JUAN MANUEL DE ROSAS Y MANUEL JOSÉ GARCÍA-UNA RELACION EXTRAÑA Y PARADOJAL
Gonzalo V. Montoro Gil
I.-Introducción
A lo largo de nuestra historia hemos asistido a tratos entre distintos
protagonistas de aquella, las cuales no siempre fueron amicales aunque sí
amables en aras de lograr avenencias y conveniencias políticas. Como por
ejemplo, la de Rosas y Lavalle que podría, también, tener como causa sus
relaciones familiares.
Una de esas relaciones extrañas ha sido la de Juan Manuel de Rosas y Manuel
José García.
¿Qué situaciones llevaron a que ambos hombres tuvieran relaciones políticas
siendo ambos de pensamientos ideológicos o doctrinarios tan desiguales, tan
dispares?
¿Qué hechos hicieron que uno de ellos –García- fuese funcionario de Rosas
en su primer gobierno, siendo que veían al país con prismas de diferentes
colores, más teniendo los antecedentes políticos –García, anglófilo funcional a
los intereses anglosajones- que distaban enormemente de los de Rosas, Jefe por
antonomasia de la Confederación Argentina y defensor a ultranza de la soberanía
de nuestra patria?
¿Por qué se dio tal situación teniendo ambos cosmovisiones tan alejadas uno
de otro?
Nada podían tener en común, como tampoco Rosas con Rivadavia y otros
Unitarios. La visión hispano-americanista trascendente de uno y europeísta,
iluminista, imanentista de los otros hacía que sus relaciones, políticas, la
manera de estructurar el gobierno, fueran diametralmente opuestas..
Del mismo modo para estos últimos, como dice José María Rosa,
“el patriotismo consistía en traer la llamada
“civilización europea”, por lo menos su exterioridad más evidente, que era el
régimen constitucional. A ello se sacrificaba todo, el pasado del cual se
renegaba, los hombres que se disminuían a “bárbaros”, la economía, la tierra.
No había solidaridad con la tierra y los muertos, sino con una determinada
posición ideológica: “nuestra patria es el universo” decía Echeverría en 1845;
“la patria es la humanidad” clamaba Alberdi en 1838, idéntica posición; “no
estamos preocupados por esa idea de la nacionalidad que es patrimonio del
hombre desde la tribu salvaje” explicaba Sarmiento, en Facundo, la posición de
los suyos ante el conflicto con Francia. Años más tarde Alberdi diría en las
Bases que es obra de auténtico patriotismo eliminar a los argentinos para
establecer la civilización europea: “No son las leyes que necesitamos cambiar:
son los hombres, las cosas. Necesitamos cambiar nuestras gentes incapaces de
libertad por otras gentes hábiles para ella. Si hemos de componer nuestra
población para nuestro sistema de gobierno, si ha de sernos más posible hacer
la población para el sistema proclamado que el sistema para la población, es
necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella está
identificada al vapor, al comercio, a la libertad”.
Para entender la relación de Manuel José García con
Juan Manuel de Rosas y el camino que lo llevó a ser funcionario en su gobierno,
es necesario situarlo en el contexto político y social de la Argentina del
siglo XIX, así como analizar su trayectoria previa.
La presencia de intereses británicos en la política
argentina fue significativa. Los anglófilos, como García, promovían relaciones
cercanas con Inglaterra, alineándose con enfoques más liberales y
modernizadores, tendiendo a favorecer un sistema económico capitalista que
beneficiara al comercio libre.
Como parte de la facción unitaria, García estuvo
implicado en diversas intrigas políticas y conflictos, defendiendo ideas de
progreso, civilización y educación, que se contraponían al federalismo que
Rosas representaba. Su trabajo como político y funcionario se caracterizó por
la promoción de reformas que intentaban acercar a Argentina a Europa.
Hagamos previamente una salvedad: el presente trabajo trata solamente de
las relaciones de Rosas y García, con los antecedentes políticos del primero,
pero omitiendo la actividad pública de García con posterioridad a ser
funcionario de Rosas, aunque tangencialmente podemos hacer alguna referencia
aislada.
Entonces, desarrollemos esquemáticamente el pensamiento y actividad de
García, previo a ser funcionario de Rosas. Su derrotero político hasta llegar a
ser ministro del Restaurador. Pongámonos en contexto histórico.
Digamos también que hemos guardado la gramática o
sintaxis empleada por quienes escriben estas cartas o documentos aunque ello
obligue a un esfuerzo adicional a su comprensión.
II.-García y Su Devenir Político hasta ser funcionario de
Rosas
Ingreso en la Administración
Pública: García
comenzó a ocupar cargos en la administración pública, ganándose una reputación
como administrador competente. Su cercanía a los poderes en conflicto y su
habilidad para navegar en este ambiente lleno de tensiones le permitieron
destacar. Aunque inicialmente sus posiciones reflejaban una clara alineación
con el unitarismo, en la práctica se movía hacia una mayor flexibilidad
política.
Embajador de Argentina en Brasil (1815-1820)
En un rápido raconto diremos que fue García Secretario de Hacienda de las
Provincias Unidas del Río de la Plata durante el Segundo Triunvirato
(1812-1814).
Fue Embajador
Plenipotenciario del Directorio de
las Provincias Unidas del Río de la Plata ante la corte portuguesa de Río de Janeiro (1815-1820). En este período tuvo el desatino de aceptar la Invasión Portuguesa de la Provincia Oriental ante la imposibilidad del Directorio de imponerse al caudillo Oriental José
Artigas.
Para García era más importante que desapareciera Artigas del escenario
político a fin de que Buenos Aires tuviera la centralidad en las decisiones
políticas de la nación, que la cuestión de la permanencia de la Banda Oriental
en el seno de la nación.
Debido a la creciente posibilidad del envío de una fuerza represiva al Plata
por parte de la Corona, el 28 de febrero de 1815 fue comisionado por el Director Supremo Alvear a Río de Janeiro, para entregar dos pliegos redactados por Nicolás
Herrera, entonces secretario del Consejo de Estado, y firmados
por Alvear, dirigidos al embajador británico en la corte portuguesa Lord Strangford y otro al Ministro de Relaciones Exteriores, Lord Castlereagh, en las cuales, a fin de desembarazarse de Artigas, Alvear –otro
anglófilo- ofrecía entregar las Provincias Unidas a la corona de Inglaterra.
“"Estas
provincias -dice el pliego dirigido a Castlereagh, enviado por Alvear-- desean pertenecer a la Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer a su
gobierno, y vivir bajo su influjo poderoso... que vengan tropas que impongan a
los genios díscolos (Artigas y los federales) y un jefe autorizado que empiece
a dar al país las formas que sean del beneplácito del Rey y de la Nación".
En fin, García permaneció en la Corte de Río de Janeiro como Embajador
Plenipotenciario de los sucesivos Directores
Supremos, Ignacio Álvarez Thomas, Juan Martín de Pueyrredón y José Rondeau, hasta el año 1820
Comenta José Luis Busaniche que en julio de 1816, en un mensaje a Álvarez Thomas,
García le informaba, con tono optimista:
"La escuadra portuguesa está en anclas, y sólo espera buen tiempo para
acabar con Artigas, que luego acabará de molestar a Buenos Aires. Hay que
suavizar la impresión que un sistema exagerado de libertad ha hecho en el
corazón de los soberanos de Europa. Depende sólo de nosotros la aproximación de
la época verdaderamente grande en que enlacemos íntimamente, y aún
identifiquemos nuestros intereses con los de la nación portuguesa. Hay que
combatir a las provincia puramente democráticas".
Al sobrevenir la invasión portuguesa
en Uruguay (1816), García la defendió ante el director Juan Martín de
Pueyrredón, tratando de demostrar que no era “un acto de hostilidad al Río de
la Plata y por tanto, no era un casus belli”. Respondía esta turbia
conducta de García al temor a José Gervasio Artigas, enfrentado con el Gobierno
de Buenos Aires, y al afán de conseguir, a toda costa, el apoyo portugués
contra España.
Siguiendo con sus perfil y acciones de entrega de
nuestro territorio, durante el gobierno del Director Supremo José Rondeau, García recibió una nota de este en la que le informa
que había propuesto al General Carlos Federico Lecor, jefe de la ocupación de la Banda
Oriental, un ataque combinado a las fuerzas orientales en Entre Ríos,
autorizando a los portugueses a cruzar la línea del río Uruguay. En este sentido, Rondeau, le impartía las siguientes
instrucciones:
"Bajo este concepto es de necesidad absoluta que trate Ud. de obtener
de ese Gabinete (en
referencia al gobierno brasileño) órdenes
terminantes al Barón de Laguna (Lecor) para que cargue con sus tropas y aún las escuadrilla sobre el
Entre Ríos y Paraná."
A lo largo de sus cinco años en el Brasil, se volvió un experto de la diplomacia internacional y su estratégica
ubicación le permitió conocer y mantenerse al tanto de todos los
acontecimientos que acaecían en Europa
García compartía la interpretación predominante en Buenos Aires sobre la
negativa de José Artigas a someterse a la autoridad central organizada como un estado unitario, por considerar que el modelo "Confederado" adoptado por Artigas atentaba contra la unidad nacional y promovía
tendencias inconvenientes en tiempos en que la misma independencia no se
encontraba asegurada.
Luego fue Ministro de Gobierno y Hacienda de la Provincias de Buenos Aires,
sucesivamente, de Martín Rodríguez (1820-1824 y de Juan G. Las Heras
(1824-1826)
En efecto, García regresó a Buenos
Aires a principios de 1821. El 8 de agosto de ese año fue nombrado ministro de
hacienda por el gobernador Martín Rodríguez. Tambien fue ministro en ese tiempo Bernardino Rivadavia
Durante su gestión y la de Rivadavia
hicieron el bochornoso y triste acuerdo con la Barting Brothers & Co en
1824 por el cual se le prestaron al país, a una alta tasa de interés, una
ingente suma de dinero (1.000.000 de libras) que nunca llegó, sino una mínima
parte, dando el gobierno como garantía del préstamo todos sus efectos, bienes,
rentas y tierras. Siendo una de las mayores estafas de nuestra historia.
José de San Martín, que ejercía como Protector del Perú y no había logrado expulsar
completamente a los realistas de ese país, a través de un enviado pidió ayuda militar y
económica para terminar esa campaña recibió una serie de evasivas esgrimidas
por distintos funcionarios y legisladores. García terminó la discusión
afirmándole, frente a la Sala de Representantes, que “ "al país le era útil que permaneciesen los españoles en el
Perú".
Por ello, García utilizó toda su
influencia, para que se perdiera el Alto Perú. Fue agente de Rivadavia, cuando
se pactó la entrega de la Banda Oriental al Emperador de Brasil. Llevó adelante
una política antinacional que favoreció los intereses británicos.
Durante el gobierno de Las Heras le tocó también acceder a ser Ministro de Ministro de Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires (1824-1826), etapa durante la cual firmó el «Tratado de
"Amistad, Comercio y Navegación" celebrado entre las Provincias
Unidas del Río de la Plata y Su Majestad Británica (1825)»., que implicó el primer reconocimiento a la independencia argentina por una potencia de Europa, además del beneficio fiscal obtenido por la recaudación de derechos
aduaneros.
Se establecían ciertas ventajas para los comerciantes británicos en las
Provincias Unidas, especialmente en cuanto a la libertad de
culto, cierta extraterritorialidad para los comerciantes británicos, y la cláusula que establecía que en
futuros acuerdos de las Provincias Unidas con otras naciones, se anticipaba que
Gran Bretaña gozaría los privilegios de nación más favorecida,
Luego de la Batalla de Ituzaingó, fue posteriormente enviado en misión de
paz al Brasil (1827) en carácter de
Ministro Plenipotenciario de la República de las Provincias Unidas
del Río de la Plata ante el Imperio del Brasil, ocasión en que firmó la “Convención
Preliminar de Paz” (1827) que incluía la renuncia de las Provincias Unidas a la
soberanía sobre la Provincia Oriental, que venía siendo ocupada por la fuerza durante diez años.
Rivadavia veía cada vez más lejano su proyecto de unión nacional bajo el
sistema unitario, para lo cual juzgó necesario contar con un ejército poderoso,
capaz de imponerse a las provincias federales – la amplia mayoría – que habían
rechazado la constitución unitaria de 1826 y la autoridad del presidente Rivadavia.
Durante el transcurso de la guerra, se mantuvo en contacto permanente con
el embajador Ponsonby, a quien alentó a insistir ante Rivadavia para obtener un
arreglo basado en la independencia de la Banda Oriental. Por su parte, Ponsonby
lo consideraba su mejor aliado, y escribía al ministro de relaciones exteriores
británico George
Canning."No sé cómo podrá el gobierno para seguir sin él."
Rivadavia, más interesado en el negocio con los ingleses y en someter al
interior, hizo regresar el ejército y firmar un tratado vergonzoso a través de
García.
Las provincias del interior querían terminar una
guerra ya ganada, pero Rivadavia estaba más interesado en sus negocios mineros
con los ingleses, que en su patria, y prefiere que regrese el ejército para
imponer “la organización a palos” en el interior, aun a costa de ceder la Banda
Oriental..
Tras tres reuniones infructuosas, las presiones del
gobierno británico por terminar rápidamente con el conflicto para reanudar el
comercio, la inflexible postura del gobierno brasileño y el crítico estado
político-económico de las Provincias Unidas, llevaron a García a decidir por sí
mismo la paz sobre otras bases.
Curiosamente, y creemos que equivocadamente – todavía
con falta de percepción política continental- al igual que parte de los estancieros porteños, que
necesitaban el levantamiento del bloqueo naval impuesto por el Brasil, Rosas
aprobó la “Convención de Paz”.
Escribió a Tomás Guido, uno de sus firmantes:
“¡Qué
frutos tan opimos ha dado a la República (...) la legación de sus hijos (Guido
y Balcarce) al Janeiro! (...) la paz más honorífica que podíamos
prometernos.(...) la guerra ha terminado de modo que nos colma de una noble
relación...Es mi obligación tributar a usted la mayor gratitud”.
Dice Luis Alberto de Herrera que García, más tarde
explicó al embajador Gordon que, aunque:
"...tenía instrucciones de firmar una convención
sólo sobre la base de la independencia de la provincia de Montevideo; pero,
como él se hallaba convencido de que a este estado de independencia no podía
llegarse por cierto tiempo, y que en realidad era de poca importancia para
Buenos Aires el destino de la provincia, siempre que se le devolviera la
tranquilidad, no hesitó en llegar a términos que, en otro sentido, estaban
perfectamente de acuerdo con sus instrucciones”
Prevalecen las palabras del ministro Agüero de “la paz a cualquier precio” Los federales piden el gobierno y que
les dejen a ellos el peso de la guerra pero Rivadavia prefería perder la guerra
y la banda oriental, antes que dejarle el gobierno a los federales e instruye a
García para que vaya a Río de Janeiro a terminar la guerra “a cualquier
precio”.
Fue un arreglo tan vergonzoso que ante la indignación popular Rivadavia
intentó usar a García de chivo expiatorio: “no
solo ha traspasado sus instrucciones sino contravenido a la letra y espíritu de
ellas” que ”destruye el honor nacional y ataca la intendencia y todos los
intereses de la República” e intenta desconocer el arreglo”
Veamos que decía el acuerdo: del año 1827 llamado la Convención Preliminar de Paz de
1827 :
“La Republica de
las Provincias Unidas del Río de la Plata reconoce la independencia e
integridad del Imperio del Brasil y renuncia a todos los derechos que podría
pretender al territorio de la provincia de Montevideo, llamada hoy Cisplatina,
la cual el Emperador se compromete a arreglar con sumo esmero, o mejor aun que
otras provincias del Imperio. El emperador del Brasil reconoce igualmente la
independencia e integridad de la República de la Provincias Unidas del Río de
la Plata, y dado que la República de las Provincias Unidas ha empleado
corsarios, halla justo y honorable pagar el valor de las presas por haber
cometido actos de piratería”.
Según García, no se entregaba la soberanía de la Provincia Oriental al Brasil;
sino que solamente se decía que las Provincias Unidas renunciaban a la
soberanía. Y tampoco en el acuerdo se reconocía la soberanía de aquella a favor
del Brasil.
Todo muy oscuro.
A su regreso a Buenos Aires, le pueblo se volcó a las calles contra Rivadavia,
García y Ponsonby.
Rivadavia acusó a García de firmar acuerdo contraviniendo las órdenes del
gobierno (fijar directamente la independencia de la Provincia Oriental).
García, indignado, rechazó los cargos, diciendo que la firma de la mentada Convención podía
comprometer su honra personal, pero no obligaba al país hasta tanto no fuera
ratificada
Esta Convención Preliminar de Paz
fue rechazada por el Congreso General Constituyente de la República Argentina y
por el Presidente de la República Argentina, Bernardino Rivadavia, el 25 de
junio de 1827, aunque ello no obstó para que Rivadavia se viera obligado a
renunciar..
Está en discusión entre los historiadores si la paz firmada por García
entregando la Banda Oriental al Imperio del Brasil fue una maniobra personal de
García contrariando ordenes de Rivadavia o fue una orden de éste a tales
efectos para luego, al ver Rivadavia que el pueblo todo se le echaba encima
enardecido, transfirió la responsabilidad de dicho acto, a García sirviéndole
éste como fusible.
Sea como fuere, el tándem ‘Rivadavia-García’ produjo uno de los más
resonantes casos de entrega de nuestro territorio.
III.-García y Su Función Publica en el 1er.Gobierno de
Rosas
Luego de la caída de Rivadavia, el ascenso de Dorrego y su posterior
asesinato por Lavalle, y quienes aconsejaron a Lavalle, Juan Cruz Varela,
Agüero, Salvador María del Carril, de su fusilamiento, hubo un breve interregno
de Viamonte, en el cual García fue su Ministro de Hacienda, en 1929.
Con las elecciones de 1929, y ya Rosas aclamado por las urnas como nuevo
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, lo mantiene en su puesto de labor
como Ministro de Hacienda durante su primer mandato (1929-1932)
De
tal modo, la legislatura de Buenos Aires
proclamó a Juan Manuel de Rosas como Gobernador de Buenos Aires el 8 de
diciembre de 1829, honrándolo además con el título de Restaurador de las Leyes
e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires, y en el mismo acto le otorgó
«todas las facultades ordinarias y extraordinarias que creyera necesarias,
hasta la reunión de una nueva legislatura». No era algo excepcional: las
facultades extraordinarias ya les habían sido conferidas a Manuel de Sarratea y
a Martín Rodriguez en 1820, y a los gobernadores de muchas otras
provincias en los últimos años; también Juan J.Viamonte las había
tenido.
La pregunta que surge es, ¿cómo es posible que, teniendo por todos
conocidos sus actuaciones públicas entreguistas de García, Rosas lo mantuviera
en el cargo de Ministro?. Recordemos como García, con tal de hacer desaparecer
del mapa político a Artigas, no trepidó en entregar lo que le pidiera el
Imperio del Brasil si con ello se desembarazaba del Protector de los Pueblos
Libres y Buenos Aires mantuviera su centralidad conductora..
Es un tema complejo, poco tratado y que requiere conocer la situación
política de la nación en aquellos tiempos.
Para ello debemos escuchar a Rosas en varias ocasiones
decir que él no tenía en el gobierno personas duchas, con conocimiento acerca
de las funciones públicas, diplomáticas y que, por tanto, debía ‘tomar’ lo que
hubiera, lamentando ello y subrayando que el unitarismo sí tenía hombres
competentes aunque sus acciones fueran en contra de la soberanía del país.
A medida que la situación política en Argentina se
polarizaba, la necesidad de mantener cierto orden en la gobernación de Buenos
Aires llevó a Rosas a buscar apoyo en figuras que, aunque de ideologías
contrastantes, podían ofrecer capacidades administrativas y conexiones
necesarias para su gobierno.
En este contexto, el nombramiento de García como
ministro en el gobierno de Rosas marca un quiebre. Rosas, al necesitar
colaboradores activos y eficaces en un ambiente hostil, encontró en García a
una figura que, aunque venía del unitarismo, poseía los conocimientos
administrativos y la experiencia necesaria para colaborar en su gestión.
La decisión
de incorporar a García en su gabinete podría interpretarse como un acto de
pragmatismo; Rosas, al valorar la capacidad de manejo y la reputación de
García, estaba dispuesto a dejar de lado algunas de sus diferencias ideológicas
por el bien de la estabilidad política y la gobernabilidad.
Su eventual colaboración con Rosas, a pesar de sus
diferencias ideológicas, destaca la naturaleza pragmática de la política en ese
tiempo, donde las lealtades podían ser flexibles en función de las necesidades
del momento.
Igualmente él, Rosas, se encargaría de ordenar y
mandar a sus funcionarios las directivas que creyese correctas….y estos
deberían (¡y lo hicieron!) obedecer.
Rosas, durante todos los años que gobernó no dejó de
reconocer las cualidades intelectuales de ciertos unitarios, aunque doliéndose
que dichas capacidades estuvieran al servicio de intereses foráneos.
Ya hemos dicho en otro trabajo que Rosas demostró a lo
largo de su mandato que a pesar de los ataques oscuros de los Unitarios, no se
cansaba de repetir que él no combatía a las personas por sus ideas sino solo
cuando se alzaban fácticamente contra el orden establecido y contra el gobierno
legal.
Así, ya primitivamente, en una carta a Manuel José García el 10 de Abril de
1830, le dice que:
“
…los vencidos entraron a gozar de todas sus libertades y de las regalías que
acuerdan nuestras instituciones. El Gobierno se mostró padre de todos y
quedaron en sus empleos una infinidad de aquellos. Pero ponto se demostró que
esto en vez de servir para hacerlos agradecidos y arrepentidos del crimen
cometido fue un aliciente para cuantos trabajan en contra de la autoridad
insultado de este modo a los vencedores que invitados con un procedimiento tal
era expuestos a romper los vínculos de la subordinación…”
En la misma carta a García le hace ver, reflexivamente,
“…no he perseguido
la opinión; no soy capaz de eso que está tan en contra de mis sentimientos. He
perseguido por la medida al que no somete la suya a la autoridad; al que turba
la marcha del gobierno; y formando partido, quisiera dividir y debilitar la acción
física y moral del gobierno…”
En otra extensa carta, años después el 26 de Agosto de 1833 ya citada, le
escribe a Felipe Arana diciéndole al respecto, y en el mismo sentido:
”… Me dice Ud. que los Unitarios propietarios, los que
figuraron en tiempo de Rivadavia son los que más abogan por la marcha de mi
administración y por mis amigos, sin que hasta ahora se sepa de uno solo que
este con los anarquistas. No lo extraño: siempre creí que si me ahorcaban algún
día no habían de ser esos [los unitarios]. Yo he notado durante mi administración
buena conducta, y juicio en muchos de esos hombres. Por eso no solo no los he
perseguido sino que los he tratado siempre dándole a cada uno su verdadero
lugar según su categoría. Vela también la escasez que tiene el país de hombres,
y mirando muy lejos conocía la necesidad de que el tiempo fuese dándonos
algunos hombres más, de luces y de responsabilidad propietarios, para el
Congreso Nacional: que teníamos esa necesidad ya se vio cuando nombre a Alvear
de Ministro para Norte América. Creo que en mi plan no me equivoque. Si yo
cuando los Federales necesitaban ser satisfechos y colmados en sus justas
quejas contra los Unitarios, hubiera andado por las cabezas como hicieron ellos
cuando desterraron a mis primos, &, vea Ud. cuantos hombres se hubieran
perdido, y cuantos capitales, desaparecido. Por otra parte creía conveniente
acostumbrar la gente a mirar siempre con respecto a las primeras categorías del
pais aun cuando sus opiniones fuesen diferentes a las dominantes. …”.
Queda comprobado aquí, nuevamente, que Rosas, mal que le pese a algunos
historiadores, siempre respetó –por lo menos a algunas personas que consideraba
valiosas –aunque pensaran distinto a él- en tanto y en cuanto con sus acciones
no intentaran revolucionar el orden legal constituido y propiciaran un clima
anárquico. Le hace ver a Arana que él respetaba la inteligencia de dichos
hombres; lo que se lamentaba es que la utilizaran en contra de la independencia
y soberanía política y económica de la nación.
También reconocía la falta de personas ilustradas y patrióticas que
acompañaran al gobierno. Eran muy pocas. Pero tenía la esperanza –le decía a
Arana en la carta citada- que con el tiempo aumentasen en número. Mientras
tomaba aquellos que podía para gobernar como el caso de Alvear que no era santo
de su devoción pero que dadas sus dotes intelectuales y personales le era
necesario para la cuestión diplomática en los EE.UU de América.
En el mismo sentido, un par de ejemplos desconocidos o silenciados para la
mayoría de esos escribas ideólogos fueron los hechos de que Rosas invitó al
principio de su gobierno a Alberdi a participar del mismo; y al final de su
último gobierno, al mismísimo Sarmiento para iguales fines.
¿Cómo es eso, tan sorprendente?
Sobre el tema, alrededor del año 1846 reconoce Alberdi que Rosas se pone en
contacto con su sobrino, a través de María Josefa Ezcurra, según refiere Pablo
Gustavo Hirschmann:
“Rosas, el supuesto ‘tirano’ lee los escritos
de Alberdi y considera a los mismos muy buenos. Entonces, le pide a María
Josefa Ezcurra que se comunique con el sobrino de Alberdi, Federico García, para entrevistarse con él. Ahí le
dice “tu tío Juan Bautista es Unitario pero no es salvaje Unitario, ha escrito esto
y estoy contento de él; escríbele de mi parte que venga, porque lo
necesito".
Ante ello, Alberdi contesta rechazando la invitación diciendo, "todavía no he perdido el juicio para
cometer semejante disparate". Con los años, será Alberdi quien
visitará a Rosas en Inglaterra, pidiéndole perdón...
Veamos igualmente lo que dice el nieto materno de Domingo Faustino
Sarmiento, Augusto Belín Sarmiento, -muy lejos de ser un Federal y admirador de
Rosas-que acompañó varias veces a su abuelo en sus giras políticas por el
interior y exterior del país. El mencionado nieto, nacido en Chile, refiere lo
que le contó su abuelo:
Rosas intentó ya en su 2do mandato acercar al trabajo público a Domingo
Faustino Sarmiento, acérrimo enemigo de él pero al que Rosas valoraba
intelectualmente. Pero no pudo. Augusto Belín Sarmiento recordó que:
“..antes
de sublevarse Urquiza, se presentó en 1850, el Coronel Juan Mur en Chile, en casa de Sarmiento a
proponerle el Ministerio de Gobierno de parte de Don Juan Manuel de Rosas con
todos los circunloquios y promesas que son de imaginarse para demostrar el
decidido intento del tirano de enmendarse y de constituir la Republica con la
ayuda de los más eminente de sus
adversarios. Sarmiento contestó que recordaba la suerte de Berón de Astrada,
sacrificado con idéntico engaño, y como el otro insistiese, no queriendo
arrojar á puntapiés á un huésped, le dijo:—«Dentro de dos años, lo encontraré
en las calles de Buenos Aires y me prometo cruzarle la cara á chicotazos!». En
efecto, algunos días después de Caseros, en la calle de Cangallo, cerca de la
de 25 de Mayo, frente al Teatro Argentino, lo encontró y le cruzó la cara con
un rebenque”.
Digamos que, tal vez, muy ‘tirano’ no debía ser Rosas que invitaba a
sumarse al gobierno a Alberdi y también a Sarmiento –sin condicionarlo en nada
ya que Rosas sabía diferenciar el valor de la propaganda política partidista y
lo que tenía de validez y mérito conceptual de los citados- y a muchos
Unitarios que volvían voluntariamente al país (debemos traer a la memoria que
sus dos principales laderos en la Batalla de Caseros eran Unitarios: Martiniano
Chilavert y Pedro J. Díaz).
Él sostenía, dijimos, que su combate no era
contra las ideas o creencias de los Unitarios, sino contra la insurrección y el
desorden. Esta distinción le permitía presentarse como un defensor del orden y
la legalidad, justificando así sus acciones represivas como necesarias para la
estabilidad del país, buscando de esta manera, el apoyo de aquellos que
valoraban la estabilidad y el orden por encima de las diferencias ideológicas.
Este análisis sobre la figura de Juan Manuel de
Rosas y su relación con figuras destacadas como Juan Bautista Alberdi y Domingo
Faustino Sarmiento evidencia una faceta menos conocida de su gobierno, en la
que se muestra una disposición a integrar en la administración a individuos de
diferentes orígenes ideológicos, siempre que su lealtad no significara una
amenaza al orden establecido.
Esta actitud sugiere que su enfoque no era
meramente represivo, sino que también valoraba el conocimiento y las
capacidades que otros podían aportar al gobierno. Rosas diferenció entre el
individuo y su ideología, lo que revela una comprensión más matizada de la
política.
La invitación a Alberdi y
Sarmiento a unirse a su gobierno es significativa. La sorpresa que provoca esta
apertura se debe a la narrativa de Rosas como un tirano; sin embargo, sus
acciones contradicen esta clasificación inventada por la historiografía liberal,
ya que buscaba contar con las mejores mentes del país, independientemente de su
afiliación política.
La anécdota de la invitación hecha a Alberdi a
través de su sobrino resalta la paradoja de la política de Rosas. A pesar del
rechazo de Alberdi, Rosas estaba dispuesto a reconocer el valor del trabajo
intelectual de un adversario. Esto desafía la noción de que había un cierre
absoluto ante cualquier figura opositora.
La propuesta hecha a Sarmiento también refleja un
interés de Rosas por incorporar a su gobierno a personas de alta capacidad
intelectual, independientemente de sus inclinaciones políticas. La respuesta
negativa de Sarmiento subraya la profunda división que existía en el país. Aun
así, la voluntad de Rosas de abrir un diálogo es un indicativo de su
pragmatismo.
Sin embargo, es importante reconocer que los
intentos de Rosas por incluir a sus adversarios estaban muy limitados por el
contexto de la guerra civil y las tensiones políticas. La desconfianza mutua y
el pasado de violencia dificultaban cualquier tipo de reconciliación plena.
La relación de Rosas con figuras como Alberdi y
Sarmiento y su disposición a incluir intelectuales y políticos de diferentes
ideologías en su gobierno presenta una imagen más matizada de su figura.
Si bien es innegable que Rosas mantuvo una política
dirigida a mantener el orden y la soberanía de la nación a todo trance, también
es evidente que su enfoque hacia la colaboración y el respeto por la
inteligencia de sus adversarios fue un rasgo significativo de su mandato.
Debemos revisar la narrativa histórica y entender
el liderazgo de Rosas en el contexto de un país en constante batalla entre quienes
desarrollaban una política de resguardo a los intereses nacionales incluyendo a
los de las provincias y su religiosidad y aquellos que apoyados en ideas y
potencias extranjeras entregaban lisa y llanamente la dirección y territorio a
estos intereses vejatorios que intentaban, asi también, desacralizar a nuestro
pueblo con filosofías inmanentistas, iluministas.
Los Unitarios eran vistos como
enemigos del orden, de la religión y la soberanía. Rosas utilizaba esta
narrativa para consolidar su base de apoyo entre los Federales y aquellos que
temían la anarquía (nadie olvidaba la llamada Anarquía del Año 20, el
fusilamiento atroz de Dorrego, etc).
Pero Rosas no era ciego: era
consciente de que su gobierno carecía de un número suficiente de individuos
capacitados y comprometidos con los ideales patrióticos. Este reconocimiento
muestra una autocrítica que contrasta con su imagen de líder autoritario,
sugiriendo que valoraba la competencia y la lealtad.
La inclusión de figuras como Manuel J.
García en su primer gobierno, como Alvear, a pesar de no ser de su gusto
personal, demuestra el pragmatismo de Rosas. Reconocía que, para lograr
objetivos diplomáticos y políticos, era necesario rodearse de personas
competentes, independientemente de sus diferencias ideológicas o personales. Él
se encargaría de dirigir las acciones de los mencionados según sus criterios
políticos.
Su deseo de contar con individuos
capacitados sugiere que entendía que el liderazgo efectivo requería más que
solo lealtad; también necesitaba conocimiento y habilidades.
Al aceptar en su gobierno a personas
como Alvear u otros que no eran definidamente ‘rosistas’, ni siquiera
Federales, el Restaurador estaba dispuesto a construir alianzas estratégicas,
lo que es fundamental en la política. Esto muestra su habilidad para navegar en
un entorno político complejo y su disposición a sacrificar algunas preferencias personales,
El mismo día en que juró su
cargo, declaró al diplomático uruguayo Santiago Vázquez:
“Creen
que soy federal; no señor, no soy de partido alguno sino de la Patria... En
fin, todo lo que yo quiero es evitar males y restablecer las instituciones,
pero siento que me hayan traído a este puesto”.
El primer gobierno de Rosas en la
Provincia de Buenos Aires fue un gobierno “de orden” (sic). En este primer
momento se apoyó en algunos de los dirigentes del Partido del Orden de la
década anterior, lo cual ha permitido que fuera acusado de ser el continuador
del Partido Unitario, aunque con el tiempo se distanciaría de ellos.
Bueno, debemos recordar que el primer
gobierno de Rosas, diríamos hasta el año 1835, tenía tintes marcadamente
liberales. Recordemos que trabajó codo a codo con el Martín Rodríguez y que el
distanciamiento no se produjo por cuestiones de política económica sino por el
modo que tenían de pensar respecto al trato con los indios.
Luego de la campaña del desierto,
Rosas comprende y visualiza el país en su conjunto, las necesidades de los pueblos
tierra adentro, el acogotamiento económico que se produce allí por el
centralismo porteño y Rosas, a pesar de que las medidas a tomar fueran en
contra de sus propios intereses como ganadero bonaerense no duda en proteger a
las industrias incipientes y comercios del interior a través de la Ley de
Aduanas de 1835 ganándose el respeto y apoyo de los gobiernos provinciales.
Pero, como se dijo, en este primer
gobierno, Rosas tenía una mirada más liberal y –como tal- se rodeaba de
funcionarios con esa ideología. Entre ellos, García.
Igualmente, esta
primera administración de Rosas fue, también, un gobierno progresista: se
fundaron pueblos, se reformaron el Código de Comercio y el de Disciplina
Militar, se reglamentó la autoridad de los jueces de paz de los pueblos del
interior y se firmaron tratados de paz con los caciques, con lo que se obtuvo
una cierta tranquilidad en la frontera.
Mientras estuvo al frente del Ministerio, García tuvo
correspondencia con Rosas, donde al principio el trato se deslizaba afable en
ambos, pero con el correr del tiempo se fueron notando las tensiones en los dos
por algunas críticas directas de García, al propio gobierno del Restaurador.
por su modo de actuar. Ello terminó de enfriar y de quebrar la relación..
No había muchos funcionarios que se animaran a
hablarle de tal modo a Rosas pero en la base de ello estaba sus maneras
distintas de pensar.
La correspondencia entre ellos data entre 1825 –donde
todavía Rosas no estaba al frente del Gobierno- y 1833.
De Rosas a García, son 53 cartas. De García a Rosas,
son escasas 9 cartas las que se conocen. Uno de los motivos es que las cartas
enviadas por García, Rosas las quemaba luego de leerlas, según lo dijo el
propio Restaurador.
De la lectura de las cartas se deduce, muy fácilmente,
que fueron muchas mas las cartas que intercambiaron ambos personajes, pero a la
fecha nos tenemos que conformar armar el rompecabezas de su relación en base a
las que se conocen.
La primera carta de García a Rosas data del 13 de
Agosto de 1829, por lo que desde 1825 a dicha fecha solo se han encontrado
cartas de Rosas a García.
En las primeras cartas el tema de las mismas trata
sobre la necesidad de dinero, vituallas, armamento que Rosas necesita para liberar
a la campaña de los indios rebeldes que acosaban las poblaciones lejanas y
poder así, luego, de expulsar a los malones indígenas, ensanchar el territorio
libre para poblar ellas fundando pueblos que sirvan de contención a las
invasiones de los indios.
Rosas estaba agradecido a García por sus oficios para
enviar dinero a la campaña – Ministro de Gobierno y Hacienda de la provincia de
Buenos Aires en los gobiernos de Martín Rodríguez (1820-1824) y Juan Gregorio
de Las Heras (1824-1826).- a fin de lograr Rosas su cometido, es decir, librar
de la mayor parte de la provincia de los ataques de los indios rebeldes.
Sirva de ejemplo alguna de las cartas que Rosas, por
aquellos tiempos, le enviaba a García:
“En los
Cerrillos a 2 de septiembre de 1825
“Mi
respetable amigo y Señor Dr. Manuel García.
Desde que
salí de esa no me despegué de los Indios hasta que los dejé en el Toro e donde
caminaron el 26 del pasado. Van tan preparados y dispuestos, que debo roer y
asegurarle han de hacer cuantos esfuerzos puedan.
“Me dijo Ud.
que para conseguir esta obra sólo era preciso un poquito de contracción a ella.
Si Señor Don Manuel, Ud. tiene gran razón a mi ver, porque entonces el Gobierno
enlazaría el tiempo presente con el futuro: alcanzaría a ver el bien el mal,
los pesaría, sabría valorarlos, vería a muy mala luz la guerra a los indios con
la espada; y de aquí al convencimiento de que aquel poquito debe agrandarse con
otro poquito, y aun hacer esfuerzos grandes para llegar hasta donde sea
necesario.
“Trabaje, amigo,
para el logro de tan suspirada obra.
Consígala para conseguir de otras no de menos importancia y deseadas. Entonces
llénese de gloria, y déjese querer de sus paisanos, cuando a la par otros
también ensalcen su nombre entre elevados encomios, porque supo en tiempo
oportuno negociar con sabiduría, y ponerlos por ello en el camino de la gloria y
suerte futura. Ud. me entiende y yo de
concluyo por no cansarlo.
“Considerando,
que la fuerza, que debe acantonarse en el Uruguay puede necesitar caballos, y
que estos están escasos en el Entre Ríos, le acompaño esa carta por si vale de
algo este aviso, pues al vendedor si le pagan bien a plata con ella podrá
comprar ganados.
“Por lo que
me dice M. supongo se olvidaría Ud. de mandar la orden a la Policía para que
sin demora fuese puesta a mi disposición la china Rosa. Si así ha sido yo habré
quedado mal con el Jefe, quien fiado en mi palabra, en el acto mismo mandó se
me entregase. Espero que si no estoy equivocado llenará Ud. este vacio y me
dejará bien puesto.
“Ud. sabe
que puede mandar en la amistad y voluntad con que es suyo. .
“Juan Manuel
de Rosas
“N.B. El Sr.
D.J. Javier Acevedo me dice en carta. La partida de milicia ya se halla en
esta. Será auxiliada en cuanto me sea posible y crea que a más de llenar los objetos
que Ud. me indica, contendrá en mucho la deserción tan continuada de la fuerza acantonada en
la Frontera del Salto”.
Tengamos presente el contexto. En 1825 era Gobernador
de Buenos Aires, Gregorio Las Heras y en 1826 le sucedió Bernardino Rivadavia
que durante el gobierno de Las Heras andaba por Inglaterra solicitando
préstamos a la Baring Brothers para, juntos, hacer su negocio privado en la
minería de La Rioja.
Los “33 Orientales” con Lavalleja, hacían historia
desembarcando en la Banda Oriental para recuperarla de los brasileños.
El Gral.Paz en 1828 y 1829 luego de vencer a Quiroga,
conquistaba en territorio cordobés para el Unitarismo. Ello preocupaba a Rosas
que estaba atento al desenvolvimiento del cordobés el cual se pensaba que podía
atacar a Estanislao López en Santa Fe.
En carta a García del 1º de Julio de 1829, desde
Cañuelas, le decía:
“……Mi
querido amigo Sr. D. Manuel José García: Hoy recién he tenido el gusto de
recibir su estimada del 27 sin saber cuál haya sido la causa de su demora. […]. Su carta ha sido para mí muy satisfactoria por las noticias que
comunica y por ser de Ud. No deje de escribirme siempre que pueda aunque yo no
lo haga. El General Paz sigue siempre protestando a López por documentos
oficiales y cartas confidenciales que, respecto a Santa Fe sólo desea entablar
una estrecha alianza. Ha mandado a más comisionados al efecto cerca del
gobierno de dicha provincia con este objeto y el de que interponga sus
relaciones con las que se hayan combatiendo por allí a fin de que tenga término
la guerra civil. Mucho ocupa mi imaginación la necesidad de mandar a Santa Fe
muy pronto dos sujetos que merezcan confianza a López para que le instruyan de
lo que se ha hecho y que en su virtud cesen las hostilidades puesto que
instalado el gobierno permanente todo podía arreglarse amigablemente. Ud. sabe
que esto quedó aquí acordado, pero como hablamos sólo de personas que debía yo
mandar, veo ahora que para que cesen las hostilidades debían ser enviadas por
el gobierno provisorio y por el Comandante General. En fin, amigo mío yo le
suplico que medite con detención sobre este asunto que creo de importancia,
teniendo presente que es preciso que yo quede siempre bien puesto con esos
hombres y que vean claro que hay buena intención en todos. Espero muy pronto su
contestación sobre esto y no dudo que ella servirá a tranquilizarme….”
A partir del 13 de Agosto, aparecen las primeras
cartas que se conocen enviadas por García a Rosas.
De tal modo, en una larga misiva, le dice a Rosas (-no
sabemos si había recibido García para dicha fecha, la anterior de Rosas del 1º
de Julio-) una serie de consideraciones de índole política en la cual García le
hace ver su modo de pensar sobre las circunstancias que se vivían en el país.
De la carta se desprende que García batallaba por
encontrar la paz entre Federales y el Unitarismo encabezado por Lavalle, Del
Carril y Díaz Velez, los cuales, estos últimos, según García, se encontraban
asustados. Recordemos que Lavalle junto a los mencionados, mas otros como
Agúero, habían cometido el asesinato vil del Gobernador Manuel Dorrego y temían
las acciones del pueblo contra ellos por dicha causa.
Tengamos presente que en ese entonces era Gobernador
Provisorio de la Provincia, Juan José Viamonte, declarado Federal, -aunque muy
dudoso-, pero no ‘rosista’ ya que se
opuso al régimen ‘rosista’ en 1839 y se exilió en Montevideo. Falleció
allí el 31 de marzo de 1843, a los 69 años de edad.
“Buenos Aires. Agosto 11 de 1829
“Sr. D. Juan
Manuel Rosas.
“Mi querido
amigo; Ayer me encontré tan apurado que no tuve más recurso que mandarle el
borrador de la carta que le estaba escribiendo, para que supiese mis
pensamientos de cualquier modo escritos.
“Anoche
hemos tenido le conferencia que anunciaba a Ud. con los Jefes del Ejército, y
les hemos hablado al alma, para desengañarlos, tranquilizarlos, y sobre todo
para que ellos en lugar de hacer bando aparte se unan con el Sr. D. Juan
Manuel, y entiendan que haciendo una sola causa con él, hacen una causa con la
patria, y no tienen sino marchar satisfechos de que por ese camino hallarán
honor y fortuna.
“El Gral
Lavalle se ha explicado con una franqueza honorable y firme, les ha demostrado
el absurdo de creer que no tienen más garantía que su permanencia de él en el
Gobierno: que al contrario el bien del país. el bien del Ejército, el honor del
Gral. estaban reclamando que él dejase el Gobierno inmediatamente, y se formase
una administración nueva que diese seguridades a todos.
“-Que él
había mirado y atendido siempre al bienestar de sus compañeros de armas y que
no les pedía otra retribución sino que mirasen
por el honor de su Jefe comprometido solemnemente en esta ocasión a
dejar el Gobierno, en lo cual consistía también su felicidad, pues no había
para él mayor infelicidad y desgracia que seguir por más tiempo al frente del
Gobierno.
“-Que esa pretensión de que siguiese con el
Gobierno como garantía al Ejército. nacía solamente de las desconfianzas
injustas quo todavía tenían; que si ellos conocieran, como él conocía
personalmente al Sr. Rosas, si supiesen por experiencia que él era de una
honradez, y patriotismo independiente absolutamente de partidos, estaba seguro
quo se disiparían como el humo todas esas vanas sospechas.
“-Que para
esto había resuelto proporcionarse una entrevista, en la cual conocerían
personalmente a su amigo el Sr. Rosas, oirían de su boca sus sentimientos, y
debían entender que sus palabras eran siempre la expresión fiel de su Corazón.
“-Que
después que lo hubiesen así conocido, él ajustaría definitivamente la formación
del nuevo Gobierno, que no podía demorarse un día más sin gravísimo daño de la
Causa pública. La alocución del Sr. Gobernador, la de los Sres. Guido,
Escalada, y la mía, produjeron la explicación de cada uno, y todos quedaron
sosegados, contentos, y deseosos de que se ponga de una vez término a todo, y
también de ver, y tratar a Ud.
“En la
conferencia no hubo más que un buey Corneta, pero ese era el único hombre
extranjero que allí había. Le confieso que me hirvió la sangre hasta querérseme
salir por los ojos, y no pude menos que ponerle un tapón con el que quedó mudo
en toda la noche.
“El amigo
Guido informará a Ud. más de los pormenores. Este negocio es preciso terminarlo
-terminarlo sin pararse un punto- Ya no hay resistencias, no hay quien piense
en oposición: todo el país clama porque se le dé paz, pide a Ud., pide de
nosotros, que encadenemos con mano fuerte las pasiones hostiles, y amenazadoras
do los que quieren triunfar. y vengarse, de los que asustan a todos con
amenazas; que no harán sino despoblar la Provincia, traerle nuevos lutos, y
alejar más y más la época de un Gobierno legal, que ampare a todos.
“Ud. es la
esperanza de la Patria, Ud. es conocido como el gran baluarte que defiende a
todos de los federales furiosos, y de los unitarios desesperados. Siga
desempeñando este glorioso papel. y no demore el desenlace de este negocio.
Ayer llegaron comunicaciones de Santa Po sobre armisticio: dicen que por la
Convención del 24 quedamos, y estamos de hecho en plena paz con aquella
Provincia; que todas nuestras relaciones quedan restablecidas enteramente. y
pide que este Gobierno empleo su influjo a fin de que la paz con esta Provincia
se extienda a todas las demás para que no se derrame una gota más de sangro
argentina.
“Los
Ministros Del Carril, y Díaz Vélez están teniendo la vela como candeleros,
porque nosotros no entramos sino después de formada la nueva administración.
Están muy aburridos, y muy asustados: Yo pienso quo Carril se va fuera, o a lo
menos no irá más al despacho, aunque se queden solo con los oficiales mayores.
De Ud. amigo del Corazón. Manuel J. García.”
Aquí García hacia un comentario con fuerte
significación política pues al decir que Rosas era ‘el gran baluarte’ que defendía a ‘todos de los Federales Furiosos y de los Unitarios desesperados’ no
hacía más que poner en boca de Rosas que el mismo estaba en contra de los ‘Federales furiosos’ (sic) sugiriendo con
ello que éstos estaban en contra de una paz negociada con los Unitarios y, por
ende, que Rosas pensaba distinto que estos Federales. Todo a una declaración
política de García poniendo en Rosas pensamientos que García no podía conocer.
O tal vez, sí pero tratando de señalarle a Rosas que los ‘Federales Furiosos’ (sic) no eran viables para una paz.
Un dato curioso: García menciona que en esas
entrevistas había un ‘Buey Corneta’ (sic); esto es, una persona indiscreta y
que, además, era extranjero que hizo enojar y mucho a García. Hasta el dia de
hoy no sabemos quien era y en qué consistía sus indiscreciones.
No sabemos que le contestó Rosas a García por esa
misiva tan particular pero el 29 de Agosto de 1829, Rosas le envía otra carta
urgiéndole a García por el dinero necesario para la campaña, algo que desvelaba
a Rosas habida cuenta de las urgentes necesidades al respecto.:
“Santa
Catalina, Agosto 29 ,1829:
“Quedo
impuesto del socorro que me anuncia Ud. en su apreciable de ayer, estaría
pronto, para entregarse hoy a mi disposición. Importa que prontamente la
Provincia deje de sentir el peso de la fuerza que consume su campaña, y la
agobia con un ejército y divisiones diseminadas en una vasta extensión de su
territorio. El Estado ahorrará y ganará la campaña, haciendo cuanto antes
retirar ordenadamente, y en términos que contenten, la gente, que ya no es
necesaria.
“Tan urgente
he considerado ser esto, que ayer mismo escribí a Senillosa, y también a García
de Raiga, para que aquél se recibiese de los fondos que hubiese en caja en
casa, y tomase de los amigos, entre hoy y mañana todo el dinero que se pudiese,
y lo remitiese a este punto con la persona que al efecto mandé.-Así pues, amigo
mío, de acuerdo con lo que Ud. me dice, envío a Don Juan Genaro Chaves, para
que se reciba de los cincuenta mil pesos en papeles de a uno, cinco, diez,
veinte, y como una sexta parte de a cincuenta, para por este medio hacer fácil
la distribución y no demorarla. Chaves debe ser “despachado, cosa que esté aqui
de vuelta temprano.
“Hoy ya
despacharé alguna gente, y diariamente, iré despachando en los puntos que
designaré, la que pueda despachar, según los socorros que recibiese.
“Así pues.
mi amigo, yo espero, que siendo tan insinuantes y exigentes. como son las
necesidades de descargar a la campaña del peso de un ejército grande, Ud. no
dejará de tenerlas presentes, y de socorrerme, como me lo ofrece. para su
remedio.
“El banco de
la paciencia en que estoy sentado es muy duro, es my terrible. Quisiera que se
viera lo que ahora tengo que hacer, y todo lo que sobre mi gravita, para que se
conociera que soy digno de lástima. El tiempo, las atenciones, las
circunstancias, todo me consterna, y casi desfallezco. Usted en esta virtud
dispensará, que no entre en lo demás que contiene su favorecida, que sólo me
limite a lo muy preciso, que hoy es el ser socorrido, para hacer retirar la
gente, contentarla siquiera con dos meses de paga, o con lo más que se pudiese,
y libre ya de esta atención pasar a la obra de la organización con mejor
contracción.
“Haga Ud.
presente a los amigos sus compañeros, para que tanto éstos, como usted, me
disimulen, contando siempre con mi buena disposición, y el cordial afecto con
que a Ud. dice a Dios su amigo, Juan Manuel de Rosas”.
En una extensa carta Rosas desde Luján, en Marzo de
1830 manifestándole diversos aspectos que hacen a la actividad de ambos, pero,
especialmente se explaya Rosas en un pedido hecho a Estanislao López, –en la parte
pertinente que transcribimos a tal efecto-
:
“Villa
Luján, Marzo 30, 1830
Señor Don
Manuel J. García: Mi querido amigo: Tengo que escribirle largo y que incomodo
bastante. Pero no se olvide que siempre tengo que escribir de prisa con gran
defecto de padecer distracciones al tiempo mismo de estar corriendo la pluma;
más esto es cuando me dirijo al seno de la confianza y de la amistad.
Dispense,
pues amigo, de hoy en adelante mis garabatos y distracciones al escribirle.
Luego que subí al gobierno le manifesté al Sr. López la necesidad de que me
mandase una relación de la carrera de su vida desde su niñez, para publicar su
biografía que considerara ser este el modo más suave de poner en claro
nuestra cuna (sic), nuestra honradez y
nuestros servicios a la patria.
El más
decente para confundir a los malvados, que nos habían tirado sin piedad en los
periódicos en el periodo que tuvieron el poder, mostrando a una luz clara de
este modo a todo el mundo quiénes somos, para que desapareciesen las
impresiones que deja la calumnia y los malvados quedasen como si tal.
El amigo
López se resistió a mandarme lo que le pedí, pero habiendo yo insistido con
razones más fuertes me ha mandado al fin lo que Ud. verá en la adjunta copia.
En este
estado me parece que con esto podemos reportar varios bienes haciendo la obra y
publicándola.
El uno poner
en claro nuestra conducta y hacer desaparecer impresiones.
El otro
mostrar al mundo quienes son esos salteadores.
El otro
ligar más y más nuestras relaciones con López y que el mismo mundo vea que
nuestra amistad es inseparable porque los años y la buena fe la han
fortificado.
El otro es
el que Paz vea que somos hombres que cumplimos nuestros compromisos cuando nos
obligamos, y para ello nada nos acobarda ni tememos.
Creyendo que
la lectura de esta obra debe producir los buenos efectos indicados quisiera que
Ud. se encargase de formarla para que se publicase sin demora: ya cómo obra de
un particular amigo nuestro, ya como a Ud. le pareciera que se hiciera la
publicación para que corriera por todas partes.
Si no
encuentra dificultad y si le parece bien le mandaré más materiales sobre la
biografía de López, pues que en su apunte ha dejado de poner por delicadeza
muchas cosas que yo no ignoro.
Le mandaré
también los apuntes míos para que con todos los materiales a la vista trabaje
la obra en los ratos que tenga legar y pueda hacerlo.
Si nada de
esto le agrada hábleme claro, pero no olvide que respecto del Sr. López es
necesario publicar algo para que no quede yo mal puesto después de haberle
pedido con tanta insistencia los sucesos de su vida.
Le adjunto
copia del oficio y carta de López. El primero al Gobierno de Córdoba y la
segunda a mí. Iguales copias le mando a mi primo. Yo creo que el oficio debía
publicarse aunque López no me dice que se haga esto” […].
Esta carta es una muestra de la arquitectura política
que manejaba Rosas; su capacidad de tejer alianzas.
Le comenta a García que le había pedido a Estanislao
López una reseña de su biografía desde su niñez para mostrar al mundo todo –y a
los Unitarios, también- quienes eran los Federales.
López al principio se negó pero ante la persistencia
de Rosas, le envía lo pedido.
El objeto es publicarla, mostrar sus obras, su
conducta todo a fin de mostrar la amistad entre ambos. Y que era, para Rosas,
un modo de concretar o afirmar la alianza con el caudillo santafecino.
Le pide Rosas a García que sin demora vaya armando el
trabajo de edición.
Rosas presiente que el trabajo disgusta a García
(recordemos que García no era muy afecto a los caudillos y a su impronta) y le
dice que si esta labor no le agrada, que se lo diga claramente pero que hay que
publicar algo sobre López después que él –Rosas- le insistió tanto que le mande
el material autobiográfico pues sino quedará mal con López.
Pasará mucho tiempo sin que García haga nada al
respecto y no sabemos si finalmente lo hizo. Era algo que García –liberal al
fin y con un federalismo, digamos, ‘desteñido’ evitaba hacer. Rosas en varias
cartas, le recordaba el trabajo pendiente.
Pues bien, el 29 de Abril de 1830 le manda otra carta
desde San Nicolás. En la primera parte Rosas le hace ver a García las conductas
de ciertas personas funcionarias en Baradero, San Pedro, etc. Sus
incompetencias en sus labores, sus conductas de falta o no, de honradez, etc.
Aquí la gramática, la sintaxis es defectuosa:
“San Nicolás,
Abril 29 de 1830
“Mi amigo
Señor Don Manuel:* Yo no sé estos guardas que es lo que guardan. Según este
buen hombre que está aquí, el objeto de ellos es dar cuenta de todos los frutos
que se embarcan, y si no están conformes con las guías embargarlos y dar
cuenta. Examinar los cargamentos que vienen de esa a ver si están conformes con
las licencias o guías y si no lo están hacer lo mismo. Si este es el objeto veo
que toda la costa está sin guardarse porque en San Pedro no ha habido guarda, y
ahora nomás lo hay porque este de aquí ha mandado uno que tenía.
En el
Baradero que es puesto, no hay nadie y es probable que así suceda en loa demás
puntos de la costa donde hay puerto. Yo amigo esto no lo entiendo y sólo se lo
aviso por si de algo le sirve la noticia. Lo que sí me parece es que estos
guardas sin tener quienes los observan no han de hacer más que dormir, comer y
disfrutar del sueldo. Roban lo que pueden, pues creo que nunca han de estar
disconformes las guías con los cargamentos. Ud. dispondrá lo que fuere mejor.
Sólo si le repetirá que el guarda de San Pedro es un piojo unitario que es
necesario lo haga Ud. salir de ahí muy pronto quitándole el empleo y mandándome
un federal si es que Ud. cree que es necesario guarda.
El viejo que
está en esta me parece bueno según indica el Dr. Mara. Lo considero de juicio y
al parecer honrado.
Hoy queda en
esta todo arreglado y mañana saldré para el Pergamino o San Pedro.
Probablemente será al Pergamino por dejar arreglada la gente del General
Quitase y sujeta al Coronel Pacheco según Ud. desea. Aquí queda arreglado lo
del templo, las cosas de la Iglesia en todas sus ramas quedan nombradas las
comisiones. El cómo se ha de hacer el cementerio y dónde, pues aún entierran en
la Iglesia. En nada de esto tendrá que hacer desembolsos el Estado. Sólo tendré
que consultar a Ud. sobre un impuesto sobre los mismos vecinos. Ellos están
conformes en todo y muy contentos pues quieren Iglesia y cementerio fuera.
Quedan
arreglados los intereses que hay del Estado. Las escuelas id todos contentos.
La preceptora es superior y ya se andará por ir por el poco sueldo, pero yo la
he contentado sin gravar el estado. Queda y queda muy contenta.
A los niños
no se les enseñaba la doctrina Cristiana ni iban a misa. Todos aquí irán ya en
esto siguiendo las máximas de sus amigos de Ud. los Judíos Don Julián Agüero y
Don Bernardino Rivadavia. Mas ahora ya todos quieren ser otra vez cristianos.
El guarda
que está en San Pedro se llama Martin Anzoátegui. Los vecinos han hecho
ejercicios todas las tardas desde que yo estoy aquí y nunca han dejado de haber
formado menos de doscientos. Ellos me han dado la guardia desde que llegué
porque yo dejo que me hagan los honores, no porque me guste, si porque aprendan
y se acostumbren a llenar sus deberes. En fin, yo me voy mañana y creo que
todos quedarán contentos. El cura lleva muy bien su ministerio.
El rematador
de los corrales es un piojo y la policía ya verá Ud. cómo se ha descuidado en
cobrarle el año que está debiendo. Tengo los documentos para con ellos escribir
a Ud. para que vea cómo andan estas cositas. En fin yo llevo todo un apunte
para escribir a Ud. de por ahí.
Las maderas
para poblar le Federación pueden tomarse da aquí gastando tres tantos manos que
lo que costarían conducidos de Buenos Aires y quién sabe si aún todavía digo
bien pues puede que se gastase mucho menos. Deduzca Ud. por esto 400 tijeras
buenas, 2000 latas (que hacen como 1500 canas) diez palmas y un cuero con la
mantención de carne que son seis pesos, ha importado 386 pesos en papel. Esta
madera la pagué y camino para componer loa cuarteles del Salto. No crea Ud. que
cuando se pobló la Federación no pensé esto yo. Están en mi poder las
correspondencias que dirigí a su tal amigo el pillastrón Don Ángel Blanco.
Estén las que dirigí al Bueno de Raucho y de ellas se deduce que ellos y no yo
fueron la causa de que se comprasen en Buenos Aires. Salud le desea su amigo y
compañero.. JMR”
A pesar de la forma de escribir, su gramática
defectuosa, se observa la puntillosidad de Rosas que incluye no solo los
nombres de los funcionarios sino sus aciertos, sus errores y sus
incumplimientos dolosos y como solucionar todo.
Rosas está no solo en la política macro sino en los
más mínimos detalles dando órdenes hasta en el ejercicio en los mas pequeños
puestos de trabajo para que no se desviara la política Federal y el orden
imperante.
Entre todo eso se incluye que no se imparte la
doctrina cristiana a los niños en las escuelas ni iban a misa. Sarcásticamente Rosas
culpa de esto a los ‘amigos’ (sic) de García, Julián Agüero y Bernardino
Rivadavia.
Rosas ordena que todos los incumplidores sean
removidos y que se pongan en sus lugares a Federales fieles.
Ya el 19 de Junio de 1830 Rosas le escribe a García,
desde San Antonio de Areco una extensísima carta respecto a un posible arreglo
entre Buenos Aires –por entonces ya a cargo la gobernación en la cabeza de Juan
Manuel de Rosas- y el Gral. Paz que manejaba las provincias del interior con su
liga unitaria.
“San Antonio
de Areco, Junio 19, 1830 por la noche
“Mi querido
amigo y señor Don M José García: Contesto a sus estimadas cartas del 16 del
presente. Ud. ya he visto mi carta al General Paz y al Señor Oro. Por ellas y
por las de Ud. citadas se ve que no estamos muy distantes en las opiniones.
“Si él desea
la paz de buena fe. Si su intención no es dominarnos a todos, bien claro creo
que abro el camino para que podamos empezar a entendernos.
“Pero si
este hombre se propone mandarnos por la fuerza consumar el crimen del primero
de Diciembre ¿Habremos de dejarlo? ¿Salvará esto a la tierra toda de sus
desgracias? No me parece, pues estoy creyendo que la mayor parte de la masa de
la población de las provincias de la República es enemiga de la causa que
sostiene el General.
“Si esto
fuese así ¿qué sucedería después? La guerra dirigida, no ya por hombres
decentes, de juicio y ardiendo en los mejores deseos. Vencería sobre ruinas al
General Paz sin embargo, y ¿habría por esto hecho la felicidad de la tierra? No
me parece ¿Cuantos jefes no entrarían a disputarle el poder, y se lo
disputarían después ellos mismos? Entretanto y de todos modos la tierra tendrá
que mantener esos soldados con los últimos restos de su fortuna.
“Y al fin de
todo ¿se habría lavado la mancha de la historia causada por el primero de
Diciembre? Cuando digo que me parece que la mayor nasa de la población no está
por la causa del General Paz, es porque veo que para mudar los gobiernos de las
provincias ha necesitado mandar a todas fuerzas de su ejército vencedor, y
mandarlas rápidamente después del triunfo.
“Mañana
podría mandar un ejército sobre Santa Fe y a su entrada o apoyo mudarse el
Gobierno. ¿Sería por esto la mayoría de la masa de la población de Santa Pe por
la causa del General Paz? Me parece que Ud. discurre muy triste, que sólo se
coloca en los casos funestos, y que poco quiere dejar a favor de la fortuna de
nuestra justa causa.
“Yo, amigo
querido, estoy conforme en los sustancial de la opinión que Ud. me abre en la
conclusión de su carta; no porque vea como Ud. resultados tristes en el sentido
en que Ud. los considera, sí porque los temo en otro diferente.
“Yo creo que
sostenida la guerra hasta triunfar del todo y dejar absolutamente desagraviadas
las autoridades y las leyes no habrían cesado nuestros males.
“Por el
contrario considero que el día mismo que dejáramos concluida esta obra y que no
tuviéramos enemigos, entraríamos a despedazarnos nosotros mismos de una manera
acaso más fea. ¿Cuántos no aspirarían entonces a mandar? Pobre de los hombres
de opinión firme y sana que permaneciesen en el país. Yo por mi parte no sería
sonso para permanecer en él un solo día.
“¿Por qué no
quise entrar por las armas a Buenos Aires? No crEa nadie que fue por falta de
poder. No, amigo, me sobraba. Yo medité en medio de una calma virtuosa libre de
pasiones y conocí claro que podía perderme y perder la patria si me dejaba conducir
por el camino que debía halagar a un ambicioso de gloria.
“Por último
veremos lo que contesta el General Paz y si puede tener efecto la entrevista.
Yo ya le he abierto el camino y si él quiere repito algún arreglo, algo debe
decir que pueda o sirva, para prepararla. […]
“Todo lo que
no podamos acordar en ella me parece imposible que tenga lugar de otro modo. No
me dice Ud. si le ha parecido bien lo que he escrito a Córdoba. No sé por qué
decía Ud. de hablarnos claro.
“Si es por
las cartas -yo las quemo, y si quiere le devolveré las que hablen cosas que
considere delicadas. Sé por Don Tomás que ha gustado a los tres mi carta al
General Paz, sin embargo Ud. con la suya me deja en duda.
“El amigo
López no es sonso. Conoce bien sus intereses y así es que cada día se muestra
más fino y consecuente. Hoy mandó una carta de él y otra del Señor Rojas.
“Corrientes
vale para nosotros en caso de una guerra. Cuando nos veamos le descubriré el
secreto y Ud. se convencerá y me dará la razón. Hoy a mi ver Corrientes vale
más que todas las provincias. No por sus hombres, no por sus armas, ni tampoco
por su quietud. Otra cosa es lo que vale”. […]
Vemos que Rosas menciona la necesidad de la buena fe
en los acuerdos pero que si Paz no actúa consecuentemente habría que
enfrentarlo pues el pueblo del interior era netamente Federal.
Rosas desconfía de esa necesaria buena fe de Paz y
descree de un posible arreglo. No se equivocaba.
Hace saber a García que las cartas que de él recibe,
las quema…tal como lo hemos indicado arriba.
También hace saber la importancia de que la provincia
de Corrientes siga siendo Federal por razones que Rosas dice que en su momento
le hará saber a García aunque por ahora no quiere decírselo por carta; solo lo
hará personalmente cuando lo vea.
No sabemos cuáles eran esas razones ya que Rosas no lo
menciona en alguna otra carta a García.
Unos días después, el 25 de Junio de 1830, García le
responde a Rosas en otra extensa carta en términos muy duros:
Veamos:
“Buenos
Aires, Junio 25 , 1830
“Mi estimado
amigo y Señor Don Juan Manuel Rozas:
“(Referido a un Congreso
General entre todas las Provincias para
llegar a un acuerdo de paz y armonía) […].“Por
lo que hace al general Paz, personalmente no es fácil responder do cuál sea su
resolución final; pero hurgando por todas las probabilidades yo pienso que él
excusará cuanto pueda una determinación brusca y violenta contra este país;
porque no se le ocultan los resultados aun cuando él triunfase.
“Pero puede
ser forzado por la opinión unánime de los demás pueblos, si no sabemos
neutralizarla a tiempo. Lo cual me parece bien fácil hoy; pero si una vez se
enredan las cosas que podría responder de nada, si no es la ruina cierta de
estos alterables pueblos. […]
Aún tengo
tales datos que me ocuparía de buena gana de negociar estas resoluciones -pero
como lo preví desde que cayeron en desgracia las bases de la convención en
junio y se proclamó una política distinta, me siento tan embarazado y en una
posición tan falsa, que no sé cómo hacer para no caer en ridículo,
permaneciendo en el Ministerio.
“Lo único que
podría salvarme era efectuar algo de importante sobre nuestra haciendo pública;
pero esto es imposible mientras no se asegure un arreglo cualquiera con
nuestros vecinos, y mientras no se funde un orden en nuestra provincia.
“Amigo,
mientras nuestra política interior no tenga más polos que los de Unitario Y
Federal no será posible quietud ni confianza. Ud. verá y tocará por sí mismo
cómo se desmorona, y cómo se divide y subdivide lo que se llama partido
Federal.
“Ya lo
presiente Ud. mismo, y con razón. Nosotros estamos de acuerdo en lo sustancial;
quizá en los modos de proceder está la discordancia. Yo repruebo completamente
el lenguaje del "Lucero": las increpaciones. y los insultos son
malos, malísimos e impropios en estas circunstancias pero los sarcasmos y las
bufonadas todavía son peores porque irritan el amor propio; y Ud. sabe que un
hombre olvida, y aun disculpa al que le da una estocada; pero nunca al que dice
una palabra de menosprecio y lo pone en ridículo.
“Por mi
parte he hablado con dureza al editor del "Lucero"; pero este hombre
hace otro mal que es el de esparcir por todas partes y entre toda clase de
gentes que él no hace sino poner lo que le manda poner el gobierno que lo paga.
[…]
“Mi
posición, amigo, es muy falsa, es preciso que cese cuanto antes. No debo estar
en el ministerio como los santos en Francia, con los ojos claros y sin vista.
La situación del país es crítica, no me arredra esto, antes eso me ha animado a
volver a los negocios públicos; pero ya que estoy en ellos es preciso que
corresponda a las esperanzas de los que algo han amparado de mi, y que obre
según lo que entiendo. Da otro modo ni sirvo al público ni correspondo a su
confianza, ni a lo que me debo a mí mismo […]”.
En la mencionada carta le dice, entre otros temas, en
su parte pertinente que es necesario un acuerdo con Paz y que no cree que el
mencionado actúe en forma violenta o brusca y que es necesario para la paz
definitiva un acuerdo entre Federales y Unitarios haciendo hincapié en que tal
vez los métodos o modos de proceder entre él y Rosas, son distintos aunque
–aclara, por las dudas- que el objetivo son los mismos.
García hace mención a lo que dice un diario ‘El
Lucero’ respecto al lenguaje usado y las agresiones pero implícitamente hace
ver que ese lenguaje pareciera que emana del propio gobierno; es decir, de
Rosas. Lo cual seguramente habrá tensado las relaciones entre el Restaurador y
su Ministro.
La comunicación entre ambos se vuelve tirante en este
caso, y García amenaza renunciar…
Pero, claro, no solo eran tensas las opiniones de
Rosas y García en temas políticos, sino a esta altura en temas económicos y de
gestión:
Veamos.
En sendas cartas del 26 y 27 de Septiembre de 1830, le
escribe a Rosas:
En la primera le dice:
“Mi estimado
amigo y Señor Don Juan Manuel de Rosas:
[…] “Lo del Sr. Alsogaray estaría ya despachado, al no fuese por la orden
de Ud. para que se entregasen al mismo Sr. López cinco mil y tantos posos
metálicos urgentísimamente para el correo que salió. Quien facilitó cinco mil y
tantos con mayor razón habría facilitado cuatro mil, que es lo que resta de la
primera cuenta, pero dar nueve mil y tantos a un tiempo era cosa Imposible.
“Mucho más
cuando habla que dar sobre diez mil pesos metálicos con igual urgencia para el
Sr. Moreno que al fin se ha quedado.
“Estas
ocurrencias imprevistas, y urgentes lo desconciertan todo, y nos sacan de
quicio, y agotan también mi paciencia. Ahora se me anuncian nuevos gastos de
guerra, y las entradas bajan y deben bajar por fuerza -con que demore un poco
podremos poner papel en alquiler a la Tesorería, porque será excusado ocuparla
con cajas vacías.
“En todo
este año no hemos hecho más que ir aumentando gastos ordinarios y
extraordinarios en todos los departamentos; se dice que es peligroso hacer
reformas, más peligroso y aborrecible será no pagar después sueldos y tener que
sacar contribuciones forzosas, etc., etc.
“La
confianza que antes había, las esperanzas que se habían concebidos, se han
desvanecido entre los nuestros y los extraños y unos temen por sus personas y
otros por la bancarrota del gobierno que ven venir a toda prisa. “En fin, todos
los elementos con cuya combinación contaba se han disipado. “El Gobierno puedo
seguir el rumbo quo ha tasado pero se engaña si cree que así podamos tener
sistema y orden en la hacienda.
“Bajo un
régimen perfectamente arbitrario no hay ni puede haber crédito, ni lo ha habido
nunca”
Luego de esta carta escrita en
fortísimos términos, al día siguiente le envía otra, esta vez sin protocolar
saludo. Lo que es sumamente extraño tales faltas de formas…El tono es
francamente duro como la anterior…:.
“Buenos Aires,
27 septiembre 1830.
[…] “Para la cuenta del señor López encomendada al señor Alsogaray, sólo
faltan 1.000 pesos; y si oso falte es de Ud. la culpa, pues me ha mandado pagar
con urgencia de horas, 5.000 y tantos pesos metálicos para el mismo López, que
se cargarán al señor Vidal. Lo de los guardas no me habla Ud. dicho y serán
atendidos oportunamente.
“En cuanto a
Peña es un joven que aprecio particularmente y que no dejaré pasar ocasión de
protegerlo. Según todas las apariencias vamos corriendo a una próxima
bancarrota.
“De un año a
esta parte van creciendo los gastos en todos los departamentos y cuando parecía
que podría esperarse disminución, empiezan con mayor fuerza: a este paso las
entradas van a bajar extraordinariamente; el comercio y la industria se
paralizan, la población huye y el crédito y la confianza desaparecen dentro y
fuera.
“Ello es que
para el mes de noviembre será preciso poner papel de alquiler a la Tesorería
como a los cuartos vacíos. No hay esperanza en reforma de gastos, ni en
volver las formas legales, que inspiran
confianza y animan a los ciudadanos, el país está agotado y miserable ¿Qué
especie de milagro se exige de mi? Henmos venido a un término enteramente
opuesto del que se me propuso y sobre el cual consentí en servir.
“Se dice que
mis reflexiones son hijas del miedo y efectivamente hay cosa, a que tengo más
miedo que a la muerte y hago gala de tener ese miedo. Ud. se nos desapareció
repentinamente, qué sé yo que tantas cosas podrían decirse en esta especie
singular de gobierno en que vivimos; pero no puedo omitir recordarle que no se
ha puesto ninguna resolución sobre ad solicitud, que es pública y que parece
merecer un momento de atención.
“Al señor
Tomás hablé sobre esto y convino en que era necesario decretar algo, bien que
insinuó sl seria o no propio dar otra forma al memorial.
“Ud. se nos
desapareció repentinamente y ml solicitud está sin resolución hasta ahora, sin embargo
de que se ha hecho tan pública. Si el temor de ella es inconveniente, poco
cuenta reformarla en la parte que no convenga”.[este último párrafo está tachado]
Según García, Rosas necesitaba ingentes sumas de
dinero para la guerra, la lucha contra los indios, sus malones, etc en el
interior de la Provincia, necesarias, por supuesto pero García se desesperaba
diciéndole que las arcas del gobierno estaban exhaustas, las deudas se
acumulaban por dicha causa y que la culpa era- directamente- de Rosas.
Es de imaginar la reacción de Rosas ante dicha
imputación.
El 29 de Septiembre de 1830 Rosas le contesta –el
mismo día de recibida- a García puntillosamente a las manifestaciones de
García.
Rosas se muestra alterado con lo dicho por García y
contesta –a borbollones y enojado- sobre los dos puntos que trata la carta de
García: temas políticos y temas económicos.
“Voy a
contestar a su estimada del 27 Que recién hoy he recibido. ¿Pero amigo qué
quiere Ud. que hagamos con esos hombres que no quieren estar quietos, ni
respetar la autoridad? ¿Dejarlos que trabajen a su gusto con descaro y
libertad? ¿No ve Ud. lo que están haciendo? ¿Los hechos mismos de ellos no están
mostrando que el gobierno con razón se pone en guarda y toma algunas medidas de
seguridad? ¿Y pesar de esos hechos y de todo cuanto el mundo ve qué medidas
fuertes son las que se ven en el gobierno? ¿Los ahorca, les quita sus bienes,
etc.?
“No entiendo
amigo, qué es lo que Ud. quiere entonces o qué lo que me quiere decir en su
carta.
“Yo estoy
conforme en que conviene generalizar las ideas que Ud. me manifestó noches
pasadas en el fuerte; mas ¿quién escribe o quién se encarga de hacerlo? y entretanto
¿cómo podremos estar parados sin conservar el calor público y sin ponernos en
actitud de guerra? ¿Y si Paz nos avanza de repente a la desesperada, y Lavalle
del mismo modo se avanza sobre el Entre Ríos? ¿Los unitarios, los enemigos de
la quietud pública no son los autores de la toma de la Sarandi, de las
reuniones en el Estado Oriental, etc. para emprender sobre nosotros o Entre
Rios y de que Paz esté amenazándonos. etc.?
“Y ¿si todo
esto no puede negarse, cuáles son los medios de restablecer en ellos el
crédito, y la confianza? ¿Callarse? ¿Dejarlos que sigan y dejarnos estar
quietos? ¿Llamarles, rogarles?
“Yo no
entiendo cómo esto podría ser el remedio cuando vemos que los empleados
disfrutando el sueldo del gobierno son los peores. ¿Dejar la aptitud de guerra,
no permitir que hablen los periodistas, etc.?
“Y entonces
¿quién nos asegura que nuestros contrarios han da hacer otro tanto?
Desaparezcan los nublados del Estado Oriental: nuestra paz que no nos ha de
incomodar. Cesen los unitarios de trabajar contra el Gobierno, y verá Ud. si
hay quietud: si hay arreglos y si hay otro que respete más que yo la libertad
de hablar, de opinar y de escribir.
“Entonces
los hombres serian llamados a los destinos públicos, por sus aptitudes, y no
por sus opiniones y aptitudes, o por sus opiniones, y otras causas.
“Mi
separación no ha podido ser repentina porque hacía días que estaba anunciada.
Sobre su renuncia Ud. habló con Don Tomás [Anchorena], y quedaron conformes.
“Darse al
público así como está, ya Ud. debe hacerse cargo, que ni a Ud. ni al gobierno,
ni al país, le conviene: porque la contestación necesariamente debe ser
arreglada al sentido de su renuncia.
“Si Ud. se
empeña en que se publique haga otra de acuerdo con Don Tomás y entonces se
publicará con la contestación de no admisión.
“Al leer el
último párrafo de su carta veo que quizá no he tenido motivo para mis
antecedentes conceptos sobre nuestro estado político, etc.
“Me gusta su
modo da discurrir en este artículo. Estamos enteramente conformes: pero cuál
podría ser el camino para arribar a ese término feliz. Yo no puedo alcanzarlo.
Apúntemelo Ud. de una manera que yo vea claro; en la inteligencia que nadie lo
desea más que yo. Ud. no ha contestado a algunos puntos importantes de mi
carta, y voy a repetirle lo más preciso.
“Urge
sobremanera pagar el resto de la milicia que sirvió en defensa de las leyes.
Los gastos en el negocio pacifico no pueden dejar de hacerse porque nos pueda
traer mucho mal en las circunstancias. Yo estoy ya sin medio hace días, y muy
empeñado mi bolsillo.
“Cuando Ud.
me mandó los veinte mil pesos últimamente a la sub-Inspección, tenía ya suplido
más de esta suma. Los milicianos que faltan que pagar son del sud, que han
quedado para el último porque me conocen más. Son los que más han servido. y en
premio se les rejunaron sus caballos y aún no se les ha pagado.
“No crea
Ud., mi amigo, que con esto quiero decir algo de queja hacia usted. Sería un
miserable ingrato si alimentase tal idea. Sé que Ud. no es santo para hacer
milagros, y que sin serlo ha hecho demasiado en esta jornada. Si persuadido de
la necesidad y de mis conflictos, y que ya absolutamente no tengo cómo moverme
si no me escondo donde nadie de estos hombres me vea y que convencido, vea si
puede hacerse algo para sacar dinero de alguna parte.
“Quiero que
el sub-inspector rinda ya su cuenta y al efecto le he encargado que no reciba
más dinero, y la cierre para que la presente, pues, está muy larga.
“Además ese
hombre tiene mucho que hacer, no puede llevar la cuenta y yo soy el que me
perjudico. Por esto y por lo que ya otras veces hemos hablado quisiera más bien
un comisario que recibiera este dinero y rindiera las cuentas por periodos
cortos. Corvalán me parece hombre honrado y muy capaz para esto, y como Edecán está
a mí inmediación.
“Si esto no
esté fuera de regla usted debe saberlo. En tal caso al entregarle el dinero Ud.
le dirá de oficio cómo debe conducirse, etc
“Va la nota
de los arrendatarios para que haga Ud. extender los documentos según acordamos,
etc. Vea lo que dice Pacheco en esa carta sobre la milicia y dígame qué podré
contestarle. Yo quisiera pagarles antes de largarlos, porque luego se dispersan
y cuesta. Por otra parte cuando se largan sin pagarles no van contentos los
milicianos, y aquella gente ocupa la vanguardia.
“De Ud. afmo
amigo. J.M.R”
Analicemos esta riquísima carta de Rosas y sus consideraciones
políticas.
Le hace ver a García las acciones de los Unitarios y
le pregunta a él si el gobierno debe no hacer nada ante el avance militar y
civil de Paz y Lavalle que son enemigos de la paz pública.
Hacer ver que si los Unitarios toman el Estado
Oriental luego caer sobre Entre Ríos
Es necesario que los Unitarios que atacan
permanentemente al gobierno cesen de sus acciones y la paz y quietud volverá al
país. Y que el mismo [Rosas] respetará la libertad de hablar, de opinar y de
escribir. En tal caso los puestos públicos estarán a cargo de los hombres según
sus aptitudes y no por sus opiniones y otras causas.
Aquí queda resaltado lo que ya hemos dicho antes en el
presente trabajo y en otros: Rosas se opone a la anarquía que se produce por el
intento de los Unitarios de revolucionar el gobierno legal argentino, pero no a
las opiniones políticas sin que ello altere el orden legal.
Le pregunta a García si él tiene la fórmula para
lograr la paz en la patria distinta a la que Rosas entiende. Si es así, que por
favor se la indique.
Si García insiste en renunciar debe hacerse de manera
tal que no perjudique al gobierno, al país ni al propio García. Si insiste
éste, que arregle las formas con Tomas [Anchorena]
Cambiando de tema se explaya sobre las necesidades
económicas para la guerra contra el avance Unitario (recordemos: con apoyo francés) y para –en
paralelo- la lucha contra los indios rebeldes. Los soldados que hace mucho
tiempo luchan se merecen sus emolumentos y Rosas no transa sobre dichas
necesidades cuidando a sus soldados y oficiales.
Poco tiempo después, -6 de Octubre de 1830- García les
escribe otra muy extensa carta llena de conceptos políticos personales.
Directamente le hace ver cómo piensa sobre el Gobierno, sin rodeos y crudamente.
Se despacha profundamente, casi sin respirar, con su
modo de ver la marcha del gobierno sin reparar en lo que pueda pensar Rosas al
respecto, lo que sienta definitivamente su modo de absoluto de reflexionar sobre
el propio gobierno de Rosas, algo que seguramente llevaba ‘in pectore’ hace mucho tiempo.
“Buenos
Aires, octubre 6 de 1830.
“Sr. Don
Juan Manuel de Rozas.
“Mi querido
amigo:
“He estado
indeciso sobre si escribir a Ud. acerca de los puntos que comprende su
apreciada carta del 29 del pasado. Me sentía muy inclinado a guardar silencio,
pero ha prevalecido en mi ánimo la obligación en que me considero como amigo y
como individuo en la administración de decir a Ud. neta y claramente lo que
pienso, sean cuales fuesen las consecuencias.
“Me limitaré
sin embargo a los dos puntos más principales en la política interna y exterior
en nuestra provincia.
“En cuanto a
lo primero: ¿de dónde ha podido Ud. imaginar, que yo quiera que nos estemos
durmiendo, y dejemos buenamente obrar y conspirar a los adversarios al presente
orden de cosas?
“Bien lejos
de eso, mi opinión es que todo gobierno que se está sin acción cae de suyo
aunque nadie lo ataque.
“Pero eso
nada tiene que ver con el sistema que un gobierno ahorque a los conspiradores;
tampoco sería nuevo, antes por desgracia tenemos demasiados ejemplos recientes,
en que se toman medidas de proscripción con personas que se consideran
sospechosas o peligrosas, aunque sean en efecto inocentes.
“Pero lo que
me horroriza es otra cosa y voy a decirla. Después de haber observado
cuidadosamente lo que pasa, estoy persuadido que no ha habido conspiración en
que sea cómplice esa masa de hombres que la mayor parte de ellos no pueden
inspirar temores que justifiquen ese golpe. y que Ud. no las tiene tampoco; y
que la única verdadera razón que ha tenido para proceder así es dar gusto a los
deseos de ciertos amigos, que temen mucho y de la multitud vulgar en la que
cada uno tiene en su respectiva clase alguna venganza, alguna prevención o
alguna ofensa que satisfacer.
“Ud. lo que
ha pensado es acreditarse así con la multitud, de que es hombre capaz de acabar
con los Unitarios sin piedad; y en fin, Ud. he considerado esto como un recurso
para levantar el espíritu y el entusiasmo de las masas. Sólo así se pueden
explicar ciertos fenómenos.
“Por
consiguiente el hecho hoy es que una parte de ésta nuestra población esté
enteramente a servicio de la otra; que por una simple delación o insinuación
puede ser arrancada del seno de su familia, encarcelada, desterrada y ahorcada
también siguiendo la misma regla.
“Esto es
horrible y no puede ser amigo de Ud. ni de la patria quien se lo aplauda.
“¿Cree Ud.
que una tal medida y ejecutada como se la ejecuta aumentará la moral del
gobierne y lo asegura contra las acechanzas de sus adversarios?, pero Señor es
todo lo contrario.
“A Ud. no es
fácil de que le digan la verdad y habiendo tomado el rumbo que ha tomado, cada día
le será más difícil saberla.
“El hecho
es, qué harán sus amigos de Ud. ardientes y furiosos federales que en el calor
de sus disputas parecieran desear medidas de rigor, están completamente
disgustados de tan extraña manera de proceder y Ud. se echa sobre sí no sólo la
odiosidad natural de una tal medida sino las maldades y picardías que se hacen
a su sombra.
“Ud. se
consuela o pretende consolarse con que
pasando las circunstancias vendrá el siglo de oro y el imperio de la ley; yo no
puedo alucinarme; porque una vez empeñado Ud. en esa senda fatal cada día
encontrará nuevas circunstancias y nuevas razones para seguirla, harán que de
consigo y con el país en la última desgracia.
“Hoy
prenderá cincuenta y esto le dará motivo para prender mañana ciento y al otro día
doscientos. Ya lo ha visto Ud. lo que es el atentado en la "Sarandi"
y los hilos que se cruzan allá en la Banda Oriental.
“De la
multitud de hombres, que se han hecho salir de aquí. no sé cuántos podrán tener
noticias de esas cosas, pero esos mismos hombres apartados ahora de sus
familias desesperados unos y con algún influjo otros ¿qué le parece a Ud. que
harán y pensarán en la tierra extraña?
“Tantos
eclesiásticos v.g.r., que naturalmente ocuparán curatos en la Banda Oriental,
porque allí hacen falta. Otros de diversas profesiones que por sus actitudes
tendrán influjo próximo, o remoto en las opiniones de los gobernantes y en las
gentes principales en aquel país ¿No lo parece a Ud. que modifican la
opinión general, y no sólo allí, sino en
otros lugares que quizá menos piensa Ud.?
“Yo creo
pues que esas medidas por cualquier lado que se las mire han producido y van
produciendo un efecto diametralmente opuesto al que Ud. se imagina.
“Yo conozco
que hablarle de esto, es bien excusado, pero yo estoy obligado a hacerle so
pena de ser considerado y confundido con les esclavos viles y aduladores
miserables del poder o de las pasiones de partido.
“Algunos se
persuaden que mis opiniones son influidas por la pusilanimidad; pero éstos
deben saber, que hago gala de temer ciertas cosas, más que la muerte; y que ni
la algazara, ni los gritos furiosos en las facciones, ni el enojo de los
demagogos, me harán aprobar, ni aplaudir lo que en mi conciencia crea
detestable y contrario al bien de mi país.
“Sé dar lo
que se daba a las circunstancias, pero esto tiene su limito del cual nadie
puede pasar sin hacerse criminal.
“Ud. me dice
quo le gusta ni modo de pensar, que querría saber cómo podría llevarse a
ejecución, que sería muy bueno establecer un periódico en el sentido que le
Indiqué noches pasadas. si hubiera quien se hiciera cargo de él. etc.,
“Todo eso se
podría decir y hacer sin grande dificultad, pero ¿Quiere Ud. que me ponga a
desempeñar el papel de bobo cuando la política secreta del gobierno sea otra,
como lo sospecho? ¿Quiere Ud. que exponga a los que inocentemente se preocupan
a trabajar en ese sentido, a ser sacrificados después porque así convenga, para
animar el entusiasmo público? No, amigo, mejor será callar, que complicar
inútilmente la marcha en el gobierno buena o mala, forzada o libre.
“Vamos ahora
a lo respecto de la política exterior. De ésta depende según Ud. mismo el
remedio en los males presentes que nos agravian, y nos amenazan.
“Hemos
pensado o parecido pensar uniformemente en otro tiempo, pero ¿quiere Ud. que se
le diga lo que siento hoy respecto a las opiniones de Ud.? Pues se lo voy a
decir sin rodeos: Ud. no piensa ya en ninguna negociación con las Provincias
interiores, Ud. prefiere hoy la guerra civil a tratar con ellas; todas las
protestas hechas de palabra y por escrito, se han desvanecido. Este gobierno ha
tratado con el de Córdoba, tiene relación con los demás, les ha pedido y ha
recibido de ellos autorización para las relaciones exteriores, les ha dado
oficialmente avisos y cuenta en los negocios generales, se los da y deberá
dárselos aun sin examinar su legitimidad, pero cuando se habla de establecer la
paz interior, que es lo que más importa y deseen todos y lo que tiene un deber
más estrecho en procurar, Ud. alega que no puedo tratar, porque sería reconocer
esos gobiernos, que Ud. cree ilegítimos y usurpadores.
“Esto no
sólo lo piensa, sino que si no me engaño, lo habrá escrito así algún Gobierno
respetable del continente, por cuyo medio los sabrán las provincias interiores
cuando no lo sepan por otro y no quedará más arbitrio que el de las armas.
“Ud.
combatió en otro tiempo por principio el no mezclarse en los negocios
domésticos de las provincias interiores y repeler por la fuerza una
intervención semejante en los de la nuestra y ahora, quiere Ud. juzgar en la
legitimidad o ilegitimidad de los gobiernos ajenos;
“Ud. me ha
dicho mil veces que le que encendiera de nuevo la guerra civil sería reo del
mayor de los delitos, y ahora Ud. adopta máximas, que la encenderán sin
remedio.
“Si el Gral.
Paz desea un pretexto o una ocasión en hacer la guerra como Ud. teme, ahora le
viene la ocasión a la mano y además la ventaja de echar sobre nosotros la causa
de ella.
“En fin. Ud.
estará dispuesto a tomar resolución de esta trascendencia, resolución en que
pende el ser o no ser del país, sin consultar la opinión pública, quizá
contrariándola y todo por un acto de su simple voluntad.
“¿¡A dónde
vamos, Dios Santo?!, Ud. dirá que está seguro en el triunfo. Sea así, porque
Ud. ha pensado y me ha dicho a mí y a otro, que cualquiera que triunfe el país
era perdido, o corría el último riesgo de perderse.
“Así pues,
sea que mire a la política interior, o a la exterior, todo ha mudado. Yo he
llegado al fin a adquirir un terrible desengaño. ¡Qué diferencia entre lo que
tantas veces me ha hablado Ud. a lo que ahora estoy conociendo! Me dijo Ud. la
verdad entonces y ¿ha mudado después? ¿o quiere Ud. ocultarme los verdaderos
sentimientos y engañar a un amigo que de buena fe le decía sus opiniones y
sobre la fe de sus provincias se comprometía tan lealmente a guiarlo, a salvar
el país en circunstancias tan difíciles? He abierto a Ud. de par en par mi
corazón, nada queda dentro de él que no pueda Ud. registrar. Diga con la misma
franqueza si me he equivocado o no sobre lo que pienso de las opiniones en el
día.
“Esto
reglará mi conducta, porque si es lo que yo pienso, si Ud. hablando de paz
quiere forzar la guerra y traer sobre esta provincia sus calamidades, sea por
la razón que fuera, entonces mi partido está tomado.
“Bien
entendido, que aun cuando tuviera el triunfo en la mano lo considerarla
criminal, mientras hubiese otro camino que el de la guerra, para pacificar al país
y jamás concederé que un hombre tenga en nuestra tierra el derecho de disponer
a su arbitrio de su destino ni que haya autoridad que pueda conceder tan
tremendo privilegio.
“Podría
añadir algo para probar cómo la producencia (sic) [debe seguramente haber querido
decir ‘prudencia’] común esté enseñando
la conducta que debemos observar; pero ha llenado ya mi objeto, diciéndole lo
indispensable para satisfacer a su causa y darle razón de mis ideas y de los
principios que han reglado mi conducta y que la reglarán en adelante. Por lo
demás yo le deseo muchos amigos tan sinceros y desinteresados como yo es de Ud.
Manuel José García”.
Ahora analicemos esta declaración de principios de
García.
Finalmente García se anima a decir lo que piensa.
Tanto en cuestiones de política interna y externa, sin importarle las
consecuencias.
El concuerda con Rosas en que la inacción respecto a
los enemigos del Estado es perjudicial pero ello no significa, según su
criterio, en que se proscriban a personas solo por ser sospechosas y que esa
masa de hombres no pueden ser peligrosos para la estabilidad del gobierno y que
si Rosas los persigue es porque amigos de él los temen.
Y que si Rosas actúa sin piedad contra ellos es para
granjearse la simpatía de las masas Federales.
No puede ser, dice indignado García, que por simples
delaciones sean arrancados de sus familias, encarcelados, desterrados y hasta
torturados.
Que todo esto se le volverá en contra a Rosas y hace
ver a Rosas algo que pocos se le animaron a decir: que a él –es decir, a Rosas-
es difícil que le digan la verdad de lo que ven y piensan sus funcionarios y
esto se le volverá en contra.
García le pronostica que a diferencia de lo que Rosas
piensa en el sentido que pasadas las circunstancias extremas de la guerra,
vendrá un siglo de oro y paz, García piensa que al revés: cada vez mas Rosas se
embarcará en un camino sin retorno causando la desgracia del país.
Que las medidas políticas de Rosas van produciendo
efectos opuestos al querido o imaginado por éste y que él, García, no es un
adulador miserable como tantos otros. Que los gritos furiosos de los Federales
extremos o amenazadas le harán callar su conciencia ni aplaudir tales actos.
Y que si bien hay decisiones políticas necesarias
tomadas por el gobierno de Rosas, todo tiene un límite.
García cree que Rosas le mintió cuando le decía que
buscaba la paz y la concordia entre los Federales y Unitarios y que en verdad
prefiere una guerra a muerte contra los Unitarios.
También García le plantea a Rosas que en él hay una
contradicción: por un lado dice respetar la legitimidad de los gobiernos del
interior a fin de establecer la paz en el territorio pero por el otro lado dice
que Rosas no puede tratar con estos gobiernos ni reconocerlos porque entiende
que son ilegítimos y usurpadores.
García finaliza diciendo que se ha desengañado de las
palabras de Rosas preguntándose si Rosas pensaba de manera distinta entonces y
ahora o si siempre pensó como ahora y se lo ocultó a él.
Si es así, entonces –dice García- él ya tomó partido.
Y aunque Rosas triunfara igualmente lo consideraría criminal si dicho triunfo
se basara en las armas disponiendo a su arbitrio de los destinos del país.
En fin, durísimo mensaje de García. Quema todos los
barcos. Y es sin retorno.
Lo paradojal es que esta carta es de Octubre de 1830 y
sin embargo sigue como Ministro de Hacienda hasta el fin del período de gobierno
de Rosas en 1832. ¿Cómo pudo ser? Entendemos que Rosas hizo realidad lo que
siempre declamó: él no estaba en contra de las ideas y personas mientras no
intentaran ir contra el orden legal. Solo valoraba sus capacidades, sus méritos
en la materia de que se tratase sus funciones gubernamentales.
En el caso de García él, valoraba sus conocimientos
financieros y económicos aunque políticamente fueran diametralmente opuestos.
No solo no lo persiguió, no solo no le pidió la renuncia, sino que lo mantuvo
en el puesto hasta el fin de su mandato cuando finalmente García,
coherentemente, renunció.
Se suma, a no dudarlo, que, como en su momento lo dijo
y lo decía Rosas no abundaban funcionarios con conocimiento y capacidad
técnicas en los distintas ramas del Estado y ‘echaba ‘mano a lo que tuviese en
su momento. Rosas mismo se encargaba de dictar las medidas políticas y los
criterios de gobierno que consideraba mas afín a sus ideas de Estado y dirigía
las acciones de sus funcionarios, pensaren estos como pensasen.
El tema es que tal vez las abstracciones ideológicas
de García lo apartaban de la realidad circundante y no visualizaba con nitidez
como el Unitarismo con sus leguajes floridos y su instrucción –no confundir la
misma con ‘cultura’ – obraba como zapa disolviendo la nacionalidad aliándose a
los mas bajos intereses extranjeros, bajo un ropaje almibarado que destrozaba y
proyectaba la fragmentación del país infundiendo el terror en el interior como
lo hicieran finalmente durante décadas después de la Batalla de Caseros en
1852. Algo que Rosas preveía. No se podía dar la otra mejilla a quien ladinamente
obraba queriendo aniquilar nuestras tradiciones hispanas para insertar
artificialmente costumbres francesas e inglesas en nuestra anulando nuestra
idiosincrasia como finalmente lo consiguieron durante décadas luego de Caseros
hasta nuestros días.
García por desconocimiento de nuestros orígenes o por
su matriz liberal afrancesada o inglesa creyó ingenuamente o no que se podía
pactar con el criterio disolutivo de país encarnado en los Unitarios
especialistas en romper pactos y acuerdos para lanzarse a la destrucción de los
pueblos del interior y de sus riquezas agropecuarias, mineras e industrias incipientes.
No juzgamos las intenciones de García pero si que su
modo de pensar inclinaban la balanza a favor de la colonización mental y física
de la nación.
Es que si alguien quiere entender el presente debemos
comenzar por comprender el pasado. El estudio de la historia y sus hechos nos
permite tomar conciencia que el pasado es una explicación del presente.
De tal forma, que si hoy no llegamos a entender, a
discernir lo causal que sucede en nuestro país es porque no entendemos que
sucedió verídicamente en el pasado.
Esto vale también para lo que sucedía en 1839: para
entender y explicar por qué en tal fecha García pensaba de esa forma debemos
saber cómo pensaba y actuaba García en el pasado; más precisamente en 1827
cuando firmó en nombre del gobierno la famosa y triste ‘Convención de Paz’ con
los brasileños por la cual entregaba a la Banda Oriental al Imperio.
Y si bien es cierto que en su momento Rosas vio con
buenos ojos tal tratado, posteriormente tomó nota de su error que lo llevó
durante toda su postrera existencia a luchar por la suerte de los Orientales
hasta sacrificar su propio gobierno y sufrir su caída.
Y hablando de tomar nota, Rosas lee la postura de
García en su última carta y le contesta por carta del 9 de Octubre de 1830.
Principia con un tono amigable- aunque con cierto
ironía- y le explica que no ha cambiado su forma de pensar pero, si asi fuera,
los hechos han cambiado y que por lo tanto no sería extraño que él, Rosas,
cambiase el modo de ver las cosas. Veamos la parte pertinente de la carta, sin
considerar cuestiones de mero trámite..
“Monte de
Castro, Octubre 9. 1830
“Mi estimado
amigo y Sr. Don Manuel José García:
Debo
contestar a sus estimadas cartas del 6 y lo que pueda haber pendiente sobre la
del 21 y la del 30 del pasado.
“En primer
lugar debo decirle que Ud. nada me ha contestado sobre el asunto del gobernador
López, y yo le he de estimar que un día de estos haga un lugarcito, para pedir
la nota que se le pasó cuando recién subí al gobierno, y que fue hecha por el
Sr. Guido, habiendo antes precedido el acuerdo de los tres. Este documento
oficial se ha publicado en nuestros diarios en los de Córdoba y Montevideo. […]
“Respecto al grande asunto de alta política
vaciada en su citada del 6, y sobre que me muestra claro su modo de pensar,
solo diré: primero, que la ingenuidad, franqueza y claridad con que me habla es
para mi muy estimable porque no puede ser otro el lenguaje de la verdadera
amistad.
“Segundo,
que se ha engañado cuando ha dudado de mi consecuencia de principios. Son los
mismos; pero nada tendría de extraño que hubiera variado de marcha convencido
de la perfidia clara a toda luz de los enemigos del sosiego público.
“Lo que hay
de cierto es, que no habiendo buena fe en los que dominan los pueblos del
interior, es necesario manejarse de una manera muy hábil, elástica y que al
mismo tiempo no se aparte un punto de nuestra consecuencia de principios en la
causa justa que sostenemos; porque los días corren, las cosas cambian, mañana
los que hoy están abajo pueden estar arriba y entonces pobres dé nosotros. Lo
peor sería que con razón nos mirarían como a pérfidos hermanos.
“En fin
Señor Don Manuel esto es largo y ya no tengo tiempo para continuar. Le encargo
la reserva de esta carta y que la queme. Si Ud. quiere hablar conmigo sobre
este asunto y ponerse al corriente de mis intenciones. Si quiere Ud. que lo
convenza de que mi marcha no puede ser otra: que veo claro y que no he
cambiado, véngase mañana a San José de Flores, a eso de las diez. Le servirá de
paseo y hablaremos cuanto sea conveniente. […]. Nada más
por ahora puede decirle su afmo. amigo y compatriota. J.M.R“.
Pues bien, Rosas finamente pero con ironía le hace ver
que todavía está esperando respuesta sobre un tema referido a Estanislao López.
Respuesta que urge pero que, aparentemente, García ignora con su silencio.
Es que Rosas en apoyo del Gobernador de Santa Fe
quiere publicar su biografía, en hábil maniobra política para ganarse mas aún
su afecto y fidelidad.
Luego Rosas entra de lleno en su respuesta sobre lo
que imputa García diciéndolo que le agradece su sinceridad pero que la misma
destila ingenuidad. Le dice que él, Rosas, no ha variado sus principios
políticos y de acción pero que, si así fuera, ello estaría en concordancia
viendo la perfidia persistente de los enemigos, es decir, los Unitarios que
obran de mala fe lo que obliga a manejarse con habilidad y elasticidad porque los que hoy están arriba
–es decir, los Federales- mañana pueden estar abajo y viceversa.
Rosas se cansa de dar explicaciones y corta
abruptamente su análisis y le dice a García que si quiere hablar más sobre el
tema, lo invita a que venga donde Rosas se encuentra –San José de Flores- para
hablarlo.
No sabemos si la invitación fue seriamente hecha o no
y tampoco sabemos si García fue allí para conversar al respecto con el
Restaurador. No hay elementos para saberlo a ciencia cierta.
Rosas le pide que queme esta carta luego de leerla, lo
que –es obvio- no hizo García.
Luego hay otras misivas sobre temas económicos para
atender la campaña, sobre ascensos de determinadas personas y sobre la guerra
contra el Gral.Paz que domina el interior.
Pero, debe haber habido alguna otra carta enviada por
García –la cual desconocemos- respecto a cuestiones de procederes políticos que
seguramente el Ministro insiste en sus posturas y que ofusca a Rosas el cual le
contesta breve pero cortante perdiendo casi la compostura:
“Contestación
a 30 de octubre 1830 Señor Manuel J. García: Mi respetado amigo:
“La carta de
usted me ha desagradado mucho. Su segunda parte envuelve cosas muy graves que
puesto se empeña Ud. en decirme a ese respecto lo que quiera o ha creído
conveniente, yo no puedo ya disimular ni dejar de hablarle con la misma
claridad.
“Medite usted
y verá usted no puede perderse momento. En virtud de todo lo espero ahora mismo
como igualmente al Señor Dn. Tomás. Pueden ustedes venirse en coche.
“Si hay en
esto algún género de incomodidad yo mismo iré al Fuerte y allí tendremos
acuerdo formal. En este caso mándenme ustedes el coche y sin demora estaré en
el Fuerte.
“Sírvase
usted verse con mi primo Dn. Tomás y acordar si deben Uds. venir o si es mejor
que yo vaya; para mí es lo mismo una cosa que otra. De usted afmo. JMR”.
A lo largo de lo que resta del año 1830 y en los
primeros meses de 1831 se suceden cartas de Rosas a García sobre temas de
gestión económica y las necesidades que tiene permanentemente Rosas para cubrir
gastos de la milicia en la campaña. Rosas, más allá de lo político valora la
gestión de García en la faz presupuestaria y le pasa el informe de las
necesidades financieras. Como por ejemplo, en escueta carta del 1º de Abril de
1831:
“1º
de Abril 1831. Sr. Ministro:
“Al N° 5 de
milicias en campaña se deben los meses de febrero y marzo, que debe V.S. mandar
pagar entregado el dinero al habilitado en el cuerpo Coronel Ortiguera.
“Debe
también pagarse al N° 2 de milicias en campaña de los meses de febrero y marzo.
“El N° 4
tampoco está pagado en los meses de febrero y marzo y es uno de los que con
preferencia deben ser pagados en estos dos meses.
“A la
Artillería de campaña debe también pagarse de los meses febrero y marzo. A la
Sub Inspección que va a marchar debe pagarse el mes de marzo que se le debe.
Dios Guarde a V.S. muy atentamente”.
Recordemos el contexto del país: ante el avance de Paz
por todo el interior ocupando Mendoza, San Juan, San Luis, La Rioja, Catamarca
y Santiago del Estero, Rosas firma el conocido Pacto Federal el 4 de Enero de
1831 con Santa Fé, Entre Ríos para defenderse de Paz. Luego con la caída de
éste, las provincias recuperan su libertad y firman también dicho Pacto.
Pero, el 10 de mayo de 1831,
cerca de la localidad de Villa Concepción del Tio (al noroeste de
Córdoba), Paz fue sorprendido por las fuerzas Federales y su caballo
fue boleado cayendo prisionero (Lo que Paz tenía de excelente estratega
militar, no lo tenía como jinete. Se decía que en esto no era muy versátil).
Entregado prisionero a
Estanislao López, fue trasladado a la ciudad de Santa Fe, donde comenzó
una etapa en prisión que se extendería por ocho años; los primeros cuatro en
Santa Fe, mientras Rosas pedía a López que lo ejecutara, a lo que el
santafesino se negó.
A mediado de Junio Rosas envía una extensa carta a su
Ministro de Hacienda sobre temas también referidos a necesidades económicas
para luego hacer consideraciones de índole política.
“Pavón,
Junio 21, 1831
“Señor Don
Manuel García: Mi apreciable amigo:
[…] “Ya están llegando las remesas y creo que vendrá pronto el completo de
los dos mil. Ahora, pues ya Ud. debe penetrarse de la necesidad de pagar los
recibos que se presenten visados por mi hermano Don Gervasio.
“Hoy daré la
orden para que el coronel Pinedo regrese a esa capital con la fuerza de milicia
de su mando, que hoy está en el puerto de Coronda.
“Por Dios le
suplico que no se despida sin pagarles los dos meses que se les adeuda de Mayo
y presente Junio. Lo que se les dio al salir de ésa fue gratis para que dejasen
algo a sus familias. Es necesario que lleven siquiera esos infelices algún
socorro para sus pobres familias.
“Todos son
pobres, y ¿cómo encontrarán sus pobrezas, sus miserables familias? Que ya que
no les puede remediar, no les queda que decir que no se les ha pagado. Es
necesario, además, tener presente, que al miliciano que no se le paga antes de
largarlo, aun cuando después salga el sueldo, muchos no se juntan con él, por
lo difícil que es juntarlos, y porque no todos los capitanes pagan con
religiosidad en esos casos. Es preciso también, que se les pague luego que
lleguen, porque han de ir deseando irse a ver sus familias.
“Ya Ud. verá
que el resultado de la guerra ha sido pronto, y feliz. Ya no hay por qué temer
a los Unitarios. Pronto, pues, volverán las cosas a su verdadero lugar y Ud.
podrá arreglar sus asuntos de hacienda con menos conflictos y menos
inquietudes. Las facultades extraordinarias cesarán pronto. Los ciudadanos de
todas las opiniones gozarán de sus libertades sin ningún temor, y yo cesando en
mi marcha pública ayudaré a ustedes de dondequiera que me halle. Digo esto
porque mis compromisos públicos van pronto a encontrar su término natural. No
así los de ustedes cuyo lugar no hay quienes lo reemplacen. Cuídese Ud. y mande
a su afmo. amigo. JMR”
Como puede leerse, se patentiza la perentoriedad y la
empatía del pedido de Rosas para hacer frente a las necesidades de sus hombres
fundamentando el requerimiento a García.
Luego vira la conversación a temas políticos del dia
donde hace ver que una vez que cese la guerra con los Unitarios y habiendo paz,
mejorará sustancialmente la economía del país. Y que cesarán las Facultades
Extraordinarias, todos los habitantes del país gozarán de sus libertades plenas
y que él-Rosas- terminará su actuación pública.
Consecuentemente con esto, Rosas le escribe en el mes
de Julio a García agradeciéndole los pagos hechos por éste para luego
extenderse en consideraciones políticas semejantes a las antedichas.
“Pavón julio
14, 1831
“Señor don
Manuel José García. Mi respetado amigo:
[…] “Me parece que los sucesos manifiestan, que la guerra debe cesar pronto
con felicidad, y gloria para la República. Siendo esto así, naturalmente
debemos ponernos en pie de paz. Entonces gradualmente debemos contar con
algunas economías en nuestro presupuesto
ordinario. Es fácil deducir que algunos subsidios ha de ser preciso continuar y
quizás algunos otros crear; pero también es fácil conocer que todo esto no
puede importar desembolsos de grande consideración.
“Si salimos
de los conflictos de la guerra y de las calamidades que han venido a aumentar
sus estragos, sin haber hecho emisión de papel, sin haber echado nuevas
contribuciones, sin haber aumentado la deuda y dejando formada la obra de la
frontera, no será poco mérito, para que lo condenen a Ud. a azotes, y presidio
sus amigos” […]
Hace notar Rosas que, a pesar de la guerra, no ha
habido emisión de papel, no ha habido nuevos impuestos, ha ensanchado los
límites de la frontera y no ha aumentado la deuda.
Todo esto demuestra que a pesar de la guerra contra el
Estado argentino hecho de continuo por los Unitarios para derrocar al gobierno
legal del país, Rosas cual timonel experto, pudo llevar a buen puerto la
solidez y soberanía del país con un mínimo de perjuicios. Esto se verá también
cuando el bloqueo de los franceses en 1838/40 y en la invasión franco-inglesa
en 1845.
En Agosto de 1831 Rosas escribe a García solicitando
dinero para enviarle a Estanislao López que andaba necesitando dinero aunque
Rosas no quiere comentarle a García el objeto, el para qué necesitaba Lopez
dicho dinero.
Luego hace consideraciones de índole política haciendo
ver que el triunfo sobre Paz fue hecho en circunstancias materiales militares
inferiores a lo de los Unitarios
En el párrafo en cuestión dice:
“Pavón,
Agosto 22 de 1831.
“Mi querido
amigo y señor Don Manuel José García.
“Recordará
Ud. que varias veces le dije que no temía a la guerra que podría hacernos Paz,
ni todos los unitarios juntos sino cuando recordaba las pretensiones que debían
nacer acabada la guerra. Pretensiones que tenía era poder poderlas acomodar con
el acierto que felizmente tuvo lugar después de la restauración de las leyes.
“Siempre
creí que cuando los unitarios con un ejército, quizás el mejor que ha tenido la
República en Jefes, soldados, disciplina, moral, equipo y todo género de
elementos, los demás esenciales para el triunfo en la guerra, nada nos habían
podido hacer a pesar de habernos visto sin orden, desarmados, y faltos de todos
esos elementos de que ellos no carecían, era seguro nuestro triunfo, cuando con
(roto el papel) con tropas en orden, con todos los elementos de triunfo, con la
popularidad de la causa, y sobre todo con la justicia de Dios”.
Rosas hace ver la justicia del triunfo sobre las
fuerzas unitarias concediendo que el ejército Unitario era mejor en jefes,
soldados, moral, equipo, etc pero que la popularidad y la justicia de Dios
permitieron el triunfo Federal.
Pasan largos meses donde la correspondencia entre
ambos versa sobre los sempiternos temas relativos a las necesidades económicas
del Gobierno volviendo cada vez más segura la campaña de las invasiones de los
indios enemigos.
En Febrero de 1832 García le comenta a Rosas acerca de
su intención de renunciar en forma irrevocable:
“Buenos
Aires, febrero 27, 1832.
“Sr. Don
Juan Manuel de Rozas.
“Mi muy
estimado Señor:
“Al dirigir
mi renuncia al Gobierno, he creído no llevaría Ud. a mal le escribiese
confidencialmente, para explicarle que pagada la lista militar y civil
liquidada hasta Diciembre y Enero queda en la Tesorería una suma exigible de
822.500 pesos que deben entrar los suscriptores a la compra de fondos públicos,
cuya suma que es extraordinaria puede aplicarse al pago de los atrasados en la
Policia y a los objetos del negocio pacífico, quedando aún algún sobrante,
además de un millón en fondos que quedan depositados en Tesorería.
“Las
entradas ordinarias harán frente a los sueldos ordinarios y a las letras
circulantes de Tesorería, si aquéllas como es de esperar, y como es de
necesidad también, se conforman a la capacidad de nuestra Provincia.
“Mi
resolución de retirarme es irreversible; yo me considero de hecho fuera del
Ministerio, la única gracia que solicito y espero de Ud. es que no haga penosa
mi posición, retardando una resolución que tengo tanto derecho a obtener, como
otros que me han precedido.
“Quiera Dios
conceder a Ud. no interrumpidos aciertos, como se lo ruega éste su atento
obsecuente servidor. Q.B.S.M. Manuel José García”
Previamente, y en forma puntillosa, García le dice a
Rosas como quedan las cuentas públicas en perfecto estado. Luego hace ver de la
irrevocabilidad de su decisión de renunciar al cargo de Ministro de Hacienda
pidiéndole a Rosas que despacha prontamente la resolución al respecto. García
está renunciando fin de Febrero principio de Marzo de 1832 y Rosas termina su
mandato en Diciembre del mismo año.
No tenemos correspondencia encontrada entre Rosas y
García a lo largo del año 1832.
Recién el 13 de Diciembre de ese año que finaliza -4
dias antes de que Rosas termine su mandato- encontramos una carta de Rosas a
García en el que el primero hace un racconto
de sus éxitos y lo que debieran hacer los que le sucedan para asegurarlos.
“Diciembre
13, 1812
“Señor Don
Manuel José García
“Mi estimado
amigo: pensando si algo de más de particular podría agregarse, me ha parecido
que acaso sería conveniente decir en la proclama al pueblo, que si difícil ha
sido La época de ml gobierno no lo será menos la que le toca al nuevo
gobernante, porque aunque el país está enteramente libre de los anarquistas, y
afianzada la causa de las leyes y de la Federación, es claro que después de un
sacudimiento sin ejemplo, etc. aún resta la grande obra de asegurar y no perder
lo trabajado, etc.
“Que para
esto, para regularizar la hacienda pública, y demás ramas de la administración
es de absoluta necesidad robustecer vigorosa y suficientemente la acción del gobierno,
una medida es absolutamente necesaria si no queremos perder tantos :
sacrificios, y que además es preciso que todos los ciudadanos amantes de la
tranquilidad y prosperidad del país nos esforcemos en ayudar al gobierno
haciendo para ello todos los sacrificios posibles sin cuyo auxilio nada podrá
hacer: que debemos también dispensar al que manda algunos involuntarios
errores, porque las . personas de que se compone el gobierno son hombres y como
tales sujetos a errores, y porque generalmente como de fuera se ven las cosas
de un modo diferente, lo que nos parezca un error puede ser un bien o una
medida sabia, etc.
“Después de
esto Ud. verá lo que corresponda y convenga, seguro de que yo lo que deseo es
hablar la verdad al pueblo, y dejar bien puesta a la nueva administración, pero
cuidando siempre de que el país se presente imponente a nuestros enemigos y
digno para ante las Naciones, etc.
“A los
hacendados pudiera convenir decirles que son ellos mismos testigos de que la
campaña y frontera está enteramente segura y libre de los indios, enemigos
puesto que están aterrados por los repetidos golpes de muerte que han sufrido
en sus mismos hogares y tolderías, se han retirado al otro lado del Rio Negro
de Patagones sobre la cordillera quedando libres los campos hasta dicho Río y
Pueblo de Patagones.
“Más que
para que el nuevo gobernante pueda asegurar lo trabajado y que no se pierda
tanto bien, y tantos sacrificios a este objeto es de absoluta necesidad hacer
el sacrificio posible para facilitarle los necesarios auxilios pecuniarios no
sólo para acabar de expedicionar sobre aquellos, sino también para acabar de
poblar la nueva frontera: sacrificio que si no se hace podrá tener por
resultado males de mucha gravedad.
“Es lo que
me ha ocurrido muy de prisa, y repito que de ello haga Ud. el uso que le
parezca más conveniente. • De Ud. afmo amigo. JMR”.
Esta riquísima carta llena de conceptos claros, nos
deja Rosas antes de terminar su mandato.
Hace saber que el nuevo gobierno, seguramente, tendrá
una tarea dificil por más que el país ya esté libre de anarquista y
consolidadas las leyes pero aún resta trabajar con denuedo para asegurar las
conquistas hechas y asegurar asi lo hecho y no perderlo aunque ello demande
sacrificios demostrando a los enemigos del país y a las naciones, una imagen fuerte
y digna.
Hace ver a todos que la campaña ha quedado libre de
indios enemigos y que se han retirado lejos al sur. Pero que es necesario
otorgarle al nuevo gobierno los medios económicos para terminar definitivamente
con ellos y poblar las nuevas fronteras con los sacrificios que hubiera que
hacer.
Es Rosas el que le tocará .cumplir con dichos propios
designios….
El 5 de Mayo de 1833, ya fuera del gobierno formal
Diciembre de 1832-, le escribe nuevamente a García comentándole sus acciones en
el sur en la Campaña contra los indios y sus malones explicándole en detalle
cómo va evolucionando la expedición y la ampliación de la frontera sur.
“Mayo, 5,
1833
“Mi estimado
amigo: No se olvide V. de decir en la proclama, que la estación ya es avanzada:
que esto/ no ha podido remediarse porque ha consistido en la falta de recursos:
que le misma demora ha producido la divulgación y que los Indios tengan ya
noticias de, la empresa; que de esto debe deducirse que por el Sud de nuestra
frontera, o por. donde marcha la división de Buenos Aires no encontraremos
quizás con quien pelear, en el presente otoño, puesto que los Indios se
retirarán al exterior del Rio Negro, los que hayan estado en su margen
interior; que no pudiendo pasar nuestros caballos, más adelante porque se
enflaquecerán, en razón de la gran distancia, y no tenido como reponerlos por
quedar cortados de los recursos a una igual. distancia, tendremos que pasar
allí el invierno para seguir las operaciones, en la primavera entrante: que
entonces lograremos los golpes que es de esperarse para escarmentarlos,
logrando de este modo cuando menos, sino disminuirlos considerablemente, sin
duda mostrarles hasta donde son capaces las fuerzas de la República,
perseguirlos en sus mismas Tolderías. Que esto mismo muestra la grande
distancia a que ya hoy hemos logrado arrojar a los Indios enemigos por medio de
la bravura que constancia de nuestros soldados ayudados de los mismos Indios
amigos.
“Que
respecto a las Tribus que han invadido las Provincias de Córdoba y San Luis y
que están situados, los Ranqueles 60 leguas al Sud del Río Quinto y Llanquetur
y sus aliados en la confluencia del Diamante con el Furmullan, es decir como 70
leguas al Este Sudeste de San Rafael, el cuesteando (sic) el mismo Río que pasa
por este, no debe dudar que los primeros sean batidos en sus mismos hogares por
la División del Centro y que ha debido arrancar del Río Quinto; y el segundo
por el de la derecha que ha debido marchar de Mendoza, todo en virtud de las
combinaciones y órdenes del Señor General en Jefe de las fuerzas aliadas Don
Juan Facundo Quiroga.
Pero que si aún
estos dos golpes son errados porque estas tribus hayan también sentido la
expedición, ellas sin embargo tendrán que retirarse al exterior del Rio Negro
agotando sus recursos de mantención y destruyendo sus cabalgaduras.
Las dos
divisiones que le seguirán con tesón llegarán también hasta el Rio Negro donde
las tres que componen el Ejército pasarán la estación cruda para seguir en la
primavera adelante según las órdenes del General en Jefe. Esta carta la he
escrito sumamente de carrera y con la cabeza caliente; pero Ud. A acomodará las
cosas en su verdadero lugar según lo que hablamos anoche y tomará para la
proclama lo que le parezca conveniente.
Van los
antecedentes sobre el asunto de Pincheira y quede UD. affmo amigo. JMR”
La última carta que se conoce de Rosas a García data
del 29 de Mayo de 1833 desde Rio Colorado donde le da su pésame por la muerte
del padre de éste.
“Río Colorado, 29 de Mayo 1833
“Sr. D.
Manuel García: Huy estimado amigo y señor: (permítame Ud. acompañarle a sentir
la sensible pérdida de su muy amado padre y mi buen amigo el Sr. Pedro Andrés
García que en paz descanse.
“Tuve el
gusto de recibir sus apreciables letras datadas a 2 de abril anterior y lo
tengo en contraerme a su contestación esperando que no serán las últimas con
que se dignará favorecerme en la presente Campaña. Todo lo que Ud. me comunica
es conforme con mi modo de pensar y por mi parte hago esfuerzos por cumplir
cuanto Ud. escribió. Hasta la fecha vamos saliendo con felicidad Dios gracias.
“Nuestro
amigo el Sr. Guido le habrá impuesto de todo como espero lo hará en adelante
pues que asi se lo tengo suplicado.
“Aprecio
mucho los finos recuerdos del Sr. Parish que V. servirá retornar en testimonio
de mi aprecio y amistad agregando la expresión de mis afectos a Madama y a sus
cariñosos hijos, con sinceros votos por la buena salud de todos.
“Me parece
muy bien que para grabar el plano según sus indicaciones esperen los resultados
geográficos y demás que debe dar la presente expedición que si no me engaña el
amor propio debe ser tan interesante como valiosa. A este respecto puede Ud.
pedir al Sr. Guido copias de lo que necesitare, pues que por si algo se
extravía de lo que vacía al Ministro pienso mandar a dicho señor conocimiento
de todo lo que considere más necesario. Por supuesto que para el lleno de la
suscripción que me indica debe usted contar con mi ayuda y anotarme con la
cantidad que guste lo mismo que en cualquiera obra en que Ud. se empeñare sea
de la clase que fuere.
“Sírvase Ud.
manifestar sus recuerdos a mi Señora Tocaya con mil cariños a mi amigo el
Montonero y aceptar mis votos por que el cielo guarde la salud de Ud. y la de
su familia como lo desea para si su afmo compatriota..JMR”
Como dijimos, esta es la última carta que se conoce de
Rosas a García donde el primero le da el pésame por la muerte del padre del ex
Ministro, le envía saludos a través de él a Parish lo que hace ver que García
tenia contacto fluido con Parish. Continúa con temas referidos a la Campaña del
Desierto y finalmente manda saludos al ‘Montonero’ (sic) que así llamaba
asiduamente Rosas al hijo de García –Rafael- que, a futuro, se casará con
Eduarda Damasia Mansilla, hija del general Lucio N. Mansilla y sobrina de don
Juan Manuel de Rosas.
Hay otra carta de Rosas a García del 29 de Marzo de
1833 que se infiere de otra de García a Rosas, que data del 19 de Junio de 1833
En esta última carta García le agradece profundamente
las palabras sobre su padre, del cual Rosas era amigo.
El padre de García antes de morir se alegraba de los
éxitos de Rosas en el sur.
Además, Manuel García le hacía un pedido a Rosas por
demás particular. Veamos:
“Buenos
Aires, Junio 19 de 1833.
“Señor D.
Juan Manuel de Rosas:
“Mi muy
estimado amigo y señor: Recibí por principal y duplicado su apreciable carta
del 29 de 1833 último y le agradezco la parte que se sirve tomar en mi dolor,
por la muerte de mi tan querido padre y buen amigo de usted.
“Las
noticias que sucesivamente recibo de los progresos de esa expedición, si me son
particularmente lisonjeros, me avivan también la pena por la falta de mi buen
padre, cuyo pensamiento favorito hasta la muerte fue esa grande obra; y tanto
en verdad, que un día antes de morir, en una pequeña tregua que le dio su mal,
me hizo que le explicase menudamente el plan de la campaña. los movimientos y
línea de marcha de las divisiones, el punto de la reunión general etc., y creo
que fue la última vez asomó la risa y el contento a sus labios; el profetizó
que ahora al fin se cumplirían sus deseos; me encomendó dijese a Ud. que si la
aprobación más completa de un viejo moribundo, podría serle de algún aprecio,
él le enviaba la suya de todo su corazón.
“Ahora me ha
ocurrido una cosa, que Ud. sabrá apreciar en su valor, porque también es hijo
que ama mucho a su padre -es el caso- yo deseo que Ud. perpetúe la memoria de
mi padre y del modo más adecuado a sus trabajos y a su mérito, y creo, que Ud.
tendrá sin duda deseo en hacer, lo tiene en su mano; dando el nombre de mi
padre alguno de los puntos principales, que Ud. demarque en la carta que va
levantando, como a algún puerto, algún río, o arroyo notable, etc.
“Mi padre no
ha merecido del gobierno, que lo distinga con un sepulcro; a mi no me toca
pedirlo; y una vez pedido por mí, ya no era honorable. La memoria que yo le
pido a Ud. quiera levantarle es más duradera, es más conforme a los afanes y
méritos del finado y más grata a su corazón.
“Yo sé que
si él viviera estimaría más esto que un mausoleo en la plaza Mayor.
“En cuanto
al plano volveré a escribir al Sr. Paz y cuente Ud. con que no quedará sumida
en la oscuridad esta empresa y sus inmensos resultados.
“Esta obra
tendrá dificultades, tendrá detractores, enemigos, etc., pero todo esto se
vanse (sic) enterrándolos bajo la mole de los hechos, de las ventajas prácticas
que vean hasta los ciegos. y que oigan hasta los sordos. Adelante: a vanguardia
está la vida; a retaguardia no hay sino vergüenza, confusión y triunfo de la
envidia o de la imbecilidad. Asi es en las obras grandes.
“Mil
recuerdos de su pariente y del montonero y Ud. disponga de su affmo. amigo y
servidor que S.M.B. Manuel J. García”
Además de recibir con beneplácito el pésame de Rosas y
comentarle que su propio padre antes de morir le profetizo el éxito de la
empresa en el sur y la alegría que ello le causaba.
Por tal razón García le hizo un pedido muy especial a
Rosas: habida cuenta de los meritorios trabajos de su padre para la sociedad
por sus trabajos en la exploración y expansión de la frontera sur, en la cual
su hijo, Manuel José, tuvo una actuación como Ministro de Hacienda del primer
gobierno de Rosas obteniendo los recursos económicos para esa expedición.
Le pide, como decíamos, que Rosas imponga el nombre de
su padre a alguno de los puntos que Rosas va colonizando en su marcha al sur,
sea un río, puerto, arroyo, etc.
Ante tal extraño pedido no sabemos qué le contestó
Rosas o que hizo al respecto.
Se felicita, finalmente García, de los hechos que se
van sucediendo en el sur y que todos deberán estar contestes en las ventajas de
la expedición.
IV.-Epílogo
Luego de terminado el primer gobierno de Rosas,
durante el gobierno de Balcarce el ex funcionario García sostuvo la posición del partido que seguía a Rosas.
Fue nombrado Ministro de Hacienda del segundo gobierno
de Viamonte en 1834. Durante ese período expulsó del país a Rivadavia, que
regresaba de su exilio en Europa, pues corría peligro de ser linchado por
los Federales por temor a los simpatizantes de Rosas y a la
Mazorca
Igualmente García debió recordar como Rivadavia
imputó las cláusulas del acuerdo firmado
él con el Brasil al mismo enviado, desligándose Rivadavia de haberle ordenado a García dichas cláusulas,
quedando seguramente resentido con don Bernardino.
La decisión de García de expulsar a Rivadavia,
quien había vuelto de su exilio en Europa, fue una acción contundente y
decisiva. Este acto no solo evidenció la tensión entre los unitarios y
federales, sino que también marcó un momento crítico en el que García, alineado
con los intereses federales, actuó contra un líder unitario que había sido
señalado como un peligro para la estabilidad del régimen de Rosas.
La situación donde Rivadavia intenta desvincularse
de la responsabilidad sobre las cláusulas del acuerdo con Brasil señala un
clima de desconfianza y la política de los personalismos. Es probable que
García, al coordinar con las pautas de Rosas, buscara consolidar su posición a
la vez que se distanciaba de Rivadavia, navegando en aguas políticas peligrosas
y asegurando su lealtad al nuevo orden.
Es verosímil que García, al actuar contra
Rivadavia, intentara “matar dos pájaros de un tiro”: consolidar su posición en
el nuevo gobierno federal y deshacerse de un rival político considerable. No
queda claro si esta decisión respondió exclusivamente a lealtades ideológicas o
si también incluyó elementos de cálculo político más pragmático y personal.
Desde el punto de vista económico, García se
mantuvo alineado con las instrucciones de Rosas, lo que permitía asegurar
cierto funcionamiento del país en términos de administración fiscal, mientras
servía para fortalecer la economía en un clima de tumulto. Su capacidad para
seguir directrices indicaba habilidades que, aunque en conflicto con sus
inclinaciones politicas, lo hacían un funcionario valioso.
La trayectoria de Manuel José García como Ministro
de Hacienda en un contexto tumultuoso, marcado por la rivalidad entre unitarios
y federales, refleja la complejidad de la política argentina de su tiempo. Su
papel en la expulsión de Rivadavia y su habilidad para manejar la economía bajo
las órdenes de Rosas, a pesar de las tensiones, marcan una dualidad en su
actuación: el compromiso con el orden federal, pero también las
vulnerabilidades que surgen de las lealtades políticas fluctuantes
Como dijo Juan Carlos Nicolau “La
labor de García al frente de la hacienda pública fue fundamental para la
consolidación de la política de Buenos Aires entre los años 1830 y 1832. Merced
a sus acertadas soluciones económicas, Rosas pudo organizar los ejércitos que
le darían hegemonía en la provincia bonaerense, financiando, además, a las
fuerzas militares de López y Quiroga en su lucha contra el manco Paz. Ahí están
los números que hablan de esa ayuda y las cartas de los protagonistas
reclamando los fondos prometidos….”
Como dijimos arriba “No juzgamos las intenciones de García pero sí que su modo de pensar
inclinaban la balanza a favor de la colonización mental y física de la nación”.
“Alguien
dijo alguna vez que si alguien quiere entender el presente debemos comenzar por
el pasado. La historia no se trata solamente de estudiar los hechos del pasado
sino que debemos saber que el pasado es una explicación del presente. De tal
forma, si hoy no entendemos que sucede en nuestro país es porque no entendemos
que sucedió en el pasado.
“Esto vale
también para lo que sucedía en 1839: para entender y explicar por qué en tal
fecha García pensaba de esa forma debemos saber cómo pensaba y actuaba García
en el pasado; más precisamente en 1827 cuando firmó en nombre del gobierno la
famosa y triste ‘Convención de Paz’ con los brasileños por la cual entregaba a
la Banda Oriental al Imperio”.
Esto no lo intuyó Rosas, tal vez…o tal vez, sí. Pero
contaba con pocas personas con capacidad de gestión para su gobierno, como él
mismo lo decía.
En fin, lo que siempre caracterizó a García fue el ser un continuo opositor al accionar de
los caudillos provinciales tanto por sus
tendencias localistas y autoritarias, como porque se resistían a la
preponderancia de Buenos Aires (recordemos como se desligaba de hacer lo que
Rosas le pedía insistentemente respecto a armar y editar la biografía de
Estanislao López),.
En conclusión, la relación entre
Rosas y García reflejó la complejidad de la política argentina de su tiempo,
donde las lealtades y colaboraciones podían surgir no solo de la ideología,
sino también de necesidades pragmáticas, relaciones personales y el contexto de
inestabilidad que caracterizaba el país en ese momento. Esto muestra que, en el
ámbito político, la convergencia de intereses puede superar las divergencias
ideológicas.
Rosas se convirtió en el eje del poder
político. A través de la implementación de un sistema de directrices claras y
una estructura jerárquica, se aseguraba de que sus funcionarios obedecieran
órdenes y directivas sin cuestionamientos sumado al apoyo constante del pueblo.
Esta dinámica fortalecía su control sobre la administración y garantizaba la
cohesión del régimen.
Los funcionarios que trabajaban bajo
Rosas, incluso aquellos con antecedentes Unitarios, como García, estaban
conscientes de que su ascenso y permanencia en el oficio dependían de su
capacidad para alinearse con las políticas del Restaurador. Muchos de ellos, a
pesar de sus inclinaciones previas, cedían a esta realidad y se adaptaban al
nuevo entorno político, aceptando las directrices emanadas desde el gobierno.
Rosas era consciente de que en las
filas de los Unitarios había individuos con una gran capacidad intelectual y
habilidades administrativas, como García.
A pesar de sus diferencias ideológicas
y de las tensiones políticas, Rosas reconocía que esas cualidades eran valiosas
para la administración pública. Sin embargo, también lamentaba que tales
competencias estuvieran frecuentemente al servicio de intereses extranjeros, lo
que él consideraba una traición a la patria.
Uno de los aspectos más notables del
pensamiento de Rosas era su insistencia en que no estaba en contra de las
personas por el simple hecho de tener ideas distintas. Su acusación se dirigía
únicamente a aquellos que, en su opinión, actuaban en contra del orden
establecido y del gobierno legal, ya sea a través de rebeliones o
conspiraciones. Este enfoque reflejaba una estrategia política que buscaba
legitimidad a través de la distinción entre la ideología y la acción.
La relación de Rosas con los unitarios
y su disposición a reconocer las capacidades de ciertos individuos de esa
facción evidencia la complejidad ajedrecística de su liderazgo.
Su postura hacia aquellos que
reconocía como competentes muestra una faceta pragmática y calculadora dicho
esto teleológicamente hablando.
Esta dualidad en su enfoque permitió
la inclusión de figuras valiosas en su administración, al tiempo que mantenía
su enfoque firme contra cualquier desafío al sistema que había establecido.
Estas dinámicas son cruciales para entender el contexto político y social de la
Argentina de su tiempo.
Con respecto a Manuel José García,
éste se retiró a
la vida privada en 1835. Rosas lo nombró embajador en Brasil, Y en Perú y en Inglaterra sucesivamente, pero
rechazó todos esos nombramientos
Falleció en Buenos Aires en octubre de 1848.
Como ya dijimos, tuvo
un solo hijo, Manuel Rafael, quien se casó con Eduarda Damasia
Mansilla, hija del general Lucio N. Mansilla y, por lo tanto,
curiosamente, sobrina de don Juan Manuel de Rosas….
*****
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