De ROSAS a ARTIGAS (El Sueño Trunco de la Patria Grande...)
Al Prof. Antonio Caponnetto,
por su perenne y desinteresada docencia.
Y a mi mujer, la Lic. María Cristina Pérez Cid,
por la edición y corrección del presente trabajo.
G.V.M.G
Buenos Aires
(*) Confederación
Argentina
Agosto 2020
(*)Constitución de la Nación Argentina - Artículo 35.-“ Las
denominaciones adoptadas sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber: Provincias
Unidas del Río de la Plata, República Argentina, CONFEDERACIÓN
ARGENTINA, serán en adelante NOMBRES OFICIALES indistintamente
para la designación del Gobierno y territorio de las provincias, empleándose
las palabras "Nación Argentina" en la formación y sanción de las
leyes”.
INDICE:
I.
Introducción-El
Revisionismo Histórico frente a la ‘Literatura de la Historia’
II.
Lazos
de sangre
III.
Confederación
y Federación
IV.
José
Gervasio de Artigas y “La Liga Federal” o “La Unión de los Pueblos Libres”-El Éxodo
V.
Juan Antonio Lavalleja - Manuel Oribe - La “Guerra Grande”
VI.
El
Fin de la “Guerra Grande”
VII.
Juan
Manuel de Rosas y “El Sistema Americano”
VIII.
“Caseros”
o El comienzo de la “Patria Chica” y la disgregación de la Confederación
Argentina
IX.
La
“Guerra de la Triple Alianza”
X.
La
“Patria Chica” - La geopolítica del Imperio del Brasil y sus adláteres criollos
XI.
El
papel de la Masonería en la destrucción de nuestra “Patria Grande”
Hispanoamericana
XII.
Relaciones
familiares de Juan Manuel de Rosas en el exilio
XIII.
Corolario
*
I.
INTRODUCCIÓN - EL
REVISIONISMO HISTÓRICO FRENTE A LA ‘LITERATURA DE LA HISTORIA’
En primer lugar, debemos dejar sentado que
para poder pensar y ejecutar una política nacional se debe conocer la historia
real y verdadera de una nación. Una de
las trampas preferidas de aquellos que ocultan o desvirtúan la historia es
volver híbridos a aquellos personajes que pensaron y lucharon por una nación
soberana. Hacerlos digeribles y compatibles con el pensamiento colonial y
liberal convirtiendo a la historia real, basada en hechos comprobables y
documentados, en una acumulación de falsedades.
Debe quedar claro que cualquier tipo de
política nacional que se emprenda requiere como condición sine-quanon el conocimiento de los hechos ciertos de nuestra
historia.
Lo
ha sentenciado en exacto resumen Luis Alberto HERRERA[1], eminente historiador y
político Oriental “…Los hombres en las
luchas de la vida pagarían sumas fabulosas por adquirir la experiencia
acumulada por los caminantes que recorrieron antes que ellos la misma senda,
por conocer las asechanzas en cada recodo, las traiciones erguidas en las
encrucijadas y por poseer el medio de evitarlas. ¿Cómo, sin incurrir en locura,
pueden los pueblos que nacen repudiar ello te de aprendizaje que les ofrecen
las generaciones antecedentes? ¡Con cuánta razón alguien ha dicho que las
sociedades se componen de más muertos que vivos! No puede ser de otro modo. La
historia constituye un recto tejido sin soluciones de continuidad”.
Esto no lo comparten aquellos que colonizaron
-y colonizan- nuestra patria y, con ese objeto, comienzan por colonizar
nuestras inteligencias nativas ‘creando’ hechos o situaciones que no existieron
en la realidad o negando entidad a aquellos que sirvieron para enfrentarlos.
Ficción pura.
Peor aún, mezclaron hechos o situaciones
falsas con otras reales, produciéndose así una argamasa heterogénea que diluye
la verdad sobre hechos y personajes de nuestra historia. Nuestra obligación es
‘desmalezar’, separar lo cierto de lo que es pura declamación literaria.
Decía
José María ROSA[2] “Así,
en 1809, seis meses antes del grito de Mayo, el Río de la Plata pasaba a ser
virtual colonia económica inglesa.
¿Qué
es una colonia económica? Es un "mercado para la venta de mercaderías
industriales, que provee a su vez materias primas y víveres", dice una
conocida definición. Y a ese estado se encontró reducido el Río de la Plata en
1809, por la obra coordinada de la política inglesa, la guerra de la
independencia española, y, si se quiere, de la biblioteca de Mariano Moreno.
Atrás de todo ello, estaba la política "imperialista" de Canning y su
agente en el Río de la Plata el solícito Mr. Alex Mackinnon, presidente de la
Comisión de Comerciantes de Londres en Buenos Aires, y cliente del bufete
profesional de Moreno.
“Derrotada Inglaterra en 1806 en su política de
expansión política, triunfaba tres años después en su expansión económica”.
El Liberalismo de ayer (“Unitarismo”) y de
hoy (“Socialdemocracia”, “Demócratas Cristianos”, etc.) tiene como marca, como
distintivo el matar todo sentido heroico de la vida, hacer una ‘literatura de
la historia’, panegíricos rimbombantes faltos de sustentos documentales
probatorios de sus asertos.
El Revisionismo Histórico, más allá de sus
diferencias, que las tiene, intenta desentrañar la verdad de los hechos tomando
en cuenta las pruebas documentales y testimoniales de quienes vivieron aquellas
épocas.
Héctor CORVALÁN LIMA[3] respecto al Revisionismo
Histórico señala con profundidad que “La
historia oficial fabricada al uso de la oligarquía liberal gobernante por
muchos años, después de Caseros y Pavón, ha evitado la concreción de una gran
síntesis argentina. Lo que, es más, esa oligarquía fue autora de un vaciamiento
histórico, ocultando o desfigurando los auténticos y más preclaros valores de
la nacionalidad, contribuyendo a colonizar, mediante ideas, instituciones y
costumbres, ajenas a nuestro ser patrio, la mente de varias generaciones de
argentinos.
"Una burguesía
mestiza prestó apoyo a esta política, que por otra parte les convenía, pues el
borrón y cuenta nueva, hacía las veces del río revuelto. Era para ellos mejor
una verdad fabricada con apariencias de historia, que la verdad histórica lisa
y llana. Entraron pues a mandar en la historia en lugar de aprender algo de
ella; la redujeron a instrumento del poder y así debidamente preparada para
servir sus intereses y oscuros orígenes la entregaron al pueblo al través de
los programas de enseñanza. Todos aquellos personajes que fueron sus fieles
servidores quedaron consagrados como próceres, mientras que los que defendieron
los intereses del pueblo y las tradiciones patrias fueron para ellos odiosos
tiranos".
“La historia dirigida creó de esta forma una
suerte de santos y demonios, para que fueran amados o escarnecidos, según el
caso, por los argentinos. Fueron los inventores de las leyendas negras, de la
conquista española, por su adhesión servil hacia otros pueblos; de la
"oscurantista Edad Media", porque fue la edad de la Fe y porque
cometió el pecado de hablar de un justo salario.
“Así el país fue
dividido en civilización y barbarie. El revisionismo historiográfico, que no es
‘rosismo’, ni ‘saavedrismo’, sino la correcta actitud científica que busca
reconstruir el pasado argentino tal cual fue y mostrar a sus hombres en su
correcta dimensión humana, piensa con Benedetto Croce que la historia debe ser
"idealmente contemporánea", es decir, que el estudioso debe tratar de
situarse "idealmente" en la época que es objeto de investigación.
Por consiguiente, una
vez realizada la heurística (compilación de fuentes documentales) y la
hermenéutica (análisis externo e interno de los mismos), el historiador se
encuentra frente a la época "viva". Y bien decimos viva, ya que los
documentos tienen, todos ellos, un espíritu, intrigante, poderoso o humilde,
pero siempre con la atracción de una personalidad nueva. Estos espíritus
provocan, en el ánimo de todo historiador, una reacción, porque el simple
verdadero conocimiento la produce”.
Exacto. Y en sentido similar dice Julio STORTINI [4]
en una enjundiosa descripción de la esencia del Revisionismo Histórico: “Una de las preocupaciones esenciales del revisionismo
fue la difusión de su ideario. La necesidad de construir una nueva imagen del
pasado en la conciencia de los argentinos exigía desplazar la historia que,
después de Caseros, había sido sólidamente vertebrada de acuerdo con la
interpretación liberal de los triunfadores.
“Esa visión del pasado
argentino convertida en la "historia oficial", constituía una
perspectiva historiográfica que respondía adecuadamente a su momento de
producción pero que había sido edificada sobre la falsificación y la omisión.
Pese a
ello, había logrado constituirse en la memoria colectiva de los argentinos a
través de la escuela, la prensa y las instituciones académicas. El Revisionismo
venía a develar ese pasado escamoteado por Bartolomé Mitre y Vicente E López en
adelante.
“Por la
misma envergadura de su misión, la tarea del Instituto {de Investigaciones Históricas J.M. de Rosas} no se agotaba en la profundización del conocimiento del
pasado sino que completaba su misión al difundir en la sociedad una nueva
manera de mirar y entender la historia argentina.
“Desde
sus orígenes, la revista insistió en la conjura orquestada para ocultar la
verdadera historia argentina.
“En
1939, como lo había denunciado Ernesto Palacio en ‘La Historia falsificada’,
Ricardo Font Ezcurra afirmaba que la victoria le otorgaba a los triunfadores el
privilegio de escribir la historia de los vencidos, ajustándola ideológicamente
a las necesidades políticas del momento a fin de crear una conciencia histórica
favorable a esos intereses. Fundamentalmente, esta historia convertida en
instrumento político encontraba su punto de partida en la victoria de la
alianza que había derrotado al ejército de la Confederación rosista en Caseros.
Font Ezcurra encontraba que estos historiadores, en quienes concurría a veces
la calidad de hombres públicos, expresaban la visión de una oligarquía
extranjerizante que gobernaba nuestra conciencia histórica utilizando las aulas
y la prensa.
“La
prensa fue siempre uno de los principales objetos de ataque por parte de los
revisionistas. Para éstos, la "conjuración del silencio" de la prensa
tradicional parecía inconmovible a través de los años y dé los gobiernos y se
expresaba mediante el acallamiento de toda opinión, acto, conferencia,
comentario bibliográfico, conmemoración que no pudiera ser encuadrada dentro de
los parámetros chela historia oficial.
“Para
Luis Soler Cañas, el revisionismo no defendía a Rosas por su condición de
dictador —que era admitida y diferenciada de la figura del tirano en sintonía
con la distinción hecha por Julio Irazusta y Ricardo Font Ezcurra— sino por su
defensa de la soberanía y la dignidad nacionales. El revisionismo, planteaba,
tenía un objetivo exclusivamente historiográfico y de difusión que consistía en
la rehabilitación de Rosas para devolver al pueblo argentino el sentido y la
conciencia de su historia.
“Los
debates historiográficos, los presupuestos revisionistas y la historia oficial,
la necesidad de erigirse como una corriente que pretendía suplantar una
historia basada en el fraude obligó a los revisionistas a plantear sus
presupuestos sobre la función científica y social de la historia como diciplina
y a reflexionar sobre el papel del historiador«
En
líneas „ generales, estas reflexiones fragmentarias siguieron siendo
tributarias de los lineamientos ' de 'finales de la década de 1930 de Ernesto
Palacio y, en parte, de Ricardo Font Ezcurra.
“Durante
el período peronista las reflexiones sobre el método histórico, el papel del
historiador y la función de la historia aparecieron esporádicamente.
“En
tanto el revisionismo le otorgaba a la historia el carácter eminentemente
pragmático de ser una enseñanza para el pueblo, ella no podía reducirse a la
simple narración de hechos ya que la "historia de los pueblos no es otra
cosa que la historia de la política, o de las políticas que ha llevado a esos
pueblos a su situación actual..." como se afirmaba en un editorial de la revista.
“Este
objetivo podía inspirar una filosofía y hasta mover una política. O, por lo
menos, dejarla propuesta para que los políticos, siendo fieles a esta verdadera
tradición nacional, descubierta y vindicada por el revisionismo, la realicen.
“Según
el revisionismo, la construcción de una imagen del pasado argentino sólo era
posible desde una perspectiva nacional. La clave estaba dada por José M. Rosa.
Para él, la diferencia entre el revisionismo y la corriente liberal radicaba en
la valoración de los hechos. Los liberales la hacían desde el punto de vista de
la humanidad, de la civilización, del progreso o del régimen constitucional,
mientras que los revisionistas la hacían desde el punto, de vista argentino.
“Era
una historia argentina y no de las ideas liberales en la Argentina. En la base
de esta divergencia, entendía Rosa, existían dos concepciones de lo que era la
patria. Ellas habían generado las guerras civiles: un concepto estaba
consubstanciado con el régimen liberal europeo del siglo XIX y, el otro,
sostenía que la "argentinidad se componía de la tierra y los hombres de
este suelo, y la tradición y las modalidades propias de los hombres que vivían
aquí." "...La Patria —como dijo Charles Maurras en una apretada
síntesis— es la tierra y los muertos”
Esto significa estudiar los hechos y los
personajes de la historia, con el criterio y mentalidad existentes en la época
en que sucede aquello que está bajo estudio, con la documentación como
fundamento primario.
Algo que no han hecho los Unitarios liberales
que intentan fundar caprichosamente sus dichos sólo con adjetivos
grandilocuentes, efectistas, de prosa literaria sin fundamento documental que
lo sostenga, adulterando los mismos u ocultándolos lisa y llanamente como lo
han hecho a lo largo de sus vidas Mitre, Sarmiento, Rivera Indarte, Mármol,
Florencio Varela, Valentín Alsina, entre otros.
Así, la
interpretación liberal terminaba siendo doblemente falsa. Ideológicamente
porque traicionaba la propia argentinidad; como práctica científica porque
deliberadamente manipulaba la información que proporcionaban los documentos.
Ello implicaba que la
historia liberal perdiera su capacidad de constituirse corno expresión de una
"verdad". Pura ficción literaria. La historia verdadera por argentina
pero también por científica era por conclusión la revisionista.
En otras palabras, la ‘Literatura de la Historia’, es una ficción, como hemos dicho
precedentemente y tal como veremos más adelante con el presunto historiador
liberal Setembrino Peredas que es todo un paradigma en dicho sentido.
La diferencia entre la ‘Literatura’ y la
‘Historia’, es que esta última se refiere fielmente a hechos reales y
comprobables que han sucedido, mientras que la primera se refiere a hechos que
pudieran suceder o que desea que sucedan quien escribe, es decir una ficción.
Todo lo que escribieron los Unitarios sobre
temas históricos es literatura. En general, bien escrita, hasta en algunos
casos con vuelo poético, pero fábula al fin.
La ‘Literatura
de la Historia’ es una herramienta, un instrumento totalmente político de
quien escribe para hacernos creer que aquello sobre lo que escribe ha sucedido
tal como lo escribe.
Una de esas formas, por ejemplo, es
interpretar declaraciones de ciertos personajes de la historia en modo absolutamente
arbitrario y alejado de las reales intenciones del declarante. Esto ha sido
frecuente en Institutos Históricos como el de San Martín, Belgrano o Mitre que
nos presentan un San Martín, un Belgrano o un Bartolomé Mitre, que no condicen
con lo que dichos personajes de la historia eran o pensaban. Sobre todo, el
último de los mencionados que, en forma totalmente autorreferencial, se
presenta como el epítome del soldado y sabio estadista, cuando en realidad fue,
además de un hombre ligado al poder y las finanzas extranjeras, un inútil y
mediocre político y militar.
SIERRA[5] nos señala, dolorosamente,
que “…la escuela laica, nefasta creación
del liberalismo francés, nos formó al margen de la fe….La escuela laica,
además, despreció lo español por oscurantista y atrasado y nos enseñó la gloria
del próceres de utilería, que nos separaron de la verdad histórica…cuando la
compresión del pasado se encara con el bagaje de apotegmas difundidos por la
historia oficial y oficiosa, se corre el riesgo de no entenderla”.
Este trabajo que comenzamos tiene ciertas
aristas que se deben explicar.
La intención de la Restauración de Las
Provincias Unidas del Río de La Plata tuvo varios capítulos.
Empezando el ciclo con José G. de Artigas y
su “LIGA FEDERAL” o “UNION DE LOS PUEBLOS LIBRES” y cerrándolo con Juan M. de
Rosas y su “SISTEMA AMERICANO”. Distintos nombres para un mismo fin.
Fue como una parábola que como toda parábola
tiene un inicio, clímax y desenlace. Pero en este caso el proyecto de ‘Patria
Grande’ que se inicia con Artigas, asciende hasta llegar al clímax con Rosas,
pero sin desenlace paulatino. Porque ese clímax coincide con el desenlace
estrepitoso del proyecto soberano el 3 de Febrero de 1852, sin solución de
continuidad.
Esto es, clímax y desenlace coinciden en el
tiempo. Lo que sigue son simples estertores inconexos y sin posibilidad de
revertir la situación.
Comenzamos con datos sobre el ilustre José G.
de Artigas con material que poseemos desde antaño. Hemos podido encontrar
muchos más elementos de prestigiosos autores de la Banda Oriental: docentes,
periodistas e historiadores que han enriquecido el primigenio acotado trabajo y
nos hemos animado a ampliarlo. Se trata
de variados libros y documentación, como así también de artículos de estos
investigadores Orientales que ensanchan con nuevos datos e interpretaciones lo
ya escrito.
Lo que comenzó siendo un trabajo sólo sobre
Artigas, se fue convirtiendo en un estudio y análisis del nacimiento y ocaso
del sueño para tantos patriotas de una ‘Patria Grande’. Las causas que le
dieron origen y las que precipitaron la destrucción de su lucha por alcanzar
tal sueño.
Todos los autores que hemos citado y que se
encuentran en la Bibliografía, tienen diversas interpretaciones acerca de lo
sucedido. Manifiestan diferencias respecto a si la Banda Oriental quiso
permanecer en la Confederación Argentina con una autonomía igual a las demás
provincias que componían a aquella o quiso tener una mayor independencia.
Pero hay algo en que todos coinciden: la intención de nuestros patriotas de
reconstruir nuestra ‘Patria Grande’ hispana común. A pesar de los embates en
contrario de parte del Imperio del Brasil, de Inglaterra y de Francia, a los
que se suman los exiliados Unitarios de la Comisión Argentina en Montevideo y
los llamados ‘Colorados’ Orientales, todos lacayos de los anteriores, y los
centralistas porteños del Triunvirato (1812-1813) y posterior Directorio
(1814-1819), antecesores de los después llamados ‘Unitarios’.
La idea del presente trabajo es no quedarnos
solamente con la visión parcial de autores e historiadores ‘revisionistas’ de la actual República
Argentina, sino también sumar la visión de aquellos heroicos y desgarradores
días por parte de los historiadores ‘revisionistas’
de la Banda Oriental, en donde nacieron muchos de los protagonistas de los
sucesos históricos. Añadido al hecho de que numerosos actores de ambos
márgenes, se relacionan familiarmente.
Rescatemos también que la Masonería ha jugado
un papel fundamental en la destrucción de nuestro sueño de grandeza, desde los
albores de nuestra independencia ‘formal’ hasta nuestros días. Casi siempre ha sido desde las sombras,
solapadamente, aunque a veces sus actuaciones han salido a plena luz del día
(en la eliminación política de Artigas al enfrentarlo Ramírez, traicionándolo;
en la actividad de la llamada ‘Comisión Argentina’ en Montevideo; en las
injerencias del Imperio del Brasil en nuestras tierras y en sus sempiternos
combates contra la Confederación Argentina de Juan Manuel de Rosas; en la
llamativa defección, de Urquiza primero, en 1852; en la batalla de Pavón entre
Urquiza y Mitre; en la abandono final de Oribe; en el ataque vil al Paraguay en
la Guerra de la Triple Alianza, por dar someros ejemplos, tal como veremos en
el Capítulo XI).
De tal modo, el derrotero de nuestra historia
nos hace empezar con José Gervasio de Artigas. Paralelamente al principio y
luego con su vuelo propio, con Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, para
finalizar con Juan Manuel de Rosas que fue la última esperanza de reconstruir
la soberanía malograda de nuestra ‘Patria Grande’ con la Confederación
Argentina, en un primer paso y la intención última: las Provincias Unidas del
Río de la Plata, en un paso siguiente, donde volverían a estar todas las
tierras hispanoamericanas con un destino común.
Proyecto que luego quedó trunco a partir de la batalla de Caseros el 3
de febrero de 1852.
Debemos hacer una advertencia: incluimos en
el presente trabajo aristas políticas sobre la defensa de la heroica Paysandú,
como se la adjetivó, por parte de los Orientales contra el Imperio del Brasil,
y sobre la guerra del Paraguay o de la Triple Alianza. Pero dejamos asentado que entendemos respecto
a la reconstrucción de las Provincias Unidas, que la parte histórica de la
Defensa de Paysandú de los Orientales contra el Imperio del Brasil y el
gobierno centralista porteño de Mitre no es más que un capítulo de la guerra de
Caseros, su epílogo.
Aunque para algunos parezca un error
estratégico la guerra llevada a cabo por el Paraguay contra la bochornosa
Triple Alianza, ésta fue una epopeya de las más grandes que ha conocido la
historia respecto a un pueblo que luchó por su soberanía local. Pero lo es con esa sola intención o ese vuelo
loable, por cierto, pero sin la idea-fuerza de reconstruir esa soñada ‘Patria
Grande’, esas Provincias Unidas del Río de La Plata. Sueño ya terminado y
sepultado luego de Caseros.
Del mismo modo, las luchas de los caudillos
del interior de la Confederación Argentina, posteriores a Caseros, contra la
infausta entente Unitario-brasileña y la banca inglesa triunfante, fueron sólo
los últimos estertores de un cuerpo moribundo que solo intentaba, inútilmente,
salvar los jirones de soberanía que aún quedaban en el interior empobrecido,
perseguido y falleciente.
II.
LAZOS DE SANGRE
Antes de adentrarnos en las luchas
patrióticas de Rosas, Lavalleja y Oribe hagamos una digresión que corrobora más
allá de sus afinidades políticas, la acción conjunta por tantos años de estos
tres hombres, además signados por lazos de sangre entre sí, sumado al
parentesco entre Artigas y Lavalleja.
Según la más importante genealogista en
América en temas de familias hispanas e itálicas y Vicepresidente del Instituto
Argentino de Ciencias Genealógicas Doña ESTHER MALVINA RODRIGUEZ ORTIZ DE ROZAS
DE SOAJE PINTO[6],
tanto Rosas como Oribe eran primos (al igual que con Juan Galo Lavalle).
En efecto, todos eran descendientes de la
familia De La Cuadra, de noble prosapia y de probadas carreras militares provenientes
de San Julián de Musques, de la Provincia de Vizcaya, España.
Uno de ellos, Bernardo De La Cuadra y
Montaño, tuvo un hijo, Antonio, que emigró a América, específicamente a Chile.
Su hijo Juan, tuvo un hijo llamado Pablo que se instaló en Buenos Aires siendo
militar reconocido, Alcalde y Gobernador, casado con Isabel Fernández Ponce de
León quienes fueron abuelos de León Ortiz de Rozas y de la Cuadra (casado con
Catalina De La Cuadra y Fernández Ponce de León), bisabuelo de Juan Manuel de
Rosas.
Otro descendiente de Bernardo De La Cuadra y
Montaño llamado Francisco tuvo como descendencia a nuestro Manuel Oribe y
Viana.
Del mismo modo, otro descendiente de los De
la Cuadra del poblado de San Julián de Musques tuvo como descendencia posterior
a Juan Galo Lavalle, lo que lleva a afirmar que tanto Juan Manuel de Rosas como
Manuel de Oribe y Juan Galo Lavalle eran primos.
Así también, existe un parentesco, poco
conocido, entre Lavalleja y Artigas. La mujer de Lavalleja, se llamaba Ana
Monterroso. Su padre era Marcos Monterroso y su madre era Juana Bermúdez
Artigas (suegra de Lavalleja), a la sazón prima hermana de José Gervasio
Artigas.
Como podemos observar, cuando se decía que
por estos lares éramos ‘una aldea’, no se faltaba a la verdad.
Las cuestiones familiares, e intrafamiliares
en el siglo XIX, tuvieron su marcada influencia en el desarrollo de la
sociedad, puesto que los miembros de familias sin importar sus ideas políticas,
fueran Unitarios o Federales, Monárquicos o Republicanos, tenían estrechos
vínculos a lo largo de las décadas, y suscitaron muchas veces conflictos que
terminaban en algunos casos como tragedias griegas….
III.
CONFEDERACIÓN Y FEDERACIÓN
En primer lugar,
debemos hacer una observación a los términos Federación y Confederación que se
utilizan asiduamente en la historia de nuestra patria.
No son sinónimos,
sino que uno sigue al otro sustancialmente hablando. Su comprensión esencial
nos hará más fácil entender el devenir de los hechos de nuestra historia
política.
Dejemos que lo
explique en un análisis claro la historiadora María Luisa AGUERRE[7].
“CONFEDERACIÓN
Y FEDERACIÓN Un primer paso es establecer el significado generalmente aceptado
de los términos clave de confederación y federación. Confederación, de acuerdo
con el diccionario especializado consultado en el Ministerio de RREE, es la
asociación de unidades independientes regida por un tratado o pacto.
“Estas
cuentan con determinados organismos interestatales, principalmente una Asamblea
o Congreso de representantes de los mismos, investidos de un mandato imperativo
para regular los asuntos comunes sobre la base de la igualdad de cada uno de
los estados, caracterizándose por el derecho de retiro de cualquiera de los
estados miembros. Federación es un único Estado soberano compuesto de entidades
territoriales, que pueden recibir el nombre convencional de estados, o el de
provincias, regiones, o cantones, que participan en la elaboración de las
leyes, en la revisión de la constitución federal por la ley de participación, y
disponen de una amplia autonomía para regular sus propios problemas internos.
“El
grado de autonomía de las unidades territoriales en una federación es muy
variable y la ciencia jurídica ha generado distintas opciones; sin embargo, sus
prerrogativas son siempre más limitadas que las de los estados soberanos e
independientes en las confederaciones, no disponiendo
de ejército propio. Reconociendo que las palabras se usan en algunas instancias
históricas con amplitud de significados, –éstos se interfieren a menudo como
resultado de la ignorancia de significados de quienes las usan–, por lo cual es
necesario examinar el contexto en que fueron empleadas y las intenciones de los
protagonistas que son los que le dan sentido a las palabras”.
La autora sigue
enunciando las dos etapas señaladas por Artigas al respecto; una que tiene a
conformar una Confederación para luego llegar a la Federación, citando a
distinguidos constitucionalistas sobre el tema “…El modelo de EE. UU. ejerció una enorme influencia en todo el
continente americano, tanto el Acta de Confederación y Unión Perpetua de 1778,
como la Constitución Federal de 1787; no sólo porque sus cláusulas sirvieron de
inspiración a los pactos constitucionales de las naciones hispanoamericanas,
sino porque su historia fue reinterpretada de acuerdo con lo ocurrido en el
país del norte. De ahí surge la tesis de las dos etapas que supuestamente debió
incorporar Artigas.
“En una
primera instancia formativa de la Provincia Oriental, la opinión de algunos
autores se inclina por aceptar que en las Instrucciones se habla de una
Confederación, pero lo consideran un paso intermedio, provisorio, para una
federación posterior que habría de concretarse después de la guerra.
“El
distinguido constitucionalista Dr. Héctor Gross Espiell en “La formación del
ideario artiguista” expresa lo siguiente “Todas estas ideas se articularán en
forma orgánica, coherente y homogénea, en las instrucciones dadas a los
diputados a la Asamblea General Constituyente reunida en Buenos Aires.
“Este
consistirá en una Confederación para el pacto recíproco de las Provincias que
forman el Estado (art. 2º), basada en una firme liga de amistad (art. 10), en
el cual cada provincia retiene toda la soberanía y poder que no delegue
expresamente en la Confederación (art. 11), debiendo el gobierno general
estructurarse de acuerdo las normas dadas por las propias Instrucciones (arts.
5, 6 y 7).
“El
sistema preconizado es, para nosotros, evidentemente confederativo. La exigencia
de que los poderes sean delegados “expresamente”, contenida en el art.11,
implica la imposibilidad de la teoría de “los poderes implícitos”, que
constituye, especialmente en el caso de los Estados Unidos, una de las columnas
del sistema federal.
“El
hecho de que en las Instrucciones se prevea un gobierno central con poderes
organizados y funciones delimitadas no obsta, como se ha afirmado, a la
existencia de un régimen confederal”.
“Pero
no mantiene la misma opinión para las etapas posteriores de la actuación de
Artigas. (Gross Espiell, H., 1959, 191) en Buenos Aires. Este consistirá en una
Confederación para el pacto recíproco de las Provincias que forman el Estado
(art. 2º), basada en una firme liga de amistad (art. 10), en el cual cada
provincia retiene toda la soberanía y poder que no delegue expresamente en la
Confederación (art. 11), debiendo el gobierno general estructurarse de acuerdo
las normas
dadas por las propias Instrucciones
(arts. 5, 6 y 7). El sistema preconizado es, para nosotros, evidentemente
confederativo. La exigencia de que los poderes sean delegados “expresamente”,
contenida en el art.11, implica la imposibilidad de la teoría de “los poderes
implícitos”, que constituye, especialmente en el caso de los Estados Unidos,
una de las columnas del sistema
federal.
“El
hecho de que en las Instrucciones se prevea un gobierno central con poderes
organizados y funciones delimitadas no obsta, como se ha afirmado, a la
existencia de un régimen confederal”. Pero no mantiene la misma opinión para
las etapas posteriores de la actuación de Artigas. (Gross Espiell, H., 1959,
191)”.
“…Las palabras
empleadas por Artigas en todos sus documentos públicos y privados son las de
“Confederación” y de “Liga de los Pueblos Libres”; así como por todas las
provincias que mantuvieran correspondencia con el Protector en esos años de
lucha. Artigas utiliza indistintamente las palabras Liga o Confederación. Liga
es la unión por vía de pactos de estados independientes que se conservan como
tales.
“Como se trata de un
elemento crucial para dirimir el tema sobre si la Provincia o Estado Oriental
estaba destinado a convertirse en miembro de un Estado Federal más poderoso o,
si siempre fue pensada en función de constituirse en Estado independiente y
soberano formando parte voluntariamente de una confederación de estados, es
importante aclarar el sentido de las palabras empleadas”
La pregunta que debemos hacernos es si la
intención de Artigas era conformar una Confederación o si ésta era solo un paso
previo para conformar una Federación.
Para Arturo ARDAO[8] en una particular visión,
Artigas solo pensó en una Confederación y nada más.
“De los diversos
generalizados malentendidos sobre Artigas, ninguna más grave, por básico, que
el de entenderlo partidario de la Federación de las Provincias Unidas, sea,
según algunos, como fórmula automática de la Liga de los Pueblos Libres (Liga
mal llamada Federal), sea, según otros, como fórmula definitiva después de una
muy provisoria Confederación. Una cosa es la Federación, y otra muy distinta la
Confederación, con consecuencias muy distintas también, en lo que tiene que ver
con la Independencia. De haber sido destinada a integrar una Federación o
Estado Federal, la Provincia Oriental hubiera perdido por completo su
solemnemente declarada (por Artigas) condición de Soberana e Independiente; y
con mayor razón, toda posibilidad de ser, a cierta altura, con reiteración
llamada (por Artigas)”
Entre otros
documentos que avalarían lo que dice ARDAO[9] podríamos mencionar las instrucciones de Marzo de 1813 para sus
representantes de la Banda Oriental que deberían ir a la Asamblea Constituyente
a celebrarse ese año.
Allí en las distintas
cláusulas se expresa que “no se admitirá
otro sistema que el de Confederación para pacto recíproco con
las provincias que formen nuestro Estado … “será reconocida y garantida la Confederación
ofensiva y defensiva de esta Banda con el resto de las Provincias Unidas,
renunciando cualquiera de ellas la subyugación a que se ha dado lugar por la
conducta del anterior Gobierno”. … que “En
consecuencia de dicha Confederación
se dejará a esta Banda en la plena libertad que ha adquirido como Provincia
compuesta de Pueblos Libres; pero queda desde ahora sujeta a la Constitución
que emane y resulte del Soberano Congreso General de la Nación y a sus
disposiciones consiguientes teniendo por base la libertad” …. “No admitirá otro
sistema que el de Confederación para el pacto recíproco con las provincias que
formen nuestro Estado” y que...“esta
Provincia retiene su soberanía, libertad e independencia, todo poder,
jurisdicción y derecho que no es delegado expresamente por la Confederación a
las Provincias Unidas juntas en Congreso”.
Está claro que
Artigas en sus Instrucciones menciona una Confederación y lo que ella conlleva,
como la retención de la Soberanía, Libertad, e Independencia, en todo lo que no
se delegue expresamente en el Gobierno de las Provincias Unidas.
Aunque se plantean
algunas dudas respecto a lo que dice ARDAO, pues de algunas de las
Instrucciones surge que la Provincia Oriental queda SUJETA a lo que se decida
en el Soberano Congreso de la Nación.
Esto sugiere que los Orientales reconocen sujetarse a un ente superior:
La Nación y su Congreso y lo que allí se decida.
José María TRAIBEL[10] en su conocido trabajo ‘Breviario
Artiguista’, plantea otra visión, basándose en las Instrucciones que daba
Artigas a sus representantes ante los distintos Congresos, en sus cartas
particulares, y en lo que le comenta a José María Paz que lo visita en Paraguay
al final de su vida.
Dice el autor que “La idea es, pues, crear una estrecha
alianza, es decir, la Confederación; aguardar el fin de la guerra y al igual de
lo actuado por los norteamericanos, recién, entonces, con la madurez y
tranquilidad que un paso tan grave requiere, proceder a la abolición de las
soberanías particulares, que pasarían a ser autonomías federales dentro de un
estado constitucional.
“Fue
Bauzá en su ’Historia de la dominación española en el Uruguay’, el que antes
pareció ver la posibilidad de que Artigas hubiera querido primero organizar una
Confederación, para luego, en un segundo momento, establecer un estado federal
permanente…”
” En
cuanto al medio de proceder en la sucesiva organización, ya hemos dicho que
Artigas también lo ofrecía y lo practicaba: era el pacto interprovincial,
" que como lo ha señalado con autoridad el Dr. Emilio Ravignani, es la
base de la posterior organización federal argentina. Además, para que el pacto
fuera posible, Artigas reunió las provincias que, débiles y aisladas no podrían
hacer frente al poder superior de Buenos Aires y opuso al centralismo porteño
el autonomismo provincial”.
Entendemos que los
conceptos vertidos por Artigas fueron parecidos a los que años más tarde
declaró Rosas. Con una diferencia: Artigas creía firmemente en la necesidad
final de que, luego de los pactos interprovinciales que establecerían una
Confederación y luego de terminadas las guerras civiles y extranjeras, habría
necesidad de contar con una Constitución Nacional para elevar dicha
organización a una Federación. Rosas, si bien lo declaraba, creemos que entendía
que la existencia final de una Constitución Nacional no iba a servir de
aglutinante para la consolidación del país, y que los disensos y guerras
internas iban a continuar por más que existiera el famoso ‘librito’, según
irónicas palabas de Facundo Quiroga.
Finalmente, esto ocurrió después de 1852, dándole la razón a Rosas, que
era seguramente algo menos ingenuo que el patriota Oriental.
Por su parte, Vivián
TRÍAS[11] nos da su parecer
respecto a los conceptos de Confederación y Federación y sobre lo que él mismo entiende
que estaba en el pensamiento de Artigas:
“El edificio Federal
es un medio y no un fin, es una herramienta para construir la organización
nacional sobre la base de un programa económico fundado en las necesidades de
las mayorías. La doctrina ‘artiguista’ es, esencialmente, nacionalista.
“El Federalismo es la
instrumentación de su nacionalismo.
“En este este
contexto se resuelve fácilmente la tradicional discusión acerca de si el
Protector postulaba una Confederación de Estados (unión laxa, - en que cada
miembro conserva la facultad de separarse del resto) o un Estado federal
(integración más centralizada, en que la soberanía radica en el poder Federal y
es incompatible con la escisión aislada de cualquier componente).
“Eugenio Petit Muñoz
(‘Artigas y su ideario a través de seis series documentales’, Facultad de
Humanidades y Ciencias de Montevideo, Uruguay) superó decididamente la polémica
con su feliz y documentada exegesis del federalismo artiguista. Artigas
propuso, en rigor, la construcción de un Estado Federal por etapas.
“En la primera:
descabezada la monarquía española por la prisión de Fernando VII y en función
de su índole contractual (panto entre el rey y el pueblo), la soberanía pasa a
los "pueblos" (se refiere a las comunidades, ciudades, villas, etc.).
Es el "gobierno inmediato". Así se vertebr6 el movimiento ‘juntista’
español de resistencia a la invasión napoleónica e irradie hacia el proceso
liberador de las colonias.
“En la segunda: los
"pueblos" usan su soberanía para unirse en provincias. Tal como lo
hacen los "pueblos" convocados en el Congreso de abril de 1813, dando
nacimiento a la Provincia Oriental.
“En la tercera: las
provincias se enlazan, mediante pactos recíprocos, para constituir una
Confederación que les permite sobrellevar victoriosamente el esfuerzo de la
guerra de independencia e ir asentando las bases de su futura organización
definitiva.
“En la cuarta:
finalmente, y una vez terminada la guerra, el Congreso de provincias
confederadas crea el Estado Federal (que en el léxico artiguista es equivalente
a la sanción de la Constitución. De esa manera, ladrillo sobre ladrillo, se
articula el andamiaje institucional de la Federación”.
En síntesis, uno de
los datos que hacen a la diferencia entre la Confederación y la Federación, es
que, si bien en ambos hay poderes expresamente delegados de las provincias a un
Gobierno Nacional y asistencia mutua en caso de conflictos interiores o
exteriores, en una Confederación hay Ejércitos provinciales en cambio en una Federación,
conforman un único Ejercito.
Otra diferencia a
tener en cuenta es que en una Confederación las provincias integrantes pueden
voluntariamente desunirse y retirarse de ella; en cambio en una Federación, no.
Téngase presente esto
último para interpretar el acto de Urquiza en 1851 cuando rompe ilegítimamente
el Pacto Federal en su famoso ‘Pronunciamiento’ que fue, y es, totalmente nulo.
****
IV.
JOSÉ GERVASIO DE
ARTIGAS y “LA LIGA FEDERAL” o “LA UNIÓN DE LOS PUEBLOS LIBRES”-El Éxodo
Hagamos
un poco de historia para entender por qué siempre los pueblos hispánicos de
América tuvieron que luchar ‘contra-corriente’ contra ingleses, franceses,
españoles y luso-brasileños; contra las Logias masónicas representadas por el
Unitarismo y las Bancas internacionales que, como hoy, ya operaban en nuestro
continente. Diferente fue el proceso
expansionista brasileño que no corrió demasiados vaivenes, salvo las
intenciones Republicanas de los ‘farrapos’.
Como
resume Waldemar SARLI[12] “Muchos hemos llegado a creer que el proyecto político y económico de
Artigas bien pudo hacer posible una Argentina más grande, más independiente y
justa. En un corto lapso, la posibilidad de formar una nación única en el
Virreinato del Río de la Plata se derrumbó con la creación de cuatro países. En
este trabajo se enfatiza el último desgajamiento, el de la Banda Oriental,
justamente la provincia que comandó Artigas que, desde su argentinidad, tuvo la
propuesta integradora para construir una gran nación.
Tras la expulsión de
la Compañía de Jesús, en 1767 la corona española hizo una dadivosa entrega de
las reducciones jesuitas a los portugueses. La Orden fue desterrada de América,
aun cuando -o tal vez a causa de que habla realizado el único Intento de
Integrarlos a la civilización occidental.
La corona española
dio muestras de desprecio y desinterés por la integridad y la evolución de sus
territorios en el Río de la Plata. La incompetencia de los monarcas en la
administración y defensa de esta región se expresó en los tratados de 1681, 1713,
1750, 1777 y1801, en los que concedieron territorios a Portugal –Río Grande,
los siete pueblos de las Misiones, Colonia de Sacramento, Santa Catalina, el
Yaguarón, entre otros-, una y otra vez invadidos y ocupados por los lusitanos y
luego cedidos por los españoles, en general, a cambio de nada o de muy poco.
Portugal abusó
permanentemente de la pasividad hispana y se apoderó de vastos territorios que
"correspondían" a España, desde el mismo "descubrimiento"
de América en que, en nombre de dios y con el aval de la santa Iglesia de Roma,
se determinaron los límites de propiedad de ambos reinos católicos sobre las
nuevas tierras que se ponían a disposición de Europa,
La diplomacia
española sólo consiguió negociaciones ruinosas. Al llegar la hora de los ingleses,
en los comienzos del siglo XIX. no dejó de sorprender la lealtad de las
colonias del Plata a la corona de los Borbones, hasta entonces capaces de
entregar estas tierras por cualquier conveniencia del momento. Menos es de
creerla fidelidad a España en el estallido’ juntista’ de 1810.
Cuando las
autoridades de Montevideo y de Buenos Aires recurrieron a Portugal para
conseguir su apoyo frente a los criollos disidentes, en pleno proceso
revolucionario, sin duda eran conscientes de estar lía mando al zorro para
poner paz y orden en el gallinero”.
Creemos
que, en estas breves definiciones históricas del autor mencionado,
encontraremos la clave del por qué se nos hizo siempre ‘cuesta arriba’ la
Restauración de las Provincias Unidas cuando en más de una oportunidad España y
su enemigo de siempre, Portugal, eran capaces de formar alianzas, sumados a
Francia, Inglaterra y Brasil para impedir, a como diera lugar. el mencionado
objetivo.
Refiriéndonos
ya a la vida de Artigas, Vicente Fidel LÓPEZ[13] (hijo de Vicente López y Planes. A
veces los frutos de un buen árbol son ponzoñosos), allá por 1889,
describió al ilustre Restaurador de las Leyes, Juan Manuel de Rosas, y adjetivó
a Artigas con un evidente desconocimiento del mismo o con una fina intención de
provocar el desvalor del héroe hispanoamericano adjudicándole incompetencias
intelectuales falsas:
“Rosas es Romano: calcula y combina en una esfera más
alta, más imperial. En él todo es propósito político, previsión sistemática y
nivelación científica de las prominencias sociales por medio de la línea del
terror {…} Vendrá después el
día de la clemencia; porque su fin político no es destrozar ni hacer añicos los
pueblos como el bruto (¡¡¡??) de Artigas,
sino reunir los elementos simétricos de la vida social, garantizar su quietud,
y amalgamar su compactibilidad bajo la ley del miedo común. El terror no es en
sus manos sino un medio de gobierno, y no el mero instinto de la bestia: es
monstruo, pero es monstruo patricio y de alcurnia: Sila: Tiberio. ¡He ahí la obra
de Rosas en 1840”!
Hagamos aquí un paréntesis necesario para contestar a uno de los tantos
tergiversadores de nuestra historia: el susodicho ‘bruto’, según Vicente Fidel López. José Gervasio de Artigas, quien
después fue llamado ‘El Protector de los Pueblos Libres’ y que conformó la
‘Liga Federal’, es fruto de familias distinguidas Orientales y desde su
adolescencia fue un ávido lector de literatura proveniente de Europa y Estados Unidos, como “Sentido común” de Thomas Paine y “El Contrato Social” de Rousseau, entre otros
autores de la Ilustración.
Fue educado en una escuela católica de
franciscanos, de la que se retiró a las estancias de su padre. Principalmente trabajó en la que se ubicaba
en las actuales tierras que lindan la Villa de Casupá.
En la primera etapa de su vida no fue influido por ideas
revolucionarias. Su educación no fue muy ortodoxa, aunque demostró brillantez
en su desempeño. Cuentan cronistas de la época que, en el tiempo de su Campamento
de Purificación, contaba con cuatro secretarios, a los que les dictaba cartas
en forma simultánea y con sorprendente lucidez, abarcando temas que iban desde
asuntos menores hasta la organización administrativa y política y cartas
diplomáticas.
Comencemos
a adentrarnos en la vida de Artigas.
Pedro GAUDIANO[14]
nos muestra una faceta algo desconocida de nuestro prócer.
Durante sus largos años en el
Paraguay, desde 1820 hasta su muerte en 1850, las crónicas dicen que vivió y
actuó como un católico Franciscano, orden en la que se formó desde niño en el
colegio San Bernardino, en Montevideo.
Dicha doctrina delineó toda su actuación política posterior y su ideario
‘artiguista’ plasmado tanto en las leyes que instituyó como en sus frases más
conocidas, por ejemplo: “Que los más
infelices sean los más privilegiados”, frase de fuerte sentido franciscano.
Sus padres y abuelos también
pertenecían a las órdenes franciscanas de aquellos tiempos.
Artigas
eligió fundar la capital de la Liga Federal el 2 de febrero de 1815 y le dio el
nombre de “Purificación” en honor a la fiesta de la Purificación de la Virgen
María que se celebra ese día.
En 1816 el propio Artigas fundó
Carmelo. Le impuso ese nombre en honor
de la Virgen del Carmen.
Cuando vivía en Asunción, en 1846,
todos los días rezaba el Rosario junto a los indígenas que oraban en lengua
guaraní y lo trataban como un padre. También enseñaba catecismo a los niños
pobres del barrio donde vivía, quienes lo amaban, por su sencillez y humildad.
En otro orden de cosas, por parte de
su abuela materna, Ignacia Javiera Carrasco, era descendiente de una Princesa
Inca que se llamaba Beatriz Tupac Yupanqui, tal como surge de su genealogía con
documentación dada por el Genealogista Oriental Luis Alberto Azarola Gil (Montevideo, 25 de marzo de 1882 - 4 de enero de 1966).
Agustín
de VEDIA describe la fisonomía y las costumbres de Artigas en el trabajo de
Carlos María RAMIREZ[15] que comentamos
anteriormente:
“Es Artigas de regular estatura, ancho y
cargado de espaldas de rostro agradable, algo calvo de tez blanca, y de
conversación afable y decente. Sin embargo, de haber pasado la mayor parte de
su vida en la campaña, sus maneras no eran las de un gaucho. Su traje habitual
era una levita azul con botones militares, sobre la cual ceñía el sable. Jugaba
mucho a los naipes, bebía poco y comía parcamente. Tocaba la guitarra, cantaba
y bailaba con bastante gracia. Escribía con mucha naturalidad, era aficionado a
las lindas muchachas, etc”.
Según ALÉN LASCANO[16], su lucha comenzó en 1806 durante las invasiones inglesas se presentó
ante Ruiz Huidobro, a la sazón Gobernador de Montevideo. Fue incorporado muy
joven a los Blandengues y luchó junto a
Liniers en los Corrales de Miserere, el Retiro y en la Plaza de la Victoria
(hoy Plaza de Mayo) hasta la derrota de Beresford. Luego volvió a Montevideo a informar del
triunfo.
Siguiendo las
consideraciones del autor citado, Artigas fue un héroe de la nacionalidad argentina
(‘Argentino’ en tanto ‘Argentum’, por los habitantes de ambos
lados del río de La Plata). Fue Federal y Republicano, peleando en el litoral y
la Mesopotamia, así como lo hicieran Güemes en el norte, San Martín en Cuyo y
Felipe Ibarra en Santiago del Estero.
VIGNALE[17] nos trae una pintura
social del Prócer en tiempos en que pertenecía a los Blandengues:
” Los
años en que Artigas, como integrante del Cuerpo de Blandengues —en el período
colonial—, cumplió la misión específica de combatir a los contrabandistas y
matreros que actuaban en la campiña oriental, le permitieron mantener estrechos
contactos con la población campesina, que, con el correr de los años, se
transformaría en el elemento constitutivo de sus audaces y heroicas legiones.
Esa convivencia con el criollo, hizo posible su gravitación espiritual y su
condición de caudillo.
Gentes
humildes, de escasa o ninguna instrucción, tuvieron, sin duda, el sentido
telúrico de la libertad, y no vacilaron en seguir tras el hombre en quien
intuyeron al más fiel y firme intérprete de sus aspiraciones y sentimientos.
Por su
parte, Artigas tuvo confianza y fe absolutas en el elemento criollo. No actuó
con alejamiento del medio, ni seducido por la atracción de lo foráneo.
Su
permanente vinculación con el medio y el elemento nativo, le permitió conocer
el material humano que el destino había puesto en sus manos.”
El ‘artiguismo’ se fue expandiendo por toda
la región. El principal ladero de Artigas en Córdoba fue el General Juan
Bautista Bustos. También tuvo en la
provincia mediterránea a Felipe Santiago Cardoso, su amigo y confidente, al
comandante Juan Pablo Bulnes, al coronel José Javier Díaz (que luego se apartó
del ‘artiguismo’), al coronel Felipe Álvarez en el Sudeste y a José Antonio
Guevara en el Noreste.
La idea de la ‘Patria
Grande’ ya sobrevolaba las intenciones de Artigas. Soñaba con ello y en 1811 le
pidió colaboración a Gaspar Francia, caudillo del Paraguay, para formalizar
nuestro sistema continental con el fin de evitar la intromisión lusitana en su
territorio.
Y la lucha siguió por
el año 1811 con la primera invasión portuguesa a las tierras Orientales.
Ya
una parte de la Banda Oriental estaba en poder de los portugueses, quienes
fundaron las ciudades de Colonia del Sacramento en 1680, Río Grande en 1737 y
Porto Alegre en 1742.
En
1750 la banda Oriental fue partida en dos, lo que hoy es Río Grande do Sul
(Brasil) y Uruguay.
En
1801 los riograndenses invadieron los siete pueblos de las Misiones,
incorporando de facto las Misiones Orientales a su territorio.
En
1807, ante el traslado de la corte portuguesa a Brasil, los portugueses le
dieron a su nuevo territorio de Río Grande la categoría de «capitanía»
militarizándola fuertemente, conformándose así la Capitanía de San Pedro del
Río Grande del Sur.
El Éxodo
El
Éxodo del Pueblo Oriental fue la emigración colectiva de habitantes de la Banda
Oriental que siguieron a José Gervasio de Artigas hasta el Salto Chico del río
Uruguay, en donde hoy se halla la ciudad argentina de Concordia. Tuvo lugar después del levantamiento del
Sitio de Montevideo a causa del armisticio vergonzoso de octubre de 1811 entre
el entonces virrey Elío y el Triunvirato de Buenos Aires. La caravana recorrió
522 km en 64 días.
Analicemos
los hechos para comprender lo sucedido.
Luego
de producidos los levantamientos rebeldes en la Banda Oriental, el gobernador
español de Montevideo, Francisco Javier de Elío, decidió declararle la guerra a
la Junta de Buenos Aires el 18 de febrero de 1811.
Muchos
Orientales se levantaron contra el Virrey Elío y arrastraron al pueblo en su
lucha. Los pobladores se sublevaron y
sobre el arroyo Asensio, en el actual departamento de Soriano, se proclamaron a
favor del gobierno revolucionario de Buenos Aires, tratando de extender el
territorio bajo control revolucionario hacia la Provincia Oriental.
Es necesario aclarar el término ‘Oriental’.
Milton ACOSTA[18] especifica que tanto los
Federales como los ‘Anglo-montevideanos’ se
auto-llamaban ‘Orientales’: “Entre 1836 y
1838 que se dirimió la lucha entre los partidarios de los generales Manuel
Oribe y Fructuoso Rivera, se nos arenga desde uno u otro bando como
“Orientales”. En su proclama de 16 de diciembre de 1843 a punto de vadear el
Arroyo Grande, Oribe se dirige a los Orientales; y esa palabra inicia
cada uno de los párrafos de la misma. La defensa de Montevideo, a cargo de don
Joaquín Suárez y su ministro el general Melchor Pacheco, exhorta a los
“Orientales” a “defender la ciudad sitiada”.
A
continuación de esta proclamación, llamada ‘El Grito de Asencio’, se produjo
una generalización de sublevaciones por todo el territorio de la Provincia
Oriental.
Los españoles fueron
derrotados en tres enfrentamientos con los orientales que avanzaban hacia
Montevideo como vanguardia del ejército comandado por Manuel Belgrano y luego
por José Rondeau. Las tropas realistas se vieron obligadas a replegarse hacia
Montevideo, que quedó como único bastión español en la Banda Oriental. Debido a
esto las fuerzas revolucionarias implantaron un sitio sobre dicha ciudad.
A estos reveses
respondió Elío con energía. Extremó la represión interna en la ciudad de
Montevideo, expulsando a 31 familias y a los franciscanos por sospechar
simpatías con los revolucionarios.
También bloqueó el puerto de Buenos Aires y autorizó a invadir el
territorio a las 5.000 tropas portuguesas instaladas en la frontera, comandadas
por Diego de Souza. Los portugueses iniciaron la marcha el 15 de julio de 1811
y ocuparon sucesivamente Melo, la fortaleza de Santa Teresa, Rocha y Maldonado,
donde establecieron su cuartel general el 14 de octubre.
Simultáneamente
irregulares portugueses avanzaron por ambas márgenes del río Uruguay saqueando
las poblaciones, entre ellas Paysandú el 1 de septiembre de 1811, que luego fue
recuperada el 9 de octubre.
Esta
invasión fue solicitada por el Virrey del Río de la Plata, Francisco Javier
Elío, en apoyo de las autoridades españolas contra los revolucionarios ‘artiguistas’.
Para
los españoles con su eterna corta de entendederas y su nula visión geopolítica,
lo opuesto a sus rivales lusitanos, preferían ceder territorio a sus
archienemigos con tal de derrotar a Artigas.
Debido a que Elío
exigía el abandono total de la Banda Oriental como condición para cualquier
arreglo, los principales perjudicados por estas negociaciones eran los
partidarios de la revolución. Los orientales y los entrerrianos, que si no emigraban
quedaban abandonados en manos del enemigo.
Tal
invasión, como ya se ha mencionado, se realizó en el contexto de la Revolución
de Mayo, con el apoyo de los siempre traidores a su nación como Rivadavia y el
Triunvirato, entre otros, que pactaron con el Virrey Elío reconociendo su
autoridad en la Banda Oriental, con el aval de Lord Strangford y de los ingleses
que en multitud comerciaban en Montevideo.
Los
portugueses agradecidos por la ceguera española no perdieron un minuto. En julio, se despachó un ejército de 4.000
hombres al mando del general Diego de Souza. desde Río de
Janeiro hacia el Sur. El gobierno
bonaerense de la nueva e independiente nación, derrotado en Paraguay y Alto Perú, actual Bolivia, y con el comercio
impedido por el sitio naval de Elío, buscó a partir de agosto un acuerdo con
Montevideo y el territorio Oriental a cambio de poner fin al bloqueo portuario
y la retirada de los portugueses.
El 10 de septiembre
de 1811 se reunieron en la panadería de Vidal un centenar de
vecinos de extramuros de Montevideo convocados por José Rondeau con una
delegación del gobierno de Buenos Aires integrada por el deán Gregorio Funes, Juan José Paso y Manuel de Sarratea. Es considerada la primera asamblea del
pueblo Oriental en la que se habían manifestado contrarios al armisticio bajo
esos términos
Como
puede verse, los Orientales patriotas estaban cercados. Mientras sitiaban a los
españoles en Montevideo al mando del Virrey Elío, los portugueses avanzaban
libremente sobre la retaguardia de los patriotas, acudiendo, gustosos, al
llamado del Virrey, en un movimiento de pinzas que se iba agudizando.
La opinión unánime no
cambió. Los orientales, comandados por
Artigas a quien designaron como su jefe, se comprometían a mantener el sitio
por sus propios medios, pero a instancias de éste aceptaron retirarse hasta el
río San José a partir del 12 de octubre de 1811.
El 20 de octubre de
1811 se firmó en Montevideo el Tratado de pacificación entre la Junta de Buenos
Aires y el virrey Elío. Al día siguiente
fue ratificado por el virrey, y el 24 de octubre por el Triunvirato, que ofició
a Rondeau la retirada inmediata del ejército. La idea era dejar todo el
territorio oriental en poder del virrey Elío, que se comprometía en
reciprocidad a levantar el bloqueo naval de Buenos Aires y no tomar medidas de
represalia contra quienes hubieran luchado en su contra. Los portugueses, por
su parte, debían retirarse.
El
23 de octubre de 1811 se conoció la noticia de la firma del tratado y su
ratificación por Elío en el campamento de San José. Allí tuvo lugar una reunión o asamblea
espontánea de los orientales que habían estado incorporados al sitio.
En
medio del dolor y la desazón, todos proclamaron entonces la voluntad de no
abandonar las armas contra los invasores portugueses, obedecer el armisticio,
emigrar hacia un territorio no controlado por Elío y reiniciar la lucha cuando
fuese posible. y siguieron a Artigas en el episodio conocido como el Éxodo
del Pueblo Oriental.
¿Cómo
había sido el pacto entre Artigas y el Gobierno de Buenos Aires, que luego
diera lugar al Éxodo del oriental quien se sintió traicionado por dicho
Gobierno?
Sobre
el tema el profesor e historiador Edmundo M. NARANCIO (citado por TRAIBEL[19]) dice que “.De la compulsa de la documentaci6n de la
época resulta que: el levantamiento popular de la Banda Oriental se hizo
contando Con el auxilio de Buenos Aires; que el suministro de ese Socorro, y no
cualquier otro pretendido derecho que se quisiera alegar, había dado lugar al
nacimiento de un pacto tácito mediante el cual los Orientales reconocían la
autoridad de Buenos Aires a cambio de la ayuda para derrotar al gobierno
virreinal, instalado en Montevideo; Buenos Aires mismo, al firmar el Tratado de
octubre, que 10obligaba a abandonar la Banda Oriental y a sus habitantes,
renunció voluntariamente y no por deseo o imposición de los orientales, a la
autoridad que hasta el momento ejercía, quedando roto el lazo que, aunque no
expresa, por lo menos tácitamente, los ligaba con las autoridades porteñas; en
consecuencia del abandono en que se encontró, el pueblo, que no deseaba recaer
en la dominación del enemigo se constituyó socialmente, designando de inmediato
un jefe, que resultó ser Artigas; por último, abocados los Orientales a una
ardua lucha para la reconquista de su suelo y la afirmación de su libertad,
entendiendo, además, que existían objetivos y finalidades análogas en la acción
de los otros pueblos hispanoamericanos en plena revolución buscó, como medio
transitorio de lograr dichas finalidades, la concertación de pactos de alianza
estrecha, es decir, Confederación con otros países hermanos”
Esa
traición del gobierno de Buenos Aires, que en vil coyunda firmaron un pacto con
el gobierno español en Montevideo motivó, como protesta, el comienzo del
´Éxodo’ del pueblo Oriental detrás de su Protector.
La
protesta de los patriotas de no dejar las armas hasta que los portugueses no
hubieran evacuado el país, surge de su descontento al ver que los invasores
podían gozar una libertad por la que ellos vieron derramar la sangre de sus
hijos, recibiendo con valor su postrer aliento.
Determinaron
gustosos dejar los pocos intereses que les restaban a su país, y se trasladaron
con sus familias a cualquier punto donde pudieran ser libres a pesar de
miserias y toda clase de males.
Los orientales,
acosados por los imperios español y portugués y las intrigas de las autoridades
de Buenos Aires, decidieron no rendirse y continuar con el éxodo.
En un principio, el
caudillo se opuso a esta emigración masiva; pero luego ordenó levantar un
registro de las familias e individuos que lo seguían. Se llegó a un número aproximado a las 16.000
personas.
En agosto de 1812
llegaron al arroyo Ayuí Grande (al sur de la actual represa de Salto Grande).
Allí permanecieron, bajo la protección de Artigas, hasta el mes de septiembre
de 1812, cuando se reanudó el sitio de Montevideo y el caudillo regresó a la
Banda Oriental.
Estamos
obligados a hacer presente que en su alojamiento de ‘Las Tres Cruces’ Artigas
expuso su pensamiento político en un discurso el 5 de abril de 1812. Decía que debería conformarse una unidad
nacional bajo el sistema Federal. Obsérvese el año y lo adelantado de sus
ideas. Esa Confederación pactaría un acuerdo ofensivo y defensivo de la Banda
Oriental con el resto de las Provincias Unidas, inclusive con la Provincia del
Paraguay. Lo que muestra una concordancia
plena con el pensamiento de José de San Martín, a pesar del sinuoso Carlos
María de Alvear que, con actitud acomodaticia con los poderes de turno, intentó
socavar los pasos de Artigas que pugnaba por el engrandecimiento de las
Provincias Unidas. Este personaje, al principio fue amigo de San Martin de
quien se distanció después, y también sería futuro embajador de Rosas, y luego
de Urquiza, sin sonrojarse. La Liga Federal estaba en marcha y el destino de
grandeza asomaba en nuestro suelo.
TRAIBEL[20] nos menciona la actitud
tanto de Alvear como del Oriental Nicolás Herrera y de Manuel García. Respecto de este último, si bien Rosas luego
lo designó funcionario, como a Alvear, lo hizo con mano férrea, siguiendo ambos
sus directrices a rajatabla y sin margen de maniobra propia. Tres hombres
siempre propensos a ser servidores de los intereses extranjeros, con una bajeza
tal que son todos imputables de alta traición.
La idea era destruir a Artigas a como diera lugar:
“Veremos entonces a Alvear mismo enviando al
ministro español en Río de Janeiro, los datos concretos que pueden servir por
el conocimiento de las fuerzas de los diversos ejércitos platenses, de su moral
y de la calidad de sus armamentos, para la eventualidad de una acción de
reconquista.
“Veremos también a
Nicolás Herrera, antiguo secretario del Triunvirato, mantenido a través de los
directorios de Posadas y Alvear, quien deseoso de solucionar su situación
personal, única preocupación de una vida dedicada a la traición y a la
vergüenza ofrecía sus servicios al gobierno portugués, presentándose ante el
Rey, al que entregaría unos "apuntamientos que podrían ser útiles a los
intereses de Su Majestad Fidelísima", con vistas a facilitar la invasión”.
Los
elementos más valiosos que tenía en sus manos la incursión portuguesa para
convertirse en una dominación estable eran el conocimiento del medio y su
talento singular que le permitía orientar con eficacia la penetración política
que realizaba paralelamente a la militar.
Por
último, la acción del gobierno de Buenos Aires, destinada a facilitar la
ocupación de la Banda Oriental, fue un factor de importancia decisiva en la
invasión de los lusitanos.
Don
Manuel José García, actuaba como delegado diplomático del directo Río de
Janeiro. Diría de él Mitre, con
benevolencia, para definir a uno de los más caracterizados entre los
intrigantes que produjo la revolución “carácter flexible que se doblaba al
impulso de las circunstancias”
Entró
García, en "un plan político en el cual, creyendo ser el director en
cierto modo, no era sino el servidor de intereses ajenos y antagónicos".
García cree que la intervención de una potencia extranjera era necesaria para
alcanzar soluciones que favorecieran el predominio de Buenos Aires y su obra en
el Río de la Plata. La extinción de Artigas era "urgente al país".
De
tal modo que “…..Para terminar con el
señalamiento de esta evidente}' complicidad del Directorio con la invasión
portuguesa, podemos indicar los reiterados intentos del último Director,
Rondeau, que trata por todos los medios de coordinar una acción conjunta,
militar, concreta, contra Artigas, en la que participarían las tropas de
Lecor y las suyas propias.; Hemos dejado
señalado el proceso de esta gran conspiración en la que se aunaron los
esfuerzos del monarca sudamericano con los de los Directoriales porteños”
Lo que sucedía y que
desesperaba a los lusitanos y a los centralistas ‘directoriales’ era el Federalismo que propugnaba Artigas. Una
especie de municipalismo foral español, mezclado con un sistema parecido al
constitucionalismo norteamericano, por supuesto adaptado a nuestras realidades
geográficas y sociales, y que, al dar por tierra con el centralismo porteño,
quitaba a éste el manejo político y económico del país al establecer derechos
en igualdad con las otras provincias.
Como señala IBARGUREN[21]“…Es con Artigas que se cumple, pues,
la verdadera emancipación política y social de estos pueblos ubicados al sur de
Río Grande. Con Artigas en
el Este y con San Martín en
el Oeste. Sin ellos, el 25 de Mayo de
1810 habría quedado en episodio intrascendente y desgraciado luego de la vuelta
del rey Femando. El encumbramiento de otro jefe popular, igualmente obedecido
(don Juan Manuel de Rosas), hará posible más tarde la reestructuración, desde
Buenos Aires, de la secular heredad, rota años atrás por la ceguera de las
‘élites’ criollas”.
En efecto,
Brasil deseaba fervorosamente la banda oriental del Río de La Plata y desde
allí ascender por el Uruguay haciendo un río binacional. De este modo coartaba la posibilidad de que
las Provincias Unidas del Rio de Plata hicieran de este un rio interior,
manteniendo, conjuntamente con el Paraguay, la soberanía sobre las dos márgenes
del Rio Uruguay. Esto era lo que buscaba inteligentemente Artigas.
El
19 de abril de 1813 entre Artigas y el General Rondeau se firma la Convención
de la Provincia Oriental del Uruguay, reconociéndola como parte integrante del
Estado llamado Provincias Unidas del Río de La Plata.
Las
famosas instrucciones que dio Artigas a los diputados Orientales que
concurrieron a la Asamblea del año 1813 eran claras: “No se admitirá otro sistema que el de la Confederación para el pacto
recíproco con las Provincias que forman nuestro Estado” (art.2). Estas
‘Instrucciones’ fueron el antecedente directo de todos los pactos federales que
le sucedieron.
En síntesis, podemos decir que Las Instrucciones del año
1813 fueron las que llevaron los diputados de la Provincia Oriental a la
Asamblea Nacional General Constituyente de 1813 de las Provincias
Unidas del Río de la Plata, convocados por Buenos Aires a fin de elegir el tipo de gobierno que
los representaría.
Las instrucciones defendían los conceptos de Independencia, República y
Federalismo. Proponían "conservar la igualdad, libertad y
seguridad". El gobierno central,
Federal, estaría fuera de la ciudad de Buenos Aires definiéndose los límites de
la Banda Oriental.
Con las Instrucciones del año 13 Artigas expuso la necesidad de
nacionalizar las rentas de la Aduana, al igual que lo haría Rosas años más
tarde en la Confederación, e impulsó un proteccionismo de la incipiente
industria manufacturera.
También planteó que Buenos Aires no tuviera la hegemonía total de las
Provincias Unidas y que fuera, por lo tanto, una provincia más en igualdad con
las demás. De esta manera, se promoverían las autonomías provinciales, incluso
en lo tocante a los cuerpos militares.
Por una cuestión de equilibrio y estrategia geopolítica la capital
debería estar fuera de Buenos Aires.
Para Artigas “el Federalismo es la instrumentación de su
nacionalismo”, según el historiador Vivián TRÍAS[22], como ya dijimos
anteriormente. Compartían el mismo pensamiento Ramírez e Iturria. Pero no un
nacionalismo ‘Oriental’, al decir de René
Saúl ORSI[23] que no existía, como veremos más adelante, sino un
nacionalismo hispano y continental.
Gracias
a Artigas por esos años se crearon las provincias de Entre Ríos, Corrientes y
Santa Fe. El proyecto del Protector de los Pueblos Libres iba conformándose en
esa obra que fue la Liga Federal.
Artigas
no aceptaba, al igual que San Martín, que en 1812 las Provincias Unidas no se
declararan independientes, luego de dos años del pronunciamiento del 25 de Mayo
de 1810.
En
esa época, como comentábamos, Artigas convocó al Congreso de las Tres Cruces en
donde expuso su programa político a los representantes de la Banda Oriental que
asistirían a la Asamblea Constituyente de 1813, a fin de apurar aquella
declaración, bajo la forma Republicana y Federal. Un gobierno Confederado que
incluía a todas las provincias argentinas, la Banda Oriental, el Alto Perú y
Paraguay. Se perfilaba en el programa de Artigas la ‘Patria Grande’
hispanoamericana.
Hubo
representantes que no pudieron asistir a dicha Asamblea pues sus poderes fueron
rechazados por el gobierno central que no quería a Artigas ni a sus ideas
políticas planificadoras e integrales.
Lo calificaban de caudillo bárbaro y anárquico, cuando, como ya se ha
dicho, se adelantaba en años a la época en que le tocó actuar.
Como
dice VIGNALE[24]
“La habían negado en la apreciación de su
acción en el seno de las Provincias Unidas y de su sublime y heroica
resistencia al invasor lusitano, en aquella larga "noche triste" de
los orientales que transcurrió desde 1816 a 1820”
Es
que, como decía Carlos María RAMIREZ[25] “Artigas y el ‘artiguismo’ estuvieron bien lejos del nacionalismo
oriental, fue un nacionalismo federativo que abarcó esta parte del continente
entre los grandes ríos donde aún hoy se asientan las poblaciones más grandes y
la mayor riqueza del sur del continente. Para Artigas el integracionismo y la
continentalidad estaban a la orden del día. Su plan de integración salvaba la
autonomía de cada una de las provincias y dirigió sus esfuerzos en desarrollar
las fuerzas productivas de cada una de las partes por igual”. -
Dice
UMPIERREZ[26]
que con fecha 16 de junio, Artigas les presentó a los representantes del
Director Supremo Álvarez Thomas, un proyecto de “Tratado de Concordia entre
el ciudadano Jefe de los Orientales y el Gobierno de Buenos Aires”, en cuyo
artículo primero hace un resumen de las Instrucciones planteadas en 1813 en
‘El Congreso de Tres Cruces’ donde se resolvió reconocer la Asamblea a
reunirse bajo ciertas condiciones. Seis diputados iban a concurrir a la
Asamblea General Constituyente de Buenos Aires para defender las condiciones
sustentadas por los orientales.
En
dichas Instrucciones se decía lo siguiente:
“La Banda Oriental del Uruguay entra en el rol para formar el estado denominado
Provincias Unidas del Río de la Plata. Su pacto con el de las demás Provincias
es el de una alianza ofensiva y defensiva. Cada Provincia tiene igual dignidad,
iguales privilegios y derechos y cada una renunciará al proyecto de subyugar a
otra. La Banda Oriental está en el pleno goce de toda su libertad y derechos,
pero queda sujeta desde ahora a la constitución que organice el Congreso
general del Estado legalmente reunido, teniendo por base la libertad.”
Para
organizar a la República las Instrucciones planteaban dos etapas sucesivas. En
la primera etapa la base de la organización serían los pactos ofensivos y
defensivos entre las provincias, conservando cada una su libertad y autonomía.
Esto era el sistema de Confederación. En una segunda etapa, después que las
urgencias más apremiantes de la guerra lo permitieran, se aspiraba a un sistema
permanente, más sólido. Cada provincia mantendría su autonomía y se regiría por
una Constitución provincial que sería distinta en cada provincia. Pero además
habría un Gobierno Supremo elegido por la voluntad de todas las provincias. Ese
gobierno tomaría a su cargo ciertos asuntos de interés general, por ejemplo, las
relaciones con países extranjeros y la organización del comercio de importación
y exportación.
El
gobierno de las Provincias Unidas debería residir fuera de Buenos Aires.
Artigas
hizo su cuartel general en Purificación, un lugar que quedaba entre Salto y
Paysandú, sobre el río Uruguay, el 2 de febrero de 1815. Le dio ese nombre en honor a la fiesta de la
Purificación de la Virgen María que se celebraba ese día, pues era una persona
religiosa y lo fue hasta el último día de su vida. Como ya se dijo, en este
lugar instaló la capital de la Liga Federal “a
tiro de cañón de las fértiles llanuras entrerrianas y las verdes colinas
orientales”, al decir de Carlos María RAMÍREZ[27].
Pero,
continúa desarrollando UMPIERREZ[28],“La contrapropuesta que le dieron a conocer a
Artigas fue la de que el gobierno de Buenos Aires estaba dispuesto a reconocer
la independencia de la Provincia Oriental, que las provincias de Entre Ríos y
Corrientes podrían decidir ponerse bajo la protección del gobierno que gusten,
reconociendo el río Paraná como límite del Protectorado, y sobre esas bases
ofreciendo la amistad de las Provincias Unidas. … En definitiva se trataba a
Artigas y al Pueblo Oriental como si fueran extranjeros que cuestionaban el
poder hegemónico de Buenos Aires”
“El fracaso de esta negociación y
particularmente el ofrecimiento respecto a reconocer la independencia de la
Banda Oriental, Entre Ríos y Corrientes, propiciando de hecho su segregación,
queda en evidencia…y la falacia del “sistema de Unidad” (unitario-centralista)
que plantea Buenos Aires, el cual, en realidad, hace referencia a un sistema
hegemónico que no tiene ningún escrúpulo en segregar del “Proyecto Nacional” a
los Pueblos que no se someten.”
Ahora bien, ¿a qué nos referimos con el sistema
‘Unitario’ contario a las ideas Federales que se acunaban en los pueblos
hispanos?
Vivian TRÍAS[29]
expresa claramente lo que significa, económicamente, la dependencia a la que
nos quería someter el Unitarismo. El autor dice que “los intelectuales,
militares, políticos embebidos de la influencia ideológica liberal de la época
y fervientes admiradores de lo europeo, constituyen el sustento de la corriente
política Unitaria. {…} Su concepción de la unidad nacional
consiste en un gobierno centralizado en la provincias-metrópoli y capaz de
imponer al conjunto del país su política económica liberal y pro-inglesa.
Procuran la unidad nacional, porque pretenden disponer de todo el mercado
interno para usufructuar los beneficios de la libre importación y revender,
hasta en los más alejando confines, las manufacturas fabricadas en Inglaterra.{…}.
“El punto de vista Unitario es que el
manejo del puerto y las rentas de la aduana son patrimonio exclusivo de Buenos
Aires o, mejor de sus clases dominantes. Esto significa que la producción
exportable de las otras provincias ha de pasar, inexorablemente, por el puerto
único y ha de rendir su tributo impositivo en la aduana correspondiente. Lo
mismo acontece con el flujo de las importaciones destinada al interior”.
“Supongamos que un vecino de Santiago
del Estero compra un poncho inglés importado y paga por él un precio en el
cual, por supuesto se incluye el gravamen aduanero pertinente. Ese gravamen no
se acredita a Santiago, por más que sea un santiagueño el que lo pague, sino a
Buenos Aires.” {…}
“La política Unitaria habría de
desatar, por supuesto, la violenta oposición de las masas. En las provincias
mediterráneas la libre importación fue arruinando a la manufactura doméstica y
a la artesanía y arrojando en la miseria a miles de hombres y mujeres. Ese es
el origen de los caudillos y montoneros que expresaron, políticamente la
protesta popular contra los intereses y la dominación Unitaria. {…}
El caudillo {Artigas} afirmó su arraigo en las masas
ruarles de la Provincia Oriental con su reforma agraria, pero también reclamó
la nacionalización de las rentas aduaneras del puerto de Buenos Aires {…}
levantó soluciones proteccionistas para amparar a las manufacturas y artesanías
acosadas por los artículos extranjeros importados.”
Es preciso el razonamiento del autor, salvo en lo
atinente a su mención de las ‘masas’. Este concepto, con connotaciones
marxistas, era inexistente en nuestras tierras hasta esa fecha de la historia,
puesto que no había aún una proletarización de la población, que recién vendría
con la revolución industrial en Inglaterra y que se caracterizó por el
uso de nuevas tecnologías aplicadas a la producción en masa (también
denominada, producción en serie). Todo esto llegó muchas
décadas después a nuestra patria. Sólo había en Buenos Aires y en algunas pocas
ciudades del interior una incipiente burguesía manufacturera y de oficios,
junto con los funcionarios de gobierno.
El error de Trías, Stewart Vargas y el propio
Abelardo Ramos consiste en trasplantar conceptos de fines del siglo XIX y
principios del siglo XX a la época ‘rosista’, con esquemas marxistas
materialistas de lucha de clases inexistentes por aquella época, y debilitan,
en algo, sus otros análisis precisos y exactos de la época.
Todo esto es analizado por Julio STORTINI[30],
citando varios conceptos de José María Rosa en su artículo bajo el seudónimo de
Martín Pincella (ROSA, José María "Polémicas", en RIIHJMR,
año V, núm. 13, Buenos Aires, 31 de enero de 1952, p. 3; ROSA, José María
"Bibliografía" comentario a ‘El otro
Rosas’ de Luis L. Franco, en RIIHJMR, num.12, Buenos Aires,
julio de 1946, pp. 106-107)
“En varias oportunidades, José M. Rosa
lo expresó con claridad: Interpretar la historia argentina con las anteojeras
de la 'lucha de ciases' obliga a curiosos equilibrios dialécticos. José
Ingenieros, que creernos fue el primero en intentarlo, no vacilaba en acomodar
los hechos a sus concepciones [a priori], tergiversando tranquilamente las
fuentes documentales con esa su deliciosa irresponsabilidad: así ante el
insoluble problema de explicar =rústicamente a Rosas, inventó con dos o tres
retoques a documentos oficiales una clase de estancieros (el "trust
saladeril" lo llamó) en pugna constante contra el proletariado de los
peones de estancias.
“Toda
la política de Rosas consistiría en defender los intereses materiales de esa
‘clase opresora’ pasando, claro es como sobre ascuas, sobre el prestigio
popular del caudillo, su política económica en defensa de las industrias y los
artesanos manuales, los conflictos de 1838 y 1845 que perjudicaban la
exportación de carnes, la rebelión de tos estancieros de 1839 y tantos otros
aspectos poco marxistas de su biografía.
“Uno de
los análisis más extensos sobre la interpretación marxista es la que Rosa
elaboró al comentar el libro de Jorge Abelardo Ramos América Latina, un país.
Allí, nuevamente Rosa resaltaba la nefasta búsqueda de la lucha de clases en la
historia argentina en la versión de Ingenieros sobre Rosas.
“Era la
barbarie contra la civilización y el progreso que representaban Rivadavia y
Sarmiento. José M. Rosa entendía que esta versión "seudo marxista"
basada en los mitos escolares no resistía una verdadera interpretación
económica de la historia. Rosa reconocía el aporte de Marx a la interpretación
económica de la historia aun-que destacaba la existencia de motivos
espirituales fundamentales que obraban en el curso histórico. Entendía que el
marxismo encontraba individuos movidos por factores económicos; en cambio, el
revisionismo veía ‘comunidades sociales guiadas por impulsos espirituales: las
ideas de Patria, de Dios, de Rey, etc.’
“El
error de Marx, por lo tanto, consistía en no entender que los ‘móviles dejan de
ser materiales cuando se exteriorizan en movimientos sociales’ “Rosa encontraba
en el libro de J. A. Ramos una serie de coincidencias con las posturas
revisionistas como la defección de las elites dirigentes y el conflicto
libre-cambio-proteccionismo.
“José
M. Rosa subrayaba la incapacidad del comunismo de develar el enigma Rosas. Para
dicha interpretación, el Restaurador era simultáneamente un estanciero poderoso
y un caudillo popular. La solución al problema, según Rosa, radicaba en que
Rosas no era explicable desde una perspectiva materialista.
“La
actitud del Restaurador en su lucha contra las potencias extranjeras y en la
defensa de la producción local a través de la ley de Aduanas, medidas que
atacaban a sus propios intereses o a los de aquéllos a los que supuesta-mente
representaba, obedecía a su patriotismo que lo había llevado a sostener los
intereses de la nación por encima de los sectoriales. Ello terminaba por
invalidar cualquier interpretación de clase sobre el fenómeno Rosas”.
Sumamente clara la exposición de José María Rosa citada por Stortini.
El marxismo se olvida la parte espiritual del hombre y esa unión de destino que
los convoca, y por lo tanto, en algunos aspectos, se dificulta la
interpretación de la historia que hacen algunos historiadores.
Entonces, esta lucha (no de clases, sino de quienes intentaban proteger
la industria nacional incipiente contra las corrientes libre exportadoras
europeas, que incluía concepciones espirituales sobre la sociedad) se extendió
en el tiempo hasta en la época de Rosas inclusive, quien solucionó parcialmente
el tema nacionalizando el puerto de Buenos Aires.
Ya las rentas aduaneras se repartían en todo el territorio y no sólo
quedaban para los porteños centralistas, posteriormente llamados ‘Unitarios’.
Sin dudas gran parte de esta situación es la que llevó al derrocamiento del
Restaurador de Las Leyes.
Es evidente que Buenos Aires, con tal de que Artigas no se inmiscuyera
con sus ideas Federales en una Buenos Aires centralista ni en el Interior (a
través de Álvarez Thomas que al igual que Alvear, Rivadavia, etc. era
pro-británicos), le daba como `regalo` toda su provincia Oriental para que allí
hiciera lo que quisiera y conformara un país distinto, segregándose de las
Provincias Unidas, algo que por supuesto Artigas rechazó de plano.
Lamentablemente, como el contenido del documento era drásticamente
opuesto al proyecto de nación unitaria en manos
del centralismo porteño, trajo aparejado el rechazo de los diputados
orientales, que no pudieron incorporarse a la Asamblea.
Es paradójico que la pelea sin cuartel de Artigas en el litoral, en
Córdoba, en Santiago del Estero, en Tucumán, y hasta en Cuyo logró que la
nacionalidad argentina permaneciera expandiéndose como el aceite en la Liga
Federal, mientras fue atacado por los ‘Directoriales’ porteños y su
tierra fue invadida por los imperiales lusitanos.
Siempre ha sido Artigas compelido a separarse de las Provincias Unidas
por los centralistas porteños del Directorio, pero siempre respondió con un
tajante ¡NO! siendo un celoso defensor de la integridad territorial. Otra
hubiera sido la historia si en esos años en lugar de haber un gobierno
centralista-unitario en Buenos Aires, hubiera existido un gobierno Federal como
lo fueron el de Dorrego o de Rosas uno años después.
En el año
1816 se produjo la segunda invasión portuguesa a la Banda Oriental, la
Mesopotamia argentina, y el sur del Brasil que tuvo como resultado la anexión
de la Banda Oriental al Reino del Brasil, con el nombre de Provincia Cisplatina.
Lincoln MAIZTEGUI CASAS[31] nos presenta el panorama,
el cuadro de la situación en el año 1816: “La Invasión
luso-brasileña, también conocida como Invasión portuguesa de
1816, Guerra contra Artigas (en Brasil) o Segunda Invasión
portuguesa de 1816 es el nombre que los
contemporáneos de los hechos e historiadores han dado al conflicto
armado que se produjo
entre 1816 y 1820 en la totalidad del territorio actual de la República Oriental del Uruguay, en la Mesopotamia argentina y el sur del Brasil, y que tuvo como resultado la anexión de la Banda
Oriental al Reino
del Brasil, con el nombre
de Provincia Cisplatina.
Los
beligerantes fueron, de un lado, los orientales artiguistas, liderados
entonces por el caudillo José Gervasio Artigas y algunos caudillos de otras provincias que componían
la Liga Federal y que optaron por seguirlo, como el comandante
guaraní Andresito Guazurarí. Del otro lado combatieron las tropas del Reino Unido de
Portugal, Brasil y Algarve, dirigidas por el
portugués Carlos Federico Lecor (1764-1836).
En el frente naval, el
conflicto excedió ampliamente la región del Río de la Plata y el litoral
argentino para extenderse globalmente, ya que los corsarios artiguistas
acosaron a los buques portugueses y españoles en Europa, África y
el Caribe”.
Según
el historiador citado, “Manuel José
García refleja claramente su conocido pensamiento contrario a que la Banda
Oriental integrara las Provincias Unidas del Río de la Plata con su ideal unitario e intervencionista y empleó toda su
influencia para persuadir al rey portugués de que el gobierno de Buenos Aires
no tomaría acciones militares para conservar el territorio Oriental».
Con respecto al papel
de Juan
Martín de Pueyrredón,
quien asumiera en 1816 como Director Supremo de las Provincias Unidas en
reemplazo de Alvear, MAIZTEGUI CASAS[32] asevera que, “aunque se diferenciaba del unitarismo radical de quienes habían
comisionado a García, pensaba que el unitarismo por sí solo, no tenía la fuerza
suficiente para someter al movimiento federal, que se extendía rápidamente
sobre las provincias; Pueyrredón, como los anteriores gobernantes porteños,
veía con buenos ojos una derrota del ‘artiguismo’, al que continuaba
considerando una expresión de la barbarie y del federalismo.
La actitud de Pueyrredón
fue ambigua frente a la invasión portuguesa, respondiendo por un lado al hecho
positivo que la misma implicaba en la lucha de Buenos Aires contra el
federalismo y el ‘orteguismo’ en particular, pero por otro lado también a una
opinión pública porteña que se oponía masivamente a la segregación de la Banda
Oriental y a los intereses británicos que pretendían la conformación de un
pequeño estado independiente.
En definitiva, Pueyrredón como director supremo, colaboró
con la invasión, no solo porque no declaró la guerra al Reino Unido de
Portugal, Brasil y Algarve ante la ocupación de una parte del país que
gobernaba, sino porque atacó de manera constante a las provincias de la Liga
Federal, que se vieron
inhibidas de colaborar con la defensa del territorio oriental organizada por
Artigas”.
Aunque, aclara el
autor “ello también sucedió después de
hechos que no se pueden omitir, entre ellos, la intransigencia del Protector,
Artigas que se negó sistemática y firmemente a reconocer la autoridad del Director
Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, lo que llevó a este a la convicción de que el caudillo
oriental era intratable.
Mientras tanto el
gobierno montevideano, a través de Miguel Barreiro,
se comunicó con Juan Martín de Pueyrredón en procura de apoyo. Debe recordarse
que, más allá de las gravísimas diferencias entre el orteguismo y la política
centralista y unitaria seguida por las sucesivas administraciones de Buenos
Aires, la Provincia Oriental seguía formando parte del país, denominado Provincias Unidas del Río de la Plata.
Pueyrredón respondió que
se proponía enviar inmediatamente a Montevideo 600 fusiles, 500 sables, 4
cañones y 200.000 cartuchos, lo que era una ayuda considerable. Pero condicionó
la entrega de este material, y toda su actitud posterior ante la invasión, al
reconocimiento, por parte de los Orientales,
de su autoridad como director supremo de las Provincias Unidas del Río de la
Plata y de la legitimidad y representación del Congreso de Tucumán, al cual la Provincia
Oriental debía comprometerse a enviar sus diputados. Esto equivalía a renunciar
a la lucha por el federalismo autonómico.
Durán y Giró, apremiados por la
situación dramática que se vivía en la Provincia Oriental, aceptaron las
condiciones de Pueyrredón y firmaron, el 8 de Diciembre de 1816, un acuerdo por el cual los orientales
reconocían autoridad del Congreso de Tucumán ―al que se enviarían diputados― y
del director supremo, y este se comprometía a enviar toda clase de auxilios
para la resistencia. El gobierno porteño comunicó de inmediato a las demás
provincias los términos del convenio, y difundió el texto por todos los medios
posibles. Los delegados orientales enviaron inmediatamente lo convenido a Montevideo,
y tanto Barreiro como el Cabildo, sin duda adivinando la reacción de Artigas,
manifestaron su oposición al texto. Y no se equivocaban; el caudillo, enterado
de la gestión, envió una furibunda carta a los delegados, que contiene una de
sus frases más difundidas y alabadas:
La opinión del caudillo
fue determinante, y el convenio con Buenos Aires quedó sin efecto, pese a que
el Cabildo de Montevideo intentó salvar
algo a través de una nueva misión encargada a Tomás García de Zúñiga. Pueyrredón manifestó
entonces que no enviaría el prometido auxilio; pese a lo cual mandó por Colonia del Sacramento 300 fusiles,
30.000 cartuchos de guerra y otros pertrechos de guerra. Y contraatacó
proponiendo a Artigas un acuerdo mínimo: paz, comercio libre, devolución de
prisioneros y envío de diputados con plenos poderes para ajustar “un tratado firme y estable”.
“Proponía también que
Artigas renunciase a la autoridad sobre Santa Fe, provincia que interesaba
particularmente al gobierno centralista porque poseía buenos puertos fluviales.
Por esas mismas fechas
el Director [Pueyrredón] escribía al Cabildo de Montevideo:
¿Será posible que haya
podido preferirse la pérdida de esta plaza interesante (Montevideo) y de su
hermoso territorio en manos de un extranjero […] antes que adoptar el sistema
de unidad que rige el resto de las provincias bajo el cual el individuo es dueño
de sus derechos?
Artigas ni siquiera
respondió a la propuesta de Pueyrredón. A partir de ese momento Pueyrredón se
consideró liberado de toda obligación con un jefe que no reconocía su autoridad
y se dedicó a hacerle la guerra a las provincias de la Liga Federal, con
evidente perjuicio del combate a la invasión portuguesa. Intentó también
desprestigiar al caudillo oriental, y se supone que fue quien encargó a
Feliciano Sainz de Cavia la redacción de un líbelo infamante en el que se
acusaba al caudillo oriental de todos los vicios y males imaginables, que se
publicó y difundió profusamente entonces. De hecho, en los años siguientes la
política del gobierno de Buenos Aires fue de colaboración con la invasión
portuguesa.
Informado Francisco das Chagas
Santos de
esta situación, inicia a mediados de 1817 su segunda invasión a Misiones,
con una fuerza similar a la empleada a principios de año. Chagas llegará al
pueblo de Apóstoles el 2 de julio. Los misioneros, con gran valentía, salieron
a su encuentro enarbolando bandera roja, simbolizando que la contienda sería
total. La lucha que se entabló en las afueras del pueblo fue cruenta y
encarnizada a pesar superioridad de las fuerzas luso-brasileñas los misioneros
con heroicidad resisten los despiadados ataques luso-brasileños, atrincherados
los misioneros en el pueblo, cuando la batalla parecía interminable en el
horizonte se divisó a las tropas del General Andresito que venían a apoyar a
las tropas misioneras que resistían en Apóstoles, gracias a ese inesperado
apoyo en cuestión de poco tiempo los misioneros se consagraron con la victoria
total en la Batalla de Apóstoles, replegándose por completo las tropas
luso-brasileñas fuera del territorio misionero y pudiendo así reconquistar
completamente las tropas misioneras los pueblos ocupados.
Podemos afirmar que
si bien, como dice Maiztegui Casas, hubo intransigencia de parte de Artigas,
también es cierto que hubo una actitud extorsiva de parte de Pueyrredón. Al plantear que enviaría ‘ayuda’ (sic) en tanto
y en cuanto Artigas reconociera el sistema de Unidad como forma de Gobierno,
aun cuando el pueblo del interior era Federal protegiendo los intereses de sus
pagos ante la deleznable avaricia centralista porteña y europea.
Y aparece en escena
José de San Martin.
En el año 1819 medió José de San Martín preocupado por la
guerra que existía entre el Directorio y la Liga Federal, pero también
preocupado por la ocupación portuguesa de la Provincia Oriental. Todo un cuadro
de anarquía.
Pueyrredón se negó de
plano a cualquier acuerdo con Artigas, escribiéndole a San Martín en tono de
enojo “¿Cuáles son las ventajas que Vd.
se ha prometido de esta fisión [sic] Acaso
docilizar el genio feroz de Artigas, o traer a razón a un hombre que no conoce
otra que su conservación, y que está en la razón de su propia conservación
hacernos la guerra […] Él siempre dice que quiere la paz, pero
sujetándola a condiciones injuriosas y humillantes a las Provincias Unidas, y
de aquí no se haya podido celebrarse un ajuste personalmente con esa fiera
indócil. [Su misión] resultará un nuevo engreimiento para él y
un mayor aliento a sus bandidos, a quien tendrá esa ocasión más de alucinar.
[…] He resuelto prevenir a los diputados que suspendan todo paso en ejercicio
de su comisión”.
Las cartas de San
Martín nunca llegaron a Artigas. En una de dichas cartas le decía: “Paisano mío, hagamos un esfuerzo, transemos
todos y dediquémonos únicamente a la destrucción de los enemigos que quieren
atacar nuestra libertad. Unámonos contra los maturrangos bajo las bases que Vd.
crea y el gobierno de Buenos Aires más convenientes, y después que no tengamos
enemigos exteriores sigamos la contienda con armas en la mano […] Mi sable
jamás se sacara de la vaina por opiniones políticas, como estas no sean a favor
de los españoles y su dependencia”)
Como continúa
explicando MAIZTEGUI CASAS[33] “La carta describe con detalle el pensamiento de San Martín, quien
nunca perdió de vista lo esencial que siempre se centró en combatir a los
realistas, empresa que por entonces parecía mucho más lejana de lo que
realmente estaba. Debe ser particularmente valorada, además, si se tiene en
cuenta que, a pesar de opinar que Artigas vencería a los portugueses (“para mí
los frega completamente”), no sentía por el Protector simpatía alguna, y había
llegado a escribir que “no es la mejor vecindad (la de los portugueses) pero
a decir verdad, la prefiero a la de Artigas; aquellos no introducirán el
desorden y la amargura, y este, si la cosa no se corta, lo verificará en
nuestra campaña”. Pese a esa mala opinión, jamás se le pasó por la cabeza
colaborar con un poder extranjero para librarse de un caudillo compatriota, por
bárbaro que le pareciese. Artigas nunca llegó a leer la carta de San Martín”
Si bien es estimable
la actitud de San Martín en favor del orden como base de crecimiento de una
sociedad, demuestra tal vez algo de sentido político omnicomprensivo de lo que
estaba sucediendo en el Plata al decir que prefería la vecindad de los
portugueses al desorden que plantea Artigas, sin poder darse cuenta el
Libertador que la causa de dicho ‘desorden’ era la invasión portuguesa para
hacerse de una de las orillas del río de La Plata en una actitud geopolítica
expansionista y que, además, escondía una
invasión inglesa con sus propios intereses comerciales.
Quien haya conocido
las leyes y reglamentaciones dictadas por Artigas, con sentido social y
protector de su pueblo de ambos lados del rio Uruguay, puede saber que Artigas
nada tenía de anárquico (aunque sí tal vez, obcecado y poco diplomático) sino
justamente lo contrario, se adelantaba más de 20 años en leyes sociales.
¿Aparentemente San Martin no conocía esas leyes? ¿Tampoco conocía el eterno
sentido expansionista portugués y luego extendido al Imperio del Brasil? En
esta, entiendo, se equivocó el Libertador en sus apreciaciones.
La
lucha siguió con triunfos y derrotas diversas hasta el 22 de enero de 1820
cuando los lusitanos derrotaron a las fuerzas artiguistas en la Batalla de
Tacuarembó poniendo
definitivo fin a la resistencia Oriental. El desastre de Tacuarembó fue el
último enfrentamiento entre Orientales y portugueses en el curso de la invasión.
Artigas pasó a Entre Ríos.
El historiador Carlos María RAMIREZ[34]
nos dice que Artigas había sido vencido, después de la derrota de Tacuarembó y
había emprendido el camino del exilio paraguayo, el triunfo de la oligarquía
montevideana y porteña vendida al imperio portugués suspiraba tranquila y se
disponía a echar sobre el Prócer un manto de silencio, enterrando para siempre
sus ideales y sus banderas y “…La minoría
capitular enternecida, determinó la entrega de la ciudad, admitiendo la
protección que la bondad del imperio portugués ofrecía por medio del
Excelentísimo Señor Don Carlos Federico Lecor a estos miserables países
desolados por la anarquía en que han sido envueltos por espacio de tres años” y
acordó recibir al generalísimo portugués con los honores correspondientes a un
Capitán general de Provincia, conduciéndole bajo palio hasta la Iglesia Matriz”.
Humillante actitud de los Montevideanos liberales.
También los porteños
centralistas abandonaron a Artigas y dejaron con “manos libres” a los luso-brasileños
en la Banda Oriental
Continúa el
historiador explicando no solo la desconfianza de Artigas hacia los miembros
del Triunvirato y el Directorio centralista porteño sino también hacia los
centralistas de la otra orilla: “Mucho se
dice de la enemistad de Artigas con Buenos Aires, sin mencionar también que
Artigas desconfió siempre de Montevideo. Unos y otros gobernantes terminaron
traicionándolo y favoreciendo los intereses imperialistas portugueses y de las
oligarquías del Plata. Muchos de los cabildantes que hasta hacía poco habían
reconocido a Artigas como el Protector de los Pueblos Libres, ahora cuando la
Cisplatina consideraban a aquel hombre en derrota, como la causa de las
desgracias de estos pueblos. Rivera se ponía a la orden de los portugueses y
era nombrado por Lecor, Comandante de la campaña. Y Artigas emprendía con unos
pocos cientos de indios, negros, y paisanos de la campaña su camino al
Paraguay”.
“Hay un
periodo de nuestra historia que aún permanece oculto porque destruye muchos de
los mitos y leyendas patrias y obligaría a sacar la mayoría de las chapas de la
nomenclatura pública.
Nos
referimos a ese periodo llamado de la Cisplatina, la traición a la
‘Orientalidad’ y a Artigas por parte de la oligarquía que, pese a vivir en
Montevideo, no era artiguista ni tuvo patria ni partido. Ellos eran gerentes,
administradores y gendarmes del imperio más poderoso de la época.
En
agosto de 1816 un ejército portugués de unos 16.000 hombres de los cuales la
mayoría eran veteranos de las guerras contra Napoleón invadió varios frentes de
la Provincia Oriental.
Artigas
dominaba no sólo la Provincia Oriental sino que su influencia se extendía por
todo el litoral argentino formando la Liga Federal que se oponía a al
centralismo porteño y la hegemonía portuaria de Montevideo y Buenos Aires que
eran oligárquicos y aristócratas.
Está
claro que estos aspectos que Artigas había impulsado como único objeto de la
revolución no escapaban a la inteligencia de los gobernantes y diplomáticos de
los grandes centros de poder.
También
en esa época ya existían, aunque con otros nombres, politólogos, asesores,
encuestadores, publicistas, y maquilladores.
El
poder estaba entonces en los puertos Río de Janeiro, Buenos Aires y aunque a
muchos historiadores nacionales no les guste decirlo, también en Montevideo.
Primero
fue el Directorio de Buenos Aires que, a través de su ministro en Río de
Janeiro, Manuel José García, alentó después de haber conocido la invasión
portuguesa a la Provincia Oriental para librarse de una buena vez de su mortal
enemigo José Artigas.
Con
ello podría destruir el único proyecto verdadero y real de desarrollo
rioplatense donde su papel de único puerto de la región podía desaparecer.
Brasil
quería llegar hasta lo que consideraba sus fronteras naturales quedándose con
las fértiles praderas de la Provincia Oriental anexándolas al estado de Río
Grande del Sur.
Montevideo
se entregó primero mandando una misión de Durán y Giró a hablar con el
Directorio porteño, renunciando totalmente a la autonomía provincial base
fundamental del ideario artiguista.
Artigas
enterado los desautorizó duramente por “vender el rico patrimonio de los
orientales al vil precio de la necesidad”, pero aquellos hombres montevideanos
habían puesto al descubierto sus verdaderos intereses, ajenos a los del pueblo
oriental tan invocados por ellos mismos en sus documentos y proclamas.
Según dice el
historiador “el 20 de enero de 1817 a tan
solo cinco meses de iniciada la invasión y sin disparar un solo tiro de la
mejor Plaza amurallada de América del Sur, el Cabildo de Montevideo resolvió
“en vista a la gravedad de las circunstancias” salir fuera de los muros a
recibir al Jefe del Ejército invasor a entregarle solemnemente las llaves de
Montevideo y “ponerse bajo la protección de su majestad Fidelísima”, el Rey de
Portugal y hacer entrar a las autoridades ocupantes bajo el palio de la
catedral.
Artigas
peleó como pudo ante tres ejércitos compuestos por 16.000 soldados de línea,
veteranos de las guerras napoleónicas, oficiales de escuela, todos uniformados,
empenachados, mariscales, almirantes, a la artillería europea, a la marina de
guerra y a la traición de adentro y de afuera.
Artigas
luchó a lo criollo, inventó la “montonera”, con una población diezmada por seis
años de guerra continua de una provincia que, contando las Misiones, solo tenía
setenta mil almas.
Debió
luchar contra dos frentes, cuando traicionado por el Directorio porteño le
declaró la guerra a Buenos Aires a fines de 1817, pero pese a todo logró reunir
un pequeño ejército de 6.000 hombres a los cuales ayudaron los pobladores de la
campaña y resistieron cuatro años de guerra contra el mejor ejército del
continente.
Al
comenzar el año 1820, la lucha de la Liga Federal contra Buenos Aires fue
llevada fundamentalmente por los caudillos Estanislao López y Pancho Ramírez -futuro converso-, jefes federales de Santa Fe y Entre Ríos.
El
primero de febrero de 1820, derrotaron definitivamente al Director Rondeau en
la batalla de Cepeda. Días después los gauchos provinciales entraban al trote largo
por las calles de Buenos Aires y llegaron a atar sus caballos en la verja de la
Pirámide de Mayo, ante la mirada aterrada de las damas porteñas escondidas
detrás de los postigos de sus ventanas.
Aunque
parecía el triunfo del federalismo artiguista no fue así.
Diez
días antes en Tacuarembó los Orientales habían sido derrotados y así se
derrumbaba definitivamente la resistencia.
El 20
de febrero Estanislao López y Francisco Ramírez, los vencedores del momento,
firmaban con Sarratea el nuevo Gobernador de Buenos Aires y viejo enemigo de
Artigas el Tratado o Pacto del Pilar en el que se desconocía la autoridad de
Artigas.
Lo que produjo la
ruptura de Artigas con Ramírez fue que éste no se avino a las instrucciones del
primero.
Dice TRAIBEL[35] que en el acuerdo:
“1º) Se omitió la participación, en la discusión y firma del tratado, de
las provincias ligadas de Corrientes, Banda Oriental y Misiones.
2º) No
se fija la situación de Misiones y Corrientes. (Hernán Gómez entiende que
existía un acuerdo oculto entre Buenos Aires y Ramírez entregándole estas
provincias para su "República Entrerriana").
3º)
Solamente había una simple invitación a la Banda Oriental.
4º) El
problema de la invasión portuguesa no se encaraba sino en forma incidental.
5º)
Dice Pérez Colman: -"falta de una convención destinada a terminar
definitivamente la guerra civil, para lo cual, según Artigas, era indispensable
que todas las provincias, sin exclusión ninguna, concluyeran una alianza
defensiva y ofensiva, que estableciera entre ellas un vínculo de solidaridad,
solemne y vigoroso-".
Creemos
haber aclarado definitivamente la actitud de Artigas en esta emergencia, con el
documento número 43 del Archivo del Dr. Pérez Colman.
Artigas,
en nota al Comandante General y Jefe del Ejército Federal, Ramírez, establecía
el 4 de Diciembre del año 1819, como condición esencial para cualquier arreglo
con Buenos Aires, que ésta ‘-declarara pública y activamente la guerra al
Portugal-‘.
La
comparación de esta orden de Artigas a su subordinado, con lo establecido en el
Tratado de Pilar, nos coloca frente a una clara violación de disposiciones
expresas, que significaba una verdadera traición a la causa de los orientales.
Y finaliza el
historiador RAMIREZ[36], a modo de epitafio “El oro y los acomodos con Buenos Aires y
con los ingleses habían triunfado.
“Artigas
sólo con Corrientes y Misiones igual siguió la lucha; ahora debía pelear fuera
de su Provincia y contra sus antiguos aliados López y Ramírez, en setiembre
entra en el Paraguay.
“Con
las provincias argentinas en medio de la anarquía el poder portugués y
brasileño se afirma en la Provincia Oriental.
“Las
“fuerzas vivas” de la época, las que siempre saben realizar correctamente sus
alianzas se acomodan a los hechos. Y pasarían a llamarse Provincia Cisplatina
lo que quiere decir “de este lado del Plata” siempre mirando desde el lado
brasileño. Hasta hoy. -
“La
Cisplatina fue entre 1820 y 1825 la expresión más acabada de este fenómeno, la
anexión de la banda Oriental al Brasil.
“Hubo
un Congreso como los que ahora se hacen para rectificar lo que se dijo un
tiempo antes y ahora molesta, que declaró que la provincia Oriental era
integrante del “Reino Unido de Portugal, Brasil
y Algarbe” con el nombre de Cisplatina y con ciertas garantías para el
territorio y sus habitantes”.
: “Pero
lo peor de los dirigentes del Cabildo de Montevideo durante la Cisplatina,
siempre atentos al Puerto, fue que le entregó todo el territorio de las
Misiones Orientales a cambio de
la construcción de una Farola en la Isla de Flores. Artigas ya estaba en
Paraguay encerrado en aquel territorio [la negrita me pertenece]”
Como se insinuó
anteriormente, no sólo los lusitanos, los españoles y los sempiternos cipayos
unitarios de ambas márgenes combatían a Artigas.
Algunos caudillos
Federales con corta visión y empapados en una gloria personal a costa del
proyecto continental, comenzaron a conspirar contra Artigas.
Uno
de ellos fue el entrerriano Francisco Ramírez cuyo accionar fue tan contundente
que con su soberbia y egolatría lo llevó a traicionar a su jefe Artigas, a
combatirlo uniéndose a la oligarquía porteña y, tristemente, luego de
derrotarlo, a condenarlo al ostracismo de por vida.
Ramírez
era fiel exponente de aquellos caudillos menores. Y era un caudillo menor
porque su perspectiva solo le permitía ver su territorio. No tenía el concepto
de nación, y su mirada y su accionar solo alcanzaban a su lucha contra el
centralismo porteño. Esto era correcto,
aunque después, por sus aspiraciones personales, terminó uniéndose a ese
porteñismo centralista que combatía… Así, pues, no veía más allá. Y defeccionó
cuando tuvo que entender el sentido global de la lucha emprendida por Artigas,
intentando crear la ‘Republica de Entre Ríos’, creyéndose además el elegido
entre todos.
Ramírez
era uno de los lugartenientes, una de las espadas principales de Artigas y
terminó asestándole un golpe por la espalda.
En
definitiva, Francisco Ramírez más allá de combatir a los Unitarios, termina
coincidiendo con el enfoque de éstos sobre el desmembramiento de las Provincias
Unidas del Río de La Plata y luego sobre la Confederación Argentina.
Veamos
el derrotero de Ramírez, desde su traición a Artigas hasta su triste final,
visto por historiadores Orientales.
REYES ABADIE y BRUSCHERA MELONGO[37]
dicen (extraído del Portal www.revisionistas.com.ar) que “Pancho Ramírez pacta con Buenos Aires
después de Cepeda el 23 de febrero de 1820, a espaldas de Artigas, que se
retiraba diezmado de la batalla de Tacuarembó, pero resuelto a reiniciar la
lucha. Cuatro días más tarde, desde las orillas de la ciudad porteña, el
fiel lugarteniente Ramírez se dirige afectuosamente al Protector, adjuntándole
el texto del Tratado: “asegurándole que la alegría de este pueblo y su
reconocimiento hacia el autor de tantos bienes es inexplicable”.
Pero cuarenta y ocho horas más tarde, el 29 de febrero el mismo Ramírez
exponía en un oficio “reservado” el plan de traición a su amado jefe.
Dirigiéndose a su medio hermano Ricardo López Jordán y en su ausencia
Gobernador interino de Entre Ríos, le ordenaba confidencialmente que “procure
entablar relaciones amistosas con el general Rivera, con el gobernador de
Corrientes, etc.”. En otros términos, los caudillejos menores se
disponían a distribuirse las satrapías locales del poder federal: uno, pactando
con los portugueses, el otro, con Buenos Aires. En el mismo oficio
“reservado” Ramírez confiesa el influjo que en Entre Ríos conservaba Artigas y
expresa sus temores:
“Usted conoce las aspiraciones del General Artigas y el partido que tiene
en nuestra Provincia: su presencia aún después de los continuos desgraciados
sucesos de la Banda Oriental podría influir contra la tranquilidad.
Procure V. por cuantos medios aconseje la prudencia conservar en el ejército
los auxiliares de Corrientes atrayéndolos, pagándolos y haciéndoles ver se les
lleva al sacrificio por una guerra civil, cuando quedando en nuestras banderas
todo será paz y trabajar por la verdadera causa”.
Después de la Batalla de Cepeda,
Ramírez, presa de inquietud por la previsible reacción del ‘Protector de los
Pueblos Libres’, maniobró con la burguesía porteña para conseguir armas en pago
de su inminente ruptura con Artigas. En una carta “reservada” que dirigió
al chileno José Miguel Carrera, expuso sin disimulos la situación:
“En estos momentos sin tener recursos ningunos, cómo quiere V. que yo me
oponga al parecer de Artigas cuando estoy solo y que él ya debe haber ganado la
Provincia de Corrientes, como estoy cierto que la lleva a donde él
quiere. Nada digo de Misiones porque son con él”.
Aludiendo a la apatía del gauchaje por
su política de acuerdo con Buenos Aires y de renuncia a la guerra con Portugal,
Ramírez agregó estas palabras significativas:
“¿Cómo podré persuadir a los paisanos ni convencerlos en ninguna
manera? Cuando los elementos precisos para la empresa fuesen el algún
tanto proporcionados al número que yo solicité (a Buenos Aires) podría
convencerlos; por lo de lo contrario, seré con el voto general de aquellos que
sólo se conforman con la declaratoria de guerra a los portugueses”.
Ramírez concluyó su nota “reservada”
confesando su capitulación ante la burguesía porteña:
“No he anoticiado a la provincia del auxilio que se nos presta, porque me
abochorno, y tal vez causaría una exaltación general en los paisanos”.
Se comprende el carácter reservado
de semejantes testimonios. En estos documentos fundamentales se
encuentran los hechos irrefutables que rodean el hundimiento de la Federación
artiguista. Ramírez se dirigía a Sarratea el 13 de marzo, reclamando
humildemente los “auxilios” que en virtud del acuerdo secreto firmado al mismo
tiempo que el Tratado del Pilar, debía proporcionar la burguesía porteña al
incorruptible teniente de Artigas.
Quince días más tarde, las gestiones
parecían haber tenido éxito y las armas y recursos del Puerto se pusieron al
servicio de Ramírez para enfrentar al Protector, y garantizar la “libertad de
Entre Ríos”, es decir, su localismo y, en consecuencia, su dependencia de
Buenos Aires. Con la ayuda porteña, Ramírez podría, al fin, hablar con Artigas
“como debía”.
La intriga estaba a punto de
consumarse trágicamente. Pocos días más tarde Artigas escribió a Ramírez,
le recordó su situación de dependencia hacia su persona y lo acusó de haberse
entregado con el Tratado del Pilar a la facción porteña.
Sin el apoyo de la
Junta porteña, con su ceguera consuetudinaria (Pueyrredón, Carlos María de
Alvear, etc), Artigas se quejó amargamente: “todos
tramoyan contra nosotros”, escribió rodeado y derrotado.
Cierran los historiadores
mencionados que:
“… la política ‘antiartiguista’ de Ramírez era lisa y llanamente una
traición a la causa de la unidad nacional, termina de probarlo acabadamente una
nota de Fructuoso Rivera, escrita desde Montevideo el 5 de junio de 1820.
De traidor a traidor, el diálogo entre el oriental ‘aportuguesado’ y el
entrerriano aporteñado alcanza una asombrosa claridad retrospectiva. Le
pide a Ramírez la devolución de algunos oficiales portugueses en su poder y la
“reposición del comercio”. Añade Don Frutos que tales actos demostrarían
por parte de Ramírez la: “extremosa afección a la Provincia a su mando.
Cooperarán a esto último con todo su poder las fuerzas de mar portuguesas cuyo
Jefe tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición de V. cuando lo
crea necesario. Más para que el restablecimiento del comercio tan deseado
no sea turbado en lo sucesivo es de necesidad disolver las fuerzas del general
Artigas, principio de donde emanarán los bienes generales, y particulares de
todas las provincias, al mismo tiempo que será salvada la humanidad de su más
sanguinario perseguidor”.
Explica Gabriel O. Turone que el
historiador Oriental Setiembre Raúl VERA[38]
buscó durante largos años alguna prueba que señalara la traición de Rivera para
con José Artigas, sobre cómo “El Pardejón” se confabuló con otros –verbigracia,
Francisco “Pancho” Ramírez- para terminar con lo que el investigador
revisionista conceptuaba “la Epopeya artiguista en nuestra patria”.
De modo tal, que, de hallarse tal
prueba, quedaría perfectamente reconocido por qué la posteridad le guardó un
sitial de bronce a Rivera por parte de los Mitre o los Vicente Fidel López, por
nombrar a los dos máximos bastardos de la mutilada historia liberal.
Comienza diciendo VERA en la página
5 de su trabajo: “Hace algún tiempo
tuvimos noticia de que en un archivo oficial de la República Argentina se
encontraban dos cartas del General Rivera, dirigidas en el año 1820 al General
Francisco Ramírez, Gobernador de Entre Ríos. Esto llamó poderosamente
nuestra atención y nos propusimos obtener no tan sólo copia de esas cartas,
pues si, como lo sospechábamos, había allí algo sombrío, podría negarse su
autenticidad; necesitábamos y obtuvimos reproducciones fotográficas.
Se trata este trabajo de 1937 de la
publicación, hasta entonces inédita, de dos injuriosos y deleznables
manuscritos que, fechados el 5 y el 13 de junio de 1820, demuestran cómo
Fructuoso Rivera instruía a su aliado Francisco “Pancho” Ramírez para el
aniquilamiento de José Artigas, al tiempo que le ensuciaba su buen nombre y
mejor honorabilidad con calificativos abominables, como ya lo verán. Buenos
Aires, contenta. Gaspar Rodríguez de Francia y los lusitanos, también.
Podemos decir, que los originales de
estas dos misivas se encuentran en el Archivo de Corrientes, Calle Pellegrini
1385, Sala 2 Don Hernán Félix Gómez, Correspondencia Oficial años 1810-1921,
Tomo 09 Folio 053 al 055″.
VERA[39]
advierte: “Se dirá que atacamos
violentamente la memoria del General Rivera. Es cierto: pero lo hacemos
lealmente, de frente, y esgrimiendo por únicas armas sus actos, sus hechos, las
palabras a cuyo pie estampó su firma”.
Carta del 5 de junio de 1820 (a
Francisco Ramírez)
“El vehemente deseo de restituir la paz a la más poderosa, pero la más
desgraciada de las provincias, había ocupado largo tiempo mis meditaciones.
Embargado estaba de este grande objeto, cuando la jornada de Tacuarembó lo hizo
más necesario. Fluctuante entre el horror y el Patriotismo paralizaba por
momentos mi halagante (sic) determinación; más el bien general
superó, ayudado por la invitación que me hizo la Excelentísima Comisión del
Cuerpo Representativo de esta Provincia, como lo manifiesta el documento núm.
1.. –Caminando con la circunspección que merecía asunto tan delicado, y de
tanta trascendencia, quise, sin comprometerme, averiguar en su origen el motivo
que había impulsado a obrar al Cuerpo Representativo. – Este era sano a mi ver
y además de ser el mío, estaba revestido con el carácter justo, y conveniente
al Territorio. Este descubrimiento hubiere causado la más pacífica transacción,
si la desconfianza, que hace la desgracia de los Estados, no la hubiere hecho
estrepitosa. Sin embargo de todo, la guerra finalizó por el reconocimiento
celebrado en mi campo de los Tres Árboles, como aparece del documento No. 2.
Mis esperanzas de presentar la quietud a mis infelices paisanos no han sido
burladas; porque desde aquellos instantes he podido contener los furores de una
natural represalia. La parte que ha tomado la respetable Corporación en
general, y algunos miembros en particular, es digna de recomendación y
reconocimiento. Por esta concordancia de ideas y deseos se ha innovado la
infeliz suerte de la Banda Oriental, preparada por una mal entendida, y peor
cimentada ambición, cuyos agonizantes efectos, parece que sienten los Pueblos
que con todo su poder la sostuvieron.
Nada habría hecho, si retuviere mis pasos en tan corto recinto. La
naturaleza, que jamás pierde sus derechos, reasumiendo su imperio me obligan a
significar así que de la identidad de situación nace la del interés, que si
Usted quiere sin manchar el honor de esa Provincia asegurando al contrario las
bases de la futura felicidad, y sin desmentir el celo, que tantas veces ha
demostrado en defensa del País, puede, presidido de la justicia y necesidad,
restituir las relaciones comerciales al mismo pie que antes; y es conocido que
las ventajas inclinarán la balanza a su favor. – Todo lo que contribuya a la
buena armonía, a cimentar el orden, economía y adelantamiento de esta Provincia
no dudo que se conceda por los jefes que la gobiernan, y será el mejor garante
de su comportación (sic). Recordaré a Vuestra Majestad que en virtud de ésta
fueron restituidos todos los oficiales prisioneros naturales de ésa, después de
habérseles socorrido con lo más necesario; paso nunca imaginado por el Jefe que
tantas veces se proclamó protector.
Los materiales para levantar este sólido edificio están preparados siempre
que Vuestra Majestad quiera presentarse a la fuerza de las necesidades, y del
interés que nos agita. Me conoce Vuestra Majestad demasiado para dudar un solo
momento de mis intenciones; ellas han girado siempre sobre el estrecho círculo
de la buena fe. Por esto digo a Vuestra Majestad que todo acto demandado por la
conveniencia, y autorizado por la razón, es el más legítimo y por consiguiente
merece el sufragio general. De esta clase es la restitución de los oficiales
portugueses, tomados y hechos prisioneros sin antecedente declaración de
guerra; lo es también la reposición del comercio.
Por lo primero demostrará Vuestra Majestad su rectitud y firmeza; y por lo
segundo su humanidad, y extremosa afección a la Provincia de su mando. –
Cooperarán a esto último con todo su poder las fuerzas de mar portuguesas cuyo
Jefe tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición de Vuestra
Majestad, cuando lo crea necesario.
Más para que el restablecimiento del comercio tan deseado no sea turbado en
lo sucesivo es necesidad disolver las fuerzas del general Artigas,
principio de donde emanarán los bienes generales, y particulares de todas las
Provincias, al mismo tiempo que será salvada la humanidad de su más sanguinario
perseguidor. Los monumentos de su ferocidad existen en todo este territorio;
ellos excitan a la compasión y mucho más a la venganza. –
Por estos principios han reconocido el más tierno placer todos los
Orientales al nuevo gobierno, que les prestaba todos los beneficios que nacen
de la paz. Por ella disfrutan de un libre comercio todos los Pueblos situados
sobre el Uruguay, y Río de la Plata. – Se convencerá Vuestra Majestad por las
diferentes actas que adjunto con solo este objeto.
Dios guarde a Vuestra Majestad muchos años. Montevideo, 5 de Junio de 1820.
(Firmado) Fructuoso Rivera.
Carta del 13 de junio de 1820 (2da
carta de Rivera a Ramírez)
“Sr. Don Francisco Ramírez.
Montevideo, Junio 13 de 1820.
Mi estimado amigo:
Ayer recibí su carta del 31 por el Capitán D. Laureano Márquez que sale
ahora mismo con la presente.
Hace dos días que escribí a Usted instruyéndolo de mi actual situación, y
al mismo tiempo, del estado de esta Provincia, indicándole lo interesante que
sería para ésa y ésta establecer relaciones de amistad y comercio para cuyo
medio lo ponía (sin comprometer a la que Gobierna) en estado de reparar los
males que ha causado la guerra.
Todos los hombres, todos los Patriotas, deben sacrificarse hasta lograr
destruir enteramente a Don José Artigas; los males que ha causado al sistema de
Libertad e independencia son demasiado conocidos para nuestra desgracia y
parece excusado detenerse en comentarlos, cuando nombrando al Monstruo parece
que se horripilan. – No tiene otro sistema Artigas, que el de desorden, fiereza
y Despotismo; es excusado preguntarle cuál es el que sigue. Son muy, son muy
marcados sus pasos y la conducta actual que tiene con esa patriota Provincia
justifica sus miras y su Despecho.
Es bueno se conozca me ha sido sensible y puedo asegurarle que hubiese
conseguido Artigas este pequeño triunfo. Yo espero y todos, que Usted lo
repare, y para que Usted conozca el interés diré lo que he podido alcanzar en
favor de Usted de S. E. el Señor Barón de la Laguna.
S. E. apenas fue instruido, por mí de sus deseos me contestó que había sido
enviado por Su Majestad para proteger las legítimas autoridades, haciendo la
guerra a los Anarquistas, en tal caso considera a Artigas, y como autoridad
legítima de la Provincia de Entre Ríos a Usted. Por consiguiente, para llevar a
efecto las intenciones de Su Majestad me previene que avise a V. Q. están
prontas sus tropas para auxiliarlo, y apoyarlo como le convenga, y para esto
puede Usted mandar un oficial de confianza, con credenciales bastantes al
Rincón de las Gallinas, donde se hallará el General Saldaña, con quien
combinará el punto o puntos por donde le convenga hacer presentar fuerzas e
igualmente la clase de movimientos que deben hacer.
Usted persuádase que los deseos de Su Excelencia son que Usted acabe con
Artigas y para esto contribuirá con cuantos auxilios están en el Poder.
Con respecto a que yo vaya a ayudarle, puedo asegurarle que lo conseguiré,
advirtiéndole que debo alcanzar antes permiso Especial del Cuerpo
Representativo de la Provincia para poder pasar a otra, más tengo fundadas
esperanzas de que todos los Señores que componen este Cuerpo no se opondrán a
sus deseos ni los míos cuando ellos sean ultimar al tirano de nuestra tierra.
No deje Usted de continuar dándonos sus noticias, mucho nos interesa la
suerte de Entre Ríos; para que Usted le asegure una paz sólida a estos señores
S. E. el Señor Barón y yo trabajaremos.
En todos casos quiera contar con la amistad de su atento Seguro Servidor y
amigo Q. B. S. M. (Firmado) Fructuoso Rivera”
Nótese, dice
Gabriel O. TURONE en el trabajo que cita de VERA [40]
que, en la segunda de las cartas, Fructuoso Rivera le hizo saber a Francisco
“Pancho” Ramírez que, al tiempo que debía destruir a Artigas, el Barón de la
Laguna iba a brindarle su apoyo. Pero, ¿quién era el Barón de la Laguna? Un
general portugués llamado Carlos Federico Lecor, el mismo que, habiendo
derrotado a Artigas en 1817, obtuvo el favor de los orientales de levita para
hacer de la Provincia de la Banda Oriental un ‘protectorado’ de la corte
imperial de los Braganza. Las pruebas, están a la vista.
En realidad,
estas cartas se pueden leer en los trabajos de Eduardo Salteraín y Herrera “Rivera, caudillo y confidente” (1945) y
“Lavalleja” (1957), así como también
en las misivas referidas en el libro de Juan Bautista Silva en “Rivera Político” (1949). Con
anterioridad a estas publicaciones, encontramos el trabajo del historiador
correntino Hernán F. Gómez “Corrientes y
la República Entrerriana” (1929).
Pocas veces
ha quedado documentada una perfidia como la expresada por Rivera en sus sendas
cartas a Ramírez. Rodeaba sus palabras
de halago para con el soberbio y ególatra caudillo entrerriano, señalándole
directamente la necesidad de eliminar a Artigas y exponiendo que para lograrlo
el Imperio brasileño iba a colaborar –cuando no- monetariamente.
Leonardo
CASTAGNINO[41]en
su enjundioso trabajo trata también sobre el tema y lo resume perfectamente: “Ramírez y López eran lugartenientes de Artigas en la Liga de Pueblos
Libres. Los ejércitos federales avanzan sobre Bs.As. Una de las exigencias de
Artigas era que Bs.As. colabore para desalojar a los portugueses de la Banda
Oriental. Los Federales derrotan a los
porteños en Cepeda 1920, pero en las negociaciones los porteños lo envuelven a
Ramírez, haciéndole creer que iba a ser el jefe supremo de la Confederación. Y
Ramírez, que era un orgulloso egocéntrico, cayó en las redes diplomáticas
porteñas.
Firman el tratado de Pilar (Bs.As.,
Santa Fe y Entre Ríos) e ignoran a la Banda Oriental. Nada dicen de Artigas ni
de la ayuda para desalojar a los portugueses de la B.O.
Artigas se lo recrimina a Ramírez, y
éste le contesta airadamente. Termina en el enfrentamiento de ambos. Artigas lo
acusa, justamente, de traición. Artigas es derrotado y se exilia en Paraguay.
Liberados de Artigas, los porteños
se las ingenian para enfrentar a Ramírez con Estanislao López, que lo derrota y
le corta la cabeza. Es un ejemplo más de las intrigas de porteños liberales y
masones”.
Con
sencillez, pero con toda claridad nos muestra el historiador mencionado ese
juego de traiciones de unos contra otros…y como bien nos dice, no es de
extrañar todo ello si tenemos en cuenta que la Masonería rioplatense y
extranjera era parte interesada en los hechos que sucedían en nuestra tierra.
¿Que
debiera haber hecho Artigas? Uno se pregunta. UMPIERREZ[42] dice que “Después de Cepeda, el 1º de febrero de
1820, Artigas debió entrar en Buenos Aires y extender los Pueblos Libres por
todo el territorio occidental; Con los recursos de Buenos Aires, arrojar de la
Banda Oriental a los portugueses; y erigirse él desde Buenos Aires (al fin y al
cabo, centro geográfico del Plata) en Jefe o Protector de la agrandada
Federación. Ayudar a San Martín y tenderle la mano a Bolívar, Otra seria la
historia americana entonces. Pero no fue así. Ocurrió (culpa de los de afuera más
que de José Miguel Carrera, o de la logia porteña, o de las ambiciones de
Ramírez) la baja traición del Pilar y se eliminó a Artigas y a la Provincia
Oriental de la argentinidad. Es decir, se le eliminó la posibilidad de integrar
la unión Hispanoamericana”.
Del mismo modo que venimos
recorriendo los hechos desgraciados sucedidos a Artigas, relatados por
prestigiosos historiadores de la Banda Oriental, desde la Banda Occidental del
río Uruguay, Norberto Jorge CHIVILÓ[43],
en el mejor periódico impreso y digital que se publica actualmente en la ciudad
de San Martín, Provincia de Buenos Aires República Argentina, “El Restaurador”,
en su ejemplar de
Marzo 2020 (Año XIV - N° 54) hace
un estudio resumido del derrotero de Artigas desde sus inicios hasta su caída final,
concordante con los autores mencionados.
Allí menciona que “Casi en paralelo con la declaración de
nuestra independencia, se produjo la invasión a la Provincia argentina de la
Banda Oriental, por parte de fuerzas portuguesas gran parte de las cuales eran
veteranas de las guerras napoleónicas, al mando del general Carlos Federico
Lecor, con el objetivo de ocupar ese importante territorio y dominar una de las
márgenes del Plata, objetivo que habían perseguido durante tres siglos y que
los había enfrentado con la corona española. Montevideo fue ocupada el 20 de
enero de 1817, finalizando la guerra tres años después con la derrota
definitiva de Artigas en Tacuarembó el 22 de enero de 1820 y la anexión de la
Banda Oriental al Reino de Portugal, Brasil y Algarves, como Provincia
Cisplatina. Las únicas fuerzas que hicieron frente a esa invasión fueron las’
artiguistas’, sin recibir ningún aporte del gobierno de Buenos Aires. El
comportamiento del Directorio en esas circunstancias fue deplorable. El
entonces Director Supremo Pueyrredón, no solo no declaró la guerra por esa
agresión a una provincia argentina, sino que se mantuvo inactivo, “neutral”, y
no solo eso sino que guerreó entre 1817 y 1819, contra Santa Fe, Entre Ríos y
Corrientes que formaban parte de los “Pueblos Libres”, con resultados adversos
para los ‘directoriales’ pero que impidieron que aquellos pueblos pudieran
concurrir en auxilio de los orientales, por lo cual podemos decir que esa
invasión portuguesa contó con la complicidad de las autoridades de Buenos
Aires, quienes de esa forma quisieron terminar con la influencia de Artigas en
el litoral, todo ello a costa de la pérdida de un importante territorio
argentino, que se perderá definitivamente años después.
Podemos
decir que prácticamente desde el momento en que se produjo la Revolución de
Mayo, surgieron dos tendencias: una centralista, con características
monárquicas y aristocráticas que daba preminencia a Buenos Aires sobre el
interior, pretendiendo seguir siendo el centro unitario del poder como lo había
sido durante el Virreinato y seguir gobernando a las provincias, incluso
designando a sus autoridades, que derivó posteriormente en el unitarismo y otra
de tendencia republicana, que bregaba por la autonomía de los pueblos del
interior de darse sus propias autoridades y que no aceptaron el predominio que
sobre ellas pretendían los hombres de Buenos Aires y que derivó en el
federalismo. Con la incorporación a la Primera Junta de los diputados del
interior que derivó en la Junta Grande parecía que la segunda tendencia se
impondría, pero posteriormente y sobre todo a partir de la creación Triunvirato
y después del Directorio, las tendencias aristocráticas, pro-monárquicas y
unitarias y más aún con el dictado de la Constitución de 1819, la tendencia
varió.
Los
enfrentamientos entre centralistas y federalistas se fueron acentuando con el
paso del tiempo. El rechazo de los diputados del litoral por parte de la
Asamblea del año XIII acentuó el conflicto.
Batalla de
Cepeda y caída del Directorio
El gobernador
de Santa Fe, Estanislao López y el entrerriano Francisco Ramírez, lugarteniente
de Artigas habían proclamado que “el general Artigas por el clamor de los
pueblos nos manda a exigir del Directorio... la declaratoria de guerra contra
los portugueses... y el establecimiento de un gobierno elegido por la voluntad
de las provincias, que administre por base el sistema de Federación”.
Declararon la guerra al Directorio y marcharon sobre Buenos Aires. El Director
Supremo general Rondeau, salió al encuentro de los que llamaba “anarquistas”,
siendo derrotado el 1° de febrero de 1820 en Cañada de Cepeda, cercano al
límite entre las dos provincias, en un combate que duró menos de diez minutos,
provocando ello la caída del Directorio y la disolución del Congreso Nacional,
aquél que, en la ciudad de Tucumán, tres años y medio antes había declarado la
Independencia. En esta batalla triunfó el federalismo litoraleño y así el país
entró en una etapa que podemos llamar “federal”.
Buenos Aires
recobra su autonomía El día 16 los vecinos de Buenos Aires en un Cabildo
Abierto, designaron una Junta de Representantes, que nombró a Manuel de
Sarratea como Gobernador de la provincia. Esta Junta será de ahí en más la
Legislatura provincial. De esta forma Buenos Aires recobró su autonomía y las
Provincias Unidas dejaron así aunque más no fuera en los papeles de tener un
poder central con asiento en Buenos Aires que fue el Directorio. De esta forma
las provincias recobraron su autonomía, algunas de las cuales habían declarado
su “independencia”. También muchas ciudades secundarias, en ejercicio de sus
derechos se independizaron a su vez de sus capitales, para formar nuevas
provincias, como por ejemplo Santiago del Estero que se separó de Tucumán, La
Rioja lo hizo de Córdoba, San Juan por un lado y San Luis por el otro también
se separaron de Cuyo”.
Finaliza CHIVILÓ refiriendo que “El Tratado del Pilar - Ascensión de
Ramírez y ostracismo de Artigas - El 23 de febrero de 1820, en la capilla del
Pilar, se firmó el tratado homónimo entre Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos,
comprometiéndose a la elección de diputados a un congreso para la organización
de un estado bajo el régimen republicano y federal, asimismo establecía la
libertad de navegación de los ríos Paraná y Uruguay, por parte de estas tres
provincias. También se pactó que para el caso que el Litoral fuera atacado por
los portugueses, Buenos Aires, iría en su ayuda. En este tratado
interprovincial, es el primero en el que Buenos Aires aparece como una
provincia más, que entra en negociación con otras, pero sin atribuirse ninguna
otra representación, para procurar la unidad nacional bajo la forma federal
como era querido por Artigas. El tratado fue firmado por Ramírez como
“gobernador” de la provincia de Entre Ríos, cargo que se auto-confirió después
de esa victoria, desconociendo así la autoridad de Artigas, lo que provocó que conocido
el texto por éste, encontrándose en Corrientes después de la derrota de
Tacuarembó y viendo también que en esa convención no se hacía mención a la
reconquista de la Banda Oriental como lo había querido como condición necesaria
para la firma de un tratado de paz, consideró que su subordinado lo había
traicionado, lo que provocará el distanciamiento de estos dos hombres. En
consecuencia, Artigas no aceptó el Tratado y ello provocó la guerra con su
ex-subordinado Ramírez. Con sus fuerzas invadió Entre Ríos y derrotó a Ramírez,
quién poco tiempo después y con ayuda porteña, se rehízo y vencerá
definitivamente a Artigas, quien, abandonado también por otros subalternos
pasados a los portugueses, se retiró al norte, hacia el Paraguay, donde vivirá
asilado hasta su muerte ocurrida en 1850. Con el exilio de Artigas, Ramírez
dominó ya toda la Mesopotamia”
Veamos el derrotero
de Artigas desde que entró al Paraguay hasta sus días finales de vida.
Dice lacónicamente VIGNALE[44]“Artigas superado en sus esfuerzos, tomó el camino del exilio para
llamar a las puertas del Paraguay fraterno, que, bajo la mirada vigilante de
Gaspar Rodríguez de Francia, defendía celosamente la independencia proclamada
en 1811 y cerraba el paso a la anarquía interna que devoraba a las provincias
del Plata”.
En apretada síntesis, en 1820 Artigas vivió
poco tiempo en Asunción, y luego entre 1821 y 1845 en la Villa de San Isidro
Labrador de Curuguaty, donde por su estilo de vida mereció el nombre de “Padre
de los Pobres”. Sumido en la pobreza, soledad y olvido de los demás, pero no de
ese pueblo donde vivió 25 años y hasta hoy en día se lo recuerda con cariño,
amor y devoción.
Finalmente se trasladó a Ibiray, Asunción, en
1846 donde vivió en una casa que le construyó el Presidente Carlos Antonio
López, hasta el día de su muerte en 1850.
¿Cómo fue su derrotero?
El día 20 de agosto
de 1820 Artigas había solicitado a Gaspar de Francia autorización para entrar
en el Paraguay. Una vez que la obtuvo, marchó hacia Asunción acompañado por 20
de sus hombres. Allí, Francia lo acomodó
(o lo recluyó, no se sabe bien) en uno de los mejores y más lujosos lugares de
Asunción: el Convento de la Merced, brindándole ropa y todo lo necesario, en
prodigalidad, pero sin dejarle ver a nadie.
No queda muy claro si
Artigas estaba allí en calidad de huésped honorable o prisionero encubierto
tras una lujosa estancia. Igualmente, Artigas no podía hacer mucho.
¿Qué pensaba Francia
de Artigas? ¿Cuáles eran sus intenciones respecto del Protector caído en
desgracia?
Zorrilla de San
Martín citado por TRAIBEL[45] describe o intenta
describir esas intenciones:
“¿Era
temor? ¿Admiración? ¿Simpatía? ¿Compasión por dicha? -El caso es que Artigas
fue el único ser humano que logró sacudir aquel corazón de piel durísima,
cerrado a todo afecto. Pero siempre será aventurado afirmar en qué sentido”
TRAIBEL[46] nos da una semblanza de
las presuntas intenciones de Gaspar de Francia respecto del Protector de los
Pueblos Libres, Artigas, quien ya no era ni ‘Protector’ ni existían ‘Pueblos
Libres’ a los cuales pudiera dirigir. Decimos ‘presuntas intenciones’ porque de
sus actos y escritos no queda muy clara la tendencia final de Francia sobre el
tema. Hay más preguntas que respuestas.
“La
correspondencia y los actos del dictador, llenos de contradicciones nada
aclaran. En el proceso contra Manuel Cabaña en 1822 se dicen de Artigas las
peores cosas y en un documento del mismo proceso ya en 1833, Francia se
expresaría con desprecio burlón del héroe y haría caudal de lo gastado en
vestirlo y cuidarlo. Por otra parte, en un largo oficio a uno de sus
comandantes fronterizos, se expresaba en los términos más duros para la
traición de Francisco Ramírez y compara la situación de Artigas con la de
Bonaparte, cuando «se refugió en su última desgracia entre sus enemigos los
ingleses”.
“Artigas
intentó, en forma reiterada, entrevistarse con Francia, pero esto nunca le fue
posible y tres meses corridos de su llegada a Asunción era enviado a un pueblo,
el más alejado de todo contacto exterior del Paraguay: San Isidro del Labrador
de Curuguaty en donde recibiría rancho y tierra, una pensión mensual que más
tarde se olvidaría y con el tiempo los instrumentos de labranza necesarios para
que, con los; dos criados que se le devolvieron, pudiera cultivar su pequeño
campo”.
“Para
llevarlo bajó a Asunción el comandante de San Isidro y con él marchó el
Protector de los Pueblos Libres a su destierro al "lugar remoto, el de
menos comunicación con el resto de la República", a más de cuatrocientos
kilómetros al noroeste de Asunción, a través de selvas, sierras y campos
intransitables, sola-mente cercano a la frontera del Portugal, enemigo.”
“… y
bien ¿cuál es el misterio de la entrada de Artigas al Paraguay? ¿Fue buscando,
acosado, el único refugio posible de la implacable persecución de Ramírez y sus
adláteres, o por el contrario, indomable en la adversidad, quiso en una
entrevista con Francia obtener el poderoso aliado con el que volver sobre el
tránsfuga?”
“Como
nunca apareció la nota remitida por Artigas, al dictador, al solicitar la
entrada al país, no nos queda, por ahora, sino la posibilidad de buscar en una
interpretación más o menos acertada la explicación de la incógnita”.
“Es
indudable que Artigas quiso hablar con Francia y se lo impidieron, Es cierto
también que desde1820 hasta 1841, fue prácticamente un prisionero. Si tenía
planes, a éstos los anuló el tiempo, si quería asilo, lo recibió con
generosidad, teniendo en cuenta hombres y épocas”.
“La
mayor parte de los escritores que han opinado sobre el punto sostienen que Artigas,
que buscó la alianza de Francia, solamente halló el confinamiento forzado”.
“No hay
bases serias ni para esta ni para la otra interpretación, no es la finalidad de
este breve estudio intentar una mejor explicación los testimonios de algunos
contemporáneos coinciden en lo fundamental: "Artigas tenía 61 años y en la
tranquilidad del retiro se mostró trabajador y humano, cultivó la chacra, fue
el padre de los pobres en su distrito y sirvió de ejemplo a todos con su
excelente conducta".
El 24 de noviembre de
1820, en Gualeguay, Ramírez fue elegido como Jefe Supremo de la República de
Entre Ríos, que comprendía todo el territorio de la Mesopotamia (Entre Ríos,
Corrientes y Misiones) y por ello es conocido como el “Supremo Entrerriano”.
Mientras tanto, en Buenos
Aires, la Junta de Representantes eligió como nuevo gobernador a Martín Rodríguez.
El mismo día que
Ramírez fue elegido Gobernador (24 de noviembre de 1820), en la estancia de
Benegas, situada junto al arroyo del Medio, que es el límite entre Buenos Aires
y Santa Fe, los gobernadores de ambas provincias, Rodríguez y López, firmaron
la paz por el Tratado de Benegas,
gracias a las excelentes gestiones pacificadoras realizadas por el gobernador
cordobés Bustos y Juan Manuel de Rosas.
Dicho Tratado disponía la reunión de una Convención General en Córdoba.
En
este acuerdo fue dejado de lado el gobernador Ramírez, lo que dio inicio al
enfrentamiento posterior entre Santa Fe y Entre Ríos.
El Tratado dejaba
solo a Ramírez en su empeño para liberar la Banda Oriental, y anulaba varias de
las disposiciones del Tratado del Pilar. Por ello, el Supremo le
escribió a Martín Rodríguez exigiéndole el envío a Entre Ríos del armamento y
las tropas que se habían acordado en el Tratado de Pilar.
Pero
tanto Rodríguez, como Bustos, y el propio López que había acordado con Buenos
Aires, le dieron la espalda a Ramírez, al igual que Bustos en Córdoba.
Desengañado,
Ramírez decidió alzarse en armas nuevamente contra Buenos Aires y contra
Estanislao López, quien luego de varias batallas lo derrotó y lo persiguió
hasta que finalmente fue muerto por sus soldados el 10 julio de 1821.
La ‘República de Entre Ríos’ no
sobrevivió a Ramírez (ya lo intentaría Urquiza por los años 1850 y 1851). Por
un corto tiempo lo sucedió su medio hermano Ricardo López Jordán, pero el coronel
Mansilla se levantó en su contra el 23 de septiembre de 1821 y se hizo erigir
como gobernador. Esa noticia provocó la recuperación de la autonomía de la
provincia de Corrientes y a fines de octubre José Ricardo López Jordán se
exiliaba en Paysandú.
Entre Ríos se unía de este modo a Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires. La República
efímera de Entre Ríos fue dada por muerta.
Teniendo
en cuenta lo mencionado, podemos señalar que algunos historiadores sostenían
que la intención de Ramírez era formar una República independiente y soberana
junto a Corrientes y Misiones. Otros sostenían que no era así, que no pretendía
ser un país soberano, sino una provincia federal autónoma y en igualdad de
condiciones que las demás, conformando la pretendida Confederación, sin estar
subordinada al centralismo porteño.
El
25 de enero de 1822 se
firmó el Tratado del
Cuadrilátero, entre representantes de las provincias argentinas de Buenos
Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, que convocaba un nuevo Congreso en
Buenos Aires. El tratado buscaba ser un pacto ofensivo-defensivo entre las
provincias firmantes ante un ataque luso-brasileño desde la Banda Oriental,
algo considerado como muy probable.
También
quería establecer la paz luego de la derrota del caudillo entrerriano Francisco
Ramírez, quien en 1821 había invadido, sin éxito, Santa Fe y Córdoba, para
evitar que se repitiese una situación como esa. El Gobernador Bustos, de Córdoba,
fue dejado de lado en este acuerdo, lo cual parece una especie de traición a
quien había sido el artífice y mediador en el Tratado de Benegas entre
Estanislao López y Martín Rodríguez, a la sazón Gobernador de Buenos Aires.
En fin, la estrategia del Puerto de
Buenos Aires se realizaba con el sistema de las complicidades sucesivas. Cómo
puede verse en este pequeño resumen la historia rioplatense es un compendio de
traiciones de unos aliados con los otros: Ramírez, Estanislao López, Bustos,
Mansilla, Martín Rodríguez, etc. Sólo Artigas salió indemne de esto siendo fiel
a sus hombres y a su lucha hasta el fin de sus días.
Mientras
tanto, el más grande
caudillo argentino meditaba en la selva la quimera de su Nación infortunada….
Hagamos
un alto aquí.
Entendemos
que había en Artigas, en su silencio durante añares, en su trabajo cotidiano,
en su conducta, una resignación dolorosa que paliaba en su trato cotidiano con
el pueblo pobre y humilde que lo tenía como un padre.
En
lo atinente a poder vislumbrar si era un prisionero encubierto (estaba obligado
a permanecer en ese pueblo, no podía ir y venir por el territorio paraguayo a
su voluntad) o un simple y libre exiliado empobrecido, nos hace recordar –‘mutatis mutandi’- al exilio de Juan
Manuel de Rosas en Southampton en los años venideros. No se sabía si era un simple exiliado a quien
acogió la hospitalidad británica o era un exiliado en una ‘jaula de oro’ donde
parecía que disfrutaba de total libertad cuando en realidad al Imperio
Británico le convenía tenerlo cerca para que no se le ocurriera volver al poder
en la Confederación. Alguien dijo alguna vez que a los amigos convenía tenerlos
cerca, pero a los enemigos, aún más…
Artigas
vivió en una casa de cuatro habitaciones que construyó con sus propias manos, a
10 cuadras del centro de la población.
Pero
algo sucedió de improviso.
Sigue
diciendo TRAIBEL[47]:
“El 20 de setiembre de 1840 muere Gaspar
Rodríguez de Francia, el poder lo asumen las más altas dignidades militares de
aquel país … La primera providencia, antes de enterrar al Supremo antes de
pensar en otra cosa por urgente que fuera: "Ponga la persona del bandido
José Artigas en seguras prisiones", le escribían el mismo día al
comandante Gauto de Curuguaty.
“Artigas, solo en el medio del campo ya anciano, fue
encarcelado, engrillado, como un vulgar delincuente.
“Seguía despertando una mezcla de odio, temor y miedo en los
usurpadores y tiranos. Pero por suerte para él, la anarquía dura alrededor de 6
meses, hasta el 12 de marzo de 1841. Queda liberado y ya con Carlos Antonio
López en el poder. Otro ambiente se respira en la nación guaraní”.
Se
le ofreció a Artigas volver a su Patria. Varias misiones de diplomáticos
Orientales se acercaron para convencerlo, mientras le enviaban dinero y ayuda
de todo tipo. Pero ¿tiene ya Patria el otrora Protector? Él piensa que no y no
quiere volver. Piensa en voz alta TRAIBEL: “¿Causa?
¿No son bastantes veinte años de vida para arraigar a un hombre de setenta y
siete en un lugar?”.
Luego,
sus condiciones de vida mejoraron y mantenía un buen trato con Carlos Antonio
López y toda su familia quienes querían al viejo patriarca.
Finaliza
TRAIBEL[48]
relatándonos los últimos tiempos de Artigas.
“En marzo de 1845 vivía aún Artigas en Curuguaty, cuando López ahora gobernante
singular, lo manda llamar «a la brevedad posible" por haberse «acordado de
él para instructor de un ejército de la República”. Vuelve a vivir en Asunción
en una vida más cómoda.
“El Paraguay, luego de los 25 años de Gaspar Rodríguez de
Francia, vivía una crisis de dirigentes, que Carlos Antonio López quería
superar, echando mano a todos los recursos.
“Muy seguramente, la presencia de Artigas octogenario haya
hecho desistir a López de su ofrecimiento, pero lo principal se había ganado
para la historia al romperse el aislamiento de Curuguaty.
“El patriarca entraría nuevamente en contacto con el mundo
hasta él se acercarían voces amigas y un hijo, que pasaría dos meses a su lado.
“Finalmente, el día 23 de Septiembre de 1850, 30 años después
de haber entrado en el Paraguay, fallece y es enterrado en el Cementerio
General de la Recoleta en Asunción”.
Carlos IBARGUREN[49] nos presenta una pintura
exacta de los últimos días del Protector de los Pueblos Libres, allá en la
selva paraguaya, según testigos presenciales de su muerte.
“José Gervasio
Artigas, refugiado en el Paraguay después de Tacuarembó, vernáculo precursor
del Federalismo —en cuyo ejemplo habría de inspirarse don Juan Manuel—, tenía
86 años cuando entregó su alma a Dios, en la tarde del 23 de septiembre de
1850.
El mejor de sus
apologistas, el más talentoso de sus biógrafos, don Juan Zorrilla de San
Martín, nos relata con palabra veraz y emocionada los últimos momentos del
anciano, tomados de la versión directa de un testigo presencial, relato éste
que hace varias décadas le dejara escrito el Obispo en Asunción, Monseñor
Fogarín. He aquí, en escueto resumen, la transcripción de que hago
referencia:
“Cuando la enfermedad
de Artigas se agravó, manifestó deseos de recibir los últimos sacramentos... En
los momentos en que el sacerdote iba a administrarle el Santo Viático, Artigas
quiso levantarse. La encargada del aderezo del Altar le dijo que su estado de
debilidad le permitía recibir la comunión en la cama a lo que el General
respondió: «Quiero levantarme para recibir a Su Majestad». Y ayudado de los
presentes, se levantó, y recibió la comunión, quedando los muchos circunstantes
edificados de la piedad de aquel grande hombre... El General, después de
recibir el Viático, había quedado tendido en su pequeño catre de tijera y
lonjas de cuero; en la semi-obscuridad se distinguía el crucifijo colgado en la
pared sobre su cabeza blanca, tan blanca como los lienzos del pequeño altar en
que brillaban los dos cirios inmóviles... El silencio se prolongaba, el
silencio de la enorme proximidad. Las respiraciones se contenían: las miradas
estaban concentradas en aquella cara aguileña, no muerta todavía. Artigas, que
tenía los ojos cerrados, los abrió de pronto desmesuradamente. Causaba espanto;
parecía muy grande. Se incorporó, miró a su alrededor... ¿Y mi caballo?, gritó
con voz fuerte e imperiosa. ¡Tráiganme mi caballo!... Y volvió a acostarse...
Sus huesos, ya sin alma, quedaron tendidos a lo largo del catre”.
*
Ahora
bien, ¿Quién era Artigas? ¿Qué queda hoy de él, de su ideario, de su lucha?
¿Cuál era su patria?
En
1820 el ‘Protector de los Pueblos Libres’ había sido física y
militarmente derrotado y raleado de su tierra. Pero sus ideas y su concepto
hispanoamericano de la ‘Patria Grande’ se hicieron carne en su pueblo y en
otros líderes que bien lo conocían. Su ideario estaba vivo en sus oficiales y en
sus soldados también…
Como bien apuntan muchos historiadores
Orientales Artigas no fue un prócer de la independencia de Uruguay (eso sería
empequeñecerlo como soldado y pensador), fue mucho más que eso. Fue el más
firme defensor en la lucha para que no se desmembraran las Provincias Unidas
del Rio de la Plata y se le pagó con el destierro de por vida al Paraguay,
muriendo en la pobreza y la soledad, pero con su humildad y gallardía intactas.
El sentido continental de Artigas, de su
‘Patria Grande’ y el sentido geopolítico que tenía demuestran que se adelantó
en muchos años a otros.
Vamos a dejar hablar sobre el tema a
reconocidos autores de la Banda Oriental.
Milton ACOSTA[50] nos comenta su modo de
sentir y pensar, similar a muchos revisionistas Orientales, respecto a la
Patria Grande enfrentando a los propulsores de la Patria Chica. Y nos dice, con
un destello de ironía sumamente gráfica pero detallada, que “A menudo cuando respondo a la pregunta
“¿Nacionalidad?” con un seguro y categórico “Oriental”, se me quedan mirando.
Me sucedió en Miami y al menos dos veces. Los funcionarios de Migración
observan el pasaporte y señalan: “Usted no es oriental, es nacido en Uruguay, y
por tanto uruguayo”. ¿Cómo le explico al funcionario que “Uruguay” es un río y
a mí me tocó nacer y vivir en su margen oriental y no dentro, en un islote o
banco de arena? Por otra parte, mi país se llama así -República Oriental del
Uruguay- y no República Uruguaya. Parecería que “orientales” sólo podrían
provenir de Asia y seguramente entre quienes viven en el Oriente –que tampoco
es una nación, sino muchas- los hay tan occidentales como los sirios y
libaneses, céntricos como los indios y decididamente orientales como los
japoneses y coreanos”.
Lo mismo dice Celio RIET[51] trayendo al presente a
ese Oriental y patriota que fue Juan Zorrilla de San Martin quien decía que
había que ‘Orientalizar’ a la juventud y así traer al presente el espíritu de
Artigas en su verdadera dimensión americana y continental. RIET hace hincapié
en que el pueblo Oriental “con sus
muertos atrincheró a la Patria, defendiéndola contra el poder de dos imperios.
Pueblo que, harapiento y desangrado, aun tuvo espíritu suficientemente fuerte
para hacer la ‘Leyenda de los 33 orientales’, porque tenían el espíritu de
Artigas”. -
Retornando a ACOSTA, veamos antecedentes. “Los pueblos del antiguo Virreinato del Río
de la Plata luego que comenzaron su gesta independentista, honraron a don José
Artigas con el título de “Jefe de los Orientales”. Nunca he podido sorprender
un documento firmado por este con otro título que ese, al que amaba más que al
bien ganado de “General”. Nunca se nos menciona en ellos como uruguayos o como
habitantes de la provincia del Uruguay en el caso que ésta hubiese alguna vez
existido; siempre se nos designa “Orientales”. Las célebres Instrucciones de
1813 son dirigidas por el caudillo “Al Pueblo Oriental”; en su nota al tiempo
de la invasión portuguesa a esta banda dice: “No venderé el rico patrimonio de
los orientales al vil precio de la necesidad”.
Entonces, desde 1811
a 1830 fuimos tan sólo eso: Orientales. Los portugueses nos rebautizaron como
“cisplatinos” porque nuestro territorio está ubicado -para ellos, que venían desde
el Brasil- de este lado del Río de la Plata; pero ni bien se volvió a la
normalidad volvimos a ser lo que con Artigas: orientales.
Volviendo a nuestro Artigas, es citable un trabajo extenso y sesudo de
CHIVILÓ[52] que describe
puntillosamente toda su larga y tortuosa existencia desde sus inicios como hijo
de una familia patricia de Montevideo hasta su triste destierro y muerte en el
Paraguay en la pobreza franciscana, pero altiva y orgullosa, que lo acompañó en
el medio del monte y selva.
Artigas, a no dudarlo, fue el primer argentino de una Argentina
insertada en la Patria Grande que soñó el Protector de los Pueblos Libres. Su
testamento comienza con “Yo, don José
Gervasio Artigas argentino de la Banda Oriental”.
Más adelante, vamos a analizar a qué se refería Artigas con el término
de ‘Argentino’.
Vimos como peleó contra los
españoles, contra los unitarios secesionistas de la Banda Oriental, de
Corrientes, de Entre Ríos, de las Misiones y contra los portugueses y
brasileños después. Contra todos aquellos que como sanguijuelas intentaban
desmembrar a las Provincias Unidas del Rio de La Plata.
“Artigas –sigue diciendo
CHIVILÓ[53]- fue argentino hasta el último día de su vida. Fue forjador de la
nacionalidad argentina y debe ser considerado uno de los Padres de la Patria.
La actitud de Artigas nunca fue separatista, sino todo lo contrario, fue
integrador en el contexto nacional de las Provincias Unidas del Río de la
Plata. Las veces que le fue propuesto la constitución de una Banda Oriental
independiente de sus hermanas de la otra orilla, siempre la rechazó; y expresa
para que no queden dudas en julio de 1815 que “La Banda Oriental del Uruguay entra en el rol para formar el Estado
denominado Provincias Unidas del Río de la Plata. Cuando en su exilio se
enteró de la declaración de la independencia uruguaya de 1830, exclamó “Mi
Nación ya no tiene a mi Provincia” y “Yo ya no tengo patria”.
El
historiador uruguayo, Eduardo ACEVEDO[54], opina: “Artigas
fue un enemigo de la independencia de los orientales. Lo que propugnaba era el
federalismo de las Provincias del Río de la Plata”.
En
el panel desarrollado en la última Feria del Libro de Buenos Aires, el
historiador uruguayo Lincoln MAIZTEGUI CASAS[55] afirmó: “Artigas
debe ser el único prócer que no estuvo de acuerdo con la creación de su propio
país… Nunca quiso la separación de las Provincias Unidas y esa fue su lucha
hasta el último día, mantener la integración de los pueblos y apostar por la
unidad regional. Fue un importante sostenedor de la unidad nacional de los
territorios que habían conformado el Virreinato, repudiando la dominación
española y oponiéndose a la intervención portuguesa…”.
También
Guillermo VÁZQUEZ FRANCO[56] ha defendido la
Argentinidad de Artigas.
“Es un disparate
considerar a Artigas como el fundador de la nacionalidad uruguaya. Incluso
muere como argentino. Fue argentino. Luchó como argentino y murió como
argentino. Le ofrecieron la separación de la Provincia Oriental, junto con
Corrientes y Entre Ríos. Y lo rechazó. Cuando en Paraguay se entera de la
Convención Preliminar de Paz, dijo: ‘Ya no tengo patria’. Artigas es un
argentino. Pero como nos apropiamos de Carlos Gardel, nos apropiamos de
Artigas”.
“El 25 de agosto [de 1825] lo que se inicia –sigue diciendo
Vázquez Franco - es el último período de
reunificación nacional, que corre entre esa fecha y 1828, cuando viene la
amputación de la provincia (Oriental) por la Convención Preliminar de Paz. El
25 de agosto se aprueba la ley [sancionada por el Congreso de la Florida] que reclama para esta provincia su
condición de argentina, y dos meses después, el 25 de octubre, el Congreso
Federal Constituyente reunido en Buenos Aires ratificó la reunificación,
aceptando o confirmando la reunificación de la Provincia Oriental a las
Provincias Unidas del Río de la Plata "a las que siempre ha pertenecido y
por derecho quiere pertenecer". Eso es lo que dice la ley del 25 de
octubre (de 1825). Lavalleja comunica por bando, como se comunicaban las cosas
en aquella época, que ha sido reincorporada la provincia a "la gran nación
Argentina". Lo dice eufórico”.
Debemos
tener presente que cuando decimos ‘Argentina’, en aquellos venturosos tiempos,
no nos referimos a la República Argentina disminuida como hoy la conocemos,
sino al originario del Río de la Plata (‘argentum’), rioplatense.
Sobre
el tema se expresa claramente el autor Gerardo CAETANO[57] “argentino" en 1810 quería decir "rioplatense” […] La proclama del 19 de Abril de 1825 se inició con la convocatoria a
los "argentinos Orientales". […]
“En realidad, lo que
Lavalleja señalaba en ese momento aparece de manera absolutamente proficua en
la documentación de la época. Se habla mucho de ‘argentinos Orientales’;
inclusive, desde el Paraguay se habla de ‘argentinos Orientales’. Además., hay
notas de [Gaspar] Francia que dicen: ‘en la frontera, si es
argentino Oriental, déjelo pasar’.
“Lavalleja se
consideraba a sí mismo un ‘argentino oriental’. ¿Por qué? Porque la palabra
"argentino" no quería decir lo que quiso expresar después. La palabra
" argentino" significaba ‘rioplatense’. ¿Qué era un ‘argentino oriental’? Un
rioplatense de este lado del río […]”
UMPIERREZ[58] se explaya profundamente
sobre la materia y parte del análisis de la diferencia entre una independencia
confederal y la independencia de una república, para luego referirse a la
injerencia profunda de Inglaterra en la ‘creación’ del ‘Estado-Tapón’ Oriental:
Dice el
autor que “La única diferencia que hay
entre la Independencia de la Provincia Oriental, que proclamó y ejerció Artigas
desde el 13 de enero de 1815, y la Independencia de la República Oriental
reconocida por la Convención Preliminar de Paz de 1828, es que la República no
tiene la posibilidad de confederarse con las demás Provincias, como lo hizo en
el Congreso de Oriente del 29 de junio de 1815 o en la Asamblea de la Florida
del 25 de agosto de 1825. La “elevación” de la Provincia a la condición de
Nación (soberanía absoluta), le impone la obligación de equipararse con los
demás Estados soberanos del planeta. Al mismo nivel de la República Argentina y
de la República del Brasil, a pesar de las notorias diferencias de poderío
relativo. Esta soledad planetaria de la República Oriental siempre fue un
enorme desafío para el Pueblo Oriental, muy costoso en relación a los recursos
y a la población, pero asumido con responsabilidad y determinación.
“La separación nacional de la República Oriental no es
lo que quería Artigas, es cierto, pero no es menos cierto que la palabra
"argentino" nunca cruzó por su cabeza, porque en su época esa palabra
no se utilizaba más que para referirse a los habitantes de Buenos Aires, y no
aparece en ninguno de los documentos Artiguistas. En su tiempo se hablaba de
las Provincias Unidas del Río de la Plata, una idea que unos visualizaban en
formato monárquico, luego como República unitaria, y otros como Confederación
de Provincias soberanas. La imposibilidad de llegar a un acuerdo sobre la
configuración constitucional de las Provincias Unidas fue lo que determinó su
fracaso y el abandono de esta denominación.
“La ‘República Argentina’ como proyecto político
aparece recién con la Asamblea Constituyente de 1825, es el proyecto de
Bernardino Rivadavia, el proyecto unitario, contra el cual se construyó luego
la "Confederación Argentina". Esta última duró hasta el definitivo
triunfo de Buenos Aires, de Bartolomé Mitre, en la batalla de Pavón ocurrida el
18 de setiembre de 1861. Luego de esa batalla, el ejército porteño invade y
ocupa la totalidad de las Provincias Argentinas, derrocando a sus antiguos
gobernadores federales, con la única excepción de Urquiza. En los 10 años
siguientes la República Argentina de Mitre y Sarmiento se consolida a través de
la invasión del Uruguay e imposición del General Venancio Flores como
Presidente, la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, y la última
guerra de exterminio contra los federales que habían sobrevivido (Felipe
Varela, Vicente Peñaloza, Ricardo López Jordán, etc.). En 1880, después de
conquistar la Patagonia y el Chaco, el Gral. Julio Argentino Roca, con ayuda de
Mitre y Sarmiento, termina la obra iniciada por Bernardino Rivadavia, con la
capitalización de Buenos Aires y la construcción del actual Puerto Madero,
íntegramente financiado por capitales ingleses.
“Se dice que la República Oriental del Uruguay es un
invento de Lord Ponsonby, pero se omite decir que, en tal caso, la Argentina
también es un invento del mismo embajador inglés. Cito textualmente el primer
párrafo de la carta que el Embajador Lord John Ponsonby le dirige al Canciller
Vizconde Dudley of Ward el 18 de enero de 1828: "Excmo. Señor: En mi
despacho separado, del 20 de Diciembre último, tuve el honor de someter a V.E.
el esbozo de un proyecto para formar un sistema de federación entre los estados
litorales del Plata y del Paraná, para la seguridad de la libertad del
comercio, desde la boca del estuario hasta el Paraguay y la entrada del Bermejo
en el Paraná; todo a culminarse con la garantía de la Gran Bretaña, como la
piedra central y el poder conservador del sistema."
“El 10 de enero de 1815, las fuerzas rebeldes de José
Artigas triunfan en la batalla de Guayabos contra el ejército “auxiliador” de
Buenos Aires, y el 13 del mismo mes se enarbola la bandera tricolor en
Arerunguá proclamándose y jurándose la independencia Provincial, “absoluta y
respectiva”. Poco después ocurre otro tanto en las Provincias de Corrientes,
Entre Ríos, Misiones, Santa Fe y Córdoba, constituyéndose la Liga de los
Pueblos Libres en el Congreso de Oriente, el 29 de junio.
“El gobierno centralista Directorial de Buenos Aires,
de tendencia monarquista, teme que se generalice la rebelión popular en todas
las Provincias e incluso en la propia Capital.
“Surge, pues, una evidente convergencia de intereses
coyunturales entre España, Portugal y Buenos Aires, todos interesados en
terminar con la Liga de los Pueblos Libres y con su Protector, Artigas. Se
negocia intensamente en las Cortes de Europa y en Rio de Janeiro. Finalmente,
en 1816 y 17 ocurren cuatro eventos significativamente cercanos:
“1º) El 9 de julio, el Congreso de las Provincias
Unidas (sin aquellas que formaron la Liga de los Pueblos Libres) declara la
Independencia, pero, sin perjuicio de ello, se habla de negociar algún tipo de
Protectorado bien fuera de Portugal o del Imperio Británico.
“2º) El 28 de agosto comienza la invasión Portuguesa
de la Provincia Oriental mediante la toma de la Fortaleza de Santa Teresa.
“3º) El 5 de setiembre se produce el matrimonio
simultáneo del Rey Fernando VII y de su hermano Carlos María Isidoro, con sus
sobrinas María Isabel y María Francisca de Braganza, respectivamente, ambas
consortes son Princesas de Portugal, hijas del Regente Juan VI y de su esposa
española Carlota Joaquina de Borbón.
“4º) El 13 de mayo de 1817 se lleva a cabo otro
matrimonio real, esta vez del Príncipe heredero al trono de Portugal, hermano
de las Princesas antes mencionadas, Pedro de Alcántara de Braganza y Borbón (el
futuro Emperador de Brasil Pedro I), con la Princesa María Leopoldina de
Habsburgo, hija del Emperador de Austria, Francisco I.
“Si bien no hay ningún documento que permita suponer
alguna asociación entre los cuatro eventos, o entre algunos de ellos, es
razonable suponer algún tipo de alianza hispano-portuguesa, referida a las
Provincias del Río de la Plata, avalada por el Imperio Británico, por supuesto,
y muy probablemente también por el gobierno de Buenos Aires.
“Artigas derrotado en 1820 se interna en Paraguay y la
Provincia Oriental, ocupada por los portugueses, resuelve en un Congreso de
notables su incorporación al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve con el
nombre de Provincia Cisplatina Oriental, conservando su autonomía respecto del
Reino del Brasil (se había transformado en Reino en virtud de la radicación de
la familia real portuguesa en Rio de Janeiro desde 1808”.
Debemos
determinar, finaliza Umpierrez, que “…en el Río de la Plata, luego de la
independencia de la Provincia Oriental, se consolidó definitivamente la
preeminencia de la Provincia de Buenos Aires sobre todas las demás, debido a su
condición portuaria y comercial prácticamente monopólica, sumada al enorme
desarrollo de la industria del saladero de carne, vinculada a la tradicional
ganadería extensiva”.
Acá
podemos hacer un alto para confrontar dos ideas respecto a los celos y
competencia entre Montevideo y Buenos Aires por el puerto como entrada y salida
de mercaderías.
Julio
SANCHEZ GÓMEZ[59]
dice que “la polémica anti Buenos Aires -que curiosamente no es detectable
en la otra orilla del Río de la Plata-, presente y en algunos casos de forma
abrumadora en las obras citadas y en muchas más, fuertemente penetradas de
prejuicios nacionalistas y que para justificarlos se ven precisados a buscar un
enemigo extremo.
“La
inexistencia de diferencias apreciables entre una y otra orilla del estuario y
las continuas proclamas antes: de 1830 de una parte de la población oriental
-la no brasileñista- en el sentido de formar parte de un todo con las tierras
ultra platenses, incita a muchos de los historiadores a exagerar una rivalidad
que, a la vista de la documentación, no existió en la realidad, al menos por lo
que se refiere a la época colonial ya los primeros tiempos de la República.
“Se
magnifica la invención de " la lucha de puertos " en los tiempos de
la administración española cuando cualquier observación atenta de la
documentación para la época colonial descubre que la relación entre ambos
fondeaderos y entre los grupos de comerciantes de ambos lados del Plata fue
mucho más de colaboración y complementariedad que de oposición [...]”.
En otras
palabras, para el autor había más colaboración y complementariedad entre los
grupos de comerciantes de Buenos Aires y los de Montevideo, aunque se ha
exagerado la rivalidad.
No opina
del mismo modo Vivian TRÍAS[60] y contradice en su
pensamiento lo antemencionado. Cita a Guillermo Stewart Vargas que, según él “es
quien con más lucidez y alarde documental, ha sostenido el criterio de que la
política de Rosas con respecto al Uruguay consistía en mantenerlo en la
anarquía, en un estado de desgarramiento endémico, de modo que no pudiera
cumplir el rol que desempeñara en tiempos de Artigas, cuando sirvió de
vanguardia y sostén, con sus puertos marítimos, al federalismo provinciano
contra la dictadura ‘monoportuaria’ de Buenos Aires. Escribe: "Creía {Rosas}
que toda prosperidad del puerto de Montevideo era prosperidad hurtada al puerto
Buenos Aires; y creía que la más acreditada receta para mantener al Interior
provincial en una sumisa conformidad respecto de la explotación que de la
riqueza nacional practicaba el puerto de Buenos Aires, mediante su monopolio,
consistía en que las provincias vivieran en constante penuria moral y
económica.
“Lo
trágico, sin embargo, radica en la indisoluble unidad con que estas dos
premisas se alojaron en la convicción de Rosas. Queda así a la vista, que en la
misma medida que se afirmaba en la necesidad de matar todos los arrestos
vitales de la provincia, Rosas comprobaba con nuevos fundamentos la competencia
comercial que representaba el puerto de Montevideo {…} esta convicción
lo encerró en el círculo de donde nunca habría de salir y le impuso la
conclusión de que su política tenía que estar orientada, con forzosidad, a
impedir toda prosperidad al Uruguay a los efectos de que su puerto nunca
pudiera ser competidor eficaz del puerto de Buenos Aíres. Anarquizar el Uruguay
se configuró en la norma número uno de la cartilla de su política. Lo logró,
tal como se lo propuso; pero también de añadidura sumió al Río de la Plata en
una convulsión dramática. La guerra se hizo endémica".
Disentimos
con lo comentado en este último párrafo que extrae conclusiones maniqueas, con
tintes clasistas como se dijo arriba, que no existían en aquellos tiempos y que
en realidad se producen recién a fines del siglo XIX.
Entendemos,
como SANCHEZ GÓMEZ, que existía una complementariedad entre los puertos de
Montevideo y Buenos Aires y que, si ambos hubieran podido estar en manos de los
Federales, el acceso a nuestros ríos interiores hubiese quedado definitivamente
en manos soberanas confederadas. Justamente Rosas no iba a querer lo contrario,
según pensaba Stewart Vargas.
UMPIERREZ[61] nos trae, más cercana en
el tiempo, una interesante conferencia que ofrece José María Rosa en la
Facultad de Arquitectura de Montevideo en el año 1960.
Allí se
pregunta el historiador de la Banda Oriental; "¿Cuál era la Patria de Artigas? ¿Era solamente su amada
provincia, su “patria chica” por la que tanto luchó? ¿Era la Liga de los
Pueblos Libres? ¿Eran las Provincias Unidas del Plata? Sí. Todo eso, y algo más
también. Artigas era oriental y por ser muy oriental era muy argentino. (no
hablo de “argentino” como sinónimo de porteño, y pido que se me entienda;
argento es el habitante de las provincias del Plata como lo dice la
etimología). Pero no se detenía allí su idea de patria: por ser muy argentino
era muy americano, muy hispanoamericano.
"Para él su patria era la unión de todas las
porciones de América Española. Unirán en un mismo Estado o Confederación de
Estados, o una misma fraternidad, que para el caso es lo mismo. Lo importante
no es lo formal, sino lo esencial: que haya conciencia de unidad de origen y
unidad de destino…. La América
española era una sola, pese a sus límites administrativos”
Celio
RIET[62] nos dice al respecto que “debemos ubicarnos en aquella época en que
se hablaba de ‘Provincias’ que no significaban distintas Naciones sino
simplemente ‘pagos’ a que pertenecían. Los ‘Orientales’ eran los de la Banda
Oriental integrantes del mismo Virreinato del Rio de la Plata, como los
‘Occidentales’. …recordemos que en aquella época ‘Río de la Plata’, ‘Argentum’,
Argentina’, tenían el mismo significado. Hoy decimos ‘Rioplatenses’. Argentina,
como nación independiente aun no existía. Conviene recordar la proclama de
Lavalleja en la Agraciada: ¡¡ Argentinos Orientales!!, era como si dijéramos
‘Rioplatenses Orientales’.”
Artigas
mientras batallaba contra los españoles sabía –siempre lo supo- que el peligro
venía del Brasil. Y de allí su urgencia para cuidar las fronteras de la
expansión lusitana. No sólo Artigas sino también esos grandes prohombres de la
‘Patria Grande’ que fueron Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, quienes
conformaron junto a Artigas los grandes propulsores, creadores y sostenedores
de la idea de la gran nación hispánica y bioceánica que fueron las Provincias
Unidas del Río de la Plata.
VAZQUEZ FRANCO[63] dice tajantemente que “Brasil es el dueño de la independencia del
Uruguay, lo cual es jurídicamente incorrecto, pero da una idea de que todo fue
patrocinado por Brasil. Argentina perdió una provincia que era suya, como si
hubiera perdido Córdoba o Catamarca. Como si nosotros perdiéramos Cerro Largo o
Paysandú. Argentina pierde presencia, gravitación internacional porque se le
escapa una provincia que no sería la más rica, no sé, pero seguramente la más
estratégica. Porque perdió la provincia que le daba el control del Río de la Plata,
el acceso al corazón de América por la vía fluvial del Paraná y el Paraguay”.
René
Saúl ORSI[64]
manifiesta con claridad meridiana que
“Artigas era un hombre fundamentalmente rioplatense. Ravignani lo expresa con
rasgo certero al sostener que ‘nosotros debemos considerar a Artigas como
caudillo argentino ubicándolo en el proceso argentino como se ha hecho con
Quiroga en La Rioja. Bustos en Córdoba, López en Santa Fe, Rosas en Buenos
Aires, etc.
“Por eso se verá que
Artigas no pensaba fundar una república independiente; lo que quería era
conseguir autonomía como provincia. Así resultó el argentino más federal que el
país tuvo en el pasado y es que el sienta un precedente que imitan los demás
caudillos.
“Es como si -en lo
que respecta a Bustos, o a López o a Quiroga por considerarlos caudillos de sus
respectivas provincias- los estudiáramos corno elementos separatistas dentro
del escenario argentino. No hay república Oriental ni en 1812. ni en 1815, ni
en el 25, pues ni en la Florida llegóse a mencionar tal cosa. De modo que
hablar en el año XIII de un nacionalismo oriental es un error”…
Continúa
diciendo ORSI[65]
que el “historiador oriental don Eduardo ACEVEDO[66] en las páginas finales de
su extensa y documentada obra sobre el Protector, afirmó que:
‘una sola cosa no
hizo Artigas: estimular entre sus compatriotas la idea de segregarse de las
Provincias Unidas para organizar una república independiente. Artigas, que era
una gran cabeza, a la par que una gran voluntad, quería una patria amplia y
poderosa compuesta de todos los pueblos del Rio de la Plata. Artigas es realmente el fundador del régimen
federal argentino pero no es el fundador, ni siquiera el precursor, de la
Republica Oriental y a ese título ni podría ni debería erigírsele estatua
alguna sin falseara la verdad histórica plenamente documentada. Artigas --finaliza
Acevedo-- no había admitido nunca la
posibilidad de erigir a su provincia en república independiente y habría
aceptado jamás en su noble obsesión de constituir la gran federación del Plata’
.
Finaliza
ORSI[67] diciendo que “en ese lenguaje claro y sin rodeos el
general Artigas afirmó una y mil veces su inquebrantable voluntad unificadora
ya que en tanto los gobernantes porteños bregaban a toda costa porque aceptase
una independencia total que él ni su pueblo jamás habían pedido el conductor
rioplatense impuso siempre con obstinación la cláusula primera y principal de
que para firmar la paz era necesario protocolizar definitivamente la unidad de
las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Carlos
IBARGUREN[68]
nos hace notar que “Para Artigas, cada
provincia —en el concierto confederativo de su sistema— no representaba un ente
aislado, sinónimo de individualismo; sino más bien la unidad menor en el
conjunto de una patria común organizada desde abajo. Para los epígonos de
Sarratea, Rivadavia y Alvear, lo único importante seguía siendo el puerto y sus
intereses, que era necesario centralizar desde arriba, pues la riqueza y las
teorías de moda —equivalentes, según ellos, a la “civilización”— entraban, en
definitiva, por allí, vía atlántica, procedentes de Europa. El Protector de los
Pueblos Libres había luchado por la integridad territorial del Río de la Plata,
tal cual existió durante el virreinato, pero con un agregado nuevo: el respeto
a las autonomías locales…. un investigador contemporáneo — Daniel
Hammerly Dupuy— en su interesantísimo y documentado libro, «San Martín y
Artigas», consigna en este orden de ideas: “Los que, desconociendo el verdadero
sentido de la ideología artiguista, inculpan a Artigas de una actitud
separatista irreductible olvidan que fue el prócer que más se interesó en
persuadir al Paraguay para que se incorporara a las Provincias Unidas, a tal
extremo que los paraguayos llegaron a considerarlo como agente de Buenos Aires.
La separación de la Banda Oriental como país totalmente independiente tampoco
fue la obra de Artigas siendo que el prócer cuyo concepto de la Patria
abarcara todo el territorio del Virreinato del Río de la Plata, fomentó la
incorporación de esa provincia a las demás como una de las tantas que formarían
una gran República Federal”.”.
Debemos
fijarnos en algo importante: la historia se estudia y se comprende desde la
historia. Esta ciencia estudia y expone, de
acuerdo con determinados principios y métodos, los acontecimientos y hechos que
pertenecen al tiempo pasado. Pero vistos
con los ojos, principios e idiosincrasia de los tiempos estudiados; no con la
mirada de los tiempos en que se estudian.
En
otros términos, tal como señalaron historiadores Orientales como Vázquez Franco
entre otros, cuando Artigas no quiso volver a Montevideo pues ‘ya no tenía patria’, debemos
preguntarnos qué quiso decir en aquellos momentos.
Recordemos
que la Banda Oriental (con un territorio mucho más extenso que el actual) era
parte integrante de las Provincias Unidas del Rio de La Plata y luego de la
Confederación Argentina, como lo eran Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, Tucumán
y la misma Buenos Aires.
RAVIGNANI[69], al igual que Orsi, según
ya hemos expresado, nos dice que “Artigas
no pensaba fundar una república independiente, lo que quería era conseguir
autonomía como provincia. Así resultó el argentino más federal que el país tuvo
en el pasado y es el que sienta un precedente que imitan los demás caudillos".
Pero,
tengamos presente que el concepto de ‘argentino’ del que hablaba
Ravignani, no era, tal vez, el significado que realmente daba a ese término
Artigas. Recordemos que en aquellos tiempos en que Artigas decía que era ‘agentino’
no se refería a una República Argentina tal como se la conoce actualmente, sino
que se refería a ‘argentum’ o ‘Río de la Plata’. Esto es, a una liga o confederación de
territorios unidos del Río de la Plata, ya que la Republica Argentina, como
tal, todavía no existía.
Supongamos
lector que a usted hoy en día le preguntan de dónde es. Usted, por ejemplo,
respondería orgulloso ‘de la
Confederación Argentina, nacido en la Provincia de Tucumán’.
Y
supongamos, que si el día de mañana Tucumán se separara de la Confederación
Argentina y formase un nuevo país. Y Usted estuviera en el exterior y le
ofrecieran volver a la República de Tucumán ¿Usted qué diría? considerando que
ya no tendría su patria pues Tucumán ya no sería parte de la Argentina. Esto de
algún modo explica porque la provincia o pago donde uno nació se la denomina ‘la
patria chica’.
Así
debe entenderse la actitud desolada pero firme de Artigas ante la propuesta de
volver a una patria (¿nueva?) cercenada de su ‘Patria Grande’, que fue parte
integrante trascendental de ella, pero a la cual nunca imaginó ni luchó por
castrarla del tronco común.
De
tal modo -como se dijo antes- debe
interpretarse su exclamación “Mi Nación
ya no tiene a mi Provincia” y “Yo ya
no tengo patria” cuando en su exilio se enteró de la declaración de la
independencia uruguaya en 1830.
Y
ante la pregunta de que por qué Artigas nunca quiso volver del Paraguay donde
se había auto – exiliado, la
historiadora Ana RIBEIRO[70] dice que “Artigas entiende que el nuevo país que
surgió era un país al cual él no podía volver. Él no podía entender ‘los
partidos’ (sic) y todos sus ex – soldados, sus ex – lugartenientes eran ahora
las cabezas visibles de dos partidos enfrentados, el ‘Blanco’ y el ‘Colorado’.”.
Otro
historiador, al que ya hemos nombrado, Guillermo VAZQUEZ FRANCO[71] refiere que Artigas no
quería que su cuerpo descansara en Montevideo pues no tenía especial afecto por
esta ciudad, ya que su lugar era en el campo, en la campaña. Traen ya fallecido
su cuerpo a Montevideo, entonces, y encima lo ponen en una plaza llamada
‘Independencia’ “¿independencia de què?,
¿de la República? Es lo que Artigas
rechazó siempre. Yo no soy uruguayo. Rechazo ese término. Soy Oriental. Porque
el país [Uruguay] es falso, es un invento. Yo soy argentino, de la Banda
Oriental. Yo estoy en la Argentina, quebrada, si, pero la Argentina. Yo
firmaría para que nos reunificáramos. […] Nosotros regalamos a un argentino
como héroe uruguayo”
Al
respecto dice la historiadora Ofelia PIEGAS [72] “Artigas es una realidad. Nosotros [los Orientales actuales] lo
transformamos en un mito, tal vez para lavar la culpa de haber hecho todo lo
contrario en la historia de lo que pidió Artigas”.
Y
como reafirma el historiador uruguayo Eduardo ACEVEDO[73]: “Artigas fue un enemigo de la independencia de los Orientales. Lo que
propugnaba era el federalismo de las Provincias del Río de la Plata”.
Es
que no se entiende la ‘Patria Grande’ de las Provincias Unidas del Río de La
Plata y su sucedáneo, la Confederación Argentina, sin la Banda Oriental; y
viceversa. Así como no se entiende España sin Cataluña y Cataluña sin España,
como no se entiende Argentina sin alguna de sus provincias autónomas.
RIET[74] resume -y con letras
mayúsculas- “Los auténticos Orientales,
los 25 de agosto [de 1825] repicamos
campanas de glorias por la resurrección de la ‘orientalidad’ de Artigas,
mientras que los 18 de julio [de 1830]
llevamos crespones en nuestras almas, por su muerte y entierro constitucional”
Artigas, este verdadero Padre de la Patria,
de nuestra ‘Patria Grande’ termina su vida en forma similar a Juan Manuel de
Rosas: expulsado de su tierra por los ‘logistas’
unitarios (hoy llamados liberales), los masones, los esbirros y los gerentes
iluministas de los británicos y franceses, sumados a los eternamente acechantes
y expansionistas brasileños y sus arcas siempre llenas de dinero dado a dos
manos por los Rothschild y otras bancas europeas.
Ambos viven sumamente pobres. Con pobreza pero con dignidad, fieles a sus
patrias y sumamente religiosos. -
ALÉN LASCANO[75], nos refiere que Artigas
pudo fundar una nación, pequeña en territorio, pero propia gracias a que Buenos
Aires lo empujaba a ello con tal de sacárselo de encima. Su negativa trajo como
consecuencia una persecución tenaz de parte de sus enemigos de siempre y los
nuevos de su propio ejército, como Ramírez. Cruzó el Paraná y se internó en la
selva paraguaya. Todo fue patrio, en forma íntegra. “Contrasta esa argentinidad con los sentimientos de un Rondeau, criado
y muerto en Montevideo, compañero de Artigas en 1811, Director Supremo desde
Buenos Aires y aliado de los portugueses; Rondeau a quien nuestra historia
considera paradojalmente, un héroe Argentino”
Hagamos una pequeña observación aquí sobre
Rondeau y su personalidad.
Felipe PIGNA[76] sostiene, aunque sin aportar prueba fehaciente, que Rondeau, quien
sabemos, no congeniaba con los caudillos provinciales como Artigas y Güemes,
tenía costumbres poco humildes y sobrias en los trascendentes días de las
luchas en el norte contra los realistas españoles por el año 1815. Dice el
citado autor que “mientras los soldados
vivían en la miseria más absoluta, Rondeau se daba una gran vida, como lo
cuenta un viajero sueco que lo visitó el día anterior al desastre que
ocasionaría la pérdida definitiva del Alto Perú. ‘-Al general Rondeau le hice
una visita en su campamento de Jujuy, en vísperas del día en que esperaba ser
atacado. Me recibió en su tienda de campaña, donde estaba instalado de una
manera oriental, con todas las comodidades de un serrallo. Ante la multitud de
mujeres, me obsequió con dulces diciendo que en un país tan devastado y en
vísperas de un día de batalla debía excusarlo si no podía ofréceme manjares.
Chocado yo por la ostentación con que trataba de exhibir su lujo amanerado, le
respondí que me sentías sorprendido ante todo lo que tenía delante de mi”
En efecto, más allá de lo que menciona Pigna,
es seguro que se perdió el Alto Perú por la desidia, la cortedad de visión
política y la irresponsabilidad de Rondeau.
En
noviembre de 1815 Rondeau tomó con liviandad la batalla de Sipe-Sipe estando a
cargo de la Jefatura del Ejército Norte de las Provincias Unidas del Río de la
Plata, despreció a Güemes y todo el gauchaje, por lo cual éste se fue del
ejercito con sus tropas y aquél lo declaró, infamemente, desertor.
¿Cómo
fue la batalla de Sipe-Sipe?
Con
un ejército desmoralizado y anárquico, Rondeau concentró sus tropas cerca de
Cochabamba, en el llano de Sipe-Sipe. Allí se enfrentaron los 3.100 soldados
patriotas y sus 9 cañones (sin la colaboración de los voluntarios indios,
despreciados por motivos raciales) contra los 5.000 realistas, armados con 23
cañones. El jefe enemigo, Joaquín de la
Pezuela,
resultó mucho mejor estratega que Rondeau. La derrota de la Batalla de Sipe-Sipe, del 29 de noviembre
de 1815, fue un desastre total. Las Provincias Unidas del Río de la Plata
perdieron para siempre a las provincias del Alto Perú y cuando lograron su
independencia de España lo hicieron
como un estado independiente, surgiendo la República de Bolivia.
Haciendo una
reflexión resumida RAMIREZ[77] dice que “El pueblo oriental conoció una época
hermosa cuando en su primera fase obtuvo, aunque sin poder retener por mucho
tiempo, el poder político, económico y social de esta provincia. Pero entre las
traiciones y la coalición de fuerzas muy poderosas internas y externas la lucha
de diez largos años no alcanzó a afirmar la totalidad de los objetivos
propuestos por Artigas. Poderosos vecinos y los imperios económicos y militares
sobre todo el inglés que no podían aceptar de ninguna manera formas de
independencia que comprometieran o que impidieran concretar los planes de
explotación que ellos habían programado para Latinoamérica. Planes que llevaron
a cabo rápidamente una vez que la resistencia artiguista fue aplastada y la
Patria Grande destruida impunemente y que perdura hasta hoy a través del
imperio de turno y al cual el gobierno progresista no hace otra cosa que
rendirle tributo a diario. “
Washington REYES ABADIE[78] se explaya sobre el tema
diciendo que “Artigas en el gran
arquitecto de la Argentina actual, el más grande héroe argentino. El país con
el que no tiene nada que ver es el nuestro [se refiere a la actual República
Oriental del Uruguay]. Es un mito: no hay tal Artigas uruguayo. Es una
reducción localista. Más allá de haber nacido en Montevideo poco o nada tiene
que ver con el Uruguay cuya incorporación a las Provincias Unidas le parecía
ineludible. Uno piensa que país colosal hubiera sido Argentina y el Uruguay
juntos dominando el Río de La Plata por los dos grandes puertos. Pero apareció
un inglés brillante. El verdadero fundador del Uruguay fue Ponsonby”.
Es claro que el inglés logró varias cosas al
no permitir que un solo Estado administrara la entrada y salida de todo lo que
viniera de los ríos Uruguay y Paraná. Pero como tampoco quería que lo hicieran
dos Estados (Argentina y Brasil), creó un Estado intermedio entre ambos
(‘estado tapón’) que, además, al ser un estado pequeño, su manejo económico se
simplificaba.
No sólo terminaba así con el sueño de Francia
de ser la que manejara la entrada al estuario del Río de La Plata, sino que se
sacaba de encima al principal competidor que durante muchos años intentó
apoderarse de Montevideo para tener la llave de acceso, puerto mediante, a los
ríos mencionados.
Señala
Vivián TRÍAS[79] “Pieza clave del
equilibrio de poderes son los ‘Estados-Tapones’. Pequeños países incrustados,
como cuñas, entre dos grandes naciones y gozando de una independencia protegida
por el Reino Unido. De modo que ninguno de sus gigantes vecinos se apodere de
ellos y desequilibre el poder, en la región, de su lado. En general los
‘estados-tapones’ son, también, llaves de importantes vías fluviales. Los
países Bajos —entre Alemania y Francia— y el Uruguay—entre Argentina y Brasil—
son ejemplos diáfanos de su funcionamiento. Londres manejó el concepto del
equilibrio de poderes no lo en Europa, sino también en otros continentes como
América del Sur. Aunque aquí su significado adquiere matices especifico. No
solo se trata de forjar el equilibrio-rivalidad de los estados más grandes,
sino de balcanizar al máximo el espacio continental forma que el equilibrio sea
un complejo sistema de pesas y contrapesas, un rompecabezas de estados
minúsculos proyectados hacia el mercado mundial y económicamente dependientes
de Gran Bretaña. En las coordenadas de tal ordenamiento económico-político
desempeña su papel las demos naciones del orbe”.
Del mismo modo pensaba el gran historiador
Oriental Alberto METHOL FERRÉ[80] “…el Virreinato del Río de la Plata, luego Provincias Unidas, también
saltó a pedazos, por obra conjunta de la oligarquía porteña y los ingleses. El
gran caudillo de la cuenca del Plata, Protector de los Pueblos Libres, José
Artigas, terminaba derrotado por las tenazas ingleses desde Río y Buenos Aires,
y tras el breve período de la Cisplatina y la reicorporaci6n de la Banda
Oriental a las Provincias Unidas en 1825, se declara en 1828 la independencia
del Oriental del Uruguay”.
Para este autor, todos los Orientales saben
desde el fondo de su ser que Uruguay nació como un ‘Estado-Tapón’, gracias a
los oficios del buen Ponsonby o su empleado criollo, Pedro Trápani, ya que su
fin era proveerse de materias primas baratas para manufacturarlas en
Inglaterra, como decía Sarmiento, para el cual la América toda era un ‘rico almacén’ (sic).
Para ello, como pedía Juan B. Alberdi, era
necesario que la Banda Oriental o por lo menos Montevideo, fuese independiente
para que Inglaterra y Francia ‘campearan
en sus nobles dominios’.
Respecto de Artigas, una anécdota sirve para
comprender mejor aún el pensamiento geopolítico continental de Artigas.
Cuenta Roberto A.
FERRERO[81], quien entiende que ésta
fue la declaración más clara y sucinta de las ideas de Artigas que jamás se
haya formulado, que “Muchos años después,
cuando su gobierno de Córdoba y sus victorias resonantes eran un viejo
recuerdo, exactamente en 1846, José María Paz debe también exiliarse en
Paraguay durante 10 meses. Allí no puede resistir la tentación de visitar al
anciano vencedor de Las Piedras y éste entonces le explica: -“Yo no hice otra
cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio y a la
guerra que él me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo
distaba un paso del Realismo. Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo
quería la autonomía de las Provincias, dándole a cada estado su gobierno
propio, su Constitución, su bandera, el derecho de elegir sus representantes,
sus jueces, y sus gobernantes, entre los ciudadanos naturales de cada Estado.
Esto era lo que yo había pretendido para mi Provincia y para las que me habían
proclamado su protector. Hacerlo así habría sido darle a cada uno lo suyo. Pero
los ‘Pueyrredones’ y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma
imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las Provincias militarmente y
despojarlas de toda representación política, como lo hicieron rechazando los
diputados al Congreso que los pueblos de la Banda Oriental habían nombrado, y
poniendo precio a mi cabeza-”.
Contundente
manifestación de la realidad de hechos por parte de nuestro Artigas.
¡Dios guarde y
otorgue gloria eterna al Oriental José Gervasio de Artigas! Creador y
sostenedor de la independencia y soberanía de nuestra ‘Patria Grande’ que, sin
doblegarse hasta el último de sus días, con su silencio y soledad durante 25
años en el exilio nos señaló existencialmente su norte. Norte que es el nuestro
y que, recogiendo sus banderas, juramentaremos frente a nuestros hijos el
camino a seguir…
*****
V.
JUAN ANTONIO LAVALLEJA - MANUEL ORIBE. LA
‘GUERRA GRANDE
Como ya hemos dicho, la idea del presente trabajo no es el
relato de las batallas y las gestas militares sino la descripción de las
personalidades de los actores de aquellos tiempos, sus pensamientos políticos y
geopolíticos, sus idiosincrasias y las causas económicas e históricas que
desembocaron en el esfuerzo conjunto en la restauración de las Provincias
Unidas y el desplome final.
Desaparecido Artigas el pensamiento Federal
continuaba en Lavalleja, Oribe y los Orientales junto a los Federales argentinos.
Tenían los mismos enemigos existenciales: los brasileños, los Unitarios, los
franceses y los ingleses. Su alianza se
decantaba sola, no solo política sino también militarmente.
En otros términos, Artigas ya no estaba
físicamente, pero dejó su impronta en el Río de La Plata. Impronta que resurgió
en Juan Manuel de Rosas, Lavalleja, Oribe y en tantos otros que conformaron los
“33 Orientales” (que en realidad eran 40, como veremos más adelante) que
recuperaron la Banda Oriental de los usurpadores brasileños. Con Rosas volvió
el concepto y el espíritu de una Hispanoamérica unida reconstruyendo la
Confederación Argentina.
Lavalleja y Oribe, principales oficiales de
Artigas, tomaron la posta del Protector, ya ausente físicamente, aunque el
ideario de grandeza patria que había transmitido a sus hombres, persistió en
ellos.
Ambos próceres tuvieron una actuación
política y militar en el mismo período de tiempo y sus vidas se entrecruzaron
reiteradamente.
*
Juan Antonio Lavalleja nació en (Minas, Virreinato del Río de la Plata, el 24 de junio de 1784 y falleció en Montevideo, en la ya
República Oriental del Uruguay, 22 de octubre de 1853).
PALOMEQUE[82] nos comenta que el real
apellido de Lavalleja era Pérez de la Valleja, tal como el de Rivera que era
Perafán de la Rivera, pero con el correr de los años se simplificaron sus
patronímicos.
En el año 1817, relatan ITURRIA y RELA[83], contrajo matrimonio
con Ana Monterroso, hija de Don Marcos
Monterroso y cuya madre, Doña Juana Bermúdez Artigas, era prima hermana del
Prócer José Gervasio
Artigas,
como hemos dicho.
Dejemos hablar al historiador Aníbal BARRIOS PINTOS[84] que nos
cuenta cómo era la fisonomía y el carácter de Lavalleja según diferentes
autores: “El historiador argentino
Vicente Fidel López, nada afecto cierto al elogio de los próceres orientales,
ha escrito este retrato de Lavalleja a quien conociera en 1827, a la edad de 12
años:, "Lo mejor de sus facciones estaba en la mirada y en el ojo; allí
había decisión y bravura sin fiereza; espíritu ingenuo, aire franco y
leal, condecía con sus excelentes
cualidades de patriota vehemente pero sensato, de buen padre de familia y
‘hombre honrado en todos suscederes,
[...] el hombre hacía una impresión favorable en el todo: transpiraba un no sé
qué de decente y de honorable, que no dependía de su fisonomía, tanto como de
la buena opinión de que gozaba como hombre de bien”.
"Lavalleja
era bravo y honesto: gozaba indudablemente del prestigio merecido que le había
dado su constante patriotismo, y la energía que había ejecutado la invasión,
levantando el espíritu de las masas uruguayas contra la dominación
extranjera".
“El
historiador Antonio Díaz- sigue diciendo Barrios Pintos- también nos ofrece, por su parte,
esta imagen en la que no debe haber
estado ausente el testimonio de su progenitor, el general Antonio Díaz,
contemporáneo de Lavalleja: "Era de baja estatura, y en la época de la
cruzada era ya algo grueso: tenía facciones muy pronunciadas; nariz grande y
corva, ojos y pelo castaños; carecía de bigote, y su misma patilla que usaba abierta, no era todo abundante; sus
costumbres eran sencillas y su modo de vestir podría rayar de descuidado no
preocupándose jamás de lo que exigía moda, que desatendía completamente por su
traje modesto habitual, el participaba de algo de la ciudad y mucho de la
campaña. Su carácter era franco, jovial y decidor; hablaba con exceso y si
preocuparse del efecto que podían producir sus ideas en el auditorio. Tenía
extremada afición a las carreras de caballos y este tema era el que alimentaba
la mayor parte de sus discursos…era honrado y como gobernante habría sido un
buen estadista si le hubiera sido posible desprenderse de ciertos hábitos y
condiciones que fueron su más insalvable barrera (sic); pero sus actos
administrativos tenían un fin laudable, y una tendencia marcada a radicar el
orden, a cuya iniciativo obedecía, cuando era bien encaminado”.
Díaz no aclara a qué se refiere cuando dice que Lavalleja
debería haberse ‘desprendido de ciertos hábitos
y condiciones que fueron su más insalvable barrera’.
Antonio
N. Pereira, que lo conoció en sus últimos años, lo describe así: "Era el
general Lavalleja un hombre bajo" algo grueso, de movimientos nerviosos,
tenía una cara simpática, frente despejada, ojos pequeños y nariz
afilada". Y agrega: ‘Era un hombre modesto’ según todos lo conocieron, que
contrastaba con su valor y actitud y genio guerrero, y llegaba a tanto que
muchos que lo trataron creían que no fuera el mismo que había realizado tan
grandes hazañas […]. Su intrepidez heroica, irrefrenable, le hacía arriesgar su
vida en los puestos de mayor peligro”.
El historiador Oriental Romeo PEREZ ANTÓN[85] también
nos da características de la personalidad de Lavalleja. El Libertador era un experto criador de
ganado, baqueano, productor agropecuario y gran conocedor de los gauchos y de
su modo de vida. La sociedad rural le era ampliamente conocida, sin embargo,
dejó todo y se puso a las órdenes de Artigas en su lucha.
Lavalleja, sigue diciendo el autor, era un hombre de acción,
y no un doctrinario e intelectual, que peleó con fiereza tanto en la batalla de
Ituzaingó, como contra los luso-brasileños en tierra Oriental.
“Lavalleja
era un Federal Oriental, en el transcurso de los mandatos presidenciales de Rivera
y Oribe. Cuando éste fue derrocado por la prepotencia Unitaria, que incluía
naturalmente la participación de los ‘colorados’, -que eran los Unitarios
Orientales-, Lavalleja pasó a territorio argentino y, como lo hizo Manuel Oribe
y tantos otros, no dudó en poner su espada al servicio del Partido Federal”. [Así como] “Jefes ‘Colorados’ pusieron sus espadas al servicio del
Partido Unitario, hasta Caseros inclusive y hasta la propia Guerra de la Triple
Alianza”
*
Respecto a Oribe cuyo nombre completo es Manuel Ceferino
Oribe de Viana nació el 26 de agosto de 1792 y falleció el 12 de noviembre de
1857. Él fue protagonista acompañando a José Artigas en su titánica lucha y
posteriormente, integró, como segundo jefe, la Cruzada Libertadora de los
Treinta y Tres Orientales.
En el desempeño de la primera magistratura, Oribe se destacó
por sus condiciones de estadista.
Finalmente, en la Guerra Grande que transcurrió entre 1839 y 1851, la
república se dividió en dos: por un lado, el denominado gobierno de la Defensa,
con base en Montevideo y por otro, el gobierno encabezado por Manuel Oribe en
el Cerrito. Por esta razón, varios historiadores lo consideran el verdadero
fundador de la república.
Descendiente de las primeras familias coloniales, fue su
abuelo materno José Joaquín de Viana, Mariscal de Campo, Primer Gobernador de
Montevideo, y a quien los vecinos llamaban “Nuestra Madrecita”, por su valor,
hidalguía y noble carácter protector. Una de las hijas de este militar y
político, doña María Francisca de Viana y Alzáibar, fue la madre de Don Manuel
Ceferino y once hijos más.
Oribe, al igual que Lavalleja, sirvió a las órdenes de
Artigas, pero por poco tiempo, a causa de la diferencia de 30 años que había
entre ellos. Más contemporáneo era Lavalleja que sólo le llevaba a Oribe 8
años.
Dicen Jorge PELFORT y Raúl MARFETAN BENÍTEZ[86]
respecto a la relación entre Artigas y Oribe:
“Artigas, caudillo rural, no era fácil que pudiera convertirse en modelo de
conductor para los iniciales conceptos políticos de aquel nieto del primer
gobernador de Montevideo.
"Criado y educado
en el ambiente castrense capitalino, Oribe moldeó su carácter en el claro
entendido de que la vida en que se estaba insertando constituía un ineludible
deber, cargado de responsabilidades y normas, de las que eran inseparables la
disciplina y el orden más estrictos. Poco conocía, sin duda, del verdadero
país, ese que quedaba “a los fondos" de la orgullosa ciudad-puerto que de
él se nutría, y poco también del alma de sus trashumantes pobladores cuando,
codo a codo con algunos de ellos, combatió en la victoriosa jornada del
Cerrito [...]
“Los
capitanes de Artigas fueron, en consecuencia, caudillos rurales, máxime cuando
nuestra revolución fue la única en América del Sur que surgió en el medio
campesino y en contra de la capital. Pretender pues, que Oribe fuese un
‘artiguista’ de primera hora, sería embestir contra el más elemental sentido de
la lógica".
Con el transcurso del tiempo Oribe fue revalorizando a
Artigas, mientras otros, como Rivera, lo traicionaban. Prueba de ello es el
hecho de que en su primer gobierno de Montevideo denominó ‘Artigas’ a la calle
San Benito, hoy ‘Colón’ y en su segundo mandato, en el Cerrito, a la calle que
hoy es llamada ‘8 de octubre’.
Anteriormente y también en otro trabajo nuestro[87] hemos
comentado que por aquellos tiempos las familias del Río de La Plata se
entrecruzaban.
Pues bien, uno de ellos fue nuestro Manuel Oribe respecto del
militar porteño Miguel Estanislao Soler que, siendo Gobernador designado en
Montevideo por el año 1814, -tuvo como ayudante designado a Oribe- se casó
posteriormente con una pariente cercana de Manuel Oribe: María de la
Natividad Viana Mendoza y que, de algún modo, fue el modo natural de vincularse
Manuel con los hombres y círculos Federales durante tantos años.
Para quienes deseen abrevar ‘in-extenso’ en la genealogía de
Manuel Oribe recomendamos enfáticamente el libro de José De TORRES WILSON[88] “Oribe
El Drama del Estado Oriental’, Ediciones de La Banda Oriental-1976, en su
capítulo I, pag.9/19, donde se detalla la raíz hispánica de nuestro héroe, sus
ascendientes vascos.
Quienes lo conocieron de niño decían que Manuel era un niño
alto, flaco, desgarbado, de tez pálida, ojos y pelo renegrido, educado
religiosamente en una familia patricia y donde el aire militar se respiraba a
diario.
Cuentan[89] Jorge PELFORT y Raúl
MARFETAN BENÍTEZ, respecto a Oribe, que era de una personalidad y carácter
fuertes, “Heredero de antigua estirpe
hispánica, Oribe, fue ejemplo de honradez, rectitud y férrea disciplina, y por
sobre todas las cosas, un hombre de estado cuya meta principal fue siempre la
suerte de la comunidad por sobre la individualidad, en un medio y en una época
en la cual el patriciado -del cual él
provenía- velaba por mantener sus privilegios. Según Aquiles Oribe {historiador
y descendiente del Prócer} ‘su
inteligencia era amplia y despejada, y rápida en la concepción; sus juicios
breves y sentenciosos; observador por naturaleza y muy dado a la meditación’.”
Manuel Oribe era de estirpe
hispánica pues, por parte de madre, era descendiente de Don Rodrigo Díaz de
Vivar, el Cid Campeador.
En efecto, Raúl ITURRIA [90] dice que los Viana, apellido
materno de Manuel Oribe, eran originarios de Navarra. Una de las hijas del Cid,
de nombre Sol, se casó con el infante de Navarra y de allí siguió la familia de
los Viana.
A eso se debe su apego a la
tierra americana y el no reniego de España, aunque haya peleado contra ella,
dice el autor.
“No
se puede desconocer que fuimos criados a imagen y semejanza de la nación
hispana y que su cultura acriollada en nuestra geografía y realidad social o
humana es la fuente del alma americana.
“Y
cuando pretendemos reconstruir el trayecto de nuestra América, no podemos dejar
de considerar la historia que comienza en la colonia.
“Y
con autoridad que emana de su prestigio, Juan Pivel Devoto afirma: ‘Las
manifestaciones más típicas y representativas de la vida de los pueblos de
América tienen definida y clara raíz hispánica’.-“
Otro autor que describe la
personalidad de Oribe es Luis Alberto LACALLE HERRERA[91]. El historiador resalta su gran preparación
militar profesional, obsesionado por el orden, el cumplimiento de las leyes,
reglamento y ordenanzas que denotaba su claro ascendiente militar de cuño
español. Tenía un alto grado de vocación natural de mando.
También era un gran
estadista con un sólido y ordenado sistema administrativo. Fue creador de Escuelas y métodos docentes
muy adelantados, fundó la Universidad de la Republica y bibliotecas a lo largo
del territorio, organizó los servicios de Correo, y fue autor de leyes
sociales. Cabe señalar respecto a este
tema que fue un adelantado en el tiempo, como veremos más adelante en este
trabajo.
Sobre su aspecto,
eminentemente español y aristocrático, el autor citado hace referencia a lo que
sobre el tema dice Walter Rodríguez Navarro “Era
alto y erguido, vestido de negro, mirada ausente y gesto señorial. Todos le
cedían el paso, se descubrían en su presencia, se quedaban largo rato
mirándolo...Es un personaje sacado de un cuadro del Greco con su cuerpo
esbelto, su rostro enjuto, su mirada profunda, sus manos sensitivas…con la sólida consistencia de una roca contra la
que se han estrellado y seguirán estrellándose las roncas embestidas del
oleaje”
Muy diferente su
personalidad a la de su contrincante y traidor Fructuoso Rivera a quien no le
gustaba mucho la vida citadina, sino la vida en la campaña, al aire libre,
errante por las pampas, y falto de disciplina.
Rivera era considerado un
ser ladino, corajudo, generoso, jugador, juerguista y desaprensivo[92].
Cuando Oribe, quien era un
funcionario sumamente meticuloso en la administración del erario público, lo
sucedió en la Presidencia de la Nación, descubrió faltantes de dinero y una
pésima gestión de Rivera. Esto motivó
resquemor e inquina en éste y el comienzo de una rivalidad que se extendió
hasta el final de la Guerra Grande.
En el Segundo Sitio de
Montevideo, ocurrido durante la Guerra de Independencia de la Argentina,
que se prolongó entre el 20 de octubre de 1812 y
el 23
de junio de 1814 y
que terminó con la caída de Montevideo en manos independentistas, Oribe fue
partícipe del cerco militar de la ciudad contra los realistas, al frente de las fuerzas
del Directorio de las
Provincias Unidas del Río de la Plata y con auxiliares Orientales. Allí tuvo su bautismo de fuego en la Batalla
del Cerrito el 31 de diciembre de 1812.
Al principio, dada su
natural mentalidad militar y de orden, Oribe no se dio cuenta de que el
Directorio pactaba con los portugueses con tal de desembarazarse de los
díscolos gauchos ‘artiguistas’. Esta
era la razón por la que los porteños preferían perder una parte del territorio
con tal de eliminar a Artigas.
En el año 1820, cuando
Estanislao López y Francisco Ramírez llegaban a Buenos Aires luego de ser
derrotados los Directoriales en Cepeda, Oribe se puso en esa batalla del lado
de Rondeau sosteniendo el ‘orden legal’ contra los montaraces gauchos.
La famosa ‘anarquía del año
20’ estaba en su apogeo. Esto, a quien
hacía un culto del orden y legalidad, no le cerraba…
Se comenzaba a hablar de
‘Restauración’ de leyes, de autoridad, del orden y esto empezó a tallar en el
pensamiento de Oribe.
En 1821, cayó el Directorio
y ‘La Liga Federal’ se desarmó. Portugal anexó la Banda Oriental y la hizo
parte de su territorio con el nombre de ‘Provincia Cisplatina’
*
Detengámonos
ahora en las actuaciones de Lavalleja y Oribe en ambas márgenes del Río de la
Plata.
Ya dijimos que el bautismo de fuego
de Oribe tuvo lugar en la batalla de Cerrito, el 31 de diciembre de 1812, en el
transcurso del segundo sitio de Montevideo (1812-1814). Este hecho de
armas concluyó en una victoria de los patriotas. Luego participó, al lado
de José Artigas, de la resistencia de los Orientales
contra la segunda invasión portuguesa del año 1816.
A fines
de 1817, caído ya Montevideo en poder de los luso-brasileños,
Oribe abandonó la lucha y pasó a Buenos Aires. Había sido
engañado con las promesas del Director Juan Martín
de Pueyrredón a
quien sólo lo movía el empeño de restarle elementos a Artigas.
¿Cómo comenzó el enfrentamiento entre Oribe y Rivera?
Artigas nombró a Fructuoso Rivera, como comandante militar al sur del río Negro para hacer frente a la
invasión. Manuel Oribe se habría
manifestado en contra y esta situación generó un violento intercambio de
palabras con un Artigas, a quien la situación militar se le iba de las manos.
La enemistad personal entre Rivera y
Oribe, al parecer data de la época de tales acontecimientos. En 1819, éste
decidió abandonar a su jefe y se fue a Buenos Aires. Curiosamente, Rivera y su gente quedaron al
servicio del invasor lusitano que estaba al mando de Carlos Federico Lecor. ¿Que habrá pensado Artigas de este
evento? Es fácil de imaginar…
En Buenos Aires, Oribe, junto
a Santiago
Vázquez y
otros orientales residentes allí, habría integrado una sociedad secreta de
carácter masónico, llamada ‘Sociedad de los Caballeros Orientales’, que al igual que Artigas se
oponía a la ocupación portuguesa y brasileña.
El Fundador de la República esperó al menos hasta el Congreso Cisplatino de 1821 para
emprender el retorno a la entonces llamada Provincia Cisplatina y allá comenzar sus trabajos
para revertir esa situación. Artigas hacía un año que ya no estaba en el
territorio, sumergido en el exilio del Paraguay.
Entretanto, tras la derrota
definitiva de Artigas (e incluso antes de ella) otro sector de la clase
dirigente oriental se había adherido a los ocupantes, aceptando y colaborando
estrechamente en los hechos con los portugueses.
La ocupación de la Banda Oriental y
su transformación en "Provincia Cisplatina" por parte de las tropas
portuguesas y brasileñas había traído como consecuencia adicional la fractura
de los sectores dirigentes, que desde entonces se alinearon en dos grupos
separados por la aceptación o no de aquella presencia militar:
·
El grupo
montevideano, pro-portugués, llamado Club del Barón, por su proximidad al comandante invasor Carlos Federico Lecor (Barón de la Laguna). En éste estaba incluido Fructuoso Rivera, y
·
Los
exiliados en Buenos Aires, donde revistaba Oribe, fuertemente influido por
el unitarismo (aunque luego se destacó como
un general del federalismo), y partidario de la
reincorporación a las Provincias Unidas del Río de la Plata en cuanto fuera posible.
Esta división es el antecedente más
remoto del surgimiento de las divisas tradicionales en la Banda Oriental, que
cuando tuvieron un programa escrito, se transformaron en modernos partidos
políticos: el Partido
‘Colorado’ y el Partido ‘Blanco’ o ‘Nacional’ respectivamente.
Sandro OLAZA PALLERO[93]
nos relata que “entretanto, tras la derrota definitiva de Artigas (e incluso
antes de ella) otro sector de la clase dirigente oriental se había adherido a
los invasores [luso-brasileños], entre ellos se encontraba Fructuoso Rivera.
Este sector será el único que esté representado en el Congreso Cisplatino de
1821“.
Ya dijimos que Oribe retornó a
Montevideo en 1821. Cuando se produjo el conflicto entre los portugueses
realistas fieles y los partidarios del Imperio del Brasil, que venía de
proclamar a Pedro I como emperador, tomó partido por los portugueses, mientras
sus compañeros se movían en el sentido de involucrar a algunas de las
Provincias Unidas del Río de la Plata en el sostenimiento de su causa. Oribe
recibió el cargo de sargento mayor en las fuerzas del general Álvaro Da Costa,
quien continuaba siendo dueño de Montevideo, mientras que Lecor, vuelto al lado
brasileño, dominó la campaña desde su cuartel en Canelones, contando con el
apoyo de Rivera desde marzo de 1820.
En febrero de 1824, Da Costa, sin
medios para resistir por mucho tiempo, embarcó para Lisboa con sus tropas,
abandonando completamente a su suerte al grupo de los Caballeros Orientales que
se había aferrado a sus armas como posibilidad para triunfar. Oribe y sus
partidarios, sabedores de lo que les esperaba si caían en manos de Lecor,
abandonaron Montevideo, regresando a Buenos Aires para un segundo exilio. El
último día de febrero de 1824, Lecor y Rivera entraron en Montevideo y
emplazaron al Cabildo a jurar fidelidad al emperador Pedro I de Brasil.
Como bien dice Luis
Alberto ABRAHAM[94],
se produce la separación e independencia del Brasil con respecto a Portugal “el
7 de setiembre de 1822, y las tropas que ocupaban la Banda Oriental se dividen
en dos grupos, uno al mando de General Lecor y otro al mando del General Da
Costa, que se mantuvo leal al Rey de Portugal”.
Este acuerdo fue más una transición
entre ambas partes luso-brasileñas, que una eventual disputa, que en realidad,
sólo se dio entre los Orientales que apoyaban a uno u otro bando.
Sigue el
autor recién citado, “Mientras esto sucedíalos Orientales se plegaron a
ambos bandos, los hacendados a Lecor, y en el grupo que se adhiere a Da Costa
estaban los integrantes del Cabildo y los miembros de la Sociedad Secreta de
‘Caballeros Orientales’, que había sido creada para resistir al Imperio y
estaba formada por prestigiosos ciudadanos, por citar al algunos; Manuel Oribe,
Juan Benito Blanco, Silvestre Blanco, etc
“Lavalleja se afilia al movimiento
revolucionario que habían iniciado el Cabildo y la Sociedad de Caballeros
Orientales. Es descubierto y debe emigrar cruzando el río Uruguay”.
Desde Buenos
Aires, Oribe organiza junto a Lavalleja y otros Orientales lo que luego, en
1825, fue la gloriosa gesta de los “33 Orientales”, que terminó con la
expulsión de los brasileños de la Banda Oriental dando comienzo a una estrecha
relación entre Oribe, Lavalleja y Juan Manuel De Rosas.
En
1822, el naciente Brasil independiente ya comenzaba a ser un Imperio al ocupar
toda la Banda Oriental. Pero no lo fue
por mucho tiempo. En en Buenos Aires,
Oribe y Lavalleja comenzaron a preparar la recuperación de su tierra.
En 1825, un
movimiento independentista liderado por Juan
Antonio Lavalleja, pondría fin a la ocupación brasileña, luego de que los
mismos Orientales declararon su independencia
de Brasil y su anexión a las Provincias Unidas del Río de la Plata en
el Congreso
de la Florida.
*
Veamos cómo
se desarrolló el período que va desde la organización de los Orientales para
recuperar su tierra en poder de los brasileños que llevó a la guerra con el
Brasil. Retrocedamos un poco en el tiempo….
Tal como
comentábamos antes, en 1821, la Provincia Oriental pasó a llamarse Provincia
Cisplatina al incorporase al dominio portugués.
Artigas,
traicionado y vencido, ya estaba radicado en Paraguay, pero en la provincia aún
quedaban algunos caudillos que habían luchado junto a él y que no aprobaban la
dominación portuguesa.
Los
integrantes del cabildo de Montevideo integraron la sociedad secreta “la Orden
de los Caballeros Orientales”, que en pocos años planearía un levantamiento.
Dice
PALOMEQUE[95] que
la relación entre los compadres y enemigos a la vez, Lavalleja y Fructuoso
Rivera tuvo una marcada distancia unos meses antes de que Artigas se retirase
al Paraguay. El primero permaneció fiel
a su jefe y sus ideales, y el segundo, fue un apóstata que transó con los
portugueses quienes ascendieron al grado de Coronel.
Rivera no
fue el único que traicionó a su país siendo un genuflexo empleado lusitano. Es
curioso el caso de Francisco Acuña de Figueroa, Oriental y autor del himno
uruguayo (y también el himno paraguayo), paradójicamente, en 1821 adhirió al
sometimiento portugués de su tierra y proclamaba la necesidad de incorporar a
la Banda Oriental directamente al ‘Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve’,
como Provincia Cisplatina. Otros ‘anti-artiguistas’ y pro-brasileños,
que votaron tal incorporación en un Congreso convocado por Lecor fueron: Tomas García de Zúñiga, Dámaso Larrañaga,
Romualdo Ximeno, Lucas J. Obes, Nicolás Herrera, Francisco Llambí, aunque éstos
lo hicieron bajo una condición algo difusa de que esta Provincia Cisplatina
conservara cierta autonomía provincial.
Luego, en
1823, se llegó a un acuerdo entre Lecor y Da Costa por el cual éste se retiró a
Portugal y le entregó la ciudad a Lecor, representante del nuevo Imperio del
Brasil.
Ahora el
dominio estaba en manos del vecino Imperio Brasileño. Y esto trajo aparejada la
continuidad de la tierra esquilmada por los invasores.
De esta
manera lo comenta el historiador Enrique
MENA SEGARRA[96] “El
Cabildo de Montevideo el 29 de Octubre de 1823 declara nulo lo resuelto por el
Congreso Cisplatino, tanto la incorporación de la Banda Oriental a la monarquía
portuguesa como al Imperio del Brasil, en valiente acto y que “la Provincia Oriental del Uruguay no pertenece, ni debe, ni quiere
pertenecer a otro poder, Estado o Nación, que la que componen las provincias de
la antigua Unión del Río de La Plata, de que ha sido y es una parte…”
Por
estas causas se comenzó a organizar en Buenos Aires la que luego se conoció
como la Cruzada Libertadora que tuvo lugar entre 1825 y 1827.
Su
organización estuvo dirigida por la Sociedad Secreta Caballeros Orientales, de
cuño masónico, que contaba con aportes económicos ingleses, a través del
criollo y agente inglés Pedro Trápani, entre otros.
Entre
esos grupos revolucionarios que luchaban por desembarazarse de los Imperiales
brasileños se encontraban Santiago Vázquez, Juan F. Giró, Domingo Cullen, León
J. Ellauri, Rafael Ellauri, Juan y Pablo Zufriategui, Manuel Oribe y sus
hermanos.
En
Buenos Aires, Lavalleja, Oribe y otros amigos conspiraban ayudados por la
solidaridad y la ayuda del pueblo hermano.
En secreto y lentamente fueron obteniendo armas y ayuda económica para
la causa.
Era
constante la depredación que cometían los brasileños que tenían tierras en la
Banda Oriental cerca de la frontera con el Brasil. Las incursiones fueron en aumento y no sólo
trasladaban su propio ganado, sino que comenzaron a ejercer el abigeato sobre propiedades
ajenas. Arreaban el ganado robado hacia
su frontera, sin abonar los impuestos correspondientes. Las autoridades del
Imperio que dominaron la Banda Oriental durante tantos años, no hicieron nada
para impedirlo.
Los
propietarios de los campos orientales del norte, indefensos y acorralados,
estaban permanentemente en guardia por el robo continuo de ganado de los
brasileños.
Quien manejaba
principalmente esta actividad era Francisco Pedro Abreu Barón de Jacuy) llamado
‘Chico Pedro’. También participaban de
esas actividades vergonzosas e impúdicas la masonería, el inefable Gral.
Lamadrid y el Cnel. Hornos. Como puntualiza José María ROSA[97]: “…La necesidad de obrar con premura por la vigilancia de los guardias
Orientales le obligaba {a Chico Pedro} a no fijarse mucho si las vacas arreadas
eran propias o ajenas, o si eran solamente vacas. Con numerosa gente armada
entraba por las estancias uruguayas llevándose lo –vacas, negros, dinero- pues
una vez mas allá de la frontera no irían a pedirle cuentas los despojados, ni
obrarían contra él los reclamos de Aguirre o las inquisiciones de Andreas.
Hacia 1848 estas expediciones eran tan fructíferas que se las llamó
‘Californias’, por similitud con el rush de oro que entonces enriquecía al
Pacífico
“Jacuby
preparaba con esmero a sus ‘californios’. Solamente gente probada por su
decisión y dispuestos a jugarse la vida antes que dejarse arrebatar una vaca
tomaba parte en sus expediciones. Los argentinos (el general Juan Madariaga y
su hermano Antonio vivían en Pelotas, el general Deheza, los coroneles Ramón
Indalecio Chenaut y el comandante uruguayo Goyo Suarez'... con residencia en
San Francisco de Paula, y sobre todo el Coronel Manuel Hornos, estante en 1849
en la estancia de Jacuby en Ia cuchilla de Haedo) habían sido reclutados por el
Barón por medio de las logias masónicas. Estas logias muy numerosas en Rio
Grande no solamente contrataban militares sin ocupación para las ‘californias’,
sino impedían la acción represiva de las autoridades brasileñas. El 19 de octubre
de 1848 a los pocos días de hacerse cargo Olinda del gobierno, Guido denunciaba
cómo as logias estorbaban todo buen propósito de las autoridades brasileñas
“-…las logias masónicas en diferentes puntos de Rio Grande, a las que
perteneciendo algunos jefes y oficiales del ejército Imperial, se habían
afiliado varios de los emigrados mas notables. Hice notar a S. E. que esa
fraternidad secreta oponía las principales trabas contra toda medida
administrativa o militar y da lugar a las excursiones sanguinarias denunciadas
durante tanto tiempo por la Legación argentina…-.”.
Podemos
extraer de estos párrafos varias conclusiones: primero, la Masonería ‘riograndense’
y argentina estaba detrás de estos contrabandos.
Segundo,
la mirada hacia un costado de las autoridades brasileñas que bien conocían y
toleraban con subterfugios estos hechos y que motivara las quejas de las
autoridades diplomáticas de la Confederación Argentina.
Tercero,
la actuación lamentable de ex-militares que lucharon en nuestra independencia
rebajados a vulgar cuatrerismo. Esto
demuestra la calaña de aquellos hombres que, con el correr del tiempo, serían
los sanguinarios ejecutores -con otros procónsules Orientales- del asesinato
continuo y en masa de nuestros provincianos a partir del día siguiente al 3 de febrero
de 1852 cuando concluyó la Independencia de nuestra patria.
Recordemos,
entre otros, los nombres de Lamadrid, Deheza, Hornos y Chenaut, operadores de
las ejecuciones de centenares de civiles, mujeres y niños antes, durante y luego
de la Guerra de la Triple Alianza.
Entre otras consecuencias, inspiró el famoso libro de José Hernández,
‘Martín Fierro’. En él se describen con maestría las ejecuciones y el
desarraigo de nuestros gauchos, desamparados y desprovistos de todo, principalmente,
de su familia y de su patria.
Las
actividades de abigeato llevaron a MENA SEGARRA[98] a hablar del aumento de
saladeros bajo el dominio portugués, "se
recuperó el movimiento comercial, pero el patriciado debía competir ahora con
poderosos comerciantes portugueses e ingleses que se establecieron aquí. Lo más
grave para esta clase social era sin embargo la situación de la campaña.
“Desde el comienzo de
la invasión no cesaban las arreadas de ganado con dirección a la frontera.
Baste consignar que entre 1815 y 1825 la cantidad de saladeros instalados en
Rio Grande do Sul pasó de 13 a 120 y que se calcula que unos cuatro millones de
cabezas fueron arrebatados de los campos de la Provincia Oriental. Según pasaba
el tiempo, la hostilidad del patriciado frente al ocupante se sumaba a la que
desde el principio mantenía el resto de la población".
Por
ello, la paciencia del pueblo Oriental se estaba acabando, tanto en las clases
bajas artiguistas, como entre los hacendados.
Dicen Agapo Luis PALOMEQUE y
Daniel TORENA[99] “La
Provincia Oriental fue convertida en "Cisplatina" por la fuerza
coactiva del Reino de Portugal, Brasil y Algarve. Lecor, a cargo del Gobierno
de la Provincia, logró incorporar nuestro territorio, como Estado Cisplatino al
Imperio del Brasil recién creado. Hubo tentaciones de empleos y una muy hábil
diplomacia. Al mismo tiempo una dura represión (con juicios sumarios y actos
crueles como el "garrote vil", torniquete que asfixiaba lentamente al
condenado).
“Algunos
fueron fusilados, como el capitán artiguista Pedro Amigo. Otros resistieron y
debieron irse de la Provincia, por lo que vieron embargadas sus propiedades.
Lecor repartió cargos, condecoraciones honoríficas, grados militares y títulos
de nobleza entre los miembros del "Club del Barón”, Fructuoso Rivera fue
propuesto como Barón de Tacuarembó, titulo que no llegó a utilizar por la
irrupción de la Cruzada de 1825. Lecor buscó formas de ligar alianzas con
familias más patricias y él mismo se casó con una joven de la familia Herrera”.
Todos estos acontecimientos
provocaron posteriormente la Cruzada de abril de 1825.
Unos
meses antes de esa proeza, y mientras Lavalleja, Oribe y los demás patriotas se
preparaban para la gesta libertadora, los diplomáticos y agentes ingleses
informaban día a día al gobierno de su Majestad el clima político que se vivía
en la Banda Oriental.
El
10 de Febrero de 1825, John Hall[100] (‘La Provincia Oriental a Principios de 1825, Vista por John Hall’
Montevideo, MEC, Tan. Graf. Monteverde y Cía. 1995) le escribió una carta
al cónsul británico Thomas Samuel Hood. En ella le contaba su visión política y
social del territorio, y menciona que las clases bajas son totalmente adictos a
la causa de Artigas, diciendo ofensiva y falazmente que el deseo de éstos era ‘introducir la igualdad sobre la base de que
todos sean igualmente pobres’ (sic) y que sus deseos serían ‘arrasar y destruir todos los signos de
riqueza y civilización’ (sic).[…] Son
licenciosos y holgazanes aficionados al vagabundismo y bohemia de la vida
militar; pregonan la libertad e independencia entendiendo por éstas la libertad
de cometer toda clase de excesos impunemente”.
Esta
apreciación totalmente calumniosa y falsa, participa de los mismos infundios y
del mismo lenguaje que emitían los Unitarios como Sarmiento y Mitre. ‘Civilización’, cuando se referían a ellos
mismos, los que vendían a la nación por unos ‘denarios’ y ‘Barbarie’, al
referirse a nuestros paisanos perseguidos, despojados de todo y asesinados, por
aquellos que se decían ‘civilizados’.
Sigue
Hall su carta que parece más un panfleto de barricada. En otros párrafos, por el contrario,
presenta acertados enfoques: “No se
someten a ninguna autoridad y sí solo a la que conceden a sus jefes militares.
Estos jefes casi siempre pertenecen a sus propias filas y se eligen por su
valor personal y su notoria sangre fría”.
Y
es así, el concepto de jerarquía y de orden, la disciplina no impuesta desde
arriba sino por propio consentimiento de los subordinados al líder. Los jefes
pertenecen a sus propias filas, como en su momento, los reyes eran aquellos que
salían de las propias filas de la nobleza y que fueron elegidos, no por votos
sino por su valor personal que decanta por su propio peso. Profundizaremos este
tema en el capítulo VII, al tratar la ‘Monarquía sin corona’.
“Ellos (la gente de
la campaña) abrigan un gran odio contra la gente de Buenos Aires o porteños
como los llaman. No olvidan su propósito de cerrar al puerto de Montevideo, el
robo de los cañones y de las municiones cuando evacuaron esta ciudad, el saqueo
de las casas y sobre todo el haber llamado a los portugueses y haberlos
convencido que ocuparan la Provincia, su negativa para ayudar a Artigas en su
adversidad y su persecución hasta que tuvo que refugiarse en el Paraguay. Son
contrarios a cualquier tipo de dependencia de Buenos Aires, podrían unirse con
ellos durante algún tiempo para expulsar a los brasileños, pero esta unión
nunca podría ser cordial [… ]
Es
correcta la apreciación. En la fecha en
que el inglés redactó su informe, los Orientales tenían lógico rechazo y
resquemor contra los porteños, partidarios de los Directorales o
Triunviros. Centralistas unitarios que,
en general, complotaban junto a los portugueses y españoles contra cualquier acto
de soberanía e independencia, como lo demostraron con el comportamiento
traicionero con Artigas.
“También están
convencidos que sería absurdo constituir un estado soberano e independiente por
tratarse de un país tan poco poblado con tan pocas producciones y tan exiguas
entradas. Asimismo, que toda la fuerza militar con que contarían sería
insuficiente para vencer a sus activos y emprendedores de Río Grande y prevenir
sus incursiones como en épocas pasadas para robar el ganado. Esta clase se
inclina a favor de una federación con Buenos Aires y desean que la Banda
Oriental forme una de las Provincias Unidas del Río de la Plata de acuerdo con
el modelo de la República de los Estados Unidos de Norteamérica […]”.
Esta
es una verdad a medias. Es cierto que los Orientales estaban a favor de una
unión con la Confederación Argentina, pero no sólo por una cuestión comercial.
Desde una posición de fuerza querían evitar que los ‘bandeirantes’ siguieran robando el ganado del norte de la Banda
Oriental con sus diarias incursiones, pero también por tenían el íntimo
convencimiento de pertenecer históricamente al Virreinato del Río de La Plata,
la ‘Patria Grande’.
Por
dicha causa, Lavalleja y sus hombres se preparan para la reconquista de su
suelo natal.
Dicen
ITURRIA y RIELA[101] “Son cinco años de una tarea difícil que Lavalleja lleva adelante, no
obstante, todas las dificultades. Es muy difícil lidiar con las ambiciones de
entrecasa y al mismo tiempo enfrentar a las dos grandes naciones limítrofes.
Era imprescindible obtener el apoyo de las Provincias Unidas (o desunidas), si
se quería sacudir el yugo del Imperio de Brasil, pero al mismo tiempo,
resultaba tarea de magos mantener una buena relacion con los gobernantes
porteños, que querían la primacía total para Buenos Aires. Fue muy importante a
ese respecto el asesoramiento de Pedro Trápani y el apoyo de los caudillos
federales de las provincias argentinas”.
Los
autores citados sostienen que, para obtener los fondos de la empresa, conocida
luego como la famosa “33 Orientales”, tuvo preponderancia laintervención de Pedro
Trápani. Era un saladerista que tenía
intereses comerciales en Buenos Aires, y fue quien contactó a Lavalleja con
Lord Ponsonby, asesor y financista de la cruzada.
Pero,
aunque los mencionados historiadores, no lo digan expresamente ni hagan referencia
al tema, es evidente que con Trápani los intereses y la política británicos
estaban metidos en la trama de lo que se avecinaba.
Distintos
autores Orientales se han referido sobre el tal Trápani. Era agente inglés y masón, y tenía a
Lavalleja como intermediario inocente en sus maniobras para no permitir la
existencia de una ‘Patria Grande’ en el Río de La Plata, en consonancia con los
intereses ingleses.
Si
bien Trápani aparecía como agente de Lavalleja, en realidad era agente
británico y su accionar, más allá de su colaboración en la gesta de los “33
Orientales”, consistía en lograr que la Banda Oriental fuese un estado
independiente, y que como tal, estuviera sometido al poder de Inglaterra o de
Francia (los países que competían por lograrlo).
Próximamente,
nos detendremos a conocer más información sobre Pedro Trápani.
Los
referidos autores al hablar sobre Lavalleja, sostienen que nunca se aferró al
bienestar propio y todo su empeño y dedicación para acabar con el Imperio que
sojuzgaba a la Banda Oriental, le significó el abandono de sus propiedades.
Lavalleja y
Oribe organizaron un grupo de hombres de diferentes procedencias. Orientales,
mendocinos, africanos, cordobeses y paraguayos se reunieron en Buenos Aires
decididos a liberar a la provincia del dominio de Portugal.
Juntaron
armamento y en dos lanchas partieron hacia el territorio oriental en la llamada
Cruzada Libertadora. En la madrugada del 19 de abril de 1825 desembarcaron en
la playa La Agraciada, en el actual Departamento de Soriano. Juraron “Liberar a
la Patria o morir en su demanda”.
Inmediatamente,
se le confió a Oribe una fuerza militar bajo la denominación de “Dragones
Libertadores”, con los que se destacó en las batallas de Sarandí y del Cerro.
El 24 de
abril de 1825, Lavalleja proclamó a
sus hombres “¡¡¡Argentinos Orientales,
empuñemos las armas, corramos al combate y mostremos al mundo entero que
merecemos ser libres!!!”
En
un rápido despliegue, el 7 de mayo Oribe y Bonifacio Isas cercaronn Montevideo,
y se sucedieron varias partidas de hostigamiento a las fuerzas brasileras.
Durante este breve período, Oribe descubrió un complot orquestado por los
llamados “orientales abrasilerados”
liderados por Nicolás Herrera. Con la
asistencia del propio Isas, procedió a la detención de los conspiradores, los
sometió a proceso, fueron condenados a muerte, pero amnistiados por Oribe.
Aquel
fue el primer día del fin de la Cisplatina de entonces…Artigas no estaba más
físicamente, pero Lavalleja y Oribe, junto a sus soldados, tomaron su nombre y
su lucha ….
Esta
hazaña fue la primera de una serie de hechos que culminaron con la declaración
de la Independencia del territorio oriental el 25 de agosto de 1825
Juan Manuel
de Rosas y otros hacendados, siguiendo la línea histórica Federal de Artigas
financiaron a Lavalleja, Oribe y sus “treinta tres Orientales” (que, como
veremos luego, no eran 33, ni eran todos Orientales). La misión era expulsar definitivamente a los
brasileños. Lo lograron y en el Congreso
de la Florida que se reunió el 14 de junio de 1825 eligió a Lavalleja como
gobernador, capitán general y comandante en jefe de las fuerzas orientales.
Esta
representación, el 25 de agosto declaró
unánimemente la independencia de la Provincia Oriental con respecto a Brasil,
así como la reunión con las Provincias Unidas del Río de la Plata.
El 29 de
octubre, el Cabildo de Montevideo temerariamente declara “nulo, arbitrario y
criminal el acto de incorporación a la Monarquía portuguesa sancionado por el
Congreso filo-lusitano en 1821 {…}, y establece que “la Provincia Oriental del Uruguay no pertenece ni quiere pertenecer a
otro poder, Estado o Nación que la que imponen las provincias de la antigua
Unión del Río de La Plata, del que ha sido y es una parte”
Puede
observarse en estas palabras la intención irrebatible del deseo de la Banda
Oriental de formar parte de las Provincias Unidas en paz y en igualdad de
condiciones que las demás provincias integrantes...
Volviendo al
tema de los 33 Orientales. En realidad, no fueron 33 hombres, sino 40 con
nombre y apellido.
Pasados
cinco años del desembarco, Manuel Oribe escribió una lista de todos los hombres
que lo acompañaron en la cruzada del Río Uruguay, lista que fue ratificada por
Lavalleja.
Aunque se
sabía que en la cruzada participaron por lo menos 40 hombres, cuando se le
pidió al artista Juan Manuel Blanes que pintara una obra para inmortalizar el
desembarco, se le exigió que solo incluyera a los 33 hombres de la lista de
Oribe. Se cree que no es casualidad el número 33, ya que Manuel Oribe era masón,
y este número es el mayor grado de jerarquía entre los integrantes de la secta.
De tal modo
que el número “33”, por los “33 Orientales” fue elegido simbólicamente, y en
cuanto a la procedencia de los embarcados, tampoco eran todos orientales.
En efecto,
eran 21 orientales, 3 argentinos, 4 paraguayos, 2 de origen africano y 10 cuya
fecha y lugar de nacimiento se desconocen. Sus edades oscilaban entre los 15 y
42 años, aunque el grueso de los libertadores tenía entre 25 y 35 años.
Lavalleja tenía 40 años y Manuel Oribe, 32.
Esta era la
lista completa de los 40 hombres que conformaban los “33 Orientales”
Juan Antonio
Lavalleja 40 años-Manuel Oribe 32-, Pablo Zufriategui 42- Simón del Pino
45-Manuel Freyre 33- Manuel Lavalleja 27-, Jacinto Trápani 26- Manuel Meléndez
28-Gregorio Sanabria 39-Basilio Araujo 28-Atanasio Sierra 29-Santiago Gadea
30-Pantaleón Artigas 23-Juan Spikerman 22-Pedro Antonio Areguatí-Celedonio
Rojas 26-Francisco Romero (a) Lavalleja 35-Agustín Velázquez -Andrés Cheveste
38- Juan Acosta 36-Cannelo Colman 23-Avelino (Fernández) Miranda -Ramón Giquiau
Ortiz 18-Juan José Ortiz -Juan Rosas -Andrés Spikerman 18-Tiburcio Gómez
45-Luciano Romero -Felipe Patiño (a) Carapé -Joaquín Artigas -Dionisio Oribe
-Matías Alvarez -Juan Arteaga -José Leguizamón (a) Palomo -Miguel Martínez
-Ignacio Medina -Santiago Nievas -José Ignacio Núñez -Norberto Ortiz -José
Yaguareté - .
Milton
ACOSTA[102]
señala que “…El general Juan A.
Lavalleja en 1825 instalado en Asamblea en la Florida, dio un discurso
inaugural donde señalaba: “El ardimiento heroico que en otro tiempo distinguió
a los orientales revivió simultáneamente...” La Asamblea de la Florida, ¿habría
adoptado otra denominación? En su declaratoria del 25 de agosto, ésta decía: “Y
por cuanto el Pueblo Oriental aborrece y detesta hasta el recuerdo…”
Por otra
parte, dicen Agapo Luis PALOMEQUE, y Daniel TORENA[103]:
“Tras las victorias de las fuerzas
Orientales de Rincón, el 24 de
septiembre, y de Sarandí, el 12 de
octubre, el Congreso General Constituyente en Buenos Aires reconoció por ley
el 24 de octubre de 1825 la reincorporación de la Provincia Oriental, aprobando los diplomas
de Javier Gomensoro como
diputado electo por la misma.
“Antes de arriesgarse a dar ese paso
-correlativo de una declaración de guerra al Brasil-, Buenos Aires esperó el
impacto tranquilizador de los dos contundentes triunfos orientales, Hubo
expresiones de apoyo popular en Buenos Aires no bien se supo de la Cruzada
Libertadora; pero no en el círculo dirigente, salvo el general Las Heras, y el
diputado Pbro. Valentín Gómez, que había luchado con denuedo en la batalla de
Las Piedras. ¿Cuánto habría durado el titubeo porteño, a no ser por aquellos
triunfos?”, se pregunta
finalmente el autor.
¿Cómo se
fueron dando los hechos desde la llegada a la ‘Agraciada’?
El 19 de
abril de 1825: desembarque en las costas Orientales; el 25 de agosto:
Declaración de la Florida; el 24 de septiembre: Batalla y triunfo de Rincón; el
12 de octubre: Batalla y triunfo de Sarandí; 25 de octubre incorporación de la
Provincia Oriental a las Provincias Unidas del Rio de la Plata.
El hecho de
haber capturado al oficial del ejército Imperial Fructuoso Rivera, resultó de
fundamental ayuda. Antes de ser
fusilado, Lavalleja le ofreció incorporarse con todo su ejército a las huestes
revolucionarias.
Ahora bien,
¿Era Rivera Unitario? Creemos que –mutatis
mutandi- Rivera era tan Unitario como Urquiza, Federal.
Ambos se
inclinaban hacia donde corriera el viento; mejor dicho, el dinero. Efectivamente, el dinero hacía que ambos
sostuvieran la mano de quienes proveyeran oro, ganado, tierras, dinero en
general y no tenían prurito en apoyar aquellas causas que convalidaran sus
trapisondas.
Lo de
Urquiza, quedó más que claro cuando apoyó a los Imperiales que atacaban a su
país proveyéndolos de alimentos provenientes de sus propiedades y de la
Provincia de Entre Ríos, y también de armas, a cambio de que le permitieran
ejercer libremente el contrabando de carne y oro por los ríos interiores con
destino a la Banda Oriental.
Rivera fue
por el mismo camino. Apoyó sucesivamente a los Imperiales brasileños, a los
‘Farrapos’, luego de nuevo a los Imperiales.
Siempre apoyado por los franceses e ingleses y por los ‘colorados ‘de la
Defensa de Montevideo.
Lo define muy bien José María ROSA[104]
“Rivera no era un unitario. Era un gaucho que
amaba y sentía a su tierra y desconfiaba de los extranjeros que venían a
civilizarla. Solamente que era un gaucho ladino, enredador y engañista, capaz
de sacar provecho a lo que se le pusiera por delante.
“Con la
conciencia tranquila se vendía a todo el mundo, pues no estaba dispuesto a
entregarse a nadie; ‘artiguista’ de la primera hora, mancharía sus laureles
Guayaba pasándose a los portugueses cuando vio comprometida la causa del
Protector, para volver a la nativa al sentir el triunfo de los ‘Treinta y
Tres’. Libertador de las Misiones Orientales en la guerra —y primer gobernador
de la provincia rescatada—, Ia abandonará en 1828 para acepar la presidencia
Oriental ofrecida por los doctores aportuguesados de Montevideo (Lucas Obes al
frente)„ que buscaban un caudillo rural de prestigio que oponer a Lavalleja, el
jefe de los Treinta y Tres”
Por el año 1838
colaboró con los Franceses en su lucha contra la Argentina. Con la ayuda gala,
derrocó al gobierno legítimo de Oribe y se autoproclamó Presidente Oriental,
sin dejar de percibir ingentes ingresos de los brasileños. Prometía a todos y
no le daba nada a nadie. Inclusive a Rosas, quien lo vio venir y sin
miramientos lo despachó.
Concluye el citado
historiador que Rivera “Tiraba de todos:
sacaba francos del cónsul francés para preparar la guerra contra Rosas, y
‘reis’ de Rio Grande y Brasil para a exterminar, indistintamente, a los
‘farrapos’. ‘-¡Que insaciavel sede de dinheiro!-’ exclamaba, harto de sus
apetencias, el diplomático en Montevideo Almeida de Vasconcellos.
Se
comprometía con todos para no hacer nada a favor de ninguno: francos y ‘reis’
salían a manos pródigas apenas llegados, para correr a las ávidas de manos de
sus amigos sin que adelantaran los preparativos guerreros de su campamento en
Durazno. ¡Cómo debía reírse en la intimidad el taimado caudillo de los
‘macacos’ y ‘gabachos’ que pretendían untarle la lanza en su provecho!
¡Y de
qué manera superlativa, de los ‘cajetillas’ que escribían en las gacetas de
Montevideo que el ‘riverismo’ era Ia ‘causa de la civilización’ de Lerminier,
Lerroux, Massini y otros gringos!
Firmaba
todo lo que le trajeran, porque no daba importancia a papeles o palabras; con
tal de llegar con dinero todo comisionado era bien recibido en Durazno” {su Cuartel
General}.
La forma en que
vivió, anticipaba de algún modo la forma en que terminó. Preso en Rio de
Janeiro por los brasileños quienes se cansaron de que Rivera se quedara con su
dinero a cambio de muy poco…
Rivera, no
tenía ningún problema en cobijarse donde creyese que le iría mejor en sus
negocios. Un ejemplo de esto lo vemos luego del desembarco de los ’33
Orientales’. Siendo prisionero, no tuvo
más remedio que darse vuelta e incorporarse con sus tropas al ejercito
Libertador. Hubo alrededor de 7.000 hombres que, de un día para el otro, de
luchar a su lado para las filas Imperiales, pasaron a combatirlas.
Esta
conjunción de tropas de todos los Orientales, finalmente fue un factor decisivo
para el triunfo de las fuerzas patriotas. Lavalleja, con marcada ingenuidad lo
creyó redimido y compartió con Rivera la Jefatura del Movimiento
Revolucionario, aunque el patriotismo acomodaticio y circunstancial de éste iba
a durar poco…
Por el
momento el sueño de Artigas se había hecho realidad.
Dice
UMPIERREZ[105]
que el Protector “había encarnado el
sueño de construir un Estado denominado Provincias Unidas del Río de la Plata,
según dice en la Convención de la Provincia Oriental de 1815. Ese sueño abortó
con la ocupación de la Provincia Oriental por los portugueses desde la derrota
y alejamiento de Artigas en 1820.
Resurge el mismo sueño en 1825, en un momento en que
todas las Provincias Argentinas eran Estados independientes y soberanos, en
virtud de la derrota y supresión del Directorio como consecuencia de la Batalla
de Cepeda. Se convoca a un Congreso Constituyente en Buenos Aires en 1825, la
Provincia Oriental declara su Independencia y, en ejercicio de su soberanía
plena, declara a continuación su voluntad de unirse con “las demás Provincias
del mismo nombre en el territorio de Sud América”.
Del
mismo modo Arturo ARDAO[106]
puntualiza que hubo dos actas en el año1825. “La primera de ellas declaró nuestra Independencia de cualquier poder
del Universo; la segunda, nuestra Unión con las tradicionalmente hermanas Provincias
Argentinas. Comentaba Pablo Blanco Acevedo en su fundamental Informe de 1922:
‘Las dos actas son de Independencia y se complementan la una con la otra. Unir
no es incorporar... Se pueden unir dos países con un objeto determinado,
conservando cada uno su independencia, soberanía e instituciones, sin que
sufran ninguno de ellos menoscabo, pero no se pueden incorporar sin que los
atributos diferenciales de uno al menos desaparezcan en absoluto".
“La segunda Acta del 25 de agosto
empezaba formulando un voto de Unión, para decretar enseguida, en perfecta
armonía de conceptos y de términos:
"Queda la Provincia Oriental del
Río de la Plata unida a las demás de este mismo nombre en el territorio de Sur
América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la
componen…”.
Este
concepto nos deja servidos dos temas: la Banda Oriental, por propia decisión no
sólo de sus próceres sino del pueblo todo, no quería una independencia
absoluta. Quería una unión con las
Provincias Unidas del Río de La Plata en igualdad con el resto de las
provincias. Esto es, una Confederación.
También
lo explica con palabras justas Enrique MENA SEGARRA[107], quien concluye que “surge como elemento difícilmente refutable que los orientales de
entonces aún se sentían compatriotas de los habitantes de las demás provincias
-por graves que fueran sus inveteradas disensiones con los porteños- y
seguirían sintiéndose tales por muchos años más; mientras que jamás se habían
visto a sí mismos como portugueses ni brasileños.
“Siendo esto así, la ley de Independencia debía entender se
respecto a poderes extranjeros usurpadores de los derechos de la Provincia
Oriental; y la de Unión significaba el reingreso en la comunidad rioplatense,
si bien este no se condicionaba a una futura organización federal, como se
había hecho en los tiempos de Artigas.
“En verdad, no existía antecedente de una aspiración de los
orientales a la independencia como Estado, ni hay elementos suficientes para
pensar que entonces hubiera surgido súbitamente como anhelo generalizado. El 25 de
agosto, en consecuencia, es la fecha de una independencia provincial, no
nacional”.
El
gobierno de Buenos
Aires, accionado por la creciente presión de la opinión pública,
aceptó que la Provincia
Oriental se uniera a las otras, lo que significaba la guerra con
el Imperio
del Brasil.
Veamos
una síntesis de los antecedentes de la primera guerra con el Brasil que comenzó
el 10 de diciembre de 1825. Y digo la
primera guerra porque la segunda fue la batalla de Caseros, escondida bajo el
título de guerra civil, cuando en realidad fue una guerra entre la
Confederación Argentina y el Imperio del Brasil coadyuvado por militares y
civiles argentinos que reniegan de su país.
1) Las
antiguas aspiraciones portuguesas respecto a la posesión del territorio
oriental del Río de la Plata, transmitidas al nuevo imperio surgido en 1822.
2) Las
graves amenazas de orden político, económico y militar que, desde el 31 de
julio de 1821, constituyó para nuestro país la anexión de la Banda Oriental al
reino de Portugal, como “Provincia Cisplatina”, luego de que tropas al mando
del general Lecor, vencieran al caudillo oriental José Gervasio De Artigas y
tomaran la ciudad de Montevideo (enero de 1817).
3) La
expedición libertadora de los “Treinta y Tres orientales”, que provocó un
estado de tirantez en las relaciones entre las Provincias Unidas del Río de la
Plata y el Brasil, imperio que, no sin razón, acusaba al gobierno de Buenos
Aires de haber ayudado eficazmente a los expedicionarios Orientales en esta
empresa.
4) El “amparo y protección a las fuerzas
Orientales”, ordenado por el gobierno de Las Heras que “intenten pasar el Uruguay” a consecuencia de una derrota que les
infligieran las tropas portuguesas.
5) La
reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la
Plata, proclamada oficialmente por los notables Orientales, reunidos en el
Congreso de Florida después de los primeros triunfos de los “Treinta Tres
Orientales” comandados por Lavalleja (Rincón de las Gallinas y Sarandí). Posteriormente, en octubre de 1825, fue
aceptada por el Congreso Argentino que declaró que el “gobierno proveerá a su defensa y seguridad”.
Luego que la
Banda Oriental fuera anexada al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, con
la denominación de “Provincia Cisplatina” o “Estado Cisplatino” el 18 de julio
de 1821, durante el gobierno de Martín Rodríguez, se trató, por todos los
medios diplomáticos a su alcance, de lograr el reingreso de esos territorios al
ámbito de las Provincias Unidas, como también lo deseaban los Orientales,
rechazando terminantemente ser anexados a la soberanía de Portugal.
En virtud de
esa decisión, el general Carlos María De Alvear fue enviado en misión
diplomática ante los gobiernos de Gran Bretaña y de los Estados Unidos de
Norteamérica, con el objeto de lograr la intervención de ambos estados para
poner fin a las acciones que Portugal y Brasil, su aliado en América,
desarrollaban en el Río de la Plata.
En Julio de
1824, Alvear llegó a Inglaterra, donde logró entrevistarse con el ministro
Jorge Canning. El comisionado abordó la cuestión portuguesa y procuró la
mediación del gabinete británico, a fin de que la Banda Oriental pasara a
depender nuevamente de las Provincias Unidas. El ministro Canning prometió la
intervención de su país en el problema, aunque sin arriesgar una palabra
definitiva
Alvear
marchó luego a los Estados Unidos y a mediados a octubre de 1824 fue recibido
por el Presidente James Monroe, ante quien presentó sus cartas credenciales.
Monroe hizo votos por la prosperidad de las Provincias Unidas y por el feliz
éxito de sus heroicos esfuerzos en la causa de la independencia, y no puso
reparos en estrechar las relaciones con nuestro país, comprometiéndose gustosamente
a oficiar como mediador en el conflicto con el Brasil. Dando por finalizada su
misión, a mediados de 1825, el general Alvear regresó a Buenos Aires.
Poco más
tarde, el Congreso Constituyente reunido en Buenos Aires, dispuso enviar
una delegación ante Bolívar para felicitarlo por sus servicios para la causa de
la emancipación americana y para conseguir su apoyo ante el problema originado
por la expansión del Brasil, que hacía peligrar la existencia de las repúblicas
americanas.
La
designación recayó nuevamente en el General Carlos María De Alvear, esta vez
acompañado `por el doctor José Miguel Díaz Vélez. Ambos partieron hacia su
destino en el norte a fines de junio de 1825. Cumplida la mitad de su trayecto,
les llegó la noticia de la proclamación de la Independencia de las cuatro
provincias que integraban el Alto Perú (en la cual Rondeau y Rivadavia tuvieron
mucho que ver, lamentablemente).
El 18 de
octubre fueron recibidos por primera vez por Bolívar y durante el transcurso de
la reunión, Alvear y Díaz Vélez le expusieron al general venezolano, los
detalles de un proyecto que propiciaba la creación de una Liga de cuatro
repúblicas (las Provincias Unidas, Colombia, Perú y Chile), con el objeto de
contener las ambiciones del emperador del Brasil, quien en esos días ya había
comenzado a poner en marcha su plan de expansión, ocupando las provincias de
Mojos y Chiquitos.
Bolívar se
mostró partidario del plan, pero si bien, abiertamente no les negó la
posibilidad de darle su apoyo, expuso sus temores acerca de una posible
intervención de Inglaterra, en favor del emperador de Brasil.
Dos días
después Alvear y Díaz Vélez, tuvieron una nueva reunión con Bolívar y a
pesar del apoyo al proyecto que el general Sucre les aseguró, no pudieron llegar
a ningún acuerdo y por el contrario, la ocupación de Tarija —perteneciente a la
provincia de Salta— por tropas colombianas, pusieron más tensión a estas
tramitaciones diplomáticas, por lo que el gobierno de Buenos Aires, decidido a
no adherir a la política absorbente y personalista que ponía de manifiesto
Bolívar, ordenó el regreso de los enviados.
A semejanza
de lo ocurrido en 1820 en España, los liberales portugueses hicieron un
pronunciamiento en la ciudad de Oporto
Este movimiento repercutió hondamente en el Brasil. El Rey Juan VI
decidió regresar a Lisboa, justificando que en Buenos Aires germinara la idea
de que Portugal abandonaba sus intereses sobre la Banda Oriental y que sus
tropas abandonarían su territorio ocupado.
Pero pronto
estas esperanzas se desvanecieron. El monarca portugués envió a Buenos Aires a
su representante Manuel De Figueiredo, a la vez que comunicó sus deseos de
reunir un Congreso en Montevideo, para resolver si la Banda Oriental se
incorporaba al Brasil o se declaraba independiente.
Juan VI
regresó a su patria en abril de 1821 y poco después el general Lecor reunió el
mencionado Congreso con elementos que le eran adictos, entonces los diputados
proclamaron la anexión de la Banda Oriental al Brasil, con el nombre de Provincia Cisplatina.
El príncipe
Don Pedro, hijo y sucesor de Juan VI, encabezó en el Brasil el Partido Patriota
y en setiembre de 1822, proclamó la independencia de esos territorios y su
separación del Reino de Portugal, siendo ungido luego como “Emperador del
Brasil”.
Ante el
curso de estos acontecimientos, Bernardino Rivadavia, en esos tiempos
Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, planteó al Brasil la
restitución de la Banda Oriental y para ello, en agosto de 1825, envió a Río de
Janeiro a José Valentín Gómez y a Esteban De Luca. Sin embargo, fueron vanos los argumentos
expuestos, ya que el emperador Pedro I se negó enfáticamente a devolver el
territorio oriental, dejando como único camino a transitar el de la guerra.
Como ya
veníamos diciendo precedentemente, varios Orientales, disconformes con lo
resuelto en abril de 1821 por un Congreso absolutamente impopular, que declaró
la anexión de la Banda Oriental al imperio del Brasil con el nombre de
provincia Cisplatina, se trasladaron a Buenos Aires decididos a reconquistar la
libertad perdida.
Los
patriotas emigrados, entre los que se encontraban Juan Antonio Lavalleja y
Manuel Oribe, lograron reunir armas y pertrechos a fin de emprender una
expedición libertadora de su patria. En número de treinta y tres (once de ellos
argentinos), los patriotas recruzaron el río Uruguay y enfrentaron a las tropas
portuguesas que se opusieron a su avance y logrando vencerlas, pusieron sitio a
la ciudad de Montevideo.
Mientras
esta declarada rebelión contra los portugueses se extendía por el territorio,
Lavalleja reunió un Congreso abierto en el pueblo de La Florida, que lo nombró
gobernador. El 25 de agosto de 1825, proclamó la unidad de la Banda Oriental
con las demás Provincias Unidas del Río de la Plata, «a que siempre perteneció,
con los vínculos más sagrados que el mundo conoce» y designó a Javier Gomensoro
para que concurriera como Diputado de la Banda Oriental al Congreso de Buenos
Aires.
Poco
después, el Congreso reunido en Buenos Aires, reconoció dicha incorporación
decidida por la Junta de Representantes de ese país. Le comunicó esa resolución al gobierno
brasileño y lo intimó al retiro inmediato de las fuerzas invasoras de esos
territorios. En rechazo de ella, el emperador del Brasil, Don Pedro I, estimando
avasallados sus derechos de posesión sobre estos territorios, inició una guerra
que duraría hasta el año 1828, sin haber podido conseguir revertir la situación
por medio de las armas, merced a su astucia diplomática lo consiguió poco
tiempo después….
CASTAGNINO[108] nos
hace ver que “…También operaba el Imperio
sobre la Banda Oriental, que era parte de las Provincias Unidas
de Río de La Plata. Y lo era por su historia, su tradición y su voluntad.
Agredida e invadida por el Imperio brasileño con la complicidad de ciertos
hombres de Buenos Aires, la mantuvo sojuzgada”.
“El
25 de agosto de 1825 la Honorable Sala de Representantes de la Provincia
Oriental “Declara írritos, nulos, disueltos y de ningún valor para
siempre, todos los actos de incorporación, reconocimientos, aclamaciones y
juramentos arrancados á los pueblos de la Provincia Oriental, por la violencia
de la fuerza unida á la perfidia de los intrusos poderes de Portugal y el
Brasil que la han tiranizado, hollado y usurpado sus inalienables derechos, y
sujetándole al yugo de un absoluto despotismo desde el año de 1817 hasta el
presente de 1825. Y por cuanto el Pueblo Oriental, aborrece y detesta hasta el
recuerdo de los documentos que comprenden tan ominosos actos,…” y acto
seguido expresa su libre voluntad declarando que “Queda la Provincia
Oriental del Río de la Plata unida á las demás de este nombre en el territorio
de Sud América, por ser la libre y espontánea voluntad de los pueblos que la
componen, manifestada en testimonios irrefragables y esfuerzos heroicos desde
el primer período de la regeneración política de las dichas Provincias”.-
“Pero
el Imperio consideraba a la Banda Oriental "la llave del plata" y no soltaría su presa, hasta que en
1827 las armas argentinas vencen completamente a las imperiales en Ituzaingó”
Es así. Esto
nos llevó a una guerra con el Brasil ya que la Banda Oriental era la puerta de
entrada al Rio de la Plata, al Rio Uruguay hasta el Paraguay. Y a su vez era el
camino de salida para todas las mercaderías y productos del Matto Grosso del
Brasil. Obviamente, los Imperiales, con
su proyecto de expansión territorial permanente hacia el sur y el oeste en
tierras hispanas eso, no estaban dispuestos a perderlo.
El valor y
arrojo de Oribe fue proverbial, triunfando en una batalla tras otra.
En Efecto,
El 10 de diciembre de 1825, el Imperio del Brasil declaró la guerra a las
Provincias Unidas del Río de la Plata, iniciándose las hostilidades en enero de
1826 (Guerra rioplatense-brasileña). El
gobierno Unitario decidió conformar el famoso Ejército Republicano comandado
primero por Martín Rodríguez y luego por Carlos María de Alvear.
El 9 de
febrero de 1826, antes de que llegaran estas fuerzas argentinas, Oribe libró,
al frente de los Dragones Libertadores, un importante combate en las
inmediaciones del Cerro de Montevideo, donde atacó a una columna brasileña
propinándole un grave revés. Este triunfo mostró a las fuerzas apostadas en
Montevideo que no sería posible desplegarse sin sufrir los embates de Oribe, y
así limitó en gran forma el accionar del enemigo.
Luego de las
Batallas de Rincón, Sarandí y Cerro, la resistencia brasileña en el territorio
quedó circunscripta a Montevideo y Colonia. Toda la campaña estaba en poder de
los orientales, y para encontrar fuerzas brasileñas se debía transponer la
frontera norte. Este emprendimiento fue realizado por el General Alvear, al
mando de fuerzas orientales y argentinas, entre las cuales se contaba el
Regimiento 9º de Caballería, al mando del Coronel Manuel Oribe.
Mientras, la
guerra se encontraba en plena marcha, sus jefes eran Lavalleja y Alvear.
La
importancia política de Lavalleja iba de la mano con su capacidad militar.
Pocos saben que el 7 de febrero de 1826, fue candidato a presidente de las
Provincias Unidas junto a Carlos de Alvear, Juan Antonio Alvarez de Arenales y
Bernardino Rivadavia.
En 1826 el
Congreso de Buenos Aires, fraudulentamente, estableció una Constitución
Unitaria, muriendo toda autonomía de las provincias (hasta los gobernadores
eran elegidos por el Presidente Rivadavia).
Se sumó la entrega, nuevamente, de la Banda Oriental por Manuel José
García en el Janeiro. Esto hizo explotar
de ira al pueblo y provocó la caída de Rivadavia que fue sustituido por Manuel
Dorrego.
También se
agregó el hecho de que Lavalleja suplantó a Alvear en la conducción del
Ejercito de las Provincias Unidas.
Pues bien,
el 20 de febrero de 1827 las fuerzas orientales y argentinas obtuvieron una
resonante victoria en la Batalla de Ituzaingó (actual Rosario do Sul, unos 100
km al norte de la actual ciudad de Rivera).
Lavalleja y Oribe se encontraban a la vanguardia del Ejército
Republicano,
El triunfo
se dio a pesar de que Alvear se reveló como poco avezado en cuestiones
estratégicas, razón por la cual Lavalleja, Brandsen (fallecido en combate),
Iriarte y Paz tuvieron que desobedecer sus órdenes para lograr el triunfo.
Si bien este
trabajo no está dirigido a analizar y comentar las batallas militares sino las
cuestiones políticas que provocaron el ascenso y la caída de los sueños por la
concreción de la ‘Patria Grande’, es lícito hacer notar las personalidades
militares que combatieron y que años más tarde la política los separó en forma
irreconciliables en Unitarios y Federales.
Además de
Alvear, Chilavert y el Almirante Brown, Sergio OTEGUI[109]
enumera a los principales oficiales que lucharon en tan magno combate.
“Orden de batalla del Ejército
Republicano
“A la derecha: 1er.Cuerpo, Brigadier
General, Juan Antonio Lavalleja, 2da.División (9°.de Caballería), Coronel
Manuel Oribe, 3ra.División (Regimiento de Dragones Libertadores), Tte. Coronel
Ignacio Oribe (Regimiento de Dragones), Coronel Servando Gómez, 3ra.División
del 1er. Cuerpo, Coronel Juan Zufriategui, (Regimiento de Caballería 8 y
Regimiento de Lanceros 16) Coronel Olavarría y Tte. Coronel Anacleto Medina.
“En el Centro: 3er.Cuerpo de
Ejército, General Miguel E. Soler, Batallón 5º de Cazadores, 1ra.División del
1er.Cuerpo Coronel Julián Laguna, Milicias de Maldonado, Coronel Leonardo
Olivera, Milicias de Paysandú, Tte. Coronel José María Raña, Regimiento de
Artillería, Coronel Tomás de Iriarte, Batallones de Infantería 2°, 3°, y 1°,
Coroneles Alegre, E. Garzón y Correa.
“En segunda línea, en el intervalo
entre el Primer y Tercer Cuerpo Ejército:
“1ra.División del 2°. Cuerpo,
Coronel Federico Brandsen, (Regimiento de Caballería 1 y 3), Tte. Coronel
Pacheco; 1ra.División de13er.Cuerpo, Cnel. José María Paz.
“A la izquierda: 2ª. División del
2°, Cuerpo, Coronel Juan Lavalle, (Regimientos de Caballería 3 y Colorados),
Tte. Coronel Vilela”.
La
victoria republicana obtenida en la Batalla de Ituzaingó el 20 de febrero de
1827, con excelente actuación de Oribe, entre otros, fue ‘pírrica’. No pudo capitalizarse por la reticencia del comandante en
jefe de perseguir al ejército imperial vencido. Mientras tanto Montevideo y
Colonia permanecían en poder del Imperio.
El
coronel Tomás de IRIARTE[110] afirmó en sus ‘Memorias’ al
referirse a la reticencia del general Alvear:
“El general Alvear no quiso: se contentó con quedar dueño del campo de
batalla; es decir, de la gloria sin
consecuencia, porque todo el resultado quedaba reducido a las balas cambiadas
de parte a parte, y al efecto que ellas produjeron en muertos y heridos.
“La República Argentina, empañada en una guerra desigual, tenía sumo
interés, urgentísimo, en que no se prolongase la lucha: había echado el resto
apurando todos sus recursos físicos y morales para luchar contra un Imperio
abundante en hombres y medios pecuniarios.
“La República, venciendo, quedaba exánime; el Imperio, vencido en una sola
batalla, pero sin ser su ejército anonadado, podía continuar la guerra con
ventaja, con menos sacrificios; y es por esto que necesitamos sacar buen
partido, no digo de las batallas campales, sino de las más ligeras ventajas que
obtuviesen nuestras armas.
“Ardía la guerra civil en las provincias argentinas, y era Buenos Aires,
una ciudad sola, la que soportaba todo el peso de la guerra; la única que podía
alimentarla, darle pábulo, y para que no se extenuase era necesario dar grandes
golpes.
“Tal fue el que recibieron los enemigos en Ituzaingó, pero solo en el campo
de batalla: fuera de él no sintieron sus efectos como lo habrían sentido si su
ejército aquel día hubiera sido anonadado, y pudo, debió serlo.
“La guerra habría entonces concluido, y la paz, se habría firmado dictando
el vencedor las condiciones: la evacuación de Montevideo y de todo el
territorio oriental ocupado por las tropas del Imperio, y su incorporación a la
República Argentina”.
“Teníamos aquel día los caballos
suficientes y en muy mediano estado; no se necesitaba hacer un gran esfuerzo
corriendo el riesgo de cansarlos, porque la infantería enemiga estaba a la vista
y nos bastaba seguir su lenta marcha cercándola en todas direcciones: el hambre
la habría obligado a capitular.”
Del mismo
modo pensaba, el General Paz.
Finalmente,
la inevitable falta de suministros sobreviniente y el pésimo estado de la
caballada impidieron continuar con la persecución del ejército imperial y el
normal desenvolvimiento de las acciones en el plano militar.
Por
lo tanto, aún una victoria decisiva rioplatense en Ituzaingó no logró
determinar el resultado de la guerra. José de SAN MARTÍN[111] fue
muy claro sobre eso. Le decía al Gral. Tomás Guido
sobre la victoria conseguida en carta del mes de julio de 1827:
“{…} puede contribuir a acelerar la conclusión de la deseada paz; sin embargo,
diré a Ud. francamente que, no viendo en ninguna de las dos el carácter de
decisivas, temo mucho que, si el emperador conoce —como debe— el estado de
nuestros recursos pecuniarios y, más que todo, el de nuestras provincias, se
resista a concluirla y, sin más que prolongar un año más la guerra, nos ponga
en situación muy crítica. (...). En conclusión, si la influencia del gabinete
británico, unida a la precaria situación en que se encuentra el Portugal, no
deciden al emperador a la paz, mis cortas luces no alcanzan a ver remedio a
esta situación.”
La guerra con el Brasil estaba llegando a su
fin. Nos proponemos acá hacer una descripción física y emocional de Oribe. Su
evolución y su adaptación a los tiempos de desorden y contradicciones que
imperaban en el Río de La Plata.
El historiador Oriental TORRES WILSON[112], ya
citado, nos hace un relato de los avatares políticos de Lavalleja y de Oribe en
esos momentos.
“A medida que la guerra contra con el Brasil
iba llegando a sus últimas instancias, en la política del futuro país se iban
perfilando ya los bandos que los dividirían en los primeros años de su vida
independiente. Y, como no podría ser de otra manera, esos bandos surgían
estrechamente ligados a las tendencias internas de la Confederación Argentina a
cuyo seno habían vuelto los Orientales a partir de la Cruzada Libertadora de
1825. Lavalleja –jefe indiscutido de la empresa- había quedado en el centro de
la escena y, a su lado, Oribe se destacaba como jefe militar de creciente
prestigio. Su tendencia representaba un autonomismo Oriental estrechamente
vinculado al federalismo porteño cuyos hombres más representativos eran, a la
sazón, Dorrego, Soler y Rosas. Por es, cuando cae en Buenos Aires el unitarismo
de Rivadavia y Dorrego asciende a la gobernación, Lavalleja da su ‘golpe de
Estado’ en la Provincia Oriental disolviendo la Junta de Representantes, de
inspiración rivadaviana ‘en defensa de la autonomía provincial’. Oribe lo
acompañará en su actitud…”
Y ¿qué iba sucediendo en el crecimiento y
madurez de Oribe? El autor citado nos
presenta acabadamente los rasgos de la personalidad íntima del prócer y la
forma en que era visto por sus coterráneos:
“Oribe,
mientras tanto, había madurado su personalidad como militar y como hombre. Al
firmarse la paz tenía ya treinta y seis años y ocupaba la Comandancia General
de Armas. Su experiencia de mando se había acrecentado en acciones de magnitud y,
en los campos de Sarandí e Ituzaingó, su coraje personal y su competencia como
militar de escuela le habían ganado un lugar destacado en la consideración de
compañeros y adversarios.
“Para
los oficiales de carrera y para la gente de la clase principal, aristocrática,
a la que pertenecía, era un jefe eficiente, disciplinado, responsable, capaz de
darle a la acción de las armas una racionalidad y una responsabilidad de las
que frecuentemente carecía la milicia criolla. Para el gauchaje era, ante todo,
un patriota y un valiente, severo y justo a la vez, distantemente paternal en
sus órdenes inflexibles que embretaban la espontaneidad rebelde, pero
responsable hasta la minucia de la suerte y de la vida cotidiana del último de
los soldados a su mando”.
“El
adolescente alto, flaco, un poco desgarbado, que había sido años antes, se
había ido templando hasta anunciar ya aquel ‘hombre de fierro’ que sería en su
madurez. Su pelo renegrido y su bigote cuidadosamente recortado seguían
acentuando sus facciones finas y alargadas que coronaban un porte señorial, de
modales corteses y delicados en la vida de relación con sus iguales, que podían
tornarse afectuosos en el hogar de su madre o adquirir ribetes de inesperada
energía -y hasta de dureza- en la relación castrense. El secreto de aquellos
tránsitos de su personalidad se reflejaba, tal vez, en aquella mirada triste de
un niño que había crecido y se había hecho hombre a la sombra de la austeridad
hogareña y que sentía la vida como un deber frecuentemente penoso.
“El
torbellino de la revolución lo había lanzado a la vida y le había enseñado a
tratar con hombres de las más diversas extracciones. No lo había contagiado la
camaradería de los campamentos ni había abierto su corazón la penuria de las
marchas compartidas ni el fragor de los combates en los que -de punta en blanco
en su atildado uniforme- podía enfrentar el peligro hasta la temeridad. Los
paisanos lo miraban con distante respeto, los jefes y oficiales con velada
admiración, pero pocos, fuera del ámbito de su familia- podían preciarse de
conocer su intimidad celosamente guardada en un exterior adusto, severo, parco,
avaro en sus sentimientos”.
“Lanzado
a la lucha para lograr "la libertad de la patria" frente a poderes
extranjeros de Portugal y Brasil para restaurar en su provincia la autoridad y
el orden que consideraba legítimos, el destino había compensado con creces sus
desvelos, convirtiendo a la Provincia Oriental en país independiente. Dentro de
sus estrechos límites -todavía imprecisos-, Oribe seguiría manteniendo los
mismos principios heredados de la tradición hispánica que se consustanciaban
con su personalidad…”.
Note el lector las diferentes idiosincrasias
y personalidades de Artigas, Lavalleja y Oribe.
Tenían en común un mismo objetivo con una sola idea: salirse del yugo de
los españoles, de los luso-brasileños, de las intenciones imperiales
anglo-francesas y del centralismo unitario porteño, encarnado en el Triunvirato
y luego en el Directorio.
Luego de la guerra con el Brasil, los hechos
se sucedieron en el campo político y diplomático.
Pese
a todos los esfuerzos y los triunfos bélicos, la misión original de Manuel
García fue desvirtuada, ya que la Convención Preliminar de Paz (contubernio
masónico donde lo que se ganó en el campo de batalla, Inglaterra mediante, se
perdió en la mesa de negociaciones posteriores ) declaró la creación de un
Estado libre e independiente, quedando así separada la Provincia Oriental de
las Provincias Unidas, llamándose desde entonces Estado Oriental del Uruguay.
De tal manera, como sigue diciendo CASTAGNINO[113] “Al triunfo de las armas argentinas le
sucede una escandalosa derrota diplomática, pues en la Convención de paz, el
Imperio logra imponer entre otras cosas el reconocimiento argentino de la
separación definitiva de la Banda Oriental y de la libre navegación de las
aguas del Plata. (Art. 1, 2, 3 y adicional) Esta escandalosa capitulación provocaría la precipitada huida de
Rivadavia y derivaría en el posterior derrocamiento de Manuel Dorrego y su fusilamiento, gobernador legal de la
provincia de Buenos Aires, incentivada por los complotados unitarios”.
“A esta compleja situación, debe agregarse la más repugnante,
como era la constante intriga de los emigrados unitarios, que llevados por un odio enfermizo a Rosas, conspiraban
contra su patria desde Montevideo, Chile y Bolivia, sin reparar en métodos para
provocar la discordia, fogoneando las luchas y guerras civiles durante años y
hasta buscando alianzas con los enemigos externos de la Confederación. Sus
cabecillas no tienen reparo en fomentar la ocupación chilena de Magallanes, la
escisión de las provincias mesopotámicas y hasta viajar a Europa a gestionar la
intervención armada contra su Patria, con la promesa de formar una nueva
república que les garantizara la libre navegación de los ríos de la cuenca del
Plata”.
Como bien
dice JAURETCHE[114] “desde
el primer momento la misión encargada a Manuel J. García contiene la
resignación al triunfo de la política brasileña. Las provincias movilizan sus
efectivos para incorporarlos al Ejército Nacional, rehecho sobre los cuadros
remanentes del Ejército de la Independencia; pero a los doctores no les
preocupa la guerra exterior, y lo mandan a Lamadrid a sublevar los efectivos
que el Norte aportaba a la guerra nacional. Así también, la victoria de
Ituzaingó y la de la escuadra de las Provincias Unidas, terminan por malograrse
porque el unitarismo, atento sólo a imponer sus puntos de vista internos,
provoca la anarquía interior y deja sin los recursos reclamados para internarse
en Río Grande, a Alvear. Así es como García, con las cartas triunfadoras de
ltuzaingó y Juncal, por tierra y agua, propone al emperador ¡la independencia
de la Banda Oriental!, es decir, lo que Inglaterra quiere. Pero Brasil no la
acepta y entonces García firma una Convención preliminar aceptando la
reincorporación al Imperio de la Provincia Cisplatina. La indignación popular
provoca la renuncia de Rivadavia”.
Los
artífices de la ‘Patria chica’ en todo su esplendor, perdieron en la mesa de
negociaciones lo conseguido en el campo de batalla a costa de sangre y lucha.
Rivera fue
elegido como Presidente del nuevo Estado. Su primer gobierno, entre 1830 y 1834, había
transcurrido en su casi totalidad bajo la vigencia del régimen de fronteras
abiertas impuesto por la Convención Preliminar de Paz. Pasó la mayor
parte del tiempo en Durazno, ciudad que había fundado en 1821. Su administración,
de hecho ausentista por esa causa, fue llevada adelante por un círculo
exclusivista de políticos vinculados al antiguo partido pro portugués y pro
brasileño: Los cinco hermanos (Lucas José Obes y sus cuatro cuñados). Esto provocó dos movimientos insurreccionales
liderados por Juan Antonio Lavalleja que tuvieron lugar en 1832 y
1834, ambos fácilmente derrotados.
Manuel Oribe no tomó parte en tales movimientos.
Guillermo
VÁZQUEZ FRANCO[115] –al que ya nos hemos
referido- reitera que Artigas exclama
que la Federación ‘ni por asomo se acerca a una separación nacional’,
dicho ante el Congreso de diputados Orientales el 4 de Abril de 1813; nunca
reconoció la Convención Preliminar de Paz que cercenó a su provincia; murió ‘tan argentino como lo había sido en sus
tiempos de Jefe de los Orientales’; y “‘el
hecho de que sus huesos y su estatua fueron instalados en la plaza “
Independencia “, lugar y nombre puntualmente equivocados que constituyen, per
se, una afrenta continuada a su memoria”.
“Artigas pues, dejó en algunos de sus provincianos una
tradición de autonomismo, sí, pero, fundamentalmente, dejó en toda una sólida
tradición de unidad nacional ala que sus sucesores –otros caudillos y la clase
pensante- se ajustaron siempre hasta que, en 1828, intervino el emperador del
Brasil”.
Para este
autor, no sólo Artigas tenía este criterio de unión nacional, sino también
otras personalidades políticas. Veamos
algunos ejemplos.
1816.-
Carta del Gobernador Delegado Miguel Barreiro a Pueyrredón Director Supremo de
las Provincias Unidas.
“Nunca puede darse a la disidencia entre Artigas y
Buenos Aires otro carácter que el de accidental siendo claro que nosotros [los
orientales] jamás podríamos caer en el delirio de querer constituir solos una
nación”
1821.-
Congreso Cisplatino. Los tres oradores justificaron, con sobrados motivos, por
qué era inviable la independencia oriental. Convengamos lealmente,
desapasionadamente, que realizaron una fiel fotografía de la realidad.
1822.-
Solano Antuña declaró que: “pensaron los
buenos hijos de este país (se refiere a los Caballeros) que era llegada la
oportunidad de sacudir el yugo que los oprimía y volver a integrar la provincia
a La República Argentina”
1823.- El
llamado por la historiografía Cabildo Revolucionario “declara que esta provincia Oriental del Uruguay no pertenece ni quiere
pertenecer a otro poder, Estado o Nación que la que componen las provincias de
la antigua unión del Río de la Plata de la que ha sido y es una parte”.
1825.-
Playa de la Agraciada, 19 de abril. Proclama de Lavalleja. "Argentinos orientales, la gran Nación Argentina de que sois
parte, espera vuestro pronunciamiento..."
1825-
25 de agosto, Florida, «La H. Sala de
Representantes de la provincia Oriental del Río de la Plata [...] ha sancionado
y decreta por ley fundamental: Queda la provincia Oriental del Río de la Plata
unida a ias demás de este nombre en el territorio de Sud América por la libre y
espontánea voluntad de los pueblos que la componen [...].
1825.-
noviembre - Lavalleja, eufórico, informó que la reunificación había sido
confirmada por el congreso Constituyente reunido en Buenos Aires: “¡¡ Pueblos!! Ya están cumplidos vuestros
más ardientes deseos, ya estamos Incorporados a la gran Nación argentina […]
Como puede
leerse, está harto demostrado que tanto Artigas, Lavalleja y Oribe estaban
contestes en formar la gran nación argentina (rioplatense) y lejos de formar un
estado independiente. Pero el diablo (ingleses) metió la cola….
Y, no sólo
los Federales Orientales, algunos Unitarios como Fructuoso Rivera le dijo en
carta al Dean Funes: “"Tuve la
satisfacción de ver a mi país pertenecer a la masa común de las provincias
forman la brillante Nación Argentina”. No sabemos si realmente lo pensaba
puesto que muchas de sus acciones tendían a un separatismo para unir a la Banda
Oriental con Corrientes, Entre ríos, Paraguay y el sur del Brasil.
De tal
modo, termina UMPIERREZ[116] “la Convención Preliminar de Paz de 1828 destruye y sepulta definitivamente
el sueño de las Provincias Unidas del Río de la Plata. La “separación nacional”
del Estado Oriental del Uruguay, perfeccionada con la Jura de su Constitución
en 1830 en estricto cumplimiento de la mencionada Convención, deja a los
orientales sin un “proyecto nacional” y con la sociedad dividida entre
unitarios y federales”.
“Es cierto que Artigas fue el precursor de la
Independencia provincial, que fue el forjador de una identidad del Pueblo
Oriental, que fue el paladín de la Libertad Republicana, pero junto con todo
eso, también fue el Protector de los Pueblos Libres y quien primero y mejor
encarnó la idea de la Federación rioplatense, que conjugaba todo lo anterior.
ACOSTA[117] reflexiona que “En el Tratado de Paz de 1828 se nos
concede el estatus de estado independiente, y la Asamblea de 1830 nos designa
“Estado Oriental del Uruguay”. Sin embargo, la promulgación de esa primera
Constitución se dirige a los “Orientales: la experiencia de todos los pueblos
os demuestra… Así entrábamos pues a la vida nacional, y en todos nuestros
documentos públicos íbamos a figurar como Orientales”.
Finaliza
el autor hablando de sí mismo: “Yo fui,
soy y seré Oriental hasta la muerte. No acepto que se me designe como uruguayo
porque no soy un islote de ese caudaloso río. Y porque al menos hasta que yo
tuve unos veintitantos años, aún en los partes policiales de los diarios y
noticieros de radio y televisión se decía: “Zutano, Oriental, soltero, mayor de
edad, carpintero”, “Mengana, Oriental, casada, de profesión labores”
Esta llamada pomposamente Convención de Paz, funesta
por donde se la mire, fue firmada sin intervención de los funcionarios y
políticos Orientales, sino sólo entre el Imperio del Brasil y la Confederación
Argentina. Quedaban abiertos los ríos del Uruguay para cualquier país por
impulso de los ingleses y los límites quedaban indeterminados. De tal manera
que el Estado Oriental nace con su frontera terrestre con Brasil mal definida.
MENA SEGARRA[118]
nos dice que “La independencia como
Estado establecida en la Convención Preliminar de Paz se inscribía en una cada
vez más firme tradición de autonomismo oriental. Creemos que ella fue aceptada
por los orientales como un camino nuevo que valía la pena recorrer, pero no
podían olvidar de un día para otro los recios lazos que los vinculaban, en
fraternidad u oposición, con el resto de las provincias. En otras palabras, el
Estado antecedió entre nosotros al sentimiento de nacionalidad.”
Tal como hemos planteado anteriormente, ‘autonomismo’
no es ‘independencia’. Y es llamativamente sintomático, pero a la vez veraz,
que la Banda Oriental fue primero el Estado logrado por la masonería inglesa en
esa Convención que se llamó -y no debe olvidarse- ‘preliminar’. Nunca dejó de
ser preliminar pues nunca se resolvió definitiva.
Luego del Estado independiente vino la nacionalidad.
Ahora, a los ingleses lo que les importaba era que fuera un Estado
independiente, no les interesaban mayormente las cuestiones sociológicas o sustanciales,
sólo la forma.
Con otras palabras, expresa el mismo principio
Bernardo Prudencio BERRO[119],
para quien la independencia Oriental fue una dádiva, una declaración sin el
sustrato del hecho previo. Y se pregunta si una declaración puede dar una nacionalidad
o esta la precede. Una nacionalidad no puede ser causada por una declaración. “Por
el valor de esa Declaración tenemos el derecho antes que el hecho, el efecto
antes de la causa, el consecuente primero que el antecedente”.
La Masonería en nombre de Inglaterra con Ponsonby
como articulador de la anhelada Convención, fue muy claro y agudo “Europa no consentirá jamás que sólo
dos Estados, el Brasil y la República Argentina, sean dueños exclusivos de las
costas orientales de la América del Sur, desde más allá del Ecuador hasta el
Cabo de Hornos” (Acevedo, Anales, 1933, I, 311).
La relación ‘Inglaterra-Convención Preliminar de
Paz-independencia de la Banda Oriental’, también está explicada por Luis A. de
HERRERA[120]
que manifiesta que “Al tiempo de
firmarse, pues, la convención de paz,'
los dos grandes contendientes de Río de Janeiro y Buenos Aires tenían
agotadas fuerzas y recursos, y estaban
dominados por la influencia inglesa que
los obligaba a reconocer la independencia de la Provincia Oriental.
[...].
Para el autor “la opinión
general, movida todavía por el gran y genial impulso de Artigas, habría optado,
dentro de un ambiente de plena libertad, por la reincorporación a las
Provincias Unidas, en la forma y con las condiciones que en su caso hubiera
prestigiado el Jefe los Orientales y Protector de los Pueblos Libres, a la
sazón proscrito en Paraguay”.
De este historiador podemos extraer otras
conclusiones: En La Convención Preliminar de Paz que ocasionó la independencia
de la Banda Oriental, pergeñada por Inglaterra, no intervino opinión o persona
alguna que representase a los Orientales.
La opinión general, el pueblo ‘artiguista’ quería seguir perteneciendo a
las Provincias Unidas.
Comparte la misma visión otro historiador, Julio
SANCHÉZ GÓMEZ[121]
para quien “Uruguay, a diferencia de los
demás países de la América española, nació a la vida independiente sin que
nadie hubiera buscado ni querido la independencia.
"A
la altura de 1828 había partidarios de que el territorio permaneciera unidos al
Imperio brasileño, de la vuelta a la unidad con las Provincias Argentinas,
quedaban nostálgicos, evidentemente ya muy desengañados, del poder español,
incluso algunos que querían convertir el antiguo territorio Oriental en un
protectorado británico, pero, al menos si nos remitimos declaraciones que nos
hayan llegado, no existe ninguna significativa optara por la conversión en un
país independiente. Muy al contrario, son numerosas aquellas que expresan
razones para oponerse a esta opción por inviabilidad”.
Hagamos un alto en la presente descripción.
Debemos tener siempre presente la política inglesa,
no sólo en nuestras tierras sino en todo el orbe.
Inglaterra siempre impulsó obtener territorios
estratégicos para sus intereses: el peñón de Gibraltar para tener la llave de
acceso al Mar Mediterráneo, Las Islas del Atlántico sur (sobre todo las Islas
Malvinas) para el control del acceso a las aguas del índico y del Cabo de Hornos.
Inserto en tal política, Inglaterra no iba a permitir
que las aguas del Paraná y el Uruguay tuvieran en la Confederación Argentina,
la propiedad única de acceso y el control del comercio hasta el Paraguay.
Pero tampoco iba a permitir el engrandecimiento desmedido
del Imperio del Brasil por el cual éste anexara la Banda Oriental.
El Imperio Británico requería un ‘Estado-Tapón’,
pequeño y manejable para sus intereses comerciales. Asimismo, intentar de ser
posible, que ni Brasil ni la Confederación Argentina tuvieran un territorio muy
extendido sino lograr que se dividieran en varias republiquetas pequeñas.
Y para el logro de tales objetivos, Inglaterra tenía
comerciantes que oficiaban también de espías y ‘socios’ vernáculos que se
acercaban al calor del poder de los gobiernos de turno para influir las
voluntades en el sentido buscado.
Uno de ellos fue el comerciante y saladerista
Oriental Pedro Trápani.
Anteriormente ya hemos hablado de él. Se lo presenta
como un ‘adlátere’ de las fuerzas independentistas Orientales con los cuales
colaboró personal y monetariamente a tales fines, en especial con la epopeya de
los “33 Orientales”. Pero su fin
ulterior era no sólo impedir que tanto España, Brasil y la Confederación Argentina
lograran posesionarse del territorio. La Banda Oriental, en soledad, desgajada
de la Confederación era más vulnerable para el dominio del Imperio Británico el
cual se debatía igualmente por ese dominio con la Francia que tenía mismas
intenciones depredatorias sobre el territorio a conquistar.
Describamos al personaje en la voz del historiador
BARRIOS PINTOS[122]
quien, curiosamente y sin mala intención, refiere las características del
citado comerciante en forma laudatoria, cuando justamente lo que de él hace es
una narración de un lacayo encubierto de los intereses del Imperio
Británico. Un masón para más datos que,
so pretexto de liberar el territorio de la Banda Oriental, lo descuartizaba del
cuerpo principal al que natural e históricamente pertenecía y en el cual se
fortalecía, para hacerlo pasto fértil de las grandes potencias europeas.
Resaltaremos en negrita algunos párrafos y haremos
algunas digresiones, entre uno y otro, para demostrar la connivencia entre
Ponsonby y Trápani en los que Lavalleja es un instrumento en manos de los sibilinos
consejos de este último con el fin de hacer posible las intenciones inglesas:
la separación, la independencia de la Banda Oriental de las Provincias Unidas.
MENA SEGARRA[123]
dice que “Gran Bretaña nunca lo
permitirían [el unirse a las Provincias Unidas] este momento se hace decisiva la influencia de Pedro Trápani sobre
Lavalleja. Desde meses atrás le insinuaba la solución independentista como la
mejor para los orientales, obedeciendo en esto a las sugerencias Ponsonby y
probablemente a la postura de un creciente núcleo de patriotas [...]
El dinero, como se ve, corrió a raudales con tales
fines, en concepto de préstamos usurarios. Masonería de por medio, como es
habitual.
BARRIOS PINTOS[124]
describe las correrías de Trápani: “Ya
radicado en Buenos Aires, Pedro Trápani
en 1812 participó en explotación del primer saladero instalado en dicho
territorio, propiedad de los comerciantes ingleses Roberto Ponsonby Staples y
Juan Mac Neile radicado en la capital bonaerense poco después de la
revolución de Mayo. El establecimiento tenía instalaciones costosas y estaba
situado en la ensenada de Barragán, al este del pueblo de Ensenada, en las
cercanías de la actual ciudad de La Plata. En la explotación del saladero donde
trabajaban de cuarenta a sesenta hombres, Trápani
participa con la asignación de una tercera parte de las utilidades. En la
época Mac Neile lo calificó como un "industrioso e inteligente
americano"”
Desde el comienzo Trápani, fue socio comercial de los
ingleses y tuvo una participación importante en las utilidades.
“Pedro
Trápani tendrá en Ponsonby Staples –agente oficioso y luego Cónsul británico-
la primera vinculación amistosa con un representante inglés. Su posterior relación con el
plenipotenciario Lord John Ponsonby – sobrino se ha dicho de Roberto Ponsonby
Stapless- será de decida importancia para formar la opinión de Lavalleja, en el
giro de las negociaciones de la independencia definitiva de nuestra patria”.
Por lo que BARRIOS PINTOS[125]
reconoce que la relación de Trápani con los ingleses fue de vital importancia
para formar la opinión de Lavalleja, quien fue claramente manipulado con los
consejos de su coterráneo para negociar la independencia de la Banda Oriental
como querían los ingleses
“Trápani
fue accionista de la Sociedad de Comercio de Buenos Aires o Famatina Mining Co.
para la explotación de minas en La Rioja, entre cuyos directores figuraban
Braulio Costa, el Cnel. ‘Oriental’ Ventura Vázquez y Guillermo Parish Robertson…”
La sociedad comercial entre Trápani, los ingleses y
los cipayos bonaerenses mencionados siguió creciendo.
Rivadavia era parte de este negociado.
Tal como documenta con fundamento José María ROSA[126]
(con el seudónimo de Martín PINCEN), “Graves cuestiones embargaron el ánimo de Rivadavia al
hacerse cargo de la Presidencia. No se trataba de la guerra con Brasil,
precisamente. Poco antes de su elección escribía a Londres por carta del 6 de
noviembre de 1825, tomada del proceso de quiebra de la Mining Association en
1826.: “El negocio que más me ha ocupado, que más
me ha afectado, y sobre el cual la prudencia no me ha permitido llegar a una
solución es el de la Sociedad de Minas... con el establecimiento de un gobierno
nacional todo cuando debe desearse se obtendrá”. Dice el autor que esta carta se dio a conocer en varias
oportunidades: por Dorrego en El Tribuno, el 26 de junio de 1821; por Dorrego y
Moreno en su folleto Refutación a la Respuesta (Bs. As., 1827); por Vicente
Fidel López en su Historia de le República Argentina, t. X, págs. 272 y 273
(edición. de 1893); por José María Rosa en Defensa y pérdida de nuestra
independencia económica págs. 145 a 147.
Su
Ministro de Hacienda fue Salvador María del Carril que puso la titularidad de
todas las minas que había en San Juan, su provincia, a disposición de la
Sociedad minera que Rivadavia fundara en Londres
Sigue exponiendo con fundamento José María ROSA[127]
“Pero Quiroga se negó a entregar el
Famatina. Fue un alzamiento contra la autoridad nacional “imperdonable en
tiempo de guerra” como comenta el doctor Vedia y Mitre. Y el Banco, que no daba
recursos para la guerra internacional facilita generosamente dinero para armar
a Lamadrid y al ejército presidencial del interior…A pesar de las letras de
cambio Lamadrid será derrotado y la
Compañía de Minas no le quitó el Famatina a Quiroga.
Cuando finalmente
Rivadavia renunció en junio de 1827 (luego del acuerdo bochornoso en Río de
Janeiro firmado por el Unitario Manuel García) Vicente López y Planes se hizo cargo
en forma provisoria del gobierno, teniendo a su lado a Tomas Manuel de
Anchorena como Ministro de Hacienda, éste se encontró con que “no ha quedado en Tesorería ni una onza de
oro, ni un peso de plata ni un billete de Banco. No hay nada; absolutamente
nada: hasta los muebles de la Casa de Gobierno se los ha llevado Rivadavia.
Solamente hay deudas: al ejército no se le paga desde 1826, al Banco se le
deben once millones, hay letras protestadas de otros acreedores por más de dos
millones, se deben los últimos servicios del empréstito.
“Y
comprueba que Del Carril, después de la salida de Rivadavia, ha hecho libranzas
contra el Banco por millón y medio de pesos que éste no alcanzó a pagar.
Anchorena anula estas letras, suspende los trabajos públicos y suprime la mitad
de los empleados de gobierno (…)”.
Volviendo al inefable “Pedro Trápani, con Braulio
Costa y Félix Castro, integraron el 1823 una comisión, a solicitud del Cabildo
de Montevideo, encargada de obtener un empréstito para atender los gastos del
movimiento independentista de la provincia oriental, que se gestaba en esa
época”
El préstamo por la cantidad de cien mil pesos se
llevó a cabo con la garantía de las propiedades de más de veinte vecinos
montevideanos "pagables libre la Provincia o frustrada la empresa", bajo el crecido interés mensual del cinco
por ciento. Por un reconocimiento
del Gobierno de Buenos Aires al Gobierno Oriental de fecha 9 de octubre de
1828, se sabe que los comerciantes que franquearon sólo $ 8.795 de ese
empréstito al haber fracasado el movimiento fueron Félix Castro, Braulio Costa
y Pedro Trápani. Dicha suma devengó el 3
de agosto de 1826 la suma de $17.569 de interés, cantidad que, adicionada a la
anterior, fue la que reconoció el gobierno bonaerense- Para algunos historiadores, esta actitud ensombrece la eficaz gestión
de dirección, apoyo y buen consejo que le cupo a Trápani en todo el proceso de
la empresa revolucionaria".
Trápani y sus socios comenzaron a gestionar
empréstitos para la gesta que estaban organizando Lavalleja, Oribe y otros. Es
claro que la lucha por la independencia generaría pingües ganancias a los
financistas. Empréstitos que en algún momento se deberían pagar y en los cuales
Trápani estaba inmiscuido.
“Estos
son algunos rasgos de la actuación comercial, industrial y ganadera de Pedro
Trápani hasta 1823. Luego, en contacto personal con Juan Antonio Lavalleja y
otros emigrados orientales, emerge en escena el aspecto prominente de su
personalidad (sic) Antes de producirse la Cruzada Libertadora de 1825, Pedro Trápani
recaudó con Gregorio Gómez la cantidad de $ 16.200 de varios prestamista vinculados a su actividad de saladerista,
hacendado y comerciante y desde mayo de ese año integró con José María Platero
–patriota oriundo de España y amigo de Oribe- y Pascual Costa, la Comisión
Oriental radicada en Buenos Aires, encargada de contratar un empréstito y del
envío de armas para la empresa”.
No sabemos a qué se refiere BARRIOS PINTO[128]
cuando dice el ‘aspecto prominente de la
personalidad de Trápani’. Trápani y sus amigos, como prestamistas, le
prestaban dinero a la causa, dinero por el cual obtendrían ganancias con
elevados intereses cuando les devolvieran lo prestado. El propio Trápani, como
consejero, asesor confidencial y agente privado, persuadía a Lavalleja. Negocio redondo para el anglófilo masón.
“Desde
mediados de diciembre de 1825 representó a la Provincia Oriental ante el
gobierno de Buenos Aires. Amigo íntimo entonces de Lavalleja, Trápani fue su asesor confidencial y su
agente privado en cuanto a su conexión con el gobierno porteño. Sagaz
observador de la escena política, con
encendimiento patriótico, profunda convicción y pensamiento decidido, vigoroso
y equilibrado, le formuló planes de gobierno y le fue señalando,
inteligentemente, los mejores caminos para la libertad de la patria”.
A nuestro entender, yerra el autor Oriental BARRIOS
PINTOS[129]
respecto a las virtudes que veía en Trápani, virtudes patrióticas inexistentes.
Como puede leerse arriba, era un plan pergeñado a la perfección, con beneficios
comerciales para Trápani, sus socios ingleses y para el gobierno inglés.
{….}.“El pensamiento
independentista de Pedro Trápani está fijado epistolarmente el 12 de abril de
1827 en carta dirigida a Lavalleja. Días después, el 16 de ese mismo mes,
refiriéndose a la negociación de paz con el Brasil, manifiesta, proyectando su
visión de futuro: "-conseguida que
sea la Independencia de nuestra provincia, no debemos procurar más que la paz
interior y el momento de nuestra industria que indudablemente vendrá por el
comercio, el que será atraído por la feracidad de nuestros campos poblados,
cuanto por las leyes y el gobierno”.
Trápani tenía un solo objetivo en vista: lograr la
independencia de la Banda Oriental para que el liberalismo fuese el norte en el
desarrollo comercial favorable a Inglaterra y a su propio bolsillo, vulnerando
la soberanía de su territorio y dando por terminado el proteccionismo que
perjudicaba sus negocios particulares.
La solución independentista había sido sostenida a lo
largo de 1826 por la diplomacia inglesa ante el presidente argentino Bernardino
Rivadavia y el Emperador del Brasil, como lo pone de manifiesto la
documentación publicada por C. K. Webster en 1938 y Luis Alberto de Herrera, en
1940. El proyecto había sido sugerido en
el intento de hacer posible una negociación de paz.
De tal manera Lord John Ponsonby, el enviado de
Londres, propuso como solución la independencia total de parte de la Provincia
Oriental (las Misiones Orientales quedaron en poder de Brasil) con el nombre de
Estado Oriental del Uruguay. La
propuesta inglesa tenía como finalidad restablecer la paz en el Plata,
consolidar el comercio inglés e impedir que fueran dos grandes estados, Brasil
y Argentina, los que dominaran el estuario. El diplomático convenció a
Argentina y Brasil para que no gastaran dinero en una guerra por la Provincia
Oriental.
Sin embargo, los verdaderos intereses del Imperio
Británico se ven en una carta que envió Ponsonby a Londres, más específicamente
a George Canning el día 2 de octubre de 1826 donde se ponen en la mesa las
intenciones británicas.
En la misma el diplomático mencionó que los intereses
y la seguridad del comercio británico, serían grandemente aumentados en un
Estado en que los gobernantes cultivaran una amistad por Inglaterra. La Banda
Oriental contenía la llave del Plata y de Sud América, debiéndose perpetuar una
división geográfica de Estados que beneficiaba a Inglaterra y la paz.
Veamos la carta que transcribe BARRIOS PINTOS[130]:
"En mi cálculo de las ventajas que
posiblemente se deriven del proyecto que he sugerido, incluyo su efecto como
medida de guerra (si no se lograra la paz) porque es un hecho indiscutido que a
los Orientales les desagrada estar sometidos a Buenos Aires sólo menos que
estar sometidos al Brasil, y que la Independencia es su más caro anhelo. En
consecuencia; si Buenos Aires, en acto solemne, declara estar resuelta a
establecer la Independencia de la Provincia Oriental, se le ayudará en la
guerra contra el Brasil con todo el celo con que los hombres luchan por su
propia causa, en lugar de ser ( como ocurre ahora) traicionada o combatida tan
a menudo como se le ayuda....La situación de los mercaderes y comerciantes
británicos en ésta, es de lo más calamitosa; el comercio ha sido completamente
destruido, y (como le demostrará a usted el estado del cambio) su capital en
este país ha disminuido en mucho más de la mitad.
"-Tengo
ciertas esperanzas (quizá demasiado optimistas) de que el proyecto que he
sugerido pueda ser acogido favorablemente en Río y conduzca a una negociación,
si fuera adoptado aquí y debidamente encauzado. Creo que el Emperador ha
comenzado a experimentar las dificultades de la guerra y ha comenzado a
sospechar que está expuesto por ella a no pocos peligros en sus propios
dominios. Creo, asimismo, que desea
mucho más mantener la Banda Oriental
fuera de las manos de Buenos Aires que cualquier otra cosa, que la pasión y no política
es su mayor incentivo y que, en
realidad, el Brasil tiene poco o ningún interés, directo o indirecto, en la
posesión del Río de la Plata, a menos que el Brasil pueda esperar siempre
conservar la Banda Oriental - esperanza que, en cualquier circunstancia que
pueda yo prever, creo que puede calificarse de quimérica-".
“-El proyecto en cuestión al sustraer la
Provincia del dominio de Buenos Aires satisface en cierto modo el odio del
Emperador hacia Buenos Aires. También salva su orgullo de la mortificación de
ceder cualquier cosa directamente a este Estado, y como el tratado (de existir
alguno) sería negociado con la mediación de Inglaterra, estaría habilitado para
pensar o decir que consistió en entregar un territorio del cual se titula
soberano, a un amigo que aconsejaba y no a un enemigo que exigía-”.
BARRIOS PINTO[131]
haciendo una reflexión final nos dice que
“.En nuestra opinión. y luego de un análisis meditado de los documentos de la
época, consideramos que fue Trápani el
que se afilió a la fórmula independentista surgida a fines de 1825 de la
diplomacia inglesa (en el pensamiento de su representante en Río de Janeiro
Charles Stuart) como el propio Trápani lo reconoce en carta dirigida a
Lavalleja el 30 de diciembre de 1832.
“Su gestión ‘orientalista’ ante nuestro
gobernador y Capitán General [Lavalleja] como
intermediario entre él y Ponsonby- para convencerlo de que la mejor solución
era la independencia absoluta fue decidida, tenaz, esforzada y fervorosa, al percibir
lúcidamente nuestro destino, en momentos en que el gobierno porteño se
manifestaba contrario al reconocimiento de nuestra independencia”.
“La
reincorporación de la Provincia Oriental a las Provincias Unidas del Río de la
Plata hizo difícil la situación de Trápani al estar desde ese momento
subordinado Lavalleja al gobierno central bonaerense. Por ese entonces su estrecha
vinculación con Lord Ponsonby, ministro plenipotenciario inglés en Buenos
Aires, provocó su persecución por el gobernador Cnel. Manuel Dorrego”.
Como síntesis final reconoce el historiador Oriental
que Trápani fue quien convenció a Lavalleja de hacer la gesta del 19 de abril
de 1825, con préstamos exorbitantes, del mismo Trápani y sus socios. Pero, la
tan estrecha relación y subordinación de éste con Lord Ponsonby hizo que, caído
Rivadavia, Dorrego iniciara su persecución.
La gesta histórica estuvo manchada por el dinero
entregado a manos llenas por la banca inglesa a través de Trápani y los socios
ingleses en Buenos Aires, pero el resultado de la lucha no fue oscurecido por
la injerencia inglesa. Pues después de
la expulsión de los brasileños de la Banda Oriental, el Brasil declara la
guerra a la Confederación Argentina victoriosa.
Los intereses de la independencia total de la Banda
Oriental por parte de los ingleses, también lo presenta el historiador Luis
Alberto ABRAHAM[132] “Inglaterra, que observaba atentamente los
esfuerzos patriotas, tuvo la evidencia que era un pueblo digno de ser libre y
en tal sentido comenzó sus trabajos políticos que también convenían a sus
intereses por la considerable extensión de costas en poder de la Argentina y
Brasil”.
En las lacónicas palabras del autor, está el
reconocimiento de que Inglaterra, luego la incorporación de la Banda Oriental a
las Provincias Unidas por aclamación comenzó sus ‘trabajos políticos’ (sic) que también ‘convenían a sus intereses’.
Esos intereses eran, como bien lo reconoce el autor,
que las costas del Río de la Plata no estuvieran en poder total de las
Provincias Unidas, ni de éstas con el Brasil, sino que estuvieran en manos de
la mayor cantidad posible de estados independientes a fin de que los ingleses
pudieran influenciarlos y someterlos comercialmente.
Del mismo modo piensa otro historiador Oriental, Raúl
ITURRIA[133], a
nuestro entender, también equivocado.
El autor dice que lo que verdaderamente querían
Lavalleja, Oribe y Artigas era una independencia total de la Banda Oriental;
que no querían pertenecer a las Provincias Unidas ni ser anexados por el
Brasil; que Trápani fue casi un héroe y que la influencia inglesa, si bien
existió para tal fin, fue menor.
En realidad, lo que los héroes mencionados querían no
era la independencia total de las Provincias Unidas sino una autonomía como la
de las demás provincias, en Unión Confederada, como lo dicen las distintas
proclamas hechas, sobre todo antes de la guerra contra el Brasil.
Otra verdad era que la inquina, justificada, de los
Orientales no era contra la Argentina sino contra los porteños centralistas y
futuros Unitarios.
Finalmente, la última verdad es que Trápani era lisa
y llanamente un agente inglés (se comunicaba con Lord Ponsonby, de triste
recuerdo en nuestras tierras), pegado a la figura de Lavalleja y otros
patriotas a fin de influenciar en sus decisiones en forma artera y sibilina manejando
los intereses ingleses como agente criollo, sin despertar mayores sospechas.
Intereses ingleses que consistían en lograr, a como
diera lugar, la independencia de la Banda Oriental tanto de las Provincias
Unidas como del Brasil. Luego lo
intentarían con Corrientes y Entre Ríos, y así con dicha fragmentación dominar
comercialmente a una serie de republiquetas hispanas y hacer desaparecer para
siempre la unidad hispanoamericana puesto que había en juego intereses
comerciales y estratégicos en lucha contra los de España, tal como expresaba
Canning sobre dicho resquebrajamiento y que nos trae Luis A. de HERRERA[134] “Está consumado. Es un acontecimiento que cambiará la faz del
mundo en forma casi tan importante como el descubrimiento del continente hoy
liberado”
Además, el importante historiador dice sobre el tema “Los ingleses, y en especial, Lord Ponsonby,
vieron la realidad política, social y geográfica de nuestro territorio, al
expresar: " La Banda Oriental es casi tan grande como Inglaterra. Tiene el
mejor puerto del Plata dentro de sus límites. El suelo es particularmente
fértil y el clima el mejor; con mucho, de estas regiones; está bien regado y,
en parte, provisto de buenos montes. Muchos de sus habitantes tienen grandes
posesiones. Son tan cultos como cualquier persona de Buenos Aires y capaces de
constituir i un gobierno independiente, posiblemente tan bien administrado y
conducido como cualquiera de los gobiernos de Sudamérica. El pueblo es
impetuoso y salvaje, pero no más que el de aquí y, yo creo, como el de todo el
continente”.
Los diplomáticos británicos, prestos a abalanzarse
apenas pudieran sobre estas tierras hacían, diríamos hoy, un ‘arqueo’
económico-social,
HERRERA[135],
creyendo hacer un elogio de Trápani, en el fondo no hace más que probar la
actitud sigilosa y de ‘doble agente’ del mencionado, a favor de los intereses
ingleses, haciendo permanentes lisonjas a Lavalleja para inducirlo a actuar
como instrumento de aquellos intereses británicos. (la ‘negrita’ nos pertenece)
“Pedro
Trápani, quien habiendo nacido en Uruguay el 1 de agosto de 1783; hijo de don
Juan Camilo Trápani, se radicó en Buenos Aires en 1812 y se dedicó a la
explotación de un saladero. Don Juan Camilo Trápani fue pionero en la industria
saladeril de Montevideo, oficio que heredó su hijo Pedro y por tales
conocimientos le fue permitido transformarse en pionero de tal industria en
Argentina.
“En
ese establecimiento instalado allí, Trápani
tuvo por socios a los comerciantes ingleses Roberto Ponsonby Staples y Juan Mac
Neile.
Roberto Ponsonby Staples, era tío de Lord John
Ponsonby, y
esta visión comercial se transformará en lazo afectivo, primero, y vínculo político, pues, con el mediador y
permitirá que Trápani opere a favor de Lavalleja y intención independentista de
éste”.
Pero
antes aún de operar como agente confidencial de Lavalleja, Trápani integró el
grupo de orientales emigrados, que iniciaron los preparativos de tura cruzada; y fue él quien tuvo a su cargo la tarea de
recaudador de fondos y de tesorero de los mismos, cumpliendo a cabalidad
tal tarea, haciendo posible de ese modo la homérica cruzada”
Se refiere Herrera al ‘admirable Trápani’ (sic), sin hacernos ver que el tal Trápani era
amigo, agente encubierto de Ponsonby, operando supuestamente a favor de
Lavalleja. Sus móviles políticos y
militares, con el dinero ‘recaudado’
no eran otros que los de los ingleses apurados por lograr la independencia, que
según el autor era la ‘intención de
Lavalleja’. Algo que no era cierto como se ha demostrado documentalmente
con la intención real de éste de incorporarse a las Provincias Unidas, pero
conservando la autonomía, que no es lo mismo que la independencia total y
absoluta.
ITURRIA[136]
dice “Si consideramos lo difícil del
tiempo que vivió el Libertador, sin duda que encontró en Trápani, un consejero
preparado y cauto, que le aconsejó con certeza y que le atrajo la buena
voluntad del mediador”.
Bueno, es cierto que Trápani era cauto y preparado,
pero no dice el autor para qué o para quién. Los ingleses sí lo sabían.
HERRERA[137]
comenta dos cartas que Trápani le envió a Lavalleja, una del 4 de mayo de 1827
donde dice:
“Entretanto,
sepa Vd. que sus cartas me son muy interesantes y que ellas, bajo el supuesto
(que yo aseguro) de ser exactas y verdaderas, son leídas por un individuo que
tiene una parte muy principal en nuestro bien ". (El individuo a que
refiere, no es otro, que Lord Ponsonby; su amigo, su financista…su patrón).
Posteriormente en otra carta del 22 de julio de 1828
le dice “Con circunspección, prudencia y
un poco de paciencia, conseguirá Vd. la independencia”.
Del mismo tenor hay otra carta de Lord Ponsonby, su
jefe, a Lavalleja cuando éste, Oribe y los demás “33” habían obtenido el triunfo: “Ud. tiene en los negocios de su país esa
gran influencia que necesariamente pertenece a los grandes servicios y a una
habilidad reconocida”.
Al igual que en la carta de Trápani a Lavalleja puede
‘olerse’ aquí un tufillo demagógico del taimado agente inglés, susurrándole al
oído a Lavalleja y regodeándose del venturoso porvenir de los intereses
ingleses.
Era hacerle decir a Lavalleja lo que en realidad eran
las propias intenciones y deseos de Trápani y de Lord Ponsonby. Esto nos recuerda las cartas de Salvador
María del Carril a Lavalle con el objeto de hacerle creer que la intención de
matar a Dorrego era pensamiento propio y autónomo de Lavalle, cuando Del
Carril, Agüero y demás Unitarios pergeñaron fríamente el asesinato y contaron
como instrumento al débil Lavalle.
Hay una carta de Lord Ponsonby a Gordon, Ministro del
Reino Unido en Brasil[138] “He despachado para entrevistarse con
Lavalleja a una persona en la que confío plenamente (por ser el de mayor
interés para ella el apoyar mis opiniones), para conseguir con aquel jefe las
gestiones necesarias a seguir para el buen éxito de nuestra obra (El hombre de
confianza era Pedro Trápani)”
“…el
buen éxito de nuestra obra.” dice Ponsonby,
utilizando a su `peón’ Trápani para acceder a Lavalleja, a quien éste le tenía
plena confianza.
Dice en consonancia Guillermo VÁZQUEZ FRANCO[139]
que “Por esa hendija que abría un cipayo [Pedro
Trápani] vino el inesperado golpe de la
Convención de Paz. Inesperado para los despistados indianos, no para la
masonería inglesa que lo venía preparando desde 1826, por lo menos. El papel de
la masonería -digámoslo entre paréntesis- no ha sido, todavía, suficientemente
evaluado ni esclarecido; señalo un detalle que hemos pasado por alto: los cinco
diplomáticos, firmantes de la Convención, eran masones”'
Esa masonería inglesa, como dice Vázquez Franco,
estaba representada en última instancia por el astuto diplomático inglés Lord
Ponsonby que iba acercándose al objetivo del Imperio Británico…lograr la
independencia total de la Banda Oriental de la Provincias Unidas. Dinero
sobraba.
Lo que no sobraba en este aspecto era
la visión de los historiadores Atilio Barrios Pintos, Luis A. de Herrera y de
Raúl Iturria. Creían que era un triunfo
de los Orientales, cuando sólo lo había sido en el primer tramo con la
expulsión los brasileños de la Banda Oriental. No veían la intención ulterior
de los ingleses, escondida entre los pliegues de la confabulación con los
criollos empleados de éstos: lograr la independencia absoluta. Esta cuestión no
estaba ni en Artigas, ni en Oribe ni en Lavalleja, como afirman los autores
mencionados, forzando interpretaciones distorsionadas de distintos documentos.
Sobre el tema dice Ana FREGA[140]: “El historiador
uruguayo Eugenio Petit Muñoz (1956) llamó la atención sobre la necesidad de
distinguir en los textos de la época las menciones a la "independencia
absoluta ", de aquellas que se referían a la independencia a secas.
Mientras que las primeras apuntaban al significado actual del término, las
segundas remitían a lo que entendemos por "autonomía": expresaban la
libertad de gobernarse por sus propias leyes o elegir sus autoridades, y no
eran contradictorias con distintas formas de unión o asociación con otras
unidades políticas.
“Como
ha resaltado el historiador argentino José Carlos Chiaramonte (1997 y 2004),
estas posibilidades estaban presentes en distintos tratados sobre el Derecho
Natural y de Gentes de uso frecuente en la época y a los que se recurrió más de
una oportunidad para fundamentarlas [ ...].,
“La
defensa de la " soberanía particular de los pueblos " impulsada por
José Artigas se concretó en abril de 1813 con la constitución de una nueva
provincia en el antiguo territorio del Virreinato del de la Plata: la Provincia
Oriental del Uruguay. El proyecto político clamaba la "independencia
absoluta de estas colonias" respecto de "Corona de España y familia
de los Borbones", a la par que defendía la capacidad de los "pueblos
libres" de intervenir en la formaci6nla naciente asociación política y
conservar "su soberanía, libertad independencia de todo poder jurisdicción
y derecho " que no hubiere delegado expresamente por la confederación a
las Provincias
Unidas juntas en Congreso.
En
estos artículos de las instrucciones en abril de 1813 a los diputados que
debían incorporarse a la Asamblea General Constituyente reunida en Buenos Aires
quedaban expuestos dos niveles del Concepto analizado. Por un lado, la
"independencia absoluta " de la metrópoli, planteando la separación
definitiva.
“Por
otro, la independencia frente a la nueva unidad Política a construir,
reservándose ciertos derechos y poderes para la provincia. En la Oración
inaugural al Congreso que tom6 estas decisiones, Artigas había indicado que el
reconocimiento a dicha Asamblea debía conciliarse con la " libertad
inviolable " de los pueblos, lo que "ni por asomo, se acerca a una
separación nacional"' (AA, 1974, XI, 70- 78).
Además de las proclamas y discursos que prueban lo que
decimos, encontramos, a simple modo de ejemplo, una misiva de Lavalleja a Rosas
del 6 de agosto de 1836 en la que le comunicó que había recibido ‘orden’ del gobierno de presentarse en
Uruguay para sofocar una revolución que acababa de desatarse. “puede Ud. dirigirme ‘sus órdenes’ seguro
que me será satisfactorio el mostrar a vuestra excelencia el aprecio y respecto
que me merece…”
De las propias palabras de Lavalleja surgió la
subordinación de sus acciones a las ‘órdenes
del gobierno’, gobierno de la Confederación Argentina que presidía Juan
Manuel de Rosas. No decía ‘órdenes’ sino ‘SUS órdenes’, lo que implicaba
‘pertenencia’.
En fin, luego de la Cruzada de los “33 Orientales”,
se desató la guerra con el Brasil. Finalizada la misma y por el malhadado
acuerdo, Inglaterra protegiendo sus intereses logró que la Banda Oriental dejara
de pertenecer a las Provincias Unidas a través de una infame Convención de Paz
entre Brasil y la Confederación, el 27 de agosto de 1828, por la cual los
brasileños evacuaron la Banda Oriental.
Estando Rivadavia en el gobierno de las Provincias
Unidas y manejando la Banca inglesa, nuestro Banco Nacional, se negó a asistir
a nuestras tropas en la guerra contra el Brasil. Ello obligó a la tristemente conocida
Convención Preliminar de Paz, que creó al Uruguay como un ‘Estado- Tapón’, al
decir de José María ROSA[141]
La Confederación Argentina aceptó su independencia y
la no reincorporación a su seno, tal como querían los Orientales. Tuvo mucha incidencia el tal Trápani ya que estuvo
presente en la redacción de dicho Convenio.
Inglaterra logró finalmente su objetivo tan ansiado:
la navegación libre de los ríos interiores, y al mismo tiempo consiguió que la
Confederación Argentina perdiera la soberanía en la entrada del río de la Plata
y, por tanto, sobre ambas márgenes de los ríos Paraná y Uruguay.
El deseo imperioso de Inglaterra y Francia era formar
un ‘Estado-Tapón’ con Entre Ríos, Corrientes y la Banda Oriental y hacer de
Montevideo, no nos cansamos de repetir, una factoría internacional y también llegar,
vía fluvial, al corazón del Paraguay para abrir nuevas posibilidades
mercantiles.
De esta manera, dice con acierto y exactitud Felipe
FERREIRO[142]
“La
fórmula de Paz de 1828 dispuso radicalmente nuestra separación de la Comunidad
Indiana. Adquirimos entonces la Independencia que Artigas había desdeñado
aceptar -según vimos- en 1815 precisamente porque se encaminaba a apartarnos
sin nuestra voluntad de la familia, y privarnos de: compartir de hecho y
derecho sus vicisitudes y sus grandezas.
“Esta
vez ganamos en cuanto se recuperó nuestra personalidad de ‘Pueblo Libre’ y
perdimos desde que se nos limitó el ejercicio de Soberanos -anexo a dicha
situación- por la condición inexorable de aislarnos.
“Había
que someterse: lo que Artigas pudo fácilmente negarse a aceptar porque sólo tenía
frente a él a Buenos Aires, no estaban en situación de resistir Lavalleja y
Rivera pues tenían ante ellos a las fuerzas mayores y convergentes del Imperio
y de Inglaterra.
“Esta
presionaba por la paz de todos modos y aquel -en el mejor caso para nosotros-
convenía admitirla sobre la base de nuestra desvinculación absoluta de
los pueblos […]”,
“Por
el Tratado de Paz de 1828 se nos privó del derecho -anexo a la Soberanía- de
poder integrar si ello conviniese una Unión con otro u otros pueblos de la hermandad
continental. […]”
Este autor sintetiza un pensamiento sobre la realidad
de los hechos al que también suscriben los autores anteriormente citados.
Ahora bien, detengámonos en lo siguiente que amerita
un interrogante sin respuesta al momento.
Si la Convención era ‘Preliminar’ quiere decir que
quedaba sujeta a otra definitiva. Algo que
nunca aconteció, por lo que podría entenderse que no debería tener vigencia ni
aplicación definitiva, aún al día de hoy.
Si sumamos a ello que dicha soberanía fue acordada
entre dos Estados (el Imperio del Brasil y la Confederación Argentina)
distintos a aquel sobre el que recayó la independencia (la Banda Oriental), se
puede colegir que tal Convención es nula e inaplicable porque los representantes
de la Banda Oriental fueron excluidos.
.
Dejamos planteado tal interrogante.
La Convención Preliminar de Paz que
se convino en 1828 entre el Imperio de Brasil y
las Provincias Unidas llevó a Lavalleja a deponer su dictadura. El 1 de diciembre del mismo año, el general José Rondeau se
hizo cargo del Gobierno Provisorio del recién creado Estado Oriental.
Lavalleja
se rebeló contra la presidencia de Rivera, alzándose en armas en julio de 1832. Fue derrotado por lo que se vio obligado a
refugiarse en el Brasil. En 1834, fue protagonista de un nuevo levantamiento
armado, cuando invadió la República
Oriental con el auxilio de Juan
Manuel de Rosas. En esta ocasión también fue derrotado.
TORRES WILSON[143] traza
un paralelismo entre Oribe y Rosas señalando semejanzas y diferencias en sus
personalidades:
“Oribe,
era un hombre de cuna aristocrática, con innato sentido de la autoridad y del
orden heredados de la tradición hispánica. A esto unía una capacidad
empresarial que lo convirtió desde temprano en un exitoso y moderno hacendado,
impulsor de la agricultura y de la industria saladeril. Pero, además, Rosas era
--como Don Frutos [Gral. Fructuoso Rivera]- un gaucho capaz de convertirse en
caudillo de sus peones y de los peones de sus vecinos. En 1820 sostuvo –como
Oribe- los restos de la autoridad del Directorio pero, vinculado a los hombres
del Partido Federal, se fue convirtiendo en la figura clave de la campaña de la
provincia de Buenos Aires. Participó activamente en la organización en Ia
financiación de la Cruzada de los Treinta y Tres, en cuyos prolegómenos trabó
estrechos lazos de amistad con Lavalleja, Oribe y otros Orientales. Después del
fusilamiento de Dorrego, el prestigio de Rosas lo llevó a convertirse en el
jefe del Federalismo porteño, en cuya calidad asumió el cargo de gobernador de
la provincia entre 1829 y 1832. En esa etapa su administración tuvo -en muchos
aspectos- caracteres similares a la que luego desarrollaría Oribe en la Banda
Oriental…”
Como veníamos diciendo, cuando
era presidente Fructuoso Rivera, hubo intentos de Lavalleja y otros camaradas
de dar por tierra con su gobierno. Oribe no acompañó el movimiento ‘lavallejista’ y, si bien no comulgaba
con Rivera, primó en él el sometimiento al orden constitucional. Lavalleja fue
destituido y debió alejarse de la Banda Oriental.
Al finalizar
el mandato de Rivera, lo sucedió Oribe, elegido el 1 de marzo de 1835, quien fue
el segundo presidente constitucional.
Como gobernante Oribe cumplió dos períodos: dos años de
presidencia constitucional, cortados por la revolución de Rivera y la
intervención extranjera (1º de marzo de 1835-24 de octubre de 1838), y el
período de gobierno del Cerrito durante la Guerra Grande (1843-1851). En ambos
su accionar en el terreno social fue notable por lo adelantado a los tiempos.
Oribe
no sólo era un eximio militar de carrera sino también un gran estadista que fue
derrocado por un golpe insurreccional encabezado por Fructuoso Rivera.
A
diferencia de su antecesor, Rivera, la política de Oribe se orientó a eliminar
todas las deudas y falencias del sistema financiero interior. Además, su
gobierno de corte nacionalista, se declaró neutral en cualquier conflicto
exterior, algo que irritó a los diplomáticos europeos. En desacuerdo, Rivera
fortaleció su alianza con Francia y los ‘antirrosistas’
exiliados en Montevideo.
Durante
los dos períodos de su gobierno, el primero incluía Montevideo, Oribe produjo
grandes cambios sociales, según Romeo Pérez Antón y otros autores como Luis
Alberto ABRAHAM[144] a
quien derivamos al que desee abrevar más profundamente en la gestión educadora
y cultural de Oribe.
Sinópticamente
podemos apuntar:
·
El fortalecimiento de
la higiene pública, dictando el Reglamento de Policía Sanitaria.
·
La creación de los
primeros servicios de seguridad social, primero para los militares retirados y
viudas de caídos, y luego para el resto de los funcionarios públicos.
·
La organización de los
servicios de correos, herramienta fundamental para la comunicación entre la
capital y las ciudades y villas del interior.
·
La unificación de los fueros civil y eclesiástico.
·
Comienza la tarea de liberación de esclavos, anulando los
permisos de navegación a los barcos dedicados a este tráfico. Además, decreta
que todos los siervos que pisaran suelo oriental serían libres de hecho y de
derecho.
·
Reorienta el impuesto al ganado en pie hacia un impuesto de
producción y renta, con el objetivo de simplificarlo y que fuera más ajustado
·
La fundación de escuelas en todo el país.
·
La creación del servicio de ‘Servicios de Serenos’ para
Montevideo; servicios que ya existían en otras ciudades de la Confederación y
de Europa.
·
La extensión del método lancasteriano de enseñanza.
·
El mejoramiento de los
niveles docentes, trayendo educadores españoles y sacerdotes escolapios para
dictar cursos.
·
Se decretó libre de derechos de importación el papel y
libros.
·
Se reabrió la Biblioteca Nacional, en 1838, con 1500 libros.
·
Se fundó la Universidad de la República, ese mismo año, sobre
las bases de algunas cátedras creadas por el propio Larrañaga.
Dice Jorge PELFORT[145] sobre el primer período de
gobierno de Oribe: “Cuando en 1835, con e] voto unánime de la Asamblea
General- único caso en nuestra historia-, es electo Presidente de la República,
Io que los altos círculos ni por asomo previeron fue que, para el novel
mandatario, el orden, lejos de
constituir un fin por sí mismo, configuraba el ambiente indispensable para
poner a andar de una buena vez a la joven nación, buscando solución a las
mismas acuciantes necesidades de TODA su población, aspecto ajeno a – y aún a
veces antagónico-al plácido disfrute de la herencia hispánica, de la que
aquellos se consideraban legítimos
sucesores”.
“Su gestión se ve
obstaculizada por el gran descalabro administrativo financiero de su antecesor,
Rivera, y las presiones internas y externas. Pese a ello, la obra de este
primer periodo de gobierno es llamativa por lo profusa, especialmente en cuanto
a obra social.
Cuando Oribe fue electo
presidente, las relaciones entre éste y Rivera, a la sazón elegido Comandante
General de la Campaña, empezaron a empeorar.
Dice el citado autor “Oribe -en un
acto de conciliación nacional- decretó la amnistía de los revolucionarios
‘lavallejistas’ y su reincorporación al ejército, levantando, además, la severa
confiscación de sus bienes establecida por el gobierno de Rivera. Lavalleja
diría entonces, en carta a Oribe, que "el objeto que me había propuesto en
la contienda cesó desde que Vd. tomó las riendas del gobierno" y, prácticamente
los restos del antiguo ‘lavallejismo’ pasaron a integrar la naciente
parcialidad de la nueva administración, eclipsándose la figura de Lavalleja de
los papeles protagónicos de la vida nacional, como si el duro esfuerzo cumplido
hubiese mellado para siempre su espíritu de luchador”.
“Pero
la obra restauradora de Oribe no se detendría allí ni se agotaría en la mejora
de la administración. En la medida en que iba ajustando, uno a uno, los
resortes del aparato estatal, el nuevo gobernante comenzó a dirigir su mirada
inquisidora sobre los actos del gobierno anterior en donde se hallaba el germen
de muchos de los problemas que enfrentaba. Mucho debió inquietar a Don Frutos
que se iniciase el análisis de su gestión gubernativa que culminaría -ya rotas
sus relaciones con Oribe- con la formulación de 174 acusaciones concretas y
documentadas de irregularidades. Por otra parte -ante un nuevo estallido de la
siempre latente revolución riograndense- Oribe salió a la campaña, con tropas,
desconfiando de la neutralidad del Comandante cuyos pasos vigilaba de cerca.
Según Andrés Lamas, "Oribe y Rivera se vieron en el Cerro Largo y parecían
sus alojamientos dos campos rivales".
Además
de tener diferentes criterios y personalidades, la tensión entre ambos se
agudizó sin retorno cuando Oribe accedió al poder y empezó el estudio y
análisis de las condiciones en que Rivera había dejado las cuentas de su
gobierno. Oribe descubre el estado de abandono, deudas y
desfalco que hizo Rivera dejando las arcas del gobierno prácticamente vacías. Intentó
llevar a juicio y prisión al ladrón Don Frutos, así se lo conocía a Rivera,
como hemos dicho al comienzo de este capítulo.
Cuando
Rivera andaba por el interior del territorio mientras era presidente, dejaba el
gobierno efectivo y la administración pública de la Banda Oriental, en
Montevideo, al mando de una serie de personajes colaboradores de la ocupación
luso-brasileña y que se beneficiaron comercialmente con ello.
Entre
ellos se destacaban José Ellauri, Julián Álvarez, Nicolás Herrera y Juan Andrés Gelly,
entre si eran cuñados y concuñados pues estaban casados con hermanas de Lucas Obes.
Tenían además otras cosas en común, eran letrados y habían apoyado a la
Cisplatina conformando el grupo político denominado el “Club del Barón”,
haciendo referencia al Barón de la Laguna, Carlos Federico
Lecor. Esta relación de parentesco recibió enseguida el mote
popular por el que se los conocía: "Los cinco hermanos".
El
descontrol administrativo fue descubierto por Oribe cuando tuvo acceso al poder
como segundo presidente. Por tal motivo, hizo cesar a Rivera en su puesto de la
Comandancia de la Campaña. Éste la consideró una medida excesiva que no toleró por
lo que comenzó a pergeñar el derrocamiento del presidente legal Oribe.
Oribe
fue el creador de un cuerpo cívico-militar que le fue leal hasta el último día
de su vida y que, en los azarosos días del Brigadier General, protegió con su
vida, la vida de éste.
Sobre
la organización cívico-militar, dice ABRAHAM[146] que
Oribe “comprendió que la labor no era
solo de los militares, sino que comprendía a la sociedad y para ello convocó a
los ciudadanos para prestar servicios en la Guardia Nacional. Esa concepción de
que deberían ser los ciudadanos los que asumieran la defensa de la Nación al
ser agredida por fuerzas internas y luego por otras naciones, buscó comprometer
a toda la sociedad cuando fuere agredida y no dejar que solo se hiciera cargo
un grupo o sector y asumiera esa labor.
“Esa idea de una Guardia Nacional, convocada en cada
circunstancia, suponía que el ciudadano como en el pasado era quien debía
concurrir a sostener las instituciones en caso de disturbios o alzamientos
revolucionarios, y también tomar parte activa ante las agresiones externas de
que pudiera ser objeto la Nación.
Suponía una concepción dinámica y activa de la ciudadanía que no se
limitaba a ver como otros debían tomar las armas y concurrir a la defensa,
jugándose la vida. Es un aspecto poco mencionado pero que habla de la idea de
un ciudadano que no debe ser pasivo ante el destino de su patria, sino que
debía comprometerse con la misma.
En 1838,
con un virtual golpe de estado y luego de varios intentos, Rivera junto a los
‘colorados’ Orientales, los Unitarios argentinos, los franceses en guerra con
la Confederación y los Riograndenses, se sublevó desde la campaña y obligó a su
sucesor Oribe, con su tuberculosis que avanzaba, a “resignar” el cargo de
presidente, que fue retomado por Rivera.
TORRES WILSON[147]
nos da una descripción del comportamiento ambiguo y acomodaticio de Rivera: “Llegado al del Fuerte, sede del gobierno [de
la Defensa de Montevideo] en ancas de una
revolución apoyada por unitarios, ‘farrapos’, franceses, el astuto caudillo
trataba de "sacarse el lazo de las patas" desenredando la compleja
madeja de alianzas que lo había llevado nuevamente al poder. Su instinto de
baqueano le señaló un cambio de rumbo y siempre seguro de su estrella, escribió
a Rosas buscando entenderse, de gaucho a gaucho, con el gobernador de Buenos
Aires para seguir salvando -a su modo-a independencia oriental. Sus cartas
encontraron protocolar acogida en la otra banda, pero la respuesta contenía la
única exigencia que Rivera no podía aceptar: que Manuel Oribe fuese reconocido
como presidente legal. Apremiado, cada vez más, por sus aliados y sintiendo que
la suerte estaba echada, Don Frutos firmó una alianza con Corrientes -sublevada
por los unitarios- y, diez días después de ser designado presidente
constitucional, el 10 de Marzo de 1839 declaró la guerra a Rosas. Se iniciaba
así un conflicto que durante trece años ensangrentaría las riberas del Plata y
que quedaría en la memoria de la gente como la Guerra Grande”.
Tal
como se dijo, la disputa entre Rivera, un caudillo ajeno a las normas de
administración del estado, y Oribe, cuya conducta estaba pautada por el culto a
la disciplina y a la autoridad, fue acumulando elementos que desembocarían en
la conformación de bandos o divisas que luego devendrían en partidos políticos.
Los ‘Blancos’ Federales y los ‘Colorados’ Unitarios al mando de Rivera.
Describe VIVIÁN TRÍAS[148]
“Las divisas, justamente, tienen su origen en un decreto del brigadier
general que hizo obligatorio el use de la Blanca Para los suyos con la leyenda "Defensores
del Orden" o "Defensores de la Ley". Rivera distribuyó
distintivos celestes entre sus partidarios (el otro color de la bandera
patria), pero como se destiñe fácilmente con las lluvias y soleadas, Lo cambió
por el colorado del forro de los ponchos. Se estrenaron en la batalla de
Carpintería —setiembre de 1836— en la que Rivera fue derrotado y perdió su
equipaje, donde se encontraron documentos probatorios, no solo de que se
hallaba estrechamente ligado a los emigrados unitarios (lo que era notorio),
sino de que cultivaba tratos, vía marítima, con el mariscal Santa Cruz. Según
el Cónsul ingles en Montevideo, Mr. Samuel Hood, se le ofrecía al jefe
boliviano una provincia argentina cormo recompensa y a Rivera la posibilidad de
unir en un solo Estado, al Uruguay, Entre Ríos y Corrientes.”
Puede
constatarse acá la forma sinuosa en que se desenvolvía Rivera, ofreciendo lo
que no tenía a cambio de dinero y la supuesta gloria de ser el Jefe de un estado
nuevo, disgregado de la Confederación.
Como dice PELFORT[149] “Después de la batalla de Carpintería, {Septiembre de 1936} Rivera huye a
Brasil, regresando en octubre de 1837 aliado a los ‘farrapos’ y unitarios
argentinos exiliados. Rivera y el general Juan Lavalle-uno de los más
prestigiosos jefes militares del partido Unitario-vienen muy bien pertrechados
de caballadas y armamentos, logrando derrotar al Ejército del gobierno en
Yucutujá. (Artigas) el 22 de octubre de 1837 y en Palmar, el 15 de junio de
1838. Sus adversarios lo van acorralando. El Tratado de Cangüe (arroyito
sanducero), firmado por los invasores con el gobernador riograndense José de
Mattos (21/8/38), garantizaba a Rivera la presidencia prácticamente vitalicia
del Estado Oriental.
“Finalmente la
coalición ‘riograndense-unitario-riverista’, con el apoyo de la poderosísima
flota francesa, que bloqueaba el puerto de Montevideo, obliga a Oribe a
resignar su poder ante la Asamblea General el 23 de octubre de 1838.
Manuel Oribe, en su calidad de Presidente de la República,
convocó a la Guardia Nacional con el objeto de defender el orden legal. Esta
fuerza ciudadana se unió al ejército gubernamental al mando de Ignacio Oribe, y
revistando casi la totalidad de los Treinta y Tres Orientales, incluido
Lavalleja, enfrentaron a las fuerzas revolucionarias en campos de Carpintería,
obligándolas a replegarse en Río Grande do Sul.
Rivera pactó con Juan Lavalle, jefe de las facciones
Unitarias de las Provincias Unidas del Río de la Plata y tenía la intención de
conseguir apoyo del imperio del Brasil.
Pero cuando se inició la revolución ‘farroupilha’, que pugnaba por la independencia del sur brasileño y
la creación de una república, Rivera cambió de idea y se propuso ayudarlos para
que colaboraran con él en la invasión a la Banda Oriental.
Esto deja en evidencia que Rivera no tenía inconvenientes en
negociar con quien fuera y, llegado el caso, cambiarse de bando, con tal de
lograr sus objetivos políticos y económicos personales.
Siendo
presidente Oribe, como ya dijimos, en julio de 1836, Rivera se alzó en armas en
su contra con el apoyo de los ‘riograndenses’ ‘farrapos’ de Rio Grande Do Sul,
de Lavalle y los Unitarios argentinos y de las fuerzas militares francesas. Fue
demasiado para Oribe que debió dejar la Banda Oriental y refugiarse en la
Confederación Argentina acompañado, entre otros, por Lavalleja.
Transcribe Raúl ITURRIA[150] una
carta de Rosas a todos los gobernadores de la Confederación respecto al
alzamiento de Rivera que destituya el legítimo gobierno Oriental de Oribe: “Ha estallado una sublevación acaudillada
por el Brigadier Fructuoso Rivera contra la suprema autoridad legal.{…} Los
pérfidos unitarios que existen allí refugiados son los principales y más
activos agentes que lo acompañan y reúnen elementos para una guerra sangrienta,
siendo de esperarse que aquellos mismos malvados en todo caso, o bien de
derrota de triunfo, contra la justicia de la causa del excelentísimo señor
presidente de la República, se lanzarán por alguna parte de la República
Argentina perturbar su sosiego”.
“Sagaz
afirmación que el tiempo volverá profecía” -termina diciendo el
autor.
El 15 de junio de 1838, Ignacio Oribe fue derrotado por
Rivera en Palmar, y comenzó el rápido proceso de presión de los Unitarios
argentinos, los ‘farrapos’
brasileños, y las fuerzas militares navales francesas, para que su hermano
Manuel, presidente constitucional del país, renunciara. Éste así lo hizo y obligado por la fuerza de
los hechos y de las armas Unitarias y francesas, emigró a Buenos Aires.
Dice Jorge PELFORT[151] “Al día siguiente, antes de embarcarse
rumbo a la República Argentina, deja en las carpetas oficiales un documento
aclaratorio y de protesta, declarando que ‘la facción local contó con la más
decidida cooperación en la marina militar francesa, que no ha desdeñado aliarse
a la anarquía para destruir el orden legal de esta República, que ninguna
ofensa ha inferido a la Francia’.”..
Otro historiador Oriental, Romeo PEREZ ANTÓN[152],
ratifica, con documentación en mano, lo
dicho por el autor citado en el sentido que Oribe eliminó la esclavitud,
estableció programas de protección social a viudas, huérfanos y mutilados de
guerra, promovió la enseñanza con la fundación de la Universidad Oriental. Su
actuación política y militar se basó en el orden, la autoridad y la formalidad
sujeta a las leyes.
Pero, a pesar de todo el bien que hizo Oribe, o justamente
por todo eso, fue derrocado por un golpe de Estado provocado por Rivera, tal
como vimos anteriormente.
Es que como bien sentencia con acierto Luis Alberto LACALLE
HERRERA[153]
“la codicia del Imperio por nuestras
praderas, con una bolsa siempre abierta para lograr fines no obtenidos en
batallas, cuecen una pócima infernal que mucho tiempo nos constó eliminar de
nuestro organismo colectivo”.
Ya decía Evaristo Carriego:[154]
“No
hay una sola parte
Donde
mire y no encuentre,
Como
emblema del siglo,
Una
bolsa y un vientre”
Diferimos con Lacalle Herrera sólo sobre un punto: entendemos
que la codicia del imperio nunca ha sido eliminada del todo. La ‘bolsa’ siempre
abierta de los brasileños provenía de la Banca de Mauá que no era más que un
testaferro de la Banca Rothschild, entre otras.
Esta banca inglesa era la punta de lanza de los intereses británicos por
el mundo, que actuaba cuando dichos intereses no podían ser defendidos por las
armas o cuando no convenía que así fuera.
De allí que los brasileños utilizaran los mismos métodos que
sus amos: intentaban lograr sus fines sin intervención armada propia si era
posible, recurriendo al dinero para comprar personajes autóctonos de las
naciones a conquistar, con influencia en las decisiones políticas internas.
Ello aunado a la utilización de ejércitos extranjeros para pelear por sus
intereses.
Así fue en la Guerra Grande y luego en Caseros. No lo pudieron
hacer en el Paraguay en la Guerra de la Triple Alianza. Allí debieron,
finalmente, combatir para el logro de sus intereses expansionistas, cuando
todas las otras formas para la conquista de sus metas fracasaron.
Ya mencionamos que Oribe era el presidente legal y que
fue derrocado por una alianza entre franceses, ingleses, Unitarios y ‘farrapos’ riograndenses. Ante el acto insurreccional de Rivera y sus
acólitos, huyó a Buenos Aires donde fue recibido por Rosas. Comenzó a forjarse allí
una estrecha relación que iba a durar varios años.
Después
de la ‘renuncia’ forzada de Oribe, obligado por Rivera, en octubre de 1838,
Lavalleja, previa entrega a los ‘riveristas’
de la plaza de Paysandú, cruzó a Buenos Aires para ponerse al servicio
directo de Rosas, acompañó al general Pascual Echagüe, en la invasión de
1839 y el 29 de diciembre sufrieron una estrepitosa derrota en la Batalla
de Cagancha. Regresaron y en 1840 fueron vencidos en la Batalla de Don
Cristóbal.
Ahora bien, digamos que en el Rio de La Plata se
enfrentaban los Unitarios y los Federales, con sus correspondientes apoyos
externos. Del mismo modo, en Brasil se enfrentaban las fuerzas del Imperio
contra los secesionistas republicanos llamados ‘farrapos’.
Los primeros daban y buscaban apoyo de las fuerzas
civiles y militares Unitarios de ambas orillas rioplatenses, mientras que las
fuerzas republicanas del sur del Brasil buscaban el apoyo de Oribe y Rosas para
el logro de sus cometidos.
Cuando en septiembre de 1835 estas fuerzas
republicanas se declararon independientes del Imperio y buscaron federarse con
la Confederación Argentina y los Federales Orientales.
Desde afuera parecería que era una oportunidad única
para la Confederación para producir el desgajamiento del Imperio y a la vez, o
bien incorporar a los ‘riograndenses’
y ‘santacatarinenses’, a la
Confederación o bien sostener su independencia como un nuevo Estado.
Los revolucionarios ‘farrapos gaúchos’ con Bento Goncalves a la
cabeza le envían una carta a Rosas donde, según José María ROSA[155]
dicen: “En nombre de los libres de esta
parte de América reclamo de V.E. que siempre se ha presentado como un denodado
defensor del sistema federativo, su enérgica y valiosa protección. No consienta
V.E. que los retrógrados Unitarios triunfen de los libres Federales
riograndenses.
“V.E. no ignora la protección que
Fructuoso Rivera y sus cómplices han dado escandalosamente al traidor Bento
Manuel. Sn los mayores campeones de la Monarquía en el Brasil, ya que la suerte
de esta provincia se encuentra ligado al Estado vecino.
“Finalmente, Señor, la independencia
de Rio Grande del Sur y la Federación con este estado están solemnemente
proclamadas por las fuerzas liberales que se hallan en campaña”
Como dijimos, era una oportunidad única para asestarle
un golpe. Pero en realidad, detrás de
estas revueltas republicanas de los ‘riograndenses’ también estaba la Masonería
inglesa que intentaba sacar tajada.
José María ROSA dice que “consistía en formar un
gran estado intermedio entre Brasil y Ia Argentina con provincias segregadas de
uno y de otra: el Estado Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Rio Grande, Santa
Catalina, y si era posible Santa Fe y hasta Paraguay. Era una deformación
interesada de los Pueblos Libres de Artigas, ya que el Protector no se proponía
formar algo limitado a las seis provincias ligadas (Montevideo, Misiones,
Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, y por un momento Córdoba),sino iniciar el
núcleo federativo que uniría a todas las provincias del antiguo Virreinato -y
posiblemente también Rio Grande- en una federación. La primera exteriorización
de la Federación del Uruguay estuvo en
Gangüé en 1838; recobró actualidad después de la derrota de Ia intervención
francesa en la Argentina en 1840 y el consolidarse de Ia unidad brasileña con
la maioridades de 1841.
Alfredo Varela entiende que había en Rio Grande
tendencia a fundir en un cuerpo nacional las cuatro provincias bañadas por el
Uruguay en pugna con otra propensa a la antigua alianza con el sequito político
de Lavalleja y Oribe, acabando la primera por imponerse de 1838 en adelante.
Conjeturablemente
el proyecto de Federación
del Uruguay tuvo
origen británico, por
el impulso que le dan las logias masónicas, puntas de lanza de la política inglesa en
América. La creación de un gran Estado intermedio entre Argentina y Brasil debilitaría
considerablemente a
estos. Los brasileños descontaron en 1842 el apoyo de Inglaterra a la empresa”
Rosas mantenía que la posible integración de Rio
Grande a la Confederación no debía hacerse a través de la seducción, sin la
separación de los territorios que eventualmente se unirían y fuese hecho por
actos de violencia sobre el Imperio. Sostenía que los Republicanos brasileños debían
independizarse solos y luego entrar en negociaciones para su incorporación a la
Confederación, siendo ya soberanos en el momento de los acuerdos.
Además, en esos momentos, Rosas tenía varios frentes
de combate: con Santa Cruz en el Alto Perú, (que ya en la triste época de
Rivadavia, se habían apropiado de Tarija), con Francia, con los Unitarios, etc.
En efecto, las fuerzas internacionales de todo tipo
intrigaban y combatían al soberano gobierno de la Confederación Argentina con
el apoyo indisimulado de los siempre intrigantes y conjurados Unitarios cegados
de odio y de avaricia personal.
Leonardo CASTAGNINO[156]
nos brinda una síntesis del acontecer político por el año 1838
“Hacia 1838 la Confederación Argentina atravesaba una situación delicada; la guerra con la Confederación Peruano-Boliviana era complicada, y el tirano “cholo” Santa Cruz intrigaba con
los unitarios de
chile, los de Montevideo y franceses para realizar una acción conjunta, y le
ofrecían a Santa Cruz como pago, la segregación de las provincias del norte,
para incorporarlas a la confederación Peruano-Boliviana. Estanislao López estaba
muy enfermo, y retirado le cedió el manejo de la acción política a su ministro
Domingo Cullen, un español que se mantuvo siempre al lado del caudillo santafesino,
pero, intrigando disimuladamente en su contra. Al frente del gobierno, Cullen
intrigaba con Santa Cruz, con Berón de Astrada de Corrientes y con los "Auxiliares" unitarios emigrados de Montevideo, que a cambio de ayuda
económica y de guerra le ofrecían a los franceses la segregación de la
Mesopotamia como "república independiente". Lavalle, convencido finalmente por los unitarios, se pone al frente
de los invasores, con el apoyo de la flota francesa que bloquea el Río de la Plata, toma la isla Martín García, defendida heroicamente por Jerónimo Costa y Juan Bautista Thorne.
Además de los trabajos que el partido unitario hacía en
Corrientes y en el norte, algunos hombres bien colocados venían preparando en
Buenos Aires una conspiración en la cual entraron a principios de 1839 ciertos
federales de nota, varios jefes y muchos hombres de la nueva generación. Rosas
sabía que se conspiraba contra él y la desbarata, fusilando al cabecilla
coronel Ramón Maza. Lavalle, en combinación con los conjurados, pasa a Entre
Ríos, luego cruza el Paraná y llega a las puertas de Buenos Aires hasta
retroceder, desilusionado por la falta de apoyo de la campaña bonaerense.
“Fructuoso Rivera había destituido al presidente Oribe, y
como siempre, intrigaba obteniendo ayuda económica de todos, y dilapidaba los
fondos sin actuar, estafando alternativamente sin escrúpulos a todos por igual.
Este caudillo anarquista vivía de los subsidios franceses, que le daban con
generosidad o le negaban con tacañería según los sirviera o traicionara. Una
frase de Lavalle sintetiza la personalidad de este gaucho taimado: “Ofrece
1.500 hombres que no puede dar, por 200 mil patacones que desea recibir”.
Pues bien, todas estas circunstancias de apremio para
Rosas, sumado al hecho de que su política en cuanto a la incorporación de
antiguos territorios que pertenecían al Virreinato, era mediante la persuasión
y no la fuerza, hicieron que las
intenciones del Restaurador decayeran.
Pero poco a poco y con el tiempo la Confederación se
fue poniendo en pie:
El intrigante Domingo Cullen, que conspiraba contra el
Gobierno, escapó para ponerse a resguardo de su amigo Ibarra en Santiago del Estero,
pero finalmente éste lo remitió y fue fusilado.
Marco Avellaneda también fue ajusticiado por la muerte
del Gobernador de Tucumán, Alejandro Heredia.
Berón de Astrada, a la sazón Gobernador de Corrientes,
otro conspirador coaligado a los franceses y a Rivera fue muerto luego de ser
vencido por Pascual Echague, gobernador de Entre Ríos que lo perseguía
tenazmente.
Mariano Acha, también fue
ajusticiado por Benavidez. Debemos recordar que fue instigador del asesinato de
su amigo el Coronel Dorrego, quien al enterarse que lo había entregado, le dijo
“No esperaba de Ud, amigo, semejante conducta”. Quien lo ejecutó también era otro amigo; Gregorio Aráoz de Lamadrid, un traidor
despreciable.
Tomás Brizuela, borracho perdido, en la huida fue muerto por su propia
tropa.
Santa Cruz fue vencido por los chilenos y debió huir a
Guayaquil.
Sólo quedaban en pie Pedro Ferré en Corrientes;
Lavalle, huyendo al norte; el Gral. Paz, como autoproclamado Gobernador de
Entre Ríos luego de vencer a Urquiza; Lamadrid y Rivera.
De este modo, en 1841, se armó una nueva alianza entre
los litoraleños mencionados y Juan Pablo López en Santa Fe, que se había pasado
al enemigo ‘ofendido’ porque Rosas le había dado el mando del Ejercito de la
Confederación a Oribe.
La idea de este grupo era formar un nuevo Estado entre
las provincias de Entre Ríos, Corrientes, la Banda Oriental, Santa Fe, Paraguay
y tratar de que Rio Grande se incorporara al proyecto.
En 1842, el Alte. Brown recuperó la Isla Martín García
que había sido ocupada por Garibaldi.
Los imperiales enemistados con Rivera, quien se
perfilaba como aliado de los ‘riograndenses’ que peleaban por su independencia,
pretendían en territorio Oriental un jefe argentino para comandar las tropas
mixtas, y en terreno de Río Grande un jefe brasileño para terminar con Rivera y
los ‘Farrapos’.
En esos momentos, el Imperio brasileño le propuso a
Rosas un arreglo. Le darían su apoyo
para destrabar, junto con Oribe, el conflicto contra los Unitarios montevideanos,
a cambio de su ayuda para combatir a los segregacionistas sureños.
Todo esto pareció animar a Guido, a la sazón embajador
en Rio de Janeiro, pero Rosas, ducho conocedor de las trampas brasileñas, no
cayó en el engaño. Rivera quedaría como héroe Oriental al rechazar a los
brasileños mientras que Oribe quedaría como un traidor a su tierra al permitir
que la Confederación aliada con los Imperiales brasileños entrara en el
territorio Oriental para expulsar a los Unitarios de Montevideo (algo que después
hicieron los brasileños cuando apoyaron a los ‘colorados’ montevideanos).
Dice José María ROSA[157]
que los brasileños comprendieron que Rosas y su “decantada ambición no
lo llevaba a reconstruir en su provecho el virreinato del Plata como decían los
unitarios, apoderándose con mayor o menor prepotencia del Uruguay, Paraguay y
Bolivia. Que trazaba algo más seguro y definitivo: la solidaridad de los Estados
surgidos del tronco español, en igualdad de posiciones, respetando sus
autonomías y defendiendo sus personalidades: el ‘sistema americano’, opuesto a
la atomización del Nuevo Mundo por las grandes potencies europeas. Comprendió
que Rosas no era un Santa Cruz de confederaciones endebles: el creador de la
Argentina tenía firmes y largas vistas en su política. Si su americanismo
popular se consolidaba era la ruina tarde o temprano del sistema social en que
descansaba la grandeza brasileña, y desde luego el fin de la monarquía y la
aristocracia. Tel vez el aniquilamiento de la nacionalidad o, por lo menos, el
sometimiento de un Brasil democrático y fragmentado a una Federación
Americana”.
Lamentablemente las oportunidades no suelen repetirse
y ante el fracaso de las intenciones ‘gaúchas’,
Andrés Lamas, Embajador del gobierno de Montevideo en Rio de Janeiro, junto
con Rivera, Lavalle y el aún inocente Chilavert, llegaron a un acuerdo con los
‘farrapos’, que hasta poco tiempo
atrás se deshacían en diatribas contra los Unitarios, procurando conformar una
especie de ‘Federación del Uruguay’ que incluiría a Rio Grande do Sul, Santa
Catalina, Entre Ríos, Corrientes, Misiones, la Banda Oriental y Paraguay.
Es de suponer que detrás de todo esto estaría la Banca
Inglesa que buscaba, al formar un nuevo Estado, debilitar a los territorios
hispanos, desmembrarlos, penetrarlos económica y comercialmente a través de la
libre navegación de los ríos interiores que pertenecerían a varios Estados y
por lo tanto no estarían bajo el dominio absoluto de ninguno en particular.
Ahora bien, hemos hablado sobre la imperiosa necesidad
de lograr que los ríos interiores de la nación fuesen libres de toda sujeción internacional.
La importancia de este tema para Francia e Inglaterra radicaba
en una cuestión comercial y era un asunto que Londres y París no podían dejar
pasar.
Así como Inglaterra fijaba sus intereses
principalmente en Buenos Aires (aunque sin descuidar los de Montevideo),
Francia apostaba sus fichas a lograr que Montevideo se convirtiera en una factoría,
en su colonia absoluta.
Mas allá de los vaivenes políticos, como se verá luego
en 1845, tanto Francia como Inglaterra, al igual que Brasil, Rivera y los
defensores del Gobierno Unitario ‘colorado’ de Montevideo, impulsaban la
separación de Corrientes, Entre Ríos, la Banda Oriental y Paraguay para formar
una nueva República Mesopotámica. De
esta manera se debilitaría la Confederación Argentina y se facilitaría la libre
navegación de los ríos interiores, que conllevaría al comercio por el interior
de Sudamérica, Paraguay incluido, permitiendo a las potencias europeas y a
Brasil penetrar por el Océano Atlántico y el Rio de la Plata hasta el corazón
del sur del Imperio.
Esta era en resumidas cuentas la cuestión geopolítica
del Plata.
Refiere Vivián TRÍAS “El 15 de febrero de 1841
Palmerston escribió O. Trade: "Hasta el presente el Plata, el Amazonas y
el Orinoco y sus afluentes no han sido aprovechados por el tráfico comercial con
el interior, pero en un futuro próximo (con la navegación a vapor) podrán
usarse esas vías fluviales para los propósitos del comercio.
“Lo dicho explica por qué Palmerston, apenas Mackau
regresado a Europa, se movió para obtener una mediación conjunta con el
gobierno francés a los efectos de terminar con la querella argentino-uruguaya
porque era "inhumanitaria y atroz" de paso, perjudicaba al comercio-
inglés”. {…}
“La guerra del opio se inscribe en los marcos de dicha
política. Ante la decisión del Celeste Imperio de impedir la importación de
opio que realizaban, con pingües beneficios, traficantes ingleses, la escuadra
impuso el bloqueo a Cantón en 1840 y al arlo siguiente fueron ocupados
distintos puntos de la costa. El conflicto culminó con el tratado de Nanking
del 29 de agosto de 1842, por el cual China no sólo se allanó a permitir la
libre venta de la droga, sino que pagó los gastos de la guerra, entregó Hong
Kong y factorías en Shanghai, Cantón y otros puertos y, por supuesto, abrió su
mercado a los textiles británicos”.
Obsérvese posteriormente, a principios de 1844, en la
Asamblea Legislativa lo que dijo sobre el tema Thiers apuntando directamente al
interés primordial de Francia en el Plata. Toda una declaración de principios con
la que los franceses se sacaron la máscara de la supuesta ‘civilización’ que
decían representar.
“Montevideo es
una colonia francesa y está llamada a un porvenir superior a Buenos Aires {…}¿ Cuál es nuestro más grande
interés? Que Montevideo y Buenos Aires no estén en las mismas manos porque si
ellas tuvieran un solo dueño nosotros estaríamos desarmados, no podríamos
hacerle la guerra, no podríamos hacer nada en ese país, ni siquiera comercial
allí”.
Se deduce fácilmente que Rosas, Oribe y sus fuerzas
Federales se opondrían a todo esto. Y, dado los intereses comunes de ambos
líderes, Rosas le otorgó a Oribe la Jefatura de la Vanguardia Republicana en
todo el territorio argentino y Oriental. Esto disgustó a Pacheco que entendía
que este cargo por merecimientos le correspondía a él.
De tal modo, y como decíamos antes, cuando Oribe fue
atacado y vencido por Rivera, se exilió junto con sus ministros, colaboradores,
secretarios, y muchos de los legisladores, sumando alrededor de 300 personas.
Siempre fue considerado por Rosas y los gobernadores provinciales como el
Presidente Legal, tal como efectivamente lo era.
Llegado Oribe a Buenos Aires, escapando de la
persecución de Rivera es criterioso detenerse en el relato que hace el
historiador Oriental TORRES WILSON[158]. Es toda una pintura descriptiva y hasta
sociológica de la relación entre ambos caudillos. Rosas y Oribe, y el devenir,
el derrotero de la vida de éste hasta convertirse en el Jefe de la llamada
Vanguardia Republicana, llegando sus hazañas militares con resonantes triunfos
hasta la ‘puna’ norteña. Todo esto sucedió antes de que comenzara la gesta en
territorio Oriental y que diera lugar a la llamada Guerra Grande.
“No deben haber sido muchas las
entrevistas con Rosas, pero la tradición familiar guardó el recuerdo de una,
particularmente significativa que el propio Oribe relató muchas veces a los
suyos y en la que se encuentra la clave de su alianza con el gobernador
porteño. En ella, Rosas –luego de señalar el peligro que para la independencia
de ambas repúblicas implicaba la alianza de Rivera y los unitarios con los
franceses- le habría llamado, por primera vez, "Señor Presidente". El
mantenimiento del título más allá de la circunstancia de su derrocamiento debe
haber tocado muy profundamente la sensibilidad pundonorosa de Oribe. Rosas era
para él un igual. Por cuna, con común sentido de la responsabilidad
aristocrática, por participar de una misma concepción tradicional de la
autoridad, del orden, del deber y de la religión. Hacía casi veinte años que se
conocían y los unían múltiples amistades y relaciones comunes. Eran -y se
reconocían mutuamente- dos caballeros, en la antigua acepción hispánica del
vocablo, que ambos compartían. Por eso, cuando Rosas le ofreció un puesto d~
primera tila en sus ejércitos a cambio del compromiso de ayudarlo luego a
recuperar el poder legal del que había sido r desalojado por la fuerza en su
patria, Oribe no pudo menos que aceptar conmovido aquel "pacto de
caballeros" al que --como hombre de honor que era- sería fiel hasta el
final. El hecho de que Rosas fuese, además, un gaucho y un caudillo, lejos de
debilitar la alianza, la reforzaba con la secreta admiración que un carácter
tímido -como el que, en el fondo era Oribe- suele sentir hacia el hombre
desenvuelto y seguro de sí mismo. El firme apretón de manos -y, tal vez, hasta
el abrazo pudoroso- de aquellos dos hombres en la serena tarde de Palermo
sellaría un pacto personal contra el que se estrellarían muchos vaivenes
políticos”.
“Gestada dentro de las fronteras del
naciente Estado oriental, en la lucha de sus dos primeros presidentes, la
Guerra Grande se convirtió, desde su mismo inicio, en un conflicto rioplatense
-por la alianza de sus recién nacidos bandos, ‘blanco' y ‘colorado’, con los ya
existentes partidos argentinos, Federal y Unitario y terminó transformada en
una guerra internacional al intervenir en ella potencias extranjeras como Francia,
Inglaterra, y finalmente, el Imperio del Brasil.”
“Comprender cómo llegó Oribe
-"caballero oriental", "amigo del orden", "defensor de
las leyes' y creador de la divisa "legal" blanca- a convertirse en
auténtico jefe, de peculiar carisma "institucional", de la causa que
representó, es un punto crucial de nuestra historia. Porque durante los
agitados años de la Guerra Grande, aquella austera personalidad, si variar
sustancialmente sus rasgos esenciales y, tal vez, precisamente, por permanecer
invariable, por mantenerse firme en medio del torbellino de los hechos, llegó a
trasponer el umbral de la sensibilidad popular ya convertirse, paradójicamente,
en un singular caudillo orientador de la opinión y del sentimiento de medio
país. Tal vez –como hemos dicho- sus propias limitaciones carismáticas
contribuyeron a convertirlo en un símbolo. La rigidez de su carácter, nacida de
la sólida concepción del mundo y de la vida en que se había educado, le
permitieron atravesar incólume los avatares revolucionarios sin contagiarse de
la natural camaradería de los fogones ni adquirir los hábitos anárquicos del
gauchaje. Las mismas solicitudes y tentaciones de la política entendida como
lucha por el poder mismo- parecieron resultar ajenas a su sensibilidad.
Luciendo su uniforme de oficial -que objetivaba más que ninguna otra cosa la
naturaleza de la misión de que se sentía investido- los entorchados y
condecoraciones que fue ganando en los campos de batalla, puso toda la firmeza
de su voluntad en el empeño de restaurar la causa de la legalidad y del orden a
la que estaba adherida íntimamente su personalidad. En esa lucha, que entendió
como un deber moral, se mantuvo aún en las peores circunstancias,
convirtiéndose en el "hombre de fierro" que amigos y enemigos
terminaron por considerar como un hecho de la naturaleza”.
“Fue en ese clima de sangrienta
lucha y de venganzas partidarias -que había sido iniciado con el fusilamiento
de Dorrego en 1828- que Oribe fue designado por Rosas Comandante en Jefe del
Ejército de Vanguardia de la Confederación. Cumplía así la palabra empeñada con
el depuesto presidente Oriental a la par que solucionaba hábilmente el delicado
problema de la unificación del mando de sus ejércitos. La designación fue en un
principio resistida por los Generales Pacheco, Juan Pablo López y Echagüe, que
aspiraban a la jefatura, pero Rosas apeló a todo su prestigio ya su habilidad
política para imponer a Oribe…Sabía que esa confianza no sería defraudada y no
se equivocó”.
“Oribe era ya considerado -a esa
altura de las cosas- uno de los militares profesionalmente más competentes del
Río de la Plata, calidad que compartía con los generales unitarios Lavalle y
Paz que, precisamente, habrían de ser sus rivales en el campo de batalla. A su
sólida formación técnica -especializada en el arma de artillería, última
palabra de la guerra de entonces- unía un innato concepto de la estrategia que
contrastaba, por lo trío y racional, con los instintivos impulsos de la mayoría
de los jefes forjados en el proceso revolucionario. Pero la decisiva carta de
triunfo que le daría la victoria en las dilatadas campañas del interior de la
Argentina sería -más que nada- su rígido sentido del orden y de la disciplina
militares que convertiría sus ejércitos, no ya en masas de hombres valerosos,
sino en conjuntos orgánicos destinados a batir al enemigo y a restablecer en el
territorio el imperio de la autoridad”.
“Cuando se considera el éxito de las
campañas militares de Oribe, más que en el arrojo temerario y en la genialidad
estratégica, hay que pensar en una constante y sistemática organización de los
recursos humanos y materiales en un empecinado esfuerzo bélico-administrativo
que tenía también importantes consecuencias políticas y psicológicas”.
“Al pasar, podemos acotar que
conceptos de ‘Legalidad’, ‘Orden’, ‘Autoridad’, ‘Disciplina’, ‘Organización
administrativa’ en la sociedad y dentro del ejército, eran pautas comunes en
Rosas y Oribe, y que los unía en un mismo objetivo”.
Sigue diciendo TORRES WILSON[159]
“Pero lo cierto es que ninguna campaña
puramente militar -ni aún la imponente máquina de guerra montada por Oribe-
podía lograr el éxito que obtuvo si no hubiese contado con el apoyo y el
concurso de la amplia mayoría de la población”.
“La dura lucha de casi tres años que
lo llevó hasta las provincias del norte no sólo terminó de forjar, con rasgos
casi definitivos, la dura personalidad de Oribe”.
“En medio de los inmensos espacios
recorridos, su propia -y todavía reciente- geografía política, centrada en el
Estado Oriental, pareció naufragar”.
“En enero de 1842, persiguiendo a
los restos del ejército de Lavalle que llevaba a su jefe a enterrar en Bolivia,
llegó hasta la quebrada de Humahuaca. Tenía un ejército 10.000 hombres y
escribió a Rosas recordándole que aquellos territoritos habían estado unidos en
el pasado a los que integraban las Confederación y solicitando permiso para
reintegrarlos a su seno”.
“Rosas, a quien sus enemigos han
acusado siempre de querer reconstruir el virreinato –se negó, alegando que sólo
por negociaciones pacíficas podría lograrse ese propósito”.
“En realidad, Rosas -como Artigas,
en su época- aspiraba a que el Sistema Federal [-lo que Rosas llamaba el ‘Sistema
Americano’-] rigiese a toda la región
platense, incluso a los republicanos del sur del Brasil que se sublevasen
contra el Imperio”.
“Oribe había alcanzado, en su acción
"restauradora", los límites geográficos del ámbito platense. Los
acontecimientos lo traerían, sin embargo, al centro de su escenario natural,
cuando los ejércitos de la proyectada Confederación del Uruguay intentasen
invadir el litoral argentino”.
“Pacificado el norte y ante la
noticia de la concentración de tropas enemigas en Corrientes, bajó Oribe con
sus tropas para enfrentar un ataque que -como había sucedido en años
anteriores- podía contar en cualquier momento con el apoyo de escuadras europeas”.
Dice Luis Alberto ABRAHAM[160]
que Rosas y Oribe organizaron el Ejercito de la Confederación, una imponente
masa de oficiales experimentados y hombres aguerridos entre los que se encontraban
Lavalleja y Garzón. Este último más
tarde lo traicionó aliándose al converso Urquiza y a los Unitarios e Imperiales
que por tantos años el mismo había combatido con denuedo y determinación).
Este ejército Federal debió enfrentarse en 1839 a la
insurrecta Coalición del Norte, entente Unitaria de las Provincias de Tucumán,
Salta, Jujuy, Catamarca y La Rioja en manos de militares de aquel signo (El
Brigadier Tomás Brizuela, Lamadrid, Cubas y Solá principalmente) quienes
tomaron violentamente el poder, sumados a los Unitarios que se habían instalado
en Montevideo, los ‘riveristas’ y los franceses.
Oribe arrasó con todos, con una actuación militar
excepcional e invicto. Las batallas principales, Quebracho y Famaillá, con resonantes
triunfos, se dieron en noviembre de 1840.
Lavalle comenzaba su éxodo, tras ser derrotado por
Oribe, quien lo perseguía de cerca y, sin el apoyo de los pueblos por donde
pasaba. No tenía planes muy definidos, y en su huida hacia el norte, iba sembrando
el terror, matando y saqueando a las poblaciones.
Relata Vivián TRÍAS [161] “La ocupación de Santa Fe por el ejército ‘lavallista’
fue una verdadera vergüenza. El general Iriarte -notorio enemigo de don Juan
Manuel- esboza en sus ‘Memorias’ lo que fueron aquellos aciagos días: ‘-A más dé
la multitud de prostitutas que acompañaban al ejército de. Lavalle y fueron las
primeras en el saqueo, el camino que conduce de la chacra de Andino a Santa Fe
estaba cubierto de gente; era una romería que venía a participar del botín [...
} Los jefes penetraban [..} en la ciudad pasando las noches en francachelas [...
} No se podía contener a la soldadesca y más de mil hombres saqueadores no volvieron
al ejército sino después de cincuenta días de borracheras y escándalos".
Luego de sus victorias, Oribe y Urquiza miraron hacia
la Banda Oriental donde se dirigirían para dirimir sus cuestiones con Rivera y
sus aliados, Unitarios, ‘farrapos’ y franceses, que se habían unido a los
gobernadores José Pedro López, de Santa Fe, Pedro Ferré, de Corrientes y José
María Paz, de Entre Ríos.
La batalla final de ‘Arroyo Grande’, a la que nos
referiremos más adelante, se dio en diciembre de 1842, antes de penetrar en territorio
‘Oriental’. Del lado Federal, además de Manuel Oribe y Lavalleja, se
encontraban Urquiza, Ignacio Oribe, Andrés Latorre (tío de Lavalleja,
hermano de su madre Ramona Latorre), Garzón, Pacheco, Servando Gómez y una serie de
soldados y oficiales que habían peleado en Ituzaingó, habían participado en la
Campaña del Desierto comandada por Rosas y en las guerras contra la Coalición
del Norte. Como puede verse, tal vez el mejor ejército que pudo conformar la
reluciente y victoriosa Confederación Argentina. Alrededor de 9.000 hombres, según
afirma ABRAHAM.
Este autor, citando a Mateo
Margariños, dice que “Las consecuencias
de Arroyo Grande fueron inmensas y con razón puede considerarse esta batalla
como una de las más importantes de la historia del Río de la Plata. El triunfo
Federal quedó consolidado en la Confederación, que asentaba definitivamente su
unidad política, mientras que el camino del Uruguay quedaba abierto, para la restauración nacionalista. La alianza blanco —
federal daba sus frutos de victoria. {…}. Puede decirse sin exageración que, en
Arroyo Grande, Oribe afianzó en los hechos los principios federalistas en que
debía reposar la organización de la República Argentina. Principios
consagrados por el ‘orteguismo’ en 1820 en las cláusulas del Pacto del
Pilar".
Finaliza ABRAHAM en forma épica, al
referirse a las condiciones de Oribe, que “la
batalla de Arroyo Grande, la
más importante
librada en el Río de la Plata en el siglo XIX, como se vio en otro artículo, mostró
las dotes de estratega y táctico al imponerse a Rivera, y sus aliados Unitarios y correntinos, e iniciará otra etapa en
la vida del país. El gran jefe militar dará
paso al estadista en su más grande expresión.”
La batalla de ‘ARROYO GRANDE’, en la Provincia de
Entre Ríos, insumió una cantidad de material y soldados pocas veces visto en
una guerra civil. Dio comienzo a la
llamada ‘Guerra Grande’, quizás la más importante de aquellos tiempos, que culminó
con el triunfo de Oribe sobre Rivera.
El ejército aliado ‘Colorado’-‘Unitario’ al mando de
Rivera, estaba formado por más de 7.500 hombres (2.000 infantes y 5.500
jinetes), y 16 piezas de artillería (14 cañones y 2 obuses).
Los soldados provenían en su mayoría de las provincias argentinas de Corrientes (3.000), Santa Fe (1.000) y Entre Ríos (1.500). A los que se sumaban
cerca de 2000 orientales.
Por su parte, el Ejército Federal de Oribe estaba
compuesto por 9.000 hombres (2500 infantes, porteños en su mayoría y 6.500
jinetes porteños, entrerrianos y Orientales) y 18 piezas de artillería.
La artillería de Rivera era ligeramente superior en
número, sin embargo, caería rápidamente en manos enemigas. La caballería de
Oribe era bastante más numerosa, y su infantería era casi el doble de la
enemiga.
Finalmente, el triunfo fue para los Federales.
Los vencidos tuvieron 2.000 muertos y 1.400
prisioneros, perdiendo, además, la artillería, la munición y 24.000 caballos.
Toda la artillería y la infantería cayeron en poder del enemigo. Los oficiales, y se dice que incluso los
cabos y sargentos, fueron ejecutados, mientras que los soldados se incorporaron
al ejército de Oribe. En particular, los blancos uruguayos se ensañaron con los
colorados, ya que los consideraban traidores por haber derrocado al gobierno
legal con ayuda extranjera. Las bajas de los federales sumaron 300 entre
muertos y heridos.
Sandro OLAZA PALLERO[162]
relata gráficamente los hechos respecto de Oribe y su actuación a medida que se
adentraba en territorio de la Banda Oriental, camino a Montevideo: “Luego pacificar el interior de la Confederación
Argentina como su Jefe de la Vanguardia Republicana, Oribe cruza el rio Uruguay
y avanza sobre Montevideo. Los ‘colorados’ organizaron el ejército de la
Defensa, comandado por el general José María Paz y el uruguayo Melchor Pacheco
y Obes. A él se unieron grupos de las colectividades francesa, española e
italiana que formaron “legiones” que
numéricamente superaron en conjunto a los propios efectivos orientales con los
que contaban los colorados. Entre estas legiones figuraba el italiano José
Garibaldi.”
Dado el acercamiento
continuo y sin pausa de las fuerzas Federales en su camino a Montevideo, luego
de la batalla de ‘Arroyo Grande’, Rivera entendió que debía hacer algo, aunque
con ello hipotecara para siempre, la autonomía Oriental en manos del Imperio,
que acababa de terminar su crisis con los ‘Farrapos’.
En Montevideo no todo
era homogéneo en cuanto a los intereses.
Había un grupo pro anglo-montevideanos
manejado comercialmente por el inglés Lafone que prácticamente era el dueño de
la plaza y que abogaba por la intervención a rajatabla de los ingleses porque
las rentas aduaneras montevideanas eran un pingüe negocio.
También los franceses
junto con los vascos, los mercenarios garibaldinos y los ‘colorados’ como
Santiago Vázquez, Andrés Lamas, Melchor Pacheco, entre otros, apostaban por la intervención
europea.
Había una fracción
‘colorada’, acriollada, comandada por Rivera que quería que los extranjeros se
fueran de Montevideo (eran inmensa mayoría en la ciudad) e intentó llegar a una
especie de acuerdo con Oribe, que no prosperó.
Rivera, el 26 de marzo
de 1845, perdió una batalla fundamental frente a Oribe y Urquiza llamada ‘India
Muerta’ por el nombre de un arroyo de la zona.
En esa puja, en agosto
de 1846, el grupo ‘riverista’ fue destituido por otro grupo pro-europeo
comandado por los Herrera y Obes y el grupo Lafone. Rivera sabiendo que este
grupo conocía sus contactos con Oribe, debió huir al destierro definitivo al
Brasil, donde fue detenido por haber ayudado a los ‘farrapos’ en su afán independentista.
Había otro grupo, pro
anglo-bonaerense que se veía afectado por la intervención europea, la Vuelta de
Obligado, etc. que producía perjuicios económicos a los comercios ingleses en
Buenos Aires y en el resto del país. Dentro de este grupo estaban Hood, Southern
y Palmerston, en el período 1846-1847.
Éste último le escribió
a al embajador inglés en París, según menciona TRÍAS[163]” “lo cierto es, si bien esto debe quedar entre nosotros, que el bloqueo
francés y británico del Plata ha sido ilegal desde el primer momento. Peel y
Aberdeen siempre han declarado que nosotros no estábamos en guerra con Rosas;
pero el bloqueo es un derecho de beligerancia y, a menos de estar en guerra con
un estado, no se tiene el derecho de impedir la entrada a sus puertos de
bar-cos provenientes de otros estados ni tampoco se le puede impedir a nuestros
barcos mercantes. Creo que es importante, a fin de legitimar con carácter
retroactivo las operaciones de bloqueo, cerrar este asunto con un tratado de
paz entre ambas potencias y Rosas".
Respecto a Oribe,
triunfante, dice ABRAHAM[164] “Era tal el prestigio y capacidad militar que sus enemigos del Gobierno
colorado de la Defensa no se animaron a enfrentarlo directamente y comenzaron a
gestar una coalición que pudiera vencerlo. El canciller del Gobierno colorado
de la Defensa, Manuel Herrera y Obes con el afán de derrotar primero a Oribe y
su proyecto nacional y simultáneamente dividir a los caudillos federales con la
finalidad de imponer su plan de extranjerización en el Río de la Plata, no
vaciló en atraer la intervención del Imperio del Brasil.”
Ahora, ¿cómo atraer
la intervención y el apoyo económico del Brasil? El Gobierno de la Defensa de
Montevideo estaba dispuesto a todo, aún a entregar, de por vida, territorio
Oriental a su vecino del norte. Esto llevó a los famosos 5 Tratados entre los
montevideanos ‘abrasilerados’ y el
Imperio del Brasil que quería desquitarse de la derrota de Ituzaingó que tenía
entre ceja y ceja.
Sigue diciendo el autor antedicho “Naturalmente
que la intervención en el Río de la Plata, contra Oribe primero y Rosas después
no sería gratis para el Uruguay. Bien costosa fue lo que debió aceptar el
gobierno colorado, ya que el Imperio condicionó su intervención a la solución
de una serie de aspectos y cuestiones que lo habían enfrentado a Manuel Oribe y
al Gobierno del Cerrito.
“Para ello, impuso la firma de cinco Tratados, todos
ellos notoriamente perjudiciales a Uruguay y a los orientales. Pero sin
importar las consecuencias que traerían para la nación, que, por otra parte,
obviamente no sentían como propia, sino que actuaban como procónsules de las
potencias imperiales de turno (primero de los franceses, luego de los ingleses
y finalmente de los brasileños), los representantes del Gobierno colorado de la
Defensa y el Imperio de Brasil acordaron la aceptación de las condiciones
leoninas. Eran tan severas, que generó resistencia en los miembros de la
Asamblea de Notables, órgano creado por el Gobierno de la Defensa y entonces
Joaquín Suárez, a instancias de Herrera y Obes lo disolvió.
“Los cinco Tratados fueron I) el de Alianza; II) el de
Límites; III) el de Prestación de Socorros; IV) el de Comercio y Navegación y
V) el de Extradición.
“El de Alianza habilitaba la intervención brasilera en
los asuntos internos del Uruguay con lo que se limitaban las potestades
inherentes a cualquier estado soberano.
“El de Límites consagraba la renuncia de le los
territorios que formaban parte de las posesiones españolas desde la vigencia
del Tratado de San Ildefonso de 1777 y que siempre fue reclamado por los orientales,
como lo prueba el artículo 9° de las Instrucciones del año 1813 dada a los
Diputados Orientales por el Congreso de Tres Cruces (5 a 20 de abril de 1813) y
que comprendía la mitad de Río Grande del Sur_ además de facultar a los
brasileños a levantar fortificaciones dentro del territorio uruguayo.
“El de Prestación de Socorros o de Subsidios, obligaba
al Uruguay a reconocer la deuda que había contraído el Gobierno colorado de la
Defensa para sostenerse cuando dejaron de afluir
los recursos financieros de Inglaterra y Francia. Para el pago de esa deuda se
afectaban o comprometían las principales
fuentes de recursos tributarios de la república
“El de
Comercio y Navegación procuraba asegurar la prosperidad de los saladeros
establecidos en Río Grande del Sur, a costa de los que estaban emplazados en
Uruguay y que provocaron un sensible descenso de la producción y para el
engorde del ganado se utilizaban los feraces campos uruguayos que beneficiaba a
los productores brasileños.
“El de
extradición de hecho anulaba las normas dictadas por Oribe de abolición
completa de la esclavitud, ya que se debía devolver al Imperio de Brasil los
esclavos fugados que se habían acogido a la abolición de la esclavitud en el
Uruguay.
“Como
se puede apreciar, los dirigentes colorados del Gobierno de la Defensa, con la
finalidad de salvar sus intereses personales y del grupo que integraban,
estuvieron, parafraseando a Artigas, dispuestos a "sacrificar el rico
patrimonio de los Orientales al bajo precio de la necesidad", de vencer a
Manuel Oribe y sus aliados federales y enajenar parte de la soberanía nacional.
“Todo se aceptó, todo se entregó, todo se perdió, por el
mezquino propósito de vencer a Oribe y sus partidarios. Solo con la división de
los orientales, de los federales y la intervención del Imperio del Brasil
pudieron desplazar a Oribe al frente del Gobierno del Cerrito, poniendo fin a
una época en la historia del país”.
Como puede verse la
soberanía hocicada por los racionalistas decimonónicos y Orientales
‘colorados’, Unitarios argentinos y brasileños, con los 5 tratados más
humillantes que se tenga memoria en la historia ‘Oriental’, sostenidos por la
Banca Inglesa, deja expuesto la calaña y comportamiento de quienes, aún hoy,
son defendidos por algunos escribas bien pagados y cuyas consecuencias fueron
tan gravosas para la Banda Oriental, que no han podido ser salvadas.
Estos tratados, luego
del fin de la Guerra Grande serían ejecutados hasta la última cláusula por
parte del Imperio del Brasil significando el fin de toda soberanía política,
económica y territorial de la Banda Oriental.
Los diarios de la
Banda Oriental honraban la figura de Artigas, algo que no ocurría con la prensa
de Montevideo bajo la férula del llamado Gobierno de la Defensa, manejado por
los doctos ‘colorados’, que atacaban a Artigas imputándole una supuesta pero
falsa rudeza sanguinaria, del mismo modo que se hizo con Rosas.
Al comenzar la ‘Guerra Grande’ Oribe y las fuerzas Federales iniciaron un camino
que terminó en el sitio a la ciudad de Montevideo e instalaron su gobierno en
el Cerrito.
Luis Alberto LACALLE HERRERA[165] conceptualiza que el
enfrentamiento entre los Orientales y Francia e Inglaterra dio comienzo a la
‘Guerra Grande’ que se produjo porque en el conflicto de Francia con la
Confederación Argentina, la Banda Oriental se había declarado neutral, hecho
que provocó la ira francesa y el ataque a la Banda Oriental.
La neutralidad se dio porque Francia quería que Montevideo fuera un lugar
de abastecimiento de las tropas embarcadas francesas en su guerra con la
Confederación. Al negarse Oribe, Francia se enfrentó a su gobierno.
Según el historiador recientemente citado, nunca debió haberse abandonado la
neutralidad frente a Rosas ni frente a los riograndenses, tampoco ante la
guerra entre Francia y la Argentina ni ante los Imperiales. Estas consideraciones son contrarias a lo que
sabiamente decía Luis VAZQUEZ DE MELLA[166] “el Estado neutro y el maestro neutro son dos formas de
irracionalidad pues el hombre normal afirma, niega o duda pero no declara en
huelga su entendimiento ante la realidad que lo interroga porque piensa. El
Estado que se declara ‘neutral’ en todas aquellas cuestiones que más interesan
al hombre, diciendo que ignora la verdad en política social, educación, ética
política, etc., y por lo tanto en los fundamentos del derecho, es un estado que
se jubila a sí mismo, declarándose inepto para gobernar”
Pero el pueblo no era neutral. La mayoría de la población de la Banda
Oriental se asentaba en las zonas rurales y el pueblo gaucho estaba en su
totalidad al lado de Oribe.
En cuanto a los núcleos de clase más elevada dice Susana RODRIGUEZ VARESE[167] que “la mayoría del patriciado, cuando tuvo lugar el sitio Grande se
congregó en torno al Gobierno del Cerrito, le dieron el tono de ‘orientalidad’
y americanismo, de defensa de la ‘patria vieja’ a diferencia de los patricios
que estuvieron en Montevideo, que fueron asimilados a grupos de comerciales y
especuladores extranjeros, que tenían otros valores y defendían los intereses
los interés de las monarquías británicas, francesa y brasileña”.
Otro autor, Luis Alberto ABRAHAM[168], que ya hemos citado
anteriormente, entendemos que se contradice respecto a la ‘neutralidad’ de Oribe en el conflicto Federal-Unitario.
Primeramente, alaba esa neutralidad, pero luego en los comentarios siguientes
pareciera que pretende impugnarla.
El autor dice que, a pesar de las simpatías personales de Oribe con los
Federales por haberlo ayudado a la Cruzada Libertadora, junto a Lavalleja y
otros Orientales, cuando fue presidente mantuvo una estricta neutralidad.
Aclarando, también, que “Esa actitud,
le llevó a enfrentarse con los unitarios que pretendían seguir utilizando al
Uruguay como base para sus ataques a los gobiernos federales argentinos, en
particular contra el gobernador de Buenos Aires Don Juan Manuel de Rosas.
Dicha política de neutralidad le impidió contar con los auxilios necesarios
para sostener a su gobierno cuando la segunda intentona de Rivera con el
auxilio de riograndenses, unitarios y fuerzas de la monarquía francesa. Pero entendió que debía mantenerse al margen
de los conflictos internos de los demás países.{…} Esa bandera fue un legado y recogida
y sostenida por los grandes caudillos blancos de la historia, que se
mantuvieron al margen de los
conflictos internos de los países vecinos, tratando de evitar las guerras entre los países americanos y
proclamando la neutralidad ante las grandes
guerras del siglo XX movidas por intereses imperialistas de las grandes potencias europeas, asiáticas y norteamericanas.
El autor consideraba que la neutralidad que existió al principio era algo
positivo, un valor en sí misma a tener en cuenta.
Pero, en otros párrafos del mismo artículo dice “Posteriormente, cuando el conflicto en Uruguay dejó de ser una guerra civil,
por los apoyos que obtuvo Rivera, y se convirtió en un conflicto regional e
internacional, asumió que habían cambiado las circunstancias políticas y se
alió con el gobernador de Buenos Aires y los demás caudillos federales que
integraban la Confederación Argentina”.{…}
“Tenía claro que debía asumir la defensa de la
nacionalidad y que la misma no se consolidaría si no hacía causa común con los
demás estados americanos que estaban expuestos ante el accionar imperialista de
las nuevas potencias industriales. Como tal, todos los países de la región
estaban amenazados por las ambiciones colonialistas de los británicos y
franceses, y no cabía la menor duda de que debía comprometerse en la defensa de
los derechos e intereses de las sociedades americanas. {…}
“Su relación con Rosas se vio favorecida por la
existencia de afinidades y un concepto de servicio que los unió: el sentido del
deber y de las responsabilidades que tenían para con sus comunidades; una misma
visión acerca de que en los territorios recientemente independizados debía
restaurarse el principio de autoridad y de normas esenciales de convivencia,
que debía volver a imponerse el orden para asegurar la supervivencia de las
naciones, ya que en caso contrario la anarquía los devoraría en guerras civiles
fratricidas..{…} luego de
1838 estrecharon su relacionamiento y juntos enfrentaron a los Unitarios
argentinos y colorados ‘riveristas’ Orientales, franceses e ingleses”..
Son correctos los hechos y la cronología que relata el escritor, pero no se
entiende en él su aplauso a la neutralidad primigenia, para luego resaltar
positivamente el dejar de serlo.
Volviendo a la batalla de ‘Arroyo Grande’
mientras Oribe avanzaba sobre Montevideo, el 12 de diciembre de 1842 el
gobierno informó la derrota en dicha batalla del ejército aliado de operaciones
al mando del presidente subversivo Rivera y rápidamente creó el Ejército de reservas para proteger Montevideo, comandado por el militar Unitario
argentino José María Paz y el Oriental Melchor Pacheco y Obes.
A ellos se sumaron varios grupos de las colectividades francesa, española e
italiana que formaron "legiones" que numéricamente superaron en
conjunto a los propios efectivos orientales con los que contaban los colorados.
Entre estas legiones figuraba el mercenario Giuseppe Garibaldi.
También integraban este ejército los esclavos (de 10 años de edad en
adelante) que eran incorporados por leva forzosa, a pesar de que desde 1814 estaba
abolida la esclavitud en todo el territorio y que desde la jura de la
Constitución (18 de julio de 1830) estaba prohibido su introducción en el
mismo. Para no generar otro conflicto,
el gobierno decidió indemnizar a los propietarios de los esclavos, pese a lo
cual éstos fueron ocultados o vendidos a los saladeros de Río Grande do Sul que
pagaban más que el gobierno.
Ahora bien, ¿Quién era Garibaldi?
Giuseppe Garibaldi, nació
el 4 de julio
de 1807, en Niza, Francia y falleció el 2 de Junio de 1882, en Caprera, Italia. Era un marino, corsario y pirata
mercenario. En nuestras tierras, en
1836 intervino voluntariamente como capitán de barco en la fracasada
insurrección secesionista de la república brasileña de Rio Grande do Sul. Luego peleó bajo las órdenes del Imperio
Brasileño, y en 1842 fue desiigando capitán de la flota Unitaria Oriental en su lucha mercenaria, apoyado por Francia e
Inglaterra, contra la soberana Confederación Argentina.
El
liberalismo hace, como siempre, una ‘literatura de la historia’ y ensalza a
Garibaldi omitiendo todos sus crímenes y robos por el Río de la Plata y
aledaños.
Ese
costado oculto lo declaman los cantores gauchos en sus poesías, como Pedro
Castro Hardoy donde en una de ellas, ‘GARIBALDI, EL MERCENARIO’ extraído de su
obra ‘Canto al Restaurador’, dice en algunos de sus versos:
“Primero apartó a colonia en ataque escandaloso
Bombardeo pavoroso, aplaudido por la historia
Gualeguaychú, su victoria, porque el pueblo está
indefenso
Y siente el placer inmenso al degollar inocentes
Dejando así bien patente, sus criminales intentos
No alcanzando al parecer los 20 buques corsarios
Alquilan al mercenario, que degüella por placer.
Garibaldi es el cruel, que, bancado por la escuadra,
Estas costas arrasaban tan solo por el botín
Ignorando que a su fin, una estatua se ganaba.
Degollador de nuestro litoral, los pueblos arrasó
Matando por el corsario, brindó con sangre inocente,
Lo aplauden los unitarios.
Por criminal la historia liberal, Le otorga un pedestal
Por eficaz mercenario, Insultó a nuestro honor,
Vergüenza nacional fue Garibaldi aquel famoso criminal”
Un
ejemplo, y solo uno, (como muestra basta un botón) de la fantasía sobre su
persona, falto de toda documentación que la avale es el panegírico declamatorio
y sin sostén de prueba alguna, que hace el historiador Setembrino E. PEREDAS[169].
Este
masón confeso como Garibaldi, explica hechos del marino dándolos como
meritorios cuando en realidad son aciagos y deplorables, lo que muestra no sólo
quien era Garibaldi sino también quien era el propio autor. Se vale de un
sistema sofístico caracterizado por ensalzar comportamientos negativos de
ciertos personajes históricos, así como ocultar
las virtudes de otros. Recurso también
utilizado por otros autores como Esteban Echeverría, José Mármol, José Rivera
Indarte, Bartolomé Mitre, el autodenominado Domingo F. Sarmiento (ese no era su
nombre, sino Faustino Valentín Quiroga Sarmiento) que, como buen actor, tenía
su seudónimo; además de ser primo de Facundo Quiroga, del que fue uno de sus
asesinos intelectuales, su propio pariente…
El
mencionado Peredas es un ejemplo-tipo de la literatura que los Unitarios hacen
de la historia.
Este
autor dice que el mercenario en cuestión pertenecía a una ‘logia’ llamada ‘Joven
Italia’ y especifica que en el Plata “no
se combatía tan sólo por la libertad de una pequeña república, sino por la
causa de toda la humanidad”.
Palabas
huecas, rimbombantes, sin sentido. Salvo cuando el autor se refería a
‘libertad’ que era la libertad de comercio en favor de los comerciantes
londinenses, manchesterianos y franceses en perjuicio de la incipiente
industria de los nativos del Río de La Plata.
Ya lo decía Guizot con contundentes
palabras en su discurso del 8 de febrero de 1841 al expresar que había dos partidos en
los estados de América del Sur. Comenta ITURRIA[170]: los pertenecientes al
Partido Europeo (sic) que “se han
empeñado en establecer relaciones con Europa. Ellos han querido asimilar la América
a la Europa, hacerlas entrar en relaciones frecuentes y seguidas. {…}. Pero
existía en América otro partido, más apegado al suelo, impregnado de ideas puramente americanas; este era el
partido de los campos. Este partido ha sido completamente contrario al partido
europeo. Él ha querido que la sociedad se desarrollara a sí misma, a su modo,
sin empréstitos, sin relaciones con Europa”
Veamos este párrafo que antecede, muy
revelador de las intenciones francesas.
El diplomático francés reconoce que el propósito
de los Unitarios era ‘asimilar’ (sic) América a Europa, en una diáfana
declaración de una utópica intención que sólo puede terminar en una aberración
de la naturaleza.
Es como si dijésemos que habría que asimilar
a un francés a las costumbres gauchas en pleno París. ¿Ud. ve posible que un
ciudadano francés termine adoptando la vestimenta y otras costumbres de un
gaucho de las pampas mientras tiene su existencia al lado del Sena? Pues bien,
parece que, para los Unitarios, en sentido inverso, sí lo era.
El citado Guizot consideraba que el hecho de
que los pueblos americanos tuvieran apego al suelo, quisieran que la sociedad
se desarrollara a su modo, sin empréstitos, era algo abominable…claro,
abominable para los intereses franceses.
Seguramente no pensaba lo mismo
con respecto a esas actitudes si fuesen impulsadas por los franceses para su
propia patria.
En su discurso, ponía sobre la mesa una
mentira: de ninguna manera los gobiernos soberanos de América no querían tener
relaciones con Europa. Las querían, pero
en igualdad de condiciones, como debe ser entre naciones civilizadas, algo que
no aclaraba el astuto Jefe del Gabinete francés.
Por
eso, para el historiador Peredas la liberación la iba a hacer “La Grande Francia, la Ilustre Inglaterra”.
El
autor dice con total desparpajo que Garibaldi “en su ingénita modestia, jamás se tuvo como un rígido instructor porque
para él la organización y la disciplina eran cosas secundarias”.
Es
una confesión sin ambages: Garibaldi no tenía marinos o soldados, sino una
turba de mercenarios anárquicos que cuando asaltaban una población, como Gualeguaychú
y Salto, cometían robos, violaciones, y destrucciones sin ningún tipo de
reparo, como ha sido documentado por infinidad de autores.
Apoyaba
con sus barcos a las escuadras de Francia e Inglaterra, en 1845 participó de la
ocupación de Colonia del Sacramento y de la isla Martín García y, como recién se
señaló, ocupó también Gualeguaychú y Salto realizando toda clase de tropelías.
Oscar
y Gabriel TURONE[171] nos
detallan quien era realmente y como actuó Garibaldi y nos describen su sanguinario derrotero por
estas tierras. -
“En
1832 se inició con una logia masónica en Roma. En 1834 tomó parte en el
complot de Giuseppe Mazzini y hubo de huir a Francia. Condenado a muerte
en su patria, anduvo errante mucho tiempo. Sirvió por un período breve, a
las órdenes del bey de Túnez, trasladándose después a la América del Sud.
El “condottiero” italiano Giuseppe
Garibaldi llegó al Río de la Plata en 1836, y el gobierno del Brasil
inmediatamente lo declaró pirata. Fue un aventurero audaz que sólo dejó
en estas tierras el recuerdo imborrable de los excesos inhumanos y bestiales
permitidos por él a los hombres que capitaneaba. Llegó a hacerse célebre
desde Río Grande y Santa Catalina del Brasil hasta la provincia argentina de
Entre Ríos, como jefe de una chusma cosmopolita y una turba de carbonarios
expatriados; y vinculó su nombre a los saqueos de Santa Catalina, Imeriú,
Salto, Martín García, Colonia y Gualeguaychú, llevados a cabo con
extraordinaria crueldad, propia de hombres a los que sólo atraía el botín del
pillaje.
En su “autobiografía”, al recordar sus
“hazañas” en América del Sur, no tiene reparos en escribir lo siguiente: “Como
no recuerdo los detalles de todos aquellos atropellos, me es imposible narrar
minuciosamente las infamias cometidas…. Nadie era capaz de detener a esos
insolentes salteadores…. Todos vivían permanentemente alcoholizados…. Me dan
ganas de reír cuando pienso en el honor del soldado…
En el parte de la victoria decía
Brown: “La conducta de estos hombres ha sido más bien de piratas, pues que han
saqueado y destruido cuanta casa o criatura caía en su poder, sin recordar que
hay un Poder que todo lo ve y que, tarde o temprano, nos premia o castiga según
nuestras acciones”.
Garibaldi trabó amistad con Mitre en
Montevideo en 1841, y fue adversario acérrimo del almirante Brown y del general
Urquiza.
Protegido por la escuadra
anglo-francesa pudo realizar los inicuos e infames saqueos de Colonia y
Gualeguaychú en el mes de setiembre de 1845; porque el botín fue siempre el
supremo ideal de las tropas garibaldinas. Al tomar posesión de la isla
Martín García arrió la bandera argentina e izó en su lugar el pabellón
británico.
Mucho
se ha escrito y sobradamente probado respecto a la toma de Gualeguaychú. Sin
embargo, parece omitirlo o desconocerlo el historiador masónico Peredas.
Los
historiadores argentinos mencionados condensan una gran cantidad de autores que
se han expresado sobre el tema diciendo que “El 2 de agosto de 1845 la escuadra argentina comandada por Brown es
apresada por los Almirantes Lainé e Inglefield; los buques “San Martín” y “25
de Mayo” capturados por franceses que arriaron la bandea argentina e izaron la
suya; el “General Echagüe”, el “Maipú” y “9 de Julio” tomados por los ingleses
en los que izaron su pabellón.
Los diplomáticos de Inglaterra y
Francia hicieron enarbolar la bandera oriental en las naves apresadas y
formaron una escuadrilla que pusieron a las órdenes del aventurero italiano
Giuseppe Garibaldi.
Inmediatamente se adoptaron medidas de
precaución en los puertos y costas entrerrianas.
El General Garzón, General en Jefe del
Ejército de Reserva, ubicado en Arroyo Grande (Concordia) dio instrucciones
para defender los puertos litorales, “especialmente el de Gualeguaychú, en cuyo
Comandante tenía poca confianza”.
[Digamos
al pasar que el Gral. Eugenio Garzón, y no nos cansamos de señalar, es el mismo
que tiempo más tarde junto a Urquiza se volvió contra Oribe y se alió con
aquellos a los cuales había combatido durante años].
“El 1 de Setiembre Garibaldi asaltó la
ciudad uruguaya de Colonia. Cinco días más tarde se apoderó de la indefensa
Isla Martín García. Los Almirantes anglo-franceses le ordenaron se internara en
el Uruguay arriba y atacara Gualeguaychú.
El 18 de setiembre la escuadrilla
formada por cinco buques de cruz y catorce entre lanchones y balleneras, pasó
por la boca del Gualeguaychú y remontó el Uruguay seis millas para que nadie
sospechara del inminente ataque. En la noche del 19 al 20 sorprendieron a los
dos guardias que celaban la Boca en una nave ligera. Bernardino Gómez, vecino
de Gualeguaychú y marinero de un buque mercante, sirvió de baqueano a Garibaldi
para entrar en el Puerto.
En la madrugada del 20 los Legionarios
desembarcaron en el Saladero de Gianello, distante una legua de la ciudad y
atacaron la indefensa Gualeguaychú. Sorpresivamente llegaron a la casa del
Comandante don Eduardo Villagra y lo encontraron dormido. El comandante, las
autoridades y guardias nacionales cayeron inmediatamente en las manos del
enemigo. Según Fray Mocho:
“Garibaldi ordenó el fusilamiento de
las autoridades de alto rango. Villagra, el alcalde, el administrador y el
capitán Benítez fueron llevados a bordo. Los vecinos intervinieron rápidamente
solicitando la libertad de los prisioneros. El italiano accedió al pedido. Se
fortificaron los puntos más importantes y dominaron la ciudad. Inmediatamente
se inició el saqueo. E1 soldado de policía Mariano Robles y el vecino Pedro
Chamorro condujeron a los Legionarios a las casas donde había más para robar.
Los vecinos de la tranquila ciudad
vivieron dos días de pánico. Fueron saqueados 31 establecimientos comerciales y
numerosas casas de familia. Los más perjudicados fueron comerciantes españoles,
sardos, portugueses y franceses. Garibaldi se llevó un botín calculado en
30.000 libras esterlinas.
Inscripto en la masonería de Nápoles,
se afilió a la masonería del Brasil en Río Grande y a la masonería del Uruguay
en Montevideo. El Gran Oriente de Egipto lo honró con el pomposo título
de “El Gran Masón de Ambos Mundos”, otorgándole el último grado del rito de
Menfis.
Halagado en su vanidad, fue durante
toda su vida, junto con Giuseppe Mazzini, el instrumento de las logias
masónicas para sus siniestros fines. En 1860 expulsó a los jesuitas de
Nápoles y nacionalizó los bienes de la Iglesia.
Cuando Carlos Marx fundó la Primera
Internacional en 1864 Garibaldi se declaró internacionalista, y ese mismo año
en el Congreso de la Paz reunido en Ginebra exclamó: “¡Guerra a las tres
tiranías, política, religiosa y social!”.
En 1867 en el Congreso Internacional
de la Liga por la Paz y la Libertad, dijo: “Declárase caduco el poder del
papado por ser la más nefasta de las sectas”; y en 1880 afirmó: “La masonería
es la base fundamental de todas las asociaciones liberales”.
Tal vez por todo lo que antecede pudo
sentenciar muy ufano el “gran” Sarmiento: “Garibaldi es una gloria argentina”.
Así se explica por qué a este hombre,
hijo predilecto de las logias, los masones argentinos han logrado erigirle una
estatua en medio de la plaza dedicada a la noble nación italiana. El
general Roca, desde los balcones de la Casa Rosada, presidió el homenaje que
los masones le ofrecieron en Buenos Aires el 25 de junio de 1882, año de su
muerte; el diputado nacional, Emilio Gauchón, Gran Maestre de la masonería
argentina, defendió en el Congreso el proyecto del emplazamiento de la estatua
ecuestre en la plaza Italia, de Palermo; y la inauguración del monumento,
efectuada el 18 de junio de 1904, contó con la presencia del presidente de la
nación, general Julio Roca y del general Bartolomé Mitre; y con el repudio
unánime de la ciudadanía, herida en su fibra más íntima de argentinidad y
catolicidad.
Si no hubiera sido por la masonería de
fin del siglo XIX y por sus posteriores hijos espirituales los laicistas y
liberales, a estas horas no existiría en la Argentina ni el recuerdo de su
nombre”
Demoledoras pruebas
contra el intruso mercenario Garibaldi.
En
una posición contraria, PEREDAS[172] hace
loas poéticas no sólo sobre Garibaldi sino también sobre sus compinches; un ato
de perjuros a su nación, gimnastas de la oratoria vacua como Florencio Varela,
José Mármol, Santiago Derqui, José Ramón Ruiz Moreno, Julián de Paz, José
Rivera Indarte, Valentín Alsina, José Agrelo, el ‘Manco’ José María Paz’, Pedro
Ferré, Pedro Pablo Seguí y tantos otros, algunos de los cuales usufructuaron en
su momento de los beneficios de la Confederación Argentina mientras les
convino.
Dice
el autor que en noviembre de 1840 se conformó una alianza ofensiva-defensiva
entre los gobiernos de la República Oriental del Uruguay, Entre Ríos, que
incluía a Corrientes, y Santa Fe contra “el
tirano usurpador Don Juan Manuel de Rosas” porque “Rosas era enemigo del Estado Oriental y del pueblo argentino (sic) (¡¿?¡) cuyas provincias maniatadas a su
despótica voluntad no podían desenvolver libremente sus actividades y anhelos
de progreso”.
Obviamente,
el ilustre liberal y masón autor de estas diatribas de tribuna, en un compendio
de inexactitudes sin asiento probatorio alguno pero que luego de 1853 fue base
de la (des)educación de nuestro pueblo con un sempiterno lavado de cabeza, nos
dice que “Rosas era enemigo del pueblo;
que maniataba a las provincias a su voluntad las cuales no podían ser libres
para sus actividades”.
El
autor ‘olvida’ varias cosas:
Rosas
solo aceptó ser Gobernador de la Provincia de Buenos Aires si se le concedían
las ‘Facultades Extraordinarias’. Algo común por aquellos tiempos. No era
excepcional: las facultades extraordinarias ya les habían sido conferidas a
Manuel de Sarratea y a Martín Rodríguez en 1820, como así también a los
gobernadores de muchas otras provincias. Juan José Viamonte anteriormente ya las había
tenido.
En 1835, en su segundo
mandato, Rosas aceptó ser Gobernador nuevamente, pero exigió convocar a un plebiscito
para acceder con la ‘Suma del Poder’, referéndum que fue ganado casi por
unanimidad (9.713 votos a favor y 8 en contra) tal era el grado de anarquía y
disgregación social. Hasta el propio Sarmiento, Unitario, Masón y cuyo odio por
Rosas era conocido por todos, no tuvo más remedio que reconocer que “No se tiene
aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar. Debo decirlo en obsequio
de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular y deseado ni más
sostenido por la opinión... que el de Don Juan Manuel de Rosas”.
Rosas tuvo siempre el apoyo de las provincias.
Tan es así que cuando esto sucedía, los Unitarios y sus soldados gendarmes se
encargaban de derrocar estos gobiernos representativos de la voluntad del
pueblo.
Ese apoyo creció más aún cuando Rosas dictó
la Ley de Aduanas el 18 de diciembre de 1835, que con claro sentido
proteccionista cuidaba de la incipiente industria agrícola-ganadera y
manufacturera del interior, para irritación de aquellos como Pereda,
subordinados al interés anglo-francés. Ya volveremos sobre este tema en otro
capítulo.
Además, eran pocos los Orientales que
defendían a Montevideo, que se suponía, según el autor citado, defendían ‘la
libertad’. Eran sólo aquellos que representaban un minúsculo patriarcado urbano
cosmopolita, devotos de todo lo europeo, imbuidos de un liberalismo que solo
beneficiaba a aquellos a quienes decían admirar. Toda su cacareada defensa de
la Libertad era ‘su’ libertad de comerciar, quedándose con los fondos públicos,
como era usual entre los Unitarios de este y del otro lado del Plata. En el
puerto de Montevideo son conocidos los negociados de Rivera, los Obes, los
Herrera, los Ellauri, los Buschental y los Lafone, entre otros.
Y desde el punto de vista militar, los
Orientales eran minoría, ya que había:
·
Europeos: 15.252
(entre los italianos de Garibaldi, los franceses, los alemanes, los españoles (vascos,
canarios, gallegos, catalanes, etc.)
·
Orientales: 11.431
·
Argentinos: 3.170
·
Africanos: 1.344
En la conformación indígena había
más guaraníes que provenían de las misiones jesuíticas que charrúas, no sólo en
las zonas rurales sino también en las ciudades, lo que hacía de Montevideo una
gran babel de lenguas. El idioma castellano estaba en minoría lo que demuestra
que la ciudad era una colonia no solo comercial sino también cultural
Un dato más que nos refleja las
inexactitudes que en forma adrede nos presenta PEREDAS:
En
1842 el gobierno de la Defensa designó a Garibaldi al mando de la flota. El 16 de agosto de 1842 se libró un combate
naval en el Río Paraná cerca de la localidad de Costa Brava. Las naves
comandadas por Garibaldi fueron derrotadas por las fuerzas de Guillermo Brown.
Pues
bien, el autor recién citado sin ninguna hesitación, pero también sin ninguna
prueba, intenta decirnos que el Almirante Guillermo Brown estuvo casi al borde
de traicionar a su gobierno, pero extrañamente no lo hizo y no sabe por qué
(¿?).
Veamos
y analicemos cómo funcionan los sofismas históricos Unitarios y liberales ayer
y hoy:
PEREDAS[173]
dice que el Coronel Antonio Díaz enfáticamente afirmaba que la defección de
Brown “era un hecho” (¿?) (sic) según
“personas de crédito” (¿?) (re sic)
que decían que “todos apuestan a una
segura defección de Brown”.
Y Julián de Paz, Encargado de
Negocios del Gobierno de Corrientes, decía en una carta del 24 de abril de 1842
al Gobernador Pedro Ferré que “he sido
informado del buen éxito de una negociación entablada por el Gobierno Oriental
con el General don Guillermo Brown, jefe de la escuadra de Rosas, para que se
separa de la causa del tirano. El resultado ha sido sumamente satisfactorio y
pone de inmediato el día glorioso en que el general Brown dé en las aguas del
Rio de la Plata el grito de libertad. El General recibe doscientos mil fuertes
a título de indemnización por las propiedades que él y sus oficiales les serán
confiscadas en Buenos Aires y someterá la escuadra de su mando al jefe o
Gobierno Argentino que esté en operaciones sobre el tirano Rosas…”
Hay un testigo del hecho, sigue
diciendo el tal Paz. pero no se sabe quién fue “pues ha tenido el buen cuidado de guardar la incógnita y nadie ha
hecho público su nombre…”
Según Paz, el supuesto hecho narrado
por el aparente testigo que estaba en el barco con Brown, (como se puede
apreciar, todo un misterio) fue el siguiente: el Almirante se encontraba en su nave,
el ‘Belgrano’, en pleno sitio de Montevideo. El 21 de abril de 1842 recibió a
tres caballeros que se presentaron como representantes de los proscriptos en
Montevideo y que querían hablar con él, no de cuestiones políticas sino
referidas a temas de índole económico que afectaban el comercio en aquella
ciudad.
Sigue diciendo el testigo, por boca
de Paz, que Brown accedió, diciendo en voz alta “que lo haría en la inteligencia de no oír una sola palabra sobre los
acontecimientos políticos del Rio de La Plata y que si violaban dicha
limitación, no olvidasen que era jefe a las órdenes del Gobierno Argentino” y
sobre Rosas exclamó que “yo no lo hice Gobernador, señores, sino los hijos de
aquella Republica y habiendo jurado defenderla mientras pueda, estoy en mi
compromiso y con la bandera argentina al tope de esta división hago la guerra a
un pabellón extraño, que unido al francés, la hostilizó antes de que yo pisara
el ‘Belgrano’.
Continúa el relato diciendo que
intentaron sagazmente llevar a Brown al terreno de la política “pero el viejo lobo, inconmovible como una
roca, arpón dorando que le quería hacer presa”. Además, Brown dijo que iba
a poner en conocimiento del Gobierno de la Confederación Argentina las
maniobras de los comerciantes subidos a bordo y dio por terminada la conversación
“pidiéndoles, por tanto, que no abusen
más de mi indulgencia y tengan a bien retirarse, a menos que prefieran ir en
persona a verse con el General Rosas en Palermo. La actitud resuelta del
almirante pasmó a los audaces emisarios, quienes más que de prisa se pusieron
de pie, expresándole uno de ellos, al subir, que habían llevado una cantidad de
vitualla fresca, como carne, verdura, aves y algunos lechones para regalo del
equipaje, a nombre del comercio extranjero, grato a la disposición pacífica que
asumía a su respecto la escuadra argentina…. Brown le replicó sin vacilar que
‘-nada, nada señores. Sus víveres han de estar envenenados y n o quiero que mis
muchachos perezcan-‘”
Luego que los visitantes se fueran, Brown
dijo con sorna al Coronel Pinedo “Coronel,
hemos tenido los enemigos a bordo de este buque. Infórmese de su tenor y
redacte el despacho con que lo elevaremos al gobierno para que sepa el
propósito de tan honorables visitantes”
Pinedo le sugirió a Brown que la
información fuera entregada directamente a Rosas en vez de Felipe Arana habida
cuenta de la urgencia en que el primero debía conocer lo sucedido, a lo que Brown
asintió.
Peredas dice que “hubiera sido necesario conocer al autor del
testimonio. El anónimo, en tales casos, no sienta bien en una persona llamada a
esparcir la luz sobre un suceso de tal transcendental importancia”
Luego de estas supuestas
informaciones del testigo anónimo, el autor del libro de marras, sin inmutarse
y sin sonrojarse extrae la siguiente interpretación del supuesto dialogo entre
Brown y la delegación de los comerciantes extranjeros:
Peredas da por supuesto que Brown
estuvo de acuerdo con los visitantes pues sino “¿por qué si Brown no estaba dispuesto a oír proposiciones por parte de
los comisionados del comercio de Montevideo aceptó su representación?”
“¿Por qué aceptó sin violencia la visita de los comisionados y empleó un
lenguaje más propio de un palaciego que de un marino de su rango?”
El autor saca una insólita
conclusión: “Debemos creer, por lo tanto,
que aquella conferencia fue de su íntimo agrado (sic) y que si no se cerró
trato definitivo alguno, se debió a no haberle convenido la cantidad y las
bases propuestas"
Asombrosa deducción que no le quita
lo canallesco.
Dice Peredas que José María Paz, en
sus ‘Memorias Póstumas’ manifestó sobre este hecho que da como verídico y que “Según el testigo anónimo si dejaba Brown de estar al servicio del dictador, sin dejar el pabellón
argentino, se le darían 200.00 pesos fuertes para gratificar a la tripulación.
“Esta negociación cuyos detalles no son bien conocidos, ha sido el objeto
de mis más prolijas indagaciones, y de todo he deducido, que fue iniciada de
buena fe por el general Brown, con el decidido fin de separarse de Rosas y
pasar al partido de sus adversarios políticos, sin abjurar por eso de su
nacionalidad ni dejar de ser argentino”
Peredas dice que Brown no pudo
hacerlo porque “…hallándose muy distante
del ejército de reserva, no podía comunicarse ni con el Gobierno de Corrientes
ni conmigo, y porque el Gobierno de Montevideo era el único que podía por
entonces hacer efectiva la condición del dinero, que sin duda creía necesario
para que sus subalternos lo siguiesen. Sin eso es probable que con nadie mejor
que conmigo se hubiera entendido.
Así operaban con la mentira contumaz y desde las sombras los escribas
empleados de los poderes comerciales extranjeros.
Analicemos el engendro sibilino que fue el escrito de Peredas.
Primero, manifiesta que Brown estuvo por traicionar a su Gobierno, pero no
lo hizo y el autor expresa que “no sabe
por qué”
Segundo, manifiesta que ‘según’ el Coronal Antonio Díaz relató que ‘según’
un testigo ignoto era ‘un hecho’ ‘según personas de crédito”, Brown iba a
cometer traición. Pero, claro, no nos dice ‘qué
personas de crédito’ eran esas. Es la típica maniobra de los mendaces: le
dijo uno que le dijo otro que había oído de alguien que, según uno que oyó de
otro que según tal, etc., etc. Pero, obviamente, sin dar nombres y pruebas
fehacientes que lo sustente, lo que vuelve a dicha declaración, una ignominia
muy típica de la masonería: ensuciar a hombres probos, con denuncias de hechos
incomprobables, para quitarle la confianza de sus jefes.
Tercero, luego de relatar el escriba el supuesto hecho en donde lo único
que se deja traslucir es la firmeza y la expulsión de los comerciantes que habían
ido a semblantearlo, ‘alguien’ le
dijo a Ferré que Brown iba a traicionar a su Gobierno a cambio de $ 200.000
pesos fuertes.
No se sabe quién es ese ‘alguien’
y el mencionado Julián Paz dice que él no sabe tampoco quien ha sido pues el
testigo “ha tenido el buen cuidado de
guardar la incógnita y nadie ha hecho público su nombre”.
Cualquier historiador serio desecharía estos ‘correveidile’ anónimos sin
sostén probatorio alguno, pero Peredas no se amilana y muy suelto de cuerpo
declara que “hubiera sido necesario conocer al autor del
testimonio. El anónimo, en tales casos, no sienta bien en una persona llamada a
esparcir la luz sobre un suceso de tal transcendental importancia”
Es evidente que es necesario conocer
a los autores de tales afirmaciones para ser creíble, mínimamente en algo. También es evidente que no sienta bien una
persona que se comporte así. Pero el autor no desecha ni al testigo ni al
supuesto soborno y va por más dando por cierto el hecho porque se pregunta “¿Por qué aceptó sin violencia la visita de
los comisionados y empleó un lenguaje más propio de un palaciego que de un
marino de su rango?”
No sabemos si el hecho del abordaje
existió, pero de ser cierto, sólo porque Brown lo aceptó, Peredas deduce que “Brown estaba dispuesto a negociar” y
que la conversación fue de “su agrado
(sic) y que si no se cerró el trato fue porque a Brown no le convino la cantidad
y las bases propuestas”.
Insólitas conclusiones de Peredas que
no sabemos de dónde las extrajo pues no nos deja ver las pruebas contundentes
que lo hacen arribar a aquellas. Sólo retorciendo los hechos puede llegarse a
ese desenlace huérfano de causa alguna que lo avale.
Lo mismo vale para el General José
María Paz quien, al igual que Peredas, menciona ‘un testigo anónimo’. Siempre son personas anónimas las que
disparan el dardo… Refiere que “si dejaba Brown de estar al servicio del
dictador, sin dejar el pabellón argentino, se le darían 200.00 pesos fuertes
para gratificar a la tripulación”.
Observe el lector un detalle no
menor. En lugar de dignificar a los
supuestos comisionados de Montevideo, con quienes comparte su ideología, no los
deja en una posición favorable y muestra la calaña de la que estaban hechos. Estos comisionados le daban a entender a
Brown que la traición era solo contra Rosas y no contra el Gobierno de la
Confederación, y que si él aceptaba el convite que disfrazaba un soborno, no
significaría que abjurase de su nacionalidad y que podría seguir usando en sus
barcos la bandera argentina.
¿Puede conocerse una infamia mayor?
¿Por qué no defeccionó Brown? Según el bueno de Peredas, él quiso hacerlo,
pero como no podía comunicarse con el gobierno rebelde de Corrientes para ser
auxiliado, ni con el ejército Unitario de reserva, no se animó. (Deducción que
no tiene asidero en fuente alguna probatoria).
El testigo desconocido dice que sólo
podía negociar con el Gobierno de Montevideo, pues sólo éste podía hacer
efectivo el dinero prometido.
Si era así, ¿por qué Brown no lo
hizo si la pretendida Comisión de Montevideo había subido a bordo para tal fin?
Peredas no nos dice la razón y, en su novela misteriosa, nos deja sin saber la
causa… pero nos muestra la falacia con la que se hacía, y continuaron
haciéndose en los años venideros, una versión fantástica e irreal de los hechos
para consumar con su machacada y falsa interpretación, una ‘reiterada literatura de la historia’ de
los Unitarios que, en este caso, queda sumamente expuesta.
Todas las respuestas a estos
interrogantes las da el propio comportamiento del Almirante Guillermo Brown
(‘Bruno’ como lo llamaba coloquialmente Rosas).
Peredas comenta que al comienzo
de 1838 se le ofreció a Brown traicionar a Rosas y la Confederación Argentina
para pasarse a las filas enemigas, pero que no pudo hacerlo por cuestiones de
tiempo.
¿Cómo respondió Brown? Dice
Guillermo MASCIOTRA[174]
“En 1838 el presidente del Uruguay Gral. Manuel Oribe, le ofrece el mando de
la Marina de Guerra Oriental, que casi no existía. Brown con el permiso del
gobierno argentino acepta el cargo, de crear una marina. Sin embargo, el ataque
del Almirante francés Leblanc, en apoyo del general Rivera contra el gobierno
constituido por Oribe, provoca la caída de este último y la renuncia de
Guillermo Brown.
“Rivera con el apoyo de Francia y
emigrados argentinos declara la guerra a la Confederación Argentina que apoyaba
a Oribe para recuperar la presidencia de la que había sido despojado. Asimismo,
Rivera nombra jefe de la marina a Juan Coe, antiguo subordinado de Brown, quien
por cuarta vez es llamado para recrear una marina de guerra Argentina tarea que
asume a los 64 años. Nuevamente se dedica con tesón a la tarea. Vence a Coe
frente a Montevideo y Punta Indio, desarticula la marina oriental que Rivera había
formado y obliga al cambio de estrategia uruguayo que releva a Coe por el
dominio absoluto que Brown tenia del Plata”.
Luego, en 1845 tuvo lugar la
gesta de la Vuelta de Obligado y ¿cómo respondió Brown?
Continúa MASCIOTRA[175]:
“Luego la intervención anglo-francesa provocaría el robo de la Escuadra,
episodio que afectó el espíritu del glorioso marino. Lleno de indignación
regresó a Buenos Aires. Sería su último episodio naval. Asistió a la devolución
de la flota. Su hijo Eduardo Brown combatió al mando de la batería que llevaba
su nombre en el Combate de la Vuelta de Obligado y también en los combates de
Paso del Quebracho, Tonelero y Acevedo contra el poder naval combinado anglo
francés donde también marinos que se habían formado con el Almirante Brown, volvieron
a dar testimonio de esa generación que combatió bajo sus órdenes”.
Ampliando el concepto, dice Raúl
ITURRIA[176]: “un
proverbio ruso dice que ‘lo que ha sido producido por la pluma no puede ser
destruido ni por el hacha’ Y así ocurrió en el Rio de La Plata, donde los
Unitarios escribieron lo que se les ocurrió y les vino en gana, sin importar
para nada la verdad histórica. Entre tales escritores destacan Sarmiento,
Mitre, Rivera Indarte y sus famosas ‘Tablas de Sangre’, que tejen novelas
deformando los hechos y así como el hacha no puedo destruir lo creado por la
pluma quien mucho escribe corre el riesgo de ofrecer las pruebas de sus errores
en sus propios escritos, máxime cuando son alegato y no descripción histórica”.
Considerando lo expuesto, podemos
afirmar que, si realmente Brown hubiera querido traicionar a la Confederación,
como sugiere Peredas con claro sentido masónico, podría haberlo hecho en varias
ocasiones en que tuvo la oportunidad.
El broche final de las falsías
Unitarias llevadas a texto escrito y que demuestran la insidia dolosa sobre el
Almirante, están dadas por el hecho de que luego de Caseros, la vida de Brown y
su familia sufrió acciones ominosas que no condecían con la heroicidad
patriótica demostrada a lo largo de décadas.
En tal sentido termina diciendo el
autor: “Luego de
Caseros, el marino irlandés que tanto aportara a la Nación Argentina fue dado
de baja al igual que su hijo Eduardo. No concurrió al desfile del 20 de febrero
de 1852 en las calles porteñas de las tropas brasileñas. Aceptó nuevamente la
injusticia que posteriormente fue reparada por el Ministro de Guerra Manuel de
Escalada que no vaciló en reconocer los enormes aportes y reponerlo en las
filas de la Marina de Guerra.
Después de Caseros, muchos
Federales, por convencimiento o instinto de supervivencia, negaron o se
arrepintieron de su ‘rosismo’. El
Almirante Brown no lo hizo. Fue dado de
baja junto a su hijo Eduardo y dio la espalda al triunfo de Urquiza como
símbolo silencioso del desdén por la traición sufrida y la derrota de la
soberanía de la Confederación Argentina que, hasta el último día y pese a las
falsas insinuaciones de los Unitarios liberales, defendió con ardor.
Seguramente ese triste día de luto
para la nación, el 3 de febrero de 1852, nuestro Almirante sabiendo del desfile
por las calles de Buenos Aires de los soldados imperiales con sus banderas al
viento, les dio la espalda en señal de desprecio, y habrá vuelto a exclamar
como había hecho el 30 de Julio de 1826 frente a sus marinos antes del enfrentamiento
contra el brasileño invasor en las playas de Quilmes: “Es preferible irse a pique que rendir el pabellón”.
Bien podría haber sido ésta la
respuesta de Brown a Peredas, si hubieran sido contemporáneos, ante las
imputaciones deshonrosas que el masón le infirió.
La vida del marino y su conducta
leal y coherente fue la mejor prueba de las falsías Unitarias, como la de
Peredas, que insistían en una persistente y fraudulenta ‘concepción literaria
de la historia’.
Brown y Bouchard en 1816 bloquearon
el puerto del Callao, apresaron buques españoles con su valiosa carga e
interrumpieron el tráfico marítimo con los puertos de Chile. Entre las presas
está la famosa fragata Consecuencia, luego rebautizada La Argentina y que
llegara hasta Monterrey, Madagascar y las Filipinas en su crucero de corso con
Hipólito Bouchard.
En Hawaii, que entonces era un
reino independiente, recibió el reconocimiento de nuestra independencia. Fue la
primera nación en reconocerla en 1817, por medio de su Rey Kamehamha I. Lo hizo ante el representante de las
Provincias Unidas del Sud que allí estaba, el marino Hipólito Bouchard
El Alte. Guillermo Brown tuvo el
honor de hacer flamear la bandera argentina en Monerrey, California, por cinco
días, junto a nuestro otro héroe Hipolito Bouchard.
¿Cómo sucedió esto? cuando Hipólito
Bouchard y sus corsarios con sus barcos “Chacabuco” y “La Argentina” hostigaban
a los españoles principalmente en el Atlántico, Indonesia, Madagascar,
Filipinas, el Pacífico, California, México, Centroamérica y las costas
occidentales de Sudamérica en plena gesta de la independencia, recaló en
California en la aldea de San Francisco, hoy Monterrey, (también en otras
poblaciones costeras). Tenía unos 400
habitantes y la guarnición estaba integrada por 65 soldados españoles a los que
batió con sus 200 hombres en un combate de dos días. Durante cinco días, entre el 24 y el 29 de
noviembre de 1818, izó la bandera argentina allí. Durante 5 días, California perteneció a la
incipiente Provincias Unidas del Sud, ondeando bien alto nuestra bandera en
dicho fuerte. Luego se fue de allí para
seguir persiguiendo con sus buques a los españoles por los mares, descendiendo por toda América, hasta
llegar a Chile. Por esta razón, la mayoría de las futuras republicas centro
americanas (Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua) tienen, al igual que
las Provincias Unidas del Sud, la bandera azul y blanca, con pequeños cambios
en el centro, en honor a nuestra independencia.
Brown, tuvo una vida llena de
batallas y luchas, como cuando enfrentó al Brasil y sus acciones se vistieron
de honra en pos de la defensa de nuestra independencia, junto a Hipólito
Bouchard nuestro otro eminente marino argentino. El día 3 de Marzo de 1857, falleció en su
Quinta de Barracas, el héroe máximo naval de la República Argentina, defensor a
todo trance de los ideales de la patria naciente.
Escribe Guillermo MASCIOTRA[177]
“Repetidas
veces fue convocado por las autoridades de turno en el gobierno para dirigir la
incipiente Armada Nacional. Durante cuatro décadas prestó servicios,
comprometió su patrimonio, formó una generación de marinos que se llenó de
gloria en las guerras de la Independencia, contra el Imperio de Brasil, las
campañas de Corso y frente al ataque avieso del poder naval anglo francés.
Conoció la gloria y la injusticia, el reconocimiento del pueblo y la cárcel a
la que lo intentaron recluir”.
Brown conoció la gloria y la
injusticia, y finalmente el justo reconocimiento del pueblo todo.
El Unitarismo decimonónico
representado por Peredas simboliza el patente cuadro de miseria que anima a
estos seres.
*
Mientras Brown batallaba codo a codo
con sus hombres, nosotros debemos siempre tener presente que Rivera Indarte, al
igual que Florencio Varela, a través de su diario ‘El Nacional’, ‘fogoneaba’
para que Uruguay, Paraguay y la ‘Republica Mesopotámica’ (que iba a crearse
entre Corrientes, Entre Ríos y Misiones) fuera un protectorado brasileño.
¿Puede concebirse mayor traición? ¿Alguien
se imaginaría la situación inversa, en el sentido de que algún brasileño bogara
para que Rio Grande Do Sul o Matto Grosso fuera un protectorado de la
Confederación Argentina? Imposible.
Pues bien, muchos nacidos en
nuestras tierras, no podemos llamarlos ‘argentinos’, así lo hacían. Por
ejemplo, Sarmiento y sus declaraciones para que el Estrecho de Magallanes y más
allá fueran chilenos y Florencio Varela mendigando en Inglaterra para que la
Banda Oriental fuese un protectorado inglés o francés.
Del mismo modo, a principios de 1845,
Varela incitó a que se reconocieran los derechos del Brasil sobre las Misiones
Orientales hispanas que en 1801 habían sido usurpadas por ese país.
Recordemos que las intenciones de
Francia e Inglaterra habían sido en forma permanente lograr la independencia de
la Banda Oriental, para que fuera una factoría comercial; conseguir la libre
navegación de los ríos para comerciar sin interferencias de la Argentina y
poder acceder al interior del continente; y lograr que Corrientes y Entre Ríos
fueran un nuevo Estado independiente.
En fin, los peores enemigos suelen
ser estos hombres de letras, más aun que los hombres de acción, así se lo
señalaba Rosas a Oribe, “…me recelo mucho
que a la sombra de eso que llaman algunos formas constitucionales y que en
realidad solo tienden a debilitar la fuerza de las leyes y darles ensanche al
crimen y a la anarquía, suceda que se vea Ud. muy embarazado para contener a
los rebeldes, y que después de haber batido en el campo de batalla a los de
ejecución y armas llevar, tenga Ud. que sufrir en la ciudad a los promotores,
sugestores (sic), instigadores y proyectistas en secreto, que son los
principales y verdaderos autores de estos males, y con cuya permanencia en ese
Estado no es posible que sus habitantes ni los de esta república gocen jamás de
tranquilidad”.
Y es verdad, cuando Rosas dice a la ‘sombra de lo que algunos llaman formas
constitucionales’ pues ese era el subterfugio que tenían los Unitarios para
alzarse con el poder, ya que ni ellos creían en las bondades de lo que
predicaban. Sólo les interesaba acceder a sus negocios con los extranjeros y su
Banca por sobre lo que era favorable para los intereses patrios.
Y uno de los ‘clichés’ utilizados era
la necesidad de tener una Constitución, considerada una panacea, como fin y
como medio. En realidad, lo que
pretendían era concretar sus apetencias personales que se ocultarían en el
anonimato de las decisiones logísticas a producirse, bajo el amparo utópico de
un “cuadernito” que nunca en la historia se aplicó según sus mandas.
Indica OLLAZA PALLERO[178] “El 16 de febrero de 1843 Oribe inició el sitio a Montevideo. Sería
este el tercero de los sitios en que él participara, y el más largo de todos,
ya que duraría ocho años y medio, hasta el 8 de octubre de 1851.
De tal modo, desde 1843, con el retorno al país de las tropas del depuesto
Oribe, respaldadas por el ejército del federal Juan Manuel de Rosas, Montevideo
se dividió en dos, un gobierno blanco ubicado en el “Cerrito”, y un gobierno
colorado ubicado en la parte antigua de la ciudad, llamado “de la Defensa”
(refugio de los unitarios argentinos que huían de la capital argentina dominada
por Rosas). Los ‘Blancos’ sitiaron a los ‘Colorados’, mientras la guerra civil
se convertía en guerra regional. Los partidos tradicionales nacieron en
paralelo al ya señalado ideal constitucionalista, y juntos con el país.
La pequeña península montevideana estaba habitada por seguidores de Rivera:
unitarios, franceses y con el correr del tiempo algunos ingleses y la legión
garibaldina. Cercanos, en la costa, estaban la flota francesa y algunos buques
ingleses atentos a no ceder ventaja a sus vecinos europeos. En este panorama,
el Gobierno del Cerrito iba a ser responsable de la administración de todo el
resto del territorio al este del Río Uruguay. Serán nueve años de gestión que
mostrarán la más alta talla de gobernante y soldado en la vida de Oribe, con un
ansia irrefrenable por ocupar todos los huecos del ejercicio del poder, basado
en su voluntad de hacer”.
De tal modo, mientras
Oribe conformaba el centro de su cuartel en el Cerrito de la Victoria, los
defensores de Montevideo con el Gral. Paz y el Gral. Iriarte preparaban todo
para resistir, al igual que Rivera que celaba a Paz quien había sido elegido
como jefe para dirigir la defensa.
Recordemos que el
Gral. Paz había sido apresado en Santa Fe. Enviado a Buenos Aires, Rosas le
perdonó la vida y fue sólo obligado a permanecer en Buenos Aires bajo juramento
y se le abonaron todos los sueldos de militar atrasados. ¿Cómo se comportó Paz?
Rompió su juramento, se escapó a Montevideo y de ahí a Corrientes a reiniciar
su lucha contra Rosas, al que le ‘mordió’ la mano.
Unos días antes, el 3
de febrero de 1843, los civiles Unitarios junto a los coroneles Chilavert, Pacheco
y Obes, Rivera, entre otros, se reunieron en Montevideo para organizar la
defensa
Santiago Vásquez,
Rivera, el Ministro Vidal y otros hablaban entusiasmados de la posibilidad de
erigir un nuevo Estado independiente con la Banda Oriental, Corrientes y Entre
Ríos, separándolos de la Confederación Argentina, con el acuerdo de Inglaterra
y Francia.
Rápidamente se levantó el Coronel Chilavert y, en
un rapto de locuacidad ininterrumpida, según Adolfo SALDÍAS[179]:
exclamó exaltado contra lo que se pergeñaba. “Se sabe ya que Chilavert era
un carácter; y que en el consejo de sus amigos su palabra elocuente claramente
reflejaba la enérgica independencia de su alma y sus bríos geniales contenían a
los más osados. En esta ocasión sus palabras fueron como un estallido de
indignación. Su ruda franqueza para apuntar y deslindar las responsabilidades y
sus atrevidas conclusiones dominaron por completo aquella asamblea de notables,
en la cual quizá no había carácter que el que se oponía solo a ella.
Chilavert se encaró con Rivera, y dijo que hacía tiempo que veía que la guerra que su partido y el Estado Oriental decían
hacerle a Rozas no era en realidad a éste,
sino a la República Argentina, Por cuanto esa lucha era más bien una cadena de coaliciones con los extranjeros.
Que el resultado de esto había sido no solo el que Ia Republica fuese agredida y ultrajada en su soberanía,
sino también el de
afianzar el poder de Rozas sobre la base de una opinión pública que veía Ia patria amenazada.
Que así lo mostraba evidentemente el estado actual de las cosas después de ocho
años consecutivos de revolución y de guerra, bajo la dirección de los mismos
notables a quienes se refería
el Ministro Vidal y el.
doctor Vásquez.
Que él era un soldado de la revolución contra Rozas, pero que en presencia
de lo que acababa de oír,
se preguntaba si no era una vergüenza para él formar en las filas de. los que hacían la guerra a la
integridad de su patria.
Que, en cuanto a él, protestaba desde el fondo de su
alma contra semejante proyecto, viniese de donde viniese y que las armas que la
patria le dio en los albores de la Independencia no se empañarían al lado de
tan notables traiciones, porque él iría a ofrecérselas a Rozas o a cualquiera
que representase a la República Argentina la causa de la integridad nacional.
Chilavert dijo todo esto en menos tiempo del que
necesitaron los presentes para salir de su estupefacción y poder concebir,
sobre todo, algo para responderle.
El silencio y
una sonrisa irónica se sucedió a las palabras de Chilavert. Rivera fue el único
que acertó a decirle que todo aquello no era más que diplomacia y que se había dejado arrebatar sin motivo,
pues los argentinos que estaban de por medio garantizaban con sus antecedentes
que no se realizaría lo que él acababa de condenar.
Tal se verá corno Chilavert había puesto el dedo en la llaga; y hasta qué
punto podían esos notables dar garantías respecto de lo mismo que venían
trabajando.”
De las
palabras del autor queda en claro que, Chilavert lo que tenía de patriota, lo
tenía de ingenuo. Su frontalidad frente al ‘nido de víboras’ que eran
los militares y civiles Unitarios que lo rodeaban, era casi su condena a muerte
en el futuro. Y así sucedió. Urquiza sería su ejecutor.
Por otro lado,
Oribe preparaba minuciosamente su gobierno, sus funcionarios, sus planes
sociales.
Lo expone Luis
Alberto LACALLE HERRERA[180] en el sentido de que “se gobernó al país, en orden y
libertado en lo interno y se defendió su soberanía en lo internacional. Oribe y
sus más estrechos colaboradores supieron, contemporáneamente, usar las armas y
al mismo tiempo las leyes para gobernar desde el Cerrito”.
Esa autonomía y
libertad que no se dio en la defensa de Montevideo que estaba “poblada por Orientales seguidores de Rivera,
Unitarios, franceses, con el tiempo
también ingleses y la legión garibaldina Pero no era solo esto lo que
enfrentaba Oribe. Después de la costa, recortándose en el horizonte u ocupando
la rada, la flota francesa y las embarcaciones británicas, siempre atentas en
no dar ventaja a su vecina de la Mancha. Allí residía el verdadero poder, el
que volvió infranqueable el obstáculo de la defensa”.
Es verdad, ahí estaba
la razón de nueve años de sitio. De nada
servía el mismo si, por un lado, las tropas internacionales y Orientales
traidoras eran subvencionadas y alimentadas por los barcos europeos en la bahía
de Montevideo, y por otro, con la presión permanente de los brasileños en la
frontera norte que incursionaban en forma continua en territorio Oriental
produciendo desmanes y robo de ganado y arreándolo para su territorio, como ya
se dijo en el Capítulo V.
Esto lo han dicho otros autores, entre ellos Luis Alberto LACALLE HERRERA[181], “La intención portuguesa de llegar a la Colonia del Sacramento, la avidez
riograndense por nuestros ganados y feraces praderas y la sangre en el ojo por
Ituzaingó y las Misiones alentaban los avances sobre nuestro territorio, los
enredos de la diplomacia y la disposición a comprar las voluntades que fueran”,
una constante en la Provincia Oriental a lo largo del tiempo.
Tanto Inglaterra como Francia, que no quería perderle pisada a la Rubia
Albión en la pelea comercial para encontrar mercados para sus manufacturas, buscaban
territorios para proveerse de materias primas a bajo costo.
Atrincherados geográfica y comercialmente en Montevideo los partidarios del
Imperio brasileño, del comercio anglo-francés, del aventurerismo pirata de
Garibaldi y de los Unitarios argentinos auto-exiliados, dieron oposición a las
fuerzas Federales.
Oribe comenzó a avanzar sobre Montevideo y el 16 de febrero de 1843 puso sitio a la ciudad. Sería éste el tercero
de los sitios en que él participara, y el más largo de todos, ya que duraría
ocho años y medio, hasta el 8 de octubre de 1851.
En Montevideo se hallaba el Gobierno de la Defensa, que tuvo
a Joaquín Suárez, que había reemplazado a Rivera, como mandatario a lo largo de
todo el conflicto. Esto se debió a la imposibilidad de llamar a elecciones
durante el sitio.
La Defensa se manifestó hostil a Rosas y su bando. Para
garantizar su continuidad, se valieron de los favores de Francia, Inglaterra,
los brasileños y los ‘antirrosistas’ argentinos. En tanto, el Gobierno
del Cerrito, instalado en el sitio homónimo, tenía a Oribe en la presidencia,
que fue reelecto todos los años por medio de los votos de la asamblea.
En las filas del Gobierno de la Defensa de Montevideo se
destacó la presencia de Garibaldi. Un corsario
mercenario que al mando de una flota asoló con sus horrendos crímenes,
vejaciones y robos a Entre Ríos. Las
flotas de Francia e Inglaterra (con interés en mantener abiertos los ríos que
Rosas, en su afán de reconstrucción del territorio del antiguo virreinato, les
negaba navegar, por considerarlos ríos interiores) convirtieron al conflicto en
internacional.
La Guerra Grande se extendió desde 1839 hasta 1851. Y “con todo el dolor y desolación que sembró
fue fundamental expresión de nacionalismo y americanismo. Fue la oposición
radical a los intereses extranjeros que pretendían suceder a España en la
explotación de estos territorios”.[182]
Mientras duró el
sitio y controlando casi todo el territorio de la Banda Oriental, Oribe organizó
nuevamente su gobierno, como si nada hubiera ocurrido desde el 24 de octubre de
1838. Designó su gabinete, hubo una legislatura y se sancionaron varias normas.
Mientras, Rivera en el plano
militar, fue derrotado por Oribe en la batalla de India Muerta en marzo de 1845
y se refugió el Brasil.
En 1845, Rosas le propuso a
Oribe la reincorporación de la Banda
Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata, anulando las imposiciones de la Convención Preliminar de Paz, dictada por la conveniencia del Imperio Británico en el Río de la Plata en 1828.
Manuel Oribe no quiso decidir, o no
tuvo la altura política para decidir sobre este acto trascendente y envió el
tema a tratamiento de una comisión parlamentaria que se perdió en devaneos que
a nada llegaron. Puede parecer una extrañeza la decisión de Oribe, ya que
siempre peleó para lograr esto desde Salta a la Banda Oriental. Sin embargo, no es inapropiado deducir que
Oribe no quería arriesgar una guerra directa con el Imperio del Brasil, hasta
que éste fuese derrotado y su ejército desarticulado en una segura guerra que
se avecinaba.
Los aliados
continuaron en la guerra, ya que nunca dejaron de contar con el soporte militar
y económico de los franceses. Por ello, el presidente Rivera, sólo de
Montevideo y Colonia, endeudó al estado Oriental, a fin de garantizar el favor
francés. Poco después, Rivera rearmó sus filas para continuar la batalla, con
la presencia del general Juan Lavalle.
OLAZA PALLERO[183]
finaliza su exposición fundamentando la razón de existir del Gobierno de Oribe
en el Cerrito: “Así dio comienzo el
Gobierno del Cerrito, denominado de esta forma por estar instalado el cuartel
general de Oribe en el Cerrito de la Victoria, donde 30 años antes hubiera
iniciado su carrera de las armas y estableciendo la capital provisional de
Uruguay en la ciudad de Restauración (actualmente el barrio montevideano de
Villa Unión), fue en esta población que por primera vez se rindió oficialmente
homenaje a José Gervasio Artigas, al serle dado el nombre del prócer federal a
la principal avenida de Restauración. Dicho nombre le fue dado en vida del
prócer (1849) y entre los primeros actos de la administración del triunfante
Joaquín Suárez figura el de eliminar tal denominación.
El gobierno del Cerrito controló la totalidad del país hasta 1851,
exceptuando Montevideo y Colonia del Sacramento. Tuvo su puerto de ultramar
alternativo en la rada del Buceo, al este de Montevideo, y aplicó la
Constitución de 1830 como base de su orden jurídico. Algunas figuras destacadas
de aquella administración fueron Bernardo Prudencio Berro, Cándido Juanicó,
Juan Francisco Giró, Atanasio Cruz Aguirre, Carlos Villademoros, etc.
Otro
gran tema fue la propuesta de la reunificación de la Argentina que realizó
Rosas en 1845, con la reincorporación del Uruguay a las Provincias Unidas del
Río de la Plata, anulando las imposiciones de la Convención Preliminar de Paz,
inspirada por Lord Ponsonby.
Oribe
no quiso resolver este tema y lo remitió para su tratamiento a una comisión
parlamentaria que no llegó a nada.
El
gobierno de la Defensa de Montevideo era un conglomerado de seres de diferentes
razas y países, una verdadera Babel.
En
1847, dice ROSA[184]
“Echauri entusiasmado traza desde Paris
el 3 de Agosto el plan de la próxima guerra: 3000 solados de línea franceses
desembarcados al sur de Buenos Aires, 6 o 7.000 ‘voluntarios’ (sic) comunistas
reforzando Montevideo y batiendo a Oribe, las escuadra gala apoderándose de
Maldonado, Colonia y ocupando e Paraná; los brasileños junto a los emigrados
unitarios de Rio Grande al mando de Melchor Pacheco invadiendo Entre Ríos y
Corrientes {…}…sería el triunfo de la Civilización!”.
¿Dónde
estaban los Orientales? No se los veía por ningún lado en las filas de la Nueva
Troya, salvo algún ‘señorón’ militar o burócrata, empleado de los brasileños o
franceses.
Francia
acordaría con el Gobierno de la Confederación Argentina y esto despertó el temor
del Brasil.
Si
los franceses se iban, dejaban ‘huérfano’ de sostén a Montevideo, y su caída completaba
el dominio de la Confederación en toda la Banda Oriental ‘perdiendo el Brasil su base de operaciones en la guerra de inevitable’
(declaración de Irineo Evangelista de Souza, Barón luego Vizconde de Mauá
hecha en 1878). Habría que sostener a
todo trance el gobierno de Montevideo como cabeza de playa de la ocupación
brasileña en el Rio de La Plata. Entonces comenzó a tallar el dinero de
Buschental bajo el nombre del, por entonces, Barón de Mauá.
Thiers,
desde Francia despotricó contra Rosas impetrando que se hiciera de Montevideo
una colonia francesa. El 5 de enero de 1850 en la Asamblea de Francia, ante el
próximo acuerdo entre éste país europeo y la Confederación Argentina, dio un
encendido discurso: “Los americanos del
Sur no han llegado a nuestra civilización. Tenéis que habéroslas con gentes que
unen el orgullo de los españoles de hace dos siglos con el salvajismo del país
que habitan...; de allí nuestras inmensas dificultades para hacemos respetar de
esos pueblos.
{…}
“Y
después de haber luchado por la causa de la humanidad, la queréis olvidar
vosotros„ franceses, que no os atrevéis solos, ¿sin la Inglaterra a enfrentar a
Rosas?... Que no se diga que os detenéis por las dificultades de mandar unos
cuantos guerreros a tan larga distancia. ¿Es la distancia la que las hace
soltar la presa? Ahora vais a abandonar a Montevideo. ¿Sabéis lo que es
Montevideo?... Es una ciudad francesa, de cultura francesa, de gente francesa {…} En Montevideo ¿sabéis quienes gobiernan?
Jóvenes educados en Francia: Monsieur de Varela es muy distinguido; con él se
puede tratar; sabe lo que es Francia, y no hay altanería en sus maneras...”
Con
Varela los franceses podían ‘tratar’…Sólo era cuestión de ponerse de acuerdo en
el precio para ‘untar’ los bolsillos de este personaje codicioso y embobado por
los ‘modos’ de la noble Francia.
“Yo soy partidario de la
paz. Pero cuando se trata del interés de Francia no conozco peligros. Creo que
el interés de una gran nación marítima como la nuestra exige que mantengamos a
cualquier costa nuestra ‘colonia’ (sic) de Montevideo. ¿Sabéis cuál es el contrapeso
del comercio?... La necesidad de hacerse respetar... Cuando se trata de
extender nuestro comercio, de proteger a nuestros nacionales entonces digo:
haced como Inglaterra que por un marinero herido no teme emprender una
expedición. Es así como se hace respetar”
Nada mejor que oír a los
invasores. Admitieron que Montevideo era una ‘colonia’ francesa. Algo que no
reconocieron los Unitarios. Y que el objetivo de tener a Montevideo como
‘colonia’ era una simple y llana cuestión comercial escondida bajo la vela de
la pomposa palabra ‘civilización’. Reconocieron que para lograrlo había que
hacer como Inglaterra: buscar cualquier excusa, por vana que fuera, para cruzar
los mares y apoderase de territorios alejados de su patria.
No debemos dejar pasar que no se
trataba sólo de una cuestión económica, también estaba el desprecio por todo lo
hispano que América había heredado de España, su eterno contrincante comercial
y cultural.
A propósito de Thiers, José María
ROSA[185] concluye que el susodicho
jacobino “pasaría como el hombre que
dirigió la masacre de los comuneros de París en 1871. El número de fusilados,
asesinados, etc, sobrepasó en siete días, doscientas veces las muertes
atribuidas a Rosas en 15 años”.
Sea como fuere, hacia 1850 la causa
federal de Oribe y Rosas parecía destinada a prevalecer. La revolución de 1848
en Francia, que había derribado a la monarquía de Luis Felipe, había dejado a
la intemperie al gobierno de la Defensa, o Nueva Troya, sostenido por aquella.
En
este relato de la vida militar de Oribe debe tenerse especialmente en cuenta
que ningún estado moderno de América existía como tal. La llamada Banda Oriental (que se refería al
río Uruguay) se extendía unos 500 kilómetros al norte (prácticamente hasta la
altura de la actual Misiones).
¿Qué
sucedió con Lavalleja durante todo el largo período de la Guerra Grande’?
Dice
ACOSTA[186]: “El largo período de la Guerra Grande transcurrió
oscuramente para Lavalleja, residente desde 1845 en el campo del Cerrito, donde tenía su gobierno Oribe”.
Algo
semejante menciona BARRIOS PINTOS[187]: “Durante los días de apremios económicos
del Sitio Grande de Montevideo, cuando en 1846 Lavalleja vivía con sus hijos en
su quinta Ana Monterroso, con sus hijas, pasó también estrecheces similares que
su esposo, que llegaron al hecho de tener que alquilar algún cuarto de su
residencia de la calle Zabala para la instalación de la tienda de Madama Anita
Domergue y hasta vender una cocina económica. Años antes, en 1835 en otros días
aciagos, también había alquilado algún ambiente de su casa a Madama Tussain,
experta en enseñanza de bailes”.
Garibaldi
invadió Colonia apoyado por los Unitarios y los anglo-franceses. En esa ciudad se
encontraba Lavalleja. El pirata destruyó
su casa y castigó a la mujer del patriota.
Lavalleja
huyó de Colonia y con sus hijos varones se quedó en el campamento sitiador del
Cerrito. Su mujer, para mayor seguridad,
se mudó a su casa particular de Montevideo.
Con 61 años, se estableció en su chacra
de Miguelete, sin dinero, y con su finca que se venía abajo. En abril de 1850,
enterado de su mal estado de salud, Manuel Oribe, ordenó inmediatamente auxilio
médico para el Libertador. Su figura política y militar se eclipsaba momentáneamente,
para luego resurgir como un Ave Fénix.
Coincidimos
con Raúl ITURRIA
y Walter RELA[188]
cuando dicen que Lavalleja durante el sitio del Cerrito no cumplió funciones
transcendentales, como están contestes en afirmar los historiadores Orientales,
pero Lavalleja “Recién en 1853, cuando
acepta participar en un Triunvirato junto a Rivera y Flores, con la sana
intención de lograr un clima de paz y entendimiento, tendrá un puesto
importante político y de gobierno.
“Flavio
García nos trasmite su autorizada opinión sobre la aceptaci6n de Lavalleja de
integrarlo, de esta manera: " Si Lavalleja accedió al ofrecimiento de
Pacheco (indudablemente formulado mucho tiempo atrás) y fue triunviro, lo hizo
porque entendió obrar patriótica y desinteresadamente. Aportó además el
concurso de un auténtico y efectivo prestigio, sacrificando su salud y sus
últimos instantes de tranquilidad." (“Lavalleja en el Triunvirato ",
pág. 7).
“Más
adelante, agrega: " Lavalleja en 1853 no abandonó a sus viejos amigos
políticos, ni se pasó incondicionalmente a las filas del Partido Colorado.
Repitió simplemente sus actitudes de 1825, creyéndolas impostergables para
conjurar una crisis lamentable. Su presencia en el triunvirato-equivocada o no-
fue aval de sacrificio, desinterés y patriotismo”.
“En su
corto período de actuación (25 de setiembre al22 de octubre), la labor de Lavalleja.
fue constante, ardua, orientada de un claro sentido pacifista, y rodeada de un
pronunciamiento uniforme de adhesión a su persona”.
¿Ahora bien, como fue
la vida de Oribe y de la sociedad durante el sitio?
Una descripción
metódica nos presenta TORRES WILSON[189] con la pintura social de la época que realiza.
“En su
quinta de la curva de Maroñas rodea a su familia de comodidades y delicadezas.
Vela con ternura la vejez de su madre que, con casi noventa años, sigue
acompañando la suerte de aquel joven que alguna vez llevara del brazo,
precisamente hasta la cumbre del Cerrito, para ofrecerlo a las armas patriotas
por no querer que el apellido de los Oribe se enrolase en el catálogo de los
opresores de América". Por su esposa, doña Agustina, romperá un día el
bloqueo de la plaza para permitir el pasaje de un piano de Prusia que animase
las veladas hogareñas. Se dice que trata de espaciar las visitas de su hija
Carolina, fruto de sus amores con la actriz oriental Trinidad Guevara, porque
la presencia de aquella hiere la sensibilidad de la señora de la casa, aunque
el romance es antiguo y anterior al matrimonio. Sentado en un sillón frente a
la estufa, leyendo libros de su selecta biblioteca de temas militares que
siempre fueron su pasión o en la cabecera de su mesa conversando pausadamente
con amigos como don Norberto Larravide o don Tomás Basáñez, con su sobrino, el
Coronel Francisco Lasala, su Jefe de Estado Mayor, o con su yerno, el Coronel
Mariano Maza, del Ejército de la Confederación Argentina, rodeado de hijos y
sirvientes era un señor de espontáneo señorío, capaz de rodearse naturalmente
de bienes materiales sin que su alma debiese nada a las riqueza, del mundo y
sabiendo que un día podía estar -con igual dignidad- en la miseria.
La vida
social lo atrajo, más que por placer, tal vez, por debe por entender que la
sociabilidad era una obligación más inherente su cargo. Los salones de la
Restauración lo vieron con frecuencia, sobriamente vestido de etiqueta, como
los desfiles militares –y los campos de batalla- lo vieron con su uniforme de
gala. A su ayudante Iturriaga -a quien había encargado la contratación varios
maestros en Buenos Aires- pudo escribirle: "En la vida mixta que hacemos
en estos parajes, los sastres mantendrán la corrección y elegancia en el vestir
y las reuniones sociales las buenas maneras de las gentes".
Invariable
en su cortesía hacia las damas, respetuoso como el que más de las jerarquías y
de las dignidades de los caballeros, Oribe se movía con soltura en el mundo de
las relaciones protocolares que regulaban la espontaneidad de los sentimientos.
Otro
tanto sucedería con la relación jerárquica castrense que hacía llegar hasta el
último soldado un paternalismo distante que era la expresión más auténtica de
la pesada responsabilidad de que se sentía imbuido. No era fácil su sonrisa y
sus afectos -que los tuvo y muy vivos- quedaron reservados al ámbito del hogar
y de la amistad íntima como si un desmesurado sentido del pudor, que rayaba en
la timidez, le impidiese manifestarlos en público.
El sentimiento cristiano era parte fundamental
de su sentido del mundo y de la vida. No se trataba, por supuesto, de una
religiosidad emotiva, a flor de piel. Era, más bien, una convicción profunda
-muy pudorosa, ella también, en sus manifestaciones- que le hacía sentir las
verdades de la religión como el sustento último de la autoridad y del orden
sociales que había mamado y sólo en cuyo marco concebía la dignidad y la
libertad humanas (…)
Ningún
gobernante de nuestra historia fundó más templos que él pero ninguno ejerció
tampoco con tanta naturalidad -y celo- viejo "patronato regio", de
antigua tradición hispánica, que proteja y tutelaba, a la vez, las funciones
eclesiásticas. Aún en medio de las duras condiciones de las campañas militares
en el norte, sus ordenanzas regulaban, meticulosamente, la manera en que los
escuadrones formados, con su oficialidad al frente, debían cumplir con el
precepto de la misa dominical.
Como
bien lo señala Pivel Devoto, a medida que transcurrieron los años el gobierno
de Oribe se revistió de un carácter cada vez más personal y centralista en
cuyos actos predominó una voracidad administrativa que no perdonaba detalle.
Nada escapó a su vigilancia y a pesar de las exigencias de la guerra, se
preocupó del mejoramiento del régimen de jubilaciones que había instituido en
su anterior gobierno para los servidores, creó un sistema de pensiones a los
desarnparados, auspició la publicación de obras básicas, fundó escuelas, becó
alumnos para que estudiasen en Europa y concibió el ambicioso proyecto del
colegio que construyó en la Vil]a de la Restauración para el que pensó en
contratar profesores españoles expulsados en las guerras ‘carlistas’.
Continuaba
así un estilo de gobierno caracterizado por un profundo sentido nacionalista,
el respeto a la propiedad y a los derechos individuales, una acendrada honradez
administrativa y un hondo sentido cristiano.” (…).
Los alrededores de
Montevideo se iban construyendo y poblando.
Con la organización que Oribe iba implementado en su gobierno, la
Confederación Argentina estaba en su cenit. En 1849 y comienzos de 1850 su
grandeza era vista en todo el mundo como un ejemplo.
TRÍAS[190] relata que Alberdi, uno
de los principales ‘antirrosistas’ escribía en 1847 “Si digo que la
Republica Argentina está próspera en medio de sus conmociones asiento un hecho
que todos palpan”. También otro furibundo antipatriota y ‘abrasilerado’
como Manuel Herrera y Obes admitía en mayo de 1849 “Buenos Aires sigue en un
pie de prosperidad admirable. Es hoy el centro de todo el comercio del Río de
la Plata {…} Su país {el de Rosas} prospera, su poder se afirma
cada día más”.
Puede leerse que la
lucha de estos Unitarios no era por mejorar una supuesta condición de pobreza
de la patria. Reconocían que la Confederación se desenvolvía económicamente con
una ‘prosperidad admirable’. Sólo el odio masónico a su patria y su corta
visión política, embebida en trasnochado ideologismo iluminista, podían hacer
que combatieran con denuedo a aquello que admiraban.
******
VI- EL
FIN DE LA ‘GUERRA GRANDE’
Los Orientales ‘antirrosistas’
y la llamada ‘Comisión Argentina’ que ocupaba solo el territorio pequeño de
Montevideo estaban en una delicada situación.
La causa de Oribe y Rosas y el ideario de Artigas
parecían destinados a triunfar. La revolución de 1848 en Francia, que había derribado a la monarquía de Luis Felipe, había dejado a la intemperie al Gobierno de
la Defensa, sostenido por aquella.
El gobierno de Montevideo no aceptó el ofrecimiento
del príncipe-presidente Luis Napoleón Bonaparte de enviar a los presos
políticos de la represión de las Jornadas de junio para socorrer a la
plaza sitiada, diciendo por boca de Manuel Herrera y Obes: "¿Qué sería de nosotros si
vienen los comunistas?".
En 1850, el enviado
de Luis Napoleón, el almirante Lepredour, firmó una convención de paz con Felipe Arana, canciller de Rosas, devolviendo Francia la posesión de la
Isla Martín García.
Un año antes lo había hecho Southern, enviado del Imperio Británico. El gobierno de la Defensa,
con las horas contadas, se apresuró a involucrar su última carta: el Imperio del Brasil y el caudillo
entrerriano Justo José de Urquiza.
El 2 de octubre de 1850 se dieron una serie de
tumultuosas reuniones llenas de patriotismo en la Sala de Representantes en
Buenos Aires. Flameaba la Bandera Argentina Azul y Blanca; no, la celeste y
blanca que luego de Caseros fue impuesta por los Unitarios, vencedores de la
contienda, y que nos representa hasta el día de hoy.
Los Unitarios siempre usaron la celeste y blanca para
diferenciarse de la bandera Nacional.
Dice Leonardo CASTAGNINO[191]
“Cuando Lavalle inició la invasión “libertadora” contra su patria apoyado y
financiado por Francia,(Guerra
franco-argentina ) también uso la bandera
“celeste y blanca” para distinguirla de la nacional... “ni siquiera
enarbolaron (los libertadores) el pabellón nacional azul y blanco, sino
el estandarte de la rebelión y la anarquía celeste y blanco para que fuese más
ominosa su invasión en alianza con el enemigo” (Coronel salteño Miguel
Otero en carta Rufino Guido, hermano de Tomas Guido, el 22 de octubre de 1872.
Memorias. ed. 1946, pág. 165)”.
Varios representantes tomaron la palabra mientras otros
vitoreaban a Rosas en las gradas, entre los primeros estaban Vicente López y
Planes, Agustín Pinedo, Baldomero García, José María Roxas y Patrón, Nicolás
Anchorena, Gervasio Rosas, Juan Nepomuceno Terrero, Juan José de Urquiza (hermano
de Justo José), Felipe Senillosa, Lorenzo Torres quien decía que el Imperio del
Brasil jamás había sido americano sino un centinela avanzado de las
pretensiones europeas.
Eustaquio Torres dijo en esa asamblea “Debemos, nosotros también, señores, en
justa represalia, promover por todos los modos y medios el desmembramiento de
la provincia del Rio Grande del Imperio del Brasil; debemos promover del mismo
modo la sublevación de los esclavos, invadir el territorio brasileño y
corresponder de éste modo a los procederes hostiles, a traición, con que nos
tiene ya fatigados el gobierno del Brasil” [192]
Varios factores coincidieron para que la victoria
Federal no se consumara.
Primero, el apuro brasileño por desactivar todo vestigio
Federal en la Banda Oriental para luego atacar a Rosas antes que éste se
adelantara a atacarlos a ellos, hizo que tanteara y finalmente, que pactara con
Urquiza, el gran traidor en esta historia.
Sin la traición de Urquiza, Brasil no se le hubiera
animado a la Confederación Argentina; y Montevideo y la entente
‘Unitaria-anglo-francesa’ hubiera caído estrepitosamente y por propio peso.
Brasil veía con aversión el triunfo
de Rosas y Oribe en el Río de la Plata, Desde 1848, este
último hubo de repeler duramente varias incursiones brasileñas en la frontera
norte, dedicadas al arreo de ganado hacia Río Grande del Sur, como ya se
explicó.
El caudillo entrerriano Urquiza, buscando una salida más ágil y
directa para su ganado hacia los compradores del exterior, sin pasar por la
aduana de Buenos Aires que controlaba Rosas, fue tentado por Manuel Herrera y Obes quien le ofreció el puerto de
Montevideo para tales efectos.
Cerca del año 1850, según Vivián TRÍAS[193]
“Los estancieros entrerrianos habían
contactado fructíferamente con los negociantes europeos y se erigieron en la
vanguardia del nuevo capitalismo colonial que tenía a enfrentarse con la
arquitectura económica organizada por Rosas”. El mismo autor cita a Prudencio
Mendoza que decía que “es considerado el General Urquiza como el primero que
alambró su campo en Entre Ríos y el primero que introdujo reproductores de raza
mejorada como los merinos, por ejemplo”.
De allí la necesidad de Entre Ríos
de que los ríos interiores fueran liberados para comerciar sin depender de
Buenos Aires, para llevar mercaderías tanto a Europa como a Paraguay.
Cuando en 1849 se firmó el acuerdo
con Inglaterra, los ríos fueron reconocidos como vías fluviales internas de la Confederación
y todo se manejaba desde Buenos Aires. El comercio siguió por parte de Urquiza
y las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones, pero en forma solapada y
contrabandeando.
Segundo, los errores tácticos de Oribe que no se arriesgó
para conquistar Montevideo sumiéndolo en una inacción de nueve años. No
contempló que el sitio a Buenos Aires impuesto por Inglaterra y Francia a toda
acción positiva de las naves Federales en las aguas de Montevideo asegurando la
provisión de todo tipo a sus habitantes durante nueve años iba a impedir que
Montevideo cayera por su propio peso, como esperaba Oribe, ya que el poder de
los franco-ingleses apuntalando el Gobierno de la Defensa volvió infranqueable
a éste.
Veamos en detalle lo relatado al respecto por el historiador
TORRES WILSON[194],
cuyo análisis es visto desde la óptica de un Oriental que nos presenta aristas, tal vez no suficientemente tenidas
en cuenta o desconocidas por escribas de este lado Occidental del Río Uruguay.
Hagamos un análisis de los párrafos del enjundioso
autor (la ‘negrita’ nos pertenecen), intercalando nuestros comentarios.
“Al iniciarse el sitio. Montevideo
era ya una ciudad cosmopolita. De su población que había ascendido rápidamente
a 31.000 habitantes eran 11.000 Orientales. Los 20.000 restantes se integraban
con 5.200 franceses, 4.200 italianos, 3.400 españoles, 2.500 unitarios
argentinos, 1.300 esclavos africanos y menores cantidades de ingleses y
alemanes”.
“A esta realidad, que ilustra más
que ninguna interpretación la naturaleza del conflicto planteado, se refería,
sin duda, Sarmiento cuando escribía: ‘no
son argentinos ni uruguayos los habitantes de Montevideo, son los europeos que
han tomado posesión de una punta de tierra del suelo americano’.”
Queda nuevamente comprobado, en palabras del nefasto
personaje de Sarmiento, que Montevideo era una colonia europea, sobre todo de los
franceses que querían hacer de ella una colonia comercial.
En cuanto a Fructuoso Rivera, sigue diciendo TORRES
WILSON “Cuando, en 1842, los ejércitos
coaligados bajo su mando sufrieron la derrota de Arroyo Grande, ya las voces de
disconformidad empezaron a escucharse sin disimulo. Para el nuevo carácter que
estaba tomando la lucha, ni el estilo de gobierno patriarcal de Don Frutos ni
su modalidad militar basada en la guerrilla significaban una garantía. Menos
aún su modalidad política, tan proclive
a las alianzas, que podía llegar a pactar -como lo había intentado- con el
mismo Rosas.”
“Era pues indispensable desplazar al caudillo
y, en 1843, a la terminación de su mandato, Joaquín Suárez -en su calidad de
Presidente del Senado- asumiría el mando hasta la finalización del conflicto.”
Rivera se iba acomodando según los vaivenes políticos:
estuvo con los lusitanos, con los brasileños, con Oribe y con los Unitarios. Éstos,
sobre todo los de la Banda Oriental, lo conocían bien y desconfiaban de Don
Frutos que cuando le fue conveniente intentó pactar con Rosas para que dejara
de lado a Oribe y le diera la jefatura del ejército Federal. Rosas lo sacó corriendo….
Cuando Rivera volvió del Brasil y reanudó la lucha
contra Oribe, tomó contacto con él a fin de lograr una paz conciliada en la
Republica. Pero los Doctores Unitarios de Montevideo no iban a aceptar un
acuerdo de caudillos. Atento a esto, el Gobierno de la Defensa lo expulsó
nuevamente a Brasil.
“En 1846 al vencer el período de la última
legislatura, una Asamblea de Notables y un Consejo de Estado completarían el
esquema institucional de lo que empezó a llamarse "el Gobierno de la
Defensa", aludiendo a la larga lucha que sostuvo en la defensa de la
ciudad sitiada”.
¿Quiénes eran los ‘cerebros’ de ese
gobierno, de ese grupo de obsecuentes y empleados pagos de los Imperios
británicos y brasileños y de Francia, todos indignos a su tierra? La conocida y
extendida familia ‘Obes’, principal familia oligárquica de Montevideo: Lucas
Obes, José Ellauri, Juan A. Gelly, Jorge Pacheco, Manuel Herrera y Obes,
Melchor Pacheco y Obes. Sumados a todos ellos, Santiago Vázquez, Andrés Lamas,
Florencio y Juan Cruz Varela, José Rivera Indarte, José Mármol, Julián Segundo
Agüero, Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Bartolomé Mitre, Domingo F.
Sarmiento,
José Longinos Ellauri Fernández, Julián Alvarez, Valentín Alsina (fundador del
grupo llamado ‘Comisión de Argentina’ que reunía y aglutinaba a los exiliados
argentinos de Montevideo quienes se oponían a Rosas.)
y los militares argentinos Gregorio Araoz de Lamadrid y José María Paz,
principalmente.
Esos súbditos de Francia e Inglaterra,
de la Europa iluminista despreciaban,
desde el fondo de su corazón a su patria y abjuraban de su pasado hispánico.
A modo de simple
ejemplo, Juan B. ALBERDI[195] decía que “ya no éramos hijos de España: desde la
Revolución somos hijos de Francia”. Había que reemplazar definitivamente el
idioma castellano ‘‘importación absurda
de una legitimidad exótica”, que no se encuentra en “armonía íntima con nuestro pensamiento más simpático mil veces con el
movimiento rápido y directo del pensamiento francés, que no con los eternos
contorneos del pensamiento español”
Esto llevó al Gobierno de Francia a
subvencionar a sus títeres rioplatenses. En tal sentido sigue diciendo TORRES
WILSON[196] que
“el gobierno
francés otorgó, hasta 1850, un subsidio de 40.000 pesos mensuales que se
convirtió en la base fundamental y casi única- de las finanzas montevideanas”.
“De todas estas situaciones fue derivando,
inexorablemente, la creciente
dependencia del Gobierno de la Defensa con respecto a los comerciantes
extranjeros y la presión, cada vez mayor, de éstos sobre sus gobiernos en
reclamo de un apoyo diplomático o militar en defensa de sus intereses “.
“Sólo en un país de reciente
formación, como era el nuestro en el siglo pasado, pudo plantearse alguna duda
sobre el verdadero sentido de este conflicto de cuyo significado objetivo dan
testimonio aplastante, no ya los propios protagonistas locales, sino hasta los
mismos diplomáticos extranjeros “.
“Rivera en una Memoria entregada en
1846 al Ministro inglés Howen, lo dice claramente: ‘Montevideo está sometido exclusivamente a la influencia francesa y a la
voluntad de Garibaldi; esa influencia y esa voluntad conspiran hace tiempo
y han conseguido ya, en gran parte, aniquilar toda influencia y todo elemento
oriental y no existe, por consiguiente,
en Montevideo, autoridad alguna que revista el carácter, ni represente
intereses nacionales’."
“En el mismo año, el conde Walesky
emisario francés, en un informe a su gobierno establece: ‘La guarnición de la ciudad de Montevideo se compone de una legión
francesa, de una legión vasca, de una legión italiana y de dos batallones de
nativos, casi por entero compuestos por negros. El gobierno integrado por
el Presidente del Sellado. Suárez, gobernando provisoriamente el Estado según
la Constitución Oriental por el Consejo de Estado y la Asamblea de Notables, es
por entero Oriental, pero no hay otra
fuerza que la de las bayonetas extranjeras, otro crédito ni otros recursos que los
del comercio extranjero. Los uruguayos están todos orientados hacia el
General Oribe. Lo que más ha contribuido hasta hoy a mantener ese todo
compuesto de partidos heterogéneos es la intervención franco-inglesa, es la influencia moral de los ministros de
Francia e Inglaterra residentes en Montevideo, son los marineros franceses que
están acuartelados en la ciudad. Ninguno duda que si la intervención se
retirase ese singular andamiaje se hundiría y es imposible prever el desorden
que esto traería aparejado".
“Ante estas realidades. claramente
perceptibles ya al iniciarse el sitio, fácil resulta imaginar cuál fue el
espíritu de resistencia "criollo" o "americano" que animó a
los hombres que -en febrero de 1843- llegamos a la cumbre del Cerrito”.
“Desde la altura -no desmentida
todavía por la edificación- de aquel "cerrito" que, desde el año 12,
se llamó "de la Victoria' se divisa a lo lejos, por encima de quintas y
arroyos, la península con la ciudad que desbordaba las murallas. Más que los
cañones de su ya demolida ciudadela su
verdadera defensa estaba ahora en las fuerzas de los barcos extranjeros que
llenaban la bahía “.
Dice José María ROSA[197]
sobre este tema: “Desde el 12 de junio de 1848 Montevideo fue abiertamente
protectorado francés, como lo califica la prensa de Paris. Su autoridad suprema
sería el Cónsul (Devoize distribuidor de los patacones: mejor Procónsul que
Cónsul, ante Devoize tendrán que inclinarse presidente, ministros, generales y
hasta jueces; si no, no habría sueldos, viáticos ni partidas para gastos
burocráticos.
“De no
hacerse su voluntad o su capricho no entregaba las letras; a su intimación
debían los periódicos que le molestaban, cómo ocurrió con el ‘Courrier de La
Plata’ con cuyo francés propietario se había enemistado, y luego con ‘La
Semana’ de Mármol por una discrepancia en el abono de los artículos
laudatorios. Ordena las sentencias que habrían de dictar los jueces y trata a
gritos a los pobres ministros que no cumplen inmediatamente y a la tetra sus
órdenes, o se dirigen a él con excesiva familiaridad.
“Nada
se podía contra el poderoso Procónsul. Melchor Pacheco se quejaba en Paris
argumentando, desdichadamente, que el Gobierno francés no permitiría a un
embajador extranjero inmiscuirse en las cosas domésticas. Oyó una respuesta
lógica: ‘la France no recoit subsides’”. {…}
“En las
estrechas y solitarias calles de la Nueva Troya transcurren sólo empleados de
gobierno, cónsules foráneos, legionarios vascos o italianos, negros
enganchados, periodistas Unitarios y uno que otro marinero de las escuadras de
estación”
Como puede verse,
durante todo el Sitio de Montevideo el dinero aportado por los franceses
implicaba de los Orientales montevideanos, en franca minoría, un sometimiento
no solo económico, sino que traía aparejado una dependencia personal humillante
para todos ellos. Debiendo bajar la cerviz y guardar silencio ante sus amos
dejando por el suelo su autoestima, que ya, por aquellos días, era inexistente
al igual que cualquier resto de patriotismo que pudiera haber en sus almas.
De este modo era
visto por los ingleses.
Cita el autor una
carta de Palmerston a O’Brien en noviembre de 1849 en el mismo sentido:
“…Los
partidos que parecen dirigir ahora los negocios de Montevideo son un puñado de
extranjeros aventureros que tienen la posesión militar de la ciudad y dominan
el gobierno nominal de la misma, ya que más allá de los muros de esa ciudad
singular, las personas que se llaman a sí mismas el gobierno de Uruguay no tienen
una pulgada de tierra bajo su mando…” concluyendo que la paz se restablecería si se
llegase a un acuerdo con Oribe.
De los párrafos que anteceden se vuelve a probar que sólo
por los préstamos en cantidad dados por el gobierno de Francia; que sólo por
las milicias y militares extranjeros existentes en la ciudad; que sólo por las
fuerzas navales inglesas y francesas que proveían a la ciudad de armas y
víveres, se podía sostener el gobierno artificial prendido como una ‘garrapata’
del suelo montevideano. El pueblo Oriental cuando podía huía hacia fuera de los
límites de la ciudad para incorporarse al ejército Federal de Oribe o a la vida
cotidiana en tierras donde éste desenvolvía su gobierno.
Cuando Francia estaba a punto de levantar el bloqueo,
los Unitarios Orientales con sus socios Argentinos debían buscar nuevas
financiaciones para sostenerse en la ciudadela.
En abril de 1851 se preveía que los tratados Lepredour-Arana
entre Francia y la Confederación iban a ser aprobados en Francia.
De tal modo, Montevideo quedaría sin el apoyo
necesario para mantenerse y Oribe entraría finalmente a la ciudad.
Y pusieron los ojos en Brasil. Este Imperio llevaría
su escuadra a Montevideo para de algún modo ‘reemplazar’ a los franceses en su
custodia de la ciudad y, además, el ejército se aproximaría a la frontera por
el norte para apoyar a Urquiza.
El ejército imperial llevaría 20.000 hombres propios
más unos 3.000 alemanes mercenarios traídos para la lucha.
Por ahora los hombres del Imperio se quedarían en la
frontera esperando que el peso de la lucha, si la hubiera, recayese sólo en
Urquiza. Los brasileños siempre han
intentado que otros cargasen por ellos con el gasto de las guerras, para luego,
quedarse con los frutos…
Asimismo, el hecho de permanecer en la frontera
serviría para contener insurrecciones republicanas de los ‘farrapos’ que
estaban en contacto con el gobierno de Rosas, esperando una oportunidad para
levantarse nuevamente.
El Imperio del Brasil aportaría siete millones de
pesos para sostener la Defensa y ese dinero sería pagado por el banquero José Buschental.
El grupo de sitiados afrancesados, como
Herrera y Lamas entre otros, le daban como garantía las Misiones Orientales.
Los ingleses también tenían sus banqueros y
empresarios que desembarcaban con sus negocios en Montevideo, conformando
sociedades anglo-montevideanas que, junto a la banca francesa y brasileña,
manejaban prácticamente toda la economía de la ciudad.
Uno de ellos es la llamada Casa Lafone. Dos hermanos
nacidos en Liverpool, Inglaterra, que fueron financistas y empresarios que
desarrollaron sus tareas en Montevideo: Alejandro Ross Lafone y Samuel Fisher
Lafone. Ambos protestantes,
formaron una sociedad acopiadora de
productos ganaderos (charque, sebo, cueros salados y secos) e importadora
desde Gran Bretaña de tejidos de lana, algodones,
ferretería, juguetería y loza. También traían mercaderías de Francia, de Alemania y de las Indias Orientales.
Estos hermanos manejaban la Sociedad de Comercio con
Sudamérica, y sobre todo las rentas aduaneras de Montevideo. También
construyeron edificios, fueron concesionarios de las playas de Montevideo, tuvieron
el monopolio de la pesca y compraron Punta del Este. Se podía decir que eran
los propietarios de media ciudad y que contaban con el control de los negocios
de la plaza con Inglaterra.
En sus negociados estaban prendidos los Unitarios de
la Comisión Argentina y los famosos hermanos y primos orientales, los Obes. Todos
estos intereses económicos explican la importancia y urgencia que tenían de
lograr la libre navegación de los ríos interiores para sus negocios.
Con los acuerdos hechos entre los orientales y el
Brasil, a cambio de cuantiosas sumas de dinero aquellos entregaban el cincuenta
por ciento de su territorio al Imperio.
De este modo, los cipayos Orientales, por ‘treinta denarios’
enajenaban ‘de Iuris’ (derecho) lo
que Brasil ya tenía ‘de Jure’ (hecho)
desde el año 1801 aproximadamente, año en el que usurparan las tierras
hispanas.
Cuando los Orientales de hoy se preguntan cómo es que
Brasil se quedó con una parte de su territorio deben saber que ésta fue
‘vendida’ por siete millones de pesos.
Herrera pidió prudencia a Lamas ya
que se estaba vendiendo parte del territorio patrio. “Si Ud. negocia sobre los terrenos en cuestión con el Brasil no deje de
tener presente que el asunto es impopular y que, por lo mismo, ha de estar
sujeto a críticas severas. No olvide que, pasado el conflicto, luego se olvida
y queda solamente la parte del negocio”. (Carta de Herrera a Andrés Lamas-
21 de enero de 1849).
Para estos despreciables sujetos, la
venta de territorio patrio es, como puede leerse, sólo ‘un negocio’ personal; y
a confesión de parte…
Nos refiere Walter RELA[198]
(la ‘negrita’ nos pertenece)
“Mucho se ha discutido sobre los
motivos que llevaron a Oribe a no atacar la plaza de inmediato, cuando todo
parecía estar a su favor. El general
Ángel Pacheco pedía solamente "mil hombres" para tomar" la
ciudad "en una noche" y mucho debió costarle al Comandante en Jefe
sofocar el impulso de su subordinado. El propio Oribe, al establecer su
campamento en casa de don Antonio Fariña, manifestó al propietario que no
quedaría allí más de quince o veinte días. Tal era su convicción de que la
resistencia era imposible y de que la rendición no podía demorar mucho tiempo “.
“Años después, Fariña anotaría,
melancólicamente: ‘...y en vez de quince
días como me dijo que estaría allí acampado, estuvo 8 años 9 meses y se
concluyó con la llegada al Cerrito de Urquiza Disolviéndose todo el
Ejército como el humo, siendo el más brillante Ejército que se ha visto en el
Estado Oriental del Uruguay... "
"No era, precisamente, la audacia el fuerte de Oribe, pero –dicho sea en su descargo- el asalto a
la ciudad implicaba una operación riesgosa mientras no se contase con un
importante apoyo marítimo. La cautela y la tría evaluación de los recursos
disponibles que caracterizaban la estrategia del jefe Oriental aconsejaban la
formalización efectiva del aislamiento de la plaza hasta tanto la escuadrilla
de la Confederación, al mando del Almirante Brown no estableciese el bloqueo naval.
“
“En Montevideo -por otra parte- se generalizaba la deserción.
Hombres y familias enteras de orientales huían diariamente rumbo al Cerrito y
hasta algunos cuerpos de extranjeros -especialmente los vascos- se pasaban con armas y bagajes al campo sitiador. Se
esperaba, además, por momentos, una insurrección armada dentro de la plaza
acerca de la cual Oribe había escrito, tiempo antes, al Gral. Antonio Díaz “.
“Todas estas circunstancias, unidas al temor de una masacre de la
población civil inocente, fueron postergando, para un mañana que no llegó
nunca, la decisión del ataque. Para intentar la empresa hubiese sido
necesaria una cuota de irresponsabilidad que, ciertamente, Oribe, no tenía “.
“Aquella indecisión -dictada por los
más altos y legítimos motivos- signó la suerte de la restauración Oriental “.
“Nada autoriza a pensar que Oribe calibrase adecuadamente la importancia
del factor que luego sería decisivo, es decir, que las fuerzas navales
anglo-francesas surtas en el puerto de Montevideo no podían permitir la
ocupación militar de la plaza. Con un ejército disciplinado demás de 7.000
hombres -posiblemente superior en número a las heterogéneas tropas de la
Defensa- y el apoyo de la población civil, la defensa de la ciudad hubiese
enfrentado a las potencias europeas a la alternativa de una guerra abierta con
la Confederación Argentina, con el sacrificio de cuantiosos intereses
económicos y la eventualidad de la pérdida de toda base comercial en el
estuario del Plata. Esas mismas consideraciones -que en el momento inicial
hubiesen aconsejado a un estratega menos cauteloso correr los riesgos de un
ataque- se tornaron prontamente adversas al pasar el tiempo y
"congelaron" el sitio hasta el extremo de que -al melancólico decir
de don Antonio Fariña- en vez de durar quince días... duró 8 años y 9 meses”.
Estos antecedentes explican la
demora en la organización del "Gobierno del Cerrito” y, agregamos nosotros, el desplome
de la Vanguardia Federal de Oribe.
De los párrafos que anteceden pueden deducirse varias
cuestiones que impidieron la caída del Gobierno de la Defensa.
Pacheco y otros oficiales le insistían a Oribe que
estaban cerca de derribar a los Unitarios y a los extranjeros enquistados en
Montevideo, y que por lo tanto no era necesario esperar más para el ataque.
Oribe, no consideró que ello fuera acertado y sostenía que sólo era cuestión de
tiempo para que la Defensa cayera por su propio peso y desintegración.
Tampoco tuvo en cuenta que las fuerzas navales
anglo-francesas iban a darle a los habitantes y comerciantes de Montevideo
dinero y vituallas sin solución de continuidad, no permitiendo, de ninguna
manera, que la plaza cayera. No iban a dejar
que Brown los dispersara ya que, por otra parte, la fuerza naval de la
Confederación Argentina era inferior a la europea.
Oribe, si bien supuso las deserciones en masa de
tropas y civiles hacia su territorio, pensó que de todas maneras la entrada a
sangre y fuego a la ciudad iba a causar muchas víctimas inocentes, por eso
esperaba un levantamiento popular contra los invasores.
Pero, el pueblo en lugar de levantarse, prefería huir
de la ciudad hacia el territorio controlado por Oribe. Dentro de la ciudadela iban
quedando cada vez más extranjeros de todas las nacionalidades.
El Fundador de la República controlaba todo el
territorio Oriental salvo Montevideo.
Instaló su gobierno ejecutivo y los poderes legislativo y judicial en la
zona que se conocía como el Cerrito de la Victoria. Poco a poco se fue
extendiendo y la Villa de la Restauración (hoy barrio Unión de Montevideo) fue la
capital de la Banda Oriental mientras duró el sitio.
En Montevideo, los Unitarios seguían traicionando a su
nación. Transcribe José María ROSA[199]
correspondencia entre los brasileños, Alsina y Lamas donde se pergeña el ataque
a la Confederación. “Se mueve el servicio
de espionaje, Ferreira de Oliveira, jefe de la estación naval brasileña en
Montevideo, solicita de Alsina una información detallada de las fuerzas de
Rosas y otras cosas. Dispuesto siempre a servir a los enemigos de su patria el
unitario trabaja con el corresponsal, pero se molesta porque el brasileño no
menciona su mérito en el informe. Es efectivo Alsina en el trabajo. Estudia un
plan de ataque naval a la Argentina por Bahía blanca que entrega a Ferreira de
Oliveira y del marino brasileño acepta”.
Alsina dijo que se sintió discriminado porque no le dieron
el mérito a su gestión, que obviamente fue una contumaz traición. Asimismo, señaló
que el ataque por Bahía Blanca requeriría dinero para entregar a algunos desleales
que vivían en el país y a los indios, si fuera necesario.
El Imperio del Brasil
se desvanecía en sus propias contiendas internas con la abolición de la
esclavitud entre otros asuntos. Un hombre, el General en Jefe del Ejército de
Operaciones de la Confederación Argentina y Gobernador de la provincia de Entre
Ríos, Justo José de Urquiza, accedía luego de una negociación con el Brasil a
una recompensa económica (soborno) para que su ejército se volviera contra
Rosas.
A todo esto, mientras
tanto, el Gral. Paz, una vez más se comprometía a dirigir un eufemísticamente
llamado ‘Ejercito Libertador’ contra su patria. Trató desvergonzadamente de ser
convocado por los argentinos y no por el Brasil ni por el Encargado de
Montevideo, para salvar las apariencias y no quedar como lo que realmente era, un
héroe de la guerra contra el Brasil y ahora deshonrando a su país y a su
bandera..
La tibieza del
gobierno paraguayo se vio resuelta finalmente llegando a un acuerdo de
neutralidad con el Brasil, una gravísima equivocación que años más tarde pagaría
con sangre.
Dicen Jorge PELFORT y Raúl MARFETÁN BENÍTEZ[200]
sobre el Judas de Entre Ríos: “Justo José
de Urquiza, el más fuere de todos los jefes Federales traiciona la causa y
aliado al lmperio del Brasil y al gobierno de la Defensa, termina con la
resistencia Oriental obligado acordar con él, un desesperado intento por
mantener independencia del país.
La historia se
repite, el episodio nos recuerda la traición de Francisco Ramírez a Artigas,
también desde Entre Ríos, dos décadas antes. La gesta de Oribe, más allá de
encuadrarse en otro escenario geopolítico, enfrenta a los mismos enemigos. Las
dos entregas se produjeron por obra de aquellos dos caudillos –los más
poderosos del litoral- enceguecidos por ambiciones de todo tipo y las
consecuencias de estas dos derrotas las pagarán más tarde las masas populares
rioplatenses sobre quienes cayó con mayor el exclusivismo Unitario”.
Para garantizarse el
auxilio brasileño, Montevideo debió hacer varias concesiones con el Imperio, lo
que determinó importantes pérdidas de terreno y desventajas comerciales.
En una primera
instancia el autodenominado ‘Supremo entrerriano’ publicó en el periódico "El
Federal Entre-Riano" una editorial donde denunciaba, por ignominiosa,
la propuesta del Brasil de una alianza, para ser parte activa del conflicto o
hacerse a un lado ante una invasión.
Si bien la respuesta
de Urquiza fue negativa y denunciante, acto seguido y dinero de por medio, asumió
su rol de traidor y se pasó al enemigo con todo el ejército de la
Confederación.
El Imperio del Brasil
se benefició por el lado del renegado de Urquiza, que realizó importantes concesiones
económicas y comerciales, por el inmenso e interminable apoyo económico con el
que surtió las arcas públicas del entrerriano y que debían ser ejecutadas en
caso de ganar la contienda.
No sólo los
brasileños llenaron de dinero las arcas del gobierno entrerriano, también su
bolsillo particular. Los brasileños sabían que ése era el ‘talón de Aquiles’ de
Urquiza: su ansia de riqueza, su codicia, por eso fue fácil sobornarlo con
ingentes sumas mensuales. Éstas fueron
aportadas en primera instancia por el Barón de Mauá, banquero y empresario
lugarteniente en el Brasil de la banca Rothschild; y luego a través del
banquero y empresario José de Buschental, un Masón que colaboró financieramente
no sólo con los Orientales montevideanos sino también con los Unitarios y los
brasileños. El dinero corría a raudales y no tenía fin. El expansionismo
brasileño seguía su curso sin detenerse.
Urquiza, mientras
duró el Gobierno de Rosas, durante el sitio de Montevideo y luego de la toma de
este por el Imperio y por él, siguió con sus negocios particulares. Abasteció
al enemigo en Montevideo con carne de su propiedad y de la Provincia. Sus transacciones
personales no se detenían a pesar de la guerra.
Cuando los barcos de
Urquiza dejaban la carne en Montevideo, retornaban con manufacturas que venían
de Europa en los barcos ingleses y franceses. La guerra con dichos países no le
impedía a Don Justo hacer sus propios negocios. Algo que, además, era la burla
del bloqueo económico que Rosas quería imponer sobre dicha ciudad.
Rosas, conocedor de
las trapisondas de Urquiza, lo dejaba hacer, pero permanecía sordo a los
pedidos de la ‘libertad de los ríos’ que solicitaba, justamente para poder
seguir con sus negocios en forma legal.
Rosas no hizo lugar a
los pedidos de Urquiza pensando que jamás al Jefe del Ejército de la
Confederación se le ocurriría traicionar a su patria. Se equivocó.
Uno se preguntaría
¿Cuál fue el peso que jugó el Gobierno títere de Montevideo en la defección de
Oribe?
TORRES WILSON[201] da su parecer diciendo que “…Resulta difícil valorar adecuadamente el
papel que la acorralada diplomacia de Montevideo jugó en la precipitación del
inesperado desenlace con que culminó la lucha. Orquestar en un solo proyecto
coherente las aspiraciones de Urquiza, el interés del Imperio y el clamor
Oriental por la paz era, sin duda, una tarea desesperada. Pero en la plaza
sitiada había un hombre que reunía en grado sumo, precisamente, las aptitudes
políticas y diplomáticas que faltaban a la rígida personalidad de Oribe. Se
llamaba Manuel Herrera y Obes y era el Canciller de la Defensa”.
Seguramente, este
hábil masón y persistente renegado a su patria, debió haber sopesado que el
innegable cansancio del pueblo y de los soldados por el sitio interminable iba
a minar la voluntad de ellos y a facilitar un debilitamiento que iría a
desembocar en el triste final de las fuerzas nacionales y Federales.
Nos presenta el
cuadro de la situación el artículo “Los Tratados Entre El Imperio
Del Brasil Y El Gobierno De Montevideo” [202], en donde se citan
párrafos de las obras de José María ROSA y de Vicente SIERRA.
“Las
fuerzas de Oribe los sitiaban por tierra. La escuadra de la Confederación, al
mando del almirante Guillermo Brown, los hostigaba por mar. La ayuda material
de Inglaterra y Francia al gobierno de Montevideo había cesado por la firma de
la paz entre estas potencias y Rosas en los años 1849 y 1850. El Brasil quedaba
como única tabla de salvación, aunque esta alternativa no fuera gratuita, ya
que implicaba la cesión de territorio al gobierno brasileño a cambio de su
ayuda material. Ante el dramático curso de los acontecimientos, Andrés Lamas,
ministro plenipotenciario y enviado extraordinario del gobierno oriental ante
Brasil, fue autorizado a firmar una serie de tratados en Río de Janeiro que
cedían al Brasil parte del territorio oriental, lo cual tuvo lugar el 12 de
octubre de 1851.
Por el
tratado de límites se reconocía como principio el utis possidetis, invalidando
cualquier reclamo uruguayo en virtud del tratado de San Ildefonso. La frontera
rectificada corría por el río Cuareim, el Yaguarón y la laguna Merín, para
terminar en el Chuy, con dichos cursos de agua, de orilla a orilla, en poder
exclusivo del Brasil, que conservaba además la posesión exclusiva de la
navegación de la laguna Merín y el río Yaguarón. También el Imperio podría
levantar fortalezas en la desembocadura de los ríos Tacuarí y Cebollatí, en
pleno territorio oriental.
Por el
tratado de alianza, se acordó convertir en "alianza perpetua" la realizada
por la convención secreta del 29 de mayo, a fin de sostener "la
independencia de los dos Estados contra cualquier dominación extranjera".
Para garantizar la "nacionalidad oriental", el Brasil se comprometía
a prestar "eficaz apoyo" al primer gobierno que se eligiese,
sosteniéndolo ante cualquier "movimiento armado contra su existencia o
autoridad". En retribución si "se levantara alguna sublevación contra
S.M. el emperador en las provincias limítrofes (Rio Grande) la República Oriental
se obligaba a prestar a las autoridades y fuerzas legales de Brasil toda la
protección que estuviera a su alcance". Se invitaba además a Paraguay
"y los Estados argentinos que accedieran" a garantizar en la misma
forma "su orden interno y sus respectivas independencias".
Por el
tratado de subsidios, Brasil entregaba una suma de 138.000 patacones por una
sola vez y luego 60.000 patacones mensuales por el tiempo que creyera
necesario, lo que se sumaría a los más de 211.791 patacones otorgados en
diversas oportunidades con sus intereses del 6%. Uruguay entregaba como
garantía los derechos aduaneros y las rentas del Estado. Para asegurarse del
cumplimiento de lo pactado, el conde de Caxias acampó a fines de octubre a tiro
de cañón de Montevideo. Urquiza no fue informado oficialmente sobre estos
tratados y más adelante denunció, a raíz de dicha falta de información, que no
estaba obligado a aceptarlos. Pero luego, en la necesidad de devolver al Brasil
el apoyo prestado, obligó a los orientales a ratificarlos.
Por el tratado de comercio y navegación se
aceptaba la navegación común del río Uruguay y sus afluentes (aunque no
atravesaran territorio brasileño), invitando a los demás Estados ribereños a
declarar "la libre navegación del río Paraná y Paraguay". La isla de
Martín García "quedaría neutralizada". Además, el gobierno oriental
renunciaba por diez años a cobrar derechos de tránsito a las haciendas
propiedad de brasileños y suprimía el derecho de exportación del ganado en pie.
En reciprocidad el Brasil mantendría en la frontera de Río Grande de San Pedro
la exención en vigencia de derechos de consumo sobre la carne salada y otros
productos ganaderos importados.
Por el tratado de extradición ambas partes se
devolverían los criminales, desertores y esclavos fugados de ambos territorios
(no existía la esclavitud en el territorio oriental), sin otro requisito para
reclamar al esclavo fugado que la "petición del señor a la
autoridad". Incluso si los brasileños propietarios de estancias en el
Uruguay llevaran esclavos a ellas desde el Brasil, éstos mantendrían su
condición servil”.
Se adentraba el año
1851, ‘Caseros’, ya estaba cerca…y el sueño integrador de Artigas, primero, y
de Lavalleja, Oribe y Rosas, después comenzó a desvanecerse, se fue
deshilachando….
El 18 de Julio de
1851 Urquiza invadió finalmente la Banda Oriental. Fue penetrando en su territorio, marchando hacia el
Cerrito para quitar del medio a Manuel Oribe, su antiguo camarada de armas.
Dice TORRES WILSON[203] (La ‘negrita’ nos pertenece) que “Cuando- luego de firmada, el 29 de Mayo de
1851, la triple alianza entre el Brasil, Urquiza y Montevideo- las tropas
entrerrianas y correntinas invaden el Uruguay y empieza a producirse la
deserción masiva de los jefes Orientales, se "tiene claramente la
impresión de que "ya estaba todo conversado”.
Si bien resulta difícil documentarlo, es indudable que las logias masónicas
debieron cumplir un importante papel en ese proceso. Aunque era Grado-33 de la
Masonería, Oribe carecía de la indispensable capacidad de diálogo que
permitiese hacer de él un interlocutor razonable en la búsqueda de soluciones
negociadas. Era imposible imaginarlo escribiendo a un adversario y
diciéndole –como Manuel Herrera y Obes a Lucas Moreno, comandante de
Colonia-"hable Vd.; ya sabe que yo sé escuchar".
Sus propios cofrades deben haberlo marginado de las
conversaciones, temerosos de su incomprensión, y, en aquellos tiempos en que no
existían todavía canales orgánicos para la expresión popular, las logias -verdaderas avanzadas de la
"civilización" sobre la "barbarie" de los caudillos
criollos- constituían un elemento
decisivo en el quehacer político.
Hubo también otros elementos más difíciles, todavía, de
documentar. "El oro del Imperio
corrió a raudales "dijo la prensa británica, que algo debía entender
en la materia.
Pero aun la venalidad -salvo en los casos congénitos
irrecuperables- es índice cierto de una desesperanza en la causa que se
defiende y aunque ella pudo haber existido, más o menos disimulada, en algunos
jefes y oficiales, no fue algo generalizado a lo que pueda atribuirse una
importancia decisiva en el desenlace final”
Debemos hacer un alto
luego de leer estos párrafos del distinguido autor Oriental.
Queda evidenciado el
papel de la Masonería que fue ‘decisivo’ en la derrota nacional y de la que – es
bueno remarcarlo- Oribe era parte. Pero parece ser que éste “carecía de la indispensable capacidad de diálogo que permitiese
hacer de él un interlocutor razonable en la búsqueda de soluciones…negociadas!”.
En buen romance,
significa que Oribe si bien era masón,
no tenía la moral necesaria para tranzar la traición a su patria negociando su
soberanía. A buen entendedor….
Ya desde la época en
que la Banda Oriental era dominada por los portugueses Oribe pertenecía a la
sociedad masónica “los Caballeros Orientales” que tanta importancia tuvo en la
Cruzada de los “33 Orientales”, al participar en la idea y la financiación.
La motivación de
Oribe para pertenecer a la Masonería, puede encontrarse en la influencia de su
abuelo, José Joaquín de Viana, quien fue masón iniciado en España.
Sobre el tema dicen Jorge PELFORT y Raúl
MARFETÁN BENÍTEZ[204]
“Oribe supo integrar
sin violencia alguna su condición de católico con la de integrante de la
Masonería, no solo en década del veinte, sino a Io largo de toda su vida,
llegando a alcanzar la máxima jerarquía en la década del treinta. Así fue masón
y católico ferviente, basta con repasar la cantidad de templos que erigió en
distintos puntos de la República. De igual forma fue un republicano ejemplar, y
por encima de su postura individual, pensó en la integración del conjunto en
torno a un proyecto común.
Años más tarde,
Promulgará una de las leyes más trascendentes de las tantas que saldrán de sus
dos gobiernos. En marzo de 1838, en Io más crítico de la guerra civil, él,
católico y soldado, logrará convertir en ley tras azaroso trámite parlamentario
iniciado en aquél fermental 1836, la supresión de los fueros militares y
eclesiásticos, a pesar de los duros embates de los afectados.
Un eminente
jurisconsulto como el Dr. Pablo De María, definirá en 1892 a la mencionada Ley
como una de las grandes conquistas del espíritu liberal, destinadas a destruir
privilegios odiosos y perjudiciales de castas”.
Entendemos que estos últimos párrafos
encierran una contradicción:
Primero dicen, y con razón, que Oribe fue
católico ferviente con pruebas que sí lo acreditan. Bien.
Pero después, sin solución de continuidad,
dicen que logró convertir en ley la supresión de los fueros militares y
eclesiásticos. Algo contrario a su catolicismo militante y a las obras que en
tal sentido hizo a lo largo de su vida.
Caído, viejo, muy
enfermo y en soledad, abandonado por casi todos, Oribe debe de haber confirmado
sus más grandes temores: vencida y apabullada la fuerza Federal, se firmó el
tratado humillante llamado irónicamente de ‘Paz’. Los tratados firmados por el siempre impío Andrés
Lamas en Río de Janeiro, por los cuales la Republica pagó un precio altísimo en
dinero y soberanía territorial, tal como puede verse en los mapas.
Observemos cómo y por qué. La Masonería jugó
un papel importantísimo para que ello sucediera, como veremos al final.
La batalla de Caseros tuvo su prólogo en la
mesa de negociaciones, por decirlo de alguna manera, entre Urquiza y Oribe.
Este último se vio obligado a negociar con un ‘arma en su cabeza’, dicho en
forma figurada.
Oribe ordenó a sus
comandantes que detuvieran al entrerriano, pero sus órdenes fueron extrañamente
desobedecidas. Casi en un abrir y cerrar de ojos, Urquiza se acercó al Cerrito,
conminando a Oribe a rendirse. Éste así Generallo
hizo, abandonado por todos, hasta por sus principales oficiales y los de
Lavalleja que desertaron para pasarse a las filas de Urquiza.
Entre los Federales había dos tendencias: los
que querían seguir la guerra a todo trance y no aceptaban ni el derrocamiento
del Presidente legal, Oribe, ni que se negociara con los usurpadores. El otro grupo estaba integrado por los que
querían llegar a un acuerdo (masónico) con los ‘Colorados’ Unitarios y brasileños,
y terminar con la alianza de los ‘Blancos’ con Rosas. Finalmente, éstos triunfaron.
Recordemos que el Ejercito de la
Confederación Argentina con el que íbamos a combatir contra el Imperio
Brasileño, sus mercenarios alemanes e italianos, era el que comandaba y dirigía
Justo José de Urquiza, su ‘primera espada’.
Al traicionar éste a su gobierno y su nación,
la Confederación Argentina quedó debilitada casi en su totalidad, sin ejército
poderoso que la sostuviera. Poco podía hacer Oribe, ya anciano y cansado de
tantos y tantos años de guerrear, heroicamente y victorioso, por toda
Sudamérica.
Como le sucedió a Juan Manuel de Rosas en su
derrota en Caseros cuando afirma que “…
si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra
integridad y de nuestro honor es porque mas no hemos podido”. También Oribe se vio en esa situación cuando
debió firmar la Convención Preliminar de Paz, habiendo hecho todo lo posible
para no ser derrotado, pero no estaba a su alcance evitar la derrota. Todo lo
hizo a fin de evitar una masacre que seguramente se produciría de seguir
combatiendo.
Además, había defeccionado el General Ángel
Pacheco pocos días antes de la batalla de ‘Caseros en un hecho poco claro hasta
el día de hoy. Directamente dejó las armas y se fue a su estancia donde se
aisló por completo aduciendo una enfermedad de su hijo, aunque hay
historiadores que dicen que ya hacía un tiempo andaba en tratativas de
abstenerse de luchar contra Brasil y el General Urquiza, siempre indigno de
llevar el uniforme de su país..
Francia no pudo con la Confederación en 1838.
Inglaterra y Francia, unidas, tampoco pudieron,
en 1845.
La tercera sería la vencida, aunados junto al
Brasil y a los traidores Urquiza, Virasoro y Garzón.
Veamos cómo se dieron los hechos según otro
historiador Oriental, que nos da una visión parecida a lo que venimos documentando.
Dice Raúl ITURRIA[205]:
“El Imperio brasileño
mantenía su aspiración de correr límites hacia occidente y en alianza con el
gobierno de la plaza de Montevideo, o sea con los franceses y los unitarios
argentinos, busca el apoyo de Urquiza, dado que no era tarea fácil derrocar a
Rosas.
“La alianza se va
cerrando como un cerco, a Urquiza le acompaña el Gral. Virasoro, Gobernador de
Corrientes y el Jefe Oriental Gral. Eugenio Garzón. Este último gozaba de gran
prestigio alcanzado en su participación en las fuerzas que llevaron la
independencia a Chile, Perú y Ecuador, y luego con una actuación destacada en
Ituzaingó. Rosas no quiso oír los consejos de Oribe, que al enterarse de lo que
se tramaba, le propuso volver a las tierras entrerrianas y atacar al Gobernador.
“El largo período de
gobierno de Rosas, las continuas guerras allá y acá en nuestra tierra, había
generado cansancio, hastío y era preciso cesar en tales confrontaciones.
“El agotamiento por
la guerra alcanzaba a toda la región. Los intereses económicos y geopolíticos
de Entre Ríos colindaban con Buenos Aires y Rosas. {…} Finalmente Urquiza,
compañero de armas de Oribe y sostenedor de Rosas, fue adquiriendo su propia
dimensión y defeccionó, consiguiendo que muchos jefes del Ejercito de Oribe le abandonaran
a éste socavando la moral de tales fuerzas”.
¿Qué podemos sacar en limpio de lo relatado
por el autor?
Primero, que las traiciones de Garzón y
Urquiza se agigantan en la medida de la importancia de los Generales en cuestión.
A mayor cargo, mayor responsabilidad. Garzón luego de las brillantes campañas
independentistas, se alió con el Imperio brasileño, el mismo que, curiosamente,
había combatido con gallardía en Ituzaingó algunos pocos años antes. Urquiza hizo lo mismo.
Reconocemos el hastío de las fuerzas
Federales luego de muchos años de lucha sin lograr la victoria final. Se creyó
que con sólo el sitio de Montevideo se iba a lograr la caída de las fuerzas
Unitarias y pro-brasileñas que allí anidaban, pero no fue así por el sostenido
apoyo de las tropas y barcos franco-inglesas.
Esto significa que el cansancio luego de
tantos años de sitiar Montevideo terminó desgastando a las tropas sitiadoras
que, además, se vieron atenazadas, como ya se dijo, por la retaguardia por las
enormes y cuantiosas tropas de Urquiza y del Brasil, lo que produjo la
deserción de muchos oficiales ‘oribistas’.
El apoyo a Rosas y Oribe por parte de las
provincias fue nominal, verbal con grandilocuentes bandos, pero en lo fáctico
nada hicieron. No mandaron tropas para
enfrentar a la sublevación ‘urquicista’
y sus aliados brasileños.
Tal vez en lo que no estamos de acuerdo con
el autor es que en realidad no chocaban los intereses de Entre Ríos con Buenos
Aires, sino los intereses personales de Urquiza que él imputó a su provincia
para despersonalizarlos.
La protección soberana de la Confederación, a
través de las normas jurídicas que implementó Rosas perjudicaban el contrabando
de ganado y oro que hacía Urquiza y le cortaba sus ingresos personales.
Estudiemos un poco el tema y veremos que la
cuestión económica personal de Urquiza hizo inclinar la balanza de sus
decisiones políticas en contra de su patria. El oro, el ganado, las telas y las
armas jugaban un papel esencial en la movilidad política del Gral. Urquiza y
sus amanuenses de este y del otro lado del río Uruguay.
Lo explicita en
detalle José María ROSA[206] “Entre Ríos había encontrado una mina de oro con el sitio de Montevideo
pues abastecía, en competencia con los saladeros de Río Grande, el consumo de
carne de la plaza. Los negocios del campo se desarrollaron como nunca, corrió
el dinero en gran cantidad, prosperaron las pequeñas ciudades de Ia provincia,
se instalaron casas de comercio, astilleros, saladeros, etc.; hacia 1849 Ia
prosperidad entrerriana se traduce en mejoras edilicias, construcción de
teatros, escuelas, etc.
“El
peculio del gobernador había crecido parejo al de la provincia, tal vez en
mayor proporción. Era el distribuidor de la riqueza entrerriana valiéndole para
aumentar su prestigio económico o político: nadie podía faenar en Ia provincia
sin su autorización, nadie exportar sin el correspondiente visto bueno, y como
era el mayor propietario de haciendas de la provincia y no había tenido los
escrúpulos de Rosas en cerrar sus negocios al llegar al gobierno, la
autorización se daba cuando la copiosa producción de sus estancias no
satisfacía la demanda.
“No era
el comercio de carnes el único rubro del enriquecimiento entrerriano. La
flotilla de balleneras de cabotaje (propiedad en gran parte del gobernador) que
llevaban a Montevideo Ia carne, traían en retorno mercaderías de procedencia
europea reexpedidas a Buenos Aires de inmediato.
“Era un
gran negocio ese de comprar mercaderías europeas en Montevideo, llevarlas a
Entre Ríos y de ahí a Buenos Aires. Entradas como de procedencia interior
eludían las prohibiciones y altos aforos de la ley de aduana porteña. Era un
verdadero contrabando -un verdadero tráfico irregular lo llama Herrera-
perjudicaba a toda la Confederación burlando la ley que protegía producción del
interior.
“La
salida de oro por Entre Ríos formaba un tercer renglón de ganancias poco
claras. Por decreto de Rosas de 1838 se había prohibido la exportación del oro
a fin de mantener una reserva en plaza que sostuviera el valor del peso e
hiciera fáciles las reacciones del mercado.
“La
prohibición era para el puerto de Buenos Aires, y resultaba fácil eludirla
haciendo salir el oro por Entre Ríos: el valor de éste en la Confederación era
más bajo, por la medida prohibitiva que el alcanzado en el extranjero.
“Comprar
por lo tanto oro en Buenos Aires y llevarlo a Entre Ríos (no estaba prohibida
su circulación en el interior de la Confederación), y de allí a Montevideo
donde se lo vendía a buen precio, era también otra fuente copiosa de ganancias
irregulares.
“Si en
la venta de carne entrerriana a Montevideo tenía el gobernador la parte del
león, en los otros dos tráficos irregulares era él solo el beneficiario. Sus
libros de contabilidad lo demuestran. El agente suyo en Buenos Aires para la
venta de mercaderías extranjeras y compra de oro era el catalán Esteban Ranas y
Rubert; el de Montevideo para adquirir las mercaderías y vender el oro y la
carne, otro catalán: Antonio Cuyás y Sampere {…} el que fue Corsario, contrabandista, comerciante,
hacendado, informador de Urquiza, diplomático de Entre Ríos”
Es evidente acá que
las declamadas intenciones constitucionalistas de parte de Urquiza y otros
Unitarios no eran más que un velo oscuro para esconder sus verdaderas
intenciones comerciales, a las cuales Rosas no se oponía, después de todo él
también fue un emprendedor privado, en tanto y en cuanto no perjudicaran a su
patria.
El sistema de
contrabando de Urquiza que lo fue enriqueciendo, era perfecto. Tenía sus
empleados en ambos lados de la frontera con la Banda Oriental y en Buenos Aires
que le manejaban sus intereses comerciales, primero y luego los políticos de
‘correveidiles’.
La diferencia entre
Rosas y Urquiza, como dice el autor, estaba en que Rosas, mientras estuvo en el
gobierno, dejó de lado sus tratos comerciales privados cuando estaban en
colisión con los de la Confederación, a los cuales privilegió.
Todos estos tratos
sinuosos de Urquiza eran bien conocidos por Rosas puesto que se lo informaban
Mansilla, Echagüe, y otros militares y jueces de Paz.
Rosas oscilaba entre
no creer los movimientos de Urquiza a espaldas de su patria, y pensar que a
último momento el sentimiento patrio iba a hacer recular al entrerriano.
Urquiza había
obtenido el apoyo –a regañadientes y no muy convencido- del Gobernador José
Antonio Virasoro, como ya se dijo.
Éste, casi
analfabeto, era fácilmente influenciado por Urquiza que lo manejaba casi a su
antojo, por persuasión o intimidación, como se lee en el testimonio del Dr.
Molinas.
Según ROSA[207] “Virasoro fue arrastrado a una actitud que no deseaba. Existe el
testimonio de un actor de presencia en Concordia, el secretario de Urquiza, Dr.
Nicanor Molinas: «-...se le mandó un chasque al general Cáceres y a mi hermano
Luis, convidándolos para unas para unas carreras
en Concordia. Las carreras eran un pretexto para desorientar a la opinión
pública sobre el objeto de aquella reunión. Allí se arregló la alianza con la
provincia de Corrientes con su gobierno, o
contra su gobierno si este se oponía al Pronunciamiento- (N. Molinas.
‘Apuntes’-Bs.As. 1894, pág.2)
Durante los años 1849
y 1850, mientras el Brasil gestionaba el apoyo de Urquiza para derribar a
Oribe, los brasileños apuntaban a la ‘neutralidad’ de Urquiza. No más.
Las cartas entre los
que conspiraban desde Montevideo y Brasil semblanteaban con desconfianza
–siempre la tuvieron- a Urquiza pues temían que a último momento se desdijera
de su apoyo a la causa (manteniéndose neutral en el conflicto por venir entre
Brasil y Oribe) y se mantuviera fiel a su patria.
Alsina era el nexo
por el cual se iba pergeñando el plan.
El 18 de noviembre de
1850 envió una nota al canciller brasileño Paulino Soares de Souza, en la cual
expresaba su plan: Brasil no iba a atacar a la Confederación Argentina, si bien
esa era la idea final. Porque esto dejaría a los Unitarios de Montevideo y a
todo el arco ‘antirrosista’ como traidores a su nación y quedarían todos
‘en posición muy delicada’ al decir
de Alsina. O sea, había que disimular lo casi indisimulable: la traición a su
patria de esos trasnochados iluministas.
La nota en cuestión
decía “Para mí es muy cierto cada día
que, a poco de hacer, Urquiza será neutral. Rosas, que bien ve venir esto, se
halla desconcertado. No será, por ahora, el primero en declarar la guerra. ¿Por
qué el Brasil, desde que se asegure a Urquiza„ no aprovecharía ese estado de
cosas, haga Francia lo que haga? No tendría que hacer una declaración de guerra
a Rosas ni a nadie, sino dirigirse solo a Oribe, que se ha negado a sus
demandas y a quien no mira a como entidad política; Rosas vendría en auxilio de
Oribe, y desde entonces el sería el primero en obrar contra el Brasil, y éste
en declararle la guerra a él”.
Es muy claro el
planteo de Alsina, ante el acuerdo entre Rosas y Francia que dejaba inerme y
falto de apoyo al gobierno de Montevideo.
Sólo apuntaba, por
entonces, a la neutralidad de Urquiza. No imaginaban el cipayo nativo, ni las
autoridades brasileñas, el grado de traición que éste estaba dispuesto a hacer.
La idea era no
declarar la guerra a Rosas sino atacar a Oribe por considerar que los
Orientales ‘blancos’ atacaban sin piedad a los cuatreros que continuamente
asaltaban las propiedades del norte de la Banda Oriental, algo que negaban las
autoridades brasileñas y a la vez consideraban un atropello que justificaba la
invasión. Este era el argumento falso
del Brasil para invadir la Banda Oriental.
Pero ese era un
subterfugio. El objetivo final era Rosas.
Cuando Rosas saliese
a defender a Oribe, el Brasil junto a Urquiza y Virasoro podrían atacarlo sin
quedar como ofensores. Esto fue lo que finalmente hicieron.
Introspectivamente
José María ROSA[208] se explaya “Supongo -como lo creyó el mismo Rosas- que
Urquiza usó el hecho de la proximidad de la guerra como un arma para hacerse
valer ante el jefe de la Confederación y recobrar sus privilegios comerciales.
Sin el
Ejército de Operaciones, y sin su comandante, la guerra podría decirse perdida
para la Argentina. Rosas bien lo sabía, y de allí que estuviera furioso, como
dice el incognito espía: en momentos mismos de culminar su política con el
aniquilamiento de Brasil, la estorbaban las ambiciones económicas del más
capacitado y más fuerte general de la Confederación.
Urquiza
debió suponer que Rosas le devolvería sus ventajas comerciales para tenerlo
satisfecho y que permaneciera en las filas argentinas. El jefe de la
Confederación no podría arriesgar la victoria un vano escrúpulo legalista; al
fin y al cabo, el precio exigido no era muy alto -un poco de tolerancia con los
negocios fluviales, un poco de vista gorda en los aduaneros-, y retribuido
ampliamente con el triunfo sobre el Imperio y la consolidación en el continente
de la política americanista”.
Las razones de la
apostasía de Urquiza deben verse, por un lado, en que, según él, Rosas con su
política impedía el comercio de oro y ganado por Entre Ríos, que daba pingües
ganancias al Gobernador entrerriano. Una
cuestión eminentemente comercial particular.
Desde Europa llegaba
la mercadería a Montevideo, la pasaban a Entre Ríos como contrabando y llegaba
a Buenos Aires y al interior sin impuestos. Entre Ríos así, se enriquecía día a
día.
Por otro lado,
Urquiza se sentía dolido en su orgullo porque según él se les daba más
importancia a los méritos militares de Pacheco y Oribe que a él mismo, ‘Primera
Espada de la Confederación Argentina’ cuyos éxitos vistieron de gloria a su
nación
Era como un juego de
ajedrez y de apuestas: Brasil apostaba a la neutralidad de Urquiza para tener
manos libres en la Banda Oriental; Rosas pensaba que Urquiza no iba a
traicionar a su patria y que sólo era un ‘toreo’, una amenaza para lograr algo
de él; y el entrerriano arriesgaba, tal vez, a que con el amago de revuelta
finalmente Rosas lo dejaría tranquilo para seguir con sus negocios particulares. Un tema menor al lado del mantenimiento y
fortaleza de la Confederación ante una guerra con el Brasil y la conquista
final de Montevideo por la salida de las tropas francesas luego del acuerdo.
Todos se equivocaban.
Como sigue diciendo
José María ROSA[209] “Si al poner precio a su participación en la guerra Urquiza demostraba
no conocerlo a Rosas, al negar ese precio y confiar en su patriotismo, Rosas
demostró a su vez no conocerlo a Urquiza”.
Exacto, Urquiza no
previó que Rosas no iba a recular ‘ni un
tranco de pollo’ como solía decir el Restaurador. Y éste no previó que el
ansia de gloria personal y codicia de Urquiza iban a estar por encima de su
lealtad a su patria ofendida por el Brasil durante tanto tiempo.
Los brasileños
también dudaban de Urquiza. No podían entender que el primer General de la
Confederación fuera a declararse neutral ante un ataque del Brasil a la Banda
Oriental; ‘neutralidad’ que ya era considerada una traición.
Imagine lo que luego
pensarían cuando Urquiza y Garzón no sólo fueron neutrales, sino que atacaron a
su antiguo compañero de armas Manuel Oribe y a todo el Ejército Federal en la
Banda Oriental, para –con el acuerdo de los brasileños- designar en el ejecutivo
de la Banda Oriental al propio General Garzón que tanto había peleado por la
causa de la Confederación, en la primera Guerra contra el Brasil (Ituzaingó) siendo
compañero de armas del propio Oribe.
Como parte del
acuerdo, concedieron al Brasil todos los reclamos económicos y territoriales
que el Imperio reclamaba (y a los cuales Urquiza y Garzón en su momento como
soldados de la Confederación Argentina, se opusieron firmemente guerreando a
tal fin). Todo impensado en estos momentos de la historia.
Entretanto, los
soldados de Urquiza y Garzón no entendían lo que estaba ocurriendo. Se veían obligados, muy a desgano, a combatir
a quienes habían sido hasta hacía poco tiempo sus hermanos de armas, y asociarse
a los enemigos brasileños a los que habían combatido durante toda la vida, y
repentinamente resultaron ser sus socios en las batallas a quienes debían
subordinarse. Humillante
Ante la duda
brasileña acerca de la actitud que adoptaría Urquiza, lo compelió a que rompiera
relaciones con Rosas en forma pública; que expulsara a Oribe y a los soldados y
oficiales de Rosas; que a través de Garzón (que en aquel momento era una pieza
de segundo orden bajo el mando de Urquiza desde que aquél había traicionado a
Oribe) se comprometiera a entregar –de ‘Juris’-
las Misiones Orientales; “manos libres” en el nuevo Estado Oriental; que reconociera la independencia del
Paraguay; la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay que permitiría al
Brasil ascender y descender desde y hacia el Río de la Plata con sus mercaderías
libremente y sin pagar impuesto.
De este modo, Urquiza
mandaría en la Confederación Argentina y Garzón en el Estado Oriental, puestos
por sus mandantes, los brasileños. Un Estado Oriental supuestamente independiente
que fue sugerido “a dedo” por Urquiza, aprobado por los brasileños y los vasallos
del Imperio del Brasil, sin representación nativa, que medraban hacía años
enquistados y acuartelados en algunas pocas manzanas de la ciudad de Montevideo
(los Ellauri, Herrera y Obes, los Lamas, los Pacheco y Obes, etc.).
Como seguramente
Rosas no iba a abandonar a Oribe, ello haría que la guerra se extendiera hacia
él. Finalmente sucedió como había sido planeado
por las fuerzas brasileñas, las fuerzas unitarias (alrededor de 3.500
emplazadas en Montevideo), las entrerrianas y las correntinas, coaligadas.
El 24 de diciembre de
1850, Nochebuena y vísperas de Navidad, firmaron la alianza, Entre Ríos,
Corrientes, el Gobierno de la Defensa y el Imperio del Brasil.
Dice sobre lo
sucedido José María ROSA[210] “Una sola noticia buena llega a Rio de Janeiro entre tantas
desastrosas. En enero se sabe que Pimenta Bueno ha conseguido la alianza de
Carlos Antonio López; el tratado formal ha sido concluido en Asunción el 24 de
Diciembre. Firmaban Bellegarde por Brasil y Benito Varela por Paraguay. Ambos
países se unían para defender sus respectivas independencias y asegurar su
completa soberanía; la agresión contra uno de ellos sería repelida por los dos en común debiendo
intercambiarse
armas y pertrechos de guerra; los limites se fijarían de común acuerdo por un tratado que tendría
como base el ‘uti-posidetis’ la navegación de los de los ríos interiores seria libre, y
ambos estados se comprometían
a obtener la navegabilidad del Paraguay y el Plata hasta su desembocadura. El tratado es
rigurosamente secreto. Sin embargo ‘El Paraguayo Independiente’ y ‘Comercio del
Plata’’ lo publicaran al
poco tiempo”.
La cuestión de los ‘ríos interiores’ implicaba la navegación común del
río Uruguay para el Estado Oriental y el Brasil. Pero el río Uruguay tenía en sus márgenes a
la Argentina y al Uruguay y solo una pequeña parte de la costa oriental bañaba
tierra brasileña. Asimismo, el Estado Oriental se comprometía a devolver los
esclavos al Brasil, aunque en aquel ya se había abolido la esclavitud. Además,
el Imperio, con su codicia habitual, quería para sí la propiedad de la isla
Martín García.
Lamas, Herrera y Obes eran la punta de lanza de la entrega de la Banda
Oriental a los brasileños que estaban exultantes por la marcha de las
negociaciones con Urquiza.
La idea de Urquiza era la siguiente: si conseguía vencer a Rosas, él
sería el Jefe de la Confederación Argentina ‘devaluada’ ya que iba a ser monitoreada
por el Imperio del Brasil, que sería su ‘patrón’.
Pero si era derrotado por Rosas, Urquiza conformaría con Entre Ríos,
Corrientes y la Banda Oriental, una ‘República de la Mesopotamia’; algo que no
sería mal visto por el Brasil ni por Inglaterra.
Para Lamas, depender de Brasil no era un mal menor, era su obsesión. Quería
que el Emperador Pedro II fuese elegido ‘Protector del Estado Oriental’ y que
éste -de ser posible- pasase a ser un Estado más del Imperio.
El 21 de enero de 1851 le escribió en estos términos al Canciller
Soares de Souza “Creo comprender bien
los intereses de mi país y la alianza estrecha, sincera con el Brasil para el
presente y el Porvenir; es toda mi política a la que ligo mis más caras
esperanzas”
Este pensamiento colonial no era aislado en el campo Unitario, también
Herrera participaba de éste. El 22 de julio de 1851 a Andrés Somellera, (que a
la sazón era el marido de Justa Cané Andrade, viuda de Florencio Varela que fue
asesinado en Montevideo en 1848) le escribió: “Ninguno de nosotros (los países hispanoamericanos) necesitamos
territorio. Necesitamos paz, orden, población, industria, es decir, elementos
de nacionalidad y de fuerza. Pretendiendo aumentos territoriales, hacemos
precisamente lo contrario de lo que debemos y necesitamos.
“Pretendemos aumentar el territorio despoblado y la población atrasada,
y con ella todos los elementos de desorden que produce.
“Nos, enajenamos las alianzas que debemos fundar para dar apoyo a
nuestra organización en vez de cultivarlas. Y obrando así comprometemos el
presente y el porvenir.
“La recuperación de los límites de 1777 es una cuestión de fuerza,
netamente de fuerza.
“empeñándonos ahora en sostener esos derechos, no hacemos más que avivar
una causa de guerra, un embarazo para las alianzas que puedan ayudarnos a
fundar la paz; y de este modo legaremos a las generaciones futuras el derecho
intacto, si, pero sin la fuerza de hacerlo valer. Les legaremos preocupaciones
y miserias”
Este compendio de errores gravísimos en el pensamiento político es
sinónimo de la ideología malsana del Unitarismo y del liberalismo consecuente.
Pareciera ser que para los Unitarios como Herrera la extensión
territorial era contraproducente para el crecimiento. Pero no lo veían de ese
modo cuando se hablaba del Brasil, sus socios.
¿Cómo no se daban cuenta que aquello que imputaban como malsano para
poblar, para el crecimiento de la industria, para el orden de una sociedad no
era válido para nosotros, pero sí era válido para el Imperio del Brasil? En otros términos, si era válido para el
Brasil por qué no lo consideraban válido para la Banda Oriental o para la
Confederación Argentina toda.?
Está claro que esta contradicción era muy evidente hasta para un
neófito. Lo que nos lleva a pensar que estos intelectuales Unitarios como
Lamas, Herrera, Sarmiento, Mitre y Alberdi, “la extensión territorial es lo
malo para el progreso” sabían bien el daño que producían con su ideología
para nuestra nación; todo para favorecer sus bolsillos a costa de nuestra
integridad soberana. Deleznable.
Ellos escribieron la historia, tan alejada de la realidad que es una
llana falsificación. Tienen monumentos, plazas, calles, ciudades que llevan sus
nombres. Esa “historia” vigente en la educación
durante décadas nos sigue sometiendo y quitando toda soberanía. ¿Hasta cuándo?
Hasta que, como decía José Hernández en su ‘Martín Fierro’, “Un criollo
venga a mandar”.
Del mismo modo José Maria ROSA[211] prácticamente
exclama que lo dicho por Herrera son “Expresiones que eran la síntesis del
pensamiento de los suyos, los ‘colorados’ Orientales y los salvajes Unitarios
argentinos, europeizantes y civilizados antes que Orientales y argentinos: el
partido de las ‘luces’ que confundió la Patria con la Civilización escrita con
mayúscula.
Para que la tierra, si esta engendraba «elementos de desorden”, hijos
espurios, ¿barbaros de chiripa? ¿Valía acaso tanto como la protección de un
Imperio organizado?
Solamente una ‘población atrasada’ darían a los países hermanos los
límites de 1777. ¿No era acaso ventajoso enajenarlos a Brasil de una buena vez,
sacando por ello la seguridad de una amistad y la certidumbre de no legar a los
hijos preocupaciones y miserias?
Sin perjuicio, es claro, de guardar las apariencias. Lo había aconsejado
Lamas en 1849, cuando ofrecía las fronteras al Vizconde de Olinda a cambio de
la garantía del empréstito de Buschental.
Una cosa era ellos, libres de tontos prejuicios, y otra ‘nuestros
paisanos que están un poco atrás de nosotros’.
Que recordara Lamas sus palabras de 1849: «Cuando todo se olvide, quedará
Ia parte fea del negocio, y Ud. negociador será el Blanco de las
diatribas’. Mejor era no hacer nada
definitivo: solamente preparar las cocas para que otros cargaran con la
impopularidad”.
En todo este tiempo,
Rosas no se quedaba quieto: tenía espías que le informaban de todo lo que
pasaba. Por ejemplo, el Encargado de Negocios de Portugal en el Janeiro, de
apellido Leite; el propio Southtern recién llegado en 1851 como encargado de
negocios de Inglaterra que lo admiraba; una empleada de confianza de Andrés
Lamas en Montevideo que era asalariada de Guido.
Además, por instrucciones
puntuales de Rosas, los embajadores Manuel Moreno en Inglaterra, Manuel de
Sarratea en Francia y Carlos María de Alvear en Estados Unidos, libraban
verdaderas batallas diplomáticas en aquellos países replicando las agresiones
Unitarias y las franco-inglesas. Pagaban
costosas publicaciones en diarios de esas naciones, como propaganda a favor de
la Confederación Argentina poniendo a la vista los logros comerciales,
económicos del Gobierno.
Se sumaban a todos
ellos los republicanos ‘farrapos’ que intentaban separarse del Imperio y
pasaban información al Restaurador.
El 21 de febrero de 1851,
“llegan comunicaciones reservadas de un
agente secreto de Urquiza, que resultó ser el siempre intrigante catalán
comerciante Cuyás y Sampere que visitó al Encargado de Negocios brasileño Silva
Pontes, para tratar las condiciones de un
pase del general argentino del Ejercito de Operaciones, que ofrecía plegarse al imperio con todas las tropas. Paulino le da el 11 de Marzo las instrucciones
necesarias y llega un entendimiento reservado. En abril estará convenido y
garantizado el pase del general enemigo. En mayo se hace público el Pronunciamiento
la alianza comprometedora”.[212]
Brasil podía respirar
aliviado. Lo que era una segura hecatombe terminaba siendo, casi por vía del
milagro, un triunfo completo de la diplomacia brasileña.
Es que para los
brasileños con mentalidad patriótica sería impensado que un militar, sobre todo
de altísimo rango, pasase, con todas sus tropas y víveres, a luchar codo a codo
con sus enemigos extranjeros, como lo hizo en la Argentina el fenicio de
Urquiza.
En el fondo Urquiza
no era Federal ni Unitario; solo peleaba, con mentalidad mercenaria, para sus
propios fines, al lado de aquellos que apuntalaran sus negocios privados y le
permitieran enriquecerse sin límites. Algo parecido al General Oriental
Fructuoso Rivera.
Paulino Soares de
Souza le escribió a Schwarzenberg para que éste le transmitiera a Francisco
José de Austria, primo del Emperador Pedro II, que todo estaba tranquilo, la
suerte que había corrido el Emperador y lo que hubiese sucedido si Rosas
enfrentara al Brasil con todas sus fuerzas militares y económicas.
“Si el
Brasil dejase a Rosas fortalecerse con la absorción de Uruguay, del Paraguay y
de la Provincia boliviana de Tarija, entonces sí que su posición sería difícil.
Más impidiendo al Dictador fortalecerse con esos territorios y atacándole
ahora, el Brasil no iba a declarar la guerra a Rosas... Pero cuenta para esta
empresa con los gobernadores de Entre Ríos, Corrientes, y con el general
uruguayo Garzón”.[213]
Aquí el brasileño
diplomático condensó en muy pocas palabras toda la diplomacia brasileña, de
ayer y de siempre: en lo posible, utilizar a terceros para lograr sus metas;
como en los casos de Urquiza por Entre Ríos, Virasoro por Corrientes y Garzón
por la Banda Oriental.
Siempre hay –para los
brasileños- algún bolsillo nativo que llenar para sus conquistas territoriales
y económicas. Todo aprendido de sus maestros, los ingleses.
Veamos lo que dice el Oriental Luis Alberto LACALLE
HERRERA[214] en
una síntesis perfecta de lo sucedido que otros autores se manifiestan en el
mismo sentido: “Esta situación congelada
alrededor de la Defensa y Montevideo se iba a destrabar, una vez más, en
función de la influencia extranjera en nuestros asuntos. El Imperio del Brasil
no había sido un protagonista principal de la contienda, manteniendo su política
de presionar en la frontera.
“De este lado, es Andrés Lamas, de
triste memoria pera nuestra patria, quien logra un movimiento decisivo para
desenlace cual es lograr la intervención directa del Brasil, a precio de usura,
como lo demostrarían los otros tratados de 1851. Del otro lado, de la
Argentina, Justo José de Urquiza rompió con Rosas y se sumó a la operación de
tenaza que iba a apretar al Uruguay al gobierno de Oribe.
“Invadido de dos lados el gobierno
de Oribe intentó resistir, pero no había ya ánimo para más lucha después de
tantos años”.
Estos conceptos son compartidos por el historiador
Raúl Iturria, como veremos más adelante, pero quisiéramos agregar algo a lo que
dice Lacalle Herrera.
No fue solamente el cansancio de Oribe y sus tropas,
que lo hubo sin dudas. Porque las otras tropas a las que enfrentaba también
estaban cansadas de tantos años de lucha, no sólo las de la Defensa de
Montevideo, Unitarios, franceses, ingleses, italianos, etc. También las del traidor de Urquiza y las de Garzón.
Todos estaban cansados de la lucha.
También tuvo que ver en la decisión de ‘arriar las banderas’ el hecho de
que Oribe se había quedado sólo con 8.500 soldados aproximadamente ya que
muchos de sus oficiales y sus tropas se sumaban al bando de Urquiza.
Es más que evidente que hubo de parte de Oribe y sus
generales un error de estrategia al quedarse sitiando a Montevideo sin atacarla
para evitar muchas muertes. Seguramente
pensaban que la caída de la ciudad se iba a dar por decantación, sobre todo porque
muchos civiles y militares de la ciudadela desertaban y se incorporaban a las
fuerzas Federales y a la vida del Cerrito.
Pero no contemplaron que mientras estuvieran los
franceses e ingleses desde el río brindando vituallas, armas, municiones y
soldados, los habitantes de Montevideo –de distintas nacionalidades como una
enorme Babel- iban a sostener la defensa por mucho tiempo. El razonamiento de
Oribe era como querer llenar un balde con agua con un agujero en su base. Nunca
se iba a llenar.
Repetimos que evidentemente hubo errores estratégicos
de Oribe en esa espera en aras de un triunfo por decantación por el simple paso
del tiempo.
Oribe creyó que el mero paso del tiempo le sería
favorable, pero terminó jugándole en contra y le costó la derrota sin llegar a
luchar por el cansancio que provocó por la larga espera, por su enfermedad
(tuberculosis) y por el hastío de sus tropas, que llevó a muchos de sus
oficiales a pasarse a las filas de Urquiza. Muchos años de luchas y estando a un paso de
lograrlo, la pasividad y la inactividad de Oribe lo impidieron.
La edad de Oribe, que en ese entonces tenía 60 años, coadyuvaba
a las dificultades del triunfo. Su enfermedad
no fue la única razón.
Antes de entrar en el territorio Oriental, producido
el famoso ‘Pronunciamiento’, Urquiza lo invitó a conversar a fin encontrar una
solución pacífica. La mayoría de los jefes y oficiales, en forma traicionera y
sibilinamente, lo compelieron a aceptar, pero Oribe se rehusó, fiel a los
compromisos acordados con Rosas y sabiendo que ese ‘acuerdo’ significaría el
fin de la independencia de su tierra en manos de banqueros, agiotistas, y
comerciantes de toda laya.
De este modo, y en medio del apogeo, la conjunción de
todos estos factores en contra hizo que, para las casi triunfantes fuerzas
patrióticas, todo se desmoronara como un castillo de naipes.
Urdida durante mucho tiempo la trama
entre brasileños, unitarios de ambas márgenes del Río de La Plata, y los
banqueros de Montevideo, del Brasil y de Europa, los acontecimientos se
precipitaron cuando Urquiza se declaró frontalmente en rebelión contra Rosas.
Las bases del acuerdo tenían como
norte que Garzón fuese el jefe militar en la Banda Oriental y que Urquiza lo
fuera en la Banda Occidental. Como Francia tenía ocupada la isla Martín García
desde 1845, Brasil tendría la posesión y serviría de nexo para proteger la
comercialización de ganado y oro que manejaba Urquiza para su provecho,
manteniendo la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay.
Luego de obtenida, en su momento, la
neutralidad paraguaya, era tiempo de sumarlos directamente a la lucha.
Con dicho objeto el secretario de
Urquiza, Molinas viajó al Paraguay para entrevistarse con Carlos Antonio López.
Le dijo que se reconocería la
independencia del Paraguay por la cooperación que había prestado a la
organización de la Confederación Argentina, y se le daría dinero, armas, etc.
Pero López le enrostró que la
independencia del Paraguay no dependía previamente de la organización de la
Confederación Argentina, ni podía comprarse con dinero.
Además, Paraguay como república
soberana no podía tratar de igual a igual con gobernadores de provincias
argentinas sin que previamente Entre Ríos y Corrientes declararan formalmente
su independencia. López se consideraba un presidente y Urquiza y Virasoro eran simples
gobernadores.
López dijo no importarle quien era
el presidente de la Confederación; si Rosas, Urquiza o quien fuere. Y que el
modo de organizarse de la Confederación, de la que Paraguay no formaba parte,
era algo indistinto para su patria, por lo que las pretensiones de alianza
estaban fuera de lugar. Así prontamente despachó al compungido Molinas.
Se daban por aceptados los reclamos
de derecho que hacía Brasil sobre los territorios que ocupaba desde 1801 al
norte de la Banda Oriental (Misiones Orientales), a cambio de las ventajas
comerciales personales de Urquiza.
En abril se conoció definitivamente
la traición de Justo José de Urquiza, Eugenio Garzón, Servando Gómez y el hijo
de Urquiza, Diógenes, que se fue rápidamente a Montevideo. Se sumaron a la
conspiración los correntinos Valentín Virasoro, Genaro Berón de Astrada y Pedro
Ferré.
Lamentable la decisión de Ferré,
puesto que en su momento había coincidido con los conceptos del Federalismo y
con el Brig. Gral. Rosas, pero los decursos de los hechos los llevaron por
caminos distintos.
Dice
al respecto José María Rosa[215]
“Pocas veces pueden encontrarse personalidades tan opuestas como la de Rosas
y la de Ferré, pero pocas veces también tan notables coincidencias. Ambos
iniciadores del Pacto Federal divergen tanto en rasgos físicos como en
condiciones de carácter. Aquél tenía en la sangre la paciencia y el respeto a
la jerarquía de los castellanos; éste, nacido en hogar catalán, la
independencia y el amor propio de los suyos. Pero son distintos, sobre todo,
sus tipos políticos: el estanciero de Buenos Aires es un caudillo nato que sabe
identificarse con la multitud y expresar sus deseos e ideales; el carpintero de
ribera correntino no tiene ni podrá tener jamás partidarios entusiastas; es
solamente el primero, por su capacidad y honestidad, en la pequeña oligarquía
provinciana”.
Servando Gómez era íntimo amigo y
camarada de armas de Urquiza. Durante muchísimos años combatieron codo a codo
en las filas de la Confederación Argentina y le era totalmente fiel a su mando.
A Urquiza no le costó mucho atraerlo a sus filas, como a Garzón, y a casi la
totalidad de los oficiales de Oribe, quien prefería rendirse a Urquiza a ser
vencidos y muertos en manos de los ejércitos Imperiales.
El cansancio de tantos años de lucha
y el hecho de que las filas ‘urquicistas’
estuvieran formadas por los mismos camaradas que hasta no hacía mucho tiempo
luchaban de su lado, hicieron mella en los soldados.
Si agregamos lo que se dijo respecto
a la salud deteriorada de Oribe, tendremos un cuadro de la situación en el
campo de los sitiadores.
El hermano de Justo José de Urquiza,
Juan José permaneció leal a su patria y a la Confederación Argentina
aconsejándole a Justo que guardara bien sus bienes pues si fallaba en lo que
estaba haciendo tendría que exiliarse sin un peso.
Hilario Lagos, sabedor de la traición
del Gral. Urquiza, renunció y se fue a Buenos Aires a ponerse a las órdenes de
Rosas.
El pueblo correntino y el entrerriano
junto a los soldados estaban absortos y confundidos porque cuando estaban
preparándose para atacar al Brasil fueron mandados a luchar contra su propio
gobierno y contra Rosas a quien adoraban.
El pueblo y los soldados desconocían
los vericuetos, las idas y venidas políticas de los altos hombres que dirigían
a sus provincias mesopotámicas y siguieron a Urquiza y Virasoro, con resquemor
y muchas dudas.
Rosas creyó que Urquiza no
defeccionaría. Calculó mal.
Urquiza rompió el Pacto Federal y
separó ilegalmente a Entre Ríos y Corrientes de la Confederación Argentina, que
no era una alianza entre provincias. El
Pacto Federal era un acto constituyente, irrevocable puesto que como dice ROSA[216]
“En una Alianza la soberanía permanece en
los Estados contratantes; en una Confederación, la soberanía está en el Estado
formado por la Unión Federal {Y Urquiza} dejaba de ser argentino y ahora
pertenecería, con su parque, armas, cañones, etc., a un ficticio ‘Estado de
Entre Ríos’, aliado del imperio en su guerra contra la Confederación Argentina”
Urquiza, sabedor de
su felonía, intentaría que la historia no lo juzgue, por eso en una carta que Soares
de Souza le escribió a Silva Pontes el 22 de abril de 1851 le dijo que el
procedimiento en estos ‘negocios’ (sic) debe ser coherente y seguros y que “nosotros figuremos, en esta cuestión,
contra Oribe y no contra Rosas –al menos por ahora- aun cuando el resultado,
hostilizar a Oribe sea lo mismo que hostilizar a Rosas”.
Es decir, tirar la
piedra y esconder la mano, la diplomacia brasileña de siempre. Urquiza cargaría
con el peso de la historia como perjuro.
En 1851, las acciones
volvieron a resurgir en la Banda Oriental y parecía un seguro triunfo Federal
frente al Unitarismo encerrado en Montevideo con el fenecido apoyo de los
franceses Pero el Gobierno de la Defensa montevideano rubricó una alianza con
los brasileños y con el gobernador de Entre Ríos, Urquiza, hecho ya comentado
en páginas anteriores. Urquiza, de esta manera rompió sus relaciones con Rosas,
con su gobierno y con su país.
Como siempre las
‘figuritas’ del lado del Gobierno de la Defensa fueron los mismos: José Ellauri,
Melchor Pacheco y Obes, el Canciller Manuel Pacheco y Obes, el embajador en Brasil,
Andrés Lamas, sumados a ellos, los argentinos Gral. José María Paz, Gral.
Gregorio Aráoz de Lamadrid, los civiles de siempre Valentín Alsina, José Rivera
Indarte, Hilario Ascasubi y Francisco Acuña de Figueroa, entre otros.
El 3 de abril de 1851
Urquiza rompió con Rosas y el 29 de mayo se firmó en Montevideo los famosos
–por lo ignominiosos- 5 tratados de paz
entre el Imperio del Brasil, Entre Ríos y el Gobierno de Montevideo, (firmaron
Da Silva Pontes, Cuyás y Sampere y Manuel Herrera y Obes, respectivamente), por
los cuales la Banda Oriental cedía totalmente su soberanía a manos del Brasil
que pasaba, de este modo, a manejar la política de los Orientales.
En su texto, los
firmantes también acordaban “hacer salir del Uruguay al general don Manuel
Oribe y a las fuerzas argentinas que manda”, y establecían que cualquier acto
del gobierno argentino en contra de este propósito lo convertiría en enemigo de
la coalición. El ejército oriental se
colocaba bajo el mando del general Eugenio Garzón.
Dentro del Imperio
había algunas pocas voces que consideraban un error lo que estaba haciendo su
gobierno, porque elogiaban la figura americana de Rosas, como el senador
Hollanda Cavalcanti y Manuel Assis Mascarenhas, apuntaban que el deshonor del
Imperio se veía derramando oro para corromper a funcionarios y militares rosistas
y que la guerra, en caso de haberla, debía hacerse de frente y lealmente.
El emperador Pedro II
accedió a la alianza con un general rebelde como Urquiza, siempre que éste
fuese considerado un mero auxiliar del Imperio.
Pedro II despreciaba
a los traidores como Urquiza, pero aceptaba su traición porque lo que había
hecho se beneficiaba el Brasil. Hasta ahí llegaba el Emperador; no más.
En Buenos Aires se
sucedían las aclamaciones y actos de desagravio a Rosas con ¡vívas! a la patria
y a Rosas y ¡mueras! a Urquiza, Virasoro y los Imperiales.
Urquiza intentó,
vanamente, atraer a sus filas a Ignacio Oribe para que luchara, no solo contra
la Confederación sino también contra su propio hermano.
La síntesis de lo que
se sentía por Urquiza la da Ignacio Oribe, hermano de Manuel que por años luchó
al lado de Urquiza, en una carta que le escribió el 9 de junio de 1851. Notesé
la incredulidad y a la vez, la furia contenida de Oribe
“¿Cómo
ha podido la aberración de sentimientos dar cabida a una deserción tan
injustificada abandonando el puesto que la confianza del General Rosas, los
deberes… para con su Patria y el respeto a
su posición, le habían dado en circunstancias tan críticas? Nada menos que cuando el porvenir de un
Nuevo Mundo está cifrado en la
solución que hayan de tener los asuntos pendientes con nuestras repúblicas. Ud.
corre, tránsfuga de nuestras glorias, a alimentar esperanzas en un
círculo imbécil y malvado; ofrece cooperar
para destruir las combinaciones de que era participe entre algunos argentinos y Orientales; halaga a los paraguayos
infieles a sus deberes; y lo que es peor, general, lo hace cuando la
concurrencia de miles de bayonetas
imperiales llama la atención sobre sobre la frontera... ¿Y quiere usted, general Urquiza, que yo no desenvaine mi espada
contra tan inicuos y horrendos crímenes?
¿Risueño, cree que ha llegado la ocasión de su celebridad?
Permítame usted que no le haga cumplidos por su pronunciamiento. Y
persuádase de la mejor disposición en que se halla de cumplir con su deber el
General Ignacio Oribe”.
Fuerte y precisa
contestación a los sondeos de Urquiza y a su pronunciamiento con el cual
clavaba una daga en la espalda de su patria.
Como ya se dijo,
el 19 de julio de 1851 Uruguay
fue invadido por Urquiza, que cruzó el río Uruguay por Paysandú y por Garzón, que
cruzó el mismo río a la altura de Concordia. En Paysandú, se
sumaron a Urquiza Servando Gómez, Lucas Píriz y otros
oficiales ‘oribistas’, hartos de
aquella guerra interminable y
previstos de su resultado.
Ignacio Oribe, que
rechazó indignado una oferta para pasarse de bando y le envió una carta a
Urquiza reprendiéndolo (ver arriba), pretendió presentar batalla a los
invasores, pero sufrió la deserción en masa de sus tropas y oficiales.
Manuel Oribe, dejó
6.000 hombres en el sitio y al frente de 3.000 se dirigió hacia donde estaba Urquiza,
uniendo sus fuerzas con las que le quedaban a su hermano Ignacio Oribe.
El 4 de septiembre, 13.000 brasileños
ingresaron por Santa Ana y Oribe comprendió que no tenía posibilidad alguna de
resistir. Envió ante Urquiza a Lucas Moreno con instrucciones de llegar a un
acuerdo y se retiró al Gobierno del Cerrito.
Recordemos que en los
acuerdos firmados entre la Confederación y el Imperio del Brasil, con la
anuencia de Gran Bretaña, se había especificado que se requerían 6 de meses de
anticipación para declarar la guerra de cualquiera de las dos partes entre sí.
En este caso, Brasil no atacaba formalmente a la Confederación sino a Oribe, y
como Rosas se había comprometido a defenderlo si era atacado, resultó que él
quedó como agresor. La acción contra Oribe representaba, se podría decir, un
acto teatral, el objetivo era Rosas.
Recapitulemos: la
diplomacia brasileña dio un golpe perfecto. Sin necesidad de declarar la guerra
a Rosas le daban una estacada mortal en forma indirecta porque acabaron con
todo el ejercito que estaba en la Banda Oriental y con Oribe. Tal como se suponía, Rosas iba a ser fiel a
sus compromisos con Oribe y seguramente le declararía la guerra al Brasil. Y
eso fue lo que sucedió. El 18 de agosto de 1851, Brasil quedó formalmente como
nación agredida y no como agresor.
La mayoría de los
jefes ‘oribistas’ (entre ellos Servando Gómez) se pasaron a las filas de
sus antiguos jefes Federales, Urquiza y Garzón, a los cuales conocían de años
de camaradería.
Estaban cansados de
tantos años de guerra inconclusa. Los hermanos Manuel e Ignacio Oribe se
quedaron prácticamente sin oficiales ni soldados.
De tal manera, después
de una larga negociación, el 8 de octubre de 1851 se
vieron obligados a firmar el acuerdo que ponía fin a la Guerra Grande (El
Tratado de Pantanoso).
Según el mismo, el
Uruguay quedaba bajo el control del Gobierno de la Defensa, pero finalmente se
designaría a Garzón (‘blanco’) como presidente en un acuerdo entre todas las
partes involucradas.
A los pocos días, Andrés
Lamas suscribía los famosos 5 Tratados con el Imperio del Brasil por el cual la
Banda Oriental terminaba siendo un satélite político y comercial brasileño.
Precio que pagaba la llamada ‘Nueva Troya’ para desembarazase de Oribe y Rosas.
La astucia
diplomática del Brasil en su mejor triunfo: sin disparar un tiro y con tratados
ya firmados quedaba prácticamente con toda la Banda Oriental a su disposición
para engrosar sus arcas y extender su territorio
Si bien antes de esta
lucha Montevideo se mantenía como única base de operaciones comerciales
europeas, siendo lisa y llanamente un bastión colonial de Francia e Inglaterra,
con el triunfo coaligado del Brasil, el converso Urquiza y todos los Unitarios,
podía decirse que toda la Banda Oriental había sido enajenada a la Banca
internacional y a los intereses depredadores europeos.
Inglaterra era
antibelicista y no permitía que el gobierno de Rosas cayese, pues la
tranquilidad existente en las tierras de la Confederación ayudaba al
crecimiento comercial de la colectividad inglesa en nuestras tierras. Una guerra entre Brasil y la Confederación
Argentina alteraría el ‘status-quo’
que permitía el desarrollo de sus compatriotas.
Por esta razón debió dar un giro de 180ª grados.
Lord Palmerston le
‘soltó la mano’ a Rosas pues calculó, agudamente, que su caída era previsible y
que, ‘mutatis-mutandi’, el Brasil pasaría a ser el punto comercial con
el que trataría Inglaterra de ahí en más.
En tal sentido hay
una carta de Herrera al converso Eugenio Garzón del 28 de agosto de 1851 que
aclara más el punto.
“Sin embargo, Lord
Palmerston, con su sagacidad y perspicacia características, comprendió la
verdad del suceso y los motivos de ignorancia en que estaban sus agentes y
llevó a Considerar dicha nota de Southern, pidiendo una resolución pronta y
decisiva. El Consejo después de haber oído al Lord y tornado conocimiento de
todo lo que sucedía, decidió que el Brasil estaba en s perfecto derecho de que
cesase el gobierno del General Rosas, que así se comunicase a los agentes
ingleses en las dos repúblicas del Plata, para que conservasen la más estricta
neutralidad en todos sus procedentes. Esas órdenes, son las que han venido a
Southern por el último paquete...".
Quedan evidenciadas
las intenciones de Palmerston en ese sentido al trasladar a Southern, que
apoyaba la política de Rosas, a Rio de Janeiro.
La política de
Inglaterra era la de siempre, pragmática: “Inglaterra
no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes; tiene intereses
permanentes”, como le gustaba decir a Lord Palmerston. De modo tal que dejó
de apoyar al Restaurador y su gobierno y permitió que Brasil derrotara a Oribe
primero y luego a Rosas.
José María ROSA[217] lo explica en estos
términos y ensaya algunas interpretaciones respecto a la actitud de los
británicos: “La nueva situación variaría
la actitud antibelicista adoptada por Inglaterra. Una guerra larga habría
perjudicado su comercio, pues la superioridad marítima brasileña hubiera
permitido el bloqueo del puerto de Buenos Aires. Pero una lucha breve que daría
con Rosas rápidamente por tierra era otra cosa; significaba el triunfo
indirecto de la vieja política inglesa en América: librecambio, libre
navegación de los ríos, imposibilidad definitiva de unificar los pequeños
países.
Aquello
no conseguido en 1845 con la escuadra de Inglefield podía obtenerse en 1851 con
las armas brasileñas y la sangre entrerriana. Palmerston, resignado un momento
ante el «hecho Rosas›, ye complacido la derrota del Gran Americano.
No
comprendió el pensamiento de su canciller el entusiasta Southern, constante en
su admiración hacia Rosas; tal vez no interpretó {Southtern} que la agresividad
británica hacia Brasil había cesado con el tráfico {de esclavos}; tal vez creyó
que el orden interno argentino, que beneficiaba a los ingleses, concluiría con
la caída de Rosas; o quizá lo movió su adhesión personal hacia el gobernante
argentino. Lo cierto es que se interesó ante Palmerston para que Inglaterra
impidiera la intervención de Brasil y dejase a Rosas entenderse a solas con
Urquiza”.
No fue oído.
Habiéndose conjugado
todos los elementos que explicamos para la casi inacción de Oribe, éste
finalmente capituló. No podemos llamarlo
Tratado de Paz cuando uno firma algo con una pistola en la nuca porque, como
alguien dijo alguna vez, toda negociación equilibrada requiere hacerla desde
una posición de fuerza, de lo contrario es una simple rendición.
Luego de la rendición maquillada se firmaron
los vergonzosos e irónicos Tratados de Paz entre Urquiza y el Brasil (el Tratado
de Pantanoso del 8 al 10 de octubre de 1851). Cuando los ratificaron el Gobierno de la
Defensa de Montevideo, los Unitarios y los Orientales ‘abrasilerados’, se enajenó parte del territorio Oriental (casi un
50%), absorbiendo este gobierno, en nombre de toda la Banda Oriental,
obligaciones económicas en favor del Imperio del Brasil.
Nunca debe de olvidarse que la enajenación
del territorio se produjo sin intervención de funcionario Oriental alguno, pues
fue un acuerdo entre los brasileños y Urquiza. Las ratificaciones de los
Orientales de la llamada Defensa de Montevideo se hicieron después y con todo
bastante ya acordado.
La Guerra Grande fue un desastre tanto para
el Uruguay como para la Argentina; la economía del país quedó
en ruinas, los odios partidarios se hicieron irreversibles y Uruguay quedó
enajenado, empequeñecido y sometido al Imperio del Brasil.
El final todos los
conocemos, un Urquiza victorioso desfilando por Montevideo con mala cara
(¿dándose cuenta de su execrable error?) Mintiendo en el horario del desfile
victorioso de Brasileños, orientales, correntinos, franceses, ingleses y
mercenarios alemanes. Mitre desfilando como oficial Oriental y escarapela
extranjera, por otro lado, o en el mismo, Sarmiento como ‘boletinero’ del ejército, vestido de uniforme francés.
Entre impíos a la
patria, inclusive, una pequeña disputa de manejos obliga a don Faustino
escribir sobre Urquiza y los cien mil duros mensuales que recibirá el
gobernador litoraleño por parte del Brasil. Evidenciando que " los millones con que hemos tenido que
comprarlo para derrocar a Rosas"-- fueron otra de las tantas y
evidentes traiciones que los ‘logistas’
tuvieron a mano para entregar al extranjero la patria del Restaurador y todo el
pueblo de la Federación.
Con visión concordante el historiador y
escritor Oriental Jorge PELFORT[218] dice –y muy documentado- que el acuerdo del 8
de Octubre de 1851 entre Urquiza y Oribe (antecedente necesario de la batalla
de ‘Caseros’) no fue un acuerdo de paz por el cual se ponía fin a la llamada
Guerra Grande, sino lisa y llanamente un acta de rendición del caudillo
Oriental, engañado tal vez ingenuamente, con las promesas de Urquiza. Promesas
que éste no cumplió (era de esperar habida cuenta su historia permanente de
traiciones). Veamos.
Este autor, comentando lo que transcribe la
Profesora Elisa Silva Cazet. en su artículo “Oribe. Contribución al estudio de su vida”, “El 8 de octubre comunicó (Garzón, segundo de Urquiza) al
gobierno de Montevideo y al encargado de
negocios del Imperio Del Brasil, que había tenido lugar el sometimiento de las fuerzas orientales”.
(La ‘negrita’ nos pertenece)
¿Cómo? ¿No era un acuerdo mutuo? ¿O era una
capitulación lisa y llana?, Garzón, otro oficial muy importante de la
Confederación Argentina que defeccionó junto a Urquiza.
Lo que parecía ser una ‘conciliación’ de
intereses, luego de la firma del acuerdo (de 6 cláusulas) y depuestas las armas
por Oribe y el Ejercito de la Confederación en la parte Oriental a su mando,
sin consulta previa Urquiza y los unitarios de Montevideo hicieron un ‘acuerdo’ (sic) ‘supletorio’ (resic) borrando todo lo acordado salvo un par de cláusulas.
De este modo quedó en evidencia el sometimiento de Oribe, ya sin armas.
Esta cláusula borrada, por pedido del propio
Oriental unitario Manuel Herrera y Obes con la ayuda de Andrés Lamas, decía que
Urquiza se obligaba a usar sus buenos oficios para que el Imperio del Brasil no
presentara reclamación alguna a la Banda Oriental hasta 6 meses después de restablecido
el gobierno constitucional.
Eliminada dicha cláusula insólitamente y por
arte de ‘birlibirloque’, Montevideo,
todos los unitarios y principalmente el Imperio del Brasil obtuvieron una
victoria casi sin disparar una bala. Oribe ya estaba desarmado y poco podía
hacer.
De tal modo, el tratado final dictado por los
vencedores se presentó públicamente el día 10, con los agregados y
modificaciones hechas en forma unilateral por los brasileños y por los
Orientales de Montevideo.
El 11 de octubre de 1851, lo firmó Oribe,
como ya se dijo, cansado, agotado, viejo; sin ningún arma con que oponerse y
sin el apoyo de sus oficiales. A pesar de que sus partidarios de siempre rechazaban
el acuerdo, ya nada podían hacer al respecto por aquel entonces.
Finaliza diciendo PELFORT[219] “Resumamos cronológicamente los hechos relacionados con la llamada “paz
de Octubre”, acontecidos en esos dramáticos 7 días:
7 de octubre: Firma
del Tratado de Paz “sin vencidos ni vencedores” entre Urquiza y Oribe. Éste
entrega las armas.
(Se
comunicó el cese del Gobierno del Cerrito en ocasión de celebrarse el primer
Pacto de Oribe con Urquiza, que fuera luego rechazado por el gobierno de la
Defensa de Montevideo, generando el texto final del 8 de octubre, que
proclamaba el conocido “sin vencidos ni vencedores”, pero que permitió a su
vez, luego de negociaciones, la pérdida de gran parte del territorio a manos de
los brasileños).
8 de octubre: Rechazo
del tratado por la Defensa (puntapié a la mesa).
9 de octubre:
Elaboración del Tratado sustitutivo por la defensa.
10 de octubre:
Presentación del mismo.
11 de octubre: Firma
de Oribe.
12 de octubre: En Río
firma Andrés Lamas cinco cheques en blanco -prácticamente- ante el Imperio.
13 de octubre: El
nuevo presidente de la República, don Joaquín Suárez, firma el Tratado de paz
DEFINITIVO que entra así en vigencia EN ESTA FECHA Y NO CINCO DÍAS ATRÁS.
¿Hasta cuándo pues,
el gastado sonsonete de que el 8 de octubre simboliza esa paz definitiva, entre
orientales, que TODOS debemos reverenciar?”
Luego de ello llega el ominoso acuerdo entre
los aliados del 21 de noviembre de 1851.
*
Se preparaba entonces la guerra contra Rosas.
La hábil diplomacia brasileña abrió sus bolsillos ante el pedido casi extorsivo
de Urquiza: quería más dinero del Brasil para emprender la marcha hacia Buenos
Aires. La suma era de 100.000 patacones por mes, una fortuna para la época, mes
más armas, municiones, etc.
A cambio de ello, la guerra la harían
solamente Entre Ríos y Corrientes, y los brasileños aparecerían como
‘auxiliares’ del entrerriano, algo que por supuesto no era cierto. Las misiones Orientales quedaban -de ‘juris’-
definitivamente en manos del Brasil y se cedió la soberanía de los ríos.
Entretanto, el Paraguay mantenía su
neutralidad. ‘Neutralidad’ que le costaría cara al Mariscal López que perdería
más de una generación de su país en la Guerra de la Triple Alianza.
No se entiende por qué López no salió en
defensa de Oribe cuando fue atacado por el Brasil y años más tarde, en la misma
circunstancia salió en defensa de los Federales ‘Blancos’.
El Brasil era muchísimo más fuerte luego de
haber derrotado a Oribe y a Rosas; y en Argentina ya no estaba el Restaurador
sino el socio del Imperio, Bartolomé Mitre.
Volviendo a las causas de la defección de
Oribe y los Orientales entendemos que muchos hechos concordaron para ello.
Dicen Jorge PELFORT y Raúl MARFETÁN BENÍTEZ[220]
"No es extraño, pues, que idénticos
criterios generasen idénticas reacciones de idéntico origen. Contra Artigas los
portugueses, los Unitarios encabezados por Pueyrredón (luego Rondeau) y los
cisplatinos.”
“Contra Oribe los
‘farrapos’, los unitarios encabezados por LavaĮle (luego Paz) y la Defensa.
Así, ese estado de guerra permanente a que ambos fueron obligados por dichas
fuerzas -a las que en el caso de Oribe deberemos agregar las dos máximas
potencias mundiales- impedimento obvio y fundamental para la concreción de
programas tan similares.”
Además de lo mencionado, si bien poco podía
hacer Oribe ante el enorme poderío militar de los aliados que lo cercaban,
además de la edad y su estado de salud, seguramente en el acuerdo sin lucha
previa entre ambos, debió haber pesado su pertenencia a la Masonería, y como
Hermanos llegaron o fueron llevados a un pacto de ese tipo.
Finalmente se acordó un Tratado de Paz el 7
de octubre de 1851. En él Urquiza se comprometió a intervenir para que el
imperio no plantease reclamos territoriales al nuevo gobierno Oriental por lo
menos durante seis meses. El propio gobierno Unitario de la Defensa de
Montevideo, victorioso, rechazó cuatro de los seis puntos.
Debe haber sido uno de los pocos casos en la
historia que un gobierno, en contra de los propios intereses de su nación, se
opuso a que se le reclamen territorios por parte de otra nación. Esto demuestra
el grado de subyugación, de sumisión, de esclavitud de los Unitarios afrancesados
Orientales con respecto a su amo, el Imperio brasileño.
La frase ‘sin
vencedores ni vencidos’ que establecía el punto 5º del acuerdo, fue un
sarcasmo sin igual.
Con los cinco tratados firmados en el Tratado
de Paz el Imperio del Brasil cercenó nuevamente el 50% del territorio Oriental,
antes de facto y luego de jure. Eso fue lo que pagaron las autoridades de la
Defensa de Montevideo para que Brasil interviniera militarmente para acabar con
Oribe y Rosas.
Los señores iluministas unitarios de Montevideo
con sus creencias en la divinidad de la Constitución como panacea de
crecimiento se dieron de bruces con una realidad que los contradecía a cada
paso.
Dice Susana RODRIGUEZ VARESE[221] que todo se complicaba:
“la necesidad de
adoptar medidas complementarias de la independencia nacional con una
Constitución inadecuadas al medio en que se debía aplicar; la creencia
simplista que la Ley podía cambiar la realidad, los intentos de los doctores e
intelectuales de los medios urbanos de imponer sus ideas por el medio que fuere
posible (sin excluir las intervenciones extranjeras); y con la amenazante
presencia de las potencias colonialistas europeas a la salida del Rio de La
Plata”.
Todo esto era predecible: las leyes o
convenciones no podían cambiar la realidad, sino que la realidad era la que
condicionaba a la ley. Algo sabido por todos, menos por los Unitarios ‘abrasilerados’ que pululaban con sus
galeras y discursos por Montevideo. Ningún acuerdo podía tener larga vida si era
firmado y sostenido por los cañones de potencias extranjeras. Ese Convenio
Preliminar de Paz firmado por Urquiza y el Imperio no fue un acuerdo, sino una
total y absoluta rendición de las fuerzas Federales con Oribe a la cabeza.
La Masonería intervino en los prolegómenos y
texto del Convenio.
En la ‘GRAN LOGIA DE LA MASONERÍA DEL URUGUAY[222] podemos leer que
Oribe “Fue integrante de la ‘Logia de los Caballeros
Orientales’; integró como Secretario el Tribunal del Grado 31, que fue
creado en noviembre de 1834, siendo acompañado en aquella ocasión por los
ilustres hermanos Gabriel Pérez, Pedro Lenguas, Juan y Paulino González y Jorge
Tornquist.
Fue miembro activo de la Logia Asilo de la
Virtud y al momento de su muerte ostentaba el grado 33.
Fue integrante de la
Logia “Caballeros Racionales”, que posteriormente cambió su nombre y adoptó el
clásico nombre de “Caballeros Orientales”, para contraponerse a las logias
filo-portuguesas que funcionaban en la Banda Oriental. Esta logia tuvo una
actuación muy destacada en la preparación de los intentos revolucionarios de
1823 y 1825 y desde ella se difundieron profusamente las ideas de
independencia, libertad y unión, que prepararon los espíritus para los
acontecimientos de 1825.
Manuel Oribe integró
posteriormente la Logia “Asilo de la Virtud”, entre 1830 y 1831. Entre los
documentos oficiales de los archivos históricos de la Gran Logia de la
Masonería del Uruguay, compilados y organizados por el investigador e
historiador Mario Dotta Ostria, encontramos el Acta Constitutiva de la Logia
mencionada, en la que los asistentes firman y agregan su grado masónico. Entre
los primeros firmantes están Antonio Acuña, Francisco Lecocq y José María
Platero, reconocidos integrantes de la Sociedad de los Caballeros Orientales.
En un acta inmediata,
ya asumidos sus cargos, detrás del también fundador Gabriel Pérez, quien ocupó
el de Venerable Maestro, aparecen Antonio Acuña como Primer Vigilante y José
María Platero como Segundo Vigilante. En una lista de concurrentes anexada a
las actas, figura en el ingreso No 28 Pedro Hilario Lenguas, como General del
Ejército y grado 31. Detrás suyo, en el ingreso No 40, firma Manuel Ceferino
Oribe Viana, grado 31 y estableciendo su actividad como “Presidente de la
República”.
A partir de noviembre
de 1834 integró como Secretario el Tribunal del Grado 31, siendo acompañado en
aquella ocasión por los ilustres hermanos Gabriel Pérez, Pedro Lenguas, Juan y
Paulino González y Jorge Tornquist.
Durante su primera
magistratura (1835-1838) contó con la colaboración de destacados HH.·. MM.·.,
tales como Juan Benito Blanco (Ministro de Gobierno), Ramón Massini, Manuel
Errazquin, Cristóbal G. Salvañach, Miguel Teodoro Vilardebó, Francisco Solano
Antuña, Silvestre Blanco, Pablo Zufriategui, Juan Francisco Giró, Carlos de San
Vicente y otros.
Al momento de su
muerte, Manuel Oribe ostentaba el grado 33. Leer
completo el trabajo.
Los hermanos masones
de ambos bandos fueron los que, con su intervención, llegaron a un acuerdo en
el cual estaban contemplados los intereses de los Vencedores y de los Vencidos
con total Justicia y Tolerancia.
En 1853 el Presidente
Giró que había sido uno de sus colaboradores en el gobierno del Cerrito le
impone el abandono del país, por creerlo sospechoso de un intento
revolucionario. Vuelve al Uruguay en agosto de 1855, en el momento que el Gral.
Venancio Flores, único superviviente del triunfo del año anterior, ocupaba la
presidencia de la república”.
Como veníamos
diciendo, el 11 de noviembre, en una cabal demostración de su voluntad por
lograr la Unión definitiva de todos los Orientales a través del afianzamiento
de las Instituciones, Oribe firma con el Gral. Flores lo que se conoce como el
Pacto de la Unión, compromiso por el cual, ambos caudillos, renunciaban a
proponer sus candidaturas a la presidencia de la República”.
‘Compromiso”, ‘Pacto de Unión” con sesgo
masónico poco comprensible para los no iniciados que no podían entender como
Oribe, Lavalleja, Urquiza y Flores pasaban de ser enemigos acérrimos durante
décadas, a concordar pactos sin lucha previa.
El historiador Oriental Leonardo BORGES[223], nos da una acabada y
vehemente reflexión sobre esta especie de ‘acuerdo’, por llamarlo de alguna
manera ya que no condice con la libre voluntad que precede a cualquier pacto. También se desprende de sus palabras la
tristeza que le produce al autor lo sucedido, en términos parecidos a lo que
nos presentó el historiador José María ROSA en párrafos anteriores...
“Tras la finalización
de la guerra, Uruguay firmó cinco tratados con Brasil, caro precio por el apoyo
norteño. Andrés Lamas fue el negociante de estos tratados, firmados el 12 de
octubre de 1851, compromisos que fueron ratificados de inmediato por el
emperador, al otro día, y por el presidente Joaquín Suárez el 4 de noviembre.
Los célebres Tratados del 51 se convirtieron en un yunque, difícil de sostener
por los gobiernos venideros.
“El primer tratado es
el de Alianza. Su parte esencial versa: “La alianza especial y temporaria
estipulada en 29 de mayo del corriente año de 1851, entre la República Oriental
del Uruguay y el Imperio del Brasil, se extiende por la presente convención a una
alianza perpetua, que tiene por fin la sustentación de la independencia de los
dos Estados contra cualquier dominación extranjera”.
“O sea, se sanciona
un derecho de intervención; por tanto, queda entendido que las Altas Partes
Contratantes se obligan a garantizar recíprocamente la integridad de sus
respectivos territorios. Resulta extraño, si no ridículo, imaginar la entrada
de Uruguay en Brasil para garantizar su integridad o su independencia.
“Se podría pensar que
tal vez ese tratado era, de hecho, unilateral.
“El Tratado de Extradición obligaba al gobierno uruguayo a devolver los
esclavos escapados en Brasil. El artículo 2 es absolutamente elocuente: “El
gobierno de la República Oriental del Uruguay reconoce el principio de la
devolución respecto a los esclavos pertenecientes a súbditos brasileros, que,
contra la voluntad de sus señores, fueren de cualquier manera al territorio de
la dicha República y allí se hallaren”.
“Es importante
recordar que en Uruguay estaba prohibido el tráfico de esclavos, además de la
consagración de la libertad de vientres en 1830; y más allá, en 1846, la
abolición lisa y llana de la esclavitud, por parte de Oribe en el Cerrito. Más
allá llegaron algunos propietarios brasileños de la frontera, que estando del
lado uruguayo mantenían esclavos en nuestro territorio; el mismo Andrés Lamas,
autor intelectual de estos tratados, lo denunció: “[…] De esta manera, en
algunos establecimientos del Estado Oriental, no sólo existe de hecho la
esclavitud, sino que al lado del criadero de vacas se establece un pequeño
criadero de esclavos”.
“El Tratado de
Límites consagró, de derecho, una realidad que estaba dada desde mucho tiempo
atrás. Uruguay conseguirá, después de 21 años de creado, sus límites. “Art. 2º
(Se reconoce como base la línea limítrofe que fuera acordada en la mencionada
acta). Por el Este el Océano, por el Sur el Río de la Plata, por el Oeste el
Uruguay, por el Norte el río Cuareim hasta la cuchilla de Santa Ana, que divide
el río de Santa María, y por esta parte el arroyo Tacuarembó Grande, siguiendo
a las puntas del Yaguarón que entra en la laguna Merim y pasa por el puntal de
San Miguel a tomar el Chuy que entra en el Océano”. Por tanto, 1.000 leguas
cuadradas de aquel territorio de la vieja Banda Oriental quedaban en manos
norteñas; pero más allá llega el artículo 4, que deja en exclusivo la
navegación de la laguna Merim y el río Yaguarón para Brasil. Tendremos, por
tanto, como dice oportunamente Carlos Machado, “costas secas”.
El Tratado de
Subsidio y reconocimiento de deuda, también conocido como de prestación de
socorro, será otro pesado yunque atado al cuello del pequeño país. En el mismo,
Uruguay reconoce una deuda con Brasil de 288.791 pesos fuertes. Sumado a esto,
una serie de subsidios, primero 138.000 patacones y 60.000 patacones más
mensuales, a un interés de 6%. Había pues que pagar, pagar y pagar.
“La garantía de estas
prominentes deudas, para un país que estaba saliendo de su guerra más grande,
era el único bien de Estado, las rentas de la Aduana. “Artículo 10° – Para el
exacto y puntual pagamento de las sumas e intereses de que trata y a que se
refiere esta Convención, el gobierno de la República Oriental obliga e hipoteca
todas las rentas del Estado, las contribuciones directas e indirectas, y
especialmente los derechos de Aduana”. Onerosa hipoteca para un país de
rodillas, que, avergonzado, sumaba inconvenientes a su futuro.
“Finalmente, el
Tratado de Comercio y Navegación, por el cual se decretaba la libre navegación
del río Uruguay y sus afluentes para los dos países, “Artículo 14 – Ambas Altas
Partes Contratantes, deseando estrechar sus relaciones y fomentar su comercio
respectivo, convinieron en principio declarar común la navegación del río
Uruguay y de los afluentes de este río que les pertenecen”.
“Sumado a esto, la
exención por diez años de los impuestos cobrados al charque brasileño en
Uruguay y, también por diez años, el libre comercio de ganado en pie de Uruguay
a Brasil. “[…] se convino en que sería mantenida por el espacio de diez años la
exención de derechos de consumo de que actualmente goza el charque y demás
productos del ganado, importados en la Provincia del Río Grande por la referida
frontera, conviniéndose en que continúen equiparados a iguales productos de
dicha Provincia; y como compensación se convino igualmente en la total
abolición del derecho que cobra actualmente el Estado Oriental por la
exportación del ganado en pie para la mencionada Provincia del Río Grande,
conviniéndose en que esa exportación se haga de ahora en adelante libremente y
exenta por los mismos diez años de ese y de cualquiera otro derecho”. De esta
forma, Uruguay se convertirá en el terreno de engorde de los saladeros
riograndenses, que luego vendían el tasajo al Uruguay. Dado que la mayoría de
las estancias fronterizas fueron compradas justamente por estancieros
brasileños, el norte del río Negro, por tanto, se colmará de norteños.
Será este otro
problema para un avergonzado Uruguay posguerra.
Los tratados a todas
luces no fueron beneficiosos para Uruguay. Caro precio pagado por la Defensa
por la ayuda brasileña. Es bueno señalar, sin embargo, dos cosas. Primero, que
no todos los tratados tuvieron el desastroso desenlace que se puede pensar a
priori. Cabe destacar el lugar que Uruguay asumirá poco después, como economía
de tránsito, amén del libre comercio. Y también es cierto que los tratados
fueron firmados por el Estado Uruguay.
“O sea, la idea de
que los uruguayos fuimos víctimas inocentes de la maldad norteña no es muy atinada.
La Guerra Grande nos reveló hasta dónde dependíamos de nuestros vecinos; este
conflicto había legalizado el manoseo, pero a voluntad de los mismos uruguayos,
fueran blancos o colorados. A 21 años de su nacimiento, Uruguay era mayor para
firmar y también para padecer…”
Este ‘acuerdo’ a punta de pistola, como dice
PETROCELLI[224],
hizo que el Brasil pasase de una harto segura derrota frente a la poderosa
Confederación Argentina, a ser colaborador, ‘mero auxiliar’ de un general
sublevado (Urquiza). Así, sin disparar
un solo tiro, logró el despojo definitivo de las Misiones Orientales, la
segregación definitiva del Paraguay, la irrestricta navegación de nuestros ríos
interiores (que volvió estéril el enorme triunfo contra el ataque anglo-francés
de 1845 en el Paraná) y también nuevos cercenamientos, aunque no los últimos,
del territorio de la Banda Oriental.
En realidad, no fueron los Imperiales ‘meros
auxiliares’ sino que, como se desprende del articulado del acuerdo (art.5, 8ª y
9) el mando siempre permaneció en ellos, aunque pareciera nominalmente que
quien mandaba era Urquiza.
Además,
los brasileños con el apoyo de la banca del Barón de Mauá, que dependida de la
banca de los Rothschild europea, dio un préstamo usurario a Urquiza, quien dio
como garantía rentas y terrenos públicos de Entre Ríos y Corrientes. Una
vergüenza.
Hay que reconocer que, por desgracia, en
general la política exterior del Imperio brasileño ha sido casi siempre
superior al nuestro.
Aparte del pago a Urquiza, los imperiales
pagaban jugosamente a los Unitarios que estaban en Montevideo como José Mármol,
Domingo F. Sarmiento y Valentín Alsina, quienes con sus publicaciones
impulsaban su odio contra su patria.
Ellos decían que las Misiones Orientales les
correspondían a Brasil; la libre navegación de los ríos interiores era en bien
del comercio; la aristocracia brasileña representaba los ideales de hermandad
universal y del comercio que la tiranía nacionalista de Rosas y la chusma del
interior rechazaban.
Al respecto valen como palmario ejemplo que
avergüenza, las palabras de José Mármol, en su semanario montevideano el 15 de noviembre
de 1851:
“Para la libertad, para la
humanidad, para la prosperidad no hay extranjeros, no hay sino hombres. El
Brasil, los Orientales, los argentinos, son hombres del porvenir de esta región
de América. El que los resiste en beneficio de la más degradante y degradada de
las tiranías: ese será el traidor a la América; ése es el extranjero a su
suelo, ese es el renegado.
“¡No piséis mi suelo porque
sois extranjeros!, dejadme vivir como vivo porque estoy en mi tierra. ¡Oh, este
patriotismo del pampa (sic), esta incrustación del hombre sobre la
tierra!! La respetamos en el ombú. pero la rechazamos en el hijo de la
civilización del cristianismo para quien la justicia, la gloria y la libertad
son de Ia humanidad y no de un pueblo.
“Queremos, sobre todo, ver
restablecidos los vínculos que nos hagan hermanos
y no enemigos
de todos los pueblos de la tierra. Como lo es el bárbaro, el atrasado, el estúpido gobierno
de Don Juan Manuel de Rosas. Jose Mármol”[225].
No vea en esta atrofia intelectual de Mármol
y su supina falta de arraigo a su nación sólo una ‘boutade’ literaria. La
cuestión era económica puesto que el diplomático Honorio Hermeto Carneiro Leao
le pasaba dinero por cada escrito que él consideraba útil al Imperio.
Así se lo notificó a Paulino Soares para que
le enviara un ejemplar del periódico al Emperador, “Todavía no gratifiqué a
Mármol por su servicio. Solamente compré 500 ejemplares de dicho folleto. Los
dichos me costaron $178,4, espero que V.E. autorice”.
Varios temas a considerar.
La afirmación: ‘no hay extranjeros sino
hombres’; la disminución de la relación del hombre con su tierra, demuestra
por parte de Mármol o bien ingenuidad grave o bien una traición a la patria que,
en cualquier país del mundo, amerita un paredón para su fusilamiento en la
plaza mayor.
La supuesta ideología base de su exposición
no resiste el menor análisis ni muestra credibilidad. Fue un abonado del
Imperio por cada libelo presentado.
Nótese que Honorio lo descalificaba, como se descalifica a todo renegado,
aunque tomó su traición útil a su nación, le dijo que lo suyo era un mero
‘folleto’.
Sumemos a esta situación que Tomás Guido, representante
diplomático de la Confederación Argentina, por cuestiones familiares, entre
1841 y 1844, le mandaba dinero para cubrir sus necesidades básicas. En 1844, lo
empleó en la legación de Rio de Janeiro pagándole un sueldo.
En todo este tiempo, Mármol aceptaba de la
mano que le daba de comer, (Rosas) y le ‘pagaba’ denostando su gobierno al que curiosamente
llamaba ‘estúpido’.
Esto demuestra la catadura moral del Unitario
ignorante y doloso. Se lo premió
poniendo su nombre a plazas, calles y pueblos. Entiéndase bien por qué nuestra
nación perdió su soberanía el 3 de febrero de 1852 y nunca más la ha podido
recuperar.
Desde el punto de vista militar, Urquiza
armado hasta los dientes, con un ejército enorme, con experiencia y
perfectamente pertrechado por Rosas, no trepidó en traicionarlo vilmente y eso
seguramente afectó el ánimo del Restaurador y sus principales oficiales.
Jamás pudo creer que el principal Jefe
militar de la Confederación Argentina iba a traicionar a su patria. O si lo
creyó, pensó que a último momento no iba a ser capaz de clavarle la espada por
la espalda.
Con mucha lucidez y detalle nos relata lo
sucedido el poeta Oriental Julián MURGÍA[226] en su Gato Federal
Y aparece otra vez nuestros viejos conocidos
esta vez embajadores solo han cambiado el vestido.
Negocian con el imperio, aquél, de Pedro primero,
negocian con Orientales, negocian con los porteños.
Y a esa media red de tierra que cuelga al final de la
América
le dan tajo en la pulpa pa' churrasco de Inglaterra.
Y así vinimos a ser un país independiente,
una cuñita entre troncos, poca tierra y poca gente.
Hay un breve periodo tranquilo y otra vez aparecen
extranjeros
que no quieren esa tierra pa' otra cosa que una estancita
de los europeos.
Y encuentran que hay cosas que molestan que no están en
los planes del imperio:
que haya un federal en Buenos Aires y tenga un federal
Montevideo.
Que pueda resurgir con nuevos bríos las ideas que
sembrara el viejo Artigas
que hacer un sólo pueblo de estos pueblos y una nación de
América Latina.
Y aparecen las fuerzas imperiales, Garibaldi, italianos y
franceses
apoyados en Cipayos Orientales, lacayos viejos de los
portugueses.
La libertad encadenada deja de sentir temor
Oribe le pide a Rosas ayuda ante el invasor.
pronto que salga un chasque con este parte a don Juan
Manuel,
que sea don Justo se nos dio vuelta y a los Farrapos
tiene con él.
Que junto con los Farrapos están los franceses
esperándome.
Y los ingleses muy zalameros se hacen amigos también você
Cuente que en Montevideo ya no se habla casi español,
es puro gringo alquilao y vamos a darle un revolcón.
La Piedra Alta La Florida escucho el grito:¡Federación!
Hoy salvajes con los doctores andan buscando la
intervención.
Que vengan que a mis paisanos desde muy lejos va a
conocer,
llevan la misma divisa que allá en Las Piedras supo a
vencer.
Divisa blanca al sombrero primer emblema del Oriental.
El jefe Artigas usó primero antes que hiciera La Federal.
Y aparece otra vez nuestros viejos conocidos
esta vez embajadores solo han cambiado el vestido.
Negocian con el imperio, aquél, de Pedro primero,
negocian con Orientales, negocian con los porteños.
Y a esa media red de tierra que cuelga al final de la
América
le dan tajo en la pulpa pa' churrasco de Inglaterra.
Y así vinimos a ser un país independiente,
una cuñita entre troncos, poca tierra y poca gente.
Hay un breve periodo tranquilo y otra vez aparecen
extranjeros
que no quieren esa tierra pa' otra cosa que una estancita
de los europeos.
Y encuentran que hay cosas que molestan que no están en
los planes del imperio:
que haya un federal en Buenos Aires y tenga un federal
Montevideo.
Que pueda resurgir con nuevos bríos las ideas que
sembrara el viejo Artigas
que hacer un sólo pueblo de estos pueblos y una nación de
América Latina.
Y aparecen las fuerzas imperiales, Garibaldi, italianos y
franceses
apoyados en Cipayos Orientales,lacayos viejos de los
portugueses.
La libertad encadenada deja de sentir temor
Oribe le pide a Rosas ayuda ante el invasor.
pronto que salga un chasque con este parte a don Juan
Manuel,
que sea don Justo se nos dio vuelta y a los Farrapos
tiene con él.
Que junto con los Farrapos están los franceses
esperándome.
Y los ingleses muy zalameros se hacen amigos también você
Cuente que en Montevideo ya no se habla casi español,
es puro gringo alquilao y vamos a darle un revolcón.
La Piedra Alta La Florida escucho el grito:¡Federación!
Hoy salvajes con los doctores andan buscando la
intervención.
Que vengan que a mis paisanos desde muy lejos va a
conocer,
llevan la misma divisa que allá en Las Piedras supo a
vencer.
Divisa blanca al sombrero primer emblema del Oriental.
El jefe Artigas usó primero antes que hiciera La Federal.
Debemos tener en cuenta que la infidelidad a
su tierra por parte de Antonio Virasoro, Bartolomé Mitre, Florencio Varela, Adolfo
Alsina, José María Paz, José Mármol, Domingo Sarmiento, Gregorio Aráoz de
Lamadrid y los orientales Melchor Pacheco y Obes, José Longinos Ellauri
Fernández, Juan Andrés Gelly, Manuel Herrera y Obes, Andrés Lamas, entre otros,
era previsible. Pero la felonía de Urquiza fue algo que anímica y materialmente
acabó con Rosas.
Otra mentira de Urquiza: le había prometido a
Oribe que permitiría que sus oficiales y soldados se fueran a Buenos Aires. Autorizó
a irse a los oficiales, y repentinamente prohibió la salida de todos sus
soldados, a quienes obligó a incorporarse por la fuerza a su ejército.
Como consecuencia de esto, Rosas por un lado se
encontró sin su poderoso ejército comandado por Urquiza, y por otro, los
soldados curtidos en mil batallas del ejército de Oribe fueron obligados, de un
día para otro, a pelear a regañadientes al lado de aquellos que habían sido sus
antiguos enemigos sempiternos, los brasileños y los Unitarios.
Luego del fin de la Guerra Grande en noviembre
de 1851, el paraguayo Carlos Antonio López, condicionó su participación en la
lucha contra Rosas si se le aseguraba la independencia del Paraguay, pero como
no estaba de acuerdo con el pacto hecho entre Montevideo y el Imperio del
Brasil, se declaró prescindente en la lucha entre Urquiza, el Imperio y Rosas.
(Años más tarde su patria pagaría esa ‘neutralidad’).
José María ROSA[227] aclara “el Brasil consigue todas las ventajas del
triunfo. Por los cinco tratados de Montevideo del 12 de
octubre [de 1851] el generoso Andrés
Lamas le había dado los derechos uruguayos a las Misiones Orientales, la libre
navegación de todos los ríos uruguayos, y sobre todo el completo dominio
económico, comercial, financiero, político y militar sobre la República
Oriental. La Cisplatina otra vez. Tan
monstruosos eran esos tratados, que el gobierno oriental elegido
constitucionalmente en marzo de 1852 no quiso ratificarlos y se preparó a
resistir hasta con las armas. Urquiza pareció apoyarlo, y
Honorio – encargado brasileño de cobrar en el Plata el premio de la guerra – se
cree ante outro Rosas. Pero não era
Rosas – como escribe Honorio a Río de Janeiro – y previo pedido de cien
mil patacones (medio millón de francos oro) que el brasileño se apresura a
librarle “por la conveniencia de darle en las circunstancias actuales otra
prueba de generosidad” Urquiza hace lo que Brasil le
ordena. Se declara en los protocolos de Palermo, el 6 de abril
“para alejar todo motivo de duda y ansiedad, dando garantías efectivas a los
poderes extranjeros... que sus compromisos (de Urquiza)
revisten un carácter obligatorio para la Confederación”. Y
acto seguido ordena al nuevo presidente oriental Juan Francisco Giró (Garzón
había muerto en diciembre de 1851) “deponer su actitud hostil contra nuestro
amigo y aliado el Imperio de Brasil”, pues en caso contrario las armas
argentinas se emplearían conjuntamente con las brasileñas' contra ellos Y en
nombre de la Argentina reconoce el 15 de mayo por pluma de su diplomático Luis
José de la Peña los “derechos adquiridos” por Brasil a las Misiones Orientales
Argentinas”
PETROCELLI[228] respecto a los tratados
firmados por los hombres de Montevideo y Urquiza con el Brasil nos trae una
contundente reflexión de Julio Irazusta: “
Los hombres de Montevideo tenías vendida el alma al diablo. ¿Qué les importaban
provincias ajenas, y girones de su propio territorio, si jamás habían mandado
sobre una pulgada de terrero fura de los muros de la ciudad sitiada? El otro
coaligado –Urquiza- que fuera de sus intereses más inmediatos no veía más allá
de las narices, no estaba para pensar en las consecuencias de los compromisos
firmados por él y por sus socios de Montevideo. La enormidad de los tratados la
vería después de Caseros”.
En
todo esto intervinieron sucesiva o paralelamente, Urquiza y sus acuerdos con el
Brasil en noviembre de 1851, y personajes como Varela, Sarmiento, Mitre y otros
ya mencionados. Actuaron antes, durante
y después de la Batalla de Caseros cuando a cambio de la ayuda del Brasil a
Urquiza el Imperio recibió las Misiones Orientales ya no solo de ‘Iure’ (de
hecho) sino también de ‘Iuris’ (de derecho).
Mucho
influyeron en este tema, el representante de Montevideo en Rio de Janeiro, el
fenicio y apátrida Andrés Lamas, y el Ministro de Relaciones Exteriores de
Montevideo, Manuel Herrera y Obes, que entregaron a través de acuerdos espurios
parte del sector norte de la Banda Oriental, cercenándole una tercera parte de
su territorio que pasó a formar parte de lo que hoy es el sur del Brasil.
Es
necesario que los Orientales sepan que, por culpa de estos dos ‘lamebotas’
que, a cambio de ingentes sumas de dinero pagadas durante años por los
ingleses, los franceses y los brasileños, cedieron parte de sus dominios por lo
que la Banda Oriental actualmente tiene un 50% menos de territorio.
Se
sumaron los arteros de la ‘Banda Occidental’ es decir, los porteños unitarios
como Mitre, Sarmiento, Vicente Fidel López y los litoraleños como Derqui y Quirno
Costa, encabezados obviamente por el peor de ellos, Urquiza, que agregaron la
nueva pérdida de parte de las Misiones Orientales amputadas por el espurio
Tratado de 1857.
El último autor mencionado[229] nos ofrece una reflexión
punzante pero cierta de José Hernández luego de la muerte de Justo José de
Urquiza. Un párrafo lapidario sobre
quien era Urquiza realmente que debería enseñarse en nuestras escuelas y a la sociedad
toda: “Urquiza era el Gobernador Tirano
de Entre Ríos, pero era más que todo el Jefe Traidor del Gran Partido Federal,
y su muerte, mil veces merecida, es una justicia tremenda y ejemplar del
partido otras veces sacrificado y vendido por él”.
Debemos señalar que Hernández no era
partidario de Rosas, lo que hace que su reflexión sea más objetiva. En su desmedro, digamos que hubo algunos
Federales como él, que se opusieron a Rosas y cuando reconocieron su error, ya
que obraban de buena fe, era demasiado tarde. (como Hilario Lagos, el Chacho Peñaloza,
etc). Luego fueron combatidos por
aquellos a quienes habían apoyado y entregado la soberanía de su patria.
En síntesis, la Banda Oriental, a la par que
dejó de pertenecer a la ‘Patria Grande’, siguió perdiendo territorio tornando
inútil años y años de lucha de Oribe contra ese puñado de perjuros ‘acovachados’
en Montevideo. Estaban bajo la protección de las armas (y el dinero) francesas
e inglesas a lo que se agregaban los fondos entregados a dos manos por el
Imperio brasileño. Ese dinero provenía de banqueros como Mauá, empleado de la
banca Rothschild, que de este modo ‘invertía’ para su futuro expansionista.
El impío Urquiza con
su ejército, el Imperio brasileño y el ahora ejército Oriental, en manos de los
Unitarios Orientales con sede en Montevideo, el gobierno llamado ‘de la
Defensa’, comenzaron a cerrar el cerco contra Juan Manuel de Rosas y el
legítimo gobierno de la Confederación Argentina.
Con la derrota
definitiva de la Vanguardia del Ejercito de la Confederación Argentina al mando
de Oribe, y perdida la soberanía de la Banda Oriental a manos de los Unitarios,
brasileños y mercenarios europeos que la agobiaban, apareció nuevamente en
escena el Gral. Venancio Flores, presto a cobrarse venganza después de tantos
años de combate. En tanto, Oribe debió
exiliarse en España.
¿Y qué pasó con el otrora floreciente ‘Cerrito de la Victoria’ donde
tantos años permaneció y gobernó Oribe y que había comenzado a poblarse más y
más? ¿Y cómo fue la despedida de sus tropas de parte del Brigadier General?
TORRES WILSON[230] nos da una melancólica y
triste descripción de la soledad y las ruinas en que fue quedando el Cerrito por
el abandono de la población, y del apenado despido de Oribe licenciando a sus
tropas, que, luego y subrepticiamente fueron obligadas a combatir en el
ejército de Urquiza contra sus antiguos camaradas de la Confederación cuando la
malhadada entente los obligara so pena de penas gravísimas. (¿Qué habrá pensado
Oribe sobre esta humillante actitud de Urquiza y sus secuaces?)
“El desmantelamiento
de la dispersa capital restauradora fue rápido, Se prohibieron las actividades
del puerto del Buceo y, a las pocas semanas, no quedaban allí más que algunos
pescadores, De las quintas del Miguelete volvieron, en alborozadas mudanzas,
las familias que habían abandonado la plaza casi nueve años atrás.
El campamento del
Cerrito quedó convertido en poco tiempo en un rancherío semi-desierto y de los
esplendores de la Villa de la Restauración -ahora llamada de la Unión fundidos
los negocios de Larravide y Basáñez, cerrado para siempre el Café de los
Federales, desierto y abandonado el Colegio, sólo quedó la iglesia de San
Agustín esperando el cadáver de don Manuel Oribe –que llegó cinco años después-
en medio de casas y de calles vacías en las que empezó, otra vez, a crecer el
Cardal de donde había nacido.
En los momentos
finales de la lucha, cuando su propia familia debió ser trasladada a Buenos
Aires al temerse por su seguridad, rehízo sin embargo sus fuerzas y afrontó con
estoica entereza las difíciles horas de la derrota.
Más que en [ las
horas del triunfo, que tantas veces conoció sin inmutarse, pudieran verse allí
los rasgos esenciales de su carácter de viejo militar a la antigua usanza
española para el que los éxitos o los fracasos de la vida eran siempre -y en
toda circunstancia- trances que debían sobrellevarse con honor.
Al licenciar sus
tropas saludó, uno a uno, a sus antiguos colaboradores y dirigió a sus
soldados, con la sobriedad y parquedad de siempre, una última proclama en la
que les recordaba a todos el deber de anteponer a los intereses personales los
supremos intereses de la Patria.
Sin altivez rechazo
la pensión con que Urquiza, en otro gesto de su magnanimidad de vencedor, quiso
beneficiarlo y también los 20.000 pesos que, en pocos días, reunieron sus
partidarios.
Acompañado por un
grupo de amigos se dirigió a su quinta del Miguelete en donde, poco después,
pudo reunírsele su familia en donde, poco después, pudo reunírsele su familia.
Allí viviría "en la mayor pobreza" –al decir una crónica de la época-
iniciando la última etapa de su existencia en la que su personalidad seguiría
teniendo relieves propios sin detentar ninguna de las jerarquías militares o
civiles en las que había forjado su liderazgo.
Resultan, en verdad,
curiosos -y, en cierto modo, extraordinarios- estos últimos años de la vida de
Oribe. Vencido, despojado de todo clase de autoridad, odiado por sus
adversarios Ios vencedores de la hora- que lo consideraban el más firme aliado
que había tenido el federalismo ‘rosista’ discutido por sus propios partidarios
que le reprochaban, unos el no haber sabido luchar hasta el final y otros el no
sabido transar en el momento oportuno,
ansiando él mismo retirarse a la vida privada e incluso, irse del país, su
figura permanece, por sí sola en el centro del escenario político, como si no
respondiese ya, ni siquiera a propia voluntad”.
En este contexto, y desmantelado el otrora poderoso ejército
de Oribe, ‘Caseros’ era inminente…el
andamiaje de la Confederación Argentina, en cuanto a su soberanía, cruje….
Es
importante destacar que después de la paz del 8 de octubre de 1851, a pesar de
ser un gran derrotado y seguramente por acuerdos masónicos, Lavalleja fue ascendido
en el ejército como brigadier general, confiándosele la Comandancia Militar de los departamentos de Cerro Largo, Minas y Maldonado.
Debemos
recordar que los compromisos masónicos están por encima de las ideas políticas
aún más radicalizadas de sus miembros y de sus desavenencias personales.
Los
intereses británicos o franceses, al igual que en la actualidad, eran manejados
por la Masonería y la Banca, puesto que sus gobiernos eran títeres de las
‘logias’ (como llamaban San Martín y Rosas a los masones)
Lavalleja
formó parte junto a Rivera y a Venancio Flores (ambos Masones
como él) del Triunvirato que el 25 de septiembre de 1853,
sustituyó al gobierno constitucional de Juan Francisco Giró, pero antes de
cumplir un mes en sus funciones, falleció repentinamente mientras despachaba en
el fuerte de Gobierno.
¿Con
quienes acordó gobernar Lavalleja?
Extrañamente
con Rivera, un judas a Artigas, a Oribe y a toda su nación, al decirle a
Ramírez en su carta del 13 de junio de 1820 que se ofrecía para ayudarle a “…ultimar
al tirano de nuestra tierra”
[Artigas], ¿No lo recordaba Lavalleja, el 1er “artiguista”?
Cuando el Unitario General Rivera fue tomado prisionero, se
le encontró encima una carta en la cual decía, según Lavalleja “Cuando tomé prisionero en 1825 al general
Rivera, se le halló en la cartera una autorización para que ofreciese mil pesos
al que le entregase mi cabeza y otros mil al que le presentase la del entonces
mayor y ahora general Manuel Oribe”. Dicha
carta se encuentra en el diario “La Gaceta Mercantil” de Buenos Aires de marzo
1833.
¿Cómo? ¿Lavalleja acordaba gobernar conjuntamente con aquél
que él mismo supo por la carta que había encontrado que quería matar a su Jefe
Artigas y a Oribe? Los acuerdos masónicos seguramente pueden lograr esto y
mucho más.
Después
de la paz forzada de Oribe con Urquiza el 8 de Octubre de 1851, su antiguo
camarada Lavalleja fue ascendido en el ejército como brigadier general,
confiándosele la Comandancia Militar de los departamentos de Cerro Largo, Minas y Maldonado.
Después
veremos cómo, luego de los acuerdos entre Urquiza, Oribe, Flores, etc., a
partir de octubre de 1851, la visión de Artigas de una ‘Patria Grande’, de un
proyecto mucho mayor que la pequeñez que tuvo como consecuencia la segregación
de su amada Provincia Oriental, comenzaba a declinar.
Y ya que hablamos de Flores, con su anti
patriotismo sanguinario, fue ‘premiado’ con el cargo de Presidente de los
Orientales entre 1853-1855 y 1865-1868 luego del gobierno nacional de Oribe.
En 1853, luego del frustrado Triunvirato de
Lavalleja, Rivera y Flores, por el fallecimiento de los dos primeros, quedó a
cargo de la Presidencia. El posterior
asesino de los gauchos del interior de la Confederación Argentina, esbirro de
Mitre y Sarmiento, Venancio Flores.
Aunque parezca mentira, los más rancios
conservadores del Partido ‘Colorado’ querían mayor venganza contra los
Federales del ‘Partido Blanco’. Oribe había regresado de España en 1855 luego
de dos años de permanecer allá, firmó con Flores, su antiguo acérrimo enemigo,
un pacto evidentemente masónico, llamado Pacto de Unión. En este renunciaban a sus candidaturas
presidenciales y fue elegido por acuerdo Gabriel Antonio Pereyra que, si bien
era ‘Colorado’, también era amigo y compadre de Oribe.
Leamos la opinión de Jorge PELFORT[231], citado por Alberto
Umpierrez, acerca de Flores, este personaje nefasto que tanto mal ha hecho a
las Provincias Unidas y a la memoria de Artigas:
“El 19 de setiembre de 1855 llegaba al puerto de
Montevideo el vapor “Menay”, que transportaba los restos del Gral. Artigas en
una urna metálica de grandes dimensiones. La situación política del país no era
la mejor para recibirlo en ese momento.
Poco más de un mes antes, el 9 de agosto, también
había llegado al mismo puerto el Gral. Manuel Oribe, luego de dos años de
exilio en Barcelona. El Presidente Venancio Flores, el mismo que lo había
desterrado, no lo dejó poner pie en tierra porque enfrentaba una gran
inestabilidad institucional.
La situación en esos meses era bastante compleja:
El Presidente (de facto) Venancio Flores enfrentaba la
amenaza de un sector disidente de su propio Partido Colorado, los
“Conservadores”, quienes tentaban desplazarlo en acuerdo con el sector doctoral
“Constitucionalista” del Partido Blanco.
Previniendo ese levantamiento “conservador”, en mayo
de 1854 habían llegado 4.000 efectivos del Ejército brasileño, a solicitud del
Presidente Gral. Venancio Flores, para garantizar la paz interna. Dicha
solicitud se tramitó en el marco del Tratado de Alianza Ofensiva y Defensiva
firmado en 1851 entre Brasil, Uruguay y Entre Ríos, que había sido negociado
por el Ministro Plenipotenciario de Uruguay en Río de Janeiro, Dr. Andrés
Lamas. Este es el mismo Tratado que se utilizó para derrotar a Juan Manuel de
Rosas en la batalla de Caseros en febrero de 1852.
Estas tropas, al mando del brigadier José Pereira
Pinto, se instalaron en el Cerrito, que había sido sede del gobierno de Manuel
Oribe durante el sitio de Montevideo hasta octubre de 1851. La fuerza militar
brasileña dependía del representante imperial en Montevideo, Juan Teodoro
Amaral.
Según el cónsul francés Maillefer en su informe del
4/9/1855, Flores le dijo que acababa de rechazar el envío de otros 10.000
soldados imperiales ofrecidos por Amaral. Maillefer señala además que “el señor
Amaral ha tomado la actitud de un Virrey”, imponiéndole al gobierno uruguayo la
contratación de empréstitos con la Banca del Barón de Mauá”.
“Para completar el
cuadro a nivel regional, alguna prensa de Rio de Janeiro, complaciente con el
embajador Andrés Lamas, editorializaba sobre la conveniencia de “la
incorporación del Estado Oriental al Imperio, restituyendo así la antigua
Provincia Cisplatina”.
El Gral. Fructuoso Rivera, de triste fama,
fue otro de los grandes traidores a su tierra, como lo fue Urquiza.
El
historiador y escritor Oriental Setiembre Raúl VERA[232] nos hace ver documentalmente
y sin lugar a error alguno, la traición de Fructuoso Rivera a Artigas y su
proyecto de nación. No se trata de su
única felonía, ya que también arremetió contra Oribe, Lavalleja y demás
Federales.
Este
investigador e historiador, enjundioso en su búsqueda, nos trae la prueba de una gran
infamia (Montevideo, 1937), y muestra lo que piensa el propio autor en la
página 3 del citado trabajo “Rivera fue
el más traidor de todos los orientales que sirvieron con Artigas”.
De indudable afición por la figura
del brigadier general Manuel Oribe, Vera intenta explicar que el odio visceral
hacia Oribe se debe a que “Vivió y
murió rodeado por el respeto y la consideración de todos sus correligionarios”,
y porque “a su lado estuvieron
soldados de Artigas y San Martín, como el noble y puro Lavalleja, y Garzón, y
(porque) en sus filas militaron casi todos los Treinta y Tres”.
Este sería, sin más, el punto de
partida del rencor hacia Oribe, quien, para colmo, luego se convertiría en
aliado de Juan Manuel de Rosas en el Plata.
En síntesis, todos estos Unitarios que
negaban al propio Artigas su cristiana sepultura, impedían el regreso de Oribe
a su tierra, seguían con los negociados con el Imperio brasileño y su principal
acreedor el Barón de Mauá, pugnaban por separarnos de la empresa unificadora y
continental en común alentando, por donde pudieran, el achicamiento moral y
territorial a contramano del sentido común, de lo empírico y de lo que hacían
las otras naciones que ellos, justamente y en forma contradictoria, decían
querer copiar como modelos, como los EE.UU. de América.
VERA[233]
advierte sobre la tremenda parcialidad con que se había enseñado la historia de
la Banda Oriental –y del Uruguay- luego de 1890, cuando el presidente Julio
Herrera y Obes (1841-1912), surgido en el mismo Partido Colorado que fundara
Rivera, apeló a una antigua práctica desleal: la de contar la historia de forma
maniquea, con un sesgo vergonzosamente “colorado” “que procura por todos los medios en todas las formas,
destruir todo lo que implique una gloria nacionalista, arrojando sobre el
nombre del General Oribe y de su partido todas las sombras posibles”.
“De modo que, todas las referencias que en los pueblos recordaban al
Defensor de las Leyes fueron desapareciendo paulatinamente, como el nombre de
una calle de Montevideo, que desde 1844 se llamaba “Cerro” –en honor a una
victoria militar del 9 de enero de 1826 comandada por Oribe contra las fuerzas
imperiales del Brasil- y que, a partir de la muerte de Bartolomé Mitre (1906)
dicha calle pasó a denominarse con el apellido del ex - presidente argentino”.
“No era casual tal homenaje a Mitre, el mismo que vilipendió la memoria de
José Artigas. En realidad, don Bartolo y Vicente Fidel López se encargaron de
enlodar la figura del Protector de los Pueblos Libres, como lo demuestra una
contestación que Mitre le hizo a López, en la que le decía: “Entre Ud. y
yo hemos enterrado históricamente a Artigas”.
Con él no enterraron sólo a su
persona, sino también a su proyecto soberano y continental de Unión Federal
Hispanoamericana: Las Provincias Unidas del Río de La Plata restauradas.
Manuel Oribe
después de años de muchas batallas en su larguísima vida militar, el 12 de noviembre
de 1857 muy enfermo de tuberculosis, después de varios días de agonía, rodeado
por su familia y amigos cercanos, falleció a la edad de 65 años en su quinta de
Miguelete en la zona de su querido ‘Cerrito’.
Alberto
METHOL FERRÉ[234],
conocido historiador Oriental, en su trabajo “Estudio Preliminar A "Oribe Y Su Significación Frente A Rozas Y
Rivera De Guillermo Stewart Vargas” nos dice como eran vistos Artigas, la
Guerra Grande y la Guerra de la Triple Alianza por los gobiernos liberales que
sucedieron a la caída de Confederación Argentina.
Según el
autor, Stewart Vargas consideraba que la independencia uruguaya (ya no más la
Banda Oriental) “encerraba en su
sustancia misma una radical dependencia a los designios del capitalismo inglés,
unificador de los mercados mundiales. Afrontarlo era problematizar todo lo
hecho, y los hechos estaban consumados, eran irreversibles… Es que la historia
uruguaya comenzó a ser escrita por hombres impregnados por la mentalidad de la
Defensa de Montevideo”…y el Partido Colorado, triunfante, con el ‘batllismo’ “recoge la tradición patricia de la Defensa
de Montevideo, son la versión uruguaya del ‘mitrismo’, y la paradojal síntesis
de Una línea antinacional”.(…)
”La gran ambición ‘batllista’ de hacer del Uruguay la
"Suiza de América" es reveladora: el ideal histórico es el aislamiento
perfecto, como Suiza, amurallada con su democracia en las montañas alpinas, al
margen secular de toda la historia europea, cerrada sobre sí misma. Por eso los
historiadores de esta generación se recluyen en los hechos
"puramente" uruguayos, ahondan aún más nuestro cisma consciente con
lo americano. El mito de Artigas prosigue su camino, pero no es el caudillo
federal, el rioplatense, el americano, es un Artigas estadista, cultor del
derecho norteamericano, paradigma moral. Es un Artigas descarnado, abstracto.
Lo contrario del Artigas histórico, totalmente vaciado de sentido” (…).
“¿Qué es para Sarmiento la
"civilización"? Es nuestra
radical dependencia al capitalismo europeo y su espíritu. La
"civilización" fue en el Río de la Plata no sólo el progreso
material, fue también nuestra dependencia, nuestra balcanización, nuestra
enajenación imperialista. La frustración nacional se tradujo en ese dramático
cisma, que tiene en nuestra historia su punto más extremo y augural en la
Defensa de Montevideo, "verdadero caballo de Troya anglo-francés",
analizada magníficamente por Stewart Vargas, en el capítulo XIII, en
contraposición dialéctica con el ‘Cerrito’”.
Podemos
sintetizar que la Banda Oriental ha sido un campo de batalla durante muchos
años tal como lo refiere Susana RODRIGUEZ VARESE[235] “La guerra contra españoles (1811-1814), contra los porteños
centralistas (1814-1815), contra los portugueses (1816-1820), y contra los
brasileños (1825-1828)”.
Nosotros
agregaríamos que prácticamente fue una colonia brasileña-Unitaria desde 1851 y
durante muchos años con las tropas imperiales apostadas en la frontera y la Banca
internacional (Buschental, Lafone, etc.) dentro del territorio.
*******
VII.-JUAN MANUEL DE ROSAS Y “EL SISTEMA AMERICANO”
-
Mucho se
ha escrito sobre Juan Manuel de Rosas y hay sobrados y notables autores que han
ilustrado puntillosamente el gobierno del Restaurador de las Leyes.
En 1829, el programa administrativo de Rosas consistía "en cumplir
las leyes". Nada más, pero nada menos. Cumplir las leyes no significaba
ajustarse a la literatura legal rivadaviana, en mal momento importada y
pésimamente traducida. "Las leyes", en la acepción popular, no eran
los textos escritos que podían anular por simple capricho de los detentadores
del gobierno todo el "ser" de una nación: eran justamente las
tradiciones, las costumbres, las peculiaridades que daban a la Argentina su
propia fisonomía y que constituían precisamente ese ser no escrito, pero real y
vivo. Y defender esa realidad autóctona contra los "cuzcos ladradores y
doctores" fue el programa de la Restauración[236].
Ya hemos
comentado en profundidad en otros trabajos el devenir de Rosas en la historia:
sus inicios, su cenit, su caída y sus años en el destierro.
A tal fin remitimos al lector a nuestro
BLOG[237] donde
encontrarán un exhaustivo material al respecto. Transcribiremos algunos
párrafos para mejor ilustración de ciertos temas a tratar.
También recomendamos
otros sitios:
La Gazeta Federal (www.lagazeta.com.ar);
Revisionistas (www.revisionistas.com);
Revista Cabildo (www.elblogdecabildo.blogspot.com);
El Instituto De
Investigaciones Históricas Juan Manuel De Rosas (www.institutojuanmanuelderosas.blogspot.com)
Todos ellos permiten estudiar
en forma detallada la vida de don Juan Manuel.
Aquí haremos una
semblanza del Restaurador de Las Leyes en cuanto a su pensamiento político y
social que fue causa de la animadversión e inquina del Imperio del Brasil, de
Inglaterra, de Francia y de los masones Unitarios quienes no podían concebir
que un militar de una Republica incipiente de Sudamérica se les plantara y
rechazara el sometimiento económico y político al que ellos apuntaban.
Juan Manuel de Rosas,
y por tanto la Confederación Argentina corría en desventaja respecto al Imperio
del Brasil: carecía de un conjunto homogéneo de políticos y funcionarios con
capacidad, que pudiera sucederlo en su mandando.
Brasil no tenía ese
problema, como veremos en el Capítulo X, donde analizaremos la estructura
política del Imperio a lo largo de los años y la solidez continua en el
perseguimiento de sus intereses nacionales.
Según el certero análisis de José María ROSA[238], describe la idiosincrasia del funcionario hispano en el Río de La
Plata con los que trabajaba Rosas: “El drama argentino
fue carecer de una clase dirigente. Un gran jefe y un gran pueblo no bastan para cumplir un destino. Solamente con una categoría de hombres capaces, consagrados y
plenamente identificados con su patria,
puede cristalizar una gran política.
“En 1834 Rosas se negaba a aceptar el gobierno
“porque la administración es unitaria, y los federales no tienen
aptitudes para la función pública: un partido de gentes muy altas
o muy bajas no daba colaboradores eficientes, y a la burguesía le
faltaba la primera virtud -el patriotismo- para usarla en beneficio del
país. De allí, tal vez, la omnipresencia de Rosas en todos los actos de gobierno. Sus ministros eran amanuenses y no tuvieron gravitación mayor en
su obra, estrictamente personal. Muerto Tomas de Anchorena en 1847 -su pariente
y consejero escuchado- la soledad de
Rosas sería completa.
“Sin embargo lograría formar la mejor
representación diplomática tenida jamás por la Argentina: Guido en Rio de
Janeiro, Sarratea en Paris, Manuel Moreno en Londres, Alvear en Washington.
Tuvo excelentes diputados en la Junta de Representantes (Lorenzo Torres,
Baldomero García) y jueces íntegros en la Cámara de Justicia (Vicente López,
Roque Sáenz Perla). Pero le faltaron
colaboradores eficientes en las tareas administrativas que interpretaran y
comprendieran su pensamiento político. Manuel Insiarte o Felipe Arana no
siempre interpretaban que el móvil de la política es algo más que detentar el
poder.
“La verdad es que la
poderosa personalidad de Rosas y su enorme capacidad de trabajo eran ‘toda la
administración’ en la casona de la calle San Francisco o en Ia Quinta de
Palermo.
“De Angelis lo
advertía a Guido con excesiva sinceridad el 12 de abril de 1840: «-El señor
gobernador tiene sobrados motivos para mandarnos a todos a la p... que nos
parió. Es único hombre puro, patriota y de buena voluntad que tenemos. Si el
falta, todo se lo lleva la trampa, y no es posible que el lo desconozca. Que
sería del país? -››
“Un
hombre solo por grande que sea su laboriosidad, inteligencia: penetración de
los negocios públicos, no puede sustituir a la labor coordinada, metódica,
dedicada, de un equipo de hombres capaces y patriotas. Carece de su eficiencia
y es incentivo para los ambiciosos que quieran heredarlo. Esa fue la ventaja de
Ia aristocracia de Brasil, categoría de hombres movidos por su amor al imperio
y defensa de su posición social y económica.
“Descansaba
sobre el jefe todo el trabajo administrativo, Pero no era posible otra forma de
gobernar.
“Angelis
escribe a Guido el 27-1-50, comentando la renuncia de Rosas de ese año: «-El
general Rosas no puede sustraerse al peso que lo oprime. Este es su destino, y
por más duro que sea, tiene que cumplirlo. Lo que él dice es cierto: su-salud
desfallece y su vida misma está amenazada. Todo el peso de la administración,
en sus pequeños y grandes detalles-››.
“Su
sistema de trabajo era agotador. Laboraba desde mediodía hasta las tres de la
mañana sin pausas ni descanso; fatigaba tres turnos de cuatro escribientes cada
uno en un dictado continuo, interrumpido por la lectura de la correspondencia o
los expedientes. Todo pasaba por sus manos: Ia correspondencia diplomática,
notas de los gobernadores, pruebas de los artículos de periódicos„ resoluciones
administrativas, consultas de Ia aduana, la policía o el jefe del puerto,
tramites militares, servicio de postas, peticiones particulares. Quince horas
de jornada continuas…”,
Estos extensos
párrafos nos muestran, más allá del patriotismo, la diferencia de capacidad
política entre la Confederación Argentina y el Imperio del Brasil.
Los dirigentes
brasileños, en gran cantidad, obraban horizontalmente sujetos a la autoridad
central del Emperador, quien tenía la última decisión. Los que ideaban, armaban y ejecutaban la
política del Imperio eran una serie de patriotas lúcidos y tremendamente
capaces que llevaban adelante los planes expansionistas dividiéndose las
tareas.
En la Confederación
Argentina todo caía y se centraba en Rosas.
El patriotismo estaba en la base del pueblo y en algunos encumbrados
hombres que servían más de ejecutores de una política que de creadores de ésta.
Lo que falló, indudablemente, fue la burguesía sin raíces y con la mirada en la
Europa afrancesada o inglesa.
Esos operadores de la
política de Rosas fueron solo eso, operadores que tenían ideas políticas no
siempre acordes al Federalismo y patriotismo como Alvear, Sarratea, etc. El
Restaurador supo utilizarlos para los planes de su gobierno y su patria, siendo
meros ejecutores de su política.
Cuando Rosas cayó y
debió exiliarse, la mayoría de sus funcionarios, conocedores de la actividad
burocrática gubernamental, siguieron cumpliendo funciones administrativas bajo
la jefatura de Urquiza y quienes le sucedieron en el mando, aun siendo estos
gobiernos Unitarios. Por ejemplo, Vicente López y Planes, Carlos
María de Alvear, Tomás Guido, entre otros.
Rosas le comentó a
Vicente López que sabía de ciertos civiles de alta alcurnia en Buenos Aires que
estaban disconformes con su política de defensa a ultranza de nuestra soberanía,
porque podían chocar con sus intereses particulares.
En carta del 15 de abril
de 1851, Vicente López se lo negó juntamente con su supuesta vinculación con
Urquiza. Pocos meses después, al día siguiente de la caída de Rosas, Urquiza lo
designa Gobernador de Buenos Aires….
Había
caído Oribe y su ejército patriota, pero todavía quedaba Juan Manuel de Rosas,
último bastión a vencer por la coalición internacional (Brasil, Inglaterra,
Francia y mercenarios italianos garibaldinos, sardos, y alemanes), sus
empleados locales (los Unitarios de ambos lados del Río de La Plata) y detrás
de todos, la Banca Internacional (con Rothschild a la cabeza moviendo los
‘hilos’). Y en ese escenario apareció Justo José de Urquiza, la pieza que
faltaba….
Leonardo BORGES[239],
en apretada pero justa síntesis nos da un panorama de los acuerdos entre Oribe
y Rosas, entre los ‘Blancos’ Orientales y los ‘Colorados’ Federales del lado
occidental del Río Uruguay.
“La Guerra Grande (1839-1851) es el
parto -extremadamente doloroso, aunque necesario- de los partidos políticos
uruguayos. De hecho, en esta guerra se inicia el mecanismo que culminará con
los partidos políticos y, en ese proceso, Juan Manuel de Rosas tiene un papel
fundamental…
Las alineaciones fueron claras. El
bando ‘blanco’ se acercó a Rosas y al federalismo, mientras que el colorado se
desarrolló en Montevideo; cercado, pero asistido por los unitarios exiliados y
por los comerciantes franceses que daban a la ciudad un toque europeo.
El citado autor define que la
política de Rosas “…fue americanista, de
corte nacionalista; por consiguiente, desconfiada de las intervenciones
extranjeras, inglesas y francesas, a la orden del día en aquellos años. Impuso
una suerte de proteccionismo económico. Prohibió la navegación de los ríos
interiores, incluido el río Uruguay; de esta manera monopolizó el comercio en
el puerto de Buenos Aires. Vale decir que la capital, según sentenció, debía
cubrir los gastos “nacionales”: guerra, relaciones exteriores y pago de deuda
nacional.
“Rosas buscaba, a su manera, la independencia, tanto política como
económica, de las Provincias Unidas. Una especie de autarquía nacional, en la
que, por primera vez, se llegó a una balanza comercial favorable.
“En Uruguay, durante el Sitio Grande, se plasmaron pues dos maneras de
pensar y de sentir, relacionadas inequívocamente con los partidos argentinos.
También solapadamente se desarrollará una dicotomía caudillos-doctores, que
florecerá después de la guerra.
De esta manera, los blancos relacionados con Rosas (y sus concepciones) y
con la campaña. Relacionadas forzosamente con cierto rasgo autoritario, natural
del caudillismo, se acercaron a las concepciones americanistas, contrarias a
las intervenciones europeas y afines al mercantilismo español de la colonia (comparación
necesariamente anacrónica). Esta modalidad dejará su sello en los sectores
rurales de Uruguay.
“… los colorados, al relacionarse durante el Sitio con los emigrados
unitarios y las tropas francesas e inglesas, generaron una modalidad
cosmopolita, europea y liberal, acercándose más a lo citadino que a lo rural…y
podemos subrayar la injerencia abusiva de los extranjeros, el peso poderoso de
la burguesía, que pudo especular con el conflicto y su prolongación, la gestión
financiera infeliz y la ruptura interna del coloradismo provocada por la
intransigencia del grupo burgués… cierto que la invocación de esos ideales
sirvió de pretexto para satisfacer móviles inferiores de comerciantes
poderosos, ávidos de riqueza”.
José
María ROSA[240]
nos da una explicación muy fundada respecto al conocimiento que tenía el
Restaurador de las intenciones europeas en estas tierras y como combatirlas con
paciencia y diplomacia más que con las armas, que, obviamente eran de menor
cantidad y calidad que la de los invasores.
“Apoderándose de Buenos Aires, los invasores tendrían dificultades
insuperables para abastecerla, y serían hostilizados por Rosas desde la pampa
con partidas de gauchos, mientras una población urbana de orilleros y
menestrales que habían demostrado ser hombres de armas y tener condiciones
bravíamente patrióticas, actuaría adentro para dificultar a los
ocupantes".
“San Martín ante el pedido de ciertos funcionarios europeos cómo veía el
hecho de que tal vez fuerzas conjuntas franco-ingleses invadieran territorio de
la Confederación, opinó para el ‘Morning Chronicle: "Con la mayor
facilidad se puede retirar todo el ganado en muy pocos días a muchas leguas de
distancia, como también los caballos y todo medio de transporte [... ] se puede
formar un vasto desierto impracticable al paso de un ejército europeo, el cual
se expondría a tanto mayor peligro cuanto más crecido fuese su número" .
“Por otra parte; internarse en los vastos territorios argentinos
significaba. lidiar con la guerra .:,; de montoneras para la. Cual no había
soldado, ni oficial. europeo, ... que estuviera adiestrado.
“El recuerdo de las invasiones inglesas de 1807 y el sabio consejo de más
de un observador perspicaz que visitara el Plata, convenció a los gobiernos de
Gran Bretaña y Francia de que ese tipo de guerra no podría conducir. a otro fin
que a la derrota. Su única "posibilidad era, pues, la hostilidad fluvial y
marítima, el bloqueo y el apoyo a "auxiliares" dentro de la
Confederación.
“Pero tal estrategia exhibía un
grave inconveniente. La guerra imperialista —"comercial" la llamaba
don Juan Manuel— era un negocio, buscaba consolidar la paz y montar un
equilibrio regional que favoreciera el desarrollo de las pingües operaciones
mercantiles de las burguesías europeas. Su excesiva prolongación implicaba, por
ende, la ruina, trastrocar el "negocio" en pérdidas cuantiosas. En
una palabra; el éxito de los agresores dependía de una guerra breve,
fulminante.
“Rosas entendió a las mil maravillas esa limitación de sus. enemigos y fue
regla de oro de su respuesta una larga, indefinida resistencia. Justamente,
para poder prolongar la lucha, para asegurar la pervivencia de la Confederación
en medio de los bloqueos marítimos y los asaltos fluviales debía lograr una
amplia y sólida unidad nacional; disminuir al mínimo las disidencias internas
capaces de transmutarse en potenciales ‘auxiliares’ del enemigo”.
No bastaban los pactos como el de Federal de 1831,
decía José María ROSA[241] en
un trabajo minucioso y extenso que “se hacía necesario lograr la armonía
económica entre las distintas partes de la Confederación. Y Rosas comprendió
que la restauración de la vieja riqueza industrial del virreinato, al tiempo de
significar la reconquista de la perdida independencia económica, quitaría los
recelos provinciales hacia Buenos Aires. Por ello dictó la ley de Aduana del 18
de diciembre de 1835, que protegía los productos de fabricación nacional.
“Era la tesis correntina que se imponía después de
cuatro años de haber sido rechazada en Santa Fe. El articulado de la ley
reproducía en parte el petitorio de Ferré en 1831, mientras sus consideraciones
hallaron eco en los mensajes firmados por su antiguo antagonista Roxas y
Patrón,
“Tal vez Rosas fue convencido por los argumentos de
Ferré: saber escuchar es condición de buen gobernante y es, sobre todo,
condición de gran caudillo. Por eso dirá Alberdi de Rosas en 1847: "Se le
atribuye a él exclusivamente la dirección de la República Argentina. ¡Error inmenso!
Él es bastante sensato para escuchar cuanto parece que inicia; como su país es
muy capaz de dirigir cuando parece que obedece”.
“La ley de
Aduana terminaba con el liberalismo económico de 1809. Esto puso en explicable
conmoción a los cenáculos unitarios de Montevideo”
Cabe
destacar las medidas proteccionistas de Rosas, fundamentalmente desde su
segundo mandato:
- Primero,
en diciembre de 1835 la Ley de Aduana por la que se aplicaron fuertes impuestos
a mercaderías importadas y se eximieron de ellos a quienes exportaban productos
manufacturados.
Sigue diciendo el autor “Un doble propósito tenía dicha ley: la
defensa de las manufacturas criollas, perseguidas desde 1809, y el renacimiento
de una riqueza agrícola, casi extinguida desde la misma fecha. En el mensaje
del 31 de diciembre de ese año, dando cuenta a la Legislatura de esa ley -
dictada exclusivamente por el gobernador en virtud de la suma del poder público
-, decíase: "Largo tiempo hacía que la agricultura y la naciente industria
fabril del país se resentían de la falta de protección, y que la clase media de
nuestra población, que por la cortedad de sus capitales no puede entrar en
empleos de ganadería, carecía del gran estímulo al trabajo que producen las
fundadas esperanzas de adquirir con él medios de descanso en la ancianidad y de
fomento a sus hijos.
“El
gobierno ha tomado este asunto en consideración, y notando que la agricultura e
industria extranjera impiden esas útiles esperanzas, sin que por ello reporten
ventajas en la forma y calidad ha publicado la ley de Aduana, que será sometida
a vuestro examen por el Ministro de Hacienda […] A las tejedurías criollas se
les entregaba sin competencia el mercado de ponchos, ceñidores, flecos, ligas y
fajas de lana o algodón, como también de jergas, jergones y sobrepellones para
caballos, artículos éstos cuya introducción quedaba totalmente prohibida […] Las mercaderías sacadas para el
interior eran libra- das, como lo había pedido Ferré en 1831, de todo gravamen.
“La
ley no se limitaba a favorecer los intereses argentinos. De acuerdo con la
política de solidaridad hispanoamericana, que es uno de los rasgos más notables
de la gestión internacional de Rosas, los productos de la Banda Oriental y
Chile se favorecían directamente: las producciones pecuarias del Uruguay se
encontraban libres de derechos y no se recargaban tampoco los reembarco para
"cabos adentro"; de la misma manera no eran imponibles las
producciones chilenas que vinieran por tierra.
“A
la marina mercante nacional se la beneficiaba de dos maneras: la carne salada
transportada en buques argentinos no pagaba derecho alguno de exportación y la
leña y carbón de Santa Fe y Corrientes, en las mismas condiciones, también se
hallaban exentos de impuestos". […]
“El fomento de la
industria fabril se realizaba por la protección decidida a los talleres de
herrería, platería, lomillería y talabartería prohibiendo introducir
manufacturas en hierro, hojalata, latón y artículos de apero para caballos. […]
“La ley de Aduana fue
completada el 31 de agosto de 1837 con la prohibición - provisional, pero que
duró hasta 1852- de exportar oro y plata en cualquier forma que fuere. La
continua evasión de metálico, ya mermada por la ley de Aduana al restringir las
importaciones, quedó completamente detenida. […]
“Pero
no debe olvidarse que desde 1838 a 1852 los enemigos de Rosas y los del país no
le dieron a aquél un solo día de paz en el cual preparar su obra. […]
“No
obstante, sin llegar a abastecer totalmente el mercado interno, la
potencialidad industrial de la Argentina en tiempos de Rosas alcanzó un grado
notable gracias a la política de su ley de Aduana. […]
“El bienestar
económico se dejó sentir inmediatamente después de dictada la ley,
especialmente en las provincias del interior, que tan castigadas fueran por la
ordenanza de 1809, Salta votaba el 14 de abril de 1836 una ley de homenaje a
Rosas, entre cuyos considerados se decía: ". . . 3°) Que la ley de Aduana
expedida en la provincia de su mando consulta muy principalmente el fomento de
la industria territorial de las del interior de la República, 4°) Que dicha ley
es un estímulo poderoso al cultivo y explotación de las riquezas naturales de
la tierra, 5º) Que el comercio interior es por ella descargado de un peso
considerable, a que será consiguiente su fomento y prosperidad. 6º) Que ningún
gobierno de los que han precedido al actual de Buenos Aires, ni nacional ni
provincial, han contraído su atención a consideración tan benéfica y útil a las
provincias interiores"
“Por
una nueva ley de 28 de mayo de 1838, Rosas dispuso la entrega de la tierra a
quienes la trabajaran en "suertes" que iban de seis leguas (a los
jefes militares y altos funcionarios) a un cuarto de legua. La propiedad se
perfeccionaba con el trabajo de la tierra concedida. Era una ley de
colonización, no de especulación. Por eso los antirrosistas dicen
que."Rosas malbarató la tierra pública", expresión", aceptable
en un conservador como Lucio V. López, pero inexplicable en antirrosistas de
izquierda que copian la crítica de López sin advertir que
"malbaratar" la tierra era darla a quien la trabajaba.
“La
Casa de Moneda facilitaba la colonización dando en préstamo la cantidad
necesaria con la sola garantía o fianza personal del Juez de Paz del partido”.
- Segundo,
el 30 de mayo de 1836, Rosas disolvió el Banco Nacional que manejaba la Banca
inglesa.
En
palabras de José María ROSA[242] en
otro de sus trabajos afirma que Rosas lo hizo “fundándose en que su
concesión había caducado, en que la moneda circulante estaba garantizada por el
Estado, en ser este accionista de los tres quintos de su capital y ‘otras
consideraciones demasiado notorias de las que el gobierno no puede prescindir’.
En su
mensaje anual {dice Rosas} –‘El Banco Nacional ya no existe. Esta institución ha
desaparecido después de haber contaminado a la provincia y dejado en pos de sí
rastros profundos de su aciaga existencia {…} El capital con que se creó
fue una ficción {…} hecho árbitro de los destinos del país y de la
suerte de los particulares, dio rienda a todos los desórdenes que se pueden
cometer con una influencia tan poderosa”.
- Tercero,
con la prohibición de exportar oro y plata decretada el 31 de agosto de 1837,
que tan infeliz hizo a Urquiza porque le estrangulaba su negocio particular de
contrabando.
Con esta
última medida se cortaba la sangría del metálico que hacía deficitario nuestro
comercio exterior
José María ROSA[243]
nos resume la importancia de Rosas para Hispanoamérica y el temor que
despertaba en los lusitanos, anglos y franceses su política de protección. “La política exterior de Rosas –el “sistema
americano” como la llamaba- tendía a estrechar los vínculos entre las
distintas hijuelas de la herencia española en América, o por lo menos entre
aquellas que formaron el Virreinato del Plata, creado en 1776 precisamente
como muro de contención al expansionismo lusitano. A su vez, la política
brasileña había consistido en dividir al vecino (el Estado Oriental,
independizado en 1828, como consecuencia de la primera guerra
argentino-brasileña; la República del Paraguay cuya formal declaración de
Independencia había incitado en 1842 y reconocido en 1844) encontrando en esta
tarea disgregadora la ayuda poderosa de Gran Bretaña, empeñada en atomizar el
antiguo dominio es pañol en América como medio de manejarlo económicamente.
El “divide et impera” de los británicos en la herencia española en América,
coincidía con el interés brasileño de mantener en Sudamérica un imperio fuerte
y u nido, rodeado por diez o más republiquetas españolas, sin sentido
nacional, anarquizadas y rivales entre ellas.
“Pero Rosas se había impuesto en el Plata, y su sombra amenazaba al
Imperio. Del mosaico de provincias enemigas dejado por los “unitarios” (la
oligarquía argentina) había emergido la fuerte realidad de la Confederación de
1831, liga de gobiernos populares orientada por la firmeza del Restaurador
porteño. No solamente era un peligro político para el Imperio, sino una
amenaza social. La consolidación de Rosas era el triunfo de las masas
populares, pues su figura tenía prestigio entre los demócratas y
abolicionistas de Brasil.
“Rosas había sabido imponer su “sistema americano”. Hizo la unidad de las
catorce provincias argentinas (la porción remanente del escindido virreinato)
con el Pacto de 1831 y sobre todo con su dura mano para hacerlo cumplir.
Consiguió luego, por la Ley de Aduana de 1835, el florecimiento industrial de
su pueblo en decadencia desde que los ingleses establecieron el librecambio de
1809. Defendió con gallardía la soberanía argentina contra la intervención
francesa de 1838-40 y sus complicaciones internas de ejércitos “libertadores”,
“libres” del sur, coaliciones del norte, estimuladas y pagadas por el almirante
interventor. Y acababa de triunfar –por los tratados con Inglaterra de
noviembre de 1849, y con Francia de agosto de 1850- de la segunda y temible
intervención de ambos poderes mercantilistas coaligados.
“Ahora, arrojados del Plata los europeos disgregadores, Rosas iría
necesariamente a la unidad preconizada por su “sistema americano”.
“¿Qué se proponía Rosas con el “sistema americano”? Haría la unidad del
Plata como hizo la unidad argentina: sin prepotencias, sin herir
susceptibilidades, por propia y decidida voluntad de los platinos. Tal vez –y
eso temían en Brasil- un Congreso Oriental, legítimamente oriental, se reuniese
en Montevideo liberado de extranjeros y extranjerizantes y suscribiese el Pacto
Federal. O se formase una nueva Confederación tripartita entre la Argentina, el
Estado Oriental de Oribe y la República de Bolivia, donde Manuel Isidoro Belzu,
caudillo de fuerte naturaleza popular, simpatizaba abiertamente con el “americanismo”
de Rosas. ¿Quién podría impedirlo?... ¿Inglaterra?... Acababa de ser ex pulsada
del Plata y en el tratado de 1849 Rosas le había impuesto el reconocimiento del
libre derecho de la Argentina y el Estado Oriental para conducir su política
interna y exterior... ¿Francia?... Se encontraría en la misma situación, si el
convenio de paz firmado por Lepredour en agosto de 1850 fuese ratificado por su
Asamblea Legislativa”.
No estaba tan
equivocado el Masón y cipayo Salvador M. Del Carril respecto a los pensamientos
de Rosas. La reconstrucción del Virreinato o por lo menos de las Provincias
Unidas del Río de La Plata era la reconstrucción de nuestra ‘Patria Grande’
hispanoamericana. Al respecto se
expresaba en una carta que le envió a Florencio Varela el 19 de diciembre de
1845: “Rosas va a un objeto: la
reconstrucción del Virreinato de Río de la Plata o la inauguración de un
imperio argentino”
Lo que para Del
Carril era algo peyorativo si lo intentaba Rosas, era de aplaudir si lo
intentaban –de hecho, lo hicieron- los enemigos sempiternos de nuestra patria:
el Imperio del Brasil, o Francia o Inglaterra, de las que Del Carril, Bartolomé
Mitre, Domingo F. Sarmiento (que como dijimos antes, su nombre ‘Domingo’ no
existía y cuyo apellido no era ‘Sarmiento’, sino ‘Quiroga Sarmiento’, primo de quien
aplaudió su asesinato, Facundo Quiroga), Julián S. Agüero, Andrés Lamas, Manuel
Herrera y Obes, Melchor Pacheco, eran sus lacayos.
No eran descabelladas
las opiniones de Del Carril respecto a las intenciones de reconstruir el
Virreinato por parte de Rosas, pero siempre con el método de persuasión y no
por violencia.
Un ejemplo de ello lo
da un líder que gobernaba Bolivia desde 1848: Manuel Isidro Belzú, con una
política francamente hispanoamericana, amigo de Rosas y persona de iguales
pensamientos políticos hispanistas a diferencia de Santa Cruz, de conocida
filiación pro-británico y amigo de los Unitarios argentinos.
Belzú tenía gran
carisma y era adorado por su pueblo, y su política social era reconocida en el
continente.
De allí la empatía
que tenía con Rosas lo cual hacia que se admiraran mutuamente. A Rosas le llegaban
siempre salutaciones por sus triunfos militares o diplomáticos por parte del
mencionado Belzú.
Cuando era inminente
la guerra con el Brasil tomó decidida parte por la Confederación Argentina,
echando a todos los Unitarios que buscasen refugio en Bolivia.
Según José María ROSA[244] Belzú tenía sus viejos problemas con el Brasil por la ocupación
indebida del Matto Grosso. {…} y compartía la reconstrucción del virreinato
imputada a Rosas, acusación que encontró fácil crédito en los hombres del
Brasil; alguna vez lo llamaron ‘el Oribe del Altiplano’ con acento despectivo”.
Por ello Belzú en septiembre
de 1851 y cuando se avecinaba la guerra contra Urquiza y posiblemente contra el
Brasil, le dio a Rosas total respaldo en
su lucha y a su sistema político.
Sigue
diciendo ROSA[245],
respecto al sistema político de Rosas: el llamado por él ‘Sistema Americano’: “Rosas había soñado con una federación de
los pueblos del Plata y alguna vez expuso un «sistema americano» que englobara
en una alianza perpetua a los países surgidos del tronco español. Consecuente
con ello, se opuso a la subdivisión de la herencia española, tanto al no
reconocer la independencia declarada en 1842 por Paraguay, como al impedir la
República de la Mesopotamia preparada en 1845 por los interventores
anglo-franceses, y concertada virtualmente en 1846 por Urquiza y Madariaga en
el tratado de Alcaraz. No era el suyo un imperialismo. No avanzó un paso contra
Paraguay, limitándose a esperar que el buen juicio de los paraguayos los
llevase a rectificar su separación del tronco común; tampoco lo hizo contra el
Estado Oriental, cuya autonomía mantuvo celosamente no obstante su gravitación
sobre el presidente Oribe. Es que Rosas, hombre de realidades y político de
largos alcances, sabía quenada estable se consigue por la fuerza. Solamente con
el alejamiento de las potencias no españolas (Brasil, Inglaterra y Francia) que
contribuyeron a dividir a América y mediante una política clara, limpia y
elevada podrían volver a unirse las partes dispersas. De la misma manera que
había construido la Confederación Argentina quitando los recelos de las
provincias hacia Buenos Aires y manteniéndoles su plena autonomía interior,
podría conseguirse —por propia voluntad, que no por imposición— la Federación
Americana. Por eso en marzo de1843 rechazó —y llamó «trampa que se nos quiere
tender»— el proyecto de tratado de alianza con Brasil, por el que se dejaba a
la República Oriental bajo su influencia siempre que ayudase al Imperio a
reconquistar Río Grande. Los hombres de estado de Brasil creyeron que Rosas se
iba a enredar en una guerra de conquista contra los orientales, que si podía
darle un triunfo momentáneo, alejaría para siempre la posibilidad de
reconstruir la Patria Grande.
Rosas no era un
tirano. La legislatura de Buenos Aires
lo proclamó como Gobernador de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1829. Además, no quiso lograr la restauración de las
Provincias Unidas por la fuerza.
Juan Manuel de Rosas
era amante del orden y la justicia a ultranza, se inclinaba –al igual que José
de San Martín- por una DICTADURA AUTOCRÁTICA, como le dijo, ya anciano, a
Ernesto Quesada en Inglaterra luego de haber vivido distintas revoluciones
liberales.
Sentemos ante todo
una premisa fácilmente demostrable hasta el día de hoy: “EN LA DEMOCRACIA (entendida como un régimen enancado en el sistema de
partidos políticos con afán de representación), LAS FORMAS SON SU CONTENIDO”.
José Luis MUÑOZ
AZPIRI[246]
señala: “Tengo la conciencia tranquila de
que la posteridad hará justicia a mí porque sin ese continuado sacrificio mío
aún duraría el estado de anarquía argentino….Lo que se requiere son hombres que sean verdaderos servidores de la
nación y no meros oficinistas ramplones, pues, bajo cualquier Constitución, si hay tales hombres, el problema
está resuelto, mientras que si no los hay, cualquier constitución es inútil o
peligrosa… .He despreciado siempre a los tiranuelos inferiores ya los
caudillejos de barrio, escondidos en la sombra; he admirado siempre a los dictadores autócratas que han sido los
primeros servidores de sus pueblos. Ese gran título haber siempre servido al
país"
Y, en consonancia con
el párrafo que antecede, Antonio CAPONNETTO[247], entiende que había en
Rosas un criterio político que planteaba la unidad de la nación a través de una
Monarquía; una parte aristocrática que daba proporcionalidad y jerarquía
natural a la representatividad y una parte republicana que daba participación a
todos los estamentos sociales, lejos de cualquier liberalismo elitista o
socialismo popular.
Pero lo que separaba
al Federalismo del Unitarismo liberal no era sólo una cuestión política,
económica o ideológica, sigue exponiendo Caponnetto. En realidad, las diferencias estaban basadas
en una cuestión teológica y, por tanto, irreconciliables, ya que esta cuestión envolvía
todo asunto político o económico de la época, tal como sucede nuestros días.
Esto se observa claramente en la idiosincrasia y las creencias del hombre del
interior con su cosmovisión tan distinta a la de los hijos de la Revolución
Francesa.
Al referirnos al
sistema político, debemos considerar los fundamentos filosóficos, sociológicos
y jurídicos por los cuales Rosas entendía que no estaban dadas las
circunstancias –y con razón- para que existiera una Constitución Nacional. Esto no significa que no existieran
constituciones provinciales, ya que el país estaba organizado en una Confederación.
En todos los casos
queda acreditado que Rosas se basaba en el ‘empirismo
organizador’, en la realidad como fuente para el desarrollo jurídico del
país, para el dictado de sus normas, como expresamos en otro trabajo nuestro.[248]
Así, como señala
Caponnetto, “El Derecho no se extrae de
la norma, sino de lo que el Derecho es, se extrae la norma”.
En otras palabras, es
el Derecho Natural obrando en la civilidad por sobre un derecho positivo
abstracto, desarraigado de la realidad que lo circunda.
Sobre la Constitución
vamos dedicarnos a analizar la opinión de varios autores sobre el tema y sus
consideraciones.
Dice Héctor CORVALÁN
LIMA[249] que “Rosas quiso la Constitución, pero no a la
manera racionalista. El error en que han incurrido los que sostienen que Rosas
no deseó la organización constitucional del país, radica, fundamentalmente, en
considerar que un país está organizado constitucionalmente, en tanto y en
cuanto tiene una constitución escrita. Los que así han pensado, lo han hecho
bajo el influjo de las ideas liberales predominantes en el siglo pasado,
olvidándose, por cierto, de grandes ejemplos históricos, como los de Inglaterra”.
[…]
Exacto. No debemos
cansarnos de repetir y hacer notar que Inglaterra no tiene una Constitución
escrita. Tiene un compendio de leyes
basadas en sus usos y costumbre que reglan su vida institucional desde hace
centenas de años.
Continúa el autor citando
a Manuel GARCÍA PELAYO[250], quien enseña, con su reconocida
sabiduría sobre el tema de la Constitución, la importancia del ‘historicismo’,
del ‘empirismo organizador’ del que
Rosas, indudablemente, abreva, en contraposición al racionalismo liberal que
intenta introducir sus teorías abstractas y de laboratorio, en la realidad que
la circunda, desconociendo supinamente la realidad de la sociedad donde
pretende articularlas:
“El
concepto racional normativo "concibe la constitución como un complejo
normativo establecido de una sola vez y en el que de una manera total,
exhaustiva y sistemática se establecen las funciones fundamentales del Estado y
se regulan los órganos, el ámbito de sus competencias y las relaciones entre
ellos. La constitución es, pues, un sistema de normas.
“No
representa una suma o resultante de decisiones parciales tomadas según van
surgiendo los acontecimientos o presentándose las situaciones, sino que parte
de la creencia en la posibilidad de establecer de una vez para siempre y de
manera general un esquema de organización en el que se encierre la vida toda
del Estado y en el que se subsuman todos los casos particulares posibles. En
esencia, se trata de una aplicación concreta y sublimizada del concepto de ley
con que opera el liberalismo"
“No se
trata solamente de que la constitución sea expresión de un orden, sino de que
ella también es la creadora de ese orden. "Característico del concepto
racional de constitución es considerar únicamente como tal la constitución
expresada jurídicamente y en forma escrita, pues sólo el Derecho escrito ofrece
garantías de racionalidad frente a la irracionalidad de la costumbre; sólo él
permite un orden objetivo y permanente ante la transitoriedad de situaciones
subjetivas; sólo la precisión jurídica escrita ofrece seguridad frente a la
arbitrariedad de la administración.” […]
"Ahora
bien, la historia excluye por esencia toda consideración generalizadora, pues
es el reino de lo individual: sujetos de la historia son totalidades
individuales (pueblos, naciones, etc.), a las que corresponden las notas de
singularidad y originalidad; la historia se compone de situaciones que fueron
una vez pero que ya no serán; el mundo histórico es, pues, algo que
continuamente deviene, le es esencial la constante transformación; pero en el
hecho mismo de esta transformación radica su continuidad, de modo que sólo
podemos explicar el presente en función de un pasado, y, por consecuencia, del
ser de ayer debemos extraer el deber ser de hoy y de mañana.
El
‘historicismo’ constituye el fundamento espiritual de la tesis de que la
constitución de un pueblo no es un sistema producto de la razón, sino una
estructura resultado de una lenta transformación histórica, en la que
intervienen frecuentes motivos irracionales y fortuitos irreductibles a un
esquema. Por consiguiente, está claro que la constitución de un país no es
creación de un acto único y total, sino de actos parciales reflejos de
situaciones concretas y, frecuentemente, de usos y costumbres formados
lentamente y cuya fecha de nacimiento es imprecisa"
Hay varios autores,
aun de nuestro tiempo, que coinciden en esto.
Uno de ellos es Germán BIDART CAMPOS[251], constitucionalista y
reconocido escritor y profesor de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, para
quien la Constitución “debe responder a
la realidad social, política, etc., del estado para el cual se dicta,- la
tradición, el pasado, la herencia de una comunidad, tienen que pesar en el
contenido de la constitución escrita que quiere adjudicársele, so pena de un
casi seguro divorcio entre el texto y la realidad, de una futura falta de
vigencia del texto constitucional” […]
Dar una
constitución que no tiene posibilidad de realizarse es frustrarla de antemano y
condenarla a la vida muerte, a la hoja de papel, privándola de anticipadamente.
Tal el error, por ejemplo, de tantos y tantos ensayos argentinos desde 1810 en
adelante, con prescindencia total de la realidad del país, por culpa de un
culto desmedido a lo europeo, a la importación, doctrinaria del liberalismo
extranjero".
En la misma línea de
pensamiento José ORTEGA Y GASSET[252], sostiene que “en vez de amoldarse el Estado al cuerpo
social como la piel se forma sobre el nuestro, se pretende adaptar cada
existencia individual al molde férreo del Estado”.
Esto significa que
una Constitución debe ser el resultado de un proceso histórico, como pensaba
Rosas, para quien primero debía cumplirse con la constitución histórica, para
luego fijarla en normas jurídicas escritas, a las cuales aquella daría su
contenido único y esencial.
Es algo que no ve
claramente el historiador Oriental Raúl ITURRIA[253] que, entendemos se
equivoca al decir justamente lo contrario al pensamiento Federal de Rosas y su
‘empirismo organizador’ al afirmar que “La
Constitución, dicho con mayúscula, es la estructura principal del sistema
jurídico que da forma a una Nación”.
El historiador citado
no ha tenido en cuenta lo sucedido en la Banda Oriental luego de la caída de
Oribe y en la Confederación Argentina de Rosas luego de la sanción de la
Constitución de 1853. Proclamadas como
la panacea de la paz y civilización, cuando los hechos demostraron que eran
simples ‘cuadernitos’ que no evitaron el baño de sangre y disgregación social y
territorial que produjeron en ambas orillas. No se puede “poner el carro
delante de los caballos” como dice la frase popular.
El autor, a quien
seguimos in-extenso en el tema nos trae pensamientos coincidentes de varios
autores.
Rosas fue una especie
de ‘monarca sin corona’ (sic), como dicen Belisario TELLO, Bernardo
LOZIER ALMAZÁN, José DÍAZ NIEVAS y hasta del propio Juan Bautista ALBERDI.
TELLO, Doctor en
Filosofía y Ciencias de la Educación, catedrático de la Universidad Nacional de
La Plata, Argentina, describe las virtudes que debe tener un monarca sin
corona, es decir, un dictador, para no caer en la tiranía.
"Imperar bien,
tarea la más ardua y difícil del orden humano, constituye una excelencia propia
de reyes".
“Puede
darse en el Dictador, si su dictadura está ordenada al bien común, porque el
dictador "posee el don innato del mando [...], es la antítesis del
discutidor y, como tal, opónese al ‘legislateur’ según lo entendía el
parlamentarismo del siglo decimonono. Aquél no discute como éste; dicta
simplemente. La dictadura constituye así, la reacción más radical frente a la
clase discutidora que configura el parlamento moderno"
“Esta
clase de dictadores tienen como enemigos a los charlatanes, los ideólogos y los
anarquizantes. Encarnan la voluntad patriótica; se imponen y se acatan antes
que ser elegidos, o electores, restauran el orden, y cuidan de "las
necesidades materiales y espirituales de sus súbditos”.
“También
estos reyes sin corona tienen [,.. ] la obligación de imprimir un sentido
social a su gestión política [,..]. El poder de un dictador, como el de un rey,
es absoluto, mas no ilimitado [...] y puesto que ya no es posible el gobierno
de los reyes por tradición familiar [...], la legitimidad dinástica debe dar
paso, entonces, a la dictadura legítima [...].
“La
dictadura coronada es políticamente preferible a la monarquía sin corona; pero
ambas tienen la indiscutible ventaja de la unidad de conducción. […] totalmente
entregado al servicio público, pertenecía también a esta clase de
hombres": la de los monarcas sin corona".
LOZIER ALMAZÁN, del
mismo modo considera que “el caudillismo
fue el recurso supletorio de la monarquía; y que esos caudillos que fueron
surgiendo en nuestra patria, ante la vacancia del rey, constituyeron un
"proceso que se remonta a los orígenes de la monarquía, cuando los reyes
surgían de entre los barones feudales, como ‘primus inter pares’ ",
“No siendo cuestionable en sí el fenómeno -porque al fin de cuentas está
en el orden natural de la concepción de la política- Ia verdad es que
"entre nosotros generó una suerte de «soberanos» territoriales faltos de
una autoridad unificadora, que ocasionó la peligrosa desintegración
nacional", Hasta que providencialmente la figura de Rosas, Caudillo de los
caudillos, puso fin a ese proceso disgregador, resultando por aquel entonces
"la encarnación del caudillo surgido ‘primus inter pares’".
Entendemos que lo expresado
es aplicable a José Gervasio de Artigas, pues si bien el Oriental entendía que
la Constitución era necesaria para la organización de la nación, en los hechos,
su liderazgo natural, impuesto por su propio peso y su sacrificada vida en favor
de su tierra, hizo comandar -sin constitución escrita alguna- la organización
de la Liga Federal por acuerdos de las provincias que se incorporaban
naturalmente, sin presión ni fuerza alguna, sólo por su guía, aceptada y
querida por su pueblo que lo siguió donde él fuera, cuidando de "las
necesidades materiales y espirituales de sus súbditos”, como dijimos antes.
José DÍAZ NIEVA, expone,
coincidentemente con los conceptos vertidos arriba que “Era difícil defender un sistema monárquico en países en los cuales se
había instaurado, desde hacía años, sistemas republicanos; ello forzó al
trasmutar el principio monárquico por la defensa de un sistema republicano
autoritario, desprovisto de conceptos liberales y basados en el orden.
“Figuras
como […] la del caudillo Juan Manuel de Rosas en la Argentina […] se alzan como
modelo buscado. […] Rosas no fue un utopista ni un ucronista. ‘Todo verdadero
político es un artesano de lo posible, y esto lo define frente utopista que
crea de la nada, mientras aquél edifica sobre posibilidades”. Como clásicamente se enseña: la política es
el arte de lo posible.
Hasta Juan Bautista
ALBERDI, para el vulgo supuestamente liberal, republicano hasta la medula, tuvo
que reconocer que “La República es más
bien una importación europea […]. La dictadura es la traducción republicana de
la monarquía absoluta”.
Aclara CAPONNETTO,
corrigiendo al tucumano, “la dictadura
monárquica de Rosas, o el monarquismo dictatorial, según se prefiera, no tuvo
visos de absolutismo, salvo contadas ocasiones”.
La prueba de esto,
entendemos, está dada en la falta de absolutismo en el poder de Rosas, durante los
tres años de su primer mandato. Su
accionar ha sido en la mayoría de los casos ajustado a las leyes hispanas
vigentes, aunque pudiesen parecer duras.
Resume Caponnetto,
haciendo una reflexión, al decir que Rosas “tenía
motivos para quejarse, alejarse y oponerse a cierta y concreta noción
ideológica del independentismo, de sus artífices y de sus trágicos frutos y eso
hizo cimentar la autonomía sin desarraigo, contra quienes pedían protectorados
a las cortes europeas -la española incluida-pero movidos por un horrendo afán
desraizante y ajenos a todo celo soberano.
"Rosas
no podía inventarse una legitimidad dinástica, autoproclamarse rey de la noche
a la mañana. Contradictoriamente ésta fue la pretensión de varios iluministas y
liberales a ultranza quienes mucho atraían las pompas monárquicas propias o
ajenas, pero desconocían o violaban crasamente el significado esencial de las
reyecías católicas tradicionales. Pudo hacer en cambio lo que hizo: suplir con
una dictadura legítima la ausencia de una legitimidad dinástica en él o en
quienes lo rodeaban […] . Porque la paradójica verdad es\ tras los unitarios y
los liberales buscaban la dependencia monarquía europea, incluyendo la
española, pero abomina la herencia hispana y se extasiaban con el republicanismo
revolucionario francés, Rosas rechaza la subordinación política a España, no
abjura de nuestra independencia, pero gobierna como un verdadero monarca hispano,
inaugurando de hecho una dinastía”.
No debemos olvidar,
como ya hemos dicho y repetimos ahora para algún desmemoriado: los caudillos
que fueron surgiendo en nuestra patria, ante la vacancia del rey, desarrollaron
un proceso que se remonta a los orígenes de la monarquía, cuando los reyes
surgían entre los barones feudales como ‘primus inter pares’.
En base a todo lo expuesto,
nos referiremos a ciertos fundamentos de la doctrina ‘Federal’ según el
criterio de Rosas.
Para las doctrinas
racionalistas, lo jurídicamente escrito es fundamento, la causa del desarrollo
social y orgánico de la comunidad. Así fracasaron las constituciones
centralistas y Unitarias de 1919 y 1826, por querer ajustar la realidad a un
cuadernito abstracto y á-raigal, si se nos permite el término.
El Padre CASTAÑEDA[254], confirmando la tesis
del historicismo, les preguntaba a los constituyentes del 26: "¿Cómo hemos de tener espíritu nacional
si en lo que menos pensamos es en ser lo que somos? Nosotros somos
hispanoamericanos, ibero-colombianos, y esto es lo que hemos de ser siempre si
queremos ser algo; pero empeñados en reducirnos a la nada, de repente somos
ingleses, a renglón seguido andamos a la francesa, de ahí a la italiana; otra
vez a lo protestante, de ahí a lo filósofo incrédulo, y en fin..."
Había distintos
criterios de constitucionalismo, según CORVALÁN LIMA[255], que nos brinda una
visión muy particular sobre el tema y tal vez, distinta a la de otros autores.
Señala el autor “Por todo ello es que la versión que se difunde
y prospera entre nosotros de la organización yanqui es la de un normativismo
escrito que soto difiere del europeo en cuanto a la concentración o dispersión
del poder en el territorio.
De ahí,
que los partidos nacientes en el Río de la Plata adopten las denominaciones de
'unitarios' (los que siguen el modelo hispano-francés), y de 'federales' (los
que admiren al ejemplo de las Cartas norteamericanas, ya fueran los «Artículos
de Confederación y Perpetua Unión» o de la Constitución Federal de Filadelfia).
Como es
sabido el introductor de estas últimas tendencias será Artigas — o sus
secretarios— quienes divulgan los textos estadounidenses reproducidos en la
traducción que en 1811 hiciera el militar cubano García de Sena de la obra de
Thomas Paine "Independencia de Tierra Firme".
Ante la
presencia simultánea de estas dos versiones extranjeras de organización
constitucional casi desapareció por completo la línea tradicionalista del
pensamiento político que antes fuera enseñada en nuestros institutos
universitarios. Entre los contadísimos patricios que pudieron zafarse de esa
presión: ideológica estuvo don Manuel de Anchorena.
De Rosas ha dicho
Julio IRAZUSTA[256] […] que como no era ‘un ideólogo extraviado por el espíritu del siglo…no
se asimiló jamás a ninguna de esas ideas abstractas acerca de las formas de
gobierno que tanto perturbaron a sus mejores contemporáneos del mundo entero,
sobre todo a sus compatriotas criollos, haciéndoles malograr una empresa
política viable’.[…]
Rosas,
expuso una prolongada y coherente posición, que no era ni la del
constitucionalismo hispano-francés ni de la imitación norteamericana, sino la
del ‘empirismo histórico’. […]
En
síntesis, el único método original de formación constitucional fue, sin duda,
el de Rosas: el empírico histórico tradicional. En este aspecto Julio Irazusta
ha destacado con gran claridad que el pensamiento del dictador y sus asesores
era el de organizar el país, no por medio de un congreso constituyente, método
que había fracasado repetidas veces entre nosotros, y que de toda evidencia no
nos convenía en aquel momento, sino por el mismo empírico y tradicional que
había presidido la formación de ¡as grandes comunidades nacionales de Europa.
El
método ‘deliberativo’ no nos convenía para constituirnos. La experiencia lo
había probado. Y el ‘empírico seguido por Rosas, había servido en Europa muy
bien, en países de derecho consuetudinario, la suma del poder era requisito
indispensable de la acción que Rosas se propuso. Con la suma del poder, y el
encargo de las relaciones exteriores logró extender la autoridad nacional hasta
los últimos rincones del país. De esos hechos surgiría una consuetudo, un
derecho político no escrito, equivalente a un sistema de leyes
constitucionales, sobre el que empezó a razonarse como de una verdadera
constitución” […]
El mismo Alberdi en
su “Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho" (en el lejano 1837)
sentenciaba que "nuestra historia
constitucional no es más que una continua serie de imitaciones forzadas",
y que sus autores se diferenciaban "con
las divisas hipócritas de libertad, garantías, constitución", mientras
que él ya había dejado "de concebir
el derecho como una colección de leyes escritas", bajo la influencia
de Savigny. Posteriormente y con los años se desdijo, con la volatilidad con
que el tucumano cambiaba de parecer sin ponerse colorado, produciendo un gran
daño a nuestra nación.
Volviendo a CORVALÁN
LIMA[257], explica que “En contraposición a esta política de Rosas
está la de los unitarios –con extrañas nostalgias de patrias ajenas, según
feliz expresión de Vicente Sierra-, que fueron los ideólogos despegados de la
realidad nacional, imitadores de instituciones extranjeras inaplicables a los
pueblos del país. Sarmiento en el Facundo los describe así: "el unitario
marcha derecho, la cabeza alta, no da vueltas, aunque sienta desplomarse un
edificio. Habla con arrogancia... Tiene ideas fijas, invariables... Las
fórmulas legales son el culto exterior que rinde a sus ídolos: la Constitución
y las Garantías Individuales. Es imposible imaginar una generación, que haya
carecido en más alto grado de sentido práctico".
Rosas quiso la Constitución,
pero “ajustada a las circunstancias de su
país, dada para su tiempo y con todas las connotaciones propias de la
idiosincrasia de su pueblo. En cambio, sus opositores intentaron vestir al país
con trajes constitucionales que le anduvieron grandes o chicos, pero nunca
ajustados a su realidad histórica” [---].
“En
toda sociedad ha existido siempre la ley”, citando a Ernesto PALACIO[258] quien se pregunta si
basta votar una constitución para establecer un orden, y se responde "Contra el prurito legalista que se
inclina a reconocer poderes mágicos a los preceptos legales y considera que la
regeneración de los países se obtiene mediante la adopción de leyes
teóricamente perfectas, debemos afirmar que el orden político es un fenómeno
anterior y superior a cualquier ley. Una constitución resulta eficaz y benéfica
cuando es la expresión de un orden político ya existente, de relaciones
legítimas y estables entre la clase dirigente y el pueblo. Ninguna
constitución, así sea la más perfecta en el plano de los principios, logra imponer
por sí misma un orden en países donde las condiciones del orden no imperan. […]
"la constitución queda así reducida a una mera expresión de deseos, sin
influencia sobre la vida política real. La primacía de la realidad política
sobre los preceptos jurídicos es evidente. La ley escrita surgió, como
expresión de un equilibrio político, con el objeto de dar permanencia a un
orden ya existente y acatado por todos. Surgió, además, como expresión de
poder.” […].
Y finaliza CORVALÁN
LIMA sobre el tema “No se puede caer,
como cayeron los adversarios de Rosas, en el viejo y remanido racionalismo
cartesiano, llevado a situaciones extremas por Hegel, que intenta sustituir la
realidad por esquemas mentales; "todo lo que es racional es real", lo
que constituye lisa y llanamente un disparate.
“Esa
actitud es el origen de lo que hemos llamado antes ‘ideología’. De los tres
métodos señalados, el adoptado por los unitarios, vale decir, el europeo; el de
Artigas, que fue el norteamericano, es, sin duda, el de Rosas, el empírico
histórico tradicional, el único con verdadero contenido nacional y con la
originalidad fundada en la realidad del País”.
Sentado lo anterior,
analicemos, aunque sea brevemente, el pensamiento expuesto por el autor en cuanto
a los criterios constitucionalistas de Artigas, que podrán provocar respuestas heterogéneas
y disímiles.
Concordamos con lo presentado
por el escritor en los conceptos ideológicos y extraviados de toda realidad por
parte de los Unitarios que, aún al día de hoy, buscan la ‘cuadratura del
círculo’ en esta temática (y en tantas otras). En un divorcio del país real,
casi diríamos en una enajenación perpetua, no sabemos si por ser psicóticos (no
conocen la realidad), neuróticos (la conocen, pero no la aceptan) o psicópatas
(conocen la realidad, la aceptan, pero actúan en contra de ella) o una mezcla
de todas estas conductas.
También coincidimos
con los razonamientos de Rosas, Anchorena, Quiroga, San Martin y tantos otros. Para corroborar lo aludido, derivamos al
lector a los intercambios epistolares entre todos a lo largo del tiempo.
Con respecto a
Artigas, si bien el autor acuerda que sus conceptos políticos eran netamente
Federales, el Protector de los Pueblos Libres intentaba lograr una constitución
Federal al igual que en los EE. UU., como paso previo necesario para la consolidación
y pacificación del país, atacado por las fuerzas extranjeras y por el
unitarismo enquistado tanto en Buenos Aires como en Montevideo.
No debemos olvidar
que estaba en auge el tipo de organización constitucional estadounidense, que,
a criterio tanto de Rosas como del autor que estamos analizando, era válido
para una sociedad distinta a la nuestra.
Como expresa “Rosas, expuso una prolongada y coherente
posición, que no era ni la del constitucionalismo hispano-francés ni de la
imitación norteamericana, sino la del ‘empirismo histórico’”.
De este modo, el 4 de
enero de 1831 Rosas logró la adhesión pacífica de todas las provincias al Pacto
de Federal que duró hasta 1853.
El gran patriarca
Oriental, Artigas, intentó crear una constitución con contenido muy valioso,
pero sin haberse pacificado previamente el país que se desangraba una y otra
vez, y sin que TODAS las provincias la avalaran, sólo lo hacían las que
formaban la Liga Federal. Finalmente, cuando fue abatido por la traición
porteña y de Francisco Ramírez, toda su estructura se derrumbó,
lamentablemente.
Más aun, los
Unitarios debieron reconocer luego de la nula Constitución de 1853, producto
del golpe de Estado de Urquiza y un ejército extranjero, que no estaban dadas
las condiciones para dictarse una Constitución escrita. Algo que era una
obviedad, habida cuenta de las matanzas en el interior del país por las fuerzas
sicarias de los Unitarios.
Así lo dijeron “Facundo Zuviría, presidente del Congreso
Constituyente del 53 y amigo íntimo del General Urquiza, veintiún años después,
consideraba que aún el país no estaba preparado para darse una constitución
escrita […] Donde no hay costumbres republicanas, la República es la peor de
las formas, así también, cuando los pueblos no Están preparados para recibir
una Constitución, la Constitución es el peor de los remedios que se puede
aplicar. Que esa preparación, no ha de buscarse en la mente de los
legisladores, sino en las costumbres, opinión, hábitos públicos y en la
disposición de los espíritus para recibirla, observarla y acatarla, como
símbolo de su fe social y política.[..] La República no se halla en estado de
que podamos llenar ese objeto con un cuaderno escrito que muchas veces sólo ha
servido de tea para la discordia y la guerra civil.[..] Para ser buenas y
aceptadas deben ser vaciadas en el molde de los pueblos para que se dicten. ¿Y
cuáles son nuestras costumbres, nuestros antecedentes, nuestro verdadero ser
político y normal, para que lo traslademos a una Constitución, o que esta sea
vaciada en aquél? Si con ella pensamos crearlos o cambiarlos, padecemos una
equivocación que la expiaremos, como nuestros predecesores expiaron la suya,
viendo morir sus obras el día mismo de su nacimiento” [259].
Del mismo modo, dice
ROSA[260], Esteban Echeverría se
preguntaba “¿Cuándo, preguntaréis, tendrá
la sociedad argentina una constitución? Al cabo de veinticinco, de cincuenta
años de vida municipal, cuando todo ella lo pida y pueda salir de su cabeza
como la estatua bellísima de la mano del escultor”.
Reflexiona con acidez
el historiador “Coincide este pensamiento
en todo con el expuesto por Rosas, sin embargo, a Rosas se lo calumnia y
persigue en la historia por esto y a Echeverría se le han levantado estatuas.
La diferencia entre uno y otro fue que en Rosas la idea partió de él y la llevó
a cabo organizando la República; Echeverría tiene el buen criterio de aceptar
los hechos consumados, obra de aquél”
Qué diferencia con
Rosas que sólo calculaba alrededor de dos años y medio para el dictado de una
Constitución en el año 1832 (Carta de Rosas a Quiroga, del 6 de marzo de 1832).
Pero ya sabemos que
para los liberales y la Masonería el remanido tema de la ‘Constitución’ era un
subterfugio, una excusa para acabar con quien representaba la soberanía del
país. Luego ello quedó demostrado desde
febrero de 1852.
Quizás una de las más
memorables cartas con un sólido pensamiento político constitucional es la que
el 20 de diciembre de 1834 le envió a Facundo Quiroga, conocida como la de la
Hacienda de Figueroa. En lo pertinente
al tema constitucional le dice “pero que
al presente es en vano clamar por el Congreso y por Constitución bajo el
sistema Federal, mientras cada Estado no se arregle interiormente y no dé bajo
un orden estable y permanente pruebas prácticas y positivas de su aptitud, para
formar federación con los demás; porque en este sistema el gobierno general no
une sino que se sostiene por la unión […]. Los pueblos se ocupasen de sus constituciones
particulares, para que después de promulgadas entrásemos a trabajar los
cimientos de la gran Carta Nacional. […]
“Obsérvese
que el haber predominado en el país una facción que se hacía sorda al grito de
esta necesidad ha destruido y aniquilado los medios y recursos que teníamos
para proveer a ella, porque ha irritado los ánimos, descarriado las opiniones,
puesto en choque los intereses particulares, propagado la inmoralidad y la
intriga, y fraccionado en bandas de tal modo la sociedad, que no ha dejado casi
reliquias de ningún vínculo, extendiéndose su furor a romper hasta el más
sagrado de todos y el único que podría servir para restablecer los demás, cual
es el de la religión; y que en este lastimoso estado es preciso crearlo todo de
nuevo, trabajando primero en pequeño; y por fracciones para entablar después un
sistema general que lo abrace todo.
“Obsérvese
que una República Federativa es lo más quimérico y desastroso que puede
imaginarse, toda vez que no se componga de Estados bien organizados en sí
mismos porque conservando cada uno su soberanía e independencia, la fuerza del
poder general con respecto al interior de la República, es casi ninguna, y su
principal y casi toda su investidura, es de pura representación para llevar la
voz a nombre de todos los Estados confederados en sus relaciones con las
naciones extranjeras; de consiguiente si dentro de cada Estado en particular,
no hay elementos de poder para mantener el orden respectivo. […]
"después
de esto, en el estado de agitación en que están los pueblos, contaminados todos
de unitarios, de logistas, de aspirantes, de agentes secretos de otras naciones
y de las grandes logias que tienen en conmoción a toda Europa, ¿qué esperanza
puede haber de tranquilidad y calma al celebrar los pactos de la Federación,
primer paso que debe dar el Congreso Federativo?"[…]
"el
Gobierno General en una república federativa no une los pueblos federados, los
representa unidos: no es para unirlos, es para representarlos en unión ante las
demás naciones: él no se ocupa de lo que pasa interiormente en ninguno de los
Estados, ni decide las contiendas que se suscitan entre sí.
“En el
primer caso sólo entienden las autoridades particulares del Estado y en el
segundo la misma Constitución tiene previsto el modo como se ha de formar el
tribunal que debe decidir. En una palabra, la unión y tranquilidad crea el
Gobierno general, la desunión lo destruye; él es la consecuencia, el efecto de
la unión, no es la causa”
Las conspiraciones
logistas que veía Rosas desde sus primeros días en el gobierno hasta el último
día de su vida, se han visto reflejadas en sus cartas y proclamas.
En cartas a Josefa Gómez,
estando en Inglaterra, se refería a la insolencia de las clases vulgares, en las
cuales no había respeto por el orden y la autoridad, que los llamados Derechos
del Hombre engendraban sólo tiranías, etc. Así también se lo menciona a Facundo
Quiroga en sus misivas, le dij que no se pueden entregar las riendas del poder
patrio a ignorantes, Unitarios y, englobando en resumen a todo ese hato de despreciables
hombres logistas, “a toda clase de
bichos”.
Todo esto también
estaba en la boca y en el pensamiento de San Martín, como veremos más adelante.
Rosas temía la
disgregación de las provincias en una serie de republiquetas, lo que
significaría el fin de la grandeza de nuestra patria y de su futuro.
El 16 de Junio de
1851, próximo su gobierno a ser atacado por el componenda brasileño y unitario,
le escribió una carta al Papa Pio IX, que Arturo SAMPAY[261] nos trae y que cita
Caponnetto. Exclamó con enojo sobre
“"las logias establecidas en Europa,
y ramificadas infortunadamente en América, [ que] practican teorías
desorganizadoras, propendiendo al desenfreno de las pasiones, asentando golpes
a la República, a la moral, y consiguientemente a la tranquilidad del mundo. El
Gobierno Argentino ha sentido ya el asomo de estas consecuencias, promovidas
por el espíritu maligno de esas logias, que abusando de las dificultades de los
pueblos, siembran la inquietud en los ánimos, y la falta de cordialidad en las
relaciones". La acción de "Ios agentes secretos de esas logias
funestas" y "el conocimiento de esas tenebrosas maquinaciones",
le merecen su enérgica repulsa. Llega a sostener incluso que "ese espíritu
de disolución ha penetrado infortunadamente hasta en alguna parte del
clero"
Desgrana CAPONNETTO[262] el pensamiento político
de Rosas se ve reflejado en sus cartas a Facundo Quiroga y a Josefa Gómez (carta
del 12 de mayo de 1872) estando en el exilio.
En ellas calificaba duramente la existencia de los llamados partidos
políticos; planteaba la necesidad de una autoridad paternal, inteligente,
infatigable y, por sobre todo, desinteresada; señalaba la necesidad de debilitar
las logias secretas (la Masonería) no sólo dentro del país, sino también las
que se diseminaban por toda Europa, producto de la ‘enfermedad política’ (sic)
que significaba la Revolución Francesa. Para el autor, ‘el hombre es el sistema’, pensamiento romano por excelencia.
Para Rosas, los
partidos políticos conducían a la discordia y por tanto a la disolución social,
por lo que ‘no es tiempo de pensar en los
partidos’, como le decía a Josefa Gómez en su carta del 17 de diciembre de
1865, entre tantas otras que escribió. Rosas,
gracias a su longevidad pudo ver por sí mismo que sus temores de antaño sobre
las corrientes disgregadoras que llegaban al Plata de manos de la Masonería se
hicieron realidad. Tal el caso del Salón Literario de 1837, en el
que jóvenes con mucho porvenir y con las condiciones intelectuales para formar
un lote de futuros dirigentes que podía conducir a buen puerto la grandeza de
nuestra patria y su independencia reciente, naufragaban en teorías y
abstracciones de la mano de los logistas desembarcados en nuestras costas, con
sus libros funestos tan contrarios a las jerarquías y al orden.
En una reunión con
Vicente Quesada en Inglaterra, amplió en forma concordante los conceptos dados
a Facundo Quiroga en la Carta de la Hacienda de Figueroa, expresando que la
imposibilidad de llegar a una constitución nacional escrita se debió a la incapacidad
de pacificar previamente al país con acuerdos permanentes, no como lo hicieron después
de 1852 a palos, fusilamientos y degüellos. Cabe agregar las palabras de su
hijo, el historiador Ernesto QUESADA[263] presente en dicha
reunión y muy joven por aquel entonces, al recordar lo dicho por el Restaurador
de las Leyes:
“…Porque
la conspiración era permanente y en los países limítrofes los emigrados organizaban
constantemente invasiones. Fue así como todo mi gobierno se pasó en defenderse
de esas conspiraciones, de esas invasiones y de las intervenciones navales
extranjeras: eso insumió los recursos y me impidió reducir los caudillos del
interior a un papel más normal y tranquilo” […]
"Pero
el reproche de no haber dado al país una constitución me pareció siempre fútil,
porque no basta dictar un "cuadernito", cual decía Quiroga, para que
se aplique y resuelva todas las dificultades: es preciso antes preparar al
pueblo para ello, creando hábitos de orden y de gobierno, porque una
constitución no debe ser el producto de un iluso soñador sino el reflejo exacto
de la situación de un país Siempre repugné a la farsa de las leyes pomposas en
el papel y que no podían llevarse a la práctica.
“La
base de un régimen constitucional es el ejercicio del sufragio, y esto requiere
no sólo un pueblo consciente y que sepa leer y escribir, sino que tenga la
seguridad de que el voto es un derecho y, a la vez, un deber, de modo que cada
elector conozca a quién debe elegir, de lo contrario, las elecciones dé las
legislaturas y de los gobiernos son farsas inicuas y de las que se sirven las
camarillas de entretelones, con escarnio de los demás y de sí mismos,
fomentando la corrupción y la villanía, quebrando el carácter y manoseando
todo". […]
“No se
puede poner la carreta delante de los bueyes: es preciso antes amansar a éstos,
habituarlos a la coyunda y la picana, para que puedan arrastrar la carreta
después.
“Era
preciso pues, antes que dictar una constitución arraigar en el pueblo hábitos
de gobierno y de vida democrática, lo cual era tarea larga y penosa. .. por lo
demás, siempre he creído que las formas de gobierno son un asunto relativo,
pues monarquía o república pueden ser igualmente excelentes o perniciosas,
según el estado del país respectivo; ese es exclusivamente el nudo de la
cuestión: preparar a un pueblo para que pueda tener determinada forma de
gobierno; y, para ello, lo que se requiere son hombres que sean verdaderos
servidores de la nación, estadistas de verdad y no meros oficinistas ramplones,
pues, bajo cualquier constitución si hay tales hombres, el problema está
resuelto, mientras que si no los hay cualquier constitución es inútil o
peligrosa.
“Nunca
pude comprender ese fetichismo por el texto escrito de una constitución, que no
se quiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios:
si tal constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre
inútil lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno. El
grito de constitución, prescindiendo del estado del país, es una palabra
hueca".
Esto muestra, sin
hesitación, el realismo político de Rosas, al ‘empirismo organizador’, al mismo tiempo que su desprecio por todo
ideologismo, que lo hiciera apartarse de la realidad de su país.
El historiador platense[264] ya citado, hace un
estudio extenso sobre el ‘empirismo organizador’ de Rosas y que, por ser casi
desconocido, amerita su transcripción:
“El Restaurador fue un político empírico; hecho
en que en nada disminuye su grandeza. Antes bien, su profundo realismo lo
enaltece. Todas sus creaciones basábanse en la empírea y ninguna es contraria a
las exigencias de la realidad, norte su pensamiento y guía de su acción. Pero
su creación más genial fue "la empírica Confederación Argentina",
según la apellida con acierto el gran historiador Julio Irazusta en su
monumental biografía política del dictador.
“Nadie
percibió con tanta claridad como él la necesidad de dar al país una
organización empírica antes de dotarlo de una Constitución escrita. Su agudo
realismo le permitía ver la conveniencia de lo primero tan bien como los
inconvenientes de lo segundo.
“Pero
su gloria consiste, sobre todo, en haber evitado que el país saltase en
pedazos, dispersándose en un mosaico de republiquetas; hecho que lo convierte
en el verdadero artífice de la unidad nacional. 'Esta "poderosa figura de
estilo prusiano", como lo define Spengler, es así el Bismarck de la tierra.
“Pero
lo que más sorprende al estudiar sin prejuicios la vida política del
Restaurador es su equilibrado realismo, en cuya virtud parecíale preferible
dotar al poder central de atribuciones que sólo después de estar consagradas en
la misma realidad debían ser fijadas en una Constitución escrita, pues en
ningún caso podía ser ésta una ley a priori, sino que debía resultar de una
larga experiencia; porque la realidad viva es preferible a la letra muerta.
“El
mayor error que puede cometerse en política consiste en creer que no hay
organización estatal posible sin Carta constitucional; o sea en pensar que no
existe Estado organizado fuera de un régimen constitucional.
“Es el
error llamado constitucionalismo basado sobre esta falsa ecuación: país
inconstituido igual a país desorganizado. Pero el régimen constitucional es
solo uno entre varios. La "Confederación Argentina” fundamentalmente
empírica en cuanto basada sobre la sabiduría experimental de su creador
constituye la máxima construcción política de nuestra historia.
“Toda
la política ‘rosista’ reviste, pues, un marcado carácter empírico, y la
"Santa Federación" no fue concebida ni llevada a la existencia sino
después de una circunspecta observación de la situación política coetánea; o
sea, de lo que el propio dictador solía llamar el "verdadero estado de la
tierra”.
“A los
ideólogos de su tiempo contrapuso esta política realista que evita
prudentemente toda precipitación, dejando que el tiempo haga también su parte.
El buen político espera la oportunidad con paciencia y la aprovecha sin
tardanza; a fuer de prudente, el dictador es el hombre que sabe "dar
tiempo al tiempo", según aconseja la sabiduría proverbial.
“Realismo
y habilidad signan toda la política decisionista del Restaurador, quien
comprendió cabalmente en su hora que gobernar consiste ante todo en persuadir,
como lo demuestra la abundante correspondencia que nos ha dejado. Su
"cabeza pensadora” desarrolló una hábil dialéctica persuasiva puesta al
servicio de una política de inspiración nacional, con la cual desbarató los
siniestros planes de los "logistas" de su tiempo, semejantes a los
sinarquistas de nuestros días”.
En síntesis, el autor
realza la diferencia entre ‘realismo
empírico’ y ‘utopía constitucional’;
entre ‘unidad territorial’ y ‘mosaico de republiquetas’; entre ‘Estado organizado’ y ‘régimen constitucional’; entre ‘prudente
persuasión’ y ‘despotismo tiránico’.
Muchas de las
correspondencias entre nuestros próceres que mencionamos, son una fuente
riquísima de doctrina política sobre todos los temas que estamos tratando, más
allá de cuestiones coloquiales y familiares que se puedan encontrar.
Coincide San Martín con Rosas. Para dolor de
liberales y progresistas que han ‘inventado’ un edulcorado y pacífico SAN
MARTIN[265]
Totalmente inexistente.
Veamos lo que decía en sus cartas principales
el Libertador (la ‘negrita’ me pertenece):
En el manifiesto del 2 de agosto de 1821 en el Perú nos
dice que “…Diez años de revolución en
Venezuela, Cundinamarca [actual Colombia], Chile y Provincias Unidas del Rio de la Plata, me han hecho conocer los
males que han ocasionado la convocación intempestiva de congresos, cuando aún
subsistían enemigos en aquellos países. Primero
es asegurar la independencia, después se pensará en establecer la libertad
sólidamente”
Al respecto y en igual sentido, lo dijo en una carta a
Tomás Guido del 5 y 6 de abril de 1829:
“Las agitaciones de
19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido y más que todo,
las difíciles circunstancias en que se halla en el día nuestro país, hacen
clamar a lo general de los hombres que ven sus fortunas al borde del
precipicio, y su futura suerte cubierta de una funesta incertidumbre no por un
cambio en los principios que nos rigen y que en mi opinión es donde está el
mal, sino por un gobierno vigoroso, en
una palabra militar; porque el que se ahoga no repara en lo que se agarra, igualmente
conviene en que para que el país pueda existir, es de necesidad absoluta que de
los dos partidos en cuestión desaparezca de él, al efecto, se trata de buscar un salvador, que reuniendo el prestigio de la
victoria, el concepto de las demás provincias y más que todo un brazo vigoroso,
salve a la patria de los males que la amenazan;…”
GALVEZ[266] dice que el 2 de
setiembre de 1830 el Restaurador se
dirigió a Estanislao López en estos términos: (parte pertinente) “…La idea de Congreso en suma es- una
especiosa invención de los ambiciosos, para alucinar a los pueblos libres, y
establecer la tiranía bajo las apariencias de libertad. Los Congresos no deben
ser el principio sino la consecuencia y último resultado de la organización
general. […] Los Congresos han venido a ser el resultado de
la organización obtenida por sucesivos convenios, según los ha exigido lo
práctico de la experiencia por el bien de cada Estado en particular y el de
todos en general […] Antes debemos
existir y después organizamos. […]
Congreso, congreso, ¡hasta cuándo tendrán lugar entre nosotros esos delirios
con que nos han logrado llenar nuestras cabezas ciertos hombres que no han
pensado sino en esclavizarnos!".
Los conceptos políticos de San Martín han sido fijados en
innumerables documentos.
Al respecto dice
Héctor SAENZ QUESADA[267] “La visión política de San Martín nos parece más propia de un
metropolitano de un vasto imperio. Para él la nación está antes que la
localidad. Tenía, pues de ventaja sobre los lugareños, un sentido amplio del
mundo español, sentido que por cierto se ha demostrado ser más exacto que el
que pudieran tener los que no veían mucho más allá de su parroquia […] No es ningún misterio, porque la
bibliografía es abundante, en el conocimiento de las intenciones monárquicas y
aristocráticas de San Martín cuando ejercita el gobierno del Perú” .
Encontramos aquí una
idea más abarcadora, no quedándose solo en la ‘patria chica’ sino que
geopolíticamente veía una dimensión más amplia que el resto de los mortales, alejando
de todo jacobinismo y liberalismo democrático, parecida a lo que llamaba José
Antonio Primo de Rivera a su España grande ‘una
unión de destino en lo universal’.
En tal sentido, y
respecto a una unión de la Hispania, sigue diciendo Sáenz Quesada “ Hay una nota característica en los documentos que hemos leído que
constituye el fondo del pensamiento de San Martín. Es el concepto de la Unidad
de destino de los españoles metropolitanos y de América. Vamos a verlo expresado
en con mucho mas vigor y claridad en Punchauca. Allí propondrá San Martín al
Virrey La Serna, que se reconozca la independencia del nuevo reino a crearse
con Perú, Chile y Buenos Aires, que el monarca sea un príncipe español de la
casa reinante, y que se estipulen preferencias mercantiles para los productos
de la Península”.
Y en lo tocante a la
Revolución Francesa y los jacobinos expresaba San Martín a Arzobispo de Lima
apenas desembarca en esa ciudad sus deseos de: “-…consolidar un gobierno que garantizase el orden y la prosperidad
sobre principios diametralmente opuestos a las ideas exaltadas que por
desgracia fueron difundidas en el mundo
desde la célebre revolución del año ’92, yo me retiraré de la escena pública a
gozar de la felicidad de mis semejantes y bendecir a la Providencia por los
beneficios dispensados al país a que pertenezco- Hay una confesión de fe
Católica [dice el autor] y una expresa repulsa a las ideas exaltadas
de la Revolución Francesa. Hay también el reconocimiento de la comunidad
espiritual y racial De peninsulares e
hispanoamericanos y un anhelo de
concordia que luego veremos se materializará en Punchauca”
Dice
Benjamín VICUÑA MACKENNA[268] que San Martín, al cual
conocía muy bien “desde que en Cádiz
había visto la atroz inmolación del general Solano, de quien era ayudante,
perpetrada por un pueblo enfurecido, tenía una aversión profunda y casi
nerviosa por las asambleas de la plebe o por los gobiernos que nacían o se
apoyaban en las muchedumbres”.
Desde Europa, el General SAN MARTIN[269] le escribió a su amigo
Guido varias cartas. En la del 1º de noviembre de 1831, en uno de sus párrafos
le expresó textualmente:
"Ya es tiempo de dejarnos de teorías, que 24
años de experiencia no han producido más que calamidades. Los hombres no
viven de ilusiones, sino de hechos: ¿qué me importa que se me repita hasta la
saciedad que vivo en un país de libertad si por el contrario se me oprime?...
¡Libertad! désela usted a un niño de tres años para que se entretenga por vía
de diversión con un estuche de navajas de afeitar, y usted me contará los
resultados. ¡Libertad! Para que un hombre de honor se vea atacado por una
prensa silenciosa, sin que haya leyes que lo protejan y si existen se hagan
ilusorias. ¡Libertad! Para que si me dedico a cualquier género de la industria,
venga una revolución que me destruya el trabajo de muchos años y la esperanza
de dejar un par de bocados a mis hijos. ¡Libertad! Para que se me cargue de
contribuciones a fin de pagar los inmensos gastos originados porque a cuatro
ambiciosos se les antoja por vía de la especulación, hacer una revolución y
quedar impunes. ¡Libertad! ¡Libertad!...Maldita sea la libertad, ni será el
hijo de mi madre el que vaya a gozar de los beneficios que ella proporciona, hasta que no vea establecido un gobierno
que los demagogos llamen tirano y me proteja contra los bienes que me brinda la
actual libertad".
En el mismo sentido le escribió a Guido, el 1 de febrero
de 1834 y el 17 de diciembre de 1835[270]:
"Se trata de
buscar un salvador (de) brazo vigoroso (que) salve a la Patria de los males que
la amenazan. No estaré tranquilo hasta
que no vea establecido un gobierno, que los demagogos llamen tirano, y me
proteja contra los bienes que, me brinda la actual libertad. ..Hace cerca de dos años escribía Usted que
ya no encontraba otro arbitrio, para
cortar los males que por tanto tiempo han afligido a nuestra desgraciada
tierra, que el establecimiento de un gobierno fuerte; más,... claro, absoluto,
que enseñara a nuestros compatriotas a obedecer. Yo miro como bueno y legal
todo gobierno que establezca el orden de un modo sólido y estable; y no dudo
que ~u opinión y la de todos los hombres que amen a su país pensarán como yo.”
Reiterativo en sus conceptos políticos y en coherencia
con lo ya dicho por él mismo varios años atrás, le dijo a Guido en la carta del
26 de octubre de 1836[271]
“Nuestros países no pueden, por lo menos por
muchos años, regirse de otro modo que por gobiernos vigorosos; más claro,
despóticos…No hay otro arbitrio para salvar
a un estado, que tiene muchos doctores, que un gobierno absoluto”.
Por esta
razón no se equivocó Juan Manuel de Rosas. Después del derrocamiento de su
gobierno en 1852 y con una Constitución producto de dicha destitución ilegítima,
el país entró en una época de terror y sangre, guerras civiles, separación de
la Provincia de Buenos Aires del resto del país, como no se había visto nunca
hasta entonces.
A
través de las páginas del “Archivo Americano” de Pedro de Angelis, (Nro.19 del
21 de junio de 1845), el Gobierno de la Confederación Argentina expresaba los
mismos criterios respecto a ordenar el país como paso previo a una
Constitución.
Los
párrafos principales señalaban que “…"La
constitución de un Estado, para que sea sólido, debe prevenir de la creación
progresiva de instituciones análogas, de las costumbres radicadas en los
pueblos, de la acción lenta pero segura del orden y de las leyes especiales de
cada Provincia. Hace ocho años que no dejamos las armas para repeler al bando
rebelde unido a extranjeros enemigos de nuestra independencia, y una nación no
se constituye en medio de la guerra. Pelea y salva su nacionalidad; después
sigue naturalmente su constitución...
"El
Tratado del 4 de enero de 1831 es la base de la constitución de la República...
La organización política, administrativa y social de la Provincia de Buenos
Aires, la seguridad de sus fronteras, la morigeración de las costumbres, y
tantos otros progresos de un sistema liberal de orden y garantías, son otra
base para la constitución del país, porque es inútil esperarla si sus
Provincias no llevan al todo nacional fracciones ordenadas y regulares. Los
salvajes unitarios han conspirado contra ese mismo Tratado en que se afianza la
nacionalidad argentina, y que es la base de su constitución...
"Nuestros Congresos jamás pudieron
producir los días serenos de la paz ni los sazonados frutos de la libertad
constitucional. Se reunieron en la tempestad de las pasiones; un fuego violento
sustituyó las inspiraciones de la razón fría y calculadora, y el clamor de las
facciones enfurecidas hizo retemblar el sitio mismo de sus deliberaciones. La
colisión fue espantosa; y no solo despedazó en su choque lo que existía, sino
ofreció a los pueblos el ejemplo más pernicioso a la moral y a la futura
constitución del país.
"Es una necesidad previa la
consolidación de la independencia nacional y con ella de las instituciones
preparatorias que ya existen creadas a virtud de los pactos fundamentales, como
el Tratado del 4 de enero de 1831.
"Se necesita que cada Provincia
afiance su organización interior en su constitución particular, en su sistema
de hacienda, de justicia, de guerra y demás ramos administrativos. Esta será
obra de la paz y de un tiempo empleado en asiduas y sabias tareas. Estas
constituciones particulares no deben discordar en la base...
"Se necesita que cada Provincia
afiance su organización interior en su constitución particular, en su sistema
de hacienda, de justicia, de guerra y demás ramos administrativos. Esta será
obra de la paz y de un tiempo empleado en asiduas y sabias tareas. Estas
constituciones particulares no deben discordar en la base...”
En
sus últimos años, Rosas siguió conceptualizando el mismo pensamiento, en un
todo congruente consigo mismo, respecto a que no era necesaria una Constitución
hasta tanto se ordenaran las provincias de nuestro país.
Una
curiosidad que muestra la coherencia de Rosas a lo largo de su vida sobre el
tema institucional, Federación, Confederación.
En una carta a Josefa Gómez del 22 de septiembre de 1869, en las
postrimerías de su vida, repitió lo que le había dicho a Facundo Quiroga en su
famosa carta de la Hacienda de Figueroa, del 20 de diciembre de 1834 desde San
Antonio de Areco, que es toda una declaración de principios políticos[272]. Ya hemos transcripto unos párrafos antes, pero es
pertinente reproducir algunos nuevamente.
Dijo, con profundo conocimiento de la ciencia política:
“El Gobierno General en una República no
une los Pueblos federados; los representa unidos, no es para unirlos, es para
representarlos unidos ante las naciones. No se ocupa de lo que pasa
interiormente en ninguno de los Estados, ni decide las contiendas que se
suscitan entre sí. En el primer caso solo entienden las autoridades
particulares del Estado, y en el segundo la misma Constitución tiene previsto
el modo como se ha de formar el tribunal que deba decidir. En una palabra, la
unión y tranquilidad crea el Gobierno General, la desunión lo destruye: él es
la consecuencia, el efecto de la unión, no la causa; y si es sensible su falta,
es mucho mayor su caída, porqué nunca sucede sino convirtiendo en funestas
desgracias, y anarquía, toda la República. No habiendo, pues, hasta ahora entre
nosotros unión y tranquilidad, menos mal es que no exista el Gobierno General,
que sufrir los terribles estragos de su disolución. Eran esas mis vistas, y
opiniones que en todo el tiempo que presidí al Gobierno de Buenos Aíres,
encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina”.
En
nuestro trabajo mencionado hemos transcripto, y acá los reiteramos, conceptos
de Ernesto QUESADA[273] que nos dan una descripción social del momento en que la
nación toda reclamaba, prácticamente, que Rosas accediera al poder otorgándole
las facultades extraordinarias para que terminara con tanta anarquía que no
dejaba al pueblo vivir en paz.
Belisario
TELLO[274] dice que las sociedades cuando se encuentran en una etapa de
anarquía, de virtual disolución por los agitadores, no les queda otra opción
para subsistir, que organizarse bajo un puño de hierro. “La
Dictadura exige hoy ser defendida y aún encomiada; porque en la práctica ella
constituye la reacción más eficaz contra la anarquía”.
El
concepto ‘convencional’ de Rousseau es profundamente equivocado, en cuanto base
de la autoridad. “Esta no tiene un origen
consensual, sino un principio natural. La autoridad, en efecto, es una
institución tan natural como la paternidad de hombre o su propiedad. No hay en
ella nada de convencional o artificioso”.
El
estado de la sociedad que precedió a ambos gobiernos de Rosas era de profunda
anarquía. En el primer caso, la llamada ‘Anarquía del Año XX’ (con el asesinato
de Dorrego por parte de Lavalle y sus aduladores Unitarios como Agüero y
Salvador María del Carril, entre otros) que provocó el primer gobierno de Rosas
que se extendió entre 1829 y 1835. Luego hubo un período de gobiernos breves que
se fueron sucediendo: Balcarce, Viamonte y Manuel V. Maza, sumado al clima de
violencia anárquica que concluyó con el asesinato de Facundo Quiroga, condujo
al segundo gobierno de Rosas de 1835 a 1852.
Entonces
podemos inferir que la causa de un régimen dictatorial es la violencia
anárquica y no su efecto, como a veces se piensa.
Los
liberales y Unitarios siempre han hecho coincidir Dictadura con arbitrariedad,
lo que no es lícito. Así como tampoco la Tiranía es sinónimo de Dictadura. La diferencia es que en la primera no hay
consenso público de la actuación del hombre que tiene el poder, y que es, por
tal motivo, un Tirano.
Las
dictaduras hacen su aparición cuando las mayorías están cansadas, hastiadas de
votar cualquier cosa y que cualquier cosa sea finalmente siempre lo mismo.
En
tal sentido, continúa TELLO[275] “Napoleón surge en
medio de un gran cansancio electoral: la espada revelóse entonces más decisiva
que el voto; cuando éste se vuelve inútil, la dictadura se vuelve inevitable.
{…}
“La anarquía es un mal social de tal
manera que puede llegar a poner en peligro, no solo la estabilidad política,
sino también la existencia misma de la sociedad. {…} Un prolongado estado de
anarquía, con la consiguiente desaparición de todo orden jurídico, traería
consigo faltamente la pérdida del carácter estatal de la comunidad. {…} Cuando
tosas las instituciones sociales sucumben en el caos, surge la institución
dictatorial como única salvación posible. De allí que los hombres hayan visto
siempre el último recurso de salvación; siendo el régimen político más indicado
para sacar de sus estados de postración a una sociedad corroída por la
anarquía. En tan criticas circunstancias, claro está, dicha institución viene a
resultar más que necesaria, imprescindible.”
La
legitimidad (o no) de la Dictadura, viene dada no antes sino después, en el
ejercicio del Poder, siendo la responsable en forma total-, o sea “por garantizar mediante ésta la existencia
misma del Estado”. De tal modo y ante un estado anárquico de la sociedad “la Dictadura militar constituye así, una
especie de ‘legítima defensa’ de la sociedad {…}. “Del instinto de
conservación de los hombres y pueblos nacen las dictaduras”.
La
dictadura también se diferencia del sistema parlamentario, porque al
legitimarse en el ‘hacer’ y no en el ‘hablar’, rechaza la discusión infinita
que desemboca en la nada.
Al
respecto sigue diciendo TELLO[276] que “el dictador es la
antítesis del discutidor y, como tal, opónese al legislador según lo entendía
el parlamentarismo decimonono. Aquel no discute como éste; dicta simplemente {según
su leal saber y entender}. La Dictadura
constituye, así la reacción más radical frente a la ‘clase discutidora’ que
configura el Parlamento moderno: una decisión definitiva es contrapuesta
entonces a una discusión indefinida. Pero el dictador es también un legislador
extraordinario ‘ratione necessitatis’”
Ya
decía y con suma razón Oswald SPENGLER[277] “al final es siempre
un pelotón de soldados quien salva la civilización”. Varias veces Rosas tuvo
que salvar a nuestra civilización de la anarquía interna y de las agresiones
externas. Hizo lo que puedo y hasta donde pudo.
Eso
es lo que diferencia a un político empírico de un utópico trasnochado. El
político empírico se maneja con lo posible, la recta y prudencial noción de lo
posible. El utópico intenta crear algo
de la nada, sin base alguna sobre lo ya existente, lo cual termina por hacerlo rodar
sobre el precipicio de la fantasía nihilista.
De
allí se extrae que el acierto de un político realista se basa, no en lo que
dice, sino en el éxito de lo que hace. Lo que hace legitima su poder, no el
voto ni lo que dice. “Verba Volant, Facta
Manent”
Para
que un gobierno dictatorial sea opresivo e injusto requiere actuar en contra de
la justicia o del Derecho Natural.
Resalta
el autor “la función dictatorial exige de
quien la ejercita una gran capacidad de trabajo, porque sobre las solas espaldas
del dictador pesan todos los asuntos del Estado, aun los más nimios: su tarea
es tan exclusiva como su mano”
Estos
son los riesgos de un gobierno dictatorial: mayor trabajo por la dificultad de
delegar y mayor responsabilidad frente a su pueblo que conlleva la posibilidad de fracaso expuesto y que
le puede acarrear tanto la gloria como la muerte. Si fracasa, a diferencia del régimen
democrático, sus decisiones no se diluyen en el anonimato de una pléyade de
hombres oscuros y no conocidos que quedan a salvo si se equivocan en sus
decisiones, sino que las decisiones de los dictadores quedan expuestas en
primera persona, como debe ser.
Un
dictador, como Rosas, encarna la voluntad nacional y disgrega los
particularismos. De allí que la dictadura requiera un apoyo popular como
consecuencia y no como causa de la recta gestión. Su legitimidad deriva del
éxito de su gestión en bien de su pueblo y su nación.
Toda
revolución nihilista y antinacional deriva en la anarquía y ésta conduce
inevitablemente, por decantación, por instinto de supervivencia, a una
dictadura que restaure el principio de autoridad que es esencial para la
existencia de una sociedad. Es una cuestión existencial.
El
dictador obtiene su legitimidad por su actuación en beneficio de su pueblo, que
así, libremente lo acepta y sostiene.
San
Martín también exigía un gobierno fuerte, autocrático, para terminar con la
anarquía Unitaria, que él mismo tanto sufrió y que lo obligó a emigrar, como ya
hemos leído en párrafos anteriores en sus cartas a Guido:
“La historia de Rosas se convierte en la
historia de la exacerbación del partido Unitario, que fue el que todo provocó
durante aquella época: Rosas no tuvo más remedio que someterse a lo que los
Unitarios querían, y dejarse llevar al terreno que éstos elegían. El sueño dorado de Rosas: la reconstrucción
del Virreinato, una patria grande, unida y fuerte, bajo la égida de un poder
militar respetable y servida por una diplomacia seria, no pudo realizarse
nunca, porque los Unitarios no le permitieron ocuparse de él o desbarataron sus
planes en todo momento. (La
‘negrita’ me pertenece).
“Síganse los acontecimientos de la
época: Rosas no tuvo jamás la iniciativa de un solo exceso, de una sola guerra,
ni de un solo conflicto: en todos, sin excepción, es el partido unitario quien
los inicia, los desarrolla …a la larga, la población, cansada de tanta
inseguridad material y de tanta incertidumbre política, desesperada por salir
de la confusión permanente en que se vivía, no aspiró sino a la paz, a la
tranquilidad, al orden, buscando "un hombre" suficientemente enérgico
para que garantizara la realización de ese voto supremo.
“En circunstancias
semejantes nadie pensaba en instituciones más o menos liberales: sólo se quería
el orden material, a cualquier precio. Rosas era el hombre que encarnaba y
realizaba esa aspiración, y que, imbuido en los mismos prejuicios de sus
coetáneos, ante todo y sobre todo aspiró a cimentar el anhelado orden material,
considerando como cosa secundaria y como simples formalidades las instituciones
liberales, con su rodaje parlamentario y su gobierno ministerial.
“En un país normalizado y
con educación difundida, un hombre semejante habría sido una calamidad; en
nuestro país y en aquella época era una salvación. Había dominado con mano
férrea la hidra de la anarquía, cimentando el orden, tranquilizando los ánimos
y preparaba el país a su evolución natural.
“La intemperancia del
círculo unitario amenazaba trastornarlo todo: encendía de nuevo la guerra
civil, entronizada la anarquía, sembraba la intranquilidad. De ahí que la
población se levantara airada e iracunda contra los eternos perturbadores del
orden, que habían demostrado, cuando estuvieron en el poder .su absoluta
incapacidad para el gobierno; y cuyos hombres dirigentes, profundamente
divididos entre sí, sólo presagiaban un poder débil, inseguro y vacilante.
“La invasión unitaria hacía
retroceder el país al caos del año 20; la gente, exacerbada, tenía que repeler
una intentona tan descabellada, conducida por hombres que anteponían su
personalismo excluyente al patriotismo más elemental. Rosas, en aquellos
momentos, encarnaba la aspiración de la época: la tranquilidad y el orden, para
el logro de lo cual todos consideraban imprescindible el autoritarismo, la
energía implacable y las cualidades que caracterizaban al gobierno
establecido”.
De aquí podemos extraer como
conclusión que el rigor del gobierno de Rosas fue producto de la anarquía
producida por los Directoriales y los Unitarios (‘panfletistas desvergonzados’, dice Enrique ARANA (h)[278]).
La misma reflexión expone
CORVALÁN LIMA[279]: “Como es dado observar, Rosas no estuvo
solo en esta concepción histórica tradicional, a los efectos de la formación
constitucional argentina. Hombres de gran prestigio, muchos de ellos
adversarios, compartieron sus ideas. Es injusto, entonces, decir que Rosas no
quiso la Constitución para su Patria. Rosas deseó la Constitución, pero una
Constitución real, para un país real, y no una carta de papel, que no lo
supiera expresar”.
Como hemos mencionado,
Zuviría, Echeverría, Mitre y, hasta el propio Sarmiento, lo reconocieron con
los años.
Ahora
bien, debemos puntualizar un hecho. Uno
de los errores de Artigas y Oribe en el final de sus días fue considerar como
necesidad primigenia y por delante de todo, contar con una Constitución
Nacional. Era algo fundamental y
peleaban por ella. Pensaban que había que dar una Constitución como condición
necesaria para la libertad de nuestros pueblos. El Protector de los Pueblos Libres lo declaró
una y mil veces.
Coincidimos
con Juan Manuel de Rosas, cuando dijo que eso era “poner el carro delante del
caballo”, como ya lo señalamos.
En
tal sentido se preguntaba el norteamericano Brackenridge, visitando la
Argentina en a1817, citado por CORVALÁN LIMA[280]: “¿Por qué hemos de
insistir en que los sudamericanos establezcan un gobierno precisamente similar
al nuestro?. Deben formar sus gobiernos como edifican sus casas: con los
materiales que tienen a mano”.
No
hay duda alguna que sería esencialmente norteamericano, y que diferiría
considerablemente del nuestro.
Rosas
decía que primero había que poner en orden y paz cada una de las Provincias
–que ya tenían sus Constituciones Provinciales- y recién una vez logrado esto, se
podría dictar una de carácter nacional.
En
nuestro territorio, las provincias estaban ligadas por los pactos federales, a
diferencia de la Banda Oriental donde Artigas, y en general los patriotas
Orientales, entendían que mientras no existiera una Constitución Nacional que
englobara a todas las Provincias, no habría soberanía, no habría independencia
y no habría paz entre los pueblos.
Creemos
que Oribe pensaba igual que Rosas, habida cuenta que peleó a su lado muchos
años, pero que las circunstancias, la vida, la edad y las derrotas militares últimas,
así como la defección de la mayoría de sus oficiales, lo obligaron a hocicar y
entrar en la fantasía de la necesidad de una Constitución para liberar al
pueblo. Hizo lo mejor que pudo.
La
Masonería, a la cual pertenecía Oribe más allá de su incuestionable
religiosidad, debió haber jugado un papel importante en esto.
Los
hechos demostraron que ninguna Constitución asegura la paz, ni la
independencia, ni amalgama la soberanía de la patria. Rosas tenía razón, quedó
demostrado en lo sucedido desde 1853 hasta nuestros días, como veremos en el
Capítulo VIII. Allí notaremos cómo se
cae a pedazos la excusa de la necesidad de una Constitución Nacional para
voltear al Gobierno legítimo de la Confederación Argentina.
Respecto
a QUESADA[281], si bien en el fondo las dictaduras no eran de su agrado, en una carta al escritor y
político peruano Ricardo Palma, del 4 de octubre de 1898 le dijo que creía que… “Las dictaduras no siempre son
condenables, ni forzosamente degeneran en excesos o en crímenes: un dictador no
es, propiamente, más que un presidente con poderes más extensos que la
generalidad, y ese régimen puede ser perfectamente constitucional, cuando está
establecido en las leyes de un país y funciona honestamente”.
Aunque
luego, confundió los conceptos de ‘Dictadura’
y ‘Tiranía’ entendiendo que un
dictador y un tirano eran lo mismo. Olvidó
a los clásicos que demuestran que no sólo no son lo mismo, sino que la tiranía
es la consecuencia necesaria de la democracia, que es el endiosamiento del
número, estableciendo la ‘numerocracia’ como
verdad absoluta en política y que el tirano actúa en contra de los intereses
públicos y a favor de los personales. El tirano, accede y se mantiene en el
gobierno por imposición, contra los deseos e intereses de su pueblo.
Santo Tomas de Aquino escribió: “El
tirano, es una persona que es un intruso en el ejercicio del gobierno y que no
ordena al bien común la multitud que le está sometida sino al bien privado de
él mismo”.
En
cambio, la Dictadura como forma de gobierno, tiene como base la toma de las
riendas de un gobierno por una persona que se hace visible, protegiendo el bien
común y que cuenta con el apoyo legal de la gente que le da la suma del poder,
haciéndose responsable del éxito de su gestión, muchas veces a costa de su vida
si se equivoca. El dictador es consecuencia de una necesidad expresada por el
pueblo, cansado de la anarquía en un determinado momento histórico y permanece
en el gobierno al cuidado de los intereses públicos, políticos y económicos, mientras
el pueblo le brinda su apoyo.
Contradiciendo
a quienes literariamente inventan un ‘Rosas’ tiránico, las facetas sociales y
de bien común que implementó, están presentes durante todo su gobierno,
inclusive en los últimos días antes de su caída.
En
efecto, el 8 de enero de 1852 a pocos días de la batalla de Caseros, Rosas tuvo
tiempo de dictar una resolución refrendada por la Sala de Representantes, como
órgano legislativo, por la cual daba a los empleados del Banco Provincia un mes
de sueldo supletorio en el mes de diciembre anterior, lo que de algún modo dio
origen al Aguinaldo[282] en nuestro país, como consta en la
Biblioteca, Archivo y Museo Históricos del Banco de la Provincia de Buenos
Aires “Dr. Arturo Jauretche”.
Esto demuestra el sentido social
que existía en el Gobierno de la Confederación Argentina casi hasta el último
día de su gobierno. Caído el gobierno soberano, dichas sumas se dejaron de entregar.
Ese sentido social y representativo de Rosas
lo confesaron, púdicamente, los enemigos acérrimos de la Confederación
Argentina. Dice CORVALÁN LIMA[283] que Sarmiento confiesa:
"En obsequio de la verdad histórica
nunca hubo gobierno más popular, más deseado, ni más bien sostenido por la
opinión, que el de Juan Manuel de Rosas”
“Y hablando del
plebiscito que le otorgó la suma del poder público dice que "la votación
fue unánime, excepto tres votos que se opusieron a la delegación de dicha suma.
¿Concíbese cómo ha podido suceder que en una provincia de cuatrocientos mil habitantes,
según asegura le «Gaceta», sólo hubiese tres votos contrarios al gobierno?
Sería acaso que los disidentes no votaron, se pregunta. ¡Nada de eso! No se
tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar, los enfermos se
levantaron de la cama para ir a dar su asentimiento”
"Su popularidad -expresa
Esteban Echeverría- era indisputable: no sólo el pueblo sino la juventud, la
clase pudiente, hasta sus enemigos acérrimos lo deseaban, lo esperaban, cuando
empuñó la suma del poder”
“El mismo Sarmiento
ha dicho también, hablando de Rosas, "que lo haría su consejero de estado,
por la mucha experiencia de los negocios que ha adquirido en tantos años, por
su conocimiento de los hombres, su rara astucia, su energía indomable y otras
cualidades eminentes"
Esas cualidades eminentes que sugería el
sanjuanino enemigo y apóstata a su patria eran bien conocidas por él. Pero, las
callaba por intereses políticos. Cuando Rosas desapareció de la escena
política, tuvo el buen gusto, por lo menos, de reconocerlo.
Los Unitarios afirmaban insistentemente y sin
fundamento alguno, que Rosas era enemigo de la cultura, de la enseñanza, de la
educación. Que era un inculto hombre de campo.
Luego de la caída de su gobierno, Sarmiento le decía a José María Ramos
Mejía que no creyera todo lo que se decía sobre Rosas en los tiempos de lucha;
que en mejores tiempos se sabría la verdad.
Ramos Mejía creía a pie juntillas lo que se
decía en tiempos de combate sobre Rosas. Y Sarmiento le hizo ver que no fuera
‘más papista que el Papa’ porque sobre los tiempos de Rosas hubo ‘inexactitudes
a designio’, dicho esto en términos académicos pero que no dejaban lugar a duda
en cuanto a la confesión de Sarmiento.
Apunta Héctor CORVALÁN LIMA[284] en un completo estudio
sobre la cultura en tiempos de Rosas, que “Rosas,
tuvo como preocupación constante la educación y la cultura de su pueblo. Mucho
antes de ejercer el poder, siendo un joven y próspero estanciero y luego
Comandante de la Campaña, se encargó de hacer instruir ala peonada de sus
establecimientos, así como a sus hijos, levantando a su costo, en muchos casos,
las escuelas que fueron necesarias.
“Hemos dicho en un
trabajo nuestro sobre Rosas y la formación constitucional argentina,[285]
que el Dictador porteño, si bien no fue un doctor, tampoco fue el gaucho
intuitivo, ignorante y sanguinario, que intenta pintar la leyenda unitaria.
“Por esto [Mario Cesar] Gras con razón ha dicho que la "leyenda roja de la dictadura
rosista con su tirano sanguinario, ignorante y zafio, con su cohorte siniestra
de feroces degolladores, su horror a la luz y su correlativa pléyade de
mártires inmaculados ha sido habilidosamente explotada por la historiografía
liberal que, dándole apariencia de verdad inconcusa y valiéndose aviesamente de la escuela pública, hizo de ella un
articulo de fe que metió a martillo en la desprevenida conciencia popular, la
que se habituó, poco a poco a admitirla como si fuera la historia verdadera.[…]
“La leyenda roja no
limita su condenación al personaje. Comprende toda su época y se extiende a la
sociedad que lo engendró, lo encumbró, lo apoyó y lo glorificó, sociedad
consciente y respetable que estaba constituida por las viejas familias
patricias, fundadoras de la nacionalidad y artífices de la independencia
americana que alcanzaron con la sangre generosa de sus hijos y el aporte
espontaneo sus fortunas".
“Rosas no fue un
improvisado de la política, ni de la cultura. Sus escritos de gobierno, tanto
diplomáticos como de política interna, su correspondencia epistolar y su
actuación periodística, nos revelan a un hombre ilustrado, conocedor profundo
de lo que trata, al par que a un razonador infatigable, de una lógica y
claridad admirables. Entre los libros que frecuentaba Rosas, podemos citar
autores tales como Almani, Abreu y Bertodano, Arozena, Morelli, Du Mono,
Angelis, Martens, Koch, Byn Kerbroet, Olmeda y León, Bourget, Bravo, Grotius,
Dromat, Pardessus, Pinhero Ferreira, Puffendorf, Real de Curban, Wolf, Werenko, Vibriacus, Brookes, Charlevoix, Cook,
Callot, Funes, Gustave, Humboldt, Juan, Lozano, Miller, Pernettyfett, Ulloa,
etc.
“Por esto Sampay dice
que "analizando los primeros planes políticos de Rosas y sus primeras
cartas políticas, cuando aún exhibía su erudición o enunciaba los principios
sobre los cuales apoyaba sus juicios prácticos, se percibe a las claras que
había estudiado la Ética a Nicómaco de Aristóteles, que es el verdadero tratado
de Ciencia Política del Estagirita.
“Rosas frecuentó de
igual modo a Platón, a Cicerón, a quien citaba de memoria, a Thomas Paine, a Burke,
a de Maitre, etc.
"Sus
conclusiones sobre el ‘jus soli’ para determinar la nacionalidad de los hijos
de extranjeros nacidos en el País y sobre la soberanía condicional de las ex
provincias segregadas del antiguo virreinato;
“Su teoría de la
confraternidad interamericana inalterable, como base de la resistencia a la
intromisión extra-continental, así como los ejemplares tratados que obligó a
suscribir a las potencias sitiadoras en 1840, 1847 y 1849;
“Su tesis sobre la
navegabilidad de los ríos y la publicación trilingüe de sus mensajes y
expedientes diplomáticos, con lo que se anticipó en casi un siglo a los
llamados libros de color, tan dé actualidad en la diplomacia de nuestros
días", son antecedentes realmente relevantes que colocan a Rosas a la altura
de nuestros más importantes internacionalistas y alejan, sin hesitación, la
imagen de gaucho inculto con que lo intentó pintar la historia liberal.
“Ratificando lo
dicho, Ventura de la Vega que lo visitó en Southampton poco después de su
caída, escribió a su mujer: "-Rosas es el carácter más original, más raro,
más sorprendente que te puedes imaginar. Hablando de política, dice cosas
admirables. Decían que sólo tenía talento natural y que era poco culto; no es
cierto. Es un hombre instruidísimo y me lo probó con las citas que hacía en su
conversación; conoce muy bien la literatura española, y sabe de memoria muchos
versos de nuestros poetas clásicos”
El autor que venimos siguiendo nos hace un racconto
de todas las virtudes del Restaurador, no sólo en la administración de las
finanzas públicas, sino también en su grado de cultura, producto de las
lecturas no solo clásicas sino también contemporáneas. Gracias a estas últimas,
pudo avizorar los males que se avecinaban a nuestras tierras con su ideologismo
destructor y disolvente de nuestra soberanía.
“Rosas dirigió
personalmente todos los ramos de la administración durante el tiempo que
ejerció el poder. Sin perjuicio de sus muy buenos ministros y demás
colaboradores. Condujo las finanzas del Estado con evidente acierto, lo que le
permitió sobrellevar con éxito –como dice el Dr. Gras-- las dificultades
económicas que aparejaron los bloqueos y salir de la crisis sin recurrir al
hambre y la sed del pueblo argentino. Al año y medio de terminada la guerra
estaba sensiblemente disminuido el déficit que ella produjo, la moneda aumentó
su valor adquisitivo y el fenómeno de la inflación no se conoció en Buenos
Aires hasta después de su caída. La ley de Aduanas, la ley de Contabilidad y la
creación del Banco de la Provincia [286]
fueron obras suyas. Favoreció la inmigración y estimuló la industria. Durante
su gobierno se construyeron los primeros alambrados, se instalaron las primeras
máquinas a vapor y se efectuó en 1850 la primera exportación de trigo a Europa.
“Frecuenta a
Virgilio, a Horacio y a Quevedo, lee el Manuel del Abogado Americano y que
tiene en su biblioteca los Códigos franceses, han publicado, cuando apenas
tenía 26 años, un trabajo titulado Administración de estancias y demás
establecimientos pastoriles en la campaña de Buenos Aires. Se adelanta así a
los publicistas de los manuales técnicos de hoy. Su Gramática y Diccionario de
la lengua pampa, […] En cuanto a política internacional ya en 1871 habla de la
necesidad de una Liga de las Naciones para conseguir y asegurar la paz social y
la armonía internacional. Propicia la urgente erección de un congreso, Tribunal
de las Naciones, el que deberá ocuparse de un Código Internacional en el que
"se consignará con explícita claridad el equilibrio entre ellas y las garantías
seguras para las libertades, soberanía y derecho de los débiles". Este
Tribunal debería ser presidido por el Papa. […]
La religiosidad de Rosas fue permanente, no sólo
en su infancia, sino también durante su mandato. Religiosidad que perduró en su
destierro hasta el último suspiro de su vida, como expresa Antonio CAPONNETTO[287], en un profundo trabajo
sobre el tema.
Contribuyeron a ello, describe el autor, la
crianza en el campo y la educación transmitida por sus padres y maestros, como
el padre Francisco Javier de Argerich, entre otros.
En cuanto a la administración del Estado,
llevaba las cuentas en perfecto orden, sin inflación a pesar de las constantes
guerras a las que era sometido el país por potencias extranjeras, con ayuda de
sus empleados criollos Unitarios.
Rosas también fue un gobernante preocupado
sobre la educación para el pueblo.
En el Colegio Republicano Federal y en el San
Martín existía educación primaria y secundaria. Esta comprendía tres grupos de
materias: idiomas (latín, inglés, francés, italiano y griego); literatura y
ciencias (humanidades, retórica, filosofía, matemáticas, física experimental,
historia, literatura, poética y religión) y bellas artes (dibujo, música vocal,
piano, guitarra, flauta e instrumentos de viento).
Marcos Sastre fue Secretario del Colegio
Republicano Federal y fundador, en 1837, del famoso del Salón Literario, donde
varios de sus miembros descollaron en distintas artes, entre otros, Juan B. Alberdi,
Rafael Corvalán, Carlos Tejedor, Vicente Fidel López, Esteban Echeverría, Juan
María Gutiérrez, Nicanor Albarellos (quien fuera luego uno de los principales
detractores de Rosas, junto a casi todos los demás de dicho Salón, en los
juicios seguidos contra el Restaurador, donde descargó su odio con fiereza),
quienes daban loas a Rosas y a su gobierno. Pero no trepidaron en irse de
Buenos Aires cuando la cultura francesa impregnó sus mentes lábiles, soñadoras,
pero de ninguna manera inocuas.
Uno de ellos fue Juan María Gutiérrez,
arquetipo del liberal, masón y afrancesado que con su ideología a cuestas
durante toda su vida vivió en una fantasía intentando crear un mundo europeo en
nuestras tierras americanas (cuando decimos ‘europeo’ nos referimos a Francia e
Inglaterra; no a España).
Se dedicó a varias profesiones, sin ser
creativo en ninguna de ellas: poeta, literato, político, diplomático, docente,
periodista. Había estudiado un poco de
Derecho y el único mérito que tenía era el saber inglés y francés.
José María ROSA[288] (bajo el seudónimo de
Martín Pincen) en un extenso trabajo, desenmascara a este melifluo y afectado
personaje elevado al proscenio de los genios del liberalismo. Así es como se ha
falsificado la historia que nos han contado.
Varios de sus contemporáneos liberales comentaban
de él:
Dijo Groussac que Gutiérrez "es, en política, el hombre que se
ocupa de cosas para las que no ha nacido"
Sarmiento consideró que
“el señor Gutiérrez es un literato
conocido por largo tiempo, más consagrado a medir y confeccionar versos que a
las cuestiones públicas…hablista, poco dado a la política”.
Según propia
confesión, se propuso "reparar con
instituciones fundamentales los errores que, al par de las costumbres, nos
inocularon los conquistadores españoles"
Este amor a lo
foráneo entusiasmó a su amigo Alberdi: "Gutiérrez es un europeísta convencido”, diría años después en su
biografía póstuma. "Gutiérrez vivía
en Europa en su propio país", agregó, creyendo que estar fuera de la
realidad era el mejor elogio que podía hacerse del constituyente. "A
su influencia se debió en parte, que el elemento europeísta predominase en la
Constitución de mayo de 1853"
Fue un utópico, lo que significa un abstraído
de la realidad de su país y tirano de la esencialidad de su patria.
Destacó Menéndez y
Pelayo, respecto a Gutiérrez, “su aversión a España y empedernido ‘volterianismo’,
que rayaba en fanática e intolerable manía”.
Dice Alberto Ricardo DALLA VIA[289],: "La Constitución no es una teoría, como se ha dicho; nada más
práctico que ella, es el pueblo, es la Nación argentina hecha ley y encerrada
en este código que encierra la tiranía de la ley, esa tiranía santa, única a
que yo y todos los argentinos nos rendiremos gustosos. Los pueblos nos la piden
con exigencia porque ven en ella su salvación; y es por otra parte la
oportunidad más aparente para dársela; debemos hacerlo sin pérdida de tiempo, y
pretender su aplazamiento es una acción que no me atrevo a calificar..."
Entendemos que es justamente lo contrario:
ningún pueblo ha pedido la Constitución como salvación. Esto sólo estaba en la
mente de los ‘doctores’ desconectados del pueblo al que nunca supieron
interpretar sus intereses ni los intereses de la Patria.
(Curiosamente, años después, en 1853, se terminaría casando
con la hija de Domingo Cullen, Ana Josefa Gerónima Cullen de 15 años de edad).
En ese
año 1839, el joven dandy, que redactara La Moda hasta hacía poco, escribía en
los diarios oficiales suaves y delicadas Odas de Desamor, a una Diamela, a la
Aurora, a una Rosa a un Jazmín, o componía dulces estrofas de este gusto:
"Id agraciados versos a las plantas de las hermosas ninfas de mi río.” […]
“...
tal vez por sentirse "hijo espiritual de Francia" como todos los
leones de la calle Potosí, la aventura imperialista de Luis Felipe contra su
Patria se le antojaba "el conflicto de la civilización y la barbarie, y
simpatizó con la causa del Derecho, que el despotismo hollaba", como lo
explica patrióticamente Alberdi. […]”
“Juan
María tomó parte en el romanticismo de las conspiraciones unitarias, con todo
el entusiasmo de su temperamento poético. Su labor consistió en informar a
Montevideo las cosas de Buenos Aires. Eran los días trágicos del "terror
mazorquero", y la policía de Rosas se incautó de cartas muy
comprometedoras para el Ingeniero 1º del Departamento Topográfico.
“El
arbitrario tirano lo castigó dejándolo cesante de su puesto "por no ser
acreedor a la confianza del gobierno", destinándolo, con refinada crueldad
"al servicio de las armas “, dándolo de alta en el ejército argentino que
se preparaba para luchar contra los invasores franceses.
“Los
tres meses que el rey de los leones pasó en el Cuartel de Santos Lugares fueron
horribles: los rudos sargentos de Rosas lo obligaban, sin miramiento alguno, a
compartir la zafia comida cuartelera, provocándole una repugnancia de estómago
que lo tuvo a mal traer.
“Angustiada
su madre consiguió sacarlo del campamento, previo pago de un personero que hizo
el servicio militar en su reemplazo. Poco después conseguía de Rosas pasaje
para irse tranquilamente a Montevideo. […]
“Anduvieron
por Europa [con
Alberdi, su amigo] un tiempo, acabando luego por establecerse en
Chile; allí, Juan María consiguió el remunerado cargo de Director de una
Escuela Naval en Valparaíso, mientras Alberdi abría en la misma ciudad un
jugoso bufete de abogado.
“No
parecía importarle ya la política al sensible poeta del Canto de Mayo. Escribe
a Mitre así, desde el fundo del Águila: "Estoy dedicado a la más profunda
haraganearía de espíritu y de cuerpo... ¡Qué fortuna el que no me importe un
pito la lucha que sostienen ustedes!"
Luego de Caseros
volvió a Buenos Aires y, como soplaban los nuevos vientos, se acercó a Urquiza
y lo siguió en sus actuaciones políticas mudándose a Entre Ríos.
Este meloso
periodista de revista de modas, lo que era realmente Gutiérrez (hoy día diríamos
un periodista del ‘espectáculo’ y de la vida social), se embarcó al calor del
poder de Don Justo, en calidad de asesor.
Sigue diciendo Rosa, “Gutiérrez seguiría mansamente la suerte
de Urquiza, Fue más tarde su constituyente en Santa Fe, su Canciller en Paraná.
Tal vez para mantenerse en el favor soberano usó medios un tanto criticable: a
Groussac le parecen "afligentes ciertos panegíricos a Urquiza que no se
detienen ante el encomio de sus atractivos físicos"
“Pero
al fin y al cabo cada uno se defiende con las armas que tiene, y es perdonable
que un poeta de revistas de modas componga sonetos a los ojos verdes, o rime
endecasílabos a los venerables labios del poderoso que distribuye favores”
“En Paraná, fue Ministro primero, como
diputado después. Pero la prolongada ausencia de Buenos Aires tenía afligido al
elegante porteño, mal resignado a la llaneza y rusticidad de la vida
provinciana. Por eso tentaría algún puesto en Buenos Aires, valiéndose de sus
antiguas amistades de la proscripción; cl 22 de marzo de 1861, Gorostiaga (que
vivía en Buenos Aires desde el 55) escribe a Félix Frías, a propósito de las
aspiraciones de Gutiérrez: "Este amigo aún no está empleado, pero parece
seguro que pronto será nombrado Rector de la Universidad".
“Y fue
Rector de la Universidad aunque para lograr ese cargo pasó por algunas cosa, un
poco desairadas, como esa de tener que felicitar a Mitre por su victoria contra
la Confederación "¡Atrás bárbaros! – dice en esa carta indignándose con
los vencidos, sus compañeros hasta el día anterior – !nosotros los
porteños!". Pero con todo consiguió el puesto que ambicionaba, en el cual
se perpetuaría hasta jubilarse.
Afirma CORVALÁN LIMA[290] “Estos jóvenes, no todos, se alejaron de Buenos Aires sin que nadie los
echara. Prefirieron a la hora de decidir, quedarse con Francia con la que los
una su romanticismo enfermizo, que luchar por la libertad y soberanía de su
Patria. Estos jóvenes -dicen Julio y Rodolfo Irazusta- no vivían sino con la
imaginación puesta en el extranjero... no obstante, el carácter expansivo de la
agresión francesa primero, y de la que combinaron con Inglaterra después;
probado por su simultaneidad con otras en América ‘’los emigrados’ tomaron las
armas contra su patria, junto a los
agresores de esta. Recibieron su oro en pago del nefando servicio. y siguieron
creyéndose los mejores argentinos...[en cambio] Rosas representaba, condujo y
personificó -como dice Don Carlos Ibarguren-, la irresistible corriente
nacionalista antiliberal, antieuropea, autóctona y tradicionalmente española
del pueblo argentino contra la prédica demagógica y revolucionaria de los
logistas, anarquistas y ‘fracmasones’ [sic], como llamaba a los unitarios
agitadores y propagandistas del liberalismo"
El autor mendocino, dice que no todos los
supuestamente intelectuales prefirieron irse al extranjero con sus ideas
exóticas, aunque la propaganda liberal insistentemente y a diario nos lo quiere
hacer creer hasta el día de hoy.
Y tan es así, que nos brinda una lista incompleta
pero que avala lo manifestado, donde puede comprobarse que son muchos más los
que se quedaron en nuestra patria creciendo profesionalmente, aunque no fueran necesariamente
Federales o coincidieran con la política de Rosas, como Manuel J. García
ad-later ominoso de Rivadavia, Marcos Sastre, Rufino de Elizalde, etc.
“Don Vicente López y Planes, el autor de nuestra Canción Patria; Don
Vicente Anastacio Echeverría, jurisconsulto de nota; Don Francisco Javier
Muñiz, el notable naturalista; Felipe Senillosa, matemático español, que hizo
suya la ciudadanía argentina; Claudio Mamerto Cuenca, médico y poeta; Saturnino
Segurola, teólogo, historiador y fecundo educador, a cuya pluma se deben los
"Apuntes para la historia del Río de la Plata", Baldomero García,
brillante jurisconsulto; Bernardo de Irigoyen, el luego formidable hombre de
estado; Fernando García del Molino, uno de los fundadores de la pintura argentina;
el notable civilista Dr. Lorenzo Torres, así como Eduardo Lahitte, singular
también como hombre de derecho; Carlos Enrique Pellegrini, padre del
presidente, pintor de nota e ingeniero; Diego
Alcorta, médico y filósofo de alto vuelo; Manuel Obligado, jurisconsulto; Pedro
de Angelis, insigne humanista y polígrafo; Nicolás Aldazor, filósofo, después
Obispo de Cuyo; el General Guido, guerrero ilustre, que cumplió algunas
funciones diplomáticas; Tomás Manuel de Anchorena, signatario del Acta soberana
del año 16, hombre de consulta y eminente abogado; Teodoro Alvarez, talentoso
médico, cuyo nombre recuerda un hospital de la Ciudad de Buenos Aires; José
María Roxas y Patrón, hombre de gran prestigio en las cuestiones referidas a la
economía y la hacienda públicas, ministro del Restaurador y su más leal amigo
cuando Rosas se encuentra en el ostracismo; Santiago Kiernan, valioso
publicista, abuelo de Belisario Roldán; Juan Pedro Esnaola, primer músico y
compositor argentino de su época, a quien debemos el arreglo de nuestro Himno
Nacional; el coronel don Vicente Corvalán, guerrero en el sitio grande de
Montevideo, que hizo toda la campaña con Oribe ; Don Luis Obligado, el padre de
Rafael, el poeta de tan dulce recuerdo; Felipe Arana, diplomático y jurista de
alta talla; Manuel Insiarte, jurisconsulto y bibliófilo, poseedor de la más más
importante biblioteca existente entonces en Buenos Aires y que fue Ministro de
Rosas; Roque Sáenz Peña, jurisconsulto y magistrado, padre y abuelo de los
presidentes del mismo apellido; Pedro Benoit, matemático, estadígrafo, pintor,
de quien se ha dicho que era Luis XVII de Francia (El Delfín), que fue Director
del Departamento Topográfico en la Administración del General Rosas”
“El
Archivo de la Universidad de Buenos Aires, sus libros de grados son el
testimonio más fiel para demostrar la impostura de los que sos tienen qué la
Universidad en la época de Rosas estuvo cerrada. Norberto Piñero y Eduardo L.
Bidau, en un trabajo responsable, honesto y enjundioso, "Anales de la
Universidad de Buenos Aires", año 1888, existente en la Biblioteca de la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Buenos
Aires, bajo el número 130.000, Sala 1202/2, muestran documentadamente -de la
consulta de los libros de exámenes y de grados- que desde 1829 a 1852, la
universidad funcionó normalmente y que de ella egresaron los hombres que
habrían de conducir los destinos del País los treinta años posteriores a la
caída de Rosas.[…]
La lista de Doctores
en Jurisprudencia, sin consideración alguna de su pensamiento político, es
enorme.
Todos estudiaron y se
recibieron en los colegios y universidades existentes en la época de Rosas. Y
muchos de ellos criticaron el Régimen cuando éste cayó, olvidándose de dónde
venían y qué Estado les había dado los medios para estudiar y graduarse.
Quien desee ver la lista
completa, remitimos al artículo del autor citado. Igualmente podemos nombrar a
algunos muy reconocidos como Baldomero Garcia, Antonino Aberestain, Idefonso
Pirán, Francisco de las Carreras, Marcos Avellaneda, Miguel Cané, Pedro García
de Zuñiga, Mariano de Sarratea, Vicente Fidel Lopez, Carlos Tejedor, Jacinto
Rodríguez Peña, Emilio Agrelo, Rufino de Elizalde, Bernardo de Irigoyen, José
Benjamin Gorostiaga, Pastor Obligado, Adeodato Gondra, Adolfo Insiarte, Tomás
Anchorena, Eduardo Costa, Miguel Navarro Viola, Francisco Elizalde, Miguel
Olaguer Feliú, Alfredo Lahitte, Rafael Jorge Corvalán, José F. Uriburu. Los
Doctores en Medicina: Justiniano Díaz Vélez, Manuel A. Narvaja, Juan Moreno
Gutiérrez, Saturnino Pineda, Ramón Ellauri, José M. Ocampo, Isidoro Muñoz,
Alejandro Brown, Juan F. Correa, Tiburcio Fonseca, Joaquín Rivero, Justo
Alcorta, Claudio Mamerto Cuenca, (poeta y cirujano que asistió a Caseros y que
fuera cruelmente asesinado por los "Libertadores" extranjeros cuando
estaba al frente del Hospital de Sangre cumpliendo su noble misión con el
delantal blanco). Francisco Rodríguez Amoedo; Pedro Díaz de Vivar, el famoso
Teodoro Alvarez, Salvador R. Barceló, Vicente Arias, Ramón Basavilbaso,
Guillermo Rawson, Diego de Alvear, Toribio Ayerza, Manuel Indarte, Mauricio
González Catán, Carlos Durán, Felipe Rolón; José María de Uriarte, Nicanor
Albarello, Adolfo Argerich, Guillermo y Nicanor Zapiola, Osvaldo Eguía, Manuel
Biedma, y varios etcéteras más.
“Estas fechas y estos nombres registrados en los libros de la
Universidad de Buenos Aires, - sigue explayándose Corvalán Lima- nos están diciendo que durante todo el
período del Gobierno del General Rosas la Alta Casa de Estudios funcionó y que
de ella salieron con sus títulos los hombres que dictarían la Constitución, los
codificadores y estadistas de los treinta años siguientes a la caída del gran
caudillo”.
Este autor, como los
otros que adscriben al historicismo, al Revisionismo Histórico nos dan un cabal
ejemplo de lo que se entiende por este tipo de estudios. La historia vista y
comprendida desde la historia, desde la época bajo estudio, con la mentalidad y
los criterios de las personas de aquellos tiempos y, esto es fundamental,
basado en un profundo y profuso análisis de la documentación existente.
Algo plenamente
olvidado por los ideólogos de laboratorio que fueron los exégetas liberales,
como Mitre, Sarmiento, Lamadrid, Paz, Ramos Mejía, y quienes los sucedieron. Son
los que inventaron una historia inexistente, insostenible, contando supuestas virtudes
y defectos de los hombres de aquellos tiempos, huérfanos de apoyo documental, manipulando
los documentos con interpretaciones ‘sui generis’ que desvirtúan lo expresado
por el personaje estudiado, a tal punto que le hacen decir lo que no dijo. Ya
hemos hablado de todo esto en el Capítulo I.
El Revisionismo Histórico,
deja hablar al personaje en cuestión y la mayoría de las veces no intenta interpretar
lo que dijo o quiso decir. En tal sentido, continúa y lo reafirma el
historiador Corvalán Lima ya mencionado al decir que “El historiador debe colocarse para hacer su análisis en el tiempo y
lugar del hecho o personaje que intenta recrear intelectualmente y que, por
cierto, constituye el objeto de su investigación.
“Si así
se hubiera comportado la historiografía liberal, habría advertido que Rosas,
adelantándose a su tiempo, lejos de cerrar los institutos de enseñanza, hizo
posible que asistieran a gozar de sus beneficios no sólo los miembros de las
familias pudientes, sino, como hemos visto, se preocupó de las escuelas y
colegios de campaña, para que concurrieran los peones de las estancias y sus
hijos.
“Rosas en esto, como en otros aspectos, fue un factor
fundamental. Los estudios historiográficos realizados con honestidad
intelectual no dejan lugar a dudas sobre este asunto, destruyendo así un
aspecto más de la leyenda roja elaborada con fines facciosos y antinacionales
por el liberalismo argentino”.
No sólo Sarmiento termina reconociéndolo,
como ya hemos mencionado, sino también Bartolomé Mitre, un acendrado ‘antirrosista’ masónico, en una confesión llamativa declara lo
que es el liberalismo y la historia montada en falsedades: “Nuestra historia está plagada de errores que no reconocen otro origen
que la murmuración vulgar de los contemporáneos, que ha sido acogida como
tradición e incorporada a ella con menoscabo de la verdad”.
Concluyente confesión de Mitre; y a confesión
de parte…
Detengámonos un momento en el análisis de los
supuestos ‘reconocimientos’ tardíos de Sarmiento y Mitre a los méritos de
Rosas.
No es que estos personajes hubieron de darse
cuenta ya en sus vejeces de las bondades del gobierno del Restaurador. Un
descubrimiento post-mortem de la heroica defensa y lucha de Rosas.
En realidad, estos perjuros a su nación
siempre conocieron la justa causa de la Confederación; el buen gobierno de
Rosas. Y, a pesar de ello, lo combatieron.
Esto demuestra que no fue una ‘equivocación’
en sus acciones, sino plena conciencia de su mal obrar contrario a los
intereses del país. El típico accionar masónico doloso.
Lo mismo sucedió con Urquiza. El entrerriano
luego de luchar contra su propio país en Caseros y provocar el derrumbe de su
gobierno soberano y el destierro de Rosas, en varias cartas dijo reconocer
haberse equivocado en su acción y arrepentirse.
Pero ese reconocimiento tardío, fue para
justificarse ante la posteridad para no quedar como lo que fue, un desertor a
la patria, más que por íntimo convencimiento de su mal obrar.
La prueba de ello es que más allá de sus
dolidas declaraciones, siguió actuando de la misma manera hasta el último día
de su vida. Recordar su actitud ante la batalla de Pavón, de Paysandú, y su
comportamiento a lo largo de la guerra de la Triple Alianza, donde, en todos
estos casos, actuó en consonancia con sus acciones en Caseros.
Todos sus arrepentimientos son una mascarada
culposa, para proteger un honor que ya hacía tiempo había perdido.
Los Unitarios, que siempre habían dormido
sobre bayonetas mercenarias y sumergidas sus diatribas periodísticas en cofres
llenos de oro Imperial, acusaban infamemente a Rosas, y al período ‘rosista’, de delitos inexistentes. Sus falsas imputaciones se cayeron a pedazos
como un edificio sostenido en el viento, con los reconocimientos póstumos de
sus enemigos.
Muchas veces la gente
se pregunta cómo pudo Rosas estar en el poder durante tantos años en tiempos
tan turbulentos.
Por la mera fuerza
nadie puede estar veintidós años en el poder; el apoyo del pueblo es esencial.
Dice Héctor CORVALÁN
LIMA[291] (que cita a la Junta
Americana de Homenaje y Repatriación de los Restos del Brigadier General Don
Juan Manuel de Rosas, ‘Al pueblo
argentino’, Buenos Aires, 1934), “El
caos de estos años, fruto de militares alzados contra las instituciones de la
República, impuso como salvación el gobierno del general Rosas. Este no llegó
como un faccioso usurpando el poder, fue el pueblo quien, en la necesidad de
paz, orden, y respeto, lo impuso para asegurar el patrimonio de Mayo, tantas
veces acechado, del extranjero, con propósitos de conquista, o por malos
argentinos con propósitos de entrega, y fue el mismo pueblo, con todo lo más
gobierno representativo de la Nación, quien lo sostuvo hasta el final de su
gobierno”.
Y, en tal sentido,
decían los hermanos IRAZUSTA[292] “El arraigo nacional del Restaurador, ofuscaba a unos jóvenes que no
vivían sino con la imaginación puesta en el extranjero... no obstante, el
carácter expansivo de la agresión francesa primero, y de la que combinaron con
Inglaterra después; probado por su simultaneidad con otras en América «los
emigrados» tomaron las armas contra su patria, junto a los agresores de la
misma. Recibieron su oro en pago del nefando servicio. Y siguieron creyéndose
los mejores argentinos”.
Y es tan así que José
Ingenieros y el propio Domingo F. Sarmiento tuvieron que reconocer la gesta de
Rosas, confesando éste que cuando el Restaurador había sido combatido y
desterrado “Nosotros teníamos las ideas
francesas de resistencia al poder, y el éxito fue disolver la sociedad: Rosas
reincorporó la Nación”; “no se fuese
a creer que Rosas no ha conseguido hacer progresar la República. Es un grande y
poderoso instrumento que realiza todo lo que al porvenir de la patria interesa".
Pero claro, para la Masonería esto no era lo primordial. Lo primordial era –y es- eliminar cualquier
rastro de soberanía en una nación, sin sonrojarse al reconocerlo. La impunidad
hace hablar…
Por su parte
Ingenieros señaló "que Rosas
constituyó de hecho, aunque no de derecho, la nacionalidad argentina sobre el
caos inorgánico”. En esto último disentimos parcialmente con él. Rosas
asentó la organicidad de nuestra nación no sólo de hecho sino también de
derecho. Basta ver los tratados y pactos Federales que cimentaron su acción de
gobierno y la legitimidad jurídica se fundaba en las elecciones que casi siempre
le dieron la unanimidad de votos.
Así lo demostraba
Estanislao ZEBALLOS[293] al decir que toda la
actuación de Rosas en la vida pública fue ‘de acuerdo con las leyes y
reglamentos de la Republica’; “Rosas
sostuvo contra las potencias europeas los principios gloriosos de la Revolución
de Mayo; en materia de extranjeros: el domicilio como arraigo de la
personalidad civil y jurídica y de los capitales introducidos al país; el
servicio militar obligatorio para todos los domiciliados sin distinción de
nacionalidades en defensa de sus propios hogares, familias y bienes; el
domicilio como base de la nacionalización delos extranjeros; la nacionalidad
argentina de los hijos de extranjeros nacidos en el territorio nacional; la soberanía
argentina sobre los ríos de La Plata e interiores, de acuerdo con las leyes y
reglamentos de la República"
Recalca CORVALÁN LIMA[294]:“ Ejerció la Dictadura, por Ley, que es una institución del derecho, y
si pudo amparar a la sociedad de los riesgos de la anarquía, […] porque la
sociedad que lo rodeó encontró en él, el seguro de su bienestar y de su
estabilidad […] Rosas era en el momento de su ascensión, recalca Julio
Irazusta, "la última esperanza nacional; cuando todas las otras se habían
perdido. La unidad del país estaba en peligro”.
Esa Dictadura era
requerida también por San Martin, en varias cartas: a su amigo Tomas Guido, a
O’Higgins, etc. en las que nuestro prócer hablaba de la necesidad de ‘exterminio’.
Conceptos omitidos adrede por los escribas liberales y masones del Libertador, aun
los miembros del lamentable Instituto Sanmartiniano que, con honrosas
excepciones, insisten en mostrarnos un San Martín, bonachón y edulcorado muy
alejado de la realidad.
En tal sentido ha
escrito ALBERDI[295] en su vejez,
reconociendo la actitud del liberalismo: “Rosas
con su política realista confirmó, afianzó las raíces de nuestra historia en
Roma y en la España Imperial Católica. Mientras esto hacía Rosas, "en nombre
de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales: Mitre,
Sarmiento y Compañía, —ha dicho Juan Bautista Alberdi —han establecido un despotismo turco en la historia, en la política y
en la biografía de los argentinos... Ellos tienen un Al Corán que es ley
aceptar, creer y profesar, so pena de excomunión. . . Sus textos son un código
de verdad histórica, refutarlos es violar la ley, es un crimen de estado. . .
No todos tienen el derecho de escribir la historia, al menos que no sea conforme
a los tipos históricos grabados por los liberales oficiales. De tal historia
han deducido una política que es su fabricación”.
El sentido romanista
y ‘empírico’ de gobernar de Rosas, lo hemos comentado en un anterior trabajo
nuestro[296]. Se manejaba con un criterio de la realidad
muy superior a sus contemporáneos, que se dedicaban a elucubrar teorías de
gabinete traídas de allende el mar, de otros pueblos alejados de nuestras
necesidades, de nuestra historia y de nuestra geografía.
No es que la mayoría
de los liberales, no vieran el sano criterio que utilizaba Rosas en su gobierno
en aras de mantener la soberanía y el engrandecimiento industrial, comercial y
económico en general; simplemente y como empleados de potencias y poderes
extraños, lo combatían a sabiendas.
Y sino veamos la
confesión pública del diputado Nicolás Albarellos que nos trae Aníbal ROTTGER[297], en la farsa de juicio
seguido a Rosas. Albarellos, furibundo y recalcitrante ‘antirrosista’, puso en evidencia en un exabrupto lleno de odio y
acendrado espíritu y mente liberal al servicio de los intereses foráneos, sin
quererlo él, también, la figura enorme de Rosas. El miedo a la verdad en los
Unitarios era tan grande que, aún en ausencia de Rosas, se hacía presente:
"Juicios como éstos no deben dejarse a la
historia. ¿Qué se dirá en la historia cuando se viere que las naciones más
civilizadas del mundo, para quienes nosotros somos un punto, han reconocido en
ese tirano un ser digno de tratar con ellas? ¿Qué la Inglaterra le ha devuelto
sus cañones tomados en acción de guerra y saludado su pabellón sangriento y
manchado con sangre inocente (se refiere a la Bandera Nacional creada por
Manuel Belgrano) con la salva de veintiún cañonazos? Ese hecho conocido en la
historia será un gran contrapeso, si dejamos a Rosas sin este fallo. La Francia
misma, que inició la cruzada en que figuraba el general Lavalle, a su tiempo
también le abandonó, trató con Rosas y saludó su pabellón con veintiún
cañonazos (no era el pabellón de Rosas, sino la Bandera de la Nación). No se
puede librar el juicio de Rosas a la historia como quieren algunos. ¡Lancemos
sobre Rosas este anatema, que tal vez sea el único que puede hacerle mal en la
historia; porque de otro modo ha de ser dudosa siempre su tiranía y también sus
crímenes)!
“¿Qué se dirá en la historia cuando se diga
que el valiente General Brown, el héroe de la marina en la guerra de la
independencia, era el almirante que defendió los derechos de Rosas? (Brown no
defendió los derechos de Rosas, sino la; dignidad y la soberanía de la Patria),
¿Qué se dirá en la historia cuando se diga que el General San Martín, el
vencedor de los Andes, el padre de las glorias argentinas, le hizo el homenaje
más grandioso que puede hacer un militar legándole su espada?...
“¿Cuándo
se sepa que Brown y San Martín, le servían fieles y le rendían los homenajes
más respetuosos a la par de la Francia y de la Inglaterra? Dirán que los
salvajes unitarios, sus enemigos, mentían. No ha sido un tirano. Lejos de eso;
ha sido un gran hombre, un gran general. Si el juicio a Rosas lo librásemos al
fallo de la historia, no conseguiremos que Rosas sea condenado, y sí, tal vez,
que fuese en ella el más grande y el más glorioso de los argentinos"
Nos deja una
reflexión cierta CORVALÁN LIMA[298]: “Hasta acá el diputado Albarellos, más tarde gran maestre de la
masonería argentina. De sus palabras se desprende el temor que los enemigos de
Rosas tenían de que la figura del Restaurador sobrepasara sus mentiras y para
esto consideraron indispensable envolver la impostura con los pasaportes de la
verdad, embrollar, y si era necesario, mentir a la posteridad y mentirle y
engañarle a los vivos y a los muertos, según la "preceptiva
histórica" que aconsejara Salvador María del Carril al general Lavalle
cuando fusilara a Dorrego”.
Tal vez el personalismo, ínsito en la
estructura de la Confederación Argentina, a diferencia de la estructura
política del Imperio del Brasil, como ya habíamos dicho antes, fue lo que
terminó perjudicando el edificio de la Confederación que se terminó de derrumbar.
Dice sobre el tema José María ROSA[299] “Veinte años de esa labor lo perjudicaron física y mentalmente pero no
tanto como decía él mismo y repetían con fruición sus enemigos. En el
Restaurador laborioso, leal, arrogante, temerario y justiciero se plasmaron las
mejores posibilidades de la raza. Pero también los mayores defectos de los
argentinos: el personalismo, que lo hacía asumir toda la tarea; la obstinación,
que le impedía «retroceder un tranco de pollo”, según su conocida frase; y la
pasión por el azar, que lo hacía “jugarse por entero” (también frase suya) en
cada oportunidad.
“Nunca «retrocedió un tranco de polio››, nunca
dejo de “jugarse entero” contra los enemigos más poderosos. Y en todo momento
se cortó solo, obstinadamente. Pudo triunfar contra Francia e Inglaterra, pero
no pudo vencer a un grupo de brasileños inteligentes, patriotas y coordinados
dispuestos a echar mano de la falta de conciencia patriótica de muchos
argentinos para salvar a su imperio de un enemigo peligroso. Vuelvo a
repetirlo: un gran pueblo y un gran jefe no bastan para consolidar una gran
política. Pero Rosas no podía sacar de la nada una clase dirigente. Sin ella la
Argentina no podía cumplir su destino. No lo podrá mientras no cree y eduque
una clase directora con conciencia de su posición; los hombres providencias
serán siempre relámpagos en su noche.
Esto se vio reflejado cuando no actuó como un
político sinuoso que podría haberle dejado a Urquiza seguir con su contrabando con
la Banda Oriental. Seguramente el taimado entrerriano hubiera seguido en las
filas de la Confederación, pero la honestidad del Restaurador y su protección
de las arcas del Estado no lo iban a permitir, aunque con ello Urquiza se
volviera contra su patria y su gobierno. Como dijo Rosas él no iba a ‘retroceder ni un tranco de pollo’.
Vivián TRÍAS[300]
resume el final, el triste desenlace del gobierno de Rosas, extraído de José
María Rosa, cuando Urquiza eligió ser parte integrante del Imperio Británico y
sus necesidades comerciales. De igual
modo que años más tarde, el gobierno Argentino eligió el mismo camino con el
nefasto Tratado Roca-Runciman, en 1930 y 1940
“Inmersos en este
complejo proceso, es que hay que considerar los negociados de Urquiza, que
precipitaron su ruptura con don Juan Manuel. En Entre Ríos no se podía exportar
carnes saladas hasta que el gobernador no lo autorizara y no lo hacía hasta que
la producción de sus estancias no estaba enteramente colocada. Una flotilla, de
su propiedad, llevaba a Montevideo las salazones y traía, al regresar,
mercaderías europeas que luego reembarcaba a Buenos Aires como si fueran de
cabos adentro. De ese modo eludía los impuestos aduaneros que gravaban a las
mercaderías de ultramar.
“Además, como Rosas
había prohibido la exportación de oro, su precio había bajado en Buenos Aires.
Era negocio redondo como una O, traer metal amarillo a Entre Ríos y desde allí
enviarlo a Montevideo donde se cotizaba a precios mucho más altos.
"Tráficos irregulares", llamó Herrera a estas trapisonderías
urquicistas.
“Don Justo José era
el principal beneficiario de la exportación de tasajo y el único en los
negocios de contrabando con las mercaderías europeas y con el oro de la
Confederación. Sus agentes en tales manejos eran dos catalanes aprovechados:
Esteban Rams y Rubert en Buenos Aires y Antonio Cuyás y Sampere en Montevideo.
“Dos decretos
cortaron los proficuos tráficos. Don Justo José puso el grito en el cielo. En
nota de julio de 1849 protesta respetuosamente. Como don Juan Manuel no
contesta, reitera el 26 de Octubre recordando sus méritos federales de India
Muerta y Vences. Rosas sigue imperturbable. Es entonces cuando Alsina —enterado
del conflicto— escribe a Río de Janeiro "sobre la necesidad de tantear a
Urquiza".
“Cuando la escuadra
francesa llegó a Montevideo en 1850, el representante brasileño Pontes preguntó
a Herrera qué opinaría el "catalán" (Cuyás y Sampere) sobre la
actitud de Urquiza en caso de guerra argentino-brasileña. La consulta fue
elevada al propio caudillo entrerriano y la respuesta fue tajante. Él no era un
traidor v combatiría a muerte al Imperio.
“Paulino, que
escudriñaba mucho más allá de sus narices, aconsejó a Pontes: "Dejémosle y esperemos".
Las uvas seguían verdes, pero ya un tanto pintonas. La noche del 24 de enero de
1851, Cuyás y Sampere golpeó en la legación brasileña de la calle Ituzaingó. Venía
a negociar, secretamente, el pase de Urquiza al Imperio. Las uvas, finalmente,
habían madurado”. Lo demás es historia conocida.
Rosas también estaba cansado de las
defecciones de muchos de sus generales, y bien podría haberse resguardado en
Buenos Aires antes que ‘jugarse por
entero’ en la batalla de Caseros.
Belisario TELLO[301] participa del mismo
pensamiento de ROSA en el sentido que
cuando existe un solo hombre en el gobierno, pero sin el apoyo sostenido de una
clase dirigente capaz en su proyección política del Estado y de la Nación, la
Dictadura es necesaria, pero de vuelo corto, valga la expresión, para salir de
una crisis o de una anarquía. Para que la solidez de un gobierno que defienda
la soberanía de su nación prospere en el tiempo, se requiere una gran clase
dirigente que vaya multiplicándose con los años, siempre teniendo como norte la
solidificación de un sistema que exceda la vida de una sola persona, como ha
sucedido en Inglaterra y en Brasil.
Continúa el historiador argentino ROSA “Por Ia Confederación, por el pueblo
federal, por el ‘Sistema Americano’, jugó Rosas su fama, fortuna y honra. Las
perdió, como necesariamente tenía que ocurrir: «Creo haber llenado mi deber
-escribiría la tarde de Caseros con tranquilidad de conciencia—; si mas no
hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, de nuestra
integridad y de nuestro honor, es que más no hemos podido. ››
“Y dolido por su
Argentina ya sin gravitación internacional y presa de la voracidad extranjera,
dolido por su pueblo castigado, por la quiebra del ‘Sistema Americano’, por las
hecatombes que siguieron a Pavón y Ia injusticia de la guerra del Paraguay,
moriría calumniado y pobre en su exilio de Southampton el 14 de marzo de 1877,
pidiendo que sus restos descansaran en la pampa nativa cuando el gobierno
argentino reconozca mis servicios››.
La falsificación de la historia por sus
vencedores, la llamada ‘literatura de la historia’ en que han sumido a nuestra
nación, deformándola y vaciándola de su ser, puede verse en la intención aviesa
de borrar cualquier rastro de Rosas y sus casi 23 años de gobierno,
silenciándole sus virtudes y agigantando sus defectos. Utilizando, a sabiendas,
símbolos y acciones para tales fines.
Como dijo Eugenio ROM [302]: “Finalmente ese mismo año fue votada la injusta y absurda
"ley" quo condenaba a Rosas y que, al mismo tiempo y con toda zafia,
expropiaba todos sus bienes, más los de su difunta Encarnación y los de sus
hijos. “Con la misma intención rencorosa con que rebautizaron a San Benito de
Palermo con el nombre de 3 de Febrero, correspondiente a la fecha de la batalla
de Caseros; erigieron, en frente de sus
viejos portones, una estatua de Garibaldi, el mercenario contratado por ellos
en Montevideo para saquear las costas argentinas; dinamitaron su casa de
Palermo; bautizaron con el nombre de "Sarmiento" la avenida que pasa
por donde estaba aquella, pese a que ya existía una calle con ese nombre a
pocas cuadras de distancia, y emplazaron dos monumentos a ese individuo en el
mismo parque. Además levantaron un momento a Lavalle en la puerta de la casa de
los Miro Dorrego, nietos del Coronel asesinado a manos justamente del que
homenajea la piedra, y le pusieron el nombre del mismo sujeto a la plaza
contigua. Finalmente, años más tarde, erigieron un monumento al general Urquiza
en el mismo lugar donde estaban las caballerizas del Brigadier General en
Palermo. Después vino un silencio largo, sepulcral. Se trata de que el olvido
lo cubriese todo con un manto de vergüenza”.
Agreguemos que se le impuso el nombre de Av.
Intendente Bullrich, a la que en su
momento se llamaba Av. Felipe Arana. Bullrich fue el encargado de dinamitar el
Caserón de Palermo no dejando ni una piedra en pié. Se lo premió imponiendo su
nombre a la mencionada Avenida.
Además de Rom, estuvieron en la repatriación del Restaurador en 1989 otros descendientes como José María Soaje Pinto, Juan Manuel Soaje Pinto, Martín Silva Garreton y el historiador Ignacio Bratch.
Sigue expresando el autor citado que antes de
volver a nuestro país el féretro fue cubierto por un poncho federal y dos
banderas: una dada por el que se encontraba a cargo del edificio de la Embajada
Argentina y que debió ser arriada cuando se interrumpieron las relaciones
diplomáticas en la guerra de las Malvinas e Islas del Atlántico Sur y la otra
que era de “un color más azul como la que
se usó en el país desde la independencia hasta la caída de Rosas, oportunidad
en que fue suplantado el azul de San Martín y Belgrano por el celeste de la
divisa unitaria”, color de la bandera que ya se había dicho arriba.
Las que siguen son notas periodísticas en los
diarios ingleses sobre la vuelta de los restos del Restaurador.
Como conclusión de este capítulo sobre Rosas
nos quedamos con la palabra de Manuel GALVEZ[303] que sintetiza el
pensamiento y obra del Restaurador: "Don
Juan Manuel de Rosas no ha muerto. Vive en el alma del pueblo, al que apasiona
su alma gaucha, su obra por los pobres, su defensa de nuestra independencia, la
honradez ejemplar de su gobierno y el saber que es, sin disputa, la más fuerte
expresión de la argentinidad. Vive en los viejos papeles, que cobran vida y
pasión en las manos, de los modernos historiadores y que convierten en
defensores de Rosas, a cuantos en ellos se sumergen honradamente, en busca de
la verdad, extraños a esa miseria de la «historia dirigida», desdeñosos de los
ficticios honores oficiales. Y vive, sobre todo, en el 'rosismo', que no es el
culto de la violencia, como quieren sus enemigos o como lo desean algunos
‘rosistas’ equivocados. El 'rosismo', ferviente movimiento espiritual es la
aspiración a la verdad en nuestra Historia y en nuestra vida política; la
protesta contrala entrega de la Patria al extranjero; el odio a lo
convencional, a la mentira que todo lo envenena. El nombre de Don Juan Manuel
de Rosas ha llegado a ser hoy, —decía Gálvez en 1940— lo que fuera en 1840: la
encarnación y el símbolo de la conciencia nacional, de la Argentina
independiente y autárquica; de la Argentina que está dispuesta a desangrarse
antes de ser inglesa, o alemana o ‘yanqui’ o italiana. En estos tiempos de
groseros imperialismos, en que las naciones rapaces nos codician, sino
políticamente, por lo menos económica—o ideológicamente—, el nombre de Rosas es
el único que puede mantenernos unidos a todos los argentinos. Estudiemos su
obra, juzguémosla sin prejuicios y amémosla. Y que el nombre del Gran
Americano, como se le llamó otrora, sea nuestra bandera y nuestro lema"…
Mientras tanto, su pueblo que jamás lo
abandonó, siempre tiene a flor de labios un grito contenido, un grito de
libertad y soberanía aún inconclusa, con mirada sostenida y desafiante a quien
quiera escucharlo y que es toda una declaración política la cual sintetiza el
sentido raigal que subyace hoy día en su alma: “¡VIVA ROSAS! Sinopsis perfecta
de un grito patrio.
Y ese grito se mantuvo en el tiempo y cruzó los
mares hasta Southampton…se levantó el Restaurador de su sepulcro solitario,
cruzó el Atlántico y volvió 137 años después al seno de su pueblo que lo
recibió en una fiesta interminable por las calles coloridas junto a sus fieles
‘Colorados del Monte’ que le hacían guardia, borrándose de un plumazo tantos
años de inquina y odio Unitario para reencontrarse con su tierra y su gente que
lo esperaba anhelante con los brazos abiertos, repitiendo nuevas generaciones
hoy
*******
VIII.-‘CASEROS’
O EL COMIENZO DE LA ‘PATRIA CHICA’ Y LA DISGREGACIÓN DE LA CONFEDERACIÓN
ARGENTINA
Hagamos previamente una sinopsis de nuestro
derrotero político y territorial hasta entonces.
En
1810 terminaba el Virreinato y en 1816 éramos las Provincias Unidas de
Sudamérica, pero para 1825 ya éramos solamente las Provincias Unidas del Rio de
la Plata. Nos separamos de Paraguay, Chile, Perú y Bolivia.
A
partir de 1811 comenzamos a separarnos de Paraguay hasta la separación
definitiva en 1852, cuando se le reconoció la independencia después de Caseros.
En
1833 perdimos las Islas Malvinas y como consecuencia gran parte de la Antártida
y la salida al Pacífico.
La
prédica de Sarmiento de regalar la Patagonia parece estar siendo realidad. Actualmente, parte de la Patagonia fue
vendida a privados extranjeros y parte cedida para instalar bases de potencias
extranjeras.
En
la época ‘mitrista’ se había separado Buenos Aires del resto de las
provincias. Desde hacía tiempo se escuchaban rumores de disolver las FFAA, y voces
de “independencia mendocin”.
Brasil,
que siempre ambicionó las provincias hispánicas del Rio de la Plata, ocupó Rio
Grande de Sul, Matto Groso y las Misiones Orientales. En 1827, a pesar de su derrota en Ituzaingó, Rivadavia
le entregó vergonzosamente la victoria.
Finalmente,
en 1852, como veremos, Brasil, con la complicidad de Urquiza, derrocó a Juan
Manuel de Rosas, destruyó nuestra soberanía por siempre y desfiló con sus
tropas por las calles de Buenos Aires. cuatro años más tarde "Brasil
andaba buscando camorras por el Paraná" (frase de Tomas Guido)
No es el objetivo de este trabajo describir
la batalla de Caseros del 3 de febrero de 1852, fecha en que se decreta el fin
de nuestro señorío en nuestras tierras que perdura hasta nuestros días. Tal vez sólo el honor de Rosas pudo hacer que
intentara lo imposible: enfrentar a todo un formidable ejército. Éste estaba integrado por el que fuera el
Ejercito de la Confederación Argentina al mando de su espada titular, Urquiza; el
ejército imperial brasileño, que fuera el ejército de Vanguardia Oriental
comandado por Oribe, y todos los mercenarios europeos (alemanes, italianos,
sardos). Rosas solo contaba con algunas
fuerzas bisoñas, organizadas a las apuradas, donde curiosamente, sus dos
principales oficiales eran Unitarios declarados, pero con un alto sentido del
honor patrio: el Coronel Martiniano Chilavert y el Coronel Pedro Díaz, quienes pusieron
los intereses de su patria por encima de sus ideas políticas personales. Actitud muy valorada por Rosas.
Esto demuestra, una vez más, que a Rosas no
le importaba el pensamiento ideológico de sus connacionales en tanto y en
cuanto no atacaran la independencia de la patria y la defendieran con su vida.
Tengamos muy presente qué representa ‘Caseros’. Es el día
preciso, 3 de febrero de 1852, en que nuestra ‘Patria Grande’ deja de existir…a
palos.
Se cierra como una tenaza el ‘entente’ entre los
Unitarios que avanzan desde Montevideo, Urquiza que avanza desde el Este y norte
junto al Imperio del Brasil, que tenía todo preparado para invadirnos
desembarcando al sur de Buenos Aires, si fuera necesario. Ese infausto día comenzó esta colonia que
hasta hoy sigue vigente. Las tropas Imperiales
igualmente desembarcaron en el norte de la Provincia de Buenos Aires, por el
río Las Conchas’, zona actual de Tigre.
Nadie mejor que Vicente SIERRA[304] para hacer un cuadro existencial de lo que representa ‘Caseros’: “…es Caseros el pasado que hay que
superar. Caseros se inicia entre nosotros con el tratado de Utrecht. Caseros
son los Reyes Franceses que entran en España a destruir las libertades
católicas y la unidad que habían sellado Isabel y Fernando; Caseros es la carta
de Lord Strangford cuando dice: "en Buenos Aires quieren la independencia
bajo la protección inglesa" ; Caseros se reproduce en Rivadavia con
"la unidad a palos" para contentar a los banqueros de Londres que han
adelantado dinero para explotar las minas que en La Rioja el
"bárbaro" de Quiroga trata de salvar, para el país; Caseros es el
símbolo preciso de la derrota de la argentinidad, y así en Caseros flamean
banderas extrañas sobre los que luchan contra los colorados que llevan a su
frente la de Chacabuco y Maipo. Por eso San Martín lega a Rosas su espada”.
Solo resaltaremos
algunos datos. Veamos cómo se fueron dando los hechos que desembocaron en la
Batalla de Caseros, el 3 de febrero de 1852.
Retomando lo que
se dijo en Capítulos anteriores, en diciembre de 1851 se produjeron deserciones
aún mayores que las que se dieron antes del ingreso de Urquiza a la Banda
Oriental para dar batalla contra Oribe.
Soldados,
Comandantes y Oficiales de Pacheco y de Oribe se pasaron al bando de Urquiza,
que les había prometido que no habría venganzas. Pero también hubo deserciones
del batallón del unitario Coronel Aquino.
Se sublevaron en masa, mataron al Coronel, se adhirieron a la causa
federal y se pusieron a las órdenes de Rosas, a quien visitaron en Palermo.
A medida que
Urquiza y Virasoro se adentraban en el territorio de la Confederación, se encontraron
con la frialdad de sus habitantes y la casi nula cooperación de la población.
Ante ello Urquiza
le dijo al General Oriental Cesar Díaz, “Si no
hubiera sido el interés que tengo en promover la organización de la Republica,
yo hubiera debido conservarme aliado de Rosas porque estoy persuadido que es un
hombre muy popular en el país”.
Como se ha visto,
estas palabras de Urquiza son vanas, pues sus acciones luego de Caseros
demostraron que cuando declaró que se
alzaba contra el país porque no estaba organizado, no resiste el menor
análisis:
Primero, nada
justifica alzarse contra el propio país.
Menos aún, en coalición con un enemigo histórico como el Brasil que
pretendía apoderarse del territorio que no le correspondía.
Segundo, el país
YA ESTABA organizado y el Pacto Federal junto a otros acuerdos, formaban el
arco legal sobre el que se sostenía la Confederación Argentina.
Tercero, lo único
que movió a Urquiza no fue una cuestión ideológica sino material, económica para
poder contrabandear libremente oro y ganado a su antojo, aumentado su codicia
sin techo.
Cuarto, la envidia
que le tenía a Rosas por ser el Jefe de la Confederación y el blanco de las
miradas en toda América y parte de Europa que lo ensalzaban como un gran
estadista, el ‘Gran Americano’. Urquiza
quería ocupar ese lugar destacado.
Y Quinto, las
matanzas que hizo y permitió hacer a sus socios luego de Caseros: en Paysandú,
cuando el interior de nuestro país clamaba por su ayuda, y en la Guerra de la
Triple Alianza donde hizo pingues ganancias comerciando con los brasileños,
dándoles mercadería, ganado, armas, etc.
Urquiza sabía de
la importancia de brindar una imagen positiva que perdurara en la Historia, y
por miedo a ser considerado en el futuro como un apóstata, se expresaba como lo
hizo, aunque luego en los hechos demostrara lo contrario.
Los brasileños
pensaban desembarcar por la zona norte de la Provincia de Buenos Aires y
también por la zona sur, por Quilmes.
Llegó el fatídico
3 de febrero de 1852, las tropas inexpertas de Rosas se vieron desbordadas,
salvo las del Cnel. Chilavert y el regimiento del Cnel. Pedro Díaz que
resistieron hasta la última bala.
El resto es historia.
Rosas debió retirarse,
herido en la mano, volvió al galope a Buenos Aires y renunció con una nota, manuscrita
y en lápiz, dirigida a la Sala de Representantes.
Fue tan rápida la
derrota que los brasileños no tuvieron tiempo de desembarcar donde tenían
pensado.
Mansilla, aunque
fuera silbado por algunos habitantes, se rindió incondicionalmente para evitar
un baño de sangre en la ciudad de Buenos Aires y que sus calles fueran invadidas
por los brasileños.
Luego de la
batalla comenzaron las ejecuciones: Santa Coloma, Chilavert, todo el batallón
completo que había pertenecido a Aquino, civiles, hombres y mujeres por igual. Fueron días de fusilamientos en masa, durante
las 24 horas, ante el horror de los porteños.
Dice ROSA[305]
“Entre el 3 y el 20 de febrero hubo más de 500
civiles ejecutados, hice Hortelano; Cesar Díaz rebaja la cifra a 200, de
cualquier manera era pavorosa en una ciudad de poco más de 70.000 habitantes.
Lo cierto y desconcertante para muchos es que fue más los fusilamientos en los
diecisiete días que van desde Caseros al desfile de los brasileños en la
ciudad, que en lo veinte años del gobierno de Rosas”.
Muchos civiles,
antes fervientes ‘rosistas’, pasaron, por miedo seguramente y sin pudor, a
alabar a Urquiza y a denostar al ‘tirano’ Rosas. Tal caso de José Benjamín Gorostiaga, dueño del ‘Diario de
Avisos’ y el de Benito Hortelano, propietario del ‘Agente’ que en sus memorias
decía con una sinceridad escalofriante: “Empezamos a quemar lo que ayer
ensalzamos, a decir horrores de personas por las cuales teníamos estima ni que
ningún mal nos había hecho ni tampoco les habíamos visto hacer. ¡Así será la prensa
en todos los lugares y en todos los tiempos!
Esto habla de la
prensa en el mundo y de su sentido camaleónico, pero también habla de la
naturaleza humana de algunos. ‘El miedo no es zonzo’ como dice el dicho.
Cuando Urquiza
entró en la ciudad junto con los Federales ‘conversos’ como Virasoro, Juan
Pablo López y otros, todo el pueblo ‘rosista’ y patriota los recibió en forma
fría, silenciosa, de rechazo marcado, al igual que la sociedad de los Unitarios
que salían de las sombras, ya que no se olvidaban de que Urquiza los había
combatido por años.
En fin, por distintas
razones Urquiza no era querido en la sociedad porteña.
Mostró su hilacha
cuando a fin de febrero finalmente los brasileños con el Marqués de Souza se
embarcaron para el Janeiro, lo despidió personalmente afirmando su lealtad al
Emperador y le ofreció a Souza, para que le entregue al Emperador como símbolo
de sumisión, el caballo que montó el 3 de febrero diciéndole que el presente
era de su ‘íntimo amigo’.
Según Luis Alberto
HERRERA[306]
los porteños, cuando vieron marchar a los brasileños con todas sus banderas por
las calles de Buenos Aires casi nadie se sintió asombrado, había pena en muchos
y alegría en algunos.
Estos últimos eran
los Unitarios que volvieron al escenario y se inclinaron obsequiosos tanto a
los invasores como a los militares Unitarios que habían combatido (Lamadrid,
Cesar Díaz, etc.) saludándolos y dándoles fiestas y recepciones.
Esta civilidad
Unitaria que finalmente había salido a festejar eran familias como los Molina,
los Posada, los Zapiola, los Portela, los Montes de Oca, los Casares, los Lanús,
los Drago, los Zuviria…
Un dato poco
conocido que nos trae José María ROSA[307]
es el que aconteció en diciembre de 1851. Duarte de Ponte Ribeiro fue a Lima y a
Tacna (Perú). Allí contactó al Coronel
Unitario argentino Crisóstomo Álvarez, que estaba exiliado allí.
Lo convenció que a
la misma vez que se produjera el ataque a Rosas por parte de Urquiza y el
Imperio, él bajara por el norte argentino hasta Tucumán, para atacar por allí.
A tal fin le entregó doce onzas de oro. Álvarez ya tenía una considerable
cantidad de armas que la Argentina había comprado y que habían sido incautadas,
y que estaban en Arica prestas para salir hacia Buenos Aires.
“Nunca llegaría a la ciudad de Tucumán el
Ejercito Libertado del Norte, de Álvarez {...} Sería aniquilado por el
Gobernador Celedonio Gutiérrez el 12 de febrero de 1852, ya ocurrido Caseros.
Ignorando el triunfo de Urquiza, Gutiérrez hizo fusilar por traidores a la
patria y vendidos al vil oro brasileño a Álvarez y sus principales. Urquiza no
pediría cuentas a Gutiérrez por este fusilamiento. Hizo más: desentendiéndose
de los libertadores del Norte y sus amigos Unitarios, mantuvo a don Celedonio
en el Gobierno de Tucumán”.
Históricamente, el 3 de febrero de 1852 cayó el gobierno de Juan Manuel
de Rosas en forma estrepitosa. Dentro de
la Confederación Argentina soberana, sin saberlo su protagonista, el Gobernador
de Tucumán Celedonio Gutiérrez daba el último triunfo de Gobierno de la
Confederación el 12 de febrero de 1852, cuando ya había caído Rosas.
¿Qué pasaba entre tanto en el Estado Oriental?
En el Estado
Oriental había elecciones y ganó el candidato de los ‘Blancos’, Juan Francisco Giró,
que arrasó con los votos. En la fiesta que se organizó después, se daban
¡vivas! solamente a Oribe. Urquiza y los brasileños asistieron solos, y permanecieron
apartados y en silencio.
Poco les importaba
esta situación a los brasileños. Después
de todo habían logrado lo que querían: extendieron su territorio, lograron la
Independencia del Paraguay y de la Banda Oriental formando el Estado Oriental, consiguieron
la navegación de los ríos interiores, Uruguay y Paraná, que les abría una vía
para el interior de su Imperio con salida al Río de la Plata. Esto también favorecía a los franceses e
ingleses.
El 5 de abril de
1852 las tropas brasileñas finalmente se retiraron de Montevideo y volvieron a
su país. La alegría de la gente era desbordante y se podían escuchar insultos
contra el Imperio.
Los ‘Blancos` en
el poder se negaron a reconocer los límites fijados a punta de pistola, pero
Urquiza, fiel asalariado del Imperio les dijo que o aceptaban lo que se había
acordado o serían invadidos nuevamente por los soldados imperiales. A la misma vez Urquiza renunciaba
definitivamente a las Misiones Orientales que pretendía, no las de la Banda
Oriental que ya estaban perdidas, sino a las que procuraba la Argentina.
Las presiones de
los brasileños y de Urquiza surtieron efecto. Nada podían hacer las autoridades
Orientales.
En julio de 1853 el Gral. Cesar Díaz dirigió la revolución que derribó al
presidente Juan
Francisco Giró. Los
colorados no soportaron el triunfo en las urnas de los Federales ‘Blancos’ que
traían las ideas de Oribe y sus planes de gobierno redivivos.
Como colofón nos dice José María ROSA[308],
haciendo un resumen del triunfo completo - como dice el autor -del Imperio del
Brasil, “El 31 de mayo {de 1852} los gobernadores argentinos, reunidos en
San Nicolas, dan a Urquiza (art. 16 del acuerdo) la atribución de «reglamentar
la navegación de los ríos interiores de la Republica, de modo que se conserven
los intereses y seguridades del territorio›.
“No era
todavía la libertad fluvial exigida por Brasil, pero si su primer paso: el 19-
de mayo de 1853 el Congreso Constituyente de Santa Fe aprueba la nueva Constitución,
cuyo artículo 26 establece: «-La navegación de los ríos interiores es libre
para todas las banderas con sujeción únicamente a los reglamentos que dicte Ia
autoridad nacional-›
“Finalmente,
el 10 de Julio en San José de Flores (tres días antes de abandonar el sitio de
Buenos Aires), Urquiza reconoce en solemnes tratados con Inglaterra, Francia, y
luego Estados Unidos la absoluta Ley De Los Mares Libres que regiría en
adelante en los ríos interiores argentinos.
“Nada
quedaba de la soberanía fluvial argentina que Rosas había obligado a reconocer
a Inglaterra y. Francia en los tratados de Southern y Lepredour.
“En
Brasil se consolida la Monarquía, vencidos totalmente, después de la Ley de
sangre y la aplicación de la leva, los brotes <socialistas›› y republicanos.
Se estabiliza la unión sagrada (Honorio forma gabinete -el ministerio de la hegemonía—,
ya reconciliado ampliamente con el emperador) y se afianza el régimen
esclavista. Brasil es, y lo será por mucho tiempo, el país rector de América del
Sur: su influencia es poderosa en Montevideo (sobre dodo después de la revolución
colorada de Cesar Diaz en 1853, en el Estado de Buenos Aires escindido el 11 de
septiembre de 1852, y en la Confederación de las trece provincias restantes.
Solamente el Paraguay, advenido a su presidencia Francisco Solano López en
1860, será un foco de resistencia que no tardará en abatirse.
“Evangelista
de Souza abre casas bancarias en Buenos Aires, Rosario y Montevideo y el
Caballero de Buschental es el prestamista de la Confederación: entre ambos
financian las armas y pertrechos a usarse en las guerras entre las dos
fracciones argentinas.
“Lamas
es mantenido —por orden de Honorio— en la delegación oriental en Rio; más tarde
renunciara para aceptar un famoso ministerio de Hacienda en Montevideo, cuyo único
objeto fue La circulación de los billetes del Banco Mauá. Fracasado en esta gestión
volverá a la diplomacia como Ministro en Buenos Aires, instalando allí su
bufete' de abogado para entender los intereses del mismo y poderoso Banco.
“Brasil
había terminado triunfalmente el episodio más difícil de su historia. Premió
con honores o altos cargos a todos los artífices de su hegemonía.
“Honorio
es agraciado con el vizcondacto de Paraná (luego será marques del mismo título)
y ocupa Ia jefatura del gabinete.
“Paulino
es hecho Vizconde de Uruguay.
El
nombre de los dos grandes ríos que desde territorio brasileño forman el Plata,
es conferido a los dos grandes políticos que, desde Brasil, formaron el nuevo
estado de cosas en el Plata.
“Caxias
fue ascendido de Conde a Marqués (luego llegara a Duque).
“Paranhos
queda en la legación de Montevideo y recibe el Vizcondado de Rio Branco;
“Marques
de Souza es Barón (después Vizconde) de Porto Alegre;
“Evangelista
de Souza, Barón (también luego Vizconde) de Mauá;
“Limpo
de Abreu es premiado como coautor de los tratados de Rio de Janeiro como
Vizconde de Abaete;
“Ponte
Ribeiro recibe por su misión en el Pacifico Ia legación en Lisboa y la Baronia
de su mismo apellido;
“Silva
Pontes será Ministro en Buenos Aires, y se le promete llevarlo a la relación en
Rio (su constante deseo), pero morirá al poco tiempo sin haberse materializado
la promesa.
“Urquiza,
Joaquín Suarez, Herrera y Lamas reciben la más alta condecoración que el
Imperio otorgaba a extranjeros: la Gran Cruz de la Orden de Cristo.
Funcionarios argentinos y orientales de inferior categoría quedan agraciados
con condecoraciones menores.
“Sarmiento,
olvidado en la repartija, invocara. ante Lamas sus méritos de boletinero del
Ejercito Aliado, y será hecho Comendador de la Orden de la Rosa”
*
Como ya se dijo, el presente trabajo no pretende
describir los detalles de la batalla en sí.
Nos interesan las consecuencias políticas y sociales de la derrota
nacional en Caseros y la mentira que se concibió al afirmar que esta guerra se
había hecho para constituir al país, para darle una Constitución.
Esas consecuencias también serían de orden militar. Los Unitarios, ya con las manos libres,
asolaron nuestro interior con sus asesinatos y venganzas sin control. Venancio
Flores, Ambrosio Sandes, Wenceslao Paunero,
José Miguel Arredondo y tantos otros fueron quienes llevaron a cabo
tales crímenes y hoy están en los altares del Unitarismo devenido en
Liberalismo. Esa era la ‘civilización’ que pregonaba Sarmiento.
Dice Vivián TRÍAS[309], que Robert Gore,
representante de Inglaterra en Bu durante los Buenos Aires años de Rosas, le escribió al Foreign Office: "-Según mi
parecer la falta de entusiasmo es muy grande, la masa del pueblo desea la paz,
creyendo obtenerla más fácilmente si se permite que Urquiza destruya o por lo
menos arroje a Rosas del poder; no hay ninguna simpatía hacia Urquiza en Buenos
Aires, pero el deseo de paz es general, lo que permitiría a la gente atender
asuntos que, debido la guerra, hace mucho que fueron abandonados-.
“Es verdad que desde el triunfo sobre
Inglaterra y Francia los negocios han mejorado verticalmente, pero con Rosas en
el poder, su intransigencia, su pasión por la dignidad nacional, su celo por la
soberanía, no hay paz durable.
“Ya está en las puertas la guerra con el
Brasil y Urquiza. Así es imposible incorporarse de lleno a las nuevas
corrientes económicas del imperialismo liberal, que arrastran en su seno
coruscantes promesas de prosperidad para estancieros y comerciantes.
“Ernesto Palacio alude a ese sórdido
descontento que alimenta "clase vecinal": "-Sin esa
circunstancia -que hacía de Rosas un anacronismo por el solo hecho de ser un
gobernante inspira-Ter principios tradicionales y le otorgaba la legitimidad a
sus adversarios no tendría explicación Caseros-”.
La excusa del alzamiento contra Rosas y la
independencia de la Confederación Argentina, fundado en el hecho de que Rosas
no había dado una Constitución y por lo tanto era una persona que no amaba el
progreso, era insostenible y lo hemos refutado en nuestros anteriores trabajos[310]:
“Luego de Caseros, con una Constitución sancionada, las guerras civiles,
con orgías de sangre, degüellos y torturas, se acrecentaron y nunca fueron
tenidas en cuenta por aquellos que se decían liberales o humanistas y las
prescripciones de la tan cacareada existencia de un librito llamado
‘Constitución’, fueron dejadas en el olvido.
Apenas finalizada la batalla de Caseros, durante
por lo menos más de 20 años, comenzó una matanza de civiles y militares
federales, incluidos Gobernadores del interior.
Había alrededor de 20 fusilamientos, ahorcamientos
públicos, degüellos, etc.. por día de personas ya rendidas luego de Caseros,
sin ningún tipo de juicio previo ni respeto las leyes.
¡Y pensar que luego de Caseros hubo un decreto de
Urquiza aboliendo la pena de muerte por causas políticas!, lo que implica una
ironía e hipocresía.
Y estos fusilamientos, confiscaciones,
desapariciones, torturas y venganzas Unitarias que sucedieron NO EN EL CAMPO DE
LAS DISTINTAS BATALLAS Y PRODUCTO DE LA LUCHA, sino a posteriori y con los
Federales detenidos o rendidos en las distintas batallas desde 1952 (iniciadas
con las ejecuciones de Chilavert y Santa Coloma) y, como referencia, hasta la
muerte de Urquiza en 1874 (22 años aproximadamente), entre civiles y militares
suman más de 10.000 personas. Muchos de estos ejecutores eran los uruguayos Sandes,
Rivas, Arredondo, Irrazabal y Paunero y otros más que, como verdugos, esbirros,
cometieron incontables asesinatos que cumpliendo órdenes de los unitarios
triunfantes (Mitre, Sarmiento, Urquiza en su momento, Derqui, etc, como lo ha
probado documentalmente en detalles minuciosos Piccagli en su obra citada “La
Argentina Violenta y Contradictoria”[311]
el que menciona con nombre y apellido, por lo menos, más de 600 en este
período.
Desde siempre y en el mismo sentido Julio
IRAZUSTA, citado por Alberto EZCURRA MEDRANO[312], decía que “se partía de un prejuicio al pensarse que
si un país estaba inconstituido [sic],
estaba no organizado y que esa falsa ecuación llevaba a la falsa antítesis de
Civilización o Barbarie”. Como si Inglaterra fuese bárbara porque no tenía
constitución. El país ya estaba organizado en tiempos de Rosas. Regían las
antiguas leyes españolas y la legislación posterior recopilada por De Angelis”.
El ‘caballito
de batalla’ de los Unitarios era sostener que como Rosas no daba una
Constitución, el país no estaba constituido.
Podemos probar que esto es una falacia: el país estaba constituido
puesto que las provincias tenían sus propias Constituciones locales y éstas
estaban unidas por los distintos acuerdos interprovinciales, en especial el Pacto
Federal de 1831.
No piensan de la misma manera sobre el tema,
algunos autores ´revisionistas’, que sostienen que era necesario una
organización constitucional como paso previo al logro de nuestra independencia
y soberanía.
Un ejemplo de ello es lo que predica el autor
Oriental Vivián TRÍAS[313].
Para él, Rosas razonaba de la siguiente
manera:
1)
“El país vive convulsionado por la guerra civil, por la anarquía.
2)
Aun terminada la lucha contra Paz, aquella amenaza desde la sombra,
merced a las intrigas de logistas, unitarios y agentes extranjeros.
3)
Las provincias, victimas del caos político-social, son muy atrasadas y
no poseen más que una incipiente e insuficiente madurez
política.
4)
No hay bastantes federales capaces y experimentados para hacer funcionar
el aparato institucional de una Republica Federativa.
5)
No podrá configurarse un todo eficaz (el Estado Federal constituido), si
antes no se ordenan y perfeccionan las partes que han de componerlo. Lo
contrario dice J.M. de Rosas, sería poner la carreta delante de los bueyes.
6) Por lo tanto, es inconveniente y puede ser nefasto
apresurarla convocatoria de un Congreso constituyente.
“En otras correspondencias agrega otro argumento;
existen Unitarios solapados, o Federales dudosos, que, bajo el pretexto del Congreso
y la Constitución, lo que pretender es trabar la victoria de las masas Federales
(los "doctores del librito" los llamó más de una vez).
“Ante tales raciocinios y sin dejar de otorgar su
valor a la denuncia de que, efectivamente, detrás de ciertos afanes
"constitucionalistas" y "congresistas" latía el viejo y
recalcitrante espíritu de elite antipopular y antinacional, no puede menos de
apreciarse que si alguien "pone la carreta delante de los bueyes" es
el propio Rosas.
“En efecto, es pertinente preguntar: ¿por qué las
provincias viven en perpetua rebeldía y guerra civil? ¿Por qué carecen de
madurez política? La respuesta es sencilla: porque Buenos Aires les absorbe las
rentas aduaneras a que tienen legítimo derecho, les impone la dictadura mono-portuaria
e inunda el mercado interior con artículos ingleses arruinando sus manufacturas
y artesanías caseras. Porque Buenos Aires, como satélite del Imperio británico,
oficia de metrópoli para el resto de la nación y la explota en su beneficio.
“¿Cómo solucionar tal injusta opresión? Convocando un
Congreso constituyente, en que la indiscutible mayoría de las provincias obligue
a Buenos Aires a integrarse a una organización nacional equitativa e
igualitaria.
“Reunir un Congreso que resuelva las cuestiones del
comercio, las rentas, etcétera.
“No habrá provincias pacificadas, ordenadas y maduras hasta
que no haya solución para sus penurias económicas y para sus desigualdades
sociales y no habrá tales soluciones si la nación no se constituye sobre
cimientos federales”.
Pongamos
blanco sobre negro respecto a los argumentos del autor aludido.
Primero,
explica las razones de Rosas para no organizar constitucionalmente el país a
nivel nacional.
Luego reconoce
que detrás de la pretendida falta de constitucionalización nacional, se escondían
intereses foráneos y la intriga Unitaria.
No se entiende
por qué si lo reconoce, insiste en que esa falta de constitucionalización
nacional fue el error de Rosas, y que fue lo que nos hizo perder en la lucha
contra el Unitarismo cipayo. Es un contrasentido.
Cuando el
autor se pregunta por qué las provincias vivían permanentemente en zozobra y
guerras intestinas, responde que se debía a que Buenos Aires absorbía las
rentas aduaneras.
Pero ello no fue
en la época de Rosas cuando justamente sucedía lo contrario. Rosas no se quedó con las rentas aduaneras,
sino que las repartió equitativamente entre todas las provincias de la
Confederación Argentina.
Luego, Trías dice que hasta que no se constituyera el país no habría
solución a sus problemas políticos y económicos (‘“No habrá provincias pacificadas, ordenadas y maduras
hasta que no haya solución para sus penurias económicas y para sus
desigualdades sociales y no habrá tales soluciones si la nación no se
constituye sobre cimientos federales”).
Creemos que ha quedado hartamente demostrado que esto no
fue así.
En primer término, el país ya estaba constituido a
través de los distintos pactos provinciales, en especial el Pacto Federal de
1831, amén de otros pactos, como ya señalamos.
En segundo término, cada provincia tenía ya su propia
constitución provincial.
Y, en tercer término, el autor no se ha percatado en
su explicación que, luego de la constitucionalización del país a nivel nacional
en 1853, ninguno de los conflictos que se suponían iban a ser superados (¿como
por arte de magia?), no sólo no se superaron sino que la nación se siguió
disgregando territorialmente, se acrecentaron los disturbios políticos, la
anarquía se adueñó del país y las matanzas del gobierno Unitario tuvieron lugar
por todo el territorio.
Del mismo modo, los derechos personales y
patrimoniales de Juan Manuel de Rosas fueron avasallados sin miramientos. ¿Y las
normativas constitucionales que se suponían iban a resguardar los derechos de
las personas? Bien, gracias…
Es paradójico que ni los Unitarios que propiciaban la
necesidad de una Constitución Nacional y que la falta de ella era el motivo de
su lucha contra Rosas, creían en lo mismo que decían (solo eran declamaciones
para captar bobos a la causa de sus intereses espurios), un historiador
embebido de documentación de la época viese la excusa reiterada de ese ‘cliché’
que como sonsonete repetían los Unitarios, para voltear a su gobierno soberano.
Los hechos luego de 1852 y en especial, 1853, demostraron lo taimado de sus
reclamos.
José María ROSA[314] reitera un sofisma
malicioso del Unitarismo. En su edición del año 1974 de “La Guerra del
Paraguay” dice que “…Es un repetido error
decir que la Argentina carecía de régimen constitucional antes de 1853. Cada
provincia tenía su respectiva constitución o su cuerpo orgánico de leyes
provinciales. Mientras, la órbita de los asuntos generales, la reglaba el Pacto
Federal del 4 de enero de 1831, y las leyes provinciales por las cuales
entregaba al Gobernador de Buenos Aires el manejo de los negocios exteriores.
“En un régimen de
Confederación, como lo era el argentino entre 1831 y 1853, los estados locales
se manejan por sus respectivas constituciones, mientras en el orden nacional
existe un pacto confederal. Así se gobernó constitucionalmente la Confederación
Helvética entre 1815 y 1848, y los Estados Unidos desde 1777 a 1787”.
“Clamar por ‘una
Constitución’ nacional innecesaria en un sistema de Confederación, era un viejo
recurso de los antirrosistas para dar colorido institucional a sus
pronunciamientos militares”.
“Cada vez que se
enzarzaba en una guerra internacional no faltaba un general patriota que se
aliaba con el extranjero y recibiera de ellos ayuda para «dar una constitución
a los argentinos». Así lo hicieron Lavalle con los franceses en 1838, Paz con
los ingleses en 1845 y Urquiza con los brasileños en 1851”.
Luego, en la edición digital de 1985, sin
conocerse las razones, el párrafo transcripto ha sido eliminado casi en su
totalidad y reemplazado por el siguiente “Puesto
que Rosas se oponía a copiar una constitución (como lo dijo en su «Carta de la
Hacienda de Figueroa» a Quiroga) y esperaba que el estatuto nacional surgiera
de la realidad política y social argentina, cada vez que se enzarzaba en una
guerra internacional no faltaba un general patriota que se aliaba con el
extranjero y recibiera de ellos ayuda para «dar una constitución a los
argentinos». Así lo hicieron Lavalle con los franceses en 1838, Paz con los
ingleses en 1845 y Urquiza con los brasileños en 1851”.
El propio Bartolomé Mitre[315] en 1862 respecto al
Pacto Federal dice y reconoce: "Ese
tratado, es la única Ley Fundamental de la República, es el único vínculo que
ata las provincias argentinas, el único fanal que ha ardido constantemente en
medio de la horrible borrasca en que nos hemos agitado, azotados por el viento
del infortunio y nadando en un mar de sangre. Todas las constituciones
nacionales, todas las leyes nacionales, todos los tratados interprovinciales,
todo ha naufragado, menos esa ley, ese pacto social federativo que es la piedra
angular sobre la cual se quiere hoy construir el edificio de la organización
nacional"
En 1873 el exiliado Restaurador se descargó
afirmando: “Si he cometido errores –no
hay hombre que no los cometa- sólo yo soy responsable. Pero el reproche de no
haber dado al país una constitución, me pareció siempre fútil porque no basta
dictar un cuadernito, como decía Quiroga, para que se aplique y resuelva todas
las dificultades: es preciso antes preparar al pueblo para ello, creando
hábitos de orden y gobierno, porque una constitución no debe ser el producto de
un iluso sino el reflejo exacto de la situación de un país.”
En diciembre de 1829, cuando Rosas asumió por
primera vez el gobierno de la provincia de Buenos Aires, algunas de las 13
provincias ya habían sancionado constituciones “escritas”, lo que revela que
ese proceso tenía vida incipiente en nuestro país, aun cuando todavía no se
había impuesto en el mundo.
Siempre fue partidario de dar legitimidad a
sus nombramientos como gobernador. En
1829 fue designado por convocatoria de la Legislatura, que había sido disuelta
por el “golpe” de Lavalle y fue entonces que “restauró” la ley. -
En 1835, exigió un plebiscito para acceder
con la ‘Suma del Poder’ que fue ganado casi por unanimidad, 9.713 votos a favor y 8 en contra. Esto muestra el grado de anarquía y
disgregación social.
Desde que tuvimos la presuntuosa Constitución
de 1853 (unitaria en su esencia y por tanto, centralista) que sirvió como
‘latiguillo’ para oponerse a Rosas, hubo un sinnúmero de asesinatos,
fusilamientos, ahorcamientos, masacres de civiles sin ningún tipo de juicios
imparciales o simplemente, sin juicios previos.
Prueba de ello fue la matanza indiscriminada y persistente de miles de
criollos en el interior a manos de Lamadrid, Acha, Conesa, Sarmiento, Mitre,
Del Carril y sus capataces como Flores, Sandes, Arredondo y tantos otros que
sembraban el terror sin ‘ahorrar sangre
de gaucho’ como pedía Sarmiento.
Una evidencia de lo aludido la dió Nicasio
Oroño, Senador Unitario al informar que en el gobierno de Mitre, con la anhelada
Constitución vigente, desde junio de 1862 a junio de 1868 habían ocurrido en
las provincias argentinas 117 revoluciones y 92 combates. Cabe señalar que no
tomó en cuenta lo acontecido en el período anterior, de 1853 a 1862, ni lo
sucedido con posterioridad a 1868 por lo menos hasta 1880.
¿Y la aplicación, y la vigencia de la
declamada necesidad de la Constitución Nacional que iba a pacificar y organizar
a nuestra patria?
Esto prueba que el ‘librito’ tan caro a los
intereses foráneos para sojuzgarnos, era un espejismo que algunos de nuestros
antepasados se “tragaron como un sapo”.
Vamos a acudir al Profesor e Historiador
OLAZA PALLERO[316]
que en un esencial trabajo nos da la retahíla de datos pormenorizados e
irrebatibles de lo que en realidad significó la existencia de la Constitución
como panacea para el logro de la paz en nuestras tierras. Un resumen sucinto de
lo que acabadamente se ha volcado en distintos libros de variados autores,
condensado en esta obra.
“El 3
de febrero de 1852 en los campos de Caseros, vecino a la ciudad de Buenos
Aires, era derrotado Juan Manuel de Rosas, siendo obligado a renunciar a los
cargos que venía ejerciendo. Buenos Aires presenció horrorizada los grandes
fusilamientos de Urquiza en Palermo, las muertes inicuas de Chilavert y Santa
Coloma, el asesinato del médico-poeta Claudio Mamerto Cuenca mientras atendía a
los heridos federales, y la lista de grandes crímenes que en nombre de la
pedagogía civilizadora ensangrentaron el resto de siglo, para imponer al país y
las provincias el fraude, la entrega, el unicato del Régimen.
“Después
de Caseros se reagrupan las fuerzas políticas y las del pensamiento. Con el
vencedor entraron en Buenos Aires, Mitre, Sarmiento... Europa. En este breve
trabajo se hará un análisis de hasta qué punto fueron respetados los derechos
existenciales en Argentina en el período 1852-1872.
“Decía Jauretche: ‘El
protagonista de la historia no pierde nada como hombre cuando se lo baja del
pedestal; ni siquiera como ejemplo. Por el contrario, gana al humanizarse con
su carga de aciertos y errores’ .
“Recordemos
la vigencia de la Constitución desde 1853 y lo que establecen sus arts. 16
(igualdad de los habitantes); 18 (abolición de la pena de muerte por causas
políticas); 14 (defensa del derecho de propiedad); etc
“El 3
de febrero de 1852, en el Palomar de Caseros, se desbandó el ejército de Rosas,
derrumbándose su gobierno. De allí que no hubo mayor lucha por la defección de
muchos regimientos rosistas. El Ejército Grande Aliado de la América del Sud
quedó vencedor. Escenas de sangre se sucedieron en el campo de batalla.
“Las
tropas del coronel oriental Palleja, dieron muerte en la casa de Caseros al
médico y poeta Claudio Mamerto Cuenca por el solo delito de atender a los
heridos federales; al atardecer Martín Santa Coloma era tomado prisionero en el
camino de Santos Lugares y degollado por orden de Urquiza. Chilavert, que
entregó su espada en su batería, será llevado ante Urquiza que lo reclamaba;
después de una conversación a solas, Urquiza descompuesto de ira ordenó que lo
fusilaran por la espalda. El vencedor de Caseros habrá recriminado a Chilavert
su defección del bando ‘antirrosista’. Pero don Martiniano le habría contestado
que allí había un solo traidor: quien se había unido al extranjero para atacar
su patria.
“En los
caminos de Palermo cada día hay más hombres colgados de los árboles y
diariamente el olor es más fétido. Espectáculo de barbarie jamás dado en esa
magnitud (8 También todos los sobrevivientes del regimiento de Aquino fueron
ahorcados sin juicio previo, a la vista de Urquiza mientras la gente aplaudía a
medida que se cumplía con la bárbara sentencia (O’Donnell, Pacho, ‘Juan Manuel
de Rosas. ‘El maldito de nuestra historia oficial’, Bs.As., Planeta, 2001, p.
267).).
“Los
colgados son federales. Los integrantes de la infantería rosista, que eran
orilleros y menestrales, fueron apresados en número de 10.000 y retenidos
prisioneros hasta después del desfile de los vencedores. La “aurora de la
libertad y la civilización” titulaba Valentín Alsina su última editorial en el
Comercio del Plata...
“Testigo
de estos sucesos fue el general uruguayo César Díaz: “A la fusilación [sic] de Chilavert siguieron muchas otras. Un
bando del general en jefe había condenado a muerte al regimiento del coronel
Aquino sublevado en el Espinillo; y todos los individuos de este cuerpo que
cayeron prisioneros en Monte Caseros, fueron pasados por las armas. Se
ejecutaban todos los días de a diez, de a veinte y más hombres juntos, sin otra
formalidad que la de justificar la identidad de las personas, para lo cual se
consideraba suficiente la denuncia de los mismos prisioneros. Las ejecuciones
tenían lugar en los campamentos, es decir, en medio de las quintas o a las
orillas de los caminos más frecuentados; y los cuerpos de las víctimas quedaban
insepultos en los mismos parajes en que habían sido privados de la vida, cuando
no eran colgados en algunos de los árboles de la alameda que conduce de la
ciudad a Palermo” .
“Otro
protagonista nos relata los sucesos, en este caso es el sobrino de Rosas,
Alejandro Baldez Rozas, ayudante y sobrino político del general Lucio Mansilla,
teniente 2º de la 2º compañía de fusileros del 2º batallón de Patricios: ‘Se
oían muchos tiros, era que los soldados sueltos de Urquiza se ocupaban de
saquear; almacenes, tiendas, joyerías, etc.; algunos extranjeros que estaban
prevenidos les tiraban y mataban o herían a muchos. Por ejemplo Mr. Bazuil, que
tenía sombrerería en la esquina de Victoria y Perú, les tiró con su rifle a unos
que saqueaban la joyería allí enfrente (donde está ahora la tienda de Londres)
y volteó algunos’.
“La
barbarie, el salvajismo, se ponían de manifiesto con sus expresiones más
repulsivas, pese a que el Ejército Grande Aliado de Sudamérica se titulaba
ejército de la civilización (12 Según Pedro de Paoli es después de Caseros que
la Argentina toma perfiles de colonia británica, por la acción de los ex-exiliados
y sus descendientes. En efecto, desde entonces todo pasa al dominio inglés:
ferrocarriles, puertos, agua corriente, gas, luz eléctrica, bancos, finanzas,
etc. (De Paoli, Pedro, Facundo, Bs.As., Facundo, 1972, p. 7)..
“Es así
como el Poder Judicial se dirige al Ejecutivo señalando la oportunidad de
iniciarle juicio a Rosas y aplicar sus bienes en obras públicas. Entre esas
propiedades declaradas bienes públicos se encuentra una casona de la calle
Potosí (hoy Alsina), ubicada a pocos pasos de la iglesia de San Francisco, y
que don Juan Manuel ha heredado de doña Agustina López Osornio de Ortiz de
Rozas. Es la casa paterna de los Ortiz de Rozas que un decreto del gobernador
López del 17 de febrero de 1852 convierte en residencia del gobierno
provincial, ya que el viejo Fuerte –sede anterior del Poder Ejecutivo- debe ser
reparado y refaccionado para estar en condiciones de acogerlo.
“Los
más entusiastas rosistas de otrora resultan los más enconados detractores de
Rosas, entre ellos Rufino de Elizalde y Emilio Agrelo, que alguna vez habían
empujado con fervor las ruedas del carruaje de Manuelita Rosas, según
testimonio de Benito Hortelano” …
Hagamos acá una breve
digresión: recordemos lo que hemos dicho anteriormente en este trabajo que, por
ejemplo, la mujer de Rufino de Elizalde (Manuela
Leal Lavalle) era hermana de la mujer
de Felipe Arana, y que éste era su padrino y tío político por el lado materno
(una hermana de la madre de Elizalde, de apellido Beláustegui, estaba casada
con Felipe Arana). De allí los puestos de privilegio y honores
que siempre tuvo Elizalde en el Gobierno de Rosas a lo largo de los años, sin
embargo, no trepidó en darse vuelta sin ningún reparo, apenas vio el destino
del gobierno federal por caer a fin de salvar su pellejo y, seguramente, su
patrimonio.
Así como Rufino de Elizalde sin tapujo alguno
se volvió uno de los fiscales más encarnizados contra Rosas, más aún que muchos
Unitarios, también Urquiza mantuvo a la mayoría de Los Federales funcionarios
‘rosistas’, como Vicente López y Planes, que fue designado Gobernador de Buenos
Aires por el entrerriano, al día siguiente de la batalla de Caseros.
Tanto Urquiza como los Unitarios en el poder
perdonaron, dice José María ROSA[317], a aquellos que “por debilidad o conveniencia atribuyeron su
Federalismo a ambición o temor, pero ante la sinceridad insobornable de Juan
Manuel de Rosas fueron implacables”, como la historia atestiguó”.
Continúa exponiendo OLAZA PALLERO[318] que por “ironía del destino, el unitario Félix
Frías, ex secretario de Lavalle, se pronunciaría en contra del proyecto. Otros
apóstatas rosistas, que se muestran duros con don Juan Manuel fueron Francisco
de Elizalde, Juan Bautista Peña y el doctor Vélez Sarsfield; Rufino de
Elizalde, junto con Vélez Sarsfield y otros abogados firmó, a fines de 1851,
una ferviente adhesión a Rosas.
“Pastor Obligado,
elegido gobernador interino el 24 de julio de 1853, no respetó un decreto por
el que se ofrecieron amplias garantías y seguridades para los vencidos y una
amnistía otorgada por la mediación de los representantes extranjeros de
Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Es así que algunos civiles y militares
que habían participado en el levantamiento federal de Lagos fueron desterrados,
otros fueron encarcelados y ordenado su procesamiento.
“Por decreto del 11
de agosto, ordenó a los jueces del Superior y de 1º instancia Valentín Alsina,
Juan José Cernadas, Alejo Villegas, Marcelo Gamboa y Dalmacio Vélez Sarsfield,
juzgar “con absoluta preferencia” las causas “pasadas por el ejecutivo”,
pudiendo “acortar los términos y aun actuar en todas las horas del día y la
noche y aun en los días festivos que se declaran hábiles”. Este decreto buscaba
acelerar el proceso a los mazorqueros. Estos últimos fueron: Silverio Badía,
Manuel Troncoso, Fermín Suárez, Estanislao Porto, Manuel Gervasio López, Manuel
Leiva, Torcuato Canales, Ciriaco Cuitiño y Leandro Alén. A los reos se les
imputaban las muertes de octubre de 1840 y abril de 1842, durante la época de
Rosas. En correspondencia firmada por el edecán de Rosas, general Manuel
Corvalán del 19 de abril de 1842, dirigida al coronel Joaquín María Ramiro, le
manifiesta: ‘El infrascripto ha recibido orden del Excmo. Señor Gobernador de
la Provincia Brigadier Don Juan Manuel de Rosas para decir a V.S. que ha mirado
con el más serio profundo desagrado los escandalosos asesinatos que se han
acometido en estos últimos días, los que aunque han sido sobre salvajes
unitarios, nada, absolutamente nadie, está autorizado para semejante bárbara...
licencia’ (ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, Secretaría de Rosas, S. V, c. 30, A.
3, Nº 1; borrador de puño y letra de Rosas).).
“Otro procesado fue
el antiguo edecán de Rosas, Antonio Reyes. Tuvo Reyes como sus defensores en el
juicio a los doctores Miguel Estévez Saguí y Manuel María Escalada. El 4 de
mayo de 1854 fue sentenciado, en primera instancia, a sufrir la pena de muerte
en calidad de aleve. Obligado, a instancias del Presidente oriental Venancio
Flores, pidió informes a la Cámara de Justicia y ésta acabó desaprobando el
trámite del proceso incoado.
“Pero Reyes no esperó
y el 6 de junio pudo fugarse de la cárcel porteña. Y así fue que, en segunda
instancia, el 30 de junio de 1855, la Cámara de Apelaciones revocó la sentencia
de mayo de 1854 y lo absolvió, con el levantamiento del embargo de sus bienes.
Con no mejor suerte Cuitiño aceptó la plena responsabilidad y libró de cargo a
sus subordinados. Dijo que el gobernador le ordenó que con los serenos (era
coronel de ese cuerpo), vigilantes y civiles de la Sociedad Popular
Restauradora, tratara de contener a los más exaltados en esos momentos de
efervescencia, y, necesariamente, empleó armas.
“El Fiscal se limitó
a apuntar, con un laconismo remarcable en tratándose –como se trataba- de una
cuestión jurídica tan compleja como la de la obediencia debida: ‘No es posible
haya tranquilidad pública en Buenos Aires si se absuelve al asesino que alega
en su defensa que asesinó porque lo mandaron asesinar’. El 13 de octubre,
Obligado se recibe de gobernador permanente; y cuatro días después, el 17, son
ajusticiados en la plaza 25 de mayo los ex mazorqueros Manuel Troncoso y
Silverio Badía, acusados de crímenes producidos entre los años 1840 y 1842.
Estos mazorqueros, un año antes, habían integrado las fuerzas premiadas por el
gobierno liberal en mérito a su adhesión a la revolución del 11 de septiembre.
El 28 de diciembre siguen igual suerte, Ciriaco Cuitiño y Leandro Alén,
ejecutados a las 9 de la mañana en la plaza de la Independencia, junto a los
muros de la Concepción.
“A fines de enero de 1856 el general Jerónimo
Costa desembarca en Zárate con escasos efectivos federales. Sin posibilidad de
dar batalla, los federales se rindieron, pero sus oficiales fueron lanceados,
no quedando ningún federal con vida, excediéndose los términos del Acuerdo
firmado por Obligado, Alsina y Mitre que exceptuaba de la pena máxima a la tropa.
Regía ya la garantía constitucional.
“No hubo ni siquiera
juicio sumarísimo para el general Costa y sus compañeros de infortunio: la pena
de muerte había sido establecida por Decreto y antes de ser habidos los
inculpados (Sin estar investido el gobernador Alsina de facultades
extraordinarias (expresamente prohibidas por el art. 106 de la Constitución del
Estado) ni declarar un estado de sitio no contemplado por el Código local,
ordenaba el castigo de tan famosos criminales (Rosa, José María, t. VI, p
156).).
“Sarmiento se alegró
por la cobarde matanza, y escribió desde ‘El Nacional’: ’Han muerto o han sido
fusilados, en el acto de ser aprehendidos, Bustos, Costa, Olmos. Trofeos la
espada de Costa ruin y mohosa. El carnaval ha principado. Se acabó la mazorca.’
“Nos dice Arturo
Jauretche: ‘Queda abolida para siempre la pena de muerte por causas políticas
(Art. 18 de Constitución Nacional)’. También, como en el caso de la
confiscación de bienes, esta garantía estaba incorporada a la Carta Magna y a
lo que Buenos Aires se había dado con la segregación.
“Se supone que la
prohibición de aplicar la pena de muerte por causas políticas rige para los
casos extremos, como revoluciones, golpes de estados, etc., y no para los
simples desacatos, interpelaciones parlamentarias o artículos periodísticos.
Pues es precisamente, con las revoluciones o tentativas, cuando no funciona; se
trata de otro paraguas para cuando no llueve”.-.
“La Constitución del
año 1853 estableció en el papel la organización y constitución del país en la
tan soñada unidad nacional. Sin embargo, se siguió derramando sangre gaucha...
y de la otra, en Buenos Aires, Cepeda, Pavón... hasta que en 1880 Buenos Aires
se entregó al país, sujetándolo a su designio.
“Pero volvamos a
Costa. El general Jerónimo Costa nació en Buenos Aires en 1809, peleó en la
guerra contra el Brasil, contra la Liga Unitaria y en la heroica defensa de la
isla Martín García (1838) contra el ejército imperialista francés.
“Después de Pavón
hubo unos años de respiro, turbados en parte por la guerra del Paraguay. Luego
se impuso una batalla a muerte a quien se opusiese a la europeización del país:
guerra a muerte a la barbarie, al gaucho, paso a la civilización.
“El gaucho tal vez se
hubiese adaptado al progreso, si el exterminio no se hubiese predicado en su
contra. Aunque quizás se pensó que la
altivez del gaucho, su espíritu de libertad y su soberbia, no hubiesen aceptado
las condiciones esclavizantes que aceptaron los colonos extranjeros.
“Y quizás por eso, la
frase de Sarmiento en la carta que le escribiera a Mitre: “No ahorre sangre de
gauchos, es excelente para abonar la tierra”. O aquella otra escrita a
propósito del asesinato alevoso del general Ángel Peñaloza (El Chacho): ‘Yo
aplaudo la muerte del Chacho, precisamente, por la forma en que se llevó a
cabo’, tuvieron cumplimiento inmediato y frío.
“En la tragedia de su
clase oprimida y castigada, como es la gaucha, en nuestro caso, es donde está
palpitante, como un corazón pleno de vida, la verdad histórica de nuestra
tierra. Los ideales del liberalismo intransigente fueron los definidos por
Sarmiento, con el beneplácito de sus opositores liberales, en aquel famoso
discurso que pronunció en la logia Constancia, donde afirmó que había que
imponer paulatinamente una sola lengua, y todo indicaba que debía ser la
inglesa en razón de que esa potencia extendía su dominio por todo el mundo;
había que desarraigar el hondo sentimiento religioso; había que destruir las
tradiciones que sustentaban el vínculo
de cohesión nacional; y había que acabar con toda opinión política contraria al
credo liberal.
“La montonera fue
extirpada con energía, y los paisanos apresados marcharon a la frontera con el
indio, que debía extenderse hasta el río Negro. Paralelamente, se intensificó
el usual sistema de los contingentes armados mediante arreos de vagos "mal
entretenidos" en pulperías y enramadas.
“La deserción se penó
con la muerte por decreto de 1872. Y, cuando los gauchos quisieron rebelarse en
Loncohué, se ordenó diezmar a los insurrectos. Producida la guerra con el
Paraguay a causa de las intrigas ‘mitristas’, y “cazados” los gauchos para
formar los contingentes que debían marchar hacia aquella matanza, era natural
que de las provincias salieran los caudillos que al frente de las “masas” –de
las poblaciones- se opusieran, sublevándose, a la irrupción de las tropas
‘mitristas’.
“Por estas razones se
sublevaron el Chacho Peñaloza, quien nunca fusiló a ningún prisionero; es más,
los devolvía (36), Felipe Varela, López Jordán, Chumbita, Francisco Clavero y
algunos otros. Había caído Rosas, pero no la barbarie.
“Afirma Eliseo F. Lestrade
que ‘después de la caída de Rosas el país presenció el asolamiento del interior
y de la campaña de la provincia de Buenos Aires, realizado por los gobiernos
que le sucedieron en la provincia y que desde ésta pretendieron subordinar todo
el interior’
“El poema Martín
Fierro constituye un documento en cada uno de sus versos. Por otra parte, si
los vencedores de Pavón hubieran deseado realmente pacificar el país, lo que
correspondía al principio era ofertar la paz al interior, levantado en armas en
defensa del gobierno constitucional de Derqui.
“Es así que no se
buscó un entendimiento pacífico con el interior. Se le presentó el hecho
consumado de la guerra, prefiriendo conquistarlo, ejercer su dominio y
aterrorizarlo. Con ese objetivo había que derramar mucha sangre argentina.
“Para terminar,
diremos solamente que eso no importaba a los liberales que entonces detentaban
el poder”.
Digamos que los Liberales de hoy son la casta
anglófila y francófila (los Unitarios de siempre). La mano de la Masonería es
claramente visible en todos estos actos de terror jacobino.
Eso fue la prueba real, concreta del mito de
la Constitución necesaria para organizar un país. De hecho, por ejemplo, Gran
Bretaña no tiene Constitución y en aquel entonces, en que los unitarios europeizantes
luchaban por ella, tampoco Inglaterra la tenía.
Hemos hecho un breve recorrido de la falacia
que implica subordinar la soberanía de una nación a un cuadernito, abstracto y desprovisto
de toda realidad con el mundo circundante donde se la quiere aplicar. Y que
esconde detrás de su panegírico, las herramientas que utilizan los sempiternos
enemigos de la nación, para sojuzgarnos.
En realidad, el fin real buscado, el único,
era el saqueo permanente de nuestro territorio y el enriquecimiento del Imperio
Británico, el Brasil y sus empleados criollos.
Y con la caída del régimen soberano de
nuestra patria, no solo cae Rosas sino, con él, todo su sistema económico.
Dice
José María Rosa[319]
que “La nueva política económica empezó a los cuatro días del desfile
triunfal de los vencedores de Caseros. El 24 de febrero el gobernador delegado
López decretaba la "libre exportación de oro y plata" (8) que abrió las puertas de escape al
metal acumulado en 15 años. La onza de oro, que en diciembre de 1850 valía 225
pesos papel, bien poco teniendo en cuenta las continuas emisiones de papel
moneda inconvertible que Rosas se encontró obligado a realizar (9), alcanzaría el año 53, el siguiente
de Caseros, a $ 311 3/8, para subir paulatinamente hasta $ 409 en 1862 (10). El oro se fue del país apenas
encontró la puerta franca. […]
En 1855, por nueva ley de Aduana (15), los aforos fueron disminuidos aún
más. Los modestos talleres nacionales cerraron sus puertas, emigrando - como
hemos visto - sus maestros y oficiales a tierras no tan propicias, como la
Argentina post-Caseros, la palabrería insustancial y el coloniaje real,
Mientras los "pálidos proscriptos de la tiranía" regresaban a sus
lares dispuestos a convertir en realidad las lecturas filosóficas penosamente
digeridas en el exilio, otra emigración oscura y silenciosa tomaba el camino
del destierro: hombres que no peinaban ondulantes melenas románticas ni
cargaban libros franceses en sus bagajes, pero que tenían el rostro quemado por
el fuego de las fraguas y las manos encallecidas en el trabajo rudo, ¡ Curioso
trueque éste de artesanos laboriosos por políticos más o menos trasnochados”.
Se sumó a esto la anarquía vuelta a la vida.
La falta del orden político, llevó a la falta de orden económico y su
consecuencia fue una interminable sucesión de revoluciones, asesinatos, golpes
de estado… ¿La Constitución? ¿El estado de derecho supuestamente conseguido
luego de Caseros largamente invocado por los golpistas? Bien, gracias…
De hecho, y como epitafio de lo explayado,
dice Víctor GUERRERO[320] (citado por Leonardo
CASTAGNINO en la Gazeta Federal), “Desde
1852 hasta 1868 estallaron en las provincias argentinas 117 revoluciones y se
libraron 91 combates, con un total de 4.728 muertos. Tal fue el fruto directo
de la "democracia” impuesta en Caseros”.
En efecto, a partir de los asesinatos en masa
luego de la batalla de Caseros, le siguieron el cruel despedazamiento del
territorio patrio, aunados a tales fines los mercenarios Justo José de Urquiza,
Domingo F. Sarmiento y Bartolomé Mitre.
Y ya nada fue lo mismo, se perdió también el Atacama y la zona sur del
pacifico en la zona del estrecho de Magallanes y, para siempre, la oportunidad
de que volvieran al seno materno, el Alto Perú, Paraguay, las Misiones
Orientales y parte de las Occidentales y, por supuesto, la querida Banda
Oriental.
Gracias a Rosas y su
Pacto Federal de 1831 a través del cual 14 provincias crearon el instrumento
fundante de nuestra nacionalidad, nuestra patria no fue más segregada (Entre
Ríos, Corrientes, Misiones, etc) a pesar de las aviesas intenciones en tal
sentido por parte de los Unitarios, entre ellos Fructuoso Rivera, y de los
Federales arrepentidos como Urquiza y Garzón.
CASTAGNINO[321] nos da otro bosquejo de
Bartolomé Mitre. Dice el autor que “emigrado a Montevideo, formaría parte del
“Ejercito Grande” contra Rosas en Caseros, como oficial de una fuerza extrajera, tal como se lo
echa en cara Juan Bautista Alberdi en su polémica por la Guerra del Paraguay,
en que Alberdi se oponía desde Paris a dicha guerra.
Alberdi,
[a
quien no se lo puede tildar de Federal y menos, de ‘rosista’] atacado en su patriotismo le arrojó este
certero dardo a la cara de Mitre, el antiguo artillero de Caseros: “Si al menos hubiera yo tomado una escarapela, una
espadas, una bandera de otro país, para hacer oposición al Gobierno del mío,
como en Monte Caseros lo hizo otro Argentino contra Buenos Aires, con la
escarapela Oriental, como oficial Oriental, bajo la bandera oriental y alienado
con los soldados de Brasil...”
Mitre
se incorpora a las tropas uruguayas del “ejército grande”, recomendado por los
generales Juan Gregorio de Las Heras y Eugenio Garzón, y siendo aceptado
por Urquiza, se incorpora al
frente de una batería uruguaya, al mando del coronel Pirán”.
Podemos agregar el
caso de Eugenio Garzón, otrora oficial de Artigas y del Urquiza Jefe del
Ejército de la Confederación Argentina, a la que defendía de los mismos personajes
a los cuales se subordinó masónicamente en forma execrable junto al entrerriano,
en su famoso ‘Pronunciamiento’ a las fuerzas brasileñas, a los Unitarias
porteñas y a los ‘Colorados’ de la Defensa, al fin y al cabo, hermanos ‘tres
puntos’ todos.
Ello no puede dejar
de sorprender y es fiel testimonio de cómo la Masonería hacía que aquellos que
hasta ayer eran enemigos, repentinamente, pasaran a militar en las mismas filas
para combatir a los que habían sido sus camaradas.
De este modo vil nuestro territorio, nuestra
‘Patria Grande’, seguía desmembrándose, destejiéndose, para beneplácito de los
defensores de la ‘Patria Chica’: los logistas, los ingleses, los franceses y no
nos olvidemos del Imperio del Brasil que, a pesar de haber perdido todas las
guerras con nosotros, luego, en la mesa de negociaciones se quedaron con parte
de nuestro territorio. Queda claro que la diplomacia es la continuación de la
guerra por otros medios.
De esta manera, a medida que se descorre el
velo que oculta lo que fue nuestra independencia, podemos presumir que ésta
difícilmente hubiera ocurrido cuando ocurrió, si no hubiera sido Gran Bretaña
la propulsora solapada de ello para debilitar al imperio español. El famoso
‘Divide e Impera’ tan caro a la astuta diplomacia británica.
Hay un hilo conductor en la historia entre
aquellos que se rebelaron contra la insidia británica y francesa y sus
‘empleados’, los unitarios de ambos lados del Río de la Plata. Comenzando por
Artigas, San Martin, Lavalleja, Oribe, Rosas, y tantos otros custodios de
nuestra hispanidad y de la ‘Patria Grande’.
Respecto a lo que manifestábamos en el
párrafo anterior, SIERRA[322] dice que… “el primero que habla de independencia en
estos días es el famoso Lord Strangford, exponente del diplomático hábil,
cínico y sin escrúpulos, y lo hace en carta del 10 de Junio al marqués de
Wellesley desde Río de Janeiro. "En síntesis -dice en ella- se desea la independencia en cualquier
forma, pero, preferentemente, bajo la protección inglesa, siendo Buenos
Aires el centro de donde irradiarán las cosas" [la negrita me
pertenece].
El impulso liberal de Gran Bretaña era
ejercido únicamente sobre nuestras tierras americanas. Digamos que, si
utilizáramos términos actuales, diríamos que Gran Bretaña utilizaba el refrán
‘haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago’. El liberalismo no fue, ni es, aplicado
en la política económica interna británica, sólo lo era para aquellas tierras
que deseaban colonizar.
En tal sentido, sigue diciendo el eminente
historiador que “Inglaterra ha fomentado
el liberalismo entre nosotros, aunque ella se cuidó de practicarlo. Sus
partidos a pesar de todo no dejan nunca de ser monárquicos, es decir, que en lo
que se relaciona con el sentido unificador del imperio, que es la monarquía,
todos los partidos ingleses son de hecho un sólo partido”.
También con la misma visión, Oscar ABADIE
AICARDI[323]
sintetiza en pocas palabras el plan colonizador de Gran Bretaña y Francia:
lograr que la Banda Oriental se separara de las Provincias Unidas del Rio de La
Plata para tener un ‘Estado-Tapón’ y conseguir que Montevideo fuera un puerto
comercial para poder acceder a través del rio Uruguay hasta el Paraguay y así
comerciar libremente, evitando que tanto el rio de La Plata como el rio Uruguay
pertenecieran a un mismo estado y se convirtiera en un rio interior. De otro
modo, no podrían navegar libremente para llevar sus manufacturas hasta el
interior de Sudamérica, sin obligación de pago de impuestos o tasas alguna.
El escritor e historiador Oriental Guillermo
VAZQUEZ FRANCO[324] lo supo ver con
exactitud cuando dijo que el gobierno de Brasil tenía interés en la
independencia de la Provincia Oriental…. “Argentina
perdió una provincia que era suya, como si hubiera perdido Córdoba o Catamarca.
Como si nosotros perdiéramos Cerro Largo o Paysandú. Argentina pierde presencia,
gravitación internacional porque se le escapa una provincia que no sería la más
rica, no sé, pero seguramente la más estratégica. Porque perdió la provincia
que le daba el control del Río de la Plata, el acceso al corazón de América por
la vía fluvial del Paraná y el Paraguay”.
Sigue diciendo el autor que el humillante tratado
de libre comercio del 25 de marzo de 1825 -que aún hoy seguimos padeciendo- que
Canning y los funcionarios liberales y corruptos firmaron en nuestro nombre, a
cambio del reconocimiento de nuestra independencia de los españoles, es un notorio
ejemplo del sometimiento de nuestra patria a los intereses foráneos.
Además, esos tratados siempre tenían una
cláusula por la cual Gran Bretaña era ‘la nación más favorecida’. De tal modo
comenzaba nuestra nación a ser solo agroexportadora de materias primas, sin
posibilidad de manufacturarlas en forma industrial, a la par que se seguía derrumbando
paso a paso, su territorio heredado de España.
Territorio que siguió desgajándose más y más
luego de la Guerra de la Triple Alianza.
Héctor B. PETROCELLI[325] señala que en virtud de
los malhadados acuerdos entre Urquiza y el Imperio del Brasil, luego de
Caseros, Urquiza compelió a la Banda Oriental a entregar rápidamente las
Misiones Orientales, bajo apercibimiento de obligarlos a hacerlo a cañonazos si
no cumplían. Como ya dijimos, con las armas de Brasil y de Urquiza apuntándolos,
los Orientales se vieron forzados a cumplir los pactos con Lamas, que entregaba
de ‘iuris’ las Misiones Orientales al Brasil.
Esa entrega de las
Misiones Orientales fue condición necesaria para el apoyo del Imperio a
Urquiza, como se pudo ver en el tratado firmado entre ellos el 29 de mayo de
1851.
Podemos afirmar que de
tal manera entre Urquiza, Brasil, y los imperecederos renegados Unitarios
Orientales como Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y Obes y Andrés Lamas,
se consumó la pérdida de unos 100.000 Km² luego de años de lucha contra el Imperio, que
batalló una y otra vez para apoderase de tierras que no les competían por derecho,
Sabemos que la
diplomacia brasileña era superior a la de la Confederación. Al decir de José
María ROSA[326],
luego de Caseros, en una fiesta de celebración en Buenos Aires, Urquiza vanagloriándose
le dijo al masón Honorio Hermeto Carneiro Leao, que gracias a él se había
salvado la corona del Emperador. El
diplomático brasileño le contestó que los hombres del Brasil, aunque fueran enemigos
del Jefe de Gobierno jamás traicionarían a su patria, ante el silencio y
miradas absortas de los concurrentes al ágape.
Bartolomé Mitre y Domingo F. Sarmiento entre
otros, completaron la desintegración de las Provincias Unidas del Rio de La
Plata, después de la Batalla de Caseros en 1852 con las batallas de Pavón y la infame
guerra contra el Paraguay. Una guerra
ignominiosa llamada ‘Guerra de la Triple Alianza’, cuyos únicos favorecidos
fueron Inglaterra, Francia y Brasil, dando por concluido con ésta el episodio
final de nuestra derrota ya definitiva del 3 de febrero de 1852 en ‘Caseros’.
Sabemos que muchos de quienes combatieron
denodadamente contra el gobierno legítimo de la Confederación Argentina al
mando de Rosas, fueron quienes habían estudiado y trabajado, creciendo material
e intelectualmente gracias a las escuelas, colegios y universidades de la
Confederación Argentina. Luego se
volvieron contra quien les había dado todas las armas para su desarrollo
profesional y personal. Es decir,
usufructuaron los beneficios de su gobierno nacional para luego ‘morderle la
mano’, al combatirlo con la ayuda del extranjero usurpador con el cual se
aliaron. Se trata de la afrancesada,
apátrida y apóstata ‘Generación del ’37.
En este grupo estaban. entre otros. José
Rivera Indarte, Juan María Gutiérrez, José Mármol, Rufino de Elizalde, Pastor
Obligado. Uno de ellos fue Bartolomé
Mitre, algo poco conocido en nuestra historia.
Cabe recordar que la mujer de Rufino de Elizalde era hermana de la mujer de Felipe Arana,
canciller del Gobierno de Juan Manuel de Rosas y de la Confederación
Argentina. O sea que se crió y gozó de
los beneficios del poder y, no obstante ello, traicionó a quien lo había
beneficiado cuando así lo creyó conveniente.
Veamos otro caso. El antiguo Alférez de
Artigas, Coronel Eugenio Garzón, recomendó la persona de Bartolomé Mitre al
discípulo dilecto de Artigas, el Presidente General Manuel Oribe. De esta
manera, Mitre pasó a revistar como soldado del oriental Fundador de la República.
Julio Cesar CORVALÁN MENDILAHARSU[327] manifiesta que “…Bartolomé Mitre se presentó, junto con
otros compañeros, en el fuerte San José el 4 de diciembre de 1837.
Incorporándose al ejército constitucional del general Oribe para combatir la
revolución que encabezaba el general Rivera, con Lavalle y el unitarismo
porteño. Mitre fue recomendado por el Coronel Eugenio Garzón, y el coronel
Acuña lo incorporó como soldado distinguido: el 15 de enero de1838 empezó Mitre
a percibir en ese carácter el sueldo de ocho pesos mensuales. Casi de inmediato
pasa Mitre a revistar provisoriamente como dragoneante de abanderado y desde
entonces percibe el sueldo de veintitrés pesos, hasta el 12 de febrero del
mismo año, en que el general Oribe, presidente constitucional, decreta los
siguientes ascensos: "Abanderado de la brigada de artillería, Enrique de
Vedia; para alférez, al sargento Pedro Gómez, y para subteniente al soldado
distinguido Bartolomé Mitre. Y siempre por recomendaciones del Coronel Eugenio
Garzón, el 18 de junio de 1838 obtiene Mitre el puesto de abanderado de la
brigada de artillería. Y el 16 de agosto siguiente, por orden del Presidente
general Oribe, pasa al Estado Mayor, desempeñando las funciones de ayudante de
la presidencia. "El subteniente Mitre acompañó al general Oribe,
presidente constitucional basta su renuncia y emigración a la Argentina. Pero
al producirse ésta, permanece en Montevideo, y triunfante Rivera, se le pliega
de inmediato".
Lo más grave no es que Caseros haya sido una
victoria brasileña, después de todo en la guerra las batallas se pueden ganar o
perder. Lo más preocupante es que
nuestra colonización mental y cultural nos haya hecho creer falsamente que fue
una victoria nacional en el marco de una guerra civil.
Esta adulteración permanente de la verdad
histórica ha sido planificada en detalle y en forma deliberada por Sarmiento,
Mitre, Urquiza, Alsina, Varela, y sus seguidores Su finalidad era ejecutar un plan cultural en
los organismos educativos, los medios de prensa y comunicación, en los nombres
impuestos a ciudades, calles, monumentos y plazas, para hacernos creer lo que
no existe: el patriotismo de esos héroes que en realidad estuvieron en las
antípodas de serlo y conformaron una ‘Patria Chica’ que nos agobia y no deja
salir a la superficie nuestra raíz.
Recordemos lo que pensaba y decía al respecto
Florencio VARELA[328] en el diario ‘El
Comercio del Plata’ del 20 de Junio de 1846 “…el
problema que a Entre Ríos y Corrientes importa ventilar y resolver es, como
promoverán más rápida y más sólidamente, el desarrollo de los elementos de
prosperidad que encierran, cómo aumentarían su población, sus consumos, sus
productos y por consiguiente su comercio y su riqueza. Para ello, nada importa que sean provincias argentinas o un estado independiente:
lo mismo pueden conseguir aquellos objetos en una condición que en otra…”.
No sabemos qué aspecto resaltar en este
paradigma de la ‘Patria Chica’ que nos presenta el autor: su deshonor patrio,
su supina estupidez, su oronda ignorancia o todo ello junto. Su pensamiento
afrancesado, apartado de toda realidad
existencial nos ha traído numerosos males.
De este modo, los gobiernos Unitarios al
controlar la narrativa histórica justificaban su propia existencia.
Estos ideólogos nacidos en nuestra tierra,
pero colonizados mentalmente desconocieron nuestras circunstancias. Sostenían que la realidad debía ajustarse a
sus ideas abstractas y no inversamente. Y cuando lo sucedido no se ajustaba a
sus fórmulas de laboratorio desprovistas de todo contacto con nuestra realidad,
no importaba, persistían en sus altisonantes palabras huecas y a contrapelo de
nuestra identidad.
Buscaron (y aún buscan hoy) la ‘cuadratura
del círculo’. Se pusieron al servicio de los intereses políticos y económicos
extranjeros, por supuesto a cambio de una muy buena remuneración.
Ya le decía el Deán Funes a Simón Bolívar “Estoy avergonzado del grado de servilismo
que caracteriza a los hombres del gobierno de Buenos Aires en su trato con la
Inglaterra”.
Poco pudo hacer Rosas en Caseros y tal como
dijo en su nota de renuncia ante la Sala de Representantes “Si más no hemos hecho en el sostén de nuestra independencia, nuestra
identidad, y de nuestro honor, es porque más no hemos podido”.
Como hemos mencionado anteriormente, las
traiciones, las deserciones a último momento, los años de desgaste y el
abandono de muchos de sus oficiales de ambos lados del Plata se sumaron a la
derrota. El sueño de la ‘Patria Grande’,
de la restauración de las Provincias Unidas del Río de La Plata, que tanto
temían Brasil, Inglaterra y Francia, se deshizo como un castillo de arena…
Pero, los males de la patria recién
empezaban…
En palabras de Atilio GARCIA MELLID[329], los liberales son los
monjes que custodian el templo de los falsos ídolos. Ninguno tan reverendo como
el de la Constitución.
Ese liberalismo de ayer puede ir cambiando de
nombre (neoliberalismo, progresismo, etc.), pero no de la planificación destinada
a impedir nuestra independencia, hoy rotundamente inacabada, de la mano con la
disgregación territorial.
Una de sus estrategias fue la colonización
económica que se conjugó con la reducción de nuestro espacio geográfico. Intentaron disociar al pensamiento nacional de
la realidad, evitando todo contacto con el conocimiento nuestro verdadero
pasado.
Puntualizaba Eduardo
CERDEIRA[330]
que el liberalismo es “El relato de una historia maquillada, parcializada y
orientada a la manera de pensar del escritor de ocasión.
“Las únicas llamadas
‘presidencias históricas’, según la historia liberal, son las de Mitre,
Sarmiento y Avellaneda. Esto coincide con el establecimiento de un Estado basado
en un modelo económico agroexportador. Esta cuestión la había previsto Manuel
Belgrano, cuando en 1796 advertía que “los países civilizados se cuidan de
exportar materia privada sin antes transformarla localmente, porque de lo
contrario estarán creando desocupación en el país exportador y trabajo en el
país importador”, y recomendaba “no exportemos cuero, exportemos zapatos”.
“En la Argentina sobrevino
la apropiación por 600 familias de millones de hectáreas, que solamente se
destinaron a la especulación y la ganancia fácil, ese es el modelo que se
implanta con la presidencia de Mitre. Un modelo esencialmente excluyente, de
alta inflación, especulación; riqueza fácil y grandes negocios para
pocos”.
Esos intereses foráneos que pretendieron (y
pretenden) nuestra colonización cultural para luego someternos política y
económicamente, requirieron de personeros en nuestra tierra, que colaboraron utilizando
la pluma o las arma si fuese necesario.
Un ejemplo primigenio de esto fue Bernardino
Rivadavia, causante de la perdida del Alto Perú, del Paraguay, de las Misiones
y de la Banda Oriental por parte de las Provincias Unidas del Rio de La Plata. Ayudado por militares como José María Paz,
Juan Galo Lavalle, Gregorio Araoz de Lamadrid, Fructuoso Rivera, Venancio
Flores, los Herrera y Obes, los Lamas, etc., que al volver de la guerra por la
independencia, se olvidaron de los fines omnicomprensivos de lo nacional y se
volcaron como una facción iluminada combatiendo contra sus pueblos, provocando la diáspora de parte de nuestro
territorio y socavando la lucha de San Martin, de Artigas y de tantos otros
prohombres que intentaron mantener nuestro territorio heredado.
Rivadavia logró que Artigas se fuera al
Paraguay y también que San Martin se fuera de su tierra. Persiguió al Padre de la Patria y le negó los
fondos para su lucha emancipadora.
Asimismo, tuvo una clara intención de asesinarlo, pero fue anoticiado
por Estanislao López por lo que debió entregar el mando de la lucha
emancipadora a Bolívar y prácticamente exiliarse en Francia.
SAN
MARTÍN[331]
en una carta a su amigo Tomás Guido del 14 de noviembre de 1816, que a la sazón
se encontraba en Buenos Aires, le decía: “…Por
eso mi resolución está tomada: yo no espero más que se cierre la cordillera
para sepultarme en un rincón sin que nadie sepa de mi existencia, y sólo saldré
para ponerme al frente de una partida de gauchos si los matuchos nos
invaden".
Digamos
al pasar que ‘matuchos’ (también ‘maturrangos’)
se les decía , en forma despectiva, a los realistas endilgándoles que eran
malos jinetes, torpes, etc.
La mala jugada de Rivadavia a San Martin hizo
perder el Alto Perú para la ‘Patria Grande’, de la misma manera que luego estimularon
permanentemente la ocupación de la Banda Oriental por el Imperio del Brasil
socavando a Artigas, Rosas, y Lavalleja, sumado al hecho el desgajamiento de
parte del Paraguay y de las Misiones Orientales, por los Imperiales.
JAURETCHE[332] reflexiona como síntesis: “Así se perdió el Alto Perú, por la negativa ‘rivadaviana’
a prestar auxilios a San Martín, unos pocos regimientos cuya falta lo puso en
la necesidad de someterse a las exigencias de Bolívar, para no sacrificar la
causa de la independencia americana que según Rivadavia se resolvería sola, con
la caída, seguramente espontánea de los fragmentos de un poder vacilante. Los
pueblos se hicieron dignos de la libertad como quería Rivadavia, pero por obra
de Bolívar, y así se desprendieron de la causa común. Creo que después de esto
no hay que preguntarse por qué son estos los hombres de la Patria Chica.
Rivadavia mismo se define: ‘“lo único que convenía a Buenos Aires era
replegarse a sí misma, mejorando su administración interior’...Y a esta
mentalidad municipal se le ha llamado el primero hombre civil de la Republica!
Mientras San Martin reclamaba auxilios en términos de independencia americana,
éste se los negaba con una visión edilicia de destino nacional”.
Así
se perdió el Alto Perú, y también por la desidia de Rondeau en la batalla de
Sipe-Sipe en 1815, como se dijo en capítulos anteriores.
Otro de esos
traidores y fiel exponente de la ‘Patria Chica’ fue el ya citado Vicente Fidel López,
Masón y Gran Maestre nombrado en 1879.
Al parecer nada aprendió de su padre.
En su Historia de la República Argentina, justificó la invasión
portuguesa de la Banda Oriental reconociéndola como la única opción para acabar
con Artigas. Algo que a la larga significó la separación de la Banda Oriental.
Sumemos a Venancio Flores, otro conspicuo
aliado de los Unitarios y de los brasileños que no dudó en traicionar una y
otra vez a su tierra. Fue famoso por ser
un degollador y esbirro de Bartolomé Mitre (General en Jefe del Ejército de la
‘Patria Chica’) en el interior de la minusválida Argentina. Junto con Arredondo, Sandes, Vences, Paunero,
Irrazabal, entre otros, mataron a mansalva a cientos y cientos de inocentes
civiles, niños, mujeres, etc, por el solo hecho de ser Federales.
En 1856, este sujeto se radicó en la provincia de Entre
Ríos (Argentina),
e intervino activamente en la Confederación
Argentina y
del Uruguay, apoyando al
centralista Estado de Buenos
Aires gobernado
por los unitarios.
El 22 de noviembre de 1861, al mando de las tropas del unitario Mitre, fue el responsable
de la Matanza
de Cañada de Gómez (en
la provincia de Santa
Fe),
en la que sorprendió al ejército
Federal en
el medio de la noche e hizo degollar a más de 300 hombres.
Los que no fueron asesinados en esa noche
fueron incorporados forzadamente al ejército de Mitre, y desertaron en la
primera oportunidad que tuvieron. Por esa razón, a partir d entonces, Flores
haría degollar a todo prisionero Federal que cayera en sus manos, para
beneplácito de los Unitarios y del Imperio del Brasil.
Ya nada quedaba de la nuestra soberana
Confederación Argentina solo su rezago en las oscuras y brumosas páginas de una
historia patria cuya grandeza, finalmente, no pudo ser…
******
IX.-LA
‘GUERRA DE LA TRIPLE ALIANZA’-
Bien dice el historiador
paraguayo Jorge RUBIANI[333], en un artículo que
creemos importante, (aunque con algunos errores que luego señalaremos) que “a partir de la segunda década del siglo
XVII, sola, abandonada y sin mayores recursos, la provincia tuvo que resistir
también la terrible presión de los portugueses. Fue cuando desde 1628 hasta
bien avanzado el siglo XVIII, el territorio paraguayo se constituyó en el
sangriento muelle que evitó el avance del Imperio Lusitano hasta el río de la
Plata. Ante la tragedia, el Paraguay nunca recibió auxilios. De nadie, aun
cuando los solicitara, mientras que amplias regiones y numerosos asentamientos
eran devastados por los invasores. Pueblos enteros con los Jesuitas a la
cabeza, tuvieron que realizar entonces un épico éxodo para escapar de aquella
barbarie. Un cálculo modesto estima que más de 10 millones de nativos fueron
secuestrados de sus enclaves en no más de 50 años. Aunque la cifra no incluye a
los que sencillamente fueron muertos por no cumplir “las especificaciones” por
las que se llevaron a los otros: aptitud física para el trabajo esclavo y
“entretenimiento sexual”. Pero ante el ataque de los ingleses a Buenos Aires y
Montevideo, 1806 y 1808, el Paraguay no necesitó de convocatorias. Y colaboró
con hombres y armas para la defensa”.
El autor de referencia
hace también otras apreciaciones que nos parece que no se ajustan a la realidad.
Esto también lo sostiene un lector de un artículo suyo, Silvio Coppola, que las
refuta:
“- Que el Paraguay desde 1810 se
mantuvo aislado y no contribuyó a la Guerra de la Independencia.
- Que apoyó a los enemigos de Rosas, cuando este no reconoció su
"independencia" y con ello preparó el terreno para lo que vino
después.
Que Rosas jamás pensó en una reincorporación por la fuerza y mucho menos Bolívar,
que antes bien, quería pelear contra el Imperio.
- Que Rosas ya había dado ejemplo en sus instrucciones a Pacheco cuando el
caso de Tarija.
- Que diga el autor que el propósito del Brasil en la Guerra del Paraguay
era rehacer el antiguo Virreinato, es fantástico, pues los brasileros querían
precisamente todo lo contrario”.
Ya reconoceremos más
adelante la actitud comprensiva de Rosas para con el Paraguay sin incurrir
jamás en hechos violentos para que se incorporara a la Confederación Argentina.
También veremos la
actitud recelosa de los paraguayos que tuvieron siempre una conducta ambigua al
respecto. Buscaban apoyo de la Confederación contra los afanes expansionistas
del Imperio, y se recostaban en acuerdos con éste cuando intentaban alejarse de
la Confederación, en un proceder permanentemente especulativo, más allá del
cariño que profesaba Francisco Solano López por la Argentina.
Dice sobre el tema
José María ROSA[334] que “Pimienta Bueno, el hábil gestor de la independencia paraguaya y de la
alianza de 1844, continuó hasta 1845 como encargado de negocios del Imperio. Tenía
gran influjo en Carlos Antonio López, y. entre otras medidas que le hizo tomar
contra la Argentina estuvo la construcción del capo fortificado de Humaitá, que
tanto trabajo daría a los brasileños veinte años más tarde. {…}. La
independencia paraguaya no corre peligro, por lo menos por el momento. Rosas ha
declarado formalmente que «no llevará Ia guerra al Paraguay”; tampoco parece
tener los medios para hacerlo con rapidez y eficacia. Se ha limitado a esperar
que el tiempo llevase a López o a quienes le sucediesen, a reconsiderar el
apresurado paso de 1842. La actitud porteña es pacífica y cortes con el
«gobernador de esa provincia», como se empeña Rosas en llamar al vanidoso
presidente de la República Independiente del Paraguay. La obstinación de Rosas
en considerar argentino al Paraguay favorece económicamente a López. Pues los
productos llevados a Buenos Aires como ‘argentinos’ están exentos de derechos
de aduana. Paraguay proveía la totalidad del gran consumo de yerba de la
Confederación, pues competía en ventaja con la brasileña gravada por un arancel
prohibitivo; también introducía cigarros (en competencia con los ‘tarijeños’ de
Salta, de menor calidad y mayor coste) tejidos y maderas. En realidad, el más
perjudicado con la independencia del Paraguay era el mismo Paraguay amenazado
en su producción {…}.
“Cuando se forma el ejército ‘Libertador’ de Paz en la
protección de los interventores, López concierta una alianza con Paz y
Madariaga. Declara formalmente la guerra Rosas y envía una columna paraguaya a las
órdenes de su hijo el joven Francisco Solano.
Pero Rosas no hace caso de su declaración y da instrucciones a Urquiza
de no invadir el Paraguay debiendo limitarse a defender el territorio
correntino de «salvajes unitarios y sus auxiliares ››. No había nacionalidad
paraguaya; solamente un auxiliar de los salvajes unitarios apoderado de la
«provincia›› de Paraguay que ayudaba al gobernador alzado de Corrientes”.
Como puede
observarse, la ambigüedad de los paraguayos hacia los federales, también se
vería reflejada años más tarde cuando Rosas estaba rodeado por Urquiza,
Virasoro (tal vez a regañadientes), y las tropas brasileñas en la batalla de
Caseros. En aquel momento los paraguayos
no atinaron a defender a los federales tal como lo hicieron luego en 1864
cuando Brasil invadió la Banda Oriental para derribar al gobierno Oriental, juntamente
con el ‘colorado’ Venancio Flores. Los paraguayos salieron en su defensa lo que
dio origen a la llamada Guerra de la Triple Alianza.
El mismo autor[335] condensa y hace un resumen de la pérdida de
nuestra Patria Grande en tristes y consecutivos capítulos.
“La guerra del
Paraguay fue un epílogo. El final de un drama cuyo primer acto está en Caseros
el año 1852, el segundo en Cepeda el 59 con sus ribetes de comedia por el pacto
de San José de Flores el 11 de noviembre de ese año, el tercero en Pavón en
1861 y las «expediciones punitivas» al interior, el cuarto en la invasión
brasileña y ‘mitrista’ del Estado Oriental con la epopeya de la heroica
Paysandú, y el quinto y desenlace en la larga agonía de Paraguay entre 1865 y
1870 y la guerra de montoneras en la Argentina de 1866 al 68.
El ‘ocaso de la
nacionalidad’ podría llamarse, con reminiscencias wagnerianas, a esa tragedia
de veinte años que descuajó la América española y le quitó la posibilidad de
integrarse en una nación; por lo menos durante un largo siglo que aún no hemos
transcurrido.
Fue la última
tentativa de una gran causa empezada por Artigas en las horas iniciales de la
Revolución, continuada por San Martín y Bolívar al cristalizarse la
independencia, restaurada por la habilidad y férrea energía de Rosas en los
años del sistema americano, y que tendría en Francisco Solano López su adalid
postrero.
Causa de la
Federación de los Pueblos Libres contra la oligarquía ‘directorial’ de una masa
nacionalista que busca su unidad y su razón de ser frente a minorías
extranjerizantes que ganaban con mantener a América débil y dividida; de la
propia determinación oponiéndose a la injerencia foránea; de la patria contra
la antipatria, en fin, que la historiografía colonial que padecemos deforma
para que los pueblos hispanos no despierten del impuesto letargo”.
En este caso diferimos en algunas
afirmaciones con el eximio historiador argentino.
A nuestro entender, la posibilidad de la
conformación o restauración de las Provincias Unidas del Río de la Plata comienza
innegablemente con Artigas, y finaliza, también innegablemente, con Rosas.
Tal como especificamos en la introducción del
presente trabajo, entendemos, siempre dentro del marco del respeto y eventual
disenso que pudiera existir, que en lo referente a la reconstrucción de las
Provincias Unidas el final del recorrido fue la batalla de Caseros; lo que siguió
fueron solo estertores, algo que bien sabían los brasileños.
Como ya dijimos, no incluimos a la tragedia
de Paysandú y a la entente masónica contra el Paraguay en la llamada Guerra de
la Triple Alianza en la que, el Paraguay, sus gobernantes y su pueblo mostraron
un espíritu sólido en la defensa de su tierra, que convirtió a la guerra en una
tragedia griega o en una ópera wagneriana.
Y no la incluimos porque el pueblo de
Paysandú y el paraguayo lucharon heroicamente por su soberanía local pero no estaba allí en juego la idea-fuerza de
reconstruir las Provincias Unidas del Río de La Plata, finiquitada en la
triste batalla de Caseros el 3 de febrero de 1852.
La Batalla de Paysandú, el comienzo a la
Guerra de la Triple Alianza, y su consecuencia inmediata, la invasión de los
aliados al Paraguay, fueron los penúltimos jadeos de una Patria Grande soberana
languideciente.
Y decimos ‘penúltimos’ pues el último acto
paralelo a la Guerra contra el Paraguay y posterior a ella, fue el
aniquilamiento, el ‘emparejamiento’ y ‘domesticamiento’, si se permiten los
términos, de pueblos y gente en las provincias que aún sentían el calor de un
sentimiento Federal.
Los mandatarios Orientales de los Unitarios,
como José Miguel Arredondo, Venancio Flores, Ambrosio Sandes, Wenceslao Paunero,
Ignacio Rivas, Pablo Irrazabal, se encargaron de
hacer tierra arrasada de los últimos caudillos que luchaban desgarradoramente
por conservar algo de dignidad en sus pueblos.
Esta situación inspiró a José Hernández para
escribir su genial ‘Martín Fierro’ donde se describen estos horrores de
miseria, muerte y destierro.
Debemos hacer mención que Rivas e Irrazabal fueron
los que organizaron la trampa a Vicente ‘Chacho’ Peñaloza a fin de llegar a un
acuerdo para recuperar los prisioneros que éste tenía, a cambio de unos
supuestos prisioneros que tenía el bando ‘mitrista’ pero que en realidad
estaban muertos….
El
feroz Irrazábal lo persiguió desde San Juan hasta la Sierra de los Llanos.
Vencido,
Peñaloza se rindió al mayor Ricardo Vera,
familiar de su esposa, en un rancho cerca del pueblo de Olta, donde se quedó desarmado y
tomando mate con su captor. Media hora más
tarde, llegó Irrazábal, sumamente exaltado, preguntando a los gritos dónde
estaba el bandido del Chacho.
El aludido se presentó y le explicó que se había rendido, pero Irrazábal
lo atravesó con su lanza y ordenó a sus soldados que lo remataran a puñaladas. De
este modo murió el famoso y anciano caudillo, herido, en el piso, desarmado y
rodeado de sus familiares[336].
Dijimos que la batalla de Caseros significó
el fin de la posibilidad de la restauración de la Patria Grande. Si en la guerra del Paraguay, éste hubiera
salido vencedor o si se hubiera llegado a un acuerdo que no significase la
perdida de la soberanía del Paraguay, como sucedió, la probabilidad de una
Confederación entre Argentina, la Banda Oriental y el Paraguay igualmente no
hubiera existido.
A lo sumo, mantener la existencia del
Paraguay como nación soberana, pues recordemos que el Paraguay esquivaba el
hecho de unirse a la Confederación Argentina, a pesar que días antes de la
batalla de Caseros diputados y representantes paraguayos quisieron hacerlo,
pero sin suerte, ya era tarde…
Nótese algo curioso: los
sicarios del Gobierno Nacional eran Orientales (Sandes, quizás el más
sanguinario; Flores; Arredondo, etc.), tan Orientales como lo fueron en su
momento Oribe, Garzón y otros…Todos peleaban en el interior de la
Confederación. Pero, mientras estos luchaban por el engrandecimiento de esas
tierras, protegiendo a sus habitantes y la producción de sus trabajos, aquellos
actuaban recibiendo órdenes de masacrar a las poblaciones, subyugándolas al poder
central cuyo objetivo era empobrecerlos y hacerlos casi esclavos, mano de obra
barata para favorecer los intereses comerciales británicos y franceses y arruinando
las manufacturas locales.
Por ello y en honor a ellos, es que vamos a
comentar como se produjo la destrucción de la heroica Paysandú en manos del
Imperio del Brasil, cebado por el reciente triunfo ante la Confederación
Argentina y ante la vista impávida del Gobierno argentino ‘mitrista’, y del siempre perjuro a su nación, Urquiza.
Del mismo modo haremos un recorrido de cómo,
luego de Paysandú, el Imperio brasileño, conjuntamente con el sibilino y
furtivo Imperio británico se lanzaron de lleno contra el territorio paraguayo
para destruir su soberanía, habida cuenta de que, en esa época, el Paraguay era
un estado pujante, industrial, de creciente economía y amplia educación para su
pueblo.
Que el Paraguay se autoabasteciera y tuviera
industria manufacturera propia era algo que Inglaterra y Brasil no podían
tolerar.
Como dijimos al principio de este capítulo
Paraguay mantuvo desde el primer momento, una actitud cautelosa frente al poder
porteño, que se transformó pronto en recelo y aislamiento. Se fue apartando gradualmente de toda
relación con el Gobierno Supremo de la Provincias Unidas, y finalmente, de
todos los estados vecinos, durante la larga dictadura de Gaspar Rodríguez de
Francia y de Carlos Antonio López.
El Imperio, con su astuta diplomacia de
siempre, azuzaba a los paraguayos despertando su miedo, haciéndoles creer que
en cualquier momento la Confederación Argentina los iba a invadir, y que allí
estaban los ‘amigos’ brasileños para ‘ayudarlos’.
Dice José María ROSA[337] “Gaspar Rodríguez de Francia se negó, sistemáticamente, a recibir a todo
enviado extranjero. Sin declarar la independencia de Paraguay de la
Confederación Argentina le mantuvo en un completo aislamiento.
Muerto
el doctor Francia en 1840 sus sucesores declararon la independencia en 1842.
Que Rosas, como Encargado: de las Relaciones Exteriores de la Confederación se
negó a reconocer, sin tomar, obstante, medidas de coerción contra los
paraguayos, y en ocasiones favoreciendo su comercio y las buenas relaciones
‘con las restantes provincias hermanas’, como decía.
Solamente
no daba el tratamiento de presidente al doctor {Carlos Antonio} López, ni de
‘República’ Paraguay, ni expedía su correspondencia por la Secretaria de
Negocios Extranjeros.
Amablemente,
por el Ministerio de Gobierno, se dirigía ‘al Gobernador’ de esa provincia»,
haciendo votos por su regreso a la Confederación”.
A Gaspar Rodríguez de
Francia y a Carlos Antonio López lo que más les importaba y preocupaba era la
salida al mar por el Río de La Plata...Lo que ellos no vislumbraron, con cierta
corta visión geopolítica, era que ello se les hubiera dado fácilmente si
hubieran integrado las Provincias Unidas del Plata desde un principio, tal como
se heredó del Virreinato de España... Tal vez, y aunque pareciera paradójico,
se querían parecer a los ingleses en cuanto a la absoluta autarquía. Pero, los mismos ingleses a quienes admiraban
los traicionaron –era predecible- pues no iban a permitir que un territorio
ultramarino como el de Paraguay dejase de ser colonia y abastecedora de
materias primas para sus nuevas industrias.
Si bien las cartas
entre Rosas y Josefa Gómez, entre Buenos Aires y Southampton, eran cálidas y
llenas de reconocimiento, en temas políticos Josefa era independiente y no
titubeaba en decirle al Restaurador lo que pensaba, aunque no estuviera de
acuerdo con él.
La Profesora y
Licenciada en Historia Andrea REGUERA[338] nos hace notar que
Josefa Gómez, en sus cartas, “transmitía
una profunda preocupación por los aires de guerra que tanto ella como muchos
otros argentinos estaban viviendo en esos momentos en Buenos Aires.
Rosas
recuerda no haber sido enemigo ni oponerse a la política del Dictador Francia
de Paraguay. Que incluso, en una oportunidad, lo visitó su hijo, el entonces
presidente Solano López, y luego recibió la consulta de los dueños de la casa
Baring Brothers sobre la seguridad de pago por la venta de unos vapores a
Paraguay.
Lamenta
que en su momento Francia no hubiera aceptado reunirse con él para resolver el
tema de la navegación de los ríos interiores y que ahora augura guerra Entiende
que el Estado Oriental haya sido su enemigo, pero ¿y Brasil? Se pregunta por
qué Brasil se hizo su enemigo cuando trató de hacer todo lo posible para
terminar con la guerra en el estado de Rio Grande do Sul, no vendiendo armas ni
aceptando alianza alguna con los rebeldes, e incluso cuenta con una nota de
agradecimiento de parte del mismísimo emperador, y cuando siempre sostuvo la
conveniencia de la llegada de negros africanos bajo condición de que en algunos
años se convirtieran en hombres libres. Considera un error y un crimen el hecho
de que Brasil se aliara con un rebelde para derrocar a un gobierno legal.
Para
Josefa Gómez, por el contrario, los riograndenses eran aliados naturales y
considera un grave error que el gobierno del Gral. Rosas no hubiera auxiliado a
los republicanos con todos los medios a su alcance. Quizás ahora se esté
pagando por ello.”.
Esto demuestra el
trato afectivo de Rosas hacia los paraguayos y el sano convencimiento de que
por persuasión se darían cuenta de la conveniencia de formar parte de la
Confederación Argentina, basado en la raíz hispana en común. No lo vieron así
los paraguayos y esto les costó su libertad y parte de su territorio.
Al principio no fue
fácil para los brasileños y los ingleses someter al Paraguay, ya que durante
años les costó mucha sangre a los imperiales. Imagínese el lector si el
Paraguay hubiese sido parte de una poderosa Confederación Argentina, con la
Banda Oriental incluida, lo difícil, por no decir, lo imposible que hubiera
sido derrotarlos para el Imperio del
Brasil y su aliada Inglaterra.
Ese fue el error
geopolítico de Gaspar Francia y luego de los López. La garantía para el
Paraguay de seguridad y progreso, de engrandecimiento era su unión con las
antiguas provincias del Virreinato.
Su aislamiento
tranquilo a partir de 1810 podía haber sido beneficioso para los paraguayos por
el centralismo porteño. Pero ya con la Confederación Argentina, Federal e Hispana,
perdieron de vista la conveniencia de incorporarse a ella como una provincia
más, no por la fuerza, sino por su propia beneficio existencial.
Así lo describe
CASTAGNINO[339]
“El aislamiento paraguayo, en principio
fue justificado, ya que el centralismo unitario de Bs. As. (Al nombrar a ‘Bs. As’.
me refiero en realidad a la política centralista porteña de la clase dominante,
liberal-unitaria de entonces, o a la política ‘mitrista’ que luego nos arrastró
a una guerra contra natura, como fue la de la Triple Alianza contra el
Paraguay) quiso “imponer” su hegemonía por la fuerza a las demás provincias,
tal como sucedió por ejemplo con la Banda Oriental de Artigas, que le
rechazaron los diputados a la Asamblea del Año XIII y se aliaron con los
portugueses en contra de Artigas, que básicamente buscaba formar “una federación de provincias con capital
fuera de Bs.As.”
“A partir de ahí, Bs.As. ejerce un boicot muy fuerte contra Paraguay
(navegación, impuestos e tránsito etc). Buenos Aires no intenta un acuerdo de
unión leal y franco y Paraguay comienza a aislarse. Declara la independencia y
cuando luego asume Gaspar de Francia, entra en un aislamiento extremo, a tal
punto que ni siquiera adhiere las propuestas de Artigas que le proponía
confederarse o aliarse. Tampoco envía ayuda a Artigas contra porteños y
portugueses. El desconfiado Francia veía en Artigas un “hombre de Bs.As.”
“Considero que ese aislamiento extremo de Francia fue un error de Paraguay,
que debió formar parte de Los Pueblos Libres (Banda Oriental, Entre Ríos,
Corrientes, Misiones, Santa Fe y Córdoba … casi todo el territorio de entonces)
y obligar a Bs. As. a formar una FEDERACIÓN DE PROVINCIAS con autonomía. Esto
desembocó en Cepeda, y la traición de Ramírez”
Los brasileños se
animaron a invadirlos porque los vieron solos y aislados. Aislamiento que pudo
serles beneficioso al principio, pero luego se les volvió en contra.
Cuando Rosas cayó,
no fue apoyado por los paraguayos que se declararon ‘prescindentes’, lo que en
los hechos equivalía a darle la espalda, el Paraguay comenzó a cavarse su
propia fosa.
Con Rosas en el
poder los Brasileños jamás se hubieran animado a atacar al Paraguay, no nos
cansamos de decirlo. Así como sin Urquiza, no se hubieran animado a atacar a
Oribe y a Rosas e invadir nuestro territorio.
El autor mencionado
sigue señalando punto por punto los diversos errores de Gaspar Francia, Carlos
Antonio López y luego su hijo, Francisco Solano López:
“Las cosas cambiaron con la llegada de Rosas, que tuvo una política
completamente distinta. Rosas hizo el Pacto Federal y jamás agredió una
provincia, sino más bien lo hizo por medio de la persuasión.
Luchó contra Santa Cruz pero no invadió territorio boliviano (la carta a
Pacheco que Ud indica, etc).
Tampoco invadió la Banda Oriental si no que mandó un ejército “auxiliar”
bajo el mando de Oribe, a quien daba el trato correspondiente.
Respecto al Paraguay, mandó un emisario ante del Dictador Francia e
hicieron un pacto (secreto) de no agresión o mantenimiento del status quo.
Jamás agredió Rosas al Paraguay, ni siquiera cuando Carlos López mandó 10.000
hombres a Corrientes, al mando de Solano López, y Rosas le ordena
“expresamente” a Urquiza que no traspase el Paraná.
Considero esta actitud de Carlos López (mandar tropas a raíz del “no
reconocimiento” de la independencia por parte de Rosas) un error, cumpliéndose
20 años más tarde el vaticinio de Rosas al no reconocerle la independencia: la
invasión del Imperio a Paraguay.
El otro grave error de Carlos López fue la adhesión (aunque no directa) a
los hechos de Caseros contra Rosas, que era el muro de contención contra el
constante avance imperial sobre el Plata.
Otro error de los López fue la mediación Urquiza-Mitre luego de Cepeda, que luego en yunta fueron contra Paraguay en 1865.
Con la caída de
Rosas -no lo sabían entonces los paraguayos- comenzaba a gestarse el ataque del
Imperio, aliado al unitarismo liberal porteño de Mitre, contra el Paraguay.
Uno, a veces está
tentado a preguntarse -sin respuesta alguna- si el Paraguay salió en defensa de
los Orientales cuando fue atacado por el Brasil ¿por qué no salió en defensa de
la Confederación Argentina, cuando ésta fue atacada por el mismo Imperio?
Sin perjuicio de la
actitud de López, la mejor demostración de aprecio y cariño de Rosas para con
el Paraguay y el Mariscal López, quedó de manifiesto cuando en su testamento le
legó su propio sable. Toda una declaración.
Todo esto debe haberle
pasado por la mente en su momento al Mariscal López, cuando se le venían encima
los Imperiales junto a las tropas Unitarias ‘mitristas’ y la historia de sus errores estratégicos. Tarde
Mariscal….
Sin menoscabo de todo
lo descripto, se suma lo que dice José María ROSA[340] respecto al tema: el comportamiento
equilibrado que Rosas mantuvo en su política respecto al Paraguay.
“La
declaración oficial de la independencia paraguaya se hizo el 25 de abril de
1842. No fue ajena la
instigación del Brasil por medio de José Antonio
Pimienta Bueno, luego marqués de San Vicente. Resultó fácil al diplomático
brasileño agitar los agravios hacia el puerto y el fantasma de una dependencia
de Buenos Aires, por la equivocada política de los gobernantes porteños
anterior a 1829. Pero en 1842 Rosas dirigía los destinos de la Confederación
Argentina: su política había quitado los recelos del interior contra el puerto,
el gran factor de dispersión platina; de allí que estableciera la Confederación
de provincias iguales en derecho por el Pacto Federal de 1831 y cerrase la
entrada a Buenos Aires a mercaderías y producciones extranjeras que podía
elaborarse en el interior (Ley de Aduana de 1835) (… )
“La independencia del Paraguay no fue reconocida por Rosas. El
mismo declaró que no llevaría la guerra a esa provincia’, limitándose a esperar
que el tiempo y la reflexión modificasen la actitud de los paraguayos.
Consideró al Paraguay como ‘provincia argentina’ y sus productos –tabaco,
yerba, maderas- tenían en el puerto de Buenos Aires el tratamiento preferencias
de todo producto argentino…
“Tampoco
estaba en las modalidades de Rosas anexar territorios por la fuerza (caso de
Tarija en 1841) …Buscaba la federación argentina: sin prepotencia, sin
avasallamiento, por propia y decidida voluntad de los escindidos. Que es la
sola manera de reconstruir una nacionalidad disgregada.
La simpatía de Rosas
hacia el Paraguay fue constante. Su correspondencia demuestra que durante la
guerra de la Triple Alianza estuvo a favor del Paraguay (como lo estuvieron la
inmensa mayoría de los argentinos y los Orientales por la iniquidad y el
genocidio que se estaba cometiendo contra el pueblo paraguayo).
“En 1869, como veremos, quería mandarle el sable de San Martín [en
realidad no era el de San Martín, sino su propio sable] al Mariscal López que
se debatía en las últimas- reconociéndolo el defensor de la Soberanía
americana. “Vencido el Paraguay se interesó
por su suerte ante
los banqueros ingleses gestionando empréstitos para
su reconstrucción”.
Para finalizar
mencionemos al pasar que “En el año 1871,
ya muy anciano Rosas, le llega una invitación del Presidente del Paraguay en
aquel momento, Jovellanos el cual le ofrecía “en nombre de todos mis
conciudadanos hospitalidad entre nosotros, donde después de honrarnos con su
aceptación hallaría corazones que harían mitigar los sinsabores de su triste vida”
….
Era una especie de ‘déjá–vu’ respecto a lo sucedido con
Artigas
Señalemos que luego
del fallecimiento de Carlos Antonio López, quien tomó las riendas del poder fue
Francisco Solano López, su hijo.
Este fue un excelente
gobernante. Su capacidad lo llevó
también a servir de mediador entre Urquiza y Mitre, entre la Confederación y el
Estado de Buenos Aires, que se encontraba rodeado por las fuerzas de Urquiza a
pinto de invadir la ciudad.
López fue un gran
mediador y luego de varios días de inmejorable y difícil trabajo componedor, el
11 de noviembre de 1859 se firmó el Pacto de San José de Flores por el cual,
gracias al paraguayo, el Estado de Buenos Aires entró a formar parte nuevamente
de la Confederación.
Urquiza, sumamente
agradecido, no reparó en loas a Francisco Solano López, pero, como dice José
María ROSA[341]
“¿Acaso no comprendió Solano que acababa
de salvar en los liberales de Buenos Aires a los futuros enemigos de su patria
y de la solidaridad hispanoamericana? Cara pagaría su ingenuidad…”
En el capítulo sobre la Masonería hablaremos con más detalle sobre las
Tenidas que hubo en 1860 entre Derqui, Urquiza, Mitre, Sarmiento y tantos otros,
que fueron elegidos con el Grado 33 de Gran Maestre. Su efecto inmediato fue el
acuerdo espúreo en la Batalla de Pavón. Arreglos entre bambalinas, desconocidos
para el candoroso gran público. La limpieza de los patriotas federales
continuaría sistemáticamente y sin ningún tipo de oposición institucional. Una
cacería que demostraría lo inicuo del ‘cuadernito’ llamado Constitución para la
real organización y pacificación nacional, como bien habían dicho Rosas y
Quiroga.
Gabriel TURONE[342]
nos presenta el estado legal en que se encontraba la casi fenecida
Confederación Argentina al momento de la gran reunión masónica. “Los logiados, sin embargo, deseaban el ingreso del país
a la división internacional del trabajo impuesta por Gran Bretaña, con la
condición de que dicha nefasta alianza se hiciera con hombres imbuidos bajo los
principios del liberalismo en auge. Cuando se celebró la “tenida” masónica,
hacía casi tres meses que Urquiza había vuelto a ocupar la Gobernación de Entre
Ríos (asumió el 1° de mayo de 1860), y la presidencia de la República Argentina
estaba a cargo de Santiago Derqui. Bartolomé Mitre se erigía como
gobernador de la provincia de Buenos Aires, y el sanjuanino Sarmiento era su
ministro de Gobierno”
Luego, los restos mortuorios de la agonizante Confederación Argentina,
sin resto alguno de soberanía eran solo una cascara vacía.
Y llegó esa Batalla
de Pavón, el 17 de septiembre de 1861 cuyo final fue acordado por la Masonería.
Final que no entienden quienes no conocen la forma de actuar de ella. principalmente
a través de sus miembros ocultos.
Jose Maria
ROSA[343]
continúa señalando que puede conjeturarse “que
intervino la masonería fallando el pleito a favor de los liberales y sin que
Urquiza pagara las costas (las pagó el país); que un misterioso norteamericano,
de apellido Yateman, fue y volvió de uno a otro campamento en un carruaje con
inmunidades; que Urquiza desconfiaba de Derqui y prefirió arreglarse con Mitre
dejando a salvo su persona, su fortuna y su gobierno en Entre Ríos…. Todo puede
creerse menos lo que dijo Urquiza en su parte de batalla: que abandonó el campo
de lucha «enfermo y disgustado al extremo por el encarnizado combate».[¡Urquiza!
¿El curtido veterano de cien hecatombes con desmayos de niña clorótica…?”
Derqui, ingenuamente,
intentará la resistencia. El grueso del ejército nacional fue puesto a las
órdenes del general Sáa hasta el regreso de Urquiza.
Porque cree en la
enfermedad de Urquiza, le escribe deseándole «un pronto restablecimiento» y
rogándole que «vuelva cuanto antes a ponerse al frente» pues está intacto.
Mitre que anunciaba
su victoria por el trompeteo de los periódicos porteños no puede moverse de la
estancia de Palacios pues no tiene caballada; si Urquiza volviese, en una sola
carga daría cuenta de los porteños.
Pero Urquiza no
vuelve, no quiere volver.
El 27 de octubre, a
cuarenta días de la batalla, el inocente de Derqui todavía escribe al sensitivo
guerrero interesándose por su enfermedad y rogándole que «tome el mando si su
salud se lo permite».
Finalmente, Mitre,
que no las tiene todas consigo y está desconcertado por la victoria, empieza a
moverse de Pavón a Rosario. Cuidadosamente limpia el camino de todo hombre en
edad de combatir. Sarmiento, desde Buenos Aires, se lo aconseja al saber la
noticia de Pavón: «no trate de
economizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al
país. La sangre es lo único que tienen de seres humanos».[
Aquélla es una guerra
social: la victoria estará en la eliminación del pueblo. Agrega Sarmiento en la
misma carta: «Para Urquiza, o
Southampton o la horca».
Ni uno ni otra.
Urquiza quedará en Entre Ríos y no perderá una sola de sus vacas. Cuando Derqui
se da cuenta de que Urquiza no quiere volver a este lado del Paraná, opta por
eliminarse de la escena. Cree ser el obstáculo para el regreso de Urquiza, y en
un buque inglés se va silenciosamente a Montevideo dejando al vicepresidente
Pedernera a cargo del gobierno. Por toda la República, de Rosario al Norte,
vibra el grito de ¡Viva Urquiza!
en desafío a los invasores porteños; todos llevan en el pecho la roja divisa
partidaria con el dístico Defendemos
la Ley Federal jurada. Son traidores quienes la combaten. Urquiza tiene
a trece provincias a sus órdenes y a un partido que es todo, o casi todo, el
país. Tiene el ejército intacto. Se lo espera con impaciencia.
Pero Urquiza no
llega.
Las divisiones
‘mitristas’ a las órdenes de Flores, Sandes, Paunero, Arredondo, Rivas, entran
implacablemente en el interior. Hombre tomado con la divisa punzó es lanceado;
si no lleva la divisa es incorporado a los invasores o mandado a un cantón de
la frontera a pelear con los indios.
Venancio Flores, que
antes fue presidente de la República Oriental por una revolución de los colorados, es jefe de la vanguardia
de Mitre. Se adelanta a Cañada de Gómez y sorprende, el 22 de noviembre, al
grueso del ejército federal que sigue esperando órdenes de Urquiza. Flores pasa
a degüello a los más reacios e incorpora a los demás. No se había visto tanta
violenta en nuestras guerras civiles que no se distinguieron precisamente por
su lenidad; pero esta ocupación porteña del interior colma la medida.”.
Esa limpieza de
criollos que hace el ejército porteño en 1861 y 1862 es la página más negra de
nuestra historia, no por desconocida menos real. Hay que «poner al país a un
mismo color» eliminando a los federales. Los incorporados por Flores, de la
división de Córdoba, desertan a la primera ocasión y en adelante no habrá más
incorporaciones: degüellos, nada más que degüellos. No lo hace Mitre, que no se
ensucia las manos con esas cosas; tampoco Paunero: serán Sandes, Flores,
Arredondo, Rivas, jefes subalternos. Cabe la disculpa, si es posible, de que
ninguno ha nacido en la Argentina; son mercenarios contratados por el
‘mitrismo’.
Y los degolladores
materiales serán italianos, hábiles para la daga si tienen al criollo maniatado
o dormido.
Avanza la ola
criminal al norte para establecer por todas partes «el reino de la libertad»
como dice La Nación Argentina,
el diario de Mitre. Sarmiento sigue con sus aplausos: «Los gauchos son bípedos
implumes de tan infame condición, que no sé qué se gana con tratarlos mejor».[
Los pobres criollos
gritan ¡Viva Urquiza! Al morir,
apretando la divisa colorada. Seguirá la matanza en Mendoza, San Luis, La
Rioja, Córdoba, mientras resuene el ¡Viva
Urquiza! y se vea la roja cinta de la infamia. Que viva Urquiza mientras
mueren los federales. Y Urquiza vive. Vive tranquilo en su palacio de San José
y en su gobierno de Entre Ríos, porque ha concertado con Mitre que se le deje
su hacienda y su gobierno a condición de entregar a los ‘urquicistas’. Hace
votar a Mitre para presidente de la República a los electores de Entre Ríos”.
Ya hablaremos en el capítulo sobre la Masonería
sobre un misterioso Mr. Yateman, un desconocido para el público que menciona
Rosa.
Uno se preguntaría
¿por qué el pueblo, inocente, clamaba por Urquiza y su federalismo si éste fue quien
derrocó a Rosas que representaba todo lo que el pueblo federal anhelaba? ¿No se
daban cuenta que pedían por alguien que había desertado de la defensa de la
causa nacional, que era la causa de su independencia? ¿Qué esperaba el pueblo?
¿Que el mismo Urquiza combatiera por una nación a la que él mismo dio la espalda?
Mientras tanto, se
iba preparando el terreno para la agresión del Imperio del Brasil y el Unitarismo
‘mitrista’ contra Paysandú y la Banda
Oriental junto con el ataque al Paraguay y el comienzo de la Guerra de la
Triple Alianza, que, desde Pavón iban la iban organizando, conjuntamente con
los ingleses. Y el silencio cómplice del eterno traidor de Urquiza, una vez
más.
Al respecto indica José Luis MUÑOZ AZPIRI[344] que “La política inglesa a partir de la independencia, Inglaterra
maniobraba política y diplomáticamente para ser la heredera de España en
América, por la fuerza o la dominación económica.
“Castlereagh
opinaba que respecto a la América del Sur “parece ser indispensable que no
nos presentemos a ninguna otra luz que no sea aquella que nos muestre como
auxiliares y protectores” “el particular interés que deberíamos tener aquí sería
el de privar a nuestro enemigo de uno de sus recursos capitales y de abrir a
nuestras manufacturas los mercados de ese gran continente” (Castlereagh,
secretario de estado durante la invasiones inglesas.) no obstante lo cual no le
impidió a los ingleses invadir dos veces Buenos Aires, hacer jurar fidelidad a
su rey y llevarse el tesoro real para repartirse entre la oficialidad como
botín de guerra, usurpara las islas Malvinas y luego bloquear sus puertos,
secuestrar la flota, invadir territorio y cometer toda clase de tropelías.
“Después de
reconocer Inglaterra la independencia de las colonias latinoamericanas en la
época en que el grupo rivadaviano concertaba el primer empréstito con la
Baring, George Canning opinaba en 1825 que "La cosa está hecha, el
clavo está puesto. Hispanoamérica es libre y si nosotros no gobernamos
tristemente nuestros asuntos, es inglesa". (Historia universal.
Editorial Daimon).
“Es una política
estrecha mirar a este o el otro país como destinados a ser los perpetuos
aliados o los eternos enemigos de Inglaterra. No tenemos perpetuos aliados ni
eternos enemigos. Nuestros intereses son lo perpetuo y lo
eterno.” (Declaraciones de Lord Palmerston en el parlamento inglés durante
el bloqueo anglo-francés al Río de la Plata, 1848)
“En el
Parlamento francés se refería a Montevideo como “su colonia”,
“A esta
situación geopolítica se agregaba la histórica actitud expansionista del imperio brasileño, que
maniobraba con intrigas sobre las provincias argentinas, fomentando divisiones
internas para debilitar y segregar territorios para cumplimiento de sus sueños
de avance sobre la cuenca del Plata.
“Ante la actitud
paraguaya de “provincia rebelde”, que separada de la Confederación se mantenía
encerrada en si misma, Brasil fomentaba la discordia con el gobierno de Buenos
Aires. En principio le ofreció formar un ducado adherido al imperio, y ante la
negativa paraguaya se apresuró reconocerle la independencia como
una forma de debilitar la Confederación y aumentar la influencia del Imperio
sobre el Paraguay.
“Rosas, elegantemente,
pero con firmeza, negó el reconocimiento, dando entre otros
argumentos “Que el Brasil se habría de apresurar a reconocer la
independencia de la República en razón de tener iguales producciones…” “Que el
Brasil era capaz de perjudicar al Paraguay, fomentando hasta la correría de los
indios con armas” y “Que reconocida la independencia del Paraguay, se llenaría
de Ministros y Cónsules extranjeros, que procurarían envolverlo en cizaña, como
acontecía con Buenos Aires, y hasta conquistarlo, si pudiesen”.
Veamos.
CASTAGNINO[345], basado en la profunda
documentación extraída de los mejores historiadores sobre el tema nos dice
respecto a la toma de Paysandú el 1º de enero de 1865, que “… Mientras Mitre hacía la comedia de “la neutralidad”, el
16 de octubre de 1864 el
imperio invade el
territorio Oriental con doce mil hombres al mando del general Mena Barreto,
ocupando Cerro largo. El 28 de noviembre fue tomada la ciudad de Salto, siendo
enseguida sitiada la ciudad de Paysandú, que resiste tenazmente la agresión.
“Ante
la primera acción de guerra de la Triple
Alianza, el ataque a
Paysandú, Urquiza permanece
impasible en Entre Ríos, ante el clamor de los federales entrerrianos que se
salían de la vaina por acudir en ayuda de sus “hermanos orientales”.
“Muchos
ya no confiaban de don Justo, y algunos cruzan el Uruguay, entre ellos Rafael
Hernández, hermano del autor del Martín Fierro, quien salva milagrosamente su
vida luego de la caída de Paysandú. “La heroica Paysandú” resiste por varios
días el ataque de tropas muy superiores, incluido el bombardeo de la escuadra
brasilera abastecida en pleno día en la rada de Buenos Aires por el gobierno
de Mitre, quien se decía
“neutral”.
“Pese a las declaraciones de “neutral” de Mitre, el
Vizconde de Río Branco refiere lo siguiente:
“En el
primer ataque de Paysandú, nos faltaron municiones, y nosotros las fuimos a
encontrar en los parques de Buenos Aires. En esta ciudad se establecieron
hospitales en que fueron curados nuestros heridos. Nuestra escuadra pudo operar
contra el gobierno oriental en las aguas de la República
Argentina” (O´Leary.Hist.de la Guerra de la Triple Alianza.p.51)
“El
jefe colorado le pide a Urquiza que le venda unos “caballos marca
flor” que necesita, y don Justo le contesta el 16 de diciembre por
intermedio de Melitón Lescano: “Nuestro amigo Enrique Castro me escribe
pidiéndome unos caballos de mi marca y le contesto que yo no mando caballos
marca flor a los aliados de los macacos”. Sin embargo, el estanciero de
San José no perdería la venta y en la carta a Lescano lo ordena que buscase
diez o doce caballos “por ahí” y se los enviara al jefe colorado.
Tampoco perdería el negocio de caballos con “los macacos” a quienes más tarde
le vende prácticamente toda la caballada entrerriana.
“El 1°
de enero de 1865 comienza la matanza, y el “Diario del sitio y defensa” da el
siguiente detalle:
“A la
una de la tarde es muerto de un balazo de fusil el coronel Tristán Azambuya.
Así, sin disminuir pelea, viene la noche. La mitad de la guarnición ha quedado
fuera de combate, y por falta de gente no es posible enterrar nuestros muertos
queridos. ¡Duerman en paz al pie de los débiles y arruinados muros que con
tanta valentía defendieron! ¿Cuántos seguirán mañana? ¡Pero morir por la patria
es gloria! Somos dignos de Artigas y de los Treinta
y Tres. Nuestra sangre no
ha degenerado”. (Julio César Vignale. Consecuencias de Caseros. 1946)
“Entre
Ríos entera se desespera por la agresión a Paysandú ante la pasividad del señor
de San José, y un testigo ‘urquicista’, Julio
Victorica, ante los estragos
de los cañones brasileños, comenta: “La contemplación paciente de
semejante cuadro era insoportable. Entre Ríos ardía indignado ante el
sacrificio de un pueblo hermano, consumado por nación extraña. El general
Urquiza no sabía ya cómo contener a los que no esperaban sino una señal para ir
en auxilio de tanto infortunio” (Julio Victorica. Reminiscencias
históricas, en Revista de Derecho, Historia y Letras, tomo VI. Buenos Aires,
1900) Urquiza permanecía imperturbable.
“Estos hechos aberrantes ante la pasividad de don Justo
abren más la brecha en las disidencias dentro del partido federal, y los
testimonios de protesta por la actitud de Urquiza le llegan desde distintos
lados, como la carta que el coronel Navarro le hace llegar desde Nogoyá:
“Mi
querido general: acabamos de saber con profundo sentimiento la toma de Paysandú
y la muerte de sus principales jefes. Los atentados y crímenes que cada día
cometen los infames brasileños nos llenan de coraje y solo ansiamos el momento
de vengar la sangre de los mártires de Paysandú. Los amigos creemos y esperamos
que V.E. no podrá mirar con calma las bárbaros crímenes de los brasileros”
“Pero
Urquiza se mantiene imperturbable y ya no se borraría de los oídos federales
que observaban y escuchaban impotentes desde la otra orilla, el tronar de los
cañones de Paysandú. Mitre le miente a Urquiza diciendo que no quiere la
guerra, y le miente a la Nación Argentina ocultando una declaración de guerra
que ya tenía en mano, para poder actuar como “país agredido”. Este ocultamiento
premeditado puede consultarse en las investigaciones históricas realizadas
entre otros por José María Rosas y Fermín Chávez.
“El
desprestigio de Urquiza ante los federales de Entre Ríos ya era grande, y ante
la orden a López Jordán de convocar soldados para formar en el ejército para la
guerra del Paraguay, los bravos entrerrianos se niegan a marchar hacia el
norte, produciéndose rebeliones y dispersiones. Nuevamente don Ricardo
López Jordán se lo dirá a
Urquiza con todas las letras:
“Usted
nos llama para combatir al Paraguay. Nunca general, ese pueblo es nuestro
amigo. Llámenos a pelear a porteños y brasileros. Estamos pronto. Esos son
nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú. Estoy seguro del
verdadero sentimiento del pueblo entrerriano” (Chávez. Fermín. Vida y
muerte de López Jordán.p.133) Los entrerrianos están dispuestos incorporase
para hacer la guerra a “porteños y macacos”, pero se resisten a pelear contra
Paraguay, y las tropas convocadas por Urquiza, se desbandan en Basualdo y en
Toledo.
“El 2 de enero cae Paysandú a sangre y fuego, y al
Imperio solo le faltaba atar en forma pública a sus aliados Mitre y Flores,
para asegurar su próximo paso: sojuzgar al Paraguay. Fue encargado de esta
misión el Vizconde de Río Branco, que llegó a Buenos Aires el 2 de noviembre de
1864.
“Mitre, que seguía
con la comedia de la neutralidad, no quiso comprometerse todavía en un pacto de
alianza, pero prometió solemnemente que no permitiría al Paraguay el paso de
sus ejércitos por territorio argentino, en caso de que lo solicitase para
operar contra Brasil. Esta promesa tenía el valor de un pacto; la experta
diplomacia brasileña sabía que el Paraguay tendría que solicitar ese permiso y
forzar el paso si se le negaba, en cuyo caso la alianza era fatal. Mitre negará
luego el permiso de paso, y luego demoraría en dar a conocer la declaración de
guerra recibida del Paraguay, para considerarse “agredido” por Paraguay, tal como
lo demuestra el historiador José María Rosa a través de los documentos
analizados”.
Bartolomé Mitre, era partícipe necesario
(pero solapadamente encubierto) del derrocamiento del gobierno ‘blanco’
Oriental y del ataque brasileño a Paysandú brindando mucho apoyo logístico y
municiones a granel.
Mitre
y el cada vez más sanguinario Venancio Flores, ambos cebados por el odio al
gobierno Federal Oriental, tuvieron el apoyo cómplice pero no declarado, al
principio, del siempre traidor Urquiza.
El entrerriano cuidaba los intereses de sus amos ingleses y los suyos
propios, ya que luego de Paysandú salió sumamente enriquecido por el oro y los patacones
que le entregó la banca brasileña que le daba dinero a manos llenas. El siempre codicioso Urquiza tenía por el dinero
una voracidad sin límites, como testifican hasta los propios historiadores
brasileños.
Respecto
a lo dicho, especifica José María ROSA[346] que “Comenta Pandiá Calógeras la absurda actitud
de Urquiza olvidando por un negocio de caballos a Paysandú, a los blancos
orientales, a los entrerrianos, a los federales argentinos y a los paraguayos
—finalmente— que quedarían solos en la patriada. Lo comenta con duras frases
que prefiero dejar en su lengua: «Não existía em Urquiza o estofo de um homem
de Estado: não passava de um «condottiere»…».para seguir más
adelante:«…permaneceu inativo por tanto. De fato, assimm éle traía a todos.
Cuida ao Brasil o tornar inofensivo. Urquiza, embora inmensamente rico tinha
pela fortuna amor inmoderado: o general Osorio, o futuro marqués de Erval
conhecía Ihe o fraço e deliberou servir déle».
Sobre el tema y en rima, Julián MURGUÍA[347] en su poesía “Paysandú” nos hace
una descripción acabada de tal tragedia.
Cuando la paz se firmó dicen los historiadores
que se hizo sin vencidos ni tampoco vencedores.
Pero sí que hubo un vencido aunque sólo fue la patria
y un mal que va para todos por ser común, ya no daría.
Pues para obtener favores los Cipayos meritorios
regalaron al Brasil ¡La mitad del territorio!
Pero no había que asegurar al tenerlos por amigos,
pronto podrían precisar volver a ser socorridos.
Y así en el sesenta y tres, otra vez a las andadas,
bajo la doble blasfemia de invocar Dios y Patria.
Ya nos rodearon la plaza, ya nos están bombardeando,
llegaron los brasileros que se ha traído Venancio
Han subido por el río los barcos cañonearnos
y por tierra nos rodean colorados y bayanos.
El general está firme y con él, toda la guachaje
estamos faltos de todos pero nos sobra el coraje
vamos a hacer la pata ancha mientras nos quede resuello.
Iban a sudar un rato antes de entrar a degüello.
Iban pasando los días iban cayendo las casas
y ese tronar de cañones y ese llover de metrallas.
Y la gente que no duerme y la munición escasa
y la muerte que no llega y la vida, y la vida que no
pasa.
Ya se rendió Paysandú ya no queda un muro entero
ya se rendión Paysandú y entraron los brasileros,
que los cuerpos ya no pueden con el peso de las almas
y el coraje se estremece al ver la bandera blanca.
Ya se entregó el General pa' salvar el pueblo entero
ya se entregó General pero no a los brasileros
pues fiel a sus sentimientos firme con sus ideales
va a confiar en sus hermanos se entregó a los orientales.
Y el pelotón va formando y redoblan los tambores
y los fusiles apuntan, apuntan a Leandro Gómez
y retumba la descarga y muere un pedazo 'e patria
y la sangre se derrama y es del color, y es del color de
la infamia.
Así cayó Leandro Gómez, el valiente Lucas Piriz,
Azambuya, Emilio Raña y el Capitán Benavides.
Los muertos de Paysandú mantienen vivo la llama
de todos los que pretenden una patria soberana.
¡Independencia o muerte!
Así pasó ese
valiente a engrosar
la lista de los muertos por libertad
¡Malditos traidores! ¡Maldita su memoria!
¡Maldito los blasfemos, de la historia!
¡Que mal rayo los parta por el medio!
¡Maldito los vendidos al imperio!
*
Luego de la destrucción total de Paysandú, el
Mariscal Francisco Solano López, cruzando el Paraná, salió en defensa de la
Banda Oriental. Algo que lamentablemente
no había hecho antes para defender a Oribe en 1851 contra Urquiza, Garzón y el Imperio,
y tampoco para defender a Rosas en Caseros.
Había comenzado la cacería dentro del
territorio paraguayo, y el anhelado momento de derrocar a López y su soberano
territorio, en la llamada Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza.
Solo dedicaremos algunos párrafos a la guerra
en sí, pues el tema excede el objeto del presente trabajo, ya que nos interesan
sus causas y los intereses políticos que se escondían en el drama en ciernes, y
no las batallas en sí.
Pero, igualmente, es menester señalar algunos
aspectos como el propio recorrido y de qué modo se fueron dando los
acontecimientos hasta alcanzar el final aciago con la muerte del Mariscal
Francisco Solano López, hijo y sucesor de Carlos Antonio López.
Retratan este drama,
este recorrido sangriento, mejor que nadie José María ROSA[348] y Leonardo CASTAGNINO[349] en sus obras donde
cuidadosamente nos sumergen en la tragedia que lentamente y durante años se fue
apoderando del pueblo paraguayo y su tierra.
Remitimos al lector a
los enjundiosos trabajos mencionados para la lectura ‘in-extenso’ de las
vicisitudes que se fueron desarrollando, las batallas y el trágico episodio
final.
De todas maneras,
daremos algunos atisbos redactados por ROSA sobre la idiosincrasia del pueblo y
del gobierno paraguayo, su cultura, su economía y sus costumbres, que brindan
el marco para entender la agresión Inglesa.
Agresión que fue motivada porque los ingleses no podían imponer sus
productos al precio elegido por ellos, ni navegar libremente por los ríos
interiores.
“Paraguay
era rico, riquísimo. Sus inmensos yerbatales y tabacales abastecían la mayor
parte del consumo del sur del continente, y sus maderas valiosas se exportaban
a Europa, donde alcanzaban alta cotización. Eran bienes del Estado en su mayor
parte, pues la propiedad particular era escasa en esa inmensa república que
pasaba de millón y medio de habitantes; la misma población de la vecina
República Argentina. La tierra era pública en su casi totalidad, arrendándose en
lotes. Los pocos propietarios eran paraguayos nativos, pues la ley impedía a
los extranjeros el dominio del suelo; el comercio exterior (exportaba por
millón y medio de pesos anuales, mientras importaba por sólo ochocientos mil)
era exclusivo monopolio del Estado.
“En consecuencia de
una balanza comercial favorable entraba oro por setecientos mil pesos anuales
en las cajas de la República por el solo rubro del comercio exterior. Esa
riqueza se traducía en mejoras que hacían de Paraguay el Estado más próspero de
Sudamérica: el ferrocarril a Trinidad, inaugurado hacía un año por el
ingeniero. Thompson que se prolongaría a Paraguay y a Itapúa; una numerosa
flota mercante que paseaba la bandera tricolor por los ríos y mares (se
estudiaba una línea de buques a vapor entre Asunción y Londres con escalas en
Buenos Aires, Montevideo y Río de Janeiro); y el telégrafo construido por el
alemán Trinfeldt, que unía a la capital con Humaitá y Paso de la Patria. La afluencia de dinero ha modificado a Asunción. En
1862 es una ciudad moderna, de calles bien delineadas y cuidada edificación sin
perder su fisonomía tropical: el Teatro, el Club Nacional, el Oratorio de la
Virgen construidos por el arquitecto italiano Ravizza contratado por el
gobierno, y el Palacio Nacional delineado por el inglés Taylor que lucía
esculturas de piedra debidas al cincel de Moyniham, son de belleza severa. Pero
también ha crecido en cultura a pesar de que desde los tiempos misioneros había
sido una tierra «donde todos saben leer y escribir», como decía Alberdi en
1862.
“Gracias a los desvelos de don Carlos [Antonio
López], la instrucción media y superior
se ha desarrollado considerablemente: la Escuela Normal, fundada por el español
Bermejo, es un modelo en América; se hacían estudios intensivos de gramática,
matemáticas, historia, lógica, catecismo; en la de Matemáticas de Pedro Dupuy
se profundizaba el conocimiento de las ciencias exactas; en el Colegio
Seminario del padre Maíz se daban lecciones de Filosofía y Teología. Si corta
vida tuvo el Aula de Derecho creada por Juan Andrés Gelly, más tiempo
sobrevivió la Academia Forense de Zenón Rodríguez. Dos escuelas de niñas,
regentadas por Eduvigis de Rivière y Dorotea Duprat, educaban a las mujeres
paraguayas. Y la Escuela de Impresores y Litógrafos de Carlos Rivière impartía
una inapreciable enseñanza profesional.
“No
terminaba en la Escuela Normal ni el Seminario, la Academia Forense o la
Escuela de Matemáticas, la educación de los jóvenes paraguayos. Quienes se
habían distinguido en ellas, eran mandados por el gobierno a perfeccionar sus
estudios de derecho, medicina, ingeniería o humanidades en las universidades
europeas. Por una ley de 1858, dieciséis jóvenes optaban anualmente a las
becas.
“Paraguay
carecía de deuda exterior. Y por su inmensa riqueza la emisión de 200.000 pesos
en papel, sola moneda circulante, se mantenía a la par (5,10 francos por cada
peso paraguayo). Era un modelo en América la República Paraguaya, donde la vida
era sumamente fácil con la sola condición de haberse tenido la dicha de nacer
allí y prestar en forma de trabajo manual, de labor intelectual o de tareas
militares, su parte de servicio a la comunidad. Don Carlos dejaba el 10 de
setiembre de 1862 un país rico, tranquilo, fuerte”.
“La
presencia de Rosas en Buenos Aires era en 1851 cuestión de vida o muerte para
el Imperio. Rosas significaba una voluntad férrea puesta al servicio de un
propósito nacional; había logrado la unidad de la porción mayor del virreinato
del Plata —disgregado a partir de 1811 por influencia brasileña, principalmente—consolidando
las catorce provincias enemigas que amenazaban convertir el extremo sur del
continente en una Centroamérica de catorce republiquetas independientes;
impedía el avance lusitano en las porciones definitivamente segregadas del
trono común, como Paraguay y Uruguay; no reconocía la ocupación de las Misiones
Orientales ni la «libre navegación» de los ríos interiores argentinos,
orientales o paraguayos y, sobre todo, su política, hábil y enérgica a la vez,
amenazaba unir a los países de origen español en una fraternidad de común
defensa y respeto recíproco.
“No
solamente quedaba cerrada la expansión lusitana, sino amenazada la existencia
misma del imperio de Brasil. Al «separatismo» en el virreinato del Río de la
Plata, fomentado por Brasil desde 1811, había respondido Rosas con un
«separatismo» dentro del imperio exteriorizado en una larga insurrección de Río
Grande
entre 1835 y 1845, y luego en las agitaciones localistas de diversas partes del
Imperio….
“…Y
cuando todo parecía perdido para el Imperio, todo conseguiría salvarse: el
milagro de la Casa de Braganza lo produjo la conversión del jefe del ejército
de operaciones argentino pasándose con tropas, armas y bagajes al enemigo.
Sobran las pruebas de las ambiciones políticas y comerciales del general
convertido, pero podemos prescindir de ellas: aunque su móvil fuese el
públicamente expresado de dar una Constitución Nacional al país [la manera y la
ocasión resultaron torpes y alevosas.
“Después de Caseros, la Argentina tendrá su
constitución copiada, pero a costa del sufragio popular, que desapareció hasta
1912, de su grandeza nacional y su política americanista; mientras Brasil
mantuvo su monarquía, su esclavitud, su unidad, los límites reclamados, la
libre navegación, convirtió al Uruguay en una práctica dependencia suya y dio
influencia económica y política al capitalismo anglo-brasileño en ambas
márgenes del Plata”.
A los ingleses y al Imperio les faltaba
derrotar al último gobierno soberano de América del Sur. Los ingleses
utilizarían a los brasileños para tal fin.
El conflicto comenzó a fines
de 1864. El Mariscal Solano López era el presidente
paraguayo. Era abogado, profesor de
filosofía y militar. Tenía un poderoso
ejército de 18.000 hombres y una reserva de más de 40.000 hombres. Siempre había
tenido en la mira las intenciones brasileñas y los miraba de reojo.
¿Cómo se llegó a la guerra
entre el Paraguay y la entente ‘mitrista-brasileña-unitaria’?
Vamos a analizar.
Relata
Luis Alberto de HERRERA[350] y nos sitúa en el tema diciendo que “..El 12 de noviembre de 1864, en represalia
por la invasión brasileña a Uruguay, el gobierno paraguayo se apoderó de un
buque mercante brasileño y del gobernador de la provincia brasileña de Mato Grosso, dando inicio a la
Guerra y declarándola al día siguiente. La primera etapa consistió en la invasión del Mato Grosso,
en diciembre de 1864, durante la cual fuerzas paraguayas ocuparon y saquearon
gran parte de esa provincia.
“Sin haber recibido todavía ayuda
externa, y atacado por las tropas de Venancio Flores,
los invasores brasileños, la escuadra imperial y un importante apoyo logístico
del gobierno argentino,15
el gobierno uruguayo se vio obligado a rendirse.
Solano López solicitó autorización al
presidente argentino Bartolomé Mitre para atravesar
territorio argentino rumbo al Uruguay con sus tropas, solicitud rechazada por
Mitre. De haber permitido que tropas beligerantes atravesaran por su territorio
hubiese constituido un abandono de la posición hasta entonces públicamente
neutral de la Argentina; por otro lado, el gobierno argentino simpatizaba con
el Partido Colorado del Uruguay. En
respuesta, tropas paraguayas ocuparon la ciudad argentina de Corrientes en
abril de 1865,
forzando a la Argentina a entrar en la guerra, aliada con Brasil y el nuevo
gobierno uruguayo. A partir de ese momento ya puede hablarse de «Guerra de la
Triple Alianza».
“Fuera de Buenos Aires y Rosario (donde la prensa hacía
fuerte propaganda política a favor de
Brasil), la entrada argentina en el conflicto fue impopular, hasta el punto de
que gran parte de las tropas enviadas lo fueron forzadamente”.
En la batalla de Paysandú,
ya descripta, cuando el Partido Colorado intentaba una revolución, dieron por
tierra con el gobierno legal Federal de Aguirre (Partido Blanco).
Como dijimos, López salió en
ayuda del gobierno Oriental, ejercido por el Partido Blanco,
que estaba siendo atacado en Paysandú. López
advirtió a los gobiernos de Brasil y la Argentina que consideraría cualquier
agresión al Uruguay «como atentatorio del equilibrio de los Estados del Plata»,
pero a pesar de ello, tropas brasileñas invadieron la Banda Oriental en octubre de 1864.
López pidió permiso al
gobierno ‘mitrista’ para pasar por el
territorio argentino hasta llegar a la Banda Oriental a fin de auxiliar a su
gente, tomando todos los recaudos para no agraviar los intereses argentinos.
Él sabía que Mitre iba a
negar el paso y con ello, Urquiza se pronunciaría a favor de la causa Federal,
como había prometido.
El perjuro de Rufino de
Elizalde negó el paso, y Urquiza finalmente no se pronunció, dejando en soledad
al pueblo Oriental y al Paraguay, sin el apoyo que había ofrecido. Había embolsado 300.000 patacones brasileños
y le había dado a Osorio 30.000 de sus caballos. Por su parte, Elizalde autorizó el tránsito
fluvial a las fuerzas brasileñas que se dirigían hacia la Banda Oriental y
hacia el Paraguay. Sabemos, por profusa documentación que lo confirma, que
Elizalde “era un agente de los
brasileños”, como certifica ROSA.
Urquiza previendo el apoyo
del pueblo entrerriano al Paraguay le dijo a Mitre que no le parecía apropiado
aliarse al Brasil. Mitre, le replicó que, si él no lo asistía, le alcanzaba con
las fuerzas bonaerenses. Urquiza, que ya había hecho la operación comercial con
el Imperio, bajó la cabeza y facilitó el accionar de Mitre. Brasil, aliado del
‘Partido Colorado’ tenía vía libre para atacar a Paysandú cuyo gobierno aun
resistía la intentona ‘Colorada’. Caído Paysandú, se amenazó al gobierno
Oriental con bombardear Montevideo en forma más cruenta que Paysandú, si no abandonaba
el gobierno.
ROSA[351] nos
describe las comunicaciones entre Urquiza y Mitre, en las que éste le decía que
“«-Aunque no me siguiera más que una
provincia con ella dejaría bien puesto el nombre y el honor argentino-»..El 23,
[de Febrero de 1864] Urquiza, que ya
ha formalizado la venta de los caballos y librado el giro por los 390 mil
patacones, y acaba de despachar a Victorica para Asunción, disculpándose con
López, escribe a Mitre: «-De acuerdo con V. E. en esa política salvadora, firme
en el propósito de cooperar a la nacional que V. E. encabeza y de la que ha
sido decidido sostenedor…-».Mitre agradece que Urquiza esté del lado brasileño.
Cuando se formaliza la guerra contra Paraguay, le escribe: «-Nos toca combatir
de nuevo bajo la bandera [la imperial] que reunió en Caseros a todos los
argentinos. Me congratulo por ello-» “
Paralelamente, López tomó el
Matto Grosso brasileño, recuperando lo que había sido siempre español, conforme
el tratado de Tordesillas, hasta la ocupación de los ‘bandeirantes’. La guerra se intensificó.
El 20 de febrero de 1865, Venancio
Flores con el apoyo de los imperiales, tomó el gobierno de Montevideo y de
inmediato desfiló junto a éstos reeditando la entrada de los brasileños en
Buenos Aires, desquitándose también aquí, con los Orientales, de la batalla de
Ituzaingó. Se acordó la alianza con Mitre y el Imperio para guerrear contra el
Paraguay. ‘La Triple alianza’ estaba en marcha, ya no escondida, sino formal y
a la vista del mundo.
Los paraguayos dijeron que Mitre objetaba que Paraguay quisiera cruzar
territorio argentino para defender el gobierno legítimo federal Oriental, pero
nada dijeron de la invasión Imperial a la Republica Oriental.
Urquiza se ofreció exaltado a Mitre para combatir, mostrando su
verdadero rostro. Mientras los brasileños daban cuantiosas e inagotables sumas
de dinero a los Unitarios de ambos lados del río Uruguay.
El acuerdo de la Triple Alianza tuvo como cláusulas principales:
a)
Quitarle a Paraguay la soberanía de sus ríos (art. 11.º);
b)
Cargar a lo que quedase de Paraguay con la deuda de guerra (art. 14.º);
c)
Repartirse entre Brasil y Argentina —para «evitar las discusiones que traen
consigo las cuestiones de límites»— una inmensa cantidad de territorio en litigio,
y tierras exclusivamente paraguayas (art. 16.º).
Como
dijimos en el Capítulo VII, el Imperio del Brasil quiso hacer caer en la trampa
a Rosas para que se enemistara con la Banda Oriental y provocar una guerra
entre ellos. No lo consiguió.
Pero
sí lo consiguió después con Mitre, al brindarle ‘generosamente’ parte del
territorio paraguayo luego de la guerra.
Dice
sobre el tema José María ROSA[352] “Una trampa semejante a la eludida por Rosas en 1843 (y que demostró a
los gobernantes brasileños la peligrosidad de un político como Rosas al frente
de la Confederación Argentina), fue la urdida en mayo de 1865 por Octaviano al
poco avisado Mitre. El espléndido obsequio de Paraguay sería difícil de
digerir, aun después de una extenuadora derrota paraguaya. Y entonces llegaría
la ocasión para el Imperio de encontrar la simpatía del pueblo guaraní
presentándose como defensor de su independencia”.
Nuevamente
como en Caseros, el Imperio nunca hubiera atacado al Estado Oriental si no
hubiera tenido la alianza con Argentina en la persona de Mitre. En aquel
momento se había aliado con el siempre renegado de su patria, Urquiza.
La
política brasileña continuamente ha sido así: para conseguir sus objetivos
políticos, económicos y su expansión territorial ha debido tener el apoyo
externo que, curiosamente, ha sido siempre la punta de lanza de sus acciones.
Obviamente
una cosa es tener el apoyo de Mitre y la ‘intelligentzia’
centralista, atea y masónica y otra, muy distinta, la del pueblo todo de la
Confederación.
El
historiador citado, describe el cuadro de la situación: “No anduvieron bien los voluntarios. Fuera de algunos entusiastas
jóvenes liberales de Buenos Aires, que se alistaron desde la primera hora para
combatir la tiranía, lo cierto
es que no hubo, entre los 184.478 guardias nacionales de todo el país quienes
quisieron —como voluntarios o enganchados— cubrir los «contingentes». Los
gobernadores de provincias — ‘mitristas’ en su casi totalidad—mandaron
voluntarios que se escapaban cuando tenían posibilidad de hacerlo. Emilio
Mitre, encargado del «contingente» de Córdoba, escribe el 12 de julio que envía
a «los voluntarios atados codo con codo»; Julio Campos, gobernador porteño
impuesto a La Rioja tras el asesinato del Chacho, informa a Mitre el 12 de mayo:
«Es muy difícil sacar hombres de la provincia en “contingentes” para el
litoral, porque es tal el pánico que les inspira el “contingente”, que a la
sola noticia que iba a sacarse, se han ganado a las sierras y no será chica la
hazaña si consigo que salgan»; el 23 de junio el mismo Campos escribe «la sola
palabra“ contingente” basta para introducir la alarma y despoblar pueblos
enteros». Los voluntarios de Córdoba y Salta se sublevaron al llegar a Rosario
apenas les quitaron las maneas. El gobernador Maubecin, de Catamarca, encargaba
200 pares de grillos para el contingente de su provincia”.
López
Jordán, seguramente turbado y confundido le escribió a su superior Urquiza “«Usted nos llama para combatir al Paraguay.
Nunca, general; ése es nuestro amigo. Llámenos para pelear a porteños y
brasileros. Estamos prontos. Ésos son nuestros enemigos. Olmos todavía los
cañones de Paysandú. Estoy seguro del verdadero sentimiento del pueblo
entrerriano».
“Llegan noticias a
Buenos Aires de que algo anda mal en los 8.000 hombres de Urquiza acampados en
Basualdo. Algunos se han pasado a los paraguayos —entre los cuales combate
desde la iniciación de las hostilidades el coronel argentino Telmo López—, pero
a los más le repugna luchar contra la bandera de su patria, aunque sea llevada
por Mitre. Tampoco quieren hacerlo contra Paraguay en favor de Brasil.
Inútilmente Urquiza los proclama, recordándoles la gloria de Caseros y la
alianza de 1851 con los brasileños.
El sólo en
entusiasmarse parece haber sido Octaviano de Almeida Rosa [negociador por parte
del Brasil en armado de la Triple Alianza] que
dirige a Urquiza, Caballero de la Orden Imperial de Cristo desde la batalla del
3 de febrero de 1852, una agradecida nota por mantener «la fidelidad de su
corazón a la alianza brasileña”. Bajo tan deplorables auspicios se iniciaba en
mayo y junio de 1865, la guerra contra Paraguay”.
El
sempiterno empleado Imperial en estas tierras, Justo José de Urquiza, era fácil
de convencer: dinero, y títulos bastaban para que desertara de los intereses de
su patria.
Como relatamos anteriormente, en el pueblo provinciano se iba haciendo
más fuerte en el rechazo a esa guerra porque sentía que peleaban en el bando
equivocado o, en el mejor de los casos, no era un asunto de ellos.
Hasta Telmo López, hijo de Estanislao López, era General del Ejército
Paraguayo y combatía con hidalguía desde que la guerra había comenzado, cuando
Venancio Flores y los brasileños atacaron Paysandú.
Urquiza estalló de indignación por esto y mostró nuevamente su rostro
real y mercenario, mandando a sacrificar a todos sus coterráneos por puro afán
de lucro. La Masonería, indudablemente, jugó su papel aquí también.
Continúa
José María ROSA[353] describiendo la reacción
de don Justo José “La furia de Urquiza es
tremenda. Ordena el fusilamiento de los desertores que fuesen habidos.
Numerosos entrerrianos se unen a los paraguayos o cruzan a refugiarse en el
territorio oriental. Se ha disuelto el Ejército
de Vanguardia. Urquiza quedará en su palacio de San José; no ha podido
cumplir un rol militar en la guerra contra los paraguayos, ni se encontrará
después de Basualdo en condiciones de seguir la intriga iniciada ante Robles.
En cambio, desempeñará una función comercial: sus establecimientos proveerán la
carne consumida durante la guerra por los ejércitos aliados”.
Urquiza recibió no sólo honores, títulos y dinero dados por el Imperio
del Brasil, sino que, además, realizó importantes negociados proveyendo
alimentos de sus establecimientos, tanto al Brasil, a la República Oriental y a
la tropa de su propio país. Todo le salió ‘redondo’ al General…a costa de su
dignidad y patriotismo, claro.
Lo dramático de esta guerra, por lo novedoso, fue que los soldados
paraguayos que eran tomados prisioneros o se rendían, eran incorporados por la
fuerza a las tropas argentinas u Orientales para pelear contra sus propios
hermanos paraguayos so pena de ser fusilados. Peor suerte corrían los que eran
atrapados por los brasileños, ya que los mandaban como esclavos a trabajar en
las plantaciones de café en las profundidades de su territorio, de donde nunca
volverían….
Mitre y el Coronel León de Palleja, lo reconocieron en sus cartas. Este
último dijo en su Diario: "...hasta
repugna el dar armas a estos pobres hombres para que peleen contra su pabellón
nacional y claven la bayoneta en el pecho de sus propios hermanos"
Paralelamente a la guerra contra el Paraguay se fue desarrollando la
‘cacería’ del pueblo Federal por todo el territorio, como vinimos diciendo.
El mismo Unitario Gobernador de Salta, Sixto Ovejero, no tuvo más
remedio que reconocer los robos, la rapiña, los asesinatos de los
lugartenientes de Mitre. Así le escribía
alarmado a Marcos Paz, Vicepresidente de la Nación en ejercicio de la
Presidencia, en ausencia de Mitre que estaba en el Paraguay, explicándole que
las tropas ‘mitristas’ del gobernador
Taboada, designado por Mitre, robaban y saqueaban por todo lugar que pisaban.
El
estanciero catamarqueño y Coronel de la Nación, Felipe Varela, uno entre
tantos, se levantó y ardorosamente dijo, entre otras proclamas, lo siguiente “«Tal es el odio que aquellos fratricidas
porteños tienen a los provincianos, que muchos de nuestros pueblos han sido
desolados, saqueados y asesinados por los aleves puñales de los degolladores de
oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazábal y otros varios dignos de
Mitre. «¡Basta de víctimas inmoladas al capricho de mandones sin ley, sin
corazón, sin conciencia! ¡Cincuenta mil víctimas inmoladas sin causa
justificable dan testimonio flagrante de la triste e insoportable situación que
atravesamos y que es tiempo de contener! «¡Abajo los infractores de la ley!
¡Abajo los traidores de la Patria! ¡Abajo los mercaderes de las cruces de
Uruguayana, a precio de oro, de lágrimas y de sangre argentina y oriental!
«Nuestro programa es la práctica estricta de la constitución jurada, del orden
común, la paz y la amistad con el Paraguay, y la unión con las demás repúblicas
americanas. «¡Compatriotas nacionalistas! El campo de la lid nos mostrará el
enemigo. Allí los invita a recoger los laureles del triunfo o la muerte,
vuestro jefe y amigo. Felipe Varela.”
Debemos ser precisos con un tema, aunque a algunos
no les parezca conducente, lo que pasaba en el país era la consecuencia de la
errónea toma de posición ‘antirrosista’
de Federales como el Chaco Peñaloza, Felipe Varela que estuvo en la Coalición
del Norte y luego sirvió a las órdenes de Urquiza. Ese error de visión política
se pagó luego de Caseros con la situación que se estaba viviendo en el
interior. No sabemos que deben de haber pensado en silencio estos dos caudillos
federales al respecto, en esos momentos trágicos para la nación que se
desintegraba, cuando hogaño eran perseguidos por aquellos a quienes antaño
apoyaron.
Es
curioso y triste a la vez porque en los manifiestos de Varela se aprecian
conceptos políticos iguales a los de aquél que combatió. Su ‘Sistema
Americano’, con otras palabras. Lo que prueba una vez más que se pueden tener
las mejores intenciones e ideales patrióticos, pero sin una clara perspectiva
política, de poco sirven.
En tal sentido continúa comentando el
historiador ROSA[354] que “En ese Manifiesto, Varela explica el propósito «americanista» de la
Revolución de 1866. Se proponía una «Alianza de las Repúblicas Americanas del
Sur a fin de salvar a Paraguay y repeler las ambiciones de Brasil y de Europa
…y que las ambiciones de Brasil, apoyado por Mitre, dieron motivo a la guerra
en el Uruguay y su consecuencia que fue la guerra del Paraguay».
La
presidencia de Mitre no fue precisamente una administración de orden.
Fuera
de la guerra con Paraguay (según testimonio del Unitario senador ‘mitrista’ Nicasio Oroño), «desde junio
de 1862 hasta igual mes de 1868, habían ocurrido en las provincias [argentinas]
117 revoluciones y 91 combates»[355]
De tal modo, quedaban inermes los poblados gobernados por Unitarios
designados por el poder central de Buenos Aires, a la sazón, Bartolomé Mitre. Éste, mientras tanto, era ‘enviado’ por los
brasileños de vuelta a Buenos Aires ya que su conducción de la guerra generaba
derrota tras derrota o triunfos ‘pírricos’, con la consecuencia de enormes
pérdidas de hombres y material tanto para los argentinos como para los
brasileños.
En fin, Mitre sumaba a su traición a la nación argentina, la masacre
ordenada a sus esbirros del interior de las poblaciones provinciales. Un verdadero fiasco como militar.
En ese aspecto era un verdadero inútil.
Lo demostró con lo sucedido en la batalla de Curupaytí en septiembre de
1866 donde sus 17.000 soldados no pudieron contra 9.000 aguerridos soldados
paraguayos. Hubo alrededor de 10.000 soldados muertos en las filas argentinas y
brasileñas, mientras que del lado paraguayo, sólo hubo 92 bajas.
Todo mérito del ‘estratega’ Bartolomé Mitre - un perdedor
consuetudinario en las lides militares- y sus generales Emilio Mitre y el
Oriental verdugo del pueblo del interior de la Confederación, Wenceslao
Paunero.
El desastre de Curupaytí, que constituyó un cumplido ejemplo del fracaso
de un ataque frontal sin reconocimiento previo contra una posición
prácticamente inexpugnable, paralizó las operaciones de los aliados durante
diez meses, y, al decir de Enrique RIVERA[356], “terminó de hundir el ya mermado prestigio
del entonces presidente argentino Bartolomé Mitre como generalísimo y reavivó especialmente en Argentina el rechazo
popular a la guerra, lo cual devino en una serie de levantamientos en las provincias que hicieron forzoso retirar tropas del frente”.
Mientras el país se desangraba en el Paraguay y en el interior corría a
raudales ‘sangre de gaucho` como pedía
Sarmiento, Mitre iba de ágape en ágape,
En una de las
continuas tenidas masónicas desembozadas, Mitre pronunció un discurso en 1868
en homenaje a la delegación masónica norteamericana en la ‘Logia Constancia’
con ocasión de la próxima asunción del mando por el Hermano
Sarmiento- (en ‘Arengas de Mitre’, edición de La Nación, Bs.As. 1902, T.I,
pág.270).
“Hermanos:
Aunque
no tenía conocimiento del programa de esta reunión y no había pensado hacer uso
de la palabra, ya que soy invitado á ello, acepto la tarea que se me
encomienda, porque cada uno de nosotros debe estar siempre preparado al
trabajo, ya sea que á él se llame a la luz del día ó en las tinieblas de la
noche. (El orador señala las puertas sagradas del templo, simbolizando la una
la luz y la otra las tinieblas).
"La Historia política de la República
Argentina, sus luchas y sus conquistas están representadas en los cinco
presidentes constitucionales que se cuentan en su historia constitucional. La
primera, la de Rivadavia fue la más fecunda de todas Y
sin embargo, Rivadavia dejaba en pos de sí la agitación de los espíritus, la
guerra de los pueblos, la disolución de la sociedad. Pero es que el trabajo de
descomposición que se hacía era la fermentación de la tierra destinada a hacer
fructificar las grandes semillas del bien· que él dejó sembradas.
“Hoy
que el juicio de la historia está formado sobre esa presidencia, los pueblos
han hecho la apoteosis de Rivadavia. Nosotros recogemos los bienes que no
recogieron sus contemporáneos. La Presidencia de Rivadavia fie como la primera
copa que se derramaba en los festines antiguos. Nadie la bebía y se hacía con
ella una libación a los dioses desconocidos. Nuestros dioses desconocidos, han
recogido esa libación y la han derramado sobre nuestras cabezas como un agua de
bendición.... Los otros cuatro presidentes, Hermanos, se han encontrado una vez
juntos y arrodillados al pie de estos altares; el General Urquiza que acababa
de serlo; el doctor Derqui que lo era entonces; yo que debía ser honrado más
tarde con el voto de mis conciudadanos y el Hermano Sarmiento, que va a dirigir
bien pronto los destinos de la Nación {…}”
“Es
cierto, que cuando nos alejamos de las puertas del templo, nuestras espadas
salieron de la vaina para cruzarse en los campos de batalla; pero aún sobre esa desgracia y
esa matanza, el genio invisible batió de nuevo sus alas, y los pueblos, en
nombre de la fraternidad y del bien, se unieron para concurrir á los fines que
encerraban la felicidad de todos. {…}
“Y
¿Qué es Sarmiento?
“Un
pobre hombre como yo, un instrumento como éste (tomando el compás) que la
Providencia toma en sus manos para producir el bien a que concurre en
mayor o menor escala”.
Como puede verse la flor y nata
de la Masonería, que se sentía impune por aquellos días, produjo este
sinceramiento impúdico y masónico de Mitre sobre su relación con Urquiza, su
otro hermano ‘tres puntos’, confesando el connubio deleznable.
Y sobre Rivadavia, lo elevó
literariamente a la gloria de los altares.
Gloria que sólo cabía en su imaginación y a contrapelo de una realidad
que permanentemente lo contradecía y que sólo era reconocido en los cenáculos
de sus hermanos masones, ante la mirada cómplice de los ingleses y franceses
con sus Bancas ominosas, mientras el pueblo moría día a día aturdido por la
miseria y el desamparo que, con las ideas de Rivadavia, iba asolando la patria.
En 1867 y en 1868 con Sarmiento en el poder como Presidente de la
Nación, con el apoyo de Urquiza, (cuestión que debe resaltarse y no olvidarse),
los levantamientos Federales con Saa, Varela y otros, van opacándose porque
ante el Ejército nacional pertrechados con moderno armamento dado el poder
económico de Buenos Aires, nada pueden hacer con lanzas y fusiles antiguos.
Esa
enorme erogación que produjo la adquisición de material bélico para someter a
los pueblos del interior a sangre y fuego, quedó patentado en lo que señala
ROSA, citando J. Natalicio González en ‘Cartas
Polémicas sobre la Guerra del Paraguay’: que “los dispendios del gobierno ‘mitrista’ por la guerra de montonera
superaron lo gastado en Paraguay. En 1869 los gastos para sofocar las
revoluciones provinciales fueron de $ 4.248.200,36 mientras los de la guerra
del Paraguay alcanzaron a $ 3.647.952,50”
Corrió el tiempo y los levantamientos federales iban siendo sofocados.
Hasta
ese momento, pocos se habían salvado de ser fusilados. Felipe Varela fue perseguido por el joven
Mayor Julio A. Roca y el General Emilio Conesa.
Casi solo, acompañado únicamente con algunos patriotas que lo habían
seguido a Chile, huyendo, enfermo y viejo, falleció el 4 de junio de 1870.
Como
dice con ironía punzante José María ROSA[357] “Inútilmente, según la tradición, se pidió la ayuda de Urquiza. El jefe del
partido federal estaba en esos momentos muy ocupado agasajando a Sarmiento en
su palacio de Entre Ríos”.
Mientras esto sucedía en el interior de la Confederación Argentina, las
tropas Imperiales avanzaron en terreno paraguayo, cuyo ejército se defendió
tenazmente sin ánimo de rendirse.
Para Inglaterra bastaba lo hecho. No quería la destrucción total del
Paraguay pues no le convenía a sus intereses comerciales. Solo quería derrocar
a Francisco Solano López, lograr la libre navegación de los ríos interiores y arruinar
por completo la industria de país, para, de esta manera, tener un gobierno
paraguayo dócil, agro-exportador y sometido a las leyes de comercio del libre
cambio inglés.
Pero el Imperio, no estaba satisfecho. Quería también una completa victoria
militar.
Allí se evidenciaba el total papel secundario de la Argentina de Mitre y
del Uruguay de Flores. Esta era ‘la’ Guerra del Imperio del Brasil para el
logro de sus metas políticas y económicas.
Claramente
lo percibió el periódico de la colectividad francesa en Buenos Aires que cita
ROSA[358] “Le Courrier de la Plata,
órgano de la colectividad francesa en Buenos Aires, denunciaba el papel
«ridículo, torpe y odioso» que hacía la Argentina en «la guerra ahora solamente
brasileña»: «ridículo, porque
se ha colocado en una posición secundaria, que no le conviene respecto al
Brasil; torpe, porque
contribuye a destruir el baluarte que la protegía al norte contra las
invasiones brasileñas, y odioso porque
coopera para degollar a un pueblo que tiene su sangre y su misma forma de
gobierno» “
Cayó Asunción en manos brasileñas. Venancio Flores y Mitre ya se habían
vuelto a sus pagos.
Describe
el historiador argentino cómo fue la entrada y la permanencia de los brasileños
en Asunción, haciendo una comparación con su ingreso a Montevideo y a Buenos
Aires, luego de Caseros: “Sería la
tercera capital sudamericana recorrida por los imperiales en triunfo: Buenos
Aires después de Caseros en 1852, Montevideo tras Paysandú en1865; ahora,
derrumbada la resistencia paraguaya, desfilarían por Asunción con sus banderas
desplegadas y pífanos de guerra, el 5 de enero de 1869. No eligieron el 20 de
febrero, aniversario de Ituzaingó, como para Buenos Aires y Montevideo porque
los paraguayos no los habían vencido en Ituzaingó.
En Buenos Aires habían
sido recibidos por el entusiasmo de las familias Unitarias, siempre dispuestas
a agasajar como «libertadores de la tiranía» a los enemigos de la patria: entre
flores y vítores de la oligarquía, la división del brigadier Márquez de Souza
cruzó —eterna vergüenza para los argentinos— bajo el arco de triunfo de la
Recova que sirviera de pasaje de honor para los guerreros de la independencia
en años venturosos.
Bien es cierto que para «mantener el orden»,
Urquiza fusiló a 500 hombres del pueblo entre el 3 y el 20 de febrero (ocho
veces más en diez y siete días, que los atribuidos a Rosas en veinte años de
gobierno).
En Montevideo, el recibimiento a Venancio
Flores y sus aliados imperiales fue frío, pero hubo algunos agasajos y ciertos
balcones estuvieron engalanados.
En Asunción no, a
pesar de que los aliados creían tener un partido —el imprescindible partido de
la «libertad»— entre las familias asuncenas. Nadie salió a recibir a los
brasileños.
Los pocos que
quedaban en la capital permanecieron en sus casas con las puertas cerradas.
En vista de eso se
permitió el saqueo de la ciudad: «Entregada fue Asunción —dice Arturo Bray— a
instintos no precisamente militares ni caballerescos».
Tratábase de una
plaza inerme, pero se la consideró «buena presa». «El vencedor entró a saco»,
describe lo ocurrido ese 5 de enero el general argentino Garmendia. «Muebles,
pianos, cortinajes, vajillas, puertas labradas, porcelanas, alhajas,
cristalería, todo cuanto los espantados habitantes, no pudieron llevarse
consigo en la precipitación de su huida fue cargado por el vencedor en sus
barcos, arrojando a las llamas aquello imposible de transportar», dice Bray.
Con odio largo tiempo contenido, se ensañaron contra el arsenal y la fundición
de Ibicuy, los primeros de Sudamérica, construidos por Carlos Antonio López.
Todo quedó arrasado, y por lo tanto, en condiciones de acogerse a los
beneficios de la libertad de comercio y de empresa.
Mientras la bandera
brasileña se levantaba en lo alto del vacío palacio presidencial, las fuerzas
argentinas acamparon en Trinidad sin participar en el saqueo. No entraron en la
capital, «acaso con el deliberado propósito de rehuir la responsabilidad
histórica de aquel despojo a que se sometió una ciudad abierta y abandonada»,
supone Bray. Para los argentinos la guerra había terminado: corresponderá a los
brasileños finalizarla con la cacería y muerte de López, que en Cerro León a
una jornada de distancia, aguardaba su destino”.
Quedó
demostrado palmariamente allí, una vez más, el papel de mero auxiliar de las
fuerzas argentinas que colaboraron con el engrandecimiento del Imperio del
Brasil en el logro de sus metas geopolíticas que, una vez logrado el fin
buscado, prescindió de los títeres que fueron Argentina y la Banda Oriental en
dicho logro.
Las fuerzas brasileñas siguieron avanzando en el interior del Paraguay
en busca de los restos del desmembrado ejercito paraguayo y el frenético López
que resistía.
Se enteró de una conspiración de sus principales hombres y familiares.
No los perdonaría.
Castigaría a muchos con torturas y muertes, obispos, ministros, cuñados,
un hermano del Mariscal, su propia hermana y su madre, implicadas, fueron
torturadas. Entre ellos sobresalió el
caso de Telmo López, hijo del extinto gobernador Estanislao López, que fue
fusilado. La desesperación de muchos
paraguayos leales hasta último momento, sabiendo que la guerra estaba perdida
hacía tiempo sumado al hecho de la voluntad trágica del Mariscal de resistir
hasta el fin, en un rapto de lucidez intentaron llegar a un acuerdo lo más
digno posible con el enemigo que estaba masacrando a todo el pueblo: niños,
mujeres, ancianos, etc…No pudo ser.
CASTAGNINO[359] nos relata que “López va retirándose hacia un trágico e
inevitable final en los confines de la Patria, pero sin dejar de pisar o
defender un palmo del propio territorio, y sin abandonar su inquebrantable
voluntad de sucumbir antes de claudicar. A sus 18 años, al ser nombrado
General, juró morir antes que dejar caer la bandera de sus manos. “Vencer o
morir” fue su lema, y el de todo un pueblo. Y lo cumplirían…”.
“…Pese a la
comprometida situación y aun conociendo su trágico final, López no se quebranta
en su espíritu, y su carácter se mantiene inalterable. Bajo el calor abrasador
del día, recorre de a caballo alentando a sus líneas, y en las noches hablaba a
los presentes sobre los episodios de la guerra, la defensa de la Patria, y los
hechos heroicos de épocas más felices…”
“…A
fines de febrero reúne a sus seguidores y les comunica su decisión de sucumbir,
y lee un decreto asignando condecoraciones a sus seguidores… “
Las últimas palabras
de López, rodeado y abatido, yaciendo en el suelo, sigue diciendo Castagnino, fueron “-¡Muero con mi Patria!-” .”Con esa última
frase en sus labios, el 1º de marzo de 1870, en Cerro-Corá, el Mariscal Francisco
Solano López, herido, agotado y
desangrado, medio ahogado, moribundo y anegada en sangre el agua inmunda del
arroyo que, caído sentado, lo circundaba, recibió un tiro de Manlicher que le
atravesó el corazón. Ahí quedó, muerto de espaldas, con los ojos abiertos y la
mano crispada en la empuñadura de su espadín de oro –en cuya hoja se leía
"Independencia o Muerte"-.
En fin, como veníamos
diciendo, los intereses comerciales británicos y los de la Masonería estaban
presentes como causa de la guerra emprendida contra López y el Paraguay, algo
que los historiadores no pueden dejar de enfatizar.
Reparemos en lo que
dice, concordantemente Gustavo CARRÈRE CADIRANT[360] en su profunda obra.
En un breve párrafo menciona
a Elías S. Giménez Vega, que dice que “La
guerra al Paraguay es la primera evidencia del reniego signado en Caseros: el
primer signo visible de la destrucción de las fuerzas propulsoras de la
grandeza de Hispanoamérica, pactada en Caseros”. Una misma línea de conducta,
mejor dicho: de inconducta, guía a los pocos hombres que llevaron adelante la
hazaña de Caseros y del Paraguay. Las víctimas también las mismas y los mismos
gestores reales. Caseros y Paraguay, dos nombres unidos en una distancia de
trece años, encierran en su paréntesis la vigencia trágica de una determinación
claudicante de una minoría intelectual, que llevó el unitarismo entreguista
rivadaviano a sus últimas consecuencias”
“(….) Las causas esenciales de
esta guerra inmoral, ocurrida entre 1865 y 1870, fueron los intereses británicos,
la ambición brasileña y la ceguera argentina. El diputado Bustos Fierro, en
sesión del 5 de mayo de 1954, expresaba: “El imperialismo inglés aparece en ese
momento sobre Paraguay, sobre ese suelo virgen en cuanto al crédito público,
que durante sesenta años no había tenido un solo centavo de deuda con el
extranjero, ofreciendo, para reparar la desolación de la guerra, un empréstito
de 200.000 libras esterlinas, que –escuché con pavor en la Honorable Cámara- se
reconoció después en la increíble suma de 1.400.000 libras esterlinas. Se
hipoteca el destino económico de la república guaranítica y del Plata; se lo
“yugula” a los intereses del imperialismo avasallante. (Congreso Nacional.
Diario de Sesiones de la Cámara de Diputados. Año 1954. Imprenta del Congreso
de la Nación. Buenos Aires. Tomo I. Pág. 246).
“(….) En secreto se hizo la
trama, y desde la prensa se fogoneó el incendio. Paraguay se había mantenido
prescindente de las guerras civiles entre provincias, y el aislamiento le dio
impulso propio. Un aislamiento totalmente justificable si se tiene en cuenta la
perversa política liberal porteña erigida por “derecho universal” en heredera,
jefa y dueña de la nación; le dio medio siglo de prosperidad, y luego su
aniquilamiento a manos de traidores y cipayos al servicio del imperio inglés y
de la masonería.
“(….) El progreso
“independiente” de Paraguay daba por tierra con las teorías liberales de “libre
comercio”, “empresa privada” y “progreso liberal”.
“(….) Mientras la prensa
liberal levantaba diatribas y mentiras, y el General Bartolomé Mitre, “el enano
de talla raquítica” (En frase del escritor Víctor O. Andrade) preparaba la
ruina del Paraguay, le reconocía al Mariscal Francisco Solano López: “V.E. se
halla en muchos aspectos en condiciones mucho más favorables que las nuestras.
A la cabeza de un pueblo tranquilo y laborioso que se va engrandeciendo por la
paz y llamando en ese sentido la atención del mundo; con medios poderosos de
gobierno que saca de esa misma situación pacífica, respetado y estimado por
todos los vecinos que cultivan con el relaciones proficuas de comercio; su
política está trazada de antemano y su tarea es tal vez más fácil que la
nuestra en estas regiones tempestuosas, y es como lo ha dicho muy bien un
periódico inglés de esta ciudad, V.E. es el Leopoldo de estas regiones, cuyos
vapores suben y bajan los ríos superiores enarbolando la bandera pacífica del
comercio, y cuya posición será más alta y respetable, cuanto más se normalice
ese modo de ser entre estos países.”(Carta de Mitre a López, 2 de enero de
1864 – Archivo del Gral. Mitre, II .p.50 – Biblioteca de la Nación – AGM.I.
Pág. 426).
“(….) Increíblemente el que
escribía esto estaba preparando la trama que llevaría al genocidio casi
completo del “pueblo tranquilo y laborioso”.
“(….) La planificación del
genocidio estuvo lista mucho antes del conflicto, bajo la batuta inglesa. Los
últimos detalles se convienen en Buenos Aires con la reunión del gabinete en
pleno, el representante brasilero y el propio representante inglés, Edward
Thornton. Preveía la distribución del botín de guerra y prohibía entablar
conversaciones de paz por separado; es decir, una guerra “de aniquilamiento”.
“(….) Pero para Inglaterra,
Paraguay era un mal ejemplo que no podía permitir, y arma la intriga del Brasil
de Pedro II, la Confederación de Mitre, y el Uruguay de Flores, para acabar con
López, y hasta con el pueblo paraguayo. Aunque Inglaterra no participó
directamente en la horrorosa hazaña, fueron sus mercaderes, sus banqueros y sus
industriales quienes resultaron beneficiados con el crimen de Paraguay. La
invasión fue financiada, de principio a fin, por el Banco de Londres, la casa
Baring Brothers y la banca Rothschild, en empréstitos con, intereses leoninos
que hipotecaron la suerte de los países vencedores.
“(….) En síntesis, sectores
sociales de distintos países confluyen en una alianza ofensiva -colorados
orientales, liberales ‘mitristas’, clase dominante brasileña y burguesía
inglesa-, en perjuicio de los sectores nacionales expresados por los blancos
orientales, los federales argentinos y el frente social paraguayo.
“(….) El Gral. Mitre le escribe
al General Justo de Urquiza: “Nos toca combatir de nuevo bajo la misma bandera
que reunió en Caseros a todos los Argentinos”. Se refería a la bandera imperial,
y de este modo le agradecía que no ayudase a López ni permitiera el paso del
ejército Paraguayo en auxilio a Uruguay agredido por Brasil. El Gral. Urquiza
ya había vendido a buen precio toda la caballada de su ejército a los
brasileños, enriqueciéndose durante la contienda.
La afirmación ‘nos toca combatir’ resulta irónica en boca
de Mitre, quien como militar, antes y después de la Guerra del Paraguay, fue un
fracasado. Perdió casi todas las batallas y en las pocas en las que se animó a
pelear en persona, y finalmente, en Paraguay, fue tal el bochorno de su
actuación que los Brasileños prácticamente le comunicaron, sutilmente o no, que
no lo necesitaban más en el frente y que se podía volver a Buenos Aires. De esta manera, los imperiales quedaron dueños
del mando en su totalidad, al no tener a su lado a su socio perdedor eterno,
que resultaba un estorbo y que retrasaba el final de la guerra, lo que les daba
la posibilidad de terminar antes la contienda. Mitre, ni lerdo ni perezoso, volvió
a Buenos Aires para seguir ordenando la persecución y extinción del paisanaje
del interior Federal, al que incorporaba a la fuerza para la lucha en el
Paraguay, junto a la destrucción de sus ranchos y cosechas, tal como se lee en
el ‘Martin Fierro’ de José Hernández.
“Yo he conocido esta tierra
en que el paisano vivía
y su ranchito tenía
y sus hijos y mujer...
Era una delicia el ver
cómo pasaba sus días"
En el mismo sentido, sigue
diciendo CARRÈRE CADIRANT[361]:
“(….) Asimismo
[Urquiza] tenía problemas para juntar los
contingentes, las divisiones de Victoria y Gualeguay se negaron a marchar, y
López Jordán le escribe: “Usted nos llama para combatir el Paraguay. Nunca,
general; ese es nuestro amigo. Llámenos para pelear a los porteños y
brasileros; estaremos prontos; ésos son nuestros enemigos. Oímos todavía los
cañones de Paysandú.”
“(….) Respecto al paisanaje…ni
el ofrecimiento de paga varió la negativa a incorporarse y la incorporación
debió hacerse forzosa, “engrillados” y atados “codo con codo”.
“(…) el reclutamiento de los
contingentes no fue fácil. (…) Para llenar las cuotas provinciales se autorizó
reclutarlos mediante paga, pero pocos lo hicieron. Entonces los gobernadores,
‘mitristas’ en su totalidad, y los comandantes de frontera se dedicaron a la caza
de “voluntarios”.
“(….) Sin embargo, benefició a
comerciantes y ganaderos porteños y entrerrianos cercanos al poder, que
hicieron grandes negocios abasteciendo a las tropas aliadas.
“(….) Un año antes de
Cerro-Corá, viejo y pobre en su destierro de Southampton, el Brigadier General
D Juan Manuel de Rosas, que por sostener lo mismo que López había sido
traicionado y vencido en Caseros por los mismos que ahora traicionaban y
atacaban al mariscal paraguayo, se conmovió ante la heroica epopeya americana.
El Restaurador miró el sable que el Libertador, General D José de San Martín, [no
es el sable de San Martín, como dice el autor citado, sino el suyo propio, como
veremos debajo] le había legado por su
defensa de la Confederación contra las agresiones de Inglaterra y Francia;
ordenó que se cambie su testamento. Así, el 17 de febrero de 1869, mientras el
Mariscal y el heroico pueblo guaraní se debatían en las últimas como jaguares
decididos que se niegan a la derrota, Rosas testó el destino del sable de la soberanía
en nombre de D Francisco Solano López: “Su excelencia el general D. José de San
Martín me honró con la siguiente manda: “La espada que me acompañó en toda la
guerra de la Independencia será entregada al general Rosas por la firmeza y
sabiduría con que ha sostenido los derechos de la Patria”.
“(….) “Y yo, Juan Manuel de
Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a S. E. el señor mariscal
Presidente de la República paraguaya y generalísimo de sus ejércitos la espada
diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible sostener esos
derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo
los derechos de su Patria…”.
Como ya expusimos antes,
ha habido repetidos errores respecto al sable que le legara San Martín,
confundiéndolo a veces con el del propio Restaurador.
En realidad, el sable
que legó Rosas a Francisco Solano López no era el que a su vez le cediera San
Martin, sino el suyo propio.
Observemos
atentamente la carta en tal sentido que Rosas le envía a Roxas y Patrón, antes
de la muerte de López:
“Febrero 17 1869 Dn José María a Roxas y Patrón
“Por mi parte he registrado en mi testamento, la siguiente
cláusula, entre otras adicionales.
Su Excelencia el Generalísimo, Capitán General Dn José de San
Martín, me honró con la siguiente Manda.
˜La Espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia,
será entregada al Gral. Rosas, por la firmeza y sabiduría, con que ha sostenido
los derechos de mi patria”
“Y yo Juan M. Ortiz de Rosas, a su ejemplo, dispongo que mi
albacea entregue Su Excelencia, el Señor Gran Mariscal, Presidente de la
República Paraguaya y Generalísimo de sus Ejércitos, la espada diplomática y
militar, que me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos; por la
firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de su Patria, el equilibrio
entre las Repúblicas de Plata, el Paraguay y el Brasil.- Rosas”
(Carta
de Juan Manuel de Rosas a José María Roxas y Patrón, en A.G.N. ‘Correspondencia
Rosas-Roxas y Patrón’-1868-1870).
Luego de la Muerte
del Mariscal López, Rosas tuvo que reformular su testamento:
A saber, el sable que
le legara San Martin le fue dejado a su consuegro Juan Nepomuceno Terrero y, a
su muerte al hijo de éste, su yerno, Máximo Terrero. (ver testamento cláusula
Nro.18).
El sable personal de
Rosas, se lo legó a su dilecto amigo José María Roxas y Patrón. Luego de
fallecido él y toda su familia, el sable debería pasar también a Juan
Nepomuceno Terrero y luego a sus herederos, entre ellos, también, Máximo
Terrero (Ver testamento cláusula Nro.16).
Dicen Oscar y Gabriel
O. TURONE[362] “(….)
Finalmente, no dejando dudas de las
causas reales de la guerra, el Gral. Mitre declaró: -“En la guerra del Paraguay
ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes principios
del libre cambio (…) Cuando nuestros guerreros vuelvan de su campaña, podrá el
comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los grandes principios que
los apóstoles del libre cambio han proclamado”.
“(….) Pergeñado por el imperio
inglés para terminar con la progresista Paraguay y todo su pueblo, y llevado a
cabo por sus agentes “masones” y “liberales” en Brasil, Pedro II, en la
Argentina, Gral. Mitre y en Uruguay, Venancio Flores, las cifras del genocidio
son difíciles de digerir, ya que exterminaron al 99 % de la población masculina
mayor de 10 años:
Al decir de Atilio
GARCÍA MELLID, citado por Oscar y Gabriel O. TURONE[363] “(….) El “liberalismo” -es una filosofía de odio
que no se sacia ni siquiera con la muerte; los liberales argentinos no han
hecho hasta el presente otra cosa que exponer graves doctrinas, ajenas en
absoluto a las convicciones y necesidades de nuestro pueblo y sus tradiciones:
“Todas sus aberraciones advienen de esta falsa cosmovisión, de una concepción
que prescinde de la idea de Dios y pervierte la noción de justicia y del
derecho emergentes de la ley natural y divina. No extrañe, pues, que el
liberalismo haya cubierto entre nosotros tan larga etapa de crímenes y
perversiones, y que esté dispuesto a recorrerla de nuevo si las circunstancias
fueran propicias a su restablecimiento en el poder”.
“(….) El Mariscal. López había
cometido un solo “error” para los intereses ingleses: crear un país próspero y
de vanguardia para la época, y jugarse en defensa de los intereses supremos de
su Nación, que es la ley suprema de todo gobierno genuinamente nacional”
Lo señalaba José
María ROSA, citado por Oscar y
Gabriel O. TURONE [364] “Cinco años antes, al comenzar la guerra de la Triple Alianza, el
Paraguay de los López era un escándalo en América. El país era rico, ordenado y
próspero, se bastaba a sí mismo y no traía nada de Inglaterra… Abastecía de
yerba y tabaco a toda la región y su madera en Europa cotizaba alto”.
“(….) Así, poco después de
marzo de 1870 no había más gobierno paraguayo que el impuesto por el Imperio
del Brasil; la República Argentina así, aliada al Brasil, había ganado la
guerra contra el Paraguay, contribuyendo a la aniquilación, destrucción y
devastación de una nación independiente, de su territorio y de sus habitantes.
No obstante, el Gral. Mitre, desde su tribuna en el diario ‘La Nación
Argentina’, afirmaba: “Los soldados argentinos no han ido al Paraguay a derribar
una tiranía, aunque por accidente sea uno de los fecundos resultados de su
victoria. Han ido a vengar una afrenta gratuita asegurar su paz interna y
externa, a reivindicar la libre navegación de los ríos y a reconquistar sus
fronteras de hecho y derecho”.
“(….) La
síntesis más clara de la esencia de ese liberalismo-masónico-laico la expresa
el Dr. Sarmiento, “el Satírico sanjuanino de talla grotesca y de espíritu
dañino” (frase de Víctor O. Andrade), en carta al Gral. Mitre, en 1872: El
pueblo paraguayo: “Estamos por dudar de que exista el Paraguay. Descendientes
de razas guaraníes, indios salvajes y esclavos que obran por instinto a falta
de razón. En ellos se perpetúa la barbarie primitiva y colonial. Son unos
perros ignorantes de los cuales ya han muerto ciento cincuenta mil. Su avance,
capitaneados por descendientes degenerados de españoles, traería la detención
de todo progreso y un retroceso a la barbarie… Al frenético, idiota, bruto y
feroz borracho Solano López lo acompañan miles de animales que le obedecen y
mueren de miedo. Es providencial que un tirano haya hecho morir a todo ese
pueblo guaraní. Era preciso purgar la tierra de toda esa excrecencia humana:
raza perdida de cuyo contagio hay que librarse”.
José María ROSA[365] intuye que “tal vez no creyeron los brasileños de 1864
a 1866 en la posibilidad de otra guerra en el sur, y menos contra Paraguay; tal
vez menospreciaron la capacidad de heroísmo del pueblo paraguayo y su
conductor. O imaginaban mayor y voluntaria la contribución —que nunca dejó de
ser forzada— de argentinos y orientales”.
“Lo cierto es que
Brasil debió emplearse a fondo para vencer el obstáculo del Paraguay, y perderá
en esa guerra la hegemonía lograda en Caseros. Porque el Brasil maltrecho y
victorioso de 1870 sería fácilmente apartado por Inglaterra, que a la postre
fue quien cobrara los estipendios de la hecatombe”.
“En los esteros
paraguayos se hundiría el gran Paraguay de Francisco Solano López, pero también
el Brasil imperialista de Pedro II. Y de 1870 en adelante, el dominio
financiero inglés se extendería por Uruguay, la Argentina, Brasil y los esteros
del Paraguay, como dueño absoluto de América del Sur”.
José Ignacio GARMENDIA[366]
comenta las palabras de un testigo de la batalla del Pickiciri de Agosto de
1868, que sirve de ejemplo de lo que fueron todas las batallas defensivas de
los paraguayos desarrapados y fantasmales (niños, ancianos y mujeres) contra la
enorme tropa brasileña, hasta el final de la guerra en 1870: “El pueblo paraguayo, en esta última época, presentó un
ejemplo que aún la historia de los tiempos modernos no revista otro igual. Un
último ejército de inválidos, viejos y niños de diez a 15 años, combatiendo
bizarramente contra fuerzas superiores, y muriendo como si fueran soldados, en
los campos de batalla que no concluían sino para volver a dar comienzo, entre
la agonía de los moribundo y el horror del degüello sin piedad”.
Un auténtico genocidio del pueblo paraguayo no
suficientemente expuesto ni reconocido como tal actualmente. Prácticamente más
del 90% de los varones paraguayos en edad militar fueron eliminados en esta guerra
y, por lo menos la mitad de la población general. Ésta habría pasado de
1.337.439 (supuesto censo de 1857) a 28.746 hombres adultos, 106.254 mujeres
mayores de 15 años y 86.079 niños (conf. Enciclopedia Británica de 1911- Vol.
20, pp. 759.)
Alberdi, al que no se
le puede imputar pertenencia al Federalismo, hacia el final de sus días, conversando
con Ernesto Quesada en su estadía en Europa le dijo reflexivamente sobre la
guerra del Paraguay (citado por GARCIA MELLID[367]):
“Para
consolidar tal “Redención” y uniformar el país en ese sentido, los hombres de
Buenos Aires se enfeudaron a la política brasilera, y fomentaron la revolución
Oriental de Flores, el escándalo de Paysandú y terminaron con el tratado de la
triple alianza para arrasar al Paraguay y obligar a las provincias, so capa de
la guerra internacional y merced al estado de sitio, a someterse a la política
porteña. Consideré tal guerra como el más funesto error histórico y la mayor
calamidad para nuestra nacionalidad: por eso la combatí desde el extranjero,
como lo hicieron Guido y Spano y lo mismo Navarro Viola, que como verdadero
patriota, debía mostrar a nuestras provincias el abismo que conducía tan
monstruosa guerra, contraria a los intereses verdaderos de Plata y que solo
serviría al Brasil para debilitar a sus linderos del Sud, consolidar su
influencia agresivamente imperialista y legalizar sus usurpaciones
territoriales… “La América no conoce la historia del Paraguay sino
contada por sus rivales. El silencio del aislamiento ha dejado a la calumnia
victoriosa”.
Ya que hablamos de
Guido y Spano en este párrafo, tal como antes lo hicimos sobre su padre Tomás
Guido, sobre su amigo San Martin y sobre su contemporáneo Bartolomé Mitre, observemos
su opinión sobre éste.
En un libro
voluminoso de Carlos GUIDO Y SPANO, sobre su padre y sus relaciones con su
amigo San Martin, con O’Higgins, con Pueyrredón, con Sarratea, con Rondeau y
con otros militares peruanos y chilenos de la época en que San Martin emprendía
sus hazañas continentales, describió la situación imperante a través de la
correspondencia entre ellos, entre los años 1817 y 1820.
En las cartas entre
estos personajes, queda claramente reflejado el estupor y enojo de San Martín
para con el gobierno de Buenos Aires que conspiraba en su contra y que le pedía
que volviera desde Chile, para reprimir a los criollos que se alzaban contra el
centralismo porteño. A este pedido, por
supuesto, San Martín se negó de plano, lo que llevó al gobierno central, ante
tamaño rechazo, a aumentar el acoso contra el General.
En las críticas a San
Martin y, por carácter transitivo, a Tomás Guido, no podía faltar la palabra de
Bartolomé Mitre. Algo que enfureció a su
hijo Carlos y lo motivó a escribir un libro reivindicativo, en el que, sin
nombrarlo directamente, dio datos suficientes para identificarlo.
Nótese como en el
Proemio, Carlos imputa directamente el destrato y el olvido en el momento del
fallecimiento de su padre, Don Tomás, a las autoridades del país. Típico, agregamos por nuestra cuenta, del
accionar del liberalismo masónico. El silencio.
Dice Carlos “Un afamado escritor contemporáneo a quien el
Congreso, estimulándole á publicar una «historia argentina» que ha emprendido
arrojo, la temeridad de las palabras trascriptas, y otras no menos injuriosas
que omito, debían ofender profundamente la opinión. Fallecido mi padre en 1866,
habiendo desempeñado durante su carrera, setenta y tantas comisiones y empleos
civiles y militares; elevado en ella siete veces a la categoría de Ministro de
Estado; veinte á la de Plenipotenciario para tratar graves asuntos en diversos
países; Coronel en Chile, General en el Perú, donde nombró le Sucre Gobernador
interino de Lima.
“Fue
sepultado en Buenos Aires en medio del sentimiento de sus numerosos amigos y
del pesar del pueblo que veneraba su noble ancianidad; pero sin ninguno de los
honores de su rango, sin la menor demostración oficial, cerrándose las
ordenanzas del ejército, y ofuscándose la conciencia de los magistrados
partidarios, ante el féretro que en cerraba las cenizas […] Enrollada quedó en
su ciudad natal el día de su entierro, la bandera cuya sola vista reanimaba sus
fuerzas decadentes; aquella bandera de los Andes que él trajo del Perú
despedazada, como un glorioso y melancólico trofeo.”
“En
cambio la vemos a cada paso a media asta por el fallecimiento de cualquier
imberbe diputado, acaso fraudulentamente elegido, ó por la de algún
insignificante príncipe extranjero. Pasadas las espansiones [sic] íntimas por
la pérdida de semejante ciudadano, rodeó su nombre el más profundo silencio, y
cual si se hubiera querido sepultar con sus reliquias su memoria, no recibió su
viuda, hija de un héroe, ni una carta de pésame, ni una salutación, ni un
simple mensaje de las autoridades”.[…]
“Esta
circunstancia de que el verdadero pueblo es inocente, ha sido considerada en su
familia con impasibilidad filosófica: ni una protesta, ni una insinuación, ni
un reclamo. […]”
“A ruin
golpe fuerte adarga, me he dicho, y calzándome las espuelas salí más de una vez
al encuentro a los detractores de la reputación o de los antecedentes de mi
padre. Pese a la ingratitud y la envidia, crece un laurel sobre la piedra tosca
de su tumba y no ha de ser fácil hollarlo mientras la piedad filial lo custodie.
[…] ”
“La
imagen de la libertad es sustituida por ídolos siniestros. Pero cuando la
anarquía nos invade, cuando el despotismo nos sofoca, que se nos cree
irremisiblemente perdidos, vigorosas reacciones vuelven al cuerpo social su
vitalidad y su acción, entrando entonces con brío en las anchas vías del
progreso, que son también las que le llevan a una transformación absoluta […].
“Esclarecidos
varones, se empequeñecen y degradan. Fresco aun el recuerdo de su apoteosis por
el pueblo, San Martin mismo que cuanto más se esquivara a su gloria tanto la
alcanzara mayor, no ha sido respetado […]
“[El General Guido] No tiene monumentos
que hablen en su favor. La tierra que lo cubre está muda, y poseyendo yo sus
papeles, seria inexcusable reservarlos cuando llega el momento de justificar su
memoria tan gratuitamente deprimida. ”
“De esa
convicción ha nacido este libro […]. En su conjunto descubrirá el lector los
rasgos característicos de una época memorable aun no bien estudiada, y sí es
argentino quien recorra sus páginas, verá con orgullo de qué modo eran
defendidos los intereses de su patria—y con profunda emoción —la intimidad, el
afecto inviolable, la perfecta armonía de los hombres eminentes destinados a
fijar, en primera línea, el destino de las Repúblicas del Sud. […] ”
De estos pocos
párrafos de Guido y Spano se pueden extraer algunas ricas conclusiones:
La vehemencia con la
que se levantó ante los agravios inferidos por Mitre, no era otro el ofensor,
que subrepticiamente manchó el honor de San Martin y de su padre Tomás Guido.
Primero, le enrostró
a Mitre los honores y grados que obtuvo por mérito propio su padre: setenta y
tantas comisiones y empleos civiles y militares, elevado en ella siete veces a
la categoría de Ministro de Estado y en veinte a la de Plenipotenciario para
tratar graves asuntos en diversos países; fue Coronel en Chile y General en el
Perú, donde nombró a Sucre Gobernador interino de Lima.
En segundo lugar, el
autor hace notar que a la muerte de su padre se tendió un manto de silencio
oficial. No sólo los civiles sino también los militares ignoraron a tan
importante hombre que durante décadas fue protagonista en la gesta sanmartiniana,
y luego como diplomático del gobierno de la Confederación Argentina en el
Brasil en los tortuosos años de confrontaciones entre el Imperio siempre
expansionista y el gobierno soberano de Rosas.
Ni siquiera una nota
de pésame le fue enviada a la familia por parte del Estado. La familia, con
dignidad, no protestó ni reclamó nada por tales desaires de Mitre y su
gobierno. Y comparó la diferencia con tantos mediocres, legisladores
fraudulentos o gobernantes extranjeros que fueron llenados de honores y honrados
en caso de muerte con la bandera a media asta.
Señaló, con devoción,
que mientras su filial amor existiera no les sería fácil hollar la tumba de su
padre que él custodiaría.
Se puede notar que el
silencio de Mitre y los demás funcionarios masones ante el fallecimiento de
Tomás Guido, fue el típico comportamiento masónico de ocultamiento de los
grandes actos de aquellos que lucharon por la unión hispanoamericana frente a
los componendas oscuras masónicos de quienes nos explotaron y nos explotan hoy
día. Nada ha cambiado. Los héroes de hoy, que los hay, son silenciados en el
recuerdo, en los colegios, y en los homenajes, esperando que el tiempo los
borre de la memoria colectiva.
De tal modo, la
Masonería, que manejó los hilos de este triste período de nuestra historia,
hizo combatir a hermanos contra hermanos, para beneficio del ‘libre cambio’ y
los negociados de la Banca inglesa. El Imperio Británico pudo adentrarse en los
ríos interiores hasta el Paraguay manejar sus intereses comerciales, todos
hechos reconocidos y escritos por Mitre, Sarmiento y tantos otros.
Mitre declaró gozoso
y sin sonrojarse: “En la guerra del
Paraguay ha triunfado no sólo la República Argentina sino también los grandes
principios del libre cambio (…) Cuando nuestros guerreros vuelvan de su
campaña, podrá el comercio ver inscripto en sus banderas victoriosas los
grandes principios que los apóstoles del libre cambio han proclamado».
Veremos algo más
sobre la incidencia de la Masonería en las guerras posteriores a Caseros, en el
Capítulo XI.
*****
X.-LA
‘PATRIA CHICA’ - LA GEOPOLÍTICA DEL IMPERIO DEL BRASIL Y SUS ADLÁTERES CRIOLLOS
Dice, Vivián TRÍAS[368]
haciendo una síntesis reflexiva, que toda la cuestión del Plata fue difícil,
intrincada y sangrienta. Y lo que se había proyectado al principio, en cuanto a
una integración hispana, terminó siendo una balcanización .
Dice el autor que
operaban fuerzas centrífugas que obstaban a la unidad nacional y fuerzas
centrípetas que la favorecían.
“Entre las primeras, las inmensas distancias que separan los centros
poblados, los localismos, la heterogeneidad geográfica, económica y social
entre las distintas regiones, el desarrollo desigual, la tradición
particularista del derecho indiano; ante todo, la presión balcanizadora del
Imperio ingles inspirada en el principio de "dividir para reinar".
“Su origen es el fundamental memorándum de Lord
Castlereagh de 1807, en que propone la creación, en las Indias españolas, de
varias monarquías independientes y conectadas, económicamente, a Gran Bretaña.
De esa manera cada país se proyectaría hacia la economía mundial regida por el imperialismo
liberal de la City y se descoyuntaría de posibles integraciones nacionales de
gran magnitud que, como lo enseñaba el ejemplo norteamericano, podían
convertirse, en no demasiado tiempo, en temibles competidores.
“A su vez, las principales fuerzas centrípetas,
aglutinantes, en el ex Virreinato, radicaban en la vigencia de por lo menos tres
de las comunidades que conforman una nación. Ellas son:
“La comunidad de tradiciones históricas, en la que
confluyen la larga y común experiencia del coloniaje con unidad gubernamental y
administrativa, la resistencia a las invasiones inglesas. el pronunciamiento
independentista, etc.
“La clara comunidad territorial -basta echar una
ojeada al mapa para comprobarla, y la comunidad idiomática suministrada por la
rica lengua cervantina.
“El problema era la ausencia de comunidad económica. Ahí
residía el epicentro de la difícil querella, clave de las hondas
contradicciones que encendieron la guerra civil entre Unitarios y Federales.
“Ya hemos visto los enfoques opuestos con que una y otra
facción pretendían dotar de unidad económica al país. Hemos apuntado que el
criterio Unitario conducía a la semi-colonia y el Federal a la nación soberana”
Se podría decir que
las enormes distancias que separaban a los poblados también existían en el
Brasil y sin embargo, a diferencia de lo acontecido con nuestra Confederación,
esta nación no sufrió acciones centrípetas, salvo con los ‘farrapos’
independentistas del sur durante pocos años.
Entendemos que la
clave está en que para Inglaterra siempre fuimos un territorio geográfico y
económico a conquistar para destronar la influencia de España, su gran enemiga
comercial y política.
En cambio, Brasil
como desprendimiento de Portugal, hacía más fácil la tarea para los ingleses
-salvo en temas de esclavitud- puesto que Portugal era socia de Inglaterra en
muchos intereses, como, por ejemplo, en su competencia con España. Tanto
Inglaterra como Brasil tenían como oponente político y comercial a España y
como desprendimiento, a sus antiguas colonias.
Retomando el tema del
Imperio del Brasil, debemos tener presente que su idea geopolítica no sólo era
llegar por el sur-sur oeste hasta el Rio de La Plata, donde obtendría
territorios templados aptos para la ganadería y la agricultura, sino también alcanzar
luego el Océano Pacífico para convertirse en una potencia bi-oceánica, teniendo
acceso a los ríos Paraná y Uruguay, ahogando al Paraguay y a Bolivia.
Hagamos un poco de
historia para ver el desarrollo ideológico de la diplomacia brasileña que puso
en práctica su herencia lusitana en el siglo XIX y que tantos males ha causado
a las naciones hispanoamericanas.
En 1837, los
conservadores manejaban la política del Imperio. Para ellos, la realidad era la
base de su actuación a diferencia de los ‘ideólogos’ iluministas y liberales
que llevarían a la fragmentación del Brasil en separatismos varios, sobre todo
en el sur. Eran aristócratas esclavistas, sumamente combativos que trataban de
limitar la influencia inglesa.
El Emperador Pedro II
servía de catalizador entre los conservadores y los liberales, nombrando los ministros
que designaban a los presidentes de las provincias. También estaban los Consejeros del Emperador
que le proponían lo mejor para su gobierno, y no tenían diferencias entre ellos
cuando de servir a la nación se trataba.
El pueblo brasileño
podía tener su culto y sus periódicos, podía hablar y opinar, pero no podía
gobernar porque esto estaba reservado sólo a su clase dirigente.
Dirigente podía ser
cualquiera que tuviera los méritos para ello. En Brasil la ‘meritocracia’ era la base de la designación de los políticos.
El Brasil se avino a
ser la metrópoli continental del Imperio Inglés y a cambio le fue dada la
hegemonía regional y una estabilidad política interna que no tenían los Estados
hispanoamericanos. Entendemos que esas alianzas continúan vigentes al día de
hoy.
Ese gran cuerpo
diplomático, militar y político que regía los calculados destinos del país lo
reseña José María ROSA[369] con nombre y apellido:
“La aristocracia brasileña tuvo el alto valor de una
clase dirigente: produjo auténticos estadistas de su tierra y de su época, al
tiempo que las clases privilegiadas del Plata daban retóricos ceñidos a frases
y a fórmulas de aplicación universal e intemporal.
“Los aristócratas brasileños fueron hombres
impregnados del espíritu de nacionalidad que es el alma de los pueblos: Honorio
Hermeto Carneiro Leáo que no admitía vacilación tratándose de la patria, Bernardo
de Vasconcellos dejando los jirones de su nombre en el diario combate por la
unidad y grandeza de Brasil. Luis de Lima e Silva, luego conde, marqués y duque
de Caxias, tan buen guerrero para abatir insurrecciones como hábil político
para pacificar espíritus, Ireneo Evangelista de Souza, el poderoso Mauá cuya
gran fortuna laboriosamente conseguida estuvo sin vacilar servicio de la
dominación en el Plata; Paulino José Soares de Souza, sonriente y callado
vizconde de Uruguay -ese arte de callar tan poco sudamericano-, que tejería
habilidosamente la urdimbre para envolver en Caseros el temible poder de Rosas
y la integridad de la Confederación Argentina. Y todos los demás: Rodrigo de
Souza de Silva Pontes el diplomático eficaz de Montevideo que gestó en 1851 el
pronunciamiento salvador; Hollanda Cavalcanti (Antonio Francisco de Paula
Hollanda Cavalcanti de Albuquerque, vizconde de Albuquerque), que soñaba con
una federación de los pueblos de Iberoamérica presidida por Brasil; Antonio
Paulino Limpo de Abreu, vizconde de Abaeté, abogado de claros alegatos contra
el prepotente ‘brazilian act’ de los ingleses.
“Esa aristocracia no era una comunidad de sangre, un
círculo exclusivo de hijos de aristócratas. Ninguna verdadera aristocracia lo
es, menos lo sería la brasileña, el mejor tipo de clase dirigente que dio siglo
XIX.
“Quien tuviese condiciones y habilidad podía abrirse
camino hacia los primeros rangos, pues los títulos nobiliarios no se heredaban
constituían un premio a ganarse”.
Es lícito decir que, en
el sur, en Rio Grande do Sul, no había prendido el ‘monarquismo’ ni había
aristocracia como en el norte. Los ‘gaúchos’
se parecían a los gauchos pampeanos u orientales en su manera de ser, de
vestir, de vivir.
El citado autor nos
da una explicación bastante exacta de las razones de fondo por las cuales el
expansionismo brasileño progresó a expensas de la explosión de muchas
republiquetas hispanas que no pudieron, mantenerse en unidad. El régimen
monárquico y la capacidad de Pedro II, tuvo mucho que ver en ello.
“Por
esa aristocracia y ese monarca la América portuguesa no se partió en veinte
republiquetas independientes y enemigas como la América Española, ni la
Confederación Argentina pudo infligirle
una derrota decisiva en 1851- el año crítico de la historia imperial-,
cuando el poder de Juan Manuel de Rosas se erguía más fuerte que nunca después
de su victoria sobre Inglaterra y Francia, y su ‘Sistema Americano’, parecía
cristalizar una federación de repúblicas populares que significaría el fin del
sistema político, social y, tal vez, de la integridad brasileña.{…}
“Pero
la astucia de Paulino, la energía de Honorio, la capacidad militar de Caxias,
el dinero de Mauá, los talentos diplomáticos de Pimenta Bueno, Ponte Ribeiro o
Silva Pontes, y el buen sentido de don Pedro II, consiguieron trabajar lose
disolución que presentaba la Argentina antes que Rosas acabara de valerse de
los brasileños. Pusieron de su parte la escasa visión patriótica y pobreza de
anhelos públicos de la clase destacada rioplatense y aprovecharon las
ambiciones políticas, intereses privados o tal vez simple Ingenuidad de algún
general argentino que consintió pronunciarse a favor del Imperio. Fue una labor
reflexiva, ambiciosa y acabaría madurada en triunfo el 3 de febrero de 1852”.
Exacta visión que
compartimos plenamente, con un agregado. No sólo fueron los políticos y los militares
de este lado del Plata los que evidenciaron corta mirada y defendieron
intereses antihispanos, también algunos Orientales como Eugenio Garzón y
Servando Gómez; el paraguayo Carlos Antonio López, con su tibieza
‘neutralista’; y Andrés de Santa Cruz en el Alto Perú, son algunos de los
ejemplos externos a la Argentina.
De tal modo, la falta
de capacidad política nacional de nuestra clase dirigente se percibió reflejada
en los Triunviratos, y Directorios que sumieron a nuestro pueblo en una
incipiente anarquía. No era una aristocracia, consustanciada con su pueblo y
sus intereses sino una oligarquía con su mirada puesta en los reflejos venidos
de Europa.
En la Europa francesa
o Inglesa (y sus dineros), todos eran sordos y ciegos ante una realidad que los
interrogaba permanentemente y a la cual le daban la espalda. Sólo se dedicaban
a cuestiones formales la Constitución como panacea de crecimiento necesario mientras
la nación real se despedazaba en guerras y ellos se llenaban los bolsillos de
dinero francés o inglés, manchados con sangre criolla.
Dice al respecto ROSA[370] “La patria para ellos no estuvo en la tierra, ni en la historia ni en
la sangre, ni en la comunidad. La patria era la ‘civilización’. «Nadie es extranjero en la patria universal,
la patria es el universo». dijo Echeverría en 1846; «llamar hermanos a los
nacidos en el mismo suelo es un despropósito; los espíritus universales no
somos hermanos de las bestias nacidas en América», bramaba Alberdi en 1839;
«nuestro patriotismo no es el patriotismo del pampa, no es la incrustación del
hombre sobre la tierra, que respetamos solamente en el ombú», razonaba Mármol
en 1851”
¡Qué diferencia con
el pensamiento y la acción brasileña! Éstos se deberían reír y regodear con la
cortedad de visión y la ignorancia de los rioplatenses, cuando no satisfacerse
con la facilidad que tenían para comprar las almas y las voluntades de estos
criollos tan aptos y rápidos para traicionar a su patria.
De tal modo, mientras
Rivadavia le daba la espalda a San Martín cuando no intentaba atentar contra su
vida, Brasil incorporaba a la Banda Oriental, segregaba al Alto Perú con sus
políticos corruptos, y maniobraba certeramente azuzando al Paraguay con el
fantasma de la invasión argentina, que nunca fue cierta.
A diferencia de los
brasileños, estos Unitarios disociados de toda realidad que los circundaba,
jugaban a la ‘cuadratura del círculo’, mientras Hispanoamérica se convertía en
piezas sueltas e inconexas. El
Virreinato perdió el Paraguay; el Alto Perú; la Patagonia a manos de Chile y
sus boletineros como Sarmiento; y la Banda Oriental. Decía Pereyra Da Silva en la Cámara de
Diputados brasileña, el 17 de junio de 1850 “los designios del General Rosas no son ocultos. Pretende reconstruir el
Virreinato de Buenos Aires, acabando con todos los pequeños Estados que de él
se habían hecho independientes. Estos designios son fatalísimos, perjudiciales
al Imperio del Brasil”
Reparemos en algunos
antecedentes expansionistas brasileños, a través de la mirada del historiador
Oriental Romeo PEREZ ANTÓN[371].
“La
batalla de ltuzaingó, de febrero de 1827, constituyó el episodio más
significativo de la campaña que empujó la guerra desatada en 1825 entre las
Provincias Unidas y el Brasil a territorios de Rio Grande do Sul. […]
La
batalla de ltuzaingó puso de manifiesto que las fuerzas del Emperador,
encuadradas en gran parte por oficiales prusianos, no podían expulsar de Río
Grande a los invasores, dato estratégico que implicaba un riesgo enorme para la
unidad del Imperio, ya que favorecía directamente al movimiento republicano
‘gaúcho’, dotado de una fuerte expresión miliciana, con Bentos Gonçalves al
frente.
No se
olvide que muy pocos años después, entre 1836 y 1845, Rio Grande do Sul se
separaría del resto de Brasil y se organizaría como la República de Piratini,
cuyo Presidente no fue otro que Bentos Gonçalves.
Los
argentinos, sin embargo, no estaban en condiciones de explotar su éxito
militar. Sin olvidar el hecho diplomático mayor que radicaba en que continuar
promoviendo una escisión en el Brasil imperial significaba desafiar a Londres,
padrino por entonces de toda la proyección lusitana, y en Londres tenían sede
los financiadores de las dos potencias en guerra, el ejército victorioso
adolecía de carencias logísticas extremas.
Por eso
debió replegarse a territorio oriental, al norte del río Negro, donde esperó,
entre penurias de toda índole, o una reanudación de la ofensiva (y la
maduración del mencionado levantamiento republicano, que no llegó a tiempo) o
la culminación de las intensas labores diplomáticas que procuraban un
armisticio.
El
mantenimiento de la unidad de todo el ámbito luso-americano después de su
separación de Portugal en 1822 constituye el más importante de los datos
geopolíticos para la América del Sur independiente de Europa.
El
Imperio primeramente (entre aquel año y 1889) y la República desde este último
y hasta la actualidad, obtuvieron como su éxito principal la referida
conservación de un inmenso espacio bajo un solo gobierno. Brasil no se
desmembró […]”.
No hubo
levantamientos independentistas en la América lusitana. No se guerreó por la
autonomía ni, salvo en Rio Grande do Sul, a favor del régimen monárquico por
una República. […]
La
fundación del Imperio del Brasil, distinto del Reino de Portugal y Algarves,
resultó de desacuerdos de familia, que quizás fueron, en sustancia, acuerdos de
familia. La coronación de Pedro I no agitó más que los palacios de Río y
algunos despachos diplomáticos europeos constituidos en esa misma ciudad.
Las
cancillerías europeas anotaron sin sobresaltos la fundación del nuevo Estado y
la denominación del trono que se erguía pomposamente en la bella, chispeante y
tórrida ciudad sudatlántica. ¿Qué cambió en el inmenso Brasil, al día
siguiente? […]
Ligado
constantemente a Londres; en virtud de su inveterada hostilidad a Castilla,
ávido de las praderas en que se había criado el jefe Oriental [ Lavalleja], empeñado
en apoderarse de una de las márgenes del Río de la Plata para lo cual,
habiéndole resultado muy aceptables las fórmulas de la Colonia de Sacramento y
de la Provincia Cisplatina, forzado a renunciar a ellas, no vería con malos
ojos la separación de Montevideo y su interior de las Provincias Unidas”.
Es evidente, según
nos manifiesta el autor citado, que el paso del Imperio a la Republica fue
indoloro, continuó la unidad política y territorial brasileña y su afán expansionista,
heredado de Portugal. Tuvo como
sostenedor e impulsor a Inglaterra que se beneficiaba económicamente sin que
trajera aparejado la toma de la Banda Oriental, dado que Inglaterra tampoco
quería que el Brasil la obtuviera, sino que fuera independiente, un ‘Éstado-Tapón’.
Para ese afán
expansionista, el Brasil tuvo en la banca inglesa, su mejor aliado. El dinero
fluiría a raudales y sin límite alguno.
ROSA[372] nos hace llegar la
exposición de un tal Irineo, empleado de confianza de la banca inglesa
Rothschild en el Brasil. El susodicho dijo que “A los 13 años, Irineo era el empleado de confianza de la casa;
laborioso hasta el extenuamiento [sic],
era inteligente, modesto y de extrema honradez. Cuando la casa portuguesa donde
se inició tuvo que repartir sus bienes entre sus acreedores, fue «adquirido»
por el fuerte comerciante inglés Richard Carruthers. Según una anécdota, el
patrón de Irineo, obligado hacia Carruthers le traspasó su dependiente, «la
mejor joya de la casa».
“La firma Carruthers,
financiada por Rothschild, era la principal en el negocio de exportación e
importación de Río de Janeiro en 1830…. En 1850 el gabinete brasileño
necesitaba dinero para suplir el subsidio francés que hasta entonces mantuvo la
defensa de Montevideo: era necesario «adquirir» la plaza, inapreciable para la
próxima guerra con la Confederación Argentina […].
“En dicha exposición
Irineo decía que «Desde comienzos de 1850 acompañé todas las evoluciones de la
política de Brasil en el Río de la Plata A mediados de ese año díjome el señor
consejero Paulino entonces Ministro de Negocios Extranjeros que, puesto que la
actitud de la Legación Argentina se tornaba cada día más pronunciada y Brasil
no estaba preparado para aceptar la lucha, tendría el gobierno que reunir sin
hacer bulla los elementos precisos para dar el golpe a fin de no encontrarnos
envueltos en una guerra duradera que sería funesta para las finanzas del
Imperio. ‘S. E. me hizo saber que, abandonada la plaza de Montevideo por
Francia, o simplemente amenguados los recursos que ésta le suministraba, sería
inevitable su calda en poder de Rosas perdiendo así Brasil una base de
operaciones en la guerra inevitable que se aproximaba. Que era preciso a todo
trance sustentar la plaza con recursos financieros, y como no estaba aún
preparado Brasil para hacer la guerra, el gobierno confiaba en mí para prestar
los auxilios indispensables como préstamos hechos particularmente por mí. ‘El
tratado secreto con el representante de la plaza en esta Corte [Andrés Lamas] estableció la importancia de estos
auxilios, que fueron entregados por mí sin percibir una partícula de beneficio,
por el contrario; sabiendo que los recursos entregados no eran bastantes para
conseguir el fin que se tenía en vista, traté de auxiliar eficazmente la
defensa de Montevideo… siendo mi pensamiento concurrir para el triunfo de la
política de Brasil en el Rio de la Plata’.
“Por su participación
decisiva en la caída de Rosas, que estabilizó las instituciones políticas y
sociales brasileñas y dio hegemonía a Brasil en el continente, Irineo sería
ennoblecido con el título de barón de Mauá. En 1874, al financiar el cable
entre Brasil y Europa, Pedro II lo ascendería a vizconde.”
Efectivamente,
luego del triunfo imperial en Montevideo que significó el fin de la Guerra
Grande, los brasileños y sus banqueros fueron los dueños del Estado
Oriental. En especial Mauá, el
prestamista oficial del Gobierno Unitario, quien poseía miles de hectáreas de
tierras y construcciones navales.
Después
de Caseros le tocó a la Argentina. Con la caída de Rosas, Mauá consiguió todo
el monopolio bancario, emitía moneda, y sus deudores pasaban a ser ‘deudores
del Estado’.
De
tal manera, el control financiero, económico y comercial de la Confederación
tenían a Mauá como el dueño de la llave que lo manejaba. Abrió su propio Banco
en Buenos Aires y en Rosario, y le llenó
los bolsillos de dinero a Urquiza, que era un satélite del Brasil ante el cual
se postraba, pues el dinero brasileño lo ‘convencía’ rápidamente, para que
hiciera la ‘vista gorda’ en Paysandú y en la Guerra del Paraguay ante los
gritos desesperados del pueblo entrerriano que veía como el General se
encerraba en su palacio, y en un silencio imperturbable ante las masacres de
Paysandú y Paraguay, aceptaba el protectorado Imperial sobre la Banda Oriental
y entregaba ‘de Iuris’, las Misiones
Orientales. Ése es nuestro héroe de papel.
No se debe creer que
el afán expansionista del Imperio del Brasil haya decaído con la Republica del
Brasil.
La política exterior
del Brasil siguió siendo única y constante a través del tiempo.
El escritor Oriental
Julio Cesar VIGNALE[373] nos menciona el
crecimiento del territorio brasileño a expensas de sus vecinos, luego de la
Batalla de Caseros en Febrero de 1852.
Sobre
el Uruguay (Tratado de 1851) 48.000 Km-
Sobre
Venezuela (en 1859) 150.000 Km-
Sobre
Bolivia (en 1867) 160.000 Km-
Sobre
Bolivia (en 1904) 160.000 Km-
Sobre
Colombia 210.000 Km-
Sobre
Paraguay (Guerra de la Triple Alianza) 47.000 Km-
Tengamos
presente que luego de Caseros, el Brasil siguió expandiéndose a sangre y fuego
cuando su habitual habilidad diplomática no alcanzaba sus fines.
Debemos
recordar que los brasileños robaron el Archivo Nacional del Paraguay tras la
batalla de Piribebuy, el 12 de agosto de 1869. En consecuencia, el Paraguay no
podía justificar, ni reclamar por ninguna posesión. No había prueba documental
alguna pues los brasileños, rapiñaron todo lo que encontraron que justificara
el derecho al Paraguay a esas tierras.
El
citado autor, nos da una descripción que hiela la sangre respecto a la masacre
de los brasileños al pueblo de Paysandú, que provocó una carnicería pocas veces
vista. Contaron, con la ayuda del
(siempre) artero Justo José de Urquiza, que desde el otro lado del río
contemplaba impávido el tormento de los asesinados habitantes de la ciudad
costera, bombardeados día y noche por los brasileños, abastecidos por el también
(siempre) renegado y bien pagado Bartolomé Mitre.
Y
decimos que la política del Brasil sigue siendo su expansionismo pues como dice
JAURETCHE[374], “Siendo
capitán de fragata, el almirante Pena Botto[375]
publicó [en 1940] un libro edición
oficial del Ministerio de Marina, donde propugna decididamente la ocupación de
la Banda Oriental por el Brasil como necesidad primaria de la política
brasileña…. Dice en ‘Campanhas Navaes Sul Americanas’: "Mas o futuro nos
hará voltar de nuevo o Atlántico Sul, onde marinha muy probablemente será
chamada a defender o porvenir brasileño”
Posteriormente,
en el diario ‘La Mañana’ de Montevideo del 11 de abril de 1957, se informaba
que pocos días antes el senador y periodista brasileño Francisco Assis de
Chateaubriand había pronunciado en el Senado del Brasil las siguientes palabras: “El Uruguay es una provincia brasileña,
Ya, por lo demás aconsejé a los uruguayos que retornaran a la comunidad brasileña
en una de las veces que estuve a allí. Tengo con este país el completo de
Electra. Soy imperialista nato y creo que debemos cambiar el nombre de
República de los Estados Unidos del Brasil por el de Imperio del Brasil, y
volver a ser otra vez los impetuosos imperiales del tiempo de la guerra de los
Farrapos".
A
confesión de parte, relevo de prueba. Los
propios brasileños confesaron sin ambages su afán imperial y expansionista sin arredrarse
ante nada ni nadie.
Esto
nos permite ver también el sentido visionario de Artigas respecto al Brasil y
sus conductas imperiales. No se equivocaba ‘El
Protector de los Pueblos Libres’….
El achicamiento de nuestra ‘Patria Grande’ no
sólo fue impuesto por las diplomacias extranjeras, en especial la brasileña,
sino que también fue algo querido por nuestras lumbreras con concepciones
ideológicas que establecían que la extensión del territorio conspiraría contra
el engrandecimiento de nuestra civilización, valga la paradoja contradictoria
de sus desquiciados cerebros. Y esto lo conocían los brasileños que con su ‘real politik’ sabían, y muy bien, que la
extensión del territorio era fundamental para el desarrollo de una nación.
JAURETCHE[376] define perfectamente
aquello que tenían presente los caudillos que anteponían la realidad de nuestro
suelo, con sus propias costumbres e idiosincrasia hispánica, a los desvaríos
iluministas de los afrancesados unitarios con sus libritos de constituciones de
laboratorio al decir que nuestros caudillos
“…en lugar de soluciones
institucionales, confían más en la labor del tiempo y las costumbres para la
formación de un derecho público propio, que en la labor de las asambleas. No
están nutridos de las doctrinas jurídicas que enseñan los ingleses, pero practican,
sabiéndolo o sin saberlo, el método institucional de los ingleses que así
formaron su Common law y su derecho público, ya que las cartas y los bilis no
son más que la formalización de lo que había establecido el uso a través del
compromiso y del hábito”.
Sarmiento, no se sabe si más ignorante o más
malévolo, ufano exclamaba: ‘El mal que
aqueja a la Argentina es la extensión’. Claro que, curiosamente, no pensaba
lo mismo respecto a los EE. UU. que era
su país a imitar. O sea que lo que era bueno para los estadounidenses no lo era
para nosotros. ¡Ese es nuestro ‘Prócer’! producto o efecto de una distorsión de
la realidad extendida en el tiempo y tomada como sentencia bíblica.
En tal sentido, los brasileños aspiraban
extenderse hacia el oeste y hacia el sur: su pretendido ‘destino manifiesto’. Y
eso lo lograrían a costa de la disgregación de las Provincias Unidas del Rio de
La Plata y su balcanización (fríamente calculada), anulando a Artigas quien se
batió denodadamente y sin ayuda contra el imperio brasileño.
Sentado lo cual, es evidente que para los
unitarios lo único importante eran las formas institucionales, aunque con ello
se resquebrajara en mil pedazos nuestra gran nación.
Muy claro lo visualizó Juan Bautista Alberdi,
quien fuera el principal sostenedor de las invasiones británicas y francesas al
Rio de La Plata, y un personaje muy alejado de ser considerado de pensamiento
Federal y Nacional.
Este escritor tucumano, errático y
acomodaticio según soplaran los vientos, no trepidó en apoyar fervorosamente
estas invasiones, pues decía que, ‘así se evitaría el avance brasileño hacia
nuestras costas’ (sic). Aunque en
1852 en la batalla de Caseros había aplaudido y apuntalado ese avance brasileño
en la guerra contra su nación. Contradicciones liberales, como no podía ser de
otra manera.
Estudiando las Obras Completas del autor, en
especial ‘Las Bases…’, ‘El Brasil ante la democracia en América’
escritas por el autor en el año 1869 y ‘La
monarquía como mejor forma del gobierno de Sudamérica’, en 1867, RECALD[377] en un trabajo sobre Juan
Bautista Alberdi dice que éste tenía en claro que el Brasil tuvo siempre como
finalidad manifiesta extender sus fronteras hacia Uruguay, Paraguay, Bolivia y
la Argentina.
Según el
autor, para Alberdi la relación entre Brasil y nuestro país había sido de
rivalidad e incluyó disputas políticas, diplomáticas y enfrentamientos
militares. El Virreinato del Río de la Plata fue constituido por España para
contener las usurpaciones portuguesas habida cuenta que este país mantuvo
siempre vivo su intento de extender las fronteras por la vía militar o
diplomática. El Imperio del Brasil luchaba por apropiarse de la tierra, los
ríos navegables, los bienes materiales y los hombres blancos de las ex-colonias
españolas.
Dice Juan Bautista ALBERDI[378] que el Brasil tenía como
mira fija y constante “extender su territorio hasta el Plata para
poseer los dos grandes ríos, por donde puede entrar el mundo y hacerle perder
los territorios internos de su Imperio que se apoyan en las márgenes de esos
ríos y sus afluentes”.
Algo que Artigas,
Oribe, Lavalleja, Rosas y los demás Federales siempre supieron ver. Con la
diferencia que éstos combatieron hasta dar sus vidas y bienes para no dejar
expandirse al Imperio brasileño, mientras que Alberdi, cuando el Brasil invadió
el Plata, lo apoyó abiertamente en contradicción con lo expresado en sus
textos.
Alberdi, dice SALDÍAS[379] siempre tarde y cuando
su veneno ponzoñoso había hecho efecto, se habría dado cuenta del expansionismo
brasileño sobre las tierras paraguayas, las Orientales, Entre Ríos, Corrientes
y las Misiones.
En el año 1866
reconoció los alcances concretos de la política expansiva de Brasil, que “ocupa ya como parte de su suelo las misiones
argentinas orientales, la mitad del Estado del Uruguay, y aspira a tomar un
tercio del Paraguay […] La República Argentina ha perdido, en cincuenta años,
dos tercios de su territorio. ¿Quién le ha quitado Bolivia, el Paraguay, las
Misiones, Montevideo, Magallanes? No es la Europa. – Es el desorden, la falta
de gobierno […] La República Argentina perdió Montevideo por mano del Brasil y
las Malvinas por mano de los Estados Unidos, que las entregaron a Inglaterra”
RECALDE[380] se encarga bien de
aclarar que “Para el caso americano, el
supuesto de que Inglaterra contribuyó a la integridad territorial de Uruguay no
es del todo acertado y en realidad puede interpretarse más bien como una
estrategia disgregadora del territorio de las Provincias Unidas, que como una
mediación de paz …La ocupación de la Provincia Cisplatina le permitiría a
Brasil el control naval de la Cuenca del Plata. Además, y cuestión que el autor
también caracterizó en el Paraguay, el país tenía un clima favorable para la
agricultura y para la radicación de inmigrantes europeos”.
Queda comprobado que,
cuando Alberdi quería, podía reconocer los proyectos expansionistas del Imperio
y la importancia del control de los ríos Paraguay, Uruguay, y los que lo harían
llegar a Bolivia…y más allá.
El tucumano decía “El río Paraguay (…) es necesario a la
integridad de Brasil por dos motivos diferentes: porque sirve para asegurarle y
conservarle las provincias que hoy posee, y porque basta una sola posesión para
darle el territorio del Paraguay, atravesado por él, y las provincias
argentinas de Corrientes y Entre Ríos (…) sería para el Brasil tomar las
puertas orientales de Bolivia, que son los ríos Bermejo y Pilcomayo”
Por otro lado, Bernardino Rivadavia, otro alucinado
jacobino sin ningún conocimiento realista de nuestro suelo, desoyó a Bolívar
cuando este quiso que juntos cayeran sobre el imperio brasileño. Los unitarios
proscribieron todo atisbo de pensamiento nacional, exterminaron físicamente a
nuestros gauchos degollando a diestra y siniestra y paralelamente inculcaron en
forma persistente una historia falsa y alejada completamente de la realidad:
artífices de la ‘Patria Chica’.
Recordemos que Rivadavia obligó a San Martin
a cederle el mando a Bolívar al negarle recursos para usarlos en cuestiones
internas. En un mensaje al abrir las sesiones en la Sala de Representantes, el
1 de mayo de 1822 dijo que “lo único que
convenía a Buenos Aires era replegarse a sí misma, mejorando su administración
interior…y que esta era la opinión exterior de las naciones”. (¡!)
No
sólo los Unitarios, el Imperio del Brasil, Francia y Gran Bretaña socavaban la
idea de nuestra ‘Patria Grande’. También la corta mira de ciertos caudillos,
tal el caso de Ramírez, hizo añicos ese sueño premonitorio que vislumbraban
Artigas, San Martin, Rosas y Bolívar.
Hemos hablado y hablaremos de
Fructuoso Rivera, otro gran traidor a la causa hispano-americana, ‘felpudo’
sempiterno del Imperio del Brasil que solventaba sus bolsillos.
Dejemos hablar a EZCURRA MEDRANO[381]
que nos traza una semblanza del ‘pardejón’:
“…Ex agente del Brasil durante la invasión portuguesa en la Banda Oriental,
Io que le valió el título de Barón de Tacuarembó, había conservado siempre la
amistad y la protección del Imperio y coincidía con él en el propósito de
separar a Entre Ríos, Corrientes y Paraguay de la Confederación Argentina.
Indirectamente representaba también los intereses de Inglaterra, ya que, dice
Carlos Pereyra, "el Uruguay, absorbido por el Brasil, se convertiría
automáticamente en factoría de Inglaterra, acreedora del Brasil. y representaba
también los intereses de Francia, que se alió con él y con los emigrados
argentinos, en su lucha contra Oribe y Rosas”. Oribe no pudo resistir esa
coalición. Francia, cuya escuadra bloqueaba por entonces los puertos
argentinos, prestó su apoyo militar y pecuniario a Rivera. En octubre de 1838
éste entró triunfante en Montevideo y Oribe se vio obligado a emigrar a Buenos
Aires. Entonces la alianza de hecho franco-unitario-riverista, se formaliza.
Rivera la propone y los cónsules y almirantes franceses la aceptan, para -dicen
textualmente- "no dejar escapara esta ocasión para someter a Rosas o
derrocarlo y establecer la influencia de Francia a la vez en Buenos Aires y en
Montevideo".
Así pagaban sus amos a los desertores
a su patria. En junio de 1848, cuando Montevideo era una colonia francesa con
mayoría de súbditos de esa nación, Rivera entró en negociaciones con Oribe. Los
protectores franceses, ante el cariz de los acontecimientos impusieron su
destierro al Brasil. Rivera, vasallo al fin, obedeció…
Luego de finalizada
la guerra de la Triple Alianza, el Brasil convertido en amo absoluto de la
política sudamericana, teniendo como lacayos a la devaluada y sometida
Argentina y al apéndice suyo que era la República Oriental, dictaba las reglas
a todas las naciones del Plata, consiguiendo la libre navegación de los ríos Uruguay
y Paraná hasta sus nacientes.
La política inglesa
de libre comercio en dichos ríos y el manejo de la economía de la díscola
Paraguay, era un hecho.
El Imperio del
Brasil, hacía también su negocio incorporando a la mayoría de los paraguayos
supérstites como esclavos para la cosecha de café y demás productos, lo que
hacía abaratar el costo de la producción. Además sustituyeron a los esclavos brasileños que
habían muerto en combate en la Guerra contra el Paraguay.
Mitre y Sarmiento
eran simple mandatarios obsecuentes de la política Imperial.
Ello trajo aparejado un
acuerdo que se firmó el 9 de enero de 1872 entre el dócil gobierno títere
paraguayo, y el Imperio del Brasil: el degradante Tratado ‘Cotegipe-Lóizaga’. Acuerdo
amañado por el Vizconde de Río Branco, Gran Maestre de la Masonería brasileña y
que él mismo había pergeñado.
Tengamos en cuenta,
como detalle, que la parte brasileña estaba representada por Joao Mauricio
Wanderley, a la sazón, no sólo Barón de Cotegipe, como se dijo, sino también Virrey
de Asunción. Insólito y humillante.
Tal tratado, resume
ROSA[382], decía lo siguiente: “Imperio se quedaba con la tercer parte de
Paraguay, garantizando en el resto «la independencia e integridad de la
República»; no retiraba sus fuerzas de ocupación «para el mejor cumplimiento de
los ajustes y del orden público», y dejaba subsistente como una espada de
Damocles el cobro de la deuda de guerra con la sola generosidad «que sería
fijada benévolamente». El dócil Congreso
aprobó a libro cerrado en una sola sesión, no obstante, las protestas del
senador Solalinde, apaciguadas cuando el representante Brizuela —autor de la
moción de aceptarlo sin discutirlo— dijo «no hemos tratado de potencia a
potencia… es preciso aprobarlo”.
Reconocimiento del
tal Brizuela que hundió más en la ignominia al destruido Paraguay y probó su
sometimiento. Un sometimiento que es tan profundo que se reconoce como tal sin
que nada ello altere.
Hemos mencionado que la
historia hubiera sido distinta si el Paraguay hubiera sido parte de la
Confederación Argentina. Los Imperiales no se hubieran animado a atacarlo, tal como
no se habían animado nunca a atacar a las naciones hispanas, sino que se valían
por las propias armas empuñadas por los gobiernos infieles a la hispanidad.
Un ejemplo de ello, y
en pos de su política expansionista, fue la actitud del siempre vigente Marqués
de San Vicente, José Antonio Pimienta Bueno, que fue el encargado de evitar la
incorporación del Paraguay a la Confederación Argentina, impulsando desde 1842
la declaración de independencia del Paraguay.
No lo logró con
Gaspar Rodríguez de Francia, pero si con Carlos Antonio López que, con poca
visión política, erró el camino. Un error que muchos años más tarde le costaría
a su hijo y a su pueblo, convertirse prácticamente en una colonia inglesa y
brasileña.
Ese logro del Marqués
fue la llave de acceso para que años después, separado el Paraguay y sin el
apoyo de la Confederación Argentina de Rosas, pudiera el Imperio atacarlo solo,
más débil y, tras una lucha mucho más esforzada de lo pensado, vencerlo y
conquistarlo para sus fines.
Con el tratado ‘Irigoyen- Machaín’ del 3 de febrero de
1876, entre argentinos y paraguayos, se logra que Brasil no se anexe al
Paraguay en forma definitiva, como era su intención a cambio de dar en
mediación el conflicto limítrofe entre Paraguay y la Argentina, por el cual aquél
reclamaba la devolución de una franja no muy extensa, frente a Asunción, Villa
Occidental, que había tomado la Argentina luego de la guerra.
Un fallo arbitral de
parte de los EE. UU., en 1878 devuelve ese sector al Paraguay y la Argentina
pierde el único territorio paraguayo producto de su triunfo en la guerra…el que
pasó a llamarse Villa Hayes, en honor del Presidente de los EE. UU. que laudó
en el conflicto….
*
Como reflexión final
de este drama nos quedamos con las palabras del historiador Ramón J. CÁRCANO[383] que relata con una crudeza
punzante y dolorosa lo sucedido al pueblo paraguayo: "Si existe gloria en el heroísmo, en el Paraguay está la gloria […
]. En el panorama movido del conjunto de la guerra no se destacan y dominan los
aliados con su ciencia militar, con sus generales y estrategas, sus tropas
aguerridas, su valor legendario, la abrumadora superioridad de hombres y
recursos. Dominan la temeridad y sacrificio del pueblo paraguayo convertido en
soldado, el sentimiento intenso de la patria inviolable, la abnegación absoluta,
la resistencia incoercible. Los prisioneros se escapan para volver a pelear.
Pelean sin armas, al abordaje, cuerpo a cuerpo, desnudos, extenuados por el
hambre y las pestes. Son muertos, pero nunca vencidos. Están las ciudades y los
campos desiertos, los cadáveres insepultos, la población desesperada en las
selvas. Son formas distintas y terribles de la resistencia. Nadie procura
salvarse ni salvar nada. Todo es protesta, combate y sangre. Es un frenesí, una
fiebre, un incendio, las llamas de Moscú. Nada para el enemigo. Fuera de este
pequeño país no hay mayor inmolación ni heroísmo en la historia humana. Falta
el poeta que cante la epopeya”.
*****
XI.-EL PAPEL DE LA MASONERÍA EN LA
DESTRUCCIÓN DE NUESTRA ‘PATRIA GRANDE’ HISPANOAMERICANA
Para la Masonería
“la fraternidad está por encima de la nacionalidad”,
GVMG
Asentemos
–ante todo- un dato que debe servir de norte a todo lo referido a la Masonería.
Uno de los errores más grandes en política, y que no se ‘perdonan’, es creer
que porque comportamientos o hechos sucedieron hace muchos años, los criterios
filosófico-políticos que los mueven han cambiado. Nada más equivocado. En el caso que tratamos, la línea de
pensamiento y los fines de la masonería son los mismos desde siempre, aunque
cambien los métodos o medios para lograrlos, ‘agiornándolos’, si es necesario.
A
lo largo de todo este trabajo, hemos comentado las influencias, cuando no, la
provocación directa por parte de la Masonería en distintas situaciones o hechos
que tuvieron lugar en nuestras tierras.
Ahora
ahondaremos más en el tema.
Las
intrigas masónicas para disgregar el Virreinato del Río de La Plata comenzaron
temprano.
San
Martín las conoció en primera persona en el Acuerdo de Punchauca, Perú, en junio
de 1821, que finalmente se vio frustrado por acuerdos masónicos.
Las conferencias
de Punchauca fueron unas negociaciones de paz que se realizaron en el
contexto de la guerra de la Independencia del
Perú,
en la casa hacienda Punchauca, situada a unos 25 km al norte de Lima
La
entrevista entre La Serna y San Martín se realizó el 2 de junio de 1821.
Acompañaban al virrey, el general José de la Mar y los
brigadieres José de Canterac y Juan Antonio Monet. Por su parte, San
Martín estaba acompañado por el general Gregorio de las
Heras, Mariano Necochea y Diego Paroissien.
Según
testigos presenciales, San Martín, ni bien reconoció a La Serna, lo abrazó
cordialmente, diciéndole: «Venga
acá, mi viejo General; están cumplidos mis deseos, porque uno y otro podemos
hacer la felicidad de este país».
CASTAGNINO[384] nos lo trae al presente
y traza el camino desbaratado de lo que pudo ser y finalmente, no fue.
San Martín “propone al virrey La Serna la independencia
de Perú, Chile y las Provincias del Sur, con un gobierno monárquico coronando
un Príncipe español, y con acuerdo comercial con España. La Serna está de
acuerdo, y reunidos en Punchauca celebran el acuerdo, con el brindis de
oficiales de ambos ejércitos”. […]
“El reconocimiento de la independencia del Perú por el Virrey La Serna y la
unión de ambos ejércitos para defenderla y consolidarla era la base de las
pretensiones del general San Martín, y en ella convino en el acto el general La
Serna, y cuantos jefes le acompañaban”. […]
“Pero apenas se impuso de lo sucedido el general Valdés, cuyo carácter
impetuoso y osado se sobreponía a los demás, se resistió decididamente a la
ejecución del plan y amenazó a La Serna con la oposición del Ejército. […]
Pero la propuesta de San Martin no podía ser bien vista por Inglaterra, que
de esa forma perdía su preponderancia comercial en Hispanoamérica, y prefería formar
varias repúblicas separadas, fácilmente manejables. El general realista Valdez,
gran Maestre de la logia de Inglaterra, activo y autoritario, influye en el
ánimo de los oficiales del ejército realista, que finalmente hace desistir a La
Serna de lo pactado con San Martin en Punchauca. […]
Según Steffen Soler,
citado por Castagnino, “Luego de algunas
consideraciones persuasivas y de orden general, le adjunta catorce
proposiciones para la paz, que incluyen algunos aspectos como la devolución de
los bienes confiscados y la situación de empleados civiles y militares de ambos
bandos. En lo que respecta a los acuerdos comerciales que propone, detalla:
"Artículo 4°) El gobierno del Perú concederá a los españoles que hagan
el comercio en buques que traigan el mismo pabellón, la rebaja de un tres por
ciento, por el término de diez años, de todas las introducciones que hicieran
en este territorio".
"Artículo 5°) También se concederá a los españoles el derecho
exclusivo de introducir sus azogues por el termino de diez años al precio que
se estipulare en el tratado definitivo"
"Artículo 6°) Los españoles podrán establecerse en América y gozarán
del derecho de ciudadanía, siempre que éstos fueran acordados en la Península a
los Americanos". (Steffen Soler. o.cit.p.167.)
“Estas propuestas favorecían a España sin perjudicar a América, eran muy
distintas del trato comercial con los ingleses, y no podían ser toleradas por
los ingleses, que boicotean lo acordado en Punchauca a través del general
realista Valdez, como dijimos miembro de la masonería inglesa.
El carácter masónico
de la ruptura del acuerdo, que no podían consentir los británicos pues la unión
de los Estados hispanos era algo inconcebible para el comercio inglés y los
fines masónicos, está refrendado por el masón Tomás Iriarte, por lo tanto
fuente irreprochable, citado por Steffen Soler y que, a su vez, Castagnino
reproduce fielmente:
“La oposición de Valdés al acuerdo
de Punchauca, no era algo meramente personal; estaba atrás la mano sigilosa de
la masonería inglesa que, pese a su discreción y secreto, deja rastros.
“El general Tomas Iriarte en sus
Memorias, al referirse a su viaje a América dice que "Fue durante esta navegación que tuvo
mi iniciación en los misterios de la masonería. Esta celebración se llevó a
cabo el día de San Juan. Yo había observado desde el día que me embarqué que
Seoane me manifestaba gran afección y amistad y que todas las conversaciones
concluían siempre por hacerme grandes elogios de la masonería. Tuve motivos
para sospechar que él era un adepto, pero no se me ocurrió que a bordo hubiera
una logia. Fui introducido en ella con todas las ceremonias rituales. El local
era el camarote del segundo comandante Pardo. La hora, las doce de la noche...
Cuando me desvendaron después de prestar el juramento de orden, no fue poca
sorpresa de verme rodeado de los que eran a bordo mis mejores amigos; todos con
sus espadas desenvainadas y asestadas contra mi corazón".
"El orden jerárquico de aquellos caballeros era
el siguiente: Valdés, Venerable; La Torre, orador; Seoane, primer vigilante;
Ferraz, segundo; Pardo, maestro de ceremonias; Bocalán, hermano terrible; Tena
y Plasencia no eran dignatarios. Yo fui nombrado secretario. Así éramos nueve
individuos que componíamos la sociedad..."
“Iriarte indica que los iniciados
venían de Cádiz, donde funcionaban las logias inglesas y de los Caballeros
Racionales, y agrega esta logia denominada Logia Central La Paz Americana del
Sud. Esta sociedad no tenía solamente fines humanitarios, como cuentas los
manuales masónicos, sino que, como dice Iriarte, "El objeto era dar dirección a todos
los negocios públicos y al efecto las adquisiciones que se hacían recaían
siempre en personas de capacidad e influjo por su posición social, y más
particularmente por su rango en el ejército y que perteneciesen al partido
liberal".
Más adelante agrega Iriarte: "Desde
que desembarcamos había Valdés empezado a acrecentar su ascendiente sobre La
Serna. Éste era moderado y suave; aquel dominante y áspero. Yo me admiraba de
un predominio tan instantáneo. Valdés había nacido ´para mandar y La Serna, por
el contrario, tenía un espíritu filosófico"... "Valdés, Latorre,
Seoane y Ferraz pertenecían a una misma escuela..."... "Tenían un
plan concertado y debían desenvolverlo en el Perú" ¿De dónde era ese plan
si no era de la logia de Cádiz que dependía de la Central de Londres?
"Valdés jamás había conocido a La Serna hasta que se le presentó en Cádiz
y a los pocos días ya lo gobernaba a su antojo y hacía del él lo que
quería". "Los otros tres lo reconocían como jefe..."
"Durante la guerra de España no tuvieron tiempo para colmar la medida de
su desmesurada ambición".
Para quien descrea de
la influencia de la Masonería en la declaración de nuestra independencia y en
la fragmentación de la nación hispana en varios estados pequeños, esta
confesión de un masón –una más- como Iriarte es lapidaria ya que en la misma
queda demostrada la injerencia de las logias en el mundo militar español, y por
añadidura, en los americanos.
Finaliza CASTAGNINO
comentando las acciones masónicas que siguieron al frustrado acuerdo y cerraron
el complot contra nuestra independencia real por la diplomacia inglesa que,
como puede verse, manejaba como títere a la española y a la hispanoamericana, resumiendo
el fracaso final.
“San Martin hace un esfuerzo más
para cumplir con una verdadera "emancipación" de América toda, y
concurre a reunirse con Simón Bolívar en Guayaquil.
“Salvo algunas referencias que hace
San Martin en cartas a Tomás Guido, poco y nada se sabe de lo tratado en la
reunión secreta de Guayaquil, y ambos jefes llevaron el secreto de lo hablado a
la tumba. Lo tratado en Guayaquil, San Martin las mantuvo en secreto “para no
romper el juramento”, según se lo dice en carta a Guido. Le dice además que los
papeles le serán entregados luego de su muerte. Pero muerto San Martin,
Balcarce no tiene mejor idea que, en vez de mandarle los papeles a Guido,
mandárselos a Mitre, nada menos.
“Lo cierto es que San Martin le
propuso a Bolívar unir ambos ejércitos para la liberación definitiva de América
del Sur, pero Bolívar se negó, ya sea por orden masónica, de la que era
miembro, o bien por su carácter orgulloso y autoritario que pretendía quedarse
con toda la gloria para sí mismo. San Martin se retiró decepcionado y Bolívar,
acosado por la masonería, no logró su propósito.
“Al poco tiempo, Sucre fue asesinado
por orden de la masonería, y San Martin, retirado en Mendoza, acosado y
amenazado de muerte, y debió retirarse al exilio”
Como dato final
agreguemos -como dice Castagnino- que el Mariscal venezolano Antonio José
Sucre, héroe de Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, fue asesinado por una
conspiración de varios militares que lo tenían cercado. Fue un complot de
personajes que antepusieron sus intereses personales a los intereses de la
Patria, y los intereses económicos financiados por oscuros capitales locales e
internacionales en complicidad con un sistema de justicia corrupto.
Si bien no se sabe en forma fehaciente e indubitable quién fue el que ordenó
el asesinato, sabemos quiénes fueron los beneficiarios directos: los
presidentes: José Hilario López (Nueva Granada), Juan José Flores (Ecuador) y
José María Obando (Colombia).
En 1822, después de la Batalla de Pichincha y ocho años más tarde, en 1830,
Sucre vio que todo se estaba desbaratando. El sueño libertario se estaba cayendo y por
ello regresaba a Quito. “Todos se estaban repartiendo sus parcelas y las élites
locales se repartían a trozos lo que era la Gran Colombia”,
El asesinato fue planificado y ejecutado en las Montañas
de Berruecos - Arboleda (Nariño) cerca de San Juan de
Pasto, el 4 de Junio de 1830. Su cadáver permaneció por más de 24 horas en
el lugar del crimen hasta que los pobladores de las localidades cercanas le
dieron sepultura. Si el Mariscal Sucre se hubiese ido por Buenaventura, allí lo
esperaba el general Pedro Murgueitio para darle muerte; si optaba por la vía de
Panamá lo acechaba el general Tomás Herrera, y desde Neiva lo vigilaba el
general José Hilario López.
También se dijo que
quien había ordenado su muerte fue el liberal militar José María Obando. Pero
eso no le restó ni prestigio entre los liberales colombianos, ni simpatías muy
grandes entre los grupos de poder regional que respaldaron su acción política.
A poco del asesinato de Sucre fue uno de los líderes de la insurrección que
llevó al poder a los liberales, pasando a ser Ministro de Guerra.
Dice Enrique AYALA
MORA[385] en un enjundia
investigación acerca del asesinato de Sucre del cual extraemos varios párrafos,
que “El 1 de junio de 1830, tres días
antes del asesinato del mariscal Sucre, el periódico El Demócrata de Bogotá,
publicado por un círculo de liberales granadinos feroces enemigos de Bolívar,
decía: "acabamos de saber, con asombro, por cartas que hemos recibido del
correo del sur, que el general A. José de Sucre ha salido de Bogotá, ejecutando
fielmente las órdenes de su amo..." Luego de encendidas acusaciones y
duros insultos contra Bolívar y Sucre, El Demócrata concluye confiando en
Obando "amigo y sostenedor firme del Gobierno de la libertad. . ."
[…].
“Dice: "Puede ser que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con
Bolívar". Para la tradición historio gráfica conservadora de Colombia y
Ecuador, ésta fue ni más ni menos que la sentencia de muerte de Sucre, dictada
por escrito y con el señalamiento explícito de su principal ejecutor: Obando
[…].
“Años después del asesinato, sus dos principales ejecutores materiales lo
confesaron. Erazo cayó preso por revoltoso en 1839 y
"providencialmente", según lo dice el Dr. Antonio Flores, equivocó la
causa de su aprehensión y contó su versión. En otras circunstancias, Morillo
fue aprehendido y enjuiciado. Obando aceptó un careo con él. Allí surgieron
varias inconsistencias en sus sucesivas declaraciones. Fue, sin embargo, declarado
culpable y condenado a morir fusilado. […].
“La sentencia se ejecutó en la Plaza Mayor de Bogotá el 30 de noviembre de
1842. Circuló entonces una hoja volante con su firma en la que confesaba el
crimen, ejecutado, según él, bajo obediencia al general Obando. Erazo murió en
prisión también en 1842, sin que concluyera la causa en su contra por el
asesinato de Sucre. […].
“Varios biógrafos del Mariscal afirman que todos los demás actores
perecieron en forma violenta. Andrés Rodríguez, según declaraciones de la mujer
de Erazo, Desideria Menéndez, murió repentinamente en una caída de la
cabalgadura. Cuzco murió en casa de Erazo a pocos días del crimen de Berruecos
y Rodríguez, el otro, murió también muy pronto en un cuartel. No cabe duda de
que alguien los silenció para evitar que declararan. […].
“A lo largo de su contradictoria carrera política, el general José María
Obando bregó por limpiar su nombre del asesinato de Sucre. Junto a él, buen
número de sus partidarios hicieron también esfuerzos en ese sentido. Aún hoy se
considera vital en ciertos círculos liberales colombianos que el nombre de uno
de sus fundadores no ha de mancharse con semejante crimen, aunque Sucre fuera
"godo" y bolivariano. […].
“El otro imputado fue José Flores. Gran cantidad de autores, con ciertas
diferencias unos de otros, repiten y fundamentan la original defensa de Obando
y su acusación contra Flores. En el Ecuador, desde luego, los antifloreanos,
los liberales que combatieron al "terrorismo" con Eloy Alfaro a la cabeza,
acusaban a Flores también. Además del propio don Eloy, Roberto Andrade es el
más importante exponente de esta posición. […].
“En términos generales, esta versión descansa sobre el supuesto general, y
muy sólido desde luego, de que Flores era el hombre más interesado en el mundo
en la desaparición de Sucre, y que cuidadosamente había planificado la
separación del Sur. […].
“Con el Gran Mariscal de vuelta, o bien se hubiera luchado para mantener a
Colombia unida, o él hubiera sido el primer presidente del Ecuador. […].
De allí que hiciera el esfuerzo de una cuidadosa conspiración para poner
fuera de su camino al Mariscal. Hay algunos testimonios de quienes años después
afirmaron que Flores le propuso a Obando el asesinato de Sucre, pero éste no lo
aceptó”.
Flores y Obando
estuvieron en tratos. Es claro que ambos en connubio masónico y solidario deben
de haber arreglado el asesinato de Sucre.
Obando le ofreció a
Flores deshacerse de Sucre, ante lo cual la respuesta del "Padre de la
Patria" fue una invitación a discutirlo personalmente con temor a que sus
arreglos quedaran escritos. "Juntos acordaremos todo lo que nos pueda
interesar -le decía tan solo días antes del crimen en carta a Obando-;
obraremos como hermanos y todos tan amigos como lo es tuyo de todo corazón. -
Juan José Flores".
Es decir, la masonería estaba configurada en todos los
militares que se oponían a la ‘Patria Grande’ integrada.
Y San Martin, sufrió el acoso y la amenaza de muerte
por la masonería encarnada en Rivadavia. Éste salvó su vida gracias al aviso
oportuno de Estanislao López que lo puso en alerta de los planes de Rivadavia y
sus acólitos Unitarios.
Ya hemos hablado de
Rivadavia, de Sarmiento, de Agüero, de Del Carril, de Mitre, de Vicente Fidel
López entre otros,
Ahora bien,
detengámonos aquí por un momento. ¿Quién era Salvador María del Carril?
Del Carril era un ‘hermano’
Masón, fundador de la Logia San Juan de la Frontera Nº 33 en San Juan.
Dice José María ROSA[386], bajo el seudónimo de
Martín Pincen, “Mansilla que fue en
Paraná su secretario privado dice que “prefería la penumbra a la exhibición
teatral”, y nos confiesa que “no
redactó como Vicepresidente nada, ni después como Ministro de la Corte Suprema
borroneó una sola cuartilla ni fundó un voto en disidencia por escrito”
Y Sarmiento en su
áspera carta de 1856 le dijo: “Permítanos
el señor Carril que no habiendo oído nunca su voz ni leído jamás una página
suya sobre cuestiones argentinas, busquemos en otra fuente que en su juicio
propio las ideas que presenta a los pueblos bajo su firma”.
Ceremonioso e
inaccesible Salvador María del Carril sentía correr por sus venas la sangre de
bronce de las estatuas. Se sentaba en las poltronas del Congreso con apostura
de prócer de plaza pública en su escaño de granito. No descendía jamás al nivel
de los demás mortales, y cuando las exigencias sociales lo obligaban a dar la
mano condescendía con desdeñoso ademán: el agraciado “sentía frío al tocar esas
manos, frío que venía de muy adentro.”
Era el unitario
típico de la descripción dejada por Sarmiento en Facundo, que no daba vuelta la
cabeza ni aunque se desplomara un edificio: “Caminaba – dice Quesada – con
aire pretencioso, como agobiado por la profundidad del pensamiento”.
Tampoco escribió demasiado,
la poca correspondencia suya que nos ha llegado tiene carácter de reservada, y
su publicación ha sido en todo caso una infidencia. Sus contados artículos
periodísticos son de sus años jóvenes.
No escribió nunca un
libro, ni dictó jamás una cátedra.
Del Carril fue el
‘cerebro’ que impulsó veladamente, en varias cartas particulares a Juan
Lavalle, hombre vehemente y gran militar, pero de pocas luces, que fusilara a
Dorrego porque él era un “hombre de genio
y debe tener firmeza para prescindir de los sentimientos”. Por otra parte “una revolución es un juego de azar en el
que se gana hasta la vida de los vencidos” y le aconseja “que aborde la cuestión a sangre fría”
“Hemos estado de acuerdo con la ‘fusilación’ (sic) de Dorrego antes de ahora.
Ha llegado el momento de ejecutarla”.
ROSA[387], en el trabajo
mencionado, dice que, Del Carril bajo cuerda y casi susurrando
maquiavélicamente aconsejó fuertemente a Lavalle luego del fusilamiento de
Dorrego que “Es conveniente que recoja
Ud. una acta del consejo verbal que debe haber precedido a lo fusilación. Un
instrumento de esta clase redactado con destreza será un documento muy
interesante para su vida póstuma... El Sr. D. J. A. (don Julián Agüero) y Don
B. R. (Bernardino Rivadavia), son de esta opinión y creen que lo que se ha
hecho no se completa sino se hace triunfar en todas partes la causa de la
civilización contra el salvajismo”.
Fue el gabinete
presidencial en pleno quien aconsejó el fusilamiento civilizador, levantando
actas en las que constaba el salvajismo de los gobernadores. Pero Lavalle no entendía.
¿Si era un acto de patriotismo fusilarlo a Dorrego, por qué retacearle la
gloria del “por mi orden”? Del Carril volvió a insistir en una carta del 20 en un
último intento de convencer a esa espada sin cabeza de no apelar al juicio de
la historia sin tomar precauciones:
“Incrédulo como soy de la imparcialidad que se atribuye a la posteridad... la
posteridad consagra y recibe las deposiciones del fuerte o del impostor que
venció, sedujo y sobrevivió... Yo no dejaría de hacer algo útil por vanos
temores.
Si para
llegar siendo digno de un alma noble es necesario envolver la impostura con los
pasaportes de la verdad, se embrolla; y si es necesario mentir a la posteridad
se miente y se engaña a los vivos y a los muertos”
Además de lo
antedicho, remitimos al Capítulo V donde se especifica el citado autor y sus
negociados, junto a Rivadavia y la Banca Inglesa y la Sociedad de Minas, del mismo país,
respecto de las minas de Famatina.
Estando en el exilio,
en Montevideo, fundó una traicionera junta de jacobinos que se llamó ‘La
Comisión Argentina’ cuyos miembros se aliaron con los franceses en contra de su
país. Pero no lo hicieron gratis, obviamente, y menos aún por patriotismo. Los franceses inundaron de dinero a esta Comisión,
la que gastó en poco tiempo dos millones de francos oro para hacer propaganda de
la civilización francesa contra la barbarie americana, como está
suficientemente documentado por el autor en la obra que señalamos.
Vencido el gobierno
soberano de la Confederación Argentina volvió a Buenos Aires, se acercó a
Urquiza haciéndose pasar por un Federal convertido, con sumo servilismo y
sumisión. Curiosamente Urquiza, en agradecimiento, lo nombró Consejero junto a
sus antiguos enemigos, Nicolás Anchorena y Felipe Arana. Cosas de la política, podría
decirse con benevolencia.
Luego, su carrera
siguió en ascenso y fue nombrado Vicepresidente de Urquiza en Paraná, donde llevaba
una vida de confort y se dedicaba a aumentar su riqueza, su único objetivo.
José María Zuviría, sigue
diciendo Rosa, el político salteño y furibundo ‘antirrosista’ no dejó de ver el ansia de dinero que tenía ante sus
ojos su antiguo correligionario Del Carril y en ese sentido dijo que le
extrañaba que: “concluyera por perder de vista el punto honesto de partida" y que
hubiera “modificado un tanto las altas ideas de probidad y entereza de carácter
para lanzarse en las rutas extraviadas de un vulgar y apasionado anhelo por
alcanzar de cualquier costa bienes de fortuna que lo salvasen en lo futuro del
trabajo y la pobreza del pasado”.
En realidad, al
sorprendido salteño no debería haberle llamado la atención el comportamiento de
Del Carril, conociendo a lo largo de su vida, como había sido su relación con
el dinero, generalmente ajeno….
En la llamada Carta
de la Hacienda de Figueroa que le enviara Juan Manuel de Rosas a Facundo
Quiroga, el 20 de diciembre de 1834, decía con ironía sobre Rivadavia y su
socio Del Carril “¿Habremos de entregar
la administración general a ignorantes, aspirantes, unitarios y toda clase de
bichos? ¿No vimos que la constelación de sabios no encontró más hombre para el
gobierno general que a don Bernardino Rivadavia, y que éste lo hizo venir de
San Juan al doctor Lingotes para el Ministerio de Hacienda, que entendía de
este ramo como un ciego de nacimiento de astronomía?”
Aquí puede verse la
capacidad de Rivadavia como político y la avidez por el economista que ‘entendía de este ramo como un ciego de nacimiento,
de astronomía’.
El papel marcadamente
masónico de Del Carril se vio reflejado en el acuerdo entre Urquiza y Mitre, armado
por él luego de Pavón, por el que se decidió masónicamente que el triunfo fuera
para Mitre, a la par que Urquiza mantuviera su coto entrerriano con todos sus
bienes, mientras se mantenía impertérrito ante su nación que se desangraba en
fusilamientos, degüellos y cárceles que sufrían sus antiguos compañeros
Federales.
Más adelante, en 1863,
Mitre, como recompensa, designó a Del Carril miembro de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación.
Todo lo expuesto nos
conduce a internarnos en el papel de la Masonería en la destrucción de la idea
soberana de una gran nación hispanoamericana, la ‘Patria Grande’, un tema
primordial que debe ser ampliamente conocido y enseñado en los colegios...
Cumplió un papel
importante, como lo hemos comentado en los capítulos anteriores, en el
rompimiento de Ramírez con Artigas; en la rendición de Oribe ante Urquiza al
final de la ‘Guerra Grande’; en la injerencia de los Barones masones del
Imperio brasileño en concubinato con sus subordinados de la Comisión Argentina
en Montevideo y los Unitarios Montevideanos; en Pavón con el confabulación bochornosa
entre los hermanos masones Urquiza y Mitre; en la masacre de los Orientales en
Paysandú con el silencio cómplice de Urquiza y la ayuda a los brasileños de
Mitre escondiendo una neutralidad simulada; en el horror producido en el
extermino del pueblo paraguayo en la ‘Guerra de la Triple Alianza’; en el
aniquilamiento del pueblo provinciano Federal por Mitre y Sarmiento, teniendo
por intermediarios a los masones unitarios Orientales como Vences y Flores, por
contar algunos hechos.
Comenzando por
nuestra propia independencia de España en la que tuvo incidencia importante la
impronta inglesa y su masonería que, en su pelea ancestral con el Reino de
España, apoyó nuestra separación independentista beneficiándose con la creación
en América de un sinnúmero de repúblicas o republiquetas que eran más fáciles
de conquistar, al menos económicamente.
A modo de ejemplo, la
que fue Nueva Granada (la gran Colombia) se fragmentó en nuevos países:
Colombia, Ecuador y luego por impulso de los EE. UU. de Norteamérica el ‘invento’ (sic) de Panamá, separándola de Colombia para controlar el
Canal interoceánico.
Más cerca
geográficamente, se apartó a la Banda Oriental de su destino de grandeza dentro
de las Provincias Unidas, así como al Paraguay en dos etapas: primero
‘empujándola’, si se nos permite el término, alejándola también de su
incorporación a las Provincias Unidas y luego, en una segunda etapa, al
concluir la Guerra de la Triple Alianza, cercenándole parte del territorio que
quedó en poder de Brasil.
Jorge Abelardo RAMOS[388] nos dice que "La nación que hasta 1810 era el conjunto de
América Hispana, y en cierto sentido, también España, se disgrega en una
polvareda difusa de pequeños estados. Vanidosos y ciegos, se reservan la
soberanía de su propia miseria, y mientras disputan con sus vecinos mezquinas
lonjas territoriales, los grandes imperios, poderosos por esta balcanización,
ofrecen sus buenos oficios como árbitros de nuestras disensiones de campanario.
En el siglo que presencia el movimiento de las nacionalidades, la América
Indo-ibérica pierde su unidad nacional. En nuestros días se festeja dicha
tragedia: esa monstruosidad no hace sino iluminar sombríamente la de la
conciencia nacional latinoamericana”.
Más allá de cierto
lenguaje recubierto de ideología clasista, el fondo de lo que dice el autor es
cierto: el mayo de 1810 es motivo hoy de festejo; festejo de disgregación de
nuestra unidad. Ese es el mayor logro de la coyunda entre la Masonería, la
diplomacia anglo-francesa y sus empleados criollos.
Y ya que hablamos de
Inglaterra, en esa disputa con España ‘fogoneó’
e incentivó la grandeza del Brasil territorial y económicamente a costa de la
fragmentación de la América española. La masonería inglesa y francesa jugaron
un papel trascendental en ello.
Pero claro, con sus
límites: no permitieron que el Imperio del Brasil fuese demasiado lejos y no
dejaron que se apropiara de la Banda Oriental, sino que con sus manejos
políticos lograron que ésta, al igual que el Paraguay, se separara de la
Confederación Argentina conformando un ‘Estado-Tapón’, que subsiste hasta el
día de hoy, privando que el Río de la Plata fuese de un solo estado (‘mutatis mutandi’ al igual que hicieron
con Gibraltar para controlar la entrada al Mar Mediterráneo (‘Nihil Novum Sub Sole’). Y los EE.UU.
creando de la nada un Estado ficticio desgajado de Colombia, a fin de tener el
poder sobre el Canal de Panamá.
Es más, la masonería enquistada en la Banda
Oriental y en especial en Montevideo, el 3 de noviembre de 1834 creó
el Supremo Tribunal del Grado 31, el primero en funcionar en el Río de la Plata,
y curiosamente, o no tanto, también en el Peñón de Gibraltar.
Es decir que tanto ingleses como franceses
utilizaban un mismo método -y lo siguen usando hasta el día de hoy- que consistía
en tomar posesión de terrenos estratégicamente ubicados para controlar
distintas vías de acceso a riquezas, tanto en tierra como en mar, en una sagaz
acción geopolítica imperial.
Contemporáneamente en
nuestro territorio sudamericano, dos de nuestros máximos héroes vislumbraban
empíricamente esto y, gracias a Dios, lo combatieron.
Primero,
José de San Martín, que ya conocía las intrigas masónicas, como en el caso del
frustrado acuerdo de Punchauca, en el Perú, que ya comentamos anteriormente: “Si sentimientos menos nobles que los que
poseo a favor de nuestro suelo fuesen el norte que me dirigiesen, yo
aprovecharía de esta coyuntura para engañar a ese heroico, pero desgraciado
pueblo, como lo han hecho unos cuantos demagogos
[ léase ‘unitarios logistas’] que,
con sus locas teorías, lo han
precipitado en los males que lo afligen y dándole el pernicioso ejemplo de
perseguir a los hombres de bien, sin reparar a los medios..” carta a Tomás
Guido el 5 y 6 de Abril de 1829.
En plena ebullición revolucionaria y
jacobina, en Europa toda, Jordán B. GENTA[389] transcribe una carta de
José de San Martín a Rosas refiriéndose a las logias masónicas, y como Garibaldi
y Mazzini en Italia asolaban con su odio
visceral todo lo jerárquico de orden que imperaba hasta esos momentos en
distintos países del viejo continente:
“En cuanto a la situación de este viejo continente, es menester , no hacerse
ilusiones, la verdadera contienda que
divide á su población es puramente social: es, en una palabra, la del
proletario con el capitalista, la del pobre con el rico, Calcule V. lo que arroja de si un tal principio, infiltrado en la gran
masa el pueblo por las predicaciones diarias de los clubs y la lectura de miles
de panfletos. Si a estas ideas se agrega la miseria espantosa de millones
de proletarios, agravada en el día con la paralización de la industria, el
retiro delos capitales, en vista de un porvenir incierto; la probabilidad de
una guerra civil, por el choque de las ideas y partidos, y en conclusión, la de
una bancarrota nacional visto el déficit de cerca de 400 millones, en este año,
y otros tantos en el entrante: éste es el verdadero estado de la Francia, y
casi del resto de la Europa con la excepción de Inglaterra, Rusia y Suecia que
hasta el día siguen manteniendo su orden interior".
Y, segundo, Juan Manuel de Rosas, quien en su carta a Facundo Quiroga del 20
de diciembre de 1834 expresó: “Obsérvese
que el haber predominado en el país una facción que se hacía sorda al grito de
esta necesidad ha destruido y aniquilado los medios y recursos que teníamos
para proveer a ella, porque ha irritado los ánimos, descarriado las opiniones,
puesto en choque los intereses particulares, propagado la inmoralidad y la
intriga, y fraccionado en bandas de tal modo la sociedad, que no ha dejado casi
reliquias de ningún vínculo, extendiéndose su furor a romper hasta el más
sagrado de todos y el único que podría servir para restablecer los demás, cual
es el de la religión…Después de esto, en el estado de agitación en que están
los pueblos, contaminados todos de
unitarios, de logistas, de aspirantes, de agentes secretos de otras naciones, y
de las grandes logias que tienen en conmoción a toda Europa”-
Es cierto que también desde dentro del territorio de la
Confederación Argentina existían grupos unitarios marcadamente logistas. Por ejemplo un secretario de Rosas era integrante
del ‘Club de los Cinco’ conformado además
por otros conspicuos miembros como Carlos Tejedor, Santiago Albarracín, Rafael Corvalán (lamentablemente
hijo del Edecán de J.M. Manuel Corvalán), Jacinto Rodríguez Peña y el escribiente de Rosas, Enrique
Lafuente (miembro también de la ‘Asociación de Mayo’). Todos ellos eran informantes e infiltrados
masones ‘antirrosistas’, que actuaban
para el derrocamiento del Restaurador, como hemos analizado en otro trabajo
Del mismo modo, desde
la otra orilla la ‘Comisión Argentina’ conformada por ‘logistas’ Unitarios y
masones, llamados representantes del ‘Gobierno de Montevideo’, que intentaban
derrocar a Rosas con ayuda de la masonería brasileña y europea.
En el año 1827, un grupo de inmigrantes
franceses fundó la Logia Les Enfants Du Nouveau Monde, que solicitó su
carta patente del Gran Oriente Francés en 1842 y que le llegó el 16 de
junio de 1844 con el distintivo Les Amies de la
Patrie.
Esta logia funcionó hasta 1937 y en ella fue
iniciado el “héroe de dos mundos”, Giuseppe Garibaldi, durante su estancia
en el país. Ello demuestra cabalmente el grado de compromiso que tenía el masón
Garibaldi con el Gobierno masón y unitario de Montevideo controlado por los
franceses.
Dice
Adolfo SALDÍAS[390] que Lamartine, siendo
masón, había combatido la intervención anglo-francesa en el Río de la Plata. “En su carta de octubre de 1847 a La Presse
de París había clasificado la conducta de los agentes de la intervención y la
de los extranjeros armados en Montevideo como «la más escandalosa violación del
derecho de gentes»; agregando que había visto «la incalificable complicidad de
los gabinetes (francés y británico) haciendo la guerra con letras de cambio
libradas sobre el tesoro por los empresarios de la guerra de Montevideo y
aceptadas por el gobierno francés»,
Allí
Lamartine reconocía que sólo a través del dinero prestado por los usureros
franceses e ingleses pudo sostenerse esa pléyade masónica que se había
apoderado por la fuerza de la ciudad de Montevideo, ocupándola con sus tropas y
“sosteniendo con su dinero ese gobierno
nominal” que dependía de dichos recursos para seguir con vida. Seguramente no
pesó en Lamartine un reconocimiento sincero de la soberanía de una nación de
ultramar sino el interés político y económico que hacía ver que la conquista de
otra nación –al igual que lo hacía su enemiga histórica, Gran Bretaña- era más
fácil y con menos perdidas si se hacía por acuerdos económicos que militares.
Así
se ve el rostro (los bolsillos) masónico en la lucha contra la Confederación
Argentina soberana.
Es
claro que el acuerdo Southern - Arana causó espanto en los masones enquistados
en Montevideo. Saldías menciona que “Los
negociantes extranjeros que prosperaban a costa de la usura con que ayudaban a mantener ese gobierno,
adelantándole dineros sobre los impuestos y sujetándolo a sus conformes,
explotaron también ese rechazo prodigando cartas y publicaciones en las que
bajo los acentos del falso patriotismo velaban su acento quejumbroso de judíos”.
En
la Asamblea Nacional francesa se discutían los pasos a seguir en su guerra
contra Rosas y la Confederación. Sigue
diciendo Saldías, “El objeto del
proyecto y el subsidio presupuesto no
satisficieron al diputado ciudadano Gerdy, un declamador fácil, pero a obscuras
de todo lo que tenía relación con los países del Plata quien presentó en
sustitución este proyecto en favor de la política guerrera: «-La asamblea
nacional asigna diez millones al gobierno para terminar honrosamente el negocio
del Plata y hacer con Montevideo y la provincia del Uruguay un tratado que
asegure su independencia, la libertad de los ríos y los intereses europeos….-”
Como
veremos a continuación, las luchas políticas en Francia hacían que la cuestión
del Plata tuviera dos bandos en pugna en la Asamblea Legislativa y en los
miembros del Gabinete. Pero no vaya a creerse que alguno de los dos bandos
tuviera presente que se estaba violando la soberanía de un lejano país.
Nada
más lejos. Era una cuestión económica de las logias revolucionarias que
asolaban el noble suelo francés.
Unos
con el masón Thiers querían seguir la guerra contra la Confederación Argentina
a como diera lugar rechazando el inminente acuerdo entre ésta y Francia que
estaba llevando adelante el Almirante Lepredour con Felipe Arana, Ministro de
Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina.
Veamos
lo que explica al respecto SALDÍAS[391]: “En efecto, como el gabinete
estaba obligado a pedir a la asamblea los dineros para seguir dando a la ciudad
de Montevideo el subsidio de doscientos cincuenta mil francos mensuales con
arreglo a la convención de 12 de junio de 1848, que estableció de hecho el
protectorado francés en esa plaza, la comisión de créditos dela asamblea,
inspirada por Mr. Thiers, se apoderó del fondo de la cuestión, pidiendo al
Ejecutivo todas las piezas referentes a la negociación Lepredour, y avocándose
las funciones del gabinete, pues entró en la discusión de los artículos de un
tratado que no era discutible, porque no podía considerársele como celebrado
cuando los gobiernos contratantes no se habían puesto de acuerdo todavía sobre
los términos precisos de la negociación”.
Queda
manifiesto que era una invasión; se quería formar un protectorado francés en la
Banda Oriental. Había que contratar
mercenarios extranjeros que fueran a combatir y había que dar dinero a los
Argentinos miembros de la ‘Comisión Argentina’, que lucraban con el despojo al
pueblo Oriental.
La
llamada pomposamente ‘Comisión de
Créditos’, en París, era la encargada de reclamarle al Gabinete del
gobierno francés las ingentes sumas que se necesitaban para solventar el costo
de semejante aventura fenicia y mercenaria.
Esa
Comisión presentó como fundamento de la urgencia del préstamo y del envío de
dinero el hecho de que una parte de Montevideo quería rendirse mientras que la
otra, quería resistir por un tiempo más el embate de Oribe y Rosas. Había que apurarse para volcar la balanza a
favor de la continuación de la guerra.
La
Comisión, en forma desvergonzada, no tuvo pudor en decir que el último grupo “de los desterrados de Buenos Aires que
alimentan antiguos resentimientos, extranjeros, franceses, españoles, italianos
qué han tomado las armas hace algunos años y se han comprometido así. Unos y
otros parecen decididos a no aceptar la capitulación. El pueblo, al contrario, está fatigado de un sitio que dura hace
cinco años”.
Nadie
quería esta guerra, salvo el grupo belicista de Adolphe Thiers; los emigrados
unitarios argentinos, masones todos, que junto con los financistas tenían
controlada a Montevideo a la que desvalijaban sus riquezas; y los mercenarios
de varios países que obtenían ganancias con el contrabando.
Este
sujeto Thiers era un político avezado que basó toda su carrera en promover
agitaciones para llevar a Francia a alguna guerra.
Téngase
presente la memoria que presentó al Gobierno francés el Coronel Melchor Pacheco
y Obes, uno de los desleales a su patria Oriental, como buen Masón. Era agente
del gobierno de Montevideo en París, y dice SALDÍAS[392] que en ese documento
solicitaba a la ‘Comisión de Créditos’
la autorización y el dinero para reclutar en Francia voluntarios entre los
hombres desocupados, garantizándoles concesiones de tierras y ganados en el
Estado Oriental. Con estas palabras y en su desvarío ideológico
expresó que “Esta sería una manera de
crear una fuerza permanente organizada propia a la defensa del territorio”.
Su
meta, casi desesperada, era convencer al gobierno francés que no retirase el
apoyo a la causa de la Defensa de Montevideo.
Es
decir, este cipayo, funcionario del gobierno usurpador de Montevideo, pretendía
dar tierras Orientales y dinero a mercenarios de todo el mundo formando un ejército
‘permanente’ a cambio de que
guerrearan en el Rio de la Plata para derrocar al Presidente Oribe y a Rosas. Obviamente,
debían ser mercenarios y luchar por una enorme suma de dinero, pues ningún
Oriental quería sumarse a esta ignominia. Hacía rato que el pueblo nativo
quería la paz, tal como lo confesó en Francia a la Comisión referida: “ El
pueblo, al contrario, está fatigado de un sitio que dura hace cinco años”.
No
sólo el pueblo Oriental estaba cansado de ese virus que se había enquistado en
la ciudad de Montevideo con el único fin de lucrar con el sudor del pueblo y la
soberanía de estas tierras. También los
propios comerciantes franceses que trabajaban honestamente en ambas orillas del
Plata rogaban que se acabara el bloqueo francés. Los comerciantes que estaban en
Francia y hacían negocios en el Plata, pedían lo mismo, porque la ideología estaba,
bien mientras no afectase los bolsillos.
SALDÍAS[393] nos señala acertadamente
que el Almirante Lepredour mandó un mensaje a la Asamblea francesa en tal
sentido, en la que decía que “…que más de
diez mil franceses prosperaban en Buenos Aires al amparo de amplias garantías y
en los diferentes ramos del comercio y fecundas industrias rurales del país;
como asimismo una petición suscrita por algunos cientos de negociantes,
armadores, banqueros, exportadores y fabricantes de Francia en la que pedían la
ratificación del tratado Lepredour. «En el momento en que los negocios del
Plata acaban de recobrar una grande actividad, decían, los intereses franceses
comprometidos en Buenos Aires se han aumentado considerablemente y su grande
importancia justifica las alarmas del comercio. Persistir en la intervención sería sacrificar los intereses de nuestros
nacionales establecidos en Buenos Aires, como también los de los negociantes y
fabricantes establecidos en Francia, casi exclusivamente en provecho de una
compañía que explota la aduana de Montevideo, ¡y cuyos agentes tratan de
abusar del gobierno repitiendo que el comercio pide la continuación de la
intervención!
El objetivo era seguir manejando la Aduana de
Montevideo que dejaba pingues ganancias con el contrabando y solo se podían
mantener en pie “gracias al terror que
los extranjeros ejercen sobre sus habitantes que si no fuera por eso hace rato que
hubieran abierto las puertas de la ciudad y llamado a Oribe a hacerse cargo del
gobierno, diciendo que los habitantes quieren paz cualquiera que sea, los
extranjeros solo la guerra”, decía Lepredour en junio de 1849,
Estos mercenarios jugaron un papel importante
no sólo en la defensa de Montevideo, como el asesino masón Garibaldi que ya
hemos visto, sino también en el derrocamiento del gobierno de la Confederación
Argentina al mando de Juan Manuel de Rosas en la batalla de Caseros el 3 de febrero
de 1852. El tiempo se aproximaba…
Mariano GARCÍA[394] nos sigue entregando
datos sobre el tema de los préstamos de la banca mundial para sumar más
extranjeros mercenarios: “La contratación
de mercenarios está mencionada varias veces en la correspondencia del grupo
montevideano. En 10/1848, John Le Long y José
Ellauri prometían ayuda desde Francia mediante el envío de 8000
voluntarios «armados y reunidos en cuerpo, bajo la dependencia de nuestra
autoridad gubernativa». En 7/1849 el agente de Montevideo en París tramitaba la
preparación de un cuerpo de 5000 emigrantes, reclutados entre los indeseables
de las agitaciones francesas, de quienes la policía veríase libre con
satisfacción. Ellauri le escribía al canciller uruguayo que el
ministro Edouard Drouyn de Lhuys lo había autorizado a reclutar
voluntarios (3/7/1849). A los subsidios franceses se agregó el Empréstito
Buschental y una importante operación financiera concertada entre el nuevo
canciller brasileño Paulino Soares de Souza y el agente
uruguayo Andrés Lamas. Estas entradas oxigenaron las finanzas
montevideanas, permitiéndoles adquirir cuantioso material bélico y la
contratación de mercenarios armados”.
Tengamos
presente que las personas mencionadas eran todos masones.
El
embajador argentino en el Brasil, Tomás Guido tomó conocimiento de estas
maniobras entre la Banca mundial, Brasil y el Gobierno de Montevideo.
En
septiembre de 1851, el Imperio del Brasil, más allá de no cumplir con su
neutralidad, seguía dando dinero, armas municiones y alimentos al Gobierno de
Montevideo. Pero como no podía aparecer el propio Imperio violando la
neutralidad, quien aparecía como dador del crédito era Ireneo Evangelista da
Souza.
Dice
SALDÍAS[395]
que Guido sabía no sólo que Da Souza aparecía firmando el crédito, sino que
detrás de éste, quien manejaba como un titiritero a todos, se encontraba José
Buschental.
¿Quién
era ese tal Buschental? Era un banquero y masón casado con la hija del barón de
Sorocaba. Nacido en Estrasburgo, de niño llegó a las costas del Brasil y luego
se instaló en Montevideo donde hizo su fortuna
En
Brasil desarrolló varios negocios de mucho riesgo que terminaron en la quiebra,
por lo que decidió trasladarse a Inglaterra y luego a España para continuar con
sus actividades comerciales y financieras.
En
Madrid adquirió mucha influencia en los círculos de los altos negocios. Pero
también allí lo alcanzó la bancarrota y decidió trasladarse a París, donde
conoció a José Ellauri, al que ya mencionamos anteriormente, que estaba
buscando fuentes de financiamiento para Uruguay. Buschental colaboró con el
ministro uruguayo en la búsqueda de préstamos, aunque sin éxito.
Gracias
a ese contacto con Ellauri, Buschental decidió probar suerte en Uruguay y así lo
hizo en 1849. Instalado en Montevideo, fundó un saladero en la costa del río
Santa Lucía, que abastecía al ejército francés.
Ya volveremos a hablar de
José Buschental en siguientes capítulos.
Pero podemos compartir aquí
algunos comentarios de este siniestro personaje, luego de la caída de Rosas,
que nos trae José María ROSA[396]
“Buschental
será el hombre de influencia financiera después de la caída de Rosas:
prestamista obligado de todos los gobiernos de Buenos Aires, Montevideo y
Paraná. Lamas y Herrera serán sus agentes; este último, según Honorio Hermeto
Carneiro Ledo, estaba desacreditado en sus últimos tiempos de ministerio por haber trascendido sus
participaciones en las comisiones del avispado apátrida.
Lucio V. Mansilla
describe al Caballero Don José corno un hábil corruptor que sabía el precio de
cada hombre. A aquellos inaccesibles a sus comisiones los ganaba con obsequios
a sus esposas e hijos; cuenta el ameno autor de Retratos y recuerdos que el
caballero nunca llegaba a una casa sin traer piezas de tela francesa a las
señoras, canastos de juguetes europeos a los niños, no se iba sin deslizar
monedas de oro en las manos de los sirvientes; naturalmente en todas partes era
esperado con entusiasmo por señoras, niños, domésticos que presionaban sobre el
escrupuloso dueño de casa.
“Sus fiestas eran
espléndidas; en ellas su esposa —la Bella Mariquita Buschental, nieta presunta
de Pedro I, - se encargaba de los reacios al dinero o a las presiones
familiares, según versión que recoge despreocupadamente Mansilla. En Buenos
Aires su abogado fue Vélez Sarsfield…”
En
1870, este banquero y comerciante murió en Londres, Inglaterra.
¿Qué
se puede deducir fácilmente de todo esto?: primero, que la única forma de
mantener la plaza de Montevideo con esos usurpadores franceses y extranjeros (que
eran mayoría ya que, en aquellos tiempos, había pocos Orientales nativos) era
con dinero proveniente de la banca europea.
Y, segundo, el propio Lepredour desbocado en su lenguaje, por un lado,
reconoció que Uruguay era ‘una provincia’ de la Confederación Argentina, pero,
por el otro reconoció que la intención de Francia era lograr su independencia para
que fuera una marioneta del país europeo que le facilitara la navegación de los
ríos interiores y el usufructo de esas tierras ubérrimas. Es válido aclarar que contaban con el apoyo de
los indignos nativos unitarios y masones.
La
Masonería estuvo -y está- presente en aquellos que siempre han traicionado a la
nación aliándose con poderes extranjeros que intentaban sojuzgar su
independencia.
Muchos
militares, aun los que actuaron de la guerra de la Independencia, engrosaron
las filas internacionalistas de la Masonería, con fuerte influencia de Francia
e Inglaterra.
Otros,
que tal vez no llegaron a serlo, se apoyaron en la Masonería, o bien la
Masonería los utilizó como títeres para lograr sus fines. Ambas partes coincidían en sus objetivos.
Uno
de ellos fue el General Juan Lavalle, el servil empleado de Francia y varias
veces ingrato a la causa de la independencia de nuestro país. General tan
valiente en las batallas como falto de inteligencia y fácilmente influenciable.
Si
bien se ha dicho que no era masón, la Masonería lo estuvo apoyando económicamente
a él y a sus ejércitos, aun en su camino al exilio en el cual sembró terror y
protagonizó matanzas en las poblaciones a las que llegaba.
Véase
una carta que le envió a Dionisio Puch, y que transcribe en su totalidad
Alberto EZCURRA MEDRANO[397], en la que ordenaba fusilamientos
a distintas personalidades de Salta, ya que de no hacerlo “…no podremos concurrir con nuestros elementos
en apoyo del Segundo Ejercito Libertador (‘sic’) y del poder del Oriente, que lucha contra la tiranía…”.
Queda
certificada la injerencia material e ideológica de la Masonería en las mentes y
en las decisiones de índole militar del unitarismo.
Masones como
Bernardino Rivadavia, Julián Agüero, Florencio Varela, Salvador María Del Carril,
José M. Paz, Juan B. Alberdi, Juan Cruz Varela, Valentín Alsina, Domingo F.
Sarmiento -desde Chile- y otros, ‘rodearon’ (sic) a otro futuro masón y desleal
a su tierra, Justo José de Urquiza.
Este entró en la
Masonería el 21 de julio de 1860 convencido por Bartolomé Mitre y Dalmacio
Vélez Sarsfield, curiosamente 14 meses antes de su derrota en Pavón a manos de
Mitre. Y a tantos otros como José
Mármol, Santiago Derqui, Juan Gelly y Obes, Rafael Obligado, Antonino Aberastain,
Eduardo Conesa, Wenceslao Paunero, José Roque Pérez. Todos ellos, junto a la masonería que dirigía
la política del Imperio del Brasil con el Barón de Mauá financista de los
ejércitos brasileños, y ‘urquicistas’,
lograron, durante 1851 y finalmente en la Batalla de Caseros en 1852, la
derrota del soberano gobierno de la Confederación Argentina presidida por Juan
M. de Rosas.
Pero no debemos dejar de lado lo que ya hemos tratado en
otros trabajos y hemos adelantado en otros capítulos: el Barón de Mauá, a su vez, era empleado -de
algún modo debemos llamarlo- de la banca Rothschild y otros banqueros (Baring
Brothers, por ejemplo) miembros conspicuos de la masonería europea. Desde allá
se movían los hilos invisibles que financiaron el desmembramiento de las
naciones hispanas en el continente.
El propio Mayer Amschel Rothschild (1744-1812) dijo “dadme el control del dinero de una nación y
no me importará quien redacte sus leyes”.
Uno de los mejores
trabajos sobre el llamado ‘Pronunciamiento’ del ‘fenicio’ y contrabandista Justo
José de Urquiza y la traición a su patria, lo ha dado José María ROSA[398] que nos adentra
puntillosa y documentalmente en lo que también otros autores destacan:
Que el
pronunciamiento de Urquiza no tuvo por miras crear una Constitución ni ningún
otro tipo de visión jurídica distinta a la existente en ese momento. Su único
interés era continuar con la exportación ilegal del oro al extranjero y el
contrabando de carne y otros productos a través de la frontera de Entre Ríos
con Brasil y con los sublevados del Gobierno de Montevideo.
El interés por el
dinero de parte de Urquiza no tenía límites. Desde 1845 a 1848, en plena guerra
con los ingleses y franceses, el contrabando era un afluente de dinero para los
bolsillos del entrerriano y sus amigos, tal el caso de su mano derecha, Crespo
-gobernador provisorio- que manejaba perfectamente el aceitado sistema,
defraudando a su país y traicionando los esfuerzos de la nación para combatir
al enemigo invasor.
El contrabando iba
desde Entre Ríos y Corrientes a Montevideo y de allí a Europa. Los productos
manufacturados volvían a Montevideo, y de allí, sin pagar impuesto, pasaban a
Entre Ríos desde donde se distribuía hacia todas las provincias. Negocio
perfecto.
El dinero que corrió
a raudales para el apátrida entrerriano, para Lamas y para otros miembros del
Gobierno de Montevideo que resistía el asedio de Oribe y de toda la Banda
Oriental, fue dado en especial por el Imperio. Este, con rabia disimulada, tuvo que darle el
dinero que pedía Urquiza para confirmar su traición a la patria.
Jugó una particular
actuación el ‘correveidile’ asesor
comercial de Urquiza, el catalán Cuyás y Sampère que oficiaba de lazo entre
éste, los funcionarios del Imperio del Brasil y los miembros de la Comisión
Argentina en Montevideo. Preparaba, con
fruición y oro mediante, el asalto por la retaguardia del ejército Oriental de
Oribe y contra el gobierno de la Confederación Argentina.
Dice ROSA[399] que “El 11 Cuyás vuelve a escribir a Urquiza para informarle de la llegada
a Montevideo de la totalidad de los buques de la expedición francesa. Y agrega,
sugestivamente que habría de correr abundante el oro como en 1838: Han llegado
a más – dice -, grandes cantidades de dinero remitidas por el banquero de París
Rothschild, con el intento de comprar las letras que los agentes franceses
giren contra el Tesoro de Francia, y pertenecientes otras a la Caja de la
División Expedicionaria. Las primeras se hacen subir a 40 mil onzas de oro, y
las segundas a 10 mil. Ayer salió el almirante (Lepredour) para Buenos Aires”
“Solamente con la
certeza de un público e irreversible “pronunciamiento” de Urquiza contra Rosas,
y previo compromiso formal y garantizado de dar al Imperio los gajes de la
victoria (Misiones Orientales, libre navegación de los ríos, Garzón en la
presidencia de la República Oriental, tratados que significaran el protectorado
brasileño en el Uruguay, reconocimiento de la independencia paraguaya para que
cayera igualmente en la órbita del Imperio, pudiendo quedarse Urquiza con los
restos del naufragio de la Argentina) se arriesgaría Brasil a apoyarlo
públicamente”.
Tengamos en cuenta
que el Gral. Garzón, desertor a la soberanía de su tierra y al Gral. Oribe, fue
un masón declarado, así como Andrés Lamas y Manuel Herrera y Obes, empleados
del Imperio del Brasil.
Siguiendo con el
citado autor, nos señala que “Esa
traición de Urquiza, reconocida por él mismo en sus cartas y reconocida por sus
socios en este juego macabro, como Alsina que le escribe a Lamas diciéndole que
“Una franca guerra entre el Imperio y la Confederación, pondría a los
argentinos aliados de Brasil (los unitarios de Montevideo, y ahora Urquiza), en
una postura desairada y poco explicable moral y patrióticamente. Porque – y la
palabra va por cuenta de Alsina – lo de Urquiza sería llamado por la historia
una apostasía y no una conversión a la causa de la libertad. ¿Y lo suyo?
“-Mi posición como
escritor argentino es delicada-, explica Alsina a Lamas instándole a que el
Imperio no declarase, ni aun con el naipe Urquiza en su poder, una guerra lisa
y llana a la Confederación Argentina. El 22 de noviembre, en postdata a una
carta a Lamas de esa fecha, el jefe de los unitarios de Montevideo aclaró a Río
de Janeiro su pensamiento: -Para mí, amigo - Alsina escribe a Lamas - esto es
evidente (la apostasía próxima de Urquiza). Por lo mismo el Brasil debiera
apresurarse a aprovechar la ocasión, a la que pintan calva, y dar a Rosas un
golpe de sentido, con posibilidades y sin peligro, en el Estado Oriental”.
“¡Hay que aprovechar
el momento, este momento!, escribía Lamas en Río de Janeiro a Paulino: hacer
tratados que ataran bien fuertes a lo que quedase del Estado Oriental con el
Imperio vencedor”.
La Masonería argentina junto a la oriental,
la inglesa, la francesa y la brasileña jugaron un papel primordial en todo esto,
en una connivencia conspirativa, francmasónico, logista y asesino.
Asimismo, dentro de
la sociedad de la Confederación Argentina, había Federales masones que eran
fácilmente identificables. Aquellos que luego de la caída del gobierno de
Rosas siguieron con sus fortunas personales y con puestos públicos sin solución
de continuidad (Vicente López y Planes, Bernardo de Irigoyen, Dalmacio Vélez
Sarsfield, etc). Los dos primeros usufructuaron como funcionarios durante el
gobierno de la Confederación, pero por arte de magia, el mismo día que cayó
Rosas, ya eran funcionarios de Urquiza.
Se
puede entender de la misma manera la defección de Pacheco, de Garzón,
de Urquiza, de Lavalleja, Vicente López y Planes, que también eran masones.
El
inteligente y sagaz pero sinuoso Sarratea, que luego fue embajador de Rosas en
Francia con buen suceso, hizo enfrentar al soberbio y engreído Ramírez con su
jefe Artigas. Luego hizo enfrentar a Estanislao López con Ramírez, a quien
persiguió, derrotó, le cortó la cabeza y la puso en una jaula.
En
el Pacto de Pilar, después de la Batalla de Cepeda, Sarratea y los
porteños engañaron a Ramírez como a un chico, haciéndole creer que iba a
ser el patriarca de la Confederación. Éste lo creyó, dejó de lado a Artigas y a
raíz de esto ambos se enfrentaron. El Supremo entrerriano lo venció, y
cuando Artigas, derrotado, se exilió en Paraguay, Ramírez mandó a un emisario a reclamar que lo
entregaran para fusilarlo. Gaspar Francia no sólo echó al comisionado, sino que
le advirtió que si enviaba a otro lo fusilaría en el acto.
Otro
hecho: Mansilla (masón, lamentablemente) atacó y
combatió a Artigas en nombre del Triunvirato (muy unitario) manejado por
Pueyrredón (masón).
Alvear
era otro masón que le ofreció un coloniaje servil a Inglaterra y luego a España.
Cuando Rosas llegó al poder se acercó a
él y luego cuando su gobierno cayó, fue un servil adulador de Urquiza para
lograr que lo designara diplomático en Europa, porque para su edad el 'clima de
EE. UU.' donde se desempeñaba, era muy frío.
Tan era su servilismo que el propio Urquiza lo despreció y lo dejó en EE.
UU. en donde finalmente murió.
Pareciera
que sólo José G. de Artigas y Juan Manuel de Rosas no eran masones. De allí sus amarguras, su cansancio y el
saber que los dejaron solos después de tantos años de luchas....
Debemos
tener presente también el pacto entre Urquiza y de Mitre luego de la
batalla de Pavón, muy parecido al de Urquiza, Flores, Oribe, Lavalleja, y
Rivera, por el cual Lavalleja se unió a Venancio
Flores y a Rivera en un triunvirato trunco por su propia muerte y la de Rivera. El pacto de Urquiza y Vicente López y Planes
por el cual, el mismo día que cayó Rosas, fue designado Gobernador de la
Provincia de Buenos Aires, como ya dijimos.
Nos es
lícito recordar del mismo modo la frase de Urquiza para acordar con Oribe el
fin de la Guerra Grande, cuando afirmó que no iba a haber ‘ni vencedores ni
vencidos’. Algo que no ocurrió. La misma
frase fue pronunciada por Urquiza luego de Caseros que, por supuesto, tampoco cumplió,
habida cuenta que luego de esta batalla recrudeció sin límites la matanza
indiscriminada de civiles, niños, mujeres, por todo el interior de la
Confederación Urquicista.
La
Masonería ha hecho mucho por la derrota de las fuerzas nacionales al mando de
Oribe y Lavalleja. Debemos recordar que ambos, más allá de sus acendrados
fervores patrios y
sus religiosidades innegables (Oribe fue un devoto de la Virgen de los Treinta y
Tres, a la que le regaló una corona
de oro),
también habían sido llevados al seno de la Masonería rioplatense con
obligaciones para con sus Hermanos. Esto
provocó que, llegado el momento y a pesar de sus justas luchas, debieron
hocicar ante las directivas de los Hermanos tres puntos.
Como ya mencionamos, el general Carlos María de Alvear, Venerable Maestro (Presidente) de la Logia
Lautaro de Buenos Aires, en 1814 había creado en Montevideo la
Logia Caballeros Orientales. Inicialmente se denominó Logia de Caballeros Racionales, al estilo de la que había instalado
Francisco de Miranda en Cádiz y en la que fue iniciado Alvear. En 1822,
Caballeros Racionales cambió su nombre por el de Caballeros Orientales y en su
seno se gestó tres años después la "Cruzada Libertadora" de los 33
Orientales. Llegó a tener alrededor de 300
miembros en una estructura de tres grados, según la jerarquía y la función de
cada uno de ellos. La logia de los Caballeros Orientales se reunía de manera
secreta en el bar "Los Patriotas", en la actual "Ciudad
Vieja" de Montevideo.
Hemos hablado sobre los personajes masónicos
del lado de la Banda Occidental, es decir la Confederación Argentina. Y lo volveremos a hacer. Había masones no sólo
entre los Unitarios afrancesados o anglófilos sino que también estaban en las
filas del gobierno de Rosas.
En el Capítulo VI[400]
y a lo largo del presente
trabajo nos hemos referido a los masones del lado de la Banda Oriental, y del pensamiento de muchos
autores sobre el tema[401]
[402]
y con documentaciones varias. Sobre
todo, lo relativo a los acuerdos de Manuel
Oribe con Urquiza y Venancio Flores[403].
Los
‘europeístas’ ‘Colorados’ eran prácticamente todos masones. Pero aquí, por una
cuestión metodológica ampliaremos e intentaremos profundizar la pertenencia de
algunos buenos Federales ‘blancos’ a las logias, sin perjuicio de ser católicos
como Oribe y Lavalleja.
Debemos
tener en cuenta que esa contradicción, insalvable a nuestro modo de ver, si
bien no hizo mermar la religiosidad de muchos de ellos, produjo sin lugar a
duda, la defección o la derrota de las fuerzas Federales. La contradicción fue insuperable.
Como
ya dijimos, entre los Federales Orientales eran masones Manuel e Ignacio
Oribe. También lo expresa Rodolfo
GONZALEZ RISSOTTO[404]
“Oribe supo articular e integrar su
arraigada creencia religiosa católica con las nuevas ideas representada por la
Masonería, como se vio en su biografía, que integró y en la que llegó a
desempeñarse en los más latos cargos y grados dentro de las institución
fraternal. Testimonio de sus enraizadas creencias es el crucifijo de campaña
que llevaba en sus campañas militares”.
Si,
nadie niega su religiosidad como se ha expuesto arriba en capítulos anteriores.
Del mismo modo Lavalleja, pero no se puede servir a dos señores; y ése fue el
punto débil, el talón de Aquiles de Oribe, de ambos. De allí los acuerdos
espurios finalmente que debió firmar Oribe entregando su espada a Urquiza.
Muchos militares, funcionarios
de alta jerarquía ‘Blancos’ y patriotas que se acobijaron en los oscuros
pliegues de las hermandades masónicas, pasaron a ser objeto de los juegos ‘logistas’ como bien supieron ver Juan
Manuel de Rosas y José G. de Artigas. En
definitiva y en ‘última ratio’,
debieron cumplir con sus juramentos masónicos de obediencia, ya que como no nos cansamos de repetir que, para un Masón, la
Fraternidad está antes que la Patria.
El historiador Eduardo CASANOVA
DELFINO[405] enumera
las figuras orientales y las logias a la que pertenecían: Carlos Anaya participó, al igual que Oribe y
su Ministro de Relaciones Exteriores, Carlos Gerónimo Villademoros, de la Logia
“Asilo de la Virtud”; Juan Benito Blanco, de la Logia “Caballeros Orientales”; Felipe
Díaz, de la Logia “Fe”; Juan Francisco Giró Zufriategui, de la Logia
“Caballeros Orientales”; el conocido Militar Servando Gómez, de la Logia
“Cristóbal Colombo”; José Agustín Iturriaga, de la Logia “Fe”; Cristóbal
Salvador Wich, de la Logia “Caridad” y luego miembro del “Supremo Consejo del
Gran Oriente de Uruguay”.
Un
caso emblemático es el del destacado militar Lucas Moreno que, al decir del autor
recién mencionado, “cuando Urquiza
levantado en armas contra Juan Manuel de Rosas invadía Uruguay para apoderarse
de las fuerzas de Oribe, para evitar un derramamiento de sangre, don Lucas
Moreno con determinación masónica interpone su amistad con ambos contendientes,
logrando establecer las bases de un armisticio.”
Masón
uno, Masón el otro y futuro Masón el tercero entrerriano. Todo queda entre
hermanos ‘tres puntos’, porque un militar tiene como función combatir. El ‘derramamiento de sangre’ está ínsito en
la función de un militar en todo combate.
Observemos, a modo de
ejemplo, en la Banda Oriental los acuerdos para desarrollar la llamada ‘Cruzada
Libertadora’ de 1825 con la financiación masónica de Pedro Trápani; luego de la
Batalla de Ituzaingó la Convención Preliminar de Paz entre la Confederación
Argentina y el Imperio del Brasil con las maniobras realizadas por los
británicos para forzar dicho acuerdo en agosto de 1828; el pacto entre Urquiza, el Imperio del Brasil
y el Gobierno de la Defensa de
Montevideo el 29 de mayo de 1851 por el cual Urquiza traicionó a su país ( no
sería la última vez); el Tratado de Pantanoso
del 8 de Octubre de 1851 por el cual Oribe declinó su lucha contra
Urquiza, los correntinos y los
brasileños; ‘Los 5 Tratados’ entre el Gobierno de la Defensa y el Imperio del
12 de octubre de 1851 ; el Pacto de Unión entre Oribe y Flores del 11 de
Noviembre de 1855. Sumemos a todos estos acuerdos el de Urquiza y Mitre luego
de Pavón, etc.
Todos con la impronta
masónica y todos en perjuicio de los intereses soberanos de las naciones del
Plata.
En fin, saque el
lector sus propias conclusiones.
¿Cómo comenzó todo en
nuestro país?
Lo explica Alberto J.
BONDESIO[406]:
“En 1834 Juan Bautista Alberti, Juan
María Gutiérrez, Marcos Sastre, Vicente Fidel López, Miguel Cané, Carlos
Tejedor, Juan Thompson, Félix Frías, y otros fundaron el Salón Literario y en
1837 Esteban Echeverría juntamente con Alberdi, Gutiérrez, José Mármol, Rivera
Indarte, Pastor Obligado y otros fundan la Joven Argentina o la Joven
Generación Argentina que fue disuelta al año siguiente por el gobierno de
Rosas. En 1838 Alberdi junto a otros emigrados argentinos crea en Montevideo,
la Asociación de Mayo. Igualmente, aparecen simultáneamente asociaciones
similares en San Juan, Tucumán, Córdoba, etc. en cuyo seno trabajarán Domingo
F. Sarmiento, Benjamín Villafañe, Marcos Avellaneda, Vicente Fidel López entre
otros”.
“Todas
estas sociedades secretas tenían algo en común: realizar trabajos subterráneos,
fomentando las diversas coaliciones para derrocar al gobierno de Rosas”.
“Pero,
una vez vencido Rosas, para los Unitarios que habían vuelto del extranjero
Urquiza era una molestia para sus planes y lo consideraban otro tirano más.
Entonces a fin de combatir al ‘nuevo’ tirano se formó otra logia llamada
‘Juan-Juan’ de la que formaban parte: Miguel Estévez Seguí, José Mármol, Adolfo
Alsina, Juan José Monte de Oca, José María Moreno, y algunos militares como
José María Pirán, Emilio Conesa y Emilio Mitre”.
Sigue diciendo
BONDESIO[407] tomando las riendas del poder, “en 1856, durante el gobierno porteño de
Pastor Obligado, aparece una nueva sociedad secreta denominada ‘Juan-Juanes’,
que se constituyó como un verdadero ‘control del Estado’, … Después de Caseros,
los emigrados venían dispuestos a imponer su bárbaro despotismo ejerciendo
actos más deleznables que aquellos que decían combatir” ·.
“Este
grupo, representante del tan decantado "espíritu" de Caseros y que
capitaneaban Bartolomé Mitre, Domingo F. Sarmiento, José Mármol, Ángel
Somellera, Vicente Fidel López, los Alsina y otros dominaron la prensa, las
cámaras y el gobierno y los que no pensaban como ellos quedaron excluidos de la
vida pública. Estos mismos fueron los que se apresuraron a incinerar, en el
patio de la casa de Rosas, el rico archivo de nuestra historia para que no
pudiera oponerse el testimonio de los documentos a las calumnias y falacias que
ellos escribían en lo que dio llamarse la “historia oficial”.
“Este
‘espíritu de Caseros’ de los facciosos del porteñismo liberal, masón y
disolvente mantuvo por varios años la tónica de una política de odio y de
separatismo que ocasionó gravísimos daños al país y que, a más de cien años de
distancia, se ha renovado en nuestra historia… Durante los diez años
posteriores a Caseros fueron fundándose distintas logias que respondían a la
Gran Logia de la Masonería Argentina fundada el 9 de marzo de 1856 y a la que
pertenecieron todos los personajes liberales que mencionamos en este trabajo.”.
Varios autores hacen
mención precisa del derrotero de nuestra masonería vernácula.
Uno
de ellos que ha escrito con seria fundamentación es Aníbal RÖTTJER[408]
“La fundación oficial de la masonería en la República
Argentina data del 9
de marzo de 1856, con la apertura de la
logia madre “Unión del Plata”, que sesionó en sus primeras “tenidas” en una
finca ubicada en la esquina de Brasil y Balcarce, junto al parque
Lezama. Su “regularización” la recibió del Supremo Consejo del
Uruguay, el 11 de diciembre de 1857”.
Después de la batalla de Caseros, los primeros masones
que instalan sus logias en la Argentina, son los extranjeros. Los
franceses fundan en 1852 la logia “Amie des naufragés”; y más tarde, las logias
“Amis de la verité” y “Humanité Fraternité”.
“Los ingleses crean la logia “Excelsior” en 1853, y
luego “Estrella del Sur”. Tal vez hubo por esos años algunas logias
españolas e italianas, y probablemente algún “taller” mixto que funcionaba en
1855 con masones argentinos y españoles bajo la jefatura de Miguel de
Valencia. Más adelante los italianos fundarán las logias “Italia”,
“Unión Italiana” (a la que perteneció José Ingenieros y su padre), “Roma”,
“Sette Colli”, “Leonardo da Vinci”, etc.
“Entre los primeros catorce masones argentinos
inscriptos en 1856 en la logia madre para la República Argentina figuran: Domingo
Faustino Sarmiento (iniciado en 1854 en la logia “Unión Fraternal” de Chile), y
Santiago y Francisco Albarracín. Dicen los masones que en 1856 “se
reinicia la tradición masónica en la Argentina”.
“La euforia liberal de la época y el esnobismo tentador llevaron
a las logias a muchos hombres públicos argentinos –como sucedió en Francia en
el período prerrevolucionario-. La novedad del momento cautivó a los
vacilantes en su fe, carentes de sólida formación religiosa; y se afiliaron a
la masonería, cuya finalidad última desconocían completamente, pero de la cual
fueron dóciles instrumentos desde las altas esferas del
gobierno. Porque una es la masonería ordinaria o de aparato: la de
los banquetes, fiestas y reuniones, y otra la alta masonería oculta, la principal,
la gran responsable. La experiencia históricamente ha comprobado que
a veces se han afiliado a la masonería verdaderos patriotas, los cuales, cuando
aparecieron los fines reales de la Orden, creyeron que eran desviaciones, y
entonces reaccionaron2.
“El liberalismo
asimiló los principios naturalistas y positivistas, constituyéndose en una
verdadera filosofía que negaba al ser y a la nacionalidad y a todo el conjunto
de sus valores espirituales. Esta etapa dio primacía a los intereses
materiales y coincidió con el auge del liberalismo económico y la penetración
del capitalismo imperialista. Era la pérdida irremediable de nuestra
soberanía. Para disimularlo, la oligarquía concibió su plan laico
como una forma de defensa de la soberanía del Estado frente a los “abusos” que
en materia de matrimonio y educación consumaba la Iglesia… El
liberalismo desfiguró nuestra fisonomía tradicional, violentó nuestras
convicciones espirituales, comprometió nuestra independencia, dilapidó nuestras
riquezas, traicionó las justas aspiraciones del pueblo, abatió las columnas que
defendían nuestra soberanía y falsificó los hechos históricos para desalentar
toda posible empresa recuperadora… Los liberales de hoy están en la
misma línea de pensamiento que sus antecesores liberales de ayer o de hace un siglo…. Siguen
empacados en la vieja huella en que se atascaron sus abuelos…”.
Muchas veces las declaraciones de ciertas personas con el
afán de dar a conocer los hechos con un sentido positivo y de grandeza, no
hacen más que confesar su propia ruindad intrínseca.
Un ejemplo de ello son las afirmaciones del Gran
Maestre de la Masonería Argentina Ángel Jorge CLAVERO[409] quien comienza por decirnos que si bien ya
existían logias en la Argentina “El 11 de
diciembre de 1857 siete de las logias masónicas existentes en la ciudad de
Buenos Aires se agrupan y constituyen la actual Gran Logia de la Argentina
eligiendo como primer Gran Maestre al doctor José Roque Pérez. En nuestro país,
la Gran Logia nace en 1857 en pleno desarrollo del proceso de organización
nacional, después de Caseros. Será la Masonería el ámbito neutral de encuentro
para muchos dirigentes, un lugar donde se discutirían proyectos de fuerte
incidencia en la sociedad, entre ellos la secularización de los cementerios (1859),
la unificación del país con el ingreso de Buenos Aires a la Confederación
(1860), la sanción del Código Civil (1869), la lucha contra la epidemia de
fiebre amarilla (1871) en la que perdió la vida Roque Pérez, primer titular de
la Masonería, a la cabeza de los rescatistas, el Congreso Pedagógico (1882), la
ley 1.420 de educación común, gratuita y obligatoria (1884) y la creación del
Registro Civil (1884). Ya en el siglo XX, la Reforma Universitaria, cuyo
centenario celebraremos el año que viene.
No llama la atención,
entonces, que prohombres de la Masonería como Justo José de Urquiza, Santiago
Derqui, Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento, entre otros, hayan
alcanzado la Presidencia de la Nación, ni que los propios Mitre, Sarmiento y
también Leandro Alem hayan sido elegidos Grandes Maestres de la Masonería
Argentina.
La reinstalación de las Instituciones en 1983 abrió una nueva perspectiva, en
que la Masonería Argentina se ha reinstalado en las capitales de todas las
provincias y ha recuperado buena parte de su membresía. En diversas
universidades nacionales funcionan cátedras de Librepensamiento y la tarea en
defensa del laicismo y la igualdad de oportunidades acaba de ser reconocida por
el Comité de Laicidad Republicana de Francia.”
¿Qué confesión tenemos acá? Primero, que el derrocamiento
del soberano gobierno de Juan Manuel de Rosas, a partir de la batalla de
Caseros el 3 de febrero de 1852 significó el desarrollo y el engrandecimiento
de la Masonería en el país y, en especial, al tomar el resorte del gobierno de
la Nación a través de una sucesión ininterrumpida de presidentes y funcionarios
masones.
Ello trajo como efecto una serie de medidas legislativas
(como sucede hoy) que dieron impulso a la disgregación nacional como los
Congresos Pedagógicos, la tristemente famosa Reforma Universitaria del año 1917
contemporánea a la Revolución nihilista Soviética e inspirada en sus teorías
(pero no en su práctica vertical).
Los altos y bajos que tuvo la Masonería en cuanto al
manejo de los resortes políticos durante algunos años en el país, se asentaron definitivamente
con el nefasto régimen democrático desde 1883.
O sea, Democracia igual a Masonería. Las universidades eran
calderas donde se cocían las ideas que iban minando nuestra integridad y nuestra
espiritualidad argentina a través de cátedras liberales cuyas ideas provenían -de
donde si no- de la Francia masónica, jacobina asesina que debilitó nuestras
defensas emocionales, físicas, intelectuales, históricas y psicológicas.
Sobre la gran mentira de la ‘democracia’, como panacea de
la felicidad mundial, nos apoyaremos en distintos autores que descorren el velo
de esa sangrienta idea utópica:
Tema y autores a los que nos hemos referido
también en otro de nuestros trabajos[410]
Ya PLATÓN[411] en “La República” afirmaba basándose en su actualidad que la Democracia
era una de las formas ilegítimas de gobierno, como clarísimamente se afirma en “una forma gubernamental signada fatalmente
por la tiranía del número, por el desgobierno de la muchedumbre, por el
desenfreno de las libertades, por el incremento de los oclócratas y de los
demagogos”.
En nuestra sociedad
se ha divinizado cada vez más a la Democracia, pero como bien dice Antonio
CAPONNETTO[412]
“el
fin de la sociedad no es la
Democracia sino el bien común. Si un gobierno democrático no logra este fin no
es un buen gobierno”. Ahora, yo me
pregunto y pregúntese el lector: ¿Ud. conoce algún gobierno democrático que lo
haya logrado?
Con la
aparición de la llamada Democracia, la tiranía del número y el anonimato
amordazaban y oprimían a los ciudadanos, volviendo irresponsable tanto a los
electores como a los elegidos.
El autor
citado expresa, trayéndonos un triste recuerdo, “el primer sufragio universal de la historia los electores eligieron a
Barrabás y crucificaron a Jesucristo”.
“La vergüenza y la inmoralidad es el sufragio
universal, y la ideología ruinosa que lo sustenta, fruto del igualitarismo
amorfo y de la cuantofrenia más aborrecible. La vergüenza es plegarse a la
parodia sufragista, al totalitarismo de las mayorías arrebañadas por la
propaganda, a la enfermiza compulsión por optar cuando no hay bienes sino males
mayores y crecientes……La vergüenza e
inmoralidad “es adherir al condenado
constitucionalismo moderno insalvable en nuestra Constitución del ‘53 con sus
sucesivas reformas, a convalidar la representación partidocrática monopólica y
excluyente”
En tal
sentido y a modo de guía, “todavía hoy la
Iglesia nos da el ejemplo de la validez de este criterio cuando tiene que
designar un nuevo Papa. No se convoca a las masas a la elección. No se
presentan listas de candidatos emergentes de otros tantos órganos
partidocráticos. Ni cualquiera elige ni cualquiera puede ser electo”
Se
pregunta Caponnetto “¿Y de dónde saldrían
estas misteriosas perversiones prácticas de la democracia? ¿Cuáles serían las
causantes de esta sistemática corrupción empírica? ¿De dónde proceden los
motivos y las razones que de un modo unánime y reiterado tornan impura una
estructura de poder, un modo de gobierno, una modalidad práctico-política? …..
Desde que el ser precede al hacer, y la inteligencia a la voluntad…. el efecto
contiene la causa. La operación sigue al ser”.
“La aberración es admitir que la legitimidad de origen
de un gobierno depende de la adición discorde, anónima e indiscriminada de las
individualidades, homologadas todas rastreramente en el principio cuántico de
que un hombre es igual a un voto. Es, en suma, alimentar la funesta tiranía del
número, que, hasta el mismo Borges, en renombrada chanza, llamó “abuso
estadístico”.
Con razón
ha dicho Rubén CALDERÓN BOUCHET[413] que “el aristócrata no es el producto de un sufragio, ni puede serlo;
está vinculado a los servicios prestados al pueblo por sus antepasados…”.
“La elección de los gobernantes por la multitud -procedimiento
que siempre dejó a salvo como posible el Magisterio de la Iglesia [ y también en otras religiones]- no lo es bajo el modo aberrante del sufragio universal, sino bajo ciertas
condiciones determinantes que oportunamente enumeró”.
José ORTEGA Y GASSET[414] exclama y da una
definición, con un tinte de indignación por lo que sufría su España: “Democracia
exasperada y fuera de sí, democracia en religión y en arte, en el
pensamiento y en el gesto, en el corazón y en las costumbres… Lo que hoy se
llama democracia es una degeneración de los corazones, el más
peligroso morbo que pueda padecer una Sociedad”.
Cuestiona
CAPONNETTO[415]: ¿Y cuál sería, la forma correcta de gobierno? ¿Es que se niega la participación del
pueblo, del común de la gente en la elección de los gobernantes? No, no se
niega la participación -en especial en la gestión- sino el modo de elección de los mismos.
Refiere
que Santo Tomás sostenía que el mejor régimen de gobierno sería uno mixto: con
un componente Monárquico, que asegurar la unidad, un componente Aristocrático
que asegurase la representatividad y un componente Republicano que asegurara la
participación.
Expresa que “el derecho y el deber de participar en la vida pública procurando el
bien. Así, la perversión intrínseca de
la democracia no está en la posibilidad que ella abriga de elegir a los
gobernantes, sino de elegirlos mediante el sistema del sufragio
universal…La Iglesia prescinde de
cualquier tipo de modalidad [gubernamental] centrando el concepto en la idea de
participación […] que se puede dar tanto en la designación de los gobernantes y
representantes políticos como en la gestión de la cosa pública” ( ver Santo
Tomás, verbigracia, en su «Comentario a la Política de Aristóteles»)”
Continúa
el autor, informándonos y formándonos, que ya en “la Edad Media se daba una real participación de los distintos
sectores sociales, manifestada en los municipios
o comunas, los gremios, corporaciones artesanales, universidades, etc., en
los asuntos que eran de su competencia. …Los gremios distinguían a los ilustres de
cada corporación, para que cada uno de ellos, perteneciente a distintas
sociedades, integrase, a su vez, un consejo
de patricios que designaría al Jefe del distrito o comarca”.
Agrega con
una observación aguda poniendo las cosas del anverso y no del reverso, diciendo
para poner en evidencia el sofisma de la pregunta: “No debemos preguntarnos ¿‘si la democracia, no pues entonces qué?’
sino al revés: ¿qué régimen o sistema de gobierno había antes de que la
democracia usurpara, se divinizara como forma pura y totalitaria de gobierno?
La respuesta era que las naciones durante milenios estaban organizadas de otra
manera y la civilización fueron creciendo y organizándose en jerarquía de
valores y capacidades”.
El sofisma
para ocultar esto y poner paños fríos ante la evidencia de la decadencia social
es decir que ‘no hay una verdadera Democracia’ o ‘la Democracia está enferma’ o también otras falacias que van
apareciendo: ‘‘Los males de la Democracia
se curan con más Democracia’ (que es como decir, los males de una
enfermedad se curan con más bacterias y virus).
Así, “no es que la Democracia está enferma. La
enfermedad es la Democracia, que por
su propia naturaleza es una enfermedad”, como refería Charles MAURRAS[416].
Finaliza
Antonio CAPONNETO[417] reafirmando a Maurras a
modo de epitafio sobre la democracia: “No
es que la Democracia está enferma. La enfermedad es la Democracia, que por su
propia naturaleza es una enfermedad [y]
no es que hoy en día las llamadas Democracias son falsas Democracias porque se
terminan convirtiendo en tiranías del número, sino justamente se convierten en
esto porque son genuinas Democracias”
Las
Democracias intrínsecamente son la tiranía del número, el despotismo de las
muchedumbres anónimas e ignorantes de la ‘res publica’.
Ya
expresaba Louis VEUILLOT[418]
que “pensar de manera distinta a aquellos que se dicen “tolerantes” [partidócratas] es
algo que el ‘partido de la tolerancia’ [partidos políticos] no
puede tolerar (sic)…”
El
“Hombre-Mesócrata”, demócrata al fin, es la consecuencia de todo esto y sigue
su marcha como los Lemmings que cada tanto comienza a correr en masa hacia el
mar, saltan y se mueren ahogados, suicidándose.
Y como lo
que aquí se expresa no conoce de épocas, veamos un hecho actual que menciona el
diario ‘CLARIN’ sección MUNDO del día 11 de noviembre de 2018.
El artículo en
cuestión es “Informe de Latino barómetro’ “En
América Latina, 7 de cada 10 personas están disconformes con la democracia…La
población registra la peor percepción del sistema en las últimas décadas.
Desencanto con los políticos. Hace tiempo que la democracia en la región es
percibida como frágil y decepcionante. 7 de cada 10 personas afirman estar
disconformes con el sistema. Las instituciones cayeron a su menor de nivel de
confianza, la política a su mayor nivel de desencanto, la región retrocedió en calidad de sus democracias y
aumento en corrupción y violencia. Son civiles, hoy día, los que llevan a los
países no sólo a grados mínimos de democracia sino también a su abandono como
régimen político. Prácticamente
6 de cada 10 personas consultadas dijeron que no votarían por un partido
político, lo cual es una señal de debilidad de la democracia, que
requiere de partidos políticos que representen las demandas de la población.
Sin partidos, las democracias no funcionan”.
Es dable observar que
el liberalismo enuncia hechos, pero luego saca conclusiones que omiten las
causas de lo que se enuncia y que son diametralmente opuestas a la realidad de
lo sucedido.
Por un lado, el
relato de los hechos nos dice que la gente está disconforme con la democracia,
que es frágil y decepcionante, que la población no confía en el sistema.
Pero luego, como por
arte de birlibirloque el editorialista dice que ‘la región retrocedió en la calidad de su democracia’ y por ello ha
habido un ‘aumento en corrupción y
violencia’, y por ello ‘grados
mínimos de democracia’.
No es cierto. Es un
sofisma escolar-
No es que la calidad
de la democracia haya ‘retrocedido’
sino que como bien dice Caponnetto parafraseando a Maurras, el mal ES la
democracia. Lo que el editorialista dice respecto a que ha mermado la calidad
de la democracia no es más que el efecto natural de todo régimen demócrata: su
irrepresentatividad, el sistema por el cual lo mediocre y ramplón se hace del
poder para su beneficio cubierto por el anonimato de sus decisiones y, por lo
tanto, su falta de responsabilidad por la toma de ellas y necesariamente, el ‘aumento de corrupción y violencia’.
La causa es lo
contrario a lo que el editorialista dice: no son los ‘grados mínimos de democracia’ lo que causan los estragos que se
comentan, sino que los ‘grados máximos de
democracia’ son los que producen esa corrupción, esa violencia.
Y finalmente remata ‘Prácticamente 6 de cada 10 personas
consultadas dijeron que no votarían por un partido político, lo cual es una
señal de debilidad de la democracia”.
Correcto, gracias a
Dios, pero el editorialista lo dice con pesar, como algo negativo y no como lo
que es, la demostración empírica, real de eso que se lamenta: “que requiere de partidos políticos que
representen las demandas de la población. Sin partidos, las democracias no
funcionan”.
Este último párrafo
encierra una hipocresía, una trampa y una contradicción:
Es cierto que sin los
partidos políticos las democracias no funcionan, o por lo menos sería difícil
que funcionasen. De tal modo el propio editorialista nos da la clave –sin
saberlo- de lo correcto a seguir: abolición de los partidos políticos.
Pero la falacia está
en que dice que los partidos políticos deben existir porque ‘representan las demandas de la población’. La
falsedad y lo contradictorio de lo dicho, por otra parte, es que párrafos
arriba nos dice que la gente no cree en el sistema, no cree en los partidos
políticos.
En tal sentido lo que
afirma el editorialista contradice lo afirmado y reconocido por la gente y por
él mismo. Su conclusión de que los
partidos políticos representan las demandas de la población es un sofisma
insostenible y le hace decir a la gente lo contrario a lo que la gente ha dicho
y dice.
Finaliza diciendo
compungido: “La indiferencia hacia la
democracia se viene acentuando peligrosamente entre los jóvenes de 16 a 26
años”. Bueno, lo de ‘peligrosamente’ debemos
entenderlo para aquellos poderes imperiales que temen el despertar soberano de
las naciones, mal que le pese al mediocre escriba remunerado por esos poderes.
Aquí brilla el
empirismo social en su lucha contra las ideologías trasnochadas cismáticas del
amor a la patria, a sentirse parte de un todo que une a los que la habitan. Si
la Patria es el padre común a todos y usted traiciona a su padre, estaría
traicionando a su patria. Usted sería un descastado, un ser a-raigal. Así
fueron y son los Unitarios de ayer, los liberales de hoy: los ‘Sin Patria’.
Para las naciones, en
especial la nuestra, es una demostración saludable de que en nuestros jóvenes
no todo está perdido. No sabemos si más por conocimiento de la aberración que
es la llamada democracia o partidocracia o, por un sentido común vivencial que
hace que los humanos tiendan a rechazar todo lo que le hace mal al cuerpo, a la
mente o al espíritu personal o de su Nación.
¿Cómo
comenzar a desarmar el andamiaje de todo esto que afecta nuestra soberanía?
Como dice CAPONNETO[419] comenzando por “tomar conciencia de la naturaleza del mal
que nos aqueja; sin un buen diagnóstico no hay enfermedad que pueda curarse”.
Masonería y Democracia. Esta, instrumento mágico con el
que las organizaciones masónicas se introducen fácilmente en el manejo de
nuestra política y nuestra sociedad.
Entre fines de 1859 (Batalla de Cepeda) y 1861 (Batalla
de Pavón) la Masonería desplegó toda su energía para aceitar su triunfo luego
de Caseros. El Federalismo aún agonizaba: había que darle la estocada final y
todos los movimientos se dirigían a ello.
En el año de 1860 se produjeron importantes cambios:
Francisco Solano López tomó las riendas del gobierno del Paraguay sucediendo a
su padre Carlos Antonio López.
También ese año Buenos Aires ingresó nuevamente a la
Confederación Argentina…. Y se preparó el ‘unitarismo’ para eliminarla por
completo, para ‘organizarla’ en un festival de sangre a lo largo y ancho del
país. Una verdadera cacería se avecinaba.
Dice Gabriel TURONE[420] “todo será realmente confuso, porque
muchos viejos federales rosistas ahora eran urquicistas, a la vez que
muchos federales del interior simpatizaban con el liberalismo porteño. En esa
década, se había diluido el fundamental combate contra los masones, a cuyos
miembros se los identificaba, claramente, con el bando unitario (de allí, el
común denominador de logias unitarias con que se designaban a estas sociedades
y sus “talleres” en tiempos de Rosas). E incluso, tras el derrocamiento del
Restaurador muchos de sus funcionarios abrazaron los postulados del Gran
Arquitecto del Universo: Bernardo de Irigoyen, Álvaro José de Alzogaray, Juan
Moreno, Francisco Javier Muñiz, etc. {…} Buenos Aires, mientras tanto,
aprovechaba su condición de “hermana reincorporada” para buscar acceso libre
hacia el Interior, tratando de vigorizar la acción de los grupos que actuaban
bajo la divisa liberal, aunque declarando aceptar la causa de la Confederación”.
¿Quiénes eran los máximos representantes de esos agrupamientos? En la
provincia de Tucumán, el doctor Marcos Paz. En Córdoba, su gobernador,
Mariano Fragueiro, Justiniano Posse (futuro mandatario provincial) y Antonio
del Viso, entre otros. Aberastain hacía lo propio en San Juan. Los
Taboada en Santiago del Estero. Y así en todo el territorio nacional”
José Roque Pérez, primer jefe máximo de la Masonería en la
Argentina, dio un discurso en la incorporación de Urquiza y Mitre a la
Masonería el 21 de Julio de 1860 (aunque ya en 1857 Urquiza había empezado los
contactos a tal fin) en una Gran Asamblea del Gran Oriente de la Gran Logia de
la Argentina en el templo masónico de su sucursal metropolitana, el Oriente de
Buenos Aires.
Continúa diciendo el citado autor
sobre
ese acontecimiento que sellaría la suerte de nuestra patria: “Después de la larga noche de la tiranía rosista, la
Masonería, que vivió oculta o semioculta, reabre sus “trabajos”; para
replegarse luego en el silencio de sus “talleres” al terminar el período de la
organización nacional”. (publicación de la Gran
Logia de la Masonería Argentina, Septiembre de 1948, Buenos Aires). Todo, al
parecer, se habría iniciado la noche del 21 de julio
de 1860. Ese día, tuvo lugar la celebración de una Gran Asamblea del Gran
Oriente de la Gran Logia de la Argentina en el templo masónico de su sucursal
metropolitana, el Oriente de Buenos Aires. Reunidas allí las principales
autoridades políticas del momento (Justo José de Urquiza, Bartolomé Mitre,
Domingo Faustino Sarmiento y Santiago Derqui), bajo los principios lúgubres de
la Masonería se daba el puntapié inicial para la “organización
nacional” {…} “Varias lecturas
surgen de la “tenida” masónica del 21 de julio de 1860: la más promovida, que
desde allí se consolidó el cimiento de la Argentina “organizada” y
“civilizada”. Otra: que ya no habría más
lugar para ningún conflicto interno entre los “hermanos” liberales. Y una tercera, que en el banquete se
preparaba el sistemático aniquilamiento del federalismo como expresión política
y social, es decir, la ultimación de la patria religiosa, hispánica y
criolla. Pero tendría que transcurrir un
año más –y una batalla decisiva todavía- para que esos puntos tomen un cariz
realista. Para llegar a la meta, Derqui
ya no contaba y la Confederación Argentina tenía que desaparecer”.
Dijo el Masón Antonio P. CASTRO[421] y lo menciona,
paradójicamente, como algo positivo:
“'Si en épocas no muy lejanas, ellos han
representado ideas políticas divergentes; si en el campo de la lucha han
chocado sus espadas, la hidalguía de sus corazones y la altura de sus ideas les
han hecho concebir que ésas son luchas estériles para los pueblos, de las que
la humanidad sólo recoge lágrimas y despojos. Sólo la concordia, la fraternidad
y la libertad en él orden han podido producir bienes perpetuos. Y abrazando con
fe sus leyes y principios, esos hombres y sus adictos se presentan a nuestros
ojos como los Verdaderos Masones, como los obreros de la paz y los re-constructores
de la sociedad. Sí, felices vosotros que, al fundar la Masonería en este país,
dábais a su primera logia el nombre de «Unión del Plata» y a su hija
primogénita el de «Confraternidad Argentina». Estos dos nombres simbolizan lo
que veis hoy realizado, después de cinco años de lucha desgarradora; y esas dos
logias, que desde un principio manifestaban nuestros votos por la Unión
Nacional aún existen vivas y florecientes para recibir en su seno, la una al
Jefe de la República, la Unión del Plata; la otra, a los dos guerreros que
cruzando sus espadas en el campo de batalla, firmada la paz, se daban el abrazo
de hermanos y condujeron a la República al estado de felicidad en que hoy se
encuentra, estableciendo la verdadera confraternidad argentina. Es que ambos
eran «hermanos» al ligar sus esfuerzos para derrocar la espantosa tiranía que
oprimía a los argentinos y para alzar en alto el pendón de la ley, de la
libertad, del progreso y del orden, en la sociedad que les confiere sus
destinos... El acto de hoy —concluye Roque Pérez— tiene pues un alcance y una
importancia solemne, que, dando realce a nuestra institución, nos obliga a ser
fieles cooperadores de la obra colosal de sellar para siempre la revolución de
nuestros pueblos y de mantener elevado y puro él pendón de nuestros padres [?],
su creencia y su fe política, al crear una grande y poderosa República unida
por el vínculo indisoluble de la Constitución Nacional. Nos impone, antes que
todo, el deber de acallar nuestras pasiones, de no desmentir en ninguna ocasión
los principios profesados por el verdadero masón de trabajar con constancia
para conseguir el imperio de la ley, de ¡a libertad y de la concordia, sin el
cual toda sociedad es un caos; todo derecho, una mentira absurda; todo ascenso,
un favoritismo repugnante en que se sacrifica la virtud y el mérito a la
adulación y a la bajeza".
Una muestra del poder disociativo de
la masonería que se mueve en todo el mundo entre sombras para disgregar de
todas las maneras posibles nuestro territorio, lo da el pacto infamante entre
Mitre y Urquiza en la pseudo-batalla de Pavón el 17 de Setiembre de 1861.-
Oscar TURONE[422],
extrayendo informes y estudios de Pedro De Paoli, José María Rosa y Adolfo
Saldías nos da una acabada muestra del silencioso acuerdo masónico -para el
gran público- entre ambos contendientes.
El autor dice que “En 1860, luego de unos pocos años del
derrocamiento del gobierno nacional y soberano de Juan Manuel de Rosas,
Urquiza, gobernador ahora de Entre Ríos, “invita a su Palacio de San José, en
Concepción del Uruguay, a Mitre y a Derqui. Este llega el 8 de noviembre
de 1860 y Mitre el día 10, acompañado de un gran séquito: el Coronel Gelly y
Obes, ministro de Guerra; los de igual graduación, Conesa, Albariños, Chenaut,
Paunero, Dionisio Quesada y Juan Peña; dos edecanes y varios oficiales
ayudantes”.)
La muerte del Coronel José Virasoro,
Gobernador de San Juan fue anunciada insólitamente por el propio Sarmiento con seis
días de anticipación, a manos del Unitario, ‘mitrista’ y masón Aberastain en un hecho planificado por los
porteños.
Urquiza, indignado (supuestamente)
por la muerte de su (supuesto) amigo, junto a sus fuerzas de Entre Ríos, entre
quienes se encontraban José Hernández, Leandro N. Alem y otros Confederados, se
prepararon para entrar en batalla frente al ejército de Mitre. El triunfo
estaba asegurado por el alto espíritu y moral de los soldados y por su
preparación.
Pero de pronto, y en forma
inentendible para muchos, Urquiza comenzó a apartarse de su ejército.
“¿Es cierto
que Mitre, estando el ejército en marcha, llega hasta la ciudad de Rosario para
conferenciar en la logia masónica con Urquiza? ¿Es cierto el dato que llega al
campamento de Urquiza y que la tropa no quiere creer? Pero si ello puede o
no ser cierto, lo que es exacto es que Urquiza realiza frecuentes reuniones en
la logia masónica de la calle Laprida y que antes de la batalla, y
posteriormente a su entrevista con Mitre en Las Piedras, se reúne con su
“hermano Mitre” en ese mismo local de la masonería y allí ambos se abrazan
‘fraternalmente’ y convienen el resultado de la batalla que luego no más
librarán (dicho por Dr. J. Y. Taillón, grado 33 de la masonería, en acto
público del año 1928, en el local de la logia 17 de la calle Laprida, en
ocasión de pronunciar una conferencia antifascista el intelectual italiano Dr.
Mosca).[…]
“El 12 de setiembre, medio desorientado por la
profusión de regimientos que ocupan el campo, llega al ejército de la
Confederación, en demanda del general Urquiza, el caballero norteamericano y
sobrino político de Mitre, Mr. Yateman. Es un hombre joven, elegante,
distinguido y delicado. Viste a la inglesa y se defiende del fuerte sol
con un sombrero Panamá de anchas alas, rodeado de un pañuelo blanco de seda.
[…]”.
“¿Qué busca este extranjero en las filas del
ejército de la Confederación? ¿Qué quiere este extranjero en vísperas de una
batalla entre dos fuerzas argentinas? ¿A quién representa, quién lo manda? […].
“Mientras, amable y cortés, Mr. Yateman
prohombre de la masonería porteña, satisfecho del buen éxito de su misión, da
rienda a su caballo y sale al trote inglés hacia el campamento de Mitre.
Pero la suerte de las armas ya está decidida. Al día siguiente el ejército
retrocede y acampa sobre el Arroyo Pavón…. La intervención de Mr. Yateman en un
asunto de la máxima importancia como la batalla de Pavón, donde la oligarquía
porteña jugaba su suerte definitiva, se explica por diversas razones: Primero
míster Yateman es prohombre de la masonería universal, cuya filial argentina
tiene en sus manos la dirección de la política argentina centralista, cuyos
hombres dirigentes son Mitre, Alsina, Sarmiento, Vélez Sarsfield, Obligado,
etc. […]
Expresa
Pedro DE PAOLI[423] “Este tal Yateman, aparentemente sobrino político de Mitre era, en
realidad, Enrique Itman, su verdadero nombre y que en idish quiere
decir “hombre judío”, y se descompone así: “It”, judío, y “man”, hombre”.
Había nacido en Estados Unidos hacia el año 1809 como Enrique Esteban
Itman Collins (llamándosele, en nuestro país, Enrique Yateman a secas), siendo
prestamista y corredor de bolsa. También se lo sindica como sobrino
político de Bartolomé Mitre, aunque no he podido corroborar tan relevante prueba,
si bien ambos tenían membresía masónica. ¿Habrá estado Yateman en la
“tenida” del 21 de julio de 1860? Es muy probable, más sabiendo cómo se
dieron las cosas cuando Pavón.
“No se
sabe el año de llegada de Yateman a nuestro país, pero sí la fecha de su casamiento:
contrajo nupcias en Buenos Aires el 19 de diciembre de 1852 con Edelmira
Carranza Viamonte, nieta por parte de madre del general Juan José Viamonte –ex
gobernador de la provincia de Buenos Aires y luego salvaje unitario en su
vejez”
Luego de la batalla de Pavón,
insólitamente y a pesar del triunfo de las armas, Urquiza se retiró con todo su
ejército hacia Entre Ríos cediendo el triunfo –acordado- a Bartolomé Mitre, su
hermano masón “A pesar de todo ello, a pesar de los recursos de que podía echar mano
para proseguir la campaña, Urquiza se retiró del campo de batalla, indiferente,
tranquilo, glacial, como un personaje ajeno a lo que acababa de producirse, sin
atender los partes que le traían, ni responder a las preguntas o indicaciones
que le hacían sus allegados, sorprendidos”.
Finaliza
Gabriel TURONE[424] “Es de este modo, y no de otra manera, que se dan las circunstancias por
las que Bartolomé Mitre vence en la batalla de Pavón, cuando Urquiza ya había
diezmado buena parte de sus fuerzas. Al entrerriano le faltaba solamente
que su caballería e infantería siguieran abriendo, con feroces estocadas, las
filas desordenadas de los batallones porteños. Hernández, Arnold, Leandro
Nicéforo Alem, Saá, Peñaloza y López Jordán eran testigos privilegiados de la
entrega de Urquiza y el final del criollaje como pauta cultural nativa“.
“Existe una nutrida correspondencia que verifica de modo inobjetable la
relación Urquiza-Yateman antes, durante y luego de Pavón. Por añadidura,
esta sociedad también tuvo lazos firmes con los Mitre, Gelly y Obes y otros
más, indudablemente. E incluso, con otros apellidos del mismo origen: el
Barón de Mauá (financista en el Plata de la Banca Rothschild) y José de
Buschental. Por eso, Enrique Yateman actúa “como agente financiero y
prestamista de fuertes sumas a ambos grupos”, tanto unitarios como
confederados.
“En el Museo Histórico Nacional de Buenos Aires, existe una carta fechada
el 9 de enero de 1863 (casi un año y medio después de la batalla de Pavón), en
la que el general Justo José de Urquiza “le escribe a Adolfo E. Carranza
diciéndole que espera que haya recibido el giro para pagar el documento de
Yateman”, afirma de Paoli en su obra ya citada. Es el Documento N° 3676 – O.
1.p N° 971.
“Parece que, según se desprende de otra carta de febrero de 1863, los
servicios masónicos prestados por Yateman le retribuyeron, como contraparte,
una enorme cantidad de dinero, la suficiente como para adquirir un predio cerca
de lo que hoy es el Parque Nacional “El Palmar de Colón”, en la provincia de
Entre Ríos.
“La espeluznante y sorprendente derrota del provincialismo fue motivo de
asombro por parte del, hasta entonces, vicepresidente de la Confederación
Argentina, general Juan Esteban Pedernera, quien anotó en sus Memorias: “Puedo
afirmar que el Sr. Capitán General (Urquiza), nuestro jefe y amigo, conforme a
sus variantes políticas, muy naturales dada su idiosincrasia, no fue ajeno a la
forma como se desarrollaron los hechos que terminaron en forma tan indefinida,
como triste, en Pavón”.
“Uno de los primeros pasos dados por las “sorprendidas” tropas triunfales
de Mitre fue abordar y tomar la ciudad de Rosario, centro financiero más
importante del interior. Era menester hacerlo, porque una vez deshecho el
sistema confederado (que tuvo lugar el 12 de diciembre de 1861, con la firma
del ya presidente Juan Esteban Pedernera), sobrevendría el despliegue absoluto
del poder financiero extranjero, rapaz, abrumador, insensible. Era el
mismísimo final del oasis argentino. Un genocidio brutal todavía impune
se levantaba, soberbio, en el horizonte de las llanuras nuestras, en las
comarcas montoneras, en la última payada de Mandinga contra Santos Vega, bajo
la sombra del último ombú campero, adyacente a la última tapera envilecida.
Sólo así, bajo estas condiciones, se implementaría la autoproclamada
“organización nacional”.
Antes de
continuar, un paréntesis.
Tal como
dice Gabriel Turone muchos oficiales de Urquiza como José Hernández, Arnold,
Leandro Nicéforo Alen, Juan Saá, el ‘Chacho’ Peñaloza, Ricardo López Jordán y
otros se sorprendieron de su actitud.
Habría
que recordar que estos oficiales en su momento traicionaron al gobierno federal
de Rosas, un gobierno legítimo, y se volcaron en su acción a favor del
usurpador Urquiza. Algunos, antes de Caseros y otros, después de pelear a las
ordenes de Rosas -como Arnold- vencido este, pasó con el tiempo a luchar al
lado del entrerriano.
Así,
antes o después, todos estos oficiales federales son traicionados por el primer
traidor, el ‘fenicio’ Urquiza.
La vida
demuestra el enorme error de estos oficiales; en Caseros, en Pavón y más
adelante, pagarían muchos de ellos con sus vidas y sus bienes su
desconocimiento al gobierno patriótico y representativo del Restaurador. Y sus
enormes errores políticos (tan diferentes a los políticos y militares
brasileños) llevaron a nuestra nación a su derrota final.
De este modo, después de la Batalla de Pavón, los esbirros de Mitre -en
especial italianos y uruguayos- iniciaron la caza y degüello de aquellos pocos
que quisieron luchar. Una vez tomados prisioneros se produjo una matanza
indiscriminada de todos, para beneplácito de Sarmiento, Mitre… ¿Y Urquiza? Muy
tranquilo en sus propiedades entrerrianas asistía impertérrito a los asesinatos
por todo el país de quienes le habían brindado su confianza y sus vidas. Fueron
ejecutados todos los federales vivos que fueron encontrando los ‘mitristas’ y sus matones (entre los
asesinados se encontraba Jerónimo Costa, héroe de nuestra independencia y
defensor de nuestro país en las batallas de Vuelta de Obligado contra el
invasor Inglés y Francés). Y cuando
Mitre se presentó como candidato a Presidente de la Nación, Urquiza abogó para
que se lo vote. El Pacto masónico está concluido en los hechos.
Luego del derrocamiento de Rosas, único interregno en que
la Masonería –más allá de la existencia de masones en la Confederación
Argentina- no pudo dirigir los destinos de nuestra política vernácula,
prácticamente todos los presidentes y dirigentes económicos y sociales de la
Argentina han sido masones.
Sin importar la ideología política que tuvieran, ni que
fueran militares o civiles. La debacle
permanente y sin interrupciones de nuestro país desde el 3 de febrero de 1852 a
media tarde no se puede explicar si no tenemos en cuenta este hecho.
De boca de los propios masones[425] se confirma lo dicho: el
citado antinacional, ateo y antihispano estaba en marcha. Los mismos dicen en
su portal oficial respecto a Urquiza:
“La
Masonería, instalada institucionalmente dos años atrás [1859], tuvo entonces activa participación en
la búsqueda de la definitiva pacificación.
“En 1857, se
habían constituido el Supremo
Consejo Grado 33 y la Gran Logia del Gran Oriente Argentino, presididos
ambos por José Roque Pérez. El país estaba dividido
entre unitarios y federales, porteños y provincianos. En ese
contexto, las Logias Unión del Plata N° 1 y Confraternidad Argentina N° 2, se
propusieron alcanzar la unión y confraternidad de la dividida sociedad
argentina, lograr la armonía y pacificación del país, unificar los
criterios, zanjar los diferendos políticos y evitar la lucha fratricida”.
“En la
noche del 27 de junio de 1860, el Presidente de la Confederación
Argentina, Dr. Santiago Derqui, recibió en Paraná una comunicación del
Gobernador de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, quien a instancias de la
Masonería lo invitaba a visitar la Ciudad de Buenos Aires para asistir a
los actos oficiales del 9 de julio donde se celebraría un nuevo aniversario
patrio. Urquiza, gobernador de Entre Ríos y presidente del Partido Federal,
recibió una invitación idéntica”.
“El 6
de julio, Derqui y Urquiza llegaron a Buenos Aires acompañados de una
importante comitiva. Culminados los festejos populares organizados por
el Gran Oriente Argentino de la Masonería, se acordó la celebración
de una tenida en la sede de la Institución para el 21 de
julio a la que se denominó Tenida de la Unidad Nacional, con
activa participación de las Logias Unión del Plata y Confraternidad
Argentina”.
“La
tenida fue presidida por José Roque Pérez, y durante su transcurso se
otorgó el Grado 33 a Bartolomé Mitre, (Gobernador de Buenos Aires,
unitario), Domingo Faustino Sarmiento, (unitario), Santiago Derqui
(Presidente de la Confederación Argentina, federal), Justo José de Urquiza
(Gobernador de Entre Ríos, federal) y a Juan Andrés Gelly y Obes, Jefe del
Estado Mayor durante la Triple Alianza y hombre de la estrecha confianza de
Mitre”.
“Los
invitados fueron recibidos por el Supremo Consejo Grado 33 en pleno y
por los Venerables Maestros (presidentes) de todas las logias de
Buenos Aires. Tras los saludos, el Soberano Gran Comendador se retiró con
los miembros del Supremo Consejo, en tanto una comisión especial condujo
al resto a un templete próximo, donde les fue otorgada la más alta
distinción de la Masonería, el Grado 33. De regreso al Templo Central,
fueron recibidos con incesantes salvas de aplausos y vivas a la
patria”.
“Ocupando
el alto sitial del centro, el Dr. Roque Pérez sentó a su derecha
al Presidente Derqui y a su izquierda al Gobernador Mitre; en
los sitios especiales e igualmente destacados de la cabecera tomaron ubicación
el Gobernador de Entre Ríos Justo José de Urquiza, los ministros
porteños Sarmiento y Gelly y Obes. De inmediato, Urquiza y
Mitre, con sus manos sobre el Libro de Ley Sagrada, la Escuadra y el
Compás, prestaron el solemne juramento y se comprometieron: “A OBLIGARSE
POR TODOS LOS MEDIOS POSIBLES A LA PRONTA PACIFICA CONSTITUCION DEFINTIVA DE LA
UNIDAD NACIONAL”.
“José
Roque Pérez pronunció entonces un discurso en cuyos párrafos
salientes expresó que “un gran acontecimiento nos reúne y agrupa en este
lugar... es la presencia del Presidente de la República Argentina, del Primer
Magistrado de Buenos Aires y del Gobernador de Entre Ríos, que vienen a tomar
un asiento entre nosotros, no en calidad de Magistrados, sino en la de hermanos
y fieles sostenedores de nuestra Orden”.
“(…) Estos
nombres simbolizan ya lo que veis hoy realizado, después de cinco años de
luchas desgarradoras, el Jefe de la República, y los dos guerreros que cruzaron
sus espadas en el campo de batalla, firmada la paz se daban el abrazo de
hermanos que es la verdadera UNIÓN NACIONAL ARGENTINA”.
“Como
símbolo de la Unión Nacional, Bartolomé Mitre (Jefe del Partido Unitario), y
Justo José de Urquiza (Jefe del Partido Federal), se afiliaron a la Logia
Confraternidad Argentina N° 2 que, a partir de ese momento también
se conoció como Logia de la Unidad Nacional”.
“Por su
parte la Logia Unión del Plata Nº 1, a la que pertenecía Derqui, proclamó
miembro de honor a Urquiza quien retribuyó a través del Dr. Pedro Díaz de Vivar
con una medalla conmemorativa del Primer Aniversario del Pacto de San José de
Flores para cada dignatario de la Gran Logia de la Argentina y los
miembros del Supremo Consejo, “en prenda de reconocimiento por vuestro eficaz
apoyo para obtener la pacificación”. Por entonces, Buenos Aires revisó la
Constitución, propuso modificaciones que fueron aceptadas en una
nueva Convención Constituyente reunida en Santa Fe”.
“El 9
de agosto de 1861, la Logia Asilo del Litoral de Paraná proclamó a Urquiza
miembro de honor. Con todo, nuevas desavenencias entre Buenos
Aires y la Confederación determinaron una nueva contienda, esta vez
en Pavón. Pese a que las fuerzas de la Confederación tenían asegurado el
triunfo, Urquiza se retiró del campo de batalla para obtener la pacificación
definitiva y se dirigió a Entre Ríos. En coincidencia con ese gesto, el
Presidente Derqui y el Vicepresidente Pedernera renunciaron a sus cargos y
entre todos abrieron el camino a la presidencia de Bartolomé Mitre”.
“Urquiza
mantuvo la autonomía del gobierno de Entre Ríos y conservó el cargo de
gobernador. Hubo un acuerdo tácito con Mitre, por el cual éste nunca se
enfrentó políticamente a Urquiza. A cambio, Urquiza se mantuvo neutral durante
todas las rebeliones federales de esa década. Urquiza también otorgó su apoyo
político al Presidente Domingo Faustino Sarmiento. Mitre y Sarmiento fueron
huéspedes de Urquiza en el Palacio San José, ambos fueron recibidos por
separado con honores excepcionales: pasaron entre una doble fila de
gauchos formada como guardia de honor entre el puerto de Concepción del Uruguay
y el Palacio San José”
Luego de tomar un anti-revulsivo por todo lo
leído, y ya que hablamos de Sarmiento, sigamos a FONT EZCURRA[426] en el camino masónico
del sanjuanino:
Sarmiento fue Masón en tiempos en que la
Masonería había sido condenada por varios Papas con sus bulas y documentos
varios.
“Su iniciación en la
Masonería data del año 1854. Se hallaba entonces en Chile y allí ingresó en la
Logia "Unión Fraternal" Nº 1. Carlos Octavio Bunge parece creer que
este' ingreso se produjo antes, en su viaje a Francia y Estados Unidos de 1845
a 1848, pero no da datos ni fecha exacta. Lo que es probable es que para
entonces comenzase su acercamiento a la secta. Bunge dice que durante ese viaje
"se confirmó en su credo de librepensador".
Quiere decir esto que
el catolicismo en que fue educado no le había durado mucho tiempo.
“En 1856 aparece en
Buenos Aires como orador fundador de la Logia Madre "Unión del Plata"
Nº 1, que fue la base de la constitución del Gran Oriente Argentino. En 1860 el
Supremo Consejo y Gran Oriente de la República, "estimando debidamente las
eminentes calidades cívicas y masónicas que adornan a los dignos hermanos
Bartolomé Mitre, grado 30; Juan A. Gelly y Obes, grado 30, y Domingo Faustino
Sarmiento, grado 18, los eleva a Soberanos Grandes Inspectores Generales, grado
33".
“Este Decreto de
fecha 18 de Julio de 1860, firmado por Pedro Díaz de Vivar, lugarteniente
comendador y Fernando C. Cordero, Gran Secretario General del Santo Imperio,
puede verse en el libro de Martín V. Lazcano, "Las Sociedades Secretas,
Políticas y Masónicas en Buenos Aires", Tomo II, pág. 354, de donde
extraemos estos interesantes datos.
“En 1864 Sarmiento
termina su gobierno en San Juan y se traslada a Norteamérica. El Gran Oriente
Argentino lo nombre Plenipotenciario ante el Gran Oriente de los Estados
Unidos, para celebrar un tratado de amistad. […]
Nunca renegó de su pertenencia a la
Masonería, ni aun cuando fue Presidente; solo se desligó hipócritamente en
forma ‘temporaria’ para adecuarse a la ley de entonces.
Cuando fue electo este otro apóstata ‘Gran Maestre de la Masonería Argentina’ para
el período 1882-1885, dio un discurso ordenando mantener el secreto masónico
sobre su nombramiento y exaltación y manda comunicarlo al ‘Gran Maestre General de la Orden’, residente en Massachussets, a
quien de este modo, quedaba sometido.
Debemos tener presente siempre que la
Masonería de la Argentina -y de todos los países- siempre está subordinada a
las decisiones políticas de la Masonería central, que es la que da órdenes e
instrucciones que deben ser cumplidas a rajatabla, por los juramentos hechos,
bajo penas que llegan hasta las misteriosas muertes que hemos conocido a lo
largo del tiempo.
Sarmiento, a la par que odiaba al
catolicismo, propugnaba el protestantismo para introducirlo en nuestro país,
luego de haber estado en los EE.UU. Para
él, los EE.UU, Inglaterra, Alemania y todo el norte de Europa eran los países modelo
a seguir, política, social y culturalmente.
El protestantismo, para Sarmiento, era la
puerta de acceso para des-culturizar a la Argentina y subrepticiamente hacer
dócil a su pueblo a los poderes y bancas extranjeras.
¿Cómo lograr que esto pudiera darse en
nuestro país? EZCURRA MEDRANO[427] transcribe la respuesta
de boca del propio Sarmiento:
“En su ensayo titulado
"Sesenta años después" vuelve Sarmiento sobre el tema de Córdoba y su
atraso, y en el capítulo titulado "La cirugía social" propone una
solución para lo que llama "letargia secular”: " ¿Qué remedio -se
pregunta- para mal tan profundo?”. "La supresión de los conventos y
monasterios de Córdoba, secularizando a frailes y haciéndoles Curas, Zotocuras
y abriéndoles carreras para Canónigos, Deanes y Provisores, consagrando a la
educación las temporalidades.
"Que no toquen a
rebato en Córdoba! "Hoy hay herejía en esto. No hay órdenes religiosas en
Francia, sino toleradas, sus votos han sido suprimidos en España, en Bélgica,
en Italia, sin hablar de otras naciones. Es preciso dar otros ideales al pueblo
en Córdoba. La publicación diaria de las vidas de santos, para proveer de
lectura amena, está perdiendo la razón, haciéndola que no distinga lo real, lo
práctico de lo maravilloso, viviendo en un mundo imaginario. La ha suprimido
"La
Unión" aquí. [Diario Católico de Pedro Goyena y José Manuel Estrada] […]
“Oh, si pudieran
reunirse en Córdoba algunos protestantes metodistas, presbiterianos o de alguna
denominación cualquiera y levantar un templo en lugar aparente, ¡cuánto bien
harían al progreso de las ideas! En Buenos Aires, los pináculos del templo
gótico de los alemanes, las columnas dóricas o jónicas de los otros templos
protestantes son una lección en carteles imperecederos que están enseñando al
vulgo que ésta no es tierra clausa de católicos"
Luego de estas palabras de Sarmiento, el
Padre Nicolás SERRA CAUSSA[428] (citado por Ezcurra
Medrano), nos adentra en las tácticas de la Masonería.
"La segunda
táctica es la de ‘protestantizar’ a los católicos; tarea a la que se dedican
con muchísimo ardor a las veces los sectarios, en los pueblos católicos vecinos
a otros protestantes, o donde éstos viven mezclados con aquéllos. ‘-El mejor
medio de descristianizar a Europa, decía Eugenio Sué, es hacerla protestante-’,
y Edgardo Quinet a su vez: ‘-Las sectas protestantes son las mil puertas
abiertas para salir del cristianismo. ..Para que los pueblos salgan de la vieja
Iglesia Romana, no hay como hacerles entrar en las nuevas iglesias de la Reforma
..’. ‘-Lo que importa es predicar una religión de oposición, y siéndolo el
protestantismo, para beneficiar al racionalismo basta que se abrace cualquiera
secta protestante-".
En un artículo llamado ‘Seducción y Engaño’
el sanjuanino comenzó a introducir su pensamiento protestante.
“Solo moral cristiana y esa es común a toda
la cristiandad. Excluir a protestantes de las escuelas en nombre de la moral
cristiana es buena redacción para gente que poco pesa las palabras. "No
puede decirse moral católica sin insultar a todas las naciones cristianas, y
sobre todo a los honorables padres de familias inglesas, alemanas, francesas,
que no profesan este culto".
Sarmiento desbarrancó en su lenguaje y se sacó
la máscara:
Dice EZCURRA MEDRANO[429]- “De tal modo, no se crea que
Sarmiento se mantenía en el terreno más o menos elevado de la discusión
filosófica. Los siguientes párrafos de un artículo titulado "La Romería A
Luján", son dignos de cualquier pasquín:
"He ahí, pues,
lo que van buscando a Lourdes ya Luján, un signo, alguna leve manifestación del
poder divino, del milagro, que se echa de menos en la tierra hace ya un siglo,
y que la química, la física despintan, apenas vislumbra en la embrollada
inteligencia de los ignorantes.
“El milagro, la
aparición, se hacen siempre en las campañas, entre gentes rudas, y ante
chicuelos que suelen ser en los campos tan taimados como los que acompañan a los
rateros de Londres.
"Esto es lo que
van buscando en santa peregrinación a Luján, y solo logran divertirse sin
quererlo, recreando los sentidos con la vista del paisaje, hinchando sus
pulmones de aire fresco, y regalando su olfato con los olores queridos de la
tierra húmeda y la vegetación florida, conversando y murmurando de los
incrédulos".
"La Virgen de
Luján se ha mostrado insensible a tantas plegarias. En Lourdes habrá milagros
todos los días. La empresa está en manos entendidas. Dudoso es que Luján dé más
que sanar de dolor de jaquecas, o enderezar con bilmas una pierna
quebrada".
El odio vesánico y masónico de Sarmiento
afloró sin contención. Quiso borrar todo vestigio hispánico.
Sobre el tema finaliza EZCURRA MEDRANO[430] “la obra de Sarmiento no pertenece al pasado. Sarmiento pone la piedra
fundamental de la oligarquía argentina y le infunde su credo liberal. El
"sarmientismo" quiere borrar todo lo que signifique Catolicismo e
Hispanismo. Establece la enseñanza laica e importa maestros y escritores protestantes
o agnósticos de Estados Unidos, Francia y Alemania. Educación sí, educación,
ante todo, pero al margen de nuestra cultura tradicional. Nadie lo ha dicho
mejor que Anzoátegui: "Sarmiento mató la cultura para fundar la
instrucción".
El "sarmientismo"
nos arranca del viejo tronco hispánico para convertirnos en una imitación
servil de Estados Unidos y lo consigue en parte. A los defectos inherentes al
modelo se añaden los inherentes a la imitación. Progreso, progreso, ante todo,
pero a costa de nuestra dignidad, de nuestra independencia, de nuestro
porvenir. […] . Estados Unidos, con todos sus defectos, tiene auténtica
grandeza. Grandeza excesivamente material, quizá poco durable, nefasta si se
quiere, pero grandeza al fin.
Tiene voluntad de imperio, política
internacional, orgullo de raza, poder, ambición. Nuestra copia no tiene nada de
eso. Por la obsesión de la educación y del progreso inmediato el "sarmientismo" sacrificó nuestra
tradición católica e hispánica y nuestra futura y auténtica grandeza, que sólo
en ella podría basarse, para no resultar tan sólo una caricatura de grandeza.
Tales son las consecuencias de la obra de
Sarmiento. Contra ellas debemos luchar. Pero seamos lógicos con nosotros
mismos. Si luchamos contra el "sarmientismo", no cantemos loas a
Sarmiento. Dejemos que los masones glorifiquen a los masones.
Sarmiento no merece nuestro homenaje. Todo lo
que podemos hacer es rogar a Dios por su alma y esperar que le haya perdonado
sus errores y nada más.
La Masonería tiene como criterio operativo,
el silencio, del cual Sarmiento hacía gala, en todo lo relacionado con los
objetivos reales planteados.
Mitre, Sarmiento, y toda la llamada
‘generación del ’80’, tenían como estrategia masónica ocultar, silenciar hacia
afuera lo que tuviera que ver con la Masonería y sus fines.
Debemos tener presente la honestidad en admitirlo de
parte de Sarmiento. En otro trabajo sobre este genuflexo y extraviado hombre
comentamos lo que un Masón como Antonio ZÚÑIGA[431] reconoce respecto del
sanjuanino: “Sarmiento mentía, mentía
siempre: en 1882 ocupó el cargo de Secretario General de la masonería y cuando
antes, en 1880 habíase presentado como candidato a Presidente de la República,
él negó públicamente su condición de Masón, pero en la logia exclamó: “Yo sólo
he cumplido con la consigna masónica de no revelar mi carácter de tal” .-
Ya lo dijeron los versos de Héctor
CASTRO HARDOY[432],
sobre el funesto Sarmiento, ya ciudadano chileno para más datos.
“Desde
Chile vocifera renunciando a su nación
El sanjuanino
masón que a su tierra la vendiera
El
liberal lo venera, entre bueyes no hay cornadas
Inventando
una patriada ajena a la realidad
Pues no
pasó de chacal que a su patria repudiaba
Cuanto
odio destilaba provocando la rapiña
Magallanes
se perdía, cuanta historia deformada
Un
valiente a la distancia es, del sinarca, su aliado
A
Facundo ha insultado y critica a Juan Manuel
Pero la
gloria ha de ser tan solo del gaucho alzado”.
Dejemos
sentado como colofón un dato que debe servir de norte para todo lo que se
refiera a la Masonería: uno de los errores más grandes en el estudio de la
política y la historia, y que no se ‘perdona’, es creer que como los
comportamientos o hechos sucedieron hace muchísimos años, los criterios
filosóficos y políticos que los motivaron han cambiado.
Nada
más equivocado: en el caso que nos trae, la línea de pensamiento y los fines de
la masonería son los mismos desde siempre, aunque cambien los métodos y medios
para su logro, ‘agiornándolos’, si es
necesario…"Si queremos que todo siga
como está, es necesario que todo cambie".”, decía, maquiavélicamente,
Giuseppe Tomasi di Lampeduza en su obra ‘El Gatopardo’.
****
XII.-RELACIONES
FAMILIARES DE JUAN MANUEL DE ROSAS EN EL EXILIO
Mientras sucedía la Guerra de la Triple Alianza
y el exterminio físico del Federalismo a lo largo del país. Inexistentes ya
Artigas, Lavalleja y Oribe en el plano material o político. Mientras la
Masonería se enseñoreaba a ambos márgenes del Plata y socavaba hasta la raíz
los últimos rastros de nuestra independencia. Allá en Inglaterra, Don Juan
Manuel sobrevivía triste y con enojo contenido por la suerte que le tocó vivir,
pero siempre atento a los acontecimientos políticos de Europa y América de los
cuales estaba totalmente al tanto, tal como la historiadora Beatriz DOALLO[433] supo describir tan bien en
detalle.
No todo fue guerra y diplomacia en Juan
Manuel de Rosas. Su vida familiar tuvo cambios bruscos desde su exilio forzado
en Inglaterra.
En varios casos, el comportamiento de
familiares y amigos sufrió giros inesperados.
Algunos incomprendidos al día de hoy.
Andrea REGUERA [434] compila varios
documentos y cartas del Restaurador desde el exilio “Por Decreto del 16 de febrero de 1852, el gobernador provisional de
la provincia de Buenos Aires, presidente del Superior Tribunal de Justicia, Dr.
Vicente López y Planes,6 nombrado por el general vencedor en Caseros, Justo J.
de Urquiza, y su ministro Valentín Alsina, ordenan la confiscación de todos los
bienes del general Rosas declarándolos de propiedad pública. Inmediatamente,
varios de los amigos de Rosas, Juan N. Terrero, Josefa Gómez y José María Roxas
y Patrón, le escriben o se hacen presentes ante el general Urquiza, quien
somete esta cuestión al estudio del Consejo de Estado. Este Consejo de Estado
estaba formado en gran parte por antiguos partidarios del general Rosas, entre
ellos, Felipe Arana Tomás Guido, Eduardo Lahitte y Nicolás Anchorena”.
Estos últimos en
apoyo a Rosas lograron, por poco tiempo, que se le devolvieran alguno de sus
bienes.
Pero en septiembre de
1852 Valentín Alsina, nuevo gobernador de la Provincia de Buenos Aires,
escindida de la Confederación, con persistencia en su odio de logista contumaz,
reinstaló el embargo y el juicio a Rosas.
En 1854 Buenos Aires,
ya separada, eligió un nuevo Gobernador, Pastor Obligado, otrora exaltado y
furibundo ‘rosista’ y ex secretario de Ciriaco Cuitiño, jefe de la Mazorca. Con
total descaro se convirtió en uno de los principales acusadores de Rosas y de
todo su gobierno, del que se olvidó que había formado parte. Luego de Obligado volvió a ser elegido
Valentín Alsina.
En tal sentido, Juan Manuel de Rosas y sus
hermanos tuvieron entre sí relaciones diversas a lo largo del tiempo que osciló
entre lazos fuertes y alejamientos.
Ello se vio reflejado más consistentemente
cuando el Restaurador tuvo que exiliarse.
Hemos hablado largo y tendido en el trabajo
al que remitimos sobre su relación con familiares y amigos cercanos en el
exilio[435].
Pero consideramos pertinente reiterar aquí algunos datos y también hacer
algunas consideraciones más sobre el tema.
Relata REGUERA[436] que Rosas quería saber
con quién contaba realmente ahora que había caído en la desgracia. En una carta
a Josefa Gómez del 25 de mayo de 1866 se refiere puntualmente a Nicolás
Anchorena quien le quedó debiendo 60.000 pesos fuertes y nunca le escribió ni
contestó carta alguna.
“Don
Nicolás se declaró mi enemigo, y que cuando se encontraba conmigo hombro a
hombro en la calle, hacía la vista a un lado en señal de desprecio. Esto hasta
sus últimos días en que lo solía encontrar. Entretanto, lo único que ha sacado
de sus nuevos amigos es que. lo hayan llamado ladrón, por la prensa, hasta
después de muerto”.
(carta de Rosas a Roxas y Patrón del 27 de noviembre de 1861)
Tampoco la esposa, Estanislada Arana de
Anchorena, ni sus hijos se hicieron cargo de la deuda. También mencionó a sus
cuñados, María Josefa y José María Ezcurra, y a su hermano, Gervasio Rozas, que
murieron sin pagar sus deudas.
Como dice la
autora citada “La gran mayoría de los
colaboradores y beneficiados por Rosas se pasaron al nuevo gobierno y no
titubearon, cuando este, exacerbado en su pedestal, perdió poder, en cambiar de
posición, creando nuevas alianzas y olvidándose de las antiguas. El anacronismo
de su poder le hizo perder apoyos, y el mismo grupo social que lo ensalzó, lo
expulsó. Eran otros tiempos.
“Entre los primeros
que cambiaron de postura se encuentran los Anchorena. También el Dr. Rufino de
Elizalde, rosista en su tiempo, asiduo concurrente de las fiestas de Palermo,
compuso la “Canción Federal” que bajo tapas de terciopelo rojo le dedicó y
entregó a Manuelita Rosas, fue diputado provincial, pero después de Caseros se
pasó al bando contrario y fue fiscal de estado”
Salvador María del Carril, Adolfo y Valentín
Alsina, Florencio y Juan Cruz Varela, Félix Frías, Carlos Tejedor, Domingo Sarmiento,
Bartolomé Mitre, siempre fueron Unitarios y contrarios al gobierno legal de su
país. Sus traiciones fueron desde siempre y a la luz pública, pero Rufino de
Elizalde y Pastor Obligado eran de los más firmes sostenedores intelectuales de
Rosas y su gestión de gobierno, y rápidamente se ‘dieron vuelta’ sin tapujos ni
vergüenza alguna, y fueron los principales sostenedores de las confiscaciones y
la pena de muerte para Rosas. Fueron el
epítome del descaro y la apostasía en los momentos de la derrota de aquél que
los cobijó durante años, bajo cuyo gobierno crecieron social y económicamente y
al cual alabaron con demagogia.
Otro de ellos es Vélez Sarsfield.
Subraya la historiadora sobre el jurista y
otros, intentándonos dibujar las reacciones de Rosas ante tanta oscuridad de
aquellos que frecuentaban el calor del poder cuando era Gobernador, diciendo “Cuál no habrá sido la sorpresa del hombre
de todos los poderes cuando vio que sus principales acusadores habían sido
partícipes de sus veladas en Palermo Algunos, incluso, integrantes de su
gobierno; otros, agraciados con favores, vieron aumentadas sus fortunas y
propiedades.
Así sucedió con el
Dr. Dalmacio Vélez Sarsfield, amigo de Manuela y de Pepita Gómez, a quien
frecuentaba en busca de noticias de los desterrados. Incluso, inician un
intercambio epistolar, con afectuosas expresiones de amistad, hasta que esta se
corta abruptamente al enterarse Manuela de que Vélez se había convertido en uno
de los principales perseguidores de su padre y que llegó a acusarlo de la
muerte del Dr. Maza.
Por el intercambio
epistolar entre ambas amigas, se sabe que cuando a Rosas le confiscaron sus
bienes, el Dr. Vélez Sarsfield le pidió a Máximo Terrero poderes para iniciar
la defensa judicial, algo que Terrero no podía otorgar. Ante esto, Manuela
Rosas escribe a Josefa Gómez:’ -Si en 1852, y aún después, el señor Vélez creía
justo defender nuestros intereses, yo no sé qué nuevas faltas pueden imputarse
por nuestra parte para haber vuelto de uno que se decía amigo celoso, en un
enemigo rencoroso, y lo que es peor aún calumniante a sabiendas, sin corazón y
sin conciencia-’.
Hagamos un raconto de las relaciones de
sangre con sus hermanos y hermanas viviendo ya en Southampton durante tantos
años y de qué manera algunos de ellos fueron desagradecidos con el Restaurador
cuando éste cayó en la desgracia de exiliarse en Inglaterra casi sin dinero,
sumido en una pobreza digna, pero sufrida.
Ese olvido no solo fue económico, sino
también afectivo.
Es cierto que la
relación de Rosas con su hijo Juan Bautista y su nuera no fue cálida, sino más
bien distante.
Dice REGUERA[437] que “es
importante remarcar las ausencias. Entre las más importantes, la de su hijo,
Juan Bautista Ortiz de Rozas, quien, si bien partió con su padre y hermana
hacia Southampton en 1852, a los tres años decidió regresar al Río de la Plata
con su esposa, Mercedes Fuentes, y su hijo Juan Manuel. Primero se estableció
un tiempo en Santa Catarina (Brasil) y en 1859 llega a Buenos Aires, donde se
establece y fallece en 1870”.
Hablaremos
puntualmente de cada familiar porque con sus hermanos y hermanas, que comieron
durante toda su vida de los frutos emanados del poder de su hermano, su
relación fue variada.
En nuestro trabajo
anterior[438] hemos hecho una semblanza en detalle de la
actitud asumida por sus hermanos y hermanas.
Aquí reproduciremos solo algunos párrafos. El lector que lo desee podrá
ahondar en el mencionado trabajo al cual remitimos.
Comencemos por decir que después de la partida de Rosas ninguno de sus
hermanos ni hermanas fue perseguido:
“Todos los hermanos de Rosas (Gregoria,
Prudencio, Gervasio, Mercedes, Andrea, María -Mariquita-, Manuela, Juana y Agustina -la belleza de la
confederación-), pudieron seguir desarrollando sus vidas con
normalidad, conservaron sus bienes y nunca fueron molestados en su diario
vivir.
El trato que éstos mantenían con Rosas luego de su caída fue
diverso. Los cinco primeros se
desentendieron de Juan Manuel y jamás le enviaron ningún tipo de auxilio
económico, abandonándolo a su suerte allá en Inglaterra.
Esta actitud de algunos de sus propios hermanos le causó una profunda
tristeza, puesto que se le hacía difícil comprenderlos, o sencillamente quizás
no quiso hacerlo.
Pero sus otras hermanas: Agustina, María, Manuela, y Juana, siguieron en contacto con él, tratando de ayudarlo económicamente cuando
les resultaba posible.
1) Gregoria, la hermana mayor,
de nobles sentimientos, estaba casada con Felipe Ignacio Ramón Ezcurra Arguibel
(hermano de Encarnación), llevó una vida austera, dedicada al hogar.
Se destacó por su generosidad, mereciendo de don Valentín Alsina, el
calificativo de anciana venerable. Sin embargo, no ayudó a su hermano en
el exilio.
2) Andrea, su hermana estaba
casada con Francisco
Braulio Saguí de Lamadrid, miembro de una familia
eminentemente unitaria. Estos tuvieron una hija, también llamada
Andrea, que se casó con un hermano del Gral. Mitre: Federico Mitre.
Recordemos que el Gral. Gregorio Araoz de Lamadrid, héroe de la
independencia, si bien era unitario, se puso a las órdenes de Rosas en cierto
momento, para ofrecer su espada a fin de combatir a los franceses en su
bloqueo. Lamentablemente, al igual que otros, luego se dio vuelta nuevamente y
combatió a Rosas (quien, valga el dato, era padrino de dos de sus hijos).
A Braulio Saguí de Lamadrid se le había ofrecido que integrara el
Tribunal de Comercio, pero por el hecho de no ser federal, Rosas, aunque
estimaba a su cuñado, lo rechazó, dejando de lado el nepotismo característico
de nuestra historia hasta hoy en día.
Esta situación pudo haber ofendido de algún modo a Andrea, su hermana, y
explicaría porque tuvo un trato frío con Juan Manuel y jamás lo ayudó
económicamente aun cuando éste lo necesitaba imperiosamente en el exilio.
Justificable la actitud de Rosas si consideramos también el hecho que el
mencionado Lamadrid, fue el encargado de ejecutar la orden de Lavalle de
fusilar a Manuel Dorrego, su amigo, lo que le suma a su carácter de traidor, el
de asesino. El entregador de Dorrego fue otro amigo de él: Mariano Acha, lo que
le hizo exclamar a Dorrego “No esperaba de Usted, amigo, semejante
conducta”.
En los tiempos en que Buenos Aires era una aldea, era común el casamiento
entre los miembros de las distintas familias distinguidas. Esta costumbre traía aparejadas disputas no
sólo sociales, sino también políticas, algunas de ellas sangrientas, como se ha
explicado.
3) Mercedes, su hermana estaba
casada con Miguel Rivera, quien aparentemente fue cesado de su cargo en la
Universidad por no ser Federal. Este pudo
haber sido el motivo de su distanciamiento.
4) Gervasio, su hermano. Fue mandado a detener por Rosas por ser
sospechoso de pertenecer a los Libres del Sur, pretendida revolución de
terratenientes. Se vio obligado a huir
al exterior en 1839. No sabemos con certeza si estuvo implicado, ya que algunos
autores lo negaban y otros, como su hermano Prudencio, afirmaban que estaba
entre sus partidarios. Lo que sí es
indudable es que estaba en contra del sistema de gobierno de su hermano. Con el
tiempo Gervasio volvió al país, pero la relación con Juan Manuel nunca
mejoró. Era previsible que no le enviara
dinero cuando estaba en Inglaterra.
Pero extrañamente, hubo dos personas que no ayudaron a Rosas en el
exilio y cuya actitud le causó sorpresa y dolor
5) Prudencio, su hermano furibundo
‘rosista’ y jefe militar. En palabras
de Roberto D. MÜLLER[439]: “Por demás extraño es que no se hayan conservado datos sobre algún
apoyo financiero que pudiera haberle prestado Prudencio a su hermano, más aun
cuando, llegado a Europa, se estableció primero en Lisboa, pasó luego a Cádiz y
finalmente se radicó en Sevilla, donde llevó una vida dispendiosa, en un palacio
de la calle de San Vicente, relacionándose con la mejor sociedad andaluza, a la
vez que trababa amistad con el Duque de Alba, Eugenia de Montijo y el Duque de
Montpehsier. Viajó también a Madrid y a Paris, y llegó a conocer a Napoleón
III. Falleció el de julio de 1857 en Sevilla, dejando una gran fortuna.”
Este autor se pregunta, y con razón, sobre Prudencio: “Estando en Europa, ¿no tuvo interés alguno
en visitar a su hermano o en provocar al menos un encuentro entre ambos?, No le
debía acaso cargos, tierras y fortuna? Así como viajó por Portugal, España y
Francia, ¿No pudo llegarse basta Southampton, para ver una vez más a don Juan
Manuel? Estas preguntas quedaran posiblemente sin respuesta, como también la
que podríamos hacemos ahora: ¿Por qué Rosas, tan proclive a proclamar la
ingratitud de sus familiares y amigos nunca pronunció una queja en contra de su
hermano Prudencio?”
Preguntas sin respuestas que puedan certificarse de modo alguno.
Avalando lo mencionado, es lícito leer lo que al respecto ha escrito un
descendiente de Prudencio Ortiz de Rozas, Prudencio MARTÍNEZ ZUVIRÍA[440].
Lo que éste manifiesta es paradójico. Por un lado, lo concerniente a
Prudencio tiende a ser laudatorio, pero si se lee detenidamente, no favorece en
nada su persona en relación a su hermano.
“Prudencio es perseguido por
el gobierno, pero no por Caseros sino por una sublevación junto a Hilario
Lagos.
Debe huir y se ve en la
obligación de vender sus propiedades según relato del autor:
La casa de la calle San
Martín, Hotel de Provence, al Cura de la Merced, Dr. Pérez.
La casa de la calle Cuyo, a D.
José María Laprida
Otra casa en la misma calle a
D. José Mejías
Una casa en Chascomús a Mr.
Josue Whit
Un saladero a Sr. Panton,
Y las siguientes estancias:
La ‘Segunda’, en Chascomús a Ochoa
e Ynsiarte
‘Santa Ana’, en Chascomús a
Wilfrid Latham
La ‘Adela’, en Chascomús al
Sr. Bell y Com.
‘Arroyo Chico’ a D. Nicolás
Coronel
‘Tandil-Leoufu’ a D. José
Yraola
Y las ‘Chacras’ de Quilmes a
D. Isaac Coronel”.
Extraemos de dicho listado que a Prudencio, evidentemente, no se le confiscó ningún bien.
Sigue
Martínez Zuviría con su relato “A
principio de 1854 don Prudencio Ortiz de Rozas con su esposa Etelvina y sus
hijos Basilia, Manuela, Agustina y Pepito, parten rumbo a Europa, y ya no
volverá más al Plata. En el mes de febrero se radica en Lisboa, Portugal, donde
compra un palacio, lo amuebla, pero no le sienta el lugar, por lo que decide
viajar a España, donde llega a Cádiz, para luego pasar a principios del mes de
abril, a la ciudad de Sevilla, en la dulce y florida capital de Andalucía es
donde se radica. “Compra varias propiedades, una de ellas la más importante, es
el Palacio de San Vicente o de Monsalud, una típica casa-palacio Sevillana,
construida a principios del siglo XVII por los Marqueses de Villamarín, dicho
palacio está ubicado sobre la calle San Vicente, frente a la Iglesia del mismo
nombre. Compra varias propiedades más y dos huertas
“Don Prudencio mantiene en Sevilla una vida social muy
importante. Su vida cambia radicalmente, ya no se encuentra en Buenos Aires, ni
en Chascomús donde la pampa es casi infinita. Aquí en el palacio tiene varias
doncellas, cocineras, sirvientes y cochero con librea, ya no están los viejos
amigos de la federación. Sus amistades entre otras son los Duque de Alba,
Eugenia de Montijo, el Duque de Montpensier. Su hija Manuela se compromete con
el Marqués de la Concordia. Casi diariamente los jóvenes pretendientes les
cantan serenatas, a los pies de las ventanas del Palacio de San Vicente, en las
perfumadas noches sevillanas.
“Es invitado a las fiestas reales, viaja a Madrid, a París,
allí conoce a Napoleón III con quién traba amistad
“En la noche del 1° de junio de 1857, y tras una penosa
enfermedad, muere cristianamente, en el Palacio de San Vicente, rodeado de sus
seres queridos, el Gral. Prudencio Ortiz de Rozas de tisis laríngea.
“Al día siguiente de morir se efectuó una misa de cuerpo
presente, en la Iglesia de San Vicente, frente a su palacio. La dieron 65
sacerdotes, 19 monaguillos, 8 músicos y 6 cantores, y tuvo un entierro cantado
hasta la puerta de la Macarena, camino al Cementerio de San Fernando, en donde
fue enterrado ese día. Su cuerpo fue exhumado y vuelto a enterrar en otra tumba
en 1869 y en el año 1872 su familia decide traerlo a Buenos Aires, donde
descansa junto a sus padres, su hermano Juan Manuel y tantos otros en el viejo
cementerio del Norte o de la Recoleta”.
Si bien ya habíamos mencionado que Prudencio se había ido a España y
nunca visitó a su hermano -a quien le debía su fortuna- ni lo ayudó
económicamente, los detalles contados por su descendiente no hacen más que
reafirmar lo antemencionado y el desagradecimiento que tuvo para con el
Restaurador. Fue ‘rosista’ cuando le convino y como familiar directo de Juan
Manuel, no es necesario agregar nada más. ‘Facta, Non Verba’
6) María Josefa Ezcurra,
inexplicablemente no lo ayudó en el exilio.
Fue en su momento ‘rosista’ de primera línea y ferviente defensora del
gobierno de su cuñado. Era una mujer de
enorme fortuna. No es un dato menor, considerando que Rosas, para tapar el
deshonor que aconteció cuando tuvo un hijo con Manuel Belgrano, Pedro Pablo
Rosas y Belgrano, lo adoptó y le dio su apellido.
Ante tamaña desconsideración Juan Manuel. le escribió desde Inglaterra,
llamándola ‘ingrata’ entre otros adjetivos, por haberle dado la espalda cuando
más la necesitaba.
7) Juan Bautista Pedro Ortiz de
Rozas, su único hijo varón. Fue una
personalidad gris, taciturna, algo oscura políticamente hablando, y que no tuvo
participación política alguna en la época de su padre. Vivió prácticamente a la sombra de éste,
quien no sólo nunca lo tuvo en consideración, sino que además lo subestimaba en
su capacidad:
Tenía buen corazón, era amigo de sus jóvenes amigos (aunque estos fueran
unitarios, no hacía distinción ideológica en cuanto a sus afectos) y fue muy
querido por su hermana Manuelita y por su abuela Agustina López Osornio, madre de
Rosas
Su situación política y financiera en el exilio hizo que Juan Manuel se mantuviera
triste y preocupado en extremo, y ello podría haber coadyuvado a descuidar a su
hijo J. Bautista y a desentenderse aún más de su nieto, J. M. León.
8) Mercedes
Fuentes y Arguibel (nuera de Juan Manuel).
Fue la mujer de J. Bautista y madre de Juan Manuel León. Nunca simpatizó con su suegro, a quien
detestaba principalmente porque su cuñado Ramón Maza (marido de su hermana Rosa)
había sido fusilado en 1839 por orden de Rosas por conspirar para derrocarlo,
junto a varios Unitarios y Federales infieles y a los franceses que bloqueaban
el puerto (Lavalle, Gral. Paz, Carlos Tejedor, entre otros).
Manuel Vicente Maza, padre de Ramón, había sido asesinado el día
anterior, pero no se sabe si fue muerto por federales exaltados por su traición,
al igual que su hijo, o por unitarios que sospecharon que iba a arrepentirse
para salvarlo. La esposa de Manuel, Mercedes Puelma, ante tanta desgracia acabó
suicidándose. Ni su nuera ni J. Bautista, quien estuvo de parte de su mujer, se
lo perdonaron nunca
9) Juan
Manuel León Ortiz de Rozas nieto de Rosas, hijo de J. Bautista. Cuando éste tuvo que emigrar junto
a su padre a Inglaterra, envió a su hijo único, J.M. León, a estudiar a París,
Francia. Allí, el joven pasó algunos
años, casi sin contacto con su padre y menos aún con su abuelo, con quien tuvo
una relación distante.
El nieto de Rosas siempre se
mostró ajeno a las ideas de su abuelo (aún más que su propio padre) y hasta
llegó a rechazarlas. El motivo de esa conducta sería la conjunción de varios
factores:
a.) el escaso interés en la política que siempre
demostró Juan Bautista, su padre.
b.) el poco
contacto con su abuelo, quien nunca demostró mucho afecto hacia él,
compenetrado en sus desgracias personales y económicas;
c.) las ideas revolucionarias que
seguramente influyeron en el joven J. M. León durante su juventud en París;
Si bien no son justificables las actitudes de alejamiento del hijo y del
nieto de Rosas, puede decirse en su descargo que Juan Manuel tenía un carácter
un tanto hosco y no fue, precisamente un padre y abuelo presente, cariñoso y
demostrativo. Siempre tuvo con ellos un
trato correcto pero distante.
Desde el punto de vista personal,
J. M. León, tenía una personalidad fuerte, era sumamente culto y dominaba
varios idiomas. Fue un hombre honrado y de gran prestigio.
No está en discusión que pueda haber sido en su vida privada un buen
padre y abuelo, cariñoso con sus nietos, honesto en su vida personal y
familiar, pleno de virtudes y capacidades, tal como me han transmitido.
Desde el punto de vista
ideológico, podemos decir que creció económica y políticamente bajo el ala de
los unitarios y los liberales quienes lo apreciaron y cobijaron.
Con el correr de los años, J. M.
León seguía consolidando su prestigio personal y político entre varios
unitarios que pelearon contra su abuelo (Florencio Varela, los Alsina, Mitre,
etc.) muchos de los cuales pertenecían a la masonería.
La masonería, donde “la
fraternidad estaba por encima de la nacionalidad”, podría llegar a explicar la
huida de Urquiza luego de derrotar en el campo de batalla a Mitre en el combate
de Pavón. Y también explicaría el ascenso político y social de J. M. León,
junto a otros masones como Sarmiento, Mitre, Derqui, etc.
Si bien J.M. León no fue masón,
según me aseguraron en el núcleo familiar, es claro que en aquellos tiempos en
que absolutamente casi todo el arco político y social lo era o confraternizaba
con la masonería, su buena relación con ellos, junto a su natural capacidad,
debe haber facilitado su ascenso económico y político. Los hechos nos muestran que se rodeó de ellos y de aquellos Unitarios y
Federales renegados que hicieron la desgracia del país y de su abuelo.
Difícilmente alguien que alabara a J. M. de Rosas o a la Confederación
en aquellas décadas pudiera acceder a cargos públicos o políticos encumbrados. Veamos
los hechos a los que nos referimos:
1- J.M. León, se dedicó al comercio y a la política. Se alió, con Florencio Varela y Mitre, socio
de Alsina principal ideólogo de la incautación ilegítima del patrimonio de su
abuelo. Peleó bravamente en la guerra de la Triple Alianza contra los
paraguayos (donde fue herido) bajo las órdenes de Mitre, aliado a los
brasileños y al renegado y felón Urquiza.
Este suceso, con seguridad debe haber sido deplorado por su anciano
abuelo desde Inglaterra, ya que, así como el Gral. José de San Martín le donara
su sable, Rosas tuvo la intención el 17 de febrero de 1869 de legarle su propio
sable al Mariscal paraguayo Francisco Solano López por su titánica lucha
(donación que luego fue controvertida en su último testamento). Esto pondría en evidencia el concepto de
Nación realmente antifederal que sostenía J.M. León.
2- Urquiza había derrotado a Rosas en Caseros, pero esto no pareció
importarle en demasía, ya que se desligó completamente de su abuelo y durante
el período en que Urquiza dirigió el país, se rodeó con cuanto funcionario o
político infiel a la Confederación y a Rosas hubo; personajes responsables del
exilio forzado de su abuelo, y de la pauperización y dolor infinito del mismo
hasta el día de su muerte.
Yo me pregunto y pregunto al lector ¿Ud. mantendría vínculos con
aquellos que pudieran haber lastimado y hundido a su abuelo, condenándolo a un
destierro eterno?
Otra incongruencia que mencionamos anteriormente fue cuando Máximo
Terrero era cónsul de Paraguay en Londres, mientras J. M. León, su sobrino
político, peleaba a las órdenes de Mitre y Urquiza en la guerra contra el
Paraguay.
3- Este ´antirrosismo’ del hijo y del nieto de Rosas (o por lo
menos distanciamiento afectivo e ideológico) queda también claramente plasmado
en el hecho que no consta que alguno de ellos se haya movilizado para lograr su
reivindicación personal y patrimonial, sabiendo de las penurias económicas
sufridas en el exilio.
Penurias causadas por aquellos con los que J.M. León se codeaba en
Buenos Aires y a quienes debía su ascenso social y económico. Nunca ayudó a su abuelo con dinero alguno,
habiéndolo podido hacer. También se puede corroborar en la sucesión de
Encarnación Ezcurra, cuando
J. M. León se refirió en forma de algún modo crítica a su abuelo o al gobierno
que éste representó, según se me ha contado oralmente.
En este trabajo se intentan describir las actitudes personales de los
distintos protagonistas de este período histórico, no sólo en su faz privada,
rica en detalles, sino también la relevancia que tuvieron sus acciones en la
faz pública y sus efectos en la justísima defensa que hicieron -o no- de la
Nación.
Obviamente, quien esto escribe, no puede juzgar a J. M. León en forma
directa por no haberlo conocido, pero desde el punto de vista de su
actitud pública frente a quienes traicionaron al país, mancillaron a su abuelo,
lo acusaron injustamente de traidor a la patria y lo confinaron a un destierro
ignominioso, no puede dejar de señalar la situación omisiva y silenciosa, como
una afrenta consentida por él. Esto es algo incontrastable.
Por lo menos no se oyó su voz oponiéndose a tales hechos. Si bien algunos descendientes me han informado
tener documentación que avala que cuando Manuelita requirió que el gobierno
nacional le devolviese los bienes confiscados a los Ezcurra, que le
correspondían por herencia (finalmente lo logró luego de muchísimos años),
J. M. León habría ‘adherido’ (sic) a tal
pedido. Si esto ocurrió en realidad, respondería
más a una formalidad que a un deseo legítimo porque si así hubiese ocurrido, no
hubiera esperado muchísimos años para reclamar.
Previamente a esto, de su parte en forma personal no hubo ninguna acción
en tal sentido, más teniéndose en cuenta que adhirió a la solicitud de
Manuelita de devolución de los bienes de Encarnación, pero no a pedido alguno
por los bienes de Juan Manuel, su abuelo.
Primero, no consta que se haya opuesto a la confiscación cuando tuvo la
edad y la posición política y económica para hacerlo.
Segundo, el pedido de devolución de los bienes confiscados no nació de
él sino que se habría adherido a un pedido de su tía Manuelita por los bienes
de Encarnación pero no por los bienes de Juan Manuel, según me han relatado,
existiendo prueba documental en tal sentido.
Tercero, a lo largo de su vida nunca se molestó en proclamar la
injusticia de tales confiscaciones y del destierro de su abuelo. No se conoce
ningún artículo periodístico o declaración pública suya al respecto.
En fin, si bien a J. M. León no le confiscaron sus bienes personales ni
fue perseguido como su abuelo y su tía Manuelita, por una cuestión de dignidad
debería haber protestado públicamente, no sólo por el destierro y la confiscación,
sino también debió haberlo hecho por el odio por su abuelo que manifestaban, en
privado y en público, aquellos con los que trataba diariamente, anatemizando su
vida, su obra y su gobierno. No hay ninguna constancia que haya obrado en tal
sentido. El hecho de que Rosas, su hijo J. Bautista y Manuelita fueran los
únicos a los que se les habían confiscado sus bienes, debe haber profundizado
el distanciamiento de su familia, y provocado que Juan Manuel se sintiera
‘abandonado’ por sus parientes. Los demás
Ortiz de Rozas no sufrieron confiscaciones ni persecuciones y siguieron con sus
vidas cotidianas en Buenos Aires, a pesar de los eternos conflictos políticos y
guerras civiles.
Juan Manuel León Ortiz de Rozas se afilió al partido Autonomista, fue
director del Banco de la Provincia de Buenos Aires, diplomático, ocupó
distintos cargos públicos (diputado, ministro) y llegó a ser Gobernador de la
Provincia de Buenos Aires, función que sólo ejerció durante tres meses debido a
su fallecimiento.
Murió el 1 de septiembre de
1913. Su sepelio y exequias tuvieron
gran pompa, asistió la aristocracia porteña en pleno y, sobre todo, no faltaron
los políticos y las grandes familias de ideas unitarias contra los que había
combatido su abuelo que fueron responsables de su caída, destierro y pobreza”.
******
XIII.-COROLARIO-
Es
necesario hacer un resumen, un raconto histórico en breves párrafos de la
frustrada reconstrucción de la Patria Grande a través de la ‘Liga Federal’ de
Artigas o del ‘Sistema Americano’ de la Confederación Argentina de Rosas.
La
pérdida de parte de la Banda Oriental a manos del imperio brasileño comenzó,
como bien dice PETROCELLI[441], por las “…concesiones que hizo el monarca
español por el llamado Tratado de Permuta de 1750, como la cesión de toda la cuenca amazónica y
del Matto Grosso. En lo que toca al área rioplatense, se trocaba la plaza de
Colonia, en poder de Lisboa, que se nos restituida, por los siete pueblos que
constituían las llamadas Misiones Orientales, habitados en total por más de
29.000 almas, con sus estancias, edificios, etc”.
Esto
es insólito. Ya desde el inicio, la débil corona española con Fernando VII,
entregaba parte de su territorio a cambio de la isla Martín García que nos
pertenecía y que había sido usurpada por el Imperio lusitano. Esto es, nos
devolvían algo que era nuestro a cambio de un enorme territorio
Ante
todo, dejemos sentado que ‘Oriental’ es sinónimo de ‘Artigas’, ya que Artigas,
sin disminuir ni un ápice su amor a su pago Oriental, fue un personaje
americano en su real término. América era su ‘Patria Grande’.
Quienes
lo denostan sólo nos hacen ver su faceta militar y esconden, adrede, su visión
política continental y su concepto geopolítico de mantener la unión de las
tierras hispanas del Virreinato, la Unión Rioplatense. Es decir, la Unidad política, cultural,
lingüística y geográfica, siendo una ‘Unidad de Destino en lo Universal’ como
100 años después dijera en otro ámbito José Antonio Primo de Rivera.
Si
bien algunos siguieron sus pasos como Juan Manuel de Rosas, Lavalleja, Oribe y
contemporáneamente a él, José de San Martin, es claro que fue el primero en
tener la cosmovisión de la unión hispanoamericana.
Y
ello alertó a los enemigos de siempre: el Imperio del Brasil que veía diluirse
su afán expansionista hacia el sur y hacia el oeste teniendo como valla a
Artigas y los guaraníes educados y formados por los Jesuitas.
Estos
fueron un muro de contención contra los propios españoles en coyunda estulta
con los portugueses que intentaron una y mil veces vencer la resistencia de los
guaraníes que pugnaban por detener el avance portugués en sus tierras, en toda
la zona este de las Misiones Orientales (hoy Río Grande do Sul) que se
perdieron conjuntamente con la Isla de Santa Catalina. De este modo comenzó la
disgregación del Virreinato.
El
sistema utilizado por los Lusitanos y luego por el Imperio del Brasil era
conocido: fuerzas irregulares, vándalos, ‘bandeirantes’ portugueses
hábiles e intrigantes saqueaban territorios hispanos para luego apoderase de
las tierras y reclamar la pertenencia de ellas al Brasil, con el criterio de ‘Posesión Vale Título’.
También
eran enemigos de la Patria Grande los Unitarios del Triunvirato y Directorio
porteño; los unitarios afrancesados del Montevideo (siempre confabuladores
prendidos en todos los negociados con los brasileños, con los franceses y con
los ingleses como Nicolás Herrera, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y
Obes, José Longinos Ellauri Fernández, Juan Andrés Gelly, Lucas José Obes, Andrés Lamas, Julián Álvarez); los franceses
ocupantes del territorio, los ingleses de la mano del siempre astuto Lord Ponsonby cuya función era disgregar en lo
posible la América Hispana en distintas republicas para debilitarlas; y los
mercenarios italianos y alemanes.
No
debemos de olvidar que los miembros de la llamada Defensa de Montevideo
promovían el ingreso de esclavos bajo el falso nombre de ‘colonos’ o ‘peones’.
Entre ellos Lucas J. Obes[442].
Así
entonces, Artigas debía combatir contra varios frentes: el imperio del Brasil y
la oligarquía porteña de tendencia monárquica que temía que se generalizara la
rebelión popular en todas las Provincias e incluso en la propia Capital.
Surgió,
pues, una evidente convergencia de intereses coyunturales entre España,
Portugal y Buenos Aires, todos interesados en terminar con la Liga de los
Pueblos Libres y con su Protector (Artigas) y, en su afán perjuro a ultranza
contra el Protector y adalid hispanoamericano, no dudaron en pactar con los
brasileños para batallar contra Artigas.
Los españoles que querían reconquistar los territorios perdidos en
América (siendo combatidos por San Martín, Belgrano, Martín Miguel de Güemes)
también se aliaron, incompresiblemente y con nula visión política, con los
portugueses que intentaban sacar su tajada y seguir absorbiendo territorio por
el sur.
También
debió luchar contra Ramírez que fuera su lugarteniente luego lo combatió motivado
por celos o por su corta visión política de caudillo barrial, sin poder
vislumbrar su enorme error por su ceguera política.
Finalmente,
en enero de 1820, decepcionado por las luchas entre hermanos, Artigas debió
marchar hacia un exilio oscuro en el Paraguay donde
era casi un prisionero en esas tierras. Luego, enterado del ignominioso acuerdo
de 1828, su tristeza fue en aumento.
Solo y abandonado por los suyos, y por su edad avanzada y la carencia de
recursos, nada pudo hacer
Los
brasileños agradecidos tomaron toda la Banda Oriental, pero gracias a Rosas,
Oribe (su primo) y Lavalleja con sus 33 Orientales (que en realidad eran 40
hombres) retomaron el control del territorio.
Luego, el 25 de agosto de 1825, en la Florida se produjo la declaración
de la Independencia con un profundo sentido artiguista por el cual se solicitó
la admisión de la Banda Oriental en la comunidad argentina.
Es
preciso hacer notar que, si bien militarmente Artigas concluyó su actuación en
1820, su concepción política continental continuaba firme en Rosas, Lavalleja,
Oribe y tantos otros patriotas. En 1826, esto produjo la primera guerra de las
Provincias Unidas del Rio de La Plata contra el Brasil. Fue nuestro triunfo soberbio con las armas,
aunque luego se perdiera en la mesa de negociaciones con el siempre genuflexo
Ministro del Virreinato ante la Corte de Río de Janeiro, Manuel José
García. Había sido declarado enemigo de
Artigas, porque había entregado todo a cambio de nada con el llamado Convenio
Preliminar de Paz de 1828, entre la oligarquía porteña y el Imperio del Brasil,
sellado con la Constitución de 1830 que no tuvo en cuenta al pueblo Oriental,
ni su realidad nacional y más que un Tratado fue un convenio ‘anti-artiguista’,
armado y preparado por los franceses, los ingleses y los brasileños.
Luego
de la defección de Oribe, acorralado por todos lados y la desbandada muchos de
sus oficiales (no de su tropa, en forma voluntaria), Rosas poco pudo hacer
prácticamente solo y al mando de sus tropas. Caseros fue el final de la
esperanza de la reconstrucción hispana de las Provincias Unidas del Rio de La
Plata,
Y
así, desde 1800 hasta 1898 se fueron perdiendo lentamente a manos del Brasil,
parte de nuestro territorio heredado de España: las Misiones Orientales, una
porción de las Misiones Occidentales, Paraguay, el Alto Perú y Magallanes.
Que
las actuales provincias de Entre Ríos, Corrientes, y Misiones –en parte- sigan
perteneciendo a la República Argentina es un ’milagro’ llamado Juan Manuel de
Rosas junto a Manuel Oribe, el patriota Oriental.
Que
la actual República Oriental del Uruguay siga teniendo un poco de territorio
luego de haber perdido casi el 50% en sucesivas guerras con el Brasil, es un
‘milagro’ producto de que Inglaterra no permitió que el Imperio brasileño se quedara
con ella como un protectorado o provincia ‘cisplatina’, puesto que tampoco le
convenía un Brasil territorialmente más grande de lo que ya es.
Posteriormente,
y como pago al Brasil en la tristemente conocida Guerra de la Triple Alianza,
traicionamos -una vez más- nuestra independencia y la unidad hispanoamericana,
suicidando nuestra conciencia territorial, con la entrega de parte del Paraguay y de la
Banda Oriental, y anulando para siempre la concepción geopolítica preclara de
Artigas y la ‘Patria Grande’ con la que él no solo soñó, sino que la pergeñó y la
llevó a cabo hasta donde le dieron sus fuerzas.
La
lucha del pueblo paraguayo y de Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano
López, contra las mismas fuerzas que derrotaron a Rosas y pusieron punto final
a la soberanía de los pueblos del Plata, sometidos al yugo brasileño e inglés,
en la llamada Guerra de la Triple Alianza, fue un último estertor del último
pueblo hispano-americano soberano para conservar su libertad, pero no para
intentar una reconstrucción de las
Provincias Unidas que ya estaba totalmente sepultado desde el 3 de febrero de
1852.
En síntesis, perdimos, paralelamente al sueño
de San Martín y Artigas, el Alto Perú y la Banda Oriental, y nuestra última
posibilidad de mantener la ‘Patria Grande’ en manos de Rosas, hasta anular
nuestra visión continental. Entre Ríos, Corrientes y Las Misiones se salvaron
de la disgregación gracias a las luchas persistentes por mantener a salvo la
unidad de la Confederación de Juan Manuel de Rosas y Manuel Oribe.
Hoy en día, con otros métodos y otras
palabras, el fin buscado por las potencias extranjeras es la misma: Nosotros el
granero del mundo y los EE. UU., Europa, China, etc. el taller del mundo. Es
decir, nosotros aportamos la materia prima desnuda para que ellos, en sus
naciones, con la manufactura incorporen el valor y posteriormente vendernos su
producción con el valor agregado. El deterioro de los términos del intercambio.
Nada ha cambiado.
Para ello requieren una nación pastoril,
atrasada, desindustrializada, sin tecnología, sin cultura con sus raíces y
desligada de su religión que significa ‘religar’ a alguien con su entorno y su
cultura.
Previamente, era necesario colonizarnos
culturalmente y lo demás se daría por añadidura. Antonio Gramsci[443] y su escuela de
pensamiento ya lo había pontificado: “La conquista del poder cultural es
previa a la del poder político y esto se logra mediante la acción concertada de
los intelectuales llamados ‘orgánicos’ infiltrados en todos los medios de comunicación,
expresión y universitarios”…agregando que “Toda guerra ha sido guerra de
religión, siempre”. Recordemos esto.
Observemos que la situación planteada se
había dado en la lucha masónica y liberal contra Rosas: la ‘generación del 37’
penetró culturalmente a fuerza de machacar insistentemente en Europa y Brasil a
través de los medios de comunicación de aquella época (diarios, revistas,
publicaciones, etc) y de las Universidades, desligándonos de nuestra cultura
raigal hispánica y su rico idioma que nos une para no dejarnos someter al
anglosajón o al francés.
Al igual que hoy: nada ha cambiado. A pesar de
que en el siglo XIX Gramsci no había comenzado su actividad pública (nació en
1891), los insidiosos intelectuales liberales aplicaron, sin saberlo, sus
conceptos.
Y si eso no se lograba, estaban las armas
para someternos. Con una diferencia, ya
no se trataba de invasiones de tropas extranjeras; bastaban los ejércitos nativos
propios, bien equipados con las armas más modernas, comandados por los
‘gerentes’ foráneos.
En algún momento de nuestra historia, cuando
eso no alcanzaba, como en la época de José Gervasio de Artigas, Juan Manuel de
Rosas y Manuel Oribe, siempre había alguna ‘billetera’ (sic) con mucho dinero
proveniente de las bancas europeas a través de sus subsidiarias brasileñas,
para comprar las conciencias de algunos como Justo José de Urquiza que sin
ruborizarse atacó a por la espalda a su propia nación soberana.
Como ya dijimos en el Capítulo IX, entendemos
que la Masonería jugó un papel fundamental y fue actor principal -aunque en las
sombras- del desarrollo y la caída de las soberanías hispanoamericanas y la
destrucción tanto de la Confederación Argentina como de la intención de
restaurar las Provincias Unidas del Rio de La Plata, como ya hemos visto en el
comportamiento de Urquiza desde 1851 hasta su muerte, pasando por los hechos de
Paysandú y la Guerra de la Triple Alianza.
Por eso, cuando
Urquiza fue asesinado en 1870 y cuando Rosas se enteró del hecho, en la carta a
Josefa Gómez del 29 de mayo de 1870 le expresó que no le sorprendió su muerte y
la manera en que sucedió; es más, lo que le sorprendió fue que hubiera vivido
tanto sin ser atacado. A nosotros, también.
Como hemos analizado, la Masonería creó,
instrumentó y guió los acuerdos entre Oribe, Urquiza y los Unitarios, sumado el
Brasil e Inglaterra, principal interesada en que la Banda Oriental, así como el
Paraguay, no se reincorporaran a las Provincias Unidas del Rio de La Plata.
Esa
colonización mental y cultural, como paso previo a la colonización política y económica,
la describe bien JAURETCHE[444] al decir que “La política de la historia falsificada
tendió precisamente a cegarnos la visión de los fines históricos que son los
nacionales por fines ideológicos e institucionales. Así ha podido incorporarse
a nuestra educación -y esto es mucho más increíble-, a las academias militares,
el dogma de que la finalidad de la emancipación argentina fue construir
determinado régimen político, determinada forma institucional y no ser una
nación, poniendo en el primer término lo formal y en el segundo la substancia.
Es la tónica permanente de la enseñanza de nuestra historia…”.
Continúa
diciendo el lúcido autor que “…La nación
deja de ser fin para convertirse en un medio…... Se consigue así también
destruir lo que en sí es la finalidad de la nación: la unidad en el todo para
fines comunes, y al disociarse lo nacional, los fines colectivos se convierten
en una suma de fines particulares sin un interés común que resuelvan los
conflictos. Disuelta la idea de nación deja de ser también repugnante la
intromisión de otras naciones para cumplir fines alternativamente libertadores,
democráticos, civilizadores. Y la historia falsificada, en la misma medida que
contribuye a ocultar y desfigurar la idea de nación, glorifica a los que subordinaron
ésta a esos fines particulares y se disciplinaron en el interés extranjero. Es
decir, construye la moral política que corresponde a su visión antinacional.
Nos priva de la moral de lo nacional, sin lo cual no pudo haber nación”.
Esto
lo expresaba para su España entrañable José Antonio Primo de Rivera en la
década de 1930, al entender a su patria como una unidad de destino en lo
universal, un proyecto en común que englobara a todos los españoles, con un
destino unificador.
*
Agudos
y certeros conceptos de JAURETCHE[445], respecto a cómo se va
moldeando en las mentes de las generaciones la mentira liberal sempiterna para
hacernos creer que ha sido lo que no fue:
“Fácil resulta
percibir las dos líneas históricas que hemos venido señalando. La ‘Patria
chica’ es hostil a la geografía y al hombre autóctono. Primero a lo americano y
después a lo virreinal. Reduce el país y sustituye los hombres. Cuidará después
de construirle al sustituto una mentalidad adecuada a la finalidad perseguida y
el producto de esa cultura es la "intelligentzia". Para formar esa
"intelligentzia", y convertirla a su vez en un instrumento formador
se ha hecho la falsificación de la historia. Esa "intelligentizia"
podrá dar políticas de partido, y difundirá ideologías sociales, planteos económicos,
soluciones jurídicas, pero siempre desde afuera hacia adentro y condicionadas
al esquema de factoría que corresponde a la mentalidad de la ‘Patria chica’.
Nunca una gran política es decir una política nacional. Una política nacional
supone una idea de ‘Patria Grande’, de finalidades trascendentes y de empresa
colectiva hacia un ideal nacional, no hacia formas circunstanciales. Para
reencontrarla hay que volver a la ‘Patria Grande’”.
Y
es así que, ya que no se puede ocultar la figura de Artigas, los Unitarios de
este y del otro lado del río Uruguay, hicieron lo mismo que con José de San
Martín. Pusieron en el tapete su actuación militar,
pero escondieron su pensamiento político y soberano de mantener la unión de las
Provincias Unidas, dejando una pintura del Protector lejana a la real.
Así
lo deja ver Félix LUNA[446] que atribuyó a "una elemental cortesía rioplatense que
la historiografía liberal de este lado del estuario no haya lanzado contra
Artigas las invectivas que inauguraron Mitre y López; de no ser así aún estaría
sepultado por la versión liberal de la historia. Pero que es difícil encontrar
en nuestros historiadores académicos el cabal reconocimiento de las dimensiones
del Protector de los Pueblos Libres, en verdad excepcionales, porque fue realmente
el fundador del federalismo rioplatense”.
PETROCELLI[447] nos dice que “para no volver a fracasar empecemos por
negarles ejemplaridad a personajes que exhibieron actitudes repudiables frente
a los altos intereses de la Nación. Negarles el incienso a éstos en cuanto a
actos de su vida pública desdeñables y otorgárselo a quienes cumplieron con su
deber cuando detentaron el poder es función principal de la HISTORIA”.
Lamentablemente,
al día de hoy esto no ha sucedido y se sigue enseñando y homenajeando con
plazas, calles, monumentos a tanto perjuro, tanto asesino de sus paisanos,
tanto aliado al extranjero por dinero, tanto renegado de su patria, que nos ha
llevado adonde estamos hoy.
Osvaldo VERGARA BERTICHE[448], dio una disertación en
Nogoyá, Entre Ríos, tomando párrafos de una conferencia que José María ROSA -con
introducción de Alberto Methol Ferré- había dado en 1960 en la Facultad de
Arquitectura de Montevideo.
El disertante -a nuestro juicio, erróneamente-
mezcla ‘soberanía popular’ y ‘sufragio universal’ con ‘soberanía
nacional’. Términos que no refieren a lo
mismo ya que no existe un nexo causal entre la soberanía popular y el sufragio
universal con la soberanía nacional.
Esto conduce a un ‘populismo’ recurrente que, en la actualidad con
cierta dialéctica clasista, nos aparta del camino emprendido de la restauración
de la soberanía nacional, haciéndole el juego a aquellos a quienes justamente
decimos combatir.
El
Profesor Jordán B. GENTA[449],
que con su magisterio pone ‘blanco sobre negro’ acerca del tema, manifiesta la
diferencia entre “soberanía nacional” y “soberanía popular”.
La
primera tiene que ver con la soberanía de nuestra Nación con respecto al resto
del Mundo, se relaciona con nuestra justa Independencia como Estado.
En
tanto que el concepto de “soberanía popular” tiene su origen en la Revolución
Francesa, y considera al individuo como ser autónomo sin relación con ningún
principio metafísico ni religioso. Este ser autónomo, sumado a los otros
individuos autónomos, se “une” en el cuerpo social a través de un “contrato”,
derivando de esa “suma de individuos” la “soberanía”, el “poder supremo”.
Este
error, origen de toda forma de liberalismo, fue siempre condenado por la
Iglesia ya que desconoce la heteronomía del hombre. Recordemos que el famoso
Syllabus (‘Syllabus Errorum Complectens
Praecipuos Nostrae Aetatis Errores’) que es una lista que recopila los
errores modernos para la Iglesia, publicado en 1864 durante el papado de Pio
IX, el cual no reconoce como doctrina sana ni principio legítimo la llamada
‘Soberanía Popular’, algo olvidado por los gobernantes de hoy que se dicen
Cristianos o Católicos.
Pero, es justo reconocer, que Vergara
Bertiche en varios de sus párrafos resume con precisión su dolor y su tristeza
existencial por lo que pudo haber sido y no fue; con palabras que de algún modo
expresan lo que todo compatriota lleva adentro y que, a veces, no encontramos
los términos justos para expresarlo.
“Artigas se quedó
aferrado treinta años a la vida en el destierro en las selvas paraguayas;
fueron los treinta años más pobres, heroicos y mudos; víctima y testigo insobornable
de la frustración de la unidad nacional. […]
“Porque la
dependencia de un pueblo, la balcanización, es derrota; es quedar forzado a una
historia que hacen otros; es una pavorosa alienación colectiva padeciendo la
historia desde fuera; desviviéndonos. Tal nuestra desgracia, la de
Hispanoamérica entera. Más que vivir hemos desvivido. Historia desvivida que
sólo cuenta con martirios, los destierros y muertes de San Martín, Artigas,
Bolívar, Rosas, Solano López, Facundo, El Chacho, López Jordán y tantos otros.
[…]
“Nuestra historia, al
decir, justamente, de Methol Ferré, es una ‘dialéctica de los destierros, de
los que partían y los que quedaban, de vencedores y vencidos. Y todo ello
agravado porque los hombres que encarnaron lo nacional fueron dos veces
muertos, pues es sabido, la historia la escriben los vencedores. A unos los
mataron enterrándolos en una presunta barbarie, a otros los tergiversaron y les
admitieron una gloria falsa. Esto fue una obra consiente, sistemática,
realizada por el coloniaje en especial a través de su más lúcido representante
que fue Bartolomé Mitre’.
“Él mismo decía, que
“historiar es gobernar”, y nos legó la más acabada interpretación antinacional
de nuestra historia, que todavía obnubila al pueblo en las aulas..., aunque no
en las calles. […]
“El proceso
revolucionario de independencia y de unidad nacional hispanoamericana, también
se frustra por presión de Inglaterra, produciéndose un estado de descomposición
nacional que dura hasta nuestros días […].
“Esta descomposición forma
una multitud de Estados casi Parroquiales. Hoy, con la crisis generalizada del
imperio y el ascenso de los pueblos oprimidos, se abre el tránsito de esos
Estados, hijos de la balcanización, hacia el Estado Nacional Hispanoamericano.
[…]
“Artigas pertenece a
ambas orillas del Plata. Pero, es más: pertenece, por sus ideales políticos,
por su acción, por su temple, a la América Hispana entera. […]
“Artigas es un
caudillo. Eso se ha dicho en sentido peyorativo por los liberales. Un caudillo
es algo que no se encuentra en los libros de derecho constitucional comparado;
porque los libros de derecho constitucional comparado han sido escritos para
sistemas donde gobierna y detenta los privilegios una sola clase de la
población. Gobiernan consejos o asambleas en público, y logias en secreto”.[…]
“Dice José María Rosa
“Artigas es un caudillo. Eso se ha dicho en sentido peyorativo por los
liberales. Un caudillo es algo que no se encuentra en los libros de derecho
constitucional comparado; porque los libros de derecho constitucional comparado
han sido escritos para sistemas donde gobierna y detenta los privilegios una
sola clase de la población. Gobiernan consejos o asambleas en público, y logias
en secreto”. […].
“El caudillo es la
multitud misma, por ella habla y gesticula el pueblo; lo “representa” porque
sabe interpretarlo; lo conduce, porque tiene sensibilidad para comprenderlo. […]
“No bastaba con llamarse revolucionario para serlo, como ocurría en los
triunviratos y directorios de Buenos Aires de mentalidad colonial e ideales
puramente formales. Ellos no se llamaban coloniales ni se sentían así; para
ellos lo colonial era lo español, y creían que dejaban de ser colonia al
hacerse afrancesados o anglófilos. Porque no sentían lo nuestro. Su actitud era
terriblemente colonial, porque hasta arrasaba con esa innegable raíz española
que estaba en al fondo de las cosas criollas. […] .
“Artigas habrá leído
a Payne y muchos más, pero su concepción política es totalmente criolla. No
tomaba el federalismo norteamericano sino los municipios indianos como modelo.
Mejor dicho, tomaba la misma realidad, plasmándola de acuerdo a las circunstancias,
como debe hacerlo un auténtico político. […].
“Artigas es el
creador del federalismo argentino. Al decir “creador” no decimos que lo
inventara él. Pero tuvo el acierto de encontrarlo en el fondo de los viejos
cabildos indianos; y lo hizo realidad en la conducción política de la
Revolución.
“Es que nuestro
federalismo es esencialmente municipal. Comunas que se consideran iguales en
derechos y resisten la imposición de aquella gran comuna sin sentido nacional
que fue Buenos Aires. No resisten por desamor a Buenos Aires, sino porque
Buenos Aires (o mejor dicho los hombres que gobernaban a Buenas Aires
pertenecientes a la oligarquía) no tenían sentido nacional. […]
“Era la suya la
verdadera patria aflorando en el litoral. En los “Pueblos Libres” estaba el germen
de la Confederación Argentina de 1831. […]
“Pero ¿cuál era la
Patria de Artigas? ¿Era solamente su amada provincia, su “patria chica” por la
que tanto luchó? ¿Era la Liga de los Pueblos Libres? ¿Eran las provincias
Unidas del Plata? Sí.
“Todo eso, y algo más
también. Artigas era oriental y por ser muy oriental era muy argentino. (no es
“argentino” sinónimo de porteño; ‘argento’ es el habitante de las provincias
del Plata como lo dice la etimología).
Pero no se detenía allí su idea de patria: por ser muy argentino era muy
americano, muy hispanoamericano.
“Para él su patria
era la unión de todas las porciones de la América Española. Unidas en un mismo
Estado o Confederación de Estados, o en una misma fraternidad, que para el caso
es lo mismo. Lo importante no es lo formal, sino lo esencial: que haya
conciencia de unidad de origen y unidad de destino.
“Ese era el
pensamiento de los hombres de la primera década revolucionaria. La artiguista
provincia do Santa Fe en su mencionado Estatuto consideraba “ciudadano de Santa
Fe” a todos los nacidos en América española.
“Pero luego nos
perdieron entre constituciones y recelos: fraccionaron en veinte partes
insondables la fraternidad hispanoamericana. Lo hicieron los gobiernos
tesoneramente separatistas: en Buenos Aires había un Rivadavia que nada quería
saber con Bolívar. Fueron los gobiernos del coloniaje orientados y dirigidos
desde afuera. Es el “dividir para reinar”.
“Artigas en su
retiro, en su muerte política voluntariamente impuesta, en su soledad y abandono,
es una protesta por la pérdida de la Patria Grande, porque Hispanoamérica no
tomaba el rumbo que él señalara. […]
“Artigas no triunfó.
Tuvo poderosos enemigos que acabaron por arrojarlo fuera de su Banda Oriental, vencido.
[…]
“Artigas se fue y no
volvió más. Pero dejó su espíritu en ambas márgenes del Plata. Los 33 tomaron
el sentido heroico del orteguismo para defender la “patria chica”, y Juan
Manuel de Rosas tomó el espíritu de Artigas para reconstruir la Confederación.
“Artigas no triunfó,
como no triunfó Rosas, pero nos dejaron la lección que hemos de recoger en este
siglo. Siglo de nacionalidades, donde se baten en retirada los imperialismos y
sus servidores conscientes e inconscientes, con su fárrago de palabras huecas y
de esquemas falsos.
“Es nuestro deber traer a Artigas desde su destierro.
Montará a caballo en la Banda Oriental, volverá a galopar por las cuchillas
entrerrianas, convocará a nuestros caudillos federales, y nos guiará por el
camino de la definitiva independencia para concretar el sueño de la Gran Patria
Hispanoamericana”.
*
Pues bien,
como ha dicho Miguel de Cervantes en el Quijote De La Mancha la “Historia [es], émula del tiempo, depósito de acciones, testigo de lo pasado, ejemplo
y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir”, a lo que debemos
agregar lo preclaro de la manifestación del español Jorge Santayana “Los pueblos que olvidan su pasado, están
condenados a repetirlo”
El concepto de la ‘Patria Grande’ tiene un
palpable sentido romanista, que vieron claramente José Gervasio de Artigas, con
su ‘Liga de Pueblos Libres’, José de San Martín y Juan Manuel de Rosas, con su
‘Sistema Americano’ con la visión de la política continental que tienen los
grandes hombres.
Y tan opuesto al iluminismo jacobino,
genuflexo y masón, de quienes los combatieron con altivez pero que, a la vez,
no dudaban en prosternarse con reverencias a sus amos que les pagaban con
prebendas, títulos y honores.
Esto no hace más que reafirmar lo que alguna
vez dijo Dante Alighieri con extremísima certeza y sabiduría; no en sentido
literal, sino en cuanto al contenido y principios de cualquier gobierno
legítimo, rector y soberano que se precie de tal:
“El mundo no conocerá
la paz hasta que el imperio romano sea restaurado”
‘Mutatis Mutandi’:
“Nuestra Patria no conocerá la Paz hasta que las Provincias Unidas del Río de la Plata, nuestra ‘Patria Grande’, sea restaurada”
NOTAS
[1] JAURETCHE, Arturo
(‘Política Nacional y Revisionismo Histórico’-Obras Completas Vol.7-Ed.
Corregidor)
[2] ROSA,
José María (“Defensa Y Pérdida De Nuestra Independencia Económica”- Peña
Lillo editor -1986)
[3] CORVALÁN LIMA, Héctor
(“Rosas. La Cultura De Su Época”-Ed.Idearium-1979)
[4] STORTINI, Julio
(‘Producción y Propaganda 'Revisionista' durante el 1er. Peronismo'-
Prohistoria, Año VIII, Rosario, Argentina, Primavera 2004))
[5] SIERRA, Vicente D.
(“Dos Conferencias sobre Rosas”- Ed.Instituto de Investigaciones Históricas
JMdeR-1940)
[6] RODRIGUEZ ORTIZ DE
ROZAS DE SOAJE PINTO, Esther Malvina (“Un linaje de Caudillos a Ambos Lados del
Plata: Rosas-Oribe-Lavalle, Primos” - conferencia en el Jockey Club de la
República Argentina -Bs.As.12-09-16)
[7] AGUERRE, María Luisa
('Confederación-Una idea clave del Sistema Artiguista'- Revista de la Facultad de Derecho, No. 38,
ene.-jun. 2015, 13-47 ISSN 0797-8316 / eISSN 2301-0665-)
[8] ARDAO, Arturo
(“Artigas y la Confederación. El unionismo hispanoamericano.
Montevideo: ed. Fin de
Siglo. 2011
[9] Ídem
[10] TRAIBEL, José María
(‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951)
[11] TRÍAS, Vivián (“Juan
Manuel de Rosas” - Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)
[12] SARLI, Waldemar
(“'Artigas, La Argentina Que No Fue”-Guid. Publicaciones Bruc, 107, 5-2
08009-Barcelona, España, 2015)
[13] LÓPEZ, Vicente Fidel
(“Compendio de la Historia Argentina’, pag.257, 260).-
[14] GAUDIANO, Pedro ('Artigas católico'- (2ª. ed.). -2004
(Ampliada con prólogo de Arturo Ardao y con índice de personas y lugares.
Montevideo: Universidad Católica del Uruguay - Universidad Católica “Nuestra
Señora de la Asunción” [Paraguay)
[15] RAMÍREZ, Carlos María
(‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario
https://studylib.es/doc/211118/)
[16] ALEN LASCANO, Luis C.
(‘Ibarra-Un Caudillo Norteño’ – Cuadernos de Crisis Nro.25-Ed.del Noroeste
SA-1976)
[17] VIGNALE, Julio Cesar ('Vida y Presencia de
Artigas'- Ed. Revista Atenea-Montevideo-1965)
[18] ACOSTA, Milton (‘No
soy uruguayo: soy
oriental’-http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)-
[19] TRAIBEL, José María
(‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951
[20] TRAIBEL, José María
(‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951
[21] IBARGUREN, Carlos
(“Juan Manuel de Rosas-su vida, su tiempo su drama,”-Librería La Facultad de
Juan Roldán y Cia-1930- 2da.Edición)
[22] TRÍAS, Vivián (“Juan
Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)
[23] ORSI, René Saúl
(‘Ideario de Artigas’ - Separata Del Boletín De La Biblioteca Del Congreso De
La Nacion Nro. 98, Marzo- Abril De 1975)
[24] VIGNALE, Julio Cesar
('Vida y Presencia de Artigas'- Ed. Revista Atenea-Montevideo-1965)
[25] RAMÍREZ, Carlos María
(‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario
https://studylib.es/doc/211118/)
[26] UMPIERREZ, Alberto
(‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.
https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)
[27] RAMÍREZ, Carlos María
(‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario
https://studylib.es/doc/211118/)
[28] UMPIERREZ, Alberto
(‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.
https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)
[29] TRÍAS, Vivián
(“(‘Juan Manuel de Rosas’-Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo
1987)
[30] STORTINI, Julio
(‘Producción y Propaganda 'Revisionista' durante el 1er. Peronismo'-
Prohistoria, Año VIII, Rosario, Argentina, Primavera 2004)
[31] MAIZTEGUI CASAS,
Lincoln (“Orientales: una historia política del Uruguay 1. De los orígenes a
1865”. Buenos Aires: Grupo Planeta. ISBN 950-49-1330-X)
[32] MAIZTEGUI CASAS,
Lincoln (“Orientales: una historia política del Uruguay 1. De los orígenes a
1865”. Buenos Aires: Grupo Planeta. ISBN 950-49-1330-X)
[33] MAIZTEGUI CASAS,
Lincoln (“Orientales: una historia política del Uruguay 1. De los orígenes a
1865”. Buenos Aires: Grupo Planeta. ISBN 950-49-1330-X)
[34] RAMÍREZ, Carlos María
(‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario
https://studylib.es/doc/211118/)
[35] TRAIBEL, José María
(‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951-)
[36] RAMÍREZ, Carlos María
(‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario
https://studylib.es/doc/211118/)
[37] REYES ABADIE,
Washington- BRUSCHERA, MELONGO – (‘El cielo artiguista. Documentos de historia nacional y
americana’-. Ed. Medina, Tomo I, página
591/594, Montevideo -1951-) (citado por el portal ‘Revisionistas.com.ar’
http://www.revisionistas.com.ar/?p=11582)
[38] VERA, Setiembre
Raúl- (en Gabriel O. TURONE ‘Los
Traidores de Artigas-Aclaraciones Históricas. La prueba de una gran traición’
Montevideo, 1937) (en el portal ‘Revisionistas.com.ar’ http://www.revisionistas.com.ar/?p=18652 ‘)
[39] VERA, Setiembre Raúl (en Gabriel O. TURONE ‘Los Traidores de
Artigas-Aclaraciones Históricas. La prueba de una gran traición’ Montevideo,
1937) (en el portal ‘Revisionistas.com.ar’
http://www.revisionistas.com.ar/?p=18652 ‘)
[40] VERA, Setiembre Raúl
( en Gabriel O. TURONE ‘Los Traidores de Artigas-Aclaraciones Históricas. La
prueba de una gran traición’ Montevideo, 1937) (en el portal
‘Revisionistas.com.ar’
http://www.revisionistas.com.ar/?p=18652 ‘)
[41] CASTAGNINO, Leonardo ('La Guerra del
Paraguay-La Triple Alianza contra los países del Plata” (2ªEdición-Edit.La
Gazeta Federal - Bs.As. 2013)
[42] UMPIERREZ, Alberto
(‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.
https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)
[43] CHIVILÓ, Norberto J.
(“El Año XX”-Año XIV - N° 54 – de Marzo 2020)
[44] VIGNALE, Julio Cesar
('Vida y Presencia de Artigas'- Ed. Revista Atenea-Montevideo-1965)
[45] TRAIBEL, José María
(‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951-
[46] Ídem
[47] TRAIBEL, José María
(‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951-
[48] TRAIBEL, José María
(‘Breviario Artiguista’-Ed. Colombino Hnos. S.A-.Montevideo-1era.Edición-1951-
[49] IBARGUREN, Federico
(‘El Artiguismo’)-
https://revisionistasdesanmartin.blogspot.com/2015/09/el-artiguismo.html
[50] ACOSTA, Milton (‘No soy uruguayo: soy
oriental’)-
http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)
[51] RIET, Celio
(‘Orientales y no Uruguayos’ - Ed. Dirección Nacional de Relaciones Publicas
del Ejercito Montevideo 1979)
[52] CHIVILÓ, Norberto J.
(“El Año XX”-Año XIV - N° 54 – de Marzo 2020)
[53] CHIVILÓ, Norberto J.
(“El Año XX”-Año XIV - N° 54 – de Marzo 2020)
[54] ACEVEDO, Eduardo.
Obras Históricas José Artigas Jefe de los Orientales y protector
de los pueblos libres.
Montevideo: Anales Históricos del Uruguay Tomos I y II. Montevideo: Casa
Barrerio y Ramos, 1933.)
[55] MAIZTEGUI CASAS, Lincoln
(“José Gervasio Artigas fue motivo de polémica en la Feria del Libro”
[56] VAZQUEZ FRANCO,
Guillermo (‘Yo, Argentino’-
https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Historiador-Guillermo-Vazquez-Franco-canta-Las-40--uc206330 Y http://www.montevideo.com.uy/
notnoticias_206330_1.html)
[57] CAETANO, Gerardo
(“Fragmento de la Exposición hecha en la Comisión de Eduación y Cultura del
senado urguayo -14/9/06 – en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’
Vol..2.-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).- )
[58] UMPIERREZ, Alberto
(‘Sobre los ‘Estados ‘tapones’’-
https://www.academia.edu/37794856/Sobre_los_Estados_tapones_)
[59] ÁNCHEZ GÓMEZ, Julio
(2006).(“El tortuoso camino hacia la independencia de la República Oriental del
Uruguay” - En, I. Frasquet ‘Bastillas, cetros y blasones’ . Majadahonda:
Fundación Mapfre – en en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’
Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-
[60] TRÍAS, Vivián (‘Juan
Manuel de Rosas’-Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)
[61] UMPIERREZ, Alberto
(‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.
https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)
[62] RIET, Celio
(‘Orientales y no Uruguayos’ - Ed. Dirección Nacional de Relaciones Publicas
del Ejercito Montevideo 1979)
[63] VAZQUEZ FRANCO,
Guillermo (‘Yo, Argentino’- )
https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Historiador-Guillermo-Vazquez-Franco-canta-Las-40--uc206330
Y http://www.montevideo.com.uy/ notnoticias_206330_1.html)
[64] ORSI, René Saúl
(‘Ideario de Artigas’ - Separata Del Boletín De La Biblioteca Del Congreso De
La Nacion Nro. 98, Marzo- Abril De 1975)
[65] ORSI, René Saúl
(‘Ideario de Artigas’ - Separata Del Boletín De La Biblioteca Del Congreso De
La Nacion Nro. 98, Marzo- Abril De 1975)
[66] ACEVEDO, Eduardo.
Obras Históricas José Artigas Jefe de los Orientales y protector de los pueblos
libres. Montevideo: Anales Históricos del Uruguay Tomos I y II. Montevideo:
Casa Barrerio y Ramos,1933.)
[67] ORSI, René Saúl
(‘Ideario de Artigas’ - Separata Del Boletín De La Biblioteca Del Congreso De
La Nacion Nro. 98, Marzo- Abril De 1975)
[68] IBARGUREN, Federico
(‘El Artiguismo’)-
https://revisionistasdesanmartin.blogspot.com/2015/09/el-artiguismo.html
[69] RAVIGNANI, Emilio
(‘Historia Constitucional de la República Argentina’-Bs.As. 1926)
[70] PONCE DE LEÓN,
Facundo (documental ‘José Artigas -El Origen’ Producción ‘Mueca Films’ y
‘Teledoce’
2014http://muecafilms.com/wp/?portfolio=el-origen-jose-gervasio-artigas-)
[71]
PONCE DE LEÓN,
Facundo (documental ‘José Artigas -El Origen’ Producción ‘Mueca Films’ y
‘Teledoce’
2014http://muecafilms.com/wp/?portfolio=el-origen-jose-gervasio-artigas-)
[72]
ídem
[73] ACEVEDO, Eduardo.
(“Obras Históricas José Artigas Jefe de los Orientales y protector de los pueblos
libres”. Montevideo: Anales Históricos del Uruguay Tomos I y II. Montevideo:
Casa Barrerio y Ramos,1933.)
[74] RIET, Celio
(‘Orientales y no Uruguayos’ - Ed. Dirección Nacional de Relaciones Publicas
del Ejercito Montevideo 1979)
[75] ALEN LASCANO, Luis C.
(‘Ibarra-Un Caudillo Norteño’ –
Cuadernos de Crisis Nro.25-Ed.del Noroeste SA-1976)
[76] PIGNA, Felipe “Los
Mitos de la historia argentina”- Bs.As., Norma 2004)
[77] RAMÍREZ, Carlos María
(‘Artigas sigue vivo'- 1-6-07 - CX36 Radio Centenario
https://studylib.es/doc/211118/)
[78] REYES ABADIE,
Washington (“Diálogo con Bárbara Díaz y Monica Salinas”- Revista de Humanidades
de la Universidad de Montevideo-Marzo 2002-Año 2)
[79] TRÍAS, Vivián (“Juan Manuel de Rosas”- -Cámara de Representantes de la
R.O.U.-Montevideo 1987)
[80] METHOL FERRÉ,
Alberto. (“El Uruguay como problema”-. Montevideo, Ed. Diálogo, 1967. En
“Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.I-– Ediciones
de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-
[81] FERRERO, Roberto A.
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la Confederación Argentina” en Tabaré, Centro de Residentes Uruguayos de
Córdoba, Córdoba, 1989.
[82] PALOMEQUE, Agapo Luis
(“Lavalleja, Ejemplo de dignidad Oriental”- en ‘Lavalleja, el Libertador’.
Colección ‘Los Blancos’, VoL.2, Capitulo 3-Ediciones De La Plaza, Montevideo,
R.O.U. año 2014)
[83] ITURRIA, Raúl y RELA,
Walter (“Lavalleja, Ejemplo de dignidad Oriental”- en ‘Lavalleja, el
Libertador’. Colección ‘Los Blancos’, VoL.2, Capitulo 1-Ediciones De La Plaza,
Montevideo, R.O.U. año 2014)
[84] BARRIOS PINTOS,
Aníbal (“Lavalleja, La Patria Independiente”- —Ediciones de la Banda
Oriental-Montevideo-1976
[85] PEREZ ANTÓN, Romero
(“El Contexto Regional e Internacional” en “Lavalleja, El Libertador” Colección
‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.II-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año
2014).-
[86] PELFORT, Jorge y
MARFETÁN BENÍTEZ, Raul (“Biografía de Manuel Oribe”, en ‘Manuel Oribe, Fundador
de la República’, de la colección ‘Los Blancos’ Vol.I-Cap.2.- -– Ediciones de
la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-
[87] MONTORO GIL, Gonzalo
Vicente (“Brig.Gral.Juan Manuel De Rosas - Aspectos poco conocidos de su vida y
su familia” - Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero 2019)
[88] TORRES WILSON, José
de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda
Oriental-Montevideo-1976
[89] PELFORT, Jorge y
MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador
de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La
Plaza-Montevideo 2014)
[90] ITURRIA, Raúl (“El
Contexto Regional e Internacional”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la
República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.3- Ediciones De La
Plaza-Montevideo 2014)
[91] LACALLE HERRERA, Luis
Alberto (“La Labor del Estadista”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’,
de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-
Ediciones De La Plaza-Montevideo
2014)
[92] TRÍAS, Vivián (“Juan
Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U- Montevideo 1987)
[93] OLAZA PALLERO, Sandro
(“Manuel Oribe, Prócer de la
Independencia y Caudillo del Federalismo”- Blog de Historia Argentina e
Hispanoamericana -17-8-09)
[94] ABRAHAM, Luis Alberto
(“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel
Oribe, Fundador de la Republica’- Colección
‘Los Blancos’ Nro.1. Capítulo 6-“ Ed.
de la Plaza-Montevideo-2014).-
[95] PALOMEQUE, Agapo Luis
(“Lavalleja en el Contexto Nacional” -Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Capítulo
3. “Ed. de la Plaza-Montevideo-2014).-
[96] MENA SEGARRA, Enrique
(“Período Luso-Brasileño” en Mena
Segarra y Palomeque, 2009, tomo 1, pags.207 y ss- en PALOMEQUE, Agapo Luis.- en
“Lavalleja en el Contexto Nacional”
-Colección ‘Los Blancos’ Nro.2. Capítulo 3“ - “Ed. de la Plaza-Montevideo-2014)
[97] ROSA, José María (“La Caída de Rosas”- Ed. Punto de
Encuentro – Buenos Aires- 2010)
[98] MENA SEGARRA, Enrique
(“Período Luso-Brasileño” en Mena Segarra
y Palomeque, 2009, tomo 1, pags.207 y ss- en PALOMEQUE, Agapo Luis (“Lavalleja en el Contexto Nacional” -Colección
‘Los Blancos’ Nro.2. Capítulo 3. Ed. de la Plaza-Montevideo-2014)
[99] PALOMEQUE, Agapo Luis
y TORENA, Daniel (“La Cruzada Libertadora
de 1825”- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.-
Cap. IV-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014). -
[100] Ídem
[101] ITURRIA, Raul y RELA,
Walter (‘Lavalleja, Ejemplo de Dignidad Oriental’- en “Lavalleja, El
Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.I-– Ediciones de la
Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-
[102] ACOSTA, Milton (‘No
soy uruguayo: soy
oriental’-http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)-
[103] PALOMEQUE, Agapo Luis y TORENA, Daniel (“La Cruzada Libertadora de 1825” - en
“Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los
Blancos’ Nro.2. Cap.IV“ Ed.de la Plaza-Montevideo-2014).-
[104] ROSA, José Maria (“La
Caída de Rosas”- Editorial Punto de Encuentro-Buenos Aires. 2010)
[105] UMPIERREZ, Alberto
(‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.
https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)
[106] ARDAO, Arturo (
“Cuadernos de Marcha” Nro.4, Montevideo- Agosto de 1987- en “Lavalleja, El
Libertador” Colección ‘Los Blancos’ Vol.2 -– Ediciones de la
Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-
[107] MENA SEGARRA, Enrique
(“"Período 1825-1830" en Mena Segarra, Enrique y Palomeque Agapo
Luis. Historia de la Educación Uruguaya, tomo 2, Mdeo., Ediciones de la.,Plaza,
2009, págs. 238-239. en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’
Vol.2 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-
[108] CASTAGNINO, Leonardo
(“Juan Manuel de Rosas-Sombras y Verdades”- Ed. La Gazeta Federal-2014
2da.edición)
[109] OTEGUI, Sergio
(“Batalla de Ituzaingó”- en “Lavalleja, El Libertador” Colección ‘Los Blancos’
Vol.2.- Cap.8 -– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año 2014).-
[110] IRIARTE, Tomás de
(‘La Campaña del Brasil’ en ‘Memorias’- Biblioteca Argentina de Historia y
Política-Ed. Hyspamerica-1962)
[111] HERRERA, Luis Alberto
de (‘‘La Misión Ponsonby’, tomo I, Buenos Aires, EUDEBA, 1974, pp. 5-6
[112] TORRES WILSON, José
de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda
Oriental-Montevideo-1976.-
[113] CASTAGNINO, Leonardo
(“Juan Manuel de Rosas-Sombras y Verdades”- Ed.La Gazeta Federal-2014
2da.edición)
[114] JAURETCHE, Arturo
(“Ejercito y Política”- Obras
Completas-vol.9-Ed.Corregidor, Bs.As.2006)
[115] VÁZQUEZ FRANCO,
Guillermo (“Las visiones sobre la independencia.
Un bicentenario después”- publicado en APHU, ‘Historia y
docencia’-Montevideo, Banda Oriental, 2011- Pp.58 a 72- en “Lavalleja, El
Libertador” Colección ‘Los Blancos’
Nro.2. Cap. IV“ Ed. de la Plaza-Montevideo-2014).-
[116] UMPIERREZ, Alberto
(‘Artigas: fundador de la nacionalidad Oriental’-.
https://www.academia.edu/37794953/Artigas_Fundador_de_la_nacionalidad_oriental)
[117] ACOSTA, Milton (‘No
soy uruguayo: soy oriental’-
http://egbetibaayin.blogspot.com/2008/03/no-soy-uruguayo-soy-oriental.html)-
[118] MENA SEGARRA, Enrique
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[127] Idem
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[129] BARRIOS PINTOS,
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MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador
de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La
Plaza-Montevideo 2014)
[146] ABRAHAM, Luis Alberto
(“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel
Oribe, Fundador de la Republica’- Colección
‘Los Blancos’ Nro.1. Capítulo 6-“
Ed.de la Plaza-Montevideo-2014
[147] TORRES WILSON, José
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Oriental-Montevideo-1976)
[148] TRÍAS, Vivián (‘Juan
Manuel de Rosas’-Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)
[149] PELFORT, Jorge y
MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador
de la República’, de la Colección los Blancos. Vol. I, Cap.2- Ediciones De La
Plaza-Montevideo 2014)
[150] ITURRIA, Raúl (‘El
Contexto Regional e Internacional’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la
República’, de la Colección ‘Los Blancos’. Vol.1, Cap.3.- Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)
[151] PELFORT, Jorge y
MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador
de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La
Plaza-Montevideo 2014)
[152] PEREZ ANTÓN, Romeo
(“La Actuación Política de Manuel Oribe”- en “Manuel Oribe, Fundador de la
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[153] LACALLE HERRERA, Luis
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‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1,
Cap.4.- Ediciones De La
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[154] CARRIEGO, Evaristo
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S.L.-2020)
[155] ROSA, José Maria (‘La
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[156] CASTAGNINO, Leonardo
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[157] ROSA, José María (“La
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[158] TORRES WILSON, José
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Oriental-Montevideo-1976
[159] TORRES WILSON, José
de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda
Oriental-Montevideo-1976
[160] ABRAHAM, Luis Alberto
(“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel
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[161] TRÍAS, Vivián (‘Juan
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[162] OLAZA PALLERO, Sandro
('Manuel Oribe, Prócer de la Independencia y Caudillo del Federalismo'- Blog de
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[163] TRÍAS, Vivián (“Juan
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[164] ABRAHAM, Luis Alberto (“Oribe y Su Vida
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[165] LACALLE HERRERA, Luis
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‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1,
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Cap.1.- Ed. De La Plaza-Montevideo 2014)
[168] ABRAHAM, Luis Alberto
(“Oribe y Su Vida Militar” – en ‘Manuel Oribe, Fundador de la Republica’-
Colección ‘Los Blancos’ Nro.1. Capítulo 6-“ Ed.de la Plaza-Montevideo-2014).-
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[170] ITURRIA, Raul (‘El
Contexto Regional e Internacional’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la
República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.- Ediciones
De La Plaza-Montevideo 2014)
[171] TURONE, Oscar y
Gabriel (“Giuseppe Garibaldi” y “Saqueo de Gualeguaychú”-
http://www.revisionistas.com.ar/?p=830 y en http://www.revisionistas.com.ar/?p=9880
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[172] PEREDAS, Setembrino E. (“Garibaldi en el
Uruguay” – Ed.El Siglo Ilustrado-Montevideo 1914-Tomo 1-Pags. 108/118)
[173] PEREDAS, Setembrino
E. (“Garibaldi en el Uruguay” – Ed.El Siglo Ilustrado-Montevideo 1914- Tomo 1-Pags. 108/118)
[174] MASCIOTRA, Guillermo
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Restaurador “ - AÑO 1 Nº 2 Marzo 2007
https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2007/03/sesquicentenario-de-la-muerte-del.html
[175] Idem
[176] ITURRIA, Raúl (‘El Contexto Regional e Internacional’-
en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.- Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014).
[177] MASCIOTRA, Guillermo
(“Sesquicentenario de la muerte del Almirante Guillermo Brown”. Periódico “El
Restaurador “ AÑO 1 Nº 2 Marzo 2007
https://periodico-el-restaurador.blogspot.com/2007/03/sesquicentenario-de-la-muerte-del.html
[178] OLAZA PALLERO, Sandro
('Manuel Oribe, Prócer de la Independencia y Caudillo del Federalismo'- Blog de
Historia Argentina e Hispanoamericana -17-8-09)
[179] SALDÍAS, Adolfo (“Historia de la
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[180] LACALLE HERRERA, Luis
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de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-
Ediciones De La Plaza-Montevideo
2014)
[181] LACALLE HERRERA, Luis
Alberto (“La Labor del Estadista”- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’,
de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-
Ediciones De La Plaza-Montevideo
2014)
[182] ITURRIA, Raúl (‘El
Contexto Regional e Internacional’- en ‘Manuel Oribe, Fundador de la
República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.- Ediciones De La Plaza-Montevideo 2014)
[183] OLAZA PALLERO, Sandro
('Manuel Oribe, Prócer de la Independencia y Caudillo del Federalismo'- Blog de
Historia Argentina e Hispanoamericana -17-8-09)
[184] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro. Bs. As. - 2010)
[185] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)
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[191]
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[192] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Buenos Aires-2010)
[193] TRÍAS, Vivián (“Juan
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[194] TORRES WILSON, José
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[209] ROSA, José María (“La
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[210] ROSA, José Maria (“La
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[211] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As. 2010)
[212] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro.
Buenos Aires. 2010)
[213] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)
[214] LACALLE HERRERA, Luis
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de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.4.-
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[215] ROSA,
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[216] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro- Bs. As. 2010)
[217] ROSA, José María (“La
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[218] PELFORT, Jorge (‘La
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[219] PELFORT, Jorge (‘La
Pseudo-Paz Del 8 De octubre’ - Diario El PAIS, 7/10/94)
[220] PELFORT, Jorge y
MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador
de la República’, de la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.2- Ediones De La
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[221] RODRIGUEZ VARESE,
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la Colección los Blancos-Vol.I, Cap.1.-
Ed. De La Plaza-Montevideo 2014)
[222] GRAN LOGIA DE LA
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[223] BORGES, Leonardo
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[224] PETROCELLI, Héctor B.
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[225] ROSA, José María (“La
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[226] MURGÍA, Julián (en su
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[227] ROSA, José María (‘El
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[228] PETROCELLI, Hector B.
(‘Las Misiones Orientales: Parte Del Precio Que Pagó Urquiza Para Derrocar A
Rosas’- Colección Estrella Federal-Instituto de Investigaciones Históricas Juan
Manuel de Rosas-1995)
[229] Ídem
[230] TORRES WILSON, José
de (‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda
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[231] PELFORT, Jorge (http://jorgepelfort.blogspot.com/2012/10/el-hombre-del-destino-y-la-cisplatina.html- en UMPIERREZ, Alberto: ‘Artigas: fundador de la
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[232] VERA, Setiembre Raúl
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[235] RODRIGUEZ VARESE,
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[236] ROSA, José María
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[237] MONTORO GIL, Gonzalo
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www.elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com) en especial los trabajos
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[238] ROSA, José María (“La
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[239] BORGES, Leonardo
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[240] ROSA, José María
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[241] ROSA, José María
(“Defensa Y Pérdida De Nuestra Independencia Económica”- Peña Lillo editor
-1986)
[242] ROSA, José María
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[243] ROSA, José María (‘El
Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960) y
ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’-Editorial Punto de
Encuentro-1era.Edición-1958)
[244] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro. Bs. As.-2010)
[245] ROSA, José María (‘El
Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960)
y ROSA, José María (‘La Caída de
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[246] MUÑOZ AZPIRI, José
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[247] CAPONNETTO, Antonio
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[248] MONTORO GIL, Gonzalo
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[249] CORVALÁN LIMA, Héctor
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[252]ORTEGA Y GASSET José,
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[253]ITURRIA, Raúl (“El
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República’, de la Colección ‘Los Blancos’-Vol.1, Cap.3.- Ediciones
De La Plaza-Montevideo 2014)
[254] CASTAÑEDA, Fray
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[255] CORVALÁN LIMA, Héctor
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[256] IRAZUSTA, Julio
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[257] CORVALÁN LIMA, Héctor
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[258] PALACIO, Ernesto, (“Teoría del Estado”, -Buenos Aires, Ed.
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[259] CORVALÁN LIMA, Héctor
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[261] SAMPAY, Arturo E.
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[262] CAPONNETTO, Antonio
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[263] QUESADA, Ernesto (“La
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[269] SIERRA, Vicente D.
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[270] MONTORO GIL, Gonzalo
Vicente (“El 'Empirismo Organizador' Como Base Para La Restauración De La
Soberanía Nacional”- Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero
2019)
[271] Ídem
[272] MONTORO GIL, Gonzalo
Vicente (“El 'Empirismo Organizador' Como Base Para La Restauración De La
Soberanía Nacional”- Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero
2019)
[273] QUESADA, Ernesto (“La
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Instituto Panamericano de Cultura-1954.-Pags.60, 61, 73, 107, 112, 113, 119,
120, 124, 148, 156, 158, 160, 180, 181, 191, 245, 246, 247 y 248)
[274] TELLO, Belisario (‘La
Monarquía sin Corona’-Editorial Almena-Bs.As.-1976)
[275] TELLO, Belisario (‘La
Monarquía sin Corona’-Editorial Almena-Bs.As.-1976)
[276] Ídem
[277] SPENGLER, Oswald
(“Años decisivos”- colección Austral-Ed.Espasa-Calpe SA-1962)
[278] QUESADA, Ernesto (“La
época de Rosas”, en ARANA, Enrique (h), Cinco Estudios Sobre Rosas - Ed.
Instituto Panamericano de Cultura-1954.-Pags.60, 61, 73, 107, 112, 113, 119, 120,
124, 148, 156, 158, 160, 180, 181, 191)
[279] CORVALÁN LIMA, Héctor
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POR CORVALÁN LIMA, Héctor (“Rosas y la Formación Constitucional
Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)
[281] QUESADA, Ernesto (“La
época de Rosas”, en ARANA, Enrique (h), “Cinco Estudios Sobre Rosas” - Ed.
Instituto Panamericano de Cultura-1954.-)
[282] MONTORO GIL, Gonzalo Vicente (“Juan Manuel De
Rosas: El Origen del Aguinaldo en la Argentina (08-01-1852)”- Blog ‘El Mensajero de la Confederación
Argentina”
[283] CORVALÁN LIMA, Héctor
(“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)
[284] CORVALÁN LIMA, Héctor
(“Rosas. La Cultura De Su Época”- Ed. Idearium- Bs. As.1979
[285] CORVALÁN LIMA, Héctor
(“Rosas y la Formación Constitucional
Argentina”-Ed.Idearium-Bs.As.-1979)
[286] MONTORO GIL, Gonzalo
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[291] CORVALÁN LIMA, Héctor
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[294] CORVALÁN LIMA, Hector
(“Rosas y la Formación Constitucional Argentina”-Ed. Idearium-Bs.As.-1979)
[295] ALBERDI, Juan
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[296] MONTORO GIL, Gonzalo
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Atilio, (“(‘Rosas-Prócer Argentino’.Ed.Theoria-1972-Buenos
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[305] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro – Bs. As. 2010)
[306] HERRERA, Luis Alberto
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[307] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2019)
[308] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”- Ed. Punto de Encuentro – Bs. As. 2010)
[309] TRÍAS, Vivián (“Juan
Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U.- Montevideo 1987)
[310] (MONTORO GIL 'J.M.de R.-Aspectos Poco
Conocidos de su Vida y su Familia -y en 'El Empirismo Organizador Como Base
para la Restauración de la Soberanía Nacional' – Ambos en el blog ‘El Mensajero
de la Confederación Argentina’-Febrero 2019)
[311] PICCAGLI, Américo
Enrique (‘La Argentina Violenta y
Contradictoria’-. Año 2000-)
[312] EZCURRA MEDRANO,
Alberto (‘La Independencia del Paraguay y otros Ensayos’- Ed. Instituto
Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas-Colección Estrella
Federal-pag.93-Mayo 1999 cita a Julio Irazusta “Ensayo Sobre Rosas’-, pag.84)
[313] TRÍAS, Vivián (“Juan
Manuel de Rosas”- Camara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)
[314] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de
Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición. nota Nro.4 del capítulo 2, Pag.26) y (la
edición digital de 1985)
[315] GALVEZ, Jaime
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[317] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”-Ed.Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)
[318] OLAZA PALLERO, Sandro
(“Acerca De Los Derechos Existenciales Después De La Batalla De Caseros
(1852-1872)” http://www.revistapersona.com.ar/Persona14/14olaza.htm)
[319] ROSA, José María
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-1986)
[320] GUERRERO, Victor
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[321] CASTAGNINO, Leonardo
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(2ªEdición-Edit.La Gazeta Federal - Bs.As. 2013)
[322] SIERRA, Vicente D.
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Manuel de Rosas-Bs.As. 1940)
[323] ABADIE AICARDI, Oscar
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Buenos Aires en 1829’- Academia.1982)
[324] VAZQUEZ FRANCO,
Guillermo (‘Yo, Argentino’- )
https://www.montevideo.com.uy/Noticias/Historiador-Guillermo-Vazquez-Franco-canta-Las-40--uc206330
Y http://www.montevideo.com.uy/ notnoticias_206330_1.html)
[325] PETROCELLI, Hector B.
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[326] ROSA, José María (‘La Caída de Rosas’-Editorial Punto de
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Poesía Rioplatense’, en el Boletín Nro.2 del Instituto de Investigaciones
Históricas Juan Manuel de Rosas-Año 1944-Pag.52/56)
[328] VARELA, Florencio
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[331] SIERRA, Vicente D.
(“Historia Argentina” – Ed-Vicente Sierra-10 tomos- 1956-1972)
[332] JAURETCHE, Arturo
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[333] RUBIANI, Jorge (“Mercosur: Historia Y Política Exterior”-
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[334] ROSA, José María (“La
Caída de Rosas”-Ed. Punto de Encuentro- Bs. As.-2010)
[335] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras
Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL-
1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)
[336] Mercado Luna, Ricardo, (“Los
coroneles de Mitre”, Ed. Plus Ultra, Bs. As., 1974)
[337] ROSA, José María (“La
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[338] REGUERA, Andrea (“Las
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[339] CASTAGNINO,
Leonardo (“Juan Manuel de Rosas-Sombras y Verdades”- Ed.La Gazeta Federal-2014
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[340] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de
Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición
digital de 1985)
[341] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras
Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL-
1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)
[342] TURONE, Gabriel O.
(‘Yateman, el vencedor de Pavón’- Portal www.revisionistas.com.ar
http://www.revisionistas.com.ar/?p=22519&fbclid=IwAR0tIOgDBQU_ceNQFFIrqhC_1Uy3kX-a6lTK6qlU0TRDUV1stzl5KM__AgU)
[343] Ídem
[344] MUÑOZ ASPIRI, José
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[345] CASTAGNINO, Leonardo
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[346] ROSA, José María (‘La Guerra del Paraguay
y Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca
Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la
edición digital de 1985)
[347] MURGÍA, Julián (
‘Paysandú’ extraído de su obra ‘‘Crónica de Hombres Libres’-1972)
[348] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras
Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL-
1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)
[349] CASTAGNINO, Leonardo
('La Guerra del Paraguay-La Triple Alianza contra los países del Plata”
(2ªEdición-Edit.La Gazeta Federal - Bs.As. 2013)
[350] HERRERA, Luis Alberto
de (“La Culpa Mitrista”, Ed. Pampa y Cielo, Bs. As., 1965)
[351] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras
Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL-
1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)
[352] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras
Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL-
1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)
[353] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras
Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL-
1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)
[354] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras
Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL-
1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)
[355] MATIENZO, J. N. (“El Gobierno Representativo Federal”, pág.
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[356] RIVERA, Enrique
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[357] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras Argentinas'-Biblioteca Argentina de
Historia y Política-’Ed. Peña Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición
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[358] Ídem
[359] CASTAGNINO, Leonardo
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[360] CARRERE CADIRANT,
Gustavo ('Cerro Corá: La Epopeya de un pueblo’- Buenos Aires (2008)- ver
www.revisionistas.com.ar)
[361] CARRERE CADIRANT,
Gustavo ('Cerro Corá: La Epopeya de un pueblo’- Buenos Aires (2008)- ver www.revisionistas.com.ar)
[362] TURONE, Oscar y
TURONE Gabriel O. (‘La Epopeya de Cerro Corá’- www.Revisionistas.com.ar-
http://www.revisionistas.com.ar/?p=3489)
[363] Ídem
[364] Ídem
[365] ROSA, José María (‘La
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Historia y Política-’-Ed. Pena Lillo SRL- 1974- 4ta.Edición) y (la edición
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[366] GARMENDIA, José Ignacio (“Recuerdos de la guerra del Paraguay. Campaña
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[367] GARCIA MELLID, Atilio
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[368] TRÍAS, Vivián (“Juan
Manuel de Rosas”- Cámara de Representantes de la R.O.U.-Montevideo 1987)
[369] ROSA, José María (‘La
Caída de Rosas’- Editorial Punto de Encuentro-Buenos Aires. 2010)
[370] ROSA, José María (‘La
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[371] PEREZ ANTÓN, Romeo
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‘Los Blancos’ Vol..2.- Cap.II-– Ediciones de la Plaza-Montevideo-R.O.U.- año
2014).)
[372] ROSA, José María (‘La
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[373] VIGNALE, Julio Cesar
(‘Consecuencias de Caseros’ – Taller de la Imprenta Letras S.A.-
Montevideo-1946)
[374] JAURETCHE, Arturo
(“‘Ejercito y Política”- Obras
Completas-vol.9-Ed.Corregidor, Bs.As.2006)
[375] PENNA BOTTO, Carlos-
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efeitos e a projeçâo dêstes na época presente’. (Suplemento da revista marítima
brasileira de Julho-Agosto de 1940)- Río de Janeiro (BR)-Impresa
Naval-Biblioteca Academia de Guerra Naval-
Colección General 359.48 P412
1940).
[376] JAURETCHE, Arturo
(“Ejercito y Política”- Obras
Completas-vol.9-Ed. Corregidor, Bs.As.2006)
[377] RECALDE, Aritz (‘Juan
Bautista Alberdi y el Brasil’ Proyecto de Investigación “Modelos de desarrollo
Argentino Brasileño”, UNAJ – Secretaría de Política Universitaria- - Febrero
2016)
[378] ALBERDI, Juan
Bautista (‘Obras Selectas’ -Tomo XIII
(del Gobierno en Sud América’)-Librería La Facultad de Juan Roldán-1920)
[379] SALDÍAS, Adolfo (‘Las
Cartas Rosistas de Alberdi’- Ed.
Politeia -1970)
[380] RECALDE, Aritz (‘Juan
Bautista Alberdi y el Brasil’ Proyecto de Investigación “Modelos de desarrollo
Argentino Brasileño”, UNAJ – Secretaría de Política Universitaria- Febrero 2016
[381] EZCURRA MEDRANO,
Alberto (Ensayo ‘La Guerra Grande’ dentro de ‘La Independencia del Paraguay y
otros Ensayos’- Ed. Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan
Manuel de Rosas-Colección Estrella Federal-pag.99-Mayo 1999)
[382] ROSA, José María (‘La
Guerra del Paraguay y Las Montoneras
Argentinas'-Biblioteca Argentina de Historia y Política-’-Ed.Peña Lillo SRL-
1974- 4ta.Edición) y (la edición digital de 1985)
[383] CÁRCANO, Ramón J. (“Guerra del Paraguay. Acción y
reacción de la Triple Alianza"- Editores:
Domingo Viau y Cía., Bs.As.1941)
[384] CASTAGNINO, Leonardo
(“Acuerdo De Punchauca Y Entrevista De
Guayaquil” (extraído de su libro “Las Invasiones Inglesas. 1806-1852” -con
citas de Carlos STEFFEN SOLER de su
libro “San Martin Y El Conflicto Con Los Liberales”-
Ed.Huemul-1983- en La Gazeta
Federal-http://www.lagazeta.com.ar/)
[385] AYALA MORA, Enrique
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Universidad Andina Simón Bolívar, 1996).
[386] ROSA, José María
(‘Salvador María del Carril -Pequeña Biografía’- La Baldrich - Espacio de
Pensamiento Nacional- Biblioteca Digital www.labaldrich.com.ar)
[387] ROSA, José María
(‘Salvador María del Carril -Pequeña Biografía’- La Baldrich - Espacio de
Pensamiento Nacional- Biblioteca Digital www.labaldrich.com.ar)
[388] RAMOS, Jorge Abelando
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capítulo ‘El Nacionalismo ganadero’ – en ‘CAPONNETTO, Antonio ‘Notas Sobre J.M.
De Rosas’-Ed. Katejon-2013)
[389]GENTA, Jordán Bruno
(‘Correspondencia entre San Martín y Rosas’-Ed.del Libertador-Bs.As.1950)
[390] SALDÍAS, Adolfo
(“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo-
España- 1973)
[391] SALDÍAS, Adolfo
(“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo-
España- 1973)
[392] SALDÍAS, Adolfo
(“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo-
España- 1973)
[393]SALDÍAS, Adolfo
(“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo-
España- 1973)
[394] GARCÍA, Mariano
(‘Urquiza, el Gran Traidor de la Historia Argentina’-(LA
GACETA.ES-https://gaceta.es/blogs/chimango-del-sur/urquiza-gran-traidor-historia-argentina-14112015-1451-20151114-0000/
- 14-11-2015)
[395] SALDÍAS, Adolfo
(“Historia de la Confederación Argentina” -Tomo III-Ediciones Clío- Vigo-
España- 1973)
[396] ROSA, José Maria (“La
Caída de Rosas”- Editorial Punto de Encuentro-Buenos Aires. 2010)
[397] EZCURRA MEDRANO,
Alberto (Ensayo ‘La Guerra Grande’ dentro de ‘La Independencia del Paraguay y
otros Ensayos’- Ed. Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan
Manuel de Rosas-Colección Estrella Federal-pag.99-Mayo 1999)
[398] ROSA, José María (‘El
Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960-
[399] ROSA, José María (‘El
Pronunciamiento de Urquiza’- Colección ‘La Siringa’-Ed. Peña Lillo- año 1960)
[400] GRAN LOGIA DE LA
MASONERÍA DEL URUGUAY [400]- Biografías
masónicas orientales. Tomo I. Montevideo. 1991. pp. 103-10
[401]TORRES WILSON, José de
(‘Oribe, el Drama del Estado Oriental’—Ediciones de la Banda
Oriental-Montevideo-1976)
[402] PELFORT, Jorge y
MARFETÁN BENÍTEZ, Raúl (‘Biografía de Manuel Oribe’- en ‘Manuel Oribe, Fundador
de la República’, de la Colección los Blancos-Vol. I, Cap.2- Ediciones De La
Plaza-Montevideo 2014)
[403] G.A.D.U. Logia
(“Manuel Oribe, el Militar, el Estadista, el Masón”-Compilación entre agosto y
diciembre de 2014- ) https://www.gadu.org/antologia/manuel-oribe-el-militar-el-estadista-el-mason/
[404] GONZALEZ RISSOTTO,
Rodolfo (‘El Legado de Oribe’-en ‘Manuel Oribe, Fundador de la República’-
Colección ‘Los Blancos’ Vol.1.’-Cap.VII-Pag.139- Ed. de la
Plaza-Montevideo-2014)
[405] CASANOVA DELFINO,
Eduardo (“Figuras destacadas en la época de Oribe”- en ‘Manuel Oribe, Fundador
de la República’- Colección ‘Los Blancos’ Vol.1.’-Cap.VII-Pag.139, Capitulo 8-
Ed. de la Plaza-Montevideo-2014).
[406] BONDESIO, Alberto J.
(“Las Sociedades Secretas Antes Y Después De Caseros”) en el periódico “El
Restaurador”- Año VII - N° 28 - Septiembre 2013)
[407] BONDESIO, Alberto J.
(“Las Sociedades Secretas Antes Y Después De Caseros”) en el periódico “El
Restaurador”- Año VII - N° 28 - Septiembre 2013)
[408] RÖTTJER, Aníbal ('La
Masonería en la Argentina y en el Mundo´ - Ed. Nuevo Orden- Bs. As-1973).
[409] CLAVERO, Ángel Jorge
(“La tercera etapa de la Masonería Argentina” sitio TELAM- opinión- 11/12/2017-
https://www.telam.com.ar/notas/201712/230760-la-tercera-etapa-de-la-masoneria-argentina.html)
[410] MONTORO GIL, Gonzalo
Vicente (“El 'Empirismo Organizador' Como Base Para La Restauración De La
Soberanía Nacional”- Blog ‘El Mensajero De La Confederación Argentina’-Febrero
2019)
[411] PLATÓN (“La
República”- Editorial Juventud -3 Ed- Año 2000).-
[412] CAPONNETO, Antonio (
“La Perversión Democrática “ -Ed. Santiago Apóstol’- Bs. As-2007),.-
[413] CALDERÓN
BOUCHET, Rubén (“La Política Y El Orden De La Convivencia”- Ed. Santiago
Apóstol- Bs. As- 2002).
[414] ORTEGA Y GASSET, José (“De Democracia
Morbosa”, 1917, OC. II, p. 135).
[415] CAPONNETO, Antonio
(“La Perversión Democrática “-Ed. ’Santiago Apóstol’-Bs. As-2007).
[416] MAURRAS, Charles
(“Mis Ideas Políticas”-Ed. Huemul SA- Bs. As.1962, traducción por Julio Irazusta).
[417] CAPONNETO, Antonio
(“La Perversión Democrática “ -Editorial ’Santiago Apóstol’-Bs. As. 2007),.-
[418] VEUILLOT, Louis (“Les
Odeurs de París” Ed. Crés. París. 1867, pag.32)
[419] CAPONNETO, Antonio
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