INJERENCIA CONFESA DE LOS IMPERIOS EN LOS ASUNTOS INTERNOS DEL RÍO DE LA PLATA
(Acerca de lo afirmado por la Lic.Camila Perochena en el
diario ‘La Nación’ del 18-06-22)
G
Gonzalo V. Montoro Gil
Esta es una confesión, producida entre bambalinas, en las sombras del
poder. No son interpretaciones subjetivas sobre hechos históricos; es la
transcripción literal del reconocimiento de los imperios de sus intenciones en
el Plat. Y contra confesiones es difícil argüir en contrario. Seguramente el
silencio –como siempre- será la respuesta de los socios nativos bien pagados de
estos Imperios.
‘Injerencia’ viene de “Injerir” que proviene del latín “inserere” que significa introducir o
entrometer. En los instrumentos jurídicos internacionales, como la Carta de las
Naciones Unidas se expresa en el artículo 2º párrafo 7 que no se autorizará a
intervenir en los asuntos “que son
esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados” Y el artículo 19
de la Carta de la OEA es aún más explícito: se condena la intervención directa
o indirecta, en política interna o exterior. Se condena “cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la
personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales
que lo constituyen”.
Basándonos –una vez más- en lo
manifestado en un artículo publicado 18-6-22
por una llamada historiadora Camila Perochena, habitual visita del medio
liberal Diario LA NACIÓN, en la cual
la misma, abierta y sin fundamento comprobable alguno, pone de manifiesto
circunstancias inexistentes en nuestra historia, no se sabe si por ignorancia o
con una voluntad tergiversadora de una
realidad que la confronta, siguiendo la costumbre imperecedera del Unitarismo
redivivo.
Dice el artículo de la citada:
“los revisionistas tienen una larga pregnancia
en la opinión pública; son muy marquetineros y simplistas. Dividen la historia
entre buenos y malos, buscan el complot y encuentran determinados chivos
expiatorios en Inglaterra o la oligarquía”…
A dicha publicación le hemos respondido, como a continuación se expresa,
en carta del 02-07-22 en el mismo medio que gentilmente la ha publicado (cartas@lanacion.com.ar) con
copia a la historiadora a su correo (camila.perochena@utdt.edu)
la cual la recibió (el Lunes 20/6/2022 12:44 hs.) pero no se pronunció al respecto, guardando SILENCIO
muy masónico y liberal.
Pero, puntualmente en lo tocante a lo subrayado por nosotros y en ‘negrita’, le mencionamos a la autora
citada que “…En cuanto a la búsqueda del
‘Complot’ y de ‘chivos expiatorios en Inglaterra o la Oligarquía’, bastan
suficientes documentos emanados de diplomáticos y militares reconociendo su
injerencia por cuestiones político-económicas referidos a la invasión del
territorio, al manejo del crédito y banca en América. (Véase a Vivan Trías-‘El Imperio Británico’-; Raul
Scalabrini Ortiz -‘Política Británica en el Rio de la Plata’ - y por Andrew Grahman-Yooll–‘Así vieron a Rosas los
ingleses’ que aporta –nobleza obliga- el intercambio epistolar entre
diplomáticos y militares extranjeros en el Rio de la Plata y los que estaban en
sus tierras, que prueban fehacientemente dicha injerencia con la mediación
necesaria de sus agentes vernáculos como Bernardino Rivadavia, Manuel J. García, Florencio Varela, Juan Cruz
Varela, Valentín Alsina, Cuyás y Sampère, Sarmiento, los Herrera y Obes, Andrés
Lamas, Salvador M. del Carril, Julián S. Agüero, Justo José de Urquiza etc.
Toda esta documentación es
harto conocida en los círculos historiográficos y que contrasta con cierta
‘Literatura de la Historia’ frecuente en
nuestra educación huérfana de sostén documental y pletórico de voluntarismo
adjetivado. Saludo a Ud. muy atte. y
con la mayor consideración”. Fdo. Etc. etc.
*
Las
injerencias imperiales en nuestro país y en nuestro continente lo explica
admirablemente el profesor, historiador e investigador Jorge Bohdziewicz en su
enjundioso y documentado libro “Rosas y Lefebvre de Bècourt - Actuación del
Encargado de Negocios de Francia en el Río de la Plata-1840-1842” (Ed. Scholastica-Buenos Aires-1994)
El autor
plantea la injerencia respecto a Francia, pero también es aplicable a
Inglaterra. Se prueba la injerencia de estas naciones con el apoyo,
absolutamente necesario para el logro de sus fines, del sostén personal,
ideológico y material de los sumisos empleados nativos que obraban como correa
de transmisión.
Dice el
autor:
“La antítesis civilización (europea)-barbarie
(nativa) como pivote interpretativo de la realidad político-social,
desarrollada admirablemente por Sarmiento años después, aparece expuesta con
muchas de sus implicancias. Es evidente que lo que el sanjuanino hizo no fue
otra coa que la explanación artística de una falacia europeo centrista que
empapaba el espíritu de la época y nutría a las élites intelectuales opositoras
a Rosas. La retórica de la potencia interventora y la del partido Unitario eran
similares como comunes los objetivos planteados por la coyuntura. Se trataba de
provocar la caída del Dictador porteño. Por ello no puede sorprender la alianza
táctica que anudaron. Pero la coincidencia no llegaba más lejos, pues había una
diferencia esencial. Francia actuaba motivada por un bien o mal entendido
interés nacional; por un propósito de engrandecimiento que la compelía a la
conquista de mercados y posiciones de privilegio en competencia coro
Inglaterra, en tanto que el Unitarismo, en pos del espejismo ideológico que
suponía la pretensión de trasplantar la cultura europea, marchaba en sentido
contrario al socavar las bases de la propia, renegando de la tradición y
comprometiendo la integridad territorial misma de la Nación”.
Lejos, muy
lejos queda la afirmación dogmática y hueca de fundamento alguno de Camila
Perochena en el sentido de que el Revisionismo Histórico ve ‘complots’ contra la Argentina y que utiliza
como ‘chivo expiatorio’ a Inglaterra
para fundar los males de nuestra nación.
Aunque
–irónicamente- podría decirse que es parcialmente cierto: los males de nuestra
nación no vienen –solamente – de Inglaterra, Francia y el Brasil si no hubiera
existido el liberalismo doméstico abriéndoles las puertas, económica y
materialmente hablando, para la sustracción soberana de nuestras tierras.
Salvo que los
42 buques que partieron el 24 de Julio de 1840
de Cherburgo y arribaron el 23 de Septiembre al Rio de la Plata (conf.
Barón de Mackau a Adolphe Thiers, a bordo de la ‘Gloire’, delante de Montevideo
24-9-1840, en AAE, Fonds Argentine, correspondance politique, V. 13, f.66-67 en
Jorge C. Bohdziewicz “Rosas y…” )
Hubieran sido para un paseo campestre y – a diferencia de Perochena y otros-
nosotros no lo hubiéramos advertido.
Nuestra
obligación es poner sobre la mesa la documentación que prueba, una vez más, la
injerencia directa u oblicua de las potencias extranjeras como Inglaterra,
Francia y el imperio Luso-brasileño y que echa por tierra, una vez más también,
las frases huecas de sostén alguno de pretendidas historiadoras como la citada Camila Perochena y tantos otros escribas que se
auto-premian en cuanto Congreso crean a tales fines .
De tal modo y
con expresiones volitivamente políticas la historia nuevamente es falsificada,
‘con esa habilidad que tenemos para
rehacer la historia’ como confesaba Sarmiento, refiriéndose a los
Unitarios.
Pero bueno, como ya se ha dicho, parecen
olvidar estos ‘judas’ que como decía Philips K. Dick- (escritor
estadounidense-1928-1982) “La realidad es
aquello que, cuando uno deja de creer en ella, no desaparece”.
Este trabajo
dista de ser absolutamente completo, sino solo algunos documentos. (Para
muestra ‘basta un botón’ como se ha
dicho siempre).
Pondremos al
descubierto algunos archivos emanados de autoridades inglesas, francesas o
brasileñas que prueban aquello que la citada autora parece desconocer en forma
supina.
Dejamos de
lado interpretaciones sobre los hechos, muchas veces ciertas, y nos atendremos
exclusivamente a DOCUMENTACIÓN, REGISTROS que prueban irrefutablemente lo que
la citada Perochena no quiere o no supo ver.
La
documentación ya nos pone de manifiesto que las intenciones del imperialismo
inglés se remontan a la época de las invasiones inglesas. Igualmente respecto a
los franceses y brasileños: sus acciones tienen larga data.
Tal como se
establece documentadamente, en Londres, el gabinete desconocía aún la derrota
de la primera invasión en 1806 y disponía el
envío de otra expedición al mando de sir Samuel Auchmuty; esta segunda
invasión, con un carácter definido era una empresa de penetración comercial.
Los diarios expresaban en tono más que eufórico las nuevas posibilidades del
Imperio británico. El control de Sudamérica atenuaba el daño económico que
causaba la supremacía de Napoleón en Europa, que estaba cerrada al comercio
inglés.
El ‘Times’
interesaba a sus lectores con notas sobre la riqueza de los campos de
pastoreo de Buenos Aires, la fertilidad del suelo y también la belleza,
elegancia y simpatía de las mujeres.
El
historiador Oriental Luis Alberto Herrara y el propio George Canning sentencian
que tanto Rivadavia y Manuel J. García, empleados del Imperio Británico, al que
podríamos llamar con justeza ‘Cipayos’, fueron los responsables de la
segregación de Paraguay y la Banda Oriental que tenían la mitad de la población de las Provincias Unidas, sumado al control
de las finanzas y los Bancos de nuestro territorio por parte de los
funcionarios ingleses o nativos a sus órdenes, los que se llevaron a Inglaterra
entre 1810 y 1818 oro, plata expoliando nuestras
riquezas como bien probó Raúl Scalabrini Ortiz en forma meticulosa y
documentada a la cual remitimos a quien quiera abrevar en detalle.
Este último
autor probó en puntillosamente cómo se fue hilvanando la conquista financiera
inglesa en la Argentina, creando un Banco de Descuentos y luego el Banco
Nacional, donde la mitad de sus socios eran ingleses que enviaban lo recaudado
directamente a Inglaterra produciéndose en forma continua un drenaje inacabable
de nuestras riquezas.
Todo esto
citado también por Vicente Fidel López –lejos de ser considerado Federal- que
señaló a Manuel J. García y Rivadavia como promotores del incesante robo al que
nuestra nación, fue sometida.
Era tal la
sumisión y a la vista pública de Manuel J. García que el Dean Funes no pudo
menos que exclamar “me humilla demasiado
tanto sometimiento al Gabinete británico”
Scalabrini
Ortiz también probó documentalmente cómo la Argentina contraía deudas sin
necesidad pues tenía superávit en sus fondos. Recibimos la mitad de lo prestado
y encima, en lugar de recibirlo en metálico, lo recibimos en ‘letras’ de comerciantes británicos.
Dichas ‘letras’ quedaron
prácticamente impagas: el país quedó hipotecado para siempre.
George
Canning Preguntaba y ser preguntaba en la Cámara de los Comunes: "Si Francia ocupaba España ¿era
necesario, para evitar las consecuencias de esa ocupación, que nosotros
tuviéramos que bloquear a Cádiz? No. Yo miré en otra dirección. Yo busqué
materiales de compensación en otro hemisferio. Contemplando a España, tal y como
nuestros antepasados la habían conocido, resolví que si Francia tenía a España,
no había de ser España con Indias. Yo llamé a existencia al Nuevo Mundo para
enderezar la balanza del viejo".
Queda
reconocido por el citado que si Francia ocupaba España eso no significaba que
aquellos tuviera ‘derecho’ (sic) a extender el dominio a sus colonias en
Sudamérica, lo que expresaba que se compensaba dicha ocupación ‘cediendo’
Francia –no se sabe si por las buenas o por las malas- las colonias a Inglaterra
para equilibrar la balanza; o por lo menos el tema era discutible.
Menos mal que
para los historiadores liberales como la citada al comienzo de este trabajo, no
hubo tal injerencia en el Plata de parte de los Imperios (nos quedamos más
tranquilos…).
Los ingleses,
que conocían las aspiraciones independentistas de las colonias
hispanoamericanas, no las habían tomado en serio y eso les impidió advertir que
sus estrategias de dominación por medio de acciones militares, no eran el
camino por seguir. Posteriormente, y en breve, si lo advirtieron.
Al respecto
decía el historiador José María Rosa que
“ a fines del siglo XVIII la revolución industrial hacía de Inglaterra una
nación en plena expansión, necesitada de mercados consumidores. Su doctrina, el
liberalismo se encargaría de ello con más eficacia que la acción armada. Para
esto nada mejor que condicionar la mentalidad de hombres como Rivadavia, fácil
presa de las ilusiones del progreso y de los buenos negocios para concretar los
designios del Imperio.
En Rivadavia y el imperialismo financiero
hallará el estudioso la lucha sórdida de la banca inglesa en el período
1821-1824, los monopolios con capitales británicos, los empréstitos, la tierra
hipotecada, y por sobre todo, encontrará explicada la verdad que encerraba la
enfiteusis, obra del gobierno rivadaviano que tanta fortuna hiciera entre los
maestros de escuela.
Como decíamos
arriba, los ingleses comenzaron a vislumbrar que el camino era por otro lado….
Con claro
sentido premonitorio, dijo Castlereagh en un famoso Memorial al gabinete el lº de mayo de 1807, oponiéndose a la invasión a Buenos
Aires que hacía Whittelocke en esos momentos; documento que puede considerarse
la piedra fundamental del imperialismo comercial e indirecto que en adelante
habría de regir la política británica en el Plata, dijo: "La acción que ahora estamos desenvolviendo (en el río de la
Plata) no nos va a producir beneficios comerciales o políticos sino a costa de
gastar grandes recursos militares... Debemos actuar de manera acorde con los
sentimientos e intereses del pueblo sudamericano..., abandonar la esperanza de
conquistar esta extensa población contra el temperamento de sus gentes... Si
nosotros nos acercamos a ellos como comerciantes y no como enemigos, podríamos
dar energía a sus impulsos locales y conseguiríamos abrogar las prohibiciones
contra nuestro comercio. Que es nuestro gran interés”.
Luego de la
captura de Beresford y su liberación oculta por parte de Saturnino Rodríguez
Peña, fiel empleado de Su Majestad Británica, el mismo huye como huyen los
ingleses con nuestras riquezas en oro y plata llevándose –cual piratas- todo a
Inglaterra.
En el mes de
septiembre hizo su entrada triunfal en Londres la comitiva que transportaba los
caudales del virreinato. Eran ocho carros, cada uno iba arrastrado por seis caballos
y llevaba cinco toneladas de pesos plata.
El público británico
siguió el desfile hasta el Banco de Inglaterra, en pleno centro de la ciudad, donde
se depositó el tesoro. En las tabernas de Londres se cantaba a voz en cuello
una canción cuyo estribillo decía: “Bebed
pues con un ‘hip hurra’ por los dólares de Buenos Aires”.
En rigor,
desde la fallida invasión de 1806 y 1807, la
presencia comercial de los ingleses en el Plata no había cesado de crecer.
Abandonaron toda ambición de dominio sobre la ciudad, pero conquistaron el
mercado.
A partir de
esta documentación reveladora, todas las acciones y omisiones de los ingleses
estuvieron dirigidas a la consecución de tales fines.
No perdamos
de vista y tengamos presente en todo lugar las palabras sin fundamento de la
Lic. Perochena “los revisionistas tienen una larga pregnancia en la opinión pública; son
muy marquetineros y simplistas. Dividen la historia entre buenos y malos, buscan
el complot y encuentran determinados chivos expiatorios en Inglaterra o la
oligarquía”.
Estos son los así llamados historiadores que lanza el mercado y los
medios afines, retroalimentándose, el liberalismo sumiso, masónico y pequeño
considerando ‘Chivos expiatorios’ a la Inglaterra de ayer y hoy.
En tal
sentido, cita el historiador Álzaga documentación que nos pone en evidencia las
preocupaciones que existía en el Plata ante la avasallante introducción de
mercaderías manufacturadas inglesas sin control alguno.
Gaspar de
Santa Coloma, escribe a Joseph Santiago Rodríguez, en Santiago de Chile, el 1º de mayo de 1809 “El decir a vuestra merced cómo queda esta
capital del comercio inglés es asunto largo y escandaloso, públicamente se está
descargando sin entrar en la aduana, todos son quemazones y baratillos. Pobres
los infelices que se hallaban con efectos, pues estos nada valen. Hasta
veintidós embarcaciones están en Montevideo, a la carga para regresar con
frutos a nuestros puertos”.
Otro
monopolista español damnificado describía los buques ingleses que infestaban la
costa con su actividad corsaria: “[...]
echan a tierra sus cargamentos a la hora que se les antoja recibiendo
igualmente a su bordo cuanto produce el país con total ruina de nuestro triste
comercio”.
Ya desde los
primeros años del siglo XIX, por 1809 los
ingleses nos inundaban de manufacturas destruyendo la novel producción local.
La
proclamación de la libertad de comercio decretada por el virrey Cisneros sin
duda multiplicó la prosperidad de los comerciantes ingleses residentes.
A fines de
ese mismo año, Tomás Manuel de Anchorena, a la cabeza de una fortuna familiar
que todavía no era de las primeras de la plaza, escribió, preocupado el 6 de noviembre de 1809, varias cartas sobre el tema a
su hermano Juan José Cristóbal residente en Cádiz:
“Con motivo del libre comercio y de haber
descargado ya muchos buques ingleses de los que se hallaban en este río, han
abaratado mucho los géneros, han parado todas las ventas [...].Los paños
españoles tienen poco aprecio en el día, puesto dos se inclinan a los ingleses
por ser más baratos”.
“En definitiva, los comerciantes ligados al
monopolio colonial fueron los grandes perdedores de ese momento. Los españoles
que, como Martín de Álzaga, habían arriesgado vida y fortuna para expulsar a
los ingleses en 1807, los veían regresar, dos años después, como dueños y señores
de un mercado que para ellos se escurría como agua entre las manos”.
En la ‘Representación de los Hacendados’
escrito en el lejano 30 de Septiembre de 1809 por Mariano
Moreno se hace carne su anglofilia en forma extrema solicitando, prácticamente,
la intervención de Inglaterra en nuestras tierras.
En dicho
escrito expresa en su parte final:
“Nada es hoy tan provechoso para la España
como afirmar por todos los vínculos posibles la estrecha unión y alianza de la
Inglaterra. Esta nación generosa que conteniendo de un golpe el furor de la
guerra franqueo a nuestra Metrópoli auxilios y socorros de que en la amistad de
las naciones no se encuentran ejemplos, es acreedora por los títulos más
fuertes, a que no se separe de nuestras especulaciones el bien de sus vasallos.
.¡Con que ternura se recibieron entonces los generosos auxilios con que el genio
ingles puso en movimiento esa gran máquina que parecía inerte y derrumbada…no
nos arrepintamos de que tenga parte en él
en nuestra independencia] una nación a quien debemos tanto, y sin cuyo
auxilio sería imposible la mejora que meditamos”.
Pocas veces
se ha visto la invitación a colonizarnos como las palabras de un servil
empleado de los ingleses como Mariano Moreno.
Este
pensamiento de Moreno, como el de Rivadavia y Manuel J. García es el que
produjo con los años y lentamente esa tendencia que hemos tenido de subestimar
nuestra propia capacidad de desarrollo.
Bien lo vio
esto Juan José Cristóbal de Anchorena que declaró premonitoriamente, citado por
Ricardo Figueira:
"Que el comercio se halla destruido y
poco menos que aniquilado, que la importación de todos los efectos ultramarinos
y la exportación de frutos del pals se hallan monopolizados por los extranjeros
y que de consiguiente los comerciantes nacionales se ven con manos atadas, la
mayor parte de los artesanos sin ocupación y reducidos a la miseria, destruida
la industria del país, la cría de ganados sin todo aquel adelantamiento de que
ha sido capaz y que la época de esta fatalidad ha sido la misma del comercio
libre con los extranjeros, es tan manifiesto que no deja lugar a la menor
duda".
Dice Julio
Irazusta que el citado Anchorena polemizando brillantemente y con una justeza
válida hoy día con los partidarios teóricos del librecambio, les decía que la
libertad de comercio era una quimera, si no se ajustaba a las circunstancias de
tiempo y lugar, y que “la igualdad
jurídica entre naciones de fuerza desigual, se convierte pronto en una relación
de subordinación" “Y basado en
experiencia decía que aun aquellos tenidos por los librecambistas como ejemplos
de liberalidad, protegían sus súbditos con franquicias exclusivas”.
(Anchorena dixit).
“El
privilegio acordado al extranjero contra el nativo nos persuadiría que somos de
inferior condición a ellos, concepto que tanto perjudica el carácter nacional,
cuya formación e incremento debe ser una de las primeras atenciones del
gobierno".
Es que como
dice Julio Irazusta, el prejuicio acerca de la incapacidad estaba en formación.
Y las admoniciones de quienes prevenían al país contra él, no fueron
escuchadas.
En tal
sentido, a pesar de la ceguera de supuestas historiadoras que no ven lo que no
les conviene a sus empleadores -y a sus ‘sueldo-dádiva’
dados por ellos-, en aquellos tiempos existía ya una depredación de nuestras
aguas por los estadounidenses e ingleses. Nuestro mar era un hervidero de ellos
pescando ballenas y lobos en nuestras aguas patagónicas como bien lo señaló el
Coronel José Gascón.
Y volviendo a
Mariano Moreno, el historiador Alberto Palomeque, con documentos en mano,
relató la apreciación de Moreno el 7 de Junio de 1810 respecto
de los actos patrios del 25 de Mayo de 1810: ““Las almas desfallecían con la novedad de
una impresión dulcísima, a que no estaban acostumbradas…la asistencia de los
oficiales de la marina inglesa y principales individuos de su comercio en la
celebración, mientras desde el puerto, los buques de guerra de esa bandera
hacían salvas y “celebraban una función que sus jefes estaban admirando”
Claro, que
para la obtención de sus fines propuestos, los gobiernos imperialistas
necesitaban, si o si, de súbditos nativos que iban a obrar como correa de
transmisión de sus ideas y de sus políticas.
Aparte de
Mariano Moreno, cuatro de ellos fueron Bernardino Rivadavia, Carlos María de Alvear,
Juan Martín de Pueyrredón y Manuel J. García.
A modo de
ejemplo, veamos como Alvear le envía en Enero de 1815–a través de su representante en Rio de
Janeiro Manuel J. García- dos cartas a Lord Strangford (embajador británico en Rio) y otra al
Vizconde de Castlereagh (Ministro de RR.EE ingles)
"Cinco años de repetidas experiencias
han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que
este país no está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita
una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se
precipite en los horrores de la anarquía… En estas circunstancias solamente la
generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tanto males,
acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y
recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio
de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes que volver á la
antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia
pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra de honor, que
éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que
son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede
lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir
con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez que se
acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política del
Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes
embarazos en la ejecución."
"Estas provincias desean pertenecer a Gran
Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo
poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe
del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para
librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los
momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe
plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su
beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus
avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la
ejecución…" "Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los
habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos
generosos... . Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de Enero de 1815. Carlos
de Alvear. "
Estas cartas
se las hace saber Manuel J. García (quizás uno de los más desembozados
representantes ingleses en estas tierras) a Sarratea el
5 de Febrero de 1816.
Nada diremos
ni se requiere interpretación alguna. Las cartas hablan por sí solas.
Pero no queda
solo en estos empleados remunerados de los ingleses puesto que con el tiempo la
traición tendrá visos Federales: Rivera, lo que no nos extraña, se complota con
Francisco Ramírez a los efectos de traicionar a Artigas y al proyecto
hispanoamericano que éste representaba.
Detrás de
todos estaba el Imperio luso-brasileño que utilizaba como peones de su juego a Andres
Lamas, a los Herrera y Obes, Pacheco y Obes, Fructuoso Rivera, etc siempre
listos y por sus intereses personales en acudir al pedido de los imperiales. Y este
último, cumpliendo órdenes de las autoridades del Imperio, seducía a Ramírez
halagando su ego a fin de atraerlo a las filas luso-brasileñas.
Así le
escribe 2 cartas que en sus partes pertinentes, lo prueban:
Carta de
Fructuoso Rivera a Ramírez del 5 de Junio de 1820
“….Cooperarán a esto último con todo su poder
las fuerzas de mar Portuguesas cuyo Jefe [Lecor] tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición de Vuestra
Majestad, cuando lo crea necesario. Mas para que el restablecimiento del
comercio tan deseado, no sea turbado en lo sucesivo es necesidad disolver las fuerzas del
general Artigas, principio de donde emanarán los bienes generales, y
particulares de todas las Provincias, al mismo tiempo que será salvada la
humanidad de su más sanguinario perseguidor. Los monumentos de su ferocidad
existen en todo este territorio; ellos excitan a la compasión y mucho más a la
venganza” –
Carta de
Fructuoso Rivera a Ramírez del 13 de Junio de 1820:
“…Todos los hombres, todos los Patriotas,
deben sacrificarse hasta lograr destruir enteramente a Don José Artigas; los
males que ha causado al sistema de Libertad e independencia, son demasiado
conocidos para nuestra desgracia y parece excusado detenerse en comentarlos,
cuando nombrando al Monstruo parece que se horripilan. – No tiene otro sistema
Artigas, que el de desorden, fiereza y Despotismo; es excusado preguntarle cuál
es el que sigue. Son muy, son muy marcados sus pasos y la conducta actual que
tiene con esa patriota Provincia justifica sus miras y su Despecho…. Con respecto a que yo vaya a ayudarle, puedo
asegurarle que lo conseguiré, advirtiéndole que debo alcanzar antes permiso
Especial del Cuerpo Representativo de la Provincia para poder pasar a otra, mas
tengo fundadas esperanzas de que todos los Señores que componen este Cuerpo no
se opondrán a sus deseos ni los míos cuando ellos sean ultimar al tirano de nuestra
tierra. No deje Usted
de continuar dándonos sus noticias, mucho nos interesa la suerte de Entre Ríos;
para que Usted le asegure una paz sólida a estos señores S. E. el Señor Barón [Lecor] y yo trabajaremos”.
Nótese que en
la segunda de las cartas, Fructuoso Rivera le hace saber a Francisco “Pancho”
Ramírez que, al tiempo que debía destruir a Artigas, el Barón de la Laguna iba
a brindarle su apoyo.
Pero, ¿quién
era el Barón de la Laguna? Un general portugués llamado Carlos Federico Lecor,
el mismo que, habiendo derrotado a Artigas en 1817, obtuvo el favor de los Orientales
de levita para hacer de la Provincia Oriental un ‘protectorado’ de la corte
imperial de los Braganza. Las pruebas, están a la vista.
Veamos lo
publicado por Andrew Graham Yooll, periodista inglés ajeno a cualquier tipo de
sostén político de los derechos argentinos en su propio territorio.
El mismo
menciona que investigaciones sobre el interés británico por el Río de la Plata,
queda explícito en los informes, planes y opiniones circulantes en Inglaterra
en los siglos XVI,XVII y en los comienzos del XIX.
Ya en 1711 un
panfleto londinense sugería que una invasión a las colonias españolas “debía
empezar por Buenos Aires”, y en 1762 un grupo capitalista alistó tres naves que
enero de 1763 fueron derrotadas en breve combate por el fuerte de Colonia.
Además, y más
adelante en el tiempo, nos refiere de intercambios telegráficos entre los
militares y diplomáticos británicos estacionados en el Rio de la Plata los
cuales informan a las autoridades allende el océano sobre su política activa en
nuestro territorio.
Es un juego
voluminoso de cartas que toma los años 1829, 1835, 1840, 1849 y 1852 de nuestra
historia.
El lunes 17 de Mayo de 1824 el diario ‘The Times’ informaba sobre los intereses comerciales británicos y
que ‘un curso decidido se hace el deber
inmediato de este gobierno’ .
El 6 de Julio, siendo electo Gobernador Gregorio Las
Heras, el diario en cuestión decía que “El
Banco de Buenos Ayres sigue prosperando….pagó el 20 por ciento sobre el capital
depositado en el primer año. …en la actualidad hay 4 directores ingleses y 5
españoles y criollos….los británicos son tenedores de aproximadamente una mitad
de las acciones del banco”.
Sabemos que
el crédito y la Banca eran creados y manejados por los ingleses que, según la
citada autora Perochena, no era más que una apreciación errónea y sin prueba
alguna del Revisionismo histórico.
Además, en su
momento, Rivadavia y sus amigos y socios ingleses como Hullet Bros, John Parish
Robertson, pretendía quedarse con las minas de Famatina, en la Rioja, nacionalizando
las tierras públicas.
Tan es así,
que como transcribe Julio Irazusta, Canning le envía una carta a Lord Granville
el 17 de Diciembre de 1824 en la cual le dice
con alborozo en oportunidad de la total independencia de las naciones
hispanoamericanas y su fragmentación (lo cual daba la oportunidad de seguir
expoliando comercialmente a cada una de ellas, debilitadas por ese
desgajamiento: “La cosa está hecha; la
uña fue sacada. Hispanoamericana es libre; y si nosotros no manejamos
tristemente mal nuestros asuntos, ella es inglesa” (citado por Elic Halévy
en ‘Histoire du Peuple Angleis au Siècle
XIX’, Tomo II, pág. 108 N.1 y en ‘Rippy’,
en Rivalry Over Latin-América -Pag.115).
Lord Ponsonby
fue el artífice –por mandato del gobierno inglés- del ‘Tratado Preliminar de Paz’ entre las Provincias Unidas y el
Imperio del Brasil. El inglés pergeñó dicho acuerdo y fue también Parish
partícipe del mismo, en 1828.
El Oriental
Herrera nos pone sobre la mesa documentación que subraya como Dorrego se vio en
la obligación nefasta de firmar la paz con el Brasil con el ‘torniquete’
financiero al que se vio compelido por el Banco Nacional controlado por los
ingleses y que lo llevaron a hocicar, perder la Banda Oriental y ver frustrados
sus deseos de volver a recuperar las tierras que poseía el Brasil en el sur de
su territorio y hacerles pagar sus intrusiones en la Banda Oriental y en
nuestra Mesopotamia.
La injerencia
de los ingleses a través de Lord Ponsonby queda de manifiesto en carta del
mismo a su gobierno el 1 de Enero de 1828:
“Veré su caída, si tiene lugar, con placer;
mi propósito es conseguir medios para impugnar al coronel Dorrego si llega a la
temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra [contra el
Brasil]”
Notese la
arrogancia, la impertinencia y la soberbia del inglés. Así, se saca la máscara
el Imperio Inglés en forma consuetudinaria y hasta nuestros días.
No es el
imperio ‘chivo expiatorio’ como dice el liberalismo y sus escribas como la
Lic.Perochena; y nada aporta en pruebas para demostrar lo contrario. Sabemos
que los empleados del poder o hacen silencio sobre las realidades o
directamente, con su silencio, la evaden.
Respecto a
los ingleses no solo manifiestan sus intenciones con cartas reservadas sino que
–sin tapujos- se lo dicen en la cara a las máximas autoridades.
De tal modo,
en el mismo sentido y con admoniciones injustificables en un diplomático
extranjero, le espeta el inglés al Gobernador de Buenos Aires, Dorrego:
“Su excelencia no debería hacer caso a la
doctrina de algunos crudos teóricos que creen que América debe tener un
existencia política separada de los intereses de Europa. El comercio y los
intereses comunes de los individuos han formado lazos de unión que el poder de
ningún hombre podría quebrar. Mientras ellos existan, Europa tendrá el derecho,
y con certeza no le faltarán los medios, para intervenir en la política de
América cuando fuere necesario para la seguridad de los intereses europeos”
Le dice
directamente a Dorrego que el futuro de America está asociado inevitablemente a
los intereses de Europa, a través del comercio ordenado y dirigido por éstos.
No es un deseo de los Europeos sino un ‘derecho’ (sic) para intervenir cuando
quisieran.
Claro, para
la Lic. Perochena esto que claramente confiesa el inglés como política de su
gobierno es para la escriba citada un ‘chivo expiatorio’ del Revisionismo
histórico.
A veces
cuando lo dicho volcado a un texto es tan ajeno a la realidad que la debe
interrogar en plena cara, uno no sabe si es producto de ignorancia o mala fe.
En ambos casos la descalifica como historiadora.
En misiva del
5 de Abril de 1828 Ponsonby escribe a su jefe
que “el gobernador de Buenos Aires está
sin dinero debido a las presiones que él ha ejercido sobre los comerciantes
locales, todos agentes de casas ingleses. No vacilo en manifestar a usted que
yo creo que Dorrego está ahora obrando sinceramente en favor de la paz.
Bastaría una sola razón para justificar mi opinión, que a eso está forzado ...
por la negativa de proporcionárseles recursos, salvo para pagos mensuales de
pequeñas sumas...".
Lord Ponsonby escribe a Londres en 1828,
alarmado con la posibilidad de que Dorrego continúe con la guerra y que,
además, desarme todas las componendas británicas-unitarias comerciales en
desmedro de nuestra soberanía también: “Mi
propósito es conseguir los medios de impugnar al Coronel Dorrego si llega a la temeridad de insistir
sobre la continuación de la guerra después de tener a su alcance los medios
para hacer la paz”.
El Lord baja de Rio de Janeiro para hablar con Dorrego el cual se le planta
y se niega a firmar la paz con el Brasil. Ante ello, la suerte de Dorrego está
echada: Lord Ponsonby le escribe a su ministro Canning “Dorrego será desposeído de su puesto y poder muy pronto”.
Los ingleses lo que no consiguen diplomáticamente, presionando con una
sonrisa, lo consiguen por la fuerza de sus armas y buques.
Dorrego pierde poder al querer continuar la guerra contra el Brasil pero su
economía cae vertiginosamente y el gobernador de Córdoba, Bustos, le quita
apoyo ya que éste quería ser considerado para ser elegido Presidente de la
nueva República Federal.
Manuel tenía sin dudas una gran obsesión: la integridad del territorio de
la Provincias Unidas. Y no estaba dispuesto a ceder un metro de tierra
republicana. Es más, si la política de guerra ‘rivadaviana’ había sido apenas de contención, la de Dorrego sería
agresiva. Su intención era liberar a América de monarquías.
Quería convertirla en un continente republicano. Y eso alteraba,
obviamente, los planes de la Corona Británica y de su enviado, el manipulador
Lord Ponsonby. Pero también contradecía los intereses de algunos sectores
criollos, tanto occidentales como orientales, que iban a conspirar e incluso
traicionar la confianza de Dorrego. Y ni siquiera los hombres más cercanos a
él, tanto en lo político como en lo personal, iban a estar afuera de la
intriga.
El plan de Manuel para acabar con el poder imperial era realmente ambicioso
y de haber sido concretado habría transformado para siempre, en beneficio de
las Provincias Unidas y no del Imperio del Brasil, el diseño de Sudamérica.
Pero hacia fines de año, Dorrego decidió pasar al ataque. Y para eso echó
mano a una estrategia de pinzas con la cual pretendía acorralar a Pedro I y
obligarlo a dimitir o, al menos, a dar fin a la guerra desprendiéndose de su
Provincia Cisplatina y dejarla en manos de las Provincias Unidas.
Por un lado, Manuel planeaba la consolidación de un Ejército del Norte a
cargo de Estanislao López para que invadiera las Misiones Orientales en manos
brasileñas —cosa que el Imperio obtuvo gracias a la intervención del voluble
caudillo oriental Fructuoso Rivera, un filo-portugués devenido en republicano
tras la expedición de los 33 Orientales— y levantara esas poblaciones para
ganarlas en favor de la causa.
En el proyecto dorreguista el
Ejército debía ocupar no sólo las Misiones Orientales sino también los actuales
departamentos de Río Grande, San Pablo y Porto Alegre para que, en caso de
necesitar un estado tapón, fuera una república gaucha situada en esas tierras y
no la Banda Oriental.
Dorrego planeaba también avivar una rebelión en la isla de Santa Catalina.
Para eso había seducido a las tropas mercenarias alemanas, al mando de
Federico Bawer, que estaban en Pernambuco y que se encontraban dispuestas a
ocupar la isla para utilizarla como base de operaciones. Pero la gran
conspiración consistía en llegar a Río de Janeiro, donde, en connivencia con
las tropas irlandesas, secuestrarían al emperador en persona y lo trasladarían
a Buenos Aires donde se lo obligaría a firmar una paz en la que cediera para
siempre la propiedad de la Banda Oriental para las Provincias Unidas.
Para eso era necesario una cosa más: la intervención de Bolívar. Y Dorrego
fue tras ella. Su hipótesis de máxima consistía en que el Libertador se pusiera
al frente de un ejército combinado para derrotar a los imperiales, la de mínima
incluía una intervención diplomática para que Pedro I no tuviera más remedio
que aceptar la pérdida de la Banda Oriental.
El plan era arriesgado pero brillante.
Lavalleja también duda en seguir la guerra contra el Brasil pues Pedro
Trapani, hombre de confianza de Manuel García convence al primero a pactar la
paz con los lusitanos. Trápani era amigo y socio de Robert Ponsonby,
saladerista ingles radicado en tierras bonaerenses que era tío del conspirativo Lord Ponsonby.
Durante los primeros meses del gobierno de Dorrego, Lord Ponsonby tejió sus
redes para que se firmara la tan ansiada paz para el comercio británico.
Tras mucho forcejear, ya que el diplomático inglés quería construir el
famoso ‘Estado-tapón’, Dorrego aceptó
que las bases del acuerdo rondaran en que, tras la firma del tratado, la Banda
Oriental dispondría de un lapso de cinco años para decidir en forma definitiva
si se incorporaba al Imperio Brasileño o a las Provincias Unidas o se declaraba
independiente.
Ponsonby le advierte a Dorrego que si continua la guerra se deberá atener a
las consecuencias militares y económicas de todo tipo por parte de Inglaterra
(parece ser que Inglaterra no fue el ‘chivo expiatorio’ alegremente dicho por
la literatura fantástica que los Unitarios han llamado ‘Historia’, y que no es
más que la Historia Oficial).
Lord Ponsonby escribe a Dorrego en tono insultante, conminatorio y
amenazante: “
"Vuestra
excelencia no puede tener respeto por la doctrina expuesta por algunos torpes
teóricos de que América debería tener una existencia política separada de la
existencia política de Europa. El comercio y el común interés de los individuos
han creado lazos entre Europa y América que ningún gobierno y acaso ningún
poder humano podrá disolver. Y mientras estos lazos existan, Europa tendrá el
derecho y los medios y la voluntad de intervenir en la política de América, por
lo menos en la medida necesaria para la seguridad de sus intereses".
Y si esto no es una amenaza directa, no sabemos qué cosa lo es.
Pero el golpe de gracia Dorrego lo recibió en agosto
de 1828 con una traición: García firmó una paz deshonrosa regalando a
los brasileños la Banda Oriental y exponiendo a Dorrego al escarnio público.
Finalmente, el 27 de agosto se firmó el Tratado
Preliminar De Paz por el cual se reconocía la independencia de la República
Oriental del Uruguay. Lord Ponsonby había inventado un Estado, había parido un
país. El sueño de San Martín, Bolívar, Artigas y Dorrego había fracasado.
Acorralado, abandonado, sin apoyo financiero y sin poder político, Dorrego
accedió a las exigencias prácticamente de inmediato. Finalmente, en la sesión
del 25 de septiembre de 1828, el Congreso
aprobaba el tratado de paz y el gobernador lo ratificaba el día 29. Nacía la
República Oriental del Uruguay.
Las Provincias Unidas, tras la pérdida del Paraguay, de Bolivia y ahora de
la Banda Oriental, quedaban prácticamente disueltas.
A principios de octubre ordenó el regreso de las tropas apostadas en la
República del Uruguay. La conjura en su contra ya estaba en marcha.
Pero lo cierto es que en septiembre de 1828, Dorrego estaba acabado. Estaba
agobiado y cercado por el capital financiero que lo tomaba de rehén a cambio de
nuevos empréstitos en términos usurarios y lo obligaba a cometer el peor error
de su administración y el que le costó su vida: la firma de la paz definitiva
con el Brasil.
Cuando las tropas de la Banda Oriental estaban en camino, Rosas le advirtió
a Dorrego: “El Ejército Nacional llega
desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo nos tiene vendidos: logia
que, en distintas épocas, ha avasallado a Buenos Aires y que ha tratado de
estancar en su pequeño círculo a la opinión de los pueblos: logia ominosa y
funesta, contra la cual está alarmada toda la nación”.
Finalmente Lavalle y otros que han vuelto con el apoyo de los Unitarios
conjurados de siempre lo destituyen en un golpe de Estado que se veía venir.
Dorrego huye sabiéndose víctima de las logias masónicas Unitarias, dejando
acéfalo el gobierno en manos de Guido, Balcarce, Iriarte, Azcuénaga y Rolón que
parlamentan con Lavalle y sus tropas y deben hocicar ante los hechos.
La guerra civil comenzaba con la tiranía del insurrecto Lavalle que duraría
casi hasta fin de siglo….
Entonces, luego de ser derrocado de su cargo de Gobernador de Buenos Aires
por el golpe de Estado el 1 de Diciembre de 1828 por
Lavalle y sus acólitos como Olavarría, Salvador María del Carril, Agüero y Juan
Cruz Varela, entre otros, Dorrego es perseguido, a pesar de los consejos de
Rosas para que no diera batalla, pero desoyéndolo luego es traicionado por dos
de los lugartenientes del General Ángel Pacheco, los militares Mariano Acha y
Bernardino Escribano que, traicionando sus cargos, lo detienen y lo encarcelan
en Navarro, siguiendo órdenes de Lavalle. Este ordena su fusilamiento.
Salvador María Del Carril y Varela lo adulan a Lavalle, y en cartas
laudatorias y viles, lo instan a fusilarlo en cónclaves masónicos como lo han
probado los historiadores como Vicente F. López, entre los que estaban además
de los mencionados, estaban Ángel Gallardo, Alsina, Álvarez Thomas, Valentín
Gómez en representación de Rivadavia, Niceto Vega, Juan M. de Pueyrredón, entre
otros. Brown, Díaz Vélez y hasta el propio Lamadrid (imagínense hasta donde
llegaba el horror de la medida) interceden ante Lavalle por su vida, sin
lograrlo.
Luego del asesinato –no hubo juicio alguno- disfrazado de justicia, el país
se levantó indignado desatándose una ola de violencia inacabable que dio
lugar a un estado anárquico que llevó finalmente al poder a Juan Manuel de
Rosas ante el pedido de orden que el pueblo necesitaba y pedía. .
Dorrego cayó
y murió por causa de conjuras inglesas con los Unitarios a los cuales, su
gestión soberana, hacía perder dinero e influencia en estas tierras. Los
negocios varios de los ingleses con los financistas locales tuvieron en Dorrego
un muro infranqueable que solo la muerte podía hacer caer.
Los ingleses,
como se pudo leer, lo que no consiguieron mediante soborno lo consiguieron
utilizando la frialdad de los centralistas unitarios que, a su vez, utilizaron
a Lavalle como ejecutor. Igualmente que luego, utilizaron a Urquiza para
ejecutar sus planes de entrega.
La injerencia
británica también en este caso es brutal, sutil, constante y determinante en
los resultados obtenidos, como documentalmente se expone..
Y sintetiza
Irazusta a modo de reflexión “En la
correspondencia del embajador inglés en Río se ve la decisiva influencia
británica en la segregación del Uruguay. Presionando alternativamente sobre el
Imperio y la República, sea para lanzarlos a la guerra cuando el uno o la otra
amenazaban fortalecerse o para negociar la paz la paz cuando se resistían al
empequeñecimiento, Inglaterra logró arrebatar a la Argentina el entero dominio
del Plata, y al Brasil su expansión hasta la línea del Paraná, que era el sueño
de sus primeros patriotas; y crear entre ambos Estados grandes uno más pequeño,
que sirviera no de cojinete, sino de eterna manzana de discordia para azuzar
sus rivalidades y debilitarlos con guerras incesantes”. Resumen perfecto.
Francia participaba del sueño imperialista en
América. Lo logró en Argel y en nuestras tierras con continuos sitios marítimos
intentaba forzar a nuestros gobiernos a someterse.
Paralelamente,
en 1829 Woodbine Parish comenta el primer gobierno de Rosas el cual
nos demuestra en su comunicación que estaba muy compenetrado de la política
local hasta en los más íntimos detalles. Su posición era buscada para dar
consejos que le inquirían las autoridades locales. Y así siguió a lo largo de
los años la forma de inmiscuirse los ingleses en la política local.
Según Graham
Yooll, Parish debía reunir en nuestras tierras la mayor cantidad de datos
posibles, el que informaba en detalle a Canning y a Lord Aberdeen de lo que
sucedía aquí.
El 12 de Diciembre de 1829 le escribe Parish a Lord
Aberdeen una carta en la que comunica el ascenso al Gobierno de Juan Manuel de
Rosas y se explaya en la conveniencia de la designación de determinados
funcionarios que –a los fines de los intereses británicos- parecen ser los más
convenientes. Uno de ellos Manuel J. García, funcionario siempre fiel a los
intereses británicos de ayer y de siempre.
Dice Graham
Yooll : “Por su gestión en Buenos Aires,
Parish fue felicitado y condecorado, al regresar a Londres en 1832. No es de sorprenderse: el Tratado de Amistad
rigió las relaciones entre los dos países durante casi un siglo; obtuvo
generosas indemnizaciones por la pérdida de barcos y fletes británicos durante
la guerra con Brasil; logró la exención del servicio militar de los súbditos
británicos; obtuvo permiso para que establecieran su iglesia y practicaran su
credo; y, según el Diccionario Nacional de Biografía británico, "hizo
notar al gobierno de Su Majestad la importancia de las Islas Malvinas y como
consecuencia recibió instrucción de reclamarlas como posesión británica".
Parish falleció en agosto de 1882, a los ochenta y seis arios, en Inglaterra.
El contacto familiar con la Argentina no acabó con su partida: uno de sus
hijos, Frank Parish, nacido en Buenos Aires, fue nombrado vice-cónsul en abril
de 1853 y ascendido a cónsul en 1860, siendo también miembro del directorio del
Ferrocarril Central Argentino.
Una prueba
más de la injerencia inglesa aqui, creando el ‘estado-tapón’ en la Banda Oriental, y manejando en forma
hereditaria la Banca y el crédito en nuestra patria.
Otro miembro
de la diplomacia inglesa, John Mandeville, que permanentemente se entrometía en
los asuntos internos del país, en carta a Palmerston, informaba del reclamo
francés a través del Almirante Leblanc, en 1838
por el cual éste entrometiéndose también en los asuntos internos de las
Provincias Unidas quiso obligar a Rosas a que Francia fuese considerada ‘nación más favorecida’. Ante la negativa,
sin previo acuerdo necesario según el gobierno de la Confederación, comenzó el
bloqueo francés que duró 2 años.
De tal manera,
la injerencia francesa tenía el apoyo explícito del Parlamento francés: Leblanc
pasaba un informe a su gobierno llamado ‘Negociación’
que podemos encontrar en la Biblioteca del Jockey Club de la ciudad de Buenos
Aires y que transcribe el historiador y docente Pascual R. Paesa
Dice Leblanc
literalmente lo siguiente en un informe a su Gobierno:
“Debemos concluir que no es posible ningún
arreglo con Rosas. 29) Si esto fuera posible no debemos aceptarlo, porque
tendremos siempre en Rosas un enemigo y nosotros perderemos amigos (los
unitarios). 39) Es posible y probable que con los aliados que los agentes
franceses se han procurado y los recursos puestos a su disposición,
triunfaremos sobre Rosas pero sería más seguro, más digno de la Francia, enviar
fuerzas de tierra que unidas a las de D. Frutos y de Lavalle concluirían pronto
con el monstruo y establecerían de una manera permanente en el Río de la Plata
la influencia de Francia".
Esto es, la
injerencia no admitía, por parte de los franceses, acuerdo o transacción
alguna. El fin último buscado no era llegar a un acuerdo, sino derrocar a
Rosas.
Thiers,
justificando la conducta del almirante en el parlamento francés, analizaba: "era natural buscar puntos de apoyo.
Si hubiese sido imposible echar el ancla en alguna parte, reabastecerse en
alguna parte, el bloqueo se habría vuelto tan difícil que no se lo habría
podido continuar". Y por lo tanto, continúa: "¿ Qué hizo el almirante
Leblanc? No podía continuar el bloqueo de Buenos Aires sin apoyo en el
continente; necesitaba de Montevideo, apeló a la fuerza. Un jefe militar no
puede dejar morir a sus soldados; debe pro-curarles víveres a toda costa y por
cualquier medio que sea; destruye las casas y las ciudades para llegar a ese
fin y lograr el triunfo de su ejército".
“Creo –ironiza Paesa- que con estos principios no se podía enseñar mucha ‘civilización’”.
Francia e
Inglaterra, siempre bajo excusas pueriles y no exentas de malicia, como el caso
de César
Hipólito Bacle (reconocido por los propios franceses como de origen Suizo)
entre otros, excelente litógrafo suizo que trabajó en la Argentina pero también
sirviendo de espía para los Unitarios y gobiernos extranjeros; por dicha causa fue
encarcelado por Rosas y luego de liberado por su estado de enfermedad. Falleció
al poco tiempo lo que dio lugar a la intervención en 1838 de Francia
sitiando nuestras aguas, aplicando la ‘diplomacia armada’ mucho más visible que
la de los ingleses pero igualmente perjudicial.
De tal modo el Almirante Venancourt
comenzó el bloqueo en el Rio de la Plata y sus intenciones imperiales se vieron
reflejadas en una ‘Memoria’ enviada a su gobierno cuyo título era ya toda una
declaración de intenciones “Algunas ideas
sobre la reconquista de las posesiones españolas de América por su Metrópoli”.
En sintonía con el Almirante en los
debates parlamentarios Thiers llegó a afirmar que Montevideo era
«prácticamente una colonia francesa.»,
para beneplácito de Florencio Varela que fue hasta Francia a mendigar la
intervención francesa en el Plata.
Además,
el historiador francés François-Auguste-Marie-Alexis Mignet escritor, historiador y periodista francés, consejero de Estado, director del Archivo del
Ministerio de Asuntos Exteriores y autor de ‘Histoire de la Révolution Française’ .citado por Irazusta, dijo –en
un alarde de mal gusto troglodita y falsedad conceptual- que “….para afianzar el establecimiento de los
franéese s "en la costa opuesta del Atlántico", y su "inmenso
desarrollo, útil para nuestros intereses y ventajoso a la vez para nuestra
gloria", convendría "una ostentación más frecuente de nuestras
fuerzas navales (que) nos eximirá en muchos casos de tener que emprender una
acción efectiva"; agregaba creer a Hispanoamérica civilizable, pese al
retroceso de esos "gauchos que viven a caballo y sin camisa, hijos
degenerados de los héroes de la conquista española, que casi ya no tienen de
cristianos sino el nombre y de hombres, la forma únicamente". ¿Estos
eran los ‘Civilizados’ de los que hablaba Sarmiento? ¿La gente ‘decente’ de la
que se ufanaban?.
Pero
–ironizaba Irazusta- que para esa ‘regeneración’, nuestro continente necesitaba
una continua infusión de las luces y de la actividad de la vieja Europa que
Francia se prestaba generosamente a procurarnos. Por las buenas, si nos
allanábamos a sus menores exigencias, o a cañonazos si tomábamos en serio la
independencia que los europeos nos habían reconocido.
Vamos enhebrando
con algunos documentos en la mano (solo algunos) la intromisión y conquista de
los imperios (ya tocará el turno al imperio del Brasil) de nuestras riquezas
con la ayuda –absolutamente necesaria- de sus funcionarios nativos que obraron
como gestores o correas de transmisión de sus amos.
En dichas
clases se destacan algunos prohombres muy útiles para "el sistema del
imperialismo liberal". Ya sea porque inculcan la verdad revelada del
liberalismo económico en las cátedras universitarias, ya porque lo aplican
escrupulosamente desde los Ministerios de Hacienda, ya porque imponen a hacha y
martillo el sistema a toda la nación. Así, como
el doctor José Manuel García. Bernardino Rivadavia, Florencio Varela, el
general Bartolomé Mitre en la Argentina, Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes,
Melchor Pacheco y Obes o del Barón de Mauá en Brasil, que prácticamente ‘Soñaban en Inglés’, en feliz frase de
Vivian Trías.
Ahora, veamos
como la ‘entente’ entre Bartolomé Mitre, Melchor Pacheco y Obes, Teodoro
Vilardebó, Manuel Herrera y Obes, Cándido Juanicó, Fermín Ferreira (uruguayos),
Florencio Varela, Juan M. Gutierrez, Vicente F. López y José Rivera Indarte
(argentinos) impulsaban a Andrés Lamas, encargado de negocios diplomáticos en
Río de Janeiro en nombre de los Orientales ‘colorados’ y la llamada ‘Comisión
Argentina’ a llevar agua para el molino de los lusitanos-brasileños.
Andrés Lamas,
tenía como fiel admirador a Bernardino Rivadavia y gustaba de seguir sus pasos..
La idea de
Lamas era crear en el Brasil como en la Banda Oriental y en Buenos Aires (lo
cual se hizo) unos Institutos Historiográficos en cada Estado, cuya función,
era la interpretación de hechos históricos según sus ideologías y acomodar a
las mismas para realizar la que ya hemos llamado ‘La Literatura de la Historia’ deformando la realidad y
transmitiendo en el futuro esos errores hasta hacerla la ‘Historia Oficial’
falsa que hoy sufrimos.
Gracias a
Lamas, Brasil toma la posta en esto.
Lo señala el
historiador Oriental Tomás Sansón Corbo que ha realizado una investigación
panorámica y de carácter comparativo que permite evidenciar la evolución de la
producción y del conocimiento histórico en la región platense. La
historiografía como área de investigación dentro de la ciencia histórica, a
través de técnicas y teorías como manera de interpretar la historia.
Esto
significa que Lamas conjuntamente con sus amos, los brasileños, mientras
guerreaban militarmente en nuestras tierras iban organizando la interpretación
de los hechos históricos que iban ocurriendo a fin de justificar
artificialmente en el futuro y ante la historia sus acciones, creando el IHGB
(‘Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro’).
Dice Sansón
Corbo que “Las historias nacionales se
construyeron en una línea de continuidad
con Portugal. (Este aspecto marca una diferencia en relación con las
ex-colonias de España que en sus relatos históricos enfatizaron el rompimiento
con la antigua metrópoli.
“Los letrados argentinos refugiados en
Montevideo a causa de las persecuciones
de Juan Manuel de Rosas, influyeron sobre sus colegas uruguayos. La base de
pensamiento de los hombres de la "Generación de 1837” era “la filosofía
social del romanticismo francés”, el “movimiento sansimonista”
(Berisso–Bernardo, 2011), divulgado en Buenos Aires por Esteban Echeverría.
Atribuyeron “los males de su país a tres grandes causas: la tierra, la
tradición española y la raza” (Shumway, 1993, p. 164).
“La presencia de los jóvenes unitarios
contribuyó a dinamizar el medio cultural montevideano.
“En el contexto referido ut supra se
desarrolló la vida y producción de Andrés Lamas (1817-1891), quien residió
varios años en Río de Janeiro.
“Seguía en este punto el modelo del IHP
(basado en las tradiciones de sociabilidad intelectual propias de la
Ilustración) y respondía a razones filosóficas y pragmáticas que estaban
íntimamente ligadas con el contexto regional: las ambiciones geopolíticas de
Juan Manuel de Rosas constituían una potencial amenaza pues, de triunfar en la
Guerra Grande, podría reincorporar el territorio de Uruguay a la Confederación
Argentina.
“Esto representaba un peligro para el Imperio
pues podría reavivar los sentimientos separatistas de la recientemente
pacificada Provincia de Río Grande (1845) y amenazaba el equilibrio en la
región puesto que perpetuaría la imposibilidad de navegar por los ríos Paraná y
Paraguay, obstaculizando las comunicaciones con Mato Grosso.
“La actividad de los letrados rioplatenses en
el IHGB (Revista do Instituto
Histórico e Geográfico Brasileiro ) tuvo un marcado cariz político. Desarrollaron
una intensa propaganda procurando involucrar al Imperio en una alianza militar
contra Rosas
“Si bien existe poca información sobre las
actividades de Lamas durante esa breve estancia
carioca, sabemos que mantuvo largas conversaciones con Bernardino Rivadavia de
quien obtuvo abundante información sobre los acontecimientos que jalonaron su
vida y por ende, la historia argentina La personalidad de Rivadavia le causó
hondo impacto, particularmente desde el punto de vista político-ideológico, lo
que se vio reflejado en los opúsculos que le dedicó sobre el final de su vida.
Fue uno de los orientales que llegó a conocer más profundamente la realidad
política de Brasil y las peculiaridades de su política exterior.
“En sus charlas con el monarca azuzó su
desconfianza sobre Rosas. Finalmente logró su objetivo: el 12 de octubre de
1851 fueron firmados los famosos tratados y polémicos (cinco) entre el Gobierno
de la Defensa y el de Brasil, elevado costo que tuvo que pagar Uruguay para
asegurar el concurso del Imperio en la alianza política y militar que
derrotaría a Rosas. Tratados de Límites, Alianza, Prestación de Socorro
Financiero, Comercio y Navegación, Extradición.
“Esos tratados constituyeron una mácula que
acompañó a Lamas más allá de su muerte. Sus detractores lo denominaron a partir
de entonces “el brasilero” y lo acusaron de ser un ambiciosos vulgar que asumió
una actitud servil y disfrutó de grandes beneficios en la Corte.
“Contribuyó a canalizar la influencia de
Brasil en la configuración del campo historiográfico rioplatense.
“Lamas creó, en colaboración con Juan Ma.
Gutiérrez y Vicente Fidel López, la Revista
del Río de la Plata (1872-1877),
“A pesar del momentáneo fracaso, el IHGN (‘Instituto Histórico y Geográfico Nacional’) y
el IHGRP (‘Instituto Histórico y
Geográfico del Río de la Plata’) constituyeron las primeras experiencias
de institucionalización de los estudios y la investigación histórica en Uruguay
y Argentina (lejanos antecedentes de la ‘Academia Nacional de la Historia’ de
Argentina). La construcción del relato
nacional como proyecto de investigación”.
La actual
Academia Nacional de Historia es hoy vívido ejemplo de ser el soporte, el horno
donde se cuece esa pretendida ‘historia’ alejada de la realidad de lo
acontecido, acomodada a los intereses foráneos, podada allí y acá donde sea
necesario para tales fines, como ejemplo de ello es la ‘Historia de Belgrano y la Independencia Argentina’ de Bartolomé
Mitre..
Al
comenzar el año de 1840 los franceses intentan acorralar al gobierno
de la Confederación Argentina alimentando con mucho dinero a la coalición internacional que desesperaba
por derrocarlo.
Esta
‘coalición’ autodenominada ‘Comisión
Argentina’ estaba formada entre otros por Lavalle, Paz, Ferré, Cullen,
Maza, Castelli, Berón de Astrada, Gutiérrez, Echeverría, Mármol, Rivera
Indarte, Agüero, Valentín Alsina, Florencio Varela, y todos los autoexiliados
en la Banda Oriental. Estaba también la ‘Comisión Argentina’
Dice el
historiador Diego Luis Molinari que “El
total de los subsidios se elevaba, al 8 de abril de 1840, a 1.484.436 francos.
Bouchet-Martigny había puesto a disposición del presidente Rivera la suma de
1.200.000 francos : la mitad, pagada inmediatamente; y el resto, después del
paso del Uruguay por el ejército oriental ; y anticipado a la Comisión
Argentina, el 14 'de enero de 1840, un nuevo subsidio, sobre el que ya se le
había entregado, de 10.000 pesos fuertes. Con el oro, francés se armaron y
equiparon todos los enemigos de Rosas —argentinos y orienta-les— y se pagó
desde un fusil hasta una merienda. "El Nacional" de Montevideo era un
papel subvencionado. Todos los contrarios de Rosas, sin excepción ninguna,
sabían que el nervio de la acción salía del presupuesto de Francia nadie —ni
aun Mitre— pudo darse por ignorante de tal hecho”.
Thiers, preocupado
por la cantidad de dinero francés enviado a los sobornados de la Banda Oriental
para la cruel lucha contra su propia patria, le escribía, urgido a Bouchet-Martigny a principios de 1840
diciéndole que los subsidios, en verdad, habían sido muy grandes y se tenía
derecho a esperar una acción, más decidida de parte de los
"auxiliares" de Francia, señalándole explícitamente: —"Ahora, señor, he aquí cómo encarar la
situación de todo el, asunto: espero que los generales Lavalle y Rivera,
poderosamente sostenidos como están, por nuestros subsidios y por nuestras
fuerzas navales, y por el peso del nombre de Francia, concluirán, en poco
tiempo más, por derribar a Rosas. Lo deseo, tanto más cuanto que este éxito
sería la mejor justificación del sistema que Usted abrazó…Mas lo que debe
saberse bien es que este asunto debe llegar perentoriamente a su término, sea,
como yo lo deseo vivamente, por el triunfo de los auxiliares que Usted ha
obtenido para Francia, o por medios exclusivamente franceses."
Ahora bien, no
se crea que los emigrados Unitarios conspiraban contra su propio país en forma
gratuita. No.
El
22 de junio de 1840 la comisión argentina (Agüero, Cernadas, Gómez, Alsina,
Portela y Florencio Varela, entre otros) firmaban una alianza formal con
Francia, representada por Martigny. El dinero era un medio preciso de comprar a
estos ‘cipayos’, confesado por los propios franceses donde la injerencia iba
acompañada con dinero para soborno continuo.
Así se lo
escribía el ministro francés Soult a Martigny : "Haré satisfacer como las precedentes, las últimas libranzas que
usted ha girado sobre mi departamento por las sumas avanzadas por usted a la
comisión argentina, pero le recomiendo que se muestre usted más cauteloso en
esta clase de gastos que suben ya muy alto y que exceden en mucho los previstos
en el presupuesto de relaciones exteriores".
La guerra
tenía carácter de invasión internacional.
Dice el "Reglamento de anotación y cómputo de
servicios", del Ministerio De Guerra nacional, el Art. 33 que las
guerras internacionales sostenidas por la República Argentina son: 1) La de
Independencia. 2) Del Brasil. 3) De la Confederación Perú-Boliviana. 4) Guerra
contra Francia, iniciada el 8 de junio de 1838 y terminada el 31 de octubre de
1840. 5) Guerra contra Francia e Inglaterra de 1845. 6) Del Paraguay (conf. Folleto de 44 paginas Ed. Of. De
1932),
Agregamos
nosotros, la batalla de Caseros de 1852.
Sumemos la
insurrección del Sur con las traiciones, entre otros, de los Maza donde
consta en las actas parlamentarias de la
Cámara de Representantes de París, que estos insurrectos, como todos los
Unitarios de ambas orillas, recibieron también armas, dinero, provisiones,
buques, y otros auxilios de los agentes franceses. Los Unitarios desgraciadamente, se unieron a
Francia en esta guerra contra la Argentina, como ya se probó.
En un esclarecedor
trabajo, por lo documentado y profundo en su estudio y análisis, el historiador
e investigador Ignacio F. Bracht junto a Rodolfo Barrese, a los cuales seguimos
en la documentación aportada, desgranan en detalle la injerencia de los
imperios franco-ingleses en los asuntos del Plata vía sutilezas en las
presiones incoadas o vía acciones militares desembozadas entre 1840 a 1847.
Haremos un
resumen ajustado de las documentaciones aportadas por los autores que nos
revelan cómo no son ‘chivos expiatorios’ los
que los historiadores que no ejercen la ‘literatura
de la historia’, como la citada Perochena, encuentran que los Revisionistas
toman como ‘chivos expiatorios’ a los ingleses y franceses (sumemos a los
brasileños) y los sumisos mandatarios nativos, sin observar que, al contrario,
se ajustan estrictamente a la profusa documentación que entre bambalinas se
envían los diplomáticos y militares de dichos imperios y que los deja al
descubierto en sus intenciones y acciones.
La necesidad
de Francia e Inglaterra de proveerse de materias primas a precio vil para luego
inundarnos de manufacturas a un precio con el cual no podíamos competir –efectos
del aumento de la producción en escala in-crescendo en aquellas tierras- hizo
que la presión sobre nuestras tierras y nuestras políticas soberanas, se
incrementase día a día.
El Edecán de
Mackau Theogéne Page; en su crónica "Asuntos de Buenos Aires/Expediciones
de Francia contra la República Argentina-1838-1840" expresa:
"las expediciones a Buenos Aires y
México en 1838-39 obedecieron al móvil de devolver al gobierno de Thiers, el
prestigio político perdido a través de su actuación interna"
Refiere el
autor arriba citado Jorge C. Bohdziewicz que el novel Lefebvre de Bècourt
escribe a Mackau respecto las conversaciones del primero con Tomás Guido para
que éste lo repitiera en su ámbito privado "hay
que acabar la cuestión sin ruido y según los deseos de Francia y que, de no ser
así, no se podrá responder por el futuro de nuestras relaciones. Eso él lo sabe
bien pero hace falta que sus colegas -y sobre todo su superior- lo sepan tan
bien como él" " (carta de Charles Lefebvre de Bècourt al Barón de
Mackau-Buenos Aires 22-12-1840 ‘Archives Mackau’
156 API 32)
Resume el
historiador que “En buen romance, o se
revolvía el caso como ellos querían o no respondían por las consecuencias. Esta
velada amenaza corría por cuenta exclusiva del joven Encargado de Negocios. Fue
el primero de una serie de gestos inamistosos, nutridos, según anticipamos en
otra parte, por una prejuiciosa antipatía hacia Rosas y su elenco gobernante”.
A pesar que
los lenguaraces escribas liberales y marxistas no toman en cuenta, como ya se dijo,
que “La realidad es aquello que, cuando
uno deja de creer en ella, no desaparece” es objetivamente claro y notable
a través de la propia confesión de los victimarios la presión y continua
injerencia de los franceses, acompañada con los barcos de guerra que rodeaban
el puerto de Buenos Aires, sitiándola; los cuales en forma solapada amenazaban
a la Confederación Argentina, implicando ello una cuasi-declaración de guerra
si nosotros no nos aveníamos a sus dictados.
En tanto los
ingleses, por el año 1841 -y a través de Palmerston-
extendieron la mirada por América del Sur, el cual éste escribió a la Cámara de
Comercio:
“Hasta ahora el Plata, el Amazonas y el
Orinoco y sus afluentes no se han utilizado en el intercambio comercial con el
interior del país, pero parece probable que con el correr del tiempo la
utilización de ellos los transforme en importantes vías de comunicación por
agua con fines comerciales”.
Era, hasta
ahí, entendible económicamente las presiones sobre nuestras decisiones
nacionales, por parte de las potencias europeas, pero lo que no puede admitirse
es la presión ejercida por los nativos, en este caso, Fructuoso Rivera para
lograr no solo la intervención en el Plata sino la conformación de un
protectorado inglés en la Banda Oriental, tal el pedido el 5 de Diciembre de 1841 a Herny Mandeville representante inglés
en el Plata. Era tanta la entrega que hasta el propio inglés la rechazó (había
que disimular):
“…las responsabilidades de un protectorado
eran demasiado grandes y que los privilegios especiales que el protectorado
conferiría a los súbditos británicos tenían por fuerza que producir
interminables fricciones con otras potencias"
La idea de
crear un ‘Estado-Tapón’ en la banda Oriental seguía en los planes ingleses con
su injerencia en nuestros asunto internos a pesar de negarlos los historiadores
Unitarios de antaño y hogaño, como la Lic. Perochena en su manifestación que
hace a este trabajo:
Como cita
José María Rosa “Alfredo Varela en Duas
grandes intrigas menciona «duas grandes potencias>, (Inglaterra y Francia)
que en 1842 ayudaban disimuladamente la creación
de la Federación del Uruguay (o.c. II Sil 603, nota 34 al cap. XXVI). Menciona
los informes de la legación brasileña en Montevideo (9
de mayo y 24 de junio de 1842) y la Memoria secreta de Duarte de Ponte
Ribeiro, el eficaz representante de Brasil en Buenos Aires (parr. 8 y 108) con
documentos de 1843. Al tiempo de finalizar la guerra de los farrapos Antonio
Vicente da Fontoura, tan ligado a los revolucionarios, hizo la denuncia al
general Caxias en carta del 6 de julio de 1845, que éste informa a Río de
Janeiro y motiva una reclamación del entonces canciller Limpo de Abreu al
gobierno británico (7 de abril y 16 de julio de 1840). También cita Varela
otros documentos (Negocios do Prata de Ponte Ribeiro: informe detallado desde
Buenos Aires de 1843, Memorial ao governo da Republica Riograndense del conde
de Ervals, y cartas de Sa de Brito de 1842). Oh. cit., 604/605”.
Como puede
verse –y leerse- Ingleses y franceses competían en alardes estentóreos de
agresividad. Querían injerencia militar para asegurar los ‘negocios’ (sic), en Marzo de 1844,
en concordancia por lo pedido –rogado- por Florencio Varela y Abrantes en
solidaridad (los brasileños, agradecidos por la genuflexión Unitaria).
Robert Peel
manifestó en la Cámara de los Comunes:
"Quedaba por adoptar la intervención armada,
y el único medio de verificarlo, el de que se unieran los países que tenían más
interés en aquellos negocios. y que obrando como se hizo respecto de la Grecia
(independiente desde 1830 por la intervención conjunta de Francia e
Inglaterra), quisiéramos decir lo que entonces: el interés del mundo requiere
que estas disputas se terminen, y nosotros insistimos en que se arreglen inmediatamente").
Por su parte también
Thiers clamaba en la Cámara de Diputados, en favor de la intervención armada en
el Plata.
Como puede
verse los ingleses y franceses no eran meros ‘chivos expiatorios’ en la afirmación insostenible y dogmática de Perochena.
Los franceses e ingleses tenían un concepto
bastante particular sobre lo que era una ‘mediación’ como la que planteaban
coordinar para mediar entre la Banda Oriental y la Confederación Argentina de
Rosas: o Rosas aceptaba la medición forzada (sic) o habría intervención militar
para obligar a Rosas a aceptarla olvidando que cualquier mediación requiere un
pedido expreso (que aquí no lo hubo), ponerse de acuerdo en los puntos a fallar
(aquí no los hubo) y un mediador imparcial que no tuviera interés alguno en el
resultado del fallo (que aquí no lo hubo).
Además, los
ingleses –Lord Aberdeen- le decían a sus representantes –Ouseley- que ‘de paso’
viera la posibilidad de ‘mediar’ sobre algo no propuesto: ver imponer el tema
de la libre navegabilidad de los ríos interiores. Pero no había que tirar mucho
de la ‘cuerda’. Si no se podía, bueno, habría que esperar un poco para plantear
lo segundo. Esto demuestra la injerencia en nuestros asuntos en forma subrepticia,
lentameente pero sin pausa:
“Es muy posible que esta coyuntura (la de
mediación) se considere favorable para asegurar la libre navegación de los
tributarios del Río de la Plata, aunque eso no tenga una relación indirecta con
el objeto principal de nuestra intervención. Sin expresar opinión alguna sobre
el camino que sea necesario seguir si acaso nos vemos obligados a ocupar
aquellas aguas con la fuerza combinada, el gobierno de S.M. está dispuesto a
creer que será mejor abstenerse al principio, y mientras haya esperanza de
restaurar la paz sin apoyo de la fuerza, de hacer mención alguna de esta
materia. Verdad es, que la apertura de las grandes arterias del continente
sudamericano a la libre circulación del comercio, sería no solamente un vasto
beneficio al comercio de la Europa, sino una garantía práctica, y tal vez la
mejor, de la conservación de la paz en la América misma. (...) Ahora, sin
embargo, y como la cuestión no parece tener conexión alguna necesaria con las
desavenencias entre las dos repúblicas, cuyo arreglo es nuestro objeto principal,
hará Ud. bien en no introducir aquella cuestión como un punto esencial de
negociación"
A veces la
presión es sutil, con términos conciliatorios y agradables pero otras veces,
cuando esto no resulta, se sacan las máscaras y aflora el más rancio militarismo
expansivo de los imperios.
Esto sucede
acá cuando los ingleses y franceses ven que no pueden torcer el brazo de Rosas
y, tras las palabras formales, se trasluce bronca y desesperación para el logro
de sus objetivos. El tiempo les apremia y la hipocresía se hace patente creyendo
que de esa manera, Rosas iba a ceder. Se equivocaron nuevamente.
Dice Lord Aberdeen:
"El gobierno de S. M. no tiene intención
de emprenderlas(la acciones bélicas); pero desembarcará Ud. de los buques de S.M.
la gente que sea necesaria para ocupar la isla de Martín García cualquier otro
punto de que sea necesario tomar posesión temporaria, para ser más eficaces las
operaciones de las fuerzas combinadas. (...) El gobierno de S.M. cree que el
gobierno argentino cederá a su intención de levantar el bloqueo de Monte-video
y de abandonar la causa del Gral. Oribe; pero, si no cede autoriza al ministro
mediador (Ouseley) hasta para bloquear el puerto de Buenos Aires y cualquier
otro de la costa del Plata; y para que de acuerdo con su colega francés apoye a
la plaza de Montevideo con las fuerzas y los auxilios que crean
necesarios"
Dice Graham
Yool sobre Mandeville, que “…el
diplomático siempre estaba en busca del chisme íntimo acerca de Rosas para
poder demostrar estar informado. En una carta del 21 de
junio de 1844, Mandeville informaba al Foreign Office que le resultaba
muy útil tener como funcionario del consulado al doctor James Lepper, ex
cirujano de la armada británica que había desembarcado en Buenos Aires en enero
de 1822 y había estado entre los fundadores de la Academia de Medicina y del
hospital británico. El funcionario consular era médico de Rosas a quien escuchaba
monologar incesantemente acerca de sus enemigos, sus amistades y su gobierno. Mandeville
dio la impresión de que tales monólogos no estaban cubiertos por la discreción
hipocrática”.
Es que la
forma de penetrar, conocer y transmitir datos los ingleses tuvieron varios sistemas,
no solo diplomáticas, sino también a través de médicos como el medico personal
de Rosas, el Dr. Lepper; también el de San Martín Dr. James Paroissien el que
lo acompañó durante la batalla de San Lorenzo y en el cruce de los Andes;
naturalistas devenidos en científicos informantes como Charles Darwin, Alexander
Von Humboldt, Amadeo Bonpland, etc. que puntillosamente daban informes –no
científicos, obviamente- a su gobierno no solo de la política en nuestro
territorio sino haciendo agrimensura del mismo e informándolo a sus gobiernos.
Paralelamente
a este intercambio de mensajes, los Unitarios de la Banda Oriental no estaban
quietos: al igual que sus colega porteño como Varela y otros, Ellauri y los
comerciantes ingleses en Montevideo como Lafone (que además, era el jefe de la
Aduana en dicha ciudad) insistían con apuro por la prontitud de la
‘intervención mediadora’, si se permite el juego sarcástico y contradictorio de palabras.
El
año 1845 avanzaba
y se avecinaban grandes conflictos, de
índole directa por parte de Francia e Inglaterra.
En una
extensísima carta que demuestra una vez más, y a pesar de la licenciada
Perochena que parece no haberla leído ni tampoco ningún otro documento, de qué
manera los imperios de Inglaterra, Francia y Brasil tuvieron una injerencia
directa en los asuntos del Plata con sus afanes de conquista. Como puede leerse
a lo largo de este trabajo no existió un ‘chivo expiatorio’ por nuestras
pérdidas sino la injerencia probada y comentada, un complot permanente que no
se detenía ni aun firmados acuerdos de paz.
La carta en
cuestión del 20 de Febrero de 1845 resulta la
‘madre de todos los documentos intervencionistas’ en el que expresa,
explícitamente la injerencia prepotente de los Imperios en nuestras tierras
mostrándose con toda desnudez.
Esta carta
debiera ser de materia obligatoria en los Colegios y Universidades donde se
estudie la historia argentina y el papel que le cupo a los Imperios en nuestra
lenta pero sin pausa, destrucción de la soberanía nacional, con la ayuda
necesaria de las ‘oligarquías’ del Plata, por más que lo nieguen con documentos
puestos ante sus ojos, los asalariados de aquellos..
Allí
encontraremos instrucciones precisas para dichas injerencias emanadas del
gobierno inglés a través de Lord Aberdeen a William Gore Ouseley. Puede leerse
el pedido de intervención del Brasil a estas potencias. Ouseley deberá
primeramente intentar lograr la rendición de Rosas en la Banda Oriental a
través de maneras amistosas y sutiles, pero si no lo logra, hacerle ver a Rosas
y a Oribe que el gobierno inglés y francés están dispuestos a tomar las armas
para lograrlo. Que el gobierno inglés debe parecer neutral (- las apariencias
ante todo-), lo importante es lograr que Rosas reconozca la independencia de la
Banda Oriental y, de paso, lograr –si es factible en esta oportunidad- la libre
navegación de los ríos interiores (objetivo final inconfesado al principio).
Transcribiremos
esta carta que parece ser olvidada por los Unitarios, Liberales, Masones y progresistas
de toda laya, con esa facilidad que tienen en ‘olvidar’ y silenciar los
documentos que los desenmascaran y que muestran la cara pletórica de
continuadas entregas, más trágica de nuestra historia.
Desde el
punto de vista historiográfico esta carta es riquísima en revelarnos la
verdadera cara de la injerencia imperial, de la intervención insolente de las
potencias centrales junto al acechante Brasil.
Y haremos un
análisis puntual de la misma señalando las presiones, el tono supuestamente
condescendiente pero a la vez altivo, las agresiones, las hipocresías mentadas
por los ingleses.
Transcribiremos
párrafos para luego señalar lo mencionado en ellos.
Empecemos (la
‘negrita’ en el texto original nos pertenece para remarcar lo apuntado).
El Conde Aberdeen,
ministro de relaciones exteriores ingles le escribía a Ouseley el 20 de Febrero 1845. .
En dicha
carta nos enteramos por boca de los agresores que el Brasil participa de la
agresión solicitando prontamente una intervención armada en el Plata y compele
a los franco-ingleses a impulsarla rápidamente, lo cual acceden los ingleses y,
por intermedio de éstos, nos enteramos que también los franceses están en la
misma línea de acción:
“….También esta V. impuesto de que, a fines
del año próximo pasado, el Gobierno del Brasil, en su carácter de Potencia
vecina, habiendo sido parte en Ia Convención de Agosto de 1828, que declaró la
independencia de Montevideo, é interesado también en la tranquilidad de su
propia frontera, instó a los Gabinetes de Londres y de Paris, por medio del
Visconde de Abrantes, sobre Ia necesidad de una intervención pronta y efectiva,
con el fin de poner término a la guerra; y debe V. haber sabido, por la
comunicación personal que ha tenido V. últimamente con los Ministros del Rey de
los Franceses, que el Gobierno de Francia participa en la determinación
adoptada por el Gobierno de S. M., de conseguir aquel objeto; y que es la
intención de los dos países unir su influencia, y, si necesario fuere, sus
fuerzas, para lograr el expresado fin…”.
Por empezar,
queda demostrado que en la guerra que se avecina en el Paraná y que es materia de
estudio, hasta en los colegios, Brasil participa e compele a Francia e
Inglaterra a apurarse a la intervención
Ahora bien,
la misiva va elevando el tono y en forma escandalosa, siendo un ejemplo claro
del modo de proceder de los imperios cuando no pueden conseguir sus objetivos
en forma pacífica y diplomática.
_
“…Ahora
procederé a impartirle algunas instrucciones para guiar su conducta en el
cumplimiento del importante deber que se le asigna.
No es posible que el nuevo representante de
Francia, que está por ser acreditado ante el gobierno de Buenos Aires, haya
llegado a dicha ciudad al tiempo de vuestro arribo; y aunque sería impropio
intentar medida coercitiva alguna, como no sea en estricto concierto con
vuestro colega francés, no parece que haya razón alguna para que usted no
intente efectuar representaciones amistosas sin ninguna dilación.
Vuestros primeros pasos, por tanto, serán
dados individualmente; y es deseo del gobierno de S. M. que sean dirigidos a
plantear ante el general Rosas, en términos cándidos y amistosos, el peligro en
que se ha colocado al no querer escuchar las representaciones anteriores del
gobierno de S. M., e inducirle, de una vez por todas, y por determinación propia,
a desistir de tomar parte ulterior en las operaciones contra Montevideo.
Usted no perderá tiempo, en consecuencia, en
entrar en comunicación con el general Rosas y sus ministros. Usted dirá que el
espíritu con que el gobierno de S.M. se dirige al de Buenos Aires, no es de
hostilidad hacia tal Estado, o hacia el individuo influyente que se halla a su
cabeza; al contrario, que el consejo de que Usted está instruido es concebido
amistosamente y en verdadero resguardo de los intereses de la República..
Es apenas necesario asegurar al gobierno de
Buenos Aires que nosotros no tenemos en vista objetivos egoístas o exclusivos.
El general Rosas, por si, comprenderá enteramente y reconocerá el verdadero
carácter de nuestro procedimiento. Ud. dirá que al exhortar al General Rosas
para que desista de la contienda en la que se ha convertido en parte, el
gobierno de S.M. deja de lado toda intención de interferir de cualquier manera
en la independencia de Buenos Aires; no niega el derecho de ese Estado de
conducir la guerra como cualquier potencia independiente, siempre que la guerra
se lleve a cabo de acuerdo con las costumbres de la gente civilizada y la Ley
de las Naciones, pero que la guerra en que las armas argentinas estar
comprometidas al presente, es dirigida contra un Estado cuya independencia debe
estar virtualmente asegurada por la Gran Bretaña; y que el objeto de esa guerra
es colocar al gobierno domestico de Montevideo en otras manos que aquellas a
las que confirió el consentimiento del Estado..
Esto, únicamente, puede justificar la
interposición de un poder bajo cuya mediación se estableció la independencia de
Montevideo; y, ciertamente, el hecho que la guerra no tiene carácter nacional
en lo que concierne a Buenos Aires, y que el -general Rosas, según confiesa, se
ve comprometido a ella, únicamente, como auxiliar y no como principal, lo que
le capacitaría sin sacrificio de su honor o independencia, para someterse a
la terminación de la contienda mediante
la interposición pacífica de las potencias amigas.
Usted intentará diligentemente que el general
Rosas considere así la cuestión, y aceptando la mediación de Inglaterra y
Francia para dar salida a su solución, antes que sea demasiado tarde para
hacerlo con dignidad; y le representará que llegará el momento, si acaso
rechaza este consejo, en que se verá envuelto en peligros y dificultades, que
no puede esperar sortear sin serio daño para su poder; puesto que la larga
duración de la guerra, las pérdidas diarias en aumento que sufren los intereses
europeos, la desesperanza de su terminación y las barbaridades que la
caracterizan, han determinado, con los reclamos de Montevideo, a los gobiernos
de S. M. y de Francia, a unirse con el propósito de ponerle fin…”.
Aquí el
veremos cómo Aberdeen indica sin lugar a dudas que como sea deberá hacerle
torcer la férrea voluntad soberana de Rosas. Utiliza a tales fines un lenguaje
lleno de hipocresía e intolerante intromisión, diciendo que la Argentina debe
aceptar la ‘mediación’ (sic) antes de
que sea ‘demasiado tarde’ (resic)
Que el
planteo debe ser ‘cándido y amisto’
pero advirtiendo los peligros si no se obedece a las sugerencias del plateo y
que debe el mediador ‘inducir’ a Rosas para que-a vista de todos- quede como su
propia decisión.
Que la
presión no es de ‘hostilidad’ sino
que son ‘consejos concebidos
amistosamente’ y que se hace ‘en
resguardo de la República’ . O sea, lo hacen por nuestro bien, se entiende,
ya tanto Francia como Inglaterra ‘no
tienen objetivos egoístas o exclusivos’ y que por supuesto no debe entenderse
las sugerencias conminatorias como un modo de ‘interferir de cualquier manera en la independencia de Buenos Aires’.
Más allá del
lenguaje cuyo sentido soez está claro y no requiere interpretación alguna, sí
es digno de destacar como los Imperios hablan de que la intervención de Rosas
en la Banda Oriental obedecería no a un interés de TODA la Confederación sino,
como máximo, en un interés exclusivo de la gobernación de Buenos Aires. Los
Imperios, así, excluyen de responsabilidad a la nación toda y la circunscriben
solo al capricho de un gobernador. Hábiles diplomáticos los ingleses.
La mediación
impuesta con los cañones sobre la espalda deberá hacerse ‘antes que sea demasiado tarde’. Es un ‘consejo’ amistoso.
Por suerte
tenemos a la Lic. Perochena que nos ilumina con su mensaje en el sentido que
denunciar la injerencia británica y francesa, mas la brasileña, es solo un ‘chivo expiatorio’ del Revisionismo
Histórico al acusar de todo esto al Imperio inglés –la documentación ofrecida
no hace mella en su concepto-. Para la mencionada, no hay ‘complot’ alguno.
Eso si, para
el inglés esta intimación que debe hacer el funcionario en el Plata no es una
amenaza sino como una ‘advertencia
amigable’, porque de lo contrario se deberán ‘adoptar medias ofensivas’.
_
“…Usted asegurará al general Rosas que no es
esta tan solo la determinación adoptada si que también los medios para su
ejecución inmediata, que no puede ser dilatada, a menos que se le anticipe una
aquiescencia adecuada y a tiempo, de su parte, ante las proposiciones que se le
harán por Inglaterra y Francia.
Usted agregará que esto no lo dice Usted como
una amenaza, en orden a expresar con palabras lo que el gobierno de S. M.
hesitase en imponer con hechos, sino como una advertencia amable y con el deseo
sincero de evitar la necesidad de adoptar medidas ofensivas a la dignidad de un
Estado con el que la Gran Bretaña ha preservado, desde antaño, sus relaciones
de amistad ininterrumpida ni debo dejar a su juicio el modo como Usted
enfatizará ante el general Rosas estas consideraciones, o cualesquiera otras
que el estado de los asuntos a vuestra llegada sugiera; pero me inclino a
pensar que, en primer instancia, sería mejor no hacerlo por comunicaciones
formales u oficiales; y aunque no haya que tener ninguna reserva o secreto de
vuestra parte hacia el representante de Francia que pueda residir en Buenos
Aires en tal momento, es probable que hasta la llegada del ministro francés con
las instrucciones de su gobierno, las posibilidades de éxito para vuestra causa
común serán mejor atendidas por hablar Usted, en primer término, independiente
e individualmente, como ministro de la Gran Bretaña.
Puede
diáfanamente entender el mensaje nuestro gobierno: ‘no es una amenaza’, nos podemos quedar tranquilos, es solo ‘una advertencia amable’ con el deseo de
evitar la necesidad de adopar medidas ofensivas a la dignididd de un Estado,
etc, etc’
Al decir que
no es una amenaza no es más que aceptar que lo es y tras la llamada ‘advertencia amable’ se continúa
hipócritamente diciendo que es para evitar adoptar medidas ofensivas a la
dignidad del atacado.
Sepan los imperios
que desde el momento de acudir con sus barcos y armas las medidas ofensivas de
los Imperios comenzaron. Pues las llamadas ‘sugerencias’
‘advertencias’ supuestamente ‘amistosas’ y con buena cara vienen
acompañadas de un arsenal enorme de armas que las sostienen.
-
“…Si —como el gobierno de S. M. no puede mas
que esperarlo--- vuestras representaciones, en tal carácter, tendrían su debido
peso, y el gobierno de Buenos Aires retirase sus tropas de la Banda Oriental, y
sus fuerzas navales ante Montevideo, o dar órdenes para una suspensión de
hostilidades y levantamiento del bloqueo, el primer y más importante objeto que
el gobierno de S. M. tiene en mira, habrá sido cumplido.
Los términos sobre los que la paz se fijará y
declararía entre ambas Repúblicas, pueden ser dejados, entonces, propiamente, a
la mediación unida de las potencias europeas, para luego ser discutidos y
recomendados a las partes principales, tan pronto como la llegada de vuestro
colega francés a Buenos Aires le capacite a Usted para actuar conjuntamente en
la materia.
Es esencial que Usted observe una
imparcialidad estricta en las proposiciones que Usted hará a las partes
contendientes; pero el carácter de la lucha y la ausencia de todo objetivo
substancial o nacional, a lo menos de parte de Buenos Aires, hace dificultoso
prescribir cualquier condición como base propia sobre la cual se negocie la paz…”.
Es decir, que
el inglés debe ‘aparentar imparcialidad’
y si no nos avenimos a las imposiciones ya sabemos que puede suceder….
-
“…El punto que debe tenerse en cuenta,
principalmente, sin embargo, y que es de la mayor importancia para las
potencias mediadoras, es la preservación de la independencia de Montevideo. A
esto está ligado el honor de Inglaterra, Francia y Brasil; y
es uno sobre el que no se puede admitir compromiso alguno.
La
obligación de Buenos Aires en reconocer tal independencia es igualmente tan
fuerte como la que liga a las potencias aliadas, en idéntico sentido; y no hay
razón alguna para suponer que el general Rosas hesite en reconocerlo así. El
reconocimiento sería de poco valor, sin embargo, mientras él continúe siendo el
apoyo principal de la causa del general Oribe, sea que lo preste
ostensiblemente con las armas, o secretamente con ayuda monetaria u otra clase de
influencia….”
Es curioso
que en una ‘mediación’ como dicen los
ingleses haya –a priori- que tener la ‘obligación’
de reconocer la independencia de la Banda Oriental, más teniendo en cuenta que
cuando Rivera destituye en un golpe de estado a su presidente constitucional
como lo era y es Manuel Oribe, lejos estuvieron de decir o hacer algo para
restituirlo en su cargo.
Insisten los
ingleses en querer hacer notar que el gobierno que el apoyo de Rosas a la
libertad de la Banda Oriental es a nombre de Buenos Aires y no en nombre de
toda la Confederación Argentina, sugiriendo un plano menor de representación
por parte de Rosas (‘La obligación de
Buenos Aires…’).
-
“…Con miras a dejar de lado todo recelo,
empero, acerca de este punto, puede ser bien que las condiciones de paz
incluyan, de una parte, que cualquier refugiado político, u otras personas,
cuya presencia en Montevideo pueda razonablemente
ser causa de inquietud para el gobierno de Buenos Aires, debe buscar asilo en
otro lugar : —entre estas indudablemente se incluirá al general Rivera.
Y el gobierno de S. M. se hallaría dispuesto
a sancionar hasta eso, si acaso hubiese cualquier interferencia en los asuntos
internos de Montevideo, de parte de aquellos u del otro.
Si pareciese necesario, bajo tal arreglo, que
deba suministrarse seguridad para las personas y las propiedades de los
individuos, afectados por tal medida, Usted está en libertad, con las debidas
precauciones, de ofrecer la intervención del gobierno de S. M. para tal
propósito.
Si Usted encontrase que el general Rosas
tiene alguna queja justa que hacer, o cualquiera reparación que pedir del
gobierno del Uruguay, o si, por otra parte, pueda parecer a Usted que Montevideo
tiene títulos para requerir algo más de Buenos Aires que la seguridad de una
futura agresión, será de vuestro deber, en unión con vuestro colega francés,
examinar prolija e imparcialmente, las pretensiones de cada parte, y recomendar
el arreglo que Usted juzgue ser equitativo y compatible con el honor y la
independencia de ambos Estados.
Al realizar cualquier investigación o
negociación en cualquiera de estos puntos, Usted se pondrá en comunicación con
el gobierno de Montevideo, cuando sea preciso; ya sea mediante el Encargado de
Negocios de S. M. en dicha ciudad; o, si a Usted le parece así, personalmente,
en dicho lugar.
Es muy posible que en la presente coyuntura
pueda considerarse favorable para asegurar la libre navegación de los
tributarios del Río de la Plata, aunque únicamente conectada de un modo
indirecto con el objeto principal de nuestra intervención.
Sin expresar opinión alguna con respecto al
curso que sea preciso seguir por si eventualmente fuésemos compulsados a ocupar
dichas aguas con una fuerza combinada, el gobierno de S. M. se inclina a pensar
que, en primera instancia, y haya una esperanza de restaurar la paz sin
coacción, hay que mientras abstenerse de cualquier mención respecto de esta
cuestión.
Es verdad que el abrir las grandes arterias
del continente sur-americano a la libre circulación del comercio sería no
solamente un gran beneficio para el de Europa, si que también una solución
práctica y talvez la mejor seguridad para la preservación de la paz en la misma
América; y el gobierno de S. M. descansando en la esperanza que mantiene de ser
capaz conjuntamente con Francia de poner fin a la contienda mediante una
mediación amistosa, estará preparado para impartir a Usted instrucciones a fin
de unir al ministerio francés en la tentativa de colocar la libre navegación
del Río de la Plata y sus tributarios en un pie de igualdad.
Por el momento, sin embargo, como la cuestión
no aparece teniendo una conexión necesaria con las diferencias entre las dos
Repúblicas, cuya solución es nuestro primer y más importante fin, hará Usted
bien en no introducir tal asunto como un punto esencial de la negociación…”.
Y como si no
bastara la intromisión escandalosa, Aberdeen le hace ver la posibilidad de
introducir el tema de la libertad de navegación. Libertad que –obviamente- solo
beneficiará al comercio de los europeos. Y que si se puede obligar a Rosas sin
intervención armada, mejor; pero de lo contario deberá hacerse uso de la fuerza
si los europeos ‘se ven obligados’.
En cuanto al
libre uso de los ríos por la fuerza dicen los ingleses que deberá hacerse ‘en un pie de igualdad’ con los franceses.
Eso sí, la igualdad
la ponen sobre la mesa pero con el otro invasor para repartirse lo producido
con la rapiña en nuestras aguas y tierras. Supongo que eso es lo que hoy se
llama ‘igualdad ante la ley’. Claro, la ley entre los invasores; las leyes
nuestras no cuentan.
-
“…Usted, al mismo tiempo, estará muy sobre
aviso de no entrar en ningún compromiso que pueda atar al gobierno de S. M. en
tratar más tarde esta importante cuestión. No sea que pueda darle a Usted
ulteriores directivas al respecto de los términos con que se concluya la paz.
En cualquier situación que pueda ocurrirle
como adoptable por ambas partes, o que Usted esté llamado a apoyarla, Usted,
por supuesto, será cuidadoso en no sancionarla aceptando nada que sea ofensivo
a la dignidad y verdadero interés de Montevideo, ni más ni menos que la del
Estado ante el cual Usted está acreditado.
Teniendo en cuenta esto, Usted está
autorizado a declarar la expresa voluntad del gobierno de S. M. para ser parte
mediadora en el tratado.
Más arriba he admitido que Usted encontrará
al general Rosas bien dispuesto para escuchar las representaciones que' en
nombre del gobierno de S. M., Usted le hará llegar.
Si este no fuese el caso, infortunadamente, y
si rehusase a dar paso alguno para suspender las hostilidades, será sin embargo
vuestro deber, todavía, abstenernos de toda amenaza y de cualquier alusión a la
fuerza.
Usted esperará la llegada del ministro
francés, y tan pronto como se presente en Buenos Aires, Usted concertará con él
la forma de vuestra representación conjunta que se hará a las Repúblicas; una aceptación inmediata de
nuestra puede anticiparse confidencialmente por parte de Montevideo; y los
puntos que se impusiesen para llamar la atención del general Rosas, serán entonces
urgidos ante él con el peso adicional del gobierno de Francia y de modo más
solemne y formal…”
Finalmente
las instrucciones definitivas: si Rosas no accede a ‘negociar’ (sic) se obtendrá todo ‘por la fuerza’ (¡menos mal que era una mediación!) . Lisa y llano ultimátum y con fecha fija de respuesta
por Rosas.
Evidentemente
estos orgullosos ingleses y franceses subestimaron la capacidad del Restaurador
de las Leyes para capear el temporal y el ilustre Restaurador jugó con los
infatuados, jactanciosos personajes europeos (y brasileños) como gato con el
ratón. Leamos en detalle.
-
“…Cualesquiera
que hayan sido Hayan sido lo que fuesen
las esperanzas e intenciones del general Rosas hasta este momento, es
difícilmente concebible que las consecuencias que seguirá al rechazo del
consejo de ambas potencias, que le fuera evidenciado, le permita pasar sobre el
mismo sin escucharlo.
Mas, si rehusase actuar según nuestras
representaciones unidas y si existiese cualquier señal de una intención de
contemporizar y dilatar la negociación con miras a apoyar al general Oribe en
un último esfuerzo por subyugar a Montevideo, Usted invitará a su colega a que
se le una para declarar que si después de cierto día no retira, el apoyo de las
fuerzas argentinas del ejército sitiador y se levanta el bloqueo de la ciudad,
se ordenará a los comandantes de los escuadrones franceses e ingleses que lo
hagan por la fuerza.
Es innecesario decir que, hecha esta declaración,
se debe adherir a ella. En consecuencia será vuestro deber, tan pronto como
Usted precisará que tal paso sea necesario, en comunicarse con el comandante de
las fuerzas navales de S. M. en el Río de la Plata, para que sepa los objetivos
propuestos en la declaración, y solicitarle que se ponga de acuerdo con el
comando francés, respecto al modo que deba ser realizado. El levantamiento del
bloqueo, por supuesto, será efectuado de inmediato
Con respecto del retiro de las tropas
argentinas del territorio montevideano, será dejado a vuestra consideración
conjunta el cómo puede ser impuesto; según la información que posee el gobierno
de S. M. parecería que el bloqueo de los puertos que el gobierno de Buenos
Aires actualmente usa para mantener comunicaciones con el ejército sitiador,
más especialmente el del Buceo, y si necesario fuese, la ocupación del bajo
Uruguay cortaría efectivamente Oribe; y en consecuencia, las compelería a
retirarse o disolverse.
Esta es materia, empero, en que si existe
cualquier duda, su decisión estará en manos de los comandantes de la fuerza…”.
Finalmente
los ingleses borran la cara amistosa e indican a los ejecutores de su plan lo
que deben hacer si las proposiciones amicales no surten efecto con el gobierno
de la Confederación: las escuadras nos obligarán a hacerlo ‘por la fuerza’. ¡O
sea, basta de ocultar las intenciones bajo la máscara de una mediación!. Aquí
se muestra en toda su extensión y sin ambages todo el espíritu de la codicia
por lo ajeno.
-
“…Usted tendrá presente que el gobierno de S.
M. no tiene intención alguna de realizar cualquier operación terrestre; y Usted
no consentirá el desembarco de nadie de los bajeles de S. M., más allá de lo
que se requiera para la ocupación de la isla de Martin García, o cualquier lugar
que para la seguridad de las fuerzas combinadas se haga necesario ocupar
temporariamente, a fin de que sean efectivas sus operaciones.
En tal caso Usted cuidará que el monto de la
fuerza con que se contribuya por cada parte sea lo más igual posible.
Debo añadir, sin embargo, que en cualquier
momento o cualquier lugar en que las vidas de los súbditos británicos estén en
peligro, será vuestro deber pedir la ayuda de las fuerzas que sean menester
para asegurar su protección pronta y eficiente…”.
La hipocresía
está en su más alto nivel cuando Aberdeen le dice a Ouseley que no debe “emprenderse acciones por tierra salvo (sic)
la toma de la isla Martín García o cualquier otro punto que sea necesario tomar
para la seguridad de las fuerzas combinadas”, ayudándose mutuamente con los
franceses.
O sea, en
buen romance, para los ingleses desembarcar en la Isla Martín García no es un
desembarco en tierra extranjera; es solo una isla. (Como seguramente tampoco lo
fue según sus concepciones el desembarco en las Islas Malvinas en 1833).
Pero la
instrucción es capciosa: si es necesario desembarcar ‘en cualquier otro lugar para la seguridad de las fuerzas combinadas’,
entonces sí se podrá desembarcar en tierra continental pero solo ‘temporariamente’ y eso, según la libre
interpretación de las normas internacionales por parte de los ingleses, tampoco
sería una invasión porque es ‘temporariamente’.
Con ese
criterio, cualquier nación podría desembarcar en la Isla de Wight sin
inconvenientes pues según el criterio tan ‘sui generis’ expuesto por
Inglaterra, no sería una invasión a su patria.
Es más,
siendo toda Gran Bretaña una isla, participaría del mismo criterio.
Pero los
ingleses aman la igualdad y la orden de Aberdeen a Ouseley es que en caso de
usar la fuerza, ella sea repartida por igual con Francia. ¡ Es conmovedor como
reparten justicia e igualdad entre ellos mientras acuerdan invadir una nación
extranjera porque la misma no se ajusta a sus necesidades comerciales !.
-
“…Como puede ser justo y propio adoptar la misma
precaución, en caso de peligro, para las propiedades británicas, solamente,
dependerá del grado y extensión del riesgo y otras circunstancias del momento,
que es imposible anticipar.
En este punto, por tanto, debo decir a Usted que se guíe por su
propio juicio. Espera el gobierno de S. M. que ni el continuado rechazo del
general Rosas para aceptar términos, ni el todavía más improbable evento de una
resistencia activa de su parte, pueda hacer necesario recurrir al bloqueo de
Buenos Aires.
Los objetivos que se tienen en vista,
inmediatamente, la restauración de la paz y un gobierno tranquilo de la
República del Uruguay, el alejamiento de la presión sobre su capital, y la
reapertura de sus puertos al comercio europeo, pueden ser realizados sin tal medida
pero el gobierno de S. M. no consiente por sí mismo que las circunstancias
locales le fuercen para adoptarla; y si, por si acaso fracasan los demás
esfuerzos que se hacen para inclinar la paz, Usted está autorizado para sugerir
su adopción a su colega francés; dejando, como en el caso del auxilio a darse a
Montevideo, la ejecución al juicio y responsabilidad del comando naval.
Debe tenerse presente que en toda
circunstancia en que Usted pueda ser llevado a decretar el bloqueo de cualquier
punto de las riberas del Plata o sus tributarios, debe darse al comercio de los
buques neutrales con los puertos que no se hallen en los límites del distrito
bloqueado, toda suerte de estímulo compatible con el mantenimiento de tal
bloqueo.
Más el gobierno de S. M. no está preparado al
presente para recomendar que, en el evento que el general Rosas rehuse
reconocer la libre navegación de este único asunto, se ocupen los ríos con el
propósito de mantener la libertad de su navegación. al margen : No ocupar los
ríos por razón de mantener la libertad de navegación…”
Como pudo
leerse de las instrucciones en este párrafo dice Aberdeen que si las cosas se
ponen difíciles para las fuerzas europeas, y se vuelve necesario, pues habrá
que sitiar también Buenos Aires y todos los ríos interiores tributarios del
Plata de ambas orillas. ¡Claro, no nos vamos a quedar en ‘chiquitas’, como se
dice en criollo !)
-
“…En opinión del gobierno de S. M. es
deseable cuidar que el único gran propósito que se tiene en vista, se mantenga
tan distintamente como se pueda, sin enredarle con otras consideraciones, en
cuanto sea posible.
Al mismo tiempo, si se ofrece una oportunidad
de promover cualquier objetivo importante, si acaso se presenta colateralmente
por sí misma tal oportunidad, por ejemplo ofreciendo la navegación de los ríos,
al restaurar la paz en sus riberas los gobiernos de Corrientes y Entre Ríos, no
necesito decirle que será vuestro deber sacar de esto ventaja, con su mejor
habilidad.
Está Usted, ahora, en posesión de las miras
generales del gobierno de S. M., acerca de los asuntos en que tendrá que
actuar.
Pueden ocurrir incidentes para los cuales
estas instrucciones no provean específicamente; y respecto de las cuales,
hallándose Usted tan alejado de la patria, deberá actuar necesariamente bajo su
propia responsabilidad; más el conocimiento que habrá tenido oportunidad de
adquirir personalmente de los sentimientos de los gobiernos, le capacitarán,
sin duda, para cumpir sus intenciones, bajo cualquier circunstancia que pueda
surgir.
Si Usted encontrase, sin duda —lo que el
gobierno de S. M. se inclina a aceptar como probable— que la ciudad de
Montevideo ha caído en manos del general Oribe, antes de vuestra llegada al Rio
de la Plata, la instrucción anterior no podrá ser aplicada en su mayor parte.
Empero, mientras Usted pueda recibir
directivas adaptadas a las circunstancias que hayan tenido lugar a raíz de tal
evento, Usted recordará que, como establecí anteriormente el principal objeto
que tiene en vista el gobierno de S. M,
es la preservación de la independencia del Uruguay; y que, en
consecuencia, una tentativa del general Oribe o de cualquier otro individuo u
partido para sostenerse en el poder con la presencia de las tropas de Buenos
Aires en Montevideo, como sería una flagrante violación de tal independencia,
pueden forzar al gobierno de S. M., si esto persiste, a la necesidad de una
interferencia activa.
Solo me queda añadir que será uno de vuestros
más importantes deberes mantener un entendimiento cordial, en todos los puntos,
con el ministro francés en Buenos Aires, y contribuir con todos los medios a
vuestro alcance en promover idénticos sentimientos entre los oficiales navales
de ambos países. Soy, etc. [Public Record Office. F.O. 6/102.] (Fdo.) ABERDEEN”
En este
último párrafo debe el inglés y francés intentar que el único objetivo parezca
la ‘independencia’ de Montevideo (claro, no vaya a darse cuenta uno que el
motivo es otro).
Por eso, si
se da la oportunidad de promover la
navegación libre de los ríos interiores, pues adelante!. Ya que en principio,
ese sería el segundo punto y objetivo final de los Imperios pero si se da la
oportunidad de hacerlo antes; mejor. Hay que ‘sacar de esto ventaja’ con habilidad.
Ahora bien,
advierte nuevamente Aberdeen que si cuando se está organizando todo resulta que
existen movimientos de Oribe para tomar Montevideo o si ya la ha tomado él o
cualquier otro, en ese caso ello podría “forzar
al gobierno de S. M., si esto persiste, a la necesidad de una interferencia
activa”.
Debemos
entender el mensaje: llegado ese caso la ‘interferencia
activa’ sería forzosa para Inglaterra, es decir, invadir todo lo que sea
necesario para el logro de sus objetivos finales. O sea, como se enseña, la
diplomacia no es más que la continuación de la guerra pero por otros medios.
Aunque, si la
diplomacia falla, siempre están los viejos métodos de la guerra material para
el logro de los fines buscados.
Hasta aquí la
carta de Aberdeen que muestra las reales intenciones de la injerencia británica
y francesa en nuestras tierras, tan alejadas de sus patrias, confesado todo por
ellos mismos.
Pero, Uds.
Saben: la garra del león británico y la altanería francesa – sobre toda ésta
última compitiendo con su socio de turno- no conocen límites.
Además,- y
esto es válido para toda las acciones de los ingleses y franceses en tierras extrañas-,
siempre se auto titulan como ‘mediadores’,
como se dijo arriba, cuando nadie les adjudicó tales títulos (se requieren por
lo menos dos partes que voluntariamente buscan una mediación o la aceptan y un
temario en común a tratar).
Por el
contrario, demostraron en los hechos cuyas documentaciones lo avalan, que sus
acciones y discursos altisonantes son lisa y llanamente declaraciones de guerra
contra nuestra Confederación Argentina soslayando, además, lo que originó todo
este entuerto: el golpe de estado de Rivera en Octubre de 1838 contra el
gobierno legítimamente constituido de Oribe, lo cual, como dije, no es ni
mencionado en ningún pasaje de los documentos que a lo largo del tiempo y hasta
el derrocamiento de Oribe y Rosas se leen en las cartas de los diplomáticos y
militares europeos.
Si hubiera habido
una mediación válida sería aquella que llevare a recuperar la presidencia de la
Banda Oriental a Manuel Oribe. Y si, en tal caso, el pueblo Oriental quisiera
reincorporarse a la Confederación Argentina, sería un tema absolutamente
privativo de dicho pueblo y gobierno sin derecho alguno a opinar ni menos,
mezclarse en tales asuntos, los europeos o brasileños.
Paralelamente
a las instrucciones de Aberdeen a Ouseley, los franceses a través de Guizot le
daba órdenes similares al Barón Deffaudis por carta del
22 de Marzo de 1845 indicando que todos
sus movimientos estarían en sintonía con los otros ocultos y silenciosos
interesados en derrotar a Rosas: los brasileños.
“….En
primer lugar V. irá a Rio de Janeiro, con el fin de informar de su viaje al
gobierno del Emperador del Brasil. Porque en verdad, las comunicaciones del
Gabinete brasilero representado por el Sr. Vizconde de Abrantes, sobre la
cuestión del Plata, son las que han decidido a los Gobiernos de Francia y de
Inglaterra, que se ocupaban ya, en las dificultades de aquella situación, y que
estaban resueltos á tomarla en seria consideración, a adoptar definitivamente
la determinación de intervenir en común”
A parte de la
hipocresía los franceses suman a su perfidia, la mentira cruda. Y el ‘complot’ que no quieren ver los
liberales…
Le dicen a su
funcionario que deben hacerle ver a Rosas que debe ceder voluntariamente,
además, porque su acción ‘es condenada
por todo el mundo’.
La mentira
está dada justamente por lo contrario: todo el planeta aplaudía calurosamente
la hidalguía de Rosas y lo comenzaban a llamar el ‘Gran Americano’ comparándolo
con George Washington, tal como nos acerca Bracht y Barrese:
Andrés Bello,
refiriéndose a la persona de Rosas, expresó: "su conducta en la gran cuestión americana le coloca, a mi juicio,
en uno de los lugares más distinguidos entre los grandes hombres de
América"
Enumeran los
medios que ensalzaban a Rosas, entre otros, los siguientes: New York Herald,
The Morning Courrier, New York Enquirer, The New York Journal Commerce, The
Daily Union, The Advertiser, de Estados Unidos. El Guaycurú de Bahía, El Diario
O Publicador Minheiro, El Brado de Amazonas, El Centinela de la Monarquía, de
Brasil. The Morning Chronicle, de Inglaterra; Le Courrier du Havre, Gazette de
Commerce, Le Journal des Débats, de Francia; El Tiempo El Diario y El
Americano, de Chile, etc.; en Saldías, A.; Historia ... -Págs. 56, 57, 71, 72 y
73. Lynch, J.; op. cit. - Dad 276.
Los ingleses
y franceses en un afán desesperado de inculcar brío a las acciones de sus
marinos en el Plata, no trepidaban en falsear las noticias de los pueblos de
todo el mundo en su apoyo a la lucha de Rosas.
Continuando
con las instrucciones de Guizot a Deffaudis, el primero le da ellas en forma
precisa y detallada, sin eufemismos:
“Hasta ahora, Sr. Barón, solo he hablado a V.
de los casos en que las partes beligerantes puedan aceptar voluntariamente la
mediación de V.des., aun después de alguna vacilación. No es, en efecto, muy probable que ambos
resistan las amistosas observaciones que está V. encargado de hacerles. Sin
embargo, si hallase V. una oposición inconquistable, está V. autorizado para
recurrir al empleo de la fuerza. Dirigirá V. al mismo tiempo á los dos
Gobiernos una invitación firmada por el Sr. Ouseley y por V.; y sí, en cierto
término dado, uno de ellos no ha consentido en sujetarse á esa invitación, dará
V. aviso al Sr. Almirante Lainé, Comandante delas fuerzas navales francesas en
el Plata, quien tomará, de concierto con el Comandante de las fuerzas navales
de S.M.B., las medidas que se crean necesarias contra el beligerante obstinado.
Las escuadras combinadas ocuparán los ríos, si es necesario. y establecerán un
bloqueo efectivo en cualquiera de las dos márgenes del Plata; pero se ordena á
los dos Almirantes, que no empleen otros medios que los marítimos, que se han
creído suficientes, y que no hagan otro ningún desembarco, que la ocupación
temporaria de la Isla de Martin García, o cualquiera otra demostración de la
misma clase útil á las operaciones marítimas”.
Puntualmente
le indica el uso de la fuerza en caso de que Rosas no se allane. Ese uso de la
fuerza se hará en común acuerdo con la flota inglesa, ocupando los ríos y
bloqueando las costas pero no desembarcando salvo en la isla Martín García o,
siendo necesario, o donde sea si se considera útil.
Las extensas
recomendaciones finalizan diciéndole a su subordinado que el tema económico
–para los europeos- es primordial, lo que lleva a que el tema o conflicto entre
Rosas y Montevideo tiene relevancia para ellos solo por sus necesidades de
abrir le comercio a las manufacturas.
Además, se
deja abierta la posibilidad de que se les conceda posesión definitiva de
territorio: “….Está expresamente
convenido entre los dos Gobiernos de Francia y de Inglaterra que ni el uno ni
el otro procurarán obtener, en consecuencia de esta mediador, concesión ninguna
de territorio ni otra ventaja separada”. Esto significa, que en forma
conjunta ambos países, los franceses no lo descartan.
Lo que
querían (Ellauri, Varela, etc), además, era que se lograra la desmembración de
nuestro territorio para formarse un nuevo Estado con la Banda Oriental,
Paraguay, Corrientes y Entre Ríos. Esto último era tan cobarde, tan obsceno que
hasta el propio Gral. Paz se opuso.
El 26 de Junio de 1845 y ante el estancamiento de los
hechos, la alianza franco-inglesa toma nota de la inutilidad de negociar con
Rosas. El inglés Ouseley le escribe a su superior Lord Aberdeen admitiendo la
derrota diplomática:
"hay (...) poca esperanza de obtener
nuestra meta con el Gral. Rosas sin recurrir a la fuerza, y en ese caso,
debemos esperar una prolongada y obstinada resistencia". Ya se
presagiaba San Martin, con su consabida visión que hizo pública en el mundo. Parece
que no lo vieron así en su momento la ‘entente’
franco-inglesa.
Ouseley le
escribe nuevamente a Aberdeen el 19 de Octubre de 1845.
Un día antes del comienzo de las acciones en la Vuelta de Obligado, aunque ya
Garibaldi había desembarcado y tomado la Isla Martín García, manifestando lo
que habíamos dicho:.
"La paz sólo puede ser restablecida de
manera sólida y ventajosa y se podrá tener fe en la prosperidad de estos países
mediante la caída del Gral. Rosas. Si el gobierno de S.M. decide continuar las
medidas coercitivas que la conducta de Rosas nos ha obligado ya a adoptar, no
deberá perderse tiempo alguno en hacerlas rápidamente decisivas. La manera más
efectiva de actuar sería declarar la guerra al Gral. Rosas" .
Es una constante
francesa e inglesa: cuando no se logra los fines con modos supuestamente
civilizados, los anglo-franceses muestran su peor cara y se sacan las máscaras
exponiendo todas sus crudas intenciones colonizadoras. Esto se logra, no con
mediaciones, o intervenciones sino lisa y llanamente con el derrocamiento de
Rosas.
Ya la máscara
de la ‘mediación’ no es creíble
entonces solo la guerra podrá ser el medio de obtener, en forma directa, los
objetivos de ocupación del territorio y fragmentación del mismo, puesto que los
nativos sumisos se encuentran fuera del territorio y no pueden operar desde
adentro
La entente no
era solo francesa-inglesa-brasileña y Unitaria. Se sumaban los mercenarios como
Garibaldi que a sangre y fuego robaba, mataba y violaba en nuestras costas. Tan
así que hasta los propios ‘socios’ se preocupaban por la ‘imagen’ que estaban
dando, luego del estropicio anárquico que estaba desarrollando en Gualeguaychú
otras localidades el italiano.
En tal
sentido dijo con un aire de preocupación José Luis Bustamante, porteño pero
secretario de Fructuoso Rivera le dice a éste por carta del 2 de Noviembre de 1845: "Garibaldi dice que no puede contener la gente que lleva. Esta marcha
nos desacreditará mucho". En el mundo la agresión ya los está
desacreditando hace tiempo.
Finalmente se
produce la invasión de las flotas inglesas y
francesas en el Rio de la Plata y el rio Paraná, El 20
de Noviembre de 1845 será una fecha imborrable para nuestra patria.
Finalmente los franco-ingleses lograr pasar. Será una victoria pírrica.
Ya ha
sucedido las batallas de Vuelta de Obligado y las que han seguido a lo largo
del Paraná en Noviembre de 1845. Los británicos y franceses se han dado cuenta
que no somos ‘empanadas listas para
engullir con solo abrir la boca’ como decía San Martín que mencionamos en
uno párrafo anterior. Y ahora tratan de salir del atolladero de la mejor manera
posible.
Nos enteramos
que el Brasil había sido ‘invitado’
(sic) a participar en las batallas de Vuelta de Obligado en 1845, pero que
supuestamente ‘ofendidos’ rechazaron la propuesta.
Entendemos
que en realidad a los brasileños el ‘sentirse
ofendidos’ les hubiera durado poco
si hubiesen estado preparados, en aquellos tiempos, para atacar a la
Confederación Argentina, más poderosa en esos años.
Ellos sabían
inteligentemente, que debían esperar otra oportunidad con otros socios necesariamente
provenientes del riñón de la Confederación lo cual tendría un doble efecto: por
un lado achicar la cantidad de soldados de la Confederación Argentina
desarmando sus fuerzas; y por el otro, engrandecer sus propias tropas con la
incorporación de éstos. Urquiza sería en el futuro, el elemento que lo
facilitaría. Jugada maestra de la diplomacia brasileña.
Cuando llegó
el momento Brasil ‘tomó el lugar de
Inglaterra’ en la batalla sin fin contra la Confederación Argentina, como
lo confiesan una vez más, los ingleses.
El 28 de Diciembre de 1845 Lord Aberdeen le escribe a Sir
Robert Peel diciéndole que se han metido en un problema del que no saben cómo
salir con ‘honor’ y que la culpa la tienen los funcionarios que no le
informaron correctamente de la situación, diciendo “es hora claro que sin tropas nada efectivo puede hacerse. Las
operaciones navales, solamente, serán muy tediosas e inciertas infligiendo a la
par grave perjuicio a nuestras mercaderías y al comercio ingles…la cosa
esencial, ahora, ello no obstante, es llevar a este asunto a una terminación lo
más rápidamente posible, condigna con nuestro honor y crédito…”
Nada dice ni
parece importarle la supuesta independencia y libertad de Montevideo; lo único
que le importa a Aberdeen es los negocios y el comercio propio en estas tierras
y por tanto, deben terminar ‘rápidamente’
(sic) con todo esto con un honor y crédito que –en realidad- los ingleses nunca
tuvieron.
Lo que los
políticos y funcionarios de los grandes imperios desconocen es que las naciones
nunca los ven como naciones con ‘honor’
y ‘crédito’, como ellos presuponen.
Parecería que
sí, pero el trato que así lo parece es en realidad producto o consecuencia del
temor que inspiran por su capacidad militar o como consecuencia de venderse
quienes gobiernan a dichas naciones, a sus políticas por dinero.
Debemos
insistir que, en lo tocante al tema de este trabajo; esto es, la injerencia
británica, francesa e inglesa en nuestra política interna, nos atenemos casi en
totalidad a documentación emanada de los protagonistas imperiales, no vaya a
ser que si ponemos algún documento en primera persona emanado de funcionarios y
militares patriotas de nuestra Confederación se nos acuse de que los mismos son
inválidos como probanzas por ser parciales y tendenciosos.
Ya desde la
década de 1840 Urquiza venía pergeñando lentamente su traición. Como nos hace
saber el historiador Diego Luis Molinari, "
El Imperio esclavista no vaciló en suministrar oro, armas y soldados esclavos,
para que el Paraguay, Corrientes, Entre Ríos y el gobierno de Montevideo
entrasen en la coalición…Las generaciones argentinas se pasmarán frente al
conocimiento de la documentación irrefragable que demuestra cómo, en 1846, se
quiso destruir la unidad territorial de nuestra patria, constituyendo estados
minúsculos y serviles. Urquiza no era extraño a esta combinación, porque era
uno de los elementos principales de la misma. El gabinete imperial pudo, en
consecuencia, orientarse sobre la base de la posibilidad de una alianza entre
el Paraguay, Corrientes, Entre Ríos y los hombres de Montevideo”.
Por supuesto,
los ingleses sabían plenamente que se iba organizando la traición –a fuego
lento- de Urquiza y Garzón.
Se produce un
acelerado intercambio epistolar entre los militares y diplomáticos franceses e
inglesas que se vio reflejado en las columnas del diario ‘The Times’.
Aquí algunos
párrafos en los que se ensalzan las acciones bélicas en pos de la ‘Libertad’ y
el ‘Comercio’ abriendo a la fuerza los ríos interiores de nuestra nación a los
buques repletos de mercaderías manufacturadas.
Dice ‘The Times’ el 21
de Enero de 1846:
“Los inmensos beneficios que resulten del
comercio serían por sí solos suficiente compensación por la continuada
ocupación de territorio montevideano por las tropas de Rosas; y se hacía cada
día más evidente que los métodos tan eficazmente usados por los ministros de
Inglaterra Francia, apelando a las necesidades comerciales de las poblaciones
nativas de estos ricos países, serían mucho más efectivos que las armas, y en
cierta forma más consistentes con el progreso de la civilización, en lograr el
derrocamiento del sistema anti-comercial del General Rosas”.
Es otra
muestra más de cómo las potencias imperiales, con apoyo del Unitarismo de ambos
lados del Rio de la Plata, se entregaban al saqueo y muerte en nuestras costas,
mientras, en la isla Martin García los buques comerciales se aprestaban a
introducirse en nuestras aguas con sus manufacturas a fin de destruir –‘dumping’ mediante- nuestras incipientes
industrias. Los buques militares abrían el camino a la ‘felicidad’, a la ‘paz’,
al ‘progreso’ que traían con forma de mercancías los buques comerciales
franco-ingleses.
La falsía
está en que los ingleses mencionaban “Los
inmensos beneficios que resulten del comercio las necesidades comerciales de
las poblaciones nativas”. En realidad, la mentira oscura es que se estaban
refiriendo, hipócritamente, a SUS propias necesidades comerciales de sacarse de
encima cuanto antes el exceso de manufacturas que no podían colocar en el
continente europeo a través de sus testaferros americanos siempre dispuestos a
hambrear su paisanos por unos ‘denarios’.
Pero para comienzo del año 1846 la cuestión se estaba poniendo
espesa para los ingleses y franceses. No fue un paseo como pensaban ellos. Los
comerciantes ingleses en Buenos Aires se quejaban de que las acciones bélicas y
el bloqueo los estaban perjudicando.
Ante ello el
Vizconde Palmerston –oposición en la Cámara de los Lores inglesa- lo interpela
el 23 de Marzo de 1846 al primer ministro Robert
Peels y le pregunta, y se pregunta:
"Todos sabemos que el comercio inglés ha
sufrido considerable-mente con motivo de las medidas adoptadas por el gobierno
inglés para poner término a la guerra entre Buenos Aires y Montevideo. El
lenguaje del gobierno cuando se le ha interrogado sobre estos negocios ha sido
de paz; pero los actos de nuestras autoridades en aquellos puntos han sido
ciertamente actos de guerra. En primer lugar un bloqueo; en segundo lugar
desembarcaron fuer-zas inglesas en territorio argentino y asaltaron baterías;
hubo después captura de buques de guerra argentinos, y un aviso para la venta
de esos buques como tomados en una guerra. Quiero saber, pues, si estamos
actualmente en guerra o no estamos con Buenos Aires. Si estamos en guerra con
Buenos Aires, este hecho no se ha comunicado. Si estamos en paz con Buenos
Aíres ¿cómo pueden conciliarse esas medidas de guerra? ¿Las ha aprobado Su
Majestad?"
Ante ello
Peel contesta con evasivas o términos poco claros: dice que no están en guerra
pero a la vez promete que se va a restablecer la paz, lo que es una
contradicción en sus propios términos.
Igualmente
los ingleses y franceses empiezan a ‘abrir el paraguas’: sus intervenciones en
el Plata son obvias pero ellos aducen que todo se comenzó a gestar por ‘culpa’
del Brasil:
El día 15 de enero de 1846 Guizot dijo en la Cámara de los
Pares francesa: "Algunos sienten que
la iniciativa en esta cuestión hubiera sido tomada por el gobierno inglés. Para
hablar con propiedad, nadie tomó la iniciativa sino el Brasil. El fue quien
volvió a agitar la cuestión en Europa”.
El 23 de Marzo de
1846, Roberto Peel repetía en la Cámara de los Lores de Inglaterra: «En
1844 el gobierno brasileño pidió un esfuerzo de parte de Francia y de la
Inglaterra para intervenir.»
Esto fue
publicado en detalle por la Gaceta Mercantíl años después (el 20-12-50), para
demostrar el contubernio e injerencias de Brasil, Francia e Inglaterra en los
asuntos y políticas del Plata.
El reemplazo
de Palmerston por Aberdeen llevó al endurecimiento de la política exterior
británica. En 1846 consignaba Aberdeen:
"Después de derramar mucha sangre, le
hemos dado al General Rosas justos motivos de quejas contra nosotros".
Aberdeen
ordena a Ouseley retirar los barcos del bloqueo en el Plata y el Paraná,
diciendo al gobierno de Buenos Aires, insólitamente, que ellos nunca ordenaron
el bloqueo y que Ouseley no siguió órdenes del gobierno de su Majestad.
Esto no es
así. Falso de toda falsedad.
Entendamos el
comportamiento usual de los ingleses: cuando atacan a una nación extranjera si
triunfan, todo se cumplió según las órdenes dadas. Si el ataque fracasa pues
bien, el gobierno inglés pide las disculpas del caso y dice que el gobierno
inglés no ordenó ataque o bloqueo alguno y lo que sucedió es que se hizo por
propia iniciativa de los militares bloqueadores o atacantes a los cuales no se
les dio dichas órdenes. Es el modo habitual de operar de los imperios queriendo
quedar siempre bien parados.
Claramente lo
resumen Bracht y Barrese: “La duplicidad,
no exenta de contradicción, se observa también en Ia conducta de Aberdeen y
Guizot en lo referente a sus comisionados Ouseley y Deffaudis. En las
instrucciones a estos, los designan mediadores, dándoles su aprobación para el
use de la fuerza y así forzar Ia libre navegación,' ocupando militarmente
puntos estratégicos, ayudando a sostener al gobierno de Monte-video
(comprometido a una lucha con un país soberano), para luego, at ver que Ia
política de choque hacia Rosas no lograba exitosos efectos, reprimir y
desautorizar en 1846 a los comisiona-dos por haber puesto en práctica lo que
ellos mismos aprobaron”.
Como ya
dijimos, no hubo tal ‘mediación’ pues
ésta requiere la libre voluntad de acceder a la misma y los puntos a tratar
dependen de las partes y no del mediador que eventualmente puede sugerirlos
pero no son condicionantes. Fue una lisa y llana intervención política, primero
y luego, armada.
Este trabajo
nuestro, como venimos desarrollando, se basa en las propias confesiones
reservadas y documentadas de los protagonistas de aquellos imperios que se
entrometían militar, política y comercialmente en nuestra nación, violando
nuestra soberanía y nuestro poder de decisión sobre nuestra vida.
En este caso,
lo relativo a las defecciones de los rioplatenses, como Urquiza, Garzón y
otros, fueron por las subvencionadas del Imperio del Brasil.
Vayan aquí
algunos documentos que lo prueban, a pesar de que los liberales
pseudo-periodistas consideran ello una falsedad y una chicana política del
Revisionismo histórico:
“No había en Urquiza la pasta de un hombre de
Estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho,
traicionaba a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar
de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil
resolvió servirse de él; el general Osorio le conocía el lado flaco” (Joao
Pandiá Calógeras. “Formaçao histórica do Brasil” . JMR TVII.p117)
Honorio
Hermeto Carneiro Leao, jefe del partido gobernante brasileño, refiriéndose a
Urquiza: "¡Si, los millones con que
hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar en
Buenos Aires quería que le diese cien mil duros mensuales" (Oído por
Domingo F. Sarmiento al brasileño-Carta de Yungay).
Pero, dice
Hernán Brienza “lo cierto es que Benito
Chain, hombre de confianza del entrerriano, ya había sondeado —según escribió
Chevalier de Saint Robert, Secretario de Antoine Deffaudis, diplomático francés
en Sudamérica, en su libro ‘El general Rosas y la cuestión del Plata’— a los
embajadores de las potencias- sobre si éstas iban a jugar a fondo contra el
líder de la Confederación. De ser cierta esta versión, lejos estaría Urquiza de
ser un inocente idealista sino, por el contrario, un especulador nato, un
tiempista, un hombre que está esperando el momento de convertirse en el sucesor
de Rosas”
Manuel
Herrera y Obes, ministro de Relaciones Exteriores de Montevideo, asociado con
los unitarios argentinos, escribirá el 29 de febrero de 1848 a Andrés Lamas, representante del
Unitarismo Oriental en el Brasil,: “Si V.
calcula que el Imperio se prestará a la planificación de nuestros proyectos,
recomiendo a V. mucho la insistencia en que el Paraná sea el límite de la
República Argentina, y que, para obtenerlo, asuma el Brasil la iniciativa del
pensamiento en los próximos arreglos. Urquiza, téngalo usted por cierto, acepta
desde luego la proposición. Este arreglo era la base del convenio de Alcaraz.
Yo se lo garanto a usted. Desgraciadamente la conducta de los interventores
infundió creencias en Urquiza que trajeron discordia entre él y los Madariaga”.
Habiendo
acordado Francia e Inglaterra la paz con Rosas y la Confederación Argentina,
los Unitarios resentidos ante el acuerdo que sellaba para siempre la soberanía
en nuestra patria y ante la mirada del mundo que se deshacía en loas al ‘Gran
Americano’, miraban aquellos buscando la ayuda del Brasil ante la inminente
caída de Montevideo por parte de las fuerzas del presidente legítimo don Manuel
Oribe, y la segura reincorporación del Paraguay al seno de la Confederación,
que era cuestión de tiempo. Esto hizo que el Brasil no perdiera tiempo.
Así lo deja
ver el escritor brasileño Pedro Calmon en su ‘Historia de la Civilización Brasileña’ (Publicación del Ministerio
de Justicia e Instrucción Pública - Buenos Aires, 1937), dando una idea de la magnitud de la personalidad
internacional del dictador con estas enfáticas palabras: "Por el error extranjero, Rosas se había convertido en el mayor
criollo americano. Hacia él toda la
América del Sur volvía la mirada conmovida. Si necesitaran una espada pan
combatir al intruso, le convocarían a él, al caballero de la pampa. La estatura
titánica del dictador proyectaba una externsa sombra en el continente: tras los
riavíos del bloqueo tremolaba en el aire su poncho punzó".
Téngase
presente que no era un ‘rosista’ o un
Federal fanatizado quien hablaba así de Rosas.
Es de suponer
la tirria, la animadversión y odio que esto generaba en los Unitarios perjuros
que con las palabras ciertas del historiador brasileño, se les refregaba en la
cara, se ponía en evidencia, tácitamente, sus traiciones vergonzosas a la
patria, que no podían ocultar tras sus trajes de levita y sus solemnes declaraciones
huérfanas de sentido, los mal llamados ‘civilizados’.
Además, por
el lado de los ingleses, Robert Gore, a la sazón encargado de negocios ante el
gobierno de Montevideo, comenta los planes de aquellos, por nota de Mayo de 1848, donde
tambien, se toma el atrevimiento de sugerir (si esto no es injerencia, no sé
qué pueda serlo) quienes iban a ser gobernadores de la Banda Oriental cuando
cayesen Oribe y Rosas.
Queda
explicitado la confabulación, (‘El Plan’
-dixit) entre los ingleses (Gore, Howden), los hombres de Montevideo (Herrera),
Garzón y Urquiza y los brasileños. No decimos ‘complot’ en lugar de ‘plan’ porque para los liberales como
Perochena, no existió y está solo en el imaginario Revisionista.
“En una
conversación que tuve con el señor Herrera el 25 de mayo [1848] me manifestó un
proyecto que él y muchos otros tenían en vista y al que ya habían dado comienzo
de ejecución.
“El plan consiste en que Urquiza, General en
Jefe de la Federación Entre-Riana, que tenía bajo sus órdenes 18.000 hombres,
totalmente adictos, ya se hallaba lista cuando llegase el momento, para librar
a la República Oriental de la dominación argentina; lo secundará Garzón,
oriental, enemigo de Oribe por estar éste en conexión con Rosas.
“Garzón es un buen soldado, de considerable
talento, y que un despacho de Lord Howden anterior describe como persona
querida por todos los partidos. Este sería elegido presidente inmediatamente.
“Los brasileros, se dice, están dispuestos a
asistir desde Río Grande; y si Urquiza y los brasileros pasan al territorio
oriental desde el N. E. y simultáneamente se produce un levantamiento general
de los orientales, que están disgustados por la actitud de Oribe al retirar su
palabra a los comisionados cuando sus términos eran mucho mejores de lo que
podían esperarse, existiría probabilidad para expulsar a los argentinos que le
asisten en número de cerca de 6.000, rechazándolos hasta la Provincia de Buenos
Aires.
“Los efectos morales de este acontecimiento
quebrarían el poderío y sería el final del gobierno de Rosas.
“Consideraría este plan como utópico, si
acaso este tema no hubiese sido ex-puesto por el comodoro español Quesada, que
es enemigo de Herrera, y cuyos habituales buenos informes me habilitan para
prestar algún crédito a lo que me dice.
“Hay varias personalidades respetables del
partido de Oribe, desde que éste no cumplió con su promesa a los comisionados,
que están muy disgustados con él: Berro, el ministro del interior, Giró,
Acevedo, Antúnez, Pace ; los dos primeros son candidatos a la presidencia.
Estoy informado que Berro está dispuesto a abandonar a Oribe en la primera
oportunidad”. [Public Record Office. F.O., Montevideo (papeles
sueltos), 118/63.]”
Esta
confabulación ya de carácter internacional contra nuestra patria queda más
evidenciada el 29 de mayo de 1848 cuando en las
Cámaras del Janeiro –y en forma pública sin sonrojarse- dice Fernández Chavez,
comentando la posibilidad que Rio Grande do Sul se incorpore voluntariamente a
la Confederación Argentina:
“No es la Inglaterra quien puede hacer mal a
la República Argentina simplemente con sus escuadras; es el Brasil con su
ejército de tierra, es el Brasil con la alianza del Paraguay, alianza que él
debe fomentar por todos los medios no consintiendo jamás que ese Estado [Rio Grande
do Sul] forme parte de la Confederación
Argentina…. quien puede hacer más mal
a Rosas es el Brasil con los elementos de discordia que puede sembrar en el
seno de la República Argentina...; es preciso que esto sea conocido por el
país, y que el gobierno y la nación no retrocedan ante sus deberes...»
El medio es
el que se vislumbraba en el sentido de sembrar la discordia en la Confederación
y aprovechar de dicha situación para tentar al siempre oblicuo de Urquiza que
ya desde 1846 se lo tenía en la mira desde el Imperio para atraerlo, dinero
mediante, a su interés en derrocar a Rosas y a Oribe, incorporando a la Banda
Oriental a su territorio y desmembrando a la Confederación obteniendo la
libertad de navegación de los ríos tributarios del Plata. No estaban errados
los brasileños en sus proyectos. La injerencia del Brasil pasaba de ser
solapada a abierta.
En el mismo
sentido en Junio del mismo año (1848) el
legislador Jobim dice abiertamente que “No
entiendo que el Brasil no puede, sin mengua de su dignidad, sin compromiso de
los intereses nacionales, dejar de tomar una parte muy activa en el negocio del
Río de la Plata. No seré de parecer que vayamos a declarar la guerra a Buenos
Aires; pero así como existen fuerzas del Señor Dictador, Restaurador de las
Leyes, Rosas, en el Estado Oriental, nosotros para.defender los intereses de
los brasileños tenemos igual derecho a hacer entrar en el Estado Oriental una
fuerza, si no igual, al menos capaz de garantizar esos intereses».
Desembozadamente
confiesa los intereses del Brasil en los asuntos del Plata, los negocios y la
fuerza a utilizar en la Banda Oriental para proteger dichos intereses.
¿Qué
intereses puede tener el Brasil, sin que ello no implique inmiscuirse
expansivamente, en un territorio que de por sí le era hostil, y con intención
de sus habitantes demostrado en varias ocasiones a lo largo del tiempo de
querer pertenecer por naturaleza, cultura e idioma a los herederos del
Virreinato español en el sur siendo una misma comunidad, una unión de destino
en lo universal?
Ese ‘Talón de
Aquiles’, ese traidor del riñón de la Confederación era Urquiza. Los brasileños
se refregaban las manos. Era cuestión de esperar –y llenarle los bolsillos don
Justo José.
Al mismo
tiempo queda evidenciada la injerencia masónica en ciertos oficiales y jefes
militares brasileños que estorbaban las intenciones de acuerdo entre el Imperio
y la Confederación.
Asi lo hace
saber Guido en carta al Vizconde de Olinda el 19 de
Octubre de 1848:
“En la primera conferencia con el Sr.
vizconde de Olinda le indique, entre otras causas que entorpecían la ejecución
de la voluntad del gobierno, las logias masónicas en diferentes puntos de Rio
Grande, a las que perteneciendo algunos jefes y oficiales de ejército imperial,
se habían afiliado varios de los emigrados más notables. Le notar a S. E. que
esa fraternidad secreta oponía las principales trabas contra toda medida
administrativa o militar, y da lugar a las excursiones sanguinarias denunciadas
durante tanto tiempo por la legación argentina... S. E. me aseguro se dictarían
órdenes más perentorias para poner término a este estado de cosas, y anoche en
una visita que me hizo el Sr. Ministro volvió a asegurarme que escribirá
terminantemente sobre esto al Sr. General Andreas”.
No sabemos a
ciencia cierta cuán convencido estaba Guido de que el Vizconde de Olinda iba a
hacer los oficios necesarios para que los invasores y ladrones brasileños de
ganado y tierras en el norte de la Banda Oriental dejaran de hacer sus
excusiones allí. O si no era más que un mensaje por elevación hacia el Imperio
de que la Confederación estaba al tanto de todo ello hecho por los militares
masones.
Lo que sí fue
comprobable que las incursiones de los brasileños masones estaban coordinadas
con militares argentinos que estaban exiliados –entre ellos los hermanos
Madariaga, el Gral. Deheza, el Cnel. Chenaut, el Cnel. Manuel Hornos, (todos
reclutados por el líder de los cuatreros el Barón Jacuhy, contrabandista y masón
él también), y que vivían en la frontera de la Banda Oriental permitiendo estas
excursiones sanguinarias de los cuatreros riograndenses.
Desde Brasil,
como correa de transmisión de los intereses brasileños entre ese gobierno y los
intrusos de Montevideo, estaban Andrés Lamas como representante del Gobierno de
la Defensa (Montevideo) en Río de Janeiro, y en Montevideo Manuel Herrera y
Obes Ministro de Relación Exteriores del Gobierno de la Defensa. Montevideo en
esa época era una babel de extranjeros que tenían tomada la ciudad con el apoyo
militar y financiero del Brasil y Francia, más mercenarios y piratas venido de
todas partes del mundo.
Por ello en Enero de 1849, recién comenzado el año, el diario de
Thiers Le Constitutionelle – que no se resignaba al acuerdo de Francia con la
Confederación Argentina, decía: “El
Ministro de Brasil en París (Amaral) acaba de enviar una nota relativa a los
negocios del Plata... El gobierno brasileño declara su intención de rechazar
las agresiones del dictador de Buenos Aires... Reclama la asistencia de
Francia, y ofrece combinar su ataque con el nuestro. Se desea vivamente que el
gobierno de la República aproveche esta ocasión para concluir por un acto de
energia con Rosas.»
Ni Thiers, ni
el Gobierno de la Defensa ni el Brasil se resignaban y volvían a impulsar una y
otra vez la pelea contra nuestra nación inmiscuyéndose en nuestros asuntos.
El
22 de Junio de 1949 Herrera le escribe a José Longinos Ellauri, a la sazón
representante diplomático den Europa del Gobierno títere de la Defensa en cuya
carta expresa la miseria de su pensamiento y la entrega de su patria a manos
brasileñas:
Herrera desde
Montevideo le escribe a Ellauri anunciándole la buena nueva de la prórroga del
subsidio [francés]: “… No dudes que
Urquíza está al acecho de la ocasión... Todo, en fin, está preparado: el Brasil
no espera sino que se le invite. No se espera sino que la Francia obre, y sin
más que moverse verá consumarse un espléndido triunfo, lleno de gloría y
provecho.»
Puede verse
la injerencia del Brasil, el pedido explícito y confeso del Gobierno de la Defensa
de Montevideo, simple peón de los intereses brasileños que utilizan a estos
parias de patria que no trepidan en traicionarla enajenando no solo el honor de
su tierra sino entregando parte de ella a la codicia expansiva brasileña a
cambio de dinero, armamento y dinero para sus propios bolsillos.
Estos que hoy
día son considerados próceres, prohombres según la ‘Historia Oficlal’ del
actual Uruguay, no eran más que mediocres y sobornados empleados de los
Imperios que corrían desesperados por dinero que les arrojaban en la cara
humillándolos, a cambio de la entrega absoluta de su patria.
Y como bien
dice la carta, ‘Urquiza está al acecho de
la ocasión’. Entre fenicios se entienden y la moneda de pago es la
independencia política, económica y territorial de la Banda Oriental y –si se
podía- también de la Mesopotamia.
La postura de
Urquiza la hace saber el Encargado de Negocios británico en Montevideo, Robert
Gore a Lord Palmerston por carta privada el 22 de Mayo
de 1850:
“Me ha sido comunicado confidencialmente que
Pimienta Bueno el nuevo presidente de tal Provincia de Río Grande, dispone de
treinta mil libras esterlinas suministradas por el gobierno imperial a fin de
sobornar a Urquiza, gobernador de Entre Ríos, para que se una al plan de
derrocamiento del general Rosas, y que si esta suma no es considerada
suficiente, el gobierno brasilero está dispuesto a adelantar el doble de la
misma, si es necesario…”
Soborno,
dinero a raudales, sumas interminables que drenaban de las manos de los banqueros del Imperio a las
manos del codicioso y ‘Judas’ de Urquiza.
Nótese la
injerencia reconocida del Gobierno del Brasil en nuestros asuntos internos, sin
eufemismos, sin disimulo. Y –algo importante- queda manifiestamente establecido que no será una guerra civil en
el seno de Confederación sino una guerra de una potencia extranjera (‘que Urquiza se una al plan’ [el plan
brasileño]) contra nuestra nación, intentando que Urquiza se ‘una’ a dicha operación organizada y
dirigida por el Imperio.
Recordemos
que primeramente los brasileños se conformaban con que Urquiza se declarara
neutral ante el ataque brasileño contra Oribe y Rosas, pero luego Urquiza fue
por más y aceptó actuar militarmente y dio más de lo que los brasileños
esperaban. El dinero era mucho, parece….
Lamas en una
nota reservadísima del 23 de julio de 1850 a su
gobierno, le dice sin eufemismos: "Metidos
en esta vereda (de provocaciones), la política actual será más firme. Siendo
más firme, las cuestiones con Rosas se agriarán, y créalo usted habrá interés
en agriarlas para justificar la responsabilidad (de la guerra). Créalo usted,
(estas provocaciones) han, de provocar la ruptura, pero de manera que aparezca
de parte de Rosas la agresión"
Dice Mariano
García: “La cooptación de Justo José de
Urquiza fue gestada por Benito Chaín y Antonio Cuyás y Sampère. El uruguayo
Chaín, era esposo de Narcisa Pacheco y Obes, hermana de Melchor. A su vez Chaín
era amigo de juventud del gobernador Urquiza. Él actuó como nexo siendo agente
confidencial del canciller Manuel Herrera y Obes. El otro agente intermediario
fue Cuyás y Sampère, el contacto que tuvo el gobernador entrerriano con Silva
Pontes, agente imperial en Montevideo”.
El Imperio
brasileño no escatimaba dinero para comprar lealtades. Cuando por los acuerdos
con Francia estos dejaron de subvencionar a los Unitarios de Montevideo, los
brasileños comenzaron a hacerlo, de tal forma el 7 de Agosto de 1850 Ireneo Evangelista de Sousa le
informa a ese otro gran traidor ‘brasileñista’ que fue Andres Lamas, a la sazón
representante de Montevideo en Rio de Janeiro, lo siguiente:
“Habiendo
suspendido el gobernó francés el pago de una parte del empréstito mensual con que auxilia al gobierno del Estado
Oriental del Uruguay, en la defensa de la noble causa que esta sustenta contra
la Confederación Argentina”, proponía mediante un empréstito, en
condiciones razonables, cubrir el déficit y se obligaba a entregar a Lamas, en
Rio de Janeiro, la cantidad de 12.000 pesos fuertes mensuales.
Vemos que el
Brasil no paraba en mientes entregando dinero a manos llenas y a todos los que
aceptaban su soborno, pero –y hay que remarcarlo- el dinero no era un ‘regalo’;
era un préstamo y ese préstamo había que devolverlo en algún momento cuando los
Unitarios de la Banda Oriental tomaran el poder, sea con dinero del Estado o
sea con tierras públicas. Dejo al lector que saque las conclusiones sobre esta
bochornosa nueva entrega del Unitarismo vergonzoso, en este caso, Oriental,
conjuntamente con los mercenarios contratados..
Otra
confesión de los ingleses respecto a la existencia de esos mercenarios en la
Banda Oriental a lo largo de los años, en especial Giuseppe Garibaldi, donde
desde San José el día 9 de Diciembre de 1850 Sir
William Gore Ouseley le dice a Lord Russel que “Mientras me desempeñé como ministro especial en Montevideo, estuve en
comunicación por cerca de dos años con este hombre ‘notable’ (sic)…. Para hacerla eficiente fue menester suplir a
Garibaldi con armas, municiones, artículos navales, o los medios para
procurárselos. La obligación de proveer a las necesidades de la flotilla de
Montevideo recaía sobre el comandante en jefe francés y en mí…Además, el pago
mensual a Garibaldi. —mitad del cual, por nuestro convenio, era pagado por el
gobierno francés-, y la supervisión de sus gastos, era de mi incumbencia.”
En Marzo de 1851 las cosas se van desenvolviendo cada vez
más rápido.
En una carta
que le escribe Manuel Herrera y Obes a Andrés Lamas el 12
de Marzo de dicho año en momentos que tanto los brasileños como los
Orientales ‘Colorados’ intentaban seducir a Urquiza para atraerlo a sus filas,
dice: “El hombre está decidido a unirse
con nosotros pero no quiere ni conviene que eso aparezca como una
traición... por consiguiente exige
aquello (el previo aviso de Brasil) y que se lo coloque en una posición
honrosa, buscándolo con la proposición de lo que el Brasil quiere obtener y se
propone hacer. En ella dice que se
apoyará para dirigirse a Rosas en términos que no le dejarán elección sino
entre perecer o ceder”.
El dinero de
las Banca brasileña (Buschenthal, Rothschild, Mauá) corría a en abundancia para
comprar las almas (y las espadas) de Urquiza y sus ad-láteres.
Urquiza tardó
en pronunciarse porque necesitaba la segura protección del Brasil según carta
de Paulino Soares de Souza a Pontes el 13 de Mayo de
1851. Como buen comerciante sabía que necesitaba un ‘seguro’ para tales
operaciones, (Extraído de ‘Vida do
Visconde de UruguaI’- Paulino José Soares de Souza- 1944- Cómpanhia Editora
Nacional- Sao Paulo, - Rio dé Janeiro).
El 16 de Mayo de 1851 Pontes envía al gobierno de su país
el proyecto del acuerdo entre el Imperio, la Provincia de Entre Ríos y los
Unitarios de Montevideo. Todo queda atado y sellado.
En dicha
misiva Pontes dice: “Parece que fueron
atendidas las bases indicadas por V.E.: rompimiento completo entre el
gobernador Urquiza y el general Rosas, expulsión de Oribe y de las tropas
argentinas fuera del territorio de la Republica y candidatura del General
Garzón”. Garzón, el otro traidor.
Adolfo D.
Loss, historiador ilustra la actividad de los mercenarios de origen alemán que
estaban en suelo brasileño y que acompañaban, una vez más, el expansionismo del
Imperio.
“Los
mercenarios alemanes integran el ejército comandado por el Conde Caxias como
artilleros, zapadores e infantes, que invadiría más tarde la Banda Oriental.
Producida la invasión, parte de la Legión permaneció con Caxias en Colonia, y
el resto se sumó a los 4.000 brasileños en los batallones 5º, 6º, 7º, 8º y 13º
que al mando de Marqués de Souza vengarían en Monte Caseros la derrota de
Ituzaingó.
Si bien en
forma presencial en el alzamiento de Urquiza participaron los soldados y
oficiales Correntinos, entrerrianos, los Orientales de la Comisión Argentina y
el Brasil, los ingleses no estaban ajenos entre bambalinas a todo ello.
Bien lo
explica el historiador Molinari cuando demuestra documentalmente que el plan
aliado era conocido por el diplomático Gore cuando el 2
de Julio de 1851 llegaron a
Montevideo desde Gualeguaychú (Entre
Ríos) el Almirante Grenfell, otro mercenario marino inglés al servicio del
Brasil, y el Ministro de Relaciones Exteriores de Montevideo (única zona de la
Banda Oriental ocupada por el Unitarismo fuerza de armas, extranjeros y dinero)
y le dicen a Gore:
"había asistido a varias reuniones en
Gualeguaychú, en que estuvieron presentes los generales Urquiza, Garzón y el
señor Herrera y Obes, en que se habrían combinado de la manera más
satisfactoria todos los planes relativos a la futura campaña; que en muy poco
tiempo más los generales Urquiza y Garzón cruzarían el rico Uruguay con el
ejército de Entre. Ríos, y que las fuerzas de Corrientes pasarían a Entre Ríos
para proteger esta provincia de las tropas de Rosas, al mismo tiempo que el
general Caxias cruzaría la frontera con el ejército brasilero, compuesto de
diez a doce mil hombre”.
Queda
evidenciado aquí que los ingleses estaban no solo informados de la proximidad
de la batalla, sino de cómo estaban organizados aquellos que se denominaban el
‘Ejercito Grande’, la cantidad de hombres, etc.
Y allí, los
ingleses se enteran que en las reuniones de Gualeguaychú, con total desenfado,
se encuentran el mil veces traidor Urquiza y Garzón con Herrera y Obes, el
Oriental.
Digamos, de
paso, que el eufemísticamente llamado ‘Ejercito Grande’ incluía un rejunte de
todo tipo de mercenarios que solo peleaban por el dinero que como se dijo,
corría interminablemente del lado brasileño. Había republicanos, monárquicos,
masones, Unitarios, Federales traidores, libre pensadores, católicos (como
Félix Frías), alemanes, corsos, genoveses, sardos.
Ahora bien,
los brasileños siguen con sus maquinaciones atando en sus compromisos a
Urquiza.
Es que el
Brasil no se confiaba en Urquiza puesto que si este traicionaba a Rosas bien
podía traicionarlos a ellos; después de todo sabían que lo que movía a Urquiza
era el dinero -al que insistentemente pedía al Brasil- y, de tal modo, nunca se
sabía que podía llegar a hacer. Lo dice puntualmente Caixas a Souza e Mello,
Ministro de Guerra del Brasil al cual informa el 20 de
Octubre de 1851:
“Urquiza es muy desconfiado y orgulloso,
cualquier negativa de nuestra parte lo irritaría considerablemente siendo él,
como Ud. sabe alguien a quien le falta poco para mudar de opinión de la noche a
la mañana. Hallándose hoy con un ejército fuerte con los refuerzos que recibe
de las tropas argentinas que se encontraron al mando de Oribe, no le sería muy
difícil arreglarse con Rosas mediante alguna concesión que éste le hiciese, y
volverse contra nosotros”.
Urquiza
esperó que Rosas le diese carta blanca para sus negocios particulares, como el
contrabando, contrariando los intereses nacionales y como esa ‘concesión’ nunca
llegó, Urquiza optó por el dinero ‘sucio’ del Brasil.
Contemporáneamente
el 24 de Octubre de 1851 Honorio va desde Rio de
Janeiro a Montevideo con instrucciones precisas para seguir sometiendo a la
Banda Oriental a sus designios expansionistas.
La injerencia
imperial iba hasta considerar la creación de un Estado de la Mesopotamia con
los Estados de Paraguay, Entre Ríos, Corrientes, Misiones ( o lo que quedaba de
ella pues la mayor parte se incorporaría de ‘Iure’ al Brasil que ya las poseía
de ‘Iuris’ desde hacía años usurpando territorio español). Claro, siempre y
cuando tuvieran la venia de Gran Bretaña..
Esas
instrucciones extensas y reservadas que luego se hicieron públicas, decían en
algunos de sus párrafos:
“Entenderse con el general Urquiza, saber
cuáles son sus planes y vistas a fin de prestarle correspondiente cooperación
para llevar adelante el movimiento que empezamos contra el gobernador de Buenos
Aires. »Observar mucho a Urquiza, procurar descubrir sus planes secretos cuando
los tuviera, y obtener de él garantías antes de que se haga independiente de
nuestra cooperación y auxilio. ….. Hará ver al gobierno Oriental la
conveniencia de proceder a la elección de un nuevo presidente, favoreciendo en
todo cuanto le fuera posible la candidatura del general Garzón. Empleará todos
los medios a su alcance para llevar al presidente del Uruguay a entrar en
nuestros propósitos, y acceder por tratados al sistema que adoptamos. Cooperar
con Urquiza en su movimiento sobre Santa Fe. V. E. comprenderá perfectamente
que, aun cuando cooperemos con Urquiza en esa tarea, no debe hacerse eso en
nuestro nombre y como por nuestra cuenta. Porque eso despertaría los celos y las
susceptibilidades de la raza española. Porque nos complicaría con Inglaterra.
Por eso conviene reducir nuestra cooperación a la simple prestación de cierto
número de hombres y material de guerra y evitar, o por lo menos reducir, cuanto
fuera posible, el auxilio y empleo de fuerzas marítimas en las cuales aparece
solamente nuestra bandera, que mucho nos podría embarazar y complicar con el
gobierno británico. La alianza con el Estado Oriental y con el Paraguay
establecería un equilibrio necesario, sirviendo de contrapeso para el caso en
que el general Urquiza alcanzara el poder de Rosas y manifestara vistas
ambiciosas”.
Las
instrucciones son muy claras: evitar quedar como ariete en la guerra contra la
Confederación Argentina apareciendo simplemente como ‘colaboradores’ de
Urquiza, no vaya a ser que su ‘patrón’ el Imperio mayor, Inglaterra, se enojase
o interpusiera objeciones al ataque que de tal modo aparecería como una guerra
internacional y no, como quería que apareciera Brasil, una lucha civil.
Además, si
Urquiza tomara el poder que dejase vacante Rosas, entonces el Brasil apuntaría
sus presiones para formar una alianza con el Estado Oriental y el
Paraguay….algo sería algo para el Imperio.
Es como se
dijo arriba, la proliferación de mercenarios de muchas naciones sucedió porque
el grupúsculo Unitario y masónico que dominaba Montevideo con el apoyo de
franceses, ingleses y brasileños no tenía casi Orientales nativos para
‘defender’ la ciudad porque todos estaban en la campaña unidos a Oribe.
Así lo
reconoce Honorio en un informe que eleva a su gobierno el 15 de Noviembre de 1851:
“El partido blanco es incontestablemente el
más numeroso, y al mismo tiempo el más rico en individuos que poseen una media
instrucción. La necesidad de transigir con el partido blanco es indeclinable, e
hija de las críticas circunstancia del país. Porque desdichadamente el partido
que defendió la plaza de Montevideo contra las fuerzas reunidas de Rosas y
Oribe representa una diminuta fracción, no contando a los extranjeros”.
O sea, los
representantes nativos de Montevideo eran solamente un rejunte pequeño de financistas
europeizantes, literatos desprendidos de la propia realidad de tu tierra. Una
babel de trasnochados, movidos por la codicia y el oropel.
Por ello
debían procurarse soldados de otros países…y por ingentes sumas de dinero;
claro, los mercenarios no son baratos, como el ‘prócer’ Garibaldi, un asesino
degollador de nuestros paisanos, niños y mujeres: y que hoy día nos preside en
un enorme y oprobioso monumento construido en su honor en la ciudad de Buenos
Aires; y que nos recuerda una y otra vez que seguimos siendo una colonia cuyos
jefes viven en el exterior y establecen la ‘historia oficial’ como dogma a
través de sus lacayos americanos que obedecen obedientes.
El 26 de Noviembre de 1851, Honorio dice llanamente que
el objetivo final es la caída de Rosas; ningun acuerdo con el mismo tendría
larga vida. El final necesario y deseado es la destrucción de Rosas. Y asi lo
informa en un documento de la fecha mencionada, ratificando que es necesario
que siempre aparezca la injerencia del Brasil muy esfumada e indirecta:
“El resultado que el Gobierno Imperial debe
sacar de la injerencia indirecta y que últimamente tomó en las cuestiones entre
los Estados del Plata, no alcanzarse sin la caída del gobernador don Juan
Manuel de Rosas. .Esta necesidad es hoy evidente después de tantos años de
decepciones, vejámenes, de inútiles sacrificios y de peligro siempre inminente
para el Imperio el primer deber de mí misión, y el único camino que debo seguir
para llegar a fines”.
El 17 de Diciembre de 1851 se producen escaramuzas en el
río Paraná, en ‘Tonelero’. Lo importante de este combate es que coherente con
la intención de aparecer en un segundo plano, los brasileños ante un dibujo del
evento hecho por el historiador Ladislau Dos Santos Titara (1801-1861)
(‘Memoria Do Grande Exército Alliado
Liberador Na Guerra de 1851-1852’
) en el que aparecen las banderas brasileñas en el combate, al militar y
escritor brasileño José María Sarobe en su obra ‘Urquiza’ le pareció que las banderas brasileñas demostraban la
injerencia evidente de Brasil en la caída de Rosas (siempre ocultada por
Urquiza en sus discursos), entonces fraudulentamente Sarobe las cambió por las
banderas argentinas.
Se acerca la
fecha de la batalla, estamos en el 26 de Diciembre de 1851 y por nota del cónsul
británico en Rio Grande do Sul, Mr. S. Morgan a Lord Palmerston, en la cual
comenta los ominosos 5 tratados entre el triunfante grupo montevideano a cargo
del ya gobierno absoluto de toda la Banda Oriental, a través del siempre traidor
y ‘filo-brasileño’ Andrés Lamas, con
el codicioso y agresor brasileño, luego de la defección de Oribe.
En las partes
pertinentes sobre las intenciones y proyectos del Brasil en estas tierras donde
se saca finalmente la máscara el gobierno Imperial, dice el Cónsul Mr. S.
Morgan:
“…La fuerte posición militar y fortaleza de
San Miguel, con territorio adjunto, cercano al Chuy, es cedido, también,
Brasil, tan lejos corno el río San Luis y se agrega, además, la adquisición de
media legua en la desembocadura del río Cebollati y Tacuarí.
“Estas tres últimas cesiones son las más
inicuas, pues están destinadas a formar una posición militar brasilera que
colocará, en cualquier momento, el todo de la parte norteña de la República,
adyacente al Atlántico, a merced del Imperio.
“Otra cesión de cerca de cien leguas
cuadradas se hace por la República, desde la fuente más meridional del río
Yaguarón, en línea recta hacía, el sur del Quarahim, cortando el Río Negro en
la desemboca-dura del San Luís, una de sus ramas occidentales. Esta demarcación
asegura al Imperio una frontera militar formidable, con gran daño y
debilitamiento de la República del Uruguay.
“El gobierno del Brasil nunca perdió de vista
esta cuestión de fronteras; y en toda su correspondencia diplomática con el
ministro de la Confederación Argentina en Río de Janeiro, ha procurado
persuadir al mundo que las dificultades y objeciones que han obstaculizado el
camino hacia el cumplimiento de términos del ‘Tratado Preliminar De Paz’ de
1828, han sido siempre promovidas por el gobierno de la Confederación.
“Sin embargo, se supo que para elegir el
momento que le fuese favorable, ha sido siempre muy solícito en excluir esta
cuestión fronteriza, mientras la República del Uruguay, destrozada por las
disensiones, era incapaz de afirmar y defender sus derechos…”.
“…La navegación del Uruguay es el primer paso
hacia la ob-tención de la misma en el Paraná, que el negociador brasileño Señor
Carneiro Leáo se esfuerza, evidentemente, en obtener para el Brasil (con
exclusión de toda bandera) en beneficio de la Provincia de Matto Grosso. Si
tiene éxito, el tráfico de cabotaje ha de caer en manos de los brasileros por
la facilidad que poseen de emplear esclavos que fácilmente se adiestran en la,
profesión marítima ; y, más aún, cuando por el tratado de Ex-tradición, la
República del Uruguay ya no puede más ofrecer asilo al pobre negro fugitivo….
“… Creo no equivocarme al decir que en países
donde todas las cuestiones políticas, durante cuarenta años, han sido resueltas
con el recurso a las armas, no es improbable que, por estos tratados, esta
porción de Sur América está tan lejos de obtener una paz como lo estaba hace
doce meses. Los sentimientos de la población hispana, de la que el gabinete
imperial ha obtenido ventajas, bajo la máscara de la amistad y la humanidad,
aprovechando sus discordias para conseguir concesiones indebidas, seguirán
siendo los mismos, como puedo asegurar a V.S., pues así sea el general Urquiza
o Rosas, el gobernante supremo en el Río de la Plata, en lo que al Brasil
concierne, no será más que un cambio de carácter bajo nuevas escenas y
decorados…”.
Extraemos de
esta carta la toma por parte del Imperio brasileño de sus tan soñadas tierras
del norte de la Banda Oriental, ratificando la usurpación hecha, ahora en forma
legal, sumada a las Misiones Orientales que de hecho ya las poseían; desde ese
momento, serán de ellos legalmente.
La conquista
de los ríos interiores del Uruguay y, proximante, la intención de tomar el río
Paraná bajo su dominio expansivo.
Que el
Brasil, aprovechando las discordias de los hispanos, lentamente y bajo una
actitud falsamente ‘amistosa’ esperaba la oportunidad de dar el zarpazo
logrando beneficios indebidos.
Bueno, pero es
lícito resaltar que Inglaterra (así como Francia) no estaba ajena a estas
discordias en el interior de las Provincias Unidas y luego en la Confederación
Argentina; es más, las alentaba permanentemente para el logro de sus fines
comerciales y, también, apoyando al Imperio luso-brasileño desde siempre
utilizándolo para sus fines y objetivos.
Si la paz
–como dice el diplomático- no se conseguía en estas tierras, era, en parte,
producto del azuzamiento de las contradicciones políticas en América del Sur
hechas por Inglaterra y Francia (‘Divide
e Impera’).
Contemporáneamente
y ya derrotado Oribe, en el mismo Diciembre de 1851 envía
una nota comentando la situación Saint Robert que era el adjunto del Director
Político de Relaciones Exteriores de franceses.
Describe
minuciosamente los hechos vividos y dice en uno de sus párrafos “…Es gracias a Francia, pues, solamente a
Francia, que ha persistido hasta el final en la salvaguarda de la independencia
de Montevideo, que se debe el éxito obtenido por el Brasil y sus aliados. Es
ella, únicamente —y el hecho es indiscutible— que ha dado a la coalición el
tiempo de formarse y culminar… Debe creerse, además que en medio de los
acontecimientos que se perfilan, entre ellos el de la libre navegación de los
ríos, se evidencia una consecuencia natural como para que adquieran lugar
considerable los intereses comerciales de Europa, sobre todo los de Francia, a
la, que no puede desconocerse equitativamente su parte en los acontecimientos
ocurridos, sea cual fuese el punto de vista desde el que se encare su
acción." [Francia, M.R.E.
Correspondance politique. Buenos Aires, Argentine. Vol. XXVII, ff. 291-294.]
Allí se
machaca una y otra vez que el éxito de Brasil en la Banda Oriental, se debe
únicamente a la salvaguardia de la ‘independencia’
(sic) de Montevideo (parece ser que los franceses se adjudican solo ellos la
salvaguardia dejando de lado en la consideración a sus socios, los ingleses) y
que los brasileños no podrían haber triunfado sin la acción ‘independentista’
en Montevideo de…..¡los franceses!. El contrasentido es tan abrumador que si no
fueran tan tristes las consecuencias que
hubo, lo dicho por el funcionario
francés, sería un paso de comedia.
Demás está de
agregar que los franceses también muestran la punta del ovillo al mencionar la
importancia comercial lograda con la libre navegación de los ríos interiores,
para ellos, claro.
Se llega a la
víspera de la batalla de Caseros. Gore informa a Palmerston por nota del 2 de Febrero de 1852 que los brasileños con ayuda del
siempre sobornado Urquiza, Garzón y Lamadrid (cuando no, ese consuetudinario
traidor a su patria), más los vapores anclados en Buenos Aires británicos,
franceses, españolas, suecos y sardos y los Unitarios de toda laya se prestan a
derrocar a Rosas.
Porque dígase
lo que se diga, los ingleses y franceses aportaron lo suyo en esta guerra
internacional; buques sitiando Buenos Aires es un claro ejemplo (‘Public Record Office. Foreing Oficce -6/167)
“La política insidiosa del Brasil es muy clara:
revolucionar estas comarcas y mantenerlas en un estado de guerra civil y
anarquía, que le asegure de un ataque y con la esperanza ulterior que, habiendo
por el momento diferido una guerra con la Confederación Argentina, el gobierno
del Brasil puede atender a la política interior del Imperio, y que sean
llamados a interferir para el arreglo de la paz en estos países, Gran Bretaña,
Francia o los Estados Unidos…..”
Finalmente
llegó la fecha del combate 3 de Febrero de 1852 ,
luego de algunas escaramuzas un par de días antes:
“El 3 de febrero, a
pesar de la deserción de los segundos tenientes Kaas y Malschitzki, que se
unieron a Rosas, le cabría brillante actuación a la fusilería mercenaria: con
modernas armas de tiro rápido y preciso producirían bajas en la artillería
argentina -comandada por el bravo coronel Martiniano Chilavert- que se
constituyó en el principal obstáculo de la Brigada Internacional”
Es claro que
Rosas, igualmente, se fue quedando solo. No solo estaban las injerencias de los
estados imperiales y de los Unitarios, sino que dentro de su propio gobierno
también tambaleaba la lealtad.
El 9 de Febrero de 1852, ya sucedido Caseros, el propio
embajador británico, Gore, le escribe incrédulamente a Lord Palmerston, primer
ministro británico:
“…Casi todos los jefes en quienes Rosas
confió se encuentran ahora al servicio de Urquiza. Son las mismas personas a
quienes a menudo escuché jurar devoción a la causa y persona del general Rosas.
Nunca hubo hombre tan traicionado. El secretario confidencial que copiaba sus
notas y despachos, nunca falló en enviar copias a Urquiza de todo lo que era
interesante o le interesaba conocer a este. Los jefes que mandaban la
vanguardia de Rosas, se hallan ahora al frente de distritos. Nunca fue tan
amplia la traición…”
Lo que prueba
que para el fin de su gobierno, los
leales por conciencia propia y patriotismo eran muy pocos (Terrero, Roxas y
Patrón, Felipe Arana, Antonino Reyes, Martiniano Chilavert, Pedro Díaz, Hilario
Lagos, Pascual Echague, Gerónimo Costa y pocos más) y que la mayoría de los que
Rosas tuvo a su lado tantos años, lo estaban por comodidad, por interés, o por
poder.
En dichas
clases se destacan algunos prohombres muy útiles para "el sistema del
imperialismo liberal". Ya sea porque inculcan la verdad revelada del
liberalismo económico en las cátedras universitarias, ya porque lo aplican
escrupulosamente desde los Ministerios de Hacienda, ya porque imponen a hacha y
martillo el sistema a toda la nación.
Es el caso de
Jargat Seth en Bengala y tantos de sus amigos que como se decía. "soñaban en Inglés". Del mismo modo,
el doctor Manuel J. García. Bernardino Rivadavia, el general Bartolomé Mitre en
la Argentina, o del Barón de Mauá en Brasil.
El libro del caudillo oriental Luis Alberto de Herrera es un
documento invalorable para entender el origen de la Banda Oriental como país
independiente (Uruguay) en el marco del proceso de balcanización de América
Latina y de la ingeniería británica que lo hizo posible.
Este libro fue el primero que demostró, documentadamente el
papel desempeñado por las ‘Foreign Office’ en la creación del Uruguay como Estado independiente. Y de
ese trabajo se concluye que al Uruguay no lo fundó Artigas sino Lord Ponsonby.
Y para ello
requirió la colaboración vernácula y brasileña como se ha probado con la
voluminosa documentación que aquí se acerca al lector:
Joao Pandá
Calógeras, político y periodista brasileño dijo sobre Urquiza en 1865 acerca de
sus habituales traiciones a su patria, que “…Corresponda esta adquisición al desarme del adversario, pues los
entrerrianos, óptimos y admirables jinetes, no formaban sino pobre infantería.
Y de esta manera Urquiza fue anulado como valor combatiente…No había en Urquiza
la pasta de un hombre de estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo
por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo
inofensivo. Urquiza, a pesar de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un
amor inmoderado…Brasil resolvió servirse de él; el general Osorio le conocía el
lado flaco”
Domingo
Faustino Sarmiento, había anunciado optimista la injerencia vital de los
imperios en nuestra política y en lo ya manifestado en el sentido que obligados
por éstos a venderles por unos pocos pesos la materia prima nuestra, ellos nos
devolvían manufacturados productos que se expandían por todo nuestro territorio
provocando la destrucción lenta de nuestras industrias incipientes: “La Europa nos proveerá, por largos siglos,
de sus artefactos, en cambio de nuestras materias primeras, y ella y nosotros
ganaremos en el cambio”.
Cuando Sarmiento dice que ‘ganaremos en el cambio’ no sabemos si se
refiere al grupo de los liberales centralistas empleados del capital inglés,
entre los que de algún modo es tributario el sanjuanino o si se refiere a la
nación implicando esto de parte del ‘gran educador’ un insulto y una humorada
sarcástica arrojada sobre la angustia y hambre de su pueblo en ese librito de
cuentos fantasioso escrito por él, al calor de las batallas políticas.
Una editorial
del diario ‘The Times’, sumamente
extenso del viernes 20 de Febrero de 1852, hace
un vívido resumen de la caída de Rosas y de los confesos intereses comerciales
europeos en que esto sucediese.
“Hace ya tiempo que nuestra atención no se
dirigía a los acontecimientos en el Río de la Plata, dado que sucedían hechos
de mayor importancia en Europa. y por el conocimiento que habíamos adquirido de
la intervención europea que no había tenido éxito en restaurar a ese país la
paz y la libertad del acceso comercial…”
La confesión
de los ingleses es diáfana: la intervención militar era y es no para asegurar
ninguna ‘libertad’ (sic) así en abstracto, sino para tener ellos la libertad
irrestricta de acceder al comercio bajo sus únicas leyes de intercambio.
“…La resistencia de la ciudad de Montevideo
contra un bloqueo de casi nueve años por el ejército argentino bajo ORIBE sólo
fue posible con la ayuda pecuniaria entregada por Francia a la República de la
Banda Oriental., y por el mantenimiento de las comunicaciones por mar. Al fin
llega el día del desenlace. El General URQUIZA, al frente de una fuerza
numerosa de la provincia de Entre Ríos, y con el respaldo de un destacamento
brasileño, marchó sobre Montevideo, y ORIBE fue obligado a levantar el bloqueo
sin pelear. Un nuevo tratado fue concluido entre el Imperio del Brasil y la
Banda Oriental, nuevamente restablecida su independencia. Las provincias de la
Confederación Argentina al norte del Plata se muestran decididas a deshacerse
del yugo del Dictador de Buenos Ayres, para abrir por fin sus magníficos ríos y
recursos naturales al comercio del mundo”..
Reconocen los
ingleses que la resistencia de Montevideo frente a todo el pueblo Oriental fue
posible con la ayuda pecuniaria de Francia y los grupos oligárquicos nativos
Orientales y ‘porteñistas’, subvencionados como empleados por las dádivas franceses
ya dichas. (¿Cómo, Lic. Perochena, es solo una visión ‘revisionista’ como ‘chivo expiatorio’ la intromisión
extranjera, como Ud. dice?).
“La Banda Oriental cuya independencia fue
objeto de nuestro propio país establecer y asegurar en 1828, a poco de la
emancipación de las colonias sudamericanas, fue oprimida e invadida por un
ejército argentino bajo el pretexto de solucionar los problemas internos de ese
Estado, pero en realidad con el propósito de destruir la competencia comercial
y el crédito de Montevideo…”
Reconocen los
ingleses que la independencia Oriental, que no era querida por el pueblo ‘artiguista’,
fue una maniobra política de ellos. (¿Aquí también, Lic. Perochena, fue un’
chivo expiatorio’, como Ud. dice, la intromisión extranjera?). Hubo claramente
reconocida dicha intromisión por los propios perpetradores.
“…y no tenemos duda que el gobierno brasileño
actuó con prudencia, así como con firmeza, al determinar de inmediato la
necesidad de repeler y quebrar el poder tan amenazador para sus provincias del
sur….Brasil sola no podía actuar con eficacia en el lugar. Fue en gran parte
debido a su solicitud que la atención de los gobiernos inglés y francés fue
dirigida al tema en 1844, y comenzó una activa operación….
Reconocen y
confiesan los ingleses que el ataque a nuestras fronteras allá en 1844, a
nuestras ríos interiores, fue ‘debido en
parte a la solicitud’ de los brasileños, siempre tan inteligentes
políticamente, tan patriotas, como tan cobardes…
“…Aunque nos regocijemos cordialmente por la
restauración de la independencia política y la libertad del intercambio
comercial en estos espléndidos países, que están tan bien adaptados para
recibir una numerosa población europea y para desarrollar varias importantes
ramas de comercio, es fundamental para estos objetivos que la paz se tome de la
mano con la libertad…”.
En
definitiva, queda manifiestamente establecido por propia confesión –más allá
que las pruebas fácilmente así lo indicaban- que la única libertad que les
interesaba a los ingleses y sus empleados nativos -devenidos en próceres de la
nación hoy día- era la libertad del intercambio comercial: nosotros por unos
pocos pesos les dábamos las materias primas y ellos nos devolvían los productos
manufacturados gracias a sus industrias, anulando nuestras artesanías e
industrias nacientes y con mucho esfuerzo, volviendo a nuestro pueblo, pobre,
miserable y hambriento, salvo aquellos que como intermediarios del puerto
oficiaban de correa de transmisión entre las ordenes de los Imperios y el
cumplimiento forzado de sus directivas.
En cuanto al
‘desarrollo de las ramas del comercio’
que dice el periódico en cuestión, se refiere a un desarrollo comercial
manejado por funcionarios ingleses, franceses e inclusive, brasileños, éstos
últimos a través de la Banca instalada en Rosario y Buenos Aires, luego de
Caseros, que era dependiente de los Rothschild europeos.
Es importante
citar a Raúl Scalabrini Ortiz, quien desmenuza inmejorablemente esta nefasta
intromisión, con números y cifras, sosteniendo de tal modo, lo confesado por
los propios protagonistas según los documentos transcriptos ('Recife - D:iliia
- Pará - Pôrto Alegre http://bdor.sibi.ufrj.br/handle/doc/329).
Pasados un
par de días de la marcha triunfal del ejército brasileño por las calles de
Buenos Aires -20 de Febrero de 1852- Honorio Hermeto
Carneiro Leao (Marqués del Paraná) envía
un informe confidencial donde
dice en un párrafo “el valor moral y
material de nuestra intervención ha sido reconocida por los porteños..” .
Otro informe mas donde se reconocen confesadamente por los Imperiales, su
intervención directa en la batalla de Caseros y el derrocamiento de su gobierno
legítimo.
Es mas, sin
la intromisión de los brasileños, Urquiza no se hubiera animado a combatir a
Rosas, del mismo modo que sin la intervención de Urquiza, los brasileños no se
hubieran animado a combatir a la Confederación Argentina y sus dos poderosos
ejércitos (el de Oribe y el del propio Urquiza):
El ‘Jornal
de Commercio’, periódico de Rio de Janeiro en un artículo del 24 de Febrero de 1852 comenta día a día lo sucedido en
la batalla de Caseros.
Allí dice en
un párrafo que “..As 9 horas o general
Urquiza percorrendo a linha de batalha, ao chegar á frente da nossa divisáo deu
vivas a S.M. o Imperados e á naçáo brazileira, que foráo correspondidos por
vivas á Republica Argentina e ao general Urquiza…”
Si bien esto
es incomprobable, y uno estaría propenso a creer que difícilmente Urquiza
pudiera llegar a tener un comportamiento tan rastrero, también es cierto que
nunca fue desmentido ni por él ni por nadie de su entorno o periódico alguno.
Según nos
trasmite el historiador Diego Luis Molinari, que se trataba de una guerra
internacional lo expresa.
Luego de la
batalla, sin ambages el diario citado ‘Jornal de Commercio’ en otros de sus párrafos, dice: “No hay una sola persona, un solo jefe de un ejército aliado, que no
confiese, y diga con entusiasmo que a la división brasileña se debe la victoria
lograda en los campos de Morón” ( Nao ha uma só pessoa, um só chefe de exercito
aliado, que deixe de confessar, e enthusiasmado dizer que á divisao brazileira
se debe a victora alcançada nos campos de Mouron”), lo que es más que creíble y sustenta aquello que era, a
todas luces, cierto: que la Batalla de Caseros o Morón, fue una guerra
internacional (lo que se prueba también con el hecho que los mejores oficiales
que lucharon a favor de su patria invadidas, fueron Unitarios como Martiniano
Chilavert y Pedro Díaz).
El 15 de Marzo de 1852 Sir
Woodbien Parish le escribe desde Londres a Addington, haciendo reflexiones
sobre lo acontecido en Caseros, sus causas y consecuencias.
“Mediante la creación de un Estado
independiente en el territorio tan largamente disputado, nos proponíamos la
separación de las partes con un territorio neutral intermedio, para prevenir la
posibilidad que entrasen en colisión; y para asegurar esto mayormente, existía
una estipulación expresa en la misma convención, que Gran Bretaña, como poder
mediador, tendría noticia con seis meses de anticipación de cualquier intención
de renovar las hostilidades.
“En violación o desprecio de estas
estipulaciones, como me parece, el Brasil ha puesto en marcha su ejército en la
Banda Oriental, prevaliéndose de la división de los partidos y la postración
del país, y de resultas ha celebrado algunos tratados con ciertos partidos que
parece le dan virtualmente un entero control sobre aquellos territorios,
ciertamente contrario a todas las miras que tuvimos cuando hicimos la paz con
Buenos Aires en 1828.
“Su objeto es, evidentemente, la vieja
historia —causa fructífera de tantas guerras en aquellas partes del mundo— de
obtener acceso a las aguas del Paraná, y abrir la navegación de aquel río, que
a primera vista aparece también favoreciendo a las potencias extranjeras — y
como tal se ofrece "ad captandum". Creo poder probar fácilmente que
es mucho mejor para nosotros que todo quede como está, en el presente estado de
esos que tenemos tanto derecho para desearlo como el que países, y poseemos
para abrir el Mississippi o el Missouri en N. América….”
Es un resumen
perfecto de las verdaderas intenciones inglesas, francesas y brasileñas en la
lucha contra la Confederación Argentina y los Orientales cuyo gobierno legal al
mando de Manuel Oribe, fue derrocado.
Se reconoce
la intención primigenia de Inglaterra de la creación de un ‘Estado-Tapón’ para que la Confederación
Argentina no tuviera potestad en las dos márgenes del Rio de la Plata; lo que
finalmente se consigue, primero con la obligada firma del tratado entre Dorrego
y el Imperio del Brasil y posteriormente, con la derrota de Oribe en la
antesala de la batalla de Caseros.
Para ello
contó el Imperio con la ayuda, confesada aquí por los ingleses, de los
Unitarios (‘ciertos partidos’) para
controlar los territorios de la Banda Oriental y de acceder, no solo a las
aguas del río Uruguay sino, y esto es lo grave que mucho se oculta, a las aguas
del Paraná.
Si bien
Inglaterra reconoce que Brasil viola acuerdos de paz en 1828, en definitiva,
ello favorece también a Inglaterra en sus negocios, por lo que –como puede leerse-
cuando a Inglaterra le conviene que las leyes no se apliquen, no trepida en
ignorarlos olímpicamente con su habitual doblez cuando de intereses comerciales
fraudulentos, se trata.(‘ Creo poder
probar fácilmente que es mucho mejor para nosotros que todo quede como está’).
Esto nos
muestra, por sus propias palabras, que la injerencia ‘por omisión’ también es un don del Imperio inglés.
Esto nos
muestra, por sus propias palabras, que la injerencia ‘por omisión’ también es un don del Imperio inglés.
El
5 de Abril de 1852, apagándose los bríos de Caseros y consumada ya la derrota
de nuestra nación y el despegue del Imperio brasileño e inglés en nuestras
decisiones políticas y económicas hasta el día de la fecha, el gobierno inglés
presenta un extensísimo ‘Memorándum’
sobre la misión de Mr. Gore Ouseley en el plata y la intervención
franco-inglesa durante los años 1845-46-47., cuyos párrafos respecto a los
objetivos buscados alientan una confirmación de las impugnaciones soberanas del
Gobierno del Restaurador de las Leyes, que no se equivocó en lo que buscaban
estas potencias extranjeras en nuestras tierras.
El citado
documento dice en una de sus partes que “las
instrucciones conjuntas de Lord Aberdeen y M. Guizot eran de lo más positivas
en cuanto resguardaban las preservaciones de la independencia de Montevideo…de
acuerdo con esto, el objeto principal de los esfuerzos de Mr. Ouseley, fue
prevenir que Montevideo cayese en manos de Rosas”.
El planteo es
falso: Montevideo no caía en manos de Rosas sino que caía en manos de su
legítimo, legal presidente derrocado por un golpe de Estado por Rivera,
curiosamente, apoyado en dicha situación por la propia Francia que había
vulnerado la independencia de la Banda Oriental que decía proteger. No se podía
pedir más duplicidad y falsía.
Cual piratas
(‘aprovechar cualquier oportunidad’)
los ingleses decían que si ‘eventualmente’
(¿?) se vieran compelidos a ‘ocupar’
(sic) las aguas del Paraná, debían hacerlo.
Bueno, eso era
necesario hacerlo porque ‘el bloqueo, lo
exigía’ (sic), como finalmente lo hicieron. Leamos el párrafo.
“Como las instrucciones decían que se
aprovechase cualquier oportunidad favorable "para asegurar la libertad de
navegación de los ríos tributarios del Río de la Plata" —y corno se
mencionaba que bajo ciertas contingencias existía la posibilidad que
"eventualmente nos viéramos compelidos a ocupar tales aguas con una fuerza
combinada"— y el bloqueo efectivo así lo exigía, se ocuparon, de conformidad,
las del Paraná”.
“Uno
de los grandes objetivos que tuvo presente Mr. Ouseley, y que no es muy
aventurado decir que tuvo la posibilidad de haberse logrado si se le hubiese
apoyado por el gobierno de S. M. fue establecer, no solamente en ambas orillas
del Plata, sí que también en las del Paraná, Estados separados, independientes
los unos de los otros. Entre otras razones fue esta la que él opuso sin desmayo
a las tratativas de anexión [virtual sino formal] de Montevideo, por el general
Rosas “
Puede verse
en el párrafo recién transcripto que los ingleses nos iluminan de sus
intenciones finales: no solo la creación de un ‘Estado-Tapón’ en la Banda Oriental, sino –y esto agrava más la
injerencia grosera- lograr la libre y total navegación de los ríos interiores,
las aguas del Rio de la Plata en sus ambas orillas combatiendo, según Ouseley,
las intenciones de Rosas de anexar Montevideo.
Ni Rosas ni
Oribe querían anexar Montevideo pues la ciudad era parte integrante de la Banda
Oriental y uno ‘anexa’ aquello que no le pertenece. Recordemos sobre esto
último que desde hacía años toda la Banda Oriental estaba gobernada por Oribe
en perfecto funcionamiento y con el apoyo del pueblo; solo quedaba Montevideo
sin tener control sobre dicho perqueño espacio territorial
Repetimos que
además de falsa la conclusión final, se nos revela la hipocresía una vez más
del imperio inglés, dando vuelta argumentos que realmente se le vuelven en
contra. Rosas no tuvieron nunca intenciones de anexar Montevideo sino devolver
su posesión requerida, buscada por su Presidente legal, Manuel Oribe que fue
duramente derrocado por Rivera y los propios franceses.
Como
transcribe el historiador Molinari, los únicos que, a la ciudad de Montevideo, ‘subvencionaron’ (sic) –giro lingüístico
para decir ‘sobornos’- desde el 1º de
Mayo al 31 de Diciembre de 1846 con la suma de 26.629:10:0 libras fueron los
ingleses (además de los franceses) (según confiesa el Forein Office en oficio al Treasury, del día 2 de Febrero de 1848).
Es que los
ingleses y franceses sabían positivamente que el triunfo de las armas de Oribe
originarían el apoyo popular, Federal, de la Banda Oriental que de tiempos
remotos no se resignaba a las invasiones lusitanas permanentes, a las
intromisiones de los franceses en su capital y al deseo perenne de pertenecer a
las Provincias Unidas y luego a la Confederación Argentina, como una provincia
más y de las más importantes. No lo dejaron. No nos dejaron.
Adentrándonos
más en el Memorándum, el mismo dice que “…Los
intereses del comercio europeo exigían perentoriamente que se resistiese a esta
pretensión, pues si Rosas hubiese conseguido dominar a la Banda Oriental y al
mismo tiempo mantener su poder sobre la otra orilla, habría conseguido dictar
sus términos al comercio foráneo, a menos que se emplease la fuerza.
De acuerdo con este principio Mr. Ouseley
echó los cimientos para la separación e independencia del Entre Ríos y
Corrientes, así fuese como una república o liga y alianza de Estados, ofensiva
y defensiva, con Montevideo, Paraguay y Bolivia.
Brasil fue invitado para que adhiriese; mas
ofendido, naturalmente, por el primer rechazo, se mantuvo aparte, aunque
amistoso para con esta coalición. Esto, de una vez por todas, habría dado
acceso libre a los ríos interiores [mediante un convenio ya preparado y en
Montevideo].
Por supuesto, al ser llamado Mr. G. Ouseley,
y revirtiéndose la política que seguía, cayó por tierra dicho plan. Brasil se
metió en el asunto y tomó el lugar de Inglaterra [previamente ocupado en esta
parte por Mr. Gore Ouseley], y ha producido resultados, similares en algunos
respectos a los que él propuso, en cuanto a lo atinente a los estados sur
americanos, más diferente y nada ventajoso en lo relativo a nuestros intereses;
sin embargo, se puede hacer mucho mediante una negociación juiciosa…”
Estos
párrafos, riquísimos en confesiones, nos llevan a ratificar lo que los hechos
habían demostrado una y otra vez:
Que las
intenciones de los franco-ingleses distaban lejos de cuestiones de libertad, de
independencia de la Banda Oriental, de injustas agresiones de Rosas sino simple
y llanamente ‘intereses del comercio
europeo’, porque si Rosas (en realidad, la Confederación Argentina, los
ingleses insisten en personalizar en un solo individuo lo que corresponde a la
nación toda, siendo ese individuo su justo y legítimo representante por el
apoyo del pueblo) hubiera triunfado, hubiera ‘conseguido dictar sus términos al comercio foráneo’; lo cual es
correcto porque el titular de un gobierno que ejerce soberanía sobre su tierra
es quien dicta los ‘términos al comercio
foráneo’.
Es como si se
dijera que no corresponde a los ingleses o franceses dictar las normas de
comercio sobre su nación, sino que deben ser dictadas por naciones foráneas.
Que es lo que impelen los franco-ingleses a que deje de hacerlo la
Confederación Argentina sobre su territorio o el gobierno legal Oriental de
Oribe, sobre el suyo.
Nuevamente
los ingleses confiesan sus injerencias en su imperecedera lucha contra los
hispanoamericanos, con aviesas intenciones de disgregar territorialmente a la
Confederación Argentina formando un nuevo Estado conformado por Entre Ríos,
Corrientes, la Banda Oriental, Paraguay y hasta Bolivia.
También, si
esto no es injerencia en asuntos extranjeros, queda poco o nulo espacio, para así
no considerarlo..
Hasta esta
altura el concepto de la Lic. Perochena, en el sentido que Inglaterra es un ‘chivo expiatorio’ de nuestra decadencia, se disuelve en meras
declamaciones adjetivadas sin sustento documental, típicas del liberalismo
nativo objeto de las ordenes de quienes (Ingleses, franceses, brasileños), son
sujetos confesos justamente, de las intromisiones en nuestro continente, a
cambio de dinero mediante.
Nos enteramos
que el Brasil había sido ‘invitado’
(sic) a participar en las batallas de Vuelta de Obligado en 1845, pero que
supuestamente ‘ofendidos’ rechazaron la propuesta.
Entendemos
que en realidad a los brasileños el ‘sentirse
ofendidos’ les hubiera durado poco
si hubiesen estado preparados, en aquellos tiempos, para atacar a la Confederación
Argentina, más poderosa en esos años.
Ellos sabían
inteligentemente, que debían esperar otra oportunidad con otros socios
necesariamente provenientes del riñón de la Confederación lo cual tendría un
doble efecto: por un lado achicar la cantidad de soldados de la Confederación
Argentina desarmando sus fuerzas; y por el otro, engrandecer sus propias tropas
con la incorporación de éstos. Urquiza sería en el futuro, el elemento que lo
facilitaría. Jugada maestra de la diplomacia brasileña.
Cuando llegó
el momento Brasil ‘tomó el lugar de
Inglaterra’ en la batalla sin fin contra la Confederación Argentina, como
lo confiesan una vez más, los ingleses.
*
Hasta aquí
los autores citados en su enjundiosa investigación que plasma el sentido
histórico y documentado de los sucesos en el Plata, la corrosiva injerencia, intromisión
confesa de los ingleses, franceses con el sostén solapado de los brasileños
tras bambalinas.
Como bien
dice José María Rosa “Tuvo que desaparecer la clase de los estancieros ( de los
estancieros que convivían en sus
estancias) para que no hubiese movimientos populares. Las nuevas modalidades de
la producción pecuaria darían otro tipo de estanciero que obró en armonía, con
los mercaderes y profesionales del puerto.
“Este ya no fue un aristócrata, sino un
‘oligarca’; con casa aparte en la estancia, donde vivía poco, y sin contacto
con la población de su heredad. Cuando no vivía en París, que fue común desde
1880 en adelante. En la segunda mitad del siglo XIX el pueblo no encontró conductores,
porque había desaparecido la "aristocracia" de los estancieros
caudillos. La obra persiguió sin tregua al pueblo y por eso fue posible la
dominación financiera brasileña del Banco Mauá desde Caseros a la guerra del
Paraguay”.
Claro que la
conquista europea en estas tierras requirió, previamente, someter la conciencia
y estima de los hispanoamericanos, para que nosotros nos auto-denigráramos con
la mentira de la Leyenda Negra, ‘lei motiv’ inculcado machaconamente nuestra
inferioridad en todo. Con las defensas bajas cualquier comunidad es presa
fácil.
Es preciso
destacar que la conquista anglosajona en nuestro territorio requiere que
mentalmente, psicológicamente la ‘Leyenda Negra’ obre como base para la
auto-denigración y subestimación propia como sistema de conquista.
Dice el
escritor e historiador Federico Gastón Adissi que “desligar a estos pueblos [americanos] de su largo pasado, ha sido una
de las graves desfiguraciones históricas de la oligarquía ‘mitrista’ que se
aquilató en el poder en 1853.
“El menosprecio hacia España arranca de los
siglos XVII y XVIII como parte de la política nacional de Inglaterra. Es un
desprestigio de origen extranjero que se inicia con la traducción al inglés,
muy difundida en la Europa de entonces, del libro de Bartolomé de las Casas,
<Lágrimas de los indios; relación verídica e histórica de las crueles
matanzas y asesinatos cometidos en veinte millones de gentes inocentes por los
españoles >.
“El título lo dice todo. Un libelo. Con
relación a esta publicación J. C. J Metford, recuerda que, en la dedicatoria se
invoca a Cromwell <para conducir sus ejércitos a la batalla contra la
sanguinaria y papista nación de los españoles>.
“La ‘Leyenda Negra’ fue difundida por los
ingleses como arbitrio político, en una época en que los Habsburgos mandaban
sobre Europa y amenazaban a Inglaterra, entonces una potencia de segundo orden [...]
“En realidad lo que estaba en juego era el
próximo desplazamiento del poder naval. España dejó de ser parte rectora de un
glorioso pasado europeo para descender a menoscabo espiritual, todavía
perdurable en muchos argentinos que recibieron sobre España la idea extranjera
que de sí misma se formó la oligarquía de la tierra —a pesar de su genealogía
española- al ligar sus exportaciones al mercado británico.
“En tal sentido, este sentimiento
antiespañol, es la remota proyección en el tiempo, de aquella inicial rivalidad
entre España e Inglaterra. Y la denegación de España, de parte de la
oligarquía, en su nuez, no es más que el residuo cultural mortecino de su
servidumbre material al Imperio Británico.
“Los pueblos en cambio, se mantuvieron
hispánicos, filiados al pasado, a la cultura anterior. Lo cual prueba el poder
de esa cultura española que la oligarquía repudió para vivir en adelante de
prestado".
También y en el mismo sentido, el historiador porteño
citado, nos trae un extenso discurso dado por Juan Domingo Perón el 12 de
Octubre de 1947 en homenaje a Cervantes en su IV Centenario de su nacimiento en
el cual el disertante critica el ‘indigenismo’,
‘antiespañolismo’, la ‘Leyenda Negra’ que desde los albores de
la conquista de América, era visible.
Dice en
ciertos párrafos refiriéndose a España y la empresa emprendida, que la misma “fue desprestigiada por sus enemigos, y su
epopeya objeto de escarnio pasto de la intriga y blanco de la calumnia,
juzgándose con criterio de mercaderes lo que había sido una empresa de héroes. Todas
las armas probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había
hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló
a los cuatro vientos. Y todo, con un propósito avieso”.
“Porque la difusión de la ‘leyenda negra’,
que ha pulverizado la crítica histórica serie y desapasionado, interesaba
doblemente a los aprovechados detractores.
“Por una parte, les servía para echar un
baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que
constituimos Hispanoamérica.
“Por la otra procuraba fomentar así, en
nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas, cuyas
asalariados y encumbradísimos voceros repetían, por encargo, el ominoso
estribillo cuya remunerada difusión corría por cuenta de los llamados órganos
de información nacional.
“Este estribillo ha sido el de nuestra
incapacidad para manejar nuestra economía e intereses, y la conveniencia de que
nos dirigieran administradores de otra cultura y de otra raza.
“Doble agravio se nos infería; aparte de ser
una mentira, era una indignidad y una ofensa a nuestro decoro de pueblos
soberanos y libres.
“España, nuevo Prometeo, fue así amarrada
durante siglos a la roca de la Historia. Pero lo que no se pudo hacer fue
silenciar su obra, ni disminuir la magnitud de su empresa que ha quedado como
magnífico aporte a la cultura occidental.
“Allí están, como prueba fehaciente, las
cúpulas de las iglesias asomando en las ciudades fundada it por ella; allí sus
leyes de Indias, modelo de ecuanimidad, sabiduría y justicia; sus
universidades; su preocupación por la cultura, porque "conviene —según se
lee en la Nueva Recopilación.
“Que nuestros vasallos, súbditos y naturales,
tengan en los reinos de Indias, universidades Y estudios generales donde sean
instruidos y graduados en todas cien-das y facultades, y por el mucho amor y
voluntad que tenemos de honrar y favorecer a los de nuestras Indias y desterrar
de ellas las tinieblas de la ignorancia y del error, se crean Universidades
gozando los que fueran graduados en ellas de las liberados y franquezas de que
gozan estos reinos los que se gradúan en Salamanca […] “
Quizás algún
desprevenido crea que todo esto es parte del pasado. Craso error. La
auto-denigración, la incapacidad para desarrollarnos, el inculcarnos la subestimación
de nuestras aptitudes, sigue vigente y que, por tanto, debemos inclinarnos ante
los europeos y su condescendencia.
Nos enteramos
que año tras año ‘besamanos’ nativos acuden presurosos a festejar el cumpleaños
de la Reina británica Isabel II, a la embajada y veremos que nada ha cambiado,
salvo las personas y los atuendos.
“A 40 años de Malvinas: festejaron en
Argentina los 96 años de la reina Isabel II políticos, periodistas,
empresarios, jueces y artistas” (Por KONTRAINFO-29-04-22
La muerte de Isabel II no hizo más que subir el grado de sumisión, tanto de los argentinos como la de brasileños y chilenos cuyos gobiernos alardean de patriotas pero frente a su amo la 'Graciosa Majestad' se prosternan en dulce connubio colonial
Sin palabras.
Igual que ayer con Rivadavia, Alvear, García, Varela, Pueyrredón, etc. Cambian
los actores pero el libreto es el mismo.
Por ello es
que el Unitarismo hace permanente gala de una ‘Concepción Literaria De La Historia’ como la llamaba con
cierta ironía pero con acierto el inglés Halford J. Mackinder; de la cual
–como puede leerse en su artículo publicado- la Lic. Perochena hace honor a esa
concepción.
Y hace honor
huérfana de toda documentación que avale sus dichos que solo pueden plasmarse
sin sostén alguno que las avale en diarios o medios cuya ideología se nutre de
sus polígrafos pagos y viceversa.
Es que esa
falsificación de la historia fue consumada por el liberalismo decimonónico
masón, de la mano de Mitre, ya desde 1810.
Es que ello
impide conocer nuestro pasado real; y ya se sabe que toda nación debe conocer
su pasado como verdaderamente ha sido para así tener una concepción acabada de
su identidad y proyectarse desde allí, pasando por el presente, hacia el
futuro.
La visión
errada del liberalismo sobre lo que fue las causas de nuestra independencia, la
hace pro-británica y anti-española situación que fue pergeñada, entre otros,
por Lord Strangford basándose en el librito del Contrato Social de Juan Jacobo
Rousseau que él atribuye falsamente como base de nuestra acciones
independentistas, cuando la base filosófica de ellas fue la del –justamente lo
contrario- jesuita Francisco Suarez.
Recordemos
que Larrea, Matheu, miembros de la Primera Junta eran españoles. Difícilmente,
pues, haya sido un movimiento anti-hispánico, sino, más bien, anti-absolutista
y ‘anti-napoleónico’.
Estos
afrancesados o pro-británicos se adjudican entre sí honores ditirámbicos que
por lo vacíos de contenidos aburren cociéndose en literatura fantástica.
Es dable
observar como ante la realidad incontrastable de los documentos, el liberalismo
–de la que forma parte actualmente la Lic. Perochena- no puede sino oponer
slogans marquetineros que no se sostienen con la realidad pues la realidad
interroga permanentemente a través de hechos documentados.
El
conocimiento de la realidad no se “elige”, no interviene aquí la voluntad y el
número, la realidad no se aprehende, decía José Antonio Primo De Rivera, “la
verdad es una categoría permanente de la razón y no una decisión de la voluntad”
Y ya sabemos:
cuando los argumentos comprobables escasean, asoman los adjetivos como toda
manifestación puramente volitiva, como la de la historiadora citada.
******
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