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viernes, 8 de agosto de 2025

(de Pluma Ajena) A DON JUAN MANUEL DE ROSAS (por Marcos Rivas)

 (de Pluma Ajena) A DON JUAN MANUEL DE ROSAS (por Marcos Rivas)


CON el alma mordida por la angustia

asida a las raíces de mi raza,

evoco tu figura bella y fuerte

que era corno la imagen de la patria.

 

Necesito expresar mis sentimientos

y que estalle en verdades mi palabra.

Pesa el error sobre la historia nuestra

con la gravitación de una montaña.

 

Oye, Restaurador, criando esa noche

mendigaste un rincón en la embajada

"que tú enseñaste a respetar", las tropas

extranjeras su triunfo festejaban.

 

Las tropas extranjeras... Desde el tiempo

de Beresford y Whitelocke no hollaba

el suelo invicto de la "gran aldea".

¡Y estas eran legiones mercenarias!

 

Frente a la honda pena de tu pueblo

que escondido en las sombras te lloraba

el vencedor, por conquistar su afecto,

debió imponer divisas coloradas...

 

A tus disciplinados regimientos

les distribuías sables y guitarras.

¡Qué dulce era el cantar de tus cielitos! ;

Qué airoso el zapateo de tus zambas!

 

Hoy rugen saxofones y ukeleles

compasando el vértigo hecho danza

con versos de tahures y vencidos,

de una tristeza quejumbrosa y falsa.

 

Duerme entre tanto el sueño de la gloria

en una tumba que te fué prestada

por los mismos a quienes denotaste

¡más generosos que tu misma patria!

 

Pero algún día, Juan Manuel, tus restos

retornarán sobre la estela blanca.

Pregonando dictados de justicia

volarán mil banderas en el Plata.

 

Te velará la sombra de los héroes

de toda la epopeya americana;

y aquellos tus ejércitos civiles

abatirán las lanzas enlutadas.

 

Otra generación que ya anunciamos

de este mezquino engaño liberada,

arrancará a la entraña de los Andes

moles de cuarzo para alzar tu estatua.

 

Y  después... largos años de anarquía;

v nuestros padres, miserables parias,

eran extraños en su propio suelo,

eran "los gauchos", "chusma" despreciada.

 

Indígenas incultos, no vestían

ceñida chaquetilla abotonada

ni ‘breech’ ni ‘paletó’. "Sólo la sangre

les distinguía condición humana”.

 

Había que "pacificar". Partieron

expediciones punitivas. Nada

detenía la saña fratricida

ni el ímpetu brutal de la matanza.

 

Ambiciosos soldados mercenarios

el suelo de la patria profanaban

levantando cadalsos. Y con ellos

ensangrentaron las tranquilas pampas.

Había que "traer los hombres blancos

 

que sabían arar". Por esa causa

menester era "fecundar la tierra

con el abono de la sangre gaucha".

 

Tanto civilizaron que nos dieron

los ‘trusts’ de gentes que no tienen alma

ni Dios. Su obra fatal se patentiza

en la desnutrición de nuestra infancia.

 

Las carnes argentinas van a Liverpool

 y las cosechas a Marsella o Savannagh

mientras el territorio se despuebla

y aumenta la miseria de la raza.

 

Por  eso, Juan Manuel, quiero evocarte.

Aún subsiste el rencor que te negara

un sepulcro en el suelo que tu esfuerzo

mantuvo intacto, frente a recias garras...

 

Afirmaste el derecho de ser libres

que los hombres de mayo proclamaran.

En tus manos patricias nuestra enseña

fué por todos los pueblos respetada.

 

Frente al derecho de los potentados

realizaron los pobres su esperanza:

de ser felices, de tener su rancho,

de sentir y querer, ¡de tener alma!

 

¡Con qué humano sentido de la vida

y auténtica noción de democracia

Manuelita asistía a los candombes

que los humildes negros celebraban!

 

Restaurador, por eso yo te invoco.

Diríase que ha Marta la confianza

en nuestro porvenir, que se ha perdido

en nosotros el culto de la patria.

 

Ponte de nuevo al frente de tus gauchos

en el momento heroico de las cargas

y acomete a estos pérfidos salvajes

de la avaricia, el dolo y la falacia.

 

Que Mansilla arme nuevos Toneleros:

ya asoman extranjeros oriflamas;

que Mariño vigile los intentos

de la voraz penetración extraña;

 

Que abrumen tus bufones con sus burlas

a tantas fatuidades encumbradas;

que afirmen tus decretos la tendencia

moral de nuestra vida, hoy olvidada.

 

Parecería, Juan Manuel, que ahora

hasta el idioma nos avergonzara.

Decirnos: "chau", "good bye", o desmedrantes

voces que nos inculca la canalla.

 

Haznos formar, erguidos y viriles,

a los primeros sones de tus dianas

a los "tennistas" y a los que tenemos

las uñas de las manos esmaltadas.

 

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