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viernes, 30 de octubre de 2020

GENERAL ÁNGEL PACHECO (Luces y Sombras de un General Argentino)

 

GENERAL ÁNGEL PACHECO

(Luces y Sombras de un General Argentino)


                     Gonzalo V. Montoro Gil 




Intentemos un breve retrato del General Ángel Pacheco que ha despertado y despierta algunas controversias respecto a los últimos años de su carrera militar y política.Nace en Buenos Aires el 13 de Abril de 1793 y fallece el 25 de Septiembre de 1869, también en Buenos Aires. 

En 1822 se casó con María Dolores Reinoso, con quien tuvo seis hijos: José, Román, Julio, Eduardo, Pablo y Elvira. Esta última fue esposa del primer intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear y madre del que fuera luego presidente argentino Marcelo Torcuato de Alvear; o sea, su nieto.

En 1822 se casó con María Dolores Reinoso, con quien tuvo seis hijos: José, Román, Julio, Eduardo, Pablo y Elvira. Esta última fue esposa del primer intendente de Buenos Aires, Torcuato de Alvear y madre del que fuera luego presidente argentino Marcelo Torcuato de Alvear; o sea, su nieto.

Tuvo la particularidad que fue educado militarmente por José de San Martín y se incorpora primero al Regimiento de Patricios en el año 1811 y luego, al de Granaderos a caballo que creó y organizó el –por entonces- Coronel San Martín.

Siendo extremadamente joven –alrededor de los 17 años- participa junto a otros noveles soldados como  Bouchard, Necochea, en la Batalla de San Lorenzo el 3 de Febrero de 1813, teniendo como misión una actividad estratégica avisando en distintas postas camino a San Lorenzo, que San Martin se venía aproximando para que allí se tuvieran listos caballada y alimentos.

Luego participó en el Cruce de los Andes en 1816, junto a Mariano Necochea –entre otros- , batallando en Chile y Perú junto al Libertador.

Posteriormente, y ya bajo el Gobierno del Brigadier General Juan Manuel de Rosas es uno de los principales jefes y estrategas en la Campaña del Desierto en 1833, destacándose por su estrategia y tácticas de combate.

A posteriori, luce sus glorias en la primera Guerra contra el Brasil y se destaca en la Batalla de Ituzaingó.

Tras cartón es un exitoso militar en la confrontación con los anglo-franceses.

Fue uno de los principales comandantes de la Confederación Argentina junto a Manuel Oribe, Pascual Echague y Lucio N. Mansilla, todos a las órdenes de Juan Manuel de Rosas, el ilustre Restaurador de las Leyes, durante todo su mandato.

Como General de la Confederación Argentina y bajo las órdenes del primero de los nombrados y conjuntamente con el General Nazario Benavidez y Félix Aldao, emprende una campaña en los años 1840-1841 contra los Unitarios y la Coalición del Norte que estaba dirigida por el General Aráoz de Lamadrid, Juan Galo Lavalle y Mariano Acha, a los que vence una y otra vez.

En la batalla de Arroyo Grande el 6 de diciembre de 1842, mandó la infantería del ejército coligado de la Confederación y los "blancos" uruguayos — cuyo comandante en jefe era el depuesto presidente oriental Manuel Oribe — contra las fuerzas de los "colorados" uruguayos y los Unitarios argentinos comandadas por Fructuoso Rivera que tenían el apoyo material de los franceses. La actuación de las tropas de Pacheco fue decisiva, logrando arrollar el centro y la artillería del enemigo. Durante 1843 y 1844 intervino en famoso sitio de Montevideo durante la Guerra Grande.

Por el año 1845 también funda la población de Bragado y la actual 25 de Mayo

Dice de él Ernesto QUESADA en una descripción puntillosa de su persona, aunque disentimos con el eminente historiador en algunos conceptos que luego sostendremos:

Pacheco era el primer oficial de 'la confederación, y Rosas .lo sabía muy bien : era el único tal vez a quien este mandatario respetaba. ·Pacheco era, ante todo, un oficial .de escuela y de una disciplina férrea; procedía según su conciencia y estaba convencido de que, en esas circunstancias, su deber era sostener la autoridad y la patria; era soldado hasta la médula de los huesos, y de una de esas lealtades rayanas en lo quijotesco; conocedor profundo del país, anatematizó el crimen de los decembristas y la hoguera que encendiera el sacrificio inaudito de Dorrego; Rosas representaba a sus ojos el gobierno legal y constituido, aspiraba la organización de la nación y veía que los continuos esfuerzos del bando unitario tendían a arruinar al país y que cometían actos de barbarie, fomentando represalias peores a su turno: sobre todo a sus ojos tenían la mancha indeleble de la traición a la patria, por estar aliados a los franceses en su intervención militar al Río de la Plata y el bloqueo de sus puertos, aceptando su dinero y sus armas para combatir a los gobiernos argentinos existentes.

 “Cuando la campaña de Cuyo, tenía el general Pacheco 49 años: se encontraba en todo el vigor de la edad. Era una figura. Singularmente severa, de estatura mediana, tieso el cuerpo, erguida la cabeza: siempre irreprochablemente vestido de uniforme, parecía como si éste hubiese sido cosido por el sastre sobre su persona misma, tal era la absoluta corrección y la ideal falta del más mínimo pliegue.

 “Educado en la rígida disciplina :de los famosos granaderos a caballo, oficial favorito de San Martín, había cimentado con su sangre en cien combates, en el Alto Perú, en Chile, en la inmortal jornada de Ituzaingó, en las márgenes del Río Negro, su pasión ferviente, dominante, absoluta, por la carrera militar; era la antítesis del caudillo y del jefe de milicianos: jamás habría descendido a la triste condición del desgraciado Lavalle, quien, habiendo sido un brillante oficial de línea, cometió el lastimoso error de transformarse en cabecilla de montoneras de ciudadanos, como se lo reprocha con una amargura singular aquel severo general Paz, que presenta tantas analogías con el general Pacheco por su acendrado amor a la carrera militar y por su austero culto por la disciplina. Pacheco con nadie ni por nada transigía en ese punto delicado: toda su vida, en los campamentos como en su retiro privado, se conservó cuadrado, de una pieza, como digno discípulo del gran capitán argentino.

De una educación esmerada, era cultísimo en su trato, y es proverbial su galantería para con las damas: siendo conocido su profundo respeto por la mujer en general, calidad no muy común en aquellas épocas de campañas continuadas. Hombre de mundo en toda la acepción de la palabra, tenía el raro don de que todos se sintieran bien con él, desde el más humilde hasta el más encopetado personaje.

“Con Rosas, en sus mocedades, había estrechado una íntima y cordialísima amistad, tuteándose recíprocamente pero así que Rosas subió al poder, Pacheco jamás volvió a tutearlo, ni en su correspondencia ni en su trato, y siempre lo llamaba "señor gobernador"; era 'en esto de una exigencia tiránica- exageraba el respeto de los demás, para tener el derecho de ser a su vez respetado, -lo que explica el raro fenómeno de que, durante la época de Rosas, la personalidad de Pacheco haya sido quizá la única que no fuera manoseada.

“Tenía el general Pacheco una fisonomía simpática, si bien severa; jamás empleaba circunloquios, iba recto a su objeto, mandaba para ser obedecido sin réplica y al instante, pero su espíritu era abierto y su corazón noble; los viajes que en su juventud había hecho a la Habana, centro entonces de brillante sociedad, habían ensanchado sus horizontes, y su larga y dolorosa experiencia durante la guerra de la independencia y después en luchas obscuras, pero terribles, contra los indios del desierto, y en las no menos terribles contralas facciones partidistas alzadas en armas, habían dado a su espíritu un sello de profunda ecuanimidad y cumplimiento de su deber -en cuyo punto jamás transigió- con la mayor benevolencia y humanidad posibles.

“No quiso ser político, ni antes, ni durante, ni después de Rosas: su desvío de Lavalle – su camarada de Ituzaingó- venia justamente de ahí: Le parecía que con ello amenguaba sus presillas ganadas gloriosamente con el filo de su sable, una por una, en las más famosas batallas de América.

“La Legislatura lo nombra gobernador después: renuncia. Cae Rosas, lo invisten casi con la suma del poder público para organizar la defensa de Buenos Aires, y, apenas termina la parte militar de la lucha, se elimina de la escena.

“Esa repugnancia por la política era en él no solo cuestión de idiosincrasia personal, sino fruto de su experiencia amarga durante la crisis del año 20; pero era hombre de convicciones arraigadas: estaba dispuesto a ayudar a los políticos, cuando trataban de encaminar al país en las vías que le parecían más correctas, pero creía que el militar no debía acumular a la vez el carácter político, porque no sería ya ni buen militar ni buen estadista: cada uno, en su entender, debía ocuparse de su ramo, sin perjuicio de ayudarse recíprocamente.

“Su timbre de honor, su gloria, era haber sido soldado de San Martín: no quería aspirar a otra. Nación con la vocación militar y con ella murió, sin haber claudicado una sola vez en su vida.

“Era un hombre naturalmente reservado; era estudioso y profundamente observador; de ahí que fuera un enemigo temible, cuando mandaba fuerza veterana, porque a esas cualidades unía la fecunda experiencia de sus dilatadas campañas.

“Su célebre campaña del Colorado, en 1833, fue una verdadera Conquista del Desierto, y su diario inédito, sus planos, sus trabajos, sirvieron de modelo a la expedición que medio siglo después dejó resuelta la cuestión frontera.

“Esclavo de su deber, entendió que no debía excusar sus servicios al gobierno de la patria; fue casi el único oficial superior de la independencia que puso en la balanza de las luchas civiles su espada, su lealtad y su saber, del .lado de la  Confederación”.

*

Fue excelente como General y, en tal sentido, se ha dicho que nunca perdió una batalla. Pero, disentimos con el autor citado en algunos conceptos, según se dijo:

Su vida militar y política se desdibuja justo antes de la Batalla de Caseros y posteriormente combatiendo contra Urquiza bajo las banderas porteñas que se segregan formando el Estado de Buenos Aires, manchando una excelente foja de servicios para su patria.

Dijo arriba QUESADA “No quiso ser político, ni antes, ni durante, ni después de Rosas […] Esa repugnancia por la política era en él no solo cuestión de idiosincrasia personal, sino fruto de su experiencia amarga durante la crisis del año 20”

No parece ser así. Antes de Caseros se evade de sus responsabilidades por primera vez justo en el momento en que el destino de la patria se juega frente a una guerra internacional frente al Brasil; país contra el cual combatió en 1825-1827. Luego de Caseros se alía con los porteños frente a los jirones que quedaban de los Federales, combatiéndolos, también…

O sea, se evade de la lucha contra los brasileños y Urquiza en Caseros pero enfrenta a los Federales del interior cuando éstos enfrentan a los porteños Unitarios ya en el poder.

Parecería que la citada experiencia amarga durante la crisis del año 20 no fue recordada por Pacheco. Por lo que la política sí jugó en su persona antes, durante y después de Caseros.

Las circunstancias de su defección, innegable por otra parte, antes de Caseros son confusas.

En 1851, Justo José de Urquiza  se puso al frente de la oposición a Rosas. Tras invadir el Uruguay y derrocar a Oribe, invadió también Santa Fe, y desde allí avanzó hacia Buenos Aires. Por primera vez, Pacheco y Rosas no estuvieron de acuerdo en la estrategia a seguir, y el gobernador –y amigos de toda la vida- dicen algunos, desconfiaba de su general.

Dice Oscar y Gabriel TURONE que “…en 1851 cuando el general Urquiza se levantó en armas contra Juan Manuel de Rosas; y en esta circunstancia, Pacheco se apresuró a renovar su adhesión a Rosas. Nombrado comandante en jefe de los ejércitos federales que debían afrontar al ejército aliado que mandaba Urquiza, Pacheco procedió con una inexplicable y extraordinaria lentitud, haciendo sospechosa su conducta a los demás jefes ‘rosistas’. El 26 de enero de 1852 abandonó la Guardia de Luján, que Pacheco cubría con 2.000 hombres, ante el avance del Ejército Aliado. Cuando se produjo el 31 de enero el encuentro en los Campos de Álvarez, el jefe que allí combatió, coronel Hilario Lagos, creyó encontrar apoyo de Pacheco en el Puente de Márquez, pero no fue así, pues había hecho retirar todas las fuerzas, habiendo vadeado el río de las Conchas el día anterior. El 1º de febrero Pacheco presentó su renuncia del mando en jefe, la que no le fue aceptada.

“En la tarde del mismo día llegó aquél a Santos Lugares, donde estaba Rosas. “Reyes fue a anunciarlo –dice Adolfo Saldías-, y se volvió a conversar con el coronel Bustos. No habían pasado cinco minutos cuando con asombro estos jefes vieron salir de las habitaciones de Rosas al general Pacheco, cabizbajo, que pasó sin saludarlos, montó a caballo y se dirigió a la chacra de Witt, donde permaneció mientras se llevaban a cabo los hechos de armas”. Afirman personas bien informadas, que el general Urquiza había logrado que entrara la desconfianza en Rosas con respecto a Pacheco, haciendo que tropas rosistas capturaran un supuesto mensaje del primero al último según el cual estaría en connivencia con los invasores. Después de la batalla de Caseros, el general Pacheco regresó a Buenos Aires”.

Las razones fueron poco claras y había sospechas fundadas de un acuerdo con Urquiza a cambio de asegurársele el respeto a sus propiedades y bienes, y en un futuro, la concesión de algún cargo político; esto último contradeciría lo dicho por Quesada porque si bien no aceptó un cargo de Gobernador ofrecido por Urquiza, aceptó un cargo diplomático en el Brasil y fue ministro de guerra del Estado de Buenos Aires.

Aparentemente Urquiza, le habría prometido el gobierno de la Provincia. de Bs.As. Según Adolfo SALDÍAS “ El Sr. Cabrera, Juez de Paz, había oído en una reunión un año antes de la batalla de Caseros, que se había brindado con las copas en alto para que Urquiza lograse invadir a Buenos Aires y derrotase a Rosas y que el Gral. Pacheco había participado de ese brindis. La actitud demostrada por Pacheco dio la razón a quienes así pensaban. Abandonó su puesto un par de días antes de la batalla y se recluyó en su casa. Ya en los meses anteriores a la batalla de Caseros no dejó de hacer cuanto movimiento militar fuera necesario para perjudicar al gobierno nacional. ¡Qué distinta la actitud de Chilavert que dio su vida por defender a su nación disparando hasta su último cartucho!”.

La sospechosa defección de Pacheco le fue advertida a Rosas por sus oficiales, pero éste no lo creyó posible y por lo tanto no tomó medida alguna. Esto nos advierte ciertamente de un error de estrategia militar y política del noble Juan Manuel de Rosas que no pudo creer en la actitud postrera de Pacheco, su amigo.

El comportamiento de Pacheco lo sintetiza Enrique ARANA (h): ”Para juzgar de la actitud de Pacheco, conviene recordar que en 1851, Urquiza le había dirigido varias cartas que cayeron en manos de Rosas. Pacheco había rehusado el mando del ejército sitiador de Montevideo; Pacheco aconsejó a Rosas la inacción de Oribe, lo que trajo la deserción y la capitulación; aconsejó el abandono de la línea del Paraná y así Echague tuvo que batirse en retirada, abandonando Santa Fé. Cuando Urquiza se movió del Rosario Pacheco hace retirar a Mansilla de las posiciones del Paraná; cuando Lagos quiere cubrir el Arroyo del Medio, Pacheco lo hace retroceder hasta el Puente de Márquez y, finalmente, cuando Lagos quiere cubrir el Puente, Pacheco deja la posición sin cubrir y, sin dar órdenes, se retira a su estancia”.

Las verdaderas razones de la defección de Pacheco no sabemos si fue una o varias. Podría haber habido algunos resquemores latentes en Pacheco con respecto a las decisiones militares de Rosas.

Veamos.

Primero:

No debemos olvidar que Rosas le otorgó a Oribe la Jefatura de la Vanguardia Republicana en todo el territorio argentino y Oriental. Esto disgustó a Pacheco que entendía que este cargo por merecimientos le correspondía a él (lo mismo sintió Echague).

En efecto, Oribe fue designado por Rosas Comandante en Jefe del Ejército de Vanguardia de la Confederación. Cumplía así la palabra empeñada con el depuesto presidente Oriental a la par que solucionaba hábilmente el delicado problema de la unificación del mando de sus ejércitos.

La designación fue en un principio resistida por los Generales Pacheco, Juan Pablo López y Echagüe, que aspiraban a la jefatura, pero Rosas apeló a todo su prestigio ya su habilidad política para imponer a Oribe.

Segundo:

En las fuerzas de la Confederación había dos posturas distintas cuando se produce el Sitio de Montevideo en la llamada Guerra Grande. Una postura era la de atacar Montevideo a sangre y fuego para completar la toma de toda la Banda Oriental.

Otra postura –y que finalmente es la que primó- es la de no atacar Montevideo y esperar que caiga por sus propias debilidades y escasez de material, lo que –a los ojos vistas hoy- resultó un error.

Pacheco y otros oficiales estaban en por la primera postura. Y le insistían a Oribe que estaban cerca de derribar a los Unitarios y a los extranjeros enquistados en Montevideo, y que por lo tanto no era necesario esperar más para el ataque. Oribe –y tal vez también Rosas- no consideraron que ello fuera acertado y sostenían que sólo era cuestión de tiempo para que la Defensa cayera por su propio peso y desintegración.

Tampoco Oribe tuvo en cuenta que las fuerzas navales anglo-francesas iban a darles a los habitantes y comerciantes de Montevideo dinero y vituallas sin solución de continuidad, no permitiendo, de ninguna manera, que la plaza cayera. No iban a dejar que Brown los dispersara ya que, por otra parte, la fuerza naval de la Confederación Argentina era inferior a la europea.

Y tercero:

Se suma las divergencias entre Pacheco y Rosas de como plantarse frente a Urquiza que marchaba hacia Buenos Aires antes de Caseros. Ello puede haber influido en Pacheco para ‘oir’ a Urquiza y su’ canto de sirena’ y  retirarse de la lid...

*

Luego de Caseros, en Febrero de 1852,  se exilia y viajó por todo el continente americano, sobre todo en Cuba

Regresó a Buenos Aires después de la Revolución del 11 de Septiembre de 1852 en que Buenos Aires quedó dominada por los antiguos Unitarios y se separó del resto del país.

En otro acto contrario a los intereses de la nación privilegiando su porteñismo a al federalismo, organizó la defensa de la capital durante el sitio que le impuso el general Hilario Lagos, su antiguo compañero de armas en el Gobierno de la Confederación Argentina al mando de Rosas.

En efecto, luego de Caseros coexistían en Buenos Aires ex - Federales con los Unitarios repatriados pues sus intereses comerciales se volvieron comunes, así pues antes que Federales o Unitarios, eran porteños.

Entre estos nuevos aliados de los intereses ‘porteñistas’ (sic), se encontraban los antiguos –hasta hace horas- Federales: Manuel Moreno, Ángel Pacheco, Lorenzo Torres, Nicolás Anchorena, Antonino Reyes. Este último al ver el error cometido, renuncia a sus cargos y se pasa a las filas ‘urquicistas’.

Sigue diciendo Oscar y Gabriel TURONE “Cuando estalló la revolución del 11 de setiembre de 1852, el general Pacheco se incorporó al partido de Buenos Aires. El día 20 de aquel mismo mes fue nombrado Inspector y Comandante General de Armas de esta Provincia, con antigüedad del 12 de setiembre. El 7 de diciembre de igual año fue designado Ministro de Guerra y Marina, pero habiendo renunciado Pacheco a este cargo, el Gobierno, con fecha 9, aceptó su dimisión, designándolo general en Jefe de las fuerzas de la Capital, transfiriéndole todas las facultades que las Cámaras le habían concedido. El día 27 del mismo mes fue nuevamente nombrado Ministro de Guerra, puesto que desempeñó hasta el 7 de febrero de 1853, en que fue reemplazado por el coronel Pedro José Díaz.

“En el comando del Ejército de la Capital, el general Pacheco organizó las fuerzas para la defensa de la ciudad, sitiada por las tropas al mando de los coroneles Hilario Lagos y Cayetano Laprida. Personalmente dirigió algunas salidas contra los sitiadores, siendo herido de bala en un brazo en la efectuada hasta San José de Flores, el 21 de enero de 1853, en la cual no obstante esta contrariedad, tuvo un éxito completo. Aún no curado de esta herida, el día 30 del mismo mes, el Gobierno le nombró Enviado Extraordinario en misión especial cerca de S. M. el Emperador del Brasil. En la defensa de Buenos Aires, Pacheco se halló, además, en los encuentros del 25 de diciembre y del 1º de enero contra los sitiadores”.

Pasó a retiro militar a mediados de 1853. Durante los años siguientes fue ministro de guerra del Estado de Buenos Aires, y enviado especial ante el gobierno del Brasil.

Permaneció el resto de sus días en su estancia del Talar, que hoy es conocida como ‘Talar de Pacheco’", muriendo el 25 de Septiembre de 1869, a los 76 años.

 

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FUENTES

ARANA, Enrique (h) (‘Rosas y la Política Exterior‘- Ed. Instituto Panamericano de Cultura 1954-pag.103/104)

ARANA, Enrique (h) (‘Rosas y la Evolución Política Argentina‘ - Ed. Instituto Panamericano de Cultura 1954-pag.176/177 y sstes)

IRAZUSTA, Julio, (‘Vida política de Juan Manuel de Rosas a través de su correspondencia’. Ed. Albatros, Bs. As., 1943)

PÉREZ, Ariel Gustavo (‘El Grito Apasionado-San Martín camino a San Lorenzo’- Prosa Amerian Editores-2020)

QUESADA, Ernesto, (‘Acha y la batalla de Angaco’, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1965).

QUESADA, Ernesto, (‘Lavalle y la batalla de Quebracho Herrado’, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1965).

QUESADA, Ernesto (‘Pacheco y la Campaña de Cuyo’-Ediciones Pampa y Cielo- Bs.As.- 1965- pags.104/107.)

MONTORO GIL, Gonzalo Vicente  (“Brig. Gral. Juan Manuel De Rosas - Aspectos poco conocidos de su vida y su familia” - Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero 2019)

MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (“De Artigas a Rosas-El Sueño Trunco de la ‘Patria Grande’- Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’- 2020).

PAZ, Gustavo L., (‘Las Guerras Civiles’ (1820-1870), EUDEBA, Bs. As., 2007)

ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’-Editorial Punto de Encuentro-Buenos Aires. 2010)

SALDÍAS, Adolfo, (‘Historia de la Confederación Argentina’, Ed. Hyspamérica, Bs. As., 1987).

TURONE, Oscar (‘Angel Pacheco’- Revisionistas-La Otra Historia de los Argentinos – www.revisionistas.com.ar

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