto-Características-Soberanía
política y económica -Boicot del Unitarismo-
TEMA 2:
Campaña del Desierto (1833-1834)
TEMA 3:
2do.Gobierno de Juan Manuel de
Rosas- Espías ingleses y franceses en nuestro territorio-Ataques del Unitarismo
desde Chile, la Banda Oriental y el Alto Perú-
TEMA 4:
Caída del Gobierno soberano de
Juan Manuel de Rosas-Causas y consecuencias- ‘Caseros’ 2do.Golpe de
Estado-Características-Traiciones y defecciones (Urquiza, Garzón, Pacheco, etc)
TEMA 5:
La Confederación Argentina luego
de Rosas- De ‘Caseros’ a 1877 -comportamiento de los Federales y evasiones de
los mismos - Art.35 de la Constitución
Nacional.
TEMA 6
Lazos Familiares Entre Personajes
Rioplatenses
Juan Manuel de Rosas - Manuel Oribe - Juan Galo
Lavalle
Juan Antonio Lavalleja - José Gervasio de Artigas
Manuel Oribe - Miguel
Estanislao Soler
Manuel Belgrano – Josefa Ezcurra-Pedro Rosas y
Belgrano-Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra
Rufino de Elizalde - Felipe Arana
Andrés Latorre - Juan
Antonio Lavalleja
Facundo Quiroga – Domingo Faustino Sarmiento
Bartolomé Mitre-Juan José Viamonte
Justo José de Urquiza – Francisco Ramírez – Ricardo
López Jordán (padre)
Manuel Oribe – Rodrigo Díaz De Vivar
Juan Manuel de Rosas – Ramón Maza
Justo José de Urquiza – Benjamín Victorica
Rosas-Ana Monterroso de Lavalleja
TEMA 7
Protagonistas Militares De La
Confederación Argentina
(Juan M. De Rosas-´Justo José De Urquiza.-Manuel
Oribe)-(José Gervasio de Artigas)-(Juan Antonio Lavalleja)-(Manuel Dorrego)-(Jerónimo Costa)-(Lucio N.
Mansilla)-(Pascual Echague)-(Facundo Quiroga)-(Estanislao López Y Francisco Ramírez)-(Guillermo
Brown)-(Hipólito Bouchard)-(Martín
Miguel De Güemes)- (Juan Bautista Thorne)-(Juan Bautista Bustos)-(Ángel Pacheco)-(Manuel
Corvalán)-(Alejandro Heredia)-(Pablo Latorre)-(José Nazario Benavidez)-(Juan
Felipe Ibarra)-(Antonino Reyes)-(Eugenio Garzón)-(Hilario Lagos)-(Celedonio
Gutiérrez)-(Ángel ‘Chacho’ Peñaloza)-(Felipe Varela)-(Martiniano
Chilavert)-(Pedro J. Díaz).-
TEMA 8
Protagonistas Diplomáticos Y
Funcionarios De La Confederación Argentina (civiles o militares)
Felipe Arana- Tomas Guido -Manuel Moreno- Manuel De
Sarratea-Carlos María De Alvear- José María Roxas Y Patrón- Vicente López Y
Planes-Tomas De Anchorena-Bernardo de Irigoyen
Epilogo
Lista De Caudillos Y Funcionarios
Fieles A Rosas, luego de su caída:
Antonino Reyes - José María Roxas y Patrón-Prudencio
Arnold - Guillermo Brown - Bernardo de Irigoyen- Juan Bautista Thorne -Jerónimo Costa - Hilario Lagos - Felipe
Arana
///////////////
INTRODUCCIÓN
Hasta el día de hoy los Unitarios devenidos en Liberales y
Progresistas han intentado e intentan ‘matar la memoria’ de los hechos tal como
ocurrieron cubriéndolos de una neblina cuando no, directamente, de anatemas e
imprecaciones para esconder el genocidio cometido contra nuestro pueblo; su
propio pueblo.
Porque decimos ‘genocidio’ en la real acepción del término: “aniquilación o exterminio sistemático y
deliberado de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos”.
El Unitarismo de ambos lados del Plata –tras una capa de
pretendida modernidad y cultura, que no la tuvieron- provocó con ayuda del
Imperio del Brasil, Francia e Inglaterra la eliminación sistemática de ‘un grupo social por motivos raciales,
políticos y religiosos’: el gaucho, la hispanidad y el cristianismo de
éstos.
Ello tuvo su grado más alto en la esclavitud a la que
sometieron a su propio pueblo para que fuera a desangrase en la Guerra del
Paraguay, sojuzgándolo y empujándolo a punta de cuchillo a pelear contra su
paisanos a la misma vez que provocaron una matanza sin precedentes en el
interior de nuestra patria para eliminar todo vestigio del gaucho unido a su
tierra y a su cultura, comandados por Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento,
Salvador M. del Carril, Florencio Varela, Julián S. Agüero, los Alsina, etc. a
través de los esbirros sicarios uruguayos ‘colorados’ como Venancio Flores,
José Miguel Arredondo, Wenceslao Paunero, Ambrosio Sandes.
Este último se destacó entre los oficiales que asesinaron a
cientos de soldados y jefes vencidos y ya rendidos. Marchó a ocupar el Interior
del país a órdenes de su compatriota Paunero y su crueldad dejó rastros
en el interior, matando a centenares de soldados federales que ya se
habían rendido.
El genocidio fue brutal, desarraigando a todo nuestro pueblo
sumiéndolo en la desesperación por hambruna provocada y confiscándoles sus
tierras, arrojándolos a una vida miserable y errante sin familia. Asesinando
durante años y años a cuanto soldado federal se hubiese rendido estando
prisionero, por orden de Sarmiento y por propio gusto. Una orgía de sangre
provocada por el Unitarismo ‘civilizado’.
La Tiranía Unitaria fue conocida en el mundo cuando, luego de
la Batalla de Caseros, el 3 de Febrero de 1852, Urquiza, los brasileños y los
Unitarios entrando a Buenos Aires, provocaron una sangrienta matanza a degüello
que llevó más muertos en la ciudad durante casi 10 días que los muertos que
hubo en los 20 años del Gobierno de Juan Manuel de Rosas.
El Unitarismo en su afán de probar ‘la cuadratura del
círculo’ a como diera lugar quiso –y quiere- borrar todo vestigio de soberanía
en nuestra patria y para ello además de las matanzas indiscriminadas y sin
juicio previo de ningún tipo (como ocurrió con los asesinatos de Manuel
Dorrego, Martiniano Chilavert, Santa Coloma y tantos otros) se propuso la
creación artificial de una historia argentina que no ocurrió.
Y la que ocurrió tramó esconderla a ojos vista de todo
argentino, sobre todo en edad escolar, pontificando, exponiendo de una manera
irrefutable e indiscutible con tono de suficiencia, principios o ideas o
calidades personales que distan de ser reales elevando a estos siervos del
dinero ajeno, a los altares de una civilidad que carecían por completo, tal
como consta en innumerables documentos que lo avalan.
.Se sabe que en semiótica ‘la
repetición forma la reputación’, instalándose en el imaginario de las
personas una idea muy distinta a la realidad.
El Unitarismo utilizó, para ello, 3 tipos de acciones
claramente identificados:
Primero, ensalzar dogmáticamente aquellos acontecimientos y
hombres sin ninguna virtud solo útiles para ser siervos de poderes ajenos en
hechos que fueron una ignominia para nuestro honor patrio.
Segundo, esconder en los pliegues penumbrosos de la memoria
aquellos hombres y mujeres patriotas que hicieron grande a nuestra nación y que
con sus acciones desprendidas y heroicas lograron –en parte- conservar nuestro
territorio, nuestro solar y nuestra cascoteada independencia.
Patriotas, muchos de ellos, desconocidos para el público en
general, para los alumnos de las escuelas que nunca oyeron hablar de ellos, no
existiendo en términos generales, plazas, calles, ciudades que les rindan
justos homenajes. Han sido borrados de la memoria colectiva, de los libros de
historia, etc.
Tercero, cuando ello no fue posible porque han sido tan
grandes y conocidas sus acciones desprendidas entregando su vida y sus bienes a
lo largo de batallas por la Independencia tanto en 1816, 1817, 1838, 1845,
1846, etc., entonces allí el bagaje ‘gramsciano’
de las usinas liberales y ‘progresistas’
se lanzaron en una carrera sin freno a degradarlos, insultarlos en forma
harto repetitiva hasta que quede en el inconsciente colectivo una imagen de
ellos de asesinos sanguinarios, supuestamente ‘bárbaros’, ignorantes o –como
sucediera con San Martin- la imagen edulcorada y ‘sarmientina’ de un hombre falto de carácter, con serios problemas
mentales, equivocado en sus apreciaciones políticas, como expresó de él
Sarmiento.
Ya decía Sun Tzu “confundid
al pueblo y su destino quedará en vuestras manos”
Entre aquellos enormes patriotas que hicieron posible la
existencia de nuestra soberana patria, aparte de los conocidos como Juan Manuel
de Rosas, Manuel Dorrego, Facundo Quiroga, Estanislao López, Manuel Belgrano,
José Gervasio de Artigas, Manuel Oribe, etc, hay otros cuyas omisiones a lo
largo de la historia liberal los ha empujado a casi un anonimato para nuestro
pueblo, el que se ve impedido de conocerlos y homenajearlos como se debe:
Martiniano Chilavert, Jerónimo Costa, Pascual Echague, Pedro J. Díaz, Celedonio Gutiérrez, José María Roxas y
Patrón, Felipe Arana, Hipólito Bouchard, Juan Bautista Thorne, Alejandro
Heredia, Pablo Latorre, etc. Grandes olvidados de nuestra historia. Borrados de
la historiografía oficial mitrista, sarmientina y jacobina. Pocas o ninguna
calle, plaza, monumento, ciudad los recuerda y, sin embargo, son los artífices
silenciosos de nuestra nacionalidad.
‘Héroes’ es una palabra que les queda chica y que no
dimensiona, no define sus grandezas, sus temples morales, sus desprendimientos
personales y familiares, sus caracteres irreductibles en pos de la defensa
férrea de nuestra soberanía, tanto en los campos de batalla como en los
terrenos diplomáticos y literarios.
Estimado lector, ¿Ud. los conocía? ¿Conoce su actuación pública?
Si nunca los escuchó nombrar o apenas oyó hablar de ellos, entonces, ha dado resultado el ‘lavado de cerebro’ a lo
largo de tantas décadas por parte de esos Unitarios usurpadores del poder a
punta de pistola y a degüello como a través de una literatura fantástica e
irreal que ellos llaman ‘historia oficial’ desde el 3 de Febrero de 1852.
TEMA 1:
Antecedentes al 1er.Gobierno de Juan Manuel de Rosas-
1er.Golpe de Estado (Dorrego)- -1er.Gobierno de Juan Manuel de Rosas-causas de
su ascenso al poder- Características- Ecumenicidad- Finalización de las
Provincias Unidas del Río de la Plata -Pactos y Tratados previos al Pacto
Federal de 1831- Pacto Federal de 1831-Creación del Estado Argentino por dicho
Pacto-Características-Soberanía política y económica -Boicot del Unitarismo-
• La Revolución de Mayo (1810): fue el
primer paso para que el Virreinato del Río de la Plata (1776-1810) -que ocupaba
la actual Argentina, Bolivia, Uruguay, Paraguay,
partes del sur de Brasil y
el norte de Chile-.se
independizara de España. Aunque dicha Revolución se hizo en nombre del Rey
Fernando VII sometido por los franceses en la Metropoli.
Desde el 25 de Mayo de 1810, El Virreinato del Río de
la Plata se despedazaba. Pero de algún modo siguieron siendo dependientes de la
metrópoli (España) puesto que caída la monarquía por la toma de España por los
franceses, hace que en América del Sur, los pueblos no se declararon soberanos
sino que tomaron provisoriamente el gobierno a nombre del Rey de España, al
quedar acéfalo el gobierno español.
Los miembros del Cabildo, debemos recordar, juraron
fidelidad en nombre de Fernando VII.
Allí nació el germen de las Provincias Unidas del Rio de la
Plata estructurada a partir de 1816.
Debemos tener presente la enorme influencia de Inglaterra en la
elección de los cabildantes y en el deseo que rápidamente se pronunciaran los
criollos por la Revolución.
Castelli y Moreno, rancios pro-británicos, siguiendo sugestiones
de éstos que los manejaban como marionetas, fusilan al ilustre Santiago de Liniers
–que advierte a ellos que su accionar estaba guiado por los sempiternos
invasores ingleses. El ejecutor del asesinato fue Domingo French, su ex amigo.
Éste posteriormente
se opuso a las políticas del Directorio. Denunció la conspiración de Carlos de Alvear en Brasil y repudió al Director Supremo Juan Martín de
Pueyrredón, por lo que fue perseguido y exiliado a los Estados Unidos junto a Manuel Dorrego en febrero
de 1817. Más tarde se hizo
Federal ‘lomo negro’, comprometido
con Manuel Dorrego. En 1820 Martín Rodríguez lo nombró Comandante de Dragones y Jefe de
Estado Mayor. Murió de fiera dolencia y Dorrego mandó hacer un monumento en
su homenaje.
Castlereagh dijo ya el lº de mayo de 1807, oponiéndose a la
invasión a Buenos Aires que hacía Whittelocke en esos momentos; documento que
puede considerarse la piedra fundamental del imperialismo comercial e indirecto
que en adelante habría de regir la política británica en el Plata: "La acción que ahora estamos
desenvolviendo (en el río de la Plata) no nos va a producir beneficios
comerciales o políticos sino a costa de gastar grandes recursos militares...
Debemos actuar de manera acorde con los sentimientos e intereses del pueblo
sudamericano..., abandonar la esperanza de conquistar esta extensa población
contra el temperamento de sus gentes... Si nosotros nos acercamos a ellos como
comerciantes y no como enemigos, podríamos dar energía a sus impulsos locales y
conseguiríamos abrogar las prohibiciones contra nuestro comercio. Que es
nuestro gran interés”
Cuando Fernando VII fue liberado y puesto nuevamente al mando de
España, al derrotarse a Francia, las revoluciones en América del Sur estaban en
peligro.
La lealtad argentina frente a Fernando VII era cuestionable y
más que legítima, constituía una jugada política frente a los realistas ya que
ni el general Saavedra, ni los criollos creían posible que Napoleón pudiera ser
vencido con facilidad y menos que Fernando VII regresara al trono.
Sin embargo, Fernando VII regresó al trono y ejerció su poder de
manera absoluta y déspota, castigando a los criollos en América a quienes
consideró revoltosos y peligrosos por haber desconocida la Junta de Sevilla, lo
que llevó a la campaña de reconquista del continente
• Guerra de
Independencia (1810-1816): campañas de los generales Manuel Belgrano y José de
San Martín.
• Congreso de Tucumán (1816): Por ello y a las apuradas un grupo
de provincias nuestras –no todas- se declararon independientes de España y
cualquier otra nación, entre otras razones, por pedido de San Martin que, para
iniciar su gesta tras la cordillera necesitaba liderar un ejército
independiente de España y por pulsión de los ingleses que querían fragmentar en
varias naciones supuestamente independientes lo que fue el Virreinato español,
en una sempiterna competencia con España para doblegar comercialmente a ella y
penetrar y dominar a sus antiguas colonias.
La ‘Declaración de
Independencia’ - fue una ‘Declaración’
más que una realidad-. incluían los territorios de la actual Argentina, y parte
de los que hoy son Chile, Bolivia, Perú y Paraguay.
El primer periodo
de la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata se llama DIRECTORIO
(1816-1820).En realidad, el Directorio ya se había creado en 1814, dos años
antes de que el Congreso de Tucumán proclamara la independencia de las
Provincias.
En un breve resumen
digamos que los ‘Directoriales’ eran personajes con un claro sentido
monárquico, centralista, pero a la vez, deseosos de terminar con lo que ellos
llamaban ‘anarquía’ que no era otro el afán de los hombres fuertes del interior
de no someterse al centralismo porteño.
(HASTA AQUÍ 1ª REUNIÓN)
Ellos fueron:
1-Carlos María de
Alvear,
Director Supremo De
Las Provincias Unidas de enero a abril de 1815.
Promotor de los de
los intereses británicos a través de los portugueses . Pero también se inclinaba
ante el Rey de España en Agosto de 1815, auto mencionándose como ‘español’ y no
‘americano’.
Tagle fue su
funcionario ministerial.
Manuel García fue
enviado a Rio de Janeiro en enero de 1815 como embajador.
2-José Rondeau
Fue Director
Supremo en 1815 (un solo día) siguió teniendo a Tagle como funcionario
3-José Ignacio
Álvarez Thomas
Fue Director Supremo
De Las Provincias Unidas en forma interina de abril de 1815 a 1816.
Era un supuesto
Federal pero antiartiguista y antirrosista. Era muy culto.
Tagle fue su
Ministro.
En 1829 organizó
una insurrección contra Rosas fue encarcelado y desterrado.
En 1836 junto a
Lavalle y en 1840 también otras insurrecciones contra Rosas.
4-Antonio González
Balcarce
Fue Director
Supremo De Las Provincias Unidas de abril a julio de 1816.
Tagle siguió siendo
Ministro
5-Juan Martín de
Pueyrredón
Fue Director
Supremo De La Provincias Unidas de julio de 1816 a junio de 1819. Tagle fue su
ministro.
Luchó contra
Artigas. En Agosto de 1816 los Luso-brasileños invadieron la Banda Oriental
dejando 5.000 argentinos muerto.
Pueyrredón – de
origen francés- la aseguró en 1818 a Le Moyne, enviado de Richelieu, que estaba
de acuerdo en entregar la soberanía al duque de Orleans y quien, en secreto,
iba a hacer los detalles de la coronación era Valentín Gómez, y que el tal
Pueyrredón estaba animado de los mejores sentimientos hacia ‘su’ (Francia)
país.
“
En 1820 los
brasileños anexaron la Banda Oriental. Pueyrredón desterró a Manuel Moreno y
Dorrego.
En
agosto de 1816, cuando Belgrano ve las tropas nativas derrotadas, harapientas,
hambrientas que peleaban contra los realistas en el norte, vió que quien
comandaba las tropas era José Rondeau que vivía entre lujos, placeres
comestibles, con una multitud de mujeres como un sultán árabe.
Era
chocante ver el contraste de la miseria de sus soldados, casi sin ropa,
escuálidos. Belgrano que no tenía mas que vivir como vivían sus soldados,
acomodándose a sus iguales necesidades.
Belgrano
reclamó al Directorio para que enviara algo para sus pobres soldados, mientras
él ponía de su bolsillo lo poco que tenia.
No
recibió contestación de quienes se
enriquecían haciendo negocio con los ingleses lejanos de toda empatía. Un día
Belgrano escribió: “Digan lo que quieran
los hombres sentados en sofás que disfrutan de comodidades, mientras los pobres
diablos andamos en trabajos: a merced de los humos de la mesa cortan, tasan,
destruyen a los enemigos con la misma facilidad con que empinan una copa…”
Ese
era el Directorio centralista, Unitario;
ese era Pueyrredón; ese era Rondeau.
6-José Rondeau
Fue Director De Las
Provincias Unidas entre 1819 Y 1820. Tagle fue su Ministro.
De alguna manera,
la renuncia de Pueyrredón dio por terminada la etapa de emancipación.
Por su parte, el
gobierno de Rondeau se relaciona de modo más directo con la disolución del
poder nacional, que sería asumido por una multitud de poderes provinciales.
Durante estos años se inició el enfrentamiento entre las tres principales
regiones de las Provincias: Buenos Aires, el Interior y el Litoral.
Peleó contra los
Federales e invitó a Lecor a invadir la también la Mesopotamia para así acabar
con Estanislao López y Francisco Ramírez.
Buenos Aires quería
que hubiera un gobierno central fuerte, el Directorio (era partidaria del
centralismo). Pero en las provincias habían comenzado a alcanzar gran
importancia los caudillos, que preferían que los gobiernos de las provincias
tuvieran mayor poder en su territorio que el gobierno central (eso se llama
federalismo).
Inglaterra vio que
cualquier tentativa por conquistar las colonias sudamericanas "con vista a
su futuro sometimiento a la Corona británica estaba destinada al fracaso por lo
que vio que la única manera de sacarles a los españoles el dominio sobre las
colonias era apoyar, fomentar, impulsar una revolución para que se emanciparan
de la metrópoli entendiendo que para Inglaterra era mejor contar con estados
libres en América del Sur, apoyar su independencia formal, ser considerados
asi, ‘amigos’ y someternos comercialmente. Abriendo nuestros mercados para
introducir las manufacturas inglesas que necesitaba desesperadamente por su
exceso de producción y por tener inhibida la misma en el continente a manos de
los franceses con Napoleón.
Pero para ello era
imprescindible que nativos suficientemente sobornados sirvieran de medio o
instrumento jurídico, social y económico para dichos logros sin que aparecieran
directamente los ingleses como ejecutores de dicha política, sino operando en
las sombras a través del control de la banca, la industria, el comercio y los
medios gráficos.
Alvear, Manuel
García, Mariano Moreno, French, Castelli, Pueyrredón, el Oriental Nicolás
Herrera, fueron los primeros en servir a los designios británicos.
Así, muchos autores
estiman que la mano invisible de los ingleses estaba detrás de la ejecución de
Liniers
El fin último de los ingleses es captar para ellos solos el
comercio con América del Sur.
Para ello la fragmentación mencionada del Virreinato no
significaba que permitieran que los lusitanos y luego el Imperio del Brasil se
aprovechase de ello y extendiese sus dominios.
El equilibrio entre ambos era una condición necesaria por parte
de Inglaterra para el logro de sus intenciones de dominio comercial. Por ello, más
adelante, serían los artífices de la creación del ‘Estado-Tapón’ del Uruguay, cuando la Banda Oriental era parte
integrante del Virreinato según quería el propio Artigas, Oribe y Lavalleja y
cuando los lusitanos querían incorporarlo a sus dominios.
Recordemos que Inglaterra tenía experiencia al respecto: Bélgica
es un ejemplo de ello, Paquistán, también. Muchas veces se aprovechaba las
diferencias religiosas, cuando existían, para dichos logros (en el caso de la
India y Paquistán, el Hinduismo y el Islamismo).
La política al respecto por parte de Inglaterra se ve claramente
reflejada en la documentación existente en aquellos tiempos entre los
diplomáticos y funcionarios de ambos lados del mar atlántico que pergeñaban
sutilmente ese necesario ‘equilibrio’ base de su política de conquista y
sujeción.
En nuestro territorio, mientras tanto y desde 1810, lo que
siguió fueron años de desorden, convulsiones, guerras intestinas en nuestro
territorio. Igualmente y con mayor profundidad se vio en nuestra llamada
Declaración de Independencia en 1816, que fue solo –como su nombre lo indica –
una mera ‘declaración’ y que poco
tuvo de ‘Independencia’ real, por lo
menos para los intereses nuestros.
En el Congreso de Tucumán, en dicho año de 1816, los diputados
‘centralistas’ propusieron entregar la Banda Oriental al Imperio
Luso-brasileño. Nada de esto sabía San Martín, alejado otras en tierras y otros
menesteres.
Con ello los ‘porteñistas’ se sacaban de encima a Artigas y su
política de soberanía republicana. Y los brasileños, lo mismo y por los mismos
motivos a fin mantener el régimen monárquico, esclavista y feudal que corría
serio riesgo en Rio Grande.
El viejo sueño de los Lusitanos era acceder al Rio de la Plata
incorporando a sus dominios tierras templadas y cultivables que
estaban-obviamente por el tratado de Tordesillas- en dominio español.
Inglaterra impulsó y prohijó también nuestra Independencia
azuzando nuestras contradicciones internas, volviéndose arbitro muchas veces en
las disputas fallando según sus conveniencias lo que provocó el despedazamiento
del Virreinato, su sueño y su afán buscado desde siempre –más allá de alianzas
ocasionales en su lucha común con la Francia de Napoleón- en su lucha histórica
con España para la conquista de mercados en todo el globo.
La década de 1820, se acentúa el fraccionamiento del Virreinato
que estaba a punto de estallar en luchas sin fin. Esta época se llamó, con
justeza, ‘La Anarquía del Año XX’ ya que se sucedían gobernadores en Buenos
Aires. Se combatían en todo el territorio.
Rondeau fue
derrotado por estos en la batalla de Cepeda en 1820 y debió renunciar.
El ‘Tratados de Pilar’
en Febrero de 1820 entre Sarratea, Francisco Ramírez y Estanislao López no
lograron una paz definitiva. Artigas derrotado huye al Paraguay para siempre,
para tranquilidad del Imperio de los Braganza en el Brasil que temía con
fundamento que el 1er.Federal y Republicano soliviantara a los riograndenses
que intentaban con sus políticas republicanas y antiesclavistas, separarse del
Imperio.
También, su derrota alegró a los ‘centralistas’ porteños y a
Inglaterra que olfateaba el peligro que el afán unificador y soberano de Artigas podía arrastrar a todos
los pueblos de América del Sur. Su proyecto de ‘patria grande’ se deshizo en mil pedazos.
Tampoco dio frutos el ‘Tratado
de Benegas’ posteriormente, entre Martín Rodríguez y Estanislao López, en
Noviembre de 1820.
Del mismo modo, para lograr una paz duradera se firma en Enero
de 1822 otro tratado mas, el ‘Tratado del
Cuadrilátero’ entre Buenos Aires (Martín Rodríguez) Santa Fé (Estanislao
López), Corrientes, Entre Ríos (Lucio N. Masilla).
Nada de esto logró la paz definitiva y la estructuración de un
Estado.
Mientras todo esto ocurría, y hasta el 1er. Gobierno de Rosas,
las Provincias Unidas tenían batallas contra el Brasil y en el interior también
se daban guerras sin cuartel entre provincias. Vivíamos en permanentes guerras
civiles entre Federales y los partidarios del ‘centralismo porteño’, llamados
luego ‘Unitarios’ que se adueñaron del poder en forma fraudulenta y violenta.
Rivadavia y sus acólitos desde Buenos Aires, boicoteaban la
guerra contra el Brasil y la gesta de San Martín. Se desmembraba cada vez mas
el Virreinato en forma escandalosa
como decía Estanislao López en 1823.
Rivadavia contrata mercenarios
colombianos. Su jefe era López Matute, en 1826, hubo saqueos, degüellos,
violaciones e incendios. Los colombianos eran un regimiento de llaneros
venezolanos (Venezuela pertenecía a la Gran Colombia en aquel entonces), que
después de desertar de las filas de Sucre fueron contratados por Rivadavia para
integrar el ejército presidencial que sostendría su política en el interior.
Resultaron tan horrorosas sus depredaciones, que acuñaron el epíteto ‘salvajes Unitarios’ usado desde
entonces.
Por suerte ello acabó gracias a Quiroga que con sus gauchos no
dejó un solo colombiano con vida.
Luego de triunfar las Provincias Unidas en el terreno militar en
el Brasil (20 de Febrero de 1827) en Ituzaingó), firmamos una paz deshonrosa
gracias a Rivadavia y su ministro García por el cual cedimos la Banda Oriental al Brasil.
También perdimos al norte Tarija y el Alto Perú que se incorporó
a Bolivia.
Mientras, José Gervasio de Artigas, desde la Banda Oriental,
pujaba por pertenecer a nuestras Provincias Unidas pero los Unitarios no lo
querían pues defendían la existencia de un solo puerto: el de Buenos Aires, y
no querían que el puerto de Montevideo compitiera al respecto y rechazaban el
Federalismo de Artigas.
Lo del Brasil, la perdida de la Banda Oriental en los
escritorios porteños y lo sucedido igualmente con el Alto Perú, causó revuelo
en nuestro territorio, se alzaron los pueblos y todo eso dio por tierra con el
gobierno de Rivadavia y sus ministros y se rechazó el acuerdo con el Brasil.
La endeble nación nuestra, aún no estructurada, crujía por todos
lados y se fragmentaba en interminables guerras civiles.
Después de años de luchas finalmente es elegido el caudillo
Federal Manuel Dorrego Gobernador de la Provincia de Buenos Aires en 1827, ante
la algarabía popular.
Pero ante la presión de Inglaterra, Dorrego se vio forzado a
firmar la paz con el Brasil lo que llevó a que sucediera lo que Inglaterra
quería: la independencia de la Banda Oriental creándose un ‘Estado-Tapón’, a
fin de que Inglaterra pudiese lograr ventajas comerciales, entre ellas la libre
navegación de los ríos interiores (por lo menos se retrotrajo la cesión de la
Banda Oriental al Brasil).
Efectivamente la presión de Inglaterra, ejercida directamente por el enviado lord John Ponsonby, representante de los intereses británicos en Buenos Aires, e indirectamente a través
del Banco Nacional, controlado por capitalistas ingleses y sus socios
locales, trabaron su accionar. Por otro lado, las acciones directas de naves
militares inglesas y del Brasil sobre naves argentinas forzaron a Dorrego
a aceptar una paz desventajosa. Ponsonby llegó hasta el punto de amenazar con
una intervención militar si no se firmaba la paz con Brasil.
Dorrego quería seguir la guerra contra el Brasil pero las
presiones de Inglaterra ahogándonos financieramente impidieron que tuviéramos
un ejército listo para seguir la batalla, puesto que la guerra perjudicaba
económicamente a Inglaterra.
Dice Irazusta:
"La pérdida de la Banda Oriental sería fatal a
Dorrego. Extraviados por la intriga unitaria, e ignorantes de los desesperados
esfuerzos que realizara el nuevo jefe de la nación por recuperar la hermosa
provincia hermana, los militares que habían luchado por ella no le perdonaban
que se hubiese resignado a perderla. Ni se detenían a distinguir entre el
carácter de la pérdida, de un tratado de paz a otro.
El comisionado de Rivadavia entregaba la Banda
Oriental al Brasil; los de Dorrego la erigieron en Estado independiente. Lo que
para nuestro país significaba un mal menor. Los principales culpables de la
pérdida tuvieron la osadía de erigirse en jueces de quien había remediado en
parte los desastres causados por ellos, para decretar una sentencia de muerte
que en todo caso debió alcanzarlos antes que a su víctima. Y la diabólica
habilidad de hallar quien la ejecutara". __
(HASTA AQUÍ 2ª REUNIÓN)
Para peor, Dorrego fue destituido por un golpe militar –el
primero en nuestro país- por Juan Antonio Lavalle el fatídico 1º de Diciembre de
1828. Luego lo toma prisionero en
Navarro a través de las traiciones de oficiales de Pacheco como los militares
Escribano y Acha.
Brown, los Unitarios Lamadrid y Díaz Vélez, abogaron ante
Lavalle por la vida de Dorrego.
Pero Lavalle, cediendo a las consejos e intrigas indignantes de
Salvador María del Carril, Julián Segundo Agüero Florencio y Juan Cruz Varela, Ignacio Álvarez Thomas y Valentín Alsina lo manda a fusilar el fatídico 13 de diciembre de 1828.
Y no solo se fusiló a Dorrego; también otros oficiales como
Mesa, Manrique, Cano y otros más.
Juan Apóstol Martínez, un héroe de la Independencia, recorre la
campaña matando gauchos a los que hace cavar sus propias fosas; Estomba, otro
héroe, mata tantos federales que acabará enloquecido, dejándose morir de hambre
en el manicomio. "Comisiones especiales" de civiles se encargan de
eliminar a cuanto Federal pareciera ser.
Son tantos los crímenes ese año trágico, que 1829 es el único en
la demografía de Buenos Aires donde las defunciones superaron a los
nacimientos: hubo 4.658 muertes, cuando en 1827 fueron 1.904 y en 1828, 1.788
Es que los Unitarios en su afán de tener el poder y a contrapelo
de los intereses nacionales no trepidaban en intentar en descuajar las
provincias hasta quedar reducida a un territorio insignificante como en
Centroamérica. Así lo intentaron con Corrientes, Entre Ríos, Cuyo, Jujuy,
Salta, la Patagonia, etc.
Rosas se los impidió.
Lavalle y Rosas intentan frenar el baño de sangre que se
vislumbraba y firman el “Pacto de
Cañuelas” que estipulaba
que se llamaría a elecciones, en las que solo se presentaría una lista de
unidad de federales y unitarios, y que el candidato a gobernador sería Félix de Álzaga.
Pero los Unitarios presentaron la candidatura de Carlos
María de Alvear, y al precio de
treinta muertos ganaron las elecciones.
Ante ello, estalla la ira nuevamente del pueblo, el desgobierno,
se vuelve incontrolable ante el salvajismo de los Unitarios, lo que envuelve en
un caos todo el territorio.
Las relaciones quedaron rotas nuevamente, obligando a Lavalle
a un nuevo tratado, el “Pacto de
Barracas”, del 24 de agosto por el que renuncia Lavalle al Gobierno y se
nombró gobernador a Juan José Viamonte en
forma provisoria.
Allí aparece Juan Manuel de Rosas como única solución para
pacificar nuestra endeble nación aún anarquizada.
*
Antes de Diciembre de
1829, esa especie de país, fraccionado, aún inexistente como entidad homogénea,
estaba sumido en una anarquía que lo alejaba cada vez más de una nación y que
desembocó, para poder subsistir casi necesariamente en el gobierno de Rosas,
pedido por toda la sociedad en forma angustiante.
La Sala de Representantes lo elige como Gobernador el 6 de
Diciembre de 1829 que duraría hasta su finalización en 1832, con las Facultades
Extraordinarias –que era común otorgárselas a los Gobernadores de todas las
provincias no importa de qué ideología política fueran.
Los votos fueron 32 a favor y 1 en contra (que fue el de su
primo Tomas Manuel de Anchorena que no consideraba ético votar a su favor por
ser parte del equipo de gobierno y su amigo).
Las trece provincias que todavía integraban esta unión entre
1831 y 1832 se agruparon en lo que se denomina Confederación Argentina -Pacto Federal mediante- el 4 de Enero de 1831; para
entonces, la denominación de Provincias Unidas del Río de la Plata ya había
sido abandonada.
Sin embargo, el nombre Provincias Unidas del Río de la Plata fue
institucionalizado por la Constitución Nacional Argentina de 1853 como uno de los tres nombres oficiales de la Nación
Argentina (junto con República Argentina y Confederación Argentina),
permaneciendo en la constitución en su artículo 35°
La Confederación Argentina fue
una confederación de provincias que
existió desde el 4 de Enero de 1831 en la que se
firma el “Pacto Federal” entre
las provincias de Buenos Aires (que
en ese entonces también incluía a la hoy Ciudad
Autónoma de Buenos Aires), Entre Ríos, Santa Fe y Corrientes
al que adhirieron en los dos años siguientes las otras nueve provincias
entonces existentes.
Este
Pacto, tiene un valor jurídico enorme pues es núcleo originario de nuestro
Estado como tal, con cláusulas de Derecho Público y la base de nuestra
organización institucional definitiva.
Efectivamente, si bien legalmente comenzó en 1831, puede decirse
que la estructura dio comienzo un poco antes, cuando comienza el 1er.Gobierno
de Rosas en Diciembre de 1829.
Las
provincias formaron una confederación de estados soberanos que delegaban la
representación exterior y algunos otros poderes en el gobierno de una de ellas.
Es
considerado como el punto de arranque del Estado Argentino. Y Rosas, como
creador del Estado Argentino, debe ser considerado el ‘Padre de la Patria’.
La Confederación Argentina representa el único momento
histórico en que nuestra nación fue plenamente soberana.
Rosas fue un gobernador que era sumamente disciplinado, riguroso
en su trabajo, perseguía la embriaguez, la ociosidad, el robo. Rosas daba en
ejemplo en ello y obligaba, así, a los demás a cumplir estrictamente con sus
trabajos y con una férrea disciplina en todos los ámbitos del gobierno..
Rosas era gran lector, instruido, autodidacta que no se apegaba
a teorías abstractas sino que se manejaba con la realidad, con un ‘empirismo
organizador’ que era su gran maestro.
Rosas
llevó a cabo una administración provincial ordenada. Recortó los gastos,
aumentó los impuestos, superando lentamente el déficit fiscal heredado, y
reanudó las relaciones con la Santa Sede, suspendidas desde 1810.
Rosas,
López, Bustos y Quiroga dominaban la Confederación venciendo a la llamada ‘Liga del Norte’ comandada por el Gral.
Paz y Lamadrid, entre otros.
Este
1er.Gobierno de Rosas tuvo un perfil ecuménico, moderado. Intentó formar un
gobierno con funcionarios eclécticos. Algunos de ellos Unitarios que venían de
la Administración de Lavalle y que permanecieron en sus cargos como Manuel
García. También Carlos María de Alvear y Sarratea,
Rosas,
en su primer gobierno, también retuvo a los ministros anteriores como Tomás
Guido, gran amigo de San Martín y al propio Balcarce. No existía un marcado
proteccionismo económico y comercial habiendo una relativa libertad de comercio
con el exterior.
Rosas
trató de llegar a formar acuerdos con los Unitarios, a una conciliación pero
cuando les brindó su mano, fue rechazado y se pasaron a los enemigos con armas
y caballadas. (Su 2º gobierno fue totalmente opuesto)
Así,
la inquina y los celos de los Unitarios no lo permitieron y combatieron a su
gobierno desde el primer día.
Pero
serios problemas se avecinaban. Los Unitarios no cejaban de conspirar y
derrocar en el interior y en Buenos Aires, todo gobierno Federal, aún ayudados
por ciertos Federales que no comulgaban con Rosas y su forma de gobierno (Felix
de Olazabal, Enrique Martínez, ambos Orientales.
Desde
Chile y a través de las ‘Máximas de la
Comisión Argentina’, Sarmiento, Las Heras, Domingo Oro abogaban por sembrar
el terror y degollar a todos los prisioneros y enemigos, no tener consideración
con nadie, con cualquier medio que hubiera imitando a los Jacobinos de la época
de Robespierre.
En
Mayo de 1832 Rosas fue reelecto como gobernador de Buenos Aires. Exigió que se
le renovaran las ‘Facultades
Extraordinarias’. La sala de representantes se opuso y Rosas renunció.
Fue
electo el general Juan Ramón Balcarce, candidato de Rosas.
Cae
Balcarce y es elegido Viamonte. No pudiendo resolver la crisis, renuncia y es
elegido Manuel Vicente Maza.
TEMA 2:
Campaña del Desierto
Entre
1833 y
principios de 1834,
durante el gobierno de Juan Ramón Balcarce en la provincia de Buenos Aires, Argentina,
fue una campaña ideada, organizada y ejecutada por Juan Manuel de Rosas contra
los Indios Pampas, los Ranqueles,
los Tehuelches y
los Mapuches ubicados en las Pampas y
el norte de la Patagonia y que contó con la colaboración inicial de las
provincias afectadas por la frontera aborigen.
La
campaña fue financiada por la Provincia y los estancieros bonaerenses
preocupados por la amenaza indígena sobre sus propiedades. Participaron Félix
Aldao, Ruiz Huidobro, Facundo Quiroga junto a él.
Tuvo
varios propósitos, todos ellos relacionados, que fueron: someter a la
obediencia criolla a los indígenas del desierto o
la tierra
adentro, terminar con los malones indios que asolaban constantemente a
las poblaciones interiores, rescatar a los cautivos en poder de los aborígenes,
incorporar tierras para la agricultura y la ganadería y efectivizar las
soberanías provinciales sobre los territorios excursionados.
Duró
menos de lo programado porque el Gobierno de la Provincia, finalmente, no le
envió ni un peso a Rosas para su expedición, debiendo éste aportar de su propio
peculio hasta donde pudo. Sumado al hecho que el Gobierno de la Provincia le
había puesto entre sus oficiales a varios de ellos que boicoteaban su labor.
Según
un informe que Rosas presentó al gobierno de Buenos Aires a poco de comenzar la
campaña, el saldo fue de –como mínimo- 3200 indios muertos, 1200 prisioneros y
se rescataron 2000 cautivos blancos.
Tiene el proyecto de asegurar la tranquilidad de las poblaciones y
estancias fronterizas de indios, amenazadas por malones de pillaje organizados
por contrabandistas chilenos.
Había tratado a los indios desde su niñez, pasada en la estancia materna El
Rincón de López más allá del Salado. Su abuelo, Clemente López de Osornio, fue
muerto por ellos; su padre, León Ortíz de Rozas, pasó mucho tiempo en las
tolderías. Los relatos de las costumbres araucanas eran familiares en su casa.
Sus compañeros de infancia eran los niños indios en juegos donde la astucia y
la paciencia – las virtudes pampas – daban el triunfo. Aprendió el lenguaje
araucano, especialmente en sus dialectos pampa y ranquel, y alguna vez distrajo
sus ocios de estanciero componiendo un Diccionario, un Vocabulario y una
Gramática pampa-ranquel (afortunadamente no se perdieron). Sabía entenderse con
los indios porque conocía su idioma y sus costumbres y sabía que no se puede
engañarlos ("Juan Manuel nunca nos mintió" diría Calfucurá muchos
años después de su caída).
Puso esas condiciones y ese prestigio al servicio de su patria. La tremenda
guerra de los pampas desatada en 1821 por la impericia de Martín Rodríguez y
Rivadavia, fue terminada por él a pedido de Las Heras “convencido – dice el
decreto de éste de 1825 – que ninguna persona es más apta que el señor coronel
don Juan Manuel de Rosas para establecer paces sólidas y duraderas con los
indios fronterizos". En noviembre de 1825 Rosas se reunió en
"parlamento" con los pampas en Tandil, preliminar de un "gran parlamento”
de pampas, ranqueles y borogas en la laguna del Guanaco realizado en diciembre,
del que surgió la paz definitiva necesaria por la guerra con Brasil.
EL PROBLEMA DEL INDIO EN 1832
En la paz del Guanaco, el gobierno se comprometía a subvenir a las
necesidades indígenas con "prestaciones" de alimentos a fin de evitar
los malones. No se cumplieron regularmente por las fantasías de Rivadavia
primero, y la guerra civil después; sólo quedaron reanudadas al ascender Rosas
en 1829.
Pero ya no bastaban las "prestaciones”. Gente de pocos escrúpulos
habían descubierto el gran negocio de armar a los indios para que robasen vacas
en territorio argentino y las llevaran a Chile por el valle del río Negro y
pasos de la Cordillera. Hacia 1830 el principal agente de esta actividad era el
indio Chocory – mezcla de gulmen araucano y gangster de poderosos medios –
instalado con una verdadera fortaleza en la isla Choele-Choel que le servía de
depósito de armas y corral de hacienda en tránsito.
Los malones, fomentados por Chocory y contrabandistas chilenos, arreciaron
desde 1831. No tanto contra la provincia de Buenos Aires por las buenas
relaciones de Rosas con los pampas, sino contra el sur de Santa Fe, Córdoba,
San Luis y Mendoza, asolados por los ranqueles. Tanto, que las legislaturas de
Mendoza y San Luis le pidieron a Quiroga que marchase contra Yanquetruz –
"gulmen” de los ranqueles – con el ejército vencedor en la Ciudadela.
Por otra parte, la venta en Chile de la carne robada a los argentinos
perjudicaba a los hacendados de ese país – en el gobierno desde la reacción
conservadora de 1829 encabezada por Diego Portales – y se planeaba ocupar
militarmente el valle del río Negro. En parte para impedir el tráfico
clandestino, pero tal vez para quedarse allí para siempre. Ya había tenido un
principio de ejecución: a fines de 1831 el general chileno Bulnes había
incursionado por el Chadi-Leofú eliminando el campamento de los contrabandistas
Pincheira, y se proyectaba una expedición chilena contra Chocory que
significaría la ocupación de Choele-Choel.
EL PROYECTO DE ROSAS
Poco antes de dejar el gobierno, Rosas propuso a la Sala una triple
ofensiva contra los indios (Bulnes, Quiroga y él). Quiroga – que sería el
comandante en jefe – eliminaría a Yanquetruz llegando hasta el Colorado, donde se
le juntaría la división de la izquierda de Rosas para seguir juntos contra
Chocory y ocupar el “país de las manzanas” (Neuquén). Bulnes debería imponerse
a los araucanos del sur de Llanquihué, territorio de Chile.
Más tarde el plan sería modificado. Las columnas argentinas serían tres:
Aldao con la división derecha saldría de San Carlos (Mendoza) hasta la
confluencia del Limay con el Neuquén; Ruiz Huidobro con la división centro,
partiendo de Río IV dominaría a los ranqueles (cuyo habitat era el norte de la
actual provincia de La Pampa y sur de la de San Luis) para seguir hasta el río
Colorado; la de la izquierda con la jefatura de Rosas, después de asegurarse el
apoyo de los pampas e imponerse a los borogas, se uniría con Ruiz Huidobro en
las márgenes del Colorado para ir juntos a vencer a Chocory en Choele-Choel. De
allí seguiría a la confluencia del Limay a fin de reunirse con Aldao. Quiroga
sería el Comandante General.
La expedición no se proponía el exterminio de los indios, fuera de los
bandoleros de Choele-Choel. Si Yanquetruz y los ranqueles se sometían, debería
convenirse una paz que les permitiera vivir; lo mismo se haría con el cacique
Rondeau y los borogas. Otra cosa era Chocory (que no era cacique de un pueblo
sino jefe de una partida de maleantes), a quien debería alejarse definitivamente,
o exterminarse si se resiste
A EXPEDICIÓN
Fuera, del gobierno, Rosas puso sus grandes dotes de actividad y
condiciones de organizador al servicio de su idea. Encontró reticencias en el
gobierno (no por Balcarce, sino por el ministro de guerra, Enrique Martínez) y
no recibió la ayuda esperada.
No se trataba solamente de una expedición militar, sino también científica
por un territorio prácticamente desconocido. Contrató ingenieros como Feliciano
Chiclana (hijo del triunviro de 1811) y Nicolás Descalzi, que harían excelentes
observaciones geográficas, etnológicas y astronómicas; marinos como Thorne y
Bathurst para reconocer y balizar los ríos Colorado y Negro, y jefes militares
de la talla de Pacheco, Corvalán, Ramos, del Valle, Delgado, Ibáñez o Miranda.
Iban sacerdotes, médicos, agrimensores, baqueanos; organizó una bien provista
maestranza, el suministro de provisiones en todo el recorrido y un sistema de
comunicaciones para estar informado de la posición de las otras divisiones. En
total 2.000 hombres, a tres caballos cada uno (cuatro los oficiales). La falta
de ayuda del gobierno demoró la marcha.
La división izquierda la empezó en Las Perdices junto a Monte, el 22 de
marzo de 1833. En Tandil, los pampas con Catriel y Cachul se incorporaron; el
1º de mayo está en las cercanías de 1ª fortaleza Protectora Argentina (Bahía
Blanca) donde Rosas supo el fracaso de la división del centro, y que Chocory
estaba informado del avance. Destacó a Pacheco para cortar la retirada de éste,
mientras él seguía hasta Médano Redondo junto al Colorado, que hizo su cuartel
general.
La división derecha de Aldao, salió con 800 cuyanos de San Carlos el 3 de
marzo. El avance al sur de Malargüe se hizo dificultoso por la carencia de
aguadas, y no pudo cumplirse el objetivo; debió desviarse buscando un contacto
con Ruiz Huidobro que no consiguió – porque éste había debido retirarse –, y
después de esperarlo hasta agosto, pidió a Quiroga autorización para regresar
porque no podía mantenerse en la zona del Chadi-Leofú. Lo hizo en setiembre,
sin saber que Rosas le mandaba una columna de apoyo.
La división del centro de Ruiz Huidobro empezó el avance a principios de
marzo desde el río Quinto: se componía de mil hombres de la División de los
Andes reforzados con milicias de Córdoba y La Rioja. Su objetivo de sorprender
a Yanquetruz en su tolderia de Leubucó no pudo cumplirse por que el gulmen fue
avisado misteriosamente y, bien armado, trató de sorprender a Huidobro en Las
Acollaradas el lº de marzo: fue un combate al arma blanca por que la lluvia
inutilizó la pólvora. Aunque Huidobro consiguió vencer, no pudo perseguir al
ranquel que sabía esconderse como nadie en los cañaverales de su habitat. No
obstante llegó a Leubucó, abandonada por los ranqueles, pero el hostigamiento
del gulmen fue constante debido a los precisos informes que alguien le daba
desde la columna en marcha. Como Huidobro pudo enterarse que el informante era
Francisco Reinafé, jefe de las tropas cordobesas, que era socio – junto con sus
hermanos, uno de los cuales gobernaba Córdoba – de Yanquetruz en sus malones,
pidió a Quiroga que ordenase el repliegue para juzgar la conducta del cordobés
en consejo de guerra. Así lo dispuso Quiroga, y la división se volvió a
mediados de abril.
LA CONQUISTA DEL DESIERTO
No obstante el fracaso de las divisiones del centro y derecha, Rosas
prosigue el cometido de la izquierda.
Pacheco llega a Choele-Choel y consigue imponerse a Chocory que
escarmentado escapará al “país de las manzanas". Diversas columnas
destacadas por Rosas desde Médano Redondo ocupan las Salinas (habitat de los
borogas), recorren el Colorado hasta su nacimiento y parte del curso del Limay
y Neuquén, o se internan en el sur del Negro hasta el territorio de los
tehuelches.
EI objetivo se cumplió. Se hicieron convenios de paz con los tehuelches y
los indios manzaneros, se ocupó el "camino de los chilenos” (por donde se
llevaban las vacas a Chile), dejándose un fuerte en Médano Redondo y
guarniciones en Choele-Choel y otros puntos del río Negro que subsistieron
hasta 1852.
LOS “SANTOS”
En toda su marcha y en el campamento del Colorado estaba Rosas alerta de lo
que pasaba en Buenos Aires por el sistema de 21 postas escalonadas que
estableció. Los santos diarios que daba a la tropa tenían referencias políticas
o militares para advertir a los soldados, y también a sus amigos de Buenos
Aires porque se publicaban en los periódicos “apostólicos” (así se llamaron los
partidarios de Rosas, para distinguirse de los federales “doctrinarios” del
ministro Martínez). Los santos eran tres palabras o frases cortas que servían
de reconocimiento. Vayan algunos ejemplos: Federación-Gloria-Argentina ( 11 de
marzo), Federación-Sistema-De América (14 de marzo), Nación-Sin
Garantías-Teoría (6 de junio), Motín-Mancha-Unitaria (16 de abril),
Patriotismo-Sin Desprendimiento-Conversación (21 de julio), Codicia-Envilece-El
Espíritu (2 de julio), Constancia-Supera-Imposible (14 de abril,
Crueldad-Muestra-Cobardía (12 de julio).
En diciembre la misión está cumplida; Rosas ordena el regreso con un último
santo: Al Colorado-Y al Negro-¡Adiós! El 25 de marzo de 1834, a orillas del
Napostá, despide a sus soldados.
CONSECUENCIAS DE LA CONQUISTA DEL DESIERTO
Hasta la caída de Rosas, en 1852, en que se abandonaron los fuertes del
Colorado y el Negro, no habría mayores malones; los indios quedaron tranquilos
y amigos. Payné, que sustituyó a Yanquetruz como gulmen de los ranqueles, se
alió con Rosas y hasta le entregó a su hijo – bautizado por éste Mariano Rosas –
para que se educase en sus estancias. Rondeau y los borogas fueron eliminados
por otro pueblo araucano llegado de Chile en 1835 a las órdenes de Calfucurá
(se dijo que inducido por Rosas). Calfucurá, a quien Rosas hizo coronel, dio
uniforme y una divisa punzó con el lema "Federación o Muerte", obró
como agente de éste. Distribuía las "prestaciones” a todos los indios:
pampas, borogas o ranqueles, circunstancia que lo convertía en autoridad
suprema de la pampa, Gran Gulmen. Era el responsable de todo lo que ocurriera
con los indios: cuando no podía impedir que algunos salieran en excursiones de
pillaje – que no pueden llamarse malones por sus escasos componentes –, debería
avisarlo a los jueces de paz a fin de que la partida de éstos los contuviera.
Durante todo su gobierno Rosas entregó regularmente las
"prestaciones" a los indios (sólo las retardaría en 1847, sospechando
una doblez de Calfucurá). En ocasión de epidemias de viruela, que hacían
estragos en las tolderías, obligaba a los indios a vacunarse antes de darles
las potrancas y la yerba. Lo recordaría, mucho tiempo después, el cacique
Pincen, el último de los grandes guerreros de la pampa: “¿ Juan Manuel? Muy
bueno, pero muy loco. No podíamos recibir sus regalos sin que un gringo nos
tajeara el brazo, que decía era un gran gualicho contra la viruela".
Desde Choele
Choel carta del gral. Pacheco a Juan Manuel de Rosas. Campaña militar contra
los indios, 1833. Donde se habla de la conveniencia de hacer amistad con los
tehuelches(chehuelches),cercanos a Patagones, encontra de un enemigo en común
como eran los araucanos.
TEMA 3:
2do.Gobierno de Juan Manuel de Rosas- Espías ingleses
y franceses en nuestro territorio-Ataques del Unitarismo desde Chile, la Banda
Oriental y el Alto Perú-
Debemos
hacer una aclaración:
Cuando
hablamos de ‘Unitarios’ o ‘Porteñistas’ no nos estamos refiriendo a
personas nacidas en Buenos Aires sino a concepciones políticas, ‘centralistas’, esto es, que la política
global, quienes designaran a los gobernadores y autoridades provinciales, la
aplicación de ideas económicas, dependieran de Buenos Aires ( que era una
subsidiaria de las políticas venidas del imperio inglés o francés que –a su
vez- la dirigía), no importa donde hayan nacido esos hombres ilustrados.
Por
ejemplo, Marco Avellaneda era Catamarqueño, Sarmiento era Sanjuanino, el Gral.
Paz era cordobés, Alberdi, el Gral. Lamadrid y Marcos Paz eran Tucumanos, los
hermanos Taboada eran Santiagueños, Salvador María del Carril era sanjuanino,
etc.
Lo
de ‘centralistas’ ‘porteñistas’ o ‘Unitarios’, pues, no se dirigía al lugar de nacimiento (Buenos
Aires) sino a la concepción política expresada arriba.
A
fines de 1834 hubo un conflicto entre las provincias Federales de Salta, con el
Gobernador Pablo de la Torre y la de Tucumán, con el Gobernador Alejando
Heredia; entonces el gobernador de Buenos Aires, Manuel Vicente Maza (quien
respondía políticamente a Rosas), encomienda a Quiroga una gestión mediadora.
Tras
un éxito parcial, Quiroga emprendió el regreso y fue asesinado el 16 de febrero
de 1835 en Barranca Yaco, provincia de Córdoba, provocadsa por los hermanos
cordobeses Reinafé. La muerte de Quiroga determinó la renuncia de Maza y
provocó entre los legisladores porteños que prevaleciera la idea de la
necesidad de un gobierno fuerte, de mano dura.
En este sentido, nuestro país hasta el segundo gobierno de
Juan Manuel de Rosas, había tenido relaciones diplomáticas con distintas
naciones, pero careció de los fundamentos de una Política Internacional en
sentido estricto. Se habían enviado misiones y Ministros Plenipotenciarios en
diferentes ocasiones, pero sus decisiones y metas eran fijadas ad-hoc, sin
existir objetivos coherentes ni permanentes. La prueba de ello sería la
fragmentación del territorio ocurrida en los primeros dieciocho años de vida
política autónoma
La carencia de una política exterior llevó a la segregación
de la Banda Oriental, al aislamiento del Paraguay, a la pérdida del Alto Perú,
al aumento de la ingerencia del Brasil y de Inglaterra en el Río de la Plata y
al olvido de los ideales de integración continental sostenidos por San Martín y
Bolívar. Después del fracasado proyecto constitucional de 1826, el país quedaba
al borde de su disolución. Con este marco llegamos a 1835. Algo se tenía que
hacer….
Además, los Unitarios no se cansaban de asesinar gobernadores
Federales legalmente constituidos. Rosas, antes y durante su 2 mandato tuvo que
lidiar con una seria de asesinatos de aquellos:
Manuel
Dorrego, Gdor. Pcia de Bs.As. Asesinado
en 1828; José Rege Corvalán, Gdor. Pcia. de Mendoza. Asesinado en 1829; Juan
Agustín Maza, Gdor. Pcia de Mendoza. Asesinado en 1830; José Benito
Villafañe, Gdor. Pcia. de la Rioja Asesinado en 1831; Pablo Latorre, Gdor. Pcia.
de Salta. Asesinado en 1834; Juan Facundo Quiroga, Gdor. Pcia. de la Rioja.
Asesinado en 1835; Alejandro Heredia, Gdor. Pcia. de Tucumán. Asesinado en
1838);.
(Es
lícito agregar que los asesinatos de gobernadores Federales no acabarían luego
de su caída: José Mariano Iturbe, Gdor. Pcia.
de Jujuy. Asesinado en 1852; Nazario Benavidez, Gdor. Pcia. Asesinado en 1858; Vicente Peñaloza, Gdor.
Pcia. Asesinado en 1863; José Antonio
Virasoro, Gdor. Pcia. de San Juan. Asesinado en 1860)
Ante
el cariz de los acontecimientos en aquel momento la Legislatura nombra el 6 de
Marzo de 1835 a Rosas nuevamente Gobernador, por 5 años y con la ‘Suma del Poder Público’. Se plebiscitó y
hubo 9.315 votos a favor y 5 en contra.
Entonces, con todos estos asesinatos de continuo; los argentinos
Unitarios que se unieron a los franceses e ingleses en sus agresiones; los
bloqueos de éstos (por los franceses entre 1838-40).; las masacres
y ejecuciones por los Unitarios a mansalva a cuanto Federal o gauchos veían, en
todo el país; las intrigas para desmembrar el territorio nacional; el ataque del
Gral. Santa Cruz, presidente de la Confederación Peruano-Boliviana, con ayuda
de los Unitarios del norte del país que intentaba separar a Salta y Jujuy e
incorporarla a Bolivia; la bancarrota producto del gobierno de Rivadavia; el
libre comercio que hizo estragos en nuestra economía y que se lo demostró a
Rosas apartándose de esos criterios que permitió en su primer gobierno, todo
esto hizo que Rosas fuese sumamente firme, prágmatico, de mucho rigor, pero
nunca cruel ni injusto.
Cuando Rosas asume por segunda vez la gobernación de la
Provincia de Buenos Aires en 1835. entre los objetivos a lograr por su gobierno
se cuentan: la pacificación del país sumido en la anarquía después del fracaso
del proyecto elaborado por los unitarios, que incluía entre otros planes la
muerte de los caudillos federales; la restauración del orden interno,
problematizado por la muertes de Dorrego y de Quiroga; la obtención de la
unidad nacional, evitando que prosperaran los planteos separatistas de algunos
de los gobernadores provinciales que anteponían el interés particular al
interés común; la formación de una economía de carácter nacional, colocando en
el centro el desarrollo que había logrado en esa época la economía porteña, la
sanción de una ley de aduana y aplicando una sana política financiera y
monetaria; finalmente, la creación de la Política Internacional argentina.
Se ha señalado acertadamente que estos objetivos se basarían
en: “la organización empírica del país, el arreglo equitativo de la economía
nacional, la restauración de los valores tradicionales de la sociedad”
(HASTA AQUÍ 3 ª REUNIÓN)
Las medidas económicas de su segundo mandato fueron necesarias:
Control del Crédito y nacionalización del Banco Nacional
formándose el Banco de la Provincia de Buenos Aires, instrumentado por José
María Roxas y Patrón.
Se paró toda emisión de moneda y, es más, se quemaron millones
de papel moneda. Se valorizó nuestra moneda.
La Ley de aduanas, que protegió nuestra producción
manufacturera.
La prohibición de la libertad de navegación por los ríos
interiores por parte de las potencias extranjeras, incluida el Brasil. Ya que
Inglaterra y Francia necesitaban imperiosamente dicha ‘libertad’ para
atiborrarnos de sus manufacturas excedentes a alto precio producidas con
manufacturas nuestras compradas a vil precio.
Las dificultades del bloqueo que perjudicó en algo la educación,
no la paralizó ni fue descuidada.
La Confederación
Argentina era atacada por varios flancos y acorralada por todas las fronteras:
En el año 1840 forman un pacto Francia con la ‘Comision Argentina’ cuyos miembros, la
mayoría, estaban en Montevideo y otros todavía tolerados en la Confederación
(J.M. Gutierrez, Juan Lavalle, Bartolomé Mitre, Marco Avellaneda, José Mármol,
J.B. Alberdi, Miguel Cané, Vicente F. López, Félix Frías, Marcos Sastre, E.
Echeverría, Florencio Varela, Valentín Alsina, Salvador M. del Carril, Martín
Rodríguez, Carlos Tejedor, Marco Avellaneda, etc), Unitarios casi todos,
conspiraban permanentemente para derrocar a Rosas. Francia proveyó de mucho dinero,
provisiones, armas, buques a cambio de derrocar a Rosas querían ejercer
influencias directas en Montevideo y Buenos Aires, por encima aún de
Inglaterra. Se intentó desde Montevideo, asesinar a Rosas mediante un complot
en el que estaba involucrados los franceses, Felix Frías, Ramón Maza y su padre
Manuel Vicente Maza, muy amigo de Rosas que queda devastado por lo sucedido.
Igualmente Rosas perdona la vida de otros cabecillas como el joven Carlos
Tejedor y Avelino Balcarce.
Los brasileños
intentaban una y otra vez apoderase de toda la Banda Oriental y derrocar a
Oribe y su gobierno de la Banda Oriental y a Rosas con ayuda de varios
argentinos Unitarios que residían en Montevideo (‘La Comisión Argentina’ así
llamada). Sucede que los franceses querían el puerto de Montevideo para atacar
a Rosas; Oribe –su presidente, no lo permitió. Entonces los franceses con
Fructuoso Rivera combatieron a Oribe y lo obligaron a exiliarse en Buenos
Aires. Montevideo pasó a ser una colonia francesa con fuerte apoyo económico de
ésta al mantenimiento de la ciudad, tanto militar como económicamente.
El ataque del Presidente de la Confederación
Peruano-Boliviana de Santa Cruz que intentaba una y otra vez incorporar a Santa
y Jujuy a Bolivia, con el apoyo de los Unitarios exiliados allí.
El Gral.Lavalle con
apoyo francés, intentando penetrar en Entre Ríos para llegar a Buenos Aires y
derrocar a Rosas, al igual que el Gral.Paz en la Mesopotamia.
En el sur de la
provincia de Buenos Aires, los hacendados descontentos por las pérdidas que el
bloqueo les ocasionaba, y más atentos a sus intereses que a los de la patria,
habían preparado una insurrección cuyos cabecillas eran los jefes de los
regimientos de Dolores y Chascomús, Manuel Rico y Pedro Castelli
El ataque
periodístico continuo desde ’La Comisión
Argentina’ de Chile, con Sarmiento y Oro atacando y aliándose al extranjero
para desmembrar el sur de nuestro país.
Francia e
Inglaterra atacando militarmente a la Confederación ( bloqueo francés 1838-1840
y el anglo-francés 1845-1847 en el río Paraná: ‘Vuelta de Obligado’, ‘Tonelero’,
‘Angostura del Quebracho’, y ‘Ensenada’) para ahogarla económicamente
vulnerando nuestros ríos interiores e inundarnos de sus manufacturas en
perjuicio de las nuestras intentando someternos como lo hicieron en Egipto,
México, India, China.
Dada la situación crítica en la Confederación,
dicen Washington Reyes Abadie y Andrés Vásquez Romero que Rosas envía una
propuesta a Artigas en 1847 quién mando a [el
Coronel] Eduviges Gutiérrez para
exponerle a Artigas su posición […] Consta lo que el viejo caudillo le dijo al
enviado de Rosas “que no quería abandonar la Asunción; que quería morir
tranquilo donde estaba antes que plegarse a ningún movimiento que no fuese que
él mismo había iniciado y por el cual estaba expatriado desde hacía 27 años”.
(HASTA
AQUÍ 4ª REUNIÓN)
Los espías –muchos
de ellos, ‘Naturalistas’- inundaban el territorio de la Confederación.
Ahora bien, para el
logro de sus fines los británicos y franceses debían conocer el ‘terreno’, la
idiosincrasia de nuestros pueblos, su topografía, su riqueza, las debilidades y
fortalezas de nuestros hombres y para ello, como parte de sus planes debían
infiltrar aquí en forma inocente y aparentemente inocua a una pléyade de
‘naturalistas’, ‘científicos’, (que lo eran) o simples comerciantes de armas o
enseres que llevarían información de todo tipo –inclusive de sus oficios y
profesiones para disimular- y la llevarían a sus respectivos gobiernos.
Sin ir más lejos,
en la Guerra de Malvinas e Islas del Atlántico Sur en el año 1982, la National
Geographic y el Ejército de Salvación en nuestro país son dos ejemplos de cómo
éstos obraron en tal sentido llevando información al gobierno británico, tras
la mascarada de organizaciones culturales o filantrópicas. Fueron punta de
lanza de la avanzada británica como espías.
Si bien, los
científicos lo eran y de gran mérito, y algunos de ellos sentían real afecto
por las figuras de la Confederación no obstaba a que ellos informaran de datos
personales e íntimos de la vida y salud de nuestros políticos y diplomáticos.
Sin ir mas lejos el
médico personal de Rosas Dr. Lepper mientras atendía a Rosas, seguía siendo
médico de la Legión Británica y de otras misiones extranjeras. Según parece,
también trasmitía algunos secretos profesionales (largos monólogos de Rosas) a
sus amigos, y jefes, Mandeville y Southern
"Si quieres destruir una
nación, no hay necesidad de hacerle la guerra. Basta con hacerle olvidar su
historia, perturbar su lenguaje, alejarlo de su religión y por tanto
desintegrar sus valores espirituales y moralidad". Peyami Safa. Periodista y escritor turco).
Y de
tal modo, la conquista económica (objetivo final) sería mucho menos cruenta que
un ataque militar; y en todo caso, su hubiera –como lo hubo- luchas militares
serían entre los propios habitantes vulnerados en su soberanía frente a los cipayos nativos sostenidos
económicamente por las Bancas extranjeras invasoras.(Bartolomé Mitre, Domingo
F. Sarmiento, los Alsina, los Varela, Ocampo, Thomson, Lavallol, los Armstrong,
de la Riestra, Nicholson, Gelly y Obes, Pastor Obligado, Gregorio Lezama, los
Lanús, el santiagueño Taboada, los Lezica, Atucha, sobre todo Rufino de
Elizalde agente inglés en estas tierras, y los Orientales Venancio Flores, Melchor
Pacheco y Obes, Manuel Herrera y Obes, Andres Lamas, Lucas Obes, José
Ellauri,etc)
No
todos eran pretendidos e inocentes científicos ‘naturalistas’. Algunos se
decían simples comerciantes y aprovechándose de ello se acercaban al calor del
poder de turno.
Si
bien estos ‘Naturalistas-Espías’
anduvieron por toda América y el mundo, nos referiremos a ellos específicamente
por su actuación en estas tierras.
Eran,
al mismo tiempo, comerciantes aventureros, contrabandistas, vendedores de armas
y supuestos cronistas de la época que recogían todo tipo de información por
estas tierras, como Charles Darwin, Amadeo Bonpland, Alexander Von Humboldt, Vizconde
John Ponsonby y su tío Robert Ponsonby Staples, John y William Parish Robertson
y su primo Woodbine Parish, hacedor diplomático del desmembramiento de la Banda
Oriental.
“Otro de los espías que después, acompañó
permanentemente a José de San Martín era James Paroissien, que había sido
cirujano, con rango de subteniente, en el ejército de Whitelocke.
Paroissien
conoció a Saturnino Rodríguez Peña, -quien fue el que ayudó a fugar a Beresford
del Rio de la Plata-, en Rio de Janeiro en 1808 “en donde ambos se convirtieron
en “agentes confidenciales” del almirante sir Sidney Smith, comandante en jefe
de la estación sudamericana de la Armada Real Inglesa.
Estos
últimos eran personeros ingleses y siempre andaban al calor de los poderosos de
la época como José Gervasio de Artigas, Francisco Ramírez, Gaspar Rodríguez de Francia,
etc a quienes vendían armas y otros objetos de índole comercial obteniendo no
solo riqueza sino información valiosa de sus movimientos y proyectos.
Cuando
Justo José de Urquiza se pronunció contra Rosas, Bonpland se unió al caudillo
entrerriano. Lo visitó con frecuencia en su palacio de San José.
Bonpland se escribía con Berón de Astrada, José María Paz, Juan Lavalle,
Madariaga, Hilario Ascasubi y Valentín Alsina, Derqui, Urquiza, Fructuoso
Rivera y todo el arco político Unitario y pro-francés.
Como resultado de su gestión en favor de la política francesa en el Plata,
su país natal acordó dar a Bonpland una pensión vitalicia y la Cruz de la
Legión de Honor. La Academia de París lo nombró académico.
Asi Darwin
fue otro ‘naturalista-científico-espía’ que informaba a su gobierno de todo
lo que veía y oía mientras desarrollaba su tarea profesional. Una cosa no
quitaba la otra siendo un ariete en la investigación de nuestros hombres y
nuestro territorio para favorecer los intereses británicos.(“ Le presento mi
pasaporte [a Rosas], y en cuanto lee en él las primeras palabras El
“naturalista D. Carlos”, se vuelve tan respetuoso y cortés como desconfiado
estaba antes. ¡Naturalista! Seguro estoy de que ni él ni sus compatriotas
comprenden bien qué podrá querer decir eso; pero es probable que mi título
misterioso no haga sino inspirarle una idea más alta de mi persona”).
Como corolario podemos resumir que para el logro de sus fines de control
sobre las tierras hispanoamericanas visto que las incursiones militares tenían
alto costo y resultados dudosos, los imperios centrales se apoyaron de
científicos precedidos de un halo de bondad y desinterés político para acceder
a los círculos de poder vernáculos actuando como espías
Ante todo esto Rosas se apoyó en el pueblo que conformaron la
llamada ‘Mazorca’ y en personalidades
notables y aristocráticas con sentido nacional o que bien estaban en la
Legislatura o que bien se agrupaban en la llamada ‘Sociedad Popular Restauradora’, que mantenían la fidelidad a los
principios Federales. Pero lejos de la crueldad que mistificadamente nos
hicieron creer en el colegio.
(HASTA AQUÍ 5ª REUNIÓN)
Formaban parte de estas sociedades personalidades distinguidas
como Felipe Arana, Escalada, Terrero, Villegas, Senillosa, Segurola, Medrano, Obligado, Mansilla, Gral.
Manuel Pinto, Gral. Ángel Pacheco, Argerich, Gral. Mariano Rolón, Juan José
Urquiza, Oromí, Miguel de Riglos, Saturnino Unzué, Roque Sánz Peña, Martín
Iraola, Fermín de Irigoyen, Benito Rolón, Eduardo Lahitte, Francisco sanen
Valiente, Leandro Alem, Cayetano Campana, Vicente Casares, Martin Santa Coloma,
Adolfo Mansilla, Ambrosio Lezica, etc
Dicha Sociedad y la ‘Mazorca’
existían ante las agresiones a nuestro país de los franceses, ingleses y
Unitarios que conjuraban permanentemente para acabar no solo con el Gobierno de
su país, sino hasta con la propia vida de Rosas.
Si bien el gobierno no ordenaba las venganzas y vejaciones, las
toleraba como medio de represalia contra los revolucionarios golpistas.
Por ello, lo más grave fue en ese año 1840 donde fueron
ejecutadas solo alrededor de 20 personas, a diferencia de las masacres y
degüellos durante años y en todo el territorio que fueron miles casi hasta el
fin de la década de 1880.
A saber, 2.500 federales
eliminados en Buenos Aires en 1828 y 1829 por los decembristas, otro tanto por
el Gral. Paz en el interior y su ‘Liga del Norte’, 500 fusilados por Urquiza
entre el 3 y 20 de febrero de 1852, 20.000 (algunos suponen más) criollos
masacrados por los ejércitos de Mitre que ocuparon el interior después de Pavón
dispuestos a "no ahorrar sangre de gauchos”.
Entre los asesinos no falta algún empleado policial. Nada tienen
que ver estos crímenes con la Sociedad
Popular Restauradora, compuesta en general, por personas distinguidas, si
bien entre los asesinos o entre los instigadores quizás hay alguno de sus
miembros. Esos crímenes han sido espontáneos y colectivos. Dan el nombre de ‘Mazorca’ a algunos policías; a los
jefes y hombres de acción del cuerpo de serenos; del escuadrón de vigilantes a
caballo y del batallón ‘Restaurador’;
al populacho exaltado, que nada tiene que ver con aquella institución.
Pero luego del acuerdo con Francia, Rosas decreta penas severas
quienes atentan contra el orden público y contra quien atacase a personas o
bienes. Y allí se detienen los atentados.
Finalmente Rosas y la Confederación Argentina sostuvieron su
soberanía firmándose dos acuerdos: uno con Inglaterra, el tratado ‘Arana-Southern’ (Noviembre de 1849) y
con Francia, el tratado ‘Arana-Mackau’ (en
1850).
Una curiosidad: debe tenerse en cuenta el valor del acuerdo con
Francia pues en realidad los franceses no querían pactar con Rosas, de ningún
modo. Se vieron forzados en forma inevitable puesto que el Almirante Leblanc lo
dice en su informe: “Debemos concluir que
no es posible ningún arreglo con Rosas. Si fuera posible esto, igualmente no
debemos aceptarlo pues siempre tendremos en Rosas un enemigo y nosotros
perderemos amigos, los Unitarios”.
Los franceses querían colonizarlos formando un protectorado en
nuestro territorio. Los ingleses, más
inteligentes y recordando lo sucedido en las invasiones inglesas de 1806-07 y
la guerra del Paraná de 1845, se dieron cuenta que podían conquistarnos sin
necesidad de pisar nuestro territorio o de poseerlo; bastaba el dominio
económico mediante acuerdos leoninos y concesión de créditos impagables,
utilizando a empleados nativos con buenos sueldos.
Rosas dicta amnistías generales, empiezan a volver los emigrados
de Montevideo. Recordemos que ya al Gral. Paz lo tenía como prisionero siendo
su ‘cárcel’ la ciudad de Buenos Aires, respetándole su cargo y su sueldo de
militar. Dejó en sus cargos al padre de Lavalle y a su hermano, también a
Julián Agüero, etc..
Recordemos que desde 1843, Manuel Oribe reconquista todo el territorio
de la Banda Oriental de donde había sido desalojado ilegalmente por el Unitario
Rivera y sitia a Montevideo.
Sin el subsidio de
40.000 oro mensuales de los interventores se desmoronaría la Nueva Troya,
porque los mercenarios de la Defensa no combatían gratuitamente, y Manuel Oribe
– "Presidente legal de la República Oriental" en los documentos
argentinos – entraría en Montevideo para hacer bien firmes los lazos entre
ambas márgenes del Plata.
En Bolivia, Manuel
Isidoro Belzú el "Mahoma del altiplano", caudillo de masas populares,
se había impuesto al aristocratismo de Ballivián y estrechaba con Rosas una
firme alianza.
El "sistema americano" del Restaurador
argentino uniendo a los pequeños estados del Nuevo Mundo contra la prepotencia
de las "naciones comerciales" y sus auxiliares nativos, estaba
próximo a dar sus frutos.
Hasta en Chile,
Perú y el mismo Brasil "la
gigantesca sombra del Dictador se proyectaba con dimensión continental... Si
tenían que defenderse contra Europa, convocarían al Caballero de la Pampa"
reconoce el brasileño Pedro Calmon
Hubo dos momentos
en que el Paraguay estuvo cerca de incorporarse a la Confederación.
El
primero fue por 1849: Los franceses
flaqueaban cansados en su lucha contra Rosas. Carlos Antonio López que intentaba
hacer equilibrio entre su conducta frente a Brasil y a la Argentina, dio un
giro en la misma dando señales a la Confederación Argentina y a Rosas de
negociar. En octubre de 1849 le ofreció, por intermedio del gobernador de
Corrientes, establecer un principio que garantizara la navegación de los ríos
interiores, concluyendo en un tratado provisorio de paz comercio y navegación, "aplazándose la cuestión de la
independencia hasta la reunión del Congreso General de la Confederación
Argentina'. Era un cambio notable:
la independencia paraguaya aceptada o anulada por la voluntad de las provincias-
Decía
Carlos A. López, según extrae Ribeiro del libro de Justo Pastor Benítez ‘Carlos
Antonio López, Estructuración Del Estado Paraguayo’ (Ayacucho, Bs.As.
1944-pag.132-133): “O el pueblo paraguayo está inclinado y decidido a la
incorporación a la Confederación Argentina, o la resiste. En el primer caso,
aquella decisión ha de prevalecer, tarde o temprano. Déjese, pues, al tiempo y
a la convicción el pronunciamiento; no se intente arrancarle por la fuerza si
el sentimiento del pueblo paraguayo resiste, esa incorporación no se podrá
obtenerla, sino conquistándola, y el gobierno Federal, que acusa al Unitario de
haber querido someter por la fuerza las provincias al sistema unitario no puede
incurrir en la inconsecuencia de emplear el mismo medio reprobado de su
contrario”.
El gobierno soberano de la Confederación Argentina, con pleno
dominio de su territorio y sus ríos interiores estaba en lo más alto, pero
Brasil se alarmaba y buscó algún traidor dentro de la Confederación ya que no
podía contar más con Francia e Inglaterra que acababan de acordar con Rosas.
Corría el año 1850.
El
segundo momento fue allí y quienes ofrecieron la unión deseada no era Carlos A.
López, el hombre fuerte del Paraguay, sino algunos políticos que no se llevaban
bien con el mismo.
Acaba
de morir Artigas, y Rosas recibía una carta llamativa. Un documento incorporado a la ’Historia
Diplomática del Paraguay’, editado en Asunción en el año 1997, pag.89, por el
historiador Luis Benítez. Era una carta de algunos políticos patriotas-
Fernando Iturburu y Carlos Loizaga- que veían con clara objetividad que solo
dentro de la Confederación Argentina el Paraguay conservaría su autonomía y su
riqueza
“Señor, con el
apoyo de dos mil hombres que silenciosamente y con rapidez marchan por el Chaco
hasta Asunción, es indefectiblemente tomado aquel punto. Y todos los paraguayos
somos ya de V.E. y nosotros nos ofrecemos a marchar en la expedición con
cualquier carácter que V.E. nos diese, llevando en nuestra compañía otros
paisanos que como nosotros no ven la felicidad para nuestra Provincia sino en
su incorporación a la Confederación Argentina, bajo el paternal gobierno de
V.E.”
Brasil necesitaba un punto de apoyo en la Confederación para
derrocar a Rosas. Solo no podía pues el ejército de la Confederación Argentina
seguramente iba a derrotarlos en el campo de batalla y se aprestaba hasta
llegar a Rio de Janeiro, si era preciso. Además, seguramente el sur del Brasil,
con profundo sentido republicado, se uniría a la Confederación ya que tenía un
sentido autónomo de la Monarquía brasileña.
Esto lo sabía el Imperio y luego de búsquedas durante años
encontró en Urquiza el ‘Talón de Aquiles’
del gobierno confederado. El dinero de la Banca brasileña sucursal de la
británica, más las inteligencia de la diplomacia brasileña, muy superior a la
nuestra, hicieron lo necesario para ello.
Ahí en 1850/1
aparece Urquiza, tentado por el dinero de la banca brasileña (Mauá) y –como consecuencia-
de los Rothschild y Buchenthal. Y sus celos por Rosas no jugaban un rol menor. Varios
agentes de Urquiza oficiaban de enlace entre los brasileños, Urquiza, Garzón,
los Unitarios de Montevideo como ser el catalán Antonio Cuyas y Sampère.
Hay una carta,
entre tantas otras, que revelan que Urquiza ya conspiraba contra su propio
gobierno. La primera, de su socio-empleado Antonio Cuyás y Sampère del 11 de
Abril de 1850 (nótese que es un año antes del pronunciamiento de Urquiza,
reproducida por el propio Sampère en sus ‘Apuntes Históricos sobre la Provincia
de Entre Ríos-Mataró 1888 que se puede encontrar en la Biblioteca masónica de
la ciudad de Colón, Entre Ríos, llamada ‘Fiat-Lux’):
“No habiendo salido todavía el buque conductor de mi
anterior fecha 9, lo aprovecho para incluirle los números de ayer y hoy (Se
trataba del Comercio del Plata, órgano que los liberales y la masonería
operaban desde Montevideo). Ellos lo impondrán haber llegado otra fragata
francesa de la expedición con doscientos artilleros y parte del estado mayor
expedicionario. Han llegado a más grandes cantidades de dinero remitidas por el
banquero de parís Rothschild, con el intento de comprar las letras que los
agentes franceses giren contra el tesoro de Francia, y pertenecientes otras a
la caja de la división expedicionaria. Las primeras se hacen subir a 40 mil
onzas de oro, y las segundas a 10 mil."
Urquiza, le
contesta prontamente a Cuyás” Viva la
Confederación Argentina-Mueran los salvajes Unitarios- San
José, abril 20 de 1850. Sr. D. Antonio Cuyas: • Estimado amigo: Por sus dos
apreciables de 9 y 11 del actual, como por los números del Comercio del Plata
que hasta esta última fecha a ellas me acompaña, quedo impuesto del arribo a
esa ciudad de dos buques de seiscientos hombres de desembarco, pertenecientes a
la expedición francesa; de haber llegado también grandes sumas de dinero
correspondientes unas a la caja de la misma expedición y otras remitidas por el
banquero Rothschild con el intento que Ud. expresa."
Aquí quedan demostradas varias cosas: que
Urquiza fue siempre un traidor solapado; que existía desde siempre un
contubernio con los franceses de parte de él; que tomaba nota del arriba de los
600 hombres-militares- franceses que recibió el soborno en dinero de la Banca Rothschild
que la remitía a través de sus subsidiarias en el Brasil y que por lo tanto el
Brasil, sea militarmente o, como en este caso, financieramente nos atacó para
el logro expansivo de sus metas.
Obsérvese como dato
no menor que muestra la hipocresía de Urquiza que mientras negociaba con
nuestros enemigos para entregar su patria, la Confederación Argentina, mantenía
las formas puesto que seguía encabezando sus carta con el ” Viva la Confederación Argentina-Mueran los salvajes Unitarios. De allí que Rosas, con pleno conocimiento, supo que
su enemigo más enconado era el Imperio del Brasil que desde las sombras no
dejaba de atacarnos para destruir la Confederación Argentina, cosa que el 3 de
Febrero lo logró.
(HASTA AQUÍ 6ª REUNIÓN)
Curiosamente hubo
otro ‘Urquiza’, Juan José, hermano mayor de Justo José. Profundamente ‘rosista’, vivió y actuó políticamente en Buenos
Aires. Era Contador General de la Confederación Argentina. Desde 1846 a 1852
ocupó una banca de diputado en la Sala de Representantes de Buenos Aires.
Hasta el Pronunciamiento de don Justo la relación entre los
hermanos Urquiza era buena y, en términos políticos, concordantes entre si.
Pero todo cambió con la alianza de don Justo José con los
brasileños y Unitarios de ambos márgenes del río Uruguay. Allí los caminos se
bifurcan entre ambos hermanos.
La curiosidad estriba en que Juan José permaneció fiel al gobierno
de Rosas, puesto que el mismo era un Federal ‘rosista’ convencido. Por
tal motivo, Juan José firmó declaraciones en los que apoyaba a Juan Manuel de
Rosas y al gobierno que él representaba, antes y durante la batalla de Caseros,
aconsejando y advirtiendo a su hermano sobre lo que estaba por hacer respecto a
su famoso Pronunciamiento aliándose al enemigo natural de la Confederación
Argentina y los Unitarios.
Cuando Justo José acometió contra Rosas en Caseros diciéndole que
debía ponerse a buen resguardo él y sus bienes pues – conocedor de las intrigas
de su hermano- entendió que iba a ser considerado como un traidor histórico a
la nación porque además
En tal sentido le escribió a su hermano don Justo y en una carta
del 10 de Abril de 1951 le sugiere que piense bien lo que está
haciendo: “la suerte de las armas es variable y el poder de Buenos Aires es
muy fuerte; y de aquí puede resultar que pierdas tus intereses porque debas
ausentarte de la provincia” .
El 28 de Mayo de 1851 Juan José vuelve a escribirle al hermano
–seguía siendo fiel ‘rosista’ y viviendo el primero en Buenos
Aires- previniendo otra vez fraternalmente el 28 de mayo para que ponga sus
propiedades a buen recaudo “pues tendrás que peregrinar en países
extranjeros sin bienes”.
Luego de la batalla de Caseros, y con la suerte echada del
gobierno del Restaurador, se reconcilió con su hermano.
Murió también en Buenos Aires el 18 de Mayo de 1853 (Iglesia de la
Inmaculada Concepción, Libro 7 de Defunciones- folio 139 vta.) muy poco tiempo
después de la Batalla de Caseros. Murió soltero y sin descendencia.
TEMA 4:
Caída del Gobierno soberano de Juan Manuel de
Rosas-Causas y consecuencias- ‘Caseros’ 2do.Golpe de
Estado-Características-Traiciones y defecciones (Urquiza, Garzón, Pacheco, etc)
El Brasil preocupado. Si el "sistema americano”
llegaba a unir a Sudamérica en una confederación de estados populares sin
clases dominantes ni ataduras imperialistas ¿qué ocurriría con la aristocracia
brasileña, sus recuas de esclavos y su café barato? Si la política de Rosas
unía a la Argentina, República Oriental y Bolivia en un nuevo Virreinato del
Plata, ¿qué quedaría de la expansión brasileña?.
Brasil para poder intervenir contra Rosas, primero
debía desactivar la acción de Oribe, su principal apoyo. Como ni Inglaterra ni
Francia iban a actuar por los acuerdos con la Confederación Brasil buscaba
desesperadamente un pie de apoyo para atacar a la Confederación Argentina, y
como se dijo lo encontró en la traición de Urquiza ávido de riquezas
desmedidas, de más poder y de más gloria personal.
La excusa provino que el Brasil se quejó de que Oribe
rechazaba las incursiones provocadas por los propios brasileños en la frontera
norte invadiendo una y otra vez territorio Oriental. Ello motivó la declaración
de guerra del Brasil a Oribe, como trampolín para llegar a Rosas que se vio
obligado a defender al Federal Manuel Oribe ante las invasiones brasileñas a tu
territorio.
Brasil necesitaba liberar los ríos interiores únicas
salidas de sus provincias del sur y
apoderase de las Misiones Orientales. Las dos cosas las logró a través de la
traición de Urquiza y Garzón.
Se unen a Urquiza en su traición, el Gral. Eugenio
Garzón, que atacan por la espalda a Oribe en 1851 y lo obligan a rendirse ante
el abandono de varios de sus oficiales y atacados por el frente por las tropas
Unitarias que se encontraban en Montevideo, junto a mercenarios corsos,
genoveses, alemanas, franceses, apoyados financiera y militarmente por el
Brasil y su Banca financiera.
La traición, por ignorancia, provino también de muchos
Federales ‘no rosistas’ como José Hernández, Rafael Hernández, Felipe Varela,
Evaristo Carriego (padre), Vicente ‘Chacho’
Peñaloza, Ricardo López Jordán, Benjamín Virasoro, etc.
Todos estos iban a sufrir en carne propia sus errores
posteriormente por parte de sus eventuales socios, hasta esos momentos,
Unitarios como Sarmiento, Mitre, etc.
Más allá de su buena fe, aquellos y todos los
federales tenían una concepción política de vuelo corto, barrial, provincial,
que en una especie de suicidio colectivo nacional, luchando por derrocar a
Rosas, eliminaban la arquitectura política que sostenía nuestra independencia y
arrastraron a nuestra patria llevándola a una época de anarquía, guerras civiles y guerras internacionales que
nos condujeron a una disgregación territorial, así como también a una
definitiva perdida de grandeza y desarrollo como nación soberana.
Al decir ‘Federal no rosista’ hablamos de
personas con cierto grado de buena fe, patriotismo, pero sin la concepción
política que se necesitaba para la conformación de una Patria Grande. Sus
miradas no excedían de unos cuantos kilómetros de su terruño y sin visualizar
una geopolítica global que excedía sus capacidades, eran fácil pasto de los
siempre vigilantes sátrapas Unitarios e imperiales.
Finalmente, Rosas, tenía cada vez más una salud
deteriorada por llevar años gobernando casi sin un cuerpo de funcionarios tan brillante
como el del Brasil. Su equipo gobernante era muy inferior al brasileño en
inteligencia, patriotismo y cantidad,
El drama argentino fue carecer de una clase dirigente.
Un gran jefe y un gran pueblo no bastan para construir un destino. Solamente con
una categoría de hombres capaces, consagradas y plenamente identificados con su
patria puede cristalizarse una gran política. Un hombre solo, por grande que
sea su laboriosidad, inteligencia o penetración de los negocios públicos no
puede sustituir la labor coordinada, metódica, dedicada, de un equipo.
(HASTA AQUÍ 7ª REUNIÓN)
En tales condiciones Rosas enfrenta el 3 de Febrero de
1852 en Caseros a los brasileños ayudados por Urquiza y los Federales
correntinos, entrerrianos y otros que habían defeccionado de su patria.
Por ejemplo, Un hijo de Artigas de nombre Santiago y
un sobrino de éste de nombre Pascual pelearon a las órdenes de Urquiza contra
Rosas y la Confederación Argentina. Dato no menor también a tener en cuenta
para entender la poca visión geopolítica de muchos Federales de aquella época.
Era una guerra internacional con apoyo ‘cipayo’ de
Urquiza y otros. No fue una guerra civil como se intentó y se intenta mostrar.
Urquiza fue subvencionado por los brasileños con
100.000 patacones mensuales (cerca de dos millones de francos oro) para llevar
la guerra a su Patria (como le pagaron también para que hiciera ‘la vista
gorda’ en el ataque de Brasil en Paysandú, comprándole miles de cabeza de
ganado y caballos. Y como lo compraron también del mismo modo en la Guerra del
Paraguay)
Lo de Caseros no es un documento secreto: es la
cláusula 6ª del tratado del 21 de noviembre de 1851, que puede encontrarse en
cualquier recopilación oficial.
Pudo triunfar contra las empresas coloniales de
Francia e Inglaterra, pero no podría vencer a la clase dirigente brasileña,
inteligente, patriota y coordinada que, trabajando las contradicciones
argentinas, logró vencerlo en Caseros.
Los Generales de Rosas como Pacheco y otros oficiales,
lo abandonan. Mansilla, no puede combatir por distintas dolencias. Casi nadie
queda (Hilario Lagos y pocos mas) y Rosas debe valerse de algunos militares
Unitarios que se dan cuenta que quien ataca es realmente un país extranjero
como el Brasil y se ponen valiente y patrióticamente a sus ordenes: Cnel
Chilavert y Pedro Díaz.
Antes de la traición de Urquiza y cuando la
Confederación estaba en su máximo esplendor los ejércitos de la Confederación
eran dos: el de Oribe (que fue derrotado por Urquiza y los brasileños), y el de
Urquiza, que se da vuelta y traiciona a su patria. Rosas está casi solo y con
poca tropa idónea. La mayoría son bisoños. La suerte está echada. Rosas
renuncia y se va a Inglaterra, junto a Pascual Echagüe y Jerónimo Costa como
principales militares..
Un par de datos poco conocidos al final del gobierno
de Rosas:
Además de la mejora social de la clase popular, por
la, política aduanera que protegió a los talleres artesanales, y por el
incremento de los saladeros y molinos de harina, Rosas dictó un decreto
refrendado por la Asamblea Legislativa el 9 de Enero de 1852 –pocos días antes
de la batalla de Caseros- donde instituyó por primera vez en nuestro territorio
una especie de ‘proto’ aguinaldo para
los empleados públicos del Banco de la Provincia de Buenos Aires. Cuando Urquiza
triunfa dicho derecho social fue eliminado.
Además, como las noticias en el interior llegaban con
retraso por las distancias, el gobernador de Tucuman Celedonio Gutierrez,
acérrimo Federal, combatió y venció a tropas Unitarias que bajaban del norte
dando lugar a festejos en San Miguel del Tucumán al grito de ‘Viva Rosas’!! sin
saber que Rosas había sido derrotado y marchaba rumbo a Inglaterra. Finalmente
Urquiza, que lo conocía bien, lo perdonó al igual que a otros gobernadores
Federales ‘rosistas’ pues necesitaba apoyo del interior para su gobierno.
*
En resumen, Juan Manuel de Rosas fue el artífice de la creación
del Estado Argentino que principió con el Pacto Federal de 1831 y si San Martin
puede ser bien llamado el ‘Libertador de América’, Rosas, puede ser bien
llamado el ‘Padre de la Patria’. Puesto que San Martin estuvo en tierra
argentina de adulto y como militar de Enero de 1812 a Enero de 1817 (5 años).
Luego siguió su derrotero por Chile y Perú durante años.
Y de esos 5 años, solo combatió en nuestro país una sola
batalla: la de San Lorenzo.
En tanto que la extensión de nuestro territorio se debe a la
vigilia y lucha de Rosas contra los poderes internacionales durante más de dos
décadas (Brasil, Francia, Inglaterra, el Bolivia de Santa Cruz) y nacionales
con intereses foráneos cuyo objetivo era el achicamiento geográfico de nuestro
territorio y su posterior venta al mejor postor de sus productos y
bienes.(Unitarios de ambas márgenes del Plata).
Si no hubiera sido por Rosas nuestro territorio hubiera sido más
fragmentado de lo que es.
Es cierto que a pesar de las fuertes e interminables batallas,
se perdió la Banda Oriental, las Misiones Orientales, el Paraguay y el Alto
Perú, pero gracias a él pudimos conservar Entre Ríos, Corrientes y Misiones que
fue codiciada por Estados extraños y por traidores vernáculos como Justo José
de Urquiza, Sarmiento, Mitre, los Varela, los Alsina y demás cipayos que
conformaron la ‘Hora de los Enanos’ (léanse,
los Varela, los Alsina, Salvador M. del Carril, Julián S. Agüero, Rivera
Indarte, los Orientales Melchor Pacheco y Obes, Manuel Herrera y Obes, Andrés
Lamas, José Ellauri, Lucas Obes, Juan A. Gelly, etc,) parafraseando al español
José Antonio Primo de Rivera.
Puede decirse que si el Libertador, que
entrase en el Perú bajo la bandera chilena, es un héroe sudamericano, Rosas lo
sería con características estrictamente nacionales. No conocerá otro país que
el suyo, salvo la Inglaterra de su exilio.
En sus planes está, con un claro sentido ‘Empírico y Organizador’, organizar todo
el país como consecuencia de la experiencia y costumbres nuestras, caído el
gobierno de Montevideo y una vez instalado Oribe en el mismo, proponer su
incorporación al "Pacto Federal"; en caso de que esto no fuese
posible se consumaría una "Federación del Plata" de previsible
enjundia por las luchas hasta entonces sostenidas mancomunadamente.
Consolidada la unión de ambas repúblicas
no se demoraría una acción decidida para la recuperación del Paraguay, con lo
que se frenarían las permanentes intenciones expansivas del Imperio portugués
radicado en el Brasil.
Ante esa nueva situación, como ya se dijo arriba, podía
descontarse las simpatías del americanista presidente de Bolivia, el liberal
Manuel Belzú, caudillo popular de excelente relación con don Juan Manuel.
Su ‘Empirismo Organizador’
contrastó con la
ingenuidad y candor de los demás caudillos, fácilmente enredados por los
sofismas de los intelectuales (que aprenden política en libros con otros
idiomas, de otros países y a los que deben traducir), y que nos llevó a nuestra
debacle como país conjuntamente con los rancios y jacobinos Unitarios. Unos por
ciegos y de poca o nula visión geopolítica continental y los otros por lisa y
llana mala fe antipatriótica.
En síntesis, Juan Manuel de Rosas resulta
así, el ‘Padre de la Patria’ . Al ser
el creador del Estado Nacional, su sostenedor durante 20 años, estructuró
jurídicamente al mismo con Pactos interprovinciales como el Pacto Federal de
1831 y consolidó a la Nación dentro de un territorio que fue desgajado en parte
por las guerras incoadas por los extranjeros y sus aliados internos.
Con el Pacto Federal del 4 de Enero de
1831 se dio por finalizada las Provincias Unidas del Río de la Plata y el
nacimiento de nuestro Estado, la Confederación Argentina (Aunque no es ocioso
remarcar que aún hoy el nombre Provincias Unidas del Río de la Plata fue
institucionalizado por la Constitución Nacional Argentina de 1853
(art.35) como uno de los tres nombres oficiales de la Nación Argentina
(junto con República Argentina y Confederación Argentina).
La Confederación Argentina estaba
destinada a ser el ‘Destino Manifiesto’
de América del Sur, por la obra monumental de nuestro primer prócer y creador
del Estado Argentino: el ilustre Brigadier General don Juan Manuel de Rosas, el
Padre de nuestra Patria. Pero…..
Las
consecuencias fueron:
“1)
Pérdida definitiva de la Misiones Orientales que correspondía por derecho a la Argentina
y se cedió con motivo de los pactos firmados por Urquiza al entrar en alianza
con los brasileños.
“2) Renuncia
a la soberanía sobre nuestros ríos interiores, regalando vilmente lo que se
había conseguido luego de tantos años de bloqueo y sangre argentina derramada.
“3)
Derogación de la Ley de Aduanas (primer acto de gobierno de la administración que
sucede a Rosas). Esto significó la ruina de la naciente industria nacional y la
entrega de nuestro mercado interno al poder económico predominantemente inglés.
“4)
Endeudamiento externo a favor del Brasil, ya que después de Caseros se reconoce
como deuda de la Confederación (es lo que Urquiza había firmado con el Imperio)
los fondos facilitados para financiar la campaña contra Rosas.
“5) Abandono
de la firme política exterior llevada adelante por Don Juan Manuel, conocida
como “Sistema Americano”.
“6) Pérdida de
la Banda Oriental que a la sazón quedará como un estado tapón bajo influencia
británica.
Concluimos
el presente trabajo con una más que interesante observación de José María Rosa
sobre el odio hacia Juan Manuel de Rosas de parte del Unitarismo y del
Liberalismo masónico y jacobino.
“Este odio es en realidad un homenaje que le hacen a su
memoria –sin darse cuenta- ya que es usual hablar “bien de los muertos, y mal
de los vivos; y los historiadores del liberalismo consideran vivo a Rosas,
porque comprenden que la política de Rosas es contemporánea. Sus objetivos –
una Argentina popular, dueña de sus destinos, insobornable a los imperialismos,
sin clases dominantes, e integrada en América Latina – son los de esta hora.
Diríase que don Juan Manuel aún vive en Palermo y amenaza con el rigor de sus
mazorqueros a los salvajes que se venden al extranjero, o humilla con la burla
de sus bufones a los ‘lomos negros’ encumbrados” …
(HASTA AQUÍ 8ª REUNIÓN)
TEMA 5:
La Confederación Argentina luego de Rosas- De
‘Caseros’ a 1877-comportamiento de los Federales y evasiones de los mismos - Art.35 de la Constitución Nacional.
Podemos
decir que hubo alrededor de 5 grupos de personajes históricos y políticos durante el siglo XIX que actuaron
en el rio de la Plata, después de Caseros.
Un primer
grupo que permanentemente traicionó los intereses de nuestra tierra pero que
eran consecuentes con su pensamiento, sea antes o después de la batalla de
Caseros: Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, los Varela, los Alsina, Salvador
María del Carril, Juan Galo Lavalle, el Oriental Fructuoso Rivera, Félix Frías,
Marco Avellaneda, José María Paz, Julian S. Agüero, Araoz de Lamadrid (a pesar
de sus coqueteos tempraneros con los Federales fue un feroz degollador Unitario
de inocentes que tomaba a su paso) etc. Contrarios a los intereses de su
nación, pero coherentes en sus pensamientos y acciones.
Un segundo
grupo que era eminentemente Federal y ‘rosista’
pero que luego de Caseros, sea por temor a perder sus bienes o sus vidas (debieron
recordar el fin que tuvieron Chilavert, Santa Coloma, los soldados de Aquino),
apoyaron sin retaceos a Urquiza con el cual se aliaron: Vicente López y Planes,
Tomas Guido, Jerónimo Costa, Hilario Lagos, Pascual Echague, Eduardo Lahitte,
Juan B. Thorne, Nicolás Anchorena, y –lamentablemente- Felipe Arana que fueron
ambos nombrados Consejeros de Estado por parte de Urquiza, etc. Patriotas que
entendieron o quisieron entender que no existiendo más Rosas en el panorama
político rioplatense, Urquiza era la opción que quedaba más potable en el mapa
Federal para contrarrestar al grupo minoritario pero activo de Unitarios que
volvían al ruedo y a la conquista del poder.
Un tercer
grupo, Federal pero ‘no rosista’ con
enorme déficit de conocimiento político global, con una inconmensurable visión
localista de los intereses del país, seducidos por el canto de sirena de las
ideas revolucionarias francesas que apuntaba a la necesidad de la existencia de
una ‘Constitución‘ escrita como la llave de la felicidad eterna de nuestro
pueblo y el medio necesario para la unión de los argentinos. Un espejismo, un
fetiche que fue comprado por estos Federales con poco desarrollo geopolítico y
análisis de los intereses imperiales en nuestro continente.
Este
grupo de tal vez sinceros patriotas no se dieron cuenta que le hicieron el
juego a los intereses foráneos de la banca mundial y de la política
expansionista brasileña. Los Unitarios,
los ingleses, los franceses y el imperio brasileño sí lo contemplaron.
De
tal modo, que traicionaron no a Rosas, sino a lo que él representaba, a lo que
él encarnaba: la autodeterminación política y económica de la Confederación
Argentina, a la defensa irrestricta de los intereses de nuestra nación luchando
contra ella por un mero ‘cuadernito’ como decían Rosas y Quiroga, sin mayor
peso en la consolidación de nuestra República.
Así lo demostraron los hechos luego de Caseros en 1852 hundiéndose el
país en un torbellino de sangre, asesinatos y desintegración territorial por
más que existía una Constitución escrita tanto la de 1853 y peor la de 1860,
con total rasgos liberales.
Estos
buenos Federales pero sin ninguna visión estratégica política y muy lejos del
enorme Sistema Americano implementado continentalmente por Rosas no supieron
ver que el país estaba constituido por los pactos interprovinciales ajustados a
la realidad empírica del país y que estaba dando enormes frutos sociales y
económicos en todo el territorio. Y al
no ver con claridad mordieron la mano a quien engrandeció a la Nación, lo combatieron
y lo derrocaron. Tal vez el mayor suicidio colectivo institucional que se tenga
memoria.
Tiempo
después, cuando se desembarazaron de Rosas el 3 de Febrero de 1852,
traicionando al Gobierno legítimo de su país. ellos fueron los traicionados por
los Unitarios, tal como en su momento Rosas se los advirtió pero no lo
escucharon.
Entre
ellos tenemos a José y Rafael Hernández, Evaristo Carriego (padre), Benjamín
Virasoro, el ‘Chacho’ Peñaloza, Felipe Varela. etc.
Este
último -al igual que el ‘Chacho’ Peñaloza- no supo ver la dimensión política
soberana de Rosas combatiéndolo y uniéndose a Urquiza a quien creían
erróneamente que era el apóstol de la libertad de las provincias. El ‘urquicismo’
de Felipe Varela nos muestra que su patriotismo y valentía era inversamente
proporcional a su inteligencia de la política nacional, y sus acciones ponían
trabas a la independencia y soberanía que propugnaba Rosas.
En
esto también intervino Urquiza: La muerte del ‘Chacho’ Peñaloza fue pactada
entre él y Sarmiento; el primero con su silencio apartándose de lo que sucedía
en el interior con las matanzas oscuras de todo Federal (incluidas las mujeres
y los niños, para beneplácito de nuestro ‘educador’ oficial, Sarmiento).
Luego
de la muerte de Peñaloza, Sarmiento y Urquiza festejaron reuniéndose en el
Palacio San José. Tal vez fue el precio que también debió pagar Peñaloza por su
limitada visión política de grandeza que comandaba Rosas, no teniendo la
perspectiva necesaria que en cuestiones políticas se debe tener, además del
valor militar y las buenas intenciones.
Peñaloza
y Varela fueron federales pero ‘no
rosistas’. ¿A qué se debió? ¿a mala disposición de Peñaloza y Varela?. NO.
¿a su candor? SI. Pero ante todo a la tarea de Urquiza de arrasar con el ‘rosismo’. Más astuto que Peñaloza y
Varela, Urquiza mismo los convenció de que su "federalismo" era el
auténtico, no el de Rosas. Así las cosas, Peñaloza y Varela cayeron en la
trampa sin saber que desde el principio estaban siendo manipulados por la tarea
de inteligencia de Urquiza, agente de la anglo-masonería atea y títere del
Unitarismo.
También
podemos incluir a los Orientales Eugenio Garzón, Servando Gómez en este grupo.
Igualmente
podemos citar a los paraguayos Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano
López.
Un cuarto
grupo, que también en su momento fuera Federal y ‘rosista’, luego de Caseros su ‘porteñismo’
les hizo unirse a los Unitarios persiguiendo un mismo fin e intereses
económico-comerciales teniendo como eje, como pivote, como rector único a
Buenos Aires en el manejo de la política económica nacional por sobre los
intereses del conjunto de las provincias. Lo que se llamó y se llama el ‘centralismo porteño’ que sufrimos hasta
el día de hoy, como Velez Sarsfield, Bernardo de Irigoyen (que si bien nunca renegó
de su ‘rosismo’ en lo hechos se alió con Alsina, entre otros), Álvaro José de
Alzogaray, Juan Moreno, Francisco Javier Muñiz, Dalmacio Vélez Sarsfield,
Lorenzo Torres, Miguel Navarro Viola,
Emilio Agrelo, los Anchorena, y, lastimosamente el Gral. Ángel Pacheco, y como
bien señala el historiador Mario Cesar Gras, Vicente López y Planes.
Y
hubo un quinto grupo muy minoritario integrado por aquellos que, poniendo en
peligro sus vidas y sus bienes, continuaron defendiendo a Rosas y su actuación
pública: José María Roxas y Patrón, Ciriaco Cuitiño, Antonino Reyes. Fueron exponentes cabales de la fidelidad a
su patria y en muchos casos, le costó la vida a más de uno de ellos por su
lealtad a nuestra patria.
Luego de Caseros, antiguos Federales se
unen a Urquiza hasta hace unas pocas horas tachado de ‘traidor’, por ellos como
Vicente López y Planes acicateado por su hijo Vicente Fidel López, y también
Tomas Guido, Baldomero García, Bernardo de Irigoyen, etc.
El miedo a ser asesinados o confiscados o
el interés les hace participar en el gobierno nuevo de Urquiza. Urquiza les
tiende un ‘puente de plata’ al igual que a los gobernadores del interior porque
necesitaba políticamente apoyo del interior.
Así, junto a Vicente López, el Gral.Mansilla –nos guste o no- a horas de
finalizar la batalla de Caseros, entra a Buenos Aires, junto a tropas de
Urquiza, para –supuestamente- guardar el orden en la ciudad, al mismo tiempo
que sus ex camaradas como Martiniano Chilavert y Martín Santa Coloma eran
fusilados y degollados luego de rendidos. Tal vez poco podía hacer Mansilla
pero su sentir ha quedado en su fuero intimo.
En la confiscación de bienes de Rosas intervino directamente tanto Vicente
López, devenido ‘antirrosista‟ de ocasión junto al enemigo, su enemigo de
décadas Valentín Alsina, unidos en el hecho. Dios los cría….
Varios de los ‘rosistas’ desde el momento
de la caída de Rosas, con ánimo de salvar su pellejo y/o sus bienes, entre
ellos Lucio N. Mansilla, el cuñado de Juan Manuel de Rosas, parecen’
olvidar’ en un día más de 20 años de
‘rosismo’ y patriotismo:
“Lucio N.
Mansilla, el héroe de Obligado, ya había tenido una actitud extraña y
misteriosa frente al ejército invasor. El 4 de febrero, relata en sus memorias,
“cuando vio Mansilla la ruina del ejército de su hermano (sic) (en realidad
eran cuñados) y dispersión de sus tropas, les dijo a los soldados que se fueran
e hicieran lo que quisieran, y se ocultó, que fue a decirles, vayan a robar y
saquear (…) Lucio N. Mansilla, fue tan bajo e indecente, que el día 4 proclamó
públicamente en la plaza Mayor;¡¡ viva el
general don Justo Urquiza, y muera don Juan Manuel de Rosas!!…”.
No sabemos si esto sucedió realmente pero
demuestra el clima tortuoso y de sangre que se vivía en esos tiempo en Buenos
Aires debido a la caída de un gobierno soberano y el inicio de otro de cuño
internacionalista –brasileño- ayudado por una cohorte vernácula de asesinos de
su propio pueblo que actuaron por cuantiosas sumas de dinero que sirvieron para
comprarles el alma y su conciencia nacional.
La honorabilidad que pudieran haber tenido
durante décadas terminó diluida y olvidada por sobornos de todo tipo.
(HASTA AQUÍ 9ª
REUNIÓN).
Nótese la diferencia entre el patriotismo
–no solo capacidad- de la elite política brasileña que jamás hubiera actuado
como actuaron entre otros Urquiza, Garzón y Virasoro, y nuestra elite política
conformada por personajes como Ángel Pacheco, Lucio N. Mansilla, Tomás Guido y
Vicente López y Planes, que ante la adversidad manifiesta que se avecinaba,
corrieron a sus campos y estancias.
Tal vez se entienda ahora aquello que
Rosas decía cuando asumió el poder por primera vez en 1829 dudando de aceptar
por considerar que no había una plana política Federal con capacidad y lucidez.
Se vio al Gral. Guido acompañando la
entrada triunfal de Urquiza; lo tenemos al Dr. Vicente López y Planes,
funcionario y adulador de Rosas, ahora gobernador revolucionario
Del
mismo modo, como ejemplo de ello tenemos a Bernardo de Irigoyen, Álvaro José de
Alzogaray, Juan Moreno, Francisco Javier Muñiz, Dalmacio Vélez Sarsfield,
Lorenzo Torres, Miguel Navarro Viola,
Emilio Agrelo, los Anchorena, y, lastimosamente el Gral. Ángel Pacheco,
Y
como bien señala el historiador Mario Cesar Gras, Vicente López y Planes. Hombre sin carácter, irresoluto y ya
decrépito quien, influenciado y presionado por su hijo Vicente Fidel López -
Unitario desencajado- es quien declara a Rosas ‘reo de lesa patria’, llevando adelante el juicio en su contra para
condenarlo a muerte y confiscarle sus bienes.
Junto a él, conspicuos Federales ‘rosistas’
que recogieron todos los beneficios políticos, sociales y económicos durante
los años en que gobernó Rosas, como Francisco y Rufino de Elizalde, Pastor Obligado,
Baldomero García, Juan Bautista Peña,
La
defección también toca al Gral. Pacheco que rehúye el combate y se recluyen en
su Estancia con motivos aun hoy poco claros.
Recordemos que la renuncia de Rosas no fue aceptada lo
que debería –aun hoy- tener implicancias políticas e institucionales. Y fue el
segundo golpe institucional luego del de Dorrego. Legalmente todas las medidas
posteriores deberían ser consideradas nulas
de nulidad absoluta.
Nada queda de la Confederación Argentina. Es una
‘patria-factoría’ cuyos hilos conductores inmediatos son los empleados
funcionarios de los conductores mediatos que son la Banca y gobiernos del
Brasil, Inglaterra y Francia.
La Confederación Argentina es solo un nombre sin
sustancia, una cascara vacía. Y comienza la persecución de ‘rosistas’. Las matanzas se suceden
ininterrumpidamente. Miles de soldados son colgados y fusilados, entre ellos
Chilavert y Santa Coloma, el Mayor Aguilar, Martínez Fontes y varios más,
además de todo un batallón famoso llamado el ‘Batallón de Aquino’ que fueron
los soldados y oficiales del Oficial Aquino, Unitario por el cual lo matan y se
unen a Rosas al ver su patria humillada y traicionada.
El odio masónico, liberal sostenido por las armas
brasileñas, verdadero triunfador tras bambalinas, no deja de eliminar todo
vestigio del gobierno independiente y soberano de Juan Manuel de Rosas.
El Unitarismo –hoy llamado Liberalismo- enmascara la
derrota Federal permitiendo que en la Constitución de 1853 (art.35) se diga que el nombre de’ Confederación
Argentina’ es uno de los nombres oficiales
junto con el de ‘República Argentina’ y ‘Provincias Unidas del Río de la Plata’,
Es un modo maquiavélico de hacer creer que era una Constitución
Federal cuando su contenido –y más luego en la reforma de 1860- es’
centralista’ dejando a las provincias del interior casi como un mero apéndice
porteño.
El país es dominado por el Unitarismo redivivo,
encaramado al triunfo ‘urquicista’ y
–sobre todo- brasileño.
La banca y la
masonería jugaron un papel esencial y necesario en la derrota de nuestro
gobierno.
En ‘tenidas’ masónicas hubo acuerdos entre Urquiza,
Mitre, Sarmiento, entre otros que se vio reflejado en la Batalla de Pavón en
Septiembre de 1861.
Confederación Argentina de otrora es allí ya una entelequia y el poder obtenido
por el Brasil que coloca en nuestro gobierno títere a los Unitarios –hoy
llamados Liberales- dejó a nuestra nación fraccionada, pobre, y sometida a los
‘Unitarios’ afrancesados y jacobinos y a quienes realmente fueron beneficiarios
indirectos de esto: el Imperio del Brasil y el Imperio Británico que comandan
nuestra política hasta hoy día, manejando el crédito, la cultura y educación,
la redacción de una historia ‘oficial’ fraudulenta, la banca y el comercio,
comenzando todo con el logro de la internacionalización de los ríos interiores,
tantas veces buscados.
Todo apoyado en un relato histórico amañado, que se
consolidó económica y culturalmente después de Caseros y sobre todo después de
Pavón. El broche final de la entrega a los brasileños y su expansionismo sucede
en Paysandú y luego en la Guerra genocida del Paraguay.
Caseros fue el primer paso. Pero todavía faltaba más.
Todo comenzó en 1860 o antes tal vez…
Con el ingreso secreto de don Justo José a la
masonería (Logia Confraternidad Argentina) en la sesión porteña del 21 de julio
de 1860 es decir,14 meses antes de su derrota en Pavón a manos de Mitre.
Mitre envía a Dalmacio Vélez Sarsfield para convencer
a Urquiza de entrar a las logias masónicas, diciéndole que la Masonería no se
oponía a la Iglesia Católica, ni viceversa, pues eran instituciones ‘benéficas’
(sic).
Recordemos que Vélez Sársfield fue Federal en el
gobierno de Rosas y luego, como es habitual en los políticos de ayer y hoy, se
dio vuelta rápidamente y pasó a ‘militar’ en las huestes Unitarias, siendo
empleado de la firma de Liverpool ‘Nicholson, Green y Cia’
Los hermanos Carlos y Federico Ibarguren señala que se
puede explicar “suficientemente el famoso "misterio" que envuelve la
derrota de Urquiza en Pavón. Aquí está la causa verdadera —oculta— de por qué
Urquiza abandonó el campo de batalla en 1861, en favor de su "Hermano Mitre",
refugiándose en Entre Ríos y entregándole en definitiva el poder político de la
Argentina al jefe porteño, su enemigo —ya que Mitre era más antiguo en la
masonería y probablemente así lo exigió la central de la logia que los recibió
a ambos—. Ésa es la razón, por lo demás también, del asesinato posterior de
Urquiza por sus parciales que él había traicionado”.
Entonces, vino la farsa de la Batalla de Pavón donde,
como decían los Ibarguren, la Masonería en pleno estuvo comprometida. Uno de
ellos fue el poco conocido Mr. Yateman (o Enrique Esteban Itman Collins),
estadounidense (mal llamado ‘norteamericano’ en atención a que los mexicanos y
canadienses también lo son) que oficiaba secretamente de enlace entre Urquiza y
Mitre antes de la batalla.
Señala Gabriel Turone: “El 12 de setiembre, medio desorientado por la profusión de regimientos
que ocupan el campo, llega al ejército de la Confederación, en demanda del
general Urquiza, el caballero norteamericano y sobrino político de Mitre, Mr.
Yateman. Es un hombre joven, elegante, distinguido y delicado. Viste a la
inglesa y se defiende del fuerte sol con un sombrero Panamá de anchas alas,
rodeado de un pañuelo blanco de seda.
“¿Qué busca este extranjero en
las filas del ejército de la Confederación? ¿Qué quiere
“Si es representante de Mitre,
sorprende que éste no tenga un argentino para enviar ante el general enemigo.
Mr. Yateman muestra un salvoconducto firmado por Mitre, y los soldados lo
conducen a la tienda del general Urquiza. Entra con toda confianza y saluda con
particular afecto al general.
“Mientras, amable y cortés, Mr. Yateman,
prohombre de la masonería porteña, satisfecho del buen éxito de su misión, da
rienda a su caballo y sale al trote inglés hacia el campamento de Mitre…Los
logiados deseaban el ingreso del país a la división internacional del trabajo
impuesta por Gran Bretaña, con la condición de que dicha nefasta alianza se
hiciera con hombres imbuidos bajo los principios del liberalismo en auge”.
Ya todo está arreglado de antemano. La batalla aún no
ha empezado, pero Urquiza declina su lucha y responsabilidad. Se entrega
masónicamente. Yateman corre hacia el campamento de Mitre con la buena nueva.
Continúa García Mellid: “Los efectivos rivales se avistaron en las inmediaciones de Pavón,
provincia de Santa Fe. El 17 de setiembre de 1861, la caballería de Urquiza, al
mando del general López Jordán, batió a la de Mitre, comandada por el general
uruguayo Venancio Flores; no hubo otras hostilidades.
“El caudillo entrerriano abandonó
el campo de batalla, con el grueso de sus fuerzas intactas, sacrificándose
acaso por un ideal o un compromiso que sus labios nunca revelaron.
“En su provincia la decepción fue
indescriptible; “la retirada de Pavón, sin brillo v sin gloria inmediata es para la mentalidad popular un desmedro y
una vergüenza”. Todos se volvieron contra él, no por odio a la derrota, sino
por haber despreciado la victoria. Gentes que le fueron fieles hasta ese
instante, se cruzaron a la vereda de enfrente.
“Luego de la batalla de Pavón —el 17 de
setiembre de 1861—, en la que quedó dueño de la situación el general Mitre,
este lanzó sobre el país regimientos de represión v exterminio comandados por
militares uruguayos. Una empresa tai, de arrasamiento de la voluntad soberana
de ¡os pueblos, no podía consumarse, salvo desgraciadas excepciones, por mano
de generales nativos del país. De aquí el uso discrecional de jefes
extranjeros, sin compromiso alguno con lo más íntimo y auténtico de la
nacionalidad. Fueron estos los generales Venancio Flores (al que le quedó el
sobrenombre de “el degollador de Cañada de Gómez”), Wenceslao Paunero v José
Miguel Arredondo v los coroneles Ignacio Rivas, v Ambrosio Sández. Todos ellos
eran originarios de la Banda Oriental”.
Caen asesinados también el Chaco Peñaloza y varios patriotas
del interior. Los muertos en este
período constitucional ‘mitrista’ sobrepasan los caídos en toda la época de
nuestra independencia, inclusive durante los 20 años de gobierno de Rosas.
Por supuesto que Mitre se atribuía méritos por
triunfos inexistentes. Usualmente, al
igual que Urquiza, consignaba en los partes de guerra como victorias aquellas
batallas que sabía serían trascendentes en la historia. De esta manera, ganaba
en los documentos lo que en realidad perdía en los enfrentamientos militares.
(HASTA AQUÍ 10ª REUNIÓN).
¿Cómo, Urquiza no se había arrepentido de derrocar a
Rosas?
Queda de manifiesto, una vez más, que Urquiza en sus
discursos y escritos hablaba para que la historia no fuera impiadosa con él,
pero en los hechos sus comportamientos seguían siendo contrarios a los
intereses de la nación.
Enrique Yateman fue el agente financiero y prestamista
de fuertes sumas a ambos grupos (Unitarios y ‘Urquicistas’) que hicieron la
pantomima de la batalla de Pavón. Lo avalan documentos del Museo Histórico
Nacional. Una carta del 9 de enero de
1863 que le escribe el general Urquiza a Adolfo E. Carranza diciéndole que
espera que haya recibido el giro para pagar el documento de Yateman. (Doc. Nº
3676 – O.1. p Nº 971) y otra de Febrero en que Yateman le comunica a Urquiza
los inconvenientes habidos en el cobro de los pagarés que remitió para abonar
el campo del Palmar. (Doc. 3688 – O.2. pp. Nº m2129). Dos días después Urquiza
escribe a Carranza y le recomienda el pedido de su amigo Enrique S. Yateman, a
quien desea complacer. (Doc. 3689 – O.2. pp. Nº 975).
Urquiza mantuvo la autonomía del gobierno de Entre
Ríos y conservó el cargo de gobernador. No hubo un acuerdo explícito con Mitre,
pero sí un acuerdo tácito, por el cual éste nunca amenazó a Urquiza. A cambio,
Urquiza se mantuvo neutral durante todos los levantamientos federales de esa
década. En La Rioja, el general Peñaloza mantuvo una larga rebelión hasta que
fue asesinado en 1863.
¿Urquiza? ni se conmovió.
Cuatro años más tarde, Felipe Varela y Juan Saa
encabezaron otra rebelión en Cuyo y La Rioja, que finalmente fue aplastada.
¿Urquiza? Tampoco se inmutó esta vez.
Estas y otras revoluciones federales se hicieron en
nombre de Urquiza, y sus dirigentes -ingenuamente, aunque con falta de visión política-
pidieron repetidamente ayuda y órdenes al jefe natural del Partido Federal, que
era Urquiza; pero Urquiza ni se movió.
Entregó sin sonrojarse la nación entera a la codicia y
rapiña brasileña y Unitaria a cambio de que lo dejaran tranquilo en su provincia
gozando de sus riquezas. Riquezas fruto
de sus negocios particulares prohijados por la Masonería a la cual adhería, en
contravención con los intereses de la nación argentina que decía defender.
Ningún supuesto ‘arrepentimiento’ de haber derrocado a
Rosas se pudo sostener seriamente. Siguió con sus negociados a costa de la
sangre de sus paisanos y de la riqueza de su nación. El tiempo transcurría y sus actitudes seguían
basándose en un despiadado lucro personal.
Luego de Caseros asestó el mazazo final a lo poco que
quedaba de la otrora grande y sólida Confederación Argentina. Entregó a Buenos Aires el triunfo decisivo en
Pavón, para luego ver -literalmente- cómo se incendiaba ante sus ojos el
federalismo Oriental en Paysandú. Trascartón, arruinó las vanas ilusiones de
los caudillos tardíos, de que liderara y financiara su sublevación contra la
Guerra del Paraguay.
Ahora bien, una acotación más, y permítasenos la
imputación que hacemos:
¿Es lícito que los oficiales y soldados de Urquiza se
hayan preguntado cómo el entrerriano había renunciado en su mejor momento,
cuando tenía el triunfo en sus manos.
Sus militares desconocían los arreglos masónicos de Urquiza con Mitre y
otros Unitarios, en pos de su beneficio personal?.
¿Militares Federales pueden haberse sorprendidos con
la actitud de Urquiza, como Ricardo López Jordán, Juan Saa, Benjamín Virasoro,
José Miguel Galán, entre otros, cuyos lamentos se siguen oyendo tanto en Pavón
como en Paysandú y en la Guerra del Paraguay?.
Mas teniendo en cuenta que en la defensa de Paysandú,
un hijo suyo el Coronel Waldino Urquiza, no soportando la actitud traicionera de
su padre Justo José de Urquiza, se alistó y peleó apoyando a los ‘Blancos’
Orientales y Paraguayos de Francisco Solano López, mal podían aquellos
militares Federales verse sorprendidos por la actitud de Urquiza, si su hijo
Waldino, no.
En
Efecto,. Se decía de Waldino que era “un gurí retobao que desoye a su tata al
frente de un puñado de entrerrianos”. Contrastaba con el tácito – y no
tanto- apoyo de Urquiza (padre) a los Unitarios, curiosamente.
El día 5 de septiembre de 1863, Waldino le escribía a López
Jordán diciéndole que iban a combatir contra Brasileños invasores, los
Unitarios de Venancio Flores y los mitristas en la castigada Paysandú. (lo
acompañaban Juan Saa, Rafael Hernández y el hijo de Estanislao López). Pero, la
suerte estaba echada para los “blancos orientales”
Y debe decirse, en honor a la verdad histórica, que
ellos recibieron el castigo justo por haber coadyuvado en el derrocamiento de
Juan Manuel de Rosas, (Waldino luchó contra Rosas con ahinco en la batalla de
Caseros) única valla soberana ante los brasileños y Unitarios de toda laya, y
con ello, haber precipitado a su patria a una debacle que aún hoy continúa. Por
lo que Pavón y las guerras que le sucedieron no son más que la continuación
lógica e inexorable de nuestra derrota y nuestra fragmentación.
Su inocencia o desconocimiento de buena o mala fe, no
los exime de su gravísima culpa e irresponsabilidad. Desde el punto de vista personal opino
respecto de estos Federales que tienen bien merecida su derrota. Lamentablemente, con ello arrastraron a la
patria a una ignominiosa decadencia y pérdida de su independencia.
Finalmente, Urquiza se retira a Entre Ríos para
propender a su sueño chiquito y doméstico: formar una republiqueta mesopotámica
(Entre Ríos, Corrientes y Misiones) y desgajarla del tronco madre de la
Confederación ya herida de muerte, con el visto bueno del Brasil, su empleador.
Ante los homicidios de los Generales Benavídez,
Virasoro y Peñaloza en manos de los Unitarios, Urquiza guardó pesado silencio.
Los acuerdos con Mitre surtieron efecto y el entrerriano, cobarde, se abstuvo
de vengar sus muertes perpetradas por sus hoy socios, los Unitarios.
En Buenos Aires, Mitre y Sarmiento, festejaban los
horribles asesinatos de los caudillos federales.Pero no es lícito que algunos
historiadores se sorprendan de la actitud de Urquiza y hasta el día de hoy
sigan preguntándose por qué razón abandonó el campo de batalla entregando la
misma –y el país todo- a Mitre y sus esbirros Orientales sanguinarios
(Irrazábal, Flores, Paunero, Sandez, Rivas).
Son muchas las pruebas y documentos que comprueban los pactos secretos
entre Urquiza y Mitre, Masonería mediante. Lo que lleva también a probar que la
Masonería no es una organización humanitaria, caritativa, ni neutra
políticamente, sino por el contrario, es una organización siniestra, oculta y
sanguinaria.
Un paisano de apellido Amarillo le enrostra que no es
Federal ni Unitario y que se ha dado cuenta que las cuestiones ideológicas poco
le importan a don Justo.
Este dialogo, casi palabra por palabra bien podría
haber sido el que en su momento tuvieron Urquiza y Chilavert en Palermo, luego
de la batalla de Caseros, por el cual Chilavert le debe haber reprochado su
traición, algo que le costase la vida.
En este caso, Urquiza tomó la real imputación con
cierta sorna y humor, pero en un acto de confesión terminó reconociendo que el
paisano tenía razón en sus dichos, dándole la derecha en cuanto a las
recriminaciones proferidas de sus apostasías (“…y si no lo atajo tan pronto,
sabe Dios cuantas verdades iba a decirme”) A confesión de parte, relevo de
pruebas.
Acabado
Rosas, así como los Federales del Interior de la Confederación ya deshilachada,
más los ‘Blancos’ Oribistas, al Brasil solo le quedaba derrotar al Paraguay
para hacerse del poder en la cuenca del Plata. Urquiza era una pieza más en su
tablero sin ningún peso político.
Venancio
Flores ataca al gobierno legítimo de la Banda Oriental -presidido Berro,
un Federal ‘Blancos’-, con el apoyo de
los brasileños y de Mitre.
Al
principio se mantuvo en una neutralidad asfixiante y sorda. Digamos ‘neutralidad’ por ser generosos….Las
omisiones hablan y dicen mucho.
La mayor
parte de los federales entrerrianos trataban de ayudar al gobierno Oriental,
pero Urquiza mantuvo su alianza con el presidente Mitre, que apoyaba
abiertamente a Flores.
Cuando la
ciudad de Paysandú fue atacada por la flota brasileña y las fuerzas de
Flores, hasta dejarla destruida, muchos Federales entrerrianos y porteños –
entre estos, Rafaél y José Hernández – lucharon a favor de los defensores.
El bombardeo se veía desde Concepción del Uruguay, y se oía desde el Palacio
San José; a Urquiza le llegaron cientos de cartas invitándolo a entrar en
acción, pero Urquiza no se movió.
(HASTA AQUÍ 11º REUNIÓN)
Véase,
así, los entretejidos entre la Banca brasileña y europea y Urquiza, que
mientras sucede el exterminio en Paysandú y se avecina una terrible guerra
contra el Paraguay, fríamente se dedica a acrecentar su patrimonio sobre la
sangre de sus compatriotas, vendiendo TODA su caballada (30.000 cabezas) al
ejército brasileño, una vez más….
Es que el Brasil, como lo cuenta José M. Rosa,
seguramente aleccionado por el astuto Mitre quien ya de sobra conocía el punto
débil del entrerriano, compró todos los caballos de sus famosas milicias
montadas que le habían dado el triunfo en Cepeda y Pavón. El negociador fue el
jefe de la caballería imperial brasilera, general Manuel Osorio, quien acordó
el generoso precio de 13 pesos fuerte por cada uno de los 30.000 animales, lo
que sumaba 390.000 patacones, una cifra curiosamente próxima a los 400.000 que
los brasileros, a su pedido, habían pagado a Urquiza para garantizarse su
alianza para invadir la Argentina y derrocar a Rosas.
“La contemplación paciente de semejante cuadro era insoportable. Entre Ríos
ardía indignado ante el sacrificio de un pueblo hermano, consumado por nación
extraña. El general Urquiza no sabía ya cómo contener a los que no esperaban
sino una señal para ir en auxilio de tanto infortunio” (Julio Victorica. Reminiscencias
históricas, en Revista de Derecho, Historia y Letras, tomo VI. Buenos ires,
1900) Urquiza permanecía imperturbable”.
Los jefes Federales indignados, le escriben a Urquiza, al que todavía no
pueden creer su defección no despertando del hecho de la traición recurrente de
don Justo.
Es una situación muy similar a la que aconteció con la defección de Urquiza
en Pavón. Sus oficiales, pecando de crédulos o ignorantes, lo interpelan
desconcertados. Uno de ellos, el Coronel Navarro:
En 1864, se repite la historia, con Urquiza como
testigo silencioso.
Brasil ataca una y otra vez el norte de la frontera de
la Banda Oriental, que pide ayuda desesperada a Carlos A. Lopez.
Este acude en auxilio de la Banda Oriental y quiere
traspasar la frontera por Corrientes.
Mitre tiene la excusa perfecta –luego de haber ayudado
una y otra vez a los brasileños y Orientales ‘colorados’ de sentirse agredido y
le declara la guerra al Paraguay, junto con los brasileños.
Sarmiento exultante junto a Mitre provocan una masacre
en nuestro interior puesto que los Federales del interior se oponían no solo a
que Paraguay fuese atacado sino que, encima, querían salir a defenderlo
militarmente ante el ataque
‘brasileño-mitrista-y ‘colorado’ Oriental’.
Miles de muertos son el resultado del nuevo genocidio
por las tropas comandadas por los ‘colorados’ militares -subordinados a las
órdenes de Mitre y Sarmiento- desatadas y libres de
cualquier imperio de soberanía en nuestras tierras, se dirigió a la liquidación
sin cuartel de cualquier atisbo Federal en nuestras provincias. Los degüellos
estaban a la orden del día.
Mitre,
Sarmiento y el propio Urquiza arreaban ‘voluntarios’ (sic) para combatir al Paraguay
quienes, al saber que la pelea era contra el pueblo hermano del Paraguay, se
negaban a luchar.
Al respecto,
cuenta el historiador Manuel Gálvez que el jefe de una provincia norteña
escribía una misiva acompañando a esos reclutas a la fuerza. En la misma decía: “Ahí van estos voluntarios, devuelvan las maneas”. Nos
muestra la sorna e ironía con la que podían expresarse los Unitarios
gracias a la impunidad con la que actuaban
Fue fácil
para los lugartenientes de Mitre masacrar sin miramientos a un pueblo. Contaban con un ejército de cipayos bien
alimentado, con armamento superior, moderno y con sueldos regulares.
La
brega de los pueblos en defensa de sus libertades genuinas no pudo triunfar
sobre sus adversarios poderosamente equipados. La reacción porteña impuso su
despotismo sobre toda la Nación, que desde aquellos días perdió la sustancia
del Federalismo para quedarse con su mera envoltura formal.
Era
la República ideal concebida por aquellos señores liberales, unitarios y
frívolos, que —so pretexto de extinguir la montonera— aplastaron al pueblo para
que no se considerara con derecho a participar en la vida de la Nación. Esa ‘Historia Oficial’ era anacrónica y
sofista. ‘Sofista’, ya que desde sus
postulados primigenios da como ciertos los hechos acaecidos y sus causas que
son inexactas, inexistentes. Todo lo que se deriva de ello, es pues, falso. Mientras,
en el norte, el Paraguay era aniquilado
por el Brasil y el Unitarismo sólido y triunfante. La Confederación
Argentina como nación soberana era desparecida y solo un triste recuerdo hasta
el día de hoy.
Urquiza, siempre impávido y en silencio ante la
matanza de toda una generación de patriotas, terminará su vida ajusticiado por
aquellos buenos Federales y argentinos a quien traicionó a lo largo de toda su
malhadada vida. Rápidamente los vencedores de Caseros se
apresuraron a borrar todo rastro y vestigio de la otrora orgullosa
Confederación Argentina:
Se
suplantó, por orden de Sarmiento, la bandera azul y blanca por la Unitaria
celeste y blanca.
Cambiaron
el nombre de ‘Palermo’ por el
ignominioso ‘3 de Febrero’. Pero,
para su desgracia, ni aun hoy en día, lograron que el pueblo cambiase el modo
de nombrarlo.
La ‘Av.Alameda’ pasó a llamarse ‘Av. Sarmiento’.
Por
orden del Intendente Adolfo Jorge Bullrich, demolieron el Caserón de Palermo de
Don Juan Manuel de Rosas. Justo en su
lugar colocaron un busto de Sarmiento mirando hacia el que fuera el despacho
del Restaurador, como ya hemos comentado en otro trabajo sobre Bullrich.
La
calle donde nació Juan Manuel de Rosas se llamaba ‘Santa Lucía’. Pasó a llamarse ‘Sarmiento’
(actualmente su casa se encontraría en Sarmiento 546, entre San Martín y
Florida).
Finalmente,
el Unitarismo, hoy devenido en Liberalismo, le rendiría honores, altos honores
con monumentos al primer traidor de la nación y nunca arrepentido Justo José de
Urquiza. La majestuosidad de dichos
monumentos corre a la par de la grandiosidad de la traición con la que asentó y
aseguró las bases de nuestra actual dependencia y coloniaje.
A
pesar del ‘lavado de cerebro’ al que hemos sido sometidos por décadas, el
Unitarismo -cual una hidra maldita de dos cabezas- devenido hoy en Liberalismo,
y ‘Progresismo’, no ha podido doblegar en el sustrato de nuestro más profundo
espíritu, el hispanismo que en nosotros subyace.
Si,
es cierto. Nuestro pueblo puede tener
heridas largas y profundas pero ningún Unitarismo liberal o marxista envenena
su sangre ni corroe sus entrañas, salvo en algún minúsculo pero poderoso grupo
financiero. A pesar de ello, los dueños
de los medios de comunicación, ya desde antaño y hogaño, quieren hacernos creer
lo contrario.
La
situación del país después de Caseros, Pavón y la Guerra del Paraguay, es
similar a la descripción de la sociedad colonial que hiciera el historiador
Salvador Cabral “La larga y desgarradora
lucha terminará dando el triunfo a los portuarios comerciantes que, por el
contrabando primero y el libre comercio luego, serán los sectores sociales más
consolidados. El poder convergerá hacia ellos, no sin terminar primero con la
insurgencia de los pueblos del interior…[Aquellos concentrando el
poder] estarán unidos por el cordón umbilical del comercio ultramarino al
Imperio inglés y enajenadas por la refracción de las ideas importadas, al
universo liberal de la pujante burguesía europea”.
TEMA 6
Lazos Familiares Entre Personajes Rioplatenses
A lo
largo del estudio de nuestra historia, descubrimos situaciones más dignas de
alguna novela que de la realidad si no fuera que, muchas veces, esas
situaciones derivan en conflictos familiares y hasta nacionales con resultados
sangrientos o traiciones a la vuelta de la esquina…
En
la enseñanza de los hechos históricos que hemos tenido en nuestra educación
escolar no recuerdo que la enseñanza brindada nos diera, aunque mas no sea un
pantallazo, las conexiones amicales o familiares que produjeron no pocas
reyertas en nuestra ‘Gran Aldea’.
Esas
familiaridades que uno puede llegar ahora a conocer nos explican más de un
acontecimiento que, de lo contrario, no se comprenderían cabalmente.
Nos
referimos a los lazos familiares o de amistad que provocaron fidelidades y
ingratitudes que no siempre estuvieron causadas por cuestiones de poder o de
dinero.
Las
cuestiones familiares, e intrafamiliares en tiempos del siglo XIX, tuvieron su
marcada influencia en el desarrollo de la sociedad, puesto que los miembros de
familias, sin importar sus ideas políticas, sean Unitarios o Federales,
Monárquicos o Republicanos, tenían estrechos vínculos a lo largo de las
décadas, y suscitaron muchas veces conflictos que terminaban en algunos casos,
en tragedias griegas….
Téngase
presente que son solo algunos ejemplos sin perjuicio de poder ser incorporados
más por cualquier interesado formándose así una red interminable de relaciones.
Juan Manuel de Rosas - Manuel
Oribe - Juan Galo Lavalle
Según
la más importante genealogista en América en temas de familias hispanas e
itálicas y Vicepresidente del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas Doña
ESTHER MALVINA RODRIGUEZ ORTIZ DE ROZAS DE SOAJE PINTO,[1]
tanto Rosas como Oribe eran primos.
En
efecto, todos eran descendientes de la familia De La Cuadra, de noble prosapia
y de probadas carreras militares provenientes de San Julián de Musques, de la
Provincia de Vizcaya.
Uno
de ellos, Bernardo De La Cuadra y Montaño, tiene un hijo Antonio que se va a
América, específicamente a Chile.
Su
descendencia, Juan tiene un hijo llamado Pablo que se instala en Buenos Aires
siendo militar reconocido, Alcalde y Gobernador casado con Isabel Fernández
Ponce de León los cuales son abuelos de León Ortiz de Rozas y de la Cuadra
(casado con Catalina De La Cuadra y Fernández Ponce de León), y bisabuelo de
Juan Manuel de Rosas.
Otro
Descendiente de Bernardo De La Cuadra y Montaño llamado Francisco tiene como
descendencia a nuestro Manuel Oribe y Viana.
Del
mismo modo, otro descendiente de los De la Cuadra del poblado de San Julián de
Musques tiene como descendencia posterior a Juan Galo Lavalle, lo que lleva a
que tanto Juan Manuel de Rosas, Manuel de Oribe y Juan Galo Lavalle eran
primos.
A su
vez, Juan Manuel de Rosas y Juan Galo Lavalle eran ‘hermanos de leche’.
Lavalle
( soldado de San Martín, héroe de la guerra del
Brasil, espada Unitaria, brazo ejecutor de la muerte de Dorrego. Todos los
apelativos que recibió de contemporáneos y escritores tienden a señalar una
desproporción entre su capacidad de acción y su racionalidad, en beneficio de
la primera: “La espada sin cabeza”
(Esteban Echeverrìa), “El cóndor ciego”
(José María Rosa) y Rosas eran ‘hermanos de leche’ porque tuvieron una
misma ‘ama de leche’: Agustina López Osornio de Ortiz de Rozas, madre de Juan
Manuel que amamantó a Juan Galo en su niñez. Ya que las familias eran muy
amigas y cercanas.
Juan Antonio Lavalleja - José
Gervasio de Artigas
Así
también, existe un parentesco, poco conocido, entre Lavalleja y Artigas.
Lavalleja
en 1817 se casa con Ana Monterroso. El padre ésta era Marcos Monterroso y su
madre era Juana Bermúdez Artigas (suegra de Lavalleja), a la sazón prima
hermana de José Gervasio Artigas.
Cuando
se decía que éramos por estos lares ‘una aldea’, no se faltaba a la verdad.
Manuel Oribe - Miguel Estanislao Soler
También eran parientes Manuel Oribe respecto del militar
porteño Miguel Estanislao Soler que, siendo éste designado Gobernador en 1814
en Montevideo tuvo como ayudante designado a Oribe.
Resulta que posteriormente Soler se casó con una parienta
cercana de Manuel Oribe: María de la Natividad Viana
Mendoza y que, de algún modo, esto fue el modo natural de vincularse Manuel con
los hombres y círculos Federales durante tantos años.
Manuel Belgrano – Juan Manuel
de Rosas y Encarnación Ezcurra
Todos
sabemos que Juan Manuel de Rosas se casó en 1813 con Encarnación Ezcurra.
María
Josefa, hermana de Encarnación, estaba casada con un español, pariente de la
familia, que indignado con los aires de independencia de estas tierras se
volvió a España sin más, dejando aquí a su mujer.
Manuel
Belgrano, sempiterno soltero, tuvo una relación con María Josefa Ezcurra, con
el cual tuvieron un hijo estando separada de hecho del español, obviamente.
Dado
el hecho que era muy mal visto por aquellas épocas, el niño fue adoptado por el
cuñado de María Josefa, Juan Manuel de Rosas y por su mujer Encarnación, a la
sazón hermana de aquella. El niño fue llamado Pedro Pablo Rosas, dándole el
Restaurador su apellido.
A
los 21 años, Rosas le dijo quien era su padre y por tanto Pedro agregó al
apellido Rosas el de Belgrano: Pedro Pablo Rosas y Belgrano sería mano derecha
de Juan Manuel en la administración de sus campos y estancias con mucha
capacidad y sapiencia.
También
fue el intermediario entre él y los jefes de las tribus indígenas siendo hábil
y componedor de los acuerdos con los jefes aborígenes.
Así es, Pedro tuvo una activísima
participación como diplomático actuando como mediador entre Rosas y las
distintas tribus aborígenes tejiendo muy bien las alianzas entre ambos
sectores. Fue la mano derecha y hombre de confianza de Juan Manuel.
Pedro,
Luego de la derrota en Caseros, no sufrió persecuciones y ejerció distintas
funciones en distintos gobiernos. Fue Juez y brillante soldado. Fluctuó entre
guerrear en las filas de los unitarios contra Hilario Lagos, antiguo amigo
de él, y pelear en las huestes de los federales de Urquiza en la batalla
de Pavón.
Rufino de Elizalde - Felipe
Arana
Felipe
Arana, brillante abogado, diputado, diplomático y Ministro de Relaciones
Exteriores durante la Confederación Argentina en el Gobierno de Juan Manuel de
Rosas, desde 1835.
Federal
y hombre de confianza de Rosas y principal espada del Restaurador en el manejo
de su política exterior -conjuntamente con Nicolás Anchorena- conocía muy bien
a Rufino de Elizalde.
Éste
último ‘rosista’ furibundo tenía como padrino y tío político por el lado
materno a Felipe Arana; y la mujer de Rufino de Elizalde (Manuela Leal
Lavalle) era hermana de la mujer de Felipe Arana, y que éste era su
padrino y tío político por el lado materno (una hermana de la madre de Elizalde
-de apellido Beláustegui- estaba casada con
Felipe Arana); de allí ahí los
puestos de privilegio y honores que siempre tuvo Elizalde en el Gobierno de
Rosas a lo largo de los años
Elizalde
se crió y gozó de los beneficios del poder lo que no obstó para traicionar a
quien le dio de comer, cuando así lo creyó conveniente para él.
Esto
es, no trepidó en darse vuelta sin ningún tipo de vergüenza, apenas vio el
destino del gobierno Federal por caer a fin de salvar su pellejo y,
seguramente, su patrimonio.
Fue,
luego, uno de los principales propulsores de la condena a muerte de Rosas y de
la confiscación de todos sus bienes.
(HASTA AQUÍ 12º REUNIÓN)
Andrés
Latorre - Juan Antonio Lavalleja
El
militar Federal Andrés Latorre, que peleó a las órdenes de Artigas, era tío
materno de Juan Antonio Lavalleja, pues la madre de éste, de nombre Ramona
Latorre, era su hermana.
Facundo Quiroga – Domingo
Faustino Sarmiento
El
verdadero nombre era Faustino Valentín Quiroga Sarmiento [2].
Ese apellido compuesto llegó hasta su tío José Manuel Eufrasio Quiroga
Sarmiento, pero el padre del conocido Domingo F. Sarmiento, llamado Clemente y
sus otros 10 hermanos (tíos de Domingo, fueron inscriptos sin el Quiroga; solo
Sarmiento. Se desconocen fehacientemente las razones que tuvo el abuelo de
Domingo Faustino para ello pero se cree que fue porque, según él, el apellido
se estaba extinguiendo.
Quiroga
y Sarmiento , ambos irreconciliables enemigos, eran primos lejanos:
La
familia Quiroga[3]
tiene un impresionante abolengo real. Descienden de Reciario o Rechiario II,
rey suevo de Galicia (530-601 d.C.), quién reinó desde el año 586 al 601. Era
hijo de Reciario I de Galicia y nieto del rey godo Teodoredo y rey suevo
Rechila. Se casó con una hija de Racaredo I, rey godo de Galicia. De esa unión
nació el Infante don Felipe de Quiroga. Los Quiroga llegan a América hacia el
año 1557, cuando Rodrigo de Quiroga y Salcedo (1520-1578), natural de Alba de
Tormes participó en la Expedición a Chile de ese año al mando de García Hurtado
de Mendoza. […] Se casó con doña Juana de Lemos y Celis. De esa unión nacieron,
entre otros: Baltasar de Quiroga y Lemos, quien se casó con doña Luciana de
Mallea.
Ellos
fueron padres de: a) Rodrigo de Quiroga y Mallea (de entre cuyos
descendientes figurará el Brigadier General don Juan Facundo Quiroga); y
b) Jacinto de Quiroga y Mallea (tatarabuelo de Domingo Faustino Sarmiento).
Jacinto
de Quiroga y Mallea se casó con Micaela
Sarmiento de Vega y Lemos, padres de, entre otros de José de Quiroga y
Sarmiento.
José
de Quiroga y Sarmiento, a su vez, casado en
segundas nupcias con doña Isabel Acosta y Jofre, fue padre de José Ignacio,
Ignacio, Gerardo, Tadeo, Josefa.
Solo
José Ignacio utilizó el apellido Quiroga y Sarmiento. El resto firmaron
siempre solo como “Sarmiento”.
José
Ignacio de Quiroga Sarmiento y Acosta,
casado con Juana Isabel Funes Avalle, fueron padres, entre varios, de José
Clemente Sarmiento, casado con Paula Albarracín, fue el padre de Domingo
Faustino Sarmiento.
Bartolomé Mitre-Juan José
Viamonte
Un
sobrino político de Bartolomé Mitre era el agente norteamericano: Enrique
Yateman, así nombrado en la Argentina. Su verdadero nombre era Enrique Esteban
Itman, que en idish quiere decir “hombre judío”, y se
descompone así: “It”, ‘judío’, y “man”, hombre”. Había
nacido en Estados Unidos hacia el año 1809, siendo prestamista, corredor de
bolsa y principal gestor del acuerdo masónico entre Urquiza y Mitre en la Batalla
de Pavón. Este sobrino político de Mitre se casó el 19 de diciembre de
1852 con Edelmira Carranza Viamonte, nieta por parte de madre del General Juan
José Viamonte (ex Gobernador de la provincia de Buenos Aires el cual era un
Federal, no ‘rosista’ en sus inicios y luego unitario ferviente en su
vejez).
Justo José de Urquiza –
Francisco Ramírez – Ricardo López Jordán (padre)
Como
en toda gran aldea, existían parentesco entre estos tres personajes históricos,
todos oriundos de la ciudad de Concepción del Uruguay (Pcia. de Entre Rios).
Un
hermano mayor de Justo José de Urquiza, Cipriano de Urquiza, que fue delegado
de su hermano durante mucho tiempo en el gobierno de Entre Ríos, estaba casado
en primeras nupcias el 7 de febrero de 1829, con Doña María Teresa de Jesús
López Jordán, una media hermana del caudillo Francisco Ramírez, por lo que
Justo José era concuñado de Francisco Ramírez.
A su
vez, Doña María, esa media hermana del Gral. Francisco Ramírez era hermana del
General Ricardo López Jordán (padre), -Unitario este último a diferencia de su
hijo-.
Por
lo tanto, el mencionado Francisco Ramírez fuese también medio hermano de
Ricardo López Jordán (padre) y, por tanto, tío de Ricardo López Jordán (hijo).
Manuel Oribe – Rodrigo Díaz De
Vivar
Oribe era de estirpe hispánica pues por parte de madre era
descendiente de Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.
Así lo sostiene documentalmente Gilberto García Selgas en su
libro ‘La elección presidencial de don Manuel Oribe’.
Raúl ITURRIA dice que
tanto el apellido paterno Oribe como Viana y Alzáybar, apellido materno, eran
vascos.
Los Oribe provienen de Álava y los Viana de Navarra.
El autor Azarola Gil citando a José Quintana, sostiene que la
raíz genealógica de los Viana comienza con don Rodrigo Díaz de Vivar.
En efecto, una de las hijas del Cid, de nombre Sol, se casó
con el infante de Navarra y de allí sigue la familia de los Viana.
Juan Manuel de Rosas – Ramón Maza
Sabemos
que el Coronel Ramón Maza era hijo de Manuel Vicente Maza, a la sazón
presidente de la Legislatura Provincial. Familia absolutamente federal, amigos
de Juan Manuel y Manuelita en la época de Rosas.
Sabedor
Rosas de que Maza y otros conjurados intentaban derrocarlo, indirectamente
trató de salvarlo alejándolo, para lo que le obsequió un viaje de bodas al
extranjero. Maza se negó, ante lo que Rosas le pidió que volviese a su cargo en
el sur; a lo que Maza, no comprendiendo la razón, tampoco se comprometió.
Finalmente
el Coronel Maza y otros perjuros se alzaron en armas contra el gobierno de la
Confederación Argentina en 1839. Pero fueron derrotados. Maza fue encarcelado y
posteriormente fusilado por alta traición a la patria.
Por tal
razón fue derrotado y fusilado Ramón Maza el dia 28 de Junio de 1839.
Pues
bien, Ramón Maza se había casado pocos días atrás -3 de Junio de 1839- con una
sobrina de Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra: María Rosa Fuentes y
Arguibel; y, por lo tanto, prima y amiga íntima de Manuelita.
Justo José de Urquiza – Benjamín Victorica
El Dr.
Benjamín Victorica, abogado y militar, era hijo del que fuera por 10 años Jefe
de Policía del gobierno de la Provincia
de Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas, Bernardo Victorica. Ambos
absolutamente federales y ‘rosistas’ los cuales odiaban a Urquiza. Pero, cuando
cae Rosas, Benjamín Victorica insólitamente pasa a ser Secretario particular de
Urquiza y, tiempo mas tarde, también yerno de éste pues se casó con una de sus
hijas Ana Urquiza y López Jordán, hija de Justo José de Urquiza, con la que
contrajo matrimonio en Concepción del Uruguay el 21 de marzo de 1857.
Juan Manuel Rosas-Ana Monterroso de Lavalleja
Según
el historiador riograndense Waler Spalding la esposa de Lavalleja, Ana, ea
agente espía de Rosas en Porto Alegre
TEMA 7
Protagonistas Militares De La Confederación Argentina
(JUAN M. DE ROSAS - ´JUSTO JOSÉ DE
URQUIZA.- Y MANUEL ORIBE)
Ya hemos hablado a lo largo de estos días de Urquiza
pero digamos algo más sobre su personalidad y su ataque por la espalda al otro
gran hombre que tuvo la Confederación Argentina: el Gral. Manuel Oribe, junto a
Urquiza, las principales ‘espadas’ de la Confederación Argentina, del que
también hemos hablado.
Podemos agregar algo mas de Oribe que no se dijo
arriba:
Los
beligerantes de la Banda Oriental fueron los ‘Blancos y los Colorados. Manuel Oribe, encabezaba a los ‘Blancos’, aliados de los
Federales argentinos liderados entonces por el Restaurador de las Leyes
don Juan Manuel de Rosas. Se enfrentaban a los ‘Colorados’, aliados de los Unitarios argentinos a quienes
se sumaron soldados y mercenarios
brasileños, franceses, ingleses, sardos, españoles y alemanes, entre otros.
El Brigadier
General Manuel Oribe, distinguido patriota Oriental. Fue un eminente militar, y
organizador administrativo de su gobierno. Factor importantísimo de la impronta
cultural y educativa de la Banda Oriental durante su mandato, era un’ romano’ en el sentido histórico y
político del término.
Del mismo modo, su porte, su estampa militar y su actuación en tal sentido,
estuvo imbuido de un pensamiento romano.
No creemos
que haya sido toda casualidad. Es evidente que los pensamientos socio-políticos
y las acciones consecuentes de Oribe conllevaban criterios romanos.
Y esto fue
–silenciosamente- plasmado de una forma tal, en algo que creemos no ha sido
visto o si visto, no se le ha dado la importancia que tiene, por sus herederos
políticos.
El concepto
de ‘UNION’ tan típicamente romano se encuentra expresado en el Haz de Lictores
(y los laureles) que se ven reflejados en el Escudo del PARTIDO NACIONAL (o
‘BLANCO’), Federal y ‘Oribista’. Partido creado por Oribe el 10 de Agosto de
1836.
De tal modo,
interpretando el pensamiento y acción de Manuel Oribe, sus discípulos Juan José
Herrera y su hijo el historiador Oriental Luis Alberto de Herrera crean el 1ª
de Enero de 1872 (50 años antes que el gobierno italiano lo utilizase ), el
escudo en cuestión que habla por sí mismo, del sentido romano y por ende,
hispánico, del que estuvieron empapadas nuestras gestas libertadoras, muy
alejadas de los falsos criterios jacobinos y franceses con los que se nos ha
querido educar con la llamada ‘Literatura de la Historia’,.
Ahora bien, ¿Cómo era el otro lugarteniente de Rosas,
Justo José de Urquiza?
“No había en Urquiza la pasta de un hombre de Estado; no
pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba
a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser
inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil resolvió
servirse de él; el general Osorio le conocía el lado flaco”
(Joao Pandiá Calógeras. “Formaçao histórica do Brasil” . JMR TVII.p117)
Honorio
Hermeto Carneiro Leao, jefe del partido gobernante brasileño, refiriéndose a
Urquiza: "¡Si, los millones con que
hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar en
Buenos Aires quería que le diese cien mil duros mensuales" (Oído por
Domingo F. Sarmiento al brasileño-Carta de Yungay).
Justo
José de Urquiza nunca fue Federal. Ni tampoco Unitario. Y nunca se arrepintió
de sus traiciones.
Pero,
se ha desentendido de sus supuestos ‘arrepentimientos’
por esas deserciones, por haber derrocado a su Jefe militar y Jefe de la
Confederación Argentina, basándose aquellos en las cartas muy conceptuosas de
Urquiza para con Rosas luego de haberlo abatido, sin considerar sus acciones y
omisiones a los fines de intentar compatibilizar aquellas declaraciones con sus
comportamientos públicos y privados a lo largo de su vida.
Es
cierto que Urquiza, como se dice, se adelantó a su tiempo. Pero para mal. Fue
un moderno en el arte de ubicarse donde corrían los vientos políticos y
sociales que lo llevarán a su hambre de poder y sobre todo, de riqueza
desmedida. A cualquier costo y por sobre todo, aún por sobre los intereses de
su patria. De doctrina. De coherencia política. Nada de nada.
A él
le cabría perfectamente la frase de Evaristo Carriego que con un dejo de
irritación y decepción decía: “No hay una
sola parte donde mire y no encuentre como emblema del siglo, una bolsa y un
vientre”. Y Urquiza fue emblema
adelantado de lo referido en la frase.
Él
–al igual que Sarmiento y Mitre- se dio cuenta que la posteridad iba a juzgarlo
por su actividad pública y privada y en atención a ello sus discursos, sus
cartas públicas grandilocuentes estaban dirigidas a cubrirse para que su
estrella en el firmamento político no se viera oscurecida en el futuro. Sabía
de la importancia de la imprenta, de los diarios, revistas y quiso quedar bien
parado en la historia que se iba a escribir sobre él.
Es
por ello que muchas veces decía una cosa y hacía otra. Jugaba a poder
visualizar, a prevenir como se iban desarrollando en el mundo y en nuestra
tierra los conflictos políticos y militares y obraba en consecuencia para
colocarse en una mejor posición y defensa de sus intereses particulares.
Hoy
sería un político moderno de los que tanto abundan que se ubican según sus
conveniencias de momento y no tienen ninguna vergüenza de cambiar la
declaración de sus ideas políticas en los hechos, si con ello su patrimonio
personal no se viese disminuido o –en realidad- se viese aumentado.
Así
fue Urquiza. Por eso es inclasificable. Su único interés a lo largo de toda su
existencia era su ansia irrefrenable de riqueza; su codicia era ilimitada como
su deseo de poder por sobre todo y todos.
Para eso contó con sus ‘empleados-espías’ como el catalán Antonio Cuyás
y Sampère, entre otros, que servían de correo comercial entre don Justo José y
Montevideo donde imperaban los ‘colorados’
Orientales, los auto-exiliados Unitarios Occidentales (decimos así, pues nadie
los perseguía, salvo que delinquieran, se iban por propia voluntad y con un
buen pasar) y los franceses siempre listos.
Él se fue moviendo y declamándose Federal cuando las
corrientes políticas se inclinaban para el despliegue político y social del
Federalismo, (por supuesto con su enorme capacidad militar que nadie discute
siendo un gran estratega en esos temas).
Urquiza se dio cuenta que las circunstancias políticas
se volcaban hacia políticas económicas que soslayaban la soberanía de las
naciones, concentrando toda la riqueza producto de la expoliación de los
territorios que fueran colonia de los españoles. Eso produjo una lenta pero
inexorable caída y disgregación de nuestra patria soberana al acercarse los
Unitarios junto a los imperios brasileños, franceses e ingleses que nos
rodeaban. Entonces Urquiza se fue lentamente corriendo de su declarada fe
Federal y patriota para reafirmar una supuesta auto declaración de patriotismo
y un supuesto Federalismo pero ya vaciado y sin esencia, híbrido, despojado de
todo contenido, traicionando a todos sus antiguos camaradas federales. No
solamente a los ´rosistas’ sino a los que lo apoyaron en la batalla contra
Oribe su antiguo camarada, que eran, sí, Federales pero con una corta visión
política o geopolítica nacional y menos, continental como la tenía Don Juan
Manuel de Rosas.
Urquiza, paradigma del primer traidor ya antes de la
batalla de Caseros y durante la misma. Luego, en Paysandú, posteriormente en la
guerra del Paraguay, se le sumó el hacer la ‘vista gorda’ ante las masacres de las partidas Unitarias con sus
sicarios de tan triste fama como los ‘Colorados’ de la Banda Oriental: Venancio
Flores, Wenceslao Paunero, Ambrosio Sandes, Pablo Irrazábal (asesino del Chacho
Peñaloza), etc. los cuales pasaban a degüello a todos los que caían en sus
manos, sean soldados, civiles, mujeres, ancianos y niños.
Mientras tanto Urquiza, muy orondo sentado en la
galería de su Palacio de San José, seguía haciendo negocios con las bancas
inglesa y brasileña, mirando para otro lado ante el atroz espectáculo de muerte
y miseria del interior del país y recibiendo como premio consuelo de sus amos
Unitarios porteños y brasileños, el que lo dejaran tranquilo en su coto privado
que era la provincia de Entre Ríos, con su enorme riqueza mal habida y
resultado de la sangría de su pueblo todo, y de las exportaciones de oro a
Europa a través del gobierno de la Comisión Argentina Unitaria de Montevideo.
Sebastián
Miranda dice que “Urquiza no siempre
militó, como comúnmente se cree, dentro de las filas del partido federal. En
1826 mientras gobernaba la provincia de Entre Ríos el coronel Juan León Solás
se urdió una revolución para derrocarlo encabezada por Salvador María del
Carril, figura de primera línea del unitarismo y uno de los instigadores del
asesinato de Dorrego. Del Carril fue apoyado por Ricardo López Jordán,
Justo José de Urquiza y su hermano Cipriano” .
(HASTA AQUÍ 13º REUNIÓN)
El
General Pascual Echague decía que Urquiza era un ser peligroso y ambiguo porque
en cuestiones comerciales se entendía perfectamente bien con los Unitarios,
cosa que se confirma con las acciones que desarrolló a lo largo de su vida el
‘Judas’ entrerriano y que lo llevan a ser una pieza útil de la estrategia
‘imperial-Unitaria’, que –de éstos últimos (Mitre, Sarmiento, Paz, Juan Cruz y
Florencio Varela, Manuel Herrera y Obes, Andrés Lamas, etc)- sus inteligencias
políticas y diplomáticas eran inversamente proporcionales a sus patriotismos.
Urquiza
hizo de Entre Ríos su estancia personal. Las tierras de la provincia, el
ganado, todo le pertenecía y todos sus actos iban dirigidos a acrecentar su
fortuna a costa de su pueblo entrerriano, del pueblo del interior y de la
soberanía de su patria a la que no trepidó en negarla en los hechos todas las
veces que fuese necesario si con ello lograba aumentar su ya considerable
patrimonio, a través del contrabando de oro y otros bienes con Inglaterra y
Francia sirviendo la Banda Oriental como nexo o vía de embarque.
Urquiza
no podía desconocer, con su sagacidad, que detrás de la oposición a Rosas se
escondía el poder imperial del Brasil.
Todo lo contrario, se iba a aprovechar de eso para acrecentar su
patrimonio bien o mal habido a cambio de su dignidad y moral.
Un
empresario cuyos intereses comerciales personales estaban por encima de los
intereses de su patria.
A
diferencia de Juan Manuel de Rosas cuyos intereses particulares nunca
estuvieron por encima de los intereses colectivos de su pueblo. Y en algunos
casos, cuando estuvieron en contra de ellos, Rosas privilegió los intereses
públicos por sobre los suyos privados
Los
que hablan de ‘arrepentimiento’ de
Urquiza se basan en epístolas; y en unos míseros pesos que, con un sentido de
limosna, le envió a Rosas en el exilio luego de persistentes oficios hechos por
Josefa Gómez (de familia Oriental, pariente de los Generales Leandro y Servando
Gómez). El entrerriano no sabía cómo
hacer para sacarse de encima a la terca, perseverante y tenaz patriota federal
que insistía una y otra vez para que cumpliera su vieja promesa de ayuda anual
y que quedó, finalmente, limitada a un solo envío de dinero, hastiado de las
presiones de Gómez a tales fines.
Con
respecto al hecho de levantar la confiscación de los bienes de Rosas,
entendemos que este fue otra maniobra política electoralista de Urquiza que no
cambia ni en el momento ni en el futuro, sus acciones masónicas y
anti-argentinas: Urquiza necesitaba apoyo político de los antiguos Federales ‘rosistas’, sobre todo los de Buenos
Aires. Levantando la confiscación el 7 de Agosto de 1852 de los bienes de Rosas
y con dinero, prolijamente distribuidos contablemente los sumó a su campaña
política.
Ello
no significaba un peligro para su gobierno porque el hecho de que Rosas
recuperara su patrimonio, no afectaba lo ya resuelto por las armas en Caseros,
ni afectaría su propio patrimonio suficientemente consolidado, con el apoyo
siempre presente de las armas brasileñas.
Si
así no hubiera sucedido, no hubieran acontecido todos los hechos que siguieron
siendo su norte en la vida pública.
Entendemos
que de ‘arrepentimiento’, nada de
nada. Solo demagógicas declaraciones sin apoyo en hecho alguno.
Las
traiciones, varias, de Urquiza tienen una causa eminentemente económica propia
y parte también por los celos al ver el concepto que se tenía en América de Rosas.
No solo era dinero, aunque eso fue lo principal, sino también el hambre de mas
gloria y poder personal.
Con
las leyes de Aduana dictada por la Confederación, se le complicaba su largos
negocios de contrabando de oro, de cuero bovino, de la provisión de carne y
yerba a nuestro ejercito pero también al Brasil y a la Banda Oriental, etc
Como
hilo conductor de toda su actuación puede verse la mano de la Masonería
extranjera o vernácula, mucho antes de que Urquiza se incorporara a la
Masonería junto a los degolladores de Sarmiento y Bartolomé Mitre en una tenida
históricamente memorable, el 27 de Julio de 1860 que se vio reflejado ello en
Pavón, Paysandú y la Guerra del Paraguay.
Urquiza
fue el ser más despreciable que dio este suelo nuestro. Su filiación a varias
logias masónicas, incluida la primera de ellas de la que fue miembro y en donde
terminó por liderar el Unitario de Sarmiento, hizo que incluso muchos años
después de su muerte, la Logia ‘George Washington’ le rindiese homenaje.
En
1835 La ley de Aduana asestaba un golpe mortal a los negocios particulares de
Urquiza. Su sistema de contrabando por el cual se enriqueció, tenía los días
contados. Esto era mucho para él. Rosas conocía este hecho, pero lo dejaba
pasar especulando con manejar los tiempos y anular el accionar de Urquiza en
estos temas, además era su principal brazo militar junto con Oribe.
Con
la Ley de Aduana, dice José María Rosa, “No
habría más libertad de comercio, que mataba las industrias nativas en beneficio
de las fábricas de Inglaterra: prohíbe la introducción de similares extranjeros
de aquellos productos que aún se elaboraban en el interior (tejidos, algunas
herrerías y carpinterías, etc.) y grava con altos aranceles la importación de
aquellas que podían fabricarse en el país. Favoreció también a los alcoholes y
vino de Cuyo, azúcar de Tucumán y Corrientes, tabacos de Salta y yerba de
Misiones”
Los
Unitarios se daban cuenta que, al no contar con Inglaterra y Francia, la única
manera de tomar el poder era derrotar a Rosas utilizando la egomanía y el ansia
de dominio y fama del envidioso Urquiza.
Tanto Varela como Esteban Echeverría ven que Urquiza es el ‘talón de Aquiles’ del sólido y compacto
gobierno Confederado, de tal modo que le empiezan a adular,
Urquiza
comienza a violar el Pacto Federal, por él suscripto en nombre de su provincia.
Entre
los unitarios que colaboraron con Urquiza antes de su célebre pronunciamiento,
cabe mencionar a: Ángel Elías, Martiniano Charras, Indalecio Chenault, Lorenzo
Escobar, Luciano González, Eusebio Palma, Luis J. de la Peña, José María
Pelliza, Pedro Pablo Seguí, Nicolás Vega.
La Traición A Manuel Oribe Y Al Ejercito De La Vanguardia
(1851)
“Montevideo se había convertido en la base de
operaciones de ingleses y franceses contra la Confederación Argentina, con el apoyo explícito de los emigrados unitarios. En
tanto que el resto del territorio oriental reconocía a Manuel Oribe como legítimo
presidente constitucional, quien además de la adhesión de la mayoría del pueblo
oriental, era apoyado por Rosas y los federales”.
“En ese contexto, el puerto de Montevideo, en donde los unitarios exiliados
habían conspirado contra la Confederación con el apoyo explícito de ingleses y franceses interesados desde hacía
años en forzar la apertura de los ríos interiores a sus buques
mercantes, a partir de la firma de los tratados de paz celebrados con esas
potencias, comenzaba a languidecer ante un futuro poco promisorio una vez que
las naves de guerra europeas dejasen el estuario del Plata”.
que
“El cuadro de situación militar era
netamente favorable a nuestro país; el trípode que formaba Buenos Aires con el
Ejército Aliado de Vanguardia en Uruguay al mando del general Manuel Oribe y el
Ejército de Operaciones al mando del Gobernador de Entre Ríos, general Justo
José de Urquiza, en el estratégico Litoral argentino, era un valladar
prácticamente infranqueable para las fuerzas del Brasil”.
Brasil
entendía que Rosas, ahora sí, habiendo solucionado los problemas internos,
intentaría reconstituir el Virreinato del Río de la Plata, incorporando –no por
la fuerza, sino por peso propio- al Paraguay, Bolivia, el Alto Perú y la Banda
Oriental. Una gran y poderosa Federación.
Brasil
no podía tolerar este resurgimiento hispanoamericano.
Creyó
el Imperio que o bien Francia o el Imperio Británico iban a derrocar a Rosas y
apuntado a ello pasó años ayudando, colaborando con los Unitarios a derrocarlo.
Pero,
ahora que llegó la paz con ambas potencias debía –por las suyas- ver cómo batir
a la Confederación Argentina. Buscó aliados dentro de ella, ya que una guerra
directa contra la Confederación, además de un resultado más que incierto, no
iba a ser permitido por Gran Bretaña.
Con
lugartenientes militares ‘urquicistas’
como Eugenio Garzón, Servando Gómez, Benjamín Virasoro, más intrigantes como
Chaín, Cuyás y Sampère, Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y
Obes, sumados al capital inagotable de la banca Buschenthal, Rothschild e
Irineu Evangelista de Souza ‘el Barón de
Mauá’, todos logistas, el dinero para la aventura en las aguas del Plata
estaba asegurado.
Todos
ellos sabían que la fortaleza del gobierno de Rosas era determinante debido a
que ahora estaba en condiciones de reclamarle a Brasil la devolución de las
Misiones Orientales que habían sido usurpadas varios años antes, y detener la
permanente invasión brasileña a los territorios del norte de la Banda Oriental.
Tengamos
siempre presente que, ya que hablamos de traiciones, Benjamín Virasoro fue
quien estuvo al lado de las tropas brasileñas en la batalla de Caseros, algo
que la historiografía parece haber olvidado, ‘exprofeso’, dicha humillación
patria.
Es
mas, también en la Batalla de Caseros,
es lícito recordar asimismo que un hijo de Artigas de nombre Santiago y un
sobrino de éste de nombre Pascual pelearon a las órdenes de Urquiza contra
Rosas y la Confederación Argentina. Dato no menor también a tener en cuenta
para entender la poca visión geopolítica de muchos Federales de aquella época.
No era el solo rubro de su enriquecimiento. Desde 1847
las balleneras de cabotaje (de propiedad o fletadas por el gobernador en su
casi totalidad), no solamente llevaban a Montevideo la carne en forma de
charque o de ganado en pie, sino traían en retorno mercaderías de procedencia
europea, reexpedidas inmediatamente a Buenos Aires. Era un gran negocio comprar
manufacturas europeas en Montevideo, llevarlas a Entre Ríos y reexpedirlas a
Buenos Aires: entradas como de “procedencia interior” eludían las prohibiciones
y altos aforos de la Ley de Aduana porteña. Era un verdadero contrabando
–tráfico irregular, lo llama Herrera y Obes con eufemismo- que
perjudicaba a la Confederación por la burla de la ley protectora de la
producción artesanal interna”
El
contrabando ganadero y el oro eran el origen, la causa fundacional de la
riqueza de Urquiza.
Tengamos
presente que ya en 1838 y en 1845 ante los bloqueos franceses e ingleses,
Urquiza señalaba que podía formarse un nuevo estado independiente integrado por
la Mesopotamia, la Banda Oriental y tal vez Paraguay. El sería el Jefe Supremo de esa nueva
República. Esto lo comentaba ante los brasileños y Unitarios como alternativa
en caso de no poder triunfar ante Rosas. Hoy, se diría que se trata de un Plan
‘B’.
Rosas sabía
de los especulativos movimientos comerciales de Urquiza, pero todavía no creía
que las cuestiones mercantiles propias lo iban a llevar a traicionar a su
gobierno. Hasta 1851 esperó un atisbo de patriotismo de parte de Urquiza por
sobre sus intereses codiciosos. Allí, la intuición o sagacidad de Rosas,
fracasó y demostró no conocer a fondo al entrerriano.
Cuyás y
Sampére, estaba en permanente contacto con Valentín Alsina, Manuel Herrera y
Obes, Melchor Pacheco y Obes, Andrés Lamas, entre otros. Y, obviamente, el
catalán nunca obraba sino por órdenes de Urquiza, su empleador.
(HASTA AQUÍ 13º REUNIÓN)
Urquiza
desde un principio jugaba a dos puntas, por un lado peleaba contra ingleses y
franceses, pero por el otro comerciaba con esas tropas extranjeras vendiéndoles
cueros y carnes provenientes de sus
estancias, según lo reconoció el propio catalán.
Don
Justo iba sopesando el ambiente y notaba que sus necesidades comerciales
personales comenzaban a chocar con los intereses de su país.
Cuyás
decía que Urquiza no tenía planes fijos, sino que iba obrando según sus
intereses personales y los de su Provincia.
Como
la provincia era prácticamente su feudo, los intereses de la provincia y los de
don Justo, coincidían como un calco.
El
dinero del banquero de París, Rothschild, se derramaba en los miembros de la
Defensa de Montevideo que resistían en la ‘Nueva Troya’.
Mientras
tanto, continuaba el asedio de Oribe y Urquiza a Montevideo en lo que se llamó
la Guerra Grande que se produjo entre el 10 de marzo de 1839 y el 8 de octubre
de 1851.
Habíamos
comentado que Urquiza era un comerciante dócil a los sobornos que pudieran
incrementar su peculio. El acrecimiento de su poder y riqueza era lo único que
le importaba (lo que finalmente lo llevó a la tumba).
También
le preocupaba la ‘imagen’ que de él pudiera llevarse la historia. No quería
quedar como lo que realmente era: un vil y recalcitrante traidor. Y todos sus
pasos se dirigían a lograrlo. Para Urquiza era primordial el cuidado de las
‘formas’ y el cómo iba a quedar plantado ante la posteridad.
Acá
queda en evidencia el cuidado de las ‘formas’ por parte de Urquiza para ser
miembro de la alianza. Una alianza cuya
jefatura, a no dudarlo, estaría en manos de los Imperiales y él sólo sería una
marioneta de las políticas del Emperador brasileño.
El 3
de Abril de 1851, comienza a correr el dinero de los brasileños –18 onzas de
oro- al bolsillo de Urquiza a través de su ‘correveidile’ Cuyás y Sampère. Además, se incluía para Urquiza el cuidado de
su ganado, mercadería, y oro, por parte de las naves del Imperio en las aguas
interiores. Urquiza tendría vía libre para sus negocios y una especie de
‘seguro’ para ello.
Los
brasileños sabían positivamente que para triunfar sobre Rosas era
imprescindible el concurso de Urquiza, el ‘Talón de Aquiles’ de la
Confederación, porque no podían contar con el apoyo inglés y francés ya que
éstos acababan de llegar a un acuerdo con Rosas y firmado la ‘pax’.
Sin
Urquiza los brasileños no se hubieran animado a atacar a Rosas debido a que
sabían que con su mediocre ejército no podrían sostener una guerra contra los
aguerridos veteranos del Ejercito de la Confederación, comandados por Urquiza y
Oribe.
Por
tal causa, finalmente Urquiza rompe su alianza con Rosas (y con su país). Cruza el río Uruguay y con su enorme
ejército, preparado para luchar contra el Brasil, ataca a traición al Ejercito
de Oribe, su hasta ayer camarada.
Oribe
se encontró de golpe rodeado: en frente tenía las tropas francesas y sus
mercenarios junto a los Unitarios de Montevideo. Y por detrás fue atacado a
traición por Urquiza, Garzón y los brasileños. Además vio como muchos de sus
soldados y oficiales, cansados de guerrear durante tantos años, se pasaban al
bando de Urquiza.
El
dinero de las bancas brasileñas (Buschenthal, Rothschild, Mauá) corría a
raudales para comprar las almas (y las espadas) de Urquiza y sus ad-lateres.
Mientras
sucedía todo este manejo diplomático, el amañado amanuense de Urquiza, Cuyás y
Sampère, se dedicaba a hacer –por cuenta del General entrerriano- negocios de
proveeduría al ejército y a la escuadra imperiales y el monstruoso compromiso (si queda lugar para
el adjetivo) de llevar la guerra contra su propia patria en alianza con el
Imperio enemigo, como veremos en próximos párrafos.
La
política comercial de Rosas, proteccionista de la industria incipiente
nacional, chocaba ya desde hacía tiempo, con los intereses económicos
particulares de Urquiza
Señala
Miranda que en Abril de 1849 la Legislatura de Entre Ríos modifica
unilateralmente la Ley de Aduana eliminándose impuestos a las mercaderías
extranjeras e imponiendo altos impuestos a producciones de las otras provincias
de la Confederación.
Queda
al descubierto que tras la pantalla de supuestos deseos de organizar el país
(el país ya estaba organizado), y los declamados deseos de constitucionalizar
el país, se escondía en Urquiza y los Unitarios un irreprimible deseo de acopio
personal de riquezas a costa de la miseria de la población del interior.
Muchos años
después el secretario de Urquiza, Nicanor Molinas, reconoció los móviles
económicos personales: “Al
pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el comercio del oro por Entre
Ríos”. El brasileño Duarte da Ponte Ribeiro, delegado ante la Confederación,
escribe en el mismo sentido a su primer Ministro Paulino el 23 de octubre de
1850: “(Rosas) no permitió que a Entre Ríos vayan buques extranjeros ni que de
ahí salgan para ultramar; Urquiza no solamente es el gobernador sino también el
primer negociante de su provincia y las negativas de Rosas lo perjudicaban
enormemente como negociante”.
Los
Unitarios y los brasileños sabían que Urquiza no era ni Unitario ni Federal y
que sólo les importaba engrosar sus arcas personales. A ellos las cuestiones
ideológicas del entrerriano no les interesaban. Solamente les importaba que la
codicia sin freno del ‘Libertador’
(sic) fuera útil a sus fines políticos y sabían que adornando constantemente
sus bolsillos con dinero, lo conseguirían. Ya le pasarían factura en los
siguientes años.
Todo
lo ideológico, el supuesto cansancio de Rosas- real o no-, la pretendida
necesidad de constitucionalizar el país –que no le preocupó durante casi una
década- eran excusas viles. Y la libre navegabilidad de los ríos interiores era
necesaria para sus negocios aunque con ello las industrias y comercios del
interior fenecieran lentamente, como sucedió luego de la Batalla de Caseros el
3 de Febrero de 1852.
Para
el Imperio brasileño la traición –buscada- de Urquiza era celebrada con alegría
pero no significaba que adularan y felicitaran al entrerriano; al contrario, el
maltrato era mayor cuanto mayor era la traición de Urquiza a su nación. Era
inimaginable para los imperiales que alguien pudiera hacer algo así a su propio
país; por eso el descrédito a su persona iba en aumento.
Todo
lo contrario que pasaba con Rosas. Lo odiaban pero lo respetaban porque
reconocían sus virtudes patrióticas. Lo combatían sabedores que el triunfo de
Rosas era la derrota del Imperio.
Luego vino la Traición en la Batalla de Caseros (1852)
que ya comentamos
Urquiza,
tal como lo hizo saber, tenía in mente
que en el caso de que fracasara su acción contra Rosas y éste no pudiera ser
derrocado, él se atrincheraría en Entre Ríos y formaría un estado que estaría
conformado por las provincias de Entre Ríos, Corrientes, las Misiones, la Banda
Oriental y el Paraguay
Este
desmembramiento del país pergeñado por Urquiza para formar un nuevo estado en
caso de ser derrotado en Caseros, ha sido ocultado adrede en las escuelas y
colegios de la nación por la historia liberal triunfante.
Reconoce
Sarmiento que el derrocamiento de Rosas fue producto de un plan extranjero,
pagado con dinero extranjero.
Luego
de la Batalla, comenzó el festival de asesinatos genocidas por Urquiza,
Sarmiento y todos los Unitarios.
Se
fusilaba a mansalva todo vestigio Federal tanto en Buenos Aires como en el
interior. Entre ellos, además de desconocidos gauchos, fueron masacrados héroes
de las batallas en defensa de nuestra soberanía, como Martiniano Chilavert –por
orden expresa de Urquiza- y Jerónimo Costa –por orden de Pastor Obligado. También el Gobernador legal de San Juan, Nazario
Benavidez, quien fue tomado prisionero
por los Unitarios y finalmente asesinado en su celda.
Dice
el propio Sarmiento que Urquiza degolló o fusiló, a 4.540 prisioneros del
ejercito ‘rosista’ y de ser quien “más prisioneros ha degollado",
desde Artigas a la fecha. Más inclusive
que Rosas y Quiroga.
Después
de haber masacrado a muchos Federales que, en su momento, habían combatido a
sus órdenes en el ejército federal de la Confederación Argentina, obedeciendo
quizás a mandatos masónicos, ordena ejecutar y colgar a sus rivales en las
avenidas de Palermo que daban al Caserón que fuera de Rosas. Todas las noches
se oían las descargas de los fusilamientos ejecutados por orden suya.
Además
de Chilavert y Santa Coloma fueron ajusticiados los 1.117 soldados del Batallón
de Aquino que fueron sobrevivientes de Caseros. Los fueron degollando de 10 en
10 en Palermo a lo largo de varias jornadas, tal como lo describe el propio
General ‘urquicista’ Cesar Díaz.
Esos
cadáveres estaban pudriéndose en los caminos de acceso o en los árboles que
circundaban la residencia. Seguirían luego los fusilamientos y degüellos por el
menor motivo, y aun sin motivo, contra hombres y mujeres del pueblo. Entre el 3
y el 20 de febrero hubo más de 500 civiles ejecutados, cifra mayor que la
alcanzada en los 20 años de gobierno de Rosas.
Seguramente,
sus declaraciones –aun en cartas a Rosas- en el entendimiento de que no debió
haberlo derrocado pues solo Rosas podría arreglar la anarquía imperante en el
país, fueron declaraciones calculadas para quedar en una
posición mejor, ya que hasta él mismo vislumbraba una situación turbia para el
futuro de su imagen.
El 9 de
Febrero de 1852, ya sucedido Caseros, el propio embajador británico, Gore, le
escribe incrédulamente a Lord Palmerston, primer ministro británico: "Los jefes en quienes Rosas confió se
encuentran ahora al servicio de Urquiza. Son las mismas personas a quienes a
menudo escuché jurar devoción a la causa y persona del General Rosas. Nunca
hubo hombre tan traicionado”.
Esa última
famosa frase es cierta y prueba la orfandad de apoyo que tuvo Rosas en las
clases dirigentes porteñas. Esa traición empieza por su espada mayor, Justo
José de Urquiza.
Su monumento
imponente en los bosques de Palermo nos recuerda aún hoy nuestro sometimiento a
los grillos que nos impusieron en 1852 los brasileños y los Unitarios todavía
gobernantes. También, nuestra
esclavitud política y económica dirigida por los que ayer y aún en la
actualidad siguen manejando los resortes del poder y la falsificación de la
historia nacional.
Además, en
1856, Urquiza pidió préstamos al barón de Mauá, y al Barón de Buschental que
ahondaron la dependencia financiera de la Confederación, ya malherida, respecto
al Imperio. Como consecuencia, se
instalaron en Rosario bancos de los citados, con facultad de emitir moneda y el
manejo del crédito.
¡Un
patriota este cipayo de Don Justo! Y un cínico. Declamando ‘arrepentimientos’ por derrocar a Rosas y
diciendo que el Restaurador era el único que podía solucionar el desquicio que
él había provocado en la nación con su acción traicionera. Los hechos
posteriores que enumeramos en el párrafo anterior, lo desmiente.
Así
fue como, lejos de arrepentirse de derrocar a Rosas, subraya sus intenciones
primigenias que posteriormente quedaron plasmadas en sus decisiones. Su política económica luego de Caseros fue
una clara muestra de la influencia del factor económico en su pronunciamiento.
Eliminó las barreras aduaneras, facilitó la libre navegación de los ríos
(decretos de 28 de agosto y 3 de octubre de 1852) y estableció un sistema
económico de librecambio que perjudicó al interior y llevó a la ruina a sus
incipientes industrias y al comercio en general.
Como
dice Miranda: “pasamos de ser una raza
orgullosa y honorable de guerreros a una de mercaderes saturados por los
comerciantes extranjeros y sus administradores coloniales locales”.
(HASTA AQUÍ 15º REUNIÓN)
Urquiza
tenía el objetivo calculado de liquidar a Rosas y a su arquitectura
jurídico-política que había costado 20 años levantar, mediante la fuerza, el
fraude y el sometimiento, conjuntamente con un ato de iluministas y jacobinos
que abominaban su patria y su pueblo. Urquiza fustiga al Régimen del que formó
parte y del que más usufructuó, como si no tuviera su denuncia responsabilidad
alguna en el gobierno que combate.
Y
decimos esto porque fue Urquiza el que se alió a los Unitarios, el que combatió
al Federalismo que decía representar, el que se prosternó ante el Emperador del
Brasil, quien hizo añicos la paz y el sosiego que tenía la Confederación
Argentina, y que con su accionar destruyó la independencia y la libertad de la
nación.
También
otros Federales ‘Urquicistas’ como Juan Saa, Rafael y José Hernández, y
un hijo de Estanislao López de nombre Telmo traicionaron al gobierno de Rosas y
a su país, aliándose a brasileños, Unitarios y ‘Colorados’ de la Banda
Oriental. Luego de su ayuda, pagan su traición y se enfrentan a sus antiguos
aliados Unitarios, los cuales los destrozan en Paysandú y en el interior
utilizando estos últimos a sus mercenarios ‘orientales’ mitristas de la Banda Oriental (Venancio Flores, Wenceslao Paunero,
Ambrosio Sandes, Pablo Irrazábal, etc). Tarde para llorar sus corta visión
política.
Urquiza fue subvencionado por los brasileños con
100.000 patacones mensuales (cerca de dos millones de francos oro) para que al
igual que en Caseros, hiciera ‘la vista gorda’ en el ataque de Brasil en
Paysandú, comprándole miles de cabeza de ganado y caballos. Y como lo compraron
también del mismo modo en la Guerra del Paraguay)
Urquiza, luego de la batalla de Pavón y más, luego de
Paysandú, le deja el poder al Unitarismo ‘mitrista’
en todo el territorio a cambio de que lo dejen dominar su provincia, Entre
Ríos, donde se refugia para seguir haciendo sus negocios particulares, enriqueciéndose
por el contrabando de ganado y oro y por la venta de los primeros a los
brasileños para que éstos combatan en Paysandú (Banda Oriental) en 1864,
masacrando y eliminando a toda su población que defendía al gobierno del
‘Partido Blanco’ que gobernaba por aquel entonces y que fue derrocado por el
Unitario el asesino de nuestro interior
Gral. Venancio Flores con el apoyo del Brasil y de Mitre. Prolegómeno de
lo que acontecerá luego en la Guerra del Paraguay (1865-1870).
Tan era la traición de Justo José de Urquiza que, en
especial en la defensa de Paysandú y luego en la Guerra del Paraguay, un hijo
suyo el Coronel Waldino Urquiza, no soportando la actitud de Urquiza padre, se
alistó y peleó apoyando a los ‘Blancos’ Orientales y Paraguayos de Francisco Solano
López, en Paysandú.
Con
marcado tono de desazón y aborrecimiento, López Jordán escribe en 1867 poco
antes de la muerte de entrerriano que “…desde
Pavón no hizo otra cosa que fraternizar con los enemigos de la patria,
venderles su porvenir, engañar como a los niños las esperanzas de los pueblos,
de sus amigos, de sus viejos veteranos, a quienes les debía cuanto era. ¡Se
burlaba hasta de las lágrimas de las víctimas que entregaba al puñal de los
unitarios! (…) Esperé, sí, en balde: la Nación era impelida a su ruina, hasta
se concitaba sobre su cabeza el desprecio y el odio de las otras repúblicas. Y
si el pueblo no me hubiese llamado en su tribulación, declaro que yo, el más
humilde de los argentinos, hubiera llamado al pueblo”
“Urquiza siempre jugo “a dos puntas” y traicionó “a las
dos puntas”. Por intereses económicos propios y por sus sueños de “Supremo” de
la Confederación o al menos de una República Mesopotámica independiente:
“- En el tratado de Alcaraz intenta de separarse con
Corrientes y Paraguay (Rosas le hizo dar marcha atrás)
“- En 1847, en plena agresión anglofrancesa-unitaria trataba
con el enemigo para separar la mesopotamia.
“- En Caseros se dio vuelta y se pasó al enemigo “con todo el
ejército de la Confederación”.(y cobró sus buenos partacones)
“- En la década del 1850 “jugaba” a aliarse con López de
Paraguay y transaba con brasil e Inglaterra, y hasta le ofreció gente y
territorio para que agredan a Paraguay.
“- En Pavón “se borró” al Palacio San José y dejó que la dupla
Mitre-Sarmiento oprima a las provincias y masacre a todos los federales
(militares o no, y hasta pobres gauchos)
“- Le prometía al Chacho que se "pronunciaría" a su
favor, y "lo dejó solo" para que lo masacraran.
“- Lo mismo hizo con Felipe Varela: “Debemos tener absoluta
confianza en el señor general Mitre – le escribía al Chacho – Sus intenciones
son leales: lo creo capaz de afianzar las instituciones nacionales en todo su
vigor sobre las bases del orden y la fraternidad” (Urquiza a Varela. San José.
21 de noviembre de 1863. AGNA. Arch. Urquiza, leg. 77 . AGM. “Proceso...” t.
II. p.122)
“- En las preliminares de la guerra del Paraguay se hacía el
amigo de López y que se “pronunciaría” contra Mitre. Le vendió la caballada a
Brasil a buen precio, y fué a cobrarle a Mitre y la banca Británica su traición
contra el Paraguay, como un vulgar chantajista.
Un
poco tarde se dio cuenta Ricardo López Jordán de la catadura moral de don
Justo. La traición de Urquiza data de la
época del Tratado de Alcaráz, pasando por la traición a Oribe, por Caseros,
Pavón, Paysandú y la guerra cobarde contra el Paraguay en 1865. Demasiado
tarde. Mucho tiempo transcurrido como para eximirlo de responsabilidad en lo
acontecido en nuestra historia patria.
Debemos
también recordar que, cuando Sarmiento comienza a atacar a López Jordán
decretando la intervención federal de Entre Ríos, el gobernador de la provincia
era Leónidas Echagüe, hijo de Pascual Echagüe, quien se puso, increíblemente,
del lado de Sarmiento y del gobierno nacional. Cosas de nuestra historia, como
los casos de Lucio V. Mansilla, Vicente F. López, Mariano Moreno (h), Maza y
tantos otros.
Lo
que demuestra que más allá de las intenciones de países como el Brasil,
Inglaterra y Francia de invadirnos y conquistarnos militar o económicamente, si
no hubiera habido quienes desde dentro les ‘abrieran
la puerta’ difícilmente la soberanía de nuestra nación hubiera sido anulada
y no hubiéramos terminado fragmentados, disociados y en una nación en vías de
extinción como tal hoy día, fácilmente vulnerables ante cualquier expansionismo
extranjero.
(JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS) -
José Gervasio de Artigas nació el 19 de Junio de 1764
en el pueblo oriental de Sauce, Canelones, próximo a Montevideo.
Fue declarado "Protector de los pueblos Libres" que conformaron
las provincias de Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba y por
supuesto la Banda Oriental que incluían los territorios actuales de Uruguay y
Río Grande Do Sul.
Artigas pertenecía a una de las familias fundadoras de la ciudad
de Montevideo. Combatió contra las invasiones inglesas de 1806 y 1807. Prefirió
la vida en las estancias familiares junto a los gauchos; fue oficial de
Blandengues, formado por la autoridad virreinal en 1797 para vigilar la
actividad de los contrabandistas en las fronteras con los territorios
brasileños.
Se trasladó a Buenos Aires para ofrecer sus servicios tras
estallar en 1810 la insurrección contra el dominio español en el virreinato del
Río de la Plata, la denominada Revolución de Mayo, se unió a las fuerzas insurgentes.
En
nuestro territorio, mientras tanto y desde 1810, lo que siguió fueron años de
desorden, convulsiones, guerras intestinas en nuestro territorio. Igualmente y
con mayor profundidad se vio en nuestra llamada Declaración de Independencia en
1816, que fue solo –como su nombre lo indica – una mera ‘declaración’ y que poco tuvo de ‘Independencia’ real, por lo menos para los intereses nuestros.
Por
invitación de Rondeau, envió representantes a la Asamblea
del Año XIII con explícitas instrucciones escritas y
sugerencias a favor de una constitución confederada.
Entre los principales conceptos dados en las instrucciones a los delegados ante dicha asamblea, podemos citar, “…la
declaración de la independencia absoluta de estas Colonias..” (Art.1)
y que “No admitirá otro sistema que el de la confederación para el
pacto recíproco con las Provincias que forman nuestro Estado” (Art.2).
Declaraba además la autonomía de cada provincia, que dictaría su propia
Constitución, siendo el tránsito de sus habitantes libre entre las provincias,
y el comercio libre de regulaciones o tasas, y reivindicaba
como propios los territorios de la Misiones usurpados por los portugueses.
(Art. 9, 11, y 14).
Estas instrucciones, de por si contrarias al
centralismo porteño, se completaban con una que resultaba inadmisible: “Que
precisa e indispensable sea fuera de Buenos Aires donde resida el sitio del Gobierno
de las Provincias Unidas” (Art. 19)
Estas instrucciones provocaron la oposición de Buenos
Aires, que con argumentos de forma rechazó lisa y llanamente la incorporación
de los delegados orientales a la Asamblea.
Claro, Artigas quería una igualdad entre todas las
provincias sin que Buenos Aires fuera el centro y conductora con el pretendido
‘centralismo’ de ésta. Solo el gobierno central llevaría adelante las
relaciones exteriores puesto que cada provincia retendría su libertad e
independencia que no fuese expresamente delgada al gobierno central de las
Provincias Unidas, declarando la independencia absoluta de España (pensemos que
es el año 1813, adelantándose al Congreso de Tucuman de 1816)
Este sistema Confederado y Republicano obviamente fue
rechazado por Buenos Aires que no invitó a la Banda Oriental a dicho Congreso,
puesto que los porteños tenían miedo que las ideas confederadas de Artigas se
desparramaran por todo el interior argentino contagiando ellas a los pueblos
del interior ya bastante propensos a un sistema Federal contrario al
centralismo propuesto por Buenos Aires.
Los porteños querían que la Banda Oriental fuese solo
una provincia más de las Provincias Unidas subordinada al poder central porteño
o se declarase independiente y de este modo Artigas no podría influir en las
provincias del interior con sus ideas Federales pues la Banda Oriental ya sería
otro Estado y estaría inmiscuyéndose en políticas de otro país. Artigas rechazó
todo eso.
La idea de segregación la comenzó Alvarez Thomas,
luego Balcarce y estalló con Pueyrredón.
Cuando las credenciales de los delegados fueron
rechazadas, Artigas rompió con Rondeau y se dedicó a la formación de una
federación de las provincias argentinas del litoral, incluyendo Entre Ríos,
Corrientes, Córdoba, Santa Fe, Misiones y la Banda Oriental.
Por su influencia se dictó el 19 de abril de 1813 la
Constitución de la Provincia Oriental del Uruguay, como parte integrante del
Estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata.
En 1814 organizó la
Liga o Federal o Liga de los Pueblos Libres, donde se fueron incorporando
las provincias rioplatenses de inclinaciones federalistas, de la que se declaró
Protector, convirtiéndose en una verdadera amenaza para el gobierno centralista
Buenos Aires.
En
el Congreso de Tucumán, en dicho año de 1816, los diputados ‘centarlistas’ propusieron entregar la
Banda Oriental al Imperio Luso-brasileño. A la cabeza de esta propuesta de
entrega estaba Pueyrredón y su funcionario Balcarce. Nada de esto sabía San
Martín, alejado otras en tierras y otros menesteres.
San
Martín se opuso a la exigencia de Pueyrredón que baje con su ejército para
combatir a Artigas, Lopez y Ramírez y entremezclarse en las guerras civiles
Por ello Pueyrredón Ni le envió
armamento, dinero y vituallas prometidas para su lucha en el Alto Perú,
concentrando sus esfuerzos y ejércitos para luchar contra las fuerzas federales
del litoral
Después
de este desplante de San Martín, Pueyrredón no le habló más.
Con el apoyo de Manuel García, anglófilo y amigo de los Luso-brasileños mas
Alvear se unieron para apoyar a los lusitanos a invadir la Banda Oriental, con
tal de sacarse de encima a Artigas y sus ideas supuestamente trasnochadas.
Las Provincias Unidas debieron aceptar el hecho consumado. Al menos, las
Provincias Unidas sacarían algo en limpio, Como era quitarse de encima el
problema federal en las provincias de Córdoba, Santa Fe, Corrientes y Entre
Ríos, pues los Orientales no tendrían más remedio que pedir ayuda a Buenos
Aires, que la daría a cambio de obligarlos a integrarse como una simple
provincia dependiente del gobierno central porteño, o sucumbir frente a los
portugueses, lo que dejaría en libertad a las otras provincias de la Liga
Federal.
Cuando los los montevideanos pidieron auxilio a Pueyrredón este la
condicionó de que la Banda Oriental, hocicara, y aceptara incorporarse en forma
incondicional a las Provincias Unidas y su poder centralista.
Con
ello los ‘porteñistas’ se sacaban de
encima a Artigas y su política de soberanía republicana. Y los brasileños, lo
mismo y por los mismos motivos a fin mantener el régimen monárquico, esclavista
y feudal que corría serio riesgo en Rio Grande.
El
viejo sueño de los Lusitanos era acceder al Rio de la Plata incorporando a sus
dominios tierras templadas y cultivables que estaban-obviamente por el tratado
de Tordesillas- en dominio español.
Mientras las autoridades centrales enviaron a Viamonte a dominar la
Provincia de Santa Fé, integrante de la Liga Federal, pero finalmente fue
derrotado.
Al no acordar Artigas con Puerredón, los Orientales quedaban a la buena de
Dios lo que permitió que los brasileños ocuparan Montevideo por lo que Artigas
–amén de luchar contra los brasileños- le declara la guerra a los porteños en
Noviembre de 1817
(HASTA AQUÍ 16º REUNIÓN)
Inglaterra
impulsó y prohijó también nuestra Independencia azuzando nuestras
contradicciones internas, volviéndose arbitro muchas veces en las disputas
fallando según sus conveniencias lo que provocó el despedazamiento del
Virreinato, su sueño y su afán buscado desde siempre –más allá de alianzas
ocasionales en su lucha común con la Francia de Napoleón- en su lucha histórica
con España para la conquista de mercados en todo el globo.
Mientras,
José Gervasio de Artigas, desde la Banda Oriental, pujaba por pertenecer a
nuestras Provincias Unidas pero los Unitarios no lo querían pues defendían la
existencia de un solo puerto: el de Buenos Aires, y no querían que el puerto de
Montevideo compitiera al respecto y rechazaban el Federalismo de Artigas.
Pretendió una nación confederal, uniendo
territorios argentino, uruguayo, paraguayo y la zona meridional brasileña, pero
cuya capital no debía ser Buenos Aires;
Junto a Rosas y Dorrego, nadie fue mas
traicionado que Artigas. Por los españoles, por la doblez porteña, por los
imperialistas brasileños que invadieron una y otra vez su tierra Oriental y por
la perfidia inglesa.
Los ingleses eran aliados de España en su guerra contra
Napoleón pero tenía buena relación comercial con las tierras que se iban
independizando de España.
En un acuerdo entre los porteños y los españoles, aquellos
aceptaron irse de la Banda Oriental, los portugueses a su tierra del Brasil y
los españoles se quedaban en la Banda Oriental. Fue un acuerdo organizado por
los ingleses. Queda claro que a los porteños no les importaba que sucedería con
el porvenir de los Orientales.
Asi, Artigas tenía varios frentes donde tener que enfrentarse.
El ‘Tratados de Pilar’ en Febrero de 1820
entre Sarratea, Francisco Ramírez y Estanislao López no lograron una paz
definitiva. Artigas derrotado huye al Paraguay para siempre, para tranquilidad
del Imperio de los Braganza en el Brasil que temía con fundamento que el
1er.Federal y Republicano soliviantara a los riograndenses que intentaban con
sus políticas republicanas y antiesclavistas, separarse del Imperio.
La
década de 1820, se acentúa el fraccionamiento del Virreinato que estaba a punto
de estallar en luchas sin fin. Esta época se llamó, con justeza, ‘La Anarquía
del Año XX’ ya que se sucedían gobernadores en Buenos Aires. Se combatían en
todo el territorio.
El liderazgo de Artigas perdura hasta 1820. Tras la completa
victoria de las fuerzas federales contra las porteñas, el 19 de febrero en los
campos de Cepeda, y la posterior firma del Tratado de Pilar, Artigas le reprocha al cautillo entrerriano Francisco “Pancho” Ramírez no haber previsto en dicho tratado el desalojo
de las fuerzas brasileñas que habían ocupado la Banda Oriental.
Vemos así a Artigas, ‘puenteado’, no consultado y desposeído de su título de Protector de los
Pueblos libres y reducido a simple capitán general d la Banda Oriental, y todo
esto po obra y gracia de sus subordinados Federales y principalmente por
Ramírez, que le traicionaba con la ambición de ser jefe Confederal y con la esperanza
de asentar sus reales en Buenos Aires.
Artigas se negó a aceptar el Tratado del Pilar. Desde luego, es evidente que el Tratado venía
a restablecer en el Río de la Plata el ideal Confederal por el que había
luchado Artigas, pero con varias particularidades: una, la supresión de la
Provincia Oriental, que se dejaría en manos de los portugueses con un jefe
teórico, que era Artigas; otra era que Buenos Aires estaba dispuesta a
convertirse en adalid del federalismo para seguir siendo la capital, cosa que ArItigas
no admitió jamás; la tercera era que el ideario federal sería ahora ejercido
por Ramírez, caudillo provincial cuyo ideario político era el interés personal
Entonces, Ramírez le contesta airadamente al
caudillo oriental, desconociendo su autoridad, y ambos caudillos se enfrentan
militarmente. Luego de distintas alternativas en la suerte de las armas en
sucesivos combates, Ramírez se impone sobre Artigas, que se retira vencido al
Paraguay.
También,
su derrota alegró a los ‘centralistas’ porteños y a Inglaterra que olfateaba el
peligro que el afán unificador y
soberano de Artigas podía arrastrar a todos los pueblos de América del Sur. Su
proyecto de ‘patria grande’ se
deshizo en mil pedazos.
Artigas
fue de derrota en derrota. Encima Rivera se pasa al bando brasileño
traicionando a su patria y a Artigas.
Era
mucho pelear contra los confederados ahora liderados por Ramírez y Estanislao
López, contra los portugueses y contra los porteños centralistas.
Fue
perdiendo batalla tras batalla perseguido furiosamente por Ramírez hasta que
llegó a la frontera del Paraguay donde pidió a Rodríguez de Francia que le
diera asilo.
José Gervasio de Artigas se exilió en Paraguay, donde permaneció
prácticamente aislado y alejado de la política. “Ya
no tengo Patria” declaró al saber su tierra separada de las Provincias Unidas y
sojuzgada por los brasileños.
En 1841 recibe una cordial invitación del ahora
Presidente Fructuoso Rivera para que volviera a Montevideo a vivir.
Artigas, sabedor de ello optó por no abrir las
cartas de invitación y las devolvió sin abrirlas y que había elegido quedarse a
vivir en el Paraguay hasta su muerte.. No aceptó la clemencia de Rivera, quien
luego de ser su colaborador lo traiciona para unirse a los enemigos brasileños.
Artigas era muy viejo pero tenía memoria y con su
dignidad silenciosa enrostró dicha traición a la patria a Rivera, siendo asi su
ultima batalla sin armas pero con un mensaje claro de lo que pensaba: “Ya no tengo patria” dijo…
Sobrevivió del esfuerzo de su trabajo rodeado de
nativos paraguayos, y murió 30 años más tarde, el 23 de septiembre de 1853.
*
Digamos un par de datos curiosos y poco conocidos sobre
Artigas: Entendemos que no se conocieron físicamente Rosas y Artigas. Pero hubo
una aproximación entre ambos a través de una tercera persona.
Relata la historiadora Oriental Ana Ribeiro citando como
fuente la obra de otros importantes historiadores Orientales Washington Reyes
Abadie y Andrés Vásquez Romero, respecto
a una propuesta que Rosas le envía a Artigas en 1847 “Una propuesta que Artigas recibió la de Juan Manuel de Rosas quién
mando a [el Coronel] Eduviges
Gutiérrez para exponerle a Artigas su posición […] Consta lo que el viejo caudillo le dijo al enviado de Rosas “que no
quería abandonar la Asunción; que quería morir tranquilo donde estaba antes que
plegarse a ningún movimiento que no fuese que él mismo había iniciado y por el
cual estaba expatriado desde hacía 27 años”
Esta fue el único contacto que se sepa entre los máximos
caudillos del Río de La Plata.
Acaba
de morir Artigas, y Rosas recibía una carta llamativa. Un documento incorporado a la ’Historia
Diplomática del Paraguay’, editado en Asunción en el año 1997, pag.89, por el
historiador Luis Benítez. Era una carta de algunos políticos patriotas-
Fernando Iturburu y Carlos Loizaga- que veían con clara objetividad que solo
dentro de la Confederación Argentina el Paraguay conservaría su autonomía y su
riqueza
“Señor, con el apoyo de dos mil hombres que
silenciosamente y con rapidez marchan por el Chaco hasta Asunción, es
indefectiblemente tomado aquel punto. Y todos los paraguayos somos ya de V.E. y
nosotros nos ofrecemos a marchar en la expedición con cualquier carácter que
V.E. nos diese, llevando en nuestra compañía otros paisanos que como nosotros
no ven la felicidad para nuestra Provincia sino en su incorporación a la
Confederación Argentina, bajo el paternal gobierno de V.E.”
En tales condiciones Rosas enfrenta el 3 de Febrero de
1852 en Caseros a los brasileños ayudados por Urquiza y los Federales
correntinos, entrerrianos y otros que habían defeccionado de su patria.
Por ejemplo, Un hijo de Artigas de nombre Santiago y
un sobrino de éste de nombre Pascual pelearon a las órdenes de Urquiza contra
Rosas y la Confederación Argentina. Dato no menor también a tener en cuenta
para entender la poca visión geopolítica de muchos Federales de aquella época.
Lo que no sobraba en este aspecto era la visión de los
historiadores Atilio Barrios Pintos, Luis A. de Herrera y de Raúl Iturria. Creían que era un triunfo de los Orientales,
cuando sólo lo había sido en el primer tramo con la expulsión los brasileños de
la Banda Oriental. No veían la intención ulterior de los ingleses, escondida
entre los pliegues de la confabulación con los criollos empleados de éstos:
lograr la independencia absoluta. Esta cuestión no estaba ni en Artigas, ni en
Oribe ni en Lavalleja, como afirman los autores mencionados, forzando
interpretaciones distorsionadas de distintos documentos.
Hay una necesidad de distinguir en los textos de la
época las menciones a la "independencia absoluta ", de aquellas que
se referían a la independencia a secas.
Mientras que las primeras apuntaban al significado
actual del término, las segundas remitían a lo que entendemos por
"autonomía": expresaban la libertad de gobernarse por sus propias
leyes o elegir sus autoridades, y no eran contradictorias con distintas formas
de unión o asociación con otras unidades políticas.
Artigas
fue el Protector de los Pueblos Libres y quien primero y mejor encarnó la idea
de la Federación rioplatense, que conjugaba todo lo anterior.
La
Nación de Artigas era un sueño, un proyecto mucho mayor que su amada Provincia
Oriental. Un proyecto que nunca se llegó a concretar.
Ravignani opinó: “Artigas no pensaba fundar
una república independiente; lo que quería era conseguir autonomía como
provincia. Así resultó el argentino más federal que el país tuvo en el pasado y
es el que sienta un precedente que imitan los demás caudillos.” (Ravignani,
Emilio. “Historia Constitucional de la Republica Argentina”, Bs.As. 1926, t.I,
p.217)
Hay
que leer como, por ejemplo, en 1846 hace su testamento y dice "Yo, José Artigas, ciudadano de las
Provincias Unidas, nacido en la Provincia Oriental"
¿por
qué Artigas no volvió?, ¿por qué dijo que "ya no tengo patria"?
"¿Cuál
era la Patria de Artigas? ¿Era solamente su amada provincia, su “patria chica”
por la que tanto luchó? ¿Era la Liga de los Pueblos Libres? ¿Eran las
Provincias Unidas del Plata? Sí. Todo eso, y algo más también. Artigas era
oriental y por ser muy oriental era muy argentino. (no hablo de “argentino”
como sinónimo de porteño, y pido que se me entienda; argento es el habitante de las provincias del Plata como lo dice la
etimología). Pero no se detenía allí su idea de patria: por ser muy argentino
era muy americano, muy hispanoamericano.
"Para
él su patria era la unión de todas las porciones de América Española. Unirán en
un mismo Estado o Confederación de Estados, o una misma fraternidad, que para
el caso es lo mismo. Lo importante no es lo formal, sino lo esencial: que haya
conciencia de unidad de origen y unidad de destino.
Veo
en su retiro de Curuguaty, en su muerte política voluntariamente impuesta, en
su soledad y abandono, una protesta por la pérdida de la Patria Grande, porque
América no tomaba el rumbo que él señalara.
"Artigas
no triunfó. Tuvo poderosos enemigos que acabaron por arrojarlo fuera de su
Banda Oriental, vencido. No son esos enemigos ni Francisco Ramírez, ni
Otorgués, ni los directoriales de Buenos Aires que engañaron a Ramírez con el
inicuo tratado del Pilar. Artigas no triunfó porque no había llegado su hora:
porque se había adelantado a su Hora. Porque la unidad de América hispana no se
podía hacer ante un enemigo tan poderoso como era Inglaterra entonces. Y con
una oligarquía fuerte y sin desmantelar adentro.
"Después
de Cepeda, el 1º de febrero de 1820, Artigas debió entrar en Buenos Aires y extender
los Pueblos Libres por todo el territorio occidental; Con los recursos de
Buenos Aires, arrojar de la Banda Oriental a los portugueses; y erigirse él
desde Buenos Aires (al fin y al cabo centro geográfico del Plata) en Jefe o
Protector de la agrandada federación. Ayudar a San Martín y tenderle la mano a
Bolívar, Otra seria la historia americana entonces. Pero no fué así. Ocurrió
(culpa de los de afuera más que de José Miguel Carrera, o de la logia porteña,
o de las ambiciones de Ramirez) la baja traición del Pilar y se eliminó a
Artigas y a la Provincia Oriental de la argentinidad. Es decir se le eliminó la
posibilidad de integrar la unión Hispanoamericana.
Ramírez y López eran lugartenientes de Artigas en la
Liga de Pueblos Libres. Los ejércitos Federales avanzan sobre BsAS. Una de las
exigencias de Artigas era que BsAs colabore para desalojar a los portugueses de
la Banda Oriental- Los Federales derrotan a los porteños en Cepeda 1920, pero
en la negociaciones los porteños lo envuelven a Ramírez, haciéndole creer que
iba a ser el jefe supremo de la Confederación. Y Ramírez, que era un orgulloso
egocéntrico, cayó en la redes diplomáticas porteñas.
Firman el Tratado De Pilar (BsAs, Santa Fe y Entre Rios) e ignoran a la
Banda Oriental, Nada dicen de Artigas ni de la ayuda para desalojar a los
portugueses de la B.O.
Artigas se lo recrimina a Ramírez, y éste le contesta airadamente. Termina
en el enfrentamiento de ambos. Artigas lo acusa de traición. A mi entender,
tenía razón.
Artigas es derrotado y se exilia en Paraguay ("ya no tengo
Patria")
Liberados de Artigas, los porteños se las ingenian para enfrentar a Ramírez
con López, que lo derrota y le corta la cabeza.
Es un ejemplo más de las intrigas de porteños liberales y masones.
Eduardo
Acevedo dice que Manuel de Sarratea era uno de los más antiguos e
irreconciliables enemigos de José Gervasio de Artigas. .
Con Sarratea
como gobernador de Buenos Aires es que los lugartenientes de Artigas celebraron
el Tratado del Pilar. Dicho convenio violaba las órdenes expresas del
Protector, pues se limitaba a formular una platónica expresión de deseos en lo
tocante a la ocupación portuguesa del territorio patrio, cuya reivindicación
por las armas quedaba librada a la buena voluntad de Buenos Aires, justamente
la provincia cuyos intereses le habían dictado facilitar dicha ocupación
extranjera.
No se
trataba de ceguera diplomática de los lugartenientes de Artigas, como podría
suponerse, sino la puesta en práctica de una política que se revelaría fatal
durante mucho tiempo.
La traición
de Francisco Ramírez hacia Artigas, de López hacia Ramírez, de López hacia
Quiroga, de Urquiza al partido federal luego, compendiaban la defección de los
intereses litorales a la causa global del Interior y de la unidad
nacional.
Esta
defección encontraba su más profundo fundamento en el carácter librecambista de
la política económica que dictaban a Entre Ríos y Santa Fe sus producciones
exportables, similar en este aspecto a la provincia de Buenos
Aires.
Ramírez,
López y Urquiza serían los pequeños caudillos del localismo, el “federalismo”
aldeano agonizante después de la ruina del Protector del los Pueblos Libres.
Los
documentos son abrumadores a este respecto: Pancho Ramírez pacta con Buenos
Aires después de Cepeda el 23 de febrero de 1820, a espaldas de Artigas, que se
retiraba diezmado de la batalla de Tacuarembó, pero resuelto a reiniciar la
lucha.
Cuatro días
más tarde, desde las orillas de la ciudad porteña, el fiel lugarteniente
Ramírez se dirige afectuosamente al Protector, adjuntándole el texto del
Tratado: “asegurándole que la alegría de
este pueblo y su reconocimiento hacia el autor de tantos bienes es inexplicable”.
Pero cuarenta y ocho horas más tarde, el 29 de
febrero el mismo Ramírez exponía en un oficio “reservado” el plan de traición a
su amado jefe. Dirigiéndose a su medio hermano Ricardo López Jordán y en
su ausencia Gobernador interino de Entre Ríos, le ordenaba confidencialmente
que “procure entablar relaciones
amistosas con el general Rivera, con el gobernador de Corrientes, etc.”.
En otros términos, los caudillejos menores se disponían a distribuirse las
satrapías locales del poder federal: uno, pactando con los portugueses, el
otro, con Buenos Aires. En el mismo oficio “reservado” Ramírez confiesa
el influjo que en Entre Ríos conservaba Artigas y expresa sus temores:
“Usted conoce las aspiraciones del General Artigas y el partido que tiene
en nuestra Provincia: su presencia aún después de los continuos desgraciados
sucesos de la Banda Oriental podrían influir contra la tranquilidad.
Procure V. por cuantos medios aconseje la prudencia conservar en el ejército
los auxiliares de Corrientes atrayéndolos, pagándolos y haciéndoles ver se les
lleva al sacrificio por una guerra civil, cuando quedando en nuestras banderas
todo será paz y trabajar por la verdadera causa”.
Después de
Cepeda, Ramírez, presa de inquietud por la previsible reacción del Protector de
los Pueblos Libres, maniobra con la burguesía porteña para conseguir armas en
pago de su inminente ruptura con Artigas. En una carta, también
“reservada”, que dirige al chileno José Miguel Carrera, expone sin disimulos la
situación:
“En estos momentos sin tener recursos ningunos, cómo quiere V. que yo me
oponga al parecer de Artigas cuando estoy solo y que él ya debe haber ganado la
Provincia de Corrientes, como estoy cierto que la lleva a donde él
quiere. Nada digo de Misiones porque son con él”.
Ramírez
concluye su nota “reservada” confesando su capitulación ante la burguesía
porteña:
“No he anoticiado a la provincia del auxilio que se nos presta, porque me
abochorno, y tal vez causaría una exaltación general en los paisanos”.
Se comprende
el carácter reservado de semejantes testimonios. En estos documentos
fundamentales se encuentran los hechos irrefutables que rodean el hundimiento
de la Federación artiguista. Ramírez se dirigía a Sarratea el 13 de
marzo, reclamando humildemente los “auxilios” que en virtud del acuerdo secreto
firmado al mismo tiempo que el Tratado del Pilar, debía proporcionar la burguesía
porteña al incorruptible teniente de Artigas.
Quince días
más tarde, las gestiones parecen haber tenido éxito y las armas y recursos del
Puerto se ponen al servicio de Ramírez para enfrentar al Protector, y
garantizar la “libertad de Entre Ríos”, es decir, su localismo y, en
consecuencia, su dependencia de Buenos Aires. El 28 de marzo, desde
Pilar, Ramírez, escribe a Carrera:
Con la ayuda
porteña, Ramírez podría, al fin, hablar con Artigas “como debía”. La
intriga estaba a punto de consumarse trágicamente. Pocos días más tarde
Artigas escribe a Ramírez, le recuerda su situación de dependencia hacia él y
lo acusa de haberse entregado con el Tratado del Pilar a la facción
porteña. Califica al Tratado de “inicuo” y la firma de Ramírez al pie del
documento prueba su apostasía y traición”. Y agrega: “Recuerde que V. S. mismo reprendió y amenazó a don Estanislao López,
gobernador de Santa Fe por haberse atrevido a tratar con el general Belgrano
sin autorización suya y que hizo anular esos tratados, lo que prueba que
tratando ahora V. S. con Buenos Aires sin autorización mía que soy el Jefe
Supremo y Protector de los Pueblos Libres, ha cometido V. S. mismo acto de
insubordinación que no le consintió al gobernador López; y eso que V. S. tenía
entonces y tiene ahora menos jerarquía en el mando y en la confianza de los
Pueblos Libres de la que tengo yo… V. S. ha tenido tan insolente avilantez de
detener en la Bajada los fusiles que remití a Corrientes. Este acto injustificable es propio solamente
de aquel que habiéndose entregado en cuerpo y alma a la facción de los
pueyrredonistas, procura ahora privar de sus armas a los pueblos libres para
que no puedan defenderse del portugués…”.
Artigas
concluía su nota definiendo el contenido del Tratado de Pilar: “Y no es menor
crimen haber hecho ese vil tratado sin haber obligado a Buenos Aires a que
declarase la guerra a Portugal y entregando fuerzas suficientes para que el
Jefe Supremo y Protector de los Pueblos Libres pudiese llevar a cabo esa guerra
y arrojar del país al enemigo aborrecido que trata de conquistarlo. Esa
es la peor y más horrorosa de las traiciones de V. S.” (7)
Con las
armas porteñas en su poder, Ramírez eleva el tono ante Artigas y desnuda el
fondo de su política:
“¿Por qué extraña V. S. que no se declarase la guerra al Portugal?… ¿Qué
interés hay en hacer esa guerra ahora mismo y en hacerla abiertamente? ¿O
cree V. S. que por restituirle una Provincia que se ha perdido han de exponerse
todas las demás con inoportunidad”. En esa mera enunciación, y pese a
la retórica “federal” de sus proclamas, Ramírez anticipaba la traición de
Urquiza, que no mezquinó el cintillo rojo después de Caseros, pero que libró al
hierro porteño las provincias federales.
El choque
entre las fuerzas de Artigas y Ramírez se produjo el 24 de junio en Las
Tunas. Artigas fue aniquilado: el epílogo es rigurosamente
homérico. Poseído de un miedo sobrecogedor al prestigio de Artigas, el
caudillo Ramírez inicia una persecución inexorable del Protector para impedir
que rehaga sus fuerzas en la huida. ¿En qué fundaba Ramírez su temor ante
su jefe fugitivo, rodeado tan sólo de una docena de hombres?
En el hecho
de que sólo el nombre de Artigas levantaba en masa al paisanaje de las
provincias que atravesaba en su retirada. Ramírez sabía muy bien que si
le otorgaba dos semanas de tiempo, Artigas pondría de pie un nuevo
ejército. La persecución tenía el objetivo preciso de eliminar a Artigas
u obligarle a abandonar el territorio de las provincias.
(HASTA AQUÍ 17º REUNIÓN)
Desde el Paraná
hasta la frontera paraguaya transcurre esa lucha donde Artigas se desangra y
con él la esperanza postrera de la Patria Grande. En el umbral de la
Provincia gobernada por el Dr. Francia, jaqueado, traicionado y vencido,
Artigas mira por última vez la escena y entra a galope a la larga prisión
guaraní. Muchos años más tarde, cuando la Banda Oriental se transforma
por la presión británica en la República del Uruguay, el viejo Protector de los
Pueblos Libres dirá: “Ya no tengo patria”.
Ese era todo
su secreto. La patria se había perdido en la balcanización y con Artigas
desaparecerían simultáneamente los unificadores: Bolívar y San Martín.
Francisco
Ramírez había traicionado a su jefe, con el apoyo firme de Fructuoso Rivera; 1937
se publican, hasta entonces inédita, dos injuriosos y deleznables manuscritos
que, fechados el 5 y el 13 de junio de 1820, demuestran cómo Fructuoso Rivera
instruía, de modo traidor, a su aliado Francisco “Pancho” Ramírez para el
aniquilamiento de José Artigas, al tiempo que le ensucia su buen nombre y mejor
honorabilidad con calificativos abominables,
Pero, ¿cómo
había Ramirez podido vencerlo? Mitre y Vicente Fidel López, feroces
antiartiguistas, no lo ocultan en sus obras.
Por las
estipulaciones secretas anexas al Tratado del Pilar, sabemos que Buenos Aires
había entregado armamento a Ramírez para resistir a Artigas. Pero no lo
sabemos todo a ese respecto, Ramírez triunfó sobre los gauchos mal armados que
seguían a Artigas “gracias al concurso de
un piquete de artillería de seis piezas y un batallón de trescientos veinte
cívicos que estaban a las órdenes del comandante Lucio Mansilla”.
Agreguemos
que Lucio Norberto Mansilla era porteño y estaba a las órdenes de Ramírez por
autorización expresa del gobernador de Buenos Aires, Manuel de Sarratea; que el
tesoro de Buenos Aires, quedó exhausto, que se le entregaron 250.000 pesos a
Ramírez para elevar el espíritu de su tropa; que los vestuarios de la ciudad
porteña fueron vaciados para los soldados de Ramírez, con lo que éste quedó
dueño del Paraná y pudo jaquear a Artigas.
He aquí a
Ramírez dueño del Litoral, en apariencia, ebrio de poder. El vástago
entrerriano del Protector, abandona en seguida la concepción confederal y
nacional para proclamar la República de Entre Ríos. Intenta edificar la
misma insularidad que Urquiza creará más tarde, indiferente al destino de las
provincias federales. Pero desaparecido Artigas, Buenos Aires ejecuta la
segunda maniobra: Había empleado la traición de Ramírez para eliminar al
Protector; ahora utilizará a Estanislao López para desembarazarse de
Ramírez.
En efecto,
al negarse a cumplir Buenos Aires las estipulaciones del Tratado del Pilar que
beneficiaban a las provincias litorales, se reinicia una crisis entre ambos
sectores. El poder excesivo que con la derrota de Artigas había alcanzado
Ramírez en Entre Ríos y Corrientes, mueve a la burguesía porteña a pactar
nuevamente con Estanislao López, dejando a un lado las aspiraciones
entrerrianas. Esta defección de López del frente común, lleva a Ramírez a
amenazarlo con la invasión de Santa Fe. Se repite en este caso la intriga
porteña contra Artigas.
A espaldas
de Ramírez, Estanislao López firma con el nuevo gobernador de Buenos Aires,
Martín Rodríguez, el Tratado de Benegas: en pago de su gesto por levantar el
cerco de Buenos Aires y traicionar a Ramírez, el otro teniente artiguista
recibía una compensación de 25.000 cabezas de ganado. Fue el estanciero
Juan Manuel de Rosas quien intervino en la negociación para domesticar al
caudillo de Santa Fe, revelando desde sus comienzos singulares condiciones de
político.
Las fuerzas
coaligadas de Santa Fe y Buenos Aires deshacen al Supremo Entrerriano. Al cabo
de una despiadada persecución, Ramírez cae, al intentar salvar a su compañera
Delfina, hermosa porteña que cabalgaba junto a él en sus campañas; la muerte
caballeresca se corona con el degüello. Sus vencedores cortan la cabeza
del caudillo y la envían a Estanislao López. El más grande caudillo
argentino meditaba en la selva la quimera de su Nación infortunada.
En realidad,
Bartolomé MItre y Vicente Fidel López se encargaron de enlodar la figura del
Protector de los Pueblos Libres, como lo demuestra una contestación que Mitre
le hizo a López, en la que le decía: “Entre
Ud. y yo hemos enterrado históricamente a Artigas”.
Dos cartas
del General Rivera, dirigidas en el año 1820 al General Francisco Ramírez,
Gobernador de Entre Ríos: La primera,
del 5 de junio de 1820 (…) “Mas para que el restablecimiento del
comercio tan deseado, no sea turbado en lo sucesivo es necesidad disolver
las fuerzas del general Artigas, principio de donde emanarán los bienes
generales, y particulares de todas las Provincias, al mismo tiempo que será
salvada la humanidad de su más sanguinario perseguidor. Los monumentos de su
ferocidad existen en todo este territorio; ellos excitan a la compasión y mucho
más a la venganza”. (…) (Firmado) Fructuoso Rivera – La segunda, del 13 de
junio de 1820 (…) “Todos los hombres,
todos los Patriotas, deben sacrificarse hasta lograr destruir enteramente a Don
José Artigas; los males que ha causado al sistema de Libertad e independencia,
son demasiado conocidos para nuestra desgracia y parece excusado detenerse en
comentarlos, cuando nombrando al Monstruo parece que se horripilan. No tiene otro
sistema Artigas, que el de desorden, fiereza y Despotismo; es excusado
preguntarle cuál es el que sigue. (…) “ (Firmado) Fructuoso Rivera
Fructuoso
Rivera le hace saber a Francisco “Pancho” Ramírez que, al tiempo que debía
destruir a Artigas, el Barón de la Laguna iba a brindarle su apoyo. Un general
portugués llamado Carlos Federico Lecor, el mismo que, habiendo derrotado a
Artigas en 1817, obtuvo el favor de los Orientales de levita para hacer de la
Provincia de la Banda Oriental un ‘protectorado’ de la corte imperial de los
Braganza.
No solo fue
triste lo que a nivel personal sufrió Artigas sino que –incomprensiblemente- un
hijo suyo de nombre Santiago y un sobrino de aquél de nombre Pascual, en
la Batalla de Caseros, pelearon a las órdenes de Urquiza contra Rosas y la
Confederación Argentina. Dato no menor también a tener en cuenta para entender
la poca visión geopolítica de muchos Federales de aquella época.
(JUAN ANTONIO LAVALLEJA)
Escribió la
historia Oriental a la misma vez que Artigas y Oribe.
Sus
antecedentes significaban mucho para la emigración oriental repartida en todas
las Provincias
Unidas del Río de la Plata, Se logró reunir tras muchos esfuerzos,
el dinero necesario para el equipo de la pequeña expedición que desembarcando
en la costa oriental, debía provocar el levantamiento de la provincia contra
sus ocupantes.
Juan
Antonio Lavalleja fue capitán de Artigas, jefe de los Treinta y Tres. Lavalleja
fue el elegido como jefe de la peligrosa empresa transmitiendo un mensaje de
Lavalleja, que afirmaba haber llegado el momento de "sacudir el yugo de
los tiranos"
En
la orilla del río Uruguay, playa de la
Agraciada, el 19 de abril de 1825 desembarcó con unas pocas armas al
frente de un grupo indeterminado de compañeros orientales y de otras
provincias, que la tradición denomina Treinta
Y Tres Orientales, en su mayoría jefes y oficiales.
Las
villas de San José y Canelones cayeron
en poder de los patriotas, y el 14 de junio era establecido en Florida un Gobierno Provisorio bajo la
presidencia de Manuel Calleros y
allí, el 25 de agosto de 1825, la Sala de Representantes proclamó la
independencia de la provincia y de inmediato declaró su unión a las demás del
Río de la Plata.
El
gobierno de Buenos Aires,
accionado por la creciente presión de la opinión pública, aceptó a la Provincia Oriental como unida
a las otras, lo que significaba la guerra con el Imperio del Brasil,
iniciándose las hostilidades en enero de 1826 (Guerra rioplatense-brasileña). Sin embargo,
ya habían surgido las primeras disensiones entre Lavalleja y Rivera que, si
bien se acallaron casi enseguida, quedaron en un punto en que volverían a
estallar.
Lavalleja
fue incorporado al Ejército Republicano precisamente para alejarlo del campo de
la política y marchó a la campaña de Río Grande del Sur,
tocándole hallarse en la jornada victoriosa de Ituzaingó el
20 de febrero de 1827.
La Convención
Preliminar de Paz que se convino en 1828 entre el Imperio de
Brasil y las Provincias Unidas, hizo a Lavalleja deponer su dictadura y el
general José Rondeau se
hizo cargo del Gobierno Provisorio del recién creado Estado
Oriental el 1.º de Diciembre.
En
fin, como se dijo, luego de la Cruzada de los “33 Orientales”, se desató la
guerra con el Brasil. Finalizada la misma y por el malhadado acuerdo,
Inglaterra protegiendo sus intereses logró que la Banda Oriental dejara de
pertenecer a las Provincias Unidas a través de una infame Convención de Paz entre Brasil y la Confederación, el 27 de agosto
de 1828, por la cual los brasileños evacuaron la Banda Oriental.
Esta Convención Preliminar de Paz entre
Brasil y las Provincias Unidas del Rio la Plata por el cual el 27 de agosto de 1828, en Río
de Janeiro, Argentina y Brasil acordaron la independencia del actual Uruguay, Pero, gracias a
la presión económica y diplomática del Reino Unido,
el 20 de febrero de 1828 se abren
nuevamente las tratativas de paz, con la mediación de Gran Bretaña.
Lord John Ponsonby, el enviado
de Londres, propuso
como solución la independencia total de parte de la Provincia Oriental (las Misiones Orientales
quedaron en poder de Brasil) con el nombre de Estado Oriental del Uruguay. La
propuesta inglesa tenía como finalidad restablecer la paz en el Plata,
consolidar el comercio inglés e impedir que fueran dos grandes estados -Brasil
y Argentina- los que dominaran el estuario. El diplomático convenció a
Argentina y Brasil para que no gastaran dinero en una guerra por la Provincia
Oriental.
Sin embargo,
los verdaderos intereses del Imperio Británico se ven en una carta que envió
Ponsomby a Londres: cita los intereses y la seguridad del comercio británico,
serían grandemente aumentados en un Estado en que los gobernantes cultivaran
una amistad por Inglaterra. La Banda Oriental contiene
la llave del Plata y de Sud América, debemos perpetuar una división geográfica
de Estados que beneficie a [[Inglaterra y la paz
En
las primeras
elecciones que tuvieron lugar en la naciente república, en
agosto de 1830, varios de sus partidarios accedieron a las cámaras
legislativas. No obstante, Rivera obtuvo una cantidad enorme de apoyos, siendo
proclamado en octubre de ese año como primer presidente de la República.
Lavalleja
se rebeló contra la presidencia de Rivera, alzándose en armas en julio de 1832,
siendo derrotado y obligado a refugiarse en Brasil. En 1834 fue protagonista de
un nuevo levantamiento armado, invadiendo la República Oriental con
el auxilio de Juan Manuel de
Rosas. En esta ocasión también fue derrotado.
En
la presidencia de Manuel Oribe (1835-1836),
estando emigrado en la Confederación
Argentina, Lavalleja vino a
ofrecer su espada a Oribe, desembarcando en Colonia el
1.º de agosto de 1836 al frente de un centenar de hombres.
A la
renuncia de Oribe en octubre de 1838, Lavalleja, previa entrega a los
riveristas de la plaza de Paysandú, cruzó a Buenos Aires para ponerse
a servicio directo de Rosas,
Para
Lavalleja, la Banda Oriental pertenecía necesariamente a la Confederación
Argentina. En un carta a Rosas del 6 de agosto de 1836 le comunicó que había
recibido ‘orden’ del gobierno de presentarse en la Banda Oriental para sofocar
una revolución que acababa de desatarse. “puede
Ud. dirigirme ‘sus órdenes’ seguro que me será satisfactorio el mostrar a
vuestra excelencia el aprecio y respecto que me merece…”
De
las propias palabras de Lavalleja surgió la subordinación de sus acciones a las
‘órdenes del gobierno’, gobierno de la Confederación Argentina que presidía
Juan Manuel de Rosas. No decía ‘órdenes’ sino ‘SUS órdenes’, lo que implicaba
‘pertenencia’.
Durante
la Guerra Grande su vida transcurrió oscuramente
para él, residente desde 1845 en el campo del Cerrito,
donde tenía su gobierno Oribe. Pasó inadvertido
Después
de la paz del 8 de octubre de 1851, fue dado de alta en el ejército como brigadier general, confiándosele la Comandancia
Militar de los departamentos de Cerro Largo, Minas y Maldonado.
Se
le incluyó junto a Fructuoso Rivera y Venancio Flores en el Triunvirato que
el 25 de septiembre de 1853 sustituyó al gobierno constitucional de Juan Francisco Giró,
pero antes de cumplir un mes en sus funciones, falleció repentinamente mientras
despachaba en el Fuerte
de Gobierno de Montevideo.
(HASTA AQUÍ 18º REUNIÓN)
MANUEL DORREGO)
Uno
de los patriotas más queridos por los esclavos, por los desposeídos, por los
jornaleros, por las milicias populares. De padre portugués (‘Do Rego’). Tuvo de
compañero de colegio a Tomás Guido.
Estuvo a las órdenes de Belgrano en Salta donde fue
su Jefe del Estado Mayor peleando patrióticamente a su lado.
Manuel
Dorrego tuvo el privilegio de acompañar a San Martin en el cruce de los Andes
(ya lo había hecho 5 años antes pasando de Chile a la Argentina para ayudar a
los Orientales que habían sufrido la invasión de los realistas), donde peleó
con valentía y honor.
Supo
ser muy querido por Belgrano y por el
Libertador a pesar de su humor ácido, irónico y no siempre subordinado a las
jerarquías. Pero su alto sentido patrio y bravura en el combate compensaron ese
carácter díscolo y mordaz.
Sin embargo, Dorrego no era un muchacho fácil. Analicemos
su carácter y personalidad, no siempre conocida.
Siempre de buen humor, alegre hasta el hartazgo, en
todo momento dispuesto a motivar a la tropa, a dar ánimos a los que flaqueaban,
era el hombre ideal para insuflar espíritu de camaradería a un ejército.
Pero también, como toda personalidad abierta, amante
del alto perfil que busca el reconocimiento y la gloria, se convertía en el
padre de todas las discordias. Burlón y desdeñoso con quienes huían en el campo
de batalla, se erigió en el fiscal de sus camaradas y les contaba las costillas
a aquellos jefes que no habían tenido actitudes épicas frente al enemigo. Como
además refrendaba sus palabras con actos, en poco tiempo había dividido las
filas en amigos y enemigos.
Era díscolo, rebelde, desobediente, temperamental, violento,
pero nunca un frío asesino,
Porque el carácter de Manuel tenía esa dualidad: era
alegre, genial, generoso, honesto hasta el cansancio y valiente hasta la
admiración, pero también era chúcaro como un caballo cuando los que él
consideraba mediocres, es decir, por debajo de él en esa escala de nobleza de
facto que regía su vida, intentaban trastocar sus jerarquías. Y era implacable
con sus enemigos hasta no sentir que su orden interno estaba restablecido.
Pero, como suele ocurrir, su mejor virtud y su peor defecto coincidían en una
sinceridad a prueba de balas: Manuel no podía callar lo que sentía y pensaba.
Y eran pocos los dispuestos a tolerarle a los demás
esa vocación por vomitar sus verdades. Enemigo de la cobardía, la hipocresía y
la afectación, era un contendiente peligroso: era el mejor, era frontal y era
valiente. Dorrego se convirtió así en el factor de la discordia dentro del
Ejército: se burlaba de las demostraciones religiosas de Belgrano, a las que
tachaba de supersticiosas tanto en público como en privado, y endureció su costumbre
de acusar y de fiscalizar la falta de valor y la cobardía de los demás oficiales.
Luego de las derrotas en el Alto Perú (Vilcapugio y
Ayohuma) por Belgrano, el Ejercito del Norte tuvo como nuevo jefe a San Martín
quiso nombrarlo su segundo, pero Belgrano se opuso, pues en su momento lo había
castigado por díscolo, lo que le granjeó el rencor de Dorrego, a lo que éste se
burló del creador de la bandera por su voz aflautada. San Martín se interpuso
bruscamente y no permitió más discordias frente a él.
Digamos al pasar que el sistema de guerra de ‘guerrillas’ no fue una creación ni de
San Martín ni de Güemes, sino de Manuel Dorrego- subordinado de Belgrano,
primero y luego de San Martin.
En reuniones que tenían Dorrego con Tomas Guido para
ver la estrategia a tener en la lucha contra los realistas, el primero le decía
al segundo: ““Mi experiencia me dice,
Tomás, que los gauchos están preparados para contener mediante la guerra de
recursos. Es inútil intentar ocupar el Alto Perú, el Ejército quedará una vez
más aislado y sin fuerzas para enfrentar al poderoso Goyeneche. Mi plan es
sencillo: hay que hacer la guerra de guerrillas”.
“Guido tomó nota y al otro día
partió rumbo al cuartel sanmartiniano para transmitirle las ideas de Dorrego al
General. De inmediato, el vencedor de San Lorenzo envió un oficio preguntándole
sobre la conveniencia de reducir la retaguardia a cien hombres y si se podía
dejar a los gauchos a cargo de las milicias la tarea de vigilar y hostilizar a
los realistas.
“San Martín leyó el informe con
mucha atención y tomó la decisión correcta: era inútil avanzar hacia el Alto
Perú. El General adoptaría el plan detallado por Dorrego, excepto por una
diferencia, el jefe iba a ser el bravo Martín Miguel de Güemes, ese gaucho de
buena familia, alto, morenazo, de barba espesa hasta el pecho y voz gangosa
“La historia tiene una deuda más
con Manuel Dorrego. No sólo fue el primero en cruzar los Andes al mando de un
Ejército Libertador, también fue el ideólogo de la guerra de guerrillas que
detuvo a los realistas”.
Luego, de tal modo,
el noble salteño lo puso en marcha en forma definitiva. Hecho poco
conocido en nuestra historia y en el que más no nos extenderemos pues no hace
al tema del presente trabajo.
En 1817 Pueyrredón
lo destierra a EEUU pues Manuel era el principal referente de un grupo
político que pensaba sublevarse contra el poder de los directoriales.
ES que Pueyrredón le dice que Artigas es un traidor a
lo que Dorrego le dice que los enemigos
son los portugueses no los Orientales y que Artigas es un americano al que solo
nos separa un rio y que los celos de ‘algunos’ –sic- los hace querer un
principito gringo. Dorrego iba cavando su propia tumba. Los masones, como
Pueyrredón, no se lo iban a perdorar
Era una corriente de opinión que quería recuperar el
espíritu de Mayo y extenderlo al resto de las provincias en igualdad de
condiciones.
Propugnaban que la capital de las Provincias Unidas se
trasladara a Tucumán y que Buenos Aires recuperara su autonomía en un pie de
igualdad respecto de las otras provincias.
Además Pueyrredón, jefe de la Logia Lautaro, en
principio y no siendo del agrado suyo San Martín, había decidido darle todo el
apoyo para que realizara la expedición a Chile y Perú, pero con un fin no
confesado: el apoyo era con tal de tenerlo lejos y que no acordara con Artigas
y los caudillos Federales con los que San Martín se carteaba habitualmente.
(Recordemos que Lopez le advirtió a San Martin que las logias porteñas y
masónicas intentaban asesinarlo).
Pero había decidido, también, sacrificar la Banda
Oriental en manos de los portugueses —que una vez más pretendía extender su
territorio hasta el río Uruguay— para acabar con el liderazgo molesto de
Artigas.
Claramente, el poder central porteño anteponía, una
vez más, sus propios intereses a la unidad e integridad de todo el territorio
de las Provincias Unidas.
Ante esto, Pueyrredón por consejo de Tagle, lo
destierran a Dorrego porque Dorrego les dice que no pueden entregar parte del
suelo patrio, la Banda Oriental, al extranjero lusitano.
Cuando regresa en 1820 la Banda Oriental estaba ya en
manos portuguesas por desidia del Director Supremo Pueyrredón.
Caído Pueyrredón y con la asunción de Sarratea,
Dorrego es rehabilitado. En el arreglo entre Rosas y Estanislao López, baten en
ardua lucha a Dorrego y éste es derrotado. Entonces, se logra un acuerdo de
aquellos con Estanislao López mediante el ‘Tratado
de Benegas’ .
En el mismo año de 1820 se elige gobernador de la
Provincia de Buenos Aires; y Martin Rodríguez con el apoyo de Rosas es elegido
Gobernador por sobre Dorrego.
Posteriormente, se sublevan los partidarios de Dorrego,
y Rodríguez huye buscando el apoyo de Rosas y sus Colorados del Monte. Estos
ingresan a la ciudad y luego de una sangrienta lucha recuperan el poder que
estaba en manos de los ‘populares’ partidarios de Dorrego.
Dorrego, mientras, volvía a toda prisa a la ciudad ya
que estaba en el interior en el momento de la batalla.
En 1825 se entrevista en Potosí con Bolívar para
lograr su sueño: unir la América Republicana y hacer frente común contra
Rivadavia que estaba en el poder junto a los Directorales o Unitarios. Se junta
primero con Juan Bautista Bustos en Córdoba, Felipe Ibarra en Santiago del
Estero y Facundo Quiroga en la Rioja y lograr una unión para liberar a la Banda
Oriental de los portugueses.
Bolívar lo escucha pero hace silencio a los deseos de
Dorrego.
Por el año 1824 Dorrego había encontrado una causa: la
recuperación de la Banda Oriental y la integridad e integración de las
repúblicas que pertenecían a las Provincias Unidas en un sistema federativo.
Por el año 1825 y en pleno gobierno de Rivadavia, las
manufacturas extranjeras arruinaban las primitivas industrias locales: el 50% de las manufacturas que llegaban al Plata
tenían origen en las industrias de Liverpool y Manchester, mientras que el 12% provenía
del Brasil, otro 12% de Estados Unidos y
el 19% del resto del continente europeo.
Los británicos abastecían a las Provincias Unidas
fundamentalmente de productos textiles, en especial de algodón y de lana,
A cambio, estas tierras aportaban productos primarios
como los cueros, el sebo, cerdas, huesos y metálico, mientras lo hubo.
Rivadavia echó mano a los recursos financieros con los
que contaba: la deuda pública, la especulación financiera —a través de la
creación de un Banco de Descuentos formado por capitales británicos que
constituyó la primera operatoria de vaciamiento fraudulento de la historia
argentina—,
George Canning, que apenas asumió su cargo, en 1822,
desechó la táctica de la invasión militar a las ex colonias españolas y optó
por apoyar la independencia de esos países para facilitar la penetración
comercial y cultural británica.
A su vez, Rivadavia logró que San Martin se exiliara
en Europa acusándolo de Monárquico.
Dorrego y demás gobernadores de las provincias
comunican el desagrado por Rivadavia, iluminista, elitista y jacobino con sus
acciones contrarias al interés patrio.
Rivadavia elige entre sus ministros a quienes serían
los verdugos de Dorrego en el futuro: Del Carril, Agüero, y los más rancios
‘centralistas’ como Alvear y Manuel García, nacionalizando la deuda provincial (por
empréstitos de la ‘Baring Brothers’ hipotecando las tierras públicas como
garantía de pago, incluidas las minas de Famatina)
Dorrego capta el descontento popular por este
gobierno. Su figura política crece en el campo Federal. Los gobernadores de la
mayoría de las provincias (Quiroga, Bustos,
Ibarra, etc) desconocen a Rivadavia como Presidente de una Nacion bajo
tutela de leyes Unitarias.
En agosto 25 de 1825 los Orientales con Lavalleja al
mando, desembarca en la Banda Oriental, (mientras Rivera cambia de bando),
independizándose del Brasil y solicitando la protección de las Provincias
Unidas. El dilema era o bien ir a la guerra contra el Brasil o, como querían
los comerciantes porteños, sacrificar la Banad Oriental ya que sino se recortaban los beneficios para ellos.
Dorrego diagrama su plan de gobierno: no piensa en una
patria-chica, sino en una ‘Patria Grande’ que incluye la Banda Oriental,
Paraguay y Bolivia. La capital deberá estar fuera de Buenos Aires, sino en
San Nicolas o Rosario, lográndose un
equilibrio político y económico entre todas las provincias y Buenos Aires, en
igualdad de condiciones., pero se sanciona una Constitución Unitaria en Diciembre de 1826…y el interior, ante un
fraude evidente y el ataque a las autonomías provinciales, se incendia….
El Imperio le declara la guerra a las Provincias
Unidas.
Rivadavia, era el presidente y ordena que las
Provincias Unidas repliquen y atacan a su vez y penetrando en el territorio
brasileño, triunfando en Ituzaingó el 20 de Febrero de 1827.
A Inglaterra este conflicto le afectaba sus intereses
comerciales y a través del anglófilo Manuel García, Rivadavia aborta el avance
de las tropas nacionales y envía a éste a lograr la paz en el Brasil en el ominoso
Convenio Preliminar de Paz, donde se
cedía la Banda Oriental al Brasil. Se perdía en la mesa de negociaciones lo
ganado por las armas.
Claro, al no haber un acuerdo de paz, esto perjudicaba
los intereses comerciales británicos y los de sus lacayos, Rivadavia, García y
sus secuaces. Dorrego quería seguir con la guerra con el Brasil y no resignar
soberanía y no permitir la creación del famoso ‘Estado-Tapón’ que impulsaban
García y Rivadavia.
Inglaterra no lo iba a permitir. Entonces Rivadavia
siguiendo órdenes inglesas licencia a las ¾ partes del ejército con la excusa
de reducir gastos (sic).
Dorrego pone en evidencia todo esto, más la quiebra
fraudulenta de la River Plate Mining co. Con Rivadavia y García como empleados
muy bien remunerados, según consta en documentación sobre el tema.
Ante tal situación se levanta el pueblo Federal,
renuncia Rivadavia y finalmente todo desemboca finalmente en inventarse un ‘Estado-Tapón’ que no era del agrado ni
del Brasil ni de las Provincias Unidas pero que dicha fragmentación aseguraba
el comercio a los ingleses y que el rio Uruguay y el de la Plata no quedase en
manos hispanas o lusitanas. Como lo hizo en Gibraltar y Pakistán
posteriormente.
Los Federales toman el poder en las Provincias Unidas.
El momento de Dorrego se acerca.
Es elegido como Gobernador y elije como su ministro a
Tomas Manuel de Anchorena; Lavalleja y Rosas toman a su cargo las milicias y
otro funcionario elegido como Ministro de Gobierno es Manuel Moreno, José María
Roxas y Patrón es el Ministro de Hacienda
Pone en orden la economía, la desigualdad que había en
términos del intercambio y el desfasaje en la balanza comercial.
Roxas y Patrón intenta transformar el Banco Nacional
en el Banco de la Provincias de Buenos Aires quitando a ls británicos el
control de la moneda y el crédito. No pudo y Vicente López y Planes remplaza al
ministro mencionado.
La ferocidad de los Unitarios no cejaba y su gobierno
también se debilitaba por la Banca de capitales financieros y las intrigas
inglesas que atacaban sus medidas proteccionistas.
Lord Ponsonby escribe a Londres en 1828, alarmado con
la posibilidad de que Dorrego continúe con la guerra y que, además, desarme
todas las componendas británicas-unitarias comerciales en desmedro de nuestra
soberanía también: “Mi propósito es
conseguir los medios de impugnar al Coronel
Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la
guerra después de tener a su alcance los medios para hacer la paz”.
El Lord baja de Rio de Janeiro para hablar con Dorrego
el cual se le planta y se niega a firmar la paz con el Brasil. Ante ello, la
suerte de Dorrego está echada: Lord Ponsonby le escribe a su ministro Canning “Dorrego será desposeído de su puesto y
poder muy pronto”.
Los ingleses lo que no consiguen diplomáticamente
presionando con una sonrisa lo consiguen por la fuerza.
Dorrego pierde poder al querer continuar la guerra
contra el Brasil pero su economía cae vertiginosamente y el gobernador de
Córdoba, Bustos, le quita apoyo ya que éste quería ser considerado para ser
elegido Presidente de la nueva República Federal.
Manuel tenía sin dudas una gran obsesión: la
integridad del territorio de la Provincias Unidas. Y no estaba dispuesto a
ceder un metro de tierra republicana. Es más, si la política de guerra
rivadaviana había sido apenas de contención, la de Dorrego sería agresiva. Su
intención era liberar a América de monarquías.
Quería convertirla en un continente republicano. Y eso
alteraba, obviamente, los planes de la Corona Británica y de su enviado, el manipulador
Lord Ponsonby. Pero también contradecía los intereses de algunos sectores
criollos, tanto occidentales como orientales, que iban a conspirar e incluso
traicionar la confianza de Dorrego. Y ni siquiera los hombres más cercanos a
él, tanto en lo político como en lo personal, iban a estar afuera de la
intriga.
(HASTA AQUÍ 19º REUNIÓN)
Para llevar adelante su plan de continentalizar la
guerra, Dorrego tomó un par de medidas concretas: relevó a Carlos María de
Alvear —de quien, a pesar de la buena relación, lo sospechaba de monárquico—,
por un republicano federal probado como Lavalleja. La medida indispuso a toda
la oficialidad porteña que no quería quedar bajo el mando de un oficial artiguista
—entre ellos, Lavalle, Paz y el general Tomás Iriarte— y alentó a algunos
laderos del caudillo oriental para obtener la independencia.
El plan de Manuel para acabar con el poder imperial
era realmente ambicioso y de haber sido concretado habría transformado para siempre,
en beneficio de las Provincias Unidas y no del Imperio del Brasil, el diseño de
Sudamérica.
Pero hacia fines de año, Dorrego decidió pasar al
ataque. Y para eso echó mano a una estrategia de pinzas con la cual pretendía
acorralar a Pedro I y obligarlo a dimitir o, al menos, a dar fin a la guerra
desprendiéndose de su Provincia Cisplatina y dejarla en manos de las Provincias
Unidas.
Por un lado, Manuel planeaba la consolidación de un
Ejército del Norte a cargo de Estanislao López para que invadiera las Misiones
Orientales en manos brasileñas —cosa que obtuvo gracias a la intervención del
voluble caudillo oriental Fructuoso Rivera, un filo-portugués devenido en republicano
tras la expedición de los 33 Orientales— y levantara esas poblaciones para ganarlas
en favor de la causa.
En el proyecto dorreguista
el Ejército debía ocupar no sólo las Misiones Orientales sino también los
actuales departamentos de Río Grande, SanPablo y Porto Alegre para que, en caso
de necesitar un estado tapón, fuera una república gaucha situada en esas
tierras.
Dorrego planeaba también avivar una rebelión en la
isla de Santa Catalina.
Para eso había seducido a las tropas mercenarias
alemanas, al mando de Federico Bawer, que estaban en Pernambuco y que se
encontraban dispuestas a ocupar la isla para utilizarla como base de
operaciones. Pero la gran conspiración consistía en llegar a Río de Janeiro,
donde, en connivencia con las tropas irlandesas, secuestrarían al emperador en persona
y lo trasladarían a Buenos Aires donde se lo obligaría a firmar una paz en la
que cediera para siempre la propiedad de la Banda Oriental para las Provincias
Unidas.
Para eso era necesario una cosa más: la intervención
de Bolívar. Y Dorrego fue tras ella. Su hipótesis de máxima consistía en que el
Libertador se pusiera al frente de un ejército combinado para derrotar a los
imperiales, la de mínima incluía una intervención diplomática para que Pedro I
no tuviera más remedio que aceptar la pérdida de la Banda Oriental.
El plan era arriesgado pero brillante.
El primero en no cumplir con su rol fue el almirante
Guillermo Brown, Las otras dos provendrían de las entrañas mismas de su
Gobierno y de dos de sus hombres de mayor confianza: Manuel Moreno y Tomás
Guido.
El primero, disconforme con la forma en que Dorrego
llevaba adelante la guerra, quería poner fin cuanto antes al conflicto bélico.
Una carta de Parish a Ponsonby ilustra bien cómo fue
la actuación de Manuel Moreno, el hombre que durante una década había sido el
compañero fiel de Dorrego, con quien habían vivido el exilio, con quien había
fundado el partido popular y con quien había llegado al gobierno
Lavalleja también duda en seguir la guerra contra el
Brasil pues Pedro Trapani, hombre de confianza de Manuel García convence al
primero a pactar la paz con los lusitanos. Trápani era amigo y socio de Robert
Ponsonby, saladerista ingles radicado en tierras bonaerenses era tío del
conspirativo Lord Ponsonby.
Lo cierto es que más allá de las especulaciones
lógicas de todo hombre político, Lavalleja siempre mantuvo una conducta
destinada a mantener el curso de la guerra y convertirse, obviamente, en el
gobernador de la provincia oriental, y una inteligente lealtad al máximo
titular de las Provincias Unidas.
Dorrego se iba quedando solo. Por errores propios,
pero también por las intrigas de la política. El Partido Federal porteño estaba
cruzado por internas —en las que ya muchos pensaban en la sucesión por parte de
Rosas—: los caudillos del interior, atrapados bajo la influencia de Bustos, y
los generales del Ejército Nacional —Paz, Lavalle— le eran adversos, Lavalleja
y los Orientales comenzaron a ambicionar la independencia, los comerciantes
porteños le declararon la guerra, el Banco Nacional lo extorsionaba, los
unitarios lo hostigaban desde la prensa.
Durante los primeros meses del gobierno de Dorrego,
Lord Ponsonby tejió sus redes para que se firmara la tan ansiada paz para el
comercio británico.
Tras mucho forcejear, ya que el diplomático inglés
quería construir el famoso estado tapón, Dorrego aceptó que las bases del
acuerdo rondaran en que, tras la firma del tratado, la Banda Oriental
dispondría de un lapso de cinco años para decidir en forma definitiva si se
incorporaba al Imperio Brasileño o a las Provincias Unidas o se declaraba
independiente.
Y tenía, por último, un as en la manga: el general San
Martín estaba enviaje hacia Buenos Aires dispuesto a ponerse al frente del
Ejército Republicano para llevarse por delante a los imperiales. El Gran
Capitán le escribió al general William Miller —que había realizado el cruce de
los Andes con el Ejército Libertador y con el de Expedición al Perú— dejando constancia
de su posición política:
“Dije a usted que había ofrecido
mis servicios al gobierno de Buenos Aires en la actual guerra con el Brasil.
Antes no lo había hecho porque el carácter de Rivadavia no confrontaba con el
mío, si ellos son admitidos, me pondré en marcha inmediatamente que reciba el
aviso”.
Ponsonby le advierte a Dorrego que si continua la
guerra se deberá atener a las consecuencias militares y económicas de todo tipo
por parte de Inglaterra.
Lord Ponsonby escribe a Londres en 1828, alarmado con
la posibilidad de que Dorrego continúe con la guerra y que, además, desarme
todas las componendas británicas-unitarias comerciales en desmedro de nuestra
soberanía también: “Mi propósito es
conseguir los medios de impugnar al Coronel
Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la
guerra después de tener a su alcance los medios para hacer la paz”.
El Lord baja de Rio de Janeiro para hablar con Dorrego
el cual se le planta y se niega a firmar la paz con el Brasil.
Lord Ponsonby escribe a Dorrego en tono insultante,
conminatorio y amenazante: “
"Vuestra excelencia no puede
tener respeto por la doctrina expuesta por algunos torpes teóricos de que
América debería tener una existencia política separada de la existencia
política de Europa. El comercio y el común interés de los individuos han creado
lazos entre Europa y América que ningún gobierno y acaso ningún poder humano
podrá disolver. Y mientras estos lazos existan, Europa tendrá el derecho y los
medios y la voluntad de intervenir en la política de América, por lo menos en
la medida necesaria para la seguridad de sus intereses".
Y si esto no es una amenaza directa, no sabemos qué
cosa lo es.
Ante ello, la suerte de Dorrego está echada: Lord
Ponsonby le escribe a su ministro Canning “Dorrego
será desposeído de su puesto y poder muy pronto”.
Los ingleses lo que no consiguen diplomáticamente
presionando con una sonrisa lo consiguen por la fuerza.
Pero el golpe de gracia Manuel lo recibió en agosto de
1828 con una traición: García firmó una paz deshonrosa regalando a los
brasileños la Bandas Oriental y exponiendo a Dorrego al escarnio público.
Finalmente, el 27 de agosto se firmó el tratado preliminar
de paz por el cual se reconocía la independencia de la República Oriental del
Uruguay. Lord Ponsonby había inventado un Estado, había parido un país. El
sueño de San Martín, Bolívar, Artigas y Dorrego había fracasado.
Acorralado, abandonado, sin apoyo financiero y sin
poder político, Dorrego accedió a las exigencias prácticamente de inmediato.
Finalmente, en la sesión del 25 de septiembre de 1828, el Congreso aprobaba el
tratado de paz y el gobernador lo ratificaba el día 29. Nacía la República Oriental
del Uruguay.
Las Provincias Unidas, tras la pérdida del Paraguay,
de Bolivia y ahora de la Banda Oriental, quedaban prácticamente disueltas.
A principios de octubre ordenó el regreso de las
tropas apostadas en la República del Uruguay. La conjura en su contra ya estaba
en marcha.
Pero lo cierto es que en septiembre de 1828, Dorrego
estaba acabado. Había perdido el empuje de los primeros meses y estaba casi
aislado políticamente. La inexperiencia en el poder fue uno de los factores que
más influyó en su desgaste, pero también la traición de propios y las intrigas
de ajenos. La crisis económica hacía estragos en la administración —pese al
saneo y a la austeridad patriótica de su Gobierno— y estaba agobiado y cercado
por el capital financiero que lo tomaba de rehén a cambio de nuevos empréstitos
en términos usurarios y lo obligaba a cometer el peor error de su
administración y el que le costó su vida: la firma de la paz definitiva con el
Brasil.
Cuando las tropas de la Banda Oriental estaban en camino,
Rosas le advirtió a Dorrego: “El Ejército Nacional llega desmoralizado por esa
logia que desde mucho tiempo nos tiene vendidos: logia que, en distintas
épocas, ha avasallado a Buenos Aires y que ha tratado de estancar en su pequeño
círculo a la opinión de los pueblos: logia ominosa y funesta, contra la cual está
alarmada toda la nación”.
Finalmente Lavalle y otros que han vuelto con el apoyo
de los Unitarios conjurados de siempre lo destituyen en un golpe de Estado que
se veía venir.
Dorrego huye sabiéndose víctima de las logias
masónicas Unitarias, dejando acéfalo el gobierno en manos de Guido, Balcarce,
Iriarte, Azuénaga y Rolón que parlamentan con Lavalle y sus tropas y deben
hocicar ante los hechos.
La guerra civil comenzaba con la tiranía del
insurrecto Lavalle que duraría casi hasta fin de siglo….
Entonces, luego de ser derrocado de su cargo de
Gobernador de Buenos Aires por el golpe de Estado el 1 de Diciembre de 1828 por
Lavalle y sus acólitos como Olavarría, Salvador María del Carril, Agüero y Juan
Cruz Varela, entre otros, Dorrego es perseguido, a pesar de los consejos de
Rosas para que no diera batalla, pero desoyéndolo luego es traicionado por uno
de los lugartenientes del General Ángel Pacheco, los militares Mariano Acha y Bernardino
Escribano que, traicionando sus cargos, lo detienen y lo encarcelan en Navarro,
siguiendo órdenes de Lavalle. Este ordena su fusilamiento. Brown y Díaz Vélez
interceden ante Lavalle por su vida, sin lograrlo.
Del Carril y Varela lo adulan a Lavalle y en cartas
laudatorias y viles lo instan a fusilarlo en cónclaves masónicos como lo han
probado los historiadores como Vicente F. López, entre los que estaban además
de los mencionados, estaban Angel Gallardo, Alsina, Alvarez Thomas, Valentín
Gomez en representación de Rivadavia, Niceto Vega, Juan M. de Pueyrredón, entre
otros.
Luego del asesinato disfrazado de justicia, el país se
levantó indignado y se desató una ola de violencia inacabable
que dio lugar a un estado anárquico que llevó finalmente al poder a Juan Manuel
de Rosas ante el pedido de orden que el pueblo necesitaba y pedía. .
(JERÓNIMO COSTA)
Uno de los mejores solados de la independencia y
patriota sin igual luchó contra el Imperio del Brasil en 1826/28 (primera
Guerra contra el Brasil), destacándose en la batalla decisiva
de Ituzaingó (20 de febrero de 1827), siendo ascendido al grado de
capitán en el mismo campo de batalla.
Al regreso de las tropas a Buenos Aires -y ante el
descontento producido por el desenlace diplomático de la contienda, ya que no
obstante haber resultado vencedora la Argentina, perdió en la mesa de
negociaciones a una de sus principales provincias, la Banda Oriental, que a
partir de ahí se erigió como país independiente, el Estado Oriental- al mando
del Gral. Juan G. Lavalle, estas se sublevaron contra el legítimo Gobernador de
Buenos Aires, Manuel Dorrego, permaneciendo Costa subordinado al legítimo
gobernador. A partir de allí Costa siempre actuó a favor de la federación. En
1831 combatió contra el General Paz, jefe de la Liga del Interior (unitaria).
Cuando Rosas en el año 1833 encaró su expedición a los
desiertos del sur, Costa participó de la misma ostentando el grado de teniente
coronel. Fue hombre de confianza del Restaurador quien en 1835 lo designó como
Comandante de la isla de Martín García y en este puesto se encontró en 1838
cuando se produjo el bloqueo francés a la Confederación Argentina y el ataque
galo a la isla.
Era jefe de la isla el teniente coronel Jerónimo
Costa, y su segundo, don Juan B. Thorne, veteranos ambos de la guerra contra el
Brasil.
Con poco más de 100 soldados, Costa encaró la defensa
de la isla e hizo frente al desembarco de 550 enemigos, quienes hicieron valer
tan desproporcionada fuerza y tomaron la isla, provocando la rendición de los
defensores, quienes habían combatido con valor y causado grandes bajas a los
atacantes.
A pesar de que los elementos de defensa eran muy
escasos, fue intimado por los franceses a rendirse. A lo cual Costa contesta
“En contestación a ella solo
tengo que decirle, que estoy dispuesto a sostener, según es mi deber, el
honor de la nación a que pertenezco. Dios guarde al señor Comandante muchos
años. Jeronimo Costa” |
Costa participó en muchos combates y acciones de la
guerra civil; hizo la campaña contra Lavalle, peleó en la Banda Oriental a
las órdenes de Oribe y luego de Pacheco desde 1840 haciendo toda la campaña del
Estado Oriental formando parte del ejército federal sitiador de la Plaza de
Montevideo desde 1843 hasta 1851.
Producido el Pronunciamiento de Urquiza contra el
Gobernador Rosas (1851), y la defección del general oriental Manuel Oribe,
Costa se embarcó a Buenos Aires para servir en el ejército que estaba
preparando Rosas en su lucha contra Urquiza. Así Costa tuvo destacada actuación
en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) .
Desalojado Rosas del Poder, Costa también se exilió
en el barco junto a Rosas, pero por algún tiempo, ya que a mediados de 1852,
regresó a Buenos Aires, siendo designado por Urquiza –nuevo hombre fuerte de
la Confederación– como comandante de la Guardia Nacional de Infantería.
Cuando en esta Ciudad se produjo la revolución del 11 de Septiembre (de 1852)
pergeñada por unitarios y algunos antiguos rosistas, descontentos con la
política del Gral. Urquiza y que en los hechos significó la secesión de la
provincia de Buenos Aires de la Confederación Argentina, Costa no adhirió a
la misma y se retiró a Entre Ríos para apoyar al Director provisional Urquiza
y a su política, al entender que el caudillo entrerriano enarbolaba las
banderas federales. En el mes de diciembre de 1852 Costa se adhirió a un
hecho revolucionario que se produjo en Buenos Aires, de carácter federal, que
al mando del Gral. Hilario Lagos sitió a la Ciudad de Buenos Aires, que
finalmente fracasó. Posteriormente a ese hecho, Urquiza nombró a Costa
general en jefe del Ejército del Norte, (HASTA AQUÍ 20º REUNIÓN) |
A principios de 1856 intentó una invasión a Buenos Aires, pero el ejército
federal fue nuevamente batido en Villamayor (Ptdo. de la Matanza)
por las tropas de Buenos Aires. Jerónimo Costa fue tomado prisionero y el 2
de febrero fue ejecutado sin proceso alguno, junto con otros 124 compañeros
entre oficiales y soldados, por orden del Gobierno liberal de Buenos Aires,
conocido este hecho en la historia como la “matanza de Villamayor”,
ordenado por Pastor Obligado y Bartolomé Mitre. Y ante el beneplácito de
Sarmiento. |
Mercedes Rosas de Rivera, la hermana menor de Juan
Manuel de Rosas, le escribió el 31 de marzo de 1856 a su sobrina Manuelita
Rosas, –residente en Inglaterra–, acerca de los sucesos comentados y del
destino del cadáver del malogrado Jerónimo Costa indignada por los hechos
Los restos de Costa pudieron recibir sepultura gracias
al empeño de doña Mercedes Ortiz de Rozas de Rivera, -hermana de Don Juan
Manuel- y de Don Prudencio Ortiz de Rozas, y de Don León Ortiz de Rozas, (hijo
mayor de Don Prudencio) y de Don Lucio Victorio Mansilla (hijo de Doña Agustina
Rozas de Mansilla), todos ellos queridos amigos de Costa,
Julio Victorica, en su obra “Urquiza y Mitre”,
dice: “Para que se sepa quién era
Jerónimo Costa, diremos que pertenecía a una de las familias más distinguidas
de Buenos Aires…Un perfecto caballero, militar valiente y honrado, que ilustró
su foja de servicios con la heroica acción que se va a recordar:
Su valentía, su patriotismo y su fidelidad a D. Juan
Manuel de Rozas y a la causa federal, lo hacen ser un grande entre los grandes
en la historia de nuestra querida patria.
Digamos para finalizar que cuando Lucio
V. Mansilla pidió que le entregaran el cuerpo de su amigo para su digna
sepultura el entonces Coronel Don Bartolomé Mitre, que formaba parte de ese
gobierno dijo "Mi pobre Costa, no
tuvo más defecto que el de ser siempre fiel a su bandera". O sea que el propio Mitre reconoce su
canallada.
(LUCIO N. MANSILLA)
Lucio
Norberto Mansilla comenzó su carrera militar prestando servicio durante las
invasiones inglesas de 1806 bajo las órdenes de Santiago de
Liniers en las jornadas del 10,11 y 12 de agosto, con solo 14 años.
También en la Defensa de Buenos Aires y durante el ataque de Whitelocke a
Buenos Aires, Mansilla tomó parte en los combates de los Corrales de Miserere,
que dieron inicio a la segunda derrota británica en el Plata.
En
el año 1809 fue nombrado agrimensor patentado, por el virrey Liniers,
previo examen ante peritos. El mismo año con su título de agrimensor, se
presentó al Cabildo y obtuvo el permiso para abrir y regentear una
Escuela rudimentaria de matemáticas.
Al
producirse la Revolución de mayo de 1810 se
sumó a la misma, al respecto dice en sus Memorias: "...al grito de
LIBERTAD, ceñí la espada, abandonando el halagüeño porvenir, y la posición
social obtenida, y me puse al servicio de mi patria."
En 1812,
ya con el grado de teniente, bajo las
órdenes del General José Artigas hizo la campaña contra
las fuerzas portuguesas que habían invadido ese territorio, y posteriormente
liberó a Montevideo de los Realistas españoles bajo órdenes de Rondeau
En
las batallas de la Independencia, participó en la organización del Ejército de los
Andes, a las órdenes del General José de San Martín,
el cual lo nombró "Comandante General
de las Cordilleras del Sud de los Andes". Participó en la
batalla de Chacabuco y en la de Maipú
Mansilla
intervino en la elaboración del Tratado del Pilar, celebrado el 23 de febrero
de 1820 entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos.
Fue
el creador de la autonomía de las provincias de Corrientes y Misiones e hizo
que éstas eligieran sus gobiernos
En
tal sentido, cuando Mansilla fue nombrado Gobernador de Entre Ríos en el año
1821, se propuso y lo logró, que los territorios de Corrientes (Taragüí
Tetãminí en guaraní) y Misiones, dependientes de Entre
Ríos, fueran erigidos en provincias que elegían a sus propios gobernadores,
haciendo que estas provincias eligieran ellas mismas sus gobernantes.
En
efecto, hasta entonces dichas territorios lo eran dependientes de Entre Ríos.
Gracias a Mansilla, fueron convertidas en provincias soberanas. Mansilla ordenó
a don Evaristo Carriego y a don Félix de Aguirre, a la sazón comandantes
militares de dichas zonas, que convocasen los vecinos para que eligieran con
total autonomía un gobierno que rigiese los destinos de Corrientes, tal como se
hizo.
Además,
Mansilla hizo sancionar, en 1821, la primera constitución provincial para Entre
Ríos, la cual él mismo había elaborado junto con Domingo de Oro y el doctor
Pedro J. Agrelo. Al concluir su mandato, rehusó continuar en el cargo para no
sentar precedentes, a pesar de haber sido reelecto tres veces.
Del
mismo modo, firmó con Buenos Aires, Corrientes y Santa Fe el “Tratado del
Cuadrilátero” en la ciudad de Santa Fe el 22 de Enero de 1822;
él fue su principal gestor. Su artículo 3, daba a las provincias contratantes
de Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires el goce pacífico de los
territorios que poseían. Con respecto a Misiones (artículo 15) se la
declara libre para darse un Gobierno y para reclamar la protección de
cualquiera de las provincias contratantes.
(Pero
debieron transcurrir muchos años para que Misiones se escindiera de la
Provincia de Corrientes y se erigiera en Provincia. Recién el 10 de Diciembre
de 1881se sancionó -y el 22 de diciembre se promulgó- la ley por la cual se
federalizó Misiones, separándola de la Provincia de Corrientes,
creándose el Territorio Nacional de Misiones).
Volviendo
al General Lucio N. Mansilla, éste fue ascendido al grado de general del Ejército Argentino y
en 1826 y participó activamente en la
guerra contra el Imperio del Brasil, en varias batallas –entre ellas- la
batalla de Ituzaingó (llamada entonces ‘Cutizaingó’). Fue distinguido con el
uso de un escudo y cordones de oro, siendo después nombrado "Jefe
de Estado Mayor" hasta la retirada del ejército a cuarteles de
invierno en 1827.
De
vuelta en Buenos Aires, se casó en 2das nupcias con Agustina Ortiz
de Rozas hermana menor de Juan Manuel de Rosas.
Como
dijimos en “Brig. Gral. JUAN MANUEL DE ROSAS (Aspectos Poco
Conocidos De Su Vida Y Su Familia)”
(elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com –Ed.
Febrero 2019)
“Lucio
N. Mansilla, hombre inteligente y con luces no solo militares sino políticas y
sociales, en el año 1834 siendo Jefe de la Policía de la ciudad creó y
reglamentó el Instituto de ‘Serenos’ que dio inicio a las luminarias de las
calles de Buenos Aires, y estuvo vigente durante muchos años hasta entrado el
siglo XX. Este sistema fue luego copiado en Brasil y Uruguay”
En
cumplimiento de un decreto emitido el año anterior por el gobernador BALCARCE,
como Jefe de Policía creó y organizó la fuerza policial, modernizándola. Y
entre tales tareas fundó la institución de Serenos redactando sus reglamentos.
Ésta entró en funciones el 13 de Marzo de 1834. El 3 de Junio de 1834 entró en
funciones un grupo de vigilantes del mismo tenor pero para el patrullaje
durante el día Tal éxito tuvo que vinieron del Brasil y de la Banda Oriental
para copiar el modelo y crearlos en sus países.
Hagamos
un poco de historia de cómo Mansilla terminó siendo quien da forma a este
cuerpo llamados vulgarmente “SERENOS”, tal como lo relata el sitio “El
Arcón de la Historia Argentina” (http://elarcondelahistoria.com/serenos-1834/).
“Así
se llamaba popularmente a los integrantes del “Cuerpo de Vigilante de Noche”,
creado el 3 de junio de 1834. Eran los guardianes encargados de rondar de noche
por las ciudades durante la segunda mitad del siglo XIX. El nombre deriva de la
costumbre que tenían, de ir anunciando la hora y el tiempo durante toda la
noche, gritando: «las doce y sereno» o «lluvioso». En la época colonial había ciudadanos
o soldados dirigidos por el Alcalde, que velaban por la seguridad nocturna y ya
en 1805 el Cabildo de Buenos Aires quiso establecer un servicio regular de
serenos pero no tuvo éxito. En 1815 hizo un segundo intento, que también
fracaso
En
1821, el diputado de policía JOAQUÍN DE ACHÁVAL decidió probar por tercera vez
y tampoco pudo ponerse en práctica el servicio que ya le era imprescindible a
la ciudad de Buenos Aires, dado el incremento que había sufrido su
población. En 1833, el gobernador BALCARCE volvió a proponer el proyecto y
al año siguiente, el general LUCIO NORBERTO MANSILLA, jefe de la Policía de
Buenos Aires, simultáneamente con la creación del cuerpo de «Vigilantes de Día
de la Ciudad» (3 de junio de 1834), creó el “Cuerpo de Serenos” (o “Vigilantes
de Noche), policía nocturna que entró en servicio el 13 de marzo de 1834, y se
relevaba con los “Vigilantes de Día», alternando con ellos su presencia en las
calles de la ciudad de Buenos Aires.
Estaba
formado por catorce hombres que patrullaban treinta y tres cuadras del centro
de la ciudad y no eran en realidad un cuerpo oficial de policía, pues si bien
dependía funcionalmente del Jefe de esa Repartición, eran costeados por los
vecinos, que abonaban al efecto, un llamado “Impuesto de Serenos”, que era
administrado por una Comisión Directiva, a la que también se hallaban
subordinados. Sus obligaciones eran, además de las de vigilancia, la de
despertar a los vecinos que se lo solicitasen, controlar que las puertas de las
casas y comercios estuvieran bien cerradas (llamaban a los propietarios en caso
de no estar así), atender las emergencias de los pobladores, por ejemplo,
llamar al médico o al sacerdote, volver a encender los faroles o luces que se
habían apagado accidentalmente, mantener el orden y velar por el cumplimiento
de la ley. Cada 30 minutos debían cantar la hora y el tiempo, con el agregado
del consabido lema político durante la época de ROSAS (“Las doce han dado y
sereno, viva la santa Federación” era el latiguillo usado). Actuaban provistos
de un farol para alumbrarse y hacer señales, una lanza corta y pistola para
defenderse, y un capote con caperuza para protegerse de las inclemencias del
tiempo. Fuera de lo nombrado, que era lo que los uniformaba, en lo demás,
vestían a su arbitrio y fue frecuente verlos con sombrero gris de copa alta,
pañuelo al cuello, con el obligado cintillo federal en el pecho, rojo,
calzoncillo cribado blanco y pesados botines negros.
En
1840 comenzaron a vestir uniforme, al igual que las fuerzas policiales y como
ellas militarizados. Con el crecimiento de la ciudad, este Cuerpo se hizo cada
vez más numeroso y durante el gobierno de ROSAS, se involucró tanto con el
gobierno, que se disolvió después de la caída del caudillo. En 1852, casi
inmediatamente después de Caseros, el cuerpo de “Serenos” o “Vigilantes de
Noche”, fue reorganizado. Recuperaron su estado civil, pero ahora patrullaban
las calles a caballo y en 1854, pasaron a depender de la Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires
Este
pintoresco organismo, cuyos integrantes dieron una nota característica a la
vida nocturna de Buenos Aires, desapareció junto con los «Vigilantes de Día»,
al ser sustituidos ambos, por el «Cuerpo de Vigilantes» y sus
funciones pasaron a ser responsabilidad de la Policía. Los “serenos”
prestaron su último servicio en la ciudad de Buenos Aires durante la noche del
30 de noviembre de 1872, pero hasta 1883 continuaron prestándolo en la ciudad
de Rosario, provincia de Santa Fe”
Además,
digamos, que Mansilla hizo varias obras públicas como la creación del camino al
Riachuelo en la Boca y su muelle
Iniciada
la Guerra entre la Confederación Argentina y la
Confederación Perú-Boliviana en 1837,
Mansilla deja su cargo al frente de la policía de la ciudad para ocupar el de
Jefe del ejército de reserva en la Provincia de
Tucumán y organizarlo en consecuencia.
Entre 1840 y 1844 se
desempeñó como legislador provincial. A su vez, desde 1839 en
adelante fue jefe del ejército de reserva de la ciudad, cargo que ocupó por
varios períodos, alternando con la comandancia de la costa del río Paraná hasta el final del gobierno
de Rosas.
El
hecho más destacado que le cupo protagonizar a Lucio Norberto Mansilla fue
conducir como Jefe del Departamento del Norte a las tropas argentinas que
enfrentaron a la flota anglo-francesa, en la batalla
de la Vuelta de Obligado EL 20 de Noviembre de 1845,, llamada
hoy la Batalla de la Soberanía, y en las llamadas Quebracho y San Lorenzo el 4
de junio de 1846.
No
empuñó más las armas hasta el año 1852,
cuando el gobernador de la provincia de
Buenos Aires, su cuñado Rosas, lo nombró Comandante de las fuerzas
de la ciudad de Buenos Aires — la reserva del ejército, es decir, los inválidos
y los extranjeros que prestaban servicios en las milicias urbanas — mientras
Rosas enfrentaba al Imperio del Brasil que se alió con el
traidor Justo José de
Urquiza que se había levantado en armas y sus aliados
unitarios, "colorados" uruguayos y brasileños.
Así, junto a Vicente López, el Gral.Mansilla –nos guste o no- a horas de
finalizar la batalla de Caseros, entra a Buenos Aires, junto a tropas de
Urquiza, para –supuestamente- guardar el orden en la ciudad, al mismo tiempo
que sus ex camaradas como Martiniano Chilavert y Martín Santa Coloma eran
fusilados y degollados luego de rendidos. Tal vez poco podía hacer Mansilla
pero su sentir ha quedado en su fuero íntimo.
Varios de los ‘rosistas’ desde el momento
de la caída de Rosas, con ánimo de salvar su pellejo y/o sus bienes, entre
ellos Lucio N. Mansilla, el cuñado de Juan Manuel de Rosas, parecen’
olvidar’ en un día más de 20 años de
‘rosismo’ y patriotismo:
“Lucio N.
Mansilla, el héroe de Obligado, ya había tenido una actitud extraña y
misteriosa frente al ejército invasor. El 4 de febrero, relata en sus memorias,
“cuando vio Mansilla la ruina del ejército de su hermano (sic) (en realidad
eran cuñados) y dispersión de sus tropas, les dijo a los soldados que se fueran
e hicieran lo que quisieran, y se ocultó, que fue a decirles, vayan a robar y
saquear (…)
Lucio N. Mansilla, el día 4 proclamó
públicamente en la plaza Mayor;¡¡ viva el
general don Justo Urquiza, y muera don Juan Manuel de Rosas!!…”.
Así,
luego de caído el gobierno de Rosas, luego de la batalla de Caseros,
licenció a sus tropas, entregó el fuerte al enviado de Urquiza y a pocos días,
antes que zarpara el buque que llevaba a Rosas al extranjero, se embarcó en el
mismo barco inglés que Rosas.
A
diferencia de éste, se estableció en Francia, donde residió muchos años. Napoleón III y su corte imperial, lo
recibieron con honores y le concedieron un trato preferencial, pese a haber
sido su enemigo, por considerar que había defendido a su patria de la invasión
extranjera. Incluso medió en el casamiento de Napoleón III y su esposa
española, María
Eugenia de Montijo.
Fue
tal la impresión que dejó este viejo General argentino en la corte Imperial,
que en 1868 Napoleón III renombró
una calle de París como Rue d' Obligado (Rue d' Argentine a
partir de 1948), en reconocimiento a la heroica defensa
de la soberanía Argentina realizada
por Mansilla y sus hombres en la Batalla
de la Vuelta de Obligado.
Como la Argentina ayudó mucho a Francia
tras la 2da. Guerra Mundial, con cereales y carne para alimentar a la
población, como muestra de aprecio hacia esa generosidad, y luego de una visita
de la primera dama argentina Eva Duarte en 1947, el gobierno francés
cambió el 25 de Mayo de 1948 el nombre de ‘Obligado’
por ‘Argentine’
Luego
de algunos años vuelve a Buenos Aires hasta su muerte por la llamada ‘Fiebre
Amarilla’ que azotó la ciudad, el día 10 de abril de 1871,
a los 79 años.
(HASTA AQUÍ 21º REUNIÓN)
(PASCUAL ECHAGUE)
Juan José Pascual Echagüe (nació
en Santa Fe,
16 de mayo de 2797 y murió el 2 de junio de 1867.
Hizo
sus primeros estudios y los de latín en su ciudad natal y posteriormente obtuvo
el grado de doctor en derecho canónico en la Universidad de Córdoba.
ue
gobernador de las provincias de Entre Ríos y Santa Fe,
ministro de Guerra y Marina en el gobierno del general Justo José de
Urquiza y durante el gobierno de Santiago Derqui. Tuvo una actuación
destacada en las guerras
civiles argentinas y Orientales
Fue ministro del Gobernador Estanislao López y formó
parte del Pacto Federal de Enero de 1831
Su
gobierno inició un período de paz y progreso, y de buenas relaciones con el
gobernador de la Provincia de
Buenos Aires, Juan Manuel de
Rosas. Fue ascendido a general y reelecto dos veces. Nombró coronel
y comandante de la costa del río Uruguay a Justo José de
Urquiza. Fundó las ciudades de La Paz y Diamante.
Defendió al Presidente Oribe cuando se sublevó
contra él Fructuoso Rivera y Lavalle.
Con
el apoyo de Juan Antonio
Lavalleja y los miembros del partido de los blancos,
cruzó el río Uruguay para
atacar a Rivera, pero este lo venció (con apoyo de los unitarios argentinos) en la batalla de Cagancha,
el 29 de diciembre de 1839.
En
1840 tiene varios enfrentamientos armados con Lavalle asistiendo como
secretario de Estanislao López que combatió junto a Rosas contra el Unitario
insurrecto.
Luego
es derrotado por el Unitario Gral. Paz en 1841.Entonces Echagüe renuncia como
Gobernador de Entre Ríos y se refugia en Buenos Aires. En su lugar fue nombrado Justo José de
Urquiza.
Acompañó
a Oribe en su campaña de fines de 1841 a Santa Fe,
y tras la derrota de Juan Pablo López,
fue elegido gobernador el 16 de abril de 1842.
Hizo un gobierno progresista y ordenado, como el que ya había hecho en Entre
Ríos, fomentando la educación en las dos provincias que le tocó gobernar, en
una época en que se le daba poca importancia.
En
Noviembre de 1845 se destacó como uno de los jefes defensores de la soberanía
argentina inmediatamente tras la célebre batalla
de la Vuelta de Obligado hostigando con sus tropas a los invasores
anglofranceses.
Cuando
Urquiza se "pronunció" contra Rosas, en 1851,
le declaró la guerra. Pero Echagüe estaba en el camino de Entre Ríos hacia
Buenos Aires, y fue atacado en diciembre de 1851. Echagüe y el coronel Martín Santa Coloma se
retiraron hacia Buenos Aires, mientras Domingo Crespo era nombrado
gobernador.
Luego del Pronunciamiento de
Urquiza y con el objeto de seguir por los campos a la provincia de Buenos Aires
a defender al gobierno, llegó a Caseros, con solo alrededor de 200 soldados,
que fueron incorporados al ejército de Rosas. En la batalla de
Caseros, el 3 de febrero de 1852, mandó 7.500 soldados.
Fue
siempre leal a Juan Manuel de Rosas, a quien acompañó al exilio después
de Caseros.
Rosas tuvo siempre hacia él reconocido afecto y reconocimiento a su lealtad y
hombría de bien.
Tras un corto período volvió de
Europa, se refugió en Montevideo. En 1854 pasó a Entre Ríos, donde se radicó con permiso especial del
presidente Urquiza, que en 1856 lo nombró ministro de guerra de su gobierno. Organizó una campaña
relativamente exitosa contra los indios del Chaco.
Desde
1859 fue senador nacional, y ese mismo año fue interventor federal en Mendoza,
cargo que desempeñó desde el 16 de abril hasta el 23 de agosto.
Representó
a La
Rioja en la Convención Constituyente de 1860. Fue ministro de
guerra interino durante la presidencia de Santiago Derqui y se retiró a Entre
Ríos después de la batalla de Pavón.
Se
ofreció como voluntario para la Guerra de la
Triple Alianza contra el Paraguay; pero, debido a su avanzada edad,
su ofrecimiento fue desechado.
Falleció
en 1867 en Entre Ríos,
(FACUNDO QUIROGA)
Según el propio Quiroga, caudillo
riojano y gobernador de dicha provincia,
él decía que era Unitario pero como la voluntad del pueblo era a favor de un
sistema Federal, él combatiría por dicha causa.
Rosas le responde: “…cuando veo el respeto que ha
consagrado a la voluntad de los
pueblos pronunciados por el sistema federal, me es Ud. más
apreciable. Por ese respeto, que creo la más fuerte razón de convencimiento, yo
soy federal y lo soy con tanta más razón, cuando estoy persuadido de que la
federación es la forma de gobierno más conforme a los principios democráticos
con que fuimos educados en el estado colonial…”
Juan Facundo Quiroga, caudillo y militar, fue uno de los máximos exponentes del
federalismo argentino, nació en San Antonio de los Llanos (La Rioja) en 1788,
hijo de familia de abolengo español.
A los 20 años, en 1812 pierde el ganado de su padre en el
juego y para lavar esta afrenta decide enrolarse en el ejército junto al
coronel Manuel Corvalán, quien reclutaba soldados para el Ejército Grande
del general San
Martín en Buenos Aires.
Los generales Belgrano y San Martín reciben grandes colaboraciones de Quiroga,
quien le remite ganado e insumos destinados a la guerra emancipadora,
obteniendo el riojano el título de “Benemérito de la Patria”.
El 31 de enero de 1818 es nombrado Comandante Militar de los
Llanos. Por esos tiempos el prestigio de Quiroga es inmenso en toda la región.
A él acuden todos los paisanos que necesitan algo de cualquier especie que sea:
ayuda pecuniaria, protección contra una injusticia, recomendación para el
gobierno, certificación de hombría de bien.
En 1823 es elegido gobernador de su provincia y extendió su
influencia a las provincias vecinas.
Al poco tiempo de haberse entablado la guerra con el Brasil,
llegó a Buenos Aires, de regreso de Inglaterra, Bernardino Rivadavia.
Desembarca en octubre de 1825. Con la llegada de don Bernardino, la logia de
Buenos Aires cobra mayor actividad. Con los hombres de la logia masónica de
Londres ha creado varias entidades comerciales, industriales y de fomento de
índole minera y agrícola
Los porteños Unitarios están locos de contento con la llegada
de don Bernardino elegido presidente por
un grupúsculo de adictos y se arman tenidas masónicas: el doctor Julián Segundo
de Agüero (sacerdote apóstata), doctor Valentín Gómez, Dalmacio Vélez Sarsfield
y los “hermanos” muy venerables,
doctores Valentín Alsina y Juan Cruz Varela, la logia toma la suprema decisión
de dar al país una Constitución unitaria, ya que de lo contrario los magníficos
proyectos de Rivadavia serían irrealizables. Se establece, pues, un sistema
Unitario que viola las autonomías provinciales..
En 1825 Facundo, comandante general de las milicias riojanas
exigió del gobernador Blanco una resolución de la Legislatura y, de acuerdo con
Quiroga y éste con Dorrego, sancionó el desconocimiento en La Rioja de
Rivadavia como presidente, ni reconocer o acatar las leyes que dictase el
Congreso reunido en Buenos Aires y también se declaró la guerra a los que no
profesaran la religión católica, en oposición a los anticristos del unitarismo.
En Buenos Aires, por otro lado, sosteniendo la teoría
federal, existía la logia “Libertad y Justicia”, su presidente era Félix de
Alzaga. Así como la logia a la que pertenecía Rivadavia (“Los Caballeros de
América”) enviaba emisarios a las provincias para ganar adeptos para la causa
unitaria, con el mismo sigilo y el mismo secreto, los logistas de la logia
“Libertad y Justicia” enviaban los suyos abogando por el federalismo..
La Constitución
unitaria de 1826 era centralista y establecía: “La Nación Argentina adopta para
su gobierno la forma representativa republicana, consolidada en unidad de
régimen” (art. 7°); “en cada provincia habrá un gobernador que la rija, bajo la
inmediata dependencia del Presidente de la República” (art. 130); “el
Presidente nombra los gobernadores de las provincias” (art. 132).
Comienza una
época de luchas contra los generales Unitarios como Lamadrid, Arenales que
asolaban el interior, junto a mercenarios colombianos al mando del Coronel
Matute que por sus masacres a civiles, militares, mujeres, niños por todo el
territorio, dio en llamárselos por primera vez ‘salvajes Unitarios’.
En aquellos meses el coronel Gregorio Araoz de Lamadrid es
enviado a Tucumán, lleva instrucciones reservadas de la logia de Buenos Aires.
El 26 de noviembre, Lamadrid, con 300 hombres, entra violentamente en Tucumán y
se apodera del gobierno.
Bustos, de Córdoba; Ibarra, de Santiago del Estero y Facundo
Quiroga, quisieron exigir a Lamadrid que desconociese la autoridad del
presidente Rivadavia sin lograrlo
Quiroga y su lugarteniente el Chacho Peñaloza, resolvió atacarlo y al efecto penetró en la
provincia de Tucumán, derrotando a Lamadrid, el 27 de octubre de 1826, cayendo
éste acribillado de heridas de sable en la cabeza y además, un balazo,
circunstancias que hicieron creer que había muerto,
Al saberse que Lamadrid ha sido derrotado la oligarquía
porteña no sale de su asombro; los logistas quedan perplejos al ver como se
esfuman todos esos grandes negocios que ha traído de Londres don Bernardino.
Los mineros ingleses hace una semana que partieron para La Rioja a posesionarse
de las minas de plata de Famatina que son propiedad de la provincia de La
Rioja. Fue una sorpresa grande cuando se toparon con Facundo. Quiroga, sentado
frente al técnico inglés, con buenas maneras, por medio del intérprete que ha
traído el inglés, le explica la verdadera situación de Rivadavia, de la
Constitución recientemente sancionada, de la provincia de La Rioja, de la
Sociedad de Minas de esta provincia, y del país mismo. El técnico inglés reúne
a sus mineros y se dispone a regresar a Buenos Aires, lo que hace a los dos
días.
La guerra entre Buenos Aires y las provincias está empeñada;
entre Rivadavia y Facundo. El final fue que Rivadavia renunció al quedarse
solo, abandonado hasta por su propio partido. Facundo ordena al comandante
Angel Vicente Peñaloza que persiga a Lamadrid con los que huyen en dirección al
norte. Días después regresa el Chacho trayendo prisioneros al teniente
Pantaleón Ocaña y al coronel colombiano Matute. Lamadrid siguió huyendo hasta
Bolivia, donde pidió asilo al general Sucre.
Restablecido el orden en Tucumán, Facundo dispuso el regreso
a La Rioja.
En Buenos Aires, a Bernardino Rivadavia renuncia y lo
reemplaza Vicente López en el orden nacional y, al volver la provincia de
Buenos Aires a recuperar su soberanía (Rivadavia había hecho capital de la
república a casi todo su territorio), Dorrego asume como Gobernador de la
Provincia de Buenos Aires. El partido federal ocupa el lugar del unitario. Este
triunfo político es debido en gran parte a la pujanza de Quiroga y a sus
grandes victorias en el interior.
Manuel Dorrego, acusó ante la Sala de Representantes el
negociado de Rivadavia, con la complicidad de sus socios: Julián Segundo de
Agüero, Salvador María del Carril, Juan Cruz Varela, Valentín Alsina, Dalmacio,
Vélez Sarsfield, etc. Firmaba así su sentencia de muerte, pues los unitarios
componentes de la logia “Los Caballeros de América” no le iban a perdonar esa
acusación que la historia un día recogería para marcarlos a fuego por toda la
eternidad.
Al renunciar Rivadavia, Dorrego como gobernador, Quiroga
restablece la concordia con Juan Bautista
Bustos, Juan
Felipe Ibarra y Estanislao
López.
Producido el movimiento revolucionario del 1º de diciembre de
1828, Quiroga se dirigió a restaurar las autoridades derrocadas.
El 13 de diciembre de 1838 Dorrego es fusilado. Murió Dorrego
asesinado. Ese asesinato es el crimen más estúpido y nefasto de la historia
argentina. La conducta escandalosa de Rivadavia y de sus corifeos, causa la
guerra entre unitarios y federales. Facundo Quiroga, desde La Rioja; Bustos, desde
Córdoba y Estanislao López, desde Santa Fe le gritaron su indignación a Lavalle
por el asesinato de Dorrego El 22 de abril de 1929 el general Paz vence a
Bustos en San Roque y luego pasó comunicaciones a los gobernadores de las
provincias vecinas “invitándoles a la concordia”. Facundo Quiroga se dispone a
desalojar a Paz de Córdoba.
El 22 de setiembre de 1829 se enfrentan las dos fuerzas en el
campo del Pilar, donde si terrible era el poder de las armas que empuñaban,
mucho más terrible era el odio que se profesaban. Los federales al mando del
general José Félix Aldao y los unitarios del comandante Zuluaga. El combate
comienza a las once,. Y sin prevención alguna, las caballerías federales se
aprontan para el ataque. Con la impresión de que se ha traicionado la tregua,
de un pistoletazo en la cabeza ejecutan al coronel Francisco Aldao.
El combate se reanuda, pero los Unitarios en el mayor
desorden, no pueden oponer resistencia. Huyen por donde pueden. En ese combate
está Domingo Faustino Sarmiento, que es de los primeros en huir. Huye también
Narciso Laprida, que fue uno de los presidentes del Congreso Constituyente de
Tucumán.
Manuel Corvalán retoma el gobierno de Mendoza. A los pocos
días se anuncia que está por llegar el general Juan Facundo Quiroga, que se
hallaba enfermo en San Juan,
Mientras tanto en Buenos Aires la situación se va perfilando
netamente hacia la política federal. El pacto de Cañuelas entre Lavalle y Rosas
entregó, de hecho, la dirección política a éste. Desde ese momento Lavalle pierde
su prestigio y su personalidad. Los amigos se le retiran y Rosas coloca los
suyos en los puestos públicos de importancia, en la Legislatura y en los
ministerios.
Estanislao López, organiza su ejército con soldados
santafecinos, correntinos y entrerrianos. La situación en Córdoba se vuelve
irritante; los colaboradores de Paz están nerviosos y ya se muestran
desconfiados.
Quiroga se apresta para una segunda campaña en Córdoba; ha
dividido su ejército en dos divisiones. Una a su mando inmediato que penetra en
Córdoba por el sur, y la otra, al mando de su segundo, el general Villafañe,
que lo hace por el norte. Facundo tiene noticias concretas de las fuerzas de
Paz y comprende que su pequeño ejército de menos de tres mil quinientos
hombres, no es suficiente para enfrentarlas.
El 25 de febrero de 1830 se produce un nuevo encuentro entre
los dos ejércitos: el de Paz y el de Quiroga, que finalizó con el triunfo
Unitario.
La noticia de la nueva derrota de Quiroga corre como el
viento por todo el país. La ciudad de La Rioja, dominada por los enemigos de
Facundo, y por el miedo a la venganza o furia del gobernador unitario que
llegue, vive alborozada, pero con un alborozo falso como todo lo que anima el
odio o el miedo. Solamente allá, en San Antonio, en Atiles y Malanzán, los
ánimos están tranquilos, los pobladores quietos y las lenguas en silencio. La
presencia de Facundo era diaria, su voz era familiar y su generosidad y hombría
de bien continuas. Allí no se le niega.
Facundo Quiroga, rodeado por un grupo numeroso de jinetes, se
dirige por el camino real rumbo a Buenos Aires. En un alto del camino se
despide de sus soldados quienes parten para La Rioja, mientras él con cinco
jinetes sigue su rumbo hacia el sur. La noticia de su llegada a Buenos Aires
creó una gran expectativa. Todos querían conocer personalmente al famoso
caudillo, verlo, hablar con él. Facundo, en cambio, no tenía interés por nada.
Se encerró en la casa de don Braulio Costa, una de las más principales de
Buenos Aires,.
Eran frecuentes sus charlas con Rosas sobre los problemas más
candentes del país. Así el Restaurador fue conociendo a Facundo, y llegó a
creer firmemente que el hombre que más valía de todos los jefes federales, era
el caudillo riojano. De ese convencimiento firme, irrevocable, parte entonces
toda la política y toda la táctica de Rosas en el manejo de los asuntos del
país.
Mientras Rosas y Quiroga planean su acción futura, Lamadrid
ha llegado a La Rioja y por la ley de 5 de junio, hace decretar: “La provincia
de La Rioja es dependiente del gobierno de Córdoba, reconociendo al general Paz
como Jefe Supremo, quedando fuera de la ley, como reos, los generales Quiroga y
Villafañe”.
Paz, con su título bárbaro de Jefe Supremo, y seguro de que,
con las provincias que están bajo su mando el país está a su discreción, sus
lugartenientes convertidos en gobernadores de provincias, con sus
arbitrariedades y sus crímenes, van minando su autoridad y su fuerza.
Lamadrid se mueve y llega hasta San Juan para seguir a
Mendoza. Allí intenta hace asesinar a Bustos, so pretexto de fuga.
La madre de Quiroga es apresada. Y la pobre señora, anciana,
es reducida a prisión con una cadena al cuello.
Lamadrid había
insultado a la esposa de Quiroga, había engrillado a su anciana madre, y se
había quedado con unas cuantas onzas de oro que Facundo tenía en su casa
particular. De todo esto tenía pruebas Facundo, según los papeles que el
historiador Adolfo Saldías encontró entre sus pertenencias.
Es notable ver
como este “patriota” se creía en el derecho de no ser zonzo y robar “por la
patria” y “sin perjuicio de tercero”. Tampoco no tenía problemas en dejarlo
confesado por escrito.
Asi es, los actos de vandalismo del jefe unitario Lamadrid
están documentados en las propias “memorias” que éste escribe. La persecución
de Lamadrid no para allí; es la misma esposa de Quiroga quien se queja al
general Paz de los malos tratos que recibe, respondiendo el vencedor de
Tablada, el 10 de enero de 1831, que ha de intervenir en su defensa.
Y es el mismo general Paz poniendo al descubierto la
impudicia del jefe unitario. Lamadrid ha descubierto noventa mil pesos fuertes
de Quiroga, pero ha entregado nada más que treinta y dos mil.
Rosas y Quiroga se dan cuenta que es necesario apresurarse a
tomar medidas antes de que los unitarios avancen sobre Buenos Aires, después de
dominar el litoral. Así es que el 4 de enero de 1831 se firma en Santa Fe el
“Pacto Federal”, piedra angular de la unidad nacional. El Pacto reconoce y
confirma todos los anteriores. Sella la amistad de las provincias signatarias
“reconociendo recíprocamente su libertad, independencia y derechos…” Así
quedaba asentado el carácter federal de la nación. Cada provincia es dueña de
su libertad, independencia y derechos. Las provincias federales ya tienen en su
mano un instrumento que las habilita, frente a las provincias unitarias exentas
de forma legal, a hacer la guerra invocando a la nación que ellas representan
por el Pacto. Rosas, Quiroga y López buscaron la forma de colocarse dentro de
la legalidad, aparente o real, frente a Paz y los emigrados, que jurídicamente
no representaban nada.
A pesar de su estado de salud, a fines de febrero de 1831
Quiroga se apresta a entrar en campaña. Buenos Aires no tiene ejército que
darle, y él lo improvisa con 300 hombres sacados de las comisarías y de la
cárcel. A ellos agrega 150 voluntarios que se le ofrecen atraídos por la fama
de Facundo. Más que disciplinarlos, los arenga, los insta a la disciplina, al
cumplimiento del deber, a la regeneración por medio de la militancia en el
ejército federal. ¡Guay del que deserte, del flojo y del que robe!
Así se pone Facundo en marcha hacia Córdoba. Cruza el Arroyo
del Medio y se interna en Santa Fe, buscando el camino a Río Cuarto.. Facundo
incorpora algunos soldados del ejército sitiado, y continúa su marcha hacia Río
Quinto, donde está Pringles. Allí las fuerzas se chocan en un furioso combate
el 4 de Noviembre de 1831. Las cargas de Facundo, Prudencio Torres y Ruiz
Huidobro son incontenibles. Y el desbande se produce.
Al día siguiente Facundo continúa su marcha hacia Mendoza,
engrosadas sus filas con la incorporación de tropas de Pringles y con paisanos
de todos los pagos que atraviesa. Tres días después está en Chacón, cien
kilómetros al este de la ciudad de Mendoza. Allí está el coronel Videla Castillo
odiado por todo el pueblo de Mendoza, quien tiene bajo sus órdenes militares de
fama bien ganada, como los coroneles Chenaut y Barcala, y un ejército de mil
quinientos hombres. Quiroga cuenta tan solo con 400 o poco más; así y todo lo
derrota a Castillo el 28 de marzo de 1831. Con esta victoria consiguió el
control de San Luis y Mendoza, mientras sus partidarios recuperaban San Juan y
La Rioja.
(HASTA AQUÍ 22º REUNIÓN)
El general Paz cae prisionero el 10 de mayo de 1831 y su
ejército pasa al comando de Lamadrid. Este poco después inicia su marcha
retrógrada a Tucumán. Quiroga se encarga de aquella fuerza; el coronel Ruiz
Huidobro, se encarga de organizar aquel ejército, con el cual emprende a fines
de agosto, la marcha sobre Tucumán. Alcanza a Lamadrid y le impone la derrota
más espantosa. Esto da el dominio a Quiroga de las nueve provincias del norte y
de la región andina, y en las primeras semanas de 1832 está de regreso en Cuyo
con su ejército victorioso.
Con esta última victoria se pacifica todo el norte argentino
y en diciembre del mismo año envía una circular a todos los gobernadores
pidiéndoles apoyo en la guerra contra los salvajes
No ha terminado todavía su mandato el general Rosas, cuando
ya habla de organizar una expedición al desierto con el concurso de varias
provincias y de la república de Chile.
La expedición quedó
organizada en tres divisiones: la de la izquierda al mando de Rosas; la del
centro, al mando del general Ruiz Huidobro, y la de la derecha, al mando del
general Félix Aldao,. Las tres columnas se ponen en movimiento en el mes de
marzo de 1833. Se rescatan miles de cautivas y se gana territorio para la
soberanía nacional y siguen su derrotero
sin mayor novedad en los primeros días.
Con posterioridad llega a Buenos Aires la noticia de la
disputa que se había producido entre los gobernadores de Salta y Tucumán, Pablo
Latorre y Alejandro Heredia. Durante el gobierno del doctor Manuel Vicente
Maza, se le encomienda a Facundo Quiroga una gestión mediadora, ante la
gravedad que estaba teniendo el conflicto. La idea, con seguridad, ha sido de
Rosas a quien tanto le preocupaban las disensiones partidarias. Ocurre que la
causa federal peligra en el norte de la República.
Rosas lo acompañó hasta la Hacienda de
Figueroa (San Antonio de Areco),
enviándole una carta con sus ideas sobre la organización nacional y le ofreció
una escolta, pues había versiones de un plan para asesinar al caudillo riojano
por parte de los hermanos Reinafé, que gobernaban Córdoba.
El gobernador de Tucumán, Alejandro Heredia, es Federal con
fervor; pero transige con los Unitarios, llevado por su espíritu liberal. Rosas
le ha reprochado esta política, y le ha predicho que le será funesta.
Los Unitarios han reclutado gente en Tucumán para derrocar a
Pablo Latorre, gobernador de Salta. Han fracasado en su intentona y emigrado a
Bolivia.
Latorre cree ver en esa tentativa, lo mismo que en el
propósito de los jujeños de separar a su región de la provincia de Salta, la
complicidad de Heredia. Los ejércitos de Tucumán y de Salta están prontos para
atacarse. Solo una persona puede evitarlo: Juan Facundo Quiroga. Sólo él tiene
prestigio en el Norte como para una mediación eficaz. Rosas insinúa a Maza la
idea de enviarlo allá.
Quiroga aceptó el nombramiento, y el 18 de diciembre de 1834
se ponía en camino a cumplir su misión. Pero en el camino recibe la noticia de
que el gobernador Latorre ha sido derrotado y hecho prisionero.
Llegado a
Santiago del Estero, Quiroga no inició de inmediato su regreso por estar algo
enfermo, haciéndolo recién a comienzos de febrero y el día 16 de Febrero de
1835, a las 11 de la mañana, en Barranca Yaco, Juan Facundo Quiroga era
asaltado y muerto por la partida del capitán Santos Pérez, conjuntamente con su
secretario Santos Ortiz y comitiva e Un niño de 12 años, que sirve de postillón
y llora aterrado, es degollado también.
El 7 de febrero de 1836 su cuerpo fue sepultado en Buenos
Aires, previos honores de Capitán General.
Y pese a que en el libro “Facundo” Domingo F. Sarmiento
presentó al caudillo riojano como arquetipo de la “barbarie”, se trató de un
prócer con sólida formación cultural, pues fue ahijado y discípulo del canónigo
Pedro Castro Barros, muy educado como hijo de nobles hispanos que era su
familia.
En 1877, al morir Rosas en Southampton, un grupo de
seguidores quiso oficiar una misa en su memoria. Esto enardeció a los
descendientes de los “mártires unitarios” que se dieron cita en el cementerio,
y se la agarraron con lo primero que se toparon a su paso: la tumba del “Tigre
de los Llanos”. Los restos de Facundo desaparecieron incluso de los registros
del camposanto.
En Diciembre de 2004, el féretro fue encontrado detrás de una
pared falsa de la bóveda de la familia Demarchi. ¿Qué había ocurrido? Antonio
Demarchi, yerno de Quiroga, temió que el cadáver fuera ultrajado. Con gran
celeridad mandó levantar una pared en su propio panteón familiar, detrás de la
cual ocultó de pie el féretro de bronce. Al parecer, sus descendientes siempre
supieron que estaba allí, pero desconocían detrás de cuál pared.
(ESTANISLAO LÓPEZ y FRANCISCO RAMÍREZ)
La vida de estos dos caudillos corrieron parejo
cronológicamente y sus batallas fueron entre ambos compartidas y también con el
tiempo se cruzaron trágicamente.
Digamos, primeramente, que LÓPEZ
nació en Santa Fe el 22 de
noviembre de 1786 y era hijo de una familia pobre pero virtuosa,. Su padre era capitán de milicias
provinciales y descendía de conocidas familias de la colonia.
Pedro de Paoli: "Señor de sólida posición
en la mayoría de los casos dice , el caudillo era un hombre bien nacido,
hidalgo, generoso, justiciero, ecuánime, dispuesto siempre a ayudar al
necesitado, recto en su proceder e inflexible en su severísima moral; hombre
recio, altivo, arrogante, valiente hasta la heroicidad y fiel a su tierra y a
su estirpe hispana, de la que era orgulloso representante, con todos los
atributos de su hidalguía y su nobleza. Si en el campo era gaucho por su
prestancia y su baquía, en el distinguido salón de la más encumbrada familia
era distinguido y caballeresco, con todo el donaire y la fineza de la
época"
La vida del campo, la guerra contra el indio y su contacto diario,
dieron a Estanislao López agilidad y destreza suma en el caballo y la lanza.
Conocedor de todas las argucias de los aborígenes, de sus ataques nocturnos, de
su arte guerrero, más tarde aplicará estos procedimientos en su famosa táctica
montonera
Sirvió en la Reconquista
de Buenos Aires, en 1806.
En marzo de 1818 emprendió una expedición contra los indios del Chaco,
la que prosiguió con éxito los meses siguientes.
El 23 de julio de 1818, Estanislao López se nombró gobernador interino
de la provincia de Santa Fe por sí mismo, lo que hizo conocer por medio de un
bando público; separándose de este modo de la provincia de Buenos Aires.
Posteriormente se alió con el caudillo José
Gervasio de Artigas, de la Banda Oriental y con Francisco
Ramírez de Entre Ríos. Su autoridad
fue legitimada en julio de 1819 por una asamblea provincial, y a partir de
entonces ejerció el gobierno durante veinte años, “
El
nuevo Director Supremo, José Rondeau, decidió aplastar las
provincias federales de Corrientes y Entre Ríos
Nominalmente,
López era un subordinado de Artigas. Artigas le ordenó atacar Buenos Aires,
enviando en su ayuda al caudillo Francisco Ramírez,
de Entre Ríos.
Como
de costumbre, Rondeau llamó en su auxilio al Ejército del Norte, pero este se
negó a seguir la guerra civil en el motín de Arequito y
regresó a Córdoba. De modo que el Rondeau quedó solo frente a los Federales
(Artigas, López y Ramírez), que lo derrotaron en la Batalla de Cepeda, el 1.º de febrero de 1820.
Luego de
su triunfo, López y Ramírez, al quedar disuelta la autoridad nacional, instaron
al pueblo de Buenos Aires a elegir su gobierno, recobrando cada provincia su
autonomía.
Enfrentado
a los portugueses, a los realistas, a la elite montevideana y al centralismo
porteño, el proyecto de José Gervasio Artigas proponía construir una federación
de pueblos, apoyado principalmente por los gobernadores de las provincias del
litoral, Estanislao López en Santa Fe y Francisco Ramírez en Entre Ríos.
Artigas como jefe indiscutido hasta ese momento y sin oposición.
Sin
embargo, derrotado en Tacuarembó y obligado al retroceso sobre las provincias
aliadas, encontró Artigas una noticia que poco podía agradarle. Los caudillos del litoral, López
y Ramírez, tras vencer a las tropas unitarias en Cepeda, en febrero de 1820,
habían firmado el Tratado de Pilar, el 23 de Febrero de 1820 que acordaba,
entre otras disposiciones, la unidad nacional y adopción del sistema federal
para las provincias. dándose por terminada la guerra entre Buenos Aires y las
provincias del Litoral.
Todo bien
pero, unos detalles importantes ofuscaron a Artigas:.
Se
acordaba además solamente anoticiar a Artigas de lo acontecido e invitarlo a
formar parte del acuerdo. Nadie ni siquiera consultó a Artigas sobre la firma del
tratado y obviamente, éste no dio su consentimiento.. Allí se mencionaba a
Artigas como un gobernador mas junto a López, Ramírez, Bustos quitándole la
tácitamente la jefatura Federal.. Artigas estimaba que debió exigirse de Buenos
Aires la declaración de guerra al Portugal en dicho tratado y pero el caudillo
oriental se encontraba en retroceso y precisaba de una ayuda contra la invasión
luso-portuguesa que nunca llegó.
López y Ramírez ya no creían necesario
afrontar los peligros de defender el territorio conquistado por el ahora
Imperio del Brasil. (“…no es menor crimen
haber hecho ese vil tratado sin haber obligado a Buenos Aires a que declarase
la guerra a Portugal y entregase fuerzas suficientes para que el jefe supremo y
Protector de los Pueblos Libres pudiese llevar a cabo esa guerra y arrojar del
país al enemigo aborrecido que trata de conquistarlo. Esa es la peor y más
horrorosa de las traiciones de vuestra señoría…..»
Esta realidad llevó a Artigas a considerar una
traición la de Ramírez y exigir obediencia de Ramírez, la cual una vez denegada
llevó a la guerra del litoral.
Ramírez exponía en un oficio “reservado” el plan de traición a
Artigas. Dirigiéndose a su medio hermano Ricardo López Jordán le ordenaba
confidencialmente que “procure entablar relaciones
amistosas con el general Rivera, con el gobernador de Corrientes, etc.”.
Es decir, Rivera pactaba con los portugueses y Ramíre, con los porteños.
Insólitamente con la ayuda de Buenos Aires Sarratea le suministra
armas y todo tipo de vituallas, finalmente Ramírez enfrenta a Artigas. Ramírez
concluye su nota “reservada” a López Jordán confesando su capitulación ante la
burguesía porteña:
“No he anoticiado a la provincia del auxilio
que se nos presta, porque me abochorno, y tal vez causaría una exaltación
general en los paisanos”.
Había debido retirarse del sitio de Buenos Aires a
raíz de su ruptura con Artigas. Instalado en Entre Ríos, éste le había
reprochado violentamente la firma, sin su consentimiento, del Tratado del
Pilar, que no tenía otro objeto —afirmaba— que "confabularse con los portugueses para destuir la obra de los
pueblos y traicionar al jefe supremo que éstos se habían dado". Ramírez
le replicó negándole autoridad y marchó sobre Entre Ríos. Después de
algunos combates en que la suerte le fue desfavorable, el entrerriano infligió
a su antiguo jefe una seria derrota que lo obligó a replegarse en desorden.
Enfrentados
Ramírez y Artigas y tras sucesivos encuentros, éste último fue derrotado el 3
de agosto de 1820, por Ramirez con el apoyo de Sarratea que comandaba la
gobernación porteña y era enemigo de Artigas, el cual finalmente se refugia en
el Paraguay.
Pancho
Ramírez asumió los cargos de jefe supremo de la República de Entre Ríos,
formada por las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, y de general
en jefe de su ejército.
Algunos
historiadores justifican la aparente ( o no) ‘traición’ a Artigas en que la
catástrofe de Tacuarembó, en la cual los luso-brasileños derrotaron a las
tropas dirigidas por Artigas, que significó una gran pérdida de fuerzas y
recursos militares para la causa Federal en Argentina y la ocupación de la
Provincia Oriental por las tropas luso-brasileñas, hacía imperativa una paz con
los unitarios establecidos en Buenos Aires, ya que las tropas invasoras
fácilmente podían ahora atacar y ocupar a Entre Ríos y Santa Fe.
Por lo
demás, al estar ocupados los puertos de la Banda Oriental por los portugueses y
brasileños, la única salida y entrada del comercio ultramarino de las
provincias del Interior Argentino quedaba ahora en el puerto de Buenos Aires.
Todo esto
(entre otras cuestiones de protagonismo y jefaturas) explicaría la aparente
"traición" a Artigas que significó el tratado del Pilar.
Ahora
bien, ¿fue traición de Ramírez a Artigas?. Creemos que si: Dos cartas de Fructuoso Rivera –ahora socio
de Ramírez- lo confirman. (Fue el comienzo de una serie de traiciones: La traición de Francisco Ramírez hacia Artigas, de López hacia
Ramírez, de Urquiza al partido Federal luego.
(HASTA AQUÍ 23º REUNIÓN)
Esas 2 cartas fueron, una del Fructuoso Rivera, escrita desde Montevideo el 5 de junio de 1820.
De traidor a traidor, el diálogo entre el oriental aportuguesado y el
entrerriano aporteñado alcanza una asombrosa claridad retrospectiva.
Le pide a Ramírez la devolución de algunos oficiales portugueses
en su poder y la “reposición del comercio”.
Añade Don Frutos que tales actos demostrarían por parte de Ramírez
la: “extremosa afección a la Provincia a
su mando. Cooperarán a esto último con todo su poder las fuerzas de mar
portuguesas cuyo Jefe tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición
de V. cuando lo crea necesario. Más para que el restablecimiento del
comercio tan deseado, no sea turbado en lo sucesivo es de necesidad disolver
las fuerzas del general Artigas, principio de donde emanarán los bienes
generales, y particulares de todas las provincias, al mismo tiempo que será
salvada la humanidad de su más sanguinario perseguidor”.
Otra carta de Rivera, del CARTA DEL 13 DE JUNIO DE 1820 a Ramírez, insiste en lo mismo: “Todos los hombres, todos los Patriotas, deben sacrificarse hasta lograr
destruir enteramente a Don José Artigas; los males que ha causado al sistema de
Libertad e independencia, son demasiado conocidos para nuestra desgracia y
parece excusado detenerse en comentarlos, cuando nombrando al Monstruo parece
que se horripilan. – No tiene otro sistema Artigas, que el de desorden, fiereza
y Despotismo; es excusado preguntarle cuál es el que sigue. Son muy, son muy
marcados sus pasos y la conducta actual que tiene con esa patriota Provincia
justifica sus miras y su Despecho.
“Es bueno se conozca me ha sido sensible
y puedo asegurarle que hubiese conseguido Artigas este pequeño triunfo. Yo
espero y todos, que Usted lo repare, y para que Usted conozca el interés diré
lo que he podido alcanzar en favor de Usted de S. E. el Señor Barón de la
Laguna.
“Usted persuádase que los deseos de Su
Excelencia son que Usted acabe con Artigas y para esto contribuirá con cuantos
auxilios están en el Poder.
“No deje Usted de continuar dándonos sus
noticias, mucho nos interesa la suerte de Entre Ríos; para que Usted le asegure
una paz sólida a estos señores S. E. el Señor Barón y yo trabajaremos.”
Pero quedaba para Ramírez una incógnita que
previamente debía resolver: el caudillo LOPEZ de Santa Fe. Ramírez lo invitó a
que se le uniera para derribar al gobierno de Buenos Aires (que por sí mismo
constituía una violación irritante del Tratado del Pilar),. López le replicó
invocando los pactos que acababa de firmar con Buenos Aires y Córdoba (y cuya
violación ya estaba preparando la otra parte).
He aquí a Ramírez dueño del Litoral y abandona en seguida la
concepción confederal y nacional para proclamar la República de Entre
Ríos. Intenta edificar la misma insularidad que Urquiza creará más tarde,
indiferente al destino de las provincias federales.
Pero desaparecido Artigas, Buenos Aires ejecuta la segunda
maniobra: Había empleado la traición de Ramírez para eliminar al Protector;
ahora utilizará a Estanislao López para desembarazarse de Ramírez.
En efecto, al negarse a cumplir Buenos Aires las estipulaciones
del Tratado del Pilar que beneficiaban a las provincias litorales, se reinicia
una crisis entre ambos sectores. El poder excesivo que con la derrota de
Artigas había alcanzado Ramírez en Entre Ríos y Corrientes, mueve a la
burguesía porteña a pactar nuevamente con Estanislao López, dejando a un lado
las aspiraciones entrerrianas. Esta defección de López del frente común,
lleva a Ramírez a amenazarlo con la invasión de Santa Fe. Se repite en
este caso la intriga porteña contra Artigas.
Ante el
caos político imperante en Buenos Aires, Estanislao López vuelve a atacar,
derrotando a Soler y Dorrego. El “Tratado solemne definitivo y perpetuo de paz” entre
Santa Fe y Buenos Aires, se firma el 24 de noviembre de 1820 en la estancia de
don Tiburcio Benegas en Arroyo del Medio, llamado el ‘Tratado de Benegas’, donde Ramírez es dejado de lado.
En él se obligaban a promover un Congreso en
Córdoba; y Santa Fe recibiría en compensación 25.000 cabezas de ganado (que
fueron más de 30.000 en la práctica), donadas por Rosas, para ser distribuidas
entre los vecinos afectados por la guerra; entrega garantizada a nivel personal
por el coronel
Después del Tratado del Pilar López se separó de la “Liga Federal” artiguista, junto con Francisco
Ramírez, luchando contra Artigas pero
López, a su vez, en 1821 luchó contra el Supremo Entrerriano, hasta su derrota.
¿Cómo fue esto?
El nuevo tratado de ‘Benegas’
dejaba de lado a Ramírez y que entendía que el pacto implicaba el retorno de
los Directoriales con apoyo, ahora, de López.
Por ello se decidió a atacar a Buenos Aires.
De nada valió que López le dijera que el pacto tenía el acuerdo de todas
las provincias, incluida la Córdoba de Bustos.
Comenzó su ataque en abril de 1821, atacando simultáneamente la ciudad de Santa Fe y Coronda; pero el coronel Lucio Norberto Mansilla traicionó a Ramírez y lo dejó solo frente a los porteños y
santafesinos en Coronda.
Finalmente derrotado por el gobernador López., luego por el cordobés
Bustos. Mientras escapaba fue alcanzado
y muerto por una partida de soldados de López en las proximidades de Villa María del Río Seco (norte de Córdoba). Su cabeza le sería enviada a López, que la
hizo embalsamar y la exhibió durante un tiempo en una jaula de hierro.
La estrategia del Puerto de Buenos Aires se realizaba con el
sistema de las complicidades sucesivas. El más grande caudillo argentino
meditaba en la selva la quimera de su Nación infortunada.
Las sutiles maniobras porteñas, deslizándose
entre las grietas que ofrecía la fluida política de aquellos tiempos, lograron
servirse de Ramírez contra Artigas y, un año después, de Bustos y López contra
Ramírez. El caudillo entrerriano, a quien López atribuye un poder discrecional
y sueños de grandeza, "murió pobre, sin dejar más bienes que una
casa y una pequeña estanzuela heredada de sus padres"
*
LÓPEZ, El 6 de diciembre de 1821 fue reelecto gobernador de la
provincia, funciones que mantendría hasta su muerte, acaecida el 15 de junio de
1838.
Apoyó la Guerra
del Brasil, y dirigió la campaña sobre las Misiones Orientales; pero ante la negativa de Fructuoso
Rivera de sometérsele, dejó que
este la concluyera exitosamente.
Tras el fracaso del Congreso General de 1824, por la infame paz que pactó el ministro del presidente Bernardino Rivadavia con el Imperio del Brasil, se reunió en Santa Fe una Convención Nacional de
representantes de las provincias, que nombró a López jefe del ejército federal
y a Dorrego (nuevamente gobernador de Buenos Aires, ahora en el bando federal, encargado de las relaciones exteriores.
En diciembre de 1828, el general unitario Juan Lavalle derrocó e hizo fusilar al gobernador Dorrego. En 1829 en
respuesta, López y Rosas se aliaron y lo derrotaron en la batalla de Puente de Márquez.*
Rivadavia y sus satélites boicotearon
la campaña libertadora de San Martin, a tal punto que este decide entregar el mando a Bolivar y retornar a
su patria.
Mientras San
Martín permaneció en Mendoza,
retirado en su chacra, Rivadavia y el gobierno de Buenos Aires lo hostilizó de
todas formas. Primero le puso un mucamo como espía de sus movimientos y luego
hasta le violaba su correspondencia privada. El propio San Martín se lo
confiesa a O´Higgins en carta varias
San Martín decide trasladarse a Buenos Aires a darle el último adiós a
su esposa que agonizante reclamaba su asistencia. Pero San Martín debe
postergar su viaje ante la certeza de un complot para interceptar su viaje para
prenderlo o asesinarlo, informado todo por el propio Estanislao Lopez
El 12 de agosto falleció la mujer de San Martín en ausencia de su
esposo.
el gobernador “bárbaro” Don Estanislao López le remite la siguiente
correspondencia:
“Se de una manera positiva por mis agentes en Buenos Aires que a la llegada
de V.E. a aquella capital será mandado juzgar por le gobierno en un consejo de
guerra de oficiales generales por haber desobedecido sus órdenes en 1817 y
1820, realizando en cambio las gloriosas campañas de Chile y Perú. Para evitar
este escándalo inaudito y en manifestación de mi gratitud y del pueblo que
presido, por haberse negado V.E. tan patrióticamente en 1820 a concurrir a
derramar sangre de hermanos con los cuerpos del Ejército de los Andes que se
hallaban en la provincia de Cuyo, siento el honor de asegurar a V.E. que a su
solo aviso estaré en la provincia en masa a esperar a V.E. en El desmochado
para llevarlo en triunfo hasta la plaza de la Victoria”.
En 1830, la amenaza de José María Paz como líder de la Liga
Unitaria hizo que las provincias
del litoral suscribieran, el 4
de enero de 1831, el Pacto Federal. Este era una alianza militar, pero sería también la
base para las relaciones interprovinciales durante dos décadas.
López y Rosas atacaron a Paz en Córdoba: en el sur, los
porteños derrotaron a los unitarios en la batalla de Fraile Muerto, mientras en el norte, López atacaba continuamente
sin presentar batalla. Paz intentó forzarlo a una batalla abierta, y cuando
estaba inspeccionando el frente fue tomado prisionero por las fuerzas de López.
Con apoyo de López, el gobierno de Entre Ríos fue asumido por
Pascual Echagüe.
“El manco Paz” cae en prisionero
de Estanislao López, y al concluir la guerra, éste se quería “sacar el bulto de
encima, y lo consulta a Rosas. Este le contesta el 22 de febrero de 1832:
“Si hemos de afianzar la paz de la República, si hemos de dar la
respetabilidad a las leyes, a las autoridades legítimamente constituidas, si
hemos de restablecer la moral pública y reparar la quiebras que ha sufrido
nuestra opinión entre la naciones extranjeras y garantir ante ellas la
estabilidad de nuestro gobierno, en una palabra, si hemos de tener Paria, es
preciso que el general Paz muera. En el estado incierto y vacilante en que nos
hallamos ¿que seguridad tenemos que viviendo el general Paz no llegue alguna
vez a mandar en nuestra República? Y se aquello sucediese ¿no sería un oprobio
para los argentinos? Fuera de que nuestros hijos y descendientes, que vean
algún día vivir a Paz tranquilamente entre nosotros y oigan la historia de los
horrorosos desastres que ha causado en todos los pueblos, debería
familiarizarse con la idea de los más grandes crímenes, o nos reputarán como
hombres inmorales o imbéciles que no supimos valorar la magnitud de tan
espantoso crimen…Sin embargo que antes de ahora he opinado por que se le
conserve la vida, pensando después más detenidamente sobre este importante
negocio…he variado de opinión”
El 12 de marzo, López le contesta a Rosas:
Si algún pretexto se presenta para salvar la vida de este hombre es el
mérito que contrajo en la guerra contra los brasileros en que no se puede negar
que hizo un grande bien al país, más yo no me atrevo a decidir si esto sería lo
bastante para salvar una vida que delitos espantosos convencen que debe
quitarse”, y para no responsabilizarse por
esto, pedía que la muerte de Paz fuese por el “pronunciamiento expreso
de todos los gobiernos confederados o por cosa semejante”, pidiéndolo a
Rosas que consultase a la Provincias.
Pero Rosas no estaba a tomar “el bulto” que le largaba López, y no
queriendo comprometerse en la muerte de Paz opina que “si López de un
modo privado y amistoso” le ha pedido su opinión, “yo
francamente la he dado en los términos en que podía hacerse”, pero la
decisión por la muerte de Paz correspondía solamente a su apresor, “lo
mismo que yo aquí castigaría si el autor de tales delitos se tuviese en mi
territorio”. Si López consultaba a las provincias, la nota debía
firmarla él exclusivamente “que lo hizo prisionero y lo custodia en su
territorio” (28 de marzo) “Me excuso, compañero, hacer la redacción
que me pide; esta obra es exclusivamente suya y nadie si no usted mismo es
quien debe dirigir y firmar”
Rosas envía la circular el 8 de octubre; Rosas se defirió su voto al de
“las demás provincias”, y éstas se pronunciaron por que resolviera un consejo
de guerra. El consejo nunca se reunió.
En 1835 López mandó a Paz a Buenos Aires y Rosas lo retuvo en el cabildo
de Luján. Paz, que se había casado en la prisión, habitó en el piso alto como
confinado, pudiendo salir con la única obligación de pernoctar allí. Luego, a
pedido de Paz, Rosas lo traslada a Buenos Aires dándole al ciudad como cárcel.
Le pagó sus sueldos y devolvió su escalafón militar.
Paz no actuaría de la misma forma, abandonando la ciudad para formar un
ejército en contra de Rosas.).
*
López suplió con inteligencia natural su deficiente formación cultural,
y por eso mismo sufrió la influencia de fuertes personalidades que lo rodearon.
Juan Facundo Quiroga, el jefe del federalismo del noroeste, nunca fue su amigo.
La animosidad de Quiroga contra López estaba rodeada de un tufillo de
celos: Quiroga había aceptado el mando de la División de los Andes que lo
subordinaba a López, general en jefe del ejército federal. Pero sea por recelo
a sus resonantes triunfos o porque López oyera a los interesados en perjudicar
a Quiroga,
Había otro motivo, al que Quiroga daba mucha importancia: Lamadrid se
apoderó en La Rioja del caballo moro
de Facundo, que quedó abandonado en Córdoba
cuando su retirada. López, sin creer
que “ese mancarrón”, como dice a Rosas, era el célebre caballo de
Quiroga, se lo apropió. Quiroga no pudo conseguir que se lo devolviera, y su
furor estallaría con estruendo.
Tomás Manuel de Anchorena, viendo que López no se desprendía del moro,
escribió a Quiroga que desistiese de reclamarlo y que no hiciera de esa
cuestión minúscula un asunto que podía perturbar la marcha de la República,
comprometiéndose a pagar su valor. Enfurecido Quiroga contestó diciéndole a
Anchorena que nada haría que compensase a su caballo Moro.
Estanislao López, murió en Santa Fe en junio de 1838. El luto por su muerte duró un mes y Santa Fe fue escenario del mayor
cortejo fúnebre de su historia.
El más conocido de sus hijos fue el coronel Telmo López, especialmente notable por haber combatido en
el Ejército
de Paraguay durante la Guerra de la Triple Alianza.
*
En tanto RAMIREZ
Era hijo de un comerciante paraguayo, Juan Gregorio Ramírez, y Tadea
Florentina Jordán. Tuvo dos
hermanas de madre y padre: Estefanía y Marcela. Por parte de su madre, quien
—tras el fallecimiento de Ramírez— se casó con Lorenzo José López, tenía diez
medios hermanos, entre ellos Ricardo López Jordán (padre).
Al
estallar la Revolución de Mayo prestó
servicios como correo al ejército patriota y cobró fama, aún joven, en la
organización de las milicias de su villa natal, Concepción del Uruguay.
En octubre de 1811,
los milicianos de la villa la recuperaron para los patriotas, dirigidos entre
otros por Ramírez.
Adquirió
cierta notoriedad luchando junto al caudillo federal José
Artigas contra las fuerzas realistas en
la Banda Oriental.
Fiel a la causa artiguista, cuando el Directorio porteño se enemistó
con este, Ramírez emprendió su defensa,
(HASTA AQUÍ
24º REUNIÓN)
Estando las fuerzas Orientales concentradas
en la defensa contra los portugueses del Brasil, Ramírez debió hacer frente al
ejército directorial que invadió su provincia en 1818
Entre los caudillos de esa
época, Ramírez se destacó como uno de los más capaces; no sería derrotado hasta
después de ser traicionado y quedar en seria desventaja numérica. Varios
cronistas atestiguaron que sus tropas eran muy disciplinadas, mucho más que las
de Artigas o las de López, y que estaba regularmente uniformada.
Luchaban en perfecto orden y
seguían las órdenes de sus superiores con mucha mayor precisión que muchas de
las tropas de los demás caudillos, incluso más que las del Directorio.
Sancionó reglamentos
en lo militar, lo político, lo económico y la recaudación de impuestos,
eliminando los derechos de importación. Efectuó la división del territorio
en departamentos, cuyos gobernadores
en lo civil y militar serían elegidos por la población de su jurisdicción.
Estableció un régimen de administración de justicia, un servicio de correos,
ordenó la realización de un censo y decretó la obligatoriedad de la enseñanza primaria, incluyendo la alfabetización y la aritmética.
Aún persistía en su propósito de enfrentar a
los portugueses para recuperar la Banda Oriental y neutralizar la influencia
luso-brasileña en la zona de frontera, pero necesitaba más fuerzas militares,
especialmente de infantería.
Creyó encontrarlos en Paraguay, y en tal
sentido entabló correspondencia con el dictador Francia, bajo cuyo régimen el
país contaba con un poderoso ejército, pero éste se negó. Ramírez le pidió al
santafesino 500 milicianos, un escuadrón de dragones y un batallón de pardos y
negros. También solicitó ayuda a Buenos Aires según lo firmado en el Tratado de Pilar, esperando recibir
2.000 reclutas.
El Tratado
de Benegas dejaba solo a Ramírez en su empeño para liberar la Banda
Oriental, y anulaba varias de las disposiciones del Tratado del Pilar. El Supremo escribió
a Rodríguez, preocupado por la influencia de los antiguos partidarios del
Directorio en el nuevo gobierno. Le exigió el envío del armamento y tropas que
se habían acordado a Entre Ríos. Insistía además en la necesidad de declarar la
guerra a Portugal.
Pero la rivalidad entre los caudillos y
el acuerdo del santafesino con Buenos Aires y Córdoba le quitó el posible apoyo
del santafesino. Tanto Bustos como Rodríguez consideraban que el prestigio de
Ramírez y la vehemencia con la que había decidido recuperar la Banda Oriental
eran una amenaza a la unidad del país
Desengañado, Ramírez decidió tomar armas contra
Buenos Aires nuevamente y contra López. El Supremo concentró 2.000 hombres y
buques para cruzar el Paraná, estaba en la cima de su poder al vencer a Artigas
y apoderarse de Corrientes.
Con solo 700 hombres en condiciones de
combatir, acampó en Coronda para evaluar su plan de acción; allí recibió
noticias de que Lamadrid, con más de 1500 hombres, artillería, caballos y
380 000 pesos fuertes que Buenos Aires remitía para ayudar a López,
avanzaba sobre su posición.
Pero Ramírez, avisado, había logrado disponer sus fuerzas y
maniobró de tal modo que logró hacer huir a las tropas de Lamadrid, quedándose
con los caballos, el parque y los fondos.
Sin embargo, la victoria le costó casi la mitad de su tropa y la
situación se hacía desesperante. Dos días más tarde, debió enfrentarse con las
tropas de López y debió huir en medio de la
refriega con apenas un par de centenares de hombres y marchó hacia el oeste.
Fue vencido por Bustos y luego por Lopez.
La República de Entre Ríos no sobrevivió a Ramírez. Por un
corto tiempo lo sucedió su medio hermano Ricardo López Jordán, pero el coronel Mansilla se levantó en
su contra el 23 de septiembre y se hizo elegir gobernador.
Esa noticia provocó la
recuperación de la autonomía por la provincia de Corrientes y, a fines de
octubre, López Jordán se exiliaba en Paysandú.
La República fue dada por
muerta y Mansilla se alió con Santa Fe y Buenos Aires. El 22 de enero de 1822 se firmó el Tratado del
Cuadrilátero, que convocaba un nuevo congreso en Buenos Aires. La guerra por la Banda
Oriental estallaría finalmente en 1825, pero llevaría a la independencia
del Estado Oriental del Uruguay
(GUILLERMO BROWN)
Aquí el Alte. Brown es tomado como ejemplo vívido,
comprobable de como el Unitarismo de antaño devenido en Liberalismo de hogaño,
tergiversa desde 1852 nuestra historia, en forma incesante y persistente.
El Unitarismo en una ‘concepción
literaria de la historia’ como la llamaba con cierta ironía pero
con acierto el inglés Halford J. Mackinder; falsea la historia desde dos
ángulos bien marcados: uno, describiendo personajes con unas virtudes de las
que ellos carecieron y, dos, describiendo otros personajes con defectos y
vicios inexistentes.
En otro lugar hemos dicho que “De este modo, estos
gobiernos Unitarios al controlar la narrativa histórica justifican, así, su
propia existencia.
“Estos ideólogos nacidos en nuestra tierra, pero colonizados
mentalmente desconocieron la realidad de nuestra tierra suponiendo que la
realidad debe ajustarse a sus ideas abstractas y no viceversa. Y cuando lo
sucedido no se ajusta a sus fórmulas de laboratorio desprovistas de todo
contacto con nuestra realidad, no importa: persisten en sus altisonantes
palabras huecas y a contrapelo de nuestra identidad”
“El Liberalismo de ayer (‘Unitarismo’’) y de hoy
(‘Socialdemocracia’, ‘Demócratas Cristianos’, etc.) tiene como marca, como
distintivo el matar todo sentido heroico de la vida, hacer una ‘literatura de
la historia’, panegíricos rimbombantes faltos de sustentos documentales
probatorios de sus asertos”.
Esto es, buscaron y buscan hoy día la ‘cuadratura del círculo’.
Poniéndose al servicio de los intereses políticos y económicos extranjeros, por
supuesto que también muy bien remunerados
Hemos sufrido en nuestra educación con el correr de los años, las
alabanzas de siniestros hombres que -sin considerar defectos que todos tenemos-
en forma adrede y dolosa combatieron a su patria y a su independencia por
motivos meramente ideológicos de laboratorio o por cuestiones económicas
puestos en permanente soborno monetario
Reforzado todo eso con el nombre de plazas, pueblos, calles,
monumentos, etc que coadyuvaron y coadyuvan hoy día en sostener la existencia
de virtudes tan inexistentes y alejadas de la realidad que nos terminan de
configurar prohombres morales que no existieron.(Domingo F. Sarmiento,
Bernardino Rivadavia, Bartolomé Mitre, Florencio Varela, Valentín Alsina, Juan
Cruz Varela, Salvador M. del Carril, Julián Segundo Agüero, Justo J. de
Urquiza; y de la Banda Oriental, Manuel Herrera y Obes, Manuel Pacheco y Obes,
José Ellauri, Andrés Lamas, Lucas Obes, Juan A. Gelly, , etc.
A su vez, otros -como los mencionados primeramente- o bien les
imputa diabólicas características que los muestran como asesinos terroristas o
bien, cuando no pueden achacárseles conductas deshonrosas se los pinta de una
manera insulsa, lavada, como a San Martín, o se les hace ver con conductas
dudosas indignas de sus personas, como al Alte. Brown.
Y en esto último haremos una descripción de la insidia Unitaria y
Liberal creando dudas sobre la honestidad del gran Almirante, manchando su
honor sin pruebas alguna.
“Dicen que…”; “alguien dijo que le dijeron…”, .
Típicas imputaciones masónicas que ofenden al imputado, a sus enormes
sacrificios a y nosotros como argentinos, que no podemos dejar pasar.
Hemos mencionado anteriormente que la “Literatura de la Historia’,
es una ficción, y que veremos más adelante con el presunto historiador liberal
Setembrino PEREDAS que es todo un paradigma en tal sentido.
La diferencia entre la ‘Literatura’ y la ‘Historia’, es que la
segunda refiere fielmente a cosas que real y comprobablemente han sucedido y la
primera a cosas que pudieran suceder o que desea quien escriba, que sucedan;
ficción.
La ‘Literatura de la Historia’ es una herramienta, un instrumento
totalmente político de quien escribe para hacernos creer que aquello sobre lo
que escribe ha sucedido como lo escribe.
Veamos y analicemos cómo funcionan los sofismas históricos
Unitarios y liberales ayer y hoy:
PEREDAS dice que el Coronel Antonio Díaz enfáticamente
afirmaba que la defección de Brown “era un hecho” (¿?) (sic)
según “personas de crédito” (¿?) (resic) que decían que “todos
apuestan a una segura defección de Brown”.
El supuesto hecho narrado por el supuesto testigo que estaba en el
barco con Brown, (como se puede apreciar, todo un misterio) según Paz, Brown
estando en su barco el ‘Belgrano’ en pleno del sitio en Montevideo, recibió un
21 de Abril de 1842 a tres caballeros que se presentaron como representantes de
los proscriptos en Montevideo y que querían hablar con el Almirante pero no de
cuestiones políticas sino referidas a temas de índole económicos que afectaban
el comercio en aquella.
(HASTA AQUÍ 25º
REUNIÓN)
Sigue diciendo el testigo, por boca de Paz, que Brown accedió
diciendo en voz alta “que lo haría en la inteligencia de no oír una sola
palabra sobre los acontecimientos políticos del Rio de La Plata y que si
violaban dicha limitación, no olvidasen que era jefe a las órdenes del Gobierno
Argentino” y sobre Rosas exclamó que “yo no lo hice Gobernador, señores, sino
los hijos de aquella República y habiendo jurado defenderla mientras
pueda, estoy en mi compromiso y con la bandera argentina al tope de esta
división hago la guerra a un pabellón extraño, que unido al francés, la
hostilizó antes de que yo pisara el ‘Belgrano’.
Sigue diciendo el supuesto testigo presencial –según Paz-
que intentaron sagazmente llevarlo a Brown al terreno de la política “pero
el viejo lobo, inconmovible como una roca, arpón dorando que le quería hacer
presa”,. Expresando, además, Brown que iba a poner en conocimiento del
Gobierno de la Confederación Argentina las maniobras de los comerciantes
subidos a bordo y terminando la conversación “pidiéndoles, por tanto, que no
abusen más de mi indulgencia y tengan a bien retirarse, a menos que prefieran
ir en persona a verse con el General Rosas en Palermo. La actitud resuelta del
almirante pasmó a los audaces emisarios, quienes más que de prisa se pusieron
de pie, expresándole uno de ellos, al subir, que habían llevado una cantidad de
vitualla fresca, como carne, verdura, aves y algunos lechones para regalo del
equipaje, a nombre del comercio extranjero, grato a la disposición pacífica que
asumía a su respecto la escuadra argentina…. Brown le replicó sin vacilar que
‘-nada, nada señores. Sus víveres han de estar envenenados y n o quiero que mis
muchachos perezcan-‘”
Lo mismo para el General José María Paz que relata que ‘un testigo
anónimo’ –lo mismo que dice Peredas, siempre son personas anónimas que disparan
el dardo- también refiere que “si dejaba Brown de estar al servicio del
dictador, sin dejar el pabellón argentino, se le darían 200.00 pesos fuertes
para gratificar a la tripulación”.
Observe el lector un detalle no menor, que en lugar de dignificar
a los supuestos comisionados de Montevideo, los deja en no muy buena posición y
que muestra la calaña de la que estaban hechos: según ellos, le daban a
entender a Brown que la traición era solo contra Rosas, no contra el Gobierno
de la Confederación y que si Brown aceptaba el convite que disfrazaba un
soborno, no significaba ello que abjurase de su nacionalidad y que, eso sí,
Brown podía seguir usando en sus barcos la bandera argentina”.
¿Puede conocerse infamia mayor?
Como dice Guillermo MASCIOTRA “Repetidas veces fue
convocado por las autoridades de turno en el gobierno para dirigir la
incipiente Armada Nacional. Durante cuatro décadas prestó servicios,
comprometió su patrimonio, formó una generación de marinos que se llenó de
gloria en las guerras de la Independencia, contra el Imperio de Brasil, las
campañas de Corso y frente al ataque avieso del poder naval anglo francés.
Conoció la gloria y la injusticia, el reconocimiento del pueblo y la cárcel a
la que lo intentaron recluir”.
Peredas dice que se le ofreció a Brown al comienzo de 1838
traicionar a Rosas y la Confederación Argentina para pasarse a las filas
enemigas, pero que no pudo hacerlo por cuestiones de tiempo.
¿Cómo respondió Brown? Lo sigue diciendo MASCIOTRA “En
1838 el presidente del Uruguay Gral. Manuel Oribe, le ofrece el mando de la
Marina de Guerra Oriental, que casi no existía. Brown con el permiso del gobierno
argentino acepta el cargo, de crear una marina. Sin embargo, el ataque del
Almirante francés Leblanc, en apoyo del general Rivera contra el gobierno
constituido por Oribe, provoca la caída de este último y la renuncia de
Guillermo Brown.
“Rivera con el apoyo de Francia y emigrados argentinos declara la
guerra a la Confederación Argentina que apoyaba a Oribe para recuperar la
presidencia de la que había sido despojado. Asimismo, Rivera nombra jefe de la
marina a Juan Coe, antiguo subordinado de Brown, quien por cuarta vez es
llamado para recrear una marina de guerra Argentina tarea que asume a los 64
años. Nuevamente se dedica con tesón a la tarea. Vence a Coe frente a
Montevideo y Punta Indio, desarticula la marina oriental que Rivera había
formado y obliga al cambio de estrategia uruguayo que releva a Coe por el dominio
absoluto que Brown tenia del Plata”.
Recordemos que en 1826 luego de la Batalla de
Ituzaingó, cuando los brasileños quisieron tomarse revancha de dicha gesta
intentando invadirno por mar en la zona de Quilmes fueron rechazados con
valentía por Brown y sus aguerridos marinos. El pueblo se volcó a las calles
celebrando la batalla triunfal de Brown el cual fue llevado en andas por las
calles de Buenos Aires, ante el beneplácito de los Rosas, en especial de
Manuelita que siempre que se refería a lo largo del tiempo al Almirante Brown,
comandante de la escuadra de la Confederación Argentina, lo llamaba
afectuosamente como ‘mi segundo padre”.
Con
el tiempo vienen varias gestas mas del Almirante, en especial la gesta de
Vuelta de Obligado en 1845 y ¿cómo responde Brown?
Sigue diciendo el autor citado “Luego la
intervención anglo-francesa provocaría el robo de la Escuadra, episodio que
afectó el espíritu del glorioso marino. Lleno de indignación regresó a Buenos
Aires. Sería su último episodio naval. Asistió a la devolución de la flota. Su
hijo Eduardo Brown combatió al mando de la batería que llevaba su nombre en el
Combate de la Vuelta de Obligado y también en Paso del Quebracho, Tonelero y Acevedo
contra el poder naval combinado anglo francés donde también marinos que se
habían formado con el Almirante Brown, volvieron a dar testimonio de esa
generación que combatió bajo sus órdenes”.
Fundamente Guillermo MASCIOTRA “Rivera con auxilio francés,
contrata a José Garibaldi para formar una segunda división naval, que ataca el
litoral fluvial argentino e intenta llegar a Corrientes luego de superar Martín
García con un ardid. Como en anteriores oportunidades Brown sale a la captura
del enemigo al que enfrenta en el río Paraná y lo vence en el combate de Costa
Brava. Con sus naves perdidas y sus fuerzas diezmadas, la flotilla de Garibaldi
desaparece al igual que el peligro sobre las poblaciones costeras.
“La noticia de la victoria en Costa Brava trajo nuevamente un gran
reconocimiento popular a su persona. Los elevados conocimientos de los ríos lo
habían convertido sin duda en un dominador de las aguas del Plata y sus
afluentes. A su desembarco en Buenos Aires lo recibió una multitud con
festejos, a los cuales no era muy afecto, pero aceptaba ese trato el viejo Bruno, manera con la cual lo solía citar
Rosas, quien siempre respetó las conductas y pensamientos del Almirante”.
Luego de Caseros, la vida de Brown y su familia sufrieron acciones
ominosas que no condicen con su heroicidad patriótica a lo largo de décadas.
En tal sentido termina diciendo el autor “Luego de
Caseros, el marino irlandés que tanto aportara a la Nación Argentina fue dado
de baja al igual que su hijo Eduardo. No concurrió al desfile del 20 de febrero
de 1852 en las calles porteñas de las tropas brasileñas. Aceptó nuevamente la
injusticia que posteriormente fue reparada por el Ministro de Guerra Manuel de
Escalada que no vaciló en reconocer los enormes aportes y reponerlo en las
filas de la Marina de Guerra.
Después de Caseros, muchos Federales, por convencimiento o
instinto de supervivencia-negaron o se arrepintieron de su ‘rosismo’; no
el Almirante Brown que fue dado de baja junto a su hijo Eduardo y dio la
espalda al triunfo de Urquiza como símbolo silencioso del desdén por la
traición sufrida y la derrota de la soberanía de la Confederación Argentina
que, hasta el último día y pese a las falsas insinuaciones de los Unitarios
liberales, defendió con ardor.
Seguramente ese triste día de luto para la nación que fue el 3 de
Febrero de 1852 nuestro Almirante sabiendo el desfile por las calles de Buenos
Aires de los soldados imperiales con sus banderas al viento, les dio la espalda
en señal de desprecio, y habrá vuelto a exclamar como el 30 de Julio de 1826
ante sus marinos previo al enfrentamiento contra el brasileño invasor en las
playas de Quilmes:
“Es preferible irse a pique que rendir
el pabellón” (la consigna enviada
por el Almirante Guillermo Brown a sus marinos el 30 de julio de 1826, durante
el combate naval de Quilmes).
Brown, luego de una vida llena de batallas y luchas, como contra
el Brasil donde sus acciones se vistieron de honra en pos de la defensa de
nuestra independencia, junto a Hipólito Bouchard nuestro otro eminente marino
argentino, el dia 3 de Marzo de 1857, fallece en su Quinta de Barracas, héroe
máximo naval de la República Argentina, defensor a todo trance de los ideales
de la patria naciente.
Combatió en las aguas a los enemigos de la Nación Argentina. Llevó
nuestro pabellón azul y blanco al mismo corazón de las costas enemigas.
Repetidas veces fue convocado por las autoridades de turno en el gobierno para
dirigir la incipiente Armada Nacional.
Durante cuatro décadas prestó servicios, comprometió su
patrimonio, formó una generación de marinos que se llenó de gloria en las
guerras de la Independencia, contra el Imperio de Brasil, las campañas de Corso
y frente al ataque avieso del poder naval anglo francés.
Brown conoció la gloria y la injusticia, y finalmente el justo reconocimiento
del pueblo todo.
El Unitarismo decimonónico y jacobino representado por Peredas
simboliza el patente cuadro de miseria que anima a estos seres.
*
Brown y Bouchard en 1816 bloquean el puerto del Callao, apresan
buques españoles con su valiosa carga e interrumpen el tráfico marítimo con los
puertos de Chile. Entre las presas está la famosa fragata Consecuencia, luego
rebautizada La Argentina y que llegara hasta Monterrey, Madagascar y las
Filipinas en su crucero de corso con Hipólito Bouchard.
En Hawaii, que era un reino independiente, tuvo el reconocimiento
de nuestra independencia por el Rey de las islas. Fue la primera nación en
reconocerla en 1817, por medio de su Rey Kamehamha I, ante el representante de
las Provincias Unidas del Sud que allí estaba, el marino Hipólito Bouchard
Bouchard y el Alte. Guillermo Brown tuvo el honor de hacer flamear
la bandera argentina en Monterrey, en California, por tres días, junto a
nuestro otro héroe Hipolito Bouchard.
¿Como fue esto? cuando Hipólito Bouchard y sus corsarios con sus
barcos “Chacabuco” y “La Argentina” hostigaban con sus barcos a los españoles
principalmente en el Atlántico, Indonesia, Madagascar, Filipinas, el Pacífico,
California, México, Centroamérica y las costas occidentales de Sudamérica en
plena gesta de la independencia, recaló en California en la aldea de San
Francisco- hoy Monterrey –(también en otras poblaciones costeras) tenía unos
400 habitantes y la guarnición estaba integrada por 65 soldados españoles a los
que batió con sus 200 hombres en un combate de 2 días, y durante 6 días
(entre el 24 y 29 de Noviembre de 1818- izó la bandera Argentina allí?.
Durante 6 días California perteneció a la incipiente Provincias
Unidas del Sud, ondeando bien alto nuestra bandera en dicho fuerte, pero luego
se fue de allí para seguir persiguiendo con sus buques a los españoles por los
mares, descendiendo por toda América, hasta llegar a Chile.
Por dicha causa la mayoría de las
futuras repúblicas centro americanas (Guatemala, El Salvador,
Honduras y Nicaragua) tienen, al igual a la de las Provincias
Unidas del Sud, la bandera azul y blanca, con pequeños cambios en el centro de
la misma, en honor a nuestra independencia?
(HASTA AQUÍ 26º
REUNIÓN)
*
(HIPÓLITO BOUCHARD)
Hipólito Bouchard se llamaba en realidad André Paul
Bouchard, francés, pero al morir su hermano mayor decidió cambiarlo y adoptar
el del fallecido, Hippolyte. Era muy común que aquellos que llegaban del
extranjero a vivir en Sudamérica, castellanizaran su nombre o directamente lo
cambiasen por uno hispano.
Nacido
cerca de Saint-Tropez, Francia el 15-1-1780 y muere el 4-1-1837 en Nazca, Perú.
Luchó al servicio de las Provincias Unidas del Rio de La Plata y del Perú.
Fue
siempre un marino revolucionario y hábil estratega. Peleó en California,
Centroamérica, Perú y Ecuador como un avezado marino.
El 2
de marzo de 1811,
en San Nicolás de los Arroyos, tuvo su
bautismo de fuego defendiendo a la revolución argentina al enfrentarse
sucesivas veces a los buques realistas.
En
1812, con 31 años, se puso a las órdenes
de San Martín, fue Granadero muy joven y acompañó al Libertador en la epopeya
de la Batalla de San Lorenzo ( como militar, no como marino), el 3 de Febrero
de 1813.
Las
Provincias Unidas del Rio de La Plata tuvo el privilegio en la cumbre de su
soberanía de llevar por los rincones más alejados de la tierra, la bandera azul
y blanca y plantarla en distintos lugares remotos del planeta.
Junto
al irlandés Almirante Guillermo Brown, al maltés Juan Bautista Azopardo y al
porteño Tomás Espora fueron los más prestigiosos marinos que nuestra Armada
supo tener. Un cuadriunvirato que dio gloria eterna a nuestro país llenado de
páginas heroicas a nuestra armada.
Guillermo
MASCIOTRA nos dice que juntos, el Almirante Brown, Hipólito Bouchard, Tomás
Espora y Juan B. Azopardo comienzan su
periplo por el Océano Pacífico.
“En 1815 el Gobierno de Buenos Aires ante las noticias de
la inminente zarpada desde España de la Expedición del Gral. Pablo Morillo,
destinada al Río de la Plata o al Caribe para cumplir con los designios de la
Santa Alianza y el Congreso de Viena, decide la creación de una fuerza naval
corsaria, para apoyar los movimientos insurreccionales en los dominios
españoles del Pacífico.
En concordancia con el pensamiento del Gral. San Martín
de llevar la guerra de la independencia más allá de los límites del antiguo
Virreinato del Río de la Plata, se firma un convenio de corso al Mar del Sur
con Brown, que había sido convocado nuevamente.
Parten los corsarios y recorren el pacífico pasando por
Chile, Colombia llegando hasta Mexico, llegando hasta Monterrey (actual San
Francisco).
Monterrey
era apenas una aldea, tenía unos 400 habitantes y la guarnición estaba
integrada por 65 soldados.
Sepamos
todos que allí alguna vez flameó la bandera argentina.
Veamos
cómo fue.
Fue
en noviembre de 1818, exactamente hace 197 años. Durante seis días, entre el 24
y el 29 de noviembre, California fue de la Argentina, o mejor dicho de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, merced a la osadía de Hipólito
Bouchard y sus corsarios argentinos, a bordo de dos barcos de guerra, la
fragata ‘La Argentina’ y la corbeta ‘Chacabuco’.
Los
corsarios eran una especie de piratas pero con permiso de los Estados, llamado
patente de corso.
Los
pioneros de esta forma de guerrear a favor de la Argentina fueron el
irlandés Guillermo Brown, el francés Hipólito Bouchard y el
maltés Juan Bautista Azopardo.
Así,
entre 1817 y 1819, Bouchard emprendió un viaje de circunnavegación para
hostigar a los españoles principalmente en el Atlántico, Indonesia, Filipinas,
el Pacífico, California, México, Centroamérica y las costas occidentales de
Sudamérica. En esos casi dos años, libró diez batallas y capturó 26 barcos.
El periplo de Hipólito
Bouchard en 1817 está cargado de simbología para los argentinos. No sólo su nave llevaba el nombre "Argentina" muchos años
antes de que esa fuese la denominación oficial de nuestro país -así bautizó él
a este barco "recuperado" en su campaña en las costas chilenas y
peruanas a las órdenes de Guillermo
Brown– sino que zarpó de
Buenos Aires el 9 de julio de 1817, fecha del primer aniversario de
nuestra Independencia, llevando
consigo varias copias del Acta firmada en Tucumán, para dar a conocer al mundo
el surgimiento de una nueva Nación.
La
primera gran acción fue en la isla de Madagascar, donde Bouchard y
sus corsarios estuvieron varios días combatiendo a los traficantes de esclavos
e impidiendo embarques de seres humanos, fieles al espíritu del gobierno
argentino que ya en la Asamblea del año 13 había decretado la “libertad de
vientres.
Luego
libraron batallas contra piratas malayos en cercanías de Java y contra los
españoles en las Filipinas. Superadas estas acciones, Bouchard pensó
en torcer el rumbo hacia el Atlántico y en la isla de Santa Elena liberar
a Napoleón Bonaparte, a quien admiraba profundamente. Pero la tripulación
no estuvo de acuerdo y entonces se dirigieron a Hawái, que en ese tiempo era un
reino independiente en medio del Océano Pacífico. Allí, encontraron la corbeta
‘Chacabuco’, que había sufrido un motín en Chile y había sido conducida hasta
allí por los marineros amotinados.
Bouchard parlamentó
varios días con el rey Kamehameha I de Hawái y luego de llegar a un
acuerdo económico, según algunos autores, habría conseguido que Hawái fuera el
primer país fuera de Sudamérica en reconocer la soberanía de las Provincias
Unidas del Rio de La Plata.
Es
interesante detenernos en las peripecias de Bouchard con sus corsarios en un
lugar tan alejado de Buenos Aires:
“Fortalecidos los corsarios argentinos y
envalentonado Bouchard, pusieron proa a California, donde esperaban
hostigar a los españoles, obtener nuevos botines y vengar las derrotas de los
patriotas mexicanos (sobre todo el fusilamiento del cura Morelos).
El Gobernador de Monterrey, Pablo Vicente Solá, fue
advertido de la aproximación de los corsarios argentinos, y tomó recaudos:
ordenó que todos los objetos del culto de valor (cálices, joyas y ornamentos)
fueran guardados en cajones y mandados al interior, que las mujeres y los niños
también fueran puestos al resguardo y que se arreara el ganado tierra adentro,
al igual que las provisiones de pólvora. La aldea tenía unos 400 habitantes y
la guarnición estaba integrada por 65 soldados.
El vigía de Punta de Pinos (en el extremo de la Bahía de
San Carlos Monterrey) dio la alarma cuando el 20 de noviembre al atardecer vio
las velas de los barcos corsarios con una bandera desconocida. Los españoles se
pusieron en guardia y cargaron los cañones, pero Bouchard decidió esperar un
poco. Concentró la tripulación de asalto en la corbeta ‘Chacabuco’, que tenía
menor calado y era mejor para aproximarse a tierra sin encallar.
En la madrugada del 24 de noviembre, entre las sombras
del amanecer, desembarcó Bouchard al frente de 200 infantes a una legua
del fuerte. Primero aparecieron unos milicianos a caballo para intentar detener
a los corsarios argentinos, pero el teniente Espora los hizo escapar. Entonces
atacaron el fuerte y encontraron menor resistencia de la que esperaban. Luego
de una hora, la bandera azul y blanca ondeaba en el fuerte de Monterrey, donde
antes había estado la roja y amarilla.
Desde ese día, y hasta el 29, los corsarios argentinos se
apropiaron de todo el ganado que pudieron, de algunos objetos de valor que
consiguieron, y antes de abandonar Monterrey incendiaron el fuerte, el cuartel
de artilleros, la residencia del gobernador y las casas de los españoles. Pero
respetaron las iglesias y las casas de los americanos.
El 16 de diciembre sí desembarcaron en San Juan de
Capistrano, donde luego de una escaramuza, tomaron el pueblo. Luego de llevarse
algunos objetos de valor, incendiaron las casas de los españoles, aunque como
siempre, respetaron iglesias y casas de americanos.
Luego, los corsarios argentinos siguieron viaje rumbo al
sur, porque no tenían un proyecto político de anexión de territorios, sino que
sus objetivos, como se ha dicho, eran sólo hostigar a los españoles en los
mares y obtener botines de guerra. Aunque no es menor la tarea que hacían en
representación del gobierno argentino.
Por ejemplo, en sus siguientes destinos centroamericanos,
dejaron sembrada la semilla de la libertad, al punto tal que luego las banderas
de los futuros Estados independientes fueron todas parecidas a la bandera
argentina: las de Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua. Pero esa, esa
es otra historia…”.
En la madrugada del 24 de noviembre, Bouchard ordenó a
sus hombres que se pusieran al mando de los botes. En las embarcaciones,
comandadas por Bouchard, se encontraban 200 hombres, La resistencia del fuerte
fue muy débil, y tras una hora de combate fue enarbolada la bandera argentina.15 Los argentinos tomaron la ciudad durante
seis días, en los que se apropiaron del ganado, quemaron el fuerte, el cuartel
de los artilleros, la residencia del gobernador y las casas de los españoles
junto a sus huertas y jardines.
El 17 de enero de 1819 navegaron hacia San Blas,
puerto que comenzarían a bloquear el 25 de ese mes. Bouchard ordenó zarpar
hacia Acapulco sin perder la costa de vista. Al llegar, envió un bote con
un oficial para reconocer el lugar, observando la cantidad y calidad de los
buques que allí se encontraban. El oficial informó que en el puerto no se
encontraba ninguna embarcación relevante, por lo que decidieron seguir viaje.
El 18 de marzo partieron hacia Sonsonete, El
Salvador.. El 2 de abril tras un intenso combate, tres naves fueron tomadas.
Decidió partir hacia Valparaíso para colaborar con
la campaña libertadora de José de San Martín.
Historiadores han señalado que la bandera de
las Provincias Unidas de Centro América (de donde se derivan las
banderas de Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala, Costa Rica), está
inspirada en la bandera de las Provincias Unidas del Río de La Plata, que
flameó en las costas del Océano Pacífico de Centroamérica, entre marzo y
abril de 1819, desde la Fragata ‘La Argentina’ comandada por
el corsario de origen francés, Hipólito Bouchard, sargento mayor de
marina, al servicio de las Provincias Unidas del Río de La Plata”
Digamos
que hoy en Santa Bárbara flamea una la bandera argentina que representa a una
nación que tuvo la posesión de California.
Está
presente la bandera y la placa correspondiente que acredita la posesión
argentina de esa época
Ya
de vuelta de sus travesías por el norte del pacífico, en 1820 se suma a San
Martin y emprende su colaboración y lucha en la liberación del Perú y la Gran
Colombia, durante muchos años.
*
Tras
el retiro, decidió hacerse cargo de la atención de las haciendas que le había
adjudicado el gobierno peruano, San Javier y San José de Nazca,
donde fundó un ingenio azucarero. Hacía tiempo que había
perdido contacto con su familia, después de la expedición con Brown había
convivido con su esposa solo diez meses, y no llegó a conocer a su hija menor
que nació después de que iniciara su expedición alrededor del mundo.
Durante
su vida a bordo, se había caracterizado por un duro carácter que lo llevó a
protagonizar varios incidentes con su tripulación y a tomar feroces represalias
contra quienes se insubordinaban, y en sus haciendas trataba a sus esclavos con
la misma dureza con la que había tratado a su tripulación. Harto de sus abusos,
uno de sus esclavos le dio muerte el 4 de enero de 1837.
Los
restos de Bouchard permanecieron perdidos hasta 1962, cuando fueron
encontrados en una cripta ubicada en la Iglesia de San Javier de Nasca de
la ciudad de Nazca, en Perú. El 6 de julio de ese
año fueron exhumados y repatriados a Buenos Aires por una comisión formada por
la Armada Argentina y la Armada del Perú. Hoy descansan en el panteón viejo de
la armada argentina en el Cementerio de
Chacarita.
Hipólito
Bouchard En El Presente – Honores En Francia
Existe
un pueblo en Francia –donde nació Bouchard- que celebra el 9 de Julio y rinde
honores a un héroe de nuestra independencia.
En esa fecha, junto al mar, cerca de Saint-Tropez,
donde se inició como marino, flamean juntas las banderas francesas y argentina
para homenajear a Hipólito Bouchard, nacido allí en 1780. Cada 9 de Julio, las
calles de Bormes-les-Mimosas, en la Riviera francesa, se engalanan con banderas
de ambos países
Todo el pueblo se engalana para la ocasión, con
banderas francesas y argentinas,. Hay charlas, conferencias, actos, asisten
delegaciones de las Marinas argentina y francesa
Bormes-les-Mimosas tiene 7500 habitantes. Hoy el
pueblo posee una plaza con monumento dedicado a Bouchard.
Todos los años, la Fragata Libertad pasa por
Bormes-les-Mimosas en su periplo mundial. Como el puerto es demasiado pequeño
para atracar, destaca una comisión de cadetes que va a rendir homenaje a
Bouchard.
La trayectoria de Bouchard se merece todo menos el
olvido. Fue uno de los primeros
marinos en circunvalar el mundo.
(HASTA AQUÍ 27º
REUNIÓN)
(MARTÍN MIGUEL
DE GÜEMES)
(Salta, 8 de febrero de 1785 - Cañada
de la Horqueta, Salta, 17 de junio de 1821)
Se crio en una familia acomodada. Su padre, era un hombre
ilustrado y cumplía funciones de tesorero de la Real Hacienda de la corona española. Su madre, María Magdalena de Goyechea y la Corte,
era de origen jujeño y de ascendencia española y portuguesa; descendiente del fundador de Jujuy, Francisco de
Argañaraz y Murguía, de ascendencia vasca.
Durante
la primera de las Invasiones Inglesas al
Virreinato del Río de la Plata, en 1806, Güemes participó en la Reconquista de
Buenos Aires, donde protagonizó una curiosa hazaña: al ver que el barco
inglés Justine había encallado por una bajante repentina del
río, dirigió una carga de caballería y lo abordó. Fue una de las
muy pocas veces en que un buque de guerra fue capturado por una partida de
caballería.
Al
año siguiente, luchó también en la Defensa de la ciudad frente a la segunda
invasión inglesa, en 1807
Fue gobernador de Salta durante seis años y con muy escasos recursos conformó
un batallón de gauchos para defender el Norte de nuestro país y enfrentar al ejército de españoles que
descendían desde el Alto Perú
Fue militar de carrera y lideró en el Norte un ejército de
gauchos con estrategias que permitieron detener el avance español sobre Salta y
evitar así las invasiones realistas en el resto del país, entre 1810 y 1820
Estuvo a las órdenes de Belgrano, primero y luego de San
Martín en el Ejercito del Norte que luchaba denodadamente contra los Realistas.
Procuró
estrechar relaciones con el resto del país. Mantuvo fuertes vínculos con San Martín, Belgrano, Bustos, López,
Quiroga e Ibarra ante una Buenos Aires solitaria, centralista y
ambiciosa ignorante de las necesidades y derechos de las provincias, las
soberanías confederadas y la integración nacional
Fue nombrado Gobernador de Salta por aclamación popular que
veía las condiciones de Güemes, en 1815.
Las fuerzas patriotas comandadas por Rondeau es derrotado en
la Batalla de Sipe Sipe, el 29 de
noviembre de 1815. Este nuevo triunfo de los realistas significó la pérdida
definitiva del Alto Perú debido a las ambiciones personales de Rondeau quién parecía más preocupado por escarmentar a Güemes y
evitar el surgimiento de un nuevo Artigas en el Norte que por aunar fuerzas y
preparar la resistencia frente al inminente avance español.
Güemes había conversado con San Martín sobre la idea de
atacar Perú desde Chile. Para ello era necesario realizar el Cruce
de los Andes y como necesidad
básica, San Martín precisaba tener las espaldas cubiertas, con fuerzas activas
en la frontera norte de Salta, para mantener ocupados a los ejércitos realistas
lejos de Lima, la capital del Virreinato del Perú.
La persona más indicada para dirigir esas operaciones de
guerra de guerrillas (o de ‘recursos’ como se decía en aquellos
tiempos) era Güemes y San Martín lo nombró General en Jefe del Ejército de
Observación. El salteño estaba continuamente informado sobre los movimientos de
San Martín en la campaña del Pacífico.
Digamos al pasar una curiosidad: el sistema de guerra
de ‘guerrillas’ no fue una creación
ni de San Martín ni de Güemes, sino de Manuel Dorrego- subordinado de Belgrano,
primero y luego de San Martin.
Lo cierto es que las órdenes dadas por
el Gobierno porteño consistían en que Dorrego se encargase de reorganizar las
fuerzas para acantonarse en la ciudad, lo que asi hizo en forma laboriosa y
eficiente..
El nuevo regimiento estaba destinado a
ser famoso: ese sería el cuerpo que comandaría el general Martín Miguel de
Güemes en su célebre guerra gaucha, táctica, que, como ya se verá, no fue
ideada por San Martín ni por el caudillo salteño.
Veamos cómo fue.
En reuniones que tenían Dorrego con Tomas Guido para
ver la estrategia a tener en la lucha contra los realistas, el primero le decía
al segundo: ““Mi experiencia me dice,
Tomás, que los gauchos están preparados para contener mediante la guerra de
recursos. Es inútil intentar ocupar el Alto Perú, el Ejército quedará una vez
más aislado y sin fuerzas para enfrentar al poderoso Goyeneche. Mi plan es
sencillo: hay que hacer la guerra de guerrillas”.
Guido tomó nota y al otro día partió rumbo al cuartel
sanmartiniano para transmitirle las ideas de Dorrego al General. De inmediato,
el vencedor de San Lorenzo envió un oficio preguntándole sobre la conveniencia
de reducir la retaguardia a cien hombres y si se podía dejar a los gauchos a cargo
de las milicias la tarea de vigilar y hostilizar a los realistas.
San Martín leyó el informe con mucha atención y tomó
la decisión correcta: era inútil avanzar hacia el Alto Perú. El General
adoptaría el plan detallado por Dorrego, excepto por una diferencia, el jefe
iba a ser el bravo Martín Miguel de Güemes, ese gaucho de buena familia, alto,
morenazo, de barba espesa hasta el pecho y voz gangosa
La historia tiene una deuda más con Manuel Dorrego. No
sólo fue el primero en cruzar los Andes al mando de un Ejército Libertador,
también fue el ideólogo de la guerra de guerrillas
que detuvo a los realistas.
Volviendo
a Güemes nadie mejor que su enemigo realista para describir su actuación:
El jefe de las fuerzas realistas, general
Joaquín de la Pezuela, envió una nota al virrey del Perú, señalándole la
difícil situación en que se encontraba su ejército ante la acción de las
partidas gauchas de Güemes. «Su plan es
de no dar ni recibir batalla decisiva en parte alguna, y sí de hostilizarnos en
nuestras posiciones y movimientos. Observo que, en su conformidad, son
inundados estos interminables bosques con partidas de gauchos apoyadas todas
ellas con trescientos fusileros que al abrigo de la continuada e impenetrable
espesura, y a beneficio de ser muy prácticos y de estar bien montados, se
atreven con frecuencia a llegar hasta los arrabales de Salta y a tirotear
nuestros cuerpos … en una palabra, experimento que nos hacen casi con impunidad
una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial.«
El año 1821, fue sumamente duro para Güemes
porque a la amenaza de un nuevo ataque español se sumaron los problemas
derivados de la guerra civil. Güemes debía atender dos frentes militares: al
Norte, los españoles; al Sur, el gobernador de Tucumán Bernabé Aráoz que,
aliado a los terratenientes salteños, hostigaba permanentemente a Güemes.
Los triunfos de Güemes se dieron siempre en
soledad: Buenos Aires nunca le envió ayuda alguna y debió luchar por las suyas
y el apoyo del pueblo salteño..
Estratégicamente,
la actuación de Güemes en la guerra de la Independencia argentina fue crucial:
sin su desesperada resistencia no hubiera sido posible defender la frontera
norte del actual país, ni hubieran sido posibles las campañas del general San
Martín que permitieron obtener tanto la Independencia de
Chile como la posterior Independencia del Perú. Bajo su mando, las
ciudades de Salta y Jujuy y su campaña defendieron al resto de las provincias
de abajo, sin ayuda exterior.
Estas divisiones internas debilitaron el poder
de Güemes y facilitaron la penetración española en territorio norteño. Los
sectores poderosos de Salta no dudaron en ofrecer su colaboración al enemigo
para eliminar a Güemes.
La noche del 7 de junio de 1821, los realistas, con el
silencio cómplice de los terratenientes salteños, atacaron la ciudad de Salta
y, al salir a combatirlo, Martín Miguel de Güemes fue herido por una bala.
Pocos días después recibió a dos oficiales realistas enviados
por Valdés que le ofrecieron trasladarlo a Buenos Aires, donde recibiría el
mejor tratamiento, con la condición de ordenar el alto el fuego contra los
realistas.
Sin responder a los enviados y en su presencia, Güemes reunió
a sus oficiales y les pidió que jurasen que nunca aceptarían ningún tipo de
trato para beneficiar al enemigo en suelo patrio; pedido que fue respondido con
el entusiasta juramento de los oficiales y gauchos salteños.
A los 36 años y luego de días de agonía muere Güemes el 17 de
Junio de 1821. Se lamentan en grado sumo San Martín y Belgrano los que
consideraban amigo y hermano a Güemes.
A la
muerte de Güemes le sucede en Salta Pablo Latorre en 1821 .
Apenas unas semanas después de la muerte de Martín Miguel de
Güemes, sus hombres obligaron al ejército español a evacuar Salta, dirigidos
por el coronel Jorge
Enrique Vidt. Y esa resultó ser la
última invasión realista al norte argentino, con lo que Güemes —aunque no llegó
a verlo— finalmente venció a sus enemigos.
Apenas
unas semanas después de la muerte de Martín Miguel de Güemes, sus hombres “Los Infernales” obligaron al ejército
español a evacuar Salta, dirigidos por el coronel Jorge Enrique Vidt.
Y esa resultó ser la última invasión realista al norte argentino, con lo que
Güemes —aunque no llegó a verlo— finalmente venció a sus enemigos.
*
Sin embargo,
mientras esto ocurría en Salta, la elite porteña festejaba su deceso y la
prensa bonaerense fiel a Rivadavia exclamaba: “Murió el abominable Güemes al huir de la sorpresa que le hicieron los
enemigos. Ya tenemos un cacique menos”. el artículo que lo
anunciaba demostraba más alivio por la muerte de un enemigo ideológico que
pesar por la pérdida de la ciudad de Salta en manos realistas.
Años después, el socialismo al igual que el centralismo
liberal de antaño se unen: en el
congreso del octubre de 1920, el partido socialista estableció:
“El socialismo es un
partido de clase internacionalmente organizado, y el patriotismo sólo ha
servido para extraviar al movimiento obrero de sus verdaderos intereses. Por
tanto, los representantes socialistas en los cuerpos deliberativos de la
Nación, se abstendrán de tomar parte en los actos de homenajes patrióticos.”
Obedientes a la consigna, los concejales de Buenos Aires
niegan su homenaje al caudillo Martin Güemes, el 17 de junio de 1921, al
cumplirse el centenario de su muerte.
Pero la reivindicación no se haría esperar: su gesta militar
fue recordada por el escritor Leopoldo Lugones como la Guerra Gaucha, nombre con que se la
conoce desde entonces. Una de sus biografías más extensas es la de Atilio
Cornejo.
El general Martín Miguel de Güemes es el único general
argentino que murió en combate durante la Guerra de la Independencia Argentina.
(JUAN BAUTISTA
THORNE)
Juan
Bautista Thorne, nacido en Nueva York, EE.UU, adoptó como su patria nuestra
Argentina.
El
Coronel Juan B. Thorne, que había servido a las órdenes del Almirante Guillermo
Brown, y que junto a dicho Almirante y a Bouchard comandó corsarios en el
Pacífico.
Peleó
contra el Imperio del Brasil, logra salir del estuario del Plata a pesar de
bloqueo enemigo lo lleva a las costas del centro de Brasil, donde su actuación
sobresaliente siembra el terror en la marina mercante imperial; incursiona en
la Bahía de Todos los Santos y en la Bahía de Río de Janeiro. Casi veinte
presas capturadas dan testimonio de su eficacia. Al regresar a nuestras aguas
se produce un duro combate con los sitiadores, que deja cuarenta bajas y muy
maltrecha la embarcación.
Luego
se suceden los combates de Carmen de Patagones donde el almirante brasilero
Pinto Guedes que intentó ocupar el puerto y el fuerte, sufrió una completa
derrota naval y terrestre, pierde sus naves y entre las capturadas está la
corbeta “Itaparica” que es abordada por Thorne y sus hombres.
Participó
en la Campaña del Desierto a las órdenes del Brig. Gral. Juan Manuel de Rosas
con éxito, otorgándosele una medalla de honor.
En
el año 1838 con motivo de la intervención francesa en el Río de la Plata,
Thorne tuvo una destacadísima actuación en la defensa de la isla Martín García,
la que fue tomada por los franceses después de encarnizado combate. En atención
que en el próximo año se cumplen 170 años del episodio dejaremos su mención
especial para un próximo número.
En
1840 se lo declara “Benemérito de la Confederación y fiel defensor de la
Libertad y dignidad de la América” concediéndole las gracias, exenciones y
privilegios que por este título le corresponden.
Digamos
que el acendrado patriotismo de su patria adoptiva lo llevaba a pintar de rojo
los mástiles de los barcos bajo su jefatura.
Con
el grado de teniente coronel de Marina acompaña al Alte. Brown en la campaña de
los ríos Paraná y Uruguay, que culmina con la derrota de Garibaldi en el
combate de Costa Brava el 15 y 16 de agosto de 1842.
El
20 de noviembre en el combate de la Vuelta de Obligado, consumió hasta la última
munición, su actuación causó la admiración de los ingleses, dirigiendo el fuego
de los cañones personalmente, con un brazo fracturado y un corte en la cabeza.
Seguía dando órdenes y combatiendo, fue intimado por sus superiores a retirase
y no lo hizo. La batería “Manuelita” que se ubicó en el centro del dispositivo
de defensa argentino fue la última en silenciar sus cañones.
El
silencio también fue para un oído de Thorne ya que una granada que explotó muy
cerca, le afectó el oído, lo que dio origen al seudónimo de “sordo de
Obligado”, como también se lo conoció. Tan férrea fue su defensa de la posición
que su prestigio lo llevó a ser designado en 1846 Jefe de la Defensa de la
Costa del Paraná, y así pudo continuar impidiendo el ataque avieso contra nuestras
costas de la flota invasora anglo francesa, donde vuelve a combatir en las
fortificaciones del Quebracho y San Lorenzo, donde los navíos de las dos más
grandes potencias de la época que regresaban luego de haber forzado el paso en
Vuelta de Obligado, reciben un duro castigo desde tierra que les provoca bajas,
perdida de naves y con ello la ruina de los comerciantes de Montevideo que
armaron la expedición.
Su
generoso aporte en el Paraná, junto a los hombres que dirigieron Mansilla,
Alzogaray, Eduardo Brown, significaron para la República Argentina el
reconocimiento por parte de las potencias europeas de que los ríos interiores
eran argentinos, el fin del bloqueo y el desagravio a la bandera nacional.
En
efecto, en 1883 los propios ingleses a través de su almirantazgo declaran que
Thorne causó admiración entre la oficialidad inglesa en la batalla de la Vuelta
de Obligado.
“Cuando
los marineros y soldados ingleses desembarcaron á la tarde y tomaron esa
batería, él con los restos de su regimiento solamente, y sin otro concurso de
las fuerzas defensoras, mantuvo, su posición en retaguardia á pesar del fuerte
fuego cruzado de todos los buques por entre los bosques que se hallaban detrás
de la batería y fué el último en retirarse.
Los
superiores de Thorne dijeron que consta también que se le intimó por dos veces
la orden de que suspendiera el fuego y se retirara de la batería, pero él
contestó: "que sus cañones le imponían hacer fuego hasta vencer ó
morir"; mereciendo por este desacato el que fuera arrestado en el
convento de San Lorenzo adonde fué transportado herido y sordo.
Allí
mismo el general Mansilla fué á visitarlo y felicitarlo por su conducta, dejando
al retirarse la orden inmediata de que quedaba levantado su arresto.
Thorne
le envía el 27 de Noviembre de 1845 una carta a su amigo el Coronel Hilario
Lagos en la que le dice: “"Querido amigo: Estos renglones no llevan
otro objeto que comunicar a V. el desagradable y fatal encuentro que tuvimos el
día 20 del presente con las escuadras anglo francesas, en el punto de Obligado,
a las 10 de la mañana. Rompieron los infames sus fuegos sobre nuestras baterías
las cuales contestaron con todo el ánimo federal, y duró un fuego duro y
mortífero hasta las 4 de la tarde, a cuya hora cesaron los fuegos de las baterías
"Restaurador", "General Brown" y "General
Mansilla" por su falta de municiones y mal estado de las piezas,
sosteniendo todavía a la batería "Manuelita" que tuve el honor de
mandar hasta las 6 de la tarde a cuya hora me ví obligado a abandonar por falta
de municiones. (…) Nuestras pérdidas han sido considerables y la de los
enemigos han sido mucho más porque hasta la fecha están en compostura y todavía
no pueden moverse, pero tal vez dentro de pocos días los ha de tener por
aquellos destinos a estos malvados. Es cuanto tengo que decirle a V. sobre el
particular".
Cuando
Thorne fue separado del servicio después de Caseros por el gobierno de Buenos
Aires, solicitó a Valentín Alsina su pase a inválidos –contaba con 45 años–,
para recibir una merecida pensión.
El
petitorio que se encuentra en el Museo Naval (Ciudad de Tigre), estaba
encabezado como sigue: “El teniente Coronel D. Juan B. Thorne,
norteamericano de origen, pero argentino por simpatía, por adopción, y por
haber adquirido con mi sangre tan glorioso título… He servido a ésta Patria mía
27 años, le he sacrificado mi juventud toda entera, he sufrido por ella
prisiones en el extranjero, por ella estoy cubierto de cicatrices, por ella la
salud y el perfecto uso de mis sentidos corporales me faltan (…). Estoy
cierto de ser bien comprendido cuando afirmo que mi entusiasmo ardía más puro
en los combates que defendía a la Patria contra el extranjero. Llevo en mi
cuerpo las severas impresiones del plomo del Brasil, del plomo de la Francia,
del plomo de la Gran Bretaña, y estos signos me hermosean a mi vista, y estos
signos me recrean al contemplarlos. Sin uso de un brazo y del oído podía hace
tiempo haber pedido ir a descansar a inválidos: pero aspirando todavía a servir
a mi patria, soportaba con paciencia mi desventajosa situación en las fatigas…”
Participó
Thorne de las luchas civiles entre unitarios y federales, siempre en defensa de
la Confederación Argentina, “a quien la gran mayoría del país obedecía”
actuando con disciplina e hidalguía. El pronunciamiento de Justo José de
Urquiza lo sorprendió en servicio y al igual que la mayoría de los oficiales
navales, Alzogaray, Py, Craig, Pinedo, Cordero (Mariano y Bartolomé) y Lasserre
entre otros, permaneció leal a la Confederación Argentina por lo que fue separado
del servicio por los vencedores.
Luego
de la proscripción política, posterior a Caseros, en diciembre de 1852,
participó en la malograda Revolución del Gral. Hilario Lagos, contra el
gobierno liberal de Buenos Aires.
Dado
de baja y sin recursos, se mantuvo nuevamente al mando de buques mercantes Pero
en 1868 llega la ley de reparación patriótica para hacer justicia con Thorne y
muchos más que habían combatido contra el Imperio de Brasil, a favor de nuestra
independencia, y en los ataques y bloqueos de las potencias europeas; se le
reconoce nuevamente el grado de teniente coronel de Marina, se termina su
penuria económica y puede tener un merecido descanso junto a su esposa.
Con
el reconocimiento público y acompañado por la amistad de dos de sus compañeros
de armas los marinos José María Pinedo y Enrique Sinclair falleció el 1º de
agosto de 1885 en la ciudad de Buenos Aires,
por un ataque de bronconeumonía.
Por el ministerio respectivo se decretaron los honores militares que
corresponden a su rango.
(HASTA
AQUÍ 28º REUNIÓN)
(JUAN BAUTISTA BUSTOS)
Juan
Bautista Bustos Nació en la Provincia de Cordoba el 29 de agosto de 1779 y
muere en Santa Fe el 18 de septiembre de 1830)
De
familia noble hispánica; sus padres eran ricos terratenientes
Tuvo
participación en las invasiones inglesas y
en las guerras
civiles argentinas, y fue el primer gobernador
constitucional de Córdoba.
En 1807,
ante la segunda tentativa británica de invadir Buenos Aires, tuvo una actuación
destacada cuando al frente de una tropa de 30 hombres logró rendir a un fuerte
contingente del famoso Regimiento 88.º de infantería británico. Su valor le
valió la promoción a Teniente Coronel de Arribeños.
Participó
activamente en la Revolución de mayo de 1810,
siendo uno de sus principales exponentes en el "interior".
En
su momento apoyó a Liniers contra las invasiones inglesas y luego de Mayo de
1810 apoyó a Saavedra contra Moreno que era sostenido por jóvenes intelectuales
con ideas venidas de Europa y su idiosincrasia.
Es
encargado de juzgar a Rivadavia por sospechas de traicionar la causa de Mayo,
cosa que aquél nunca se lo perdonaría y lo perseguiría toda su vida.
En
1814 el Directorio creado por la
Asamblea del Año XIII, ante el avance de Artigas, intenta primero con Posadas y
luego con Alvear gestionar ante Lord Strangford el protectorado de Inglaterra
ante el férreo centralismo porteño que establecieron y que causó la ruina de
las provincias.
En 1815 el
director Supremo Ignacio Álvarez
Thomas, que
no varìan en nada lo hecho por sus antecesores, lo destinó
al Ejército del Norte. Se convirtió en uno de
los oficiales de confianza del general Manuel Belgrano, y alcanzó el grado de
Coronel Mayor del Ejército
Auxiliar del Perú, aunque no llegó a participar en ninguna de las campañas
al Alto Perú.
En
1817 Pueyrredòn negocia con los Lusitanos y se asegura la absoluta
inviolabilidad de la orilla occidental del Plata, y para eso entrega a Artigas
y lo persigue. Artigas se ve en la obligación de defenderse en dos frentes:
frente a los porteños centralistas y frente a los lusitanos.
Pese
a su origen provinciano, al estallar los conflictos internos entre el Directorio y las provincias que
aspiraban a mayores grados de autonomía, Bustos permaneció, al principio, leal
al primero. En 1818 se enfrentó con el
Brigadier Estanislao López, Gobernador de
Santa Fe, miembro de la Liga Federal y aliado de Artigas,
que lo derrotó en Fraile Muerto (hoy Bell Ville, Córdoba).
En 1819 el
gobierno de Buenos Aires intentó quebrar una vez más la Liga Federal y lanzó
una campaña contra López. El 18 y 19 de febrero Bustos combatió contra López
La
última orden militar de Belgrano fue marchar sobre el santafesino López,
enviando al Ejército del Norte, llevando como segundo jefe a Bustos..
Bustos
fue proclamado Gobernador por
la Asamblea Constituyente de la Provincia
de Córdoba
Habiendo
adherido ya los caudillos federales, procuró estrechar relaciones con el resto
del país. Mantuvo fuertes vínculos con San Martín y
con Güemes
Bustos se reconcilió con López
Buenos
Aires solitaria, centralista y ambiciosa ignora las necesidades y derechos de
las provincias, las soberanías confederadas y la integración nacional
El Motín de Arequito, del 8 de
enero de 1820 lo tuvo como principal protagonista a Bustos.
Puesto que el Directorio, con
Pueyrredón a la cabeza y luego Rondeau, llama a San Martin y a Belgrano para
que acudan a pelear contra los caudillos provinciales dejando sus tareas
continentales de luchas contra los españoles.
Fue la decisión de los soldados
patriotas del Ejército del Norte de rebelarse contra las órdenes del Director
Supremo José Rondeau y del Unitarismo, que reclamaba que ese ejército bajara
para combatir a las montoneras artiguistas de Pancho Ramírez y Estanislao
López.
Cómo fue todo?
Lo sucedido en Arequito
reconcilia a Bustos con Estanislao Lopez y con Güemes, unido a Ibarra y a
Quiroga al que considera su ‘hermano’ desde siempre que lo apoya ante los embates
del Unitarismo de Paz y Lamadrid.
Porque esos centralistas y
unitarios, en 1819 habían sancionado una constitución Unitaria y buscaba
insistentemente entregar el país a un príncipe europeo. Es decir, tenían un
proyecto centralista y monárquico, absolutamente enfrentado al proyecto
artiguista que era republicano, Federal, nacional.
Se suma a la intención
segregacionista de Inglaterra respecto a la Banda Oriental que se venía por el
acuerdo de Manuel J. García en Rio de Janeiro por el cual entregábamos la Banda
Oriental al Imperio a cambio de la ayuda de estos para combatir a las
Provincias y sus caudillos, la sanción de la Constitución Unitaria de 1919,
Y ante la amenaza inminente del
entrerriano Pancho Ramírez y del santafecino Estanislao López, los porteños
temblaron de miedo y en principio llamaron en su auxilio al general San Martín,
que ya había liberado Chile y estaba preparando su expedición libertadora al
Perú.
San Martín dijo que no.
Desobedeció las órdenes de Buenos Aires. Por varios motivos: ese no era un
ejército argentino sino un ejército continental, de la Patria Grande.
Buenos Aires no había puesto un solo
peso, se había formado con el sudor y las lágrimas del pueblo mendocino, y ahí
revestían soldados chilenos, cuyanos, cordobeses, altoperuanos, etc.
Por eso no podía arrastrar a esos
soldados a una guerra que era un capricho porteño, no correspondía. Pero
además, no ir a Buenos Aires significó tomar partido a favor de los
artiguistas.
Eso le costó caro. Porque cuando
volvió a Mendoza luego de su renuncia en Guayaquil, se lo facturaron. Él quería
quedarse en Mendoza tranquilo a vivir en su finca, pero los mismos de siempre,
encabezados por Rivadavia, con todo su
odio lo acusaron de corrupción, de haberse robado el Ejército de Los Andes por
no haber acudido al auxilio de Buenos Aires. Y lo obligaron a irse al exilio en
Europa, desde donde nunca más volvería hasta su muerte en 1850.
Como San Martín dijo que no,
entonces los centralistas llamaron al Ejército del Norte.
Su general en jefe, Manuel
Belgrano, tampoco quiso acudir, porque además ya estaba muy enfermo. Pero sí
fue el que había quedado a cargo, el general Francisco Fernández de la Cruz, al
frente del Ejército del Norte. Pasando por Arequito, en la provincia de Santa
Fe, se produce el motín.
El líder fue Juan Bautista
Bustos, cordobés y segundo al mando. Había peleado a las órdenes de San Martín
y era su discípulo y admirador. Tenía algo de San Martín, algo de Belgrano y
algo de Artigas. Uno de los más grandes cordobeses de todos los tiempos.
Él sublevó al Ejército del Norte.
-Y dijo textualmente: “Las armas de la
Patria, distraídas de su objeto principal, ya no se emplean sino para derramar
sangre de sus conciudadanos, de los mismos cuyo sudor y trabajo les aseguran la
subsistencia”.
La historia terminó que el
Ejército del Norte no acudió en defensa de Rondeau, cuyo ejército porteño fue
arrasado por las montoneras artiguistas en la batalla de Cepeda el 1º de
febrero de 1820.
Así se salvó lo poco que nos
quedó de tradición republicana y federal. Esas montoneras artiguistas entraron
triunfantes a la ciudad de Buenos Aires y llegaron hasta la Plaza de Mayo,
atando sus caballos a la pirámide, ante el estupor de la clase dominante
porteña.
Bustos se fue a Córdoba, donde
fue recibido como un héroe y a partir de febrero designado por el Cabildo local
como gobernador. Gobernó durante 9 años con un proyecto progresista en todo
sentido: Su base política en Córdoba
eran la población rural, algunos sectores ganaderos, el bajo clero y grupos que
habían formado parte del artiguismo. Realizó un gobierno que fomentó la
educación en todos los ámbitos, con estabilidad y tolerancia para los
opositores, construyó obras de defensa y desagüe sobre los ríos de su provincia.
Intervino en el Tratado de Benegas del
24 de Noviembre de 1820.
El 30 de enero de 1821 se promulgó el Reglamento Provincial, una carta constitucional que consagraba el respeto por los derechos y las
libertades individuales. El 26 de septiembre de 1822 creó la Junta Protectora de Escuelas, con el objeto de promover la
educación elemental en las áreas rurales. Reacondicionó y equipó a la Universidad, y reglamentó el comercio.
La
postura federal sostenida por Bustos habría de
chocar con las pretensiones centralistas del Unitario Rivadavia, que desde Buenos Aires
procuraba consolidar el poder central.
Bustos
ordenó destituir a los representantes cordobeses que habían apoyado la política
Unitaria en el Congreso General de 1824, y (como todos
los gobiernos provinciales excepto dos) se negó a aceptar la Constitución
de 1826.
Para
evitar el avance centralista de Buenos Aires, Bustos se acercó a Facundo
Quiroga. En una carta dirigida a este, lo instará a oponerse a los
propósitos de Rivadavia:
El
descrédito en que se había sumido el gobierno de Rivadavia llevará a Bustos a
lanzar, en mayo de 1827, una propuesta para organizar la república sobre bases
federales. Bustos fue uno de los primeros gobernadores en darle a Manuel
Dorrego, caudillo federal que gobernaba Buenos Aires tras la
renuncia de Rivadavia en 1827, la responsabilidad de encargado de Relaciones Exteriores,
en una especie de endeble poder ejecutivo nacional.
No
pudiendo impedir que Paz avanzara sobre la ciudad de Córdoba, Bustos se retiró
hacia la estancia San Roque —hoy cubierta por las aguas del Lago San
Roque. Negoció con Paz una tregua, delegó el mando provincial en
este y pretendió firmar un acuerdo para convocar a elecciones, en que los dos
generales quedarían impedidos de participar. Mientras tanto, pensaba ganar
tiempo para permitir la llegada de Facundo
Quiroga, que marchaba desde La Rioja en su ayuda.
Paz
lo atacó imprevistamente el 22 de abril de 1829 en la
llamada batalla de San Roque, infligiéndole una
completa derrota.
Bustos
escapó hacia La Rioja para solicitar la ayuda de Quiroga; este organizó una
fuerza para enfrentar a Paz con tropas de su provincia y milicias cordobesas
comandadas por el propio Bustos.
El
22 y 23 de junio de 1829. El ejército comandado por Paz, su antiguo lugarteniente,
numéricamente inferior pero mucho más disciplinado, mejor pertrechado y con
abrumadora superioridad de artillería y -sobre todo- dirigido por un
extraordinario táctico-estratega, derrotó a las fuerzas de Quiroga y Bustos en
la batalla de La Tablada.
Bustos
consiguió refugio entre los gauchos de la zona, y después de un par de días logró
llegar a la ciudad de Santa Fe. Allí fue acogido por Estanislao López, que lo
recibió cordialmente y le procuró todo tipo de cuidados.
Paz
persigue a la mujer de Bustos y el confisca todos sus bienes.
Ya
Bustos tenía su salud bastante deteriorada y estaba afectado gravemente por las
heridas sufridas en la batalla de La Tablada, muriendo el 18 de septiembre de
1830.
(HASTA AQUÍ 29º
REUNIÓN)
(ÁNGEL PACHECO)
Intentemos un breve retrato del General Ángel
Pacheco que ha despertado y despierta algunas controversias respecto a los
últimos años de su carrera militar y política.
Nace en Buenos Aires el 13 de Abril de 1793 y
fallece el 25 de Septiembre de 1869, también en Buenos Aires.
En 1822 se casó con María Dolores Reinoso, con quien tuvo seis hijos: José,
Román, Julio, Eduardo, Pablo y Elvira. Esta última fue esposa del primer
intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear y madre del que fuera luego
presidente argentino Marcelo Torcuato de Alvear; o sea, su nieto.
Tuvo la particularidad que fue educado
militarmente por José de San Martín y se incorpora primero al Regimiento de
Patricios en el año 1811 y luego, al de Granaderos a caballo que creó y
organizó el –por entonces- Coronel San Martín.
Siendo extremadamente joven –alrededor de los 17
años- participa junto a otros noveles soldados como, Bouchard, Necochea, en la Batalla de San Lorenzo el 3 de Febrero
de 1813, teniendo como misión una actividad estratégica avisando en distintas
postas camino a San Lorenzo, que San Martin se venía aproximando para que allí
se tuvieran listos caballada y alimentos.
Luego participó en el Cruce de los Andes en 1816,
junto a Mariano Necochea –entre otros- , batallando en Chile y Perú junto al
Libertador.
Posteriormente, y ya bajo el Gobierno del
Brigadier General Juan Manuel de Rosas es uno de los principales jefes y
estrategas en la Campaña del Desierto en 1833, destacándose por su estrategia y
tácticas de combate.
A posteriori, luce sus glorias en la primera
Guerra contra el Brasil y se destaca en la Batalla de Ituzaingó.
Tras cartón es un exitoso militar en la
confrontación con los anglo-franceses.
Fue uno de los principales comandantes de la
Confederación Argentina junto a Manuel Oribe, Pascual Echague y Lucio N.
Mansilla, todos a las órdenes de Juan Manuel de Rosas, el ilustre Restaurador
de las Leyes, durante todo su mandato.
Como General de la Confederación Argentina y bajo
las órdenes del primero de los nombrados y conjuntamente con el General Nazario
Benavidez y Félix Aldao, emprende una campaña en los años 1840-1841 contra los
Unitarios y la Coalición del Norte que estaba dirigida por el General Aráoz de
Lamadrid, Juan Galo Lavalle y Mariano Acha, a los que vence una y otra vez.
En la batalla de Arroyo Grande el 6 de diciembre de 1842, mandó la infantería
del ejército coligado de la Confederación y los "blancos" Orientales
— cuyo comandante en jefe era el depuesto presidente oriental Manuel
Oribe — contra las fuerzas de los "colorados" uruguayos y los
Unitarios argentinos comandadas por Fructuoso Rivera que tenían el apoyo
material de los franceses. La actuación de las tropas de Pacheco fue decisiva,
logrando arrollar el centro y la artillería del enemigo. Durante 1843 y 1844
intervino en famoso sitio de Montevideo durante la Guerra Grande.
Por el año 1845 también funda la población de Bragado y la actual 25 de
Mayo
Dice de él Ernesto QUESADA en una descripción puntillosa de su persona,
aunque disentimos con el eminente historiador en algunos conceptos que luego
sostendremos:
“Pacheco
era el primer oficial de 'la confederación, y Rosas .lo sabía muy bien : era el
único tal vez a quien este mandatario respetaba. ·Pacheco era, ante todo, un
oficial .de escuela y de una disciplina férrea; procedía según su conciencia y
estaba convencido de que, en esas circunstancias, su deber era sostener la
autoridad y la patria; era soldado hasta la médula de los huesos, y de una de
esas lealtades rayanas en lo quijotesco; conocedor profundo del país,
anatematizó el crimen de los decembristas y la hoguera que encendiera el
sacrificio inaudito de Dorrego; Rosas representaba a sus ojos el gobierno legal
y constituido, aspiraba la organización de la nación y veía que los continuos
esfuerzos del bando unitario tendían a arruinar al país y que cometían actos de
barbarie, fomentando represalias peores a su turno: sobre todo a sus ojos
tenían la mancha indeleble de la traición a la patria, por estar aliados a los
franceses en su intervención militar al Río de la Plata y el bloqueo de sus
puertos, aceptando su dinero y sus armas para combatir a los gobiernos
argentinos existentes.
“Cuando la campaña de Cuyo, tenía el general Pacheco 49
años: se encontraba en todo el vigor de la edad. Era una figura. Singularmente
severa, de estatura mediana, tieso el cuerpo, erguida la cabeza: siempre
irreprochablemente vestido de uniforme, parecía como si éste hubiese sido
cosido por el sastre sobre su persona misma, tal era la absoluta corrección y
la ideal falta del más mínimo pliegue.
“Educado en la rígida disciplina :de los famosos
granaderos a caballo, oficial favorito de San Martín, había cimentado con su
sangre en cien combates, en el Alto Perú, en Chile, en la inmortal jornada de
Ituzaingó, en las márgenes del Río Negro, su pasión ferviente, dominante,
absoluta, por la carrera militar; era la antítesis del caudillo y del jefe de
milicianos. Pacheco con nadie ni por nada transigía en ese punto delicado: toda
su vida, en los campamentos como en su retiro privado, se conservó cuadrado, de
una pieza, como digno discípulo del gran capitán argentino.
De una educación esmerada, era cultísimo en su trato, y
es proverbial su galantería para con las damas: siendo conocido su profundo
respeto por la mujer en general, calidad no muy común en aquellas épocas de
campañas continuadas. Hombre de mundo en toda la acepción de la palabra, tenía
el raro don de que todos se sintieran bien con él, desde el más humilde hasta
el más encopetado personaje.
“Con Rosas, en sus mocedades, había estrechado una íntima
y cordialísima amistad, tuteándose recíprocamente pero así que Rosas subió al
poder, Pacheco jamás volvió a tutearlo, ni en su correspondencia ni en su
trato, y siempre lo llamaba "señor gobernador"; era 'en esto de una
exigencia tiránica- exageraba el respeto de los demás, para tener el derecho de
ser a su vez respetado.
“Tenía el general Pacheco una fisonomía simpática, si
bien severa; jamás empleaba circunloquios, iba recto a su objeto, mandaba para
ser obedecido sin réplica y al instante, pero su espíritu era abierto y su
corazón noble.
“No quiso ser político, ni antes, ni durante, ni después
de Rosas: su desvío de Lavalle – su camarada de Ituzaingó- venia justamente de
ahí: Le parecía que con ello amenguaba sus presillas ganadas gloriosamente con
el filo de su sable, una por una, en las más famosas batallas de América.
“La Legislatura lo nombra gobernador después: renuncia.
Cae Rosas, lo invisten casi con la suma del poder público para organizar la
defensa de Buenos Aires, y, apenas termina la parte militar de la lucha, se
elimina de la escena.
“Esa repugnancia por la política. Creía que el militar no
debía acumular a la vez el carácter político, porque no sería ya ni buen
militar ni buen estadista: cada uno, en su entender, debía ocuparse de su ramo,
sin perjuicio de ayudarse recíprocamente.
“Su timbre de honor, su gloria, era haber sido soldado de
San Martín: no quería aspirar a otra.
“Era un hombre naturalmente reservado; era estudioso y
profundamente observador.
“Su célebre campaña del Colorado, en 1833, fue una
verdadera Conquista del Desierto, y su diario inédito, sus planos, sus
trabajos, sirvieron de modelo a la expedición que medio siglo después dejó
resuelta la cuestión frontera.
“Esclavo de su deber, entendió que no debía excusar sus
servicios al gobierno de la patria; fue casi el único oficial superior de la
independencia que puso en la balanza de las luchas civiles su espada, su
lealtad y su saber, del .lado de la
Confederación”.
*
Fue excelente como General y, en tal sentido, se ha dicho que nunca perdió
una batalla. Pero, disentimos con el autor citado en algunos conceptos, según
se dijo:
Su vida militar y política se desdibuja justo
antes de la Batalla de Caseros y posteriormente combatiendo contra Urquiza bajo
las banderas porteñas que se segregan formando el Estado de Buenos Aires,
manchando una excelente foja de servicios para su patria.
Dijo arriba QUESADA “No quiso ser político, ni antes, ni
durante, ni después de Rosas […] Esa repugnancia por la política era en él no
solo cuestión de idiosincrasia personal, sino fruto de su experiencia amarga
durante la crisis del año 20”
No
parece ser así. Antes de Caseros se evade de sus responsabilidades por primera
vez justo en el momento en que el destino de la patria se juega frente a una
guerra internacional frente al Brasil; país contra el cual combatió en
1825-1827. Luego de Caseros se alía con los porteños frente a los jirones que
quedaban de los Federales, combatiéndolos, también…
O
sea, se evade de la lucha contra los brasileños y Urquiza en Caseros pero
enfrenta a los Federales del interior cuando éstos enfrentan a los porteños
Unitarios ya en el poder.
Por
lo que la política sí jugó en su persona antes, durante y después de Caseros.
Las circunstancias de su defección, innegable por
otra parte, antes de Caseros son confusas.
En 1851, Justo José de Urquiza se puso al frente de la oposición a Rosas.
Tras invadir el la Banda Oriental y derrocar a Oribe, invadió también Santa Fe,
y desde allí avanzó hacia Buenos Aires. Por primera vez, Pacheco y Rosas no
estuvieron de acuerdo en la estrategia a seguir, y el gobernador –y amigos de
toda la vida- dicen algunos, desconfiaba de su general.
Dice Oscar y Gabriel TURONE que “…en
1851 cuando el general Urquiza se levantó en armas contra Juan Manuel de Rosas;
y en esta circunstancia, Pacheco se apresuró a renovar su adhesión a Rosas.
Nombrado comandante en jefe de los ejércitos federales que debían afrontar al
ejército aliado que mandaba Urquiza, Pacheco procedió con una inexplicable y
extraordinaria lentitud, haciendo sospechosa su conducta a los demás jefes
‘rosistas’. El 26 de enero de 1852 abandonó la Guardia de Luján, que Pacheco
cubría con 2.000 hombres, ante el avance del Ejército Aliado. Cuando se produjo
el 31 de enero el encuentro en los Campos de Álvarez, el jefe que allí
combatió, coronel Hilario Lagos, creyó encontrar apoyo de Pacheco en el Puente
de Márquez, pero no fue así, pues había hecho retirar todas las fuerzas,
habiendo vadeado el río de las Conchas el día anterior. El 1º de febrero
Pacheco presentó su renuncia del mando en jefe, la que no le fue aceptada.
“En la tarde del mismo día llegó aquél a Santos
Lugares, donde estaba Rosas. “Reyes
fue a anunciarlo –dice Adolfo Saldías-, y se volvió a conversar con el coronel
Bustos. No habían pasado cinco minutos cuando con asombro estos jefes vieron
salir de las habitaciones de Rosas al general Pacheco, cabizbajo, que pasó sin
saludarlos, montó a caballo y se dirigió a la chacra de Witt, donde permaneció
mientras se llevaban a cabo los hechos de armas”. Afirman personas bien
informadas, que el general Urquiza había logrado que entrara la desconfianza en
Rosas con respecto a Pacheco, haciendo que tropas rosistas capturaran un
supuesto mensaje del primero al último según el cual estaría en connivencia con
los invasores. Después de la batalla de Caseros, el general Pacheco regresó a
Buenos Aires”.
Aparentemente Pacheco se sintió dejado de lado por Rosas cuando discreparon
ambos como enfrentar a Urquiza. Entonces, y en una actitud que no lo ennoblece
estando la soberanía de la patria en juego, dejó las armas y se retiró yéndose
a su Estancia acusando que tenía un hijo muy enfermo, aunque hay historiadores
que dicen que ya hacía un tiempo andaba en tratativas de abstenerse de luchar
contra Brasil y el General Urquiza.
Las
razones fueron poco claras y había sospechas fundadas de un acuerdo con Urquiza
a cambio de asegurársele el respeto a sus propiedades y bienes, y en un futuro,
la concesión de algún cargo político; esto último contradeciría lo dicho por
Quesada porque si bien no aceptó un cargo de Gobernador ofrecido por Urquiza,
aceptó un cargo diplomático en el Brasil y fue ministro de guerra del Estado de Buenos Aires,.
Aparentemente
Urquiza, le habría prometido el gobierno de la Provincia. de Bs.As. Según
Adolfo SALDÍAS “ El Sr. Cabrera, Juez de
Paz, había oído en una reunión un año antes de la batalla de Caseros, que se
había brindado con las copas en alto para que Urquiza lograse invadir a Buenos
Aires y derrotase a Rosas y que el Gral. Pacheco había participado de ese
brindis. La actitud demostrada por Pacheco dio la razón a quienes así pensaban.
Abandonó su puesto un par de días antes de la batalla y se recluyó en su casa.
Ya en los meses anteriores a la batalla de Caseros no dejó de hacer cuanto
movimiento militar fuera necesario para perjudicar al gobierno nacional. ¡Qué
distinta la actitud de Chilavert que dio su vida por defender a su nación
disparando hasta su último cartucho!”.
La sospechosa defección de Pacheco le fue advertida a Rosas por
sus oficiales, pero éste no lo creyó posible y por lo tanto no tomó medida
alguna. Esto nos advierte ciertamente de un error de estrategia militar y
política del noble Juan Manuel de Rosas que no pudo creer en la actitud postrera
de Pacheco, su amigo.
Luego de la Batalla de Caseros hubo dispersión de los hombres
Federales y ‘rosistas’. Uno de ellos, fue Gral. Ángel Pacheco cuya dispersión
fue, además, antes de la batalla.
Luego de Caseros su ‘porteñismo’ les hizo unirse a los Unitarios
persiguiendo un mismo fin e intereses económico-comerciales teniendo como eje,
como pivote, como rector único a Buenos Aires en el manejo de la política
económica nacional por sobre los intereses del conjunto de las provincias.
Ya hemos hablado arriba de ese grupo.
Lo que se llamó y se llama el ‘centralismo porteño’ que sufrimos
hasta el día de hoy, como Vélez Sarsfield, Bernardo de Irigoyen (que pasa del ‘rosismo’ al ‘urquicismo’ para desembocar en el ‘alsinismo)’, Álvaro José de Alzogaray, Juan Moreno, Francisco
Javier Muñiz, Dalmacio Vélez Sarsfield, Lorenzo Torres, Miguel Navarro Viola, Emilio Agrelo, los
Anchorena, Vicente López y Planes y el mencionado Gral. Ángel Pacheco,
Y hablando del General Pacheco transcribe Julio Victorica una
opinión de Sarmiento sobre el General Pacheco –por boca de Marco Avellaneda-
luego de que aquel defeccionara, claudicara en defender su patria borrando en
un segundo una vida llena de heroísmo sanmartiniano.
"Desde que atravesamos el Paraná, el general Urquiza principió
a preocuparse del militar a quien Rosas confiara el mando de su
ejército—¡recorría los nombres de todos los que a éste acompañaban y se detenía
siempre en el del general Pacheco. Era el único que le inspiraba recelos, y se
propuso anularlo. “He aquí el medio de que se valió- Le escribió cartas en
términos amistosos, casi confidenciales. Leí una de ellas en la que le
anunciaba que su primer acto, después de vencer a Rosas, sería nombrarlo
gobernador de Buenos Aires, conteniendo además, frases como éstas, "como
Vd. sabe”, "de conformidad a lo que le comuniqué”, que indicaban que
procedía de acuerdo con él- La correspondencia era conducida por chasques a
puntos en donde debían ser tomados por agentes de Rosas. Tres o cuatro gauchos
fueron degollados, pero logró su objeto. Pacheco fué separado del ejército de
Rosas- En el combate entre las vanguardias que tuvo lugar el 31 de enero, las
tropas de Urquiza entraron a la pelea vivando a Pacheco.
El comportamiento de Pacheco lo sintetiza Enrique ARANA (h): ”Para juzgar de la actitud de Pacheco,
conviene recordar que en 1851, Urquiza le había dirigido varias cartas que
cayeron en manos de Rosas. Pacheco había rehusado el mando del ejército
sitiador de Montevideo; Pacheco aconsejó a Rosas la inacción de Oribe, lo que
trajo la deserción y la capitulación; aconsejó el abandono de la línea del
Paraná y así Echague tuvo que batirse en retirada, abandonando Santa Fé. Cuando
Urquiza se movió del Rosario Pacheco hace retirar a Mansilla de las posiciones
del Paraná; cuando Lagos quiere cubrir el Arroyo del Medio, Pacheco lo hace
retroceder hasta el Puente de Márquez y, finalmente, cuando Lagos quiere cubrir
el Puente, Pacheco deja la posición sin cubrir y, sin dar órdenes, se retira a
su estancia”.
No debemos dejar pasar por alto lo que dijo Antonino Reyes en sus
memorias en sus últimos años de vida, respecto de Pacheco y sus acciones en
1840 en la lucha contra Lavalle. (‘Los Apuntes de Antonino Reyes’
recopilados por Jorge C. Bohdziewicz-Instituto Bibliográfico Antonio Zinny-2022):
“Todo debía reunirse en el punto indicado a
la aproximación del enemigo, pero el desorden en las fuerzas del General
Pacheco en el Tala dio margen a que se dudase en el Ejército de la lealtad del
General Pacheco, lo que se generalizó hasta en la tropa, por cuya razón y
apercibido el General Rosas de esta circunstancia hizo venir al General a una
conferencia a Santos Lugares para combinar los movimientos de fuerzas y ese día
se paseó con él y visitó todos los cuerpos, después de lo cual, a la hora de
ejercicio se reunieron los cuerpos en un punto y a su frente se despidió del
General Pacheco y lo abrazó en señal de estar satisfecho de su conducta
Las verdaderas razones de la defección de Pacheco en Caseros no
sabemos si fueron una o varias. Podría haber habido algunos resquemores
latentes en Pacheco con respecto a las decisiones militares de Rosas.
Veamos.
Primero:
No debemos olvidar que Rosas le otorgó a Oribe la Jefatura de la Vanguardia
Republicana en todo el territorio argentino y Oriental. Esto disgustó a Pacheco
que entendía que este cargo por merecimientos le correspondía a él (lo mismo
sintió Echague).
En efecto, Oribe fue designado por Rosas Comandante en Jefe del Ejército de
Vanguardia de la Confederación. Cumplía así la palabra empeñada con el depuesto
presidente Oriental a la par que solucionaba hábilmente el delicado problema de
la unificación del mando de sus ejércitos.
La designación fue en un principio resistida por los Generales Pacheco,
Juan Pablo López y Echagüe, que aspiraban a la jefatura, pero Rosas apeló a
todo su prestigio ya su habilidad política para imponer a Oribe.
Segundo:
En las fuerzas de la Confederación había dos posturas distintas cuando se
produce el Sitio de Montevideo en la llamada Guerra Grande. Una postura era la de
atacar Montevideo a sangre y fuego para completar la toma de toda la Banda
Oriental.
Otra postura –y que finalmente es la que primó- es la de no atacar
Montevideo y esperar que caiga por sus propias debilidades y escasez de
material, lo que –a los ojos vistas hoy- resultó un error.
Pacheco y otros oficiales estaban en por la primera postura. Y
le insistían a Oribe que estaban cerca de derribar a los Unitarios y a los
extranjeros enquistados en Montevideo, y que por lo tanto no era necesario
esperar más para el ataque. Oribe –y tal vez también Rosas- no consideraron que
ello fuera acertado y sostenían que sólo era cuestión de tiempo para que la
Defensa cayera por su propio peso y desintegración.
Tampoco
Oribe tuvo en cuenta que las fuerzas navales anglo-francesas iban a darles a
los habitantes y comerciantes de Montevideo dinero y vituallas sin solución de
continuidad, no permitiendo, de ninguna manera, que la plaza cayera. No iban a
dejar que Brown los dispersara ya que, por otra parte, la fuerza naval de la
Confederación Argentina era inferior a la europea.
Y
tercero:
Se
suma las divergencias entre Pacheco y Rosas de
como plantarse frente a Urquiza que marchaba hacia Buenos Aires antes de
Caseros. Ello puede haber influido en Pacheco para ‘oir’ a Urquiza y su’ canto
de sirena’ y retirarse de la lid...
*
Luego de Caseros, en Febrero de 1852,
se exilia y viajó por todo el continente americano, sobre todo en Cuba
Regresó a Buenos Aires después de la Revolución del 11 de Septiembre de
1852 en que Buenos Aires quedó dominada por los antiguos Unitarios y se
separó del resto del país.
En otro acto contrario a los intereses de la nación privilegiando su
porteñismo a al federalismo, organizó la defensa de la capital durante el sitio que le impuso el general Hilario Lagos, su
antiguo compañero de armas en el Gobierno de la Confederación Argentina al
mando de Rosas.
En efecto,
luego de Caseros coexistían en Buenos Aires ex - Federales con los Unitarios
repatriados pues sus intereses comerciales se volvieron comunes, así pues antes
que Federales o Unitarios, eran porteños.
Entre estos
nuevos aliados de los intereses ‘porteñistas’
(sic), se encontraban los antiguos –hasta hace horas- Federales: Manuel
Moreno, Ángel Pacheco, Lorenzo Torres, Nicolás Anchorena, Antonino Reyes. Este
último al ver el error cometido, renuncia a sus cargos y se pasa a las filas ‘urquicistas’.
Sigue
diciendo Oscar y Gabriel TURONE “Cuando
estalló la revolución del 11 de setiembre de 1852, el general Pacheco se
incorporó al partido de Buenos Aires. El día 20 de aquel mismo mes fue nombrado
Inspector y Comandante General de Armas de esta Provincia, luego fue designado
Ministro de Guerra y Marina, y luego se lo designa General en Jefe de las
fuerzas de la Capital. Después fue nuevamente nombrado Ministro de Guerra,
puesto que desempeñó hasta el 7 de febrero de 1853, en que fue reemplazado por
el coronel Pedro José Díaz, aquél Unitario que luchó a la par de Chilavert para
la Confederación, en la batalla de Caseros..
“En el comando del Ejército de la Capital, el general Pacheco organizó las
fuerzas para la defensa de la ciudad, sitiada por las tropas al mando de los
coroneles Hilario Lagos y Cayetano Laprida.
Posteriormente, en 1853, el Gobierno porteño lo nombró Enviado
Extraordinario en misión especial cerca de S. M. el Emperador del Brasil.”.
Permaneció el resto de sus días en su estancia del Talar, que hoy es
conocida como ‘Talar de Pacheco’", muriendo el 25 de Septiembre de 1869, a
los 76 años.
(HASTA AQUÍ
Nº.30 REUNIÓN)
(MANUEL CORVALÁN)
El Unitarismo devenido en Liberalismo desea y lucha por
ocular las miserias traidoras a la nación de sus próceres de cartón, como
ocultar las virtudes patrióticas de quienes forjaron con su propia vida nuestra
nacionalidad.
Entre estos últimos, Manuel Corvalán es vivo ejemplo.
He aquí su historia, su gloria y nuestro orgullo de que sea
argentino. Algún día se remontará su injusto anonimato en sus acciones
militares y cívicas y los alumnos de los colegios se pararán en el patio de sus
escuelas rindiendo necesario homenaje a este gran hombre y mejor patriota.
Tuvo, a lo largo de su vida, la particularidad que estuvo
presente en todos las grandes momentos de nuestra historia patria, caso unico
–creo- entre nuestros militares.
1-Participó en las invasiones inglesas de 1806-1807
2-Participó en los días del 25 de Mayo de 1810.
3-Fue Gobernador de San Juan (1814-1815)
4-Fue el Edecán principal de José de San Martín.
5-Fue el Edecán principal de Manuel Dorrego.
6-Fue diputado en el Congreso General Constituyente de 1826
donde defendió el federalismo.
7-Fue el Jefe del Estado Mayor del Ejército de Estanislao
López luchando junto a Rosas contra el sublevado Juan Galo Lavalle.
8-Fue diputado por Mendoza en 1831.
9-Fue ladero de Juan Manuel de Rosas en la expedición al sur
en la Conquista del Desierto.
10-Fue el Edecán principal de Juan Manuel de Rosas en su
primer y segundo mandato. Y miembro de la Sociedad Popular Restauradora.
11-Y firmante, en nombre del gobierno, del Pacto Federal de
1831.
En
apretada síntesis de su vida, podemos decir que el general Manuel Corvalán
nació en Mendoza el 28 de mayo de 1774,
Su
familia tenía muy buen pasar económico. Cuando
se produjeron las Invasiones Inglesas, Corvalán luchó en el Cuerpo de
Voluntarios Arribeños y puso todo su propio dinero para equipar a sus tropas
El 6
de julio de 1814, el Director Supremo Juan Martín de Pueyrredón lo designó
Gobernador de San Juan, cargo que desempeñó hasta mayo de 1815 siguiente.
Cuando San Martín inicio la formación del Ejército de los
Andes convocó a Corvalán considerándolo "una persona muy confiable en la función de portar comisiones de sumo
interés nacional"
Llamado
por San Martín a Mendoza, fue designado Jefe de Órdenes del Ejército de los
Andes, y en 1816, comandante del Batallón Cívicos Pardos de Mendoza y Mayor De
Plaza.
Corvalán fue elegido como el encargado de redactar las cartas
que San Martín envía
al Director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Juan Martín de Pueyrredón,
Reemplazó
luego al teniente Luis Beltrán en la dirección del parque y maestranza, y
recibió las distinciones otorgadas a los vencedores de Chacabuco y Maipú.
El
15 de octubre de 1816 San Martín le confió los establecimientos de armería,
maestranza, parque y demás anexos de artillería, por considerarlo “como único jefe capaz por su inteligencia,
probidad y actividad, para tan importante cargo”. Por esa razón
se vio privado de la gloria de tomar parte en la campaña libertadora de
Chile. Al respecto le dijo San Martín: “Tanto trabaja usted en su defensa (de la Patria) forjando en Mendoza
los instrumentos de ella, como lanzándolos al frente de sus enemigos”.
En
1822 fue ascendido al grado de Coronel.
De
tal modo, el prócer cruzó dos veces la cordillera: una para traer dinero y
armas de O'Higgins y otra que lo trajo de vuelta con la bandera del Ejército de
los Andes. En 1823 recuperó desde Chile la bandera del mismo que hoy está
expuesta en el memorial del Parque Cívico.
En
1824 se radicó en Buenos Aires y se vinculó con el coronel Manuel Dorrego, a
quien admiraba. Al ser designado este último Gobernador de Buenos Aires, lo
llevó a su lado como Edecán.
Cuando
se produce la revolución del 1º de diciembre de 1828, la prisión y fusilamiento
de Dorrego, Corvalán fue dado de baja del ejército de la provincia de Buenos
Aires.
Acompañó
luego a Juan Manuel de Rosas en su campaña contra el insurrecto Lavalle,
En
1828, y como diputado por Mendoza, asistió a la Convención Nacional reunida en
Santa Fe.
Cuando
el Restaurador triunfó en las elecciones, con fecha 1º de octubre de 1829, fue
reincorporado a la Plana Mayor del Ejército y promovido a Coronel efectivo en
el arma de infantería.
Al
ascender al poder el general Rosas, de quien era gran amigo, lo designó
nuevamente Edecán de gobierno.
En
dicha inteligencia, nombrado Edecán de Rosas al asumir el mando el 6 de
diciembre de 1829, acompañó a aquel gobernante cuando salió a campaña en 1831
con motivo de las operaciones contra el general Paz, en la provincia de
Córdoba. En 1830 la provincia de Mendoza lo nombró diputado a la
Liga del Litoral, reunida en San Fe donde se efectuó el famoso pacto del 4 de
enero de 1831.
En
1833 acompañó a don Juan Manuel en su expedición al desierto, como jefe del 49
regimiento de caballería y con el grado de coronel efectivo.
En las paradas que hacían los regimientos, se
preparaban asados y comidas varias, había baile y cuando Rosas estaba impedido
debido a los compromisos urgentes que debía atender de momento y que lo
retenían en su tienda, enviaba algunas palabras a la tropa que la mayoría de
las veces eran leídas por su Edecán Manuel Corvalán.
En
1835, en el segundo mandato de Rosas, fue nombrado nuevamente primer Edecán del
gobernador, ascendiéndolo a General el 1 de enero de 1837.
Asistió
por años al Restaurador, ayudándole en las representaciones oficiales, en el
control de la formación militar, en el campamento de Santos Lugares y en
sus funciones diarias de gobierno.
En
el ejercicio de este cargo mereció la más amplia confianza del gobernador de
Buenos Aires en premio a su lealtad y a sus servicios.
Desempeñó
funciones múltiples y de gran importancia. Era el único que tenía
acceso inmediato a Juan Manuel de Rosas, de día y de noche; a cualquier hora se
le veía vestido de uniforme de gala, revestido de discreción y afabilidad.
Prácticamente vivía en la casa de Rosas.
Entre
1836 y 1838 a Corvalán le tocó asistir a la intentona desestabilizadora de los
Unitarios emigrados a Chile que lo intentaron a través del Litógrafo e
Imprentero Suizo Cesar Hipólito Bacle.
Benita,
su primera mujer, junto a Manuelita Rosas, Josefa Ezcurra (hermana de
Encarnación Ezcurra), Pascuala Beláustegui de Arana (esposa de Felipe Arana),
Agustina Ortiz de Rozas, (hermana de Don Juan Manuel), Josefa Gómez, eran el
selecto grupo que rodeaba a Encarnación y que oficiaba de apoyo al gobierno del
Restaurador.
Pero,
como ha sucedido también en otros casos, su hijo Rafael no hizo honor a su
apellido: fue uno de los que conspiraron contra Rosas (y de algún modo, contra
su padre) en el llamado ‘Grupo de los
Cinco’ conjuntamente con Carlos Tejedor, Avelino Balcarce, Jacinto
Rodríguez Peña y Santiago Albarracín (una verdadera logia masónica) en el
alzamiento de Ramón Maza para derrocar a Rosas. Finalmente, por este hecho,
debió emigrar.
En
1845 Manuel Corvalán ocupó una banca en la Sala de Representantes de Buenos
Aires.
Tampoco honró el apellido el hermano del propio
Manuel Corvalán, de nombre Victorino, importante militar mendocino que fue
Unitario y adversario de la causa Federal en 1850. Rosas y Aldao, en
consideración a su hermano Manuel, lo obligaron a emigrar a Chile. Se unió al
Ejército Grande del traidor Urquiza en su campaña contra Juan Manuel de Rosas. Combatió en la batalla de Caseros como segundo jefe de un escuadrón de
caballería.
Fue
figura de gran probidad ya que,
siendo hombre de fortuna, tuvo que aceptar de Rosas 10.000 pesos moneda de la
época, para satisfacer sus necesidades dado
que estaba casi en la miseria.
Para concluir este tópico, debemos mencionar que recibió honores por sus servicios: las medallas de Chacabuco y Maipú, las
condecoraciones de la Cruz del Mérito de Chile y los cordones y medallas de
Lima.
La
Importancia del ‘Edecán’
En
el ejercicio de tares vinculadas al poder se desempeñó con verdadera idoneidad
representando a San Martín, a Dorrego y a Rosas ante ministros extranjeros y
funcionarios nacionales.
El
término ‘Edecán’ se utiliza
para referirse a la persona que se ocupa de ayudar, acompañar y asistir a otra
de manera exclusiva. Se origina de la alocución del francés ‘aide de camp’, que significa Ayudante De
Campo. Desde el punto de vista militar es un asistente personal o
secretario de extrema confianza de un oficial de alto rango o de un jefe de
Estado. Por ello tiene acceso a información confidencial y de gran importancia.
Entonces
se nombraban para estos destinos, militares de mediana edad, instruidos e
inteligentes, de bastante cultura y de familias prominentes de la sociedad,
quienes alcanzaban altos rangos militares.
Se
debe hacer presente el necesario valor de la confianza en las relaciones
interpersonales, inexcusable para asumir la representación personal del poder
político. Los Edecanes tenían una cuota de poder dado por el grado de confianza que los jefes depositaban en ellos.
Generalmente, los jefes de Estado -como San Martín, Dorrego y Rosas- tenían más
de un ‘Edecán’ pero siempre había uno que era el principal o Primer
Edecán. Tal el caso de nuestro Manuel
Corvalán. El otro principal Edecán de Rosas fue su fiel ayudante y recordado,
Antonino Reyes.
Al
ser un cargo sensible que requería mucha confianza de parte del Jefe, resulta
sintomático que tanto San Martin, como Dorrego y Rosas hayan elegido para ese
puesto tan importante a Corvalán. Sus valores personales, su fidelidad a la
soberanía del país, su capacidad de trabajo, su buen carácter y su competencia
hicieron de Corvalán un soldado especial. Fue representante de Rosas ante
funcionarios nacionales y extranjeros. Su palabra era la expresión directa de
Rosas.
En
aquellos tiempos no había teléfono, no había computadora ni televisión y
entonces los Jefes de Estado tenían que transmitir órdenes y recibir mensajes
de lugares distantes. Enviaban a sus Edecanes para que transmitieran sus
palabras, a través de circulares, misivas, comisiones, oficios, decretos,
disposiciones y resoluciones del gobierno central, estableciéndose, además, que
todo Decreto fuera fijado en los parajes públicos.
También
las ordenes de fusilamiento que en varias oportunidades se hicieron valer como
con los oficiales y soldados de la rebelde Liga del Interior de José María Paz.
El
Edecán no hablaba por sí; hablaba por boca de su Jefe, en este caso San Martín,
Dorrego o Rosas y debía tener la capacidad de saber transmitir el mensaje. Y
quien recibía el mensaje debía saber que quien hablaba era el Jefe de Estado o
su Superior.
También
el Edecán recibía mensajes de los oficiales subalternos o Jueces de Paz que
transmitían resoluciones o situaciones para sus Jefes a través suyo. La
delegación en todo esto era muy importante como así también un tema por demás
delicado.
Dado
todo lo explicitado, esa cercanía entre el jefe y sus Edecanes, esa confianza y
lealtad, muchas veces precedía o tenía como consecuencia un vínculo de amistad
y compañerismo.
Para
San Martín, Manuel Corvalán era su Jefe de Inteligencia según sus propias
palabras. El 15 de Marzo de 1815 San Martín lo llamó a su lado y le propuso
que fuera a acompañarlo
diciéndole “Mi buen amigo va la orden
para que Ud. se venga en el día. Me es muy necesaria su persona para comisiones
muy interesantes. Ud. es árbitro de hacer su marcha con la comodidad que le
parezca, tomándose el tiempo que crea oportuno”.
Obsérvese
en el tono del mensaje el afecto pero también el respeto que emerge de la carta
de San Martin a Corvalán. Queda acreditada la confianza que depositaba San Martin en Corvalán para
un puesto tan especial y de la
mayor confidencialidad. Altos valores
debía poseer Corvalán para recibir esa
distinción. De tal manera, San
Martín le encargó el equipo, el
armamento y los demás preparativos
del Ejercito de los Andes. La logística para la campaña allende la cordillera que se avecinaba: el Cruce de los
Andes y la liberación de Chile. Dijo San
Martín que consideraba que
Corvalán era el único capaz de llevar a cabo ese importante encargo que le ordenó.
Del
mismo modo, por ejemplo, San Martín envió
mensajes, delicados e importantes, a Facundo Quiroga. Y lo hizo a través de su Edecán Manuel
Corvalán, a fin de evitar un duelo entre dos Federales como Quiroga y quien era Gobernador de La Rioja por
ese entonces, Nicolás Dávila:
Cuando
Manuel Dorrego es nombrado Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, al ser Federal, Corvalán es ascendido
a Coronel y nombrado también Edecán del nuevo Gobierno, habiendo valorado
Dorrego como San Martín su capacidad y su patriotismo.
Fusilado
Dorrego y entronizado en el poder Juan Manuel de Rosas, éste de igual manera lo designa
como su Edecán principal (había varios mas), reafirmando sus condiciones.
Rosas, en su primer gobierno, nombró alrededor de 10
Edecanes para múltiples funciones y que servían como correa de transmisión
entre el Restaurador y demás funcionarios diseminados en todo el territorio.
En el 2º mandato en 1835, ya más institucionalizado
el cargo, Rosas creó la Plana Mayor de Edecanes. En
esta época lo conformaban: Manuel Corvalán, Ramón Rodríguez, Pedro Ramos,
Narciso del Valle, Luciano Montes de Oca, Agustín Rabelo, Pedro Regalado
Rodríguez, Joaquín María Ramiro, Ramón Bustos, Antonino Reyes, Vicente Torcida,
Benito González, Juan José Hernández, Nicolás Mariño, José Solano, Francisco
Crespo, Antonio Toll y Bernadet y Pedro Ximeno. Todos militares de distintos
rangos.
Pero,
como se verá, la comunicación no era directa entre los jefes de gobierno sino
por interpósitas personas, ministros o edecanes. Estos últimos tuvieron
especial participación en todo el proceso de la intermediación informativa,
entre ellos, el General Manuel Corvalán nombrado primer Edecán de Rosas en 1835, conjuntamente con otro importante
Edecán, Antonino Reyes.
En
carta a Juan José Hernández, el 3-11-1843 el propio Corvalán dijo que el cargo
de Edecán “es un cargo en comisión que en
sus funciones relativas representa a la persona misma de S. E. en su ausencia,
en cuya virtud las órdenes que comunicase por disposición de S. E. deben ser
tan respetadas, y cumplidas como si S. E. las diera en persona o bajo su firma”.
Como
se dijo, la voz de Corvalán era en realidad la voz de San Martín, Dorrego y de
Rosas según el momento que fuera
Durante
la sublevación de los hacendados del sur que se aliaron a los Unitarios,
Prudencio Ortiz de Rozas, Noviembre 11 de 1839, da parte de lo sucedido al
Edecán Manuel Corvalán para que lo informe a Juan Manuel de Rosas, su hermano.
Este
parte militar de la batalla de Chascomús tiene una particularidad: véase que
Prudencio, siendo el hermano de Juan Manuel no salta por encima de las
jerarquías y se comunica con su hermano por cuestiones públicas a través de su
Edecán.
Del
mismo modo actúa Corvalán luego de la batalla de la Vuelta de Obligado, a quien
le llegó una comunicación de Lucio N. Mansilla luego de la batalla para que
informe sobre ella al Restaurador y Gobernador Juan Manuel de Rosas.
Es
notable su actuación a lo largo de los años y con distintos próceres. La
calidad humana, la templanza y el patriotismo de Corvalán queda ampliamente
manifestada aquí.
Comenta
Saldías que a Rosas “….Los amigos íntimos
lo veían solamente a la hora de comer; y esto cuando el excesivo trabajo no lo
obligaba a postergar esta hora. Sin guardias, (que nunca los tuvo), sin escolta, (que siempre la rehusó). Apenas
su Edecán el general Corvalán en la antesala, arrellenado en un sofá de caoba
forrado en cerda, preparándose para comenzar la tarea diaria con el peso de sus
años y de sus gloriosas charreteras del tiempo de San Martín”.
“Rozas le otorgaba su confianza sin reserva, a tal punto
que hacía con él lo que no hacía con nadie; pues que con motivo de los pagos
urgentes que había que efectuar en esos días de guerra civil y de necesidades
diarias, todo el dinero correspondiente a tal o cual partida de gastos del
presupuesto, solía tenerlo Corvalán en su caja adjunta al despacho del
gobernador”.
“Periódicamente él rendía sus cuentas, eso sí, hasta el
último cuartillo, como lo exigía Rozas. Manejando tanto dinero, a lo que se
agregaba la procuración que tenía de varios gobiernos de provincia como el de
Entre Ríos, Santa Fe y otros, el general Manuel Corvalán murió pobre el 9 de
Febrero de 1847.
Tan pobre estaba, que Rozas de su bolsillo propio mandóle
con el sargento mayor Antonino Reyes diez mil pesos para que atendiera a sus
necesidades. El general Corvalán era condecorado con la cruz de la Legión de
Mérito de Chile con la medalla de Chacabuco; con la medalla de Maipo; con los
cordones y medalla de Lima; con la medalla de la expedición al desierto en
1833”
De
esta puntillosa descripción su perfil podemos extraer las siguientes
conclusiones:
La
plena confianza que le tenía Rosas, hacía que Corvalán estuviera ‘al pie del
cañón’ al lado de Rosas para las directivas que el Restaurador daba a
diferentes personas a lo largo del territorio y a toda hora. Algo que Rosas lo
hacía permanentemente a través de Corvalán.
Rosas
hizo muy pocos ascensos en su gobierno; uno de ellos fue a Corvalán a quien
ascendió a General por sus entrega de cuerpo y alma al país, por su discreción,
por su don de gente, y por la bonhomía
de su carácter.
A lo
largo de su existencia puso su propio dinero en función de las necesidades del
país. Manejando mucho dinero público terminó casi en la indigencia; y así
murió. Fue multipremiado con diversas condecoraciones tanto en la Argentina
como en Chile.
Su
vida es un ejemplo del verdadero criollo, patriota e hispano. Un epítome de la
argentinidad que tanto necesitamos hoy día. Un paradigma de soldado difícil de
igualar. Devoto argentino que añoramos de tiempos mejores.
Como
se dijo arriba, Corvalán a sus 73 años murió en la ciudad de Buenos Aires el 9
de febrero de 1847, en sumido en graves
necesidades económicas para subsistir. El doctor
Lorenzo Torres despidió sus restos en el cementerio de la Recoleta de Buenos
Aires con una oración fúnebre a su memoria.
Fiel a la
prédica disolvente del Unitarismo solo hay
una escuela en San Rafael, Mendoza, que lleva su nombre en la
Av. Juan B. Alberdi, M5600 y una sola calle en la capital mendocina que lo
homenajea
En la
Capital Federal no hay plaza, monumento o calle que lo recuerde. Solo una calle
lleva su nombre en la localidad suburbana de Wilde, Provincia de Buenos Aires.
“Después de haber sido un hombre de fortuna, falleció
en la más completa pobreza el 9 de febrero de 1847. Fue un gran hombre y no
escatimó a la hora de ayudar a la patria. Hace falta su ejemplo”, sentenció
emocionada Haydée Silva, su chozna (hija del tataranieto del prócer).
(HASTA AQUÍ
Nº.31 REUNIÓN)
(ALEJANDRO HEREDIA)
Alejandro
Heredia (Nación en San Miguel de
Tucumán, 1788 – Murió en Lules, provincia de
Tucumán, 12 de noviembre de 1838)
fue un militar y político argentino. Participó en la guerra
de independencia y fue gobernador y caudillo de la provincia de
Tucumán.
Se
doctoró en derecho civil y canónico en la Universidad
de Córdoba en 1808. Se incorporó al Ejército del Norte en 1810.
Fue uno de los principales lugartenientes del general Manuel Belgrano, destacándose en las
batallas de Salta, Vilcapugio, Ayohúma, Puesto del
Marqués, Venta y Media y Sipe Sipe.
En este último encuentro resultó gravemente herido.
Comenzó
a descollar en 1820, cuando fue, junto a Juan Bautista
Bustos y José María Paz,
uno de los líderes del llamado motín de Arequito,
por el cual el ejército patriota se negaba a combatir en una guerra fratricida
entre unitarios y federales.
Luego,
se retiró con el Ejército a Córdoba, donde unos meses después, el gobernador
Bustos lo envió a unirse al ejército de Martín Miguel de
Güemes, al que se unió después de sufrir importantes deserciones.
Dado que Güemes necesitaba las armas que tenía en su poder Bernabé Aráoz,
gobernador de Tucumán y
como este se las negara, el caudillo salteño le declaró la guerra. Al frente
del ejército salteño fue derrotado en la batalla de
Rincón de Marlopa. Eso lo apartó del ejército por varios años.
En 1824 fue
elegido representante en el Congreso
Nacional Constituyente por su provincia (y luego por la
de Salta) y
tuvo activa participación en los debates; defendió la postura federal, pero no
pudo impedir la llegada de Bernardino Rivadavia a
la presidencia. En ese período fue padrino de estudios del joven Juan Bautista
Alberdi, al que ayudó a ingresar al Colegio
Nacional de Buenos Aires.
Se
opuso a la Constitución
de 1826 y al tratado de paz con el Imperio del Brasil,
por el que se reconocía la pérdida de la Banda Oriental; también intentó salvar la
provincia de Tarija de ser incorporada a Bolivia.
En
agosto de 1827 cayó el Congreso, y el nuevo
gobernador porteño, Manuel Dorrego,
lo envió a las provincias de Catamarca, La
Rioja y Salta a coordinar la próxima reunión de un congreso y
la organización de refuerzos para continuar la guerra contra el Brasil.
Mientras
duró la guerra civil entre
las provincias del partido
federal y las de la Liga del Interior, dirigió una organización
federal secreta en Salta. Apoyó el golpe de estado que dio brevemente el poder
a Pablo Latorre en
esa provincia en 1830, que fracasó. De todos modos fue
diputado provincial desde febrero del año siguiente.
Cuando
en noviembre de 1831, el jefe unitario Lamadrid fue
derrotado en la batalla de La
Ciudadela, por Quiroga. Llamó a elecciones para gobernador en la que
fue elegido Heredia.
Intentó
un acercamiento amistoso de los tucumanos con los Unitarios -de buena fe-
diciendo "borremos para siempre la idea de la guerra, y que un olvido
eterno sepulte horrores, equivocaciones y crímenes pasados."
Realmente
intentó mantener la concordia con los unitarios derrotados, se negó a encabezar
los documentos oficiales con los acostumbrados "mueras" a los
unitarios, protegía a los moderados (como Alberdi, Avellaneda y Marcos Paz). Y siguió pidiendo la
organización constitucional del país.
Era
aliado de los jefes del partido federal, es decir, de Quiroga, Estanislao López, Juan Felipe Ibarra y Juan Manuel de
Rosas, de los cuales el último llegaría lentamente a dominar a los
otros.
Durante
su gestión como gobernador de Tucumán impulsó la educación pública y
la actividad cultural (creación de un orfeón y bibliotecas, o becas promocionales para
intelectuales como Juan Bautista
Alberdi y Marco Avellaneda). Fundó varias escuelas y combatió
la prostitución y
el juego por azar y dinero.
Promovió el ejercicio de la medicina, exigiendo prestaciones gratuitas
a los pobres. Promovió la construcción de escuelas rurales en parajes alejados
de la provincia, e instaló un sistema de postas y correos que agilizó la
comunicación de toda la provincia. Promovió los primeros estudios sobre la
potencialidad del cultivo de caña de azúcar en la provincia.
Todas
estas medidas le ganaron prestigio en el noroeste argentino
donde llegó a ser proclamado «Patriarca Federal del Norte».
En
agosto de 1833 apoyó una revolución en contra
del gobernador salteño Latorre, quien tomó revancha al año siguiente apoyando
la invasión del sobrino del general unitario Javier López. Heredia se hizo conceder las
“facultades extraordinarias” para aplastar las rebeliones, pero las usó para
lanzarse a la guerra contra Salta.
En
ese momento, la ciudad de Jujuy decidió
anunciar su separación de la provincia de Salta con toda su jurisdicción. Heredia
exigió a Latorre que reconociera la autonomía jujeña.
Mientras
Latorre intentaba detener la invasión que le llevó Heredia, el ejército jujeño
lo derrotó en la batalla de
Castañares y lo tomó prisionero. Poco después sería asesinado.
Esta guerra causó la misión de Facundo Quiroga
al norte, a pacificar las provincias, que por su mediación firmaron un tratado
de paz entre todas las provincias del norte, en que también se reconocía la
autonomía de la provincia de Jujuy.
De
regreso, Quiroga fue asesinado por los hermanos Reynafé,
como ya dijimos al tratar la vida pública de Quiroga.
En
mayo de 1834 tras lograr la pacificación del Norte argentino y el fin de las
guerras civiles fue nombrado por la cámara de representantes de Tucumán, Salta,
Jujuy y Santiago del Estero como Protector del Norte, junto con el apoyo de
importantes unitarios que aceptaban la nueva política de conciliación promovida
por Heredia.
El
único caudillo que logró aumentar su poder fue Heredia. A principios de 1836 se
produjo la última invasión de Javier López y su sobrino Ángel, acompañados
por Segundo Roca.
Heredia los venció en Monte Grande, y los tomó prisioneros; al día siguiente
escribía a su ministro.
A
López lo fusiló y a Roca lo indultó a pedido de la hija de su ministro, que se
casaría con él y serían los padres del futuro presidente Julio Argentino
Roca.
Derrocó
al gobernador de Jujuy, que había apoyado a los López. A mediados de 1836, las
cinco provincias del noroeste (excepto Santiago del Estero) lo nombraron su
protector.
En 1837 estalló
la guerra entre la Confederación
Argentina y la Confederación
Perú-Boliviana, tanto por el conflicto por la provincia de Tarija,
como por el hecho de que tropas peruano-bolivianas invadieron la mayor parte
de Jujuy, la Puna de Atacama y el norte de la
provincia de Salta. Rosas nombró a Alejandro Heredia comandante del Ejército del Norte.
Su
plan era recuperar Tarija y Tupiza rápidamente,
y atacar Potosí. Pero su ejército, improvisado y mal
pertrechado careció de todo apoyo logístico desde el resto de la Argentina
(principalmente porque las fuerzas argentinas de las otras regiones debían
afrontar otros graves conflictos – bloqueos y hostilidades franco-inglesas, ataques de los "colorados” y unitarios instalados en Montevideo, apoyados por Brasil, Francia e Inglaterra, y diversas
tropas mercenarias). También las luchas entre la población gaucha de las provincias con las
poblaciones de etnias indígenas por ese entonces no integradas en la incipiente
Argentina mantuvieron ocupadas a las provincias.
Las
operaciones militares al mando de Alejandro Heredia lograron, con muchas
dificultades, liberar las zonas de Jujuy y de Salta que habían sido invadidas.
Pero no pudieron recuperar Tarija, al tener que enfrentar tropas mucho más
numerosas, descansadas y mejor dirigidas por expertos oficiales mercenarios
como el general alemán Otto Philip Braun.
En Tarija
se encontraban refugiados muchos unitarios de origen argentino que no
hesitaron en apoyar a los peruano-bolivianos contra los federales argentinos.
El
caudillo ejercía su «Protectorado» sobre Jujuy, Salta y Catamarca a través de
los 5000 hombres bajo su mando, veteranos de las campañas ininterrumpidas que
se venían dando desde los inicios de su gobierno.8
Como
varios líderes Unitarios conspiraron contra el ejército, Heredia los arrestó;
pero en lugar de ejecutarlos, los desterró hacia Bolivia.
Protegida
por el caudillo santiagueño Ibarra,
la provincia de
Catamarca se separó del protectorado, recuperando los departamentos
del oeste.
El
Gobernador de Tucumán, Heredia nunca se enteraría: el 12 de Noviembre de 1838
fue emboscado por una partida de oficiales y muerto por una partida armada
comandada por el oficial Gabino Robles y organizada por los opositores
Unitarios, uno de cuyos instigadores fue Marco Avellaneda.
El
autor del asesinato, Gabino Robles gozó por un tiempo de la protección del
nuevo gobierno de signo unitario de Bernabé Piedrabuena, (cuyo ministro de
gobierno era, precisamente, Marco Avellaneda). Finalmente huyó hacia Bolivia
donde se encontraban otros emigrados unitarios.
Marco
Avellaneda también fue ajusticiado por la muerte del Gobernador de Tucumán,
Alejandro Heredia.
El 20 de enero de 1839 las fuerzas restauradora del
chileno Manuel Bulnes y del peruano Agustín
Gamarra lograron la victoria de
Yungay contra Santa Cruz que puso fin a la Confederación Perú-Boliviana. Se
recuperaron las zonas de Jujuy y Salta pero la provincia de Tarija se perdió
para siempre. pero no pudieron lograr al objetivo de reincorporar la provincia
de Tarija al tener que enfrentar tropas mucho más numerosas y mejor dirigidas
por expertos oficiales europeos como el alemán Otto Philip Braun, al mismo
tiempo que la Confederación Argentina enfrentaba el Bloqueo francés al Río de
la Plata dificultaba un enfrentamiento en varios frentes.
La
muerte de Heredia llevó a las reacciones unitarias contra la dominación de
Rosas en el interior, que desembocarían en la Coalición del Norte.
Cuando esta fuera derrotada, el dominio de Rosas ya no tendría límites hasta
la batalla de Caseros en
el 3 de febrero de 1852.
(PABLO LATORRE)
Estudió
en Buenos Aires y
participó en la lucha contra las invasiones inglesas como
oficial del Regimiento de
Arribeños. En 1812 se unió al Ejército del Norte y participó en las
batallas de Tucumán y Salta con el grado de teniente
coronel.
Apoyó
la revolución que llevó al poder al caudillo Martín Miguel de
Güemes, y fue comandante de su famoso batallón de “infernales”.
Participó en decenas de otros encuentros contra los sucesivos invasores
realistas, fue diputado provincial largos períodos, militando en el partido de
Güemes, y fue ascendido a coronel en agosto de 1820.
En 1821,
tras la muerte del caudillo, fue gobernador provisional
Habiendo
estallado la guerra civil en todo el país en 1829,
Latorre a pedido del gobernador santiagueño Ibarra,
avanzó contra los unitarios en Santiago
del Estero. Como resultado de esa campaña, los federales perdieron
ambas provincias. Latorre e Ibarra terminaron refugiados en Santa Fe.
A
mediados de 1831 inició la reconquista de Santiago
del Estero con Ibarra, y ocupó Salta y fue elegido Gobernador. Después de la derrota unitaria de Ciudadela,
avanzó hasta Salta, obligando al gobernador Alvarado a huir. Reunió una pequeña
asamblea que lo nombró gobernador el 2 de diciembre de 1831. Pocos días más
tarde, un hijo de Güemes, José aprovechó una salida de Latorre
al interior de la provincia para desplazarlo del poder en la capital, pero
Latorre lo venció en Cerrillos en febrero y volvió a ocupar el gobierno.
Luego
de inacabables guerras civiles, aun entre Federales como el gobernador de
Tucumán Alejandro Heredia y ante el caríz que tomaban los acontecimientos debió
mediar -por orden de Rosas- el Gobernador porteño Manuel Vicente Maza. Pero
éste llegó tarde. Como el salteño se negó,
Heredia avanzó hasta el límite con Salta y exigió la renuncia del gobernador
Latorre. Este pidió al gobernador porteño Manuel Vicente Maza que intercediera
entre ellos, pero la respuesta tardaría demasiado.
La
ciudad de Jujuy y su zona de influencia
dependían desde siempre de Salta, pero muchas veces habían tratado de
separarse. En 1834, el gobernador jujeño era el
español José María Fascio,
nombrado por Latorre.
Aprovechando
la oportunidad, declaró la independencia de su provincia de la de Salta. A su
vez, Heredia aprovechó y exigió a Latorre reconocer la autonomía jujeña.
Se
enfrentaron Heredia y Latorre. Heredia se lanzó al ataque. Los salteños huyeron
en desbandada, y Latorre fue llevado a la cárcel, mientras el gobierno era
ocupado por el anciano coronel unitario Fernández Cornejo. Días mas tarde, el
Gobernador de Salta, Latorre fue asesinado estando en la cárcel, acusándoselo
que querer evadirse.
El
General Facundo Quiroga,
por envío del Gobernador de Buenos Aires Manuel V. Maza, medió y logró el reconocimiento general de la
autonomía de la provincia de Jujuy.
De regreso fue asesinado en el norte de la provincia de Córdoba, iniciando un
proceso que llevaría, nuevamente, a Juan Manuel de
Rosas al gobierno de la provincia de
Buenos Aires y a controlar toda la Argentina.
(HASTA AQUÍ 32º REUNIÓN)
(JOSÉ NAZARIO BENAVIDEZ)
Debemos
recordar que Mariano Acha y Escribano fueron los que traicionaron a su camarada
Dorrego quien al enterarse que lo había entregado, le dijo “No esperaba de Ud, amigo, semejante conducta”.
Los
Unitarios una vez dominada la supuesta ‘barbarie’ Federal iban a poder crear su
civilización soñada, pero para eso, señalaba Sarmiento, que había que
conquistar la tierra, “someterla a la
punta de la espada, esta Pampa rebelde, que hace cuarenta años lanza jinetes a
desmoronar, bajo el pie de sus caballos, las instituciones civilizadas de las
ciudades”
Se
fusilaba a mansalva todo vestigio Federal tanto en Buenos Aires como en el
interior. Entre ellos, además de desconocidos gauchos, fueron masacrados héroes
de las batallas en defensa de nuestra soberanía, como Martiniano Chilavert –por
orden expresa de Urquiza- y Jerónimo Costa –por orden de Pastor Obligado. También el Gobernador legal de San Juan,
Nazario Benavidez, quien fue tomado prisionero por los Unitarios y finalmente
asesinado en su celda.
Veamos quien fue Benavidez.
Nazario
Benavídez (San Juan,
28 de julio de 1805 - 23 de octubre de 1858)
fue un militar y caudillo argentino, que ejerció como gobernador de
la Provincia de San
Juan en cuatro periodos distintos. Fue aliado de Juan Manuel de
Rosas y Justo José de
Urquiza, figurando como el hombre fuerte de Cuyo durante
más de 20 años, y participó de las luchas entre unitarios y federales.
Su asesinato fue uno de los desencadenantes de la Batalla de
Cepeda (1859), que puso fin al período de organización
constitucional de la Argentina.
Su
largo gobierno fue ordenado y pacífico: fue un gobernante con pretensiones
de "recto y justo". Se lo llamó "el caudillo
manso"; reprimió siempre el pillaje y la matanza, fue tolerante con
sus enemigos y generoso con los vencidos ante quienes nunca buscó venganza. Ese
carácter fue reconocido por sus enemigos y detractores: Sarmiento,
quien pedía su muerte desde sus artículos en la prensa, decía de él: “Benavidez
es un hombre frío; a eso debe San Juan haber sido menos ajado que los otros
pueblos. Tiene un excelente corazón, es tolerante, la envidia hace poca mella
en su espíritu, es paciente y tenaz”.
Por
su parte, Salvador María
del Carril, de quien fue mucho tiempo enemigo pero terminó como
aliado en tiempos de Urquiza,
aunque jamás se guardaron simpatía ni aprecio, le decía en una carta: “Usted
en aquella época infausta, estancó la sangre que había corrido a torrentes y
dio asilo generoso a los oprimidos sin amparo”.
En
marzo de 1827, el ejército de Quiroga partió al norte argentino, a luchar
contra el general Gregorio
Aráoz de Lamadrid, del partido Unitario. En julio, Quiroga logró
una completa victoria, recuperando todo el noroeste argentino para el partido
federal. Durante la campaña, Benavídez, hasta entonces arriero,
intervino en el combate para rescatar a un soldado herido y fue ascendido a
teniente primero.
El 8
de abril de 1831, ingresó a San Juan con una tropa de cuarenta y un soldados y
tres oficiales. Fue incorporado a la plana mayor del ejército provincial, y al
poco tiempo obtuvo el grado de Comandante de la recientemente creada División Auxiliar de Los Andes.
Luego
de que el ejército unitario quedara acéfalo por la captura del general Paz,
Quiroga organizó un gran ejército para marchar hacia el norte. Benavídez
destacó en la campaña.
En
diciembre de 1832 participó en la Campaña del Desierto comandada por Rosas.
En
1834, con el apoyo de Quiroga, fue nombrado gobernador de San Juan el
coronel Martín Yanzón,
que había sido el superior de Benavídez en la Campaña Al Desierto, y a los
pocos días este nombró Mayor de Plaza a Benavídez, quedando a cargo de los
asuntos militares de la provincia.
El
asesinato de Facundo Quiroga en Barranca Yaco en 1835 convulsionó al
país y particularmente a la región de Cuyo,
donde se produjeron alzamientos
Rosas
apoyó a Benavidez y en Febrero de 1836 fue elegido Gobernador interino, siendo
consecuente Federal intentó llevar un mensaje de paz y tranquilidad para todos.
Reorganizó
el ejército, que se había visto muy disminuido, para mantener el orden interno
y defenderse de posibles invasiones de Unitarios asilados en Chile.
El 8
de mayo de 1836 fue elegido gobernador propietario, dejando de ser gobernador
interino.. Fue reelecto en mayo de 1838 y
mayo de 1840.
Durante
este período, la paz de la Confederación
Argentina se vio alterada: se libró la Guerra
contra la Confederación Perú-Boliviana, se produjo el bloqueo
francés del Río de la Plata, se formó la Coalición del Norte,
y Lavalle inició una campaña en Entre Ríos.
Delegó
las relaciones exteriores en Rosas, quien fue designado por decreto
"Ilustre Restaurador de las Leyes". Asimismo dispuso la
obligatoriedad de utilizar la divisa punzó.
Permitió
el regreso de muchos unitarios exiliados en Chile, entre ellos Domingo
Faustino Sarmiento, y Antonino Aberastain.
Reabrió
la Escuela de Primeras Letras del Estado La cultura avanzó durante su gobierno,
mayormente de la mano de los unitarios de la llamada Generación del '37.
Se
fundó la Sociedad Filarmónica, se reinstaló la Compañía de Jesús y Sarmiento
creó el Colegio Santa Rosa de Lima y fundó el periódico El Zonda, a través del
cual fustigó a Rosas y se opuso a Benavídez atacando a la esposa de Benavidez.
Esta fue una de las causas principales de un nuevo exilio de Sarmiento, dos
años despues.
Reorganizó
el ejército y las milicias.
Nombró
juez supremo al unitario Aberastain, el mismo que sería gobernador en 1860.
Puso especial cuidado en materia judicial, como había sostenido en el mensaje
de asunción de 1836: Asegurar los derechos individuales, con prescindencia del
Ejecutivo, realizó obras de defensa en el río San Juan para
evitar las inundaciones, impulsó la minería, creó una secretaría de gobierno al
efecto y decretó un Manual Reglamentario Sobre el Trabajo en Minas. También
dispuso que no tributaran los derechos a las cargas los alimentos destinados a
los trabajadores mineros.
Dictó
abundante disposiciones en el orden municipal, incluyendo cerramiento de
baldíos, blanqueamiento de frentes, restauraciones de edificios públicos, venta
de licores.
En
este orden dictó un curioso decreto que permitía a la policía ... perseguir y
aprehender a los niños que se encontrasen en las calles mal entretenidos, los
que conducidos al departamento Gral., se les impondrá una oportuna corrección, comenzó
a atender los problemas vinculados a la educación pública, en su mensaje de
asunción decía -y parece dicho hoy_ “Es lamentable observar el estado de
abandono en que esta la educación pública, sin más socorro que los padres de
familia, cuyo mayor número en indigencia se ven privados del consuelo de
proporcionar a sus hijos, los conocimientos cual exige la moral cristiana y nuestras
instituciones políticas; y el de temer que en lugar de ciudadanos útiles e
industriosos, el ocio en que se van formando, les convierta en un semillero de
corrompidos y criminales. Este inmenso vacio es necesario llenar a toda costa”.
En Mayo
de 1840, La Rioja se separó de la confederación y se sumó a la Coalición del Norte,
hecho que puso a las provincias cuyanas en campaña para invadir La Rioja.
Benavídez marchó al frente de las tropas sanjuaninas, aunque se produjeron
pocos enfrentamientos, destacándose sus movimientos tácticos constantes.
Al
año siguiente, Rosas logró finalizar el apoyo francés al partido unitario,
rechazando a Lavalle en la Provincia de Buenos Aires y anulando la injerencia
de la Comisión Argentina en Montevideo, comenzando a imponerse en la
contienda.
Benavídez
avanzó nuevamente hacia La Rioja, derrotando a Brizuela que fue herido
muriendo poco después
No
obstante, los Unitarios no habían sido derrotados: Lamadrid con el apoyo del
Chaco Peñaloza ocupa la Rioja. Luego, el General Acha enfrenta a Benavidez y
Aldao a los que vence.
Pocos
días más tarde, Benavídez atacó a Acha en la llamada Batalla de La
Chacarilla, en las afueras y luego en las calles de la ciudad de San
Juan, derrotándolo y tomándolo prisionero. Enviado a Aldao, Acha fue fusilado
por orden de este; fue fusilado por la espalda, castigo usual para los
traidores, debido a la participación que había tenido trece años antes en el
asesinato de Manuel Dorrego.
Tras
la victoria, el General Ángel Pacheco y Benavídez atacan a Lamadrid al que
vencen.
Segundo
período de gobierno (1841 - 1852)
En
1841 a su regreso a San Juan fue recibido en triunfo y con todo tipo de elogios
por los vecinos. La Sala de Representantes lo nombró Brigadier General y le
otorgó el título de Ilustre Restaurador de la Libertad. Benavídez no
castigó a los unitarios que habían apoyado a Acha, devolvió los animales
requisados y reconoció las deudas contraídas en la campaña.
En
junio de 1842, Benavídez fue reelegido para otro bienio, hecho que se repitió
cada dos años hasta 1855
Sarmiento
en 1845 lo describía así: “San Juan: único poder militar en el interior de
la República: Benavídez su gobernador goza de un inmenso prestigio en todas las
provincias de las costas del pacífico, y domina La Rioja y Mendoza... Es
querido de las masas y respetado de los vecinos, sobre los cuales Unitario alguno
tiene influencia”...
En
febrero de 1842, el Chacho Peñaloza y Felipe Varela, ‘antirosistas’ y
luchando para los Unitarios (luego de usarlos éstos, los perseguirán eliminado
Rosas y los destruirán) combaten contra Benavidez en varias ocasiones.
Finalmente Benavidez los derrotó.
En
enero de 1845, Peñaloza hizo llegar a Benavídez su deseo de volver a los
Llanos, a lo que el "caudillo manso" contestó
ofreciendo garantías, indultándolos, sosteniéndolos económicamente,
otorgándoles pensión.
Benavídez
desoyó los requerimientos de Rosas de apresarlo y enviarlo a Buenos Aires.
Autorizado
por Benavídez, el Chacho regresó a La Rioja definitivamente en 1848.
Continuó
construyendo defensas para el río San Juan y construyó el dique San Emiliano,
aún existente. Creó comisiones vecinales para atender a los asuntos de riego y
distribución del agua. En 1851 dictó el Reglamento de Irrigación y creó una
Inspección General de Aguas.
Durante
todo este período, debido a la moderación demostrada, recibió constantes solicitudes
de los unitarios exiliados de que se uniera a ellos contra Rosas. Así lo
hicieron, entre otros, Sarmiento y el general Paz.
El
primero de mayo de 1851 tuvo lugar el Pronunciamiento
de Urquiza, frente al cual Benavídez se manifestó en favor de Rosas,
calificando al general Urquiza de loco
traidor salvaje unitario Urquiza".
Benavídez
ofreció a Rosas su
asistencia a la campaña contra Urquiza, que fue aceptada; por ello incorporó al
ejército a los hombres de entre 16 y 55 años de edad y concentró recursos.
Solicitó a las provincias cuyanas y a La Rioja y Córdoba tropas para
incorporarlas al ejército, pero recibió sucesivas negativas bajo distintos
pretextos. Esta negativa demoró la partida de su ejército en ayuda de Rosas,
por lo que la Batalla de Caseros se
libró sin su participación.
Enterado
de la caída de Rosas, Benavídez adoptó una actitud prudente: derogó las
disposiciones laudatorias a Rosas y denigratorias contra Urquiza, y prohibió el
uso de la divisa punzó. También nombró secretario de su gobierno a Guillermo
Rawson, reconocido Unitario.
A
fines de abril, Benavídez se trasladó a San Nicolás
de los Arroyos para concurrir a las deliberaciones que darían
lugar al Acuerdo de San
Nicolás, del cual fue suscribiente. En su ausencia, el 12 de abril
la Sala de Representantes de la provincia cedió a Urquiza el
manejo de las relaciones exteriores.
El 9
de mayo la Sala de Representantes revocó los poderes dados a Benavídez y
facultó a Urquiza a firmar los acuerdos en nombre de la provincia.
El 6
de junio de 1852 se sancionó una ley, dejando sin efecto el nombramiento de Benavídez
como Gobernador, con considerandos acusatorios sobre su proceder y llegando a
prohibirle habitar suelo provincial.
Conocidos
los hechos por Benavídez y Urquiza, este último desautorizó lo sucedido en
virtud del art. 14 del Acuerdo de San
Nicolás y apoyó a Benavídez, autorizando el uso de las
fuerzas militares de otras provincias para restituirlo.
Las
provincias de Mendoza y La Rioja aprestaron a sus ejércitos. Las tropas
restituyentes riojanas estaban comandadas por un antiguo enemigo de Benavídez',
el Chacho Peñaloza, quien ahora tenía por misión devolverle la gobernación.
Al
ver la falta de apoyo del gobierno nacional y los aprestos militares en las
provincias vecinas, los sediciosos entablaron negociaciones con Benavídez' para
devolverle el gobierno, a cambio de evitar venganzas contra ellos. El 16 de
agosto ingresó el caudillo manso a la ciudad.
Benavídez
reasumió las funciones de gobernador de la provincia. Fue benevolente con los
revolucionarios vencidos.
En Buenos Aires se
produjo la revolución
del 11 de septiembre de 1852, que tuvo por consecuencia la
separación del Estado de Buenos
Aires de la Confederación
Argentina y el traslado de la capital de la última a la ciudad
de Paraná.
Benavídez recibió instrucciones de la Sala de Representantes de apoyar a
la Confederación Argentina en
el conflicto.
Los
Unitarios sanjuaninos se alzan en armas pero Benavidez vence a los Unitarios
que respondían a la causa del Estado de Buenos Aires.
Benavidez
acusa a Sarmiento de estar detrás de la asonada.
La
noche del 13 de noviembre los militares Santiago Albarracín, José
María Ortiz y José
Ignacio Coria se alzaron en armas y se dirigieron a la plaza
principal. Adujeron problemas con el pago de los salarios, pero en realidad se
hallaban influenciados por los unitarios, y unirse a la causa del Estado de
Buenos Aires.
San
Juan eligió a los dos diputados titulares y uno suplente que representarían a
la provincia en el Congreso Constituyente. Resultaron elegidos los ‘urquicistas’
Salvador María del Carril, Antonino Aberastain,
Los sanjuaninos se sumaron al congreso –que ya estaba sesionando desde
noviembre de 1852– en febrero de 1853.
Benavidez
no se llevaba bien con Del Carril, seguramente recordando que detrás del
asesinato de Dorrego estaba Salvador María del Carril, que, como Aberastain,
era profundamente Unitarios devenidos en ‘Urquicistas’.
Por
decreto del 23 de junio de 1853, Benavídez ordenó el juramente en todos los
pueblos y villas de la provincia de la Constitución
Argentina de 1853, que había sido sancionada el 1 de mayo de ese
año.
En
marzo de 1854 se realizaron las primeras elecciones constitucionales
nacionales, en las que fueron elegidos los candidatos oficialistas Justo José
de Urquiza –para la presidencia– y el sanjuanino y unitario Salvador María del
Carril para vicepresidente.
Del
Carril y Benavídez no tenían buen trato entre ellos.
En
esta época, Benavídez comenzó a alejarse del ejercicio del poder alegando
razones de salud. El día 13 de Diciembre de 1854 presentó su renuncia ante la
Sala de Representantes por dichas causas.
Durante
este periodo fuera de la gobernación, Benavídez conservaba su prestigio y poder
político y militar, y era reconocido por partidarios y detractores como el
hombre fuerte de la provincia.
Esto,
sumado a la jefatura militar de Benavídez, resintió las relaciones con el
gobernador Díaz. A pesar de ello, el gobernador intentó complacer al caudillo
manso otorgándole honores y tierras públicas como reconocimiento a sus
aportes a la provincia. Benavídez rechazó los homenajes y recompensas, logrando
que sus partidarios derogasen las leyes que los otorgaban.
El
17 de marzo de 1857 estalló en San Juan una revolución militar incruenta, que
colocó a Benavídez en el cargo de gobernador interino en reemplazo de Francisco
Díaz, a quien acusaban de haber girado hacia el sector de los liberales del
Estado de Buenos Aires. La revuelta contó con la participación de parte de la
población civil, por lo que el gobernador no presentó oposición a los
revolucionarios.
Restaurada
la paz en la provincia, el interventor llamó a elecciones, por las que en
septiembre fue elegido Manuel José
Gómez Rufino, reconocido unitario que había participado en el golpe
de mayo de 1852 contra Benavídez. Contaba con las simpatías de los liberales y
los federales opuestos a Benavídez, y mantuvo fluidas relaciones con los
liberales de Buenos Aires, entre los que se hallaba el sanjuanino Domingo
Faustino Sarmiento.
Benavídez
conservó sus cargos militares, lo que produjo constantes roces con el
gobernador por la constante intervención de este en los asuntos castrenses.
En
las elecciones para renovar la mitad de la Legislatura provincial de agosto de
1858 triunfaron los partidarios de Benavídez, que contaban con un gran apoyo
popular.
El
gobierno comenzó a buscar mecanismos para anular las elecciones y, percibido
esto por la población en general, la misma comenzó a asistir en gran número a
las sesiones de la Legislatura. El gobernador se incomodó por la situación y
ordenó la prisión de los amigos de Benavídez, muchos de ellos jefes y oficiales
del ejército.
El
19 de septiembre de 1858, Benavídez fue detenido por una gran cantidad de
hombres armados. Lo dejaron preso e incomunicado y le colocaron una barra de
grillos de 32 libras.
Se
acusó judicialmente a Benavídez por conato comprobado de sedición.
Esto alteró gravemente la paz social.
La
prensa porteña, especialmente La Tribuna y El Nacional –redactado por
Sarmiento– requerían explícitamente la eliminación del tirano.
El
23 de octubre de 1858 los partidarios de Benavídez asaltaron la cárcel para
liberarlo. Las tropas del gobernador estaban bajo aviso del ataque, que no
pudieron detener. Los benavidistas tomaron la parte baja de la prisión y
liberaron a más de sesenta presos, la mayoría por ser partidarios del caudillo.
Debían
llegar a los Altos del Cabildo, que servía de prisión, y cuando sólo los
separaba una pesada puerta –que ya estaban hachando– el coronel Domingo Rodríguez disparó
a quemarropa al pecho de Benavídez, quien se hallaba engrillado, y luego le
clavó la bayoneta en el corazón. Luego de ello arrojaron el cuerpo por una
ventana y huyeron. Horas después fue desnudado y expuesto al escarnio en la
plaza central.
Benjamín Victorica relataba
en el periódico El Nacional de Buenos Aires:
El
general Benavidez medio muerto fue enseguida arrastrado con sus grillos y casi
desnudo precipitado desde los altos del Cabildo a la balaustrada de la plaza
donde algunos oficiales se complacieron en teñir sus espadas con su sangre
atravesando repetidas veces el cadáver, profanándolo, hasta escupirle y
pisotearlo.
El
cadáver fue entregado a la familia la tarde del día 24 y fue sepultado sin
ceremonia ni escolta. Recién recibiría honras fúnebres en enero de 1859, luego
de la intervención federal de la provincia.
La
provincia fue intervenida por el gobierno nacional. El Chacho Peñaloza se
levantó en armas para vengar la muerte de su antiguo enemigo y tomó algunas
poblaciones sanjuaninas, manifestando luego su apoyo a la intervención federal
de la provincia. Esto le granjeó la buena voluntad de Urquiza, quien a partir
de entonces confió en él como jefe militar de Cuyo.
Cabe
destacar que los asesinos de Benavídez recibieron exaltados elogios por parte
de la prensa porteña, muchos de ellos firmados por sanjuaninos como Sarmiento o
Domingo de Oro.
La
muerte de Benavídez y la intervención federal a San Juan tensaron la situación
con Buenos Aires, cortando todos los diálogos para que se reincorporara a la
Confederación Argentina, y precipitando el enfrentamiento bélico que se daría
en la ‘Batalla de
Cepeda’ (1859).
En
la provincia de San Juan se polarizaron las opiniones políticas, dividiendo los
ánimos entre liberales y federales.
Esto
daría lugar en los años siguientes a los asesinatos de los gobernadores Virasoro y
Aberastain.
(HASTA AQUÍ 33º
REUNIÓN)
(JUAN FELIPE IBARRA)
Juan Felipe Ibarra (Villa
Matará, Santiago
del Estero, Virreinato
del Río de la Plata, 1 de mayo de 1787 – Santiago
del Estero, Confederación
Argentina, 15 de julio de 1851)
fue un militar y político argentino.
Promovió
y respaldó militarmente la autonomía de la Provincia
de Santiago del Estero, asumiendo luego como su primer gobernador y
liderando la misma durante varias décadas.
Fue
además uno de los caudillos federales que
dominaron la política del interior argentino durante las guerras
civiles argentinas y la formación del estado nacional.
Se
destacó por ser un jinete muy hábil, conocedor del bosque chaqueño y las costas
del río Salado. Manejaba a la perfección el lazo, las boleadoras y el sable. Aprendió de los
aborígenes diferentes tácticas, como el ataque sorpresivo, la emboscada y la
huida.
¡Cómo
era Ibarra?
Era
un hombre solitario, poco comunicativo y callado. Tenía mirada desconfiada y expresión imponente, rígida, sobre todo cuando
estaba de mal humor. Su piel era de color trigueño, y sus cabellos eran negros,
abundantes y duros.
Fue
inexorable y tenaz con sus enemigos; sin embargo, se caracterizó por su
religiosidad. Mandó a construir o reconstruir templos en su provincia, ayudó a
las iglesias y mantuvo buenas relaciones con los sacerdotes. Fue rígido con los
subalternos que no asistían a misa, y dispuso que ellos deberían hacerlo, como
lo hacía él.
Juan
Felipe Ibarra defendió con tenacidad las fronteras de su provincia: combatió a
los aborígenes y a los caudillos de las provincias vecinas que la invadían.
Defendió la autonomía santiagueña, combatió el alcoholismo, prohibió el juego,
no permitió la vagancia u holgazanería, combatió a los ladrones. Obligó a sus
funcionarios cumplir con los preceptos religiosos y asistir a misa todos los
domingos.
En 1806,
a los 19 años, marchó hacia Buenos Aires para combatir las Invasiones Inglesas y
reconquistar la ciudad.
A
fines de 1810, después de la Revolución de Mayo,
se incorporó al Ejército del Norte,.. Cuando José de San Martín asumió
el mando del Ejército del Norte, lo incorporó como agregado al Estado Mayor el
20 de abril de 1814.
El
30 de agosto de 1817, el brigadier Manuel Belgrano lo nombró, ya con el
grado de Teniente Coronel,
comandante del Fuerte de Abipones,
en el sudeste de su provincia natal, eje de la defensa contra el ataque de los
aborígenes chaqueños.
Muchas
veces perdonó las deslealtades –como las de Paz y Lamadrid- en mérito al pasado
militar común de quienes las cometían y que habían sido sus compañeros de armas
en el Ejercito del Norte a las órdenes
como Ayudante de Campo de su amigo y pariente Manuel Belgrano (el cual
lo era por el lado de sus familiares maternos santiagueño).
El
buen trato que le dio a Paz el cual estuvo dos años asilado en Santiago por la
antigua amistad con Ibarra en el
Ejercito del Norte, le fue pagado por Paz trazando de él una imagen falsa y
burlesca en sus ‘Memorias’.
Por
su formación, su personalidad, sus conocimientos en detalle de las costumbres y
tácticas aborígenes y su dominio del quichua,
Ibarra fue indudablemente el hombre más calificado para comandar el Fuerte de
Abipones.
Estuvo
permanentemente preocupado contra el impacto económico que producia en el
interior las importaciones manufacturadas inglesas amparadas en el nefasto
libre comercio porteño que destruía el valor de las artesanías regionales al no
poder soportarse la competencia de las importaciones baratas de los producto
ingleses y su monopolio importador.
Por
ello impuso gravámenes a productos textiles de ultramar, cuchillos y otros
enseres que podían competir con los productos santiagueños.
La
legislatura lo nombró gobernador de la provincia en Marzo de 1820 y lo ascendió
a coronel mayor, grado equivalente a general. El 5 de abril, Ibarra se dirigió
al gobierno de Buenos Aires adhiriendo
al tratado del Pilar,
y prometiendo la concurrencia de diputados al Congreso Federal que se
establecería.
El
27 de abril de 1820 se produjo la declaración de autonomía de la provincia de
Santiago del Estero, separándose de Tucumán y erigiéndose como uno de los
territorios de la Confederación del Río de la Plata. Ibarra fue ratificado como
su primer gobernador.
Mientras
tanto el gobernador tucumano Aráoz buscó una alianza con Bustos, gobernador de
Córdoba, para deponer a Ibarra, pero falló.. Después de esto, Aráoz invadió
abiertamente Santiago del Estero con mil hombres, por lo que Ibarra pidió ayuda
al coronel mayor Martín Miguel de
Güemes,
aliado y amigo dilecto del éste.
El 5
de febrero de 1821 se produjo el combate
donde las tropas de Aráoz fueron derrotadas por los santiagueños de
Ibarra, ayudados por Alejandro Heredia quien había sido
enviado por Güemes con refuerzos de Salta. En consecuencia, obligaron a su
rival tucumano a retirarse.
El
conflicto entre Tucumán y Santiago del Estero finalizó gracias a la mediación
del gobernador cordobés Bustos y ambas partes firmaron el Tratado de Vinará,
el 5 de junio de 1821, en el que Aráoz reconoció la autonomía de la provincia
de Santiago del Estero.
Manuel Dorrego, fue aliado y amigo de
Ibarra y defensor del federalismo.
Asi como fue amigo de Estanislao López, Juan Bautistas Bustos y Francisco
Ramírez con los que se carteaba seguido aunque no se vieran.
El
10 de junio de 1824 se convocó a un Congreso
General a reunirse en Buenos Aires.
En febrero de 1826,
dicho Congreso nombró como presidente a Bernardino
Rivadavia y sancionó una ley que convertía a la ciudad de Buenos Aires en capital de la nación.
En noviembre resolvió duplicar el número de representantes por cada provincia;
se sumaron como diputados por Santiago del Estero: Entre ellos estaba el
coronel porteño Manuel Dorrego.
Fue
elegido por Ibarra para liderar las posturas Federales en
el Congreso de mayoría Unitaria. De todos modos, se sancionó una Constitución
Unitaria el 28 de diciembre de 1826. Ibarra, al igual que la
mayoría de los gobernadores, la rechazó imputando con acierto a Rivadavia el
objeto de su pretendida nacionalización de las tierras provinciales para
quedarse Bernardino y sus socios ingleses con los que tenía sociedades, con las
minas y riquezas de las tierras del interior. Ibarra, Quiroga y Dorrego se
opusieron firmemente a esto.
El
Congreso envió delegados a todas las provincias que se habían manifestado en
contra de la forma Unitaria de gobierno, a efecto de buscar su aprobación.
El
29 de enero de 1827 se apersonó en la residencia del
gobernador Ibarra el emisario de Rivadavia, Manuel
de Tezanos Pinto, con el objeto de presentarle el texto de la nueva
constitución unitaria y solicitarle su aprobación. Ibarra lo hizo esperar un
buen rato y luego lo atendió vestido de camisa, calzoncillos y un pañuelo atado
a la cabeza.
Le
explicó que de ninguna manera aceptaba la Constitución Unitaria de 1826;
tampoco quiso convocar a la Legislatura provincial para que lo tratara y le
otorgó al emisario 24 horas para que se retirara de la provincia.7
Este
trato particular de Ibarra se repitió con el recibimiento de los doctores Manuel Castro y Diego Zavaleta,
enviados desde Buenos Aires por Rivadavia. Ibarra los recibió vestido de
gaucho, con chiripá, botas de potro y vincha roja en la frente.
El
unitario Gregorio
Aráoz de Lamadrid, fue principal enemigo de Ibarra en el norte.
En 1825,
el coronel Gregorio
Aráoz de Lamadrid había sido enviado por orden de Rivadavia al
interior para reclutar un nuevo contingente de tropas para la guerra de Brasil.
El caudillo y comandante riojano Facundo Quiroga llamó en su ayuda a
Ibarra para restituir al gobernador Federal en Catamarca y combatir juntos a
Lamadrid y los unitarios.
Meses
más tarde Lamadrid recuperó el poder y mandó un ejército para que
invadiera Santiago del Estero.. El día 31 ocupó Santiago del Estero,
Pero
Ibarra se había retirado hacia el sur. Ibarra aplicó una estrategia que
repetiría varias veces, siempre con éxito: la tierra arrasada. Evacuó la capital y el
campo circundante, cerró los accesos de agua a la ciudad, envenenó los pozos de
los alrededores, quemó las cosechas y destruyó el forraje, forzando a las
tropas Unitarias a retirarse el 10 de enero de 1827.
Rivadavia
encargó a Lamadrid derrocar a todos los gobernadores Federales del norte que se
oponían a su mando y no lo reconocían.
Para
lograrlo, Lamadrid contó con un refuerzo de 200 mercenarios venezolanos (pertenecientes en aquel tiempo a la Gran
Colombia), al mando del coronel Domingo López Matute, que habían
llegado de Salta provenientes del ejército del general Sucre.
Además contaba con onzas de oro enviadas desde Buenos Aires para pagarle a
dichos mercenarios.12
Tras
incorporar las fuerzas de López Matute a las suyas, el 30 de mayo de 1827,
Lamadrid salió de Tucumán e invadió la provincia de Santiago del Estero. López
Matute sorprendió a Ibarra y lo derrotó, obligándolo a huir hacia Córdoba,
desde donde llamó a Quiroga en su auxilio.
Ibarra
y Quiroga le escribieron a Bustos describiendo en forma alarmante como los
Unitarios con Lamadrid a la cabeza asesinaban personas sin distinguir edad, ni
clase social sumando robos, violaciones, estupros, incendios de poblaciones
enteras.
El
caudillo riojano se preparó y volvió a avanzar hacia Tucumán, pasando por
Santiago del Estero donde se le sumaron Ibarra y 600 santiagueños. Lamadrid fue
atacado por un ejército al mando de Quiroga e Ibarra y fue derrotado nuevamente
.
El
nefasto y recordado posteriormente Felix Frías y el sobrino de Ibarra, Antonio
Taboada, que eran funcionarios Federales santiagueños, traicionan a su
provincias y se pasan al Unitarismo.
A
pesar de los permanentes ataques que Santiago del Estero recibía, ordenados por
la Nación centralista, Ibarra dispuso noblemente ayudar a Buenos Aires en la
guerra contra Brasil.
Caído
Rivadavia, Ibarra apoyó al gobierno de Dorrego en Buenos Aires, al que
reconoció carácter nacional. Pero en diciembre de 1828,
Dorrego fue derrocado y fusilado por el Juan Lavalle, quien era jefe de las fuerzas
veteranas que volvían del Brasil y de la Banda Oriental.
Poco
después, el entonces coronel mayor (general) José María Paz invadía
Córdoba y derrocaba al general Bustos. Ibarra creyó en las promesas pacifistas
de Paz, pero después de derrotar a las fuerzas riojanas y cuyanas del brigadier
Facundo Quiroga en Oncativo,
Paz envió a las provincias aliadas de Facundo intervenciones militares que
instalaron gobiernos Unitarios. Todo a pesar de que ingenuamente
o no, Ibarra intentó sinceramente que el ‘manco’ Paz y López pudieran avenirse
en un acuerdo de paz
Todo
fue inútil: Paz dijo que solo a través de la bayoneta y la espada se salvaría
la patria de los caciques
En
mayo de 1830, fuerzas Unitarias invadieron Santiago
del Estero con permiso de Paz y ocuparon la capital el día 14. Ibarra hizo
llegar su renuncia a la Legislatura el 27 de mayo de 1830. Luego, tuvo que huir
hacia Santa Fe en busca de refugio con su amigo Estanislao López..
Paz
envió en septiembre de 1830 al coronel Román Deheza con 160 soldados. Al
arribar a Santiago del Estero, Deheza se hizo nombrar gobernador en lugar de
Alcorta y firmó el pacto que fundaba la Liga del Interior, dirigida por Paz.
El
gobierno de Román Deheza vio la persecución a los bienes y personas de marcado
origen federal como algo legítimo, viéndose que Ibarra ya no estaba en la
provincia, así que procedió sin cautela en este punto. Varios grupos de
santiagueños ibarristas comenzaron una guerra de guerrillas y terminaron
expulsando a Deheza en abril de 1831.
Mariano Acha colaboraba tenazmente desde
Catamarca con Paz y Deheza.
Casi
al mismo tiempo, Paz caía en poder del brigadier Estanislao López. Este último,
siendo General En Jefe De Las Fuerzas Confederadas del Pacto Federal en
guerra contra la Liga del Interior, había invadido el este de Córdoba
con fuerzas santafesinas y porteñas en febrero de 1831.
Mientras
tanto, el diezmado ejército Unitario, que había retrocedido de Córdoba a
Tucumán al mando del ya coronel mayor Lamadrid, era derrotado cuatro veces por
Quiroga.
Rosas
e Ibarra se carteaban solicitando el primero armamento y caballos mas dinero. Rosas
se lo envió prestamente comenzando una amistad que duraría 20 años siendo
Ibarra un incondicional aliado del Restaurador, aunque, curiosamente, nunca se
vieron personalmente.
En
Mayo del mismo año -1831- en carta al Gobernador de Salta, Rudecindo Alvarado
le comenta Ibarra los dolores que ha provocado los asesinatos y la orgía de
sangre que han hecho los Unitarios en su provincia cuyo manejo ‘abolía la justicia social’ y
destruía la especie humana.
Ibarra
fue el primer gobernante argentino que invoca la ‘Justicia Social’ como
necesidad imperiosa de gobierno.
El 4
de noviembre de 1831 Ibarra, unido con sus fuerzas santiagueñas a Quiroga,
participó liderando parte de la caballería Federal. Esta batalla fue una
derrota decisiva para las tropas Unitarias, que provocó la disolución de la Liga
Unitaria y dio fin a la guerra civil por un tiempo.
El
16 de febrero de 1832, Ibarra fue elegido gobernador por la
Legislatura por tres años Ibarra intentó forzar la sanción de una constitución
nacional, de espíritu federal, pero el nuevo gobernador porteño,
brigadier Juan Manuel de
Rosas, convenció a todos los gobernadores federales de postergarla.
El
23 de Febrero de 1833 elevó una enérgica protesta al Rey de Inglaterra por la
ocupación de las Islas Malvinas.
El
15 de abril de 1833 decretó la prohibición de
vender aguardiente y aloja en las calles, permitiendo su
expendio únicamente en las pulperías y en determinadas horas,
siendo castigados con prisión quienes desobedecieran esa prohibición.
También
decretó que no se admitirían en la provincia individuos sin profesión, los
vagos serían destinados a poblar las fronteras, los ebrios azotados y enviados
a los fortines en caso de reincidencia. También quedaba prohibido portar armas
y entrar o salir de la provincia sin pasaporte. Declaró la guerra contra los
ladrones y cuatreros. Ibarra también dispuso la mensura de todos los terrenos
particulares, siendo una especie de relevamiento catastral.
A
pocos meses de finalizar su mandato de tres años, en diciembre de 1834, Ibarra
solicitó a la Legislatura la sanción de una constitución provincial y designó
una comisión para que preparara un anteproyecto. Hizo que los representantes de
la provincia pidieran que él fuera designado gobernador vitalicio, con facultades
extraordinarias y que se declarasen nulos los poderes dados a sus
representantes.
De
esta manera, se hizo elegir gobernador vitalicio con la "suma del poder
público", quitó el mandato otorgado a los diputados y disolvió la
Legislatura.
Cuando
en 1834 estalló una guerra entre Tucumán y Salta recibió en su provincia al
mediador enviado por Buenos Aires, general Facundo Quiroga.
El
mediador riojano logró que el 6 de febrero de 1835 los gobernadores Ibarra
(Santiago del Estero), Alejandro Heredia (Tucumán) y José
Antonino Fernández Cornejo (Salta) firmaran un tratado de
alianza, paz y amistad.
Luego
de ese logro, Ibarra quiso persuadir a Quiroga de no regresar a Buenos Aires
por Córdoba, pues le habían llegado comentarios de su posible asesinato.
Mientras permaneció en tierras santiagueñas, Ibarra lo protegió con un gran
ejército hasta el límite con Córdoba.
Pero
Quiroga finalmente fue asesinado en Barranca Yaco. Indirectamente, este hecho
llevó al poder a Rosas en Buenos Aires y a su dominio del interior del país,
con lo que Ibarra pasó a ser una dependencia política de Rosas.
Ibarra
estaba prevenido de las intenciones de asesinar a todos los jefes y
Gobernadores Federales, tramadas por los Unitarios y las logias masónicas
europeas para desmembrar el país, según avisó desde Londres nuestro embajador
Manuel Moreno.
El 8
de septiembre de 1836, la provincia de Catamarca le concedió
a Ibarra el rango de Brigadier General, por los servicios prestados a la Federación.
Desaparecidos
Estanislao López y Facundo Quiroga, Ibarra quedó como principal lugarteniente
de Rosas. De la situación del caudillo de Buenos Aires pasaba a depender
también la estabilidad de Ibarra.
Durante
la guerra contra la Confederación
Peruano-Boliviana (liderada por el mariscal Andrés de Santa
Cruz), a pesar de su muestra de apoyo a Rosas en el conflicto,
Ibarra no envió ningún contingente.
El
motivo era que el general en jefe del ejército argentino en ese frente era el
caudillo y gobernador de Tucumán, coronel mayor Alejandro Heredia. Este también
dominaba, indirectamente, las provincias de Catamarca, Salta y Jujuy y
se había transformado en enemigo del caudillo santiagueño.
(HASTA AQUÍ 34º REUNIÓN)
A
fines del conflicto en el norte, el 10 de noviembre de 1838,
las provincias de Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja firmaron una
alianza ofensiva y defensiva. De esta manera, Ibarra apoyó con tropas una
revolución en Catamarca en contra del caudillo Heredia. La situación hubiese
terminado en una guerra de no haber sido por el asesinato de Heredia en Lules el
12 de noviembre de 1838.
Tras
la expulsión del efímero gobernador santafesino Domingo Cullen (sucesor de Estanislao
López) en septiembre de 1838, este se refugió en Santiago del Estero. Cullen
era, en realidad, un agente de Unitarios y franceses que buscaban combinar con
los gobernadores del interior un levantamiento contra Rosas.
Detrás
de Cullen, el 17 de febrero de 1839, llegó a Santiago del
Estero un agente de Fructuoso Rivera y los franceses: Juan Pablo Duboué. Mantuvo una entrevista con
Ibarra y el exgobernador santafesino Cullen. Les solicitó que sus respectivas
provincias se separasen de Rosas y le revocaran el manejo de las relaciones
exteriores, gestión para la cual contarían con el apoyo del gobierno uruguayo y
de Francia.
El
fracaso de esta gestión llevó a que Ibarra arrestara a Cullen y lo entregara a
Rosas, que lo hizo fusilar sin más trámite el 22 de junio de 1839. Juan Pablo
Duboué también fue detenido y fusilado por órdenes de Rosas .
Tras
el asesinato del gobernador tucumano y Federal Alejandro Heredia, el Unitario Bernabé Piedrabuena se
hizo cargo del gobierno. Junto con él, llegaron al poder jóvenes hombres Unitarios.
Todos eran enemigos del régimen rosista y contaban también con el apoyo
intelectual de Juan Bautista
Alberdi.
De
esta manera, iniciaron varias revueltas en todo el país contra Rosas. El 7 de
abril de 1840, la provincia de Tucumán se pronunció
públicamente contra Rosas; lo desconoció en su carácter de gobernador de Buenos
Aires, retirándole también la delegación de las relaciones exteriores, al igual
que los gobernadores de Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja, que estaban también
dispuestos a aliarse a ellos para enfrentar a Rosas y formaron una alianza,
conocida como la Coalición del Norte.
Ibarra
fue invitado a unirse a ella e incluso le ofrecieron la dirección política de
todo el bloque, pero permaneció fiel a Rosas; principalmente, por aversión a la
actitud soberbia de los “doctores” que la dirigían. Este rechazo de Ibarra a la
propuesta de los gobernadores del Norte, desbarató la Coalición.
En
plena situación de conflicto con la Coalición del Norte, el 25 de septiembre de
1840 estalló en Santiago del Estero una revuelta en contra de Ibarra, de la que
resultó muerto su hermano, Francisco
Antonio Ibarra.
Francisco
Ibarra se dirigió a sofocar esa rebelión, pero al llegar fue lanceado y muerto.
Apenas supo de eso, Ibarra montó en su caballo y huyó hacia el Salado. Pero las
tropas leales a Ibarra, lideradas por el capitán Juan Quiroga, optaron por
rebelarse a favor del caudillo. La revolución Unitaria fue abortada.
Y
asi Ibarra recuperó el poder. Ibarra persiguió física y económicamente a sus
opositores, castigándolos con destierros, prisiones y ejecuciones.
Uno
a uno fueron cayendo en poder de Ibarra en venganza por la muerte de su hermano
que llenó de terror la provincia.
Ibarra
se dirigió por carta a su cuñado, Manuel Antonio
Saravia, gobernador de Salta, solicitándole la captura del
"salvaje revolucionario y asesino" Domingo Rodríguez, que se
encontraba asilado en dicha provincia. La gestión fue exitosa: Rodríguez fue
capturado y enviado a Santiago del Estero, donde fue degollado, previo enchalecamiento.
El
29 de octubre de 1840, el gobernador salteño Manuel Solá envió un ultimátum a
Ibarra, exigiéndole se abstuviera de castigar a los conspiradores, a la vez que
le solicitaba su adhesión a la causa anti-rosista. Ibarra no contestó, de modo
que los Unitarios procedieron a invadir Santiago del Estero.
Una
columna de 400 hombres al mando de José Luis de Cano salió de Catamarca y otra
de 500, mandada por Manuel Solá, partió de Salta. El objetivo era una ofensiva
conjunta en contra de Santiago del Estero, a las que se les sumaría el avance
de las fuerzas de Lamadrid desde Córdoba. Pero cuando Ibarra se vio amenazado
por una invasión simultánea por tres puntos de su provincia, abandonó
silenciosamente la capital seguido de sus fieles soldados.
Solá
ingresó con sus tropas al mando de su segundo jefe, el coronel Mariano Acha. Para repeler este ataque, el
caudillo santiagueño aplicó su táctica favorita; lo dejó recorrer el territorio
provincial a su antojo, pero retiró todo lo que pudiera utilizar como recurso o
alimento.
Solá
venció en una escaramuza sobre el río Salado a algunas fuerzas secundarias y,
convencido de haber derrotado a Ibarra, ocupó la capital el 4 de noviembre y
nombró un gobernador.
Pero
a los tres días, falto de todo, abandonó la ciudad y se dirigió a Córdoba.
Los Unitarios
fracasaron y el suelo santiagueño quedó nuevamente en manos de Ibarra.. A
principios de enero de 1841, una columna de 500
hombres, esta vez al mando del coronel Acha y acompañado por Solá, invadieron
nuevamente Santiago del Estero por órdenes de Lavalle.
Apenas
entrados en la provincia fueron otra vez vencidos por la táctica de tierra
arrasada, de modo que ni siquiera lograron entrar en la capital como lo habían
hecho anteriormente.
El
ejército invasor solo encontraba campos sin pasturas ni cultivos, sin ganado ni
personas, ni agua, con los pozos tapados, en leguas a la redonda. Sumado a eso,
el excesivo calor del verano santiagueño desalentó a los invasores y el 26 de
febrero una división de correntinos, bajo el mando del comandante Ramírez,
desertó y se presentaron ante Ibarra para someterse a sus órdenes. Finalmente,
los ejércitos Unitarios debieron abandonar la provincia derrotados.
El
26 de agosto de 1841 llegó a Santiago del Estero el brigadier general Oriental Manuel Oribe, al frente del ejército federal,
quien venía persiguiendo los restos de las fuerzas unitarias. Se le unieron
allí el tucumano Celedonio Gutiérrez y
el coronel Mariano Maza.
Oribe
buscaba derrotar totalmente a Lavalle y partió hacia Tucumán junto con Ibarra y
Gutiérrez.
En
la batalla de Famaillá,
ocurrida el 19 de septiembre de 1841, Ibarra fue jefe del ala izquierda del
ejército federal de Oribe y batieron a Lavalle. Al final fue una completa
derrota de la coalición. Salvo Lamadrid y Solá, todos los líderes unitarios del
noroeste fueron muertos, la mayoría degollados.
Ibarra
aprovechó para colocar en el gobierno tucumano a Celedonio Gutiérrez. También
ayudó a su cuñado, Manuel Antonio Saravia, a hacerse elegir gobernador de
Salta.
El
23 de abril de 1839, imitando medidas proteccionistas sancionadas por Rosas en
Buenos Aires, Ibarra prohibió la introducción en la provincia de toda clase de
productos que pudieran competir con los de la industria local, como tejidos,
ponchos, frazadas, alfombras y artículos de herrería.
A partir
de 1843, aumentó los impuestos de los
productos importados desde los puertos chilenos
En
1845 ante la invasión de nuestra aguas por parte de las flotas anglo-francesas
Ibarra indignado y lleno de furor le escribe a Rosas ofreciendo ir con todos
los recursos disponibles para mantener
la independencia de la Confederación Argentina y ponerse a sus órdenes para
combatir contra la invasión extranjera con el deleznable apoyo de los Unitarios
sempiternos judas para depredar nuestras riquezas.
En 1847 hubo
una epidemia, una gran sequía y hambruna en Santiago del Estero, y por ese
motivo Rosas ayudó a Ibarra un envío de 25 mil pesos fuertes. El envío sería en
cuotas mensuales, y durante más de un año llegaron los envíos de 60 onzas de
oro cada uno, es decir de 2500 pesos fuertes.
El
16 de diciembre de 1848, Ibarra, que sentía
gran respeto por Rosas, le escribió a haciéndole saber que había dispuesto por
testamento que, cuando él falleciera, la provincia de Santiago del Estero
quedara bajo un ‘paternal amparo’ del
"Ilustre Restaurador de las Leyes" por ser la primea autoridad
y firme defensor de los derechos del pueblo todo de la Confederación Argentina,
Contestó
Rosas que “velaría en forma cuidadosa por
la paz santiagueña en homenaje al constante patriotismo y abnegación con que
siempre han combatido por la salvación de la Patria. Contra los crueles
enemigos extranjeros y los salvajes Unitarios”.
El
caudillo enfermó de hidropesía en 1849 y
Rosas envió a sus mejores médicos para que lo atendieran. Pero el gobernador
porteño no pudo hacer mucho más en esos tiempos pues tenía problemas mucho más
serios, como el Pronunciamiento
de Urquiza que terminaría con su largo gobierno.
Digamos
que el Gral. Eugenio Garzón fue muy amigo de Juan Felipe Ibarra con el que se tuteaba y aquel era el nexo
entre éste y Urquiza, al que si bien Ibarra nunca conoció personalmente, era
usual en envío de cartas comentando la situación de la Confederación.
Por
suerte, Ibarra no supo del Pronunciamiento de Urquiza y Garzón contra el
Gobierno de la Confederación, lo que le hubiera producido un gran dolor y
disgusto.
Figura
prócer de mayo, guerrero de la independencia, fundador de la autonomía, campeón
del federalismo, altivo custodia de la santiagueñidad, caviloso, taciturno, ,
iracundo, severo, guardia permanente del derecho de su pueblo, atisbando las
fronteras ya contra el hermano invasor o contra la nación que pretenda violar
la jurisdicción a su mando. Durante treinta años no permitió la menor
infracción contra el sagrado territorio de la provincia.
Juan
Felipe Ibarra murió en la ciudad de Santiago del Estero a las 10:15 de la
mañana del 15 de julio de 1851, a la edad de 64 años,
comulgando y entregándose a Dios luego de una larga enfermedad, habida cuenta
de ser muy creyente y habiéndose de monjes franciscanos en cuestiones de
educación primaria y secundaria para sus co-provincianos.
Tras
una corta guerra civil entre sus herederos, uno de ellos, su sobrino Manuel Taboada, hombre de pocos escrúpulos,
pasó a dominar la política santiagueña por los siguientes 24 años, pero alineándose
con los unitarios.
(HASTA AQUÍ 35º REUNIÓN)
*
(ANTONINO REYES)
Antonino Reyes (Buenos Aires, 1813 – Montevideo, 6 de febrero de 1897)
fue un militar argentino, que ejerciera como comandante del campamento de
Santos Lugares, principal cuartel del ejército del gobernador Juan Manuel de
Rosas, de quien fue además su edecán1 y confidente.
Comenzó
su carrera administrativa en 1832 como empleado
del presidente de la legislatura porteña, Manuel Vicente Maza.
Más tarde fue secretario de los coroneles Juan
Antonio Garretón y Pedro Rosas y
Belgrano, asistentes y edecanes del general Juan Manuel de
Rosas.
Participó de la campaña de
Rosas al Desierto como asistente del general Rosas; Fue
testigo, junto con Rosas, del inicio del viaje al norte del
general Facundo Quiroga,
que le costaría la vida, y fue quien escribió la llamada "Carta de la
Hacienda de Figueroa", que el caudillo llevaba encima cuando fue
asesinado. Desde 1836 pasó a ser secretario del
gobernador Rosas.
En 1840
Desde entonces, el de Santos Lugares se convirtió en el cuartel más importante
del ejército provincial, y Reyes fue su administrador, con el grado de teniente
coronel. Unos años más tarde fue nombrado comandante del mismo, reemplazando al
coronel Agustín de Pinedo.
Intercedió
por la vida de varias personas y logró salvar a algunos, como al coronel Pedro José Díaz.
Después
de la batalla de Caseros fue
dado de baja, pero por un tiempo no fue perseguido. Incluso el general Urquiza lo
reincorporó al ejército como oficial mayor del ministerio de guerra del
gobernador Vicente López y
Planes.
Se
opuso a la revolución
del 11 de septiembre de 1852 y se exilió a Montevideo. Regresó en diciembre para
unirse a la revolución del general Hilario Lagos —ejerciendo como
administrador de sus tropas— y al Sitio de Buenos
Aires.
Después
de la batalla de San
Gregorio, defendió en un juicio militar al coronel Rosas y Belgrano,
que había sido tomado prisionero en esa batalla. El tribunal condenó a Rosas y
Belgrano a muerte, pero Reyes apeló la medida, y finalmente la pena le fue
conmutada por la de destierro. Fue ministro del gobierno provisional que
dirigía el general Lagos, en enero de 1853.
Cuando
el sitio fue levantado, fue arrestado por orden del ministro Lorenzo Torres, acusándolo de los crímenes
del tiempo de Rosas. Cabe aclarar que Torres y muchos otros dirigentes también
habían sido partidarios de Rosas. Frustrado por no poder perseguir a Rosas, el
fiscal Eduardo Costa le
inició un juicio penal, acusándolo por homicidio por haber cumplido las
sentencias de muerte ordenadas por Rosas. Su defensor, Miguel Esteves
Saguí, intentó culpar a toda la sociedad porteña por los crímenes de
Rosas; el tribunal se negó a cargar con la culpa, por lo que firmó la sentencia
de muerte contra Reyes en mayo de 1854.
En
esos días, Reyes recibió un paquete enviado por Rosas desde Inglaterra, que contenía los informes de
las personas influyentes que habían aconsejado la muerte de Camila O'Gorman,
muchos de los cuales formaban parte del gobierno, entre ellos Dalmacio Vélez
Sarsfield, Baldomero García y
el ministro Lorenzo Torres;
indirectamente, los informes también inculpaban al gobernador Pastor Obligado.
A
pedido de Reyes y del general uruguayo Venancio Flores, la Cámara de Justicia
revisó el proceso y lo encontró lleno de irregularidades, por lo que lo declaró
nulo.Reyes permaneció preso, aunque sin condena, pero temía por su vida, que
dependía en última instancia del gobernador Pastor Obligado, otro ex rosista, que
estaba ansioso por eliminar violentamente a sus opositores, Cosa que haría al año siguiente, al ordenar la pena de
muerte por adelantado contra el general Jerónimo Costa por
sublevarse contra su gobierno.
De
modo que el 6 de junio de ese mismo año se fugó de la cárcel y se exilió a Rosario con
la ayuda de varias personas a quienes había salvado la vida, como el coronel
Díaz. Poco antes de su fuga le tocó presenciar las ejecuciones de Ciriaco Cuitiño y Leandro
Alén,
De
Rosario pasó a Paraná y
de allí a Montevideo, pese al pedido del gobernador de la provincia de
Entre Ríos, Justo José de
Urquiza, para que se quedase en ella.
Tras
un nuevo juicio en ausencia, durante el cual fue defendido por el abogado
y periodista chileno Manuel Bilbao, fue sobreseído oficialmente
en junio de 1855. Pero permaneció prudentemente
en la que fuera la Banda Oriental y ahora Uruguay, como empleado de comercio y de
periódicos.
Escribió
varios artículos que fueron publicados en "El Nacional" de
Buenos Aires, referidos a los hechos en que había participado, justificando su
inocencia en los crímenes que se le imputaban.
Cuando
se publicó la "Historia Argentina" de Vicente Fidel López,
en que entendía que el autor falsificaba hechos históricos, escribió un libro
en su defensa, llamado "Vindicación y memorias". No sería publicado
hasta 1883, año en que lo mandó imprimir Manuel
Bilbao.
Sus
últimos escritos, también refutación a los de López, fueron publicados por el
coronel Prudencio Arnold en
Rosario en 1895. Ese año regresó a Buenos Aires, y
colaboró en los libros históricos de Adolfo Saldías, el primer historiador que
se animó a reivindicar a
Rosas y sus colaboradores.
Cuenta
Arnold en su libro que en una oportunidad, visitando las ruinas de Santos
Lugares, escuchó al guía turístico explicar que el pozo que ocupaba el centro
del cuartel era usado para arrojar los cadáveres de los ejecutados. Asombrado,
preguntó de dónde sacaban entonces los soldados el agua para beber. Esa
anécdota lo convenció de que el odio irreflexivo a Rosas y sus colaboradores
seguía siendo cultivado en Buenos Aires, de modo que poco después regresó a
Montevideo, donde falleció en 1897.
(HASTA AQUÍ 36º
REUNIÓN)
(EUGENIO GARZÓN)
Eugenio Garzón (
Nació en Montevideo, 1796 – y
murió en Montevideo, el 1 de diciembre de 1851)
fue un militar que participó en la guerra
de la independencia y en las guerras
civiles del Rio de la Plata.
Inició
su carrera militar como alférez a las órdenes de José Artigas en 1811 y participó en
la batalla de
Las Piedras y en el sitio de
Montevideo durante la Revolución Oriental.
Cuando el sitio fue levantado se unió a las fuerzas que custodiaban el Éxodo Oriental y combatió en varios
encuentros contra los portugueses.
Reiniciado el sitio de
Montevideo, combatió en la batalla de Cerrito.
Intervino en la campaña del Alto Perú.
Luego
se unió al Ejército de los
Andes y luchó como ayudante de San Martín, y luego
en Cancha Rayada y
en Maipú.
En
1819 fue enviado al Ejército del Norte, pero a los pocos días
fue arrestado por haberse negado a combatir contra los caudillos federales
Apenas
llegado a Mendoza fue puesto en libertad. Pidió y obtuvo el traslado al
Ejército de los Andes, en Chile.
Desde
allí hizo la campaña del Perú, incorporado al Regimiento de Granaderos a Caballo. En 1825
fue ascendido al grado de coronel por Simón Bolívar,
después de lo cual volvió a Buenos Aires.
Se
unió a la Cruzada Libertadora de
los 33 orientales contra
el Imperio del Brasil y
participó en la victoria de Ituzaingó.
Luego fue diputado a la Convención Constituyente Oriental, y ministro de guerra de los
presidentes provisionales Rondeau y Juan Antonio
Lavalleja.
Se
afilió al partido
blanco, aliado de Lavalleja y Manuel Oribe. En 1833 intervino en una
frustrada sublevación contra el presidente Fructuoso Rivera y debió exiliarse en
Argentina y Brasil. Al volver de su exilio fue reincorporado al ejército por el
presidente Oribe, que lo ascendió al grado de coronel mayor —en esa época,
equivalente al de general— y ese mismo
año participó en la defensa de Montevideo contra eel alzamiento de Rivera,
aunque fue derrotado.
Se
unió al ejército del gobernador entrerriano Pascual Echagüe y
fue su segundo jefe. Luchó contra Juan Lavalle el cual lo detuvo. Tras
la derrota Unitaria en la Quebracho
Herrado y se incorporó al ejército federal, mandado en esa
época por Manuel Oribe con el que luchó a su lado, junto a Pacheco.
Digamos de GARZÓN que fue muy
amigo de Juan Felipe Ibarra y era el nexo entre este y Urquiza sirviendo de
mediador entre ambos con los cuales se intercambiaban cartas.
En Paraná fue
el jefe de estado mayor del ejército de Oribe, pero poco después fue despedido
por este por una seria diferencia de criterio antes de la batalla
de Arroyo Grande.
Desde
entonces quedó como Jefe De Estado Mayor del Gobernador entrerriano Justo José de
Urquiza durante años.. Permaneció muchos años al mando de fuerzas entrerrianas
sobre las costas del río Uruguay.
En
1851 secundó a Urquiza su Pronunciamiento en
contra de Juan Manuel de
Rosas y fue uno de los más destacados jefes de las fuerzas urquicistas en la campaña hacia
Montevideo
Lamentablemente
su traición fue seguida por muchos de los jefes y oficiales Orientales del
ejército del presidente Oribe, cansados de los largos años de fracasos frente a
Montevideo:
Oribe
se rindió sin combatir, pues ya no tenía con qué resistir. El acuerdo de Oribe
con los emisarios de Urquiza —y del Imperio del Brasil—
señalaba que Garzón sería el presidente del Uruguay, pero Garzón enfermó
gravemente en camino a Montevideo y falleció poco después de su llegada, el 1
de diciembre de 1851, por lo que fue elegido Juan Francisco Giró,
el cual al poco tiempo renunció para establecerse el Triunvirato
de Gobierno de 1853.
(HILARIO
LAGOS)
Hilario Lagos
Nació en Ciudad de Buenos
Aires, 22 de octubre de 1806 –
y murió en Buenos Aires, 5 de julio de 1860)
fue un militar argentino y Federal
Peleó,
como tantos otros, en la guerra contra el Brasil, en especial en la batalla de
Ituzaingó.
Luego
fue el segundo de Angel Pacheco y participó en la Campaña del Desierto junto a
Rosas en 1833.
Participó
en las luchas contra el Unitario Lavalle, bajo las órdenes del General Manuel
Oribe y el ‘Ejercito de Vanguardia de la Confederación Argentina’ en especial
en la Batalla de Quebracho Herrado, junto a Pacheco, Oribe, Garzón. Se
distinguió igualmente por su coraje en la batalla como en su caballerosidad
desplegada luego de sus victorias.
En Entre Ríos en marzo de 1844,
cuando Urquiza iniciaba su primera campaña contra los hermanos Madariaga,
de Corrientes, peleó a sus órdenes.
En
mayo de 1851, al producirse el pronunciamiento
de Urquiza contra Rosas, Lagos se opuso a la doblez del
entrerriano y se retiró a Buenos Aires para ponerse a las órdenes de Rosas que lo nombró jefe de la Vanguardia del ejército Federal.
Renuente
a la idea de volverse contra el Restaurador, el coronel Lagos presentó su
dimisión a su cargo y pidió su pasaporte para trasladarse a Buenos Aires,
fundado en “los sagrados deberes en que
estoy para con la Patria, y para con el general Rosas, y porque así me lo
imponen mis sentimientos y mi honor de Americano”. Urquiza, haciendo
debida justicia a aquel rasgo de lealtad, y, seguramente, consciente de su
propia traición, le concedió el pasaporte.
Tuvo
importantes reproches a Pacheco por darse cuenta de la duplicidad de Pacheco
antes de la batalla de Caseros en la cual éste no atacó a las fuerzas
urquicistas y renunció a su cargo el día anterior a la batalla. Le dirigió una
carta a Rosas en la cual le dijo: ‘Mi
patria y el ilustre general Rosas deben contar con mi lealtad, yo no soy de
aquellos que no cumplen lo que prometen, a su patria y a su gobierno …no soy de
los que traicionan y se venden. Soy otra cosa, yo sé lo que soy’.
Fue
derrotado en la batalla de Caseros,
como jefe de la mitad de la caballería y uno de los últimos oficiales en
rendirse. Se refugió de la esperada represalia de Urquiza en un buque francés, pero Urquiza le perdonó y luego fue
reincorporado al ejército de Buenos Aires como jefe de la división de campaña
sur, con sede en Dolores.
Desaparecido
Rosas, Lagos apoyó a Urquiza –como mal menor- y a su idea de una organización
nacional verdaderamente federal de las provincias.
Posteriormente
Lagos se puso de acuerdo con otros antiguos jefes federales, y el 1 de diciembre
de 1852 inició la revolución contra el
gobierno porteño con casi todas las fuerzas de campaña. Atacó a los pocos días
la capital, pero fue rechazado por la reacción de Bartolomé Mitre.
Entonces puso sitio a la
ciudad, controlando incluso varios barrios porteños.
Su
idea, como la de Urquiza, era incorporar de nuevo a la Provincia de Buenos Aires a la
Confederación con las otras trece provincias. Pero Urquiza esperaba
utilizar la diplomacia y la negociación antes que la fuerza y se sintió
sumamente molesto por esta situación de lucha por parte de Lagos, aunque, la
ciudad de Buenos Aires fue sitiada por Lagos durante siete meses.
Los
sitiados enviaron a enfrentarlo al coronel Pedro Rosas y
Belgrano, (hijo de Manuel Belgrano, e hijo adoptivo de Juan
Manuel de Rosas), que había abandonado su federalismo para apoyar el
centralismo porteño.
Lagos
lo vence, con lo que el sitio de Buenos Aires quedó reforzado. Poco después se
le unieron tropas al mando de Urquiza. Lagos
y Jerónimo Costa fueron
ascendidos al grado de general.
Pero
el sitio se prolongó por varios meses más, con choques armados casi todos los
días. Si la superioridad numérica estaba del lado de los federales, estos no
tenían los recursos económicos que brindaba el puerto de Buenos
Aires.
La
pequeña flota de Justo José de
Urquiza logró bloquear la ciudad, pero al poco tiempo su
comandante fue sobornado para entregar la escuadra a los porteños.
Resulta
que en esos días se produjo la traición
del jefe de la escuadra de la Confederación Argentina John Halstead Coe, quien
por una bolsa de monedas de oro, entrego a Buenos Aires la escuadra nacional.
Se pretendió también comprar a Juan Bautista Thorne a través de su
hermana quien fue a bordo del Enigma acompañada de la esposa del ex ‘rosista’
Lorenzo Torres.
Ante
esta situación el marino arrebatado por su indignación, puso sobre sus rodillas
a su imprudente hermana y le propino una soberana paliza por haber abusado de
la relación familiar.
(HASTA AQUÍ 37º
REUNIÓN)
La
prolongación del sitio hizo caer rápidamente la moral de los soldados, y el
inicio del soborno a varios jefes federales provocó el desbande de los
sitiadores y el levantamiento del sitio en Junio de 1853.
A
principios de 1854 intentó un nuevo ataque, pero no
obtuvo el apoyo que esperaba y fue derrotado en pocos días por el general Manuel Hornos. Como Urquiza firmó el acuerdo de San José de Flores (10 de julio), retirándose
en un buque inglés, dejó librado a su suerte a Lagos quien se vio obligado a
levantar el sitio y exiliarse.. El gobierno de Buenos Aires decretó su baja del
ejército, su destierro y la confiscación de sus bienes.
En noviembre de 1854 secundó al coronel Jerónimo Costa en su invasión contra el gobierno liberal; pero
fueron vencidos en El Tala.
Costa
lo intentó con muchos menos hombres en enero de 1856, pero también fue
derrotado.
Como
los indios arrasaban las poblaciones y las fuerzas porteñas no podían
derrotarlas se le volvió a ofrecer a Lagos la jefatura de las fuerzas de
campaña para combatirlos, reponerle su grado, devolverle sus bienes y sueldos.
Lagos rehusó con altivez el ofrecimiento.
Permaneció
en Santa Fe hasta 1859 y participó en la batalla de
Cepeda (Octubre de dicho año) del lado de la Confederación como
consecuencia del asesinato por los Unitarios de del gobernador de San Juan,
Nazario Benavidez.
Si
bien derrotó por completo a las fuerzas porteñas Urquiza no respondió a las
esperanzas de los pueblos federales y pactó con las fuerzas unitarias porteñas
(Pacto de San José de Flores), en un accionar típicamente masónico..
Después
del pacto de San
José de Flores regresó a Buenos Aires en 1860 donde murió en
Julio de ese año por un enfriamiento y gripe. Tenía 54 años. Hilario Lagos,
sinónimo de patriotismo inquebrantable, religioso y militar eximio. Pagó por
ello penurias económicas, privaciones, calumnias y traiciones de todo tipo.
(CELEDONIO
GUTIÉRREZ)
En
1818, a la edad de 14 años fue soldado raso de infantería en el Ejército del
Norte que mandaba a la sazón el general Manuel Belgrano y luego, Güemes.
En 1819 combate en las filas patriotas que defienden tesoneramente el
territorio de Salta y Jujuy contra el invasor realista, siendo ascendido
Gutiérrez a sargento sobre el campo de la lucha.
En
1823 regresa a Tucumán ostentando el grado de comandante que había obtenido por
su comportamiento en guerra contra el enemigo real.
Terminada
la guerra de la Independencia, Celedonio Gutiérrez se ve envuelto en las
enconadas luchas civiles que agitaron a las provincias argentinas por espacio
de dos tercios de siglo.
El
26 de agosto de 1841 llegó a Santiago del Estero el brigadier general Oriental Manuel Oribe, al frente del ejército
federal, quien venía persiguiendo los restos de las fuerzas unitarias. Se le
unieron allí el tucumano Celedonio Gutiérrez ,
Ibarra y el coronel Mariano Maza persiguiendo y derrotando
finalmente a Lavalle en Septiembre de 1841.
Oribe
buscaba derrotar totalmente a Lavalle y partió hacia Tucumán junto con Ibarra y
Gutiérrez.
Allí
Gutiérrez es nombrado Gobernador de Tucumán.
Gutiérrez, como Ibarra, era de familia de añejo arraigo y tío de del cura Ladislao Gutiérrez,
fusilado en 1848 en Buenos Aires junto a su amante, Camila O'Gorman.
Al
estallar la guerra entre la Coalición del Norte y
los aliados del caudillo porteño Juan Manuel de
Rosas en 1840, formó parte de la campaña del general Lamadrid contra
el caudillo santiagueño Ibarra.
Pero apenas comenzada la campaña, en julio, se pasó a las fuerzas Federales
siguiendo a las fuerzas de Ibarra. Después de la derrota de Juan Lavalle en la batalla de
Quebracho Herrado, hostilizó la retirada de Lavalle y Lamadrid hacia
Tucumán.
El
14 de noviembre de 1841 fue elegido gobernador de Tucumán y ascendido al grado
de general. Su aspecto era arrogante y apuesto, y lucía un mechón de pelo
negro, que le valió el apodo de Peludo. Era un hombre astuto y de
gran sentido práctico, y que sabía juzgar a los hombres; y por eso mismo era de
carácter pacífico. Historiadores tucumanos consideran que el suyo fue un
gobierno de prosperidad y tolerancia.
Llevaba
como ministro a Adeodato de Gondra, el mismo que había sido ministro de Ibarra.
Después
dejó en claro su carácter, suspendiendo las persecuciones y tratando de tener
buenas relaciones con los unitarios y liberales, a muchos de los cuales
permitió regresar. Eso sí, se mantuvo en muy buenos términos con Rosas, por
medio de la repetición de los rituales federales de los “vivas” a la Federación
y los “mueras” a los unitarios, y con los símbolos de color rojo.
El
24 de enero de 1842 dictó un decreto ordenando erigir en la plaza de Tucumán un
monumento en el que se grabaría para perpetua memoria, la declaración de la
provincia, diciéndose deudora del restablecimiento de su libertad, leyes y
dignidad al incomparable americano, Heroico Defensor de la Independencia
Americana, ilustre Restaurador de las Leyes Brigadier D. Juan Manuel de Rosas y
al Ejército Unido de Vanguardia de la Confederación Argentina al mando del
general Oribe.
A
mediados de 1842, la provincia fue invadida por el caudillo riojano Ángel Vicente
Peñaloza, aliado de los liberales, que derrotó a Gutiérrez. Pero
unos días después, el general Nazario Benavídez lo
derrotó con ayuda de Gutiérrez.
Gobernó
con "facultades extraordinarias" desde 1845 a 1852, elegido cada dos
años.
Fundó
una escuela de primeras letras (estas habían desaparecido con sus maestros
unitarios), apoyó la industria azucarera, terminó el edificio del Cabildo y
comenzó la construcción de la catedral. Gobernó durante una década en paz y con
gran crecimiento económico.
En
1851, el panorama político cambió para Gutiérrez. Primero, con la muerte del
gobernador santiagueño Ibarra, sucedido por Manuel Taboada, un caudillo unitario y
pariente de éste. Y luego con el pronunciamiento
de Urquiza, que comenzó la campaña contra Rosas.6
A
fines de enero de 1852, el coronel Juan Crisóstomo
Álvarez invadió la provincia desde Bolivia, rechazando la paz ofrecida por
Gutiérrez. Este lo derrotó y lo hizo fusilar a mediados de febrero. Pocos días
después, llegaba la noticia de la batalla de Caseros.
Ya
trataremos luego esta extraña e inusual situación.
Invitado
por Urquiza, firmó con los otros gobernadores el Acuerdo de San
Nicolás, por el que se llamaba a la Convención que daría la
Constitución del 53, y dejaba el mando general de la Nación en Urquiza. En su
ausencia, la Legislatura tucumana fue dominada por los unitarios dirigidos
por Salustiano Zavalía,
que derrocó a Gutiérrez el 14 de junio, Hubo varias batallas con suerte diversa
entre Gutierrez y Taboada, el que finalmente lo derrota.
Gutiérrez
apeló a la mediación de Urquiza, pero este había delegado la presidencia
en Salvador María
del Carril y Mariano Fragueiro, dos unitarios. Estos
enviaron una misión de tres conocidos unitarios que fraguaron las cosas a su
gusto y acusaron a Gutiérrez de haber querido atentar contra ellos, lo cual no
era cierto, pero sirvió para que Gutierrez fuese atacado y vencido por los
Unitarios
Gutiérrez
huyó a Bolivia, y luego de allí pasó a Paraná,
capital de la Confederación
Argentina, a principios de 1854; el presidente Urquiza se aseguró
que no fuera molestado judicialmente y lo ascendió al grado de general de la
Confederación.
Luego
lo nombró su administrador en una estancia que tenía sobre el río Mocoretá.10 A fines de 1857 permaneció un
tiempo en la provincia de
Catamarca, y luego a Salta, donde residió casi cuatro años.
En
1861 se unió al catamarqueño Octaviano Navarro para invadir Tucumán y Santiago
del Estero, para reponer a dos gobernadores federales derrotados pero
finalmente, y luego de alguna victoria, fueron derrotados de nuevo por los
Unitarios..
Tras
dos meses de refugio en Catamarca, regresó a su provincia- Tucumán- en febrero de 1862, esta vez acompañado
del Chacho Peñaloza,
y fue nuevamente derrotado en Río Colorado.
Permaneció
escondido mucho tiempo en Catamarca, hasta que fue descubierto y arrestado en
octubre de 1863, por conspiración. Escapó y volvió al gobierno por última vez,
en mayo de 1864, por medio de una revolución. Logró controlar la capital por
una semana, pero finalmente debió huir a Bolivia.
Regresó
a Tucumán a mediados de la década de 1870, donde murió en 1880 en el pueblo
de Alderetes, al este de la ciudad de Tucumán.
*
Un dato poco conocido es el que aconteció en
diciembre de 1851. Duarte de Ponte Ribeiro fue a Lima y a Tacna (Perú). Allí contactó al Coronel Unitario argentino
Crisóstomo Álvarez, que estaba exiliado allí.
Lo convenció que a la misma vez que se produjera el
ataque a Rosas por parte de Urquiza y el Imperio, él bajara por el norte
argentino hasta Tucumán, para atacar por allí. A tal fin le entregó doce onzas
de oro.
Nunca llegaría a la ciudad de Tucumán el Ejercito
Libertador del Norte, de Álvarez pues sería aniquilado por el Gobernador
Celedonio Gutiérrez el 12 de febrero de 1852, ya ocurrido Caseros. Ignorando el
triunfo de Urquiza,
Gutiérrez hizo fusilar por traidores a la patria y
vendidos al vil oro brasileño a Álvarez y sus principales.
Urquiza no
pediría cuentas a Gutiérrez por este fusilamiento. Hizo más: desentendiéndose
de los libertadores del Norte y sus amigos Unitarios, mantuvo a don Celedonio
en el Gobierno de Tucumán”.
Históricamente, el 3 de febrero de 1852 cayó el
gobierno de Juan Manuel de Rosas.
Dentro de la
Confederación Argentina soberana, sin saberlo su protagonista, el Gobernador de
Tucumán Celedonio Gutiérrez daba el último triunfo de Gobierno de la
Confederación el 12 de febrero de 1852, cuando ya había caído Rosas y este se
encontraba rumbo a Inglaterra en alta mar.
HASTA
AQUÍ 38ª REUNIÓN
(ÁNGEL ‘CHACHO’ PEÑALOZA)
Ángel Vicente Peñaloza,
más conocido como El Chacho Peñaloza, fue un caudillo y
militar riojano Federal. Uno de los últimos líderes de esa corriente en alzarse
en armas contra el centralismo de Buenos Aires, muriendo el
12 de Noviembre de 1863.
Su
familia era de largo arraigo e influyentes en la zona.
Desde
joven fue oficial de milicias, bajo el mando de Juan Facundo
Quiroga, del
que fue luego uno de sus principales jefes durante años.
Tras
el asesinato de Quiroga, en 1836, se alió con el
triunfante Tomás Brizuela,
y cuando este se unió a la Coalición del Norte contra
-el también federal, aunque porteño- Juan Manuel de
Rosas, en defensa de la autonomía de su provincia, fue un importante
apoyo, puesto que Peñaloza supuso al principio erróneamente que detrás de la
muerte de Quiroga estaba Rosas.
De
tal modo apoyó la campaña de Juan Lavalle en su provincia, y
acompañó a Gregorio
Aráoz de Lamadrid —su antiguo enemigo— en sus luchas campaña
contra San Juan y Mendoza.
En la batalla de Rodeo del Medio,
la influencia.
El
gobernador de San Juan, Nazario Benavidez lo combate y lo derrota y debió
exiliarse nuevamente en Chile.
Pero,
entendiendo que su causa no tenía sentido, pidió y obtuvo protección de
Benavídez.
Desde 1854 fue
comandante de armas de la provincia, y al año siguiente fue ascendido a general
por el presidente Urquiza.
Era muy prestigioso entre los gauchos humildes de La Rioja y las provincias
vecinas, y se comportaba como uno más de ellos, salvo cuando mandaba en el
ejército. Ellos lo consideraban, también, su protector, su abogado, el
solucionador de los problemas de cada uno de ellos.
En
octubre de 1858 fue asesinado Nazario Benavídez por
los partidarios del gobernador Gómez.
El presidente ordenó una intervención
federal a la provincia a cargo de Peñaloza. Desde entonces fue
el hombre de confianza de Urquiza en la región.
Después
de Pavón,
en 1861, el interior del país quedó abierto a
los Unitarios. Hacia Cuyo salió el
coronel Ignacio Rivas y
hacia Catamarca el general Wenceslao Paunero, que enviaron varias
expediciones contra La Rioja.
Mientras
tanto, Peñaloza ofreció mediar en la guerra entre los federales y unitarios del
norte del país. Pero a pedido del gobernador tucumano Celedonio Gutiérrez,
se unió a este; fueron derrotados por los unitarios. Regresó a La Rioja,
perseguido por sus enemigos, que los derrotaron en varias batallas; los
oficiales prisioneros eran fusilados, mientras muchos soldados eran torturados
y degollados. La represión fue increíblemente feroz, y eso mismo dio fuerzas a
los federales para seguir luchando. El mismo Domingo
Faustino Sarmiento aconsejaba:
Si Sandes mata gente, cállense la boca. Son
animales bípedos de tan perversa condición, que no sé qué se obtenga con
tratarlos mejor.
Pese
a su superioridad numérica y de movimientos (Peñaloza llegó reunir una fuerza
de 2 000 a 6 000 combatientes),3 Peñaloza fue derrotado repetidas
veces por las tropas mitristas mucho
mejor y más modernamente armadas (armas a repetición, ametralladoras).
Tras
sitiar la ciudad de San Luis,
logró firmar un tratado de paz llamado Tratado de La Banderita a
principios de 1862, en que se le ofrecían garantías. Cuando llegó la hora de
cambiar prisioneros, se dice que Peñaloza entregó los suyos, pero no recibió ni
uno: todos sus hombres habían sido degollados.
Esto
llenó de indignación a Peñaloza, ya que los hombres que lo acusaban de asesino
y ladrón, habían violado todos los códigos militares, asesinando a prisioneros
rendidos.
Soldados
del Chacho Peñaloza tomados prisioneros por Irrazábal en 1863.
Los
militares que debían hacer cumplir el tratado continuaron con la persecución a
los aliados de Peñaloza, por lo que este volvió a alzarse en armas en marzo
de 1863. Logró varios éxitos en San
Luis, Córdoba,
Catamarca y Mendoza, e incluso depuso al gobernador riojano.
A
fines de marzo, el Chacho escribió al presidente Bartolomé Mitre:
...los gobernadores de estos pueblos, convertidos en
verdugos de las provincias... destierran y mandan matar sin forma de juicio a
ciudadanos respetables sin más crimen que haber pertenecido al partido
federal... Los hombres todos, no teniendo ya más que perder que sus existencia,
quieren sacrificarla más bien en el campo de batalla.'
El
llamado a la lucha se hacía en nombre de Urquiza, con cuya ayuda contaban, pero
este no apoyó en nada la revuelta, e incluso la condenó en público. Peñaloza,
fue, de tal modo, de derrota en derrota, y obligado a replegarse.
El gobernador Sarmiento, designado Director de
la Guerra contra Peñaloza por el Ministro de Guerra Gelly y Obes, escribió al presidente:
...no economice sangre de gauchos, es lo único que tienen
de humano.
HASTA AQUÍ 39ª REUNIÓN
Mitre
respondió:
'Quiero hacer en La Rioja una guerra de policía.
Declarando ladrones a los montoneros, sin hacerles el honor de partidarios
políticos, lo que hay que hacer es muy sencillo.'
Bajo
las nuevas órdenes los seguidores del Chacho quedaban fuera de la ley: ya no
era considerado un ejército Federal sino un grupo de forajidos y por
consiguiente se los podía matar en cuanto se los capturaba. Los oficiales del
ejército nacional repitieron las masacres entre los vencidos.
En
mayo de 1863, las tropas del Chacho se contra las fuerzas Unitarias mejor
preparadas y con mas moderno armamento comandadas por Paunero, Ambrosio Sandes, Pablo Irrazábal, etc
En
varios enfrentamientos con los esbirros uruguayos ‘colorados’, Peñaloza es
derrotado una y otra vez y todos sus oficiales prisioneros fueron fusilados por
orden del gobierno de Mitre.
En
noviembre de 1863 el vencedor Irrazábal lo persiguió hasta Los Llanos, pero
mientras lo buscaban Peñaloza se rindió al comandante Ricardo Vera en Loma Blanca, paraje aledaño al pueblo
de Olta, entregándole su puñal, la última arma
que le quedaba.
Una
hora más tarde llegó Irrazábal y de forma vengativa lo asesinó con su lanza, y
a continuación hizo que sus soldados lo acribillaran a balazos, en típico
accionar salvaje de los Unitarios.
Su
cabeza fue cortada y clavada en la punta de un poste en la plaza de Olta en
presencia de su familia. Una de sus orejas presidió por mucho las reuniones
de la clase «civilizada» de San Juan.
Su
esposa, Victoria Romero, fue obligada a barrer la plaza mayor de la ciudad de San Juan,
atada con cadenas.
Al
conocer la noticia, Sarmiento escribió
al presidente Mitre el 18 de Noviembre de 1863
No sé qué pensaran de la ejecución del Chacho, yo
inspirado en los hombres pacíficos y honrados he aplaudido la medida
precisamente por su forma, sin cortarle la cabeza al inveterado pícaro, las
chusmas no se habrían aquietado en seis meses.
Carta
de Domingo Faustino Sarmiento a Bartolomé Mitre, 18 de noviembre de 1863.
Pocas
semanas más tarde, el poeta José Hernández publicó
que habían asesinado a aquel buscaban la oportunidad para asesinar al
expresidente.
Su
legado fue retomado por las montoneras federales, que se levantaron para
oponerse a la Guerra del Paraguay. Entre ellos, estaban Juan de Dios Videla,
los hermanos Saá, Felipe Varela y Ricardo López Jordán.
(FELIPE VARELA)
Fue
un estanciero y militar argentino, caudillo norteño nacido el 11 de mayo de
1821 en Huaycama, departamento de Valle Viejo, provincia de Catamarca, líder
del último pronunciamiento de los caudillos del interior contra la hegemonía
política conquistada por la provincia de Buenos Aires en la batalla de Pavón
Felipe
Varela pasó su infancia en la localidad de Guandacol, provincia de La Rioja,.
Varela
conservaba el tipo del antiguo hidalgo castellano, como es común entre los
estancieros del noroeste argentino. Pero este catamarqueño se parecía a Don
Quijote en algo más que la apariencia física. Era capaz de dejar todo: la
estancia, el ama, la sobrina, los consejos prudentes del cura y razonamientos
cuerdos del barbero,
En 1840 Felipe Varela junto a su jefe, el ‘Chacho’
Peñaloza, habían peleado contra el
gobierno de Juan Manuel de Rosas, integrando la ‘Liga del Norte’ pero debió
exiliarse en Chile.
En febrero de 1842, el Chacho Peñaloza y Felipe
Varela, ‘antirosistas’ y luchando para los Unitarios (luego de usarlos éstos,
los perseguirán eliminado Rosas y los destruirán) combaten contra Benavidez en
varias ocasiones. Finalmente Benavidez los derrotó.
En enero de 1845, Peñaloza hizo llegar a Benavidez
su deseo de volver a los Llanos, a lo que el "caudillo manso"
contestó ofreciendo garantías, indultándolos, sosteniéndolos económicamente,
otorgándoles pensión.
Benavidez desoyó los requerimientos de Rosas de
apresarlo y enviarlo a Buenos Aires.
Autorizado por Benavidez, el Chacho regresó a La
Rioja definitivamente en 1848.
Pero con una visión limitadísima se unen a Urquiza y a
Garzón en su traición, que atacan por la espalda a Oribe en 1851 y lo obligan a
rendirse ante el abandono de varios de sus oficiales y atacados por el frente
por las tropas Unitarias que se encontraban en Montevideo, junto a mercenarios
corsos, genoveses, alemanas, franceses, apoyados financiera y militarmente por
el Brasil y su Banca financiera.
La traición provino también de muchos Federales ‘no
rosistas’ como José Hernández, Rafael Hernández, Felipe Varela, Evaristo
Carriego (padre), Vicente ‘Chacho’
Peñaloza, Ricardo López Jordán, Benjamín Virasoro, etc.
Todos estos iban a sufrir en carne propia sus errores
posteriormente por parte de sus eventuales socios Unitarios como Sarmiento,
Mitre, etc.
Más allá de su buena fe, aquellos y todos los
federales tenían una concepción política de vuelo corto, barrial, provincial,
que en una especie de suicidio colectivo nacional, luchando por derrocar a
Rosas, eliminaban la arquitectura política que sostenía nuestra independencia y
arrastraron a nuestra patria llevándola a una época de anarquía, guerras civiles y guerras internacionales que
nos condujeron a una disgregación territorial, así como también a una
definitiva perdida de grandeza y desarrollo como nación soberana.
Al decir ‘Federal no rosista’ hablamos de
personas con cierto grado de buena fe, patriotismo, pero sin la concepción
política que se necesitaba para la conformación de una Patria Grande. Sus
miradas no excedían de unos cuantos kilómetros de su terruño y sin visualizar
una geopolítica global que excedía sus capacidades, eran fácil pasto de los
siempre vigilantes sátrapas Unitarios e imperiales.
Con
enorme déficit de conocimiento político global, con una inconmensurable visión
localista de los intereses del país, seducidos por el canto de sirena de las
ideas revolucionarias francesas que apuntaba a la necesidad de la existencia de
una ‘Constitución‘ escrita como la llave de la felicidad eterna de nuestro
pueblo y el medio necesario para la unión de los argentinos. Un espejismo, un
fetiche que fue comprado por estos Federales con poco desarrollo geopolítico y
análisis de los intereses imperiales en nuestro continente.
Este
grupo de tal vez sinceros patriotas no se dieron cuenta que le hicieron el
juego a los intereses foráneos de la banca mundial y de la política
expansionista brasileña. Los Unitarios,
los ingleses, los franceses y el imperio brasileño sí lo contemplaron.
De
tal modo, que traicionaron no a Rosas, sino a lo que él representaba, a lo que
él encarnaba: la autodeterminación política y económica de la Confederación
Argentina, a la defensa irrestricta de los intereses de nuestra nación luchando
contra ella por un mero ‘cuadernito’ como decían Rosas y Quiroga, sin mayor
peso en la consolidación de nuestra República.
A la caída de Rosas, se integraron Varela, como
el Chacho Peñaloza, José y Rafael Hernández, Evaristo Carriego (padre),
Benjamin Virasoro, y otros a la Confederación
a las órdenes de Urquiza comenzando la ‘caza’ de los Federales del interior.
Así
lo demostraron los hechos luego de Caseros en 1852 hundiéndose el país en un
torbellino de sangre, asesinatos y desintegración territorial por más que
existía una Constitución escrita tanto la de 1853 y peor la de 1860, con total
rasgos liberales.
Estos
buenos Federales pero sin ninguna visión estratégica política y muy lejos del
enorme Sistema Americano implementado continentalmente por Rosas no supieron
ver que el país estaba constituido por los pactos interprovinciales ajustados a
la realidad empírica del país y que estaba dando enormes frutos sociales y
económicos en todo el territorio. Y al
no ver con claridad mordieron la mano a quien engrandeció a la Nación, lo combatieron
y lo derrocaron. Tal vez el mayor suicidio colectivo institucional que se tenga
memoria.
Varela
-al igual que el ‘Chacho’ Peñaloza- no supo ver la dimensión política soberana
de Rosas combatiéndolo y uniéndose a Urquiza a quien creían erróneamente que
era el apóstol de la libertad de las provincias.
El ‘urquicismo’ de Felipe Varela nos muestra
que su patriotismo y valentía era inversamente proporcional a su inteligencia
de la política nacional, y sus acciones ponían trabas a la independencia y
soberanía que propugnaba Rosas.
Tiempo
después, cuando se desembarazaron de Rosas el 3 de Febrero de 1852,
traicionando al Gobierno legítimo de su país, ellos fueron los traicionados por
los Unitarios, tal como en su momento Rosas se los advirtió pero no lo
escucharon.
Varela
tuvo siempre una posición antiunitaria, antirrosista, antimitrista, urquicista
y latinoamericana. Es decir, al igual que El Chacho, Varela sustenta un
federalismo provinciano que reivindica el triunfo de Caseros sobre el
centralismo porteño, lo que demuestra su poca visión geopolítica equivocándose
de enemigo, lo que a la larga le costaría la vida.
En
1861 peleó bajo las ordenes de Justo José de Urquiza en la batalla de Pavón,
siendo derrotado por el ejército de Mitre.
Luego, en 1862, se unió al “Chacho” Peñaloza
en su oposición a las autoridades nacionales. Esto le valió la confianza del ‘Chacho’ y se convirtió en uno de sus
máximos protegidos.
En
1863 el “Chacho” Peñaloza fue asesinado luego de levantarse contra el
centralismo porteño del general Bartolomé Mitre. Varela debió huir de la región
y se refugió en Entre Ríos, sirviendo nuevamente bajo las órdenes de Urquiza .
En
esto también intervino Urquiza: La muerte del ‘Chacho’ Peñaloza fue pactada
entre él y Sarmiento; el primero con su silencio apartándose de lo que sucedía
en el interior con las matanzas oscuras de todo Federal (incluidas las mujeres
y los niños, para beneplácito de nuestro ‘educador’ oficial, Sarmiento).
Luego
de la muerte de Peñaloza, Sarmiento y Urquiza festejaron reuniéndose en el
Palacio San José. Tal vez fue el precio que también debió pagar Peñaloza por su
limitada visión política de grandeza que comandaba Rosas, no teniendo la
perspectiva necesaria que en cuestiones políticas se debe tener, además del
valor militar y las buenas intenciones.
Dos
años más tarde, a poco de iniciarse la Guerra del Paraguay, los
partidarios del federalismo comprendieron que se ponía en juego su destino y se
levantaron en armas contra el gobierno nacional.
Las
provincias del Interior se negaban a pelear contra el Paraguay. Estaba claro
que era una guerra fratricida. Los soldados argentinos marchaban al frente de
batalla encadenados.
En su libro sobre la guerra, León Pomer
publica un sugestivo documento sobre las condiciones de los “voluntarios
catamarqueños”. Se trata de un recibo extendido por un herrero de esa provincia
cuyo texto dice: “Recibí del gobierno de
la provincia de Catamarca, la suma de 40 pesos bolivianos por la construcción
de 200 grillos para los voluntarios [sic] catamarqueños que marchan a la guerra
contra el Paraguay”.
Le
escribe varias cartas a Urquiza, solicitándole recursos para reorganizar su
fuerza y lo incita a ponerse a la cabeza del antimitrismo de todo el país, pero el general entrerriano calla.
Tras el asesinato del caudillo
riojano, Varela no aprende de sus errores y se puso a las órdenes de Urquiza en
Entre Ríos, en 1866..
Ante la situación que vivía su
patria, (Buenos Aires absorbía injustamente casi todas las rentas nacionales)
enfrenta al gobierno nacional. A su llamado acudieron centenares de hombres,
principalmente gauchos, conformando un ejército de unos 5000
guerrilleros.
Finalmente,
Varela decide viajar a Entre Ríos, en momentos en que estalla la guerra de la
Triple Alianza contra el Paraguay. Contrariamente a su esperanza, Urquiza declara
que acompañará la decisión del presidente Mitre e intenta movilizar sus
hombres, pero éstos se le rebelan
Pronto, la impopularidad de la
Guerra de la Triple Alianza desencadenaron levantamientos en Mendoza, San Juan,
San Luis y La Rioja.
De
1867 a 1969 Varela mantuvo al Noroeste en rebelión ayudado por caudillos de
otras provincias importantes, tales como los hermanos Juan José Saa y José
Felipe Saa, de San Luis y Ricardo Videla, de Mendoza
Urquiza calla. Sus intereses comerciales se ligan a la continuación
de la guerra con Paraguay de la que saca buen provecho como proveedor del
ejército, y a la paz interna por sus cuantiosos intereses de estanciero y
comerciante y su paquete de acciones en el ferrocarril Central Argentino.
Políticamente solo le interesa controlar Entre Ríos, donde su prestigio ha
menguado considerablemente.
A pesar de esto último, en un nuevo error de
apreciación, sigue apostando por Urquiza creyendo ingenuamente que era enemigo
de Mitre, sin comprender el sentido de la Masonería y su forma de actuar..
Dijo en una de sus proclamas “La Nación Argentina goza de una renta
de diez millones de duros que producen las provincias con el sudor de su
frente. Y sin embargo, desde la época en que el gobierno libre se organizó en
Buenos Aires, a título de Capital, es la provincia única que ha gozado del
enorme producto del país entero, mientras que a los demás pueblos, pobres y
arruinados, se hacía imposible el buen quicio de las administraciones
provinciales por la falta de recursos.”
En otra proclama “….Cincuenta mil víctimas hermanas, sacrificadas
sin causa justificable, dan testimonio flagrante de la triste e insoportable
situación que atravesamos. ¡Atrás los usurpadores de las rentas y derechos de
las provincias!… ¡Soldados federales! Nuestro programa es la práctica de la
constitución jurada, el orden común, la paz y la amistad con el Paraguay y la
unión con las demás repúblicas americanas”.
A
pesar de contar con un importante apoyo popular en todas las provincias, Varela
y sus hombres fueron derrotados por las fuerzas nacionales.
Varela
confía en que Urquiza insurreccionará al litoral contra la política de Mitre,
pero el entrerriano promete sin intención de cumplir compromiso alguno.
La
tradición oral recoge asimismo este recuerdo: una bandera roja y blanca,
rasgada y manchada de sangre, queda sobre el campo de batalla: “¡Federación o muerte! ¡Viva el General
Urquiza! ¡Mueran los negreros que la combaten! ¡Viva la Unión Americana!.”
HASTA AQUÍ 40ª REUNIÓN
Ello
demuestra, una vez más, los errores conceptuales y políticos de los caudillos Federales luego de Caseros; errores
que arrancan cuando comienzan a luchar contra el Gobierno de Rosas uniéndose a
sus futuros verdugos Unitarios.
Debido a la inminente amenaza de Varela y sus tropas,
Mitre, que estaba al mando de los ejércitos aliados al Paraguay, debió regresar
a Rosario para organizar los ejércitos con los que hacerle frente. Al mando
estaban José Arredondo, Wenceslao Paunero y Antonio Taboada, hermano del
gobernador de Santiago del Estero, que lo derrota.
Mientras, en 1870, la guerra concluiría en una total
derrota para el Paraguay y las tropas nacionales no tardarán en sofocar la
montonera del Interior que se debatía de derrota en derrota.
Han llegado a Rosario los veteranos del Paraguay con su
brillante oficialidad: los buques ingleses dejan en su puerto cañones Krupp y
fusiles Albion y Brodlin para armar los tres ejércitos nacionales de Paunero,
Taboada
En
sucesivas batallas los caudillos federales fueron derrotados en los campos de
batalla, a pesar de su coraje, por el mejor armamento y mayores recursos de sus
adversarios; asimismo fueron vencidos en las páginas de nuestra historia
consagrada, escrita por la los Unitarios porteñistas.
Varela se refugió en Bolivia y más tarde en Chile, junto a una veintena
de gauchos leales, desharrapados y famélicos, donde murió enfermo de tuberculosis
el 4 de junio de 1870 El embajador argentino en Chile, Félix Frías,
escuetamente y sin pesar, informó a Sarmiento: “Este caudillo, de triste memoria para la
República Argentina, ha muerto en la última miseria, legando sólo sus fatales
antecedentes a su desgraciada familia”.
*
Peñaloza
y Varela fueron federales pero ‘no
rosistas’. ¿A qué se debió? ¿a mala disposición de Peñaloza y Varela?. NO.
¿a su candor? SI. Pero ante todo a la tarea de Urquiza de arrasar con el ‘rosismo’. Más astuto que Peñaloza y
Varela, Urquiza mismo los convenció de que su "federalismo" era el
auténtico, no el de Rosas. Así las cosas, Peñaloza y Varela cayeron en la
trampa sin saber que desde el principio estaban siendo manipulados por la tarea
de inteligencia de Urquiza, agente de la anglo-masonería atea y títere del
Unitarismo.
También
podemos incluir a los Orientales Eugenio Garzón, Servando Gómez en este grupo.
Igualmente
podemos citar a los paraguayos Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano
López.
¿Urquiza? ni se conmovió.
Cuatro años más tarde, Felipe Varela y Juan Saa
encabezaron otra rebelión en Cuyo y La Rioja, que finalmente fue aplastada.
¿Urquiza? Tampoco se inmutó esta vez.
Estas y otras revoluciones federales se hicieron en
nombre de Urquiza, y sus dirigentes -ingenuamente, aunque con falta de visión
política- pidieron repetidamente ayuda y órdenes al jefe natural del Partido
Federal, que era Urquiza; pero Urquiza ni se movió.
“- Lo mismo hizo con Felipe Varela: “Debemos tener absoluta
confianza en el señor general Mitre – le escribía al Chacho – Sus intenciones
son leales: lo creo capaz de afianzar las instituciones nacionales en todo su
vigor sobre las bases del orden y la fraternidad” (Urquiza a Varela. San José.
21 de noviembre de 1863. AGNA. Arch. Urquiza, leg. 77 . AGM. “Proceso...” t.
II. p.122)
(MARTINIANO CHILAVERT)
Si bien no era Federal al igual que Pedro J. Díaz, pelearon valientemente
por la Confederación Argentina cuando fue invadida por el Imperio brasileño,
Urquiza y los Unitarios de ambos márgenes del Rio de la Plata.
En cuanto a Martiniano, sólo pudo
defender a su patria en unas pocas batallas. Y la última, la definitiva, la más
importante, la perdió con pena y con gloria.
Por lo demás, llevó durante su vida
la tristeza de haber peleado como artillero durante treinta años en una
miserable guerra entre argentinos.
Ha servido a Alvear, al endemoniado
Lavalle, al inconstante Fructuoso Rivera y siempre ha estado equivocado. Ha
vivido equivocado. Ha luchado con empecinamiento a favor de un error.
Lo descubrió tarde, es cierto, pero
se ha dado cuenta de que lo estaba y ha intentado enmendar su falta, porque
equivocado siempre no significa que no haya obrado con convencimiento y con
patriotismo, aunque ciego, luchó en el bando equivocado de quienes querían el
desmembramiento de su patria.
No hay piedad para un hombre que
descubre la verdad y admite su error, para un hombre que cambia de bando. O
sólo la hay si ese hombre es un pusilánime y renuncia a la verdad descubierta
tras la derrota.
Martiniano, que ha sido tantas cosas,
español, argentino, ingeniero, militar, artillero, unitario, federal; se ha
permitido ser de todo excepto un cobarde.
Y, en esta vida combativa de amigos y
enemigos, los miserables, los que ahora están a punto de matarlo, perdonan
cualquier cosa excepto el coraje en la derrota.
Chilavert siempre ha odiado a la
tiranía en todas sus formas. Lo saben quienes lo acompañaron en la gloriosa
jornada de Ituzaingó, en aquella mal terminada guerra con los brasileños
imperiales.
Lo saben quiénes han discutido con él
cuando criticaba los atroces métodos de Lavalle y sus coroneles en la campaña
del sur. Durante años ha combatido a Rosas en los campos de Entre Ríos,
Corrientes, Buenos Aires; en Quebracho Herrado y Famaillá..
Nadie pude decirle que no ha sido un
unitario consecuente. Aun cuando le cuestionara a Lavalle la presencia de los
franceses, cuando le dijera que no era conveniente luchar contra Rosas con la
ayuda de los extranjeros porque eso se asemejaba a una guerra contra su patria
más que una batalla política.
Aun cuando en 1843, en el comando de
campaña, discutiera con el oriental Rivera y lo acusara de querer desmembrar a
la Confederación. “Hace tiempo que veo
que la guerra que usted hace no es a Rosas sino a la República Argentina, ya
que su lucha es una cadena de coaliciones con el extranjero. De resultas de
ello Argentina ha sido ultrajada en su soberanía, favoreciendo esto a Rosas, ya
que la opinión pública ve amenazada la Patria”, le contestó ante el
silencio espasmódico de los demás jefes militares.
Corrían tiempos difíciles para la
Confederación Argentina. Desde 1838 la escuadra francesa había cerrado con su
flota el puerto de Buenos Aires porque Rosas no exceptuaba a los ciudadanos de
ese origen del servicio militar ni le ofrecía un tratamiento de “nación
favorecida” al reino de Luis Felipe de Orleáns. Y en la flamante República del
Uruguay Rivera había derrocado al presidente constitucional Manuel Oribe, de
excelentes relaciones con los federales. El primer bloqueo culminó con el
tratado Arana-Mackau el 29 de octubre de 1840.
Pero la escalada del conflicto
continuó. El 16 de febrero de 1843, Oribe impuso un sitio a Montevideo que
duraría hasta 1851, tras el pronunciamiento de Justo José de Urquiza.
Finalmente, el enfrentamiento estalló
en julio de 1845, cuando las fuerzas navales de Francia y Gran Bretaña
volvieron a bloquear el puerto de Buenos Aires, secuestraron los buques de la
armada argentina capitaneada por Guillermo Brown y comenzaron el ataque contra
las ciudades de Colonia del Sacramento, Gualeguaychú, Fray Bentos y Salto,
entre otras.
En noviembre la flota invasora
decidió abrir y violar el río Paraná. El día 20 llegó a la Vuelta de Obligado,
donde el general Lucio N. Mansilla había atado una hilera de pequeñas
embarcaciones con cadenas para impedirle el paso a los imperialistas y
dispuesto tres baterías de cañones para atacarlos.
¿Nada ocurre en la conciencia de un
patriota unitario cuando ve a su tierra violada por las dos potencias
extranjeras más importantes de la época?
Martiniano es un patriota de sangre
en la sangre. Y comienza a dudar “Para la prensa de Montevideo, la Francia y la
Inglaterra tienen todos los derechos, toda la justicia. Aun más: pueden dar una
puñalada de atrás, un tajo de pillo, arrebatar una escuadra, quemar buques
mercantes, entrar en los ríos, asesinar a cañonazos, destruir nuestro cabotaje;
todo eso, y mucho más que falta aún, es permitido a los civilizadores […] Para
esta prensa el francés maquinista que cae atravesado por una bala es digno de
compasión y duelo; lo llama desgraciado, y ve rodar 400 cabezas argentinas y no
derrama una lágrima, no muestra el menor sentimiento por la propia sangre; no
hay pensamiento de nacionalidad, una palabra de dolor sobre la tumba de 400
hermanos […]
Las palabras de Chilavert resultaron
un escándalo para los unitarios montevideanos. No era cualquiera Martiniano.
Había sido el Jefe del Estado Mayor de Lavalle en su “Campaña Libertadora”
hacía muy pocos años atrás. Era la voz de un hombre comprometido con la causa.
De un héroe. De alguien que había sangrado y sudado por el unitarismo. Mientras
en Montevideo comenzaban a hablar mal de él a sus espaldas. A cercarlo
ideológicamente, a sospechar de su entereza moral.
El
coronel Martiniano Chilavert, héroe de Ituzaingó, prestó servicio bastantes
años en el Partido Unitario al mando del General Juan Lavalle y sus aliados
Colorados en Montevideo. Durante mucho tiempo estuvo haciéndole la guerra al
Partido Federal y a su jefe Rosas cuando realmente cayó en si que no estaba
atacando a un partido sino a la Confederación Argentina.
Seis meses después de la batalla de
Obligado, Martiniano tenía claras sus convicciones. Iba a dejar de ser unitario
para pasarse a la filas enemigas. Él, que había combatido
a la tiranía durante lustros, ahora escribirá las palabras más difíciles
de su vida: la carta en que se declara un traidor. El 15 de abril de 1846 se
dirige al gobierno de Montevideo:
“Esa
misma Patria querida a la que sirvo desde la edad de quince años, se ve
hostilizada por dos formidables potencias y amenazada en sus más altos
intereses, en su dignidad, en su gloria y en su futura prosperidad.
Estas razones, y ser opuesto a sus
principios combatir contra su país unido a fuerzas extranjeras, sea cual fuere
la naturaleza de gobierno que lo rige, me han decidido a retirarme a la vida
privada, a cuyo efecto a V.E. suplica se digne concederle la absoluta
separación del servicio.”
Sus antiguos camaradas ya lo
empezaban a señalar como traidor. Y lo era Chilavert en cierto sentido. Había
traicionado una idea que ya no era la suya, un grupo al que no pertenecía. Y
había sido fiel a sus convicciones, a lo que él consideraba era su patria.
Acompañaba el gesto sanmartiniano de apoyo a Rosas en su defensa de la
soberanía nacional frente a las potencias extranjeras. El viejo general le
legaría su sable al Restaurador, Martiniano, su brazo fuerte.
El 11 de mayo escribió una vibrante
carta al jefe del Ejército Confederado, Manuel Oribe:
“….Considero el más espantosos crimen llevar contra él las armas del
extranjero. Vergüenza y oprobio esperan al que así proceda, y en su conciencia
llevará eternamente una acusación implacable, que sin cesar le repetirá:
¡traidor, traidor, traidor!
Conducido por
estas convicciones me reputé desligado del partido a quien servía, tan luego
como la intervención binaria de la Inglaterra y la Francia se realizó en los
negocios del Plata, […] Vi propagadas doctrinas que tienden a convertir el
interés mercantil de la Inglaterra en un centro de atracción al que deben
subordinarse los más caros de mi país, y al que deben sacrificar su honor y su
porvenir. La disolución misma de la nacionalidad se establece como principio […]
El cañón de Obligado contestó a tan
insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante
un solo deseo me anima: el de servir a mi Patria, en esta lucha de justicia y
gloria para ella. ……Al ofrecer al gobierno de mi país mis débiles servicios por
la benemérita mediación de V. E. nada me reservo; lo único que pido es que se
me conceda el más completo y silencioso olvido sobre lo pasado. No porque
encuentre en mi conducta algo que me pueda reprochar.
HASTA AQUÍ 41ª REUNIÓN
A principios de 1847, Chilavert ya se
encuentra en Buenos Aires. Rosas le da el alta en el Ejército de la
Confederación y le mantiene el cargo de coronel de Artillería. Hace exactamente
dieciocho años que Martiniano no pisa el suelo natal.
. Ese hombre, con ese peso en la
espalda, es Martiniano Chilavert, el coronel de los artilleros, que ahora se
encuentra frente a frente con Juan Manuel de Rosas, ese tirano que detestaba, y
que sin embargo lo ha cautivado en su casa de Palermo, con su ojos férreos y su
conversación parca pero amena.
Y también halla un país diferente del
que había imaginado en Río Grande por la prensa de Montevideo: la Buenos Aires
federala es una ciudad segura por el exceso de fuerzas de seguridad y con más
de dos mil comercios. La Ley de Aduana sancionada en 1835, junto con el bloqueo
anglofrancés, había favorecido al artesanado y a la incipiente industria del
país: la azucarera en Tucumán, la textil en Córdoba y los astilleros en los
puertos de Santa Fe y Entre Ríos, Corrientes y La Boca. En 1846 se instaló la
primera fábrica a vapor, pero ya había más de cien empresas manufactureras, dos
fundiciones y más de 700 talleres que trabajaban el cuero. Cuando se abrió la
exportación, aumentaron los salarios internos y la migración del campo a la ciudad.
La Confederación tenía Bolsa de Comercio, una Casa de la Moneda fuerte, sin
deuda externa, un banco de la provincia que emitía moneda garantizada por el
Estado y las exportaciones, entre 1829 y 1849 se habían triplicado.
Chilavert se sorprende con el
gobierno federal. Y comienza a hacer militancia epistolar: le escribe a sus ex
camaradas unitarios en Montevideo y se cartea con Juan Bautista Alberdi, el
intelectual más interesante de esa generación, exiliado en Chile. Le escribe al
tucumano: “Nunca, jamás, el amor a la
Patria ha sido ni más enérgico ni se ha hallado más profundamente radicado en
el corazón de los argentinos que en esta época. Dos naciones poderosas
prevalidas de su fuerza y de nuestra desgracia atacan nuestra independencia e
intentan ponernos condiciones vejatorias y contrarias a los altos intereses y
glorias de la Confederación. El general Rosas repele esta agresión –argumenta
apasionado–. ¿Habrá un pecho que se precie de ser argentino insensible a la
magia de esta sublime y gloriosa situación? ¿Por qué, pues, no vienen a tomar
parte en tan honrosa lucha? La puerta está abierta para todos, el general Rosas
no excluye a nadie, para todos hay lugar […] Usted, que tiene influjo sobre
muchos de esos jóvenes, hábleles a nombre de la Patria: estoy seguro que sus
palabra serán oídas.”
Desde Montevideo las respuestas eran
unísonas: “El traidor Chilavert” lo
llamaban.
Y Martiniano respondía furioso: “¡Miserables que os ufanáis de la más
exquisita inmoralidad! ¡Me llamáis traidor porque no os acompañé en vuestra
carrera de crímenes y de deshonra! Yo haré ver que lo sois vosotros,
inveterados traidores, falsarios, manchados con todos los crímenes y sin el
menor sentimiento de honor. Infames cobardes que habéis preferido vender
vuestra Patria al extranjero antes que sufrir las penalidades del destierro […]
¿Y sois vosotros los que me llamáis traidor? ¿Y por qué? Porque he ofrecido a
mi patria mis débiles servicios en esta cuestión santa, de justicia y de gloria
para ella. Sabed, pues, que este dictado es el timbre más honroso de mi vida
[…] No os aflijáis, llegó el tiempo de los desengaños para todos, y vuestros
hijos os maldecirán por las ignominias que les legáis.”
Día de gloria. El 26 de febrero de
1850. Nunca Argentina había sido tan digna como esa mañana soleada. Las dos
potencias más importantes del mundo desagraviaban el pabellón de un país
perdido ubicado en el sur de América con 21 cañonazos.
La Confederación había triunfado.
Obligado, Tonelero, el Rosario, Acevedo y Quebracho eran los sitios donde los
criollos habían demostrado su bizarría con las armas. Juan Manuel de Rosas había doblegado a la
diplomacia invasora: los ríos interiores pertenecen a la nación argentina, los
invasores debían abandonar todas sus posesiones –territoriales y buques
robados– y antes de irse estaban comprometidos a desagraviar el pabellón
nacional.
Los unitarios habían sido derrotados.
Los invasores habían sido humillados. San Martín, ese capitán con el que
Chilavert había viajado en la Canning en
1812, había apoyado la causa de la Patria. Martiniano era feliz. Era el traidor
más feliz de esta tierra.
Pero la felicidad iba a durar poco.
Demasiado poco.
El joven historiador Pablo Camogli
acierta cuando escribe en su libro Batallas entre hermanos que el combate de
Caseros es el antecedente de la guerra contra el Paraguay.
Explica que entre 1851 y 1852 se
formó la Primera Triple Alianza, es decir el antecedente de la entente que
barrió con el Paraguay: no se trata de una guerra civil entre unitarios y
federales, sino de una campaña de sometimiento y disciplinamiento de los nuevos
países americanos por las potencias mundiales, en este caso Gran Bretaña. De
esta manera Rosas no es un simple tirano, como quiere hacerlo pasar la
historiografía oficial, sino la primera de las víctimas de un acomodamiento de
las piezas del continente por parte de la diplomacia inglesa, la gran
titiritera.
El 29 de mayo de 1851 el gobernador
de Entre Ríos y segunda espada de la Confederación Argentina, Justo José de
Urquiza, firmó con los uruguayos colorados y el Imperio del Brasil una Triple
Alianza para vencer al presidente legal y legítimo del Uruguayl, Manuel Oribe,
y derrocar a Rosas. Hacia fin de ese año, el entrerriano cruzó el río Uruguay
con una tropa de 7500 hombres, cercó a Oribe que continuaba con su sitio a
Montevideo y lo obligó a rendirse.
En noviembre de ese mismo año,
Urquiza formó –con la subvención del imperio brasileño y de Gran Bretaña– el
llamado Ejército Grande que contaba
con 28.500 hombres, 50.000 caballos y 45 piezas de artillería. Más de un tercio
de esa formación estaba integrada por extranjeros, sobre todo brasileños
deseosos de vengar la vergüenza de Ituzaingó y mercenarios alemanes.
Participaba Mitre y Sarmiento como boletinero del ejército, vestido con
uniforme francés. La historia oficial calla el hecho de que fue una invasión
extranjera, rechazada por el grueso de la población de la campaña.
El 3 de febrero de 1852, en el campo
que iba desde El Palomar hasta Morón un Ejército Confederado de 23.000 hombres
y 50 piezas de Artillería esperaba al invasor extranjero unido a los unitarios.
Rosas dijo antes de la batalla: “….si los jefes y los oficiales entienden
que debemos pactar con Urquiza y el Brasil, a mí no me queda otro remedio que
someterme a esa decisión.”
En ese momento, la sangre le golpeó
la cara a Martiniano que pidió la palabra y cortó al Restaurador: “El deber de defender a la Patria es
indiscutible. Yo no sabría dónde ocultar mi espada, la que la Patria puso en
mis manos, si hubiera que envainarla frente al enemigo y sin combatir. Estoy
resuelto a acompañar al Gobierno hasta el momento final y pienso que es una
gloria inmarcesible morir al pie de mis cañones. XIII
Rosas lo mira y extiende su mano
derecha: “Coronel Chilavert, es usted un
patriota; esta batalla será decisiva para todos. Urquiza, yo, o cualquier otro
que prevalezca, deberá trabajar inmediatamente la Constitución Nacional sobre
las bases existentes. Nuestro verdadero enemigo es el Imperio del Brasil,
porque es Imperio.”
El 3 de febrero amanece caluroso.
Insoportable. A las nueve de la mañana, Rosas recorre a caballo la formación.
Luce cansado, como indiferente. Se detiene en el centro y arenga a Chilavert: “Coronel, sea usted el primero que rompa sus
fuegos sobre los imperiales que tiene a su frente”. Orgulloso, Martiniano
manda cargar su batería y disparar contra las filas enemigas.
Comienza el combate y luego de algunas
horas, se queda sin municiones. Y cuando se queda sin municiones propias,
dispara las balas enemigas. Y cuando se le acaban las bombas enemigas manda
buscar piedras, y dispara. Y, minutos después de las tres de la tarde,
Martiniano manda realizar el último disparo.
Mientras sus soldados huían, él se
paró al pie de uno de sus cañones y encendió una chala, esperando al enemigo.
Displicente, bizarro, enormemente digno.
Día 4 de febrero de 1852. Rosas
renunció por la noche. Urquiza, los unitarios y los brasileños son dueños de la
Confederación Argentina. Chilavert pasó la noche encarcelado. Apenas pudo
dormir. Esa mañana, el jefe de los invasores que ocupó la casa del Restaurador
en Palermo, manda llamar a Martiniano.
. Nadie sabe lo que se dijeron entre
esas cuatro paredes.
Seguramente, el entrerriano federal
acusó de traidor al porteño unitario. Y Martiniano le contestó que él volvería
a ser lo que hizo una y otra vez. Y soberbio, pasó al ataque; le dijo que el
único traidor en esa habitación era Urquiza que había recibido 100000 pesos de
los brasileños para volverse contra su patria. Son especulaciones. Nadie sabe
de verdad qué ocurrió. Excepto que el entrerriano traidor abrió la puerta con
la cara desencajada, los ojos desorbitados y ordenó a los gritos:
–¡Fusílenlo!
¡Qué lo fusilen de inmediato! Por la espalda, como a los traidores infames.
Se paró de frente a los tiradores y
les ordenó:
–Pueden tirar,
ya estoy listo…
Entonces, una voz abochornada le
dijo:
–La orden es de
espaldas, coronel…
Martiniano bufó, abrió sus párpados
colérico, se llevó las manos a la cabeza y se apretó las sienes. Cuando bajo
los brazos, estaba convertido en una fiera. Cuando un oficial se le acercó para
ponerlo de espaldas, el volcán de coraje estalló con su lava ardiente de gritos,
insultos, puteadas, trompadas y patadas. El oficialito salió despedido de un
golpe:
–Tirad, tirad,
¡carajo! –gritaba enceguecido golpeándose el pecho como enrabiado–. Al pecho,
cagones, ¡que así muere un hombre como yo!
Ante tanto valor, los fusiladores
bajaron sus fusiles. Una voz marcial los contuvo. Chilavert continuaba
gritando. Los soldados cerraron los ojos. La escena se hacía interminable.
Hasta que sonó un disparó. Martiniano sintió el golpe en la cabeza, la sangre
de la frente le empapó el rostro, se tambaleó, pero siguió desafiando a los
gritos a sus matadores.
Se produjo una macabra danza en que
un hombre se batió contra sus asesinos. Lo intentaron amarrar para rematarlo.
Pero al héroe, al traidor, aún le quedaba vida para pelear desarmado. Lo
rodearon, lo golpearon con palos, le pegaron culatazos, le hundieron las
bayonetas en su cuerpo. Pero Martiniano seguía parado, peleando, sin
entregarse.
Hasta que cayó de rodillas. Su cuerpo
abierto, sus ropas desechas, su sangre manando incontenible. Los perros
asesinos dieron un paso hacia atrás, lo dejaron solo en su agonía. Su cuerpo se
convulsionaba, todavía peleaba contra el irrefutable final. Ya no tenía
preguntas. Su carne magullada, sus huesos quebrados encontraban la certeza de
una muerte digna. Martiniano llevó por última vez sus manos al pecho y antes de
caer boca abajo, susurró, expulsando los coágulos de sangre de su boca:
–Tirad, tirad al
pecho, Su camisa se tiño de
sangre. Una y otra vez los facones y bayonetas se bañaron en esa
sangre de valiente, que no dejaba de gritar, mientras se le iba la
vida. “¡No soy traidor, no soy
traidor!”.
Un sable le abrió un tajo en la cabeza. Fue entonces cuando cayó
al piso. Virasoro sacó el revólver y descargó sus balas sobre el
hombre que todavía no se resignaba a ser fusilado como un
traidor. En una convulsión final se señaló el pecho. Con un
hilo de voz, murmuró por última vez ….“como
un traidor, ..no”.
Esto
sucedió el 4 de febrero de 1852, al otro día de la batalla de Caseros y
desmentían groseramente la frase de “Ni vencedores ni vencidos” que tan
mendazmente había proclamado Urquiza, quien no ahorró
sangre de los vencidos y vayan como ejemplo los ahorcados de la división de
Aquino; (Esta división estaba compuesta de más de 800 hombres que pertenecían
al ejército federal de Manuel Oribe y que al ser derrotado éste, fueron
incorporados por Urquiza,
de manera forzada al llamado “Ejército Grande”).
A los pocos días de finalizada la batalla de Caseros, Urquiza
mandó a fusilar al regimiento completo de Aquino, desde oficiales hasta el
último soldado y los colgó de los árboles de Palermo. El representante ingles
que visita a Urquiza en Palermo vuelve impresionado y asqueado del espectáculo
de cadáveres insepultos, ya en estado de descomposición, colgando varios días
de los árboles de Palermo.
Chilavert
fue fusilado por un pelotón del batallón mandado por el coronel Cayetano
Virasoro. El anciano Francisco Castellote y su hijo Pedro, padre y hermano
políticos de Chilavert, fueron a implorar a Urquiza la vida del
sentenciado a muerte, pero Urquiza fue
insensible al dolor, inclusive le negó cristiana sepultura exponiendo sus
restos a la descomposición de su carne, sólo después de unos días les entregó
el cadáver destrozado del heroico artillero.
*
Martiniano
Chilavert fue un paradigma de héroe porque a su coraje personal (indispensable
en esos tiempos) unió un talento y una preparación profesional y científica que
lo convirtió en un artillero de excepción en una época en que no abundaban
quienes se dedicaran a menesteres tan complejos.
Tan
es así que además de sus dotes militares tenía un criterio muy de avanzada para
la época respecto a temas civiles y de desarrollo urbano: pocos saben que el
actual “puente Pueyrredón” fue
construido por el mismísimo Chilavert en el año 1849 obviamente, en aquél
tiempo, de madera y que se llamaba Puente Viejo.
HASTA AQUÍ Nº 42 REUNIÓN
Digamos
para finalizar que los restos de Chilavert se encuentran a la fecha -2018-
arrojados, arrumbados sin chapa, placa o dato alguno que lo identifique, en
el fondo oscuro, en el subsuelo de la
bóveda de una familia amiga: Coronel Eliseo Argüello en el Cementerio de la
Recoleta sobre la esquina de la calle Azcuénaga y Av.Pueyrredón-Sección 19, en
el extremo nordeste del cementerio. (ver
fotos al final)
Sigue
diciendo el autor que se hizo la averiguación oficialmente por el año 1968 y se
respondió oficialmente lo que sigue:
“Junio 28 de 1968/ Señor Administrador del Cementerio de
la Recoleta: / Habiéndose efectuado una búsqueda en nuestros registros de inhumaciones
desde el mes de febrero de 1852 hastas diciembre de 1915, no existen constancia
del cadáver de D.Martiniano Chilavert /Fdo.A. Alvarez,90…Notifiquese al
recurrente./ Ricardo J.Fernández, Administrador/ Cementerio de la Recoleta”.
Y
Culmina el autor diciendo que el bronce imperecedero aun la patria le adeuda “…a este hijo fidelísimo, pero que se
levantará en día no lejano. El bronce que respetarán los siglos; que venerarán
los que vendrán.”
¿Cuál
es el estado del país hoy?, Muchos de los que aquel 3 de febrero de 1852
empuñaron sus armas unidos al Brasil tienen hoy varios monumentos, plazas,
calles con sus nombres y periódicos homenajes en su honor, mientras que quien
dejó de lado todo para morir defendiendo su suelo natal ni siquiera descansa en
una tumba propia.
Sería bueno imitar los valores que demuestra
Chilavert que dio su vida para que hoy
seamos, todavía, una nación y hoy no tiene ni siquiera una tumba propia y se
encuentra tirado anónimamente su féretro en el subsuelo de una tumba prestada
en el Cementerio de la Recoleta, sin ni siquiera una chapa que recuerde su
nombre
Algún
día, cuando las estatuas de los traidores sean demolidas y sus nombres no
cubran nunca más calles, escuelas y parques de nuestro país, sus restos -hoy
olvidados por los gobiernos fantoches liberales o seudo-progresistas
democráticos --, serán honrados como corresponde a quien dio su sangre en
cumplimiento de la divisa sagrada: Soberanía o Muerte.
(PEDRO J. DÍAZ)
Mientras nuestros escribas y literatos a sueldo siguen
llenando nuestras cabezas (y plazas, monumentos, calles) con nombres de
traidores a la nación, al igual que el Coronel Martiniano Chilavert emerge otro
héroe olvidado ex –profeso: el Coronel Pedro José Díaz.
Muchas veces se dijo que Juan Manuel de Rosas perseguía
a los Unitarios. Mentira. Solo perseguía y encarcelaba a aquellos que se
levantaban contra el orden legal e institucional cometiendo asesinatos y que se
aunaban al extranjero para conquistar nuestra patria, sean estos Unitarios o
Federales como los Maza.
Al contrario –y la historia abunda en ejemplos- muchos
unitarios vivían y trabajaban pacíficamente y en forma privada en el país
(salvo, a veces, en organismos públicos).
Rosas siempre acogió a aquellos que defendieron la
soberanía patria sin preguntar sus simpatías políticas.
Y en la batalla de Caseros, sus principales espadas
contra el invasor brasileño y los traidores internos como Urquiza y Garzón,
fueron dos Unitarios que pelearon codo a codo con el Restaurador, a su derecha
e izquierda: los Coroneles Martiniano Chilavert y Pedro José Díaz, sin abdicar
ellos de sus creencias políticas.
Ya nos hemos referido en otra ocasión al Coronel
Chilavert.
Hoy varios autores nos traen una semblanza del Coronel
Díaz, digno hijo de la tierra….
*
Pedro José Díaz se llamaba. Nació en Mendoza el 17 de mayo de 1800, Hizo la epopeya de los Andes con el Libertador
en 1816 con solo 16 años, luchando en Chacabuco, Cancha Rayada y Maipú. A los
veinte años, ya era Capitán.
En 1821, ya con el grado de capitán, llegó a las
fortalezas del Callao y en esta campaña el propio Libertador le encomendó
entrara en Lima al frente de su compañía, el primero de todos. Y el 11 de julio fue Díaz quien custodió la
entrada en Lima de San Martín.
En 1826 hizo la campaña del Brasil y por su
distinguida actuación en la Batalla de Ituzaingó obtuvo los despachos de Teniente
Coronel.
Terminada la guerra del Brasil, Díaz apoyó el
movimiento del 1º de diciembre de 1828, contándose entre los hombres de Juan
Galo Lavalle.
El 28 de noviembre de 1840 cayó prisionero del
coronel Hilario Lagos, Federal reconocido, que al verlo, fue a abrazarse con
Díaz, felicitándolo por su bravura en el combate, y también intercedió ante
Oribe, para que no lo ejecutara.
A pesar de ser un Unitario convencido, cuando el
pronunciamiento de Urquiza contra Rosas, pese a ser Unitario, ofreció su espada
a la Confederación y se incorporó al ejército federal luchando en la Batalla de
Caseros el 3 de Febrero de 1852 comandado la Infantería ‘Rosista’.
Díaz le comentó a Antonino Reyes que “…siempre que toda vez que la patria fuese
amenazada por fuerzas extranjeras y muy particularmente por el Brasil, estaría
a su defensa, aunque fuese uniéndose si era necesario a los salvajes de la
pampa. Yo le recordaba a su pasado y la alianza francesa, pero a esto sólo me
contestaba:
- no hablemos más de eso:
hoy han cambiado las circunstancias y me hallo libre de ciertos compromisos que
me tenían atado entonces-”.
Y antes de la Batalla de Caseros Reyes le
preguntó a Díaz:
"-Y usted, coronel,
¿qué papel desempeñará en esta emergencia; son los suyos los que vienen-”
“-No... es Urquiza, es el
Brasil, y yo como soldado estaré en mi pueblo puesto al lado del Gobierno de mi
patria, sea Rosas o el diablo-”.
Al día siguiente, en Caseros, los coroneles Díaz
y Chilavert fueron los héroes de la batalla, en el ejército federal.
Ambos combatieron con bravura de león. Díaz y Chilavert fueron los
últimos Oficiales en permanecer en el Campo de Batalla, siendo ambos tomados
prisioneros. Díaz logró salvar la vida, pero Chilavert fue fusilado por orden
de Urquiza.
*
Meses después, en setiembre de 1852 Díaz fue
nombrado capitán del puerto de Buenos Aires, y durante el gobierno del general
Manuel Guillermo Pinto, ministro de la Guerra.
Terminada la contienda entre el estado de Buenos
Aires y la Confederación Argentina, el Coronel Díaz se retiró a la vida
privada, implantando un establecimiento agrícola en Morón, especialmente
ofendido por el juicio contra Reyes, en que se pretendía condenarlo a muerte.
Pero a pesar de su prescindencia de los asuntos políticos y militares, se le
consideró complicado en un movimiento subversivo que debió estallar en Buenos
Aires, en junio de 1855, por lo cual fue arrestado en su residencia en Morón y
conducido a Buenos Aires, donde este gran soldado permaneció tres meses en
incómoda cárcel.
El 1º de julio de 1856 fue nombrado Jefe del
Estado Mayor del “Ejército de la Frontera Sud”, en reemplazo del coronel Emilio
Mitre. Dicho ejército tenía su cuartel general en San Benito
El Coronel Pedro José Díaz morirá enfermo, en la
Ciudad de Buenos Aires el 11 de Diciembre de 1857.
*
El cuerpo del valeroso Coronel patriota Pedro José Díaz, está
en el Cementerio de la Recoleta, y lamentablemente está en muy mal estado de
conservación. Por respeto a la memoria de éste gran soldado, quizás alguien
debería restaurarla. El Héroe de Chacabuco, Maipú e Ituzaingó, y el defensor de
la soberanía nacional en Caseros, se lo merece.
HASTA AQUÍ Nº 43 REUNIÓN
TEMA 8
Protagonistas Diplomáticos Y Funcionarios De La
Confederación Argentina
Haremos un breve resumen de los principales miembros
del cuerpo diplomático de la Confederación Argentina –más allá de ser civiles o
militares-.y sus actuaciones.
El mismo tuvo –más allá de ser civiles o militares-
sus idas y vueltas, sus grises.
Algunos patriotas Federales sinceros; otros, tal vez
oportunismo –que nunca falta- subiéndose al ‘carro’ de los vencedores
usufructuando las mieses del poder, mientras el Federalismo estuvo vigente por
tantos años, pero que no trepidaron en negarlo no bien caído el gobierno
soberano de su país en Febrero de 1852.
Rosas, en algunos casos, no pudo encontrar mejores
hombres en cuanto a inteligencia y presencia mundana para esos menesteres.
Pero en uno y otro caso, sea quien haya sido cada
diplomático, (por convencimiento o por temor especulativo) cumplieron sus
funciones acabadamente, bajo la férrea directiva de Rosas, mas allá de sus
pensamientos políticos guardados en sus fueros íntimos.
Igualmente, debemos confesar que puestos frente a
frente los diplomáticos y funcionarios de la Confederación y los del Imperio
del Brasil, éstos eran en cantidad y en unidad patriótica frente a nosotros,
muy superiores ( y con la Banca internacional y nativa que los sostenía) y así
fue el resultado.
Como dijo Irazusta “la Argentina fracasó de nuevo en fundar un sistema diplomático
favorable para ella, que contuvieses las intromisiones europea y brasileña, y
afianzase la confraternidad argentino-uruguaya como base de la plana soberanía
política rioplatense”.
Recomendamos, a quien deseé leer en detalle, lo mejor
escrito acerca del cuerpo diplomático brasileño, sus acciones políticas y su
proyección patriótica unificadora, la obra LA CAÍDA DE ROSAS de José María
Rosa.
Ahora, veamos a cada uno de los nuestros.
(FELIPE ARANA)
El principal diplomático y con mayor capacidad era el
Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Arana.
Nacido en Buenos Aires el 23 de agosto de 1786, moriría en
ella el 11 de julio de 1865; estudió leyes en Chile y se doctora en Derecho en
1810
En el período comprendido entre 1835 y febrero de 1852, el
ejecutor de la política exterior de la Confederación por mandato del gobernador
sería el Dr. D. Felipe Arana, quien al decir de Ricardo Font Ezcurra sería: “una de las glorias civiles más puras de la
República”.
Miembro de la primera Legislatura de Buenos Aires, de la que
será su presidente en 1828, 1830, 1831 y 1832. Gobernador
sustituto de Buenos Aires de 1840 a 1842
Hábil negociador, con la prudencia que caracteriza al
diplomático de profesión, supo interpretar las necesidades y los intereses de
la Nación ante las presiones diplomáticas y militares de las potencias
extranjeras.
Si bien gozó de un criterio personal de excepcional valor, su
tarea es permanentemente supervisada y ordenada por el Gobernador, con el que
mantenía conversaciones casi a diario; esto le permitiría convertirse en uno de
los hombres de mayor confianza de Rosas, Juntos dotarán a la Política Exterior
argentina de aquellas decisiones rápidas, enérgicas, pragmáticas y precisas que
eran necesarias para el logro de los éxitos diplomáticos, contenidos, por
ejemplo en los tratados con Gran Bretaña (ARANA-SOUTHERN) y Francia (ARANA-MACKAU).
El resultado de las acciones concretas de la tarea
desempeñada se advierte con claridad en las cuestiones con Francia y Gran
Bretaña, con Brasil, con Chile, Bolivia y la Banda oriental: estos hechos: “...exaltaron el sentimiento patriótico en
la Confederación Argentina, fortaleciendo al gobierno de Rosas que aparecía en
Europa y toda América, , serena e imparcial como el sostenedor del principio
republicano frente a la tentativa imperialista y a los ataques de las poderosas
monarquías europeas”.
Quien desprovisto de pasiones e imbuido del espíritu de
justicia e imparcialidad, que debe ser norte en la vida del hombre, juzgue la
obra gigantesca y en extremo difícil que le tocó desarrollar a este notable
jurisconsulto y sobresaliente estadista, no podrá menos que asombrarse del
deliberado silencio que desde hace casi
una centuria se observa en aquellos que deben ser justos y ecuánimes en la
distribución de la gratitud nacional Pocos, poquísimos argentinos pueden
vanagloriarse de haber contribuido bajo la dirección de un gobernante, a
mantener incólume la dignidad de la nación frente a poderosos estados
extranjeros y sofocar levantamientos internos de traidores, como lo hiciera en
su larga actuación el eminente compatriota doctor Felipe de Arana, sirviendo a
la patria bajo las órdenes de otro negado, el ilustre patricio brigadier don
Juan Manuel de Rosas.
Su obra magnífica, su actuación marca rumbos incluso para los
actuales gobernantes, aunque más no fuere por la dignidad y decoro que reflejan
sus tratados internacionales, verdaderos ejemplos de lo que puede un hombre
poseedor en grado superlativo del concepto del deber, sobre todo cuando, como
entonces, se jugaba el honor de la patria.
Arana constituye sin
disputa una época en la marcha de la Nación hacia sus grandes destinos y
sintetiza la verdadera argentinidad hecha hombre; su obra —repetimos— fue una
labor efectiva y silenciosa, sin alharacas ni platillos, porque hizo del deber
un culto y del sacrifico una costumbre y porque sintiéndose orgullosamente
argentino, porque anhelando mantener sin mácula el patrimonio que nos legaran
nuestros hombres mayores y dado que el federalismo era —como hoy— la expresión
genuina del sentimiento nacional, sirvió junto a Rosas sin preocuparle la
calumnia ni la crítica falaz de los seudos patricios del unitarismo destructor
de nuestros v-lores y cualidades.
Una
muestra más del silencio que se ha hecho sobre su nombre y su gestión
patriótica y desinteresada que dan lustre a nuestra patria., puede verse en la
nominación de las calles de Buenos Aires
Felipe
Arana, es ocultado en nuestra historia.
Por
ejemplo, el Concejo Deliberante con fecha 19 de noviembre de 1904, eliminó
varios nombres ligados al gobierno de Juan Manuel de Rosas, entre ellos el
nombre de Felipe Arana (fs.18 del expediente), lo cual fue criticado por Adolfo
Saldías.
En
efecto, dicho nombre ‘FELIPE ARANA’
era el nombre de la vía que corría al lado del Arroyo Maldonado (hoy ‘Juan B. Justo’) y que corría entre la
actual Santa Fe y Castillo.
De
esta manera la encontramos nombrada en un artículo publicado en el diario La
Prensa en 1910, titulado “Arroyo Maldonado. Desidia Municipal”.
También
aparece en el libro sobre nomenclatura de calles “Origen y razón de sus nombres” publicado por Adolfo P. Carranza en
1910, de donde confirmamos que se trataba de un homenaje al doctor Felipe Arana
(1786-1865) quien fue gobernador sustituto de Buenos Aires de 1840 a 1842 y
artífice del tratado conocido como Arana-Mackau en 1840 y Arana Southern, más
el Pacto Federal de 1831.
Aunque
la historia no es lineal ni maniquea: el Dr. Arana, conjuntamente con Nicolás
Anchorena y Salvador María del Carril fue nombrado por Justo José de Urquiza, Consejero
de Estado apenas derrocado Rosas por éste. No hacemos interpretación de todo
esto; solo mencionamos literalmente lo sucedido.
*
Por debajo de él los cuatro embajadores permanentes ante determinados gobiernos
ejercieron sus cargos, en general bastante tiempo:
Tomás Guido en Brasil entre 1849 y diciembre de 1850 en que
se rompen relaciones con el Imperio;;
Manuel Moreno en Gran Bretaña entre 1835 y 1852.
Manuel de Sarratea en Francia desde 1838 hasta su muerte en
1848;
Carlos María de Alvear en EE.UU.
Los cuatro contaron con una serie de condiciones que
permitieron una labor eficaz en el desempeño de sus funciones: los
conocimientos de la realidad en la que operaban, experiencia y patriotismo.
Tuvieron indicaciones precisas para su acción, tanto por
parte de Arana como por Rosas; debían informar detalladamente acerca de los
acontecimientos en los países en los que estaban acreditados: la abundante
documentación existente en los archivos, General de la Nación y del Ministerio
de Relaciones Exteriores y Culto, nos permite apreciar la manera en que el
gobierno estuvo al tanto de las situaciones, para emitir instrucciones precisas
que les permitieran actuar en consecuencia.
Si bien gozaron de la autonomía necesaria para su desempeño,
sus actos tuvieron siempre el atento control del Canciller y del Gobernador, y
no vacilaron cuando llegado el caso, se vieron obligados a desautorizar alguna
de sus gestiones, que comprometían los objetivos finales de la Confederación.
Un ejemplo de esto lo tendríamos cuando Rosas no acepta
ratificar el tratado gestionado por Guido con el Imperio en 1849 ya que no
contemplaba la posición de Oribe y los intereses de la República Oriental, al
que se le fijaban límites sin la participación de los interesados. En ese
acuerdo Brasil se comprometía a dejar en manos de la Confederación Argentina a
cambio de que Rosas lo ayudase a combatir a los riograndenses que querían
separarse del Imperio.
En el tratado mencionado:
“se firmó con la constancia expresa de Guido de que su firma no
comprometía a su gobierno, pues no había sido especialmente autorizado por éste
para hacerlo. El 13 de abril el ministro Arana comunicó a Guido que el Gobierno
de la Confederación Argentina no podía aceptarlo tal como había sido redactado
y acordado (...) sin la concurrencia del Gobierno Oriental, aparecería
humillada la suprema autoridad legal de aquella República y violada la
soberanía e independencia”.
En carta a San Martín, Guido le decía que: “..había aceptado colaborar con Rosas,
siempre que este lo dejara hacer la misma política que con Viamonte” . Esta
cita prueba la alegación de cierta independencia de criterio que gozaron los
embajadores; pero la realidad es que ellos siempre se sabían simples
representantes.
La capacidad de todos estos hombres la expresan algunas de
las características personales de Manuel Moreno: hombre con buenas relaciones
en el Foreign Office, con firme conocimiento de la realidad y el espíritu de
los británicos. Le tocó ser el primer embajador que debió reclamar por la
usurpación de las Islas Malvinas, y sus argumentos de derecho Internacional,
como sus fundamentaciones históricas y geográficas han servido de base para
todas las argumentaciones posteriores.
Tanto Moreno como Sarratea, quizás por tener que realizar sus
misiones en gabinetes experimentados y llenos de intrigas y dobleces,
demostraron su capacidad fenomenal para manejar situaciones harto comprometidas
para la Nación. Baste como ejemplo la forma en que utilizaron la prensa local
para forzar los levantamientos de los
bloqueos al Río de la Plata.
Alvear, Sabiendo el poder de Rosas y adaptándose a los
vientos de la historia que soplaban para el republicanismo Federal, dejó de
lado, con no poca especulación, su monarquismo y anglofilia de 1815.
Le tocó desempeñar la tarea en la delegación más tranquila
aunque no menos importante dadas las características de la política exterior
estadounidense, lanzada su política expansionista sobre los territorios de sus
vecinos; La Guerra con México, las aspiraciones sobre Cuba, revelan la
importancia de contar con un embajador permanente y atento en esa legación.
Ya veremos más adelante cada uno de estos diplomáticos y
funcionarios como fue el devenir de sus actuaciones públicas y si
verdaderamente estaban consustanciados con el ideario de su gobierno Federal o
fue simple oportunismo.
Estos nombres y los resultados de su política nos hacen ver
que Rosas tuvo que elegir su cuerpo diplomático entre los pocos capaces de
ejercer estos roles en el exterior aunque debió vigilar sus acciones para ver
su fidelidad o no a su patria y los intereses que representaban. Cuerpo
diplomático creemos inferior al que tenía el Imperio luso-portugués y que bien
lo explica con sumo detalle José María Rosa en su libro ‘La Caída de Rosas’.
Pero sea por convencimiento o por temor estos embajadores
cumplieron muy bien sus roles.
El gobierno de Rosas supuso una excepción a lo común de la
época en nuestra tierra porque fue el que más tiempo empleó a los mismos
funcionarios y diplomáticos. .
HASTA AQUÍ Nº 44 REUNIÓN
(TOMAS GUIDO)
(Buenos Aires,
1788-1866) fue un militar, diplomático y político argentino.
Actuó en las Invasiones Inglesas y adhirió a la Revolución de Mayo de 1810. Brindó su talento
negociador durante los difíciles momentos de la Independencia Argentina.
En 1811 acompaña a a Manuel Moreno a Inglaterra
en misión diplomática donde en el viaje muere Mariano Moreno.
En Tucumán se vinculó con José de San Martín, del que fue su gran amigo y consejero político, y Manuel Belgrano, desempeñándose en 1817 como Oficial
Mayor de la Secretaría de Guerra colaborando con San Martín en el planeamiento
de la estrategia a seguir en el Ejército del Norte y en la continuación de la Guerra de la Independencia de las
Provincias Unidas del Río de la Plata.
Ocupó este cargo por tres años ejerciendo una
exitosa tarea administrativa y diplomática, acompañando a San Martín como
primer edecán en su gesta libertadora por Chile y
colaborando en la empresa de liberar Perú.
Cooperó decididamente en la preparación de la
expedición al Perú, saboteada por
Rivadavia y
Pueyrredón (que se había enredado con la monarquía europea).
Las sucesivas campañas de San Martín a Chile y
Perú tuvieron como fundamentación estratégica los postulados que Guido formuló
al Directorio de las Provincias Unidas.
Ascendido en 1821 a Coronel Mayor, fue consejero de
Estado y Ministro de Guerra. Tras la Entrevista de Guayaquil que mantuvieron San Martín y Simón Bolívar acompañó
a este último hasta el final de la guerra de independencia.
Antirrivadaviano, como San Martín, se reincorpora
a la función pública cuando cae Rivadavia, como ministro de Guerra del breve
período de gobierno de Vicente López y Planes, en 1827
En 1828 fue ministro de Gobierno y Relaciones
Exteriores del gobernador Dorrego, en 1828, siendo quien en nombre del Gobierno
de las Provincias Unidas FIRMÓ la Convención
Preliminar de Paz
con el Imperio del Brasil. Por este tratado ambos estados acordaron
la independencia del Uruguay respecto de ellos.
Guido fue luego ministro de Guerra y Relaciones
Exteriores en tres oportunidades: con Juan
Lavalle, Juan José Viamonte y Juan Manuel de Rosas.
De 1840 a 1851, con el 2do Gobierno de
Rosas, representó a la Argentina ante el gobierno del Brasil. En todo ese
período, mantiene correspondencia con San Martín, ya radicado en Europa.
Con motivo
del atropello de las escuadras inglesa y francesa, en el Paraná, en 1845, Guido
se solidariza con la posición de San Martín en defensa de la soberanía: “En mi larga carrera política no he visto
violaciones más escandalosas de la moral y del derecho público que las
acometidas por los agentes de dos renombradas naciones: Inglaterra y Francia en
el Río de la Plata…”
Guido hizo ver claramente la incidencia de la
Masonería en la puja e tensiones entre el Imperio brasileño y la Confederación
Argentina.
Masones
eran ciertos oficiales y jefes militares brasileños que estorbaban las
intenciones de acuerdo entre el Imperio y la Confederación.
Así
lo hace saber Guido en carta al Vizconde de Olinda el 19 de Octubre de 1848:
“En la primera conferencia con el Sr. vizconde de Olinda
le indique, entre otras causas que entorpecían la ejecución de la voluntad del
gobierno, las logias masónicas en diferentes puntos de Rio Grande, a las que
perteneciendo algunos jefes y oficiales de ejército imperial, se habían afiliado
varios de los emigrados más notables. Le notar a S. E. que esa fraternidad
secreta oponía las principales trabas contra toda medida administrativa o
militar, y da lugar a las excursiones sanguinarias denunciadas durante tanto
tiempo por la legación argentina... S. E. me aseguro se dictarían órdenes más
perentorias para poner término a este estado de cosas, y anoche en una visita
que me hizo el Sr. Ministro volvió a asegurarme que escribirá terminantemente
sobre esto al Sr. General Andreas”.
No
sabemos a ciencia cierta cuán convencido estaba Guido de que el Vizconde de
Olinda iba a hacer los oficios necesarios para que los invasores y ladrones
brasileños de ganado y tierras en el norte de la Banda Oriental dejaran de
hacer sus excusiones allí. O si no era más que un mensaje por elevación hacia
el Imperio de que la Confederación estaba al tanto de todo ello hecho por los
militares masones.
Lo
que sí fue comprobable que las incursiones de los brasileños masones estaban
coordinadas con militares argentinos que estaban exiliados –entre ellos los
hermanos Madariaga, el Gral. Deheza, el Cnel. Chenaut, el Cnel. Manuel Hornos,
(todos reclutados por el líder de los cuatreros el Barón Jacuhy, contrabandista
y masón él también), y que vivían en la frontera de la Banda Oriental permitiendo
estas excursiones sanguinarias de los cuatreros riograndenses.
Después de la batalla de Caseros y de la caída de Rosas, el general Justo José de Urquiza lo llamó para colaborar con su
gobierno.
Poco después, producido el golpe de la oligarquía
porteña –el 11 de setiembre de 1852- luchó por la unidad nacional cuando el
partido ‘poteñista’ segregó el Estado de Buenos Aires. Guido es desterrado
(diciembre de 1852).
En 1855 es senador nacional electo por Provincia de San Juan y en 1857 vicepresidente del Senado de
la Confederación
Argentina.
El caso de Tomás Guido tiene una particularidad:
fue mandatario de Rivadavia, luego de Dorrego, después fue Ministro del
gobierno Unitario de J. Lavalle, posteriormente colaboró con Viamonte y terminó
siendo durante años funcionario de primer orden de Rosas y la Confederación.
Varios de los ‘rosistas’ desde el momento de la caída de Rosas, con ánimo de
salvar su pellejo y/o sus bienes, parecen’ olvidar’ en un día más de 20 años de ‘rosismo’ y patriotismo:
Se vivían tiempos tormentosos y de en esos
tiempo en Buenos Aires debido a la caída de un gobierno soberano y el inicio de
otro de cuño internacionalista –brasileño- ayudado por una cohorte vernácula de
asesinos de su propio pueblo que actuaron por cuantiosas sumas de dinero que
sirvieron para comprarles el alma y su conciencia nacional. La honorabilidad que pudieran haber tenido
durante décadas, en muchos, terminó diluida y olvidada por sobornos de todo
tipo.
Tomás Guido y Vicente López y Planes, que
ante la adversidad manifiesta que se avecinaba, con claro sentido especulativo
gritaban “Viva Urquiza!!” el mismo día de la caída de Rosas acompañando
la entrada triunfal de Urquiza;
Tal vez se entienda ahora aquello que
Rosas decía cuando asumió el poder por primera vez en 1829 dudando de aceptar
por considerar que no había una plana política Federal con capacidad y lucidez,
para él eran simples ‘secretarios’ como asi lo declaró ante diplomáticos
extranjeros, aunque tal vez para hacerles ver que las decisiones que aparecían
tomadas por estos funcionarios no eran tales, sino que quien las tomaba era él.
Fallece el 14 de septiembre de 1866,
en Buenos Aires.
(MANUEL MORENO)
Manuel Moreno (nació
en Buenos Aires, en 1782 y
murió en Buenos Aires, 1857)
fue un político y médico argentino de
larga trayectoria, hermano menor de Mariano Moreno y uno de los fundadores
del partido Federal de
la provincia de
Buenos Aires.
En 1806 y 1807, durante
las invasiones inglesas, luchó en las
milicias de la ciudad.
Apoyó
la Revolución de Mayo;
En 1811 acompañó
en misión diplomática a Gran Bretaña a Mariano, pero este murió en alta mar por
una intoxicación con un medicamento, mal administrado por el capitán del barco.
Al
llegar a Londres permaneció sin una misión
clara, aprovechando el tiempo en estudiar y escribir su Vida y Memorias
de Mariano Moreno. En ellas acusó a Cornelio Saavedra de haber hecho
envenenar a su hermano..
Regresó
a Buenos Aires en 1812 y
fue nombrado secretario del Segundo
Triunvirato, que estaba dominado por la Logia Lautaro, a la que se incorporó.
Durante las sesiones de la Asamblea del Año
XIII, defendió firmemente desde la prensa la forma republicana de
gobierno.
Más
tarde se unió al Partido Popular junto a Pedro José Agrelo y Manuel Dorrego en la oposición al Director Juan Martín de
Pueyrredón,
que lo desterró a los EEUU.
En
los EEUU en 1816, donde estudió medicina, graduándose en 1821 en la Universidad de
Maryland.
Regresó
a Buenos Aires ese año y de inmediato fue elegido legislador provincial por
el partido
federal. Revalidó su título de médico en la Universidad
de Buenos Aires, aunque nunca ejerció la medicina ni en los EEUU ni
en la Argentina.
Publicó
diversos escritos políticos en el periódico El Argos de
Buenos Aires y La Abeja, de ideas populares y
federales, donde también criticó con vehemencia la educación universitaria que
según él atrasaba en los conocimientos humanos.
En
1822 fue designado director de la Biblioteca
Nacional, y fue miembro y presidente de la Academia de Medicina,
editando un periódico de la misma Academia, en que defendió la importancia de
las asociaciones científicas.
Fundó
el departamento de medicina de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1823,
dictó la cátedra de Química de la Universidad, siendo el primero en dictar
clases públicas de esa disciplina en el país, hecho que le valió el mote de
"Don Óxido". En su laboratorio encendió cuatro lámparas a gas, algo
nunca visto en el país.
Se
opuso firmemente el gobierno de Bernardino
Rivadavia, y se asoció con Dorrego en la dirección de la oposición.
En
1827 al asumir Dorrego como gobernador fue su Ministro De Gobierno Y Relaciones
Exteriores y, por consiguiente, de toda la Confederación
Argentina.
Ibarra
estaba prevenido de las intenciones de asesinar a todos los jefes y
Gobernadores Federales, tramadas por los Unitarios y las logias masónicas
europeas para desmembrar el país, según avisó desde Londres nuestro embajador
Manuel Moreno.
En 1828 fue
enviado como embajador a Inglaterra, siendo reemplazado en el ministerio
por Tomás Guido, y
permaneció en el cargo durante los mandatos de los gobernadores Juan José Viamonte, Juan Manuel de
Rosas, Juan Ramón Balcarce y Manuel Vicente Maza.
Defendió en la prensa los derechos argentinos en las islas Malvinas, teniendo mucho éxito entre
los lectores, pero sin resultados prácticos.
Desempeñando sus funciones en Londres, en noviembre de 1833,
denunció un plan internacional de los unitarios en alianza con los españoles,
empeñados en recuperar sus antiguas colonias: "plan de sangre y de escándalo".
En 1835 pasó
como embajador a los Estados Unidos, pero sin dejar de ser embajador en
Inglaterra. Informó a Rosas la noticia del hallazgo en la Patagonia de carbón de piedra.
Desde 1838 volvió a Londres.
Urquiza
y Madariaga –Gobernador de Corrientes- firmaron el llamado ‘Tratado de
Alcaraz’, en el que se
intentaba un avenimiento entre las partes. Urquiza se movía en un terreno de
marcada ambigüedad.
En
tal sentido, el Tratado de alianza entre correntinos y entrerrianos se
formalizó el 15 de Agosto de 1846. Urquiza comenzaba a mostrar su juego y la
traición a su patria, y para tales fines pasaba del plano teórico al práctico…
Consecuentemente,
Tomás Guido, Felipe Arana, Pascual Echagüe se escandalizaban del acuerdo hecho
por Urquiza y lo señalaban como un renegado de su país, solicitándole a Rosas
que lo escarmiente. Tengamos presente que estamos en 1846 y todavía faltan 6
años para el golpe final que asestará Urquiza con su perjurio a la soberanía de
su patria.
La
famosa defección de Urquiza fue anticipada desde Londres por el ministro
plenipotenciario Manuel Moreno en su correspondencia diplomática del 4 de
Febrero de 1847. Pero aún Urquiza no estaba listo para dar el salto.
Regresó
en 1853 a Buenos Aires después de la batalla de Caseros,
que significó la caída de Rosas, pero no volvió a participar en política
partidaria. En sus últimos años organizó archivo diplomático, una importante
fuente de información histórica.
Digamos,
eso si y nobleza obliga que cuando Rosas marchaba hacia Gran Bretaña, el
sobrino de Manuel Moreno, Mariano Moreno (h) hijo de Mariano Moreno, le escribe
a su tío que estaba en aquellos lares para comentarle la suerte de las armas de
gobierno y el triunfo de Urquiza.
Comenta
MARTÍ, que al saber el embajador Moreno del triunfo de Urquiza, previsoramente
le dice a su sobrino en carta del día 8 de Abril "Dios te protege como
protege siempre al que padece injustamente: porque cuando me escribías (...)
bajo la ansiedad que te inspiraba la cercanía de las tropas de Urquiza a los
atrincheramientos de Rosas en los Santos Lugares y esperabas la decisión de
este negocio, hacía tres días que las puertas de la patria se abrían para
recibirte después de un destierro de 13 años y que el opresor injusto corría a
la mar en un buque extranjero en busca de asilo"
Claro,
ambos, tío y sobrino no comulgaban con las mismas ideas políticas: el sobrino
de Manuel Moreno se había exiliado en Montevideo durante el „rosismo‘ para
pelear contra el gobierno de la Confederación, ya que era uno de los más
fervientes Unitarios que luchaban contra Rosas.
Ahora
bien, véase como con los nuevos aires políticos ya Manuel Moreno en la carta
dice que su sobrino „padece injustamente‘ por culpa del „opresor
injusto‘ –o sea, Rosas.
Este
eximio funcionario y diplomático de la Confederación Argentina que durante
décadas defendió los intereses de la nación en tierras extrañas bajo el
gobierno de sus país dirigido por el Brg.Gral.Rosas, no tuvo empacho, dadas las
circunstancias, de imputarle a su propio gobierno recién vencido que su sobrino
„padecía injustamente‟ el destierro –recordar que el susodicho Mariano Moreno
(h) combatía a su propio país para derrocar al legal gobierno de Rosas-y que
Rosas, a tenor de sus palabras, era un „opresor injusto‟.
Esto
es, para Manuel Moreno, funcionario durante añares del gobierno de su país,
derrocado hacía horas por un gobierno extranjero –Brasil- coaligado con los
Unitarios traidores a su tierra, ahora con los resultados de la lucha a la
vista, ese gobierno nacional pasaba a ser „opresor injusto‘. Es difícil
de creer y más de digerir. 167
Ayer
como hoy, hubo siempre quienes vivieron al calor del poder y cuando éste dejaba
de existir, se acomodaban sin vergüenza alguna a los nuevos poderes de turno,
borrando de un plumazo y sin incomodarse, cualquier vestigio de sus ideas y
comportamientos políticos anteriores
Murió
en Buenos Aires el 28 de Diciembre de 1857
HASTA AQUÍ Nº 45 REUNIÓN
(MANUEL DE SARRATEA)
Nacido porteño de hijos españoles, de una
familia acomodada – o sea un español americano como se decía en esa época-
Manuel de Sarratea recibió la mejor educación de la época en Madrid.
Participó
de la Revolución de Mayo de 1810 y por consejo del Dr. Belgrano fue embajador
ante Lord Strangford en Río de Janeiro, donde tuvo poco éxito. Al ser disuelta
la Primera Junta, formó parte del gobierno que la sucedió, el llamado Primer
Triunvirato.
En 1811, integró el primer Triunvirato, junto a Feliciano Chiclana y Juan José Paso. Ejerció como general en jefe en el segundo sitio de Montevideo, enviado por el
triunvirato para anular la preponderancia del general José Gervasio Artigas.
Luego,
en 1812, siendo Triunviro, quiso quitarle tropas a Artigas y como no lo logró
lo declaró traidor.
Manuel
de Sarratea era uno de los más antiguos e irreconciliables enemigos de José
Gervasio de Artigas.
Manuel de Sarratea siempre trabajó desde el fondo
de la escena, manejando los hilos de la trama. Su habilidad le permitió ser
figura consular, diplomática, tratar de conciliar posiciones con España, con
los caudillos y finalmente ser diplomático de Rosas. Era el hombre tras
bambalinas.
Entre sus acertadas disposiciones de gobierno
merece señalarse la que decretó el uso y reconocimiento por las tropas de la
patria de la escarapela compuesta por los dos colores blanco y azul celeste,
que fue declarada nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
aboliendo la roja anterior.
Posadas,
luego, lo envía en misión diplomática a España. Allí ofreció al Rey la sumisión de las Provincias Unidas del Río
de la Plata a la corona española bajo una cierta autonomía.
Al respecto, pidió la intervención de
Inglaterra para que mediara puesto que se tenía temor en nuestras tierras que,
al volver al trono el Rey de España Fernando VII luego de la derrota de Napoleón,
volviese con sus tropas a vengarse en tierras americanas del hecho de intentar
independizarse sus colonias
Cuando Sarratea estuvo en España se encontró con otros dos
embajadores, Belgrano y Rivadavia, a quienes convenció de una idea: coronar
como rey del Río de la Plata a un hermano de Fernando VII, Francisco de Paula de Borbón,
con el aval de su padre, Carlos
IV.
Las negociaciones llegaron bastante lejos, e incluso
redactaron un proyecto de constitución monárquica; como el mismo príncipe se
negó, planearon secuestrarlo para coronarlo en Buenos Aires. Sarratea fue
tratado como representante de un grupo de rebeldes, tuvo que huir y todo quedó
en la nada.
Sarratea apoyó a López y Ramírez en su campaña contra los
porteños.
Después de la batalla de Cepeda en el que
los caudillos vencieron a Rondeau, se unió al ejército Federal dirigido
por Estanislao Lopez y Francisco Ramírez.
El 16 de febrero de 1820, cuando la anarquía y la guerra civil
cundían en todas las provincias, Sarratea fue elegido gobernador de la
provincia de Buenos Aires.
Pero días antes de la firma del Tratado los portugueses habían
caído sobre el raleado ejército artiguista en Tacuarembó y
acuchillado a mansalva a sus hombres sin darles tiempo ni a enfrenar los
caballos.
Encima sus leales jefes como Rivera y Ortogués se pasan para el
lado de los portueses invasores seducidos por premios y honores.
Sus aliados, López y
Ramírez, enterados de la catástrofe sufrida por el Protector de los Pueblos
Libres, fueron enredados por Sarratea que, sabedor de la pobreza a que el
autoritarismo porteño había sumido a las provincias bajo su mando y, como
siniestra paradoja sacando provecho de
ello, les ofreció el oro y el moro para que consolidasen su poder en sus territorios,
aval que Artigas nunca podría ofrecerles desde la debilidad de su posición. Con
promesas de respeto y no agresión recíprocas se firmó el tratado apenas un día
después de iniciadas las deliberaciones,
Asi, se firmó el Tratado del
Pilar el 23 de febrero de 1820, entre Manuel de Sarratea (electo como
gobernador provisorio de la Provincia de Buenos Aires) y dos de los
gobernadores de la Liga Federal: Estanislao López (Provincia de Santa Fe) y
Francisco Ramírez (Provincia de Entre Ríos).
Proclamaba la unidad nacional, la navegación de los ríos
interiores solo para las provincias que tocaban sus orillas y
el sistema federal (que era procurado por José Gervasio de
Artigas al que se ofreció la reintegración
a la gran familia argentina pero nada se decía de seguir la lucha contra los
luso-brasileños lo que provocó la guerra entre Artigas contra Ramírez y López a
los que acusó de traición).
Pero el Tratado no
lograron una paz definitiva.
Artigas le echa en cara a Ramírez y López el haberlo dejado solo
frente al Imperio y no atacar –justamente- al Imperio para liberar la Banda
Oriental. Comienza la lucha entre los viejos socios.
Artigas derrotado huye al Paraguay para siempre, para
tranquilidad del Imperio de los Braganza en el Brasil que temía con fundamento
que el 1er.Federal y Republicano soliviantara a los riograndenses que
intentaban con sus políticas republicanas y antiesclavistas, separarse del
Imperio.
Ramírez se dirigía a Sarratea el 13 de marzo,
reclamando humildemente los “auxilios” que en virtud del acuerdo secreto
firmado al mismo tiempo que el Tratado del Pilar, debía proporcionar la
burguesía porteña al incorruptible a Ramirez.
Una revolución popular destituyó del poder a Sarratea pues los
porteños no vieron con agrado lo resuelto en dicho Tratado.
Pasó a Entre Ríos, donde se radicó hasta que Rivadavia lo designó
ministro. Siendo
presidente Rivadavia- del cual era
amigo- lo envió en en 1826 a
desempeñar distintas misiones diplomáticas a Inglaterra. En Londres apoyó la
política inglesa de apoyar la separación de la Banda Oriental de las demás
provincias argentinas, cosa que se logró a mediados de 1828.
Curiosamente Dorrego y luego Rosas lo
mantuvieron en su puesto. Este último lo nombró embajador en Rio de Janeiro y
luego en Francia.
Recordemos
que este 1er.Gobierno de Rosas tuvo un perfil ecuménico, moderado. Intentó
formar un gobierno con funcionarios eclécticos.
Algunos
de ellos, Unitarios que venían de la Administración de Lavalle y que
permanecieron en sus cargos como Manuel García.
También Carlos María de Alvear y Sarratea, que se declaraba Federal pero
por conveniencia y que formalizó un tratado con el Virrey De Elío por el que
cedía la Banda Oriental éste.
Vicente
López y Planes (al que adhiere Tomas M. de Anchorena) atribuye a Sarratea “procedimientos desparpajados y moralidad
poco seguras” además de “viveza
pervertida”, “principios morales poco
delicados”, “extraña mezcla de buen carácter y de cinismo, de habilidad y
desvergüenza”.
“Movido siempre por una incorregible afición a las tretas
y manejos embrollados, no era tan malo que pudiera ser tenido por un malvado de
talla para despotizar por la fuerza y por la sangre, ni por peligroso siquiera
fuera de los enjuagues y escamoteos que lo hacían despreciable más bien que
perverso”.
“Cortesano y
trivial, de una movilidad perlática en sus ideas, intrigante por el solo gusto
de serlo, sin respeto por los principios ni por los compromisos, mansísimo y
dúctil en el fondo, medio saltimbanqui, medio caballero de alcurnia, con
modales elegantes y sueltos, delicados pero sin dignidad, a todo estaba pronto
con tal de hacer figura notable entre grandes, fuese para lo que fuese.
“Sarratea
no era un hombre perverso. No era capaz de crímenes sombríos ni de meditar
actos de usurpación. No tenía audacia
para lo uno, ni autoridad moral para lo otro. No era otra cosa que un
noblecillo corrompido, un político de comedia, un “cínico” como ahora se diría,
pero de buena sociedad, de exquisita educación y buena estirpe.
“A
diferencia de un gran número de otros cínicos que son tontos a la vez que
groseros, y que se dejan engañar, Sarratea era de los cínicos que engañan, pero
que no se dejan engañar, y este era el único talento culminante que hacía
resaltar con sus exquisitos modales y con la chispeante agilidad de sus
movimientos y de su conversación”
Otros autores lo consideran un viejo malabarista
político, hábil cambiador de juegos, sin partido tomado, sibarita, mujeriego y
derrochador, anglófilo por principio, que gozaba de una reputación bastante
mala en lo tocante a su moralidad; disipó una fortuna considerable; tenía el
espíritu muy venal, y parece que se ha dejado seducir por las sumas que sin
duda le ofreció Inglaterra, que ha podido apreciarlo bajo todos los aspectos.
Fue un hábil diplomático para horadar la sociedad
entre Inglaterra y Francia y lograr asi, junto al embajador Manuel Moreno en
Inglaterra, separarlos en sus intereses comunes y llegar a los acuerdos
firmados por Arana en representación de la Confederación Argentina.
El Deán Funes escribió que tenía “un aire de buena fe que
engañaba a los más prevenidos”.
Aunque
Rosas lo tenía en estima. “La muerte de Sarratea -escribió De
Angelis al general Guido, el 27 de enero de 1850- nos pone en embarazos”
seguramente por haber dejado en desamparo a la política rosista en Europa,
quien era considerado como un verdadero puntal. El “Courrier du Havre” en su artículo
del 13 de mayo de 1850, decía que “Había algo de Talleyrand en ese ministro
ilustre.
Nada más fino que su buen
gusto, más ingenioso que su conversación jovial y más distinguida que sus
maneras. Instruido en las Ciencias Exactas, notable por la extensión y variedad
de sus conocimientos, tanto hablaba de agricultura, como de Bellas Artes y
Letras.
Pero sobre todo lo
distinguió su talento y su buen ojo diplomático. En su difícil posición, sus
comunicaciones con el Ministerio de Negocios Extranjeros fueron un modelo de
patriotismo y ponderación, dictados con un estilo exquisito y que hacen honor a
la ciencia de la diplomacia. Es de esperar que su gobierno las publique”..
Jacinto R. Yaben, dice que “fue
un patriota sincero y un digno ciudadano que tras el balance de sus servicios
prestados al país le resulta por demás favorable”
Podemos
decir de Sarratea que era un personaje inclasificable según muchos historiadores y en base a documentación,
Fue un político consumado, acomodaticio como
muchos diplomáticos, uno de esos personajes que huelen los vientos y conocen
las mareas de los tiempos. Su accionar creó las discordias que llevaron a la
separación de la Banda Oriental, pero también evitó un innecesario
derramamiento de sangre cuando los caudillos artiguistas amenazaron Buenos Aires. Trató por todos los medios de
imponer una monarquía y cuando cambiaron los tiempos se sumó al federalismo.
Muere
en Francia como embajador del Gobierno de Rosas en Septiembre 1849.
HASTA AQUÍ Nº 46 REUNIÓN
(CARLOS MARÍA DE ALVEAR).
Carlos
María de Alvear nacido como Carlos Antonio (Algunos autores atribuyen
a la violenta muerte de su madre el que llevara su nombre –María– en su honor).
Y
nació en las Misiones Orientales, Virreinato del Río de la Plata,
25 de octubre de 1789 (Actualmente Santo Ángelo en
territorio anexado a Río Grande del Sur tras la conquista portuguesa de
1801).
Yendo
con sus padres hacia España en 1804 fueron abordados por un barco inglés que
mató a a su madre y sus 6 hermanos.
Esto
motivó la declaración de guerra de España al Reino Unido el 14 de diciembre de
1804 y fue antesala de la Batalla De Trafalgar
Fue
un militar, político y diplomático argentino de
larga trayectoria que ejerció el Directorio de
las Provincias Unidas del Río de la Plata durante
tres meses en 1815.
Alvear fue uno de los pocos oficiales de
carrera en participar de la Guerra de Independencia
Hispanoamericana por el bando revolucionario
Regresó
a Buenos Aires en marzo de 1812 en la fragata británica George
Canning, en el mismo barco en que viajaban San Martín, José Matías Zapiola, Martiniano Chilavert (niño aún, que
viajaba con su padre Francisco Chilavert)
Fue
quien presentó a San Martín en la sociedad porteña y
también su padrino de casamiento (asi le pagó su gesto volviéndose enemigos)
Para
lograr tal fin encabezó con San Martín la revolución del 8 de octubre de 1812,
que reemplazó al Primer Triunvirato por el Segundo y que convocó
a la Asamblea del año XIII. Organizó las
elecciones de los representantes porteños y de las provinciasn. 3
y fue el primer presidente de dicha Asamblea.
Ambicionando
el poder político y basándose en el centralismo que había existido en el
antiguo virreinato, logró que la Asamblea General creara el Directorio a
cargo de un Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, para el cual
hizo elegir a su tío Gervasio Antonio de Posadas (primo de
su madre)
La
Logia se dividió entre los partidarios de San Martín y los de Alvear, por lo
que este -con mayor influencia política- lo alejó del poder poniéndolo al mando
del Ejército del
Norte.
El
director Supremo, Posadas, nombró a su sobrino Carlos María de Alvear
comandante del ejército que sitiaba a los realistas en Montevideo, reemplazando
a José Rondeau, pero no asumió el mando de este
ejército sino después de la victoria naval de Brown frente a Montevideo, por lo
que su actuación militar fue muy breve pero exitosa.
La
victoria no dio todos los resultados positivos que se esperaban de ella por las
crecientes disidencias del gobierno central con José Gervasio Artigas, el líder de los
revolucionarios orientales: este reclamó que la ciudad de
Montevideo le fuera entregada a los orientales. Alvear llamó a Artigas a
negociar su entrega, pero Artigas, fue traicionado por Alvear.
Los diputados orientales concurrieron a la Asamblea del año XIII,
pero no se les permitió la entrada lo que agravó aun más la situación de
enemistad entre los orientales y los directoriales,
llegando al extremo que el Directorio puso precio a la cabeza de Artigas,
declarándolo como un bandido.
Al
ver que no era obedecido, el director Supremo Posadas renunció; en su lugar, la
Asamblea nombró Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Carlos
María de Alvear para que cumpliera el resto de su mandato. Lo fue de Enero a
Abril de 1815, teniendo entre sus funcionarios mas cercanos a Manuel J. García
y a Gregorio García de Tagle, el que será Ministro o funcionario de todos los
miembros de los distintos Directores del Directorio, a lo largo de los años.
Envía
a Manuel García al Brasil en enero de 1815 como Embajador, cuyo actuación fue
de una entrega de nuestra patria en términos ominosos y absolutos.
Alvear
fue el promotor de los intereses británicos a través de los portugueses
El
nuevo Director tenía solo 25 años y su breve gobierno fue calificado por muchos
como una verdadera dictadura. Entre los que le objetaban se hallaba el entonces
gobernador de Cuyo,
José de San Martín.
Alvear gobernó rodeado de su propia facción,
sostenido solo por la logia secreta a la que pertenecía y los oficiales adeptos
del ejército. Organizó una red de espionaje y arrestó sin juicio a sus
opositores e implantó una severa censura de prensa. Ante una posible
conspiración, sin juicio, ordenó ejecutar a un capitán de ejército y colgarlo
en la Plaza de Mayo.
Le
manda –a través de su representante en Rio de Janeiro Manuel J. García- dos
cartas a Lord Strangford (embajador
británico en Rio) y otra al Vizconde de Castlereagh (Ministro de RREE ingles)
"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver
de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no
está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano
exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite
en los horrores de la anarquía… En estas circunstancias solamente la generosa
Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tanto males, acogiendo en sus
brazos á estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con
el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción
del país, á que están dispuestos antes que volver á la antigua servidumbre, y
esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa. Yo no
dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra de honor, que éste es el voto y objeto
de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la
opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que
obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir con la autoridad y el poder
a la realización de esta medida toda vez que se acepte para la Gran Bretaña.
Sin entrar en los arcanos de la Política del Gabinete Inglés, yo he llegado a
persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en la ejecución."
"Estas provincias desean pertenecer a Gran
Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo
poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe
del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para
librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los
momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe
plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su
beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus
avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la
ejecución…" "Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los
habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos
generosos... . Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de 1815. Carlos de
Alvear. "
Estas
cartas se las hace saber Manuel J. García (quizás uno de los más desembozados
representantes ingleses en estas tierras) a Sarratea el 5 de Febrero de 1816.
Solo
vergüenza y asco nos produce leer semejante entrega.
Ahora
bien, ¿Quién fue Manuel J. García?
Fue
toda su vida un liberal burócrata acomodaticio según los vientos de la
historia, al igual que Alvear.
Embajador
en Rio de Janeiro entre 1815 Y 1820.
Fue
partícipe de oposición enconada a Artigas, Apoyó la intervención española en
nuestras tierras con tal de acabar con Artigas y a la misma vez, la de los
Luso-brasileños (aunque prefería confidencialmente, la de estos últimos). Y asi
como entregaba su patria a los ingleses, no dejaba de buscar apoyo, por las
dudas, con los españoles (año 1815).
En
dicho año, les escribe el 23 de Agosto de 1815 una carta al Rey de España,
estando exiliado en Rio de Janeiro, donde prácticamente pide perdón por haber
luchado contra España y que sería conveniente que estas tierras volviesen al
poder de España:
“Es muy deplorable aun ‘español’ [sic] que ha nacido con honor y que procur6
acreditarlo entre los gloriosos defensores de la Nacion, presentarse ahora a
vindicar su conducta en actitud de delincuente y con las sombras de rebelde o
enemigo del Rey. Yo me habría ido lejos de los hombres a ocultar mi vergüenza
si no conservase una esperanza de hacer disculpables mis procedimientos o si
conociera menos de la clemencia del Soberano y la indulgencia de sus ministro”
Y
dice que ocupó el puesto de Director Supremo para “aventurarse a un paso decisivo que pusiese término a esta ‘maldita
revolución’ [sic] pero había quienes
no querían que el país volviese a su ‘antigua tranquilidad’ [sic]. Y por eso he
caído, por eso he sido víctima, porque mi decidido conato ha sido volver a
‘estos países’ (sic) a la ‘dominación de un Soberano’ (sic) que solamente puede hacernos felices”.
Pero el rey no le contestó.
Aunque
parezca mentira, Alvear se declara ‘español’,
que la Revolución de Mayo fue una ‘maldita
revolución’, se refiere a su patria como ‘estos países’ a los cuales ruega para que vuelvan a la ‘dominación de un soberano` para ser
felices.
Un
horror su genuflexión y ese es uno de los próceres que vemos alabado su
apellido a diario en calles, monumentos, ciudades.
Y si
su bajeza de entrega no prosperaba con los españoles, siempre estaba
Inglaterra.
Quería
la entrega de la Banda Oriental y las Provincias Unidas a Inglaterra, para que
ésta tuviera un protectorado en nuestras tierras y, de este modo, sacarse de
encima a Artígas a quien aborrecía.
Cuando
Alvear le da cartas a García (embajador en Rio de Janeiro) para que éste se las
diera a Lord Strangford y a Castelright,
en la cual Alvear rogaba que Inglaterra ocupara las Provincias Unidas
para que seamos una colonia inglesa y así acabar con Artigas y el Federalismo,
finalmente García, finalmente duda y no les da las cartas, sólo se las leyó a
los ingleses diplomáticos y pidió una mediación entre las Provincias Unidas y
España.
Fue
ministro de Gobierno de 1820 a 1826 de Martín Rodriguez y Gregorio Las Heras
Fue
en misión especial al Brasil en 1827 enviado por Rivadavia
Fue
Ministro de Hacienda de Rosas en su primer gobierno entre 1829 a 1834
El
sentido de estas cartas (leídas por los ingleses pero no entregadas por García)
muestra la intención de Alvear de solicitar un protectorado británico para las
Provincias del Río de la Plata. Estas cartas pueden ser consideradas como un
gesto de traición a la patria, si a ella se la entiende como una nación
independiente de toda dominación extranjera y no solamente de la corona
española
La
Banda Oriental, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y las provincias de
Cuyo manifestaron su disconformidad con Alvear, al que le endilgaban
representar al centralismo porteño.
Dado
que el peor enemigo para la causa del centralismo porteño
era Artigas, que dominaba la campaña de la Banda Oriental y la Mesopotamia.
Envió al almirante Brown a proponerle a Artigas, a cambio de la retirada de
este de las provincias del litoral, la independencia de toda la Banda Oriental,
como si fuera este pequeño designio el que llevaba el Jefe de los
Orientales. El ofrecimiento fue altivamente rechazado.
Álvarez
Thomas jefe de la vanguardia Alvearista, ante la rebelión de todos sus
oficiales y tropa debió retrotraerse y volverse - (Motín
de Fontezuelas- Abril 1815).
No
sabemos bien si Álvarez Thomas lo hizo a su gusto, aunque entendemos que no,
habida cuenta de sus posteriores acciones pergeñadas en conjunto con Nicolás
Herrera, González Balcarce, Manuel J. García y Gregorio Tagle en pos de
impulsar la conquista de la Banda Oriental por parte de los portugueses
aplastando a Artigas y con la idea posterior de que el Imperio de los Braganza
se apoderaran y colonizaran toda las Provincias Unidas extendiéndose el Imperio
hasta los confines de nuestra patria, todo ello acordado secretamente con el
gabinete lusitano y todo mencionado debidamente documentado (años 1815 y 1816).
Pero
en su momento la acción de Álvarez Thomas en Fontezuela es apoyada por San
Martín y Soler. San Martín se alegra de la caída de Alvear que era quien había
intentado reemplazar al Libertador de su cargo de Gobernador de Cuyo.
En
efecto, San Martín y Artigas eran sus enemigos principales. Ambos repudiaban
las actitudes de Alvear y nunca le brindaron su confianza.
“Debemos sacarnos de encima a San Martín,
hombre enemigo del centralismo'" decía Alvear por 1815.
Recordemos
que –según San Martin- Alvear, Perdriel y Manuel J. García quisieron
asesinarlo.
En
tal sentido San Martín le escribe una carta a García en la que le imputa ello: “Usted ha atacado mi reputación, usted me ha
puesto a este pueblo y a mí, en los mayores compromisos, usted me ha faltado a
su palabra y bajo este sagrado fugó usted del destino en que mi excesiva
condescendencia lo había puesto, para buscar modo de abatirme, y esto lo tengo
probado: pidió 15 o 20 asesinos al general Alvear para quitarme la vida”.
San
Martin, concordando con el pensamiento Federal de Artigas, dispuso una misa de
‘Acción de Gracias’ por la caída de Alvear.
HASTA AQUÍ Nº 47 HASTA AQUÍ Nº 47 REUNIÓN
Entonces
Alvear debió renunciar a su cargo solo tres meses después de haberlo asumido y
refugiarse en una fragata de guerra británica. Se dirigió a Brasil.
Sus partidarios, incluido Posadas, fueron arrestados. Junto con su Directorio
cayó también la Asamblea del Año XIII. El Cabildo nombra a Rondeau.
Digamos
que en 1817 se produjo la invasión luso-brasileña a la
Provincia Oriental que tomó la ciudad de Montevideo. El pueblo oriental
—dirigido por Artigas— logró mantener a los invasores limitados al control de
la ciudad. Alvear se instaló en la ciudad ocupada de Montevideo en mayo de
1818, luego de casi tres años de exilio en Río de Janeiro.
En
los albores de 1820 se produce la Batalla de Cepeda entre Estanislao Lopez y
Francisco Ramírez contra Rondeau. Alvear
se une –curiosamente a los caudillos- pues intentaba derrocar a Rondeau y
ocupar su lugar.
Así
fue, cae el Directorio.
Comienza
la Anarquía del año XX, se suceden luchas y Alvear con apoyo de Sarratea
combaten contra Soler al que vencen pero al tiempo Sarratea se vuelve contra
Alvear y libera a Soler. Al tiempo Soler se vuelve contra su liberador
Sarratea.
Alvear
se va de la ciudad y busca refugio con Ramírez y López.
Estos
luchan contra Soler al que vencen. El Cabildo de Buenos Aires nombre Gobernador
a Manuel Dorrego.
Estando
en Inglaterra en misión oficial, Alvear logra que Inglaterra reconozca la
independencia de las Provincias Unidas, habida cuenta de las expresiones
filo-inglesas de Alvear.
En
1824 y luego del triunfo definitivo de Bolívar contra los españoles, Alvear fue
convocado para cumplir una delicada misión diplomática ante Bolívar, el
objetivo oficial era felicitar al Libertador por
sus recientes triunfos, negociar la devolución de la provincia de Tarija y
lograr una alianza frente a la inminente guerra contra el Imperio del Brasil
por la Banda Oriental.
Bolívar
aceptara la propuesta del doctor Díaz Vélez y el 17 de noviembre de ese año
ordenara al mariscal Antonio José de Sucre, flamante primer
presidente de Bolivia, la devolución de Tarija contra su voluntad.
No
obstante, la misión no tuvo el efecto buscado: tras un breve período de
subordinación a las Provincias Unidas, el 26 de agosto de 1826 Tarija se
incorporó a Bolivia
En
respuesta a la anexión boliviana, el Congreso Constituyente de la Argentina,
sancionó la ley del 30 de noviembre de 1826 por la que declaró a Tarija y su
territorio adyacente como una provincia argentina, separada de la de Salta.
Paralelamente,
Alvear y Díaz Vélez presionaron a Bolívar para que interviniera en el conflicto
que se avecinaba por la Banda
Oriental.
Pero
el venezolano se negaba a involucrarse, a pesar de que personalmente se sentía
atraído por una causa que prometía agregar más laureles a su corona. (Aunque
Sucre sí quería combatir contra los Imperiales)
Bolívar
enfrentaba presiones del Reino Unido, a quien debía gran parte de su éxito y su
gloria. El Libertador sabía que George Canning se oponía a que interviniera en
la guerra que se avecinaba, y la inminente mediación británica y el interés de
la corona británica por evitar un conflicto sugerían que la guerra no tendría
lugar. Luego de que Bolívar partiera rumbo a Lima, Alvear decidió
regresar a Buenos Aires. En su ausencia, en Buenos Aires el Congreso General había elegido
presidente a Bernardino Rivadavia, que al regreso de Alvear lo nombró ministro
de Guerra y Marina. Poco después y frente a la decisión del pueblo oriental de
incorporarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Imperio del Brasil
declaró la guerra a la Argentina.
Rivadavia
lo nombra como comandante en jefe del ejército a mediados
de 1826.
Desde
el Ministerio de Guerra se dedicó a mejorar el estado y la organización del
ejército. A fines de marzo de 1826 las tropas contaban con dos mil ochocientas
plazas, en su mayoría reclutas. A estas fuerzas se sumaban cerca de 2500
milicias irregulares al mando del caudillo oriental Juan Antonio Lavalleja.
A su
favor tenía cierta experiencia diplomática, que le hubiera permitido tener una
visión amplia del problema político-diplomático, pero su experiencia en Río de
Janeiro y Montevideo lo hacían más que sospechoso de pretender alcanzar
objetivos políticos que nada tenían que ver con su misión. Sus enemigos dentro
y fuera del ejército, que no eran pocos, temían “el poder militar que podría
crearse” Alvear si lograba una victoria.
Al
parecer, el gobierno no tenía interés en concentrar sus fuerzas para recuperar
la Provincia Oriental; este objetivo era deseable
—dentro de ciertos límites, ya que incluía reincorporar el puerto de
Montevideo, rival del de Buenos Aires— pero no indispensable. El objetivo
central era, solamente, lograr la paz en condiciones favorables.
En
la batalla de Ituzaingó conjuntamente
con Oribe, Chilavert, Lavalleja y Lucio N. Mansilla, se obtuvo la más
importante victoria de la guerra, el 20 de febrero de 1827.
Luego
de la batalla de Ituzaingó el ejército argentino tenía sus tropas famélicas,
sin pago de sus salarios, desordenada su contabilidad, graves abusos de sus
tropas, indisciplina de la soldadesca, robo de ganado, etc.
Dorrego
imputó todo eso y la mala conducción militar a Alvear.
Sin
embargo Lucio V. Mansilla propuso la erección de un monumento al mismo, pero
distintos políticos y militares se opusieron pues consideraban que el
triunfo argentino correspondía
exclusivamente a sus oficiales. Que Alvear no tenía condiciones de estratégicas
algunas. Que Alvear cometió un cúmulo de errores.
Casi
todos los militares –aquellos que en el futuro iban a enrolarse en el Partido
Unitario o Federal- coincidían en que Alvear, a aparte de ser soberbio,
irritable y presuntuoso, carecía de capacidad militar, de una supina ignorancia
en lo que correspondiese a la ciencia militar. Así lo veían Brandsen, Pacheco,
Paz, Lavalle, Lavalleja, Chilavert, Olazábal, Olavarría, sea antes, durante y
después de la batalla mencionada. Nunca, ni antes ni después, tantos oficiales
de prestigio coincidieron en la falta de conducta e incapacidad absoluta de
Alvear para capitanear el poderoso Ejército argentino. Uno de esos errores por
su tozudez e ignorancia llevó a la muerte a Brandsen sacrificándolo en un
episodio bélico que previsiblemente se sabía iba a fracasar.
La
inexplicable conducta de Alvear que luego de vencer el ejército argentino al
Brasil en la contienda al no perseguirlos hizo que el triunfo fuese estéril,
recuperándose al tiempo el Imperio ocupando nuevamente las posiciones de San
Gabriel y Bagé.
De
tal modo, Alvear no pudo perseguir al enemigo y la victoria no significó la
destrucción del ejército brasileño, aunque este se desbandó y sufrió
importantes bajas pero el avance ya no podía continuar.
Falto
de apoyo desde Buenos Aires, cuyo gobierno, el de Rivadavia, prefería
concentrarse en enfrentar a los caudillos y gobernadores del interior —quienes
no mostraron interés en apoyar al ejército porteño y no ayudaron en el envío de
tropas y pertrechos— debió retroceder y dejar su ejército en posición
defensiva.
En
Junio de 1827 renunció y se retiró a Buenos Aires, dejando al general José María Paz y a Lavalleja al mando
interinamente.
Paz,
Lavalleja e Iriarte, declararon que la responsabilidad de la victoria de
Ituzaingó fue de sus subordinados, y acusaron a Alvear de inacción por no haber
intentado perseguir a los vencidos y destruir su ejército y buscado la derrota
destruyendo su armamento.
Pero
como estrategia general fue un fracaso: la victoria republicana de Ituzaingó
fue una humillación para el ejército imperial pero no logró favorecer la
posición argentina en la negociación: Manuel José García terminó cediendo todo.
La Convención Preliminar de Paz de 1827
firmada por García en Río de Janeiro,
asestó un golpe mortal a la presidencia de Rivadavia, quien se vio
forzado a renunciar.
El
Congreso Nacional y la Presidencia fueron disueltas y a los escasos días,
Agosto de 1827, Manuel Dorrego asumió el poder como gobernador de Buenos Aires.
A
los pocos días, y ante las pruebas y el vituperio general el nuevo gobernador
de Buenos Aires tuvo que desterrar a Alvear por sus errores estratégicos y
tácticos en la conducción de nuestro ejército.
Hasta
el propio Lord Ponsonby dice de Alvear que
“tanto como soldado y como hombre es inferior al desdén”.
En
definitiva, prevalecieron los intereses del Reino Unido, y de los
‘oligarquilogistas’, (como los denominaba Dorrego), que hábilmente fomentaban la
división en la Cuenca del Plata. El objetivo era la creación
de un “estado tapón” que pudiera servir de base a los intereses británicos y
garantizar la navegación del río de la Plata como aguas
internacionales.
Presionado
por la diplomacia británica y la banca controlada por comerciantes británicos
Dorrego ratificó la “Convención Preliminar de Paz” de 1828,
Tratado aciago que, en definitiva, declaró la independencia del Estado Oriental del Uruguay.
Durante
la guerra civil entre Juan Manuel de Rosas y el general Lavalle,
este lo nombró ministro de guerra y marina.
En
1832, el gobernador Rosas lo nombró ministro plenipotenciario en Estados Unidos de América para
resolver un conflicto originado en las Islas
Malvinas. Pero su mala salud y un cambio de gobierno dejaron este
nombramiento en suspenso.
En
1835, Rosas reasumió el gobierno con la suma del poder público y
las facultades extraordinarias iniciando una política de persecución
a sus opositores.
Alvear
entonces estableció contacto con el mariscal Andrés de Santa Cruz, presidente de
la Confederación Perú-Boliviana, para
solicitar su ayuda para derrocarlo. Esta conspiración fue descubierta por
Rosas, que optó por deshacerse de Alvear nombrándolo embajador en Estados
Unidos. La aceptación de este nombramiento por parte de Alvear fue considerada
como una traición por los unitarios emigrados en Montevideo, como Lavalle, Paz,
Iriarte, Mitre y Varela.
Desde
el punto de vista civil, prohombres que estuvieron al lado de J.M. tenían un
pensamiento Unitario, por lo menos al comienzo del gobierno de Rosas, como J.
R. Balcarce y Tomás Guido.
Pero
también confiaba en los conocimientos diplomáticos del Gral. Carlos María de
Alvear, pero este hombre tenía una personalidad acomodaticia, intrigante y si
bien se había vuelto uno de los jefes del unitarismo, pronto y viendo el cariz
que tomaban los hechos históricos, se acercó a Rosas al comienzo de su mandato.
Éste,
conociendo su capacidad pero también su perfil oblicuo, de alguna manera, se lo sacó de encima‟ físicamente y lo envió
como representante diplomático a los EE.UU. Costumbre que se repite todavía en
estos tiempos.
Rosas
no dejaba de conocer la catadura de los funcionarios de su gobierno. Conocía
las habilidades diplomáticas de varios de ellos y estas serían útiles a su país
en tanto y en cuanto fueran dirigidas sus acciones por el propio Restaurador
que como era habitual en él, era puntilloso y cuidadoso en las ordenes que daba
a sus subalternos, a los cuales vigilaba para que cumplieran su cometido, entre
ellos y más que a nadie, a Carlos María de Alvear
Alvear
partió hacia Estados Unidos a principios de 1838, cuando comenzaba el bloqueo francés al Río de la Plata.
HASTA AQUÍ Nº 47 HASTA AQUÍ Nº 48 REUNIÓN
Alvear
era promotor de los intereses de Gran Bretaña en Sudamérica durante las
primeras tres décadas del siglo XIX, por medio de sus aliados portugueses.
Pero
luego, ya como embajador, defendió la postura adoptada por Rosas frente a las
disputas con Francia y el Reino Unido, contradiciendo lo dicho por él
en cartas a los diplomáticos ingleses en el sentido de que las Provincias
Unidas debían pertenecer al Imperio Ingles. Dicha contradicción la hace notar
Mitre que lo descalifica como patriota.
Permaneció
como ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina en Estados Unidos
hasta después de la caída de Rosas.
Luis
Alberto Herrera se extraña de la actitud
de Rosas respecto a Alvear, cuando accede al poder, enviándolo como
representante diplomático a los Estados Unidos de América: “Rosas, considerando a Alvear, y un doble
agente, en vez de desterrarlo o condenarlo a muerte, lo mandó en misión
diplomática a Estados Unidos, en 1838. […] Su familia quedó en Buenos Aires de
rehén, dejando Rosas que lo acompañara solamente uno de sus hijos. Nunca más
volvió a ver a su familia., ni nunca más volvió o su patria”.
Lo
que se extraña Herrera tiene fácil explicación: Rosas pudo vislumbrar la
influencia peligrosa que era Alvear para los destinos de nuestra soberanía y lo
envió bien lejos de nuestro territorio...casi un destierro…
Carlos
María de Alvear fue una figura sinuosa en la política nacional, adaptándose sin
mayores problemas, a los gobiernos de turno tanto en la época de Rosas como en
las sucesivas, quedando siempre „bien parado‟ con quien fuese.
Luego
de Caseros, cuando cae Rosas, quiso congraciarse con Urquiza pidiéndole
continuar en el cargo - lo cual Urquiza aceptó.
A su
vez, recordemos que Diego de Alvear, hijo de mencionado, era un Unitario confeso
que conspiraba contra el gobierno argentino y al cual Rosas, si bien controlaba
sus acciones, tejió sobre ese desagradecido, un manto de piedad, dándole un
„puente de plata‟ para que emigrara a los EE.UU donde estaba su padre.
Alvear,
como vulgar „lamebotas‘ con una obsecuencia lamentable, le envía a
Urquiza una carta el 14 de Julio de 1852 de agradecimiento donde le dice
rindiéndole pleitesía al hasta el ayer enemigo de su gobierno ―acepto con el
mayor gusto y placer la amistad que Ud. tiene la bondad de ofrecerme lo
primero, porque en toda mi vida que más he deseado y buscado siempre, es el
aprecio ,amistad de los hombres distinguidos que ha producido nuestro país y lo
segundo por las pruebas de aprecio y consideración que Ud. se ha servido darme
no tan solo con su ofrecimientos sino con haberme mandado la nueva credencial
que me acredita de Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina
cerca del Gobierno de los EEUU”
El
propio Alvear sabedor de que en Buenos Aires no era mirado con buenos ojos por
sus permanentes dobleces políticas a lo largo de su historia que lo hacía nada
confiable, le sugería en la misma carta Urquiza que hiciera conocer ésta en
Buenos Aires para que la gente pudiera ver como él se congraciaba con las
nuevas autoridades: “Yo desearía señor General que Ud. tuviese a bien hacer
publicar la carta que he dirigido a Ud. pues creo conveniente al interés mismo
de nuestros conciudadanos que se acostumbren a saber ser reconocidos a los
grandes servicios, así como el mérito curándose también de la negra pasión de
la envidia tan común entre nosotros y que ha sido tan funesta y que es la más
convincente prueba de la mediocridad del entendimiento"
Bajeza
y mediocridad pocas veces vista en documentos como éste.
Pero,
Alvear le solicitaba algo más: que su próximo destino fuera a partir de ahora
en otro país, con clima más benigno que el de los EE.UU el cual le afectaba su
salud a su edad.
Urquiza
desoyó sus pedidos y a los pocos meses Alvear moría en Nueva York, sin pena y
menos gloria.
Este
es el supuesto „héroe‟ de la nación al cual se lo tiene como figura patriótica
inundando el país con su nombre: ciudades, monumentos, calles en su honor nos
devuelven la imagen de la derrota como nación soberana desde 1852…Pobre país.
Así estamos.
El
pro-británico Alvear que luego de la caída de Rosas en cuyo gobierno él estuvo
por 20 años como embajador en los Estados Unidos de Norteamérica, le envía una
carta a su hijo Emilio en el que decía, oscilando entre su nuevo apoyo a
Urquiza y volver a sus fuentes ‘centralistas’
y ‘aporteñadas’:
“Querido Emilio: Tú necesitas de la protección de un
hombre que te fomente en tu carrera. Ese hombre no puede ser otro que el
general Urquiza, a quien conceptúo el mejor general de la Confederación
Argentina, como lo ha demostrado venciendo los hombres de más nota. Yo le noto
cualidades muy superiores a San Martín en la parte militar. Sus ideas elevadas
de tolerancia y generosidad, ese arte de Urquiza de olvidar los agravios, es
admirable y sin ejemplo en América. Yo estoy cierto que no me engaño en las
grandes cualidades que tiene el general Urquiza, porque lo juzgo por sus
hechos, sin pasión y sin envidia. Esto no quita que no tenga defectos; pero es
sabido que no hay ni ha habido hombre alguno; por grande que haya sido, que sea
perfecto. Rivadavia en su género y Urquiza en el suyo, son los dos grandes
hombres de nuestro país. Si las pasiones e ignorancias de nuestros
conciudadanos no les permitieron apreciar al primero, no sería extraño que
ahora no sepan tampoco apreciar al general Urquiza; pero la falta estaría aquí
en el error, no en la ausencia de méritos... Carlos M. de Alvear”
La
idea de Alvear, por su edad, era que Urquiza lo derivase a algún puesto
diplomático en París, Francia al que asi le pidió.
Pero
Urquiza, que no era tonto y sabiendo cómo era Alvear, lo dejó en el frío de
EEUU, durante algunos meses, donde finalmente murió, sin pena ni gloria
en Nueva York, EE.UU, el 3 de noviembre de 1852.
HASTA AQUÍ Nº 47 HASTA AQUÍ Nº 49 REUNIÓN
(JOSÉ MARÍA ROXAS Y PATRON)
Nació en Buenos Aires, en 1795 – murió
también en Buenos Aires en 1883
Favorecido
por sus vínculos en Río de Janeiro, prosperaron notablemente sus negocios
durante los gobiernos de Pueyrredón y Rondeau.
Comenzó
a participar en política durante la Anarquía del Año XX y
fue reiteradamente electo legislador provincial. Se recibió de médico
En 1826 fue
elegido diputado al Congreso
Constituyente. Incorporado al partido unitario, votó a favor de la constitución unitaria de ese año
Fue
nombrado ministro de hacienda por Manuel Dorrego, gobernador
de la Provincia de Buenos Aires.
Derrocado
y fusilado Dorrego, se alió a los federales de Juan Manuel de
Rosas siendo nombrado
representante para firmar el Pacto Federal de 1831.
Permaneció
en la ciudad de
Santa Fe, como parte de la Comisión Representativa de las provincias
federales, que debía convocar un Congreso en esa ciudad al finalizar la guerra civil. Pero el mismo Rosas se opuso
a la firma de una Constitución, con la intención confesa de conservar los
privilegios de la Aduana, que él consideraba necesario, para la provincia de Buenos Aires.
Es que Rosas no es aún, en su
primer gobierno, el hombre nacional que será luego. Es
todavía hombre de Bs. As. Y a ello se debe la política
económica de su provincia, aquella que enfrentará a su delegado José
María Roxas y Patrón con el delegado por Corrientes Pedro
Ferré. A Bs. As. Le conviene la libertad de comercio, porque la Aduana
constituye el gran recurso de su presupuesto y las exportaciones pecuarias la
base de su economía; para el Interior, en cambio, el sistema de 1809
significaba el aniquilamiento de sus posibilidades industriales.
La
oposición de Buenos Aires desarticulará el proyecto correntino impulsado por
Ferré. Lo que no se cumplió entonces se haría luego, cuando las circunstancias
políticas variaran y la incipiente unión provincial del pacto de 1831 se
consolidara en la confederación de 1835.
26
años de liberalismo económico habían producido variados efectos. Por ello, y
tomando nota de dicha situación, tanto Rosas como Roxas y Patrón evolucionan y
comprenden que dicho sistema empobrecía sistemáticamente a todo nuestro
territorio.
Por
tal razón fue nuevamente Ministro De Hacienda (lo había sido de Dorrego y
Balcarce) en el segundo gobierno de Rosas el gobierno provincial, y llevó a
cabo una administración especialmente prolija y con informes muy detallados,
como le gustaba a Rosas.
Bajo
su consejo, Rosas, disolvió el Banco
Nacional, y fundó la Casa de Moneda, que luego sería el Banco
de la Provincia de Buenos Aires.
También fue el creador de la
famosa La Ley de Aduanas bonaerense de 1835. Esta Ley, promulgada a inicios del
segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, significó una ruptura con el
librecambio enarbolado por los distintos gobiernos luego de la Revolución de
Mayo. Por su carácter proteccionista, esta ley modifica el criterio económico
que ostentó Rosas en su primer gobierno.
Más allá de su claro sentido
proteccionista, ciertos autores liberales han dicho la ley que mantenía el
sistema de puerto único en Buenos Aires, no nacionalizaba los ingresos de la
Aduana ni abría la navegación de los ríos interiores3
A
mediados de la década de 1840, fue elegido diputado provincial. Cuando se
frustró un atentado en contra de Rosas propuso nombrar a Manuelita Rosas heredera
del gobierno provincial. El gobernador rechazó esa posibilidad.
Su
carrera política terminó con la Batalla de Caseros,
en 1852. Continuó siendo un importante
comerciante. Fue uno de los únicos amigos que siguió en contacto epistolar con
Rosas, aún bastantes años después de Caseros, y este lo mencionó en su
testamento.
Roxas
y Patrón fue uno de los pocas, poquísimas personas que lo ayudaron
económicamente estando Rosas en el exilio, en señal de agradecimiento y
patriotismo.
Roxas
y Patrón, entonces, deja una cláusula en
su testamento de continuar socorriendo al general Rosas en el destierro hasta
su muerte o hasta cuando este lo indique
En
carta del 27 de noviembre de 1861, Roxas y Patrón comparte con Rosas la
decepción por aquellos que en su momento fueron considerados amigos, hombres
ricos como Nicolás Anchorena o Felipe Vela, cuyas fortunas fueron promovidas
por su política económica y, ante la desgracia y el infortunio, miraron hacia
otro lado.
En
tal sentido Roxas y Patrón le escribe a Rosas diciendo que Don Nicolás se declaró mi enemigo, y cuando se encontraba conmigo
hombro a hombro en la calle, hacía la vista a un lado en señal de desprecio.
Esto hasta sus últimos días en que. Lo solía encontrar. Entretanto, lo único
que. ha sacado de sus nuevos amigos es que lo hayan llamado ladrón, por la
prensa, hasta después de muerto”.
Es
interesante lo que menciona el historiador liberal Alfredo Burnet-Merlin (“Cuando Rosas Quiso Ser Inglés -Historia
De Una Anglofilia”- tercer edición 1976) en cartas intercambiadas con
Rosas (27 cartas en total estando Rosas en el exilio) en la cual ambos expresaron su confianza en el mayor carisma de las
mujeres –derivado en parte de las connotaciones maternales– que podía tornar
mucho más agradable y llevadero obedecer a una señora (sic).
El escritor
citado menciona al respecto que “…Tanto
Rosas como su amigo eran fervientes admiradores de la Reina Victoria, y de
Roxas en particular surgió la propuesta –debatida en la legislatura en el año
1841– de postular a Manuelita como la sucesora y heredera política de don Juan
Manuel.
Roxas y
Patrón, además, le menciona sus ideas acerca del sistema de gobierno mejor: “No creo en la monarquía pero tampoco en la
república, como están al presente. Son formas extremas [...] partiendo dela
idea de poner hereditaria de la república a una persona [...] mi opinión ha
sido siempre que debía ser una mujer”. Pero Juan Manuel rechazó dicho
proyecto referido a su hija.
Roxas
y Patrón fallece en Buenos Aires en 1883.
Este gran hombre no tiene ni una calle que recuerde su nombre, al igual que
Felipe Arana, en consonancia al típico proceder del Unitarismo liberal
jacobino: el silencio como arma.
HASTA AQUÍ Nº 47 HASTA AQUÍ Nº 50 REUNIÓN
(VICENTE LÓPEZ Y PLANES)
Alejandro Vicente López y Planes (Buenos
Aires, 1784- 1856) fue un escritor, abogado y político argentino, y Presidente
Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, entre julio y agosto
de 1827.
Cursó los estudios universitarios en
Chuquisaca. Tras doctorarse en Derecho, se alistó en Buenos Aires como oficial
del Regimiento de Patricios, destacándose en la defensa contra las tropas
inglesas, hecho que le valió el ascenso a capitán
Se desempeñó como capitán del Regimiento
de Patricios durante las Invasiones Inglesas al Río de la Plata. Luego de la
victoria porteña compuso un poema titulado El triunfo argentino.
Durante la Revolución de Mayo participó en
el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y apoyó la formación de la Primera
Junta. Tenía buenas relaciones con Manuel Belgrano.
Uno de los creadores del Primer
Triunvirato, 1811-1812
Fue miembro de la Asamblea del Año XIII,
defendiendo los intereses de Buenos Aires. A pedido de la Asamblea escribió la
letra del Himno Nacional Argentino. La letra cuya música compuso Blas Parera fue
aprobada el 11 de mayo de 1813
Cuando fue elegido el general Carlos María
de Alvear como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata,
integró su gobierno, y a su caída fue condenado a prisión.
Posteriormente actuó como secretario en
los gobiernos del Directorio de Antonio González Balcarce y Juan Martín de
Pueyrredón (1816-1817). Este último lo nombró también ministro de gobierno
Fue nombrado secretario del Congreso
Constituyente de 1824 y, poco después, ministro del Presidente de las
Provincias Unidas del Río de la Plata, Bernardino Rivadavia.
Tras el escándalo por las negociaciones
iniciadas con el Imperio del Brasil con la finalidad de culminar la Guerra del
Brasil, Rivadavia renunció a la presidencia de las Provincias Unidas del Río de
la Plata. En su lugar, fue elegido Presidente Provisorio Vicente López y
Planes, quien firmó la inevitable disolución del Congreso General y llamó a
elecciones en la Provincia de Buenos Aires.
El nuevo gobernador de la provincia de
Buenos Aires, Manuel Dorrego, llevó a Vicente López y Planes al cargo de
ministro; eso lo acercó a los Federales. Se exilió en el la Banda Oriental
cuando Dorrego fue derrocado y regresó para ser nombrado miembro del Tribunal
de Justicia en 1830 por el gobernador Juan Manuel de Rosas y en 1843 fue el
Presidente de ese organismo, hasta el día de su derrocamiento.
En abril de 1851, por considerarse
sospechado de concomitancias con Urquiza, efectuó un descargo epistolar ante
Rosas, a quien recordó su fe política, pronunciada a la faz pública en sesión
de la Sala de Representantes del 14 de diciembre de 1849.
Luego de Caseros, antiguos Federales se
unen a Urquiza hasta hace unas pocas horas tachado de ‘traidor’, por ellos como
Vicente López y Planes acicateado por su hijo Vicente Fidel López, y también
Tomas Guido, Bernardo de Irigoyen, etc, aunque éste nunca abjuró de su
admiración por Rosas.
El miedo a ser asesinados o confiscados o
el interés les hace participar en el gobierno nuevo de Urquiza. Urquiza les
tiende un ‘puente de plata’ al igual
que a los gobernadores del interior porque necesitaba políticamente apoyo del
interior.
De tal modo, Vicente López y Planes,
funcionario y adulador de Rosas, fue nombrado gobernador por Urquiza –su hasta
ayer enemigo declarado al que le imputaba ostentosamente su traición- desde el
mismo día que cayó Rosas. V. López lo primero que hizo fue nombrar como
Ministro de Gobierno al jefe de los Unitarios, Valentín Alsina.
Así, junto a Vicente López, el Gral. Mansilla –nos guste o no- a horas de
finalizar la batalla de Caseros, entra a Buenos Aires, junto a tropas de
Urquiza, para –supuestamente- guardar el orden en la ciudad, al mismo tiempo
que sus ex camaradas como Martiniano Chilavert y Martín Santa Coloma eran fusilados
y degollados luego de rendidos. Tal vez poco podía hacer Mansilla pero su
sentir ha quedado en su fuero intimo.
En la confiscación de bienes de Rosas intervino directamente tanto Vicente
López, devenido ‘antirrosista‟ de
ocasión (a influjo de su hijo Vicente F. López), junto a su enemigo de décadas
Valentín Alsina, unidos en el hecho. Dios los cría….
Y
como bien señala el historiador Mario Cesar Gras, Vicente López y Planes, hombre sin carácter, irresoluto y ya decrépito
quien, influenciado y presionado por su hijo Vicente Fidel López - Unitario
desencajado- es quien declara a Rosas ‘reo
de lesa patria’, llevando adelante
el juicio en su contra para condenarlo a muerte y confiscarle sus bienes, no
solo a Rosas sino a sus
más prominentes colaboradores, así como de restituir los bienes confiscados por
motivos políticos durante la etapa anterior.
Junto
a Vicente López, estaba ahora Rufino de Elizalde, ayer ‘rosista’
furibundo que tenía como padrino y tío político por el lado materno a Felipe
Arana: la mujer de Rufino de Elizalde (Manuela Leal
Lavalle) era hermana de la mujer de Felipe Arana.
Además,
una hermana de la madre de Elizalde ( o sea, su tía) -de apellido Beláustegui-
estaba casada con Felipe Arana; de allí ahí los puestos de privilegio y
honores que siempre tuvo Elizalde en el Gobierno de Rosas a lo largo de los años
Pero,
Elizalde no trepidó en darse vuelta sin ningún tipo de vergüenza, apenas vio el
destino del gobierno Federal por caer a fin de salvar su pellejo y,
seguramente, su patrimonio.
Tras
vivir corto tiempo en Paraná, Vicente López y Planes regresó a Buenos Aires,
donde falleció a los 72 años, en 1856.
Hombre
sumamente culto (dominaba el inglés, el francés, el alemán y el italiano) supo
perpetuarse en el poder y mantenerse en la cresta de la ola durante toda su
vida, a pesar de los terremotos políticos que sacudieron a nuestro país durante
más de 50 años.
(TOMAS MANUEL DE ANCHORENA)
El
Ministro de Relaciones Exteriores bonaerense durante el primer gobierno de
Rosas (1929-1932) y su mejor doctrinario fue el abogado, amigo y pariente don Tomás
Manuel de Anchorena
Fue
congresal en el Congreso de Tucumán en 1816 y firmante del Acta de la
Independencia.
Cuando
los congresales plantearon la forma de gobierno, en especial, la monárquica
constitucional, Anchorena se opuso no por el sistema de gobierno en sí, sino
porque el Congreso no tenía atribuciones para elegir el tipo de gobierno sino
solo para declarar la independencia. Debía ser, entonces, el pueblo
posteriormente interrogado para ello.
Fue
defensor del Federalismo y de las autonomías provinciales. Luego, en 1820 fue
opositor a Sarratea y Rivadavia. Colaboró con Dorrego en su gobierno y cuando
este fue derrocado tuvo que exiliarse en Montevideo por orden de Lavalle.
Con
la vuelta de un gobierno legal como el de Juan Manuel de Rosas, volvió y ocupó
varios cargos de suma importancia y entre ellos, el ser quien asesoraba
doctrinariamente a Rosas en sus decisiones, siendo un jurista de excepción
sobre temas políticos y religiosos. También formó parte como miembro de la
Cámara de Apelaciones desde 1830.
Cuando
Anchorena le escribe –poco antes de morir- una carta a Rosas respecto al motivo
del 25 de Mayo de 1810 por el cual si bien el autor citado reconocía en dicha
acta al Rey Fernando VII el cual se hallaba privado de su libertad y de ejercer
su reinado, también en dicho resolución del 25 de Mayo se declaraba la
independencia de España pero con motivos indirectos y para protegernos de
acciones posibles de Napoleón.
La
carta en cuestión decía:
“: "Vuestra Merced "sabe que el 25 de mayo de
1810, o por mejor decir el 24, se " estableció por nosotros el primer
gobierno patrio a nombre "de Fernando VII. y que bajo esta denominación
reconociendo a nuestro rey al que lo era
de España nos poníamos sin embargo en independencia de esta nación, que
consideraba a todas las Américas como colonia suya; para preservarnos de que
los españoles apurados por Napoleón, negociasen con él su bienestar a costa
nuestra, haciéndonos pavo de la boda”.
Ahora
bien, Fue indiscutiblemente un federal convencido y durante su función pública
hizo obras de progreso y bienestar
dignas de elogio.
SI la posteridad juzga al doctor Anchorena
como personalidad Ilustre y acreedora a todos los merecimientos, ¿cómo es
posible que haya colaborado, manteniéndose fiel tantos años a Rosas, si éste
era un hombre de la peor especie, un
asesino sanguinario?
SI los que acompañaron a Rosas, son para la
posteridad patricios sin tacha, aquél que les dirigió y gobernó nuestro país,
no puede ser ni tirano,; ni ladrón, ni nada que se le parezca, sino un gran
argentino, un gran patriota
Don Tomás
Manuel de Anchorena falleció en Buenos
Aires el 29 de abril de 1847
(BERNARDO
DE IRIGOYEN)
Bernardo de Irigoyen, hijo de familia patricia, nacido en 1822, pertenecía
a una casa plegada al partido federal desde sus
orígenes. Le tocó iniciarse en los años de gran entusiasmo
patriótico que siguieron al tratado Mackau-Arana, el abandono del bloqueo
francés y la victoria de Arroyo Grande. No quedará insensible a la
emoción colectiva producida en toda la Confederación Argentina por la hábil
defensa que Rosas había hecho de la causa nacional. Una noche – el 8
de febrero de 1848 – el joven Irigoyen lee en Palermo ante el Restaurador y su
hija Manuela una “Canción Federal” que, en homenaje al primero y dedicada a la
segunda, ha compuesto traduciendo el sentimiento popular imperante.
Recibido de Doctor en Leyes en la Universidad de Buenos Aires, el mismo año
1843, ha de iniciar la práctica forense en la Academia de Jurisprudencia, de la
cual llega a ser Secretario. Sin haber terminado esta prácticael gobierno
de Rosas lo designa en 1845, Secretario de la Legación en Chile conferida al
doctor Baldomero García.
Dos funciones competían a esta misión: la cuestión del estrecho de
Magallanes indebidamente ocupado por Chile, y la política inamistosa de los
diarios oficiales que, por medio de expatriados argentinos que desempeñaban
cargos públicos en la administración chilena, mantenían una constante prédica
partidaria, inmiscuyéndose en política interna Argentina.
. El mismo Sarmiento – que nunca negaría su aprecio a Irigoyen –
lo reconocerá después en su periódico La Crónica: narrando cómo la
prensa chilena dio un vuelco respecto al gobierno argentino. Los
diarios y periódicos que habían combatido a Rosas valiéndose de Sarmiento, se
convirtieron, según éste en “acérrimos partidarios del Restaurador argentino”,
obligando a Sarmiento a abandonar momentáneamente la lucha
Recibió orden de trasladarse a Mendoza con el archivo de la Legación,
previéndose una ruptura de relaciones. La precipitación de
complicaciones internacionales al conflicto con Brasil en 1849, la declaración
de guerra a este Imperio en 1861, y la caída de Rosas en 1852, hicieron
inoperante la reclamación Argentina sobre el Estrecho de Magallanes.
Irigoyen permanecerá en Mendoza desde 1847 hasta 1860. Su
influencia será grande en las provincias cuyanas. Era el
representante directo del allí del mismo Rosas.
En 1847 Rosas dicta sus disposiciones de amnistía, y los antiguos unitarios
– no obstante sus participaciones recientes a favor de las agresiones europeas
– empiezan a regresar al país sin ser molestados para nada. Esta
política de unión nacional encontrará en Bernardo de Irigoyen un admirable
colaborador, y su mesura y discreción logran en Cuyo el acercamiento de
muchísimos adversarios del partido federal.
En 1850 Irigoyen regresa a Buenos Aires. Cuando Rosas parecía
triunfante, e Inglaterra y Francia se retiraban del Plata reconociendo en los
tratados de 1849 y 1850 la “soberanía de los ríos” y el libre derecho argentino
a manejar su política exterior.
Ocurre, la ruptura de relaciones, el famoso pronunciamiento de Urquiza en
1851, la alianza de Urquiza con Brasil, la declaración de guerra al Imperio, y
por fin Caseros el 3 de Febrero de 1852. Sobrevivió
el Brasil, y Rosas tuvo que marcharse a Southampton.
Urquiza se encontraba mucho más cómodo entre los hombres prácticos del
partido federal que entre los ideólogos unitarios.
Mandará a Bernardo de Irigoyen en misión ante los gobernadores del
interior. Había que calmar sus recelos, y decirles que Buenos Aires
no había cambiado. En Palermo seguían gobernando los Anchorena,
Arana, Guido, Irigoyen, como el Jefe de la Confederación seguía usando la
divisa punzó en su chaqueta.
Mi política necesita explicarse a los gobiernos – decían las instrucciones
escritas que Urquiza dio a Irigoyen. Y la misión Irigoyen – cumplida
personalmente por éste ante los gobiernos de Córdoba, San Luis, Mendoza y San
Juan logró ampliamente su propósito.
Gobernada Buenos Aires después de la revolución del 11 de septiembre por
los hombres del viejo partido unitario (ahora llamado “liberal”), éstos no
perdonaron a Irigoyen su militancia federal y que todavía se negara a hacer
pública apostasía (como tantos) del caído Restaurador.
Se fue entonces a trabajar al campo, poblando “La Choza” cerca de Luján. Y
quedó durante algunos años alejado del movimiento político, dedicado a los
trabajos rurales en ese y otros establecimientos de campo que fundó. Hizo en
ellos una fortuna, una gran fortuna. Pero su verdadera vocación fue
siempre el derecho y la política. Después de algunos años lograría
su inscripción en la Academia y el título habilitante para litigar,
compartiendo desde entonces las tareas campestres con la atención de su bufete
profesional, que llegó a ser uno de los mejores de Buenos Aires.
Luego, bajo la jefatura de Alsina, asistimos en 1868 a un verdadero
renacimiento del viejo partido federal porteño, que alguna que otra vez había
intentado levantar cabeza contra el liberalismo dominante después de la
revolución del 11 de septiembre. En las filas del autonomismo alsinista forman Leandro Alem, Bernardo
de Irigoyen, Pinedo, Lahitte, Unzué, Anchorena, Lorenzo Torres, Terrero, Sáenz
Peña y tantos otros que habían sido federales o de filiación federal, que no
eran nada en esos momentos sino perseguidos por el mitrismo, y que se hicieron alsinistas
por salvarse de las persecuciones.
La crueldad manifiesta contra los funcionarios que sirvieron al
Restaurador de las Leyes, fue terrible en los primeros años que siguieron a su
destitución. Entre 1852 y 1855, las máximas figuras de la Sociedad
Popular Restauradora fueron enjuiciadas y asesinadas en medio de una política
local atestada de unitarios y masones. Leandro Antonio Alén (padre de
Leandro N. Alén) fue uno de los
sentenciados a morir fusilado el 28 de
Diciembre de 1853 junto a Ciriaco Cuitiño, Manuel Troncoso y Silverio Badía,
entre otros.
Cuando el tío de Hipólito Yrigoyen fue más grande, decidió
cambiarse el apellido: de Alén pasó a llamarse “Alem”, en razón de que la población
solía referirse a su persona como “el hijo del ahorcado
1870 donó terrenos para que se construyera un ramal del ferrocarril que en
torno a él, se formó la pujante localidad santafesina que lleva su nombre, así
como otra en Misiones.
Irigoyen era la figura intelectual más destacada del grupo (Leandro Alem la
más popular),. Pero el ascenso le cuesta, porque su lealtad no le
permite tirar el pesado lastre del rosismo,
y sus enemigos son capaces de perdonar todo (hasta el peculado), pero no se
olvidarán nunca del papel desairado que hicieron en tiempos de Rosas.
En 1874, haber sido rosista era
para el común de la gente, un crimen imperdonable contra la civilización y la
humanidad. Muchos habían sucumbido a ese estado de la conciencia
colectiva, y renegaron públicamente de Rosas: contribuyeron más a la leyenda,
porque para demostrar su ardiente fe de conversos se encargaron de enlodar peor
que nadie al proscripto de Southampton. Pocos, muy pocos (es
necesaria mucha fortaleza moral), prefirieron callarse porque hablar era
inútil, pero guardando para la intimidad sus convicciones. Bernardo
de Irigoyen fue de éstos.
Pero era tal su capacidad que será llamado por Sarmiento a indicación de
Alsina, para desempeñar la Procuración General del Tesoro. "Se necesitaba un abogado capaz y honesto
para ese cargo” dirá el antiguo redactor de El Progreso explicando
la designación del secretario de Baldomero García. Es que Sarmiento
no es hombre de rencores y volteado Rosas, necesita hombres capaces para su
gobierno.
Avellaneda presidente quiere hacer de Irigoyen su ministro de Relaciones
Exteriores. ¿Podrán admitir al antiguo rosista (que
no ha dejado nunca de ser rosista), los muchos enemigos del Restaurado? ¿Cómo
puede Irigoyen, que nunca ha abjurado del Restaurador pretender un
ministerio?,:
Es curioso que quienes atacan a Irigoyen no sean “los hijos de los mártires Unitarios”, sino, precisamente, antiguos
federales, mas ‘papistas que el Papa.
En cambio es el hijo de Marco Avellaneda, Nicolás Avellaneda, el que quiere
hacer del “mazorquero” su Ministro de
Relaciones Exteriores. Es Héctor Varela, el hijo de Florencio, quien
sale desde Milán a defender a Irigoyen. No es casual. La capacidad y honestidad
de Irigoyen hace que aún antiguos Unitarios quieran tenerlo como funcionario en
sus gobiernos. Así, en 1875 será
Ministro de Avellaneda de Relaciones Exteriores primero, del Interior después;
el “hombre de Rosas” se sienta en el viejo despacho de don Felipe Arana; el “mazorquero” será un ministro amable,
señorial, habilísimo. Político de la palabra “justa”, de la
manera fina; sabrá el arte de negar sin decir no, que es el
arte político por excelencia.
El año 1877 se debate en una formidable crisis económica y
financiera. Los errores del “libre cambio” posterior a Caseros han
obligado a volver a la política “proteccionista” de Rosas y Avellaneda dicta la
ley de Aduanas de 1876 que torna en parte a la defensa industrial de la ley de
Aduana dictada por Rosas en 1835.
En Marzo de ese año de 1877 había muerto Rosas en su retiro de Southampton
y sus deudos y amigos de Buenos Aires han querido hacerle un
funeral. La simple invitación a esta ceremonia privada levanta la
fobia antirrosista y el gobierno de
la provincia prohíbe el servicio religioso. En cambio se hará un funeral
desafiante a “las víctimas de la tiranía”.
Bernardo de Irigoyen no asiste al funeral armado por el gobierno y tiene
que irse del ministerio: Avellaneda lo despide con un decreto honrosísimo.
Posteriormente Roca, que sabía de su experiencia y habilidad política lo lleva a Irigoyen al Ministerio de
Relaciones Exteriores donde el antiguo secretario de la misión de Baldomero
García concluye los pactos de 1881 sobre límites con Chile. Después
ocupa el Ministerio del Interior.
En 1889 se
forma la Unión Cívica Radical, con Leandro Alem, con Bernardo
de Irigoyen – que renuncia a su candidatura y da las
bases de la nueva política “radical" con Hipólito Yrigoyen, con la masa
popular detrás,. El partido “radical” proclama a Bernardo de
Irigoyen su candidato a presidente.
Bernardo de Irigoyen será elegido senador por la Capital en
1894. Apenas llegado a la banca presenta un proyecto de ley de
amnistía que lo hará chocar en un debate – célebre debate – con Manuel
Quintana, mitrista y Ministro
del Interior de Luis Sáenz Peña, que le imputaba su pasado ‘rosista’.
En 1896 tras
el suicidio de Leandro Alem se
convirtió en el Presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, cargo que ejerció hasta 1997.
Posteriormente, y a los 76 años comete la grave falta de aceptar la
gobernación de Buenos Aires que Pellegrini le ofrece en bandeja de
plata. Sus amigos se desbandan. Y el diplomático de
Rosas, el enviado de Urquiza, el ministro de Avellaneda y de Roca, el candidato
a la presidencia acepta esa gobernación ingobernable, desde 1 de mayo de 1898-1
de mayo de 1902
Fracasó... Poco antes de dejar el gobierno escribía a José Bianco su
secretario: “Estoy al final de la
jornada. En obsequio del país cometí el error de aceptar la
gobernación. Procedimientos que no quiero calificar han malogrado
todas mis iniciativas y han nulificado todos mis esfuerzos. Termino
mi mandato sin las satisfacciones del éxito, pero con la plena aprobación de mi
conciencia”. Y de la Casa de los gobernadores se volvió casi
solo a su vieja residencia de la calle Florida, de la cual no debió salir para
hacer el Quijote en La Plata.
Pero aún conservaba su fuego. En 1902 resultó elegido senador nacional
hasta su muerte en 1906. Ese mismo 1906 muere Mitre; a poco
Quintana después Pellegrini: un ciclo se cierra en la historia Argentina.
Irigoyen, el último Federal, fue un ser afable, tolerante y patriota a
carta cabal. Había vivido en una época de pasiones enconadas, y no
supo de rencores aunque el odio lo manchara muchas veces.. Pero
subió firme, honestamente, con la mirada adelante, sin claudicar una sola de
sus convicciones. Sereno y fuerte poseedor de la verdad que no
cambió jamás por las clásicas migajas del banquete.
Se vio, obligado a hacer de esa verdad un culto íntimo porque los tiempos
suyos no eran propicios para gritarla en la calle. Y en su salón
punzó de la casa solariega de la calle Florida, se quedó dormido para siempre
el 27 de diciembre de 1906 don Bernardo de Irigoyen. Tenía 84 años…
****
Como
corolario podemos decir que luego de la caída de Juan Manuel de Rosas del
legítimo gobierno de la Confederación Argentina por el golpe de Estado de
Urquiza y sus socios los brasileños y Unitarios, solo unos pocos nunca
abjuraron de su ‘rosismo’ a pesar del temor por sus vidas e inconvenientes
económicos que ello les trajo aparejado: entre los principales podemos
encontrar a Antonino Reyes, José María Roxas y Patrón, Prudencio Arnold,
Guillermo Brown, Bernardo de Irigoyen, Juan Bautista Thorne, Hilario Lagos,
Felipe Arana y Jerónimo Costa.
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https://www.youtube.com/watch?v=RNI8Bnj2vrU
LOS FEDERALES N°07 - LA CAMPAÑA DEL DESIERTO DE JUAN MANUEL DE ROSAS
(invitado Ricardo Geraci del Campo)
https://www.youtube.com/watch?v=mkBgWqhJqBk
'LOS FEDERALES N°09'-2do Gobierno de Rosas-Parte 4
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2022/11/tlv1-los-federales-n09-2do-gobierno-de.html
https://www.youtube.com/watch?v=b-HlM0O0zuQ&t=53s
'LOS FEDERALES N°10'-Rosas, el creador del Estado argentino
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2022/11/los-federales-n10-rosas-el-creador-del.html
https://www.youtube.com/watch?v=t8uQkWnFvUk&t=530s
'LOS FEDERALES N°11'-La Confederación Argentina luego de Rosas
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2022/11/los-federales-n11-la-confederacion.html
https://www.youtube.com/watch?v=roV7E6jICWU&t=7s
‘LOS FEDERALES N°12’-La Confederación Argentina luego de Rosas -
Parte 2
https://www.youtube.com/watch?v=ju8F9RyDifA
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2022/11/los-federales-n12-la-confederacion.html
'LOS FEDERALES N°13'-Comportamiento de los Federales y evasiones de
los mismos
https://www.youtube.com/watch?v=PRBmK3o_4ZY
'LOS FEDERALES N°14' - Comportamiento de los Federales -Parte 2- y
lazos familiares de personajes rioplatenses
https://www.youtube.com/watch?v=6NW7ZAdTtHE
LOS FEDERALES N°15 – Lazos familiares de personajes rioplatenses –
Parte 2; Rosas, Urquiza, Oribe-Parte 1
https://canaltlv1.com/los-federales-n15-lazos-familiares-de-personajes-rioplatenses-parte-2
https://www.youtube.com/watch?v=QmqSaptNSok
LOS FEDERALES N°16 - Rosas, Urquiza, Oribe – Parte 2
https://www.youtube.com/watch?v=0Cq_H8CQQww
https://canaltlv1.com/los-federales-n16-rosas-urquiza-oribe-Parte 2
LOS FEDERALES N°17 - Rosas, Urquiza, Oribe -3ra parte
https://www.youtube.com/watch?v=2jSbACijNR8
https://canaltlv1.com/los-federales-n17-rosas-urquiza-oribe-3ra-parte
LOS FEDERALES N°18 - Rosas, Urquiza, Oribe -4ta parte
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2023/02/los-federales-n18-rosas-urquiza-oribe.htmlhttps://www.youtube.com/watch?v=xAd5GEZdzJs
https://canaltlv1.com/los-federales-n18-rosas-urquiza-oribe-4ta-parte
LOS FEDERALES Nº19 – José Gervasio de Artigas
https://www.youtube.com/watch?v=yngr42rt45I
LOS FEDERALES Nº20 – José Gervasio de Artigas-2da.parte- Lavalleja
https://www.youtube.com/watch?v=l_4ToVslHtE
LOS FEDERALES Nº21 - Manuel Dorrego
https://www.youtube.com/watch?v=P0hz7CWY-5s
LOS FEDERALES Nº22 - Manuel Dorrego (2da.parte) - Jerónimo Costa
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2023/03/los-federales-n22-manuel-dorrego-2.html
https://www.youtube.com/watch?v=e-li3s6Pb-0
LOS FEDERALES Nº23 – Jerónimo Costa (2da.parte) – Lucio N. Mansilla
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2023/03/los-federales-nro23-jeronimo-costa.html
https://www.youtube.com/watch?v=61JbWF4CCnQ
LOS FEDERALES Nº24 – Pascual Echagüe – Facundo Quiroga
https://www.youtube.com/watch?v=JubyghFCRAk
LOS FEDERALES Nº25 – Facundo Quiroga - 2da parte - Estanislao López
- Ramírez
https://www.youtube.com/watch?v=HE0cu1HrJHo&feature=youtu.be
LOS FEDERALES Nº26 – Estanislao López - Francisco Ramirez
(2da.parte)
https://youtube.com/watch?v=SVc0Lu1wEzE
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2023/04/los-federales-n26-estanislao-lopez.html
LOS FEDERALES Nº27 – Estanislao López - Francisco Ramirez (3ra.parte)
- Guillermo Brown
https://www.youtube.com/watch?v=WOtGwhyDzqU
LOS FEDERALES N°28 - Guillermo Brown (2da parte)
https://www.youtube.com/watch?v=IP830ARz4o0
LOS FEDERALES Nº29 – Hipólito Bouchard
https://www.youtube.com/watch?v=XaeHy1J_tsw
LOS FEDERALES Nº30 - Martín Miguel de Güemes – Juan Bautista Thorne
https://www.youtube.com/watch?v=pF8j4o4-SK0
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2023/05/los-federales-n30-martin-miguel-de.html
LOS FEDERALES Nº31 - Juan Bautista Bustos
https://www.youtube.com/watch?v=u4B5HiFWyCc
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2023/05/los-federales-n31-juan-bautista-bustos.html
LOS FEDERALES Nº32 - Ángel
Pacheco
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2023/05/los-federales-n32-angel-pacheco.html
https://www.youtube.com/watch?v=mzs9zvCbM7E
LOS FEDERALES Nº33 - Manuel
Corvalán
https://www.youtube.com/watch?v=VNPEERubBA4
LOS FEDERALES Nº34 -
Alejandro Heredia – Pablo Latorre
https://www.youtube.com/watch?v=VQDWHRXzEFI
LOS FEDERALES Nº35 - José Nazario Benavídez
https://www.youtube.com/watch?v=AQPxwvDmdY0
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2023/06/los-federales-n35-jose-nazario-benavidez.html
LOS FEDERALES Nº36 – Juan Felipe Ibarra
https://www.youtube.com/watch?v=t0yN-pYX1TQ
LOS FEDERALES Nº37 - Juan Felipe Ibarra - Parte 2
https://www.youtube.com/watch?v=On9cKIxn9Vo