ENCARNACIÓN EZCURRA, MAS ‘ROSISTA’ QUE…ROSAS
Gonzalo
V. Montoro Gil
De
nuestra historia se han extraído numerosas anécdotas sobre las figuras
militares o políticas que vivieron en aquellos tiempos. Anécdotas que, en
muchas ocasiones, delineaban el carácter de los personajes y las costumbres
imperantes en esas sociedades, casi aldeanas.
Son
innumerables las historias de personajes como Rosas, Lavalle, Oribe, Mitre,
Sarmiento, Manuelita Rosas, entre otros, que permiten vislumbrar, a través de
los hechos relatados, sus idiosincrasias, sus humores, sus caracteres y sus
patriotismos, reales o fingidos. Todo ello se extrae de las propias palabras de
los protagonistas o de testigos ocasionales, cuyos documentos nos acercan al
presente esas historias, a menudo domésticas, reservadas para pocos y alejadas
de pomposos auditorios.
Hemos
comentado en otro trabajo lo que de ella decía su sobrino Lucio V. MANSILLA (MANSILLA,
Lucio V. (“Rozas, ensayo histórico-psicológico, Bs As, A-Z, 1996”) que,
trazando una semblanza de ella, dijo: “Juan Manuel la amó
como a ninguna y nadie lo amó como ella...fue su brazo derecho. Militaba,
convencía, inducia, sugestionaba…era muy pasional, valiente e inteligente. No era estéticamente muy agraciada, fue su socia y consejera, siendo ella
la única persona a quien verdaderamente escuchaba. Manejaba su actividad política sin ‘medias
lenguas’. Era muy directa y expeditiva
en sus acciones y órdenes, en otras palabras, era muy poco diplomática. Repartía premios y castigos en forma rigurosa
y férrea mientras su marido se ausentaba de la ciudad. Aun cuando éste se encontraba presente, tejía
alianzas, identificaba a aquellos que se declaraban Federales, pero conspiraban
contra la Confederación, etc. Podemos
decir que se trataba de un matrimonio, pero en cierta forma conformaban una
sociedad políticamente perfecta”
"La encarnación de aquellas dos almas fue completa. A nadie
quizá amó tanto Rosas como a su mujer, ni nadie creyó tanto en él como ella; de
modo que llegó a ser su brazo derecho, con esa impunidad, habilidad,
perspicacia y doble vista que es peculiar a la organización femenil. Sin
ella quizá no vuelve al poder. No era ella la que en ciertos momentos mandaba;
pero inducía, sugestionaba y una inteligencia perfecta reinaba en aquel hogar,
desde el tálamo hasta más allá".
Como
se sabe, doña Encarnación era quien manejaba la cuestión política en Buenos
Aires, mientras Rosas se encontraba muy lejos, en la Campaña del Desierto, a
considerable distancia de la ciudad portuaria.
Era
ella quien investigaba las acciones de federales y unitarios en la ciudad:
evaluaba sus comportamientos, en más o menos con intenciones patrióticas, y
comunicaba a Rosas, a través de ‘chasques’ permanentes, el desarrollo de la
política en la ciudad y sus zonas aledañas.
Para
ello, Encarnación disponía de espías que le informaban de cuanto acontecía en
la ciudad, y ella se encargaba de comunicárselo a su marido, manteniéndolo al
tanto de los hechos que se iban desarrollando en su ausencia.
La
correspondencia, abundante y constante, no sólo trasladaba noticias, sino que
también expresaba el carácter, la firmeza y la templanza de la firmante, asi
como las sugerencias para actuar.
Para
Encarnación, primero: el orden y el deber. La familia y la política. Era mujer
de fuerte carácter, escondida tras una mirada seria y fría. Fue ella quien lo
llevó al poder. Fue ella quien le abrió el camino a sus facultades
extraordinarias y fue ella quien impulsó la rama más radical del restaurador de
las leyes. La lealtad por sobre todo, mujer de decisión e inteligencia.
Veamos
un ejemplo del carácter de Encarnación:
En una charla que
tuvo con la madre del Restaurador, doña Agustina López Osornio, en Julio de
1833, mientras Rosas estaba compenetrado en la marcha de su Campaña del
Desierto, en un pasaje de dicha charla se da la siguiente conversación:
ALO: “yo doy gracias que sólo han sido
unos pocos años. Vale más su campaña al desierto que las intrigas y artimañas
de la política de Buenos Aires, que solo nos aleja unas familias contra otras. ¡Familias
que además hemos sido históricamente muy amigas!
EE: “Yo le quiero avisar Doña Agustina, que su hijo va a
volver, y volverá a gobernar. yo misma estoy cuidando sus intereses hasta que
vuelva. En mi casa se recibe a todas aquellas personas que le son fieles en su
pensamiento. Cumplo con mi deber de esposa del restaurador manteniendo un orden
en la estancia, comunicándome con esos cismáticos que más que rosistas parecen
unitarios. No podemos permitir que vuelva la anarquía. Es preciso defender a la
Santa Federación, de lo contrario los más humildes, los más desprotegidos
quedarán sumidos en la desgracia, sin el amparo de aquel que garantice su
protección y consejo. Y ese es su hijo.
ALO: “Con lo que me ha costado a mi disciplinar a Juan
Manuel! Ahora usted me dice que el tiene lo que se necesita para disciplinar a
otros!
EE: “Por supuesto, a usted se le debe esa disciplina. Y
déjeme decirle, también a usted se le debe esa excesiva generosidad. Sirve para
proteger a los más débiles. Pero no es fructuoso que lo sea entre sus pares.
Juan Manuel no utiliza su fuerza con algunos que claramente abusan de él, como
la utiliza para con sus peones. Se deja robar y traicionar en sus negocios y
hasta por los que son parte de su mismo partido. Y yo se lo advierto cuando
puedo.
ALO: “Y dígame, realmente, ¿la escucha? ¿Le contesta sus
cartas? – Le dijo su suegra en tono irónico
EE: “No necesito que me responda mi marido. Su silencio
basta para entender que él acepta mi deber. Recibo en nuestra casa a los más
modestos, y por las noches llegan las familias más tradicionales con quienes
compartimos las mismas ideas, las apostólicas. Hasta su regreso no dejaré de
responder a las demandas y mantener en alerta al juez de paz contra cualquier
enemigo de Rosas.
ALO: “Ahora entiendo las malas lenguas sobre usted
Encarnación. Al parecer ha tomado las riendas de la política en ausencia de
Juan Manuel.
EE: “Podrán pensar lo que quieran. Yo le informo todo a
mi marido, y estoy convencida que está de acuerdo con cada paso que doy. Más si
ello es en favor de su persona y sus principios. Él mismo siempre me pidió que
“abriera los ojos a los paisanos fieles que los tengan cerrados, y muy
especialmente a la de los pobres”. Creo que estoy cumpliendo bien sus órdenes,
pues no he dejado de informar a los periódicos y en mi propia casa acerca de
las verdades que ocurren, para que no sean engañados. Los paisanos me quieren.
ALO: “Lo que me está queriendo decir entonces es que está
preparando una suerte de revolución. ¡Me resulta aberrante! no es su rol como
madre y esposa estar inmiscuida en los asuntos políticos de su marido.
EE: “Lo que es aberrante es permanecer con ojos cerrados
ante la realidad que nos rodea. El desorden que dejó el gobierno de Balcarce,
el descuido de los más desfavorecidos y la traición a quien ha sabido instaurar
las leyes luego de tanta anarquía y violencia innecesaria. Si para ello se
necesita una revolución, pues que así sea. La debilidad de los nuestros frente
a esos casacas lomos negros es lo verdaderamente aberrante. A mi me basta con
decir la verdad, y Rosas lo sabe. Yo soy su primera colaboradora, y le sirvo
más que sus mejores amigos.
ALO: “La misma verdad con la que me informaron que estaba
embarazada para poder casarse?
EE: “ Esa fue idea de su “ingrato hijo”. Pues usted a mí
no me intimida….
Entre
todas esas historias, una puede dar a conocer la personalidad de Doña María de
la Encarnación Ezcurra y Arguibel de Rosas (Buenos Aires, 25 de marzo de 1795 –
20 de octubre de 1838), dirigida a Vicente González, alias “el Carancho del Monte”. Este oficial ‘rosista’ y Juez de Paz en
aquellos tiempos, era un muy buen amigo del Restaurador, hombre de confianza de
éste y de armas tomar, que infundía temor en quienes conspiraban contra la
nación.
Una
de esas cartas del 22 de Octubre de 1833, pocas semanas después de la
conversación que tuviera con la madre del Restaurador, Encarnación le envía a
Vicente González haciéndole saber de manera enérgica, en forma resuelta, y sin
filtro, al ladero de Juan Manuel lo siguiente y que pinta entero quien era
Encarnación. Recordemos que era asidua la triangulación de correspondencia
entre Encarnación en Buenos Aires, González en San Miguel de Monte y Rosas en
la Patagonia-:
En
la carta en cuestión le transmite de forma enérgica, resuelta y sin tapujos al
ladero de Juan Manuel lo siguiente, y que muestra sin ambages quién era
Encarnación:
“Estimado
amigo: Su muy apreciable carta fecha 19 del corriente me ha llenado, como debe
creerlo, de alegría, no tan solo por los interesantes detalles, que contiene respecto
de los consecuentes amigos nuestros que espontáneamente se han presentado a
defender nuestra Santa Causa, cuanto por las intrigas que se han descubierto
iba a poner en práctica el muy ingrato General Espeche. Pero en este momento que.
son las doce del día acabo de recibir cartas del Campamento General, en que me
dicen que este traidor había llegado a dicho punto pidiendo alafia de las
infinitas maniobras traidoras que había puesto en práctica.”
“Sin
embargo de ser distinta la letra las contestaciones a sus apreciables cartas de
19 a 22 del crte. no le extrañe pues en medio de mis ocupaciones me he valido
de dos amigos que me han brindado su pluma para servicio de secretario. De
suerte que, estoy tan familiarizada ya con esta clase de ocupación y
correspondencia que me hallo capaz de dirigir todas las oficinas del fuerte…
Esta
carta nos ofrece una imagen clara de cómo Encarnación movía sus contactos, sus
fieles, para conocer, incluso en el último rincón de la ciudad y de sus
arrabales, el humor social y las posibles intrigas de los unitarios
conspiradores y de los federales tibios.
¿Quién
no ve a la férrea y orgullosa mujer consagrada con furia desde el primer
instante, a la tarea de mantener encendida la llama del entusiasmo federal en
el corazón de los correligionarios? Así su frenética exaltación de 1833 por
conservar intacta la autoridad del Restaurador, es la misma de 1820, cuando
contribuye con sus votos a la derrota de los amotinados del 1º de octubre, la
misma de 1828 cuando propaga el horror a los despiadados verdugos de Dorrego, y
la misma de 1829, de 1830, de 1831 y de 1832, cuando por fin, encumbrado el
caudillo a la suprema grandeza, debe, sin embargo, seguir su formidable pugna
con los ‘parricidas’, cismáticos, y demás endiablados opositores a la gloriosa
causa de la Federación que él representa y dirige.
Dice
el periodista Oscar MUÑOZ: “En todo ese
tiempo, Encarnación había hecho mucho más que pasarle información precisa y
hacerle saber sus puntos de vista (a veces, de manera imperativa). También, se
había prodigado como activista social entre la gente del “bajo pueblo”. Su
labor constante y efectiva en los barrios populares donde habitaban los
“paisanos” la autorizaba a transmitirle su convicción de que “los pobres están
dispuestos a trabajar de firme. Veremos qué hacen los figurones” (del bando
cismático).
Pero
lo más jugoso de la misiva es el párrafo final: un pensamiento y una
determinación política al mismo tiempo que es una advertencia por elevación, y
que no deja lugar a dudas respecto al comportamiento que se espera de todo buen
federal.
“…Ya
le he escrito a Juan Manuel, que si se descuida conmigo a el mismo le
he de hacer una revolución. Tales son los recursos y opinión que
he merecido de mis amigos. Ya sabe mi amigo que puede contar siempre con el
invariable afecto de su compañera y eterna amiga. — Encarnación Ezcurra de
Rosas”.
Termina
la carta que demuestra sin sombra de duda y con trazo grueso y resaltado la
personalidad de Encarnación: aunque era una fiel compañera de su Juan Manuel,
no dejaba de hacer notar que, si existiera algún hipotético desfallecimiento de
su marido en la tarea de conservar la soberanía de la nación ante los ataques
de los unitarios y sus aliados extranjeros ingleses, franceses, brasileños y
mercenarios europeos de toda laya, hasta el propio Rosas se las tendría que ver
con ella..
Las
cartas que ella le enviaba a su marido antes de su vuelta son prueba de que era
una exponente de las pocas mujeres inmiscuidas en política de la clase
dirigente criolla en el siglo XIX.
Todavía
hoy nuestra patria espera una reivindicación, un homenaje a su figura señera.
Una mujer en una época en que las mujeres en general iban tras de sus hombres
no solo físicamente, sino en cuanto a pensamientos políticos y sociales, tal
vez sin mayor opiniones personales: Encarnación; no pertenecía a ese grupo (al
igual que su hermana María Josefa Ezcurra); era de criterio propio y
personalidad singular se animaba a emitir juicios de valor sobre
estrategias y conductas políticas.
Hay
suficientes razones de peso para considerarla la principal socia del ascenso al
poder absoluto de su marido, una auténtica operadora política adelantada a su
tiempo….
BIBLIOGRAFÍA
DE CONSULTA
Para profundizar en la
correspondencia y el papel político de Encarnación Ezcurra, se pueden consultar
diversas fuentes históricas y bibliográficas que abordan su vida, sus cartas y
su influencia en la política argentina del siglo XIX. Estas fuentes permiten
comprender mejor la personalidad de Encarnación, su influencia en la época y el
valor de sus cartas como testimonio histórico.
Entre las obras más
relevantes se destacan:
·
“Encarnación
Ezcurra: Una mujer en la tormenta” de María Sáenz Quesada, que ofrece un
análisis detallado de su correspondencia y su rol durante el gobierno de Juan
Manuel de Rosas.
·
“La Mujer
En La Historia Argentina” de Lily Sosa de Newton, donde se examina la
figura de Encarnación y su participación activa en la política.
·
Los documentos recopilados en “Correspondencia de Juan Manuel de Rosas y
Encarnación Ezcurra”, editados por la Academia Nacional de la Historia, que
incluyen cartas originales y contexto histórico.
·
Artículos como “Encarnación Ezcurra y la Revolución de los Restauradores” publicados
en revistas especializadas como Todo es Historia, que exploran la dimensión
política y personal de sus escritos.
·
“Encarnación Ezcurra,
esa mujer”-
publicado por periodista santacruceño
Oscar Muñoz en la Revista ‘Caras y
Caretas’ el 23 de Marzo de 2025.
·
“Doña Encarnación
Ezcurra de Rosas’-correspondencia inédita”, de Manuel Conde Montero-Publicado por La Revista Argentina De Ciencias
Políticas -Año XIV, Tomo XXVII, N.º 149- Año 1923)
·
“Las Mujeres de
Rosas”- María
Sáenz Quesada- Editoral Planeta- año 1991


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