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jueves, 24 de agosto de 2023

LOS FEDERALES Nº46 - Felipe Arana


LOS FEDERALES Nº46 - Felipe Arana



 

JUAN MANUEL DE ROSAS (Fidelidad de Militares y Funcionarios Luego de su Caída)

 JUAN MANUEL DE ROSAS 

(Fidelidad de Militares y Funcionarios Luego de su Caída)


Gonzalo V. Montoro Gil 




Jerónimo Costa (Fallecido en 1856)- Guillermo Brown (Fallecido en 1857)-Hilario Lagos (Fallecido en 1860) – Felipe Arana (Fallecido en 1865)- José María Roxas y Patrón (Fallecido en 1883)-- Juan Bautista Thorne (Fallecido en 1885)- José Prudencio Arnold (Fallecido en 1896)- Antonino Reyes (Fallecido en 1897)- Bernardo de Irigoyen (Fallecido en 1906)-

(En la foto puede verse una pintura de Juan Manuel de Rosas en su ancianidad rodeado alegóricamente por los cuadros de sus más fieles patriotas)

*

 

INTRODUCCIÓN

 

Luego de Caseros, antiguos ‘Federales’ se unen a Urquiza hasta hace unas pocas horas tachado de ‘traidor’, por ellos como Vicente López y Planes acicateado por su hijo Vicente Fidel López, y, lamentablemente, también Tomas Guido, Baldomero García, Lorenzo Torres, etc.

El miedo a ser asesinados o confiscados o el interés les hace participar en el gobierno nuevo de Urquiza. Urquiza les tiende un ‘puente de plata’ al igual que a los gobernadores del interior porque necesitaba políticamente apoyo, sostén político de los Federales provincianos.

Así, junto a Vicente López, el Gral. Mansilla –nos guste o no- a horas de finalizar la batalla de Caseros, entra a Buenos Aires, junto a tropas de Urquiza, para –supuestamente- guardar el orden en la ciudad, al mismo tiempo que sus ex camaradas como Martiniano Chilavert y Martín Santa Coloma eran fusilados y degollados luego de rendidos.

Tal vez poco podía hacer Mansilla; tal vez para salvar su pellejo y sus bienes. El cuñado de Juan Manuel de Rosas, pareció’ olvidar’  en un día más de 20 años de ‘rosismo’ y glorias patrióticas. Sea como sea, su verdadero sentir ha quedado guardado en su fuero íntimo.

Lucio N.  Mansilla, el héroe de Obligado, ya había tenido una actitud extraña y misteriosa frente al ejército invasor. El 4 de febrero, relata en sus memorias, “cuando vio Mansilla la ruina del ejército de su hermano (sic) (en realidad eran cuñados) y dispersión de sus tropas, les dijo a los soldados que se fueran e hicieran lo que quisieran, y se ocultó, que fue a decirles, vayan a robar y saquear (…) Lucio N. Mansilla, fue tan bajo e indecente, que el día 4 proclamó públicamente en la plaza Mayor;¡¡ viva el general don Justo Urquiza, y muera don Juan Manuel de Rosas!!…”.

Varios de los ‘rosistas’ desde el momento de la caída de Rosas, seguramente tuvieron temor de ser asesinados o ajusticiados por la ira Unitaria.

Y respecto a  Lucio N. Mansilla, No sabemos si esto sucedió realmente pero demuestra el clima tortuoso y de sangre que se vivía en esos tiempo en Buenos Aires debido a la caída de un gobierno soberano y el inicio de otro de cuño internacionalista –brasileño- ayudado por una cohorte vernácula de asesinos de su propio pueblo que actuaron por cuantiosas sumas de dinero que sirvieron para comprarles el alma y su conciencia nacional. 

En la confiscación de bienes de Rosas intervino directamente tanto Vicente López, devenido ‘antirrosista‟ de ocasión junto al enemigo, su enemigo de décadas Valentín Alsina, unidos en el hecho. Dios los cría….

La honorabilidad que pudieran haber tenido durante décadas terminó diluida y olvidada por sobornos de todo tipo, como bien los detalla –entre otros- Raul Scalabrini Ortiz.

Y como bien señala el historiador Mario Cesar Gras, Vicente López y Planes   hombre sin carácter, irresoluto y ya decrépito quien, influenciado y presionado por su hijo Vicente Fidel López - Unitario desencajado- es quien declara a Rosas ‘reo de lesa patria’,  llevando adelante el juicio en su contra para condenarlo a muerte y confiscarle sus bienes.  

Junto a él, conspicuos Federales ‘rosistas’ que recogieron todos los beneficios políticos, sociales y económicos durante los años en que gobernó Rosas, como Francisco y Rufino de Elizalde, Pastor Obligado, Baldomero García, Juan Bautista Peña,

Luego vino la Traición en la Batalla de Caseros (1852) que ya comentamos

Urquiza, tal como lo hizo saber, tenía in mente que en el caso de que fracasara su acción contra Rosas y éste no pudiera ser derrocado, él se atrincheraría en Entre Ríos y formaría un estado que estaría conformado por las provincias de Entre Ríos, Corrientes, las Misiones, la Banda Oriental y el Paraguay

Este desmembramiento del país pergeñado por Urquiza para formar un nuevo estado en caso de ser derrotado en Caseros, ha sido ocultado adrede en las escuelas y colegios de la nación por la historia liberal triunfante.

Reconoce Sarmiento que el derrocamiento de Rosas fue producto de un plan extranjero, pagado con dinero extranjero.

Luego de la Batalla, comenzó el festival de asesinatos genocidas por Urquiza, Sarmiento y todos los Unitarios.

Se fusilaba a mansalva todo vestigio Federal tanto en Buenos Aires como en el interior. Entre ellos, además de desconocidos gauchos, fueron masacrados héroes de las batallas en defensa de nuestra soberanía, como Martiniano Chilavert –por orden expresa de Urquiza- y Jerónimo Costa –por orden de Pastor Obligado.  También el Gobernador legal de San Juan, Nazario Benavidez, quien fue  tomado prisionero por los Unitarios y finalmente asesinado en su celda.

Dice el propio Sarmiento que Urquiza degolló o fusiló, a 4.540 prisioneros del ejercito ‘rosista’ y de ser quien “más prisioneros ha degollado", desde Artigas a la fecha.  Más inclusive que Rosas y Quiroga.

Después de haber masacrado a muchos Federales que, en su momento, habían combatido a sus órdenes en el ejército federal de la Confederación Argentina, obedeciendo quizás a mandatos masónicos, ordena ejecutar y colgar a sus rivales en las avenidas de Palermo que daban al Caserón que fuera de Rosas. Todas las noches se oían las descargas de los fusilamientos ejecutados por orden suya.

Además de Chilavert y Santa Coloma fueron ajusticiados los 1.117 soldados del Batallón de Aquino que fueron sobrevivientes de Caseros. Los fueron degollando de 10 en 10 en Palermo a lo largo de varias jornadas, tal como lo describe el propio General ‘urquicista’ Cesar Díaz.

Esos cadáveres estaban pudriéndose en los caminos de acceso o en los árboles que circundaban la residencia,  colgando como adornos de navidad, permítase la descripción pictórica de los ‘civilizados’ y el declamador de la frase: ‘Ni vencedores ni vencidos’ (sic).

Seguirían luego los fusilamientos y degüellos por el menor motivo, y aun sin motivo, contra hombres y mujeres del pueblo. Entre el 3 y el 20 de febrero hubo más de 500 civiles ejecutados, cifra mayor que la alcanzada en los 20 años de gobierno de Rosas.

El 9 de Febrero de 1852, ya sucedido Caseros, el propio embajador británico, Gore, le escribe incrédulamente a Lord Palmerston, primer ministro británico: "Los jefes en quienes Rosas confió se encuentran ahora al servicio de Urquiza. Son las mismas personas a quienes a menudo escuché jurar devoción a la causa y persona del General Rosas. Nunca hubo hombre tan traicionado”. Tal cual.

Esa última famosa frase es cierta y prueba la orfandad de apoyo que tuvo Rosas en la mayoría de la clase dirigente porteña. Esa traición empieza por su espada mayor, Justo José de Urquiza.

Su monumento imponente en los bosques de Palermo nos recuerda aún hoy nuestro sometimiento a los grillos que nos impusieron en 1852 los brasileños y los Unitarios todavía gobernantes.  

También, nuestra esclavitud política y económica dirigida por los que ayer y aún en la actualidad siguen manejando los resortes del poder, nuestra dependencia económica y la falsificación de la historia nacional.

Además, en 1856, Urquiza pidió préstamos al Barón de Mauá, y al Barón de Buschenthal que ahondaron la dependencia financiera de la Confederación, ya malherida, respecto al Imperio brasileño.  Como consecuencia, se instalaron en Rosario bancos de los citados, con facultad de emitir moneda y el manejo del crédito. Comenzaba justo allí nuestra esclavitud….

Seguramente durante muchos años ha habido patriotas que en silencio debieron sufrir un destierro en su propia patria, muchos seguramente anónimos, si es que no fueron fusilados o colgados por los sicarios de Mitre y Sarmiento que les ordenaban esas masacres (ellos no se manchaban las manos), como los ya Uruguayos: Venancio Flores, Ambrosio Sandes, Wenceslao Paunero,  José Miguel Arredondo, Ignacio Rivas, Pablo Irrazabal, genocidas de nuestro pueblo, se encargaron de hacer tierra arrasada de los últimos caudillos que luchaban desgarradoramente por conservar algo de dignidad en sus tierras.

Esta situación inspiró a José Hernández para escribir su ‘Martín Fierro’ donde se describen estos horrores de miseria, muerte y destierro.

Cita José María Rosa “Las divisiones ‘mitristas’ a las órdenes de Flores, Sandes, Paunero, Arredondo, Rivas, entran implacablemente en el interior. Hombre tomado con la divisa punzó es lanceado; si no lleva la divisa es incorporado a los invasores o mandado a un cantón de la frontera a pelear con los indios.

Venancio Flores, que antes fue presidente de la República Oriental por una revolución de los colorados, es jefe de la vanguardia de Mitre. Se adelanta a Cañada de Gómez y sorprende, el 22 de noviembre, al grueso del ejército federal que sigue esperando órdenes de Urquiza. Flores pasa a degüello a los más reacios e incorpora a los demás. No se había visto tanta violenta en nuestras guerras civiles que no se distinguieron precisamente por su lenidad; pero esta ocupación porteña del interior colma la medida.”.

Esa limpieza de criollos que hace el ejército porteño en 1861 y 1862 es la página más negra de nuestra historia, no por desconocida menos real. Hay que «poner al país a un mismo color» eliminando a los federales. Los incorporados por Flores, de la división de Córdoba, desertan a la primera ocasión y en adelante no habrá más incorporaciones: degüellos, nada más que degüellos.

En el medio de toda esta venganza que duró años,

Pero, -siempre hay un ‘pero’- hubo un grupo muy minoritario integrado por aquellos que, poniendo en peligro sus vidas y sus bienes, en el medio de esa furiosa sangría cometida por los vencedores cipayos, continuaron defendiendo a Rosas, su actuación pública  y la soberanía de su tierra. 

No es que no haya habido otros, -más de uno anónimo- pero fueron fallecidos antes o durante la batalla de Caseros, como Martiniano Chilavert pero que no tuvieron que sufrir el martirio de ver su patria destrozada por el extranjero y sus personeros nativos..

Aquí queremos exponer solo aquellos que debieron sufrir ostracismo por décadas por osar defender su nación de los que sin inmutarse desmembraron sistemáticamente y con plan preconcebido, el espíritu y la heredad hispana que tanto costó conseguir, sobreponiéndose en silencio –a veces- y otras temerariamente con sus declaraciones, al Goliat liberal que todo lo abarcaba haciendo tabla rasa a cuchillo y prensa, donde fuese necesario, tratando de sobrevivir en un mundo, en una heredad invadida por el salvajismo bárbaro masón y liberal.

Fueron exponentes cabales de la fidelidad a su patria que en muchos casos, le costaron la vida o su destierro social a más de uno de ellos por su lealtad a nuestra Confederación Argentina, sirviendo como testigos de lo que había sucedido y siendo voceros de la ignominia cometida contra Rosas que simbolizaba la independencia de la patria.

Tal vez, algún lector entienda que esta lista faltaría Manuel Moreno. Excelente, inteligente y hábil embajador plenipotenciario de la Confederación en Inglaterra y los EEUU. Tal vez el mejor que hemos tenido, sin duda.

Pero, entiéndase que el presente trabajo refiere a aquellos que siguieron siendo fieles a su patria y a Rosas LUEGO DE CASEROS. Pues bien, ¿qué sucedió con Moreno luego de Caseros?. Al igual que Lucio N. Masilla, tuvo su momento de debilidad dejando de lado décadas de honorabilidad por una desafortunada acción que hace que no esté en esta lista escasa de patriotas post-Caseros.

Veamos que sucedió.

Regresó en 1853 a Buenos Aires después de la Batalla de Caseros, que significó la caída de Rosas, pero no volvió a participar en política partidaria, lo cual es digno de resaltar. En sus últimos años organizó el archivo diplomático, una importante fuente de información histórica.

Digamos, eso sí que cuando Rosas marchaba exiliado hacia Gran Bretaña, el sobrino de Manuel Moreno, Mariano Moreno (h) hijo de Mariano Moreno, le escribe a su tío que estaba en aquellos lares para comentarle la suerte de las armas de gobierno y el triunfo de Urquiza.

Comenta el historiador Gerardo M. Martí, que al saber el embajador Moreno del triunfo de Urquiza, previsoramente le dice a su sobrino en carta del día 8 de Abril "Dios te protege como protege siempre al que padece injustamente: porque cuando me escribías (...) bajo la ansiedad que te inspiraba la cercanía de las tropas de Urquiza a los atrincheramientos de Rosas en los Santos Lugares y esperabas la decisión de este negocio, hacía tres días que las puertas de la patria se abrían para recibirte después de un destierro de 13 años y que el opresor injusto corría a la mar en un buque extranjero en busca de asilo"

Claro, ambos, tío y sobrino no comulgaban con las mismas ideas políticas: el sobrino de Manuel Moreno, Mariano (h), se había exiliado en Montevideo durante el ‘rosismo‘ para pelear contra el gobierno de la Confederación, ya que era uno de los más fervientes Unitarios que luchaban contra Rosas.

Ahora bien, véase como con los nuevos aires políticos ya Manuel Moreno en la carta dice que su sobrino ‘padece injustamente ‘por culpa del ‘opresor injusto‘–o sea, Rosas.

Este eximio funcionario y diplomático de la Confederación Argentina que durante décadas defendió los intereses de la nación en tierras extrañas bajo el gobierno de su país dirigido por el Brg. Gral. Juan Manuel de Rosas, no tuvo empacho, dadas las circunstancias, de imputarle a su propio gobierno recién vencido que su sobrino “padecía injustamente‟ el destierro –recordar que el susodicho Mariano Moreno (h) combatía a su propio país para derrocar al legal gobierno de Rosas-y que Rosas, a tenor de sus palabras, era un “opresor injusto‟.

Esto es, para Manuel Moreno, funcionario durante añares del gobierno de su país, derrocado hacía horas por un gobierno extranjero –Brasil- coaligado con los Unitarios traidores a su tierra, ahora con los resultados de la lucha a la vista, ese gobierno nacional pasaba a ser “opresor injusto‘. Es difícil de creer y más de digerir.

Ayer como hoy, hubo siempre quienes vivieron al calor del poder y cuando éste dejaba de existir, se acomodaban sin vergüenza alguna a los nuevos poderes de turno, borrando de un plumazo y sin incomodarse, cualquier vestigio de sus ideas y comportamientos políticos anteriores, manchando pretéritas glorias. Sea por convencimiento, miedo por su vida o por su patrimonio, sin poder vencer el instinto de conservación. Si bien, en el caso de Moreno, debemos tener presente siempre la lealtad a su gobierno durante años y su fecunda actividad diplomática, no podemos dejar pasar su actitud luego de Caseros, que lo aparta del grupo de aquellos que sostuvieron la rectitud de Rosas y la defensa de la independencia nacional a pesar de los vientos políticos que corrían en la nueva etapa aciaga para la patria.

Manuel Moreno murió en Buenos Aires el 28 de Diciembre de 1857

En fin, honremos y hagamos memoria pública de aquellos pocos que luego de la caída de Rosas, en silencio o a viva voz, siguieron incólumes en la defensa de Rosas y su gobierno deshecho por la entente masónica liberal, de adentro y de afuera del país.

Lo haremos siguiendo un orden según su fecha de fallecimiento.

 *

JERÓNIMO COSTA 

 

Uno de los mejores solados de la independencia y patriota sin igual luchó contra el Imperio del Brasil en 1826/28 (primera Guerra contra el Brasil), destacándose en la batalla decisiva de Ituzaingó (20 de febrero de 1827), siendo ascendido al grado de capitán en el mismo campo de batalla.

Al regreso de las tropas a Buenos Aires -y ante el descontento producido por el desenlace diplomático de la contienda, ya que no obstante haber resultado vencedora la Argentina, perdió en la mesa de negociaciones a una de sus principales provincias, la Banda Oriental, que a partir de ahí se erigió como país independiente, el Estado Oriental- al mando del Gral. Juan G. Lavalle, estas se sublevaron contra el legítimo Gobernador de Buenos Aires, Manuel Dorrego, permaneciendo Costa subordinado al legítimo gobernador. A partir de allí Costa siempre actuó a favor de la federación. En 1831 combatió contra el General Paz, jefe de la Liga del Interior (unitaria).

Cuando Rosas en el año 1833 encaró su expedición a los desiertos del sur, Costa participó de la misma ostentando el grado de teniente coronel. Fue hombre de confianza del Restaurador quien en 1835 lo designó como Comandante de la isla de Martín García y en este puesto se encontró en 1838 cuando se produjo el bloqueo francés a la Confederación Argentina y el ataque galo a la isla.

Era jefe de la isla el teniente coronel Jerónimo Costa, y su segundo, don Juan B. Thorne, veteranos ambos de la guerra contra el Brasil. 

Con poco más de 100 soldados, Costa encaró la defensa de la isla e hizo frente al desembarco de 550 enemigos, quienes hicieron valer tan desproporcionada fuerza y tomaron la isla, provocando la rendición de los defensores, quienes habían combatido con valor y causado grandes bajas a los atacantes. 

A pesar de que los elementos de defensa eran muy escasos, fue intimado por los franceses a rendirse. A lo cual Costa contesta

“En contestación a ella solo tengo que decirle, que estoy dispuesto a sostener, según es mi deber, el honor de la nación a que pertenezco. Dios guarde al señor Comandante muchos años. Jerónimo Costa”

Costa participó en muchos combates y acciones de la guerra civil; hizo la campaña contra Lavalle, peleó en la Banda Oriental a las órdenes de Oribe y luego de Pacheco desde 1840 haciendo toda la campaña del Estado Oriental formando parte del ejército federal sitiador de la Plaza de Montevideo desde 1843 hasta 1851.

Producido el Pronunciamiento de Urquiza contra el Gobernador Rosas (1851), y la defección del general oriental Manuel Oribe, Costa se embarcó a Buenos Aires para servir en el ejército que estaba preparando Rosas en su lucha contra Urquiza. Así Costa tuvo destacada actuación en la batalla de Caseros (3 de febrero de 1852) .

Desalojado Rosas del Poder, Costa también se exilió en el barco junto a Rosas, pero por algún tiempo, ya que a mediados de 1852, regresó a Buenos Aires, siendo designado por Urquiza –nuevo hombre fuerte de la Confederación–  como comandante de la Guardia Nacional de Infantería. Cuando en esta Ciudad se produjo la revolución del 11 de Septiembre (de 1852) pergeñada por unitarios y algunos antiguos rosistas, descontentos con la política del Gral. Urquiza y que en los hechos significó la secesión de la provincia de Buenos Aires de la Confederación Argentina, Costa no adhirió a la misma y se retiró a Entre Ríos para apoyar al Director provisional Urquiza y a su política, al entender que el caudillo entrerriano enarbolaba las banderas federales. En el mes de diciembre de 1852 Costa se adhirió a un hecho revolucionario que se produjo en Buenos Aires, de carácter federal, que al mando del Gral. Hilario Lagos sitió a la Ciudad de Buenos Aires, que finalmente fracasó. Posteriormente a ese hecho, Urquiza nombró a Costa general en jefe del Ejército del Norte.

A principios de 1856 intentó una  invasión a Buenos Aires, pero el ejército federal fue nuevamente batido en Villamayor (Ptdo. de la Matanza) por las tropas de Buenos Aires. Jerónimo Costa fue tomado prisionero y el 2 de febrero fue ejecutado sin proceso alguno, junto con otros 124 compañeros entre oficiales y soldados, por orden del Gobierno liberal de Buenos Aires, conocido este hecho en la historia como la “matanza de Villamayor”, ordenado por Pastor Obligado y Bartolomé Mitre. Y ante el beneplácito de Sarmiento.

Mercedes Rosas de Rivera, la hermana menor de Juan Manuel de Rosas, le escribió el 31 de marzo de 1856 a su sobrina Manuelita Rosas, –residente en Inglaterra–, acerca de los sucesos comentados y del destino del cadáver del malogrado Jerónimo Costa indignada por los hechos

Los restos de Costa pudieron recibir sepultura gracias al empeño de doña Mercedes Ortiz de Rozas de Rivera, -hermana de Don Juan Manuel- y de Don Prudencio Ortiz de Rozas, y de Don León Ortiz de Rozas, (hijo mayor de Don Prudencio) y de Don Lucio Victorio Mansilla (hijo de Doña Agustina Rozas de Mansilla), todos ellos queridos amigos de Costa,

Julio Victorica, en su obra “Urquiza y Mitre”, dice: “Para que se sepa quién era Jerónimo Costa, diremos que pertenecía a una de las familias más distinguidas de Buenos Aires…Un perfecto caballero, militar valiente y honrado, que ilustró su foja de servicios con la heroica acción que se va a recordar:

Su valentía, su patriotismo y su fidelidad a D. Juan Manuel de Rozas y a la causa federal, lo hacen ser un grande entre los grandes en la historia de nuestra querida patria.

Digamos para  finalizar que cuando Lucio V. Mansilla pidió que le entregaran el cuerpo de su amigo para su digna sepultura el entonces Coronel Don Bartolomé Mitre, que formaba parte de ese gobierno dijo "Mi pobre Costa, no tuvo más defecto que el de ser siempre fiel a su bandera".  O sea que el propio Mitre reconoce su canallada.

*

GUILLERMO BROWN

 

Aquí el Alte. Brown es tomado como ejemplo vívido, comprobable de como el Unitarismo de antaño devenido en Liberalismo de hogaño, tergiversa desde 1852 nuestra historia, en forma incesante y persistente.

El Unitarismo en una ‘concepción literaria de la historia’ como la llamaba con cierta ironía pero con acierto el inglés Halford J. Mackinder; falsea la historia desde dos ángulos bien marcados: uno, describiendo personajes con unas virtudes de las que ellos carecieron y, dos, describiendo otros personajes con defectos y vicios inexistentes.

En otro lugar hemos dicho que “De este modo, estos gobiernos Unitarios al controlar la narrativa histórica justifican, así, su propia existencia.

“Estos ideólogos nacidos en nuestra tierra, pero colonizados mentalmente desconocieron la realidad de nuestra tierra suponiendo que la realidad debe ajustarse a sus ideas abstractas y no viceversa. Y cuando lo sucedido no se ajusta a sus fórmulas de laboratorio desprovistas de todo contacto con nuestra realidad, no importa: persisten en sus altisonantes palabras huecas y a contrapelo de nuestra identidad”

“El Liberalismo de ayer (‘Unitarismo’’) y de hoy (‘Socialdemocracia’, ‘Demócratas Cristianos’, etc.) tiene como marca, como distintivo el matar todo sentido heroico de la vida, hacer una ‘literatura de la historia’, panegíricos rimbombantes faltos de sustentos documentales probatorios de sus asertos”.

Esto es, buscaron y buscan hoy día la ‘cuadratura del círculo’. Poniéndose al servicio de los intereses políticos y económicos extranjeros, por supuesto que también muy bien remunerados

Hemos sufrido en nuestra educación con el correr de los años, las alabanzas de siniestros hombres que -sin considerar defectos que todos tenemos- en forma adrede y dolosa combatieron a su patria y a su independencia por motivos meramente ideológicos de laboratorio o por cuestiones económicas puestos en permanente soborno monetario

Reforzado todo eso con el nombre de plazas, pueblos, calles, monumentos, etc que coadyuvaron y coadyuvan hoy día en sostener la existencia de virtudes tan inexistentes y alejadas de la realidad que nos terminan de configurar prohombres morales que no existieron.(Domingo F. Sarmiento, Bernardino Rivadavia, Bartolomé Mitre, Florencio Varela, Valentín Alsina, Juan Cruz Varela, Salvador M. del Carril, Julián Segundo Agüero, Justo J. de Urquiza; y de la Banda Oriental, Manuel Herrera y Obes, Manuel Pacheco y Obes, José Ellauri, Andrés Lamas, Lucas Obes, Juan A. Gelly, , etc.

A su vez, otros -como los mencionados primeramente- o bien les imputa diabólicas características que los muestran como asesinos terroristas o bien, cuando no pueden achacárseles conductas deshonrosas se los pinta de una manera insulsa, lavada, como a San Martín, o se les hace ver con conductas dudosas indignas de sus personas, como al Alte. Brown.

Y en esto último haremos una descripción de la insidia Unitaria y Liberal creando dudas sobre la honestidad del gran Almirante, manchando su honor sin pruebas alguna.

Dicen que…”; “alguien dijo que le dijeron…”, . Típicas imputaciones masónicas que ofenden al imputado, a sus enormes sacrificios a y nosotros como argentinos, que no podemos dejar pasar.

Hemos mencionado anteriormente que la “Literatura de la Historia’, es una ficción, y que veremos más adelante con el presunto historiador liberal Setembrino PEREDAS que es todo un paradigma en tal sentido. 

La diferencia entre la ‘Literatura’ y la ‘Historia’, es que la segunda refiere fielmente a cosas que real y comprobablemente han sucedido y la primera a cosas que pudieran suceder o que desea quien escriba, que sucedan; ficción.

La ‘Literatura de la Historia’ es una herramienta, un instrumento totalmente político de quien escribe para hacernos creer que aquello sobre lo que escribe ha sucedido como lo escribe.

Veamos y analicemos cómo funcionan los sofismas históricos Unitarios y liberales ayer y hoy:

PEREDAS dice que el Coronel Antonio Díaz enfáticamente afirmaba que la defección de Brown “era un hecho” (¿?) (sic) según “personas de crédito” (¿?) (resic) que decían que “todos apuestan a una segura defección de Brown”.

El supuesto hecho narrado por el supuesto testigo que estaba en el barco con Brown, (como se puede apreciar, todo un misterio) según Paz, Brown estando en su barco el ‘Belgrano’ en pleno del sitio en Montevideo, recibió un 21 de Abril de 1842 a tres caballeros que se presentaron como representantes de los proscriptos en Montevideo y que querían hablar con el Almirante pero no de cuestiones políticas sino referidas a temas de índole económicos que afectaban el comercio en aquella.

Sigue diciendo el testigo, por boca de Paz, que Brown accedió diciendo en voz alta “que lo haría en la inteligencia de no oír una sola palabra sobre los acontecimientos políticos del Rio de La Plata y que si violaban dicha limitación, no olvidasen que era jefe a las órdenes del Gobierno Argentino” y sobre Rosas exclamó que “yo no lo hice Gobernador, señores, sino los hijos de aquella República y habiendo jurado defenderla mientras pueda, estoy en mi compromiso y con la bandera argentina al tope de esta división hago la guerra a un pabellón extraño, que unido al francés, la hostilizó antes de que yo pisara el ‘Belgrano’.

 Sigue diciendo el supuesto testigo presencial –según Paz- que intentaron sagazmente llevarlo a Brown al terreno de la política “pero el viejo lobo, inconmovible como una roca, arpón dorando que le quería hacer presa”,. Expresando, además, Brown que iba a poner en conocimiento del Gobierno de la Confederación Argentina las maniobras de los comerciantes subidos a bordo y terminando la conversación “pidiéndoles, por tanto, que no abusen más de mi indulgencia y tengan a bien retirarse, a menos que prefieran ir en persona a verse con el General Rosas en Palermo. La actitud resuelta del almirante pasmó a los audaces emisarios, quienes más que de prisa se pusieron de pie, expresándole uno de ellos, al subir, que habían llevado una cantidad de vitualla fresca, como carne, verdura, aves y algunos lechones para regalo del equipaje, a nombre del comercio extranjero, grato a la disposición pacífica que asumía a su respecto la escuadra argentina…. Brown le replicó sin vacilar que ‘-nada, nada señores. Sus víveres han de estar envenenados y n o quiero que mis muchachos perezcan-‘”

Lo mismo para el General José María Paz que relata que ‘un testigo anónimo’ –lo mismo que dice Peredas, siempre son personas anónimas que disparan el dardo- también refiere que “si dejaba Brown de estar al servicio del dictador, sin dejar el pabellón argentino, se le darían 200.00 pesos fuertes para gratificar a la tripulación”.

Observe el lector un detalle no menor, que en lugar de dignificar a los supuestos comisionados de Montevideo, los deja en no muy buena posición y que muestra la calaña de la que estaban hechos: según ellos, le daban a entender a Brown que la traición era solo contra Rosas, no contra el Gobierno de la Confederación y que si Brown aceptaba el convite que disfrazaba un soborno, no significaba ello que abjurase de su nacionalidad y que, eso sí, Brown podía seguir usando en sus barcos la bandera argentina”. 

¿Puede conocerse infamia mayor?

Como dice Guillermo MASCIOTRA  “Repetidas veces fue convocado por las autoridades de turno en el gobierno para dirigir la incipiente Armada Nacional. Durante cuatro décadas prestó servicios, comprometió su patrimonio, formó una generación de marinos que se llenó de gloria en las guerras de la Independencia, contra el Imperio de Brasil, las campañas de Corso y frente al ataque avieso del poder naval anglo francés. Conoció la gloria y la injusticia, el reconocimiento del pueblo y la cárcel a la que lo intentaron recluir”.

Peredas dice que se le ofreció a Brown al comienzo de 1838 traicionar a Rosas y la Confederación Argentina para pasarse a las filas enemigas, pero que no pudo hacerlo por cuestiones de tiempo.

¿Cómo respondió Brown? Lo sigue diciendo MASCIOTRA “En 1838 el presidente del Uruguay Gral. Manuel Oribe, le ofrece el mando de la Marina de Guerra Oriental, que casi no existía. Brown con el permiso del gobierno argentino acepta el cargo, de crear una marina. Sin embargo, el ataque del Almirante francés Leblanc, en apoyo del general Rivera contra el gobierno constituido por Oribe, provoca la caída de este último y la renuncia de Guillermo Brown.

“Rivera con el apoyo de Francia y emigrados argentinos declara la guerra a la Confederación Argentina que apoyaba a Oribe para recuperar la presidencia de la que había sido despojado. Asimismo, Rivera nombra jefe de la marina a Juan Coe, antiguo subordinado de Brown, quien por cuarta vez es llamado para recrear una marina de guerra Argentina tarea que asume a los 64 años. Nuevamente se dedica con tesón a la tarea. Vence a Coe frente a Montevideo y Punta Indio, desarticula la marina oriental que Rivera había formado y obliga al cambio de estrategia uruguayo que releva a Coe por el dominio absoluto que Brown tenia del Plata”.

Recordemos que en 1826 luego de la Batalla de Ituzaingó, cuando los brasileños quisieron tomarse revancha de dicha gesta intentando invadirno por mar en la zona de Quilmes fueron rechazados con valentía por Brown y sus aguerridos marinos. El pueblo se volcó a las calles celebrando la batalla triunfal de Brown el cual fue llevado en andas por las calles de Buenos Aires, ante el beneplácito de los Rosas, en especial de Manuelita que siempre que se refería a lo largo del tiempo al Almirante Brown, comandante de la escuadra de la Confederación Argentina, lo llamaba afectuosamente como ‘mi segundo padre”.

Con el tiempo vienen varias gestas mas del Almirante, en especial la gesta de Vuelta de Obligado en 1845 y ¿cómo responde Brown?

Sigue diciendo el autor citado  “Luego la intervención anglo-francesa provocaría el robo de la Escuadra, episodio que afectó el espíritu del glorioso marino. Lleno de indignación regresó a Buenos Aires. Sería su último episodio naval. Asistió a la devolución de la flota. Su hijo Eduardo Brown combatió al mando de la batería que llevaba su nombre en el Combate de la Vuelta de Obligado y también en Paso del Quebracho, Tonelero y Acevedo contra el poder naval combinado anglo francés donde también marinos que se habían formado con el Almirante Brown, volvieron a dar testimonio de esa generación que combatió bajo sus órdenes”.

Fundamente Guillermo MASCIOTRA “Rivera con auxilio francés, contrata a José Garibaldi para formar una segunda división naval, que ataca el litoral fluvial argentino e intenta llegar a Corrientes luego de superar Martín García con un ardid. Como en anteriores oportunidades Brown sale a la captura del enemigo al que enfrenta en el río Paraná y lo vence en el combate de Costa Brava. Con sus naves perdidas y sus fuerzas diezmadas, la flotilla de Garibaldi desaparece al igual que el peligro sobre las poblaciones costeras.

“La noticia de la victoria en Costa Brava trajo nuevamente un gran reconocimiento popular a su persona. Los elevados conocimientos de los ríos lo habían convertido sin duda en un dominador de las aguas del Plata y sus afluentes. A su desembarco en Buenos Aires lo recibió una multitud con festejos, a los cuales no era muy afecto, pero aceptaba ese trato el viejo Bruno, manera con la cual lo solía citar Rosas, quien siempre respetó las conductas y pensamientos del Almirante”.

Luego de Caseros, la vida de Brown y su familia sufrieron acciones ominosas que no condicen con su heroicidad patriótica a lo largo de décadas.

En tal sentido termina diciendo el autor “Luego de Caseros, el marino irlandés que tanto aportara a la Nación Argentina fue dado de baja al igual que su hijo Eduardo. No concurrió al desfile del 20 de febrero de 1852 en las calles porteñas de las tropas brasileñas. Aceptó nuevamente la injusticia que posteriormente fue reparada por el Ministro de Guerra Manuel de Escalada que no vaciló en reconocer los enormes aportes y reponerlo en las filas de la Marina de Guerra.

Después de Caseros, muchos Federales, por convencimiento o instinto de supervivencia-negaron o se arrepintieron de su ‘rosismo’; no el Almirante Brown que fue dado de baja junto a su hijo Eduardo y dio la espalda al triunfo de Urquiza como símbolo silencioso del desdén por la traición sufrida y la derrota de la soberanía de la Confederación Argentina que, hasta el último día y pese a las falsas insinuaciones de los Unitarios liberales, defendió con ardor.

Seguramente ese triste día de luto para la nación que fue el 3 de Febrero de 1852 nuestro Almirante sabiendo el desfile por las calles de Buenos Aires de los soldados imperiales con sus banderas al viento, les dio la espalda en señal de desprecio, y habrá vuelto a exclamar como el 30 de Julio de 1826 ante sus marinos previo al enfrentamiento contra el brasileño invasor en las playas de Quilmes:

“Es preferible irse a pique que rendir el pabellón” (la consigna enviada por el Almirante Guillermo Brown a sus marinos el 30 de julio de 1826, durante el combate naval de Quilmes).

Brown, luego de una vida llena de batallas y luchas, como contra el Brasil donde sus acciones se vistieron de honra en pos de la defensa de nuestra independencia, junto a Hipólito Bouchard nuestro otro eminente marino argentino, el dia 3 de Marzo de 1857, fallece en su Quinta de Barracas, héroe máximo naval de la República Argentina, defensor a todo trance de los ideales de la patria naciente.

Combatió en las aguas a los enemigos de la Nación Argentina. Llevó nuestro pabellón azul y blanco al mismo corazón de las costas enemigas. Repetidas veces fue convocado por las autoridades de turno en el gobierno para dirigir la incipiente Armada Nacional.

Durante cuatro décadas prestó servicios, comprometió su patrimonio, formó una generación de marinos que se llenó de gloria en las guerras de la Independencia, contra el Imperio de Brasil, las campañas de Corso y frente al ataque avieso del poder naval anglo francés.

Brown conoció la gloria y la injusticia, y finalmente el justo reconocimiento del pueblo todo.

El Unitarismo decimonónico y jacobino representado por Peredas simboliza el patente cuadro de miseria que anima a estos seres.

Brown y Bouchard en 1816 bloquean el puerto del Callao, apresan buques españoles con su valiosa carga e interrumpen el tráfico marítimo con los puertos de Chile. Entre las presas está la famosa fragata Consecuencia, luego rebautizada La Argentina y que llegara hasta Monterrey, Madagascar y las Filipinas en su crucero de corso con Hipólito Bouchard.

En Hawaii, que era un reino independiente, tuvo el reconocimiento de nuestra independencia por el Rey de las islas. Fue la primera nación en reconocerla en 1817, por medio de su Rey Kamehamha I, ante el representante de las Provincias Unidas del Sud que allí estaba, el marino Hipólito Bouchard

Bouchard y el Alte. Guillermo Brown tuvo el honor de hacer flamear la bandera argentina en Monterrey, en California, por tres días, junto a nuestro otro héroe Hipolito Bouchard.

¿Como fue esto? cuando Hipólito Bouchard y sus corsarios con sus barcos “Chacabuco” y “La Argentina” hostigaban con sus barcos a los españoles principalmente en el Atlántico, Indonesia, Madagascar, Filipinas, el Pacífico, California, México, Centroamérica y las costas occidentales de Sudamérica en plena gesta de la independencia, recaló en California en la  aldea de San Francisco- hoy Monterrey –(también en otras poblaciones costeras) tenía unos 400 habitantes y la guarnición estaba integrada por 65 soldados españoles a los que batió con sus 200 hombres en un combate de 2 días, y durante 6 días  (entre el 24 y 29 de Noviembre de 1818- izó la bandera Argentina allí?.

Durante 6 días California perteneció a la incipiente Provincias Unidas del Sud, ondeando bien alto nuestra bandera en dicho fuerte, pero luego se fue de allí para seguir persiguiendo con sus buques a los españoles por los mares, descendiendo por toda América, hasta llegar a Chile.

Por dicha causa la mayoría de las futuras repúblicas centro americanas (Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua)   tienen, al igual a la de las Provincias Unidas del Sud, la bandera azul y blanca, con pequeños cambios en el centro de la misma, en honor a nuestra independencia?

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(HILARIO LAGOS

 

Hilario Lagos  Nació en Ciudad de Buenos Aires22 de octubre de 1806 – y murió en Buenos Aires, 5 de julio de 1860) fue un militar argentino y Federal

Peleó, como tantos otros, en la guerra contra el Brasil, en especial en la batalla de Ituzaingó.

Luego fue el segundo de Angel Pacheco y participó en la Campaña del Desierto junto a Rosas en 1833.

Participó en las luchas contra el Unitario Lavalle, bajo las órdenes del General Manuel Oribe y el ‘Ejercito de Vanguardia de la Confederación Argentina’ en especial en la Batalla de Quebracho Herrado, junto a Pacheco, Oribe, Garzón. Se distinguió igualmente por su coraje en la batalla como en su caballerosidad desplegada luego de sus victorias.

En Entre Ríos en marzo de 1844, cuando Urquiza iniciaba su primera campaña contra los hermanos Madariaga, de Corrientes,  peleó a sus órdenes.

En mayo de 1851, al producirse el pronunciamiento de Urquiza contra Rosas, Lagos se opuso a la doblez del entrerriano y se retiró a Buenos Aires para ponerse a las órdenes de Rosas  que lo nombró jefe de la Vanguardia del ejército Federal.

Renuente a la idea de volverse contra el Restaurador, el coronel Lagos presentó su dimisión a su cargo y pidió su pasaporte para trasladarse a Buenos Aires, fundado en “los sagrados deberes en que estoy para con la Patria, y para con el general Rosas, y porque así me lo imponen mis sentimientos y mi honor de Americano”.  Urquiza, haciendo debida justicia a aquel rasgo de lealtad, y, seguramente, consciente de su propia traición, le concedió el pasaporte.

Tuvo importantes reproches a Pacheco por darse cuenta de la duplicidad de Pacheco antes de la batalla de Caseros en la cual éste no atacó a las fuerzas urquicistas y renunció a su cargo el día anterior a la batalla. Le dirigió una carta a Rosas en la cual le dijo: ‘Mi patria y el ilustre general Rosas deben contar con mi lealtad, yo no soy de aquellos que no cumplen lo que prometen, a su patria y a su gobierno …no soy de los que traicionan y se venden. Soy otra cosa, yo sé lo que soy’.

Fue derrotado en la batalla de Caseros, como jefe de la mitad de la caballería y uno de los últimos oficiales en rendirse. Se refugió de la esperada represalia de Urquiza en un buque francés, pero Urquiza le perdonó y luego fue reincorporado al ejército de Buenos Aires como jefe de la división de campaña sur, con sede en Dolores.

Desaparecido Rosas, Lagos apoyó a Urquiza –como mal menor- y a su idea de una organización nacional verdaderamente federal de las provincias.

Posteriormente Lagos se puso de acuerdo con otros antiguos jefes federales, y el 1 de diciembre de 1852 inició la revolución contra el gobierno porteño con casi todas las fuerzas de campaña. Atacó a los pocos días la capital, pero fue rechazado por la reacción de Bartolomé Mitre. Entonces puso sitio a la ciudad, controlando incluso varios barrios porteños.

Su idea, como la de Urquiza, era incorporar de nuevo a  la Provincia de Buenos Aires a la Confederación con las otras trece provincias. Pero Urquiza esperaba utilizar la diplomacia y la negociación antes que la fuerza y se sintió sumamente molesto por esta situación de lucha por parte de Lagos, aunque, la ciudad de Buenos Aires fue sitiada por Lagos durante siete meses.  

Los sitiados enviaron a enfrentarlo al coronel Pedro Rosas y Belgrano, (hijo de Manuel Belgrano, e hijo adoptivo de Juan Manuel de Rosas), que había abandonado su federalismo para apoyar el centralismo porteño. 

Lagos lo vence, con lo que el sitio de Buenos Aires quedó reforzado. Poco después se le unieron tropas al mando de Urquiza.  Lagos y Jerónimo Costa fueron ascendidos al grado de general.

Pero el sitio se prolongó por varios meses más, con choques armados casi todos los días. Si la superioridad numérica estaba del lado de los federales, estos no tenían los recursos económicos que brindaba el puerto de Buenos Aires.

La pequeña flota de Justo José de Urquiza logró bloquear la ciudad, pero al poco tiempo su comandante fue sobornado para entregar la escuadra a los porteños.

Resulta que  en esos días se produjo la traición del jefe de la escuadra de la Confederación Argentina John Halstead Coe, quien por una bolsa de monedas de oro, entrego a Buenos Aires la escuadra nacional.  Se pretendió también comprar a Juan Bautista Thorne a través de su hermana quien fue a bordo del Enigma acompañada de la esposa del ex ‘rosista’ Lorenzo Torres.  

Ante esta situación el marino arrebatado por su indignación, puso sobre sus rodillas a su imprudente hermana y le propino una soberana paliza por haber abusado de la relación familiar.

La prolongación del sitio hizo caer rápidamente la moral de los soldados, y el inicio del soborno a varios jefes federales provocó el desbande de los sitiadores y el levantamiento del sitio en Junio de 1853.

A principios de 1854 intentó un nuevo ataque, pero no obtuvo el apoyo que esperaba y fue derrotado en pocos días por el general Manuel Hornos. Como Urquiza firmó el acuerdo de San José de Flores (10 de julio), retirándose en un buque inglés, dejó librado a su suerte a Lagos quien se vio obligado a levantar el sitio y exiliarse.. El gobierno de Buenos Aires decretó su baja del ejército, su destierro y la confiscación de sus bienes.

En noviembre de 1854 secundó al coronel Jerónimo Costa en su invasión contra el gobierno liberal; pero fueron vencidos en El Tala.

Costa lo intentó con muchos menos hombres en enero de 1856, pero también fue derrotado.

Como los indios arrasaban las poblaciones y las fuerzas porteñas no podían derrotarlas se le volvió a ofrecer a Lagos la jefatura de las fuerzas de campaña para combatirlos, reponerle su grado, devolverle sus bienes y sueldos. Lagos rehusó con altivez el ofrecimiento.

Permaneció en Santa Fe hasta 1859 y participó en la batalla de Cepeda (Octubre de dicho año) del lado de la Confederación como consecuencia del asesinato por los Unitarios de del gobernador de San Juan, Nazario Benavidez.

Si bien derrotó por completo a las fuerzas porteñas Urquiza no respondió a las esperanzas de los pueblos federales y pactó con las fuerzas unitarias porteñas (Pacto de San José de Flores), en un accionar típicamente masónico..

Después del pacto de San José de Flores regresó a Buenos Aires en 1860 donde murió en Julio de ese año por un enfriamiento y gripe. Tenía 54 años. Hilario Lagos, sinónimo de patriotismo inquebrantable, religioso y militar eximio. Pagó por ello penurias económicas, privaciones, calumnias y traiciones de todo tipo.

Intercedió por la vida de varias personas y logró salvar a algunos, como al coronel Pedro José Díaz.

Después de la batalla de Caseros fue dado de baja, pero por un tiempo no fue perseguido. Incluso el general Urquiza lo reincorporó al ejército como oficial mayor del ministerio de guerra del gobernador Vicente López y Planes.

Se opuso a la revolución del 11 de septiembre de 1852 y se exilió a Montevideo. Regresó en diciembre para unirse a la revolución del general Hilario Lagos —ejerciendo como

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FELIPE ARANA

 

El principal diplomático y con mayor capacidad era el Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Arana.

Nacido en Buenos Aires el 23 de agosto de 1786, moriría en ella el 11 de julio de 1865; estudió leyes en Chile y se doctora en Derecho en 1810

En el período comprendido entre 1835 y febrero de 1852, el ejecutor de la política exterior de la Confederación por mandato del gobernador sería el Dr. D. Felipe Arana, quien al decir de Ricardo Font Ezcurra sería: “una de las glorias civiles más puras de la República”.

Miembro de la primera Legislatura de Buenos Aires, de la que será su presidente en 1828, 1830, 1831 y 1832. Gobernador sustituto de Buenos Aires de 1840 a 1842

Hábil negociador, con la prudencia que caracteriza al diplomático de profesión, supo interpretar las necesidades y los intereses de la Nación ante las presiones diplomáticas y militares de las potencias extranjeras.

Si bien gozó de un criterio personal de excepcional valor, su tarea es permanentemente supervisada y ordenada por el Gobernador, con el que mantenía conversaciones casi a diario; esto le permitiría convertirse en uno de los hombres de mayor confianza de Rosas, Juntos dotarán a la Política Exterior argentina de aquellas decisiones rápidas, enérgicas, pragmáticas y precisas que eran necesarias para el logro de los éxitos diplomáticos, contenidos, por ejemplo en los tratados con Gran Bretaña (ARANA-SOUTHERN) y  Francia (ARANA-MACKAU).

El resultado de las acciones concretas de la tarea desempeñada se advierte con claridad en las cuestiones con Francia y Gran Bretaña, con Brasil, con Chile, Bolivia y la Banda oriental: estos hechos: “...exaltaron el sentimiento patriótico en la Confederación Argentina, fortaleciendo al gobierno de Rosas que aparecía en Europa y toda América, , serena e imparcial como el sostenedor del principio republicano frente a la tentativa imperialista y a los ataques de las poderosas monarquías europeas”.

Quien desprovisto de pasiones e imbuido del espíritu de justicia e imparcialidad, que debe ser norte en la vida del hombre, juzgue la obra gigantesca y en extremo difícil que le tocó desarrollar a este notable jurisconsulto y sobresaliente estadista, no podrá menos que asombrarse del deliberado  silencio que desde hace casi una centuria se observa en aquellos que deben ser justos y ecuánimes en la distribución de la gratitud nacional Pocos, poquísimos argentinos pueden vanagloriarse de haber contribuido bajo la dirección de un gobernante, a mantener incólume la dignidad de la nación frente a poderosos estados extranjeros y sofocar levantamientos internos de traidores, como lo hiciera en su larga actuación el eminente compatriota doctor Felipe de Arana, sirviendo a la patria bajo las órdenes de otro negado, el ilustre patricio brigadier don Juan Manuel de Rosas.

Su obra magnífica, su actuación marca rumbos incluso para los actuales gobernantes, aunque más no fuere por la dignidad y decoro que reflejan sus tratados internacionales, verdaderos ejemplos de lo que puede un hombre poseedor en grado superlativo del concepto del deber, sobre todo cuando, como entonces, se jugaba el honor de la patria.

 Arana constituye sin disputa una época en la marcha de la Nación hacia sus grandes destinos y sintetiza la verdadera argentinidad hecha hombre; su obra —repetimos— fue una labor efectiva y silenciosa, sin alharacas ni platillos, porque hizo del deber un culto y del sacrifico una costumbre y porque sintiéndose orgullosamente argentino, porque anhelando mantener sin mácula el patrimonio que nos legaran nuestros hombres mayores y dado que el federalismo era —como hoy— la expresión genuina del sentimiento nacional, sirvió junto a Rosas sin preocuparle la calumnia ni la crítica falaz de los seudos patricios del unitarismo destructor de nuestros v-lores y cualidades.

Una muestra más del silencio que se ha hecho sobre su nombre y su gestión patriótica y desinteresada que dan lustre a nuestra patria., puede verse en la nominación de las calles de Buenos Aires

Felipe Arana, es ocultado en nuestra historia.

Por ejemplo, el Concejo Deliberante con fecha 19 de noviembre de 1904, eliminó varios nombres ligados al gobierno de Juan Manuel de Rosas, entre ellos el nombre de Felipe Arana (fs.18 del expediente), lo cual fue criticado por Adolfo Saldías.

En efecto, dicho nombre ‘FELIPE ARANA’ era el nombre de la vía que corría al lado del Arroyo Maldonado (hoy ‘Juan B. Justo’) y que corría entre la actual Santa Fe y Castillo.

De esta manera la encontramos nombrada en un artículo publicado en el diario La Prensa en 1910, titulado “Arroyo Maldonado. Desidia Municipal”.

También aparece en el libro sobre nomenclatura de calles “Origen y razón de sus nombres” publicado por Adolfo P. Carranza en 1910, de donde confirmamos que se trataba de un homenaje al doctor Felipe Arana (1786-1865) quien fue gobernador sustituto de Buenos Aires de 1840 a 1842 y artífice del tratado conocido como Arana-Mackau en 1840 y Arana Southern, más el Pacto Federal de 1831.

Aunque la historia no es lineal ni maniquea: el Dr. Arana, conjuntamente con Nicolás Anchorena y Salvador María del Carril fue nombrado por Justo José de Urquiza, Consejero de Estado apenas derrocado Rosas por éste. No hacemos interpretación de todo esto; solo mencionamos literalmente lo sucedido.

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 JOSÉ MARÍA ROXAS Y PATRON

 

Nació en Buenos Aires, en 1795 – murió también en Buenos Aires en 1883

Favorecido por sus vínculos en Río de Janeiro, prosperaron notablemente sus negocios durante los gobiernos de Pueyrredón y Rondeau.

Comenzó a participar en política durante la Anarquía del Año XX y fue reiteradamente electo legislador provincial. Se recibió de médico

En 1826 fue elegido diputado al Congreso Constituyente. Incorporado al partido unitario, votó a favor de la constitución unitaria de ese año

Fue nombrado ministro de hacienda por Manuel Dorregogobernador de la Provincia de Buenos Aires.

Derrocado y fusilado Dorrego, se alió a los federales de Juan Manuel de Rosas siendo  nombrado representante para firmar el Pacto Federal de 1831.

Permaneció en la ciudad de Santa Fe, como parte de la Comisión Representativa de las provincias federales, que debía convocar un Congreso en esa ciudad al finalizar la guerra civil. Pero el mismo Rosas se opuso a la firma de una Constitución, con la intención confesa de conservar los privilegios de la Aduana, que él consideraba necesario, para la provincia de Buenos Aires.

Es que Rosas no es aún, en su primer gobierno, el hombre nacional que será luego. Es todavía hombre de Bs. As. Y a ello se debe la política económica de su provincia, aquella que enfrentará a su delegado José María Roxas y Patrón con el delegado por Corrientes Pedro Ferré. A Bs. As. Le conviene la libertad de comercio, porque la Aduana constituye el gran recurso de su presupuesto y las exportaciones pecuarias la base de su economía; para el Interior, en cambio, el sistema de 1809 significaba el aniquilamiento de sus posibilidades industriales.

La oposición de Buenos Aires desarticulará el proyecto correntino impulsado por Ferré. Lo que no se cumplió entonces se haría luego, cuando las circunstancias políticas variaran y la incipiente unión provincial del pacto de 1831 se consolidara en la confederación de 1835.

26 años de liberalismo económico habían producido variados efectos. Por ello, y tomando nota de dicha situación, tanto Rosas como Roxas y Patrón evolucionan y comprenden que dicho sistema empobrecía sistemáticamente a todo nuestro territorio.

Por tal razón fue nuevamente Ministro De Hacienda (lo había sido de Dorrego y Balcarce) en el segundo gobierno de Rosas el gobierno provincial, y llevó a cabo una administración especialmente prolija y con informes muy detallados, como le gustaba a Rosas.

Bajo su consejo,  Rosas, disolvió el Banco Nacional, y fundó la Casa de Moneda, que luego sería el Banco de la Provincia de Buenos Aires.

También fue el creador de la famosa La Ley de Aduanas bonaerense de 1835. Esta Ley, promulgada a inicios del segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, significó una ruptura con el librecambio enarbolado por los distintos gobiernos luego de la Revolución de Mayo. Por su carácter proteccionista, esta ley modifica el criterio económico que ostentó Rosas en su primer gobierno.

Más allá de su claro sentido proteccionista, ciertos autores liberales han dicho la ley que mantenía el sistema de puerto único en Buenos Aires, no nacionalizaba los ingresos de la Aduana ni abría la navegación de los ríos interiores3

A mediados de la década de 1840, fue elegido diputado provincial. Cuando se frustró un atentado en contra de Rosas propuso nombrar a Manuelita Rosas heredera del gobierno provincial. El gobernador rechazó esa posibilidad.

Su carrera política terminó con la Batalla de Caseros, en 1852. Continuó siendo un importante comerciante. Fue uno de los únicos amigos que siguió en contacto epistolar con Rosas, aún bastantes años después de Caseros, y este lo mencionó en su testamento.

Roxas y Patrón fue uno de los pocas, poquísimas personas que lo ayudaron económicamente estando Rosas en el exilio, en señal de agradecimiento y patriotismo.

Roxas y Patrón, entonces,  deja una cláusula en su testamento de continuar socorriendo al general Rosas en el destierro hasta su muerte o hasta cuando este lo indique

En carta del 27 de noviembre de 1861, Roxas y Patrón comparte con Rosas la decepción por aquellos que en su momento fueron considerados amigos, hombres ricos como Nicolás Anchorena o Felipe Vela, cuyas fortunas fueron promovidas por su política económica y, ante la desgracia y el infortunio, miraron hacia otro lado.

En tal sentido Roxas y Patrón le escribe a Rosas diciendo que Don Nicolás se declaró mi enemigo, y cuando se encontraba conmigo hombro a hombro en la calle, hacía la vista a un lado en señal de desprecio. Esto hasta sus últimos días en que. Lo solía encontrar. Entretanto, lo único que. ha sacado de sus nuevos amigos es que lo hayan llamado ladrón, por la prensa, hasta después de muerto”.

Es interesante lo que menciona el historiador liberal Alfredo Burnet-Merlin (“Cuando Rosas Quiso Ser Inglés -Historia De Una Anglofilia”- tercer edición 1976) en cartas intercambiadas con Rosas (27 cartas en total estando Rosas en el exilio) en la cual ambos expresaron su confianza en el mayor carisma de las mujeres –derivado en parte de las connotaciones maternales– que podía tornar mucho más agradable y llevadero obedecer a una señora (sic).

El escritor citado menciona al respecto que “…Tanto Rosas como su amigo eran fervientes admiradores de la Reina Victoria, y de Roxas en particular surgió la propuesta –debatida en la legislatura en el año 1841– de postular a Manuelita como la sucesora y heredera política de don Juan Manuel.

Roxas y Patrón, además, le menciona sus ideas acerca del sistema de gobierno mejor: “No creo en la monarquía pero tampoco en la república, como están al presente. Son formas extremas [...] partiendo dela idea de poner hereditaria de la república a una persona [...] mi opinión ha sido siempre que debía ser una mujer”. Pero Juan Manuel rechazó dicho proyecto referido a su hija.

Roxas y Patrón fallece en Buenos Aires en 1883. Este gran hombre no tiene ni una calle que recuerde su nombre, al igual que Felipe Arana, en consonancia al típico proceder del Unitarismo liberal jacobino: el silencio como arma.

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JUAN BAUTISTA THORNE

 

Juan Bautista Thorne, nacido en Nueva York, EE.UU, adoptó como su patria nuestra Argentina.

El Coronel Juan B. Thorne, que había servido a las órdenes del Almirante Guillermo Brown, y que junto a dicho Almirante y a Bouchard comandó corsarios en el Pacífico.

Peleó contra el Imperio del Brasil, logra salir del estuario del Plata a pesar de bloqueo enemigo lo lleva a las costas del centro de Brasil, donde su actuación sobresaliente siembra el terror en la marina mercante imperial; incursiona en la Bahía de Todos los Santos y en la Bahía de Río de Janeiro. Casi veinte presas capturadas dan testimonio de su eficacia. Al regresar a nuestras aguas se produce un duro combate con los sitiadores, que deja cuarenta bajas y muy maltrecha la embarcación.

Luego se suceden los combates de Carmen de Patagones donde el almirante brasilero Pinto Guedes que intentó ocupar el puerto y el fuerte, sufrió una completa derrota naval y terrestre, pierde sus naves y entre las capturadas está la corbeta “Itaparica” que es abordada por Thorne y sus hombres.

Participó en la Campaña del Desierto a las órdenes del Brig. Gral. Juan Manuel de Rosas con éxito, otorgándosele una medalla de honor.

En el año 1838 con motivo de la intervención francesa en el Río de la Plata, Thorne tuvo una destacadísima actuación en la defensa de la isla Martín García, la que fue tomada por los franceses después de encarnizado combate. En atención que en el próximo año se cumplen 170 años del episodio dejaremos su mención especial para un próximo número.

En 1840 se lo declara “Benemérito de la Confederación y fiel defensor de la Libertad y dignidad de la América” concediéndole las gracias, exenciones y privilegios que por este título le corresponden.

Digamos que el acendrado patriotismo de su patria adoptiva lo llevaba a pintar de rojo los mástiles de los barcos bajo su jefatura.

Con el grado de teniente coronel de Marina acompaña al Alte. Brown en la campaña de los ríos Paraná y Uruguay, que culmina con la derrota de Garibaldi en el combate de Costa Brava el 15 y 16 de agosto de 1842.

El 20 de noviembre en el combate de la Vuelta de Obligado, consumió hasta la última munición, su actuación causó la admiración de los ingleses, dirigiendo el fuego de los cañones personalmente, con un brazo fracturado y un corte en la cabeza. Seguía dando órdenes y combatiendo, fue intimado por sus superiores a retirase y no lo hizo. La batería “Manuelita” que se ubicó en el centro del dispositivo de defensa argentino fue la última en silenciar sus cañones.

El silencio también fue para un oído de Thorne ya que una granada que explotó muy cerca, le afectó el oído, lo que dio origen al seudónimo de “sordo de Obligado”, como también se lo conoció. Tan férrea fue su defensa de la posición que su prestigio lo llevó a ser designado en 1846 Jefe de la Defensa de la Costa del Paraná, y así pudo continuar impidiendo el ataque avieso contra nuestras costas de la flota invasora anglo francesa, donde vuelve a combatir en las fortificaciones del Quebracho y San Lorenzo, donde los navíos de las dos más grandes potencias de la época que regresaban luego de haber forzado el paso en Vuelta de Obligado, reciben un duro castigo desde tierra que les provoca bajas, perdida de naves y con ello la ruina de los comerciantes de Montevideo que armaron la expedición.

Su generoso aporte en el Paraná, junto a los hombres que dirigieron Mansilla, Alzogaray, Eduardo Brown, significaron para la República Argentina el reconocimiento por parte de las potencias europeas de que los ríos interiores eran argentinos, el fin del bloqueo y el desagravio a la bandera nacional.

En efecto, en 1883 los propios ingleses a través de su almirantazgo declaran que Thorne causó admiración entre la oficialidad inglesa en la batalla de la Vuelta de Obligado.

“Cuando los marineros y soldados ingleses desembarcaron á la tarde y tomaron esa batería, él con los restos de su regimiento sola­mente, y sin otro concurso de las fuerzas defensoras, mantuvo, su posición en retaguardia á pesar del fuerte fuego cruzado de todos los buques por entre los bosques que se hallaban detrás de la batería y fué el último en retirarse.

Los superiores de Thorne dijeron que consta también que se le intimó por dos veces la orden de que suspendiera el fuego y se retirara de la batería, pero él contestó: "que sus cañones le imponían hacer fuego hasta vencer ó morir"; mereciendo por este desacato el que fuera arrestado en el convento de San Lorenzo adonde fué transportado herido y sordo.

Allí mismo el general Mansilla fué á visitarlo y felicitarlo por su conducta, de­jando al retirarse la orden inmediata de que quedaba levantado su arresto.

Thorne le envía el 27 de Noviembre de 1845 una carta a su amigo el Coronel Hilario Lagos en la que le dice: “"Querido amigo: Estos renglones no llevan otro objeto que comunicar a V. el desagradable y fatal encuentro que tuvimos el día 20 del presente con las escuadras anglo francesas, en el punto de Obligado, a las 10 de la mañana. Rompieron los infames sus fuegos sobre nuestras baterías las cuales contestaron con todo el ánimo federal, y duró un fuego duro y mortífero hasta las 4 de la tarde, a cuya hora cesaron los fuegos de las baterías "Restaurador", "General Brown" y "General Mansilla" por su falta de municiones y mal estado de las piezas, sosteniendo todavía a la batería "Manuelita" que tuve el honor de mandar hasta las 6 de la tarde a cuya hora me ví obligado a abandonar por falta de municiones. (…) Nuestras pérdidas han sido considerables y la de los enemigos han sido mucho más porque hasta la fecha están en compostura y todavía no pueden moverse, pero tal vez dentro de pocos días los ha de tener por aquellos destinos a estos malvados. Es cuanto tengo que decirle a V. sobre el particular".

Cuando Thorne fue separado del servicio después de Caseros por el gobierno de Buenos Aires, solicitó a Valentín Alsina su pase a inválidos –contaba con 45 años–, para recibir una merecida pensión.

El petitorio que se encuentra en el Museo Naval (Ciudad de Tigre), estaba encabezado como sigue: “El teniente Coronel D. Juan B. Thorne, norteamericano de origen, pero argentino por simpatía, por adopción, y por haber adquirido con mi sangre tan glorioso título… He servido a ésta Patria mía 27 años, le he sacrificado mi juventud toda entera, he sufrido por ella prisiones en el extranjero, por ella estoy cubierto de cicatrices, por ella la salud y el perfecto uso de mis sentidos corporales me faltan (…). Estoy cierto de ser bien comprendido cuando afirmo que mi entusiasmo ardía más puro en los combates que defendía a la Patria contra el extranjero. Llevo en mi cuerpo las severas impresiones del plomo del Brasil, del plomo de la Francia, del plomo de la Gran Bretaña, y estos signos me hermosean a mi vista, y estos signos me recrean al contemplarlos. Sin uso de un brazo y del oído podía hace tiempo haber pedido ir a descansar a inválidos: pero aspirando todavía a servir a mi patria, soportaba con paciencia mi desventajosa situación en las fatigas…”

Participó Thorne de las luchas civiles entre unitarios y federales, siempre en defensa de la Confederación Argentina, “a quien la gran mayoría del país obedecía” actuando con disciplina e hidalguía. El pronunciamiento de Justo José de Urquiza lo sorprendió en servicio y al igual que la mayoría de los oficiales navales, Alzogaray, Py, Craig, Pinedo, Cordero (Mariano y Bartolomé) y Lasserre entre otros, permaneció leal a la Confederación Argentina por lo que fue separado del servicio por los vencedores.

Luego de la proscripción política, posterior a Caseros, en diciembre de 1852, participó en la malograda Revolución del Gral. Hilario Lagos, contra el gobierno liberal de Buenos Aires.

Dado de baja y sin recursos, se mantuvo nuevamente al mando de buques mercantes Pero en 1868 llega la ley de reparación patriótica para hacer justicia con Thorne y muchos más que habían combatido contra el Imperio de Brasil, a favor de nuestra independencia, y en los ataques y bloqueos de las potencias europeas; se le reconoce nuevamente el grado de teniente coronel de Marina, se termina su penuria económica y puede tener un merecido descanso junto a su esposa.

Con el reconocimiento público y acompañado por la amistad de dos de sus compañeros de armas los marinos José María Pinedo y Enrique Sinclair falleció el 1º de agosto de 1885 en la ciudad de Buenos Aires,  por un ataque de bronconeumonía. Por el ministerio respectivo se decretaron los honores militares que corresponden a su rango.

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JOSÉ PRUDENCIO ARNOLD

 

Nació en la localidad de Ranchos, Provincia de Buenos Aires el 28 de abril de 1809 y fallece en Rosario, Provincia de Santa Fé el 31 de marzo de 1896).

Fue hijo de George Brown Arnold, un inmigrante estadounidense, y de la porteña Magdalena Diana.

En Enero de 1825 se incorporó como oficial al regimiento N.º 3 de milicias de caballería, estableciendo su hogar en San Miguel del Monte.1​ Posteriormente pasó al Regimiento de Colorados del Monte, fundado y comandado por Juan Manuel de Rosas.

En 1828, al estallar la revolución de Juan Lavalle contra el gobernador Manuel Dorrego, se puso a órdenes de este y luchó del lado de los federales en la batalla de Navarro.

Luego tras la derrota de éste, se puso a las órdenes de Rosas, siendo por éste ascendido militarmente.

Peleó contra los Unitarios del Gral. Paz, bajo las órdenes del Gral. Ángel Pacheco. Y posteriormente bajo las órdenes directas de Juan Manuel de Rosas en la Campaña del Desierto.

Posteriormente y al terminar esa campaña, bajo las órdenes nuevamente de Pacheco, combatió contra los Libres del Sur y contra la Coalición del Norte.

Los Ejércitos de la Confederación durante el gobierno rosista, a los que perteneció Arnold la mayor parte de su vida militar, estaban formados sobre la base de los veteranos de la Independencia, de la guerra del brasil y de las luchas contra el indio

La paz de que gozaba esa frontera, aunque alterada de vez en cuando por los ranqueles, le permitió especializarse en la lucha de fronteras y entrenar a los baqueanos necesarios.

En 1840 salió a las órdenes del general Oribe a la campaña contra Lavalle tomando partida en la Batalla del Quebracho Herrado, el 28 de noviembre de 1840, en la que el ejército de Lavalle recibió un golpe mortal

En 1845 salió en defensa del gobernador Echagüe, contra el exgobernador Juan Pablo López, que logró apoderarse por un tiempo de la capital provincial con el apoyo del general Paz, desde Corrientes. Acompañó primeramente a Echagüe a Entre Ríos, cruzando el río Paraná a nado,1​ y luego se unió a las fuerzas del coronel Martín Santa Coloma, y como segundo jefe de este, persiguieron a López hasta derrotarlo en la batalla de Malabrigo y obligarlo a huir de la provincia.

Cuando el Ejército Grande de Justo José de Urquiza invadió la provincia de Santa Fe, camino a enfrentarse con Rosas, Arnold intentó detener sus avanzadas, pero sus soldados huyeron. Retrocedió sobre Buenos Aires, combatiendo en su camino las fracciones sueltas del Ejército Grande, y una maniobra de las tropas de Justo José de Urquiza le impidió unirse al ejército de Rosas en la batalla de Caseros.

Su fidelidad a la Federación, en esos días, fue reconocida por el comandante en jefe del Departamento del Norte de Buenos Aires, coronel Hilario Lagos. En ningún momento dejó de hostilizar a las fuerzas enemigas, por su extremo derecho y retaguardia

Luego del fin de la batalla recibió órdenes del general Pacheco disponiendo su presentación al General vencedor.  Arnold anunció a los bravos soldados todas las novedades que se habían producido en aquellos días y terminó su alocución pidiendo dar un abrazo a cada uno de sus subalternos “como demostración –dice Arnold-  del agradecimiento por el honor que me han dado, y para que sintáis la agitación de mi corazón por nuestra separación.  Cuando este acto empezó también el llanto empezó y cuando terminó ya nos entendíamos; todos lloraban, y yo también.  No se puede explicar todo lo que en ese momento pasó; ¡viejos tigres en el campo del honor transformados en muchachos llorones!”.

Dijo luego “Fui el último de los capitanes que mandaban fuerza de los Ejércitos Argentinos que obedecían a este Señor General (Rosas) y el Único que no Presentó armas al general vencedor”.

 Disuelto su escuadrón, se dirigió a Buenos Aires, y en Palermo se entrevistó con Urquiza, quien le exigió su continuación en el servicio de las armas, accediendo a una concesión de 6 meses de licencia al cabo de los cuales debía reintegrarse al servicio activo; pero antes del término de la misma se le ordenó que se hiciese cargo del comando de frontera en Rojas y que formase allí un escuadrón de veteranos para guarnecerla.  

Se unió a la revolución de Hilario Lagos y participó en el sitio de Buenos Aires contra el gobierno surgido de la revolución del 11 de septiembre de 1852, y tras la derrota pidió y obtuvo la baja.

El 11 de enero de 1853, el coronel Hilario Lagos, comandante en jefe del ejército sitiador de Buenos Aires le extendió al teniente coronel Arnold el nombramiento de jefe interino de los milicianos de los partidos de Rojas, Salto y Pergamino.  

Terminado el sitio de Buenos Aires por la disolución del ejército sitiador, Arnold solicitó y obtuvo su baja el 17 de octubre de 1853.  

 Permaneció retirado en su campo de Pergamino durante el resto de la década, y ni siquiera fue llamado a las armas para la Batalla de Cepeda, que se combatió cerca de su hogar.

También participó en la batalla de Pavón como ayudante del general Urquiza y formó parte de la avanzada del general Ricardo López Jordán que ocupó Pergamino.

Pero, al saberse la retirada de Urquiza debió abandonar ese puesto, retirándose a Rosario.

El 2 de octubre de 1861 se retiró definitivamente del ejército.

Fue invitado a incorporarse al ejército de Bartolomé Mitre, pero se negó rotundamente a ello, según la carta que le envió, "ahumado por la pestilente pólvora de Pavón."

Vivió después en Rosario y San Nicolás, y posteriormente en su estancia Santa María, en el sur santafecino.  En octubre de 1875 le escribía a Juan Manuel de Rosas: “Su retrato es el único que hay en la salita de mi casa, en esta ciudad, frente a las ventanas de la calle”.  Su afecto hacia el Restaurador permanecía incólume veinte años después de la Batalla de Caseros.

Se retiró a sus estancias, de las que casi no volvió a salir. En su retiro escribió sus memorias, editadas en 1893 como "Un soldado argentino". También editó algunos artículos largos en la prensa, como Rectificaciones históricas al folletín del doctor Estanislao Zeballos titulado “Dinastía de los Piedra”", "Colección de artículos y refutaciones históricas sobre los acontecimientos del Rosario el 25 de diciembre de 1851" y "Refutación histórica sobre la batalla de Malabrigo", todas ellas publicadas en un periódico de San Nicolás de los Arroyos.

En sus últimos años participó en política, en apoyo de Bernardo de Irigoyen y la Unión Cívica. ​

Falleció en Rosario el 31 de marzo de 1896 a los 87 años. Estaba casado con Mercedes Rodríguez y tuvo cinco hijos, entre ellos Jorge Brown Arnold, secretario del doctor Irigoyen y autor de “La muerte de la República”.

Desde el punto de vista militar, pertenece el coronel Prudencio Arnold a una brillante generación de soldados argentinos que permanece ignorada, no sólo porque en realidad no lo conocen nuestros estudiantes la historia patria, sino porque fueron figuras que destacadas tanto en el Ejército como en la Armada en la época de Rosas.

Durante toda su vida mantuvo una nutrida correspondencia con Juan Manuel de Rosas y especialmente, con Manuelita Rosas estando éstos en el exilio, a los cuales Arnold mantenía actualizado los acontecimientos y hechos políticos y sociales del Plata, propendiendo, además, a juntar voluntades y dinero para enviar al Restaurador y su familia con el objeto de aliviar sus penurias económicas, con fidelidad hasta el último día de la vida del Ilustre Restaurador y a la soberanía de la Confederación Argentina deshilachada, lo cual fue permanentemente agradecido por Manuelita.

*

ANTONINO REYES

 

Antonino Reyes (Buenos Aires1813 – Montevideo6 de febrero de 1897) fue un militar argentino, que ejerciera como comandante del campamento de Santos Lugares, principal cuartel del ejército del gobernador Juan Manuel de Rosas, de quien fue además su edecán1​ y confidente.

Comenzó su carrera administrativa en 1832 como empleado del presidente de la legislatura porteña, Manuel Vicente Maza. Más tarde fue secretario de los coroneles Juan Antonio Garretón y Pedro Rosas y Belgrano, asistentes y edecanes del general Juan Manuel de Rosas.

 Participó de la campaña de Rosas al Desierto como asistente del general Rosas; Fue testigo, junto con Rosas, del inicio del viaje al norte del general Facundo Quiroga, que le costaría la vida, y fue quien escribió la llamada "Carta de la Hacienda de Figueroa", que el caudillo llevaba encima cuando fue asesinado. Desde 1836 pasó a ser secretario del gobernador Rosas.

En 1840  Desde entonces, el de Santos Lugares se convirtió en el cuartel más importante del ejército provincial, y Reyes fue su administrador, con el grado de teniente coronel. Unos años más tarde fue nombrado comandante del mismo, reemplazando al coronel Agustín de Pinedo.

Intercedió por la vida de varias personas y logró salvar a algunos, como al coronel Pedro José Díaz.

Después de la batalla de Caseros fue dado de baja, pero por un tiempo no fue perseguido. Incluso el general Urquiza lo reincorporó al ejército como oficial mayor del ministerio de guerra del gobernador Vicente López y Planes.

Se opuso a la revolución del 11 de septiembre de 1852 y se exilió a Montevideo. Regresó en diciembre para unirse a la revolución del general Hilario Lagos —ejerciendo como administrador de sus tropas— y al Sitio de Buenos Aires.

Después de la batalla de San Gregorio, defendió en un juicio militar al coronel Rosas y Belgrano, que había sido tomado prisionero en esa batalla. El tribunal condenó a Rosas y Belgrano a muerte, pero Reyes apeló la medida, y finalmente la pena le fue conmutada por la de destierro. Fue ministro del gobierno provisional que dirigía el general Lagos, en enero de 1853.

Cuando el sitio fue levantado, fue arrestado por orden del ministro Lorenzo Torres, acusándolo de los crímenes del tiempo de Rosas. Cabe aclarar que Torres y muchos otros dirigentes también habían sido partidarios de Rosas. Frustrado por no poder perseguir a Rosas, el fiscal Eduardo Costa le inició un juicio penal, acusándolo por homicidio por haber cumplido las sentencias de muerte ordenadas por Rosas. Su defensor, Miguel Esteves Saguí, intentó culpar a toda la sociedad porteña por los crímenes de Rosas; el tribunal se negó a cargar con la culpa, por lo que firmó la sentencia de muerte contra Reyes en mayo de 1854.

En esos días, Reyes recibió un paquete enviado por Rosas desde Inglaterra, que contenía los informes de las personas influyentes que habían aconsejado la muerte de Camila O'Gorman, muchos de los cuales formaban parte del gobierno, entre ellos Dalmacio Vélez SarsfieldBaldomero García y el ministro Lorenzo Torres; indirectamente, los informes también inculpaban al gobernador Pastor Obligado.

A pedido de Reyes y del general uruguayo Venancio Flores, la Cámara de Justicia revisó el proceso y lo encontró lleno de irregularidades, por lo que lo declaró nulo.Reyes permaneció preso, aunque sin condena, pero temía por su vida, que dependía en última instancia del gobernador Pastor Obligado, otro ex rosista, que estaba ansioso por eliminar violentamente a sus opositores, Cosa que haría al año siguiente, al ordenar la pena de muerte por adelantado contra el general Jerónimo Costa por sublevarse contra su gobierno.

De modo que el 6 de junio de ese mismo año se fugó de la cárcel y se exilió a Rosario con la ayuda de varias personas a quienes había salvado la vida, como el coronel Díaz. Poco antes de su fuga le tocó presenciar las ejecuciones de Ciriaco Cuitiño y Leandro Alén,

De Rosario pasó a Paraná y de allí a Montevideo, pese al pedido del gobernador de la provincia de Entre RíosJusto José de Urquiza, para que se quedase en ella.

Tras un nuevo juicio en ausencia, durante el cual fue defendido por el abogado y  periodista chileno Manuel Bilbao, fue sobreseído oficialmente en junio de 1855. Pero permaneció prudentemente en la que fuera la Banda Oriental y ahora Uruguay, como empleado de comercio y de periódicos.

Escribió varios artículos que fueron publicados en "El Nacional" de Buenos Aires, referidos a los hechos en que había participado, justificando su inocencia en los crímenes que se le imputaban.

Cuando se publicó la "Historia Argentina" de Vicente Fidel López, en que entendía que el autor falsificaba hechos históricos, escribió un libro en su defensa, llamado "Vindicación y memorias". No sería publicado hasta 1883, año en que lo mandó imprimir Manuel Bilbao.

Sus últimos escritos, también refutación a los de López, fueron publicados por el coronel Prudencio Arnold en Rosario en 1895. Ese año regresó a Buenos Aires, y colaboró en los libros históricos de Adolfo Saldías, el primer historiador que se animó a reivindicar a Rosas y sus colaboradores.

Cuenta Arnold en su libro que en una oportunidad, visitando las ruinas de Santos Lugares, escuchó al guía turístico explicar que el pozo que ocupaba el centro del cuartel era usado para arrojar los cadáveres de los ejecutados. Asombrado, preguntó de dónde sacaban entonces los soldados el agua para beber. Esa anécdota lo convenció de que el odio irreflexivo a Rosas y sus colaboradores seguía siendo cultivado en Buenos Aires, de modo que poco después regresó a Montevideo, donde falleció en 1897.

No debemos dejar pasar por alto lo que dijo Antonino Reyes en sus memorias en sus últimos años de vida, respecto de Pacheco y sus acciones en 1840  en la lucha contra Lavalle. (‘Los Apuntes de Antonino Reyes’ recopilados por Jorge C. Bohdziewicz-Instituto Bibliográfico Antonio Zinny-2022):

“Todo debía reunirse en el punto indicado a la aproximación del enemigo, pero el desorden en las fuerzas del General Pacheco en el Tala dio margen a que se dudase en el Ejército de la lealtad del General Pacheco, lo que se generalizó hasta en la tropa, por cuya razón y apercibido el General Rosas de esta circunstancia hizo venir al General a una conferencia a Santos Lugares para combinar los movimientos de fuerzas y ese día se paseó con él y visitó todos los cuerpos, después de lo cual, a la hora de ejercicio se reunieron los cuerpos en un punto y a su frente se despidió del General Pacheco y lo abrazó en señal de estar satisfecho de su conducta

Las verdaderas razones de la defección de Pacheco en Caseros no sabemos si fueron una o varias. Podría haber habido algunos resquemores latentes en Pacheco con respecto a las decisiones militares de Rosas.

*

BERNARDO DE IRIGOYEN

 

Bernardo de Irigoyen, hijo de familia patricia, nacido en 1822, pertenecía a una casa plegada al   partido federal desde sus orígenes.  Le tocó iniciarse en los años de gran entusiasmo patriótico que siguieron al tratado Mackau-Arana, el abandono del bloqueo francés y la victoria de Arroyo Grande.  No quedará insensible a la emoción colectiva producida en toda la Confederación Argentina por la hábil defensa que Rosas había hecho de la causa nacional.  Una noche – el 8 de febrero de 1848 – el joven Irigoyen lee en Palermo ante el Restaurador su hija Manuela una “Canción Federal” que, en homenaje al primero y dedicada a la segunda, ha compuesto traduciendo el sentimiento popular imperante.

Recibido de Doctor en Leyes en la Universidad de Buenos Aires, el mismo año 1843, ha de iniciar la práctica forense en la Academia de Jurisprudencia, de la cual llega a ser Secretario.  Sin haber terminado esta prácticael gobierno de Rosas lo designa en 1845, Secretario de la Legación en Chile conferida al doctor Baldomero García.

Dos funciones competían a esta misión: la cuestión del estrecho de Magallanes indebidamente ocupado por Chile, y la política inamistosa de los diarios oficiales que, por medio de expatriados argentinos que desempeñaban cargos públicos en la administración chilena, mantenían una constante prédica partidaria, inmiscuyéndose en política interna Argentina.

.  El mismo Sarmiento – que nunca negaría su aprecio a Irigoyen – lo reconocerá después en su periódico La Crónica: narrando cómo la prensa chilena dio un vuelco respecto al gobierno argentino.  Los diarios y periódicos que habían combatido a Rosas valiéndose de Sarmiento, se convirtieron, según éste en “acérrimos partidarios del Restaurador argentino”, obligando a Sarmiento a abandonar momentáneamente la lucha

Recibió orden de trasladarse a Mendoza con el archivo de la Legación, previéndose una ruptura de relaciones.  La precipitación de complicaciones internacionales al conflicto con Brasil en 1849, la declaración de guerra a este Imperio en 1861, y la caída de Rosas en 1852, hicieron inoperante la reclamación Argentina sobre el Estrecho de Magallanes.

Irigoyen permanecerá en Mendoza desde 1847 hasta 1860.  Su influencia será grande en las provincias cuyanas.  Era el representante directo del allí del mismo Rosas.

En 1847 Rosas dicta sus disposiciones de amnistía, y los antiguos unitarios – no obstante sus participaciones recientes a favor de las agresiones europeas – empiezan a regresar al país sin ser molestados para nada.  Esta política de unión nacional encontrará en Bernardo de Irigoyen un admirable colaborador, y su mesura y discreción logran en Cuyo el acercamiento de muchísimos adversarios del partido federal.

En 1850 Irigoyen regresa a Buenos Aires.  Cuando Rosas parecía triunfante, e Inglaterra y Francia se retiraban del Plata reconociendo en los tratados de 1849 y 1850 la “soberanía de los ríos” y el libre derecho argentino a manejar su política exterior.

Ocurre, la ruptura de relaciones, el famoso pronunciamiento de Urquiza en 1851, la alianza de Urquiza con Brasil, la declaración de guerra al Imperio, y por fin Caseros el 3 de Febrero de 1852.  Sobrevivió el   Brasil, y Rosas tuvo que marcharse a Southampton.

Urquiza se encontraba mucho más cómodo entre los hombres prácticos del partido federal que entre los ideólogos unitarios.

Mandará a Bernardo de Irigoyen en misión ante los gobernadores del interior.  Había que calmar sus recelos, y decirles que Buenos Aires no había cambiado.  En Palermo seguían gobernando los Anchorena, Arana, Guido, Irigoyen, como el Jefe de la Confederación seguía usando la divisa punzó en su chaqueta.

Mi política necesita explicarse a los gobiernos – decían las instrucciones escritas que Urquiza dio a Irigoyen. Y la misión Irigoyen – cumplida personalmente por éste ante los gobiernos de Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan logró ampliamente su propósito.

Gobernada Buenos Aires después de la revolución del 11 de septiembre por los hombres del viejo partido unitario (ahora llamado “liberal”), éstos no perdonaron a Irigoyen su militancia federal y que todavía se negara a hacer pública apostasía (como tantos) del caído Restaurador.

Se fue entonces a trabajar al campo, poblando “La Choza” cerca de Luján. Y quedó durante algunos años alejado del movimiento político, dedicado a los trabajos rurales en ese y otros establecimientos de campo que fundó. Hizo en ellos una fortuna, una gran fortuna.  Pero su verdadera vocación fue siempre el derecho y la política.  Después de algunos años lograría su inscripción en la Academia y el título habilitante para litigar, compartiendo desde entonces las tareas campestres con la atención de su bufete profesional, que llegó a ser uno de los mejores de Buenos Aires.

Luego, bajo la jefatura de Alsina, asistimos en 1868 a un verdadero renacimiento del viejo partido federal porteño, que alguna que otra vez había intentado levantar cabeza contra el liberalismo dominante después de la revolución del 11 de septiembre.  En las filas del autonomismo alsinista forman Leandro Alem, Bernardo de Irigoyen, Pinedo, Lahitte, Unzué, Anchorena, Lorenzo Torres, Terrero, Sáenz Peña y tantos otros que habían sido federales o de filiación federal, que no eran nada en esos momentos sino perseguidos por el mitrismo, y que se hicieron alsinistas por salvarse de las persecuciones.

La crueldad manifiesta contra los funcionarios que sirvieron al Restaurador de las Leyes, fue terrible en los primeros años que siguieron a su destitución.  Entre 1852 y 1855, las máximas figuras de la Sociedad Popular Restauradora fueron enjuiciadas y asesinadas en medio de una política local atestada de unitarios y masones.  Leandro Antonio Alén (padre de Leandro N. Alén)  fue uno de los sentenciados a morir fusilado  el 28 de Diciembre de 1853 junto a Ciriaco Cuitiño, Manuel Troncoso y Silverio Badía, entre otros.

Cuando el tío de Hipólito Yrigoyen fue más grande, decidió cambiarse el apellido: de Alén pasó a llamarse “Alem”, en razón de que la población solía referirse a su persona como “el hijo del ahorcado

1870 donó terrenos para que se construyera un ramal del ferrocarril que en torno a él, se formó la pujante localidad santafesina que lleva su nombre, así como otra en Misiones.

Irigoyen era la figura intelectual más destacada del grupo (Leandro Alem la más popular),.  Pero el ascenso le cuesta, porque su lealtad no le permite tirar el pesado lastre del rosismo, y sus enemigos son capaces de perdonar todo (hasta el peculado), pero no se olvidarán nunca del papel desairado que hicieron en tiempos de Rosas.

En 1874, haber sido rosista era para el común de la gente, un crimen imperdonable contra la civilización y la humanidad.  Muchos habían sucumbido a ese estado de la conciencia colectiva, y renegaron públicamente de Rosas: contribuyeron más a la leyenda, porque para demostrar su ardiente fe de conversos se encargaron de enlodar peor que nadie al proscripto de Southampton.  Pocos, muy pocos (es necesaria mucha fortaleza moral), prefirieron callarse porque hablar era inútil, pero guardando para la intimidad sus convicciones.  Bernardo de Irigoyen fue de éstos.

Pero era tal su capacidad que será llamado por Sarmiento a indicación de Alsina, para desempeñar la Procuración General del Tesoro.  "Se necesitaba un abogado capaz y honesto para ese cargo” dirá el antiguo redactor de El Progreso explicando la designación del secretario de Baldomero García.  Es que Sarmiento no es hombre de rencores y volteado Rosas, necesita hombres capaces para su gobierno.

Avellaneda presidente quiere hacer de Irigoyen su ministro de Relaciones Exteriores.  ¿Podrán admitir al antiguo rosista (que no ha dejado nunca de ser rosista), los muchos enemigos del Restaurado? ¿Cómo puede Irigoyen, que nunca ha abjurado del Restaurador pretender un ministerio?,:

Es curioso que quienes atacan a Irigoyen no sean “los hijos de los mártires Unitarios”, sino, precisamente, antiguos federales, mas ‘papistas que el Papa.

En cambio es el hijo de Marco Avellaneda, Nicolás Avellaneda, el que quiere hacer del “mazorquero” su Ministro de Relaciones Exteriores.  Es Héctor Varela, el hijo de Florencio, quien sale desde Milán a defender a Irigoyen. No es casual. La capacidad y honestidad de Irigoyen hace que aún antiguos Unitarios quieran tenerlo como funcionario en sus gobiernos.  Así, en 1875 será Ministro de Avellaneda de Relaciones Exteriores primero, del Interior después; el “hombre de Rosas” se sienta en el viejo despacho de don Felipe Arana; el “mazorquero” será un ministro amable, señorial, habilísimo.   Político de la palabra “justa”, de la manera fina; sabrá el arte de negar sin decir no, que es el arte político por excelencia.  

El año 1877 se debate en una formidable crisis económica y financiera.  Los errores del “libre cambio” posterior a Caseros han obligado a volver a la política “proteccionista” de Rosas y Avellaneda dicta la ley de Aduanas de 1876 que torna en parte a la defensa industrial de la ley de Aduana dictada por Rosas en 1835.

En Marzo de ese año de 1877 había muerto Rosas en su retiro de Southampton y sus deudos y amigos de Buenos Aires han querido hacerle un funeral.  La simple invitación a esta ceremonia privada levanta la fobia antirrosista y el gobierno de la provincia prohíbe el servicio religioso.  En cambio se hará un funeral desafiante a “las víctimas de la tiranía”.  Bernardo de Irigoyen no asiste al funeral armado por el gobierno y tiene que irse del ministerio: Avellaneda lo despide con un decreto honrosísimo.

Debemos tener presente que fue Irigoyen el que sugirió a Saldías que se trasladara a Inglaterra para verse con Manuelita y le pidiera ver el archivo, documentos  y demás papeles de Rosas para estudiar su vida y su gobierno. Asi lo hizo Saldías.

Posteriormente Roca, que sabía de su experiencia y habilidad  política lo lleva a Irigoyen al Ministerio de Relaciones Exteriores donde el antiguo secretario de la misión de Baldomero García concluye los pactos de 1881 sobre límites con Chile.  Después ocupa el Ministerio del Interior.  

En 1889 se forma la Unión Cívica Radical, con Leandro Alem, con Bernardo de Irigoyen – que renuncia a su candidatura y da las bases de la nueva política “radical" con Hipólito Yrigoyen, con la masa popular detrás,.  El partido “radical” proclama a Bernardo de Irigoyen su candidato a presidente.

Bernardo de Irigoyen será elegido senador por la Capital en 1894.  Apenas llegado a la banca presenta un proyecto de ley de amnistía que lo hará chocar en un debate – célebre debate – con Manuel Quintana, mitrista Ministro del Interior de Luis Sáenz Peña, que le imputaba su pasado ‘rosista’.

En 1896 tras el suicidio de Leandro Alem se convirtió en el Presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, cargo que ejerció hasta 1997.

Posteriormente, y a los 76 años comete la grave falta de aceptar la gobernación de Buenos Aires que Pellegrini le ofrece en bandeja de plata.  Sus amigos se desbandan.  Y el diplomático de Rosas, el enviado de Urquiza, el ministro de Avellaneda y de Roca, el candidato a la presidencia acepta esa gobernación ingobernable, desde 1 de mayo de 1898-1 de mayo de 1902

Fracasó... Poco antes de dejar el gobierno escribía a José Bianco su secretario: “Estoy al final de la jornada.  En obsequio del país cometí el error de aceptar la gobernación.  Procedimientos que no quiero calificar han malogrado todas mis iniciativas y han nulificado todos mis esfuerzos.  Termino mi mandato sin las satisfacciones del éxito, pero con la plena aprobación de mi conciencia”.  Y de la Casa de los gobernadores se volvió casi solo a su vieja residencia de la calle Florida, de la cual no debió salir para hacer el Quijote en La Plata.

Pero aún conservaba su fuego. En 1902 resultó elegido senador nacional hasta su muerte en 1906. Ese mismo 1906 muere Mitre; a poco Quintana después Pellegrini: un ciclo se cierra en la historia Argentina. 

Irigoyen, el último Federal, fue un ser afable, tolerante y patriota a carta cabal.  Había vivido en una época de pasiones enconadas, y no supo de rencores aunque el odio lo manchara muchas veces..  Pero subió firme, honestamente, con la mirada adelante, sin claudicar una sola de sus convicciones.  Sereno y fuerte poseedor de la verdad que no cambió jamás por las clásicas migajas del banquete.  

Se vio, obligado a hacer de esa verdad un culto íntimo porque los tiempos suyos no eran propicios para gritarla en la calle.  Y en su salón punzó de la casa solariega de la calle Florida, se quedó dormido para siempre el 27 de diciembre de 1906 don Bernardo de Irigoyen. Tenía 84 años…

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COROLARIO

Como corolario podemos decir que luego de la caída de Juan Manuel de Rosas del legítimo gobierno de la Confederación Argentina por el golpe de Estado de Urquiza y sus socios los brasileños y Unitarios, solo unos pocos de los patriotas conocidos –sin contar el pueblo anónimo- nunca abjuraron de su ‘rosismo’ a pesar del temor por sus vidas e inconvenientes económicos que ello les trajo aparejado.

Los hemos nombrado y contado sus vidas para recordarlos y hacerles conocer a las generaciones futuras a estos argentinos de bien. Dios así lo quiera.¡¡ De pie. Gloria y honor a nuestros patriotas!!. Hoy, como ayer, como siempre ¡VIVA LA SANTA CONFEDERACIÓN ARGENTINA!

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