JUAN MANUEL DE ROSAS
Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO DE LA CONFEDERARCIÓN ARGENTINA (1829-1852)
Gonzalo V. Montoro Gil
Arriba: Felipe Arana-Tomás Guido-Manuel Moreno-Manuel de Sarratea-Carlos María de Alvear
Abajo: José María Roxas y Patrón- Vicente López y Planes-Tomás Manuel de Anchorena
Bandera de la
Confederación Argentina que flameó en Vuelta de Obligado (1845)
Haremos un breve resumen de los principales miembros del cuerpo
diplomático de la Confederación Argentina –más allá de ser civiles o
militares-.y sus actuaciones.
El mismo tuvo –más allá de ser civiles o militares- sus idas y vueltas,
sus grises.
Algunos patriotas Federales sinceros; otros, tal vez oportunismo –que
nunca falta- subiéndose al ‘carro’ de los vencedores usufructuando las mieses
del poder, mientras el Federalismo estuvo vigente por tantos años, pero que no
trepidaron en negarlo no bien caído el gobierno soberano de su país en Febrero
de 1852.
Rosas, en algunos casos, no pudo encontrar mejores hombres en cuanto a
inteligencia y presencia mundana para esos menesteres.
Pero en uno y otro caso, sea quien haya sido cada diplomático, (por
convencimiento o por temor especulativo) cumplieron sus funciones acabadamente,
bajo la férrea directiva de Rosas, mas allá de sus pensamientos políticos
guardados en sus fueros íntimos.
Igualmente, debemos confesar que puestos frente a frente los
diplomáticos y funcionarios de la Confederación y los del Imperio del Brasil,
éstos eran en cantidad y en unidad patriótica frente a nosotros, muy superiores
( y con la Banca internacional y nativa que los sostenía) y así fue el
resultado.
Como dijo Irazusta “la Argentina
fracasó de nuevo en fundar un sistema diplomático favorable para ella, que
contuvieses las intromisiones europea y brasileña, y afianzase la
confraternidad argentino-uruguaya como base de la plana soberanía política
rioplatense”.
Recomendamos, a quien deseé leer en detalle, lo mejor escrito acerca del
cuerpo diplomático brasileño, sus acciones políticas y su proyección patriótica
unificadora, la obra LA CAÍDA DE ROSAS de José María Rosa.
Ahora, veamos a cada uno de los nuestros.
Mucho del material que aquí se encuentra se puede
hallar en:
www.elmensajerodelaconfederacionargentina.blogstpot.com
*
(FELIPE ARANA)
El principal diplomático y con mayor capacidad era el
Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Arana.
Nacido en Buenos Aires el 23 de agosto de 1786, moriría en ella
el 11 de julio de 1865; estudió leyes en Chile y se doctora en Derecho en 1810
En el período comprendido entre 1835 y febrero de 1852, el
ejecutor de la política exterior de la Confederación por mandato del gobernador
sería el Dr. D. Felipe Arana, quien al decir de Ricardo Font Ezcurra sería: “una de las glorias civiles más puras de la
República”.
Miembro de la primera Legislatura de Buenos Aires, de la que
será su presidente en 1828, 1830, 1831 y 1832. Gobernador
sustituto de Buenos Aires de 1840 a 1842
Hábil negociador, con la prudencia que caracteriza al
diplomático de profesión, supo interpretar las necesidades y los intereses de
la Nación ante las presiones diplomáticas y militares de las potencias
extranjeras.
Si bien gozó de un criterio personal de excepcional valor, su
tarea es permanentemente supervisada y ordenada por el Gobernador, con el que
mantenía conversaciones casi a diario; esto le permitiría convertirse en uno de
los hombres de mayor confianza de Rosas, Juntos dotarán a la Política Exterior
argentina de aquellas decisiones rápidas, enérgicas, pragmáticas y precisas que
eran necesarias para el logro de los éxitos diplomáticos, contenidos, por
ejemplo en los tratados con Gran Bretaña (ARANA-SOUTHERN) y Francia (ARANA-MACKAU).
El resultado de las acciones concretas de la tarea
desempeñada se advierte con claridad en las cuestiones con Francia y Gran
Bretaña, con Brasil, con Chile, Bolivia y la Banda oriental: estos hechos: “...exaltaron el sentimiento patriótico en
la Confederación Argentina, fortaleciendo al gobierno de Rosas que aparecía en
Europa y toda América, , serena e imparcial como el sostenedor del principio
republicano frente a la tentativa imperialista y a los ataques de las poderosas
monarquías europeas”.
Quien desprovisto de pasiones e imbuido del espíritu de
justicia e imparcialidad, que debe ser norte en la vida del hombre, juzgue la
obra gigantesca y en extremo difícil que le tocó desarrollar a este notable
jurisconsulto y sobresaliente estadista, no podrá menos que asombrarse del
deliberado silencio que desde hace casi
una centuria se observa en aquellos que deben ser justos y ecuánimes en la
distribución de la gratitud nacional Pocos, poquísimos argentinos pueden
vanagloriarse de haber contribuido bajo la dirección de un gobernante, a
mantener incólume la dignidad de la nación frente a poderosos estados
extranjeros y sofocar levantamientos internos de traidores, como lo hiciera en
su larga actuación el eminente compatriota doctor Felipe de Arana, sirviendo a
la patria bajo las órdenes de otro negado, el ilustre patricio brigadier don
Juan Manuel de Rosas.
Su obra magnífica, su actuación marca rumbos incluso para los
actuales gobernantes, aunque más no fuere por la dignidad y decoro que reflejan
sus tratados internacionales, verdaderos ejemplos de lo que puede un hombre
poseedor en grado superlativo del concepto del deber, sobre todo cuando, como
entonces, se jugaba el honor de la patria.
Arana constituye sin
disputa una época en la marcha de la Nación hacia sus grandes destinos y
sintetiza la verdadera argentinidad hecha hombre; su obra —repetimos— fue una
labor efectiva y silenciosa, sin alharacas ni platillos, porque hizo del deber
un culto y del sacrifico una costumbre y porque sintiéndose orgullosamente
argentino, porque anhelando mantener sin mácula el patrimonio que nos legaran
nuestros hombres mayores y dado que el federalismo era —como hoy— la expresión
genuina del sentimiento nacional, sirvió junto a Rosas sin preocuparle la
calumnia ni la crítica falaz de los seudos patricios del unitarismo destructor
de nuestros v-lores y cualidades.
Una
muestra más del silencio que se ha hecho sobre su nombre y su gestión
patriótica y desinteresada que dan lustre a nuestra patria., puede verse en la
nominación de las calles de Buenos Aires
Felipe
Arana, patriota sin par, es ocultado en nuestra historia.
Por
ejemplo, el Concejo Deliberante con fecha 19 de noviembre de 1904, eliminó
varios nombres ligados al gobierno de Juan Manuel de Rosas, entre ellos el
nombre de Felipe Arana (fs.18 del expediente), lo cual fue criticado por Adolfo
Saldías.
En
efecto, dicho nombre ‘FELIPE ARANA’
era el nombre de la vía que corría al lado del Arroyo Maldonado (hoy ‘Juan B. Justo’) y que corría entre la
actual Santa Fe y Castillo.
De
esta manera la encontramos nombrada en un artículo publicado en el diario La
Prensa en 1910, titulado “Arroyo Maldonado. Desidia Municipal”.
También
aparece en el libro sobre nomenclatura de calles “Origen y razón de sus nombres” publicado por Adolfo P. Carranza en
1910, de donde confirmamos que se trataba de un homenaje al doctor Felipe Arana
(1786-1865) quien fue gobernador sustituto de Buenos Aires de 1840 a 1842 y
artífice del tratado conocido como Arana-Mackau en 1840 y Arana Southern, mas el
Pacto Federal de 1831.
*
Por debajo de él los cuatro embajadores permanentes ante determinados gobiernos
ejercieron sus cargos, en general bastante tiempo:
Tomás Guido en Brasil entre 1849 y diciembre de 1850 en que
se rompen relaciones con el Imperio;;
Manuel Moreno en Gran Bretaña entre 1835 y 1852.
Manuel de Sarratea en Francia desde 1838 hasta su muerte en
1848;
Carlos María de Alvear en EE.UU.
Los cuatro contaron con una serie de condiciones que
permitieron una labor eficaz en el desempeño de sus funciones: los
conocimientos de la realidad en la que operaban, experiencia y patriotismo.
Tuvieron indicaciones precisas para su acción, tanto por
parte de Arana como por Rosas; debían informar detalladamente acerca de los
acontecimientos en los países en los que estaban acreditados: la abundante
documentación existente en los archivos, General de la Nación y del Ministerio
de Relaciones Exteriores y Culto, nos permite apreciar la manera en que el
gobierno estuvo al tanto de las situaciones, para emitir instrucciones precisas
que les permitieran actuar en consecuencia.
Si bien gozaron de la autonomía necesaria para su desempeño,
sus actos tuvieron siempre el atento control del Canciller y del Gobernador, y
no vacilaron cuando llegado el caso, se vieron obligados a desautorizar alguna
de sus gestiones, que comprometían los objetivos finales de la Confederación.
Un ejemplo de esto lo tendríamos cuando Rosas no acepta
ratificar el tratado gestionado por Guido con el Imperio en 1849 ya que no
contemplaba la posición de Oribe y los intereses de la República Oriental, al
que se le fijaban límites sin la participación de los interesados. En ese
acuerdo Brasil se comprometía a dejar en manos de la Confederación Argentina a
cambio de que Rosas lo ayudase a combatir a los riograndenses que querían
separarse del Imperio.
En el tratado mencionado:
“se firmó con la constancia expresa de Guido de que su firma no
comprometía a su gobierno, pues no había sido especialmente autorizado por éste
para hacerlo. El 13 de abril el ministro Arana comunicó a Guido que el Gobierno
de la Confederación Argentina no podía aceptarlo tal como había sido redactado
y acordado (...) sin la concurrencia del Gobierno Oriental, aparecería
humillada la suprema autoridad legal de aquella República y violada la
soberanía e independencia”.
En carta a San Martín, Guido le decía que: “..había aceptado colaborar con Rosas,
siempre que este lo dejara hacer la misma política que con Viamonte” . Esta
cita prueba la alegación de cierta independencia de criterio que gozaron los
embajadores; pero la realidad es que ellos siempre se sabían simples
representantes.
La capacidad de todos estos hombres la expresan algunas de
las características personales de Manuel Moreno: hombre con buenas relaciones
en el Foreign Office, con firme conocimiento de la realidad y el espíritu de
los británicos. Le tocó ser el primer embajador que debió reclamar por la
usurpación de las Islas Malvinas, y sus argumentos de derecho Internacional,
como sus fundamentaciones históricas y geográficas han servido de base para
todas las argumentaciones posteriores.
Tanto Moreno como Sarratea, quizás por tener que realizar sus
misiones en gabinetes experimentados y llenos de intrigas y dobleces,
demostraron su capacidad fenomenal para manejar situaciones harto comprometidas
para la Nación. Baste como ejemplo la forma en que utilizaron la prensa local
para forzar los levantamientos de los
bloqueos al Río de la Plata.
Alvear, Sabiendo el poder de Rosas y adaptándose a los
vientos de la historia que soplaban para el republicanismo Federal, dejó de
lado, con no poca especulación, su monarquismo y anglofilia de 1815.
Le tocó desempeñar la tarea en la delegación más tranquila
aunque no menos importante dadas las características de la política exterior
estadounidense, lanzada su política expansionista sobre los territorios de sus
vecinos; La Guerra con México, las aspiraciones sobre Cuba, revelan la
importancia de contar con un embajador permanente y atento en esa legación.
Ya veremos más adelante cada uno de estos diplomáticos y
funcionarios como fue el devenir de sus actuaciones públicas y si
verdaderamente estaban consustanciados con el ideario de su gobierno Federal o
fue simple oportunismo.
Estos nombres y los resultados de su política nos hacen ver
que Rosas tuvo que elegir su cuerpo diplomático entre los pocos capaces de
ejercer estos roles en el exterior aunque debió vigilar sus acciones para ver
su fidelidad o no a su patria y los intereses que representaban. Cuerpo
diplomático creemos inferior al que tenía el Imperio luso-portugués y que bien
lo explica con sumo detalle José María Rosa en su libro ‘La Caída de Rosas’.
Pero sea por convencimiento o por temor estos embajadores
cumplieron muy bien sus roles.
El gobierno de Rosas supuso una excepción a lo común de la
época en nuestra tierra porque fue el que más tiempo empleó a los mismos
funcionarios y diplomáticos. .
*
(TOMAS GUIDO)
(Buenos Aires,
1788-1866) fue un militar, diplomático y político argentino.
Actuó en las Invasiones Inglesas y adhirió a la Revolución de Mayo de 1810. Brindó su talento
negociador durante los difíciles momentos de la Independencia Argentina.
En 1811 acompaña a a Manuel Moreno a Inglaterra en misión
diplomática donde en el viaje muere Mariano Moreno.
En Tucumán se vinculó con José de San Martín,
del que fue su gran amigo y consejero político, y Manuel
Belgrano, desempeñándose en 1817 como
Oficial Mayor de la Secretaría de Guerra colaborando con San Martín en el
planeamiento de la estrategia a seguir en el Ejército del
Norte y en la continuación de
la Guerra de la Independencia de las
Provincias Unidas del Río de la Plata.
Ocupó este cargo por tres años ejerciendo una exitosa tarea
administrativa y diplomática, acompañando a San Martín como primer edecán en su gesta libertadora por Chile y colaborando
en la empresa de liberar Perú.
Cooperó decididamente en la preparación de la expedición al
Perú, saboteada por
Rivadavia y Pueyrredón (que se
había enredado con la monarquía europea).
Las sucesivas campañas de San Martín a Chile y Perú tuvieron
como fundamentación estratégica los postulados que Guido formuló al Directorio
de las Provincias Unidas.
Ascendido en 1821 a Coronel Mayor, fue consejero de Estado y
Ministro de Guerra. Tras la Entrevista de Guayaquil que mantuvieron San Martín y Simón Bolívar acompañó
a este último hasta el final de la guerra de independencia.
Antirrivadaviano, como San Martín, se reincorpora a la
función pública cuando cae Rivadavia, como ministro de Guerra del breve período
de gobierno de Vicente López y Planes, en 1827
En 1828 fue ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del
gobernador Dorrego, en 1828, siendo quien en nombre del Gobierno de las
Provincias Unidas FIRMÓ la Convención Preliminar de Paz
con el Imperio del Brasil. Por este tratado ambos estados acordaron la
independencia del Uruguay respecto
de ellos.
Guido fue luego ministro de Guerra y Relaciones Exteriores en
tres oportunidades: con Juan Lavalle, Juan José Viamonte y Juan Manuel de Rosas.
De 1840 a 1851, con el 2do Gobierno de Rosas, representó a la
Argentina ante el gobierno del Brasil. En todo ese período, mantiene
correspondencia con San Martín, ya radicado en Europa.
Con motivo del
atropello de las escuadras inglesa y francesa, en el Paraná, en 1845, Guido se
solidariza con la posición de San Martín en defensa de la soberanía: “En mi larga carrera política no he visto
violaciones más escandalosas de la moral y del derecho público que las
acometidas por los agentes de dos renombradas naciones: Inglaterra y Francia en
el Río de la Plata…”
Después de la batalla de Caseros y de la caída de Rosas, el general Justo José de Urquiza lo llamó para colaborar con su gobierno.
Poco después, producido el golpe de la oligarquía porteña –el
11 de setiembre de 1852- luchó por la unidad nacional cuando el partido
‘poteñista’ segregó el Estado de Buenos Aires. Guido es desterrado
(diciembre de 1852).
En 1855 es senador nacional electo por Provincia de San Juan y en 1857 vicepresidente del Senado de la Confederación Argentina.
El caso de Tomás Guido tiene una particularidad: fue
mandatario de Rivadavia, luego de Dorrego, después fue Ministro del gobierno
Unitario de J. Lavalle, posteriormente colaboró con Viamonte y terminó siendo
durante años funcionario de primer orden de Rosas y la Confederación.
Varios de los ‘rosistas’
desde el momento de la caída de Rosas, con ánimo de salvar su pellejo y/o sus
bienes, parecen’ olvidar’ en un día más
de 20 años de ‘rosismo’ y
patriotismo:
Se vivían tiempos tormentosos y de en esos tiempo en
Buenos Aires debido a la caída de un gobierno soberano y el inicio de otro de
cuño internacionalista –brasileño- ayudado por una cohorte vernácula de
asesinos de su propio pueblo que actuaron por cuantiosas sumas de dinero que
sirvieron para comprarles el alma y su conciencia nacional. La honorabilidad que pudieran haber tenido
durante décadas, en muchos, terminó diluida y olvidada por sobornos de todo
tipo.
Tomás Guido y Vicente López y Planes, que ante la
adversidad manifiesta que se avecinaba, con claro sentido especulativo gritaban
“Viva Urquiza!!” el mismo día de la caída de Rosas acompañando
la entrada triunfal de Urquiza;
Tal vez se entienda ahora aquello que Rosas decía
cuando asumió el poder por primera vez en 1829 dudando de aceptar por
considerar que no había una plana política Federal con capacidad y lucidez.
Fallece el 14 de septiembre de 1866, en Buenos
Aires.
*
(MANUEL MORENO)
Manuel Moreno (nació
en Buenos Aires, en 1782 y murió en
Buenos Aires,
1857) fue un político y
médico argentino de
larga trayectoria, hermano menor de Mariano Moreno y
uno de los fundadores del partido Federal de la provincia de Buenos Aires.
En 1806 y 1807,
durante las invasiones inglesas, luchó en las milicias de la
ciudad.
Apoyó
la Revolución de Mayo;
En 1811 acompañó en
misión diplomática a Gran Bretaña a Mariano,
pero este murió en alta mar por una intoxicación con un medicamento, mal
administrado por el capitán del barco.
Al
llegar a Londres permaneció
sin una misión clara, aprovechando el tiempo en estudiar y escribir su Vida
y Memorias de Mariano Moreno. En ellas acusó a Cornelio Saavedra de
haber hecho envenenar a su hermano..
Regresó
a Buenos Aires en 1812 y fue nombrado
secretario del Segundo Triunvirato, que
estaba dominado por la Logia Lautaro,
a la que se incorporó. Durante las sesiones de la Asamblea del Año XIII, defendió firmemente
desde la prensa la forma republicana de gobierno.
Más
tarde se unió al Partido Popular junto a Pedro José Agrelo y Manuel Dorrego
en la oposición al Director Juan Martín de Pueyrredón, que lo desterró a los EEUU.
En
los EEUU en 1816, donde estudió medicina, graduándose en 1821 en la Universidad de Maryland.
Regresó
a Buenos Aires ese año y de inmediato fue elegido legislador provincial por
el partido federal. Revalidó su título de médico
en la Universidad de Buenos Aires, aunque nunca
ejerció la medicina ni en los EEUU ni en la Argentina.
Publicó
diversos escritos políticos en el periódico El Argos de Buenos Aires y La
Abeja, de ideas populares y federales, donde también criticó con vehemencia
la educación universitaria que según él atrasaba en los conocimientos humanos.
En
1822 fue designado director de la Biblioteca Nacional, y fue
miembro y presidente de la Academia de Medicina, editando un periódico de la
misma Academia, en que defendió la importancia de las asociaciones científicas.
Fundó
el departamento de medicina de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1823, dictó la cátedra de
Química de la Universidad, siendo el primero en dictar clases públicas de esa
disciplina en el país, hecho que le valió el mote de "Don Óxido". En
su laboratorio encendió cuatro lámparas a gas, algo nunca visto en el país.
Se
opuso firmemente el gobierno de Bernardino Rivadavia, y se asoció con Dorrego
en la dirección de la oposición.
En
1827 al asumir Dorrego como gobernador fue su Ministro De Gobierno Y Relaciones
Exteriores y, por consiguiente, de toda la Confederación Argentina.
Ibarra
estaba prevenido de las intenciones de asesinar a todos los jefes y
Gobernadores Federales, tramadas por los Unitarios y las logias masónicas europeas
para desmembrar el país, según avisó desde Londres nuestro embajador Manuel
Moreno.
En 1828 fue enviado como
embajador a Inglaterra, siendo reemplazado en el ministerio por Tomás Guido,
y permaneció en el cargo durante los mandatos de los gobernadores Juan José Viamonte, Juan Manuel de Rosas, Juan Ramón Balcarce y Manuel Vicente Maza. Defendió en la prensa los
derechos argentinos en las islas Malvinas,
teniendo mucho éxito entre los lectores, pero sin resultados prácticos.
Desempeñando sus funciones en Londres, en noviembre de 1833,
denunció un plan internacional de los unitarios en alianza con los españoles,
empeñados en recuperar sus antiguas colonias: "plan de sangre y de
escándalo".
En 1835 pasó como
embajador a los Estados Unidos, pero sin dejar de ser embajador en Inglaterra.
Informó a Rosas la noticia del hallazgo en la Patagonia de carbón de piedra. Desde 1838 volvió a Londres.
Urquiza
y Madariaga –Gobernador de Corrientes- firmaron el llamado ‘Tratado de
Alcaraz’, en el que se
intentaba un avenimiento entre las partes. Urquiza se movía en un terreno de
marcada ambigüedad.
En
tal sentido, el Tratado de alianza entre correntinos y entrerrianos se
formalizó el 15 de Agosto de 1846. Urquiza comenzaba a mostrar su juego y la
traición a su patria, y para tales fines pasaba del plano teórico al práctico…
Consecuentemente,
Tomás Guido, Felipe Arana, Pascual Echagüe se escandalizaban del acuerdo hecho
por Urquiza y lo señalaban como un renegado de su país, solicitándole a Rosas
que lo escarmiente. Tengamos presente que estamos en 1846 y todavía faltan 6
años para el golpe final que asestará Urquiza con su perjurio a la soberanía de
su patria.
La
famosa defección de Urquiza fue anticipada desde Londres por el ministro
plenipotenciario Manuel Moreno en su correspondencia diplomática del 4 de
Febrero de 1847. Pero aún Urquiza no estaba listo para dar el salto.
Regresó
en 1853 a Buenos Aires después de la batalla de Caseros, que significó la caída de
Rosas, pero no volvió a participar en política partidaria. En sus últimos años
organizó archivo diplomático, una importante fuente de información histórica.
Digamos,
eso si y nobleza obliga que cuando Rosas marchaba hacia Gran Bretaña, el
sobrino de Manuel Moreno, Mariano Moreno (h) hijo de Mariano Moreno, le escribe
a su tío que estaba en aquellos lares para comentarle la suerte de las armas de
gobierno y el triunfo de Urquiza.
Comenta
MARTÍ, que al saber el embajador Moreno del triunfo de Urquiza, previsoramente
le dice a su sobrino en carta del día 8 de Abril "Dios te protege como
protege siempre al que padece injustamente: porque cuando me escribías (...)
bajo la ansiedad que te inspiraba la cercanía de las tropas de Urquiza a los
atrincheramientos de Rosas en los Santos Lugares y esperabas la decisión de
este negocio, hacía tres días que las puertas de la patria se abrían para
recibirte después de un destierro de 13 años y que el opresor injusto corría a
la mar en un buque extranjero en busca de asilo"
Claro,
ambos, tío y sobrino no comulgaban con las mismas ideas políticas: el sobrino
de Manuel Moreno se había exiliado en Montevideo durante el „rosismo‘ para
pelear contra el gobierno de la Confederación, ya que era uno de los más
fervientes Unitarios que luchaban contra Rosas.
Ahora
bien, véase como con los nuevos aires políticos ya Manuel Moreno en la carta
dice que su sobrino „padece injustamente‘ por culpa del „opresor
injusto‘ –o sea, Rosas.
Este
eximio funcionario y diplomático de la Confederación Argentina que durante
décadas defendió los intereses de la nación en tierras extrañas bajo el
gobierno de sus país dirigido por el Brg.Gral.Rosas, no tuvo empacho, dadas las
circunstancias, de imputarle a su propio gobierno recién vencido que su sobrino
„padecía injustamente‟ el destierro –recordar que el susodicho Mariano Moreno
(h) combatía a su propio país para derrocar al legal gobierno de Rosas-y que
Rosas, a tenor de sus palabras, era un „opresor injusto‟.
Esto
es, para Manuel Moreno, funcionario durante añares del gobierno de su país,
derrocado hacía horas por un gobierno extranjero –Brasil- coaligado con los
Unitarios traidores a su tierra, ahora con los resultados de la lucha a la
vista, ese gobierno nacional pasaba a ser „opresor injusto‘. Es difícil
de creer y más de digerir. 167
Ayer
como hoy, hubo siempre quienes vivieron al calor del poder y cuando éste dejaba
de existir, se acomodaban sin vergüenza alguna a los nuevos poderes de turno,
borrando de un plumazo y sin incomodarse, cualquier vestigio de sus ideas y
comportamientos políticos anteriores
Murió
en Buenos Aires el 28 de Diciembre de 1857
*
(MANUEL DE SARRATEA)
Nacido porteño de hijos españoles, de una familia acomodada –
o sea un español americano como se decía en esa época- Manuel de Sarratea
recibió la mejor educación de la época en Madrid.
Participó
de la Revolución de Mayo de 1810 y por consejo del Dr. Belgrano fue embajador
ante Lord Strangford en Río de Janeiro, donde tuvo poco éxito. Al ser disuelta
la Primera Junta, formó parte del gobierno que la sucedió, el llamado Primer
Triunvirato.
En 1811, integró el primer Triunvirato, junto a Feliciano Chiclana y Juan José Paso. Ejerció como general en jefe en el segundo sitio de Montevideo, enviado por el
triunvirato para anular la preponderancia del general José Gervasio Artigas.
Luego,
en 1812, siendo Triunviro, quiso quitarle tropas a Artigas y como no lo logró
lo declaró traidor.
Manuel
de Sarratea era uno de los más antiguos e irreconciliables enemigos de José
Gervasio de Artigas.
Manuel de Sarratea siempre trabajó desde el fondo de la
escena, manejando los hilos de la trama. Su habilidad le permitió ser figura
consular, diplomática, tratar de conciliar posiciones con España, con los
caudillos y finalmente ser diplomático de Rosas. Era el hombre tras bambalinas.
Entre sus acertadas disposiciones de gobierno merece
señalarse la que decretó el uso y reconocimiento por las tropas de la patria de
la escarapela compuesta por los dos colores blanco y azul celeste, que fue
declarada nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aboliendo la
roja anterior.
Posadas,
luego, lo envía en misión diplomática a España. Allí ofreció al Rey la sumisión de las Provincias Unidas del Río de la Plata
a la corona española bajo una cierta autonomía.
Al respecto, pidió la intervención de Inglaterra para que
mediara puesto que se tenía temor en nuestras tierras que, al volver al trono
el Rey de España Fernando VII luego de la derrota de Napoleón, volviese con sus
tropas a vengarse en tierras americanas del hecho de intentar independizarse
sus colonias
Cuando Sarratea estuvo en España se encontró con otros dos
embajadores, Belgrano y Rivadavia, a quienes convenció de una idea: coronar
como rey del Río de la Plata a un hermano de Fernando
VII, Francisco de Paula de Borbón, con el aval de su padre, Carlos IV.
Las negociaciones llegaron bastante lejos, e incluso
redactaron un proyecto de constitución monárquica; como el mismo príncipe se
negó, planearon secuestrarlo para coronarlo en Buenos Aires. Sarratea fue
tratado como representante de un grupo de rebeldes, tuvo que huir y todo quedó
en la nada.
Sarratea apoyó a López y Ramírez en su campaña contra los
porteños.
Después de la batalla de Cepeda en el que los caudillos
vencieron a Rondeau, se unió al ejército Federal dirigido
por Estanislao Lopez y Francisco Ramírez.
El
16 de febrero de 1820, cuando la anarquía y la guerra civil cundían en todas
las provincias, Sarratea fue elegido gobernador de la provincia de Buenos
Aires.
Pero
días antes de la firma del Tratado los portugueses habían caído sobre el raleado
ejército artiguista en Tacuarembó y acuchillado a mansalva a sus hombres
sin darles tiempo ni a enfrenar los caballos.
Encima
sus leales jefes como Rivera y Ortogués se pasan para el lado de los portueses
invasores seducidos por premios y honores.
Sus aliados, López y Ramírez, enterados de la
catástrofe sufrida por el Protector de los Pueblos Libres, fueron enredados por
Sarratea que, sabedor de la pobreza a que el autoritarismo porteño había
sumido a las provincias bajo su mando y, como siniestra paradoja sacando provecho de ello, les ofreció el oro y el
moro para que consolidasen su poder en sus territorios, aval que Artigas nunca
podría ofrecerles desde la debilidad de su posición. Con promesas de respeto y
no agresión recíprocas se firmó el tratado apenas un día después de iniciadas
las deliberaciones,
Asi,
se firmó el Tratado del Pilar el 23
de febrero de 1820, entre Manuel de Sarratea (electo como gobernador provisorio
de la Provincia de Buenos Aires) y dos de los gobernadores de la Liga Federal:
Estanislao López (Provincia de Santa Fe) y Francisco Ramírez (Provincia de
Entre Ríos).
Proclamaba
la unidad nacional, la navegación de los ríos interiores solo para las provincias
que tocaban sus orillas y el sistema federal
(que era procurado por José Gervasio
de Artigas al que se ofreció la reintegración a la gran familia
argentina pero nada se decía de seguir la lucha contra los luso-brasileños lo
que provocó la guerra entre Artigas contra Ramírez y López a los que acusó de
traición).
Pero
el Tratado no lograron una paz
definitiva.
Artigas
le echa en cara a Ramírez y López el haberlo dejado solo frente al Imperio y no
atacar –justamente- al Imperio para liberar la Banda Oriental. Comienza la
lucha entre los viejos socios.
Artigas
derrotado huye al Paraguay para siempre, para tranquilidad del Imperio de los
Braganza en el Brasil que temía con fundamento que el 1er.Federal y Republicano
soliviantara a los riograndenses que intentaban con sus políticas republicanas
y antiesclavistas, separarse del Imperio.
Ramírez se
dirigía a Sarratea el 13 de marzo, reclamando humildemente los “auxilios” que
en virtud del acuerdo secreto firmado al mismo tiempo que el Tratado del Pilar,
debía proporcionar la burguesía porteña al incorruptible a Ramirez.
Una
revolución popular destituyó del poder a Sarratea pues los porteños no vieron
con agrado lo resuelto en dicho Tratado.
Pasó
a Entre Ríos, donde se radicó hasta que Rivadavia lo designó ministro. Siendo presidente Rivadavia- del cual era amigo- lo envió en en 1826 a desempeñar
distintas misiones diplomáticas a Inglaterra. En Londres apoyó la política
inglesa de apoyar la separación de la Banda Oriental de las demás provincias
argentinas, cosa que se logró a mediados de 1828.
Curiosamente Dorrego y luego Rosas lo mantuvieron en su
puesto. Este último lo nombró embajador en Rio de Janeiro y luego en Francia.
Recordemos
que este 1er.Gobierno de Rosas tuvo un perfil ecuménico, moderado. Intentó
formar un gobierno con funcionarios eclécticos.
Algunos
de ellos, Unitarios que venían de la Administración de Lavalle y que
permanecieron en sus cargos como Manuel García.
También Carlos María de Alvear y Sarratea, que se declaraba Federal pero
por conveniencia y que formalizó un tratado con el Virrey De Elío por el que
cedía la Banda Oriental éste.
Vicente
López y Planes (al que adhiere Tomas M. de Anchorena) atribuye a Sarratea “procedimientos desparpajados y moralidad
poco seguras” además de “viveza
pervertida”, “principios morales poco
delicados”, “extraña mezcla de buen carácter y de cinismo, de habilidad y
desvergüenza”.
“Movido siempre por una incorregible afición a las tretas
y manejos embrollados, no era tan malo que pudiera ser tenido por un malvado de
talla para despotizar por la fuerza y por la sangre, ni por peligroso siquiera
fuera de los enjuagues y escamoteos que lo hacían despreciable más bien que
perverso”.
“Cortesano y
trivial, de una movilidad perlática en sus ideas, intrigante por el solo gusto
de serlo, sin respeto por los principios ni por los compromisos, mansísimo y
dúctil en el fondo, medio saltimbanqui, medio caballero de alcurnia, con
modales elegantes y sueltos, delicados pero sin dignidad, a todo estaba pronto
con tal de hacer figura notable entre grandes, fuese para lo que fuese.
“Sarratea
no era un hombre perverso. No era capaz de crímenes sombríos ni de meditar
actos de usurpación. No tenía audacia
para lo uno, ni autoridad moral para lo otro. No era otra cosa que un
noblecillo corrompido, un político de comedia, un “cínico” como ahora se diría,
pero de buena sociedad, de exquisita educación y buena estirpe.
“A
diferencia de un gran número de otros cínicos que son tontos a la vez que
groseros, y que se dejan engañar, Sarratea era de los cínicos que engañan, pero
que no se dejan engañar, y este era el único talento culminante que hacía
resaltar con sus exquisitos modales y con la chispeante agilidad de sus
movimientos y de su conversación”
Otros autores lo consideran un viejo malabarista
político, hábil cambiador de juegos, sin partido tomado, sibarita, mujeriego y
derrochador, anglófilo por principio, que gozaba de una reputación bastante
mala en lo tocante a su moralidad; disipó una fortuna considerable; tenía el
espíritu muy venal, y parece que se ha dejado seducir por las sumas que sin
duda le ofreció Inglaterra, que ha podido apreciarlo bajo todos los aspectos.
Fue un hábil diplomático para horadar la sociedad
entre Inglaterra y Francia y lograr asi, junto al embajador Manuel Moreno en
Inglaterra, separarlos en sus intereses comunes y llegar a los acuerdos
firmados por Arana en representación de la Confederación Argentina.
El Deán Funes escribió que tenía “un aire de buena fe que
engañaba a los más prevenidos”.
Aunque
Rosas lo tenía en estima. “La muerte de Sarratea -escribió De Angelis al general
Guido, el 27 de enero de 1850- nos pone en embarazos” seguramente por haber
dejado en desamparo a la política rosista en Europa, quien era considerado como
un verdadero puntal. El “Courrier du Havre” en su artículo del 13 de mayo de
1850, decía que “Había algo de Talleyrand en ese ministro ilustre.
Nada más fino que su buen gusto, más
ingenioso que su conversación jovial y más distinguida que sus maneras.
Instruido en las Ciencias Exactas, notable por la extensión y variedad de sus
conocimientos, tanto hablaba de agricultura, como de Bellas Artes y Letras.
Pero sobre todo lo distinguió su talento
y su buen ojo diplomático. En su difícil posición, sus comunicaciones con el
Ministerio de Negocios Extranjeros fueron un modelo de patriotismo y ponderación,
dictados con un estilo exquisito y que hacen honor a la ciencia de la
diplomacia. Es de esperar que su gobierno las publique”..
Jacinto R. Yaben, dice que “fue
un patriota sincero y un digno ciudadano que tras el balance de sus servicios
prestados al país le resulta por demás favorable”
Podemos
decir de Sarratea que era un personaje inclasificable según muchos historiadores y en base a documentación,
Fue un político consumado, acomodaticio como muchos
diplomáticos, uno de esos personajes que huelen los vientos y conocen las
mareas de los tiempos. Su accionar creó las discordias que llevaron a la
separación de la Banda Oriental, pero también evitó un innecesario
derramamiento de sangre cuando los caudillos artiguistas amenazaron Buenos Aires. Trató por todos los medios de
imponer una monarquía y cuando cambiaron los tiempos se sumó al federalismo.
Muere
en Francia como embajador del Gobierno de Rosas en Septiembre 1849.
(CARLOS MARÍA
DE ALVEAR).
Carlos
María de Alvear nacido como Carlos Antonio (Algunos autores atribuyen
a la violenta muerte de su madre el que llevara su nombre –María– en su honor).
Y
nació en las Misiones Orientales, Virreinato del Río de la Plata,
25 de octubre de 1789 (Actualmente Santo Ángelo en
territorio anexado a Río Grande del Sur tras la conquista portuguesa de
1801).
Yendo
con sus padres hacia España en 1804 fueron abordados por un barco inglés que
mató a a su madre y sus 6 hermanos.
Esto
motivó la declaración de guerra de España al Reino Unido el 14 de diciembre de
1804 y fue antesala de la Batalla De Trafalgar
Fue
un militar, político y diplomático argentino de
larga trayectoria que ejerció el Directorio de
las Provincias Unidas del Río de la Plata durante
tres meses en 1815.
Alvear fue uno de los pocos oficiales de
carrera en participar de la Guerra de Independencia
Hispanoamericana por el bando revolucionario
Regresó
a Buenos Aires en marzo de 1812 en la fragata británica George
Canning, en el mismo barco en que viajaban San Martín, José Matías Zapiola, Martiniano Chilavert (niño aún, que
viajaba con su padre Francisco Chilavert)
Fue
quien presentó a San Martín en la sociedad porteña y
también su padrino de casamiento (asi le pagó su gesto volviéndose enemigos)
Para
lograr tal fin encabezó con San Martín la revolución del 8 de octubre de 1812,
que reemplazó al Primer Triunvirato por el Segundo y que convocó
a la Asamblea del año XIII. Organizó las
elecciones de los representantes porteños y de las provinciasn. 3
y fue el primer presidente de dicha Asamblea.
Ambicionando
el poder político y basándose en el centralismo que había existido en el
antiguo virreinato, logró que la Asamblea General creara el Directorio a
cargo de un Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, para el cual
hizo elegir a su tío Gervasio Antonio de Posadas (primo de
su madre)
La
Logia se dividió entre los partidarios de San Martín y los de Alvear, por lo
que este -con mayor influencia política- lo alejó del poder poniéndolo al mando
del Ejército del
Norte.
El
director Supremo, Posadas, nombró a su sobrino Carlos María de Alvear
comandante del ejército que sitiaba a los realistas en Montevideo, reemplazando
a José Rondeau, pero no asumió el mando de este
ejército sino después de la victoria naval de Brown frente a Montevideo, por lo
que su actuación militar fue muy breve pero exitosa.
La
victoria no dio todos los resultados positivos que se esperaban de ella por las
crecientes disidencias del gobierno central con José Gervasio Artigas, el líder de los
revolucionarios orientales: este reclamó que la ciudad de
Montevideo le fuera entregada a los orientales. Alvear llamó a Artigas a
negociar su entrega, pero Artigas, fue traicionado por Alvear.
Los diputados orientales concurrieron a la Asamblea del año XIII,
pero no se les permitió la entrada lo que agravó aun más la situación de
enemistad entre los orientales y los directoriales,
llegando al extremo que el Directorio puso precio a la cabeza de Artigas,
declarándolo como un bandido.
Al
ver que no era obedecido, el director Supremo Posadas renunció; en su lugar, la
Asamblea nombró Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Carlos
María de Alvear para que cumpliera el resto de su mandato. Lo fue de Enero a
Abril de 1815, teniendo entre sus funcionarios mas cercanos a Manuel J. García
y a Gregorio García de Tagle, el que será Ministro o funcionario de todos los
miembros de los distintos Directores del Directorio, a lo largo de los años.
Envía
a Manuel García al Brasil en enero de 1815 como Embajador, cuyo actuación fue
de una entrega de nuestra patria en términos ominosos y absolutos.
Alvear
fue el promotor de los intereses británicos a través de los portugueses
El
nuevo Director tenía solo 25 años y su breve gobierno fue calificado por muchos
como una verdadera dictadura. Entre los que le objetaban se hallaba el entonces
gobernador de Cuyo,
José de San Martín.
Alvear gobernó rodeado de su propia facción,
sostenido solo por la logia secreta a la que pertenecía y los oficiales adeptos
del ejército. Organizó una red de espionaje y arrestó sin juicio a sus
opositores e implantó una severa censura de prensa. Ante una posible
conspiración, sin juicio, ordenó ejecutar a un capitán de ejército y colgarlo
en la Plaza de Mayo.
Le
manda –a través de su representante en Rio de Janeiro Manuel J. García- dos
cartas a Lord Strangford (embajador
británico en Rio) y otra al Vizconde de Castlereagh (Ministro de RREE ingles)
"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver
de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no
está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano
exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite
en los horrores de la anarquía… En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a
tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su
Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es
el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes
que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación
una existencia pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra
de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres
sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna
idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder
concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez
que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política
del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece
grandes embarazos en la ejecución."
"Estas provincias desean pertenecer a Gran
Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo
poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe
del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para
librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los
momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe
plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su
beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus
avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la
ejecución…" "Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los
habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos
generosos... . Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de 1815. Carlos de
Alvear. "
Estas
cartas se las hace saber Manuel J. García (quizás uno de los más desembozados
representantes ingleses en estas tierras) a Sarratea el 5 de Febrero de 1816.
Solo
vergüenza y asco nos produce leer semejante entrega.
Ahora
bien, ¿Quién fue Manuel J. García?
Fue
toda su vida un liberal burócrata acomodaticio según los vientos de la
historia, al igual que Alvear.
Embajador
en Rio de Janeiro entre 1815 Y 1820.
Fue
partícipe de oposición enconada a Artigas, Apoyó la intervención española en
nuestras tierras con tal de acabar con Artigas y a la misma vez, la de los
Luso-brasileños (aunque prefería confidencialmente, la de estos últimos). Y asi
como entregaba su patria a los ingleses, no dejaba de buscar apoyo, por las
dudas, con los españoles (año 1815).
En
dicho año, les escribe el 23 de Agosto de 1815 una carta al Rey de España,
estando exiliado en Rio de Janeiro, donde prácticamente pide perdón por haber
luchado contra España y que sería conveniente que estas tierras volviesen al
poder de España:
“Es muy deplorable aun ‘español’ [sic] que ha nacido con honor y que procur6
acreditarlo entre los gloriosos defensores de la Nacion, presentarse ahora a
vindicar su conducta en actitud de delincuente y con las sombras de rebelde o
enemigo del Rey. Yo me habría ido lejos de los hombres a ocultar mi vergüenza
si no conservase una esperanza de hacer disculpables mis procedimientos o si
conociera menos de la clemencia del Soberano y la indulgencia de sus ministro”
Y
dice que ocupó el puesto de Director Supremo para “aventurarse a un paso decisivo que pusiese término a esta ‘maldita
revolución’ [sic] pero había quienes
no querían que el país volviese a su ‘antigua tranquilidad’ [sic]. Y por eso he
caído, por eso he sido víctima, porque mi decidido conato ha sido volver a
‘estos países’ (sic) a la ‘dominación de un Soberano’ (sic) que solamente puede hacernos felices”.
Pero el rey no le contestó.
Aunque
parezca mentira, Alvear se declara ‘español’,
que la Revolución de Mayo fue una ‘maldita
revolución’, se refiere a su patria como ‘estos países’ a los cuales ruega para que vuelvan a la ‘dominación de un soberano` para ser
felices.
Un
horror su genuflexión y ese es uno de los próceres que vemos alabado su apellido
a diario en calles, monumentos, ciudades.
Y si
su bajeza de entrega no prosperaba con los españoles, siempre estaba
Inglaterra.
Quería
la entrega de la Banda Oriental y las Provincias Unidas a Inglaterra, para que
ésta tuviera un protectorado en nuestras tierras y, de este modo, sacarse de
encima a Artígas a quien aborrecía.
Cuando
Alvear le da cartas a García (embajador en Rio de Janeiro) para que éste se las
diera a Lord Strangford y a Castelright,
en la cual Alvear rogaba que Inglaterra ocupara las Provincias Unidas
para que seamos una colonia inglesa y así acabar con Artigas y el Federalismo,
finalmente García, finalmente duda y no les da las cartas, sólo se las leyó a
los ingleses diplomáticos y pidió una mediación entre las Provincias Unidas y
España.
Fue
ministro de Gobierno de 1820 a 1826 de Martín Rodriguez y Gregorio Las Heras
Fue
en misión especial al Brasil en 1827 enviado por Rivadavia
Fue
Ministro de Hacienda de Rosas en su primer gobierno entre 1829 a 1834
El
sentido de estas cartas (leídas por los ingleses pero no entregadas por García)
muestra la intención de Alvear de solicitar un protectorado británico para las
Provincias del Río de la Plata. Estas cartas pueden ser consideradas como un
gesto de traición a la patria, si a ella se la entiende como una nación
independiente de toda dominación extranjera y no solamente de la corona
española
La
Banda Oriental, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y las provincias de
Cuyo manifestaron su disconformidad con Alvear, al que le endilgaban representar
al centralismo porteño.
Dado
que el peor enemigo para la causa del centralismo porteño
era Artigas, que dominaba la campaña de la Banda Oriental y la Mesopotamia.
Envió al almirante Brown a proponerle a Artigas, a cambio de la retirada de
este de las provincias del litoral, la independencia de toda la Banda Oriental,
como si fuera este pequeño designio el que llevaba el Jefe de los
Orientales. El ofrecimiento fue altivamente rechazado.
Álvarez
Thomas jefe de la vanguardia Alvearista, ante la rebelión de todos sus
oficiales y tropa debió retrotraerse y volverse - (Motín
de Fontezuelas- Abril 1815).
No
sabemos bien si Álvarez Thomas lo hizo a su gusto, aunque entendemos que no,
habida cuenta de sus posteriores acciones pergeñadas en conjunto con Nicolás
Herrera, González Balcarce, Manuel J. García y Gregorio Tagle en pos de
impulsar la conquista de la Banda Oriental por parte de los portugueses
aplastando a Artigas y con la idea posterior de que el Imperio de los Braganza
se apoderaran y colonizaran toda las Provincias Unidas extendiéndose el Imperio
hasta los confines de nuestra patria, todo ello acordado secretamente con el
gabinete lusitano y todo mencionado debidamente documentado (años 1815 y 1816).
Pero
en su momento la acción de Álvarez Thomas en Fontezuela es apoyada por San
Martín y Soler. San Martín se alegra de la caída de Alvear que era quien había
intentado reemplazar al Libertador de su cargo de Gobernador de Cuyo.
En
efecto, San Martín y Artigas eran sus enemigos principales. Ambos repudiaban
las actitudes de Alvear y nunca le brindaron su confianza.
“Debemos sacarnos de encima a San Martín,
hombre enemigo del centralismo'" decía Alvear por 1815.
Recordemos
que –según San Martin- Alvear, Perdriel y Manuel J. García quisieron
asesinarlo.
En
tal sentido San Martín le escribe una carta a García en la que le imputa ello: “Usted ha atacado mi reputación, usted me ha
puesto a este pueblo y a mí, en los mayores compromisos, usted me ha faltado a
su palabra y bajo este sagrado fugó usted del destino en que mi excesiva
condescendencia lo había puesto, para buscar modo de abatirme, y esto lo tengo
probado: pidió 15 o 20 asesinos al general Alvear para quitarme la vida”.
San
Martin, concordando con el pensamiento Federal de Artigas, dispuso una misa de
‘Acción de Gracias’ por la caída de Alvear.
Entonces
Alvear debió renunciar a su cargo solo tres meses después de haberlo asumido y
refugiarse en una fragata de guerra británica. Se dirigió a Brasil.
Sus partidarios, incluido Posadas, fueron arrestados. Junto con su Directorio
cayó también la Asamblea del Año XIII. El Cabildo nombra a Rondeau.
Digamos
que en 1817 se produjo la invasión luso-brasileña a la
Provincia Oriental que tomó la ciudad de Montevideo. El pueblo oriental
—dirigido por Artigas— logró mantener a los invasores limitados al control de
la ciudad. Alvear se instaló en la ciudad ocupada de Montevideo en mayo de
1818, luego de casi tres años de exilio en Río de Janeiro.
En
los albores de 1820 se produce la Batalla de Cepeda entre Estanislao Lopez y
Francisco Ramírez contra Rondeau. Alvear
se une –curiosamente a los caudillos- pues intentaba derrocar a Rondeau y
ocupar su lugar.
Así
fue, cae el Directorio.
Comienza
la Anarquía del año XX, se suceden luchas y Alvear con apoyo de Sarratea
combaten contra Soler al que vencen pero al tiempo Sarratea se vuelve contra
Alvear y libera a Soler. Al tiempo Soler se vuelve contra su liberador
Sarratea.
Alvear
se va de la ciudad y busca refugio con Ramírez y López.
Estos
luchan contra Soler al que vencen. El Cabildo de Buenos Aires nombre Gobernador
a Manuel Dorrego.
Estando
en Inglaterra en misión oficial, Alvear logra que Inglaterra reconozca la
independencia de las Provincias Unidas, habida cuenta de las expresiones
filo-inglesas de Alvear.
En
1824 y luego del triunfo definitivo de Bolívar contra los españoles, Alvear fue
convocado para cumplir una delicada misión diplomática ante Bolívar, el
objetivo oficial era felicitar al Libertador por
sus recientes triunfos, negociar la devolución de la provincia de Tarija y
lograr una alianza frente a la inminente guerra contra el Imperio del Brasil
por la Banda Oriental.
Bolívar
aceptara la propuesta del doctor Díaz Vélez y el 17 de noviembre de ese año
ordenara al mariscal Antonio José de Sucre, flamante primer
presidente de Bolivia, la devolución de Tarija contra su voluntad.
No
obstante, la misión no tuvo el efecto buscado: tras un breve período de
subordinación a las Provincias Unidas, el 26 de agosto de 1826 Tarija se
incorporó a Bolivia
En
respuesta a la anexión boliviana, el Congreso Constituyente de la Argentina,
sancionó la ley del 30 de noviembre de 1826 por la que declaró a Tarija y su
territorio adyacente como una provincia argentina, separada de la de Salta.
Paralelamente,
Alvear y Díaz Vélez presionaron a Bolívar para que interviniera en el conflicto
que se avecinaba por la Banda
Oriental.
Pero
el venezolano se negaba a involucrarse, a pesar de que personalmente se sentía
atraído por una causa que prometía agregar más laureles a su corona. (Aunque
Sucre sí quería combatir contra los Imperiales)
Bolívar
enfrentaba presiones del Reino Unido, a quien debía gran parte de su éxito y su
gloria. El Libertador sabía que George Canning se oponía a que interviniera en
la guerra que se avecinaba, y la inminente mediación británica y el interés de
la corona británica por evitar un conflicto sugerían que la guerra no tendría
lugar. Luego de que Bolívar partiera rumbo a Lima, Alvear decidió
regresar a Buenos Aires. En su ausencia, en Buenos Aires el Congreso General había elegido
presidente a Bernardino Rivadavia, que al regreso de Alvear lo nombró ministro
de Guerra y Marina. Poco después y frente a la decisión del pueblo oriental de
incorporarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Imperio del Brasil
declaró la guerra a la Argentina.
Rivadavia
lo nombra como Comandante en Jefe del ejército a mediados
de 1826.
Desde
el Ministerio de Guerra se dedicó a mejorar el estado y la organización del
ejército. A fines de marzo de 1826 las tropas contaban con dos mil ochocientas
plazas, en su mayoría reclutas. A estas fuerzas se sumaban cerca de 2500
milicias irregulares al mando del caudillo oriental Juan Antonio Lavalleja.
A su
favor tenía cierta experiencia diplomática, que le hubiera permitido tener una
visión amplia del problema político-diplomático, pero su experiencia en Río de
Janeiro y Montevideo lo hacían más que sospechoso de pretender alcanzar
objetivos políticos que nada tenían que ver con su misión. Sus enemigos dentro
y fuera del ejército, que no eran pocos, temían “el poder militar que podría crearse”
Alvear si lograba una victoria.
Al
parecer, el gobierno no tenía interés en concentrar sus fuerzas para recuperar
la Provincia Oriental; este objetivo era deseable
—dentro de ciertos límites, ya que incluía reincorporar el puerto de
Montevideo, rival del de Buenos Aires— pero no indispensable. El objetivo
central era, solamente, lograr la paz en condiciones favorables.
En
la batalla de Ituzaingó conjuntamente
con Oribe, Chilavert, Lavalleja y Lucio N. Mansilla, se obtuvo la más
importante victoria de la guerra, el 20 de febrero de 1827.
Luego
de la batalla de Ituzaingó el ejército argentino tenía sus tropas famélicas,
sin pago de sus salarios, desordenada su contabilidad, graves abusos de sus
tropas, indisciplina de la soldadesca, robo de ganado, etc.
Dorrego
imputó todo eso y la mala conducción militar a Alvear.
Sin
embargo Lucio V. Mansilla propuso la erección de un monumento al mismo, pero
distintos políticos y militares se opusieron pues consideraban que el
triunfo argentino correspondía
exclusivamente a sus oficiales. Que Alvear no tenía condiciones de estratégicas
algunas. Que Alvear cometió un cúmulo de errores.
Casi
todos los militares –aquellos que en el futuro iban a enrolarse en el Partido
Unitario o Federal- coincidían en que Alvear, a aparte de ser soberbio,
irritable y presuntuoso, carecía de capacidad militar, de una supina ignorancia
en lo que correspondiese a la ciencia militar. Así lo veían Brandsen, Pacheco,
Paz, Lavalle, Lavalleja, Chilavert, Olazábal, Olavarría, sea antes, durante y después
de la batalla mencionada. Nunca, ni antes ni después, tantos oficiales de
prestigio coincidieron en la falta de conducta e incapacidad absoluta de Alvear
para capitanear el poderoso Ejército argentino. Uno de esos errores por su
tozudez e ignorancia llevó a la muerte a Brandsen sacrificándolo en un episodio
bélico que previsiblemente se sabía iba a fracasar.
La
inexplicable conducta de Alvear que luego de vencer el ejército argentino al
Brasil en la contienda al no perseguirlos hizo que el triunfo fuese estéril,
recuperándose al tiempo el Imperio ocupando nuevamente las posiciones de San Gabriel
y Bagé.
De
tal modo, Alvear no pudo perseguir al enemigo y la victoria no significó la
destrucción del ejército brasileño, aunque este se desbandó y sufrió
importantes bajas pero el avance ya no podía continuar.
Falto
de apoyo desde Buenos Aires, cuyo gobierno, el de Rivadavia, prefería concentrarse
en enfrentar a los caudillos y gobernadores del interior —quienes no mostraron
interés en apoyar al ejército porteño y no ayudaron en el envío de tropas y
pertrechos— debió retroceder y dejar su ejército en posición defensiva.
En
Junio de 1827 renunció y se retiró a Buenos Aires, dejando al general José María Paz y a Lavalleja al mando interinamente.
Paz,
Lavalleja e Iriarte, declararon que la responsabilidad de la victoria de
Ituzaingó fue de sus subordinados, y acusaron a Alvear de inacción por no haber
intentado perseguir a los vencidos y destruir su ejército y buscado la derrota
destruyendo su armamento.
Pero
como estrategia general fue un fracaso: la victoria republicana de Ituzaingó
fue una humillación para el ejército imperial pero no logró favorecer la
posición argentina en la negociación: Manuel José García terminó cediendo todo.
La Convención Preliminar de Paz de 1827
firmada por García en Río de Janeiro, asestó un golpe mortal a la presidencia de
Rivadavia, quien se vio forzado a renunciar.
El
Congreso Nacional y la Presidencia fueron disueltas y a los escasos días, Agosto
de 1827, Manuel Dorrego asumió el poder como gobernador de Buenos Aires.
A
los pocos días, y ante las pruebas y el vituperio general el nuevo gobernador
de Buenos Aires tuvo que desterrar a Alvear por sus errores estratégicos y
tácticos en la conducción de nuestro ejército.
Hasta
el propio Lord Ponsonby dice de Alvear que
“tanto como soldado y como hombre es inferior al desdén”.
En
definitiva, prevalecieron los intereses del Reino Unido, y de los ‘oligarquilogistas’,
(como los denominaba Dorrego), que hábilmente fomentaban la división en
la Cuenca del Plata. El objetivo era la creación
de un “estado tapón” que pudiera servir de base a los intereses británicos y
garantizar la navegación del río de la Plata como aguas
internacionales.
Presionado
por la diplomacia británica y la banca controlada por comerciantes británicos
Dorrego ratificó la “Convención Preliminar de Paz” de 1828,
Tratado aciago que, en definitiva, declaró la independencia del Estado Oriental del Uruguay.
Durante
la guerra civil entre Juan Manuel de Rosas y el general
Lavalle, este lo nombró ministro de guerra y marina.
En
1832, el gobernador Rosas lo nombró ministro plenipotenciario en Estados Unidos de América para
resolver un conflicto originado en las Islas
Malvinas. Pero su mala salud y un cambio de gobierno dejaron este
nombramiento en suspenso.
En
1835, Rosas reasumió el gobierno con la suma del poder público y
las facultades extraordinarias iniciando una política de persecución
a sus opositores.
Alvear
entonces estableció contacto con el mariscal Andrés de Santa Cruz, presidente de
la Confederación Perú-Boliviana, para
solicitar su ayuda para derrocarlo. Esta conspiración fue descubierta por
Rosas, que optó por deshacerse de Alvear nombrándolo embajador en Estados
Unidos. La aceptación de este nombramiento por parte de Alvear fue considerada
como una traición por los unitarios emigrados en Montevideo, como Lavalle, Paz,
Iriarte, Mitre y Varela.
Desde
el punto de vista civil, prohombres que estuvieron al lado de J.M. tenían un
pensamiento Unitario, por lo menos al comienzo del gobierno de Rosas, como J.
R. Balcarce y Tomás Guido.
Pero
también confiaba en los conocimientos diplomáticos del Gral. Carlos María de
Alvear, pero este hombre tenía una personalidad acomodaticia, intrigante y si
bien se había vuelto uno de los jefes del unitarismo, pronto y viendo el cariz
que tomaban los hechos históricos, se acercó a Rosas al comienzo de su mandato.
Éste,
conociendo su capacidad pero también su perfil oblicuo, de alguna manera, se lo sacó de encima‟ físicamente y lo envió
como representante diplomático a los EE.UU. Costumbre que se repite todavía en
estos tiempos.
Rosas
no dejaba de conocer la catadura de los funcionarios de su gobierno. Conocía
las habilidades diplomáticas de varios de ellos y estas serían útiles a su país
en tanto y en cuanto fueran dirigidas sus acciones por el propio Restaurador
que como era habitual en él, era puntilloso y cuidadoso en las ordenes que daba
a sus subalternos, a los cuales vigilaba para que cumplieran su cometido, entre
ellos y más que a nadie, a Carlos María de Alvear
Alvear
partió hacia Estados Unidos a principios de 1838, cuando comenzaba el bloqueo francés al Río de la Plata.
Alvear
era promotor de los intereses de Gran Bretaña en Sudamérica durante las
primeras tres décadas del siglo XIX, por medio de sus aliados portugueses.
Pero
luego, ya como embajador, defendió la postura adoptada por Rosas frente a las
disputas con Francia y el Reino Unido, contradiciendo lo dicho por él
en cartas a los diplomáticos ingleses en el sentido de que las Provincias
Unidas debían pertenecer al Imperio Ingles. Dicha contradicción la hace notar
Mitre que lo descalifica como patriota.
Permaneció
como ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina en Estados
Unidos hasta después de la caída de Rosas.
Luis
Alberto Herrera se extraña de la actitud
de Rosas respecto a Alvear, cuando accede al poder, enviándolo como
representante diplomático a los Estados Unidos de América: “Rosas, considerando a Alvear, y un doble
agente, en vez de desterrarlo o condenarlo a muerte, lo mandó en misión
diplomática a Estados Unidos, en 1838. […] Su familia quedó en Buenos Aires de rehén,
dejando Rosas que lo acompañara solamente uno de sus hijos. Nunca más volvió a
ver a su familia., ni nunca más volvió o su patria”.
Lo
que se extraña Herrera tiene fácil explicación: Rosas pudo vislumbrar la
influencia peligrosa que era Alvear para los destinos de nuestra soberanía y lo
envió bien lejos de nuestro territorio...casi un destierro…
Carlos
María de Alvear fue una figura sinuosa en la política nacional, adaptándose sin
mayores problemas, a los gobiernos de turno tanto en la época de Rosas como en
las sucesivas, quedando siempre „bien parado‟ con quien fuese.
Luego
de Caseros, cuando cae Rosas, quiso congraciarse con Urquiza pidiéndole
continuar en el cargo - lo cual Urquiza aceptó.
A su
vez, recordemos que Diego de Alvear, hijo de mencionado, era un Unitario
confeso que conspiraba contra el gobierno argentino y al cual Rosas, si bien
controlaba sus acciones, tejió sobre ese desagradecido, un manto de piedad,
dándole un „puente de plata‟ para que emigrara a los EE.UU donde estaba su
padre.
Alvear,
como vulgar „lamebotas‘ con una obsecuencia lamentable, le envía a
Urquiza una carta el 14 de Julio de 1852 de agradecimiento donde le dice
rindiéndole pleitesía al hasta el ayer enemigo de su gobierno ―acepto con el
mayor gusto y placer la amistad que Ud. tiene la bondad de ofrecerme lo
primero, porque en toda mi vida que más he deseado y buscado siempre, es el
aprecio ,amistad de los hombres distinguidos que ha producido nuestro país y lo
segundo por las pruebas de aprecio y consideración que Ud. se ha servido darme
no tan solo con su ofrecimientos sino con haberme mandado la nueva credencial
que me acredita de Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina
cerca del Gobierno de los EEUU”
El
propio Alvear sabedor de que en Buenos Aires no era mirado con buenos ojos por
sus permanentes dobleces políticas a lo largo de su historia que lo hacía nada
confiable, le sugería en la misma carta Urquiza que hiciera conocer ésta en
Buenos Aires para que la gente pudiera ver como él se congraciaba con las
nuevas autoridades: “Yo desearía señor General que Ud. tuviese a bien hacer
publicar la carta que he dirigido a Ud. pues creo conveniente al interés mismo
de nuestros conciudadanos que se acostumbren a saber ser reconocidos a los
grandes servicios, así como el mérito curándose también de la negra pasión de
la envidia tan común entre nosotros y que ha sido tan funesta y que es la más
convincente prueba de la mediocridad del entendimiento"
Bajeza
y mediocridad pocas veces vista en documentos como éste.
Pero,
Alvear le solicitaba algo más: que su próximo destino fuera a partir de ahora
en otro país, con clima más benigno que el de los EE.UU el cual le afectaba su
salud a su edad.
Urquiza
desoyó sus pedidos y a los pocos meses Alvear moría en Nueva York, sin pena y
menos gloria.
Este
es el supuesto „héroe‟ de la nación al cual se lo tiene como figura patriótica
inundando el país con su nombre: ciudades, monumentos, calles en su honor nos
devuelven la imagen de la derrota como nación soberana desde 1852…Pobre país.
Así estamos.
El
pro-británico Alvear que luego de la caída de Rosas en cuyo gobierno él estuvo
por 20 años como embajador en los Estados Unidos de Norteamérica, le envía una
carta a su hijo Emilio en el que decía, oscilando entre su nuevo apoyo a
Urquiza y volver a sus fuentes ‘centralistas’
y ‘aporteñadas’:
“Querido Emilio: Tú necesitas de la protección de un
hombre que te fomente en tu carrera. Ese hombre no puede ser otro que el
general Urquiza, a quien conceptúo el mejor general de la Confederación
Argentina, como lo ha demostrado venciendo los hombres de más nota. Yo le noto
cualidades muy superiores a San Martín en la parte militar. Sus ideas elevadas
de tolerancia y generosidad, ese arte de Urquiza de olvidar los agravios, es
admirable y sin ejemplo en América. Yo estoy cierto que no me engaño en las grandes
cualidades que tiene el general Urquiza, porque lo juzgo por sus hechos, sin
pasión y sin envidia. Esto no quita que no tenga defectos; pero es sabido que
no hay ni ha habido hombre alguno; por grande que haya sido, que sea perfecto. Rivadavia en su género y Urquiza en el
suyo, son los dos grandes hombres de nuestro país. Si las pasiones e ignorancias de nuestros conciudadanos no les
permitieron apreciar al primero, no sería extraño que ahora no sepan tampoco
apreciar al general Urquiza; pero la falta estaría aquí en el error, no en la
ausencia de méritos... Carlos M. de Alvear”
La
idea de Alvear, por su edad, era que Urquiza lo derivase a algún puesto
diplomático en París, Francia al que asi le pidió.
Pero
Urquiza, que no era tonto y sabiendo cómo era Alvear, lo dejó en el frío de
EEUU, durante algunos meses, donde finalmente murió, sin pena ni gloria
en Nueva York, EE.UU, el 3 de noviembre de 1852.
*
(JOSÉ MARÍA ROXAS Y PATRON)
Nació en Buenos Aires, en 1795 – murió también en Buenos Aires en 1883
Favorecido
por sus vínculos en Río de Janeiro, prosperaron notablemente sus negocios
durante los gobiernos de Pueyrredón y Rondeau.
Comenzó
a participar en política durante la Anarquía del Año XX y fue reiteradamente
electo legislador provincial. Se recibió de médico
En 1826 fue elegido diputado al Congreso Constituyente. Incorporado al partido unitario, votó a favor
de la constitución unitaria de ese año
Fue
nombrado ministro de hacienda por Manuel Dorrego, gobernador de la Provincia de Buenos
Aires.
Derrocado
y fusilado Dorrego, se alió a los federales de Juan Manuel de Rosas siendo nombrado representante para firmar el Pacto Federal de 1831.
Permaneció
en la ciudad de Santa Fe, como
parte de la Comisión Representativa de las provincias federales, que debía
convocar un Congreso en esa ciudad al finalizar la guerra civil.
Pero el mismo Roxas se opuso a la firma de una Constitución, con la intención
confesa de conservar los privilegios de la Aduana, que él consideraba
necesario, para la provincia de Buenos
Aires.
Es que Rosas no es aún, en su
primer gobierno, el hombre nacional que será luego. Es
todavía hombre de Bs. As. Y a ello se debe la política
económica de su provincia, aquella que enfrentará a su delegado José
María Roxas y Patrón con el delegado por Corrientes Pedro
Ferré. A Bs. As. Le conviene la libertad de comercio, porque la Aduana
constituye el gran recurso de su presupuesto y las exportaciones pecuarias la
base de su economía; para el Interior, en cambio, el sistema de 1809
significaba el aniquilamiento de sus posibilidades industriales.
La
oposición de Buenos Aires desarticulará el proyecto correntino impulsado por
Ferré. Lo que no se cumplió entonces se haría luego, cuando las circunstancias
políticas variaran y la incipiente unión provincial del pacto de 1831 se
consolidara en la confederación de 1835.
26
años de liberalismo económico habían producido variados efectos. Por ello, y
tomando nota de dicha situación, tanto Rosas como Roxas y Patrón evolucionan y
comprenden que dicho sistema empobrecía sistemáticamente a todo nuestro
territorio.
Por
tal razón fue nuevamente Ministro De Hacienda (lo había sido de Dorrego y
Balcarce) en el segundo gobierno de Rosas el gobierno provincial, y llevó a
cabo una administración especialmente prolija y con informes muy detallados,
como le gustaba a Rosas.
Bajo
su consejo, Rosas, disolvió el Banco
Nacional, y fundó la Casa de Moneda, que luego sería el Banco de la Provincia de Buenos Aires.
También fue el creador de la
famosa La Ley de Aduanas bonaerense de 1835. Esta Ley, promulgada a inicios del
segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, significó una ruptura con el
librecambio enarbolado por los distintos gobiernos luego de la Revolución de
Mayo. Por su carácter proteccionista, esta ley modifica el criterio económico
que ostentó Rosas en su primer gobierno.
Más allá de su claro sentido
proteccionista, ciertos autores liberales han dicho la ley que mantenía el
sistema de puerto único en Buenos Aires, no nacionalizaba los ingresos de la
Aduana ni abría la navegación de los ríos interiores3
A
mediados de la década de 1840, fue elegido diputado provincial. Cuando se
frustró un atentado en contra de Rosas propuso nombrar a Manuelita Rosas heredera del gobierno
provincial. El gobernador rechazó esa posibilidad.
Su
carrera política terminó con la Batalla de Caseros, en 1852. Continuó siendo un
importante comerciante. Fue uno de los únicos amigos que siguió en contacto
epistolar con Rosas, aún bastantes años después de Caseros, y este lo mencionó
en su testamento.
Roxas
y Patrón fue uno de los pocas, poquísimas personas que lo ayudaron
económicamente estando Rosas en el exilio, en señal de agradecimiento y
patriotismo.
Roxas
y Patrón, entonces, deja una cláusula en
su testamento de continuar socorriendo al general Rosas en el destierro hasta
su muerte o hasta cuando este lo indique
En
carta del 27 de noviembre de 1861, Roxas y Patrón comparte con Rosas la
decepción por aquellos que en su momento fueron considerados amigos, hombres
ricos como Nicolás Anchorena o Felipe Vela, cuyas fortunas fueron promovidas
por su política económica y, ante la desgracia y el infortunio, miraron hacia
otro lado.
En
tal sentido Roxas y Patrón le escribe a Rosas diciendo que Don Nicolás se declaró mi enemigo, y cuando se encontraba conmigo
hombro a hombro en la calle, hacía la vista a un lado en señal de desprecio.
Esto hasta sus últimos días en que. Lo solía encontrar. Entretanto, lo único
que. ha sacado de sus nuevos amigos es que lo hayan llamado ladrón, por la
prensa, hasta después de muerto”.
Es
interesante lo que menciona el historiador liberal Alfredo Burnet-Merlin (“Cuando Rosas Quiso Ser Inglés -Historia
De Una Anglofilia”- tercer
edición 1976) en cartas intercambiadas con Rosas (27 cartas en total estando
Rosas en el exilio) en la cual ambos expresaron
su confianza en el mayor carisma de las mujeres –derivado en parte de las
connotaciones maternales– que podía tornar mucho más agradable y llevadero
obedecer a una señora (sic).
El
escritor citado menciona al respecto que “…Tanto
Rosas como su amigo eran fervientes admiradores de la Reina Victoria, y de
Roxas en particular surgió la propuesta –debatida en la legislatura en el año
1841– de postular a Manuelita como la sucesora y heredera política de don Juan
Manuel.
Roxas y
Patrón, además, le menciona sus ideas acerca del sistema de gobierno mejor: “No creo en la monarquía pero tampoco en la
república, como están al presente. Son formas extremas [...] partiendo dela
idea de poner hereditaria de la república a una persona [...] mi opinión ha
sido siempre que debía ser una mujer”. Pero Juan Manuel rechazó dicho proyecto
referido a su hija.
Roxas
y Patrón fallece en Buenos Aires en 1883. Este gran hombre no
tiene ni una calle que recuerde su nombre, al igual que Felipe Arana, en
consonancia al típico proceder del Unitarismo liberal jacobino: el silencio
como arma.
*
(VICENTE LÓPEZ Y PLANES)
Alejandro Vicente López y Planes (Buenos Aires, 1784-
1856) fue un escritor, abogado y político argentino, y Presidente Provisional
de las Provincias Unidas del Río de la Plata, entre julio y agosto de 1827.
Cursó los estudios universitarios en Chuquisaca. Tras
doctorarse en Derecho, se alistó en Buenos Aires como oficial del Regimiento de
Patricios, destacándose en la defensa contra las tropas inglesas, hecho que le valió
el ascenso a capitán
Se desempeñó como capitán del Regimiento de Patricios
durante las Invasiones Inglesas al Río de la Plata. Luego de la victoria
porteña compuso un poema titulado El triunfo argentino.
Durante la Revolución de Mayo participó en el Cabildo
Abierto del 22 de mayo de 1810 y apoyó la formación de la Primera Junta. Tenía
buenas relaciones con Manuel Belgrano.
Uno de los creadores del Primer Triunvirato, 1811-1812
Fue miembro de la Asamblea del Año XIII, defendiendo
los intereses de Buenos Aires. A pedido de la Asamblea escribió la letra del
Himno Nacional Argentino. La letra cuya música compuso Blas Parera fue aprobada
el 11 de mayo de 1813
Cuando fue elegido el general Carlos María de Alvear
como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, integró su
gobierno, y a su caída fue condenado a prisión.
Posteriormente actuó como secretario en los gobiernos
del Directorio de Antonio González Balcarce y Juan Martín de Pueyrredón
(1816-1817). Este último lo nombró también ministro de gobierno
Fue nombrado secretario del Congreso Constituyente de
1824 y, poco después, ministro del Presidente de las Provincias Unidas del Río
de la Plata, Bernardino Rivadavia.
Tras el escándalo por las negociaciones iniciadas con
el Imperio del Brasil con la finalidad de culminar la Guerra del Brasil,
Rivadavia renunció a la presidencia de las Provincias Unidas del Río de la
Plata. En su lugar, fue elegido Presidente Provisorio Vicente López y Planes,
quien firmó la inevitable disolución del Congreso General y llamó a elecciones
en la Provincia de Buenos Aires.
El nuevo gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Manuel Dorrego, llevó a Vicente López y Planes al cargo de ministro; eso lo
acercó a los Federales. Se exilió en el Uruguay cuando Dorrego fue derrocado y
regresó para ser nombrado miembro del Tribunal de Justicia en 1830 por el
gobernador Juan Manuel de Rosas y en 1843 fue el Presidente de ese organismo,
hasta el día de su derrocamiento.
En abril de 1851, por considerarse sospechado de concomitancias
con Urquiza, efectuó un descargo epistolar ante Rosas, a quien recordó su fe
política, pronunciada a la faz pública en sesión de la Sala de Representantes
del 14 de diciembre de 1849.
Luego de Caseros, antiguos Federales se unen a Urquiza
hasta hace unas pocas horas tachado de ‘traidor’, por ellos como Vicente López
y Planes acicateado por su hijo Vicente Fidel López, y también Tomas Guido,
Bernardo de Irigoyen, etc aunque éste nunca abjuró de admiración por Rosas.
El miedo a ser asesinados o confiscados o el interés
les hace participar en el gobierno nuevo de Urquiza. Urquiza les tiende un ‘puente de plata’ al igual que a los
gobernadores del interior porque necesitaba políticamente apoyo del interior.
De tal modo, Vicente López y Planes, funcionario y
adulador de Rosas, fue nombrado gobernador por Urquiza –su hasta ayer enemigo
declarado al que le imputaba ostentosamente su traición- desde el mismo día que
cayó Rosas. V. López lo primero que hizo fue nombrar como Ministro de Gobierno
al jefe de los Unitarios, Valentín Alsina.
Así,
junto a Vicente López, el Gral. Mansilla –nos guste o no- a horas de finalizar
la batalla de Caseros, entra a Buenos Aires, junto a tropas de Urquiza, para
–supuestamente- guardar el orden en la ciudad, al mismo tiempo que sus ex
camaradas como Martiniano Chilavert y Martín Santa Coloma eran fusilados y
degollados luego de rendidos. Tal vez poco podía hacer Mansilla pero su sentir
ha quedado en su fuero intimo.
En la
confiscación de bienes de Rosas intervino directamente tanto Vicente López,
devenido ‘antirrosista‟ de ocasión (a
influjo de su hijo Vicente F. López), junto a su enemigo de décadas Valentín
Alsina, unidos en el hecho. Dios los cría….
Y
como bien señala el historiador Mario Cesar Gras, Vicente López y Planes, hombre sin carácter, irresoluto y ya decrépito
quien, influenciado y presionado por su hijo Vicente Fidel López - Unitario
desencajado- es quien declara a Rosas ‘reo
de lesa patria’, llevando adelante
el juicio en su contra para condenarlo a muerte y confiscarle sus bienes, no
solo a Rosas sino a sus más
prominentes colaboradores, así como de restituir los bienes confiscados por
motivos políticos durante la etapa anterior.
Junto
a Vicente López, estaba ahora Rufino de Elizalde, ayer ‘rosista’
furibundo que tenía como padrino y tío político por el lado materno a Felipe
Arana: la mujer de Rufino de Elizalde (Manuela Leal
Lavalle) era hermana de la mujer de Felipe Arana.
Además,
una hermana de la madre de Elizalde ( o sea, su tía) -de apellido Beláustegui-
estaba casada con Felipe Arana; de allí ahí los puestos de privilegio y
honores que siempre tuvo Elizalde en el Gobierno de Rosas a lo largo de los
años
Pero,
Elizalde no trepidó en darse vuelta sin ningún tipo de vergüenza, apenas vio el
destino del gobierno Federal por caer a fin de salvar su pellejo y, seguramente,
su patrimonio.
Tras
vivir corto tiempo en Paraná, Vicente López y Planes regresó a Buenos Aires,
donde falleció a los 72 años, en 1856.
Hombre
sumamente culto (dominaba el inglés, el francés, el alemán y el italiano) supo
perpetuarse en el poder y mantenerse en la cresta de la ola durante toda su
vida, a pesar de los terremotos políticos que sacudieron a nuestro país durante
más de 50 años.
*
(TOMAS MANUEL DE ANCHORENA)
El
Ministro de Relaciones Exteriores bonaerense durante el primer gobierno de
Rosas (1929-1932) y su mejor doctrinario
fue el abogado, amigo y pariente don Tomás Manuel de Anchorena
Fue
congresal en el Congreso de Tucumán en 1816 y firmante del Acta de la
Independencia.
Cuando
los congresales plantearon la forma de gobierno, en especial, la monárquica
constitucional, Anchorena se opuso no por el sistema de gobierno en sí, sino
porque el Congreso no tenía atribuciones para elegir el tipo de gobierno sino
solo para declarar la independencia. Debía ser, entonces, el pueblo
posteriormente interrogado para ello.
Fue
defensor del Federalismo y de las autonomías provinciales. Luego, en 1820 fue
opositor a Sarratea y Rivadavia. Colaboró con Dorrego en su gobierno y cuando
este fue derrocado tuvo que exiliarse en Montevideo por orden de Lavalle.
Con
la vuelta de un gobierno legal como el de Juan Manuel de Rosas, volvió y ocupó
varios cargos de suma importancia y entre ellos, el ser quien asesoraba
doctrinariamente a Rosas en sus decisiones, siendo un jurista de excepción
sobre temas políticos y religiosos. También formó parte como miembro de la
Cámara de Apelaciones desde 1830.
Cuando
Anchorena le escribe –poco antes de morir- una carta a Rosas respecto al motivo
del 25 de Mayo de 1810 por el cual si bien el autor citado reconocía en dicha
acta al Rey Fernando VII el cual se hallaba privado de su libertad y de ejercer
su reinado, también en dicho resolución del 25 de Mayo se declaraba la
independencia de España pero con motivos indirectos y para protegernos de
acciones posibles de Napoleón.
La
carta en cuestión decía:
“: "Vuestra Merced "sabe que el 25 de mayo de
1810, o por mejor decir el 24, se " estableció por nosotros el primer
gobierno patrio a nombre "de Fernando VII. y que bajo esta denominación
reconociendo a nuestro rey al que lo era
de España nos poníamos sin embargo en independencia de esta nación, que
consideraba a todas las Américas como colonia suya; para preservarnos de que
los españoles apurados por Napoleón, negociasen con él su bienestar a costa
nuestra, haciéndonos pavo de la boda”.
Ahora
bien, Fue indiscutiblemente un federal convencido y durante su función pública
hizo obras de progreso y bienestar
dignas de elogio.
SI la posteridad juzga al doctor Anchorena
como personalidad Ilustre y acreedora a todos los merecimientos, ¿cómo es
posible que haya colaborado, manteniéndose fiel tantos años a Rosas, si éste
era un hombre de la peor especie, un
asesino sanguinario?
SI los que acompañaron a Rosas, son para la
posteridad patricios sin tacha, aquél que les dirigió y gobernó nuestro país,
no puede ser ni tirano,; ni ladrón, ni nada que se le parezca, sino un gran
argentino, un gran patriota
Don
Tomás Manuel de Anchorena falleció en
Buenos Aires el 29 de abril de 1847
*
(BERNARDO DE IRIGOYEN)
Bernardo de Irigoyen,
hijo de familia patricia, nacido en 1822, pertenecía a una casa plegada
al partido federal desde sus orígenes. Le tocó
iniciarse en los años de gran entusiasmo patriótico que siguieron al tratado
Mackau-Arana, el abandono del bloqueo francés y la victoria de Arroyo
Grande. No quedará insensible a la emoción colectiva producida en
toda la Confederación Argentina por la hábil defensa que Rosas había hecho de
la causa nacional. Una noche – el 8 de febrero de 1848 – el joven
Irigoyen lee en Palermo ante el Restaurador y su hija Manuela
una “Canción Federal” que, en homenaje al primero y dedicada a la segunda, ha
compuesto traduciendo el sentimiento popular imperante.
Recibido de Doctor en
Leyes en la Universidad de Buenos Aires, el mismo año 1843, ha de iniciar la
práctica forense en la Academia de Jurisprudencia, de la cual llega a ser
Secretario. Sin haber terminado esta prácticael gobierno de Rosas lo
designa en 1845, Secretario de la Legación en Chile conferida al doctor
Baldomero García.
Dos funciones competían
a esta misión: la cuestión del estrecho de Magallanes indebidamente ocupado por
Chile, y la política inamistosa de los diarios oficiales que, por medio de
expatriados argentinos que desempeñaban cargos públicos en la administración
chilena, mantenían una constante prédica partidaria, inmiscuyéndose en política
interna Argentina.
. El mismo
Sarmiento – que nunca negaría su aprecio a Irigoyen – lo reconocerá después en
su periódico La Crónica: narrando cómo la prensa chilena dio un
vuelco respecto al gobierno argentino. Los diarios y periódicos que
habían combatido a Rosas valiéndose de Sarmiento, se convirtieron, según éste
en “acérrimos partidarios del Restaurador argentino”, obligando a Sarmiento a
abandonar momentáneamente la lucha
Recibió orden de
trasladarse a Mendoza con el archivo de la Legación, previéndose una ruptura de
relaciones. La precipitación de complicaciones internacionales al
conflicto con Brasil en 1849, la declaración de guerra a este Imperio en 1861,
y la caída de Rosas en 1852, hicieron inoperante la reclamación Argentina sobre
el Estrecho de Magallanes.
Irigoyen permanecerá en
Mendoza desde 1847 hasta 1860. Su influencia será grande en las
provincias cuyanas. Era el representante directo del allí del mismo
Rosas.
En 1847 Rosas dicta sus
disposiciones de amnistía, y los antiguos unitarios – no obstante sus
participaciones recientes a favor de las agresiones europeas – empiezan a
regresar al país sin ser molestados para nada. Esta política de
unión nacional encontrará en Bernardo de Irigoyen un admirable colaborador, y
su mesura y discreción logran en Cuyo el acercamiento de muchísimos adversarios
del partido federal.
En 1850 Irigoyen regresa
a Buenos Aires. Cuando Rosas parecía triunfante, e Inglaterra y
Francia se retiraban del Plata reconociendo en los tratados de 1849 y 1850 la
“soberanía de los ríos” y el libre derecho argentino a manejar su política
exterior.
Ocurre, la ruptura de
relaciones, el famoso pronunciamiento de Urquiza en 1851, la alianza de Urquiza
con Brasil, la declaración de guerra al Imperio, y por fin Caseros el 3 de
Febrero de 1852. Sobrevivió el Brasil, y Rosas tuvo
que marcharse a Southampton.
Urquiza se encontraba
mucho más cómodo entre los hombres prácticos del partido federal que entre los
ideólogos unitarios.
Mandará a Bernardo de
Irigoyen en misión ante los gobernadores del interior. Había que
calmar sus recelos, y decirles que Buenos Aires no había
cambiado. En Palermo seguían gobernando los Anchorena, Arana, Guido,
Irigoyen, como el Jefe de la Confederación seguía usando la divisa punzó en su
chaqueta.
Mi política necesita
explicarse a los gobiernos – decían las instrucciones escritas que Urquiza dio
a Irigoyen. Y la misión Irigoyen – cumplida personalmente por
éste ante los gobiernos de Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan logró
ampliamente su propósito.
Gobernada Buenos Aires
después de la revolución del 11 de septiembre por los hombres del viejo partido
unitario (ahora llamado “liberal”), éstos no perdonaron a Irigoyen su
militancia federal y que todavía se negara a hacer pública apostasía (como
tantos) del caído Restaurador.
Se fue entonces a
trabajar al campo, poblando “La Choza” cerca de Luján. Y quedó durante algunos
años alejado del movimiento político, dedicado a los trabajos rurales en ese y
otros establecimientos de campo que fundó. Hizo en ellos una fortuna, una gran
fortuna. Pero su verdadera vocación fue siempre el derecho y la
política. Después de algunos años lograría su inscripción en la
Academia y el título habilitante para litigar, compartiendo desde entonces las
tareas campestres con la atención de su bufete profesional, que llegó a ser uno
de los mejores de Buenos Aires.
Luego, bajo la jefatura
de Alsina, asistimos en 1868 a un verdadero renacimiento del viejo partido
federal porteño, que alguna que otra vez había intentado levantar cabeza contra
el liberalismo dominante después de la revolución del 11 de
septiembre. En las filas del autonomismo alsinista forman Leandro Alem, Bernardo
de Irigoyen, Pinedo, Lahitte, Unzué, Anchorena, Lorenzo Torres, Terrero, Sáenz
Peña y tantos otros que habían sido federales o de filiación federal, que no
eran nada en esos momentos sino perseguidos por el mitrismo, y que se hicieron alsinistas
por salvarse de las persecuciones.
La
crueldad manifiesta contra los funcionarios que sirvieron al Restaurador de las
Leyes, fue terrible en los primeros años que siguieron a su destitución.
Entre 1852 y 1855, las máximas figuras de la Sociedad Popular
Restauradora fueron enjuiciadas y asesinadas en medio de una política local
atestada de unitarios y masones. Leandro Antonio Alén (padre de Leandro
N. Alén) fue uno de los sentenciados a
morir fusilado el 28 de Diciembre de 1853
junto a Ciriaco Cuitiño, Manuel Troncoso y Silverio Badía, entre otros.
Cuando el
tío de Hipólito Yrigoyen fue más grande, decidió cambiarse el apellido: de Alén
pasó a llamarse “Alem”, en razón de que la población solía referirse a su
persona como “el hijo del ahorcado
1870 donó terrenos para
que se construyera un ramal del ferrocarril que en torno a él, se formó la
pujante localidad santafesina que lleva su nombre, así como otra en Misiones.
Irigoyen era la figura
intelectual más destacada del grupo (Leandro Alem la más
popular),. Pero el ascenso le cuesta, porque su lealtad no le
permite tirar el pesado lastre del rosismo,
y sus enemigos son capaces de perdonar todo (hasta el peculado), pero no se
olvidarán nunca del papel desairado que hicieron en tiempos de Rosas.
En 1874, haber sido rosista era para el común de la gente,
un crimen imperdonable contra la civilización y la humanidad. Muchos
habían sucumbido a ese estado de la conciencia colectiva, y renegaron
públicamente de Rosas: contribuyeron más a la leyenda, porque para demostrar su
ardiente fe de conversos se encargaron de enlodar peor que nadie al proscripto
de Southampton. Pocos, muy pocos (es necesaria mucha fortaleza
moral), prefirieron callarse porque hablar era inútil, pero guardando para la
intimidad sus convicciones. Bernardo de Irigoyen fue de éstos.
Pero era tal su
capacidad que será llamado por Sarmiento a indicación de Alsina, para
desempeñar la Procuración General del Tesoro. "Se necesitaba un abogado capaz y honesto
para ese cargo” dirá el antiguo redactor de El Progreso explicando
la designación del secretario de Baldomero García. Es que Sarmiento
no es hombre de rencores y volteado Rosas, necesita hombres capaces para su
gobierno.
Avellaneda presidente
quiere hacer de Irigoyen su ministro de Relaciones
Exteriores. ¿Podrán admitir al antiguo rosista (que
no ha dejado nunca de ser rosista), los muchos enemigos del Restaurado? ¿Cómo
puede Irigoyen, que nunca ha abjurado del Restaurador pretender un
ministerio?,:
Es curioso que quienes
atacan a Irigoyen no sean “los hijos de
los mártires Unitarios”, sino, precisamente, antiguos federales, mas ‘papistas que el Papa.
En cambio es el hijo de
Marco Avellaneda, Nicolás Avellaneda, el que quiere hacer del “mazorquero” su Ministro de Relaciones
Exteriores. Es Héctor Varela, el hijo de Florencio, quien sale desde
Milán a defender a Irigoyen. No es casual. La capacidad y honestidad de
Irigoyen hace que aún antiguos Unitarios quieran tenerlo como funcionario en
sus gobiernos. Así, en 1875 será
Ministro de Avellaneda de Relaciones Exteriores primero, del Interior después;
el “hombre de Rosas” se sienta en el viejo despacho de don Felipe Arana; el “mazorquero” será un ministro amable,
señorial, habilísimo. Político de la palabra “justa”, de la
manera fina; sabrá el arte de negar sin decir no, que es el
arte político por excelencia.
El año 1877 se debate en
una formidable crisis económica y financiera. Los errores del “libre
cambio” posterior a Caseros han obligado a volver a la política
“proteccionista” de Rosas y Avellaneda dicta la ley de Aduanas de 1876 que
torna en parte a la defensa industrial de la ley de Aduana dictada por Rosas en
1835.
En Marzo de ese año de
1877 había muerto Rosas en su retiro de Southampton y sus deudos y amigos de
Buenos Aires han querido hacerle un funeral. La simple invitación a
esta ceremonia privada levanta la fobia antirrosista
y el gobierno de la provincia prohíbe el servicio religioso. En
cambio se hará un funeral desafiante a “las víctimas de la tiranía”. Bernardo de Irigoyen no asiste al funeral
armado por el gobierno y tiene que irse del ministerio: Avellaneda lo despide
con un decreto honrosísimo.
Posteriormente Roca, que
sabía de su experiencia y habilidad
política lo lleva a Irigoyen al Ministerio de Relaciones Exteriores
donde el antiguo secretario de la misión de Baldomero García concluye los
pactos de 1881 sobre límites con Chile. Después ocupa el Ministerio
del Interior.
En 1889 se forma la Unión
Cívica Radical, con Leandro Alem, con Bernardo de Irigoyen – que renuncia a su candidatura y da las bases de
la nueva política “radical" con Hipólito Yrigoyen, con la masa popular
detrás,. El partido “radical” proclama a Bernardo de Irigoyen su
candidato a presidente.
Bernardo de Irigoyen
será elegido senador por la Capital en 1894. Apenas llegado a la
banca presenta un proyecto de ley de amnistía que lo hará chocar en un debate –
célebre debate – con Manuel Quintana, mitrista y Ministro
del Interior de Luis Sáenz Peña, que le imputaba su pasado ‘rosista’.
En 1896 tras el suicidio de Leandro Alem se convirtió en el Presidente
del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, cargo que
ejerció hasta 1997.
Posteriormente, y a los
76 años comete la grave falta de aceptar la gobernación de Buenos Aires que
Pellegrini le ofrece en bandeja de plata. Sus amigos se
desbandan. Y el diplomático de Rosas, el enviado de Urquiza, el
ministro de Avellaneda y de Roca, el candidato a la presidencia acepta esa
gobernación ingobernable, desde 1 de mayo de 1898-1 de mayo de 1902
Fracasó... Poco antes de
dejar el gobierno escribía a José Bianco su secretario: “Estoy al final de la jornada. En obsequio del país cometí
el error de aceptar la gobernación. Procedimientos que no quiero
calificar han malogrado todas mis iniciativas y han nulificado todos mis
esfuerzos. Termino mi mandato sin las satisfacciones del éxito, pero
con la plena aprobación de mi conciencia”. Y de la Casa de los
gobernadores se volvió casi solo a su vieja residencia de la calle Florida, de
la cual no debió salir para hacer el Quijote en La Plata.
Pero aún conservaba su
fuego. En 1902 resultó elegido senador nacional hasta su muerte en 1906. Ese mismo 1906 muere
Mitre; a poco Quintana después Pellegrini: un ciclo se cierra en la historia
Argentina.
Irigoyen, el último Federal,
fue un ser afable, tolerante y patriota a carta cabal. Había vivido
en una época de pasiones enconadas, y no supo de rencores aunque el odio lo
manchara muchas veces.. Pero subió firme, honestamente, con la
mirada adelante, sin claudicar una sola de sus convicciones. Sereno
y fuerte poseedor de la verdad que no cambió jamás por las clásicas migajas del
banquete.
Se vio, obligado a hacer de esa verdad un culto íntimo porque los tiempos suyos no eran propicios para gritarla en la calle. Y en su salón punzó de la casa solariega de la calle Florida, se quedó dormido para siempre el 27 de diciembre de 1906 don Bernardo de Irigoyen. Tenía 84 años…
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