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jueves, 27 de agosto de 2020

¿ Y SE UNIERAN OTRA VEZ LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RÍO DE LA PLATA? .


 ¿ Y SE UNIERAN OTRA VEZ LAS PROVINCIAS UNIDAS DEL RÍO DE LA PLATA? ....La 'Unión de Destino en lo Universal', como diría José Antonio y como querían Artigas, San Martín, Rosas...'La Patria Grande'.

viernes, 21 de agosto de 2020

De ROSAS a ARTIGAS (El Sueño Trunco de la Patria Grande...)

 

De ROSAS a ARTIGAS (El Sueño Trunco de la Patria Grande...)




 

 

 

Al Prof. Antonio Caponnetto,

por su perenne y desinteresada docencia.

 

Y a mi mujer, la Lic. María Cristina Pérez Cid,

por la edición y corrección del presente trabajo.

 

G.V.M.G 

Buenos Aires

(*) Confederación Argentina 

Agosto 2020


(*)Constitución de la Nación Argentina - Artículo 35.-“ Las denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber: Provincias Unidas del Río de la Plata, República Argentina, CONFEDERACIÓN ARGENTINA, serán en adelante NOMBRES OFICIALES indistintamente para la designación del Gobierno y territorio de las provincias, empleándose las palabras "Nación Argentina" en la formación y sanción de las leyes”.


 

 

 

 

INDICE:

 

                I.        Introducción-El Revisionismo Histórico frente a la ‘Literatura de la Historia’

              II.        Lazos de sangre

            III.        Confederación y Federación

           IV.        José Gervasio de Artigas y “La Liga Federal” o “La Unión de los Pueblos Libres”-El Éxodo

             V.        Juan Antonio Lavalleja - Manuel Oribe - La “Guerra Grande”

           VI.        El Fin de la “Guerra Grande”

         VII.        Juan Manuel de Rosas y “El Sistema Americano”

      VIII.        “Caseros” o El comienzo de la “Patria Chica” y la disgregación de la Confederación Argentina

           IX.        La “Guerra de la Triple Alianza”

             X.        La “Patria Chica” - La geopolítica del Imperio del Brasil y sus adláteres criollos

           XI.        El papel de la Masonería en la destrucción de nuestra “Patria Grande” Hispanoamericana

         XII.        Relaciones familiares de Juan Manuel de Rosas en el exilio

      XIII.        Corolario

*

 


 

I.              INTRODUCCIÓN - EL REVISIONISMO HISTÓRICO FRENTE A LA ‘LITERATURA DE LA HISTORIA’

 

En primer lugar, debemos dejar sentado que para poder pensar y ejecutar una política nacional se debe conocer la historia real y verdadera de una nación.  Una de las trampas preferidas de aquellos que ocultan o desvirtúan la historia es volver híbridos a aquellos personajes que pensaron y lucharon por una nación soberana. Hacerlos digeribles y compatibles con el pensamiento colonial y liberal convirtiendo a la historia real, basada en hechos comprobables y documentados, en una acumulación de falsedades.

Debe quedar claro que cualquier tipo de política nacional que se emprenda requiere como condición sine-quanon el conocimiento de los hechos ciertos de nuestra historia.

Lo ha sentenciado en exacto resumen Luis Alberto HERRERA[1], eminente historiador y político Oriental “…Los hombres en las luchas de la vida pagarían sumas fabulosas por adquirir la experiencia acumulada por los caminantes que recorrieron antes que ellos la misma senda, por conocer las asechanzas en cada recodo, las traiciones erguidas en las encrucijadas y por poseer el medio de evitarlas. ¿Cómo, sin incurrir en locura, pueden los pueblos que nacen repudiar ello te de aprendizaje que les ofrecen las generaciones antecedentes? ¡Con cuánta razón alguien ha dicho que las sociedades se componen de más muertos que vivos! No puede ser de otro modo. La historia constituye un recto tejido sin soluciones de continuidad”.

Esto no lo comparten aquellos que colonizaron -y colonizan- nuestra patria y, con ese objeto, comienzan por colonizar nuestras inteligencias nativas ‘creando’ hechos o situaciones que no existieron en la realidad o negando entidad a aquellos que sirvieron para enfrentarlos. Ficción pura.

Peor aún, mezclaron hechos o situaciones falsas con otras reales, produciéndose así una argamasa heterogénea que diluye la verdad sobre hechos y personajes de nuestra historia. Nuestra obligación es ‘desmalezar’, separar lo cierto de lo que es pura declamación literaria.

Decía José María ROSA[2]Así, en 1809, seis meses antes del grito de Mayo, el Río de la Plata pasaba a ser virtual colonia económica inglesa.

¿Qué es una colonia económica? Es un "mercado para la venta de mercaderías industriales, que provee a su vez materias primas y víveres", dice una conocida definición. Y a ese estado se encontró reducido el Río de la Plata en 1809, por la obra coordinada de la política inglesa, la guerra de la independencia española, y, si se quiere, de la biblioteca de Mariano Moreno. Atrás de todo ello, estaba la política "imperialista" de Canning y su agente en el Río de la Plata el solícito Mr. Alex Mackinnon, presidente de la Comisión de Comerciantes de Londres en Buenos Aires, y cliente del bufete profesional de Moreno.

“Derrotada Inglaterra en 1806 en su política de expansión política, triunfaba tres años después en su expansión económica”.

El Liberalismo de ayer (“Unitarismo”) y de hoy (“Socialdemocracia”, “Demócratas Cristianos”, etc.) tiene como marca, como distintivo el matar todo sentido heroico de la vida, hacer una ‘literatura de la historia’, panegíricos rimbombantes faltos de sustentos documentales probatorios de sus asertos.

El Revisionismo Histórico, más allá de sus diferencias, que las tiene, intenta desentrañar la verdad de los hechos tomando en cuenta las pruebas documentales y testimoniales de quienes vivieron aquellas épocas.

Héctor CORVALÁN LIMA[3] respecto al Revisionismo Histórico señala con profundidad que “La historia oficial fabricada al uso de la oligarquía liberal gobernante por muchos años, después de Caseros y Pavón, ha evitado la concreción de una gran síntesis argentina. Lo que, es más, esa oligarquía fue autora de un vaciamiento histórico, ocultando o desfigurando los auténticos y más preclaros valores de la nacionalidad, contribuyendo a colonizar, mediante ideas, instituciones y costumbres, ajenas a nuestro ser patrio, la mente de varias generaciones de argentinos.

"Una burguesía mestiza prestó apoyo a esta política, que por otra parte les convenía, pues el borrón y cuenta nueva, hacía las veces del río revuelto. Era para ellos mejor una verdad fabricada con apariencias de historia, que la verdad histórica lisa y llana. Entraron pues a mandar en la historia en lugar de aprender algo de ella; la redujeron a instrumento del poder y así debidamente preparada para servir sus intereses y oscuros orígenes la entregaron al pueblo al través de los programas de enseñanza. Todos aquellos personajes que fueron sus fieles servidores quedaron consagrados como próceres, mientras que los que defendieron los intereses del pueblo y las tradiciones patrias fueron para ellos odiosos tiranos".

 “La historia dirigida creó de esta forma una suerte de santos y demonios, para que fueran amados o escarnecidos, según el caso, por los argentinos. Fueron los inventores de las leyendas negras, de la conquista española, por su adhesión servil hacia otros pueblos; de la "oscurantista Edad Media", porque fue la edad de la Fe y porque cometió el pecado de hablar de un justo salario.

“Así el país fue dividido en civilización y barbarie. El revisionismo historiográfico, que no es ‘rosismo’, ni ‘saavedrismo’, sino la correcta actitud científica que busca reconstruir el pasado argentino tal cual fue y mostrar a sus hombres en su correcta dimensión humana, piensa con Benedetto Croce que la historia debe ser "idealmente contemporánea", es decir, que el estudioso debe tratar de situarse "idealmente" en la época que es objeto de investigación.

Por consiguiente, una vez realizada la heurística (compilación de fuentes documentales) y la hermenéutica (análisis externo e interno de los mismos), el historiador se encuentra frente a la época "viva". Y bien decimos viva, ya que los documentos tienen, todos ellos, un espíritu, intrigante, poderoso o humilde, pero siempre con la atracción de una personalidad nueva. Estos espíritus provocan, en el ánimo de todo historiador, una reacción, porque el simple verdadero conocimiento la produce”.

Exacto. Y en sentido similar dice Julio STORTINI [4] en una enjundiosa descripción de la esencia del Revisionismo Histórico: “Una de las preocupaciones esenciales del revisionismo fue la difusión de su ideario. La necesidad de construir una nueva imagen del pasado en la conciencia de los argentinos exigía desplazar la historia que, después de Caseros, había sido sólidamente vertebrada de acuerdo con la interpretación liberal de los triunfadores.

Esa visión del pasado argentino convertida en la "historia oficial", constituía una perspectiva historiográfica que respondía adecuadamente a su momento de producción pero que había sido edificada sobre la falsificación y la omisión.

Pese a ello, había logrado constituirse en la memoria colectiva de los argentinos a través de la escuela, la prensa y las instituciones académicas. El Revisionismo venía a develar ese pasado escamoteado por Bartolomé Mitre y Vicente E López en adelante.

“Por la misma envergadura de su misión, la tarea del Instituto ­{de Investigaciones Históricas J.M. de Rosas} no se agotaba en la profundización del conocimiento del pasado sino que completaba su misión al difundir en la sociedad una nueva manera de mirar y entender la historia argentina.

“Desde sus orígenes, la revista insistió en la conjura orquestada para ocultar la verdadera historia argentina.

“En 1939, como lo había denunciado Ernesto Palacio en ‘La Historia falsificada’, Ricardo Font Ezcurra afirmaba que la victoria le otorgaba a los triunfadores el privilegio de escribir la historia de los vencidos, ajustándola ideológicamente a las necesidades políticas del momento a fin de crear una conciencia histórica favorable a esos intereses. Fundamentalmente, esta historia convertida en instrumento político encontraba su punto de partida en la victoria de la alianza que había derrotado al ejército de la Confederación rosista en Caseros. Font Ezcurra encontraba que estos historiadores, en quienes concurría a veces la calidad de hombres públicos, expresaban la visión de una oligarquía extranjerizante que gobernaba nuestra conciencia histórica utilizando las aulas y la prensa.

“La prensa fue siempre uno de los principales objetos de ataque por parte de los revisionistas. Para éstos, la "conjuración del silencio" de la prensa tradicional parecía inconmovible a través de los años y dé los gobiernos y se expresaba mediante el acallamiento de toda opinión, acto, conferencia, comentario bibliográfico, conmemoración que no pudiera ser encuadrada dentro de los parámetros chela historia oficial.

“Para Luis Soler Cañas, el revisionismo no defendía a Rosas por su condición de dictador —que era admitida y diferenciada de la figura del tirano en sintonía con la distinción hecha por Julio Irazusta y Ricardo Font Ezcurra— sino por su defensa de la soberanía y la dignidad nacionales. El revisionismo, planteaba, tenía un objetivo exclusivamente historiográfico y de difusión que consistía en la rehabilitación de Rosas para devolver al pueblo argentino el sentido y la conciencia de su historia.

“Los debates historiográficos, los presupuestos revisionistas y la historia oficial, la necesidad de erigirse como una corriente que pretendía suplantar una historia basada en el fraude obligó a los revisionistas a plantear sus presupuestos sobre la función científica y social de la historia como diciplina y a reflexionar sobre el papel del historiador«

En líneas „ generales, estas reflexiones fragmentarias siguieron siendo tributarias de los lineamientos ' de 'finales de la década de 1930 de Ernesto Palacio y, en parte, de Ricardo Font Ezcurra.

“Durante el período peronista las reflexiones sobre el método histórico, el papel del historiador y la función de la historia aparecieron esporádicamente.

“En tanto el revisionismo le otorgaba a la historia el carácter eminentemente pragmático de ser una enseñanza para el pueblo, ella no podía reducirse a la simple narración de hechos ya que la "historia de los pueblos no es otra cosa que la historia de la política, o de las políticas que ha llevado a esos pueblos a su situación actual..." como se afirmaba en un editorial de la revista.

“Este objetivo podía inspirar una filosofía y hasta mover una política. O, por lo menos, dejarla propuesta para que los políticos, siendo fieles a esta verdadera tradición nacional, descubierta y vindicada por el revisionismo, la realicen.

“Según el revisionismo, la construcción de una imagen del pasado argentino sólo era posible desde una perspectiva nacional. La clave estaba dada por José M. Rosa. Para él, la diferencia entre el revisionismo y la corriente liberal radicaba en la valoración de los hechos. Los liberales la hacían desde el punto de vista de la humanidad, de la civilización, del progreso o del régimen constitucional, mientras que los revisionistas la hacían desde el punto, de vista argentino.

“Era una historia argentina y no de las ideas liberales en la Argentina. En la base de esta divergencia, entendía Rosa, existían dos concepciones de lo que era la patria. Ellas habían generado las guerras civiles: un concepto estaba consubstanciado con el régimen liberal europeo del siglo XIX y, el otro, sostenía que la "argentinidad se componía de la tierra y los hombres de este suelo, y la tradición y las modalidades propias de los hombres que vivían aquí." "...La Patria —como dijo Charles Maurras en una apretada síntesis— es la tierra y los muertos”

Esto significa estudiar los hechos y los personajes de la historia, con el criterio y mentalidad existentes en la época en que sucede aquello que está bajo estudio, con la documentación como fundamento primario.

Algo que no han hecho los Unitarios liberales que intentan fundar caprichosamente sus dichos sólo con adjetivos grandilocuentes, efectistas, de prosa literaria sin fundamento documental que lo sostenga, adulterando los mismos u ocultándolos lisa y llanamente como lo han hecho a lo largo de sus vidas Mitre, Sarmiento, Rivera Indarte, Mármol, Florencio Varela, Valentín Alsina, entre otros.

Así, la interpretación liberal terminaba siendo doblemente falsa. Ideológicamente porque traicionaba la propia argentinidad; como práctica científica porque deliberadamente manipulaba la información que proporcionaban los documentos.

Ello implicaba que la historia liberal perdiera su capacidad de constituirse corno expresión de una "verdad". Pura ficción literaria. La historia verdadera por argentina pero también por científica era por conclusión la revisionista.

En otras palabras, la ‘Literatura de la Historia’, es una ficción, como hemos dicho precedentemente y tal como veremos más adelante con el presunto historiador liberal Setembrino Peredas que es todo un paradigma en dicho sentido. 

La diferencia entre la ‘Literatura’ y la ‘Historia’, es que esta última se refiere fielmente a hechos reales y comprobables que han sucedido, mientras que la primera se refiere a hechos que pudieran suceder o que desea que sucedan quien escribe, es decir una ficción.

Todo lo que escribieron los Unitarios sobre temas históricos es literatura. En general, bien escrita, hasta en algunos casos con vuelo poético, pero fábula al fin.

La ‘Literatura de la Historia’ es una herramienta, un instrumento totalmente político de quien escribe para hacernos creer que aquello sobre lo que escribe ha sucedido tal como lo escribe.

Una de esas formas, por ejemplo, es interpretar declaraciones de ciertos personajes de la historia en modo absolutamente arbitrario y alejado de las reales intenciones del declarante. Esto ha sido frecuente en Institutos Históricos como el de San Martín, Belgrano o Mitre que nos presentan un San Martín, un Belgrano o un Bartolomé Mitre, que no condicen con lo que dichos personajes de la historia eran o pensaban. Sobre todo, el último de los mencionados que, en forma totalmente autorreferencial, se presenta como el epítome del soldado y sabio estadista, cuando en realidad fue, además de un hombre ligado al poder y las finanzas extranjeras, un inútil y mediocre político y militar.

SIERRA[5] nos señala, dolorosamente, que “…la escuela laica, nefasta creación del liberalismo francés, nos formó al margen de la fe….La escuela laica, además, despreció lo español por oscurantista y atrasado y nos enseñó la gloria del próceres de utilería, que nos separaron de la verdad histórica…cuando la compresión del pasado se encara con el bagaje de apotegmas difundidos por la historia oficial y oficiosa, se corre el riesgo de no entenderla”.

Este trabajo que comenzamos tiene ciertas aristas que se deben explicar.

La intención de la Restauración de Las Provincias Unidas del Río de La Plata tuvo varios capítulos.

Empezando el ciclo con José G. de Artigas y su “LIGA FEDERAL” o “UNION DE LOS PUEBLOS LIBRES” y cerrándolo con Juan M. de Rosas y su “SISTEMA AMERICANO”. Distintos nombres para un mismo fin.

Fue como una parábola que como toda parábola tiene un inicio, clímax y desenlace. Pero en este caso el proyecto de ‘Patria Grande’ que se inicia con Artigas, asciende hasta llegar al clímax con Rosas, pero sin desenlace paulatino. Porque ese clímax coincide con el desenlace estrepitoso del proyecto soberano el 3 de Febrero de 1852, sin solución de continuidad.

Esto es, clímax y desenlace coinciden en el tiempo. Lo que sigue son simples estertores inconexos y sin posibilidad de revertir la situación.

Comenzamos con datos sobre el ilustre José G. de Artigas con material que poseemos desde antaño. Hemos podido encontrar muchos más elementos de prestigiosos autores de la Banda Oriental: docentes, periodistas e historiadores que han enriquecido el primigenio acotado trabajo y nos hemos animado a ampliarlo.  Se trata de variados libros y documentación, como así también de artículos de estos investigadores Orientales que ensanchan con nuevos datos e interpretaciones lo ya escrito.

Lo que comenzó siendo un trabajo sólo sobre Artigas, se fue convirtiendo en un estudio y análisis del nacimiento y ocaso del sueño para tantos patriotas de una ‘Patria Grande’. Las causas que le dieron origen y las que precipitaron la destrucción de su lucha por alcanzar tal sueño.

Todos los autores que hemos citado y que se encuentran en la Bibliografía, tienen diversas interpretaciones acerca de lo sucedido. Manifiestan diferencias respecto a si la Banda Oriental quiso permanecer en la Confederación Argentina con una autonomía igual a las demás provincias que componían a aquella o quiso tener una mayor independencia.

Pero hay algo en que todos coinciden:  la intención de nuestros patriotas de reconstruir nuestra ‘Patria Grande’ hispana común. A pesar de los embates en contrario de parte del Imperio del Brasil, de Inglaterra y de Francia, a los que se suman los exiliados Unitarios de la Comisión Argentina en Montevideo y los llamados ‘Colorados’ Orientales, todos lacayos de los anteriores, y los centralistas porteños del Triunvirato (1812-1813) y posterior Directorio (1814-1819), antecesores de los después llamados ‘Unitarios’.

La idea del presente trabajo es no quedarnos solamente con la visión parcial de autores e historiadores ‘revisionistas’ de la actual República Argentina, sino también sumar la visión de aquellos heroicos y desgarradores días por parte de los historiadores ‘revisionistas’ de la Banda Oriental, en donde nacieron muchos de los protagonistas de los sucesos históricos. Añadido al hecho de que numerosos actores de ambos márgenes, se relacionan familiarmente.

Rescatemos también que la Masonería ha jugado un papel fundamental en la destrucción de nuestro sueño de grandeza, desde los albores de nuestra independencia ‘formal’ hasta nuestros días.  Casi siempre ha sido desde las sombras, solapadamente, aunque a veces sus actuaciones han salido a plena luz del día (en la eliminación política de Artigas al enfrentarlo Ramírez, traicionándolo; en la actividad de la llamada ‘Comisión Argentina’ en Montevideo; en las injerencias del Imperio del Brasil en nuestras tierras y en sus sempiternos combates contra la Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas; en la llamativa defección, de Urquiza primero, en 1852; en la batalla de Pavón entre Urquiza y Mitre; en la abandono final de Oribe; en el ataque vil al Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza, por dar someros ejemplos, tal como veremos en el Capítulo XI).

De tal modo, el derrotero de nuestra historia nos hace empezar con José Gervasio de Artigas. Paralelamente al principio y luego con su vuelo propio, con Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, para finalizar con Juan Manuel de Rosas que fue la última esperanza de reconstruir la soberanía malograda de nuestra ‘Patria Grande’ con la Confederación Argentina, en un primer paso y la intención última: las Provincias Unidas del Río de la Plata, en un paso siguiente, donde volverían a estar todas las tierras hispanoamericanas con un destino común.  Proyecto que luego quedó trunco a partir de la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852.

Debemos hacer una advertencia: incluimos en el presente trabajo aristas políticas sobre la defensa de la heroica Paysandú, como se la adjetivó, por parte de los Orientales contra el Imperio del Brasil, y sobre la guerra del Paraguay o de la Triple Alianza.  Pero dejamos asentado que entendemos respecto a la reconstrucción de las Provincias Unidas, que la parte histórica de la Defensa de Paysandú de los Orientales contra el Imperio del Brasil y el gobierno centralista porteño de Mitre no es más que un capítulo de la guerra de Caseros, su epílogo.

Aunque para algunos parezca un error estratégico la guerra llevada a cabo por el Paraguay contra la bochornosa Triple Alianza, ésta fue una epopeya de las más grandes que ha conocido la historia respecto a un pueblo que luchó por su soberanía local.  Pero lo es con esa sola intención o ese vuelo loable, por cierto, pero sin la idea-fuerza de reconstruir esa soñada ‘Patria Grande’, esas Provincias Unidas del Río de La Plata. Sueño ya terminado y sepultado luego de Caseros.

Del mismo modo, las luchas de los caudillos del interior de la Confederación Argentina, posteriores a Caseros, contra la infausta entente Unitario-brasileña y la banca inglesa triunfante, fueron sólo los últimos estertores de un cuerpo moribundo que solo intentaba, inútilmente, salvar los jirones de soberanía que aún quedaban en el interior empobrecido, perseguido y falleciente.


 

II.            LAZOS DE SANGRE

 

Antes de adentrarnos en las luchas patrióticas de Rosas, Lavalleja y Oribe hagamos una digresión que corrobora más allá de sus afinidades políticas, la acción conjunta por tantos años de estos tres hombres, además signados por lazos de sangre entre sí, sumado al parentesco entre Artigas y Lavalleja.

Según la más importante genealogista en América en temas de familias hispanas e itálicas y Vicepresidente del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas Doña ESTHER MALVINA RODRIGUEZ ORTIZ DE ROZAS DE SOAJE PINTO[6], tanto Rosas como Oribe eran primos (al igual que con Juan Galo Lavalle).

En efecto, todos eran descendientes de la familia De La Cuadra, de noble prosapia y de probadas carreras militares provenientes de San Julián de Musques, de la Provincia de Vizcaya, España.

Uno de ellos, Bernardo De La Cuadra y Montaño, tuvo un hijo, Antonio, que emigró a América, específicamente a Chile. Su hijo Juan, tuvo un hijo llamado Pablo que se instaló en Buenos Aires siendo militar reconocido, Alcalde y Gobernador, casado con Isabel Fernández Ponce de León quienes fueron abuelos de León Ortiz de Rozas y de la Cuadra (casado con Catalina De La Cuadra y Fernández Ponce de León), bisabuelo de Juan Manuel de Rosas.

Otro descendiente de Bernardo De La Cuadra y Montaño llamado Francisco tuvo como descendencia a nuestro Manuel Oribe y Viana.

Del mismo modo, otro descendiente de los De la Cuadra del poblado de San Julián de Musques tuvo como descendencia posterior a Juan Galo Lavalle, lo que lleva a afirmar que tanto Juan Manuel de Rosas como Manuel de Oribe y Juan Galo Lavalle eran primos.

Así también, existe un parentesco, poco conocido, entre Lavalleja y Artigas. La mujer de Lavalleja, se llamaba Ana Monterroso. Su padre era Marcos Monterroso y su madre era Juana Bermúdez Artigas (suegra de Lavalleja), a la sazón prima hermana de José Gervasio Artigas.

Como podemos observar, cuando se decía que por estos lares éramos ‘una aldea’, no se faltaba a la verdad.

Las cuestiones familiares, e intrafamiliares en el siglo XIX, tuvieron su marcada influencia en el desarrollo de la sociedad, puesto que los miembros de familias sin importar sus ideas políticas, fueran Unitarios o Federales, Monárquicos o Republicanos, tenían estrechos vínculos a lo largo de las décadas, y suscitaron muchas veces conflictos que terminaban en algunos casos como tragedias griegas….


 

III.             CONFEDERACIÓN Y FEDERACIÓN

 

En primer lugar, debemos hacer una observación a los términos Federación y Confederación que se utilizan asiduamente en la historia de nuestra patria.

No son sinónimos, sino que uno sigue al otro sustancialmente hablando. Su comprensión esencial nos hará más fácil entender el devenir de los hechos de nuestra historia política.

Dejemos que lo explique en un análisis claro la historiadora María Luisa AGUERRE[7].

“CONFEDERACIÓN Y FEDERACIÓN Un primer paso es establecer el significado generalmente aceptado de los términos clave de confederación y federación. Confederación, de acuerdo con el diccionario especializado consultado en el Ministerio de RREE, es la asociación de unidades independientes regida por un tratado o pacto.

“Estas cuentan con determinados organismos interestatales, principalmente una Asamblea o Congreso de representantes de los mismos, investidos de un mandato imperativo para regular los asuntos comunes sobre la base de la igualdad de cada uno de los estados, caracterizándose por el derecho de retiro de cualquiera de los estados miembros. Federación es un único Estado soberano compuesto de entidades territoriales, que pueden recibir el nombre convencional de estados, o el de provincias, regiones, o cantones, que participan en la elaboración de las leyes, en la revisión de la constitución federal por la ley de participación, y disponen de una amplia autonomía para regular sus propios problemas internos.

“El grado de autonomía de las unidades territoriales en una federación es muy variable y la ciencia jurídica ha generado distintas opciones; sin embargo, sus prerrogativas son siempre más limitadas que las de los estados soberanos e independientes en las confederaciones, no disponiendo de ejército propio. Reconociendo que las palabras se usan en algunas instancias históricas con amplitud de significados, –éstos se interfieren a menudo como resultado de la ignorancia de significados de quienes las usan–, por lo cual es necesario examinar el contexto en que fueron empleadas y las intenciones de los protagonistas que son los que le dan sentido a las palabras”.

La autora sigue enunciando las dos etapas señaladas por Artigas al respecto; una que tiene a conformar una Confederación para luego llegar a la Federación, citando a distinguidos constitucionalistas sobre el tema “…El modelo de EE. UU. ejerció una enorme influencia en todo el continente americano, tanto el Acta de Confederación y Unión Perpetua de 1778, como la Constitución Federal de 1787; no sólo porque sus cláusulas sirvieron de inspiración a los pactos constitucionales de las naciones hispanoamericanas, sino porque su historia fue reinterpretada de acuerdo con lo ocurrido en el país del norte. De ahí surge la tesis de las dos etapas que supuestamente debió incorporar Artigas.

“En una primera instancia formativa de la Provincia Oriental, la opinión de algunos autores se inclina por aceptar que en las Instrucciones se habla de una Confederación, pero lo consideran un paso intermedio, provisorio, para una federación posterior que habría de concretarse después de la guerra.

“El distinguido constitucionalista Dr. Héctor Gross Espiell en “La formación del ideario artiguista” expresa lo siguiente “Todas estas ideas se articularán en forma orgánica, coherente y homogénea, en las instrucciones dadas a los diputados a la Asamblea General Constituyente reunida en Buenos Aires.

“Este consistirá en una Confederación para el pacto recíproco de las Provincias que forman el Estado (art. 2º), basada en una firme liga de amistad (art. 10), en el cual cada provincia retiene toda la soberanía y poder que no delegue expresamente en la Confederación (art. 11), debiendo el gobierno general estructurarse de acuerdo las normas dadas por las propias Instrucciones (arts. 5, 6 y 7).

“El sistema preconizado es, para nosotros, evidentemente confederativo. La exigencia de que los poderes sean delegados “expresamente”, contenida en el art.11, implica la imposibilidad de la teoría de “los poderes implícitos”, que constituye, especialmente en el caso de los Estados Unidos, una de las columnas del sistema federal.

“El hecho de que en las Instrucciones se prevea un gobierno central con poderes organizados y funciones delimitadas no obsta, como se ha afirmado, a la existencia de un régimen confederal”.

“Pero no mantiene la misma opinión para las etapas posteriores de la actuación de Artigas. (Gross Espiell, H., 1959, 191) en Buenos Aires. Este consistirá en una Confederación para el pacto recíproco de las Provincias que forman el Estado (art. 2º), basada en una firme liga de amistad (art. 10), en el cual cada provincia retiene toda la soberanía y poder que no delegue expresamente en la Confederación (art. 11), debiendo el gobierno general estructurarse de acuerdo las normas dadas por las propias Instrucciones (arts. 5, 6 y 7). El sistema preconizado es, para nosotros, evidentemente confederativo. La exigencia de que los poderes sean delegados “expresamente”, contenida en el art.11, implica la imposibilidad de la teoría de “los poderes implícitos”, que constituye, especialmente en el caso de los Estados Unidos, una de las columnas del sistema federal.

“El hecho de que en las Instrucciones se prevea un gobierno central con poderes organizados y funciones delimitadas no obsta, como se ha afirmado, a la existencia de un régimen confederal”. Pero no mantiene la misma opinión para las etapas posteriores de la actuación de Artigas. (Gross Espiell, H., 1959, 191)”.

“…Las palabras empleadas por Artigas en todos sus documentos públicos y privados son las de “Confederación” y de “Liga de los Pueblos Libres”; así como por todas las provincias que mantuvieran correspondencia con el Protector en esos años de lucha. Artigas utiliza indistintamente las palabras Liga o Confederación. Liga es la unión por vía de pactos de estados independientes que se conservan como tales.

“Como se trata de un elemento crucial para dirimir el tema sobre si la Provincia o Estado Oriental estaba destinado a convertirse en miembro de un Estado Federal más poderoso o, si siempre fue pensada en función de constituirse en Estado independiente y soberano formando parte voluntariamente de una confederación de estados, es importante aclarar el sentido de las palabras empleadas”

La pregunta que debemos hacernos es si la intención de Artigas era conformar una Confederación o si ésta era solo un paso previo para conformar una Federación.

Para Arturo ARDAO[8] en una particular visión, Artigas solo pensó en una Confederación y nada más.

“De los diversos generalizados malentendidos sobre Artigas, ninguna más grave, por básico, que el de entenderlo partidario de la Federación de las Provincias Unidas, sea, según algunos, como fórmula automática de la Liga de los Pueblos Libres (Liga mal llamada Federal), sea, según otros, como fórmula definitiva después de una muy provisoria Confederación. Una cosa es la Federación, y otra muy distinta la Confederación, con consecuencias muy distintas también, en lo que tiene que ver con la Independencia. De haber sido destinada a integrar una Federación o Estado Federal, la Provincia Oriental hubiera perdido por completo su solemnemente declarada (por Artigas) condición de Soberana e Independiente; y con mayor razón, toda posibilidad de ser, a cierta altura, con reiteración llamada (por Artigas)”

Entre otros documentos que avalarían lo que dice ARDAO[9] podríamos mencionar las instrucciones de Marzo de 1813 para sus representantes de la Banda Oriental que deberían ir a la Asamblea Constituyente a celebrarse ese año.

Allí en las distintas cláusulas se expresa que “no se admitirá otro sistema que el de Confederación para pacto recíproco con las provincias que formen nuestro Estado … “será reconocida y garantida la Confederación ofensiva y defensiva de esta Banda con el resto de las Provincias Unidas, renunciando cualquiera de ellas la subyugación a que se ha dado lugar por la conducta del anterior Gobierno”. … que “En consecuencia de dicha Confederación se dejará a esta Banda en la plena libertad que ha adquirido como Provincia compuesta de Pueblos Libres; pero queda desde ahora sujeta a la Constitución que emane y resulte del Soberano Congreso General de la Nación y a sus disposiciones consiguientes teniendo por base la libertad” …. “No admitirá otro sistema que el de Confederación para el pacto recíproco con las provincias que formen nuestro Estado” y que...“esta Provincia retiene su soberanía, libertad e independencia, todo poder, jurisdicción y derecho que no es delegado expresamente por la Confederación a las Provincias Unidas juntas en Congreso”.

Está claro que Artigas en sus Instrucciones menciona una Confederación y lo que ella conlleva, como la retención de la Soberanía, Libertad, e Independencia, en todo lo que no se delegue expresamente en el Gobierno de las Provincias Unidas.

Aunque se plantean algunas dudas respecto a lo que dice ARDAO, pues de algunas de las Instrucciones surge que la Provincia Oriental queda SUJETA a lo que se decida en el Soberano Congreso de la Nación.  Esto sugiere que los Orientales reconocen sujetarse a un ente superior: La Nación y su Congreso y lo que allí se decida.

José María TRAIBEL[10] en su conocido trabajo ‘Breviario Artiguista’, plantea otra visión, basándose en las Instrucciones que daba Artigas a sus representantes ante los distintos Congresos, en sus cartas particulares, y en lo que le comenta a José María Paz que lo visita en Paraguay al final de su vida.

Dice el autor que “La idea es, pues, crear una estrecha alianza, es decir, la Confederación; aguardar el fin de la guerra y al igual de lo actuado por los norteamericanos, recién, entonces, con la madurez y tranquilidad que un paso tan grave requiere, proceder a la abolición de las soberanías particulares, que pasarían a ser autonomías federales dentro de un estado constitucional.

“Fue Bauzá en su ’Historia de la dominación española en el Uruguay’, el que antes pareció ver la posibilidad de que Artigas hubiera querido primero organizar una Confederación, para luego, en un segundo momento, establecer un estado federal permanente…”

” En cuanto al medio de proceder en la sucesiva organización, ya hemos dicho que Artigas también lo ofrecía y lo practicaba: era el pacto interprovincial, " que como lo ha señalado con autoridad el Dr. Emilio Ravignani, es la base de la posterior organización federal argentina. Además, para que el pacto fuera posible, Artigas reunió las provincias que, débiles y aisladas no podrían hacer frente al poder superior de Buenos Aires y opuso al centralismo porteño el autonomismo provincial”.

Entendemos que los conceptos vertidos por Artigas fueron parecidos a los que años más tarde declaró Rosas. Con una diferencia: Artigas creía firmemente en la necesidad final de que, luego de los pactos interprovinciales que establecerían una Confederación y luego de terminadas las guerras civiles y extranjeras, habría necesidad de contar con una Constitución Nacional para elevar dicha organización a una Federación. Rosas, si bien lo declaraba, creemos que entendía que la existencia final de una Constitución Nacional no iba a servir de aglutinante para la consolidación del país, y que los disensos y guerras internas iban a continuar por más que existiera el famoso ‘librito’, según irónicas palabas de Facundo Quiroga.   Finalmente, esto ocurrió después de 1852, dándole la razón a Rosas, que era seguramente algo menos ingenuo que el patriota Oriental.

Por su parte, Vivián TRÍAS[11] nos da su parecer respecto a los conceptos de Confederación y Federación y sobre lo que él mismo entiende que estaba en el pensamiento de Artigas:

“El edificio Federal es un medio y no un fin, es una herramienta para construir la organización nacional sobre la base de un programa económico fundado en las necesidades de las mayorías. La doctrina ‘artiguista’ es, esencialmente, nacionalista.

“El Federalismo es la instrumentación de su nacionalismo.

“En este este contexto se resuelve fácilmente la tradicional discusión acerca de si el Protector postulaba una Confederación de Estados (unión laxa, - en que cada miembro conserva la facultad de separarse del resto) o un Estado federal (integración más centralizada, en que la soberanía radica en el poder Federal y es incompatible con la escisión aislada de cualquier componente).

“Eugenio Petit Muñoz (‘Artigas y su ideario a través de seis series documentales’, Facultad de Humanidades y Ciencias de Montevideo, Uruguay) superó decididamente la polémica con su feliz y documentada exegesis del federalismo artiguista. Artigas propuso, en rigor, la construcción de un Estado Federal por etapas.

“En la primera: descabezada la monarquía española por la prisión de Fernando VII y en función de su índole contractual (panto entre el rey y el pueblo), la soberanía pasa a los "pueblos" (se refiere a las comunidades, ciudades, villas, etc.). Es el "gobierno inmediato". Así se vertebr6 el movimiento ‘juntista’ español de resistencia a la invasión napoleónica e irradie hacia el proceso liberador de las colonias.

“En la segunda: los "pueblos" usan su soberanía para unirse en provincias. Tal como lo hacen los "pueblos" convocados en el Congreso de abril de 1813, dando nacimiento a la Provincia Oriental.

“En la tercera: las provincias se enlazan, mediante pactos recíprocos, para constituir una Confederación que les permite sobrellevar victoriosamente el esfuerzo de la guerra de independencia e ir asentando las bases de su futura organización definitiva.

“En la cuarta: finalmente, y una vez terminada la guerra, el Congreso de provincias confederadas crea el Estado Federal (que en el léxico artiguista es equivalente a la sanción de la Constitución. De esa manera, ladrillo sobre ladrillo, se articula el andamiaje institucional de la Federación”.

 

En síntesis, uno de los datos que hacen a la diferencia entre la Confederación y la Federación, es que, si bien en ambos hay poderes expresamente delegados de las provincias a un Gobierno Nacional y asistencia mutua en caso de conflictos interiores o exteriores, en una Confederación hay Ejércitos provinciales en cambio en una Federación, conforman un único Ejercito.

Otra diferencia a tener en cuenta es que en una Confederación las provincias integrantes pueden voluntariamente desunirse y retirarse de ella; en cambio en una Federación, no.

Téngase presente esto último para interpretar el acto de Urquiza en 1851 cuando rompe ilegítimamente el Pacto Federal en su famoso ‘Pronunciamiento’ que fue, y es, totalmente nulo.

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IV.          JOSÉ GERVASIO DE ARTIGAS y “LA LIGA FEDERAL” o “LA UNIÓN DE LOS PUEBLOS LIBRES”-El Éxodo

 


Hagamos un poco de historia para entender por qué siempre los pueblos hispánicos de América tuvieron que luchar ‘contra-corriente’ contra ingleses, franceses, españoles y luso-brasileños; contra las Logias masónicas representadas por el Unitarismo y las Bancas internacionales que, como hoy, ya operaban en nuestro continente.  Diferente fue el proceso expansionista brasileño que no corrió demasiados vaivenes, salvo las intenciones Republicanas de los ‘farrapos’.

Como resume Waldemar SARLI[12]Muchos hemos llegado a creer que el proyecto político y económico de Artigas bien pudo hacer posible una Argentina más grande, más independiente y justa. En un corto lapso, la posibilidad de formar una nación única en el Virreinato del Río de la Plata se derrumbó con la creación de cuatro países. En este trabajo se enfatiza el último desgajamiento, el de la Banda Oriental, justamente la provincia que comandó Artigas que, desde su argentinidad, tuvo la propuesta integradora para construir una gran nación.

Tras la expulsión de la Compañía de Jesús, en 1767 la corona española hizo una dadivosa entrega de las reducciones jesuitas a los portugueses. La Orden fue desterrada de América, aun cuando -o tal vez a causa de que habla realizado el único Intento de Integrarlos a la civilización occidental.

La corona española dio muestras de desprecio y desinterés por la integridad y la evolución de sus territorios en el Río de la Plata. La incompetencia de los monarcas en la administración y defensa de esta región se expresó en los tratados de 1681, 1713, 1750, 1777 y1801, en los que concedieron territorios a Portugal –Río Grande, los siete pueblos de las Misiones, Colonia de Sacramento, Santa Catalina, el Yaguarón, entre otros-, una y otra vez invadidos y ocupados por los lusitanos y luego cedidos por los españoles, en general, a cambio de nada o de muy poco.

Portugal abusó permanentemente de la pasividad hispana y se apoderó de vastos territorios que "correspondían" a España, desde el mismo "descubrimiento" de América en que, en nombre de dios y con el aval de la santa Iglesia de Roma, se determinaron los límites de propiedad de ambos reinos católicos sobre las nuevas tierras que se ponían a disposición de Europa,

La diplomacia española sólo consiguió negociaciones ruinosas. Al llegar la hora de los ingleses, en los comienzos del siglo XIX. no dejó de sorprender la lealtad de las colonias del Plata a la corona de los Borbones, hasta entonces capaces de entregar estas tierras por cualquier conveniencia del momento. Menos es de creerla fidelidad a España en el estallido’ juntista’ de 1810.

Cuando las autoridades de Montevideo y de Buenos Aires recurrieron a Portugal para conseguir su apoyo frente a los criollos disidentes, en pleno proceso revolucionario, sin duda eran conscientes de estar lía mando al zorro para poner paz y orden en el gallinero”.

Creemos que, en estas breves definiciones históricas del autor mencionado, encontraremos la clave del por qué se nos hizo siempre ‘cuesta arriba’ la Restauración de las Provincias Unidas cuando en más de una oportunidad España y su enemigo de siempre, Portugal, eran capaces de formar alianzas, sumados a Francia, Inglaterra y Brasil para impedir, a como diera lugar. el mencionado objetivo.

Refiriéndonos ya a la vida de Artigas, Vicente Fidel LÓPEZ[13] (hijo de Vicente López y Planes. A veces los frutos de un buen árbol son ponzoñosos), allá por 1889, describió al ilustre Restaurador de las Leyes, Juan Manuel de Rosas, y adjetivó a Artigas con un evidente desconocimiento del mismo o con una fina intención de provocar el desvalor del héroe hispanoamericano adjudicándole incompetencias intelectuales falsas:

“Rosas es Romano: calcula y combina en una esfera más alta, más imperial. En él todo es propósito político, previsión sistemática y nivelación científica de las prominencias sociales por medio de la línea del terror {…} Vendrá después el día de la clemencia; porque su fin político no es destrozar ni hacer añicos los pueblos como el bruto (¡¡¡??) de Artigas, sino reunir los elementos simétricos de la vida social, garantizar su quietud, y amalgamar su compactibilidad bajo la ley del miedo común. El terror no es en sus manos sino un medio de gobierno, y no el mero instinto de la bestia: es monstruo, pero es monstruo patricio y de alcurnia: Sila: Tiberio. ¡He ahí la obra de Rosas en 1840”!

Hagamos aquí un paréntesis necesario para contestar a uno de los tantos tergiversadores de nuestra historia: el susodicho ‘bruto’, según Vicente Fidel López. José Gervasio de Artigas, quien después fue llamado ‘El Protector de los Pueblos Libres’ y que conformó la ‘Liga Federal’, es fruto de familias distinguidas Orientales y desde su adolescencia fue un ávido lector de literatura proveniente de Europa y Estados Unidos, como “Sentido común” de Thomas Paine y  “El Contrato Social” de Rousseau, entre otros autores de la Ilustración.

Fue educado en una escuela católica de franciscanos, de la que se retiró a las estancias de su padre.  Principalmente trabajó en la que se ubicaba en las actuales tierras que lindan la Villa de Casupá.

En la primera etapa de su vida no fue influido por ideas revolucionarias. Su educación no fue muy ortodoxa, aunque demostró brillantez en su desempeño. Cuentan cronistas de la época que, en el tiempo de su Campamento de Purificación, contaba con cuatro secretarios, a los que les dictaba cartas en forma simultánea y con sorprendente lucidez, abarcando temas que iban desde asuntos menores hasta la organización administrativa y política y cartas diplomáticas.

Comencemos a adentrarnos en la vida de Artigas.

Pedro GAUDIANO[14] nos muestra una faceta algo desconocida de nuestro prócer.

Durante sus largos años en el Paraguay, desde 1820 hasta su muerte en 1850, las crónicas dicen que vivió y actuó como un católico Franciscano, orden en la que se formó desde niño en el colegio San Bernardino, en Montevideo.   Dicha doctrina delineó toda su actuación política posterior y su ideario ‘artiguista’ plasmado tanto en las leyes que instituyó como en sus frases más conocidas, por ejemplo: “Que los más infelices sean los más privilegiados”, frase de fuerte sentido franciscano.

Sus padres y abuelos también pertenecían a las órdenes franciscanas de aquellos tiempos.

Artigas eligió fundar la capital de la Liga Federal el 2 de febrero de 1815 y le dio el nombre de “Purificación” en honor a la fiesta de la Purificación de la Virgen María que se celebra ese día.

En 1816 el propio Artigas fundó Carmelo.  Le impuso ese nombre en honor de la Virgen del Carmen.

Cuando vivía en Asunción, en 1846, todos los días rezaba el Rosario junto a los indígenas que oraban en lengua guaraní y lo trataban como un padre. También enseñaba catecismo a los niños pobres del barrio donde vivía, quienes lo amaban, por su sencillez y humildad.

En otro orden de cosas, por parte de su abuela materna, Ignacia Javiera Carrasco, era descendiente de una Princesa Inca que se llamaba Beatriz Tupac Yupanqui, tal como surge de su genealogía con documentación dada por el Genealogista Oriental Luis Alberto Azarola Gil (Montevideo25 de marzo de 1882 - 4 de enero de 1966).

Agustín de VEDIA describe la fisonomía y las costumbres de Artigas en el trabajo de Carlos María RAMIREZ[15] que comentamos anteriormente:

 “Es Artigas de regular estatura, ancho y cargado de espaldas de rostro agradable, algo calvo de tez blanca, y de conversación afable y decente. Sin embargo, de haber pasado la mayor parte de su vida en la campaña, sus maneras no eran las de un gaucho. Su traje habitual era una levita azul con botones militares, sobre la cual ceñía el sable. Jugaba mucho a los naipes, bebía poco y comía parcamente. Tocaba la guitarra, cantaba y bailaba con bastante gracia. Escribía con mucha naturalidad, era aficionado a las lindas muchachas, etc”.

Según ALÉN LASCANO[16],  su lucha comenzó en 1806  durante las invasiones inglesas se presentó ante Ruiz Huidobro, a la sazón Gobernador de Montevideo. Fue incorporado muy joven a los Blandengues y luchó  junto a Liniers en los Corrales de Miserere, el Retiro y en la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo) hasta la derrota de Beresford.  Luego volvió a Montevideo a informar del triunfo.

Siguiendo las consideraciones del autor citado, Artigas fue un héroe de la nacionalidad argentina (‘Argentino’ en tanto ‘Argentum’, por los habitantes de ambos lados del río de La Plata). Fue Federal y Republicano, peleando en el litoral y la Mesopotamia, así como lo hicieran Güemes en el norte, San Martín en Cuyo y Felipe Ibarra en Santiago del Estero.

VIGNALE[17] nos trae una pintura social del Prócer en tiempos en que pertenecía a los Blandengues:

” Los años en que Artigas, como integrante del Cuerpo de Blandengues —en el período colonial—, cumplió la misión específica de combatir a los contrabandistas y matreros que actuaban en la campiña oriental, le permitieron mantener estrechos contactos con la población campesina, que, con el correr de los años, se transformaría en el elemento constitutivo de sus audaces y heroicas legiones. Esa convivencia con el criollo, hizo posible su gravitación espiritual y su condición de caudillo.

Gentes humildes, de escasa o ninguna instrucción, tuvieron, sin duda, el sentido telúrico de la libertad, y no vacilaron en seguir tras el hombre en quien intuyeron al más fiel y firme intérprete de sus aspiraciones y sentimientos.

Por su parte, Artigas tuvo confianza y fe absolutas en el elemento criollo. No actuó con alejamiento del medio, ni seducido por la atracción de lo foráneo.

Su permanente vinculación con el medio y el elemento nativo, le permitió conocer el material humano que el destino había puesto en sus manos.”  

El ‘artiguismo’ se fue expandiendo por toda la región. El principal ladero de Artigas en Córdoba fue el General Juan Bautista Bustos.  También tuvo en la provincia mediterránea a Felipe Santiago Cardoso, su amigo y confidente, al comandante Juan Pablo Bulnes, al coronel José Javier Díaz (que luego se apartó del ‘artiguismo’), al coronel Felipe Álvarez en el Sudeste y a José Antonio Guevara en el Noreste.

La idea de la ‘Patria Grande’ ya sobrevolaba las intenciones de Artigas. Soñaba con ello y en 1811 le pidió colaboración a Gaspar Francia, caudillo del Paraguay, para formalizar nuestro sistema continental con el fin de evitar la intromisión lusitana en su territorio.

Y la lucha siguió por el año 1811 con la primera invasión portuguesa a las tierras Orientales.

Ya una parte de la Banda Oriental estaba en poder de los portugueses, quienes fundaron las ciudades de Colonia del Sacramento en 1680, Río Grande en 1737 y Porto Alegre en 1742.

En 1750 la banda Oriental fue partida en dos, lo que hoy es Río Grande do Sul (Brasil) y Uruguay.

En 1801 los riograndenses invadieron los siete pueblos de las Misiones, incorporando de facto las Misiones Orientales a su territorio.

En 1807, ante el traslado de la corte portuguesa a Brasil, los portugueses le dieron a su nuevo territorio de Río Grande la categoría de «capitanía» militarizándola fuertemente, conformándose así la Capitanía de San Pedro del Río Grande del Sur.

El Éxodo

El Éxodo del Pueblo Oriental fue la emigración colectiva de habitantes de la Banda Oriental que siguieron a José Gervasio de Artigas hasta el Salto Chico del río Uruguay, en donde hoy se halla la ciudad argentina de Concordia.  Tuvo lugar después del levantamiento del Sitio de Montevideo a causa del armisticio vergonzoso de octubre de 1811 entre el entonces virrey Elío y el Triunvirato de Buenos Aires. La caravana recorrió 522 km en 64 días.

Analicemos los hechos para comprender lo sucedido.

Luego de producidos los levantamientos rebeldes en la Banda Oriental, el gobernador español de Montevideo, Francisco Javier de Elío, decidió declararle la guerra a la Junta de Buenos Aires el 18 de febrero de 1811.

Muchos Orientales se levantaron contra el Virrey Elío y arrastraron al pueblo en su lucha.  Los pobladores se sublevaron y sobre el arroyo Asensio, en el actual departamento de Soriano, se proclamaron a favor del gobierno revolucionario de Buenos Aires, tratando de extender el territorio bajo control revolucionario hacia la Provincia Oriental.

Es necesario aclarar el término ‘Oriental’.

Milton ACOSTA[18] especifica que tanto los Federales como los ‘Anglo-montevideanos’ se auto-llamaban ‘Orientales’: “Entre 1836 y 1838 que se dirimió la lucha entre los partidarios de los generales Manuel Oribe y Fructuoso Rivera, se nos arenga desde uno u otro bando como “Orientales”. En su proclama de 16 de diciembre de 1843 a punto de vadear el Arroyo Grande, Oribe se dirige a los Orientales; y esa palabra inicia cada uno de los párrafos de la misma. La defensa de Montevideo, a cargo de don Joaquín Suárez y su ministro el general Melchor Pacheco, exhorta a los “Orientales” a “defender la ciudad sitiada”. 

A continuación de esta proclamación, llamada ‘El Grito de Asencio’, se produjo una generalización de sublevaciones por todo el territorio de la Provincia Oriental.

Los españoles fueron derrotados en tres enfrentamientos con los orientales que avanzaban hacia Montevideo como vanguardia del ejército comandado por Manuel Belgrano y luego por José Rondeau. Las tropas realistas se vieron obligadas a replegarse hacia Montevideo, que quedó como único bastión español en la Banda Oriental. Debido a esto las fuerzas revolucionarias implantaron un sitio sobre dicha ciudad.

A estos reveses respondió Elío con energía. Extremó la represión interna en la ciudad de Montevideo, expulsando a 31 familias y a los franciscanos por sospechar simpatías con los revolucionarios.  También bloqueó el puerto de Buenos Aires y autorizó a invadir el territorio a las 5.000 tropas portuguesas instaladas en la frontera, comandadas por Diego de Souza. Los portugueses iniciaron la marcha el 15 de julio de 1811 y ocuparon sucesivamente Melo, la fortaleza de Santa Teresa, Rocha y Maldonado, donde establecieron su cuartel general el 14 de octubre.

Simultáneamente irregulares portugueses avanzaron por ambas márgenes del río Uruguay saqueando las poblaciones, entre ellas Paysandú el 1 de septiembre de 1811, que luego fue recuperada el 9 de octubre.

Esta invasión fue solicitada por el Virrey del Río de la Plata, Francisco Javier Elío, en apoyo de las autoridades españolas contra los revolucionarios ‘artiguistas’.

Para los españoles con su eterna corta de entendederas y su nula visión geopolítica, lo opuesto a sus rivales lusitanos, preferían ceder territorio a sus archienemigos con tal de derrotar a Artigas.

Debido a que Elío exigía el abandono total de la Banda Oriental como condición para cualquier arreglo, los principales perjudicados por estas negociaciones eran los partidarios de la revolución. Los orientales y los entrerrianos, que si no emigraban quedaban abandonados en manos del enemigo.

Tal invasión, como ya se ha mencionado, se realizó en el contexto de la Revolución de Mayo, con el apoyo de los siempre traidores a su nación como Rivadavia y el Triunvirato, entre otros, que pactaron con el Virrey Elío reconociendo su autoridad en la Banda Oriental, con el aval de Lord Strangford y de los ingleses que en multitud comerciaban en Montevideo. 

Los portugueses agradecidos por la ceguera española no perdieron un minuto.  En julio, se despachó un ejército de 4.000 hombres al mando del general Diego de Souza. desde Río de Janeiro hacia el Sur.  El gobierno bonaerense de la nueva e independiente nación, derrotado en Paraguay y Alto Perú, actual Bolivia, y con el comercio impedido por el sitio naval de Elío, buscó a partir de agosto un acuerdo con Montevideo y el territorio Oriental a cambio de poner fin al bloqueo portuario y la retirada de los portugueses.

El 10 de septiembre de 1811 se reunieron en la panadería de Vidal un centenar de vecinos de extramuros de Montevideo convocados por José Rondeau con una delegación del gobierno de Buenos Aires integrada por el deán Gregorio FunesJuan José Paso y Manuel de Sarratea.   Es considerada la primera asamblea del pueblo Oriental en la que se habían manifestado contrarios al armisticio bajo esos términos

Como puede verse, los Orientales patriotas estaban cercados. Mientras sitiaban a los españoles en Montevideo al mando del Virrey Elío, los portugueses avanzaban libremente sobre la retaguardia de los patriotas, acudiendo, gustosos, al llamado del Virrey, en un movimiento de pinzas que se iba agudizando.

La opinión unánime no cambió.  Los orientales, comandados por Artigas a quien designaron como su jefe, se comprometían a mantener el sitio por sus propios medios, pero a instancias de éste aceptaron retirarse hasta el río San José a partir del 12 de octubre de 1811.

El 20 de octubre de 1811 se firmó en Montevideo el Tratado de pacificación entre la Junta de Buenos Aires y el virrey Elío.  Al día siguiente fue ratificado por el virrey, y el 24 de octubre por el Triunvirato, que ofició a Rondeau la retirada inmediata del ejército. La idea era dejar todo el territorio oriental en poder del virrey Elío, que se comprometía en reciprocidad a levantar el bloqueo naval de Buenos Aires y no tomar medidas de represalia contra quienes hubieran luchado en su contra. Los portugueses, por su parte, debían retirarse.

El 23 de octubre de 1811 se conoció la noticia de la firma del tratado y su ratificación por Elío en el campamento de San José.  Allí tuvo lugar una reunión o asamblea espontánea de los orientales que habían estado incorporados al sitio.

En medio del dolor y la desazón, todos proclamaron entonces la voluntad de no abandonar las armas contra los invasores portugueses, obedecer el armisticio, emigrar hacia un territorio no controlado por Elío y reiniciar la lucha cuando fuese posible. y siguieron a Artigas en el episodio conocido como el Éxodo del Pueblo Oriental.

¿Cómo había sido el pacto entre Artigas y el Gobierno de Buenos Aires, que luego diera lugar al Éxodo del oriental quien se sintió traicionado por dicho Gobierno?

Sobre el tema el profesor e historiador Edmundo M. NARANCIO (citado por TRAIBEL[19]) dice que “.De la compulsa de la documentaci6n de la época resulta que: el levantamiento popular de la Banda Oriental se hizo contando Con el auxilio de Buenos Aires; que el suministro de ese Socorro, y no cualquier otro pretendido derecho que se quisiera alegar, había dado lugar al nacimiento de un pacto tácito mediante el cual los Orientales reconocían la autoridad de Buenos Aires a cambio de la ayuda para derrotar al gobierno virreinal, instalado en Montevideo; Buenos Aires mismo, al firmar el Tratado de octubre, que 10obligaba a abandonar la Banda Oriental y a sus habitantes, renunció voluntariamente y no por deseo o imposición de los orientales, a la autoridad que hasta el momento ejercía, quedando roto el lazo que, aunque no expresa, por lo menos tácitamente, los ligaba con las autoridades porteñas; en consecuencia del abandono en que se encontró, el pueblo, que no deseaba recaer en la dominación del enemigo se constituyó socialmente, designando de inmediato un jefe, que resultó ser Artigas; por último, abocados los Orientales a una ardua lucha para la reconquista de su suelo y la afirmación de su libertad, entendiendo, además, que existían objetivos y finalidades análogas en la acción de los otros pueblos hispanoamericanos en plena revolución buscó, como medio transitorio de lograr dichas finalidades, la concertación de pactos de alianza estrecha, es decir, Confederación con otros países hermanos”

Esa traición del gobierno de Buenos Aires, que en vil coyunda firmaron un pacto con el gobierno español en Montevideo motivó, como protesta, el comienzo del ´Éxodo’ del pueblo Oriental detrás de su Protector.

La protesta de los patriotas de no dejar las armas hasta que los portugueses no hubieran evacuado el país, surge de su descontento al ver que los invasores podían gozar una libertad por la que ellos vieron derramar la sangre de sus hijos, recibiendo con valor su postrer aliento.

Determinaron gustosos dejar los pocos intereses que les restaban a su país, y se trasladaron con sus familias a cualquier punto donde pudieran ser libres a pesar de miserias y toda clase de males.

Los orientales, acosados por los imperios español y portugués y las intrigas de las autoridades de Buenos Aires, decidieron no rendirse y continuar con el éxodo.

En un principio, el caudillo se opuso a esta emigración masiva; pero luego ordenó levantar un registro de las familias e individuos que lo seguían.  Se llegó a un número aproximado a las 16.000 personas.

En agosto de 1812 llegaron al arroyo Ayuí Grande (al sur de la actual represa de Salto Grande). Allí permanecieron, bajo la protección de Artigas, hasta el mes de septiembre de 1812, cuando se reanudó el sitio de Montevideo y el caudillo regresó a la Banda Oriental.

 

 


 

Estamos obligados a hacer presente que en su alojamiento de ‘Las Tres Cruces’ Artigas expuso su pensamiento político en un discurso el 5 de abril de 1812.   Decía que debería conformarse una unidad nacional bajo el sistema Federal. Obsérvese el año y lo adelantado de sus ideas. Esa Confederación pactaría un acuerdo ofensivo y defensivo de la Banda Oriental con el resto de las Provincias Unidas, inclusive con la Provincia del Paraguay.  Lo que muestra una concordancia plena con el pensamiento de José de San Martín, a pesar del sinuoso Carlos María de Alvear que, con actitud acomodaticia con los poderes de turno, intentó socavar los pasos de Artigas que pugnaba por el engrandecimiento de las Provincias Unidas. Este personaje, al principio fue amigo de San Martin de quien se distanció después, y también sería futuro embajador de Rosas, y luego de Urquiza, sin sonrojarse. La Liga Federal estaba en marcha y el destino de grandeza asomaba en nuestro suelo.

TRAIBEL[20] nos menciona la actitud tanto de Alvear como del Oriental Nicolás Herrera y  de Manuel García.  Respecto de este último, si bien Rosas luego lo designó funcionario, como a Alvear, lo hizo con mano férrea, siguiendo ambos sus directrices a rajatabla y sin margen de maniobra propia. Tres hombres siempre propensos a ser servidores de los intereses extranjeros, con una bajeza tal que son todos imputables de alta traición.   La idea era destruir a Artigas a como diera lugar:

Veremos entonces a Alvear mismo enviando al ministro español en Río de Janeiro, los datos concretos que pueden servir por el conocimiento de las fuerzas de los diversos ejércitos platenses, de su moral y de la calidad de sus armamentos, para la eventualidad de una acción de reconquista.

“Veremos también a Nicolás Herrera, antiguo secretario del Triunvirato, mantenido a través de los directorios de Posadas y Alvear, quien deseoso de solucionar su situación personal, única preocupación de una vida dedicada a la traición y a la vergüenza ofrecía sus servicios al gobierno portugués, presentándose ante el Rey, al que entregaría unos "apuntamientos que podrían ser útiles a los intereses de Su Majestad Fidelísima", con vistas a facilitar la invasión”.

Los elementos más valiosos que tenía en sus manos la incursión portuguesa para convertirse en una dominación estable eran el conocimiento del medio y su talento singular que le permitía orientar con eficacia la penetración política que realizaba paralelamente a la militar.

Por último, la acción del gobierno de Buenos Aires, destinada a facilitar la ocupación de la Banda Oriental, fue un factor de importancia decisiva en la invasión de los lusitanos.

Don Manuel José García, actuaba como delegado diplomático del directo Río de Janeiro.  Diría de él Mitre, con benevolencia, para definir a uno de los más caracterizados entre los intrigantes que produjo la revolución “carácter flexible que se doblaba al impulso de las circunstancias”

Entró García, en "un plan político en el cual, creyendo ser el director en cierto modo, no era sino el servidor de intereses ajenos y antagónicos". García cree que la intervención de una potencia extranjera era necesaria para alcanzar soluciones que favorecieran el predominio de Buenos Aires y su obra en el Río de la Plata. La extinción de Artigas era "urgente al país".

De tal modo que “…..Para terminar con el señalamiento de esta evidente}' complicidad del Directorio con la invasión portuguesa, podemos indicar los reiterados intentos del último Director, Rondeau, que trata por todos los medios de coordinar una acción conjunta, militar, concreta, contra Artigas, en la que participarían las tropas de Lecor  y las suyas propias.; Hemos dejado señalado el proceso de esta gran conspiración en la que se aunaron los esfuerzos del monarca sudamericano con los de los Directoriales porteños”

Lo que sucedía y que desesperaba a los lusitanos y a los centralistas ‘directoriales’ era el Federalismo que propugnaba Artigas. Una especie de municipalismo foral español, mezclado con un sistema parecido al constitucionalismo norteamericano, por supuesto adaptado a nuestras realidades geográficas y sociales, y que, al dar por tierra con el centralismo porteño, quitaba a éste el manejo político y económico del país al establecer derechos en igualdad con las otras provincias.

Como señala IBARGUREN[21]“…Es con Artigas que se cumple, pues, la verdadera emancipación política y social de estos pueblos ubicados al sur de Río Grande. Con Artigas en el Este y con San Martín en el Oeste. Sin ellos, el 25 de Mayo de 1810 habría quedado en episodio intrascendente y desgraciado luego de la vuelta del rey Femando. El encumbramiento de otro jefe popular, igualmente obedecido (don Juan Manuel de Rosas), hará posible más tarde la reestructuración, desde Buenos Aires, de la secular heredad, rota años atrás por la ceguera de las ‘élites’ criollas”. 

En efecto, Brasil deseaba fervorosamente la banda oriental del Río de La Plata y desde allí ascender por el Uruguay haciendo un río binacional.  De este modo coartaba la posibilidad de que las Provincias Unidas del Rio de Plata hicieran de este un rio interior, manteniendo, conjuntamente con el Paraguay, la soberanía sobre las dos márgenes del Rio Uruguay. Esto era lo que buscaba inteligentemente Artigas.

El 19 de abril de 1813 entre Artigas y el General Rondeau se firma la Convención de la Provincia Oriental del Uruguay, reconociéndola como parte integrante del Estado llamado Provincias Unidas del Río de La Plata.

Las famosas instrucciones que dio Artigas a los diputados Orientales que concurrieron a la Asamblea del año 1813 eran claras: “No se admitirá otro sistema que el de la Confederación para el pacto recíproco con las Provincias que forman nuestro Estado” (art.2). Estas ‘Instrucciones’ fueron el antecedente directo de todos los pactos federales que le sucedieron.

En síntesis, podemos decir que Las Instrucciones del año 1813 fueron las que llevaron los diputados de la Provincia Oriental a la  Asamblea Nacional General Constituyente de 1813 de las Provincias Unidas del Río de la Plata, convocados por Buenos Aires a fin de elegir el tipo de gobierno que los representaría.

Las instrucciones defendían los conceptos de Independencia, República y Federalismo. Proponían "conservar la igualdad, libertad y seguridad".  El gobierno central, Federal, estaría fuera de la ciudad de Buenos Aires definiéndose los límites de la Banda Oriental.

Con las Instrucciones del año 13 Artigas expuso la necesidad de nacionalizar las rentas de la Aduana, al igual que lo haría Rosas años más tarde en la Confederación, e impulsó un proteccionismo de la incipiente industria manufacturera.

También planteó que Buenos Aires no tuviera la hegemonía total de las Provincias Unidas y que fuera, por lo tanto, una provincia más en igualdad con las demás. De esta manera, se promoverían las autonomías provinciales, incluso en lo tocante a los cuerpos militares.

Por una cuestión de equilibrio y estrategia geopolítica la capital debería estar fuera de Buenos Aires.

Para Artigas “el Federalismo es la instrumentación de su nacionalismo”, según el historiador Vivián TRÍAS[22], como ya dijimos anteriormente. Compartían el mismo pensamiento Ramírez e Iturria. Pero no un nacionalismo ‘Oriental’, al decir de René Saúl ORSI[23] que no existía, como veremos más adelante, sino un nacionalismo hispano y continental.

Gracias a Artigas por esos años se crearon las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe. El proyecto del Protector de los Pueblos Libres iba conformándose en esa obra que fue la Liga Federal.

Artigas no aceptaba, al igual que San Martín, que en 1812 las Provincias Unidas no se declararan independientes, luego de dos años del pronunciamiento del 25 de Mayo de 1810.

En esa época, como comentábamos, Artigas convocó al Congreso de las Tres Cruces en donde expuso su programa político a los representantes de la Banda Oriental que asistirían a la Asamblea Constituyente de 1813, a fin de apurar aquella declaración, bajo la forma Republicana y Federal. Un gobierno Confederado que incluía a todas las provincias argentinas, la Banda Oriental, el Alto Perú y Paraguay. Se perfilaba en el programa de Artigas la ‘Patria Grande’ hispanoamericana.

Hubo representantes que no pudieron asistir a dicha Asamblea pues sus poderes fueron rechazados por el gobierno central que no quería a Artigas ni a sus ideas políticas planificadoras e integrales.  Lo calificaban de caudillo bárbaro y anárquico, cuando, como ya se ha dicho, se adelantaba en años a la época en que le tocó actuar.

Como dice VIGNALE[24]La habían negado en la apreciación de su acción en el seno de las Provincias Unidas y de su sublime y heroica resistencia al invasor lusitano, en aquella larga "noche triste" de los orientales que transcurrió desde 1816 a 1820”

Es que, como decía Carlos María RAMIREZ[25] “Artigas y el ‘artiguismo’ estuvieron bien lejos del nacionalismo oriental, fue un nacionalismo federativo que abarcó esta parte del continente entre los grandes ríos donde aún hoy se asientan las poblaciones más grandes y la mayor riqueza del sur del continente. Para Artigas el integracionismo y la continentalidad estaban a la orden del día. Su plan de integración salvaba la autonomía de cada una de las provincias y dirigió sus esfuerzos en desarrollar las fuerzas productivas de cada una de las partes por igual”. -

Dice UMPIERREZ[26] que con fecha 16 de junio, Artigas les presentó a los representantes del Director Supremo Álvarez Thomas, un proyecto de “Tratado de Concordia entre el ciudadano Jefe de los Orientales y el Gobierno de Buenos Aires”, en cuyo artículo primero hace un resumen de las Instrucciones planteadas en 1813 en ‘El Congreso de Tres Cruces’ donde se resolvió reconocer la Asamblea a reunirse bajo ciertas condiciones. Seis diputados iban a concurrir a la Asamblea General Constituyente de Buenos Aires para defender las condiciones sustentadas por los orientales.

En dichas Instrucciones se decía lo siguiente: “La Banda Oriental del Uruguay entra en el rol para formar el estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata. Su pacto con el de las demás Provincias es el de una alianza ofensiva y defensiva. Cada Provincia tiene igual dignidad, iguales privilegios y derechos y cada una renunciará al proyecto de subyugar a otra. La Banda Oriental está en el pleno goce de toda su libertad y derechos, pero queda sujeta desde ahora a la constitución que organice el Congreso general del Estado legalmente reunido, teniendo por base la libertad.”

Para organizar a la República las Instrucciones planteaban dos etapas sucesivas. En la primera etapa la base de la organización serían los pactos ofensivos y defensivos entre las provincias, conservando cada una su libertad y autonomía. Esto era el sistema de Confederación. En una segunda etapa, después que las urgencias más apremiantes de la guerra lo permitieran, se aspiraba a un sistema permanente, más sólido. Cada provincia mantendría su autonomía y se regiría por una Constitución provincial que sería distinta en cada provincia. Pero además habría un Gobierno Supremo elegido por la voluntad de todas las provincias. Ese gobierno tomaría a su cargo ciertos asuntos de interés general, por ejemplo, las relaciones con países extranjeros y la organización del comercio de importación y exportación.

El gobierno de las Provincias Unidas debería residir fuera de Buenos Aires.

Artigas hizo su cuartel general en Purificación, un lugar que quedaba entre Salto y Paysandú, sobre el río Uruguay, el 2 de febrero de 1815.  Le dio ese nombre en honor a la fiesta de la Purificación de la Virgen María que se celebraba ese día, pues era una persona religiosa y lo fue hasta el último día de su vida. Como ya se dijo, en este lugar instaló la capital de la Liga Federal “a tiro de cañón de las fértiles llanuras entrerrianas y las verdes colinas orientales”, al decir de Carlos María RAMÍREZ[27].

Pero, continúa desarrollando UMPIERREZ[28],“La contrapropuesta que le dieron a conocer a Artigas fue la de que el gobierno de Buenos Aires estaba dispuesto a reconocer la independencia de la Provincia Oriental, que las provincias de Entre Ríos y Corrientes podrían decidir ponerse bajo la protección del gobierno que gusten, reconociendo el río Paraná como límite del Protectorado, y sobre esas bases ofreciendo la amistad de las Provincias Unidas. … En definitiva se trataba a Artigas y al Pueblo Oriental como si fueran extranjeros que cuestionaban el poder hegemónico de Buenos Aires”

“El fracaso de esta negociación y particularmente el ofrecimiento respecto a reconocer la independencia de la Banda Oriental, Entre Ríos y Corrientes, propiciando de hecho su segregación, queda en evidencia…y la falacia del “sistema de Unidad” (unitario-centralista) que plantea Buenos Aires, el cual, en realidad, hace referencia a un sistema hegemónico que no tiene ningún escrúpulo en segregar del “Proyecto Nacional” a los Pueblos que no se someten.”

Ahora bien, ¿a qué nos referimos con el sistema ‘Unitario’ contario a las ideas Federales que se acunaban en los pueblos hispanos?

Vivian TRÍAS[29] expresa claramente lo que significa, económicamente, la dependencia a la que nos quería someter el Unitarismo. El autor dice que “los intelectuales, militares, políticos embebidos de la influencia ideológica liberal de la época y fervientes admiradores de lo europeo, constituyen el sustento de la corriente política Unitaria. {…} Su concepción de la unidad nacional consiste en un gobierno centralizado en la provincias-metrópoli y capaz de imponer al conjunto del país su política económica liberal y pro-inglesa. Procuran la unidad nacional, porque pretenden disponer de todo el mercado interno para usufructuar los beneficios de la libre importación y revender, hasta en los más alejando confines, las manufacturas fabricadas en Inglaterra.{…}.

“El punto de vista Unitario es que el manejo del puerto y las rentas de la aduana son patrimonio exclusivo de Buenos Aires o, mejor de sus clases dominantes. Esto significa que la producción exportable de las otras provincias ha de pasar, inexorablemente, por el puerto único y ha de rendir su tributo impositivo en la aduana correspondiente. Lo mismo acontece con el flujo de las importaciones destinada al interior”.

“Supongamos que un vecino de Santiago del Estero compra un poncho inglés importado y paga por él un precio en el cual, por supuesto se incluye el gravamen aduanero pertinente. Ese gravamen no se acredita a Santiago, por más que sea un santiagueño el que lo pague, sino a Buenos Aires.” {…}

“La política Unitaria habría de desatar, por supuesto, la violenta oposición de las masas. En las provincias mediterráneas la libre importación fue arruinando a la manufactura doméstica y a la artesanía y arrojando en la miseria a miles de hombres y mujeres. Ese es el origen de los caudillos y montoneros que expresaron, políticamente la protesta popular contra los intereses y la dominación Unitaria. {…} El caudillo {Artigas} afirmó su arraigo en las masas ruarles de la Provincia Oriental con su reforma agraria, pero también reclamó la nacionalización de las rentas aduaneras del puerto de Buenos Aires {…} levantó soluciones proteccionistas para amparar a las manufacturas y artesanías acosadas por los artículos extranjeros importados.”

Es preciso el razonamiento del autor, salvo en lo atinente a su mención de las ‘masas’. Este concepto, con connotaciones marxistas, era inexistente en nuestras tierras hasta esa fecha de la historia, puesto que no había aún una proletarización de la población, que recién vendría con la revolución industrial en Inglaterra y que se caracterizó por el uso de nuevas tecnologías aplicadas a la producción en masa (también denominada, producción en serie). Todo esto llegó muchas décadas después a nuestra patria. Sólo había en Buenos Aires y en algunas pocas ciudades del interior una incipiente burguesía manufacturera y de oficios, junto con los funcionarios de gobierno.

El error de Trías, Stewart Vargas y el propio Abelardo Ramos consiste en trasplantar conceptos de fines del siglo XIX y principios del siglo XX a la época ‘rosista’, con esquemas marxistas materialistas de lucha de clases inexistentes por aquella época, y debilitan, en algo, sus otros análisis precisos y exactos de la época.

Todo esto es analizado por Julio STORTINI[30], citando varios conceptos de José María Rosa en su artículo bajo el seudónimo de Martín Pincella  (ROSA, José María "Polémicas", en RIIHJMR, año V, núm. 13, Buenos Aires, 31 de enero de 1952, p. 3; ROSA, José María "Bibliografía" comentario a ‘El otro Rosas’ de Luis L. Franco, en RIIHJMR, num.12, Buenos Aires, julio de 1946, pp. 106-107)

“En varias oportunidades, José M. Rosa lo expresó con claridad: Interpretar la historia argentina con las anteojeras de la 'lucha de ciases' obliga a curiosos equilibrios dialécticos. José Ingenieros, que creernos fue el primero en intentarlo, no vacilaba en acomodar los hechos a sus concepciones [a priori], tergiversando tranquilamente las fuentes documentales con esa su deliciosa irresponsabilidad: así ante el insoluble problema de explicar =rústicamente a Rosas, inventó con dos o tres retoques a documentos oficiales una clase de estancieros (el "trust saladeril" lo llamó) en pugna constante contra el proletariado de los peones de estancias.

“Toda la política de Rosas consistiría en defender los intereses materiales de esa ‘clase opresora’ pasando, claro es como sobre ascuas, sobre el prestigio popular del caudillo, su política económica en defensa de las industrias y los artesanos manuales, los conflictos de 1838 y 1845 que perjudicaban la exportación de carnes, la rebelión de tos estancieros de 1839 y tantos otros aspectos poco marxistas de su biografía.

“Uno de los análisis más extensos sobre la interpretación marxista es la que Rosa elaboró al comentar el libro de Jorge Abelardo Ramos América Latina, un país. Allí, nuevamente Rosa resaltaba la nefasta búsqueda de la lucha de clases en la historia argentina en la versión de Ingenieros sobre Rosas.

“Era la barbarie contra la civilización y el progreso que representaban Rivadavia y Sarmiento. José M. Rosa entendía que esta versión "seudo marxista" basada en los mitos escolares no resistía una verdadera interpretación económica de la historia. Rosa reconocía el aporte de Marx a la interpretación económica de la historia aun-que destacaba la existencia de motivos espirituales fundamentales que obraban en el curso histórico. Entendía que el marxismo encontraba individuos movidos por factores económicos; en cambio, el revisionismo veía ‘comunidades sociales guiadas por impulsos espirituales: las ideas de Patria, de Dios, de Rey, etc.’

“El error de Marx, por lo tanto, consistía en no entender que los ‘móviles dejan de ser materiales cuando se exteriorizan en movimientos sociales’ “Rosa encontraba en el libro de J. A. Ramos una serie de coincidencias con las posturas revisionistas como la defección de las elites dirigentes y el conflicto libre-cambio-proteccionismo.

“José M. Rosa subrayaba la incapacidad del comunismo de develar el enigma Rosas. Para dicha interpretación, el Restaurador era simultáneamente un estanciero poderoso y un caudillo popular. La solución al problema, según Rosa, radicaba en que Rosas no era explicable desde una perspectiva materialista.

“La actitud del Restaurador en su lucha contra las potencias extranjeras y en la defensa de la producción local a través de la ley de Aduanas, medidas que atacaban a sus propios intereses o a los de aquéllos a los que supuesta-mente representaba, obedecía a su patriotismo que lo había llevado a sostener los intereses de la nación por encima de los sectoriales. Ello terminaba por invalidar cualquier interpretación de clase sobre el fenómeno Rosas”.

Sumamente clara la exposición de José María Rosa citada por Stortini. El marxismo se olvida la parte espiritual del hombre y esa unión de destino que los convoca, y por lo tanto, en algunos aspectos, se dificulta la interpretación de la historia que hacen algunos historiadores.

Entonces, esta lucha (no de clases, sino de quienes intentaban proteger la industria nacional incipiente contra las corrientes libre exportadoras europeas, que incluía concepciones espirituales sobre la sociedad) se extendió en el tiempo hasta en la época de Rosas inclusive, quien solucionó parcialmente el tema nacionalizando el puerto de Buenos Aires.

Ya las rentas aduaneras se repartían en todo el territorio y no sólo quedaban para los porteños centralistas, posteriormente llamados ‘Unitarios’. Sin dudas gran parte de esta situación es la que llevó al derrocamiento del Restaurador de Las Leyes.

Es evidente que Buenos Aires, con tal de que Artigas no se inmiscuyera con sus ideas Federales en una Buenos Aires centralista ni en el Interior (a través de Álvarez Thomas que al igual que Alvear, Rivadavia, etc. era pro-británicos), le daba como `regalo` toda su provincia Oriental para que allí hiciera lo que quisiera y conformara un país distinto, segregándose de las Provincias Unidas, algo que por supuesto Artigas rechazó de plano.

Lamentablemente, como el contenido del documento era drásticamente opuesto al proyecto de nación unitaria  en manos del centralismo porteño, trajo aparejado el rechazo de los diputados orientales, que no pudieron incorporarse a la Asamblea.

Es paradójico que la pelea sin cuartel de Artigas en el litoral, en Córdoba, en Santiago del Estero, en Tucumán, y hasta en Cuyo logró que la nacionalidad argentina permaneciera expandiéndose como el aceite en la Liga Federal, mientras fue atacado por los ‘Directoriales’ porteños y su tierra fue invadida por los imperiales lusitanos.

Siempre ha sido Artigas compelido a separarse de las Provincias Unidas por los centralistas porteños del Directorio, pero siempre respondió con un tajante ¡NO! siendo un celoso defensor de la integridad territorial. Otra hubiera sido la historia si en esos años en lugar de haber un gobierno centralista-unitario en Buenos Aires, hubiera existido un gobierno Federal como lo fueron el de Dorrego o de Rosas uno años después.

En el año 1816 se produjo la segunda invasión portuguesa a la Banda Oriental, la Mesopotamia argentina, y el sur del Brasil que tuvo como resultado la anexión de la Banda Oriental al Reino del Brasil, con el nombre de Provincia Cisplatina.

Lincoln MAIZTEGUI CASAS[31] nos presenta el panorama, el cuadro de la situación en el año 1816: “La Invasión luso-brasileña, también conocida como Invasión portuguesa de 1816, Guerra contra Artigas (en Brasil) o Segunda Invasión portuguesa de 1816​  es el nombre que los contemporáneos de los hechos e historiadores han dado al conflicto armado que se produjo entre 1816 y 1820 en la totalidad del territorio actual de la República Oriental del Uruguay, en la Mesopotamia argentina y el sur del Brasil, y que tuvo como resultado la anexión de la Banda Oriental al Reino del Brasil, con el nombre de Provincia Cisplatina.

Los beligerantes fueron, de un lado, los orientales artiguistas, ​ liderados entonces por el caudillo José Gervasio Artigas y algunos caudillos de otras provincias que componían la Liga Federal y que optaron por seguirlo, como el comandante guaraní Andresito Guazurarí. Del otro lado combatieron las tropas del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, dirigidas por el portugués Carlos Federico Lecor (1764-1836).

En el frente naval, el conflicto excedió ampliamente la región del Río de la Plata y el litoral argentino para extenderse globalmente, ya que los corsarios artiguistas acosaron a los buques portugueses y españoles en EuropaÁfrica y el Caribe.

Según el historiador citado, “Manuel José García refleja claramente su conocido pensamiento contrario a que la Banda Oriental integrara las Provincias Unidas del Río de la Plata con su ideal unitario e intervencionista y empleó toda su influencia para persuadir al rey portugués de que el gobierno de Buenos Aires no tomaría acciones militares para conservar el territorio Oriental».

Con respecto al papel de Juan Martín de Pueyrredón, quien asumiera en 1816 como Director Supremo de las Provincias Unidas en reemplazo de Alvear, MAIZTEGUI CASAS[32]   asevera que, “aunque se diferenciaba del unitarismo radical de quienes habían comisionado a García, pensaba que el unitarismo por sí solo, no tenía la fuerza suficiente para someter al movimiento federal, que se extendía rápidamente sobre las provincias; Pueyrredón, como los anteriores gobernantes porteños, veía con buenos ojos una derrota del ‘artiguismo’, al que continuaba considerando una expresión de la barbarie y del federalismo.

La actitud de Pueyrredón fue ambigua frente a la invasión portuguesa, respondiendo por un lado al hecho positivo que la misma implicaba en la lucha de Buenos Aires contra el federalismo y el ‘orteguismo’ en particular, pero por otro lado también a una opinión pública porteña que se oponía masivamente a la segregación de la Banda Oriental y a los intereses británicos que pretendían la conformación de un pequeño estado independiente.

En definitiva, Pueyrredón como director supremo, colaboró con la invasión, no solo porque no declaró la guerra al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve ante la ocupación de una parte del país que gobernaba, sino porque atacó de manera constante a las provincias de la Liga Federal, que se vieron inhibidas de colaborar con la defensa del territorio oriental organizada por Artigas”.

Aunque, aclara el autor “ello también sucedió después de hechos que no se pueden omitir, entre ellos, la intransigencia del Protector, Artigas que se negó sistemática y firmemente a reconocer la autoridad del Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, lo que llevó a este a la convicción de que el caudillo oriental era intratable. ​ 

Mientras tanto el gobierno montevideano, a través de Miguel Barreiro, se comunicó con Juan Martín de Pueyrredón en procura de apoyo. Debe recordarse que, más allá de las gravísimas diferencias entre el orteguismo y la política centralista y unitaria seguida por las sucesivas administraciones de Buenos Aires, la Provincia Oriental seguía formando parte del país, denominado Provincias Unidas del Río de la Plata.

Pueyrredón respondió que se proponía enviar inmediatamente a Montevideo 600 fusiles, 500 sables, 4 cañones y 200.000 cartuchos, lo que era una ayuda considerable. Pero condicionó la entrega de este material, y toda su actitud posterior ante la invasión, al reconocimiento, por parte de los Orientales, de su autoridad como director supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata y de la legitimidad y representación del Congreso de Tucumán, al cual la Provincia Oriental debía comprometerse a enviar sus diputados. Esto equivalía a renunciar a la lucha por el federalismo autonómico.

Durán y Giró, apremiados por la situación dramática que se vivía en la Provincia Oriental, aceptaron las condiciones de Pueyrredón y firmaron, el 8 de Diciembre de 1816, un acuerdo por el cual los orientales reconocían autoridad del Congreso de Tucumán ―al que se enviarían diputados― y del director supremo, y este se comprometía a enviar toda clase de auxilios para la resistencia. El gobierno porteño comunicó de inmediato a las demás provincias los términos del convenio, y difundió el texto por todos los medios posibles. Los delegados orientales enviaron inmediatamente lo convenido a Montevideo, y tanto Barreiro como el Cabildo, sin duda adivinando la reacción de Artigas, manifestaron su oposición al texto. Y no se equivocaban; el caudillo, enterado de la gestión, envió una furibunda carta a los delegados, que contiene una de sus frases más difundidas y alabadas:

La opinión del caudillo fue determinante, y el convenio con Buenos Aires quedó sin efecto, pese a que el Cabildo de Montevideo intentó salvar algo a través de una nueva misión encargada a Tomás García de Zúñiga. Pueyrredón manifestó entonces que no enviaría el prometido auxilio; pese a lo cual mandó por Colonia del Sacramento 300 fusiles, 30.000 cartuchos de guerra y otros pertrechos de guerra. Y contraatacó proponiendo a Artigas un acuerdo mínimo: paz, comercio libre, devolución de prisioneros y envío de diputados con plenos poderes para ajustar “un tratado firme y estable”. ​

“Proponía también que Artigas renunciase a la autoridad sobre Santa Fe, provincia que interesaba particularmente al gobierno centralista porque poseía buenos puertos fluviales.

Por esas mismas fechas el Director [Pueyrredón] escribía al Cabildo de Montevideo:

¿Será posible que haya podido preferirse la pérdida de esta plaza interesante (Montevideo) y de su hermoso territorio en manos de un extranjero […] antes que adoptar el sistema de unidad que rige el resto de las provincias bajo el cual el individuo es dueño de sus derechos?

Artigas ni siquiera respondió a la propuesta de Pueyrredón. A partir de ese momento Pueyrredón se consideró liberado de toda obligación con un jefe que no reconocía su autoridad y se dedicó a hacerle la guerra a las provincias de la Liga Federal, con evidente perjuicio del combate a la invasión portuguesa. Intentó también desprestigiar al caudillo oriental, y se supone que fue quien encargó a Feliciano Sainz de Cavia la redacción de un líbelo infamante en el que se acusaba al caudillo oriental de todos los vicios y males imaginables, que se publicó y difundió profusamente entonces. De hecho, en los años siguientes la política del gobierno de Buenos Aires fue de colaboración con la invasión portuguesa.

Informado Francisco das Chagas Santos de esta situación, inicia a mediados de 1817 su segunda invasión a Misiones, con una fuerza similar a la empleada a principios de año. Chagas llegará al pueblo de Apóstoles el 2 de julio. Los misioneros, con gran valentía, salieron a su encuentro enarbolando bandera roja, simbolizando que la contienda sería total. La lucha que se entabló en las afueras del pueblo fue cruenta y encarnizada a pesar superioridad de las fuerzas luso-brasileñas los misioneros con heroicidad resisten los despiadados ataques luso-brasileños, atrincherados los misioneros en el pueblo, cuando la batalla parecía interminable en el horizonte se divisó a las tropas del General Andresito que venían a apoyar a las tropas misioneras que resistían en Apóstoles, gracias a ese inesperado apoyo en cuestión de poco tiempo los misioneros se consagraron con la victoria total en la Batalla de Apóstoles, replegándose por completo las tropas luso-brasileñas fuera del territorio misionero y pudiendo así reconquistar completamente las tropas misioneras los pueblos ocupados.

Podemos afirmar que si bien, como dice Maiztegui Casas, hubo intransigencia de parte de Artigas, también es cierto que hubo una actitud extorsiva de parte de Pueyrredón.  Al plantear que enviaría ‘ayuda’ (sic) en tanto y en cuanto Artigas reconociera el sistema de Unidad como forma de Gobierno, aun cuando el pueblo del interior era Federal protegiendo los intereses de sus pagos ante la deleznable avaricia centralista porteña y europea.

Y aparece en escena José de San Martin.

En el año 1819 medió José de San Martín preocupado por la guerra que existía entre el Directorio y la Liga Federal, pero también preocupado por la ocupación portuguesa de la Provincia Oriental. Todo un cuadro de anarquía.

Pueyrredón se negó de plano a cualquier acuerdo con Artigas, escribiéndole a San Martín en tono de enojo “¿Cuáles son las ventajas que Vd. se ha prometido de esta fisión [sic] Acaso docilizar el genio feroz de Artigas, o traer a razón a un hombre que no conoce otra que su conservación, y que está en la razón de su propia conservación hacernos la guerra […] Él siempre dice que quiere la paz, pero sujetándola a condiciones injuriosas y humillantes a las Provincias Unidas, y de aquí no se haya podido celebrarse un ajuste personalmente con esa fiera indócil. [Su misión] resultará un nuevo engreimiento para él y un mayor aliento a sus bandidos, a quien tendrá esa ocasión más de alucinar. […] He resuelto prevenir a los diputados que suspendan todo paso en ejercicio de su comisión”.

​Las cartas de San Martín nunca llegaron a Artigas. En una de dichas cartas le decía: “Paisano mío, hagamos un esfuerzo, transemos todos y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieren atacar nuestra libertad. Unámonos contra los maturrangos bajo las bases que Vd. crea y el gobierno de Buenos Aires más convenientes, y después que no tengamos enemigos exteriores sigamos la contienda con armas en la mano […] Mi sable jamás se sacara de la vaina por opiniones políticas, como estas no sean a favor de los españoles y su dependencia”)

Como continúa explicando MAIZTEGUI CASAS[33] “La carta describe con detalle el pensamiento de San Martín, quien nunca perdió de vista lo esencial que siempre se centró en combatir a los realistas, empresa que por entonces parecía mucho más lejana de lo que realmente estaba. Debe ser particularmente valorada, además, si se tiene en cuenta que, a pesar de opinar que Artigas vencería a los portugueses (“para mí los frega completamente”), no sentía por el Protector simpatía alguna, y había llegado a escribir que “no es la mejor vecindad (la de los portugueses) pero a decir verdad, la prefiero a la de Artigas; aquellos no introducirán el desorden y la amargura, y este, si la cosa no se corta, lo verificará en nuestra campaña”. Pese a esa mala opinión, jamás se le pasó por la cabeza colaborar con un poder extranjero para librarse de un caudillo compatriota, por bárbaro que le pareciese. Artigas nunca llegó a leer la carta de San Martín”

Si bien es estimable la actitud de San Martín en favor del orden como base de crecimiento de una sociedad, demuestra tal vez algo de sentido político omnicomprensivo de lo que estaba sucediendo en el Plata al decir que prefería la vecindad de los portugueses al desorden que plantea Artigas, sin poder darse cuenta el Libertador que la causa de dicho ‘desorden’ era la invasión portuguesa para hacerse de una de las orillas del río de La Plata en una actitud geopolítica expansionista y que, además,  escondía una invasión inglesa con sus propios intereses comerciales.

Quien haya conocido las leyes y reglamentaciones dictadas por Artigas, con sentido social y protector de su pueblo de ambos lados del rio Uruguay, puede saber que Artigas nada tenía de anárquico (aunque sí tal vez, obcecado y poco diplomático) sino justamente lo contrario, se adelantaba más de 20 años en leyes sociales. ¿Aparentemente San Martin no conocía esas leyes? ¿Tampoco conocía el eterno sentido expansionista portugués y luego extendido al Imperio del Brasil? En esta, entiendo, se equivocó el Libertador en sus apreciaciones.

La lucha siguió con triunfos y derrotas diversas hasta el 22 de enero de 1820 cuando los lusitanos derrotaron a las fuerzas artiguistas en la Batalla de Tacuarembó poniendo definitivo fin a la resistencia Oriental. El desastre de Tacuarembó fue el último enfrentamiento entre Orientales y portugueses en el curso de la invasión. Artigas pasó a Entre Ríos.

El historiador Carlos María RAMIREZ[34] nos dice que Artigas había sido vencido, después de la derrota de Tacuarembó y había emprendido el camino del exilio paraguayo, el triunfo de la oligarquía montevideana y porteña vendida al imperio portugués suspiraba tranquila y se disponía a echar sobre el Prócer un manto de silencio, enterrando para siempre sus ideales y sus banderas y “…La minoría capitular enternecida, determinó la entrega de la ciudad, admitiendo la protección que la bondad del imperio portugués ofrecía por medio del Excelentísimo Señor Don Carlos Federico Lecor a estos miserables países desolados por la anarquía en que han sido envueltos por espacio de tres años” y acordó recibir al generalísimo portugués con los honores correspondientes a un Capitán general de Provincia, conduciéndole bajo palio hasta la Iglesia Matriz”. Humillante actitud de los Montevideanos liberales.

También los porteños centralistas abandonaron a Artigas y dejaron con “manos libres” a los luso-brasileños en la Banda Oriental

Continúa el historiador explicando no solo la desconfianza de Artigas hacia los miembros del Triunvirato y el Directorio centralista porteño sino también hacia los centralistas de la otra orilla: “Mucho se dice de la enemistad de Artigas con Buenos Aires, sin mencionar también que Artigas desconfió siempre de Montevideo. Unos y otros gobernantes terminaron traicionándolo y favoreciendo los intereses imperialistas portugueses y de las oligarquías del Plata. Muchos de los cabildantes que hasta hacía poco habían reconocido a Artigas como el Protector de los Pueblos Libres, ahora cuando la Cisplatina consideraban a aquel hombre en derrota, como la causa de las desgracias de estos pueblos. Rivera se ponía a la orden de los portugueses y era nombrado por Lecor, Comandante de la campaña. Y Artigas emprendía con unos pocos cientos de indios, negros, y paisanos de la campaña su camino al Paraguay”.

“Hay un periodo de nuestra historia que aún permanece oculto porque destruye muchos de los mitos y leyendas patrias y obligaría a sacar la mayoría de las chapas de la nomenclatura pública.

Nos referimos a ese periodo llamado de la Cisplatina, la traición a la ‘Orientalidad’ y a Artigas por parte de la oligarquía que, pese a vivir en Montevideo, no era artiguista ni tuvo patria ni partido. Ellos eran gerentes, administradores y gendarmes del imperio más poderoso de la época.

En agosto de 1816 un ejército portugués de unos 16.000 hombres de los cuales la mayoría eran veteranos de las guerras contra Napoleón invadió varios frentes de la Provincia Oriental.

Artigas dominaba no sólo la Provincia Oriental sino que su influencia se extendía por todo el litoral argentino formando la Liga Federal que se oponía a al centralismo porteño y la hegemonía portuaria de Montevideo y Buenos Aires que eran oligárquicos y aristócratas.

Está claro que estos aspectos que Artigas había impulsado como único objeto de la revolución no escapaban a la inteligencia de los gobernantes y diplomáticos de los grandes centros de poder.

También en esa época ya existían, aunque con otros nombres, politólogos, asesores, encuestadores, publicistas, y maquilladores.

El poder estaba entonces en los puertos Río de Janeiro, Buenos Aires y aunque a muchos historiadores nacionales no les guste decirlo, también en Montevideo.

Primero fue el Directorio de Buenos Aires que, a través de su ministro en Río de Janeiro, Manuel José García, alentó después de haber conocido la invasión portuguesa a la Provincia Oriental para librarse de una buena vez de su mortal enemigo José Artigas.

Con ello podría destruir el único proyecto verdadero y real de desarrollo rioplatense donde su papel de único puerto de la región podía desaparecer.

Brasil quería llegar hasta lo que consideraba sus fronteras naturales quedándose con las fértiles praderas de la Provincia Oriental anexándolas al estado de Río Grande del Sur.

Montevideo se entregó primero mandando una misión de Durán y Giró a hablar con el Directorio porteño, renunciando totalmente a la autonomía provincial base fundamental del ideario artiguista.

Artigas enterado los desautorizó duramente por “vender el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad”, pero aquellos hombres montevideanos habían puesto al descubierto sus verdaderos intereses, ajenos a los del pueblo oriental tan invocados por ellos mismos en sus documentos y proclamas.

Según dice el historiador “el 20 de enero de 1817 a tan solo cinco meses de iniciada la invasión y sin disparar un solo tiro de la mejor Plaza amurallada de América del Sur, el Cabildo de Montevideo resolvió “en vista a la gravedad de las circunstancias” salir fuera de los muros a recibir al Jefe del Ejército invasor a entregarle solemnemente las llaves de Montevideo y “ponerse bajo la protección de su majestad Fidelísima”, el Rey de Portugal y hacer entrar a las autoridades ocupantes bajo el palio de la catedral.

Artigas peleó como pudo ante tres ejércitos compuestos por 16.000 soldados de línea, veteranos de las guerras napoleónicas, oficiales de escuela, todos uniformados, empenachados, mariscales, almirantes, a la artillería europea, a la marina de guerra y a la traición de adentro y de afuera.

Artigas luchó a lo criollo, inventó la “montonera”, con una población diezmada por seis años de guerra continua de una provincia que, contando las Misiones, solo tenía setenta mil almas.

Debió luchar contra dos frentes, cuando traicionado por el Directorio porteño le declaró la guerra a Buenos Aires a fines de 1817, pero pese a todo logró reunir un pequeño ejército de 6.000 hombres a los cuales ayudaron los pobladores de la campaña y resistieron cuatro años de guerra contra el mejor ejército del continente.

Al comenzar el año 1820, la lucha de la Liga Federal contra Buenos Aires fue llevada fundamentalmente por los caudillos Estanislao López y Pancho Ramírez -futuro converso-, jefes federales de Santa Fe y Entre Ríos.

El primero de febrero de 1820, derrotaron definitivamente al Director Rondeau en la batalla de Cepeda. Días después los gauchos provinciales entraban al trote largo por las calles de Buenos Aires y llegaron a atar sus caballos en la verja de la Pirámide de Mayo, ante la mirada aterrada de las damas porteñas escondidas detrás de los postigos de sus ventanas.

Aunque parecía el triunfo del federalismo artiguista no fue así.

Diez días antes en Tacuarembó los Orientales habían sido derrotados y así se derrumbaba definitivamente la resistencia.

El 20 de febrero Estanislao López y Francisco Ramírez, los vencedores del momento, firmaban con Sarratea el nuevo Gobernador de Buenos Aires y viejo enemigo de Artigas el Tratado o Pacto del Pilar en el que se desconocía la autoridad de Artigas.

Lo que produjo la ruptura de Artigas con Ramírez fue que éste no se avino a las instrucciones del primero.

Dice TRAIBEL[35] que en el acuerdo:

1º) Se omitió la participación, en la discusión y firma del tratado, de las provincias ligadas de Corrientes, Banda Oriental y Misiones.

2º) No se fija la situación de Misiones y Corrientes. (Hernán Gómez entiende que existía un acuerdo oculto entre Buenos Aires y Ramírez entregándole estas provincias para su "República Entrerriana").

3º) Solamente había una simple invitación a la Banda Oriental.

4º) El problema de la invasión portuguesa no se encaraba sino en forma incidental.

5º) Dice Pérez Colman: -"falta de una convención destinada a terminar definitivamente la guerra civil, para lo cual, según Artigas, era indispensable que todas las provincias, sin exclusión ninguna, concluyeran una alianza defensiva y ofensiva, que estableciera entre ellas un vínculo de solidaridad, solemne y vigoroso-".

Creemos haber aclarado definitivamente la actitud de Artigas en esta emergencia, con el documento número 43 del Archivo del Dr. Pérez Colman.

Artigas, en nota al Comandante General y Jefe del Ejército Federal, Ramírez, establecía el 4 de Diciembre del año 1819, como condición esencial para cualquier arreglo con Buenos Aires, que ésta ‘-declarara pública y activamente la guerra al Portugal-‘.

La comparación de esta orden de Artigas a su subordinado, con lo establecido en el Tratado de Pilar, nos coloca frente a una clara violación de disposiciones expresas, que significaba una verdadera traición a la causa de los orientales.

Y finaliza el historiador RAMIREZ[36], a modo de epitafio “El oro y los acomodos con Buenos Aires y con los ingleses habían triunfado.

“Artigas sólo con Corrientes y Misiones igual siguió la lucha; ahora debía pelear fuera de su Provincia y contra sus antiguos aliados López y Ramírez, en setiembre entra en el Paraguay.

“Con las provincias argentinas en medio de la anarquía el poder portugués y brasileño se afirma en la Provincia Oriental.

“Las “fuerzas vivas” de la época, las que siempre saben realizar correctamente sus alianzas se acomodan a los hechos. Y pasarían a llamarse Provincia Cisplatina lo que quiere decir “de este lado del Plata” siempre mirando desde el lado brasileño. Hasta hoy. -

“La Cisplatina fue entre 1820 y 1825 la expresión más acabada de este fenómeno, la anexión de la banda Oriental al Brasil.

“Hubo un Congreso como los que ahora se hacen para rectificar lo que se dijo un tiempo antes y ahora molesta, que declaró que la provincia Oriental era integrante del “Reino Unido de Portugal, Brasil  y Algarbe” con el nombre de Cisplatina y con ciertas garantías para el territorio y sus habitantes”.

: “Pero lo peor de los dirigentes del Cabildo de Montevideo durante la Cisplatina, siempre atentos al Puerto, fue que le entregó todo el territorio de las Misiones Orientales a cambio de la construcción de una Farola en la Isla de Flores. Artigas ya estaba en Paraguay encerrado en aquel territorio [la negrita me pertenece]”

Como se insinuó anteriormente, no sólo los lusitanos, los españoles y los sempiternos cipayos unitarios de ambas márgenes combatían a Artigas.

Algunos caudillos Federales con corta visión y empapados en una gloria personal a costa del proyecto continental, comenzaron a conspirar contra Artigas.

Uno de ellos fue el entrerriano Francisco Ramírez cuyo accionar fue tan contundente que con su soberbia y egolatría lo llevó a traicionar a su jefe Artigas, a combatirlo uniéndose a la oligarquía porteña y, tristemente, luego de derrotarlo, a condenarlo al ostracismo de por vida.

Ramírez era fiel exponente de aquellos caudillos menores. Y era un caudillo menor porque su perspectiva solo le permitía ver su territorio. No tenía el concepto de nación, y su mirada y su accionar solo alcanzaban a su lucha contra el centralismo porteño.  Esto era correcto, aunque después, por sus aspiraciones personales, terminó uniéndose a ese porteñismo centralista que combatía… Así, pues, no veía más allá. Y defeccionó cuando tuvo que entender el sentido global de la lucha emprendida por Artigas, intentando crear la ‘Republica de Entre Ríos’, creyéndose además el elegido entre todos.

Ramírez era uno de los lugartenientes, una de las espadas principales de Artigas y terminó asestándole un golpe por la espalda.

En definitiva, Francisco Ramírez más allá de combatir a los Unitarios, termina coincidiendo con el enfoque de éstos sobre el desmembramiento de las Provincias Unidas del Río de La Plata y luego sobre la Confederación Argentina.

Veamos el derrotero de Ramírez, desde su traición a Artigas hasta su triste final, visto por historiadores Orientales.

REYES ABADIE y BRUSCHERA MELONGO[37] dicen (extraído del Portal www.revisionistas.com.ar) que “Pancho Ramírez pacta con Buenos Aires después de Cepeda el 23 de febrero de 1820, a espaldas de Artigas, que se retiraba diezmado de la batalla de Tacuarembó, pero resuelto a reiniciar la lucha.  Cuatro días más tarde, desde las orillas de la ciudad porteña, el fiel lugarteniente Ramírez se dirige afectuosamente al Protector, adjuntándole el texto del Tratado: “asegurándole que la alegría de este pueblo y su reconocimiento hacia el autor de tantos bienes es inexplicable”.

Pero cuarenta y ocho horas más tarde, el 29 de febrero el mismo Ramírez exponía en un oficio “reservado” el plan de traición a su amado jefe.  Dirigiéndose a su medio hermano Ricardo López Jordán y en su ausencia Gobernador interino de Entre Ríos, le ordenaba confidencialmente que “procure entablar relaciones amistosas con el general Rivera, con el gobernador de Corrientes, etc.”.  En otros términos, los caudillejos menores se disponían a distribuirse las satrapías locales del poder federal: uno, pactando con los portugueses, el otro, con Buenos Aires.  En el mismo oficio “reservado” Ramírez confiesa el influjo que en Entre Ríos conservaba Artigas y expresa sus temores:

“Usted conoce las aspiraciones del General Artigas y el partido que tiene en nuestra Provincia: su presencia aún después de los continuos desgraciados sucesos de la Banda Oriental podría influir contra la tranquilidad.  Procure V. por cuantos medios aconseje la prudencia conservar en el ejército los auxiliares de Corrientes atrayéndolos, pagándolos y haciéndoles ver se les lleva al sacrificio por una guerra civil, cuando quedando en nuestras banderas todo será paz y trabajar por la verdadera causa”.

Después de la Batalla de Cepeda, Ramírez, presa de inquietud por la previsible reacción del ‘Protector de los Pueblos Libres’, maniobró con la burguesía porteña para conseguir armas en pago de su inminente ruptura con Artigas.  En una carta “reservada” que dirigió al chileno José Miguel Carrera, expuso sin disimulos la situación:

“En estos momentos sin tener recursos ningunos, cómo quiere V. que yo me oponga al parecer de Artigas cuando estoy solo y que él ya debe haber ganado la Provincia de Corrientes, como estoy cierto que la lleva a donde él quiere.  Nada digo de Misiones porque son con él”.

Aludiendo a la apatía del gauchaje por su política de acuerdo con Buenos Aires y de renuncia a la guerra con Portugal, Ramírez agregó estas palabras significativas:

“¿Cómo podré persuadir a los paisanos ni convencerlos en ninguna manera?  Cuando los elementos precisos para la empresa fuesen el algún tanto proporcionados al número que yo solicité (a Buenos Aires) podría convencerlos; por lo de lo contrario, seré con el voto general de aquellos que sólo se conforman con la declaratoria de guerra a los portugueses”.

Ramírez concluyó su nota “reservada” confesando su capitulación ante la burguesía porteña:

“No he anoticiado a la provincia del auxilio que se nos presta, porque me abochorno, y tal vez causaría una exaltación general en los paisanos”.

Se comprende el carácter reservado de semejantes testimonios.  En estos documentos fundamentales se encuentran los hechos irrefutables que rodean el hundimiento de la Federación artiguista.  Ramírez se dirigía a Sarratea el 13 de marzo, reclamando humildemente los “auxilios” que en virtud del acuerdo secreto firmado al mismo tiempo que el Tratado del Pilar, debía proporcionar la burguesía porteña al incorruptible teniente de Artigas.

Quince días más tarde, las gestiones parecían haber tenido éxito y las armas y recursos del Puerto se pusieron al servicio de Ramírez para enfrentar al Protector, y garantizar la “libertad de Entre Ríos”, es decir, su localismo y, en consecuencia, su dependencia de Buenos Aires. Con la ayuda porteña, Ramírez podría, al fin, hablar con Artigas “como debía”. 

La intriga estaba a punto de consumarse trágicamente.  Pocos días más tarde Artigas escribió a Ramírez, le recordó su situación de dependencia hacia su persona y lo acusó de haberse entregado con el Tratado del Pilar a la facción porteña.

Sin el apoyo de la Junta porteña, con su ceguera consuetudinaria (Pueyrredón, Carlos María de Alvear, etc), Artigas se quejó amargamente:todos tramoyan contra nosotros”, ​ escribió rodeado y derrotado.

Cierran los historiadores mencionados que:

“… la política ‘antiartiguista’ de Ramírez era lisa y llanamente una traición a la causa de la unidad nacional, termina de probarlo acabadamente una nota de Fructuoso Rivera, escrita desde Montevideo el 5 de junio de 1820.  De traidor a traidor, el diálogo entre el oriental ‘aportuguesado’ y el entrerriano aporteñado alcanza una asombrosa claridad retrospectiva.  Le pide a Ramírez la devolución de algunos oficiales portugueses en su poder y la “reposición del comercio”.  Añade Don Frutos que tales actos demostrarían por parte de Ramírez la: “extremosa afección a la Provincia a su mando.  Cooperarán a esto último con todo su poder las fuerzas de mar portuguesas cuyo Jefe tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición de V. cuando lo crea necesario.  Más para que el restablecimiento del comercio tan deseado no sea turbado en lo sucesivo es de necesidad disolver las fuerzas del general Artigas, principio de donde emanarán los bienes generales, y particulares de todas las provincias, al mismo tiempo que será salvada la humanidad de su más sanguinario perseguidor”.

Explica Gabriel O. Turone que el historiador Oriental Setiembre Raúl VERA[38] buscó durante largos años alguna prueba que señalara la traición de Rivera para con José Artigas, sobre cómo “El Pardejón” se confabuló con otros –verbigracia, Francisco “Pancho” Ramírez- para terminar con lo que el investigador revisionista conceptuaba “la Epopeya artiguista en nuestra patria”. 

De modo tal, que, de hallarse tal prueba, quedaría perfectamente reconocido por qué la posteridad le guardó un sitial de bronce a Rivera por parte de los Mitre o los Vicente Fidel López, por nombrar a los dos máximos bastardos de la mutilada historia liberal.

Comienza diciendo VERA en la página 5 de su trabajo: “Hace algún tiempo tuvimos noticia de que en un archivo oficial de la República Argentina se encontraban dos cartas del General Rivera, dirigidas en el año 1820 al General Francisco Ramírez, Gobernador de Entre Ríos. Esto llamó poderosamente nuestra atención y nos propusimos obtener no tan sólo copia de esas cartas, pues si, como lo sospechábamos, había allí algo sombrío, podría negarse su autenticidad; necesitábamos y obtuvimos reproducciones fotográficas.

Se trata este trabajo de 1937 de la publicación, hasta entonces inédita, de dos injuriosos y deleznables manuscritos que, fechados el 5 y el 13 de junio de 1820, demuestran cómo Fructuoso Rivera instruía a su aliado Francisco “Pancho” Ramírez para el aniquilamiento de José Artigas, al tiempo que le ensuciaba su buen nombre y mejor honorabilidad con calificativos abominables, como ya lo verán. Buenos Aires, contenta. Gaspar Rodríguez de Francia y los lusitanos, también.

Podemos decir, que los originales de estas dos misivas se encuentran en el Archivo de Corrientes, Calle Pellegrini 1385, Sala 2 Don Hernán Félix Gómez, Correspondencia Oficial años 1810-1921, Tomo 09 Folio 053 al 055″.

VERA[39] advierte: “Se dirá que atacamos violentamente la memoria del General Rivera. Es cierto: pero lo hacemos lealmente, de frente, y esgrimiendo por únicas armas sus actos, sus hechos, las palabras a cuyo pie estampó su firma”.

Carta del 5 de junio de 1820 (a Francisco Ramírez)

“El vehemente deseo de restituir la paz a la más poderosa, pero la más desgraciada de las provincias, había ocupado largo tiempo mis meditaciones. Embargado estaba de este grande objeto, cuando la jornada de Tacuarembó lo hizo más necesario. Fluctuante entre el horror y el Patriotismo paralizaba por momentos mi halagante (sic) determinación; más el bien general superó, ayudado por la invitación que me hizo la Excelentísima Comisión del Cuerpo Representativo de esta Provincia, como lo manifiesta el documento núm. 1.. –Caminando con la circunspección que merecía asunto tan delicado, y de tanta trascendencia, quise, sin comprometerme, averiguar en su origen el motivo que había impulsado a obrar al Cuerpo Representativo. – Este era sano a mi ver y además de ser el mío, estaba revestido con el carácter justo, y conveniente al Territorio. Este descubrimiento hubiere causado la más pacífica transacción, si la desconfianza, que hace la desgracia de los Estados, no la hubiere hecho estrepitosa. Sin embargo de todo, la guerra finalizó por el reconocimiento celebrado en mi campo de los Tres Árboles, como aparece del documento No. 2.

Mis esperanzas de presentar la quietud a mis infelices paisanos no han sido burladas; porque desde aquellos instantes he podido contener los furores de una natural represalia. La parte que ha tomado la respetable Corporación en general, y algunos miembros en particular, es digna de recomendación y reconocimiento. Por esta concordancia de ideas y deseos se ha innovado la infeliz suerte de la Banda Oriental, preparada por una mal entendida, y peor cimentada ambición, cuyos agonizantes efectos, parece que sienten los Pueblos que con todo su poder la sostuvieron.

Nada habría hecho, si retuviere mis pasos en tan corto recinto. La naturaleza, que jamás pierde sus derechos, reasumiendo su imperio me obligan a significar así que de la identidad de situación nace la del interés, que si Usted quiere sin manchar el honor de esa Provincia asegurando al contrario las bases de la futura felicidad, y sin desmentir el celo, que tantas veces ha demostrado en defensa del País, puede, presidido de la justicia y necesidad, restituir las relaciones comerciales al mismo pie que antes; y es conocido que las ventajas inclinarán la balanza a su favor. – Todo lo que contribuya a la buena armonía, a cimentar el orden, economía y adelantamiento de esta Provincia no dudo que se conceda por los jefes que la gobiernan, y será el mejor garante de su comportación (sic). Recordaré a Vuestra Majestad que en virtud de ésta fueron restituidos todos los oficiales prisioneros naturales de ésa, después de habérseles socorrido con lo más necesario; paso nunca imaginado por el Jefe que tantas veces se proclamó protector.

Los materiales para levantar este sólido edificio están preparados siempre que Vuestra Majestad quiera presentarse a la fuerza de las necesidades, y del interés que nos agita. Me conoce Vuestra Majestad demasiado para dudar un solo momento de mis intenciones; ellas han girado siempre sobre el estrecho círculo de la buena fe. Por esto digo a Vuestra Majestad que todo acto demandado por la conveniencia, y autorizado por la razón, es el más legítimo y por consiguiente merece el sufragio general. De esta clase es la restitución de los oficiales portugueses, tomados y hechos prisioneros sin antecedente declaración de guerra; lo es también la reposición del comercio.

Por lo primero demostrará Vuestra Majestad su rectitud y firmeza; y por lo segundo su humanidad, y extremosa afección a la Provincia de su mando. – Cooperarán a esto último con todo su poder las fuerzas de mar portuguesas cuyo Jefe tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición de Vuestra Majestad, cuando lo crea necesario.

Más para que el restablecimiento del comercio tan deseado no sea turbado en lo sucesivo es necesidad disolver las fuerzas del general Artigas, principio de donde emanarán los bienes generales, y particulares de todas las Provincias, al mismo tiempo que será salvada la humanidad de su más sanguinario perseguidor. Los monumentos de su ferocidad existen en todo este territorio; ellos excitan a la compasión y mucho más a la venganza. –

Por estos principios han reconocido el más tierno placer todos los Orientales al nuevo gobierno, que les prestaba todos los beneficios que nacen de la paz. Por ella disfrutan de un libre comercio todos los Pueblos situados sobre el Uruguay, y Río de la Plata. – Se convencerá Vuestra Majestad por las diferentes actas que adjunto con solo este objeto.

Dios guarde a Vuestra Majestad muchos años. Montevideo, 5 de Junio de 1820. (Firmado) Fructuoso Rivera.

Carta del 13 de junio de 1820 (2da carta de Rivera a Ramírez)

“Sr. Don Francisco Ramírez.

Montevideo, Junio 13 de 1820.

Mi estimado amigo:

Ayer recibí su carta del 31 por el Capitán D. Laureano Márquez que sale ahora mismo con la presente.

Hace dos días que escribí a Usted instruyéndolo de mi actual situación, y al mismo tiempo, del estado de esta Provincia, indicándole lo interesante que sería para ésa y ésta establecer relaciones de amistad y comercio para cuyo medio lo ponía (sin comprometer a la que Gobierna) en estado de reparar los males que ha causado la guerra.

Todos los hombres, todos los Patriotas, deben sacrificarse hasta lograr destruir enteramente a Don José Artigas; los males que ha causado al sistema de Libertad e independencia son demasiado conocidos para nuestra desgracia y parece excusado detenerse en comentarlos, cuando nombrando al Monstruo parece que se horripilan. – No tiene otro sistema Artigas, que el de desorden, fiereza y Despotismo; es excusado preguntarle cuál es el que sigue. Son muy, son muy marcados sus pasos y la conducta actual que tiene con esa patriota Provincia justifica sus miras y su Despecho.

Es bueno se conozca me ha sido sensible y puedo asegurarle que hubiese conseguido Artigas este pequeño triunfo. Yo espero y todos, que Usted lo repare, y para que Usted conozca el interés diré lo que he podido alcanzar en favor de Usted de S. E. el Señor Barón de la Laguna.

S. E. apenas fue instruido, por mí de sus deseos me contestó que había sido enviado por Su Majestad para proteger las legítimas autoridades, haciendo la guerra a los Anarquistas, en tal caso considera a Artigas, y como autoridad legítima de la Provincia de Entre Ríos a Usted. Por consiguiente, para llevar a efecto las intenciones de Su Majestad me previene que avise a V. Q. están prontas sus tropas para auxiliarlo, y apoyarlo como le convenga, y para esto puede Usted mandar un oficial de confianza, con credenciales bastantes al Rincón de las Gallinas, donde se hallará el General Saldaña, con quien combinará el punto o puntos por donde le convenga hacer presentar fuerzas e igualmente la clase de movimientos que deben hacer.

Usted persuádase que los deseos de Su Excelencia son que Usted acabe con Artigas y para esto contribuirá con cuantos auxilios están en el Poder.

Con respecto a que yo vaya a ayudarle, puedo asegurarle que lo conseguiré, advirtiéndole que debo alcanzar antes permiso Especial del Cuerpo Representativo de la Provincia para poder pasar a otra, más tengo fundadas esperanzas de que todos los Señores que componen este Cuerpo no se opondrán a sus deseos ni los míos cuando ellos sean ultimar al tirano de nuestra tierra.

No deje Usted de continuar dándonos sus noticias, mucho nos interesa la suerte de Entre Ríos; para que Usted le asegure una paz sólida a estos señores S. E. el Señor Barón y yo trabajaremos.

En todos casos quiera contar con la amistad de su atento Seguro Servidor y amigo Q. B. S. M. (Firmado) Fructuoso Rivera”

Nótese, dice Gabriel O. TURONE en el trabajo que cita de VERA [40] que, en la segunda de las cartas, Fructuoso Rivera le hizo saber a Francisco “Pancho” Ramírez que, al tiempo que debía destruir a Artigas, el Barón de la Laguna iba a brindarle su apoyo. Pero, ¿quién era el Barón de la Laguna? Un general portugués llamado Carlos Federico Lecor, el mismo que, habiendo derrotado a Artigas en 1817, obtuvo el favor de los orientales de levita para hacer de la Provincia de la Banda Oriental un ‘protectorado’ de la corte imperial de los Braganza. Las pruebas, están a la vista.

En realidad, estas cartas se pueden leer en los trabajos de Eduardo Salteraín y Herrera “Rivera, caudillo y confidente” (1945) y “Lavalleja” (1957), así como también en las misivas referidas en el libro de Juan Bautista Silva en “Rivera Político” (1949). Con anterioridad a estas publicaciones, encontramos el trabajo del historiador correntino Hernán F. Gómez “Corrientes y la República Entrerriana” (1929).

Pocas veces ha quedado documentada una perfidia como la expresada por Rivera en sus sendas cartas a Ramírez.  Rodeaba sus palabras de halago para con el soberbio y ególatra caudillo entrerriano, señalándole directamente la necesidad de eliminar a Artigas y exponiendo que para lograrlo el Imperio brasileño iba a colaborar –cuando no- monetariamente.

Leonardo CASTAGNINO[41]en su enjundioso trabajo trata también sobre el tema y lo resume perfectamente: “Ramírez y López eran lugartenientes de Artigas en la Liga de Pueblos Libres. Los ejércitos federales avanzan sobre Bs.As. Una de las exigencias de Artigas era que Bs.As. colabore para desalojar a los portugueses de la Banda Oriental.  Los Federales derrotan a los porteños en Cepeda 1920, pero en las negociaciones los porteños lo envuelven a Ramírez, haciéndole creer que iba a ser el jefe supremo de la Confederación. Y Ramírez, que era un orgulloso egocéntrico, cayó en las redes diplomáticas porteñas.

Firman el tratado de Pilar (Bs.As., Santa Fe y Entre Ríos) e ignoran a la Banda Oriental. Nada dicen de Artigas ni de la ayuda para desalojar a los portugueses de la B.O.

Artigas se lo recrimina a Ramírez, y éste le contesta airadamente. Termina en el enfrentamiento de ambos. Artigas lo acusa, justamente, de traición. Artigas es derrotado y se exilia en Paraguay.

Liberados de Artigas, los porteños se las ingenian para enfrentar a Ramírez con Estanislao López, que lo derrota y le corta la cabeza. Es un ejemplo más de las intrigas de porteños liberales y masones”.

Con sencillez, pero con toda claridad nos muestra el historiador mencionado ese juego de traiciones de unos contra otros…y como bien nos dice, no es de extrañar todo ello si tenemos en cuenta que la Masonería rioplatense y extranjera era parte interesada en los hechos que sucedían en nuestra tierra.

¿Que debiera haber hecho Artigas? Uno se pregunta. UMPIERREZ[42] dice que “Después de Cepeda, el 1º de febrero de 1820, Artigas debió entrar en Buenos Aires y extender los Pueblos Libres por todo el territorio occidental; Con los recursos de Buenos Aires, arrojar de la Banda Oriental a los portugueses; y erigirse él desde Buenos Aires (al fin y al cabo, centro geográfico del Plata) en Jefe o Protector de la agrandada Federación. Ayudar a San Martín y tenderle la mano a Bolívar, Otra seria la historia americana entonces. Pero no fue así. Ocurrió (culpa de los de afuera más que de José Miguel Carrera, o de la logia porteña, o de las ambiciones de Ramírez) la baja traición del Pilar y se eliminó a Artigas y a la Provincia Oriental de la argentinidad. Es decir, se le eliminó la posibilidad de integrar la unión Hispanoamericana”.

Del mismo modo que venimos recorriendo los hechos desgraciados sucedidos a Artigas, relatados por prestigiosos historiadores de la Banda Oriental, desde la Banda Occidental del río Uruguay, Norberto Jorge CHIVILÓ[43], en el mejor periódico impreso y digital que se publica actualmente en la ciudad de San Martín, Provincia de Buenos Aires República Argentina, “El Restaurador”, en su ejemplar de Marzo 2020 (Año XIV - N° 54) hace un estudio resumido del derrotero de Artigas desde sus inicios hasta su caída final, concordante con los autores mencionados.

Allí menciona que “Casi en paralelo con la declaración de nuestra independencia, se produjo la invasión a la Provincia argentina de la Banda Oriental, por parte de fuerzas portuguesas gran parte de las cuales eran veteranas de las guerras napoleónicas, al mando del general Carlos Federico Lecor, con el objetivo de ocupar ese importante territorio y dominar una de las márgenes del Plata, objetivo que habían perseguido durante tres siglos y que los había enfrentado con la corona española. Montevideo fue ocupada el 20 de enero de 1817, finalizando la guerra tres años después con la derrota definitiva de Artigas en Tacuarembó el 22 de enero de 1820 y la anexión de la Banda Oriental al Reino de Portugal, Brasil y Algarves, como Provincia Cisplatina. Las únicas fuerzas que hicieron frente a esa invasión fueron las’ artiguistas’, sin recibir ningún aporte del gobierno de Buenos Aires. El comportamiento del Directorio en esas circunstancias fue deplorable. El entonces Director Supremo Pueyrredón, no solo no declaró la guerra por esa agresión a una provincia argentina, sino que se mantuvo inactivo, “neutral”, y no solo eso sino que guerreó entre 1817 y 1819, contra Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes que formaban parte de los “Pueblos Libres”, con resultados adversos para los ‘directoriales’ pero que impidieron que aquellos pueblos pudieran concurrir en auxilio de los orientales, por lo cual podemos decir que esa invasión portuguesa contó con la complicidad de las autoridades de Buenos Aires, quienes de esa forma quisieron terminar con la influencia de Artigas en el litoral, todo ello a costa de la pérdida de un importante territorio argentino, que se perderá definitivamente años después.

Podemos decir que prácticamente desde el momento en que se produjo la Revolución de Mayo, surgieron dos tendencias: una centralista, con características monárquicas y aristocráticas que daba preminencia a Buenos Aires sobre el interior, pretendiendo seguir siendo el centro unitario del poder como lo había sido durante el Virreinato y seguir gobernando a las provincias, incluso designando a sus autoridades, que derivó posteriormente en el unitarismo y otra de tendencia republicana, que bregaba por la autonomía de los pueblos del interior de darse sus propias autoridades y que no aceptaron el predominio que sobre ellas pretendían los hombres de Buenos Aires y que derivó en el federalismo. Con la incorporación a la Primera Junta de los diputados del interior que derivó en la Junta Grande parecía que la segunda tendencia se impondría, pero posteriormente y sobre todo a partir de la creación Triunvirato y después del Directorio, las tendencias aristocráticas, pro-monárquicas y unitarias y más aún con el dictado de la Constitución de 1819, la tendencia varió.

Los enfrentamientos entre centralistas y federalistas se fueron acentuando con el paso del tiempo. El rechazo de los diputados del litoral por parte de la Asamblea del año XIII acentuó el conflicto.

Batalla de Cepeda y caída del Directorio

El gobernador de Santa Fe, Estanislao López y el entrerriano Francisco Ramírez, lugarteniente de Artigas habían proclamado que “el general Artigas por el clamor de los pueblos nos manda a exigir del Directorio... la declaratoria de guerra contra los portugueses... y el establecimiento de un gobierno elegido por la voluntad de las provincias, que administre por base el sistema de Federación”. Declararon la guerra al Directorio y marcharon sobre Buenos Aires. El Director Supremo general Rondeau, salió al encuentro de los que llamaba “anarquistas”, siendo derrotado el 1° de febrero de 1820 en Cañada de Cepeda, cercano al límite entre las dos provincias, en un combate que duró menos de diez minutos, provocando ello la caída del Directorio y la disolución del Congreso Nacional, aquél que, en la ciudad de Tucumán, tres años y medio antes había declarado la Independencia. En esta batalla triunfó el federalismo litoraleño y así el país entró en una etapa que podemos llamar “federal”.

Buenos Aires recobra su autonomía El día 16 los vecinos de Buenos Aires en un Cabildo Abierto, designaron una Junta de Representantes, que nombró a Manuel de Sarratea como Gobernador de la provincia. Esta Junta será de ahí en más la Legislatura provincial. De esta forma Buenos Aires recobró su autonomía y las Provincias Unidas dejaron así aunque más no fuera en los papeles de tener un poder central con asiento en Buenos Aires que fue el Directorio. De esta forma las provincias recobraron su autonomía, algunas de las cuales habían declarado su “independencia”. También muchas ciudades secundarias, en ejercicio de sus derechos se independizaron a su vez de sus capitales, para formar nuevas provincias, como por ejemplo Santiago del Estero que se separó de Tucumán, La Rioja lo hizo de Córdoba, San Juan por un lado y San Luis por el otro también se separaron de Cuyo”.

Finaliza CHIVILÓ refiriendo que “El Tratado del Pilar - Ascensión de Ramírez y ostracismo de Artigas - El 23 de febrero de 1820, en la capilla del Pilar, se firmó el tratado homónimo entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, comprometiéndose a la elección de diputados a un congreso para la organización de un estado bajo el régimen republicano y federal, asimismo establecía la libertad de navegación de los ríos Paraná y Uruguay, por parte de estas tres provincias. También se pactó que para el caso que el Litoral fuera atacado por los portugueses, Buenos Aires, iría en su ayuda. En este tratado interprovincial, es el primero en el que Buenos Aires aparece como una provincia más, que entra en negociación con otras, pero sin atribuirse ninguna otra representación, para procurar la unidad nacional bajo la forma federal como era querido por Artigas. El tratado fue firmado por Ramírez como “gobernador” de la provincia de Entre Ríos, cargo que se auto-confirió después de esa victoria, desconociendo así la autoridad de Artigas, lo que provocó que conocido el texto por éste, encontrándose en Corrientes después de la derrota de Tacuarembó y viendo también que en esa convención no se hacía mención a la reconquista de la Banda Oriental como lo había querido como condición necesaria para la firma de un tratado de paz, consideró que su subordinado lo había traicionado, lo que provocará el distanciamiento de estos dos hombres. En consecuencia, Artigas no aceptó el Tratado y ello provocó la guerra con su ex-subordinado Ramírez. Con sus fuerzas invadió Entre Ríos y derrotó a Ramírez, quién poco tiempo después y con ayuda porteña, se rehízo y vencerá definitivamente a Artigas, quien, abandonado también por otros subalternos pasados a los portugueses, se retiró al norte, hacia el Paraguay, donde vivirá asilado hasta su muerte ocurrida en 1850. Con el exilio de Artigas, Ramírez dominó ya toda la Mesopotamia”

Veamos el derrotero de Artigas desde que entró al Paraguay hasta sus días finales de vida.

Dice lacónicamente VIGNALE[44]“Artigas superado en sus esfuerzos, tomó el camino del exilio para llamar a las puertas del Paraguay fraterno, que, bajo la mirada vigilante de Gaspar Rodríguez de Francia, defendía celosamente la independencia proclamada en 1811 y cerraba el paso a la anarquía interna que devoraba a las provincias del Plata”.

En apretada síntesis, en 1820 Artigas vivió poco tiempo en Asunción, y luego entre 1821 y 1845 en la Villa de San Isidro Labrador de Curuguaty, donde por su estilo de vida mereció el nombre de “Padre de los Pobres”. Sumido en la pobreza, soledad y olvido de los demás, pero no de ese pueblo donde vivió 25 años y hasta hoy en día se lo recuerda con cariño, amor y devoción.

Finalmente se trasladó a Ibiray, Asunción, en 1846 donde vivió en una casa que le construyó el Presidente Carlos Antonio López, hasta el día de su muerte en 1850.

¿Cómo fue su derrotero?

El día 20 de agosto de 1820 Artigas había solicitado a Gaspar de Francia autorización para entrar en el Paraguay. Una vez que la obtuvo, marchó hacia Asunción acompañado por 20 de sus hombres.  Allí, Francia lo acomodó (o lo recluyó, no se sabe bien) en uno de los mejores y más lujosos lugares de Asunción: el Convento de la Merced, brindándole ropa y todo lo necesario, en prodigalidad, pero sin dejarle ver a nadie.

No queda muy claro si Artigas estaba allí en calidad de huésped honorable o prisionero encubierto tras una lujosa estancia. Igualmente, Artigas no podía hacer mucho.

¿Qué pensaba Francia de Artigas? ¿Cuáles eran sus intenciones respecto del Protector caído en desgracia?

Zorrilla de San Martín citado por TRAIBEL[45] describe o intenta describir esas intenciones:

“¿Era temor? ¿Admiración? ¿Simpatía? ¿Compasión por dicha? -El caso es que Artigas fue el único ser humano que logró sacudir aquel corazón de piel durísima, cerrado a todo afecto. Pero siempre será aventurado afirmar en qué sentido”

TRAIBEL[46] nos da una semblanza de las presuntas intenciones de Gaspar de Francia respecto del Protector de los Pueblos Libres, Artigas, quien ya no era ni ‘Protector’ ni existían ‘Pueblos Libres’ a los cuales pudiera dirigir. Decimos ‘presuntas intenciones’ porque de sus actos y escritos no queda muy clara la tendencia final de Francia sobre el tema. Hay más preguntas que respuestas.

“La correspondencia y los actos del dictador, llenos de contradicciones nada aclaran. En el proceso contra Manuel Cabaña en 1822 se dicen de Artigas las peores cosas y en un documento del mismo proceso ya en 1833, Francia se expresaría con desprecio burlón del héroe y haría caudal de lo gastado en vestirlo y cuidarlo. Por otra parte, en un largo oficio a uno de sus comandantes fronterizos, se expresaba en los términos más duros para la traición de Francisco Ramírez y compara la situación de Artigas con la de Bonaparte, cuando «se refugió en su última desgracia entre sus enemigos los ingleses”.

“Artigas intentó, en forma reiterada, entrevistarse con Francia, pero esto nunca le fue posible y tres meses corridos de su llegada a Asunción era enviado a un pueblo, el más alejado de todo contacto exterior del Paraguay: San Isidro del Labrador de Curuguaty en donde recibiría rancho y tierra, una pensión mensual que más tarde se olvidaría y con el tiempo los instrumentos de labranza necesarios para que, con los; dos criados que se le devolvieron, pudiera cultivar su pequeño campo”.

“Para llevarlo bajó a Asunción el comandante de San Isidro y con él marchó el Protector de los Pueblos Libres a su destierro al "lugar remoto, el de menos comunicación con el resto de la República", a más de cuatrocientos kilómetros al noroeste de Asunción, a través de selvas, sierras y campos intransitables, sola-mente cercano a la frontera del Portugal, enemigo.”

“… y bien ¿cuál es el misterio de la entrada de Artigas al Paraguay? ¿Fue buscando, acosado, el único refugio posible de la implacable persecución de Ramírez y sus adláteres, o por el contrario, indomable en la adversidad, quiso en una entrevista con Francia obtener el poderoso aliado con el que volver sobre el tránsfuga?”

“Como nunca apareció la nota remitida por Artigas, al dictador, al solicitar la entrada al país, no nos queda, por ahora, sino la posibilidad de buscar en una interpretación más o menos acertada la explicación de la incógnita”.

“Es indudable que Artigas quiso hablar con Francia y se lo impidieron, Es cierto también que desde1820 hasta 1841, fue prácticamente un prisionero. Si tenía planes, a éstos los anuló el tiempo, si quería asilo, lo recibió con generosidad, teniendo en cuenta hombres y épocas”.

“La mayor parte de los escritores que han opinado sobre el punto sostienen que Artigas, que buscó la alianza de Francia, solamente halló el confinamiento forzado”.

“No hay bases serias ni para esta ni para la otra interpretación, no es la finalidad de este breve estudio intentar una mejor explicación los testimonios de algunos contemporáneos coinciden en lo fundamental: "Artigas tenía 61 años y en la tranquilidad del retiro se mostró trabajador y humano, cultivó la chacra, fue el padre de los pobres en su distrito y sirvió de ejemplo a todos con su excelente conducta".

El 24 de noviembre de 1820, en Gualeguay, Ramírez fue elegido como Jefe Supremo de la República de Entre Ríos, que comprendía todo el territorio de la Mesopotamia (Entre Ríos, Corrientes y Misiones) y por ello es conocido como el “Supremo Entrerriano”.

Mientras tanto, en Buenos Aires, la Junta de Representantes eligió como nuevo gobernador a Martín Rodríguez.

El mismo día que Ramírez fue elegido Gobernador (24 de noviembre de 1820), en la estancia de Benegas, situada junto al arroyo del Medio, que es el límite entre Buenos Aires y Santa Fe, los gobernadores de ambas provincias, Rodríguez y López, firmaron la paz por el Tratado de Benegas, gracias a las excelentes gestiones pacificadoras realizadas por el gobernador cordobés Bustos y Juan Manuel de Rosas.  Dicho Tratado disponía la reunión de una Convención General en Córdoba.

En este acuerdo fue dejado de lado el gobernador Ramírez, lo que dio inicio al enfrentamiento posterior entre Santa Fe y Entre Ríos.

El Tratado dejaba solo a Ramírez en su empeño para liberar la Banda Oriental, y anulaba varias de las disposiciones del Tratado del Pilar. Por ello, el Supremo le escribió a Martín Rodríguez​ exigiéndole el envío a Entre Ríos del armamento y las tropas que se habían acordado en el Tratado de Pilar.

Pero tanto Rodríguez, como Bustos, y el propio López que había acordado con Buenos Aires, le dieron la espalda a Ramírez, al igual que Bustos en Córdoba.

Desengañado, Ramírez decidió alzarse en armas nuevamente contra Buenos Aires y contra Estanislao López, quien luego de varias batallas lo derrotó y lo persiguió hasta que finalmente fue muerto por sus soldados el 10 julio de 1821.

La ‘República de Entre Ríos no sobrevivió a Ramírez (ya lo intentaría Urquiza por los años 1850 y 1851). Por un corto tiempo lo sucedió su medio hermano Ricardo López Jordán, pero el coronel Mansilla se levantó en su contra el 23 de septiembre de 1821 y se hizo erigir como gobernador. Esa noticia provocó la recuperación de la autonomía de la provincia de Corrientes y a fines de octubre José Ricardo López Jordán se exiliaba en Paysandú. ​ Entre Ríos se unía de este modo a Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. La República efímera de Entre Ríos fue dada por muerta.

Teniendo en cuenta lo mencionado, podemos señalar que algunos historiadores sostenían que la intención de Ramírez era formar una República independiente y soberana junto a Corrientes y Misiones. Otros sostenían que no era así, que no pretendía ser un país soberano, sino una provincia federal autónoma y en igualdad de condiciones que las demás, conformando la pretendida Confederación, sin estar subordinada al centralismo porteño.  

El 25 de enero de 1822 se firmó el Tratado del Cuadrilátero, entre representantes de las provincias argentinas de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, que convocaba un nuevo Congreso en Buenos Aires. El tratado buscaba ser un pacto ofensivo-defensivo entre las provincias firmantes ante un ataque luso-brasileño desde la Banda Oriental, algo considerado como muy probable.

También quería establecer la paz luego de la derrota del caudillo entrerriano Francisco Ramírez, quien en 1821 había invadido, sin éxito, Santa Fe y Córdoba, para evitar que se repitiese una situación como esa. El Gobernador Bustos, de Córdoba, fue dejado de lado en este acuerdo, lo cual parece una especie de traición a quien había sido el artífice y mediador en el Tratado de Benegas entre Estanislao López y Martín Rodríguez, a la sazón Gobernador de Buenos Aires.

En fin, la estrategia del Puerto de Buenos Aires se realizaba con el sistema de las complicidades sucesivas.  Cómo puede verse en este pequeño resumen la historia rioplatense es un compendio de traiciones de unos aliados con los otros: Ramírez, Estanislao López, Bustos, Mansilla, Martín Rodríguez, etc. Sólo Artigas salió indemne de esto siendo fiel a sus hombres y a su lucha hasta el fin de sus días.

Mientras tanto, el más grande caudillo argentino meditaba en la selva la quimera de su Nación infortunada….

Hagamos un alto aquí.

Entendemos que había en Artigas, en su silencio durante añares, en su trabajo cotidiano, en su conducta, una resignación dolorosa que paliaba en su trato cotidiano con el pueblo pobre y humilde que lo tenía como un padre.

En lo atinente a poder vislumbrar si era un prisionero encubierto (estaba obligado a permanecer en ese pueblo, no podía ir y venir por el territorio paraguayo a su voluntad) o un simple y libre exiliado empobrecido, nos hace recordar –‘mutatis mutandi’- al exilio de Juan Manuel de Rosas en Southampton en los años venideros.  No se sabía si era un simple exiliado a quien acogió la hospitalidad británica o era un exiliado en una ‘jaula de oro’ donde parecía que disfrutaba de total libertad cuando en realidad al Imperio Británico le convenía tenerlo cerca para que no se le ocurriera volver al poder en la Confederación. Alguien dijo alguna vez que a los amigos convenía tenerlos cerca, pero a los enemigos, aún más…

Artigas vivió en una casa de cuatro habitaciones que construyó con sus propias manos, a 10 cuadras del centro de la población.

Pero algo sucedió de improviso.

Sigue diciendo TRAIBEL[47]: “El 20 de setiembre de 1840 muere Gaspar Rodríguez de Francia, el poder lo asumen las más altas dignidades militares de aquel país … La primera providencia, antes de enterrar al Supremo antes de pensar en otra cosa por urgente que fuera: "Ponga la persona del bandido José Artigas en seguras prisiones", le escribían el mismo día al comandante Gauto de Curuguaty.

“Artigas, solo en el medio del campo ya anciano, fue encarcelado, engrillado, como un vulgar delincuente.

“Seguía despertando una mezcla de odio, temor y miedo en los usurpadores y tiranos. Pero por suerte para él, la anarquía dura alrededor de 6 meses, hasta el 12 de marzo de 1841. Queda liberado y ya con Carlos Antonio López en el poder. Otro ambiente se respira en la nación guaraní”.

Se le ofreció a Artigas volver a su Patria. Varias misiones de diplomáticos Orientales se acercaron para convencerlo, mientras le enviaban dinero y ayuda de todo tipo. Pero ¿tiene ya Patria el otrora Protector? Él piensa que no y no quiere volver. Piensa en voz alta TRAIBEL: “¿Causa? ¿No son bastantes veinte años de vida para arraigar a un hombre de setenta y siete en un lugar?”.

Luego, sus condiciones de vida mejoraron y mantenía un buen trato con Carlos Antonio López y toda su familia quienes querían al viejo patriarca.

Finaliza TRAIBEL[48] relatándonos los últimos tiempos de Artigas. “En marzo de 1845 vivía aún Artigas en Curuguaty, cuando López ahora gobernante singular, lo manda llamar «a la brevedad posible" por haberse «acordado de él para instructor de un ejército de la República”. Vuelve a vivir en Asunción en una vida más cómoda.

“El Paraguay, luego de los 25 años de Gaspar Rodríguez de Francia, vivía una crisis de dirigentes, que Carlos Antonio López quería superar, echando mano a todos los recursos.

“Muy seguramente, la presencia de Artigas octogenario haya hecho desistir a López de su ofrecimiento, pero lo principal se había ganado para la historia al romperse el aislamiento de Curuguaty. 

“El patriarca entraría nuevamente en contacto con el mundo hasta él se acercarían voces amigas y un hijo, que pasaría dos meses a su lado.

“Finalmente, el día 23 de Septiembre de 1850, 30 años después de haber entrado en el Paraguay, fallece y es enterrado en el Cementerio General de la Recoleta en Asunción”.

Carlos IBARGUREN[49] nos presenta una pintura exacta de los últimos días del Protector de los Pueblos Libres, allá en la selva paraguaya, según testigos presenciales de su muerte.

José Gervasio Artigas, refugiado en el Paraguay después de Tacuarembó, vernáculo precursor del Federalismo —en cuyo ejemplo habría de inspirarse don Juan Manuel—, tenía 86 años cuando entregó su alma a Dios, en la tarde del 23 de septiembre de 1850.

El mejor de sus apologistas, el más talentoso de sus biógrafos, don Juan Zorrilla de San Martín, nos relata con palabra veraz y emocionada los últimos momentos del anciano, tomados de la versión directa de un testigo presencial, relato éste que hace varias décadas le dejara escrito el Obispo en Asunción, Monseñor Fogarín. He aquí, en escueto resumen, la transcripción de que hago referencia: 

“Cuando la enfermedad de Artigas se agravó, manifestó deseos de recibir los últimos sacramentos... En los momentos en que el sacerdote iba a administrarle el Santo Viático, Artigas quiso levantarse. La encargada del aderezo del Altar le dijo que su estado de debilidad le permitía recibir la comunión en la cama a lo que el General respondió: «Quiero levantarme para recibir a Su Majestad». Y ayudado de los presentes, se levantó, y recibió la comunión, quedando los muchos circunstantes edificados de la piedad de aquel grande hombre... El General, después de recibir el Viático, había quedado tendido en su pequeño catre de tijera y lonjas de cuero; en la semi-obscuridad se distinguía el crucifijo colgado en la pared sobre su cabeza blanca, tan blanca como los lienzos del pequeño altar en que brillaban los dos cirios inmóviles... El silencio se prolongaba, el silencio de la enorme proximidad. Las respiraciones se contenían: las miradas estaban concentradas en aquella cara aguileña, no muerta todavía. Artigas, que tenía los ojos cerrados, los abrió de pronto desmesuradamente. Causaba espanto; parecía muy grande. Se incorporó, miró a su alrededor... ¿Y mi caballo?, gritó con voz fuerte e imperiosa. ¡Tráiganme mi caballo!... Y volvió a acostarse... Sus huesos, ya sin alma, quedaron tendidos a lo largo del catre”.

*

Ahora bien, ¿Quién era Artigas? ¿Qué queda hoy de él, de su ideario, de su lucha? ¿Cuál era su patria?

En 1820 el ‘Protector de los Pueblos Libres’ había sido física y militarmente derrotado y raleado de su tierra. Pero sus ideas y su concepto hispanoamericano de la ‘Patria Grande’ se hicieron carne en su pueblo y en otros líderes que bien lo conocían. Su ideario estaba vivo en sus oficiales y en sus soldados también…

Como bien apuntan muchos historiadores Orientales Artigas no fue un prócer de la independencia de Uruguay (eso sería empequeñecerlo como soldado y pensador), fue mucho más que eso. Fue el más firme defensor en la lucha para que no se desmembraran las Provincias Unidas del Rio de la Plata y se le pagó con el destierro de por vida al Paraguay, muriendo en la pobreza y la soledad, pero con su humildad y gallardía intactas.

El sentido continental de Artigas, de su ‘Patria Grande’ y el sentido geopolítico que tenía demuestran que se adelantó en muchos años a otros.

Vamos a dejar hablar sobre el tema a reconocidos autores de la Banda Oriental.

Milton ACOSTA[50] nos comenta su modo de sentir y pensar, similar a muchos revisionistas Orientales, respecto a la Patria Grande enfrentando a los propulsores de la Patria Chica. Y nos dice, con un destello de ironía sumamente gráfica pero detallada, que “A menudo cuando respondo a la pregunta “¿Nacionalidad?” con un seguro y categórico “Oriental”, se me quedan mirando. Me sucedió en Miami y al menos dos veces. Los funcionarios de Migración observan el pasaporte y señalan: “Usted no es oriental, es nacido en Uruguay, y por tanto uruguayo”. ¿Cómo le explico al funcionario que “Uruguay” es un río y a mí me tocó nacer y vivir en su margen oriental y no dentro, en un islote o banco de arena? Por otra parte, mi país se llama así -República Oriental del Uruguay- y no República Uruguaya. Parecería que “orientales” sólo podrían provenir de Asia y seguramente entre quienes viven en el Oriente –que tampoco es una nación, sino muchas- los hay tan occidentales como los sirios y libaneses, céntricos como los indios y decididamente orientales como los japoneses y coreanos”.

Lo mismo dice Celio RIET[51] trayendo al presente a ese Oriental y patriota que fue Juan Zorrilla de San Martin quien decía que había que ‘Orientalizar’ a la juventud y así traer al presente el espíritu de Artigas en su verdadera dimensión americana y continental. RIET hace hincapié en que el pueblo Oriental “con sus muertos atrincheró a la Patria, defendiéndola contra el poder de dos imperios. Pueblo que, harapiento y desangrado, aun tuvo espíritu suficientemente fuerte para hacer la ‘Leyenda de los 33 orientales’, porque tenían el espíritu de Artigas”. -

Retornando a ACOSTA, veamos antecedentes. “Los pueblos del antiguo Virreinato del Río de la Plata luego que comenzaron su gesta independentista, honraron a don José Artigas con el título de “Jefe de los Orientales”. Nunca he podido sorprender un documento firmado por este con otro título que ese, al que amaba más que al bien ganado de “General”. Nunca se nos menciona en ellos como uruguayos o como habitantes de la provincia del Uruguay en el caso que ésta hubiese alguna vez existido; siempre se nos designa “Orientales”. Las célebres Instrucciones de 1813 son dirigidas por el caudillo “Al Pueblo Oriental”; en su nota al tiempo de la invasión portuguesa a esta banda dice: “No venderé el rico patrimonio de los orientales al vil precio de la necesidad”.

Entonces, desde 1811 a 1830 fuimos tan sólo eso: Orientales. Los portugueses nos rebautizaron como “cisplatinos” porque nuestro territorio está ubicado -para ellos, que venían desde el Brasil- de este lado del Río de la Plata; pero ni bien se volvió a la normalidad volvimos a ser lo que con Artigas: orientales.

Volviendo a nuestro Artigas, es citable un trabajo extenso y sesudo de CHIVILÓ[52] que describe puntillosamente toda su larga y tortuosa existencia desde sus inicios como hijo de una familia patricia de Montevideo hasta su triste destierro y muerte en el Paraguay en la pobreza franciscana, pero altiva y orgullosa, que lo acompañó en el medio del monte y selva.

Artigas, a no dudarlo, fue el primer argentino de una Argentina insertada en la Patria Grande que soñó el Protector de los Pueblos Libres. Su testamento comienza con “Yo, don José Gervasio Artigas argentino de la Banda Oriental”.

Más adelante, vamos a analizar a qué se refería Artigas con el término de ‘Argentino’.

 Vimos como peleó contra los españoles, contra los unitarios secesionistas de la Banda Oriental, de Corrientes, de Entre Ríos, de las Misiones y contra los portugueses y brasileños después. Contra todos aquellos que como sanguijuelas intentaban desmembrar a las Provincias Unidas del Rio de La Plata.

“Artigas –sigue diciendo CHIVILÓ[53]- fue argentino hasta el último día de su vida. Fue forjador de la nacionalidad argentina y debe ser considerado uno de los Padres de la Patria. La actitud de Artigas nunca fue separatista, sino todo lo contrario, fue integrador en el contexto nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Las veces que le fue propuesto la constitución de una Banda Oriental independiente de sus hermanas de la otra orilla, siempre la rechazó; y expresa para que no queden dudas en julio de 1815 que “La Banda Oriental del Uruguay entra en el rol para formar el Estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata. Cuando en su exilio se enteró de la declaración de la independencia uruguaya de 1830, exclamó “Mi Nación ya no tiene a mi Provincia” y “Yo ya no tengo patria”.

El historiador uruguayo, Eduardo ACEVEDO[54], opina:Artigas fue un enemigo de la independencia de los orientales. Lo que propugnaba era el federalismo de las Provincias del Río de la Plata”.

En el panel desarrollado en la última Feria del Libro de Buenos Aires, el historiador uruguayo Lincoln MAIZTEGUI CASAS[55] afirmó:Artigas debe ser el único prócer que no estuvo de acuerdo con la creación de su propio país… Nunca quiso la separación de las Provincias Unidas y esa fue su lucha hasta el último día, mantener la integración de los pueblos y apostar por la unidad regional. Fue un importante sostenedor de la unidad nacional de los territorios que habían conformado el Virreinato, repudiando la dominación española y oponiéndose a la intervención portuguesa…”.

También Guillermo VÁZQUEZ FRANCO[56] ha defendido la Argentinidad de Artigas.

“Es un disparate considerar a Artigas como el fundador de la nacionalidad uruguaya. Incluso muere como argentino. Fue argentino. Luchó como argentino y murió como argentino. Le ofrecieron la separación de la Provincia Oriental, junto con Corrientes y Entre Ríos. Y lo rechazó. Cuando en Paraguay se entera de la Convención Preliminar de Paz, dijo: ‘Ya no tengo patria’. Artigas es un argentino. Pero como nos apropiamos de Carlos Gardel, nos apropiamos de Artigas”.

“El 25 de agosto [de 1825] lo que se inicia –sigue diciendo Vázquez Franco - es el último período de reunificación nacional, que corre entre esa fecha y 1828, cuando viene la amputación de la provincia (Oriental) por la Convención Preliminar de Paz. El 25 de agosto se aprueba la ley [sancionada por el Congreso de la Florida] que reclama para esta provincia su condición de argentina, y dos meses después, el 25 de octubre, el Congreso Federal Constituyente reunido en Buenos Aires ratificó la reunificación, aceptando o confirmando la reunificación de la Provincia Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata "a las que siempre ha pertenecido y por derecho quiere pertenecer". Eso es lo que dice la ley del 25 de octubre (de 1825). Lavalleja comunica por bando, como se comunicaban las cosas en aquella época, que ha sido reincorporada la provincia a "la gran nación Argentina". Lo dice eufórico”.

Debemos tener presente que cuando decimos ‘Argentina’, en aquellos venturosos tiempos, no nos referimos a la República Argentina disminuida como hoy la conocemos, sino al originario del Río de la Plata (‘argentum’), rioplatense.

Sobre el tema se expresa claramente el autor Gerardo CAETANO[57] “argentino" en 1810 quería decir "rioplatense” […] La proclama del 19 de Abril de 1825 se inició con la convocatoria a los "argentinos Orientales". […] 

“En realidad, lo que Lavalleja señalaba en ese momento aparece de manera absolutamente proficua en la documentación de la época. Se habla mucho de ‘argentinos Orientales’; inclusive, desde el Paraguay se habla de ‘argentinos Orientales’. Además., hay notas de [Gaspar] Francia que dicen: ‘en la frontera, si es argentino Oriental, déjelo pasar’.

“Lavalleja se consideraba a sí mismo un ‘argentino oriental’. ¿Por qué? Porque la palabra "argentino" no quería decir lo que quiso expresar después. La palabra " argentino" significaba ‘rioplatense’.  ¿Qué era un ‘argentino oriental’? Un rioplatense de este lado del río […]

UMPIERREZ[58] se explaya profundamente sobre la materia y parte del análisis de la diferencia entre una independencia confederal y la independencia de una república, para luego referirse a la injerencia profunda de Inglaterra en la ‘creación’ del ‘Estado-Tapón’ Oriental:

Dice el autor que “La única diferencia que hay entre la Independencia de la Provincia Oriental, que proclamó y ejerció Artigas desde el 13 de enero de 1815, y la Independencia de la República Oriental reconocida por la Convención Preliminar de Paz de 1828, es que la República no tiene la posibilidad de confederarse con las demás Provincias, como lo hizo en el Congreso de Oriente del 29 de junio de 1815 o en la Asamblea de la Florida del 25 de agosto de 1825. La “elevación” de la Provincia a la condición de Nación (soberanía absoluta), le impone la obligación de equipararse con los demás Estados soberanos del planeta. Al mismo nivel de la República Argentina y de la República del Brasil, a pesar de las notorias diferencias de poderío relativo. Esta soledad planetaria de la República Oriental siempre fue un enorme desafío para el Pueblo Oriental, muy costoso en relación a los recursos y a la población, pero asumido con responsabilidad y determinación.

“La separación nacional de la República Oriental no es lo que quería Artigas, es cierto, pero no es menos cierto que la palabra "argentino" nunca cruzó por su cabeza, porque en su época esa palabra no se utilizaba más que para referirse a los habitantes de Buenos Aires, y no aparece en ninguno de los documentos Artiguistas. En su tiempo se hablaba de las Provincias Unidas del Río de la Plata, una idea que unos visualizaban en formato monárquico, luego como República unitaria, y otros como Confederación de Provincias soberanas. La imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la configuración constitucional de las Provincias Unidas fue lo que determinó su fracaso y el abandono de esta denominación.

“La ‘República Argentina’ como proyecto político aparece recién con la Asamblea Constituyente de 1825, es el proyecto de Bernardino Rivadavia, el proyecto unitario, contra el cual se construyó luego la "Confederación Argentina". Esta última duró hasta el definitivo triunfo de Buenos Aires, de Bartolomé Mitre, en la batalla de Pavón ocurrida el 18 de setiembre de 1861. Luego de esa batalla, el ejército porteño invade y ocupa la totalidad de las Provincias Argentinas, derrocando a sus antiguos gobernadores federales, con la única excepción de Urquiza. En los 10 años siguientes la República Argentina de Mitre y Sarmiento se consolida a través de la invasión del Uruguay e imposición del General Venancio Flores como Presidente, la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, y la última guerra de exterminio contra los federales que habían sobrevivido (Felipe Varela, Vicente Peñaloza, Ricardo López Jordán, etc.). En 1880, después de conquistar la Patagonia y el Chaco, el Gral. Julio Argentino Roca, con ayuda de Mitre y Sarmiento, termina la obra iniciada por Bernardino Rivadavia, con la capitalización de Buenos Aires y la construcción del actual Puerto Madero, íntegramente financiado por capitales ingleses.

“Se dice que la República Oriental del Uruguay es un invento de Lord Ponsonby, pero se omite decir que, en tal caso, la Argentina también es un invento del mismo embajador inglés. Cito textualmente el primer párrafo de la carta que el Embajador Lord John Ponsonby le dirige al Canciller Vizconde Dudley of Ward el 18 de enero de 1828: "Excmo. Señor: En mi despacho separado, del 20 de Diciembre último, tuve el honor de someter a V.E. el esbozo de un proyecto para formar un sistema de federación entre los estados litorales del Plata y del Paraná, para la seguridad de la libertad del comercio, desde la boca del estuario hasta el Paraguay y la entrada del Bermejo en el Paraná; todo a culminarse con la garantía de la Gran Bretaña, como la piedra central y el poder conservador del sistema."

“El 10 de enero de 1815, las fuerzas rebeldes de José Artigas triunfan en la batalla de Guayabos contra el ejército “auxiliador” de Buenos Aires, y el 13 del mismo mes se enarbola la bandera tricolor en Arerunguá proclamándose y jurándose la independencia Provincial, “absoluta y respectiva”. Poco después ocurre otro tanto en las Provincias de Corrientes, Entre Ríos, Misiones, Santa Fe y Córdoba, constituyéndose la Liga de los Pueblos Libres en el Congreso de Oriente, el 29 de junio.

“El gobierno centralista Directorial de Buenos Aires, de tendencia monarquista, teme que se generalice la rebelión popular en todas las Provincias e incluso en la propia Capital.

“Surge, pues, una evidente convergencia de intereses coyunturales entre España, Portugal y Buenos Aires, todos interesados en terminar con la Liga de los Pueblos Libres y con su Protector, Artigas. Se negocia intensamente en las Cortes de Europa y en Rio de Janeiro. Finalmente, en 1816 y 17 ocurren cuatro eventos significativamente cercanos:

“1º) El 9 de julio, el Congreso de las Provincias Unidas (sin aquellas que formaron la Liga de los Pueblos Libres) declara la Independencia, pero, sin perjuicio de ello, se habla de negociar algún tipo de Protectorado bien fuera de Portugal o del Imperio Británico.

“2º) El 28 de agosto comienza la invasión Portuguesa de la Provincia Oriental mediante la toma de la Fortaleza de Santa Teresa.

“3º) El 5 de setiembre se produce el matrimonio simultáneo del Rey Fernando VII y de su hermano Carlos María Isidoro, con sus sobrinas María Isabel y María Francisca de Braganza, respectivamente, ambas consortes son Princesas de Portugal, hijas del Regente Juan VI y de su esposa española Carlota Joaquina de Borbón.

“4º) El 13 de mayo de 1817 se lleva a cabo otro matrimonio real, esta vez del Príncipe heredero al trono de Portugal, hermano de las Princesas antes mencionadas, Pedro de Alcántara de Braganza y Borbón (el futuro Emperador de Brasil Pedro I), con la Princesa María Leopoldina de Habsburgo, hija del Emperador de Austria, Francisco I.

“Si bien no hay ningún documento que permita suponer alguna asociación entre los cuatro eventos, o entre algunos de ellos, es razonable suponer algún tipo de alianza hispano-portuguesa, referida a las Provincias del Río de la Plata, avalada por el Imperio Británico, por supuesto, y muy probablemente también por el gobierno de Buenos Aires.

“Artigas derrotado en 1820 se interna en Paraguay y la Provincia Oriental, ocupada por los portugueses, resuelve en un Congreso de notables su incorporación al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve con el nombre de Provincia Cisplatina Oriental, conservando su autonomía respecto del Reino del Brasil (se había transformado en Reino en virtud de la radicación de la familia real portuguesa en Rio de Janeiro desde 1808”.

Debemos determinar, finaliza Umpierrez, que “…en el Río de la Plata, luego de la independencia de la Provincia Oriental, se consolidó definitivamente la preeminencia de la Provincia de Buenos Aires sobre todas las demás, debido a su condición portuaria y comercial prácticamente monopólica, sumada al enorme desarrollo de la industria del saladero de carne, vinculada a la tradicional ganadería extensiva”.

Acá podemos hacer un alto para confrontar dos ideas respecto a los celos y competencia entre Montevideo y Buenos Aires por el puerto como entrada y salida de mercaderías.

Julio SANCHEZ GÓMEZ[59] dice que “la polémica anti Buenos Aires -que curiosamente no es detectable en la otra orilla del Río de la Plata-, presente y en algunos casos de forma abrumadora en las obras citadas y en muchas más, fuertemente penetradas de prejuicios nacionalistas y que para justificarlos se ven precisados a buscar un enemigo extremo.

“La inexistencia de diferencias apreciables entre una y otra orilla del estuario y las continuas proclamas antes: de 1830 de una parte de la población oriental -la no brasileñista- en el sentido de formar parte de un todo con las tierras ultra platenses, incita a muchos de los historiadores a exagerar una rivalidad que, a la vista de la documentación, no existió en la realidad, al menos por lo que se refiere a la época colonial ya los primeros tiempos de la República.

“Se magnifica la invención de " la lucha de puertos " en los tiempos de la administración española cuando cualquier observación atenta de la documentación para la época colonial descubre que la relación entre ambos fondeaderos y entre los grupos de comerciantes de ambos lados del Plata fue mucho más de colaboración y complementariedad que de oposición [...]”.

En otras palabras, para el autor había más colaboración y complementariedad entre los grupos de comerciantes de Buenos Aires y los de Montevideo, aunque se ha exagerado la rivalidad.

No opina del mismo modo Vivian TRÍAS[60] y contradice en su pensamiento lo antemencionado. Cita a Guillermo Stewart Vargas que, según él “es quien con más lucidez y alarde documental, ha sostenido el criterio de que la política de Rosas con respecto al Uruguay consistía en mantenerlo en la anarquía, en un estado de desgarramiento endémico, de modo que no pudiera cumplir el rol que desempeñara en tiempos de Artigas, cuando sirvió de vanguardia y sostén, con sus puertos marítimos, al federalismo provinciano contra la dictadura ‘monoportuaria’ de Buenos Aires. Escribe: "Creía {Rosas} que toda prosperidad del puerto de Montevideo era prosperidad hurtada al puerto Buenos Aires; y creía que la más acreditada receta para mantener al Interior provincial en una sumisa conformidad respecto de la explotación que de la riqueza nacional practicaba el puerto de Buenos Aires, mediante su monopolio, consistía en que las provincias vivieran en constante penuria moral y económica.

Lo trágico, sin embargo, radica en la indisoluble unidad con que estas dos premisas se alojaron en la convicción de Rosas. Queda así a la vista, que en la misma medida que se afirmaba en la necesidad de matar todos los arrestos vitales de la provincia, Rosas comprobaba con nuevos fundamentos la competencia comercial que representaba el puerto de Montevideo {…} esta convicción lo encerró en el círculo de donde nunca habría de salir y le impuso la conclusión de que su política tenía que estar orientada, con forzosidad, a impedir toda prosperidad al Uruguay a los efectos de que su puerto nunca pudiera ser competidor eficaz del puerto de Buenos Aíres. Anarquizar el Uruguay se configuró en la norma número uno de la cartilla de su política. Lo logró, tal como se lo propuso; pero también de añadidura sumió al Río de la Plata en una convulsión dramática. La guerra se hizo endémica".

Disentimos con lo comentado en este último párrafo que extrae conclusiones maniqueas, con tintes clasistas como se dijo arriba, que no existían en aquellos tiempos y que en realidad se producen recién a fines del siglo XIX.

Entendemos, como SANCHEZ GÓMEZ, que existía una complementariedad entre los puertos de Montevideo y Buenos Aires y que, si ambos hubieran podido estar en manos de los Federales, el acceso a nuestros ríos interiores hubiese quedado definitivamente en manos soberanas confederadas. Justamente Rosas no iba a querer lo contrario, según pensaba Stewart Vargas.

UMPIERREZ[61] nos trae, más cercana en el tiempo, una interesante conferencia que ofrece José María Rosa en la Facultad de Arquitectura de Montevideo en el año 1960.

Allí se pregunta el historiador de la Banda Oriental; "¿Cuál era la Patria de Artigas? ¿Era solamente su amada provincia, su “patria chica” por la que tanto luchó? ¿Era la Liga de los Pueblos Libres? ¿Eran las Provincias Unidas del Plata? Sí. Todo eso, y algo más también. Artigas era oriental y por ser muy oriental era muy argentino. (no hablo de “argentino” como sinónimo de porteño, y pido que se me entienda; argento es el habitante de las provincias del Plata como lo dice la etimología). Pero no se detenía allí su idea de patria: por ser muy argentino era muy americano, muy hispanoamericano.

"Para él su patria era la unión de todas las porciones de América Española. Unirán en un mismo Estado o Confederación de Estados, o una misma fraternidad, que para el caso es lo mismo. Lo importante no es lo formal, sino lo esencial: que haya conciencia de unidad de origen y unidad de destino…. La América española era una sola, pese a sus límites administrativos”

Celio RIET[62] nos dice al respecto que “debemos ubicarnos en aquella época en que se hablaba de ‘Provincias’ que no significaban distintas Naciones sino simplemente ‘pagos’ a que pertenecían. Los ‘Orientales’ eran los de la Banda Oriental integrantes del mismo Virreinato del Rio de la Plata, como los ‘Occidentales’. …recordemos que en aquella época ‘Río de la Plata’, ‘Argentum’, Argentina’, tenían el mismo significado. Hoy decimos ‘Rioplatenses’. Argentina, como nación independiente aun no existía. Conviene recordar la proclama de Lavalleja en la Agraciada: ¡¡ Argentinos Orientales!!, era como si dijéramos ‘Rioplatenses Orientales’.”

Artigas mientras batallaba contra los españoles sabía –siempre lo supo- que el peligro venía del Brasil. Y de allí su urgencia para cuidar las fronteras de la expansión lusitana. No sólo Artigas sino también esos grandes prohombres de la ‘Patria Grande’ que fueron Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, quienes conformaron junto a Artigas los grandes propulsores, creadores y sostenedores de la idea de la gran nación hispánica y bioceánica que fueron las Provincias Unidas del Río de la Plata.

VAZQUEZ FRANCO[63] dice tajantemente que “Brasil es el dueño de la independencia del Uruguay, lo cual es jurídicamente incorrecto, pero da una idea de que todo fue patrocinado por Brasil. Argentina perdió una provincia que era suya, como si hubiera perdido Córdoba o Catamarca. Como si nosotros perdiéramos Cerro Largo o Paysandú. Argentina pierde presencia, gravitación internacional porque se le escapa una provincia que no sería la más rica, no sé, pero seguramente la más estratégica. Porque perdió la provincia que le daba el control del Río de la Plata, el acceso al corazón de América por la vía fluvial del Paraná y el Paraguay”.

René Saúl ORSI[64] manifiesta con claridad meridiana que “Artigas era un hombre fundamentalmente rioplatense. Ravignani lo expresa con rasgo certero al sostener que ‘nosotros debemos considerar a Artigas como caudillo argentino ubicándolo en el proceso argentino como se ha hecho con Quiroga en La Rioja. Bustos en Córdoba, López en Santa Fe, Rosas en Buenos Aires, etc.

“Por eso se verá que Artigas no pensaba fundar una república independiente; lo que quería era conseguir autonomía como provincia. Así resultó el argentino más federal que el país tuvo en el pasado y es que el sienta un precedente que imitan los demás caudillos. 

“Es como si -en lo que respecta a Bustos, o a López o a Quiroga por considerarlos caudillos de sus respectivas provincias- los estudiáramos corno elementos separatistas dentro del escenario argentino. No hay república Oriental ni en 1812. ni en 1815, ni en el 25, pues ni en la Florida llegóse a mencionar tal cosa. De modo que hablar en el año XIII de un nacionalismo oriental es un error”…

Continúa diciendo ORSI[65] que el “historiador oriental don Eduardo ACEVEDO[66] en las páginas finales de su extensa y documentada obra sobre el Protector, afirmó que:

‘una sola cosa no hizo Artigas: estimular entre sus compatriotas la idea de segregarse de las Provincias Unidas para organizar una república independiente. Artigas, que era una gran cabeza, a la par que una gran voluntad, quería una patria amplia y poderosa compuesta de todos los pueblos del Rio de la Plata. Artigas es realmente el fundador del régimen federal argentino pero no es el fundador, ni siquiera el precursor, de la Republica Oriental y a ese título ni podría ni debería erigírsele estatua alguna sin falseara la verdad histórica plenamente documentada. Artigas --finaliza Acevedo-- no había admitido nunca la posibilidad de erigir a su provincia en república independiente y habría aceptado jamás en su noble obsesión de constituir la gran federación del Plata’ .

Finaliza ORSI[67] diciendo que “en ese lenguaje claro y sin rodeos el general Artigas afirmó una y mil veces su inquebrantable voluntad unificadora ya que en tanto los gobernantes porteños bregaban a toda costa porque aceptase una independencia total que él ni su pueblo jamás habían pedido el conductor rioplatense impuso siempre con obstinación la cláusula primera y principal de que para firmar la paz era necesario protocolizar definitivamente la unidad de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Carlos IBARGUREN[68] nos hace notar que “Para Artigas, cada provincia —en el concierto confederativo de su sistema— no representaba un ente aislado, sinónimo de individualismo; sino más bien la unidad menor en el conjunto de una patria común organizada desde abajo. Para los epígonos de Sarratea, Rivadavia y Alvear, lo único importante seguía siendo el puerto y sus intereses, que era necesario centralizar desde arriba, pues la riqueza y las teorías de moda —equivalentes, según ellos, a la “civilización”— entraban, en definitiva, por allí, vía atlántica, procedentes de Europa. El Protector de los Pueblos Libres había luchado por la integridad territorial del Río de la Plata, tal cual existió durante el virreinato, pero con un agregado nuevo: el respeto a las autonomías locales…. un investigador contemporáneo — Daniel Hammerly Dupuy— en su interesantísimo y documentado libro, «San Martín y Artigas», consigna en este orden de ideas: “Los que, desconociendo el verdadero sentido de la ideología artiguista, inculpan a Artigas de una actitud separatista irreductible olvidan que fue el prócer que más se interesó en persuadir al Paraguay para que se incorporara a las Provincias Unidas, a tal extremo que los paraguayos llegaron a considerarlo como agente de Buenos Aires. La separación de la Banda Oriental como país totalmente independiente tampoco fue la obra de Artigas siendo que el prócer cuyo concepto de la Patria abarcara todo el territorio del Virreinato del Río de la Plata, fomentó la incorporación de esa provincia a las demás como una de las tantas que formarían una gran República Federal”.”.

Debemos fijarnos en algo importante: la historia se estudia y se comprende desde la historia. Esta ciencia estudia y expone, de acuerdo con determinados principios y métodos, los acontecimientos y hechos que pertenecen al tiempo pasado.  Pero vistos con los ojos, principios e idiosincrasia de los tiempos estudiados; no con la mirada de los tiempos en que se estudian. 

En otros términos, tal como señalaron historiadores Orientales como Vázquez Franco entre otros, cuando Artigas no quiso volver a Montevideo pues ‘ya no tenía patria’, debemos preguntarnos qué quiso decir en aquellos momentos.

Recordemos que la Banda Oriental (con un territorio mucho más extenso que el actual) era parte integrante de las Provincias Unidas del Rio de La Plata y luego de la Confederación Argentina, como lo eran Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, Tucumán y la misma Buenos Aires.

RAVIGNANI[69], al igual que Orsi, según ya hemos expresado, nos dice que “Artigas no pensaba fundar una república independiente, lo que quería era conseguir autonomía como provincia. Así resultó el argentino más federal que el país tuvo en el pasado y es el que sienta un precedente que imitan los demás caudillos".

Pero, tengamos presente que el concepto de ‘argentino’ del que hablaba Ravignani, no era, tal vez, el significado que realmente daba a ese término Artigas. Recordemos que en aquellos tiempos en que Artigas decía que era ‘agentino’ no se refería a una República Argentina tal como se la conoce actualmente, sino que se refería a ‘argentum’ o ‘Río de la Plata’.  Esto es, a una liga o confederación de territorios unidos del Río de la Plata, ya que la Republica Argentina, como tal, todavía no existía.

Supongamos lector que a usted hoy en día le preguntan de dónde es. Usted, por ejemplo, respondería orgulloso ‘de la Confederación Argentina, nacido en la Provincia de Tucumán’.

Y supongamos, que si el día de mañana Tucumán se separara de la Confederación Argentina y formase un nuevo país. Y Usted estuviera en el exterior y le ofrecieran volver a la República de Tucumán ¿Usted qué diría? considerando que ya no tendría su patria pues Tucumán ya no sería parte de la Argentina. Esto de algún modo explica porque la provincia o pago donde uno nació se la denomina ‘la patria chica’.

Así debe entenderse la actitud desolada pero firme de Artigas ante la propuesta de volver a una patria (¿nueva?) cercenada de su ‘Patria Grande’, que fue parte integrante trascendental de ella, pero a la cual nunca imaginó ni luchó por castrarla del tronco común.

De tal modo -como se dijo antes-  debe interpretarse su exclamación “Mi Nación ya no tiene a mi Provincia” y “Yo ya no tengo patria” cuando en su exilio se enteró de la declaración de la independencia uruguaya en 1830.

Y ante la pregunta de que por qué Artigas nunca quiso volver del Paraguay donde se había auto – exiliado,  la historiadora Ana RIBEIRO[70] dice que “Artigas entiende que el nuevo país que surgió era un país al cual él no podía volver. Él no podía entender ‘los partidos’ (sic) y todos sus ex – soldados, sus ex – lugartenientes eran ahora las cabezas visibles de dos partidos enfrentados, el ‘Blanco’ y el ‘Colorado’.”.

Otro historiador, al que ya hemos nombrado, Guillermo VAZQUEZ FRANCO[71] refiere que Artigas no quería que su cuerpo descansara en Montevideo pues no tenía especial afecto por esta ciudad, ya que su lugar era en el campo, en la campaña. Traen ya fallecido su cuerpo a Montevideo, entonces, y encima lo ponen en una plaza llamada ‘Independencia’ “¿independencia de què?, ¿de la República?  Es lo que Artigas rechazó siempre. Yo no soy uruguayo. Rechazo ese término. Soy Oriental. Porque el país [Uruguay] es falso, es un invento. Yo soy argentino, de la Banda Oriental. Yo estoy en la Argentina, quebrada, si, pero la Argentina. Yo firmaría para que nos reunificáramos. […] Nosotros regalamos a un argentino como héroe uruguayo”

Al respecto dice la historiadora Ofelia PIEGAS [72]Artigas es una realidad. Nosotros [los Orientales actuales] lo transformamos en un mito, tal vez para lavar la culpa de haber hecho todo lo contrario en la historia de lo que pidió Artigas”.

Y como reafirma el historiador uruguayo Eduardo ACEVEDO[73]: “Artigas fue un enemigo de la independencia de los Orientales. Lo que propugnaba era el federalismo de las Provincias del Río de la Plata”.

Es que no se entiende la ‘Patria Grande’ de las Provincias Unidas del Río de La Plata y su sucedáneo, la Confederación Argentina, sin la Banda Oriental; y viceversa. Así como no se entiende España sin Cataluña y Cataluña sin España, como no se entiende Argentina sin alguna de sus provincias autónomas.

RIET[74] resume -y con letras mayúsculas- “Los auténticos Orientales, los 25 de agosto [de 1825] repicamos campanas de glorias por la resurrección de la ‘orientalidad’ de Artigas, mientras que los 18 de julio [de 1830] llevamos crespones en nuestras almas, por su muerte y entierro constitucional”

Artigas, este verdadero Padre de la Patria, de nuestra ‘Patria Grande’ termina su vida en forma similar a Juan Manuel de Rosas: expulsado de su tierra por los ‘logistas’ unitarios (hoy llamados liberales), los masones, los esbirros y los gerentes iluministas de los británicos y franceses, sumados a los eternamente acechantes y expansionistas brasileños y sus arcas siempre llenas de dinero dado a dos manos por los Rothschild y otras bancas europeas.

Ambos viven sumamente pobres.  Con pobreza pero con dignidad, fieles a sus patrias y sumamente religiosos. -

ALÉN LASCANO[75], nos refiere que Artigas pudo fundar una nación, pequeña en territorio, pero propia gracias a que Buenos Aires lo empujaba a ello con tal de sacárselo de encima. Su negativa trajo como consecuencia una persecución tenaz de parte de sus enemigos de siempre y los nuevos de su propio ejército, como Ramírez. Cruzó el Paraná y se internó en la selva paraguaya. Todo fue patrio, en forma íntegra. “Contrasta esa argentinidad con los sentimientos de un Rondeau, criado y muerto en Montevideo, compañero de Artigas en 1811, Director Supremo desde Buenos Aires y aliado de los portugueses; Rondeau a quien nuestra historia considera paradojalmente, un héroe Argentino”

Hagamos una pequeña observación aquí sobre Rondeau y su personalidad.

Felipe PIGNA[76] sostiene, aunque sin aportar prueba fehaciente, que Rondeau, quien sabemos, no congeniaba con los caudillos provinciales como Artigas y Güemes, tenía costumbres poco humildes y sobrias en los trascendentes días de las luchas en el norte contra los realistas españoles por el año 1815. Dice el citado autor que “mientras los soldados vivían en la miseria más absoluta, Rondeau se daba una gran vida, como lo cuenta un viajero sueco que lo visitó el día anterior al desastre que ocasionaría la pérdida definitiva del Alto Perú. ‘-Al general Rondeau le hice una visita en su campamento de Jujuy, en vísperas del día en que esperaba ser atacado. Me recibió en su tienda de campaña, donde estaba instalado de una manera oriental, con todas las comodidades de un serrallo. Ante la multitud de mujeres, me obsequió con dulces diciendo que en un país tan devastado y en vísperas de un día de batalla debía excusarlo si no podía ofréceme manjares. Chocado yo por la ostentación con que trataba de exhibir su lujo amanerado, le respondí que me sentías sorprendido ante todo lo que tenía delante de mi”

En efecto, más allá de lo que menciona Pigna, es seguro que se perdió el Alto Perú por la desidia, la cortedad de visión política y la irresponsabilidad de Rondeau.

En noviembre de 1815 Rondeau tomó con liviandad la batalla de Sipe-Sipe estando a cargo de la Jefatura del Ejército Norte de las Provincias Unidas del Río de la Plata, despreció a Güemes y todo el gauchaje, por lo cual éste se fue del ejercito con sus tropas y aquél lo declaró, infamemente, desertor.

¿Cómo fue la batalla de Sipe-Sipe?

Con un ejército desmoralizado y anárquico, Rondeau concentró sus tropas cerca de Cochabamba, en el llano de Sipe-Sipe. Allí se enfrentaron los 3.100 soldados patriotas y sus 9 cañones (sin la colaboración de los voluntarios indios, despreciados por motivos raciales) contra los 5.000 realistas, armados con 23 cañones. El jefe enemigo, Joaquín de la Pezuela, resultó mucho mejor estratega que Rondeau. La derrota de la Batalla de Sipe-Sipe, del 29 de noviembre de 1815, fue un desastre total. Las Provincias Unidas del Río de la Plata perdieron para siempre a las provincias del Alto Perú y cuando lograron su independencia de España lo hicieron como un estado independiente, surgiendo la República de Bolivia.

Haciendo una reflexión resumida RAMIREZ[77] dice que “El pueblo oriental conoció una época hermosa cuando en su primera fase obtuvo, aunque sin poder retener por mucho tiempo, el poder político, económico y social de esta provincia. Pero entre las traiciones y la coalición de fuerzas muy poderosas internas y externas la lucha de diez largos años no alcanzó a afirmar la totalidad de los objetivos propuestos por Artigas. Poderosos vecinos y los imperios económicos y militares sobre todo el inglés que no podían aceptar de ninguna manera formas de independencia que comprometieran o que impidieran concretar los planes de explotación que ellos habían programado para Latinoamérica. Planes que llevaron a cabo rápidamente una vez que la resistencia artiguista fue aplastada y la Patria Grande destruida impunemente y que perdura hasta hoy a través del imperio de turno y al cual el gobierno progresista no hace otra cosa que rendirle tributo a diario. “

Washington REYES ABADIE[78] se explaya sobre el tema diciendo que “Artigas en el gran arquitecto de la Argentina actual, el más grande héroe argentino. El país con el que no tiene nada que ver es el nuestro [se refiere a la actual República Oriental del Uruguay]. Es un mito: no hay tal Artigas uruguayo. Es una reducción localista. Más allá de haber nacido en Montevideo poco o nada tiene que ver con el Uruguay cuya incorporación a las Provincias Unidas le parecía ineludible. Uno piensa que país colosal hubiera sido Argentina y el Uruguay juntos dominando el Río de La Plata por los dos grandes puertos. Pero apareció un inglés brillante. El verdadero fundador del Uruguay fue Ponsonby”.

Es claro que el inglés logró varias cosas al no permitir que un solo Estado administrara la entrada y salida de todo lo que viniera de los ríos Uruguay y Paraná. Pero como tampoco quería que lo hicieran dos Estados (Argentina y Brasil), creó un Estado intermedio entre ambos (‘estado tapón’) que, además, al ser un estado pequeño, su manejo económico se simplificaba.

No sólo terminaba así con el sueño de Francia de ser la que manejara la entrada al estuario del Río de La Plata, sino que se sacaba de encima al principal competidor que durante muchos años intentó apoderarse de Montevideo para tener la llave de acceso, puerto mediante, a los ríos mencionados.

Señala Vivián TRÍAS[79] “Pieza clave del equilibrio de poderes son los ‘Estados-Tapones’. Pequeños países incrustados, como cuñas, entre dos grandes naciones y gozando de una independencia protegida por el Reino Unido. De modo que ninguno de sus gigantes vecinos se apodere de ellos y desequilibre el poder, en la región, de su lado. En general los ‘estados-tapones’ son, también, llaves de importantes vías fluviales. Los países Bajos —entre Alemania y Francia— y el Uruguay—entre Argentina y Brasil— son ejemplos diáfanos de su funcionamiento. Londres manejó el concepto del equilibrio de poderes no lo en Europa, sino también en otros continentes como América del Sur. Aunque aquí su significado adquiere matices especifico. No solo se trata de forjar el equilibrio-rivalidad de los estados más grandes, sino de balcanizar al máximo el espacio continental forma que el equilibrio sea un complejo sistema de pesas y contrapesas, un rompecabezas de estados minúsculos proyectados hacia el mercado mundial y económicamente dependientes de Gran Bretaña. En las coordenadas de tal ordenamiento económico-político desempeña su papel las demos naciones del orbe”.

Del mismo modo pensaba el gran historiador Oriental Alberto METHOL FERRÉ[80] “…el Virreinato del Río de la Plata, luego Provincias Unidas, también saltó a pedazos, por obra conjunta de la oligarquía porteña y los ingleses. El gran caudillo de la cuenca del Plata, Protector de los Pueblos Libres, José Artigas, terminaba derrotado por las tenazas ingleses desde Río y Buenos Aires, y tras el breve período de la Cisplatina y la reicorporaci6n de la Banda Oriental a las Provincias Unidas en 1825, se declara en 1828 la independencia del Oriental del Uruguay”.

Para este autor, todos los Orientales saben desde el fondo de su ser que Uruguay nació como un ‘Estado-Tapón’, gracias a los oficios del buen Ponsonby o su empleado criollo, Pedro Trápani, ya que su fin era proveerse de materias primas baratas para manufacturarlas en Inglaterra, como decía Sarmiento, para el cual la América toda era un ‘rico almacén’ (sic).

Para ello, como pedía Juan B. Alberdi, era necesario que la Banda Oriental o por lo menos Montevideo, fuese independiente para que Inglaterra y Francia ‘campearan en sus nobles dominios’.

Respecto de Artigas, una anécdota sirve para comprender mejor aún el pensamiento geopolítico continental de Artigas.

Cuenta Roberto A. FERRERO[81], quien entiende que ésta fue la declaración más clara y sucinta de las ideas de Artigas que jamás se haya formulado, que “Muchos años después, cuando su gobierno de Córdoba y sus victorias resonantes eran un viejo recuerdo, exactamente en 1846, José María Paz debe también exiliarse en Paraguay durante 10 meses. Allí no puede resistir la tentación de visitar al anciano vencedor de Las Piedras y éste entonces le explica: -“Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio y a la guerra que él me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso del Realismo. Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo quería la autonomía de las Provincias, dándole a cada estado su gobierno propio, su Constitución, su bandera, el derecho de elegir sus representantes, sus jueces, y sus gobernantes, entre los ciudadanos naturales de cada Estado. Esto era lo que yo había pretendido para mi Provincia y para las que me habían proclamado su protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo. Pero los ‘Pueyrredones’ y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las Provincias militarmente y despojarlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental habían nombrado, y poniendo precio a mi cabeza-”.

Contundente manifestación de la realidad de hechos por parte de nuestro Artigas.

¡Dios guarde y otorgue gloria eterna al Oriental José Gervasio de Artigas! Creador y sostenedor de la independencia y soberanía de nuestra ‘Patria Grande’ que, sin doblegarse hasta el último de sus días, con su silencio y soledad durante 25 años en el exilio nos señaló existencialmente su norte. Norte que es el nuestro y que, recogiendo sus banderas, juramentaremos frente a nuestros hijos el camino a seguir…

*****


 

V.            JUAN ANTONIO LAVALLEJA - MANUEL ORIBE. LA ‘GUERRA GRANDE

 

 


 

 

 

Como ya hemos dicho, la idea del presente trabajo no es el relato de las batallas y las gestas militares sino la descripción de las personalidades de los actores de aquellos tiempos, sus pensamientos políticos y geopolíticos, sus idiosincrasias y las causas económicas e históricas que desembocaron en el esfuerzo conjunto en la restauración de las Provincias Unidas y el desplome final.

Desaparecido Artigas el pensamiento Federal continuaba en Lavalleja, Oribe y los Orientales junto a los Federales argentinos. Tenían los mismos enemigos existenciales: los brasileños, los Unitarios, los franceses y los ingleses.  Su alianza se decantaba sola, no solo política sino también militarmente.

En otros términos, Artigas ya no estaba físicamente, pero dejó su impronta en el Río de La Plata. Impronta que resurgió en Juan Manuel de Rosas, Lavalleja, Oribe y en tantos otros que conformaron los “33 Orientales” (que en realidad eran 40, como veremos más adelante) que recuperaron la Banda Oriental de los usurpadores brasileños. Con Rosas volvió el concepto y el espíritu de una Hispanoamérica unida reconstruyendo la Confederación Argentina.

Lavalleja y Oribe, principales oficiales de Artigas, tomaron la posta del Protector, ya ausente físicamente, aunque el ideario de grandeza patria que había transmitido a sus hombres, persistió en ellos.

Ambos próceres tuvieron una actuación política y militar en el mismo período de tiempo y sus vidas se entrecruzaron reiteradamente.

*

Juan Antonio Lavalleja  nació en (MinasVirreinato del Río de la Plata, el 24 de junio de 1784  y falleció en Montevideo, en la ya República Oriental del Uruguay22 de octubre de 1853).

PALOMEQUE[82] nos comenta que el real apellido de Lavalleja era Pérez de la Valleja, tal como el de Rivera que era Perafán de la Rivera, pero con el correr de los años se simplificaron sus patronímicos.

En el año 1817, relatan ITURRIA y RELA[83], contrajo matrimonio con Ana Monterroso, hija de Don Marcos Monterroso y cuya madre, Doña Juana Bermúdez Artigas, era prima hermana del Prócer José Gervasio Artigas, como hemos dicho.

Dejemos hablar al historiador Aníbal BARRIOS PINTOS[84] que nos cuenta cómo era la fisonomía y el carácter de Lavalleja según diferentes autores: “El historiador argentino Vicente Fidel López, nada afecto cierto al elogio de los próceres orientales, ha escrito este retrato de Lavalleja a quien conociera en 1827, a la edad de 12 años:, "Lo mejor de sus facciones estaba en la mirada y en el ojo; allí había decisión y bravura sin fiereza; espíritu ingenuo, aire franco y leal,  condecía con sus excelentes cualidades de patriota vehemente pero sensato, de buen padre de familia y ‘hombre honrado en  todos suscederes, [...] el hombre hacía una impresión favorable en el todo: transpiraba un no sé qué de decente y de honorable, que no dependía de su fisonomía, tanto como de la buena opinión de que gozaba como hombre de bien”.

"Lavalleja era bravo y honesto: gozaba indudablemente del prestigio merecido que le había dado su constante patriotismo, y la energía que había ejecutado la invasión, levantando el espíritu de las masas uruguayas contra la dominación extranjera".

“El historiador Antonio Díaz- sigue diciendo Barrios Pintos- también nos ofrece, por su parte, esta  imagen en la que no debe haber estado ausente el testimonio de su progenitor, el general Antonio Díaz, contemporáneo de Lavalleja: "Era de baja estatura, y en la época de la cruzada era ya algo grueso: tenía facciones muy pronunciadas; nariz grande y corva, ojos y pelo castaños; carecía de bigote, y su misma patilla que usaba abierta, no era todo abundante; sus costumbres eran sencillas y su modo de vestir podría rayar de descuidado no preocupándose jamás de lo que exigía moda, que desatendía completamente por su traje modesto habitual, el participaba de algo de la ciudad y mucho de la campaña. Su carácter era franco, jovial y decidor; hablaba con exceso y si preocuparse del efecto que podían producir sus ideas en el auditorio. Tenía extremada afición a las carreras de caballos y este tema era el que alimentaba la mayor parte de sus discursos…era honrado y como gobernante habría sido un buen estadista si le hubiera sido posible desprenderse de ciertos hábitos y condiciones que fueron su más insalvable barrera (sic); pero sus actos administrativos tenían un fin laudable, y una tendencia marcada a radicar el orden, a cuya iniciativo obedecía, cuando era bien encaminado”.

Díaz no aclara a qué se refiere cuando dice que Lavalleja debería haberse ‘desprendido de ciertos hábitos y condiciones que fueron su más insalvable barrera’.

Antonio N. Pereira, que lo conoció en sus últimos años, lo describe así: "Era el general Lavalleja un hombre bajo" algo grueso, de movimientos nerviosos, tenía una cara simpática, frente despejada, ojos pequeños y nariz afilada". Y agrega: ‘Era un hombre modesto’ según todos lo conocieron, que contrastaba con su valor y actitud y genio guerrero, y llegaba a tanto que muchos que lo trataron creían que no fuera el mismo que había realizado tan grandes hazañas […]. Su intrepidez heroica, irrefrenable, le hacía arriesgar su vida en los puestos de mayor peligro”.

El historiador Oriental Romeo PEREZ ANTÓN[85] también nos da características de la personalidad de Lavalleja.  El Libertador era un experto criador de ganado, baqueano, productor agropecuario y gran conocedor de los gauchos y de su modo de vida. La sociedad rural le era ampliamente conocida, sin embargo, dejó todo y se puso a las órdenes de Artigas en su lucha.

Lavalleja, sigue diciendo el autor, era un hombre de acción, y no un doctrinario e intelectual, que peleó con fiereza tanto en la batalla de Ituzaingó, como contra los luso-brasileños en tierra Oriental.

“Lavalleja era un Federal Oriental, en el transcurso de los mandatos presidenciales de Rivera y Oribe. Cuando éste fue derrocado por la prepotencia Unitaria, que incluía naturalmente la participación de los ‘colorados’, -que eran los Unitarios Orientales-, Lavalleja pasó a territorio argentino y, como lo hizo Manuel Oribe y tantos otros, no dudó en poner su espada al servicio del Partido Federal”. [Así como] “Jefes ‘Colorados’ pusieron sus espadas al servicio del Partido Unitario, hasta Caseros inclusive y hasta la propia Guerra de la Triple Alianza”

*

Respecto a Oribe cuyo nombre completo es Manuel Ceferino Oribe de Viana nació el 26 de agosto de 1792 y falleció el 12 de noviembre de 1857. Él fue protagonista acompañando a José Artigas en su titánica lucha y posteriormente, integró, como segundo jefe, la Cruzada Libertadora de los Treinta y Tres Orientales.

En el desempeño de la primera magistratura, Oribe se destacó por sus condiciones de estadista.  Finalmente, en la Guerra Grande que transcurrió entre 1839 y 1851, la república se dividió en dos: por un lado, el denominado gobierno de la Defensa, con base en Montevideo y por otro, el gobierno encabezado por Manuel Oribe en el Cerrito. Por esta razón, varios historiadores lo consideran el verdadero fundador de la república.

Descendiente de las primeras familias coloniales, fue su abuelo materno José Joaquín de Viana, Mariscal de Campo, Primer Gobernador de Montevideo, y a quien los vecinos llamaban “Nuestra Madrecita”, por su valor, hidalguía y noble carácter protector. Una de las hijas de este militar y político, doña María Francisca de Viana y Alzáibar, fue la madre de Don Manuel Ceferino y once hijos más.

Oribe, al igual que Lavalleja, sirvió a las órdenes de Artigas, pero por poco tiempo, a causa de la diferencia de 30 años que había entre ellos. Más contemporáneo era Lavalleja que sólo le llevaba a Oribe 8 años.

Dicen Jorge PELFORT y Raúl MARFETAN BENÍTEZ[86] respecto a la relación entre Artigas y Oribe: “Artigas, caudillo rural, no era fácil que pudiera convertirse en modelo de conductor para los iniciales conceptos políticos de aquel nieto del primer gobernador de Montevideo.

"Criado y educado en el ambiente castrense capitalino, Oribe moldeó su carácter en el claro entendido de que la vida en que se estaba insertando constituía un ineludible deber, cargado de responsabilidades y normas, de las que eran inseparables la disciplina y el orden más estrictos. Poco conocía, sin duda, del verdadero país, ese que quedaba “a los fondos" de la orgullosa ciudad-puerto que de él se nutría, y poco también del alma de sus trashumantes pobladores cuando, codo a codo con algunos de ellos, combatió en la victoriosa jornada del Cerrito   [...]

“Los capitanes de Artigas fueron, en consecuencia, caudillos rurales, máxime cuando nuestra revolución fue la única en América del Sur que surgió en el medio campesino y en contra de la capital. Pretender pues, que Oribe fuese un ‘artiguista’ de primera hora, sería embestir contra el más elemental sentido de la lógica".

Con el transcurso del tiempo Oribe fue revalorizando a Artigas, mientras otros, como Rivera, lo traicionaban. Prueba de ello es el hecho de que en su primer gobierno de Montevideo denominó ‘Artigas’ a la calle San Benito, hoy ‘Colón’ y en su segundo mandato, en el Cerrito, a la calle que hoy es llamada ‘8 de octubre’.

Anteriormente y también en otro trabajo nuestro[87] hemos comentado que por aquellos tiempos las familias del Río de La Plata se entrecruzaban.

Pues bien, uno de ellos fue nuestro Manuel Oribe respecto del militar porteño Miguel Estanislao Soler que, siendo Gobernador designado en Montevideo por el año 1814, -tuvo como ayudante designado a Oribe- se casó posteriormente con una pariente cercana de Manuel Oribe: María de la Natividad Viana Mendoza y que, de algún modo, fue el modo natural de vincularse Manuel con los hombres y círculos Federales durante tantos años.

Para quienes deseen abrevar ‘in-extenso’ en la genealogía de Manuel Oribe recomendamos enfáticamente el libro de José De TORRES WILSON[88] “Oribe El Drama del Estado Oriental’, Ediciones de La Banda Oriental-1976, en su capítulo I, pag.9/19, donde se detalla la raíz hispánica de nuestro héroe, sus ascendientes vascos.

Quienes lo conocieron de niño decían que Manuel era un niño alto, flaco, desgarbado, de tez pálida, ojos y pelo renegrido, educado religiosamente en una familia patricia y donde el aire militar se respiraba a diario.

Cuentan[89] Jorge PELFORT y Raúl MARFETAN BENÍTEZ, respecto a Oribe, que era de una personalidad y carácter fuertes, “Heredero de antigua estirpe hispánica, Oribe, fue ejemplo de honradez, rectitud y férrea disciplina, y por sobre todas las cosas, un hombre de estado cuya meta principal fue siempre la suerte de la comunidad por sobre la individualidad, en un medio y en una época en la cual el  patriciado -del cual él provenía- velaba por mantener sus privilegios. Según Aquiles Oribe {historiador y descendiente del Prócer} ‘su inteligencia era amplia y despejada, y rápida en la concepción; sus juicios breves y sentenciosos; observador por naturaleza y muy dado a la meditación’.”

Manuel Oribe era de estirpe hispánica pues, por parte de madre, era descendiente de Don Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador.

En efecto, Raúl ITURRIA [90] dice que los Viana, apellido materno de Manuel Oribe, eran originarios de Navarra. Una de las hijas del Cid, de nombre Sol, se casó con el infante de Navarra y de allí siguió la familia de los Viana.

A eso se debe su apego a la tierra americana y el no reniego de España, aunque haya peleado contra ella, dice el autor.

“No se puede desconocer que fuimos criados a imagen y semejanza de la nación hispana y que su cultura acriollada en nuestra geografía y realidad social o humana es la fuente del alma americana.

“Y cuando pretendemos reconstruir el trayecto de nuestra América, no podemos dejar de considerar la historia que comienza en la colonia.

“Y con autoridad que emana de su prestigio, Juan Pivel Devoto afirma: ‘Las manifestaciones más típicas y representativas de la vida de los pueblos de América tienen definida y clara raíz hispánica’.-“

Otro autor que describe la personalidad de Oribe es Luis Alberto LACALLE HERRERA[91].  El historiador resalta su gran preparación militar profesional, obsesionado por el orden, el cumplimiento de las leyes, reglamento y ordenanzas que denotaba su claro ascendiente militar de cuño español. Tenía un alto grado de vocación natural de mando.

También era un gran estadista con un sólido y ordenado sistema administrativo.  Fue creador de Escuelas y métodos docentes muy adelantados, fundó la Universidad de la Republica y bibliotecas a lo largo del territorio, organizó los servicios de Correo, y fue autor de leyes sociales.  Cabe señalar respecto a este tema que fue un adelantado en el tiempo, como veremos más adelante en este trabajo.

Sobre su aspecto, eminentemente español y aristocrático, el autor citado hace referencia a lo que sobre el tema dice Walter Rodríguez Navarro “Era alto y erguido, vestido de negro, mirada ausente y gesto señorial. Todos le cedían el paso, se descubrían en su presencia, se quedaban largo rato mirándolo...Es un personaje sacado de un cuadro del Greco con su cuerpo esbelto, su rostro enjuto, su mirada profunda, sus manos sensitivas…con la sólida consistencia de una roca contra la que se han estrellado y seguirán estrellándose las roncas embestidas del oleaje”

Muy diferente su personalidad a la de su contrincante y traidor Fructuoso Rivera a quien no le gustaba mucho la vida citadina, sino la vida en la campaña, al aire libre, errante por las pampas, y falto de disciplina.

Rivera era considerado un ser ladino, corajudo, generoso, jugador, juerguista y desaprensivo[92].

Cuando Oribe, quien era un funcionario sumamente meticuloso en la administración del erario público, lo sucedió en la Presidencia de la Nación, descubrió faltantes de dinero y una pésima gestión de Rivera.  Esto motivó resquemor e inquina en éste y el comienzo de una rivalidad que se extendió hasta el final de la Guerra Grande.

En el Segundo Sitio de Montevideo, ocurrido durante la Guerra de Independencia de la Argentina, que se prolongó entre el 20 de octubre de 1812 y el 23 de junio de 1814 y que terminó con la caída de Montevideo en manos independentistas, Oribe fue partícipe del cerco militar de la ciudad contra los realistas, al frente de las fuerzas del Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata y con auxiliares Orientales.  Allí tuvo su bautismo de fuego en la Batalla del Cerrito el 31 de diciembre de 1812.

Al principio, dada su natural mentalidad militar y de orden, Oribe no se dio cuenta de que el Directorio pactaba con los portugueses con tal de desembarazarse de los díscolos gauchos ‘artiguistas’. Esta era la razón por la que los porteños preferían perder una parte del territorio con tal de eliminar a Artigas.

En el año 1820, cuando Estanislao López y Francisco Ramírez llegaban a Buenos Aires luego de ser derrotados los Directoriales en Cepeda, Oribe se puso en esa batalla del lado de Rondeau sosteniendo el ‘orden legal’ contra los montaraces gauchos.

La famosa ‘anarquía del año 20’ estaba en su apogeo.  Esto, a quien hacía un culto del orden y legalidad, no le cerraba…

Se comenzaba a hablar de ‘Restauración’ de leyes, de autoridad, del orden y esto empezó a tallar en el pensamiento de Oribe.

En 1821, cayó el Directorio y ‘La Liga Federal’ se desarmó. Portugal anexó la Banda Oriental y la hizo parte de su territorio con el nombre de ‘Provincia Cisplatina’

*

Detengámonos ahora en las actuaciones de Lavalleja y Oribe en ambas márgenes del Río de la Plata.

Ya dijimos que el bautismo de fuego de Oribe tuvo lugar en la batalla de Cerrito, el 31 de diciembre de 1812, en el transcurso del segundo sitio de Montevideo (1812-1814).  Este hecho de armas concluyó en una victoria de los patriotas. Luego participó, al lado de José Artigas, de la resistencia de los Orientales contra la segunda invasión portuguesa del año 1816.

A fines de 1817, caído ya Montevideo en poder de los luso-brasileños, Oribe abandonó la lucha y pasó a Buenos Aires.  Había sido engañado con las promesas del Director Juan Martín de Pueyrredón a quien sólo lo movía el empeño de restarle elementos a Artigas.

¿Cómo comenzó el enfrentamiento entre Oribe y Rivera?

Artigas nombró a Fructuoso Rivera, como comandante militar al sur del río Negro para hacer frente a la invasión.  Manuel Oribe se habría manifestado en contra y esta situación generó un violento intercambio de palabras con un Artigas, a quien la situación militar se le iba de las manos.

La enemistad personal entre Rivera y Oribe, al parecer data de la época de tales acontecimientos.  En 1819, éste decidió abandonar a su jefe y se fue a Buenos Aires.  Curiosamente, Rivera y su gente quedaron al servicio del invasor lusitano que estaba al mando de Carlos Federico Lecor. ¿Que habrá pensado Artigas de este evento? Es fácil de imaginar…

En Buenos Aires, Oribe, junto a Santiago Vázquez y otros orientales residentes allí, habría integrado una sociedad secreta de carácter masónico, llamada ‘Sociedad de los Caballeros Orientales’, que al igual que Artigas se oponía a la ocupación portuguesa y brasileña.  El Fundador de la República esperó al menos hasta el Congreso Cisplatino de 1821 para emprender el retorno a la entonces llamada Provincia Cisplatina y allá comenzar sus trabajos para revertir esa situación. Artigas hacía un año que ya no estaba en el territorio, sumergido en el exilio del Paraguay.

Entretanto, tras la derrota definitiva de Artigas (e incluso antes de ella) otro sector de la clase dirigente oriental se había adherido a los ocupantes, aceptando y colaborando estrechamente en los hechos con los portugueses.

La ocupación de la Banda Oriental y su transformación en "Provincia Cisplatina" por parte de las tropas portuguesas y brasileñas había traído como consecuencia adicional la fractura de los sectores dirigentes, que desde entonces se alinearon en dos grupos separados por la aceptación o no de aquella presencia militar:

·  El grupo montevideano, pro-portugués, llamado Club del Barón, por su proximidad al comandante invasor Carlos Federico Lecor (Barón de la Laguna).  En éste estaba incluido Fructuoso Rivera, y

·  Los exiliados en Buenos Aires, donde revistaba Oribe, fuertemente influido por el unitarismo (aunque luego se destacó como un general del federalismo), y partidario de la reincorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata en cuanto fuera posible.

Esta división es el antecedente más remoto del surgimiento de las divisas tradicionales en la Banda Oriental, que cuando tuvieron un programa escrito, se transformaron en modernos partidos políticos: el Partido ‘Colorado’ y el Partido ‘Blanco’ o ‘Nacional’ respectivamente.

Sandro OLAZA PALLERO[93] nos relata que “entretanto, tras la derrota definitiva de Artigas (e incluso antes de ella) otro sector de la clase dirigente oriental se había adherido a los invasores [luso-brasileños], entre ellos se encontraba Fructuoso Rivera. Este sector será el único que esté representado en el Congreso Cisplatino de 1821“.

Ya dijimos que Oribe retornó a Montevideo en 1821. Cuando se produjo el conflicto entre los portugueses realistas fieles y los partidarios del Imperio del Brasil, que venía de proclamar a Pedro I como emperador, tomó partido por los portugueses, mientras sus compañeros se movían en el sentido de involucrar a algunas de las Provincias Unidas del Río de la Plata en el sostenimiento de su causa. Oribe recibió el cargo de sargento mayor en las fuerzas del general Álvaro Da Costa, quien continuaba siendo dueño de Montevideo, mientras que Lecor, vuelto al lado brasileño, dominó la campaña desde su cuartel en Canelones, contando con el apoyo de Rivera desde marzo de 1820.

En febrero de 1824, Da Costa, sin medios para resistir por mucho tiempo, embarcó para Lisboa con sus tropas, abandonando completamente a su suerte al grupo de los Caballeros Orientales que se había aferrado a sus armas como posibilidad para triunfar. Oribe y sus partidarios, sabedores de lo que les esperaba si caían en manos de Lecor, abandonaron Montevideo, regresando a Buenos Aires para un segundo exilio. El último día de febrero de 1824, Lecor y Rivera entraron en Montevideo y emplazaron al Cabildo a jurar fidelidad al emperador Pedro I de Brasil.

Como bien dice Luis Alberto ABRAHAM[94], se produce la separación e independencia del Brasil con respecto a Portugal “el 7 de setiembre de 1822, y las tropas que ocupaban la Banda Oriental se dividen en dos grupos, uno al mando de General Lecor y otro al mando del General Da Costa, que se mantuvo leal al Rey de Portugal”.

Este acuerdo fue más una transición entre ambas partes luso-brasileñas, que una eventual disputa, que en realidad, sólo se dio entre los Orientales que apoyaban a uno u otro bando.

Sigue el autor recién citado, “Mientras esto sucedíalos Orientales se plegaron a ambos bandos, los hacendados a Lecor, y en el grupo que se adhiere a Da Costa estaban los integrantes del Cabildo y los miembros de la Sociedad Secreta de ‘Caballeros Orientales’, que había sido creada para resistir al Imperio y estaba formada por prestigiosos ciudadanos, por citar al algunos; Manuel Oribe, Juan Benito Blanco, Silvestre Blanco, etc

“Lavalleja se afilia al movimiento revolucionario que habían iniciado el Cabildo y la Sociedad de Caballeros Orientales. Es descubierto y debe emigrar cruzando el río Uruguay”.

Desde Buenos Aires, Oribe organiza junto a Lavalleja y otros Orientales lo que luego, en 1825, fue la gloriosa gesta de los “33 Orientales”, que terminó con la expulsión de los brasileños de la Banda Oriental dando comienzo a una estrecha relación entre Oribe, Lavalleja y Juan Manuel De Rosas.

En 1822, el naciente Brasil independiente ya comenzaba a ser un Imperio al ocupar toda la Banda Oriental.  Pero no lo fue por mucho tiempo.   En en Buenos Aires, Oribe y Lavalleja comenzaron a preparar la recuperación de su tierra.

En 1825,  un movimiento independentista liderado por Juan Antonio Lavalleja, pondría fin a la ocupación brasileña, luego de que los mismos Orientales declararon su independencia de Brasil y su anexión a las Provincias Unidas del Río de la Plata en el Congreso de la Florida.

*

Veamos cómo se desarrolló el período que va desde la organización de los Orientales para recuperar su tierra en poder de los brasileños que llevó a la guerra con el Brasil. Retrocedamos un poco en el tiempo….

Tal como comentábamos antes, en 1821, la Provincia Oriental pasó a llamarse Provincia Cisplatina al incorporase al dominio portugués.

Artigas, traicionado y vencido, ya estaba radicado en Paraguay, pero en la provincia aún quedaban algunos caudillos que habían luchado junto a él y que no aprobaban la dominación portuguesa.

Los integrantes del cabildo de Montevideo integraron la sociedad secreta “la Orden de los Caballeros Orientales”, que en pocos años planearía un levantamiento.

Dice PALOMEQUE[95] que la relación entre los compadres y enemigos a la vez, Lavalleja y Fructuoso Rivera tuvo una marcada distancia unos meses antes de que Artigas se retirase al Paraguay.  El primero permaneció fiel a su jefe y sus ideales, y el segundo, fue un apóstata que transó con los portugueses quienes ascendieron al grado de Coronel.

Rivera no fue el único que traicionó a su país siendo un genuflexo empleado lusitano. Es curioso el caso de Francisco Acuña de Figueroa, Oriental y autor del himno uruguayo (y también el himno paraguayo), paradójicamente, en 1821 adhirió al sometimiento portugués de su tierra y proclamaba la necesidad de incorporar a la Banda Oriental directamente al ‘Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve’, como Provincia Cisplatina. Otros ‘anti-artiguistas’ y pro-brasileños, que votaron tal incorporación en un Congreso convocado por Lecor fueron:  Tomas García de Zúñiga, Dámaso Larrañaga, Romualdo Ximeno, Lucas J. Obes, Nicolás Herrera, Francisco Llambí, aunque éstos lo hicieron bajo una condición algo difusa de que esta Provincia Cisplatina conservara cierta autonomía provincial.

Luego, en 1823, se llegó a un acuerdo entre Lecor y Da Costa por el cual éste se retiró a Portugal y le entregó la ciudad a Lecor, representante del nuevo Imperio del Brasil.

Ahora el dominio estaba en manos del vecino Imperio Brasileño. Y esto trajo aparejada la continuidad de la tierra esquilmada por los invasores.

De esta manera lo  comenta el historiador Enrique MENA SEGARRA[96] “El Cabildo de Montevideo el 29 de Octubre de 1823 declara nulo lo resuelto por el Congreso Cisplatino, tanto la incorporación de la Banda Oriental a la monarquía portuguesa como al Imperio del Brasil, en valiente acto y que “la Provincia Oriental del Uruguay no pertenece, ni debe, ni quiere pertenecer a otro poder, Estado o Nación, que la que componen las provincias de la antigua Unión del Río de La Plata, de que ha sido y es una parte…”

Por estas causas se comenzó a organizar en Buenos Aires la que luego se conoció como la Cruzada Libertadora que tuvo lugar entre 1825 y 1827.

Su organización estuvo dirigida por la Sociedad Secreta Caballeros Orientales, de cuño masónico, que contaba con aportes económicos ingleses, a través del criollo y agente inglés Pedro Trápani, entre otros.

Entre esos grupos revolucionarios que luchaban por desembarazarse de los Imperiales brasileños se encontraban Santiago Vázquez, Juan F. Giró, Domingo Cullen, León J. Ellauri, Rafael Ellauri, Juan y Pablo Zufriategui, Manuel Oribe y sus hermanos. 

En Buenos Aires, Lavalleja, Oribe y otros amigos conspiraban ayudados por la solidaridad y la ayuda del pueblo hermano.  En secreto y lentamente fueron obteniendo armas y ayuda económica para la causa.

Era constante la depredación que cometían los brasileños que tenían tierras en la Banda Oriental cerca de la frontera con el Brasil.  Las incursiones fueron en aumento y no sólo trasladaban su propio ganado, sino que comenzaron a ejercer el abigeato sobre propiedades ajenas.  Arreaban el ganado robado hacia su frontera, sin abonar los impuestos correspondientes. Las autoridades del Imperio que dominaron la Banda Oriental durante tantos años, no hicieron nada para impedirlo.

Los propietarios de los campos orientales del norte, indefensos y acorralados, estaban permanentemente en guardia por el robo continuo de ganado de los brasileños.

Quien manejaba principalmente esta actividad era Francisco Pedro Abreu Barón de Jacuy) llamado ‘Chico Pedro’.  También participaban de esas actividades vergonzosas e impúdicas la masonería, el inefable Gral. Lamadrid y el Cnel. Hornos. Como puntualiza José María ROSA[97]: “…La necesidad de obrar con premura por la vigilancia de los guardias Orientales le obligaba {a Chico Pedro} a no fijarse mucho si las vacas arreadas eran propias o ajenas, o si eran solamente vacas. Con numerosa gente armada entraba por las estancias uruguayas llevándose lo –vacas, negros, dinero- pues una vez mas allá de la frontera no irían a pedirle cuentas los despojados, ni obrarían contra él los reclamos de Aguirre o las inquisiciones de Andreas. Hacia 1848 estas expediciones eran tan fructíferas que se las llamó ‘Californias’, por similitud con el rush de oro que entonces enriquecía al Pacífico

“Jacuby preparaba con esmero a sus ‘californios’. Solamente gente probada por su decisión y dispuestos a jugarse la vida antes que dejarse arrebatar una vaca tomaba parte en sus expediciones. Los argentinos (el general Juan Madariaga y su hermano Antonio vivían en Pelotas, el general Deheza, los coroneles Ramón Indalecio Chenaut y el comandante uruguayo Goyo Suarez'... con residencia en San Francisco de Paula, y sobre todo el Coronel Manuel Hornos, estante en 1849 en la estancia de Jacuby en Ia cuchilla de Haedo) habían sido reclutados por el Barón por medio de las logias masónicas. Estas logias muy numerosas en Rio Grande no solamente contrataban militares sin ocupación para las ‘californias’, sino impedían la acción represiva de las autoridades brasileñas. El 19 de octubre de 1848 a los pocos días de hacerse cargo Olinda del gobierno, Guido denunciaba cómo as logias estorbaban todo buen propósito de las autoridades brasileñas “-…las logias masónicas en diferentes puntos de Rio Grande, a las que perteneciendo algunos jefes y oficiales del ejército Imperial, se habían afiliado varios de los emigrados mas notables. Hice notar a S. E. que esa fraternidad secreta oponía las principales trabas contra toda medida administrativa o militar y da lugar a las excursiones sanguinarias denunciadas durante tanto tiempo por la Legación argentina…-.”.

Podemos extraer de estos párrafos varias conclusiones: primero, la Masonería ‘riograndense’ y argentina estaba detrás de estos contrabandos.

Segundo, la mirada hacia un costado de las autoridades brasileñas que bien conocían y toleraban con subterfugios estos hechos y que motivara las quejas de las autoridades diplomáticas de la Confederación Argentina.

Tercero, la actuación lamentable de ex-militares que lucharon en nuestra independencia rebajados a vulgar cuatrerismo.   Esto demuestra la calaña de aquellos hombres que, con el correr del tiempo, serían los sanguinarios ejecutores -con otros procónsules Orientales- del asesinato continuo y en masa de nuestros provincianos a partir del día siguiente al 3 de febrero de 1852 cuando concluyó la Independencia de nuestra patria.

Recordemos, entre otros, los nombres de Lamadrid, Deheza, Hornos y Chenaut, operadores de las ejecuciones de centenares de civiles, mujeres y niños antes, durante y luego de la Guerra de la Triple Alianza.   Entre otras consecuencias, inspiró el famoso libro de José Hernández, ‘Martín Fierro’. En él se describen con maestría las ejecuciones y el desarraigo de nuestros gauchos, desamparados y desprovistos de todo, principalmente, de su familia y de su patria.

Las actividades de abigeato llevaron a MENA SEGARRA[98] a hablar del aumento de saladeros bajo el dominio portugués, "se recuperó el movimiento comercial, pero el patriciado debía competir ahora con poderosos comerciantes portugueses e ingleses que se establecieron aquí. Lo más grave para esta clase social era sin embargo la situación de la campaña.

“Desde el comienzo de la invasión no cesaban las arreadas de ganado con dirección a la frontera. Baste consignar que entre 1815 y 1825 la cantidad de saladeros instalados en Rio Grande do Sul pasó de 13 a 120 y que se calcula que unos cuatro millones de cabezas fueron arrebatados de los campos de la Provincia Oriental. Según pasaba el tiempo, la hostilidad del patriciado frente al ocupante se sumaba a la que desde el principio mantenía el resto de la población".

Por ello, la paciencia del pueblo Oriental se estaba acabando, tanto en las clases bajas artiguistas, como entre los hacendados.

Dicen Agapo Luis PALOMEQUE y Daniel TORENA[99]  “La Provincia Oriental fue convertida en "Cisplatina" por la fuerza coactiva del Reino de Portugal, Brasil y Algarve. Lecor, a cargo del Gobierno de la Provincia, logró incorporar nuestro territorio, como Estado Cisplatino al Imperio del Brasil recién creado. Hubo tentaciones de empleos y una muy hábil diplomacia. Al mismo tiempo una dura represión (con juicios sumarios y actos crueles como el "garrote vil", torniquete que asfixiaba lentamente al condenado).

“Algunos fueron fusilados, como el capitán artiguista Pedro Amigo. Otros resistieron y debieron irse de la Provincia, por lo que vieron embargadas sus propiedades. Lecor repartió cargos, condecoraciones honoríficas, grados militares y títulos de nobleza entre los miembros del "Club del Barón”, Fructuoso Rivera fue propuesto como Barón de Tacuarembó, titulo que no llegó a utilizar por la irrupción de la Cruzada de 1825. Lecor buscó formas de ligar alianzas con familias más patricias y él mismo se casó con una joven de la familia Herrera”.

Todos estos acontecimientos provocaron posteriormente la Cruzada de abril de 1825.

Unos meses antes de esa proeza, y mientras Lavalleja, Oribe y los demás patriotas se preparaban para la gesta libertadora, los diplomáticos y agentes ingleses informaban día a día al gobierno de su Majestad el clima político que se vivía en la Banda Oriental.

El 10 de Febrero de 1825, John Hall[100] (‘La Provincia Oriental a Principios de 1825, Vista por John Hall’ Montevideo, MEC, Tan. Graf. Monteverde y Cía. 1995) le escribió una carta al cónsul británico Thomas Samuel Hood. En ella le contaba su visión política y social del territorio, y menciona que las clases bajas son totalmente adictos a la causa de Artigas, diciendo ofensiva y falazmente que el deseo de éstos era ‘introducir la igualdad sobre la base de que todos sean igualmente pobres’ (sic) y que sus deseos serían ‘arrasar y destruir todos los signos de riqueza y civilización’ (sic).[…] Son licenciosos y holgazanes aficionados al vagabundismo y bohemia de la vida militar; pregonan la libertad e independencia entendiendo por éstas la libertad de cometer toda clase de excesos impunemente”.

Esta apreciación totalmente calumniosa y falsa, participa de los mismos infundios y del mismo lenguaje que emitían los Unitarios como Sarmiento y Mitre.  ‘Civilización’, cuando se referían a ellos mismos, los que vendían a la nación por unos ‘denarios’ y ‘Barbarie’, al referirse a nuestros paisanos perseguidos, despojados de todo y asesinados, por aquellos que se decían ‘civilizados’.

Sigue Hall su carta que parece más un panfleto de barricada.   En otros párrafos, por el contrario, presenta acertados enfoques: “No se someten a ninguna autoridad y sí solo a la que conceden a sus jefes militares. Estos jefes casi siempre pertenecen a sus propias filas y se eligen por su valor personal y su notoria sangre fría”.

Y es así, el concepto de jerarquía y de orden, la disciplina no impuesta desde arriba sino por propio consentimiento de los subordinados al líder. Los jefes pertenecen a sus propias filas, como en su momento, los reyes eran aquellos que salían de las propias filas de la nobleza y que fueron elegidos, no por votos sino por su valor personal que decanta por su propio peso. Profundizaremos este tema en el capítulo VII, al tratar la ‘Monarquía sin corona’.

“Ellos (la gente de la campaña) abrigan un gran odio contra la gente de Buenos Aires o porteños como los llaman. No olvidan su propósito de cerrar al puerto de Montevideo, el robo de los cañones y de las municiones cuando evacuaron esta ciudad, el saqueo de las casas y sobre todo el haber llamado a los portugueses y haberlos convencido que ocuparan la Provincia, su negativa para ayudar a Artigas en su adversidad y su persecución hasta que tuvo que refugiarse en el Paraguay. Son contrarios a cualquier tipo de dependencia de Buenos Aires, podrían unirse con ellos durante algún tiempo para expulsar a los brasileños, pero esta unión nunca podría ser cordial [… ]

Es correcta la apreciación.  En la fecha en que el inglés redactó su informe, los Orientales tenían lógico rechazo y resquemor contra los porteños, partidarios de los Directorales o Triunviros.   Centralistas unitarios que, en general, complotaban junto a los portugueses y españoles contra cualquier acto de soberanía e independencia, como lo demostraron con el comportamiento traicionero con Artigas.

“También están convencidos que sería absurdo constituir un estado soberano e independiente por tratarse de un país tan poco poblado con tan pocas producciones y tan exiguas entradas. Asimismo, que toda la fuerza militar con que contarían sería insuficiente para vencer a sus activos y emprendedores de Río Grande y prevenir sus incursiones como en épocas pasadas para robar el ganado. Esta clase se inclina a favor de una federación con Buenos Aires y desean que la Banda Oriental forme una de las Provincias Unidas del Río de la Plata de acuerdo con el modelo de la República de los Estados Unidos de Norteamérica […]”.

Esta es una verdad a medias. Es cierto que los Orientales estaban a favor de una unión con la Confederación Argentina, pero no sólo por una cuestión comercial. Desde una posición de fuerza querían evitar que los ‘bandeirantes’ siguieran robando el ganado del norte de la Banda Oriental con sus diarias incursiones, pero también por tenían el íntimo convencimiento de pertenecer históricamente al Virreinato del Río de La Plata, la ‘Patria Grande’.

Por dicha causa, Lavalleja y sus hombres se preparan para la reconquista de su suelo natal.

Dicen ITURRIA y RIELA[101] “Son cinco años de una tarea difícil que Lavalleja lleva adelante, no obstante, todas las dificultades. Es muy difícil lidiar con las ambiciones de entrecasa y al mismo tiempo enfrentar a las dos grandes naciones limítrofes. Era imprescindible obtener el apoyo de las Provincias Unidas (o desunidas), si se quería sacudir el yugo del Imperio de Brasil, pero al mismo tiempo, resultaba tarea de magos mantener una buena relacion con los gobernantes porteños, que querían la primacía total para Buenos Aires. Fue muy importante a ese respecto el asesoramiento de Pedro Trápani y el apoyo de los caudillos federales de las provincias argentinas”.

Los autores citados sostienen que, para obtener los fondos de la empresa, conocida luego como la famosa “33 Orientales”, tuvo preponderancia laintervención de Pedro Trápani.  Era un saladerista que tenía intereses comerciales en Buenos Aires, y fue quien contactó a Lavalleja con Lord Ponsonby, asesor y financista de la cruzada.

Pero, aunque los mencionados historiadores, no lo digan expresamente ni hagan referencia al tema, es evidente que con Trápani los intereses y la política británicos estaban metidos en la trama de lo que se avecinaba.

Distintos autores Orientales se han referido sobre el tal Trápani.   Era agente inglés y masón, y tenía a Lavalleja como intermediario inocente en sus maniobras para no permitir la existencia de una ‘Patria Grande’ en el Río de La Plata, en consonancia con los intereses ingleses.

Si bien Trápani aparecía como agente de Lavalleja, en realidad era agente británico y su accionar, más allá de su colaboración en la gesta de los “33 Orientales”, consistía en lograr que la Banda Oriental fuese un estado independiente, y que como tal, estuviera sometido al poder de Inglaterra o de Francia (los países que competían por lograrlo).

Próximamente, nos detendremos a conocer más información sobre Pedro Trápani.

Los referidos autores al hablar sobre Lavalleja, sostienen que nunca se aferró al bienestar propio y todo su empeño y dedicación para acabar con el Imperio que sojuzgaba a la Banda Oriental, le significó el abandono de sus propiedades.

Lavalleja y Oribe organizaron un grupo de hombres de diferentes procedencias. Orientales, mendocinos, africanos, cordobeses y paraguayos se reunieron en Buenos Aires decididos a liberar a la provincia del dominio de Portugal.

Juntaron armamento y en dos lanchas partieron hacia el territorio oriental en la llamada Cruzada Libertadora. En la madrugada del 19 de abril de 1825 desembarcaron en la playa La Agraciada, en el actual Departamento de Soriano. Juraron “Liberar a la Patria o morir en su demanda”.

Inmediatamente, se le confió a Oribe una fuerza militar bajo la denominación de “Dragones Libertadores”, con los que se destacó en las batallas de Sarandí y del Cerro.

El 24 de abril de 1825, Lavalleja proclamó a sus hombres “¡¡¡Argentinos Orientales, empuñemos las armas, corramos al combate y mostremos al mundo entero que merecemos ser libres!!!”

En un rápido despliegue, el 7 de mayo Oribe y Bonifacio Isas cercaronn Montevideo, y se sucedieron varias partidas de hostigamiento a las fuerzas brasileras. Durante este breve período, Oribe descubrió un complot orquestado por los llamados “orientales abrasilerados” liderados por Nicolás Herrera.  Con la asistencia del propio Isas, procedió a la detención de los conspiradores, los sometió a proceso, fueron condenados a muerte, pero amnistiados por Oribe.

Aquel fue el primer día del fin de la Cisplatina de entonces…Artigas no estaba más físicamente, pero Lavalleja y Oribe, junto a sus soldados, tomaron su nombre y su lucha ….

Esta hazaña fue la primera de una serie de hechos que culminaron con la declaración de la Independencia del territorio oriental el 25 de agosto de 1825

Juan Manuel de Rosas y otros hacendados, siguiendo la línea histórica Federal de Artigas financiaron a Lavalleja, Oribe y sus “treinta tres Orientales” (que, como veremos luego, no eran 33, ni eran todos Orientales).   La misión era expulsar definitivamente a los brasileños.  Lo lograron y en el Congreso de la Florida que se reunió el 14 de junio de 1825 eligió a Lavalleja como gobernador, capitán general y comandante en jefe de las fuerzas orientales.

Esta representación, el 25 de agosto declaró unánimemente la independencia de la Provincia Oriental con respecto a Brasil, así como la reunión con las Provincias Unidas del Río de la Plata.

El 29 de octubre, el Cabildo de Montevideo temerariamente declara “nulo, arbitrario y criminal el acto de incorporación a la Monarquía portuguesa sancionado por el Congreso filo-lusitano en 1821 {…}, y establece que “la Provincia Oriental del Uruguay no pertenece ni quiere pertenecer a otro poder, Estado o Nación que la que imponen las provincias de la antigua Unión del Río de La Plata, del que ha sido y es una parte”

Puede observarse en estas palabras la intención irrebatible del deseo de la Banda Oriental de formar parte de las Provincias Unidas en paz y en igualdad de condiciones que las demás provincias integrantes...

Volviendo al tema de los 33 Orientales. En realidad, no fueron 33 hombres, sino 40 con nombre y apellido.

Pasados cinco años del desembarco, Manuel Oribe escribió una lista de todos los hombres que lo acompañaron en la cruzada del Río Uruguay, lista que fue ratificada por Lavalleja.

Aunque se sabía que en la cruzada participaron por lo menos 40 hombres, cuando se le pidió al artista Juan Manuel Blanes que pintara una obra para inmortalizar el desembarco, se le exigió que solo incluyera a los 33 hombres de la lista de Oribe. Se cree que no es casualidad el número 33, ya que Manuel Oribe era masón, y este número es el mayor grado de jerarquía entre los integrantes de la secta.

De tal modo que el número “33”, por los “33 Orientales” fue elegido simbólicamente, y en cuanto a la procedencia de los embarcados, tampoco eran todos orientales.

En efecto, eran 21 orientales, 3 argentinos, 4 paraguayos, 2 de origen africano y 10 cuya fecha y lugar de nacimiento se desconocen. Sus edades oscilaban entre los 15 y 42 años, aunque el grueso de los libertadores tenía entre 25 y 35 años. Lavalleja tenía 40 años y Manuel Oribe, 32.

Esta era la lista completa de los 40 hombres que conformaban los “33 Orientales”

Juan Antonio Lavalleja 40 años-Manuel Oribe 32-, Pablo Zufriategui 42- Simón del Pino 45-Manuel Freyre 33- Manuel Lavalleja 27-, Jacinto Trápani 26- Manuel Meléndez 28-Gregorio Sanabria 39-Basilio Araujo 28-Atanasio Sierra 29-Santiago Gadea 30-Pantaleón Artigas 23-Juan Spikerman 22-Pedro Antonio Areguatí-Celedonio Rojas 26-Francisco Romero (a) Lavalleja 35-Agustín Velázquez -Andrés Cheveste 38- Juan Acosta 36-Cannelo Colman 23-Avelino (Fernández) Miranda -Ramón Giquiau Ortiz 18-Juan José Ortiz -Juan Rosas -Andrés Spikerman 18-Tiburcio Gómez 45-Luciano Romero -Felipe Patiño (a) Carapé -Joaquín Artigas -Dionisio Oribe -Matías Alvarez -Juan Arteaga -José Leguizamón (a) Palomo -Miguel Martínez -Ignacio Medina -Santiago Nievas -José Ignacio Núñez -Norberto Ortiz -José Yaguareté - .

Milton ACOSTA[102] señala que “…El general Juan A. Lavalleja en 1825 instalado en Asamblea en la Florida, dio un discurso inaugural donde señalaba: “El ardimiento heroico que en otro tiempo distinguió a los orientales revivió simultáneamente...” La Asamblea de la Florida, ¿habría adoptado otra denominación? En su declaratoria del 25 de agosto, ésta decía: “Y por cuanto el Pueblo Oriental aborrece y detesta hasta el recuerdo…”

Por otra parte, dicen Agapo Luis PALOMEQUE, y Daniel TORENA[103]: “Tras las victorias de las fuerzas Orientales de Rincón, el 24 de septiembre, y de Sarandí, el 12 de octubre, el Congreso General Constituyente en Buenos Aires reconoció por ley el 24 de octubre de 1825 la reincorporación de la Provincia Oriental, aprobando los diplomas de Javier Gomensoro como diputado electo por la misma.

“Antes de arriesgarse a dar ese paso -correlativo de una declaración de guerra al Brasil-, Buenos Aires esperó el impacto tranquilizador de los dos contundentes triunfos orientales, Hubo expresiones de apoyo popular en Buenos Aires no bien se supo de la Cruzada Libertadora; pero no en el círculo dirigente, salvo el general Las Heras, y el diputado Pbro. Valentín Gómez, que había luchado con denuedo en la batalla de Las Piedras. ¿Cuánto habría durado el titubeo porteño, a no ser por aquellos triunfos?”, se pregunta finalmente el autor.

¿Cómo se fueron dando los hechos desde la llegada a la ‘Agraciada’?

El 19 de abril de 1825: desembarque en las costas Orientales; el 25 de agosto: Declaración de la Florida; el 24 de septiembre: Batalla y triunfo de Rincón; el 12 de octubre: Batalla y triunfo de Sarandí; 25 de octubre incorporación de la Provincia Oriental a las Provincias Unidas del Rio de la Plata.

El hecho de haber capturado al oficial del ejército Imperial Fructuoso Rivera, resultó de fundamental ayuda.   Antes de ser fusilado, Lavalleja le ofreció incorporarse con todo su ejército a las huestes revolucionarias.

Ahora bien, ¿Era Rivera Unitario? Creemos que –mutatis mutandi- Rivera era tan Unitario como Urquiza, Federal.

Ambos se inclinaban hacia donde corriera el viento; mejor dicho, el dinero.  Efectivamente, el dinero hacía que ambos sostuvieran la mano de quienes proveyeran oro, ganado, tierras, dinero en general y no tenían prurito en apoyar aquellas causas que convalidaran sus trapisondas.

Lo de Urquiza, quedó más que claro cuando apoyó a los Imperiales que atacaban a su país proveyéndolos de alimentos provenientes de sus propiedades y de la Provincia de Entre Ríos, y también de armas, a cambio de que le permitieran ejercer libremente el contrabando de carne y oro por los ríos interiores con destino a la Banda Oriental.

Rivera fue por el mismo camino. Apoyó sucesivamente a los Imperiales brasileños, a los ‘Farrapos’, luego de nuevo a los Imperiales.  Siempre apoyado por los franceses e ingleses y por los ‘colorados ‘de la Defensa de Montevideo.

Lo define muy bien José María ROSA[104]Rivera no era un unitario. Era un gaucho que amaba y sentía a su tierra y desconfiaba de los extranjeros que venían a civilizarla. Solamente que era un gaucho ladino, enredador y engañista, capaz de sacar provecho a lo que se le pusiera por delante.

“Con la conciencia tranquila se vendía a todo el mundo, pues no estaba dispuesto a entregarse a nadie; ‘artiguista’ de la primera hora, mancharía sus laureles Guayaba pasándose a los portugueses cuando vio comprometida la causa del Protector, para volver a la nativa al sentir el triunfo de los ‘Treinta y Tres’. Libertador de las Misiones Orientales en la guerra —y primer gobernador de la provincia rescatada—, Ia abandonará en 1828 para acepar la presidencia Oriental ofrecida por los doctores aportuguesados de Montevideo (Lucas Obes al frente)„ que buscaban un caudillo rural de prestigio que oponer a Lavalleja, el jefe de los Treinta y Tres”

Por el año 1838 colaboró con los Franceses en su lucha contra la Argentina. Con la ayuda gala, derrocó al gobierno legítimo de Oribe y se autoproclamó Presidente Oriental, sin dejar de percibir ingentes ingresos de los brasileños. Prometía a todos y no le daba nada a nadie. Inclusive a Rosas, quien lo vio venir y sin miramientos lo despachó.

Concluye el citado historiador que Rivera “Tiraba de todos: sacaba francos del cónsul francés para preparar la guerra contra Rosas, y ‘reis’ de Rio Grande y Brasil para a exterminar, indistintamente, a los ‘farrapos’. ‘-¡Que insaciavel sede de dinheiro!-’ exclamaba, harto de sus apetencias, el diplomático en Montevideo Almeida de Vasconcellos.

Se comprometía con todos para no hacer nada a favor de ninguno: francos y ‘reis’ salían a manos pródigas apenas llegados, para correr a las ávidas de manos de sus amigos sin que adelantaran los preparativos guerreros de su campamento en Durazno. ¡Cómo debía reírse en la intimidad el taimado caudillo de los ‘macacos’ y ‘gabachos’ que pretendían untarle la lanza en su provecho!

¡Y de qué manera superlativa, de los ‘cajetillas’ que escribían en las gacetas de Montevideo que el ‘riverismo’ era Ia ‘causa de la civilización’ de Lerminier, Lerroux, Massini y otros gringos!

Firmaba todo lo que le trajeran, porque no daba importancia a papeles o palabras; con tal de llegar con dinero todo comisionado era bien recibido en Durazno” {su Cuartel General}.

La forma en que vivió, anticipaba de algún modo la forma en que terminó. Preso en Rio de Janeiro por los brasileños quienes se cansaron de que Rivera se quedara con su dinero a cambio de muy poco…

Rivera, no tenía ningún problema en cobijarse donde creyese que le iría mejor en sus negocios. Un ejemplo de esto lo vemos luego del desembarco de los ’33 Orientales’.  Siendo prisionero, no tuvo más remedio que darse vuelta e incorporarse con sus tropas al ejercito Libertador. Hubo alrededor de 7.000 hombres que, de un día para el otro, de luchar a su lado para las filas Imperiales, pasaron a combatirlas.

Esta conjunción de tropas de todos los Orientales, finalmente fue un factor decisivo para el triunfo de las fuerzas patriotas. Lavalleja, con marcada ingenuidad lo creyó redimido y compartió con Rivera la Jefatura del Movimiento Revolucionario, aunque el patriotismo acomodaticio y circunstancial de éste iba a durar poco…

Por el momento el sueño de Artigas se había hecho realidad.

Dice UMPIERREZ[105] que el Protector “había encarnado el sueño de construir un Estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata, según dice en la Convención de la Provincia Oriental de 1815. Ese sueño abortó con la ocupación de la Provincia Oriental por los portugueses desde la derrota y alejamiento de Artigas en 1820.

Resurge el mismo sueño en 1825, en un momento en que todas las Provincias Argentinas eran Estados independientes y soberanos, en virtud de la derrota y supresión del Directorio como consecuencia de la Batalla de Cepeda. Se convoca a un Congreso Constituyente en Buenos Aires en 1825, la Provincia Oriental declara su Independencia y, en ejercicio de su soberanía plena, declara a continuación su voluntad de unirse con “las demás Provincias del mismo nombre en el territorio de Sud América”. 

Del mismo modo Arturo ARDAO[106] puntualiza que hubo dos actas en el año1825. “La primera de ellas declaró nuestra Independencia de cualquier poder del Universo; la segunda, nuestra Unión con las tradicionalmente hermanas Provincias Argentinas. Comentaba Pablo Blanco Acevedo en su fundamental Informe de 1922: ‘Las dos actas son de Independencia y se complementan la una con la otra. Unir no es incorporar... Se pueden unir dos países con un objeto determinado, conservando cada uno su independencia, soberanía e instituciones, sin que sufran ninguno de ellos menoscabo, pero no se pueden incorporar sin que los atributos diferenciales de uno al menos desaparezcan en absoluto".

“La segunda Acta del 25 de agosto empezaba formulando un voto de Unión, para decretar enseguida, en perfecta armonía de conceptos y de términos:

"Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida a las demás de este mismo nombre en el territorio de Sur América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen…”.

Este concepto nos deja servidos dos temas: la Banda Oriental, por propia decisión no sólo de sus próceres sino del pueblo todo, no quería una independencia absoluta.  Quería una unión con las Provincias Unidas del Río de La Plata en igualdad con el resto de las provincias. Esto es, una Confederación.

También lo explica con palabras justas Enrique MENA SEGARRA[107],  quien concluye que “surge como elemento difícilmente refutable que los orientales de entonces aún se sentían compatriotas de los habitantes de las demás provincias -por graves que fueran sus inveteradas disensiones con los porteños- y seguirían sintiéndose tales por muchos años más; mientras que jamás se habían visto a sí mismos como portugueses ni brasileños.

“Siendo esto así, la ley de Independencia debía entender se respecto a poderes extranjeros usurpadores de los derechos de la Provincia Oriental; y la de Unión significaba el reingreso en la comunidad rioplatense, si bien este no se condicionaba a una futura organización federal, como se había hecho en los tiempos de Artigas.

“En verdad, no existía antecedente de una aspiración de los orientales a la independencia como Estado, ni hay elementos suficientes para pensar que entonces hubiera surgido súbitamente como anhelo generalizado. El 25 de agosto, en consecuencia, es la fecha de una independencia provincial, no nacional”.

El gobierno de Buenos Aires, accionado por la creciente presión de la opinión pública, aceptó que la Provincia Oriental se uniera a las otras, lo que significaba la guerra con el Imperio del Brasil. 

Veamos una síntesis de los antecedentes de la primera guerra con el Brasil que comenzó el 10 de diciembre de 1825.  Y digo la primera guerra porque la segunda fue la batalla de Caseros, escondida bajo el título de guerra civil, cuando en realidad fue una guerra entre la Confederación Argentina y el Imperio del Brasil coadyuvado por militares y civiles argentinos que reniegan de su país.

1) Las antiguas aspiraciones portuguesas respecto a la posesión del territorio oriental del Río de la Plata, transmitidas al nuevo imperio surgido en 1822.

2) Las graves amenazas de orden político, económico y militar que, desde el 31 de julio de 1821, constituyó para nuestro país la anexión de la Banda Oriental al reino de Portugal, como “Provincia Cisplatina”, luego de que tropas al mando del general Lecor, vencieran al caudillo oriental José Gervasio De Artigas y tomaran la ciudad de Montevideo (enero de 1817).

3) La expedición libertadora de los “Treinta y Tres orientales”, que provocó un estado de tirantez en las relaciones entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y el Brasil, imperio que, no sin razón, acusaba al gobierno de Buenos Aires de haber ayudado eficazmente a los expedicionarios Orientales en esta empresa.

4) El “amparo y protección a las fuerzas Orientales”, ordenado por el gobierno de Las Heras que “intenten pasar el Uruguay” a consecuencia de una derrota que les infligieran las tropas portuguesas.

5) La reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata, proclamada oficialmente por los notables Orientales, reunidos en el Congreso de Florida después de los primeros triunfos de los “Treinta Tres Orientales” comandados por Lavalleja (Rincón de las Gallinas y Sarandí).  Posteriormente, en octubre de 1825, fue aceptada por el Congreso Argentino que declaró que el “gobierno proveerá a su defensa y seguridad”.

Luego que la Banda Oriental fuera anexada al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, con la denominación de “Provincia Cisplatina” o “Estado Cisplatino” el 18 de julio de 1821, durante el gobierno de Martín Rodríguez, se trató, por todos los medios diplomáticos a su alcance, de lograr el reingreso de esos territorios al ámbito de las Provincias Unidas, como también lo deseaban los Orientales, rechazando terminantemente ser anexados a la soberanía de Portugal.

En virtud de esa decisión, el general Carlos María De Alvear fue enviado en misión diplomática ante los gobiernos de Gran Bretaña y de los Estados Unidos de Norteamérica, con el objeto de lograr la intervención de ambos estados para poner fin a las acciones que Portugal y Brasil, su aliado en América, desarrollaban en el Río de la Plata.

En Julio de 1824, Alvear llegó a Inglaterra, donde logró entrevistarse con el ministro Jorge Canning. El comisionado abordó la cuestión portuguesa y procuró la mediación del gabinete británico, a fin de que la Banda Oriental pasara a depender nuevamente de las Provincias Unidas. El ministro Canning prometió la intervención de su país en el problema, aunque sin arriesgar una palabra definitiva

Alvear marchó luego a los Estados Unidos y a mediados a octubre de 1824 fue recibido por el Presidente James Monroe, ante quien presentó sus cartas credenciales. Monroe hizo votos por la prosperidad de las Provincias Unidas y por el feliz éxito de sus heroicos esfuerzos en la causa de la independencia, y no puso reparos en estrechar las relaciones con nuestro país, comprometiéndose gustosamente a oficiar como mediador en el conflicto con el Brasil. Dando por finalizada su misión, a mediados de 1825, el general Alvear regresó a Buenos Aires.

Poco más tarde, el Congreso Constituyente reunido en Buenos Aires, dispuso enviar una delegación ante Bolívar para felicitarlo por sus servicios para la causa de la emancipación americana y para conseguir su apoyo ante el problema originado por la expansión del Brasil, que hacía peligrar la existencia de las repúblicas americanas.

La designación recayó nuevamente en el General Carlos María De Alvear, esta vez acompañado `por el doctor José Miguel Díaz Vélez. Ambos partieron hacia su destino en el norte a fines de junio de 1825. Cumplida la mitad de su trayecto, les llegó la noticia de la proclamación de la Independencia de las cuatro provincias que integraban el Alto Perú (en la cual Rondeau y Rivadavia tuvieron mucho que ver, lamentablemente).

El 18 de octubre fueron recibidos por primera vez por Bolívar y durante el transcurso de la reunión, Alvear y Díaz Vélez le expusieron al general venezolano, los detalles de un proyecto que propiciaba la creación de una Liga de cuatro repúblicas (las Provincias Unidas, Colombia, Perú y Chile), con el objeto de contener las ambiciones del emperador del Brasil, quien en esos días ya había comenzado a poner en marcha su plan de expansión, ocupando las provincias de Mojos y Chiquitos.

Bolívar se mostró partidario del plan, pero si bien, abiertamente no les negó la posibilidad de darle su apoyo, expuso sus temores acerca de una posible intervención de Inglaterra, en favor del emperador de Brasil.

Dos días después Alvear y Díaz Vélez, tuvieron una nueva reunión con Bolívar  y a pesar del apoyo al proyecto que el general Sucre les aseguró, no pudieron llegar a ningún acuerdo y por el contrario, la ocupación de Tarija —perteneciente a la provincia de Salta— por tropas colombianas, pusieron más tensión a estas tramitaciones diplomáticas, por lo que el gobierno de Buenos Aires, decidido a no adherir a la política absorbente y personalista que ponía de manifiesto Bolívar, ordenó el regreso de los enviados.

A semejanza de lo ocurrido en 1820 en España, los liberales portugueses hicieron un pronunciamiento en la ciudad de Oporto   Este movimiento repercutió hondamente en el Brasil. El Rey Juan VI decidió regresar a Lisboa, justificando que en Buenos Aires germinara la idea de que Portugal abandonaba sus intereses sobre la Banda Oriental y que sus tropas abandonarían su territorio ocupado.

Pero pronto estas esperanzas se desvanecieron. El monarca portugués envió a Buenos Aires a su representante Manuel De Figueiredo, a la vez que comunicó sus deseos de reunir un Congreso en Montevideo, para resolver si la Banda Oriental se incorporaba al Brasil o se declaraba independiente. 

Juan VI regresó a su patria en abril de 1821 y poco después el general Lecor reunió el mencionado Congreso con elementos que le eran adictos, entonces los diputados proclamaron la anexión de la Banda Oriental al Brasil, con el nombre de Provincia Cisplatina. 

El príncipe Don Pedro, hijo y sucesor de Juan VI, encabezó en el Brasil el Partido Patriota y en setiembre de 1822, proclamó la independencia de esos territorios y su separación del Reino de Portugal, siendo ungido luego como “Emperador del Brasil”.

Ante el curso de estos acontecimientos, Bernardino Rivadavia, en esos tiempos Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, planteó al Brasil la restitución de la Banda Oriental y para ello, en agosto de 1825, envió a Río de Janeiro a José Valentín Gómez y a Esteban De Luca.  Sin embargo, fueron vanos los argumentos expuestos, ya que el emperador Pedro I se negó enfáticamente a devolver el territorio oriental, dejando como único camino a transitar el de la guerra.

Como ya veníamos diciendo precedentemente, varios Orientales, disconformes con lo resuelto en abril de 1821 por un Congreso absolutamente impopular, que declaró la anexión de la Banda Oriental al imperio del Brasil con el nombre de provincia Cisplatina, se trasladaron a Buenos Aires decididos a reconquistar la libertad perdida. 

Los patriotas emigrados, entre los que se encontraban Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, lograron reunir armas y pertrechos a fin de emprender una expedición libertadora de su patria. En número de treinta y tres (once de ellos argentinos), los patriotas recruzaron el río Uruguay y enfrentaron a las tropas portuguesas que se opusieron a su avance y logrando vencerlas, pusieron sitio a la ciudad de Montevideo.

Mientras esta declarada rebelión contra los portugueses se extendía por el territorio, Lavalleja reunió un Congreso abierto en el pueblo de La Florida, que lo nombró gobernador. El 25 de agosto de 1825, proclamó la unidad de la Banda Oriental con las demás Provincias Unidas del Río de la Plata, «a que siempre perteneció, con los vínculos más sagrados que el mundo conoce» y designó a Javier Gomensoro para que concurriera como Diputado de la Banda Oriental al Congreso de Buenos Aires.

Poco después, el Congreso reunido en Buenos Aires, reconoció dicha incorporación decidida por la Junta de Representantes de ese país.  Le comunicó esa resolución al gobierno brasileño y lo intimó al retiro inmediato de las fuerzas invasoras de esos territorios. En rechazo de ella, el emperador del Brasil, Don Pedro I, estimando avasallados sus derechos de posesión sobre estos territorios, inició una guerra que duraría hasta el año 1828, sin haber podido conseguir revertir la situación por medio de las armas, merced a su astucia diplomática lo consiguió poco tiempo después….

 CASTAGNINO[108] nos hace ver que “…También operaba el Imperio sobre la Banda Oriental, que era parte de las Provincias Unidas de Río de La Plata. Y lo era por su historia, su tradición y su voluntad. Agredida e invadida por el Imperio brasileño con la complicidad de ciertos hombres de Buenos Aires, la mantuvo sojuzgada”.

“El 25 de agosto de 1825 la Honorable Sala de Representantes de la Provincia Oriental “Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia de la fuerza unida á la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el Brasil que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y sujetándole al yugo de un absoluto despotismo desde el año de 1817 hasta el presente de 1825. Y por cuanto el Pueblo Oriental, aborrece y detesta hasta el recuerdo de los documentos que comprenden tan ominosos actos,…” y acto seguido expresa su libre voluntad declarando que “Queda la Provincia Oriental del Río de la Plata unida á las demás de este nombre en el territorio de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen, manifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde el primer período de la regeneración política de las dichas Provincias”.-

“Pero el Imperio consideraba a la Banda Oriental "la llave del plata" y no soltaría su presa, hasta que en 1827 las armas argentinas vencen completamente a las imperiales en Ituzaingó

Es así. Esto nos llevó a una guerra con el Brasil ya que la Banda Oriental era la puerta de entrada al Rio de la Plata, al Rio Uruguay hasta el Paraguay. Y a su vez era el camino de salida para todas las mercaderías y productos del Matto Grosso del Brasil.  Obviamente, los Imperiales, con su proyecto de expansión territorial permanente hacia el sur y el oeste en tierras hispanas eso, no estaban dispuestos a perderlo.

El valor y arrojo de Oribe fue proverbial, triunfando en una batalla tras otra.

En Efecto, El 10 de diciembre de 1825, el Imperio del Brasil declaró la guerra a las Provincias Unidas del Río de la Plata, iniciándose las hostilidades en enero de 1826 (Guerra rioplatense-brasileña).  El gobierno Unitario decidió conformar el famoso Ejército Republicano comandado primero por Martín Rodríguez y luego por Carlos María de Alvear.

El 9 de febrero de 1826, antes de que llegaran estas fuerzas argentinas, Oribe libró, al frente de los Dragones Libertadores, un importante combate en las inmediaciones del Cerro de Montevideo, donde atacó a una columna brasileña propinándole un grave revés. Este triunfo mostró a las fuerzas apostadas en Montevideo que no sería posible desplegarse sin sufrir los embates de Oribe, y así limitó en gran forma el accionar del enemigo.

Luego de las Batallas de Rincón, Sarandí y Cerro, la resistencia brasileña en el territorio quedó circunscripta a Montevideo y Colonia. Toda la campaña estaba en poder de los orientales, y para encontrar fuerzas brasileñas se debía transponer la frontera norte. Este emprendimiento fue realizado por el General Alvear, al mando de fuerzas orientales y argentinas, entre las cuales se contaba el Regimiento 9º de Caballería, al mando del Coronel Manuel Oribe.

Mientras, la guerra se encontraba en plena marcha, sus jefes eran Lavalleja y Alvear.

La importancia política de Lavalleja iba de la mano con su capacidad militar. Pocos saben que el 7 de febrero de 1826, fue candidato a presidente de las Provincias Unidas junto a Carlos de Alvear, Juan Antonio Alvarez de Arenales y Bernardino Rivadavia.

En 1826 el Congreso de Buenos Aires, fraudulentamente, estableció una Constitución Unitaria, muriendo toda autonomía de las provincias (hasta los gobernadores eran elegidos por el Presidente Rivadavia).  Se sumó la entrega, nuevamente, de la Banda Oriental por Manuel José García en el Janeiro.  Esto hizo explotar de ira al pueblo y provocó la caída de Rivadavia que fue sustituido por Manuel Dorrego.

También se agregó el hecho de que Lavalleja suplantó a Alvear en la conducción del Ejercito de las Provincias Unidas.

Pues bien, el 20 de febrero de 1827 las fuerzas orientales y argentinas obtuvieron una resonante victoria en la Batalla de Ituzaingó (actual Rosario do Sul, unos 100 km al norte de la actual ciudad de Rivera).  Lavalleja y Oribe se encontraban a la vanguardia del Ejército Republicano,

El triunfo se dio a pesar de que Alvear se reveló como poco avezado en cuestiones estratégicas, razón por la cual Lavalleja, Brandsen (fallecido en combate), Iriarte y Paz tuvieron que desobedecer sus órdenes para lograr el triunfo.

Si bien este trabajo no está dirigido a analizar y comentar las batallas militares sino las cuestiones políticas que provocaron el ascenso y la caída de los sueños por la concreción de la ‘Patria Grande’, es lícito hacer notar las personalidades militares que combatieron y que años más tarde la política los separó en forma irreconciliables en Unitarios y Federales.

Además de Alvear, Chilavert y el Almirante Brown, Sergio OTEGUI[109] enumera a los principales oficiales que lucharon en tan magno combate.

“Orden de batalla del Ejército Republicano

“A la derecha: 1er.Cuerpo, Brigadier General, Juan Antonio Lavalleja, 2da.División (9°.de Caballería), Coronel Manuel Oribe, 3ra.División (Regimiento de Dragones Libertadores), Tte. Coronel Ignacio Oribe (Regimiento de Dragones), Coronel Servando Gómez, 3ra.División del 1er. Cuerpo, Coronel Juan Zufriategui, (Regimiento de Caballería 8 y Regimiento de Lanceros 16) Coronel Olavarría y Tte. Coronel Anacleto Medina.

“En el Centro: 3er.Cuerpo de Ejército, General Miguel E. Soler, Batallón 5º de Cazadores, 1ra.División del 1er.Cuerpo Coronel Julián Laguna, Milicias de Maldonado, Coronel Leonardo Olivera, Milicias de Paysandú, Tte. Coronel José María Raña, Regimiento de Artillería, Coronel Tomás de Iriarte, Batallones de Infantería 2°, 3°, y 1°, Coroneles Alegre, E. Garzón y Correa.

“En segunda línea, en el intervalo entre el Primer y Tercer Cuerpo Ejército:

“1ra.División del 2°. Cuerpo, Coronel Federico Brandsen, (Regimiento de Caballería 1 y 3), Tte. Coronel Pacheco; 1ra.División de13er.Cuerpo, Cnel. José María Paz.

“A la izquierda: 2ª. División del 2°, Cuerpo, Coronel Juan Lavalle, (Regimientos de Caballería 3 y Colorados), Tte. Coronel Vilela”.

La victoria republicana obtenida en la Batalla de Ituzaingó el 20 de febrero de 1827, con excelente actuación de Oribe, entre otros, fue ‘pírrica’. No pudo capitalizarse por la reticencia del comandante en jefe de perseguir al ejército imperial vencido. Mientras tanto Montevideo y Colonia permanecían en poder del Imperio.

El coronel Tomás de IRIARTE[110] afirmó en sus ‘Memorias’ al referirse a la reticencia del general Alvear:

“El general Alvear no quiso: se contentó con quedar dueño del campo de batalla; es decir, de la gloria sin consecuencia, porque todo el resultado quedaba reducido a las balas cambiadas de parte a parte, y al efecto que ellas produjeron en muertos y heridos.

“La República Argentina, empañada en una guerra desigual, tenía sumo interés, urgentísimo, en que no se prolongase la lucha: había echado el resto apurando todos sus recursos físicos y morales para luchar contra un Imperio abundante en hombres y medios pecuniarios.

“La República, venciendo, quedaba exánime; el Imperio, vencido en una sola batalla, pero sin ser su ejército anonadado, podía continuar la guerra con ventaja, con menos sacrificios; y es por esto que necesitamos sacar buen partido, no digo de las batallas campales, sino de las más ligeras ventajas que obtuviesen nuestras armas.

“Ardía la guerra civil en las provincias argentinas, y era Buenos Aires, una ciudad sola, la que soportaba todo el peso de la guerra; la única que podía alimentarla, darle pábulo, y para que no se extenuase era necesario dar grandes golpes.

“Tal fue el que recibieron los enemigos en Ituzaingó, pero solo en el campo de batalla: fuera de él no sintieron sus efectos como lo habrían sentido si su ejército aquel día hubiera sido anonadado, y pudo, debió serlo.

“La guerra habría entonces concluido, y la paz, se habría firmado dictando el vencedor las condiciones: la evacuación de Montevideo y de todo el territorio oriental ocupado por las tropas del Imperio, y su incorporación a la República Argentina”.

“Teníamos aquel día los caballos suficientes y en muy mediano estado; no se necesitaba hacer un gran esfuerzo corriendo el riesgo de cansarlos, porque la infantería enemiga estaba a la vista y nos bastaba seguir su lenta marcha cercándola en todas direcciones: el hambre la habría obligado a capitular.”

Del mismo modo pensaba, el General Paz.

Finalmente, la inevitable falta de suministros sobreviniente y el pésimo estado de la caballada impidieron continuar con la persecución del ejército imperial y el normal desenvolvimiento de las acciones en el plano militar.

Por lo tanto, aún una victoria decisiva rioplatense en Ituzaingó no logró determinar el resultado de la guerra. José de SAN MARTÍN[111] fue muy claro sobre eso. Le decía al Gral. Tomás Guido sobre la victoria conseguida en carta del mes de julio de 1827:

“{…} puede contribuir a acelerar la conclusión de la deseada paz; sin embargo, diré a Ud. francamente que, no viendo en ninguna de las dos el carácter de decisivas, temo mucho que, si el emperador conoce —como debe— el estado de nuestros recursos pecuniarios y, más que todo, el de nuestras provincias, se resista a concluirla y, sin más que prolongar un año más la guerra, nos ponga en situación muy crítica. (...). En conclusión, si la influencia del gabinete británico, unida a la precaria situación en que se encuentra el Portugal, no deciden al emperador a la paz, mis cortas luces no alcanzan a ver remedio a esta situación.”

La guerra con el Brasil estaba llegando a su fin. Nos proponemos acá hacer una descripción física y emocional de Oribe. Su evolución y su adaptación a los tiempos de desorden y contradicciones que imperaban en el Río de La Plata.

El historiador Oriental TORRES WILSON[112], ya citado, nos hace un relato de los avatares políticos de Lavalleja y de Oribe en esos momentos.

 “A medida que la guerra contra con el Brasil iba llegando a sus últimas instancias, en la política del futuro país se iban perfilando ya los bandos que los dividirían en los primeros años de su vida independiente. Y, como no podría ser de otra manera, esos bandos surgían estrechamente ligados a las tendencias internas de la Confederación Argentina a cuyo seno habían vuelto los Orientales a partir de la Cruzada Libertadora de 1825. Lavalleja –jefe indiscutido de la empresa- había quedado en el centro de la escena y, a su lado, Oribe se destacaba como jefe militar de creciente prestigio. Su tendencia representaba un autonomismo Oriental estrechamente vinculado al federalismo porteño cuyos hombres más representativos eran, a la sazón, Dorrego, Soler y Rosas. Por es, cuando cae en Buenos Aires el unitarismo de Rivadavia y Dorrego asciende a la gobernación, Lavalleja da su ‘golpe de Estado’ en la Provincia Oriental disolviendo la Junta de Representantes, de inspiración rivadaviana ‘en defensa de la autonomía provincial’. Oribe lo acompañará en su actitud…”

Y ¿qué iba sucediendo en el crecimiento y madurez de Oribe?  El autor citado nos presenta acabadamente los rasgos de la personalidad íntima del prócer y la forma en que era visto por sus coterráneos:

Oribe, mientras tanto, había madurado su personalidad como militar y como hombre. Al firmarse la paz tenía ya treinta y seis años y ocupaba la Comandancia General de Armas. Su experiencia de mando se había acrecentado en acciones de magnitud y, en los campos de Sarandí e Ituzaingó, su coraje personal y su competencia como militar de escuela le habían ganado un lugar destacado en la consideración de compañeros y adversarios.

“Para los oficiales de carrera y para la gente de la clase principal, aristocrática, a la que pertenecía, era un jefe eficiente, disciplinado, responsable, capaz de darle a la acción de las armas una racionalidad y una responsabilidad de las que frecuentemente carecía la milicia criolla. Para el gauchaje era, ante todo, un patriota y un valiente, severo y justo a la vez, distantemente paternal en sus órdenes inflexibles que embretaban la espontaneidad rebelde, pero responsable hasta la minucia de la suerte y de la vida cotidiana del último de los soldados a su mando”.

“El adolescente alto, flaco, un poco desgarbado, que había sido años antes, se había ido templando hasta anunciar ya aquel ‘hombre de fierro’ que sería en su madurez. Su pelo renegrido y su bigote cuidadosamente recortado seguían acentuando sus facciones finas y alargadas que coronaban un porte señorial, de modales corteses y delicados en la vida de relación con sus iguales, que podían tornarse afectuosos en el hogar de su madre o adquirir ribetes de inesperada energía -y hasta de dureza- en la relación castrense. El secreto de aquellos tránsitos de su personalidad se reflejaba, tal vez, en aquella mirada triste de un niño que había crecido y se había hecho hombre a la sombra de la austeridad hogareña y que sentía la vida como un deber frecuentemente penoso.

“El torbellino de la revolución lo había lanzado a la vida y le había enseñado a tratar con hombres de las más diversas extracciones. No lo había contagiado la camaradería de los campamentos ni había abierto su corazón la penuria de las marchas compartidas ni el fragor de los combates en los que -de punta en blanco en su atildado uniforme- podía enfrentar el peligro hasta la temeridad. Los paisanos lo miraban con distante respeto, los jefes y oficiales con velada admiración, pero pocos, fuera del ámbito de su familia- podían preciarse de conocer su intimidad celosamente guardada en un exterior adusto, severo, parco, avaro en sus sentimientos”.

“Lanzado a la lucha para lograr "la libertad de la patria" frente a poderes extranjeros de Portugal y Brasil para restaurar en su provincia la autoridad y el orden que consideraba legítimos, el destino había compensado con creces sus desvelos, convirtiendo a la Provincia Oriental en país independiente. Dentro de sus estrechos límites -todavía imprecisos-, Oribe seguiría manteniendo los mismos principios heredados de la tradición hispánica que se consustanciaban con su personalidad…”.

Note el lector las diferentes idiosincrasias y personalidades de Artigas, Lavalleja y Oribe.  Tenían en común un mismo objetivo con una sola idea: salirse del yugo de los españoles, de los luso-brasileños, de las intenciones imperiales anglo-francesas y del centralismo unitario porteño, encarnado en el Triunvirato y luego en el Directorio.

Luego de la guerra con el Brasil, los hechos se sucedieron en el campo político y diplomático.

Pese a todos los esfuerzos y los triunfos bélicos, la misión original de Manuel García fue desvirtuada, ya que la Convención Preliminar de Paz (contubernio masónico donde lo que se ganó en el campo de batalla, Inglaterra mediante, se perdió en la mesa de negociaciones posteriores ) declaró la creación de un Estado libre e independiente, quedando así separada la Provincia Oriental de las Provincias Unidas, llamándose desde entonces Estado Oriental del Uruguay. ​

De tal manera, como sigue diciendo CASTAGNINO[113] “Al triunfo de las armas argentinas le sucede una escandalosa derrota diplomática, pues en la Convención de paz, el Imperio logra imponer entre otras cosas el reconocimiento argentino de la separación definitiva de la Banda Oriental y de la libre navegación de las aguas del Plata. (Art. 1, 2, 3 y adicional) Esta escandalosa capitulación provocaría la precipitada huida de Rivadavia y derivaría en el posterior derrocamiento de Manuel Dorrego y su fusilamiento, gobernador legal de la provincia de Buenos Aires, incentivada por los complotados unitarios”.

“A esta compleja situación, debe agregarse la más repugnante, como era la constante intriga de los emigrados unitarios, que llevados por un odio enfermizo a Rosas, conspiraban contra su patria desde Montevideo, Chile y Bolivia, sin reparar en métodos para provocar la discordia, fogoneando las luchas y guerras civiles durante años y hasta buscando alianzas con los enemigos externos de la Confederación. Sus cabecillas no tienen reparo en fomentar la ocupación chilena de Magallanes, la escisión de las provincias mesopotámicas y hasta viajar a Europa a gestionar la intervención armada contra su Patria, con la promesa de formar una nueva república que les garantizara la libre navegación de los ríos de la cuenca del Plata”.

Como bien dice JAURETCHE[114]  “desde el primer momento la misión encargada a Manuel J. García contiene la resignación al triunfo de la política brasileña. Las provincias movilizan sus efectivos para incorporarlos al Ejército Nacional, rehecho sobre los cuadros remanentes del Ejército de la Independencia; pero a los doctores no les preocupa la guerra exterior, y lo mandan a Lamadrid a sublevar los efectivos que el Norte aportaba a la guerra nacional. Así también, la victoria de Ituzaingó y la de la escuadra de las Provincias Unidas, terminan por malograrse porque el unitarismo, atento sólo a imponer sus puntos de vista internos, provoca la anarquía interior y deja sin los recursos reclamados para internarse en Río Grande, a Alvear. Así es como García, con las cartas triunfadoras de ltuzaingó y Juncal, por tierra y agua, propone al emperador ¡la independencia de la Banda Oriental!, es decir, lo que Inglaterra quiere. Pero Brasil no la acepta y entonces García firma una Convención preliminar aceptando la reincorporación al Imperio de la Provincia Cisplatina. La indignación popular provoca la renuncia de Rivadavia”.

Los artífices de la ‘Patria chica’ en todo su esplendor, perdieron en la mesa de negociaciones lo conseguido en el campo de batalla a costa de sangre y lucha.

Rivera fue elegido como Presidente del nuevo Estado. Su primer gobierno, entre 1830 y 1834, había transcurrido en su casi totalidad bajo la vigencia del régimen de fronteras abiertas impuesto por la Convención Preliminar de Paz.  Pasó la mayor parte del tiempo en Durazno, ciudad que había fundado en 1821. Su administración, de hecho ausentista por esa causa, fue llevada adelante por un círculo exclusivista de políticos vinculados al antiguo partido pro portugués y pro brasileño: Los cinco hermanos (Lucas José Obes y sus cuatro cuñados).  Esto provocó dos movimientos insurreccionales liderados por Juan Antonio Lavalleja que tuvieron lugar en 1832 y 1834, ambos fácilmente derrotados.  Manuel Oribe no tomó parte en tales movimientos.

Guillermo VÁZQUEZ FRANCO[115] –al que ya nos hemos referido- reitera que Artigas  exclama que la Federación ‘ni por asomo  se acerca a una separación nacional’, dicho ante el Congreso de diputados Orientales el 4 de Abril de 1813; nunca reconoció la Convención Preliminar de Paz que cercenó a su provincia; murió ‘tan argentino como lo había sido en sus tiempos de Jefe de los Orientales’; y “‘el hecho de que sus huesos y su estatua fueron instalados en la plaza “ Independencia “, lugar y nombre puntualmente equivocados que constituyen, per se, una afrenta continuada a su memoria”.

“Artigas pues, dejó en algunos de sus provincianos una tradición de autonomismo, sí, pero, fundamentalmente, dejó en toda una sólida tradición de unidad nacional ala que sus sucesores –otros caudillos y la clase pensante- se ajustaron siempre hasta que, en 1828, intervino el emperador del Brasil”.

Para este autor, no sólo Artigas tenía este criterio de unión nacional, sino también otras personalidades políticas.  Veamos algunos ejemplos.

1816.- Carta del Gobernador Delegado Miguel Barreiro a Pueyrredón Director Supremo de las Provincias Unidas.

“Nunca puede darse a la disidencia entre Artigas y Buenos Aires otro carácter que el de accidental siendo claro que nosotros [los orientales] jamás podríamos caer en el delirio de querer constituir solos una nación”

1821.- Congreso Cisplatino. Los tres oradores justificaron, con sobrados motivos, por qué era inviable la independencia oriental. Convengamos lealmente, desapasionadamente, que realizaron una fiel fotografía de la realidad.

1822.- Solano Antuña declaró que: “pensaron los buenos hijos de este país (se refiere a los Caballeros) que era llegada la oportunidad de sacudir el yugo que los oprimía y volver a integrar la provincia a La República Argentina”

1823.- El llamado por la historiografía Cabildo Revolucionario “declara que esta provincia Oriental del Uruguay no pertenece ni quiere pertenecer a otro poder, Estado o Nación que la que componen las provincias de la antigua unión del Río de la Plata de la que ha sido y es una parte”.

1825.- Playa de la Agraciada, 19 de abril. Proclama de Lavalleja. "Argentinos orientales, la gran Nación Argentina de que sois parte, espera vuestro pronunciamiento..."

1825- 25 de agosto, Florida, «La H. Sala de Representantes de la provincia Oriental del Río de la Plata [...] ha sancionado y decreta por ley fundamental: Queda la provincia Oriental del Río de la Plata unida a ias demás de este nombre en el territorio de Sud América por la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la componen [...].

1825.- noviembre - Lavalleja, eufórico, informó que la reunificación había sido confirmada por el congreso Constituyente reunido en Buenos Aires: “¡¡ Pueblos!! Ya están cumplidos vuestros más ardientes deseos, ya estamos Incorporados a la gran Nación argentina […]

Como puede leerse, está harto demostrado que tanto Artigas, Lavalleja y Oribe estaban contestes en formar la gran nación argentina (rioplatense) y lejos de formar un estado independiente. Pero el diablo (ingleses) metió la cola….

Y, no sólo los Federales Orientales, algunos Unitarios como Fructuoso Rivera le dijo en carta al Dean Funes: “"Tuve la satisfacción de ver a mi país pertenecer a la masa común de las provincias forman la brillante Nación Argentina”. No sabemos si realmente lo pensaba puesto que muchas de sus acciones tendían a un separatismo para unir a la Banda Oriental con Corrientes, Entre ríos, Paraguay y el sur del Brasil.

De tal modo, termina UMPIERREZ[116] “la Convención Preliminar de Paz de 1828 destruye y sepulta definitivamente el sueño de las Provincias Unidas del Río de la Plata. La “separación nacional” del Estado Oriental del Uruguay, perfeccionada con la Jura de su Constitución en 1830 en estricto cumplimiento de la mencionada Convención, deja a los orientales sin un “proyecto nacional” y con la sociedad dividida entre unitarios y federales”.

“Es cierto que Artigas fue el precursor de la Independencia provincial, que fue el forjador de una identidad del Pueblo Oriental, que fue el paladín de la Libertad Republicana, pero junto con todo eso, también fue el Protector de los Pueblos Libres y quien primero y mejor encarnó la idea de la Federación rioplatense, que conjugaba todo lo anterior.

ACOSTA[117] reflexiona que “En el Tratado de Paz de 1828 se nos concede el estatus de estado independiente, y la Asamblea de 1830 nos designa “Estado Oriental del Uruguay”. Sin embargo, la promulgación de esa primera Constitución se dirige a los “Orientales: la experiencia de todos los pueblos os demuestra… Así entrábamos pues a la vida nacional, y en todos nuestros documentos públicos íbamos a figurar como Orientales”.

Finaliza el autor hablando de sí mismo: “Yo fui, soy y seré Oriental hasta la muerte. No acepto que se me designe como uruguayo porque no soy un islote de ese caudaloso río. Y porque al menos hasta que yo tuve unos veintitantos años, aún en los partes policiales de los diarios y noticieros de radio y televisión se decía: “Zutano, Oriental, soltero, mayor de edad, carpintero”, “Mengana, Oriental, casada, de profesión labores”

Esta llamada pomposamente Convención de Paz, funesta por donde se la mire, fue firmada sin intervención de los funcionarios y políticos Orientales, sino sólo entre el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina. Quedaban abiertos los ríos del Uruguay para cualquier país por impulso de los ingleses y los límites quedaban indeterminados. De tal manera que el Estado Oriental nace con su frontera terrestre con Brasil mal definida.

MENA SEGARRA[118] nos dice que “La independencia como Estado establecida en la Convención Preliminar de Paz se inscribía en una cada vez más firme tradición de autonomismo oriental. Creemos que ella fue aceptada por los orientales como un camino nuevo que valía la pena recorrer, pero no podían olvidar de un día para otro los recios lazos que los vinculaban, en fraternidad u oposición, con el resto de las provincias. En otras palabras, el Estado antecedió entre nosotros al sentimiento de nacionalidad.”

Tal como hemos planteado anteriormente, ‘autonomismo’ no es ‘independencia’. Y es llamativamente sintomático, pero a la vez veraz, que la Banda Oriental fue primero el Estado logrado por la masonería inglesa en esa Convención que se llamó -y no debe olvidarse- ‘preliminar’. Nunca dejó de ser preliminar pues nunca se resolvió definitiva.

Luego del Estado independiente vino la nacionalidad. Ahora, a los ingleses lo que les importaba era que fuera un Estado independiente, no les interesaban mayormente las cuestiones sociológicas o sustanciales, sólo la forma.

Con otras palabras, expresa el mismo principio Bernardo Prudencio BERRO[119], para quien la independencia Oriental fue una dádiva, una declaración sin el sustrato del hecho previo. Y se pregunta si una declaración puede dar una nacionalidad o esta la precede. Una nacionalidad no puede ser causada por una declaración. Por el valor de esa Declaración tenemos el derecho antes que el hecho, el efecto antes de la causa, el consecuente primero que el antecedente”.

La Masonería en nombre de Inglaterra con Ponsonby como articulador de la anhelada Convención, fue muy claro y agudo “Europa no consentirá jamás que sólo dos Estados, el Brasil y la República Argentina, sean dueños exclusivos de las costas orientales de la América del Sur, desde más allá del Ecuador hasta el Cabo de Hornos” (Acevedo, Anales, 1933, I, 311).

La relación ‘Inglaterra-Convención Preliminar de Paz-independencia de la Banda Oriental’, también está explicada por Luis A. de HERRERA[120] que manifiesta que “Al tiempo de firmarse, pues, la convención de paz,'  los dos grandes contendientes de Río de Janeiro y Buenos Aires tenían agotadas  fuerzas y recursos, y estaban dominados por la influencia inglesa que  los obligaba a reconocer la independencia de la Provincia Oriental. [...].

Para el autor “la opinión general, movida todavía por el gran y genial impulso de Artigas, habría optado, dentro de un ambiente de plena libertad, por la reincorporación a las Provincias Unidas, en la forma y con las condiciones que en su caso hubiera prestigiado el Jefe los Orientales y Protector de los Pueblos Libres, a la sazón proscrito en Paraguay”.

De este historiador podemos extraer otras conclusiones: En La Convención Preliminar de Paz que ocasionó la independencia de la Banda Oriental, pergeñada por Inglaterra, no intervino opinión o persona alguna que representase a los Orientales.  La opinión general, el pueblo ‘artiguista’ quería seguir perteneciendo a las Provincias Unidas.

Comparte la misma visión otro historiador, Julio SANCHÉZ GÓMEZ[121] para quien “Uruguay, a diferencia de los demás países de la América española, nació a la vida independiente sin que nadie hubiera buscado ni querido la independencia.

"A la altura de 1828 había partidarios de que el territorio permaneciera unidos al Imperio brasileño, de la vuelta a la unidad con las Provincias Argentinas, quedaban nostálgicos, evidentemente ya muy desengañados, del poder español, incluso algunos que querían convertir el antiguo territorio Oriental en un protectorado británico, pero, al menos si nos remitimos declaraciones que nos hayan llegado, no existe ninguna significativa optara por la conversión en un país independiente. Muy al contrario, son numerosas aquellas que expresan razones para oponerse a esta opción por inviabilidad”.

Hagamos un alto en la presente descripción.

Debemos tener siempre presente la política inglesa, no sólo en nuestras tierras sino en todo el orbe.

Inglaterra siempre impulsó obtener territorios estratégicos para sus intereses: el peñón de Gibraltar para tener la llave de acceso al Mar Mediterráneo, Las Islas del Atlántico sur (sobre todo las Islas Malvinas) para el control del acceso a las aguas del índico y del Cabo de Hornos.

Inserto en tal política, Inglaterra no iba a permitir que las aguas del Paraná y el Uruguay tuvieran en la Confederación Argentina, la propiedad única de acceso y el control del comercio hasta el Paraguay.

Pero tampoco iba a permitir el engrandecimiento desmedido del Imperio del Brasil por el cual éste anexara la Banda Oriental.

El Imperio Británico requería un ‘Estado-Tapón’, pequeño y manejable para sus intereses comerciales. Asimismo, intentar de ser posible, que ni Brasil ni la Confederación Argentina tuvieran un territorio muy extendido sino lograr que se dividieran en varias republiquetas pequeñas.

Y para el logro de tales objetivos, Inglaterra tenía comerciantes que oficiaban también de espías y ‘socios’ vernáculos que se acercaban al calor del poder de los gobiernos de turno para influir las voluntades en el sentido buscado.

Uno de ellos fue el comerciante y saladerista Oriental Pedro Trápani.

Anteriormente ya hemos hablado de él. Se lo presenta como un ‘adlátere’ de las fuerzas independentistas Orientales con los cuales colaboró personal y monetariamente a tales fines, en especial con la epopeya de los “33 Orientales”.   Pero su fin ulterior era no sólo impedir que tanto España, Brasil y la Confederación Argentina lograran posesionarse del territorio. La Banda Oriental, en soledad, desgajada de la Confederación era más vulnerable para el dominio del Imperio Británico el cual se debatía igualmente por ese dominio con la Francia que tenía mismas intenciones depredatorias sobre el territorio a conquistar.

Describamos al personaje en la voz del historiador BARRIOS PINTOS[122] quien, curiosamente y sin mala intención, refiere las características del citado comerciante en forma laudatoria, cuando justamente lo que de él hace es una narración de un lacayo encubierto de los intereses del Imperio Británico.  Un masón para más datos que, so pretexto de liberar el territorio de la Banda Oriental, lo descuartizaba del cuerpo principal al que natural e históricamente pertenecía y en el cual se fortalecía, para hacerlo pasto fértil de las grandes potencias europeas.

Resaltaremos en negrita algunos párrafos y haremos algunas digresiones, entre uno y otro, para demostrar la connivencia entre Ponsonby y Trápani en los que Lavalleja es un instrumento en manos de los sibilinos consejos de este último con el fin de hacer posible las intenciones inglesas: la separación, la independencia de la Banda Oriental de las Provincias Unidas.

MENA SEGARRA[123] dice que “Gran Bretaña nunca lo permitirían [el unirse a las Provincias Unidas] este momento se hace decisiva la influencia de Pedro Trápani sobre Lavalleja. Desde meses atrás le insinuaba la solución independentista como la mejor para los orientales, obedeciendo en esto a las sugerencias Ponsonby y probablemente a la postura de un creciente núcleo de patriotas [...]

El dinero, como se ve, corrió a raudales con tales fines, en concepto de préstamos usurarios. Masonería de por medio, como es habitual.

BARRIOS PINTOS[124] describe las correrías de Trápani: “Ya radicado en Buenos Aires, Pedro Trápani en 1812 participó en explotación del primer saladero instalado en dicho territorio, propiedad de los comerciantes ingleses Roberto Ponsonby Staples y Juan Mac Neile radicado en la capital bonaerense poco después de la revolución de Mayo. El establecimiento tenía instalaciones costosas y estaba situado en la ensenada de Barragán, al este del pueblo de Ensenada, en las cercanías de la actual ciudad de La Plata. En la explotación del saladero donde trabajaban de cuarenta a sesenta hombres, Trápani participa con la asignación de una tercera parte de las utilidades. En la época Mac Neile lo calificó como un "industrioso e inteligente americano"”

Desde el comienzo Trápani, fue socio comercial de los ingleses y tuvo una participación importante en las utilidades.

“Pedro Trápani tendrá en Ponsonby Staples –agente oficioso y luego Cónsul británico- la primera vinculación amistosa con un representante inglés. Su posterior relación con el plenipotenciario Lord John Ponsonby – sobrino se ha dicho de Roberto Ponsonby Stapless- será de decida importancia para formar la opinión de Lavalleja, en el giro de las negociaciones de la independencia definitiva de nuestra patria”.

Por lo que BARRIOS PINTOS[125] reconoce que la relación de Trápani con los ingleses fue de vital importancia para formar la opinión de Lavalleja, quien fue claramente manipulado con los consejos de su coterráneo para negociar la independencia de la Banda Oriental como querían los ingleses

“Trápani fue accionista de la Sociedad de Comercio de Buenos Aires o Famatina Mining Co. para la explotación de minas en La Rioja, entre cuyos directores figuraban Braulio Costa, el Cnel. ‘Oriental’ Ventura Vázquez y Guillermo Parish Robertson…”

La sociedad comercial entre Trápani, los ingleses y los cipayos bonaerenses mencionados siguió creciendo.

Rivadavia era parte de este negociado.

Tal como documenta con fundamento José María ROSA[126] (con el seudónimo de Martín PINCEN), Graves cuestiones embargaron el ánimo de Rivadavia al hacerse cargo de la Presidencia. No se trataba de la guerra con Brasil, precisamente. Poco antes de su elección escribía a Londres por carta del 6 de noviembre de 1825, tomada del proceso de quiebra de la Mining Association en 1826.: “El negocio que más me ha ocupado, que más me ha afectado, y sobre el cual la prudencia no me ha permitido llegar a una solución es el de la Sociedad de Minas... con el establecimiento de un gobierno nacional todo cuando debe desearse se obtendrá”. Dice el autor que esta carta se dio a conocer en varias oportunidades: por Dorrego en El Tribuno, el 26 de junio de 1821; por Dorrego y Moreno en su folleto Refutación a la Respuesta (Bs. As., 1827); por Vicente Fidel López en su Historia de le República Argentina, t. X, págs. 272 y 273 (edición. de 1893); por José María Rosa en Defensa y pérdida de nuestra independencia económica págs. 145 a 147.

Su Ministro de Hacienda fue Salvador María del Carril que puso la titularidad de todas las minas que había en San Juan, su provincia, a disposición de la Sociedad minera que Rivadavia fundara en Londres

Sigue exponiendo con fundamento José María ROSA[127]Pero Quiroga se negó a entregar el Famatina. Fue un alzamiento contra la autoridad nacional “imperdonable en tiempo de guerra” como comenta el doctor Vedia y Mitre. Y el Banco, que no daba recursos para la guerra internacional facilita generosamente dinero para armar a Lamadrid y al ejército presidencial del interior…A pesar de las letras de cambio Lamadrid será derrotado y la Compañía de Minas no le quitó el Famatina a Quiroga.

Cuando finalmente Rivadavia renunció en junio de 1827 (luego del acuerdo bochornoso en Río de Janeiro firmado por el Unitario Manuel García) Vicente López y Planes se hizo cargo en forma provisoria del gobierno, teniendo a su lado a Tomas Manuel de Anchorena como Ministro de Hacienda, éste se encontró con que “no ha quedado en Tesorería ni una onza de oro, ni un peso de plata ni un billete de Banco. No hay nada; absolutamente nada: hasta los muebles de la Casa de Gobierno se los ha llevado Rivadavia. Solamente hay deudas: al ejército no se le paga desde 1826, al Banco se le deben once millones, hay letras protestadas de otros acreedores por más de dos millones, se deben los últimos servicios del empréstito.

“Y comprueba que Del Carril, después de la salida de Rivadavia, ha hecho libranzas contra el Banco por millón y medio de pesos que éste no alcanzó a pagar. Anchorena anula estas letras, suspende los trabajos públicos y suprime la mitad de los empleados de gobierno (…)”.  

Volviendo al inefable “Pedro Trápani, con Braulio Costa y Félix Castro, integraron el 1823 una comisión, a solicitud del Cabildo de Montevideo, encargada de obtener un empréstito para atender los gastos del movimiento independentista de la provincia oriental, que se gestaba en esa época”

El préstamo por la cantidad de cien mil pesos se llevó a cabo con la garantía de las propiedades de más de veinte vecinos montevideanos "pagables libre la Provincia o frustrada la empresa", bajo el crecido interés mensual del cinco por ciento.  Por un reconocimiento del Gobierno de Buenos Aires al Gobierno Oriental de fecha 9 de octubre de 1828, se sabe que los comerciantes que franquearon sólo $ 8.795 de ese empréstito al haber fracasado el movimiento fueron Félix Castro, Braulio Costa y Pedro Trápani.  Dicha suma devengó el 3 de agosto de 1826 la suma de $17.569 de interés, cantidad que, adicionada a la anterior, fue la que reconoció el gobierno bonaerense- Para algunos historiadores, esta actitud ensombrece la eficaz gestión de dirección, apoyo y buen consejo que le cupo a Trápani en todo el proceso de la empresa revolucionaria".

Trápani y sus socios comenzaron a gestionar empréstitos para la gesta que estaban organizando Lavalleja, Oribe y otros. Es claro que la lucha por la independencia generaría pingües ganancias a los financistas. Empréstitos que en algún momento se deberían pagar y en los cuales Trápani estaba inmiscuido.

“Estos son algunos rasgos de la actuación comercial, industrial y ganadera de Pedro Trápani hasta 1823. Luego, en contacto personal con Juan Antonio Lavalleja y otros emigrados orientales, emerge en escena el aspecto prominente de su personalidad (sic) Antes de producirse la Cruzada Libertadora de 1825, Pedro Trápani recaudó con Gregorio Gómez la cantidad de $ 16.200 de varios prestamista  vinculados a su actividad de saladerista, hacendado y comerciante y desde mayo de ese año integró con José María Platero –patriota oriundo de España y amigo de Oribe- y Pascual Costa, la Comisión Oriental radicada en Buenos Aires, encargada de contratar un empréstito y del envío de armas para la empresa”.

No sabemos a qué se refiere BARRIOS PINTO[128] cuando dice el ‘aspecto prominente de la personalidad de Trápani’.  Trápani y sus amigos, como prestamistas, le prestaban dinero a la causa, dinero por el cual obtendrían ganancias con elevados intereses cuando les devolvieran lo prestado. El propio Trápani, como consejero, asesor confidencial y agente privado, persuadía a Lavalleja.  Negocio redondo para el anglófilo masón. 

“Desde mediados de diciembre de 1825 representó a la Provincia Oriental ante el gobierno de Buenos Aires. Amigo íntimo entonces de Lavalleja, Trápani fue su asesor confidencial y su agente privado en cuanto a su conexión con el gobierno porteño. Sagaz observador de la escena    política, con encendimiento patriótico, profunda convicción y pensamiento decidido, vigoroso y equilibrado, le formuló planes de gobierno y le fue señalando, inteligentemente, los mejores caminos para la libertad de la patria”.

A nuestro entender, yerra el autor Oriental BARRIOS PINTOS[129] respecto a las virtudes que veía en Trápani, virtudes patrióticas inexistentes. Como puede leerse arriba, era un plan pergeñado a la perfección, con beneficios comerciales para Trápani, sus socios ingleses y para el gobierno inglés.

{….}.“El pensamiento independentista de Pedro Trápani está fijado epistolarmente el 12 de abril de 1827 en carta dirigida a Lavalleja. Días después, el 16 de ese mismo mes, refiriéndose a la negociación de paz con el Brasil, manifiesta, proyectando su visión de futuro: "-conseguida que sea la Independencia de nuestra provincia, no debemos procurar más que la paz interior y el momento de nuestra industria que indudablemente vendrá por el comercio, el que será atraído por la feracidad de nuestros campos poblados, cuanto por las leyes y el gobierno”.

Trápani tenía un solo objetivo en vista: lograr la independencia de la Banda Oriental para que el liberalismo fuese el norte en el desarrollo comercial favorable a Inglaterra y a su propio bolsillo, vulnerando la soberanía de su territorio y dando por terminado el proteccionismo que perjudicaba sus negocios particulares.

La solución independentista había sido sostenida a lo largo de 1826 por la diplomacia inglesa ante el presidente argentino Bernardino Rivadavia y el Emperador del Brasil, como lo pone de manifiesto la documentación publicada por C. K. Webster en 1938 y Luis Alberto de Herrera, en 1940.  El proyecto había sido sugerido en el intento de hacer posible una negociación de paz.

De tal manera Lord John Ponsonby, el enviado de Londres, propuso como solución la independencia total de parte de la Provincia Oriental (las Misiones Orientales quedaron en poder de Brasil) con el nombre de Estado Oriental del Uruguay.  La propuesta inglesa tenía como finalidad restablecer la paz en el Plata, consolidar el comercio inglés e impedir que fueran dos grandes estados, Brasil y Argentina, los que dominaran el estuario. El diplomático convenció a Argentina y Brasil para que no gastaran dinero en una guerra por la Provincia Oriental.

Sin embargo, los verdaderos intereses del Imperio Británico se ven en una carta que envió Ponsonby a Londres, más específicamente a George Canning el día 2 de octubre de 1826 donde se ponen en la mesa las intenciones británicas.

En la misma el diplomático mencionó que los intereses y la seguridad del comercio británico, serían grandemente aumentados en un Estado en que los gobernantes cultivaran una amistad por Inglaterra. La Banda Oriental contenía la llave del Plata y de Sud América, debiéndose perpetuar una división geográfica de Estados que beneficiaba a Inglaterra y la paz.

Veamos la carta que transcribe BARRIOS PINTOS[130]:

 "En mi cálculo de las ventajas que posiblemente se deriven del proyecto que he sugerido, incluyo su efecto como medida de guerra (si no se lograra la paz) porque es un hecho indiscutido que a los Orientales les desagrada estar sometidos a Buenos Aires sólo menos que estar sometidos al Brasil, y que la Independencia es su más caro anhelo. En consecuencia; si Buenos Aires, en acto solemne, declara estar resuelta a establecer la Independencia de la Provincia Oriental, se le ayudará en la guerra contra el Brasil con todo el celo con que los hombres luchan por su propia causa, en lugar de ser ( como ocurre ahora) traicionada o combatida tan a menudo como se le ayuda....La situación de los mercaderes y comerciantes británicos en ésta, es de lo más calamitosa; el comercio ha sido completamente destruido, y (como le demostrará a usted el estado del cambio) su capital en este país ha disminuido en mucho más de la mitad.

"-Tengo ciertas esperanzas (quizá demasiado optimistas) de que el proyecto que he sugerido pueda ser acogido favorablemente en Río y conduzca a una negociación, si fuera adoptado aquí y debidamente encauzado. Creo que el Emperador ha comenzado a experimentar las dificultades de la guerra y ha comenzado a sospechar que está expuesto por ella a no pocos peligros en sus propios dominios. Creo, asimismo, que  desea mucho más mantener la Banda  Oriental fuera de las manos de Buenos Aires que cualquier otra cosa, que la pasión y no política es su mayor  incentivo y que, en realidad, el Brasil tiene poco o ningún interés, directo o indirecto, en la posesión del Río de la Plata, a menos que el Brasil pueda esperar siempre conservar la Banda Oriental - esperanza que, en cualquier circunstancia que pueda yo prever, creo que puede calificarse de quimérica-".

 “-El proyecto en cuestión al sustraer la Provincia del dominio de Buenos Aires satisface en cierto modo el odio del Emperador hacia Buenos Aires. También salva su orgullo de la mortificación de ceder cualquier cosa directamente a este Estado, y como el tratado (de existir alguno) sería negociado con la mediación de Inglaterra, estaría habilitado para pensar o decir que consistió en entregar un territorio del cual se titula soberano, a un amigo que aconsejaba y no a un enemigo que exigía-”.

BARRIOS PINTO[131] haciendo una reflexión final nos dice que “.En nuestra opinión. y luego de un análisis meditado de los documentos de la época, consideramos que fue Trápani el que se afilió a la fórmula independentista surgida a fines de 1825 de la diplomacia inglesa (en el pensamiento de su representante en Río de Janeiro Charles Stuart) como el propio Trápani lo reconoce en carta dirigida a Lavalleja el 30 de diciembre de 1832.

Su gestión ‘orientalista’ ante nuestro gobernador y Capitán General [Lavalleja] como intermediario entre él y Ponsonby- para convencerlo de que la mejor solución era la independencia absoluta fue decidida, tenaz, esforzada y fervorosa, al percibir lúcidamente nuestro destino, en momentos en que el gobierno porteño se manifestaba contrario al reconocimiento de nuestra independencia”.

“La reincorporación de la Provincia Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata hizo difícil la situación de Trápani al estar desde ese momento subordinado Lavalleja al gobierno central bonaerense. Por ese entonces su estrecha vinculación con Lord Ponsonby, ministro plenipotenciario inglés en Buenos Aires, provocó su persecución por el gobernador Cnel. Manuel Dorrego”.

Como síntesis final reconoce el historiador Oriental que Trápani fue quien convenció a Lavalleja de hacer la gesta del 19 de abril de 1825, con préstamos exorbitantes, del mismo Trápani y sus socios. Pero, la tan estrecha relación y subordinación de éste con Lord Ponsonby hizo que, caído Rivadavia, Dorrego iniciara su persecución.

La gesta histórica estuvo manchada por el dinero entregado a manos llenas por la banca inglesa a través de Trápani y los socios ingleses en Buenos Aires, pero el resultado de la lucha no fue oscurecido por la injerencia inglesa.  Pues después de la expulsión de los brasileños de la Banda Oriental, el Brasil declara la guerra a la Confederación Argentina victoriosa.

Los intereses de la independencia total de la Banda Oriental por parte de los ingleses, también lo presenta el historiador Luis Alberto ABRAHAM[132]Inglaterra, que observaba atentamente los esfuerzos patriotas, tuvo la evidencia que era un pueblo digno de ser libre y en tal sentido comenzó sus trabajos políticos que también convenían a sus intereses por la considerable extensión de costas en poder de la Argentina y Brasil”.

En las lacónicas palabras del autor, está el reconocimiento de que Inglaterra, luego la incorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas por aclamación comenzó sus ‘trabajos políticos’ (sic) que también ‘convenían a sus intereses’.

Esos intereses eran, como bien lo reconoce el autor, que las costas del Río de la Plata no estuvieran en poder total de las Provincias Unidas, ni de éstas con el Brasil, sino que estuvieran en manos de la mayor cantidad posible de estados independientes a fin de que los ingleses pudieran influenciarlos y someterlos comercialmente.

Del mismo modo piensa otro historiador Oriental, Raúl ITURRIA[133], a nuestro entender, también equivocado.

El autor dice que lo que verdaderamente querían Lavalleja, Oribe y Artigas era una independencia total de la Banda Oriental; que no querían pertenecer a las Provincias Unidas ni ser anexados por el Brasil; que Trápani fue casi un héroe y que la influencia inglesa, si bien existió para tal fin, fue menor.

En realidad, lo que los héroes mencionados querían no era la independencia total de las Provincias Unidas sino una autonomía como la de las demás provincias, en Unión Confederada, como lo dicen las distintas proclamas hechas, sobre todo antes de la guerra contra el Brasil.

Otra verdad era que la inquina, justificada, de los Orientales no era contra la Argentina sino contra los porteños centralistas y futuros Unitarios.

Finalmente, la última verdad es que Trápani era lisa y llanamente un agente inglés (se comunicaba con Lord Ponsonby, de triste recuerdo en nuestras tierras), pegado a la figura de Lavalleja y otros patriotas a fin de influenciar en sus decisiones en forma artera y sibilina manejando los intereses ingleses como agente criollo, sin despertar mayores sospechas.

Intereses ingleses que consistían en lograr, a como diera lugar, la independencia de la Banda Oriental tanto de las Provincias Unidas como del Brasil.  Luego lo intentarían con Corrientes y Entre Ríos, y así con dicha fragmentación dominar comercialmente a una serie de republiquetas hispanas y hacer desaparecer para siempre la unidad hispanoamericana puesto que había en juego intereses comerciales y estratégicos en lucha contra los de España, tal como expresaba Canning sobre dicho resquebrajamiento y que nos trae Luis A. de HERRERA[134]Está consumado.  Es un acontecimiento que cambiará la faz del mundo en forma casi tan importante como el descubrimiento del continente hoy liberado

Además, el importante historiador dice sobre el tema “Los ingleses, y en especial, Lord Ponsonby, vieron la realidad política, social y geográfica de nuestro territorio, al expresar: " La Banda Oriental es casi tan grande como Inglaterra. Tiene el mejor puerto del Plata dentro de sus límites. El suelo es particularmente fértil y el clima el mejor; con mucho, de estas regiones; está bien regado y, en parte, provisto de buenos montes. Muchos de sus habitantes tienen grandes posesiones. Son tan cultos como cualquier persona de Buenos Aires y capaces de constituir i un gobierno independiente, posiblemente tan bien administrado y conducido como cualquiera de los gobiernos de Sudamérica. El pueblo es impetuoso y salvaje, pero no más que el de aquí y, yo creo, como el de todo el continente”.

Los diplomáticos británicos, prestos a abalanzarse apenas pudieran sobre estas tierras hacían, diríamos hoy, un ‘arqueo’ económico-social,

HERRERA[135], creyendo hacer un elogio de Trápani, en el fondo no hace más que probar la actitud sigilosa y de ‘doble agente’ del mencionado, a favor de los intereses ingleses, haciendo permanentes lisonjas a Lavalleja para inducirlo a actuar como instrumento de aquellos intereses británicos. (la ‘negrita’ nos pertenece)

“Pedro Trápani, quien habiendo nacido en Uruguay el 1 de agosto de 1783; hijo de don Juan Camilo Trápani, se radicó en Buenos Aires en 1812 y se dedicó a la explotación de un saladero. Don Juan Camilo Trápani fue pionero en la industria saladeril de Montevideo, oficio que heredó su hijo Pedro y por tales conocimientos le fue permitido transformarse en pionero de tal industria en Argentina.

“En ese establecimiento instalado allí, Trápani tuvo por socios a los comerciantes ingleses Roberto Ponsonby Staples y Juan Mac Neile.

Roberto Ponsonby Staples, era tío de Lord John Ponsonby, y esta visión comercial se transformará en lazo afectivo, primero, y vínculo político, pues, con el mediador y permitirá que Trápani opere a favor de Lavalleja y intención independentista de éste”.

Pero antes aún de operar como agente confidencial de Lavalleja, Trápani integró el grupo de orientales emigrados, que iniciaron los preparativos de tura cruzada; y fue él quien tuvo a su cargo la tarea de recaudador de fondos y de tesorero de los mismos, cumpliendo a cabalidad tal tarea, haciendo posible de ese modo la homérica cruzada”

Se refiere Herrera al ‘admirable Trápani’ (sic), sin hacernos ver que el tal Trápani era amigo, agente encubierto de Ponsonby, operando supuestamente a favor de Lavalleja.  Sus móviles políticos y militares, con el dinero ‘recaudado’ no eran otros que los de los ingleses apurados por lograr la independencia, que según el autor era la ‘intención de Lavalleja’. Algo que no era cierto como se ha demostrado documentalmente con la intención real de éste de incorporarse a las Provincias Unidas, pero conservando la autonomía, que no es lo mismo que la independencia total y absoluta.

ITURRIA[136] dice “Si consideramos lo difícil del tiempo que vivió el Libertador, sin duda que encontró en Trápani, un consejero preparado y cauto, que le aconsejó con certeza y que le atrajo la buena voluntad del mediador”.

Bueno, es cierto que Trápani era cauto y preparado, pero no dice el autor para qué o para quién. Los ingleses sí lo sabían.

HERRERA[137] comenta dos cartas que Trápani le envió a Lavalleja, una del 4 de mayo de 1827 donde dice:

Entretanto, sepa Vd. que sus cartas me son muy interesantes y que ellas, bajo el supuesto (que yo aseguro) de ser exactas y verdaderas, son leídas por un individuo que tiene una parte muy principal en nuestro bien ". (El individuo a que refiere, no es otro, que Lord Ponsonby; su amigo, su financista…su patrón).

Posteriormente en otra carta del 22 de julio de 1828 le dice “Con circunspección, prudencia y un poco de paciencia, conseguirá Vd. la independencia”.

Del mismo tenor hay otra carta de Lord Ponsonby, su jefe, a Lavalleja cuando éste, Oribe y los demás “33” habían obtenido el triunfo: “Ud. tiene en los negocios de su país esa gran influencia que necesariamente pertenece a los grandes servicios y a una habilidad reconocida”.

Al igual que en la carta de Trápani a Lavalleja puede ‘olerse’ aquí un tufillo demagógico del taimado agente inglés, susurrándole al oído a Lavalleja y regodeándose del venturoso porvenir de los intereses ingleses.

Era hacerle decir a Lavalleja lo que en realidad eran las propias intenciones y deseos de Trápani y de Lord Ponsonby.  Esto nos recuerda las cartas de Salvador María del Carril a Lavalle con el objeto de hacerle creer que la intención de matar a Dorrego era pensamiento propio y autónomo de Lavalle, cuando Del Carril, Agüero y demás Unitarios pergeñaron fríamente el asesinato y contaron como instrumento al débil Lavalle.

Hay una carta de Lord Ponsonby a Gordon, Ministro del Reino Unido en Brasil[138]He despachado para entrevistarse con Lavalleja a una persona en la que confío plenamente (por ser el de mayor interés para ella el apoyar mis opiniones), para conseguir con aquel jefe las gestiones necesarias a seguir para el buen éxito de nuestra obra (El hombre de confianza era Pedro Trápani)

“…el buen éxito de nuestra obra.” dice Ponsonby, utilizando a su `peón’ Trápani para acceder a Lavalleja, a quien éste le tenía plena confianza.

Dice en consonancia Guillermo VÁZQUEZ FRANCO[139] que “Por esa hendija que abría un cipayo [Pedro Trápani] vino el inesperado golpe de la Convención de Paz. Inesperado para los despistados indianos, no para la masonería inglesa que lo venía preparando desde 1826, por lo menos. El papel de la masonería -digámoslo entre paréntesis- no ha sido, todavía, suficientemente evaluado ni esclarecido; señalo un detalle que hemos pasado por alto: los cinco diplomáticos, firmantes de la Convención, eran masones”'

Esa masonería inglesa, como dice Vázquez Franco, estaba representada en última instancia por el astuto diplomático inglés Lord Ponsonby que iba acercándose al objetivo del Imperio Británico…lograr la independencia total de la Banda Oriental de la Provincias Unidas. Dinero sobraba.

Lo que no sobraba en este aspecto era la visión de los historiadores Atilio Barrios Pintos, Luis A. de Herrera y de Raúl Iturria.  Creían que era un triunfo de los Orientales, cuando sólo lo había sido en el primer tramo con la expulsión los brasileños de la Banda Oriental. No veían la intención ulterior de los ingleses, escondida entre los pliegues de la confabulación con los criollos empleados de éstos: lograr la independencia absoluta. Esta cuestión no estaba ni en Artigas, ni en Oribe ni en Lavalleja, como afirman los autores mencionados, forzando interpretaciones distorsionadas de distintos documentos.

Sobre el tema dice Ana FREGA[140]: “El historiador uruguayo Eugenio Petit Muñoz (1956) llamó la atención sobre la necesidad de distinguir en los textos de la época las menciones a la "independencia absoluta ", de aquellas que se referían a la independencia a secas. Mientras que las primeras apuntaban al significado actual del término, las segundas remitían a lo que entendemos por "autonomía": expresaban la libertad de gobernarse por sus propias leyes o elegir sus autoridades, y no eran contradictorias con distintas formas de unión o asociación con otras unidades políticas.

“Como ha resaltado el historiador argentino José Carlos Chiaramonte (1997 y 2004), estas posibilidades estaban presentes en distintos tratados sobre el Derecho Natural y de Gentes de uso frecuente en la época y a los que se recurrió más de una oportunidad para fundamentarlas [ ...].,

“La defensa de la " soberanía particular de los pueblos " impulsada por José Artigas se concretó en abril de 1813 con la constitución de una nueva provincia en el antiguo territorio del Virreinato del de la Plata: la Provincia Oriental del Uruguay. El proyecto político clamaba la "independencia absoluta de estas colonias" respecto de "Corona de España y familia de los Borbones", a la par que defendía la capacidad de los "pueblos libres" de intervenir en la formaci6nla naciente asociación política y conservar "su soberanía, libertad independencia de todo poder jurisdicción y derecho " que no hubiere delegado expresamente por la confederación a las Provincias Unidas juntas en Congreso.

En estos artículos de las instrucciones en abril de 1813 a los diputados que debían incorporarse a la Asamblea General Constituyente reunida en Buenos Aires quedaban expuestos dos niveles del Concepto analizado. Por un lado, la "independencia absoluta " de la metrópoli, planteando la separación definitiva.

“Por otro, la independencia frente a la nueva unidad Política a construir, reservándose ciertos derechos y poderes para la provincia. En la Oración inaugural al Congreso que tom6 estas decisiones, Artigas había indicado que el reconocimiento a dicha Asamblea debía conciliarse con la " libertad inviolable " de los pueblos, lo que "ni por asomo, se acerca a una separación nacional"' (AA, 1974, XI, 70- 78).

Además de las proclamas y discursos que prueban lo que decimos, encontramos, a simple modo de ejemplo, una misiva de Lavalleja a Rosas del 6 de agosto de 1836 en la que le comunicó que había recibido ‘orden’ del gobierno de presentarse en Uruguay para sofocar una revolución que acababa de desatarse. “puede Ud. dirigirme ‘sus órdenes’ seguro que me será satisfactorio el mostrar a vuestra excelencia el aprecio y respecto que me merece…”

De las propias palabras de Lavalleja surgió la subordinación de sus acciones a las ‘órdenes del gobierno’, gobierno de la Confederación Argentina que presidía Juan Manuel de Rosas. No decía ‘órdenes’ sino ‘SUS órdenes’, lo que implicaba ‘pertenencia’.

En fin, luego de la Cruzada de los “33 Orientales”, se desató la guerra con el Brasil. Finalizada la misma y por el malhadado acuerdo, Inglaterra protegiendo sus intereses logró que la Banda Oriental dejara de pertenecer a las Provincias Unidas a través de una infame Convención de Paz entre Brasil y la Confederación, el 27 de agosto de 1828, por la cual los brasileños evacuaron la Banda Oriental.

Estando Rivadavia en el gobierno de las Provincias Unidas y manejando la Banca inglesa, nuestro Banco Nacional, se negó a asistir a nuestras tropas en la guerra contra el Brasil.  Ello obligó a la tristemente conocida Convención Preliminar de Paz, que creó al Uruguay como un ‘Estado- Tapón’, al decir de José María ROSA[141]

La Confederación Argentina aceptó su independencia y la no reincorporación a su seno, tal como querían los Orientales.  Tuvo mucha incidencia el tal Trápani ya que estuvo presente en la redacción de dicho Convenio.

Inglaterra logró finalmente su objetivo tan ansiado: la navegación libre de los ríos interiores, y al mismo tiempo consiguió que la Confederación Argentina perdiera la soberanía en la entrada del río de la Plata y, por tanto, sobre ambas márgenes de los ríos Paraná y Uruguay.

El deseo imperioso de Inglaterra y Francia era formar un ‘Estado-Tapón’ con Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental y hacer de Montevideo, no nos cansamos de repetir, una factoría internacional y también llegar, vía fluvial, al corazón del Paraguay para abrir nuevas posibilidades mercantiles.

De esta manera, dice con acierto y exactitud Felipe FERREIRO[142]

“La fórmula de Paz de 1828 dispuso radicalmente nuestra separación de la Comunidad Indiana. Adquirimos entonces la Independencia que Artigas había desdeñado aceptar -según vimos- en 1815 precisamente porque se encaminaba a apartarnos sin nuestra voluntad de la familia, y privarnos de: compartir de hecho y derecho sus vicisitudes y sus grandezas.

“Esta vez ganamos en cuanto se recuperó nuestra personalidad de ‘Pueblo Libre’ y perdimos desde que se nos limitó el ejercicio de Soberanos -anexo a dicha situación- por la condición inexorable de aislarnos.

“Había que someterse: lo que Artigas pudo fácilmente negarse a aceptar porque sólo tenía frente a él a Buenos Aires, no estaban en situación de resistir Lavalleja y Rivera pues tenían ante ellos a las fuerzas mayores y convergentes del Imperio y de Inglaterra.

“Esta presionaba por la paz de todos modos y aquel -en el mejor caso para nosotros- convenía admitirla sobre la base de nuestra desvinculación absoluta de los pueblos […]”,

“Por el Tratado de Paz de 1828 se nos privó del derecho -anexo a la Soberanía- de poder integrar si ello conviniese una Unión con otro u otros pueblos de la hermandad continental. […]”

Este autor sintetiza un pensamiento sobre la realidad de los hechos al que también suscriben los autores anteriormente citados.

Ahora bien, detengámonos en lo siguiente que amerita un interrogante sin respuesta al momento.

Si la Convención era ‘Preliminar’ quiere decir que quedaba sujeta a otra definitiva.  Algo que nunca aconteció, por lo que podría entenderse que no debería tener vigencia ni aplicación definitiva, aún al día de hoy.

Si sumamos a ello que dicha soberanía fue acordada entre dos Estados (el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina) distintos a aquel sobre el que recayó la independencia (la Banda Oriental), se puede colegir que tal Convención es nula e inaplicable porque los representantes de la Banda Oriental fueron excluidos.

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Dejamos planteado tal interrogante.

La Convención Preliminar de Paz que se convino en 1828 entre el Imperio de Brasil y las Provincias Unidas llevó a Lavalleja a deponer su dictadura.  El 1 de diciembre del mismo año, el general José Rondeau se hizo cargo del Gobierno Provisorio del recién creado Estado Oriental.

Lavalleja se rebeló contra la presidencia de Rivera, alzándose en armas en julio de 1832.  Fue derrotado por lo que se vio obligado a refugiarse en el Brasil. En 1834, fue protagonista de un nuevo levantamiento armado, cuando invadió la República Oriental con el auxilio de Juan Manuel de Rosas. En esta ocasión también fue derrotado.

TORRES WILSON[143] traza un paralelismo entre Oribe y Rosas señalando semejanzas y diferencias en sus personalidades:

“Oribe, era un hombre de cuna aristocrática, con innato sentido de la autoridad y del orden heredados de la tradición hispánica. A esto unía una capacidad empresarial que lo convirtió desde temprano en un exitoso y moderno hacendado, impulsor de la agricultura y de la industria saladeril. Pero, además, Rosas era --como Don Frutos [Gral. Fructuoso Rivera]- un gaucho capaz de convertirse en caudillo de sus peones y de los peones de sus vecinos. En 1820 sostuvo –como Oribe- los restos de la autoridad del Directorio pero, vinculado a los hombres del Partido Federal, se fue convirtiendo en la figura clave de la campaña de la provincia de Buenos Aires. Participó activamente en la organización en Ia financiación de la Cruzada de los Treinta y Tres, en cuyos prolegómenos trabó estrechos lazos de amistad con Lavalleja, Oribe y otros Orientales. Después del fusilamiento de Dorrego, el prestigio de Rosas lo llevó a convertirse en el jefe del Federalismo porteño, en cuya calidad asumió el cargo de gobernador de la provincia entre 1829 y 1832. En esa etapa su administración tuvo -en muchos aspectos- caracteres similares a la que luego desarrollaría Oribe en la Banda Oriental…”

Como veníamos diciendo, cuando era presidente Fructuoso Rivera, hubo intentos de Lavalleja y otros camaradas de dar por tierra con su gobierno. Oribe no acompañó el movimiento ‘lavallejista’ y, si bien no comulgaba con Rivera, primó en él el sometimiento al orden constitucional. Lavalleja fue destituido y debió alejarse de la Banda Oriental.

 Al finalizar el mandato de Rivera, lo sucedió Oribe, elegido el 1 de marzo de 1835, quien fue el segundo presidente constitucional.

Como gobernante Oribe cumplió dos períodos: dos años de presidencia constitucional, cortados por la revolución de Rivera y la intervención extranjera (1º de marzo de 1835-24 de octubre de 1838), y el período de gobierno del Cerrito durante la Guerra Grande (1843-1851). En ambos su accionar en el terreno social fue notable por lo adelantado a los tiempos.

Oribe no sólo era un eximio militar de carrera sino también un gran estadista que fue derrocado por un golpe insurreccional encabezado por Fructuoso Rivera.

A diferencia de su antecesor, Rivera, la política de Oribe se orientó a eliminar todas las deudas y falencias del sistema financiero interior. Además, su gobierno de corte nacionalista, se declaró neutral en cualquier conflicto exterior, algo que irritó a los diplomáticos europeos. En desacuerdo, Rivera fortaleció su alianza con Francia y los ‘antirrosistas’ exiliados en Montevideo.

Durante los dos períodos de su gobierno, el primero incluía Montevideo, Oribe produjo grandes cambios sociales, según Romeo Pérez Antón y otros autores como Luis Alberto ABRAHAM[144] a quien derivamos al que desee abrevar más profundamente en la gestión educadora y cultural de Oribe.

Sinópticamente podemos apuntar:

·   El fortalecimiento de la higiene pública, dictando el Reglamento de Policía Sanitaria.

·   La creación de los primeros servicios de seguridad social, primero para los militares retirados y viudas de caídos, y luego para el resto de los funcionarios públicos.

·   La organización de los servicios de correos, herramienta fundamental para la comunicación entre la capital y las ciudades y villas del interior.

·  La unificación de los fueros civil y eclesiástico.

·  Comienza la tarea de liberación de esclavos, anulando los permisos de navegación a los barcos dedicados a este tráfico. Además, decreta que todos los siervos que pisaran suelo oriental serían libres de hecho y de derecho.

·  Reorienta el impuesto al ganado en pie hacia un impuesto de producción y renta, con el objetivo de simplificarlo y que fuera más ajustado

·  La fundación de escuelas en todo el país.

·  La creación del servicio de ‘Servicios de Serenos’ para Montevideo; servicios que ya existían en otras ciudades de la Confederación y de Europa.

·  La extensión del método lancasteriano de enseñanza.

·   El mejoramiento de los niveles docentes, trayendo educadores españoles y sacerdotes escolapios para dictar cursos.

·  Se decretó libre de derechos de importación el papel y libros.

·  Se reabrió la Biblioteca Nacional, en 1838, con 1500 libros.

·  Se fundó la Universidad de la República, ese mismo año, sobre las bases de algunas cátedras creadas por el propio Larrañaga.

Dice Jorge PELFORT[145] sobre el primer período de gobierno de Oribe: Cuando en 1835, con e] voto unánime de la Asamblea General- único caso en nuestra historia-, es electo Presidente de la República, Io que los altos círculos ni por asomo previeron fue que, para el novel mandatario, el orden,  lejos de constituir un fin por sí mismo, configuraba el ambiente indispensable para poner a andar de una buena vez a la joven nación, buscando solución a las mismas acuciantes necesidades de TODA su población, aspecto ajeno a – y aún a veces antagónico-al plácido disfrute de la herencia hispánica, de la que aquellos  se consideraban legítimos sucesores”.

“Su gestión se ve obstaculizada por el gran descalabro administrativo financiero de su antecesor, Rivera, y las presiones internas y externas. Pese a ello, la obra de este primer periodo de gobierno es llamativa por lo profusa, especialmente en cuanto a obra social.

Cuando Oribe fue electo presidente, las relaciones entre éste y Rivera, a la sazón elegido Comandante General de la Campaña, empezaron a empeorar.  Dice el citado autor “Oribe -en un acto de conciliación nacional- decretó la amnistía de los revolucionarios ‘lavallejistas’ y su reincorporación al ejército, levantando, además, la severa confiscación de sus bienes establecida por el gobierno de Rivera. Lavalleja diría entonces, en carta a Oribe, que "el objeto que me había propuesto en la contienda cesó desde que Vd. tomó las riendas del gobierno" y, prácticamente los restos del antiguo ‘lavallejismo’ pasaron a integrar la naciente parcialidad de la nueva administración, eclipsándose la figura de Lavalleja de los papeles protagónicos de la vida nacional, como si el duro esfuerzo cumplido hubiese mellado para siempre su espíritu de luchador”.

“Pero la obra restauradora de Oribe no se detendría allí ni se agotaría en la mejora de la administración. En la medida en que iba ajustando, uno a uno, los resortes del aparato estatal, el nuevo gobernante comenzó a dirigir su mirada inquisidora sobre los actos del gobierno anterior en donde se hallaba el germen de muchos de los problemas que enfrentaba. Mucho debió inquietar a Don Frutos que se iniciase el análisis de su gestión gubernativa que culminaría -ya rotas sus relaciones con Oribe- con la formulación de 174 acusaciones concretas y documentadas de irregularidades. Por otra parte -ante un nuevo estallido de la siempre latente revolución riograndense- Oribe salió a la campaña, con tropas, desconfiando de la neutralidad del Comandante cuyos pasos vigilaba de cerca. Según Andrés Lamas, "Oribe y Rivera se vieron en el Cerro Largo y parecían sus alojamientos dos campos rivales".

Además de tener diferentes criterios y personalidades, la tensión entre ambos se agudizó sin retorno cuando Oribe accedió al poder y empezó el estudio y análisis de las condiciones en que Rivera había dejado las cuentas de su gobierno.   Oribe descubre el estado de abandono, deudas y desfalco que hizo Rivera dejando las arcas del gobierno prácticamente vacías. Intentó llevar a juicio y prisión al ladrón Don Frutos, así se lo conocía a Rivera, como hemos dicho al comienzo de este capítulo.

Cuando Rivera andaba por el interior del territorio mientras era presidente, dejaba el gobierno efectivo y la administración pública de la Banda Oriental, en Montevideo, al mando de una serie de personajes colaboradores de la ocupación luso-brasileña y que se beneficiaron comercialmente con ello.

Entre ellos se destacaban José EllauriJulián ÁlvarezNicolás Herrera y Juan Andrés Gelly, entre si eran cuñados y concuñados pues estaban casados con hermanas de Lucas Obes. Tenían además otras cosas en común, eran letrados y habían apoyado a la Cisplatina conformando el grupo político denominado el “Club del Barón”, haciendo referencia al Barón de la Laguna, Carlos Federico Lecor. Esta relación de parentesco recibió enseguida el mote popular por el que se los conocía: "Los cinco hermanos".

El descontrol administrativo fue descubierto por Oribe cuando tuvo acceso al poder como segundo presidente. Por tal motivo, hizo cesar a Rivera en su puesto de la Comandancia de la Campaña. Éste la consideró una medida excesiva que no toleró por lo que comenzó a pergeñar el derrocamiento del presidente legal Oribe.

Oribe fue el creador de un cuerpo cívico-militar que le fue leal hasta el último día de su vida y que, en los azarosos días del Brigadier General, protegió con su vida, la vida de éste.

Sobre la organización cívico-militar, dice ABRAHAM[146] que Oribe “comprendió que la labor no era solo de los militares, sino que comprendía a la sociedad y para ello convocó a los ciudadanos para prestar servicios en la Guardia Nacional. Esa concepción de que deberían ser los ciudadanos los que asumieran la defensa de la Nación al ser agredida por fuerzas internas y luego por otras naciones, buscó comprometer a toda la sociedad cuando fuere agredida y no dejar que solo se hiciera cargo un grupo o sector y asumiera esa labor.

“Esa idea de una Guardia Nacional, convocada en cada circunstancia, suponía que el ciudadano como en el pasado era quien debía concurrir a sostener las instituciones en caso de disturbios o alzamientos revolucionarios, y también tomar parte activa ante las agresiones externas de que pudiera ser objeto la Nación.  Suponía una concepción dinámica y activa de la ciudadanía que no se limitaba a ver como otros debían tomar las armas y concurrir a la defensa, jugándose la vida. Es un aspecto poco mencionado pero que habla de la idea de un ciudadano que no debe ser pasivo ante el destino de su patria, sino que debía comprometerse con la misma.

En 1838, con un virtual golpe de estado y luego de varios intentos, Rivera junto a los ‘colorados’ Orientales, los Unitarios argentinos, los franceses en guerra con la Confederación y los Riograndenses, se sublevó desde la campaña y obligó a su sucesor Oribe, con su tuberculosis que avanzaba, a “resignar” el cargo de presidente, que fue retomado por Rivera.

TORRES WILSON[147] nos da una descripción del comportamiento ambiguo y acomodaticio de Rivera: “Llegado al del Fuerte, sede del gobierno [de la Defensa de Montevideo] en ancas de una revolución apoyada por unitarios, ‘farrapos’, franceses, el astuto caudillo trataba de "sacarse el lazo de las patas" desenredando la compleja madeja de alianzas que lo había llevado nuevamente al poder. Su instinto de baqueano le señaló un cambio de rumbo y siempre seguro de su estrella, escribió a Rosas buscando entenderse, de gaucho a gaucho, con el gobernador de Buenos Aires para seguir salvando -a su modo-a independencia oriental. Sus cartas encontraron protocolar acogida en la otra banda, pero la respuesta contenía la única exigencia que Rivera no podía aceptar: que Manuel Oribe fuese reconocido como presidente legal. Apremiado, cada vez más, por sus aliados y sintiendo que la suerte estaba echada, Don Frutos firmó una alianza con Corrientes -sublevada por los unitarios- y, diez días después de ser designado presidente constitucional, el 10 de Marzo de 1839 declaró la guerra a Rosas. Se iniciaba así un conflicto que durante trece años ensangrentaría las riberas del Plata y que quedaría en la memoria de la gente como la Guerra Grande”.

Tal como se dijo, la disputa entre Rivera, un caudillo ajeno a las normas de administración del estado, y Oribe, cuya conducta estaba pautada por el culto a la disciplina y a la autoridad, fue acumulando elementos que desembocarían en la conformación de bandos o divisas que luego devendrían en partidos políticos. Los ‘Blancos’ Federales y los ‘Colorados’ Unitarios al mando de Rivera.

Describe VIVIÁN TRÍAS[148]Las divisas, justamente, tienen su origen en un decreto del brigadier general que hizo obligatorio el use de la Blanca Para los suyos con la leyenda "Defensores del Orden" o "Defensores de la Ley". Rivera distribuyó distintivos celestes entre sus partidarios (el otro color de la bandera patria), pero como se destiñe fácilmente con las lluvias y soleadas, Lo cambió por el colorado del forro de los ponchos. Se estrenaron en la batalla de Carpintería —setiembre de 1836— en la que Rivera fue derrotado y perdió su equipaje, donde se encontraron documentos probatorios, no solo de que se hallaba estrechamente ligado a los emigrados unitarios (lo que era notorio), sino de que cultivaba tratos, vía marítima, con el mariscal Santa Cruz. Según el Cónsul ingles en Montevideo, Mr. Samuel Hood, se le ofrecía al jefe boliviano una provincia argentina cormo recompensa y a Rivera la posibilidad de unir en un solo Estado, al Uruguay, Entre Ríos y Corrientes.”

Puede constatarse acá la forma sinuosa en que se desenvolvía Rivera, ofreciendo lo que no tenía a cambio de dinero y la supuesta gloria de ser el Jefe de un estado nuevo, disgregado de la Confederación.

Como dice PELFORT[149]Después de la batalla de Carpintería, {Septiembre de 1936} Rivera huye a Brasil, regresando en octubre de 1837 aliado a los ‘farrapos’ y unitarios argentinos exiliados. Rivera y el general Juan Lavalle-uno de los más prestigiosos jefes militares del partido Unitario-vienen muy bien pertrechados de caballadas y armamentos, logrando derrotar al Ejército del gobierno en Yucutujá. (Artigas) el 22 de octubre de 1837 y en Palmar, el 15 de junio de 1838. Sus adversarios lo van acorralando. El Tratado de Cangüe (arroyito sanducero), firmado por los invasores con el gobernador riograndense José de Mattos (21/8/38), garantizaba a Rivera la presidencia prácticamente vitalicia del Estado Oriental.

“Finalmente la coalición ‘riograndense-unitario-riverista’, con el apoyo de la poderosísima flota francesa, que bloqueaba el puerto de Montevideo, obliga a Oribe a resignar su poder ante la Asamblea General el 23 de octubre de 1838.

Manuel Oribe, en su calidad de Presidente de la República, convocó a la Guardia Nacional con el objeto de defender el orden legal. Esta fuerza ciudadana se unió al ejército gubernamental al mando de Ignacio Oribe, y revistando casi la totalidad de los Treinta y Tres Orientales, incluido Lavalleja, enfrentaron a las fuerzas revolucionarias en campos de Carpintería, obligándolas a replegarse en Río Grande do Sul.

Rivera pactó con Juan Lavalle, jefe de las facciones Unitarias de las Provincias Unidas del Río de la Plata y tenía la intención de conseguir apoyo del imperio del Brasil.

Pero cuando se inició la revolución ‘farroupilha’, que pugnaba por la independencia del sur brasileño y la creación de una república, Rivera cambió de idea y se propuso ayudarlos para que colaboraran con él en la invasión a la Banda Oriental.

Esto deja en evidencia que Rivera no tenía inconvenientes en negociar con quien fuera y, llegado el caso, cambiarse de bando, con tal de lograr sus objetivos políticos y económicos personales.

Siendo presidente Oribe, como ya dijimos, en julio de 1836, Rivera se alzó en armas en su contra con el apoyo de los ‘riograndenses’ ‘farrapos’ de Rio Grande Do Sul, de Lavalle y los Unitarios argentinos y de las fuerzas militares francesas. Fue demasiado para Oribe que debió dejar la Banda Oriental y refugiarse en la Confederación Argentina acompañado, entre otros, por Lavalleja.

Transcribe Raúl ITURRIA[150] una carta de Rosas a todos los gobernadores de la Confederación respecto al alzamiento de Rivera que destituya el legítimo gobierno Oriental de Oribe: “Ha estallado una sublevación acaudillada por el Brigadier Fructuoso Rivera contra la suprema autoridad legal.{…} Los pérfidos unitarios que existen allí refugiados son los principales y más activos agentes que lo acompañan y reúnen elementos para una guerra sangrienta, siendo de esperarse que aquellos mismos malvados en todo caso, o bien de derrota de triunfo, contra la justicia de la causa del excelentísimo señor presidente de la República, se lanzarán por alguna parte de la República Argentina  perturbar su sosiego”.

“Sagaz afirmación que el tiempo volverá profecía” -termina diciendo el autor.

El 15 de junio de 1838, Ignacio Oribe fue derrotado por Rivera en Palmar, y comenzó el rápido proceso de presión de los Unitarios argentinos, los ‘farrapos’ brasileños, y las fuerzas militares navales francesas, para que su hermano Manuel, presidente constitucional del país, renunciara.  Éste así lo hizo y obligado por la fuerza de los hechos y de las armas Unitarias y francesas, emigró a Buenos Aires. 

Dice Jorge PELFORT[151] “Al día siguiente, antes de embarcarse rumbo a la República Argentina, deja en las carpetas oficiales un documento aclaratorio y de protesta, declarando que ‘la facción local contó con la más decidida cooperación en la marina militar francesa, que no ha desdeñado aliarse a la anarquía para destruir el orden legal de esta República, que ninguna ofensa ha inferido a la Francia’.”..

Otro historiador Oriental, Romeo PEREZ ANTÓN[152], ratifica, con documentación en mano,  lo dicho por el autor citado en el sentido que Oribe eliminó la esclavitud, estableció programas de protección social a viudas, huérfanos y mutilados de guerra, promovió la enseñanza con la fundación de la Universidad Oriental. Su actuación política y militar se basó en el orden, la autoridad y la formalidad sujeta a las leyes.

Pero, a pesar de todo el bien que hizo Oribe, o justamente por todo eso, fue derrocado por un golpe de Estado provocado por Rivera, tal como vimos anteriormente.

Es que como bien sentencia con acierto Luis Alberto LACALLE HERRERA[153] “la codicia del Imperio por nuestras praderas, con una bolsa siempre abierta para lograr fines no obtenidos en batallas, cuecen una pócima infernal que mucho tiempo nos constó eliminar de nuestro organismo colectivo”.

Ya decía Evaristo Carriego:[154]

“No hay una sola parte

Donde mire y no encuentre,

Como emblema del siglo,

Una bolsa y un vientre”

Diferimos con Lacalle Herrera sólo sobre un punto: entendemos que la codicia del imperio nunca ha sido eliminada del todo. La ‘bolsa’ siempre abierta de los brasileños provenía de la Banca de Mauá que no era más que un testaferro de la Banca Rothschild, entre otras.  Esta banca inglesa era la punta de lanza de los intereses británicos por el mundo, que actuaba cuando dichos intereses no podían ser defendidos por las armas o cuando no convenía que así fuera.

De allí que los brasileños utilizaran los mismos métodos que sus amos: intentaban lograr sus fines sin intervención armada propia si era posible, recurriendo al dinero para comprar personajes autóctonos de las naciones a conquistar, con influencia en las decisiones políticas internas. Ello aunado a la utilización de ejércitos extranjeros para pelear por sus intereses.

Así fue en la Guerra Grande y luego en Caseros. No lo pudieron hacer en el Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza. Allí debieron, finalmente, combatir para el logro de sus intereses expansionistas, cuando todas las otras formas para la conquista de sus metas fracasaron.

Ya mencionamos que Oribe era el presidente legal y que fue derrocado por una alianza entre franceses, ingleses, Unitarios y ‘farrapos’ riograndenses.   Ante el acto insurreccional de Rivera y sus acólitos, huyó a Buenos Aires donde fue recibido por Rosas. Comenzó a forjarse allí una estrecha relación que iba a durar varios años.

Después de la ‘renuncia’ forzada de Oribe, obligado por Rivera, en octubre de 1838, Lavalleja, previa entrega a los ‘riveristas’ de la plaza de Paysandú, cruzó a Buenos Aires para ponerse al servicio directo de Rosas, acompañó al general Pascual Echagüe, en la invasión de 1839 y el 29 de diciembre sufrieron una estrepitosa derrota en la Batalla de Cagancha. Regresaron y en 1840 fueron vencidos en la Batalla de Don Cristóbal.

Ahora bien, digamos que en el Rio de La Plata se enfrentaban los Unitarios y los Federales, con sus correspondientes apoyos externos. Del mismo modo, en Brasil se enfrentaban las fuerzas del Imperio contra los secesionistas republicanos llamados ‘farrapos’.

Los primeros daban y buscaban apoyo de las fuerzas civiles y militares Unitarios de ambas orillas rioplatenses, mientras que las fuerzas republicanas del sur del Brasil buscaban el apoyo de Oribe y Rosas para el logro de sus cometidos.

Cuando en septiembre de 1835 estas fuerzas republicanas se declararon independientes del Imperio y buscaron federarse con la Confederación Argentina y los Federales Orientales.

Desde afuera parecería que era una oportunidad única para la Confederación para producir el desgajamiento del Imperio y a la vez, o bien incorporar a los ‘riograndenses’ y ‘santacatarinenses’, a la Confederación o bien sostener su independencia como un nuevo Estado.

Los revolucionarios ‘farrapos gaúchos’ con Bento Goncalves a la cabeza le envían una carta a Rosas donde, según José María ROSA[155] dicen: “En nombre de los libres de esta parte de América reclamo de V.E. que siempre se ha presentado como un denodado defensor del sistema federativo, su enérgica y valiosa protección. No consienta V.E. que los retrógrados Unitarios triunfen de los libres Federales riograndenses. 

“V.E. no ignora la protección que Fructuoso Rivera y sus cómplices han dado escandalosamente al traidor Bento Manuel. Sn los mayores campeones de la Monarquía en el Brasil, ya que la suerte de esta provincia se encuentra ligado al Estado vecino.

“Finalmente, Señor, la independencia de Rio Grande del Sur y la Federación con este estado están solemnemente proclamadas por las fuerzas liberales que se hallan en campaña”

Como dijimos, era una oportunidad única para asestarle un golpe. Pero en realidad, detrás de estas revueltas republicanas de los ‘riograndenses’ también estaba la Masonería inglesa que intentaba sacar tajada.

José María ROSA dice que “consistía en formar un gran estado intermedio entre Brasil y Ia Argentina con provincias segregadas de uno y de otra: el Estado Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Rio Grande, Santa Catalina, y si era posible Santa Fe y hasta Paraguay. Era una deformación interesada de los Pueblos Libres de Artigas, ya que el Protector no se proponía formar algo limitado a las seis provincias ligadas (Montevideo, Misiones, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, y por un momento Córdoba),sino iniciar el núcleo federativo que uniría a todas las provincias del antiguo Virreinato -y posiblemente también Rio Grande- en una federación. La primera exteriorización de la Federación del  Uruguay estuvo en Gangüé en 1838; recobró actualidad después de la derrota de Ia intervención francesa en la Argentina en 1840 y el consolidarse de Ia unidad brasileña con la maioridades de 1841.

Alfredo Varela entiende que había en Rio Grande tendencia a fundir en un cuerpo nacional las cuatro provincias bañadas por el Uruguay en pugna con otra propensa a la antigua alianza con el sequito político de Lavalleja y Oribe, acabando la primera por imponerse de 1838 en adelante.

Conjeturablemente el proyecto de Federación del Uruguay tuvo origen británico, por el impulso que le dan las logias masónicas, puntas de lanza de la política inglesa en América. La creación de un gran Estado intermedio entre Argentina y Brasil debilitaría considerablemente a estos. Los brasileños descontaron en 1842 el apoyo de Inglaterra a la empresa”

Rosas mantenía que la posible integración de Rio Grande a la Confederación no debía hacerse a través de la seducción, sin la separación de los territorios que eventualmente se unirían y fuese hecho por actos de violencia sobre el Imperio.   Sostenía que los Republicanos brasileños debían independizarse solos y luego entrar en negociaciones para su incorporación a la Confederación, siendo ya soberanos en el momento de los acuerdos.

Además, en esos momentos, Rosas tenía varios frentes de combate: con Santa Cruz en el Alto Perú, (que ya en la triste época de Rivadavia, se habían apropiado de Tarija), con Francia, con los Unitarios, etc.

En efecto, las fuerzas internacionales de todo tipo intrigaban y combatían al soberano gobierno de la Confederación Argentina con el apoyo indisimulado de los siempre intrigantes y conjurados Unitarios cegados de odio y de avaricia personal.

Leonardo CASTAGNINO[156] nos brinda una síntesis del acontecer político por el año 1838

“Hacia 1838 la Confederación Argentina atravesaba una situación delicada; la guerra con la Confederación Peruano-Boliviana era complicada, y el tirano “cholo” Santa Cruz intrigaba con los unitarios de chile, los de Montevideo y franceses para realizar una acción conjunta, y le ofrecían a Santa Cruz como pago, la segregación de las provincias del norte, para incorporarlas a la confederación Peruano-Boliviana. Estanislao López estaba muy enfermo, y retirado le cedió el manejo de la acción política a su ministro Domingo Cullen, un español que se mantuvo siempre al lado del caudillo santafesino, pero, intrigando disimuladamente en su contra. Al frente del gobierno, Cullen intrigaba con Santa Cruz, con Berón de Astrada de Corrientes y con los "Auxiliares" unitarios emigrados de Montevideo, que a cambio de ayuda económica y de guerra le ofrecían a los franceses la segregación de la Mesopotamia como "república independiente". Lavalle, convencido finalmente por los unitarios, se pone al frente de los invasores, con el apoyo de la flota francesa que bloquea el Río de la Plata, toma la isla Martín García, defendida heroicamente por Jerónimo Costa y Juan Bautista Thorne.

Además de los trabajos que el partido unitario hacía en Corrientes y en el norte, algunos hombres bien colocados venían preparando en Buenos Aires una conspiración en la cual entraron a principios de 1839 ciertos federales de nota, varios jefes y muchos hombres de la nueva generación. Rosas sabía que se conspiraba contra él y la desbarata, fusilando al cabecilla coronel Ramón Maza. Lavalle, en combinación con los conjurados, pasa a Entre Ríos, luego cruza el Paraná y llega a las puertas de Buenos Aires hasta retroceder, desilusionado por la falta de apoyo de la campaña bonaerense.

“Fructuoso Rivera había destituido al presidente Oribe, y como siempre, intrigaba obteniendo ayuda económica de todos, y dilapidaba los fondos sin actuar, estafando alternativamente sin escrúpulos a todos por igual. Este caudillo anarquista vivía de los subsidios franceses, que le daban con generosidad o le negaban con tacañería según los sirviera o traicionara. Una frase de Lavalle sintetiza la personalidad de este gaucho taimado: “Ofrece 1.500 hombres que no puede dar, por 200 mil patacones que desea recibir”.

Pues bien, todas estas circunstancias de apremio para Rosas, sumado al hecho de que su política en cuanto a la incorporación de antiguos territorios que pertenecían al Virreinato, era mediante la persuasión y no la fuerza,  hicieron que las intenciones del Restaurador decayeran.

Pero poco a poco y con el tiempo la Confederación se fue poniendo en pie:

El intrigante Domingo Cullen, que conspiraba contra el Gobierno, escapó para ponerse a resguardo de su amigo Ibarra en Santiago del Estero, pero finalmente éste lo remitió y fue fusilado.

Marco Avellaneda también fue ajusticiado por la muerte del Gobernador de Tucumán, Alejandro Heredia.

Berón de Astrada, a la sazón Gobernador de Corrientes, otro conspirador coaligado a los franceses y a Rivera fue muerto luego de ser vencido por Pascual Echague, gobernador de Entre Ríos que lo perseguía tenazmente.

Mariano Acha, también fue ajusticiado por Benavidez. Debemos recordar que fue instigador del asesinato de su amigo el Coronel Dorrego, quien al enterarse que lo había entregado, le dijo “No esperaba de Ud, amigo, semejante conducta”. Quien lo ejecutó también era otro amigo; Gregorio Aráoz de Lamadrid, un traidor despreciable.

Tomás Brizuela, borracho perdido, en la huida fue muerto por su propia tropa.

Santa Cruz fue vencido por los chilenos y debió huir a Guayaquil.

Sólo quedaban en pie Pedro Ferré en Corrientes; Lavalle, huyendo al norte; el Gral. Paz, como autoproclamado Gobernador de Entre Ríos luego de vencer a Urquiza; Lamadrid y Rivera.

De este modo, en 1841, se armó una nueva alianza entre los litoraleños mencionados y Juan Pablo López en Santa Fe, que se había pasado al enemigo ‘ofendido’ porque Rosas le había dado el mando del Ejercito de la Confederación a Oribe.

La idea de este grupo era formar un nuevo Estado entre las provincias de Entre Ríos, Corrientes, la Banda Oriental, Santa Fe, Paraguay y tratar de que Rio Grande se incorporara al proyecto.

En 1842, el Alte. Brown recuperó la Isla Martín García que había sido ocupada por Garibaldi.

Los imperiales enemistados con Rivera, quien se perfilaba como aliado de los ‘riograndenses’ que peleaban por su independencia, pretendían en territorio Oriental un jefe argentino para comandar las tropas mixtas, y en terreno de Río Grande un jefe brasileño para terminar con Rivera y los ‘Farrapos’.

 

En esos momentos, el Imperio brasileño le propuso a Rosas un arreglo.  Le darían su apoyo para destrabar, junto con Oribe, el conflicto contra los Unitarios montevideanos, a cambio de su ayuda para combatir a los segregacionistas sureños.

Todo esto pareció animar a Guido, a la sazón embajador en Rio de Janeiro, pero Rosas, ducho conocedor de las trampas brasileñas, no cayó en el engaño. Rivera quedaría como héroe Oriental al rechazar a los brasileños mientras que Oribe quedaría como un traidor a su tierra al permitir que la Confederación aliada con los Imperiales brasileños entrara en el territorio Oriental para expulsar a los Unitarios de Montevideo (algo que después hicieron los brasileños cuando apoyaron a los ‘colorados’ montevideanos).

Dice José María ROSA[157] que los brasileños comprendieron que Rosas y sudecantada ambición no lo llevaba a reconstruir en su provecho el virreinato del Plata como decían los unitarios, apoderándose con mayor o menor prepotencia del Uruguay, Paraguay y Bolivia. Que trazaba algo más seguro y definitivo: la solidaridad de los Estados surgidos del tronco español, en igualdad de posiciones, respetando sus autonomías y defendiendo sus personalidades: el ‘sistema americano’, opuesto a la atomización del Nuevo Mundo por las grandes potencies europeas. Comprendió que Rosas no era un Santa Cruz de confederaciones endebles: el creador de la Argentina tenía firmes y largas vistas en su política. Si su americanismo popular se consolidaba era la ruina tarde o temprano del sistema social en que descansaba la grandeza brasileña, y desde luego el fin de la monarquía y la aristocracia. Tel vez el aniquilamiento de la nacionalidad o, por lo menos, el sometimiento de un Brasil democrático y fragmentado a una Federación Americana”.

Lamentablemente las oportunidades no suelen repetirse y ante el fracaso de las intenciones ‘gaúchas’, Andrés Lamas, Embajador del gobierno de Montevideo en Rio de Janeiro, junto con Rivera, Lavalle y el aún inocente Chilavert, llegaron a un acuerdo con los ‘farrapos’, que hasta poco tiempo atrás se deshacían en diatribas contra los Unitarios, procurando conformar una especie de ‘Federación del Uruguay’ que incluiría a Rio Grande do Sul, Santa Catalina, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, la Banda Oriental y Paraguay.

Es de suponer que detrás de todo esto estaría la Banca Inglesa que buscaba, al formar un nuevo Estado, debilitar a los territorios hispanos, desmembrarlos, penetrarlos económica y comercialmente a través de la libre navegación de los ríos interiores que pertenecerían a varios Estados y por lo tanto no estarían bajo el dominio absoluto de ninguno en particular.

Ahora bien, hemos hablado sobre la imperiosa necesidad de lograr que los ríos interiores de la nación fuesen libres de toda sujeción internacional.

La importancia de este tema para Francia e Inglaterra radicaba en una cuestión comercial y era un asunto que Londres y París no podían dejar pasar.

Así como Inglaterra fijaba sus intereses principalmente en Buenos Aires (aunque sin descuidar los de Montevideo), Francia apostaba sus fichas a lograr que Montevideo se convirtiera en una factoría, en su colonia absoluta.

Mas allá de los vaivenes políticos, como se verá luego en 1845, tanto Francia como Inglaterra, al igual que Brasil, Rivera y los defensores del Gobierno Unitario ‘colorado’ de Montevideo, impulsaban la separación de Corrientes, Entre Ríos, la Banda Oriental y Paraguay para formar una nueva República Mesopotámica.  De esta manera se debilitaría la Confederación Argentina y se facilitaría la libre navegación de los ríos interiores, que conllevaría al comercio por el interior de Sudamérica, Paraguay incluido, permitiendo a las potencias europeas y a Brasil penetrar por el Océano Atlántico y el Rio de la Plata hasta el corazón del sur del Imperio.

Esta era en resumidas cuentas la cuestión geopolítica del Plata.

Refiere Vivián TRÍAS “El 15 de febrero de 1841 Palmerston escribió O. Trade: "Hasta el presente el Plata, el Amazonas y el Orinoco y sus afluentes no han sido aprovechados por el tráfico comercial con el interior, pero en un futuro próximo (con la navegación a vapor) podrán usarse esas vías fluviales para los propósitos del comercio.

“Lo dicho explica por qué Palmerston, apenas Mackau regresado a Europa, se movió para obtener una mediación conjunta con el gobierno francés a los efectos de terminar con la querella argentino-uruguaya porque era "inhumanitaria y atroz" de paso, perjudicaba al comercio- inglés”. {…}

“La guerra del opio se inscribe en los marcos de dicha política. Ante la decisión del Celeste Imperio de impedir la importación de opio que realizaban, con pingües beneficios, traficantes ingleses, la escuadra impuso el bloqueo a Cantón en 1840 y al arlo siguiente fueron ocupados distintos puntos de la costa. El conflicto culminó con el tratado de Nanking del 29 de agosto de 1842, por el cual China no sólo se allanó a permitir la libre venta de la droga, sino que pagó los gastos de la guerra, entregó Hong Kong y factorías en Shanghai, Cantón y otros puertos y, por supuesto, abrió su mercado a los textiles británicos”.

Obsérvese posteriormente, a principios de 1844, en la Asamblea Legislativa lo que dijo sobre el tema Thiers apuntando directamente al interés primordial de Francia en el Plata. Toda una declaración de principios con la que los franceses se sacaron la máscara de la supuesta ‘civilización’ que decían representar.

 “Montevideo es una colonia francesa y está llamada a un porvenir superior a Buenos Aires {…}¿ Cuál es nuestro más grande interés? Que Montevideo y Buenos Aires no estén en las mismas manos porque si ellas tuvieran un solo dueño nosotros estaríamos desarmados, no podríamos hacerle la guerra, no podríamos hacer nada en ese país, ni siquiera comercial allí”.

Se deduce fácilmente que Rosas, Oribe y sus fuerzas Federales se opondrían a todo esto. Y, dado los intereses comunes de ambos líderes, Rosas le otorgó a Oribe la Jefatura de la Vanguardia Republicana en todo el territorio argentino y Oriental. Esto disgustó a Pacheco que entendía que este cargo por merecimientos le correspondía a él.

De tal modo, y como decíamos antes, cuando Oribe fue atacado y vencido por Rivera, se exilió junto con sus ministros, colaboradores, secretarios, y muchos de los legisladores, sumando alrededor de 300 personas. Siempre fue considerado por Rosas y los gobernadores provinciales como el Presidente Legal, tal como efectivamente lo era.

Llegado Oribe a Buenos Aires, escapando de la persecución de Rivera es criterioso detenerse en el relato que hace el historiador Oriental TORRES WILSON[158].  Es toda una pintura descriptiva y hasta sociológica de la relación entre ambos caudillos. Rosas y Oribe, y el devenir, el derrotero de la vida de éste hasta convertirse en el Jefe de la llamada Vanguardia Republicana, llegando sus hazañas militares con resonantes triunfos hasta la ‘puna’ norteña. Todo esto sucedió antes de que comenzara la gesta en territorio Oriental y que diera lugar a la llamada Guerra Grande.

“No deben haber sido muchas las entrevistas con Rosas, pero la tradición familiar guardó el recuerdo de una, particularmente significativa que el propio Oribe relató muchas veces a los suyos y en la que se encuentra la clave de su alianza con el gobernador porteño. En ella, Rosas –luego de señalar el peligro que para la independencia de ambas repúblicas implicaba la alianza de Rivera y los unitarios con los franceses- le habría llamado, por primera vez, "Señor Presidente". El mantenimiento del título más allá de la circunstancia de su derrocamiento debe haber tocado muy profundamente la sensibilidad pundonorosa de Oribe. Rosas era para él un igual. Por cuna, con común sentido de la responsabilidad aristocrática, por participar de una misma concepción tradicional de la autoridad, del orden, del deber y de la religión. Hacía casi veinte años que se conocían y los unían múltiples amistades y relaciones comunes. Eran -y se reconocían mutuamente- dos caballeros, en la antigua acepción hispánica del vocablo, que ambos compartían. Por eso, cuando Rosas le ofreció un puesto d~ primera tila en sus ejércitos a cambio del compromiso de ayudarlo luego a recuperar el poder legal del que había sido r desalojado por la fuerza en su patria, Oribe no pudo menos que aceptar conmovido aquel "pacto de caballeros" al que --como hombre de honor que era- sería fiel hasta el final. El hecho de que Rosas fuese, además, un gaucho y un caudillo, lejos de debilitar la alianza, la reforzaba con la secreta admiración que un carácter tímido -como el que, en el fondo era Oribe- suele sentir hacia el hombre desenvuelto y seguro de sí mismo. El firme apretón de manos -y, tal vez, hasta el abrazo pudoroso- de aquellos dos hombres en la serena tarde de Palermo sellaría un pacto personal contra el que se estrellarían muchos vaivenes políticos”.

“Gestada dentro de las fronteras del naciente Estado oriental, en la lucha de sus dos primeros presidentes, la Guerra Grande se convirtió, desde su mismo inicio, en un conflicto rioplatense -por la alianza de sus recién nacidos bandos, ‘blanco' y ‘colorado’, con los ya existentes partidos argentinos, Federal y Unitario y terminó transformada en una guerra internacional al intervenir en ella potencias extranjeras como Francia, Inglaterra, y finalmente, el Imperio del Brasil.”

“Comprender cómo llegó Oribe -"caballero oriental", "amigo del orden", "defensor de las leyes' y creador de la divisa "legal" blanca- a convertirse en auténtico jefe, de peculiar carisma "institucional", de la causa que representó, es un punto crucial de nuestra historia. Porque durante los agitados años de la Guerra Grande, aquella austera personalidad, si variar sustancialmente sus rasgos esenciales y, tal vez, precisamente, por permanecer invariable, por mantenerse firme en medio del torbellino de los hechos, llegó a trasponer el umbral de la sensibilidad popular ya convertirse, paradójicamente, en un singular caudillo orientador de la opinión y del sentimiento de medio país. Tal vez –como hemos dicho- sus propias limitaciones carismáticas contribuyeron a convertirlo en un símbolo. La rigidez de su carácter, nacida de la sólida concepción del mundo y de la vida en que se había educado, le permitieron atravesar incólume los avatares revolucionarios sin contagiarse de la natural camaradería de los fogones ni adquirir los hábitos anárquicos del gauchaje. Las mismas solicitudes y tentaciones de la política entendida como lucha por el poder mismo- parecieron resultar ajenas a su sensibilidad. Luciendo su uniforme de oficial -que objetivaba más que ninguna otra cosa la naturaleza de la misión de que se sentía investido- los entorchados y condecoraciones que fue ganando en los campos de batalla, puso toda la firmeza de su voluntad en el empeño de restaurar la causa de la legalidad y del orden a la que estaba adherida íntimamente su personalidad. En esa lucha, que entendió como un deber moral, se mantuvo aún en las peores circunstancias, convirtiéndose en el "hombre de fierro" que amigos y enemigos terminaron por considerar como un hecho de la naturaleza”.

“Fue en ese clima de sangrienta lucha y de venganzas partidarias -que había sido iniciado con el fusilamiento de Dorrego en 1828- que Oribe fue designado por Rosas Comandante en Jefe del Ejército de Vanguardia de la Confederación. Cumplía así la palabra empeñada con el depuesto presidente Oriental a la par que solucionaba hábilmente el delicado problema de la unificación del mando de sus ejércitos. La designación fue en un principio resistida por los Generales Pacheco, Juan Pablo López y Echagüe, que aspiraban a la jefatura, pero Rosas apeló a todo su prestigio ya su habilidad política para imponer a Oribe…Sabía que esa confianza no sería defraudada y no se equivocó”.

“Oribe era ya considerado -a esa altura de las cosas- uno de los militares profesionalmente más competentes del Río de la Plata, calidad que compartía con los generales unitarios Lavalle y Paz que, precisamente, habrían de ser sus rivales en el campo de batalla. A su sólida formación técnica -especializada en el arma de artillería, última palabra de la guerra de entonces- unía un innato concepto de la estrategia que contrastaba, por lo trío y racional, con los instintivos impulsos de la mayoría de los jefes forjados en el proceso revolucionario. Pero la decisiva carta de triunfo que le daría la victoria en las dilatadas campañas del interior de la Argentina sería -más que nada- su rígido sentido del orden y de la disciplina militares que convertiría sus ejércitos, no ya en masas de hombres valerosos, sino en conjuntos orgánicos destinados a batir al enemigo y a restablecer en el territorio el imperio de la autoridad”.

“Cuando se considera el éxito de las campañas militares de Oribe, más que en el arrojo temerario y en la genialidad estratégica, hay que pensar en una constante y sistemática organización de los recursos humanos y materiales en un empecinado esfuerzo bélico-administrativo que tenía también importantes consecuencias políticas y psicológicas”.

“Al pasar, podemos acotar que conceptos de ‘Legalidad’, ‘Orden’, ‘Autoridad’, ‘Disciplina’, ‘Organización administrativa’ en la sociedad y dentro del ejército, eran pautas comunes en Rosas y Oribe, y que los unía en un mismo objetivo”.

Sigue diciendo TORRES WILSON[159] “Pero lo cierto es que ninguna campaña puramente militar -ni aún la imponente máquina de guerra montada por Oribe- podía lograr el éxito que obtuvo si no hubiese contado con el apoyo y el concurso de la amplia mayoría de la población”.

“La dura lucha de casi tres años que lo llevó hasta las provincias del norte no sólo terminó de forjar, con rasgos casi definitivos, la dura personalidad de Oribe”.

“En medio de los inmensos espacios recorridos, su propia -y todavía reciente- geografía política, centrada en el Estado Oriental, pareció naufragar”.

“En enero de 1842, persiguiendo a los restos del ejército de Lavalle que llevaba a su jefe a enterrar en Bolivia, llegó hasta la quebrada de Humahuaca. Tenía un ejército 10.000 hombres y escribió a Rosas recordándole que aquellos territoritos habían estado unidos en el pasado a los que integraban las Confederación y solicitando permiso para reintegrarlos a su seno”.

“Rosas, a quien sus enemigos han acusado siempre de querer reconstruir el virreinato –se negó, alegando que sólo por negociaciones pacíficas podría lograrse ese propósito”.

“En realidad, Rosas -como Artigas, en su época- aspiraba a que el Sistema Federal [-lo que Rosas llamaba el ‘Sistema Americano’-] rigiese a toda la región platense, incluso a los republicanos del sur del Brasil que se sublevasen contra el Imperio”.

“Oribe había alcanzado, en su acción "restauradora", los límites geográficos del ámbito platense. Los acontecimientos lo traerían, sin embargo, al centro de su escenario natural, cuando los ejércitos de la proyectada Confederación del Uruguay intentasen invadir el litoral argentino”.

“Pacificado el norte y ante la noticia de la concentración de tropas enemigas en Corrientes, bajó Oribe con sus tropas para enfrentar un ataque que -como había sucedido en años anteriores- podía contar en cualquier momento con el apoyo de escuadras europeas”.

Dice Luis Alberto ABRAHAM[160] que Rosas y Oribe organizaron el Ejercito de la Confederación, una imponente masa de oficiales experimentados y hombres aguerridos entre los que se encontraban Lavalleja y Garzón.  Este último más tarde lo traicionó aliándose al converso Urquiza y a los Unitarios e Imperiales que por tantos años el mismo había combatido con denuedo y determinación).

Este ejército Federal debió enfrentarse en 1839 a la insurrecta Coalición del Norte, entente Unitaria de las Provincias de Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja en manos de militares de aquel signo (El Brigadier Tomás Brizuela, Lamadrid, Cubas y Solá principalmente) quienes tomaron violentamente el poder, sumados a los Unitarios que se habían instalado en Montevideo, los ‘riveristas’ y los franceses.

Oribe arrasó con todos, con una actuación militar excepcional e invicto. Las batallas principales, Quebracho y Famaillá, con resonantes triunfos, se dieron en noviembre de 1840.

Lavalle comenzaba su éxodo, tras ser derrotado por Oribe, quien lo perseguía de cerca y, sin el apoyo de los pueblos por donde pasaba. No tenía planes muy definidos, y en su huida hacia el norte, iba sembrando el terror, matando y saqueando a las poblaciones.

Relata Vivián TRÍAS [161]  “La ocupación de Santa Fe por el ejército ‘lavallista’ fue una verdadera vergüenza. El general Iriarte -notorio enemigo de don Juan Manuel- esboza en sus ‘Memorias’ lo que fueron aquellos aciagos días: ‘-A más dé la multitud de prostitutas que acompañaban al ejército de. Lavalle y fueron las primeras en el saqueo, el camino que conduce de la chacra de Andino a Santa Fe estaba cubierto de gente; era una romería que venía a participar del botín [... } Los jefes penetraban [..} en la ciudad pasando las noches en francachelas [... } No se podía contener a la soldadesca y más de mil hombres saqueadores no volvieron al ejército sino después de cincuenta días de borracheras y escándalos".

Luego de sus victorias, Oribe y Urquiza miraron hacia la Banda Oriental donde se dirigirían para dirimir sus cuestiones con Rivera y sus aliados, Unitarios, ‘farrapos’ y franceses, que se habían unido a los gobernadores José Pedro López, de Santa Fe, Pedro Ferré, de Corrientes y José María Paz, de Entre Ríos.

La batalla final de ‘Arroyo Grande’, a la que nos referiremos más adelante, se dio en diciembre de 1842, antes de penetrar en territorio ‘Oriental’. Del lado Federal, además de Manuel Oribe y Lavalleja, se encontraban Urquiza, Ignacio Oribe, Andrés Latorre (tío de Lavalleja, hermano de su madre Ramona Latorre), Garzón, Pacheco, Servando Gómez y una serie de soldados y oficiales que habían peleado en Ituzaingó, habían participado en la Campaña del Desierto comandada por Rosas y en las guerras contra la Coalición del Norte. Como puede verse, tal vez el mejor ejército que pudo conformar la reluciente y victoriosa Confederación Argentina. Alrededor de 9.000 hombres, según afirma ABRAHAM.

Este autor, citando a Mateo Margariños, dice que “Las consecuencias de Arroyo Grande fueron inmensas y con razón puede considerarse esta batalla como una de las más importantes de la historia del Río de la Plata. El triunfo Federal quedó consolidado en la Confederación, que asentaba definitivamente su unidad política, mientras que el camino del Uruguay quedaba abierto, para la restauración nacionalista. La alianza blanco — federal daba sus frutos de victoria. {…}. Puede decirse sin exageración que, en Arroyo Grande, Oribe afianzó en los hechos los principios federalistas en que debía reposar la organización de la Re­pública Argentina. Principios consagrados por el ‘orteguismo’ en 1820 en las cláusulas del Pacto del Pilar".

Finaliza ABRAHAM en forma épica, al referirse a las condiciones de Oribe, que “la batalla de Arroyo Grande, la más importante librada en el Río de la Plata en el siglo XIX, como se vio en otro artículo, mostró las dotes de estratega y táctico al imponerse a Rivera, y sus aliados Unitarios y correntinos, e iniciará otra etapa en la vida del país. El gran jefe militar dará paso al estadista en su más grande expresión.”

La batalla de ‘ARROYO GRANDE’, en la Provincia de Entre Ríos, insumió una cantidad de material y soldados pocas veces visto en una guerra civil.  Dio comienzo a la llamada ‘Guerra Grande’, quizás la más importante de aquellos tiempos, que culminó con el triunfo de Oribe sobre Rivera.

El ejército aliado ‘Colorado’-‘Unitario’ al mando de Rivera, estaba formado por más de 7.500 hombres (2.000 infantes y 5.500 jinetes), y 16 piezas de artillería (14 cañones y 2 obuses). ​

Los soldados provenían en su mayoría de las  provincias argentinas de Corrientes (3.000),​ Santa Fe (1.000) y Entre Ríos (1.500).​ A los que se sumaban cerca de 2000 orientales. ​

Por su parte, el Ejército Federal de Oribe estaba compuesto por 9.000 hombres (2500 infantes, porteños en su mayoría y 6.500 jinetes porteños, entrerrianos y Orientales) y 18 piezas de artillería. ​

​La artillería de Rivera era ligeramente superior en número, sin embargo, caería rápidamente en manos enemigas. La caballería de Oribe era bastante más numerosa, y su infantería era casi el doble de la enemiga.

Finalmente, el triunfo fue para los Federales.

Los vencidos tuvieron 2.000 muertos y 1.400 prisioneros, perdiendo, además, la artillería, la munición y 24.000 caballos. Toda la artillería y la infantería cayeron en poder del enemigo.  Los oficiales, y se dice que incluso los cabos y sargentos, fueron ejecutados, mientras que los soldados se incorporaron al ejército de Oribe. En particular, los blancos uruguayos se ensañaron con los colorados, ya que los consideraban traidores por haber derrocado al gobierno legal con ayuda extranjera. Las bajas de los federales sumaron 300 entre muertos y heridos.

Sandro OLAZA PALLERO[162] relata gráficamente los hechos respecto de Oribe y su actuación a medida que se adentraba en territorio de la Banda Oriental, camino a Montevideo:Luego pacificar el interior de la Confederación Argentina como su Jefe de la Vanguardia Republicana, Oribe cruza el rio Uruguay y avanza sobre Montevideo. Los ‘colorados’ organizaron el ejército de la Defensa, comandado por el general José María Paz y el uruguayo Melchor Pacheco y Obes. A él se unieron grupos de las colectividades francesa, española e italiana que formaron “legiones” que numéricamente superaron en conjunto a los propios efectivos orientales con los que contaban los colorados. Entre estas legiones figuraba el italiano José Garibaldi.”

Dado el acercamiento continuo y sin pausa de las fuerzas Federales en su camino a Montevideo, luego de la batalla de ‘Arroyo Grande’, Rivera entendió que debía hacer algo, aunque con ello hipotecara para siempre, la autonomía Oriental en manos del Imperio, que acababa de terminar su crisis con los ‘Farrapos’.

En Montevideo no todo era homogéneo en cuanto a los intereses.

Había un grupo pro anglo-montevideanos manejado comercialmente por el inglés Lafone que prácticamente era el dueño de la plaza y que abogaba por la intervención a rajatabla de los ingleses porque las rentas aduaneras montevideanas eran un pingüe negocio.

También los franceses junto con los vascos, los mercenarios garibaldinos y los ‘colorados’ como Santiago Vázquez, Andrés Lamas, Melchor Pacheco, entre otros, apostaban por la intervención europea.

Había una fracción ‘colorada’, acriollada, comandada por Rivera que quería que los extranjeros se fueran de Montevideo (eran inmensa mayoría en la ciudad) e intentó llegar a una especie de acuerdo con Oribe, que no prosperó.

Rivera, el 26 de marzo de 1845, perdió una batalla fundamental frente a Oribe y Urquiza llamada ‘India Muerta’ por el nombre de un arroyo de la zona.

En esa puja, en agosto de 1846, el grupo ‘riverista’ fue destituido por otro grupo pro-europeo comandado por los Herrera y Obes y el grupo Lafone. Rivera sabiendo que este grupo conocía sus contactos con Oribe, debió huir al destierro definitivo al Brasil, donde fue detenido por haber ayudado a los ‘farrapos’ en su afán independentista.

Había otro grupo, pro anglo-bonaerense que se veía afectado por la intervención europea, la Vuelta de Obligado, etc. que producía perjuicios económicos a los comercios ingleses en Buenos Aires y en el resto del país. Dentro de este grupo estaban Hood, Southern y Palmerston, en el período 1846-1847.

Éste último le escribió a al embajador inglés en París, según menciona TRÍAS[163] lo cierto es, si bien esto debe quedar entre nosotros, que el bloqueo francés y británico del Plata ha sido ilegal desde el primer momento. Peel y Aberdeen siempre han declarado que nosotros no estábamos en guerra con Rosas; pero el bloqueo es un derecho de beligerancia y, a menos de estar en guerra con un estado, no se tiene el derecho de impedir la entrada a sus puertos de bar-cos provenientes de otros estados ni tampoco se le puede impedir a nuestros barcos mercantes. Creo que es importante, a fin de legitimar con carácter retroactivo las operaciones de bloqueo, cerrar este asunto con un tratado de paz entre ambas potencias y Rosas".

Respecto a Oribe, triunfante, dice ABRAHAM[164] “Era tal el prestigio y capacidad militar que sus enemigos del Gobierno colorado de la Defensa no se animaron a enfrentarlo directamente y comenzaron a gestar una coalición que pudiera vencerlo. El canciller del Gobierno colorado de la Defensa, Manuel Herrera y Obes con el afán de derrotar primero a Oribe y su proyecto nacional y simultáneamente dividir a los caudillos federales con la finalidad de imponer su plan de extranjerización en el Río de la Plata, no vaciló en atraer la intervención del Imperio del Brasil.”

Ahora, ¿cómo atraer la intervención y el apoyo económico del Brasil? El Gobierno de la Defensa de Montevideo estaba dispuesto a todo, aún a entregar, de por vida, territorio Oriental a su vecino del norte. Esto llevó a los famosos 5 Tratados entre los montevideanos ‘abrasilerados’ y el Imperio del Brasil que quería desquitarse de la derrota de Ituzaingó que tenía entre ceja y ceja.

Sigue diciendo el autor antedicho “Naturalmente que la intervención en el Río de la Plata, contra Oribe primero y Rosas después no sería gratis para el Uruguay. Bien costosa fue lo que debió aceptar el gobierno colorado, ya que el Impe­rio condicionó su intervención a la solución de una serie de aspectos y cuestiones que lo habían enfrentado a Manuel Oribe y al Gobierno del Cerrito.

“Para ello, impuso la firma de cinco Tratados, todos ellos notoria­mente perjudiciales a Uruguay y a los orientales. Pero sin importar las consecuencias que traerían para la nación, que, por otra parte, obvia­mente no sentían como propia, sino que actuaban como procónsules de las potencias imperiales de turno (primero de los franceses, luego de los ingleses y finalmente de los brasileños), los representantes del Gobierno colorado de la Defensa y el Imperio de Brasil acordaron la aceptación de las condiciones leoninas. Eran tan severas, que generó resistencia en los miembros de la Asamblea de Notables, órgano creado por el Gobierno de la Defensa y entonces Joaquín Suárez, a instancias de Herrera y Obes lo disolvió.

“Los cinco Tratados fueron I) el de Alianza; II) el de Límites; III) el de Prestación de Socorros; IV) el de Comercio y Navegación y V) el de Extradición.

“El de Alianza habilitaba la intervención brasilera en los asuntos internos del Uruguay con lo que se limitaban las potestades inherentes a cualquier estado soberano.

“El de Límites consagraba la renuncia de le los territorios que for­maban parte de las posesiones españolas desde la vigencia del Tratado de San Ildefonso de 1777 y que siempre fue reclamado por los orien­tales, como lo prueba el artículo 9° de las Instrucciones del año 1813 dada a los Diputados Orientales por el Congreso de Tres Cruces (5 a 20 de abril de 1813) y que comprendía la mitad de Río Grande del Sur_ además de facultar a los brasileños a levantar fortificaciones dentro del territorio uruguayo.

“El de Prestación de Socorros o de Subsidios, obligaba al Uruguay a reconocer la deuda que había contraído el Gobierno colorado de la Defensa para sostenerse cuando dejaron de afluir los recursos financieros de Inglaterra y Francia. Para el pago de esa deuda se afectaban o com­prometían las principales fuentes de recursos tributarios de la república

“El de Comercio y Navegación procuraba asegurar la prosperidad de los saladeros establecidos en Río Grande del Sur, a costa de los que estaban emplazados en Uruguay y que provocaron un sensible descenso de la producción y para el engorde del ganado se utilizaban los feraces campos uruguayos que beneficiaba a los productores brasileños.

“El de extradición de hecho anulaba las normas dictadas por Ori­be de abolición completa de la esclavitud, ya que se debía devolver al Imperio de Brasil los esclavos fugados que se habían acogido a la abo­lición de la esclavitud en el Uruguay.

“Como se puede apreciar, los dirigentes colorados del Gobierno de la Defensa, con la finalidad de salvar sus intereses personales y del grupo que integraban, estuvieron, parafraseando a Artigas, dispuestos a "sacrificar el rico patrimonio de los Orientales al bajo precio de la ne­cesidad", de vencer a Manuel Oribe y sus aliados federales y enajenar parte de la soberanía nacional.

“Todo se aceptó, todo se entregó, todo se perdió, por el mezquino propósito de vencer a Oribe y sus partidarios. Solo con la división de los orientales, de los federales y la intervención del Imperio del Brasil pudieron desplazar a Oribe al frente del Gobierno del Cerrito, poniendo fin a una época en la historia del país”.

Como puede verse la soberanía hocicada por los racionalistas decimonónicos y Orientales ‘colorados’, Unitarios argentinos y brasileños, con los 5 tratados más humillantes que se tenga memoria en la historia ‘Oriental’, sostenidos por la Banca Inglesa, deja expuesto la calaña y comportamiento de quienes, aún hoy, son defendidos por algunos escribas bien pagados y cuyas consecuencias fueron tan gravosas para la Banda Oriental, que no han podido ser salvadas.

Estos tratados, luego del fin de la Guerra Grande serían ejecutados hasta la última cláusula por parte del Imperio del Brasil significando el fin de toda soberanía política, económica y territorial de la Banda Oriental.

Los diarios de la Banda Oriental honraban la figura de Artigas, algo que no ocurría con la prensa de Montevideo bajo la férula del llamado Gobierno de la Defensa, manejado por los doctos ‘colorados’, que atacaban a Artigas imputándole una supuesta pero falsa rudeza sanguinaria, del mismo modo que se hizo con Rosas.                            

Al comenzar la ‘Guerra Grande’ Oribe y las fuerzas Federales iniciaron un camino que terminó en el sitio a la ciudad de Montevideo e instalaron su gobierno en el Cerrito.

Luis Alberto LACALLE HERRERA[165] conceptualiza que el enfrentamiento entre los Orientales y Francia e Inglaterra dio comienzo a la ‘Guerra Grande’ que se produjo porque en el conflicto de Francia con la Confederación Argentina, la Banda Oriental se había declarado neutral, hecho que provocó la ira francesa y el ataque a la Banda Oriental.

La neutralidad se dio porque Francia quería que Montevideo fuera un lugar de abastecimiento de las tropas embarcadas francesas en su guerra con la Confederación. Al negarse Oribe, Francia se enfrentó a su gobierno.

Según el historiador recientemente citado, nunca debió haberse abandonado la neutralidad frente a Rosas ni frente a los riograndenses, tampoco ante la guerra entre Francia y la Argentina ni ante los Imperiales.  Estas consideraciones son contrarias a lo que sabiamente decía Luis VAZQUEZ DE MELLA[166] “el Estado neutro y el maestro neutro son dos formas de irracionalidad pues el hombre normal afirma, niega o duda pero no declara en huelga su entendimiento ante la realidad que lo interroga porque piensa. El Estado que se declara ‘neutral’ en todas aquellas cuestiones que más interesan al hombre, diciendo que ignora la verdad en política social, educación, ética política, etc., y por lo tanto en los fundamentos del derecho, es un estado que se jubila a sí mismo, declarándose inepto para gobernar”

Pero el pueblo no era neutral. La mayoría de la población de la Banda Oriental se asentaba en las zonas rurales y el pueblo gaucho estaba en su totalidad al lado de Oribe.

En cuanto a los núcleos de clase más elevada dice Susana RODRIGUEZ VARESE[167] que “la mayoría del patriciado, cuando tuvo lugar el sitio Grande se congregó en torno al Gobierno del Cerrito, le dieron el tono de ‘orientalidad’ y americanismo, de defensa de la ‘patria vieja’ a diferencia de los patricios que estuvieron en Montevideo, que fueron asimilados a grupos de comerciales y especuladores extranjeros, que tenían otros valores y defendían los intereses los interés de las monarquías británicas, francesa y brasileña”.

Otro autor, Luis Alberto ABRAHAM[168], que ya hemos citado anteriormente, entendemos que se contradice respecto a la ‘neutralidad’  de Oribe en el conflicto Federal-Unitario.

Primeramente, alaba esa neutralidad, pero luego en los comentarios siguientes pareciera que pretende impugnarla.

El autor dice que, a pesar de las simpatías personales de Oribe con los Federales por haberlo ayudado a la Cruzada Libertadora, junto a Lavalleja y otros Orientales, cuando fue presidente mantuvo una estricta neutralidad.

Aclarando, también, que “Esa actitud, le llevó a enfrentarse con los unitarios que pretendían se­guir utilizando al Uruguay como base para sus ataques a los gobiernos federales argentinos, en particular contra el gobernador de Buenos Ai­res Don Juan Manuel de Rosas. Dicha política de neutralidad le impidió contar con los auxilios necesarios para sostener a su gobierno cuando la segunda intentona de Rivera con el auxilio de riograndenses, unitarios y fuerzas de la monarquía francesa. Pero entendió que debía mantenerse al margen de los conflictos internos de los demás países.{…} Esa bandera fue un legado y recogida y sostenida por los gran­des caudillos blancos de la historia, que se mantuvieron al margen de los conflictos internos de los países vecinos, tratando de evitar las gue­rras entre los países americanos y proclamando la neutralidad ante las grandes guerras del siglo XX movidas por intereses imperialistas de las grandes potencias europeas, asiáticas y norteamericanas.

El autor consideraba que la neutralidad que existió al principio era algo positivo, un valor en sí misma a tener en cuenta.

Pero, en otros párrafos del mismo artículo dice “Posteriormente, cuando el conflicto en Uruguay dejó de ser una guerra civil, por los apoyos que obtuvo Rivera, y se convirtió en un conflicto regional e internacional, asumió que ha­bían cambiado las circunstancias políticas y se alió con el gobernador de Buenos Aires y los demás caudillos federales que integraban la Con­federación Argentina”.{…}

“Tenía claro que debía asumir la defensa de la nacionalidad y que la misma no se consolidaría si no hacía causa común con los demás estados americanos que estaban expuestos ante el accionar imperialista de las nuevas potencias industriales. Como tal, todos los países de la región estaban amenazados por las ambiciones colonialistas de los británicos y franceses, y no cabía la menor duda de que debía comprometerse en la defensa de los derechos e intereses de las sociedades americanas. {…}

“Su relación con Rosas se vio favorecida por la existencia de afinidades y un concepto de servicio que los unió: el sentido del deber y de las responsabilidades que tenían para con sus comunidades; una misma visión acerca de que en los territorios recientemente independizados debía restaurarse el principio de autoridad y de normas esenciales de convivencia, que debía volver a imponerse el orden para asegurar la supervivencia de las naciones, ya que en caso contrario la anarquía los devoraría en guerras civiles fratricidas..{…} luego de 1838 estrecharon su relacionamiento y juntos enfrentaron a los Unitarios argentinos y colorados ‘riveristas’ Orientales, franceses e ingleses”..

Son correctos los hechos y la cronología que relata el escritor, pero no se entiende en él su aplauso a la neutralidad primigenia, para luego resaltar positivamente el dejar de serlo.

Volviendo a la batalla de ‘Arroyo Grande’  mientras Oribe avanzaba sobre Montevideo, el 12 de diciembre de 1842 el gobierno informó la derrota en dicha batalla del ejército aliado de operaciones al mando del presidente subversivo Rivera y rápidamente creó el Ejército de reservas para proteger Montevideo, comandado por el militar Unitario argentino José María Paz y el Oriental Melchor Pacheco y Obes.

A ellos se sumaron varios grupos de las colectividades francesa, española e italiana que formaron "legiones" que numéricamente superaron en conjunto a los propios efectivos orientales con los que contaban los colorados. Entre estas legiones figuraba el mercenario Giuseppe Garibaldi.

También integraban este ejército los esclavos (de 10 años de edad en adelante) que eran incorporados por leva forzosa, a pesar de que desde 1814 estaba abolida la esclavitud en todo el territorio y que desde la jura de la Constitución (18 de julio de 1830) estaba prohibido su introducción en el mismo.  Para no generar otro conflicto, el gobierno decidió indemnizar a los propietarios de los esclavos, pese a lo cual éstos fueron ocultados o vendidos a los saladeros de Río Grande do Sul que pagaban más que el gobierno.

Ahora bien, ¿Quién era Garibaldi?

Giuseppe Garibaldi, nació el 4 de julio de 1807, en Niza, Francia y falleció  el 2 de Junio de 1882, en Caprera, Italia.  Era un marino, corsario y pirata mercenario.  En nuestras tierras, en 1836 intervino voluntariamente como capitán de barco en la fracasada insurrección secesionista de la república brasileña de Rio Grande do Sul.  Luego peleó bajo las órdenes del Imperio Brasileño, y en 1842 fue desiigando capitán de la flota Unitaria Oriental  en su lucha mercenaria, apoyado por Francia e Inglaterra, contra la soberana Confederación Argentina.

El liberalismo hace, como siempre, una ‘literatura de la historia’ y ensalza a Garibaldi omitiendo todos sus crímenes y robos por el Río de la Plata y aledaños.

Ese costado oculto lo declaman los cantores gauchos en sus poesías, como Pedro Castro Hardoy donde en una de ellas, ‘GARIBALDI, EL MERCENARIO’ extraído de su obra ‘Canto al Restaurador’, dice en algunos de sus versos:

 

“Primero apartó a colonia en ataque escandaloso

Bombardeo pavoroso, aplaudido por la historia

Gualeguaychú, su victoria, porque el pueblo está indefenso

Y siente el placer inmenso al degollar inocentes

Dejando así bien patente, sus criminales intentos

 

No alcanzando al parecer los 20 buques corsarios

Alquilan al mercenario, que degüella por placer.

Garibaldi es el cruel, que, bancado por la escuadra,

Estas costas arrasaban tan solo por el botín

Ignorando que a su fin, una estatua se ganaba.

 

Degollador de nuestro litoral, los pueblos arrasó

Matando por el corsario, brindó con sangre inocente,

Lo aplauden los unitarios.

 

Por criminal la historia liberal, Le otorga un pedestal

Por eficaz mercenario, Insultó a nuestro honor,

Vergüenza nacional fue Garibaldi aquel famoso criminal”

 

Un ejemplo, y solo uno, (como muestra basta un botón) de la fantasía sobre su persona, falto de toda documentación que la avale es el panegírico declamatorio y sin sostén de prueba alguna, que hace el historiador Setembrino E. PEREDAS[169].

Este masón confeso como Garibaldi, explica hechos del marino dándolos como meritorios cuando en realidad son aciagos y deplorables, lo que muestra no sólo quien era Garibaldi sino también quien era el propio autor. Se vale de un sistema sofístico caracterizado por ensalzar comportamientos negativos de ciertos personajes históricos, así como  ocultar las virtudes de otros.  Recurso también utilizado por otros autores como Esteban Echeverría, José Mármol, José Rivera Indarte, Bartolomé Mitre, el autodenominado Domingo F. Sarmiento (ese no era su nombre, sino Faustino Valentín Quiroga Sarmiento) que, como buen actor, tenía su seudónimo; además de ser primo de Facundo Quiroga, del que fue uno de sus asesinos intelectuales, su propio pariente…

El mencionado Peredas es un ejemplo-tipo de la literatura que los Unitarios hacen de la historia.

Este autor dice que el mercenario en cuestión pertenecía a una ‘logia’ llamada ‘Joven Italia’ y especifica que en el Plata “no se combatía tan sólo por la libertad de una pequeña república, sino por la causa de toda la humanidad”.

Palabas huecas, rimbombantes, sin sentido. Salvo cuando el autor se refería a ‘libertad’ que era la libertad de comercio en favor de los comerciantes londinenses, manchesterianos y franceses en perjuicio de la incipiente industria de los nativos del Río de La Plata.

Ya lo decía Guizot con contundentes palabras en su discurso del 8 de febrero de 1841 al expresar que había dos partidos en los estados de América del Sur.  Comenta ITURRIA[170]: los pertenecientes al Partido Europeo (sic) que “se han empeñado en establecer relaciones con Europa. Ellos han querido asimilar la América a la Europa, hacerlas entrar en relaciones frecuentes y seguidas. {…}. Pero existía en América otro partido, más apegado al suelo, impregnado de ideas puramente americanas; este era el partido de los campos. Este partido ha sido completamente contrario al partido europeo. Él ha querido que la sociedad se desarrollara a sí misma, a su modo, sin empréstitos, sin relaciones con Europa”

Veamos este párrafo que antecede, muy revelador de las intenciones francesas.

El diplomático francés reconoce que el propósito de los Unitarios era ‘asimilar’ (sic) América a Europa, en una diáfana declaración de una utópica intención que sólo puede terminar en una aberración de la naturaleza.

Es como si dijésemos que habría que asimilar a un francés a las costumbres gauchas en pleno París. ¿Ud. ve posible que un ciudadano francés termine adoptando la vestimenta y otras costumbres de un gaucho de las pampas mientras tiene su existencia al lado del Sena? Pues bien, parece que, para los Unitarios, en sentido inverso, sí lo era.

El citado Guizot consideraba que el hecho de que los pueblos americanos tuvieran apego al suelo, quisieran que la sociedad se desarrollara a su modo, sin empréstitos, era algo abominable…claro, abominable para los intereses franceses.   Seguramente no pensaba lo mismo con respecto a esas actitudes si fuesen impulsadas por los franceses para su propia patria.

En su discurso, ponía sobre la mesa una mentira: de ninguna manera los gobiernos soberanos de América no querían tener relaciones con Europa.  Las querían, pero en igualdad de condiciones, como debe ser entre naciones civilizadas, algo que no aclaraba el astuto Jefe del Gabinete francés.

Por eso, para el historiador Peredas la liberación la iba a hacer “La Grande Francia, la Ilustre Inglaterra”.

El autor dice con total desparpajo que Garibaldi “en su ingénita modestia, jamás se tuvo como un rígido instructor porque para él la organización y la disciplina eran cosas secundarias”.

Es una confesión sin ambages: Garibaldi no tenía marinos o soldados, sino una turba de mercenarios anárquicos que cuando asaltaban una población, como Gualeguaychú y Salto, cometían robos, violaciones, y destrucciones sin ningún tipo de reparo, como ha sido documentado por infinidad de autores.

Apoyaba con sus barcos a las escuadras de Francia e Inglaterra, en 1845 participó de la ocupación de Colonia del Sacramento y de la isla Martín García y, como recién se señaló, ocupó también Gualeguaychú y Salto realizando toda clase de tropelías.

Oscar y Gabriel TURONE[171] nos detallan quien era realmente y como actuó Garibaldi y  nos describen su sanguinario derrotero por estas tierras. -

En 1832 se inició con una logia masónica en Roma.  En 1834 tomó parte en el complot de Giuseppe Mazzini y hubo de huir a Francia.  Condenado a muerte en su patria, anduvo errante mucho tiempo.  Sirvió por un período breve, a las órdenes del bey de Túnez, trasladándose después a la América del Sud.

El “condottiero” italiano Giuseppe Garibaldi llegó al Río de la Plata en 1836, y el gobierno del Brasil inmediatamente lo declaró pirata.  Fue un aventurero audaz que sólo dejó en estas tierras el recuerdo imborrable de los excesos inhumanos y bestiales permitidos por él a los hombres que capitaneaba.  Llegó a hacerse célebre desde Río Grande y Santa Catalina del Brasil hasta la provincia argentina de Entre Ríos, como jefe de una chusma cosmopolita y una turba de carbonarios expatriados; y vinculó su nombre a los saqueos de Santa Catalina, Imeriú, Salto, Martín García, Colonia y Gualeguaychú, llevados a cabo con extraordinaria crueldad, propia de hombres a los que sólo atraía el botín del pillaje.

En su “autobiografía”, al recordar sus “hazañas” en América del Sur, no tiene reparos en escribir lo siguiente: “Como no recuerdo los detalles de todos aquellos atropellos, me es imposible narrar minuciosamente las infamias cometidas…. Nadie era capaz de detener a esos insolentes salteadores…. Todos vivían permanentemente alcoholizados…. Me dan ganas de reír cuando pienso en el honor del soldado…

En el parte de la victoria decía Brown: “La conducta de estos hombres ha sido más bien de piratas, pues que han saqueado y destruido cuanta casa o criatura caía en su poder, sin recordar que hay un Poder que todo lo ve y que, tarde o temprano, nos premia o castiga según nuestras acciones”.

Garibaldi trabó amistad con Mitre en Montevideo en 1841, y fue adversario acérrimo del almirante Brown y del general Urquiza.

Protegido por la escuadra anglo-francesa pudo realizar los inicuos e infames saqueos de Colonia y Gualeguaychú en el mes de setiembre de 1845; porque el botín fue siempre el supremo ideal de las tropas garibaldinas.  Al tomar posesión de la isla Martín García arrió la bandera argentina e izó en su lugar el pabellón británico.

Mucho se ha escrito y sobradamente probado respecto a la toma de Gualeguaychú. Sin embargo, parece omitirlo o desconocerlo el historiador masónico Peredas.

Los historiadores argentinos mencionados condensan una gran cantidad de autores que se han expresado sobre el tema diciendo que “El 2 de agosto de 1845 la escuadra argentina comandada por Brown es apresada por los Almirantes Lainé e Inglefield; los buques “San Martín” y “25 de Mayo” capturados por franceses que arriaron la bandea argentina e izaron la suya; el “General Echagüe”, el “Maipú” y “9 de Julio” tomados por los ingleses en los que izaron su pabellón.

Los diplomáticos de Inglaterra y Francia hicieron enarbolar la bandera oriental en las naves apresadas y formaron una escuadrilla que pusieron a las órdenes del aventurero italiano Giuseppe Garibaldi.

Inmediatamente se adoptaron medidas de precaución en los puertos y costas entrerrianas.

El General Garzón, General en Jefe del Ejército de Reserva, ubicado en Arroyo Grande (Concordia) dio instrucciones para defender los puertos litorales, “especialmente el de Gualeguaychú, en cuyo Comandante tenía poca confianza”.

[Digamos al pasar que el Gral. Eugenio Garzón, y no nos cansamos de señalar, es el mismo que tiempo más tarde junto a Urquiza se volvió contra Oribe y se alió con aquellos a los cuales había combatido durante años].

“El 1 de Setiembre Garibaldi asaltó la ciudad uruguaya de Colonia. Cinco días más tarde se apoderó de la indefensa Isla Martín García. Los Almirantes anglo-franceses le ordenaron se internara en el Uruguay arriba y atacara Gualeguaychú.

El 18 de setiembre la escuadrilla formada por cinco buques de cruz y catorce entre lanchones y balleneras, pasó por la boca del Gualeguaychú y remontó el Uruguay seis millas para que nadie sospechara del inminente ataque. En la noche del 19 al 20 sorprendieron a los dos guardias que celaban la Boca en una nave ligera. Bernardino Gómez, vecino de Gualeguaychú y marinero de un buque mercante, sirvió de baqueano a Garibaldi para entrar en el Puerto.

En la madrugada del 20 los Legionarios desembarcaron en el Saladero de Gianello, distante una legua de la ciudad y atacaron la indefensa Gualeguaychú. Sorpresivamente llegaron a la casa del Comandante don Eduardo Villagra y lo encontraron dormido. El comandante, las autoridades y guardias nacionales cayeron inmediatamente en las manos del enemigo. Según Fray Mocho:

“Garibaldi ordenó el fusilamiento de las autoridades de alto rango. Villagra, el alcalde, el administrador y el capitán Benítez fueron llevados a bordo. Los vecinos intervinieron rápidamente solicitando la libertad de los prisioneros. El italiano accedió al pedido. Se fortificaron los puntos más importantes y dominaron la ciudad. Inmediatamente se inició el saqueo. E1 soldado de policía Mariano Robles y el vecino Pedro Chamorro condujeron a los Legionarios a las casas donde había más para robar.

Los vecinos de la tranquila ciudad vivieron dos días de pánico. Fueron saqueados 31 establecimientos comerciales y numerosas casas de familia. Los más perjudicados fueron comerciantes españoles, sardos, portugueses y franceses. Garibaldi se llevó un botín calculado en 30.000 libras esterlinas.

Inscripto en la masonería de Nápoles, se afilió a la masonería del Brasil en Río Grande y a la masonería del Uruguay en Montevideo.  El Gran Oriente de Egipto lo honró con el pomposo título de “El Gran Masón de Ambos Mundos”, otorgándole el último grado del rito de Menfis.

Halagado en su vanidad, fue durante toda su vida, junto con Giuseppe Mazzini, el instrumento de las logias masónicas para sus siniestros fines.  En 1860 expulsó a los jesuitas de Nápoles y nacionalizó los bienes de la Iglesia.

Cuando Carlos Marx fundó la Primera Internacional en 1864 Garibaldi se declaró internacionalista, y ese mismo año en el Congreso de la Paz reunido en Ginebra exclamó: “¡Guerra a las tres tiranías, política, religiosa y social!”.

En 1867 en el Congreso Internacional de la Liga por la Paz y la Libertad, dijo: “Declárase caduco el poder del papado por ser la más nefasta de las sectas”; y en 1880 afirmó: “La masonería es la base fundamental de todas las asociaciones liberales”.

Tal vez por todo lo que antecede pudo sentenciar muy ufano el “gran” Sarmiento: “Garibaldi es una gloria argentina”.

Así se explica por qué a este hombre, hijo predilecto de las logias, los masones argentinos han logrado erigirle una estatua en medio de la plaza dedicada a la noble nación italiana.  El general Roca, desde los balcones de la Casa Rosada, presidió el homenaje que los masones le ofrecieron en Buenos Aires el 25 de junio de 1882, año de su muerte; el diputado nacional, Emilio Gauchón, Gran Maestre de la masonería argentina, defendió en el Congreso el proyecto del emplazamiento de la estatua ecuestre en la plaza Italia, de Palermo; y la inauguración del monumento, efectuada el 18 de junio de 1904, contó con la presencia del presidente de la nación, general Julio Roca y del general Bartolomé Mitre; y con el repudio unánime de la ciudadanía, herida en su fibra más íntima de argentinidad y catolicidad.

Si no hubiera sido por la masonería de fin del siglo XIX y por sus posteriores hijos espirituales los laicistas y liberales, a estas horas no existiría en la Argentina ni el recuerdo de su nombre”

Demoledoras pruebas contra el intruso mercenario Garibaldi.

En una posición contraria,  PEREDAS[172] hace loas poéticas no sólo sobre Garibaldi sino también sobre sus compinches; un ato de perjuros a su nación, gimnastas de la oratoria vacua como Florencio Varela, José Mármol, Santiago Derqui, José Ramón Ruiz Moreno, Julián de Paz, José Rivera Indarte, Valentín Alsina, José Agrelo, el ‘Manco’ José María Paz’, Pedro Ferré, Pedro Pablo Seguí y tantos otros, algunos de los cuales usufructuaron en su momento de los beneficios de la Confederación Argentina mientras les convino.

Dice el autor que en noviembre de 1840 se conformó una alianza ofensiva-defensiva entre los gobiernos de la República Oriental del Uruguay, Entre Ríos, que incluía a Corrientes, y Santa Fe contra “el tirano usurpador Don Juan Manuel de Rosas” porque “Rosas era enemigo del Estado Oriental y del pueblo argentino (sic) (¡¿?¡) cuyas provincias maniatadas a su despótica voluntad no podían desenvolver libremente sus actividades y anhelos de progreso”.

Obviamente, el ilustre liberal y masón autor de estas diatribas de tribuna, en un compendio de inexactitudes sin asiento probatorio alguno pero que luego de 1853 fue base de la (des)educación de nuestro pueblo con un sempiterno lavado de cabeza, nos dice que “Rosas era enemigo del pueblo; que maniataba a las provincias a su voluntad las cuales no podían ser libres para sus actividades”.

El autor ‘olvida’ varias cosas:

Rosas solo aceptó ser Gobernador de la Provincia de Buenos Aires si se le concedían las ‘Facultades Extraordinarias’. Algo común por aquellos tiempos. No era excepcional: las facultades extraordinarias ya les habían sido conferidas a Manuel de Sarratea y a Martín Rodríguez en 1820, como así también a los gobernadores de muchas otras provincias.  Juan José Viamonte anteriormente ya las había tenido.

En 1835, en su segundo mandato, Rosas aceptó ser Gobernador nuevamente, pero exigió convocar a un plebiscito para acceder con la ‘Suma del Poder’, referéndum que fue ganado casi por unanimidad (9.713 votos a favor y 8 en contra) tal era el grado de anarquía y disgregación social. Hasta el propio Sarmiento, Unitario, Masón y cuyo odio por Rosas era conocido por todos, no tuvo más remedio que reconocer que “No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar. Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular y deseado ni más sostenido por la opinión... que el de Don Juan Manuel de Rosas”.

Rosas tuvo siempre el apoyo de las provincias. Tan es así que cuando esto sucedía, los Unitarios y sus soldados gendarmes se encargaban de derrocar estos gobiernos representativos de la voluntad del pueblo.

Ese apoyo creció más aún cuando Rosas dictó la Ley de Aduanas el 18 de diciembre de 1835, que con claro sentido proteccionista cuidaba de la incipiente industria agrícola-ganadera y manufacturera del interior, para irritación de aquellos como Pereda, subordinados al interés anglo-francés. Ya volveremos sobre este tema en otro capítulo.

Además, eran pocos los Orientales que defendían a Montevideo, que se suponía, según el autor citado, defendían ‘la libertad’. Eran sólo aquellos que representaban un minúsculo patriarcado urbano cosmopolita, devotos de todo lo europeo, imbuidos de un liberalismo que solo beneficiaba a aquellos a quienes decían admirar. Toda su cacareada defensa de la Libertad era ‘su’ libertad de comerciar, quedándose con los fondos públicos, como era usual entre los Unitarios de este y del otro lado del Plata. En el puerto de Montevideo son conocidos los negociados de Rivera, los Obes, los Herrera, los Ellauri, los Buschental y los Lafone, entre otros.

Y desde el punto de vista militar, los Orientales eran minoría, ya que había:

·  Europeos: 15.252 (entre los italianos de Garibaldi, los franceses, los alemanes, los españoles (vascos, canarios, gallegos, catalanes, etc.)

·  Orientales: 11.431

·  Argentinos: 3.170

·  Africanos: 1.344

En la conformación indígena había más guaraníes que provenían de las misiones jesuíticas que charrúas, no sólo en las zonas rurales sino también en las ciudades, lo que hacía de Montevideo una gran babel de lenguas. El idioma castellano estaba en minoría lo que demuestra que la ciudad era una colonia no solo comercial sino también cultural

Un dato más que nos refleja las inexactitudes que en forma adrede nos presenta PEREDAS:

En 1842 el gobierno de la Defensa designó a Garibaldi al mando de la flota.  El 16 de agosto de 1842 se libró un combate naval en el Río Paraná cerca de la localidad de Costa Brava. Las naves comandadas por Garibaldi fueron derrotadas por las fuerzas de Guillermo Brown.

Pues bien, el autor recién citado sin ninguna hesitación, pero también sin ninguna prueba, intenta decirnos que el Almirante Guillermo Brown estuvo casi al borde de traicionar a su gobierno, pero extrañamente no lo hizo y no sabe por qué (¿?).

Veamos y analicemos cómo funcionan los sofismas históricos Unitarios y liberales ayer y hoy:

PEREDAS[173] dice que el Coronel Antonio Díaz enfáticamente afirmaba que la defección de Brown “era un hecho” (¿?) (sic) según “personas de crédito” (¿?) (re sic) que decían que “todos apuestan a una segura defección de Brown”.

Y Julián de Paz, Encargado de Negocios del Gobierno de Corrientes, decía en una carta del 24 de abril de 1842 al Gobernador Pedro Ferré que “he sido informado del buen éxito de una negociación entablada por el Gobierno Oriental con el General don Guillermo Brown, jefe de la escuadra de Rosas, para que se separa de la causa del tirano. El resultado ha sido sumamente satisfactorio y pone de inmediato el día glorioso en que el general Brown dé en las aguas del Rio de la Plata el grito de libertad. El General recibe doscientos mil fuertes a título de indemnización por las propiedades que él y sus oficiales les serán confiscadas en Buenos Aires y someterá la escuadra de su mando al jefe o Gobierno Argentino que esté en operaciones sobre el tirano Rosas…”

Hay un testigo del hecho, sigue diciendo el tal Paz. pero no se sabe quién fue “pues ha tenido el buen cuidado de guardar la incógnita y nadie ha hecho público su nombre…”

Según Paz, el supuesto hecho narrado por el aparente testigo que estaba en el barco con Brown, (como se puede apreciar, todo un misterio) fue el siguiente: el Almirante se encontraba en su nave, el ‘Belgrano’, en pleno sitio de Montevideo. El 21 de abril de 1842 recibió a tres caballeros que se presentaron como representantes de los proscriptos en Montevideo y que querían hablar con él, no de cuestiones políticas sino referidas a temas de índole económico que afectaban el comercio en aquella ciudad.

Sigue diciendo el testigo, por boca de Paz, que Brown accedió, diciendo en voz alta “que lo haría en la inteligencia de no oír una sola palabra sobre los acontecimientos políticos del Rio de La Plata y que si violaban dicha limitación, no olvidasen que era jefe a las órdenes del Gobierno Argentino” y sobre Rosas exclamó que “yo no lo hice Gobernador, señores, sino los hijos de aquella Republica y habiendo jurado defenderla mientras pueda, estoy en mi compromiso y con la bandera argentina al tope de esta división hago la guerra a un pabellón extraño, que unido al francés, la hostilizó antes de que yo pisara el ‘Belgrano’.

Continúa el relato diciendo que intentaron sagazmente llevar a Brown al terreno de la política “pero el viejo lobo, inconmovible como una roca, arpón dorando que le quería hacer presa”. Además, Brown dijo que iba a poner en conocimiento del Gobierno de la Confederación Argentina las maniobras de los comerciantes subidos a bordo y dio por terminada la conversación “pidiéndoles, por tanto, que no abusen más de mi indulgencia y tengan a bien retirarse, a menos que prefieran ir en persona a verse con el General Rosas en Palermo. La actitud resuelta del almirante pasmó a los audaces emisarios, quienes más que de prisa se pusieron de pie, expresándole uno de ellos, al subir, que habían llevado una cantidad de vitualla fresca, como carne, verdura, aves y algunos lechones para regalo del equipaje, a nombre del comercio extranjero, grato a la disposición pacífica que asumía a su respecto la escuadra argentina…. Brown le replicó sin vacilar que ‘-nada, nada señores. Sus víveres han de estar envenenados y n o quiero que mis muchachos perezcan-‘”

Luego que los visitantes se fueran, Brown dijo con sorna al Coronel Pinedo “Coronel, hemos tenido los enemigos a bordo de este buque. Infórmese de su tenor y redacte el despacho con que lo elevaremos al gobierno para que sepa el propósito de tan honorables visitantes”

Pinedo le sugirió a Brown que la información fuera entregada directamente a Rosas en vez de Felipe Arana habida cuenta de la urgencia en que el primero debía conocer lo sucedido, a lo que Brown asintió.

Peredas dice que “hubiera sido necesario conocer al autor del testimonio. El anónimo, en tales casos, no sienta bien en una persona llamada a esparcir la luz sobre un suceso de tal transcendental importancia”

Luego de estas supuestas informaciones del testigo anónimo, el autor del libro de marras, sin inmutarse y sin sonrojarse extrae la siguiente interpretación del supuesto dialogo entre Brown y la delegación de los comerciantes extranjeros:

Peredas da por supuesto que Brown estuvo de acuerdo con los visitantes pues sino “¿por qué si Brown no estaba dispuesto a oír proposiciones por parte de los comisionados del comercio de Montevideo aceptó su representación?”

“¿Por qué aceptó sin violencia la visita de los comisionados y empleó un lenguaje más propio de un palaciego que de un marino de su rango?”

El autor saca una insólita conclusión: “Debemos creer, por lo tanto, que aquella conferencia fue de su íntimo agrado (sic) y que si no se cerró trato definitivo alguno, se debió a no haberle convenido la cantidad y las bases propuestas"

Asombrosa deducción que no le quita lo canallesco.

Dice Peredas que José María Paz, en sus ‘Memorias Póstumas’ manifestó sobre este hecho que da como verídico y que “Según el testigo anónimo si dejaba Brown de estar al servicio del dictador, sin dejar el pabellón argentino, se le darían 200.00 pesos fuertes para gratificar a la tripulación.

“Esta negociación cuyos detalles no son bien conocidos, ha sido el objeto de mis más prolijas indagaciones, y de todo he deducido, que fue iniciada de buena fe por el general Brown, con el decidido fin de separarse de Rosas y pasar al partido de sus adversarios políticos, sin abjurar por eso de su nacionalidad ni dejar de ser argentino”

Peredas dice que Brown no pudo hacerlo porque “…hallándose muy distante del ejército de reserva, no podía comunicarse ni con el Gobierno de Corrientes ni conmigo, y porque el Gobierno de Montevideo era el único que podía por entonces hacer efectiva la condición del dinero, que sin duda creía necesario para que sus subalternos lo siguiesen. Sin eso es probable que con nadie mejor que conmigo se hubiera entendido.

Así operaban con la mentira contumaz y desde las sombras los escribas empleados de los poderes comerciales extranjeros.

Analicemos el engendro sibilino que fue el escrito de Peredas.

Primero, manifiesta que Brown estuvo por traicionar a su Gobierno, pero no lo hizo y el autor expresa que “no sabe por qué”

Segundo, manifiesta que ‘según’ el Coronal Antonio Díaz relató que ‘según’ un testigo ignoto era ‘un hecho’ según personas de crédito”, Brown iba a cometer traición. Pero, claro, no nos dice ‘qué personas de crédito’ eran esas. Es la típica maniobra de los mendaces: le dijo uno que le dijo otro que había oído de alguien que, según uno que oyó de otro que según tal, etc., etc. Pero, obviamente, sin dar nombres y pruebas fehacientes que lo sustente, lo que vuelve a dicha declaración, una ignominia muy típica de la masonería: ensuciar a hombres probos, con denuncias de hechos incomprobables, para quitarle la confianza de sus jefes.

Tercero, luego de relatar el escriba el supuesto hecho en donde lo único que se deja traslucir es la firmeza y la expulsión de los comerciantes que habían ido a semblantearlo, ‘alguien’ le dijo a Ferré que Brown iba a traicionar a su Gobierno a cambio de $ 200.000 pesos fuertes.

No se sabe quién es ese ‘alguien’ y el mencionado Julián Paz dice que él no sabe tampoco quien ha sido pues el testigo “ha tenido el buen cuidado de guardar la incógnita y nadie ha hecho público su nombre”.

Cualquier historiador serio desecharía estos ‘correveidile’ anónimos sin sostén probatorio alguno, pero Peredas no se amilana y muy suelto de cuerpo declara que hubiera sido necesario conocer al autor del testimonio. El anónimo, en tales casos, no sienta bien en una persona llamada a esparcir la luz sobre un suceso de tal transcendental importancia”

Es evidente que es necesario conocer a los autores de tales afirmaciones para ser creíble, mínimamente en algo.  También es evidente que no sienta bien una persona que se comporte así. Pero el autor no desecha ni al testigo ni al supuesto soborno y va por más dando por cierto el hecho porque se pregunta “¿Por qué aceptó sin violencia la visita de los comisionados y empleó un lenguaje más propio de un palaciego que de un marino de su rango?”

No sabemos si el hecho del abordaje existió, pero de ser cierto, sólo porque Brown lo aceptó, Peredas deduce que “Brown estaba dispuesto a negociar” y que la conversación fue de “su agrado (sic) y que si no se cerró el trato fue porque a Brown no le convino la cantidad y las bases propuestas”.

Insólitas conclusiones de Peredas que no sabemos de dónde las extrajo pues no nos deja ver las pruebas contundentes que lo hacen arribar a aquellas. Sólo retorciendo los hechos puede llegarse a ese desenlace huérfano de causa alguna que lo avale.

Lo mismo vale para el General José María Paz quien, al igual que Peredas, menciona ‘un testigo anónimo’.  Siempre son personas anónimas las que disparan el dardo…   Refiere que “si dejaba Brown de estar al servicio del dictador, sin dejar el pabellón argentino, se le darían 200.00 pesos fuertes para gratificar a la tripulación”.

Observe el lector un detalle no menor.  En lugar de dignificar a los supuestos comisionados de Montevideo, con quienes comparte su ideología, no los deja en una posición favorable y muestra la calaña de la que estaban hechos.  Estos comisionados le daban a entender a Brown que la traición era solo contra Rosas y no contra el Gobierno de la Confederación, y que si él aceptaba el convite que disfrazaba un soborno, no significaría que abjurase de su nacionalidad y que podría seguir usando en sus barcos la bandera argentina. 

¿Puede conocerse una infamia mayor?

¿Por qué no defeccionó Brown?  Según el bueno de Peredas, él quiso hacerlo, pero como no podía comunicarse con el gobierno rebelde de Corrientes para ser auxiliado, ni con el ejército Unitario de reserva, no se animó. (Deducción que no tiene asidero en fuente alguna probatoria).

El testigo desconocido dice que sólo podía negociar con el Gobierno de Montevideo, pues sólo éste podía hacer efectivo el dinero prometido.

Si era así, ¿por qué Brown no lo hizo si la pretendida Comisión de Montevideo había subido a bordo para tal fin? Peredas no nos dice la razón y, en su novela misteriosa, nos deja sin saber la causa… pero nos muestra la falacia con la que se hacía, y continuaron haciéndose en los años venideros, una versión fantástica e irreal de los hechos para consumar con su machacada y falsa interpretación, una ‘reiterada literatura de la historia’ de los Unitarios que, en este caso, queda sumamente expuesta.

Todas las respuestas a estos interrogantes las da el propio comportamiento del Almirante Guillermo Brown (‘Bruno’ como lo llamaba coloquialmente Rosas).

Peredas comenta que al comienzo de 1838 se le ofreció a Brown traicionar a Rosas y la Confederación Argentina para pasarse a las filas enemigas, pero que no pudo hacerlo por cuestiones de tiempo.

¿Cómo respondió Brown? Dice Guillermo MASCIOTRA[174] “En 1838 el presidente del Uruguay Gral. Manuel Oribe, le ofrece el mando de la Marina de Guerra Oriental, que casi no existía. Brown con el permiso del gobierno argentino acepta el cargo, de crear una marina. Sin embargo, el ataque del Almirante francés Leblanc, en apoyo del general Rivera contra el gobierno constituido por Oribe, provoca la caída de este último y la renuncia de Guillermo Brown.

“Rivera con el apoyo de Francia y emigrados argentinos declara la guerra a la Confederación Argentina que apoyaba a Oribe para recuperar la presidencia de la que había sido despojado. Asimismo, Rivera nombra jefe de la marina a Juan Coe, antiguo subordinado de Brown, quien por cuarta vez es llamado para recrear una marina de guerra Argentina tarea que asume a los 64 años. Nuevamente se dedica con tesón a la tarea. Vence a Coe frente a Montevideo y Punta Indio, desarticula la marina oriental que Rivera había formado y obliga al cambio de estrategia uruguayo que releva a Coe por el dominio absoluto que Brown tenia del Plata”.

Luego, en 1845 tuvo lugar la gesta de la Vuelta de Obligado y ¿cómo respondió Brown?

Continúa MASCIOTRA[175]: “Luego la intervención anglo-francesa provocaría el robo de la Escuadra, episodio que afectó el espíritu del glorioso marino. Lleno de indignación regresó a Buenos Aires. Sería su último episodio naval. Asistió a la devolución de la flota. Su hijo Eduardo Brown combatió al mando de la batería que llevaba su nombre en el Combate de la Vuelta de Obligado y también en los combates de Paso del Quebracho, Tonelero y Acevedo contra el poder naval combinado anglo francés donde también marinos que se habían formado con el Almirante Brown, volvieron a dar testimonio de esa generación que combatió bajo sus órdenes”.

Ampliando el concepto, dice Raúl ITURRIA[176]: “un proverbio ruso dice que ‘lo que ha sido producido por la pluma no puede ser destruido ni por el hacha’ Y así ocurrió en el Rio de La Plata, donde los Unitarios escribieron lo que se les ocurrió y les vino en gana, sin importar para nada la verdad histórica. Entre tales escritores destacan Sarmiento, Mitre, Rivera Indarte y sus famosas ‘Tablas de Sangre’, que tejen novelas deformando los hechos y así como el hacha no puedo destruir lo creado por la pluma quien mucho escribe corre el riesgo de ofrecer las pruebas de sus errores en sus propios escritos, máxime cuando son alegato y no descripción histórica”.

Considerando lo expuesto, podemos afirmar que, si realmente Brown hubiera querido traicionar a la Confederación, como sugiere Peredas con claro sentido masónico, podría haberlo hecho en varias ocasiones en que tuvo la oportunidad.

El broche final de las falsías Unitarias llevadas a texto escrito y que demuestran la insidia dolosa sobre el Almirante, están dadas por el hecho de que luego de Caseros, la vida de Brown y su familia sufrió acciones ominosas que no condecían con la heroicidad patriótica demostrada a lo largo de décadas.

En tal sentido termina diciendo el autor: “Luego de Caseros, el marino irlandés que tanto aportara a la Nación Argentina fue dado de baja al igual que su hijo Eduardo. No concurrió al desfile del 20 de febrero de 1852 en las calles porteñas de las tropas brasileñas. Aceptó nuevamente la injusticia que posteriormente fue reparada por el Ministro de Guerra Manuel de Escalada que no vaciló en reconocer los enormes aportes y reponerlo en las filas de la Marina de Guerra.

Después de Caseros, muchos Federales, por convencimiento o instinto de supervivencia, negaron o se arrepintieron de su ‘rosismo’.  El Almirante Brown no lo hizo.  Fue dado de baja junto a su hijo Eduardo y dio la espalda al triunfo de Urquiza como símbolo silencioso del desdén por la traición sufrida y la derrota de la soberanía de la Confederación Argentina que, hasta el último día y pese a las falsas insinuaciones de los Unitarios liberales, defendió con ardor.

Seguramente ese triste día de luto para la nación, el 3 de febrero de 1852, nuestro Almirante sabiendo del desfile por las calles de Buenos Aires de los soldados imperiales con sus banderas al viento, les dio la espalda en señal de desprecio, y habrá vuelto a exclamar como había hecho el 30 de Julio de 1826 frente a sus marinos antes del enfrentamiento contra el brasileño invasor en las playas de Quilmes: Es preferible irse a pique que rendir el pabellón”.

Bien podría haber sido ésta la respuesta de Brown a Peredas, si hubieran sido contemporáneos, ante las imputaciones deshonrosas que el masón le infirió.

La vida del marino y su conducta leal y coherente fue la mejor prueba de las falsías Unitarias, como la de Peredas, que insistían en una persistente y fraudulenta ‘concepción literaria de la historia’.

Brown y Bouchard en 1816 bloquearon el puerto del Callao, apresaron buques españoles con su valiosa carga e interrumpieron el tráfico marítimo con los puertos de Chile. Entre las presas está la famosa fragata Consecuencia, luego rebautizada La Argentina y que llegara hasta Monterrey, Madagascar y las Filipinas en su crucero de corso con Hipólito Bouchard.

En Hawaii, que entonces era un reino independiente, recibió el reconocimiento de nuestra independencia. Fue la primera nación en reconocerla en 1817, por medio de su Rey Kamehamha I.  Lo hizo ante el representante de las Provincias Unidas del Sud que allí estaba, el marino Hipólito Bouchard

El Alte. Guillermo Brown tuvo el honor de hacer flamear la bandera argentina en Monerrey, California, por cinco días, junto a nuestro otro héroe Hipolito Bouchard.

¿Cómo sucedió esto? cuando Hipólito Bouchard y sus corsarios con sus barcos “Chacabuco” y “La Argentina” hostigaban a los españoles principalmente en el Atlántico, Indonesia, Madagascar, Filipinas, el Pacífico, California, México, Centroamérica y las costas occidentales de Sudamérica en plena gesta de la independencia, recaló en California en la aldea de San Francisco, hoy Monterrey, (también en otras poblaciones costeras).  Tenía unos 400 habitantes y la guarnición estaba integrada por 65 soldados españoles a los que batió con sus 200 hombres en un combate de dos días.  Durante cinco días, entre el 24 y el 29 de noviembre de 1818, izó la bandera argentina allí.  Durante 5 días, California perteneció a la incipiente Provincias Unidas del Sud, ondeando bien alto nuestra bandera en dicho fuerte.  Luego se fue de allí para seguir persiguiendo con sus buques a los españoles por los mares, descendiendo por toda América, hasta llegar a Chile. Por esta razón, la mayoría de las futuras republicas centro americanas (Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua) tienen, al igual que las Provincias Unidas del Sud, la bandera azul y blanca, con pequeños cambios en el centro, en honor a nuestra independencia.

Brown, tuvo una vida llena de batallas y luchas, como cuando enfrentó al Brasil y sus acciones se vistieron de honra en pos de la defensa de nuestra independencia, junto a Hipólito Bouchard nuestro otro eminente marino argentino.  El día 3 de Marzo de 1857, falleció en su Quinta de Barracas, el héroe máximo naval de la República Argentina, defensor a todo trance de los ideales de la patria naciente.

Escribe Guillermo MASCIOTRA[177]Repetidas veces fue convocado por las autoridades de turno en el gobierno para dirigir la incipiente Armada Nacional. Durante cuatro décadas prestó servicios, comprometió su patrimonio, formó una generación de marinos que se llenó de gloria en las guerras de la Independencia, contra el Imperio de Brasil, las campañas de Corso y frente al ataque avieso del poder naval anglo francés. Conoció la gloria y la injusticia, el reconocimiento del pueblo y la cárcel a la que lo intentaron recluir”.

Brown conoció la gloria y la injusticia, y finalmente el justo reconocimiento del pueblo todo.

El Unitarismo decimonónico representado por Peredas simboliza el patente cuadro de miseria que anima a estos seres.

*

Mientras Brown batallaba codo a codo con sus hombres, nosotros debemos siempre tener presente que Rivera Indarte, al igual que Florencio Varela, a través de su diario ‘El Nacional’, ‘fogoneaba’ para que Uruguay, Paraguay y la ‘Republica Mesopotámica’ (que iba a crearse entre Corrientes, Entre Ríos y Misiones) fuera un protectorado brasileño.

¿Puede concebirse mayor traición? ¿Alguien se imaginaría la situación inversa, en el sentido de que algún brasileño bogara para que Rio Grande Do Sul o Matto Grosso fuera un protectorado de la Confederación Argentina?  Imposible.

Pues bien, muchos nacidos en nuestras tierras, no podemos llamarlos ‘argentinos’, así lo hacían. Por ejemplo, Sarmiento y sus declaraciones para que el Estrecho de Magallanes y más allá fueran chilenos y Florencio Varela mendigando en Inglaterra para que la Banda Oriental fuese un protectorado inglés o francés.

Del mismo modo, a principios de 1845, Varela incitó a que se reconocieran los derechos del Brasil sobre las Misiones Orientales hispanas que en 1801 habían sido usurpadas por ese país.

Recordemos que las intenciones de Francia e Inglaterra habían sido en forma permanente lograr la independencia de la Banda Oriental, para que fuera una factoría comercial; conseguir la libre navegación de los ríos para comerciar sin interferencias de la Argentina y poder acceder al interior del continente; y lograr que Corrientes y Entre Ríos fueran un nuevo Estado independiente.

En fin, los peores enemigos suelen ser estos hombres de letras, más aun que los hombres de acción, así se lo señalaba Rosas a Oribe, “…me recelo mucho que a la sombra de eso que llaman algunos formas constitucionales y que en realidad solo tienden a debilitar la fuerza de las leyes y darles ensanche al crimen y a la anarquía, suceda que se vea Ud. muy embarazado para contener a los rebeldes, y que después de haber batido en el campo de batalla a los de ejecución y armas llevar, tenga Ud. que sufrir en la ciudad a los promotores, sugestores (sic), instigadores y proyectistas en secreto, que son los principales y verdaderos autores de estos males, y con cuya permanencia en ese Estado no es posible que sus habitantes ni los de esta república gocen jamás de tranquilidad”.

Y es verdad, cuando Rosas dice a la ‘sombra de lo que algunos llaman formas constitucionales’ pues ese era el subterfugio que tenían los Unitarios para alzarse con el poder, ya que ni ellos creían en las bondades de lo que predicaban. Sólo les interesaba acceder a sus negocios con los extranjeros y su Banca por sobre lo que era favorable para los intereses patrios.

Y uno de los ‘clichés’ utilizados era la necesidad de tener una Constitución, considerada una panacea, como fin y como medio.  En realidad, lo que pretendían era concretar sus apetencias personales que se ocultarían en el anonimato de las decisiones logísticas a producirse, bajo el amparo utópico de un “cuadernito” que nunca en la historia se aplicó según sus mandas.

Indica OLLAZA PALLERO[178] “El 16 de febrero de 1843 Oribe inició el sitio a Montevideo. Sería este el tercero de los sitios en que él participara, y el más largo de todos, ya que duraría ocho años y medio, hasta el 8 de octubre de 1851.

De tal modo, desde 1843, con el retorno al país de las tropas del depuesto Oribe, respaldadas por el ejército del federal Juan Manuel de Rosas, Montevideo se dividió en dos, un gobierno blanco ubicado en el “Cerrito”, y un gobierno colorado ubicado en la parte antigua de la ciudad, llamado “de la Defensa” (refugio de los unitarios argentinos que huían de la capital argentina dominada por Rosas). Los ‘Blancos’ sitiaron a los ‘Colorados’, mientras la guerra civil se convertía en guerra regional. Los partidos tradicionales nacieron en paralelo al ya señalado ideal constitucionalista, y juntos con el país.

La pequeña península montevideana estaba habitada por seguidores de Rivera: unitarios, franceses y con el correr del tiempo algunos ingleses y la legión garibaldina. Cercanos, en la costa, estaban la flota francesa y algunos buques ingleses atentos a no ceder ventaja a sus vecinos europeos. En este panorama, el Gobierno del Cerrito iba a ser responsable de la administración de todo el resto del territorio al este del Río Uruguay. Serán nueve años de gestión que mostrarán la más alta talla de gobernante y soldado en la vida de Oribe, con un ansia irrefrenable por ocupar todos los huecos del ejercicio del poder, basado en su voluntad de hacer”.

De tal modo, mientras Oribe conformaba el centro de su cuartel en el Cerrito de la Victoria, los defensores de Montevideo con el Gral. Paz y el Gral. Iriarte preparaban todo para resistir, al igual que Rivera que celaba a Paz quien había sido elegido como jefe para dirigir la defensa.

Recordemos que el Gral. Paz había sido apresado en Santa Fe. Enviado a Buenos Aires, Rosas le perdonó la vida y fue sólo obligado a permanecer en Buenos Aires bajo juramento y se le abonaron todos los sueldos de militar atrasados. ¿Cómo se comportó Paz? Rompió su juramento, se escapó a Montevideo y de ahí a Corrientes a reiniciar su lucha contra Rosas, al que le ‘mordió’ la mano.

Unos días antes, el 3 de febrero de 1843, los civiles Unitarios junto a los coroneles Chilavert, Pacheco y Obes, Rivera, entre otros, se reunieron en Montevideo para organizar la defensa

Santiago Vásquez, Rivera, el Ministro Vidal y otros hablaban entusiasmados de la posibilidad de erigir un nuevo Estado independiente con la Banda Oriental, Corrientes y Entre Ríos, separándolos de la Confederación Argentina, con el acuerdo de Inglaterra y Francia.

Rápidamente se levantó el Coronel Chilavert y, en un rapto de locuacidad ininterrumpida, según Adolfo SALDÍAS[179]: exclamó exaltado contra lo que se pergeñaba. “Se sabe ya que Chilavert era un carácter; y que en el consejo de sus amigos su palabra elocuente claramente reflejaba la enérgica independencia de su alma y sus bríos geniales contenían a los más osados. En esta ocasión sus palabras fueron como un estallido de indignación. Su ruda franqueza para apuntar y deslindar las responsabilidades y sus atrevidas conclusiones dominaron por completo aquella asamblea de notables, en la cual quizá no había carácter que el que se oponía solo a ella.

Chilavert se encaró con Rivera, y dijo que hacía tiempo que veía que la guerra que su partido y el Estado Oriental decían hacerle a Rozas no era en realidad a éste, sino a la República Argentina, Por cuanto esa lucha era más bien una cadena de coaliciones con los extranjeros.

Que el resultado de esto había sido no solo el que Ia Republica fuese agredida y ultrajada en su soberanía, sino también el de afianzar el poder de Rozas sobre la base de una opinión pública que veía Ia patria amenazada.

Que así lo mostraba evidentemente el estado actual de las cosas después de ocho años consecutivos de revolución y de guerra, bajo la dirección de los mismos notables a quienes se refería el Ministro Vidal y el. doctor Vásquez.

Que él era un soldado de la revolución contra Rozas, pero que en presencia de lo que acababa de oír, se preguntaba si no era una vergüenza para él formar en las filas de. los que hacían la guerra a la integridad de su patria.

Que, en cuanto a él, protestaba desde el fondo de su alma contra semejante proyecto, viniese de donde viniese y que las armas que la patria le dio en los albores de la Independencia no se empañarían al lado de tan notables traiciones, porque él iría a ofrecérselas a Rozas o a cualquiera que representase a la República Argentina la causa de la integridad nacional.

Chilavert dijo todo esto en menos tiempo del que necesitaron los presentes para salir de su estupefacción y poder concebir, sobre todo, algo para responderle.

 El silencio y una sonrisa irónica se sucedió a las palabras de Chilavert. Rivera fue el único que acertó a decirle que todo aquello no era más que diplomacia y que se había dejado arrebatar sin motivo, pues los argentinos que estaban de por medio garantizaban con sus antecedentes que no se realizaría lo que él acababa de condenar.

Tal se verá corno Chilavert había puesto el dedo en la llaga; y hasta qué punto podían esos notables dar garantías respecto de lo mismo que venían trabajando.”

De las palabras del autor queda en claro que, Chilavert lo que tenía de patriota, lo tenía de ingenuo. Su frontalidad frente al ‘nido de víboras’ que eran los militares y civiles Unitarios que lo rodeaban, era casi su condena a muerte en el futuro. Y así sucedió. Urquiza sería su ejecutor.  

Por otro lado, Oribe preparaba minuciosamente su gobierno, sus funcionarios, sus planes sociales.

Lo expone Luis Alberto LACALLE HERRERA[180] en el sentido de que “se gobernó al país, en orden y libertado en lo interno y se defendió su soberanía en lo internacional. Oribe y sus más estrechos colaboradores supieron, contemporáneamente, usar las armas y al mismo tiempo las leyes para gobernar desde el Cerrito”.

Esa autonomía y libertad que no se dio en la defensa de Montevideo que estaba “poblada por Orientales seguidores de Rivera, Unitarios, franceses, con el tiempo también ingleses y la legión garibaldina Pero no era solo esto lo que enfrentaba Oribe. Después de la costa, recortándose en el horizonte u ocupando la rada, la flota francesa y las embarcaciones británicas, siempre atentas en no dar ventaja a su vecina de la Mancha. Allí residía el verdadero poder, el que volvió infranqueable el obstáculo de la defensa”.

Es verdad, ahí estaba la razón de nueve años de sitio.  De nada servía el mismo si, por un lado, las tropas internacionales y Orientales traidoras eran subvencionadas y alimentadas por los barcos europeos en la bahía de Montevideo, y por otro, con la presión permanente de los brasileños en la frontera norte que incursionaban en forma continua en territorio Oriental produciendo desmanes y robo de ganado y arreándolo para su territorio, como ya se dijo en el Capítulo V.

Esto lo han dicho otros autores, entre ellos Luis Alberto LACALLE HERRERA[181], “La intención portuguesa de llegar a la Colonia del Sacramento, la avidez riograndense por nuestros ganados y feraces praderas y la sangre en el ojo por Ituzaingó y las Misiones alentaban los avances sobre nuestro territorio, los enredos de la diplomacia y la disposición a comprar las voluntades que fueran”, una constante en la Provincia Oriental a lo largo del tiempo.

Tanto Inglaterra como Francia, que no quería perderle pisada a la Rubia Albión en la pelea comercial para encontrar mercados para sus manufacturas, buscaban territorios para proveerse de materias primas a bajo costo.

Atrincherados geográfica y comercialmente en Montevideo los partidarios del Imperio brasileño, del comercio anglo-francés, del aventurerismo pirata de Garibaldi y de los Unitarios argentinos auto-exiliados, dieron oposición a las fuerzas Federales.

Oribe comenzó a avanzar sobre Montevideo y el 16 de febrero de 1843  puso sitio a la ciudad. Sería éste el tercero de los sitios en que él participara, y el más largo de todos, ya que duraría ocho años y medio, hasta el 8 de octubre de 1851.

En Montevideo se hallaba el Gobierno de la Defensa, que tuvo a Joaquín Suárez, que había reemplazado a Rivera, como mandatario a lo largo de todo el conflicto. Esto se debió a la imposibilidad de llamar a elecciones durante el sitio.

La Defensa se manifestó hostil a Rosas y su bando. Para garantizar su continuidad, se valieron de los favores de Francia, Inglaterra, los brasileños y los ‘antirrosistas’ argentinos. En tanto, el Gobierno del Cerrito, instalado en el sitio homónimo, tenía a Oribe en la presidencia, que fue reelecto todos los años por medio de los votos de la asamblea.

En las filas del Gobierno de la Defensa de Montevideo se destacó la presencia de Garibaldi.  Un corsario mercenario que al mando de una flota asoló con sus horrendos crímenes, vejaciones y robos a Entre Ríos.  Las flotas de Francia e Inglaterra (con interés en mantener abiertos los ríos que Rosas, en su afán de reconstrucción del territorio del antiguo virreinato, les negaba navegar, por considerarlos ríos interiores) convirtieron al conflicto en internacional.

La Guerra Grande se extendió desde 1839 hasta 1851. Y “con todo el dolor y desolación que sembró fue fundamental expresión de nacionalismo y americanismo. Fue la oposición radical a los intereses extranjeros que pretendían suceder a España en la explotación de estos territorios”.[182]

Mientras duró el sitio y controlando casi todo el territorio de la Banda Oriental, Oribe organizó nuevamente su gobierno, como si nada hubiera ocurrido desde el 24 de octubre de 1838. Designó su gabinete, hubo una legislatura y se sancionaron varias normas.

Mientras, Rivera en el plano militar, fue derrotado por Oribe en la batalla de India Muerta en marzo de 1845 y se refugió el Brasil.

En 1845, Rosas le propuso a Oribe  la reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata, anulando las imposiciones de la Convención Preliminar de Paz, dictada por la conveniencia del Imperio Británico en el Río de la Plata en 1828.

Manuel Oribe no quiso decidir, o no tuvo la altura política para decidir sobre este acto trascendente y envió el tema a tratamiento de una comisión parlamentaria que se perdió en devaneos que a nada llegaron. Puede parecer una extrañeza la decisión de Oribe, ya que siempre peleó para lograr esto desde Salta a la Banda Oriental.  Sin embargo, no es inapropiado deducir que Oribe no quería arriesgar una guerra directa con el Imperio del Brasil, hasta que éste fuese derrotado y su ejército desarticulado en una segura guerra que se avecinaba.

Los aliados continuaron en la guerra, ya que nunca dejaron de contar con el soporte militar y económico de los franceses. Por ello, el presidente Rivera, sólo de Montevideo y Colonia, endeudó al estado Oriental, a fin de garantizar el favor francés. Poco después, Rivera rearmó sus filas para continuar la batalla, con la presencia del general Juan Lavalle.

OLAZA PALLERO[183] finaliza su exposición fundamentando la razón de existir del Gobierno de Oribe en el Cerrito: “Así dio comienzo el Gobierno del Cerrito, denominado de esta forma por estar instalado el cuartel general de Oribe en el Cerrito de la Victoria, donde 30 años antes hubiera iniciado su carrera de las armas y estableciendo la capital provisional de Uruguay en la ciudad de Restauración (actualmente el barrio montevideano de Villa Unión), fue en esta población que por primera vez se rindió oficialmente homenaje a José Gervasio Artigas, al serle dado el nombre del prócer federal a la principal avenida de Restauración. Dicho nombre le fue dado en vida del prócer (1849) y entre los primeros actos de la administración del triunfante Joaquín Suárez figura el de eliminar tal denominación.

El gobierno del Cerrito controló la totalidad del país hasta 1851, exceptuando Montevideo y Colonia del Sacramento. Tuvo su puerto de ultramar alternativo en la rada del Buceo, al este de Montevideo, y aplicó la Constitución de 1830 como base de su orden jurídico. Algunas figuras destacadas de aquella administración fueron Bernardo Prudencio Berro, Cándido Juanicó, Juan Francisco Giró, Atanasio Cruz Aguirre, Carlos Villademoros, etc.

Otro gran tema fue la propuesta de la reunificación de la Argentina que realizó Rosas en 1845, con la reincorporación del Uruguay a las Provincias Unidas del Río de la Plata, anulando las imposiciones de la Convención Preliminar de Paz, inspirada por Lord Ponsonby.

Oribe no quiso resolver este tema y lo remitió para su tratamiento a una comisión parlamentaria que no llegó a nada.

El gobierno de la Defensa de Montevideo era un conglomerado de seres de diferentes razas y países, una verdadera Babel.

En 1847, dice ROSA[184] “Echauri entusiasmado traza desde Paris el 3 de Agosto el plan de la próxima guerra: 3000 solados de línea franceses desembarcados al sur de Buenos Aires, 6 o 7.000 ‘voluntarios’ (sic) comunistas reforzando Montevideo y batiendo a Oribe, las escuadra gala apoderándose de Maldonado, Colonia y ocupando e Paraná; los brasileños junto a los emigrados unitarios de Rio Grande al mando de Melchor Pacheco invadiendo Entre Ríos y Corrientes {…}…sería el triunfo de la Civilización!”.

¿Dónde estaban los Orientales? No se los veía por ningún lado en las filas de la Nueva Troya, salvo algún ‘señorón’ militar o burócrata, empleado de los brasileños o franceses.

Francia acordaría con el Gobierno de la Confederación Argentina y esto despertó el temor del Brasil.

Si los franceses se iban, dejaban ‘huérfano’ de sostén a Montevideo, y su caída completaba el dominio de la Confederación en toda la Banda Oriental ‘perdiendo el Brasil su base de operaciones en la guerra de inevitable’ (declaración de Irineo Evangelista de Souza, Barón luego Vizconde de Mauá hecha en 1878).  Habría que sostener a todo trance el gobierno de Montevideo como cabeza de playa de la ocupación brasileña en el Rio de La Plata. Entonces comenzó a tallar el dinero de Buschental bajo el nombre del, por entonces, Barón de Mauá.

Thiers, desde Francia despotricó contra Rosas impetrando que se hiciera de Montevideo una colonia francesa. El 5 de enero de 1850 en la Asamblea de Francia, ante el próximo acuerdo entre éste país europeo y la Confederación Argentina, dio un encendido discurso: “Los americanos del Sur no han llegado a nuestra civilización. Tenéis que habéroslas con gentes que unen el orgullo de los españoles de hace dos siglos con el salvajismo del país que habitan...; de allí nuestras inmensas dificultades para hacemos respetar de esos pueblos. {…}

“Y después de haber luchado por la causa de la humanidad, la queréis olvidar vosotros„ franceses, que no os atrevéis solos, ¿sin la Inglaterra a enfrentar a Rosas?... Que no se diga que os detenéis por las dificultades de mandar unos cuantos guerreros a tan larga distancia. ¿Es la distancia la que las hace soltar la presa? Ahora vais a abandonar a Montevideo. ¿Sabéis lo que es Montevideo?... Es una ciudad francesa, de cultura francesa, de gente francesa {…} En Montevideo ¿sabéis quienes gobiernan? Jóvenes educados en Francia: Monsieur de Varela es muy distinguido; con él se puede tratar; sabe lo que es Francia, y no hay altanería en sus maneras...”

Con Varela los franceses podían ‘tratar’…Sólo era cuestión de ponerse de acuerdo en el precio para ‘untar’ los bolsillos de este personaje codicioso y embobado por los ‘modos’ de la noble Francia.

“Yo soy partidario de la paz. Pero cuando se trata del interés de Francia no conozco peligros. Creo que el interés de una gran nación marítima como la nuestra exige que mantengamos a cualquier costa nuestra ‘colonia’ (sic) de Montevideo. ¿Sabéis cuál es el contrapeso del comercio?... La necesidad de hacerse respetar... Cuando se trata de extender nuestro comercio, de proteger a nuestros nacionales entonces digo: haced como Inglaterra que por un marinero herido no teme emprender una expedición. Es así como se hace respetar”

Nada mejor que oír a los invasores. Admitieron que Montevideo era una ‘colonia’ francesa. Algo que no reconocieron los Unitarios. Y que el objetivo de tener a Montevideo como ‘colonia’ era una simple y llana cuestión comercial escondida bajo la vela de la pomposa palabra ‘civilización’. Reconocieron que para lograrlo había que hacer como Inglaterra: buscar cualquier excusa, por vana que fuera, para cruzar los mares y apoderase de territorios alejados de su patria.

No debemos dejar pasar que no se trataba sólo de una cuestión económica, también estaba el desprecio por todo lo hispano que América había heredado de España, su eterno contrincante comercial y cultural.

A propósito de Thiers, José María ROSA[185] concluye que el susodicho jacobino “pasaría como el hombre que dirigió la masacre de los comuneros de París en 1871. El número de fusilados, asesinados, etc, sobrepasó en siete días, doscientas veces las muertes atribuidas a Rosas en 15 años”.

Sea como fuere, hacia 1850 la causa federal de Oribe y Rosas parecía destinada a prevalecer. La revolución de 1848 en Francia, que había derribado a la monarquía de Luis Felipe, había dejado a la intemperie al gobierno de la Defensa, o Nueva Troya, sostenido por aquella.

En este relato de la vida militar de Oribe debe tenerse especialmente en cuenta que ningún estado moderno de América existía como tal.  La llamada Banda Oriental (que se refería al río Uruguay) se extendía unos 500 kilómetros al norte (prácticamente hasta la altura de la actual Misiones).

¿Qué sucedió con Lavalleja durante todo el largo período de la Guerra Grande’?

Dice ACOSTA[186]: “El largo período de la Guerra Grande transcurrió oscuramente para Lavalleja, residente desde 1845 en el campo del Cerrito, donde tenía su gobierno Oribe”.

Algo semejante menciona BARRIOS PINTOS[187]: “Durante los días de apremios económicos del Sitio Grande de Montevideo, cuando en 1846 Lavalleja vivía con sus hijos en su quinta Ana Monterroso, con sus hijas, pasó también estrecheces similares que su esposo, que llegaron al hecho de tener que alquilar algún cuarto de su residencia de la calle Zabala para la instalación de la tienda de Madama Anita Domergue y hasta vender una cocina económica. Años antes, en 1835 en otros días aciagos, también había alquilado algún ambiente de su casa a Madama Tussain, experta en enseñanza de bailes”.

Garibaldi invadió Colonia apoyado por los Unitarios y los anglo-franceses. En esa ciudad se encontraba Lavalleja.  El pirata destruyó su casa y castigó a la mujer del patriota.

Lavalleja huyó de Colonia y con sus hijos varones se quedó en el campamento sitiador del Cerrito.  Su mujer, para mayor seguridad, se mudó a su casa particular de Montevideo.

Con 61 años, se estableció en su chacra de Miguelete, sin dinero, y con su finca que se venía abajo. En abril de 1850, enterado de su mal estado de salud, Manuel Oribe, ordenó inmediatamente auxilio médico para el Libertador. Su figura política y militar se eclipsaba momentáneamente, para luego resurgir como un Ave Fénix.

Coincidimos con Raúl ITURRIA y Walter RELA[188] cuando dicen que Lavalleja durante el sitio del Cerrito no cumplió funciones transcendentales, como están contestes en afirmar los historiadores Orientales, pero Lavalleja “Recién en 1853, cuando acepta participar en un Triunvirato junto a Rivera y Flores, con la sana intención de lograr un clima de paz y entendimiento, tendrá un puesto importante político y de gobierno.

“Flavio García nos trasmite su autorizada opinión sobre la aceptaci6n de Lavalleja de integrarlo, de esta manera: " Si Lavalleja accedió al ofrecimiento de Pacheco (indudablemente formulado mucho tiempo atrás) y fue triunviro, lo hizo porque entendió obrar patriótica y desinteresadamente. Aportó además el concurso de un auténtico y efectivo prestigio, sacrificando su salud y sus últimos instantes de tranquilidad." (“Lavalleja en el Triunvirato ", pág. 7).

“Más adelante, agrega: " Lavalleja en 1853 no abandonó a sus viejos amigos políticos, ni se pasó incondicionalmente a las filas del Partido Colorado. Repitió simplemente sus actitudes de 1825, creyéndolas impostergables para conjurar una crisis lamentable. Su presencia en el triunvirato-equivocada o no- fue aval de sacrificio, desinterés y patriotismo”.

“En su corto período de actuación (25 de setiembre al22 de octubre), la labor de Lavalleja. fue constante, ardua, orientada de un claro sentido pacifista, y rodeada de un pronunciamiento uniforme de adhesión a su persona”.

¿Ahora bien, como fue la vida de Oribe y de la sociedad durante el sitio?

Una descripción metódica nos presenta TORRES WILSON[189]  con la pintura social de la época que realiza.

“En su quinta de la curva de Maroñas rodea a su familia de comodidades y delicadezas. Vela con ternura la vejez de su madre que, con casi noventa años, sigue acompañando la suerte de aquel joven que alguna vez llevara del brazo, precisamente hasta la cumbre del Cerrito, para ofrecerlo a las armas patriotas por no querer que el apellido de los Oribe se enrolase en el catálogo de los opresores de América". Por su esposa, doña Agustina, romperá un día el bloqueo de la plaza para permitir el pasaje de un piano de Prusia que animase las veladas hogareñas. Se dice que trata de espaciar las visitas de su hija Carolina, fruto de sus amores con la actriz oriental Trinidad Guevara, porque la presencia de aquella hiere la sensibilidad de la señora de la casa, aunque el romance es antiguo y anterior al matrimonio. Sentado en un sillón frente a la estufa, leyendo libros de su selecta biblioteca de temas militares que siempre fueron su pasión o en la cabecera de su mesa conversando pausadamente con amigos como don Norberto Larravide o don Tomás Basáñez, con su sobrino, el Coronel Francisco Lasala, su Jefe de Estado Mayor, o con su yerno, el Coronel Mariano Maza, del Ejército de la Confederación Argentina, rodeado de hijos y sirvientes era un señor de espontáneo señorío, capaz de rodearse naturalmente de bienes materiales sin que su alma debiese nada a las riqueza, del mundo y sabiendo que un día podía estar -con igual dignidad- en la miseria.

La vida social lo atrajo, más que por placer, tal vez, por debe por entender que la sociabilidad era una obligación más inherente su cargo. Los salones de la Restauración lo vieron con frecuencia, sobriamente vestido de etiqueta, como los desfiles militares –y los campos de batalla- lo vieron con su uniforme de gala. A su ayudante Iturriaga -a quien había encargado la contratación varios maestros en Buenos Aires- pudo escribirle: "En la vida mixta que hacemos en estos parajes, los sastres mantendrán la corrección y elegancia en el vestir y las reuniones sociales las buenas maneras de las gentes".

Invariable en su cortesía hacia las damas, respetuoso como el que más de las jerarquías y de las dignidades de los caballeros, Oribe se movía con soltura en el mundo de las relaciones protocolares que regulaban la espontaneidad de los sentimientos.

Otro tanto sucedería con la relación jerárquica castrense que hacía llegar hasta el último soldado un paternalismo distante que era la expresión más auténtica de la pesada responsabilidad de que se sentía imbuido. No era fácil su sonrisa y sus afectos -que los tuvo y muy vivos- quedaron reservados al ámbito del hogar y de la amistad íntima como si un desmesurado sentido del pudor, que rayaba en la timidez, le impidiese manifestarlos en público.

 El sentimiento cristiano era parte fundamental de su sentido del mundo y de la vida. No se trataba, por supuesto, de una religiosidad emotiva, a flor de piel. Era, más bien, una convicción profunda -muy pudorosa, ella también, en sus manifestaciones- que le hacía sentir las verdades de la religión como el sustento último de la autoridad y del orden sociales que había mamado y sólo en cuyo marco concebía la dignidad y la libertad humanas (…)

Ningún gobernante de nuestra historia fundó más templos que él pero ninguno ejerció tampoco con tanta naturalidad -y celo- viejo "patronato regio", de antigua tradición hispánica, que proteja y tutelaba, a la vez, las funciones eclesiásticas. Aún en medio de las duras condiciones de las campañas militares en el norte, sus ordenanzas regulaban, meticulosamente, la manera en que los escuadrones formados, con su oficialidad al frente, debían cumplir con el precepto de la misa dominical.

Como bien lo señala Pivel Devoto, a medida que transcurrieron los años el gobierno de Oribe se revistió de un carácter cada vez más personal y centralista en cuyos actos predominó una voracidad administrativa que no perdonaba detalle. Nada escapó a su vigilancia y a pesar de las exigencias de la guerra, se preocupó del mejoramiento del régimen de jubilaciones que había instituido en su anterior gobierno para los servidores, creó un sistema de pensiones a los desarnparados, auspició la publicación de obras básicas, fundó escuelas, becó alumnos para que estudiasen en Europa y concibió el ambicioso proyecto del colegio que construyó en la Vil]a de la Restauración para el que pensó en contratar profesores españoles expulsados en las guerras ‘carlistas’.

Continuaba así un estilo de gobierno caracterizado por un profundo sentido nacionalista, el respeto a la propiedad y a los derechos individuales, una acendrada honradez administrativa y un hondo sentido cristiano.” (…).

Los alrededores de Montevideo se iban construyendo y poblando.  Con la organización que Oribe iba implementado en su gobierno, la Confederación Argentina estaba en su cenit. En 1849 y comienzos de 1850 su grandeza era vista en todo el mundo como un ejemplo. 

TRÍAS[190] relata que Alberdi, uno de los principales ‘antirrosistas’ escribía en 1847 “Si digo que la Republica Argentina está próspera en medio de sus conmociones asiento un hecho que todos palpan”. También otro furibundo antipatriota y ‘abrasilerado’ como Manuel Herrera y Obes admitía en mayo de 1849 “Buenos Aires sigue en un pie de prosperidad admirable. Es hoy el centro de todo el comercio del Río de la Plata {…} Su país {el de Rosas} prospera, su poder se afirma cada día más”.

Puede leerse que la lucha de estos Unitarios no era por mejorar una supuesta condición de pobreza de la patria. Reconocían que la Confederación se desenvolvía económicamente con una ‘prosperidad admirable’. Sólo el odio masónico a su patria y su corta visión política, embebida en trasnochado ideologismo iluminista, podían hacer que combatieran con denuedo a aquello que admiraban.

 

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VI- EL FIN DE LA ‘GUERRA GRANDE’

 

Los Orientales ‘antirrosistas’ y la llamada ‘Comisión Argentina’ que ocupaba solo el territorio pequeño de Montevideo estaban en una delicada situación.

La causa de Oribe y Rosas y el ideario de Artigas parecían destinados a triunfar. La revolución de 1848 en Francia, que había derribado a la monarquía de Luis Felipe, había dejado a la intemperie al Gobierno de la Defensa, sostenido por aquella.

El gobierno de Montevideo no aceptó el ofrecimiento del príncipe-presidente Luis Napoleón Bonaparte de enviar a los presos políticos de la represión de las Jornadas de junio para socorrer a la plaza sitiada, diciendo por boca de Manuel Herrera y Obes: "¿Qué sería de nosotros si vienen los comunistas?".

En 1850, el enviado de Luis Napoleón, el almirante Lepredour, firmó una convención de paz con Felipe Aranacanciller de Rosas, devolviendo Francia la posesión de la Isla Martín García.

Un año antes lo había hecho Southern, enviado del Imperio Británico. El gobierno de la Defensa, con las horas contadas, se apresuró a involucrar su última carta: el Imperio del Brasil y el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza.

El 2 de octubre de 1850 se dieron una serie de tumultuosas reuniones llenas de patriotismo en la Sala de Representantes en Buenos Aires. Flameaba la Bandera Argentina Azul y Blanca; no, la celeste y blanca que luego de Caseros fue impuesta por los Unitarios, vencedores de la contienda, y que nos representa hasta el día de hoy.

 

 

 

 

Los Unitarios siempre usaron la celeste y blanca para diferenciarse de la bandera Nacional.

Dice Leonardo CASTAGNINO[191] “Cuando Lavalle inició la invasión “libertadora” contra su patria apoyado y financiado por Francia,(Guerra franco-argentina ) también uso la bandera “celeste y blanca” para distinguirla de la nacional... “ni siquiera enarbolaron (los libertadores) el pabellón nacional azul y blanco, sino el estandarte de la rebelión y la anarquía celeste y blanco para que fuese más ominosa su invasión en alianza con el enemigo” (Coronel salteño Miguel Otero en carta Rufino Guido, hermano de Tomas Guido, el 22 de octubre de 1872. Memorias. ed. 1946, pág. 165)”. 

Varios representantes tomaron la palabra mientras otros vitoreaban a Rosas en las gradas, entre los primeros estaban Vicente López y Planes, Agustín Pinedo, Baldomero García, José María Roxas y Patrón, Nicolás Anchorena, Gervasio Rosas, Juan Nepomuceno Terrero, Juan José de Urquiza (hermano de Justo José), Felipe Senillosa, Lorenzo Torres quien decía que el Imperio del Brasil jamás había sido americano sino un centinela avanzado de las pretensiones europeas.

Eustaquio Torres dijo en esa asamblea “Debemos, nosotros también, señores, en justa represalia, promover por todos los modos y medios el desmembramiento de la provincia del Rio Grande del Imperio del Brasil; debemos promover del mismo modo la sublevación de los esclavos, invadir el territorio brasileño y corresponder de éste modo a los procederes hostiles, a traición, con que nos tiene ya fatigados el gobierno del Brasil” [192]

Varios factores coincidieron para que la victoria Federal no se consumara.

Primero, el apuro brasileño por desactivar todo vestigio Federal en la Banda Oriental para luego atacar a Rosas antes que éste se adelantara a atacarlos a ellos, hizo que tanteara y finalmente, que pactara con Urquiza, el gran traidor en esta historia.

Sin la traición de Urquiza, Brasil no se le hubiera animado a la Confederación Argentina; y Montevideo y la entente ‘Unitaria-anglo-francesa’ hubiera caído estrepitosamente y por propio peso.

Brasil veía con aversión el triunfo de Rosas y Oribe en el Río de la Plata, Desde 1848, este último hubo de repeler duramente varias incursiones brasileñas en la frontera norte, dedicadas al arreo de ganado hacia Río Grande del Sur, como ya se explicó.

El caudillo entrerriano Urquiza, buscando una salida más ágil y directa para su ganado hacia los compradores del exterior, sin pasar por la aduana de Buenos Aires que controlaba Rosas, fue tentado por Manuel Herrera y Obes quien le ofreció el puerto de Montevideo para tales efectos.

Cerca del año 1850, según Vivián TRÍAS[193] “Los estancieros entrerrianos habían contactado fructíferamente con los negociantes europeos y se erigieron en la vanguardia del nuevo capitalismo colonial que tenía a enfrentarse con la arquitectura económica organizada por Rosas”. El mismo autor cita a Prudencio Mendoza que decía que “es considerado el General Urquiza como el primero que alambró su campo en Entre Ríos y el primero que introdujo reproductores de raza mejorada como los merinos, por ejemplo”.

De allí la necesidad de Entre Ríos de que los ríos interiores fueran liberados para comerciar sin depender de Buenos Aires, para llevar mercaderías tanto a Europa como a Paraguay.

Cuando en 1849 se firmó el acuerdo con Inglaterra, los ríos fueron reconocidos como vías fluviales internas de la Confederación y todo se manejaba desde Buenos Aires. El comercio siguió por parte de Urquiza y las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, pero en forma solapada y contrabandeando.

Segundo, los errores tácticos de Oribe que no se arriesgó para conquistar Montevideo sumiéndolo en una inacción de nueve años. No contempló que el sitio a Buenos Aires impuesto por Inglaterra y Francia a toda acción positiva de las naves Federales en las aguas de Montevideo asegurando la provisión de todo tipo a sus habitantes durante nueve años iba a impedir que Montevideo cayera por su propio peso, como esperaba Oribe, ya que el poder de los franco-ingleses apuntalando el Gobierno de la Defensa volvió infranqueable a éste.

Veamos en detalle lo relatado al respecto por el historiador TORRES WILSON[194], cuyo análisis es visto desde la óptica de un Oriental que nos presenta aristas, tal vez no suficientemente tenidas en cuenta o desconocidas por escribas de este lado Occidental del Río Uruguay.

Hagamos un análisis de los párrafos del enjundioso autor (la ‘negrita’ nos pertenecen), intercalando nuestros comentarios.

“Al iniciarse el sitio. Montevideo era ya una ciudad cosmopolita. De su población que había ascendido rápidamente a 31.000 habitantes eran 11.000 Orientales. Los 20.000 restantes se integraban con 5.200 franceses, 4.200 italianos, 3.400 españoles, 2.500 unitarios argentinos, 1.300 esclavos africanos y menores cantidades de ingleses y alemanes”.

“A esta realidad, que ilustra más que ninguna interpretación la naturaleza del conflicto planteado, se refería, sin duda, Sarmiento cuando escribía: ‘no son argentinos ni uruguayos los habitantes de Montevideo, son los europeos que han tomado posesión de una punta de tierra del suelo americano’.”

Queda nuevamente comprobado, en palabras del nefasto personaje de Sarmiento, que Montevideo era una colonia europea, sobre todo de los franceses que querían hacer de ella una colonia comercial.

En cuanto a Fructuoso Rivera, sigue diciendo TORRES WILSON “Cuando, en 1842, los ejércitos coaligados bajo su mando sufrieron la derrota de Arroyo Grande, ya las voces de disconformidad empezaron a escucharse sin disimulo. Para el nuevo carácter que estaba tomando la lucha, ni el estilo de gobierno patriarcal de Don Frutos ni su modalidad militar basada en la guerrilla significaban una garantía. Menos aún su modalidad política, tan proclive a las alianzas, que podía llegar a pactar -como lo había intentado- con el mismo Rosas.”

 “Era pues indispensable desplazar al caudillo y, en 1843, a la terminación de su mandato, Joaquín Suárez -en su calidad de Presidente del Senado- asumiría el mando hasta la finalización del conflicto.”

Rivera se iba acomodando según los vaivenes políticos: estuvo con los lusitanos, con los brasileños, con Oribe y con los Unitarios. Éstos, sobre todo los de la Banda Oriental, lo conocían bien y desconfiaban de Don Frutos que cuando le fue conveniente intentó pactar con Rosas para que dejara de lado a Oribe y le diera la jefatura del ejército Federal.  Rosas lo sacó corriendo….

Cuando Rivera volvió del Brasil y reanudó la lucha contra Oribe, tomó contacto con él a fin de lograr una paz conciliada en la Republica. Pero los Doctores Unitarios de Montevideo no iban a aceptar un acuerdo de caudillos. Atento a esto, el Gobierno de la Defensa lo expulsó nuevamente a Brasil.

 “En 1846 al vencer el período de la última legislatura, una Asamblea de Notables y un Consejo de Estado completarían el esquema institucional de lo que empezó a llamarse "el Gobierno de la Defensa", aludiendo a la larga lucha que sostuvo en la defensa de la ciudad sitiada”.

¿Quiénes eran los ‘cerebros’ de ese gobierno, de ese grupo de obsecuentes y empleados pagos de los Imperios británicos y brasileños y de Francia, todos indignos a su tierra? La conocida y extendida familia ‘Obes’, principal familia oligárquica de Montevideo: Lucas Obes, José Ellauri, Juan A. Gelly, Jorge Pacheco, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y Obes. Sumados a todos ellos, Santiago Vázquez, Andrés Lamas, Florencio y Juan Cruz Varela, José Rivera Indarte, José Mármol, Julián Segundo Agüero, Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, José Longinos Ellauri Fernández, Julián Alvarez, Valentín Alsina (fundador del grupo llamado ‘Comisión de Argentina’ que reunía y aglutinaba a los exiliados argentinos de Montevideo quienes se oponían a Rosas.) y los militares argentinos Gregorio Araoz de Lamadrid y José María Paz, principalmente.

Esos súbditos de Francia e Inglaterra, de la Europa iluminista  despreciaban, desde el fondo de su corazón a su patria y abjuraban de su pasado hispánico.

A modo de simple ejemplo, Juan B. ALBERDI[195] decía que “ya no éramos hijos de España: desde la Revolución somos hijos de Francia”. Había que reemplazar definitivamente el idioma castellano ‘‘importación absurda de una legitimidad exótica”, que no se encuentra en “armonía íntima con nuestro pensamiento más simpático mil veces con el movimiento rápido y directo del pensamiento francés, que no con los eternos contorneos del pensamiento español”

Esto llevó al Gobierno de Francia a subvencionar a sus títeres rioplatenses. En tal sentido sigue diciendo TORRES WILSON[196] queel gobierno francés otorgó, hasta 1850, un subsidio de 40.000 pesos mensuales que se convirtió en la base fundamental y casi única- de las finanzas montevideanas”.

 “De todas estas situaciones fue derivando, inexorablemente, la creciente dependencia del Gobierno de la Defensa con respecto a los comerciantes extranjeros y la presión, cada vez mayor, de éstos sobre sus gobiernos en reclamo de un apoyo diplomático o militar en defensa de sus intereses “.

“Sólo en un país de reciente formación, como era el nuestro en el siglo pasado, pudo plantearse alguna duda sobre el verdadero sentido de este conflicto de cuyo significado objetivo dan testimonio aplastante, no ya los propios protagonistas locales, sino hasta los mismos diplomáticos extranjeros “.

“Rivera en una Memoria entregada en 1846 al Ministro inglés Howen, lo dice claramente: ‘Montevideo está sometido exclusivamente a la influencia francesa y a la voluntad de Garibaldi; esa influencia y esa voluntad conspiran hace tiempo y han conseguido ya, en gran parte, aniquilar toda influencia y todo elemento oriental y no existe, por consiguiente, en Montevideo, autoridad alguna que revista el carácter, ni represente intereses nacionales’."

“En el mismo año, el conde Walesky emisario francés, en un informe a su gobierno establece: ‘La guarnición de la ciudad de Montevideo se compone de una legión francesa, de una legión vasca, de una legión italiana y de dos batallones de nativos, casi por entero compuestos por negros. El gobierno integrado por el Presidente del Sellado. Suárez, gobernando provisoriamente el Estado según la Constitución Oriental por el Consejo de Estado y la Asamblea de Notables, es por entero Oriental, pero no hay otra fuerza que la de las bayonetas extranjeras, otro crédito ni otros recursos que los del comercio extranjero. Los uruguayos están todos orientados hacia el General Oribe. Lo que más ha contribuido hasta hoy a mantener ese todo compuesto de partidos heterogéneos es la intervención franco-inglesa, es la influencia moral de los ministros de Francia e Inglaterra residentes en Montevideo, son los marineros franceses que están acuartelados en la ciudad. Ninguno duda que si la intervención se retirase ese singular andamiaje se hundiría y es imposible prever el desorden que esto traería aparejado".

“Ante estas realidades. claramente perceptibles ya al iniciarse el sitio, fácil resulta imaginar cuál fue el espíritu de resistencia "criollo" o "americano" que animó a los hombres que -en febrero de 1843- llegamos a la cumbre del Cerrito”.

“Desde la altura -no desmentida todavía por la edificación- de aquel "cerrito" que, desde el año 12, se llamó "de la Victoria' se divisa a lo lejos, por encima de quintas y arroyos, la península con la ciudad que desbordaba las murallas. Más que los cañones de su ya demolida ciudadela su verdadera defensa estaba ahora en las fuerzas de los barcos extranjeros que llenaban la bahía “.

Dice José María ROSA[197] sobre este tema: Desde el 12 de junio de 1848 Montevideo fue abiertamente protectorado francés, como lo califica la prensa de Paris. Su autoridad suprema sería el Cónsul (Devoize distribuidor de los patacones: mejor Procónsul que Cónsul, ante Devoize tendrán que inclinarse presidente, ministros, generales y hasta jueces; si no, no habría sueldos, viáticos ni partidas para gastos burocráticos.

“De no hacerse su voluntad o su capricho no entregaba las letras; a su intimación debían los periódicos que le molestaban, cómo ocurrió con el ‘Courrier de La Plata’ con cuyo francés propietario se había enemistado, y luego con ‘La Semana’ de Mármol por una discrepancia en el abono de los artículos laudatorios. Ordena las sentencias que habrían de dictar los jueces y trata a gritos a los pobres ministros que no cumplen inmediatamente y a la tetra sus órdenes, o se dirigen a él con excesiva familiaridad.

“Nada se podía contra el poderoso Procónsul. Melchor Pacheco se quejaba en Paris argumentando, desdichadamente, que el Gobierno francés no permitiría a un embajador extranjero inmiscuirse en las cosas domésticas. Oyó una respuesta lógica: ‘la France no recoit subsides’”. {…}

“En las estrechas y solitarias calles de la Nueva Troya transcurren sólo empleados de gobierno, cónsules foráneos, legionarios vascos o italianos, negros enganchados, periodistas Unitarios y uno que otro marinero de las escuadras de estación”

Como puede verse, durante todo el Sitio de Montevideo el dinero aportado por los franceses implicaba de los Orientales montevideanos, en franca minoría, un sometimiento no solo económico, sino que traía aparejado una dependencia personal humillante para todos ellos. Debiendo bajar la cerviz y guardar silencio ante sus amos dejando por el suelo su autoestima, que ya, por aquellos días, era inexistente al igual que cualquier resto de patriotismo que pudiera haber en sus almas.

De este modo era visto por los ingleses.

Cita el autor una carta de Palmerston a O’Brien en noviembre de 1849 en el mismo sentido:

“…Los partidos que parecen dirigir ahora los negocios de Montevideo son un puñado de extranjeros aventureros que tienen la posesión militar de la ciudad y dominan el gobierno nominal de la misma, ya que más allá de los muros de esa ciudad singular, las personas que se llaman a sí mismas el gobierno de Uruguay no tienen una pulgada de tierra bajo su mando…”  concluyendo que la paz se restablecería si se llegase a un acuerdo con Oribe.

De los párrafos que anteceden se vuelve a probar que sólo por los préstamos en cantidad dados por el gobierno de Francia; que sólo por las milicias y militares extranjeros existentes en la ciudad; que sólo por las fuerzas navales inglesas y francesas que proveían a la ciudad de armas y víveres, se podía sostener el gobierno artificial prendido como una ‘garrapata’ del suelo montevideano. El pueblo Oriental cuando podía huía hacia fuera de los límites de la ciudad para incorporarse al ejército Federal de Oribe o a la vida cotidiana en tierras donde éste desenvolvía su gobierno.

Cuando Francia estaba a punto de levantar el bloqueo, los Unitarios Orientales con sus socios Argentinos debían buscar nuevas financiaciones para sostenerse en la ciudadela.

En abril de 1851 se preveía que los tratados Lepredour-Arana entre Francia y la Confederación iban a ser aprobados en Francia.

De tal modo, Montevideo quedaría sin el apoyo necesario para mantenerse y Oribe entraría finalmente a la ciudad.

Y pusieron los ojos en Brasil. Este Imperio llevaría su escuadra a Montevideo para de algún modo ‘reemplazar’ a los franceses en su custodia de la ciudad y, además, el ejército se aproximaría a la frontera por el norte para apoyar a Urquiza.

El ejército imperial llevaría 20.000 hombres propios más unos 3.000 alemanes mercenarios traídos para la lucha.

Por ahora los hombres del Imperio se quedarían en la frontera esperando que el peso de la lucha, si la hubiera, recayese sólo en Urquiza.  Los brasileños siempre han intentado que otros cargasen por ellos con el gasto de las guerras, para luego, quedarse con los frutos…

Asimismo, el hecho de permanecer en la frontera serviría para contener insurrecciones republicanas de los ‘farrapos’ que estaban en contacto con el gobierno de Rosas, esperando una oportunidad para levantarse nuevamente.

El Imperio del Brasil aportaría siete millones de pesos para sostener la Defensa y ese dinero sería pagado por el banquero José Buschental.  El grupo de sitiados afrancesados, como Herrera y Lamas entre otros, le daban como garantía las Misiones Orientales.

Los ingleses también tenían sus banqueros y empresarios que desembarcaban con sus negocios en Montevideo, conformando sociedades anglo-montevideanas que, junto a la banca francesa y brasileña, manejaban prácticamente toda la economía de la ciudad.

Uno de ellos es la llamada Casa Lafone. Dos hermanos nacidos en Liverpool, Inglaterra, que fueron financistas y empresarios que desarrollaron sus tareas en Montevideo: Alejandro Ross Lafone y Samuel Fisher Lafone.  Ambos protestantes, formaron  una sociedad acopiadora de productos ganaderos (charque, sebo, cueros salados y secos) e importadora desde Gran Bretaña de tejidos de lana, algodones, ferretería, juguetería y loza. También traían mercaderías de Francia, de Alemania y de las Indias Orientales.

Estos hermanos manejaban la Sociedad de Comercio con Sudamérica, y sobre todo las rentas aduaneras de Montevideo. También construyeron edificios, fueron concesionarios de las playas de Montevideo, tuvieron el monopolio de la pesca y compraron Punta del Este. Se podía decir que eran los propietarios de media ciudad y que contaban con el control de los negocios de la plaza con Inglaterra.

En sus negociados estaban prendidos los Unitarios de la Comisión Argentina y los famosos hermanos y primos orientales, los Obes. Todos estos intereses económicos explican la importancia y urgencia que tenían de lograr la libre navegación de los ríos interiores para sus negocios.

Con los acuerdos hechos entre los orientales y el Brasil, a cambio de cuantiosas sumas de dinero aquellos entregaban el cincuenta por ciento de su territorio al Imperio.

De este modo, los cipayos Orientales, por ‘treinta denarios’ enajenaban ‘de Iuris’ (derecho) lo que Brasil ya tenía ‘de Jure’ (hecho) desde el año 1801 aproximadamente, año en el que usurparan las tierras hispanas.

Cuando los Orientales de hoy se preguntan cómo es que Brasil se quedó con una parte de su territorio deben saber que ésta fue ‘vendida’ por siete millones de pesos.

Herrera pidió prudencia a Lamas ya que se estaba vendiendo parte del territorio patrio. “Si Ud. negocia sobre los terrenos en cuestión con el Brasil no deje de tener presente que el asunto es impopular y que, por lo mismo, ha de estar sujeto a críticas severas. No olvide que, pasado el conflicto, luego se olvida y queda solamente la parte del negocio”. (Carta de Herrera a Andrés Lamas- 21 de enero de 1849).

Para estos despreciables sujetos, la venta de territorio patrio es, como puede leerse, sólo ‘un negocio’ personal; y a confesión de parte…

Nos refiere Walter RELA[198] (la ‘negrita’ nos pertenece)

“Mucho se ha discutido sobre los motivos que llevaron a Oribe a no atacar la plaza de inmediato, cuando todo parecía estar a su favor. El general Ángel Pacheco pedía solamente "mil hombres" para tomar" la ciudad "en una noche" y mucho debió costarle al Comandante en Jefe sofocar el impulso de su subordinado. El propio Oribe, al establecer su campamento en casa de don Antonio Fariña, manifestó al propietario que no quedaría allí más de quince o veinte días. Tal era su convicción de que la resistencia era imposible y de que la rendición no podía demorar mucho tiempo “.

“Años después, Fariña anotaría, melancólicamente: ‘...y en vez de quince días como me dijo que estaría allí acampado, estuvo 8 años 9 meses y se concluyó con la llegada al Cerrito de Urquiza Disolviéndose todo el Ejército como el humo, siendo el más brillante Ejército que se ha visto en el Estado Oriental del Uruguay... "

"No era, precisamente, la audacia el fuerte de Oribe, pero –dicho sea en su descargo- el asalto a la ciudad implicaba una operación riesgosa mientras no se contase con un importante apoyo marítimo. La cautela y la tría evaluación de los recursos disponibles que caracterizaban la estrategia del jefe Oriental aconsejaban la formalización efectiva del aislamiento de la plaza hasta tanto la escuadrilla de la Confederación, al mando del Almirante Brown no estableciese el bloqueo naval. “

En Montevideo -por otra parte- se generalizaba la deserción. Hombres y familias enteras de orientales huían diariamente rumbo al Cerrito y hasta algunos cuerpos de extranjeros -especialmente los vascos- se pasaban con armas y bagajes al campo sitiador. Se esperaba, además, por momentos, una insurrección armada dentro de la plaza acerca de la cual Oribe había escrito, tiempo antes, al Gral. Antonio Díaz “.

Todas estas circunstancias, unidas al temor de una masacre de la población civil inocente, fueron postergando, para un mañana que no llegó nunca, la decisión del ataque. Para intentar la empresa hubiese sido necesaria una cuota de irresponsabilidad que, ciertamente, Oribe, no tenía “.

“Aquella indecisión -dictada por los más altos y legítimos motivos- signó la suerte de la restauración Oriental “.

Nada autoriza a pensar que Oribe calibrase adecuadamente la importancia del factor que luego sería decisivo, es decir, que las fuerzas navales anglo-francesas surtas en el puerto de Montevideo no podían permitir la ocupación militar de la plaza. Con un ejército disciplinado demás de 7.000 hombres -posiblemente superior en número a las heterogéneas tropas de la Defensa- y el apoyo de la población civil, la defensa de la ciudad hubiese enfrentado a las potencias europeas a la alternativa de una guerra abierta con la Confederación Argentina, con el sacrificio de cuantiosos intereses económicos y la eventualidad de la pérdida de toda base comercial en el estuario del Plata. Esas mismas consideraciones -que en el momento inicial hubiesen aconsejado a un estratega menos cauteloso correr los riesgos de un ataque- se tornaron prontamente adversas al pasar el tiempo y "congelaron" el sitio hasta el extremo de que -al melancólico decir de don Antonio Fariña- en vez de durar quince días... duró 8 años y 9 meses”.

Estos antecedentes explican la demora en la organización del "Gobierno del Cerrito” y, agregamos nosotros, el desplome de la Vanguardia Federal de Oribe.

De los párrafos que anteceden pueden deducirse varias cuestiones que impidieron la caída del Gobierno de la Defensa.

Pacheco y otros oficiales le insistían a Oribe que estaban cerca de derribar a los Unitarios y a los extranjeros enquistados en Montevideo, y que por lo tanto no era necesario esperar más para el ataque. Oribe, no consideró que ello fuera acertado y sostenía que sólo era cuestión de tiempo para que la Defensa cayera por su propio peso y desintegración.

Tampoco tuvo en cuenta que las fuerzas navales anglo-francesas iban a darle a los habitantes y comerciantes de Montevideo dinero y vituallas sin solución de continuidad, no permitiendo, de ninguna manera, que la plaza cayera.  No iban a dejar que Brown los dispersara ya que, por otra parte, la fuerza naval de la Confederación Argentina era inferior a la europea.

Oribe, si bien supuso las deserciones en masa de tropas y civiles hacia su territorio, pensó que de todas maneras la entrada a sangre y fuego a la ciudad iba a causar muchas víctimas inocentes, por eso esperaba un levantamiento popular contra los invasores.

Pero, el pueblo en lugar de levantarse, prefería huir de la ciudad hacia el territorio controlado por Oribe. Dentro de la ciudadela iban quedando cada vez más extranjeros de todas las nacionalidades.

El Fundador de la República controlaba todo el territorio Oriental salvo Montevideo.  Instaló su gobierno ejecutivo y los poderes legislativo y judicial en la zona que se conocía como el Cerrito de la Victoria. Poco a poco se fue extendiendo y la Villa de la Restauración (hoy barrio Unión de Montevideo) fue la capital de la Banda Oriental mientras duró el sitio.

En Montevideo, los Unitarios seguían traicionando a su nación. Transcribe José María ROSA[199] correspondencia entre los brasileños, Alsina y Lamas donde se pergeña el ataque a la Confederación. “Se mueve el servicio de espionaje, Ferreira de Oliveira, jefe de la estación naval brasileña en Montevideo, solicita de Alsina una información detallada de las fuerzas de Rosas y otras cosas. Dispuesto siempre a servir a los enemigos de su patria el unitario trabaja con el corresponsal, pero se molesta porque el brasileño no menciona su mérito en el informe. Es efectivo Alsina en el trabajo. Estudia un plan de ataque naval a la Argentina por Bahía blanca que entrega a Ferreira de Oliveira y del marino brasileño acepta”.

Alsina dijo que se sintió discriminado porque no le dieron el mérito a su gestión, que obviamente fue una contumaz traición. Asimismo, señaló que el ataque por Bahía Blanca requeriría dinero para entregar a algunos desleales que vivían en el país y a los indios, si fuera necesario.

El Imperio del Brasil se desvanecía en sus propias contiendas internas con la abolición de la esclavitud entre otros asuntos. Un hombre, el General en Jefe del Ejército de Operaciones de la Confederación Argentina y Gobernador de la provincia de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, accedía luego de una negociación con el Brasil a una recompensa económica (soborno) para que su ejército se volviera contra Rosas.

A todo esto, mientras tanto, el Gral. Paz, una vez más se comprometía a dirigir un eufemísticamente llamado ‘Ejercito Libertador’ contra su patria. Trató desvergonzadamente de ser convocado por los argentinos y no por el Brasil ni por el Encargado de Montevideo, para salvar las apariencias y no quedar como lo que realmente era, un héroe de la guerra contra el Brasil y ahora deshonrando a su país y a su bandera..

La tibieza del gobierno paraguayo se vio resuelta finalmente llegando a un acuerdo de neutralidad con el Brasil, una gravísima equivocación que años más tarde pagaría con sangre.

Dicen Jorge PELFORT y Raúl MARFETÁN BENÍTEZ[200] sobre el Judas de Entre Ríos: “Justo José de Urquiza, el más fuere de todos los jefes Federales traiciona la causa y aliado al lmperio del Brasil y al gobierno de la Defensa, termina con la resistencia Oriental obligado acordar con él, un desesperado intento por mantener independencia del país.

La historia se repite, el episodio nos recuerda la traición de Francisco Ramírez a Artigas, también desde Entre Ríos, dos décadas antes. La gesta de Oribe, más allá de encuadrarse en otro escenario geopolítico, enfrenta a los mismos enemigos. Las dos entregas se produjeron por obra de aquellos dos caudillos –los más poderosos del litoral- enceguecidos por ambiciones de todo tipo y las consecuencias de estas dos derrotas las pagarán más tarde las masas populares rioplatenses sobre quienes cayó con mayor el exclusivismo Unitario”.

Para garantizarse el auxilio brasileño, Montevideo debió hacer varias concesiones con el Imperio, lo que determinó importantes pérdidas de terreno y desventajas comerciales.

En una primera instancia el autodenominado ‘Supremo entrerriano’ publicó en el periódico "El Federal Entre-Riano" una editorial donde denunciaba, por ignominiosa, la propuesta del Brasil de una alianza, para ser parte activa del conflicto o hacerse a un lado ante una invasión.

Si bien la respuesta de Urquiza fue negativa y denunciante, acto seguido y dinero de por medio, asumió su rol de traidor y se pasó al enemigo con todo el ejército de la Confederación.

El Imperio del Brasil se benefició por el lado del renegado de Urquiza, que realizó importantes concesiones económicas y comerciales, por el inmenso e interminable apoyo económico con el que surtió las arcas públicas del entrerriano y que debían ser ejecutadas en caso de ganar la contienda.

No sólo los brasileños llenaron de dinero las arcas del gobierno entrerriano, también su bolsillo particular. Los brasileños sabían que ése era el ‘talón de Aquiles’ de Urquiza: su ansia de riqueza, su codicia, por eso fue fácil sobornarlo con ingentes sumas mensuales.  Éstas fueron aportadas en primera instancia por el Barón de Mauá, banquero y empresario lugarteniente en el Brasil de la banca Rothschild; y luego a través del banquero y empresario José de Buschental, un Masón que colaboró financieramente no sólo con los Orientales montevideanos sino también con los Unitarios y los brasileños. El dinero corría a raudales y no tenía fin. El expansionismo brasileño seguía su curso sin detenerse.

Urquiza, mientras duró el Gobierno de Rosas, durante el sitio de Montevideo y luego de la toma de este por el Imperio y por él, siguió con sus negocios particulares. Abasteció al enemigo en Montevideo con carne de su propiedad y de la Provincia. Sus transacciones personales no se detenían a pesar de la guerra.

Cuando los barcos de Urquiza dejaban la carne en Montevideo, retornaban con manufacturas que venían de Europa en los barcos ingleses y franceses. La guerra con dichos países no le impedía a Don Justo hacer sus propios negocios. Algo que, además, era la burla del bloqueo económico que Rosas quería imponer sobre dicha ciudad.

Rosas, conocedor de las trapisondas de Urquiza, lo dejaba hacer, pero permanecía sordo a los pedidos de la ‘libertad de los ríos’ que solicitaba, justamente para poder seguir con sus negocios en forma legal.

Rosas no hizo lugar a los pedidos de Urquiza pensando que jamás al Jefe del Ejército de la Confederación se le ocurriría traicionar a su patria. Se equivocó.

Uno se preguntaría ¿Cuál fue el peso que jugó el Gobierno títere de Montevideo en la defección de Oribe?

TORRES WILSON[201]  da su parecer diciendo que “…Resulta difícil valorar adecuadamente el papel que la acorralada diplomacia de Montevideo jugó en la precipitación del inesperado desenlace con que culminó la lucha. Orquestar en un solo proyecto coherente las aspiraciones de Urquiza, el interés del Imperio y el clamor Oriental por la paz era, sin duda, una tarea desesperada. Pero en la plaza sitiada había un hombre que reunía en grado sumo, precisamente, las aptitudes políticas y diplomáticas que faltaban a la rígida personalidad de Oribe. Se llamaba Manuel Herrera y Obes y era el Canciller de la Defensa”.

Seguramente, este hábil masón y persistente renegado a su patria, debió haber sopesado que el innegable cansancio del pueblo y de los soldados por el sitio interminable iba a minar la voluntad de ellos y a facilitar un debilitamiento que iría a desembocar en el triste final de las fuerzas nacionales y Federales.

Nos presenta el cuadro de la situación el artículo “Los Tratados Entre El Imperio Del Brasil Y El Gobierno De Montevideo” [202], en donde se citan párrafos de las obras de José María ROSA y de Vicente SIERRA.

“Las fuerzas de Oribe los sitiaban por tierra. La escuadra de la Confederación, al mando del almirante Guillermo Brown, los hostigaba por mar. La ayuda material de Inglaterra y Francia al gobierno de Montevideo había cesado por la firma de la paz entre estas potencias y Rosas en los años 1849 y 1850. El Brasil quedaba como única tabla de salvación, aunque esta alternativa no fuera gratuita, ya que implicaba la cesión de territorio al gobierno brasileño a cambio de su ayuda material. Ante el dramático curso de los acontecimientos, Andrés Lamas, ministro plenipotenciario y enviado extraordinario del gobierno oriental ante Brasil, fue autorizado a firmar una serie de tratados en Río de Janeiro que cedían al Brasil parte del territorio oriental, lo cual tuvo lugar el 12 de octubre de 1851.

Por el tratado de límites se reconocía como principio el utis possidetis, invalidando cualquier reclamo uruguayo en virtud del tratado de San Ildefonso. La frontera rectificada corría por el río Cuareim, el Yaguarón y la laguna Merín, para terminar en el Chuy, con dichos cursos de agua, de orilla a orilla, en poder exclusivo del Brasil, que conservaba además la posesión exclusiva de la navegación de la laguna Merín y el río Yaguarón. También el Imperio podría levantar fortalezas en la desembocadura de los ríos Tacuarí y Cebollatí, en pleno territorio oriental.

Por el tratado de alianza, se acordó convertir en "alianza perpetua" la realizada por la convención secreta del 29 de mayo, a fin de sostener "la independencia de los dos Estados contra cualquier dominación extranjera". Para garantizar la "nacionalidad oriental", el Brasil se comprometía a prestar "eficaz apoyo" al primer gobierno que se eligiese, sosteniéndolo ante cualquier "movimiento armado contra su existencia o autoridad". En retribución si "se levantara alguna sublevación contra S.M. el emperador en las provincias limítrofes (Rio Grande) la República Oriental se obligaba a prestar a las autoridades y fuerzas legales de Brasil toda la protección que estuviera a su alcance". Se invitaba además a Paraguay "y los Estados argentinos que accedieran" a garantizar en la misma forma "su orden interno y sus respectivas independencias".

Por el tratado de subsidios, Brasil entregaba una suma de 138.000 patacones por una sola vez y luego 60.000 patacones mensuales por el tiempo que creyera necesario, lo que se sumaría a los más de 211.791 patacones otorgados en diversas oportunidades con sus intereses del 6%. Uruguay entregaba como garantía los derechos aduaneros y las rentas del Estado. Para asegurarse del cumplimiento de lo pactado, el conde de Caxias acampó a fines de octubre a tiro de cañón de Montevideo. Urquiza no fue informado oficialmente sobre estos tratados y más adelante denunció, a raíz de dicha falta de información, que no estaba obligado a aceptarlos. Pero luego, en la necesidad de devolver al Brasil el apoyo prestado, obligó a los orientales a ratificarlos.

 Por el tratado de comercio y navegación se aceptaba la navegación común del río Uruguay y sus afluentes (aunque no atravesaran territorio brasileño), invitando a los demás Estados ribereños a declarar "la libre navegación del río Paraná y Paraguay". La isla de Martín García "quedaría neutralizada". Además, el gobierno oriental renunciaba por diez años a cobrar derechos de tránsito a las haciendas propiedad de brasileños y suprimía el derecho de exportación del ganado en pie. En reciprocidad el Brasil mantendría en la frontera de Río Grande de San Pedro la exención en vigencia de derechos de consumo sobre la carne salada y otros productos ganaderos importados.

 Por el tratado de extradición ambas partes se devolverían los criminales, desertores y esclavos fugados de ambos territorios (no existía la esclavitud en el territorio oriental), sin otro requisito para reclamar al esclavo fugado que la "petición del señor a la autoridad". Incluso si los brasileños propietarios de estancias en el Uruguay llevaran esclavos a ellas desde el Brasil, éstos mantendrían su condición servil”.

Se adentraba el año 1851, ‘Caseros’, ya estaba cerca…y el sueño integrador de Artigas, primero, y de Lavalleja, Oribe y Rosas, después comenzó a desvanecerse, se fue deshilachando….

El 18 de Julio de 1851 Urquiza invadió finalmente la Banda Oriental.  Fue penetrando en su territorio, marchando hacia el Cerrito para quitar del medio a Manuel Oribe, su antiguo camarada de armas.

Dice TORRES WILSON[203] (La ‘negrita’ nos pertenece) que “Cuando- luego de firmada, el 29 de Mayo de 1851, la triple alianza entre el Brasil, Urquiza y Montevideo- las tropas entrerrianas y correntinas invaden el Uruguay y empieza a producirse la deserción masiva de los jefes Orientales, se "tiene claramente la impresión de que "ya estaba todo conversado”.

Si bien resulta difícil documentarlo, es indudable que las logias masónicas debieron cumplir un importante papel en ese proceso. Aunque era Grado-33 de la Masonería, Oribe carecía de la indispensable capacidad de diálogo que permitiese hacer de él un interlocutor razonable en la búsqueda de soluciones negociadas. Era imposible imaginarlo escribiendo a un adversario y diciéndole –como Manuel Herrera y Obes a Lucas Moreno, comandante de Colonia-"hable Vd.; ya sabe que yo sé escuchar". 

Sus propios cofrades deben haberlo marginado de las conversaciones, temerosos de su incomprensión, y, en aquellos tiempos en que no existían todavía canales orgánicos para la expresión popular, las logias -verdaderas avanzadas de la "civilización" sobre la "barbarie" de los caudillos criollos- constituían un elemento decisivo en el quehacer político.

Hubo también otros elementos más difíciles, todavía, de documentar. "El oro del Imperio corrió a raudales "dijo la prensa británica, que algo debía entender en la materia.

Pero aun la venalidad -salvo en los casos congénitos irrecuperables- es índice cierto de una desesperanza en la causa que se defiende y aunque ella pudo haber existido, más o menos disimulada, en algunos jefes y oficiales, no fue algo generalizado a lo que pueda atribuirse una importancia decisiva en el desenlace final”

Debemos hacer un alto luego de leer estos párrafos del distinguido autor Oriental.

Queda evidenciado el papel de la Masonería que fue ‘decisivo’ en la derrota nacional y de la que – es bueno remarcarlo- Oribe era parte. Pero parece ser que éste “carecía de la indispensable capacidad de diálogo que permitiese hacer de él un interlocutor razonable en la búsqueda de soluciones…negociadas!”.

En buen romance, significa que Oribe si bien era masón, no tenía la moral necesaria para tranzar la traición a su patria negociando su soberanía.  A buen entendedor….

Ya desde la época en que la Banda Oriental era dominada por los portugueses Oribe pertenecía a la sociedad masónica “los Caballeros Orientales” que tanta importancia tuvo en la Cruzada de los “33 Orientales”, al participar en la idea y la financiación.

La motivación de Oribe para pertenecer a la Masonería, puede encontrarse en la influencia de su abuelo, José Joaquín de Viana, quien fue masón iniciado en España.

Sobre el tema dicen Jorge PELFORT y Raúl MARFETÁN BENÍTEZ[204]

“Oribe supo integrar sin violencia alguna su condición de católico con la de integrante de la Masonería, no solo en década del veinte, sino a Io largo de toda su vida, llegando a alcanzar la máxima jerarquía en la década del treinta. Así fue masón y católico ferviente, basta con repasar la cantidad de templos que erigió en distintos puntos de la República. De igual forma fue un republicano ejemplar, y por encima de su postura individual, pensó en la integración del conjunto en torno a un proyecto común.

Años más tarde, Promulgará una de las leyes más trascendentes de las tantas que saldrán de sus dos gobiernos. En marzo de 1838, en Io más crítico de la guerra civil, él, católico y soldado, logrará convertir en ley tras azaroso trámite parlamentario iniciado en aquél fermental 1836, la supresión de los fueros militares y eclesiásticos, a pesar de los duros embates de los afectados.

Un eminente jurisconsulto como el Dr. Pablo De María, definirá en 1892 a la mencionada Ley como una de las grandes conquistas del espíritu liberal, destinadas a destruir privilegios odiosos y perjudiciales de castas”.

Entendemos que estos últimos párrafos encierran una contradicción:

Primero dicen, y con razón, que Oribe fue católico ferviente con pruebas que sí lo acreditan. Bien.

Pero después, sin solución de continuidad, dicen que logró convertir en ley la supresión de los fueros militares y eclesiásticos. Algo contrario a su catolicismo militante y a las obras que en tal sentido hizo a lo largo de su vida.

Caído, viejo, muy enfermo y en soledad, abandonado por casi todos, Oribe debe de haber confirmado sus más grandes temores: vencida y apabullada la fuerza Federal, se firmó el tratado humillante llamado irónicamente de ‘Paz’.  Los tratados firmados por el siempre impío Andrés Lamas en Río de Janeiro, por los cuales la Republica pagó un precio altísimo en dinero y soberanía territorial, tal como puede verse en los mapas.

Observemos cómo y por qué. La Masonería jugó un papel importantísimo para que ello sucediera, como veremos al final.

La batalla de Caseros tuvo su prólogo en la mesa de negociaciones, por decirlo de alguna manera, entre Urquiza y Oribe. Este último se vio obligado a negociar con un ‘arma en su cabeza’, dicho en forma figurada.

Oribe ordenó a sus comandantes que detuvieran al entrerriano, pero sus órdenes fueron extrañamente desobedecidas. Casi en un abrir y cerrar de ojos, Urquiza se acercó al Cerrito, conminando a Oribe a rendirse.  Éste así Generallo hizo, abandonado por todos, hasta por sus principales oficiales y los de Lavalleja que desertaron para pasarse a las filas de Urquiza.

Entre los Federales había dos tendencias: los que querían seguir la guerra a todo trance y no aceptaban ni el derrocamiento del Presidente legal, Oribe, ni que se negociara con los usurpadores.  El otro grupo estaba integrado por los que querían llegar a un acuerdo (masónico) con los ‘Colorados’ Unitarios y brasileños, y terminar con la alianza de los ‘Blancos’ con Rosas. Finalmente, éstos triunfaron.

Recordemos que el Ejercito de la Confederación Argentina con el que íbamos a combatir contra el Imperio Brasileño, sus mercenarios alemanes e italianos, era el que comandaba y dirigía Justo José de Urquiza, su ‘primera espada’.

Al traicionar éste a su gobierno y su nación, la Confederación Argentina quedó debilitada casi en su totalidad, sin ejército poderoso que la sostuviera. Poco podía hacer Oribe, ya anciano y cansado de tantos y tantos años de guerrear, heroicamente y victorioso, por toda Sudamérica.

Como le sucedió a Juan Manuel de Rosas en su derrota en Caseros cuando afirma que “… si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra integridad y de nuestro honor es porque mas no hemos podido”.  También Oribe se vio en esa situación cuando debió firmar la Convención Preliminar de Paz, habiendo hecho todo lo posible para no ser derrotado, pero no estaba a su alcance evitar la derrota. Todo lo hizo a fin de evitar una masacre que seguramente se produciría de seguir combatiendo.

Además, había defeccionado el General Ángel Pacheco pocos días antes de la batalla de ‘Caseros en un hecho poco claro hasta el día de hoy. Directamente dejó las armas y se fue a su estancia donde se aisló por completo aduciendo una enfermedad de su hijo, aunque hay historiadores que dicen que ya hacía un tiempo andaba en tratativas de abstenerse de luchar contra Brasil y el General Urquiza, siempre indigno de llevar el uniforme de su país..

Francia no pudo con la Confederación en 1838.

Inglaterra y Francia, unidas, tampoco pudieron, en 1845.

La tercera sería la vencida, aunados junto al Brasil y a los traidores Urquiza, Virasoro y Garzón.

Veamos cómo se dieron los hechos según otro historiador Oriental, que nos da una visión parecida a lo que venimos documentando. Dice Raúl ITURRIA[205]:

“El Imperio brasileño mantenía su aspiración de correr límites hacia occidente y en alianza con el gobierno de la plaza de Montevideo, o sea con los franceses y los unitarios argentinos, busca el apoyo de Urquiza, dado que no era tarea fácil derrocar a Rosas.

“La alianza se va cerrando como un cerco, a Urquiza le acompaña el Gral. Virasoro, Gobernador de Corrientes y el Jefe Oriental Gral. Eugenio Garzón. Este último gozaba de gran prestigio alcanzado en su participación en las fuerzas que llevaron la independencia a Chile, Perú y Ecuador, y luego con una actuación destacada en Ituzaingó. Rosas no quiso oír los consejos de Oribe, que al enterarse de lo que se tramaba, le propuso volver a las tierras entrerrianas y atacar al Gobernador.

“El largo período de gobierno de Rosas, las continuas guerras allá y acá en nuestra tierra, había generado cansancio, hastío y era preciso cesar en tales confrontaciones.

“El agotamiento por la guerra alcanzaba a toda la región. Los intereses económicos y geopolíticos de Entre Ríos colindaban con Buenos Aires y Rosas. {…} Finalmente Urquiza, compañero de armas de Oribe y sostenedor de Rosas, fue adquiriendo su propia dimensión y defeccionó, consiguiendo que muchos jefes del Ejercito de Oribe le abandonaran a éste socavando la moral de tales fuerzas”.

¿Qué podemos sacar en limpio de lo relatado por el autor?

Primero, que las traiciones de Garzón y Urquiza se agigantan en la medida de la importancia de los Generales en cuestión. A mayor cargo, mayor responsabilidad. Garzón luego de las brillantes campañas independentistas, se alió con el Imperio brasileño, el mismo que, curiosamente, había combatido con gallardía en Ituzaingó algunos pocos años antes.  Urquiza hizo lo mismo.

Reconocemos el hastío de las fuerzas Federales luego de muchos años de lucha sin lograr la victoria final. Se creyó que con sólo el sitio de Montevideo se iba a lograr la caída de las fuerzas Unitarias y pro-brasileñas que allí anidaban, pero no fue así por el sostenido apoyo de las tropas y barcos franco-inglesas.

Esto significa que el cansancio luego de tantos años de sitiar Montevideo terminó desgastando a las tropas sitiadoras que, además, se vieron atenazadas, como ya se dijo, por la retaguardia por las enormes y cuantiosas tropas de Urquiza y del Brasil, lo que produjo la deserción de muchos oficiales ‘oribistas’.

El apoyo a Rosas y Oribe por parte de las provincias fue nominal, verbal con grandilocuentes bandos, pero en lo fáctico nada hicieron.  No mandaron tropas para enfrentar a la sublevación ‘urquicista’ y sus aliados brasileños.

Tal vez en lo que no estamos de acuerdo con el autor es que en realidad no chocaban los intereses de Entre Ríos con Buenos Aires, sino los intereses personales de Urquiza que él imputó a su provincia para despersonalizarlos.

La protección soberana de la Confederación, a través de las normas jurídicas que implementó Rosas perjudicaban el contrabando de ganado y oro que hacía Urquiza y le cortaba sus ingresos personales.

Estudiemos un poco el tema y veremos que la cuestión económica personal de Urquiza hizo inclinar la balanza de sus decisiones políticas en contra de su patria. El oro, el ganado, las telas y las armas jugaban un papel esencial en la movilidad política del Gral. Urquiza y sus amanuenses de este y del otro lado del río Uruguay.

Lo explicita en detalle José María ROSA[206] “Entre Ríos había encontrado una mina de oro con el sitio de Montevideo pues abastecía, en competencia con los saladeros de Río Grande, el consumo de carne de la plaza. Los negocios del campo se desarrollaron como nunca, corrió el dinero en gran cantidad, prosperaron las pequeñas ciudades de Ia provincia, se instalaron casas de comercio, astilleros, saladeros, etc.; hacia 1849 Ia prosperidad entrerriana se traduce en mejoras edilicias, construcción de teatros, escuelas, etc.

“El peculio del gobernador había crecido parejo al de la provincia, tal vez en mayor proporción. Era el distribuidor de la riqueza entrerriana valiéndole para aumentar su prestigio económico o político: nadie podía faenar en Ia provincia sin su autorización, nadie exportar sin el correspondiente visto bueno, y como era el mayor propietario de haciendas de la provincia y no había tenido los escrúpulos de Rosas en cerrar sus negocios al llegar al gobierno, la autorización se daba cuando la copiosa producción de sus estancias no satisfacía la demanda.

“No era el comercio de carnes el único rubro del enriquecimiento entrerriano. La flotilla de balleneras de cabotaje (propiedad en gran parte del gobernador) que llevaban a Montevideo Ia carne, traían en retorno mercaderías de procedencia europea reexpedidas a Buenos Aires de inmediato.

“Era un gran negocio ese de comprar mercaderías europeas en Montevideo, llevarlas a Entre Ríos y de ahí a Buenos Aires. Entradas como de procedencia interior eludían las prohibiciones y altos aforos de la ley de aduana porteña. Era un verdadero contrabando -un verdadero tráfico irregular lo llama Herrera- perjudicaba a toda la Confederación burlando la ley que protegía producción del interior.

“La salida de oro por Entre Ríos formaba un tercer renglón de ganancias poco claras. Por decreto de Rosas de 1838 se había prohibido la exportación del oro a fin de mantener una reserva en plaza que sostuviera el valor del peso e hiciera fáciles las reacciones del mercado.

“La prohibición era para el puerto de Buenos Aires, y resultaba fácil eludirla haciendo salir el oro por Entre Ríos: el valor de éste en la Confederación era más bajo, por la medida prohibitiva que el alcanzado en el extranjero.

“Comprar por lo tanto oro en Buenos Aires y llevarlo a Entre Ríos (no estaba prohibida su circulación en el interior de la Confederación), y de allí a Montevideo donde se lo vendía a buen precio, era también otra fuente copiosa de ganancias irregulares.

“Si en la venta de carne entrerriana a Montevideo tenía el gobernador la parte del león, en los otros dos tráficos irregulares era él solo el beneficiario. Sus libros de contabilidad lo demuestran. El agente suyo en Buenos Aires para la venta de mercaderías extranjeras y compra de oro era el catalán Esteban Ranas y Rubert; el de Montevideo para adquirir las mercaderías y vender el oro y la carne, otro catalán: Antonio Cuyás y Sampere {…} el que fue Corsario, contrabandista, comerciante, hacendado, informador de Urquiza, diplomático de Entre Ríos”

Es evidente acá que las declamadas intenciones constitucionalistas de parte de Urquiza y otros Unitarios no eran más que un velo oscuro para esconder sus verdaderas intenciones comerciales, a las cuales Rosas no se oponía, después de todo él también fue un emprendedor privado, en tanto y en cuanto no perjudicaran a su patria.

El sistema de contrabando de Urquiza que lo fue enriqueciendo, era perfecto. Tenía sus empleados en ambos lados de la frontera con la Banda Oriental y en Buenos Aires que le manejaban sus intereses comerciales, primero y luego los políticos de ‘correveidiles’.

La diferencia entre Rosas y Urquiza, como dice el autor, estaba en que Rosas, mientras estuvo en el gobierno, dejó de lado sus tratos comerciales privados cuando estaban en colisión con los de la Confederación, a los cuales privilegió.

Todos estos tratos sinuosos de Urquiza eran bien conocidos por Rosas puesto que se lo informaban Mansilla, Echagüe, y otros militares y jueces de Paz.

Rosas oscilaba entre no creer los movimientos de Urquiza a espaldas de su patria, y pensar que a último momento el sentimiento patrio iba a hacer recular al entrerriano.

Urquiza había obtenido el apoyo –a regañadientes y no muy convencido- del Gobernador José Antonio Virasoro, como ya se dijo.

Éste, casi analfabeto, era fácilmente influenciado por Urquiza que lo manejaba casi a su antojo, por persuasión o intimidación, como se lee en el testimonio del Dr. Molinas.

Según ROSA[207]Virasoro fue arrastrado a una actitud que no deseaba. Existe el testimonio de un actor de presencia en Concordia, el secretario de Urquiza, Dr. Nicanor Molinas: «-...se le mandó un chasque al general Cáceres y a mi hermano Luis, convidándolos para unas para unas carreras en Concordia. Las carreras eran un pretexto para desorientar a la opinión pública sobre el objeto de aquella reunión. Allí se arregló la alianza con la provincia de Corrientes con su gobierno, o contra su gobierno si este se oponía al Pronunciamiento- (N. Molinas. ‘Apuntes’-Bs.As. 1894, pág.2)

Durante los años 1849 y 1850, mientras el Brasil gestionaba el apoyo de Urquiza para derribar a Oribe, los brasileños apuntaban a la ‘neutralidad’ de Urquiza. No más.

Las cartas entre los que conspiraban desde Montevideo y Brasil semblanteaban con desconfianza –siempre la tuvieron- a Urquiza pues temían que a último momento se desdijera de su apoyo a la causa (manteniéndose neutral en el conflicto por venir entre Brasil y Oribe) y se mantuviera fiel a su patria.

Alsina era el nexo por el cual se iba pergeñando el plan.

El 18 de noviembre de 1850 envió una nota al canciller brasileño Paulino Soares de Souza, en la cual expresaba su plan: Brasil no iba a atacar a la Confederación Argentina, si bien esa era la idea final. Porque esto dejaría a los Unitarios de Montevideo y a todo el arco ‘antirrosista’ como traidores a su nación y quedarían todos ‘en posición muy delicada’ al decir de Alsina. O sea, había que disimular lo casi indisimulable: la traición a su patria de esos trasnochados iluministas.

La nota en cuestión decía “Para mí es muy cierto cada día que, a poco de hacer, Urquiza será neutral. Rosas, que bien ve venir esto, se halla desconcertado. No será, por ahora, el primero en declarar la guerra. ¿Por qué el Brasil, desde que se asegure a Urquiza„ no aprovecharía ese estado de cosas, haga Francia lo que haga? No tendría que hacer una declaración de guerra a Rosas ni a nadie, sino dirigirse solo a Oribe, que se ha negado a sus demandas y a quien no mira a como entidad política; Rosas vendría en auxilio de Oribe, y desde entonces el sería el primero en obrar contra el Brasil, y éste en declararle la guerra a él”.

Es muy claro el planteo de Alsina, ante el acuerdo entre Rosas y Francia que dejaba inerme y falto de apoyo al gobierno de Montevideo.

Sólo apuntaba, por entonces, a la neutralidad de Urquiza. No imaginaban el cipayo nativo, ni las autoridades brasileñas, el grado de traición que éste estaba dispuesto a hacer.

La idea era no declarar la guerra a Rosas sino atacar a Oribe por considerar que los Orientales ‘blancos’ atacaban sin piedad a los cuatreros que continuamente asaltaban las propiedades del norte de la Banda Oriental, algo que negaban las autoridades brasileñas y a la vez consideraban un atropello que justificaba la invasión.  Este era el argumento falso del Brasil para invadir la Banda Oriental.

Pero ese era un subterfugio. El objetivo final era Rosas.

Cuando Rosas saliese a defender a Oribe, el Brasil junto a Urquiza y Virasoro podrían atacarlo sin quedar como ofensores. Esto fue lo que finalmente hicieron.

Introspectivamente José María ROSA[208] se explaya “Supongo -como lo creyó el mismo Rosas- que Urquiza usó el hecho de la proximidad de la guerra como un arma para hacerse valer ante el jefe de la Confederación y recobrar sus privilegios comerciales.

Sin el Ejército de Operaciones, y sin su comandante, la guerra podría decirse perdida para la Argentina. Rosas bien lo sabía, y de allí que estuviera furioso, como dice el incognito espía: en momentos mismos de culminar su política con el aniquilamiento de Brasil, la estorbaban las ambiciones económicas del más capacitado y más fuerte general de la Confederación.

Urquiza debió suponer que Rosas le devolvería sus ventajas comerciales para tenerlo satisfecho y que permaneciera en las filas argentinas. El jefe de la Confederación no podría arriesgar la victoria un vano escrúpulo legalista; al fin y al cabo, el precio exigido no era muy alto -un poco de tolerancia con los negocios fluviales, un poco de vista gorda en los aduaneros-, y retribuido ampliamente con el triunfo sobre el Imperio y la consolidación en el continente de la política americanista”.

Las razones de la apostasía de Urquiza deben verse, por un lado, en que, según él, Rosas con su política impedía el comercio de oro y ganado por Entre Ríos, que daba pingües ganancias al Gobernador entrerriano.  Una cuestión eminentemente comercial particular.

Desde Europa llegaba la mercadería a Montevideo, la pasaban a Entre Ríos como contrabando y llegaba a Buenos Aires y al interior sin impuestos. Entre Ríos así, se enriquecía día a día.

Por otro lado, Urquiza se sentía dolido en su orgullo porque según él se les daba más importancia a los méritos militares de Pacheco y Oribe que a él mismo, ‘Primera Espada de la Confederación Argentina’ cuyos éxitos vistieron de gloria a su nación

Era como un juego de ajedrez y de apuestas: Brasil apostaba a la neutralidad de Urquiza para tener manos libres en la Banda Oriental; Rosas pensaba que Urquiza no iba a traicionar a su patria y que sólo era un ‘toreo’, una amenaza para lograr algo de él; y el entrerriano arriesgaba, tal vez, a que con el amago de revuelta finalmente Rosas lo dejaría tranquilo para seguir con sus negocios particulares.  Un tema menor al lado del mantenimiento y fortaleza de la Confederación ante una guerra con el Brasil y la conquista final de Montevideo por la salida de las tropas francesas luego del acuerdo.

Todos se equivocaban.

Como sigue diciendo José María ROSA[209]Si al poner precio a su participación en la guerra Urquiza demostraba no conocerlo a Rosas, al negar ese precio y confiar en su patriotismo, Rosas demostró a su vez no conocerlo a Urquiza”.

Exacto, Urquiza no previó que Rosas no iba a recular ‘ni un tranco de pollo’ como solía decir el Restaurador. Y éste no previó que el ansia de gloria personal y codicia de Urquiza iban a estar por encima de su lealtad a su patria ofendida por el Brasil durante tanto tiempo.

Los brasileños también dudaban de Urquiza. No podían entender que el primer General de la Confederación fuera a declararse neutral ante un ataque del Brasil a la Banda Oriental; ‘neutralidad’ que ya era considerada una traición.

Imagine lo que luego pensarían cuando Urquiza y Garzón no sólo fueron neutrales, sino que atacaron a su antiguo compañero de armas Manuel Oribe y a todo el Ejército Federal en la Banda Oriental, para –con el acuerdo de los brasileños- designar en el ejecutivo de la Banda Oriental al propio General Garzón que tanto había peleado por la causa de la Confederación, en la primera Guerra contra el Brasil (Ituzaingó) siendo compañero de armas del propio Oribe.

Como parte del acuerdo, concedieron al Brasil todos los reclamos económicos y territoriales que el Imperio reclamaba (y a los cuales Urquiza y Garzón en su momento como soldados de la Confederación Argentina, se opusieron firmemente guerreando a tal fin). Todo impensado en estos momentos de la historia.

Entretanto, los soldados de Urquiza y Garzón no entendían lo que estaba ocurriendo.  Se veían obligados, muy a desgano, a combatir a quienes habían sido hasta hacía poco tiempo sus hermanos de armas, y asociarse a los enemigos brasileños a los que habían combatido durante toda la vida, y repentinamente resultaron ser sus socios en las batallas a quienes debían subordinarse. Humillante

Ante la duda brasileña acerca de la actitud que adoptaría Urquiza, lo compelió a que rompiera relaciones con Rosas en forma pública; que expulsara a Oribe y a los soldados y oficiales de Rosas; que a través de Garzón (que en aquel momento era una pieza de segundo orden bajo el mando de Urquiza desde que aquél había traicionado a Oribe) se comprometiera a entregar –de ‘Juris’- las Misiones Orientales; “manos libres” en el nuevo Estado Oriental;  que reconociera la independencia del Paraguay; la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay que permitiría al Brasil ascender y descender desde y hacia el Río de la Plata con sus mercaderías libremente y sin pagar impuesto.

De este modo, Urquiza mandaría en la Confederación Argentina y Garzón en el Estado Oriental, puestos por sus mandantes, los brasileños. Un Estado Oriental supuestamente independiente que fue sugerido “a dedo” por Urquiza, aprobado por los brasileños y los vasallos del Imperio del Brasil, sin representación nativa, que medraban hacía años enquistados y acuartelados en algunas pocas manzanas de la ciudad de Montevideo (los Ellauri, Herrera y Obes, los Lamas, los Pacheco y Obes, etc.).

Como seguramente Rosas no iba a abandonar a Oribe, ello haría que la guerra se extendiera hacia él.  Finalmente sucedió como había sido planeado por las fuerzas brasileñas, las fuerzas unitarias (alrededor de 3.500 emplazadas en Montevideo), las entrerrianas y las correntinas, coaligadas.

El 24 de diciembre de 1850, Nochebuena y vísperas de Navidad, firmaron la alianza, Entre Ríos, Corrientes, el Gobierno de la Defensa y el Imperio del Brasil.

Dice sobre lo sucedido José María ROSA[210] “Una sola noticia buena llega a Rio de Janeiro entre tantas desastrosas. En enero se sabe que Pimenta Bueno ha conseguido la alianza de Carlos Antonio López; el tratado formal ha sido concluido en Asunción el 24 de Diciembre. Firmaban Bellegarde por Brasil y Benito Varela por Paraguay. Ambos países se unían para defender sus respectivas independencias y asegurar su completa soberanía; la agresión contra uno de ellos sería repelida por los dos en común debiendo intercambiarse armas y pertrechos de guerra; los limites se fijarían de común acuerdo por un tratado que tendría como base el ‘uti-posidetis’ la navegación de los de los ríos interiores seria libre, y ambos estados se comprometían a obtener la navegabilidad del Paraguay y el Plata hasta su desembocadura. El tratado es rigurosamente secreto. Sin embargo ‘El Paraguayo Independiente’ y ‘Comercio del Plata’lo publicaran al poco tiempo”.

La cuestión de los ‘ríos interiores’ implicaba la navegación común del río Uruguay para el Estado Oriental y el Brasil.  Pero el río Uruguay tenía en sus márgenes a la Argentina y al Uruguay y solo una pequeña parte de la costa oriental bañaba tierra brasileña. Asimismo, el Estado Oriental se comprometía a devolver los esclavos al Brasil, aunque en aquel ya se había abolido la esclavitud. Además, el Imperio, con su codicia habitual, quería para sí la propiedad de la isla Martín García.

Lamas, Herrera y Obes eran la punta de lanza de la entrega de la Banda Oriental a los brasileños que estaban exultantes por la marcha de las negociaciones con Urquiza.

La idea de Urquiza era la siguiente: si conseguía vencer a Rosas, él sería el Jefe de la Confederación Argentina ‘devaluada’ ya que iba a ser monitoreada por el Imperio del Brasil, que sería su ‘patrón’.

Pero si era derrotado por Rosas, Urquiza conformaría con Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental, una ‘República de la Mesopotamia’; algo que no sería mal visto por el Brasil ni por Inglaterra.

Para Lamas, depender de Brasil no era un mal menor, era su obsesión. Quería que el Emperador Pedro II fuese elegido ‘Protector del Estado Oriental’ y que éste -de ser posible- pasase a ser un Estado más del Imperio.

El 21 de enero de 1851 le escribió en estos términos al Canciller Soares de Souza “Creo comprender bien los intereses de mi país y la alianza estrecha, sincera con el Brasil para el presente y el Porvenir; es toda mi política a la que ligo mis más caras esperanzas”

Este pensamiento colonial no era aislado en el campo Unitario, también Herrera participaba de éste. El 22 de julio de 1851 a Andrés Somellera, (que a la sazón era el marido de Justa Cané Andrade, viuda de Florencio Varela que fue asesinado en Montevideo en 1848) le escribió: “Ninguno de nosotros (los países hispanoamericanos) necesitamos territorio. Necesitamos paz, orden, población, industria, es decir, elementos de nacionalidad y de fuerza. Pretendiendo aumentos territoriales, hacemos precisamente lo contrario de lo que debemos y necesitamos.

“Pretendemos aumentar el territorio despoblado y la población atrasada, y con ella todos los elementos de desorden que produce.

“Nos, enajenamos las alianzas que debemos fundar para dar apoyo a nuestra organización en vez de cultivarlas. Y obrando así comprometemos el presente y el porvenir.

“La recuperación de los límites de 1777 es una cuestión de fuerza, netamente de fuerza.

“empeñándonos ahora en sostener esos derechos, no hacemos más que avivar una causa de guerra, un embarazo para las alianzas que puedan ayudarnos a fundar la paz; y de este modo legaremos a las generaciones futuras el derecho intacto, si, pero sin la fuerza de hacerlo valer. Les legaremos preocupaciones y miserias”

Este compendio de errores gravísimos en el pensamiento político es sinónimo de la ideología malsana del Unitarismo y del liberalismo consecuente.

Pareciera ser que para los Unitarios como Herrera la extensión territorial era contraproducente para el crecimiento. Pero no lo veían de ese modo cuando se hablaba del Brasil, sus socios.

¿Cómo no se daban cuenta que aquello que imputaban como malsano para poblar, para el crecimiento de la industria, para el orden de una sociedad no era válido para nosotros, pero sí era válido para el Imperio del Brasil?  En otros términos, si era válido para el Brasil por qué no lo consideraban válido para la Banda Oriental o para la Confederación Argentina toda.?

Está claro que esta contradicción era muy evidente hasta para un neófito. Lo que nos lleva a pensar que estos intelectuales Unitarios como Lamas, Herrera, Sarmiento, Mitre y Alberdi, “la extensión territorial es lo malo para el progreso” sabían bien el daño que producían con su ideología para nuestra nación; todo para favorecer sus bolsillos a costa de nuestra integridad soberana. Deleznable.

Ellos escribieron la historia, tan alejada de la realidad que es una llana falsificación. Tienen monumentos, plazas, calles, ciudades que llevan sus nombres.  Esa “historia” vigente en la educación durante décadas nos sigue sometiendo y quitando toda soberanía. ¿Hasta cuándo? Hasta que, como decía José Hernández en su ‘Martín Fierro’, “Un criollo venga a mandar”.

Del mismo modo José Maria ROSA[211] prácticamente exclama que lo dicho por Herrera son “Expresiones que eran la síntesis del pensamiento de los suyos, los ‘colorados’ Orientales y los salvajes Unitarios argentinos, europeizantes y civilizados antes que Orientales y argentinos: el partido de las ‘luces’ que confundió la Patria con la Civilización escrita con mayúscula.

Para que la tierra, si esta engendraba «elementos de desorden”, hijos espurios, ¿barbaros de chiripa? ¿Valía acaso tanto como la protección de un Imperio organizado?

Solamente una ‘población atrasada’ darían a los países hermanos los límites de 1777. ¿No era acaso ventajoso enajenarlos a Brasil de una buena vez, sacando por ello la seguridad de una amistad y la certidumbre de no legar a los hijos preocupaciones y miserias?

Sin perjuicio, es claro, de guardar las apariencias. Lo había aconsejado Lamas en 1849, cuando ofrecía las fronteras al Vizconde de Olinda a cambio de la garantía del empréstito de Buschental.

Una cosa era ellos, libres de tontos prejuicios, y otra ‘nuestros paisanos que están un poco atrás de nosotros’.

Que recordara Lamas sus palabras de 1849: «Cuando todo se olvide, quedará Ia parte fea del negocio, y Ud. negociador será el Blanco de las diatribas’.  Mejor era no hacer nada definitivo: solamente preparar las cocas para que otros cargaran con la impopularidad”.

En todo este tiempo, Rosas no se quedaba quieto: tenía espías que le informaban de todo lo que pasaba. Por ejemplo, el Encargado de Negocios de Portugal en el Janeiro, de apellido Leite; el propio Southtern recién llegado en 1851 como encargado de negocios de Inglaterra que lo admiraba; una empleada de confianza de Andrés Lamas en Montevideo que era asalariada de Guido.

Además, por instrucciones puntuales de Rosas, los embajadores Manuel Moreno en Inglaterra, Manuel de Sarratea en Francia y Carlos María de Alvear en Estados Unidos, libraban verdaderas batallas diplomáticas en aquellos países replicando las agresiones Unitarias y las franco-inglesas.  Pagaban costosas publicaciones en diarios de esas naciones, como propaganda a favor de la Confederación Argentina poniendo a la vista los logros comerciales, económicos del Gobierno.

Se sumaban a todos ellos los republicanos ‘farrapos’ que intentaban separarse del Imperio y pasaban información al Restaurador.

El 21 de febrero de 1851, “llegan comunicaciones reservadas de un agente secreto de Urquiza, que resultó ser el siempre intrigante catalán comerciante Cuyás y Sampere que visitó al Encargado de Negocios brasileño Silva Pontes, para tratar las condiciones de un pase del general argentino del Ejercito de Operaciones, que ofrecía plegarse al imperio con todas las tropas.  Paulino le da el 11 de Marzo las instrucciones necesarias y llega un entendimiento reservado. En abril estará convenido y garantizado el pase del general enemigo. En mayo se hace público el Pronunciamiento la alianza comprometedora”.[212]

Brasil podía respirar aliviado. Lo que era una segura hecatombe terminaba siendo, casi por vía del milagro, un triunfo completo de la diplomacia brasileña.

Es que para los brasileños con mentalidad patriótica sería impensado que un militar, sobre todo de altísimo rango, pasase, con todas sus tropas y víveres, a luchar codo a codo con sus enemigos extranjeros, como lo hizo en la Argentina el fenicio de Urquiza.

En el fondo Urquiza no era Federal ni Unitario; solo peleaba, con mentalidad mercenaria, para sus propios fines, al lado de aquellos que apuntalaran sus negocios privados y le permitieran enriquecerse sin límites. Algo parecido al General Oriental Fructuoso Rivera.

Paulino Soares de Souza le escribió a Schwarzenberg para que éste le transmitiera a Francisco José de Austria, primo del Emperador Pedro II, que todo estaba tranquilo, la suerte que había corrido el Emperador y lo que hubiese sucedido si Rosas enfrentara al Brasil con todas sus fuerzas militares y económicas.

 “Si el Brasil dejase a Rosas fortalecerse con la absorción de Uruguay, del Paraguay y de la Provincia boliviana de Tarija, entonces sí que su posición sería difícil. Más impidiendo al Dictador fortalecerse con esos territorios y atacándole ahora, el Brasil no iba a declarar la guerra a Rosas... Pero cuenta para esta empresa con los gobernadores de Entre Ríos, Corrientes, y con el general uruguayo Garzón”.[213]

Aquí el brasileño diplomático condensó en muy pocas palabras toda la diplomacia brasileña, de ayer y de siempre: en lo posible, utilizar a terceros para lograr sus metas; como en los casos de Urquiza por Entre Ríos, Virasoro por Corrientes y Garzón por la Banda Oriental.

Siempre hay –para los brasileños- algún bolsillo nativo que llenar para sus conquistas territoriales y económicas. Todo aprendido de sus maestros, los ingleses.

Veamos lo que dice el Oriental Luis Alberto LACALLE HERRERA[214] en una síntesis perfecta de lo sucedido que otros autores se manifiestan en el mismo sentido: “Esta situación congelada alrededor de la Defensa y Montevideo se iba a destrabar, una vez más, en función de la influencia extranjera en nuestros asuntos. El Imperio del Brasil no había sido un protagonista principal de la contienda, manteniendo su política de presionar en la frontera.

“De este lado, es Andrés Lamas, de triste memoria pera nuestra patria, quien logra un movimiento decisivo para desenlace cual es lograr la intervención directa del Brasil, a precio de usura, como lo demostrarían los otros tratados de 1851. Del otro lado, de la Argentina, Justo José de Urquiza rompió con Rosas y se sumó a la operación de tenaza que iba a apretar al Uruguay al gobierno de Oribe.

“Invadido de dos lados el gobierno de Oribe intentó resistir, pero no había ya ánimo para más lucha después de tantos años”.

Estos conceptos son compartidos por el historiador Raúl Iturria, como veremos más adelante, pero quisiéramos agregar algo a lo que dice Lacalle Herrera.

No fue solamente el cansancio de Oribe y sus tropas, que lo hubo sin dudas. Porque las otras tropas a las que enfrentaba también estaban cansadas de tantos años de lucha, no sólo las de la Defensa de Montevideo, Unitarios, franceses, ingleses, italianos, etc.  También las del traidor de Urquiza y las de Garzón. Todos estaban cansados de la lucha.  También tuvo que ver en la decisión de ‘arriar las banderas’ el hecho de que Oribe se había quedado sólo con 8.500 soldados aproximadamente ya que muchos de sus oficiales y sus tropas se sumaban al bando de Urquiza.

Es más que evidente que hubo de parte de Oribe y sus generales un error de estrategia al quedarse sitiando a Montevideo sin atacarla para evitar muchas muertes.  Seguramente pensaban que la caída de la ciudad se iba a dar por decantación, sobre todo porque muchos civiles y militares de la ciudadela desertaban y se incorporaban a las fuerzas Federales y a la vida del Cerrito.

Pero no contemplaron que mientras estuvieran los franceses e ingleses desde el río brindando vituallas, armas, municiones y soldados, los habitantes de Montevideo –de distintas nacionalidades como una enorme Babel- iban a sostener la defensa por mucho tiempo. El razonamiento de Oribe era como querer llenar un balde con agua con un agujero en su base. Nunca se iba a llenar.

Repetimos que evidentemente hubo errores estratégicos de Oribe en esa espera en aras de un triunfo por decantación por el simple paso del tiempo.

Oribe creyó que el mero paso del tiempo le sería favorable, pero terminó jugándole en contra y le costó la derrota sin llegar a luchar por el cansancio que provocó por la larga espera, por su enfermedad (tuberculosis) y por el hastío de sus tropas, que llevó a muchos de sus oficiales a pasarse a las filas de Urquiza.  Muchos años de luchas y estando a un paso de lograrlo, la pasividad y la inactividad de Oribe lo impidieron.

La edad de Oribe, que en ese entonces tenía 60 años, coadyuvaba a las dificultades del triunfo.  Su enfermedad no fue la única razón.

Antes de entrar en el territorio Oriental, producido el famoso ‘Pronunciamiento’, Urquiza lo invitó a conversar a fin encontrar una solución pacífica. La mayoría de los jefes y oficiales, en forma traicionera y sibilinamente, lo compelieron a aceptar, pero Oribe se rehusó, fiel a los compromisos acordados con Rosas y sabiendo que ese ‘acuerdo’ significaría el fin de la independencia de su tierra en manos de banqueros, agiotistas, y comerciantes de toda laya.

De este modo, y en medio del apogeo, la conjunción de todos estos factores en contra hizo que, para las casi triunfantes fuerzas patrióticas, todo se desmoronara como un castillo de naipes.

Urdida durante mucho tiempo la trama entre brasileños, unitarios de ambas márgenes del Río de La Plata, y los banqueros de Montevideo, del Brasil y de Europa, los acontecimientos se precipitaron cuando Urquiza se declaró frontalmente en rebelión contra Rosas.

Las bases del acuerdo tenían como norte que Garzón fuese el jefe militar en la Banda Oriental y que Urquiza lo fuera en la Banda Occidental. Como Francia tenía ocupada la isla Martín García desde 1845, Brasil tendría la posesión y serviría de nexo para proteger la comercialización de ganado y oro que manejaba Urquiza para su provecho, manteniendo la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay.

Luego de obtenida, en su momento, la neutralidad paraguaya, era tiempo de sumarlos directamente a la lucha.

Con dicho objeto el secretario de Urquiza, Molinas viajó al Paraguay para entrevistarse con Carlos Antonio López.

Le dijo que se reconocería la independencia del Paraguay por la cooperación que había prestado a la organización de la Confederación Argentina, y se le daría dinero, armas, etc.

Pero López le enrostró que la independencia del Paraguay no dependía previamente de la organización de la Confederación Argentina, ni podía comprarse con dinero.

Además, Paraguay como república soberana no podía tratar de igual a igual con gobernadores de provincias argentinas sin que previamente Entre Ríos y Corrientes declararan formalmente su independencia. López se consideraba un presidente y Urquiza y Virasoro eran simples gobernadores.

López dijo no importarle quien era el presidente de la Confederación; si Rosas, Urquiza o quien fuere. Y que el modo de organizarse de la Confederación, de la que Paraguay no formaba parte, era algo indistinto para su patria, por lo que las pretensiones de alianza estaban fuera de lugar. Así prontamente despachó al compungido Molinas.

Se daban por aceptados los reclamos de derecho que hacía Brasil sobre los territorios que ocupaba desde 1801 al norte de la Banda Oriental (Misiones Orientales), a cambio de las ventajas comerciales personales de Urquiza.

En abril se conoció definitivamente la traición de Justo José de Urquiza, Eugenio Garzón, Servando Gómez y el hijo de Urquiza, Diógenes, que se fue rápidamente a Montevideo. Se sumaron a la conspiración los correntinos Valentín Virasoro, Genaro Berón de Astrada y Pedro Ferré.

Lamentable la decisión de Ferré, puesto que en su momento había coincidido con los conceptos del Federalismo y con el Brig. Gral. Rosas, pero los decursos de los hechos los llevaron por caminos distintos.

Dice al respecto José María Rosa[215] “Pocas veces pueden encontrarse personalidades tan opuestas como la de Rosas y la de Ferré, pero pocas veces también tan notables coincidencias. Ambos iniciadores del Pacto Federal divergen tanto en rasgos físicos como en condiciones de carácter. Aquél tenía en la sangre la paciencia y el respeto a la jerarquía de los castellanos; éste, nacido en hogar catalán, la independencia y el amor propio de los suyos. Pero son distintos, sobre todo, sus tipos políticos: el estanciero de Buenos Aires es un caudillo nato que sabe identificarse con la multitud y expresar sus deseos e ideales; el carpintero de ribera correntino no tiene ni podrá tener jamás partidarios entusiastas; es solamente el primero, por su capacidad y honestidad, en la pequeña oligarquía provinciana”.

Servando Gómez era íntimo amigo y camarada de armas de Urquiza. Durante muchísimos años combatieron codo a codo en las filas de la Confederación Argentina y le era totalmente fiel a su mando. A Urquiza no le costó mucho atraerlo a sus filas, como a Garzón, y a casi la totalidad de los oficiales de Oribe, quien prefería rendirse a Urquiza a ser vencidos y muertos en manos de los ejércitos Imperiales.

El cansancio de tantos años de lucha y el hecho de que las filas ‘urquicistas’ estuvieran formadas por los mismos camaradas que hasta no hacía mucho tiempo luchaban de su lado, hicieron mella en los soldados.

Si agregamos lo que se dijo respecto a la salud deteriorada de Oribe, tendremos un cuadro de la situación en el campo de los sitiadores.

El hermano de Justo José de Urquiza, Juan José permaneció leal a su patria y a la Confederación Argentina aconsejándole a Justo que guardara bien sus bienes pues si fallaba en lo que estaba haciendo tendría que exiliarse sin un peso.

Hilario Lagos, sabedor de la traición del Gral. Urquiza, renunció y se fue a Buenos Aires a ponerse a las órdenes de Rosas.

El pueblo correntino y el entrerriano junto a los soldados estaban absortos y confundidos porque cuando estaban preparándose para atacar al Brasil fueron mandados a luchar contra su propio gobierno y contra Rosas a quien adoraban.

El pueblo y los soldados desconocían los vericuetos, las idas y venidas políticas de los altos hombres que dirigían a sus provincias mesopotámicas y siguieron a Urquiza y Virasoro, con resquemor y muchas dudas.

Rosas creyó que Urquiza no defeccionaría. Calculó mal.

Urquiza rompió el Pacto Federal y separó ilegalmente a Entre Ríos y Corrientes de la Confederación Argentina, que no era una alianza entre provincias.  El Pacto Federal era un acto constituyente, irrevocable puesto que como dice ROSA[216] “En una Alianza la soberanía permanece en los Estados contratantes; en una Confederación, la soberanía está en el Estado formado por la Unión Federal {Y Urquiza} dejaba de ser argentino y ahora pertenecería, con su parque, armas, cañones, etc., a un ficticio ‘Estado de Entre Ríos’, aliado del imperio en su guerra contra la Confederación Argentina”

Urquiza, sabedor de su felonía, intentaría que la historia no lo juzgue, por eso en una carta que Soares de Souza le escribió a Silva Pontes el 22 de abril de 1851 le dijo que el procedimiento en estos ‘negocios’ (sic) debe ser coherente y seguros y que “nosotros figuremos, en esta cuestión, contra Oribe y no contra Rosas –al menos por ahora- aun cuando el resultado, hostilizar a Oribe sea lo mismo que hostilizar a Rosas”.

Es decir, tirar la piedra y esconder la mano, la diplomacia brasileña de siempre. Urquiza cargaría con el peso de la historia como perjuro.

En 1851, las acciones volvieron a resurgir en la Banda Oriental y parecía un seguro triunfo Federal frente al Unitarismo encerrado en Montevideo con el fenecido apoyo de los franceses Pero el Gobierno de la Defensa montevideano rubricó una alianza con los brasileños y con el gobernador de Entre Ríos, Urquiza, hecho ya comentado en páginas anteriores. Urquiza, de esta manera rompió sus relaciones con Rosas, con su gobierno y con su país.

Como siempre las ‘figuritas’ del lado del Gobierno de la Defensa fueron los mismos: José Ellauri, Melchor Pacheco y Obes, el Canciller Manuel Pacheco y Obes, el embajador en Brasil, Andrés Lamas, sumados a ellos, los argentinos Gral. José María Paz, Gral. Gregorio Aráoz de Lamadrid, los civiles de siempre Valentín Alsina, José Rivera Indarte, Hilario Ascasubi y Francisco Acuña de Figueroa, entre otros.

El 3 de abril de 1851 Urquiza rompió con Rosas y el 29 de mayo se firmó en Montevideo los famosos –por lo ignominiosos-  5 tratados de paz entre el Imperio del Brasil, Entre Ríos y el Gobierno de Montevideo, (firmaron Da Silva Pontes, Cuyás y Sampere y Manuel Herrera y Obes, respectivamente), por los cuales la Banda Oriental cedía totalmente su soberanía a manos del Brasil que pasaba, de este modo, a manejar la política de los Orientales.

En su texto, los firmantes también acordaban “hacer salir del Uruguay al general don Manuel Oribe y a las fuerzas argentinas que manda”, y establecían que cualquier acto del gobierno argentino en contra de este propósito lo convertiría en enemigo de la coalición. El ejército oriental se colocaba bajo el mando del general Eugenio Garzón.

Dentro del Imperio había algunas pocas voces que consideraban un error lo que estaba haciendo su gobierno, porque elogiaban la figura americana de Rosas, como el senador Hollanda Cavalcanti y Manuel Assis Mascarenhas, apuntaban que el deshonor del Imperio se veía derramando oro para corromper a funcionarios y militares rosistas y que la guerra, en caso de haberla, debía hacerse de frente y lealmente.

El emperador Pedro II accedió a la alianza con un general rebelde como Urquiza, siempre que éste fuese considerado un mero auxiliar del Imperio.

Pedro II despreciaba a los traidores como Urquiza, pero aceptaba su traición porque lo que había hecho se beneficiaba el Brasil. Hasta ahí llegaba el Emperador; no más.

En Buenos Aires se sucedían las aclamaciones y actos de desagravio a Rosas con ¡vívas! a la patria y a Rosas y ¡mueras! a Urquiza, Virasoro y los Imperiales.

Urquiza intentó, vanamente, atraer a sus filas a Ignacio Oribe para que luchara, no solo contra la Confederación sino también contra su propio hermano.

La síntesis de lo que se sentía por Urquiza la da Ignacio Oribe, hermano de Manuel que por años luchó al lado de Urquiza, en una carta que le escribió el 9 de junio de 1851. Notesé la incredulidad y a la vez, la furia contenida de Oribe

“¿Cómo ha podido la aberración de sentimientos dar cabida a una deserción tan injustificada abandonando el puesto que la confianza del General Rosas, los deberes… para con su Patria y el respeto a su posición, le habían dado en circunstancias tan críticas? Nada menos que cuando el porvenir de un Nuevo Mundo está cifrado en la solución que hayan de tener los asuntos pendientes con nuestras repúblicas. Ud. corre, tránsfuga de nuestras glorias, a alimentar esperanzas en un círculo imbécil y malvado; ofrece cooperar para destruir las combinaciones de que era participe entre algunos argentinos y Orientales; halaga a los paraguayos infieles a sus deberes; y lo que es peor, general, lo hace cuando la concurrencia de miles de bayonetas imperiales llama la atención sobre sobre la frontera... ¿Y quiere usted, general Urquiza, que yo no desenvaine mi espada contra tan inicuos y horrendos crímenes? ¿Risueño, cree que ha llegado la ocasión de su celebridad?  Permítame usted que no le haga cumplidos por su pronunciamiento. Y persuádase de la mejor disposición en que se halla de cumplir con su deber el General Ignacio Oribe”.

Fuerte y precisa contestación a los sondeos de Urquiza y a su pronunciamiento con el cual clavaba una daga en la espalda de su patria.

Como ya se dijo, el 19 de julio de 1851 Uruguay fue invadido por Urquiza, que cruzó el río Uruguay por Paysandú y por Garzón, que cruzó el mismo río a la altura de Concordia. En Paysandú, se sumaron a Urquiza Servando GómezLucas Píriz y otros oficiales ‘oribistas’, hartos de aquella guerra interminable y previstos de su resultado.

Ignacio Oribe, que rechazó indignado una oferta para pasarse de bando y le envió una carta a Urquiza reprendiéndolo (ver arriba), pretendió presentar batalla a los invasores, pero sufrió la deserción en masa de sus tropas y oficiales.

Manuel Oribe, dejó 6.000 hombres en el sitio y al frente de 3.000 se dirigió hacia donde estaba Urquiza, uniendo sus fuerzas con las que le quedaban a su hermano Ignacio Oribe.

El 4 de septiembre, 13.000 brasileños ingresaron por Santa Ana y Oribe comprendió que no tenía posibilidad alguna de resistir. Envió ante Urquiza a Lucas Moreno con instrucciones de llegar a un acuerdo y se retiró al Gobierno del Cerrito.

Recordemos que en los acuerdos firmados entre la Confederación y el Imperio del Brasil, con la anuencia de Gran Bretaña, se había especificado que se requerían 6 de meses de anticipación para declarar la guerra de cualquiera de las dos partes entre sí. En este caso, Brasil no atacaba formalmente a la Confederación sino a Oribe, y como Rosas se había comprometido a defenderlo si era atacado, resultó que él quedó como agresor. La acción contra Oribe representaba, se podría decir, un acto teatral, el objetivo era Rosas.

Recapitulemos: la diplomacia brasileña dio un golpe perfecto. Sin necesidad de declarar la guerra a Rosas le daban una estacada mortal en forma indirecta porque acabaron con todo el ejercito que estaba en la Banda Oriental y con Oribe.  Tal como se suponía, Rosas iba a ser fiel a sus compromisos con Oribe y seguramente le declararía la guerra al Brasil. Y eso fue lo que sucedió. El 18 de agosto de 1851, Brasil quedó formalmente como nación agredida y no como agresor.

La mayoría de los jefes ‘oribistas’ (entre ellos Servando Gómez) se pasaron a las filas de sus antiguos jefes Federales, Urquiza y Garzón, a los cuales conocían de años de camaradería.

Estaban cansados de tantos años de guerra inconclusa. Los hermanos Manuel e Ignacio Oribe se quedaron prácticamente sin oficiales ni soldados.

De tal manera, después de una larga negociación, el 8 de octubre de 1851 se vieron obligados a firmar el acuerdo que ponía fin a la Guerra Grande (El Tratado de Pantanoso).

Según el mismo, el Uruguay quedaba bajo el control del Gobierno de la Defensa, pero finalmente se designaría a Garzón (‘blanco’) como presidente en un acuerdo entre todas las partes involucradas.

A los pocos días, Andrés Lamas suscribía los famosos 5 Tratados con el Imperio del Brasil por el cual la Banda Oriental terminaba siendo un satélite político y comercial brasileño. Precio que pagaba la llamada ‘Nueva Troya’ para desembarazase de Oribe y Rosas.

La astucia diplomática del Brasil en su mejor triunfo: sin disparar un tiro y con tratados ya firmados quedaba prácticamente con toda la Banda Oriental a su disposición para engrosar sus arcas y extender su territorio

Si bien antes de esta lucha Montevideo se mantenía como única base de operaciones comerciales europeas, siendo lisa y llanamente un bastión colonial de Francia e Inglaterra, con el triunfo coaligado del Brasil, el converso Urquiza y todos los Unitarios, podía decirse que toda la Banda Oriental había sido enajenada a la Banca internacional y a los intereses depredadores europeos.

Inglaterra era antibelicista y no permitía que el gobierno de Rosas cayese, pues la tranquilidad existente en las tierras de la Confederación ayudaba al crecimiento comercial de la colectividad inglesa en nuestras tierras.  Una guerra entre Brasil y la Confederación Argentina alteraría el ‘status-quo’ que permitía el desarrollo de sus compatriotas.  Por esta razón debió dar un giro de 180ª grados.

Lord Palmerston le ‘soltó la mano’ a Rosas pues calculó, agudamente, que su caída era previsible y que, ‘mutatis-mutandi’, el Brasil pasaría a ser el punto comercial con el que trataría Inglaterra de ahí en más.

En tal sentido hay una carta de Herrera al converso Eugenio Garzón del 28 de agosto de 1851 que aclara más el punto.

“Sin embargo, Lord Palmerston, con su sagacidad y perspicacia características, comprendió la verdad del suceso y los motivos de ignorancia en que estaban sus agentes y llevó a Considerar dicha nota de Southern, pidiendo una resolución pronta y decisiva. El Consejo después de haber oído al Lord y tornado conocimiento de todo lo que sucedía, decidió que el Brasil estaba en s perfecto derecho de que cesase el gobierno del General Rosas, que así se comunicase a los agentes ingleses en las dos repúblicas del Plata, para que conservasen la más estricta neutralidad en todos sus procedentes. Esas órdenes, son las que han venido a Southern por el último paquete...".

Quedan evidenciadas las intenciones de Palmerston en ese sentido al trasladar a Southern, que apoyaba la política de Rosas, a Rio de Janeiro.

La política de Inglaterra era la de siempre, pragmática: “Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes; tiene intereses permanentes”, como le gustaba decir a Lord Palmerston. De modo tal que dejó de apoyar al Restaurador y su gobierno y permitió que Brasil derrotara a Oribe primero y luego a Rosas.

José María ROSA[217] lo explica en estos términos y ensaya algunas interpretaciones respecto a la actitud de los británicos: “La nueva situación variaría la actitud antibelicista adoptada por Inglaterra. Una guerra larga habría perjudicado su comercio, pues la superioridad marítima brasileña hubiera permitido el bloqueo del puerto de Buenos Aires. Pero una lucha breve que daría con Rosas rápidamente por tierra era otra cosa; significaba el triunfo indirecto de la vieja política inglesa en América: librecambio, libre navegación de los ríos, imposibilidad definitiva de unificar los pequeños países.

Aquello no conseguido en 1845 con la escuadra de Inglefield podía obtenerse en 1851 con las armas brasileñas y la sangre entrerriana. Palmerston, resignado un momento ante el «hecho Rosas›, ye complacido la derrota del Gran Americano.

No comprendió el pensamiento de su canciller el entusiasta Southern, constante en su admiración hacia Rosas; tal vez no interpretó {Southtern} que la agresividad británica hacia Brasil había cesado con el tráfico {de esclavos}; tal vez creyó que el orden interno argentino, que beneficiaba a los ingleses, concluiría con la caída de Rosas; o quizá lo movió su adhesión personal hacia el gobernante argentino. Lo cierto es que se interesó ante Palmerston para que Inglaterra impidiera la intervención de Brasil y dejase a Rosas entenderse a solas con Urquiza”. No fue oído.

Habiéndose conjugado todos los elementos que explicamos para la casi inacción de Oribe, éste finalmente capituló.  No podemos llamarlo Tratado de Paz cuando uno firma algo con una pistola en la nuca porque, como alguien dijo alguna vez, toda negociación equilibrada requiere hacerla desde una posición de fuerza, de lo contrario es una simple rendición.

Luego de la rendición maquillada se firmaron los vergonzosos e irónicos Tratados de Paz entre Urquiza y el Brasil (el Tratado de Pantanoso del 8 al 10 de octubre de 1851).   Cuando los ratificaron el Gobierno de la Defensa de Montevideo, los Unitarios y los Orientales ‘abrasilerados’, se enajenó parte del territorio Oriental (casi un 50%), absorbiendo este gobierno, en nombre de toda la Banda Oriental, obligaciones económicas en favor del Imperio del Brasil.

Nunca debe de olvidarse que la enajenación del territorio se produjo sin intervención de funcionario Oriental alguno, pues fue un acuerdo entre los brasileños y Urquiza. Las ratificaciones de los Orientales de la llamada Defensa de Montevideo se hicieron después y con todo bastante ya acordado.

La Guerra Grande fue un desastre tanto para el Uruguay como para la Argentina; la economía del país quedó en ruinas, los odios partidarios se hicieron irreversibles y Uruguay quedó enajenado, empequeñecido y sometido al Imperio del Brasil.

El final todos los conocemos, un Urquiza victorioso desfilando por Montevideo con mala cara (¿dándose cuenta de su execrable error?) Mintiendo en el horario del desfile victorioso de Brasileños, orientales, correntinos, franceses, ingleses y mercenarios alemanes. Mitre desfilando como oficial Oriental y escarapela extranjera, por otro lado, o en el mismo, Sarmiento como ‘boletinero’ del ejército, vestido de uniforme francés.

Entre impíos a la patria, inclusive, una pequeña disputa de manejos obliga a don Faustino escribir sobre Urquiza y los cien mil duros mensuales que recibirá el gobernador litoraleño por parte del Brasil. Evidenciando que " los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas"-- fueron otra de las tantas y evidentes traiciones que los ‘logistas’ tuvieron a mano para entregar al extranjero la patria del Restaurador y todo el pueblo de la Federación.

Con visión concordante el historiador y escritor Oriental Jorge PELFORT[218]  dice –y muy documentado- que el acuerdo del 8 de Octubre de 1851 entre Urquiza y Oribe (antecedente necesario de la batalla de ‘Caseros’) no fue un acuerdo de paz por el cual se ponía fin a la llamada Guerra Grande, sino lisa y llanamente un acta de rendición del caudillo Oriental, engañado tal vez ingenuamente, con las promesas de Urquiza. Promesas que éste no cumplió (era de esperar habida cuenta su historia permanente de traiciones). Veamos.

Este autor, comentando lo que transcribe la Profesora Elisa Silva Cazet. en su artículo “Oribe. Contribución al estudio de su vida”,El 8 de octubre comunicó (Garzón, segundo de Urquiza) al gobierno de Montevideo y al encargado de negocios del Imperio Del Brasil, que había tenido lugar el sometimiento de las fuerzas orientales”. (La ‘negrita’ nos pertenece)

¿Cómo? ¿No era un acuerdo mutuo? ¿O era una capitulación lisa y llana?, Garzón, otro oficial muy importante de la Confederación Argentina que defeccionó junto a Urquiza.

Lo que parecía ser una ‘conciliación’ de intereses, luego de la firma del acuerdo (de 6 cláusulas) y depuestas las armas por Oribe y el Ejercito de la Confederación en la parte Oriental a su mando, sin consulta previa Urquiza y los unitarios de Montevideo hicieron un ‘acuerdo’ (sic) ‘supletorio’ (resic) borrando todo lo acordado salvo un par de cláusulas. De este modo quedó en evidencia el sometimiento de Oribe, ya sin armas.

Esta cláusula borrada, por pedido del propio Oriental unitario Manuel Herrera y Obes con la ayuda de Andrés Lamas, decía que Urquiza se obligaba a usar sus buenos oficios para que el Imperio del Brasil no presentara reclamación alguna a la Banda Oriental hasta 6 meses después de restablecido el gobierno constitucional.

Eliminada dicha cláusula insólitamente y por arte de ‘birlibirloque’, Montevideo, todos los unitarios y principalmente el Imperio del Brasil obtuvieron una victoria casi sin disparar una bala. Oribe ya estaba desarmado y poco podía hacer.

De tal modo, el tratado final dictado por los vencedores se presentó públicamente el día 10, con los agregados y modificaciones hechas en forma unilateral por los brasileños y por los Orientales de Montevideo.

El 11 de octubre de 1851, lo firmó Oribe, como ya se dijo, cansado, agotado, viejo; sin ningún arma con que oponerse y sin el apoyo de sus oficiales. A pesar de que sus partidarios de siempre rechazaban el acuerdo, ya nada podían hacer al respecto por aquel entonces.

Finaliza diciendo  PELFORT[219]Resumamos cronológicamente los hechos relacionados con la llamada “paz de Octubre”, acontecidos en esos dramáticos 7 días:

7 de octubre: Firma del Tratado de Paz “sin vencidos ni vencedores” entre Urquiza y Oribe. Éste entrega las armas.

(Se comunicó el cese del Gobierno del Cerrito en ocasión de celebrarse el primer Pacto de Oribe con Urquiza, que fuera luego rechazado por el gobierno de la Defensa de Montevideo, generando el texto final del 8 de octubre, que proclamaba el conocido “sin vencidos ni vencedores”, pero que permitió a su vez, luego de negociaciones, la pérdida de gran parte del territorio a manos de los brasileños).

8 de octubre: Rechazo del tratado por la Defensa (puntapié a la mesa).

9 de octubre: Elaboración del Tratado sustitutivo por la defensa.

10 de octubre: Presentación del mismo.

11 de octubre: Firma de Oribe.

12 de octubre: En Río firma Andrés Lamas cinco cheques en blanco -prácticamente- ante el Imperio.

13 de octubre: El nuevo presidente de la República, don Joaquín Suárez, firma el Tratado de paz DEFINITIVO que entra así en vigencia EN ESTA FECHA Y NO CINCO DÍAS ATRÁS.

¿Hasta cuándo pues, el gastado sonsonete de que el 8 de octubre simboliza esa paz definitiva, entre orientales, que TODOS debemos reverenciar?”

Luego de ello llega el ominoso acuerdo entre los aliados del 21 de noviembre de 1851.

*

Se preparaba entonces la guerra contra Rosas. La hábil diplomacia brasileña abrió sus bolsillos ante el pedido casi extorsivo de Urquiza: quería más dinero del Brasil para emprender la marcha hacia Buenos Aires. La suma era de 100.000 patacones por mes, una fortuna para la época, mes más armas, municiones, etc.

A cambio de ello, la guerra la harían solamente Entre Ríos y Corrientes, y los brasileños aparecerían como ‘auxiliares’ del entrerriano, algo que por supuesto no era cierto.  Las misiones Orientales quedaban -de ‘juris’- definitivamente en manos del Brasil y se cedió la soberanía de los ríos. 

Entretanto, el Paraguay mantenía su neutralidad. ‘Neutralidad’ que le costaría cara al Mariscal López que perdería más de una generación de su país en la Guerra de la Triple Alianza.

No se entiende por qué López no salió en defensa de Oribe cuando fue atacado por el Brasil y años más tarde, en la misma circunstancia salió en defensa de los Federales ‘Blancos’.

El Brasil era muchísimo más fuerte luego de haber derrotado a Oribe y a Rosas; y en Argentina ya no estaba el Restaurador sino el socio del Imperio, Bartolomé Mitre.

Volviendo a las causas de la defección de Oribe y los Orientales entendemos que muchos hechos concordaron para ello.

Dicen Jorge PELFORT y Raúl MARFETÁN BENÍTEZ[220] "No es extraño, pues, que idénticos criterios generasen idénticas reacciones de idéntico origen. Contra Artigas los portugueses, los Unitarios encabezados por Pueyrredón (luego Rondeau) y los cisplatinos.”

“Contra Oribe los ‘farrapos’, los unitarios encabezados por LavaĮle (luego Paz) y la Defensa. Así, ese estado de guerra permanente a que ambos fueron obligados por dichas fuerzas -a las que en el caso de Oribe deberemos agregar las dos máximas potencias mundiales- impedimento obvio y fundamental para la concreción de programas tan similares.”

Además de lo mencionado, si bien poco podía hacer Oribe ante el enorme poderío militar de los aliados que lo cercaban, además de la edad y su estado de salud, seguramente en el acuerdo sin lucha previa entre ambos, debió haber pesado su pertenencia a la Masonería, y como Hermanos llegaron o fueron llevados a un pacto de ese tipo.

Finalmente se acordó un Tratado de Paz el 7 de octubre de 1851. En él Urquiza se comprometió a intervenir para que el imperio no plantease reclamos territoriales al nuevo gobierno Oriental por lo menos durante seis meses. El propio gobierno Unitario de la Defensa de Montevideo, victorioso, rechazó cuatro de los seis puntos.

Debe haber sido uno de los pocos casos en la historia que un gobierno, en contra de los propios intereses de su nación, se opuso a que se le reclamen territorios por parte de otra nación. Esto demuestra el grado de subyugación, de sumisión, de esclavitud de los Unitarios afrancesados Orientales con respecto a su amo, el Imperio brasileño.

La frase ‘sin vencedores ni vencidos’ que establecía el punto 5º del acuerdo, fue un sarcasmo sin igual.

Con los cinco tratados firmados en el Tratado de Paz el Imperio del Brasil cercenó nuevamente el 50% del territorio Oriental, antes de facto y luego de jure. Eso fue lo que pagaron las autoridades de la Defensa de Montevideo para que Brasil interviniera militarmente para acabar con Oribe y Rosas.

Los señores iluministas unitarios de Montevideo con sus creencias en la divinidad de la Constitución como panacea de crecimiento se dieron de bruces con una realidad que los contradecía a cada paso.

Dice Susana RODRIGUEZ VARESE[221] que todo se complicaba:

“la necesidad de adoptar medidas complementarias de la independencia nacional con una Constitución inadecuadas al medio en que se debía aplicar; la creencia simplista que la Ley podía cambiar la realidad, los intentos de los doctores e intelectuales de los medios urbanos de imponer sus ideas por el medio que fuere posible (sin excluir las intervenciones extranjeras); y con la amenazante presencia de las potencias colonialistas europeas a la salida del Rio de La Plata”.

Todo esto era predecible: las leyes o convenciones no podían cambiar la realidad, sino que la realidad era la que condicionaba a la ley. Algo sabido por todos, menos por los Unitarios ‘abrasilerados’ que pululaban con sus galeras y discursos por Montevideo. Ningún acuerdo podía tener larga vida si era firmado y sostenido por los cañones de potencias extranjeras. Ese Convenio Preliminar de Paz firmado por Urquiza y el Imperio no fue un acuerdo, sino una total y absoluta rendición de las fuerzas Federales con Oribe a la cabeza.

La Masonería intervino en los prolegómenos y texto del Convenio.

En la ‘GRAN LOGIA DE LA MASONERÍA DEL URUGUAY[222] podemos leer que Oribe  “Fue integrante de la ‘Logia de los Caballeros Orientales’; integró como Secretario el Tribunal del Grado 31, que fue creado en noviembre de 1834, siendo acompañado en aquella ocasión por los ilustres hermanos Gabriel Pérez, Pedro Lenguas, Juan y Paulino González y Jorge Tornquist.

Fue miembro activo de la Logia Asilo de la Virtud y al momento de su muerte ostentaba el grado 33.

Fue integrante de la Logia “Caballeros Racionales”, que posteriormente cambió su nombre y adoptó el clásico nombre de “Caballeros Orientales”, para contraponerse a las logias filo-portuguesas que funcionaban en la Banda Oriental. Esta logia tuvo una actuación muy destacada en la preparación de los intentos revolucionarios de 1823 y 1825 y desde ella se difundieron profusamente las ideas de independencia, libertad y unión, que prepararon los espíritus para los acontecimientos de 1825.

Manuel Oribe integró posteriormente la Logia “Asilo de la Virtud”, entre 1830 y 1831. Entre los documentos oficiales de los archivos históricos de la Gran Logia de la Masonería del Uruguay, compilados y organizados por el investigador e historiador Mario Dotta Ostria, encontramos el Acta Constitutiva de la Logia mencionada, en la que los asistentes firman y agregan su grado masónico. Entre los primeros firmantes están Antonio Acuña, Francisco Lecocq y José María Platero, reconocidos integrantes de la Sociedad de los Caballeros Orientales.

En un acta inmediata, ya asumidos sus cargos, detrás del también fundador Gabriel Pérez, quien ocupó el de Venerable Maestro, aparecen Antonio Acuña como Primer Vigilante y José María Platero como Segundo Vigilante. En una lista de concurrentes anexada a las actas, figura en el ingreso No 28 Pedro Hilario Lenguas, como General del Ejército y grado 31. Detrás suyo, en el ingreso No 40, firma Manuel Ceferino Oribe Viana, grado 31 y estableciendo su actividad como “Presidente de la República”.

A partir de noviembre de 1834 integró como Secretario el Tribunal del Grado 31, siendo acompañado en aquella ocasión por los ilustres hermanos Gabriel Pérez, Pedro Lenguas, Juan y Paulino González y Jorge Tornquist.

Durante su primera magistratura (1835-1838) contó con la colaboración de destacados HH.·. MM.·., tales como Juan Benito Blanco (Ministro de Gobierno), Ramón Massini, Manuel Errazquin, Cristóbal G. Salvañach, Miguel Teodoro Vilardebó, Francisco Solano Antuña, Silvestre Blanco, Pablo Zufriategui, Juan Francisco Giró, Carlos de San Vicente y otros.

Al momento de su muerte, Manuel Oribe ostentaba el grado 33. Leer completo el trabajo.

Los hermanos masones de ambos bandos fueron los que, con su intervención, llegaron a un acuerdo en el cual estaban contemplados los intereses de los Vencedores y de los Vencidos con total Justicia y Tolerancia.

En 1853 el Presidente Giró que había sido uno de sus colaboradores en el gobierno del Cerrito le impone el abandono del país, por creerlo sospechoso de un intento revolucionario. Vuelve al Uruguay en agosto de 1855, en el momento que el Gral. Venancio Flores, único superviviente del triunfo del año anterior, ocupaba la presidencia de la república”.

Como veníamos diciendo, el 11 de noviembre, en una cabal demostración de su voluntad por lograr la Unión definitiva de todos los Orientales a través del afianzamiento de las Instituciones, Oribe firma con el Gral. Flores lo que se conoce como el Pacto de la Unión, compromiso por el cual, ambos caudillos, renunciaban a proponer sus candidaturas a la presidencia de la República”. 

‘Compromiso”, ‘Pacto de Unión” con sesgo masónico poco comprensible para los no iniciados que no podían entender como Oribe, Lavalleja, Urquiza y Flores pasaban de ser enemigos acérrimos durante décadas, a concordar pactos sin lucha previa.

El historiador Oriental Leonardo BORGES[223], nos da una acabada y vehemente reflexión sobre esta especie de ‘acuerdo’, por llamarlo de alguna manera ya que no condice con la libre voluntad que precede a cualquier pacto.  También se desprende de sus palabras la tristeza que le produce al autor lo sucedido, en términos parecidos a lo que nos presentó el historiador José María ROSA en párrafos anteriores...

“Tras la finalización de la guerra, Uruguay firmó cinco tratados con Brasil, caro precio por el apoyo norteño. Andrés Lamas fue el negociante de estos tratados, firmados el 12 de octubre de 1851, compromisos que fueron ratificados de inmediato por el emperador, al otro día, y por el presidente Joaquín Suárez el 4 de noviembre. Los célebres Tratados del 51 se convirtieron en un yunque, difícil de sostener por los gobiernos venideros.

“El primer tratado es el de Alianza. Su parte esencial versa: “La alianza especial y temporaria estipulada en 29 de mayo del corriente año de 1851, entre la República Oriental del Uruguay y el Imperio del Brasil, se extiende por la presente convención a una alianza perpetua, que tiene por fin la sustentación de la independencia de los dos Estados contra cualquier dominación extranjera”.

“O sea, se sanciona un derecho de intervención; por tanto, queda entendido que las Altas Partes Contratantes se obligan a garantizar recíprocamente la integridad de sus respectivos territorios. Resulta extraño, si no ridículo, imaginar la entrada de Uruguay en Brasil para garantizar su integridad o su independencia.

“Se podría pensar que tal vez ese tratado era, de hecho, unilateral.  “El Tratado de Extradición obligaba al gobierno uruguayo a devolver los esclavos escapados en Brasil. El artículo 2 es absolutamente elocuente: “El gobierno de la República Oriental del Uruguay reconoce el principio de la devolución respecto a los esclavos pertenecientes a súbditos brasileros, que, contra la voluntad de sus señores, fueren de cualquier manera al territorio de la dicha República y allí se hallaren”.

“Es importante recordar que en Uruguay estaba prohibido el tráfico de esclavos, además de la consagración de la libertad de vientres en 1830; y más allá, en 1846, la abolición lisa y llana de la esclavitud, por parte de Oribe en el Cerrito. Más allá llegaron algunos propietarios brasileños de la frontera, que estando del lado uruguayo mantenían esclavos en nuestro territorio; el mismo Andrés Lamas, autor intelectual de estos tratados, lo denunció: “[…] De esta manera, en algunos establecimientos del Estado Oriental, no sólo existe de hecho la esclavitud, sino que al lado del criadero de vacas se establece un pequeño criadero de esclavos”.

“El Tratado de Límites consagró, de derecho, una realidad que estaba dada desde mucho tiempo atrás. Uruguay conseguirá, después de 21 años de creado, sus límites. “Art. 2º (Se reconoce como base la línea limítrofe que fuera acordada en la mencionada acta). Por el Este el Océano, por el Sur el Río de la Plata, por el Oeste el Uruguay, por el Norte el río Cuareim hasta la cuchilla de Santa Ana, que divide el río de Santa María, y por esta parte el arroyo Tacuarembó Grande, siguiendo a las puntas del Yaguarón que entra en la laguna Merim y pasa por el puntal de San Miguel a tomar el Chuy que entra en el Océano”. Por tanto, 1.000 leguas cuadradas de aquel territorio de la vieja Banda Oriental quedaban en manos norteñas; pero más allá llega el artículo 4, que deja en exclusivo la navegación de la laguna Merim y el río Yaguarón para Brasil. Tendremos, por tanto, como dice oportunamente Carlos Machado, “costas secas”.

El Tratado de Subsidio y reconocimiento de deuda, también conocido como de prestación de socorro, será otro pesado yunque atado al cuello del pequeño país. En el mismo, Uruguay reconoce una deuda con Brasil de 288.791 pesos fuertes. Sumado a esto, una serie de subsidios, primero 138.000 patacones y 60.000 patacones más mensuales, a un interés de 6%. Había pues que pagar, pagar y pagar.

“La garantía de estas prominentes deudas, para un país que estaba saliendo de su guerra más grande, era el único bien de Estado, las rentas de la Aduana. “Artículo 10° – Para el exacto y puntual pagamento de las sumas e intereses de que trata y a que se refiere esta Convención, el gobierno de la República Oriental obliga e hipoteca todas las rentas del Estado, las contribuciones directas e indirectas, y especialmente los derechos de Aduana”. Onerosa hipoteca para un país de rodillas, que, avergonzado, sumaba inconvenientes a su futuro.

“Finalmente, el Tratado de Comercio y Navegación, por el cual se decretaba la libre navegación del río Uruguay y sus afluentes para los dos países, “Artículo 14 – Ambas Altas Partes Contratantes, deseando estrechar sus relaciones y fomentar su comercio respectivo, convinieron en principio declarar común la navegación del río Uruguay y de los afluentes de este río que les pertenecen”. 

“Sumado a esto, la exención por diez años de los impuestos cobrados al charque brasileño en Uruguay y, también por diez años, el libre comercio de ganado en pie de Uruguay a Brasil. “[…] se convino en que sería mantenida por el espacio de diez años la exención de derechos de consumo de que actualmente goza el charque y demás productos del ganado, importados en la Provincia del Río Grande por la referida frontera, conviniéndose en que continúen equiparados a iguales productos de dicha Provincia; y como compensación se convino igualmente en la total abolición del derecho que cobra actualmente el Estado Oriental por la exportación del ganado en pie para la mencionada Provincia del Río Grande, conviniéndose en que esa exportación se haga de ahora en adelante libremente y exenta por los mismos diez años de ese y de cualquiera otro derecho”. De esta forma, Uruguay se convertirá en el terreno de engorde de los saladeros riograndenses, que luego vendían el tasajo al Uruguay. Dado que la mayoría de las estancias fronterizas fueron compradas justamente por estancieros brasileños, el norte del río Negro, por tanto, se colmará de norteños.

Será este otro problema para un avergonzado Uruguay posguerra.

Los tratados a todas luces no fueron beneficiosos para Uruguay. Caro precio pagado por la Defensa por la ayuda brasileña. Es bueno señalar, sin embargo, dos cosas. Primero, que no todos los tratados tuvieron el desastroso desenlace que se puede pensar a priori. Cabe destacar el lugar que Uruguay asumirá poco después, como economía de tránsito, amén del libre comercio. Y también es cierto que los tratados fueron firmados por el Estado Uruguay.

“O sea, la idea de que los uruguayos fuimos víctimas inocentes de la maldad norteña no es muy atinada. La Guerra Grande nos reveló hasta dónde dependíamos de nuestros vecinos; este conflicto había legalizado el manoseo, pero a voluntad de los mismos uruguayos, fueran blancos o colorados. A 21 años de su nacimiento, Uruguay era mayor para firmar y también para padecer…”

Este ‘acuerdo’ a punta de pistola, como dice PETROCELLI[224], hizo que el Brasil pasase de una harto segura derrota frente a la poderosa Confederación Argentina, a ser colaborador, ‘mero auxiliar’ de un general sublevado (Urquiza).  Así, sin disparar un solo tiro, logró el despojo definitivo de las Misiones Orientales, la segregación definitiva del Paraguay, la irrestricta navegación de nuestros ríos interiores (que volvió estéril el enorme triunfo contra el ataque anglo-francés de 1845 en el Paraná) y también nuevos cercenamientos, aunque no los últimos, del territorio de la Banda Oriental.

En realidad, no fueron los Imperiales ‘meros auxiliares’ sino que, como se desprende del articulado del acuerdo (art.5, 8ª y 9) el mando siempre permaneció en ellos, aunque pareciera nominalmente que quien mandaba era Urquiza.

 Además, los brasileños con el apoyo de la banca del Barón de Mauá, que dependida de la banca de los Rothschild europea, dio un préstamo usurario a Urquiza, quien dio como garantía rentas y terrenos públicos de Entre Ríos y Corrientes. Una vergüenza.

Hay que reconocer que, por desgracia, en general la política exterior del Imperio brasileño ha sido casi siempre superior al nuestro.

Aparte del pago a Urquiza, los imperiales pagaban jugosamente a los Unitarios que estaban en Montevideo como José Mármol, Domingo F. Sarmiento y Valentín Alsina, quienes con sus publicaciones impulsaban su odio contra su patria.

Ellos decían que las Misiones Orientales les correspondían a Brasil; la libre navegación de los ríos interiores era en bien del comercio; la aristocracia brasileña representaba los ideales de hermandad universal y del comercio que la tiranía nacionalista de Rosas y la chusma del interior rechazaban.

Al respecto valen como palmario ejemplo que avergüenza, las palabras de José Mármol, en su semanario montevideano el 15 de noviembre de 1851:

“Para la libertad, para la humanidad, para la prosperidad no hay extranjeros, no hay sino hombres. El Brasil, los Orientales, los argentinos, son hombres del porvenir de esta región de América. El que los resiste en beneficio de la más degradante y degradada de las tiranías: ese será el traidor a la América; ése es el extranjero a su suelo, ese es el renegado.

“¡No piséis mi suelo porque sois extranjeros!, dejadme vivir como vivo porque estoy en mi tierra. ¡Oh, este patriotismo del pampa (sic), esta incrustación del hombre sobre la tierra!! La respetamos en el ombú. pero la rechazamos en el hijo de la civilización del cristianismo para quien la justicia, la gloria y la libertad son de Ia humanidad y no de un pueblo.

“Queremos, sobre todo, ver restablecidos los vínculos que nos hagan hermanos y no enemigos de todos los pueblos de la tierra. Como lo es el bárbaro, el atrasado, el estúpido gobierno de Don Juan Manuel de Rosas. Jose Mármol”[225].

No vea en esta atrofia intelectual de Mármol y su supina falta de arraigo a su nación sólo una ‘boutade’ literaria. La cuestión era económica puesto que el diplomático Honorio Hermeto Carneiro Leao le pasaba dinero por cada escrito que él consideraba útil al Imperio.

Así se lo notificó a Paulino Soares para que le enviara un ejemplar del periódico al Emperador, “Todavía no gratifiqué a Mármol por su servicio. Solamente compré 500 ejemplares de dicho folleto. Los dichos me costaron $178,4, espero que V.E. autorice”.

Varios temas a considerar.

La afirmación: ‘no hay extranjeros sino hombres’; la disminución de la relación del hombre con su tierra, demuestra por parte de Mármol o bien ingenuidad grave o bien una traición a la patria que, en cualquier país del mundo, amerita un paredón para su fusilamiento en la plaza mayor.

La supuesta ideología base de su exposición no resiste el menor análisis ni muestra credibilidad. Fue un abonado del Imperio por cada libelo presentado.  Nótese que Honorio lo descalificaba, como se descalifica a todo renegado, aunque tomó su traición útil a su nación, le dijo que lo suyo era un mero ‘folleto’.

Sumemos a esta situación que Tomás Guido, representante diplomático de la Confederación Argentina, por cuestiones familiares, entre 1841 y 1844, le mandaba dinero para cubrir sus necesidades básicas. En 1844, lo empleó en la legación de Rio de Janeiro pagándole un sueldo.

En todo este tiempo, Mármol aceptaba de la mano que le daba de comer, (Rosas) y le ‘pagaba’ denostando su gobierno al que curiosamente llamaba ‘estúpido’.

Esto demuestra la catadura moral del Unitario ignorante y doloso.  Se lo premió poniendo su nombre a plazas, calles y  pueblos. Entiéndase bien por qué nuestra nación perdió su soberanía el 3 de febrero de 1852 y nunca más la ha podido recuperar.

Desde el punto de vista militar, Urquiza armado hasta los dientes, con un ejército enorme, con experiencia y perfectamente pertrechado por Rosas, no trepidó en traicionarlo vilmente y eso seguramente afectó el ánimo del Restaurador y sus principales oficiales.

Jamás pudo creer que el principal Jefe militar de la Confederación Argentina iba a traicionar a su patria. O si lo creyó, pensó que a último momento no iba a ser capaz de clavarle la espada por la espalda.

Con mucha lucidez y detalle nos relata lo sucedido el poeta Oriental Julián MURGÍA[226] en su Gato Federal

 

Y aparece otra vez nuestros viejos conocidos

esta vez embajadores solo han cambiado el vestido.

Negocian con el imperio, aquél, de Pedro primero,

negocian con Orientales, negocian con los porteños.

 

Y a esa media red de tierra que cuelga al final de la América

le dan tajo en la pulpa pa' churrasco de Inglaterra.

Y así vinimos a ser un país independiente,

una cuñita entre troncos, poca tierra y poca gente.

 

Hay un breve periodo tranquilo y otra vez aparecen extranjeros

que no quieren esa tierra pa' otra cosa que una estancita de los europeos.

Y encuentran que hay cosas que molestan que no están en los planes del imperio:

que haya un federal en Buenos Aires y tenga un federal Montevideo.

 

Que pueda resurgir con nuevos bríos las ideas que sembrara el viejo Artigas

que hacer un sólo pueblo de estos pueblos y una nación de América Latina.

Y aparecen las fuerzas imperiales, Garibaldi, italianos y franceses

apoyados en Cipayos Orientales, lacayos viejos de los portugueses.

 

La libertad encadenada deja de sentir temor

Oribe le pide a Rosas ayuda ante el invasor.

pronto que salga un chasque con este parte a don Juan Manuel,

que sea don Justo se nos dio vuelta y a los Farrapos tiene con él.

 

Que junto con los Farrapos están los franceses esperándome.

Y los ingleses muy zalameros se hacen amigos también você

Cuente que en Montevideo ya no se habla casi español,

es puro gringo alquilao y vamos a darle un revolcón.

 

La Piedra Alta La Florida escucho el grito:¡Federación!

Hoy salvajes con los doctores andan buscando la intervención.

Que vengan que a mis paisanos desde muy lejos va a conocer,

llevan la misma divisa que allá en Las Piedras supo a vencer.

 

Divisa blanca al sombrero primer emblema del Oriental.

El jefe Artigas usó primero antes que hiciera La Federal.

Y aparece otra vez nuestros viejos conocidos

esta vez embajadores solo han cambiado el vestido.

Negocian con el imperio, aquél, de Pedro primero,

negocian con Orientales, negocian con los porteños.

 

Y a esa media red de tierra que cuelga al final de la América

le dan tajo en la pulpa pa' churrasco de Inglaterra.

Y así vinimos a ser un país independiente,

una cuñita entre troncos, poca tierra y poca gente.

 

Hay un breve periodo tranquilo y otra vez aparecen extranjeros

que no quieren esa tierra pa' otra cosa que una estancita de los europeos.

Y encuentran que hay cosas que molestan que no están en los planes del imperio:

que haya un federal en Buenos Aires y tenga un federal Montevideo.

 

Que pueda resurgir con nuevos bríos las ideas que sembrara el viejo Artigas

que hacer un sólo pueblo de estos pueblos y una nación de América Latina.

Y aparecen las fuerzas imperiales, Garibaldi, italianos y franceses

apoyados en Cipayos Orientales,lacayos viejos de los portugueses.

 

La libertad encadenada deja de sentir temor

Oribe le pide a Rosas ayuda ante el invasor.

pronto que salga un chasque con este parte a don Juan Manuel,

que sea don Justo se nos dio vuelta y a los Farrapos tiene con él.

 

Que junto con los Farrapos están los franceses esperándome.

Y los ingleses muy zalameros se hacen amigos también você

Cuente que en Montevideo ya no se habla casi español,

es puro gringo alquilao y vamos a darle un revolcón.

 

La Piedra Alta La Florida escucho el grito:¡Federación!

Hoy salvajes con los doctores andan buscando la intervención.

Que vengan que a mis paisanos desde muy lejos va a conocer,

llevan la misma divisa que allá en Las Piedras supo a vencer.

 

Divisa blanca al sombrero primer emblema del Oriental.

El jefe Artigas usó primero antes que hiciera La Federal.

 

Debemos tener en cuenta que la infidelidad a su tierra por parte de Antonio Virasoro, Bartolomé Mitre, Florencio Varela, Adolfo Alsina, José María Paz, José Mármol, Domingo Sarmiento, Gregorio Aráoz de Lamadrid y los orientales Melchor Pacheco y Obes, José Longinos Ellauri Fernández, Juan Andrés Gelly, Manuel Herrera y Obes, Andrés Lamas, entre otros, era previsible. Pero la felonía de Urquiza fue algo que anímica y materialmente acabó con Rosas. 

Otra mentira de Urquiza: le había prometido a Oribe que permitiría que sus oficiales y soldados se fueran a Buenos Aires. Autorizó a irse a los oficiales, y repentinamente prohibió la salida de todos sus soldados, a quienes obligó a incorporarse por la fuerza a su ejército.

Como consecuencia de esto, Rosas por un lado se encontró sin su poderoso ejército comandado por Urquiza, y por otro, los soldados curtidos en mil batallas del ejército de Oribe fueron obligados, de un día para otro, a pelear a regañadientes al lado de aquellos que habían sido sus antiguos enemigos sempiternos, los brasileños y los Unitarios.

Luego del fin de la Guerra Grande en noviembre de 1851, el paraguayo Carlos Antonio López, condicionó su participación en la lucha contra Rosas si se le aseguraba la independencia del Paraguay, pero como no estaba de acuerdo con el pacto hecho entre Montevideo y el Imperio del Brasil, se declaró prescindente en la lucha entre Urquiza, el Imperio y Rosas. (Años más tarde su patria pagaría esa ‘neutralidad’).

José María ROSA[227] aclara “el Brasil consigue todas las ventajas del triunfo.   Por los cinco tratados de Montevideo del 12 de octubre [de 1851] el generoso Andrés Lamas le había dado los derechos uruguayos a las Misiones Orientales, la libre navegación de todos los ríos uruguayos, y sobre todo el completo dominio económico, comercial, financiero, político y militar sobre la República Oriental.   La Cisplatina otra vez.   Tan monstruosos eran esos tratados, que el gobierno oriental elegido constitucionalmente en marzo de 1852 no quiso ratificarlos y se preparó a resistir hasta con las armas.   Urquiza pareció apoyarlo, y Honorio – encargado brasileño de cobrar en el Plata el premio de la guerra – se cree ante outro Rosas.   Pero não era Rosas – como escribe Honorio a Río de Janeiro – y previo pedido de cien mil patacones (medio millón de francos oro) que el brasileño se apresura a librarle “por la conveniencia de darle en las circunstancias actuales otra prueba de generosidad” Urquiza hace lo que Brasil le ordena.   Se declara en los protocolos de Palermo, el 6 de abril “para alejar todo motivo de duda y ansiedad, dando garantías efectivas a los poderes extranjeros...   que sus compromisos (de Urquiza) revisten un carácter obligatorio para la Confederación”.   Y acto seguido ordena al nuevo presidente oriental Juan Francisco Giró (Garzón había muerto en diciembre de 1851) “deponer su actitud hostil contra nuestro amigo y aliado el Imperio de Brasil”, pues en caso contrario las armas argentinas se emplearían conjuntamente con las brasileñas' contra ellos Y en nombre de la Argentina reconoce el 15 de mayo por pluma de su diplomático Luis José de la Peña los “derechos adquiridos” por Brasil a las Misiones Orientales Argentinas”

PETROCELLI[228] respecto a los tratados firmados por los hombres de Montevideo y Urquiza con el Brasil nos trae una contundente reflexión de Julio Irazusta: “ Los hombres de Montevideo tenías vendida el alma al diablo. ¿Qué les importaban provincias ajenas, y girones de su propio territorio, si jamás habían mandado sobre una pulgada de terrero fura de los muros de la ciudad sitiada? El otro coaligado –Urquiza- que fuera de sus intereses más inmediatos no veía más allá de las narices, no estaba para pensar en las consecuencias de los compromisos firmados por él y por sus socios de Montevideo. La enormidad de los tratados la vería después de Caseros”.

En todo esto intervinieron sucesiva o paralelamente, Urquiza y sus acuerdos con el Brasil en noviembre de 1851, y personajes como Varela, Sarmiento, Mitre y otros ya mencionados.  Actuaron antes, durante y después de la Batalla de Caseros cuando a cambio de la ayuda del Brasil a Urquiza el Imperio recibió las Misiones Orientales ya no solo de ‘Iure’ (de hecho) sino también de ‘Iuris’ (de derecho).

Mucho influyeron en este tema, el representante de Montevideo en Rio de Janeiro, el fenicio y apátrida Andrés Lamas, y el Ministro de Relaciones Exteriores de Montevideo, Manuel Herrera y Obes, que entregaron a través de acuerdos espurios parte del sector norte de la Banda Oriental, cercenándole una tercera parte de su territorio que pasó a formar parte de lo que hoy es el sur del Brasil.

Es necesario que los Orientales sepan que, por culpa de estos dos ‘lamebotas’ que, a cambio de ingentes sumas de dinero pagadas durante años por los ingleses, los franceses y los brasileños, cedieron parte de sus dominios por lo que la Banda Oriental actualmente tiene un 50% menos de territorio.

Se sumaron los arteros de la ‘Banda Occidental’ es decir, los porteños unitarios como Mitre, Sarmiento, Vicente Fidel López y los litoraleños como Derqui y Quirno Costa, encabezados obviamente por el peor de ellos, Urquiza, que agregaron la nueva pérdida de parte de las Misiones Orientales amputadas por el espurio Tratado de 1857.

El último autor mencionado[229] nos ofrece una reflexión punzante pero cierta de José Hernández luego de la muerte de Justo José de Urquiza.  Un párrafo lapidario sobre quien era Urquiza realmente que debería enseñarse en nuestras escuelas y a la sociedad toda: “Urquiza era el Gobernador Tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el Jefe Traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras veces sacrificado y vendido por él”.

Debemos señalar que Hernández no era partidario de Rosas, lo que hace que su reflexión sea más objetiva.  En su desmedro, digamos que hubo algunos Federales como él, que se opusieron a Rosas y cuando reconocieron su error, ya que obraban de buena fe, era demasiado tarde. (como Hilario Lagos, el Chacho Peñaloza, etc).  Luego fueron combatidos por aquellos a quienes habían apoyado y entregado la soberanía de su patria.

En síntesis, la Banda Oriental, a la par que dejó de pertenecer a la ‘Patria Grande’, siguió perdiendo territorio tornando inútil años y años de lucha de Oribe contra ese puñado de perjuros ‘acovachados’ en Montevideo. Estaban bajo la protección de las armas (y el dinero) francesas e inglesas a lo que se agregaban los fondos entregados a dos manos por el Imperio brasileño. Ese dinero provenía de banqueros como Mauá, empleado de la banca Rothschild, que de este modo ‘invertía’ para su futuro expansionista.

El impío Urquiza con su ejército, el Imperio brasileño y el ahora ejército Oriental, en manos de los Unitarios Orientales con sede en Montevideo, el gobierno llamado ‘de la Defensa’, comenzaron a cerrar el cerco contra Juan Manuel de Rosas y el legítimo gobierno de la Confederación Argentina.

Con la derrota definitiva de la Vanguardia del Ejercito de la Confederación Argentina al mando de Oribe, y perdida la soberanía de la Banda Oriental a manos de los Unitarios, brasileños y mercenarios europeos que la agobiaban, apareció nuevamente en escena el Gral. Venancio Flores, presto a cobrarse venganza después de tantos años de combate.   En tanto, Oribe debió exiliarse en España.

¿Y qué pasó con el otrora floreciente ‘Cerrito de la Victoria’ donde tantos años permaneció y gobernó Oribe y que había comenzado a poblarse más y más? ¿Y cómo fue la despedida de sus tropas de parte del Brigadier General?

TORRES WILSON[230] nos da una melancólica y triste descripción de la soledad y las ruinas en que fue quedando el Cerrito por el abandono de la población, y del apenado despido de Oribe licenciando a sus tropas, que, luego y subrepticiamente fueron obligadas a combatir en el ejército de Urquiza contra sus antiguos camaradas de la Confederación cuando la malhadada entente los obligara so pena de penas gravísimas. (¿Qué habrá pensado Oribe sobre esta humillante actitud de Urquiza y sus secuaces?)

“El desmantelamiento de la dispersa capital restauradora fue rápido, Se prohibieron las actividades del puerto del Buceo y, a las pocas semanas, no quedaban allí más que algunos pescadores, De las quintas del Miguelete volvieron, en alborozadas mudanzas, las familias que habían abandonado la plaza casi nueve años atrás.

El campamento del Cerrito quedó convertido en poco tiempo en un rancherío semi-desierto y de los esplendores de la Villa de la Restauración -ahora llamada de la Unión fundidos los negocios de Larravide y Basáñez, cerrado para siempre el Café de los Federales, desierto y abandonado el Colegio, sólo quedó la iglesia de San Agustín esperando el cadáver de don Manuel Oribe –que llegó cinco años después- en medio de casas y de calles vacías en las que empezó, otra vez, a crecer el Cardal de donde había nacido.

En los momentos finales de la lucha, cuando su propia familia debió ser trasladada a Buenos Aires al temerse por su seguridad, rehízo sin embargo sus fuerzas y afrontó con estoica entereza las difíciles horas de la derrota.

Más que en [ las horas del triunfo, que tantas veces conoció sin inmutarse, pudieran verse allí los rasgos esenciales de su carácter de viejo militar a la antigua usanza española para el que los éxitos o los fracasos de la vida eran siempre -y en toda circunstancia- trances que debían sobrellevarse con honor.

Al licenciar sus tropas saludó, uno a uno, a sus antiguos colaboradores y dirigió a sus soldados, con la sobriedad y parquedad de siempre, una última proclama en la que les recordaba a todos el deber de anteponer a los intereses personales los supremos intereses de la Patria.

Sin altivez rechazo la pensión con que Urquiza, en otro gesto de su magnanimidad de vencedor, quiso beneficiarlo y también los 20.000 pesos que, en pocos días, reunieron sus partidarios.

Acompañado por un grupo de amigos se dirigió a su quinta del Miguelete en donde, poco después, pudo reunírsele su familia en donde, poco después, pudo reunírsele su familia. Allí viviría "en la mayor pobreza" –al decir una crónica de la época- iniciando la última etapa de su existencia en la que su personalidad seguiría teniendo relieves propios sin detentar ninguna de las jerarquías militares o civiles en las que había forjado su liderazgo.

Resultan, en verdad, curiosos -y, en cierto modo, extraordinarios- estos últimos años de la vida de Oribe. Vencido, despojado de todo clase de autoridad, odiado por sus adversarios Ios vencedores de la hora- que lo consideraban el más firme aliado que había tenido el federalismo ‘rosista’ discutido por sus propios partidarios que le reprochaban, unos el no haber sabido luchar hasta el final y otros el no sabido transar en el  momento oportuno, ansiando él mismo retirarse a la vida privada e incluso, irse del país, su figura permanece, por sí sola en el centro del escenario político, como si no respondiese ya, ni siquiera a propia voluntad”.

En este contexto, y desmantelado el otrora poderoso ejército de Oribe, ‘Caseros’ era inminente…el andamiaje de la Confederación Argentina, en cuanto a su soberanía, cruje….

Es importante destacar que después de la paz del 8 de octubre de 1851, a pesar de ser un gran derrotado y seguramente por acuerdos masónicos, Lavalleja fue ascendido en el ejército como brigadier general, confiándosele la Comandancia Militar de los departamentos de Cerro LargoMinas y Maldonado.

Debemos recordar que los compromisos masónicos están por encima de las ideas políticas aún más radicalizadas de sus miembros y de sus desavenencias personales.

Los intereses británicos o franceses, al igual que en la actualidad, eran manejados por la Masonería y la Banca, puesto que sus gobiernos eran títeres de las ‘logias’ (como llamaban San Martín y Rosas a los masones)

Lavalleja formó parte junto a Rivera y a Venancio Flores (ambos Masones como él) del Triunvirato que el 25 de septiembre de 1853, sustituyó al gobierno constitucional de Juan Francisco Giró, pero antes de cumplir un mes en sus funciones, falleció repentinamente mientras despachaba en el fuerte de Gobierno.

¿Con quienes acordó gobernar Lavalleja?

Extrañamente con Rivera, un judas a Artigas, a Oribe y a toda su nación, al decirle a Ramírez en su carta del 13 de junio de 1820 que se ofrecía para ayudarle a “…ultimar al tirano de nuestra tierra” [Artigas], ¿No lo recordaba Lavalleja, el 1er “artiguista”?

Cuando el Unitario General Rivera fue tomado prisionero, se le encontró encima una carta en la cual decía, según Lavalleja “Cuando tomé prisionero en 1825 al general Rivera, se le halló en la cartera una autorización para que ofreciese mil pesos al que le entregase mi cabeza y otros mil al que le presentase la del entonces mayor y ahora general Manuel Oribe”.  Dicha carta se encuentra en el diario “La Gaceta Mercantil” de Buenos Aires de marzo 1833.

¿Cómo? ¿Lavalleja acordaba gobernar conjuntamente con aquél que él mismo supo por la carta que había encontrado que quería matar a su Jefe Artigas y a Oribe? Los acuerdos masónicos seguramente pueden lograr esto y mucho más.

Después de la paz forzada de Oribe con Urquiza el 8 de Octubre de 1851, su antiguo camarada Lavalleja fue ascendido en el ejército como brigadier general, confiándosele la  Comandancia Militar de los departamentos de Cerro LargoMinas y Maldonado.

Después veremos cómo, luego de los acuerdos entre Urquiza, Oribe, Flores, etc., a partir de octubre de 1851, la visión de Artigas de una ‘Patria Grande’, de un proyecto mucho mayor que la pequeñez que tuvo como consecuencia la segregación de su amada Provincia Oriental, comenzaba a declinar.

Y ya que hablamos de Flores, con su anti patriotismo sanguinario, fue ‘premiado’ con el cargo de Presidente de los Orientales entre 1853-1855 y 1865-1868 luego del gobierno nacional de Oribe.

En 1853, luego del frustrado Triunvirato de Lavalleja, Rivera y Flores, por el fallecimiento de los dos primeros, quedó a cargo de la Presidencia.  El posterior asesino de los gauchos del interior de la Confederación Argentina, esbirro de Mitre y Sarmiento, Venancio Flores.

Aunque parezca mentira, los más rancios conservadores del Partido ‘Colorado’ querían mayor venganza contra los Federales del ‘Partido Blanco’. Oribe había regresado de España en 1855 luego de dos años de permanecer allá, firmó con Flores, su antiguo acérrimo enemigo, un pacto evidentemente masónico, llamado Pacto de Unión.  En este renunciaban a sus candidaturas presidenciales y fue elegido por acuerdo Gabriel Antonio Pereyra que, si bien era ‘Colorado’, también era amigo y compadre de Oribe.

Leamos la opinión de Jorge PELFORT[231], citado por Alberto Umpierrez, acerca de Flores, este personaje nefasto que tanto mal ha hecho a las Provincias Unidas y a la memoria de Artigas:

“El 19 de setiembre de 1855 llegaba al puerto de Montevideo el vapor “Menay”, que transportaba los restos del Gral. Artigas en una urna metálica de grandes dimensiones. La situación política del país no era la mejor para recibirlo en ese momento.

Poco más de un mes antes, el 9 de agosto, también había llegado al mismo puerto el Gral. Manuel Oribe, luego de dos años de exilio en Barcelona. El Presidente Venancio Flores, el mismo que lo había desterrado, no lo dejó poner pie en tierra porque enfrentaba una gran inestabilidad institucional.

La situación en esos meses era bastante compleja:

El Presidente (de facto) Venancio Flores enfrentaba la amenaza de un sector disidente de su propio Partido Colorado, los “Conservadores”, quienes tentaban desplazarlo en acuerdo con el sector doctoral “Constitucionalista” del Partido Blanco.

Previniendo ese levantamiento “conservador”, en mayo de 1854 habían llegado 4.000 efectivos del Ejército brasileño, a solicitud del Presidente Gral. Venancio Flores, para garantizar la paz interna. Dicha solicitud se tramitó en el marco del Tratado de Alianza Ofensiva y Defensiva firmado en 1851 entre Brasil, Uruguay y Entre Ríos, que había sido negociado por el Ministro Plenipotenciario de Uruguay en Río de Janeiro, Dr. Andrés Lamas. Este es el mismo Tratado que se utilizó para derrotar a Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros en febrero de 1852.

Estas tropas, al mando del brigadier José Pereira Pinto, se instalaron en el Cerrito, que había sido sede del gobierno de Manuel Oribe durante el sitio de Montevideo hasta octubre de 1851. La fuerza militar brasileña dependía del representante imperial en Montevideo, Juan Teodoro Amaral.

Según el cónsul francés Maillefer en su informe del 4/9/1855, Flores le dijo que acababa de rechazar el envío de otros 10.000 soldados imperiales ofrecidos por Amaral. Maillefer señala además que “el señor Amaral ha tomado la actitud de un Virrey”, imponiéndole al gobierno uruguayo la contratación de empréstitos con la Banca del Barón de Mauá”.

“Para completar el cuadro a nivel regional, alguna prensa de Rio de Janeiro, complaciente con el embajador Andrés Lamas, editorializaba sobre la conveniencia de “la incorporación del Estado Oriental al Imperio, restituyendo así la antigua Provincia Cisplatina”.

El Gral. Fructuoso Rivera, de triste fama, fue otro de los grandes traidores a su tierra, como lo fue Urquiza.

El historiador y escritor Oriental Setiembre Raúl VERA[232] nos hace ver documentalmente y sin lugar a error alguno, la traición de Fructuoso Rivera a Artigas y su proyecto de nación.  No se trata de su única felonía, ya que también arremetió contra Oribe, Lavalleja y demás Federales.

Este investigador e historiador, enjundioso en su búsqueda, nos trae la prueba de una gran infamia (Montevideo, 1937), y muestra lo que piensa el propio autor en la página 3 del citado trabajo “Rivera fue el más traidor de todos los orientales que sirvieron con Artigas”.

De indudable afición por la figura del brigadier general Manuel Oribe, Vera intenta explicar que el odio visceral hacia Oribe se debe a que “Vivió y murió rodeado por el respeto y la consideración de todos sus correligionarios”, y porque “a su lado estuvieron soldados de Artigas y San Martín, como el noble y puro Lavalleja, y Garzón, y (porque) en sus filas militaron casi todos los Treinta y Tres”

Este sería, sin más, el punto de partida del rencor hacia Oribe, quien, para colmo, luego se convertiría en aliado de Juan Manuel de Rosas en el Plata.

En síntesis, todos estos Unitarios que negaban al propio Artigas su cristiana sepultura, impedían el regreso de Oribe a su tierra, seguían con los negociados con el Imperio brasileño y su principal acreedor el Barón de Mauá, pugnaban por separarnos de la empresa unificadora y continental en común alentando, por donde pudieran, el achicamiento moral y territorial a contramano del sentido común, de lo empírico y de lo que hacían las otras naciones que ellos, justamente y en forma contradictoria, decían querer copiar como modelos, como los EE.UU. de América.

VERA[233] advierte sobre la tremenda parcialidad con que se había enseñado la historia de la Banda Oriental –y del Uruguay- luego de 1890, cuando el presidente Julio Herrera y Obes (1841-1912), surgido en el mismo Partido Colorado que fundara Rivera, apeló a una antigua práctica desleal: la de contar la historia de forma maniquea, con un sesgo vergonzosamente “colorado” “que procura por todos los medios en todas las formas, destruir todo lo que implique una gloria nacionalista, arrojando sobre el nombre del General Oribe y de su partido todas las sombras posibles”.

“De modo que, todas las referencias que en los pueblos recordaban al Defensor de las Leyes fueron desapareciendo paulatinamente, como el nombre de una calle de Montevideo, que desde 1844 se llamaba “Cerro” –en honor a una victoria militar del 9 de enero de 1826 comandada por Oribe contra las fuerzas imperiales del Brasil- y que, a partir de la muerte de Bartolomé Mitre (1906) dicha calle pasó a denominarse con el apellido del ex - presidente argentino”.

“No era casual tal homenaje a Mitre, el mismo que vilipendió la memoria de José Artigas. En realidad, don Bartolo y Vicente Fidel López se encargaron de enlodar la figura del Protector de los Pueblos Libres, como lo demuestra una contestación que Mitre le hizo a López, en la que le decía: “Entre Ud. y yo hemos enterrado históricamente a Artigas”.

Con él no enterraron sólo a su persona, sino también a su proyecto soberano y continental de Unión Federal Hispanoamericana: Las Provincias Unidas del Río de La Plata restauradas.

Manuel Oribe después de años de muchas batallas en su larguísima vida militar, el 12 de noviembre de 1857 muy enfermo de tuberculosis, después de varios días de agonía, rodeado por su familia y amigos cercanos, falleció a la edad de 65 años en su quinta de Miguelete en la zona de su querido ‘Cerrito’.

Alberto METHOL FERRÉ[234], conocido historiador Oriental, en su trabajo “Estudio Preliminar A "Oribe Y Su Significación Frente A Rozas Y Rivera De Guillermo Stewart Vargas” nos dice como eran vistos Artigas, la Guerra Grande y la Guerra de la Triple Alianza por los gobiernos liberales que sucedieron a la caída de Confederación Argentina.

Según el autor, Stewart Vargas consideraba que la independencia uruguaya (ya no más la Banda Oriental) “encerraba en su sustancia misma una radical dependencia a los designios del capitalismo inglés, unificador de los mercados mundiales. Afrontarlo era problematizar todo lo hecho, y los hechos estaban consumados, eran irreversibles… Es que la historia uruguaya comenzó a ser escrita por hombres impregnados por la mentalidad de la Defensa de Montevideo”…y el Partido Colorado, triunfante, con el ‘batllismo’  “recoge la tradición patricia de la Defensa de Montevideo, son la versión uruguaya del ‘mitrismo’, y la paradojal síntesis de Una línea antinacional”.(…)

”La gran ambición ‘batllista’ de hacer del Uruguay la "Suiza de América" es reveladora: el ideal histórico es el aislamiento perfecto, como Suiza, amurallada con su democracia en las montañas alpinas, al margen secular de toda la historia europea, cerrada sobre sí misma. Por eso los historiadores de esta generación se recluyen en los hechos "puramente" uruguayos, ahondan aún más nuestro cisma consciente con lo americano. El mito de Artigas prosigue su camino, pero no es el caudillo federal, el rioplatense, el americano, es un Artigas estadista, cultor del derecho norteamericano, paradigma moral. Es un Artigas descarnado, abstracto. Lo contrario del Artigas histórico, totalmente vaciado de sentido” (…).

“¿Qué es para Sarmiento la "civilización"?  Es nuestra radical dependencia al capitalismo europeo y su espíritu. La "civilización" fue en el Río de la Plata no sólo el progreso material, fue también nuestra dependencia, nuestra balcanización, nuestra enajenación imperialista. La frustración nacional se tradujo en ese dramático cisma, que tiene en nuestra historia su punto más extremo y augural en la Defensa de Montevideo, "verdadero caballo de Troya anglo-francés", analizada magníficamente por Stewart Vargas, en el capítulo XIII, en contraposición dialéctica con el ‘Cerrito’”.

Podemos sintetizar que la Banda Oriental ha sido un campo de batalla durante muchos años tal como lo refiere Susana RODRIGUEZ VARESE[235]La guerra contra españoles (1811-1814), contra los porteños centralistas (1814-1815), contra los portugueses (1816-1820), y contra los brasileños (1825-1828)”.

Nosotros agregaríamos que prácticamente fue una colonia brasileña-Unitaria desde 1851 y durante muchos años con las tropas imperiales apostadas en la frontera y la Banca internacional (Buschental, Lafone, etc.) dentro del territorio.

 

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VII.-JUAN MANUEL DE ROSAS Y “EL SISTEMA AMERICANO” -



 

Mucho se ha escrito sobre Juan Manuel de Rosas y hay sobrados y notables autores que han ilustrado puntillosamente el gobierno del Restaurador de las Leyes.

En 1829, el programa administrativo de Rosas consistía "en cumplir las leyes". Nada más, pero nada menos. Cumplir las leyes no significaba ajustarse a la literatura legal rivadaviana, en mal momento importada y pésimamente traducida. "Las leyes", en la acepción popular, no eran los textos escritos que podían anular por simple capricho de los detentadores del gobierno todo el "ser" de una nación: eran justamente las tradiciones, las costumbres, las peculiaridades que daban a la Argentina su propia fisonomía y que constituían precisamente ese ser no escrito, pero real y vivo. Y defender esa realidad autóctona contra los "cuzcos ladradores y doctores" fue el programa de la Restauración[236].

Ya hemos comentado en profundidad en otros trabajos el devenir de Rosas en la historia: sus inicios, su cenit, su caída y sus años en el destierro.

A tal fin remitimos al lector a nuestro BLOG[237] donde encontrarán un exhaustivo material al respecto. Transcribiremos algunos párrafos para mejor ilustración de ciertos temas a tratar.

También recomendamos otros sitios:

La Gazeta Federal (www.lagazeta.com.ar);

Revisionistas (www.revisionistas.com);

Revista Cabildo (www.elblogdecabildo.blogspot.com);

El Instituto De Investigaciones Históricas Juan Manuel De Rosas (www.institutojuanmanuelderosas.blogspot.com) 

Todos ellos permiten estudiar en forma detallada la vida de don Juan Manuel.

Aquí haremos una semblanza del Restaurador de Las Leyes en cuanto a su pensamiento político y social que fue causa de la animadversión e inquina del Imperio del Brasil, de Inglaterra, de Francia y de los masones Unitarios quienes no podían concebir que un militar de una Republica incipiente de Sudamérica se les plantara y rechazara el sometimiento económico y político al que ellos apuntaban.

Juan Manuel de Rosas, y por tanto la Confederación Argentina corría en desventaja respecto al Imperio del Brasil: carecía de un conjunto homogéneo de políticos y funcionarios con capacidad, que pudiera sucederlo en su mandando.

Brasil no tenía ese problema, como veremos en el Capítulo X, donde analizaremos la estructura política del Imperio a lo largo de los años y la solidez continua en el perseguimiento de sus intereses nacionales.

Según el certero análisis de José María ROSA[238], describe la idiosincrasia del funcionario hispano en el Río de La Plata con los que trabajaba Rosas: “El drama argentino fue carecer de una clase dirigente. Un gran jefe y un gran pueblo no bastan para cumplir un destino. Solamente con una categoría de hombres capaces, consagrados y plenamente identificados con su patria, puede cristalizar una gran política.

“En 1834 Rosas se negaba a aceptar el gobierno “porque la administración es unitaria, y los federales no tienen aptitudes para la función pública: un partido de gentes muy altas o muy bajas no daba colaboradores eficientes, y a la burguesía le faltaba la primera virtud -el patriotismo- para usarla en beneficio del país. De allí, tal vez, la omnipresencia de Rosas en todos los actos de gobierno. Sus ministros eran amanuenses y no tuvieron gravitación mayor en su obra, estrictamente personal. Muerto Tomas de Anchorena en 1847 -su pariente y consejero escuchado- la soledad de Rosas sería completa.

Sin embargo lograría formar la mejor representación diplomática tenida jamás por la Argentina: Guido en Rio de Janeiro, Sarratea en Paris, Manuel Moreno en Londres, Alvear en Washington. Tuvo excelentes diputados en la Junta de Representantes (Lorenzo Torres, Baldomero García) y jueces íntegros en la Cámara de Justicia (Vicente López, Roque Sáenz Perla). Pero le faltaron colaboradores eficientes en las tareas administrativas que interpretaran y comprendieran su pensamiento político. Manuel Insiarte o Felipe Arana no siempre interpretaban que el móvil de la política es algo más que detentar el poder.

“La verdad es que la poderosa personalidad de Rosas y su enorme capacidad de trabajo eran ‘toda la administración’ en la casona de la calle San Francisco o en Ia Quinta de Palermo.

“De Angelis lo advertía a Guido con excesiva sinceridad el 12 de abril de 1840: «-El señor gobernador tiene sobrados motivos para mandarnos a todos a la p... que nos parió. Es único hombre puro, patriota y de buena voluntad que tenemos. Si el falta, todo se lo lleva la trampa, y no es posible que el lo desconozca. Que sería del país? -››

“Un hombre solo por grande que sea su laboriosidad, inteligencia: penetración de los negocios públicos, no puede sustituir a la labor coordinada, metódica, dedicada, de un equipo de hombres capaces y patriotas. Carece de su eficiencia y es incentivo para los ambiciosos que quieran heredarlo. Esa fue la ventaja de Ia aristocracia de Brasil, categoría de hombres movidos por su amor al imperio y defensa de su posición social y económica.

“Descansaba sobre el jefe todo el trabajo administrativo, Pero no era posible otra forma de gobernar.

“Angelis escribe a Guido el 27-1-50, comentando la renuncia de Rosas de ese año: «-El general Rosas no puede sustraerse al peso que lo oprime. Este es su destino, y por más duro que sea, tiene que cumplirlo. Lo que él dice es cierto: su-salud desfallece y su vida misma está amenazada. Todo el peso de la administración, en sus pequeños y grandes detalles-››.

“Su sistema de trabajo era agotador. Laboraba desde mediodía hasta las tres de la mañana sin pausas ni descanso; fatigaba tres turnos de cuatro escribientes cada uno en un dictado continuo, interrumpido por la lectura de la correspondencia o los expedientes. Todo pasaba por sus manos: Ia correspondencia diplomática, notas de los gobernadores, pruebas de los artículos de periódicos„ resoluciones administrativas, consultas de Ia aduana, la policía o el jefe del puerto, tramites militares, servicio de postas, peticiones particulares. Quince horas de jornada continuas…”,

Estos extensos párrafos nos muestran, más allá del patriotismo, la diferencia de capacidad política entre la Confederación Argentina y el Imperio del Brasil.

Los dirigentes brasileños, en gran cantidad, obraban horizontalmente sujetos a la autoridad central del Emperador, quien tenía la última decisión.  Los que ideaban, armaban y ejecutaban la política del Imperio eran una serie de patriotas lúcidos y tremendamente capaces que llevaban adelante los planes expansionistas dividiéndose las tareas.

En la Confederación Argentina todo caía y se centraba en Rosas.  El patriotismo estaba en la base del pueblo y en algunos encumbrados hombres que servían más de ejecutores de una política que de creadores de ésta. Lo que falló, indudablemente, fue la burguesía sin raíces y con la mirada en la Europa afrancesada o inglesa.

Esos operadores de la política de Rosas fueron solo eso, operadores que tenían ideas políticas no siempre acordes al Federalismo y patriotismo como Alvear, Sarratea, etc. El Restaurador supo utilizarlos para los planes de su gobierno y su patria, siendo meros ejecutores de su política.

Cuando Rosas cayó y debió exiliarse, la mayoría de sus funcionarios, conocedores de la actividad burocrática gubernamental, siguieron cumpliendo funciones administrativas bajo la jefatura de Urquiza y quienes le sucedieron en el mando, aun siendo estos gobiernos Unitarios.   Por ejemplo, Vicente López y Planes, Carlos María de Alvear, Tomás Guido, entre otros.

Rosas le comentó a Vicente López que sabía de ciertos civiles de alta alcurnia en Buenos Aires que estaban disconformes con su política de defensa a ultranza de nuestra soberanía, porque podían chocar con sus intereses particulares.

En carta del 15 de abril de 1851, Vicente López se lo negó juntamente con su supuesta vinculación con Urquiza. Pocos meses después, al día siguiente de la caída de Rosas, Urquiza lo designa Gobernador de Buenos Aires….

Había caído Oribe y su ejército patriota, pero todavía quedaba Juan Manuel de Rosas, último bastión a vencer por la coalición internacional (Brasil, Inglaterra, Francia y mercenarios italianos garibaldinos, sardos, y alemanes), sus empleados locales (los Unitarios de ambos lados del Río de La Plata) y detrás de todos, la Banca Internacional (con Rothschild a la cabeza moviendo los ‘hilos’). Y en ese escenario apareció Justo José de Urquiza, la pieza que faltaba….

Leonardo BORGES[239], en apretada pero justa síntesis nos da un panorama de los acuerdos entre Oribe y Rosas, entre los ‘Blancos’ Orientales y los ‘Colorados’ Federales del lado occidental del Río Uruguay.

“La Guerra Grande (1839-1851) es el parto -extremadamente doloroso, aunque necesario- de los partidos políticos uruguayos. De hecho, en esta guerra se inicia el mecanismo que culminará con los partidos políticos y, en ese proceso, Juan Manuel de Rosas tiene un papel fundamental…

Las alineaciones fueron claras. El bando ‘blanco’ se acercó a Rosas y al federalismo, mientras que el colorado se desarrolló en Montevideo; cercado, pero asistido por los unitarios exiliados y por los comerciantes franceses que daban a la ciudad un toque europeo.

El citado autor define que la política de Rosas “…fue americanista, de corte nacionalista; por consiguiente, desconfiada de las intervenciones extranjeras, inglesas y francesas, a la orden del día en aquellos años. Impuso una suerte de proteccionismo económico. Prohibió la navegación de los ríos interiores, incluido el río Uruguay; de esta manera monopolizó el comercio en el puerto de Buenos Aires. Vale decir que la capital, según sentenció, debía cubrir los gastos “nacionales”: guerra, relaciones exteriores y pago de deuda nacional.

“Rosas buscaba, a su manera, la independencia, tanto política como económica, de las Provincias Unidas. Una especie de autarquía nacional, en la que, por primera vez, se llegó a una balanza comercial favorable.

“En Uruguay, durante el Sitio Grande, se plasmaron pues dos maneras de pensar y de sentir, relacionadas inequívocamente con los partidos argentinos. También solapadamente se desarrollará una dicotomía caudillos-doctores, que florecerá después de la guerra.

De esta manera, los blancos relacionados con Rosas (y sus concepciones) y con la campaña. Relacionadas forzosamente con cierto rasgo autoritario, natural del caudillismo, se acercaron a las concepciones americanistas, contrarias a las intervenciones europeas y afines al mercantilismo español de la colonia (comparación necesariamente anacrónica). Esta modalidad dejará su sello en los sectores rurales de Uruguay.

“… los colorados, al relacionarse durante el Sitio con los emigrados unitarios y las tropas francesas e inglesas, generaron una modalidad cosmopolita, europea y liberal, acercándose más a lo citadino que a lo rural…y podemos subrayar la injerencia abusiva de los extranjeros, el peso poderoso de la burguesía, que pudo especular con el conflicto y su prolongación, la gestión financiera infeliz y la ruptura interna del coloradismo provocada por la intransigencia del grupo burgués… cierto que la invocación de esos ideales sirvió de pretexto para satisfacer móviles inferiores de comerciantes poderosos, ávidos de riqueza”.

José María ROSA[240] nos da una explicación muy fundada respecto al conocimiento que tenía el Restaurador de las intenciones europeas en estas tierras y como combatirlas con paciencia y diplomacia más que con las armas, que, obviamente eran de menor cantidad y calidad que la de los invasores.

Apoderándose de Buenos Aires, los invasores tendrían dificultades insuperables para abastecerla, y serían hostilizados por Rosas desde la pampa con partidas de gauchos, mientras una población urbana de orilleros y menestrales que habían demostrado ser hombres de armas y tener condiciones bravíamente patrióticas, actuaría adentro para dificultar a los ocupantes".

“San Martín ante el pedido de ciertos funcionarios europeos cómo veía el hecho de que tal vez fuerzas conjuntas franco-ingleses invadieran territorio de la Confederación, opinó para el ‘Morning Chronicle: "Con la mayor facilidad se puede retirar todo el ganado en muy pocos días a muchas leguas de distancia, como también los caballos y todo medio de transporte [... ] se puede formar un vasto desierto impracticable al paso de un ejército europeo, el cual se expondría a tanto mayor peligro cuanto más crecido fuese su número" .

“Por otra parte; internarse en los vastos territorios argentinos significaba. lidiar con la guerra .:,; de montoneras para la. Cual no había soldado, ni oficial. europeo, ... que estuviera adiestrado.

“El recuerdo de las invasiones inglesas de 1807 y el sabio consejo de más de un observador perspicaz que visitara el Plata, convenció a los gobiernos de Gran Bretaña y Francia de que ese tipo de guerra no podría conducir. a otro fin que a la derrota. Su única "posibilidad era, pues, la hostilidad fluvial y marítima, el bloqueo y el apoyo a "auxiliares" dentro de la Confederación.

 “Pero tal estrategia exhibía un grave inconveniente. La guerra imperialista —"comercial" la llamaba don Juan Manuel— era un negocio, buscaba consolidar la paz y montar un equilibrio regional que favoreciera el desarrollo de las pingües operaciones mercantiles de las burguesías europeas. Su excesiva prolongación implicaba, por ende, la ruina, trastrocar el "negocio" en pérdidas cuantiosas. En una palabra; el éxito de los agresores dependía de una guerra breve, fulminante.

“Rosas entendió a las mil maravillas esa limitación de sus. enemigos y fue regla de oro de su respuesta una larga, indefinida resistencia. Justamente, para poder prolongar la lucha, para asegurar la pervivencia de la Confederación en medio de los bloqueos marítimos y los asaltos fluviales debía lograr una amplia y sólida unidad nacional; disminuir al mínimo las disidencias internas capaces de transmutarse en potenciales ‘auxiliares’ del enemigo”.

No bastaban los pactos como el de Federal de 1831, decía José María ROSA[241] en un trabajo minucioso y extenso que “se hacía necesario lograr la armonía económica entre las distintas partes de la Confederación. Y Rosas comprendió que la restauración de la vieja riqueza industrial del virreinato, al tiempo de significar la reconquista de la perdida independencia económica, quitaría los recelos provinciales hacia Buenos Aires. Por ello dictó la ley de Aduana del 18 de diciembre de 1835, que protegía los productos de fabricación nacional.

“Era la tesis correntina que se imponía después de cuatro años de haber sido rechazada en Santa Fe. El articulado de la ley reproducía en parte el petitorio de Ferré en 1831, mientras sus consideraciones hallaron eco en los mensajes firmados por su antiguo antagonista Roxas y Patrón,

“Tal vez Rosas fue convencido por los argumentos de Ferré: saber escuchar es condición de buen gobernante y es, sobre todo, condición de gran caudillo. Por eso dirá Alberdi de Rosas en 1847: "Se le atribuye a él exclusivamente la dirección de la República Argentina. ¡Error inmenso! Él es bastante sensato para escuchar cuanto parece que inicia; como su país es muy capaz de dirigir cuando parece que obedece”.

“La ley de Aduana terminaba con el liberalismo económico de 1809. Esto puso en explicable conmoción a los cenáculos unitarios de Montevideo”

Cabe destacar las medidas proteccionistas de Rosas, fundamentalmente desde su segundo mandato:

- Primero, en diciembre de 1835 la Ley de Aduana por la que se aplicaron fuertes impuestos a mercaderías importadas y se eximieron de ellos a quienes exportaban productos manufacturados.

Sigue diciendo el autor “Un doble propósito tenía dicha ley: la defensa de las manufacturas criollas, perseguidas desde 1809, y el renacimiento de una riqueza agrícola, casi extinguida desde la misma fecha. En el mensaje del 31 de diciembre de ese año, dando cuenta a la Legislatura de esa ley - dictada exclusivamente por el gobernador en virtud de la suma del poder público -, decíase: "Largo tiempo hacía que la agricultura y la naciente industria fabril del país se resentían de la falta de protección, y que la clase media de nuestra población, que por la cortedad de sus capitales no puede entrar en empleos de ganadería, carecía del gran estímulo al trabajo que producen las fundadas esperanzas de adquirir con él medios de descanso en la ancianidad y de fomento a sus hijos.

“El gobierno ha tomado este asunto en consideración, y notando que la agricultura e industria extranjera impiden esas útiles esperanzas, sin que por ello reporten ventajas en la forma y calidad ha publicado la ley de Aduana, que será sometida a vuestro examen por el Ministro de Hacienda […] A las tejedurías criollas se les entregaba sin competencia el mercado de ponchos, ceñidores, flecos, ligas y fajas de lana o algodón, como también de jergas, jergones y sobrepellones para caballos, artículos éstos cuya introducción quedaba totalmente prohibida […] Las mercaderías sacadas para el interior eran libra- das, como lo había pedido Ferré en 1831, de todo gravamen.

“La ley no se limitaba a favorecer los intereses argentinos. De acuerdo con la política de solidaridad hispanoamericana, que es uno de los rasgos más notables de la gestión internacional de Rosas, los productos de la Banda Oriental y Chile se favorecían directamente: las producciones pecuarias del Uruguay se encontraban libres de derechos y no se recargaban tampoco los reembarco para "cabos adentro"; de la misma manera no eran imponibles las producciones chilenas que vinieran por tierra.

“A la marina mercante nacional se la beneficiaba de dos maneras: la carne salada transportada en buques argentinos no pagaba derecho alguno de exportación y la leña y carbón de Santa Fe y Corrientes, en las mismas condiciones, también se hallaban exentos de impuestos". […]

“El fomento de la industria fabril se realizaba por la protección decidida a los talleres de herrería, platería, lomillería y talabartería prohibiendo introducir manufacturas en hierro, hojalata, latón y artículos de apero para caballos. […]

“La ley de Aduana fue completada el 31 de agosto de 1837 con la prohibición - provisional, pero que duró hasta 1852- de exportar oro y plata en cualquier forma que fuere. La continua evasión de metálico, ya mermada por la ley de Aduana al restringir las importaciones, quedó completamente detenida. […]

“Pero no debe olvidarse que desde 1838 a 1852 los enemigos de Rosas y los del país no le dieron a aquél un solo día de paz en el cual preparar su obra. […]

“No obstante, sin llegar a abastecer totalmente el mercado interno, la potencialidad industrial de la Argentina en tiempos de Rosas alcanzó un grado notable gracias a la política de su ley de Aduana. […]

“El bienestar económico se dejó sentir inmediatamente después de dictada la ley, especialmente en las provincias del interior, que tan castigadas fueran por la ordenanza de 1809, Salta votaba el 14 de abril de 1836 una ley de homenaje a Rosas, entre cuyos considerados se decía: ". . . 3°) Que la ley de Aduana expedida en la provincia de su mando consulta muy principalmente el fomento de la industria territorial de las del interior de la República, 4°) Que dicha ley es un estímulo poderoso al cultivo y explotación de las riquezas naturales de la tierra, 5º) Que el comercio interior es por ella descargado de un peso considerable, a que será consiguiente su fomento y prosperidad. 6º) Que ningún gobierno de los que han precedido al actual de Buenos Aires, ni nacional ni provincial, han contraído su atención a consideración tan benéfica y útil a las provincias interiores"

“Por una nueva ley de 28 de mayo de 1838, Rosas dispuso la entrega de la tierra a quienes la trabajaran en "suertes" que iban de seis leguas (a los jefes militares y altos funcionarios) a un cuarto de legua. La propiedad se perfeccionaba con el trabajo de la tierra concedida. Era una ley de colonización, no de especulación. Por eso los antirrosistas dicen que."Rosas malbarató la tierra pública", expresión", aceptable en un conservador como Lucio V. López, pero inexplicable en antirrosistas de izquierda que copian la crítica de López sin advertir que "malbaratar" la tierra era darla a quien la trabajaba.

“La Casa de Moneda facilitaba la colonización dando en préstamo la cantidad necesaria con la sola garantía o fianza personal del Juez de Paz del partido”.

- Segundo, el 30 de mayo de 1836, Rosas disolvió el Banco Nacional que manejaba la Banca inglesa. 

En palabras de José María ROSA[242] en otro de sus trabajos afirma que Rosas lo hizo “fundándose en que su concesión había caducado, en que la moneda circulante estaba garantizada por el Estado, en ser este accionista de los tres quintos de su capital y ‘otras consideraciones demasiado notorias de las que el gobierno no puede prescindir’.

En su mensaje anual {dice Rosas} –‘El Banco Nacional ya no existe. Esta institución ha desaparecido después de haber contaminado a la provincia y dejado en pos de sí rastros profundos de su aciaga existencia {…} El capital con que se creó fue una ficción {…} hecho árbitro de los destinos del país y de la suerte de los particulares, dio rienda a todos los desórdenes que se pueden cometer con una influencia tan poderosa”.

- Tercero, con la prohibición de exportar oro y plata decretada el 31 de agosto de 1837, que tan infeliz hizo a Urquiza porque le estrangulaba su negocio particular de contrabando.

Con esta última medida se cortaba la sangría del metálico que hacía deficitario nuestro comercio exterior

José María ROSA[243] nos resume la importancia de Rosas para Hispanoamérica y el temor que despertaba en los lusitanos, anglos y franceses su política de protección. “La política exterior de Rosas –el “sistema americano” como la lla­maba- tendía a estrechar los vínculos entre las distintas hijuelas de la herencia espa­ñola en América, o por lo menos entre aque­llas que formaron el Virreinato del Plata, creado en 1776 precisamente como muro de contención al expansionismo lusitano. A su vez, la política brasileña había consistido en dividir al vecino (el Estado Oriental, independizado en 1828, como consecuencia de la primera guerra argentino-brasileña; la República del Paraguay cuya formal declara­ción de Independencia había incitado en 1842 y reconocido en 1844) encontrando en esta ta­rea disgregadora la ayuda poderosa de Gran Bretaña, empeñada en atomizar el antiguo do­minio es pañol en América como medio de mane­jarlo económicamente. El “divide et impera” de los británicos en la herencia española en América, coincidía con el interés brasileño de mantener en Sudamérica un imperio fuerte y u nido, rodeado por diez o más republi­quetas españolas, sin sentido nacional, anarquizadas y rivales entre ellas.

“Pero Rosas se había impuesto en el Plata, y su sombra amenazaba al Imperio. Del mo­saico de provincias enemigas dejado por los “unitarios” (la oligarquía argentina) había emergido la fuerte realidad de la Confedera­ción de 1831, liga de gobiernos populares orientada por la firmeza del Restaurador porteño. No solamente era un peligro polí­tico para el Imperio, sino una amenaza so­cial. La consolidación de Rosas era el triunfo de las masas populares, pues su fi­gura tenía prestigio entre los demócratas y abolicionistas de Brasil.

“Rosas había sabido imponer su “sistema americano”. Hizo la unidad de las catorce provincias argentinas (la porción remanente del escindido virreinato) con el Pacto de 1831 y sobre todo con su dura mano para hacerlo cumplir. Consiguió luego, por la Ley de Aduana de 1835, el florecimiento industrial de su pueblo en decadencia desde que los ingleses establecieron el librecambio de 1809. Defendió con gallardía la soberanía argentina contra la intervención francesa de 1838-40 y sus complicaciones internas de ejércitos “libertadores”, “libres” del sur, coaliciones del norte, estimuladas y pagadas por el almirante interventor. Y acababa de triunfar –por los tratados con Inglaterra de noviembre de 1849, y con Francia de agosto de 1850- de la segunda y temible intervención de ambos poderes mercantilistas coaligados.

“Ahora, arrojados del Plata los europeos disgregadores, Rosas iría necesariamente a la unidad preconizada por su “sistema americano”.

“¿Qué se proponía Rosas con el “sistema americano”? Haría la unidad del Plata como hizo la unidad argentina: sin prepotencias, sin herir susceptibilidades, por propia y decidida voluntad de los platinos. Tal vez –y eso temían en Brasil- un Congreso Oriental, legítimamente oriental, se reuniese en Montevideo liberado de extranjeros y extranjerizantes y suscribiese el Pacto Federal. O se formase una nueva Confederación tripartita entre la Argentina, el Estado Oriental de Oribe y la República de Bolivia, donde Manuel Isidoro Belzu, caudillo de fuerte naturaleza popular, simpatizaba abiertamente con el “americanismo” de Rosas. ¿Quién podría impedirlo?... ¿Inglaterra?... Acababa de ser ex pulsada del Plata y en el tratado de 1849 Rosas le había impuesto el reconocimiento del libre derecho de la Argentina y el Estado Oriental para conducir su política interna y exterior... ¿Francia?... Se encontraría en la misma situación, si el convenio de paz firmado por Lepredour en agosto de 1850 fuese ratificado por su Asamblea Legislativa”.

No estaba tan equivocado el Masón y cipayo Salvador M. Del Carril respecto a los pensamientos de Rosas. La reconstrucción del Virreinato o por lo menos de las Provincias Unidas del Río de La Plata era la reconstrucción de nuestra ‘Patria Grande’ hispanoamericana.  Al respecto se expresaba en una carta que le envió a Florencio Varela el 19 de diciembre de 1845: “Rosas va a un objeto: la reconstrucción del Virreinato de Río de la Plata o la inauguración de un imperio argentino”

Lo que para Del Carril era algo peyorativo si lo intentaba Rosas, era de aplaudir si lo intentaban –de hecho, lo hicieron- los enemigos sempiternos de nuestra patria: el Imperio del Brasil, o Francia o Inglaterra, de las que Del Carril, Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento (que como dijimos antes, su nombre ‘Domingo’ no existía y cuyo apellido no era ‘Sarmiento’, sino ‘Quiroga Sarmiento’, primo de quien aplaudió su asesinato, Facundo Quiroga), Julián S. Agüero, Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco, eran sus lacayos.

No eran descabelladas las opiniones de Del Carril respecto a las intenciones de reconstruir el Virreinato por parte de Rosas, pero siempre con el método de persuasión y no por violencia.

Un ejemplo de ello lo da un líder que gobernaba Bolivia desde 1848: Manuel Isidro Belzú, con una política francamente hispanoamericana, amigo de Rosas y persona de iguales pensamientos políticos hispanistas a diferencia de Santa Cruz, de conocida filiación pro-británico y amigo de los Unitarios argentinos.

Belzú tenía gran carisma y era adorado por su pueblo, y su política social era reconocida en el continente.

De allí la empatía que tenía con Rosas lo cual hacia que se admiraran mutuamente. A Rosas le llegaban siempre salutaciones por sus triunfos militares o diplomáticos por parte del mencionado Belzú.

Cuando era inminente la guerra con el Brasil tomó decidida parte por la Confederación Argentina, echando a todos los Unitarios que buscasen refugio en Bolivia.

Según José María ROSA[244] Belzú tenía sus viejos problemas con el Brasil por la ocupación indebida del Matto Grosso. {…} y compartía la reconstrucción del virreinato imputada a Rosas, acusación que encontró fácil crédito en los hombres del Brasil; alguna vez lo llamaron ‘el Oribe del Altiplano’ con acento despectivo”.

Por ello Belzú en septiembre de 1851 y cuando se avecinaba la guerra contra Urquiza y posiblemente contra el Brasil, le dio a Rosas  total respaldo en su lucha y a su sistema político.

Sigue diciendo ROSA[245], respecto al sistema político de Rosas: el llamado por él ‘Sistema Americano’: “Rosas había soñado con una federación de los pueblos del Plata y alguna vez expuso un «sistema americano» que englobara en una alianza perpetua a los países surgidos del tronco español. Consecuente con ello, se opuso a la subdivisión de la herencia española, tanto al no reconocer la independencia declarada en 1842 por Paraguay, como al impedir la República de la Mesopotamia preparada en 1845 por los interventores anglo-franceses, y concertada virtualmente en 1846 por Urquiza y Madariaga en el tratado de Alcaraz. No era el suyo un imperialismo. No avanzó un paso contra Paraguay, limitándose a esperar que el buen juicio de los paraguayos los llevase a rectificar su separación del tronco común; tampoco lo hizo contra el Estado Oriental, cuya autonomía mantuvo celosamente no obstante su gravitación sobre el presidente Oribe. Es que Rosas, hombre de realidades y político de largos alcances, sabía quenada estable se consigue por la fuerza. Solamente con el alejamiento de las potencias no españolas (Brasil, Inglaterra y Francia) que contribuyeron a dividir a América y mediante una política clara, limpia y elevada podrían volver a unirse las partes dispersas. De la misma manera que había construido la Confederación Argentina quitando los recelos de las provincias hacia Buenos Aires y manteniéndoles su plena autonomía interior, podría conseguirse —por propia voluntad, que no por imposición— la Federación Americana. Por eso en marzo de1843 rechazó —y llamó «trampa que se nos quiere tender»— el proyecto de tratado de alianza con Brasil, por el que se dejaba a la República Oriental bajo su influencia siempre que ayudase al Imperio a reconquistar Río Grande. Los hombres de estado de Brasil creyeron que Rosas se iba a enredar en una guerra de conquista contra los orientales, que si podía darle un triunfo momentáneo, alejaría para siempre la posibilidad de reconstruir la Patria Grande.

Rosas no era un tirano.  La legislatura de Buenos Aires lo proclamó como Gobernador de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829.  Además, no quiso lograr la restauración de las Provincias Unidas por la fuerza.

Juan Manuel de Rosas era amante del orden y la justicia a ultranza, se inclinaba –al igual que José de San Martín- por una DICTADURA AUTOCRÁTICA, como le dijo, ya anciano, a Ernesto Quesada en Inglaterra luego de haber vivido distintas revoluciones liberales.

Sentemos ante todo una premisa fácilmente demostrable hasta el día de hoy: “EN LA DEMOCRACIA (entendida como un régimen enancado en el sistema de partidos políticos con afán de representación), LAS FORMAS SON SU CONTENIDO”.

José Luis MUÑOZ AZPIRI[246] señala: “Tengo la conciencia tranquila de que la posteridad hará justicia a mí porque sin ese continuado sacrificio mío aún duraría el estado de anarquía argentino….Lo que se requiere son hombres que sean verdaderos servidores de la nación y no meros oficinistas ramplones, pues, bajo cualquier Constitución, si hay tales hombres, el problema está resuelto, mientras que si no los hay, cualquier constitución es inútil o peligrosa… .He despreciado siempre a los tiranuelos inferiores ya los caudillejos de barrio, escondidos en la sombra; he admirado siempre a los dictadores autócratas que han sido los primeros servidores de sus pueblos. Ese gran título haber siempre servido al país"

Y, en consonancia con el párrafo que antecede, Antonio CAPONNETTO[247], entiende que había en Rosas un criterio político que planteaba la unidad de la nación a través de una Monarquía; una parte aristocrática que daba proporcionalidad y jerarquía natural a la representatividad y una parte republicana que daba participación a todos los estamentos sociales, lejos de cualquier liberalismo elitista o socialismo popular.

Pero lo que separaba al Federalismo del Unitarismo liberal no era sólo una cuestión política, económica o ideológica, sigue exponiendo Caponnetto.  En realidad, las diferencias estaban basadas en una cuestión teológica y, por tanto, irreconciliables, ya que esta cuestión envolvía todo asunto político o económico de la época, tal como sucede nuestros días. Esto se observa claramente en la idiosincrasia y las creencias del hombre del interior con su cosmovisión tan distinta a la de los hijos de la Revolución Francesa.

Al referirnos al sistema político, debemos considerar los fundamentos filosóficos, sociológicos y jurídicos por los cuales Rosas entendía que no estaban dadas las circunstancias –y con razón- para que existiera una Constitución Nacional.  Esto no significa que no existieran constituciones provinciales, ya que el país estaba organizado en una Confederación.

En todos los casos queda acreditado que Rosas se basaba en el ‘empirismo organizador’, en la realidad como fuente para el desarrollo jurídico del país, para el dictado de sus normas, como expresamos en otro trabajo nuestro.[248]

Así, como señala Caponnetto, “El Derecho no se extrae de la norma, sino de lo que el Derecho es, se extrae la norma”.

En otras palabras, es el Derecho Natural obrando en la civilidad por sobre un derecho positivo abstracto, desarraigado de la realidad que lo circunda.

Sobre la Constitución vamos dedicarnos a analizar la opinión de varios autores sobre el tema y sus consideraciones.

Dice Héctor CORVALÁN LIMA[249] que “Rosas quiso la Constitución, pero no a la manera racionalista. El error en que han incurrido los que sostienen que Rosas no deseó la organización constitucional del país, radica, fundamentalmente, en considerar que un país está organizado constitucionalmente, en tanto y en cuanto tiene una constitución escrita. Los que así han pensado, lo han hecho bajo el influjo de las ideas liberales predominantes en el siglo pasado, olvidándose, por cierto, de grandes ejemplos históricos, como los de Inglaterra”. […]

Exacto. No debemos cansarnos de repetir y hacer notar que Inglaterra no tiene una Constitución escrita.  Tiene un compendio de leyes basadas en sus usos y costumbre que reglan su vida institucional desde hace centenas de años.

Continúa el autor citando a Manuel GARCÍA PELAYO[250], quien enseña, con su reconocida sabiduría sobre el tema de la Constitución, la importancia del ‘historicismo’, del ‘empirismo organizador’ del que Rosas, indudablemente, abreva, en contraposición al racionalismo liberal que intenta introducir sus teorías abstractas y de laboratorio, en la realidad que la circunda, desconociendo supinamente la realidad de la sociedad donde pretende articularlas:

 “El concepto racional normativo "concibe la constitución como un complejo normativo establecido de una sola vez y en el que de una manera total, exhaustiva y sistemática se establecen las funciones fundamentales del Estado y se regulan los órganos, el ámbito de sus competencias y las relaciones entre ellos. La constitución es, pues, un sistema de normas.

“No representa una suma o resultante de decisiones parciales tomadas según van surgiendo los acontecimientos o presentándose las situaciones, sino que parte de la creencia en la posibilidad de establecer de una vez para siempre y de manera general un esquema de organización en el que se encierre la vida toda del Estado y en el que se subsuman todos los casos particulares posibles. En esencia, se trata de una aplicación concreta y sublimizada del concepto de ley con que opera el liberalismo"

“No se trata solamente de que la constitución sea expresión de un orden, sino de que ella también es la creadora de ese orden. "Característico del concepto racional de constitución es considerar únicamente como tal la constitución expresada jurídicamente y en forma escrita, pues sólo el Derecho escrito ofrece garantías de racionalidad frente a la irracionalidad de la costumbre; sólo él permite un orden objetivo y permanente ante la transitoriedad de situaciones subjetivas; sólo la precisión jurídica escrita ofrece seguridad frente a la arbitrariedad de la administración.” […]

"Ahora bien, la historia excluye por esencia toda consideración generalizadora, pues es el reino de lo individual: sujetos de la historia son totalidades individuales (pueblos, naciones, etc.), a las que corresponden las notas de singularidad y originalidad; la historia se compone de situaciones que fueron una vez pero que ya no serán; el mundo histórico es, pues, algo que continuamente deviene, le es esencial la constante transformación; pero en el hecho mismo de esta transformación radica su continuidad, de modo que sólo podemos explicar el presente en función de un pasado, y, por consecuencia, del ser de ayer debemos extraer el deber ser de hoy y de mañana.

El ‘historicismo’ constituye el fundamento espiritual de la tesis de que la constitución de un pueblo no es un sistema producto de la razón, sino una estructura resultado de una lenta transformación histórica, en la que intervienen frecuentes motivos irracionales y fortuitos irreductibles a un esquema. Por consiguiente, está claro que la constitución de un país no es creación de un acto único y total, sino de actos parciales reflejos de situaciones concretas y, frecuentemente, de usos y costumbres formados lentamente y cuya fecha de nacimiento es imprecisa"

Hay varios autores, aun de nuestro tiempo, que coinciden en esto.  Uno de ellos es Germán BIDART CAMPOS[251], constitucionalista y reconocido escritor y profesor de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, para quien la Constitución “debe responder a la realidad social, política, etc., del estado para el cual se dicta,- la tradición, el pasado, la herencia de una comunidad, tienen que pesar en el contenido de la constitución escrita que quiere adjudicársele, so pena de un casi seguro divorcio entre el texto y la realidad, de una futura falta de vigencia del texto constitucional” […]

Dar una constitución que no tiene posibilidad de realizarse es frustrarla de antemano y condenarla a la vida muerte, a la hoja de papel, privándola de anticipadamente. Tal el error, por ejemplo, de tantos y tantos ensayos argentinos desde 1810 en adelante, con prescindencia total de la realidad del país, por culpa de un culto desmedido a lo europeo, a la importación, doctrinaria del liberalismo extranjero".

En la misma línea de pensamiento José ORTEGA Y GASSET[252], sostiene que “en vez de amoldarse el Estado al cuerpo social como la piel se forma sobre el nuestro, se pretende adaptar cada existencia individual al molde férreo del Estado”.

Esto significa que una Constitución debe ser el resultado de un proceso histórico, como pensaba Rosas, para quien primero debía cumplirse con la constitución histórica, para luego fijarla en normas jurídicas escritas, a las cuales aquella daría su contenido único y esencial.

Es algo que no ve claramente el historiador Oriental Raúl ITURRIA[253] que, entendemos se equivoca al decir justamente lo contrario al pensamiento Federal de Rosas y su ‘empirismo organizador’ al afirmar que “La Constitución, dicho con mayúscula, es la estructura principal del sistema jurídico que da forma a una Nación”.

El historiador citado no ha tenido en cuenta lo sucedido en la Banda Oriental luego de la caída de Oribe y en la Confederación Argentina de Rosas luego de la sanción de la Constitución de 1853.  Proclamadas como la panacea de la paz y civilización, cuando los hechos demostraron que eran simples ‘cuadernitos’ que no evitaron el baño de sangre y disgregación social y territorial que produjeron en ambas orillas. No se puede “poner el carro delante de los caballos” como dice la frase popular.

El autor, a quien seguimos in-extenso en el tema nos trae pensamientos coincidentes de varios autores.

Rosas fue una especie de ‘monarca sin corona’ (sic), como dicen Belisario TELLO, Bernardo LOZIER ALMAZÁN, José DÍAZ NIEVAS y hasta del propio Juan Bautista ALBERDI.

TELLO, Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, catedrático de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, describe las virtudes que debe tener un monarca sin corona, es decir, un dictador, para no caer en la tiranía.

"Imperar bien, tarea la más ardua y difícil del orden humano, constituye una excelencia propia de reyes".

“Puede darse en el Dictador, si su dictadura está ordenada al bien común, porque el dictador "posee el don innato del mando [...], es la antítesis del discutidor y, como tal, opónese al ‘legislateur’ según lo entendía el parlamentarismo del siglo decimonono. Aquél no discute como éste; dicta simplemente. La dictadura constituye así, la reacción más radical frente a la clase discutidora que configura el parlamento moderno"

“Esta clase de dictadores tienen como enemigos a los charlatanes, los ideólogos y los anarquizantes. Encarnan la voluntad patriótica; se imponen y se acatan antes que ser elegidos, o electores, restauran el orden, y cuidan de "las necesidades materiales y espirituales de sus súbditos”.

“También estos reyes sin corona tienen [,.. ] la obligación de imprimir un sentido social a su gestión política [,..]. El poder de un dictador, como el de un rey, es absoluto, mas no ilimitado [...] y puesto que ya no es posible el gobierno de los reyes por tradición familiar [...], la legitimidad dinástica debe dar paso, entonces, a la dictadura legítima [...].

“La dictadura coronada es políticamente preferible a la monarquía sin corona; pero ambas tienen la indiscutible ventaja de la unidad de conducción. […] totalmente entregado al servicio público, pertenecía también a esta clase de hombres": la de los monarcas sin corona".

LOZIER ALMAZÁN, del mismo modo considera que “el caudillismo fue el recurso supletorio de la monarquía; y que esos caudillos que fueron surgiendo en nuestra patria, ante la vacancia del rey, constituyeron un "proceso que se remonta a los orígenes de la monarquía, cuando los reyes surgían de entre los barones feudales, como ‘primus inter pares’ ",

No siendo cuestionable en sí el fenómeno -porque al fin de cuentas está en el orden natural de la concepción de la política- Ia verdad es que "entre nosotros generó una suerte de «soberanos» territoriales faltos de una autoridad unificadora, que ocasionó la peligrosa desintegración nacional", Hasta que providencialmente la figura de Rosas, Caudillo de los caudillos, puso fin a ese proceso disgregador, resultando por aquel entonces "la encarnación del caudillo surgido ‘primus inter pares’".

Entendemos que lo expresado es aplicable a José Gervasio de Artigas, pues si bien el Oriental entendía que la Constitución era necesaria para la organización de la nación, en los hechos, su liderazgo natural, impuesto por su propio peso y su sacrificada vida en favor de su tierra, hizo comandar -sin constitución escrita alguna- la organización de la Liga Federal por acuerdos de las provincias que se incorporaban naturalmente, sin presión ni fuerza alguna, sólo por su guía, aceptada y querida por su pueblo que lo siguió donde él fuera, cuidando de "las necesidades materiales y espirituales de sus súbditos”, como dijimos antes.

José DÍAZ NIEVA, expone, coincidentemente con los conceptos vertidos arriba que “Era difícil defender un sistema monárquico en países en los cuales se había instaurado, desde hacía años, sistemas republicanos; ello forzó al trasmutar el principio monárquico por la defensa de un sistema republicano autoritario, desprovisto de conceptos liberales y basados en el orden.

“Figuras como […] la del caudillo Juan Manuel de Rosas en la Argentina […] se alzan como modelo buscado. […] Rosas no fue un utopista ni un ucronista. ‘Todo verdadero político es un artesano de lo posible, y esto lo define frente utopista que crea de la nada, mientras aquél edifica sobre posibilidades”.  Como clásicamente se enseña: la política es el arte de lo posible.

Hasta Juan Bautista ALBERDI, para el vulgo supuestamente liberal, republicano hasta la medula, tuvo que reconocer que “La República es más bien una importación europea […]. La dictadura es la traducción republicana de la monarquía absoluta”.

Aclara CAPONNETTO, corrigiendo al tucumano, “la dictadura monárquica de Rosas, o el monarquismo dictatorial, según se prefiera, no tuvo visos de absolutismo, salvo contadas ocasiones”.

La prueba de esto, entendemos, está dada en la falta de absolutismo en el poder de Rosas, durante los tres años de su primer mandato.  Su accionar ha sido en la mayoría de los casos ajustado a las leyes hispanas vigentes, aunque pudiesen parecer duras.

Resume Caponnetto, haciendo una reflexión, al decir que Rosas “tenía motivos para quejarse, alejarse y oponerse a cierta y concreta noción ideológica del independentismo, de sus artífices y de sus trágicos frutos y eso hizo cimentar la autonomía sin desarraigo, contra quienes pedían protectorados a las cortes europeas -la española incluida-pero movidos por un horrendo afán desraizante y ajenos a todo celo soberano.

"Rosas no podía inventarse una legitimidad dinástica, autoproclamarse rey de la noche a la mañana. Contradictoriamente ésta fue la pretensión de varios iluministas y liberales a ultranza quienes mucho atraían las pompas monárquicas propias o ajenas, pero desconocían o violaban crasamente el significado esencial de las reyecías católicas tradicionales. Pudo hacer en cambio lo que hizo: suplir con una dictadura legítima la ausencia de una legitimidad dinástica en él o en quienes lo rodeaban […] . Porque la paradójica verdad es\ tras los unitarios y los liberales buscaban la dependencia monarquía europea, incluyendo la española, pero abomina la herencia hispana y se extasiaban con el republicanismo revolucionario francés, Rosas rechaza la subordinación política a España, no abjura de nuestra independencia, pero gobierna como un verdadero monarca hispano, inaugurando de hecho una dinastía”.

No debemos olvidar, como ya hemos dicho y repetimos ahora para algún desmemoriado: los caudillos que fueron surgiendo en nuestra patria, ante la vacancia del rey, desarrollaron un proceso que se remonta a los orígenes de la monarquía, cuando los reyes surgían entre los barones feudales como ‘primus inter pares’.

En base a todo lo expuesto, nos referiremos a ciertos fundamentos de la doctrina ‘Federal’ según el criterio de Rosas.

Para las doctrinas racionalistas, lo jurídicamente escrito es fundamento, la causa del desarrollo social y orgánico de la comunidad. Así fracasaron las constituciones centralistas y Unitarias de 1919 y 1826, por querer ajustar la realidad a un cuadernito abstracto y á-raigal, si se nos permite el término.

El Padre CASTAÑEDA[254], confirmando la tesis del historicismo, les preguntaba a los constituyentes del 26: "¿Cómo hemos de tener espíritu nacional si en lo que menos pensamos es en ser lo que somos? Nosotros somos hispanoamericanos, ibero-colombianos, y esto es lo que hemos de ser siempre si queremos ser algo; pero empeñados en reducirnos a la nada, de repente somos ingleses, a renglón seguido andamos a la francesa, de ahí a la italiana; otra vez a lo protestante, de ahí a lo filósofo incrédulo, y en fin..."

Había distintos criterios de constitucionalismo, según CORVALÁN LIMA[255], que nos brinda una visión muy particular sobre el tema y tal vez, distinta a la de otros autores.

Señala el autor “Por todo ello es que la versión que se difunde y prospera entre nosotros de la organización yanqui es la de un normativismo escrito que soto difiere del europeo en cuanto a la concentración o dispersión del poder en el territorio.

De ahí, que los partidos nacientes en el Río de la Plata adopten las denominaciones de 'unitarios' (los que siguen el modelo hispano-francés), y de 'federales' (los que admiren al ejemplo de las Cartas norteamericanas, ya fueran los «Artículos de Confederación y Perpetua Unión» o de la Constitución Federal de Filadelfia).

Como es sabido el introductor de estas últimas tendencias será Artigas — o sus secretarios— quienes divulgan los textos estadounidenses reproducidos en la traducción que en 1811 hiciera el militar cubano García de Sena de la obra de Thomas Paine "Independencia de Tierra Firme".

Ante la presencia simultánea de estas dos versiones extranjeras de organización constitucional casi desapareció por completo la línea tradicionalista del pensamiento político que antes fuera enseñada en nuestros institutos universitarios. Entre los contadísimos patricios que pudieron zafarse de esa presión: ideológica estuvo don Manuel de Anchorena.

De Rosas ha dicho Julio IRAZUSTA[256]  […] que como no era ‘un ideólogo extraviado por el espíritu del siglo…no se asimiló jamás a ninguna de esas ideas abstractas acerca de las formas de gobierno que tanto perturbaron a sus mejores contemporáneos del mundo entero, sobre todo a sus compatriotas criollos, haciéndoles malograr una empresa política viable’.[…]

Rosas, expuso una prolongada y coherente posición, que no era ni la del constitucionalismo hispano-francés ni de la imitación norteamericana, sino la del ‘empirismo histórico’. […]

En síntesis, el único método original de formación constitucional fue, sin duda, el de Rosas: el empírico histórico tradicional. En este aspecto Julio Irazusta ha destacado con gran claridad que el pensamiento del dictador y sus asesores era el de organizar el país, no por medio de un congreso constituyente, método que había fracasado repetidas veces entre nosotros, y que de toda evidencia no nos convenía en aquel momento, sino por el mismo empírico y tradicional que había presidido la formación de ¡as grandes comunidades nacionales de Europa.

El método ‘deliberativo’ no nos convenía para constituirnos. La experiencia lo había probado. Y el ‘empírico seguido por Rosas, había servido en Europa muy bien, en países de derecho consuetudinario, la suma del poder era requisito indispensable de la acción que Rosas se propuso. Con la suma del poder, y el encargo de las relaciones exteriores logró extender la autoridad nacional hasta los últimos rincones del país. De esos hechos surgiría una consuetudo, un derecho político no escrito, equivalente a un sistema de leyes constitucionales, sobre el que empezó a razonarse como de una verdadera constitución” […]

El mismo Alberdi en su “Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho" (en el lejano 1837) sentenciaba que "nuestra historia constitucional no es más que una continua serie de imitaciones forzadas", y que sus autores se diferenciaban "con las divisas hipócritas de libertad, garantías, constitución", mientras que él ya había dejado "de concebir el derecho como una colección de leyes escritas", bajo la influencia de Savigny. Posteriormente y con los años se desdijo, con la volatilidad con que el tucumano cambiaba de parecer sin ponerse colorado, produciendo un gran daño a nuestra nación.

Volviendo a CORVALÁN LIMA[257], explica que “En contraposición a esta política de Rosas está la de los unitarios –con extrañas nostalgias de patrias ajenas, según feliz expresión de Vicente Sierra-, que fueron los ideólogos despegados de la realidad nacional, imitadores de instituciones extranjeras inaplicables a los pueblos del país. Sarmiento en el Facundo los describe así: "el unitario marcha derecho, la cabeza alta, no da vueltas, aunque sienta desplomarse un edificio. Habla con arrogancia... Tiene ideas fijas, invariables... Las fórmulas legales son el culto exterior que rinde a sus ídolos: la Constitución y las Garantías Individuales. Es imposible imaginar una generación, que haya carecido en más alto grado de sentido práctico".

Rosas quiso la Constitución, pero “ajustada a las circunstancias de su país, dada para su tiempo y con todas las connotaciones propias de la idiosincrasia de su pueblo. En cambio, sus opositores intentaron vestir al país con trajes constitucionales que le anduvieron grandes o chicos, pero nunca ajustados a su realidad histórica” [---].

“En toda sociedad ha existido siempre la ley”, citando a Ernesto PALACIO[258] quien se pregunta si basta votar una constitución para establecer un orden, y se responde "Contra el prurito legalista que se inclina a reconocer poderes mágicos a los preceptos legales y considera que la regeneración de los países se obtiene mediante la adopción de leyes teóricamente perfectas, debemos afirmar que el orden político es un fenómeno anterior y superior a cualquier ley. Una constitución resulta eficaz y benéfica cuando es la expresión de un orden político ya existente, de relaciones legítimas y estables entre la clase dirigente y el pueblo. Ninguna constitución, así sea la más perfecta en el plano de los principios, logra imponer por sí misma un orden en países donde las condiciones del orden no imperan. […] "la constitución queda así reducida a una mera expresión de deseos, sin influencia sobre la vida política real. La primacía de la realidad política sobre los preceptos jurídicos es evidente. La ley escrita surgió, como expresión de un equilibrio político, con el objeto de dar permanencia a un orden ya existente y acatado por todos. Surgió, además, como expresión de poder.” […].

Y finaliza CORVALÁN LIMA sobre el tema “No se puede caer, como cayeron los adversarios de Rosas, en el viejo y remanido racionalismo cartesiano, llevado a situaciones extremas por Hegel, que intenta sustituir la realidad por esquemas mentales; "todo lo que es racional es real", lo que constituye lisa y llanamente un disparate.

“Esa actitud es el origen de lo que hemos llamado antes ‘ideología’. De los tres métodos señalados, el adoptado por los unitarios, vale decir, el europeo; el de Artigas, que fue el norteamericano, es, sin duda, el de Rosas, el empírico histórico tradicional, el único con verdadero contenido nacional y con la originalidad fundada en la realidad del País”.

Sentado lo anterior, analicemos, aunque sea brevemente, el pensamiento expuesto por el autor en cuanto a los criterios constitucionalistas de Artigas, que podrán provocar respuestas heterogéneas y disímiles.

Concordamos con lo presentado por el escritor en los conceptos ideológicos y extraviados de toda realidad por parte de los Unitarios que, aún al día de hoy, buscan la ‘cuadratura del círculo’ en esta temática (y en tantas otras). En un divorcio del país real, casi diríamos en una enajenación perpetua, no sabemos si por ser psicóticos (no conocen la realidad), neuróticos (la conocen, pero no la aceptan) o psicópatas (conocen la realidad, la aceptan, pero actúan en contra de ella) o una mezcla de todas estas conductas.

También coincidimos con los razonamientos de Rosas, Anchorena, Quiroga, San Martin y tantos otros.  Para corroborar lo aludido, derivamos al lector a los intercambios epistolares entre todos a lo largo del tiempo.

Con respecto a Artigas, si bien el autor acuerda que sus conceptos políticos eran netamente Federales, el Protector de los Pueblos Libres intentaba lograr una constitución Federal al igual que en los EE. UU., como paso previo necesario para la consolidación y pacificación del país, atacado por las fuerzas extranjeras y por el unitarismo enquistado tanto en Buenos Aires como en Montevideo.

No debemos olvidar que estaba en auge el tipo de organización constitucional estadounidense, que, a criterio tanto de Rosas como del autor que estamos analizando, era válido para una sociedad distinta a la nuestra.

Como expresa “Rosas, expuso una prolongada y coherente posición, que no era ni la del constitucionalismo hispano-francés ni de la imitación norteamericana, sino la del ‘empirismo histórico’”.

De este modo, el 4 de enero de 1831 Rosas logró la adhesión pacífica de todas las provincias al Pacto de Federal que duró hasta 1853.

El gran patriarca Oriental, Artigas, intentó crear una constitución con contenido muy valioso, pero sin haberse pacificado previamente el país que se desangraba una y otra vez, y sin que TODAS las provincias la avalaran, sólo lo hacían las que formaban la Liga Federal. Finalmente, cuando fue abatido por la traición porteña y de Francisco Ramírez, toda su estructura se derrumbó, lamentablemente.

Más aun, los Unitarios debieron reconocer luego de la nula Constitución de 1853, producto del golpe de Estado de Urquiza y un ejército extranjero, que no estaban dadas las condiciones para dictarse una Constitución escrita. Algo que era una obviedad, habida cuenta de las matanzas en el interior del país por las fuerzas sicarias de los Unitarios.

Así lo dijeron “Facundo Zuviría, presidente del Congreso Constituyente del 53 y amigo íntimo del General Urquiza, veintiún años después, consideraba que aún el país no estaba preparado para darse una constitución escrita […] Donde no hay costumbres republicanas, la República es la peor de las formas, así también, cuando los pueblos no Están preparados para recibir una Constitución, la Constitución es el peor de los remedios que se puede aplicar. Que esa preparación, no ha de buscarse en la mente de los legisladores, sino en las costumbres, opinión, hábitos públicos y en la disposición de los espíritus para recibirla, observarla y acatarla, como símbolo de su fe social y política.[..] La República no se halla en estado de que podamos llenar ese objeto con un cuaderno escrito que muchas veces sólo ha servido de tea para la discordia y la guerra civil.[..] Para ser buenas y aceptadas deben ser vaciadas en el molde de los pueblos para que se dicten. ¿Y cuáles son nuestras costumbres, nuestros antecedentes, nuestro verdadero ser político y normal, para que lo traslademos a una Constitución, o que esta sea vaciada en aquél? Si con ella pensamos crearlos o cambiarlos, padecemos una equivocación que la expiaremos, como nuestros predecesores expiaron la suya, viendo morir sus obras el día mismo de su nacimiento” [259].

Del mismo modo, dice ROSA[260], Esteban Echeverría se preguntaba “¿Cuándo, preguntaréis, tendrá la sociedad argentina una constitución? Al cabo de veinticinco, de cincuenta años de vida municipal, cuando todo ella lo pida y pueda salir de su cabeza como la estatua bellísima de la mano del escultor”.

Reflexiona con acidez el historiador “Coincide este pensamiento en todo con el expuesto por Rosas, sin embargo, a Rosas se lo calumnia y persigue en la historia por esto y a Echeverría se le han levantado estatuas. La diferencia entre uno y otro fue que en Rosas la idea partió de él y la llevó a cabo organizando la República; Echeverría tiene el buen criterio de aceptar los hechos consumados, obra de aquél”

Qué diferencia con Rosas que sólo calculaba alrededor de dos años y medio para el dictado de una Constitución en el año 1832 (Carta de Rosas a Quiroga, del 6 de marzo de 1832).

Pero ya sabemos que para los liberales y la Masonería el remanido tema de la ‘Constitución’ era un subterfugio, una excusa para acabar con quien representaba la soberanía del país.   Luego ello quedó demostrado desde febrero de 1852.

Quizás una de las más memorables cartas con un sólido pensamiento político constitucional es la que el 20 de diciembre de 1834 le envió a Facundo Quiroga, conocida como la de la Hacienda de Figueroa.   En lo pertinente al tema constitucional le dice “pero que al presente es en vano clamar por el Congreso y por Constitución bajo el sistema Federal, mientras cada Estado no se arregle interiormente y no dé bajo un orden estable y permanente pruebas prácticas y positivas de su aptitud, para formar federación con los demás; porque en este sistema el gobierno general no une sino que se sostiene por la unión […]. Los pueblos se ocupasen de sus constituciones particulares, para que después de promulgadas entrásemos a trabajar los cimientos de la gran Carta Nacional. […]

“Obsérvese que el haber predominado en el país una facción que se hacía sorda al grito de esta necesidad ha destruido y aniquilado los medios y recursos que teníamos para proveer a ella, porque ha irritado los ánimos, descarriado las opiniones, puesto en choque los intereses particulares, propagado la inmoralidad y la intriga, y fraccionado en bandas de tal modo la sociedad, que no ha dejado casi reliquias de ningún vínculo, extendiéndose su furor a romper hasta el más sagrado de todos y el único que podría servir para restablecer los demás, cual es el de la religión; y que en este lastimoso estado es preciso crearlo todo de nuevo, trabajando primero en pequeño; y por fracciones para entablar después un sistema general que lo abrace todo.

“Obsérvese que una República Federativa es lo más quimérico y desastroso que puede imaginarse, toda vez que no se componga de Estados bien organizados en sí mismos porque conservando cada uno su soberanía e independencia, la fuerza del poder general con respecto al interior de la República, es casi ninguna, y su principal y casi toda su investidura, es de pura representación para llevar la voz a nombre de todos los Estados confederados en sus relaciones con las naciones extranjeras; de consiguiente si dentro de cada Estado en particular, no hay elementos de poder para mantener el orden respectivo. […]

"después de esto, en el estado de agitación en que están los pueblos, contaminados todos de unitarios, de logistas, de aspirantes, de agentes secretos de otras naciones y de las grandes logias que tienen en conmoción a toda Europa, ¿qué esperanza puede haber de tranquilidad y calma al celebrar los pactos de la Federación, primer paso que debe dar el Congreso Federativo?"[…]

"el Gobierno General en una república federativa no une los pueblos federados, los representa unidos: no es para unirlos, es para representarlos en unión ante las demás naciones: él no se ocupa de lo que pasa interiormente en ninguno de los Estados, ni decide las contiendas que se suscitan entre sí.

“En el primer caso sólo entienden las autoridades particulares del Estado y en el segundo la misma Constitución tiene previsto el modo como se ha de formar el tribunal que debe decidir. En una palabra, la unión y tranquilidad crea el Gobierno general, la desunión lo destruye; él es la consecuencia, el efecto de la unión, no es la causa”

Las conspiraciones logistas que veía Rosas desde sus primeros días en el gobierno hasta el último día de su vida, se han visto reflejadas en sus cartas y proclamas.

En cartas a Josefa Gómez, estando en Inglaterra, se refería a la insolencia de las clases vulgares, en las cuales no había respeto por el orden y la autoridad, que los llamados Derechos del Hombre engendraban sólo tiranías, etc. Así también se lo menciona a Facundo Quiroga en sus misivas, le dij que no se pueden entregar las riendas del poder patrio a ignorantes, Unitarios y, englobando en resumen a todo ese hato de despreciables hombres logistas, “a toda clase de bichos”.

Todo esto también estaba en la boca y en el pensamiento de San Martín, como veremos más adelante.

Rosas temía la disgregación de las provincias en una serie de republiquetas, lo que significaría el fin de la grandeza de nuestra patria y de su futuro.

El 16 de Junio de 1851, próximo su gobierno a ser atacado por el componenda brasileño y unitario, le escribió una carta al Papa Pio IX, que Arturo SAMPAY[261] nos trae y que cita Caponnetto.  Exclamó con enojo sobre “"las logias establecidas en Europa, y ramificadas infortunadamente en América, [ que] practican teorías desorganizadoras, propendiendo al desenfreno de las pasiones, asentando golpes a la República, a la moral, y consiguientemente a la tranquilidad del mundo. El Gobierno Argentino ha sentido ya el asomo de estas consecuencias, promovidas por el espíritu maligno de esas logias, que abusando de las dificultades de los pueblos, siembran la inquietud en los ánimos, y la falta de cordialidad en las relaciones". La acción de "Ios agentes secretos de esas logias funestas" y "el conocimiento de esas tenebrosas maquinaciones", le merecen su enérgica repulsa. Llega a sostener incluso que "ese espíritu de disolución ha penetrado infortunadamente hasta en alguna parte del clero"

Desgrana CAPONNETTO[262] el pensamiento político de Rosas se ve reflejado en sus cartas a Facundo Quiroga y a Josefa Gómez (carta del 12 de mayo de 1872) estando en el exilio.  En ellas calificaba duramente la existencia de los llamados partidos políticos; planteaba la necesidad de una autoridad paternal, inteligente, infatigable y, por sobre todo, desinteresada; señalaba la necesidad de debilitar las logias secretas (la Masonería) no sólo dentro del país, sino también las que se diseminaban por toda Europa, producto de la ‘enfermedad política’ (sic) que significaba la Revolución Francesa. Para el autor, ‘el hombre es el sistema’, pensamiento romano por excelencia.

Para Rosas, los partidos políticos conducían a la discordia y por tanto a la disolución social, por lo que ‘no es tiempo de pensar en los partidos’, como le decía a Josefa Gómez en su carta del 17 de diciembre de 1865, entre tantas otras que escribió.  Rosas, gracias a su longevidad pudo ver por sí mismo que sus temores de antaño sobre las corrientes disgregadoras que llegaban al Plata de manos de la Masonería se hicieron realidad.   Tal el caso del Salón Literario de 1837, en el que jóvenes con mucho porvenir y con las condiciones intelectuales para formar un lote de futuros dirigentes que podía conducir a buen puerto la grandeza de nuestra patria y su independencia reciente, naufragaban en teorías y abstracciones de la mano de los logistas desembarcados en nuestras costas, con sus libros funestos tan contrarios a las jerarquías y al orden.

En una reunión con Vicente Quesada en Inglaterra, amplió en forma concordante los conceptos dados a Facundo Quiroga en la Carta de la Hacienda de Figueroa, expresando que la imposibilidad de llegar a una constitución nacional escrita se debió a la incapacidad de pacificar previamente al país con acuerdos permanentes, no como lo hicieron después de 1852 a palos, fusilamientos y degüellos. Cabe agregar las palabras de su hijo, el historiador Ernesto QUESADA[263] presente en dicha reunión y muy joven por aquel entonces, al recordar lo dicho por el Restaurador de las Leyes:

 “…Porque la conspiración era permanente y en los países limítrofes los emigrados organizaban constantemente invasiones. Fue así como todo mi gobierno se pasó en defenderse de esas conspiraciones, de esas invasiones y de las intervenciones navales extranjeras: eso insumió los recursos y me impidió reducir los caudillos del interior a un papel más normal y tranquilo” […] 

"Pero el reproche de no haber dado al país una constitución me pareció siempre fútil, porque no basta dictar un "cuadernito", cual decía Quiroga, para que se aplique y resuelva todas las dificultades: es preciso antes preparar al pueblo para ello, creando hábitos de orden y de gobierno, porque una constitución no debe ser el producto de un iluso soñador sino el reflejo exacto de la situación de un país Siempre repugné a la farsa de las leyes pomposas en el papel y que no podían llevarse a la práctica.

“La base de un régimen constitucional es el ejercicio del sufragio, y esto requiere no sólo un pueblo consciente y que sepa leer y escribir, sino que tenga la seguridad de que el voto es un derecho y, a la vez, un deber, de modo que cada elector conozca a quién debe elegir, de lo contrario, las elecciones dé las legislaturas y de los gobiernos son farsas inicuas y de las que se sirven las camarillas de entretelones, con escarnio de los demás y de sí mismos, fomentando la corrupción y la villanía, quebrando el carácter y manoseando todo". […]

“No se puede poner la carreta delante de los bueyes: es preciso antes amansar a éstos, habituarlos a la coyunda y la picana, para que puedan arrastrar la carreta después.

“Era preciso pues, antes que dictar una constitución arraigar en el pueblo hábitos de gobierno y de vida democrática, lo cual era tarea larga y penosa. .. por lo demás, siempre he creído que las formas de gobierno son un asunto relativo, pues monarquía o república pueden ser igualmente excelentes o perniciosas, según el estado del país respectivo; ese es exclusivamente el nudo de la cuestión: preparar a un pueblo para que pueda tener determinada forma de gobierno; y, para ello, lo que se requiere son hombres que sean verdaderos servidores de la nación, estadistas de verdad y no meros oficinistas ramplones, pues, bajo cualquier constitución si hay tales hombres, el problema está resuelto, mientras que si no los hay cualquier constitución es inútil o peligrosa.

“Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto escrito de una constitución, que no se quiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios: si tal constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno. El grito de constitución, prescindiendo del estado del país, es una palabra hueca".

Esto muestra, sin hesitación, el realismo político de Rosas, al ‘empirismo organizador’, al mismo tiempo que su desprecio por todo ideologismo, que lo hiciera apartarse de la realidad de su país.

El historiador platense[264] ya citado, hace un estudio extenso sobre el ‘empirismo organizador’ de Rosas y que, por ser casi desconocido, amerita su transcripción:

El Restaurador fue un político empírico; hecho en que en nada disminuye su grandeza. Antes bien, su profundo realismo lo enaltece. Todas sus creaciones basábanse en la empírea y ninguna es contraria a las exigencias de la realidad, norte su pensamiento y guía de su acción. Pero su creación más genial fue "la empírica Confederación Argentina", según la apellida con acierto el gran historiador Julio Irazusta en su monumental biografía política del dictador.

“Nadie percibió con tanta claridad como él la necesidad de dar al país una organización empírica antes de dotarlo de una Constitución escrita. Su agudo realismo le permitía ver la conveniencia de lo primero tan bien como los inconvenientes de lo segundo.

“Pero su gloria consiste, sobre todo, en haber evitado que el país saltase en pedazos, dispersándose en un mosaico de republiquetas; hecho que lo convierte en el verdadero artífice de la unidad nacional. 'Esta "poderosa figura de estilo prusiano", como lo define Spengler, es así el Bismarck de la tierra.

“Pero lo que más sorprende al estudiar sin prejuicios la vida política del Restaurador es su equilibrado realismo, en cuya virtud parecíale preferible dotar al poder central de atribuciones que sólo después de estar consagradas en la misma realidad debían ser fijadas en una Constitución escrita, pues en ningún caso podía ser ésta una ley a priori, sino que debía resultar de una larga experiencia; porque la realidad viva es preferible a la letra muerta.

“El mayor error que puede cometerse en política consiste en creer que no hay organización estatal posible sin Carta constitucional; o sea en pensar que no existe Estado organizado fuera de un régimen constitucional.

“Es el error llamado constitucionalismo basado sobre esta falsa ecuación: país inconstituido igual a país desorganizado. Pero el régimen constitucional es solo uno entre varios. La "Confederación Argentina” fundamentalmente empírica en cuanto basada sobre la sabiduría experimental de su creador constituye la máxima construcción política de nuestra historia.

“Toda la política ‘rosista’ reviste, pues, un marcado carácter empírico, y la "Santa Federación" no fue concebida ni llevada a la existencia sino después de una circunspecta observación de la situación política coetánea; o sea, de lo que el propio dictador solía llamar el "verdadero estado de la tierra”.

“A los ideólogos de su tiempo contrapuso esta política realista que evita prudentemente toda precipitación, dejando que el tiempo haga también su parte. El buen político espera la oportunidad con paciencia y la aprovecha sin tardanza; a fuer de prudente, el dictador es el hombre que sabe "dar tiempo al tiempo", según aconseja la sabiduría proverbial.

“Realismo y habilidad signan toda la política de­cisionista del Restaurador, quien comprendió cabalmente en su hora que gobernar consiste ante todo en persuadir, como lo demuestra la abundante correspondencia que nos ha dejado. Su "cabeza pensadora” desarrolló una hábil dialéctica persuasiva puesta al servicio de una política de inspiración nacional, con la cual desbarató los siniestros planes de los "logistas" de su tiempo, semejantes a los sinarquistas de nuestros días”.

En síntesis, el autor realza la diferencia entre ‘realismo empírico’ y ‘utopía constitucional’; entre ‘unidad territorial’ y ‘mosaico de republiquetas’; entre ‘Estado organizado’ y ‘régimen constitucional’; entre ‘prudente persuasión’ y ‘despotismo tiránico’.

Muchas de las correspondencias entre nuestros próceres que mencionamos, son una fuente riquísima de doctrina política sobre todos los temas que estamos tratando, más allá de cuestiones coloquiales y familiares que se puedan encontrar.

Coincide San Martín con Rosas. Para dolor de liberales y progresistas que han ‘inventado’ un edulcorado y pacífico SAN MARTIN[265] Totalmente inexistente.

Veamos lo que decía en sus cartas principales el Libertador (la ‘negrita’ me pertenece):

En el manifiesto del 2 de agosto de 1821 en el Perú nos dice que “…Diez años de revolución en Venezuela, Cundinamarca [actual Colombia], Chile y Provincias Unidas del Rio de la Plata, me han hecho conocer los males que han ocasionado la convocación intempestiva de congresos, cuando aún subsistían enemigos en aquellos países. Primero es asegurar la independencia, después se pensará en establecer la libertad sólidamente

 

Al respecto y en igual sentido, lo dijo en una carta a Tomás Guido del 5 y 6 de abril de 1829:

 

“Las agitaciones de 19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido y más que todo, las difíciles circunstancias en que se halla en el día nuestro país, hacen clamar a lo general de los hombres que ven sus fortunas al borde del precipicio, y su futura suerte cubierta de una funesta incertidumbre no por un cambio en los principios que nos rigen y que en mi opinión es donde está el mal, sino por un gobierno vigoroso, en una palabra militar; porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra, igualmente conviene en que para que el país pueda existir, es de necesidad absoluta que de los dos partidos en cuestión desaparezca de él, al efecto, se trata de buscar un salvador, que reuniendo el prestigio de la victoria, el concepto de las demás provincias y más que todo un brazo vigoroso, salve a la patria de los males que la amenazan;…”

 

GALVEZ[266] dice que el 2 de setiembre de 1830  el Restaurador se dirigió a Estanislao López en estos términos: (parte pertinente) “…La idea de Congreso en suma es- una especiosa invención de los ambiciosos, para alucinar a los pueblos libres, y establecer la tiranía bajo las apariencias de libertad. Los Congresos no deben ser el principio sino la consecuencia y último resultado de la organización general. […]  Los Congresos han venido a ser el resultado de la organización obtenida por sucesivos convenios, según los ha exigido lo práctico de la experiencia por el bien de cada Estado en particular y el de todos en general […] Antes debemos existir y después organizamos. […] Congreso, congreso, ¡hasta cuándo tendrán lugar entre nosotros esos delirios con que nos han logrado llenar nuestras cabezas ciertos hombres que no han pensado sino en esclavizarnos!".

 

Los conceptos políticos de San Martín han sido fijados en innumerables documentos.

Al respecto dice Héctor SAENZ QUESADA[267]La visión política de San Martín nos parece más propia de un metropolitano de un vasto imperio. Para él la nación está antes que la localidad. Tenía, pues de ventaja sobre los lugareños, un sentido amplio del mundo español, sentido que por cierto se ha demostrado ser más exacto que el que pudieran tener los que no veían mucho más allá de su parroquia […] No es ningún misterio, porque la bibliografía es abundante, en el conocimiento de las intenciones monárquicas y aristocráticas de San Martín cuando ejercita el gobierno del Perú” .

Encontramos aquí una idea más abarcadora, no quedándose solo en la ‘patria chica’ sino que geopolíticamente veía una dimensión más amplia que el resto de los mortales, alejando de todo jacobinismo y liberalismo democrático, parecida a lo que llamaba José Antonio Primo de Rivera a su España grande ‘una unión de destino en lo universal’.

En tal sentido, y respecto a una unión de la Hispania, sigue diciendo Sáenz Quesada “ Hay una nota característica  en los documentos que hemos leído que constituye el fondo del pensamiento de San Martín. Es el concepto de la Unidad de destino de los españoles metropolitanos y de América. Vamos a verlo expresado en con mucho mas vigor y claridad en Punchauca. Allí propondrá San Martín al Virrey La Serna, que se reconozca la independencia del nuevo reino a crearse con Perú, Chile y Buenos Aires, que el monarca sea un príncipe español de la casa reinante, y que se estipulen preferencias mercantiles para los productos de la Península”.

Y en lo tocante a la Revolución Francesa y los jacobinos expresaba San Martín a Arzobispo de Lima apenas desembarca en esa ciudad sus deseos de: “-…consolidar un gobierno que garantizase el orden y la prosperidad sobre principios diametralmente opuestos a las ideas exaltadas que por desgracia fueron difundidas   en el mundo desde la célebre revolución del año ’92, yo me retiraré de la escena pública a gozar de la felicidad de mis semejantes y bendecir a la Providencia por los beneficios dispensados al país a que pertenezco- Hay una confesión de fe Católica  [dice el autor] y una expresa repulsa a las ideas exaltadas de la Revolución Francesa. Hay también el reconocimiento de la comunidad espiritual y racial De peninsulares  e hispanoamericanos  y un anhelo de concordia que luego veremos se materializará en Punchauca”

Dice Benjamín VICUÑA MACKENNA[268] que San Martín, al cual conocía muy bien “desde que en Cádiz había visto la atroz inmolación del general Solano, de quien era ayudante, perpetrada por un pueblo enfurecido, tenía una aversión profunda y casi nerviosa por las asambleas de la plebe o por los gobiernos que nacían o se apoyaban en las muchedumbres”.

Desde Europa, el General SAN MARTIN[269] le escribió a su amigo Guido varias cartas. En la del 1º de noviembre de 1831, en uno de sus párrafos le expresó textualmente:

 

"Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24 años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no viven de ilusiones, sino de hechos: ¿qué me importa que se me repita hasta la saciedad que vivo en un país de libertad si por el contrario se me oprime?... ¡Libertad! désela usted a un niño de tres años para que se entretenga por vía de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y usted me contará los resultados. ¡Libertad! Para que un hombre de honor se vea atacado por una prensa silenciosa, sin que haya leyes que lo protejan y si existen se hagan ilusorias. ¡Libertad! Para que si me dedico a cualquier género de la industria, venga una revolución que me destruya el trabajo de muchos años y la esperanza de dejar un par de bocados a mis hijos. ¡Libertad! Para que se me cargue de contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos originados porque a cuatro ambiciosos se les antoja por vía de la especulación, hacer una revolución y quedar impunes. ¡Libertad! ¡Libertad!...Maldita sea la libertad, ni será el hijo de mi madre el que vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona, hasta que no vea establecido un gobierno que los demagogos llamen tirano y me proteja contra los bienes que me brinda la actual libertad".

 

En el mismo sentido le escribió a Guido, el 1 de febrero de 1834 y el 17 de diciembre de 1835[270]:

 

"Se trata de buscar un salvador (de) brazo vigoroso (que) salve a la Patria de los males que la amenazan. No estaré tranquilo hasta que no vea establecido un gobierno, que los demagogos llamen tirano, y me proteja contra los bienes que, me brinda la actual libertad. ..Hace cerca de dos años escribía Usted que ya no  encontraba otro arbitrio, para cortar los males que por tanto tiempo han afligido a nuestra desgraciada tierra, que el establecimiento de un gobierno fuerte; más,... claro, absoluto, que enseñara a nuestros compatriotas a obedecer. Yo miro como bueno y legal todo gobierno que establezca el orden de un modo sólido y estable; y no dudo que ~u opinión y la de todos los hombres que amen a su país pensarán como yo.”

 

Reiterativo en sus conceptos políticos y en coherencia con lo ya dicho por él mismo varios años atrás, le dijo a Guido en la carta del 26 de octubre de 1836[271]

 

 “Nuestros países no pueden, por lo menos por muchos años, regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos; más claro, despóticos…No hay otro arbitrio para salvar a un estado, que tiene muchos doctores, que un gobierno absoluto”.

 

Por esta razón no se equivocó Juan Manuel de Rosas. Después del derrocamiento de su gobierno en 1852 y con una Constitución producto de dicha destitución ilegítima, el país entró en una época de terror y sangre, guerras civiles, separación de la Provincia de Buenos Aires del resto del país, como no se había visto nunca hasta entonces.

 

A través de las páginas del “Archivo Americano” de Pedro de Angelis, (Nro.19 del 21 de junio de 1845), el Gobierno de la Confederación Argentina expresaba los mismos criterios respecto a ordenar el país como paso previo a una Constitución.

 

Los párrafos principales señalaban que “…"La constitución de un Estado, para que sea sólido, debe prevenir de la creación progresiva de instituciones análogas, de las costumbres radicadas en los pueblos, de la acción lenta pero segura del orden y de las leyes especiales de cada Provincia. Hace ocho años que no dejamos las armas para repeler al bando rebelde unido a extranjeros enemigos de nuestra independencia, y una nación no se constituye en medio de la guerra. Pelea y salva su nacionalidad; después sigue naturalmente su constitución...

"El Tratado del 4 de enero de 1831 es la base de la constitución de la República... La organización política, administrativa y social de la Provincia de Buenos Aires, la seguridad de sus fronteras, la morigeración de las costumbres, y tantos otros progresos de un sistema liberal de orden y garantías, son otra base para la constitución del país, porque es inútil esperarla si sus Provincias no llevan al todo nacional fracciones ordenadas y regulares. Los salvajes unitarios han conspirado contra ese mismo Tratado en que se afianza la nacionalidad argentina, y que es la base de su constitución...

"Nuestros Congresos jamás pudieron producir los días serenos de la paz ni los sazonados frutos de la libertad constitucional. Se reunieron en la tempestad de las pasiones; un fuego violento sustituyó las inspiraciones de la razón fría y calculadora, y el clamor de las facciones enfurecidas hizo retemblar el sitio mismo de sus deliberaciones. La colisión fue espantosa; y no solo despedazó en su choque lo que existía, sino ofreció a los pueblos el ejemplo más pernicioso a la moral y a la futura constitución del país.

 

"Es una necesidad previa la consolidación de la independencia nacional y con ella de las instituciones preparatorias que ya existen creadas a virtud de los pactos fundamentales, como el Tratado del 4 de enero de 1831.

 

"Se necesita que cada Provincia afiance su organización interior en su constitución particular, en su sistema de hacienda, de justicia, de guerra y demás ramos administrativos. Esta será obra de la paz y de un tiempo empleado en asiduas y sabias tareas. Estas constituciones particulares no deben discordar en la base...

"Se necesita que cada Provincia afiance su organización interior en su constitución particular, en su sistema de hacienda, de justicia, de guerra y demás ramos administrativos. Esta será obra de la paz y de un tiempo empleado en asiduas y sabias tareas. Estas constituciones particulares no deben discordar en la base...”

 

En sus últimos años, Rosas siguió conceptualizando el mismo pensamiento, en un todo congruente consigo mismo, respecto a que no era necesaria una Constitución hasta tanto se ordenaran las provincias de nuestro país.

 

Una curiosidad que muestra la coherencia de Rosas a lo largo de su vida sobre el tema institucional, Federación, Confederación.  En una carta a Josefa Gómez del 22 de septiembre de 1869, en las postrimerías de su vida, repitió lo que le había dicho a Facundo Quiroga en su famosa carta de la Hacienda de Figueroa, del 20 de diciembre de 1834 desde San Antonio de Areco, que es toda una declaración de principios políticos[272]. Ya hemos transcripto unos párrafos antes, pero es pertinente reproducir algunos nuevamente.  Dijo, con profundo conocimiento de la ciencia política:

 

“El Gobierno General en una República no une los Pueblos federados; los representa unidos, no es para unirlos, es para representarlos unidos ante las naciones. No se ocupa de lo que pasa interiormente en ninguno de los Estados, ni decide las contiendas que se suscitan entre sí. En el primer caso solo entienden las autoridades particulares del Estado, y en el segundo la misma Constitución tiene previsto el modo como se ha de formar el tribunal que deba decidir. En una palabra, la unión y tranquilidad crea el Gobierno General, la desunión lo destruye: él es la consecuencia, el efecto de la unión, no la causa; y si es sensible su falta, es mucho mayor su caída, porqué nunca sucede sino convirtiendo en funestas desgracias, y anarquía, toda la República. No habiendo, pues, hasta ahora entre nosotros unión y tranquilidad, menos mal es que no exista el Gobierno General, que sufrir los terribles estragos de su disolución. Eran esas mis vistas, y opiniones que en todo el tiempo que presidí al Gobierno de Buenos Aíres, encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina”.

En nuestro trabajo mencionado hemos transcripto, y acá los reiteramos, conceptos de Ernesto QUESADA[273] que nos dan una descripción social del momento en que la nación toda reclamaba, prácticamente, que Rosas accediera al poder otorgándole las facultades extraordinarias para que terminara con tanta anarquía que no dejaba al pueblo vivir en paz.

Belisario TELLO[274] dice que las sociedades cuando se encuentran en una etapa de anarquía, de virtual disolución por los agitadores, no les queda otra opción para subsistir, que organizarse bajo un puño de hierro.  “La Dictadura exige hoy ser defendida y aún encomiada; porque en la práctica ella constituye la reacción más eficaz contra la anarquía”.

El concepto ‘convencional’ de Rousseau es profundamente equivocado, en cuanto base de la autoridad. “Esta no tiene un origen consensual, sino un principio natural. La autoridad, en efecto, es una institución tan natural como la paternidad de hombre o su propiedad. No hay en ella nada de convencional o artificioso”.

El estado de la sociedad que precedió a ambos gobiernos de Rosas era de profunda anarquía. En el primer caso, la llamada ‘Anarquía del Año XX’ (con el asesinato de Dorrego por parte de Lavalle y sus aduladores Unitarios como Agüero y Salvador María del Carril, entre otros) que provocó el primer gobierno de Rosas que se extendió entre 1829 y 1835. Luego hubo un período de gobiernos breves que se fueron sucediendo: Balcarce, Viamonte y Manuel V. Maza, sumado al clima de violencia anárquica que concluyó con el asesinato de Facundo Quiroga, condujo al segundo gobierno de Rosas de 1835 a 1852.

Entonces podemos inferir que la causa de un régimen dictatorial es la violencia anárquica y no su efecto, como a veces se piensa.

Los liberales y Unitarios siempre han hecho coincidir Dictadura con arbitrariedad, lo que no es lícito. Así como tampoco la Tiranía es sinónimo de Dictadura.  La diferencia es que en la primera no hay consenso público de la actuación del hombre que tiene el poder, y que es, por tal motivo, un Tirano.

Las dictaduras hacen su aparición cuando las mayorías están cansadas, hastiadas de votar cualquier cosa y que cualquier cosa sea finalmente siempre lo mismo.

En tal sentido, continúa TELLO[275] “Napoleón surge en medio de un gran cansancio electoral: la espada revelóse entonces más decisiva que el voto; cuando éste se vuelve inútil, la dictadura se vuelve inevitable. {…}

“La anarquía es un mal social de tal manera que puede llegar a poner en peligro, no solo la estabilidad política, sino también la existencia misma de la sociedad. {…} Un prolongado estado de anarquía, con la consiguiente desaparición de todo orden jurídico, traería consigo faltamente la pérdida del carácter estatal de la comunidad. {…} Cuando tosas las instituciones sociales sucumben en el caos, surge la institución dictatorial como única salvación posible. De allí que los hombres hayan visto siempre el último recurso de salvación; siendo el régimen político más indicado para sacar de sus estados de postración a una sociedad corroída por la anarquía. En tan criticas circunstancias, claro está, dicha institución viene a resultar más que necesaria, imprescindible.

La legitimidad (o no) de la Dictadura, viene dada no antes sino después, en el ejercicio del Poder, siendo la responsable en forma total-, o sea “por garantizar mediante ésta la existencia misma del Estado”. De tal modo y ante un estado anárquico de la sociedad “la Dictadura militar constituye así, una especie de ‘legítima defensa’ de la sociedad {…}. “Del instinto de conservación de los hombres y pueblos nacen las dictaduras”.

La dictadura también se diferencia del sistema parlamentario, porque al legitimarse en el ‘hacer’ y no en el ‘hablar’, rechaza la discusión infinita que desemboca en la nada.

Al respecto sigue diciendo TELLO[276] que “el dictador es la antítesis del discutidor y, como tal, opónese al legislador según lo entendía el parlamentarismo decimonono. Aquel no discute como éste; dicta simplemente {según su leal saber y entender}. La Dictadura constituye, así la reacción más radical frente a la ‘clase discutidora’ que configura el Parlamento moderno: una decisión definitiva es contrapuesta entonces a una discusión indefinida. Pero el dictador es también un legislador extraordinario ‘ratione necessitatis’”

Ya decía y con suma razón Oswald SPENGLER[277]al final es siempre un pelotón de soldados quien salva la civilización”. Varias veces Rosas tuvo que salvar a nuestra civilización de la anarquía interna y de las agresiones externas. Hizo lo que puedo y hasta donde pudo.

Eso es lo que diferencia a un político empírico de un utópico trasnochado. El político empírico se maneja con lo posible, la recta y prudencial noción de lo posible.  El utópico intenta crear algo de la nada, sin base alguna sobre lo ya existente, lo cual termina por hacerlo rodar sobre el precipicio de la fantasía nihilista.

De allí se extrae que el acierto de un político realista se basa, no en lo que dice, sino en el éxito de lo que hace. Lo que hace legitima su poder, no el voto ni lo que dice. “Verba Volant, Facta Manent

Para que un gobierno dictatorial sea opresivo e injusto requiere actuar en contra de la justicia o del Derecho Natural.

Resalta el autor “la función dictatorial exige de quien la ejercita una gran capacidad de trabajo, porque sobre las solas espaldas del dictador pesan todos los asuntos del Estado, aun los más nimios: su tarea es tan exclusiva como su mano”

Estos son los riesgos de un gobierno dictatorial: mayor trabajo por la dificultad de delegar y mayor responsabilidad frente a su pueblo que conlleva la posibilidad de fracaso expuesto y que le puede acarrear tanto la gloria como la muerte.  Si fracasa, a diferencia del régimen democrático, sus decisiones no se diluyen en el anonimato de una pléyade de hombres oscuros y no conocidos que quedan a salvo si se equivocan en sus decisiones, sino que las decisiones de los dictadores quedan expuestas en primera persona, como debe ser.

Un dictador, como Rosas, encarna la voluntad nacional y disgrega los particularismos. De allí que la dictadura requiera un apoyo popular como consecuencia y no como causa de la recta gestión. Su legitimidad deriva del éxito de su gestión en bien de su pueblo y su nación.

Toda revolución nihilista y antinacional deriva en la anarquía y ésta conduce inevitablemente, por decantación, por instinto de supervivencia, a una dictadura que restaure el principio de autoridad que es esencial para la existencia de una sociedad. Es una cuestión existencial.

El dictador obtiene su legitimidad por su actuación en beneficio de su pueblo, que así, libremente lo acepta y sostiene.

San Martín también exigía un gobierno fuerte, autocrático, para terminar con la anarquía Unitaria, que él mismo tanto sufrió y que lo obligó a emigrar, como ya hemos leído en párrafos anteriores en sus cartas a Guido:

La historia de Rosas se convierte en la historia de la exacerbación del partido Unitario, que fue el que todo provocó durante aquella época: Rosas no tuvo más remedio que someterse a lo que los Unitarios querían, y dejarse llevar al terreno que éstos elegían. El sueño dorado de Rosas: la reconstrucción del Virreinato, una patria grande, unida y fuerte, bajo la égida de un poder militar respetable y servida por una diplomacia seria, no pudo realizarse nunca, porque los Unitarios no le permitieron ocuparse de él o desbarataron sus planes en todo momento. (La ‘negrita’ me pertenece).

“Síganse los acontecimientos de la época: Rosas no tuvo jamás la iniciativa de un solo exceso, de una sola guerra, ni de un solo conflicto: en todos, sin excepción, es el partido unitario quien los inicia, los desarrollaa la larga, la población, cansada de tanta inseguridad material y de tanta incertidumbre política, desesperada por salir de la confusión permanente en que se vivía, no aspiró sino a la paz, a la tranquilidad, al orden, buscando "un hombre" suficientemente enérgico para que garantizara la realización de ese voto supremo.

En circunstancias semejantes nadie pensaba en instituciones más o menos liberales: sólo se quería el orden material, a cualquier precio. Rosas era el hombre que encarnaba y realizaba esa aspiración, y que, imbuido en los mismos prejuicios de sus coetáneos, ante todo y sobre todo aspiró a cimentar el anhelado orden material, considerando como cosa secundaria y como simples formalidades las instituciones liberales, con su rodaje parlamentario y su gobierno ministerial.

En un país normalizado y con educación difundida, un hombre semejante habría sido una calamidad; en nuestro país y en aquella época era una salvación. Había dominado con mano férrea la hidra de la anarquía, cimentando el orden, tranquilizando los ánimos y preparaba el país a su evolución natural.

La intemperancia del círculo unitario amenazaba trastornarlo todo: encendía de nuevo la guerra civil, entronizada la anarquía, sembraba la intranquilidad. De ahí que la población se levantara airada e iracunda contra los eternos perturbadores del orden, que habían demostrado, cuando estuvieron en el poder .su absoluta incapacidad para el gobierno; y cuyos hombres dirigentes, profundamente divididos entre sí, sólo presagiaban un poder débil, inseguro y vacilante.

La invasión unitaria hacía retroceder el país al caos del año 20; la gente, exacerbada, tenía que repeler una intentona tan descabellada, conducida por hombres que anteponían su personalismo excluyente al patriotismo más elemental. Rosas, en aquellos momentos, encarnaba la aspiración de la época: la tranquilidad y el orden, para el logro de lo cual todos consideraban imprescindible el autoritarismo, la energía implacable y las cualidades que caracterizaban al gobierno establecido”.

De aquí podemos extraer como conclusión que el rigor del gobierno de Rosas fue producto de la anarquía producida por los Directoriales y los Unitarios (‘panfletistas desvergonzados’, dice Enrique ARANA (h)[278]).

La misma reflexión expone CORVALÁN LIMA[279]: “Como es dado observar, Rosas no estuvo solo en esta concepción histórica tradicional, a los efectos de la formación constitucional argentina. Hombres de gran prestigio, muchos de ellos adversarios, compartieron sus ideas. Es injusto, entonces, decir que Rosas no quiso la Constitución para su Patria. Rosas deseó la Constitución, pero una Constitución real, para un país real, y no una carta de papel, que no lo supiera expresar”.

Como hemos mencionado, Zuviría, Echeverría, Mitre y, hasta el propio Sarmiento, lo reconocieron con los años.

Ahora bien, debemos puntualizar un hecho.  Uno de los errores de Artigas y Oribe en el final de sus días fue considerar como necesidad primigenia y por delante de todo, contar con una Constitución Nacional.  Era algo fundamental y peleaban por ella. Pensaban que había que dar una Constitución como condición necesaria para la libertad de nuestros pueblos.   El Protector de los Pueblos Libres lo declaró una y mil veces.

Coincidimos con Juan Manuel de Rosas, cuando dijo que eso era “poner el carro delante del caballo”, como ya lo señalamos.

En tal sentido se preguntaba el norteamericano Brackenridge, visitando la Argentina en a1817, citado por CORVALÁN LIMA[280]: “¿Por qué hemos de insistir en que los sudamericanos establezcan un gobierno precisamente similar al nuestro?. Deben formar sus gobiernos como edifican sus casas: con los materiales que tienen a mano”.

No hay duda alguna que sería esencialmente norteamericano, y que diferiría considerablemente del nuestro.

Rosas decía que primero había que poner en orden y paz cada una de las Provincias –que ya tenían sus Constituciones Provinciales- y recién una vez logrado esto, se podría dictar una de carácter nacional.

En nuestro territorio, las provincias estaban ligadas por los pactos federales, a diferencia de la Banda Oriental donde Artigas, y en general los patriotas Orientales, entendían que mientras no existiera una Constitución Nacional que englobara a todas las Provincias, no habría soberanía, no habría independencia y no habría paz entre los pueblos.

Creemos que Oribe pensaba igual que Rosas, habida cuenta que peleó a su lado muchos años, pero que las circunstancias, la vida, la edad y las derrotas militares últimas, así como la defección de la mayoría de sus oficiales, lo obligaron a hocicar y entrar en la fantasía de la necesidad de una Constitución para liberar al pueblo. Hizo lo mejor que pudo.

La Masonería, a la cual pertenecía Oribe más allá de su incuestionable religiosidad, debió haber jugado un papel importante en esto.

Los hechos demostraron que ninguna Constitución asegura la paz, ni la independencia, ni amalgama la soberanía de la patria. Rosas tenía razón, quedó demostrado en lo sucedido desde 1853 hasta nuestros días, como veremos en el Capítulo VIII.  Allí notaremos cómo se cae a pedazos la excusa de la necesidad de una Constitución Nacional para voltear al Gobierno legítimo de la Confederación Argentina.

Respecto a QUESADA[281], si bien en el fondo las dictaduras no eran  de su agrado, en una carta al escritor y político peruano Ricardo Palma, del 4 de octubre de 1898 le dijo que creía que… “Las dictaduras no siempre son condenables, ni forzosamente degeneran en excesos o en crímenes: un dictador no es, propiamente, más que un presidente con poderes más extensos que la generalidad, y ese régimen puede ser perfectamente constitucional, cuando está establecido en las leyes de un país y funciona honestamente”.

Aunque luego, confundió los conceptos de ‘Dictadura’ y ‘Tiranía’ entendiendo que un dictador y un tirano eran lo mismo.  Olvidó a los clásicos que demuestran que no sólo no son lo mismo, sino que la tiranía es la consecuencia necesaria de la democracia, que es el endiosamiento del número, estableciendo la ‘numerocracia’ como verdad absoluta en política y que el tirano actúa en contra de los intereses públicos y a favor de los personales. El tirano, accede y se mantiene en el gobierno por imposición, contra los deseos e intereses de su pueblo.

Santo Tomas de Aquino escribió: “El tirano, es una persona que es un intruso en el ejercicio del gobierno y que no ordena al bien común la multitud que le está sometida sino al bien privado de él mismo”.

En cambio, la Dictadura como forma de gobierno, tiene como base la toma de las riendas de un gobierno por una persona que se hace visible, protegiendo el bien común y que cuenta con el apoyo legal de la gente que le da la suma del poder, haciéndose responsable del éxito de su gestión, muchas veces a costa de su vida si se equivoca. El dictador es consecuencia de una necesidad expresada por el pueblo, cansado de la anarquía en un determinado momento histórico y permanece en el gobierno al cuidado de los intereses públicos, políticos y económicos, mientras el pueblo le brinda su apoyo.

 

Contradiciendo a quienes literariamente inventan un ‘Rosas’ tiránico, las facetas sociales y de bien común que implementó, están presentes durante todo su gobierno, inclusive en los últimos días antes de su caída.

 

En efecto, el 8 de enero de 1852 a pocos días de la batalla de Caseros, Rosas tuvo tiempo de dictar una resolución refrendada por la Sala de Representantes, como órgano legislativo, por la cual daba a los empleados del Banco Provincia un mes de sueldo supletorio en el mes de diciembre anterior, lo que de algún modo dio origen al Aguinaldo[282] en nuestro país, como consta en la Biblioteca, Archivo y Museo Históricos del Banco de la Provincia de Buenos Aires “Dr. Arturo Jauretche”.

 

Esto demuestra el sentido social que existía en el Gobierno de la Confederación Argentina casi hasta el último día de su gobierno. Caído el gobierno soberano, dichas sumas se dejaron de entregar.

 

 


 

 


Ese sentido social y representativo de Rosas lo confesaron, púdicamente, los enemigos acérrimos de la Confederación Argentina. Dice CORVALÁN LIMA[283] que Sarmiento confiesa:

 "En obsequio de la verdad histórica nunca hubo gobierno más popular, más deseado, ni más bien sostenido por la opinión, que el de Juan Manuel de Rosas”

“Y hablando del plebiscito que le otorgó la suma del poder público dice que "la votación fue unánime, excepto tres votos que se opusieron a la delegación de dicha suma. ¿Concíbese cómo ha podido suceder que en una provincia de cuatrocientos mil habitantes, según asegura le «Gaceta», sólo hubiese tres votos contrarios al gobierno? Sería acaso que los disidentes no votaron, se pregunta. ¡Nada de eso! No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar, los enfermos se levantaron de la cama para ir a dar su asentimiento”

"Su popularidad -expresa Esteban Echeverría- era indisputable: no sólo el pueblo sino la juventud, la clase pudiente, hasta sus enemigos acérrimos lo deseaban, lo esperaban, cuando empuñó la suma del poder”

“El mismo Sarmiento ha dicho también, hablando de Rosas, "que lo haría su consejero de estado, por la mucha experiencia de los negocios que ha adquirido en tantos años, por su conocimiento de los hombres, su rara astucia, su energía indomable y otras cualidades eminentes"

Esas cualidades eminentes que sugería el sanjuanino enemigo y apóstata a su patria eran bien conocidas por él. Pero, las callaba por intereses políticos. Cuando Rosas desapareció de la escena política, tuvo el buen gusto, por lo menos, de reconocerlo.

Los Unitarios afirmaban insistentemente y sin fundamento alguno, que Rosas era enemigo de la cultura, de la enseñanza, de la educación. Que era un inculto hombre de campo.  Luego de la caída de su gobierno, Sarmiento le decía a José María Ramos Mejía que no creyera todo lo que se decía sobre Rosas en los tiempos de lucha; que en mejores tiempos se sabría la verdad.

Ramos Mejía creía a pie juntillas lo que se decía en tiempos de combate sobre Rosas. Y Sarmiento le hizo ver que no fuera ‘más papista que el Papa’ porque sobre los tiempos de Rosas hubo ‘inexactitudes a designio’, dicho esto en términos académicos pero que no dejaban lugar a duda en cuanto a la confesión de Sarmiento.

Apunta Héctor CORVALÁN LIMA[284] en un completo estudio sobre la cultura en tiempos de Rosas, que “Rosas, tuvo como preocupación constante la educación y la cultura de su pueblo. Mucho antes de ejercer el poder, siendo un joven y próspero estanciero y luego Comandante de la Campaña, se encargó de hacer instruir ala peonada de sus establecimientos, así como a sus hijos, levantando a su costo, en muchos casos, las escuelas que fueron necesarias.

“Hemos dicho en un trabajo nuestro sobre Rosas y la formación constitucional argentina,[285] que el Dictador porteño, si bien no fue un doctor, tampoco fue el gaucho intuitivo, ignorante y sanguinario, que intenta pintar la leyenda unitaria.

“Por esto  [Mario Cesar] Gras con razón ha dicho que la "leyenda roja de la dictadura rosista con su tirano sanguinario, ignorante y zafio, con su cohorte siniestra de feroces degolladores, su horror a la luz y su correlativa pléyade de mártires inmaculados ha sido habilidosamente explotada por la historiografía liberal que, dándole apariencia de verdad inconcusa y valiéndose aviesamente  de la escuela pública, hizo de ella un articulo de fe que metió a martillo en la desprevenida conciencia popular, la que se habituó, poco a poco a admitirla como si fuera la historia verdadera.[…]

“La leyenda roja no limita su condenación al personaje. Comprende toda su época y se extiende a la sociedad que lo engendró, lo encumbró, lo apoyó y lo glorificó, sociedad consciente y respetable que estaba constituida por las viejas familias patricias, fundadoras de la nacionalidad y artífices de la independencia americana que alcanzaron con la sangre generosa de sus hijos y el aporte espontaneo sus fortunas".

“Rosas no fue un improvisado de la política, ni de la cultura. Sus escritos de gobierno, tanto diplomáticos como de política interna, su correspondencia epistolar y su actuación periodística, nos revelan a un hombre ilustrado, conocedor profundo de lo que trata, al par que a un razonador infatigable, de una lógica y claridad admirables. Entre los libros que frecuentaba Rosas, podemos citar autores tales como Almani, Abreu y Bertodano, Arozena, Morelli, Du Mono, Angelis, Martens, Koch, Byn Kerbroet, Olmeda y León, Bourget, Bravo, Grotius, Dromat, Pardessus, Pinhero Ferreira, Puffendorf, Real de Curban, Wolf, Werenko, Vibriacus, Brookes, Charlevoix, Cook, Callot, Funes, Gustave, Humboldt, Juan, Lozano, Miller, Pernettyfett, Ulloa, etc.

“Por esto Sampay dice que "analizando los primeros planes políticos de Rosas y sus primeras cartas políticas, cuando aún exhibía su erudición o enunciaba los principios sobre los cuales apoyaba sus juicios prácticos, se percibe a las claras que había estudiado la Ética a Nicómaco de Aristóteles, que es el verdadero tratado de Ciencia Política del Estagirita.

“Rosas frecuentó de igual modo a Platón, a Cicerón, a quien citaba de memoria, a Thomas Paine, a Burke, a de Maitre, etc.

"Sus conclusiones sobre el ‘jus soli’ para determinar la nacionalidad de los hijos de extranjeros nacidos en el País y sobre la soberanía condicional de las ex provincias segregadas del antiguo virreinato;

“Su teoría de la confraternidad interamericana inalterable, como base de la resistencia a la intromisión extra-continental, así como los ejemplares tratados que obligó a suscribir a las potencias sitiadoras en 1840, 1847 y 1849;

“Su tesis sobre la navegabilidad de los ríos y la publicación trilingüe de sus mensajes y expedientes diplomáticos, con lo que se anticipó en casi un siglo a los llamados libros de color, tan dé actualidad en la diplomacia de nuestros días", son antecedentes realmente relevantes que colocan a Rosas a la altura de nuestros más importantes internacionalistas y alejan, sin hesitación, la imagen de gaucho inculto con que lo intentó pintar la historia liberal.

“Ratificando lo dicho, Ventura de la Vega que lo visitó en Southampton poco después de su caída, escribió a su mujer: "-Rosas es el carácter más original, más raro, más sorprendente que te puedes imaginar. Hablando de política, dice cosas admirables. Decían que sólo tenía talento natural y que era poco culto; no es cierto. Es un hombre instruidísimo y me lo probó con las citas que hacía en su conversación; conoce muy bien la literatura española, y sabe de memoria muchos versos de nuestros poetas clásicos”

El autor que venimos siguiendo nos hace un racconto de todas las virtudes del Restaurador, no sólo en la administración de las finanzas públicas, sino también en su grado de cultura, producto de las lecturas no solo clásicas sino también contemporáneas. Gracias a estas últimas, pudo avizorar los males que se avecinaban a nuestras tierras con su ideologismo destructor y disolvente de nuestra soberanía.

“Rosas dirigió personalmente todos los ramos de la administración durante el tiempo que ejerció el poder. Sin perjuicio de sus muy buenos ministros y demás colaboradores. Condujo las finanzas del Estado con evidente acierto, lo que le permitió sobrellevar con éxito –como dice el Dr. Gras-- las dificultades económicas que aparejaron los bloqueos y salir de la crisis sin recurrir al hambre y la sed del pueblo argentino. Al año y medio de terminada la guerra estaba sensiblemente disminuido el déficit que ella produjo, la moneda aumentó su valor adquisitivo y el fenómeno de la inflación no se conoció en Buenos Aires hasta después de su caída. La ley de Aduanas, la ley de Contabilidad y la creación del Banco de la Provincia [286] fueron obras suyas. Favoreció la inmigración y estimuló la industria. Durante su gobierno se construyeron los primeros alambrados, se instalaron las primeras máquinas a vapor y se efectuó en 1850 la primera exportación de trigo a Europa.

“Frecuenta a Virgilio, a Horacio y a Quevedo, lee el Manuel del Abogado Americano y que tiene en su biblioteca los Códigos franceses, han publicado, cuando apenas tenía 26 años, un trabajo titulado Administración de estancias y demás establecimientos pastoriles en la campaña de Buenos Aires. Se adelanta así a los publicistas de los manuales técnicos de hoy. Su Gramática y Diccionario de la lengua pampa, […] En cuanto a política internacional ya en 1871 habla de la necesidad de una Liga de las Naciones para conseguir y asegurar la paz social y la armonía internacional. Propicia la urgente erección de un congreso, Tribunal de las Naciones, el que deberá ocuparse de un Código Internacional en el que "se consignará con explícita claridad el equilibrio entre ellas y las garantías seguras para las libertades, soberanía y derecho de los débiles". Este Tribunal debería ser presidido por el Papa. […]

La religiosidad de Rosas fue permanente, no sólo en su infancia, sino también durante su mandato. Religiosidad que perduró en su destierro hasta el último suspiro de su vida, como expresa Antonio CAPONNETTO[287], en un profundo trabajo sobre el tema.

Contribuyeron a ello, describe el autor, la crianza en el campo y la educación transmitida por sus padres y maestros, como el padre Francisco Javier de Argerich, entre otros.

En cuanto a la administración del Estado, llevaba las cuentas en perfecto orden, sin inflación a pesar de las constantes guerras a las que era sometido el país por potencias extranjeras, con ayuda de sus empleados criollos Unitarios.

Rosas también fue un gobernante preocupado sobre la educación para el pueblo.

En el Colegio Republicano Federal y en el San Martín existía educación primaria y secundaria. Esta comprendía tres grupos de materias: idiomas (latín, inglés, francés, italiano y griego); literatura y ciencias (humanidades, retórica, filosofía, matemáticas, física experimental, historia, literatura, poética y religión) y bellas artes (dibujo, música vocal, piano, guitarra, flauta e instrumentos de viento).

Marcos Sastre fue Secretario del Colegio Republicano Federal y fundador, en 1837, del famoso del Salón Literario, donde varios de sus miembros descollaron en distintas artes, entre otros, Juan B. Alberdi, Rafael Corvalán, Carlos Tejedor, Vicente Fidel López, Esteban Echeverría, Juan María Gutiérrez, Nicanor Albarellos (quien fuera luego uno de los principales detractores de Rosas, junto a casi todos los demás de dicho Salón, en los juicios seguidos contra el Restaurador, donde descargó su odio con fiereza), quienes daban loas a Rosas y a su gobierno. Pero no trepidaron en irse de Buenos Aires cuando la cultura francesa impregnó sus mentes lábiles, soñadoras, pero de ninguna manera inocuas.

Uno de ellos fue Juan María Gutiérrez, arquetipo del liberal, masón y afrancesado que con su ideología a cuestas durante toda su vida vivió en una fantasía intentando crear un mundo europeo en nuestras tierras americanas (cuando decimos ‘europeo’ nos referimos a Francia e Inglaterra; no a España).

Se dedicó a varias profesiones, sin ser creativo en ninguna de ellas: poeta, literato, político, diplomático, docente, periodista.  Había estudiado un poco de Derecho y el único mérito que tenía era el saber inglés y francés.

José María ROSA[288] (bajo el seudónimo de Martín Pincen) en un extenso trabajo, desenmascara a este melifluo y afectado personaje elevado al proscenio de los genios del liberalismo. Así es como se ha falsificado la historia que nos han contado.

Varios de sus contemporáneos liberales comentaban de él:

Dijo Groussac que Gutiérrez "es, en política, el hombre que se ocupa de cosas para las que no ha nacido"

Sarmiento consideró que “el señor Gutiérrez es un literato conocido por largo tiempo, más consagrado a medir y confeccionar versos que a las cuestiones públicas…hablista, poco dado a la política”.

Según propia confesión, se propuso "reparar con instituciones fundamentales los errores que, al par de las costumbres, nos inocularon los conquistadores españoles"

Este amor a lo foráneo entusiasmó a su amigo Alberdi: "Gutiérrez es un europeísta convencido”, diría años después en su biografía póstuma. "Gutiérrez vivía en Europa en su propio país", agregó, creyendo que estar fuera de la realidad era el mejor elogio que podía hacerse del constituyente.  "A su influencia se debió en parte, que el elemento europeísta predominase en la Constitución de mayo de 1853"

Fue un utópico, lo que significa un abstraído de la realidad de su país y tirano de la esencialidad de su patria.

Destacó Menéndez y Pelayo, respecto a Gutiérrez, “su aversión a España y empedernido ‘volterianismo’, que rayaba en fanática e intolerable manía”.

Dice Alberto Ricardo DALLA VIA[289],: "La Constitución no es una teoría, como se ha dicho; nada más práctico que ella, es el pueblo, es la Nación argentina hecha ley y encerrada en este código que encierra la tiranía de la ley, esa tiranía santa, única a que yo y todos los argentinos nos rendiremos gustosos. Los pueblos nos la piden con exigencia porque ven en ella su salvación; y es por otra parte la oportunidad más aparente para dársela; debemos hacerlo sin pérdida de tiempo, y pretender su aplazamiento es una acción que no me atrevo a calificar..."

Entendemos que es justamente lo contrario: ningún pueblo ha pedido la Constitución como salvación. Esto sólo estaba en la mente de los ‘doctores’ desconectados del pueblo al que nunca supieron interpretar sus intereses ni los intereses de la Patria. 

Volviendo a Rosa:  “Modesto empleado de la administración rosista, el Restaurador le había ascendido a Ingeniero 1º del Departamento Topográfico. Por aquel entonces estaba muy de acuerdo con el gobierno de Rosas; había votado – como iodo Buenos Aires – la suma del poder público en el plebiscito de 1835; y en 1837, cuando fundara con Alberdi y ni 1a "Asociación de Mayo“, lo hacía convencido que "bajo el signo federal se cumpliría el ideal de la Revolución de Mayo"; en agosto de 1839 felicitaba públicamente a Rosas “por la feliz terminación de los complots de Cullen y Berón de Astrada, y por haber salvado la vida en la conspiración de los Maza"

(Curiosamente, años después, en 1853, se terminaría casando con la hija de Domingo Cullen, Ana Josefa Gerónima Cullen de 15 años de edad).

En ese año 1839, el joven dandy, que redactara La Moda hasta hacía poco, escribía en los diarios oficiales suaves y delicadas Odas de Desamor, a una Diamela, a la Aurora, a una Rosa a un Jazmín, o componía dulces estrofas de este gusto: "Id agraciados versos a las plantas de las hermosas ninfas de mi río.” […]

“... tal vez por sentirse "hijo espiritual de Francia" como todos los leones de la calle Potosí, la aventura imperialista de Luis Felipe contra su Patria se le antojaba "el conflicto de la civilización y la barbarie, y simpatizó con la causa del Derecho, que el despotismo hollaba", como lo explica patrióticamente Alberdi. […]”

“Juan María tomó parte en el romanticismo de las conspiraciones unitarias, con todo el entusiasmo de su temperamento poético. Su labor consistió en informar a Montevideo las cosas de Buenos Aires. Eran los días trágicos del "terror mazorquero", y la policía de Rosas se incautó de cartas muy comprometedoras para el Ingeniero 1º del Departamento Topográfico.

“El arbitrario tirano lo castigó dejándolo cesante de su puesto "por no ser acreedor a la confianza del gobierno", destinándolo, con refinada crueldad "al servicio de las armas “, dándolo de alta en el ejército argentino que se preparaba para luchar contra los invasores franceses.

“Los tres meses que el rey de los leones pasó en el Cuartel de Santos Lugares fueron horribles: los rudos sargentos de Rosas lo obligaban, sin miramiento alguno, a compartir la zafia comida cuartelera, provocándole una repugnancia de estómago que lo tuvo a mal traer.

“Angustiada su madre consiguió sacarlo del campamento, previo pago de un personero que hizo el servicio militar en su reemplazo. Poco después conseguía de Rosas pasaje para irse tranquilamente a Montevideo. […]

“Anduvieron por Europa [con Alberdi, su amigo]  un tiempo, acabando luego por establecerse en Chile; allí, Juan María consiguió el remunerado cargo de Director de una Escuela Naval en Valparaíso, mientras Alberdi abría en la misma ciudad un jugoso bufete de abogado.

“No parecía importarle ya la política al sensible poeta del Canto de Mayo. Escribe a Mitre así, desde el fundo del Águila: "Estoy dedicado a la más profunda haraganearía de espíritu y de cuerpo... ¡Qué fortuna el que no me importe un pito la lucha que sostienen ustedes!"

Luego de Caseros volvió a Buenos Aires y, como soplaban los nuevos vientos, se acercó a Urquiza y lo siguió en sus actuaciones políticas mudándose a Entre Ríos.

Este meloso periodista de revista de modas, lo que era realmente Gutiérrez (hoy día diríamos un periodista del ‘espectáculo’ y de la vida social), se embarcó al calor del poder de Don Justo, en calidad de asesor.

Sigue diciendo Rosa, “Gutiérrez seguiría mansamente la suerte de Urquiza, Fue más tarde su constituyente en Santa Fe, su Canciller en Paraná. Tal vez para mantenerse en el favor soberano usó medios un tanto criticable: a Groussac le parecen "afligentes ciertos panegíricos a Urquiza que no se detienen ante el encomio de sus atractivos físicos"

“Pero al fin y al cabo cada uno se defiende con las armas que tiene, y es perdonable que un poeta de revistas de modas componga sonetos a los ojos verdes, o rime endecasílabos a los venerables labios del poderoso que distribuye favores”

 “En Paraná, fue Ministro primero, como diputado después. Pero la prolongada ausencia de Buenos Aires tenía afligido al elegante porteño, mal resignado a la llaneza y rusticidad de la vida provinciana. Por eso tentaría algún puesto en Buenos Aires, valiéndose de sus antiguas amistades de la proscripción; cl 22 de marzo de 1861, Gorostiaga (que vivía en Buenos Aires desde el 55) escribe a Félix Frías, a propósito de las aspiraciones de Gutiérrez: "Este amigo aún no está empleado, pero parece seguro que pronto será nombrado Rector de la Universidad".

“Y fue Rector de la Universidad aunque para lograr ese cargo pasó por algunas cosa, un poco desairadas, como esa de tener que felicitar a Mitre por su victoria contra la Confederación "¡Atrás bárbaros! – dice en esa carta indignándose con los vencidos, sus compañeros hasta el día anterior – !nosotros los porteños!". Pero con todo consiguió el puesto que ambicionaba, en el cual se perpetuaría hasta jubilarse.

Afirma CORVALÁN LIMA[290]Estos jóvenes, no todos, se alejaron de Buenos Aires sin que nadie los echara. Prefirieron a la hora de decidir, quedarse con Francia con la que los una su romanticismo enfermizo, que luchar por la libertad y soberanía de su Patria. Estos jóvenes -dicen Julio y Rodolfo Irazusta- no vivían sino con la imaginación puesta en el extranjero... no obstante, el carácter expansivo de la agresión francesa primero, y de la que combinaron con Inglaterra después; probado por su simultaneidad con otras en América ‘’los emigrados’ tomaron las armas contra su patria, junto a los agresores de esta. Recibieron su oro en pago del nefando servicio. y siguieron creyéndose los mejores argentinos...[en cambio] Rosas representaba, condujo y personificó -como dice Don Carlos Ibarguren-, la irresistible corriente nacionalista antiliberal, antieuropea, autóctona y tradicionalmente española del pueblo argentino contra la prédica demagógica y revolucionaria de los logistas, anarquistas y ‘fracmasones’ [sic], como llamaba a los unitarios agitadores y propagandistas del liberalismo"

El autor mendocino, dice que no todos los supuestamente intelectuales prefirieron irse al extranjero con sus ideas exóticas, aunque la propaganda liberal insistentemente y a diario nos lo quiere hacer creer hasta el día de hoy.

Y tan es así, que nos brinda una lista incompleta pero que avala lo manifestado, donde puede comprobarse que son muchos más los que se quedaron en nuestra patria creciendo profesionalmente, aunque no fueran necesariamente Federales o coincidieran con la política de Rosas, como Manuel J. García ad-later ominoso de Rivadavia, Marcos Sastre, Rufino de Elizalde, etc.

Don Vicente López y Planes, el autor de nuestra Canción Patria; Don Vicente Anastacio Echeverría, jurisconsulto de nota; Don Francisco Javier Muñiz, el notable naturalista; Felipe Senillosa, matemático español, que hizo suya la ciudadanía argentina; Claudio Mamerto Cuenca, médico y poeta; Saturnino Segurola, teólogo, historiador y fecundo educador, a cuya pluma se deben los "Apuntes para la historia del Río de la Plata", Baldomero García, brillante jurisconsulto; Bernardo de Irigoyen, el luego formidable hombre de estado; Fernando García del Molino, uno de los fundadores de la pintura argentina; el notable civilista Dr. Lorenzo Torres, así como Eduardo Lahitte, singular también como hombre de derecho; Carlos Enrique Pellegrini, padre del presidente, pintor de nota e ingeniero; Diego Alcorta, médico y filósofo de alto vuelo; Manuel Obligado, jurisconsulto; Pedro de Angelis, insigne humanista y polígrafo; Nicolás Aldazor, filósofo, después Obispo de Cuyo; el General Guido, guerrero ilustre, que cumplió algunas funciones diplomáticas; Tomás Manuel de Anchorena, signatario del Acta soberana del año 16, hombre de consulta y eminente abogado; Teodoro Alvarez, talentoso médico, cuyo nombre recuerda un hospital de la Ciudad de Buenos Aires; José María Roxas y Patrón, hombre de gran prestigio en las cuestiones referidas a la economía y la hacienda públicas, ministro del Restaurador y su más leal amigo cuando Rosas se encuentra en el ostracismo; Santiago Kiernan, valioso publicista, abuelo de Belisario Roldán; Juan Pedro Esnaola, primer músico y compositor argentino de su época, a quien debemos el arreglo de nuestro Himno Nacional; el coronel don Vicente Corvalán, guerrero en el sitio grande de Montevideo, que hizo toda la campaña con Oribe ; Don Luis Obligado, el padre de Rafael, el poeta de tan dulce recuerdo; Felipe Arana, diplomático y jurista de alta talla; Manuel Insiarte, jurisconsulto y bibliófilo, poseedor de la más más importante biblioteca existente entonces en Buenos Aires y que fue Ministro de Rosas; Roque Sáenz Peña, jurisconsulto y magistrado, padre y abuelo de los presidentes del mismo apellido; Pedro Benoit, matemático, estadígrafo, pintor, de quien se ha dicho que era Luis XVII de Francia (El Delfín), que fue Director del Departamento Topográfico en la Administración del General Rosas”

“El Archivo de la Universidad de Buenos Aires, sus libros de grados son el testimonio más fiel para demostrar la impostura de los que sos tienen qué la Universidad en la época de Rosas estuvo cerrada. Norberto Piñero y Eduardo L. Bidau, en un trabajo responsable, honesto y enjundioso, "Anales de la Universidad de Buenos Aires", año 1888, existente en la Biblioteca de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos Aires, bajo el número 130.000, Sala 1202/2, muestran documentadamente -de la consulta de los libros de exámenes y de grados- que desde 1829 a 1852, la universidad funcionó normalmente y que de ella egresaron los hombres que habrían de conducir los destinos del País los treinta años posteriores a la caída de Rosas.[…]

La lista de Doctores en Jurisprudencia, sin consideración alguna de su pensamiento político, es enorme.

Todos estudiaron y se recibieron en los colegios y universidades existentes en la época de Rosas. Y muchos de ellos criticaron el Régimen cuando éste cayó, olvidándose de dónde venían y qué Estado les había dado los medios para estudiar y graduarse.

Quien desee ver la lista completa, remitimos al artículo del autor citado. Igualmente podemos nombrar a algunos muy reconocidos como Baldomero Garcia, Antonino Aberestain, Idefonso Pirán, Francisco de las Carreras, Marcos Avellaneda, Miguel Cané, Pedro García de Zuñiga, Mariano de Sarratea, Vicente Fidel Lopez, Carlos Tejedor, Jacinto Rodríguez Peña, Emilio Agrelo, Rufino de Elizalde, Bernardo de Irigoyen, José Benjamin Gorostiaga, Pastor Obligado, Adeodato Gondra, Adolfo Insiarte, Tomás Anchorena, Eduardo Costa, Miguel Navarro Viola, Francisco Elizalde, Miguel Olaguer Feliú, Alfredo Lahitte, Rafael Jorge Corvalán, José F. Uriburu. Los Doctores en Medicina: Justiniano Díaz Vélez, Manuel A. Narvaja, Juan Moreno Gutiérrez, Saturnino Pineda, Ramón Ellauri, José M. Ocampo, Isidoro Muñoz, Alejandro Brown, Juan F. Correa, Tiburcio Fonseca, Joaquín Rivero, Justo Alcorta, Claudio Mamerto Cuenca, (poeta y cirujano que asistió a Caseros y que fuera cruelmente asesinado por los "Libertadores" extranjeros cuando estaba al frente del Hospital de Sangre cumpliendo su noble misión con el delantal blanco). Francisco Rodríguez Amoedo; Pedro Díaz de Vivar, el famoso Teodoro Alvarez, Salvador R. Barceló, Vicente Arias, Ramón Basavilbaso, Guillermo Rawson, Diego de Alvear, Toribio Ayerza, Manuel Indarte, Mauricio González Catán, Carlos Durán, Felipe Rolón; José María de Uriarte, Nicanor Albarello, Adolfo Argerich, Guillermo y Nicanor Zapiola, Osvaldo Eguía, Manuel Biedma, y varios etcéteras más.

Estas fechas y estos nombres registrados en los libros de la Universidad de Buenos Aires, - sigue explayándose Corvalán Lima- nos están diciendo que durante todo el período del Gobierno del General Rosas la Alta Casa de Estudios funcionó y que de ella salieron con sus títulos los hombres que dictarían la Constitución, los codificadores y estadistas de los treinta años siguientes a la caída del gran caudillo”.

Este autor, como los otros que adscriben al historicismo, al Revisionismo Histórico nos dan un cabal ejemplo de lo que se entiende por este tipo de estudios. La historia vista y comprendida desde la historia, desde la época bajo estudio, con la mentalidad y los criterios de las personas de aquellos tiempos y, esto es fundamental, basado en un profundo y profuso análisis de la documentación existente.

Algo plenamente olvidado por los ideólogos de laboratorio que fueron los exégetas liberales, como Mitre, Sarmiento, Lamadrid, Paz, Ramos Mejía, y quienes los sucedieron. Son los que inventaron una historia inexistente, insostenible, contando supuestas virtudes y defectos de los hombres de aquellos tiempos, huérfanos de apoyo documental, manipulando los documentos con interpretaciones ‘sui generis’ que desvirtúan lo expresado por el personaje estudiado, a tal punto que le hacen decir lo que no dijo. Ya hemos hablado de todo esto en el Capítulo I.

El Revisionismo Histórico, deja hablar al personaje en cuestión y la mayoría de las veces no intenta interpretar lo que dijo o quiso decir. En tal sentido, continúa y lo reafirma el historiador Corvalán Lima ya mencionado al decir que “El historiador debe colocarse para hacer su análisis en el tiempo y lugar del hecho o personaje que intenta recrear intelectualmente y que, por cierto, constituye el objeto de su investigación.

“Si así se hubiera comportado la historiografía liberal, habría advertido que Rosas, adelantándose a su tiempo, lejos de cerrar los institutos de enseñanza, hizo posible que asistieran a gozar de sus beneficios no sólo los miembros de las familias pudientes, sino, como hemos visto, se preocupó de las escuelas y colegios de campaña, para que concurrieran los peones de las estancias y sus hijos.

“Rosas en esto, como en otros aspectos, fue un factor fundamental. Los estudios historiográficos realizados con honestidad intelectual no dejan lugar a dudas sobre este asunto, destruyendo así un aspecto más de la leyenda roja elaborada con fines facciosos y antinacionales por el liberalismo argentino”.

No sólo Sarmiento termina reconociéndolo, como ya hemos mencionado, sino también Bartolomé Mitre, un acendrado ‘antirrosista’ masónico, en una confesión llamativa declara lo que es el liberalismo y la historia montada en falsedades: “Nuestra historia está plagada de errores que no reconocen otro origen que la murmuración vulgar de los contemporáneos, que ha sido acogida como tradición e incorporada a ella con menoscabo de la verdad”.

Concluyente confesión de Mitre; y a confesión de parte…

Detengámonos un momento en el análisis de los supuestos ‘reconocimientos’ tardíos de Sarmiento y Mitre a los méritos de Rosas.

No es que estos personajes hubieron de darse cuenta ya en sus vejeces de las bondades del gobierno del Restaurador. Un descubrimiento post-mortem de la heroica defensa y lucha de Rosas.

En realidad, estos perjuros a su nación siempre conocieron la justa causa de la Confederación; el buen gobierno de Rosas. Y, a pesar de ello, lo combatieron.

Esto demuestra que no fue una ‘equivocación’ en sus acciones, sino plena conciencia de su mal obrar contrario a los intereses del país. El típico accionar masónico doloso.

Lo mismo sucedió con Urquiza. El entrerriano luego de luchar contra su propio país en Caseros y provocar el derrumbe de su gobierno soberano y el destierro de Rosas, en varias cartas dijo reconocer haberse equivocado en su acción y arrepentirse.

Pero ese reconocimiento tardío, fue para justificarse ante la posteridad para no quedar como lo que fue, un desertor a la patria, más que por íntimo convencimiento de su mal obrar.

La prueba de ello es que más allá de sus dolidas declaraciones, siguió actuando de la misma manera hasta el último día de su vida. Recordar su actitud ante la batalla de Pavón, de Paysandú, y su comportamiento a lo largo de la guerra de la Triple Alianza, donde, en todos estos casos, actuó en consonancia con sus acciones en Caseros.

Todos sus arrepentimientos son una mascarada culposa, para proteger un honor que ya hacía tiempo había perdido.

Los Unitarios, que siempre habían dormido sobre bayonetas mercenarias y sumergidas sus diatribas periodísticas en cofres llenos de oro Imperial, acusaban infamemente a Rosas, y al período ‘rosista’, de delitos inexistentes.  Sus falsas imputaciones se cayeron a pedazos como un edificio sostenido en el viento, con los reconocimientos póstumos de sus enemigos.

Muchas veces la gente se pregunta cómo pudo Rosas estar en el poder durante tantos años en tiempos tan turbulentos.

Por la mera fuerza nadie puede estar veintidós años en el poder; el apoyo del pueblo es esencial.

Dice Héctor CORVALÁN LIMA[291] (que cita a la Junta Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos del Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, ‘Al pueblo argentino’, Buenos Aires, 1934), “El caos de estos años, fruto de militares alzados contra las instituciones de la República, impuso como salvación el gobierno del general Rosas. Este no llegó como un faccioso usurpando el poder, fue el pueblo quien, en la necesidad de paz, orden, y respeto, lo impuso para asegurar el patrimonio de Mayo, tantas veces acechado, del extranjero, con propósitos de conquista, o por malos argentinos con propósitos de entrega, y fue el mismo pueblo, con todo lo más gobierno representativo de la Nación, quien lo sostuvo hasta el final de su gobierno”.

Y, en tal sentido, decían los hermanos IRAZUSTA[292]El arraigo nacional del Restaurador, ofuscaba a unos jóvenes que no vivían sino con la imaginación puesta en el extranjero... no obstante, el carácter expansivo de la agresión francesa primero, y de la que combinaron con Inglaterra después; probado por su simultaneidad con otras en América «los emigrados» tomaron las armas contra su patria, junto a los agresores de la misma. Recibieron su oro en pago del nefando servicio. Y siguieron creyéndose los mejores argentinos”.

Y es tan así que José Ingenieros y el propio Domingo F. Sarmiento tuvieron que reconocer la gesta de Rosas, confesando éste que cuando el Restaurador había sido combatido y desterrado “Nosotros teníamos las ideas francesas de resistencia al poder, y el éxito fue disolver la sociedad: Rosas reincorporó la Nación”; “no se fuese a creer que Rosas no ha conseguido hacer progresar la República. Es un grande y poderoso instrumento que realiza todo lo que al porvenir de la patria interesa". Pero claro, para la Masonería esto no era lo primordial.  Lo primordial era –y es- eliminar cualquier rastro de soberanía en una nación, sin sonrojarse al reconocerlo. La impunidad hace hablar…

Por su parte Ingenieros señaló "que Rosas constituyó de hecho, aunque no de derecho, la nacionalidad argentina sobre el caos inorgánico”. En esto último disentimos parcialmente con él. Rosas asentó la organicidad de nuestra nación no sólo de hecho sino también de derecho. Basta ver los tratados y pactos Federales que cimentaron su acción de gobierno y la legitimidad jurídica se fundaba en las elecciones que casi siempre le dieron la unanimidad de votos.

Así lo demostraba Estanislao ZEBALLOS[293] al decir que toda la actuación de Rosas en la vida pública fue ‘de acuerdo con las leyes y reglamentos de la Republica’; “Rosas sostuvo contra las potencias europeas los principios gloriosos de la Revolución de Mayo; en materia de extranjeros: el domicilio como arraigo de la personalidad civil y jurídica y de los capitales introducidos al país; el servicio militar obligatorio para todos los domiciliados sin distinción de nacionalidades en defensa de sus propios hogares, familias y bienes; el domicilio como base de la nacionalización delos extranjeros; la nacionalidad argentina de los hijos de extranjeros nacidos en el territorio nacional; la soberanía argentina sobre los ríos de La Plata e interiores, de acuerdo con las leyes y reglamentos de la República"

Recalca CORVALÁN LIMA[294]:“ Ejerció la Dictadura, por Ley, que es una institución del derecho, y si pudo amparar a la sociedad de los riesgos de la anarquía, […] porque la sociedad que lo rodeó encontró en él, el seguro de su bienestar y de su estabilidad […] Rosas era en el momento de su ascensión, recalca Julio Irazusta, "la última esperanza nacional; cuando todas las otras se habían perdido. La unidad del país estaba en peligro”.

Esa Dictadura era requerida también por San Martin, en varias cartas: a su amigo Tomas Guido, a O’Higgins, etc. en las que nuestro prócer hablaba de la necesidad de ‘exterminio’. Conceptos omitidos adrede por los escribas liberales y masones del Libertador, aun los miembros del lamentable Instituto Sanmartiniano que, con honrosas excepciones, insisten en mostrarnos un San Martín, bonachón y edulcorado muy alejado de la realidad.

En tal sentido ha escrito ALBERDI[295] en su vejez, reconociendo la actitud del liberalismo: “Rosas con su política realista confirmó, afianzó las raíces de nuestra historia en Roma y en la España Imperial Católica. Mientras esto hacía Rosas, "en nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales: Mitre, Sarmiento y Compañía, —ha dicho Juan Bautista Alberdi —han establecido un despotismo turco en la historia, en la política y en la biografía de los argentinos... Ellos tienen un Al Corán que es ley aceptar, creer y profesar, so pena de excomunión. . . Sus textos son un código de verdad histórica, refutarlos es violar la ley, es un crimen de estado. . . No todos tienen el derecho de escribir la historia, al menos que no sea conforme a los tipos históricos grabados por los liberales oficiales. De tal historia han deducido una política que es su fabricación”.

El sentido romanista y ‘empírico’ de gobernar de Rosas, lo hemos comentado en un anterior trabajo nuestro[296].  Se manejaba con un criterio de la realidad muy superior a sus contemporáneos, que se dedicaban a elucubrar teorías de gabinete traídas de allende el mar, de otros pueblos alejados de nuestras necesidades, de nuestra historia y de nuestra geografía.

No es que la mayoría de los liberales, no vieran el sano criterio que utilizaba Rosas en su gobierno en aras de mantener la soberanía y el engrandecimiento industrial, comercial y económico en general; simplemente y como empleados de potencias y poderes extraños, lo combatían a sabiendas.

Y sino veamos la confesión pública del diputado Nicolás Albarellos que nos trae Aníbal ROTTGER[297], en la farsa de juicio seguido a Rosas. Albarellos, furibundo y recalcitrante ‘antirrosista’, puso en evidencia en un exabrupto lleno de odio y acendrado espíritu y mente liberal al servicio de los intereses foráneos, sin quererlo él, también, la figura enorme de Rosas. El miedo a la verdad en los Unitarios era tan grande que, aún en ausencia de Rosas, se hacía presente:

 "Juicios como éstos no deben dejarse a la historia. ¿Qué se dirá en la historia cuando se viere que las naciones más civilizadas del mundo, para quienes nosotros somos un punto, han reconocido en ese tirano un ser digno de tratar con ellas? ¿Qué la Inglaterra le ha devuelto sus cañones tomados en acción de guerra y saludado su pabellón sangriento y manchado con sangre inocente (se refiere a la Bandera Nacional creada por Manuel Belgrano) con la salva de veintiún cañonazos? Ese hecho conocido en la historia será un gran contrapeso, si dejamos a Rosas sin este fallo. La Francia misma, que inició la cruzada en que figuraba el general Lavalle, a su tiempo también le abandonó, trató con Rosas y saludó su pabellón con veintiún cañonazos (no era el pabellón de Rosas, sino la Bandera de la Nación). No se puede librar el juicio de Rosas a la historia como quieren algunos. ¡Lancemos sobre Rosas este anatema, que tal vez sea el único que puede hacerle mal en la historia; porque de otro modo ha de ser dudosa siempre su tiranía y también sus crímenes)!

 “¿Qué se dirá en la historia cuando se diga que el valiente General Brown, el héroe de la marina en la guerra de la independencia, era el almirante que defendió los derechos de Rosas? (Brown no defendió los derechos de Rosas, sino la; dignidad y la soberanía de la Patria), ¿Qué se dirá en la historia cuando se diga que el General San Martín, el vencedor de los Andes, el padre de las glorias argentinas, le hizo el homenaje más grandioso que puede hacer un militar legándole su espada?...

“¿Cuándo se sepa que Brown y San Martín, le servían fieles y le rendían los homenajes más respetuosos a la par de la Francia y de la Inglaterra? Dirán que los salvajes unitarios, sus enemigos, mentían. No ha sido un tirano. Lejos de eso; ha sido un gran hombre, un gran general. Si el juicio a Rosas lo librásemos al fallo de la historia, no conseguiremos que Rosas sea condenado, y sí, tal vez, que fuese en ella el más grande y el más glorioso de los argentinos"

Nos deja una reflexión cierta CORVALÁN LIMA[298]: “Hasta acá el diputado Albarellos, más tarde gran maestre de la masonería argentina. De sus palabras se desprende el temor que los enemigos de Rosas tenían de que la figura del Restaurador sobrepasara sus mentiras y para esto consideraron indispensable envolver la impostura con los pasaportes de la verdad, embrollar, y si era necesario, mentir a la posteridad y mentirle y engañarle a los vivos y a los muertos, según la "preceptiva histórica" que aconsejara Salvador María del Carril al general Lavalle cuando fusilara a Dorrego”.

Tal vez el personalismo, ínsito en la estructura de la Confederación Argentina, a diferencia de la estructura política del Imperio del Brasil, como ya habíamos dicho antes, fue lo que terminó perjudicando el edificio de la Confederación que se terminó de derrumbar.

Dice sobre el tema José María ROSA[299] “Veinte años de esa labor lo perjudicaron física y mentalmente pero no tanto como decía él mismo y repetían con fruición sus enemigos. En el Restaurador laborioso, leal, arrogante, temerario y justiciero se plasmaron las mejores posibilidades de la raza. Pero también los mayores defectos de los argentinos: el personalismo, que lo hacía asumir toda la tarea; la obstinación, que le impedía «retroceder un tranco de pollo”, según su conocida frase; y la pasión por el azar, que lo hacía “jugarse por entero” (también frase suya) en cada oportunidad.

 “Nunca «retrocedió un tranco de polio››, nunca dejo de “jugarse entero” contra los enemigos más poderosos. Y en todo momento se cortó solo, obstinadamente. Pudo triunfar contra Francia e Inglaterra, pero no pudo vencer a un grupo de brasileños inteligentes, patriotas y coordinados dispuestos a echar mano de la falta de conciencia patriótica de muchos argentinos para salvar a su imperio de un enemigo peligroso. Vuelvo a repetirlo: un gran pueblo y un gran jefe no bastan para consolidar una gran política. Pero Rosas no podía sacar de la nada una clase dirigente. Sin ella la Argentina no podía cumplir su destino. No lo podrá mientras no cree y eduque una clase directora con conciencia de su posición; los hombres providencias serán siempre relámpagos en su noche.

Esto se vio reflejado cuando no actuó como un político sinuoso que podría haberle dejado a Urquiza seguir con su contrabando con la Banda Oriental. Seguramente el taimado entrerriano hubiera seguido en las filas de la Confederación, pero la honestidad del Restaurador y su protección de las arcas del Estado no lo iban a permitir, aunque con ello Urquiza se volviera contra su patria y su gobierno. Como dijo Rosas él no iba a ‘retroceder ni un tranco de pollo’.

Vivián TRÍAS[300] resume el final, el triste desenlace del gobierno de Rosas, extraído de José María Rosa, cuando Urquiza eligió ser parte integrante del Imperio Británico y sus necesidades comerciales.  De igual modo que años más tarde, el gobierno Argentino eligió el mismo camino con el nefasto Tratado Roca-Runciman, en 1930 y 1940

“Inmersos en este complejo proceso, es que hay que considerar los negociados de Urquiza, que precipitaron su ruptura con don Juan Manuel. En Entre Ríos no se podía exportar carnes saladas hasta que el gobernador no lo autorizara y no lo hacía hasta que la producción de sus estancias no estaba enteramente colocada. Una flotilla, de su propiedad, llevaba a Montevideo las salazones y traía, al regresar, mercaderías europeas que luego reembarcaba a Buenos Aires como si fueran de cabos adentro. De ese modo eludía los impuestos aduaneros que gravaban a las mercaderías de ultramar.

“Además, como Rosas había prohibido la exportación de oro, su precio había bajado en Buenos Aires. Era negocio redondo como una O, traer metal amarillo a Entre Ríos y desde allí enviarlo a Montevideo donde se cotizaba a precios mucho más altos. "Tráficos irregulares", llamó Herrera a estas trapisonderías urquicistas.

“Don Justo José era el principal beneficiario de la exportación de tasajo y el único en los negocios de contrabando con las mercaderías europeas y con el oro de la Confederación. Sus agentes en tales manejos eran dos catalanes aprovechados: Esteban Rams y Rubert en Buenos Aires y Antonio Cuyás y Sampere en Montevideo.

“Dos decretos cortaron los proficuos tráficos. Don Justo José puso el grito en el cielo. En nota de julio de 1849 protesta respetuosamente. Como don Juan Manuel no contesta, reitera el 26 de Octubre recordando sus méritos federales de India Muerta y Vences. Rosas sigue imperturbable. Es entonces cuando Alsina —enterado del conflicto— escribe a Río de Janeiro "sobre la necesidad de tantear a Urquiza".

“Cuando la escuadra francesa llegó a Montevideo en 1850, el representante brasileño Pontes preguntó a Herrera qué opinaría el "catalán" (Cuyás y Sampere) sobre la actitud de Urquiza en caso de guerra argentino-brasileña. La consulta fue elevada al propio caudillo entrerriano y la respuesta fue tajante. Él no era un traidor v combatiría a muerte al Imperio.

“Paulino, que escudriñaba mucho más allá de sus narices, aconsejó   a Pontes: "Dejémosle y esperemos". Las uvas seguían verdes, pero ya un tanto pintonas. La noche del 24 de enero de 1851, Cuyás y Sampere golpeó en la legación brasileña de la calle Ituzaingó. Venía a negociar, secretamente, el pase de Urquiza al Imperio. Las uvas, finalmente, habían madurado”. Lo demás es historia conocida.

Rosas también estaba cansado de las defecciones de muchos de sus generales, y bien podría haberse resguardado en Buenos Aires antes que ‘jugarse por entero’ en la batalla de Caseros.

Belisario TELLO[301] participa del mismo pensamiento de  ROSA en el sentido que cuando existe un solo hombre en el gobierno, pero sin el apoyo sostenido de una clase dirigente capaz en su proyección política del Estado y de la Nación, la Dictadura es necesaria, pero de vuelo corto, valga la expresión, para salir de una crisis o de una anarquía. Para que la solidez de un gobierno que defienda la soberanía de su nación prospere en el tiempo, se requiere una gran clase dirigente que vaya multiplicándose con los años, siempre teniendo como norte la solidificación de un sistema que exceda la vida de una sola persona, como ha sucedido en Inglaterra y en Brasil.

Continúa el historiador argentino ROSA “Por Ia Confederación, por el pueblo federal, por el ‘Sistema Americano’, jugó Rosas su fama, fortuna y honra. Las perdió, como necesariamente tenía que ocurrir: «Creo haber llenado mi deber -escribiría la tarde de Caseros con tranquilidad de conciencia—; si mas no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra integridad y de nuestro honor, es que más no hemos podido. ››

“Y dolido por su Argentina ya sin gravitación internacional y presa de la voracidad extranjera, dolido por su pueblo castigado, por la quiebra del ‘Sistema Americano’, por las hecatombes que siguieron a Pavón y Ia injusticia de la guerra del Paraguay, moriría calumniado y pobre en su exilio de Southampton el 14 de marzo de 1877, pidiendo que sus restos descansaran en la pampa nativa cuando el gobierno argentino reconozca mis servicios››.

La falsificación de la historia por sus vencedores, la llamada ‘literatura de la historia’ en que han sumido a nuestra nación, deformándola y vaciándola de su ser, puede verse en la intención aviesa de borrar cualquier rastro de Rosas y sus casi 23 años de gobierno, silenciándole sus virtudes y agigantando sus defectos. Utilizando, a sabiendas, símbolos y acciones para tales fines.

Como dijo Eugenio ROM [302]: “Finalmente ese mismo año fue votada la injusta y absurda "ley" quo condenaba a Rosas y que, al mismo tiempo y con toda zafia, expropiaba todos sus bienes, más los de su difunta Encarnación y los de sus hijos. “Con la misma intención rencorosa con que rebautizaron a San Benito de Palermo con el nombre de 3 de Febrero, correspondiente a la fecha de la batalla de Caseros;  erigieron, en frente de sus viejos portones, una estatua de Garibaldi, el mercenario contratado por ellos en Montevideo para saquear las costas argentinas; dinamitaron su casa de Palermo; bautizaron con el nombre de "Sarmiento" la avenida que pasa por donde estaba aquella, pese a que ya existía una calle con ese nombre a pocas cuadras de distancia, y emplazaron dos monumentos a ese individuo en el mismo parque. Además levantaron un momento a Lavalle en la puerta de la casa de los Miro Dorrego, nietos del Coronel asesinado a manos justamente del que homenajea la piedra, y le pusieron el nombre del mismo sujeto a la plaza contigua. Finalmente, años más tarde, erigieron un monumento al general Urquiza en el mismo lugar donde estaban las caballerizas del Brigadier General en Palermo. Después vino un silencio largo, sepulcral. Se trata de que el olvido lo cubriese todo con un manto de vergüenza”.

Agreguemos que se le impuso el nombre de Av. Intendente Bullrich,  a la que en su momento se llamaba Av. Felipe Arana. Bullrich fue el encargado de dinamitar el Caserón de Palermo no dejando ni una piedra en pié. Se lo premió imponiendo su nombre a la mencionada Avenida.

Además de Rom, estuvieron en la repatriación del Restaurador en 1989 otros descendientes como José María Soaje Pinto, Juan Manuel Soaje Pinto, Martín Silva Garreton y el historiador Ignacio Bratch.  

Sigue expresando el autor citado que antes de volver a nuestro país el féretro fue cubierto por un poncho federal y dos banderas: una dada por el que se encontraba a cargo del edificio de la Embajada Argentina y que debió ser arriada cuando se interrumpieron las relaciones diplomáticas en la guerra de las Malvinas e Islas del Atlántico Sur y la otra que era de “un color más azul como la que se usó en el país desde la independencia hasta la caída de Rosas, oportunidad en que fue suplantado el azul de San Martín y Belgrano por el celeste de la divisa unitaria”, color de la bandera que ya se había dicho arriba.

Las que siguen son notas periodísticas en los diarios ingleses sobre la vuelta de los restos del Restaurador.




Como conclusión de este capítulo sobre Rosas nos quedamos con la palabra de Manuel GALVEZ[303] que sintetiza el pensamiento y obra del Restaurador: "Don Juan Manuel de Rosas no ha muerto. Vive en el alma del pueblo, al que apasiona su alma gaucha, su obra por los pobres, su defensa de nuestra independencia, la honradez ejemplar de su gobierno y el saber que es, sin disputa, la más fuerte expresión de la argentinidad. Vive en los viejos papeles, que cobran vida y pasión en las manos, de los modernos historiadores y que convierten en defensores de Rosas, a cuantos en ellos se sumergen honradamente, en busca de la verdad, extraños a esa miseria de la «historia dirigida», desdeñosos de los ficticios honores oficiales. Y vive, sobre todo, en el 'rosismo', que no es el culto de la violencia, como quieren sus enemigos o como lo desean algunos ‘rosistas’ equivocados. El 'rosismo', ferviente movimiento espiritual es la aspiración a la verdad en nuestra Historia y en nuestra vida política; la protesta contrala entrega de la Patria al extranjero; el odio a lo convencional, a la mentira que todo lo envenena. El nombre de Don Juan Manuel de Rosas ha llegado a ser hoy, —decía Gálvez en 1940— lo que fuera en 1840: la encarnación y el símbolo de la conciencia nacional, de la Argentina independiente y autárquica; de la Argentina que está dispuesta a desangrarse antes de ser inglesa, o alemana o ‘yanqui’ o italiana. En estos tiempos de groseros imperialismos, en que las naciones rapaces nos codician, sino políticamente, por lo menos económica—o ideológicamente—, el nombre de Rosas es el único que puede mantenernos unidos a todos los argentinos. Estudiemos su obra, juzguémosla sin prejuicios y amémosla. Y que el nombre del Gran Americano, como se le llamó otrora, sea nuestra bandera y nuestro lema"…

Mientras tanto, su pueblo que jamás lo abandonó, siempre tiene a flor de labios un grito contenido, un grito de libertad y soberanía aún inconclusa, con mirada sostenida y desafiante a quien quiera escucharlo y que es toda una declaración política la cual sintetiza el sentido raigal que subyace hoy día en su alma: “¡VIVA ROSAS! Sinopsis perfecta de un grito patrio.

Y ese grito se mantuvo en el tiempo y cruzó los mares hasta Southampton…se levantó el Restaurador de su sepulcro solitario, cruzó el Atlántico y volvió 137 años después al seno de su pueblo que lo recibió en una fiesta interminable por las calles coloridas junto a sus fieles ‘Colorados del Monte’ que le hacían guardia, borrándose de un plumazo tantos años de inquina y odio Unitario para reencontrarse con su tierra y su gente que lo esperaba anhelante con los brazos abiertos, repitiendo nuevas generaciones hoy la misma exclamación soberana  y desafiante que retumba hasta el último rincón patrio,: “¡VIVA ROSAS’!

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VIII.-‘CASEROS’ O EL COMIENZO DE LA ‘PATRIA CHICA’ Y LA DISGREGACIÓN DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA

 

Hagamos previamente una sinopsis de nuestro derrotero político y territorial hasta entonces.

En 1810 terminaba el Virreinato y en 1816 éramos las Provincias Unidas de Sudamérica, pero para 1825 ya éramos solamente las Provincias Unidas del Rio de la Plata. Nos separamos de Paraguay, Chile, Perú y Bolivia.

A partir de 1811 comenzamos a separarnos de Paraguay hasta la separación definitiva en 1852, cuando se le reconoció la independencia después de Caseros.

En 1833 perdimos las Islas Malvinas y como consecuencia gran parte de la Antártida y la salida al Pacífico.

La prédica de Sarmiento de regalar la Patagonia parece estar siendo realidad.  Actualmente, parte de la Patagonia fue vendida a privados extranjeros y parte cedida para instalar bases de potencias extranjeras.

En la época ‘mitrista’ se había separado Buenos Aires del resto de las provincias. Desde hacía tiempo se escuchaban rumores de disolver las FFAA, y voces de “independencia mendocin”.

Brasil, que siempre ambicionó las provincias hispánicas del Rio de la Plata, ocupó Rio Grande de Sul, Matto Groso y las Misiones Orientales.  En 1827, a pesar de su derrota en Ituzaingó, Rivadavia le entregó vergonzosamente la victoria.

Finalmente, en 1852, como veremos, Brasil, con la complicidad de Urquiza, derrocó a Juan Manuel de Rosas, destruyó nuestra soberanía por siempre y desfiló con sus tropas por las calles de Buenos Aires. cuatro años más tarde "Brasil andaba buscando camorras por el Paraná" (frase de Tomas Guido)

No es el objetivo de este trabajo describir la batalla de Caseros del 3 de febrero de 1852, fecha en que se decreta el fin de nuestro señorío en nuestras tierras que perdura hasta nuestros días.  Tal vez sólo el honor de Rosas pudo hacer que intentara lo imposible: enfrentar a todo un formidable ejército.  Éste estaba integrado por el que fuera el Ejercito de la Confederación Argentina al mando de su espada titular, Urquiza; el ejército imperial brasileño, que fuera el ejército de Vanguardia Oriental comandado por Oribe, y todos los mercenarios europeos (alemanes, italianos, sardos).  Rosas solo contaba con algunas fuerzas bisoñas, organizadas a las apuradas, donde curiosamente, sus dos principales oficiales eran Unitarios declarados, pero con un alto sentido del honor patrio: el Coronel Martiniano Chilavert y el Coronel Pedro Díaz, quienes pusieron los intereses de su patria por encima de sus ideas políticas personales.  Actitud muy valorada por Rosas.

Esto demuestra, una vez más, que a Rosas no le importaba el pensamiento ideológico de sus connacionales en tanto y en cuanto no atacaran la independencia de la patria y la defendieran con su vida.

Tengamos muy presente qué representa ‘Caseros’. Es el día preciso, 3 de febrero de 1852, en que nuestra ‘Patria Grande’ deja de existir…a palos.

Se cierra como una tenaza el ‘entente’ entre los Unitarios que avanzan desde Montevideo, Urquiza que avanza desde el Este y norte junto al Imperio del Brasil, que tenía todo preparado para invadirnos desembarcando al sur de Buenos Aires, si fuera necesario.  Ese infausto día comenzó esta colonia que hasta hoy sigue vigente.   Las tropas Imperiales igualmente desembarcaron en el norte de la Provincia de Buenos Aires, por el río Las Conchas’, zona actual de Tigre.

Nadie mejor que Vicente SIERRA[304] para hacer un cuadro  existencial de lo que representa ‘Caseros’: “…es Caseros el pasado que hay que superar. Caseros se inicia entre nosotros con el tratado de Utrecht. Caseros son los Reyes Franceses que entran en España a destruir las libertades católicas y la unidad que habían sellado Isabel y Fernando; Caseros es la carta de Lord Strangford cuando dice: "en Buenos Aires quieren la independencia bajo la protección inglesa" ; Caseros se reproduce en Rivadavia con "la unidad a palos" para contentar a los banqueros de Londres que han adelantado dinero para explotar las minas que en La Rioja el "bárbaro" de Quiroga trata de salvar, para el país; Caseros es el símbolo preciso de la derrota de la argentinidad, y así en Caseros flamean banderas extrañas sobre los que luchan contra los colorados que llevan a su frente la de Chacabuco y Maipo. Por eso San Martín lega a Rosas su espada”.

Solo resaltaremos algunos datos. Veamos cómo se fueron dando los hechos que desembocaron en la Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.

Retomando lo que se dijo en Capítulos anteriores, en diciembre de 1851 se produjeron deserciones aún mayores que las que se dieron antes del ingreso de Urquiza a la Banda Oriental para dar batalla contra Oribe.

Soldados, Comandantes y Oficiales de Pacheco y de Oribe se pasaron al bando de Urquiza, que les había prometido que no habría venganzas. Pero también hubo deserciones del batallón del unitario Coronel Aquino.  Se sublevaron en masa, mataron al Coronel, se adhirieron a la causa federal y se pusieron a las órdenes de Rosas, a quien visitaron en Palermo.

A medida que Urquiza y Virasoro se adentraban en el territorio de la Confederación, se encontraron con la frialdad de sus habitantes y la casi nula cooperación de la población.

Ante ello Urquiza le dijo al General Oriental Cesar Díaz, “Si no hubiera sido el interés que tengo en promover la organización de la Republica, yo hubiera debido conservarme aliado de Rosas porque estoy persuadido que es un hombre muy popular en el país”.

Como se ha visto, estas palabras de Urquiza son vanas, pues sus acciones luego de Caseros demostraron que cuando declaró que  se alzaba contra el país porque no estaba organizado, no resiste el menor análisis:

Primero, nada justifica alzarse contra el propio país.  Menos aún, en coalición con un enemigo histórico como el Brasil que pretendía apoderarse del territorio que no le correspondía.

Segundo, el país YA ESTABA organizado y el Pacto Federal junto a otros acuerdos, formaban el arco legal sobre el que se sostenía la Confederación Argentina.

Tercero, lo único que movió a Urquiza no fue una cuestión ideológica sino material, económica para poder contrabandear libremente oro y ganado a su antojo, aumentado su codicia sin techo.

Cuarto, la envidia que le tenía a Rosas por ser el Jefe de la Confederación y el blanco de las miradas en toda América y parte de Europa que lo ensalzaban como un gran estadista, el ‘Gran Americano’.  Urquiza quería ocupar ese lugar destacado.

Y Quinto, las matanzas que hizo y permitió hacer a sus socios luego de Caseros: en Paysandú, cuando el interior de nuestro país clamaba por su ayuda, y en la Guerra de la Triple Alianza donde hizo pingues ganancias comerciando con los brasileños, dándoles mercadería, ganado, armas, etc.

Urquiza sabía de la importancia de brindar una imagen positiva que perdurara en la Historia, y por miedo a ser considerado en el futuro como un apóstata, se expresaba como lo hizo, aunque luego en los hechos demostrara lo contrario.

Los brasileños pensaban desembarcar por la zona norte de la Provincia de Buenos Aires y también por la zona sur, por Quilmes.

Llegó el fatídico 3 de febrero de 1852, las tropas inexpertas de Rosas se vieron desbordadas, salvo las del Cnel. Chilavert y el regimiento del Cnel. Pedro Díaz que resistieron hasta la última bala.

El resto es historia.

Rosas debió retirarse, herido en la mano, volvió al galope a Buenos Aires y renunció con una nota, manuscrita y en lápiz, dirigida a la Sala de Representantes.

Fue tan rápida la derrota que los brasileños no tuvieron tiempo de desembarcar donde tenían pensado.

Mansilla, aunque fuera silbado por algunos habitantes, se rindió incondicionalmente para evitar un baño de sangre en la ciudad de Buenos Aires y que sus calles fueran invadidas por los brasileños.

Luego de la batalla comenzaron las ejecuciones: Santa Coloma, Chilavert, todo el batallón completo que había pertenecido a Aquino, civiles, hombres y mujeres por igual.  Fueron días de fusilamientos en masa, durante las 24 horas, ante el horror de los porteños.

Dice ROSA[305]Entre el 3 y el 20 de febrero hubo más de 500 civiles ejecutados, hice Hortelano; Cesar Díaz rebaja la cifra a 200, de cualquier manera era pavorosa en una ciudad de poco más de 70.000 habitantes. Lo cierto y desconcertante para muchos es que fue más los fusilamientos en los diecisiete días que van desde Caseros al desfile de los brasileños en la ciudad, que en lo veinte años del gobierno de Rosas”.

Muchos civiles, antes fervientes ‘rosistas’, pasaron, por miedo seguramente y sin pudor, a alabar a Urquiza y a denostar al ‘tirano’ Rosas.  Tal caso de  José Benjamín Gorostiaga, dueño del ‘Diario de Avisos’ y el de Benito Hortelano, propietario del ‘Agente’ que en sus memorias decía con una sinceridad escalofriante: “Empezamos a quemar lo que ayer ensalzamos, a decir horrores de personas por las cuales teníamos estima ni que ningún mal nos había hecho ni tampoco les habíamos visto hacer. ¡Así será la prensa en todos los lugares y en todos los tiempos!

Esto habla de la prensa en el mundo y de su sentido camaleónico, pero también habla de la naturaleza humana de algunos. ‘El miedo no es zonzo’ como dice el dicho.

Cuando Urquiza entró en la ciudad junto con los Federales ‘conversos’ como Virasoro, Juan Pablo López y otros, todo el pueblo ‘rosista’ y patriota los recibió en forma fría, silenciosa, de rechazo marcado, al igual que la sociedad de los Unitarios que salían de las sombras, ya que no se olvidaban de que Urquiza los había combatido por años.

En fin, por distintas razones Urquiza no era querido en la sociedad porteña.

Mostró su hilacha cuando a fin de febrero finalmente los brasileños con el Marqués de Souza se embarcaron para el Janeiro, lo despidió personalmente afirmando su lealtad al Emperador y le ofreció a Souza, para que le entregue al Emperador como símbolo de sumisión, el caballo que montó el 3 de febrero diciéndole que el presente era de su ‘íntimo amigo’.

Según Luis Alberto HERRERA[306] los porteños, cuando vieron marchar a los brasileños con todas sus banderas por las calles de Buenos Aires casi nadie se sintió asombrado, había pena en muchos y alegría en algunos.

Estos últimos eran los Unitarios que volvieron al escenario y se inclinaron obsequiosos tanto a los invasores como a los militares Unitarios que habían combatido (Lamadrid, Cesar Díaz, etc.) saludándolos y dándoles fiestas y recepciones.

Esta civilidad Unitaria que finalmente había salido a festejar eran familias como los Molina, los Posada, los Zapiola, los Portela, los Montes de Oca, los Casares, los Lanús, los Drago, los Zuviria…

Un dato poco conocido que nos trae José María ROSA[307] es el que aconteció en diciembre de 1851. Duarte de Ponte Ribeiro fue a Lima y a Tacna (Perú).  Allí contactó al Coronel Unitario argentino Crisóstomo Álvarez, que estaba exiliado allí.

Lo convenció que a la misma vez que se produjera el ataque a Rosas por parte de Urquiza y el Imperio, él bajara por el norte argentino hasta Tucumán, para atacar por allí. A tal fin le entregó doce onzas de oro. Álvarez ya tenía una considerable cantidad de armas que la Argentina había comprado y que habían sido incautadas, y que estaban en Arica prestas para salir hacia Buenos Aires.

“Nunca llegaría a la ciudad de Tucumán el Ejercito Libertado del Norte, de Álvarez {...} Sería aniquilado por el Gobernador Celedonio Gutiérrez el 12 de febrero de 1852, ya ocurrido Caseros. Ignorando el triunfo de Urquiza, Gutiérrez hizo fusilar por traidores a la patria y vendidos al vil oro brasileño a Álvarez y sus principales. Urquiza no pediría cuentas a Gutiérrez por este fusilamiento. Hizo más: desentendiéndose de los libertadores del Norte y sus amigos Unitarios, mantuvo a don Celedonio en el Gobierno de Tucumán”.

Históricamente, el 3 de febrero de 1852 cayó el gobierno de Juan Manuel de Rosas en forma estrepitosa.  Dentro de la Confederación Argentina soberana, sin saberlo su protagonista, el Gobernador de Tucumán Celedonio Gutiérrez daba el último triunfo de Gobierno de la Confederación el 12 de febrero de 1852, cuando ya había caído Rosas.

¿Qué pasaba entre tanto en el Estado Oriental?

En el Estado Oriental había elecciones y ganó el candidato de los ‘Blancos’, Juan Francisco Giró, que arrasó con los votos. En la fiesta que se organizó después, se daban ¡vivas! solamente a Oribe. Urquiza y los brasileños asistieron solos, y permanecieron apartados y en silencio.

Poco les importaba esta situación a los brasileños.  Después de todo habían logrado lo que querían: extendieron su territorio, lograron la Independencia del Paraguay y de la Banda Oriental formando el Estado Oriental, consiguieron la navegación de los ríos interiores, Uruguay y Paraná, que les abría una vía para el interior de su Imperio con salida al Río de la Plata.  Esto también favorecía a los franceses e ingleses.

El 5 de abril de 1852 las tropas brasileñas finalmente se retiraron de Montevideo y volvieron a su país. La alegría de la gente era desbordante y se podían escuchar insultos contra el Imperio.

Los ‘Blancos` en el poder se negaron a reconocer los límites fijados a punta de pistola, pero Urquiza, fiel asalariado del Imperio les dijo que o aceptaban lo que se había acordado o serían invadidos nuevamente por los soldados imperiales.   A la misma vez Urquiza renunciaba definitivamente a las Misiones Orientales que pretendía, no las de la Banda Oriental que ya estaban perdidas, sino a las que procuraba la Argentina.

Las presiones de los brasileños y de Urquiza surtieron efecto. Nada podían hacer las autoridades Orientales.

En julio de 1853 el Gral. Cesar Díaz dirigió la revolución que derribó al presidente Juan Francisco Giró.  Los colorados no soportaron el triunfo en las urnas de los Federales ‘Blancos’ que traían las ideas de Oribe y sus planes de gobierno redivivos.

Como colofón nos dice José María ROSA[308], haciendo un resumen del triunfo completo - como dice el autor -del Imperio del Brasil, “El 31 de mayo {de 1852} los gobernadores argentinos, reunidos en San Nicolas, dan a Urquiza (art. 16 del acuerdo) la atribución de «reglamentar la navegación de los ríos interiores de la Republica, de modo que se conserven los intereses y seguridades del territorio›.

“No era todavía la libertad fluvial exigida por Brasil, pero si su primer paso: el 19- de mayo de 1853 el Congreso Constituyente de Santa Fe aprueba la nueva Constitución, cuyo artículo 26 establece: «-La navegación de los ríos interiores es libre para todas las banderas con sujeción únicamente a los reglamentos que dicte Ia autoridad nacional-›

“Finalmente, el 10 de Julio en San José de Flores (tres días antes de abandonar el sitio de Buenos Aires), Urquiza reconoce en solemnes tratados con Inglaterra, Francia, y luego Estados Unidos la absoluta Ley De Los Mares Libres que regiría en adelante en los ríos interiores argentinos.

“Nada quedaba de la soberanía fluvial argentina que Rosas había obligado a reconocer a Inglaterra y. Francia en los tratados de Southern y Lepredour.

“En Brasil se consolida la Monarquía, vencidos totalmente, después de la Ley de sangre y la aplicación de la leva, los brotes <socialistas›› y republicanos. Se estabiliza la unión sagrada (Honorio forma gabinete -el ministerio de la hegemonía—, ya reconciliado ampliamente con el emperador) y se afianza el régimen esclavista. Brasil es, y lo será por mucho tiempo, el país rector de América del Sur: su influencia es poderosa en Montevideo (sobre dodo después de la revolución colorada de Cesar Diaz en 1853, en el Estado de Buenos Aires escindido el 11 de septiembre de 1852, y en la Confederación de las trece provincias restantes. Solamente el Paraguay, advenido a su presidencia Francisco Solano López en 1860, será un foco de resistencia que no tardará en abatirse.

“Evangelista de Souza abre casas bancarias en Buenos Aires, Rosario y Montevideo y el Caballero de Buschental es el prestamista de la Confederación: entre ambos financian las armas y pertrechos a usarse en las guerras entre las dos fracciones argentinas.

“Lamas es mantenido —por orden de Honorio— en la delegación oriental en Rio; más tarde renunciara para aceptar un famoso ministerio de Hacienda en Montevideo, cuyo único objeto fue La circulación de los billetes del Banco Mauá. Fracasado en esta gestión volverá a la diplomacia como Ministro en Buenos Aires, instalando allí su bufete' de abogado para entender los intereses del mismo y poderoso Banco.

“Brasil había terminado triunfalmente el episodio más difícil de su historia. Premió con honores o altos cargos a todos los artífices de su hegemonía.

“Honorio es agraciado con el vizcondacto de Paraná (luego será marques del mismo título) y ocupa Ia jefatura del gabinete.

“Paulino es hecho Vizconde de Uruguay.

El nombre de los dos grandes ríos que desde territorio brasileño forman el Plata, es conferido a los dos grandes políticos que, desde Brasil, formaron el nuevo estado de cosas en el Plata.

“Caxias fue ascendido de Conde a Marqués (luego llegara a Duque).

“Paranhos queda en la legación de Montevideo y recibe el Vizcondado de Rio Branco;

“Marques de Souza es Barón (después Vizconde) de Porto Alegre;

“Evangelista de Souza, Barón (también luego Vizconde) de Mauá;

“Limpo de Abreu es premiado como coautor de los tratados de Rio de Janeiro como Vizconde de Abaete;

“Ponte Ribeiro recibe por su misión en el Pacifico Ia legación en Lisboa y la Baronia de su mismo apellido;

“Silva Pontes será Ministro en Buenos Aires, y se le promete llevarlo a la relación en Rio (su constante deseo), pero morirá al poco tiempo sin haberse materializado la promesa.

“Urquiza, Joaquín Suarez, Herrera y Lamas reciben la más alta condecoración que el Imperio otorgaba a extranjeros: la Gran Cruz de la Orden de Cristo. Funcionarios argentinos y orientales de inferior categoría quedan agraciados con condecoraciones menores.

“Sarmiento, olvidado en la repartija, invocara. ante Lamas sus méritos de boletinero del Ejercito Aliado, y será hecho Comendador de la Orden de la Rosa”

*

Como ya se dijo, el presente trabajo no pretende describir los detalles de la batalla en sí.  Nos interesan las consecuencias políticas y sociales de la derrota nacional en Caseros y la mentira que se concibió al afirmar que esta guerra se había hecho para constituir al país, para darle una Constitución.

Esas consecuencias también serían de orden militar.  Los Unitarios, ya con las manos libres, asolaron nuestro interior con sus asesinatos y venganzas sin control. Venancio Flores, Ambrosio Sandes, Wenceslao Paunero,  José Miguel Arredondo y tantos otros fueron quienes llevaron a cabo tales crímenes y hoy están en los altares del Unitarismo devenido en Liberalismo. Esa era la ‘civilización’ que pregonaba Sarmiento.

Dice Vivián TRÍAS[309], que Robert Gore, representante de Inglaterra en Bu durante los Buenos Aires años de Rosas, le  escribió al Foreign Office: "-Según mi parecer la falta de entusiasmo es muy grande, la masa del pueblo desea la paz, creyendo obtenerla más fácilmente si se permite que Urquiza destruya o por lo menos arroje a Rosas del poder; no hay ninguna simpatía hacia Urquiza en Buenos Aires, pero el deseo de paz es general, lo que permitiría a la gente atender asuntos que, debido la guerra, hace mucho que fueron abandonados-.

“Es verdad que desde el triunfo sobre Inglaterra y Francia los negocios han mejorado verticalmente, pero con Rosas en el poder, su intransigencia, su pasión por la dignidad nacional, su celo por la soberanía, no hay paz durable.

“Ya está en las puertas la guerra con el Brasil y Urquiza. Así es imposible incorporarse de lleno a las nuevas corrientes económicas del imperialismo liberal, que arrastran en su seno coruscantes promesas de prosperidad para estancieros y comerciantes.

“Ernesto Palacio alude a ese sórdido descontento que alimenta "clase vecinal": "-Sin esa circunstancia -que hacía de Rosas un anacronismo por el solo hecho de ser un gobernante inspira-Ter principios tradicionales y le otorgaba la legitimidad a sus adversarios no tendría explicación Caseros-”.

La excusa del alzamiento contra Rosas y la independencia de la Confederación Argentina, fundado en el hecho de que Rosas no había dado una Constitución y por lo tanto era una persona que no amaba el progreso, era insostenible y lo hemos refutado en nuestros anteriores trabajos[310]:

“Luego de Caseros, con una Constitución sancionada, las guerras civiles, con orgías de sangre, degüellos y torturas, se acrecentaron y nunca fueron tenidas en cuenta por aquellos que se decían liberales o humanistas y las prescripciones de la tan cacareada existencia de un librito llamado ‘Constitución’, fueron dejadas en el olvido.

Apenas finalizada la batalla de Caseros, durante por lo menos más de 20 años, comenzó una matanza de civiles y militares federales, incluidos Gobernadores del interior.

Había alrededor de 20 fusilamientos, ahorcamientos públicos, degüellos, etc.. por día de personas ya rendidas luego de Caseros, sin ningún tipo de juicio previo ni respeto las leyes.

¡Y pensar que luego de Caseros hubo un decreto de Urquiza aboliendo la pena de muerte por causas políticas!, lo que implica una ironía e hipocresía.

Y estos fusilamientos, confiscaciones, desapariciones, torturas y venganzas Unitarias que sucedieron NO EN EL CAMPO DE LAS DISTINTAS BATALLAS Y PRODUCTO DE LA LUCHA, sino a posteriori y con los Federales detenidos o rendidos en las distintas batallas desde 1952 (iniciadas con las ejecuciones de Chilavert y Santa Coloma) y, como referencia, hasta la muerte de Urquiza en 1874 (22 años aproximadamente), entre civiles y militares suman más de 10.000 personas. Muchos de estos ejecutores eran los uruguayos Sandes, Rivas, Arredondo, Irrazabal y Paunero y otros más que, como verdugos, esbirros, cometieron incontables asesinatos que cumpliendo órdenes de los unitarios triunfantes (Mitre, Sarmiento, Urquiza en su momento, Derqui, etc, como lo ha probado documentalmente en detalles minuciosos Piccagli en su obra citada “La Argentina Violenta y Contradictoria”[311] el que menciona con nombre y apellido, por lo menos, más de 600 en este período.

Desde siempre y en el mismo sentido Julio IRAZUSTA, citado por Alberto EZCURRA MEDRANO[312], decía que “se partía de un prejuicio al pensarse que si un país estaba inconstituido [sic], estaba no organizado y que esa falsa ecuación llevaba a la falsa antítesis de Civilización o Barbarie”. Como si Inglaterra fuese bárbara porque no tenía constitución. El país ya estaba organizado en tiempos de Rosas. Regían las antiguas leyes españolas y la legislación posterior recopilada por De Angelis”.

El ‘caballito de batalla’ de los Unitarios era sostener que como Rosas no daba una Constitución, el país no estaba constituido.  Podemos probar que esto es una falacia: el país estaba constituido puesto que las provincias tenían sus propias Constituciones locales y éstas estaban unidas por los distintos acuerdos interprovinciales, en especial el Pacto Federal de 1831.

No piensan de la misma manera sobre el tema, algunos autores ´revisionistas’, que sostienen que era necesario una organización constitucional como paso previo al logro de nuestra independencia y soberanía.

Un ejemplo de ello es lo que predica el autor Oriental Vivián TRÍAS[313].

Para él, Rosas razonaba de la siguiente manera: 

1)        “El país vive convulsionado por la guerra civil, por la anarquía.

2)        Aun terminada la lucha contra Paz, aquella amenaza desde la sombra, merced a las intrigas de logistas, unitarios y agentes extranjeros.

3)        Las provincias, victimas del caos político-social, son muy atrasadas y no poseen más que una incipiente e insuficiente madurez política.

4)        No hay bastantes federales capaces y experimentados para hacer funcionar el aparato institucional de una Republica Federativa.

5)        No podrá configurarse un todo eficaz (el Estado Federal constituido), si antes no se ordenan y perfeccionan las partes que han de componerlo. Lo contrario dice J.M. de Rosas, sería poner la carreta delante de los bueyes.

6) Por lo tanto, es inconveniente y puede ser nefasto apresurarla convocatoria de un Congreso constituyente.

“En otras correspondencias agrega otro argumento; existen Unitarios solapados, o Federales dudosos, que, bajo el pretexto del Congreso y la Constitución, lo que pretender es trabar la victoria de las masas Federales (los "doctores del librito" los llamó más de una vez).

“Ante tales raciocinios y sin dejar de otorgar su valor a la denuncia de que, efectivamente, detrás de ciertos afanes "constitucionalistas" y "congresistas" latía el viejo y recalcitrante espíritu de elite antipopular y antinacional, no puede menos de apreciarse que si alguien "pone la carreta delante de los bueyes" es el propio Rosas.

“En efecto, es pertinente preguntar: ¿por qué las provincias viven en perpetua rebeldía y guerra civil? ¿Por qué carecen de madurez política? La respuesta es sencilla: porque Buenos Aires les absorbe las rentas aduaneras a que tienen legítimo derecho, les impone la dictadura mono-portuaria e inunda el mercado interior con artículos ingleses arruinando sus manufacturas y artesanías caseras. Porque Buenos Aires, como satélite del Imperio británico, oficia de metrópoli para el resto de la nación y la explota en su beneficio.

“¿Cómo solucionar tal injusta opresión? Convocando un Congreso constituyente, en que la indiscutible mayoría de las provincias obligue a Buenos Aires a integrarse a una organización nacional equitativa e igualitaria.

“Reunir un Congreso que resuelva las cuestiones del comercio, las rentas, etcétera.

“No habrá provincias pacificadas, ordenadas y maduras hasta que no haya solución para sus penurias económicas y para sus desigualdades sociales y no habrá tales soluciones si la nación no se constituye sobre cimientos federales”.

Pongamos blanco sobre negro respecto a los argumentos del autor aludido.

Primero, explica las razones de Rosas para no organizar constitucionalmente el país a nivel nacional.

Luego reconoce que detrás de la pretendida falta de constitucionalización nacional, se escondían intereses foráneos y la intriga Unitaria.

No se entiende por qué si lo reconoce, insiste en que esa falta de constitucionalización nacional fue el error de Rosas, y que fue lo que nos hizo perder en la lucha contra el Unitarismo cipayo. Es un contrasentido.

Cuando el autor se pregunta por qué las provincias vivían permanentemente en zozobra y guerras intestinas, responde que se debía a que Buenos Aires absorbía las rentas aduaneras.

Pero ello no fue en la época de Rosas cuando justamente sucedía lo contrario.  Rosas no se quedó con las rentas aduaneras, sino que las repartió equitativamente entre todas las provincias de la Confederación Argentina.

Luego, Trías dice que hasta que no se constituyera el país no habría solución a sus problemas políticos y económicos (‘“No habrá provincias pacificadas, ordenadas y maduras hasta que no haya solución para sus penurias económicas y para sus desigualdades sociales y no habrá tales soluciones si la nación no se constituye sobre cimientos federales”).

Creemos que ha quedado hartamente demostrado que esto no fue así.

En primer término, el país ya estaba constituido a través de los distintos pactos provinciales, en especial el Pacto Federal de 1831, amén de otros pactos, como ya señalamos.

En segundo término, cada provincia tenía ya su propia constitución provincial.

Y, en tercer término, el autor no se ha percatado en su explicación que, luego de la constitucionalización del país a nivel nacional en 1853, ninguno de los conflictos que se suponían iban a ser superados (¿como por arte de magia?), no sólo no se superaron sino que la nación se siguió disgregando territorialmente, se acrecentaron los disturbios políticos, la anarquía se adueñó del país y las matanzas del gobierno Unitario tuvieron lugar por todo el territorio.

Del mismo modo, los derechos personales y patrimoniales de Juan Manuel de Rosas fueron avasallados sin miramientos. ¿Y las normativas constitucionales que se suponían iban a resguardar los derechos de las personas? Bien, gracias…

Es paradójico que ni los Unitarios que propiciaban la necesidad de una Constitución Nacional y que la falta de ella era el motivo de su lucha contra Rosas, creían en lo mismo que decían (solo eran declamaciones para captar bobos a la causa de sus intereses espurios), un historiador embebido de documentación de la época viese la excusa reiterada de ese ‘cliché’ que como sonsonete repetían los Unitarios, para voltear a su gobierno soberano. Los hechos luego de 1852 y en especial, 1853, demostraron lo taimado de sus reclamos.

José María ROSA[314] reitera un sofisma malicioso del Unitarismo. En su edición del año 1974 de “La Guerra del Paraguay” dice que “…Es un repetido error decir que la Argentina carecía de régimen constitucional antes de 1853. Cada provincia tenía su respectiva constitución o su cuerpo orgánico de leyes provinciales. Mientras, la órbita de los asuntos generales, la reglaba el Pacto Federal del 4 de enero de 1831, y las leyes provinciales por las cuales entregaba al Gobernador de Buenos Aires el manejo de los negocios exteriores.

“En un régimen de Confederación, como lo era el argentino entre 1831 y 1853, los estados locales se manejan por sus respectivas constituciones, mientras en el orden nacional existe un pacto confederal. Así se gobernó constitucionalmente la Confederación Helvética entre 1815 y 1848, y los Estados Unidos desde 1777 a 1787”.

“Clamar por ‘una Constitución’ nacional innecesaria en un sistema de Confederación, era un viejo recurso de los antirrosistas para dar colorido institucional a sus pronunciamientos militares”.

“Cada vez que se enzarzaba en una guerra internacional no faltaba un general patriota que se aliaba con el extranjero y recibiera de ellos ayuda para «dar una constitución a los argentinos». Así lo hicieron Lavalle con los franceses en 1838, Paz con los ingleses en 1845 y Urquiza con los brasileños en 1851”.

Luego, en la edición digital de 1985, sin conocerse las razones, el párrafo transcripto ha sido eliminado casi en su totalidad y reemplazado por el siguiente “Puesto que Rosas se oponía a copiar una constitución (como lo dijo en su «Carta de la Hacienda de Figueroa» a Quiroga) y esperaba que el estatuto nacional surgiera de la realidad política y social argentina, cada vez que se enzarzaba en una guerra internacional no faltaba un general patriota que se aliaba con el extranjero y recibiera de ellos ayuda para «dar una constitución a los argentinos». Así lo hicieron Lavalle con los franceses en 1838, Paz con los ingleses en 1845 y Urquiza con los brasileños en 1851”.

El propio Bartolomé Mitre[315] en 1862 respecto al Pacto Federal dice y reconoce: "Ese tratado, es la única Ley Fundamental de la República, es el único vínculo que ata las provincias argentinas, el único fanal que ha ardido constantemente en medio de la horrible borrasca en que nos hemos agitado, azotados por el viento del infortunio y nadando en un mar de sangre. Todas las constituciones nacionales, todas las leyes nacionales, todos los tratados interprovinciales, todo ha naufragado, menos esa ley, ese pacto social federativo que es la piedra angular sobre la cual se quiere hoy construir el edificio de la organización nacional"

En 1873 el exiliado Restaurador se descargó afirmando: “Si he cometido errores –no hay hombre que no los cometa- sólo yo soy responsable. Pero el reproche de no haber dado al país una constitución, me pareció siempre fútil porque no basta dictar un cuadernito, como decía Quiroga, para que se aplique y resuelva todas las dificultades: es preciso antes preparar al pueblo para ello, creando hábitos de orden y gobierno, porque una constitución no debe ser el producto de un iluso sino el reflejo exacto de la situación de un país.”

En diciembre de 1829, cuando Rosas asumió por primera vez el gobierno de la provincia de Buenos Aires, algunas de las 13 provincias ya habían sancionado constituciones “escritas”, lo que revela que ese proceso tenía vida incipiente en nuestro país, aun cuando todavía no se había impuesto en el mundo.

Siempre fue partidario de dar legitimidad a sus nombramientos como gobernador.  En 1829 fue designado por convocatoria de la Legislatura, que había sido disuelta por el “golpe” de Lavalle y fue entonces que “restauró” la ley. -

En 1835, exigió un plebiscito para acceder con la ‘Suma del Poder’ que fue ganado casi por unanimidad, 9.713 votos a favor y 8 en contra.  Esto muestra el grado de anarquía y disgregación social.

Desde que tuvimos la presuntuosa Constitución de 1853 (unitaria en su esencia y por tanto, centralista) que sirvió como ‘latiguillo’ para oponerse a Rosas, hubo un sinnúmero de asesinatos, fusilamientos, ahorcamientos, masacres de civiles sin ningún tipo de juicios imparciales o simplemente, sin juicios previos.  Prueba de ello fue la matanza indiscriminada y persistente de miles de criollos en el interior a manos de Lamadrid, Acha, Conesa, Sarmiento, Mitre, Del Carril y sus capataces como Flores, Sandes, Arredondo y tantos otros que sembraban el terror sin ‘ahorrar sangre de gaucho’ como pedía Sarmiento.

Una evidencia de lo aludido la dió Nicasio Oroño, Senador Unitario al informar que en el gobierno de Mitre, con la anhelada Constitución vigente, desde junio de 1862 a junio de 1868 habían ocurrido en las provincias argentinas 117 revoluciones y 92 combates. Cabe señalar que no tomó en cuenta lo acontecido en el período anterior, de 1853 a 1862, ni lo sucedido con posterioridad a 1868 por lo menos hasta 1880.

¿Y la aplicación, y la vigencia de la declamada necesidad de la Constitución Nacional que iba a pacificar y organizar a nuestra patria?

Esto prueba que el ‘librito’ tan caro a los intereses foráneos para sojuzgarnos, era un espejismo que algunos de nuestros antepasados se “tragaron como un sapo”.

Vamos a acudir al Profesor e Historiador OLAZA PALLERO[316] que en un esencial trabajo nos da la retahíla de datos pormenorizados e irrebatibles de lo que en realidad significó la existencia de la Constitución como panacea para el logro de la paz en nuestras tierras. Un resumen sucinto de lo que acabadamente se ha volcado en distintos libros de variados autores, condensado en esta obra.

El 3 de febrero de 1852 en los campos de Caseros, vecino a la ciudad de Buenos Aires, era derrotado Juan Manuel de Rosas, siendo obligado a renunciar a los cargos que venía ejerciendo. Buenos Aires presenció horrorizada los grandes fusilamientos de Urquiza en Palermo, las muertes inicuas de Chilavert y Santa Coloma, el asesinato del médico-poeta Claudio Mamerto Cuenca mientras atendía a los heridos federales, y la lista de grandes crímenes que en nombre de la pedagogía civilizadora ensangrentaron el resto de siglo, para imponer al país y las provincias el fraude, la entrega, el unicato del Régimen.

Después de Caseros se reagrupan las fuerzas políticas y las del pensamiento. Con el vencedor entraron en Buenos Aires, Mitre, Sarmiento... Europa. En este breve trabajo se hará un análisis de hasta qué punto fueron respetados los derechos existenciales en Argentina en el período 1852-1872.

“Decía Jauretche: ‘El protagonista de la historia no pierde nada como hombre cuando se lo baja del pedestal; ni siquiera como ejemplo. Por el contrario, gana al humanizarse con su carga de aciertos y errores’ .

Recordemos la vigencia de la Constitución desde 1853 y lo que establecen sus arts. 16 (igualdad de los habitantes); 18 (abolición de la pena de muerte por causas políticas); 14 (defensa del derecho de propiedad); etc

El 3 de febrero de 1852, en el Palomar de Caseros, se desbandó el ejército de Rosas, derrumbándose su gobierno. De allí que no hubo mayor lucha por la defección de muchos regimientos rosistas. El Ejército Grande Aliado de la América del Sud quedó vencedor. Escenas de sangre se sucedieron en el campo de batalla.

Las tropas del coronel oriental Palleja, dieron muerte en la casa de Caseros al médico y poeta Claudio Mamerto Cuenca por el solo delito de atender a los heridos federales; al atardecer Martín Santa Coloma era tomado prisionero en el camino de Santos Lugares y degollado por orden de Urquiza. Chilavert, que entregó su espada en su batería, será llevado ante Urquiza que lo reclamaba; después de una conversación a solas, Urquiza descompuesto de ira ordenó que lo fusilaran por la espalda. El vencedor de Caseros habrá recriminado a Chilavert su defección del bando ‘antirrosista’. Pero don Martiniano le habría contestado que allí había un solo traidor: quien se había unido al extranjero para atacar su patria.

En los caminos de Palermo cada día hay más hombres colgados de los árboles y diariamente el olor es más fétido. Espectáculo de barbarie jamás dado en esa magnitud (8 También todos los sobrevivientes del regimiento de Aquino fueron ahorcados sin juicio previo, a la vista de Urquiza mientras la gente aplaudía a medida que se cumplía con la bárbara sentencia (O’Donnell, Pacho, ‘Juan Manuel de Rosas. ‘El maldito de nuestra historia oficial’, Bs.As., Planeta, 2001, p. 267).).

Los colgados son federales. Los integrantes de la infantería rosista, que eran orilleros y menestrales, fueron apresados en número de 10.000 y retenidos prisioneros hasta después del desfile de los vencedores. La “aurora de la libertad y la civilización” titulaba Valentín Alsina su última editorial en el Comercio del Plata...

Testigo de estos sucesos fue el general uruguayo César Díaz: “A la fusilación [sic] de Chilavert siguieron muchas otras. Un bando del general en jefe había condenado a muerte al regimiento del coronel Aquino sublevado en el Espinillo; y todos los individuos de este cuerpo que cayeron prisioneros en Monte Caseros, fueron pasados por las armas. Se ejecutaban todos los días de a diez, de a veinte y más hombres juntos, sin otra formalidad que la de justificar la identidad de las personas, para lo cual se consideraba suficiente la denuncia de los mismos prisioneros. Las ejecuciones tenían lugar en los campamentos, es decir, en medio de las quintas o a las orillas de los caminos más frecuentados; y los cuerpos de las víctimas quedaban insepultos en los mismos parajes en que habían sido privados de la vida, cuando no eran colgados en algunos de los árboles de la alameda que conduce de la ciudad a Palermo” .

Otro protagonista nos relata los sucesos, en este caso es el sobrino de Rosas, Alejandro Baldez Rozas, ayudante y sobrino político del general Lucio Mansilla, teniente 2º de la 2º compañía de fusileros del 2º batallón de Patricios: ‘Se oían muchos tiros, era que los soldados sueltos de Urquiza se ocupaban de saquear; almacenes, tiendas, joyerías, etc.; algunos extranjeros que estaban prevenidos les tiraban y mataban o herían a muchos. Por ejemplo Mr. Bazuil, que tenía sombrerería en la esquina de Victoria y Perú, les tiró con su rifle a unos que saqueaban la joyería allí enfrente (donde está ahora la tienda de Londres) y volteó algunos’.

La barbarie, el salvajismo, se ponían de manifiesto con sus expresiones más repulsivas, pese a que el Ejército Grande Aliado de Sudamérica se titulaba ejército de la civilización (12 Según Pedro de Paoli es después de Caseros que la Argentina toma perfiles de colonia británica, por la acción de los ex-exiliados y sus descendientes. En efecto, desde entonces todo pasa al dominio inglés: ferrocarriles, puertos, agua corriente, gas, luz eléctrica, bancos, finanzas, etc. (De Paoli, Pedro, Facundo, Bs.As., Facundo, 1972, p. 7)..

Es así como el Poder Judicial se dirige al Ejecutivo señalando la oportunidad de iniciarle juicio a Rosas y aplicar sus bienes en obras públicas. Entre esas propiedades declaradas bienes públicos se encuentra una casona de la calle Potosí (hoy Alsina), ubicada a pocos pasos de la iglesia de San Francisco, y que don Juan Manuel ha heredado de doña Agustina López Osornio de Ortiz de Rozas. Es la casa paterna de los Ortiz de Rozas que un decreto del gobernador López del 17 de febrero de 1852 convierte en residencia del gobierno provincial, ya que el viejo Fuerte –sede anterior del Poder Ejecutivo- debe ser reparado y refaccionado para estar en condiciones de acogerlo.

Los más entusiastas rosistas de otrora resultan los más enconados detractores de Rosas, entre ellos Rufino de Elizalde y Emilio Agrelo, que alguna vez habían empujado con fervor las ruedas del carruaje de Manuelita Rosas, según testimonio de Benito Hortelano” …

Hagamos acá una breve digresión: recordemos lo que hemos dicho anteriormente en este trabajo que, por ejemplo, la mujer de Rufino de Elizalde (Manuela Leal Lavalle) era hermana de la mujer de Felipe Arana, y que éste era su padrino y tío político por el lado materno (una hermana de la madre de Elizalde, de apellido Beláustegui, estaba casada con  Felipe Arana).  De allí los puestos de privilegio y honores que siempre tuvo Elizalde en el Gobierno de Rosas a lo largo de los años, sin embargo, no trepidó en darse vuelta sin ningún reparo, apenas vio el destino del gobierno federal por caer a fin de salvar su pellejo y, seguramente, su patrimonio.

Así como Rufino de Elizalde sin tapujo alguno se volvió uno de los fiscales más encarnizados contra Rosas, más aún que muchos Unitarios, también Urquiza mantuvo a la mayoría de Los Federales funcionarios ‘rosistas’, como Vicente López y Planes, que fue designado Gobernador de Buenos Aires por el entrerriano, al día siguiente de la batalla de Caseros.

Tanto Urquiza como los Unitarios en el poder perdonaron, dice José María ROSA[317], a aquellos que “por debilidad o conveniencia atribuyeron su Federalismo a ambición o temor, pero ante la sinceridad insobornable de Juan Manuel de Rosas fueron implacables”, como la historia atestiguó”.

Continúa exponiendo OLAZA PALLERO[318] que por “ironía del destino, el unitario Félix Frías, ex secretario de Lavalle, se pronunciaría en contra del proyecto. Otros apóstatas rosistas, que se muestran duros con don Juan Manuel fueron Francisco de Elizalde, Juan Bautista Peña y el doctor Vélez Sarsfield; Rufino de Elizalde, junto con Vélez Sarsfield y otros abogados firmó, a fines de 1851, una ferviente adhesión a Rosas.

“Pastor Obligado, elegido gobernador interino el 24 de julio de 1853, no respetó un decreto por el que se ofrecieron amplias garantías y seguridades para los vencidos y una amnistía otorgada por la mediación de los representantes extranjeros de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Es así que algunos civiles y militares que habían participado en el levantamiento federal de Lagos fueron desterrados, otros fueron encarcelados y ordenado su procesamiento.

“Por decreto del 11 de agosto, ordenó a los jueces del Superior y de 1º instancia Valentín Alsina, Juan José Cernadas, Alejo Villegas, Marcelo Gamboa y Dalmacio Vélez Sarsfield, juzgar “con absoluta preferencia” las causas “pasadas por el ejecutivo”, pudiendo “acortar los términos y aun actuar en todas las horas del día y la noche y aun en los días festivos que se declaran hábiles”. Este decreto buscaba acelerar el proceso a los mazorqueros. Estos últimos fueron: Silverio Badía, Manuel Troncoso, Fermín Suárez, Estanislao Porto, Manuel Gervasio López, Manuel Leiva, Torcuato Canales, Ciriaco Cuitiño y Leandro Alén. A los reos se les imputaban las muertes de octubre de 1840 y abril de 1842, durante la época de Rosas. En correspondencia firmada por el edecán de Rosas, general Manuel Corvalán del 19 de abril de 1842, dirigida al coronel Joaquín María Ramiro, le manifiesta: ‘El infrascripto ha recibido orden del Excmo. Señor Gobernador de la Provincia Brigadier Don Juan Manuel de Rosas para decir a V.S. que ha mirado con el más serio profundo desagrado los escandalosos asesinatos que se han acometido en estos últimos días, los que aunque han sido sobre salvajes unitarios, nada, absolutamente nadie, está autorizado para semejante bárbara... licencia’ (ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Secretaría de Rosas, S. V, c. 30, A. 3, Nº 1; borrador de puño y letra de Rosas).).

“Otro procesado fue el antiguo edecán de Rosas, Antonio Reyes. Tuvo Reyes como sus defensores en el juicio a los doctores Miguel Estévez Saguí y Manuel María Escalada. El 4 de mayo de 1854 fue sentenciado, en primera instancia, a sufrir la pena de muerte en calidad de aleve. Obligado, a instancias del Presidente oriental Venancio Flores, pidió informes a la Cámara de Justicia y ésta acabó desaprobando el trámite del proceso incoado.

“Pero Reyes no esperó y el 6 de junio pudo fugarse de la cárcel porteña. Y así fue que, en segunda instancia, el 30 de junio de 1855, la Cámara de Apelaciones revocó la sentencia de mayo de 1854 y lo absolvió, con el levantamiento del embargo de sus bienes. Con no mejor suerte Cuitiño aceptó la plena responsabilidad y libró de cargo a sus subordinados. Dijo que el gobernador le ordenó que con los serenos (era coronel de ese cuerpo), vigilantes y civiles de la Sociedad Popular Restauradora, tratara de contener a los más exaltados en esos momentos de efervescencia, y, necesariamente, empleó armas.

“El Fiscal se limitó a apuntar, con un laconismo remarcable en tratándose –como se trataba- de una cuestión jurídica tan compleja como la de la obediencia debida: ‘No es posible haya tranquilidad pública en Buenos Aires si se absuelve al asesino que alega en su defensa que asesinó porque lo mandaron asesinar’. El 13 de octubre, Obligado se recibe de gobernador permanente; y cuatro días después, el 17, son ajusticiados en la plaza 25 de mayo los ex mazorqueros Manuel Troncoso y Silverio Badía, acusados de crímenes producidos entre los años 1840 y 1842. Estos mazorqueros, un año antes, habían integrado las fuerzas premiadas por el gobierno liberal en mérito a su adhesión a la revolución del 11 de septiembre. El 28 de diciembre siguen igual suerte, Ciriaco Cuitiño y Leandro Alén, ejecutados a las 9 de la mañana en la plaza de la Independencia, junto a los muros de la Concepción.

 “A fines de enero de 1856 el general Jerónimo Costa desembarca en Zárate con escasos efectivos federales. Sin posibilidad de dar batalla, los federales se rindieron, pero sus oficiales fueron lanceados, no quedando ningún federal con vida, excediéndose los términos del Acuerdo firmado por Obligado, Alsina y Mitre que exceptuaba de la pena máxima a la tropa. Regía ya la garantía constitucional.

“No hubo ni siquiera juicio sumarísimo para el general Costa y sus compañeros de infortunio: la pena de muerte había sido establecida por Decreto y antes de ser habidos los inculpados (Sin estar investido el gobernador Alsina de facultades extraordinarias (expresamente prohibidas por el art. 106 de la Constitución del Estado) ni declarar un estado de sitio no contemplado por el Código local, ordenaba el castigo de tan famosos criminales (Rosa, José María, t. VI, p 156).).

“Sarmiento se alegró por la cobarde matanza, y escribió desde ‘El Nacional’: ’Han muerto o han sido fusilados, en el acto de ser aprehendidos, Bustos, Costa, Olmos. Trofeos la espada de Costa ruin y mohosa. El carnaval ha principado. Se acabó la mazorca.’

“Nos dice Arturo Jauretche: ‘Queda abolida para siempre la pena de muerte por causas políticas (Art. 18 de Constitución Nacional)’. También, como en el caso de la confiscación de bienes, esta garantía estaba incorporada a la Carta Magna y a lo que Buenos Aires se había dado con la segregación.

“Se supone que la prohibición de aplicar la pena de muerte por causas políticas rige para los casos extremos, como revoluciones, golpes de estados, etc., y no para los simples desacatos, interpelaciones parlamentarias o artículos periodísticos. Pues es precisamente, con las revoluciones o tentativas, cuando no funciona; se trata de otro paraguas para cuando no llueve”.-.

“La Constitución del año 1853 estableció en el papel la organización y constitución del país en la tan soñada unidad nacional. Sin embargo, se siguió derramando sangre gaucha... y de la otra, en Buenos Aires, Cepeda, Pavón... hasta que en 1880 Buenos Aires se entregó al país, sujetándolo a su designio.

“Pero volvamos a Costa. El general Jerónimo Costa nació en Buenos Aires en 1809, peleó en la guerra contra el Brasil, contra la Liga Unitaria y en la heroica defensa de la isla Martín García (1838) contra el ejército imperialista francés.

“Después de Pavón hubo unos años de respiro, turbados en parte por la guerra del Paraguay. Luego se impuso una batalla a muerte a quien se opusiese a la europeización del país: guerra a muerte a la barbarie, al gaucho, paso a la civilización.

“El gaucho tal vez se hubiese adaptado al progreso, si el exterminio no se hubiese predicado en su contra.  Aunque quizás se pensó que la altivez del gaucho, su espíritu de libertad y su soberbia, no hubiesen aceptado las condiciones esclavizantes que aceptaron los colonos extranjeros.

“Y quizás por eso, la frase de Sarmiento en la carta que le escribiera a Mitre: “No ahorre sangre de gauchos, es excelente para abonar la tierra”. O aquella otra escrita a propósito del asesinato alevoso del general Ángel Peñaloza (El Chacho): ‘Yo aplaudo la muerte del Chacho, precisamente, por la forma en que se llevó a cabo’, tuvieron cumplimiento inmediato y frío.

“En la tragedia de su clase oprimida y castigada, como es la gaucha, en nuestro caso, es donde está palpitante, como un corazón pleno de vida, la verdad histórica de nuestra tierra. Los ideales del liberalismo intransigente fueron los definidos por Sarmiento, con el beneplácito de sus opositores liberales, en aquel famoso discurso que pronunció en la logia Constancia, donde afirmó que había que imponer paulatinamente una sola lengua, y todo indicaba que debía ser la inglesa en razón de que esa potencia extendía su dominio por todo el mundo; había que desarraigar el hondo sentimiento religioso; había que destruir las tradiciones que sustentaban el  vínculo de cohesión nacional; y había que acabar con toda opinión política contraria al credo liberal.

“La montonera fue extirpada con energía, y los paisanos apresados marcharon a la frontera con el indio, que debía extenderse hasta el río Negro. Paralelamente, se intensificó el usual sistema de los contingentes armados mediante arreos de vagos "mal entretenidos" en pulperías y enramadas.

“La deserción se penó con la muerte por decreto de 1872. Y, cuando los gauchos quisieron rebelarse en Loncohué, se ordenó diezmar a los insurrectos. Producida la guerra con el Paraguay a causa de las intrigas ‘mitristas’, y “cazados” los gauchos para formar los contingentes que debían marchar hacia aquella matanza, era natural que de las provincias salieran los caudillos que al frente de las “masas” –de las poblaciones- se opusieran, sublevándose, a la irrupción de las tropas ‘mitristas’.

“Por estas razones se sublevaron el Chacho Peñaloza, quien nunca fusiló a ningún prisionero; es más, los devolvía (36), Felipe Varela, López Jordán, Chumbita, Francisco Clavero y algunos otros. Había caído Rosas, pero no la barbarie.

“Afirma Eliseo F. Lestrade que ‘después de la caída de Rosas el país presenció el asolamiento del interior y de la campaña de la provincia de Buenos Aires, realizado por los gobiernos que le sucedieron en la provincia y que desde ésta pretendieron subordinar todo el interior’

“El poema Martín Fierro constituye un documento en cada uno de sus versos. Por otra parte, si los vencedores de Pavón hubieran deseado realmente pacificar el país, lo que correspondía al principio era ofertar la paz al interior, levantado en armas en defensa del gobierno constitucional de Derqui.

“Es así que no se buscó un entendimiento pacífico con el interior. Se le presentó el hecho consumado de la guerra, prefiriendo conquistarlo, ejercer su dominio y aterrorizarlo. Con ese objetivo había que derramar mucha sangre argentina.

“Para terminar, diremos solamente que eso no importaba a los liberales que entonces detentaban el poder”.

Digamos que los Liberales de hoy son la casta anglófila y francófila (los Unitarios de siempre). La mano de la Masonería es claramente visible en todos estos actos de terror jacobino.

Eso fue la prueba real, concreta del mito de la Constitución necesaria para organizar un país. De hecho, por ejemplo, Gran Bretaña no tiene Constitución y en aquel entonces, en que los unitarios europeizantes luchaban por ella, tampoco Inglaterra la tenía.

Hemos hecho un breve recorrido de la falacia que implica subordinar la soberanía de una nación a un cuadernito, abstracto y desprovisto de toda realidad con el mundo circundante donde se la quiere aplicar. Y que esconde detrás de su panegírico, las herramientas que utilizan los sempiternos enemigos de la nación, para sojuzgarnos.

En realidad, el fin real buscado, el único, era el saqueo permanente de nuestro territorio y el enriquecimiento del Imperio Británico, el Brasil y sus empleados criollos.

Y con la caída del régimen soberano de nuestra patria, no solo cae Rosas sino, con él, todo su sistema económico.

Dice José María Rosa[319] que “La nueva política económica empezó a los cuatro días del desfile triunfal de los vencedores de Caseros. El 24 de febrero el gobernador delegado López decretaba la "libre exportación de oro y plata" (8) que abrió las puertas de escape al metal acumulado en 15 años. La onza de oro, que en diciembre de 1850 valía 225 pesos papel, bien poco teniendo en cuenta las continuas emisiones de papel moneda inconvertible que Rosas se encontró obligado a realizar (9), alcanzaría el año 53, el siguiente de Caseros, a $ 311 3/8, para subir paulatinamente hasta $ 409 en 1862 (10). El oro se fue del país apenas encontró la puerta franca. […] En 1855, por nueva ley de Aduana (15), los aforos fueron disminuidos aún más. Los modestos talleres nacionales cerraron sus puertas, emigrando - como hemos visto - sus maestros y oficiales a tierras no tan propicias, como la Argentina post-Caseros, la palabrería insustancial y el coloniaje real, Mientras los "pálidos proscriptos de la tiranía" regresaban a sus lares dispuestos a convertir en realidad las lecturas filosóficas penosamente digeridas en el exilio, otra emigración oscura y silenciosa tomaba el camino del destierro: hombres que no peinaban ondulantes melenas románticas ni cargaban libros franceses en sus bagajes, pero que tenían el rostro quemado por el fuego de las fraguas y las manos encallecidas en el trabajo rudo, ¡ Curioso trueque éste de artesanos laboriosos por políticos más o menos trasnochados”.

Se sumó a esto la anarquía vuelta a la vida. La falta del orden político, llevó a la falta de orden económico y su consecuencia fue una interminable sucesión de revoluciones, asesinatos, golpes de estado… ¿La Constitución? ¿El estado de derecho supuestamente conseguido luego de Caseros largamente invocado por los golpistas? Bien, gracias…

De hecho, y como epitafio de lo explayado, dice Víctor GUERRERO[320] (citado por Leonardo CASTAGNINO en la Gazeta Federal), “Desde 1852 hasta 1868 estallaron en las provincias argentinas 117 revoluciones y se libraron 91 combates, con un total de 4.728 muertos. Tal fue el fruto directo de la "democracia” impuesta en Caseros”. 

En efecto, a partir de los asesinatos en masa luego de la batalla de Caseros, le siguieron el cruel despedazamiento del territorio patrio, aunados a tales fines los mercenarios Justo José de Urquiza, Domingo F. Sarmiento y Bartolomé Mitre.  Y ya nada fue lo mismo, se perdió también el Atacama y la zona sur del pacifico en la zona del estrecho de Magallanes y, para siempre, la oportunidad de que volvieran al seno materno, el Alto Perú, Paraguay, las Misiones Orientales y parte de las Occidentales y, por supuesto, la querida Banda Oriental.

Gracias a Rosas y su Pacto Federal de 1831 a través del cual 14 provincias crearon el instrumento fundante de nuestra nacionalidad, nuestra patria no fue más segregada (Entre Ríos, Corrientes, Misiones, etc) a pesar de las aviesas intenciones en tal sentido por parte de los Unitarios, entre ellos Fructuoso Rivera, y de los Federales arrepentidos como Urquiza y Garzón.

CASTAGNINO[321] nos da otro bosquejo de Bartolomé Mitre. Dice el autor que  “emigrado a Montevideo, formaría parte del “Ejercito Grande” contra Rosas en Caseros, como oficial de una fuerza extrajera, tal como se lo echa en cara Juan Bautista Alberdi en su polémica por la Guerra del Paraguay, en que Alberdi se oponía desde Paris a dicha guerra.

Alberdi, [a quien no se lo puede tildar de Federal y menos, de ‘rosista’] atacado en su patriotismo le arrojó este certero dardo a la cara de Mitre, el antiguo artillero de Caseros: “Si al menos hubiera yo tomado una escarapela, una espadas, una bandera de otro país, para hacer oposición al Gobierno del mío, como en Monte Caseros lo hizo otro Argentino contra Buenos Aires, con la escarapela Oriental, como oficial Oriental, bajo la bandera oriental y alienado con los soldados de Brasil...”

Mitre se incorpora a las tropas uruguayas del “ejército grande”, recomendado por los generales Juan Gregorio de Las Heras y Eugenio Garzón, y siendo aceptado por Urquiza, se incorpora al frente de una batería uruguaya, al mando del coronel Pirán”.

Podemos agregar el caso de Eugenio Garzón, otrora oficial de Artigas y del Urquiza Jefe del Ejército de la Confederación Argentina, a la que defendía de los mismos personajes a los cuales se subordinó masónicamente en forma execrable junto al entrerriano, en su famoso ‘Pronunciamiento’ a las fuerzas brasileñas, a los Unitarias porteñas y a los ‘Colorados’ de la Defensa, al fin y al cabo, hermanos ‘tres puntos’ todos.

Ello no puede dejar de sorprender y es fiel testimonio de cómo la Masonería hacía que aquellos que hasta ayer eran enemigos, repentinamente, pasaran a militar en las mismas filas para combatir a los que habían sido sus camaradas.

De este modo vil nuestro territorio, nuestra ‘Patria Grande’, seguía desmembrándose, destejiéndose, para beneplácito de los defensores de la ‘Patria Chica’: los logistas, los ingleses, los franceses y no nos olvidemos del Imperio del Brasil que, a pesar de haber perdido todas las guerras con nosotros, luego, en la mesa de negociaciones se quedaron con parte de nuestro territorio. Queda claro que la diplomacia es la continuación de la guerra por otros medios.

De esta manera, a medida que se descorre el velo que oculta lo que fue nuestra independencia, podemos presumir que ésta difícilmente hubiera ocurrido cuando ocurrió, si no hubiera sido Gran Bretaña la propulsora solapada de ello para debilitar al imperio español. El famoso ‘Divide e Impera’ tan caro a la astuta diplomacia británica.

Hay un hilo conductor en la historia entre aquellos que se rebelaron contra la insidia británica y francesa y sus ‘empleados’, los unitarios de ambos lados del Río de la Plata. Comenzando por Artigas, San Martin, Lavalleja, Oribe, Rosas, y tantos otros custodios de nuestra hispanidad y de la ‘Patria Grande’.

Respecto a lo que manifestábamos en el párrafo anterior, SIERRA[322] dice que… “el primero que habla de independencia en estos días es el famoso Lord Strangford, exponente del diplomático hábil, cínico y sin escrúpulos, y lo hace en carta del 10 de Junio al marqués de Wellesley desde Río de Janeiro. "En síntesis -dice en ella- se desea la independencia en cualquier forma, pero, preferentemente, bajo la protección inglesa, siendo Buenos Aires el centro de donde irradiarán las cosas" [la negrita me pertenece].

El impulso liberal de Gran Bretaña era ejercido únicamente sobre nuestras tierras americanas. Digamos que, si utilizáramos términos actuales, diríamos que Gran Bretaña utilizaba el refrán ‘haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago’. El liberalismo no fue, ni es, aplicado en la política económica interna británica, sólo lo era para aquellas tierras que deseaban colonizar.

En tal sentido, sigue diciendo el eminente historiador que “Inglaterra ha fomentado el liberalismo entre nosotros, aunque ella se cuidó de practicarlo. Sus partidos a pesar de todo no dejan nunca de ser monárquicos, es decir, que en lo que se relaciona con el sentido unificador del imperio, que es la monarquía, todos los partidos ingleses son de hecho un sólo partido”.

También con la misma visión, Oscar ABADIE AICARDI[323] sintetiza en pocas palabras el plan colonizador de Gran Bretaña y Francia: lograr que la Banda Oriental se separara de las Provincias Unidas del Rio de La Plata para tener un ‘Estado-Tapón’ y conseguir que Montevideo fuera un puerto comercial para poder acceder a través del rio Uruguay hasta el Paraguay y así comerciar libremente, evitando que tanto el rio de La Plata como el rio Uruguay pertenecieran a un mismo estado y se convirtiera en un rio interior. De otro modo, no podrían navegar libremente para llevar sus manufacturas hasta el interior de Sudamérica, sin obligación de pago de impuestos o tasas alguna.

El escritor e historiador Oriental Guillermo VAZQUEZ FRANCO[324] lo supo ver con exactitud cuando dijo que el gobierno de Brasil tenía interés en la independencia de la Provincia Oriental…. “Argentina perdió una provincia que era suya, como si hubiera perdido Córdoba o Catamarca. Como si nosotros perdiéramos Cerro Largo o Paysandú. Argentina pierde presencia, gravitación internacional porque se le escapa una provincia que no sería la más rica, no sé, pero seguramente la más estratégica. Porque perdió la provincia que le daba el control del Río de la Plata, el acceso al corazón de América por la vía fluvial del Paraná y el Paraguay”.

Sigue diciendo el autor que el humillante tratado de libre comercio del 25 de marzo de 1825 -que aún hoy seguimos padeciendo- que Canning y los funcionarios liberales y corruptos firmaron en nuestro nombre, a cambio del reconocimiento de nuestra independencia de los españoles, es un notorio ejemplo del sometimiento de nuestra patria a los intereses foráneos.

Además, esos tratados siempre tenían una cláusula por la cual Gran Bretaña era ‘la nación más favorecida’. De tal modo comenzaba nuestra nación a ser solo agroexportadora de materias primas, sin posibilidad de manufacturarlas en forma industrial, a la par que se seguía derrumbando paso a paso, su territorio heredado de España.

Territorio que siguió desgajándose más y más luego de la Guerra de la Triple Alianza.

 

 


 

 

Héctor B. PETROCELLI[325] señala que en virtud de los malhadados acuerdos entre Urquiza y el Imperio del Brasil, luego de Caseros, Urquiza compelió a la Banda Oriental a entregar rápidamente las Misiones Orientales, bajo apercibimiento de obligarlos a hacerlo a cañonazos si no cumplían. Como ya dijimos, con las armas de Brasil y de Urquiza apuntándolos, los Orientales se vieron forzados a cumplir los pactos con Lamas, que entregaba de ‘iuris’ las Misiones Orientales al Brasil.

Esa entrega de las Misiones Orientales fue condición necesaria para el apoyo del Imperio a Urquiza, como se pudo ver en el tratado firmado entre ellos el 29 de mayo de 1851.

Podemos afirmar que de tal manera entre Urquiza, Brasil, y los imperecederos renegados Unitarios Orientales como Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y Obes y Andrés Lamas, se consumó la pérdida de unos 100.000 Km²  luego de años de lucha contra el Imperio, que batalló una y otra vez para apoderase de tierras que no les competían por derecho,

Sabemos que la diplomacia brasileña era superior a la de la Confederación. Al decir de José María ROSA[326], luego de Caseros, en una fiesta de celebración en Buenos Aires, Urquiza vanagloriándose le dijo al masón Honorio Hermeto Carneiro Leao, que gracias a él se había salvado la corona del Emperador.  El diplomático brasileño le contestó que los hombres del Brasil, aunque fueran enemigos del Jefe de Gobierno jamás traicionarían a su patria, ante el silencio y miradas absortas de los concurrentes al ágape.

Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento entre otros, completaron la desintegración de las Provincias Unidas del Rio de La Plata, después de la Batalla de Caseros en 1852 con las batallas de Pavón y la infame guerra contra el Paraguay.  Una guerra ignominiosa llamada ‘Guerra de la Triple Alianza’, cuyos únicos favorecidos fueron Inglaterra, Francia y Brasil, dando por concluido con ésta el episodio final de nuestra derrota ya definitiva del 3 de febrero de 1852 en ‘Caseros’.

Sabemos que muchos de quienes combatieron denodadamente contra el gobierno legítimo de la Confederación Argentina al mando de Rosas, fueron quienes habían estudiado y trabajado, creciendo material e intelectualmente gracias a las escuelas, colegios y universidades de la Confederación Argentina.   Luego se volvieron contra quien les había dado todas las armas para su desarrollo profesional y personal.  Es decir, usufructuaron los beneficios de su gobierno nacional para luego ‘morderle la mano’, al combatirlo con la ayuda del extranjero usurpador con el cual se aliaron.  Se trata de la afrancesada, apátrida y apóstata ‘Generación del ’37.

En este grupo estaban. entre otros. José Rivera Indarte, Juan María Gutiérrez, José Mármol, Rufino de Elizalde, Pastor Obligado.  Uno de ellos fue Bartolomé Mitre, algo poco conocido en nuestra historia.

Cabe recordar que la mujer de Rufino de Elizalde era hermana de la mujer de Felipe Arana, canciller del Gobierno de Juan Manuel de Rosas y de la Confederación Argentina.   O sea que se crió y gozó de los beneficios del poder y, no obstante ello, traicionó a quien lo había beneficiado cuando así lo creyó conveniente.

Veamos otro caso. El antiguo Alférez de Artigas, Coronel Eugenio Garzón, recomendó la persona de Bartolomé Mitre al discípulo dilecto de Artigas, el Presidente General Manuel Oribe. De esta manera, Mitre pasó a revistar como soldado del oriental Fundador de la República.

Julio Cesar CORVALÁN MENDILAHARSU[327] manifiesta que “…Bartolomé Mitre se presentó, junto con otros compañeros, en el fuerte San José el 4 de diciembre de 1837. Incorporándose al ejército constitucional del general Oribe para combatir la revolución que encabezaba el general Rivera, con Lavalle y el unitarismo porteño. Mitre fue recomendado por el Coronel Eugenio Garzón, y el coronel Acuña lo incorporó como soldado distinguido: el 15 de enero de1838 empezó Mitre a percibir en ese carácter el sueldo de ocho pesos mensuales. Casi de inmediato pasa Mitre a revistar provisoriamente como dragoneante de abanderado y desde entonces percibe el sueldo de veintitrés pesos, hasta el 12 de febrero del mismo año, en que el general Oribe, presidente constitucional, decreta los siguientes ascensos: "Abanderado de la brigada de artillería, Enrique de Vedia; para alférez, al sargento Pedro Gómez, y para subteniente al soldado distinguido Bartolomé Mitre. Y siempre por recomendaciones del Coronel Eugenio Garzón, el 18 de junio de 1838 obtiene Mitre el puesto de abanderado de la brigada de artillería. Y el 16 de agosto siguiente, por orden del Presidente general Oribe, pasa al Estado Mayor, desempeñando las funciones de ayudante de la presidencia. "El subteniente Mitre acompañó al general Oribe, presidente constitucional basta su renuncia y emigración a la Argentina. Pero al producirse ésta, permanece en Montevideo, y triunfante Rivera, se le pliega de inmediato".

Lo más grave no es que Caseros haya sido una victoria brasileña, después de todo en la guerra las batallas se pueden ganar o perder.  Lo más preocupante es que nuestra colonización mental y cultural nos haya hecho creer falsamente que fue una victoria nacional en el marco de una guerra civil.

Esta adulteración permanente de la verdad histórica ha sido planificada en detalle y en forma deliberada por Sarmiento, Mitre, Urquiza, Alsina, Varela, y sus seguidores  Su finalidad era ejecutar un plan cultural en los organismos educativos, los medios de prensa y comunicación, en los nombres impuestos a ciudades, calles, monumentos y plazas, para hacernos creer lo que no existe: el patriotismo de esos héroes que en realidad estuvieron en las antípodas de serlo y conformaron una ‘Patria Chica’ que nos agobia y no deja salir a la superficie nuestra raíz.

Recordemos lo que pensaba y decía al respecto Florencio VARELA[328] en el diario ‘El Comercio del Plata’ del 20 de Junio de 1846 “…el problema que a Entre Ríos y Corrientes importa ventilar y resolver es, como promoverán más rápida y más sólidamente, el desarrollo de los elementos de prosperidad que encierran, cómo aumentarían su población, sus consumos, sus productos y por consiguiente su comercio y su riqueza. Para ello, nada importa que sean provincias argentinas o un estado independiente: lo mismo pueden conseguir aquellos objetos en una condición que en otra…”.

No sabemos qué aspecto resaltar en este paradigma de la ‘Patria Chica’ que nos presenta el autor: su deshonor patrio, su supina estupidez, su oronda ignorancia o todo ello junto.  Su pensamiento

afrancesado, apartado de toda realidad existencial nos ha traído numerosos males.

Un caso de lo que el inglés Halford J. Mackinder llamaba con ironía, pero con pleno acierto, “la concepción literaria de la historia”.

De este modo, los gobiernos Unitarios al controlar la narrativa histórica justificaban su propia existencia.

Estos ideólogos nacidos en nuestra tierra, pero colonizados mentalmente desconocieron nuestras circunstancias.  Sostenían que la realidad debía ajustarse a sus ideas abstractas y no inversamente. Y cuando lo sucedido no se ajustaba a sus fórmulas de laboratorio desprovistas de todo contacto con nuestra realidad, no importaba, persistían en sus altisonantes palabras huecas y a contrapelo de nuestra identidad.

Buscaron (y aún buscan hoy) la ‘cuadratura del círculo’. Se pusieron al servicio de los intereses políticos y económicos extranjeros, por supuesto a cambio de una muy buena remuneración.

Ya le decía el Deán Funes a Simón Bolívar “Estoy avergonzado del grado de servilismo que caracteriza a los hombres del gobierno de Buenos Aires en su trato con la Inglaterra”.

Poco pudo hacer Rosas en Caseros y tal como dijo en su nota de renuncia ante la Sala de Representantes “Si más no hemos hecho en el sostén de nuestra independencia, nuestra identidad, y de nuestro honor, es porque más no hemos podido”.

Como hemos mencionado anteriormente, las traiciones, las deserciones a último momento, los años de desgaste y el abandono de muchos de sus oficiales de ambos lados del Plata se sumaron a la derrota.  El sueño de la ‘Patria Grande’, de la restauración de las Provincias Unidas del Río de La Plata, que tanto temían Brasil, Inglaterra y Francia, se deshizo como un castillo de arena…

Pero, los males de la patria recién empezaban…

En palabras de Atilio GARCIA MELLID[329], los liberales son los monjes que custodian el templo de los falsos ídolos. Ninguno tan reverendo como el de la Constitución.

Ese liberalismo de ayer puede ir cambiando de nombre (neoliberalismo, progresismo, etc.), pero no de la planificación destinada a impedir nuestra independencia, hoy rotundamente inacabada, de la mano con la disgregación territorial.

Una de sus estrategias fue la colonización económica que se conjugó con la reducción de nuestro espacio geográfico.  Intentaron disociar al pensamiento nacional de la realidad, evitando todo contacto con el conocimiento nuestro verdadero pasado.

Puntualizaba Eduardo CERDEIRA[330] que el liberalismo es “El relato de una historia maquillada, parcializada y orientada a la manera de pensar del escritor de ocasión.

“Las únicas llamadas ‘presidencias históricas’, según la historia liberal, son las de Mitre, Sarmiento y Avellaneda. Esto coincide con el establecimiento de un Estado basado en un modelo económico agroexportador. Esta cuestión la había previsto Manuel Belgrano, cuando en 1796 advertía que “los países civilizados se cuidan de exportar materia privada sin antes transformarla localmente, porque de lo contrario estarán creando desocupación en el país exportador y trabajo en el país importador”, y recomendaba “no exportemos cuero, exportemos zapatos”.

“En la Argentina sobrevino la apropiación por 600 familias de millones de hectáreas, que solamente se destinaron a la especulación y la ganancia fácil, ese es el modelo que se implanta con la presidencia de Mitre. Un modelo esencialmente excluyente, de alta inflación, especulación; riqueza fácil y grandes negocios para pocos”. 

Esos intereses foráneos que pretendieron (y pretenden) nuestra colonización cultural para luego someternos política y económicamente, requirieron de personeros en nuestra tierra, que colaboraron utilizando la pluma o las arma si fuese necesario.

Un ejemplo primigenio de esto fue Bernardino Rivadavia, causante de la perdida del Alto Perú, del Paraguay, de las Misiones y de la Banda Oriental por parte de las Provincias Unidas del Rio de La Plata.  Ayudado por militares como José María Paz, Juan Galo Lavalle, Gregorio Araoz de Lamadrid, Fructuoso Rivera, Venancio Flores, los Herrera y Obes, los Lamas, etc., que al volver de la guerra por la independencia, se olvidaron de los fines omnicomprensivos de lo nacional y se volcaron como una facción iluminada combatiendo contra sus pueblos,  provocando la diáspora de parte de nuestro territorio y socavando la lucha de San Martin, de Artigas y de tantos otros prohombres que intentaron mantener nuestro territorio heredado.

Rivadavia logró que Artigas se fuera al Paraguay y también que San Martin se fuera de su tierra.  Persiguió al Padre de la Patria y le negó los fondos para su lucha emancipadora.  Asimismo, tuvo una clara intención de asesinarlo, pero fue anoticiado por Estanislao López por lo que debió entregar el mando de la lucha emancipadora a Bolívar y prácticamente exiliarse en Francia.

SAN MARTÍN[331] en una carta a su amigo Tomás Guido del 14 de noviembre de 1816, que a la sazón se encontraba en Buenos Aires, le decía: “…Por eso mi resolución está tomada: yo no espero más que se cierre la cordillera para sepultarme en un rincón sin que nadie sepa de mi existencia, y sólo saldré para ponerme al frente de una partida de gauchos si los matuchos nos invaden".

Digamos al pasar  que ‘matuchos’ (también ‘maturrangos’) se les decía , en forma despectiva, a los realistas endilgándoles que eran malos jinetes, torpes, etc.

La mala jugada de Rivadavia a San Martin hizo perder el Alto Perú para la ‘Patria Grande’, de la misma manera que luego estimularon permanentemente la ocupación de la Banda Oriental por el Imperio del Brasil socavando a Artigas, Rosas, y Lavalleja, sumado al hecho el desgajamiento de parte del Paraguay y de las Misiones Orientales, por los Imperiales.

JAURETCHE[332]  reflexiona como síntesis: “Así se perdió el Alto Perú, por la negativa ‘rivadaviana’ a prestar auxilios a San Martín, unos pocos regimientos cuya falta lo puso en la necesidad de someterse a las exigencias de Bolívar, para no sacrificar la causa de la independencia americana que según Rivadavia se resolvería sola, con la caída, seguramente espontánea de los fragmentos de un poder vacilante. Los pueblos se hicieron dignos de la libertad como quería Rivadavia, pero por obra de Bolívar, y así se desprendieron de la causa común. Creo que después de esto no hay que preguntarse por qué son estos los hombres de la Patria Chica. Rivadavia mismo se define: ‘“lo único que convenía a Buenos Aires era replegarse a sí misma, mejorando su administración interior’...Y a esta mentalidad municipal se le ha llamado el primero hombre civil de la Republica! Mientras San Martin reclamaba auxilios en términos de independencia americana, éste se los negaba con una visión edilicia de destino nacional”.

Así se perdió el Alto Perú, y también por la desidia de Rondeau en la batalla de Sipe-Sipe en 1815, como se dijo en capítulos anteriores.

Otro de esos traidores y fiel exponente de la ‘Patria Chica’ fue el ya citado Vicente Fidel López, Masón y Gran Maestre nombrado en 1879.  Al parecer nada aprendió de su padre.  En su Historia de la República Argentina, justificó la invasión portuguesa de la Banda Oriental reconociéndola como la única opción para acabar con Artigas. Algo que a la larga significó la separación de la Banda Oriental.

Sumemos a Venancio Flores, otro conspicuo aliado de los Unitarios y de los brasileños que no dudó en traicionar una y otra vez a su tierra.  Fue famoso por ser un degollador y esbirro de Bartolomé Mitre (General en Jefe del Ejército de la ‘Patria Chica’) en el interior de la minusválida Argentina.  Junto con Arredondo, Sandes, Vences, Paunero, Irrazabal, entre otros, mataron a mansalva a cientos y cientos de inocentes civiles, niños, mujeres, etc, por el solo hecho de ser Federales.

En 1856, este sujeto se radicó en la provincia de Entre Ríos (Argentina), e intervino activamente en la Confederación Argentina y del Uruguay, apoyando al centralista  Estado de Buenos Aires gobernado por los unitarios.

El 22 de noviembre de 1861, al mando de las tropas del unitario Mitre, fue el responsable de la Matanza de Cañada de Gómez (en la provincia de Santa Fe), en la que sorprendió al ejército Federal en el medio de la noche e hizo degollar a más de 300 hombres.  

Los que no fueron asesinados en esa noche fueron incorporados forzadamente al ejército de Mitre, y desertaron en la primera oportunidad que tuvieron. Por esa razón, a partir d entonces, Flores haría degollar a todo prisionero Federal que cayera en sus manos, para beneplácito de los Unitarios y del Imperio del Brasil.

Ya nada quedaba de la nuestra soberana Confederación Argentina solo su rezago en las oscuras y brumosas páginas de una historia patria cuya grandeza, finalmente, no pudo ser…

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IX.-LA ‘GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA’-

 

Bien dice el historiador paraguayo Jorge RUBIANI[333], en un artículo que creemos importante, (aunque con algunos errores que luego señalaremos) que “a partir de la segunda década del siglo XVII, sola, abandonada y sin mayores recursos, la provincia tuvo que resistir también la terrible presión de los portugueses. Fue cuando desde 1628 hasta bien avanzado el siglo XVIII, el territorio paraguayo se constituyó en el sangriento muelle que evitó el avance del Imperio Lusitano hasta el río de la Plata. Ante la tragedia, el Paraguay nunca recibió auxilios. De nadie, aun cuando los solicitara, mientras que amplias regiones y numerosos asentamientos eran devastados por los invasores. Pueblos enteros con los Jesuitas a la cabeza, tuvieron que realizar entonces un épico éxodo para escapar de aquella barbarie. Un cálculo modesto estima que más de 10 millones de nativos fueron secuestrados de sus enclaves en no más de 50 años. Aunque la cifra no incluye a los que sencillamente fueron muertos por no cumplir “las especificaciones” por las que se llevaron a los otros: aptitud física para el trabajo esclavo y “entretenimiento sexual”. Pero ante el ataque de los ingleses a Buenos Aires y Montevideo, 1806 y 1808, el Paraguay no necesitó de convocatorias. Y colaboró con hombres y armas para la defensa”.

El autor de referencia hace también otras apreciaciones que nos parece que no se ajustan a la realidad. Esto también lo sostiene un lector de un artículo suyo, Silvio Coppola, que las refuta:

 “- Que el Paraguay desde 1810 se mantuvo aislado y no contribuyó a la Guerra de la Independencia.

- Que apoyó a los enemigos de Rosas, cuando este no reconoció su "independencia" y con ello preparó el terreno para lo que vino después.

Que Rosas jamás pensó en una reincorporación por la fuerza y mucho menos Bolívar, que antes bien, quería pelear contra el Imperio.

- Que Rosas ya había dado ejemplo en sus instrucciones a Pacheco cuando el caso de Tarija.

- Que diga el autor que el propósito del Brasil en la Guerra del Paraguay era rehacer el antiguo Virreinato, es fantástico, pues los brasileros querían precisamente todo lo contrario”.

Ya reconoceremos más adelante la actitud comprensiva de Rosas para con el Paraguay sin incurrir jamás en hechos violentos para que se incorporara a la Confederación Argentina.

También veremos la actitud recelosa de los paraguayos que tuvieron siempre una conducta ambigua al respecto. Buscaban apoyo de la Confederación contra los afanes expansionistas del Imperio, y se recostaban en acuerdos con éste cuando intentaban alejarse de la Confederación, en un proceder permanentemente especulativo, más allá del cariño que profesaba Francisco Solano López por la Argentina.

Dice sobre el tema José María ROSA[334] que “Pimienta Bueno, el hábil gestor de la independencia paraguaya y de la alianza de 1844, continuó hasta 1845 como encargado de negocios del Imperio. Tenía gran influjo en Carlos Antonio López, y. entre otras medidas que le hizo tomar contra la Argentina estuvo la construcción del capo fortificado de Humaitá, que tanto trabajo daría a los brasileños veinte años más tarde. {…}. La independencia paraguaya no corre peligro, por lo menos por el momento. Rosas ha declarado formalmente que «no llevará Ia guerra al Paraguay”; tampoco parece tener los medios para hacerlo con rapidez y eficacia. Se ha limitado a esperar que el tiempo llevase a López o a quienes le sucediesen, a reconsiderar el apresurado paso de 1842. La actitud porteña es pacífica y cortes con el «gobernador de esa provincia», como se empeña Rosas en llamar al vanidoso presidente de la República Independiente del Paraguay. La obstinación de Rosas en considerar argentino al Paraguay favorece económicamente a López. Pues los productos llevados a Buenos Aires como ‘argentinos’ están exentos de derechos de aduana. Paraguay proveía la totalidad del gran consumo de yerba de la Confederación, pues competía en ventaja con la brasileña gravada por un arancel prohibitivo; también introducía cigarros (en competencia con los ‘tarijeños’ de Salta, de menor calidad y mayor coste) tejidos y maderas. En realidad, el más perjudicado con la independencia del Paraguay era el mismo Paraguay amenazado en su producción {…}.

“Cuando se forma el ejército ‘Libertador’ de Paz en la protección de los interventores, López concierta una alianza con Paz y Madariaga. Declara formalmente la guerra Rosas y envía una columna paraguaya a las órdenes de su hijo el joven Francisco Solano.  Pero Rosas no hace caso de su declaración y da instrucciones a Urquiza de no invadir el Paraguay debiendo limitarse a defender el territorio correntino de «salvajes unitarios y sus auxiliares ››. No había nacionalidad paraguaya; solamente un auxiliar de los salvajes unitarios apoderado de la «provincia›› de Paraguay que ayudaba al gobernador alzado de Corrientes”.

Como puede observarse, la ambigüedad de los paraguayos hacia los federales, también se vería reflejada años más tarde cuando Rosas estaba rodeado por Urquiza, Virasoro (tal vez a regañadientes), y las tropas brasileñas en la batalla de Caseros.  En aquel momento los paraguayos no atinaron a defender a los federales tal como lo hicieron luego en 1864 cuando Brasil invadió la Banda Oriental para derribar al gobierno Oriental, juntamente con el ‘colorado’ Venancio Flores. Los paraguayos salieron en su defensa lo que dio origen a la llamada Guerra de la Triple Alianza.

El mismo autor[335]  condensa y hace un resumen de la pérdida de nuestra Patria Grande en tristes y consecutivos capítulos.

“La guerra del Paraguay fue un epílogo. El final de un drama cuyo primer acto está en Caseros el año 1852, el segundo en Cepeda el 59 con sus ribetes de comedia por el pacto de San José de Flores el 11 de noviembre de ese año, el tercero en Pavón en 1861 y las «expediciones punitivas» al interior, el cuarto en la invasión brasileña y ‘mitrista’ del Estado Oriental con la epopeya de la heroica Paysandú, y el quinto y desenlace en la larga agonía de Paraguay entre 1865 y 1870 y la guerra de montoneras en la Argentina de 1866 al 68.

El ‘ocaso de la nacionalidad’ podría llamarse, con reminiscencias wagnerianas, a esa tragedia de veinte años que descuajó la América española y le quitó la posibilidad de integrarse en una nación; por lo menos durante un largo siglo que aún no hemos transcurrido.

Fue la última tentativa de una gran causa empezada por Artigas en las horas iniciales de la Revolución, continuada por San Martín y Bolívar al cristalizarse la independencia, restaurada por la habilidad y férrea energía de Rosas en los años del sistema americano, y que tendría en Francisco Solano López su adalid postrero.

Causa de la Federación de los Pueblos Libres contra la oligarquía ‘directorial’ de una masa nacionalista que busca su unidad y su razón de ser frente a minorías extranjerizantes que ganaban con mantener a América débil y dividida; de la propia determinación oponiéndose a la injerencia foránea; de la patria contra la antipatria, en fin, que la historiografía colonial que padecemos deforma para que los pueblos hispanos no despierten del impuesto letargo”.

En este caso diferimos en algunas afirmaciones con el eximio historiador argentino.

A nuestro entender, la posibilidad de la conformación o restauración de las Provincias Unidas del Río de la Plata comienza innegablemente con Artigas, y finaliza, también innegablemente, con Rosas.

Tal como especificamos en la introducción del presente trabajo, entendemos, siempre dentro del marco del respeto y eventual disenso que pudiera existir, que en lo referente a la reconstrucción de las Provincias Unidas el final del recorrido fue la batalla de Caseros; lo que siguió fueron solo estertores, algo que bien sabían los brasileños.

Como ya dijimos, no incluimos a la tragedia de Paysandú y a la entente masónica contra el Paraguay en la llamada Guerra de la Triple Alianza en la que, el Paraguay, sus gobernantes y su pueblo mostraron un espíritu sólido en la defensa de su tierra, que convirtió a la guerra en una tragedia griega o en una ópera wagneriana.

Y no la incluimos porque el pueblo de Paysandú y el paraguayo lucharon heroicamente por su soberanía local pero no estaba allí en juego la idea-fuerza de reconstruir las Provincias Unidas del Río de La Plata, finiquitada en la triste batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852.

La Batalla de Paysandú, el comienzo a la Guerra de la Triple Alianza, y su consecuencia inmediata, la invasión de los aliados al Paraguay, fueron los penúltimos jadeos de una Patria Grande soberana languideciente.

Y decimos ‘penúltimos’ pues el último acto paralelo a la Guerra contra el Paraguay y posterior a ella, fue el aniquilamiento, el ‘emparejamiento’ y ‘domesticamiento’, si se permiten los términos, de pueblos y gente en las provincias que aún sentían el calor de un sentimiento Federal.

Los mandatarios Orientales de los Unitarios, como José Miguel Arredondo, Venancio Flores, Ambrosio Sandes, Wenceslao Paunero, Ignacio Rivas, Pablo Irrazabal, se encargaron de hacer tierra arrasada de los últimos caudillos que luchaban desgarradoramente por conservar algo de dignidad en sus pueblos.

Esta situación inspiró a José Hernández para escribir su genial ‘Martín Fierro’ donde se describen estos horrores de miseria, muerte y destierro.

Debemos hacer mención que Rivas e Irrazabal fueron los que organizaron la trampa a Vicente ‘Chacho’ Peñaloza a fin de llegar a un acuerdo para recuperar los prisioneros que éste tenía, a cambio de unos supuestos prisioneros que tenía el bando ‘mitrista’ pero que en realidad estaban muertos….

El feroz Irrazábal lo persiguió desde San Juan hasta la Sierra de los Llanos.

Vencido, Peñaloza se rindió al mayor Ricardo Vera, familiar de su esposa, en un rancho cerca del pueblo de Olta, donde se quedó desarmado y tomando mate con su captor. Media hora más tarde, llegó Irrazábal, sumamente exaltado, preguntando a los gritos dónde estaba el bandido del Chacho.   El aludido se presentó y le explicó que se había rendido, pero Irrazábal lo atravesó con su lanza y ordenó a sus soldados que lo remataran a puñaladas. De este modo murió el famoso y anciano caudillo, herido, en el piso, desarmado y rodeado de sus familiares[336].

Dijimos que la batalla de Caseros significó el fin de la posibilidad de la restauración de la Patria Grande.  Si en la guerra del Paraguay, éste hubiera salido vencedor o si se hubiera llegado a un acuerdo que no significase la perdida de la soberanía del Paraguay, como sucedió, la probabilidad de una Confederación entre Argentina, la Banda Oriental y el Paraguay igualmente no hubiera existido.

A lo sumo, mantener la existencia del Paraguay como nación soberana, pues recordemos que el Paraguay esquivaba el hecho de unirse a la Confederación Argentina, a pesar que días antes de la batalla de Caseros diputados y representantes paraguayos quisieron hacerlo, pero sin suerte, ya era tarde…

Nótese algo curioso: los sicarios del Gobierno Nacional eran Orientales (Sandes, quizás el más sanguinario; Flores; Arredondo, etc.), tan Orientales como lo fueron en su momento Oribe, Garzón y otros…Todos peleaban en el interior de la Confederación. Pero, mientras estos luchaban por el engrandecimiento de esas tierras, protegiendo a sus habitantes y la producción de sus trabajos, aquellos actuaban recibiendo órdenes de masacrar a las poblaciones, subyugándolas al poder central cuyo objetivo era empobrecerlos y hacerlos casi esclavos, mano de obra barata para favorecer los intereses comerciales británicos y franceses y arruinando las manufacturas locales.

Por ello y en honor a ellos, es que vamos a comentar como se produjo la destrucción de la heroica Paysandú en manos del Imperio del Brasil, cebado por el reciente triunfo ante la Confederación Argentina y ante la vista impávida del Gobierno argentino ‘mitrista’, y del siempre perjuro a su nación, Urquiza.

Del mismo modo haremos un recorrido de cómo, luego de Paysandú, el Imperio brasileño, conjuntamente con el sibilino y furtivo Imperio británico se lanzaron de lleno contra el territorio paraguayo para destruir su soberanía, habida cuenta de que, en esa época, el Paraguay era un estado pujante, industrial, de creciente economía y amplia educación para su pueblo.

Que el Paraguay se autoabasteciera y tuviera industria manufacturera propia era algo que Inglaterra y Brasil no podían tolerar.

Como dijimos al principio de este capítulo Paraguay mantuvo desde el primer momento, una actitud cautelosa frente al poder porteño, que se transformó pronto en recelo y aislamiento.  Se fue apartando gradualmente de toda relación con el Gobierno Supremo de la Provincias Unidas, y finalmente, de todos los estados vecinos, durante la larga dictadura de Gaspar Rodríguez de Francia y de Carlos Antonio López.

El Imperio, con su astuta diplomacia de siempre, azuzaba a los paraguayos despertando su miedo, haciéndoles creer que en cualquier momento la Confederación Argentina los iba a invadir, y que allí estaban los ‘amigos’ brasileños para ‘ayudarlos’.

Dice José María ROSA[337]Gaspar Rodríguez de Francia se negó, sistemáticamente, a recibir a todo enviado extranjero. Sin declarar la independencia de Paraguay de la Confederación Argentina le mantuvo en un completo aislamiento.

Muerto el doctor Francia en 1840 sus sucesores declararon la independencia en 1842. Que Rosas, como Encargado: de las Relaciones Exteriores de la Confederación se negó a reconocer, sin tomar, obstante, medidas de coerción contra los paraguayos, y en ocasiones favoreciendo su comercio y las buenas relaciones ‘con las restantes provincias hermanas’, como decía.

Solamente no daba el tratamiento de presidente al doctor {Carlos Antonio} López, ni de ‘República’ Paraguay, ni expedía su correspondencia por la Secretaria de Negocios Extranjeros.

Amablemente, por el Ministerio de Gobierno, se dirigía ‘al Gobernador’ de esa provincia», haciendo votos por su regreso a la Confederación”.

A Gaspar Rodríguez de Francia y a Carlos Antonio López lo que más les importaba y preocupaba era la salida al mar por el Río de La Plata...Lo que ellos no vislumbraron, con cierta corta visión geopolítica, era que ello se les hubiera dado fácilmente si hubieran integrado las Provincias Unidas del Plata desde un principio, tal como se heredó del Virreinato de España... Tal vez, y aunque pareciera paradójico, se querían parecer a los ingleses en cuanto a la absoluta autarquía.  Pero, los mismos ingleses a quienes admiraban los traicionaron –era predecible- pues no iban a permitir que un territorio ultramarino como el de Paraguay dejase de ser colonia y abastecedora de materias primas para sus nuevas industrias.

Si bien las cartas entre Rosas y Josefa Gómez, entre Buenos Aires y Southampton, eran cálidas y llenas de reconocimiento, en temas políticos Josefa era independiente y no titubeaba en decirle al Restaurador lo que pensaba, aunque no estuviera de acuerdo con él.

La Profesora y Licenciada en Historia Andrea REGUERA[338] nos hace notar que Josefa Gómez, en sus cartas, “transmitía una profunda preocupación por los aires de guerra que tanto ella como muchos otros argentinos estaban viviendo en esos momentos en Buenos Aires. 

Rosas recuerda no haber sido enemigo ni oponerse a la política del Dictador Francia de Paraguay. Que incluso, en una oportunidad, lo visitó su hijo, el entonces presidente Solano López, y luego recibió la consulta de los dueños de la casa Baring Brothers sobre la seguridad de pago por la venta de unos vapores a Paraguay.

Lamenta que en su momento Francia no hubiera aceptado reunirse con él para resolver el tema de la navegación de los ríos interiores y que ahora augura guerra Entiende que el Estado Oriental haya sido su enemigo, pero ¿y Brasil? Se pregunta por qué Brasil se hizo su enemigo cuando trató de hacer todo lo posible para terminar con la guerra en el estado de Rio Grande do Sul, no vendiendo armas ni aceptando alianza alguna con los rebeldes, e incluso cuenta con una nota de agradecimiento de parte del mismísimo emperador, y cuando siempre sostuvo la conveniencia de la llegada de negros africanos bajo condición de que en algunos años se convirtieran en hombres libres. Considera un error y un crimen el hecho de que Brasil se aliara con un rebelde para derrocar a un gobierno legal.

Para Josefa Gómez, por el contrario, los riograndenses eran aliados naturales y considera un grave error que el gobierno del Gral. Rosas no hubiera auxiliado a los republicanos con todos los medios a su alcance. Quizás ahora se esté pagando por ello.”.

Esto demuestra el trato afectivo de Rosas hacia los paraguayos y el sano convencimiento de que por persuasión se darían cuenta de la conveniencia de formar parte de la Confederación Argentina, basado en la raíz hispana en común. No lo vieron así los paraguayos y esto les costó su libertad y parte de su territorio.

Al principio no fue fácil para los brasileños y los ingleses someter al Paraguay, ya que durante años les costó mucha sangre a los imperiales. Imagínese el lector si el Paraguay hubiese sido parte de una poderosa Confederación Argentina, con la Banda Oriental incluida, lo difícil, por no decir, lo imposible que hubiera sido  derrotarlos para el Imperio del Brasil y su aliada Inglaterra.

Ese fue el error geopolítico de Gaspar Francia y luego de los López. La garantía para el Paraguay de seguridad y progreso, de engrandecimiento era su unión con las antiguas provincias del Virreinato.

Su aislamiento tranquilo a partir de 1810 podía haber sido beneficioso para los paraguayos por el centralismo porteño. Pero ya con la Confederación Argentina, Federal e Hispana, perdieron de vista la conveniencia de incorporarse a ella como una provincia más, no por la fuerza, sino por su propia beneficio existencial.

Así lo describe CASTAGNINO[339]El aislamiento paraguayo, en principio fue justificado, ya que el centralismo unitario de Bs. As. (Al nombrar a ‘Bs. As’. me refiero en realidad a la política centralista porteña de la clase dominante, liberal-unitaria de entonces, o a la política ‘mitrista’ que luego nos arrastró a una guerra contra natura, como fue la de la Triple Alianza contra el Paraguay) quiso “imponer” su hegemonía por la fuerza a las demás provincias, tal como sucedió por ejemplo con la Banda Oriental de Artigas, que le rechazaron los diputados a la Asamblea del Año XIII y se aliaron con los portugueses en contra de Artigas, que básicamente buscaba formar “una federación de provincias con capital fuera de Bs.As.” 

“A partir de ahí, Bs.As. ejerce un boicot muy fuerte contra Paraguay (navegación, impuestos e tránsito etc). Buenos Aires no intenta un acuerdo de unión leal y franco y Paraguay comienza a aislarse. Declara la independencia y cuando luego asume Gaspar de Francia, entra en un aislamiento extremo, a tal punto que ni siquiera adhiere las propuestas de Artigas que le proponía confederarse o aliarse. Tampoco envía ayuda a Artigas contra porteños y portugueses. El desconfiado Francia veía en Artigas un “hombre de Bs.As.”

“Considero que ese aislamiento extremo de Francia fue un error de Paraguay, que debió formar parte de Los Pueblos Libres (Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba … casi todo el territorio de entonces) y obligar a Bs. As. a formar una FEDERACIÓN DE PROVINCIAS con autonomía. Esto desembocó en Cepeda, y la traición de Ramírez”

Los brasileños se animaron a invadirlos porque los vieron solos y aislados. Aislamiento que pudo serles beneficioso al principio, pero luego se les volvió en contra.

Cuando Rosas cayó, no fue apoyado por los paraguayos que se declararon ‘prescindentes’, lo que en los hechos equivalía a darle la espalda, el Paraguay comenzó a cavarse su propia fosa.

Con Rosas en el poder los Brasileños jamás se hubieran animado a atacar al Paraguay, no nos cansamos de decirlo. Así como sin Urquiza, no se hubieran animado a atacar a Oribe y a Rosas e invadir nuestro territorio.

El autor mencionado sigue señalando punto por punto los diversos errores de Gaspar Francia, Carlos Antonio López y luego su hijo, Francisco Solano López:

“Las cosas cambiaron con la llegada de Rosas, que tuvo una política completamente distinta. Rosas hizo el Pacto Federal y jamás agredió una provincia, sino más bien lo hizo por medio de la persuasión.

Luchó contra Santa Cruz pero no invadió territorio boliviano (la carta a Pacheco que Ud indica, etc).

Tampoco invadió la Banda Oriental si no que mandó un ejército “auxiliar” bajo el mando de Oribe, a quien daba el trato correspondiente.

Respecto al Paraguay, mandó un emisario ante del Dictador Francia e hicieron un pacto (secreto) de no agresión o mantenimiento del status quo. Jamás agredió Rosas al Paraguay, ni siquiera cuando Carlos López mandó 10.000 hombres a Corrientes, al mando de Solano López, y Rosas le ordena “expresamente” a Urquiza que no traspase el Paraná.

Considero esta actitud de Carlos López (mandar tropas a raíz del “no reconocimiento” de la independencia por parte de Rosas) un error, cumpliéndose 20 años más tarde el vaticinio de Rosas al no reconocerle la independencia: la invasión del Imperio a Paraguay.

El otro grave error de Carlos López fue la adhesión (aunque no directa) a los hechos de Caseros contra Rosas, que era el muro de contención contra el constante avance imperial sobre el Plata.

Otro error de los López fue la mediación Urquiza-Mitre luego de Cepeda, que luego en yunta fueron contra Paraguay en 1865.

Con la caída de Rosas -no lo sabían entonces los paraguayos- comenzaba a gestarse el ataque del Imperio, aliado al unitarismo liberal porteño de Mitre, contra el Paraguay.

Uno, a veces está tentado a preguntarse -sin respuesta alguna- si el Paraguay salió en defensa de los Orientales cuando fue atacado por el Brasil ¿por qué no salió en defensa de la Confederación Argentina, cuando ésta fue atacada por el mismo Imperio?

Sin perjuicio de la actitud de López, la mejor demostración de aprecio y cariño de Rosas para con el Paraguay y el Mariscal López, quedó de manifiesto cuando en su testamento le legó su propio sable. Toda una declaración.

Todo esto debe haberle pasado por la mente en su momento al Mariscal López, cuando se le venían encima los Imperiales junto a las tropas Unitarias ‘mitristas’ y la historia de sus errores estratégicos. Tarde Mariscal….

Sin menoscabo de todo lo descripto, se suma lo que dice José María ROSA[340] respecto al tema: el comportamiento equilibrado que Rosas mantuvo en su política respecto al Paraguay.

“La declaración oficial de la independencia paraguaya se hizo el 25 de abril de 1842. No fue ajena la instigación del Brasil por medio de José Antonio Pimienta Bueno, luego marqués de San Vicente. Resultó fácil al diplomático brasileño agitar los agravios hacia el puerto y el fantasma de una dependencia de Buenos Aires, por la equivocada política de los gobernantes porteños anterior a 1829. Pero en 1842 Rosas dirigía los destinos de la Confederación Argentina: su política había quitado los recelos del interior contra el puerto, el gran factor de dispersión platina; de allí que estableciera la Confederación de provincias iguales en derecho por el Pacto Federal de 1831 y cerrase la entrada a Buenos Aires a mercaderías y producciones extranjeras que podía elaborarse en el interior (Ley de Aduana de 1835) (… )

“La independencia del Paraguay no fue reconocida por Rosas. El mismo declaró que no llevaría la guerra a esa provincia’, limitándose a esperar que el tiempo y la reflexión modificasen la actitud de los paraguayos. Consideró al Paraguay como ‘provincia argentina’ y sus productos –tabaco, yerba, maderas- tenían en el puerto de Buenos Aires el tratamiento preferencias de todo producto argentino…

“Tampoco estaba en las modalidades de Rosas anexar territorios por la fuerza (caso de Tarija en 1841) …Buscaba la federación argentina: sin prepotencia, sin avasallamiento, por propia y decidida voluntad de los escindidos. Que es la sola manera de reconstruir una nacionalidad disgregada.

La simpatía de Rosas hacia el Paraguay fue constante. Su correspondencia demuestra que durante la guerra de la Triple Alianza estuvo a favor del Paraguay (como lo estuvieron la inmensa mayoría de los argentinos y los Orientales por la iniquidad y el genocidio que se estaba cometiendo contra el pueblo paraguayo).

 “En 1869, como veremos, quería mandarle el sable de San Martín [en realidad no era el de San Martín, sino su propio sable] al Mariscal López que se debatía en las últimas- reconociéndolo el defensor de la Soberanía   americana.   “Vencido   el   Paraguay   se   interesó  por   su   suerte   ante  los banqueros ingleses gestionando empréstitos para su reconstrucción”.

Para finalizar mencionemos al pasar que “En el año 1871, ya muy anciano Rosas, le llega una invitación del Presidente del Paraguay en aquel momento, Jovellanos el cual le ofrecía “en nombre de todos mis conciudadanos hospitalidad entre nosotros, donde después de honrarnos con su aceptación hallaría corazones que harían mitigar los sinsabores de su triste vida” ….

Era una especie de ‘déjá–vu’ respecto a lo sucedido con Artigas

Señalemos que luego del fallecimiento de Carlos Antonio López, quien tomó las riendas del poder fue Francisco Solano López, su hijo.

Este fue un excelente gobernante.  Su capacidad lo llevó también a servir de mediador entre Urquiza y Mitre, entre la Confederación y el Estado de Buenos Aires, que se encontraba rodeado por las fuerzas de Urquiza a pinto de invadir la ciudad.

López fue un gran mediador y luego de varios días de inmejorable y difícil trabajo componedor, el 11 de noviembre de 1859 se firmó el Pacto de San José de Flores por el cual, gracias al paraguayo, el Estado de Buenos Aires entró a formar parte nuevamente de la Confederación.

Urquiza, sumamente agradecido, no reparó en loas a Francisco Solano López, pero, como dice José María ROSA[341] “¿Acaso no comprendió Solano que acababa de salvar en los liberales de Buenos Aires a los futuros enemigos de su patria y de la solidaridad hispanoamericana? Cara pagaría su ingenuidad…”

En el capítulo sobre la Masonería hablaremos con más detalle sobre las Tenidas que hubo en 1860 entre Derqui, Urquiza, Mitre, Sarmiento y tantos otros, que fueron elegidos con el Grado 33 de Gran Maestre. Su efecto inmediato fue el acuerdo espúreo en la Batalla de Pavón. Arreglos entre bambalinas, desconocidos para el candoroso gran público. La limpieza de los patriotas federales continuaría sistemáticamente y sin ningún tipo de oposición institucional. Una cacería que demostraría lo inicuo del ‘cuadernito’ llamado Constitución para la real organización y pacificación nacional, como bien habían dicho Rosas y Quiroga.

Gabriel TURONE[342] nos presenta el estado legal en que se encontraba la casi fenecida Confederación Argentina al momento de la gran reunión masónica. “Los logiados, sin embargo, deseaban el ingreso del país a la división internacional del trabajo impuesta por Gran Bretaña, con la condición de que dicha nefasta alianza se hiciera con hombres imbuidos bajo los principios del liberalismo en auge.  Cuando se celebró la “tenida” masónica, hacía casi tres meses que Urquiza había vuelto a ocupar la Gobernación de Entre Ríos (asumió el 1° de mayo de 1860), y la presidencia de la República Argentina estaba a cargo de Santiago Derqui.  Bartolomé Mitre se erigía como gobernador de la provincia de Buenos Aires, y el sanjuanino Sarmiento era su ministro de Gobierno”

Luego, los restos mortuorios de la agonizante Confederación Argentina, sin resto alguno de soberanía eran solo una cascara vacía.

Y llegó esa Batalla de Pavón, el 17 de septiembre de 1861 cuyo final fue acordado por la Masonería. Final que no entienden quienes no conocen la forma de actuar de ella. principalmente a través de sus miembros ocultos.

Jose Maria ROSA[343] continúa señalando que puede conjeturarse “que intervino la masonería fallando el pleito a favor de los liberales y sin que Urquiza pagara las costas (las pagó el país); que un misterioso norteamericano, de apellido Yateman, fue y volvió de uno a otro campamento en un carruaje con inmunidades; que Urquiza desconfiaba de Derqui y prefirió arreglarse con Mitre dejando a salvo su persona, su fortuna y su gobierno en Entre Ríos…. Todo puede creerse menos lo que dijo Urquiza en su parte de batalla: que abandonó el campo de lucha «enfermo y disgustado al extremo por el encarnizado combate».[¡Urquiza! ¿El curtido veterano de cien hecatombes con desmayos de niña clorótica…?”

Derqui, ingenuamente, intentará la resistencia. El grueso del ejército nacional fue puesto a las órdenes del general Sáa hasta el regreso de Urquiza.

Porque cree en la enfermedad de Urquiza, le escribe deseándole «un pronto restablecimiento» y rogándole que «vuelva cuanto antes a ponerse al frente» pues está intacto.

Mitre que anunciaba su victoria por el trompeteo de los periódicos porteños no puede moverse de la estancia de Palacios pues no tiene caballada; si Urquiza volviese, en una sola carga daría cuenta de los porteños.

Pero Urquiza no vuelve, no quiere volver.

El 27 de octubre, a cuarenta días de la batalla, el inocente de Derqui todavía escribe al sensitivo guerrero interesándose por su enfermedad y rogándole que «tome el mando si su salud se lo permite».

Finalmente, Mitre, que no las tiene todas consigo y está desconcertado por la victoria, empieza a moverse de Pavón a Rosario. Cuidadosamente limpia el camino de todo hombre en edad de combatir. Sarmiento, desde Buenos Aires, se lo aconseja al saber la noticia de Pavón: «no trate de economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos».[

Aquélla es una guerra social: la victoria estará en la eliminación del pueblo. Agrega Sarmiento en la misma carta: «Para Urquiza, o Southampton o la horca».

Ni uno ni otra. Urquiza quedará en Entre Ríos y no perderá una sola de sus vacas. Cuando Derqui se da cuenta de que Urquiza no quiere volver a este lado del Paraná, opta por eliminarse de la escena. Cree ser el obstáculo para el regreso de Urquiza, y en un buque inglés se va silenciosamente a Montevideo dejando al vicepresidente Pedernera a cargo del gobierno. Por toda la República, de Rosario al Norte, vibra el grito de ¡Viva Urquiza! en desafío a los invasores porteños; todos llevan en el pecho la roja divisa partidaria con el dístico Defendemos la Ley Federal jurada. Son traidores quienes la combaten. Urquiza tiene a trece provincias a sus órdenes y a un partido que es todo, o casi todo, el país. Tiene el ejército intacto. Se lo espera con impaciencia.

Pero Urquiza no llega.

Las divisiones ‘mitristas’ a las órdenes de Flores, Sandes, Paunero, Arredondo, Rivas, entran implacablemente en el interior. Hombre tomado con la divisa punzó es lanceado; si no lleva la divisa es incorporado a los invasores o mandado a un cantón de la frontera a pelear con los indios.

Venancio Flores, que antes fue presidente de la República Oriental por una revolución de los colorados, es jefe de la vanguardia de Mitre. Se adelanta a Cañada de Gómez y sorprende, el 22 de noviembre, al grueso del ejército federal que sigue esperando órdenes de Urquiza. Flores pasa a degüello a los más reacios e incorpora a los demás. No se había visto tanta violenta en nuestras guerras civiles que no se distinguieron precisamente por su lenidad; pero esta ocupación porteña del interior colma la medida.”.

Esa limpieza de criollos que hace el ejército porteño en 1861 y 1862 es la página más negra de nuestra historia, no por desconocida menos real. Hay que «poner al país a un mismo color» eliminando a los federales. Los incorporados por Flores, de la división de Córdoba, desertan a la primera ocasión y en adelante no habrá más incorporaciones: degüellos, nada más que degüellos. No lo hace Mitre, que no se ensucia las manos con esas cosas; tampoco Paunero: serán Sandes, Flores, Arredondo, Rivas, jefes subalternos. Cabe la disculpa, si es posible, de que ninguno ha nacido en la Argentina; son mercenarios contratados por el ‘mitrismo’.

Y los degolladores materiales serán italianos, hábiles para la daga si tienen al criollo maniatado o dormido.

Avanza la ola criminal al norte para establecer por todas partes «el reino de la libertad» como dice La Nación Argentina, el diario de Mitre. Sarmiento sigue con sus aplausos: «Los gauchos son bípedos implumes de tan infame condición, que no sé qué se gana con tratarlos mejor».[

Los pobres criollos gritan ¡Viva Urquiza! Al morir, apretando la divisa colorada. Seguirá la matanza en Mendoza, San Luis, La Rioja, Córdoba, mientras resuene el ¡Viva Urquiza! y se vea la roja cinta de la infamia. Que viva Urquiza mientras mueren los federales. Y Urquiza vive. Vive tranquilo en su palacio de San José y en su gobierno de Entre Ríos, porque ha concertado con Mitre que se le deje su hacienda y su gobierno a condición de entregar a los ‘urquicistas’. Hace votar a Mitre para presidente de la República a los electores de Entre Ríos”.

Ya hablaremos en el capítulo sobre la Masonería sobre un misterioso Mr. Yateman, un desconocido para el público que menciona Rosa.

Uno se preguntaría ¿por qué el pueblo, inocente, clamaba por Urquiza y su federalismo si éste fue quien derrocó a Rosas que representaba todo lo que el pueblo federal anhelaba? ¿No se daban cuenta que pedían por alguien que había desertado de la defensa de la causa nacional, que era la causa de su independencia? ¿Qué esperaba el pueblo? ¿Que el mismo Urquiza combatiera por una nación a la que él mismo dio la espalda?

Mientras tanto, se iba preparando el terreno para la agresión del Imperio del Brasil y el Unitarismo ‘mitrista’ contra Paysandú y la Banda Oriental junto con el ataque al Paraguay y el comienzo de la Guerra de la Triple Alianza, que, desde Pavón iban la iban organizando, conjuntamente con los ingleses. Y el silencio cómplice del eterno traidor de Urquiza, una vez más.

Al respecto indica José Luis MUÑOZ AZPIRI[344] que “La política inglesa a partir de la independencia, Inglaterra maniobraba política y diplomáticamente para ser la heredera de España en América, por la fuerza o la dominación económica.

“Castlereagh opinaba que respecto a la América del Sur “parece ser indispensable que no nos presentemos a ninguna otra luz que no sea aquella que nos muestre como auxiliares y protectores” “el particular interés que deberíamos tener aquí sería el de privar a nuestro enemigo de uno de sus recursos capitales y de abrir a nuestras manufacturas los mercados de ese gran continente” (Castlereagh, secretario de estado durante la invasiones inglesas.) no obstante lo cual no le impidió a los ingleses invadir dos veces Buenos Aires, hacer jurar fidelidad a su rey y llevarse el tesoro real para repartirse entre la oficialidad como botín de guerra, usurpara las islas Malvinas y luego bloquear sus puertos, secuestrar la flota, invadir territorio y cometer toda clase de tropelías.

Después de reconocer Inglaterra la independencia de las colonias latinoamericanas en la época en que el grupo rivadaviano concertaba el primer empréstito con la Baring, George Canning opinaba en 1825 que "La cosa está hecha, el clavo está puesto. Hispanoamérica es libre y si nosotros no gobernamos tristemente nuestros asuntos, es inglesa". (Historia universal. Editorial Daimon).

“Es una política estrecha mirar a este o el otro país como destinados a ser los perpetuos aliados o los eternos enemigos de Inglaterra. No tenemos perpetuos aliados ni eternos enemigos. Nuestros intereses son lo perpetuo y lo eterno.” (Declaraciones de Lord Palmerston en el parlamento inglés durante el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata, 1848)

“En el Parlamento francés se refería a Montevideo como “su colonia”,

“A esta situación geopolítica se agregaba la histórica actitud expansionista del imperio brasileño, que maniobraba con intrigas sobre las provincias argentinas, fomentando divisiones internas para debilitar y segregar territorios para cumplimiento de sus sueños de avance sobre la cuenca del Plata.

“Ante la actitud paraguaya de “provincia rebelde”, que separada de la Confederación se mantenía encerrada en si misma, Brasil fomentaba la discordia con el gobierno de Buenos Aires. En principio le ofreció formar un ducado adherido al imperio, y ante la negativa paraguaya se apresuró reconocerle la independencia como una forma de debilitar la Confederación y aumentar la influencia del Imperio sobre el Paraguay.

“Rosas, elegantemente, pero con firmeza, negó el reconocimiento, dando entre otros argumentos “Que el Brasil se habría de apresurar a reconocer la independencia de la República en razón de tener iguales producciones…” “Que el Brasil era capaz de perjudicar al Paraguay, fomentando hasta la correría de los indios con armas” y “Que reconocida la independencia del Paraguay, se llenaría de Ministros y Cónsules extranjeros, que procurarían envolverlo en cizaña, como acontecía con Buenos Aires, y hasta conquistarlo, si pudiesen”. 

Veamos.

CASTAGNINO[345], basado en la profunda documentación extraída de los mejores historiadores sobre el tema nos dice respecto a la toma de Paysandú el 1º de enero de 1865, que “…  Mientras Mitre hacía la comedia de “la neutralidad”, el 16 de octubre de 1864 el imperio invade el territorio Oriental con doce mil hombres al mando del general Mena Barreto, ocupando Cerro largo. El 28 de noviembre fue tomada la ciudad de Salto, siendo enseguida sitiada la ciudad de Paysandú, que resiste tenazmente la agresión.

“Ante la primera acción de guerra de la Triple Alianza, el ataque a Paysandú, Urquiza permanece impasible en Entre Ríos, ante el clamor de los federales entrerrianos que se salían de la vaina por acudir en ayuda de sus “hermanos orientales”.

“Muchos ya no confiaban de don Justo, y algunos cruzan el Uruguay, entre ellos Rafael Hernández, hermano del autor del Martín Fierro, quien salva milagrosamente su vida luego de la caída de Paysandú. “La heroica Paysandú” resiste por varios días el ataque de tropas muy superiores, incluido el bombardeo de la escuadra brasilera abastecida en pleno día en la rada de Buenos Aires por el gobierno de Mitre, quien se decía “neutral”.

“Pese a las declaraciones de “neutral” de Mitre, el Vizconde de Río Branco refiere lo siguiente:

“En el primer ataque de Paysandú, nos faltaron municiones, y nosotros las fuimos a encontrar en los parques de Buenos Aires. En esta ciudad se establecieron hospitales en que fueron curados nuestros heridos. Nuestra escuadra pudo operar contra el gobierno oriental en las aguas de la República Argentina” (O´Leary.Hist.de la Guerra de la Triple Alianza.p.51)

“El jefe colorado le pide a Urquiza que le venda unos “caballos marca flor” que necesita, y don Justo le contesta el 16 de diciembre por intermedio de Melitón Lescano: “Nuestro amigo Enrique Castro me escribe pidiéndome unos caballos de mi marca y le contesto que yo no mando caballos marca flor a los aliados de los macacos”. Sin embargo, el estanciero de San José no perdería la venta y en la carta a Lescano lo ordena que buscase diez o doce caballos “por ahí” y se los enviara al jefe colorado. Tampoco perdería el negocio de caballos con “los macacos” a quienes más tarde le vende prácticamente toda la caballada entrerriana.

“El 1° de enero de 1865 comienza la matanza, y el “Diario del sitio y defensa” da el siguiente detalle:

“A la una de la tarde es muerto de un balazo de fusil el coronel Tristán Azambuya. Así, sin disminuir pelea, viene la noche. La mitad de la guarnición ha quedado fuera de combate, y por falta de gente no es posible enterrar nuestros muertos queridos. ¡Duerman en paz al pie de los débiles y arruinados muros que con tanta valentía defendieron! ¿Cuántos seguirán mañana? ¡Pero morir por la patria es gloria! Somos dignos de Artigas y de los Treinta y Tres. Nuestra sangre no ha degenerado”. (Julio César Vignale. Consecuencias de Caseros. 1946)

“Entre Ríos entera se desespera por la agresión a Paysandú ante la pasividad del señor de San José, y un testigo ‘urquicista’, Julio Victorica, ante los estragos de los cañones brasileños, comenta: “La contemplación paciente de semejante cuadro era insoportable. Entre Ríos ardía indignado ante el sacrificio de un pueblo hermano, consumado por nación extraña. El general Urquiza no sabía ya cómo contener a los que no esperaban sino una señal para ir en auxilio de tanto infortunio” (Julio Victorica. Reminiscencias históricas, en Revista de Derecho, Historia y Letras, tomo VI. Buenos Aires, 1900) Urquiza permanecía imperturbable.

“Estos hechos aberrantes ante la pasividad de don Justo abren más la brecha en las disidencias dentro del partido federal, y los testimonios de protesta por la actitud de Urquiza le llegan desde distintos lados, como la carta que el coronel Navarro le hace llegar desde Nogoyá:

“Mi querido general: acabamos de saber con profundo sentimiento la toma de Paysandú y la muerte de sus principales jefes. Los atentados y crímenes que cada día cometen los infames brasileños nos llenan de coraje y solo ansiamos el momento de vengar la sangre de los mártires de Paysandú. Los amigos creemos y esperamos que V.E. no podrá mirar con calma las bárbaros crímenes de los brasileros”

“Pero Urquiza se mantiene imperturbable y ya no se borraría de los oídos federales que observaban y escuchaban impotentes desde la otra orilla, el tronar de los cañones de Paysandú. Mitre le miente a Urquiza diciendo que no quiere la guerra, y le miente a la Nación Argentina ocultando una declaración de guerra que ya tenía en mano, para poder actuar como “país agredido”. Este ocultamiento premeditado puede consultarse en las investigaciones históricas realizadas entre otros por José María Rosas y Fermín Chávez.

“El desprestigio de Urquiza ante los federales de Entre Ríos ya era grande, y ante la orden a López Jordán de convocar soldados para formar en el ejército para la guerra del Paraguay, los bravos entrerrianos se niegan a marchar hacia el norte, produciéndose rebeliones y dispersiones. Nuevamente don Ricardo López Jordán se lo dirá a Urquiza con todas las letras:

“Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca general, ese pueblo es nuestro amigo. Llámenos a pelear a porteños y brasileros. Estamos pronto. Esos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo entrerriano” (Chávez. Fermín. Vida y muerte de López Jordán.p.133) Los entrerrianos están dispuestos incorporase para hacer la guerra a “porteños y macacos”, pero se resisten a pelear contra Paraguay, y las tropas convocadas por Urquiza, se desbandan en Basualdo y en Toledo.

“El 2 de enero cae Paysandú a sangre y fuego, y al Imperio solo le faltaba atar en forma pública a sus aliados Mitre y Flores, para asegurar su próximo paso: sojuzgar al Paraguay. Fue encargado de esta misión el Vizconde de Río Branco, que llegó a Buenos Aires el 2 de noviembre de 1864.

“Mitre, que seguía con la comedia de la neutralidad, no quiso comprometerse todavía en un pacto de alianza, pero prometió solemnemente que no permitiría al Paraguay el paso de sus ejércitos por territorio argentino, en caso de que lo solicitase para operar contra Brasil. Esta promesa tenía el valor de un pacto; la experta diplomacia brasileña sabía que el Paraguay tendría que solicitar ese permiso y forzar el paso si se le negaba, en cuyo caso la alianza era fatal. Mitre negará luego el permiso de paso, y luego demoraría en dar a conocer la declaración de guerra recibida del Paraguay, para considerarse “agredido” por Paraguay, tal como lo demuestra el historiador José María Rosa a través de los documentos analizados”.

Bartolomé Mitre, era partícipe necesario (pero solapadamente encubierto) del derrocamiento del gobierno ‘blanco’ Oriental y del ataque brasileño a Paysandú brindando mucho apoyo logístico y municiones a granel.

Mitre y el cada vez más sanguinario Venancio Flores, ambos cebados por el odio al gobierno Federal Oriental, tuvieron el apoyo cómplice pero no declarado, al principio, del siempre traidor Urquiza.  El entrerriano cuidaba los intereses de sus amos ingleses y los suyos propios, ya que luego de Paysandú salió sumamente enriquecido por el oro y los patacones que le entregó la banca brasileña que le daba dinero a manos llenas.  El siempre codicioso Urquiza tenía por el dinero una voracidad sin límites, como testifican hasta los propios historiadores brasileños.

Respecto a lo dicho, especifica José María ROSA[346] que “Comenta Pandiá Calógeras la absurda actitud de Urquiza olvidando por un negocio de caballos a Paysandú, a los blancos orientales, a los entrerrianos, a los federales argentinos y a los paraguayos —finalmente— que quedarían solos en la patriada. Lo comenta con duras frases que prefiero dejar en su lengua: «Não existía em Urquiza o estofo de um homem de Estado: não passava de um «condottiere»…».para seguir más adelante:«…permaneceu inativo por tanto. De fato, assimm éle traía a todos. Cuida ao Brasil o tornar inofensivo. Urquiza, embora inmensamente rico tinha pela fortuna amor inmoderado: o general Osorio, o futuro marqués de Erval conhecía Ihe o fraço e deliberou servir déle».

Sobre el tema y en rima, Julián MURGUÍA[347] en su poesía “Paysandú”  nos hace  una descripción acabada de tal tragedia.

Cuando la paz se firmó dicen los historiadores

que se hizo sin vencidos ni tampoco vencedores.

Pero sí que hubo un vencido aunque sólo fue la patria

y un mal que va para todos por ser común, ya no daría.

 

Pues para obtener favores los Cipayos meritorios

regalaron al Brasil ¡La mitad del territorio!

Pero no había que asegurar al tenerlos por amigos,

pronto podrían precisar volver a ser socorridos.

 

Y así en el sesenta y tres, otra vez a las andadas,

bajo la doble blasfemia de invocar Dios y Patria.

Ya nos rodearon la plaza, ya nos están bombardeando,

llegaron los brasileros que se ha traído Venancio

 

Han subido por el río los barcos cañonearnos

y por tierra nos rodean colorados y bayanos.

El general está firme y con él, toda la guachaje

estamos faltos de todos pero nos sobra el coraje

 

vamos a hacer la pata ancha mientras nos quede resuello.

Iban a sudar un rato antes de entrar a degüello.

Iban pasando los días iban cayendo las casas

y ese tronar de cañones y ese llover de metrallas.

 

Y la gente que no duerme y la munición escasa

y la muerte que no llega y la vida, y la vida que no pasa.

Ya se rendió Paysandú ya no queda un muro entero

ya se rendión Paysandú y entraron los brasileros,

 

que los cuerpos ya no pueden con el peso de las almas

y el coraje se estremece al ver la bandera blanca.

Ya se entregó el General pa' salvar el pueblo entero

ya se entregó General pero no a los brasileros

 

pues fiel a sus sentimientos firme con sus ideales

va a confiar en sus hermanos se entregó a los orientales.

Y el pelotón va formando y redoblan los tambores

y los fusiles apuntan, apuntan a Leandro Gómez

 

y retumba la descarga y muere un pedazo 'e patria

y la sangre se derrama y es del color, y es del color de la infamia.

Así cayó Leandro Gómez, el valiente Lucas Piriz,

Azambuya, Emilio Raña y el Capitán Benavides.

 

Los muertos de Paysandú mantienen vivo la llama

de todos los que pretenden una patria soberana.

¡Independencia o muerte!

 

 Así pasó ese valiente a engrosar 

la lista de los muertos por libertad

¡Malditos traidores! ¡Maldita su memoria!

 

¡Maldito los blasfemos, de la historia!

¡Que mal rayo los parta por el medio!

¡Maldito los vendidos al imperio!

 

*

Luego de la destrucción total de Paysandú, el Mariscal Francisco Solano López, cruzando el Paraná, salió en defensa de la Banda Oriental.  Algo que lamentablemente no había hecho antes para defender a Oribe en 1851 contra Urquiza, Garzón y el Imperio, y tampoco para defender a Rosas en Caseros.

Había comenzado la cacería dentro del territorio paraguayo, y el anhelado momento de derrocar a López y su soberano territorio, en la llamada Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza.

Solo dedicaremos algunos párrafos a la guerra en sí, pues el tema excede el objeto del presente trabajo, ya que nos interesan sus causas y los intereses políticos que se escondían en el drama en ciernes, y no las batallas en sí.

Pero, igualmente, es menester señalar algunos aspectos como el propio recorrido y de qué modo se fueron dando los acontecimientos hasta alcanzar el final aciago con la muerte del Mariscal Francisco Solano López, hijo y sucesor de Carlos Antonio López.

Retratan este drama, este recorrido sangriento, mejor que nadie José María ROSA[348] y Leonardo CASTAGNINO[349] en sus obras donde cuidadosamente nos sumergen en la tragedia que lentamente y durante años se fue apoderando del pueblo paraguayo y su tierra.

Remitimos al lector a los enjundiosos trabajos mencionados para la lectura ‘in-extenso’ de las vicisitudes que se fueron desarrollando, las batallas y el trágico episodio final.

De todas maneras, daremos algunos atisbos redactados por ROSA sobre la idiosincrasia del pueblo y del gobierno paraguayo, su cultura, su economía y sus costumbres, que brindan el marco para entender la agresión Inglesa.  Agresión que fue motivada porque los ingleses no podían imponer sus productos al precio elegido por ellos, ni navegar libremente por los ríos interiores.

“Paraguay era rico, riquísimo. Sus inmensos yerbatales y tabacales abastecían la mayor parte del consumo del sur del continente, y sus maderas valiosas se exportaban a Europa, donde alcanzaban alta cotización. Eran bienes del Estado en su mayor parte, pues la propiedad particular era escasa en esa inmensa república que pasaba de millón y medio de habitantes; la misma población de la vecina República Argentina. La tierra era pública en su casi totalidad, arrendándose en lotes. Los pocos propietarios eran paraguayos nativos, pues la ley impedía a los extranjeros el dominio del suelo; el comercio exterior (exportaba por millón y medio de pesos anuales, mientras importaba por sólo ochocientos mil) era exclusivo monopolio del Estado.

En consecuencia de una balanza comercial favorable entraba oro por setecientos mil pesos anuales en las cajas de la República por el solo rubro del comercio exterior. Esa riqueza se traducía en mejoras que hacían de Paraguay el Estado más próspero de Sudamérica: el ferrocarril a Trinidad, inaugurado hacía un año por el ingeniero. Thompson que se prolongaría a Paraguay y a Itapúa; una numerosa flota mercante que paseaba la bandera tricolor por los ríos y mares (se estudiaba una línea de buques a vapor entre Asunción y Londres con escalas en Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro); y el telégrafo construido por el alemán Trinfeldt, que unía a la capital con Humaitá y Paso de la Patria. La afluencia de dinero ha modificado a Asunción. En 1862 es una ciudad moderna, de calles bien delineadas y cuidada edificación sin perder su fisonomía tropical: el Teatro, el Club Nacional, el Oratorio de la Virgen construidos por el arquitecto italiano Ravizza contratado por el gobierno, y el Palacio Nacional delineado por el inglés Taylor que lucía esculturas de piedra debidas al cincel de Moyniham, son de belleza severa. Pero también ha crecido en cultura a pesar de que desde los tiempos misioneros había sido una tierra «donde todos saben leer y escribir», como decía Alberdi en 1862.

“Gracias a los desvelos de don Carlos [Antonio López], la instrucción media y superior se ha desarrollado considerablemente: la Escuela Normal, fundada por el español Bermejo, es un modelo en América; se hacían estudios intensivos de gramática, matemáticas, historia, lógica, catecismo; en la de Matemáticas de Pedro Dupuy se profundizaba el conocimiento de las ciencias exactas; en el Colegio Seminario del padre Maíz se daban lecciones de Filosofía y Teología. Si corta vida tuvo el Aula de Derecho creada por Juan Andrés Gelly, más tiempo sobrevivió la Academia Forense de Zenón Rodríguez. Dos escuelas de niñas, regentadas por Eduvigis de Rivière y Dorotea Duprat, educaban a las mujeres paraguayas. Y la Escuela de Impresores y Litógrafos de Carlos Rivière impartía una inapreciable enseñanza profesional.

“No terminaba en la Escuela Normal ni el Seminario, la Academia Forense o la Escuela de Matemáticas, la educación de los jóvenes paraguayos. Quienes se habían distinguido en ellas, eran mandados por el gobierno a perfeccionar sus estudios de derecho, medicina, ingeniería o humanidades en las universidades europeas. Por una ley de 1858, dieciséis jóvenes optaban anualmente a las becas.

“Paraguay carecía de deuda exterior. Y por su inmensa riqueza la emisión de 200.000 pesos en papel, sola moneda circulante, se mantenía a la par (5,10 francos por cada peso paraguayo). Era un modelo en América la República Paraguaya, donde la vida era sumamente fácil con la sola condición de haberse tenido la dicha de nacer allí y prestar en forma de trabajo manual, de labor intelectual o de tareas militares, su parte de servicio a la comunidad. Don Carlos dejaba el 10 de setiembre de 1862 un país rico, tranquilo, fuerte”.

“La presencia de Rosas en Buenos Aires era en 1851 cuestión de vida o muerte para el Imperio. Rosas significaba una voluntad férrea puesta al servicio de un propósito nacional; había logrado la unidad de la porción mayor del virreinato del Plata —disgregado a partir de 1811 por influencia brasileña, principalmente—consolidando las catorce provincias enemigas que amenazaban convertir el extremo sur del continente en una Centroamérica de catorce republiquetas independientes; impedía el avance lusitano en las porciones definitivamente segregadas del trono común, como Paraguay y Uruguay; no reconocía la ocupación de las Misiones Orientales ni la «libre navegación» de los ríos interiores argentinos, orientales o paraguayos y, sobre todo, su política, hábil y enérgica a la vez, amenazaba unir a los países de origen español en una fraternidad de común defensa y respeto recíproco.

“No solamente quedaba cerrada la expansión lusitana, sino amenazada la existencia misma del imperio de Brasil. Al «separatismo» en el virreinato del Río de la Plata, fomentado por Brasil desde 1811, había respondido Rosas con un «separatismo» dentro del imperio exteriorizado en una larga insurrección de Río

Grande entre 1835 y 1845, y luego en las agitaciones localistas de diversas partes del Imperio….

“…Y cuando todo parecía perdido para el Imperio, todo conseguiría salvarse: el milagro de la Casa de Braganza lo produjo la conversión del jefe del ejército de operaciones argentino pasándose con tropas, armas y bagajes al enemigo. Sobran las pruebas de las ambiciones políticas y comerciales del general convertido, pero podemos prescindir de ellas: aunque su móvil fuese el públicamente expresado de dar una Constitución Nacional al país [la manera y la ocasión resultaron torpes y alevosas.

 “Después de Caseros, la Argentina tendrá su constitución copiada, pero a costa del sufragio popular, que desapareció hasta 1912, de su grandeza nacional y su política americanista; mientras Brasil mantuvo su monarquía, su esclavitud, su unidad, los límites reclamados, la libre navegación, convirtió al Uruguay en una práctica dependencia suya y dio influencia económica y política al capitalismo anglo-brasileño en ambas márgenes del Plata”.

A los ingleses y al Imperio les faltaba derrotar al último gobierno soberano de América del Sur. Los ingleses utilizarían a los brasileños para tal fin.

El conflicto comenzó a fines de 1864.  El Mariscal Solano López era el presidente paraguayo.  Era abogado, profesor de filosofía y militar.  Tenía un poderoso ejército de 18.000 hombres y una reserva de más de 40.000 hombres. Siempre había tenido en la mira las intenciones brasileñas y los miraba de reojo.

¿Cómo se llegó a la guerra entre el Paraguay y la entente ‘mitrista-brasileña-unitaria’?

Vamos a analizar.

Relata Luis Alberto de HERRERA[350]  y nos sitúa en el tema diciendo que “..El 12 de noviembre de 1864, en represalia por la invasión brasileña a Uruguay, el gobierno paraguayo se apoderó de un buque mercante brasileño y del gobernador de la provincia brasileña de Mato Grosso, dando inicio a la Guerra y declarándola al día siguiente. La primera etapa consistió en la invasión del Mato Grosso, en diciembre de 1864, durante la cual fuerzas paraguayas ocuparon y saquearon gran parte de esa provincia.

“Sin haber recibido todavía ayuda externa, y atacado por las tropas de Venancio Flores, los invasores brasileños, la escuadra imperial y un importante apoyo logístico del gobierno argentino,15​ el gobierno uruguayo se vio obligado a rendirse.

Solano López solicitó autorización al presidente argentino Bartolomé Mitre para atravesar territorio argentino rumbo al Uruguay con sus tropas, solicitud rechazada por Mitre. De haber permitido que tropas beligerantes atravesaran por su territorio hubiese constituido un abandono de la posición hasta entonces públicamente neutral de la Argentina; por otro lado, el gobierno argentino simpatizaba con el Partido Colorado del Uruguay. En respuesta, tropas paraguayas ocuparon la ciudad argentina de Corrientes en abril de 1865, forzando a la Argentina a entrar en la guerra, aliada con Brasil y el nuevo gobierno uruguayo. A partir de ese momento ya puede hablarse de «Guerra de la Triple Alianza».

“Fuera de Buenos Aires y Rosario (donde la prensa hacía fuerte propaganda política a favor de Brasil), la entrada argentina en el conflicto fue impopular, hasta el punto de que gran parte de las tropas enviadas lo fueron forzadamente”.

En la batalla de Paysandú, ya descripta, cuando el Partido Colorado intentaba una revolución, dieron por tierra con el gobierno legal Federal de Aguirre (Partido Blanco).

Como dijimos, López salió en ayuda del gobierno Oriental, ejercido por el Partido Blanco,  que estaba siendo atacado en Paysandú.  López advirtió a los gobiernos de Brasil y la Argentina que consideraría cualquier agresión al Uruguay «como atentatorio del equilibrio de los Estados del Plata», pero a pesar de ello, tropas brasileñas invadieron la Banda Oriental en octubre de 1864.

López pidió permiso al gobierno ‘mitrista’ para pasar por el territorio argentino hasta llegar a la Banda Oriental a fin de auxiliar a su gente, tomando todos los recaudos para no agraviar los intereses argentinos.

Él sabía que Mitre iba a negar el paso y con ello, Urquiza se pronunciaría a favor de la causa Federal, como había prometido.

El perjuro de Rufino de Elizalde negó el paso, y Urquiza finalmente no se pronunció, dejando en soledad al pueblo Oriental y al Paraguay, sin el apoyo que había ofrecido.  Había embolsado 300.000 patacones brasileños y le había dado a Osorio 30.000 de sus caballos.  Por su parte, Elizalde autorizó el tránsito fluvial a las fuerzas brasileñas que se dirigían hacia la Banda Oriental y hacia el Paraguay. Sabemos, por profusa documentación que lo confirma, que Elizalde “era un agente de los brasileños”, como certifica ROSA.

Urquiza previendo el apoyo del pueblo entrerriano al Paraguay le dijo a Mitre que no le parecía apropiado aliarse al Brasil. Mitre, le replicó que, si él no lo asistía, le alcanzaba con las fuerzas bonaerenses. Urquiza, que ya había hecho la operación comercial con el Imperio, bajó la cabeza y facilitó el accionar de Mitre. Brasil, aliado del ‘Partido Colorado’ tenía vía libre para atacar a Paysandú cuyo gobierno aun resistía la intentona ‘Colorada’. Caído Paysandú, se amenazó al gobierno Oriental con bombardear Montevideo en forma más cruenta que Paysandú, si no abandonaba el gobierno.

ROSA[351] nos describe las comunicaciones entre Urquiza y Mitre, en las que éste le decía que “«-Aunque no me siguiera más que una provincia con ella dejaría bien puesto el nombre y el honor argentino-»..El 23, [de Febrero de 1864] Urquiza, que ya ha formalizado la venta de los caballos y librado el giro por los 390 mil patacones, y acaba de despachar a Victorica para Asunción, disculpándose con López, escribe a Mitre: «-De acuerdo con V. E. en esa política salvadora, firme en el propósito de cooperar a la nacional que V. E. encabeza y de la que ha sido decidido sostenedor…-».Mitre agradece que Urquiza esté del lado brasileño. Cuando se formaliza la guerra contra Paraguay, le escribe: «-Nos toca combatir de nuevo bajo la bandera [la imperial] que reunió en Caseros a todos los argentinos. Me congratulo por ello-»

Paralelamente, López tomó el Matto Grosso brasileño, recuperando lo que había sido siempre español, conforme el tratado de Tordesillas, hasta la ocupación de los ‘bandeirantes’. La guerra se intensificó.

El 20 de febrero de 1865, Venancio Flores con el apoyo de los imperiales, tomó el gobierno de Montevideo y de inmediato desfiló junto a éstos reeditando la entrada de los brasileños en Buenos Aires, desquitándose también aquí, con los Orientales, de la batalla de Ituzaingó. Se acordó la alianza con Mitre y el Imperio para guerrear contra el Paraguay. ‘La Triple alianza’ estaba en marcha, ya no escondida, sino formal y a la vista del mundo.

Los paraguayos dijeron que Mitre objetaba que Paraguay quisiera cruzar territorio argentino para defender el gobierno legítimo federal Oriental, pero nada dijeron de la invasión Imperial a la Republica Oriental.

Urquiza se ofreció exaltado a Mitre para combatir, mostrando su verdadero rostro. Mientras los brasileños daban cuantiosas e inagotables sumas de dinero a los Unitarios de ambos lados del río Uruguay.

El acuerdo de la Triple Alianza tuvo como cláusulas principales:

a) Quitarle a Paraguay la soberanía de sus ríos (art. 11.º);

b) Cargar a lo que quedase de Paraguay con la deuda de guerra (art. 14.º);

c) Repartirse entre Brasil y Argentina —para «evitar las discusiones que traen consigo las cuestiones de límites»— una inmensa cantidad de territorio en litigio, y tierras exclusivamente paraguayas (art. 16.º).

Como dijimos en el Capítulo VII, el Imperio del Brasil quiso hacer caer en la trampa a Rosas para que se enemistara con la Banda Oriental y provocar una guerra entre ellos. No lo consiguió.

Pero sí lo consiguió después con Mitre, al brindarle ‘generosamente’ parte del territorio paraguayo luego de la guerra.

Dice sobre el tema José María ROSA[352] “Una trampa semejante a la eludida por Rosas en 1843 (y que demostró a los gobernantes brasileños la peligrosidad de un político como Rosas al frente de la Confederación Argentina), fue la urdida en mayo de 1865 por Octaviano al poco avisado Mitre. El espléndido obsequio de Paraguay sería difícil de digerir, aun después de una extenuadora derrota paraguaya. Y entonces llegaría la ocasión para el Imperio de encontrar la simpatía del pueblo guaraní presentándose como defensor de su independencia”.

Nuevamente como en Caseros, el Imperio nunca hubiera atacado al Estado Oriental si no hubiera tenido la alianza con Argentina en la persona de Mitre. En aquel momento se había aliado con el siempre renegado de su patria, Urquiza.

La política brasileña continuamente ha sido así: para conseguir sus objetivos políticos, económicos y su expansión territorial ha debido tener el apoyo externo que, curiosamente, ha sido siempre la punta de lanza de sus acciones.

Obviamente una cosa es tener el apoyo de Mitre y la ‘intelligentzia’ centralista, atea y masónica y otra, muy distinta, la del pueblo todo de la Confederación.

El historiador citado, describe el cuadro de la situación: “No anduvieron bien los voluntarios. Fuera de algunos entusiastas jóvenes liberales de Buenos Aires, que se alistaron desde la primera hora para combatir la tiranía, lo cierto es que no hubo, entre los 184.478 guardias nacionales de todo el país quienes quisieron —como voluntarios o enganchados— cubrir los «contingentes». Los gobernadores de provincias — ‘mitristas’ en su casi totalidad—mandaron voluntarios que se escapaban cuando tenían posibilidad de hacerlo. Emilio Mitre, encargado del «contingente» de Córdoba, escribe el 12 de julio que envía a «los voluntarios atados codo con codo»; Julio Campos, gobernador porteño impuesto a La Rioja tras el asesinato del Chacho, informa a Mitre el 12 de mayo: «Es muy difícil sacar hombres de la provincia en “contingentes” para el litoral, porque es tal el pánico que les inspira el “contingente”, que a la sola noticia que iba a sacarse, se han ganado a las sierras y no será chica la hazaña si consigo que salgan»; el 23 de junio el mismo Campos escribe «la sola palabra“ contingente” basta para introducir la alarma y despoblar pueblos enteros». Los voluntarios de Córdoba y Salta se sublevaron al llegar a Rosario apenas les quitaron las maneas. El gobernador Maubecin, de Catamarca, encargaba 200 pares de grillos para el contingente de su provincia”.

López Jordán, seguramente turbado y confundido le escribió a su superior Urquiza “«Usted nos llama para combatir al Paraguay. Nunca, general; ése es nuestro amigo. Llámenos para pelear a porteños y brasileros. Estamos prontos. Ésos son nuestros enemigos. Olmos todavía los cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo entrerriano».

“Llegan noticias a Buenos Aires de que algo anda mal en los 8.000 hombres de Urquiza acampados en Basualdo. Algunos se han pasado a los paraguayos —entre los cuales combate desde la iniciación de las hostilidades el coronel argentino Telmo López—, pero a los más le repugna luchar contra la bandera de su patria, aunque sea llevada por Mitre. Tampoco quieren hacerlo contra Paraguay en favor de Brasil. Inútilmente Urquiza los proclama, recordándoles la gloria de Caseros y la alianza de 1851 con los brasileños.

El sólo en entusiasmarse parece haber sido Octaviano de Almeida Rosa [negociador por parte del Brasil en armado de la Triple Alianza] que dirige a Urquiza, Caballero de la Orden Imperial de Cristo desde la batalla del 3 de febrero de 1852, una agradecida nota por mantener «la fidelidad de su corazón a la alianza brasileña”. Bajo tan deplorables auspicios se iniciaba en mayo y junio de 1865, la guerra contra Paraguay”.

El sempiterno empleado Imperial en estas tierras, Justo José de Urquiza, era fácil de convencer: dinero, y títulos bastaban para que desertara de los intereses de su patria.

Como relatamos anteriormente, en el pueblo provinciano se iba haciendo más fuerte en el rechazo a esa guerra porque sentía que peleaban en el bando equivocado o, en el mejor de los casos, no era un asunto de ellos.

Hasta Telmo López, hijo de Estanislao López, era General del Ejército Paraguayo y combatía con hidalguía desde que la guerra había comenzado, cuando Venancio Flores y los brasileños atacaron Paysandú.

Urquiza estalló de indignación por esto y mostró nuevamente su rostro real y mercenario, mandando a sacrificar a todos sus coterráneos por puro afán de lucro. La Masonería, indudablemente, jugó su papel aquí también.

Continúa José María ROSA[353] describiendo la reacción de don Justo José “La furia de Urquiza es tremenda. Ordena el fusilamiento de los desertores que fuesen habidos. Numerosos entrerrianos se unen a los paraguayos o cruzan a refugiarse en el territorio oriental. Se ha disuelto el Ejército de Vanguardia. Urquiza quedará en su palacio de San José; no ha podido cumplir un rol militar en la guerra contra los paraguayos, ni se encontrará después de Basualdo en condiciones de seguir la intriga iniciada ante Robles. En cambio, desempeñará una función comercial: sus establecimientos proveerán la carne consumida durante la guerra por los ejércitos aliados”.

Urquiza recibió no sólo honores, títulos y dinero dados por el Imperio del Brasil, sino que, además, realizó importantes negociados proveyendo alimentos de sus establecimientos, tanto al Brasil, a la República Oriental y a la tropa de su propio país. Todo le salió ‘redondo’ al General…a costa de su dignidad y patriotismo, claro.

Lo dramático de esta guerra, por lo novedoso, fue que los soldados paraguayos que eran tomados prisioneros o se rendían, eran incorporados por la fuerza a las tropas argentinas u Orientales para pelear contra sus propios hermanos paraguayos so pena de ser fusilados. Peor suerte corrían los que eran atrapados por los brasileños, ya que los mandaban como esclavos a trabajar en las plantaciones de café en las profundidades de su territorio, de donde nunca volverían….

Mitre y el Coronel León de Palleja, lo reconocieron en sus cartas. Este último dijo en su Diario: "...hasta repugna el dar armas a estos pobres hombres para que peleen contra su pabellón nacional y claven la bayoneta en el pecho de sus propios hermanos"

Paralelamente a la guerra contra el Paraguay se fue desarrollando la ‘cacería’ del pueblo Federal por todo el territorio, como vinimos diciendo.

El mismo Unitario Gobernador de Salta, Sixto Ovejero, no tuvo más remedio que reconocer los robos, la rapiña, los asesinatos de los lugartenientes de Mitre.  Así le escribía alarmado a Marcos Paz, Vicepresidente de la Nación en ejercicio de la Presidencia, en ausencia de Mitre que estaba en el Paraguay, explicándole que las tropas ‘mitristas’ del gobernador Taboada, designado por Mitre, robaban y saqueaban por todo lugar que pisaban.

El estanciero catamarqueño y Coronel de la Nación, Felipe Varela, uno entre tantos, se levantó y ardorosamente dijo, entre otras proclamas, lo siguiente “«Tal es el odio que aquellos fratricidas porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazábal y otros varios dignos de Mitre. «¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que atravesamos y que es tiempo de contener! «¡Abajo los infractores de la ley! ¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental! «Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas americanas. «¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte, vuestro jefe y amigo. Felipe Varela.”

Debemos ser precisos con un tema, aunque a algunos no les parezca conducente, lo que pasaba en el país era la consecuencia de la errónea toma de posición ‘antirrosista’ de Federales como el Chaco Peñaloza, Felipe Varela que estuvo en la Coalición del Norte y luego sirvió a las órdenes de Urquiza. Ese error de visión política se pagó luego de Caseros con la situación que se estaba viviendo en el interior. No sabemos que deben de haber pensado en silencio estos dos caudillos federales al respecto, en esos momentos trágicos para la nación que se desintegraba, cuando hogaño eran perseguidos por aquellos a quienes antaño apoyaron.

Es curioso y triste a la vez porque en los manifiestos de Varela se aprecian conceptos políticos iguales a los de aquél que combatió. Su ‘Sistema Americano’, con otras palabras. Lo que prueba una vez más que se pueden tener las mejores intenciones e ideales patrióticos, pero sin una clara perspectiva política, de poco sirven.

En tal sentido continúa comentando el historiador ROSA[354] que “En ese Manifiesto, Varela explica el propósito «americanista» de la Revolución de 1866. Se proponía una «Alianza de las Repúblicas Americanas del Sur a fin de salvar a Paraguay y repeler las ambiciones de Brasil y de Europa …y que las ambiciones de Brasil, apoyado por Mitre, dieron motivo a la guerra en el Uruguay y su consecuencia que fue la guerra del Paraguay».

La presidencia de Mitre no fue precisamente una administración de orden.

Fuera de la guerra con Paraguay (según testimonio del Unitario senador ‘mitrista’ Nicasio Oroño), «desde junio de 1862 hasta igual mes de 1868, habían ocurrido en las provincias [argentinas] 117 revoluciones y 91 combates»[355]

De tal modo, quedaban inermes los poblados gobernados por Unitarios designados por el poder central de Buenos Aires, a la sazón, Bartolomé Mitre.  Éste, mientras tanto, era ‘enviado’ por los brasileños de vuelta a Buenos Aires ya que su conducción de la guerra generaba derrota tras derrota o triunfos ‘pírricos’, con la consecuencia de enormes pérdidas de hombres y material tanto para los argentinos como para los brasileños.

En fin, Mitre sumaba a su traición a la nación argentina, la masacre ordenada a sus esbirros del interior de las poblaciones provinciales.  Un verdadero fiasco como militar.

En ese aspecto era un verdadero inútil.  Lo demostró con lo sucedido en la batalla de Curupaytí en septiembre de 1866 donde sus 17.000 soldados no pudieron contra 9.000 aguerridos soldados paraguayos. Hubo alrededor de 10.000 soldados muertos en las filas argentinas y brasileñas, mientras que del lado paraguayo, sólo hubo 92 bajas.

Todo mérito del ‘estratega’ Bartolomé Mitre - un perdedor consuetudinario en las lides militares- y sus generales Emilio Mitre y el Oriental verdugo del pueblo del interior de la Confederación, Wenceslao Paunero.

El desastre de Curupaytí, que constituyó un cumplido ejemplo del fracaso de un ataque frontal sin reconocimiento previo contra una posición prácticamente inexpugnable, paralizó las operaciones de los aliados durante diez meses, ​y, al decir de Enrique RIVERA[356]“terminó de hundir el ya mermado prestigio del entonces presidente argentino Bartolomé Mitre como generalísimo​ y reavivó especialmente en Argentina el rechazo popular a la guerra, lo cual devino en una serie de levantamientos en las provincias que hicieron forzoso retirar tropas del frente”.

Mientras el país se desangraba en el Paraguay y en el interior corría a raudales sangre de gaucho` como pedía Sarmiento, Mitre iba de ágape en ágape,

En una de las continuas tenidas masónicas desembozadas, Mitre pronunció un discurso en 1868 en homenaje a la delegación masónica norteamericana en la ‘Logia Constancia’ con ocasión de la próxima asunción del mando por el Hermano Sarmiento- (en ‘Arengas de Mitre’, edición de La Nación, Bs.As. 1902, T.I, pág.270).

“Hermanos:

Aunque no tenía conocimiento del programa de esta reunión y no había pensado hacer uso de la palabra, ya que soy invitado á ello, acepto la tarea que se me encomienda, porque cada uno de nosotros debe estar siempre preparado al trabajo, ya sea que á él se llame a la luz del día ó en las tinieblas de la noche. (El orador señala las puertas sagradas del templo, simbolizando la una la luz y la otra las tinieblas).

"La Historia política de la República Argentina, sus luchas y sus conquistas están representadas en los cinco presidentes constitucionales que se cuentan en su historia constitucional. La primera, la de Rivadavia fue la más fecunda de todas Y sin embargo, Rivadavia dejaba en pos de sí la agitación de los espíritus, la guerra de los pueblos, la disolución de la sociedad. Pero es que el trabajo de descomposición que se hacía era la fermentación de la tierra destinada a hacer fructificar las grandes semillas del bien· que él dejó sembradas.

“Hoy que el juicio de la historia está formado sobre esa presidencia, los pueblos han hecho la apoteosis de Rivadavia. Nosotros recogemos los bienes que no recogieron sus contemporáneos. La Presidencia de Rivadavia fie como la primera copa que se derramaba en los festines antiguos. Nadie la bebía y se hacía con ella una libación a los dioses desconocidos. Nuestros dioses desconocidos, han recogido esa libación y la han derramado sobre nuestras cabezas como un agua de bendición.... Los otros cuatro presidentes, Hermanos, se han encontrado una vez juntos y arrodillados al pie de estos altares; el General Urquiza que acababa de serlo; el doctor Derqui que lo era entonces; yo que debía ser honrado más tarde con el voto de mis conciudadanos y el Hermano Sarmiento, que va a dirigir bien pronto los destinos de la Nación {…}” 

“Es cierto, que cuando nos alejamos de las puertas del templo, nuestras espadas salieron de la vaina para cruzarse en los campos de batalla; pero aún sobre esa desgracia y esa matanza, el genio invisible batió de nuevo sus alas, y los pueblos, en nombre de la fraternidad y del bien, se unieron para concurrir á los fines que encerraban la felicidad de todos. {…}

“Y ¿Qué es Sarmiento?

“Un pobre hombre como yo, un instrumento como éste (tomando el compás) que la Providencia toma en sus manos para producir el bien a que concurre en mayor o menor escala”.

Como puede verse la flor y nata de la Masonería, que se sentía impune por aquellos días, produjo este sinceramiento impúdico y masónico de Mitre sobre su relación con Urquiza, su otro hermano ‘tres puntos’, confesando el connubio deleznable.

Y sobre Rivadavia, lo elevó literariamente a la gloria de los altares.  Gloria que sólo cabía en su imaginación y a contrapelo de una realidad que permanentemente lo contradecía y que sólo era reconocido en los cenáculos de sus hermanos masones, ante la mirada cómplice de los ingleses y franceses con sus Bancas ominosas, mientras el pueblo moría día a día aturdido por la miseria y el desamparo que, con las ideas de Rivadavia, iba asolando la patria.

En 1867 y en 1868 con Sarmiento en el poder como Presidente de la Nación, con el apoyo de Urquiza, (cuestión que debe resaltarse y no olvidarse), los levantamientos Federales con Saa, Varela y otros, van opacándose porque ante el Ejército nacional pertrechados con moderno armamento dado el poder económico de Buenos Aires, nada pueden hacer con lanzas y fusiles antiguos.

Esa enorme erogación que produjo la adquisición de material bélico para someter a los pueblos del interior a sangre y fuego, quedó patentado en lo que señala ROSA, citando J. Natalicio González en ‘Cartas Polémicas sobre la Guerra del Paraguay’: que “los dispendios del gobierno ‘mitrista’ por la guerra de montonera superaron lo gastado en Paraguay. En 1869 los gastos para sofocar las revoluciones provinciales fueron de $ 4.248.200,36 mientras los de la guerra del Paraguay alcanzaron a $ 3.647.952,50”

Corrió el tiempo y los levantamientos federales iban siendo sofocados.

Hasta ese momento, pocos se habían salvado de ser fusilados.  Felipe Varela fue perseguido por el joven Mayor Julio A. Roca y el General Emilio Conesa.  Casi solo, acompañado únicamente con algunos patriotas que lo habían seguido a Chile, huyendo, enfermo y viejo, falleció el 4 de junio de 1870.

Como dice con ironía punzante José María ROSA[357]Inútilmente, según la tradición, se pidió la ayuda de Urquiza. El jefe del partido federal estaba en esos momentos muy ocupado agasajando a Sarmiento en su palacio de Entre Ríos”.

Mientras esto sucedía en el interior de la Confederación Argentina, las tropas Imperiales avanzaron en terreno paraguayo, cuyo ejército se defendió tenazmente sin ánimo de rendirse.

Para Inglaterra bastaba lo hecho. No quería la destrucción total del Paraguay pues no le convenía a sus intereses comerciales. Solo quería derrocar a Francisco Solano López, lograr la libre navegación de los ríos interiores y arruinar por completo la industria de país, para, de esta manera, tener un gobierno paraguayo dócil, agro-exportador y sometido a las leyes de comercio del libre cambio inglés.

Pero el Imperio, no estaba satisfecho. Quería también una completa victoria militar.

Allí se evidenciaba el total papel secundario de la Argentina de Mitre y del Uruguay de Flores. Esta era ‘la’ Guerra del Imperio del Brasil para el logro de sus metas políticas y económicas.

Claramente lo percibió el periódico de la colectividad francesa en Buenos Aires que cita ROSA[358] “Le Courrier de la Plata, órgano de la colectividad francesa en Buenos Aires, denunciaba el papel «ridículo, torpe y odioso» que hacía la Argentina en «la guerra ahora solamente brasileña»: «ridículo, porque se ha colocado en una posición secundaria, que no le conviene respecto al Brasil; torpe, porque contribuye a destruir el baluarte que la protegía al norte contra las invasiones brasileñas, y odioso porque coopera para degollar a un pueblo que tiene su sangre y su misma forma de gobierno» “

Cayó Asunción en manos brasileñas. Venancio Flores y Mitre ya se habían vuelto a sus pagos.

Describe el historiador argentino cómo fue la entrada y la permanencia de los brasileños en Asunción, haciendo una comparación con su ingreso a Montevideo y a Buenos Aires, luego de Caseros: “Sería la tercera capital sudamericana recorrida por los imperiales en triunfo: Buenos Aires después de Caseros en 1852, Montevideo tras Paysandú en1865; ahora, derrumbada la resistencia paraguaya, desfilarían por Asunción con sus banderas desplegadas y pífanos de guerra, el 5 de enero de 1869. No eligieron el 20 de febrero, aniversario de Ituzaingó, como para Buenos Aires y Montevideo porque los paraguayos no los habían vencido en Ituzaingó.

En Buenos Aires habían sido recibidos por el entusiasmo de las familias Unitarias, siempre dispuestas a agasajar como «libertadores de la tiranía» a los enemigos de la patria: entre flores y vítores de la oligarquía, la división del brigadier Márquez de Souza cruzó —eterna vergüenza para los argentinos— bajo el arco de triunfo de la Recova que sirviera de pasaje de honor para los guerreros de la independencia en años venturosos.

 Bien es cierto que para «mantener el orden», Urquiza fusiló a 500 hombres del pueblo entre el 3 y el 20 de febrero (ocho veces más en diez y siete días, que los atribuidos a Rosas en veinte años de gobierno).

 En Montevideo, el recibimiento a Venancio Flores y sus aliados imperiales fue frío, pero hubo algunos agasajos y ciertos balcones estuvieron engalanados.

En Asunción no, a pesar de que los aliados creían tener un partido —el imprescindible partido de la «libertad»— entre las familias asuncenas. Nadie salió a recibir a los brasileños.

Los pocos que quedaban en la capital permanecieron en sus casas con las puertas cerradas.

En vista de eso se permitió el saqueo de la ciudad: «Entregada fue Asunción —dice Arturo Bray— a instintos no precisamente militares ni caballerescos».

Tratábase de una plaza inerme, pero se la consideró «buena presa». «El vencedor entró a saco», describe lo ocurrido ese 5 de enero el general argentino Garmendia. «Muebles, pianos, cortinajes, vajillas, puertas labradas, porcelanas, alhajas, cristalería, todo cuanto los espantados habitantes, no pudieron llevarse consigo en la precipitación de su huida fue cargado por el vencedor en sus barcos, arrojando a las llamas aquello imposible de transportar», dice Bray. Con odio largo tiempo contenido, se ensañaron contra el arsenal y la fundición de Ibicuy, los primeros de Sudamérica, construidos por Carlos Antonio López. Todo quedó arrasado, y por lo tanto, en condiciones de acogerse a los beneficios de la libertad de comercio y de empresa.

Mientras la bandera brasileña se levantaba en lo alto del vacío palacio presidencial, las fuerzas argentinas acamparon en Trinidad sin participar en el saqueo. No entraron en la capital, «acaso con el deliberado propósito de rehuir la responsabilidad histórica de aquel despojo a que se sometió una ciudad abierta y abandonada», supone Bray. Para los argentinos la guerra había terminado: corresponderá a los brasileños finalizarla con la cacería y muerte de López, que en Cerro León a una jornada de distancia, aguardaba su destino”.

Quedó demostrado palmariamente allí, una vez más, el papel de mero auxiliar de las fuerzas argentinas que colaboraron con el engrandecimiento del Imperio del Brasil en el logro de sus metas geopolíticas que, una vez logrado el fin buscado, prescindió de los títeres que fueron Argentina y la Banda Oriental en dicho logro.

Las fuerzas brasileñas siguieron avanzando en el interior del Paraguay en busca de los restos del desmembrado ejercito paraguayo y el frenético López que resistía.

Se enteró de una conspiración de sus principales hombres y familiares. No los perdonaría.

Castigaría a muchos con torturas y muertes, obispos, ministros, cuñados, un hermano del Mariscal, su propia hermana y su madre, implicadas, fueron torturadas.  Entre ellos sobresalió el caso de Telmo López, hijo del extinto gobernador Estanislao López, que fue fusilado.  La desesperación de muchos paraguayos leales hasta último momento, sabiendo que la guerra estaba perdida hacía tiempo sumado al hecho de la voluntad trágica del Mariscal de resistir hasta el fin, en un rapto de lucidez intentaron llegar a un acuerdo lo más digno posible con el enemigo que estaba masacrando a todo el pueblo: niños, mujeres, ancianos, etc…No pudo ser.

CASTAGNINO[359] nos relata que “López va retirándose hacia un trágico e inevitable final en los confines de la Patria, pero sin dejar de pisar o defender un palmo del propio territorio, y sin abandonar su inquebrantable voluntad de sucumbir antes de claudicar. A sus 18 años, al ser nombrado General, juró morir antes que dejar caer la bandera de sus manos. “Vencer o morir” fue su lema, y el de todo un pueblo. Y lo cumplirían…”.

“…Pese a la comprometida situación y aun conociendo su trágico final, López no se quebranta en su espíritu, y su carácter se mantiene inalterable. Bajo el calor abrasador del día, recorre de a caballo alentando a sus líneas, y en las noches hablaba a los presentes sobre los episodios de la guerra, la defensa de la Patria, y los hechos heroicos de épocas más felices…”

“…A fines de febrero reúne a sus seguidores y les comunica su decisión de sucumbir, y lee un decreto asignando condecoraciones a sus seguidores… “

Las últimas palabras de López, rodeado y abatido, yaciendo en el suelo, sigue diciendo Castagnino, fueron “-¡Muero con mi Patria!-” .”Con esa última frase en sus labios, el 1º de marzo de 1870, en Cerro-Corá, el Mariscal Francisco Solano López, herido, agotado y desangrado, medio ahogado, moribundo y anegada en sangre el agua inmunda del arroyo que, caído sentado, lo circundaba, recibió un tiro de Manlicher que le atravesó el corazón. Ahí quedó, muerto de espaldas, con los ojos abiertos y la mano crispada en la empuñadura de su espadín de oro –en cuya hoja se leía "Independencia o Muerte"-.

En fin, como veníamos diciendo, los intereses comerciales británicos y los de la Masonería estaban presentes como causa de la guerra emprendida contra López y el Paraguay, algo que los historiadores no pueden dejar de enfatizar.

Reparemos en lo que dice, concordantemente Gustavo CARRÈRE CADIRANT[360] en su profunda obra.

En un breve párrafo menciona a Elías S. Giménez Vega, que dice que “La guerra al Paraguay es la primera evidencia del reniego signado en Caseros: el primer signo visible de la destrucción de las fuerzas propulsoras de la grandeza de Hispanoamérica, pactada en Caseros”. Una misma línea de conducta, mejor dicho: de inconducta, guía a los pocos hombres que llevaron adelante la hazaña de Caseros y del Paraguay. Las víctimas también las mismas y los mismos gestores reales. Caseros y Paraguay, dos nombres unidos en una distancia de trece años, encierran en su paréntesis la vigencia trágica de una determinación claudicante de una minoría intelectual, que llevó el unitarismo entreguista rivadaviano a sus últimas consecuencias”

(….) Las causas esenciales de esta guerra inmoral, ocurrida entre 1865 y 1870, fueron los intereses británicos, la ambición brasileña y la ceguera argentina. El diputado Bustos Fierro, en sesión del 5 de mayo de 1954, expresaba: “El imperialismo inglés aparece en ese momento sobre Paraguay, sobre ese suelo virgen en cuanto al crédito público, que durante sesenta años no había tenido un solo centavo de deuda con el extranjero, ofreciendo, para reparar la desolación de la guerra, un empréstito de 200.000 libras esterlinas, que –escuché con pavor en la Honorable Cámara- se reconoció después en la increíble suma de 1.400.000 libras esterlinas. Se hipoteca el destino económico de la república guaranítica y del Plata; se lo “yugula” a los intereses del imperialismo avasallante. (Congreso Nacional. Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Año 1954. Imprenta del Congreso de la Nación. Buenos Aires. Tomo I. Pág. 246).

(….) En secreto se hizo la trama, y desde la prensa se fogoneó el incendio. Paraguay se había mantenido prescindente de las guerras civiles entre provincias, y el aislamiento le dio impulso propio. Un aislamiento totalmente justificable si se tiene en cuenta la perversa política liberal porteña erigida por “derecho universal” en heredera, jefa y dueña de la nación; le dio medio siglo de prosperidad, y luego su aniquilamiento a manos de traidores y cipayos al servicio del imperio inglés y de la masonería.

(….) El progreso “independiente” de Paraguay daba por tierra con las teorías liberales de “libre comercio”, “empresa privada” y “progreso liberal”.

(….) Mientras la prensa liberal levantaba diatribas y mentiras, y el General Bartolomé Mitre, “el enano de talla raquítica” (En frase del escritor Víctor O. Andrade) preparaba la ruina del Paraguay, le reconocía al Mariscal Francisco Solano López: “V.E. se halla en muchos aspectos en condiciones mucho más favorables que las nuestras. A la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso que se va engrandeciendo por la paz y llamando en ese sentido la atención del mundo; con medios poderosos de gobierno que saca de esa misma situación pacífica, respetado y estimado por todos los vecinos que cultivan con el relaciones proficuas de comercio; su política está trazada de antemano y su tarea es tal vez más fácil que la nuestra en estas regiones tempestuosas, y es como lo ha dicho muy bien un periódico inglés de esta ciudad, V.E. es el Leopoldo de estas regiones, cuyos vapores suben y bajan los ríos superiores enarbolando la bandera pacífica del comercio, y cuya posición será más alta y respetable, cuanto más se normalice ese modo de ser entre estos países.”(Carta de Mitre a López, 2 de enero de 1864 – Archivo del Gral. Mitre, II .p.50 – Biblioteca de la Nación – AGM.I. Pág. 426).

(….) Increíblemente el que escribía esto estaba preparando la trama que llevaría al genocidio casi completo del “pueblo tranquilo y laborioso”.

(….) La planificación del genocidio estuvo lista mucho antes del conflicto, bajo la batuta inglesa. Los últimos detalles se convienen en Buenos Aires con la reunión del gabinete en pleno, el representante brasilero y el propio representante inglés, Edward Thornton. Preveía la distribución del botín de guerra y prohibía entablar conversaciones de paz por separado; es decir, una guerra “de aniquilamiento”.

(….) Pero para Inglaterra, Paraguay era un mal ejemplo que no podía permitir, y arma la intriga del Brasil de Pedro II, la Confederación de Mitre, y el Uruguay de Flores, para acabar con López, y hasta con el pueblo paraguayo. Aunque Inglaterra no participó directamente en la horrorosa hazaña, fueron sus mercaderes, sus banqueros y sus industriales quienes resultaron beneficiados con el crimen de Paraguay. La invasión fue financiada, de principio a fin, por el Banco de Londres, la casa Baring Brothers y la banca Rothschild, en empréstitos con, intereses leoninos que hipotecaron la suerte de los países vencedores.

(….) En síntesis, sectores sociales de distintos países confluyen en una alianza ofensiva -colorados orientales, liberales ‘mitristas’, clase dominante brasileña y burguesía inglesa-, en perjuicio de los sectores nacionales expresados por los blancos orientales, los federales argentinos y el frente social paraguayo.

(….) El Gral. Mitre le escribe al General Justo de Urquiza: “Nos toca combatir de nuevo bajo la misma bandera que reunió en Caseros a todos los Argentinos”. Se refería a la bandera imperial, y de este modo le agradecía que no ayudase a López ni permitiera el paso del ejército Paraguayo en auxilio a Uruguay agredido por Brasil. El Gral. Urquiza ya había vendido a buen precio toda la caballada de su ejército a los brasileños, enriqueciéndose durante la contienda.

La afirmación ‘nos toca combatir’ resulta irónica en boca de Mitre, quien como militar, antes y después de la Guerra del Paraguay, fue un fracasado. Perdió casi todas las batallas y en las pocas en las que se animó a pelear en persona, y finalmente, en Paraguay, fue tal el bochorno de su actuación que los Brasileños prácticamente le comunicaron, sutilmente o no, que no lo necesitaban más en el frente y que se podía volver a Buenos Aires.  De esta manera, los imperiales quedaron dueños del mando en su totalidad, al no tener a su lado a su socio perdedor eterno, que resultaba un estorbo y que retrasaba el final de la guerra, lo que les daba la posibilidad de terminar antes la contienda. Mitre, ni lerdo ni perezoso, volvió a Buenos Aires para seguir ordenando la persecución y extinción del paisanaje del interior Federal, al que incorporaba a la fuerza para la lucha en el Paraguay, junto a la destrucción de sus ranchos y cosechas, tal como se lee en el ‘Martin Fierro’ de José Hernández.

Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivía
y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer...
Era una delicia el ver
cómo pasaba sus días"

En el mismo sentido, sigue diciendo CARRÈRE CADIRANT[361]:

“(….) Asimismo [Urquiza] tenía problemas para juntar los contingentes, las divisiones de Victoria y Gualeguay se negaron a marchar, y López Jordán le escribe: “Usted nos llama para combatir el Paraguay. Nunca, general; ese es nuestro amigo. Llámenos para pelear a los porteños y brasileros; estaremos prontos; ésos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú.”

(….) Respecto al paisanaje…ni el ofrecimiento de paga varió la negativa a incorporarse y la incorporación debió hacerse forzosa, “engrillados” y atados “codo con codo”.

() el reclutamiento de los contingentes no fue fácil. (…) Para llenar las cuotas provinciales se autorizó reclutarlos mediante paga, pero pocos lo hicieron. Entonces los gobernadores, ‘mitristas’ en su totalidad, y los comandantes de frontera se dedicaron a la caza de “voluntarios”.

(….) Sin embargo, benefició a comerciantes y ganaderos porteños y entrerrianos cercanos al poder, que hicieron grandes negocios abasteciendo a las tropas aliadas.

(….) Un año antes de Cerro-Corá, viejo y pobre en su destierro de Southampton, el Brigadier General D Juan Manuel de Rosas, que por sostener lo mismo que López había sido traicionado y vencido en Caseros por los mismos que ahora traicionaban y atacaban al mariscal paraguayo, se conmovió ante la heroica epopeya americana. El Restaurador miró el sable que el Libertador, General D José de San Martín, [no es el sable de San Martín, como dice el autor citado, sino el suyo propio, como veremos debajo] le había legado por su defensa de la Confederación contra las agresiones de Inglaterra y Francia; ordenó que se cambie su testamento. Así, el 17 de febrero de 1869, mientras el Mariscal y el heroico pueblo guaraní se debatían en las últimas como jaguares decididos que se niegan a la derrota, Rosas testó el destino del sable de la soberanía en nombre de D Francisco Solano López: “Su excelencia el general D. José de San Martín me honró con la siguiente manda: “La espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria”.

(….) “Y yo, Juan Manuel de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a S. E. el señor mariscal Presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria…”.

Como ya expusimos antes, ha habido repetidos errores respecto al sable que le legara San Martín, confundiéndolo a veces con el del propio Restaurador.

En realidad, el sable que legó Rosas a Francisco Solano López no era el que a su vez le cediera San Martin, sino el suyo propio.

Observemos atentamente la carta en tal sentido que Rosas le envía a Roxas y Patrón, antes de la muerte de López:

“Febrero 17 1869 Dn José María a Roxas y Patrón

“Por mi parte he registrado en mi testamento, la siguiente cláusula, entre otras adicionales.

Su Excelencia el Generalísimo, Capitán General Dn José de San Martín, me honró con la siguiente Manda.

˜La Espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia, será entregada al Gral. Rosas, por la firmeza y sabiduría, con que ha sostenido los derechos de mi patria” 

“Y yo Juan M. Ortiz de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue Su Excelencia, el Señor Gran Mariscal, Presidente de la República Paraguaya y Generalísimo de sus Ejércitos, la espada diplomática y militar, que me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos; por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de su Patria, el equilibrio entre las Repúblicas de Plata, el Paraguay y el Brasil.- Rosas”

(Carta de Juan Manuel de Rosas a José María Roxas y Patrón, en A.G.N. ‘Correspondencia Rosas-Roxas y Patrón’-1868-1870).

Luego de la Muerte del Mariscal López, Rosas tuvo que reformular su testamento:

A saber, el sable que le legara San Martin le fue dejado a su consuegro Juan Nepomuceno Terrero y, a su muerte al hijo de éste, su yerno, Máximo Terrero. (ver testamento cláusula Nro.18).

El sable personal de Rosas, se lo legó a su dilecto amigo José María Roxas y Patrón. Luego de fallecido él y toda su familia, el sable debería pasar también a Juan Nepomuceno Terrero y luego a sus herederos, entre ellos, también, Máximo Terrero (Ver testamento cláusula Nro.16).

Dicen Oscar y Gabriel O. TURONE[362](….) Finalmente, no dejando dudas de las causas reales de la guerra, el Gral. Mitre declaró: -“En la guerra del Paraguay ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes principios del libre cambio (…) Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado”.

(….) Pergeñado por el imperio inglés para terminar con la progresista Paraguay y todo su pueblo, y llevado a cabo por sus agentes “masones” y “liberales” en Brasil, Pedro II, en la Argentina, Gral. Mitre y en Uruguay, Venancio Flores, las cifras del genocidio son difíciles de digerir, ya que exterminaron al 99 % de la población masculina mayor de 10 años:

Al decir de Atilio GARCÍA MELLID, citado por Oscar y Gabriel O. TURONE[363] (….) El “liberalismo” -es una filosofía de odio que no se sacia ni siquiera con la muerte; los liberales argentinos no han hecho hasta el presente otra cosa que exponer graves doctrinas, ajenas en absoluto a las convicciones y necesidades de nuestro pueblo y sus tradiciones: “Todas sus aberraciones advienen de esta falsa cosmovisión, de una concepción que prescinde de la idea de Dios y pervierte la noción de justicia y del derecho emergentes de la ley natural y divina. No extrañe, pues, que el liberalismo haya cubierto entre nosotros tan larga etapa de crímenes y perversiones, y que esté dispuesto a recorrerla de nuevo si las circunstancias fueran propicias a su restablecimiento en el poder”.

(….) El Mariscal. López había cometido un solo “error” para los intereses ingleses: crear un país próspero y de vanguardia para la época, y jugarse en defensa de los intereses supremos de su Nación, que es la ley suprema de todo gobierno genuinamente nacional”

Lo señalaba José María ROSA, citado por Oscar y Gabriel O. TURONE [364] “Cinco años antes, al comenzar la guerra de la Triple Alianza, el Paraguay de los López era un escándalo en América. El país era rico, ordenado y próspero, se bastaba a sí mismo y no traía nada de Inglaterra… Abastecía de yerba y tabaco a toda la región y su madera en Europa cotizaba alto”.

(….) Así, poco después de marzo de 1870 no había más gobierno paraguayo que el impuesto por el Imperio del Brasil; la República Argentina así, aliada al Brasil, había ganado la guerra contra el Paraguay, contribuyendo a la aniquilación, destrucción y devastación de una nación independiente, de su territorio y de sus habitantes. No obstante, el Gral. Mitre, desde su tribuna en el diario ‘La Nación Argentina’, afirmaba: “Los soldados argentinos no han ido al Paraguay a derribar una tiranía, aunque por accidente sea uno de los fecundos resultados de su victoria. Han ido a vengar una afrenta gratuita asegurar su paz interna y externa, a reivindicar la libre navegación de los ríos y a reconquistar sus fronteras de hecho y derecho”.

“(….) La síntesis más clara de la esencia de ese liberalismo-masónico-laico la expresa el Dr. Sarmiento, “el Satírico sanjuanino de talla grotesca y de espíritu dañino” (frase de Víctor O. Andrade), en carta al Gral. Mitre, en 1872: El pueblo paraguayo: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos perros ignorantes de los cuales ya han muerto ciento cincuenta mil. Su avance, capitaneados por descendientes degenerados de españoles, traería la detención de todo progreso y un retroceso a la barbarie… Al frenético, idiota, bruto y feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que le obedecen y mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana: raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”.

José María ROSA[365] intuye que “tal vez no creyeron los brasileños de 1864 a 1866 en la posibilidad de otra guerra en el sur, y menos contra Paraguay; tal vez menospreciaron la capacidad de heroísmo del pueblo paraguayo y su conductor. O imaginaban mayor y voluntaria la contribución —que nunca dejó de ser forzada— de argentinos y orientales”.

“Lo cierto es que Brasil debió emplearse a fondo para vencer el obstáculo del Paraguay, y perderá en esa guerra la hegemonía lograda en Caseros. Porque el Brasil maltrecho y victorioso de 1870 sería fácilmente apartado por Inglaterra, que a la postre fue quien cobrara los estipendios de la hecatombe”.

“En los esteros paraguayos se hundiría el gran Paraguay de Francisco Solano López, pero también el Brasil imperialista de Pedro II. Y de 1870 en adelante, el dominio financiero inglés se extendería por Uruguay, la Argentina, Brasil y los esteros del Paraguay, como dueño absoluto de América del Sur”.

José Ignacio GARMENDIA[366] comenta las palabras de un testigo de la batalla del Pickiciri de Agosto de 1868, que sirve de ejemplo de lo que fueron todas las batallas defensivas de los paraguayos desarrapados y fantasmales (niños, ancianos y mujeres) contra la enorme tropa brasileña, hasta el final de la guerra en 1870: “El pueblo paraguayo, en esta última época, presentó un ejemplo que aún la historia de los tiempos modernos no revista otro igual. Un último ejército de inválidos, viejos y niños de diez a 15 años, combatiendo bizarramente contra fuerzas superiores, y muriendo como si fueran soldados, en los campos de batalla que no concluían sino para volver a dar comienzo, entre la agonía de los moribundo y el horror del degüello sin piedad”.

Un auténtico genocidio del pueblo paraguayo no suficientemente expuesto ni reconocido como tal actualmente. Prácticamente más del 90% de los varones paraguayos en edad militar fueron eliminados en esta guerra y, por lo menos la mitad de la población general. Ésta habría pasado de 1.337.439 (supuesto censo de 1857) a 28.746 hombres adultos, 106.254 mujeres mayores de 15 años y 86.079 niños (conf. Enciclopedia Británica de 1911- Vol. 20, pp. 759.)

Alberdi, al que no se le puede imputar pertenencia al Federalismo, hacia el final de sus días, conversando con Ernesto Quesada en su estadía en Europa le dijo reflexivamente sobre la guerra del Paraguay (citado por GARCIA MELLID[367]): 

“Para consolidar tal “Redención” y uniformar el país en ese sentido, los hombres de Buenos Aires se enfeudaron a la política brasilera, y fomentaron la revolución Oriental de Flores, el escándalo de Paysandú y terminaron con el tratado de la triple alianza para arrasar al Paraguay y obligar a las provincias, so capa de la guerra internacional y merced al estado de sitio, a someterse a la política porteña. Consideré tal guerra como el más funesto error histórico y la mayor calamidad para nuestra nacionalidad: por eso la combatí desde el extranjero, como lo hicieron Guido y Spano y lo mismo Navarro Viola, que como verdadero patriota, debía mostrar a nuestras provincias el abismo que conducía tan monstruosa guerra, contraria a los intereses verdaderos de Plata y que solo serviría al Brasil para debilitar a sus linderos del Sud, consolidar su influencia agresivamente imperialista y legalizar sus usurpaciones territoriales… “La América no conoce la historia del Paraguay sino contada por sus rivales. El silencio del aislamiento ha dejado a la calumnia victoriosa”.

Ya que hablamos de Guido y Spano en este párrafo, tal como antes lo hicimos sobre su padre Tomás Guido, sobre su amigo San Martin y sobre su contemporáneo Bartolomé Mitre, observemos su opinión sobre éste.

En un libro voluminoso de Carlos GUIDO Y SPANO, sobre su padre y sus relaciones con su amigo San Martin, con O’Higgins, con Pueyrredón, con Sarratea, con Rondeau y con otros militares peruanos y chilenos de la época en que San Martin emprendía sus hazañas continentales, describió la situación imperante a través de la correspondencia entre ellos, entre los años 1817 y 1820.

En las cartas entre estos personajes, queda claramente reflejado el estupor y enojo de San Martín para con el gobierno de Buenos Aires que conspiraba en su contra y que le pedía que volviera desde Chile, para reprimir a los criollos que se alzaban contra el centralismo porteño.  A este pedido, por supuesto, San Martín se negó de plano, lo que llevó al gobierno central, ante tamaño rechazo, a aumentar el acoso contra el General.

En las críticas a San Martin y, por carácter transitivo, a Tomás Guido, no podía faltar la palabra de Bartolomé Mitre.  Algo que enfureció a su hijo Carlos y lo motivó a escribir un libro reivindicativo, en el que, sin nombrarlo directamente, dio datos suficientes para identificarlo.

Nótese como en el Proemio, Carlos imputa directamente el destrato y el olvido en el momento del fallecimiento de su padre, Don Tomás, a las autoridades del país.  Típico, agregamos por nuestra cuenta, del accionar del liberalismo masónico. El silencio.

Dice Carlos “Un afamado escritor contemporáneo a quien el Congreso, estimulándole á publicar una «historia argentina» que ha emprendido arrojo, la temeridad de las palabras trascriptas, y otras no menos injuriosas que omito, debían ofender profundamente la opinión. Fallecido mi padre en 1866, habiendo desempeñado durante su carrera, setenta y tantas comisiones y empleos civiles y militares; elevado en ella siete veces a la categoría de Ministro de Estado; veinte á la de Plenipotenciario para tratar graves asuntos en diversos países; Coronel en Chile, General en el Perú, donde nombró le Sucre Gobernador interino de Lima.

“Fue sepultado en Buenos Aires en medio del sentimiento de sus numerosos amigos y del pesar del pueblo que veneraba su noble ancianidad; pero sin ninguno de los honores de su rango, sin la menor demostración oficial, cerrándose las ordenanzas del ejército, y ofuscándose la conciencia de los magistrados partidarios, ante el féretro que en cerraba las cenizas […] Enrollada quedó en su ciudad natal el día de su entierro, la bandera cuya sola vista reanimaba sus fuerzas decadentes; aquella bandera de los Andes que él trajo del Perú despedazada, como un glorioso y melancólico trofeo.”

“En cambio la vemos a cada paso a media asta por el fallecimiento de cualquier imberbe diputado, acaso fraudulentamente elegido, ó por la de algún insignificante príncipe extranjero. Pasadas las espansiones [sic] íntimas por la pérdida de semejante ciudadano, rodeó su nombre el más profundo silencio, y cual si se hubiera querido sepultar con sus reliquias su memoria, no recibió su viuda, hija de un héroe, ni una carta de pésame, ni una salutación, ni un simple mensaje de las autoridades”.[…]

“Esta circunstancia de que el verdadero pueblo es inocente, ha sido considerada en su familia con impasibilidad filosófica: ni una protesta, ni una insinuación, ni un reclamo. […]”

“A ruin golpe fuerte adarga, me he dicho, y calzándome las espuelas salí más de una vez al encuentro a los detractores de la reputación o de los antecedentes de mi padre. Pese a la ingratitud y la envidia, crece un laurel sobre la piedra tosca de su tumba y no ha de ser fácil hollarlo mientras la piedad filial lo custodie. […] ”

“La imagen de la libertad es sustituida por ídolos siniestros. Pero cuando la anarquía nos invade, cuando el despotismo nos sofoca, que se nos cree irremisiblemente perdidos, vigorosas reacciones vuelven al cuerpo social su vitalidad y su acción, entrando entonces con brío en las anchas vías del progreso, que son también las que le llevan a una transformación absoluta […].

“Esclarecidos varones, se empequeñecen y degradan. Fresco aun el recuerdo de su apoteosis por el pueblo, San Martin mismo que cuanto más se esquivara a su gloria tanto la alcanzara mayor, no ha sido respetado […] 

“[El General Guido] No tiene monumentos que hablen en su favor. La tierra que lo cubre está muda, y poseyendo yo sus papeles, seria inexcusable reservarlos cuando llega el momento de justificar su memoria tan gratuitamente deprimida. ”

“De esa convicción ha nacido este libro […]. En su conjunto descubrirá el lector los rasgos característicos de una época memorable aun no bien estudiada, y sí es argentino quien recorra sus páginas, verá con orgullo de qué modo eran defendidos los intereses de su patria—y con profunda emoción —la intimidad, el afecto inviolable, la perfecta armonía de los hombres eminentes destinados a fijar, en primera línea, el destino de las Repúblicas del Sud. […]

De estos pocos párrafos de Guido y Spano se pueden extraer algunas ricas conclusiones:

La vehemencia con la que se levantó ante los agravios inferidos por Mitre, no era otro el ofensor, que subrepticiamente manchó el honor de San Martin y de su padre Tomás Guido.

Primero, le enrostró a Mitre los honores y grados que obtuvo por mérito propio su padre: setenta y tantas comisiones y empleos civiles y militares, elevado en ella siete veces a la categoría de Ministro de Estado y en veinte a la de Plenipotenciario para tratar graves asuntos en diversos países; fue Coronel en Chile y General en el Perú, donde nombró a Sucre Gobernador interino de Lima.

En segundo lugar, el autor hace notar que a la muerte de su padre se tendió un manto de silencio oficial. No sólo los civiles sino también los militares ignoraron a tan importante hombre que durante décadas fue protagonista en la gesta sanmartiniana, y luego como diplomático del gobierno de la Confederación Argentina en el Brasil en los tortuosos años de confrontaciones entre el Imperio siempre expansionista y el gobierno soberano de Rosas.

Ni siquiera una nota de pésame le fue enviada a la familia por parte del Estado. La familia, con dignidad, no protestó ni reclamó nada por tales desaires de Mitre y su gobierno. Y comparó la diferencia con tantos mediocres, legisladores fraudulentos o gobernantes extranjeros que fueron llenados de honores y honrados en caso de muerte con la bandera a media asta.

Señaló, con devoción, que mientras su filial amor existiera no les sería fácil hollar la tumba de su padre que él custodiaría.

Se puede notar que el silencio de Mitre y los demás funcionarios masones ante el fallecimiento de Tomás Guido, fue el típico comportamiento masónico de ocultamiento de los grandes actos de aquellos que lucharon por la unión hispanoamericana frente a los componendas oscuras masónicos de quienes nos explotaron y nos explotan hoy día. Nada ha cambiado. Los héroes de hoy, que los hay, son silenciados en el recuerdo, en los colegios, y en los homenajes, esperando que el tiempo los borre de la memoria colectiva.

De tal modo, la Masonería, que manejó los hilos de este triste período de nuestra historia, hizo combatir a hermanos contra hermanos, para beneficio del ‘libre cambio’ y los negociados de la Banca inglesa. El Imperio Británico pudo adentrarse en los ríos interiores hasta el Paraguay manejar sus intereses comerciales, todos hechos reconocidos y escritos por Mitre, Sarmiento y tantos otros.

Mitre declaró gozoso y sin sonrojarse: “En la guerra del Paraguay ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes principios del libre cambio (…) Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado».

Veremos algo más sobre la incidencia de la Masonería en las guerras posteriores a Caseros, en el Capítulo XI.

*****

X.-LA ‘PATRIA CHICA’ - LA GEOPOLÍTICA DEL IMPERIO DEL BRASIL Y SUS ADLÁTERES CRIOLLOS

 

Dice, Vivián TRÍAS[368] haciendo una síntesis reflexiva, que toda la cuestión del Plata fue difícil, intrincada y sangrienta. Y lo que se había proyectado al principio, en cuanto a una integración hispana, terminó siendo una balcanización .

Dice el autor que operaban fuerzas centrífugas que obstaban a la unidad nacional y fuerzas centrípetas que la favorecían.

Entre las primeras, las inmensas distancias que separan los centros poblados, los localismos, la heterogeneidad geográfica, económica y social entre las distintas regiones, el desarrollo desigual, la tradición particularista del derecho indiano; ante todo, la presión balcanizadora del Imperio ingles inspirada en el principio de "dividir para reinar".

“Su origen es el fundamental memorándum de Lord Castlereagh de 1807, en que propone la creación, en las Indias españolas, de varias monarquías independientes y conectadas, económicamente, a Gran Bretaña. De esa manera cada país se proyectaría hacia la economía mundial regida por el imperialismo liberal de la City y se descoyuntaría de posibles integraciones nacionales de gran magnitud que, como lo enseñaba el ejemplo norteamericano, podían convertirse, en no demasiado tiempo, en temibles competidores.

“A su vez, las principales fuerzas centrípetas, aglutinantes, en el ex Virreinato, radicaban en la vigencia de por lo menos tres de las comunidades que conforman una nación. Ellas son:

“La comunidad de tradiciones históricas, en la que confluyen la larga y común experiencia del coloniaje con unidad gubernamental y administrativa, la resistencia a las invasiones inglesas. el pronunciamiento independentista, etc.

“La clara comunidad territorial -basta echar una ojeada al mapa para comprobarla, y la comunidad idiomática suministrada por la rica lengua cervantina.

“El problema era la ausencia de comunidad económica. Ahí residía el epicentro de la difícil querella, clave de las hondas contradicciones que encendieron la guerra civil entre Unitarios y Federales.      

“Ya hemos visto los enfoques opuestos con que una y otra facción pretendían dotar de unidad económica al país. Hemos apuntado que el criterio Unitario conducía a la semi-colonia y el Federal a la nación soberana”

Se podría decir que las enormes distancias que separaban a los poblados también existían en el Brasil y sin embargo, a diferencia de lo acontecido con nuestra Confederación, esta nación no sufrió acciones centrípetas, salvo con los ‘farrapos’ independentistas del sur durante pocos años.

Entendemos que la clave está en que para Inglaterra siempre fuimos un territorio geográfico y económico a conquistar para destronar la influencia de España, su gran enemiga comercial y política.

En cambio, Brasil como desprendimiento de Portugal, hacía más fácil la tarea para los ingleses -salvo en temas de esclavitud- puesto que Portugal era socia de Inglaterra en muchos intereses, como, por ejemplo, en su competencia con España. Tanto Inglaterra como Brasil tenían como oponente político y comercial a España y como desprendimiento, a sus antiguas colonias.

Retomando el tema del Imperio del Brasil, debemos tener presente que su idea geopolítica no sólo era llegar por el sur-sur oeste hasta el Rio de La Plata, donde obtendría territorios templados aptos para la ganadería y la agricultura, sino también alcanzar luego el Océano Pacífico para convertirse en una potencia bi-oceánica, teniendo acceso a los ríos Paraná y Uruguay, ahogando al Paraguay y a Bolivia.

Hagamos un poco de historia para ver el desarrollo ideológico de la diplomacia brasileña que puso en práctica su herencia lusitana en el siglo XIX y que tantos males ha causado a las naciones hispanoamericanas.

En 1837, los conservadores manejaban la política del Imperio. Para ellos, la realidad era la base de su actuación a diferencia de los ‘ideólogos’ iluministas y liberales que llevarían a la fragmentación del Brasil en separatismos varios, sobre todo en el sur. Eran aristócratas esclavistas, sumamente combativos que trataban de limitar la influencia inglesa.

El Emperador Pedro II servía de catalizador entre los conservadores y los liberales, nombrando los ministros que designaban a los presidentes de las provincias.  También estaban los Consejeros del Emperador que le proponían lo mejor para su gobierno, y no tenían diferencias entre ellos cuando de servir a la nación se trataba.   

El pueblo brasileño podía tener su culto y sus periódicos, podía hablar y opinar, pero no podía gobernar porque esto estaba reservado sólo a su clase dirigente.

Dirigente podía ser cualquiera que tuviera los méritos para ello. En Brasil la ‘meritocracia’ era la base de la designación de los políticos.

El Brasil se avino a ser la metrópoli continental del Imperio Inglés y a cambio le fue dada la hegemonía regional y una estabilidad política interna que no tenían los Estados hispanoamericanos. Entendemos que esas alianzas continúan vigentes al día de hoy.

Ese gran cuerpo diplomático, militar y político que regía los calculados destinos del país lo reseña José María ROSA[369] con nombre y apellido:

“La aristocracia brasileña tuvo el alto valor de una clase dirigente: produjo auténticos estadistas de su tierra y de su época, al tiempo que las clases privilegiadas del Plata daban retóricos ceñidos a frases y a fórmulas de aplicación universal e intemporal.

“Los aristócratas brasileños fueron hombres impregnados del espíritu de nacionalidad que es el alma de los pueblos: Honorio Hermeto Carneiro Leáo que no admitía vacilación tratándose de la patria, Bernardo de Vasconcellos dejando los jirones de su nombre en el diario combate por la unidad y grandeza de Brasil. Luis de Lima e Silva, luego conde, marqués y duque de Caxias, tan buen guerrero para abatir insurrecciones como hábil político para pacificar espíritus, Ireneo Evangelista de Souza, el poderoso Mauá cuya gran fortuna laboriosamente conseguida estuvo sin vacilar servicio de la dominación en el Plata; Paulino José Soares de Souza, sonriente y callado vizconde de Uruguay -ese arte de callar tan poco sudamericano-, que tejería habilidosamente la urdimbre para envolver en Caseros el temible poder de Rosas y la integridad de la Confederación Argentina. Y todos los demás: Rodrigo de Souza de Silva Pontes el diplomático eficaz de Montevideo que gestó en 1851 el pronunciamiento salvador; Hollanda Cavalcanti (Antonio Francisco de Paula Hollanda Cavalcanti de Albuquerque, vizconde de Albuquerque), que soñaba con una federación de los pueblos de Iberoamérica presidida por Brasil; Antonio Paulino Limpo de Abreu, vizconde de Abaeté, abogado de claros alegatos contra el prepotente ‘brazilian act’ de los ingleses.

“Esa aristocracia no era una comunidad de sangre, un círculo exclusivo de hijos de aristócratas. Ninguna verdadera aristocracia lo es, menos lo sería la brasileña, el mejor tipo de clase dirigente que dio siglo XIX.

“Quien tuviese condiciones y habilidad podía abrirse camino hacia los primeros rangos, pues los títulos nobiliarios no se heredaban constituían un premio a ganarse”.

Es lícito decir que, en el sur, en Rio Grande do Sul, no había prendido el ‘monarquismo’ ni había aristocracia como en el norte. Los ‘gaúchos’ se parecían a los gauchos pampeanos u orientales en su manera de ser, de vestir, de vivir.

El citado autor nos da una explicación bastante exacta de las razones de fondo por las cuales el expansionismo brasileño progresó a expensas de la explosión de muchas republiquetas hispanas que no pudieron, mantenerse en unidad. El régimen monárquico y la capacidad de Pedro II, tuvo mucho que ver en ello.

“Por esa aristocracia y ese monarca la América portuguesa no se partió en veinte republiquetas independientes y enemigas como la América Española, ni la Confederación Argentina pudo infligirle  una derrota decisiva en 1851- el año crítico de la historia imperial-, cuando el poder de Juan Manuel de Rosas se erguía más fuerte que nunca después de su victoria sobre Inglaterra y Francia, y su ‘Sistema Americano’, parecía cristalizar una federación de repúblicas populares que significaría el fin del sistema político, social y, tal vez, de la integridad brasileña.{…}

“Pero la astucia de Paulino, la energía de Honorio, la capacidad militar de Caxias, el dinero de Mauá, los talentos diplomáticos de Pimenta Bueno, Ponte Ribeiro o Silva Pontes, y el buen sentido de don Pedro II, consiguieron trabajar lose disolución que presentaba la Argentina antes que Rosas acabara de valerse de los brasileños. Pusieron de su parte la escasa visión patriótica y pobreza de anhelos públicos de la clase destacada rioplatense y aprovecharon las ambiciones políticas, intereses privados o tal vez simple Ingenuidad de algún general argentino que consintió pronunciarse a favor del Imperio. Fue una labor reflexiva, ambiciosa y acabaría madurada en triunfo el 3 de febrero de 1852”.

Exacta visión que compartimos plenamente, con un agregado. No sólo fueron los políticos y los militares de este lado del Plata los que evidenciaron corta mirada y defendieron intereses antihispanos, también algunos Orientales como Eugenio Garzón y Servando Gómez; el paraguayo Carlos Antonio López, con su tibieza ‘neutralista’; y Andrés de Santa Cruz en el Alto Perú, son algunos de los ejemplos externos a la Argentina.

De tal modo, la falta de capacidad política nacional de nuestra clase dirigente se percibió reflejada en los Triunviratos, y Directorios que sumieron a nuestro pueblo en una incipiente anarquía. No era una aristocracia, consustanciada con su pueblo y sus intereses sino una oligarquía con su mirada puesta en los reflejos venidos de Europa.

En la Europa francesa o Inglesa (y sus dineros), todos eran sordos y ciegos ante una realidad que los interrogaba permanentemente y a la cual le daban la espalda. Sólo se dedicaban a cuestiones formales la Constitución como panacea de crecimiento necesario mientras la nación real se despedazaba en guerras y ellos se llenaban los bolsillos de dinero francés o inglés, manchados con sangre criolla.

Dice al respecto ROSA[370] “La patria para ellos no estuvo en la tierra, ni en la historia ni en la sangre, ni en la comunidad. La patria era la ‘civilización’.  «Nadie es extranjero en la patria universal, la patria es el universo». dijo Echeverría en 1846; «llamar hermanos a los nacidos en el mismo suelo es un despropósito; los espíritus universales no somos hermanos de las bestias nacidas en América», bramaba Alberdi en 1839; «nuestro patriotismo no es el patriotismo del pampa, no es la incrustación del hombre sobre la tierra, que respetamos solamente en el ombú», razonaba Mármol en 1851”

¡Qué diferencia con el pensamiento y la acción brasileña! Éstos se deberían reír y regodear con la cortedad de visión y la ignorancia de los rioplatenses, cuando no satisfacerse con la facilidad que tenían para comprar las almas y las voluntades de estos criollos tan aptos y rápidos para traicionar a su patria.

De tal modo, mientras Rivadavia le daba la espalda a San Martín cuando no intentaba atentar contra su vida, Brasil incorporaba a la Banda Oriental, segregaba al Alto Perú con sus políticos corruptos, y maniobraba certeramente azuzando al Paraguay con el fantasma de la invasión argentina, que nunca fue cierta.

A diferencia de los brasileños, estos Unitarios disociados de toda realidad que los circundaba, jugaban a la ‘cuadratura del círculo’, mientras Hispanoamérica se convertía en piezas sueltas e inconexas.  El Virreinato perdió el Paraguay; el Alto Perú; la Patagonia a manos de Chile y sus boletineros como Sarmiento; y la Banda Oriental.  Decía Pereyra Da Silva en la Cámara de Diputados brasileña, el 17 de junio de 1850 “los designios del General Rosas no son ocultos. Pretende reconstruir el Virreinato de Buenos Aires, acabando con todos los pequeños Estados que de él se habían hecho independientes. Estos designios son fatalísimos, perjudiciales al Imperio del Brasil

Reparemos en algunos antecedentes expansionistas brasileños, a través de la mirada del historiador Oriental Romeo PEREZ ANTÓN[371].

“La batalla de ltuzaingó, de febrero de 1827, constituyó el episodio más significativo de la campaña que empujó la guerra desatada en 1825 entre las Provincias Unidas y el Brasil a territorios de Rio Grande do Sul. […] 

La batalla de ltuzaingó puso de manifiesto que las fuerzas del Emperador, encuadradas en gran parte por oficiales prusianos, no podían expulsar de Río Grande a los invasores, dato estratégico que implicaba un riesgo enorme para la unidad del Imperio, ya que favorecía directamente al movimiento republicano ‘gaúcho’, dotado de una fuerte expresión miliciana, con Bentos Gonçalves al frente.

No se olvide que muy pocos años después, entre 1836 y 1845, Rio Grande do Sul se separaría del resto de Brasil y se organizaría como la República de Piratini, cuyo Presidente no fue otro que Bentos Gonçalves.

Los argentinos, sin embargo, no estaban en condiciones de explotar su éxito militar. Sin olvidar el hecho diplomático mayor que radicaba en que continuar promoviendo una escisión en el Brasil imperial significaba desafiar a Londres, padrino por entonces de toda la proyección lusitana, y en Londres tenían sede los financiadores de las dos potencias en guerra, el ejército victorioso adolecía de carencias logísticas extremas.

Por eso debió replegarse a territorio oriental, al norte del río Negro, donde esperó, entre penurias de toda índole, o una reanudación de la ofensiva (y la maduración del mencionado levantamiento republicano, que no llegó a tiempo) o la culminación de las intensas labores diplomáticas que procuraban un armisticio.

El mantenimiento de la unidad de todo el ámbito luso-americano después de su separación de Portugal en 1822 constituye el más importante de los datos geopolíticos para la América del Sur independiente de Europa.

El Imperio primeramente (entre aquel año y 1889) y la República desde este último y hasta la actualidad, obtuvieron como su éxito principal la referida conservación de un inmenso espacio bajo un solo gobierno. Brasil no se desmembró […]”.

No hubo levantamientos independentistas en la América lusitana. No se guerreó por la autonomía ni, salvo en Rio Grande do Sul, a favor del régimen monárquico por una República. […]

La fundación del Imperio del Brasil, distinto del Reino de Portugal y Algarves, resultó de desacuerdos de familia, que quizás fueron, en sustancia, acuerdos de familia. La coronación de Pedro I no agitó más que los palacios de Río y algunos despachos diplomáticos europeos constituidos en esa misma ciudad.

Las cancillerías europeas anotaron sin sobresaltos la fundación del nuevo Estado y la denominación del trono que se erguía pomposamente en la bella, chispeante y tórrida ciudad sudatlántica. ¿Qué cambió en el inmenso Brasil, al día siguiente? […]

Ligado constantemente a Londres; en virtud de su inveterada hostilidad a Castilla, ávido de las praderas en que se había criado el jefe Oriental [ Lavalleja], empeñado en apoderarse de una de las márgenes del Río de la Plata para lo cual, habiéndole resultado muy aceptables las fórmulas de la Colonia de Sacramento y de la Provincia Cisplatina, forzado a renunciar a ellas, no vería con malos ojos la separación de Montevideo y su interior de las Provincias Unidas”.

Es evidente, según nos manifiesta el autor citado, que el paso del Imperio a la Republica fue indoloro, continuó la unidad política y territorial brasileña y su afán expansionista, heredado de Portugal.  Tuvo como sostenedor e impulsor a Inglaterra que se beneficiaba económicamente sin que trajera aparejado la toma de la Banda Oriental, dado que Inglaterra tampoco quería que el Brasil la obtuviera, sino que fuera independiente, un ‘Éstado-Tapón’.

Para ese afán expansionista, el Brasil tuvo en la banca inglesa, su mejor aliado. El dinero fluiría a raudales y sin límite alguno.

ROSA[372] nos hace llegar la exposición de un tal Irineo, empleado de confianza de la banca inglesa Rothschild en el Brasil. El susodicho dijo que “A los 13 años, Irineo era el empleado de confianza de la casa; laborioso hasta el extenuamiento [sic], era inteligente, modesto y de extrema honradez. Cuando la casa portuguesa donde se inició tuvo que repartir sus bienes entre sus acreedores, fue «adquirido» por el fuerte comerciante inglés Richard Carruthers. Según una anécdota, el patrón de Irineo, obligado hacia Carruthers le traspasó su dependiente, «la mejor joya de la casa».

“La firma Carruthers, financiada por Rothschild, era la principal en el negocio de exportación e importación de Río de Janeiro en 1830…. En 1850 el gabinete brasileño necesitaba dinero para suplir el subsidio francés que hasta entonces mantuvo la defensa de Montevideo: era necesario «adquirir» la plaza, inapreciable para la próxima guerra con la Confederación Argentina […].

“En dicha exposición Irineo decía que «Desde comienzos de 1850 acompañé todas las evoluciones de la política de Brasil en el Río de la Plata A mediados de ese año díjome el señor consejero Paulino entonces Ministro de Negocios Extranjeros que, puesto que la actitud de la Legación Argentina se tornaba cada día más pronunciada y Brasil no estaba preparado para aceptar la lucha, tendría el gobierno que reunir sin hacer bulla los elementos precisos para dar el golpe a fin de no encontrarnos envueltos en una guerra duradera que sería funesta para las finanzas del Imperio. ‘S. E. me hizo saber que, abandonada la plaza de Montevideo por Francia, o simplemente amenguados los recursos que ésta le suministraba, sería inevitable su calda en poder de Rosas perdiendo así Brasil una base de operaciones en la guerra inevitable que se aproximaba. Que era preciso a todo trance sustentar la plaza con recursos financieros, y como no estaba aún preparado Brasil para hacer la guerra, el gobierno confiaba en mí para prestar los auxilios indispensables como préstamos hechos particularmente por mí. ‘El tratado secreto con el representante de la plaza en esta Corte [Andrés Lamas] estableció la importancia de estos auxilios, que fueron entregados por mí sin percibir una partícula de beneficio, por el contrario; sabiendo que los recursos entregados no eran bastantes para conseguir el fin que se tenía en vista, traté de auxiliar eficazmente la defensa de Montevideo… siendo mi pensamiento concurrir para el triunfo de la política de Brasil en el Rio de la Plata’.

“Por su participación decisiva en la caída de Rosas, que estabilizó las instituciones políticas y sociales brasileñas y dio hegemonía a Brasil en el continente, Irineo sería ennoblecido con el título de barón de Mauá. En 1874, al financiar el cable entre Brasil y Europa, Pedro II lo ascendería a vizconde.”

Efectivamente, luego del triunfo imperial en Montevideo que significó el fin de la Guerra Grande, los brasileños y sus banqueros fueron los dueños del Estado Oriental.  En especial Mauá, el prestamista oficial del Gobierno Unitario, quien poseía miles de hectáreas de tierras y construcciones navales.

Después de Caseros le tocó a la Argentina. Con la caída de Rosas, Mauá consiguió todo el monopolio bancario, emitía moneda, y sus deudores pasaban a ser ‘deudores del Estado’.

De tal manera, el control financiero, económico y comercial de la Confederación tenían a Mauá como el dueño de la llave que lo manejaba. Abrió su propio Banco en Buenos Aires y en Rosario, y le  llenó los bolsillos de dinero a Urquiza, que era un satélite del Brasil ante el cual se postraba, pues el dinero brasileño lo ‘convencía’ rápidamente, para que hiciera la ‘vista gorda’ en Paysandú y en la Guerra del Paraguay ante los gritos desesperados del pueblo entrerriano que veía como el General se encerraba en su palacio, y en un silencio imperturbable ante las masacres de Paysandú y Paraguay, aceptaba el protectorado Imperial sobre la Banda Oriental y entregaba ‘de Iuris’, las Misiones Orientales. Ése es nuestro héroe de papel.

No se debe creer que el afán expansionista del Imperio del Brasil haya decaído con la Republica del Brasil.

La política exterior del Brasil siguió siendo única y constante a través del tiempo.

El escritor Oriental Julio Cesar VIGNALE[373] nos menciona el crecimiento del territorio brasileño a expensas de sus vecinos, luego de la Batalla de Caseros en Febrero de 1852.

Sobre el Uruguay (Tratado de 1851) 48.000 Km-

Sobre Venezuela (en 1859) 150.000 Km-

Sobre Bolivia (en 1867) 160.000 Km-

Sobre Bolivia (en 1904) 160.000 Km-

Sobre Colombia 210.000 Km-

Sobre Paraguay (Guerra de la Triple Alianza) 47.000 Km-

Tengamos presente que luego de Caseros, el Brasil siguió expandiéndose a sangre y fuego cuando su habitual habilidad diplomática no alcanzaba sus fines.

Debemos recordar que los brasileños robaron el Archivo Nacional del Paraguay tras la batalla de Piribebuy, el 12 de agosto de 1869. En consecuencia, el Paraguay no podía justificar, ni reclamar por ninguna posesión. No había prueba documental alguna pues los brasileños, rapiñaron todo lo que encontraron que justificara el derecho al Paraguay a esas tierras.

 


 

El citado autor, nos da una descripción que hiela la sangre respecto a la masacre de los brasileños al pueblo de Paysandú, que provocó una carnicería pocas veces vista.  Contaron, con la ayuda del (siempre) artero Justo José de Urquiza, que desde el otro lado del río contemplaba impávido el tormento de los asesinados habitantes de la ciudad costera, bombardeados día y noche por los brasileños, abastecidos por el también (siempre) renegado y bien pagado Bartolomé Mitre.

Y decimos que la política del Brasil sigue siendo su expansionismo pues como dice JAURETCHE[374],  “Siendo capitán de fragata, el almirante Pena Botto[375] publicó [en 1940] un libro edición oficial del Ministerio de Marina, donde propugna decididamente la ocupación de la Banda Oriental por el Brasil como necesidad primaria de la política brasileña…. Dice en ‘Campanhas Navaes Sul Americanas’: "Mas o futuro nos hará voltar de nuevo o Atlántico Sul, onde marinha muy probablemente será chamada a defender o porvenir brasileño”

Posteriormente, en el diario ‘La Mañana’ de Montevideo del 11 de abril de 1957, se informaba que pocos días antes el senador y periodista brasileño Francisco Assis de Chateaubriand había pronunciado en el Senado del Brasil las siguientes palabras: “El Uruguay es una provincia brasileña, Ya, por lo demás aconsejé a los uruguayos que retornaran a la comunidad brasileña en una de las veces que estuve a allí. Tengo con este país el completo de Electra. Soy imperialista nato y creo que debemos cambiar el nombre de República de los Estados Unidos del Brasil por el de Imperio del Brasil, y volver a ser otra vez los impetuosos imperiales del tiempo de la guerra de los Farrapos".

A confesión de parte, relevo de prueba.  Los propios brasileños confesaron sin ambages su afán imperial y expansionista sin arredrarse ante nada ni nadie.

Esto nos permite ver también el sentido visionario de Artigas respecto al Brasil y sus conductas imperiales. No se equivocaba ‘El Protector de los Pueblos Libres’….

El achicamiento de nuestra ‘Patria Grande’ no sólo fue impuesto por las diplomacias extranjeras, en especial la brasileña, sino que también fue algo querido por nuestras lumbreras con concepciones ideológicas que establecían que la extensión del territorio conspiraría contra el engrandecimiento de nuestra civilización, valga la paradoja contradictoria de sus desquiciados cerebros. Y esto lo conocían los brasileños que con su ‘real politik’ sabían, y muy bien, que la extensión del territorio era fundamental para el desarrollo de una nación.

JAURETCHE[376] define perfectamente aquello que tenían presente los caudillos que anteponían la realidad de nuestro suelo, con sus propias costumbres e idiosincrasia hispánica, a los desvaríos iluministas de los afrancesados unitarios con sus libritos de constituciones de laboratorio al decir que nuestros caudillos  “…en lugar de soluciones institucionales, confían más en la labor del tiempo y las costumbres para la formación de un derecho público propio, que en la labor de las asambleas. No están nutridos de las doctrinas jurídicas que enseñan los ingleses, pero practican, sabiéndolo o sin saberlo, el método institucional de los ingleses que así formaron su Common law y su derecho público, ya que las cartas y los bilis no son más que la formalización de lo que había establecido el uso a través del compromiso y del hábito”.

Sarmiento, no se sabe si más ignorante o más malévolo, ufano exclamaba: ‘El mal que aqueja a la Argentina es la extensión’. Claro que, curiosamente, no pensaba lo mismo respecto a los EE. UU.  que era su país a imitar. O sea que lo que era bueno para los estadounidenses no lo era para nosotros. ¡Ese es nuestro ‘Prócer’! producto o efecto de una distorsión de la realidad extendida en el tiempo y tomada como sentencia bíblica.

En tal sentido, los brasileños aspiraban extenderse hacia el oeste y hacia el sur: su pretendido ‘destino manifiesto’. Y eso lo lograrían a costa de la disgregación de las Provincias Unidas del Rio de La Plata y su balcanización (fríamente calculada), anulando a Artigas quien se batió denodadamente y sin ayuda contra el imperio brasileño.

Sentado lo cual, es evidente que para los unitarios lo único importante eran las formas institucionales, aunque con ello se resquebrajara en mil pedazos nuestra gran nación.

Muy claro lo visualizó Juan Bautista Alberdi, quien fuera el principal sostenedor de las invasiones británicas y francesas al Rio de La Plata, y un personaje muy alejado de ser considerado de pensamiento Federal y Nacional.

Este escritor tucumano, errático y acomodaticio según soplaran los vientos, no trepidó en apoyar fervorosamente estas invasiones, pues decía que, ‘así se evitaría el avance brasileño hacia nuestras costas’ (sic).  Aunque en 1852 en la batalla de Caseros había aplaudido y apuntalado ese avance brasileño en la guerra contra su nación. Contradicciones liberales, como no podía ser de otra manera.

Estudiando las Obras Completas del autor, en especial ‘Las Bases…’,El Brasil ante la democracia en América’ escritas por el autor en el año 1869 y ‘La monarquía como mejor forma del gobierno de Sudamérica’, en 1867, RECALD[377] en un trabajo sobre Juan Bautista Alberdi dice que éste tenía en claro que el Brasil tuvo siempre como finalidad manifiesta extender sus fronteras hacia Uruguay, Paraguay, Bolivia y la Argentina.

Según el autor, para Alberdi la relación entre Brasil y nuestro país había sido de rivalidad e incluyó disputas políticas, diplomáticas y enfrentamientos militares. El Virreinato del Río de la Plata fue constituido por España para contener las usurpaciones portuguesas habida cuenta que este país mantuvo siempre vivo su intento de extender las fronteras por la vía militar o diplomática. El Imperio del Brasil luchaba por apropiarse de la tierra, los ríos navegables, los bienes materiales y los hombres blancos de las ex-colonias españolas.

Dice Juan Bautista ALBERDI[378] que el Brasil tenía como mira fija y constante  “extender su territorio hasta el Plata para poseer los dos grandes ríos, por donde puede entrar el mundo y hacerle perder los territorios internos de su Imperio que se apoyan en las márgenes de esos ríos y sus afluentes”.

Algo que Artigas, Oribe, Lavalleja, Rosas y los demás Federales siempre supieron ver. Con la diferencia que éstos combatieron hasta dar sus vidas y bienes para no dejar expandirse al Imperio brasileño, mientras que Alberdi, cuando el Brasil invadió el Plata, lo apoyó abiertamente en contradicción con lo expresado en sus textos.

Alberdi, dice SALDÍAS[379] siempre tarde y cuando su veneno ponzoñoso había hecho efecto, se habría dado cuenta del expansionismo brasileño sobre las tierras paraguayas, las Orientales, Entre Ríos, Corrientes y las Misiones.

En el año 1866 reconoció los alcances concretos de la política expansiva de Brasil, que “ocupa ya como parte de su suelo las misiones argentinas orientales, la mitad del Estado del Uruguay, y aspira a tomar un tercio del Paraguay […] La República Argentina ha perdido, en cincuenta años, dos tercios de su territorio. ¿Quién le ha quitado Bolivia, el Paraguay, las Misiones, Montevideo, Magallanes? No es la Europa. – Es el desorden, la falta de gobierno […] La República Argentina perdió Montevideo por mano del Brasil y las Malvinas por mano de los Estados Unidos, que las entregaron a Inglaterra”

RECALDE[380] se encarga bien de aclarar que “Para el caso americano, el supuesto de que Inglaterra contribuyó a la integridad territorial de Uruguay no es del todo acertado y en realidad puede interpretarse más bien como una estrategia disgregadora del territorio de las Provincias Unidas, que como una mediación de paz …La ocupación de la Provincia Cisplatina le permitiría a Brasil el control naval de la Cuenca del Plata. Además, y cuestión que el autor también caracterizó en el Paraguay, el país tenía un clima favorable para la agricultura y para la radicación de inmigrantes europeos”.

Queda comprobado que, cuando Alberdi quería, podía reconocer los proyectos expansionistas del Imperio y la importancia del control de los ríos Paraguay, Uruguay, y los que lo harían llegar a Bolivia…y más allá.

El tucumano decía “El río Paraguay (…) es necesario a la integridad de Brasil por dos motivos diferentes: porque sirve para asegurarle y conservarle las provincias que hoy posee, y porque basta una sola posesión para darle el territorio del Paraguay, atravesado por él, y las provincias argentinas de Corrientes y Entre Ríos (…) sería para el Brasil tomar las puertas orientales de Bolivia, que son los ríos Bermejo y Pilcomayo

Por otro lado, Bernardino Rivadavia, otro alucinado jacobino sin ningún conocimiento realista de nuestro suelo, desoyó a Bolívar cuando este quiso que juntos cayeran sobre el imperio brasileño. Los unitarios proscribieron todo atisbo de pensamiento nacional, exterminaron físicamente a nuestros gauchos degollando a diestra y siniestra y paralelamente inculcaron en forma persistente una historia falsa y alejada completamente de la realidad: artífices de la ‘Patria Chica’.

Recordemos que Rivadavia obligó a San Martin a cederle el mando a Bolívar al negarle recursos para usarlos en cuestiones internas. En un mensaje al abrir las sesiones en la Sala de Representantes, el 1 de mayo de 1822 dijo que “lo único que convenía a Buenos Aires era replegarse a sí misma, mejorando su administración interior…y que esta era la opinión exterior de las naciones”. (¡!)

No sólo los Unitarios, el Imperio del Brasil, Francia y Gran Bretaña socavaban la idea de nuestra ‘Patria Grande’. También la corta mira de ciertos caudillos, tal el caso de Ramírez, hizo añicos ese sueño premonitorio que vislumbraban Artigas, San Martin, Rosas y Bolívar.

Hemos hablado y hablaremos de Fructuoso Rivera, otro gran traidor a la causa hispano-americana, ‘felpudo’ sempiterno del Imperio del Brasil que solventaba sus bolsillos.

Dejemos hablar a EZCURRA MEDRANO[381] que nos traza una semblanza del ‘pardejón’:

“…Ex agente del Brasil durante la invasión portuguesa en la Banda Oriental, Io que le valió el título de Barón de Tacuarembó, había conservado siempre la amistad y la protección del Imperio y coincidía con él en el propósito de separar a Entre Ríos, Corrientes y Paraguay de la Confederación Argentina. Indirectamente representaba también los intereses de Inglaterra, ya que, dice Carlos Pereyra, "el Uruguay, absorbido por el Brasil, se convertiría automáticamente en factoría de Inglaterra, acreedora del Brasil. y representaba también los intereses de Francia, que se alió con él y con los emigrados argentinos, en su lucha contra Oribe y Rosas”. Oribe no pudo resistir esa coalición. Francia, cuya escuadra bloqueaba por entonces los puertos argentinos, prestó su apoyo militar y pecuniario a Rivera. En octubre de 1838 éste entró triunfante en Montevideo y Oribe se vio obligado a emigrar a Buenos Aires. Entonces la alianza de hecho franco-unitario-riverista, se formaliza. Rivera la propone y los cónsules y almirantes franceses la aceptan, para -dicen textualmente- "no dejar escapara esta ocasión para someter a Rosas o derrocarlo y establecer la influencia de Francia a la vez en Buenos Aires y en Montevideo".

Así pagaban sus amos a los desertores a su patria. En junio de 1848, cuando Montevideo era una colonia francesa con mayoría de súbditos de esa nación, Rivera entró en negociaciones con Oribe. Los protectores franceses, ante el cariz de los acontecimientos impusieron su destierro al Brasil. Rivera, vasallo al fin, obedeció…

Luego de finalizada la guerra de la Triple Alianza, el Brasil convertido en amo absoluto de la política sudamericana, teniendo como lacayos a la devaluada y sometida Argentina y al apéndice suyo que era la República Oriental, dictaba las reglas a todas las naciones del Plata, consiguiendo la libre navegación de los ríos Uruguay y Paraná hasta sus nacientes.

La política inglesa de libre comercio en dichos ríos y el manejo de la economía de la díscola Paraguay, era un hecho.

El Imperio del Brasil, hacía también su negocio incorporando a la mayoría de los paraguayos supérstites como esclavos para la cosecha de café y demás productos, lo que hacía abaratar el costo de la producción.  Además sustituyeron a los esclavos brasileños que habían muerto en combate en la Guerra contra el Paraguay.

Mitre y Sarmiento eran simple mandatarios obsecuentes de la política Imperial.

Ello trajo aparejado un acuerdo que se firmó el 9 de enero de 1872 entre el dócil gobierno títere paraguayo, y el Imperio del Brasil: el degradante Tratado ‘Cotegipe-Lóizaga’.  Acuerdo amañado por el Vizconde de Río Branco, Gran Maestre de la Masonería brasileña y que él mismo había pergeñado.

Tengamos en cuenta, como detalle, que la parte brasileña estaba representada por Joao Mauricio Wanderley, a la sazón, no sólo Barón de Cotegipe, como se dijo, sino también Virrey de Asunción. Insólito y humillante.

Tal tratado, resume ROSA[382], decía lo siguiente: “Imperio se quedaba con la tercer parte de Paraguay, garantizando en el resto «la independencia e integridad de la República»; no retiraba sus fuerzas de ocupación «para el mejor cumplimiento de los ajustes y del orden público», y dejaba subsistente como una espada de Damocles el cobro de la deuda de guerra con la sola generosidad «que sería fijada benévolamente».  El dócil Congreso aprobó a libro cerrado en una sola sesión, no obstante, las protestas del senador Solalinde, apaciguadas cuando el representante Brizuela —autor de la moción de aceptarlo sin discutirlo— dijo «no hemos tratado de potencia a potencia… es preciso aprobarlo”.

Reconocimiento del tal Brizuela que hundió más en la ignominia al destruido Paraguay y probó su sometimiento. Un sometimiento que es tan profundo que se reconoce como tal sin que nada ello altere.

Hemos mencionado que la historia hubiera sido distinta si el Paraguay hubiera sido parte de la Confederación Argentina. Los Imperiales no se hubieran animado a atacarlo, tal como no se habían animado nunca a atacar a las naciones hispanas, sino que se valían por las propias armas empuñadas por los gobiernos infieles a la hispanidad.

Un ejemplo de ello, y en pos de su política expansionista, fue la actitud del siempre vigente Marqués de San Vicente, José Antonio Pimienta Bueno, que fue el encargado de evitar la incorporación del Paraguay a la Confederación Argentina, impulsando desde 1842 la declaración de independencia del Paraguay.

No lo logró con Gaspar Rodríguez de Francia, pero si con Carlos Antonio López que, con poca visión política, erró el camino. Un error que muchos años más tarde le costaría a su hijo y a su pueblo, convertirse prácticamente en una colonia inglesa y brasileña.

Ese logro del Marqués fue la llave de acceso para que años después, separado el Paraguay y sin el apoyo de la Confederación Argentina de Rosas, pudiera el Imperio atacarlo solo, más débil y, tras una lucha mucho más esforzada de lo pensado, vencerlo y conquistarlo para sus fines.

Con el tratado ‘Irigoyen- Machaín’ del 3 de febrero de 1876, entre argentinos y paraguayos, se logra que Brasil no se anexe al Paraguay en forma definitiva, como era su intención a cambio de dar en mediación el conflicto limítrofe entre Paraguay y la Argentina, por el cual aquél reclamaba la devolución de una franja no muy extensa, frente a Asunción, Villa Occidental, que había tomado la Argentina luego de la guerra.

Un fallo arbitral de parte de los EE. UU., en 1878 devuelve ese sector al Paraguay y la Argentina pierde el único territorio paraguayo producto de su triunfo en la guerra…el que pasó a llamarse Villa Hayes, en honor del Presidente de los EE. UU. que laudó en el conflicto….

*

Como reflexión final de este drama nos quedamos con las palabras del historiador Ramón J. CÁRCANO[383] que relata con una crudeza punzante y dolorosa lo sucedido al pueblo paraguayo: "Si existe gloria en el heroísmo, en el Paraguay está la gloria [… ]. En el panorama movido del conjunto de la guerra no se destacan y dominan los aliados con su ciencia militar, con sus generales y estrategas, sus tropas aguerridas, su valor legendario, la abrumadora superioridad de hombres y recursos. Dominan la temeridad y sacrificio del pueblo paraguayo convertido en soldado, el sentimiento intenso de la patria inviolable, la abnegación absoluta, la resistencia incoercible. Los prisioneros se escapan para volver a pelear. Pelean sin armas, al abordaje, cuerpo a cuerpo, desnudos, extenuados por el hambre y las pestes. Son muertos, pero nunca vencidos. Están las ciudades y los campos desiertos, los cadáveres insepultos, la población desesperada en las selvas. Son formas distintas y terribles de la resistencia. Nadie procura salvarse ni salvar nada. Todo es protesta, combate y sangre. Es un frenesí, una fiebre, un incendio, las llamas de Moscú. Nada para el enemigo. Fuera de este pequeño país no hay mayor inmolación ni heroísmo en la historia humana. Falta el poeta que cante la epopeya”.

 

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XI.-EL PAPEL DE LA MASONERÍA EN LA DESTRUCCIÓN DE NUESTRA ‘PATRIA GRANDE’ HISPANOAMERICANA

 

Para la Masonería “la fraternidad está por encima de la nacionalidad”,

GVMG

 

Asentemos –ante todo- un dato que debe servir de norte a todo lo referido a la Masonería. Uno de los errores más grandes en política, y que no se ‘perdonan’, es creer que porque comportamientos o hechos sucedieron hace muchos años, los criterios filosófico-políticos que los mueven han cambiado. Nada más equivocado.  En el caso que tratamos, la línea de pensamiento y los fines de la masonería son los mismos desde siempre, aunque cambien los métodos o medios para lograrlos, ‘agiornándolos’, si es necesario.

A lo largo de todo este trabajo, hemos comentado las influencias, cuando no, la provocación directa por parte de la Masonería en distintas situaciones o hechos que tuvieron lugar en nuestras tierras.

Ahora ahondaremos más en el tema.

Las intrigas masónicas para disgregar el Virreinato del Río de La Plata comenzaron temprano.

San Martín las conoció en primera persona en el Acuerdo de Punchauca, Perú, en junio de 1821, que finalmente se vio frustrado por acuerdos masónicos.

Las conferencias de Punchauca fueron unas negociaciones de paz que se realizaron en el contexto de la guerra de la Independencia del Perú, en la casa hacienda Punchauca, situada a unos 25 km al norte de Lima

La entrevista entre La Serna y San Martín se realizó el 2 de junio de 1821. Acompañaban al virrey, el general José de la Mar y los brigadieres José de Canterac y Juan Antonio Monet. Por su parte, San Martín estaba acompañado por el general Gregorio de las HerasMariano Necochea y Diego Paroissien.

Según testigos presenciales, San Martín, ni bien reconoció a La Serna, lo abrazó cordialmente, diciéndole: «Venga acá, mi viejo General; están cumplidos mis deseos, porque uno y otro podemos hacer la felicidad de este país».

CASTAGNINO[384] nos lo trae al presente y traza el camino desbaratado de lo que pudo ser y finalmente, no fue.

San Martín “propone al virrey La Serna la independencia de Perú, Chile y las Provincias del Sur, con un gobierno monárquico coronando un Príncipe español, y con acuerdo comercial con España. La Serna está de acuerdo, y reunidos en Punchauca celebran el acuerdo, con el brindis de oficiales de ambos ejércitos”. […]

“El reconocimiento de la independencia del Perú por el Virrey La Serna y la unión de ambos ejércitos para defenderla y consolidarla era la base de las pretensiones del general San Martín, y en ella convino en el acto el general La Serna, y cuantos jefes le acompañaban”. […]

“Pero apenas se impuso de lo sucedido el general Valdés, cuyo carácter impetuoso y osado se sobreponía a los demás, se resistió decididamente a la ejecución del plan y amenazó a La Serna con la oposición del Ejército. […]

Pero la propuesta de San Martin no podía ser bien vista por Inglaterra, que de esa forma perdía su preponderancia comercial en Hispanoamérica, y prefería formar varias repúblicas separadas, fácilmente manejables. El general realista Valdez, gran Maestre de la logia de Inglaterra, activo y autoritario, influye en el ánimo de los oficiales del ejército realista, que finalmente hace desistir a La Serna de lo pactado con San Martin en Punchauca. […]

Según Steffen Soler, citado por Castagnino, “Luego de algunas consideraciones persuasivas y de orden general, le adjunta catorce proposiciones para la paz, que incluyen algunos aspectos como la devolución de los bienes confiscados y la situación de empleados civiles y militares de ambos bandos. En lo que respecta a los acuerdos comerciales que propone, detalla:

"Artículo 4°) El gobierno del Perú concederá a los españoles que hagan el comercio en buques que traigan el mismo pabellón, la rebaja de un tres por ciento, por el término de diez años, de todas las introducciones que hicieran en este territorio".

"Artículo 5°) También se concederá a los españoles el derecho exclusivo de introducir sus azogues por el termino de diez años al precio que se estipulare en el tratado definitivo"

"Artículo 6°) Los españoles podrán establecerse en América y gozarán del derecho de ciudadanía, siempre que éstos fueran acordados en la Península a los Americanos". (Steffen Soler. o.cit.p.167.)

“Estas propuestas favorecían a España sin perjudicar a América, eran muy distintas del trato comercial con los ingleses, y no podían ser toleradas por los ingleses, que boicotean lo acordado en Punchauca a través del general realista Valdez, como dijimos miembro de la masonería inglesa.

El carácter masónico de la ruptura del acuerdo, que no podían consentir los británicos pues la unión de los Estados hispanos era algo inconcebible para el comercio inglés y los fines masónicos, está refrendado por el masón Tomás Iriarte, por lo tanto fuente irreprochable, citado por Steffen Soler y que, a su vez, Castagnino reproduce fielmente:

“La oposición de Valdés al acuerdo de Punchauca, no era algo meramente personal; estaba atrás la mano sigilosa de la masonería inglesa que, pese a su discreción y secreto, deja rastros.

“El general Tomas Iriarte en sus Memorias, al referirse a su viaje a América dice que "Fue durante esta navegación que tuvo mi iniciación en los misterios de la masonería. Esta celebración se llevó a cabo el día de San Juan. Yo había observado desde el día que me embarqué que Seoane me manifestaba gran afección y amistad y que todas las conversaciones concluían siempre por hacerme grandes elogios de la masonería. Tuve motivos para sospechar que él era un adepto, pero no se me ocurrió que a bordo hubiera una logia. Fui introducido en ella con todas las ceremonias rituales. El local era el camarote del segundo comandante Pardo. La hora, las doce de la noche... Cuando me desvendaron después de prestar el juramento de orden, no fue poca sorpresa de verme rodeado de los que eran a bordo mis mejores amigos; todos con sus espadas desenvainadas y asestadas contra mi corazón".

"El orden jerárquico de aquellos caballeros era el siguiente: Valdés, Venerable; La Torre, orador; Seoane, primer vigilante; Ferraz, segundo; Pardo, maestro de ceremonias; Bocalán, hermano terrible; Tena y Plasencia no eran dignatarios. Yo fui nombrado secretario. Así éramos nueve individuos que componíamos la sociedad..." 

“Iriarte indica que los iniciados venían de Cádiz, donde funcionaban las logias inglesas y de los Caballeros Racionales, y agrega esta logia denominada Logia Central La Paz Americana del Sud. Esta sociedad no tenía solamente fines humanitarios, como cuentas los manuales masónicos, sino que, como dice Iriarte, "El objeto era dar dirección a todos los negocios públicos y al efecto las adquisiciones que se hacían recaían siempre en personas de capacidad e influjo por su posición social, y más particularmente por su rango en el ejército y que perteneciesen al partido liberal".

Más adelante agrega Iriarte: "Desde que desembarcamos había Valdés empezado a acrecentar su ascendiente sobre La Serna. Éste era moderado y suave; aquel dominante y áspero. Yo me admiraba de un predominio tan instantáneo. Valdés había nacido ´para mandar y La Serna, por el contrario, tenía un espíritu filosófico"... "Valdés, Latorre, Seoane y Ferraz pertenecían a una misma escuela..."... "Tenían un plan concertado y debían desenvolverlo en el Perú" ¿De dónde era ese plan si no era de la logia de Cádiz que dependía de la Central de Londres? "Valdés jamás había conocido a La Serna hasta que se le presentó en Cádiz y a los pocos días ya lo gobernaba a su antojo y hacía del él lo que quería". "Los otros tres lo reconocían como jefe..." "Durante la guerra de España no tuvieron tiempo para colmar la medida de su desmesurada ambición". 

Para quien descrea de la influencia de la Masonería en la declaración de nuestra independencia y en la fragmentación de la nación hispana en varios estados pequeños, esta confesión de un masón –una más- como Iriarte es lapidaria ya que en la misma queda demostrada la injerencia de las logias en el mundo militar español, y por añadidura, en los americanos.

Finaliza CASTAGNINO comentando las acciones masónicas que siguieron al frustrado acuerdo y cerraron el complot contra nuestra independencia real por la diplomacia inglesa que, como puede verse, manejaba como títere a la española y a la hispanoamericana, resumiendo el fracaso final.

“San Martin hace un esfuerzo más para cumplir con una verdadera "emancipación" de América toda, y concurre a reunirse con Simón Bolívar en Guayaquil.

“Salvo algunas referencias que hace San Martin en cartas a Tomás Guido, poco y nada se sabe de lo tratado en la reunión secreta de Guayaquil, y ambos jefes llevaron el secreto de lo hablado a la tumba. Lo tratado en Guayaquil, San Martin las mantuvo en secreto “para no romper el juramento”, según se lo dice en carta a Guido. Le dice además que los papeles le serán entregados luego de su muerte. Pero muerto San Martin, Balcarce no tiene mejor idea que, en vez de mandarle los papeles a Guido, mandárselos a Mitre, nada menos.

“Lo cierto es que San Martin le propuso a Bolívar unir ambos ejércitos para la liberación definitiva de América del Sur, pero Bolívar se negó, ya sea por orden masónica, de la que era miembro, o bien por su carácter orgulloso y autoritario que pretendía quedarse con toda la gloria para sí mismo. San Martin se retiró decepcionado y Bolívar, acosado por la masonería, no logró su propósito.

“Al poco tiempo, Sucre fue asesinado por orden de la masonería, y San Martin, retirado en Mendoza, acosado y amenazado de muerte, y debió retirarse al exilio

Como dato final agreguemos -como dice Castagnino- que el Mariscal venezolano Antonio José Sucre, héroe de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, fue asesinado por una conspiración de varios militares que lo tenían cercado. Fue un complot de personajes que antepusieron sus intereses personales a los intereses de la Patria, y los intereses económicos financiados por oscuros capitales locales e internacionales en complicidad con un sistema de justicia corrupto.

Si bien no se sabe en forma fehaciente e indubitable quién fue el que ordenó el asesinato, sabemos quiénes fueron los beneficiarios directos: los presidentes: José Hilario López (Nueva Granada), Juan José Flores (Ecuador) y José María Obando (Colombia).

En 1822, después de la Batalla de Pichincha y ocho años más tarde, en 1830, Sucre vio que todo se estaba desbaratando.  El sueño libertario se estaba cayendo y por ello regresaba a Quito. “Todos se estaban repartiendo sus parcelas y las élites locales se repartían a trozos lo que era la Gran Colombia”,

El asesinato  fue planificado y ejecutado en las Montañas de Berruecos - Arboleda (Nariño) cerca de San Juan de Pasto, el 4 de Junio de 1830.  Su cadáver permaneció por más de 24 horas en el lugar del crimen hasta que los pobladores de las localidades cercanas le dieron sepultura. Si el Mariscal Sucre se hubiese ido por Buenaventura, allí lo esperaba el general Pedro Murgueitio para darle muerte; si optaba por la vía de Panamá lo acechaba el general Tomás Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el general José Hilario López.

También se dijo que quien había ordenado su muerte fue el liberal militar José María Obando. Pero eso no le restó ni prestigio entre los liberales colombianos, ni simpatías muy grandes entre los grupos de poder regional que respaldaron su acción política. A poco del asesinato de Sucre fue uno de los líderes de la insurrección que llevó al poder a los liberales, pasando a ser Ministro de Guerra.

Dice Enrique AYALA MORA[385] en un enjundia investigación acerca del asesinato de Sucre del cual extraemos varios párrafos, que “El 1 de junio de 1830, tres días antes del asesinato del mariscal Sucre, el periódico El Demócrata de Bogotá, publicado por un círculo de liberales granadinos feroces enemigos de Bolívar, decía: "acabamos de saber, con asombro, por cartas que hemos recibido del correo del sur, que el general A. José de Sucre ha salido de Bogotá, ejecutando fielmente las órdenes de su amo..." Luego de encendidas acusaciones y duros insultos contra Bolívar y Sucre, El Demócrata concluye confiando en Obando "amigo y sostenedor firme del Gobierno de la libertad. . ." […].

“Dice: "Puede ser que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar". Para la tradición historio gráfica conservadora de Colombia y Ecuador, ésta fue ni más ni menos que la sentencia de muerte de Sucre, dictada por escrito y con el señalamiento explícito de su principal ejecutor: Obando […].

“Años después del asesinato, sus dos principales ejecutores materiales lo confesaron. Erazo cayó preso por revoltoso en 1839 y "providencialmente", según lo dice el Dr. Antonio Flores, equivocó la causa de su aprehensión y contó su versión. En otras circunstancias, Morillo fue aprehendido y enjuiciado. Obando aceptó un careo con él. Allí surgieron varias inconsistencias en sus sucesivas declaraciones. Fue, sin embargo, declarado culpable y condenado a morir fusilado. […].

“La sentencia se ejecutó en la Plaza Mayor de Bogotá el 30 de noviembre de 1842. Circuló entonces una hoja volante con su firma en la que confesaba el crimen, ejecutado, según él, bajo obediencia al general Obando. Erazo murió en prisión también en 1842, sin que concluyera la causa en su contra por el asesinato de Sucre. […].

“Varios biógrafos del Mariscal afirman que todos los demás actores perecieron en forma violenta. Andrés Rodríguez, según declaraciones de la mujer de Erazo, Desideria Menéndez, murió repentinamente en una caída de la cabalgadura. Cuzco murió en casa de Erazo a pocos días del crimen de Berruecos y Rodríguez, el otro, murió también muy pronto en un cuartel. No cabe duda de que alguien los silenció para evitar que declararan. […].

“A lo largo de su contradictoria carrera política, el general José María Obando bregó por limpiar su nombre del asesinato de Sucre. Junto a él, buen número de sus partidarios hicieron también esfuerzos en ese sentido. Aún hoy se considera vital en ciertos círculos liberales colombianos que el nombre de uno de sus fundadores no ha de mancharse con semejante crimen, aunque Sucre fuera "godo" y bolivariano. […].

“El otro imputado fue José Flores. Gran cantidad de autores, con ciertas diferencias unos de otros, repiten y fundamentan la original defensa de Obando y su acusación contra Flores. En el Ecuador, desde luego, los antifloreanos, los liberales que combatieron al "terrorismo" con Eloy Alfaro a la cabeza, acusaban a Flores también. Además del propio don Eloy, Roberto Andrade es el más importante exponente de esta posición. […].

“En términos generales, esta versión descansa sobre el supuesto general, y muy sólido desde luego, de que Flores era el hombre más interesado en el mundo en la desaparición de Sucre, y que cuidadosamente había planificado la separación del Sur. […].

“Con el Gran Mariscal de vuelta, o bien se hubiera luchado para mantener a Colombia unida, o él hubiera sido el primer presidente del Ecuador. […].

De allí que hiciera el esfuerzo de una cuidadosa conspiración para poner fuera de su camino al Mariscal. Hay algunos testimonios de quienes años después afirmaron que Flores le propuso a Obando el asesinato de Sucre, pero éste no lo aceptó”.

Flores y Obando estuvieron en tratos. Es claro que ambos en connubio masónico y solidario deben de haber arreglado el asesinato de Sucre.

Obando le ofreció a Flores deshacerse de Sucre, ante lo cual la respuesta del "Padre de la Patria" fue una invitación a discutirlo personalmente con temor a que sus arreglos quedaran escritos. "Juntos acordaremos todo lo que nos pueda interesar -le decía tan solo días antes del crimen en carta a Obando-; obraremos como hermanos y todos tan amigos como lo es tuyo de todo corazón. - Juan José Flores".

Es decir, la masonería estaba configurada en todos los militares que se oponían a la ‘Patria Grande’ integrada.

Y San Martin, sufrió el acoso y la amenaza de muerte por la masonería encarnada en Rivadavia. Éste salvó su vida gracias al aviso oportuno de Estanislao López que lo puso en alerta de los planes de Rivadavia y sus acólitos Unitarios.

Ya hemos hablado de Rivadavia, de Sarmiento, de Agüero, de Del Carril, de Mitre, de Vicente Fidel López entre otros,

Ahora bien, detengámonos aquí por un momento. ¿Quién era Salvador María del Carril?

Del Carril era unhermano’ Masón, fundador de la Logia San Juan de la Frontera Nº 33 en San Juan.

Dice José María ROSA[386], bajo el seudónimo de Martín Pincen, “Mansilla que fue en Paraná su secretario privado dice que “prefería la penumbra a la exhibición teatral”, y nos confiesa que “no redactó como Vicepresidente nada, ni después como Ministro de la Corte Suprema borroneó una sola cuartilla ni fundó un voto en disidencia por escrito”

Y Sarmiento en su áspera carta de 1856 le dijo: “Permítanos el señor Carril que no habiendo oído nunca su voz ni leído jamás una página suya sobre cuestiones argentinas, busquemos en otra fuente que en su juicio propio las ideas que presenta a los pueblos bajo su firma”.

Ceremonioso e inaccesible Salvador María del Carril sentía correr por sus venas la sangre de bronce de las estatuas. Se sentaba en las poltronas del Congreso con apostura de prócer de plaza pública en su escaño de granito. No descendía jamás al nivel de los demás mortales, y cuando las exigencias sociales lo obligaban a dar la mano condescendía con desdeñoso ademán: el agraciado “sentía frío al tocar esas manos, frío que venía de muy adentro.”

Era el unitario típico de la descripción dejada por Sarmiento en Facundo, que no daba vuelta la cabeza ni aunque se desplomara un edificio: “Caminaba – dice Quesada – con aire pretencioso, como agobiado por la profundidad del pensamiento”.

Tampoco escribió demasiado, la poca correspondencia suya que nos ha llegado tiene carácter de reservada, y su publicación ha sido en todo caso una infidencia. Sus contados artículos periodísticos son de sus años jóvenes.

No escribió nunca un libro, ni dictó jamás una cátedra.

Del Carril fue el ‘cerebro’ que impulsó veladamente, en varias cartas particulares a Juan Lavalle, hombre vehemente y gran militar, pero de pocas luces, que fusilara a Dorrego porque él era un “hombre de genio y debe tener firmeza para prescindir de los sentimientos”. Por otra parte “una revolución es un juego de azar en el que se gana hasta la vida de los vencidos” y le aconseja “que aborde la cuestión a sangre fría” “Hemos estado de acuerdo con la ‘fusilación’ (sic) de Dorrego antes de ahora. Ha llegado el momento de ejecutarla”.

ROSA[387], en el trabajo mencionado, dice que, Del Carril bajo cuerda y casi susurrando maquiavélicamente aconsejó fuertemente a Lavalle luego del fusilamiento de Dorrego que “Es conveniente que recoja Ud. una acta del consejo verbal que debe haber precedido a lo fusilación. Un instrumento de esta clase redactado con destreza será un documento muy interesante para su vida póstuma... El Sr. D. J. A. (don Julián Agüero) y Don B. R. (Bernardino Rivadavia), son de esta opinión y creen que lo que se ha hecho no se completa sino se hace triunfar en todas partes la causa de la civilización contra el salvajismo”.

Fue el gabinete presidencial en pleno quien aconsejó el fusilamiento civilizador, levantando actas en las que constaba el salvajismo de los gobernadores. Pero Lavalle no entendía. ¿Si era un acto de patriotismo fusilarlo a Dorrego, por qué retacearle la gloria del “por mi orden”? Del Carril volvió a insistir en una carta del 20 en un último intento de convencer a esa espada sin cabeza de no apelar al juicio de la historia sin tomar precauciones: “Incrédulo como soy de la imparcialidad que se atribuye a la posteridad... la posteridad consagra y recibe las deposiciones del fuerte o del impostor que venció, sedujo y sobrevivió... Yo no dejaría de hacer algo útil por vanos temores.

Si para llegar siendo digno de un alma noble es necesario envolver la impostura con los pasaportes de la verdad, se embrolla; y si es necesario mentir a la posteridad se miente y se engaña a los vivos y a los muertos”

Además de lo antedicho, remitimos al Capítulo V donde se especifica el citado autor y sus negociados, junto a Rivadavia y la Banca Inglesa y  la Sociedad de Minas, del mismo país, respecto de las minas de Famatina.

Estando en el exilio, en Montevideo, fundó una traicionera junta de jacobinos que se llamó ‘La Comisión Argentina’ cuyos miembros se aliaron con los franceses en contra de su país. Pero no lo hicieron gratis, obviamente, y menos aún por patriotismo.  Los franceses inundaron de dinero a esta Comisión, la que gastó en poco tiempo dos millones de francos oro para hacer propaganda de la civilización francesa contra la barbarie americana, como está suficientemente documentado por el autor en la obra que señalamos.

Vencido el gobierno soberano de la Confederación Argentina volvió a Buenos Aires, se acercó a Urquiza haciéndose pasar por un Federal convertido, con sumo servilismo y sumisión. Curiosamente Urquiza, en agradecimiento, lo nombró Consejero junto a sus antiguos enemigos, Nicolás Anchorena y Felipe Arana. Cosas de la política, podría decirse con benevolencia.

Luego, su carrera siguió en ascenso y fue nombrado Vicepresidente de Urquiza en Paraná, donde llevaba una vida de confort y se dedicaba a aumentar su riqueza, su único objetivo.

José María Zuviría, sigue diciendo Rosa, el político salteño y furibundo ‘antirrosista’ no dejó de ver el ansia de dinero que tenía ante sus ojos su antiguo correligionario Del Carril y en ese sentido dijo que le extrañaba que: concluyera por perder de vista el punto honesto de partida" y que hubiera “modificado un tanto las altas ideas de probidad y entereza de carácter para lanzarse en las rutas extraviadas de un vulgar y apasionado anhelo por alcanzar de cualquier costa bienes de fortuna que lo salvasen en lo futuro del trabajo y la pobreza del pasado”.

En realidad, al sorprendido salteño no debería haberle llamado la atención el comportamiento de Del Carril, conociendo a lo largo de su vida, como había sido su relación con el dinero, generalmente ajeno….

En la llamada Carta de la Hacienda de Figueroa que le enviara Juan Manuel de Rosas a Facundo Quiroga, el 20 de diciembre de 1834, decía con ironía sobre Rivadavia y su socio Del Carril “¿Habremos de entregar la administración general a ignorantes, aspirantes, unitarios y toda clase de bichos? ¿No vimos que la constelación de sabios no encontró más hombre para el gobierno general que a don Bernardino Rivadavia, y que éste lo hizo venir de San Juan al doctor Lingotes para el Ministerio de Hacienda, que entendía de este ramo como un ciego de nacimiento de astronomía?”

Aquí puede verse la capacidad de Rivadavia como político y la avidez por el economista que ‘entendía de este ramo como un ciego de nacimiento, de astronomía’.

El papel marcadamente masónico de Del Carril se vio reflejado en el acuerdo entre Urquiza y Mitre, armado por él luego de Pavón, por el que se decidió masónicamente que el triunfo fuera para Mitre, a la par que Urquiza mantuviera su coto entrerriano con todos sus bienes, mientras se mantenía impertérrito ante su nación que se desangraba en fusilamientos, degüellos y cárceles que sufrían sus antiguos compañeros Federales.

Más adelante, en 1863, Mitre, como recompensa, designó a Del Carril miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Todo lo expuesto nos conduce a internarnos en el papel de la Masonería en la destrucción de la idea soberana de una gran nación hispanoamericana, la ‘Patria Grande’, un tema primordial que debe ser ampliamente conocido y enseñado en los colegios...

Cumplió un papel importante, como lo hemos comentado en los capítulos anteriores, en el rompimiento de Ramírez con Artigas; en la rendición de Oribe ante Urquiza al final de la ‘Guerra Grande’; en la injerencia de los Barones masones del Imperio brasileño en concubinato con sus subordinados de la Comisión Argentina en Montevideo y los Unitarios Montevideanos; en Pavón con el confabulación bochornosa entre los hermanos masones Urquiza y Mitre; en la masacre de los Orientales en Paysandú con el silencio cómplice de Urquiza y la ayuda a los brasileños de Mitre escondiendo una neutralidad simulada; en el horror producido en el extermino del pueblo paraguayo en la ‘Guerra de la Triple Alianza’; en el aniquilamiento del pueblo provinciano Federal por Mitre y Sarmiento, teniendo por intermediarios a los masones unitarios Orientales como Vences y Flores, por contar algunos hechos.

Comenzando por nuestra propia independencia de España en la que tuvo incidencia importante la impronta inglesa y su masonería que, en su pelea ancestral con el Reino de España, apoyó nuestra separación independentista beneficiándose con la creación en América de un sinnúmero de repúblicas o republiquetas que eran más fáciles de conquistar, al menos económicamente.

A modo de ejemplo, la que fue Nueva Granada (la gran Colombia) se fragmentó en nuevos países: Colombia, Ecuador y luego por impulso de los EE. UU.  de Norteamérica el ‘invento’ (sic) de Panamá, separándola de Colombia para controlar el Canal interoceánico.

Más cerca geográficamente, se apartó a la Banda Oriental de su destino de grandeza dentro de las Provincias Unidas, así como al Paraguay en dos etapas: primero ‘empujándola’, si se nos permite el término, alejándola también de su incorporación a las Provincias Unidas y luego, en una segunda etapa, al concluir la Guerra de la Triple Alianza, cercenándole parte del territorio que quedó en poder de Brasil.

Jorge Abelardo RAMOS[388] nos dice que "La nación que hasta 1810 era el conjunto de América Hispana, y en cierto sentido, también España, se disgrega en una polvareda difusa de pequeños estados. Vanidosos y ciegos, se reservan la soberanía de su propia miseria, y mientras disputan con sus vecinos mezquinas lonjas territoriales, los grandes imperios, poderosos por esta balcanización, ofrecen sus buenos oficios como árbitros de nuestras disensiones de campanario. En el siglo que presencia el movimiento de las nacionalidades, la América Indo-ibérica pierde su unidad nacional. En nuestros días se festeja dicha tragedia: esa monstruosidad no hace sino iluminar sombríamente la de la conciencia nacional latinoamericana”.

Más allá de cierto lenguaje recubierto de ideología clasista, el fondo de lo que dice el autor es cierto: el mayo de 1810 es motivo hoy de festejo; festejo de disgregación de nuestra unidad. Ese es el mayor logro de la coyunda entre la Masonería, la diplomacia anglo-francesa y sus empleados criollos.

Y ya que hablamos de Inglaterra, en esa disputa con España ‘fogoneó’ e incentivó la grandeza del Brasil territorial y económicamente a costa de la fragmentación de la América española. La masonería inglesa y francesa jugaron un papel trascendental en ello.

Pero claro, con sus límites: no permitieron que el Imperio del Brasil fuese demasiado lejos y no dejaron que se apropiara de la Banda Oriental, sino que con sus manejos políticos lograron que ésta, al igual que el Paraguay, se separara de la Confederación Argentina conformando un ‘Estado-Tapón’, que subsiste hasta el día de hoy, privando que el Río de la Plata fuese de un solo estado (‘mutatis mutandi’ al igual que hicieron con Gibraltar para controlar la entrada al Mar Mediterráneo (‘Nihil Novum Sub Sole’). Y los EE.UU. creando de la nada un Estado ficticio desgajado de Colombia, a fin de tener el poder sobre el Canal de Panamá.

Es más, la masonería enquistada en la Banda Oriental y en especial en Montevideo, el 3 de noviembre de 1834 creó el Supremo Tribunal del Grado 31, el primero en funcionar en el Río de la Plata, y curiosamente, o no tanto, también en el Peñón de Gibraltar.

Es decir que tanto ingleses como franceses utilizaban un mismo método -y lo siguen usando hasta el día de hoy- que consistía en tomar posesión de terrenos estratégicamente ubicados para controlar distintas vías de acceso a riquezas, tanto en tierra como en mar, en una sagaz acción geopolítica imperial.

Contemporáneamente en nuestro territorio sudamericano, dos de nuestros máximos héroes vislumbraban empíricamente esto y, gracias a Dios, lo combatieron.

Primero, José de San Martín, que ya conocía las intrigas masónicas, como en el caso del frustrado acuerdo de Punchauca, en el Perú, que ya comentamos anteriormente: “Si sentimientos menos nobles que los que poseo a favor de nuestro suelo fuesen el norte que me dirigiesen, yo aprovecharía de esta coyuntura para engañar a ese heroico, pero desgraciado pueblo, como lo han hecho unos cuantos demagogos [ léase ‘unitarios logistas’] que, con sus locas teorías, lo han precipitado en los males que lo afligen y dándole el pernicioso ejemplo de perseguir a los hombres de bien, sin reparar a los medios..” carta a Tomás Guido el 5 y 6 de Abril de 1829.

En plena ebullición revolucionaria y jacobina, en Europa toda, Jordán B. GENTA[389] transcribe una carta de José de San Martín a Rosas refiriéndose a las logias masónicas, y como Garibaldi y Mazzini  en Italia asolaban con su odio visceral todo lo jerárquico de orden que imperaba hasta esos momentos en distintos países del viejo continente: “En cuanto a la situación de este viejo continente, es menester , no hacerse ilusiones,  la verdadera contienda que divide á su población es puramente social: es, en una palabra, la del proletario con el capitalista, la del pobre con el rico, Calcule V. lo que arroja de si un tal principio, infiltrado en la gran masa el pueblo por las predicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles de panfletos. Si a estas ideas se agrega la miseria espantosa de millones de proletarios, agravada en el día con la paralización de la industria, el retiro delos capitales, en vista de un porvenir incierto; la probabilidad de una guerra civil, por el choque de las ideas y partidos, y en conclusión, la de una bancarrota nacional visto el déficit de cerca de 400 millones, en este año, y otros tantos en el entrante: éste es el verdadero estado de la Francia, y casi del resto de la Europa con la excepción de Inglaterra, Rusia y Suecia que hasta el día siguen manteniendo su orden interior".

Y, segundo, Juan Manuel de Rosas, quien en su carta a Facundo Quiroga del 20 de diciembre de 1834 expresó: “Obsérvese que el haber predominado en el país una facción que se hacía sorda al grito de esta necesidad ha destruido y aniquilado los medios y recursos que teníamos para proveer a ella, porque ha irritado los ánimos, descarriado las opiniones, puesto en choque los intereses particulares, propagado la inmoralidad y la intriga, y fraccionado en bandas de tal modo la sociedad, que no ha dejado casi reliquias de ningún vínculo, extendiéndose su furor a romper hasta el más sagrado de todos y el único que podría servir para restablecer los demás, cual es el de la religión…Después de esto, en el estado de agitación en que están los pueblos, contaminados todos de unitarios, de logistas, de aspirantes, de agentes secretos de otras naciones, y de las grandes logias que tienen en conmoción a toda Europa”-

 

Es cierto que también desde dentro del territorio de la Confederación Argentina existían grupos unitarios marcadamente logistas.  Por ejemplo un secretario de Rosas era integrante del ‘Club de los Cinco’ conformado además por otros conspicuos miembros como Carlos TejedorSantiago AlbarracínRafael Corvalán (lamentablemente hijo del Edecán de J.M. Manuel Corvalán), Jacinto Rodríguez Peña y el escribiente de Rosas, Enrique Lafuente (miembro también de la ‘Asociación de Mayo’).  Todos ellos eran informantes e infiltrados masones ‘antirrosistas’, que actuaban para el derrocamiento del Restaurador, como hemos analizado en otro trabajo

Del mismo modo, desde la otra orilla la ‘Comisión Argentina’ conformada por ‘logistas’ Unitarios y masones, llamados representantes del ‘Gobierno de Montevideo’, que intentaban derrocar a Rosas con ayuda de la masonería brasileña y europea.

En el año 1827, un grupo de inmigrantes franceses fundó la Logia Les Enfants Du Nouveau Monde, que solicitó su carta patente del Gran Oriente Francés  en 1842 y que le llegó el 16 de junio de 1844 con el distintivo Les Amies de la Patrie.

Esta logia funcionó hasta 1937 y en ella fue iniciado el “héroe de dos mundos”, Giuseppe Garibaldi, durante su estancia en el país. Ello demuestra cabalmente el grado de compromiso que tenía el masón Garibaldi con el Gobierno masón y unitario de Montevideo controlado por los franceses.

Dice Adolfo SALDÍAS[390] que Lamartine, siendo masón, había combatido la intervención anglo-francesa en el Río de la Plata. “En su carta de octubre de 1847 a La Presse de París había clasificado la conducta de los agentes de la intervención y la de los extranjeros armados en Montevideo como «la más escandalosa violación del derecho de gentes»; agregando que había visto «la incalificable complicidad de los gabinetes (francés y británico) haciendo la guerra con letras de cambio libradas sobre el tesoro por los empresarios de la guerra de Montevideo y aceptadas por el gobierno francés»,

Allí Lamartine reconocía que sólo a través del dinero prestado por los usureros franceses e ingleses pudo sostenerse esa pléyade masónica que se había apoderado por la fuerza de la ciudad de Montevideo, ocupándola con sus tropas y “sosteniendo con su dinero ese gobierno nominal” que dependía de dichos recursos para seguir con vida. Seguramente no pesó en Lamartine un reconocimiento sincero de la soberanía de una nación de ultramar sino el interés político y económico que hacía ver que la conquista de otra nación –al igual que lo hacía su enemiga histórica, Gran Bretaña- era más fácil y con menos perdidas si se hacía por acuerdos económicos que militares.

Así se ve el rostro (los bolsillos) masónico en la lucha contra la Confederación Argentina soberana.

Es claro que el acuerdo Southern - Arana causó espanto en los masones enquistados en Montevideo. Saldías menciona que “Los negociantes extranjeros que prosperaban a costa de la usura con que ayudaban a mantener ese gobierno, adelantándole dineros sobre los impuestos y sujetándolo a sus conformes, explotaron también ese rechazo prodigando cartas y publicaciones en las que bajo los acentos del falso patriotismo velaban su acento quejumbroso de judíos”.

En la Asamblea Nacional francesa se discutían los pasos a seguir en su guerra contra Rosas y la Confederación. Sigue diciendo Saldías, “El objeto del proyecto  y el subsidio presupuesto no satisficieron al diputado ciudadano Gerdy, un declamador fácil, pero a obscuras de todo lo que tenía relación con los países del Plata quien presentó en sustitución este proyecto en favor de la política guerrera: «-La asamblea nacional asigna diez millones al gobierno para terminar honrosamente el negocio del Plata y hacer con Montevideo y la provincia del Uruguay un tratado que asegure su independencia, la libertad de los ríos y los intereses europeos….-

Como veremos a continuación, las luchas políticas en Francia hacían que la cuestión del Plata tuviera dos bandos en pugna en la Asamblea Legislativa y en los miembros del Gabinete. Pero no vaya a creerse que alguno de los dos bandos tuviera presente que se estaba violando la soberanía de un lejano país.

Nada más lejos. Era una cuestión económica de las logias revolucionarias que asolaban el noble suelo francés.

Unos con el masón Thiers querían seguir la guerra contra la Confederación Argentina a como diera lugar rechazando el inminente acuerdo entre ésta y Francia que estaba llevando adelante el Almirante Lepredour con Felipe Arana, Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina.

Veamos lo que explica al respecto SALDÍAS[391]: “En efecto, como el gabinete estaba obligado a pedir a la asamblea los dineros para seguir dando a la ciudad de Montevideo el subsidio de doscientos cincuenta mil francos mensuales con arreglo a la convención de 12 de junio de 1848, que estableció de hecho el protectorado francés en esa plaza, la comisión de créditos dela asamblea, inspirada por Mr. Thiers, se apoderó del fondo de la cuestión, pidiendo al Ejecutivo todas las piezas referentes a la negociación Lepredour, y avocándose las funciones del gabinete, pues entró en la discusión de los artículos de un tratado que no era discutible, porque no podía considerársele como celebrado cuando los gobiernos contratantes no se habían puesto de acuerdo todavía sobre los términos precisos de la negociación”.

Queda manifiesto que era una invasión; se quería formar un protectorado francés en la Banda Oriental.  Había que contratar mercenarios extranjeros que fueran a combatir y había que dar dinero a los Argentinos miembros de la ‘Comisión Argentina’, que lucraban con el despojo al pueblo Oriental.

La llamada pomposamente ‘Comisión de Créditos’, en París, era la encargada de reclamarle al Gabinete del gobierno francés las ingentes sumas que se necesitaban para solventar el costo de semejante aventura fenicia y mercenaria.

Esa Comisión presentó como fundamento de la urgencia del préstamo y del envío de dinero el hecho de que una parte de Montevideo quería rendirse mientras que la otra, quería resistir por un tiempo más el embate de Oribe y Rosas.  Había que apurarse para volcar la balanza a favor de la continuación de la guerra.

La Comisión, en forma desvergonzada, no tuvo pudor en decir que el último grupo “de los desterrados de Buenos Aires que alimentan antiguos resentimientos, extranjeros, franceses, españoles, italianos qué han tomado las armas hace algunos años y se han comprometido así. Unos y otros parecen decididos a no aceptar la capitulación. El pueblo, al contrario, está fatigado de un sitio que dura hace cinco años”.

Nadie quería esta guerra, salvo el grupo belicista de Adolphe Thiers; los emigrados unitarios argentinos, masones todos, que junto con los financistas tenían controlada a Montevideo a la que desvalijaban sus riquezas; y los mercenarios de varios países que obtenían ganancias con el contrabando.

Este sujeto Thiers era un político avezado que basó toda su carrera en promover agitaciones para llevar a Francia a alguna guerra.

Téngase presente la memoria que presentó al Gobierno francés el Coronel Melchor Pacheco y Obes, uno de los desleales a su patria Oriental, como buen Masón. Era agente del gobierno de Montevideo en París, y dice SALDÍAS[392] que en ese documento solicitaba a la ‘Comisión de Créditos’ la autorización y el dinero para reclutar en Francia voluntarios entre los hombres desocupados, garantizándoles concesiones de tierras y ganados en el Estado Oriental.   Con estas palabras y en su desvarío ideológico expresó que “Esta sería una manera de crear una fuerza permanente organizada propia a la defensa del territorio”.  Su meta, casi desesperada, era convencer al gobierno francés que no retirase el apoyo a la causa de la Defensa de Montevideo.

Es decir, este cipayo, funcionario del gobierno usurpador de Montevideo, pretendía dar tierras Orientales y dinero a mercenarios de todo el mundo formando un ejército ‘permanente’ a cambio de que guerrearan en el Rio de la Plata para derrocar al Presidente Oribe y a Rosas. Obviamente, debían ser mercenarios y luchar por una enorme suma de dinero, pues ningún Oriental quería sumarse a esta ignominia. Hacía rato que el pueblo nativo quería la paz, tal como lo confesó en Francia a la Comisión referida: “ El pueblo, al contrario, está fatigado de un sitio que dura hace cinco años”.

No sólo el pueblo Oriental estaba cansado de ese virus que se había enquistado en la ciudad de Montevideo con el único fin de lucrar con el sudor del pueblo y la soberanía de estas tierras.  También los propios comerciantes franceses que trabajaban honestamente en ambas orillas del Plata rogaban que se acabara el bloqueo francés. Los comerciantes que estaban en Francia y hacían negocios en el Plata, pedían lo mismo, porque la ideología estaba, bien mientras no afectase los bolsillos.

SALDÍAS[393] nos señala acertadamente que el Almirante Lepredour mandó un mensaje a la Asamblea francesa en tal sentido, en la que decía que “…que más de diez mil franceses prosperaban en Buenos Aires al amparo de amplias garantías y en los diferentes ramos del comercio y fecundas industrias rurales del país; como asimismo una petición suscrita por algunos cientos de negociantes, armadores, banqueros, exportadores y fabricantes de Francia en la que pedían la ratificación del tratado Lepredour. «En el momento en que los negocios del Plata acaban de recobrar una grande actividad, decían, los intereses franceses comprometidos en Buenos Aires se han aumentado considerablemente y su grande importancia justifica las alarmas del comercio. Persistir en la intervención sería sacrificar los intereses de nuestros nacionales establecidos en Buenos Aires, como también los de los negociantes y fabricantes establecidos en Francia, casi exclusivamente en provecho de una compañía que explota la aduana de Montevideo, ¡y cuyos agentes tratan de abusar del gobierno repitiendo que el comercio pide la continuación de la intervención!

El objetivo era seguir manejando la Aduana de Montevideo que dejaba pingues ganancias con el contrabando y solo se podían mantener en pie “gracias al terror que los extranjeros ejercen sobre sus habitantes que si no fuera por eso hace rato que hubieran abierto las puertas de la ciudad y llamado a Oribe a hacerse cargo del gobierno, diciendo que los habitantes quieren paz cualquiera que sea, los extranjeros solo la guerra”, decía Lepredour en junio de 1849,

Estos mercenarios jugaron un papel importante no sólo en la defensa de Montevideo, como el asesino masón Garibaldi que ya hemos visto, sino también en el derrocamiento del gobierno de la Confederación Argentina al mando de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852. El tiempo se aproximaba…

Mariano GARCÍA[394] nos sigue entregando datos sobre el tema de los préstamos de la banca mundial para sumar más extranjeros mercenarios: “La contratación de mercenarios está mencionada varias veces en la correspondencia del grupo montevideano. En 10/1848, John Le Long y José Ellauri prometían ayuda desde Francia mediante el envío de 8000 voluntarios «armados y reunidos en cuerpo, bajo la dependencia de nuestra autoridad gubernativa». En 7/1849 el agente de Montevideo en París tramitaba la preparación de un cuerpo de 5000 emigrantes, reclutados entre los indeseables de las agitaciones francesas, de quienes la policía veríase libre con satisfacción. Ellauri le escribía al canciller uruguayo que el ministro Edouard Drouyn de Lhuys lo había autorizado a reclutar voluntarios (3/7/1849). A los subsidios franceses se agregó el Empréstito Buschental y una importante operación financiera concertada entre el nuevo canciller brasileño Paulino Soares de Souza y el agente uruguayo Andrés Lamas. Estas entradas oxigenaron las finanzas montevideanas, permitiéndoles adquirir cuantioso material bélico y la contratación de mercenarios armados”. 

Tengamos presente que las personas mencionadas eran todos masones.

El embajador argentino en el Brasil, Tomás Guido tomó conocimiento de estas maniobras entre la Banca mundial, Brasil y el Gobierno de Montevideo.

En septiembre de 1851, el Imperio del Brasil, más allá de no cumplir con su neutralidad, seguía dando dinero, armas municiones y alimentos al Gobierno de Montevideo. Pero como no podía aparecer el propio Imperio violando la neutralidad, quien aparecía como dador del crédito era Ireneo Evangelista da Souza.

Dice SALDÍAS[395] que Guido sabía no sólo que Da Souza aparecía firmando el crédito, sino que detrás de éste, quien manejaba como un titiritero a todos, se encontraba José Buschental.

¿Quién era ese tal Buschental? Era un banquero y masón casado con la hija del barón de Sorocaba. Nacido en Estrasburgo, de niño llegó a las costas del Brasil y luego se instaló en Montevideo donde hizo su fortuna

En Brasil desarrolló varios negocios de mucho riesgo que terminaron en la quiebra, por lo que decidió trasladarse a Inglaterra y luego a España para continuar con sus actividades comerciales y financieras.

En Madrid adquirió mucha influencia en los círculos de los altos negocios. Pero también allí lo alcanzó la bancarrota y decidió trasladarse a París, donde conoció a José Ellauri, al que ya mencionamos anteriormente, que estaba buscando fuentes de financiamiento para Uruguay. Buschental colaboró con el ministro uruguayo en la búsqueda de préstamos, aunque sin éxito.

Gracias a ese contacto con Ellauri, Buschental decidió probar suerte en Uruguay y así lo hizo en 1849. Instalado en Montevideo, fundó un saladero en la costa del río Santa Lucía, que abastecía al ejército francés.

Ya volveremos a hablar de José Buschental en siguientes capítulos.

Pero podemos compartir aquí algunos comentarios de este siniestro personaje, luego de la caída de Rosas, que nos trae José María ROSA[396]

“Buschental será el hombre de influencia financiera después de la caída de Rosas: prestamista obligado de todos los gobiernos de Buenos Aires, Montevideo y Paraná. Lamas y Herrera serán sus agentes; este último, según Honorio Hermeto Carneiro Ledo, estaba desacreditado en sus últimos tiempos de ministerio por haber trascendido sus participaciones en las comisiones del avispado apátrida.

Lucio V. Mansilla describe al Caballero Don José corno un hábil corruptor que sabía el precio de cada hombre. A aquellos inaccesibles a sus comisiones los ganaba con obsequios a sus esposas e hijos; cuenta el ameno autor de Retratos y recuerdos que el caballero nunca llegaba a una casa sin traer piezas de tela francesa a las señoras, canastos de juguetes europeos a los niños, no se iba sin deslizar monedas de oro en las manos de los sirvientes; naturalmente en todas partes era esperado con entusiasmo por señoras, niños, domésticos que presionaban sobre el escrupuloso dueño de casa.

“Sus fiestas eran espléndidas; en ellas su esposa —la Bella Mariquita Buschental, nieta presunta de Pedro I, - se encargaba de los reacios al dinero o a las presiones familiares, según versión que recoge despreocupadamente Mansilla. En Buenos Aires su abogado fue Vélez Sarsfield…”

En 1870, este banquero y comerciante murió en Londres, Inglaterra.

¿Qué se puede deducir fácilmente de todo esto?: primero, que la única forma de mantener la plaza de Montevideo con esos usurpadores franceses y extranjeros (que eran mayoría ya que, en aquellos tiempos, había pocos Orientales nativos) era con dinero proveniente de la banca europea.  Y, segundo, el propio Lepredour desbocado en su lenguaje, por un lado, reconoció que Uruguay era ‘una provincia’ de la Confederación Argentina, pero, por el otro reconoció que la intención de Francia era lograr su independencia para que fuera una marioneta del país europeo que le facilitara la navegación de los ríos interiores y el usufructo de esas tierras ubérrimas.  Es válido aclarar que contaban con el apoyo de los indignos nativos unitarios y masones.

La Masonería estuvo -y está- presente en aquellos que siempre han traicionado a la nación aliándose con poderes extranjeros que intentaban sojuzgar su independencia.

Muchos militares, aun los que actuaron de la guerra de la Independencia, engrosaron las filas internacionalistas de la Masonería, con fuerte influencia de Francia e Inglaterra.

Otros, que tal vez no llegaron a serlo, se apoyaron en la Masonería, o bien la Masonería los utilizó como títeres para lograr sus fines.  Ambas partes coincidían en sus objetivos.

Uno de ellos fue el General Juan Lavalle, el servil empleado de Francia y varias veces ingrato a la causa de la independencia de nuestro país. General tan valiente en las batallas como falto de inteligencia y fácilmente influenciable.

Si bien se ha dicho que no era masón, la Masonería lo estuvo apoyando económicamente a él y a sus ejércitos, aun en su camino al exilio en el cual sembró terror y protagonizó matanzas en las poblaciones a las que llegaba.

Véase una carta que le envió a Dionisio Puch, y que transcribe en su totalidad Alberto EZCURRA MEDRANO[397], en la que ordenaba fusilamientos a distintas personalidades de Salta, ya que de no hacerlo “…no podremos concurrir con nuestros elementos en apoyo del Segundo Ejercito Libertador (‘sic’) y del poder del Oriente, que lucha contra la tiranía…”.

Queda certificada la injerencia material e ideológica de la Masonería en las mentes y en las decisiones de índole militar del unitarismo.

Masones como Bernardino Rivadavia, Julián Agüero, Florencio Varela, Salvador María Del Carril, José M. Paz, Juan B. Alberdi, Juan Cruz Varela, Valentín Alsina, Domingo F. Sarmiento -desde Chile- y otros, ‘rodearon’ (sic) a otro futuro masón y desleal a su tierra, Justo José de Urquiza. 

Este entró en la Masonería el 21 de julio de 1860 convencido por Bartolomé Mitre y Dalmacio Vélez Sarsfield, curiosamente 14 meses antes de su derrota en Pavón a manos de Mitre.  Y a tantos otros como José Mármol, Santiago Derqui, Juan Gelly y Obes, Rafael Obligado, Antonino Aberastain, Eduardo Conesa, Wenceslao Paunero, José Roque Pérez.  Todos ellos, junto a la masonería que dirigía la política del Imperio del Brasil con el Barón de Mauá financista de los ejércitos brasileños, y ‘urquicistas’, lograron, durante 1851 y finalmente en la Batalla de Caseros en 1852, la derrota del soberano gobierno de la Confederación Argentina presidida por Juan M. de Rosas.

Pero no debemos dejar de lado lo que ya hemos tratado en otros trabajos y hemos adelantado en otros capítulos:  el Barón de Mauá, a su vez, era empleado -de algún modo debemos llamarlo- de la banca Rothschild y otros banqueros (Baring Brothers, por ejemplo) miembros conspicuos de la masonería europea. Desde allá se movían los hilos invisibles que financiaron el desmembramiento de las naciones hispanas en el continente.

 

El propio Mayer Amschel Rothschild (1744-1812) dijo “dadme el control del dinero de una nación y no me importará quien redacte sus leyes”.

Uno de los mejores trabajos sobre el llamado ‘Pronunciamiento’ del ‘fenicio’ y contrabandista Justo José de Urquiza y la traición a su patria, lo ha dado José María ROSA[398] que nos adentra puntillosa y documentalmente en lo que también otros autores destacan:

Que el pronunciamiento de Urquiza no tuvo por miras crear una Constitución ni ningún otro tipo de visión jurídica distinta a la existente en ese momento. Su único interés era continuar con la exportación ilegal del oro al extranjero y el contrabando de carne y otros productos a través de la frontera de Entre Ríos con Brasil y con los sublevados del Gobierno de Montevideo.

El interés por el dinero de parte de Urquiza no tenía límites. Desde 1845 a 1848, en plena guerra con los ingleses y franceses, el contrabando era un afluente de dinero para los bolsillos del entrerriano y sus amigos, tal el caso de su mano derecha, Crespo -gobernador provisorio- que manejaba perfectamente el aceitado sistema, defraudando a su país y traicionando los esfuerzos de la nación para combatir al enemigo invasor.

El contrabando iba desde Entre Ríos y Corrientes a Montevideo y de allí a Europa. Los productos manufacturados volvían a Montevideo, y de allí, sin pagar impuesto, pasaban a Entre Ríos desde donde se distribuía hacia todas las provincias. Negocio perfecto.

El dinero que corrió a raudales para el apátrida entrerriano, para Lamas y para otros miembros del Gobierno de Montevideo que resistía el asedio de Oribe y de toda la Banda Oriental, fue dado en especial por el Imperio.  Este, con rabia disimulada, tuvo que darle el dinero que pedía Urquiza para confirmar su traición a la patria.

Jugó una particular actuación el ‘correveidile’ asesor comercial de Urquiza, el catalán Cuyás y Sampère que oficiaba de lazo entre éste, los funcionarios del Imperio del Brasil y los miembros de la Comisión Argentina en Montevideo.    Preparaba, con fruición y oro mediante, el asalto por la retaguardia del ejército Oriental de Oribe y contra el gobierno de la Confederación Argentina.

Dice ROSA[399] que “El 11 Cuyás vuelve a escribir a Urquiza para informarle de la llegada a Montevideo de la totalidad de los buques de la expedición francesa. Y agrega, sugestivamente que habría de correr abundante el oro como en 1838: Han llegado a más – dice -, grandes cantidades de dinero remitidas por el banquero de París Rothschild, con el intento de comprar las letras que los agentes franceses giren contra el Tesoro de Francia, y pertenecientes otras a la Caja de la División Expedicionaria. Las primeras se hacen subir a 40 mil onzas de oro, y las segundas a 10 mil. Ayer salió el almirante (Lepredour) para Buenos Aires”

“Solamente con la certeza de un público e irreversible “pronunciamiento” de Urquiza contra Rosas, y previo compromiso formal y garantizado de dar al Imperio los gajes de la victoria (Misiones Orientales, libre navegación de los ríos, Garzón en la presidencia de la República Oriental, tratados que significaran el protectorado brasileño en el Uruguay, reconocimiento de la independencia paraguaya para que cayera igualmente en la órbita del Imperio, pudiendo quedarse Urquiza con los restos del naufragio de la Argentina) se arriesgaría Brasil a apoyarlo públicamente”.

Tengamos en cuenta que el Gral. Garzón, desertor a la soberanía de su tierra y al Gral. Oribe, fue un masón declarado, así como Andrés Lamas y Manuel Herrera y Obes, empleados del Imperio del Brasil.

Siguiendo con el citado autor, nos señala que “Esa traición de Urquiza, reconocida por él mismo en sus cartas y reconocida por sus socios en este juego macabro, como Alsina que le escribe a Lamas diciéndole que “Una franca guerra entre el Imperio y la Confederación, pondría a los argentinos aliados de Brasil (los unitarios de Montevideo, y ahora Urquiza), en una postura desairada y poco explicable moral y patrióticamente. Porque – y la palabra va por cuenta de Alsina – lo de Urquiza sería llamado por la historia una apostasía y no una conversión a la causa de la libertad. ¿Y lo suyo?

“-Mi posición como escritor argentino es delicada-, explica Alsina a Lamas instándole a que el Imperio no declarase, ni aun con el naipe Urquiza en su poder, una guerra lisa y llana a la Confederación Argentina. El 22 de noviembre, en postdata a una carta a Lamas de esa fecha, el jefe de los unitarios de Montevideo aclaró a Río de Janeiro su pensamiento: -Para mí, amigo - Alsina escribe a Lamas - esto es evidente (la apostasía próxima de Urquiza). Por lo mismo el Brasil debiera apresurarse a aprovechar la ocasión, a la que pintan calva, y dar a Rosas un golpe de sentido, con posibilidades y sin peligro, en el Estado Oriental”.

“¡Hay que aprovechar el momento, este momento!, escribía Lamas en Río de Janeiro a Paulino: hacer tratados que ataran bien fuertes a lo que quedase del Estado Oriental con el Imperio vencedor”.

La Masonería argentina junto a la oriental, la inglesa, la francesa y la brasileña jugaron un papel primordial en todo esto, en una connivencia conspirativa, francmasónico, logista y asesino.

Asimismo, dentro de la sociedad de la Confederación Argentina, había Federales masones que eran fácilmente identificables.   Aquellos que luego de la caída del gobierno de Rosas siguieron con sus fortunas personales y con puestos públicos sin solución de continuidad (Vicente López y Planes, Bernardo de Irigoyen, Dalmacio Vélez Sarsfield, etc). Los dos primeros usufructuaron como funcionarios durante el gobierno de la Confederación, pero por arte de magia, el mismo día que cayó Rosas, ya eran funcionarios de Urquiza.

Se puede entender de la misma manera la defección de Pacheco, de Garzón, de Urquiza, de Lavalleja, Vicente López y Planes, que también eran masones.

El inteligente y sagaz pero sinuoso Sarratea, que luego fue embajador de Rosas en Francia con buen suceso, hizo enfrentar al soberbio y engreído Ramírez con su jefe Artigas. Luego hizo enfrentar a Estanislao López con Ramírez, a quien persiguió, derrotó, le cortó la cabeza y la puso en una jaula.

En el Pacto de Pilar, después de la Batalla de Cepeda, Sarratea y los porteños engañaron a Ramírez como a un chico, haciéndole creer que iba a ser el patriarca de la Confederación. Éste lo creyó, dejó de lado a Artigas y a raíz de esto ambos se enfrentaron. El Supremo entrerriano lo venció, y cuando Artigas, derrotado, se exilió en Paraguay, Ramírez mandó a un emisario a reclamar que lo entregaran para fusilarlo. Gaspar Francia no sólo echó al comisionado, sino que le advirtió que si enviaba a otro lo fusilaría en el acto.

Otro hecho: Mansilla (masón, lamentablemente) atacó y combatió a Artigas en nombre del Triunvirato (muy unitario) manejado por Pueyrredón (masón).

Alvear era otro masón que le ofreció un coloniaje servil a Inglaterra y luego a España.  Cuando Rosas llegó al poder se acercó a él y luego cuando su gobierno cayó, fue un servil adulador de Urquiza para lograr que lo designara diplomático en Europa, porque para su edad el 'clima de EE. UU.' donde se desempeñaba, era muy frío.  Tan era su servilismo que el propio Urquiza lo despreció y lo dejó en EE. UU.  en donde finalmente murió.

Pareciera que sólo José G. de Artigas y Juan Manuel de Rosas no eran masones.  De allí sus amarguras, su cansancio y el saber que los dejaron solos después de tantos años de luchas....

Debemos tener presente también el pacto entre Urquiza y de Mitre luego de la batalla de Pavón, muy parecido al de Urquiza, Flores, Oribe, Lavalleja, y Rivera, por el cual Lavalleja se unió a Venancio Flores y a Rivera en un triunvirato trunco por su propia muerte y la de Rivera.  El pacto de Urquiza y Vicente López y Planes por el cual, el mismo día que cayó Rosas, fue designado Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, como ya dijimos.

Nos es lícito recordar del mismo modo la frase de Urquiza para acordar con Oribe el fin de la Guerra Grande, cuando afirmó que no iba a haber ‘ni vencedores ni vencidos’.  Algo que no ocurrió. La misma frase fue pronunciada por Urquiza luego de Caseros que, por supuesto, tampoco cumplió, habida cuenta que luego de esta batalla recrudeció sin límites la matanza indiscriminada de civiles, niños, mujeres, por todo el interior de la Confederación Urquicista.

La Masonería ha hecho mucho por la derrota de las fuerzas nacionales al mando de Oribe y Lavalleja. Debemos recordar que ambos, más allá de sus acendrados fervores patrios y sus religiosidades innegables (Oribe fue un devoto de la Virgen de los Treinta y Tres, a la que le regaló una corona de oro), también habían sido llevados al seno de la Masonería rioplatense con obligaciones para con sus Hermanos.  Esto provocó que, llegado el momento y a pesar de sus justas luchas, debieron hocicar ante las directivas de los Hermanos tres puntos.

Como ya mencionamos, el general Carlos María de Alvear, Venerable Maestro (Presidente) de la Logia Lautaro de Buenos Aires, en 1814 había creado en Montevideo la Logia Caballeros Orientales. Inicialmente se denominó Logia de Caballeros Racionales, al estilo de la que había instalado Francisco de Miranda en Cádiz y en la que fue iniciado Alvear. En 1822, Caballeros Racionales cambió su nombre por el de Caballeros Orientales y en su seno se gestó tres años después la "Cruzada Libertadora" de los 33 Orientales.  Llegó a tener alrededor de 300 miembros en una estructura de tres grados, según la jerarquía y la función de cada uno de ellos. La logia de los Caballeros Orientales se reunía de manera secreta en el bar "Los Patriotas", en la actual "Ciudad Vieja" de Montevideo.

Hemos hablado sobre los personajes masónicos del lado de la Banda Occidental, es decir la Confederación Argentina.  Y lo volveremos a hacer. Había masones no sólo entre los Unitarios afrancesados o anglófilos sino que también estaban en las filas del gobierno de Rosas.

En el Capítulo VI[400] y a lo largo del presente trabajo nos hemos referido a los masones del lado de la Banda Oriental, y del pensamiento de muchos autores sobre el tema[401] [402] y con documentaciones varias.   Sobre todo, lo relativo a los acuerdos de Manuel Oribe con Urquiza y Venancio Flores[403].

Los ‘europeístas’ ‘Colorados’ eran prácticamente todos masones. Pero aquí, por una cuestión metodológica ampliaremos e intentaremos profundizar la pertenencia de algunos buenos Federales ‘blancos’ a las logias, sin perjuicio de ser católicos como Oribe y Lavalleja.

Debemos tener en cuenta que esa contradicción, insalvable a nuestro modo de ver, si bien no hizo mermar la religiosidad de muchos de ellos, produjo sin lugar a duda, la defección o la derrota de las fuerzas Federales. La contradicción fue insuperable.

Como ya dijimos, entre los Federales Orientales eran masones Manuel e Ignacio Oribe.  También lo expresa Rodolfo GONZALEZ RISSOTTO[404]Oribe supo articular e integrar su arraigada creencia religiosa católica con las nuevas ideas representada por la Masonería, como se vio en su biografía, que integró y en la que llegó a desempeñarse en los más latos cargos y grados dentro de las institución fraternal. Testimonio de sus enraizadas creencias es el crucifijo de campaña que llevaba en sus campañas militares”.

Si, nadie niega su religiosidad como se ha expuesto arriba en capítulos anteriores. Del mismo modo Lavalleja, pero no se puede servir a dos señores; y ése fue el punto débil, el talón de Aquiles de Oribe, de ambos. De allí los acuerdos espurios finalmente que debió firmar Oribe entregando su espada a Urquiza.

Muchos militares, funcionarios de alta jerarquía ‘Blancos’ y patriotas que se acobijaron en los oscuros pliegues de las hermandades masónicas, pasaron a ser objeto de los juegos ‘logistas’ como bien supieron ver Juan Manuel de Rosas y José G. de Artigas.   En definitiva y en ‘última ratio’, debieron cumplir con sus juramentos masónicos de obediencia, ya que como no nos cansamos de repetir que, para un Masón, la Fraternidad está antes que la Patria.

El historiador Eduardo CASANOVA DELFINO[405] enumera las figuras orientales y las logias a la que pertenecían:  Carlos Anaya participó, al igual que Oribe y su Ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Gerónimo Villademoros, de la Logia “Asilo de la Virtud”; Juan Benito Blanco, de la Logia “Caballeros Orientales”; Felipe Díaz, de la Logia “Fe”; Juan Francisco Giró Zufriategui, de la Logia “Caballeros Orientales”; el conocido Militar Servando Gómez, de la Logia “Cristóbal Colombo”; José Agustín Iturriaga, de la Logia “Fe”; Cristóbal Salvador Wich, de la Logia “Caridad” y luego miembro del “Supremo Consejo del Gran Oriente de Uruguay”.

Un caso emblemático es el del destacado militar Lucas Moreno que, al decir del autor recién mencionado, “cuando Urquiza levantado en armas contra Juan Manuel de Rosas invadía Uruguay para apoderarse de las fuerzas de Oribe, para evitar un derramamiento de sangre, don Lucas Moreno con determinación masónica interpone su amistad con ambos contendientes, logrando establecer las bases de un armisticio.”

Masón uno, Masón el otro y futuro Masón el tercero entrerriano. Todo queda entre hermanos ‘tres puntos’, porque un militar tiene como función combatir. El ‘derramamiento de sangre’ está ínsito en la función de un militar en todo combate.

 


 


 

Observemos, a modo de ejemplo, en la Banda Oriental los acuerdos para desarrollar la llamada ‘Cruzada Libertadora’ de 1825 con la financiación masónica de Pedro Trápani; luego de la Batalla de Ituzaingó la Convención Preliminar de Paz entre la Confederación Argentina y el Imperio del Brasil con las maniobras realizadas por los británicos para forzar dicho acuerdo en agosto de 1828;  el pacto entre Urquiza, el Imperio del Brasil y el Gobierno  de la Defensa de Montevideo el 29 de mayo de 1851 por el cual Urquiza traicionó a su país ( no sería la última vez); el Tratado de Pantanoso  del 8 de Octubre de 1851 por el cual Oribe declinó su lucha contra Urquiza, los correntinos  y los brasileños; ‘Los 5 Tratados’ entre el Gobierno de la Defensa y el Imperio del 12 de octubre de 1851 ; el Pacto de Unión entre Oribe y Flores del 11 de Noviembre de 1855. Sumemos a todos estos acuerdos el de Urquiza y Mitre luego de Pavón, etc.

Todos con la impronta masónica y todos en perjuicio de los intereses soberanos de las naciones del Plata.

En fin, saque el lector sus propias conclusiones.

¿Cómo comenzó todo en nuestro país?

Lo explica Alberto J. BONDESIO[406]: “En 1834 Juan Bautista Alberti, Juan María Gutiérrez, Marcos Sastre, Vicente Fidel López, Miguel Cané, Carlos Tejedor, Juan Thompson, Félix Frías, y otros fundaron el Salón Literario y en 1837 Esteban Echeverría juntamente con Alberdi, Gutiérrez, José Mármol, Rivera Indarte, Pastor Obligado y otros fundan la Joven Argentina o la Joven Generación Argentina que fue disuelta al año siguiente por el gobierno de Rosas. En 1838 Alberdi junto a otros emigrados argentinos crea en Montevideo, la Asociación de Mayo. Igualmente, aparecen simultáneamente asociaciones similares en San Juan, Tucumán, Córdoba, etc. en cuyo seno trabajarán Domingo F. Sarmiento, Benjamín Villafañe, Marcos Avellaneda, Vicente Fidel López entre otros”.

“Todas estas sociedades secretas tenían algo en común: realizar trabajos subterráneos, fomentando las diversas coaliciones para derrocar al gobierno de Rosas”.

“Pero, una vez vencido Rosas, para los Unitarios que habían vuelto del extranjero Urquiza era una molestia para sus planes y lo consideraban otro tirano más. Entonces a fin de combatir al ‘nuevo’ tirano se formó otra logia llamada ‘Juan-Juan’ de la que formaban parte: Miguel Estévez Seguí, José Mármol, Adolfo Alsina, Juan José Monte de Oca, José María Moreno, y algunos militares como José María Pirán, Emilio Conesa y Emilio Mitre”.

Sigue diciendo BONDESIO[407]  tomando las riendas del poder, “en 1856, durante el gobierno porteño de Pastor Obligado, aparece una nueva sociedad secreta denominada ‘Juan-Juanes’, que se constituyó como un verdadero ‘control del Estado’, … Después de Caseros, los emigrados venían dispuestos a imponer su bárbaro despotismo ejerciendo actos más deleznables que aquellos que decían combatir” ·.

“Este grupo, representante del tan decantado "espíritu" de Caseros y que capitaneaban Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, José Mármol, Ángel Somellera, Vicente Fidel López, los Alsina y otros dominaron la prensa, las cámaras y el gobierno y los que no pensaban como ellos quedaron excluidos de la vida pública. Estos mismos fueron los que se apresuraron a incinerar, en el patio de la casa de Rosas, el rico archivo de nuestra historia para que no pudiera oponerse el testimonio de los documentos a las calumnias y falacias que ellos escribían en lo que dio llamarse la “historia oficial”.

“Este ‘espíritu de Caseros’ de los facciosos del porteñismo liberal, masón y disolvente mantuvo por varios años la tónica de una política de odio y de separatismo que ocasionó gravísimos daños al país y que, a más de cien años de distancia, se ha renovado en nuestra historia… Durante los diez años posteriores a Caseros fueron fundándose distintas logias que respondían a la Gran Logia de la Masonería Argentina fundada el 9 de marzo de 1856 y a la que pertenecieron todos los personajes liberales que mencionamos en este trabajo.”.

Varios autores hacen mención precisa del derrotero de nuestra masonería vernácula.

Uno de ellos que ha escrito con seria fundamentación es Aníbal RÖTTJER[408] 

“La fundación oficial de la masonería en la República Argentina data del 9 de marzo de 1856, con la apertura de la logia madre “Unión del Plata”, que sesionó en sus primeras “tenidas” en una finca ubicada en la esquina de Brasil y Balcarce, junto al parque Lezama.  Su “regularización” la recibió del Supremo Consejo del Uruguay, el 11 de diciembre de 1857”.

Después de la batalla de Caseros, los primeros masones que instalan sus logias en la Argentina, son los extranjeros.  Los franceses fundan en 1852 la logia “Amie des naufragés”; y más tarde, las logias “Amis de la verité” y “Humanité Fraternité”.

 “Los ingleses crean la logia “Excelsior” en 1853, y luego “Estrella del Sur”.  Tal vez hubo por esos años algunas logias españolas e italianas, y probablemente algún “taller” mixto que funcionaba en 1855 con masones argentinos y españoles bajo la jefatura de Miguel de Valencia.  Más adelante los italianos fundarán las logias “Italia”, “Unión Italiana” (a la que perteneció José Ingenieros y su padre), “Roma”, “Sette Colli”, “Leonardo da Vinci”, etc.

 “Entre los primeros catorce masones argentinos inscriptos en 1856 en la logia madre para la República Argentina figuran: Domingo Faustino Sarmiento (iniciado en 1854 en la logia “Unión Fraternal” de Chile), y Santiago y Francisco Albarracín.  Dicen los masones que en 1856 “se reinicia la tradición masónica en la Argentina”.

“La euforia liberal de la época y el esnobismo tentador llevaron a las logias a muchos hombres públicos argentinos –como sucedió en Francia en el período prerrevolucionario-.  La novedad del momento cautivó a los vacilantes en su fe, carentes de sólida formación religiosa; y se afiliaron a la masonería, cuya finalidad última desconocían completamente, pero de la cual fueron dóciles instrumentos desde las altas esferas del gobierno.  Porque una es la masonería ordinaria o de aparato: la de los banquetes, fiestas y reuniones, y otra la alta masonería oculta, la principal, la gran responsable.  La experiencia históricamente ha comprobado que a veces se han afiliado a la masonería verdaderos patriotas, los cuales, cuando aparecieron los fines reales de la Orden, creyeron que eran desviaciones, y entonces reaccionaron2.

“El liberalismo asimiló los principios naturalistas y positivistas, constituyéndose en una verdadera filosofía que negaba al ser y a la nacionalidad y a todo el conjunto de sus valores espirituales.  Esta etapa dio primacía a los intereses materiales y coincidió con el auge del liberalismo económico y la penetración del capitalismo imperialista. Era la pérdida irremediable de nuestra soberanía.  Para disimularlo, la oligarquía concibió su plan laico como una forma de defensa de la soberanía del Estado frente a los “abusos” que en materia de matrimonio y educación consumaba la Iglesia…  El liberalismo desfiguró nuestra fisonomía tradicional, violentó nuestras convicciones espirituales, comprometió nuestra independencia, dilapidó nuestras riquezas, traicionó las justas aspiraciones del pueblo, abatió las columnas que defendían nuestra soberanía y falsificó los hechos históricos para desalentar toda posible empresa recuperadora…  Los liberales de hoy están en la misma línea de pensamiento que sus antecesores liberales de ayer o de hace un siglo….  Siguen empacados en la vieja huella en que se atascaron sus abuelos…”.

 

Muchas veces las declaraciones de ciertas personas con el afán de dar a conocer los hechos con un sentido positivo y de grandeza, no hacen más que confesar su propia ruindad intrínseca.

 

Un ejemplo de ello son las afirmaciones del Gran Maestre de la Masonería Argentina Ángel Jorge CLAVERO[409]  quien comienza por decirnos que si bien ya existían logias en la Argentina “El 11 de diciembre de 1857 siete de las logias masónicas existentes en la ciudad de Buenos Aires se agrupan y constituyen la actual Gran Logia de la Argentina eligiendo como primer Gran Maestre al doctor José Roque Pérez. En nuestro país, la Gran Logia nace en 1857 en pleno desarrollo del proceso de organización nacional, después de Caseros. Será la Masonería el ámbito neutral de encuentro para muchos dirigentes, un lugar donde se discutirían proyectos de fuerte incidencia en la sociedad, entre ellos la secularización de los cementerios (1859), la unificación del país con el ingreso de Buenos Aires a la Confederación (1860), la sanción del Código Civil (1869), la lucha contra la epidemia de fiebre amarilla (1871) en la que perdió la vida Roque Pérez, primer titular de la Masonería, a la cabeza de los rescatistas, el Congreso Pedagógico (1882), la ley 1.420 de educación común, gratuita y obligatoria (1884) y la creación del Registro Civil (1884). Ya en el siglo XX, la Reforma Universitaria, cuyo centenario celebraremos el año que viene.

No llama la atención, entonces, que prohombres de la Masonería como Justo José de Urquiza, Santiago Derqui, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, entre otros, hayan alcanzado la Presidencia de la Nación, ni que los propios Mitre, Sarmiento y también Leandro Alem hayan sido elegidos Grandes Maestres de la Masonería Argentina.


La reinstalación de las Instituciones en 1983 abrió una nueva perspectiva, en que la Masonería Argentina se ha reinstalado en las capitales de todas las provincias y ha recuperado buena parte de su membresía. En diversas universidades nacionales funcionan cátedras de Librepensamiento y la tarea en defensa del laicismo y la igualdad de oportunidades acaba de ser reconocida por el Comité de Laicidad Republicana de Francia.”

 

¿Qué confesión tenemos acá? Primero, que el derrocamiento del soberano gobierno de Juan Manuel de Rosas, a partir de la batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852 significó el desarrollo y el engrandecimiento de la Masonería en el país y, en especial, al tomar el resorte del gobierno de la Nación a través de una sucesión ininterrumpida de presidentes y funcionarios masones.

 

Ello trajo como efecto una serie de medidas legislativas (como sucede hoy) que dieron impulso a la disgregación nacional como los Congresos Pedagógicos, la tristemente famosa Reforma Universitaria del año 1917 contemporánea a la Revolución nihilista Soviética e inspirada en sus teorías (pero no en su práctica vertical).

 

Los altos y bajos que tuvo la Masonería en cuanto al manejo de los resortes políticos durante algunos años en el país, se asentaron definitivamente con el nefasto régimen democrático desde 1883.

 

O sea, Democracia igual a Masonería. Las universidades eran calderas donde se cocían las ideas que iban minando nuestra integridad y nuestra espiritualidad argentina a través de cátedras liberales cuyas ideas provenían -de donde si no- de la Francia masónica, jacobina asesina que debilitó nuestras defensas emocionales, físicas, intelectuales, históricas y psicológicas.

 

Sobre la gran mentira de la ‘democracia’, como panacea de la felicidad mundial, nos apoyaremos en distintos autores que descorren el velo de esa sangrienta idea utópica:

Tema y autores a los que nos hemos referido también en otro de nuestros trabajos[410]

Ya PLATÓN[411] en “La República” afirmaba basándose en su actualidad que la Democracia era una de las formas ilegítimas de gobierno, como clarísimamente se afirma en “una forma gubernamental signada fatalmente por la tiranía del número, por el desgobierno de la muchedumbre, por el desenfreno de las libertades, por el incremento de los oclócratas y de los demagogos”.

En nuestra sociedad se ha divinizado cada vez más a la Democracia, pero como bien dice Antonio CAPONNETTO[412]  “el fin de la sociedad no es la Democracia sino el bien común. Si un gobierno democrático no logra este fin no es un buen gobierno”.  Ahora, yo me pregunto y pregúntese el lector: ¿Ud. conoce algún gobierno democrático que lo haya logrado?

Con la aparición de la llamada Democracia, la tiranía del número y el anonimato amordazaban y oprimían a los ciudadanos, volviendo irresponsable tanto a los electores como a los elegidos.

El autor citado expresa, trayéndonos un triste recuerdo, “el primer sufragio universal de la historia los electores eligieron a Barrabás y crucificaron a Jesucristo”.

“La vergüenza y la inmoralidad es el sufragio universal, y la ideología ruinosa que lo sustenta, fruto del igualitarismo amorfo y de la cuantofrenia más aborrecible. La vergüenza es plegarse a la parodia sufragista, al totalitarismo de las mayorías arrebañadas por la propaganda, a la enfermiza compulsión por optar cuando no hay bienes sino males mayores y crecientes……La vergüenza e inmoralidad “es adherir al condenado constitucionalismo moderno insalvable en nuestra Constitución del ‘53 con sus sucesivas reformas, a convalidar la representación partidocrática monopólica y excluyente”

En tal sentido y a modo de guía, “todavía hoy la Iglesia nos da el ejemplo de la validez de este criterio cuando tiene que designar un nuevo Papa. No se convoca a las masas a la elección. No se presentan listas de candidatos emergentes de otros tantos órganos partidocráticos. Ni cualquiera elige ni cualquiera puede ser electo”

Se pregunta Caponnetto “¿Y de dónde saldrían estas misteriosas perversiones prácticas de la democracia? ¿Cuáles serían las causantes de esta sistemática corrupción empírica? ¿De dónde proceden los motivos y las razones que de un modo unánime y reiterado tornan impura una estructura de poder, un modo de gobierno, una modalidad práctico-política? ….. Desde que el ser precede al hacer, y la inteligencia a la voluntad…. el efecto contiene la causa. La operación sigue al ser”.

“La aberración es admitir que la legitimidad de origen de un gobierno depende de la adición discorde, anónima e indiscriminada de las individualidades, homologadas todas rastreramente en el principio cuántico de que un hombre es igual a un voto. Es, en suma, alimentar la funesta tiranía del número, que, hasta el mismo Borges, en renombrada chanza, llamó “abuso estadístico”.

Con razón ha dicho Rubén CALDERÓN BOUCHET[413] que “el aristócrata no es el producto de un sufragio, ni puede serlo; está vinculado a los servicios prestados al pueblo por sus antepasados…”.

“La elección de los gobernantes por la multitud -procedimiento que siempre dejó a salvo como posible el Magisterio de la Iglesia [ y también en otras religiones]- no lo es bajo el modo aberrante del sufragio universal, sino bajo ciertas condiciones determinantes que oportunamente enumeró”.

José ORTEGA Y GASSET[414] exclama y da una definición, con un tinte de indignación por lo que sufría su España: Democracia exasperada y fuera de sí, democracia en religión y en arte, en el pensamiento y en el gesto, en el corazón y en las costumbres… Lo que hoy se llama democracia es una degeneración de los corazones, el más peligroso morbo que pueda padecer una Sociedad”.

Cuestiona CAPONNETTO[415]: ¿Y cuál sería, la forma correcta de gobierno? ¿Es que se niega la participación del pueblo, del común de la gente en la elección de los gobernantes? No, no se niega la participación -en especial en la gestión- sino el modo de elección de los mismos.

Refiere que Santo Tomás sostenía que el mejor régimen de gobierno sería uno mixto: con un componente Monárquico, que asegurar la unidad, un componente Aristocrático que asegurase la representatividad y un componente Republicano que asegurara la participación.

Expresa que “el derecho y el deber de participar en la vida pública procurando el bien.  Así, la perversión intrínseca de la democracia no está en la posibilidad que ella abriga de elegir a los gobernantes, sino de elegirlos mediante el sistema del sufragio universal…La  Iglesia prescinde de cualquier tipo de modalidad [gubernamental] centrando el concepto en la idea de participación […] que se puede dar tanto en la designación de los gobernantes y representantes políticos como en la gestión de la cosa pública” ( ver Santo Tomás, verbigracia, en su «Comentario a la Política de Aristóteles»)”

Continúa el autor, informándonos y formándonos, que ya en “la Edad Media se daba una real participación de los distintos sectores sociales, manifestada en los municipios o comunas, los gremios, corporaciones artesanales, universidades, etc., en los asuntos que eran de su competencia.  …Los gremios distinguían a los ilustres de cada corporación, para que cada uno de ellos, perteneciente a distintas sociedades, integrase, a su vez, un consejo de patricios que designaría al Jefe del distrito o comarca”.

Agrega con una observación aguda poniendo las cosas del anverso y no del reverso, diciendo para poner en evidencia el sofisma de la pregunta: “No debemos preguntarnos ¿‘si la democracia, no pues entonces qué?’ sino al revés: ¿qué régimen o sistema de gobierno había antes de que la democracia usurpara, se divinizara como forma pura y totalitaria de gobierno? La respuesta era que las naciones durante milenios estaban organizadas de otra manera y la civilización fueron creciendo y organizándose en jerarquía de valores y capacidades”.

El sofisma para ocultar esto y poner paños fríos ante la evidencia de la decadencia social es decir que ‘no hay una verdadera Democracia’ o ‘la Democracia está enferma’ o también otras falacias que van apareciendo: ‘‘Los males de la Democracia se curan con más Democracia’ (que es como decir, los males de una enfermedad se curan con más bacterias y virus).

Así, “no es que la Democracia está enferma. La enfermedad es la Democracia, que por su propia naturaleza es una enfermedad”, como refería Charles MAURRAS[416].

Finaliza Antonio CAPONNETO[417] reafirmando a Maurras a modo de epitafio sobre la democracia: “No es que la Democracia está enferma. La enfermedad es la Democracia, que por su propia naturaleza es una enfermedad [y] no es que hoy en día las llamadas Democracias son falsas Democracias porque se terminan convirtiendo en tiranías del número, sino justamente se convierten en esto porque son genuinas Democracias”

Las Democracias intrínsecamente son la tiranía del número, el despotismo de las muchedumbres anónimas e ignorantes de la ‘res publica’.

Ya expresaba Louis VEUILLOT[418] que “pensar de manera distinta a aquellos que se dicen “tolerantes” [partidócratas] es algo que el ‘partido de la tolerancia’ [partidos políticos] no puede tolerar (sic)…”

El “Hombre-Mesócrata”, demócrata al fin, es la consecuencia de todo esto y sigue su marcha como los Lemmings que cada tanto comienza a correr en masa hacia el mar, saltan y se mueren ahogados, suicidándose.

Y como lo que aquí se expresa no conoce de épocas, veamos un hecho actual que menciona el diario ‘CLARIN’ sección MUNDO del día 11 de noviembre de 2018.

El artículo en cuestión es “Informe de Latino barómetro’ “En América Latina, 7 de cada 10 personas están disconformes con la democracia…La población registra la peor percepción del sistema en las últimas décadas. Desencanto con los políticos. Hace tiempo que la democracia en la región es percibida como frágil y decepcionante. 7 de cada 10 personas afirman estar disconformes con el sistema. Las instituciones cayeron a su menor de nivel de confianza, la política a su mayor nivel de desencanto, la región retrocedió en calidad de sus democracias y aumento en corrupción y violencia. Son civiles, hoy día, los que llevan a los países no sólo a grados mínimos de democracia sino también a su abandono como régimen político. Prácticamente 6 de cada 10 personas consultadas dijeron que no votarían por un partido político, lo cual es una señal de debilidad de la democracia, que requiere de partidos políticos que representen las demandas de la población. Sin partidos, las democracias no funcionan”. 

Es dable observar que el liberalismo enuncia hechos, pero luego saca conclusiones que omiten las causas de lo que se enuncia y que son diametralmente opuestas a la realidad de lo sucedido.

Por un lado, el relato de los hechos nos dice que la gente está disconforme con la democracia, que es frágil y decepcionante, que la población no confía en el sistema.

Pero luego, como por arte de birlibirloque el editorialista dice que ‘la región retrocedió en la calidad de su democracia’ y por ello ha habido un ‘aumento en corrupción y violencia’, y por ello ‘grados mínimos de democracia’.

No es cierto. Es un sofisma escolar-

No es que la calidad de la democracia haya ‘retrocedido’ sino que como bien dice Caponnetto parafraseando a Maurras, el mal ES la democracia. Lo que el editorialista dice respecto a que ha mermado la calidad de la democracia no es más que el efecto natural de todo régimen demócrata: su irrepresentatividad, el sistema por el cual lo mediocre y ramplón se hace del poder para su beneficio cubierto por el anonimato de sus decisiones y, por lo tanto, su falta de responsabilidad por la toma de ellas y necesariamente, el ‘aumento de corrupción y violencia’.

La causa es lo contrario a lo que el editorialista dice: no son los ‘grados mínimos de democracia’ lo que causan los estragos que se comentan, sino que los ‘grados máximos de democracia’ son los que producen esa corrupción, esa violencia.

Y finalmente remata ‘Prácticamente 6 de cada 10 personas consultadas dijeron que no votarían por un partido político, lo cual es una señal de debilidad de la democracia”.

Correcto, gracias a Dios, pero el editorialista lo dice con pesar, como algo negativo y no como lo que es, la demostración empírica, real de eso que se lamenta: “que requiere de partidos políticos que representen las demandas de la población. Sin partidos, las democracias no funcionan”.

Este último párrafo encierra una hipocresía, una trampa y una contradicción:

Es cierto que sin los partidos políticos las democracias no funcionan, o por lo menos sería difícil que funcionasen. De tal modo el propio editorialista nos da la clave –sin saberlo- de lo correcto a seguir: abolición de los partidos políticos.

Pero la falacia está en que dice que los partidos políticos deben existir porque ‘representan las demandas de la población’. La falsedad y lo contradictorio de lo dicho, por otra parte, es que párrafos arriba nos dice que la gente no cree en el sistema, no cree en los partidos políticos.

En tal sentido lo que afirma el editorialista contradice lo afirmado y reconocido por la gente y por él mismo.  Su conclusión de que los partidos políticos representan las demandas de la población es un sofisma insostenible y le hace decir a la gente lo contrario a lo que la gente ha dicho y dice.

Finaliza diciendo compungido: “La indiferencia hacia la democracia se viene acentuando peligrosamente entre los jóvenes de 16 a 26 años”. Bueno, lo de ‘peligrosamente’ debemos entenderlo para aquellos poderes imperiales que temen el despertar soberano de las naciones, mal que le pese al mediocre escriba remunerado por esos poderes.

Aquí brilla el empirismo social en su lucha contra las ideologías trasnochadas cismáticas del amor a la patria, a sentirse parte de un todo que une a los que la habitan. Si la Patria es el padre común a todos y usted traiciona a su padre, estaría traicionando a su patria. Usted sería un descastado, un ser a-raigal. Así fueron y son los Unitarios de ayer, los liberales de hoy: los ‘Sin Patria’.

Para las naciones, en especial la nuestra, es una demostración saludable de que en nuestros jóvenes no todo está perdido. No sabemos si más por conocimiento de la aberración que es la llamada democracia o partidocracia o, por un sentido común vivencial que hace que los humanos tiendan a rechazar todo lo que le hace mal al cuerpo, a la mente o al espíritu personal o de su Nación.

¿Cómo comenzar a desarmar el andamiaje de todo esto que afecta nuestra soberanía? Como dice CAPONNETO[419] comenzando por “tomar conciencia de la naturaleza del mal que nos aqueja; sin un buen diagnóstico no hay enfermedad que pueda curarse”.

Masonería y Democracia. Esta, instrumento mágico con el que las organizaciones masónicas se introducen fácilmente en el manejo de nuestra política y nuestra sociedad.

 

Entre fines de 1859 (Batalla de Cepeda) y 1861 (Batalla de Pavón) la Masonería desplegó toda su energía para aceitar su triunfo luego de Caseros. El Federalismo aún agonizaba: había que darle la estocada final y todos los movimientos se dirigían a ello.

 

En el año de 1860 se produjeron importantes cambios: Francisco Solano López tomó las riendas del gobierno del Paraguay sucediendo a su padre Carlos Antonio López.

 

También ese año Buenos Aires ingresó nuevamente a la Confederación Argentina…. Y se preparó el ‘unitarismo’ para eliminarla por completo, para ‘organizarla’ en un festival de sangre a lo largo y ancho del país. Una verdadera cacería se avecinaba.

Dice Gabriel TURONE[420]  “todo será realmente confuso, porque muchos viejos federales rosistas ahora eran urquicistas, a la vez que muchos federales del interior simpatizaban con el liberalismo porteño. En esa década, se había diluido el fundamental combate contra los masones, a cuyos miembros se los identificaba, claramente, con el bando unitario (de allí, el común denominador de logias unitarias con que se designaban a estas sociedades y sus “talleres” en tiempos de Rosas). E incluso, tras el derrocamiento del Restaurador muchos de sus funcionarios abrazaron los postulados del Gran Arquitecto del Universo: Bernardo de Irigoyen, Álvaro José de Alzogaray, Juan Moreno, Francisco Javier Muñiz, etc. {…} Buenos Aires, mientras tanto, aprovechaba su condición de “hermana reincorporada” para buscar acceso libre hacia el Interior, tratando de vigorizar la acción de los grupos que actuaban bajo la divisa liberal, aunque declarando aceptar la causa de la Confederación”.  ¿Quiénes eran los máximos representantes de esos agrupamientos?  En la provincia de Tucumán, el doctor Marcos Paz.  En Córdoba, su gobernador, Mariano Fragueiro, Justiniano Posse (futuro mandatario provincial) y Antonio del Viso, entre otros.  Aberastain hacía lo propio en San Juan.  Los Taboada en Santiago del Estero.  Y así en todo el territorio nacional”

José Roque Pérez, primer jefe máximo de la Masonería en la Argentina, dio un discurso en la incorporación de Urquiza y Mitre a la Masonería el 21 de Julio de 1860 (aunque ya en 1857 Urquiza había empezado los contactos a tal fin) en una Gran Asamblea del Gran Oriente de la Gran Logia de la Argentina en el templo masónico de su sucursal metropolitana, el Oriente de Buenos Aires.

 

Continúa diciendo el citado autor sobre ese acontecimiento que sellaría la suerte de nuestra patria:  Después de la larga noche de la tiranía rosista, la Masonería, que vivió oculta o semioculta, reabre sus “trabajos”; para replegarse luego en el silencio de sus “talleres” al terminar el período de la organización nacional”. (publicación de la Gran Logia de la Masonería Argentina, Septiembre de 1948, Buenos Aires). Todo, al parecer, se habría iniciado la noche del 21 de julio de 1860. Ese día, tuvo lugar la celebración de una Gran Asamblea del Gran Oriente de la Gran Logia de la Argentina en el templo masónico de su sucursal metropolitana, el Oriente de Buenos Aires. Reunidas allí las principales autoridades políticas del momento (Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Santiago Derqui), bajo los principios lúgubres de la Masonería se daba el puntapié inicial para la “organización nacional” {…} Varias lecturas surgen de la “tenida” masónica del 21 de julio de 1860: la más promovida, que desde allí se consolidó el cimiento de la Argentina “organizada” y “civilizada”.  Otra: que ya no habría más lugar para ningún conflicto interno entre los “hermanos” liberales.  Y una tercera, que en el banquete se preparaba el sistemático aniquilamiento del federalismo como expresión política y social, es decir, la ultimación de la patria religiosa, hispánica y criolla.  Pero tendría que transcurrir un año más –y una batalla decisiva todavía- para que esos puntos tomen un cariz realista.  Para llegar a la meta, Derqui ya no contaba y la Confederación Argentina tenía que desaparecer”.

 

Dijo el Masón Antonio P. CASTRO[421] y lo menciona, paradójicamente, como algo positivo:

 

 “'Si en épocas no muy lejanas, ellos han representado ideas políticas divergentes; si en el campo de la lucha han chocado sus espadas, la hidalguía de sus corazones y la altura de sus ideas les han hecho concebir que ésas son luchas estériles para los pueblos, de las que la humanidad sólo recoge lágrimas y despojos. Sólo la concordia, la fraternidad y la libertad en él orden han podido producir bienes perpetuos. Y abrazando con fe sus leyes y principios, esos hombres y sus adictos se presentan a nuestros ojos como los Verdaderos Masones, como los obreros de la paz y los re-constructores de la sociedad. Sí, felices vosotros que, al fundar la Masonería en este país, dábais a su primera logia el nombre de «Unión del Plata» y a su hija primogénita el de «Confraternidad Argentina». Estos dos nombres simbolizan lo que veis hoy realizado, después de cinco años de lucha desgarradora; y esas dos logias, que desde un principio manifestaban nuestros votos por la Unión Nacional aún existen vivas y florecientes para recibir en su seno, la una al Jefe de la República, la Unión del Plata; la otra, a los dos guerreros que cruzando sus espadas en el campo de batalla, firmada la paz, se daban el abrazo de hermanos y condujeron a la República al estado de felicidad en que hoy se encuentra, estableciendo la verdadera confraternidad argentina. Es que ambos eran «hermanos» al ligar sus esfuerzos para derrocar la espantosa tiranía que oprimía a los argentinos y para alzar en alto el pendón de la ley, de la libertad, del progreso y del orden, en la sociedad que les confiere sus destinos... El acto de hoy —concluye Roque Pérez— tiene pues un alcance y una importancia solemne, que, dando realce a nuestra institución, nos obliga a ser fieles cooperadores de la obra colosal de sellar para siempre la revolución de nuestros pueblos y de mantener elevado y puro él pendón de nuestros padres [?], su creencia y su fe política, al crear una grande y poderosa República unida por el vínculo indisoluble de la Constitución Nacional. Nos impone, antes que todo, el deber de acallar nuestras pasiones, de no desmentir en ninguna ocasión los principios profesados por el verdadero masón de trabajar con constancia para conseguir el imperio de la ley, de ¡a libertad y de la concordia, sin el cual toda sociedad es un caos; todo derecho, una mentira absurda; todo ascenso, un favoritismo repugnante en que se sacrifica la virtud y el mérito a la adulación y a la bajeza".

Una muestra del poder disociativo de la masonería que se mueve en todo el mundo entre sombras para disgregar de todas las maneras posibles nuestro territorio, lo da el pacto infamante entre Mitre y Urquiza en la pseudo-batalla de Pavón el 17 de Setiembre de 1861.-

Oscar TURONE[422], extrayendo informes y estudios de Pedro De Paoli, José María Rosa y Adolfo Saldías nos da una acabada muestra del silencioso acuerdo masónico -para el gran público- entre ambos contendientes.

El autor dice que “En 1860, luego de unos pocos años del derrocamiento del gobierno nacional y soberano de Juan Manuel de Rosas, Urquiza, gobernador ahora de Entre Ríos, “invita a su Palacio de San José, en Concepción del Uruguay, a Mitre y a Derqui. Este llega el 8 de noviembre de 1860 y Mitre el día 10, acompañado de un gran séquito: el Coronel Gelly y Obes, ministro de Guerra; los de igual graduación, Conesa, Albariños, Chenaut, Paunero, Dionisio Quesada y Juan Peña; dos edecanes y varios oficiales ayudantes”.)

La muerte del Coronel José Virasoro, Gobernador de San Juan fue anunciada insólitamente por el propio Sarmiento con seis días de anticipación, a manos del Unitario, ‘mitrista’ y masón Aberastain en un hecho planificado por los porteños.

Urquiza, indignado (supuestamente) por la muerte de su (supuesto) amigo, junto a sus fuerzas de Entre Ríos, entre quienes se encontraban José Hernández, Leandro N. Alem y otros Confederados, se prepararon para entrar en batalla frente al ejército de Mitre. El triunfo estaba asegurado por el alto espíritu y moral de los soldados y por su preparación.

Pero de pronto, y en forma inentendible para muchos, Urquiza comenzó a apartarse de su ejército.

“¿Es cierto que Mitre, estando el ejército en marcha, llega hasta la ciudad de Rosario para conferenciar en la logia masónica con Urquiza? ¿Es cierto el dato que llega al campamento de Urquiza y que la tropa no quiere creer? Pero si ello puede o no ser cierto, lo que es exacto es que Urquiza realiza frecuentes reuniones en la logia masónica de la calle Laprida y que antes de la batalla, y posteriormente a su entrevista con Mitre en Las Piedras, se reúne con su “hermano Mitre” en ese mismo local de la masonería y allí ambos se abrazan ‘fraternalmente’ y convienen el resultado de la batalla que luego no más librarán (dicho por Dr. J. Y. Taillón, grado 33 de la masonería, en acto público del año 1928, en el local de la logia 17 de la calle Laprida, en ocasión de pronunciar una conferencia antifascista el intelectual italiano Dr. Mosca).[…] 

 “El 12 de setiembre, medio desorientado por la profusión de regimientos que ocupan el campo, llega al ejército de la Confederación, en demanda del general Urquiza, el caballero norteamericano y sobrino político de Mitre, Mr. Yateman. Es un hombre joven, elegante, distinguido y delicado. Viste a la inglesa y se defiende del fuerte sol con un sombrero Panamá de anchas alas, rodeado de un pañuelo blanco de seda. […]”.

 “¿Qué busca este extranjero en las filas del ejército de la Confederación? ¿Qué quiere este extranjero en vísperas de una batalla entre dos fuerzas argentinas? ¿A quién representa, quién lo manda? […].

 “Mientras, amable y cortés, Mr. Yateman prohombre de la masonería porteña, satisfecho del buen éxito de su misión, da rienda a su caballo y sale al trote inglés hacia el campamento de Mitre.  Pero la suerte de las armas ya está decidida. Al día siguiente el ejército retrocede y acampa sobre el Arroyo Pavón…. La intervención de Mr. Yateman en un asunto de la máxima importancia como la batalla de Pavón, donde la oligarquía porteña jugaba su suerte definitiva, se explica por diversas razones: Primero míster Yateman es prohombre de la masonería universal, cuya filial argentina tiene en sus manos la dirección de la política argentina centralista, cuyos hombres dirigentes son Mitre, Alsina, Sarmiento, Vélez Sarsfield, Obligado, etc. […]

Expresa Pedro DE PAOLI[423] “Este tal Yateman, aparentemente sobrino político de Mitre era, en realidad, Enrique Itman,  su verdadero nombre y que en idish quiere decir “hombre judío”, y se descompone así: “It”, judío, y “man”, hombre”.  Había nacido en Estados Unidos hacia el año 1809 como Enrique Esteban Itman Collins (llamándosele, en nuestro país, Enrique Yateman a secas), siendo prestamista y corredor de bolsa.  También se lo sindica como sobrino político de Bartolomé Mitre, aunque no he podido corroborar tan relevante prueba, si bien ambos tenían membresía masónica.  ¿Habrá estado Yateman en la “tenida” del 21 de julio de 1860?  Es muy probable, más sabiendo cómo se dieron las cosas cuando Pavón.

“No se sabe el año de llegada de Yateman a nuestro país, pero sí la fecha de su casamiento: contrajo nupcias en Buenos Aires el 19 de diciembre de 1852 con Edelmira Carranza Viamonte, nieta por parte de madre del general Juan José Viamonte –ex gobernador de la provincia de Buenos Aires y luego salvaje unitario en su vejez”

Luego de la batalla de Pavón, insólitamente y a pesar del triunfo de las armas, Urquiza se retiró con todo su ejército hacia Entre Ríos cediendo el triunfo –acordado- a Bartolomé Mitre, su hermano masón  “A pesar de todo ello, a pesar de los recursos de que podía echar mano para proseguir la campaña, Urquiza se retiró del campo de batalla, indiferente, tranquilo, glacial, como un personaje ajeno a lo que acababa de producirse, sin atender los partes que le traían, ni responder a las preguntas o indicaciones que le hacían sus allegados, sorprendidos”.

Finaliza Gabriel TURONE[424] “Es de este modo, y no de otra manera, que se dan las circunstancias por las que Bartolomé Mitre vence en la batalla de Pavón, cuando Urquiza ya había diezmado buena parte de sus fuerzas.  Al entrerriano le faltaba solamente que su caballería e infantería siguieran abriendo, con feroces estocadas, las filas desordenadas de los batallones porteños. Hernández, Arnold, Leandro Nicéforo Alem, Saá, Peñaloza y López Jordán eran testigos privilegiados de la entrega de Urquiza y el final del criollaje como pauta cultural nativa“.

“Existe una nutrida correspondencia que verifica de modo inobjetable la relación Urquiza-Yateman antes, durante y luego de Pavón.  Por añadidura, esta sociedad también tuvo lazos firmes con los Mitre, Gelly y Obes y otros más, indudablemente.  E incluso, con otros apellidos del mismo origen: el Barón de Mauá (financista en el Plata de la Banca Rothschild) y José de Buschental.  Por eso, Enrique Yateman actúa “como agente financiero y prestamista de fuertes sumas a ambos grupos”, tanto unitarios como confederados.

“En el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, existe una carta fechada el 9 de enero de 1863 (casi un año y medio después de la batalla de Pavón), en la que el general Justo José de Urquiza “le escribe a Adolfo E. Carranza diciéndole que espera que haya recibido el giro para pagar el documento de Yateman”, afirma de Paoli en su obra ya citada. Es el Documento N° 3676 – O. 1.p N° 971.

“Parece que, según se desprende de otra carta de febrero de 1863, los servicios masónicos prestados por Yateman le retribuyeron, como contraparte, una enorme cantidad de dinero, la suficiente como para adquirir un predio cerca de lo que hoy es el Parque Nacional “El Palmar de Colón”, en la provincia de Entre Ríos.

“La espeluznante y sorprendente derrota del provincialismo fue motivo de asombro por parte del, hasta entonces, vicepresidente de la Confederación Argentina, general Juan Esteban Pedernera, quien anotó en sus Memorias: “Puedo afirmar que el Sr. Capitán General (Urquiza), nuestro jefe y amigo, conforme a sus variantes políticas, muy naturales dada su idiosincrasia, no fue ajeno a la forma como se desarrollaron los hechos que terminaron en forma tan indefinida, como triste, en Pavón”.

“Uno de los primeros pasos dados por las “sorprendidas” tropas triunfales de Mitre fue abordar y tomar la ciudad de Rosario, centro financiero más importante del interior.  Era menester hacerlo, porque una vez deshecho el sistema confederado (que tuvo lugar el 12 de diciembre de 1861, con la firma del ya presidente Juan Esteban Pedernera), sobrevendría el despliegue absoluto del poder financiero extranjero, rapaz, abrumador, insensible.  Era el mismísimo final del oasis argentino.  Un genocidio brutal todavía impune se levantaba, soberbio, en el horizonte de las llanuras nuestras, en las comarcas montoneras, en la última payada de Mandinga contra Santos Vega, bajo la sombra del último ombú campero, adyacente a la última tapera envilecida.  Sólo así, bajo estas condiciones, se implementaría la autoproclamada “organización nacional”.

Antes de continuar, un paréntesis.

Tal como dice Gabriel Turone muchos oficiales de Urquiza como José Hernández, Arnold, Leandro Nicéforo Alen, Juan Saá, el ‘Chacho’ Peñaloza, Ricardo López Jordán y otros se sorprendieron de su actitud.

Habría que recordar que estos oficiales en su momento traicionaron al gobierno federal de Rosas, un gobierno legítimo, y se volcaron en su acción a favor del usurpador Urquiza. Algunos, antes de Caseros y otros, después de pelear a las ordenes de Rosas -como Arnold- vencido este, pasó con el tiempo a luchar al lado del entrerriano.

Así, antes o después, todos estos oficiales federales son traicionados por el primer traidor, el ‘fenicio’ Urquiza.

La vida demuestra el enorme error de estos oficiales; en Caseros, en Pavón y más adelante, pagarían muchos de ellos con sus vidas y sus bienes su desconocimiento al gobierno patriótico y representativo del Restaurador. Y sus enormes errores políticos (tan diferentes a los políticos y militares brasileños) llevaron a nuestra nación a su derrota final.

De este modo, después de la Batalla de Pavón, los esbirros de Mitre -en especial italianos y uruguayos- iniciaron la caza y degüello de aquellos pocos que quisieron luchar. Una vez tomados prisioneros se produjo una matanza indiscriminada de todos, para beneplácito de Sarmiento, Mitre… ¿Y Urquiza? Muy tranquilo en sus propiedades entrerrianas asistía impertérrito a los asesinatos por todo el país de quienes le habían brindado su confianza y sus vidas. Fueron ejecutados todos los federales vivos que fueron encontrando los ‘mitristas’ y sus matones (entre los asesinados se encontraba Jerónimo Costa, héroe de nuestra independencia y defensor de nuestro país en las batallas de Vuelta de Obligado contra el invasor Inglés y Francés).  Y cuando Mitre se presentó como candidato a Presidente de la Nación, Urquiza abogó para que se lo vote. El Pacto masónico está concluido en los hechos.

Luego del derrocamiento de Rosas, único interregno en que la Masonería –más allá de la existencia de masones en la Confederación Argentina- no pudo dirigir los destinos de nuestra política vernácula, prácticamente todos los presidentes y dirigentes económicos y sociales de la Argentina han sido masones.

 

Sin importar la ideología política que tuvieran, ni que fueran militares o civiles.  La debacle permanente y sin interrupciones de nuestro país desde el 3 de febrero de 1852 a media tarde no se puede explicar si no tenemos en cuenta este hecho.

De boca de los propios masones[425] se confirma lo dicho: el citado antinacional, ateo y antihispano estaba en marcha. Los mismos dicen en su portal oficial respecto a Urquiza:

“La Masonería, instalada institucionalmente dos años atrás [1859], tuvo entonces activa participación en la búsqueda de la definitiva pacificación.

“En 1857, se habían constituido el Supremo Consejo Grado 33 y la Gran Logia del Gran Oriente Argentino, presididos ambos por José Roque Pérez. El país estaba dividido entre unitarios y federales, porteños y provincianos. En ese contexto, las Logias Unión del Plata N° 1 y Confraternidad Argentina N° 2, se propusieron alcanzar la unión y confraternidad de la dividida sociedad argentina, lograr la armonía y pacificación del país, unificar los criterios, zanjar los diferendos políticos y evitar la lucha fratricida”.

“En la noche del 27 de junio de 1860, el Presidente de la Confederación Argentina, Dr. Santiago Derqui, recibió en Paraná una comunicación del Gobernador de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, quien a instancias de la Masonería lo invitaba a visitar la Ciudad de Buenos Aires para asistir a los actos oficiales del 9 de julio donde se celebraría un nuevo aniversario patrio. Urquiza, gobernador de Entre Ríos y presidente del Partido Federal, recibió una invitación idéntica”.

“El 6 de julio, Derqui y Urquiza llegaron a Buenos Aires acompañados de una importante comitiva. Culminados los festejos populares organizados por el Gran Oriente Argentino de la Masonería, se acordó la celebración de una tenida en la sede de la Institución para el 21 de julio a la que se denominó Tenida de la Unidad Nacional, con activa participación de las Logias Unión del Plata y Confraternidad Argentina”.

 “La tenida fue presidida por José Roque Pérez, y durante su transcurso se otorgó el Grado 33 a Bartolomé Mitre, (Gobernador de Buenos Aires, unitario), Domingo Faustino Sarmiento, (unitario), Santiago Derqui (Presidente de la Confederación Argentina, federal), Justo José de Urquiza (Gobernador de Entre Ríos, federal) y a Juan Andrés Gelly y Obes, Jefe del Estado Mayor durante la Triple Alianza y hombre de la estrecha confianza de Mitre”.

 “Los invitados fueron recibidos por el Supremo Consejo Grado 33 en pleno y por los Venerables Maestros (presidentes) de todas las logias de Buenos Aires. Tras los saludos, el Soberano Gran Comendador se retiró con los miembros del Supremo Consejo, en tanto una comisión especial condujo al resto a un templete próximo, donde les fue otorgada la más alta distinción de la Masonería, el Grado 33. De regreso al Templo Central, fueron recibidos con incesantes salvas de aplausos y vivas a la patria”.

 “Ocupando el alto sitial del centro, el Dr. Roque Pérez sentó a su derecha al Presidente Derqui y a su izquierda al Gobernador Mitre; en los sitios especiales e igualmente destacados de la cabecera tomaron ubicación el Gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza, los ministros porteños Sarmiento y Gelly y Obes. De inmediato, Urquiza y Mitre, con sus manos sobre el Libro de Ley Sagrada, la Escuadra y el Compás, prestaron el solemne juramento y se comprometieron: “A OBLIGARSE POR TODOS LOS MEDIOS POSIBLES A LA PRONTA PACIFICA CONSTITUCION DEFINTIVA DE LA UNIDAD NACIONAL”.

 “José Roque Pérez pronunció entonces un discurso en cuyos párrafos salientes expresó que “un gran acontecimiento nos reúne y agrupa en este lugar... es la presencia del Presidente de la República Argentina, del Primer Magistrado de Buenos Aires y del Gobernador de Entre Ríos, que vienen a tomar un asiento entre nosotros, no en calidad de Magistrados, sino en la de hermanos y fieles sostenedores de nuestra Orden”.

“(…) Estos nombres simbolizan ya lo que veis hoy realizado, después de cinco años de luchas desgarradoras, el Jefe de la República, y los dos guerreros que cruzaron sus espadas en el campo de batalla, firmada la paz se daban el abrazo de hermanos que es la verdadera UNIÓN NACIONAL ARGENTINA”.

“Como símbolo de la Unión Nacional, Bartolomé Mitre (Jefe del Partido Unitario), y Justo José de Urquiza (Jefe del Partido Federal), se afiliaron a la Logia Confraternidad Argentina N° 2 que, a partir de ese momento también se conoció como Logia de la Unidad Nacional”.

“Por su parte la Logia Unión del Plata Nº 1, a la que pertenecía Derqui, proclamó miembro de honor a Urquiza quien retribuyó a través del Dr. Pedro Díaz de Vivar con una medalla conmemorativa del Primer Aniversario del Pacto de San José de Flores para cada dignatario de la Gran Logia de la Argentina y los miembros del Supremo Consejo, “en prenda de reconocimiento por vuestro eficaz apoyo para obtener la pacificación”. Por entonces, Buenos Aires revisó la Constitución, propuso modificaciones que fueron aceptadas en una nueva Convención Constituyente reunida en Santa Fe”.

“El 9 de agosto de 1861, la Logia Asilo del Litoral de Paraná proclamó a Urquiza miembro de honor. Con todo, nuevas desavenencias entre Buenos Aires y la Confederación determinaron una nueva contienda, esta vez en Pavón. Pese a que las fuerzas de la Confederación tenían asegurado el triunfo, Urquiza se retiró del campo de batalla para obtener la pacificación definitiva y se dirigió a Entre Ríos. En coincidencia con ese gesto, el Presidente Derqui y el Vicepresidente Pedernera renunciaron a sus cargos y entre todos abrieron el camino a la presidencia de Bartolomé Mitre”.

“Urquiza mantuvo la autonomía del gobierno de Entre Ríos y conservó el cargo de gobernador. Hubo un acuerdo tácito con Mitre, por el cual éste nunca se enfrentó políticamente a Urquiza. A cambio, Urquiza se mantuvo neutral durante todas las rebeliones federales de esa década. Urquiza también otorgó su apoyo político al Presidente Domingo Faustino Sarmiento. Mitre y Sarmiento fueron huéspedes de Urquiza en el Palacio San José, ambos fueron recibidos por separado con honores excepcionales: pasaron entre una doble fila de gauchos formada como guardia de honor entre el puerto de Concepción del Uruguay y el Palacio San José”

Luego de tomar un anti-revulsivo por todo lo leído, y ya que hablamos de Sarmiento, sigamos a FONT EZCURRA[426] en el camino masónico del sanjuanino:

Sarmiento fue Masón en tiempos en que la Masonería había sido condenada por varios Papas con sus bulas y documentos varios.

“Su iniciación en la Masonería data del año 1854. Se hallaba entonces en Chile y allí ingresó en la Logia "Unión Fraternal" Nº 1. Carlos Octavio Bunge parece creer que este' ingreso se produjo antes, en su viaje a Francia y Estados Unidos de 1845 a 1848, pero no da datos ni fecha exacta. Lo que es probable es que para entonces comenzase su acercamiento a la secta. Bunge dice que durante ese viaje "se confirmó en su credo de librepensador".

Quiere decir esto que el catolicismo en que fue educado no le había durado mucho tiempo.

“En 1856 aparece en Buenos Aires como orador fundador de la Logia Madre "Unión del Plata" Nº 1, que fue la base de la constitución del Gran Oriente Argentino. En 1860 el Supremo Consejo y Gran Oriente de la República, "estimando debidamente las eminentes calidades cívicas y masónicas que adornan a los dignos hermanos Bartolomé Mitre, grado 30; Juan A. Gelly y Obes, grado 30, y Domingo Faustino Sarmiento, grado 18, los eleva a Soberanos Grandes Inspectores Generales, grado 33".

“Este Decreto de fecha 18 de Julio de 1860, firmado por Pedro Díaz de Vivar, lugarteniente comendador y Fernando C. Cordero, Gran Secretario General del Santo Imperio, puede verse en el libro de Martín V. Lazcano, "Las Sociedades Secretas, Políticas y Masónicas en Buenos Aires", Tomo II, pág. 354, de donde extraemos estos interesantes datos.

“En 1864 Sarmiento termina su gobierno en San Juan y se traslada a Norteamérica. El Gran Oriente Argentino lo nombre Plenipotenciario ante el Gran Oriente de los Estados Unidos, para celebrar un tratado de amistad. […]

Nunca renegó de su pertenencia a la Masonería, ni aun cuando fue Presidente; solo se desligó hipócritamente en forma ‘temporaria’ para adecuarse a la ley de entonces.

Cuando fue electo este otro apóstata ‘Gran Maestre de la Masonería Argentina’ para el período 1882-1885, dio un discurso ordenando mantener el secreto masónico sobre su nombramiento y exaltación y manda comunicarlo al ‘Gran Maestre General de la Orden’, residente en Massachussets, a quien de este modo, quedaba sometido.

Debemos tener presente siempre que la Masonería de la Argentina -y de todos los países- siempre está subordinada a las decisiones políticas de la Masonería central, que es la que da órdenes e instrucciones que deben ser cumplidas a rajatabla, por los juramentos hechos, bajo penas que llegan hasta las misteriosas muertes que hemos conocido a lo largo del tiempo.

Sarmiento, a la par que odiaba al catolicismo, propugnaba el protestantismo para introducirlo en nuestro país, luego de haber estado en los EE.UU.  Para él, los EE.UU, Inglaterra, Alemania y todo el norte de Europa eran los países modelo a seguir, política, social y culturalmente.

El protestantismo, para Sarmiento, era la puerta de acceso para des-culturizar a la Argentina y subrepticiamente hacer dócil a su pueblo a los poderes y bancas extranjeras.

¿Cómo lograr que esto pudiera darse en nuestro país? EZCURRA MEDRANO[427] transcribe la respuesta de boca del propio Sarmiento:

“En su ensayo titulado "Sesenta años después" vuelve Sarmiento sobre el tema de Córdoba y su atraso, y en el capítulo titulado "La cirugía social" propone una solución para lo que llama "letargia secular”: " ¿Qué remedio -se pregunta- para mal tan profundo?”. "La supresión de los conventos y monasterios de Córdoba, secularizando a frailes y haciéndoles Curas, Zotocuras y abriéndoles carreras para Canónigos, Deanes y Provisores, consagrando a la educación las temporalidades.

"Que no toquen a rebato en Córdoba! "Hoy hay herejía en esto. No hay órdenes religiosas en Francia, sino toleradas, sus votos han sido suprimidos en España, en Bélgica, en Italia, sin hablar de otras naciones. Es preciso dar otros ideales al pueblo en Córdoba. La publicación diaria de las vidas de santos, para proveer de lectura amena, está perdiendo la razón, haciéndola que no distinga lo real, lo práctico de lo maravilloso, viviendo en un mundo imaginario. La ha suprimido "La Unión" aquí. [Diario Católico de Pedro Goyena y José Manuel Estrada] […]

“Oh, si pudieran reunirse en Córdoba algunos protestantes metodistas, presbiterianos o de alguna denominación cualquiera y levantar un templo en lugar aparente, ¡cuánto bien harían al progreso de las ideas! En Buenos Aires, los pináculos del templo gótico de los alemanes, las columnas dóricas o jónicas de los otros templos protestantes son una lección en carteles imperecederos que están enseñando al vulgo que ésta no es tierra clausa de católicos"

Luego de estas palabras de Sarmiento, el Padre Nicolás SERRA CAUSSA[428] (citado por Ezcurra Medrano), nos adentra en las tácticas de la Masonería.

"La segunda táctica es la de ‘protestantizar’ a los católicos; tarea a la que se dedican con muchísimo ardor a las veces los sectarios, en los pueblos católicos vecinos a otros protestantes, o donde éstos viven mezclados con aquéllos. ‘-El mejor medio de descristianizar a Europa, decía Eugenio Sué, es hacerla protestante-’, y Edgardo Quinet a su vez: ‘-Las sectas protestantes son las mil puertas abiertas para salir del cristianismo. ..Para que los pueblos salgan de la vieja Iglesia Romana, no hay como hacerles entrar en las nuevas iglesias de la Reforma ..’. ‘-Lo que importa es predicar una religión de oposición, y siéndolo el protestantismo, para beneficiar al racionalismo basta que se abrace cualquiera secta protestante-".

En un artículo llamado ‘Seducción y Engaño’ el sanjuanino comenzó a introducir su pensamiento protestante.

 “Solo moral cristiana y esa es común a toda la cristiandad. Excluir a protestantes de las escuelas en nombre de la moral cristiana es buena redacción para gente que poco pesa las palabras. "No puede decirse moral católica sin insultar a todas las naciones cristianas, y sobre todo a los honorables padres de familias inglesas, alemanas, francesas, que no profesan este culto".

Sarmiento desbarrancó en su lenguaje y se sacó la máscara:

Dice EZCURRA MEDRANO[429]- “De tal modo, no se crea que Sarmiento se mantenía en el terreno más o menos elevado de la discusión filosófica. Los siguientes párrafos de un artículo titulado "La Romería A Luján", son dignos de cualquier pasquín:

"He ahí, pues, lo que van buscando a Lourdes ya Luján, un signo, alguna leve manifestación del poder divino, del milagro, que se echa de menos en la tierra hace ya un siglo, y que la química, la física despintan, apenas vislumbra en la embrollada inteligencia de los ignorantes.

“El milagro, la aparición, se hacen siempre en las campañas, entre gentes rudas, y ante chicuelos que suelen ser en los campos tan taimados como los que acompañan a los rateros de Londres.

"Esto es lo que van buscando en santa peregrinación a Luján, y solo logran divertirse sin quererlo, recreando los sentidos con la vista del paisaje, hinchando sus pulmones de aire fresco, y regalando su olfato con los olores queridos de la tierra húmeda y la vegetación florida, conversando y murmurando de los incrédulos".

"La Virgen de Luján se ha mostrado insensible a tantas plegarias. En Lourdes habrá milagros todos los días. La empresa está en manos entendidas. Dudoso es que Luján dé más que sanar de dolor de jaquecas, o enderezar con bilmas una pierna quebrada".

El odio vesánico y masónico de Sarmiento afloró sin contención. Quiso borrar todo vestigio hispánico.

Sobre el tema finaliza EZCURRA MEDRANO[430]la obra de Sarmiento no pertenece al pasado. Sarmiento pone la piedra fundamental de la oligarquía argentina y le infunde su credo liberal. El "sarmientismo" quiere borrar todo lo que signifique Catolicismo e Hispanismo. Establece la enseñanza laica e importa maestros y escritores protestantes o agnósticos de Estados Unidos, Francia y Alemania. Educación sí, educación, ante todo, pero al margen de nuestra cultura tradicional. Nadie lo ha dicho mejor que Anzoátegui: "Sarmiento mató la cultura para fundar la instrucción".

El "sarmientismo" nos arranca del viejo tronco hispánico para convertirnos en una imitación servil de Estados Unidos y lo consigue en parte. A los defectos inherentes al modelo se añaden los inherentes a la imitación. Progreso, progreso, ante todo, pero a costa de nuestra dignidad, de nuestra independencia, de nuestro porvenir. […] . Estados Unidos, con todos sus defectos, tiene auténtica grandeza. Grandeza excesivamente material, quizá poco durable, nefasta si se quiere, pero grandeza al fin.

Tiene voluntad de imperio, política internacional, orgullo de raza, poder, ambición. Nuestra copia no tiene nada de eso. Por la obsesión de la educación y del progreso inmediato el "sarmientismo" sacrificó nuestra tradición católica e hispánica y nuestra futura y auténtica grandeza, que sólo en ella podría basarse, para no resultar tan sólo una caricatura de grandeza.

Tales son las consecuencias de la obra de Sarmiento. Contra ellas debemos luchar. Pero seamos lógicos con nosotros mismos. Si luchamos contra el "sarmientismo", no cantemos loas a Sarmiento. Dejemos que los masones glorifiquen a los masones.

Sarmiento no merece nuestro homenaje. Todo lo que podemos hacer es rogar a Dios por su alma y esperar que le haya perdonado sus errores y nada más.

La Masonería tiene como criterio operativo, el silencio, del cual Sarmiento hacía gala, en todo lo relacionado con los objetivos reales planteados.

Mitre, Sarmiento, y toda la llamada ‘generación del ’80’, tenían como estrategia masónica ocultar, silenciar hacia afuera lo que tuviera que ver con la Masonería y sus fines.

Debemos tener presente la honestidad en admitirlo de parte de Sarmiento. En otro trabajo sobre este genuflexo y extraviado hombre comentamos lo que un Masón como Antonio ZÚÑIGA[431] reconoce respecto del sanjuanino: “Sarmiento mentía, mentía siempre: en 1882 ocupó el cargo de Secretario General de la masonería y cuando antes, en 1880 habíase presentado como candidato a Presidente de la República, él negó públicamente su condición de Masón, pero en la logia exclamó: “Yo sólo he cumplido con la consigna masónica de no revelar mi carácter de tal” .-

 

Ya lo dijeron los versos de Héctor CASTRO HARDOY[432], sobre el funesto Sarmiento, ya ciudadano chileno para más datos.

 

“Desde Chile vocifera renunciando a su nación

El sanjuanino masón que a su tierra la vendiera

 

El liberal lo venera, entre bueyes no hay cornadas

Inventando una patriada ajena a la realidad

 

Pues no pasó de chacal que a su patria repudiaba

Cuanto odio destilaba provocando la rapiña

 

Magallanes se perdía, cuanta historia deformada

Un valiente a la distancia es, del sinarca, su aliado

 

A Facundo ha insultado y critica a Juan Manuel

Pero la gloria ha de ser tan solo del gaucho alzado”.

 

Dejemos sentado como colofón un dato que debe servir de norte para todo lo que se refiera a la Masonería: uno de los errores más grandes en el estudio de la política y la historia, y que no se ‘perdona’, es creer que como los comportamientos o hechos sucedieron hace muchísimos años, los criterios filosóficos y políticos que los motivaron han cambiado.

Nada más equivocado: en el caso que nos trae, la línea de pensamiento y los fines de la masonería son los mismos desde siempre, aunque cambien los métodos y medios para su logro, ‘agiornándolos’, si es necesario…"Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie".”, decía, maquiavélicamente, Giuseppe Tomasi di Lampeduza en su obra ‘El Gatopardo’.

 

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XII.-RELACIONES FAMILIARES DE JUAN MANUEL DE ROSAS EN EL EXILIO

Mientras sucedía la Guerra de la Triple Alianza y el exterminio físico del Federalismo a lo largo del país. Inexistentes ya Artigas, Lavalleja y Oribe en el plano material o político. Mientras la Masonería se enseñoreaba a ambos márgenes del Plata y socavaba hasta la raíz los últimos rastros de nuestra independencia. Allá en Inglaterra, Don Juan Manuel sobrevivía triste y con enojo contenido por la suerte que le tocó vivir, pero siempre atento a los acontecimientos políticos de Europa y América de los cuales estaba totalmente al tanto, tal como la historiadora Beatriz DOALLO[433] supo describir tan bien en detalle.

No todo fue guerra y diplomacia en Juan Manuel de Rosas. Su vida familiar tuvo cambios bruscos desde su exilio forzado en Inglaterra.

En varios casos, el comportamiento de familiares y amigos sufrió giros inesperados.  Algunos incomprendidos al día de hoy.

Andrea REGUERA [434] compila varios documentos y cartas del Restaurador desde el exilio “Por Decreto del 16 de febrero de 1852, el gobernador provisional de la provincia de Buenos Aires, presidente del Superior Tribunal de Justicia, Dr. Vicente López y Planes,6 nombrado por el general vencedor en Caseros, Justo J. de Urquiza, y su ministro Valentín Alsina, ordenan la confiscación de todos los bienes del general Rosas declarándolos de propiedad pública. Inmediatamente, varios de los amigos de Rosas, Juan N. Terrero, Josefa Gómez y José María Roxas y Patrón, le escriben o se hacen presentes ante el general Urquiza, quien somete esta cuestión al estudio del Consejo de Estado. Este Consejo de Estado estaba formado en gran parte por antiguos partidarios del general Rosas, entre ellos, Felipe Arana Tomás Guido, Eduardo Lahitte y Nicolás Anchorena”.

Estos últimos en apoyo a Rosas lograron, por poco tiempo, que se le devolvieran alguno de sus bienes.

Pero en septiembre de 1852 Valentín Alsina, nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires, escindida de la Confederación, con persistencia en su odio de logista contumaz, reinstaló el embargo y el juicio a Rosas.

En 1854 Buenos Aires, ya separada, eligió un nuevo Gobernador, Pastor Obligado, otrora exaltado y furibundo ‘rosista’ y ex secretario de Ciriaco Cuitiño, jefe de la Mazorca.   Con total descaro se convirtió en uno de los principales acusadores de Rosas y de todo su gobierno, del que se olvidó que había formado parte.  Luego de Obligado volvió a ser elegido Valentín Alsina.

En tal sentido, Juan Manuel de Rosas y sus hermanos tuvieron entre sí relaciones diversas a lo largo del tiempo que osciló entre lazos fuertes y alejamientos.

Ello se vio reflejado más consistentemente cuando el Restaurador tuvo que exiliarse.

Hemos hablado largo y tendido en el trabajo al que remitimos sobre su relación con familiares y amigos cercanos en el exilio[435]. Pero consideramos pertinente reiterar aquí algunos datos y también hacer algunas consideraciones más sobre el tema.

Relata REGUERA[436] que Rosas quería saber con quién contaba realmente ahora que había caído en la desgracia. En una carta a Josefa Gómez del 25 de mayo de 1866 se refiere puntualmente a Nicolás Anchorena quien le quedó debiendo 60.000 pesos fuertes y nunca le escribió ni contestó carta alguna.

“Don Nicolás se declaró mi enemigo, y que cuando se encontraba conmigo hombro a hombro en la calle, hacía la vista a un lado en señal de desprecio. Esto hasta sus últimos días en que lo solía encontrar. Entretanto, lo único que ha sacado de sus nuevos amigos es que. lo hayan llamado ladrón, por la prensa, hasta después de muerto”. (carta de Rosas a Roxas y Patrón del 27 de noviembre de 1861)

Tampoco la esposa, Estanislada Arana de Anchorena, ni sus hijos se hicieron cargo de la deuda. También mencionó a sus cuñados, María Josefa y José María Ezcurra, y a su hermano, Gervasio Rozas, que murieron sin pagar sus deudas.

Como dice la autora citada “La gran mayoría de los colaboradores y beneficiados por Rosas se pasaron al nuevo gobierno y no titubearon, cuando este, exacerbado en su pedestal, perdió poder, en cambiar de posición, creando nuevas alianzas y olvidándose de las antiguas. El anacronismo de su poder le hizo perder apoyos, y el mismo grupo social que lo ensalzó, lo expulsó. Eran otros tiempos.

“Entre los primeros que cambiaron de postura se encuentran los Anchorena. También el Dr. Rufino de Elizalde, rosista en su tiempo, asiduo concurrente de las fiestas de Palermo, compuso la “Canción Federal” que bajo tapas de terciopelo rojo le dedicó y entregó a Manuelita Rosas, fue diputado provincial, pero después de Caseros se pasó al bando contrario y fue fiscal de estado”

Salvador María del Carril, Adolfo y Valentín Alsina, Florencio y Juan Cruz Varela, Félix Frías, Carlos Tejedor, Domingo Sarmiento, Bartolomé Mitre, siempre fueron Unitarios y contrarios al gobierno legal de su país. Sus traiciones fueron desde siempre y a la luz pública, pero Rufino de Elizalde y Pastor Obligado eran de los más firmes sostenedores intelectuales de Rosas y su gestión de gobierno, y rápidamente se ‘dieron vuelta’ sin tapujos ni vergüenza alguna, y fueron los principales sostenedores de las confiscaciones y la pena de muerte para Rosas.  Fueron el epítome del descaro y la apostasía en los momentos de la derrota de aquél que los cobijó durante años, bajo cuyo gobierno crecieron social y económicamente y al cual alabaron con demagogia.

Otro de ellos es Vélez Sarsfield.

Subraya la historiadora sobre el jurista y otros, intentándonos dibujar las reacciones de Rosas ante tanta oscuridad de aquellos que frecuentaban el calor del poder cuando era Gobernador, diciendo “Cuál no habrá sido la sorpresa del hombre de todos los poderes cuando vio que sus principales acusadores habían sido partícipes de sus veladas en Palermo Algunos, incluso, integrantes de su gobierno; otros, agraciados con favores, vieron aumentadas sus fortunas y propiedades.

Así sucedió con el Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, amigo de Manuela y de Pepita Gómez, a quien frecuentaba en busca de noticias de los desterrados. Incluso, inician un intercambio epistolar, con afectuosas expresiones de amistad, hasta que esta se corta abruptamente al enterarse Manuela de que Vélez se había convertido en uno de los principales perseguidores de su padre y que llegó a acusarlo de la muerte del Dr. Maza.

Por el intercambio epistolar entre ambas amigas, se sabe que cuando a Rosas le confiscaron sus bienes, el Dr. Vélez Sarsfield le pidió a Máximo Terrero poderes para iniciar la defensa judicial, algo que Terrero no podía otorgar. Ante esto, Manuela Rosas escribe a Josefa Gómez:’ -Si en 1852, y aún después, el señor Vélez creía justo defender nuestros intereses, yo no sé qué nuevas faltas pueden imputarse por nuestra parte para haber vuelto de uno que se decía amigo celoso, en un enemigo rencoroso, y lo que es peor aún calumniante a sabiendas, sin corazón y sin conciencia-’.

Hagamos un raconto de las relaciones de sangre con sus hermanos y hermanas viviendo ya en Southampton durante tantos años y de qué manera algunos de ellos fueron desagradecidos con el Restaurador cuando éste cayó en la desgracia de exiliarse en Inglaterra casi sin dinero, sumido en una pobreza digna, pero sufrida.  

Ese olvido no solo fue económico, sino también afectivo.

Es cierto que la relación de Rosas con su hijo Juan Bautista y su nuera no fue cálida, sino más bien distante.

Dice REGUERA[437]  que “es importante remarcar las ausencias. Entre las más importantes, la de su hijo, Juan Bautista Ortiz de Rozas, quien, si bien partió con su padre y hermana hacia Southampton en 1852, a los tres años decidió regresar al Río de la Plata con su esposa, Mercedes Fuentes, y su hijo Juan Manuel. Primero se estableció un tiempo en Santa Catarina (Brasil) y en 1859 llega a Buenos Aires, donde se establece y fallece en 1870”.

Hablaremos puntualmente de cada familiar porque con sus hermanos y hermanas, que comieron durante toda su vida de los frutos emanados del poder de su hermano, su relación fue variada.

En nuestro trabajo anterior[438]  hemos hecho una semblanza en detalle de la actitud asumida por sus hermanos y hermanas.  Aquí reproduciremos solo algunos párrafos. El lector que lo desee podrá ahondar en el mencionado trabajo al cual remitimos.

Comencemos por decir que después de la partida de Rosas ninguno de sus hermanos ni hermanas fue perseguido:

“Todos los hermanos de Rosas (Gregoria, Prudencio, Gervasio, Mercedes, Andrea, María -Mariquita-, Manuela, Juana y Agustina -la belleza de la confederación-), pudieron seguir desarrollando sus vidas con normalidad, conservaron sus bienes y nunca fueron molestados en su diario vivir.

El trato que éstos mantenían con Rosas luego de su caída fue diverso.  Los cinco primeros se desentendieron de Juan Manuel y jamás le enviaron ningún tipo de auxilio económico, abandonándolo a su suerte allá en Inglaterra. 

Esta actitud de algunos de sus propios hermanos le causó una profunda tristeza, puesto que se le hacía difícil comprenderlos, o sencillamente quizás no quiso hacerlo.

Pero sus otras hermanas: Agustina, María, Manuela, y Juana, siguieron en contacto con él, tratando de ayudarlo económicamente cuando les resultaba posible.

1) Gregoria, la hermana mayor, de nobles sentimientos, estaba casada con Felipe Ignacio Ramón Ezcurra Arguibel (hermano de Encarnación), llevó una vida austera, dedicada al hogar.  Se destacó por su generosidad, mereciendo de don Valentín Alsina, el calificativo de anciana venerable.  Sin embargo, no ayudó a su hermano en el exilio.

2) Andrea, su hermana estaba casada con Francisco Braulio Saguí de Lamadrid, miembro de una familia eminentemente unitariaEstos tuvieron una hija, también llamada Andrea, que se casó con un hermano del Gral. Mitre: Federico Mitre.

Recordemos que el Gral. Gregorio Araoz de Lamadrid, héroe de la independencia, si bien era unitario, se puso a las órdenes de Rosas en cierto momento, para ofrecer su espada a fin de combatir a los franceses en su bloqueo. Lamentablemente, al igual que otros, luego se dio vuelta nuevamente y combatió a Rosas (quien, valga el dato, era padrino de dos de sus hijos).

A Braulio Saguí de Lamadrid se le había ofrecido que integrara el Tribunal de Comercio, pero por el hecho de no ser federal, Rosas, aunque estimaba a su cuñado, lo rechazó, dejando de lado el nepotismo característico de nuestra historia hasta hoy en día. 

Esta situación pudo haber ofendido de algún modo a Andrea, su hermana, y explicaría porque tuvo un trato frío con Juan Manuel y jamás lo ayudó económicamente aun cuando éste lo necesitaba imperiosamente en el exilio.

Justificable la actitud de Rosas si consideramos también el hecho que el mencionado Lamadrid, fue el encargado de ejecutar la orden de Lavalle de fusilar a Manuel Dorrego, su amigo, lo que le suma a su carácter de traidor, el de asesino. El entregador de Dorrego fue otro amigo de él: Mariano Acha, lo que le hizo exclamar a Dorrego “No esperaba de Usted, amigo, semejante conducta”.

En los tiempos en que Buenos Aires era una aldea, era común el casamiento entre los miembros de las distintas familias distinguidas.  Esta costumbre traía aparejadas disputas no sólo sociales, sino también políticas, algunas de ellas sangrientas, como se ha explicado.

3) Mercedes, su hermana estaba casada con Miguel Rivera, quien aparentemente fue cesado de su cargo en la Universidad por no ser Federal.  Este pudo haber sido el motivo de su distanciamiento.

4) Gervasio, su hermano.   Fue mandado a detener por Rosas por ser sospechoso de pertenecer a los Libres del Sur, pretendida revolución de terratenientes.  Se vio obligado a huir al exterior en 1839. No sabemos con certeza si estuvo implicado, ya que algunos autores lo negaban y otros, como su hermano Prudencio, afirmaban que estaba entre sus partidarios.  Lo que sí es indudable es que estaba en contra del sistema de gobierno de su hermano. Con el tiempo Gervasio volvió al país, pero la relación con Juan Manuel nunca mejoró.  Era previsible que no le enviara dinero cuando estaba en Inglaterra.

Pero extrañamente, hubo dos personas que no ayudaron a Rosas en el exilio y cuya actitud le causó sorpresa y dolor

5) Prudencio, su hermano furibundo ‘rosista’ y jefe militar.  En palabras de  Roberto D. MÜLLER[439]: “Por demás extraño es que no se hayan conservado datos sobre algún apoyo financiero que pudiera haberle prestado Prudencio a su hermano, más aun cuando, llegado a Europa, se estableció primero en Lisboa, pasó luego a Cádiz y finalmente se radicó en Sevilla, donde llevó una vida dispendiosa, en un palacio de la calle de San Vicente, relacionándose con la mejor sociedad andaluza, a la vez que trababa amistad con el Duque de Alba, Eugenia de Montijo y el Duque de Montpehsier. Viajó también a Madrid y a Paris, y llegó a conocer a Napoleón III. Falleció el de julio de 1857 en Sevilla, dejando una gran fortuna.”

Este autor se pregunta, y con razón, sobre Prudencio: “Estando en Europa, ¿no tuvo interés alguno en visitar a su hermano o en provocar al menos un encuentro entre ambos?, No le debía acaso cargos, tierras y fortuna? Así como viajó por Portugal, España y Francia, ¿No pudo llegarse basta Southampton, para ver una vez más a don Juan Manuel? Estas preguntas quedaran posiblemente sin respuesta, como también la que podríamos hacemos ahora: ¿Por qué Rosas, tan proclive a proclamar la ingratitud de sus familiares y amigos nunca pronunció una queja en contra de su hermano Prudencio?”

Preguntas sin respuestas que puedan certificarse de modo alguno.

Avalando lo mencionado, es lícito leer lo que al respecto ha escrito un descendiente de Prudencio Ortiz de Rozas, Prudencio MARTÍNEZ ZUVIRÍA[440].

Lo que éste manifiesta es paradójico. Por un lado, lo concerniente a Prudencio tiende a ser laudatorio, pero si se lee detenidamente, no favorece en nada su persona en relación a su hermano.

“Prudencio es perseguido por el gobierno, pero no por Caseros sino por una sublevación junto a Hilario Lagos.

Debe huir y se ve en la obligación de vender sus propiedades según relato del autor:

La casa de la calle San Martín, Hotel de Provence, al Cura de la Merced, Dr. Pérez.

La casa de la calle Cuyo, a D. José María Laprida

Otra casa en la misma calle a D. José Mejías

Una casa en Chascomús a Mr. Josue Whit

Un saladero a Sr. Panton,

Y las siguientes estancias:

La ‘Segunda’, en Chascomús a Ochoa e Ynsiarte

‘Santa Ana’, en Chascomús a Wilfrid Latham

La ‘Adela’, en Chascomús al Sr. Bell y Com.

‘Arroyo Chico’ a D. Nicolás Coronel

‘Tandil-Leoufu’ a D. José Yraola

Y las ‘Chacras’ de Quilmes a D. Isaac Coronel”.

Extraemos de dicho listado que a Prudencio, evidentemente, no se le confiscó ningún bien.

Sigue Martínez Zuviría con su relato “A principio de 1854 don Prudencio Ortiz de Rozas con su esposa Etelvina y sus hijos Basilia, Manuela, Agustina y Pepito, parten rumbo a Europa, y ya no volverá más al Plata. En el mes de febrero se radica en Lisboa, Portugal, donde compra un palacio, lo amuebla, pero no le sienta el lugar, por lo que decide viajar a España, donde llega a Cádiz, para luego pasar a principios del mes de abril, a la ciudad de Sevilla, en la dulce y florida capital de Andalucía es donde se radica. “Compra varias propiedades, una de ellas la más importante, es el Palacio de San Vicente o de Monsalud, una típica casa-palacio Sevillana, construida a principios del siglo XVII por los Marqueses de Villamarín, dicho palacio está ubicado sobre la calle San Vicente, frente a la Iglesia del mismo nombre. Compra varias propiedades más y dos huertas

“Don Prudencio mantiene en Sevilla una vida social muy importante. Su vida cambia radicalmente, ya no se encuentra en Buenos Aires, ni en Chascomús donde la pampa es casi infinita. Aquí en el palacio tiene varias doncellas, cocineras, sirvientes y cochero con librea, ya no están los viejos amigos de la federación. Sus amistades entre otras son los Duque de Alba, Eugenia de Montijo, el Duque de Montpensier. Su hija Manuela se compromete con el Marqués de la Concordia. Casi diariamente los jóvenes pretendientes les cantan serenatas, a los pies de las ventanas del Palacio de San Vicente, en las perfumadas noches sevillanas.

“Es invitado a las fiestas reales, viaja a Madrid, a París, allí conoce a Napoleón III con quién traba amistad

“En la noche del 1° de junio de 1857, y tras una penosa enfermedad, muere cristianamente, en el Palacio de San Vicente, rodeado de sus seres queridos, el Gral. Prudencio Ortiz de Rozas de tisis laríngea. 

“Al día siguiente de morir se efectuó una misa de cuerpo presente, en la Iglesia de San Vicente, frente a su palacio. La dieron 65 sacerdotes, 19 monaguillos, 8 músicos y 6 cantores, y tuvo un entierro cantado hasta la puerta de la Macarena, camino al Cementerio de San Fernando, en donde fue enterrado ese día. Su cuerpo fue exhumado y vuelto a enterrar en otra tumba en 1869 y en el año 1872 su familia decide traerlo a Buenos Aires, donde descansa junto a sus padres, su hermano Juan Manuel y tantos otros en el viejo cementerio del Norte o de la Recoleta”.

Si bien ya habíamos mencionado que Prudencio se había ido a España y nunca visitó a su hermano -a quien le debía su fortuna- ni lo ayudó económicamente, los detalles contados por su descendiente no hacen más que reafirmar lo antemencionado y el desagradecimiento que tuvo para con el Restaurador. Fue ‘rosista’ cuando le convino y como familiar directo de Juan Manuel, no es necesario agregar nada más. ‘Facta, Non Verba’

6) María Josefa Ezcurra, inexplicablemente no lo ayudó en el exilio.  Fue en su momento ‘rosista’ de primera línea y ferviente defensora del gobierno de su cuñado.  Era una mujer de enorme fortuna. No es un dato menor, considerando que Rosas, para tapar el deshonor que aconteció cuando tuvo un hijo con Manuel Belgrano, Pedro Pablo Rosas y Belgrano, lo adoptó y le dio su apellido.

Ante tamaña desconsideración Juan Manuel. le escribió desde Inglaterra, llamándola ‘ingrata’ entre otros adjetivos, por haberle dado la espalda cuando más la necesitaba.

7) Juan Bautista Pedro Ortiz de Rozas, su único hijo varón.  Fue una personalidad gris, taciturna, algo oscura políticamente hablando, y que no tuvo participación política alguna en la época de su padre.  Vivió prácticamente a la sombra de éste, quien no sólo nunca lo tuvo en consideración, sino que además lo subestimaba en su capacidad:

Tenía buen corazón, era amigo de sus jóvenes amigos (aunque estos fueran unitarios, no hacía distinción ideológica en cuanto a sus afectos) y fue muy querido por su hermana Manuelita y por su abuela Agustina López Osornio, madre de Rosas

Su situación política y financiera en el exilio hizo que Juan Manuel se mantuviera triste y preocupado en extremo, y ello podría haber coadyuvado a descuidar a su hijo J. Bautista y a desentenderse aún más de su nieto, J. M. León. 

8)  Mercedes Fuentes y Arguibel (nuera de Juan Manuel).  Fue la mujer de J. Bautista y madre de Juan Manuel León.  Nunca simpatizó con su suegro, a quien detestaba principalmente porque su cuñado Ramón Maza (marido de su hermana Rosa) había sido fusilado en 1839 por orden de Rosas por conspirar para derrocarlo, junto a varios Unitarios y Federales infieles y a los franceses que bloqueaban el puerto (Lavalle, Gral. Paz, Carlos Tejedor, entre otros).

Manuel Vicente Maza, padre de Ramón, había sido asesinado el día anterior, pero no se sabe si fue muerto por federales exaltados por su traición, al igual que su hijo, o por unitarios que sospecharon que iba a arrepentirse para salvarlo. La esposa de Manuel, Mercedes Puelma, ante tanta desgracia acabó suicidándose. Ni su nuera ni J. Bautista, quien estuvo de parte de su mujer, se lo perdonaron nunca

9) Juan Manuel León Ortiz de Rozas nieto de Rosas, hijo de J. Bautista. Cuando éste tuvo que emigrar junto a su padre a Inglaterra, envió a su hijo único, J.M. León, a estudiar a París, Francia.  Allí, el joven pasó algunos años, casi sin contacto con su padre y menos aún con su abuelo, con quien tuvo una relación distante.

El nieto de Rosas siempre se mostró ajeno a las ideas de su abuelo (aún más que su propio padre) y hasta llegó a rechazarlas. El motivo de esa conducta sería la conjunción de varios factores:

a.)  el escaso interés en la política que siempre demostró Juan Bautista, su padre.

b.) el poco contacto con su abuelo, quien nunca demostró mucho afecto hacia él, compenetrado en sus desgracias personales y económicas;

c.) las ideas revolucionarias que seguramente influyeron en el joven J. M. León durante su juventud en París;

Si bien no son justificables las actitudes de alejamiento del hijo y del nieto de Rosas, puede decirse en su descargo que Juan Manuel tenía un carácter un tanto hosco y no fue, precisamente un padre y abuelo presente, cariñoso y demostrativo.   Siempre tuvo con ellos un trato correcto pero distante.   

Desde el punto de vista personal, J. M. León, tenía una personalidad fuerte, era sumamente culto y dominaba varios idiomas. Fue un hombre honrado y de gran prestigio.

No está en discusión que pueda haber sido en su vida privada un buen padre y abuelo, cariñoso con sus nietos, honesto en su vida personal y familiar, pleno de virtudes y capacidades, tal como me han transmitido.

Desde el punto de vista ideológico, podemos decir que creció económica y políticamente bajo el ala de los unitarios y los liberales quienes lo apreciaron y cobijaron. 

Con el correr de los años, J. M. León seguía consolidando su prestigio personal y político entre varios unitarios que pelearon contra su abuelo (Florencio Varela, los Alsina, Mitre, etc.) muchos de los cuales pertenecían a la masonería.

La masonería, donde “la fraternidad estaba por encima de la nacionalidad”, podría llegar a explicar la huida de Urquiza luego de derrotar en el campo de batalla a Mitre en el combate de Pavón. Y también explicaría el ascenso político y social de J. M. León, junto a otros masones como Sarmiento, Mitre, Derqui, etc.

Si bien J.M. León no fue masón, según me aseguraron en el núcleo familiar, es claro que en aquellos tiempos en que absolutamente casi todo el arco político y social lo era o confraternizaba con la masonería, su buena relación con ellos, junto a su natural capacidad, debe haber facilitado su ascenso económico y político. Los hechos nos muestran que se rodeó de ellos y de aquellos Unitarios y Federales renegados que hicieron la desgracia del país y de su abuelo.

Difícilmente alguien que alabara a J. M. de Rosas o a la Confederación en aquellas décadas pudiera acceder a cargos públicos o políticos encumbrados. Veamos los hechos a los que nos referimos:

1- J.M. León, se dedicó al comercio y a la política.  Se alió, con Florencio Varela y Mitre, socio de Alsina principal ideólogo de la incautación ilegítima del patrimonio de su abuelo. Peleó bravamente en la guerra de la Triple Alianza contra los paraguayos (donde fue herido) bajo las órdenes de Mitre, aliado a los brasileños y al renegado y felón Urquiza.  

Este suceso, con seguridad debe haber sido deplorado por su anciano abuelo desde Inglaterra, ya que, así como el Gral. José de San Martín le donara su sable, Rosas tuvo la intención el 17 de febrero de 1869 de legarle su propio sable al Mariscal paraguayo Francisco Solano López por su titánica lucha (donación que luego fue controvertida en su último testamento).   Esto pondría en evidencia el concepto de Nación realmente antifederal que sostenía J.M. León.

2- Urquiza había derrotado a Rosas en Caseros, pero esto no pareció importarle en demasía, ya que se desligó completamente de su abuelo y durante el período en que Urquiza dirigió el país, se rodeó con cuanto funcionario o político infiel a la Confederación y a Rosas hubo; personajes responsables del exilio forzado de su abuelo, y de la pauperización y dolor infinito del mismo hasta el día de su muerte.

Yo me pregunto y pregunto al lector ¿Ud. mantendría vínculos con aquellos que pudieran haber lastimado y hundido a su abuelo, condenándolo a un destierro eterno?

Otra incongruencia que mencionamos anteriormente fue cuando Máximo Terrero era cónsul de Paraguay en Londres, mientras J. M. León, su sobrino político, peleaba a las órdenes de Mitre y Urquiza en la guerra contra el Paraguay.

3- Este ´antirrosismo’ del hijo y del nieto de Rosas (o por lo menos distanciamiento afectivo e ideológico) queda también claramente plasmado en el hecho que no consta que alguno de ellos se haya movilizado para lograr su reivindicación personal y patrimonial, sabiendo de las penurias económicas sufridas en el exilio. 

Penurias causadas por aquellos con los que J.M. León se codeaba en Buenos Aires y a quienes debía su ascenso social y económico.  Nunca ayudó a su abuelo con dinero alguno, habiéndolo podido hacer. También se puede corroborar en la sucesión de Encarnación Ezcurra, cuando J. M. León se refirió en forma de algún modo crítica a su abuelo o al gobierno que éste representó, según se me ha contado oralmente.

En este trabajo se intentan describir las actitudes personales de los distintos protagonistas de este período histórico, no sólo en su faz privada, rica en detalles, sino también la relevancia que tuvieron sus acciones en la faz pública y sus efectos en la justísima defensa que hicieron -o no- de la Nación.

Obviamente, quien esto escribe, no puede juzgar a J. M. León en forma directa por no haberlo conocido, pero desde el punto de vista de su actitud pública frente a quienes traicionaron al país, mancillaron a su abuelo, lo acusaron injustamente de traidor a la patria y lo confinaron a un destierro ignominioso, no puede dejar de señalar la situación omisiva y silenciosa, como una afrenta consentida por él.  Esto es algo incontrastable.

Por lo menos no se oyó su voz oponiéndose a tales hechos.  Si bien algunos descendientes me han informado tener documentación que avala que cuando Manuelita requirió que el gobierno nacional le devolviese los bienes confiscados a los Ezcurra, que le correspondían por herencia (finalmente lo logró luego de muchísimos años), J.  M. León habría ‘adherido’ (sic) a tal pedido.  Si esto ocurrió en realidad, respondería más a una formalidad que a un deseo legítimo porque si así hubiese ocurrido, no hubiera esperado muchísimos años para reclamar.  Previamente a esto, de su parte en forma personal no hubo ninguna acción en tal sentido, más teniéndose en cuenta que adhirió a la solicitud de Manuelita de devolución de los bienes de Encarnación, pero no a pedido alguno por los bienes de Juan Manuel, su abuelo.  

Primero, no consta que se haya opuesto a la confiscación cuando tuvo la edad y la posición política y económica para hacerlo.

Segundo, el pedido de devolución de los bienes confiscados no nació de él sino que se habría adherido a un pedido de su tía Manuelita por los bienes de Encarnación pero no por los bienes de Juan Manuel, según me han relatado, existiendo prueba documental en tal sentido.

Tercero, a lo largo de su vida nunca se molestó en proclamar la injusticia de tales confiscaciones y del destierro de su abuelo. No se conoce ningún artículo periodístico o declaración pública suya al respecto.

En fin, si bien a J. M. León no le confiscaron sus bienes personales ni fue perseguido como su abuelo y su tía Manuelita, por una cuestión de dignidad debería haber protestado públicamente, no sólo por el destierro y la confiscación, sino también debió haberlo hecho por el odio por su abuelo que manifestaban, en privado y en público, aquellos con los que trataba diariamente, anatemizando su vida, su obra y su gobierno. No hay ninguna constancia que haya obrado en tal sentido. El hecho de que Rosas, su hijo J. Bautista y Manuelita fueran los únicos a los que se les habían confiscado sus bienes, debe haber profundizado el distanciamiento de su familia, y provocado que Juan Manuel se sintiera ‘abandonado’ por sus parientes.  Los demás Ortiz de Rozas no sufrieron confiscaciones ni persecuciones y siguieron con sus vidas cotidianas en Buenos Aires, a pesar de los eternos conflictos políticos y guerras civiles.

Juan Manuel León Ortiz de Rozas se afilió al partido Autonomista, fue director del Banco de la Provincia de Buenos Aires, diplomático, ocupó distintos cargos públicos (diputado, ministro) y llegó a ser Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, función que sólo ejerció durante tres meses debido a su fallecimiento.

 Murió el 1 de septiembre de 1913.  Su sepelio y exequias tuvieron gran pompa, asistió la aristocracia porteña en pleno y, sobre todo, no faltaron los políticos y las grandes familias de ideas unitarias contra los que había combatido su abuelo que fueron responsables de su caída, destierro y pobreza”.

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XIII.-COROLARIO-

 

Es necesario hacer un resumen, un raconto histórico en breves párrafos de la frustrada reconstrucción de la Patria Grande a través de la ‘Liga Federal’ de Artigas o del ‘Sistema Americano’ de la Confederación Argentina de Rosas.

La pérdida de parte de la Banda Oriental a manos del imperio brasileño comenzó, como bien dice PETROCELLI[441], por las “…concesiones que hizo el monarca español por el llamado Tratado de Permuta de 1750,  como la cesión de toda la cuenca amazónica y del Matto Grosso. En lo que toca al área rioplatense, se trocaba la plaza de Colonia, en poder de Lisboa, que se nos restituida, por los siete pueblos que constituían las llamadas Misiones Orientales, habitados en total por más de 29.000 almas, con sus estancias, edificios, etc”.

Esto es insólito. Ya desde el inicio, la débil corona española con Fernando VII, entregaba parte de su territorio a cambio de la isla Martín García que nos pertenecía y que había sido usurpada por el Imperio lusitano. Esto es, nos devolvían algo que era nuestro a cambio de un enorme territorio

Ante todo, dejemos sentado que ‘Oriental’ es sinónimo de ‘Artigas’, ya que Artigas, sin disminuir ni un ápice su amor a su pago Oriental, fue un personaje americano en su real término. América era su ‘Patria Grande’.

Quienes lo denostan sólo nos hacen ver su faceta militar y esconden, adrede, su visión política continental y su concepto geopolítico de mantener la unión de las tierras hispanas del Virreinato, la Unión Rioplatense.  Es decir, la Unidad política, cultural, lingüística y geográfica, siendo una ‘Unidad de Destino en lo Universal’ como 100 años después dijera en otro ámbito José Antonio Primo de Rivera.

Si bien algunos siguieron sus pasos como Juan Manuel de Rosas, Lavalleja, Oribe y contemporáneamente a él, José de San Martin, es claro que fue el primero en tener la cosmovisión de la unión hispanoamericana.

Y ello alertó a los enemigos de siempre: el Imperio del Brasil que veía diluirse su afán expansionista hacia el sur y hacia el oeste teniendo como valla a Artigas y los guaraníes educados y formados por los Jesuitas.

Estos fueron un muro de contención contra los propios españoles en coyunda estulta con los portugueses que intentaron una y mil veces vencer la resistencia de los guaraníes que pugnaban por detener el avance portugués en sus tierras, en toda la zona este de las Misiones Orientales (hoy Río Grande do Sul) que se perdieron conjuntamente con la Isla de Santa Catalina. De este modo comenzó la disgregación del Virreinato.

El sistema utilizado por los Lusitanos y luego por el Imperio del Brasil era conocido: fuerzas irregulares, vándalos, ‘bandeirantes’ portugueses hábiles e intrigantes saqueaban territorios hispanos para luego apoderase de las tierras y reclamar la pertenencia de ellas al Brasil, con el criterio de ‘Posesión Vale Título’.

También eran enemigos de la Patria Grande los Unitarios del Triunvirato y Directorio porteño; los unitarios afrancesados del Montevideo (siempre confabuladores prendidos en todos los negociados con los brasileños, con los franceses y con los ingleses como Nicolás Herrera, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y Obes, José Longinos Ellauri Fernández, Juan Andrés Gelly, Lucas José Obes,  Andrés Lamas, Julián Álvarez); los franceses ocupantes del territorio, los ingleses de la mano del siempre astuto Lord  Ponsonby cuya función era disgregar en lo posible la América Hispana en distintas republicas para debilitarlas; y los mercenarios italianos y alemanes.

No debemos de olvidar que los miembros de la llamada Defensa de Montevideo promovían el ingreso de esclavos bajo el falso nombre de ‘colonos’ o ‘peones’. Entre ellos Lucas J. Obes[442].

Así entonces, Artigas debía combatir contra varios frentes: el imperio del Brasil y la oligarquía porteña de tendencia monárquica que temía que se generalizara la rebelión popular en todas las Provincias e incluso en la propia Capital.

Surgió, pues, una evidente convergencia de intereses coyunturales entre España, Portugal y Buenos Aires, todos interesados en terminar con la Liga de los Pueblos Libres y con su Protector (Artigas) y, en su afán perjuro a ultranza contra el Protector y adalid hispanoamericano, no dudaron en pactar con los brasileños para batallar contra Artigas.  Los españoles que querían reconquistar los territorios perdidos en América (siendo combatidos por San Martín, Belgrano, Martín Miguel de Güemes) también se aliaron, incompresiblemente y con nula visión política, con los portugueses que intentaban sacar su tajada y seguir absorbiendo territorio por el sur.

También debió luchar contra Ramírez que fuera su lugarteniente luego lo combatió motivado por celos o por su corta visión política de caudillo barrial, sin poder vislumbrar su enorme error por su ceguera política.

Finalmente, en enero de 1820, decepcionado por las luchas entre hermanos, Artigas debió marchar hacia un exilio oscuro en el Paraguay   donde era casi un prisionero en esas tierras. Luego, enterado del ignominioso acuerdo de 1828, su tristeza fue en aumento.  Solo y abandonado por los suyos, y por su edad avanzada y la carencia de recursos, nada pudo hacer

Los brasileños agradecidos tomaron toda la Banda Oriental, pero gracias a Rosas, Oribe (su primo) y Lavalleja con sus 33 Orientales (que en realidad eran 40 hombres) retomaron el control del territorio.  Luego, el 25 de agosto de 1825, en la Florida se produjo la declaración de la Independencia con un profundo sentido artiguista por el cual se solicitó la admisión de la Banda Oriental en la comunidad argentina.

Es preciso hacer notar que, si bien militarmente Artigas concluyó su actuación en 1820, su concepción política continental continuaba firme en Rosas, Lavalleja, Oribe y tantos otros patriotas. En 1826, esto produjo la primera guerra de las Provincias Unidas del Rio de La Plata contra el Brasil.  Fue nuestro triunfo soberbio con las armas, aunque luego se perdiera en la mesa de negociaciones con el siempre genuflexo Ministro del Virreinato ante la Corte de Río de Janeiro, Manuel José García.  Había sido declarado enemigo de Artigas, porque había entregado todo a cambio de nada con el llamado Convenio Preliminar de Paz de 1828, entre la oligarquía porteña y el Imperio del Brasil, sellado con la Constitución de 1830 que no tuvo en cuenta al pueblo Oriental, ni su realidad nacional y más que un Tratado fue un convenio ‘anti-artiguista’, armado y preparado por los franceses, los ingleses y los brasileños.

Luego de la defección de Oribe, acorralado por todos lados y la desbandada muchos de sus oficiales (no de su tropa, en forma voluntaria), Rosas poco pudo hacer prácticamente solo y al mando de sus tropas. Caseros fue el final de la esperanza de la reconstrucción hispana de las Provincias Unidas del Rio de La Plata,

Y así, desde 1800 hasta 1898 se fueron perdiendo lentamente a manos del Brasil, parte de nuestro territorio heredado de España: las Misiones Orientales, una porción de las Misiones Occidentales, Paraguay, el Alto Perú y Magallanes.  

 



Que las actuales provincias de Entre Ríos, Corrientes, y Misiones –en parte- sigan perteneciendo a la República Argentina es un ’milagro’ llamado Juan Manuel de Rosas junto a Manuel Oribe, el patriota Oriental.

Que la actual República Oriental del Uruguay siga teniendo un poco de territorio luego de haber perdido casi el 50% en sucesivas guerras con el Brasil, es un ‘milagro’ producto de que Inglaterra no permitió que el Imperio brasileño se quedara con ella como un protectorado o provincia ‘cisplatina’, puesto que tampoco le convenía un Brasil territorialmente más grande de lo que ya es.

Posteriormente, y como pago al Brasil en la tristemente conocida Guerra de la Triple Alianza, traicionamos -una vez más- nuestra independencia y la unidad hispanoamericana, suicidando nuestra conciencia territorial,  con la entrega de parte del Paraguay y de la Banda Oriental, y anulando para siempre la concepción geopolítica preclara de Artigas y la ‘Patria Grande’ con la que él no solo soñó, sino que la pergeñó y la llevó a cabo hasta donde le dieron sus fuerzas.

La lucha del pueblo paraguayo y de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López, contra las mismas fuerzas que derrotaron a Rosas y pusieron punto final a la soberanía de los pueblos del Plata, sometidos al yugo brasileño e inglés, en la llamada Guerra de la Triple Alianza, fue un último estertor del último pueblo hispano-americano soberano para conservar su libertad, pero no para intentar una reconstrucción de  las Provincias Unidas que ya estaba totalmente sepultado desde el 3 de febrero de 1852.

En síntesis, perdimos, paralelamente al sueño de San Martín y Artigas, el Alto Perú y la Banda Oriental, y nuestra última posibilidad de mantener la ‘Patria Grande’ en manos de Rosas, hasta anular nuestra visión continental. Entre Ríos, Corrientes y Las Misiones se salvaron de la disgregación gracias a las luchas persistentes por mantener a salvo la unidad de la Confederación de Juan Manuel de Rosas y Manuel Oribe.

Hoy en día, con otros métodos y otras palabras, el fin buscado por las potencias extranjeras es la misma: Nosotros el granero del mundo y los EE. UU., Europa, China, etc. el taller del mundo. Es decir, nosotros aportamos la materia prima desnuda para que ellos, en sus naciones, con la manufactura incorporen el valor y posteriormente vendernos su producción con el valor agregado. El deterioro de los términos del intercambio. Nada ha cambiado.

Para ello requieren una nación pastoril, atrasada, desindustrializada, sin tecnología, sin cultura con sus raíces y desligada de su religión que significa ‘religar’ a alguien con su entorno y su cultura.

Previamente, era necesario colonizarnos culturalmente y lo demás se daría por añadidura. Antonio Gramsci[443] y su escuela de pensamiento ya lo había pontificado: “La conquista del poder cultural es previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación, expresión y universitarios”…agregando que “Toda guerra ha sido guerra de religión, siempre”.  Recordemos esto.

Observemos que la situación planteada se había dado en la lucha masónica y liberal contra Rosas: la ‘generación del 37’ penetró culturalmente a fuerza de machacar insistentemente en Europa y Brasil a través de los medios de comunicación de aquella época (diarios, revistas, publicaciones, etc) y de las Universidades, desligándonos de nuestra cultura raigal hispánica y su rico idioma que nos une para no dejarnos someter al anglosajón o al francés.

Al igual que hoy: nada ha cambiado. A pesar de que en el siglo XIX Gramsci no había comenzado su actividad pública (nació en 1891), los insidiosos intelectuales liberales aplicaron, sin saberlo, sus conceptos.

Y si eso no se lograba, estaban las armas para someternos.  Con una diferencia, ya no se trataba de invasiones de tropas extranjeras; bastaban los ejércitos nativos propios, bien equipados con las armas más modernas, comandados por los ‘gerentes’ foráneos.

En algún momento de nuestra historia, cuando eso no alcanzaba, como en la época de José Gervasio de Artigas, Juan Manuel de Rosas y Manuel Oribe, siempre había alguna ‘billetera’ (sic) con mucho dinero proveniente de las bancas europeas a través de sus subsidiarias brasileñas, para comprar las conciencias de algunos como Justo José de Urquiza que sin ruborizarse atacó a por la espalda a su propia nación soberana.

Como ya dijimos en el Capítulo IX, entendemos que la Masonería jugó un papel fundamental y fue actor principal -aunque en las sombras- del desarrollo y la caída de las soberanías hispanoamericanas y la destrucción tanto de la Confederación Argentina como de la intención de restaurar las Provincias Unidas del Rio de La Plata, como ya hemos visto en el comportamiento de Urquiza desde 1851 hasta su muerte, pasando por los hechos de Paysandú y la Guerra de la Triple Alianza.

Por eso, cuando Urquiza fue asesinado en 1870 y cuando Rosas se enteró del hecho, en la carta a Josefa Gómez del 29 de mayo de 1870 le expresó que no le sorprendió su muerte y la manera en que sucedió; es más, lo que le sorprendió fue que hubiera vivido tanto sin ser atacado. A nosotros, también.

Como hemos analizado, la Masonería creó, instrumentó y guió los acuerdos entre Oribe, Urquiza y los Unitarios, sumado el Brasil e Inglaterra, principal interesada en que la Banda Oriental, así como el Paraguay, no se reincorporaran a las Provincias Unidas del Rio de La Plata.

Esa colonización mental y cultural, como paso previo a la colonización política y económica, la describe bien JAURETCHE[444] al decir que “La política de la historia falsificada tendió precisamente a cegarnos la visión de los fines históricos que son los nacionales por fines ideológicos e institucionales. Así ha podido incorporarse a nuestra educación -y esto es mucho más increíble-, a las academias militares, el dogma de que la finalidad de la emancipación argentina fue construir determinado régimen político, determinada forma institucional y no ser una nación, poniendo en el primer término lo formal y en el segundo la substancia. Es la tónica permanente de la enseñanza de nuestra historia…”.

Continúa diciendo el lúcido autor que “…La nación deja de ser fin para convertirse en un medio…... Se consigue así también destruir lo que en sí es la finalidad de la nación: la unidad en el todo para fines comunes, y al disociarse lo nacional, los fines colectivos se convierten en una suma de fines particulares sin un interés común que resuelvan los conflictos. Disuelta la idea de nación deja de ser también repugnante la intromisión de otras naciones para cumplir fines alternativamente libertadores, democráticos, civilizadores. Y la historia falsificada, en la misma medida que contribuye a ocultar y desfigurar la idea de nación, glorifica a los que subordinaron ésta a esos fines particulares y se disciplinaron en el interés extranjero. Es decir, construye la moral política que corresponde a su visión antinacional. Nos priva de la moral de lo nacional, sin lo cual no pudo haber nación”.

Esto lo expresaba para su España entrañable José Antonio Primo de Rivera en la década de 1930, al entender a su patria como una unidad de destino en lo universal, un proyecto en común que englobara a todos los españoles, con un destino unificador.

*

Agudos y certeros conceptos de JAURETCHE[445], respecto a cómo se va moldeando en las mentes de las generaciones la mentira liberal sempiterna para hacernos creer que ha sido lo que no fue:

“Fácil resulta percibir las dos líneas históricas que hemos venido señalando. La ‘Patria chica’ es hostil a la geografía y al hombre autóctono. Primero a lo americano y después a lo virreinal. Reduce el país y sustituye los hombres. Cuidará después de construirle al sustituto una mentalidad adecuada a la finalidad perseguida y el producto de esa cultura es la "intelligentzia". Para formar esa "intelligentzia", y convertirla a su vez en un instrumento formador se ha hecho la falsificación de la historia. Esa "intelligentizia" podrá dar políticas de partido, y difundirá ideologías sociales, planteos económicos, soluciones jurídicas, pero siempre desde afuera hacia adentro y condicionadas al esquema de factoría que corresponde a la mentalidad de la ‘Patria chica’. Nunca una gran política es decir una política nacional. Una política nacional supone una idea de ‘Patria Grande’, de finalidades trascendentes y de empresa colectiva hacia un ideal nacional, no hacia formas circunstanciales. Para reencontrarla hay que volver a la ‘Patria Grande’”.

Y es así que, ya que no se puede ocultar la figura de Artigas, los Unitarios de este y del otro lado del río Uruguay, hicieron lo mismo que con José de San Martín.   Pusieron en el tapete su actuación militar, pero escondieron su pensamiento político y soberano de mantener la unión de las Provincias Unidas, dejando una pintura del Protector lejana a la real.

Así lo deja ver Félix LUNA[446] que atribuyó a "una elemental cortesía rioplatense que la historiografía liberal de este lado del estuario no haya lanzado contra Artigas las invectivas que inauguraron Mitre y López; de no ser así aún estaría sepultado por la versión liberal de la historia. Pero que es difícil encontrar en nuestros historiadores académicos el cabal reconocimiento de las dimensiones del Protector de los Pueblos Libres, en verdad excepcionales, porque fue realmente el fundador del federalismo rioplatense”.

PETROCELLI[447] nos dice que “para no volver a fracasar empecemos por negarles ejemplaridad a personajes que exhibieron actitudes repudiables frente a los altos intereses de la Nación. Negarles el incienso a éstos en cuanto a actos de su vida pública desdeñables y otorgárselo a quienes cumplieron con su deber cuando detentaron el poder es función principal de la HISTORIA”.

Lamentablemente, al día de hoy esto no ha sucedido y se sigue enseñando y homenajeando con plazas, calles, monumentos a tanto perjuro, tanto asesino de sus paisanos, tanto aliado al extranjero por dinero, tanto renegado de su patria, que nos ha llevado adonde estamos hoy.

Osvaldo VERGARA BERTICHE[448], dio una disertación en Nogoyá, Entre Ríos, tomando párrafos de una conferencia que José María ROSA -con introducción de Alberto Methol Ferré- había dado en 1960 en la Facultad de Arquitectura de Montevideo.

El disertante -a nuestro juicio, erróneamente- mezcla ‘soberanía popular’ y ‘sufragio universal’ con ‘soberanía nacional’.  Términos que no refieren a lo mismo ya que no existe un nexo causal entre la soberanía popular y el sufragio universal con la soberanía nacional.  Esto conduce a un ‘populismo’ recurrente que, en la actualidad con cierta dialéctica clasista, nos aparta del camino emprendido de la restauración de la soberanía nacional, haciéndole el juego a aquellos a quienes justamente decimos combatir.

El Profesor Jordán B. GENTA[449], que con su magisterio pone ‘blanco sobre negro’ acerca del tema, manifiesta la diferencia entre “soberanía nacional” y “soberanía popular”.

La primera tiene que ver con la soberanía de nuestra Nación con respecto al resto del Mundo, se relaciona con nuestra justa Independencia como Estado.

En tanto que el concepto de “soberanía popular” tiene su origen en la Revolución Francesa, y considera al individuo como ser autónomo sin relación con ningún principio metafísico ni religioso. Este ser autónomo, sumado a los otros individuos autónomos, se “une” en el cuerpo social a través de un “contrato”, derivando de esa “suma de individuos” la “soberanía”, el “poder supremo”.

Este error, origen de toda forma de liberalismo, fue siempre condenado por la Iglesia ya que desconoce la heteronomía del hombre. Recordemos que el famoso Syllabus (‘Syllabus Errorum Complectens Praecipuos Nostrae Aetatis Errores’) que es una lista que recopila los errores modernos para la Iglesia, publicado en 1864 durante el papado de Pio IX, el cual no reconoce como doctrina sana ni principio legítimo la llamada ‘Soberanía Popular’, algo olvidado por los gobernantes de hoy que se dicen Cristianos o Católicos.

Pero, es justo reconocer, que Vergara Bertiche en varios de sus párrafos resume con precisión su dolor y su tristeza existencial por lo que pudo haber sido y no fue; con palabras que de algún modo expresan lo que todo compatriota lleva adentro y que, a veces, no encontramos los términos justos para expresarlo.

“Artigas se quedó aferrado treinta años a la vida en el destierro en las selvas paraguayas; fueron los treinta años más pobres, heroicos y mudos; víctima y testigo insobornable de la frustración de la unidad nacional. […]

“Porque la dependencia de un pueblo, la balcanización, es derrota; es quedar forzado a una historia que hacen otros; es una pavorosa alienación colectiva padeciendo la historia desde fuera; desviviéndonos. Tal nuestra desgracia, la de Hispanoamérica entera. Más que vivir hemos desvivido. Historia desvivida que sólo cuenta con martirios, los destierros y muertes de San Martín, Artigas, Bolívar, Rosas, Solano López, Facundo, El Chacho, López Jordán y tantos otros. […]

“Nuestra historia, al decir, justamente, de Methol Ferré, es una ‘dialéctica de los destierros, de los que partían y los que quedaban, de vencedores y vencidos. Y todo ello agravado porque los hombres que encarnaron lo nacional fueron dos veces muertos, pues es sabido, la historia la escriben los vencedores. A unos los mataron enterrándolos en una presunta barbarie, a otros los tergiversaron y les admitieron una gloria falsa. Esto fue una obra consiente, sistemática, realizada por el coloniaje en especial a través de su más lúcido representante que fue Bartolomé Mitre’.

“Él mismo decía, que “historiar es gobernar”, y nos legó la más acabada interpretación antinacional de nuestra historia, que todavía obnubila al pueblo en las aulas..., aunque no en las calles. […]

“El proceso revolucionario de independencia y de unidad nacional hispanoamericana, también se frustra por presión de Inglaterra, produciéndose un estado de descomposición nacional que dura hasta nuestros días […].

“Esta descomposición forma una multitud de Estados casi Parroquiales. Hoy, con la crisis generalizada del imperio y el ascenso de los pueblos oprimidos, se abre el tránsito de esos Estados, hijos de la balcanización, hacia el Estado Nacional Hispanoamericano. […]

“Artigas pertenece a ambas orillas del Plata. Pero, es más: pertenece, por sus ideales políticos, por su acción, por su temple, a la América Hispana entera. […]

“Artigas es un caudillo. Eso se ha dicho en sentido peyorativo por los liberales. Un caudillo es algo que no se encuentra en los libros de derecho constitucional comparado; porque los libros de derecho constitucional comparado han sido escritos para sistemas donde gobierna y detenta los privilegios una sola clase de la población. Gobiernan consejos o asambleas en público, y logias en secreto”.[…]

“Dice José María Rosa “Artigas es un caudillo. Eso se ha dicho en sentido peyorativo por los liberales. Un caudillo es algo que no se encuentra en los libros de derecho constitucional comparado; porque los libros de derecho constitucional comparado han sido escritos para sistemas donde gobierna y detenta los privilegios una sola clase de la población. Gobiernan consejos o asambleas en público, y logias en secreto”. […].

“El caudillo es la multitud misma, por ella habla y gesticula el pueblo; lo “representa” porque sabe interpretarlo; lo conduce, porque tiene sensibilidad para comprenderlo. […] “No bastaba con llamarse revolucionario para serlo, como ocurría en los triunviratos y directorios de Buenos Aires de mentalidad colonial e ideales puramente formales. Ellos no se llamaban coloniales ni se sentían así; para ellos lo colonial era lo español, y creían que dejaban de ser colonia al hacerse afrancesados o anglófilos. Porque no sentían lo nuestro. Su actitud era terriblemente colonial, porque hasta arrasaba con esa innegable raíz española que estaba en al fondo de las cosas criollas. […] .

“Artigas habrá leído a Payne y muchos más, pero su concepción política es totalmente criolla. No tomaba el federalismo norteamericano sino los municipios indianos como modelo. Mejor dicho, tomaba la misma realidad, plasmándola de acuerdo a las circunstancias, como debe hacerlo un auténtico político. […].

“Artigas es el creador del federalismo argentino. Al decir “creador” no decimos que lo inventara él. Pero tuvo el acierto de encontrarlo en el fondo de los viejos cabildos indianos; y lo hizo realidad en la conducción política de la Revolución.

“Es que nuestro federalismo es esencialmente municipal. Comunas que se consideran iguales en derechos y resisten la imposición de aquella gran comuna sin sentido nacional que fue Buenos Aires. No resisten por desamor a Buenos Aires, sino porque Buenos Aires (o mejor dicho los hombres que gobernaban a Buenas Aires pertenecientes a la oligarquía) no tenían sentido nacional. […]

“Era la suya la verdadera patria aflorando en el litoral. En los “Pueblos Libres” estaba el germen de la Confederación Argentina de 1831. […]

“Pero ¿cuál era la Patria de Artigas? ¿Era solamente su amada provincia, su “patria chica” por la que tanto luchó? ¿Era la Liga de los Pueblos Libres? ¿Eran las provincias Unidas del Plata? Sí.

“Todo eso, y algo más también. Artigas era oriental y por ser muy oriental era muy argentino. (no es “argentino” sinónimo de porteño; ‘argento’ es el habitante de las provincias del Plata como lo dice la etimología).
Pero no se detenía allí su idea de patria: por ser muy argentino era muy americano, muy hispanoamericano.

“Para él su patria era la unión de todas las porciones de la América Española. Unidas en un mismo Estado o Confederación de Estados, o en una misma fraternidad, que para el caso es lo mismo. Lo importante no es lo formal, sino lo esencial: que haya conciencia de unidad de origen y unidad de destino.

“Ese era el pensamiento de los hombres de la primera década revolucionaria. La artiguista provincia do Santa Fe en su mencionado Estatuto consideraba “ciudadano de Santa Fe” a todos los nacidos en América española.

“Pero luego nos perdieron entre constituciones y recelos: fraccionaron en veinte partes insondables la fraternidad hispanoamericana. Lo hicieron los gobiernos tesoneramente separatistas: en Buenos Aires había un Rivadavia que nada quería saber con Bolívar. Fueron los gobiernos del coloniaje orientados y dirigidos desde afuera. Es el “dividir para reinar”.

“Artigas en su retiro, en su muerte política voluntariamente impuesta, en su soledad y abandono, es una protesta por la pérdida de la Patria Grande, porque Hispanoamérica no tomaba el rumbo que él señalara. […]

“Artigas no triunfó. Tuvo poderosos enemigos que acabaron por arrojarlo fuera de su Banda Oriental, vencido. […]

“Artigas se fue y no volvió más. Pero dejó su espíritu en ambas márgenes del Plata. Los 33 tomaron el sentido heroico del orteguismo para defender la “patria chica”, y Juan Manuel de Rosas tomó el espíritu de Artigas para reconstruir la Confederación.

“Artigas no triunfó, como no triunfó Rosas, pero nos dejaron la lección que hemos de recoger en este siglo. Siglo de nacionalidades, donde se baten en retirada los imperialismos y sus servidores conscientes e inconscientes, con su fárrago de palabras huecas y de esquemas falsos.

“Es nuestro deber traer a Artigas desde su destierro. Montará a caballo en la Banda Oriental, volverá a galopar por las cuchillas entrerrianas, convocará a nuestros caudillos federales, y nos guiará por el camino de la definitiva independencia para concretar el sueño de la Gran Patria Hispanoamericana”.

*

Pues bien, como ha dicho Miguel de Cervantes en el Quijote De La Mancha la “Historia [es], émula del tiempo, depósito de acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”, a lo que debemos agregar lo preclaro de la manifestación del español Jorge Santayana “Los pueblos que olvidan su pasado, están condenados a repetirlo”

El concepto de la ‘Patria Grande’ tiene un palpable sentido romanista, que vieron claramente José Gervasio de Artigas, con su ‘Liga de Pueblos Libres’, José de San Martín y Juan Manuel de Rosas, con su ‘Sistema Americano’ con la visión de la política continental que tienen los grandes hombres.

Y tan opuesto al iluminismo jacobino, genuflexo y masón, de quienes los combatieron con altivez pero que, a la vez, no dudaban en prosternarse con reverencias a sus amos que les pagaban con prebendas, títulos y honores.

Esto no hace más que reafirmar lo que alguna vez dijo Dante Alighieri con extremísima certeza y sabiduría; no en sentido literal, sino en cuanto al contenido y principios de cualquier gobierno legítimo, rector y soberano que se precie de tal:

“El mundo no conocerá la paz hasta que el imperio romano sea restaurado”

 ‘Mutatis Mutandi’:

 “Nuestra Patria no conocerá la Paz hasta que las Provincias Unidas del Río de la Plata, nuestra ‘Patria Grande’, sea restaurada”








NOTAS

[1] JAURETCHE, Arturo (‘Política Nacional y Revisionismo Histórico’-Obras Completas Vol.7-Ed. Corregidor)

[2] ROSA, José María (“Defensa Y Pérdida De Nuestra Independencia Económica”- Peña Lillo editor -1986)

 

[3] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas. La Cultura De Su Época”-Ed.Idearium-1979)

[4] STORTINI, Julio (‘Producción y Propaganda 'Revisionista' durante el 1er. Peronismo'- Prohistoria, Año VIII, Rosario, Argentina, Primavera 2004))

[5] SIERRA, Vicente D. (“Dos Conferencias sobre Rosas”- Ed.Instituto de Investigaciones Históricas JMdeR-1940)

[6] RODRIGUEZ ORTIZ DE ROZAS DE SOAJE PINTO, Esther Malvina (“Un linaje de Caudillos a Ambos Lados del Plata: Rosas-Oribe-Lavalle, Primos” - conferencia en el Jockey Club de la República Argentina -Bs.As.12-09-16)

[7] AGUERRE, María Luisa ('Confederación-Una idea clave del Sistema Artiguista'-  Revista de la Facultad de Derecho, No. 38, ene.-jun. 2015, 13-47 ISSN 0797-8316 / eISSN 2301-0665-)

[8] ARDAO, Arturo (“Artigas y la Confederación. El unionismo hispanoamericano.

Montevideo: ed. Fin de Siglo. 2011

[9] Ídem

[10] TRAIBEL, José María (‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951)

[11] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas” - Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

 

[12] SARLI, Waldemar (“'Artigas, La Argentina Que No Fue”-Guid. Publicaciones Bruc, 107, 5-2 08009-Barcelona, España, 2015)

[13] LÓPEZ, Vicente Fidel (“Compendio de la Historia Argentina’, pag.257, 260).-

[14] GAUDIANO, Pedro ('Artigas católico'- (2ª. ed.). -2004 (Ampliada con prólogo de Arturo Ardao y con índice de personas y lugares. Montevideo: Universidad Católica del Uruguay - Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción” [Paraguay)

[15] RAMÍREZ, Carlos María (‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario https://studylib.es/doc/211118/)

[16] ALEN LASCANO, Luis C. (‘Ibarra-Un Caudillo Norteño’ – Cuadernos de Crisis Nro.25-Ed.del Noroeste SA-1976)

[17]  VIGNALE, Julio Cesar ('Vida y Presencia de Artigas'- Ed. Revista Atenea-Montevideo-1965)

[18] ACOSTA, Milton (‘No soy uruguayo: soy oriental’-http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)-

[19] TRAIBEL, José María (‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951

[20] TRAIBEL, José María (‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951

[21] IBARGUREN, Carlos (“Juan Manuel de Rosas-su vida, su tiempo su drama,”-Librería La Facultad de Juan Roldán y Cia-1930- 2da.Edición)

[22] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[23] ORSI, René Saúl (‘Ideario de Artigas’ - Separata Del Boletín De La Biblioteca Del Congreso De La Nacion Nro. 98, Marzo- Abril De 1975)

[24] VIGNALE, Julio Cesar ('Vida y Presencia de Artigas'- Ed. Revista Atenea-Montevideo-1965)

[25] RAMÍREZ, Carlos María (‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario https://studylib.es/doc/211118/)

[26] UMPIERREZ, Alberto (‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.

https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)

[27] RAMÍREZ, Carlos María (‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario

https://studylib.es/doc/211118/)         

[28] UMPIERREZ, Alberto (‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.

https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)

[29] TRÍAS, Vivián (“(‘Juan Manuel de Rosas’-Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[30] STORTINI, Julio (‘Producción y Propaganda 'Revisionista' durante el 1er. Peronismo'- Prohistoria, Año VIII, Rosario, Argentina, Primavera 2004)

[31] MAIZTEGUI CASAS, Lincoln (“Orientales: una historia política del Uruguay 1. De los orígenes a 1865”. Buenos Aires: Grupo Planeta. ISBN 950-49-1330-X)

[32] MAIZTEGUI CASAS, Lincoln (“Orientales: una historia política del Uruguay 1. De los orígenes a 1865”. Buenos Aires: Grupo Planeta. ISBN 950-49-1330-X)

[33] MAIZTEGUI CASAS, Lincoln (“Orientales: una historia política del Uruguay 1. De los orígenes a 1865”. Buenos Aires: Grupo Planeta. ISBN 950-49-1330-X)

[34] RAMÍREZ, Carlos María (‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario

https://studylib.es/doc/211118/)

[35] TRAIBEL, José María (‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951-)

[36] RAMÍREZ, Carlos María (‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario

https://studylib.es/doc/211118/)

[37] REYES ABADIE, Washington- BRUSCHERA, MELONGO – (‘El cielo artiguista.  Documentos de historia nacional y americana’-.  Ed. Medina, Tomo I, página 591/594, Montevideo -1951-) (citado por el portal ‘Revisionistas.com.ar’ http://www.revisionistas.com.ar/?p=11582)

[38] VERA, Setiembre Raúl-  (en Gabriel O. TURONE ‘Los Traidores de Artigas-Aclaraciones Históricas. La prueba de una gran traición’ Montevideo, 1937) (en el portal ‘Revisionistas.com.ar’  http://www.revisionistas.com.ar/?p=18652 ‘)

[39] VERA, Setiembre Raúl  (en Gabriel O. TURONE ‘Los Traidores de Artigas-Aclaraciones Históricas. La prueba de una gran traición’ Montevideo, 1937) (en el portal ‘Revisionistas.com.ar’  http://www.revisionistas.com.ar/?p=18652 ‘)

[40] VERA, Setiembre Raúl ( en Gabriel O. TURONE ‘Los Traidores de Artigas-Aclaraciones Históricas. La prueba de una gran traición’ Montevideo, 1937) (en el portal ‘Revisionistas.com.ar’  http://www.revisionistas.com.ar/?p=18652 ‘)

[41]  CASTAGNINO, Leonardo ('La Guerra del Paraguay-La Triple Alianza contra los países del Plata” (2ªEdición-Edit.La Gazeta Federal - Bs.As. 2013)

[42] UMPIERREZ, Alberto (‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.

https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)

[43] CHIVILÓ, Norberto J. (“El Año XX”-Año XIV - N° 54 – de Marzo 2020)

[44] VIGNALE, Julio Cesar ('Vida y Presencia de Artigas'- Ed. Revista Atenea-Montevideo-1965)

[45] TRAIBEL, José María (‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951-

[46]  Ídem

[47] TRAIBEL, José María (‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951-

[48] TRAIBEL, José María (‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951-

[49] IBARGUREN, Federico (‘El Artiguismo’)-

https://revisionistasdesanmartin.blogspot.com/2015/09/el-artiguismo.html

[50]  ACOSTA, Milton (‘No soy uruguayo: soy oriental’)-

http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)

[51] RIET, Celio (‘Orientales y no Uruguayos’ - Ed. Dirección Nacional de Relaciones Publicas del Ejercito Montevideo 1979)

[52] CHIVILÓ, Norberto J. (“El Año XX”-Año XIV - N° 54 – de Marzo 2020)

 

[53] CHIVILÓ, Norberto J. (“El Año XX”-Año XIV - N° 54 – de Marzo 2020)

[54] ACEVEDO, Eduardo. Obras Históricas José Artigas Jefe de los Orientales y protector

de los pueblos libres. Montevideo: Anales Históricos del Uruguay Tomos I y II. Montevideo: Casa Barrerio y Ramos, 1933.)

[55] MAIZTEGUI CASAS, Lincoln (“José Gervasio Artigas fue motivo de polémica en la Feria del Libro”

 https://www.lr21.com.uy/cultura/449640-jose-gervasio-artigas-fue-motivo-de-polemica-en-la-feria-del-libro

[56] VAZQUEZ FRANCO, Guillermo (‘Yo, Argentino’-

https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Historiador-Guillermo-Vazquez-Franco-canta-Las-40--uc206330  Y http://www.montevideo.com.uy/ notnoticias_206330_1.html)

[57] CAETANO, Gerardo (“Fragmento de la Exposición hecha en la Comisión de Eduación y Cultura del senado urguayo -14/9/06 – en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-  )

[58] UMPIERREZ, Alberto (‘Sobre los ‘Estados ‘tapones’’-

https://www.academia.edu/37794856/Sobre_los_Estados_tapones_)

[59] ÁNCHEZ GÓMEZ, Julio (2006).(“El tortuoso camino hacia la independencia de la República Oriental del Uruguay” -  En, I. Frasquet  ‘Bastillas, cetros y blasones’ . Majadahonda: Fundación Mapfre – en en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[60] TRÍAS, Vivián (‘Juan Manuel de Rosas’-Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[61] UMPIERREZ, Alberto (‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.

https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)

[62] RIET, Celio (‘Orientales y no Uruguayos’ - Ed. Dirección Nacional de Relaciones Publicas del Ejercito Montevideo 1979)

[63] VAZQUEZ FRANCO, Guillermo (‘Yo, Argentino’- )

https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Historiador-Guillermo-Vazquez-Franco-canta-Las-40--uc206330 Y http://www.montevideo.com.uy/ notnoticias_206330_1.html)

[64] ORSI, René Saúl (‘Ideario de Artigas’ - Separata Del Boletín De La Biblioteca Del Congreso De La Nacion Nro. 98, Marzo- Abril De 1975)

[65] ORSI, René Saúl (‘Ideario de Artigas’ - Separata Del Boletín De La Biblioteca Del Congreso De La Nacion Nro. 98, Marzo- Abril De 1975)

[66] ACEVEDO, Eduardo. Obras Históricas José Artigas Jefe de los Orientales y protector de los pueblos libres. Montevideo: Anales Históricos del Uruguay Tomos I y II. Montevideo: Casa Barrerio y Ramos,1933.)

[67] ORSI, René Saúl (‘Ideario de Artigas’ - Separata Del Boletín De La Biblioteca Del Congreso De La Nacion Nro. 98, Marzo- Abril De 1975)

[68] IBARGUREN, Federico (‘El Artiguismo’)-

https://revisionistasdesanmartin.blogspot.com/2015/09/el-artiguismo.html

[69] RAVIGNANI, Emilio (‘Historia Constitucional de la República Argentina’-Bs.As. 1926)

[70] PONCE DE LEÓN, Facundo (documental ‘José Artigas -El Origen’ Producción ‘Mueca Films’ y ‘Teledoce’ 2014http://muecafilms.com/wp/?portfolio=el-origen-jose-gervasio-artigas-)

[71] PONCE DE LEÓN, Facundo (documental ‘José Artigas -El Origen’ Producción ‘Mueca Films’ y ‘Teledoce’ 2014http://muecafilms.com/wp/?portfolio=el-origen-jose-gervasio-artigas-)

[72] ídem

[73] ACEVEDO, Eduardo. (“Obras Históricas José Artigas Jefe de los Orientales y protector de los pueblos libres”. Montevideo: Anales Históricos del Uruguay Tomos I y II. Montevideo: Casa Barrerio y Ramos,1933.)

[74] RIET, Celio (‘Orientales y no Uruguayos’ - Ed. Dirección Nacional de Relaciones Publicas del Ejercito Montevideo 1979)

[75] ALEN LASCANO, Luis C. (‘Ibarra-Un Caudillo Norteño’ – Cuadernos de Crisis Nro.25-Ed.del Noroeste SA-1976)

[76] PIGNA, Felipe “Los Mitos de la historia argentina”- Bs.As., Norma 2004)

[77] RAMÍREZ, Carlos María (‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario

https://studylib.es/doc/211118/)

[78] REYES ABADIE, Washington (“Diálogo con Bárbara Díaz y Monica Salinas”- Revista de Humanidades de la Universidad de Montevideo-Marzo 2002-Año 2)

[79] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- -Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[80] METHOL FERRÉ, Alberto. (“El Uruguay como problema”-. Montevideo, Ed. Diálogo, 1967. En “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.I-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[81] FERRERO, Roberto A. (‘El Artiguismo en Córdoba’- Publicado por “Derecho y Justicia en la época de la Confederación Argentina” en Tabaré, Centro de Residentes Uruguayos de Córdoba, Córdoba, 1989.

[82] PALOMEQUE, Agapo Luis (“Lavalleja, Ejemplo de dignidad Oriental”- en ‘Lavalleja, el Libertador’. Colección ‘Los Blancos’, VoL.2, Capitulo 3-Ediciones De La Plaza, Montevideo, R.O.U. año 2014)

[83] ITURRIA, Raúl y RELA, Walter (“Lavalleja, Ejemplo de dignidad Oriental”- en ‘Lavalleja, el Libertador’. Colección ‘Los Blancos’, VoL.2, Capitulo 1-Ediciones De La Plaza, Montevideo, R.O.U. año 2014)

[84] BARRIOS PINTOS, Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”- —Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[85] PEREZ ANTÓN, Romero (“El Contexto Regional e Internacional” en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.II-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[86] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raul (“Biografía de Manuel Oribe”, en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la colección ‘Los Blancos’ Vol.I-Cap.2.- -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[87] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (“Brig.Gral.Juan Manuel De Rosas - Aspectos poco conocidos de su vida y su familia” - Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero 2019)

[88] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[89] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La Plaza-Montevideo 2014)

[90] ITURRIA, Raúl (“El Contexto Regional e Internacional”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.3- Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)

[91] LACALLE HERRERA, Luis Alberto (“La Labor del Estadista”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-   Ediciones  De La Plaza-Montevideo 2014)

[92] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U- Montevideo 1987)

[93] OLAZA PALLERO, Sandro (“Manuel Oribe, Prócer de la Independencia y Caudillo del Federalismo”- Blog de Historia Argentina e Hispanoamericana -17-8-09)

[94] ABRAHAM, Luis Alberto (“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel Oribe, Fundador de la Republica’- Colección ‘Los Blancos’ Nro.1. Capítulo 6-“ Ed. de la Plaza-Montevideo-2014).-

[95] PALOMEQUE, Agapo Luis (“Lavalleja en el Contexto Nacional” -Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Capítulo 3. “Ed. de la Plaza-Montevideo-2014).-

[96] MENA SEGARRA, Enrique (“Período Luso-Brasileño” en Mena Segarra y Palomeque, 2009, tomo 1, pags.207 y ss- en PALOMEQUE, Agapo Luis.- en “Lavalleja en el Contexto Nacional” -Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Capítulo 3“ - “Ed. de la Plaza-Montevideo-2014)

[97] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro – Buenos Aires- 2010)

[98] MENA SEGARRA, Enrique (“Período Luso-Brasileño” en Mena Segarra y Palomeque, 2009, tomo 1, pags.207 y ss- en PALOMEQUE, Agapo Luis (“Lavalleja en el Contexto Nacional” -Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Capítulo 3. Ed. de la Plaza-Montevideo-2014)

[99] PALOMEQUE, Agapo Luis y TORENA, Daniel (“La Cruzada Libertadora de 1825”- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap. IV-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014). -

[100] Ídem

[101] ITURRIA, Raul y RELA, Walter (‘Lavalleja, Ejemplo de Dignidad Oriental’- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.I-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[102] ACOSTA, Milton (‘No soy uruguayo: soy oriental’-http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)-

[103]  PALOMEQUE, Agapo Luis y TORENA, Daniel (“La Cruzada Libertadora de 1825” - en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Cap.IV“ Ed.de la Plaza-Montevideo-2014).-

 

[104] ROSA, José Maria (“La Caída de Rosas”- Editorial Punto de Encuentro-Buenos Aires. 2010)

[105] UMPIERREZ, Alberto (‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.

https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)

[106] ARDAO, Arturo ( “Cuadernos de Marcha” Nro.4, Montevideo- Agosto de 1987- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[107] MENA SEGARRA, Enrique (“"Período 1825-1830" en Mena Segarra, Enrique y Palomeque Agapo Luis. Historia de la Educación Uruguaya, tomo 2, Mdeo., Ediciones de la.,Plaza, 2009, págs. 238-239. en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[108] CASTAGNINO, Leonardo (“Juan Manuel de Rosas-Sombras y Verdades”- Ed. La Gazeta Federal-2014 2da.edición)

[109] OTEGUI, Sergio (“Batalla de Ituzaingó”- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2.- Cap.8 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[110] IRIARTE, Tomás de (‘La Campaña del Brasil’ en ‘Memorias’- Biblioteca Argentina de Historia y Política-Ed. Hyspamerica-1962)

[111] HERRERA, Luis Alberto de (‘‘La Misión Ponsonby’, tomo I, Buenos Aires, EUDEBA, 1974, pp. 5-6

[112] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976.-

[113] CASTAGNINO, Leonardo (“Juan Manuel de Rosas-Sombras y Verdades”- Ed.La Gazeta Federal-2014 2da.edición)

[114] JAURETCHE, Arturo (“Ejercito y Política”-  Obras Completas-vol.9-Ed.Corregidor, Bs.As.2006)

[115] VÁZQUEZ FRANCO, Guillermo (“Las visiones sobre la independencia. Un bicentenario después”- publicado en APHU, ‘Historia y docencia’-Montevideo, Banda Oriental, 2011- Pp.58 a 72- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Cap. IV“ Ed. de la Plaza-Montevideo-2014).-

[116] UMPIERREZ, Alberto (‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.

https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)

[117] ACOSTA, Milton (‘No soy uruguayo: soy oriental’-

http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)-

[118] MENA SEGARRA, Enrique (“"Período 1825-1830" en Mena Segarra, Enrique y Palomeque, Agapo Luis. Historia de la Educación Uruguaya, tomo 2, Mdeo., Ediciones de la.,Plaza, 2009, págs. 238-239-. en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[119] BERRO, Bernardo Prudencio (“Escritos Selectos”. Colección de ‘Clásicos Uruguayos’-Vol.111.-Biblioteca Artigas, Montevideo -1966-Pags.246-247.- En “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[120] ACEVEDO, Eduardo, Anales históricos del Uruguay. Tomo 1- Montevideo, Ed. Barreiro y Ramos, 1933. pp. 315-316. - en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[121]  SÁNCHEZ GÓMEZ, Julio (2006).(“El tortuoso camino hacia la independencia de la República Oriental del Uruguay” -  En, I. Frasquet  ‘Bastillas, cetros y blasones’ . Majadahonda: Fundación Mapfre – en en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).- .

[122] BARRIOS PINTOS, Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”. Ediciones de la Banda Oriental Montevideo-1976)

[123] MENA SEGARRA, Enrique (“Período Luso-Brasileño” en Mena Segarra y Palomeque, 2009, tomo 1, pags.207 y ss- en PALOMEQUE, Agapo Luis (“Lavalleja en el Contexto Nacional” -Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Capítulo 3“ - “Ed.de la Plaza-Montevideo-2014)

[124] BARRIOS PINTOS, Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”- —Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976)

[125] Idem

[126] ROSA, José María (‘Salvador María del Carril -Pequeña Biografía’- La Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional- Biblioteca Digital www.labaldrich.com.ar)

[127] Idem

[128] BARRIOS PINTOS, Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”- Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[129] BARRIOS PINTOS, Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”. Ediciones de la Banda Oriental Montevideo-1976

[130] BARRIOS PINTOS, Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”- —Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[131] BARRIOS PINTOS, Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”- Ediciones de la Banda Oriental Montevideo. 1976

[132] ABRAHAM, Luis Alberto (“Vida Militar” - en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.6 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[133] ITURRIA, Raúl (“Actuación Política” - en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.5 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[134] HERRERA, Luis de (“La Misión Ponsonby I: La Diplomacia Británica y la independencia de Uruguay, Tomo I, -Ed.EUDEBA- Bs.As.2016)

[135]  HERRERA, Luis de (“La Misión Ponsonby I: La Diplomacia Británica y la independencia de Uruguay”, Tomo I, -Ed.EUDEBA- Bs.As.2016)

[136] ITURRIA, Raúl (“Actuación Política” - en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.5 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[137] HERRERA, Luis de (“La Misión Ponsonby I: La Diplomacia Británica y la independencia de Uruguay”, Tomo I, -Ed.EUDEBA- Bs.As.2016)

[138] CASTELLANOS, Alfredo (“La Cisplatina, la Independencia y la República caudillesca”. Ediciones de la Banda Oriental, 1974, pag.71)

[139]    VÁZQUEZ FRANCO, Guillermo (“Las visiones sobre la independencia. Un bicenenario después”- publicado en APHU, ‘Historia y docencia’-Montevideo, Banda Oriental, 2011- Pp.58 a 72- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Cap. IV“ Ed. de la Plaza-Montevideo-2014).-

[140] FREGA, Ana (“Los significados de la independencia desde la colonia hasta la afirmación del estado-nación " en Historia conceptual. Voces y conceptos de la política (1750-1870). Gerardo Caetano (Coordinador). Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental. 2013, pp.35-38. ISBN 978-9974-1-0851-6) en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[141] ROSA, José María (“Rivadavia y el Imperialismo financiero”, La Baldrich-Abril 1969. http://www.labaldrich.com.ar/wp-content/uploads/2016/07/Rosa-Jose-Maria-Rivadavia-y-el-imperialismo-ffinanciero.pdf

[142] FERREIRO, Felipe (“La disgregación del Reino de Indias”, Montevideo-Barreiro y Ramos Editores. En ‘La vocación americanistas de los Orientales’-Pags.195-207 –  en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Cap.IV“ Ed.de la Plaza-Montevideo-2014).-

[143] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[144] ABRAHAM, Luis Alberto (“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel Oribe, Fundador de la Republica’- Colección ‘Los Blancos’ Nro.1. Capítulo 6-“ Ed.de la Plaza-Montevideo-2014).-

 

[145] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La Plaza-Montevideo 2014)

[146] ABRAHAM, Luis Alberto (“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel Oribe, Fundador de la Republica’- Colección ‘Los Blancos’ Nro.1. Capítulo 6-“ Ed.de la Plaza-Montevideo-2014

[147] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976)

[148] TRÍAS, Vivián (‘Juan Manuel de Rosas’-Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[149] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos. Vol. I, Cap.2- Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)

[150] ITURRIA, Raúl (‘El Contexto Regional e Internacional’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’. Vol.1, Cap.3.-   Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)

[151] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La Plaza-Montevideo 2014)

[152] PEREZ ANTÓN, Romeo (“La Actuación Política de Manuel Oribe”- en “Manuel Oribe, Fundador de la Republica” Colección ‘Los Blancos’ Vol..1.- Cap.4. Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-

[153] LACALLE HERRERA, Luis Alberto (“La Labor del Estadista”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-   Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)

[154] CARRIEGO, Evaristo (‘Poemas’-‘La Apostasía de Andresito’ -parte pertinente- Red Ediciones S.L.-2020)

[155] ROSA, José Maria (‘La Caída de Rosas’- Editorial Punto de Encuentro-1era.Edición- Buenos Aires-1958)

[156] CASTAGNINO, Leonardo (“La situación de la Confederación Argentina- La Gazeta Federal –www.lagazeta.com.ar)

 

[157] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)

[158] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[159] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[160] ABRAHAM, Luis Alberto (“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel Oribe, Fundador de la Republica’- Colección ‘Los Blancos’ Nro.1. Capitulo 6  Ed.de la Plaza-Montevideo-2014).-

[161] TRÍAS, Vivián (‘Juan Manuel de Rosas’-Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[162] OLAZA PALLERO, Sandro ('Manuel Oribe, Prócer de la Independencia y Caudillo del Federalismo'- Blog de Historia Argentina e Hispanoamericana -17-8-09)

[163] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[164]  ABRAHAM, Luis Alberto (“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel Oribe, Fundador de la Republica’- Colección ‘Los Blancos’ Nro.1. Capítulo 6“ Ed.de la Plaza-Montevideo-2014).-

[165] LACALLE HERRERA, Luis Alberto (“La Labor del Estadista”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-   Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)

[166] VAZQUEZ DE MELLA,  Juan (“El Tradicionalismo Español’´- Ediciones Dictio-1980).-  

[167] RODRIGUEZ VARESE, Susana (“La sociedad Oriental a comienzos de la vida independiente” en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.1.-  Ed. De La Plaza-Montevideo 2014)

[168] ABRAHAM, Luis Alberto (“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel Oribe, Fundador de la Republica’- Colección ‘Los Blancos’ Nro.1. Capítulo 6-“ Ed.de la Plaza-Montevideo-2014).-

[169] PEREDAS, Setembrino E. (“Garibaldi en el Uruguay” – Ed. El Siglo Ilustrado-Montevideo 1914-Tomo 1-Pags. 108/118)

[170] ITURRIA, Raul (‘El Contexto Regional e Internacional’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.-   Ediciones  De La Plaza-Montevideo 2014)

[171] TURONE, Oscar y Gabriel (“Giuseppe Garibaldi” y “Saqueo de Gualeguaychú”- http://www.revisionistas.com.ar/?p=830 y en http://www.revisionistas.com.ar/?p=9880 )

[172]  PEREDAS, Setembrino E. (“Garibaldi en el Uruguay” – Ed.El Siglo Ilustrado-Montevideo 1914-Tomo 1-Pags. 108/118)

[173] PEREDAS, Setembrino E. (“Garibaldi en el Uruguay” – Ed.El Siglo Ilustrado-Montevideo 1914-      Tomo 1-Pags. 108/118)

[174] MASCIOTRA, Guillermo (“Sesquicentenario de la muerte del Almirante Guillermo Brown”. Periódico “El Restaurador “ -  AÑO 1 Nº 2 Marzo 2007

https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2007/03/sesquicentenario-de-la-muerte-del.html

[175] Idem

[176] ITURRIA, Raúl (‘El Contexto Regional e Internacional’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.-   Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014).

[177] MASCIOTRA, Guillermo (“Sesquicentenario de la muerte del Almirante Guillermo Brown”. Periódico “El Restaurador “   AÑO 1 Nº 2 Marzo 2007

https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2007/03/sesquicentenario-de-la-muerte-del.html

[178] OLAZA PALLERO, Sandro ('Manuel Oribe, Prócer de la Independencia y Caudillo del Federalismo'- Blog de Historia Argentina e Hispanoamericana -17-8-09)

[179] SALDÍAS, Adolfo (“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo II- pág. 396/400-Ediciones Clío- Vigo- España- 1973)

[180] LACALLE HERRERA, Luis Alberto (“La Labor del Estadista”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-   Ediciones  De La Plaza-Montevideo 2014)

[181] LACALLE HERRERA, Luis Alberto (“La Labor del Estadista”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-   Ediciones  De La Plaza-Montevideo 2014)

 

[182] ITURRIA, Raúl (‘El Contexto Regional e Internacional’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.-   Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)

[183] OLAZA PALLERO, Sandro ('Manuel Oribe, Prócer de la Independencia y Caudillo del Federalismo'- Blog de Historia Argentina e Hispanoamericana -17-8-09)

[184] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro. Bs. As. - 2010)

[185] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)

[186] ACOSTA, Milton (‘No soy uruguayo: soy oriental’-http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)-

[187] BARRIOS PINTOS, Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”- —Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976.-

[188] ITURRIA, Raul y RELA, Walter (‘Lavalleja, Ejemplo de Dignidad Oriental’- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.I-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).

[189] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976)

[190] TRÍAS, Vivián (‘Juan Manuel de Rosas’-Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[191] https://www.lagazeta.com.ar/bandera_nacional.htm

[192] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Buenos Aires-2010)

[193] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U.- Montevideo 1987)

[194] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[195] ALBERDI, Juan Bautista (“Fragmento preliminar al estudio del derecho’’ en Obras Completas, I, 131)

[196] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976)

[197] ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’-Ed. Punto de Encuentro- Bs. As. 2010)

[198] RELA, Walter (“Uruguay 1830-1903, Cronología Histórica Documentada” - https://www.scribd.com/doc/229457253/URUGUAY-1830-1903-CRONOLOGIA-HISTORICA-DOCUMENTADA-Walter-Rela-pdf).

[199] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”.- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)

[200] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La Plaza-Montevideo 2014)

[201] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[202]  Portal ‘Historia General de las RREE de la República Argentina’. año 2000

[203] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[204] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La Plaza-Montevideo 2014)

[205] ITURRIA, Raúl (‘El Contexto Regional e Internacional’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.-   Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)

[206] ROSA, José María (“La Caída de Rosas” Ed. Punto de Encuentro. Bs. As. 2010)

[207] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As. 2010)

[208] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)

[209] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Buenos Aires-2010)

[210] ROSA, José Maria (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro-Bs. As.-1958)

[211] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As. 2010)

[212] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro.  Buenos Aires. 2010)

[213] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)

[214] LACALLE HERRERA, Luis Alberto (“La Labor del Estadista”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-   Ediciones  De La Plaza-Montevideo 2014)

[215] ROSA, José María (“Defensa Y Pérdida De Nuestra Independencia Económica”- Peña Lillo editor -1986)

[216] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As. 2010)

[217] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As. 2010)

[218] PELFORT, Jorge (‘La Pseudo-Paz Del 8 De Octubre’ - Diario El PAIS, 7/10/94)

[219] PELFORT, Jorge (‘La Pseudo-Paz Del 8 De octubre’ - Diario El PAIS, 7/10/94)

[220] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La Plaza-Montevideo 2014)

[221] RODRIGUEZ VARESE, Susana (“La sociedad Oriental a comienzos de la vida independiente” en  ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.1.-  Ed. De La Plaza-Montevideo 2014)

[222] GRAN LOGIA DE LA MASONERÍA DEL URUGUAY [222]- Biografías masónicas orientales. Tomo I. Montevideo. 1991. pp. 103-10

[223] BORGES, Leonardo (“Cuidado con con lo que firman -Tratados de 1851-” -Caras y Caretas on line-Montevideo 1 de Mayo de 2019.)

[224] PETROCELLI, Héctor B. (‘Las Misiones Orientales: Parte Del Precio Que Pagó Urquiza Para Derrocar A Rosas’- Colección Estrella Federal-Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-1995)

[225] ROSA, José María (“La Caída de Rosas” – Ed. Punto de Encuentro – Bs. As. 2020)

[226] MURGÍA, Julián (en su ‘Gato Federa’l extraído de su obra ‘‘Crónica de Hombres Libres’-1972)

[227] ROSA, José María (‘El Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960-)

[228] PETROCELLI, Hector B. (‘Las Misiones Orientales: Parte Del Precio Que Pagó Urquiza Para Derrocar A Rosas’- Colección Estrella Federal-Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-1995)

[229] Ídem

[230] TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976

[231] PELFORT, Jorge (http://jorgepelfort.blogspot.com/2012/10/el-hombre-del-destino-y-la-cisplatina.html- en UMPIERREZ, Alberto: ‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.

https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)

 

[232] VERA, Setiembre Raúl (en Gabriel O. TURONE ‘Los Traidores de Artigas-Aclaraciones Históricas. La prueba de una gran traición’ Montevideo, 1937) (en el portal ‘Revisionistas.com.ar’ http://www.revisionistas.com.ar/?p=18652 ).

[233] Ídem

[234] METHOL FERRÉ, Alberto (“Estudio Preliminar A "Oribe Y Su Significación Frente A Rozas Y Rivera De Guillermo Stewart Vargas”-  Montevideo 29 de abril de 1958.-http://www.metholferre.com/obras/articulos/capitulos.php?id=44 )

 

[235] RODRIGUEZ VARESE, Susana (“La sociedad Oriental a comienzos de la vida independiente” en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.1.-  Ed. De La Plaza-Montevideo 2014)

[236] ROSA, José María (“Defensa Y Pérdida De Nuestra Independencia Económica”- Peña Lillo editor -1986)

[237] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (Blog “El Mensajero De La Confederación Argentina”, www.elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com) en especial los trabajos como “El 'Empirismo Organizador' Como Base Para La Restauración De La Soberanía Nacional” y también  “Brig.Gral.Juan Manuel De Rosas (Aspectos Poco Conocidos De Su Vida Y Su Familia)”

[238] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro – Bs. As.-2020)

[239] BORGES, Leonardo (“Juan Manuel de Rosas y Los Partidos Uruguayos”- Montevideo-12 Junio, 2019 -  Edición ‘Caras Y Caretas’ On Line)

[240] ROSA, José María (“Historia Argentina”- Vol.4- Ed. Granda-1965)

[241] ROSA, José María (“Defensa Y Pérdida De Nuestra Independencia Económica”- Peña Lillo editor -1986)

[242] ROSA, José María (“Historia Argentina” Tomo IV. – Ed. Granda-año 1965)

[243] ROSA, José María (‘El Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960) y ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’-Editorial Punto de Encuentro-1era.Edición-1958)

[244] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro. Bs. As.-2010)

[245] ROSA, José María (‘El Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960) y  ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’-Ed. Punto de Encuentro-1era.Edición-Bs. As.1958)

[246] MUÑOZ AZPIRI, José Luis (“Rosas frente al Imperio Ingles” pag. 121- Ediciones Theoria-1960)

[247] CAPONNETTO, Antonio (‘Notas Sobre J.M. De Rosas’-Ed. Katejon-2013)

[248] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente ('El Empirismo Organizador Como Base para la Restauración de la Soberanía Nacional'-  blog ‘El Mensajero de la Confederación Argentina’- Febrero 2019)

[249] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed. Idearium-Bs.As.-1979)

[250] GARCIA PELAYO, Manuel, (“Derecho Constitucional Comparado” - Madrid, Rev. De Occidente, 1964, pág. 34).

 

[251] BIDART CAMPOS. Germán J„ (“Derecho Constitucional”, T° I, Ediar, Buenos Aires, 1964)

[252]ORTEGA Y GASSET José, (“Obras Completas”,-’Del Imperio Romano’ (Madrid, Rev. de Occidente, 1947, T° VI, pág. 85)

[253]ITURRIA, Raúl (“El contexto regional e internacional” –en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.-   Ediciones  De La Plaza-Montevideo 2014)

[254] CASTAÑEDA, Fray Francisco de Paula, (citado por José María ROSA en  ‘Las Diez Noches Históricas’, en: Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas”, (Buenos Aires, 1944), Nv 1, pág. 41).

[255] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed.Idearium Bs.As.-1979)

[256] IRAZUSTA, Julio (“Tomás de Anchorena” - Buenos Aires, La Voz del Plata, 1950, págs. 38-39).

[257] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed. Idearium-Bs.As.-1979)

[258] PALACIO, Ernesto, (“Teoría del Estado”, -Buenos Aires, Ed. Política, 1949, págs.191y  sstes)

[259] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)

[260] ROSA, José María (“Historia Argentina”, - Buenos Aires, Ed. Granda, 1965, T° 5, pag.536),

pág. 367.

[261] SAMPAY, Arturo E. (“Las Ideas Políticas de J.M.de Rosas”- Juárez Editor-1972)

[262] CAPONNETTO, Antonio (‘Notas Sobre J.M. De Rosas’-Ed. Katejon-2013)

[263] QUESADA, Ernesto (“La época de Rosas”, en ARANA, Enrique (h), “Cinco Estudios Sobre Rosas” - Ed. Instituto Panamericano de Cultura-1954.-)

[264] TELLO, Belisario (‘La Monarquía sin Corona’-Editorial Almena-Bs.As.-1976)

[265] FAVALORO, René (“¿Conoce Ud. a San Martín”-Ed. Sudamericana S.A.-2011-formato digital)

[266] En: GALVEZ, Jaime, Revisionismo histórico constitucional, (Buenos Aires, Ed. Celcius, 1987), págs. 90-82.

[267] SAENZ QUESADA, Héctor (‘Ideas Políticas del Gral. San Martín’- Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2013-Edición digital a partir de Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 2 (1948), pp. 235-255-http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc001t6

[268] VICUÑA MACKENNA, Benjamín (‘El Ostracismo Del General  D. Bernardo O’Higgins’ – Valparaíso, Chile-Imprenta y Librería Del Mercurio- 1860)

[269] SIERRA, Vicente D. (“Historia Argentina” – Ed-Vicente Sierra-10 tomos- 1956-1972)

[270] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (“El 'Empirismo Organizador' Como Base Para La Restauración De La Soberanía Nacional”- Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero 2019)

[271] Ídem

[272] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (“El 'Empirismo Organizador' Como Base Para La Restauración De La Soberanía Nacional”- Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero 2019)

[273] QUESADA, Ernesto (“La época de Rosas”, en ARANA, Enrique (h), “Cinco Estudios Sobre Rosas” - Ed. Instituto Panamericano de Cultura-1954.-Pags.60, 61, 73, 107, 112, 113, 119, 120, 124, 148, 156, 158, 160, 180, 181, 191, 245, 246, 247 y 248)

[274] TELLO, Belisario (‘La Monarquía sin Corona’-Editorial Almena-Bs.As.-1976)

[275] TELLO, Belisario (‘La Monarquía sin Corona’-Editorial Almena-Bs.As.-1976)

[276] Ídem

[277] SPENGLER, Oswald (“Años decisivos”- colección Austral-Ed.Espasa-Calpe SA-1962)

[278] QUESADA, Ernesto (“La época de Rosas”, en ARANA, Enrique (h), Cinco Estudios Sobre Rosas - Ed. Instituto Panamericano de Cultura-1954.-Pags.60, 61, 73, 107, 112, 113, 119, 120, 124, 148, 156, 158, 160, 180, 181, 191)

[279] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)

[280] BRACKENRIDGE, E. M., Viaje a América del Sur (trad. C. A. Aldao) citado por José María Rosa, Las diez noches históricas, en: Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas”, (Buenos Aires, 1944), Nv 1, pág. 41.( CITADO TODO POR CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)

[281] QUESADA, Ernesto (“La época de Rosas”, en ARANA, Enrique (h), “Cinco Estudios Sobre Rosas” - Ed. Instituto Panamericano de Cultura-1954.-)

[282] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (“Juan Manuel De Rosas: El Origen del Aguinaldo en la Argentina (08-01-1852)”- Blog ‘El Mensajero de la Confederación Argentina”

https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2019/06/juan-manuel-de-rosas-el-origen-del.html

 

[283] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)

[284] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas. La Cultura De Su Época”- Ed. Idearium- Bs. As.1979

[285] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)

 

[286] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente, (“1836-30 De Mayo-2019 –183º Aniversario De La Fundación Del Banco  De La Provincia De Buenos Aires  Por El Gobierno Del Brig. Gral. Juan Manuel De Rosas”) Blog “El Mensajero de la Confederación Argentina”. https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2019/05/juan-manuel-de-rosas-fundador-del-banco.html

[287] CAPONNETTO, Antonio. (“CAPONNETTO, Antonio (‘Notas Sobre J.M. De Rosas’-Ed. Katejon-2013)

[288] ROSA, José María (“Juan María Gutiérrez, pequeña biografía”- La Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional Biblioteca Digital www.labaldrich.com.ar

 

[289] DALLA VIA, Alberto Ricardo («Historia constitucional argentina». Manual de Derecho Constitucional. Buenos Aires: Abeledo Perrot. 2011. p. 27. ISBN 978-950-20-2271-0)

[290] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas. La Cultura De Su Época”- Ed.Idearium-1979)

[291] CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed. Idearium-Bs.As.-1979)

[292]  IRAZUSTA, Julio y Rodolfo, (“La Argentina y el Imperialismo Británico”, Buenos Aires, Tor, 1934), págs. 167-169.

[293] ZEBALLOS, Estanislao S.(en: ‘Revista de Derecho, Historia y Letras’,-(Buenos Aires, julio de 1915, pág. 478.)

[294] CORVALÁN LIMA, Hector (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed. Idearium-Bs.As.-1979)

[295] ALBERDI, Juan Bautista, (‘Escritos póstumos’, T° X, págs. 155, 157 y 161),

[296] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (“MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (“El 'Empirismo Organizador' Como Base Para La Restauración De La Soberanía Nacional”- Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero 2019).

[297] ROTTJER, Aníbal Atilio, (“(‘Rosas-Prócer Argentino’.Ed.Theoria-1972-Buenos Aires),

[298] CORVALÁN LIMA, Hector (“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)

[299] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed.Punto de Encuentro-2010)

[300] TRÍAS, Vivián “Juan Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U- Montevideo 1987)

[301] TELLO, Belisario (‘La Monarquía sin Corona’-Editorial Almena-Bs.As.-1976)

[302] ROM, Eugenio (‘¡Perdón Juan Manuel!-Crónica de un Regreso’- Ed.Plus Ultra-1990)

[303] GALVEZ, Manuel, Vida de Don Juan Manuel de Rosas, (Buenos Aires, El Ateneo, 1942),

págs. 520-521.

[304] SIERRA, Vicente D. (‘Dos conferencias sobre ROSAS’ – Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-Bs.As. 1940)

[305] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro – Bs. As. 2010)

 

[306] HERRERA, Luis Alberto de (“Urquiza y el Uruguay”-Montevideo-1919)

[307] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2019)

[308] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro – Bs. As. 2010)

[309] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U.- Montevideo 1987)

[310]   (MONTORO GIL 'J.M.de R.-Aspectos Poco Conocidos de su Vida y su Familia -y en 'El Empirismo Organizador Como Base para la Restauración de la Soberanía Nacional' – Ambos en el blog ‘El Mensajero de la Confederación Argentina’-Febrero 2019)

[311] PICCAGLI, Américo Enrique (‘La Argentina Violenta y Contradictoria’-. Año 2000-)

[312] EZCURRA MEDRANO, Alberto (‘La Independencia del Paraguay y otros Ensayos’- Ed. Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-Colección Estrella Federal-pag.93-Mayo 1999 cita a Julio Irazusta “Ensayo Sobre Rosas’-, pag.84)

[313] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- Camara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

[314] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición.  nota Nro.4 del capítulo 2, Pag.26) y (la edición digital de 1985)

[315] GALVEZ, Jaime (“Revisionismo Histórico Constitucional, (Buenos Aires, Ed. Celcius, 1967), pág. 97.

[316] OLAZA PALLERO, Sandro (“Acerca De Los Derechos Existenciales Después De La Batalla De Caseros (1852-1872)” http://www.revistapersona.com.ar/Persona14/14olaza.htm)

[317] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed.Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)

[318] OLAZA PALLERO, Sandro (“Acerca De Los Derechos Existenciales Después De La Batalla De Caseros (1852-1872)”  http://www.revistapersona.com.ar/Persona14/14olaza.htm)

[319] ROSA, José María (“Defensa Y Pérdida De Nuestra Independencia Económica”- Peña Lillo editor -1986)

[320] GUERRERO, Victor (“Alem, Historia De Un Caudillo”.-Buenos Aires 1951- en ‘Interpretaciones De Caseros’ por Leonardo Castagnino.- ‘ La Gazeta Federal’ www.lagazeta.com.ar )

[321] CASTAGNINO, Leonardo ('La Guerra del Paraguay-La Triple Alianza contra los países del Plata” (2ªEdición-Edit.La Gazeta Federal - Bs.As. 2013)

[322] SIERRA, Vicente D. (‘Dos conferencias sobre ROSAS’ – Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-Bs.As. 1940)

[323] ABADIE AICARDI, Oscar (‘La Política de Transito Aduanero y la Rivalidad Comercial entre Montevideo y Buenos Aires en 1829’- Academia.1982)

[324] VAZQUEZ FRANCO, Guillermo (‘Yo, Argentino’- )

https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Historiador-Guillermo-Vazquez-Franco-canta-Las-40--uc206330 Y http://www.montevideo.com.uy/ notnoticias_206330_1.html)

[325] PETROCELLI, Hector B. (‘Las Misiones Orientales: Parte Del Precio Que Pagó Urquiza Para Derrocar A Rosas’- Colección Estrella Federal-Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-1995)

[326] ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’-Editorial Punto de Encuentro-2010)

[327] CORVALÁN MENDILAHARSU, Julio Cesar (‘Rosas y la Poesía Rioplatense’, en el Boletín Nro.2 del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-Año 1944-Pag.52/56)

 

[328] VARELA, Florencio (“Escritos Políticos, Económicos y Literarios”-Biblioteca Americana Tomo VIII-Buenos Aires, Imprenta del Orden-1859)

[329] GARCIA MELLID, Atilio (‘Proceso al Liberalismo Argentino’ Ed.Peña Lillo, Bs.As.-1974).

[330] CERDEIRA, Eduardo (“Si la historia la escriben los que ganan…hay otra historia”-Diario ‘El 9 de Julio’-27 de Enero 2020- ciudad de 9 de Julio, Pcia.de Bs.As.)

[331] SIERRA, Vicente D. (“Historia Argentina” – Ed-Vicente Sierra-10 tomos- 1956-1972)

[332] JAURETCHE, Arturo (‘Política Nacional y Revisionismo Histórico’-  Obras Completas-vol.7-Ed. Corregidor, Bs.As.2006)

[333] RUBIANI, Jorge (“Mercosur: Historia Y Política Exterior”- en ‘La gazeta Federal- www.lagazeta.com.ar)

[334] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)

[335] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[336] Mercado Luna, Ricardo, (“Los coroneles de Mitre”, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1974)

[337] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro - Bs. As.- 2010)

[338] REGUERA, Andrea (“Las Relaciones Epistolares De Juan Manuel De Rosas En El destierro (1852-1877): Amistad, Abandono Y Lamento”- Editorial: Universidade do Vale do Rio dos Sinos. Programa de Pós-Graduação em História. Revista: História Unisinos.Setembro/Dezembro 2016)

[339] CASTAGNINO, Leonardo  (“Juan Manuel de Rosas-Sombras y Verdades”- Ed.La Gazeta Federal-2014 2da.edición)

[340] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[341] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[342] TURONE, Gabriel O. (‘Yateman, el vencedor de Pavón’- Portal www.revisionistas.com.ar
http://www.revisionistas.com.ar/?p=22519&fbclid=IwAR0tIOgDBQU_ceNQFFIrqhC_1Uy3kX-a6lTK6qlU0TRDUV1stzl5KM__AgU)

[343] Ídem

[344] MUÑOZ ASPIRI, José Luis (‘Rosas frente al Imperio inglés’ - ” pag. 121- Ediciones Theoria-1960-(en CASTAGNINO, Leonardo -“La Guerra del Paraná”- La Gazeta Federal- https://www.lagazeta.com.ar/guerra_del_parana.htm

[345] CASTAGNINO, Leonardo (‘La Toma de Paysandú’-La Gazeta Federal- www.lagazeta.com.ar)

[346]   ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[347] MURGÍA, Julián ( ‘Paysandú’ extraído de su obra ‘‘Crónica de Hombres Libres’-1972)

[348] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[349] CASTAGNINO, Leonardo ('La Guerra del Paraguay-La Triple Alianza contra los países del Plata” (2ªEdición-Edit.La Gazeta Federal - Bs.As. 2013)

[350] HERRERA, Luis Alberto de (“La Culpa Mitrista”, Ed. Pampa y Cielo, Bs. As., 1965)

[351] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[352] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[353] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[354] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[355] MATIENZO, J. N.  (“El Gobierno Representativo Federal”, pág. 130).

[356] RIVERA,  Enrique  (“José Hernández y la guerra del Paraguay. Editorial Colihue, Buenos Aires, -2007-pp. 64),

[357] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’Ed. Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[358] Ídem

[359] CASTAGNINO, Leonardo (“La Caravana Del Infortunio - (1869-1870) “ (Guerra del Paraguay)  en La Gazeta Federal-  http://lagazeta.com.ar/caravana_del_infortunio.htm#12)                   

[360] CARRERE CADIRANT, Gustavo ('Cerro Corá: La Epopeya de un pueblo’- Buenos Aires (2008)- ver www.revisionistas.com.ar)

[361] CARRERE CADIRANT, Gustavo ('Cerro Corá: La Epopeya de un pueblo’- Buenos Aires (2008)- ver www.revisionistas.com.ar)

[362] TURONE, Oscar y TURONE Gabriel O. (‘La Epopeya de Cerro Corá’- www.Revisionistas.com.ar- http://www.revisionistas.com.ar/?p=3489)

[363] Ídem

[364] Ídem

[365] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed. Pena Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[366] GARMENDIA, José Ignacio (“Recuerdos de la guerra del Paraguay. Campaña del Pickiciri”- Ed. Jacobo Peuser Buenos Aires-1889)

[367] GARCIA MELLID, Atilio (“Proceso a los falsificadores de la Historia del Paraguay” – II Tomo, Pág. 268 – Buenos Aires).,

[368] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)

 

[369] ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’- Editorial Punto de Encuentro-Buenos Aires. 2010)

[370] ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’-Editorial Punto de Encuentro-Buenos Aires. 2010)

[371] PEREZ ANTÓN, Romeo (“El Contexto Regional e Internacional” en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.II-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).)

[372] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay’-Ed.Peña Lillo SRL- Bs. As.1974- 4ta.Edición)

[373] VIGNALE, Julio Cesar (‘Consecuencias de Caseros’ – Taller de la Imprenta Letras S.A.- Montevideo-1946)

[374] JAURETCHE, Arturo (“‘Ejercito y Política”-  Obras Completas-vol.9-Ed.Corregidor, Bs.As.2006)

[375] PENNA BOTTO, Carlos- Capitâo de fragata- (‘Campanhas navais sul-americanas : suas causas, seus efeitos e a projeçâo dêstes na época presente’. (Suplemento da revista marítima brasileira de Julho-Agosto de 1940)- Río de Janeiro (BR)-Impresa Naval-Biblioteca Academia de Guerra Naval-  Colección General   359.48 P412 1940). 

[376] JAURETCHE, Arturo (“Ejercito y Política”-  Obras Completas-vol.9-Ed. Corregidor, Bs.As.2006)

[377] RECALDE, Aritz (‘Juan Bautista Alberdi y el Brasil’ Proyecto de Investigación “Modelos de desarrollo Argentino Brasileño”, UNAJ – Secretaría de Política Universitaria- - Febrero 2016)

[378] ALBERDI, Juan Bautista (‘Obras Selectas’ -Tomo XIII  (del Gobierno en Sud América’)-Librería La Facultad de Juan Roldán-1920)

[379] SALDÍAS, Adolfo (‘Las Cartas Rosistas de Alberdi’- Ed.  Politeia -1970)

[380] RECALDE, Aritz (‘Juan Bautista Alberdi y el Brasil’ Proyecto de Investigación “Modelos de desarrollo Argentino Brasileño”, UNAJ – Secretaría de Política Universitaria- Febrero 2016

[381] EZCURRA MEDRANO, Alberto (Ensayo ‘La Guerra Grande’ dentro de ‘La Independencia del Paraguay y otros Ensayos’- Ed. Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-Colección Estrella Federal-pag.99-Mayo 1999)

[382] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay y  Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)

[383]  CÁRCANO, Ramón J. (“Guerra del Paraguay. Acción y reacción de la Triple Alianza"- Editores: Domingo Viau y Cía., Bs.As.1941)

[384] CASTAGNINO, Leonardo (“Acuerdo De Punchauca Y Entrevista De Guayaquil” (extraído de su libro “Las Invasiones Inglesas. 1806-1852” -con citas de Carlos STEFFEN SOLER de su libro  “San Martin Y El Conflicto Con Los Liberales”- Ed.Huemul-1983- en La Gazeta Federal-http://www.lagazeta.com.ar/)

[385] AYALA MORA, Enrique (“Sucre, Soldado Y Estadista”, Enrique Ayala Mora, edit., Quito, Planeta / Universidad Andina Simón Bolívar, 1996).

[386] ROSA, José María (‘Salvador María del Carril -Pequeña Biografía’- La Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional- Biblioteca Digital www.labaldrich.com.ar)

[387] ROSA, José María (‘Salvador María del Carril -Pequeña Biografía’- La Baldrich - Espacio de Pensamiento Nacional- Biblioteca Digital www.labaldrich.com.ar)

[388] RAMOS, Jorge Abelando (“Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”-Bs.As., La Reja, 1961. Cfr.el capítulo ‘El Nacionalismo ganadero’ – en ‘CAPONNETTO, Antonio ‘Notas Sobre J.M. De Rosas’-Ed. Katejon-2013)

[389]GENTA, Jordán Bruno (‘Correspondencia entre San Martín y Rosas’-Ed.del Libertador-Bs.As.1950)

[390] SALDÍAS, Adolfo (“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo- España- 1973)

[391] SALDÍAS, Adolfo (“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo- España- 1973)

 

[392] SALDÍAS, Adolfo (“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo- España- 1973)

 

[393]SALDÍAS, Adolfo (“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo- España- 1973)

[394] GARCÍA, Mariano (‘Urquiza, el Gran Traidor de la Historia Argentina’-(LA GACETA.ES-https://gaceta.es/blogs/chimango-del-sur/urquiza-gran-traidor-historia-argentina-14112015-1451-20151114-0000/ - 14-11-2015)

[395] SALDÍAS, Adolfo (“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo- España- 1973)

[396] ROSA, José Maria (“La Caída de Rosas”- Editorial Punto de Encuentro-Buenos Aires. 2010)

[397] EZCURRA MEDRANO, Alberto (Ensayo ‘La Guerra Grande’ dentro de ‘La Independencia del Paraguay y otros Ensayos’- Ed. Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-Colección Estrella Federal-pag.99-Mayo 1999)

[398] ROSA, José María (‘El Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960-

[399] ROSA, José María (‘El Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960)

[400] GRAN LOGIA DE LA MASONERÍA DEL URUGUAY [400]- Biografías masónicas orientales. Tomo I. Montevideo. 1991. pp. 103-10

[401]TORRES WILSON, José de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda Oriental-Montevideo-1976)

[402] PELFORT, Jorge y MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección los Blancos-Vol. I, Cap.2- Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)

[403] G.A.D.U. Logia (“Manuel Oribe, el Militar, el Estadista, el Masón”-Compilación entre agosto y diciembre de 2014- ) https://www.gadu.org/antologia/manuel-oribe-el-militar-el-estadista-el-mason/

[404] GONZALEZ RISSOTTO, Rodolfo (‘El Legado de Oribe’-en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’- Colección ‘Los Blancos’ Vol.1.’-Cap.VII-Pag.139- Ed. de la Plaza-Montevideo-2014)

[405] CASANOVA DELFINO, Eduardo (“Figuras destacadas en la época de Oribe”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’- Colección ‘Los Blancos’ Vol.1.’-Cap.VII-Pag.139, Capitulo 8- Ed. de la Plaza-Montevideo-2014).

 

[406] BONDESIO, Alberto J. (“Las Sociedades Secretas Antes Y Después De Caseros”) en el periódico “El Restaurador”- Año VII - N° 28 - Septiembre 2013)

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