ESPÍAS
‘NATURALISTAS’ y ‘COMERCIANTES’ EN LA PENETRACIÓN BRITÁNICA Y FRANCESA EN
HISPANOAMERICA
Gonzalo
V. Montoro Gil
Desde tiempos inmemoriales los
imperios británicos y franceses han intentado –e intentan hoy día- someter a
los pueblos hispanoamericanos a su férreo dominio.
Sea primeramente a los pueblos que
conformaban el Virreinato español en nuestras tierras, luego el Virreinato del
Rio de La Plata, luego las Provincias Unidas del Sur, para luego recaer en las
Provincias Unidas del Río de la Plata y finalmente en los estados actuales
producto de la desintegración sin prisa pero sin pausa causado estratégicamente
por los imperios centrales mencionados.
Los británicos y franceses intentaron
colonizarnos territorialmente en infinidad de ataques por mar y tierra. Pero
una y otra vez fueron vencidos (1806,
1807, 1838 a 1840, 1945, etc, a guisa de ejemplos mayores, en nuestras tierras,
así como en la Gran Colombia, México, etc).
Finalmente los imperiales se dieron
cuenta que no era necesario la conquista territorial para su expansión
comercial y el sojuzgamiento de nuestros pueblos para expandir sus manufacturas
en estas tierras: bastaba la palanca económico-financiera con apoyo de las
clases dirigentes nativas que obrarían como gendarmes de sus intereses en
América.
Dice al respecto el historiador
Oriental Vivian Trías: “el famoso
Memorándum de Lord Castlereagh de 1807, habría de ser la piedra angular de la
política británica en América Latina de ahí en adelante. Frustrada la conquista
en el Río de la Plata con la derrota de las invasiones de 1806 y1807,
Castlereagh entiende que la conquista debe abandonarse definitivamente y que
deber procurarse la formación de monarquías independientes con las colonias
hispánicas, vinculadas “hacia fuera” con la economía mundial dirigida por Gran
Bretaña. “Balcanización”, independencia política formal, dependencia económica
y monarquía son los cuatro ángulos de su concepción. Con excepción del último,
todos habrían de plasmar en realidades”.
Eso significa que si bien los estados
se vuelven soberanos y supuestamente independientes de España por lo menos
formalmente –sugestivamente impulsados por Gran Bretaña- son sujetados a la
economía mundial digitada –y usufructuada- por Gran Bretaña.
Ello no quita que llegado el caso
siempre nos ‘recordarán’ que, eventualmente, pueden hacer uso de la fuerza
militar como en el caso de la guerra del Atlántico Sur frente a nuestra nación,
en el año 1982.
La intención de Gran Bretaña y Francia
es la fragmentación de las repúblicas hispanoamericanas para su conquista
territorial o económica.
Sigue diciendo Trías, a quien seguimos
en este aspecto:
“…a
partir del triunfo de la revolución industrial en Inglaterra se desarrolla un
complejo proceso en que aquella se encumbra a la indisputable hegemonía
mundial, enriquecida y omnipotente, y, paralelamente, gesta el subdesarrollo de
un vasto escenario colonial ultramarino, al cual pertenecen las flamantes
repúblicas hispanoamericanas y el Imperio del Brasil […].
“Es un fenómeno único, aunque dicotómico: desarrollo industrial y
ascenso al poder mundial de la Gran Bretaña y dependencia y subdesarrollo de
las sociedades latinoamericanas. No se trata de un proceso puramente económico,
sino también social, político y cultural; en suma, histórico. […].
“Hacía
mediados del siglo XIX produce las dos terceras partes del carbón del mundo, la
mitad del hierro, las cinco séptimas partes del acero, la mitad de los tejidos
de algodón y el 40 por ciento de las ferretería. Sobre esta base se erige la
City como el cerebro no sólo del vasta Imperio Británico (plagiando a Carlos V,
bien podía decir la Reina Victoria que en sus dominios jamás se pondrá el sol),
sino del conjunto de la economía mundial. Allí funcionan la banca más poderosa
y eficaz de la tierra; la famosa organización de los Royals Exchanges,
prácticamente el monopolio de los seguros y fletes internacionales; la agencia
de noticias Reuter; la Bolsa de Valores; el mercado de oro y el más grande y
eficiente puerto del orbe. Es esa abrumadora superioridad lo que explica que el
liberalismo sea la doctrina oficial del Imperio…[…].
“En la década subsiguiente a la Independencia, Londres firmó
tratados comerciales a perpetuidad con la inmensa mayoría de las naciones
latinoamericanas (sólo lo resistió el gobierno uruguayo de Oribe). La esencia
de los mismos es la libre importación de las respectivas producciones. Pero,
¿Cómo habrían de competir las manufacturas y artesanías del Río de la Plata con
la industria de Gran Bretaña, asistida por un formidable aparato financiero? […].
“El resultado era previsible: los ponchos, botas, tejidos y
enseres fabricados en Liverpool o Glasgow arruinaron la incipiente manufactura
de nuestras tierras; es lo que Paul A. Braran llama el “infanticidio
industrial.
[…].
“Una paz vigilada
entre grandes potencias que duró casi un siglo (desde Waterloo a Sarajevo): la
“Pax Británica”. El dominio total de los mares por la flota de Su Majestad y un
orden interno en las colonias y semicolonias instituido para aceptar el
liberalismo económico, aunque ello signifique la miseria de sus pueblos. […].
“El
formidable dominio británico sobre sus colonias y sobre aquellos países
políticamente soberanos, pero económicamente dependientes, es un auténtico” capo
lavoro” político. […].
“Hacia 1870, 250 millones de seres en la India eran gobernados por
tres mil funcionarios británicos y un ejército de 60 mil hombres, en su mayoría
nativos. El Imperio llegó a contar con 205 mil funcionarios, pero solo 6 mil
procedían de Gran Bretaña y los Dominios. El secreto de esta hazaña política
reside en la existencia en cada sociedad dependiente de una clase dominante de
terratenientes, comerciantes, mineros, banqueros y políticos estrechamente
asociados a los intereses del Imperio. Esa clase asegura la articulación de la
economía nativa con el mercado internacional. Controlar, por ejemplo, la
producción de materias primas baratas y su exportación, así como revenden ene.
Mercado local las manufacturas inglesas importadas. […].
Dice Trías: “La presión de fuerzas tendientes a conformar semicolonias británicas
con las distintas regiones del Virreinato del Río de la Plata, se ejerce,
crecientemente, desde la época colonial, y se encuentra clima favorable en las
reformas borbónicas de fines del siglo XVIII; especialmente después de la
sanción del reglamento de libre comercio de 1778. Pero, en rigor, no adquieren
todo su vigor hasta la independencia que, en buena medida, es la consecuencia
de su acción. Esa clase dominante en lo interno del
Rio de La Plata -y dominada por los poderes extranjeros- maneja Buenos Aires en
forma Unitaria y centralizada..”
Justo José de Urquiza
primero entre todos. Dice Trías “Don
Justo José es cliente del Banco de Londres y exporta sus lanas por medio de la
firma Green & Cía. En ese año de la guerra consigna su zafra a Lumb Hnos.,
concesionarios del Ferrocarril del Grand Sud. Su tasajo lo vende a la casa de
Lavallol. Urquiza es accionista del Banco Argentino, del Ferrocarril Central y
vende parte de la producción de sus inmensos latifundios por medio de la casa
de Gregorio Lezama. Ha invertido 20.000 patacones en la compañía brasileña de
navegación “Uruguayana” y es accionista de la Compañía de Navegación Italo
Platense que preside Jaime Lavallol. Pero eso no es todo; ¡También es proveedor
y gana mucha plata vendiendo vituallas al ejército nacional en operaciones
contra el Paraguay!,
Del mismo modo Bartolomé Mitre,
Domingo F. Sarmiento, los Alsina, los Varela, Ocampo, Thomson, Lavallol, los
Armstrong, de la Riestra, Nicholson, Gelly y Obes, Pastor Obligado, Gregorio
Lezama, los Lanús, el santiagueño
Taboada, los Lezica, Atucha, sobre todo Rufino de Elizalde agente inglés en
estas tierras, Venancio Flores, Herrera y Obes, Andres Lamas y muchos etcéteras
mas son la correa de transmisión de los intereses británicos en estas tierras.
Lo dicho hasta aquí
exhibe, transparenta, la idea ya expuesta acerca de que no puede circunscribir
el Imperio Inglés a la Gran Bretaña y a sus agentes. También forman parte de su
sistema las clases dominantes pro-británicas o francesas de naciones
formalmente soberanas, pero económicamente periféricas y dependientes.
Sigue diciendo Trías: “Estas clases cipayas asociadas, oligarquías locales,
burguesías intermediarias entre el mercando local y el internacional, son asistidas
por los créditos de la City, apoyadas políticamente y en algunos casos
militarmente. Pero, sobre todo reciben su cuota de la explotación de sus
pueblos y de los recursos naturales de su propio país, que asegura su riqueza,
su posición social y su poder político […]..
“En la formación, estímulo y adiestramiento de estas clases
dominantes asociadas, radica la suprema sabiduría política del Imperio
Británico. Es más, sería un error entender la estructura del Imperio como
reducida a la metrópoli, su flota y los funcionarios y soldados ingleses esparcidos
por el orbe. También forman parte de esa estructura, y son factores esenciales
del “sistema del imperialismo liberal”, esas burguesías asociadas e
intermediarias sin las cuales el asombroso “bluff” de la que habla L. Hart no
hubiera sido posible […]..
“La
concepción unitaria se clarifica. Pretenden una nación unida y gobernada
centralmente, de modo que pueda imponer sin tropiezos al conjunto del país su
política liberal y pro inglesa. Deben disponer de todo el mercado interno
nacional para revender allí las manufacturas importadas bajo los auspicios del
liberalismo, y tener allí fácil acceso a las áreas productoras de cueros,
cebos, etc..., destinados a la exportación […]..
“Es claro que la libre importación arruina a miles y miles
de artesanos, manufactureros y dueños de talleres del interior; de ahí la
necesidad de un gobierno centralizado, fuerte e implacable. Piedra angular de
su poder es la dictadura “ilustrada” del puerto único. ese “sistema” lo que
acarreó su final arrasamiento. […].
“Es sintomático que la libre importación arruina a miles y miles de
artesanos, manufactureros y dueños de talleres del interior; de ahí la
necesidad de un gobierno centralizado, fuerte e implacable. Piedra angular de
su poder es la dictadura “ilustrada” del puerto único”.
*
Ahora bien, para el logro de sus fines
los británicos y franceses debían conocer el ‘terreno’, la idiosincrasia de
nuestros pueblos, su topografía, su riqueza, las debilidades y fortalezas de
nuestros hombres y para ello, como parte de sus planes debían infiltrar aquí en
forma inocente y aparentemente inocua a una pléyade de ‘naturalistas’,
‘científicos’, (que lo eran) o simples comerciantes de armas o enseres que
llevarían información de todo tipo –inclusive de sus oficios y profesiones para
disimular- y la llevarían a sus respectivos gobiernos.
Sin ir más lejos, en la Guerra de
Malvinas e Islas del Atlántico Sur en el año 1982, la National Geographic y el
Ejército de Salvación en nuestro país son dos ejemplos de cómo éstos obraron en
tal sentido llevando información al gobierno británico, tras la mascarada de
organizaciones culturales o filantrópicas. Fueron punta de lanza de la avanzada
británica como espías.
Y de tal modo, la conquista económica
(objetivo final) sería mucho menos cruenta que un ataque militar; y en todo
caso, su hubiera –como lo hubo- luchas militares serían entre los propios
habitantes vulnerados en su soberanía frente a los cipayos nativos sostenidos
económicamente por las Bancas extranjeras invasoras.
No todos eran pretendidos e inocentes
científicos ‘naturalistas’. Algunos
se decían simples comerciantes y aprovechándose de ello se acercaban al calor
del poder de turno.
Si bien estos ‘Naturalistas-Espías’ anduvieron por toda América y el mundo, nos
referiremos a ellos específicamente por su actuación en estas tierras.
Eran, al mismo tiempo, comerciantes
aventureros, contrabandistas, vendedores de armas y supuestos cronistas de la
época que recogían todo tipo de información por estas tierras, como Charles
Darwin, Amadeo Bonpland, Alexander Von Humboldt, Robert Ponsonby Staples, los
hermanos John Parish Robertson y su hermano William, tal como describen sus
correrías Ana Ribeiro;
Estos últimos eran personeros ingleses
y siempre andaban al calor de los poderosos de la época como José Gervasio de Artigas,
Francisco Ramírez, Gaspar Rodríguez de Francia, etc a quienes vendían armas y
otros objetos de índole comercial obteniendo no solo riqueza sino información
valiosa de sus movimientos y proyectos.
Los Parish Robertson viajaban desde
1813 por todo Paraguay describiéndolo en sus escritos muy puntillosamente,
viajando siempre con cartas de recomendación de los cónsules de su país que les
otorgaba salvoconductos, vestidos muy glamorosamente como altos dignatarios y
así fueron tratados por la gente que hallaban a su paso principalmente
autoridades civiles y militares.
John (como su hermano William) fue un
comerciante, financista y escritor británico de destacada participación en los
sucesos del Río de la Plata en las primeras décadas que siguieron a
la Revolución de Mayo de 1810., murió en 1843.
Su compañía fue una de las primeras
que extendió sus actividades de manera directa a todo el territorio de las
nacientes Provincias Unidas del Río de la Plata, vendiendo artículos
manufacturados importados y comprando y vendiendo productos locales,
especialmente sal, mate y tabaco. A esas actividades agregó con el tiempo sus
propias operaciones financieras aprovechando sus contactos con financistas de
su patria, con algunos de los principales líderes de la revolución
Siguiendo el éxito de las armas
revolucionarias, en 1820 los hermanos extendieron sus operaciones
a Chile y Perú. De regreso a Buenos Aires, los Robertson cooperaron
con el primer cipayo anglo: Bernardino de González Ribadavía más conocido
como Bernardino Rivadavia en su objetivo de atraer capitales europeos
(especialmente británicos) y de diversificar y desarrollar la economía argentina,
aumentando las operaciones mineras y estableciendo colonias agrícolas.
Ya la actitud sinuosa de los Parish Robertson
se plasmaba en los conflictos del Plata: en Febrero de 1813 se encontró
con el entonces Coronel José de San Martín (a quien había conocido en
Buenos Aires) en vísperas de la Batalla de San Lorenzo, de la que fue
testigo por invitación del militar, observando la batalla desde el campanario
de la Iglesia.
Asi es, según Antonio Calabrese “Este “viajero”, al que San Martín había
conocido en Buenos Aires, ingenuo, al parecer, según algunos de nuestros
historiadores, le habría pedido autorización para acompañarlo, como observador,
en el combate de San Lorenzo, puesto que él iba de viaje por aquella ruta hacia
el Paraguay, “casualmente”, solicitud a la que con caballerosidad el libertador
respondió de manera afirmativa, haciéndolo desde el campanario de la iglesia,
una especie de palco “avancé” y concluyendo el episodio al día siguiente en el
que compartiera, invitado por supuesto, un desayuno con el vencedor y el
vencido en el comedor del convento.
Sabemos
y lo hemos dicho en otra oportunidad, que tanto William como John reportaban a
su abuelo John Parish de Bath, en Londres, quien a su vez lo hacía con las
autoridades británicas de turno para quienes trabajaba, según afirma el
historiador inglés H. S. Ferns”
En otro orden de cosas es sorprendente
que estos ‘simples viajeros’ tuvieran poderosas influencias en la capital del
Imperio, a tal punto que fueron los gestores del primer empréstito financiero
argentino al gobierno de Rivadavia, aquel famoso con la Banca Baring Brothers,
que creó lazos de dependencia, por años
cuya deuda recién hace poco tiempo pudo ser saldada.
Según Antonio Calabrese “los Robertson se comunicaban,
permanentemente, por correspondencia archivada en el Foreign Office, con su
abuelo John Parish de Bath, que transmitía la información a dicho ministerio y
a Lord Liverpool”
También, dice el citado autor que “Otro de los espías que después, acompañó
permanentemente a José de San Martín era James Paroissien, que había sido
cirujano, con rango de subteniente, en el ejército de Whitelocke. Dice Juan
Bautista Sejean que Paroissien conoció a Saturnino Rodríguez Peña, el que ayudó
a fugar a Beresford del Rio de la Plata, en Rio de Janeiro en 1808 “en donde
ambos se convirtieron en “agentes confidenciales” del almirante sir Sidney
Smith, comandante en jefe de la estación sudamericana de la Armada Real. Smith,
había sido colega de Maitland en el Parlamento británico después de 1802".
Otro residente importante, dedicado a
estas actividades, es Robert Ponsonby Staples que ejercía de oficio, sin
acreditación alguna, una especie de consulado extraoficial y enviaba informes
permanentemente con gran celeridad y prontitud. Por ejemplo se dice que por su
información se conoció en Londres antes que en ninguna otra parte, la
independencia de la Argentina, el día 26 de julio apenas a los diecisiete días
de proclamada, tal vez, porque lo sabía con anticipación a su producción.
Otros, hacían gala de su pretendida y
no desconocida sapiencia científica para apuntar a los mismos fines de avanzada
inglesa y francesa en nuestras tierras.
Se dedicaban al estudio y recuento de
la flora, fauna, cantidad de habitantes de cada localidad, como estaba
conformados los distintos destacamentos militares, etc..
La intención era clara: abrir mercados
de manufacturas en el nuevo continente a precios ventajosos para Francia e
Inglaterra y el consabido manejo financiero de las potencias mencionadas, bajo
la protección de los cañones de ‘su majestad’. Y esto incluía no solo a los
Parish Robertson, Alexander Von Humboldt, Amadeo Bonpland, sino también muchos
otros ‘aventureros-científicos’ al
servicio de los Imperios.
Y no era que estos científicos no lo
fueran: es más; eran brillantes (sobre todo Alexander Von Humboldt y Amadeo
Bonpland) sumamente capaces y sus trabajos brindaron grandes adelantos en la
ciencias naturales, pero también es cierto que eran funcionales a los intereses
económicos y de penetración cultural de los británicos y franceses, (aunque
Humboldt era prusiano, nacido en Berlín) sirviendo de correa de transmisión a
la expansión manufacturera de ellos y la expansión territorial, llegado el
caso, de las naciones que representaban.
Ahora bien, ¿quiénes eran Bonpland y Humboldt?
Amadeo Bonpland fue
un médico y botánico, académico francés.
Recorrió toda Hispanoamérica inclusive
los EEUU. En el año 1814, Bolívar le ofreció radicarse en Venezuela ya que éste
fue amparado en Londres cuando pergeñaba la gesta emancipadora, junto a
Humboldt
En 1814, 1815 y 1816,
Bonpland realizó varios viajes a Londres, donde trató a Simón Bolívar y
a otros patriotas sudamericanos, entre los cuales se encontraba Bernardino Rivadavia,
quien le habló con entusiasmo del porvenir de los países del Plata. Estas
palabras y las derrotas de los patriotas venezolanos lo decidieron en 1816 a
embarcarse para Buenos Aires, donde Rivadavia lo contrata para ser profesor en
la F. de Medicina
Bonpland expresaría
el singular amor por las tierras americanas que había despertado su viaje con
Humboldt y su apoyo a la emancipación de la América española, refiriéndose
modestamente a sus "pequeños servicios" a la causa independentista.
Es evidente que en la
causa –y en las consecuencias- de las gestas independentistas en América
jugaron un rol fundamental la política inglesa y francesa que consistían en
quebrar en mil pedazos el imperio español en estas tierras fraccionando en
multitudes de repúblicas el otrora poder español.
En 1820 contacta con
Francisco Ramírez y se va a Entre Ríos a vivir y ejercer sus trabajos y hacer
expediciones científicas. En una de ellas se instala en las Misiones y en 1821
el doctor José Gaspar Rodríguez de Francia creyó que Bonpland era un espía, por
ser francés y por entender que desde su campamento disponía dar informaciones a
fin de que se invadiera sobre Paraguay fuerzas inglesas y lo tuvo en su tierra
9 años sin dejarlo salir del territorio.
.Lo dice claramente Ana Ribeiro: “…por el río subían todos los ambiciosos que
el libre comercio había empujado hacia América cuando el monopolio español se
desmoronó. Francia e Inglaterra se enfrentaban por imponer su influencia
comercial y financiera en las ex colonias españolas y los enviados de uno y
otro estado aparecían investidos como ministros de negocios, aventureros
mercantes o científicos en viaje de estudios. El científico explorador Amadeo
Bonpland, que recorrió América junto con Alexander Von Humboldt entre 1799 y
1804, formando un fantástico dúo de sabios aventureros, estaba en Buenos Aires
desde 1817. Rivadavia y Pueyrredón, en nombre del nuevo gobierno independiente
del Río de la Plata, le habían presentado atractivas ofertas de trabajo e
investigación. Fue nombrado Naturalista de las Provincias Unidas y Profesor del
Instituto de Medicina, y recibió su paga de las magras y desestabilizadas arcas
de un estado en continua zozobra política. Su espíritu aventurero, el misterio
de las antiguas tierras del imperio jesuítico y el desafío de ese Paraguay
cerrado al mundo por mandato del Dictador, atraerían un día su mirada. Pero
antes que él fue Pedro Saguier quien se acercó a Paraguay. Era oficial de
Cazadores a Caballo de la orden de la Guardia Imperial y caballero s de la
Legión de Honor, y el gobierno francés cifró esperanzas en su golpe de audacia:
presentarse ante el Dictador exponiendo el deseo del gobierno de su país de
extender su comercio por el mundo. Los términos del intercambio eran muy
claros: a cambio de sus productos manufacturados los franceses retirarían
"los productos de la tierra" del Paraguay. Además, "su majestad
enviaría dos buques de guerra para la protección de este comercio, para evitar
las interferencias del comercio inglés y de Buenos Aires…
Decía José Gaspar Rodríguez de Francia
“Mr. Bonpland y muchos otros franceses
han salido para el territorio de las antiguas misiones del Paraná. Mr. Bonpland
va allá como naturalista”.
Para Rodríguez de Francia Bonpland era
un médico francés que bajo la excusa de buscar plantas medicinales y hierbas
curativas intentaba hacer negocios a costa del gobierno paraguayo y sin su
permiso soliviantando a los indios contra el gobierno paraguayo, apoyando las
correrías de Ramírez y otros caudillos, según los intereses de su nación en
cada momento, entreverándose el tal Bonpland en temas políticos que excedían lo
que se suponía era solo un científico dedicado al estudio de las plantas.
Bonpland mezclado en cuestiones
políticas provocaba en el Paraguay el enojo de Rodríguez de Francia e intentaba
esconderse tras las credenciales de científico otorgadas por el gobierno
francés.
Pero para gobierno paraguayo era un delincuente común, un peligro social
asociado a los indios y a las huestes ‘artiguistas’.
De tal modo, decidió Rodríguez de Francia no dejarlo salir del Paraguay y
embargarle sus bienes.
Queda claro que Bonpland, más allá de
su sapiencia científica innegable traccionaba no solo para hacer negocios
propios sino que metiéndose en temas políticos y territoriales, lograr una
mayor conflictividad en la zona
mesopotámica y segmentarla azuzando las tensiones existentes.
Así Rodríguez de Francia desconfiaba
profundamente de todos estos ‘naturalistas’.
Por ejemplo sobre el tal Saguier sostenía que era un aventurero y espía
altanero por lo que lo dejó sin poder salir del Paraguay durante 14 años.
Pero los contactos políticos de
Bonpland eran fuertes: Tanto Simón Bolívar como Antonio José Sucre intercedieron
(presionaron sutilmente) ante Rodríguez de Francia para su liberación
mencionando al retenido ‘naturalista’
como un ‘amigo’ (sic) que
injustamente estaba detenido. El Dictador paraguayo inmutable ni siquiera
contestó las cartas por las cuales ambos próceres compelían a la liberación de
científico.
Dice Ana Ribeiro: “Bonpland seguía en Santa María y eso
provocaba al gobierno francés. ¡El compañero de Alejandro Humboldt, el amigo de
la emperatriz Josefina, retenido en ese rincón América! El Instituto de Francia
—el país abanderado del avance científico— comisionó a Juan Esteban Ricardo de
Grandsir para que tratara de llegar a Paraguay y gestionara la libertad de
Bonpland”.
Este Grandsir era un político y
diplomático del gobierno francés que también presionaba al gobierno paraguayo
para la liberación del ‘naturalista’ detenido.
En carta al ‘naturalista’ francés Humboldt le decía:
“Dejé Buenos
Aires y encontré en Montevideo al Cónsul del Brasil, el General Gobernador
Lecor. Desde allí, seguí, con pena, mi viaje a través de la provincia
Cisplatina hasta el Paraguay, donde el Dr. Francia reina actualmente bajo el
título de Dictador. Espero que mis esfuerzos, la recomendación del Instituto,
como sus cartas al Dictador permitan hacer posible la liberación definitiva de
su amigo. Supe que están retenidas aquí más de sesenta personas entre los
cuales numerosos suizos que se están ocupando de investigaciones de la historia
natural. El país está abierto desde el punto de vista comercial con el Brasil”.
¿‘Suizos’?
¿¡60 naturalistas’? ¿ Cómo se
compatibiliza el supuesto afán científico y arbóreo con el ’Comercio’?. Todo demasiado sospechoso para ser un simple
científico el tal Bonpland por el cual se movilizaban hasta héroes como Bolívar
y Sucre que decían ser sus ‘amigos’ donde se mezclaba, curiosamente, temas
comerciales con Brasil..
Tal la situación, a mediados de 1824,
Rodríguez de Francia le hace saber mediante una carta a Humboldt lo que pensaba
sobre las actividades de los franceses en estas tierras. La historiadora
Oriental Ana Ribeiro dice:
“La
desconfianza a los franceses —le hizo saber— se basaba en que Francia tenía
ideas contrarias al sistema republicano representativo; a que sus fuerzas
militares se habían ofrecido para subyugar de nuevo a los estados americanos; a
la política seguida por Francia en México y en toda Sudamérica, procurando
emparentar las familias reales francesa. y española; a la presencia no
explicada de la escuadra francesa en Río de Janeiro, a las ventajas comerciales
como su principal móvil en América y a la conducta irregular de los franceses
Saguier y Bonpland. Saguier llevaba ya
tiempo recluido en Paraguay. En cuanto a Bonpland —le escribió— éste se
condujo aún más desmedidamente, pues se agregó y se metió con una cuadrilla de
indios bandidos, capitaneados por el llamado Nicolás Aripí. Con estos
antecedentes, ¿qué garantía tenía él que realmente Grandsir fuera un representante
del gobierno francés? ¿Y si sólo venía a observar, a violar la seguridad
paraguaya? "Aún se ignora el objeto y los fines a que ha sido destinada la
Escuadra francesa de más de veinte buques, que se ha asegurado haber enviado al
Janeiro, de la que sin duda se ha desembarcado el actual emisario [Grandsir],
escribe el Dictador. Grandsir había argumentado "estar investigando la
juntura del río Amazonas con el río de la Plata". Cuando el mayordomo de
Itapuá le leyó la carta del Dictador dijo no entender el español, pidiendo
hablar directamente con éste, de quien era sabido que dominaba el francés. El
Dictador no se amilanó: se le devolverá —ordenó— "su frívolo papel,
despreciando el estilo ridículamente altanero, con que da principio, no es
cabalmente inteligible por su confusa escritura y mala tinta", aclarándole
que su ignorancia del español era correspondida, ya que "el Gobierno
tampoco habla el Francés, ni comprende a quien lo habla ni tiene intérprete
propio para el efecto". Sobre la unión de los ríos se formula una
pregunta, indignado. ¿Es que acaso cree que "con la apariencia capciosa de
cualquier pretexto conseguirá sorprender el Paraguay"? Grandsir no le
parece diferente a Bonpland, "y ya se y alucinar en ha visto también los reprobados manejos y
ocupaciones del Naturalista; por manera que es bien manifiesto, que estas
gentes andan especulando, observando, escudriñando y practicando otras cosas
más de lo que dicen"42. Grandsir debió volverse con sus papeles y
libros..”
Es dable entender que Rodríguez de
Francia tenía en la mira a todos estos franceses, como Bonpland, Grandsir, etc,
venidos a América bajo supuestos intereses científicos, pero que en realidad,
amén de sus conocimientos sobre la materia, eran la punta de lanza, la avanzada
del Gobierno francés como espías, tal como lo dice en repetidas cartas,
diciendo que vienen a estas tierras con segundas intenciones a engañar a los
gobiernos de América.
Dice Grandsir que “rodeado por provincias turbulentas, creo que el Dictador [Rodríguez
de Francia] desea relacionarse con los
europeos, pese al fuerte discurso americanista con que fui recibido" El
triunfo de Ayacucho, mojón simbólico que ponía fin al dominio español en
América, el 9 de diciembre de 1824, potenciaba ese americanismo. Acarrearía en
breve, además, el esperado y anunciado reconocimiento británico. Sus naves y
plenipotenciarios, atildados y hábiles, enfilarían pronto hacia la llave
geopolítica de América, que era el Plata.
Y también los ingleses hacían su parte
en el Plata pues Williams Parish Robertson, a la sazón Cónsul inglés en Buenos
Aires, pidió enfáticamente la libertad de Bonpland.
No solo los franceses e ingleses
presionaban por la libertad de Bonpland sino que también el Imperio del Brasil
hacía lo suyo.
Antônio Manuel Corrêa da Câmara, cónsul y agente
comercial fue enviado por el Brasil ante el gobierno del dictador José Gaspar
Rodríguez de Francia para gestionar la libertad del citado Bonpland.
Pero dice Ana Ribeiro que luego Correa da Cámara dio
marcha atrás en sus consejos a su gobierno pues consideró que el “botánico Bonpland era un masón de los
grados más elevados grados y terribles de aquella tenebrosa asociación”.
Mucha gente de varios países interesados en su
libertad, teniendo en cuenta que se suponía que era solo un ‘naturalista’ que
había venido a estas tierras con solo inocentes intereses del estudio de la
flora y la fauna. El propio gobierno francés ofrecía el reconocimiento de la
independencia del Paraguay a cambio de la libertad de Bonpland.
Rodríguez de Francia tomó nota de como Bonpland –sin
poder salir durante 9 años del Paraguay- hacía planos de la región y
entendiendo que era uno más de los tantos espías franceses que pululaban por
sus dominios.
Por ello se decide a sacárselo de encima dejándolo
libre pero obligándolo a abandonar el Paraguay, lo cual sucede a fines de 1830.
Luego, al dejarlo
libre el Dr. Rodríguez de Francia, Bonpland recorre el sur del Brasil, de nuevo
Entre Ríos, Buenos Aires, Montevideo, Corrientes, donde va y viene en
expediciones científicas y tomando información de todo cuanto veía y conocía no
solo en temas de flora y fauna sino en cuanto a cuestiones estratégicas
militares.
Otro supuesto ‘científico- naturalista’ francés era un explorador,
pintor y médico francés Alfred Demersay que realizaba mapas y relevamientos
orográficos, fauna, flora del territorio paraguayo, su población, sus
costumbres, moviéndose en los mismos círculos que el nuevo jefe de estado
Carlos Antonio López, el Gral. Paz, y la legación brasileña.
Anduvo mezclado en la llamada ‘Guerra Grande’
entre la Confederación Argentina, con Rosas y Oribe a la cabeza, por un lado y
los Unitarios ‘colorados’ unidos a las tropas inglesas y francesas, por el otro.
Alfred Demersay llegó
al Paraguay en 1844, en pleno conflicto de su nación con el régimen de Juan
Manuel de Rosas en el Río de la Plata, a cargo de una “misión científica” que
duró tres años. Era doctor en medicina y miembro de la Commission Centrale
de la Société de Géographie de Francia. Su Histoire physique, économique
et politique du Paraguay fue publicada en París en dos tomos in 8º,
acompañada por un Atlas de catorce planchas coloreadas y dos mapas,
en cuatro entregas, entre 1860 y 1864.Toda la tercera y última parte de la obra
de Demersay estuvo dedicada a una historia política del Paraguay, que comenzaba
con la conquista y terminaba con varios capítulos dedicados a analizar el
gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia y el de su sucesor Carlos Antonio López
y –sobre todo– su política exterior
El naturalista francés
presentaba un panorama crítico demoledor de los gobiernos de Gaspar Rodríguez
de Francia y de Carlos Antonio López. Tanto es así que su libro fue traducido
al portugués y publicado en Río de Janeiro en 1865, cuando se preparaba la
guerra de la Triple Alianza
Volviendo al otro
‘naturalista’ Bonpland y más adelante en el tiempo se entrevistó con Juan Manuel de Rosas
en Palermo pero, según sus palabras, no encontró en él simpatía hacia su obra
independentista, como era de esperarse.
Cuando Justo José de
Urquiza se pronunció contra Rosas, Bonpland se unió al caudillo
entrerriano. Lo visitó con frecuencia en su palacio de San José y aportó sus
conocimientos botánicos para el magnífico parque. Asistió después, como médico,
a los soldados del Ejército Grande.
(Parece qué sí
encontró en Urquiza simpatía por su obra de demolición de la independencia que
tenía nuestra nación sujetándose al yugo francés e inglés).
Bonpland se escribía
con Berón de Astrada, José María Paz, Juan Lavalle, Madariaga, Hilario Ascasubi y
Valentín Alsina, Derqui, Urquiza, Fructuoso Rivera y todo el arco político
Unitario y pro-francés.
Como resultado de su
gestión en favor de la política francesa en el Plata, su país natal acordó dar
a Bonpland una pensión vitalicia y la Cruz de la Legión de Honor. La Academia
de París lo nombró académico.
Tal como sucede hoy
día que tanto Gran Bretaña como Francia nombran ‘Sir’ a aquellos supuestos
científicos, artistas, etc que ‘inocentemente’ propagan la cultura invasora en
nuestras tierras iberoamericanas. ‘Nihil
novum sub sole’.
En 1856 Bonpland fue a Montevideo,
como tantas veces lo hizo durante la Guerra Grande. Estando en Montevideo el
embajador Ouseley le hizo llegar la invitación del gobierno francés para
visitar Paraguay. Viajó en Le Bisson, barco de la armada francesa. El Rey de Prusia le otorgó la Condecoración
del doctorado "honoris causa" de la Universidad de Berlín, Murió
mientras navegaba en una barcaza, camino a Corrientes, en 1858.
Respecto al otro
‘naturalista’ y amigo de Bonpland, Alexander Von Humboldt siguió un derrotero
similar a Bonpland y terminó sus viajes por América con una visita a Estados
Unidos, donde fue huésped del presidente Thomas Jefferson, un aficionado
de los estudios geográficos, en especial sobre la Nueva España, poco después
llamada México, gracias a los cuales Estados Unidos obtuvo información
estratégica de la riqueza de su vecino y del estado de debilidad interior que
lo aquejaba, gracias al ‘científico’ y ‘naturalista’ de Humboldt. Los servicios
de Humboldt, aportados fueron cruciales para avivar el deseo norteamericano por
apoderarse de los territorios mexicanos, como al poco tiempo ocurrió.
De hecho,
el mapa de la Nueva España, que a la postre apareció publicado en
su ‘Ensayo Político de la Nueva
España’ (1811), era conocido y utilizado por el ejército de los
Estados Unidos con miras a la guerra contra México.
Como se puede ver las
actividades de esta avanzada imperial bajo el manto de expediciones científicas
no era más que el reconocimiento de parte de estos del terreno político, social
y económico de los pueblos hispanos en América preparándose para los
desembarcos militares y diplomáticos que les seguirían en base a los informes dados por estos
espías.
Claro que para que todo esto sucediera se requería
la inacción de una España liberal,
jacobina que no solo nada hacía sino que increíblemente colaboraba con su
propia destrucción.
Así es, España fue muy
generosa con estos dos extranjeros, y un decreto, expedido en Aranjuez, el 7 de
mayo de 1799, que dispuso que Virreyes y Gobernadores, Capitanes Generales y
Comandantes, Intendentes y Corregidores, "no impidan por ningún motivo
la conducción de los instrumentos de física, química, astronomía y matemáticas,
ni el hacer en todas las posiciones ultramarinas las observaciones y
experimentos que juzguen útiles, como tampoco el colectar libremente plantas,
animales, semillas y minerales, medir la altura de los montes, examinar la
naturaleza y !hacer observaciones astronómicas”.
Otro científico que anduvo recorriendo toda
Sudamérica (y el mundo colonial británico) estudiando no solo las cuestiones
naturales de nuestro territorio sino recopilando información para ‘su Majestad
británica’ fue Charles Darwin
El mismo dio la vuelta al mundo entre diciembre de
1831 y octubre de 1836, a bordo del Beagle, de la Marina Real Británica,
capitaneado por Robert Fitz Roy. El naturalista, que entonces tenía 22 años,
estaba invitado a participar de la expedición como científico de a bordo, sin
goce de sueldo.
A comienzos de agosto de 1833, el Beagle dejó a
Darwin en la desembocadura del Río Negro, en la Patagonia argentina. Desde
Carmen de Patagones, cabalgó hasta el Río Colorado, donde se topó con el
campamento del general Rosas, escoltado por un batallón enviado por el gobierno
de Buenos Aires para despejar de indios los campos y asegurar la frontera.
En su libro de viajero Darwin escribió:
“[…] El campamento del
general. Rosas está muy cerca de este río [Colorado]. Es un cuadrado
formado por carretas, artillería, chozas de paja, etc. No hay más que
caballería, y pienso que nunca se ha juntado un ejército que se parezca más a
una partida de bandoleros. Casi todos los hombres son de raza mezclada; casi
todos tienen sangre negra, india, española, en las venas. No sé por qué, pero
los hombres de tal origen, rara vez tienen buena catadura. Me presento al
secretario del general para enseñarle mi pasaporte. Inmediatamente se pone a
interrogarme del modo más altanero y misterioso.
Por fortuna llevo encima una
carta de recomendación que me ha dado el gobierno de Buenos Aires para el
comandante de Patagones. Lleva esa carta al general Rosas, quien me envía un
atentísimo mensaje, y el secretario viene en mi busca, pero esta vez muy cortés
y muy cumplido.
Vamos a aposentarnos al rancho o
choza de un viejo español que había seguido a Napoleón en su expedición a
Rusia. Permanecemos dos días en el Colorado; no tengo nada que hacer, pues todo
el país circundante no es sino un pantano inundado por el río en verano
(diciembre), cuando se funden las nieves en las cordilleras.
Mi principal diversión consiste
en observar a las familias indias que acuden a comprar diferentes géneros de
poca monta en el rancho que nos sirve de habitación. Se suponía que el general
Rosas tenía unos 600 aliados indios. La raza es grande y hermosa.
Más
adelante encontré esa misma raza en los indígenas de la Tierra de Fuego, pero
allí el frío, la carencia de alimentos y la falta absoluta de civilización la
han hecho feísima.[…]
El
general Rosas expresó deseos de verme, circunstancia de la cual hube de
felicitarme más tarde. Es un hombre de un carácter extraordinario, que ejerce
la más profunda influencia sobre sus compatriotas, influencia que sin duda
pondrá al servicio de su país para asegurar su prosperidad y su ventura.
Dícese
que posee 74 leguas cuadradas de terreno y unas 300.000 cabezas de ganado.
Dirige admirablemente sus inmensas propiedades y cultiva mucho más trigo que todos
los demás propietarios del país.
Las leyes
que ha hecho para sus propias estancias, un cuerpo de tropas (de varios
centenares de hombres) que ha sabido disciplinar admirablemente de modo que
resistieran los ataques de los indios: he aquí lo que ante todo hizo fijarse en
él y que comenzara su celebridad.
Hoy hemos
hecho una larga etapa. […] Dormimos en una de las grandes estancias del general
Rosas. Está fortificada y tiene tal importancia, que al llegar de noche la tomo
por una ciudad y su fortaleza. Al día siguiente vemos inmensos rebaños vacunos;
el general posee aquí 74 leguas cuadradas de terreno.
Antiguamente
empleaba cerca de 300 hombres en esta propiedad y tenían tal disciplina que
desafiaban a todos los ataques de los indios. Mientras cambiábamos de caballos
en Guardia, varias personas se acercaron a dirigirme una multitud de preguntas
acerca del ejército. Nunca he visto una popularidad más grande que la de Rosas,
ni mayor entusiasmo por ‘la guerra más justa de las guerras, puesto que va dirigida
contra los salvajes’
Le
presento mi pasaporte [a Rosas], y en cuanto lee en él
las primeras palabras El “naturalista D. Carlos”, se vuelve tan
respetuoso y cortés como desconfiado estaba antes.
¡Naturalista! Seguro
estoy de que ni él ni sus compatriotas comprenden bien qué podrá querer decir
eso; pero es probable que mi título misterioso no haga sino inspirarle una idea
más alta de mi persona. […]”
Tenga el lector presente de las palabras del propio
Darwin como analiza la cantidad y calidad de las tropas de Rosas; como logra
acercarse al poder y obtener salvoconductos para desplazarse por toda la
Confederación libremente para tener datos de las fortificaciones, cantidad de
soldados, formación de los mismos, ligazón entre Rosas y sus soldados y
poblaciones. Irónicamente se refiere a que cuando presenta su pasaporte donde
dice ‘naturalista’ logra la confianza el otrora desconfiado Rosas.
Y luego, al decir enfáticamente ‘¡Naturalista!’, da sentido mágico a dicha
palabra subestimando a Rosas y a su gente al creer que los mismos no entendían
el significado de dicha palabra y que por tal razón ello inspiraría en Rosas y
sus funcionarios una idea más alta de su persona.
Asi Darwin fue otro ‘naturalista-científico-espía’ que informaba a su gobierno de todo
lo que veía y oía mientras desarrollaba su tarea profesional. Una cosa no
quitaba la otra siendo un ariete en la investigación de nuestros hombres y
nuestro territorio para favorecer los intereses británicos.
Como corolario podemos resumir que para el logro de
sus fines de control sobre las tierras hispanoamericanas visto que las
incursiones militares tenían alto costo y resultados dudosos, los imperios
centrales se apoyaron de científicos precedidos de un halo de bondad y
desinterés político para acceder a los círculos de poder vernáculos actuando
como espías
Sirviendo ellos como ‘arietes’, como avanzada de la mencionada
penetración cultural y económica en nuestra región intentando, además, con su
actividad propender a la fragmentación de Hispanoamérica en muchas republicas,
mas fáciles de controla y dominar.
******
FUENTES
CALABRESE, Antonio (“José de San
Martín ¿Un Agente Inglés?-Buenos Aires, Editorial Lumiere-2012)
DARWIN,
Charles. (“Diario Del Viaje De Un Naturalista Alrededor Del Mundo –en el Navio de
S.M.Beagle”- Madrid, Ed.
Calpe, 1921)
MALOSETTI COSTA,
Laura (“El Primer Retrato De Artigas:
Un Modelo Para Deconstruir”- Revista de Historia del Arte y Cultura Visualdel
Centro Argentino
de Investigadores de Arte (CAIA)- 2013-
RIBEIRO, Ana (‘El Caudillo y el Dictador’-Montevideo,
Uruguay-Ed. Planeta 2003)
ROBERTSON, John Parish, (“Letters
on South America”, Londres, John Murray-Albermarle Street, 1843)
TRÍAS, Vivian (“El
Paraguay-de Francia el Supremo a la Guerra de la Triple Alianza”- Ed. Colección
de Crisis Nro.19-Buenos Aires-1975)