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lunes, 28 de marzo de 2022

JUAN JOSÉ de URQUIZA (EL ‘OTRO’ URQUIZA)

 

JUAN JOSÉ de URQUIZA (EL ‘OTRO’ URQUIZA)

Gonzalo V. Montoro Gil

 



En general en la época de nuestra independencia y aún durante el desarrollo del siglo XIX era común que en la Argentina las personas tuvieran una familia numerosa, sean hijos, hermanos, sobrinos, etc. Aunque no todos, como veremos.

Aquí nos queremos referir a Juan José de Urquiza hermano mayor de Justo José de Urquiza.

Nació en Buenos Aires el día 7 de Enero de 1788 y Fue bautizado el 30 de Mayo de 1832. Permaneció soltero, a diferencia de la mayoría de los hombres de aquellos tiempos.

Fue del Real Colegio de San Carlos, de Bs.As., en donde después de probar su limpieza de sangre-sin mezcla de linajes moros y judíos, como se estilaba en aquellos tiempos-y rendir su prueba de ingreso, Juan José cursó 6 años de latín, filosofía y teología, desde 1805 a 1810.

Luego entró al servicio de la administración nacional en 1812, en donde fue escalando todos los cargos públicos hasta llegar a ejercer el de Contador General de la Confederación Argentina. Desde 1846 a 1852 ocupó una banca de diputado en la Sala de Representantes de Buenos Aires.

Las familias de aquél entonces, como las de ahora, tenían sus diferencias –entre ellas las políticas- según las generaciones que se iban sucediendo. Muchas veces hemos visto esas diferencias entre padres e hijos ‘rebeldes’  o hermanos entre sí, que no acordaban criterios de cultura social y política con sus padres o ascendientes, sin mengua del afecto que pudiera haber entre ellos.

Así Manuel Moreno con su sobrino, el hijo de su hermano Mariano Moreno. Vicente Fidel López con su padre Vicente López y Planes. Carlos Guido y Spano con su padre Tomás Guido, Lucio V. Mansilla con su padre Lucio N. Mansilla.

Otro ejemplo es el de  Bernardino Rivadavia y sus hijos varones José Joaquín, Bernardino Donato y Martín.

En 1834 Bernardino Rivadavia (padre) decide e intenta regresar a Buenos Aires, luego de su renuncia en 1827 y exilio en 1829 en su huida escandalosa posterior al desquicio de su gobierno.

Pero Viamonte, a la sazón Gobernador, le impide desembarcar.

Su mujer y su hijo menor, Martín (este último según Felipe Pigna), que lo esperaban en el puerto, suben al barco y se suman al exilio de Rivadavia. (“Su mujer y su hijo Martín, que lo esperaban en el puerto, suben al barco y se suman al exilio de Rivadavia…. Martín volvió a Buenos Aires a unirse a sus hermanos en 1842”).

Aunque según Gabriel O. Turone, Martín nunca se fue sino que también se queda en Buenos Aires junto a sus hermanos..

Así es,  lo que es seguro es que los hijos mayores, José Joaquín y Bernardino Donato, tienen otros planes, se quedan en Buenos Aires, a pesar de la oposición de sus padres: El mayor, José Joaquín, si bien no acompañó a su padre en el exilio, en los primeros tiempos, siguió siendo Unitario como su padre; se enroló y luchó al lado de Lavalle y Paz, contra Rosas.

En 1939 apoyó a los llamados ‘Libres del Sur’ contra el ‘rosismo’. Caído en desgracia Lavalle, lo acompañó hasta Jujuy donde a éste lo encontró la muerte en 1841.

Según Turone,  Bernadino Donato y Martin en 1843 se han sumado a la causa federal, mientras José Joaquín, luego de la muerte de Lavalle tuvo que exiliarse en Montevideo hasta 1848 donde volvió a Buenos Aires.

(Como dijimos arriba, existen dudas respecto a Martin pues según Felipe Pigna, el menor de los Rivadavia subió al barco con su madre cuando su padre se alejó nuevamente sin poder desembarcar para volver recién en 1842).

Al volver José Joaquín se casó con la hija del profundamente Federal ‘rosista’, Coronel Pedro Ximeno.

Dice Turone que “ sus otros dos hermanos varones, Bernardino Donato y Martín, lo hicieron en 1843 en el Batallón “Libertad” del coronel Mariano Maza, esto es, varios años antes que Joaquín y a poco de haberse iniciado el Sitio de Montevideo”.

Cuando se produce el ‘Pronunciamiento’ de Urquiza, José Joaquín – y Bernardino Jr.- se alistan en las tropas ‘rosistas’ presto a defender su patria contra el alzamiento de Urquiza ante la buena predisposición de Rosas que no era rencoroso -como lo suelen pintar los Unitarios-, cuando aquellos que veían peligrar a la patria, ofrecían sus servicios al Gobierno como Chilavert, Pedro Díaz, el ‘Chacho’ Peñaloza, entre otros. .

De tal modo, José Joaquín  usaba chaleco y divisa ‘punzó’ y era considerado ahora un ferviente ‘rosista’.

Como dice Gabriel O. Turone en www.revisionistas.com.ar “De hecho, al año de haberse arrimado al Gobernador Rosas, José Joaquín Rivadavia le escribe una carta llena de lisonjas y retractaciones que, fechada el 3 de octubre de 1849, decía lo que sigue en uno de sus párrafos salientes:

“-Al poner mi planta en el suelo de mi patria, Excmo. Señor, y después de estar en ella tengo el derecho de pedir también a V. E. me permita demostrarle de este modo mi gratitud y buenos deseos. El que V. E. se haya dignado perdonar mis pasados errores de haber hecho parte del Salvaje bando unitario; no es bastante para recobrar en el concepto de V. E. y en el de mis conciudadanos el nombre ilustre con que tan debidamente se distinguen los hijos de nuestra cara patria y causa federal. Ansío por demostrar que estoy penetrado de la justicia de todos los actos de Gobierno de V. E. y de la entera fe con que yo lo reconozco…-”

Pues bien, hasta el ‘Pronunciamiento’ de don Justo la relación entre los hermanos Urquiza era buena y, en términos políticos, concordantes entre si.

Pero todo cambió con la alianza de don Justo José con los brasileños y Unitarios de ambos márgenes del río Uruguay. Allí los caminos se bifurcan entre ambos hermanos.

La curiosidad estriba en que Juan José permaneció fiel al gobierno de Rosas, puesto que el mismo era un Federal ‘rosista’ convencido.

Por tal motivo, Juan José firmó declaraciones en los que apoyaba a Juan Manuel de Rosas y al gobierno que él representaba, antes y durante la batalla de Caseros, aconsejando y advirtiendo a su hermano sobre lo que estaba por hacer respecto a su famoso Pronunciamiento aliándose al enemigo natural de la Confederación Argentina y los Unitarios.

Entre tanto Justo José de ‘Urquiza’  se vendió al mejor postor: Juan José de Urquiza (un ‘Urquiza’ que ha sido escondido por la historiografía oficial liberal) su hermano -miembro de la Junta de Representantes de Buenos Aires en la época de Rosas- fue un buen Federal patriota y ‘rosista’ sin tacha que se opuso a su hermano cuando éste acometió contra Rosas en Caseros diciéndole que debía ponerse a buen resguardo él y sus bienes pues – conocedor de las intrigas de su hermano- entendió que iba a ser considerado como un traidor histórico a la nación porque además

En tal sentido le escribió a su hermano don Justo y en una carta del  10 de Abril de 1951 le sugiere que piense bien lo que está haciendo: “la suerte de las armas es variable y el poder de Buenos Aires es muy fuerte; y de aquí puede resultar que pierdas tus intereses porque debas ausentarte de la provincia” .

El 28 de Mayo de 1851 Juan José vuelve a escribirle al hermano –seguía siendo fiel ‘rosista’ y viviendo el primero en Buenos Aires- previniendo otra vez fraternalmente el 28 de mayo para que ponga sus propiedades a buen recaudo “pues tendrás que peregrinar en países extranjeros sin bienes”.

Razones no le faltaron a Juan José  pero con un detalle: Justo José de Urquiza nunca se fue de su provincia donde se sintió intocable e invencible. La historia le demostró lo contrario y fue ajusticiado por su propio pueblo Federal ante la sonrisa satisfactoria de los Unitarios porteños que luego de eliminado Rosas del mapa político, eliminaron a su títere ensoberbecido de poder, codicia y gloria vana.

Luego de la batalla de Caseros, y con la suerte echada del gobierno del Restaurador,  se reconcilió con su hermano.

Murió también en Buenos Aires el 18 de Mayo de 1853 (Iglesia de la Inmaculada Concepción, Libro 7 de Defunciones- folio 139 vta.) muy poco tiempo después de la Batalla de Caseros. Murió soltero y sin descendencia.

El 2 de Mayo de 1860 sus restos fueron trasladados a Entre Ríos por disposición de su hermano el General Urquiza y sepultados en la Iglesia Inmaculada Concepción, de Concepción del Uruguay, junto con los restos de sus padres y de su hermana Ana Urquiza de Montero.

En el acta de exhumación-publicada en el diario El Nacional Argentino, Nro. 1222 aparecido en Paraná los días 7 y 8 de mayo de 1860 dice con respecto al cuerpo de Juan José que se halló entero y perfectamente conservado en el cajón en que fue sepultado y del cual no fue removido.

 

FUENTES:

BOSCH, Beatriz (“Urquiza y su tiempo”, Centro Editor de América Latina, Bs. As., 1984.

BOSCH, Beatriz  (“Historia de Entre Ríos”, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1991. ISBN 950-21-0108-1)

ROSA, José María (“El Pronunciamiento de Urquiza” –Ed. La Baldrich –Espacio de Pensamiento Nacional-Biblioteca Digital-www.labaldrich.com.ar)

PIGNA, Felipe (‘Bernardino Rivadavia’) https://www.elhistoriador.com.ar/bernardino-rivadavia/

TURONE, Gabriel (‘José Joaquín Rivadavia, El Hijo Federal De Bernardino’) www.jovenesrevisionistas.org y en www.revisionistas.com.ar


viernes, 25 de marzo de 2022

LUIS JOSÉ DE CHORROARÍN (1757-1823), (Fundador de la Biblioteca Pública Nacional)

 

LUIS JOSÉ DE CHORROARÍN (1757-1823),

(Fundador de la Biblioteca Pública Nacional)

Gonzalo V. Montoro Gil


Acostumbrados a las sempiternas falsedades históricas de los Unitarios liberales y de sus hijos, los autodenominados ‘progresistas’ nos encontramos hoy día que sigue vigente otra mendacidad más de los primeros.

En efecto, se suele decir y repetir monocordemente que el fundador de la Biblioteca Pública Nacional fue Mariano Moreno.

No es cierto. Pero se machaca insistentemente en este error y las generaciones, a fuerza de repetir dicho concepto, terminan refrendando el error sin tomarse el tiempo necesario para estudiar si ello fue así o no.

Con ello el liberalismo de hoy –Unitarismo de ayer- logra dos cosas: darle méritos a quien no lo tiene (en este caso el anglófilo de Mariano Moreno, subido al pedestal de prócer) y restárselos a quien fuera en vida no solo el fundador de la Biblioteca mencionada sino un hombre que brilló en nuestro suelo en multitud de acciones que engrandecieron nuestra patria.

No es la idea de hacer un pormenorizado estudio de sus actividades- que debieran ser conocidas y estudiadas en nuestros colegios y escuelas para conocimiento de nuestros educandos- ya que muchos autores han descripto con puntillosidad su enorme mérito a lo largo de su vida en pos de nuestra cultura.

Nos abocaremos, pues, solo al tema de la fundación por el presbítero canónigo de nuestra Biblioteca Pública Nacional, en tiempos históricos difíciles.

*

Comencemos por decir que el sacerdote era hijo de Inés e Iñaki de Txorroarín (tal su apellido vasco luego castellanizado).

A su enjundia y voluntad persistente a lo largo de su vida se debe que finalmente hoy tengamos nuestra Biblioteca Pública.

En un rápido repaso de sus actividades podemos decir que actuó en las Invasiones Inglesas (1806-1807); doctorado en lógica y filosofía en 1779 en Córdoba del Tucumán;  profesor y Rector, del Real Colegio de San Carlos de Buenos Aires donde fue un severo pero justo maestro muy querido por sus alumnos;  en la Semana de Mayo de 1810 interviene fervorosamente y la Junta de Gobierno lo nombra encargado de fundar una biblioteca como veremos mas adelante;   fue representante de la Banda Oriental en la Asamblea del Año XIII;, diputado del Congreso de Tucumán en 1816 y presidente del mismo; fue periodista colaborando con uno de los primeros periódicos, el ‘Telégrafo Mercantil’; creador de un proyecto para fundar la creación y planificación de estudios para una  Facultad de Medicina en la futura Universidad a fundarse en la ciudad; tuvo el honor –poco conocido- de ser  el propulsor de oficializar la Bandera Nacional creada por Belgrano lo cual finalmente logró.

Se suma también el hecho de que por su iniciativa, el Congreso aprobó el proyecto de incluir la figura heráldica del sol en la bandera argentina de guerra, cuando fue Presidente del Congreso en 1818.

*

Luego de superado el conflicto en 1810 y ya con la Junta de Gobierno de Mayo por decreto publicado en el diario  La Gaceta’ del 13 de diciembre de 1810 aquella le encarga la creación de una Biblioteca Pública pues hasta ese momento solo había bibliotecas privadas o de la Iglesia y de gran valor.

Dice Alejandro E. Parada:”La novedad que instala la Revolución de Mayo fue, en definitiva, la decisión de llevar a cabo una empresa de política cultural desde el ámbito del Gobierno desplazando, de este modo, la preeminencia que hasta el momento había tenido la Iglesia en la organización de las bibliotecas. No obstante, es necesario reparar que los hombres más idóneos para materializar este “anhelo bibliotecario” provenían de las filas religiosas, tales como fray Cayetano Rodríguez, Luis José Chorroarín, Saturnino Segurola, y Dámaso Antonio Larrañaga. De ahí que el proceso de gestión bibliotecaria deba estudiarse a la luz del pensamiento tradicional hispánico en convivencia (a veces en pugna) con el cambio revolucionario”.

 La Junta de Mayo no dudó en plasmar aquello que consideraba una larga e inmerecida postergación, dada la abundancia de antecedentes, para los habitantes de estas provincias: la fundación de una Biblioteca Pública como instrumento social y cultural de política revolucionaria. Este acontecer delimitado por matices de incertidumbre en torno al establecimiento de la Biblioteca Pública de Buenos Aires se esclarece en el momento de identificar el origen de los libros que formaron su primer acervo bibliográfico, aunque a posteriori también se plantea, nuevamente, alguna confusión sobre la participación y la designación de sus directores y bibliotecarios.

“Cabe destacar, entre estas personalidades, a aquellos que realizaron las donaciones de mayor volumen. Tales son los casos de Luis José Chorroarín, quien donó, en varias ocasiones, alrededor de 200 títulos; Manuel Belgrano, que ofreció la totalidad de su librería formada por más de 80 títulos en castellano, francés, inglés, latín, griego e italiano, donde se destacan obras sobre Historia, Política, Literatura y Ciencias Aplicadas”;

Si bien lanzó la Junta el propósito de fundar, finalmente, la Biblioteca Pública Nacional hubo participación de los ciudadanos, de toda la opinión pública y las autoridades para tales efectos. Todos colaboraron legando documentos, planos, libros y compelieron a las autoridades del momento a su rápida fundación. Todos…menos los hermanos Mariano y Manuel Moreno, como veremos.

La Junta del Gobierno Revolucionario nombra como director jefe al Padre Luis José Chorroarín ya desde el 30 de Enero de 1811 y a Mariano Moreno como ‘Protector’.

Moreno –a la sazón Secretario y Vocal de la Junta de Gobierno revolucionaria-  no fue el creador sino una especie de Administrador.

Como se mencionó ya antes de las invasiones inglesas Chorroarín había comenzado a pergeñar la formación de una Biblioteca Pública.

Dice el escritor  Raúl Guillermo Rosas Von Ritterstein “el mérito mayor de este vasco rioplatense radica en el sostenimiento y finalmente la realización de un designio que por años fue su interés cuasi exclusivo, como podemos extraer de sus escritos: la creación de una biblioteca pública. Y sus gestiones en pro de tal obra se iniciaron mucho antes de que tuviera lugar la revolución porteña por un gobierno propio”.

Todo esto se desarrollaba administrativamente pero en sí la biblioteca estaba lejos de comenzar a funcionar. Todavía no existía más que en los papeles y se comenzaba a juntar el material –libros- para su puesta en marcha. Material que todo el que podía, donaba, menos los hermanos Moreno siendo ambos personas de familias pudientes.

Gracias a su infatigable labor, nos referimos a Chorroarín, la biblioteca recién pudo abrir sus puertas el 16 de marzo de 1812. Nada hizo Mariano Moreno hasta entonces por procurar inaugurarla siendo el ‘Protector’ designado.

Dice Vicente Cutolo: “En efecto, el acto se realizó un año y medio después de haber sido lanzada la iniciativa de su creación. Chorroarín siguió trabajando sin descanso a favor de la Biblioteca durante algunos años, a tal punto que no fue injusto Rivadavia cuando lo reconoció como el fundador de la Biblioteca Nacional”.

Además de estar dotada de libros, contó la mencionada institución con mapas geográficos y topográficos, un archivo de documentos, un Museo de Historia Natural y un Monetario.

Digamos, al pasar, que ese mismo año, entre otras actividades que enumeramos, ofició el matrimonio de José de San Martin con Remedios Escalada.

Chorroarín da el ejemplo y pone su propia biblioteca a disposición de la futura biblioteca pública. Otros lo siguieron como Manuel Belgrano, principalmente, y la del fallecido arzobispo de Buenos Aires monseñor Azamor y Ramírez quien la había donado a la curia con el objetivo expreso de que integrara una futura biblioteca pública en el año de 1796 y la confiscada por la Junta al obispo realista de Córdoba, Orellana, herencia jesuítica.

Además, aporta dinero de su propio peculio, su trabajo físico, y parte de sus posesiones para su amado proyecto. Patriota cabal y generoso, Chorroarín hizo en varias oportunidades donativos de dinero: en 1793, para costear la guerra de España contra los jacobinos franceses, y en 1809, a favor del Cabildo porteño para contribuir a pagar los gastos del combate contra los invasores ingleses. Nada aportó don Mariano.

Como bien dice el historiador mencionado: “El edificio de la Biblioteca Pública estaba ubicado en la llamada ‘Manzana de las Luces’, en la ochava formada por las actuales Moreno y Perú, donde funcionaría hasta 1901. En dicha casa, luego de varias refacciones, se concretó su inauguración el 16 de marzo de 1812. El estado del edificio, según la documentación existente, siempre fue precario y demandó toda clase de arreglos… comienza Chorroarín a ver su sueño realizado”.

Chorroarín escribe a la Junta el 10 de Septiembre de 1810:

“Excelentísimo señor: Por oficio de V. E. del 7 del corriente quedo instruido de las disposiciones que ha dado la excelentísima Junta para la formación de una Biblioteca pública, y para que a ella se agreguen los libros del Colegio de San Carlos y de ser nombrados Protector de la Biblioteca el Señor Secretario Doctor Don Mariano Moreno, y Bibliotecarios el Doctor Don Saturnino Segurola y el Reverendo Padre Fray Cayetano Rodríguez. La resolución de la Excma. Junta satisface enteramente mis deseos y me proporciona la complacencia de ver realizado un establecimiento que siempre anhelé y que ya estaba para realizarlo cuando Beresford ocupó esta capital. Desde luego doy las gracias a la Excma. Junta y aseguro a V. E. que pondré a disposición del doctor Don Mariano Moreno, no solamente los libros de la librería del Colegio, incluso los que ya tengo donados, sino también muchos de mi uso, que dejé en dicha librería cuando salí del Colegio, y aún algunos que saqué conmigo, si se considerasen útiles. Dios guíe a V. E.”. 

Sigue diciendo Alejandro Parada:”Los procesos técnicos que aplicó en la organización de la Biblioteca. Así pues, dividió la colección por “materias, en diferentes clases y especies”; trazó en los volúmenes la signatura topográfica, esto es, el número de ubicación “en los respectivos estantes y nichos”; y sin ayuda alguna, pues para estas tareas se requería de una sólida y solvente formación intelectual, redactó en cuadernos los “índices”, es decir, los catálogos de acceso a la colección. La tarea principal, entonces, de Chorroarín fue la catalogación y clasificación de los “millares de libros” que formaron el acervo bibliográfico primitivo del establecimiento. Un perfil que cuadraba con el modelo que se esperaba de un bibliotecario de fines del Setecientos, un individuo erudito y pragmático en el hacer”.

“El presbítero don Luis de Chorroarín conservaría su cargo al frente de la misma desde el momento de la inauguración 1812 hasta el año de 1821. El gobierno resolvió por decreto del 22 de setiembre, que se colocase su retrato en la Sala principal de la institución Esta resolución no se pudo cumplir porque tropezó con la invencible modestia de Chorroarín, que se negó tenazmente a posar para un pintor. Por esta razón, la iconografía argentina carece de su retrato”.

Casi ciego en sus últimos años, falleció en Buenos Aires el 11 de julio de 1823, a la edad de 66 años. En una lápida de mármol se grabó la siguiente inscripción en latín, “Hic jacet / D. Ludovico Chorroarín, / Can., presb. S. AE. C. / Rector colegii Carolini 25 ann. / Et fundator Bibliot./ Obit die 11 Julii ann. 1823 / Mille for. juvenes dedit hic altaribus armis / Tot. gratis linguis perennis erit.” Hic jacet / D. Ludovico Chorroarín, / Can., presb. S. AE. C. / Rector colegii Carolini 25 ann. / Et fundator Bibliot./ Obit die 11 Julii ann. 1823 / Mille for. juvenes dedit hic altaribus armis / Tot. gratis linguis perennis erit.” cuya traducción se lee: “Aquí yace don Luis Chorroarín, Canónigo, Presbítero de la Santa Iglesia Catedral, Rector por veinticinco años del Colegio Carolino. Fundador de la Biblioteca. Murió el día 11 de julio de 1823. Dio jóvenes dedicados al foro, a los altares y las armas. Su fama grata será perenne por otras lenguas”.

El considerarse con justicia el fundador de la Biblioteca Pública Naciónal provoca escozor en los Unitarios de la época. Entonces el fraude liberal mencionado -tal usual en la historiografía Unitaria- se pone en marcha nuevamente ante el hecho evidente y en un periódico de la época (‘El Argos de Buenos Aires’ creado el 12 de Mayo de 1821 por el inglés Santiago Spencer Wilde,) comenzó lo que hoy podría llamarse ‘la usina gramsciana’ de desprestigio y ‘ninguneo’. El 24 de abril de 1823, Bernardino Rivadavia lo designó a Wilde como contador de la Caja de Ahorro.

Para dicho periódico Chorroarín fue solo ‘un bibliotecario con sueldo’ El periódico destacó que “hubo un error histórico de señalarlo como fundador de la Biblioteca Pública Nacional” (sic). Sin palabras. No solo omite la verdad sino que imputa al fundador  con un dejo de subestimación y descrédito,  un puesto de menor importancia..

Tal vez causado ello por ser el director del periódico ‘El Argos’ de origen inglés, ha primado su anglofilia nativa por sobre el noble carácter y tradición hispana del Padre Chorroarín, omitiendo la verdad y despreciando a éste rebajándolo en cuanto a su participación en la fundación de la Biblioteca Pública.

Como también menciona Prudencio Martínez Zuviría, Juan Carlos Moreno en su libro "Genio y figura de Hugo Wast" (es decir, Ezequiel Martínez Zuviría)  documenta en 1933 que fue Chorroarín y no Mariano Moreno. Del mismo modo Martínez Zuviría en 1938; Vicente Sierra en 1939; Juan Carlos Zuretti en 1960; Bernardo González Arrili en 1968; Guillermo Furlong en 1968; Ludovico García de Loydi en 1972 y 1973; Jorge Oscar Frigerio en 1986, Vicente O. Cutolo en 1969, etc..

Para 1828 la biblioteca contaba con más de 17.000 volúmenes, gracias a las múltiples donaciones de muchos patriotas menos…de Mariano y Manuel Moreno..

A pesar de ello las autoridades Unitarias de antaño y de hogaño ‘decretan’, en forma fraudulenta, incorporando en el inconsciente colectivo de la gente, que el fundador de la Biblioteca Pública Nacional fue el colaborador de Chorroarín, el citado Moreno (que sí intervino pero como un administrador auxiliar y solo en los papeles). Esa imputación a Moreno de ser el fundador de la biblioteca es machacado arbitrariamente y falto a la verdad por autores como  Paul Groussac en 1893; Ricado Levene en 1938; Ricardo Caillet-Bois en 1963 y Ricardo Levene, usinas ideológicas del liberalismo fraudulento.

Pero a uno de los íconos de los inventores de nuestra historia se le aparece de vez en cuando algún fallido

Bartolomé Mitre –de él se trata – dijo al respecto “Así es como la crítica histórica –dice-, apoyada en los documentos va destruyendo los juicios infundados y vulgares de esa especie de tradición, que no es sino la murmuración póstuma, que llega a confundirse con aquélla.  Pasa de boca en boca, como corre de mano en mano la moneda de mala ley, confundida con la buena, hasta que alguno se le ocurre ensayarla y encuentra que es falsa”.

Sobre el tema dice Gabriel Turone, miembro director de ‘Jóvenes Revisionistas’ y el portal ‘REVISIONISTAS.COM’ : “Exactamente eso venía ocurriendo desde tiempo inmemorial.  Nuestros historiadores recibieron y fueron pasándose aquella moneda y así anduvo por cátedras y escuelas, hasta que a alguien se le ocurrió ensayarla y descubrió la falsificación.

En su trabajo enjundioso y muy documentado Turone se explaya con fundamento y en detalle cómo una mentira sin sustento probatorio documental alguno –muy del liberalismo político- se transforma por birlibirloque  en un hecho dado por cierto dogmáticamente con el correr de los años, sin ser estudiado y revisado su certeza.

“La pretendida fundación no lo dice ningún contemporáneo, ni aparece en ningún papel de la época y solamente figura en una biografía que se publicó en forma anónima del prócer, que no es historia, sino panegírico, y cuyo autor después de descubrió, fue su hermano Manuel Moreno, declarar eso equivalía a quitar toda veracidad a la noticia…Por eso los primeros que la divulgaron se abstuvieron de explicar su fuente, y los que vinieron luego la tomaron por cosa juzgada y así la repitieron”

“¿Qué significa aquel cargo de protector? –continúa Turone- ¿Era acaso el reconocimiento de que la idea de la fundación había sido suya?  De ninguna manera.  En las instituciones antiguas existía generalmente un personaje a quien se le confiaba la protección de sus intereses, de sus privilegios, en una forma que lo comprometía a dedicarle toda su diligencia…Así por ejemplo, en las antiguas universidades se designaba solemnemente un Conservador de los Privilegios, cargo equivalente al que se usó en el Río de la Plata, de Protector de diversas instituciones”

Como expresa Gabriel Turone ser ‘Protector’ no significa ser ‘Fundador’. De dicha confusión se toma el liberalismo para seguir mistificando nuestra historia:

Debemos hacer una aclaración: en realidad Mariano no es que no donó ningún libro…donó uno solo.

Parece que no cumplió tampoco su cometido limitado don Mariano pues la donación de un solo libro fue el llamado  ‘Comentarios’ de Baldo.

Su hermano Manuel…ninguno. Ni en vida ni cuando falleció dejó ni un solo libro a la biblioteca siendo tal vez la mayor biblioteca del momento en 1857.

Don Mariano tampoco la vio funcionar y, cuando se fue a Inglaterra en su último viaje con una cantidad de dinero y un sueldo más que importante, no dejó donación alguna para la biblioteca cuando muchos porteños continuamente donaban dinero y libros de sus propiedades.

Se adelanta Turone para lo que piensan que por lo menos Mariano Moreno donaba…su tiempo.

“No le dedicó su dinero, dirán sus devotos, pero le consagró sus afanes y su tiempo.  ¡Tampoco eso! .Este fue otro de los motivos que nos infiltró la duda acerca de la veracidad de nuestra historia oficial, que es historia dirigida.  La displicencia de Moreno hacia la Biblioteca no se mostró sólo en la exigüidad de sus donativos, sino muy especialmente en el descuido de sus deberes de Protector”.

Concluye Turone “Resumamos: Reduciendo a cifras todo lo que han arrojado los archivos argentinos en 150 años de afanosa búsqueda, como prueba de la actividad devoradora de Mariano Moreno en este glorioso capítulo de su historia, hallamos lo siguiente, desde el 22 de agosto de 1810 –fecha de su primera actuación en el asunto-, hasta el 28 de diciembre de 1819, fecha de la última: …redactó 8 notas y 1 decreto, con un total de 98 líneas, a las que, para ser enteramente justos, deberíamos agregar dos líneas más por pieza, correspondientes a la fecha y a la firma del prócer”.

Aclaremos que cuando el historiador citado dice ‘Devoradora actividad’ y ‘glorioso capítulo de su vida’ es un sentido irónico. Lo expresamos pues no faltará seguramente algún liberal cínico que tome el sentido literal de las palabras usadas para hacernos demostraciones de la grandeza de Moreno en algún panegírico..

Hasta que Gustavo Martínez Zuviría (‘Hugo Wast’) director de la Biblioteca en 1936 y ante un enorme auditorio develó el error o mentira sobre la pretendida fundación por parte de Mariano Moreno: lo echó a rodar su hermano Manuel sin sustento alguno.

Ante tal supuesto ‘agravio’ (sic) el 7 de Septiembre de 1938 el Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Dr. Jorge Eduardo Coll –con cargo jerárquicamente superior al Director Martínez Zuviría,- lo desautoriza y realiza un acto público de ‘desagravio’ a Mariano Moreno rechazando lo que su subalterno hizo respecto a la fundación de la biblioteca, poniendo una placa allí donde reafirma que el fundador fue Moreno y no Chorroarín.

Subrayamos acto ‘público’ porque la cantidad de gente que acudió al acto fueron …dos: el Ministro y su secretario. Nadie del pueblo acudió al acto solemne pues como ha sido siempre el liberalismo falsificando la historia no pudo convencer a nadie de sus adulteraciones históricas, por más que detenten desde 1852 el poder por el golpe de Estado el 3 de Febrero del mencionado año.

El diario vespertino ‘La Razón’ en forma patética muestra la foto de los funcionarios en la soledad más absoluta tratando de justificar la mencionada orfandad sin poder entender el por qué.

El Dr. Coll dice que sostuvo que la Biblioteca fue fundada por el jacobino y masón de Moreno porque así lo estableció la Academia Nacional de Historia. No podía ser de otra manera: tal organismo ideológico era y es de rancio unitarismo ‘mitrista’.

Ante tal bizarra situación el diario ‘La Fronda’ del 8 de Septiembre de 1838, es decir, al día siguiente del acto, publica una editorial donde entre risible y caustica descripción del acto, prueba con agudeza que por más que el gobierno de entonces intentase torcer la exactitud  de los hechos en cuanto a la fundación de la biblioteca, el pueblo –con clara situación de la verdad fundacional- le dio la espalda ante tamaña mendicidad liberal, una vez más. (ver debajo los dos artículos periodísticos de la época).





Una placa y carteles varios instalados en el frontispicio de la Biblioteca documentan avalando el fraude (uno más) que produce una desculturización en nuestro pueblo tan permeable a los medios ante el bombardeo continuo de informaciones falsas (o erróneas si lo vemos  con una mirada piadosa) y contrario a la verdad de los hechos.



Biblioteca Pública Nacional- Buenos Aires 23 de Marzo de 2022


Igualmente y con justicia hoy día una avenida de Buenos Aires, en el barrio de la Paternal, lleva su nombre, con estricta justicia ante un hombre honrado, eminente y desinteresado patriota que puso su vida y sus bienes en pos de la cultura de nuestro país.

Igualmente y con justicia hoy día una avenida de Buenos Aires, en el barrio de la Paternal, lleva su nombre, con estricta justicia ante un hombre honrado, eminente y desinteresado patriota que puso su vida y sus bienes en pos de la cultura de nuestro país.

De tal manera, el mérito mayor de este vasco rioplatense radica en el sostenimiento y, la realización de un designio que por años fue su interés público casi exclusivo junto con la docencia, como podemos extraer de sus escritos: la creación de la Biblioteca Pública Nacional que finalmente pudo fundar a pesar de los errores en la imputación creativa a Moreno por parte de la historiografía oficial triunfante en Caseros en el nefasto día del 3 de Febrero de 1852, ocaso de nuestra soberanía política, económica y, como puede verse, educativa y cultural oficial.

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FUENTES

CAILLET BOIS, Ricardo (“Una información secreta de origen realista, sobre los principales revolucionarios del Río de la Plata”, -Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, Año XVII - T XXIII, Buenos Aires, julio de 1938 - junio de 1939, Nros. 77-80).

CUTOLO, Vicente (“Nuevo Diccionario Biográfico Argentino (1750-1930)"- Tomo. II, Buenos Aires, Editorial Elche, 1969 y en “Efemérides–Patricios de Vuelta de Obligado”
Portal
 http://www.revisionistas.com.ar/?p=8730

FRIGERIO, José Oscar (“Chorroarín, el fundador de la Biblioteca Nacional”- en la revista ‘Historia’. Año VI. No. 23. Septiembre - Noviembre 1986- Ediciones A.P. 144 pgs., Buenos Aires)

GARCIA DE LOYDI, Ludovico (“Una luz en la manzana de las luces”, Encuadernado. Láminas entre texto. Vida y obra del canónigo Luis José Chorroarín 1757-1823”; Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires / Col. Cuadernos de Buenos Aires, Buenos Aires, 1973).

MORENO, Juan Carlos ("Genio y figura de Hugo Wast"- ed. Eudeba, núm. 23 de la colección -1969).

PARADA, Alejandro E. (“Los orígenes de la Biblioteca Pública de Buenos Aires: antecedentes, prácticas, gestión y pensamiento bibliotecario durante la Revolución de Mayo (1810–1826)”--Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras. Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas, 2009)

PARADA, Alejandro E. (“Prácticas y representaciones bibliotecarias en la Biblioteca Pública de Buenos Aires: Una lectura del libro de ‘Cargo y data’ (1810-1818)”, Inf. cult. soc. [online]. 2006, n.14, pp. 29-56. ISSN 1851-1740. Universidad de Buenos Aires
Facultad de Filosofía y Letras-)

ROSAS VON RITTERSTEIN, Raúl Guillermo (Revista digital “Eusko News” del 26 de Junio al 2 de Julio del 2020- https://www.euskonews.eus/0538zbk/kosmo53801es.html)

TURONE, Gabriel (“Fundación de la Biblioteca Nacional”- en ‘Revisionistas, la Otra historia de los argentinos’- en www.revisionistas.com -http://www.revisionistas.com.ar/?p=8730

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miércoles, 16 de marzo de 2022

Charla sobre Historia Argentina y Juan Manuel de Rosas con Patricio Lons -16-3-22

 Charla sobre Historia Argentina y Juan Manuel de Rosas con Patricio Lons -16-3-22


                                                                 PARTE 1


PARTE 2