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domingo, 8 de mayo de 2022

URQUIZA, UN 'JUDAS' CRIOLLO NI FEDERAL NI ARREPENTIDO

 

URQUIZA, UN 'JUDAS' CRIOLLO  NI FEDERAL NI ARREPENTIDO


Gonzalo V. Montoro Gil




Editado y Corregido por la Lic. María Cristina Pérez Cid

 

SUMARIO: I.-Introducción-  II.-Los Pactos con Madariaga y el Tratado de Alcaraz (1846)-  III.- La 2ª Guerra Con El Brasil-‘La Guerra Grande’-La Traición A Manuel Oribe Y Al Ejercito De La Vanguardia (1851)-  IV.-La Traición en la Batalla de Caseros (1852)-  V.-La Traición en la Batalla de Pavón (1861)-  VI.-La Traición en Paysandú (1864)- VII.-La Traición en la Guerra del Paraguay o Triple Alianza (1864)- VIII.-Epílogo

 

I.-Introducción

 

“No había en Urquiza la pasta de un hombre de Estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil resolvió servirse de él; el general Osorio le conocía el lado flaco” (Joao Pandiá Calógeras. “Formaçao histórica do Brasil” . JMR TVII.p117)

Honorio Hermeto Carneiro Leao, jefe del partido gobernante brasileño, refiriéndose a Urquiza: "¡Si, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar en Buenos Aires quería que le diese cien mil duros mensuales" (Oído por Domingo F. Sarmiento al brasileño-Carta de Yungay).

(En lugar de estar esto escrito en el mármol de la tumba del  ‘judas’ entrerriano, se le levantan monumentos, y se nombran calles y plazas con su nombre. La historia nuevamente falsificada, ‘con esa habilidad que tenemos para rehacer la historia’ como confesaba Sarmiento, refiriéndose a los Unitarios. Pero bueno, como decía Philips K. Dick- escritor estadounidense-1928-1982) “La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ella, no desaparece”

Empecemos por las conclusiones.

Justo José de Urquiza nunca fue Federal. Ni tampoco Unitario. Y nunca se arrepintió de sus traiciones.

La historiografía ha señalado y comprobado repetidas veces las deserciones a su honor patrio, sin respiro alguno.

Pero, se ha desentendido de sus supuestos ‘arrepentimientos’ por esas deserciones, por haber derrocado a su Jefe militar y Jefe de la Confederación Argentina, basándose aquellos en las cartas muy conceptuosas de Urquiza para con Rosas luego de haberlo abatido, sin considerar sus acciones y omisiones a los fines de intentar compatibilizar aquellas declaraciones con sus comportamientos públicos y privados a lo largo de su vida.

Es cierto que Urquiza, como se dice, se adelantó a su tiempo. Pero para mal. Fue un moderno en el arte de ubicarse donde corrían los vientos políticos y sociales que lo llevarán a su hambre de poder y sobre todo, de riqueza desmedida. A cualquier costo y por sobre todo, aún por sobre los intereses de su patria. De doctrina. De coherencia política. Nada de nada.

A él le cabría perfectamente la frase de Evaristo Carriego que con un dejo de irritación y decepción decía: “No hay una sola parte donde mire y no encuentre como emblema del siglo, una bolsa y un vientre”.  Y Urquiza fue emblema adelantado de lo referido en la frase.

El presente trabajo no está dirigido a un estudio completo de la vida de Urquiza ni tampoco a sus batallas militares ni a su enorme capacidad militar, que la tenía y en sumo grado, al igual que el ‘Manco’ Gral. José María Paz.

Como dijimos, han sido hartamente demostradas las traiciones de Urquiza al país, a su gente, a la soberanía territorial, económica y política de nuestra patria. Aquí solo daremos un pantallazo de todas ellas.

Pero lo que nos proponemos es poder demostrar, sacar a la superficie algo que no ha sido suficientemente subrayado: EL SUPUESTO ARREPENTIMIENTO DE URQUIZA POR HABERLO DERROCADO A ROSAS, que es como decir, por haber derrocado al gobierno nacional impulsado por los brasileños, con su ayuda.

Lo que entendemos supone una de las falsedades –otra más- que adornan patéticamente, como el retrato de ‘Dorian Grey’, nuestra deforme ‘Historia Oficial’. Que de historia ya no quedan sino jirones y se ha vuelto una mísera ‘literatura de la historia’.

De este modo, lo que se nos presenta como ‘Historia’ es solamente una ‘Política o Literatura de la Historia falsificada’. Y eso último es la política de la antinación, de la negación de las posibilidades propias para nuestro crecimiento, de la subestimación de nuestro carácter hispánico para nuestro desarrollo autónomo e independiente.

El concepto y contenido de la sempiterna ‘Historia Oficial’ es descripta perfectamente por Ernesto Palacio allá por 1938: “...Domina en nuestro país la falsa idea de una historia dogmática y absoluta, cuyas conclusiones deben acatarse como cosa juzgada, so pena de incurrir en el delito de leso patriotismo... Aquí se ejercita un verdadero terrorismo de la ciencia oficial, por medio de la prensa, la universidad y la enseñanza media... Historia convencional, escrita para servir los propósitos políticos ya perimidos, huele a cosa muerta para la inteligencia de las nuevas generaciones... Ante el empeño de enseñarles una historia dogmática, fundada en dogmas que ya nadie acepta, las nuevas generaciones han resuelto no estudiar historia, simplemente. Con lo que ya llevamos algo ganado. Nadie sabe historia, ni la verdadera, ni la oficial….Fraguada para servir los intereses de un partido dentro del país, llenó la misión a que se le destinaba: fue el antecedente y la justificación de la acción política de nuestras oligarquías gobernantes, o sea el partido de "la civilización". No se trataba de ser independientes, fuertes y dignos, se trataba de ser civilizados. No se trataba de hacemos, en cualquier forma, dueños de nuestros destinos, sino de seguir dócilmente las huellas de Europa. No de imponemos, sino de sometemos. No de ser heroicos, sino de ser ricos. No de ser una gran nación, sino una colonia próspera. No de crear una cultura propia. Sino de copiar la ajena. No de poseer nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros navíos, sino de entregarlo todo al extranjero y fundar, en cambio, muchas escuelas primarias donde se enseñara, precisamente, que había que recurrir a ese expediente para suplir nuestra propia incapacidad. Y muchas universidades donde se profesara como dogma que el capital es intangible y que el Estado (sobre todo, el argentino) es mal administrador”.

Y esta ‘historia oficial’ se ha convertido –a fuerza de repetición como un mantra- en ‘religión oficial’  del Estado, reiterada desde todos los ángulos de la publicidad, desde la primaria hasta la universidad en todos sus textos., conformando "la magnífica sabiduría con que fue organizada la ignorancia del país", al decir de Salvador Cabral.

Así, esa mistificación de la historia se apuntala no solo con la obligatoriedad de textos educativos, sino también con la selección exprofeso de documentos y el ocultamiento de otros; en la invención de hechos inexistentes; en la calificación de nuestros verdaderos patriotas y sus heroísmos que van desde una pretendida ‘barbarie’ de ellos hasta su omisión condenándolos al ostracismo público, al olvido desintegrándose en los pliegues de la historia.

El revisionismo histórico, en cambio, presenta un estudio de nuestra historia basado en la heurística: esto es un conjunto de testimonios, sobre todo documentales en su totalidad, y ordenados que prueban la veracidad de lo manifestado. Luego, la hermenéutica interpreta esos documentos sin adjetivaciones tan comunes al Unitarismo. Pero, y esto es lo que debemos resaltar, el Revisionismo coteja permanentemente la documentación con los hechos contemporáneos a ellos y con los posteriores, a fin de observar la coherencia entre unos y otros.

Detengámonos aquí un momento.

Se podría dar a entender que existe un contrasentido en el estudio y la interpretación de nuestros hechos históricos en la corriente Revisionista. Porque por un lado el Revisionismo histórico plantea la importancia de los documentos en el análisis de nuestra historia.

Y por el otro se acusa al Unitarismo liberal de la citación de documentos (cuando no directamente de la omisión de los mismos en su estudio de la historia) pero acomodado a una interpretación capciosa, subjetiva e ideológica.

Es así; los historiadores Unitarios se han transformado  en meros detractores o apologistas. El adjetivo ha reemplazado, ha desplazado totalmente, al sustantivo.

En cambio, el Revisionismo histórico no se queda solo contemplando el frío documento o papel inanimado. No basta solo ello para compensar la distancia que va entre lo vivido y lo aprendido.

El Revisionismo histórico se plantea observar si los documentos coinciden con los hechos posteriores o anteriores; si se compadecen aquellos con éstos.

Y en tal sentido es lo que sucede con la vida documental y fáctica de Urquiza: las declaraciones de los primeros, altisonantes  que trasuntan arrepentimientos compungidos por el derrocamiento de su gobierno (hasta allí llega la ‘Historia Oficial’ liberal que no coteja si los hechos se compadecen con lo escrito), no coinciden con los hechos contemporáneos y posteriores a ellos (que sí analiza el Revisionismo histórico, en una visión completa de lo escrito y lo actuado).

Por ello es que el Unitarismo en una ‘Concepción Literaria De La Historia’ como la llamaba con cierta ironía pero con acierto el inglés Halford J. Mackinder; falsea la historia desde dos ángulos bien marcados: uno, describiendo personajes con unas virtudes de las que ellos carecieron y, dos, describiendo otros personajes con defectos y vicios inexistentes. También presentado discursos y proclamas de las figuras históricas pero sin analizar si las mismas se compadecen con sus acciones.

Escondiendo o silenciando total o parcialmente la faz documental, o torciendo su significado al atribuir a los personajes cualidades que no poseían. Ejemplo, sobre San Martin, ‘El Santo de la Espada’; Sobre Rivadavia, el ‘progresista’; sobre Sarmiento, ‘el gran educador’; sobre Urquiza o Mitre ‘padres de la organización nacional’.

La ‘Historia Oficial’ tiene como ingrediente el que se ofrece como un dogma que no es posible disentir, es indiscutible y ello se plantea en las escuelas, en el periodismo, en todos los órganos de prensa, en los discursos oficiales, en la iconografía, en fundaciones, en círculos áulicos llamadas ‘Academias’, en libros universitarios, hasta en los cuentos para niños como ‘Billiken’, en plazas, calles, ferrocarriles, pueblos, etc.

Sobre todo esto, ayuda el desarraigo intelectual de los universitarios de hoy día que descartan con desdén las cosas nativas producto de esa ‘pedagogía de colonia’ de la que hablaba Arturo Jauretche.

Siempre hay que tener presente que la historia la escriben los que ganan. Todo vencedor ha impuesto siempre su ley al vencido, como nos enseña la historia.

 Y entre esas ‘leyes’ está una descripción de los hechos históricos, su interpretación, y la ocultación de datos y documentos que contradigan la realidad de lo acontecido que se vuelven indubitables e incuestionables como un dogma.

Recordemos que Raúl Scalabrini Ortiz entendía que la historia es un arma para manejar a los pueblos, para someterlos a los designios de los vencedores, para impedir toda acción libertadora, para dividir y confundir las corrientes de opinión. Por eso, la diplomacia inglesa ha impuesto una historia oficial argentina según la cual le somos deudores de la libertad, del progreso y de los capitales que nos prestaron para consolidar el orden y el bienestar. La revisión histórica emprendida por FORJA demuestra que tales asertos son falsos y que los capitales extranjeros, predominantemente ingleses, que enfeudan y esclavizan la Patria, no son más que el producto del trabajo y de la riqueza argentina, capitalizados a su favor por la astucia europea... Conozca el origen de los problemas de la patria y así conocerá la esencia de los problemas actuales.

Sigue diciendo Scalabrini Ortiz con ironía bien rioplatense y sarcasmo lúcido que “"La historia oficial argentina es una obra de irria0- nación en que los hechos han sido consciente y deliberadamente deformados, falseados y concatenados de acuerdo a un plan preconcebido que tiende a disimular la obra de intriga cumplida por la diplomacia inglesa, promotora subterránea de los principales acontecimientos ocurridos en este continente. La política inglesa, que se caracteriza en la historia universal contemporánea por su egoísmo tenaz y por su habilidad implacable, se presenta ante nosotros, en los textos oficiales, animada por sentimientos tan inmaculadamente desinteresados que son más propios de santos que de seres humanos. La historia que nos enseñaron desde pequeños, la historia que nos inculcaron como una verdad que ya no se analiza, presupone que el territorio argentino flotaba beatíficamente en el seno de una materia angélica. No nos rodeaban ni avideces ni codicias extrañas. Todo lo malo que sucedía entre nosotros, entre nosotros mismos se engendraba. Los procesos de absorción, que ocurrieron en todas las épocas, del más pequeño por el más fuerte, del menos dotado por el más inteligente, No ocurrieron entre nosotros, de acuerdo a la ‘historia oficial’. Las luchas diplomáticas y sus arterias estuvieron ausentes de nuestras contiendas. Solo tuvimos amigaos en el orden internacional extraamericano. Los conductores de más garra y de menos pudicia, los constructores de los imperios más grandes de que haya noticia , se amansaban milagrosamente  en nuestra continuidad, y se avenían a ‘trabajar’ (sic)  sin retribución por nuestro ‘propio bien’ (sic) . Canning fue nuestro ‘amigo desinteresado’ (resic), Palmerson y Guizot, también. Disraeli y Gladstone nuestros ‘protectores’ (resic), casi. Las tentativas de conquista de 1806 y 1897 fuero ‘errores’ (resic) de algunos marinos y guerreros que, al fin, nos fueron útiles al difundir ideas de ‘libertad (resic)”

La idea plasmada en documentos y hechos de la persona de Justo José de Urquiza nos lleva a establecer su comportamiento político a lo largo de toda su existencia. Día a día. Y a la relación que tuvo su actuación en lo referido a la custodia de la soberanía nacional, tantas veces violada por su persona.

Y todos sus actos y omisiones concatenados unos a otros como las cuentas de un rosario para entender que todos aquellos distan de ser considerados acciones u omisiones de un soldado Federal y patriota ya desde el comienzo de su actividad pública: ‘Facta, Non Verba. Verba Volant’.

Urquiza fue un adelantado en ver la importancia de la publicidad de sus dichos, del periodismo y su influencia en las personas rectoras tanto aquí como allende los mares.

Él –al igual que Sarmiento y Mitre- se dio cuenta que la posteridad iba a juzgarlo por su actividad pública y privada y en atención a ello sus discursos, sus cartas públicas grandilocuentes estaban dirigidas a cubrirse para que su estrella en el firmamento político no se viera oscurecida en el futuro. Sabía de la importancia de la imprenta, de los diarios, revistas y quiso quedar bien parado en la historia que se iba a escribir sobre él.

Es por ello que muchas veces decía una cosa y hacía otra. Jugaba a poder visualizar, a prevenir como se iban desarrollando en el mundo y en nuestra tierra los conflictos políticos y militares y obraba en consecuencia para colocarse en una mejor posición y defensa de sus intereses particulares.

Hoy sería un político moderno de los que tanto abundan que se ubican según sus conveniencias de momento y no tienen ninguna vergüenza de cambiar la declaración de sus ideas políticas en los hechos, si con ello su patrimonio personal no se viese disminuido o –en realidad- se viese aumentado.

Así fue Urquiza. Por eso es inclasificable. Su único interés a lo largo de toda su existencia era su ansia irrefrenable de riqueza; su codicia era ilimitada como su deseo de poder por sobre todo y todos.  Para eso contó con sus ‘empleados-espías’ como el catalán Antonio Cuyás y Sampère, entre otros, que servían de correo comercial entre don Justo José y Montevideo donde imperaban los ‘colorados’ Orientales, los auto-exiliados Unitarios Occidentales (decimos así, pues nadie los perseguía, salvo que delinquieran, se iban por propia voluntad y con un buen pasar) y los franceses siempre listos.

Él se fue moviendo y declamándose Federal cuando las corrientes políticas se inclinaban para el despliegue político y social del Federalismo, (por supuesto con su enorme capacidad militar que nadie discute siendo un gran estratega en esos temas).

Urquiza se dio cuenta que las circunstancias políticas se volcaban hacia políticas económicas que soslayaban la soberanía de las naciones, concentrando toda la riqueza producto de la expoliación de los territorios que fueran colonia de los españoles. Eso produjo una lenta pero inexorable caída y disgregación de nuestra patria soberana al acercarse los Unitarios junto a los imperios brasileños, franceses e ingleses que nos rodeaban. Entonces Urquiza se fue lentamente corriendo de su declarada fe Federal y patriota para reafirmar una supuesta auto declaración de patriotismo y un supuesto Federalismo pero ya vaciado y sin esencia, híbrido, despojado de todo contenido, traicionando a todos sus antiguos camaradas federales. No solamente a los ´rosistas’ sino a los que lo apoyaron en la batalla contra Oribe su antiguo camarada, que eran, sí, Federales pero con una corta visión política o geopolítica nacional y menos, continental como la tenía Don Juan Manuel de Rosas.

Estos últimos tenían, más allá de su buena fe, una concepción política de vuelo corto, barrial, provincial, como José Hernández, Rafael Hernández, Evaristo Carriego (padre), Ricardo Ramón López Jordán, y todos los federales que en una especie de suicidio colectivo nacional, luchando por derrocar a Rosas, eliminaban la arquitectura política que sostenía nuestra independencia y arrastraron a nuestra patria llevándola a una época de anarquía,  guerras civiles y guerras internacionales que nos condujeron a una disgregación territorial, así como también a una definitiva perdida de grandeza y desarrollo como nación soberana.

Al decir ‘Federal no rosista’ hablamos de personas con cierto grado de buena fe, patriotismo, pero sin la concepción política que se necesitaba para la conformación de una Patria Grande. Sus miradas no excedían de unos cuantos kilómetros de su terruño y sin visualizar una geopolítica global que excedía sus capacidades, eran fácil pasto de los siempre vigilantes sátrapas Unitarios e imperiales.

Bueno, es que en realidad, a diferencia del citadino por lo general hombre mercantilista, receloso y lleno de artificios, el hombre de campo, el hombre provinciano, es simple, hospitalario, confiado y de incauta limpieza en sus dichos y costumbres, en comunidad con su tierra que lo vio nacer. Estos provincianos de buena fe, lamentablemente, no supieron ver en su dimensión el proyecto de la ‘Patria Grande’ estructurada por Rosas y le hicieron el juego al Unitarismo ‘centralista’, especulativo, codicioso financieramente, y sujeto a los intereses de los imperios centrales y brasileño.  

Si hoy somos una colonia lo somos por las ideas de los Unitarios, el oro de los franceses y las Bancas brasileña e inglesa, pero, y ante todo como puerta de acceso, por la acción militar de Urquiza.

Entendamos que si bien los brasileños, los franceses, los ingleses, y los Unitarios intentaron una y mil veces destruirnos como nación, fragmentarnos, no lo podrían haber hecho si no hubiera alguien DESDE ADENTRO, que les abriera la puerta y hacerlos pasar. Ese fue Justo José de Urquiza.

Ciertamente, antes y después la Masonería jugó un papel rector en nuestra derrota como nación la cual, entre otras cosas, no solo manejaba los hilos de los líderes políticos vernáculos, sino también la Banca nacional e internacional. Rosas lo sabía, lo combatió eliminando el Banco Nación y fundando el Banco de la Provincia de Buenos Aires que comenzó a tutelar nuestra moneda y crédito. La Masonería no se lo perdonó hasta el día de hoy y, hasta el día de hoy, el odio masón hacia Rosas es fácilmente entendible.

Urquiza, paradigma del primer traidor ya antes de la batalla de Caseros y durante la misma. Luego, en Paysandú, posteriormente en la guerra del Paraguay, se le sumó el hacer la ‘vista gorda’ ante las masacres de las partidas Unitarias con sus sicarios de tan triste fama como los ‘Colorados’ de la Banda Oriental: Venancio Flores, Wenceslao Paunero, Ambrosio Sandes, Pablo Irrazábal (asesino del Chacho Peñaloza), etc. los cuales pasaban a degüello a todos los que caían en sus manos, sean soldados, civiles, mujeres, ancianos y niños.

Ya describía como una pintura José Hernández en su ‘Martín Fierro’, tal vez arrepentido de haberlo combatido a Rosas, lo que sucedía en el interior del país con el genocidio cometido por los Unitarios:

" (...)Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía, y su ranchito tenía y sus hijos y su mujer... Era una delicia el ver cómo pasaba los días. Entonces...cuando el lucero brillaba en el cielo santo y los gallos con su canto nos decían que el día llegaba, a la cocina rumbiaba el gaucho...que era un encanto. Y sentao junto al jogón a esperar que venga el día
al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho mientras su china dormía tapadita con su poncho. Y apenas el horizonte empezaba a coloriar, los pájaros a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar (...)"

Mientras tanto Urquiza, muy orondo sentado en la galería de su Palacio de San José, seguía haciendo negocios con las bancas inglesa y brasileña, mirando para otro lado ante el atroz espectáculo de muerte y miseria del interior del país y recibiendo como premio consuelo de sus amos Unitarios porteños y brasileños, el que lo dejaran tranquilo en su coto privado que era la provincia de Entre Ríos, con su enorme riqueza mal habida y resultado de la sangría de su pueblo todo, y de las exportaciones de oro a Europa a través del gobierno de la Comisión Argentina Unitaria de Montevideo.

Sebastián Miranda dice que “Urquiza no siempre militó, como comúnmente se cree, dentro de las filas del partido federal. En 1826 mientras gobernaba la provincia de Entre Ríos el coronel Juan León Solás se urdió una revolución para derrocarlo encabezada por Salvador María del Carril, figura de primera línea del unitarismo y uno de los instigadores del asesinato de Dorrego. Del Carril fue apoyado por Ricardo López Jordán, Justo José de Urquiza y su hermano Cipriano” .

El General Pascual Echague decía que Urquiza era un ser peligroso y ambiguo porque en cuestiones comerciales se entendía perfectamente bien con los Unitarios, cosa que se confirma con las acciones que desarrolló a lo largo de su vida el ‘Judas’ entrerriano y que lo llevan a ser una pieza útil de la estrategia ‘imperial-Unitaria’, que –de éstos últimos (Mitre, Sarmiento, Paz, Juan Cruz y Florencio Varela, Manuel Herrera y Obes, Andrés Lamas, etc)- sus inteligencias políticas y diplomáticas eran inversamente proporcionales a sus patriotismos.

Urquiza hizo de Entre Ríos su estancia personal. Las tierras de la provincia, el ganado, todo le pertenecía y todos sus actos iban dirigidos a acrecentar su fortuna a costa de su pueblo entrerriano, del pueblo del interior y de la soberanía de su patria a la que no trepidó en negarla en los hechos todas las veces que fuese necesario si con ello lograba aumentar su ya considerable patrimonio, a través del contrabando de oro y otros bienes con Inglaterra y Francia sirviendo la Banda Oriental como nexo o vía de embarque.

Urquiza no podía desconocer, con su sagacidad, que detrás de la oposición a Rosas se escondía el poder imperial del Brasil.  Todo lo contrario, se iba a aprovechar de eso para acrecentar su patrimonio bien o mal habido a cambio de su dignidad y moral.

Mientras Rosas desconfiaba de Urquiza, este –con buena cintura política- iba acumulando poder en Entre Ríos y aledaños.

Podemos decir que hubo alrededor de 5 grupos de personajes históricos y  políticos durante el siglo XIX que actuaron en el rio de la Plata.

Un primer grupo que permanentemente traicionó los intereses de nuestra tierra pero que eran consecuentes con su pensamiento, sea antes o después de la batalla de Caseros: Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, los Varela, los Alsina, Salvador María del Carril, Juan Galo Lavalle, el Oriental Fructuoso Rivera, Félix Frías, Marco Avellaneda, José María Paz, Julian S. Agüero, Araoz de Lamadrid (a pesar de sus coqueteos tempraneros con los Federales fue un feroz degollador Unitario de inocentes que tomaba a su paso) etc. Contrarios a los intereses de su nación, pero coherentes en sus pensamientos y acciones.

Un segundo grupo que era eminentemente Federal y ‘rosista’ pero que luego de Caseros, sea por temor a perder sus bienes o sus vidas (debieron recordar el fin que tuvieron Chilavert, Santa Coloma, los soldados de Aquino), apoyaron sin retaceos a Urquiza con el cual se aliaron: Vicente López y Planes, Tomas Guido, Jerónimo Costa, Hilario Lagos, Pascual Echague, Eduardo Lahitte, Juan B. Thorne,  etc. Patriotas que entendieron o quisieron entender que no existiendo más Rosas en el panorama político rioplatense, Urquiza era la opción que quedaba más potable en el mapa Federal para contrarrestar al grupo minoritario pero activo de Unitarios que volvían al ruedo y a la conquista del poder.

Un tercer grupo, Federal pero ‘no rosista’ con enorme déficit de conocimiento político global, con una inconmensurable visión localista de los intereses del país, seducidos por el canto de sirena de las ideas revolucionarias francesas que apuntaba a la necesidad de la existencia de una ‘Constitución‘ escrita como la llave de la felicidad eterna de nuestro pueblo y el medio necesario para la unión de los argentinos. Un espejismo, un fetiche que fue comprado por estos Federales con poco desarrollo geopolítico y análisis de los intereses imperiales en nuestro continente.

Este grupo de tal vez sinceros patriotas no se dieron cuenta que le hicieron el juego a los intereses foráneos de la banca mundial y de la política expansionista brasileña.  Los Unitarios, los ingleses, los franceses y el imperio brasileño sí lo contemplaron. 

De tal modo, que traicionaron no a Rosas, sino a lo que él representaba, a lo que él encarnaba: la autodeterminación política y económica de la Confederación Argentina, a la defensa irrestricta de los intereses de nuestra nación luchando contra ella por un mero ‘cuadernito’ como decían Rosas y Quiroga, sin mayor peso en la consolidación de nuestra República.  Así lo demostraron los hechos luego de Caseros en 1852 hundiéndose el país en un torbellino de sangre, asesinatos y desintegración territorial por más que existía una Constitución escrita tanto la de 1853 y peor la de 1860, con total rasgos liberales.

Estos buenos Federales pero sin ninguna visión estratégica política y muy lejos del enorme Sistema Americano implementado continentalmente por Rosas no supieron ver que el país estaba constituido por los pactos interprovinciales ajustados a la realidad empírica del país y que estaba dando enormes frutos sociales y económicos en todo el territorio.  Y al no ver con claridad mordieron la mano a quien engrandeció a la Nación, lo combatieron y lo derrocaron. Tal vez el mayor suicidio colectivo institucional que se tenga memoria.

Tiempo después, cuando se desembarazaron de Rosas el 3 de Febrero de 1852, ellos fueron los traicionados por los Unitarios, tal como en su momento traicionaron al Gobierno legítimo de su país. Rosas se los advirtió pero no lo escucharon.

Entre ellos tenemos a José y Rafael Hernández, Evaristo Carriego (padre), Juan B. Alberdi, Benjamín Virasoro, el ‘Chacho’ Peñaloza, etc. También podemos incluir a los Orientales Eugenio Garzón, Servando Gómez, Felipe Varela.

Este último -al igual que el ‘Chacho’ Peñaloza- no supo ver la dimensión política soberana de Rosas combatiéndolo y uniéndose a Urquiza a quien creían erróneamente que era el apóstol de la libertad de las provincias.  El ‘urquicismo’ de Felipe Varela nos muestra que su patriotismo y valentía era inversamente proporcional a su inteligencia de la política nacional, y sus acciones ponían trabas a la independencia y soberanía que propugnaba Rosas.

Igualmente podemos citar a los paraguayos Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López.

En esto también intervino Urquiza: La muerte del ‘Chacho’ Peñaloza fue pactada entre él y Sarmiento; el primero con su silencio apartándose de lo que sucedía en el interior con las matanzas oscuras de todo Federal (incluidas las mujeres y los niños, para beneplácito de nuestro ‘educador’ oficial, Sarmiento).

Luego de la muerte de Peñaloza, Sarmiento y Urquiza festejaron reuniéndose en el Palacio San José. Tal vez fue el precio que también debió pagar Peñaloza por su limitada visión política de grandeza que comandaba Rosas, no teniendo la perspectiva necesaria que en cuestiones políticas se debe tener, además del valor militar y las buenas intenciones.

Peñaloza y Varela fueron federales pero ‘no rosistas’. ¿A qué se debió? ¿a mala disposición de Peñaloza y Varela?. NO. ¿a su candor? SI. Pero ante todo a la tarea de Urquiza de arrasar con el ‘rosismo’. Más astuto que Peñaloza y Varela, Urquiza mismo los convenció de que su "federalismo" era el auténtico, no el de Rosas. Así las cosas, Peñaloza y Varela cayeron en la trampa sin saber que desde el principio estaban siendo manipulados por la tarea de inteligencia de Urquiza, agente de la anglo-masonería atea y títere del Unitarismo.

Un cuarto grupo, que también en su momento fuera Federal y ‘rosista’, luego de Caseros su ‘porteñismo’ les hizo unirse a los Unitarios persiguiendo un mismo fin e intereses económico-comerciales teniendo como eje, como pivote, como rector único a Buenos Aires en el manejo de la política económica nacional por sobre los intereses del conjunto de las provincias. Lo que se llamó y se llama el ‘centralismo porteño’ que sufrimos hasta el día de hoy.

No debemos de olvidar que Buenos Aires era como una especie de fortín  inglés en el Plata.

Y hablando de ‘ingleses’, el pro-británico Alvear que luego de la caída de Rosas en cuyo gobierno él estuvo por 20 años como embajador en los Estados Unidos de Norteamérica, le envía una carta a su hijo Emilio –citada por Julio Victorica- en el que decía, oscilando entre su nuevo apoyo a Urquiza y volver a sus fuentes ‘centralistas’ y ‘aporteñadas’:

“Querido Emilio: Tú necesitas de la protección de un hombre que te fomente en tu carrera. Ese hombre no puede ser otro que el general Urquiza, a quien conceptúo el mejor general de la Confederación Argentina, como lo ha demostrado venciendo los hombres de más nota. Yo le noto cualidades muy superiores a San Martín en la parte militar. Sus ideas elevadas de tolerancia y generosidad, ese arte de Urquiza de olvidar los agravios, es admirable y sin ejemplo en América. Yo estoy cierto que no me engaño en las grandes cualidades que tiene el general Urquiza, porque lo juzgo por sus hechos, sin pasión y sin envidia. Esto no quita que no tenga defectos; pero es sabido que no hay ni ha habido hombre alguno; por grande que haya sido, que sea perfecto. Rivadavia en su género y Urquiza en el suyo, son los dos grandes hombres de nuestro país. Si las pasiones e ignorancias de nuestros conciudadanos no les permitieron apreciar al primero, no sería extraño que ahora no sepan tampoco apreciar al general Urquiza; pero la falta estaría aquí en el error, no en la ausencia de méritos... Carlos M. de Alvear”

Del mismo modo, como ejemplo de ello tenemos a Bernardo de Irigoyen, Álvaro José de Alzogaray, Juan Moreno, Francisco Javier Muñiz, Dalmacio Vélez Sarsfield, Lorenzo Torres,  Miguel Navarro Viola, Emilio Agrelo, los Anchorena, y, lastimosamente el Gral. Ángel Pacheco, y como bien señala el historiador Mario Cesar Gras, Vicente López y Planes.   Hombre sin carácter, irresoluto y ya decrépito quien, influenciado y presionado por su hijo Vicente Fidel López - Unitario desencajado- es quien declara a Rosas ‘reo de lesa patria’,  llevando adelante el juicio en su contra para condenarlo a muerte y confiscarle sus bienes.   Junto a él, conspicuos Federales ‘rosistas’ que recogieron todos los beneficios políticos, sociales y económicos durante los años en que gobernó Rosas, como Francisco y Rufino de Elizalde, Pastor Obligado, Baldomero García, Juan Bautista Peña,

Y hablando del General Pacheco transcribe Julio Victorica una opinión de Sarmiento sobre el General Pacheco –por boca de Marco Avellaneda- luego de que aquel defeccionara, claudicara en defender su patria borrando en un segundo una vida llena de heroísmo sanmartiniano.

"Desde que atravesamos el Paraná, el general Urquiza principió a preocuparse del militar a quien Rosas confiara el mando de su ejército—¡recorría los nombres de todos los que a éste acompañaban y se detenía siempre en el del general Pacheco. Era el único que le inspiraba recelos, y se propuso anularlo. “He aquí el medio de que se valió- Le escribió cartas en términos amistosos, casi confidenciales. Leí una de ellas en la que le anunciaba que su primer acto, después de vencer a Rosas, sería nombrarlo gobernador de Buenos Aires, conteniendo además, frases como éstas, "como Vd. sabe”, "de conformidad a lo que le comuniqué”, que indicaban que procedía de acuerdo con él- La correspondencia era conducida por chasques a puntos en donde debían ser tomados por agentes de Rosas. Tres o cuatro gauchos fueron degollados, pero logró su objeto. Pacheco fué separado del ejército de Rosas- En el combate entre las vanguardias que tuvo lugar el 31 de enero, las tropas de Urquiza entraron a la pelea vivando a Pacheco.

Y hubo un quinto grupo muy minoritario integrado por aquellos que, poniendo en peligro sus vidas y sus bienes, continuaron defendiendo a Rosas y su actuación pública: José María Roxas y Patrón, Ciriaco Cuitiño, Antonino Reyes.  Fueron exponentes cabales de la fidelidad a su patria y en muchos casos, le costó la vida a más de uno de ellos por su lealtad a nuestra patria.

Con relación a Urquiza algunos historiadores –aún revisionistas- explican que el mismo fue uno más que traicionó la causa Federal, y por carácter transitivo, a la integridad de la nación.

¿Fue así? Porque para traicionarla Urquiza debió haber sido Federal. Pero no solo invocar serlo, sino demostrarlo en los hechos a lo largo del tiempo.

Entendemos que Urquiza NUNCA FUE FEDERAL, como reza el título del presente trabajo. Pero TAMPOCO FUE UNITARIO.

Fue como los políticos contemporáneos declamadores de ideologías que se ajustan a sus necesidades económicas personales según los tiempos políticos que prevalecen en cada momento histórico. Así Urquiza fue un adelantado en este tema.

Pero a los efectos del presente trabajo utilizaremos el término ‘traición’ si no como sinónimo de traición a Rosas y al Federalismo (en razón de que nunca lo fue internamente, aunque sí exteriormente puesto que los vientos de la historia corrían para esas concepciones políticas), como sinónimo mayor de ‘traición’ a la Nación Argentina toda.

De tal modo ¿Qué fue Urquiza?:

Un empresario cuyos intereses comerciales personales estaban por encima de los intereses de su patria.

A diferencia de Juan Manuel de Rosas cuyos intereses particulares nunca estuvieron por encima de los intereses colectivos de su pueblo. Y en algunos casos, cuando estuvieron en contra de ellos, Rosas privilegió los intereses públicos por sobre los suyos privados.

Dice Roberto Schmit:

A partir de 1822 la tienda de don Justo José opera regularmente en el tráfico de cueros y productos de ultramar. Pero un año después se produjo el ingreso de Urquiza en la turbulenta vida política entrerriana, en oposición al gobierno de Mansilla viéndose involucrado en un complot que le obligó a exiliarse a Curuzú Cuatiá.

Asociado con Vicente Montero sus operaciones alcanzaron todos los puertos del río Uruguay.

“Instalado al sur de Corrientes, sobre las costas orientales de Corrientes, Entre Ríos, Brasil y la Banda Oriental, traficaban lícita o ilícitamente todo tipo de bienes.

“No olvidemos el régimen esclavista de Brasil que requería muchos cueros y tasajo.

También se asoció a Gregorio Araujo en los negocios de la producción  rural de la zona.

En 1824 de regreso a Entre Ríos en Concepción del Uruguay se hizo cargo de proveer carne y yerba al Ejército y administrador de la estancia de su padre, adquiriendo otro campo en Corrientes con un aporte de su padre de $ 3.700.

Desde fines de la década de 1840 extiende sus negocios a través de nuevos tipos de sociedades y emprendimientos de inversiones.  Y extiende su influencia incursionando en el terreno financiero-mercantil en Buenos Aires.

Las propiedades y Estancias de Urquiza para entonces ocupaban unas 130 leguas cuadradas.

“Y después de 1854 (siendo presidente de la Confederación) emprendió un nuevo ciclo y logró acumular 272 leguas cuadradas de campos, es decir más de 734.000 hectáreas de tierras y un enorme plantel de ganado vacuno y ovino.

“El  patrimonio rural acumulado por Urquiza hacia 1870, alcanzó los $ 2.685.543 pesos que lo coloca entre los más grandes empresarios rurales del universo rioplatense. Hay que imaginar a los valores de hoy, el equivalente del valor de esas tierras y del ganado.

“Urquiza, hasta su muerte, fue el principal proveedor del Ejército de Mitre en la guerra del Paraguay y quizás su patrimonio era superior al de Rosas y su socio Terrero al tiempo de Caseros”

Veamos a continuación el desarrollo de la actuación política de Urquiza según los tiempos, y las deserciones ante su pueblo y nación en los distintos acontecimientos que lo tuvieron tanto como protagonista principal como testigo silencioso que, con dichas acciones, dejaba inerme a su patria frente a los ataques extranjeros.

Como hilo conductor de toda su actuación puede verse la mano de la Masonería extranjera o vernácula, mucho antes de que Urquiza se incorporara a la Masonería junto a los degolladores de Sarmiento y Bartolomé Mitre en una tenida históricamente memorable, el 27 de Julio de 1860 que se vio reflejado ello en Pavón, Paysandú y la Guerra del Paraguay.

Urquiza fue el ser más despreciable que dio este suelo nuestro. Su filiación a varias logias masónicas, incluida la primera de ellas de la que fue miembro y en donde terminó por liderar el Unitario de Sarmiento, hizo que incluso muchos años después de su muerte, la Logia ‘George Washington’ le rindiese homenaje.

Los que hablan de ‘arrepentimiento’ de Urquiza se basan en epístolas; y en unos míseros pesos que, con un sentido de limosna, le envió a Rosas en el exilio luego de persistentes oficios hechos por Josefa Gómez (de familia Oriental, pariente de los Generales Leandro y Servando Gómez).  El entrerriano no sabía cómo hacer para sacarse de encima a la terca, perseverante y tenaz patriota federal que insistía una y otra vez para que cumpliera su vieja promesa de ayuda anual y que quedó, finalmente, limitada a un solo envío de dinero, hastiado de las presiones de Gómez a tales fines.

Con respecto al hecho de levantar la confiscación de los bienes de Rosas, entendemos que este fue otra maniobra política electoralista de Urquiza que no cambia ni en el momento ni en el futuro, sus acciones masónicas y anti-argentinas: Urquiza necesitaba apoyo político de los antiguos Federales ‘rosistas’, sobre todo los de Buenos Aires. Levantando la confiscación el 7 de Agosto de 1852 de los bienes de Rosas y con dinero, prolijamente distribuidos contablemente los sumó a su campaña política.

Ello no significaba un peligro para su gobierno porque el hecho de que Rosas recuperara su patrimonio, no afectaba lo ya resuelto por las armas en Caseros, ni afectaría su propio patrimonio suficientemente consolidado, con el apoyo siempre presente de las armas brasileñas.

Si así no hubiera sucedido, no hubieran acontecido todos los hechos que siguieron siendo su norte en la vida pública.

Entendemos que de ‘arrepentimiento’, nada de nada. Solo demagógicas declaraciones sin apoyo en hecho alguno.

En síntesis y basándonos en las manifestaciones por parte de Urquiza y los hechos que les sucedieron, veremos si es así; si realmente hubo esos tales ‘arrepentimientos’ mencionados, vistos con un criterio cronológico:

 

II.-Los Pactos con Madariaga y el Tratado de Alcaraz (1846)

 

Como hemos dicho arriba, Urquiza ya desde 1846 tramaba, conspiraba contra su país.

La Ley de Aduana de 1836 de Rosas le estaba trayendo beneficios muy productivos a la nación, pero perjudicaba a Urquiza en sus negociados.

Resume José María Rosa: “El 18 de noviembre de 1835, en uso de la suma del poder público, dicta por su propia autoridad la Ley de Aduana que regiría desde el 1º de enero de 1836. Rompe con ella el esquema liberal. No habría más libertad de comercio, que mataba las industrias nativas en beneficio de las fábricas de Inglaterra: prohíbe la introducción de similares extranjeros de aquellos productos que aún se elaboraban en el interior (tejidos, algunas herrerías y carpinterías, etc.) y grava con altos aranceles la importación de aquellas que podían fabricarse en el país. Favoreció también a los alcoholes y vino de Cuyo, azúcar de Tucumán y Corrientes, tabacos de Salta y yerba de Misiones…Súmese el hecho de la nacionalización bancaria de 1836, y por el ello el crédito y la emisión del dinero quedaba en manos del Estado”

La ley de Aduana asestaba un golpe mortal a los negocios particulares de Urquiza. Su sistema de contrabando por el cual se enriqueció, tenía los días contados. Esto era mucho para él. Rosas conocía este hecho, pero lo dejaba pasar especulando con manejar los tiempos y anular el accionar de Urquiza en estos temas, además era su principal brazo militar junto con Oribe.

Con la Ley de Aduana, dice José María Rosa, “No habría más libertad de comercio, que mataba las industrias nativas en beneficio de las fábricas de Inglaterra: prohíbe la introducción de similares extranjeros de aquellos productos que aún se elaboraban en el interior (tejidos, algunas herrerías y carpinterías, etc.) y grava con altos aranceles la importación de aquellas que podían fabricarse en el país. Favoreció también a los alcoholes y vino de Cuyo, azúcar de Tucumán y Corrientes, tabacos de Salta y yerba de Misiones”

La historiografía Unitaria y Liberal no entiende (porque nunca ‘entendió’ el significado de ‘patria’) cómo es que el propio Rosas establecía una ley que contrariaba sus intereses particulares en favor de la producción nacional y del interior. Es que para Rosas era justo hacer prevalecer lo que convenía a nuestra patria por sobre ventajas comerciales particulares o locales. Urquiza desoye esto y muestra su verdadera faz.

En su momento, Rosas hizo del Banco Nacional –órgano de sustracción de nuestra riqueza a manos de los ingleses- el Banco de la Provincia de Buenos Aires que era la que pasaba a controlar la emisión de la moneda y el manejo del crédito. Algo que también perjudicó los intereses particulares de Urquiza y sus adláteres socios en el contrabando, ingleses y franceses

Fabián Herrero nos presenta el cuadro de la situación de la Confederación Argentina en ese momento histórico: “El Gobierno de Entre Ríos, durante el año 1846, vive, por cierto, una situación paradójica. Por un lado, la provincia es una de las fuerzas principales de la Confederación, luego de que Justo José de Urquiza venciera a las fuerzas unitarias. Sin embargo, por otro lado, su prosperidad económica se basa en lo que se llama los puertos abiertos, esto es, no cumple con las reglas del bloqueo implementadas por Juan Manuel de Rosas pero, ante los reclamos de este último, niega que lo esté quebrantando.' En este marco, no puede resultar extraño que se presente una iniciativa conspirativa contra el caudillo porteño, impulsada por el Gobierno de Corrientes y que tendría a Urquiza como su cabeza visible.'

Urquiza y Madariaga –Gobernador de Corrientes- firmaron el llamado ‘Tratado de Alcaraz’, en el que se intentaba un avenimiento entre las partes. Urquiza se movía en un terreno de marcada ambigüedad.

Los Unitarios se daban cuenta que, al no contar con Inglaterra y Francia, la única manera de tomar el poder era derrotar a Rosas utilizando la egomanía y el ansia de dominio y fama del envidioso Urquiza.  Tanto Varela como Esteban Echeverría ven que Urquiza es el ‘talón de Aquiles’ del sólido y compacto gobierno Confederado, de tal modo que le empiezan a adular,

Urquiza comienza a violar el Pacto Federal, por él suscripto en nombre de su provincia.

La excusa para luchar contra Rosas era la falta de una Constitución. No sabemos si en la cabeza de muchos de los conspiradores, esa era la verdadera causa, pero no lo era en Urquiza a quien lo que realmente le importaba era lograr facilidades para seguir con su comercio cuasi-clandestino de exportación del oro de su patria. 

Para eso se requería la libre navegación de los ríos…a como diera lugar y costase lo que costase, así fuera desprender a la Mesopotamia de la Confederación Argentina y formar un nuevo Estado, junto a Paraguay y la Banda Oriental.

Ignacio Zubizarreta nos describe el acercamiento de los Unitarios a Urquiza. Ellos olían, intuían con asidero que el entrerriano era la puerta de entrada a su vuelta para dirigir los destinos del país a través de sus ideas políticas.

“Para el año 1846, tanto Echeverría como Florencio Varela –este último desde el editorial de ‘El Comercio del Plata’  (Editorial del 23 de febrero de 1846, en: El Comercio del Plata, Hemeroteca, Biblioteca Nacional) invitaban cordialmente a Urquiza a plegarse del lado de la “civilización”, y a organizar una alianza a favor del libre comercio y de la navegación. Dos años después, Urquiza comenzó a administrar su provincia –antes también era nominalmente su gobernador pero debió atender la guerra contra el Uruguay–, y a percibir las desventajas económicas que atravesaba como consecuencia de los bloqueos y de la política internacional llevada a cabo por Rosas.

“En 1850, cuando las diferencias entre los dos gobernadores más poderosos de la Confederación parecían no tener vuelta atrás, el unitario José Mármol le escribía al jefe de gobierno de Entre Ríos para que convocara a un congreso.

“Para ese entonces, Urquiza estaba convencido de la necesidad de rebelarse, y detrás suyo existía un poblado grupo de unitarios que lo alentaban a efectuarlo, con los que tenía gran afinidad.

“A algunos los había conocido luchando contra ellos, venciéndolos e indultándolos, por lo que se plegaron a él. Entre los unitarios que colaboraron con Urquiza antes de su célebre pronunciamiento, cabe mencionar a: Ángel Elías, Martiniano Charras, Indalecio Chenault, Lorenzo Escobar, Luciano González, Eusebio Palma, Luis J. de la Peña, José María Pelliza, Pedro Pablo Seguí, Nicolás Vega.

“Pero, sin duda alguna, el primero de ellos, Ángel Elías, no sólo fue su más estrecho colaborador, su secretario privado y un ardiente unitario que había peleado del lado de Lavalle, sino también, y por sobre todo, la persona que probablemente más influyó en Urquiza para tomar la decisión de sublevarse ante Rosas”.

El hecho de que un supuesto Federal como Urquiza, tuviera un secretario privado acérrimo Unitario como Elías, es todo un síntoma. No porque esto signifique que Urquiza era Unitario, sino que demuestra que no era nada más que aquello que le conviniera a sus negocios.

Para Urquiza, sus enemigos y amigos podían variar de condición según cuales fueran sus conveniencias personales.

Obviamente, Rosas sabía todo esto pero, calculó mal o no creyó que Urquiza pudiera llegar tan lejos como para aliarse al Brasil como un mero auxiliar, provocando una guerra internacional en nuestro territorio. La Confederación estaba por conquistar y arrasar al estado esclavista y expansionista del Brasil y terminó rodeado y empequeñecido por los ejércitos de Urquiza, la soldadesca y oficiales de Oribe (ya eliminado en el plano político y militar) y el Brasil comandando todo y provocando un giro impensado en la cuestión política del Plata.  Desde ese momento, los brasileños, de seguros derrotados y fragmentados, terminaron comandando el diseño político de toda la cuenca del Plata.

En este carácter lo vieron los franceses que contemplaban gozosos los atisbos de desintegración del gobierno confederado. Cita Herrero: “Durante el año 1846 se advierte la circulación de rumores sobre una posible alianza contra Rosas, dirigida por Urquiza. En esta línea, el embajador de Francia Deffaudis sostiene que el "resultado proyectado y definitivo de esos acontecimientos", no puede ser otra cosa que una "alianza defensiva y de neutralidad entre Corrientes, Entre Ríos y probablemente el Paraguay", la cual puede estar "acompañada de una declaración tocante a la libre navegación del Paraná y Uruguay”

En tal sentido, el Tratado de alianza entre correntinos y entrerrianos se formalizó el 15 de Agosto de 1846. Urquiza comenzaba a mostrar su juego y la traición a su patria, y para tales fines pasaba del plano teórico al práctico…

Consecuentemente, Tomás Guido, Felipe Arana, Pascual Echagüe se escandalizaban del acuerdo hecho por Urquiza y lo señalaban como un renegado de su país, solicitándole a Rosas que lo escarmiente. Tengamos presente que estamos en 1846 y todavía faltan 6 años para el golpe final que asestará Urquiza con su perjurio a la soberanía de su patria. 

Arana dice: “el acuerdo es una nueva prueba de los errores, rudeza, deslealtad, y traición del General Urquiza”. Rosas dice para su círculo íntimo: “me duele intensamente que el general Urquiza se haya empeñado en tan extraviada senda", de este modo lamenta la "ceguedad, y miserias del General Urquiza”.

Analiza Herrero las consecuencias de dicho Tratado “El acuerdo desarma las bases de la Confederación, no se dan seguridades para la defensa frente al extranjero, y se deja de hecho un espacio para que los unitarios tengan su propio estado dentro de ella. "se sanciona la separación de la Provincia de Corrientes de la actual guerra de seguridad, honor e independencia nacional, se la constituye en receptáculo y asilo de los salvajes unitarios, se le da el carácter de Estado independiente reconociendo nulos Tratados anteriores y sancionándolos para la ulterioridad, y se crea un Estado para los salvajes unitarios dentro de la Confederación Argentina, dejándose así el precedente para que en lo sucesivo el Entre Ríos u otra provincia Argentina asuma la misma posición y vengan a disolverse y concluirse enteramente el pacto federal, la nacionalidad, todos los grandes intereses y la existencia misma de la Republica”

Rosas, por ahora, y manejando los tiempos, hace silencio público para dar espacio a que Urquiza modifique su postura. ¿Fue éste un error de Rosas habiendo debido cortar de raíz la actitud de Urquiza? No sabemos qué hubiera pasado si lo hubiera hecho, pero en esos tiempos Rosas estaba en una posición fuerte y tal vez hubiera abortado lo que finalmente ocurrió años más tarde.

Es indiscutible que Urquiza especula qué hacer. Hace un doble juego con marcada ambivalencia sembrando el misterio y declarando públicamente que él es fiel espada de la Confederación y de Rosas. Él va viendo cómo se desarrollan los acontecimientos y su dinámica hasta definirse en su momento por aquello que resulte más oportuno para él y sus intereses comerciales, los cuales siempre están en su mira. Debemos tener presente que dicho Tratado vulnera el Pacto Federal de 1831 al cual se habían comprometido Entre Ríos y Corrientes y demás provincias signatarias.

Rosas rechaza el Tratado en cuestión empezando a sospechar de Urquiza y sus arreglos por fuera de la ley.  El Restaurador mantiene silencio ante las actitudes ambiguas de Urquiza y entiende que si bien éste conspira todavía no se ha pronunciado en forma concluyente (faltarían algunos años para ello).  Por eso el silencio, para ir viendo, como en un juego de cartas, cómo se desenvuelve Urquiza finalmente.

La famosa defección de Urquiza fue anticipada desde Londres por el ministro plenipotenciario Manuel Moreno en su correspondencia diplomática del 4 de Febrero de 1847. Pero aún Urquiza no estaba listo para dar el salto.

En efecto, Urquiza hace contacto con los diplomáticos de Francia e Inglaterra para tantearlos y saber que harían los gobiernos de los citados países en el caso de que él rompiese relaciones con Rosas.

Pero, dice Hernán Brienza “lo cierto es que Benito Chain, hombre de confianza del entrerriano, ya había sondeado —según escribió Chevalier de Saint Robert,Secretario de Antoine Deffaudis, diplomático francés en Sudamérica, en su libro ‘El general Rosas y la cuestión del Plata’— a los embajadores de las potencias sobre si éstas iban a jugar a fondo contra el líder de la Confederación. De ser cierta esta versión, lejos estaría Urquiza de ser un inocente idealista sino, por el contrario, un especulador nato, un tiempista, un hombre que está esperando el momento de convertirse en el sucesor de Rosas”

Hay que remarcar que el tal Chaín tenía dos particularidades de peso: era muy amigo de don Justo desde la juventud, y también era un Unitario de la Banda Oriental (‘Colorado’), que se acercó a Urquiza con promesas de más riquezas y celebridad eterna. ’Business are Business’ ayer y hoy.

Urquiza creyó que aún no era su momento, se retrotrajo y para mostrar su fidelidad a la Confederación y a Rosas, atacó a Madariaga, hasta ayer su socio, invadiendo a Corrientes a fines de 1847.   Esto terminó con el gobierno de Madariaga, última oposición que quedaba al gobierno de Rosas en toda la Confederación.

La actuación de Urquiza para intentar separarse de la Confederación Argentina era advertida por muchos.

En carta del 16 de Mayo de 1846 desde Montevideo, el Barón Deffaudis le avisa a Guizot de los planes de Urquiza.

De igual tenor una carta del 25 de Septiembre de 1846 de Felipe Arana a Rosas (“…una nueva prueba de los errores, rudeza, deslealtad y traición del Gral. Urquiza”),

Y otra del 9 de Octubre de 1846 de Pascual Echagüe a Manuel V. de Andrade, en donde en todas se advierte la conducta traidora de Urquiza (“…se asegura que ya está Máscara [López] con él, y lo que no tiene duda es que para el 26 del presente se reúne todo su ejército con caballo de diestro: se ignora el objeto, más sin duda es para sostener su traición. Ojalá el Ilustre General Rosas diese orden para amarrarlo, que yo le respondo que con sus mismos soldados se lo mandaría preso…”).

Finalmente, reflexiona Herrero: “El Tratado de Alcaraz también fue visto como una situación de tensión entre Urquiza y Rosas que finalmente culmina con la subordinación del primero al orden confederal'. Por "sus pretensiones" en dicho tratado, "Rosas colocaba a Urquiza al borde de la excomunión"

Manuel Herrera y Obes, ministro de Relaciones Exteriores de Montevideo, asociado con los unitarios argentinos,  escribirá el 29 de febrero de 1848 a Andrés Lamas, representante uruguayo en el Brasil,: “Si V. calcula que el Imperio se prestará a la planificación de nuestros proyectos, recomiendo a V. mucho la insistencia en que el Paraná sea el límite de la República Argentina, y que, para obtenerlo, asuma el Brasil la iniciativa del pensamiento en los próximos arreglos. Urquiza, téngalo usted por cierto, acepta desde luego la proposición. Este arreglo era la base del convenio de Alcaraz. Yo se lo garanto a usted. Desgraciadamente la conducta de los interventores infundió creencias en Urquiza que trajeron discordia entre él y los Madariaga”.  

Si bien el acuerdo de Alcaraz no prosperó, dejó sentada la labilidad patriótica de don Justo José. Brasileños y Orientales ‘colorados’ tomaron nota de ello para una próxima tentativa.

Urquiza borró con sus manos –mejor dicho con sus espadas- lo que él mismo había acordado con la Corrientes del gobernador Madariaga.  Eso sí, nunca se arrepintió de sus actos conspirativos, sólo entendió que había que esperar mejores momentos políticos.

Como dijimos, Urquiza consideró que aún no era tiempo de atacar a Rosas y destruir el andamiaje jurídico soberano de la Confederación Argentina. Paciencia. Ya llegaría la oportunidad deseada para tal fin….

 

III.- La 2ª Guerra Con El Brasil-‘La Guerra Grande’-La Traición A Manuel Oribe Y Al Ejercito De La Vanguardia (1851)

 

Pongámonos en situación. Dice Pablo Yurman que “Montevideo se había convertido en la base de operaciones de ingleses y franceses contra la Confederación Argentina, con el apoyo explícito de los emigrados unitarios. En tanto que el resto del territorio oriental reconocía a Manuel Oribe como legítimo presidente constitucional, quien además de la adhesión de la mayoría del pueblo oriental, era apoyado por Rosas y los federales”.

“En ese contexto, el puerto de Montevideo, en donde los unitarios exiliados habían conspirado contra la Confederación con el apoyo explícito de ingleses y franceses interesados desde hacía años en forzar la apertura de los ríos interiores a sus buques mercantes, a partir de la firma de los tratados de paz celebrados con esas potencias, comenzaba a languidecer ante un futuro poco promisorio una vez que las naves de guerra europeas dejasen el estuario del Plata”.

Desde 1847, luego de los acuerdos con Francia e Inglaterra, la popularidad y la prosperidad de la Confederación estaban en su apogeo. El ‘Sistema Americano’ implementado por Rosas era mundialmente conocido. La bonanza de nuestra nación se contraponía con los intereses del Imperio del Brasil.

Lo dicen los propios brasileños. El historiador brasileño Pedro Calmon da una idea de la magnitud de la personalidad internacional de Rosas: “Por el error del extranjero Rosas se había convertido en el mayor criollo americano. Hacia él toda la América del sur volvía la mirada conmovida. Si necesitaran una espada para combatir al intruso, le convocarían a él, al Caballero de las Pampas. La estatura titánica del dictador proyectaba una extensa sombra en el continente: Tras los navíos del bloqueo tremolaba en el aire su poncho punzó”

Creemos que son suficientes estas declaraciones del brasileño para comprender quien y que era Rosas para el mundo y el temor que el Imperio brasileño le tenía–y el respeto, también- para el cumplimiento de sus planes expansionistas y colonizantes. Había que eliminarlo como sea.

Dice Roberto Fernández Cistac que “El cuadro de situación militar era netamente favorable a nuestro país; el trípode que formaba Buenos Aires con el Ejército Aliado de Vanguardia en Uruguay al mando del general Manuel Oribe y el Ejército de Operaciones al mando del Gobernador de Entre Ríos, general Justo José de Urquiza, en el estratégico Litoral argentino, era un valladar prácticamente infranqueable para las fuerzas del Brasil”.

Brasil entendía que Rosas, ahora sí, habiendo solucionado los problemas internos, intentaría reconstituir el Virreinato del Río de la Plata, incorporando –no por la fuerza, sino por peso propio- al Paraguay, Bolivia, el Alto Perú y la Banda Oriental. Una gran y poderosa Federación.

Brasil no podía tolerar este resurgimiento hispanoamericano.

Creyó el Imperio que o bien Francia o el Imperio Británico iban a derrocar a Rosas y apuntado a ello pasó años ayudando, colaborando con los Unitarios a derrocarlo.

Pero, ahora que llegó la paz con ambas potencias debía –por las suyas- ver cómo batir a la Confederación Argentina. Buscó aliados dentro de ella, ya que una guerra directa contra la Confederación, además de un resultado más que incierto, no iba a ser permitido por Gran Bretaña.

Entonces, gracias a la cantidad de espías que tenía en nuestro territorio y en el de la Banda Oriental, pudo contactar y prever que Urquiza era el as de espada que estaba necesitando.

Agredió, así, la frontera de la Banda Oriental con cuatrerismo lo que produjo la reacción del gobierno Oriental de la mano de Oribe y, como consecuencia, del apoyo de Rosas.

El R.P. Pascual R. Paesa lo dice claramente en apretada síntesis como se desenvolvió la actitud del Imperio: “La torcida política imperial se dirigió a crear una situación que obligara a Rosas a declararla. El incidente fue buscado en la frontera del sur. El estado de Río Grande del Sur había intentado separarse del Imperio formando una República, pero había sido sometido.

“Su caudillo Abreu terminó por acomodarse, aceptando el título de barón de Yacuhy. Azuzado por el canciller carioca Paolino José Soares de Souza (mas tarde Vizconde do Uruguay), empezó a cometer toda clase de tropelía contra las tierras uruguayas colindantes, para proteger, según decía, las estancias brasileñas en ese país. Oribe se dirigió al ministro  reclamando diplomáticamente. La ruptura con Oribe aliado de la Confederación Argentina conducía necesariamente a la guerra con su aliada.-

Lamas en una nota reservadísima del 23 de julio de 1850 a su gobierno, le dice sin eufemismos: "Metidos en esta vereda (de provocaciones), la política actual será más firme. Siendo más firme, las cuestiones con Rosas se agriarán, y créalo usted habrá interés en agriarlas para justificar la responsabilidad (de la guerra). Créalo usted, (estas provocaciones) han, de provocar la ruptura, pero de manera que aparezca de parte de Rosas la agresión" (10).

Como las depredaciones proseguían Rosas protestó también enérgicamente por medio de su ministro Guido. El ministro Paolino respondió con acusaciones contra Oribe y contra Rosas. El 23 de septiembre de 1850, Guido pidió los pasaportes y quedaron rotas las relaciones diplomáticas”.

Entonces, si bien por declaraciones el Imperio solo hablaba de establecer la paz y sus pretendidos derechos en la Banda Oriental, en realidad el fin último era derrocar a Rosas, y el medio era azuzar a Oribe, declararle la guerra y –seguramente pensaba el Imperio- Rosas saldría en su defensa por los pactos que los unían.

Continúa Paesa: “Poco le costó al imperio hallar el pretexto para provocar la guerra, esquivando las posibles complicaciones. Las complicaciones podían ser estas: agredir a la Banda Oriental cuya independencia e integridad había sido garantida por Inglaterra, puesto que con ella se aseguraba la internacionalización del Plata. Y agredir también a la Confederación Argentina, deudora y fuente de beneficios para la misma poderosa nación. Todos estos peligros fueron superados por la astucia diplomática lusitana […] Los fines del imperio eran: eliminar a Rosas, nudo de las Provincias (ahora) Unidas del Rio de la Plata, y capaz de impulsarlas por su gran porvenir, liberar las aguas de los ríos, únicas salidas de sus provincias del sur; apoderarse de las Misiones Orientales

Sólo un milagro podría revertir la derrota del Brasil y su fragmentación en republicas (al norte, y al sur eran inevitables). El ‘milagro’ que esperaba el Brasil se llamaba Justo José de Urquiza…

Con lugartenientes militares ‘urquicistas’ como Eugenio Garzón, Servando Gómez, Benjamín Virasoro, más intrigantes como Chaín, Cuyás y Sampère, Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y Obes, sumados al capital inagotable de la banca Buschenthal, Rothschild e Irineu Evangelista de Souza ‘el Barón de Mauá’, todos logistas, el dinero para la aventura en las aguas del Plata estaba asegurado.

Todos ellos sabían que la fortaleza del gobierno de Rosas era determinante debido a que ahora estaba en condiciones de reclamarle a Brasil la devolución de las Misiones Orientales que habían sido usurpadas varios años antes, y detener la permanente invasión brasileña a los territorios del norte de la Banda Oriental.

Brasil, por el contrario, intentaba disgregar a la Confederación. Cómo buscaba lograrlo? Por un lado presionando las independencias de la Banda Oriental (si es que no podía invadirla y tomar posesión de ella) y del Paraguay, y por otro lado, con ayuda del Imperio de Gran Bretaña, lograr la atomización total de la Confederación Argentina (inclusive, si podía, disgregar a Entre Ríos y Corrientes).

Con esta actitud, Alsina le informa con felicidad a Benjamín Virasoro (mano derecha militar de Urquiza en Corrientes) que Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay terminarían siendo un Estado independiente.  De esta manera, se desgajaban de la Confederación que no sólo luchaba por evitar fraccionamientos territoriales, sino también por volver a unir a aquellos territorios que fueron yéndose de la matriz por imposición inglesa, francesa y brasileña junto con los empleados de todos ellos que eran los Unitarios.

Tengamos siempre presente que, ya que hablamos de traiciones, Virasoro fue quien estuvo al lado de las tropas brasileñas en la batalla de Caseros, algo que la historiografía parece haber olvidado, ‘exprofeso’, dicha humillación patria.

El Brasil sabía que en caso de un Congreso en la Banda Oriental, ésta iba a querer formar parte de la Confederación, al igual –tal vez- que la Republica de Bolivia donde gobernaba el caudillo Manuel Isidoro Belzu, de fuerte simpatía por Rosas. Ya eran cosa del pasado las acciones de Santa Cruz al separar Jujuy de Salta con el objeto de incorporarlo a Bolivia.

El ‘Sistema Americano’ ideado por Rosas estaba en plena formación. Brasil lo sabía y estaba en alerta junto a Gran Bretaña y, desesperadamente, miró hacía Urquiza.

Gustavo Martínez Zuviría, descendiente de Prudencio Ortiz de Rozas, dice respecto de la corporización definitiva de la traición de Urquiza: “Juan Manuel allá por 1850 decide hacerle la guerra al Brasil, apoyado por los’ gaúchos’ del sur del Brasil que tenían más allá del idioma, más cercanía y empatía con la Confederación Argentina que con el imperio, además Rozas pensaba abolir la esclavitud en el Brasil, sabedor de esto don Pedro II, y por intermedio de su banquero y político don Irineu Evangelista de Sousa, Barón de Mauá y luego Vizconde de Mauá, quien apoyado por Itamaraty, busca como romper el poder de la Confederación Argentina, y descubre en el masón entrerriano (Urquiza era masón desde 1846), ve en él la ambición desmesurada por la plata y el poder, por lo que lo contactan, el Brasil firma con el Paraguay de Carlos Antonio López el tratado de Asunción en la navidad de 1850 y luego firman con Urquiza representando a Entre Ríos y Corrientes y al partido colorado de la banda oriental que estaban en el Montevideo sitiado el tratado de Montevideo el 29 de mayo de 1851, allí se realiza la traición de Urquiza”.

Como señala José María Rosa: “En aquellos años la provincia de Entre Ríos vivía una gran etapa de prosperidad económica: los negocios de campo se desarrollaban como nunca, corría el dinero en gran cantidad, progresaban sus pequeños pueblos hasta transformarse en verdaderas ciudades; se instalaban casas de comercio, astilleros, saladeros, etc. Hacia 1849 la prosperidad entrerriana se traducía en mejoras edilicias, construcción de teatros, escuelas, etc., costeados en buena parte por el peculio personal del gobernador. Porque éste había crecido parejo con el de la provincia, tal vez en mayor proporción: el general era un hábil militar y un firme gobernador, pero también un consumado comerciante. No solamente era el hombre más rico de Entre Ríos, sino también el distribuidor de la riqueza de los entrerrianos: nadie podía faenar sin su autorización, nadie exportar una libra de carne sin su visto bueno. Era el mayor propietario de campos en la provincia, el fletador de los buques de cabotajes y monopolizador de los saladeros, y no había tenido los escrúpulos de Rosas para cerrar sus negocios al llegar al gobierno.

“El secreto del enriquecimiento entrerriano estaba en el largo sitio de Montevideo, iniciado en 1843. La verdad es que las estancias entrerrianas, más que de los saladeros riograndenses, salía la carne consumida en la ciudad sitiada.

“No era el solo rubro de su enriquecimiento. Desde 1847 las balleneras de cabotaje (de propiedad o fletadas por el gobernador en su casi totalidad), no solamente llevaban a Montevideo la carne en forma de charque o de ganado en pie, sino traían en retorno mercaderías de procedencia europea, reexpedidas inmediatamente a Buenos Aires. Era un gran negocio comprar manufacturas europeas en Montevideo, llevarlas a Entre Ríos y reexpedirlas a Buenos Aires: entradas como de “procedencia interior” eludían las prohibiciones y altos aforos de la Ley de Aduana porteña. Era un verdadero contrabando –tráfico irregular, lo llama Herrera y Obes con eufemismo- que perjudicaba a la Confederación por la burla de la ley protectora de la producción artesanal interna”

El contrabando ganadero y el oro eran el origen, la causa fundacional de la riqueza de Urquiza. Filtrando las riquezas del interior del país, producto de la Ley de Aduana, contraponía sus intereses comerciales particulares a la producción de manufacturas de las provincias.

Y respecto del oro, dijimos que “la salida de oro hacia el extranjero por la puerta falsa de Entre Ríos, formaba el tercer renglón de grandes ganancias irregulares. Rosas había prohibido en 1837 la exportación del oro a fin de mantener una existencia que sostuviera el valor del peso e hiciera elásticas las reacciones del mercado. Naturalmente, la ley de Rosas prohibía la salida de oro de Buenos Aires al exterior, pero lo permitía hacia otras provincias. Pero las goletas y balleneras del gobernador Urquiza, que llevaban mercaderías europeas a Buenos Aires, retornaban con grandes cantidades de oro que llevaba a vender a Montevideo; el precio del oro, debido a su prohibición de exportarlo, era más bajo en Buenos Aires que en Montevideo”

“Si en la exportación de la carne entrerriana a Montevideo tenía el gobernador la parte del león, en los otros dos tráficos irregulares (introducción de mercaderías europeas y venta de oro) era el exclusivo beneficiario. Sus libros de contabilidad demuestran que se valía de la gerencia o sociedad de dos fuertes comerciante catalanes, Esteban Rams y Rubert en Buenos Aires (para la colocación de las mercaderías europeas y la compra de oro) y Antonio Cuyás y Sampere en Montevideo, encargado a su vez de colocar la carne y el oro y adquirir productos europeos”.

Ya en 1850,  la codicia de Urquiza no pasaba desapercibida, ni aún para los diplomáticos ingleses. En Septiembre de 1850, Southern le describe en una carta a Palmerston las características personales de Urquiza “El despotismo que el General Urquiza ha establecido en Entre Ríos es mucho más absorbente y egoísta que el que acá reina [se refiere a Buenos Aires gobernada por Rosas]. La conducta del General Urquiza es sanguinaria y caprichosa, fuera de cuenta todo lo que se ha oído respecto al gobierno de un pueblo de raza blanca; además, es rapaz y avaro, uniendo a las características de un tirano insensible a inexorable, los rasgos de un mercader voraz e insaciable”.

¡Que distinta la actitud de Rosas quien no sólo nunca cobró el sueldo que le correspondía como Jefe de la Confederación Argentina y Gobernador de Buenos Aires, sino que cada vez que fue necesario, él puso dinero de su propio bolsillo para alguna obra del Estado. Recordemos que donó 500 pesos mensuales, a título personal, y otros 500 pesos a nombre de su sociedad comercial, para colaborar en la guerra contra el Brasil.   También puso de su dinero propio para la expedición al desierto que comandó. Como dice el historiador Mario Cesar Gras, todo se encuentra probado con documentación existente en el Archivo General de la Nación.

Si los ingleses sabían del proceder de Urquiza, Rosas no les iba a la zaga y se propuso advertirle acerca de sus maniobras.  Ante la persistencia en su accionar, tomó medidas para impedir fuertemente las intrigas entrerrianas, ya que por un lado, se combatía a los Unitarios de Montevideo y por el otro lado, gracias al accionar de Urquiza, se alimentaba a aquellos a los que se estaba combatiendo.

El 19 de diciembre de 1845,el co-autor intelectual del asesinato de Manuel Dorrego junto a Julián S. Agüero y Juan Cruz Varela, el Masón Salvador María del Carril, escribió con preocupación a Florencio Varela (ambos habían hecho de su odio al Restaurador el “leit motiv” de sus vidas): “Rosas va a un objeto: la reconstrucción del virreynato del río de la Plata o la inauguración de un imperio argentino”.

Se sabía que a Rosas no sólo lo apoyaban los pueblos del interior, sino que también lo hacían los ‘gaúchos’ del sur del Brasil quienes tenían, al margen del idioma, más cercanía y empatía con la Confederación Argentina que con el Imperio.

Rosas, además de incorporar por voluntad libre a los ‘riograndenses’, pensaba abolir la esclavitud en toda la zona del Brasil que lo apoyase, hecho que le granjeaba simpatías populares en aquella región.

Un dato que revela la contradicción entre el gobierno de la Confederación y su jefe militar Urquiza, es que, por un lado, los esclavos del sur del Brasil escapaban del suelo imperial para ingresar en al territorio argentino donde serían hombres libres; y por el otro, Urquiza comerciaba con el imperio contrabandeando sus productos, sus ganados, etc. Gracias a estas operaciones comenzó luego a ‘coquetear’ militarmente con el enemigo brasileño y los Unitarios de ambos márgenes del río Uruguay.

Los beligerantes del Uruguay fueron los ‘Blancos y los Colorados. Manuel Oribe, encabezaba a los Blancos, aliados de los Federales argentinos liderados entonces por el Restaurador de las Leyes don Juan Manuel de Rosas. Se enfrentaban a los ‘Colorados’, aliados de los Unitarios argentinos a quienes se  sumaron soldados y mercenarios brasileños, franceses, ingleses, sardos, españoles y alemanes, entre otros.

Tengamos presente que ya en 1838 y en 1845 ante los bloqueos franceses e ingleses, Urquiza señalaba que podía formarse un nuevo estado independiente integrado por la Mesopotamia, la Banda Oriental y tal vez Paraguay.  El sería el Jefe Supremo de esa nueva República. Esto lo comentaba ante los brasileños y Unitarios como alternativa en caso de no poder triunfar ante Rosas. Hoy, se diría que se trata de un Plan ‘B’.

Rosas sabía de los especulativos movimientos comerciales de Urquiza, pero todavía no creía que las cuestiones mercantiles propias lo iban a llevar a traicionar a su gobierno. Hasta 1851 esperó un atisbo de patriotismo de parte de Urquiza por sobre sus intereses codiciosos. Allí, la intuición o sagacidad de Rosas, fracasó y demostró no conocer a fondo al entrerriano.

Urquiza tenía un muy bien aceitado sistema comercial entre Buenos Aires, Montevideo y Entre Ríos.  Cuyas y Sampère era su mano derecha y junto a otros personajes, oficiaba de enlace, entre todas esas regiones.

Contaba para ello con una eficiente organización comercial.  En Buenos Aires estaba representada por el catalán Esteban Rams y Rubert, encargado de vender lo importado y comprar oro. En Montevideo, Antonio Cuyás y Sampère, se encargaba de comprar mercaderías extranjeras y vender el oro adquirido en Buenos Aires.  A esto se debe agregar la carne que Urquiza enviaba desde su provincia.

Cuyás y Sampére, estaba en permanente contacto con Valentín Alsina, Herrera y Obes, Andrés Lamas, entre otros. Y, obviamente, el catalán nunca obraba sino por órdenes de Urquiza, su empleador.

Urquiza desde un principio jugaba a dos puntas, por un lado peleaba contra ingleses y franceses, pero por el otro comerciaba con esas tropas extranjeras vendiéndoles cueros y carnes provenientes de sus estancias, según lo reconoció el propio catalán.

Don Justo iba sopesando el ambiente y notaba que sus necesidades comerciales personales comenzaban a chocar con los intereses de su país.

Cuyás decía que Urquiza no tenía planes fijos, sino que iba obrando según sus intereses personales y los de su Provincia.

Como la provincia era prácticamente su feudo, los intereses de la provincia y los de don Justo, coincidían como un calco.

El dinero del banquero de París, Rothschild, se derramaba en los miembros de la Defensa de Montevideo que resistían en la ‘Nueva Troya’.

Dice Mariano García: “La cooptación de Justo José de Urquiza fue gestada por Benito Chaín y Antonio Cuyás y Sampère. El uruguayo Chaín, era esposo de Narcisa Pacheco y Obes, hermana de Melchor. A su vez Chaín era amigo de juventud del gobernador Urquiza. Él actuó como nexo siendo agente confidencial del canciller Manuel Herrera y Obes. El otro agente intermediario fue Cuyás y Sampere, el contacto que tuvo el gobernador entrerriano con Silva Pontes, agente imperial en Montevideo”.

Es visible para todos los que han estudiado documentos de la época que el famoso ‘pronunciamiento’ de Urquiza intentaba hacer parecer una disputa doméstica, según lo pergeñaron los brasileños concienzudamente.   No fue sino una guerra internacional –la segunda – entre Brasil (coadyuvado por Unitarios, mercenarios sardos y alemanes, y el traidor de Urquiza arrastrando a millares de sus soldados que lo seguían sin saber bien adonde y por qué)  y la Argentina soberana de la Confederación guiada por Juan Manuel de Rosas.

Adolfo Dante Loss expresa acerca de la actuación de los mercenarios alemanes durante los años 1850 a 1852, con material extraído del escritor e historiador alemán –Albert Schmid- en un trabajo titulado ‘Die Brummer’, traducido al portugués, prologado y anotado por el general de división brasileño Bertoldo Klinger, publicado en la separata de A Defensa Nacional Nos. 431 a 438, editado en Río de Janeiro en 1951.

“Pedro II, consciente de la gravedad que significaba una confrontación militar con la Confederación Argentina, envía a fines de 1850 al teniente coronel Sebastiáo do Rego Barros a Hamburgo; la misión de éste consistía en reclutar mercenarios alemanes para la lucha que, sin lugar a dudas, tendría que librar el Imperio contra la Argentina. Luego de seis meses de tratativas, saboteadas en parte por los agentes de la Confederación, logra contratar 1.800 hombres, incluidos 50 oficiales, la mayor parte con antecedentes militares en África, Polonia, España y la India”.

La inteligencia de la diplomacia brasileña –hay que reconocerlo- hizo pasar un perenne conflicto netamente internacional, como una disputa civil entre argentinos; de tal modo que su actuación no quedara manchada como invasores frente a la historia futura. Brillante.

Lo explica sintéticamente  Fernández Cistac: “Pasar por alto una guerra internacional es una hazaña sin precedentes de ocultismo histórico, un verdadero record insuperable de nuestra historia tradicional que -emulando el fraude culinario de hacer pasar gato por liebre- ha presentado como una revolución doméstica lo que fue una guerra entre los primeros Estados de Sudamérica en ese momento”.

Dice Leonardo Castagnino: “Planteadas así las cosas, la segunda guerra Argentino-Brasilera estaba casi declarada. Faltaba la declaración formal de guerra, a la que no se animaba Brasil, que veía degradarse sus fuerzas en problemas internos. Derrotado el Imperio antes de comenzar, en vísperas de la guerra se produce el milagro brasilero: “La traición del general en jefe del ejército argentino, que se pasa al enemigo con todo su ejército completo. Está claro que para lograr esa mistificación histórica los brasileños contaron con el Unitarismo irredento nativo y su versión falsa de la historia”.

Ya antes de la batalla de Caseros, los Unitarios propugnaban la libre navegación de los ríos interiores renunciando a la soberanía sobre los mismos. Algo que iba en dirección contraria a lo que dictaban las leyes en Europa y los EEUU sobre el tema, quienes hacían de sus ríos un espacio soberano exclusivo.

¿Y qué hacía mientras tanto Urquiza?

Luego de la batalla de Vuelta de Obligado, por los años 1846 y 1847, volvía lentamente a conspirar contra su propio país y comenzaba a solidarizarse con posturas que se verían reflejadas luego de Caseros.

Cuando las acciones expansionistas brasileñas estaban en su apogeo invadiendo el norte de la Banda Oriental y las Misiones, paradojalmente el Brasil se encontraba debilitado por los intentos secesionistas en el norte y en el sur de su propio país.

Rosas junto con Urquiza y Oribe en el mando, se prestaba, finalmente, a atacar en su propia tierra al Imperio brasileño, que propugnaba insistentemente la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay.

Mientras tanto, continuaba el asedio de Oribe y Urquiza a Montevideo en lo que se llamó la Guerra Grande que se produjo entre el 10 de marzo de 1839 y el 8 de octubre de 1851.

Habíamos comentado que Urquiza era un comerciante dócil a los sobornos que pudieran incrementar su peculio. El acrecimiento de su poder y riqueza era lo único que le importaba (lo que finalmente lo llevó a la tumba).

También le preocupaba la ‘imagen’ que de él pudiera llevarse la historia. No quería quedar como lo que realmente era: un vil y recalcitrante traidor. Y todos sus pasos se dirigían a lograrlo. Para Urquiza era primordial el cuidado de las ‘formas’ y el cómo iba a quedar plantado ante la posteridad.

Es por ello que cuando los brasileños lo empiezan a semblantear para que asuma el papel de ‘Judas’ contra su patria (tal vez la mayor traición en los anales de la historia nacional que se tenga memoria) él, la primera espada de la poderosa Confederación Argentina, rápido de reflejos, el 20 de Abril de 1850 le escribe una carta a Cuyás y Sampère –suponiendo astutamente que su empleado catalán se lo iba a transmitir a los brasileños- y  entendiendo que aún no estaban dadas las condiciones para su felonía, se hace el ofendido y dice:

“... Crea usted que me ha sorprendido sobremanera que el gobierno brasilero haya dado órdenes para averiguar si podía contar con mi neutralidad ..., yo, gobernador y capitán general de Entre Ríos, parte integrante de la Confederación Argentina y general en Jefe de su ejército de Operaciones, que viese empeñada a esta o a su aliada la república oriental en una guerra en que por este medio se ventilasen cuestiones de vida o muerte vitales para su existencia y soberanía!... ¿cómo cree el Brasil, como lo ha imaginado un momento, que permanecería frío e impasible espectador de esa contienda en que se juega nada menos que la suerte de nuestra nacionalidad o de sus más sagradas prerrogativas, sin traicionar a mi Patria, sin romper los indisolubles vínculos que a ella me unen y sin borrar con esa ignominiosa mancha todos mis antecedentes?”.

Hay una carta, entre tantas otras, que revelan que Urquiza ya conspiraba contra su propio gobierno. La primera, de su socio-empleado Antonio Cuyás y Sampère del 11 de Abril de 1850 (nótese que es un año antes del pronunciamiento de Urquiza, reproducida por el propio Sampère en sus ‘Apuntes Históricos sobre la Provincia de Entre Ríos-Mataró 1888 que se puede encontrar en la Biblioteca masónica de la ciudad de Colón, Entre Ríos, llamada ‘Fiat-Lux’):

“No habiendo salido todavía el buque conductor de mi anterior fecha 9, lo aprovecho para incluirle los números de ayer y hoy (Se trataba del Comercio del Plata, órgano que los liberales y la masonería operaban desde Montevideo). Ellos lo impondrán haber llegado otra fragata francesa de la expedición con doscientos artilleros y parte del estado mayor expedicionario. Han llegado a más grandes cantidades de dinero remitidas por el banquero de parís Rothschild, con el intento de comprar las letras que los agentes franceses giren contra el tesoro de Francia, y pertenecientes otras a la caja de la división expedicionaria. Las primeras se hacen subir a 40 mil onzas de oro, y las segundas a 10 mil."

Urquiza, le contesta prontamente a Cuyás” Viva la Confederación Argentina-Mueran los salvajes Unitarios- San José, abril 20 de 1850. Sr. D. Antonio Cuyas: • Estimado amigo: Por sus dos apreciables de 9 y 11 del actual, como por los números del Comercio del Plata que hasta esta última fecha a ellas me acompaña, quedo impuesto del arribo a esa ciudad de dos buques de seiscientos hombres de desembarco, pertenecientes a la expedición francesa; de haber llegado también grandes sumas de dinero correspondientes unas a la caja de la misma expedición y otras remitidas por el banquero Rothschild con el intento que Ud. expresa."

 Aquí quedan demostradas varias cosas: que Urquiza fue siempre un traidor solapado; que existía desde siempre un contubernio con los franceses de parte de él; que tomaba nota del arribo de los 600 hombres-militares- franceses; que recibió el soborno en dinero de la Banca Rothschild que la remitía a través de sus subsidiarias en el Brasil y que por lo tanto el Brasil, sea militarmente o, como en este caso, financieramente nos atacó para el logro expansivo de sus metas.

Obsérvese como dato no menor que muestra la hipocresía de Urquiza que mientras negociaba con nuestros enemigos para entregar su patria, la Confederación Argentina, mantenía las formas puesto que seguía encabezando sus carta con el ” Viva la Confederación Argentina-Mueran los salvajes Unitarios. De allí que Rosas, con pleno conocimiento, supo que su enemigo más enconado era el Imperio del Brasil que desde las sombras no dejaba de atacarnos para destruir la Confederación Argentina, cosa logró el 3 de Febrero de 1852.

Un doblez e hipocresía parejos a su nivel de malhadada astucia.

En Marzo de 1851 las cosas son diferentes. En una carta que le escribe Manuel Herrera y Obes a Andrés Lamas el 12 de Marzo en momentos que tanto los brasileños como los Orientales ‘Colorados’ intentaban seducir a Urquiza para atraerlo a sus filas, dice: “El hombre está decidido a unirse con nosotros pero no quiere ni conviene que eso aparezca como una traición...   por consiguiente exige aquello (el previo aviso de Brasil) y que se lo coloque en una posición honrosa, buscándolo con la proposición de lo que el Brasil quiere obtener y se propone hacer.   En ella dice que se apoyará para dirigirse a Rosas en términos que no le dejarán elección sino entre perecer o ceder”.

Acá queda en evidencia el cuidado de las ‘formas’ por parte de Urquiza para ser miembro de la alianza.  Una alianza cuya jefatura, a no dudarlo, estaría en manos de los Imperiales y él sólo sería una marioneta de las políticas del Emperador brasileño.

El 3 de Abril de 1851, comienza a correr el dinero de los brasileños –18 onzas de oro- al bolsillo de Urquiza a través de su ‘correveidile’ Cuyás y Sampère.  Además, se incluía para Urquiza el cuidado de su ganado, mercadería, y oro, por parte de las naves del Imperio en las aguas interiores. Urquiza tendría vía libre para sus negocios y una especie de ‘seguro’ para ello.

Los brasileños sabían positivamente que para triunfar sobre Rosas era imprescindible el concurso de Urquiza, el ‘Talón de Aquiles’ de la Confederación, porque no podían contar con el apoyo inglés y francés ya que éstos acababan de llegar a un acuerdo con Rosas y firmado la ‘pax’.

Sin Urquiza los brasileños no se hubieran animado a atacar a Rosas debido a que sabían que con su mediocre ejército no podrían sostener una guerra contra los aguerridos veteranos del Ejercito de la Confederación, comandados por Urquiza y Oribe.

Hemos dicho que Urquiza era un adelantado en el cuidado de las formas y que era muy importante para él la imagen para la posteridad que pudiera escribir la historia. Importancia que los demás intervinientes en los primeros tiempos de nuestra historia patria no alcanzaban a visualizar, razón por la cual actuaban sin dichos cuidados.

Dice al respecto el historiador Rosa que en Marzo de 1851: “Los escrúpulos del entrerriano han vuelto a surgir como en el pasado 20 de abril del año anterior.   Deberían encontrar en Montevideo y en Río de Janeiro, y rápidamente, una forma que dejase a salvo la honra del general.   Muñoz busca al ministro Herrera – a la hora exacta de desembarcar – para decirle en nombre de Urquiza que “aunque está decidido a unirse con nosotros”, “cuida su posición honrosa”.   escribe Herrera a Lamas el mismo 12, informándole los escrúpulos de Urquiza para que “eso no aparezca como una traición” :

“El hombre está decidido a unirse con nosotros – escribe Herrera a Lamas el mismo 12 de marzo – pero no quiere ni conviene que eso aparezca como una traición...   por consiguiente exige aquello (el previo aviso de Brasil) y que se lo coloque en una posición honrosa, buscándolo con la proposición de lo que el Brasil quiere obtener y se propone hacer.   En ella dice que se apoyará para dirigirse a Rosas en términos que no le dejarán elección sino entre perecer o ceder”

Por tal causa, finalmente Urquiza rompe su alianza con Rosas (y con su país).  Cruza el río Uruguay y con su enorme ejército, preparado para luchar contra el Brasil, ataca a traición al Ejercito de Oribe, su hasta ayer camarada. 

Oribe se encontró de golpe rodeado: en frente tenía las tropas francesas y sus mercenarios junto a los Unitarios de Montevideo. Y por detrás fue atacado a traición por Urquiza, Garzón y los brasileños. Además vio como muchos de sus soldados y oficiales, cansados de guerrear durante tantos años, se pasaban al bando de Urquiza.

El dinero de las bancas brasileñas (Buschenthal, Rothschild, Mauá) corría a raudales para comprar las almas (y las espadas) de Urquiza y sus ad-lateres.

Urquiza tardó en pronunciarse porque necesitaba la segura protección del Brasil según carta de Paulino Soares de Souza a Pontes el 13 de Mayo de 1851. Como buen comerciante sabía que necesitaba un ‘seguro’ para tales operaciones, (Extraído de ‘Vida do Visconde de UruguaI’- Paulino José Soares de Souza- 1944- Cómpanhia Editora Nacional- Sao Paulo, - Rio dé Janeiro 'Recife - D:iliia - Pará - Pôrto Alegre http://bdor.sibi.ufrj.br/handle/doc/329)..

Pero hay que ser justos. No todos los ‘Urquiza’ han traicionado a su país. Juan José Urquiza,  su hermano, así como Hilario Lagos, rechazan el proceder de Justo José y condenando su accionar, siguen fieles al Restaurador.

Ahora, ¿por qué Urquiza traiciona a su patria?

Por dinero, oro, riqueza, fama y poder. Nada más le importaba.

Mientras sucedía todo este manejo diplomático, el amañado amanuense de Urquiza, Cuyás y Sampère, se dedicaba a hacer –por cuenta del General entrerriano- negocios de proveeduría al ejército y a la escuadra imperiales y  el monstruoso compromiso (si queda lugar para el adjetivo) de llevar la guerra contra su propia patria en alianza con el Imperio enemigo, como veremos en próximos párrafos.

Si bien Urquiza basaba su ruptura con el gobierno legal de su patria, (vulnerando lo por él firmado en el Pacto de Federal de 1831), en que ‘Rosas no se encontraba bien de salud’, después dejó de lado ese argumento primigenio para decir que el gobierno de Rosas era ‘tiránico’ y que su gobierno (el entrerriano) y el brasileño combatían por la ‘libertad’ (sic) y la organización constitucional de país.

El argumento de la mala salud de Rosas como elemento para verse obligado a romper con la Confederación, fue un excusa tan pueril que prontamente dejó de escucharse. Porque si hubiese sido por la salud de Rosas, no necesariamente debía romper con el gobierno nacional (en el que se incluían varias provincias autónomas).  En el mejor de los casos hubiera debido romper con el gobierno de Buenos Aires.

La argumentación de la lucha por la libertad suena risible si no fuera por los perjuicios que las acciones “brasileñas-‘urquicistas’“ trajeron al país: la supuesta ‘tiranía’ de Rosas.

El argumento de que Rosas era un tirano choca con un dato de la realidad. Como dice Fernández Cistac: “Hacía nueve años que [Urquiza] acataba la autoridad de Rosas pudiendo llenarse volúmenes con las alabanzas a su gestión manifestadas en sus discursos y en su correspondencia con el Restaurador. Además, Urquiza gobernaba Entre Ríos de la misma forma que Rosas Buenos Aires: suma de poderes de hecho y de derecho.

Si se había repentinamente entusiasmado con el republicanismo liberal, ¿por qué no empezó por aplicarlo en su provincia? No cabe duda que el Libertador olvidó el Sermón de la Montaña en la parte que veda “... ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

Por ese entonces, Brasil era una Monarquía cerrada y esclavista y Urquiza ostentaba una autocracia en la que todo el comercio, las industrias incipientes y la ganadería pasaban por sus manos, sirviendo la provincia como un feudo particular. ¿De qué principios de libertad hablaban y decían defender en su lucha contra Rosas?

La otra manifestación rupturista basada en la falta de constitución no resiste el más mínimo sostén argumental. Dice al respecto el mencionado autor que la Constitución era una panacea abstracta porque “la vida social no puede encapsularse en articulados inmutables. Desde mediados del siglo pasado que juristas alemanes como Savigny y von Ihering demostraron que las leyes que no reconocen un sustento histórico y social están condenadas a ser reliquias de archivos.

“Las constituciones son para las Naciones y no a la inversa; deben servir y no ser servidas. Nadie desconoce el valor de tener una Ley Fundamental que discipline el accionar de los poderes públicos y reconozca los derechos del hombre, pero llegar al extremo de considerarla una deidad laica ante la cual deben inmolarse todos los valores nacionales es decididamente irracional; significa incurrir en un fetichismo jurídico similar al religioso que en la antigüedad ofrendaban sacrificios humanos a los dioses de barro. Gran parte de las desgracias argentinas se debe a esta Inversión de valores destinada a amoldar nuestra Nación a las prescripciones constitucionales y no a la inversa como han hecho países más criteriosos: Gran Bretaña e Israel no tienen Constitución escrita y esto no fue nunca un obstáculo para su progreso.

“En 1853 tuvimos una Constitución, pero ¿a qué precio? La derrota ante el Brasil, la pérdida de las Misiones Orientales, resignamos a ser interlocutores pasivos en las cuestiones del Río de la Plata y a tener una legislación fluvial lesiva a nuestros intereses. Como si esto fuera poco, la flamante Carta Magna quebró la unidad nacional porque Buenos Aires no participó del Congreso Constituyente ni aceptó la Constitución. ¿Acaso hay algo que festejar?”

Detrás de todas esas rimbombantes declamaciones huecas de Urquiza, había un rastrero tema económico para él, aunque lo maquillaba con aquellas otras razones.

La política comercial de Rosas, proteccionista de la industria incipiente nacional, chocaba ya desde hacía tiempo, con los intereses económicos particulares de Urquiza

Señala Miranda que en Abril de 1849 la Legislatura de Entre Ríos modifica unilateralmente la Ley de Aduana eliminándose impuestos a las mercaderías extranjeras e imponiendo altos impuestos a producciones de las otras provincias de la Confederación.

Mientras que por un lado combatía a los Unitarios, por otro lucraba mediante el comercio con los agresores anglo-franceses y Unitarios de Montevideo. “Urquiza tenía un interés vital en defender el tráfico costero con Montevideo, en apoyar la política de libre navegación y en resistir el monopolio del comercio porteño y de la aduana (...)” Julio Irazusta aportó en su obra la correspondencia de Uquiza que prueba que: “Desde que los buques del convoy de 1845 descargaron y cargaron mercaderías en Entre Ríos, Urquiza y su socio Antonio Crespo encontraron una mina de oro para el comercio clandestino con Montevideo. La plaza era aprovisionada, más que por los puertos de Río Grande, por los saladeros entrerrianos de Urquiza.(...)” “Urquiza reunía tanto poder como prosperidad. La guerra en Uruguay y el bloqueo de Buenos Aires habían estimulado la economía de Entre Ríos y todo lo que enriqueciera a Entre Ríos, enriquecía a Urquiza. Los estancieros llegaron a ser proveedores de la sitiada Montevideo, y el escuadrón anglo-francés protegía sus cargamentos de carne contra Rosas. Exitoso saladerista, exportador de carnes, propietario de barcos, importador de artículos europeos desde Montevideo hacia Entre Ríos y luego hacia Buenos Aires; donde obtenía el oro que luego exportaba vía Entre Ríos.” Urquiza trabajaba en conjunto con el comerciante Samuel Lafone explotando los saladeros en ambas márgenes del río Uruguay”

Las políticas nacionales sostenidas por Rosas fueron perjudicando en sus negocios a Urquiza, quien desarrolló su riqueza por contrabandos de todo tipo (oro, ganado, caballos, etc).

Estas cuestiones -y no las ideológicas- fueron lentamente minando su lealtad a la patria y lo llevaron a preparar sus traiciones (que fueron muchas). Amén de una cierta envida que tenía por Rosas por su gran popularidad tanto continental como en el viejo mundo.

Pacho O’Donnell desarrolla cómo se fue dando ese viraje ““durante el bloqueo francés la plaza de Montevideo era aprovisionada clandestinamente por los saladeros entrerrianos de Urquiza. Pese a la prohibición de comerciar con Montevideo, el gobernador Crespo, títere del jefe del “Ejército de Vanguardia” permitía que los buques de cabotaje trajesen productos europeos y llevasen en retorno carne argentina. No tenían escrúpulos, él y don Justo José en usufructuar “los canales de plata” que se les ofrecían para enriquecerse haciendo la vista gorda a las exigencias legales porque, como confesase Crespo en su intercambio epistolar con Urquiza, era preferible “ser medio vivo a medio zonzo”. 

“El tráfico de Urquiza continuó, ahora burlando las leyes de aduana porteñas, porque las mercaderías europeas que compraba en Montevideo y traía a Buenos Aires no pagaban derechos en ésta por ser transportadas en buques nacionales. Nadie podía embarcar ni faenar sin autorización del gobernador. El negocio de exportar carne a Montevideo era exclusivo de los saladeros o las estancias de Urquiza, quien acabó por hacerse dueño de casi todo el comercio que pasaba por la provincia y el beneficio de ese tráfico irregular era tan elevado que alcanzaba para beneficiar las finanzas entrerrianas, incidía en el bienestar económico de los habitantes y acrecentaba la ya inmensa fortuna particular del gobernador, primer productor, comerciante y transportista de la provincia. Todo ello en perjuicio de la economía y de la estrategia de la Confederación Argentina.

“Si Rosas no podía impedir que Entre Ríos comerciase con el sitiado Montevideo, podía en cambio defenderse prohibiendo que los productos introducidos por Entre Ríos llegasen a Buenos Aires. Lo hizo por dos medios: no permitió en los puertos porteños el embarque o desembarque de mercaderías ultramarinas en buques de cabotaje, e impidió la exportación de oro al interior. 

Esto provocó la irritación de Urquiza, que fue tan pública que despertó en los unitarios y en Brasil la esperanza de contarlo como aliado”.

Queda al descubierto que tras la pantalla de supuestos deseos de organizar el país (el país ya estaba organizado), y los declamados deseos de constitucionalizar el país, se escondía en Urquiza y los Unitarios un irreprimible deseo de acopio personal de riquezas a costa de la miseria de la población del interior.

Muchos años después el secretario de Urquiza, Nicanor Molinas, reconoció los móviles económicos personales: “Al pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el comercio del oro por Entre Ríos”. El brasileño Duarte da Ponte Ribeiro, delegado ante la Confederación, escribe en el mismo sentido a su primer Ministro Paulino el 23 de octubre de 1850: “(Rosas) no permitió que a Entre Ríos vayan buques extranjeros ni que de ahí salgan para ultramar; Urquiza no solamente es el gobernador sino también el primer negociante de su provincia y las negativas de Rosas lo perjudicaban enormemente como negociante”.

Además, el Imperio del Brasil necesitaba para su expansión la libertad de navegación de los ríos interiores argentinos y orientales, y la independencia del Paraguay.

Esto significaba que los intereses políticos estatales del Brasil coincidían con los intereses políticos personales de Urquiza. La alianza era cuestión de tiempo.

Las ambiciones de Urquiza de acrecentar su ya enorme riqueza personal lo llevan a conformar una alianza con el Brasil y con los hombres de la Defensa de Montevideo (Manuel Herrera y Obes, Andres Lamas,  Melchor Pacheco y Obes, etc) y, como se dijo arriba, conjuntamente con otro sublevado Eugenio Garzón, ataca a Oribe que rodeado y con muchos de sus hombres en franca deserción sucumbe casi sin poder ofrecer casi resistencia

Como adelantáramos en los negociados de Cuyás, al pactar su alianza con Brasil para derrocar a Rosas, Urquiza pidió un préstamo a los brasileños de 400.000 patacones -más de 2.000.000 de francos oro- (100.000 por mes), en garantía de cuyo pago hipotecó todas las rentas y las tierras de propiedad pública de las provincias de Entre Rios y Corrientes (no las propias, obviamente).

Además del préstamo referido, pidió la provisión de armas de los ejércitos que llevarán la ofensiva hasta Buenos Aires.

Los brasileños, conocedores de la volatilidad de Urquiza y temerosos de que se pudiera arrepentir de entregar a su patria por no recibir el soborno brasileño, le dan lo que pide. Ya se cobrarían los imperiales el dinero invertido.  

Dice O’Donnell: “Los 100.000 pesos fuertes exigidas por el jefe entrerriano le parecen al marqués de Caxias una contribución excesiva porque no ignora que el abastecimiento de carne proviene de los propias haciendas de Urquiza y porque, como es costumbre, la provisión de otros insumos y de animales se hace por confiscación forzosa en los establecimientos privados de la zona. Le cuesta confiar en quien ya ha traicionado, pero sabe que su persona y sus fuerzas son indispensables para lograr la caída de un vecino tan incómodo. Entonces el 20 de diciembre escribirá con realismo a su gobierno aconsejando una respuesta positiva: “Cualquier negativa nuestra lo irritaría siendo, como V.E. sabe, alguien a quien poco falta para mudar de opinión de la noche a la mañana (...) No le sería difícil arreglarse con Rosas y volverse contra nosotros”. También influía la recompensa, acordada y firmada con sus socios beligerantes, de la incorporación de las riquísimas Misiones Orientales, de elevada significación estratégica por su ubicación geográfica que se irradiaba hacia Brasil, Paraguay, Argentina y .sobre todo, Uruguay.” 

Urquiza se obligaba a reconocer dicho empréstito dando por seguro su triunfo sobre Rosas. En ese caso, la deuda pasaba a ser de provincial a nacional (es decir, del Estado Argentino, no del propio Urquiza que obtenía el préstamo y tomaba el dinero para sí).

En el caso de que no se triunfase sobre Rosas, la deuda seguiría siendo de las provincias de Entre Ríos y Corrientes, las cuales hipotecarían sus rentas y sus tierras (las públicas, claro).

Brasil entregó armas y el apoyo de sus fuerzas navales y terrestres. Urquiza se comprometió a reconocer la independencia del Paraguay, la libre navegación de los ríos interiores, la entrega de la Banda Oriental, el reconocimiento jurídico a la usurpación de facto de las Misiones Orientales por parte del Brasil y la devolución de los ‘gastos de guerra’ en que incurriere el Brasil en la contienda que se avecinaba.

De tal modo, y como dijimos, rodeado Oribe debió rendirse ante Urquiza quien nuevamente miente, esta vez a su excompañero de luchas- diciéndole que se tranquilizara, que no iba a haber ‘ni vencedores ni vencidos’; que los soldados de la Banda Occidental iban a poder volver a sus pagos. También se obligaba a usar sus buenos oficios para que el Imperio del Brasil no presentara reclamación alguna a nuestras autoridades hasta 6 meses después de restablecido el gobierno constitucional.

Nada de esto se cumplió, puesto que el gobierno de la Defensa de Montevideo no avaló el acuerdo de Urquiza y Oribe, debió entregar tierras y dinero a los Imperiales, solo permitió que los oficiales volvieran a las tierras bonaerenses, la tropa quedó detenida –esclavizada- en Montevideo y fue obligada por el ‘arrepentido’ Urquiza a ser incorporada a sus tropas para combatir a Rosas.

¿Quiénes eran los brillantes oficiales en el ejército de Vanguardia al mando de Oribe que sitiaba Montevideo?

Dice Gustavo Martínez Zuviría que eran los Coroneles Costa, Maza y Ramiro, y las divisiones de caballería a las órdenes de los Jefes Quesada y Lamela; y después, extendidos por los campos, el Coronel D. Nicolás Granada que mandaba la división Sud y le obedecían los Comandantes Don Ramón Bustos y Bernardo González; las divisiones números 4 y 6 respectivamente a las órdenes de los Coroneles Don Cayetano Laprida y Don José María Flores, y Regimientos de Caballería que dirigían y ordenaban los Coroneles Sosa, Burgoa, Hidalgo, Echegaray, Videla, Palao, y Batallones de Patricios todos de la Guardia del Monte que mandaban Don César Domínguez, y libres de Buenos Aires al mando del Coronel Don Pedro Ramos y Nicolás Martínez Fontes; y la artillería que obedecía órdenes de los Comandantes Castro y Méndez. el General Venancio Pacheco y el Barón de Hollemberg, el mismo que junto al General Zapiola, habían sido los inseparables compañeros del denodado General San Martín en su viaje desde Europa.

Pero, es más que evidente que no contaban con Urquiza….

Este nuevo y repetido acto de traición de Urquiza desniveló las fuerzas y llevó a la Banda Oriental a tener que pactar con el Brasil 5 tratados que lo pusieron prácticamente como un Estado vasallo del Imperio perdiendo un 50% de su territorio.  Además permitía la libre navegación del río Uruguay al Brasil y se endeudaba con el mismo por sumas astronómicas más sus intereses del 6% anual.

‘Gracias’ a Urquiza, la Banda Oriental quedó en ruinas, quedó enajenado, empequeñecido y sometido al Imperio del Brasil, convirtiéndose un apéndice del mismo.

‘Gracias’ a Urquiza, se perdió la oportunidad de conformar nuevamente una “Patria Grande”. En cuestiones de economía, la Banda Oriental estaba hundida.

Súmese el hecho que el nuevo estado títere debió hacer frente a las grandes deudas contraídas con Brasil, Francia e Inglaterra. Se vio comprometida la soberanía del país; aduanas y tierras extranjerizadas; la tierra desvalorizada, la ganadería y los saladeros en ruina y un descenso de la población.

Y Urquiza cada vez más rico lucrando con la sangre rioplatense ante la sonrisa de los banqueros Orientales y brasileños.

 Dice García Mellid: “Como parte de los prolegómenos del movimiento, en 1851, los unitarios de Montevideo impusieron la celebración de un tratado de alianza con el Imperio del Brasil. Por este tratado el Uruguay perdió “una extensa faja de territorio con que el gobierno de la Defensa de Montevideo pagó la ayuda material v militar del imperio para luchar contra don Juan Manuel de Rosas”, según dice el historiador uruguayo don Julio César Vignale.

“Como se ve, los unitarios argentinos eran generosos, no sólo de los territorios de su propio país, sino también de los pertenecientes a la nación que los asilaba y sostenía. También de nuestra parte, la cooperación prestada le valió al Brasil la obtención de algunas de sus más acariciadas aspiraciones: la libre navegación de los ríos, la independencia del Paraguay v las Misiones Orientales”.

Los Unitarios y los brasileños sabían que Urquiza no era ni Unitario ni Federal y que sólo les importaba engrosar sus arcas personales. A ellos las cuestiones ideológicas del entrerriano no les interesaban. Solamente les importaba que la codicia sin freno del ‘Libertador’ (sic) fuera útil a sus fines políticos y sabían que adornando constantemente sus bolsillos con dinero, lo conseguirían. Ya le pasarían factura en los siguientes años.

Como pudimos describir documentalmente en estos capítulos, el móvil principal de Urquiza para su accionar fue el económico.  Fue sutilmente sobornado en reiteradas ocasiones para declinar la espada en defensa de nuestra soberanía y a la vez, proteger sus riquezas –mal habidas o no- poniendo un cerco invisible a la Provincia de Entre Ríos, ‘su’ provincia, su coto personal.

Todo lo ideológico, el supuesto cansancio de Rosas- real o no-, la pretendida necesidad de constitucionalizar el país –que no le preocupó durante casi una década- eran excusas viles. Y la libre navegabilidad de los ríos interiores era necesaria para sus negocios aunque con ello las industrias y comercios del interior fenecieran lentamente, como sucedió luego de la Batalla de Caseros el 3 de Febrero de 1852.

Por todo esto, ¿dónde está el arrepentimiento de Urquiza luego de derrocar al gobierno de su país; tirar por tierra el Pacto Federal de 1831 que él vulnera sin sonrojarse.? (Ninguna provincia puede firmar pactos internacionales sin la aprobación de las demás).

Por ello el pretendido y declamado ‘arrepentimiento’ de Urquiza estuvo sólo en los papeles, en las cartas personales a Rosas y a otros políticos del momento. Sus acciones continuamente contradicen sus palabras.

Urquiza cuidadoso en las formas de su comportamiento no pudo engañar a los brasileños en ese aspecto.

Veamos lo que pensaban de él los Imperiales luego de que se diera vuelta con todo su enorme y poderoso ejército (la mayor parte subvencionado con dinero y armas enviadas por Rosas para su lucha contra los Unitarios y para su próximo combate contra el Brasil).

Dice Rosa:”El Correio Mercantil en su nº del 10 de noviembre (de 1851) interpretando el sentimiento público dijo: “Un rebelde no pudo ni debió merecer expresiones sumamente lisonjeras (subr. orig.) de S. M. el emperador el Sr. Don Pedro II, tan ilustrado y tan experimentado como es y todos lo reconocen.   El sabe que se ama la traición, pero se aborrece a los traidores.   El Sr. Don Pedro II no manchará la púrpura imperial usando expresiones sumamente lisonjeras hacía un hombre cuyos hechos contemporáneos no son ignorados” Así ha quedado Urquiza en los anales de Brasil.   Un gran historiador contemporáneo, recientemente desaparecido – Pandiá Calógeras – en su Formaçao histórica do Brasil expone este concepto: “-No tenía Urquiza las condiciones de un hombre de Estado: no pasaba de ser un condottiere-”).   Contrasta este juicio del ilustre brasileño hacia un amigo de Brasil con el merecido por Rosas, enemigo constante de su país: “Ciertamente no era un Jefe blando o de manos leves: poseía un genio voluntarioso, un carácter incapaz de doblarse, cruel como eran todos sus semejantes en aquella época de la Argentina.   Pero era también un estadista, un patriota de ideales y de ejecución, cualidades que no se encuentra muy frecuentemente reunidas..

Es importante subrayar la actitud de los brasileños, como en su momento la tuvieron los ingleses con respecto a Florencia Varela, cuando fue a mendigar la intervención inglesa en Europa y fue prácticamente echado con desprecio por los británicos que no permitían que personajes tan bajos quisieran dictarles a ellos como comportarse.

Para el Imperio brasileño la traición –buscada- de Urquiza era celebrada con alegría pero no significaba que adularan y felicitaran al entrerriano; al contrario, el maltrato era mayor cuanto mayor era la traición de Urquiza a su nación. Era inimaginable para los imperiales que alguien pudiera hacer algo así a su propio país; por eso el descrédito a su persona iba en aumento.

Todo lo contrario que pasaba con Rosas. Lo odiaban pero lo respetaban porque reconocían sus virtudes patrióticas. Lo combatían sabedores que el triunfo de Rosas era la derrota del Imperio.

  

IV.-La Traición en la Batalla de Caseros (1852)

 

Ya hemos dicho en otros trabajos que la batalla de Caseros fue una batalla inmersa en una guerra internacional, entre el Imperio del Brasil y sus apetencias expansionistas y la Confederación Argentina, que se oponía a ello y conservaba el espíritu hispano.

Este combate de carácter internacional fue visto con exactitud desde Europa por el General San Martín. Y también fue visto por Unitarios, como el Coronel Martiniano Chilavert y el Coronel Pedro Díaz, quienes ante el hecho evidente del internacionalismo de la guerra que se avecinaba, no trepidaron en ponerse a las órdenes del gobierno de su patria, sin declinar su ideas políticas.

Según nos trasmite el historiador Diego Luis Molinari, que se trataba de una guerra internacional lo expresa, luego de la batalla, sin ambages el diario ‘Jornal de Commercio’ de Río de Janeiro del día 24 de febrero, en un extenso artículo, cuya parte pertinente dice “No hay una sola persona, un solo jefe de un ejército aliado, que no confiese, y diga con entusiasmo que a la división brasileña se debe la victoria lograda en los campos de Morón” ( Nao ha uma só pessoa, um só chefe de exercito aliado, que deixe de confessar, e enthusiasmado dizer que á divisao brazileira se debe a victora alcançada nos campos de Mouron”),

A la par, mercenarios de toda laya, en especial alemanes, siguen apuntalando la agresión brasileña.

Adolfo D. Loss, historiador al que aludimos con anterioridad, ilustra la actividad de los mercenarios de origen alemán que estaban en suelo brasileño y que acompañaban, una vez más, el expansionismo del Imperio.

 “Los mercenarios alemanes integran el ejército comandado por el Conde Caxias como artilleros, zapadores e infantes, que invadiría más tarde la Banda Oriental. Producida la invasión, parte de la Legión permaneció con Caxias en Colonia, y el resto se sumó a los 4.000 brasileños en los batallones 5º, 6º, 7º, 8º y 13º que al mando de Marqués de Souza vengarían en Monte Caseros la derrota de Ituzaingó.

“El 3 de febrero, a pesar de la deserción de los segundos tenientes Kaas y Malschitzki, que se unieron a Rosas, le cabría brillante actuación a la fusilería mercenaria: con modernas armas de tiro rápido y preciso producirían bajas en la artillería argentina -comandada por el bravo coronel Martiniano Chilavert- que se constituyó en el principal obstáculo de la Brigada Internacional”

“Justo José de Urquiza como jefe de los mercenarios argentinos, y todos ellos y sólo ellos, merecen con estricta justicia el dicterio constitucional de ‘infames traidores a la Patria”, finaliza el autor. En realidad, Urquiza, Mitre, Sarmiento y tantos más.

Como bien resume Atilio García Mellid “¿Qué es Caseros? ¿Cuál es el espíritu de Caseros de que tanto se habla? Porque no hay uno sino varios Caseros en el pronunciamiento de 1852. Hay, primero de todos, el Caseros de los brasileños, ese Caseros con que una potencia extranjera.

“Ejecuta un plan perfectamente elaborado en beneficio exclusivo de su propia política nacional. Ese Caseros es una derrota argentina, es la venganza de Ituzaingó.

“Hay el Caseros del general Urquiza, que es el de la Confederación Argentina y el de las provincias lanzadas a una política de constitución orgánica y federal.

“Y hay el Caseros porteño, el de los emigrados revanchistas, el de los unitarios y liberales dispuestos a no desperdiciar la oportunidad de someter el país a los intereses mercantiles e ideológicos de la oligarquía portuaria y entregadora. Suponemos que es éste el Caseros al que la historia «oficial» atribuye una importancia y una grandeza excepcionales, el Caseros al que se asigna un espíritu que –quiérase o no– deben reverenciar todos los argentinos para no incurrir en las iras totalitarias de nuestros democráticos liberales.

“No hay nada más irritante que esta imposición de Caseros que pesa sobre el alma de la ciudadanía. Porque en Caseros no hay nada argentino en juego, salvo el derrocamiento de un partido y de un hombre para reemplazarlos por una facción y unos cuantos hombres que no representan, sino antes bien contrarían, la voluntad nacional que, mejor o peor, aquellos representaban.

“El cuento de que Caseros destruye una tiranía, aún admitido, no puede ocultar la realidad de que fue para entronizar otra tiranía, mucho más brutal y de más perniciosos efectos que la desalojada.

“La mentira de que se puso fin a un régimen de terror ya no engaña ni a los bobalicones de la «prensa seria»; pues es sabido que el fallo del juez caserista, doctor Sixto Villegas, que condenó a muerte al «criminal famoso» de don Juan Manuel de Rosas, le atribuye 285 asesinatos en los veinte años de su «tiranía», en tanto en una atroz «purga», al día siguiente de Caseros, se fusilaron a 608 personas en la urbe y a varios miles más en San Benito de Palermo; y, cuatro años después, a raíz del levantamiento federal del general Jerónimo Costa, fueron fusilados por orden de Pastor Obligado y de Bartolomé Mitre, el nombrado general y otros 130 jefes y oficiales rendidos.

“Y esto no fue sino la iniciación de una larga serie de asesinatos, degüellos y salvajadas que culminaron con la alevosa muerte del general don José Vicente Peñaloza, el Chacho.

“En cuanto a que Caseros trajo el imperio de la ley y aseguró los derechos de los pueblos, ésta es una monserga que no engaña sino a los que gustan de ser zonzos, pues es sabido que el despotismo de los liberales se prodigó e expediciones militares que arrasaron el interior argentino, en intervenciones federales que anularon la autonomía de las provincias, en comicios fraudulentos que desconocieron la personalidad libre del hombre, y en una política de entrega económica, que sumió en la más espantosa esclavitud a los trabajadores. ¿Qué es por lo tanto, lo que tenemos que agradecer a Caseros, encrucijada de apetitos y odios que frustró por un siglo el destino de la nacionalidad?

“El Imperio de Brasil fue el artífice principal de la liquidación del poder del general Rosas, en Caseros. No improvisó la cancillería imperial, para afrontar el «caso Rosas», una política distinta de la que invariablemente venía aplicando a todo cuanto se refiriera al Río de la Plata.

“Esto que tantos argentinos ocultan, lo vio con claridad un extranjero de penetrante mirada, el historiador mexicano don Carlos Pereyra. «El Brasil –dice– era antes de Rosas, como lo fue más tarde, el peligro mayor para la República Argentina. Rosas combatió el peligro y lo habría conjurado plenamente su victoria contra Urquiza en 1852, pero la derrota de Caseros dejó abierta una vía de penetración en el Río de la Plata, que la despreocupación y la miopía de Mitre, pusieron francamente a disposición del Imperio. Rosas no pudo, pues, resolver este problema capital, y su caída fue, precisamente, un fracaso histórico para la República Argentina»2

“¿Puede, pues, loarse como acierto del general Urquiza su sometimiento a los sutiles planes de Itamaraty? Dejemos al propio general Urquiza la respuesta. La cancillería brasileña venía trazando de antiguo planes para destruir la política nacionalista y de defensa de nuestra soberanía sobre los ríos interiores, que sostenía con singular energía el general Rosas”.

“En 1850 ya tenía resuelto invadir las provincias mesopotámicas para atacar a Buenos Aires; interesó en el proyecto al general Urquiza por intermedio de su agente confidencial en Río de Janeiro, don Antonio Cuyás y Sampére”.

“La respuesta del caudillo entrerriano califica certeramente el propósito. «¿Cómo cree el Brasil –afirmaba–, cómo lo ha imaginado por un momento, que permanecería frío e impasible espectador a esa contienda en que se jugase nada menos que la suerte de nuestra nacionalidad o de sus más sagradas prerrogativas, sin traicionar mi patria, sin romper los indisolubles compromisos que a ella me unen y sin borrar con esa ignominiosa mancha, mis antecedentes?» (Respuesta del general Urquiza a su Agente confidencial en Río de Janeiro, don Antonio Cuyás y Sampére. 20 de abril de 1850)”.

Como si lo declamado no bastara Urquiza dice al diario ‘El Entre-Riano’: “Sepa el mundo todo que cuando un poder extraño nos provoque, ésa será la circunstancia indefectible en que se verá al inmortal general Urquiza al lado de su honorable compañero el gran Rosas, ser el primero que con su noble espada vengue a la América”.

Por si queda todavía algún ‘distraído’ (dicho con ironía) sépase que esa ‘noble espada’ se la regala Urquiza al Emperador Pedro II del Brasil luego de Caseros dándole también 400.000 patacones (en cuotas mensuales de 100.000) y la condecoración la ‘Orden de Cristo’. (cláusula 6ª del tratado del 21 de noviembre de 1851, para algún escéptico),

Porque como vimos, después de todo, Urquiza fue un mercenario hecho y derecho.  Circunstancia ocultada una y mil veces por nuestra historiografía oficial, (dicho sin ironía).

Urquiza demostró ser vanidoso, desconfiado hasta el extremo y ambicioso a mas no poder. Manifestaba adherir al ‘Federalismo’ –de muy buena prensa en aquellos tiempos- pero llegaba a permanentes arreglos con el centralismo porteño, mitrista y liberal. Decía proteger los intereses del litoral frente a la prepotencia brasileña, hasta que éstos desembolsaban el dinero necesario para acallar la aparatosidad supuestamente patriótica en las palabras de don Justo 

Podemos agregar que tanto como Urquiza como Don Pedro II eran masones, lo que lleva a concluir que la condecoración no tiene el alcance religioso que debería tener.

¿Puede haber más grande acto de hipocresía que la de estas altisonantes declaraciones de soberanía hechas por Urquiza quien maquiavélicamente se hace el ofendido ante tamaño ofrecimiento del Brasil cuando poco después comanda las tropas entrerrianas y correntinas al lado de las del Imperio?

Igualmente la traición no fue sólo de Urquiza. Lo acompañaron en los deleznables actos apóstatas Eugenio Garzón y Servando Gómez. Este último traiciona a Oribe y se une a las tropas de don Justo.

Concluye Atilio García Mellid: “Tenía el general Urquiza, como se ve, clara conciencia de la gravedad de las intenciones brasileñas y de la condenación que provocaría cooperar con tales propósitos. No obstante ello, cedió posteriormente a la presión de los intereses foráneos que se movilizaron en tal sentido y a las cínicas exhortaciones de los unitarios refugiados en el exterior. Se fue deslizando insensiblemente hacia lo que poco antes había condenado y el 29 de mayo de 1851 firmó un tratado de alianza, con el Brasil y la Banda Oriental, para proceder en común al derrocamiento de un gobierno argentino. Posteriormente, el 21 de noviembre, suscribió una convención con el Imperio de Brasil, por la cual se le prestó ayuda financiera; se preveía que, si la empresa militar proyectada fracasara, las provincias de Entre Ríos y Corrientes «hipotecan desde ya las rentas y los terrenos de propiedad pública de los referidos Estados».

“Cuando las tropas extranjeras entraron en nuestro territorio ya tenían hipotecadas a su favor parte de la propiedad territorial argentina. ¡Estupenda cruzada «libertadora»! Pero la «bendita convención» que nos permitió la «gloria de Caseros» llegaba aún más lejos.

“Pues también establecía que «los gobiernos de Entre Ríos y Corrientes se comprometen a emplear toda su influencia cerca del Gobierno que se organice en la Confederación Argentina para que éste acuerde y consienta en la libre navegación del Paraná y los demás afluentes del Río de la Plata»

“No se necesita más para caracterizar como corresponde al llamado «espíritu de Caseros». Lo que fue el pronunciamiento, la proclama del general Urquiza y la batalla de Caseros, es material de escasa o ninguna importancia frente a este tremendo «fracaso histórico argentino», que nos duele todavía como una herida abierta en el depósito sagrado de nuestra soberanía. El pueblo repudió a Caseros y a sus actores; la intuición del pueblo no yerra y en sus espontáneas repulsiones se refugian las que un día se levantarán como fuerzas vengadoras”.

Ya mencionamos anteriormente que Urquiza, tal como lo hizo saber, tenía in mente que en el caso de que fracasara su acción contra Rosas y éste no pudiera ser derrocado, él se atrincheraría en Entre Ríos y formaría un estado que estaría conformado por las provincias de Entre Ríos, Corrientes, las Misiones, la Banda Oriental y el Paraguay

Este desmembramiento del país pergeñado por Urquiza para formar un nuevo estado en caso de ser derrotado en Caseros, ha sido ocultado adrede en las escuelas y colegios de la nación por la historia liberal triunfante.

Se puede decir que Rosas calculó mal la lealtad de Urquiza. Que no creyó que su doblez podría derivar en una traición absoluta en lo militar y en la alianza con los Imperiales. Es posible, pero ello no empequeñece su labor titánica, prácticamente solo durante, 20 años.

Cuando finalmente se le cayó la venda de sus ojos, tuvo que reconocer lo hecho por Urquiza. El 15 de Septiembre de 1851, luego del pronunciamiento de su –hasta ayer-‘primera espada’ del poderoso e invicto ejército de la Confederación Argentina, expone en una proclama en su parte pertinente:

“….en esos momentos en esos momentos es que levantó el loco traidor salvaje unitario Urquiza la bandera de la rebelión y de la anarquía, y aspirando a romper su espada envilecida los lazos que ligan al pueblo entrerriano ala Confederación, y erigirse en el árbitro de los argentinos, se vendió miserablemente al Gobierno brasilero, que en pos de sus inveteradas ambiciones, ha invadido y ataca con una alevosía sin ejemplo el territorio y la independencia delas repúblicas del Plata”.

Fue por todos conocido, y Sarmiento fue el primero en reconocerlo, que Urquiza durante mucho tiempo recibió dinero por parte del Imperio del Brasil, a la vez que le compraba a éste miles de caballos de su propiedad para las batallas de la Guerra del Paraguay.

Dice Sarmiento al respecto que “un enviado del emperador Don Pedro II, Honorio Hermeto Carneiro Leao, dijo de Urquiza: “¡Sí; los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar en Buenos Aires quería que le diesen los cien mil duros mensuales, mientras oscurecía el brillo de nuestras armas en Monte Caseros para atribuirse, solo, los honores de la victoria”

De este modo, reconoce Sarmiento que el derrocamiento de Rosas fue producto de un plan extranjero, pagado con dinero extranjero.

Define estupendamente el derrotero de Urquiza antes y después de Caseros. Sus actos perfectamente pergeñados con tiempo y cálculo son analizados por el autor citado.

Pero, “faltaba la expiación —“grande, tremenda, memorable"— y las avenidas de Palermo y las quintas desde Santos Lugares a San Benito, v las calles de la ciudad, se cubrieron de cadáveres: hasta el número de 608 en la urbe y una cifra no precisada de degüellos v ejecuciones “en medio de las quintas o a las orillas de los caminos más frecuentados

Los Unitarios una vez dominada la supuesta ‘barbarie’ Federal iban a poder crear su civilización soñada, pero para eso, señalaba Sarmiento, que había que conquistar la tierra, “someterla a la punta de la espada, esta Pampa rebelde, que hace cuarenta años lanza jinetes a desmoronar, bajo el pie de sus caballos, las instituciones civilizadas de las ciudades

Se fusilaba a mansalva todo vestigio Federal tanto en Buenos Aires como en el interior. Entre ellos, además de desconocidos gauchos, fueron masacrados héroes de las batallas en defensa de nuestra soberanía, como Martiniano Chilavert –por orden expresa de Urquiza- y Jerónimo Costa –por orden de Pastor Obligado.  También el Gobernador legal de San Juan, Nazario Benavidez, quien fue  tomado prisionero por los Unitarios y finalmente asesinado en su celda.

Sarmiento decía en el diario El Nacional “Han muerto o han sido fusilados, en el acto de ser aprehendidos, Bustos, Costa, Olmos (si no lo está, lo estará, voto al chápiro). Trofeos: la espada de Costa, ruin v mohosa. El carnaval ha principiado”. O sea, el ‘carnaval’ según Sarmiento era la fiesta del degüello, fusilamiento y limpieza de todo lo que oliese a soberanía y Federación.

Sarmiento ve la paja en el ojo ajeno que le sirve para esconder la viga en el propio.  Luego de instalarse en Palermo, acusa a Urquiza de haber degollado o fusilado, a 4.540 prisioneros del ejercito ‘rosista’ y de ser quien “más prisioneros ha degollado", desde Artigas a la fecha.  Más inclusive que Rosas y Quiroga.

Sigue diciendo García Mellid: ‘Dos años después, siendo gobernador interino el coronel José Antonio Virasoro, una partida llegó hasta su domicilio y le halló desarmado v con un niño en los brazos. Se le asesinó a lanzazos; igual suerte corrieron su hermano Pedro, su cuñado el mayor Tomás Hayes y los jefes v soldados de la guarnición. Era el 16 de noviembre de 1860. Hacía ocho años que Rosas había desaparecido del escenario nacional; pero la furia unitaria seguía cobrándose víctimas, con el aplauso —también en este caso— del civilizador Sarmiento“

El terrorismo había sido una necesidad impuesta por las condiciones desiguales de la lucha en la que, por un lado ellos —los civilizados— habían estado prácticamente solos,  y por otro lado el pueblo —todo el pueblo- en la vereda de enfrente. Ahora las cosas habían cambiado y todos los resortes del poder —su sueño más apetecido- se encontraban en sus manos.

¿Y mientras se sucedían estos vandalismos desatados del Unitarismo, Urquiza que hacía?

Después de haber masacrado a muchos Federales que, en su momento, habían combatido a sus órdenes en el ejército federal de la Confederación Argentina, obedeciendo quizás a mandatos masónicos, ordena ejecutar y colgar a sus rivales en las avenidas de Palermo que daban al Caserón que fuera de Rosas. Todas las noches se oían las descargas de los fusilamientos ejecutados por orden suya.

Además de Chilavert y Santa Coloma fueron ajusticiados los 1.117 soldados del Batallón de Aquino que fueron sobrevivientes de Caseros. Los fueron degollando de 10 en 10 en Palermo a lo largo de varias jornadas, tal como lo describe el propio General ‘urquicista’ Cesar Díaz.

Esos cadáveres estaban pudriéndose en los caminos de acceso o en los árboles que circundaban la residencia. Seguirían luego los fusilamientos y degüellos por el menor motivo, y aun sin motivo, contra hombres y mujeres del pueblo. Entre el 3 y el 20 de febrero hubo más de 500 civiles ejecutados, cifra mayor que la alcanzada en los 20 años de gobierno de Rosas.

Poco y nada queda del ‘arrepentimiento’ dicho de haber derrocado a Rosas manifestado por Urquiza luego de Caseros. Ejecutó a sus antiguos soldados sin solución de continuidad y entregó la soberanía de los ríos –y también tierras- a la codicia comercial británica y francesa, según las directivas de los Unitarios apostados definitivamente a mandar sobre la nación.

Debemos puntualizar que la famosa ‘Mazorca’, a la que acusan los Unitarios de monstruosos asesinatos en masa y que dio causa a la respuesta de Urquiza luego de Caseros, es una fantasía digna de una novela.

Si es correcto que durante Octubre de 1840 hubo una serie de atentados contra algunos Unitarios. Unos pocos fueron asesinados en las calles como consecuencia y respuesta a los conocidos degüellos en masa ejecutados por  los Unitarios acicateados por Salvador María del Carril, Julián Segundo Agüero, Valentín Gómez y Juan Cruz Varela.

Pero esos pocos muertos- 20 muertos en 30 noches- no se compara, dice Rosa, “con los 2500 federales eliminados en Buenos Aires en 1828 y 1829 por los decembristas, que los 500 fusilados por Urquiza entre el 3 y 20 de febrero de 1852, que los 20.000 (algunos suponen más) criollos masacrados por los ejércitos de Mitre que ocuparon el interior después de Pavón dispuestos a "no ahorrar sangre de gauchos”.

Expresa García Mellid respecto a los asesinatos colectivos luego de la batalla de Caseros: “El general Urquiza fue dócil instrumento de estas directivas; no sólo consagró la libre navegación de nuestros ríos sino que se declaró dispuesto a extender esta franquicia a un proyectado camino de hierro (ferrocarril) trasandino. Encargó dicha gestión al aventurero Buschenthal, de Estrasburgo, consignando en el Art. V de la respectiva autorización: “Si el gobierno inglés o el francés quiere patrocinar la construcción de este camino, el gobierno está dispuesto a extender las cláusulas del tratado de libre navegación a toda la extensión del camino en el territorio argentino y considerarlo como una vía de comunicación internacional, cuya protección pertenecerá las fuerzas de todas las partes contratantes”.

Ciertamente que en todo esto estaba su propio interés económico que no conocía límite y era así capaz de enajenar tierras y aguas nuestras.  Su interés no era ideológico ni político sino económico.

Federico Gastón Addisi resume, con dolor, en unos párrafos lo mencionado previamente y las consecuencias de la Batalla de Caseros apuntando con justeza un hecho que no puede dejarse de mencionar: no fue una guerra civil sino fue una guerra internacional comandada por el Brasil con la ayuda de sus guiñoles: Justo José de Urquiza, los Unitarios de ambos lados del Plata, y Federales que actúan contra los intereses de su patria- de buena o de mala fe-, mercenarios italianos y alemanes y la mirada cómplice de franceses e ingleses.

Dice el autor citado:” Caseros fue una derrota Argentina. Allí se enfrentó la Confederación, al mando de su jefe, el Brigadier General Juan Manuel de Rosas contra el Imperio de Brasil, aliado con fuerzas uruguayas, tropas correntinas y entrerrianas fundamentalmente. Todas ellas al mando del General Urquiza. Para el Imperio de Brasil la política conocida como “sistema americano” y la influencia de Rosas sosteniendo a los patriotas de Uruguay, con Oribe a la cabeza, era un verdadero trastorno a su pretensión de hegemonía geopolítica en la región.

Además, Brasil aún quería “lavar la afrenta” de la derrota que le propinara Argentina en Ituzaingó. Todo esto acicateado convenientemente por la influencia de la diplomacia británica que pretendía constituir un estado tapón (ni brasilero ni argentino en Uruguay), y consolidar el libre comercio con la región a través de la libre navegación de los ríos interiores.

Medida a la que Rosas, en defensa de la soberanía se negaba terminantemente a aplicar.

Pero Brasil estimaba que sólo no podía llevar adelante la empresa. Y no encontró mejor forma que fogonear la ambición de Urquiza para que este –por los motivos que fuere, entre los que no estuvo excluido el soborno- traicionara a su país y combatiera del lado brasileño.

A cambio de la ayuda extranjera para su empresa interna, Urquiza renunciaba a derechos inherentes a nuestra soberanía y precipitaba la desintegración de la patria. Brasil ganaba el territorio paraguayo librado a su influjo, la ocupación del Uruguay, el libre acceso por nuestras vías fluviales a su provincia del Mato Grosso y un derecho real de hipoteca como acreedor privilegiado sobre todos los recursos de dos provincias argentinas.

A Urquiza lo perjudicaba la política de Rosas de la Ley de Aduanas y las cargas impositivas con que se gravaban ciertos productos.

Las causas aparentes, o por lo menos, las declamadas por Urquiza en su conocido Pronunciamiento eran; la negativa por parte de Rosas de sancionar una Constitución, la necesidad de acabar con las divisiones y lograr la unidad nacional, entre otros objetivos menores.

Lo cierto es que la Confederación funcionaba jurídicamente a la perfección con la aplicación de los conocidos “pactos preexistentes”, en particular el “Pacto Federal”, y que la convocatoria para dictar una Constitución si bien estaba en los planes de Rosas, no constituía una prioridad, cercado como estaba, con guerras intestinas y agresiones externas.

En cuanto a la unidad nacional era algo que Don Juan Manuel siempre buscó, sobre todo manteniendo la unidad territorial, y tratando de desarrollar un incipiente proceso industrial que hiciera viable las economías regionales, todo esto bajo el instrumento de la Ley de Aduana.

Ese era el escenario en 1852. El 3 de febrero tuvo lugar en el Palomar de Caseros el enfrentamiento entre el Ejercito de la Confederación (cerca de 20.000 hombres) y el llamado “Ejercito Grande” (unos 22.000). La batalla se decidió en favor de las fuerzas internacionales y las tropas brasileras entraron en Buenos Aires.

¿Y cuáles fueron las consecuencias?

1) Pérdida definitiva de la Misiones Orientales que correspondía por derecho a la Argentina y se cedió con motivo de los pactos firmados por Urquiza al entrar en alianza con los brasileños.

“2) Renuncia a la soberanía sobre nuestros ríos interiores, regalando vilmente lo que se había conseguido luego de tantos años de bloqueo y sangre argentina derramada.

“3) Derogación de la Ley de Aduanas (primer acto de gobierno de la administración que sucede a Rosas). Esto significó la ruina de la naciente industria nacional y la entrega de nuestro mercado interno al poder económico predominantemente inglés.

“4) Endeudamiento externo a favor del Brasil, ya que después de Caseros se reconoce como deuda de la Confederación (es lo que Urquiza había firmado con el Imperio) los fondos facilitados para financiar la campaña contra Rosas.

“5) Abandono de la firme política exterior llevada adelante por Don Juan Manuel, conocida como “Sistema Americano”.

“6) Pérdida del Uruguay que a la sazón quedará como un estado tapón bajo influencia británica.

“7) Finalmente, el triunfo de Urquiza trajo una consecuencia no buscada: la rebelión de la provincia de Buenos Aires contra su autoridad a través de la revolución del 11 de septiembre de 1852, y su erección en Estado separado. Este acontecimiento abría una nueva etapa de guerras civiles entre el Estado de Buenos Aires y la Confederación Argentina que recién se cerraría con la represión a sangre y fuego de los levantamientos del interior encabezados por Peñaloza, Varela, Lopez Jordan; ahogados en sangre por Mitre y Sarmiento.
La necesidad de una Constitución era una vil excusa para dilapidar nuestro patrimonio colectivo.  La prueba está que la necesidad de Constitución fue la causa-fuente de las razones esgrimidas por Urquiza para derrocar a Rosas. Una vez creada la propia Buenos Aires la rechazó y se escindió de la Confederación”.

¿Cómo? ¿ No era que Rosas fue combatido y derrocado porque su supuesta ‘tiranía’ impedía constituir y organizar el país y contra él se alzó Urquiza, su primera espada?.

Además, el país YA ESTABA CONSTITUIDO bajo la forma Federal que emanaba pacíficamente del Pacto Federal del 4 de Enero de 1831.

La mentira queda así al descubierto. La falta de una Constitución que motivó la carnicería emprendida por Urquiza es otra de las falsedades históricas.

Además, la fantasía de la necesidad de una Constitución escrita ( hoy mismo, ni Gran Bretaña, ni Suiza ni Israel la tienen….y mal no les va).

Es más, no solo Rosas entendía saludablemente y con justo criterio que la Constitución escrita solo podía ser bienvenida luego de pacificar el país, como se lo dijo a Vicente Quesada en Southampton, allá por Febrero de 1873:

“[…] Pero el reproche de no haber dado al país una constitución, me pareció siempre fútil porque no basta dictar “un cuadernito”, como decía Quiroga, para que se aplique y resuelva todas las dificultades; es preciso antes preparar al pueblo para ello, creando hábitos de orden y de gobierno, porque una constitución no debe ser el producto de un iluso sino el reflejo exacto de la situación del país. Nunca pude comprender ese fetichismo por el texto escrito de una constitución, que no se requiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios; si tal constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno. El grito de “constitución”, prescindiendo del estado del país, es una palabra hueca”. […]”.

También Carlos Antonio López, desde el Paraguay, participaba de ese pensamiento basado en un sano empirismo.

Es que para los Unitarios liberales las leyes crean la realidad (que solo existe en su imaginación) y no al revés, como enseña la vida.

En un mensaje al Congreso decía: “Para conservar la paz, el orden público y la libertad algo más se necesita que Constituciones escritas y vaciadas de golpe […] Escritores republicanos entusiastas, demócratas fervorosos, confiesan en sus escritos que en América es imposible un completa sistema representativo porque las masas no comprenden y no saben usar de los instrumentos y resortes que hacen funcionar ese hermoso, pero complicado, mecanismo político. El que no sabe usar una cosas, precisamente abusa de ella.[…]”.

Perfecto razonamiento basado en la experiencia espacial y temporal en que se declamaba.

Y no solo ellos: Simón Bolívar, con un dejo de desolación decía que “no hay buena fe en América, ni entre los hombres ni entre las naciones. Los tratados son papeles, las Constituciones libros, las elecciones combates, la libertad anarquía y la vida un tormento”.

Bueno, parece que la vida de estos hombres eminentes coincidía, cada uno por su lado por conocimiento empírico propio

Luego de la caída de Rosas, se sancionó una Constitución (el famoso ‘cuadernito’) que fue tan inútil que Urquiza, frente a la historia intentó dar las justificaciones y supuestos ‘arrepentimientos’ a los que estamos acostumbrados.

Dice Hay un solo hombre para gobernar la Nación Argentina, y es Don Juan Manuel de Rosas. Yo estoy preparado para rogarle que vuelva aquí” (Mayo de 1852. Urquiza al representante inglés Gore, al partir para reunirse para el encuentro de San Nicolás).

Falsos arrepentimientos que se contradicen con los hechos relatados y a relatar, y que se prueban de muchas maneras.  Luego de la derrota de Caseros, mientras estaba usurpando el Caserón de Palermo y declaraba lo referido, se encargaba de fusilar y degollar a mansalva cuanto Federal se le cruzaba en el camino. En Pavón, entregó a la patria y a sus Federales a la ira y rencor ‘mitrista’.  En Paysandú, ante el desgarrador cuadro de dolor, muerte y espanto, sobre la sangre de los Federales Orientales que morían en un genocidio que fue el prolegómeno de lo que luego sucedería en Paraguay, el ‘arrepentido’ Urquiza, concertaba sus negocios con los franceses, Unitarios,  los Unitarios banqueros Orientales y brasileños. Y durante la guerra del Paraguay vendía sus miles de caballos a los brasileños y devolvía al Imperio los esclavos fugados del Brasil.

Dice Urquiza haberse arrepentido de derrocar a Rosas: “Si no hubiera sido el interés que tengo en promover la organización de la República, yo hubiera debido conservarme aliado a Rosas porque estoy persuadido de que es un hombre muy popular en este país”. Pero en los hechos, demostró nuevamente lo contrario.

Seguramente, sus declaraciones –aun en cartas a Rosas- en el entendimiento de que no debió haberlo derrocado pues solo Rosas podría arreglar la anarquía imperante en el país, fueron declaraciones calculadas para quedar en una posición mejor, ya que hasta él mismo vislumbraba una situación turbia para el futuro de su imagen.

Tan es así que, luego de Caseros, intentó una escena de independencia frente al marqués de Caxias, al recibir a los jefes brasileños en Palermo diciéndoles solemnemente que el desfile de la victoria sería el 19 de Febrero.  Su par brasileño lo para en seco y le dice “A victoria desta campaha e urna vitoria de Brasil, e a Divisáo Imperial entrará em Buenos Aires com todas as honras que lhe sao devidas quer V. Excia ache conveniente ou nao". O sea, se desfilará el día 20 de Febrero, fecha que recuerda el triunfo de Las Provincias Unidas en Ituzaingó. Brasil no olvida.

Que le quede claro a Urquiza que es evidente por donde se lo  mire era un simple peón de ajedrez en el tablero de la patriótica política sostenida y expansionista del Imperio. Le guste o no a Urquiza. Punto.

Urquiza se somete en silencio. Pero vuelve a lo que le importa: el dinero.

¿Qué hace el supuestamente ‘arrepentido’ Urquiza?

Rápidamente rapiña todo el dinero que existía en el Banco oficial y lo utiliza para pagar favores a varios ad-láteres, para conseguir lealtades tibias y para su propio bolsillo. Un total de 23 millones de pesos.

El 9 de Febrero de 1852, ya sucedido Caseros, el propio embajador británico, Gore, le escribe incrédulamente a Lord Palmerston, primer ministro británico: "Los jefes en quienes Rosas confió se encuentran ahora al servicio de Urquiza. Son las mismas personas a quienes a menudo escuché jurar devoción a la causa y persona del General Rosas. Nunca hubo hombre tan traicionado”.

Esa última famosa frase es cierta y prueba la orfandad de apoyo que tuvo Rosas en las clases dirigentes porteñas. Esa traición empieza por su espada mayor, Justo José de Urquiza.

Su monumento imponente en los bosques de Palermo nos recuerda aún hoy nuestro sometimiento a los grillos que nos impusieron en 1852 los brasileños y los Unitarios todavía gobernantes.   También, nuestra esclavitud política y económica dirigida por los que ayer y aún en la actualidad siguen manejando los resortes del poder y la falsificación de la historia nacional.

El ‘arrepentimiento’ de Urquiza siguió brillando por su ausencia, salvo en papeles y cartas, como cuando lo dice hipócritamente camino a encontrarse con Rosas en Caseros y ante el desprecio de los pueblos que atravesaba “

Es lícito recordar que luego de vencer a Oribe, declaró ante quien lo quisiera oír que “no había vencedores ni vencidos”. Sin embargo, Chilavert fue fusilado por la espalda como un traidor por su orden expresa, fue descuartizado, hachada su cabeza y destrozado su cuerpo por un sinnúmero de bayonetazos. Como vemos don Justo continuaba con su ‘haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago’.

Si realmente sus palabras hubieran sido sinceras, hubiera retornado por donde vino y luchado al lado de su gobierno contra los imperiales.

Pero no. Solo fueron manifestaciones pomposas para quedar bien parado en nuestra historia a escribirse pues él sabía que iba a ser tildado como uno de los mayores traidores en la historia de Hispanoamérica, algo que indudablemente lo fue. por los hechos que así lo demostraron.

El peso del oro con que lo compraron borra cualquier tipo de declaración hueca.  Inclinó la balanza para el lado de los agresores a su patria fijando su ser como símbolo de lo que hoy se considera un ‘cipayo’ contumaz.

Desde el punto de vista político, los Unitarios veían ese desfalco como el precio a pagar para conseguir lo que era imposible hasta ese momento.

Los tratados, consecuencia de la caída de Rosas, por los cuales se declara en 1853 la libre navegación de los ríos interiores a favor de Inglaterra, Francia y los EE.UU, son vistos como un triunfo por el Unitarismo subordinado de estos países. Países a los que apoyó el otrora Jefe de los Ejércitos de la Confederación Argentina y artífice militar de la mayor perfidia que recuerde nuestra historia: Justo José de Urquiza, quien no trepidó en sostener ello luego de Caseros.

¿Dónde quedó el supuesto ‘arrepentimiento’ (sic) de Urquiza luego de Caseros? Palermo se convirtió en un territorio de caza de Federales. No tuvo piedad alguna. Degollaron a diestra y siniestra a centenares de soldados ya rendidos y encarcelados. El horror era solo comparable al olor nauseabundo de los cuerpos colgados de los árboles, fusilamientos y degüellos de prisioneros. Más de 500 en menos de un par de semanas.  Eran colgados en pequeños grupos, como dijimos anteriormente.

Además, en 1856, Urquiza pidió prestamos al barón de Mauá, y al Barón de Buschental que ahondaron la dependencia financiera de la Confederación, ya malherida, respecto al Imperio.  Como consecuencia, se instalaron en Rosario bancos de los citados, con facultad de emitir moneda y el manejo del crédito.

¡Un patriota este cipayo de Don Justo! Y un cínico. Declamando ‘arrepentimientos’ por derrocar a Rosas y diciendo que el Restaurador era el único que podía solucionar el desquicio que él había provocado en la nación con su acción traicionera. Los hechos posteriores que enumeramos en el párrafo anterior, lo desmiente.

Así fue como, lejos de arrepentirse de derrocar a Rosas, subraya sus intenciones primigenias que posteriormente quedaron plasmadas en sus decisiones.  Su política económica luego de Caseros fue una clara muestra de la influencia del factor económico en su pronunciamiento. Eliminó las barreras aduaneras, facilitó la libre navegación de los ríos (decretos de 28 de agosto y 3 de octubre de 1852) y estableció un sistema económico de librecambio que perjudicó al interior y llevó a la ruina a sus incipientes industrias y al comercio en general.

Como dice Miranda: “pasamos de ser una raza orgullosa y honorable de guerreros a una de mercaderes saturados por los comerciantes extranjeros y sus administradores coloniales locales”.

Urquiza tenía el objetivo calculado de liquidar a Rosas y a su arquitectura jurídico-política que había costado 20 años levantar, mediante la fuerza, el fraude y el sometimiento, conjuntamente con un ato de iluministas y jacobinos que abominaban su patria y su pueblo. Urquiza fustiga al Régimen del que formó parte y del que más usufructuó, como si no tuviera su denuncia responsabilidad alguna en el gobierno que combate.

Hernán Brienza nombra a otros personajes que usufructuaron y se beneficiaron con el gobierno de Rosas, una vez caído éste.  “Los sectores ligados a la Estancia como unidad productiva, que apoyaron a Rosas, son los mismos que años después de su caída realizarían un cambio de aliado y, abandonando a los sectores del trabajo a su suerte, establecerán un pacto con la burguesía comercial solidificando el modelo agroexportador instaurado por Bartolomé Mitre”.

Dice el citado autor que Juan Manuel Beruti comenta la actitud de varios de los ‘rosistas’ desde el momento de la caída de Rosas, con ánimo de salvar su pellejo y/o sus bienes, entre ellos Lucio N. Mansilla, el cuñado de Juan Manuel de Rosas:

“Lucio N.  Mansilla, el héroe de Obligado, ya había tenido una actitud extraña y misteriosa frente al ejército invasor. El 4 de febrero, relata en sus memorias, “cuando vio Mansilla] la ruina del ejército de su hermano (sic) (en realidad eran cuñados) y dispersión de sus tropas, les dijo a los soldados que se fueran e hicieran lo que quisieran, y se ocultó, que fue a decirles, vayan a robar y saquear (…) El pícaro de Lucio Mansilla, fue tan bajo e indecente, que el día 4 proclamó públicamente en la plaza Mayor;¡¡ viva el general don Justo Urquiza, y muera don Juan Manuel de Rosas!!…”.

No sabemos si esto sucedió realmente del modo que lo relata Beruti, pero demuestra el clima tortuoso y de sangre que se vivía en esos tiempo en Buenos Aires debido a la caída de un gobierno soberano y el inicio de otro de cuño internacionalista –brasileño- ayudado por una cohorte vernácula de asesinos de su propio pueblo que actuaron por cuantiosas sumas de dinero que sirvieron para comprarles el alma y su conciencia nacional.  cohorte

La honorabilidad que pudieran haber tenido durante décadas terminó diluida y olvidada por sobornos de todo tipo.

Nótese la diferencia entre el patriotismo –no solo capacidad- de la elite política brasileña que jamás hubiera actuado como actuaron entre otros Urquiza, Garzón y Virasoro, y nuestra elite política conformada por personajes como Ángel Pacheco, Lucio N. Mansilla, Tomás Guido y Vicente López y Planes, que ante la adversidad manifiesta que se avecinaba, corrieron a sus campos y estancias.

Tal vez se entienda ahora aquello que Rosas decía cuando asumió el poder por primera vez en 1829 dudando de aceptar por considerar que no había una plana política Federal con capacidad y lucidez.

Agrega Jorge Perrone que los Valentín Alsina, Salvador M. del Carril, Carlos Gumersindo Casares, etc. estaban listos mediante decretos y fusiles a doblegar la voluntad de un pueblo. “…con inaudita impavidez reclaman una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia comprometieron y cuya libertad sacrificaron con su ambición”. Pero también “ vimos al Gral. Guido acompañando la entrada triunfal de Urquiza; lo tenemos al Dr. Vicente López y Planes, funcionario y adulador de Rosas, ahora gobernador revolucionario- que nos levantarán el fantasma de una Argentina que no existe, aplastando voluntades mayoritarias, usos criollos, justicia para los humildes y soberanía nacional”.

Son curiosas las declaraciones finales del traidor Urquiza. Nos hacen recordar a los políticos oficialistas de hoy en día cuando critican lo que sucede en sus propios gobiernos.  Pareciera que ellos no tienen ninguna responsabilidad en la causa de lo que ellos mismos critican.

Así es, Urquiza, en una muestra más de duplicidad y fingimiento dijo el 21 de Febrero de 1852, a pocos días de la batalla de Caseros y ante la anarquía reinante en Buenos Aires que, según él, era provocada por los Unitarios con sed de venganza y sentenció que éstos eran   “Díscolos que se pusieron en choque con el poder de la opinión pública y sucumbieron sin honor en la demanda. Hoy asoman la cabeza y después de tantos desengaños, de tanta sangre, se empeñan en hacerse acreedores al renombre odioso de salvajes unitarios y, con la inaudita impavidez, reclaman la herencia de una revolución que no les pertenece, de una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia comprometieron y cuya libertad sacrificaron con su ambición”.

Causa sorpresa e indignación la desvergüenza y la duplicidad de Urquiza cuando dice que los Unitarios son gente sin honor, que asoman la cabeza y se empeñan en hacerse acreedores al renombre odioso de ‘Salvajes Unitarios’ y que reclaman una revolución que no les pertenece, de una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia y libertad sacrificaron con ambición.

Y decimos esto porque fue Urquiza el que se alió a los Unitarios, el que combatió al Federalismo que decía representar, el que se prosternó ante el Emperador del Brasil, quien hizo añicos la paz y el sosiego que tenía la Confederación Argentina, y que con su accionar destruyó la independencia y la libertad de la nación.

Como colofón de este capítulo oigamos, como si estuviéramos en el Caserón de Palermo, lo que Urquiza le dice vanidosamente al enviado brasileño Honorio Hermeto, reconociendo que él salvó al Imperio brasileño y que si no hubiera traicionado a su país “Rosas hubiera terminado con el Emperador y hasta con la unidad brasileña, si no fuera por mi” (lo cual es cierto) pero acotando a continuación: “Quédese tranquilo, amigo, en Urquiza encontrará usted el mejor aliado y amigo de los brasileños”. (lo que también es cierto).Y punto.

Súmese el hecho que en las elecciones para elegir al primer presidente constitucional argentino, Urquiza es quien oficia de candidato a presidente y su vicepresidente será …Salvador María del Carril, masón, Unitario recalcitrante, factótum del asesinato de Dorrego y visceral enemigo de Rosas. Sus ministros eran los Unitarios Benjamín Gorostiaga, Juan María Gutiérrez, Rudecindo Alvarado, ¿De qué arrepentimiento puede hablar el renegado e impío Urquiza?

Traidor, mil veces traidor y falaz en sus palabras y acciones.

En 1856 y 1858 sigue declamando su arrepentimiento.

“(…) Yo y algunos amigos de Entre Ríos estaríamos dispuestos Yo y algunos amigos de Entre Ríos estaríamos dispuestos a enviar a usted alguna suma para ayudarle a sus gastos, y le agradecería nos manifestase que aceptaría esta demostración de algunos individuos que más de una vez sirvieron a sus órdenes. Ello no importaría otra cosa que la expresión de buenos sentimientos le guardan los mismos que contribuyeron a su caída, no olvidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en el país y a los servicios muy altos que le debe y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle, y que son los que se refieren a la energía con que siempre sostuvo los derechos de la Soberanía e independencia nacional (…)”  (Justo José De Urquiza. Carta a Rosas del 24 de agosto de 1858, cit. en Mario César Gras, Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros).

Es curioso e irónico: Urquiza habla como si él no fuera el responsable (la parte nativa) del derrocamiento de Rosas en Caseros y se lamenta como si fuera sólo testigo de un hecho que no le atañe.  Una cuestión causada por terceros por la que él nada pudo hacer. Además, se ofrece a enviarle dinero para su sustento en el exilio.

Rosas le agradece a Urquiza en sumo grado, pero rechaza cortésmente el ofrecimiento porque dice no necesitarlo y que se basta con lo que tiene, aunque sea mínimamente, para su subsistencia. Recordemos la fecha de este ofrecimiento: 24 de agosto de 1858.

Urquiza envía una última carta el 15 de Febrero de 1859 contestada por Rosas el 8 de Abril del mismo año. Y no hubo más.

Mientras, la historia sigue siendo adulterada en los medios, en los libros de texto escolares, en plazas y monumentos, en calles y en actos oficiales en los que el pueblo –inteligente- brilla por su ausencia.

 

V.-La Traición en la Batalla de Pavón (1861)

 



Caseros fue el primer paso. Pero todavía faltaba más. Todo comenzó en 1860 o antes tal vez…

Con el ingreso secreto de don Justo José a la masonería (Logia Confraternidad Argentina) en la sesión porteña del 21 de julio de 1860 es decir,14 meses antes de su derrota en Pavón a manos de Mitre.

Mitre envía a Dalmacio Vélez Sarsfield para convencer a Urquiza de entrar a las logias masónicas, diciéndole que la Masonería no se oponía a la Iglesia Católica, ni viceversa, pues eran instituciones ‘benéficas’ (sic).

Recordemos que Vélez Sársfield fue Federal en el gobierno de Rosas y luego, como es habitual en los políticos de ayer y hoy, se dio vuelta rápidamente y pasó a ‘militar’ en las huestes Unitarias, siendo empleado de la firma de Liverpool ‘Nicholson, Green y Cia’

Dice Atilio García Mellid: “El general Bartolomé Mitre fue quien llevó, con sagacidad, no exenta de poderosas influencias secretas, los hilos de la madeja. El 3 de mayo de 1860, luego de asumir en propiedad el cargo de gobernador de Buenos Aires, se apresuró a invitar para que hicieran una visita oficial a la ciudad al presidente de la Confederación, doctor Santiago Derqui, y al comandante en jefe de los ejércitos nacionales, general Urquiza.

“Llegaron estos el 9 de junio acompañados de brillante séquito. Hubo agasajos públicos v también muchas conferencias reservadas, de cuya naturaleza v decisiones no se dio información alguna.

“Pero varios años más tarde, en el homenaje que el Gran Oriente de la Masonería tributó a los presidentes saliente y entrante, en octubre de 1868, el general .Mitre recordó que los cuatro primeros presidentes constitucionales “se han encontrado una vez juntos y arrodillados al pie de estos altares: el general Urquiza, que acababa de serlo; el Dr. Derqui, que lo era entonces; yo, que debía ser honrado más tarde con el voto de mis conciudadanos, y el hermano Sarmiento, que va a dirigir bien pronto los destinos de la Nación”.

“Dijo también el general Mitre: “. cuando nos alejamos de las puertas del templo, nuestras espadas salieron de la vaina para cruzarse en el campo de batalla, pero aun sobre esa desgracia y esa matanza, el genio invisible batió de nuevo sus alas...”.

“La revelación de Mitre levantó la punta de la manta que cubría aquellas ocultas tramitaciones. Nuevas referencias al respecto nos las proporciona el que fue Gran Maestre de la Masonería Argentina, don Fabián Onsari, a cuya disposición estuvieron los archivos secretos de la entidad. Refiriéndose a la visita de los encumbrados personajes, dice: “La Masonería se moviliza y en una reunión del Supremo Consejo, del 18 de julio de 1860, y a pedido del Gran Comendador, José Roque Pérez, se resuelve otorgar el Grado 53 al General Bartolomé Mitre, miembro de la Logia Confraternidad Argentina N°2; a Domingo Faustino Sarmiento de la Unión del Plata N°1; al General Juan A. Gelly y Obes de la Logia Lealtad N° 6 y a Santiago Derqui de la Confraternidad Argentina N° 2, regularizar e incorporar al General Urquiza Grado 18 concediéndole también el Grado 33” 46. La ceremonia de imposición del grado máximo a los “venerables hermanos” citados, se realizó el 21 de julio”,

Aquí podemos ver una máscara que se quita Urquiza, otra de las tantas que utilizó en su provecho personal.

Federico Ibarguren señala que se puede explicar suficientemente el famoso "misterio" que envuelve la derrota de Urquiza en Pavón. Aquí está la causa verdadera —oculta— de por qué Urquiza abandonó el campo de batalla en 1861, en favor de su "Hermano Mitre", refugiándose en Entre Ríos y entregándole en definitiva el poder político de la Argentina al jefe porteño, su enemigo —ya que Mitre era más antiguo en la masonería y probablemente así lo exigió la central de la logia que los recibió a ambos—. Ésa es la razón, por lo demás también, del asesinato posterior de Urquiza por sus parciales que él había traicionado”.

Entonces, vino la farsa de la Batalla de Pavón donde, como decía Carlos Ibarguren, la Masonería en pleno estuvo comprometida. Uno de ellos fue el poco conocido Mr. Yateman (o Enrique Esteban Itman Collins), estadounidense (mal llamado ‘norteamericano’ en atención a que los mexicanos y canadienses también lo son) que oficiaba secretamente de enlace entre Urquiza y Mitre antes de la batalla.

Señala Gabriel Turone: “El 12 de setiembre, medio desorientado por la profusión de regimientos que ocupan el campo, llega al ejército de la Confederación, en demanda del general Urquiza, el caballero norteamericano y sobrino político de Mitre, Mr. Yateman. Es un hombre joven, elegante, distinguido y delicado. Viste a la inglesa y se defiende del fuerte sol con un sombrero Panamá de anchas alas, rodeado de un pañuelo blanco de seda.

“¿Qué busca este extranjero en las filas del ejército de la Confederación? ¿Qué quiere este extranjero en vísperas de una batalla entre dos fuerzas argentinas? ¿A quién representa, quién lo manda?

“Si es representante de Mitre, sorprende que éste no tenga un argentino para enviar ante el general enemigo. Mr. Yateman muestra un salvoconducto firmado por Mitre, y los soldados lo conducen a la tienda del general Urquiza. Entra con toda confianza y saluda con particular afecto al general. 

“La carpa se cierra y los dos hombres quedan solos. Luego de dos horas Mr. Yateman, escoltado por un edecán de Urquiza y cuatro soldados, sale llevando una carta del general en la que solicita a Mitre una entrevista, que no se sabe si se realizó o no. Los soldados ven pasar a ese hombre extraño para ellos, escoltado con tantos miramientos y se quedan intrigados. 

“Mientras, amable y cortés, Mr. Yateman, prohombre de la masonería porteña, satisfecho del buen éxito de su misión, da rienda a su caballo y sale al trote inglés hacia el campamento de Mitre…Los logiados deseaban el ingreso del país a la división internacional del trabajo impuesta por Gran Bretaña, con la condición de que dicha nefasta alianza se hiciera con hombres imbuidos bajo los principios del liberalismo en auge”.

Ya todo está arreglado de antemano. La batalla aún no ha empezado, pero Urquiza declina su lucha y responsabilidad. Se entrega masónicamente. Yateman corre hacia el campamento de Mitre con la buena nueva.

Es que ese liberalismo ensayado a destiempo produce estragos al consumirlos en sangrientas y cuentas guerras civiles. Eso hicieron tanto Urquiza, Mitre, Sarmiento, etc.

Ese liberalismo venido de otras tierras y otras necesidades eran cantos de sirena que deslumbraban con su seductora novedad y que llevaban en su interior el germen de la discordia en nuestros hombres nativos.

Continúa García Mellid: “Los efectivos rivales se avistaron en las inmediaciones de Pavón, provincia de Santa Fe. El 17 de setiembre de 1861, la caballería de Urquiza, al mando del general López Jordán, batió a la de Mitre, comandada por el general uruguayo Venancio Flores; no hubo otras hostilidades.

El caudillo entrerriano abandonó el campo de batalla, con el grueso de sus fuerzas intactas, sacrificándose acaso por un ideal o un compromiso que sus labios nunca revelaron.

En su provincia la decepción fue indescriptible; “la retirada de Pavón, sin brillo v sin gloria inmediata —dice Aníbal S. Vásquez—, es para la mentalidad popular un desmedro y una vergüenza”. Todos se volvieron contra él, no por odio a la derrota, sino por haber despreciado la victoria. Gentes que le fueron fieles hasta ese instante, se cruzaron a la vereda de enfrente.

Tal el caso del doctor Evaristo Carriego —hijo del coronel de su mismo nombre y apellido—, que escribió: “en aquel campo de batalla, se vio... al general a quien la Nación había confiado su suerte, disparar como un gamo, y no sujetar la rienda de su caballo sino cuando se vio en San José. ¿Quién ha hecho hasta hoy una cosa que se parezca a lo que hizo Urquiza en Pavón?... Urquiza no tiene ni a disculpa de la derrota. Pavón no fue una batalla: fue una gambeteada de avestruz... Con las grandes caballerías con que Urquiza contaba, podía haber dominado toda la provincia de Buenos Aires, invadiéndola por donde hubiera querido. En cuanto a Mitre, ¿qué más podía hacer que retirarse con su infantería? Por otra parte, Urquiza tenía una escuadra poderosa en el río, v con ella podía secundar los movimientos de su ejército de tierra. Mientras tanto, ¿qué fue lo que hizo el caudillo? Disparar vergonzosamente”.

Luego de la batalla de Pavón —el 17 de setiembre de 1861—, en la que quedó dueño de la situación el general Mitre, este lanzó sobre el país regimientos de represión v exterminio comandados por militares uruguayos. Una empresa tai, de arrasamiento de la voluntad soberana de ¡os pueblos, no podía consumarse, salvo desgraciadas excepciones, por mano de generales nativos del país. Fl hombre de la tierra veía en el liberalismo, hinchado de vanidad y poseído de irrefrenables apetitos de poder, al odioso enemigo de las provincias y negador sistemático de los derechos populares. De aquí el uso discrecional de jefes extranjeros, sin compromiso alguno con lo más íntimo y auténtico de la nacionalidad. Fueron estos los generales Venancio Flores (al que le quedó el sobrenombre de “el degollador de Cañada de Gómez”), Wenceslao Paunero v José Miguel Arredondo v los coroneles Ignacio Rivas, José Fseas v Ambrosio Sández (“ese gaucho feroz que enlutó las provincias por donde pasó con sus hordas, como un azote del ciclo"89). Todos ellos eran originarios de la Banda Oriental. El general Flores ganó en buena ley su trágico apodo al aniquilar, el 22 de noviembre de 1861, a los restos del ejército de la Confederación, mandado por el coronel don Cayetano Laprida, que se había retirado a la Cañada de Gómez, quedaron sobre el campo cuatrocientos muertos, pasados a cuchillo, por orden de ese auténtico personero de “la ilustración”. -

Caen asesinados también el Chaco Peñaloza y varios patriotas del interior.  Los muertos en este período constitucional ‘mitrista’ sobrepasan los caídos en casi toda la época de nuestra independencia, inclusive durante los 20 años de gobierno de Rosas.

Refiere García Mellid: “Los métodos enérgicos del general Mitre impusieron el régimen de la paz liberal, que consiste en el sometimiento incondicional de los pueblos. Más sangre costó esta etapa que su antecesora; don Ovidio Lagos escribía en La Capital de Rosario: “Sin necesidad de nombrar una víctima más, bien podemos asegurar que durante la administración constitucional de D. Bartolomé Mitre se han sacrificado más vidas que en toda la época de Rosas v aun antes de ella “

¿Y mientras tanto, que sucede con Urquiza?

Bien lo deja traslucir en una carta a Urquiza Pascual Rosas, quien fuera Gobernador de Santa Fe en esos tiempos: “No puedo persuadirme de que V.E. nos exponga de este modo a una ruina total. La gloria de V.E. mismo exige su presencia en esta situación. Es preciso que V.E. venga. Como amigo sincero de V.E. y como magistrado de un pueblo que se ha sacrificado en esa lucha le encarezco, general, que tome el puesto de peligro y de las dificultades en estas circunstancias, venga el señor”.

No se sabe qué condición se puede imputar más a estos sorprendidos oficiales, si su ingenuidad o su poca visión de los acontecimientos. Es evidente que desconocían la ruindad de Urquiza y sus acuerdos masónicos con Mitre. Los angustiosos reclamos que proferían al entrerriano, tendrían como respuesta imperecederos silencios cómplices.

Urquiza sabía que si mencionaba lo que planeaba hacer a sus oficiales y subordinados, iba a sufrir allí mismo el rechazo de sus soldados y del pueblo todo. Entonces, adrede, ocultaba sus designios tan bajos.

Por supuesto que Mitre se atribuía méritos por triunfos inexistentes.  Usualmente, al igual que Urquiza, consignaba en los partes de guerra como victorias aquellas batallas que sabía serían trascendentes en la historia. De esta manera, ganaba en los documentos lo que en realidad perdía en los enfrentamientos militares.

¿Cómo, Urquiza no se había arrepentido de derrocar a Rosas?

Queda de manifiesto, una vez más, que Urquiza en sus discursos y escritos hablaba para que la historia no fuera impiadosa con él, pero en los hechos sus comportamientos seguían siendo contrarios a los intereses de la nación.

También queda probada la actitud masónica de soborno a Urquiza para entregar a su patria (y la vida de su pueblo que en él confiaba).

Al respecto puntualiza Turone que Enrique Yateman fue el agente financiero y prestamista de fuertes sumas a ambos grupos (Unitarios y ‘Urquicistas’) que hicieron la pantomima de la batalla de Pavón. Lo avalan documentos del Museo Histórico Nacional.  Una carta del 9 de enero de 1863 que le escribe el general Urquiza a Adolfo E. Carranza diciéndole que espera que haya recibido el giro para pagar el documento de Yateman. (Doc. Nº 3676 – O.1. p Nº 971) y otra de Febrero en que Yateman le comunica a Urquiza los inconvenientes habidos en el cobro de los pagarés que remitió para abonar el campo del Palmar. (Doc. 3688 – O.2. pp. Nº m2129). Dos días después Urquiza escribe a Carranza y le recomienda el pedido de su amigo Enrique S. Yateman, a quien desea complacer. (Doc. 3689 – O.2. pp. Nº 975). 

Dice Turone como epitafio: “La espeluznante y sorprendente derrota del provincialismo fue motivo de asombro por parte del, hasta entonces, vicepresidente de la Confederación Argentina, general Juan Esteban Pedernera, quien anotó en sus Memorias: -“Puedo afirmar que el Sr. Capitán General (Urquiza), nuestro jefe y amigo, conforme a sus variantes políticas, muy naturales dada su idiosincrasia, no fue ajeno a la forma como se desarrollaron los hechos que terminaron en forma tan indefinida, como triste, en Pavón-”.

Urquiza mantuvo la autonomía del gobierno de Entre Ríos y conservó el cargo de gobernador. No hubo un acuerdo explícito con Mitre, pero sí un acuerdo tácito, por el cual éste nunca amenazó a Urquiza. A cambio, Urquiza se mantuvo neutral durante todos los levantamientos federales de esa década. En La Rioja, el general Peñaloza mantuvo una larga rebelión hasta que fue asesinado en 1863.

¿Urquiza? ni se conmovió.

Cuatro años más tarde, Felipe Varela y Juan Saa encabezaron otra rebelión en Cuyo y La Rioja, que finalmente fue aplastada.

¿Urquiza? Tampoco se inmutó esta vez.

Estas y otras revoluciones federales se hicieron en nombre de Urquiza, y sus dirigentes -ingenuamente, aunque con falta de visión política- pidieron repetidamente ayuda y órdenes al jefe natural del Partido Federal, que era Urquiza; pero Urquiza ni se movió.

Su provincia se vio beneficiada por la política librecambista de Mitre, aunque las incipientes industrias tuvieron que cerrar. Pero la ganadería floreció más que nunca. La provincia vivía sobre todo de la ganadería... y Urquiza era un ganadero, el principal, casi el único en gran escala.

Así reforzó su sistema casi feudal: nadie podía vender ni campos ni hacienda sin avisarle previamente a Urquiza, quien tenía el derecho de prioridad. De esta manera pudo aumentar sin riesgos su ya enorme fortuna.

Entregó sin sonrojarse la nación entera a la codicia y rapiña brasileña y Unitaria a cambio de que lo dejaran tranquilo en su provincia gozando de sus riquezas.  Riquezas fruto de sus negocios particulares prohijados por la Masonería a la cual adhería, en contravención con los intereses de la nación argentina que decía defender.

Ningún supuesto ‘arrepentimiento’ de haber derrocado a Rosas se pudo sostener seriamente. Siguió con sus negociados a costa de la sangre de sus paisanos y de la riqueza de su nación.  El tiempo transcurría y sus actitudes seguían basándose en un despiadado lucro personal.

Luego de Caseros asestó el mazazo final a lo poco que quedaba de la otrora grande y sólida Confederación Argentina.  Entregó a Buenos Aires el triunfo decisivo en Pavón, para luego ver -literalmente- cómo se incendiaba ante sus ojos el federalismo Oriental en Paysandú. Trascartón, arruinó las vanas ilusiones de los caudillos tardíos, de que liderara y financiara su sublevación contra la Guerra del Paraguay.

Mario Cesar Gras nos dibuja el ánimo imperante en los oficiales y soldados de Urquiza y su sorpresa ante lo sucedido.

Los viejos federales fogueados en Pago Largo, Arroyo Grande, India Muerta, Laguna Limpia y Vences, que toleraron a regañadientes su pronunciamiento contra Rosas y le acompañaron, sin convicción, en la campaña de Caseros, Concluyen por darle la espalda después de Pavón y se retiran silenciosamente a sus hogares, agobiados por el desencanto persuadidos de que han vivido engañados, sirviendo de instrumento a los intereses personales de un caudillo ambicioso, que ahora juzgan flojo y acomodaticio. Cultores de la en lealtad y del coraje, no le perdonan su retirada del 17 de septiembre [de 1861] que ha herido profundamente el orgullo Se le ve achicado y pusilánime, entregado a la política exclusivista de los hombres de Buenos Aires”.

Ahora bien, una acotación más, y permítasenos la imputación que hacemos:

Es lícito que los oficiales y soldados de Urquiza se hayan preguntado cómo el entrerriano había renunciado en su mejor momento, cuando tenía el triunfo en sus manos.   Sus militares desconocían los arreglos masónicos de Urquiza con Mitre y otros Unitarios, en pos de su beneficio personal.

Pero no es lícito que algunos historiadores se sorprendan de la actitud de Urquiza y hasta el día de hoy sigan preguntándose por qué razón abandonó el campo de batalla entregando la misma –y el país todo- a Mitre y sus esbirros Orientales sanguinarios (Irrazábal, Flores, Paunero, Sandez, Rivas).  Son muchas las pruebas y documentos que comprueban los pactos secretos entre Urquiza y Mitre, Masonería mediante. Lo que lleva también a probar que la Masonería no es una organización humanitaria, caritativa, ni neutra políticamente, sino por el contrario, es una organización siniestra, oculta y sanguinaria.

El otro tema que podría generar rispideces es el de aquellos Federales sorprendidos con la actitud de Urquiza, como Ricardo López Jordán, Juan Saa, Benjamín Virasoro, José Miguel Galán, entre otros, cuyos lamentos se siguen oyendo tanto en Pavón como en Paysandú y en la Guerra del Paraguay.

Y debe decirse, en honor a la verdad histórica, que ellos recibieron el castigo justo por haber coadyuvado en el derrocamiento de Juan Manuel de Rosas, única valla soberana ante los brasileños y Unitarios de toda laya, y con ello, haber precipitado a su patria a una debacle que aún hoy continúa. Por lo que Pavón y las guerras que le sucedieron no son más que la continuación lógica e inexorable de nuestra derrota y nuestra fragmentación.

Su inocencia o desconocimiento de buena o mala fe, no los exime de su gravísima culpa e irresponsabilidad.  Desde el punto de vista personal opino respecto de estos Federales que tienen bien merecida su derrota.  Lamentablemente, con ello arrastraron a la patria a una ignominiosa decadencia y pérdida de su independencia.

Finalmente, Urquiza se retira a Entre Ríos para propender a su sueño chiquito y doméstico: formar una republiqueta mesopotámica (Entre Ríos, Corrientes y Misiones) y desgajarla del tronco madre de la Confederación ya herida de muerte, con el visto bueno del Brasil, su empleador.

Ante los homicidios de los Generales Benavídez, Virasoro y Peñaloza en manos de los Unitarios, Urquiza guardó pesado silencio. Los acuerdos con Mitre surtieron efecto y el entrerriano, cobarde, se abstuvo de vengar sus muertes perpetradas por sus hoy socios, los Unitarios.

En Buenos Aires, Mitre y Sarmiento, festejaban los horribles asesinatos de los caudillos federales.

Contemporáneamente el resquemor y el odio a Urquiza se incrementaban por lo sucedido en Pavón.

Señala Mario Cesar Gras que por el año 1862, cuenta Juan Coronado, secretario de Urquiza, que fue testigo directo de un diálogo entre éste y un paisano de apellido Amarillo, a cuyo familiar le había dado una licencia de trabajo y acusa de ser Unitario.

Se presenta, indignado, el tal Amarillo para devolverle la licencia, diciendo que ni sus hijos ni nadie de su familia era Unitario, aclarando que “…después de todo cuanto hemos visto y estamos viendo, y de no ser posible distinguir a los Federales de los Unitarios por la mezcla que S.E. está haciendo con unos y con otros, lo que solo falta saber en verdad es si S.E. es Unitario o Federal”.

“- ¡Cómo! ¿Pueden mis entrerrianos dudar de que he sido y soy siempre Federal? -

“-Si, S.E.,—le contestó Amarillo—. Los entrerrianos estamos cansados de oír gritar a S. E. contra los unitarios pero también vernos que nos enreda cada vez más, haciendo lo que no dice y diciendo lo que no hace; S. E. no tiene razón para quejarse de nosotros que lo hemos acompañado y servido corno Federales, mientras que en pago estamos ahora más embrollados que nunca, pues ya no nos conocemos de tanto que nos ha engañado S. E. con sus cosas de Federales y de Unitarios-

 "—Vavavá —replicó el general Urquiza con tono áspero. Y dando un distinto giro a la conversación, anonadado cormo estaba por la lógica de fierro de aquel hombre, se le levantó y salió diciéndole que fuese a la quinta a tomar frutas: Y dirigiéndose en seguida a nosotros, que habíamos estado presentes en aquella escena, nos dijo, señalando al anciano Amarillo que entraba en la quinta:

"—Vea. Dicen que son ignorantes y tienen más viveza y mejor sentido que los letrados: ni que contestarle me ha dejado y si no lo atajo tan pronto, sabe Dios cuantas verdades iba a decirme”.

Entendemos que es uno de los resúmenes más perfectos de quién era Urquiza hecho por un tercero, no por un historiador detrás de un escritorio.

Le enrostra que no es Federal ni Unitario y que se ha dado cuenta que las cuestiones ideológicas poco le importan a don Justo.

Este dialogo, casi palabra por palabra bien podría haber sido el que en su momento tuvieron Urquiza y Chilavert en Palermo, luego de la batalla de Caseros, por el cual Chilavert le debe haber reprochado su traición, algo que le costase la vida.

En este caso, Urquiza tomó la real imputación con cierta sorna y humor, pero en un acto de confesión terminó reconociendo que el paisano tenía razón en sus dichos, dándole la derecha en cuanto a las recriminaciones proferidas de sus apostasías (“…y si no lo atajo tan pronto, sabe Dios cuantas verdades iba a decirme”) A confesión de parte, relevo de pruebas.

Mientras sucedían los arreglos masónicos de la rendición de Urquiza ante Mitre luego de las ‘tenidas’ logistas, Rosas, desconociendo las acciones de Urquiza y necesitado de dinero en forma desesperada, acepta la ayuda monetaria ofrecida en calidad de préstamo tiempo ha.  Le escribió una carta el 7 de Noviembre de 1863 que trasunta angustia y hasta cierta humillación. El Restaurador le hace saber que le ha mandado varias esquelas más en esos años, pero que ya no le contestaba más carta alguna. Se ‘olvidó’ (sic), aparentemente, del supuesto noble ofrecimiento pecuniario de años atrás.

“Capitán Gral. Dn, Justo José Urquiza

“Southampton, Nbre. 7/863. Exmo. Señor. Desde que llegó a mis manos. la muy apreciable de V. E. Febrero 15 de 1859, que contesté /el 8 de Abril, ninguna carta, ninguna contestación ni palabra alguna he recibido de V. E. En 5 de Julio, 5 de Agosto de 61, y en 4 de Febrero del 62, escribí a V. E. ,¿Por qué no me ha contestado V. E.? ¿Por qué no me ha hecho conocer de alguna manera su desagrado por escrito o de otro modo? ¿O no ha creído V. E. en mis palabras de la más Pura amistad, de gratitud y de respeto? ¿Cuál es, Exmo. Señor, mi falta para no haber merecido de V. E. algún aviso de recibo, alguna demostración ni palabra alguna? Permítame Y. E. este desahogo tan natural, y sin creerme ahora en el deber de    tocar algo de aquéllas, pasar sin demora al objeto de la presente. Continuando privado de mis propiedades por tan largo tiempo, me encuentro ya obligado a salir de esta casa, a dejar todo, pagar algo de lo que debo, encuentro ya, precisamente obligado a salir de esta casa y reducido a vivir en la miseria. Y en tal estado si V. E. puede hacer algo en mi favor, es llegado el tiempo en que yo pueda admitir las ofertas de V. E., para sacarme, o aliviarme, en tan amarga y difícil situación. Cualquiera cantidad, o cantidades, que V. E. pudiera acordar a mi favor, haciéndolas entregar en Bs. Ayres a los Agentes de los SS. G. F. Dickson y Compañía o a estos mismos SS. en Londres, llegarán con seguridad a mis manos. Lo que fuere lo devolveré a V. E. con el correspondiente interés, luego que me fueran entregadas mis propiedades; y en mi muerte para ese tiempo, por mi Albacea, a quien ya desde ahora encargo pagar esa deuda sagrada caso de contraerse. No poco me cuesta molestar a V. E. con pedido de tal naturaleza, pero mi caso, tan claro y notorio, me impone llamar en mi auxilio, por asistencia, pues creo que debo hasta mi Patria, no perdonar medio alguno permitido a un hombre de mi clase para no parecer ante el extranjero en estado de indigencia, quien nada hizo para merecerla. ¿ Y a quien primero que  a V.E debo hacer conocer esta triste realidad y desengaño de la gratitud de los pueblos?¿Y a quién primero y ante todo, acudir por mi remedio? Y Sigo a V.E. con mis votos por su acierto y por su felicidad, y quedo de V.E.  Exmo. Señor JUAN M. DE ROSAS”

No se sabe a ciencia cierta si el carácter intimista de la misiva es adrede para mover a Urquiza al cumplimiento de su promesa o realmente el tono lastimero de Rosas obedece, principalmente, a una realidad desesperada.

Ante la situación de indigencia del Restaurador, Josefa Gómez se traslada a San José y en presencia de Urquiza lo compele a hacer efectivo su ofrecimiento.

Éste parece cumplir con su promesa, tal vez porque no le cupo otro remedio debido a la firme posición de doña Josefa. Así, a través de ella le envía una carta a Rosas el 28 de Febrero de 1864.  Paradójicamente, quien derrocó a Rosas y se hizo del poder y de millones, le dice que le enviará unos pocos pesos “Conmovido por su deplorable situación y consecuente a la petición de V. me es satisfactorio contestarle que, de perfecto acuerdo en todas sus partes con lo que me expone en la precitada que contesto, dispongo que anualmente se le pasen a V. 1.000 libras esterlinas…el primer giro lo haré en todo el próximo Abril”.  Urquiza vuelve a manifestar su arrepentimiento por de haber derrocado a Rosas.

¿Es así?

Nada sucede….el historiador Mario Cesar Gras dice que la dilación en el envío del dinero prometido en Febrero de 1864 para ser entregado en Abril de 1864, es inexplicable y que todo hace pensar que Urquiza busca desentenderse de su compromiso.

La explicación es simple: una cosa es lo que Urquiza dice y promete, y otra muy distinta es lo que hace.

Pero, el dinero sigue sin ser enviado. Según Urquiza, la culpa es del brasileño Barón de Mauá que debía cumplir con la comisión encomendada.

 

VI.-La Traición en Paysandú (1864)

 

Mientras Urquiza comienza a soltarle la mano a los Orientales Federales, Josefa Gómez sigue insistiéndole al ‘arrepentido’ Urquiza por la demora en cumplir su promesa a Rosas. Ya estamos en Septiembre de 1864.

Dice Gras que “no hay duda que Urquiza está chicaneando el fiel complimiento de su promesa y, con el propósito de sacarse de encima a la insistente señora Gómez trata de engañarla, afirmando cosas inexactas”.

Sigue exhortando Josefa Gómez enviando cartas a Urquiza. Pero éste no responde y la vieja amiga se lo hace saber, tristemente y con enojo, a Rosas.

Pero todo no terminó allí.

Acabado Rosas, así como los Federales del Interior de la Confederación ya deshilachada mas los ‘Blancos’ Oribistas, al Brasil solo le quedaba derrotar al Paraguay para hacerse del poder en la cuenca del Plata. Urquiza era una pieza más en su tablero sin ningún peso político.

Dice Hernán Brienza: “Hasta la mefistofélica acción de Flores contra Berro, los López contaban con los puertos uruguayos que los Blancos, en sintonía con el gobierno paraguayo, le cedían. Los colorados orientales, socios históricos del Imperio brasileño, trababan el desarrollo paraguayo y, al mismo tiempo, al aislarlo, lo debilitaban y lo dejaban a merced de las intenciones depredadoras del Imperio. La situación en la Argentina era previsible: los liberales porteños, el mitrismo, estaban del lado de los colorados y del Imperio brasileño, como siempre lo habían estado; los federales, las provincias, defendían la causa paraguaya. Respecto de Urquiza, López soñaba con que se pusiera de su lado o que, al menos, se mantuviera imparcial obligando moralmente a las provincias argentinas a presionar sobre Mitre. Pero Urquiza ya no era Urquiza”.

Hablemos por empezar del general oriental y mano derecha de Mitre, Venancio Flores (lo que hoy llamaríamos un Sicario mercenario).

Para el Unitarismo centralista ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin libertad, sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre. Tal es el odio que aquellos fratricidas tienen a las provincias, que muchos de nuestros pueblos han sido desolados, saqueados v guillotinados por los aleves puñales de los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazábal y otros varios oficiales dignos de Mitre” aclara García Mellid.

El mismo dice que Flores, como los mencionados, aprendió“…entre nosotros la lección “mitrista” sobre arrasamiento y saqueo de los pueblos libres. Ya se sabe que en las campañas contra el interior argentino, ganó el apodo de “el degollador de Cañada de Gómez”. Cuando se levantó en armas contra su patria, en 1863, gobernaba el ‘partido blanco’.

“Con un patriotismo muy Unitario [Flores] se coaligó con la escuadra brasileña, mandada por el almirante Tamandaré, para atacar objetivos de su propio país. Mediante la concertación de estos recursos, puso sitio a Paysandú, por tierra y agua; bombardeó la ciudad durante un mes “con la metralla auxiliadora prestada por Mitre"55 *, hasta dejarla envuelta en llamas. Los sitiados, dirigidos por el general Leandro Gómez, diezmados y sin recursos, entraron en rotativas para concretar un armisticio.

El sitiador se apresuró a garantizar la vida de los vencidos. El general Flores rompió el compromiso, penetró a la ciudad por asalto y fusiló al general Gómez y a cuantos lo acompañaban. ¡También el Uruguav supo cómo las gastan los civilizados liberales!

“El Paraguay protestó por la intervención brasileña en estos episodios internos de una República del Plata, llegándose a la ruptura de relaciones, el 12 de noviembre de 1864. Abiertas las hostilidades, el presidente del Paraguay, general Francisco Solano López, pidió autorización al gobierno argentino para que sus tropas cruzaran la zona norte de nuestro territorio a objeto de atacar al Brasil por Uruguayana, en la misma forma en que Brasil utilizaba nuestros ríos para atacar objetivos adversos al Brasil. El general Mitre negó el permiso solicitado” …

Todo esto es historia harto conocida pero ¿Y mientras tanto, que hacía Urquiza?.

Al principio se mantuvo en una neutralidad asfixiante y sorda. Digamos ‘neutralidad’ por ser generosos….Las omisiones hablan y dicen mucho.

La mayor parte de los federales entrerrianos trataban de ayudar al gobierno Oriental, pero Urquiza mantuvo su alianza con el presidente Mitre, que apoyaba abiertamente a Flores. Cuando la ciudad de Paysandú fue atacada por la flota brasileña y las fuerzas de Flores, hasta dejarla destruida, muchos Federales entrerrianos y porteños – entre estos, Rafaél y José Hernández – lucharon a favor de los defensores. El bombardeo se veía desde Concepción del Uruguay, y se oía desde el Palacio San José; a Urquiza le llegaron cientos de cartas invitándolo a entrar en acción, pero Urquiza no se movió.

Sentado en su Palacio de San José veía como se ponía rojizo el cielo por el bombardeo e incendio de Paysandú por parte de los Brasileños (estos tenían maquinaria bélica muy modera). Y ante el clamor de los entrerrianos y correntinos que querían desesperadamente ayudar a los Orientales saltando el río Uruguay, Urquiza se mantenía impertérrito, en silencio en sus dominios haciendo caso omiso al pedido de auxilio de los Orientales y de los Federales de este lado del río.

Paralelamente mientras esto sucedía, Urquiza, finalmente ‘acorralado’ (sic) por los requerimientos sostenidos de Josefa Gómez extiende el giro y da la esperada orden de que se le abone los 1.000 libras esterlinas a Rosas, el 11 de Febrero de 1865, (recordemos: un año y dos meses después de la fecha prometida por Urquiza).

Rosas recibe el giro en Abril de 1865. Nunca más le fue enviada suma alguna por Urquiza, según este en su momento le prometiera.

En Junio de 1866 Josefa Gómez le escribe a Urquiza recordándole su promesa de seguir enviando anualmente las 1.000 libras. Nada contesta Urquiza desentendiéndose de lo dicho. El silencio es bien comprendido por Gómez y por Rosas. Y no insistieron más al maquiavélico entrerriano.

Eso sí, desde el punto de vista de sus declaraciones públicas o epistolares Urquiza se duele del error cometido al combatir y derrocar a Rosas, declarando supuestamente compungido que tuvo su culpa en ello.

Entre tanto, las traiciones políticas y militares de Urquiza, continuaban sin cesar.

Dice Brienza que “Urquiza, virtual aliado de Mitre, con su displicencia respecto del Proceso de Organización Nacional que Mitre llevaba adelante a los palazos contra todo aquel que no compartiera su liberalismo, no escatimó, tampoco, coqueteos con los que debían ser sus socios naturales: Berro y López. El otrora caudillo entrerriano juega a dos puntas. Pero mientras desconoce al Chacho, se sienta a negociar con el barón de Mauá, quien viaja a San José para asegurarse de la complicidad del anfitrión con la Triple Alianza. ¿Por qué recibe Urquiza a un banquero? ¿Qué puede ofrecer un banquero más que créditos y financiamiento?

“Urquiza se vuelve olvidar de sus compañeros de armas, y tras el empréstito cambió su postura respecto de la guerra. Ya no hizo la vista gorda frente a los levantamientos populares contra la guerra, los de Peñaloza o los producidos en Victoria, Nogoyá y Paraná, ya en su propia provincia.

“Ya no se puede creer en ninguna ingenuidad por parte de Urquiza, todo es cálculo. Si bien, en términos ideales, se lo percibe en contra de la guerra, sus intereses personales dependen de la Triple Alianza”.

Véase, así, los entretejidos entre la Banca brasileña y europea y Urquiza, que mientras sucede el exterminio en Paysandú y se avecina una terrible guerra contra el Paraguay, fríamente se dedica a acrecentar su patrimonio sobre la sangre de sus compatriotas, vendiendo TODA su caballada al ejército brasileño, una vez más….

Y todavía hay historiadores que de buena  o mala fe quieren imponer la idea de que Urquiza se ‘arrepintió’ de sus actos contra Rosas (que, en realidad, eran acciones traicioneras, más que contra Rosas, contra el país) basándose en algunas cartas que el susodicho entrerriano emitía para quedar bien parado ante la historia.

Del mismo modo, Leonardo Castagnino nos trae a colación la desesperación del pueblo entrerriano que se patentiza en las cartas que le enviaban los patriotas a Urquiza urgiendo su rápida intervención.

Pero Urquiza se olvida nuevamente de los ‘arrepentimientos’ meramente epistolares, declarativos y opta nuevamente en mostrar su verdadera esencia.

Dice el citado autor:

Ante la primera acción de guerra de la Triple Alianza, el ataque a Paysandú, Urquiza permanece impasible en Entre Ríos, ante el clamor de los federales entrerrianos que se salían de la vaina por acudir en ayuda de sus “hermanos orientales”. Muchos ya no confiaban de don Justo, y algunos cruzan el Uruguay, entre ellos Rafael Hernández, hermano del autor del Martín Fierro, quien salva milagrosamente su vida luego de la caída de Paysandú. “La heroica Paysandú” resiste por varios días el ataque de tropas muy superiores, incluido el bombardeo de la escuadra brasilera abastecida en pleno día en la rada de Buenos Aires por el gobierno de Mitre, quien se decía “neutral”.

El sacerdote Domingo Ereño (fallecido luego en Buenos Aires por la fiebre ‘amarilla’) vehementemente le ruega a Urquiza: “Estoy llorando, Sor. Gral. de rabia y de desesperación a presencia del crímenes tan atroces que se perpetran bajo capa de libertad y civilización en el año 64” 

Ahora bien, nosotros venimos planteando que Urquiza declara sus arrepentimientos por el derrocamiento del gobierno legítimo de la Confederación Argentina conducido por Rosas, pero que en los hechos se demuestra que sus intereses comerciales personales priman sobre sus obligaciones como Gobernador de Entre Ríos y como Jefe del Ejército de la Confederación Argentina.

Uno de las más palmarias demostraciones de esto lo da la situación de que un jefe ‘colorado’ le pide a don Justo que le venda una caballada y Urquiza, aparentando indignación –como lo hizo siempre- le contesta a través de Melitón Lescano en carta del 16 de diciembre de 1864: “Nuestro amigo Enrique Castro me escribe pidiéndome unos caballos de mi marca y le contesto que yo no mando caballos marca flor a los aliados de los macacos”. 

Sin embargo lo altisonante de su respuesta, Urquiza le vende algunos caballos al jefe ‘Colorado’ y toda la caballada entrerriana  (30.000) a los llamados por él, ‘macacos’ brasileños. “Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”, dice la frase.

No se observa acción alguna que respalde el supuesto ‘arrepentimiento’ de Urquiza por el derrocamiento de Rosas, ni tampoco ni siquiera, mínimamente, una ‘neutralidad’ ante la invasión brasileña a la Banda Oriental (junto a Venancio Flores, que más que Oriental, era un agente brasileño), puesto que la venta de toda una enorme caballada dista de mostrar neutralidad alguna.

Continúa Castagnino: “Entre Ríos entera se desespera por la agresión a Paysandú ante la pasividad del señor de San José, y un testigo ‘urquicista’, Julio Victorica, ante los estragos de los cañones brasileños, comenta: “La contemplación paciente de semejante cuadro era insoportable. Entre Ríos ardía indignado ante el sacrificio de un pueblo hermano, consumado por nación extraña. El general Urquiza no sabía ya cómo contener a los que no esperaban sino una señal para ir en auxilio de tanto infortunio” (Julio Victorica. Reminiscencias históricas, en Revista de Derecho, Historia y Letras, tomo VI. Buenos ires, 1900) Urquiza permanecía imperturbable”.

Dice Hernán Brienza: “la gran vergüenza federal fue la actitud de Urquiza. Convertido en la esperanza de los blancos y los federales, el otrora hombre fuerte jugó a dos puntas intentando llegar a un acuerdo pacífico, pero una vez declarada las hostilidades prohibió que las tropas entrerrianas participaran de la defensa. Así, los federales, como José Hernández, Carriego, López, hijo de Estanislao, y el mismo López Jordán, se vieron obligados a contemplar desde la costa entrerriana, impotentes, cómo los imperiales, los liberales unitarios y los colorados masacraban a los héroes orientales”.

Los jefes Federales indignados, le escriben a Urquiza, al que todavía no pueden creer su defección no despertando del hecho de la traición recurrente de don Justo.

Es una situación muy similar a la que aconteció con la defección de Urquiza en Pavón. Sus oficiales, pecando de crédulos o ignorantes, lo interpelan desconcertados. Uno de ellos, el Coronel Navarro:

“Mi querido general: Acabamos de saber con profundo sentimiento la toma de Paysandú y la muerte de sus principales jefes. Los atentados y crímenes que cada día cometen los infames brasileños, nos llenan de coraje y solo ansiamos el momento de vengar la sangre de los mártires de Paysandú
Los amigos creemos y esperamos que V.E. no podrá mirar con calma las bárbaros crímenes de los brasileros… Los colorados tomaron prisionera a la oficialidad blanca y la fusilaron sin más. Junto con Gómez también fueron pasados por las armas los comandantes Juan María Braga, Eduviges Acuña y Federico Fernández, únicos oficiales del Estado Mayor sobrevivientes al sitio. Como muestra de la brutalidad de los vencedores, uno de cada cinco de los 600 prisioneros fue pasado por las armas.”

¿Y Urquiza? Mutismo impertérrito.

Se mantiene imperturbable, impávido y ya no se borraría de los oídos federales que observaban y escuchaban impotentes desde la otra orilla, el tronar de los cañones de Paysandú. Mitre le miente a Urquiza diciendo que no quiere la guerra, y le miente a la Nación Argentina ocultando una declaración de guerra que ya tenía en mano, para poder actuar como “país agredido”. Este ocultamiento premeditado puede consultarse en las investigaciones históricas realizadas entre otros por José Maria Rosas y Fermín Chávez.

 

VII.-La Traición en la Guerra del Paraguay o Triple Alianza (1864)

 

Como un hilo conductor, como una repetición de lo sucedido en Paysandú, la reacción del Paraguay a la invasión brasileña a la Banda Oriental desencadenó la Guerra del Paraguay.

El Paraguay, oyendo el pedido de auxilio de sus hermanos Orientales y al gobierno legítimo ‘blanco’ de la Banda Oriental, ataca a los ‘colorados’ Unitarios de la Banda Oriental y a los brasileños invasores.  Esto produjo la reacción ‘mitrista’ y la declaración de guerra entre Paraguay y la Confederación Argentina que, al mando de Mitre, salió en defensa del Brasil.

Como vimos, estos acontecimientos desencadenaron la Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza.

Al mismo tiempo, el raid de las fuerzas Unitarias, comandadas intelectualmente por Sarmiento y Mitre, desatadas y libres de cualquier imperio de soberanía en nuestras tierras, se dirigió a la liquidación sin cuartel de cualquier atisbo Federal en nuestras provincias.

El propio diario liberal de la familia Paz, ‘La Prensa’, en sus ejemplares del 15 de Julio de 1876 y del 23 de Marzo de 1880, publicaba, tirando por la borda la historia oficial impuesta que situaba a Sarmiento como educador, como civilizador, como pacificador: “No se explica uno que semejante fiera ande por las calles libremente... Dondequiera que ha puesto la mano ha dejado los rastros de su carácter procaz., irascible v sanguinario... Él ha ordenado a sus subalternos el degüello de sus prisioneros. Él ha mandado clavar en picas las cabezas de los que combatían contra su autoridad v colocarlas en el trayecto de las vías públicas. Él dictaba la sentencia de muerte de un centenar de soldados amotinados en Loncogué. Él mandaba tomar a un jefe sublevado en Mendoza v por toda instrucción sobre su captura decía al general encargado de esa comisión que lo fusilara sobre un tambor….”. Contundente; y más dicho por un diario afín a sus ideas.

Sarmiento cierra un ciclo de nuestra historia, de bárbara represión de los anhelos simples y puros que siempre anidaron en el alma de las multitudes criollas.

La brega de los pueblos en defensa de sus libertades genuinas no pudo triunfar sobre sus adversarios poderosamente equipados. La reacción porteña impuso su despotismo sobre toda la Nación, que desde aquellos días perdió la sustancia del Federalismo para quedarse con su mera envoltura formal.

Veinte años después de iniciada la ofensiva liberal del general Mitre, el presidente Juárez Celman podía decirle al Congreso y con acierto: “En la actualidad argentina no existe otro partido que aquel al que pertenecen las mayorías parlamentarias y todos los gobiernos de la Nación y sus estados”.

Era la República ideal concebida por aquellos señores liberales, unitarios y frívolos, que —so pretexto de extinguir la montonera— aplastaron al pueblo para que no se considerara con derecho a participar en la vida de la Nación.

Esa ‘Historia Oficial’ era anacrónica y sofista. ‘Sofista’, ya que desde sus postulados primigenios da como ciertos los hechos acaecidos y sus causas que son inexactas, inexistentes. Todo lo que se deriva de ello, es pues, falso.

¿Y mientras tanto, qué sucedía con Urquiza?

La alianza masónica entre Urquiza y Mitre (ese señor dueño de la ‘Historia Oficial’ junto a Sarmiento, los Varela, Alsina, etc.) aparece una vez más.

¿Cómo, no se había arrepentido de haber derrocado a Rosas aliándose al Brasil?

Dice sobre este tema O’Donnell: “Cuando Carlos A. López atacó Corrientes, Urquiza se pronunció en contra del Paraguay y apoyó la causa argentina a pesar de la poca popularidad de la guerra en Entre Ríos y la mayoría de las provincias. Como hemos visto en otros capítulos, sobre todo los destinados a Peñaloza y a Varela, los caudillos que intentaron insurreccionarse contra la organización nacional porteñista y contra la Guerra del Paraguay invocaron insistentemente a Urquiza para ponerse al frente del movimiento provincial. Pero el entrerriano, encerrado en su fastuoso palacio de San José, convencido quizás de que sería inútil enfrentar a Buenos Aires con fuerzas voluntariosas y corajudas pero menguadas en tácticas y en recursos, hizo oídos sordos a tales reclamos. Por otra parte se ocupó de no perturbar sus acuerdos con los porteños y continuó con sus rentables negocios con ellos”

Mitre, Sarmiento y el propio Urquiza arreaban ‘voluntarios’ (sic) para combatir al Paraguay quienes, al saber que la pelea era contra el pueblo hermano del Paraguay, se negaban a luchar.

Al respecto, cuenta el historiador Manuel Gálvez que el jefe de una provincia norteña escribía una misiva acompañando a esos reclutas a la fuerza.  En la misma decía: “Ahí van estos voluntarios, devuelvan las maneas”.  Nos muestra la sorna e ironía con la que podían expresarse los Unitarios gracias a la impunidad con la que actuaban

Fue fácil para los lugartenientes de Mitre masacrar sin miramientos a un pueblo.  Contaban con un ejército de cipayos bien alimentado, con armamento superior, moderno y con sueldos regulares.

Es bueno remarcar que Urquiza no escuchó a sus compatriotas. Estaba muy ocupado haciendo sus negocios sucios desde su Palacio San José (el único que en el país tenía ya agua corriente) rodeado de riquezas cosechadas (a cambio de la entrega total de su patria y de la vida de muchos de sus gauchos) con los brasileños (vía el Vizconde de Mauá), y con la banca europea (vía Rothschild). Increíblemente todavía el pueblo seguía creyendo en él, pero sólo por ahora….

Urquiza se movía cautelosa y ambiguamente en favor de Carlos A. López y también del centralismo porteño unitario de Mitre. Oscilaba, calculaba aquello que le diera mayores frutos y riqueza, y oscilaba de acuerdo con el resultado.

Los ingleses se encontraban al tanto de todos estos movimientos. Siempre entre bambalinas para manejar los hilos necesarios para el logro de sus fines.

Ellos, día a día, estuvieron bien anoticiados de lo que sucedía en el Plata.  Recibían información de parte de sus diplomáticos, pero también contaban con espías anónimos o en condición de comerciantes, naturalistas y viajeros de toda laya.  ‘Mercachifles’ que recorrían nuestros territorios con ‘salvoconductos’ en función de sus oficios declarados. Como hemos mencionado en otros trabajos, estos funcionarios ocultos tras pretendidas o ciertas profesiones u oficios no dejaban de informar a sus gobernantes.

Dice García Mellid: “El general Urquiza para movilizar en favor de Mitre las huestes entrerrianas. se vio obligado a engañarlas diciéndoles que iban a pelear contra el Brasil; esto explica la sublevación del arroyo Basualdo y la posterior insubordinación de Toledo (3 de julio. 8 de noviembre de 1865) cuyos cabecillas fueron fusilados por orden del caudillo entrerriano en sus posesiones del palacio San José. “Cuando se escriba con imparcialidad la historia de la guerra del Paraguay, o de la alianza —escribe un actor de aquellos sucesos, don Julio Victorica, amigo y confidente de Urquiza—, ha de quedar demostrado que era del todo impopular en la República Argentina. Bastará recordar las innumerables sublevaciones producidas en las fuerzas o contingentes que se traían de las provincias y que fue preciso sofocar con todo el rigorismo de las leves militares”.

¿Todo esto lo hizo ‘gratis’ Urquiza? ¿Por mero convencimiento político? Juzgue el lector.

O’Donnell cita a José María Rosa quien reflexiona sobre los momentos en que se sucedía la batalla de Paysandú: “Es que el Brasil, como lo cuenta José M. Rosa, seguramente aleccionado por el astuto Mitre quien ya de sobra conocía el punto débil del entrerriano, compró todos los caballos de sus famosas milicias montadas que le habían dado el triunfo en Cepeda y Pavón. El negociador fue el jefe de la caballería imperial brasilera, general Manuel Osorio, quien acordó el generoso precio de 13 pesos fuerte por cada uno de los 30.000 animales, lo que sumaba 390.000 patacones, una cifra curiosamente próxima a los 400.000 que los brasileros, a su pedido, habían pagado a Urquiza para garantizarse su alianza para invadir la Argentina  y derrocar a Rosas. Es claro que con esa compra se anulaba la posibilidad de que el entrerriano se arrepintiese de su traición ya que, desmontadas, sus fuerzas carecían de peligrosidad”.

Otra vez Urquiza y sus mezquinos intereses comerciales, abonados con la sangre de sus compatriotas, con desprendimientos territoriales y con el genocidio de toda la nación paraguaya.

La riqueza ofensiva de Urquiza, como tantas veces, se sostiene con los negocios espurios.  En esta oportunidad, operaciones hechas con nuestro enemigo ancestral, el Imperio brasileño, engañando una vez más al inocente pueblo entrerriano que confiaba en él, por el momento...

Dice Mario Cesar Gras: “Hoy no hay en Entre Ríos —escribía en 1866 su antiguo secretario particular, don Juan Coronado-, un solo paisano, por sencillo que sea, que no esté penetrado de que el general Urquiza ni es ni ha sido federal ni unitario, sino mercader de sangre humana; v como los entrerrianos son federales por sentimiento v convicción, saben ya por experiencia que Urquiza los traiciona y los engaña cuando les habla de "estar prontos para montar a caballo contra los salvajes unitarios", "de tenerlos en el bolsillo y bailando en la cuerda floja", "de dejarlos hacer para que se desprestigien y se pierdan más pronto", "de no largarles el caballo trabado", y de todos los demás disparates y mentiras que les dice y farsas que hace y ha hecho siempre, para mantener vivo el odio de los entrerrianos contra los porteños, a título de salvajes unitarios, abusando así de la buena índole de un pueblo a quien debe cuanto ha sido, y a quien tan infamemente ha burlado, haciéndolo el instrumento pasivo de todas sus iniquidades políticas".

Seguramente, el tal Coronado al manifestarse en esos términos, debe haber recordado el dialogo mantenido entre Urquiza y un paisano de apellido Amarillo y del cual fue testigo en el año 1862.  Anécdota que ya comentamos.

La palabra ‘traición’ empezó a correr en todos los labios. Era frecuente oír: “Urquiza se ha vendido a los porteños”.

En una altisonante confesión Urquiza dice  (aunque es indudable que sus declaraciones distaban de sus actos): “Toda mi vida me atormentará constantemente el recuerdo del inaudito crimen que cometí al cooperar, en el modo en que lo hice, a la caída del General Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo, por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el poder.” (Fragmento de la carta de Urquiza a un tucumano de 18 años después de Caseros, de fecha 3 de marzo de 1870 y publicada a fs, 326. tomo3 de la Historia de los Gob. De las Provincias Argentinas de A. Zinny, ed. 192º - cita de Raúl Rivanera Carlés, Rosas Pág. 13)

Nótese el verbo que utiliza: ‘cooperar’. O sea, se reconoce auxiliar del levantamiento. Y si él coopera, los titulares de la acción, los ‘directores de la orquesta’ no son otros que los brasileños. Él es solo el ‘sidecar’, un vil y gris empleado.

Los hechos durante todos esos años demostraron lo falto de sostén factico en esas manifestaciones contritas de Urquiza. El pueblo Federal era arriado por el entrerriano a pelear contra sus hermanos paraguayos y si desertaban, los iba a buscar y los fusilaba.  Además, permitía con sus silencios, la masacre y la tierra arrasada que practicaba Mitre en el interior a través de sus sicarios Orientales Unitarios.

¡Qué distinto a Rosas! Luego de devastado el Paraguay, el Restaurador quiso ayudar al país ofreciendo sus mediaciones. El nuevo presidente del Paraguay, don Salvador Jovellanos, como nueva expresión de gratitud, le ofreció, en nombre de todos sus conciudadanos, “hospitalidad entre nosotros, a donde después de honrarnos con su aceptación, hallaría corazones que sabrían mitigar los sinsabores de esta triste vida”.

Otra síntesis de la real vida de Urquiza es la que hace el Dr. Manuel G. Argerich, familiar del famoso médico, Dr. Cosme Argerich.

Fue abogado y médico.  Como tal, estuvo al lado de Rosas en la batalla de Caseros atendiendo a los heridos.  En 1871, durante la epidemia de fiebre ‘amarilla’ en Buenos Aires, este abnegado médico encontró la muerte al contagiarse de unos de sus pacientes.

En 1867, en su función de abogado, defendió a Carriego como apoderado en un entuerto político con Urquiza.

Lo que nos interesa para este trabajo es la descripción detallada que hace de Urquiza durante toda su actuación política, el origen del dinero que poseía y el modo de tratar como cautivos a la población entrerriana.  Expone en un muy extenso alegato, un resumen de la personalidad de don Justo y la dicotomía entre sus declaraciones supuestamente civilizadas sobre los arrepentimientos por sus acciones en el derrocamiento del gobierno legítimo de la Confederación, y sus acciones u omisiones posteriores en Pavón, Paysandú y la Guerra del Paraguay. Dice Argerich:

“"Mi poderdante lo ha llamado a Urquiza con las palabras de `tirano’, de ‘asesino’ y de ‘ladrón` que son las injurias personales por las que viene a acusar ante V. S., y le ha dicho tales cosas con la más perfecta conciencia de la verdad y en el ejercicio del más grande y del más noble de sus derechos de ciudadano.

"Urquiza fue Tirano, por que gobernó una Provincia sin ley ni contrapeso durante 20 y tantos años, en que fue el Juez y el verdugo a la vez, de las víctimas sacrificadas a su furor.

"Durante su gobierno no hubo en su Provincia más voluntad que la suya, no hubo más ley que la ley de sus excentricidades Y sus odios.

"Confiscó la fortuna de los particulares, azotó niños y mujeres embarazadas, hizo de su pueblo un campamento de soldados, degolló a cientos de ciudadanos inermes, dispuso de los hombres y de las cosas a su antojo, sin forma de juicio y sin observar ninguna regla, proscribió a quien quiso, tuvo la prensa encadenada, estableció el más odioso espionaje, llevó la prostitución y la pobreza a la familia y arrojó sobre su Provincia la sombra de la desolación y de la muerte.

"Preguntad a los ancianos de Entre-Ríos, que han vivido lejos de la acción de los Partidos políticos cómo era la tiranía de Urquiza, y os dirán llenos de terror todavía, que ha podido haber en el mundo tiranos odiosos, pero que ninguno ha sobrepasado en crímenes al tirano de su Patria.

"Preguntad a las madres Entre-Rianas, cómo vivieron en aquellos días de tribulación, que la Providencia quiso mandar sobre su pueblo, y os responderán con los ojos arrasados en lágrimas, que no ha habido vida igual a la suya, que no ha existido dolor igual a su dolor...

"A los epítetos de tirano y de asesino, mi poderdante ha agregado el de ladrón, y esta es otra de las "injurias privadas" porque viene a querellarse el General Urquiza.

"No están muy lejos los tiempos en que el General Urquiza administraba a su capricho los caudales del Pueblo, y se apropiaba, a título de confiscación los bienes pertenecientes a salvajes unitarios.

"¿Dónde está esos caudales, dónde los bienes de tantos proscriptos desgraciados?

 "¿Ha rendido cuenta de los cientos de miles de patacones, que le enviaron Juan M. Rosas y Manuel Oribe para pagar a sus soldados que jamás recibieron un medio de sus haberes?

¿Qué se hicieron las Estancias llamadas del Estado, en cuyos campos se apacentaban más de cien mil cabezas de ganado vacuno?

"El General Urquiza ha tenido cuidado de guardar silencio sobre estas cosas, que han venido a constituir su inmensa fortuna, su fortuna que es hoy la más considerable de América.

"Y la prueba más elocuente de que el general Urquiza es un ladrón público, y de que ha tomado indebidamente para sí los dineros del pueblo y los de los particulares, que huyeron de sus tenaces persecuciones, está en esa misma fortuna, que le sirve ahora para poner en conmoción a la República, y para promover acusaciones tan injustas como la presente.

"En el año 1842, el General Urquiza tenía apenas 10 a 12 mil pesos plata, con los cuales había puesto una pequeña tienda en el Uruguay.

"Los negocios de tienda eran muy mezquinos en aquella época  y Urquiza se vio a poco tiempo desposeído de todo recurso,

"Coincidió esta circunstancia con su elevación al Poder  el cual le sirvió a las mil maravillas, para realizar su ambición de plata y su sed de mando y de matanzas.

"Desde entonces empezó a ser rico el General Urquiza, y así como por una explotación vergonzosa del Poder, ha podido reunir la portentosa fortuna que no habría formado de seguro con el trabajo ímprobo de todos los días.

 "El General Urquiza es el primer ejemplo en estos países, de un hombre que se ha enriquecido con los dineros del Pueblo y con los bienes de los particulares.

"Su fortuna pasa de unos treinta millones de duros, y sus rentas le permiten darse la vida de un Sultán y mantener una centena de viles aduladores.

"¿Tan inmensa fortuna, Sr. Juez, ha podido hacerse con el sueldo de Gobernante o de General?

"Pregúntese a las gentes de Entre-Ríos sobre el origen de las fabulosas riquezas acumuladas por el bárbaro, y ellas sabrán contestar debidamente.

 "Ellas dirán que cada ladrillo de que se compone el suntuoso palacio de San José, que cada planta de sus alegres jardines, que cada lago de sus hermosos parques, son el resultado del asesinato y del robo, que el General Urquiza ha cometido impunemente en las Provincias de la República.

 "Y dirán más aun, recordando las promesas reservadas pueblos oprimidos, y es que de ese palacio de San José, de esos hermosos jardines, de esos parques encantadores, que son el fruto de la iniquidad y del crimen no han de quedar ni vestigios, cuando llegue el día de la suprema justicia.

"Lo que dicen las gentes buenas de Entre-Ríos es  lo que el Dr. Carriego ha repetido por la prensa.

"No ha habido pues de su parte el deseo de atacar privadamente a Don Justo José de Urquiza, cuya personalidad le es indiferente, sino el propósito firme y deliberado de combatir al hombre público, al general de la Nación, al Comandante general de las milicias de Entre Ríos, y en una palabra, al antiguo y odioso tirano de su provincia, que mando matar miles de hombres por su sola voluntad, y robo los dineros del Pueblo y los dineros de los proscriptos Entre-Rianos".

Analicemos las imputaciones.  Más allá de los epítetos como ‘tirano’ usuales en aquella época y de los asesinatos sin juicio practicados (recordemos a Santa Coloma, Chilavert, los soldados del batallón de Aquino), queda en evidencia la voluntad y el poder absoluto de Urquiza en Entre Ríos durante años.

Le dice, lisa y llanamente, ‘ladrón’ y lo acusa de haberse apropiado del dinero que le enviaban Rosas y Oribe para pagar los sueldos de sus soldados.

Su inmensa fortuna estaba hecha sobre la base de confiscaciones de tierras y ganado a particulares, a los Unitarios proscriptos y al propio Estado, y a sus contrabandos de oro y ganado.

Con agudeza y premonición, Juan Bautista Alberdi dijo que: “Urquiza acabará probablemente su vida pública como la empezó: por ser cómplice de Buenos Aires en el despojo y destrozo de la República Argentina. Por desgracia, él no está solo”. Y el tucumano no se equivocó. Es más, él fue uno de los artífices intelectuales del destrozo de su patria durante años de su actuación política y periodística, martillando como un tábano sobre el gobierno de su país y sus acciones soberanas.

Epitafio político sobre Justo José de Urquiza, que como sucede en Carnaval cuando las máscaras luminosas de color y alegría ocultan el verdadero rostro de quien las lleva y que –una vez finalizada la fiesta- al caer muestran quien es quien y su verdadera identidad al desnudo.

 

VIII.-Epílogo

 

El epílogo del presente trabajo coincide con el epílogo de ese equilibrista de la política que fue Nicolás Maquiavelo. Urquiza fue un Maquiavelo moderno que sucumbió finalmente a sus dobleces a lo largo de toda su vida.

Dice García Mellid: “Después de Pavón, Sarmiento le aconsejaba a Mitre: “Urquiza debe desaparecer de la escena cueste lo que cueste: Southampton o la horca... “. Pues bien-, la horca llegó. En medio de la confusión provocada por una sublevación interna, el 11 de abril de 1870 pagaron su tributo de sangre —como lo anunciara Hernández— el general Justo José de Urquiza en su palacio de San José, sus hijos, el coronel Waldino y el teniente coronel Justo Carmelo, ambos en Concordia. Urquiza —dice Antonio Sagarna- “fue asesinado en su palacio de San José porque lo creían vendido a los porteños" lm. Los porteños, sin embargo, llevaban lustros acariciando la idea de su muerte”.

Debemos hacer una salvedad entre tanto ‘Urquiza’ vendido al mejor postor.  El ‘otro’ Urquiza, Juan José Urquiza, un ‘Urquiza’ que ha sido escondido por la historiografía oficial liberal.  Hermano de Justo José fue miembro de la Junta de Representantes de Buenos Aires en la época de Rosas. Buen Federal patriota y ‘rosista’ sin tacha que se opuso a su hermano cuando éste acometió contra Rosas en Caseros.  Le dijo a su hermano que debía poner a buen resguardo su persona y sus bienes pues – conocedor de las intrigas de su hermano- entendió que iba a ser considerado como un traidor histórico a la nación porque además, según la carta que le envía el 10 de Abril de 1951 “la suerte de las armas es variable y el poder de Buenos Aires es muy fuerte; y de aquí puede resultar que pierdas tus intereses porque debas ausentarte de la provincia”.

El 28 de Mayo de 1851 Juan José que vivía en Buenos Aires y seguía siendo fiel ‘rosista’, vuelve a escribirle a su hermano aconsejándole fraternalmente que ponga sus propiedades a buen recaudo “pues tendrás que peregrinar en países extranjeros sin bienes”.

Razones no le faltaron a Juan José, pero no logró convencerlo. Justo José de Urquiza nunca se fue de su provincia donde se sintió intocable e invencible. La historia le demostró lo contrario y fue ajusticiado por su propio pueblo Federal ante la sonrisa satisfactoria de los Unitarios porteños que luego de eliminado Rosas del mapa político, terminaron con la vida de su títere ensoberbecido de poder, codicia y gloria vana, sin que ellos debieran tirar del gatillo.

Como expusimos en este trabajo, Urquiza escribió varias veces compungido que se arrepentía de sus acciones contra Rosas.  Acciones que en realidad no eran contra Rosas, sino contra lo que él representaba: la Independencia y la soberanía nacional, tanto política, como económica y territorial.

Detengámonos acá y hagamos una breve síntesis de lo ya relatado en anteriores párrafos para reproducir en su conjunto las frases escritas por Urquiza a lo largo de su ajetreada vida pública.  La finalidad de esta digresión es obtener una mejor visión de lo que manifiesta pomposamente a lo largo de su vida pública y, posteriormente detectar sus acciones que niegan de plano lo dicho:

Si no hubiera sido el interés que tengo en promover la organización de la República, yo hubiera debido conservarme aliado a Rosas porque estoy persuadido de que es un hombre muy popular en este país” (confesión de Urquiza al Gral. Cesar Díaz en 1851 cuando marchaba a enfrentarse a Rosas en Caseros, viendo el nulo apoyo de los pueblos, a su paso. En el libro ‘Memorias Inéditas’ del Gral. Cesar Díaz citado por Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. t.III. Eudeba.Bs.As.1978).

 “Hay un solo hombre para gobernar la Nación Argentina, y es Don Juan Manuel de Rosas. Yo estoy preparado para Rogarle que vuelva aquí” (Urquiza al representante ingles Gore, al partir para reunirse para el encuentro se San Nicolás. Mayo de 1952. José María Rosa. Tomo VI. P.34) (1852)

 “(…) Yo y algunos amigos de Entre Ríos estaríamos dispuestos Yo y algunos amigos de Entre Ríos estaríamos dispuestos a enviar a usted alguna suma para ayudarle a sus gastos, y le agradecería nos manifestase que aceptaría esta demostración de algunos individuos que más de una vez sirvieron a sus órdenes. Ello no importaría otra cosa que la expresión de buenos sentimientos le guarda los mismos que contribuyeron a su caída, no olvidan la consideración que se debe al que ha hecho tan gran figura en el país y a los servicios muy altos que le debe y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle, y que son los que se refieren a la energía con que siempre sostuvo los derechos de la Soberanía e independencia nacional (…)” ”. (Justo José de Urquiza. Carta a Rosas del 24 de agosto de 1858. Extraída del libro de Mario César Gras “Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros “. EDIC. Del Autor. Bs. As. 1948.) (1858)

 “Toda mi vida me atormentará constantemente el recuerdo del inaudito crimen que cometí al cooperar, en el modo en que lo hice, a la caída del General Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo, por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el poder.” (Fragmento de carta de Urquiza a un tucumano de 18 años después de caseros, de fecha 3 de marzo de 1870 y publicada a fs, 326. tomo3 de la Historia de los Gob. De las Provincias Argentinas de Antonio Zinny, ed. 192º - cita de Raúl Rivanera Carlés, Rosas Pág. 13) (1870).

A lo largo de este trabajo, hemos probado que los actos de Urquiza distaron mucho de las manifestaciones epistolares en las que ‘lloraba’ arrepentimientos. Nada de lo dicho por Urquiza, en forma tan grandilocuente, pudo el mismo refrendarlo en los hechos. Ni una sola vez.

Sólo fueron ‘pompas de jabón’ para quedar bien parado ante la historia como lo venimos repitiendo desde la introducción de este trabajo.

Su afán desmedido de riqueza coleccionada sobre la sangre y los huesos de sus compatriotas y sus traiciones sumamente visibles son reconocidos no sólo por Sarmiento en la conocida carta de Yungay que le envía al Entrerriano luego de Caseros, sino por los oficiales y políticos brasileños que conocían, y muy bien, la catadura de Urquiza.

Con marcado tono de desazón y aborrecimiento, López Jordán escribe en 1867 poco antes de la muerte de entrerriano que “…desde Pavón no hizo otra cosa que fraternizar con los enemigos de la patria, venderles su porvenir, engañar como a los niños las esperanzas de los pueblos, de sus amigos, de sus viejos veteranos, a quienes les debía cuanto era. ¡Se burlaba hasta de las lágrimas de las víctimas que entregaba al puñal de los unitarios! (…) Esperé, sí, en balde: la Nación era impelida a su ruina, hasta se concitaba sobre su cabeza el desprecio y el odio de las otras repúblicas. Y si el pueblo no me hubiese llamado en su tribulación, declaro que yo, el más humilde de los argentinos, hubiera llamado al pueblo”

Un poco tarde se dio cuenta Ricardo López Jordán de la catadura moral de don Justo.  La traición de Urquiza data de la época del Tratado de Alcaráz, pasando por la traición a Oribe, por Caseros, Pavón, Paysandú y la guerra cobarde contra el Paraguay en 1865. Demasiado tarde. Mucho tiempo transcurrido como para eximirlo de responsabilidad en lo acontecido en nuestra historia patria.

Debemos también recordar que, cuando Sarmiento comienza a atacar a López Jordán decretando la intervención federal de Entre Ríos, el gobernador de la provincia era Leónidas Echagüe, hijo de Pascual Echagüe, quien se puso, increíblemente, del lado de Sarmiento y del gobierno nacional. Cosas de nuestra historia, como los casos de Lucio V. Mansilla, Vicente F. López, Mariano Moreno (h) y tantos otros.

En el año 1865, el serio escritor brasileño Joao Pandiá Calógeras transcribe lo que informa el General brasileño Osorio que peleó en Caseros:

“Corresponda esta adquisición al desarme del adversario, pues los entrerrianos, óptimos y admirables jinetes, no formaban sino pobre infantería. Y de esta manera Urquiza fue anulado como valor combatiente…No había en Urquiza la pasta de un hombre de estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil resolvió servirse de él; el general Osorio le conocía el lado flaco” (Joao Pandiá Calógeras. “Formaçao histórica do Brasil” . JMR TVII.p117)

En apretado resumen, Castagnino nos pone sobre la mesa cuán lejos estuvo Urquiza de arrepentirse de alguno de sus actos –u omisiones- enumerándolos sucintamente:

Urquiza siempre jugo “a dos puntas” y traicionó “a las dos puntas”. Por intereses económicos propios y por sus sueños de “Supremo” de la Confederación o al menos de una República Mesopotámica independiente: 

- En el tratado de Alcaraz intenta de separarse con Corrientes y Paraguay (Rosas le hizo dar marcha atrás)

“- En 1847, en plena agresión anglofrancesa-unitaria trataba con el enemigo para separar la mesopotamia.

- En Caseros se dio vuelta y se pasó al enemigo “con todo el ejército de la Confederación”.(y cobró sus buenos partacones)

- En la década del 1850 “jugaba” a aliarse con López de Paraguay y transaba con brasil e Inglaterra, y hasta le ofreció gente y territorio para que agredan a Paraguay. 

- En Pavón “se borró” al Palacio San José y dejó que la dupla Mitre-Sarmiento oprima a las provincias y masacre a todos los federales (militares o no, y hasta pobres gauchos)

- Le prometía al Chacho que se "pronunciaría" a su favor, y "lo dejó solo" para que lo masacraran.

- Lo mismo hizo con Felipe Varela: “Debemos tener absoluta confianza en el señor general Mitre – le escribía al Chacho – Sus intenciones son leales: lo creo capaz de afianzar las instituciones nacionales en todo su vigor sobre las bases del orden y la fraternidad” (Urquiza a Varela. San José. 21 de noviembre de 1863. AGNA. Arch. Urquiza, leg. 77 . AGM. “Proceso...” t. II. p.122)

- En las preliminares de la guerra del Paraguay se hacía el amigo de López y que se “pronunciaría” contra Mitre. Le vendío la caballada a Brasil a buen precio, y fué a cobrarle a Mitre y la banca Británica su traición contra el Paraguay, como un vulgar chantajista. 

De la misma manera, aunque no lo exima de responsabilidad, tarde se dio cuenta José Hernández de quién era Urquiza. Dice luego de la muerte de Urquiza en la carta del 7 de Octubre de 1870 dirigida a Ricardo López Jordán:

"Ganó [Urquiza] la batalla de Pavón y le regaló a Buenos Aires la victoria, yéndose a su casa y dejando el campo de batalla en manos de los vencidos.
“Urquiza era el Gobernador Tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el Jefe Traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y vendido por él. La reacción del partido debía por lo tanto iniciarse por un acto de moral política, como era el justo castigo del jefe traidor.”
 

Tarde también llegaron los conceptos del autor del Martín Fierro.  Pasaron años y años hasta que pudo comprender amargamente las traiciones de Urquiza.

Tal vez, en lo que disentimos con el crédulo José Hernández, es en el hecho de que está probado que –más allá de sus traiciones- Urquiza nunca se ‘arrepintió’ de sus acciones.  Ello obedeció a que él no fue nunca ni Federal, ni Unitario.  Fue un comerciante que construyó su riqueza hasta el último día de su vida sobre una montaña de cadáveres de sus coterráneos, y a costa de nuestra independencia y soberanía que tanto nos había costado conseguir.

El propio Rosas, el 5 de Junio de 1870 le escribe desde Southampton a su amigo Federico Terrero comentando la muerte de Urquiza.  En su carta reflexionaba sobre el final del entrerriano –la cual presentía- y en alguno de sus párrafos refería que no era de extrañar el fin que había tenido su derrocador “…Por el contrario, lo admirable e inaudito es su permanencia en el poder, por grado siempre bajando, a virtud de sus hechos contrarios a su crédito, a sus amigos políticos, y favorables a sus enemigos. Pocos años después de la altura de su poder, desde cuando ordenó la devolución de mis propiedades, y muy principalmente después de la batalla de Pavón, le he escrito varias veces dándole consejo en orden a la seguridad de su persona, su fortuna y a efecto de prevenir desgracias en su familia.…”.

Luego en la misma carta Rosas repite las palabras que Urquiza dijo al derrocarlo: “Toda mi vida, decía, me atormentará constantemente, el recuerdo del inaudito crimen que cometí, al cooperar, en el modo como lo hice, a la caída del general Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el poder”.

Para preguntarse a continuación: “¿Por qué entonces continuaba sus errores y seguía su marcha pública por caminos tan peligrosos y extraviados?

Rosas se responde esa pregunta que se hace a sí mismo, con un dejo filosófico y existencial:

“Porque  así  es el hombre en su caso, circunstancias y opulencias en la engañosa condición de su veloz carrera”.

Esto demuestra que Rosas tenía plena conciencia que Urquiza no estaba arrepentido –como decía en sus cartas y en sus declaraciones públicas- no solo de haberlo derrocado, sino de todos sus otros actos incluido lo sucedido en la batalla de Pavón

Finaliza Castagnino su relato señalando que Urquiza “Posteriormente a Caseros, vapuleado por unitarios, masones y doctores, brasileros, ingleses, finalmente se “borraría” en Pavón, tal vez desilusionado, cansado o “vendido”, y se retiraría a su palacio de San José a disfrutar de su fama y su fortuna hasta morir a manos de López Jordán, sin poder llevarse a la tumba ni un patacón de los muchos que habría cobrado en varias traiciones.

“Apenas si le quedaría alguna fama que lograron salvarle los “historiadores oficiales”, para la posteridad, y algunos nombres de calles o monumentos, como el mal ubicado donde fuera la estancia privada de Juan Manuel. (Av. Figueroa Alcorta y “Sarmiento”, nada menos)”.

En realidad no fue ‘a manos’ de López Jordán pero se sospecha que éste podría haber estado detrás intelectualmente del hecho, aunque no hay pruebas fehacientes.

Rápidamente los vencedores de Caseros se apresuraron a borrar todo rastro y vestigio de la otrora orgullosa Confederación Argentina:

Se suplantó, por orden de Sarmiento, la bandera azul y blanca por la Unitaria celeste y blanca.

Cambiaron el nombre de ‘Palermo’ por el ignominioso ‘3 de Febrero’. Pero, para su desgracia, ni aun hoy en día, lograron que el pueblo cambiase el modo de nombrarlo.

La ‘Av.Alameda’ pasó a llamarse ‘Av. Sarmiento’.

Por orden del Intendente Adolfo Jorge Bullrich, demolieron el Caserón de Palermo de Don Juan Manuel de Rosas.  Justo en su lugar colocaron un busto de Sarmiento mirando hacia el que fuera el despacho del Restaurador, como ya hemos comentado en otro trabajo sobre Bullrich.

La calle donde nació Juan Manuel de Rosas se llamaba ‘Santa Lucía’. Pasó a llamarse ‘Sarmiento’ (actualmente su casa se encontraría en Sarmiento 546, entre San Martín y Florida).

Finalmente, el Unitarismo, hoy devenido en Liberalismo, le rendiría honores, altos honores con monumentos al primer traidor de la nación y nunca arrepentido Justo José de Urquiza.

La majestuosidad de dichos monumentos corre a la par de la grandiosidad de la traición con la que asentó y aseguró las bases de nuestra actual dependencia y coloniaje.

A pesar del ‘lavado de cerebro’ al que hemos sido sometidos por décadas, el Unitarismo -cual una hidra maldita de dos cabezas- devenido hoy en Liberalismo, y ‘Progresismo’, no ha podido doblegar en el sustrato de nuestro más profundo espíritu, el hispanismo que en nosotros subyace.

Si, es cierto.  Nuestro pueblo puede tener heridas largas y profundas pero ningún Unitarismo liberal o marxista envenena su sangre ni corroe sus entrañas, salvo en algún minúsculo pero poderoso grupo financiero.  A pesar de ello, los dueños de los medios de comunicación, ya desde antaño y hogaño, quieren hacernos creer lo contrario.

La situación del país después de Caseros, Pavón y la Guerra del Paraguay, es similar a la descripción de la sociedad colonial que hiciera el historiador Salvador Cabral “La larga y desgarradora lucha terminará dando el triunfo a los portuarios comerciantes que, por el contrabando primero y el libre comercio luego, serán los sectores sociales más consolidados. El poder convergerá hacia ellos, no sin terminar primero con la insurgencia de los pueblos del interior…[Aquellos concentrando el poder]  estarán unidos por el cordón umbilical del comercio ultramarino al Imperio inglés y enajenadas por la refracción de las ideas importadas, al universo liberal de la pujante burguesía europea”.

Concluimos el presente trabajo con una más que interesante observación de José María Rosa sobre el odio hacia Juan Manuel de Rosas de parte del Unitarismo y del Liberalismo masónico y jacobino.

“Este odio es en realidad un homenaje que le hacen a su memoria –sin darse cuenta- ya que es usual hablar “bien de los muertos, y mal de los vivos; y los historiadores del liberalismo consideran vivo a Rosas, porque comprenden que la política de Rosas es contemporánea. Sus objetivos – una Argentina popular, dueña de sus destinos, insobornable a los imperialismos, sin clases dominantes, e integrada en América Latina – son los de esta hora. Diríase que don Juan Manuel aún vive en Palermo y amenaza con el rigor de sus mazorqueros a los salvajes que se venden al extranjero, o humilla con la burla de sus bufones a los ‘lomos negros’ encumbrados” …

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Quizá un resumen de la acción pública de Justo José de Urquiza la brinda el poeta y músico Pedro Castro Hardoy  en su poesía “Topando a los traidores” que describe a Urquiza y su funesta vida en nuestra historia:

 

“Juan Manuel Salió Triunfante Topando A Los Enemigos,
Poniendo A Dios Por Testigo Y La Historia Por Delante.
Mas La Contra Delirante Y El Imperio Del Brasil
Ya Pronto Se Han De Reunir Para Hacer La Repartija,
Con Justo José De Urquiza En La Traición Se Han De Unir.


Se Lanza El De San José Bancado Por Lusitanos,
Imperialistas Marranos, Nuestros Amos Quieren Ser.
Traidor Que Sólo Ha De Ser Por Traidores Aplaudido,
Aquel “Señor” De Entre Ríos Marca Huella En Nuestro Suelo
¡Con La Sangre De Caseros Ha De Sellar Su Destino!

Las Traiciones Se Agrandan Lo Sabe Rosas:
Las Alianzas Presionan, También Las Logias.
Con Urquiza Lograron Los Vendepatrias
Entregar A Esta Tierra A Los Piratas.

Atropellan Seguros A Nuestro Pueblo,
Los Comanda Orgulloso Por El Janeiro:
Se Avergüenza La Historia —Lamento Y Sangre—:
Lusitana La Tropa, Mató Triunfante.

A La Huella, A La Huella, De Aquel Guerrero:
Topando A Los Traidores Cayó En Caseros.
El Destino Se Cumple, Lo Sabe Rosas:
Sufrirá Por Su Pueblo Cambiado En Cosas.

Con Alianzas Ocultas Contra La Patria
Trepará El Oligarca, También Los Parias.
Es La Tumba Del Asco, Por Tantos Males:
Con Engaños Triunfaron Los Liberales.

Todo Aquel Que Reclame Será Aplastado:
Porque Urquiza Al Gobierno Ya Está Arreglado.
A La Huella, A La Huella, De Aquel Guerrero:
Topando A Los Traidores Cayó En Caseros”

 

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FUENTES

 

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