(de Pluma Ajena) HILARIO LAGOS-UN SOLDADO LEAL A LA CAUSA NACIONAL DE LA FEDERACIÓN (Por Jorge María Ramallo)
(en Revista del Instituto de Investigaciones Históricas “Juan Manuel de Rosas”, Nro. 22. Enero – Julio/Noviembre 1960- pag.266 y sstes.)
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"Mi
Patria y el ilustre general Rozas deben contar con mi lealtad... yo no soy de
aquellos que no cumplen lo que prometen a su Patria y a su gobierno; no soy de
los que traicionan y se venden..."
Formado en la cruenta disciplina de la
lucha constante por la integridad de la Patria, fue Hilario Lagos uno de los
más brillantes oficiales que militaron en los Ejércitos de la Confederación
Argentina durante la época de Rosas, y en el período inmediatamente posterior a
Caseros.
Nació este bizarro militar en Buenos
Aires, el 22 de octubre de 1806, bajo los auspicios de la ciudad recién
liberada de los herejes invasores.
Desde muy temprana edad se inició en
el ejercicio de las armas. Contaba sólo 18 años cuando fue dado de alta como
sargento distinguido de la 11 compañía del 29 escuadrón del Regimiento de
Húsares de Buenos Aires.
A poco fue destinado a la lucha contra
los indígenas que asolaban a la Provincia y así participó en los combates de
Arroyo Pelado y Arroyo de Luna, a las órdenes del coronel Federico Rauch; y en
otras acciones posteriores, bajo el mando del teniente coronel Francisco Sayós
y del teniente coronel Juan Izquierdo. El 27 de octubre de 1825 recibió los
despachos de teniente.
Poco después, el 31 de agosto de 1826,
participó en las operaciones contra los aborígenes en el Puesto del Rey, cerca
del Salto. En esa ocasión, el coronel Rauch, en el parte destinado al
Comandan-te General de Armas, se expresaba de esta manera: "Los oficiales subalternos... dieron nuevas pruebas de acreditado
valor, distinguiéndose de un modo brillante el porta-estandarte con grado de
teniente D. Hilario Lagos...".
Desde entonces, en menos de un año
obtuvo el grado de Capitán. En ese lapso participó en la primera y segunda
Campana de la Sierra de la Ventana, y al regreso de esta última, fue enviado al
frente de la primera guerra contra el Brasil donde tuvo oportunidad de asistir
al combate de Camacuá librado el 27 de abril de 1827, en el cual el general
Alvear venció al general Barreto.
Luego fue destinado al Salto de donde
se lo remitió al Fuerte de Federación –hoy Junín- y, posteriormente, ya estando
Dorrego en el Gobierno de la Provincia -al Ejercito de Operaciones que se aprestaba
a reanudar la guerra con el Brasil. Pero no tuvo la fortuna de tomar parte en
ninguna acción por cuanto a su llegada al Cuartel General se había firmado la
"Convención de Paz”.
Pasó entonces al Regimiento 3 de
Caballería. El 12 Junio de 1829 fue ascendido al grado de sargento mayor y en
Febrero de 1830, al de teniente coronel.
Meses después el 10 de abril 1830, al
frente del 1º de Caballería, y bajo las órdenes del Coronel Ángel Pacheco,
asistió al combate del Salado contra indios de la frontera.
En 1833, cuando el general Juan Manuel
de Rosas llevó eso acabo, al frente de la División Izquierda su proyectada
Campaña al Desierto, Lagos participó de la misma, formando parte de la Plana
Mayor del Ejército, luciéndose por su valentía y audacia numerosas operaciones
que le fueron encomendadas.
A tal punto que el historiador Vicente
Fidel López ha podido afirmar: “En la Campaña del Desierto realizó proezas
increíbles pero indudables y dignas de los héroes legendarios. Era de una
bravura tal, que en esta tierra, y en aquellos tiempos de hombres bravos, se
comentaban sus hazañas con verdadera admiración. Su honradez y caballerosidad
igualaban a su valor".
Particularmente debe destacarse su
participación en la destrucción del famoso cacique Payllarén, que fue el primer
gran triunfo de la División Izquierda; y la memorable carga que llevó a cabo
contra el cacique Pitrioloncay, el que cayó prisionero luego de un duro combate
librado cuerpo a cuerpo.
Al finalizar esta Campaña, de tan importantes
consecuencias para la vida de la Provincia, siguió revistando en la Plana Mayor
del Ejército y en 1838, durante del segundo gobierno de Rosas fue elevado al
grado de coronel y destinado al Departamento Norte, con asiento en el Fuerte Federación,
a las órdenes del General Pacheco. Por esta época participó de una incursión de
los indígenas, al sur de Santa Fe.
Al producirse la invasión del general
Lavalle a la Provincia de Buenos Aires, con la protección de los franceses, el
Coronel Lagos fue incorporado al denominado Ejército de Vanguardia do la
Confederación Argentina bajo el mando superior del general Manuel Oribe.
Así estuvo presente en la, batalla de
Quebracho Herrado, el 28 de noviembre de 1840, en la que el ejército unitario
fue completamente derrotado. Vicente Fidel López dice al respecto: "En la batalla de Quebracho Herrado él fue
quien decidió la victoria de las fuerzas federales, saltando a caballo en medio
da cuadro que había formado el coronel Díaz, desbaratándolo, tomando prisionero
a este Jefe y tendiéndole al propio tiempo los brazos, felicitándolo por su
valor y asegurándole así la vida".
El coronel Pedro José Díaz, que tal
era el aludido, posteriormente se radicó en Buenos Aires, y en ocasión de
librarse la batalla de Caseros, se incorporó al ejército de la Confederación, a
pesar de ser unitario batiéndose heroicamente contra los aliados.
De acuerdo con las órdenes de Oribe, a
principios de 1841, se dirigió Lagos a La Rioja, Catamarca y Tucumán, en
seguimiento de Lavalle, al frente de un ejército de 1.700 hombres, volviendo a
reunirse con Oribe en setiembre de ese año. Pocos días después, el 19, se libró
la célebre batalla de Monte Grande o Famaillá, en la que Lavalle fue nuevamente
vencido, debiendo huir precipitadamente hacia Jujuy.
En esta acción, Lagos, que luchó
bravamente comandando el ala derecha federal, que debió enfrentar el ala
izquierda unitaria a las órdenes del general Pedernera, fue herido de bala en
un pie, por lo cual regresó a Buenos Aires, donde fue recibido por Rosas, quien
le facilitó, por medio de su edecán, el general Corvalán, lo necesario para su
curación, ofreciéndole inclusive ayuda pecuniaria..
(A propósito de este batalla, Saldías
cuenta este anécdota, quo no hemos podido corroborar en otra fuente: "El
coronel Lagos, tan decidido partidario como noble y caballeresco militar, hizo
prisionero en Famaillá al coronel Fecundo Borda y le prometió toda clase do
garantías, de la misma manera que había procedido con el coronel Pedro José
Díaz, a quien tomó prisionero en el Quebracho.
Así se lo comunic6 a Oribe, quien no
pudo menos de asentir a ello. Pero como hubiera sido herido de bala en un pie,
y sintiese que le faltasen las fuerzas a consecuencia de la hemorragia
subsiguiente, Lagos se dirigió a su alojamiento, dejando a su protegido
conversando con algunos de sus antiguos compañeros.
Pocas horas después uno de sus
ayudantes le comunicó sorprendido que el coronel Borda acababa de ser fusilado por
orden del general en jefe. Presa de la indignación Lagos montó a caballo a pesar
de su estado, y entre dar un escándalo demandando a Oribe la felonía y separarse
del ejército pidió esto último, pasando a Buenos Aires, de donde fue destinado con
una columna de las tres armas al Entre Ríos.
El coronel Borda fue jefe Federal
hasta 1840, en que se pasó a las filas del general Lavalle, abandonando el
cargo militar que tenía en el pueblo de San Nicolás y sin conseguir llevarse
consigo la fuerzas que comandaba.)
Habiéndose restablecido, a mediados de
1844, fue enviado a Entre Ríos, con una división de ejército, para apoyar a
Urquiza, con quien colaboró en todas sus campañas contra los unitarios y sus
aliados extranjeros.
Así estuvo presente en las sangrientas
batallas de India Muerta (27/3/1845), Laguna Limpia (4/2/1846) y Vences
(27/11/1847).
En 1850 fue nombrado Jefe Político de
Paraná, pero al defeccionar Urquiza de las filas del Ejército de Operaciones
para aliarse con el Brasil en la guerra contra la Confederación Argentina,
Lagos en una actitud de insobornable lealtad, se rehusó a seguirlo y presentó
su renuncia, pidiendo su pasaporte para trasladarse a Buenos Aires, fundado en "...los sagrados deberes en que estoy
para con la Patria, y para con el general Rosas, y porque así me lo imponen mis
sentimientos y mi honor de Americano".
Una vez en Buenos Aires, recibió el
mando de una división de 3.000 hombres, con sede en el Bragado, " ..con buenos oficiales, y aunado del
espíritu que supo imprimirle su jefe prestigioso" al frente de la cual
se opuso con todas sus energías al avance del ejército aliado.
Frente a la inacción de Pacheco, o
ante sus órdenes contradictorias, Lagos se desespera por oponer una valla al ejército
enemigo. "En la expectativa de un enemigo cuya posición no se conocía de
fijo, y del probable desembarco de los brasileros que se anunciaba, —escribe Saldías--
el coronel Lagos reconcentró en su campo las fuerzas situadas un poco at oeste.
Inmediatamente Pacheco le ordenó que
las hiciera retirar a sus respectivos acantonamientos. Al día siguiente le ordenó
lo contrario, y Lagos, al comunicarle que procedía nuevamente a reconcentrar
las fuerzas, no puede menos que decirle con franqueza "mi patria y el ilustre general Rozas deben contar con mi
lealtad... yo no soy de aquellos que no cumplen to que prometen a su Patria y a
su Gobierno; no soy de los que traicionan y se venden: soy otra cosa: yo se lo
que soy".
El 31 de enero de 1852, se empeñó en
combate con la vanguardia aliada en la
Cañada de Álvarez. A pesar de la
diferencia de fuerzas "dio una brillante carga que contuvo at enemigo, y
se retiró en orden sobre el Puente de Márquez". (Saldías).
En la noche del 2 de febrero asistió
general Pinedo y los coroneles Chilavert. Pedro José Díaz, Jerónimo Costa,
Sosa, Bustos, Hernández, Cortina y Maza. Al die siguiente, en la batalla de
Caseros, el coronel Lagos manda tres divisiones de caballería del ala izquierda
del ejército de la Confederación Argentina.
Después de la revolución del 11 de
setiembre de ese mismo año fue desterrado, pero en noviembre regresó al país y
fue nombrado Jefe del Departamento del Centro de la Provincia.
Se pronunció entonces contra el
Gobierno de Buenos Aires, separado del resto de la Confederación, el 19 de
diciembre, y puso sitio a la capital.
Sobre el sentido de este
pronunciamiento, tiempo después afirmaba Antonino Reyes —que actuó a su lado en
esa emergencia—, que "Tocó al
coronel Lagos levantar en oposición al aislamiento y a las invasiones del
gobierno, la Bandera de la nacionalidad y de la concordia argentina".
Para explicar su conducta, Lagos emitió
la siguiente proclama: "Habitantes
de la Capital: Tenéis en frente de vuestras calles un ejército de compatriotas,
que solo quieren la paz y la gloria de nuestro país. Son vuestros hermanos, y
no dirijáis contra ellos el plomo destructor. No enlutéis vuestras propias
familias. Venimos a dar a nuestra querida Buenos Aires, la gloria que le habían
arrebatado unos pocos de sus males hijos. Nada temais de los patriotas que me
rodean: e/ ejército de valientes que tengo el honor de mandar, no desea laureles
enrojecidos con la sangre de hermanos. Solo quiere paz y libertad. El glorioso
pabellón de Mayo es nuestra divisa, y nuestros estandartes serán siempre emblemas
venturosos de fraternidad, y de unión sincera de todos los partidos. Basta de
males y desgracias pare los hijos de una misma tierra. Patria y Libertad sea
nuestro premio."
Lagos exige la renuncia del Gobernador
Valentín Alsina, el que dimitió el 6 de diciembre, siendo nombrado con carácter
interino el Presidente de la Sala, general Manuel Guillermo Pinto, iniciándose
de inmediato las negociaciones.
El sitio continuó, no obstante, hasta
que Urquiza puso fin a las hostilidades, merced a la. Autorización que le había
conferido para el caso el Congreso reunido en Santa Fe.
El 9 de marzo de 1853 se firmó un
tratado que fue ratificado el 14 por el Gobierno de Buenos Aires, pero
rechazado por el Director Provisorio, porque contrariaba lo resuelto en el
Acuerdo de San Nicolás.
El 27 del mismo mes, el general
Urquiza instaló su campamento en San José de Flores y asumió el mando en Jefe
del Ejército Federal Revolucionario, en tanto pie las fuerzas sitiadoras
quedaban al mando inmediato de Lagos, quien dos dias mes tarde fue promovido al
grado de Coronel Mayor (General De Brigada) de los Ejércitos de la Republica.
Se reiniciaron de inmediato las
acciones de guerra. El coronel John Halstead Coe, al frente de la escuadra de
la Confederación destruye el 17 de abril de 1853 a la escuadrilla porteña que
estaba al mando del coronel Floriano Zurowski.
El 25 de Mayo se promulgó la Constitución
Federal sancionada en Santa Fe el 19 de ese mes, y Lagos ordenó por un decreto
que todos los Jueces de Paz de los distritos provinciales convocasen a los
ciudadanos pare la elección de diputados a la Convención que debía tratar las leyes
dictadas por el Congreso General y al mismo tiempo sancionar la Constitución
provincial. Efectuadas las elecciones, el 30 de Junio se realizó la sesión
inaugural de la Convención, en la que se dio lectura a una extensa nota del
general Lagos.
El 8 de julio la Comisión encargada de
pronunciarse sobre la Constitución produjo despacho exponiendo el modo viable para
establecer la unidad del país, pero a todo esto cuando era ya de suponer la
derrota definitiva del circulo oligárquico porteño el 20 de junio había tenido lugar la
vergonzosa traición del jefe de la escuadra federal, quien entregó todas las
naves bajo su mando por la suma, de 26.000 onzas de oro que recibió, según
parece, de manos de Juan B. Pena. Este hecho fue de fatales consecuencias pare
los sitiadoras, que redujo considerablemente sus posibilidades de éxito.
Por otra parte, el ánimo había decaído
entre las tropas al saberse que la nueva Constitución establecía que la ciudad
de Buenos Aires sería la Capital de la Confederación lo cual la provincia perdía
su territorio mes importante.
A esto se debió principalmente que
algunos jefes federales se retiraran de la lucha. El coronel Laureano Díaz
entreg6 su regimiento a los porteños el 19 de julio, y el coronel Eugenio
Bustos, que se había batido en Caseros formando parte de las files de la Confederación,
también defeccionó.
Por último, otro acontecimiento
contribuyó a hacer aun mas critica la situación para las fuerzas
revolucionarias. Al norte de la provincia desembarcó el oriental José María
Flores, quien, en connivencia con el gobierno porteño instó a los habitantes de
la campaña a someterse a las autoridades del Estado de Buenos Aires.
Obligado por las circunstancias adversas
Urquiza aceptó entonces la mediación que, a principios de julio, le ofrecieron
los representantes diplomáticos de Gran Bretaña, Francia y los Estados Unidos.
El 10 de julio firmó el tratado de San
José de Flores con el Estado de Buenos Aires, y el mismo día otorgó a los
mediadores la libre navegación de nuestros ríos interiores.
El 13 de levanto el sitio. El general
Lagos debió exiliarse. En. represalia fue despojado por el gobierno de Buenos
Aires de sus grados militares y se le embargaron todos sus bienes, para
responder "a los gravísimos males
que ha causado a la Patria...".
Al año siguiente, en noviembre de
1854, Lagos luchador infatigable, participó en la intentona de otro denodado
jefe federal, el general Jerónimo Costa, el legendario héroe de Martin García,
quien invadió la Provincia de Buenos Aires, siendo completamente derrotado en
El Tala, el 8 del mismo mes, por el general Manuel Hornos.
Seguidamente Urquiza inició
negociaciones de paz que culminaron con el tratado que se firm6 en Paraná el 8
de enero do 1855. Pero en el ínterin, Costa lleve a cabo una nueva campaña en
la que fue otra vez abatido, siendo ejecutado ignominiosamente junto con un
número considerable de sus camaradas,
El 30 de diciembre de 1856, por decreto
del general Urquiza, entonces presidente constitucional de la Nación, le fueron
extendidos a Lagos los despachos de Coronel Mayor de los ejércitos de la Confederación
—a los cuales se había hecho acreedor con anterioridad, con antigüedad al 28 de
marzo de 1853.
Un año después, al pasar por la ciudad
de Buenos Aires, el gobierno del Estado porteño le ofreci6 la restitución de su
grado, el levantamiento del embargo que pesaba sobre sus bienes, y el pago de
los sueldos que se le adeudaban, con la condición de que aceptara ponerse al frente
de un ejército destinado a combatir a los salvajes que asolaban con sus depredaciones
a los pueblos fronterizos de la Provincia.
Pero el general Lagos, con Ia
integridad de conducta y acrisolada lealtad que le caracterizaban, rehusó
altivamente al tentador ofrecimiento, "declarando
que su suerte estaba vinculada a la de todos los porteños emigrados, sus compañeros
de infortunio".
Por esa época se radicó en Rosario,
probablemente con la esperanza de descansar de tantas fatigas acumuladas, Pero
al enfrentarse nuevamente las fuerzas de la confederación y el Gobierno de
Buenos Aires, Lagos participó en la batalla de Cepeda, el 23 de octubre de
1859, al mando de una división del ejército federal, que concluyó con el
completo triunfo de las fuerzas del general Urquiza.
Después de firmado el Pacto de San José
de Flores, el 11 de noviembre de ese año, Lagos pudo regresar finalmente a Ia
ciudad de Buenos Aires, donde pocos meses mas tarde, el 5 de julio de 1860, fue
arrebatado por la muerte, que le llegaba al cabo de una vida consagrada al
heroico sostenimiento, sin claudicaciones, de una convicción inconmovible...
***
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