(de Pluma Ajena) A DON JUAN MANUEL DE ROSAS (por Marcos Rivas)
CON
el alma mordida por la angustia
asida
a las raíces de mi raza,
evoco
tu figura bella y fuerte
que
era corno la imagen de la patria.
Necesito
expresar mis sentimientos
y
que estalle en verdades mi palabra.
Pesa
el error sobre la historia nuestra
con
la gravitación de una montaña.
Oye,
Restaurador, criando esa noche
mendigaste
un rincón en la embajada
"que
tú enseñaste a respetar", las tropas
extranjeras
su triunfo festejaban.
Las
tropas extranjeras... Desde el tiempo
de
Beresford y Whitelocke no hollaba
el
suelo invicto de la "gran aldea".
¡Y
estas eran legiones mercenarias!
Frente
a la honda pena de tu pueblo
que
escondido en las sombras te lloraba
el
vencedor, por conquistar su afecto,
debió
imponer divisas coloradas...
A
tus disciplinados regimientos
les
distribuías sables y guitarras.
¡Qué
dulce era el cantar de tus cielitos! ;
Qué
airoso el zapateo de tus zambas!
Hoy
rugen saxofones y ukeleles
compasando
el vértigo hecho danza
con
versos de tahures y vencidos,
de
una tristeza quejumbrosa y falsa.
Duerme
entre tanto el sueño de la gloria
en
una tumba que te fué prestada
por
los mismos a quienes denotaste
¡más
generosos que tu misma patria!
Pero
algún día, Juan Manuel, tus restos
retornarán
sobre la estela blanca.
Pregonando
dictados de justicia
volarán
mil banderas en el Plata.
Te
velará la sombra de los héroes
de
toda la epopeya americana;
y
aquellos tus ejércitos civiles
abatirán
las lanzas enlutadas.
Otra
generación que ya anunciamos
de
este mezquino engaño liberada,
arrancará
a la entraña de los Andes
moles
de cuarzo para alzar tu estatua.
Y
después... largos años de anarquía;
v
nuestros padres, miserables parias,
eran
extraños en su propio suelo,
eran
"los gauchos", "chusma" despreciada.
Indígenas
incultos, no vestían
ceñida
chaquetilla abotonada
ni
‘breech’ ni ‘paletó’. "Sólo la sangre
les
distinguía condición humana”.
Había
que "pacificar". Partieron
expediciones
punitivas. Nada
detenía
la saña fratricida
ni
el ímpetu brutal de la matanza.
Ambiciosos
soldados mercenarios
el
suelo de la patria profanaban
levantando
cadalsos. Y con ellos
ensangrentaron
las tranquilas pampas.
Había
que "traer los hombres blancos
que
sabían arar". Por esa causa
menester
era "fecundar la tierra
con
el abono de la sangre gaucha".
Tanto
civilizaron que nos dieron
los
‘trusts’ de gentes que no tienen alma
ni
Dios. Su obra fatal se patentiza
en
la desnutrición de nuestra infancia.
Las
carnes argentinas van a Liverpool
y las cosechas a Marsella o Savannagh
mientras
el territorio se despuebla
y
aumenta la miseria de la raza.
Por
eso, Juan Manuel, quiero evocarte.
Aún
subsiste el rencor que te negara
un
sepulcro en el suelo que tu esfuerzo
mantuvo
intacto, frente a recias garras...
Afirmaste
el derecho de ser libres
que
los hombres de mayo proclamaran.
En
tus manos patricias nuestra enseña
fué
por todos los pueblos respetada.
Frente
al derecho de los potentados
realizaron
los pobres su esperanza:
de
ser felices, de tener su rancho,
de
sentir y querer, ¡de tener alma!
¡Con
qué humano sentido de la vida
y
auténtica noción de democracia
Manuelita
asistía a los candombes
que
los humildes negros celebraban!
Restaurador,
por eso yo te invoco.
Diríase
que ha Marta la confianza
en
nuestro porvenir, que se ha perdido
en
nosotros el culto de la patria.
Ponte
de nuevo al frente de tus gauchos
en
el momento heroico de las cargas
y
acomete a estos pérfidos salvajes
de
la avaricia, el dolo y la falacia.
Que
Mansilla arme nuevos Toneleros:
ya
asoman extranjeros oriflamas;
que
Mariño vigile los intentos
de
la voraz penetración extraña;
Que
abrumen tus bufones con sus burlas
a
tantas fatuidades encumbradas;
que
afirmen tus decretos la tendencia
moral
de nuestra vida, hoy olvidada.
Parecería,
Juan Manuel, que ahora
hasta
el idioma nos avergonzara.
Decirnos:
"chau", "good bye", o desmedrantes
voces
que nos inculca la canalla.
Haznos
formar, erguidos y viriles,
a
los primeros sones de tus dianas
a
los "tennistas" y a los que
tenemos
las
uñas de las manos esmaltadas.
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