ANTONIO CUYÁS Y SAMPERE,
(¿MANIPULADOR O ESPÍA DE
URQUIZA? ¿O ESPÍA DEL REINO DE ESPAÑA?)
Gonzalo V. Montoro Gil
SUMARIO: 1.-Introducción- 2.-Antonio cuyás y Sampere-Datos sobre su persona- 3.-Los
comienzos de Cuyás y Sampere en su relación con Urquiza-Su desarrollo con los
años- 4.-Luego de la batalla de ‘Caseros’-
5.- Cuyás y el Reino de España- ¿Espía?- 6.-Epílogo.-
I.-INTRODUCCIÓN
“No todo lo que parece,
es. Y no todo lo que es, parece”.
Esta especie de juego de palabras aplica redondamente al personaje bajo
estudio, el catalán Antonio Cuyás y Sampere.
Este hombre que actuaba en las sombras ¿obedecía a las órdenes de Justo
José de Urquiza o al Reino de España cuyo reinado era de Isabel II, la
borbónica y afrancesada reina?.
O tal vez, ¿si no era un dependiente o amanuense de Urquiza podría ser que
era el propio Cuyás y Sampere maquiavélicamente el que manejaba a Urquiza sin
darse cuenta éste último?.
Veamos la real intervención de este hombre en las luchas del Plata y en la
derrota de Manuel Oribe, el Oriental ante las fuerzas combinadas de Urquiza,
los Unitarios en ambas orillas del Plata, el Imperio del Brasil que tras la
derrota del Oriental, luego, invaden concertadamente a la Argentina derrocando
al gobierno legítimo del Jefe de la soberana Confederación Argentina, el
Brigadier General Don Juan Manuel de Rosas, en la batalla de Caseros ( o Morón)
el 3 de Febrero de 1852.
Su
ambigüedad en la lealtad y su papel en la dinámica de poder entre Justo José de
Urquiza y otras fuerzas políticas reflejan la importancia en las consecuencias
de sus acciones
La
reflexión sobre si actuaba como un simple colaborador de Urquiza o si realmente
tenía una influencia más directa sobre él es lo que intentaremos desentrañar.
Podría
ser éste el caso de que figuras aparentemente subordinadas en el poder político
pueden, de hecho, tener un impacto significativo en las decisiones de los
líderes, ya sea a través de la manipulación, el asesoramiento o el fomento de
agendas ocultas.
La
derrota de Manuel Oribe en 1852 a manos de las fuerzas combinadas de Urquiza y
los unitarios —respaldadas por el Imperio del Brasil— fue un evento crucial en
la historia argentina. Este conflicto no solo llevó a la caída de Oribe, sino
que también contribuyó a la inestabilidad política que culminó en el
derrocamiento de Juan Manuel de Rosas. La batalla de Caseros no fue solo un
enfrentamiento militar, sino una redefinición del poder en la región que
buscaba establecer una resolución a la larga serie de conflictos que
caracterizaron al siglo XIX.
II.-ANTONIO CUYÁS Y
SAMPERE-DATOS SOBRE SU PERSONA
Dice la historiadora Cristina AMBROSINI que “durante las invasiones inglesas (1806-1807) dos hijos de Mataró
(Catalunya) se destacaron en la defensa de la ciudad: Domingo Matheu (o Mateu)
y Juan (Joan) Larrea, pasando ambos al Olimpo de los héroes de la Patria.
“Por la época, otro
compatriota de Mataró cruza el océano para dedicarse a la piratería, el
comercio de esclavos, las finanzas y finalmente las relaciones internacionales
en la Confederación Argentina como agente político y confidente del General
Urquiza: Antonio Cuyás y Sampere (Antoni Cuyàs i Sampere). […]
“Durante su estancia en
Gualeguay se encuentra con otro aventurero: Giuseppe Garibaldi el que podría
deberle la vida, por partida doble, a la hospitalidad catalana en la zona. […]
“Las relaciones entre
España y la Confederación Argentina, luego de la emancipación, no dejó de ser
conflictiva ya que, por un lado, el sistema de la monarquía hispana fue
catalogado como el origen de todos los males, atrasos y deficiencias por los
jóvenes revolucionarios pero, por el otro, era necesario contar con el
reconocimiento por parte de la antigua metrópoli. Tal reconocimiento era una
condición necesaria (aunque no suficiente) para la consolidación de la Confederación
como Estado. […]
“A raíz de un tratado
firmado en 1841 y de las posteriores negociaciones del gobierno español con el
de Montevideo, en 1845 se envió desde Madrid un cónsul general con destino a la
capital oriental.
“El cónsul se llamaba
Carlos Creus, y portaba plenipotencias ante los gobiernos tanto de Montevideo
como de Buenos Aires, por si existiese la posibilidad de que también la
Confederación Argentina llegara a entrar en relaciones con España. A pesar de
las declamaciones de amistad expresadas por el gobierno de Buenos Aires, la
numerosa y crecientemente importante comunidad española de Buenos Aires estaba
lejos de hallarse en una situación cómoda durante la época. Bajo la excusa de
no hacer diferencia alguna entre españoles y criollos, Rosas imponía a los
residentes españoles toda clase de cargas, incluso las del servicio de armas.
“La buena disposición
evidenciada por Urquiza hacia esta comunidad progresista se vio reforzada por
el estrecho vínculo que estableció con el ahora hacendado catalán Antonio Cuyás
y Sampere quien llegó a ejercer una gran influencia sobre el gobernador
entrerriano.
““El 3 de mayo de 1851,
dos días después del histórico pronunciamiento de Urquiza por el cual la
provincia de Entre Ríos le quitaba a Rosas las facultades de representación de las
relaciones exteriores que le había delegado, Cuyás y Sampere dirigió desde
Montevideo un largo oficio al ministro de Asuntos Exteriores de España.
“En dicho oficio informaba que desde tiempo atrás procuraba inculcar en
Urquiza el convencimiento de que España era amiga natural de las nuevas
repúblicas americanas por sus lazos de sangre, y que el interés de
Hispanoamérica consistía en estrechar vínculos con la Madre Patria más que con
las demás naciones europeas.
“No debemos desconocer que los
conflictos entre Rosas y Urquiza respondían a cuestiones económicas más que
ideológicas, especialmente dado el rápido enriquecimiento del caudillo
entrerriano originado en el contrabando de mercaderías desde el litoral
argentino evadiendo la política monopólica del puerto de Buenos Aires.
“Para estos "tráficos irregulares", Urquiza contaba con la
colaboración de dos comerciantes catalanes: Esteban Rams y Rubert, en Buenos
Aires, y el ya mencionado Antonio Cuyás y Sampere, en Montevideo; este último
actuaría luego también como su agente político ante personajes influyentes en
Río de Janeiro y Montevideo.
“Ante este perjuicio no solo a Buenos Aires, sino también a la
Confederación porque le extraía su oro, abarrotaba el mercado interno con
productos extranjeros que competían con los nacionales y abastecía a los
enemigos en Montevideo, en 1849. Rosas ordenó al Capitán del Puerto de Buenos
Aires que negara licencia para cargar oro en buques con destino a Entre Ríos y
descargas de barcos de esa procedencia con mercaderías extranjeras.
“Urquiza protestó, invocando la felicidad de su provincia en el librecambio
y su gloria federal adquirida en las guerras y ante la inminencia de otra
contra Brasil. Pero el Restaurador no levantó la medida. […]
En 1851”Urquiza enviaba a Montevideo a Antonio Cuyás y Sampere, el ex
corsario enriquecido por sus actividades durante la guerra contra el Imperio
del Brasil y propietario de campos en Gualeguay. Cuyás y Sampere se convirtió
en amigo personal y agente confidencial de Urquiza ante los gobiernos de
Montevideo y Río de Janeiro.
“Sus actividades comerciales y negocios de corretaje en la capital oriental
le permitían un permanente contacto tanto con ministros y diplomáticos
uruguayos como con antirrosistas emigrados de la Confederación Argentina, a
quienes reveló los propósitos de Urquiza en contra de Rosas. Entre los
interlocutores de Cuyás y Sampere estaban el ministro oriental Manuel Herrera y
Obes y el emigrado porteño residente en Montevideo, Valentín Alsina, director
de El Comercio del Plata y acérrimo enemigo de Rosas.”
Así se fue introduciendo en la vida social y política entrerriana, Cuyás,
protegiendo sus intereses comerciales y, a la vez, los de Urquiza.¿Sólo eso?.
Ya veremos….desgranemos los sucedido.
III.-LOS COMIENZOS DE CUYÁS Y SAMPERE EN SU RELACION CON
URQUIZA-SU DESARROLLO CON LOS AÑOS
¿Cómo fue que Urquiza de ser la primera espada de la Confederación, fue,
poco a poco volviéndose contra su patria?
¿Tuvo que ver Cuyás en ello?
Cuyás – que era un empresario, comerciante en estas tierras-, lentamente
comenzaba a susurrar al oído del entrerriano que no podía obligar a los
españoles a incorporarse obligadamente a servir militarmente en las fuerzas de
Urquiza.
La cooptación de Justo José de Urquiza
fue gestada por Benito Chaín y Antonio Cuyás y Sampere. El uruguayo Chaín, era
esposo de Narcisa Pacheco y Obes, hermana de Melchor. A su vez Chaín era amigo
de juventud del gobernador Urquiza. Él actuó como nexo siendo agente
confidencial del canciller Manuel Herrera y Obes. El otro agente intermediario
de Urquiza fue Cuyás y Sampere, con Silva Pontes, agente imperial en
Montevideo.
Cuyás, sibilinamente, se fue convirtiendo en un personaje oscuro, misterioso,
a veces enigmático, ambiguo, que se acercaba a Urquiza sugiriéndole acciones
contra su propio gobierno nacional.
La caracterización de
Cuyás como un personaje oscuro y enigmático refleja su capacidad para operar en
las sombras, aprovechando la inestabilidad y las ambiciones de Urquiza.
Según entendía Cuyás
Urquiza era un hombre que no tenía s su lado ningún hombre que lo aconsejara
políticamente; ningún hombre con suficiente inteligencia para asesorarlo en
cuanto a lograr una paz en el Plata, que llevaba muchos años en luchas fratricidas.
El catalán veía a
Urquiza como un ser ambicioso, de mal humor y vengativo. Y vio en aquel una vía
para sus negocios que tenía en Entre Ríos y también en Montevideo. Varios
negocios y establecimientos que le permitían viajar de un lado a otro sin
despertar sospechas políticas alguna.
La falta de un
círculo asesor competente a su alrededor permitía a Cuyás influir en las
decisiones de Urquiza, quizás sutilmente dirigiendo sus acciones de acuerdo con
sus propios intereses. Esto se alinea con la noción de que, en política, la
cercanía a un líder puede ser una herramienta poderosa para quienes son astutos
y están dispuestos a jugar en los márgenes de la lealtad y la traición.
Al establecerse en
Entre Ríos y Montevideo, Cuyás no solo tenía acceso a ventajas comerciales,
sino que también podía actuar con un grado de libertad que otros no podían
permitirse, en un tiempo donde el espionaje y las alianzas secretas eran moneda
corriente.
Comenzó a influir en
Urquiza en la toma de decisiones respecto a la política del Plata yendo y
viniendo de ambos lados del río Uruguay contactándose con los políticos
Unitarios de Montevideo (Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes, Pacheco y Obes,
etc) que se encontraban allí viviendo y socavando con sus acciones y sus
escritos panfletarios junto a los argentinos allí asilados (‘La Comisión de la
Defensa’), al gobierno argentino de la Confederación Argentina.
Del mismo modo Cuyás
se entendía, al mismo tiempo, con el encargado de negocios del Brasil en Montevideo, Silva Pontes, Irineo de Sosa y
Buchental, comenzando a entretejer las futuras alianzas políticas, militares y
comerciales, ya que también Cuyás tenía negocios en la ribera occidental del
río Uruguay por la zona de las Misiones brasileñas.
Según el propio
Cuyás, paralelamente al cuidado de sus negocios, él cumplía órdenes –en forma
oficiosa, sin intereses propios- de Urquiza.
La idea de actuar
oficiosamente implica que Cuyás se veía a sí mismo como un servidor de Urquiza,
un papel que podría haberle permitido más libertad para operar sin las
restricciones formales que a menudo acompañan posiciones de mayor autoridad.
Si bien Cuyás iba y venía,
como se dijo, por todo el territorio de la Mesopotamia y la Banda Oriental, su
asiento principal era Gualeguaychú.
Según dijo lastimosamente
Cuyás años más tarde, que nunca le reconocieron los ‘servicios’ (sic) políticos
prestados por él al entente.
En sus viajes, pues,
Cuyás recorría todo el territorio de Corrientes, Entre Ríos, sur del Brasil, y
el Uruguay. Conoció, de tal manera, de primera mano, a los generales de todos
los ejércitos de la zona, incluido a Fructuoso Rivera al cual describía, en
detalle, su carácter y personalidad de carácter afable, atento, astuto,
especulador, derrochador de dineros públicos, que actuando en guerrillas era insuperable,
según su decir.
Cuando sucede a
Echagüe, su segundo, Urquiza ante la atropellada de Paz y Rivera –que habían
vencido a Echagüe- tiene como único sostén a Rosas. El Restaurador tenía como
principal espada para contener a los ejércitos Unitarios, a Urquiza por más que
entre ellos siempre hubo recelos, ante la gravedad de la situación debieron
acordar ante el enemigo común. Corrían los años 1838-1842.
Igualmente Paz y
Rivera no se llevaban bien pues cada uno hacía su juego con ánimo de comandar
las fuerzas Unitarias, habida cuenta que Lavalle iba camino a su destierro y
muerte.
Ya posicionado Urquiza de la gobernación de Entre Ríos, junto a Oribe,
comenzaron a acercarse a Montevideo venciendo la resistencia de Paz en la
ciudad, el que se atrincheraba en la ciudad para defenderla ante el sitio que
duró 9 años, mientras Rivera hacía lo suyo por la campaña en la retaguardia de
Oribe.
Finalmente Urquiza vence a Rivera en la batalla de ‘India Muerta’ librada
el 20 de febrero de 1852, fue un enfrentamiento clave en el contexto de la
lucha por el control del Uruguay y los intereses en la región del Río de la
Plata.
Acrecentó
su propio posicionamiento en el litoral del Plata, y también porque marcó el
fortalecimiento de su autoridad en la Confederación Argentina
Cuando Garibaldi comenzó a hacer sus tropelías por el río Uruguay, en
Gualeguaychú Cuyás le franqueaba solidariamente y amistosamente su hogar, que
como se puede apreciar, no se ‘casaba’ con nadie. Solo tenía en miras sus
intereses comerciales. En tales momentos el gobernador de Entre Rios era
Echague.
Cuyás en esos tiempos visitaba a Urquiza quedándose algunos días en sus
campamentos cuando Urquiza sitiaba Salto u otras localidades.
La
cercanía de Cuyás a Urquiza, al quedarse en sus campamentos durante campañas
como el sitio de Salto, le ofrecía una oportunidad única para consolidar su
influencia en un momento crucial de la historia en el Plata.
Aunque es lícito reconocer que Cuyás le mencionaba a Urquiza en sus
pláticas y tertulias hogareñas que si bien lo apreciaba no estaba de acuerdo
con sus pensamientos políticos revolucionarios.
La
dualidad de sentimientos que Cuyás podía tener hacia Urquiza—reconociendo su
capacidad y ambición pero al mismo tiempo discrepando de sus ideas políticas
revolucionarias—indica un enfoque pragmático y calculador por su parte. Aunque
aparentemente apreciaba a Urquiza, su postura crítica le permitía operar desde
una posición de ambigüedad, facilitando su rol como asesor y, en ciertos
aspectos, manipulador.
Cuyás, día a día se iba acercando a Urquiza, ganando su confianza.
Urquiza comenzó a pedirle consejos al catalán y este – ni lerdo ni
perezoso- comenzó a operar las ideas y voluntades de aquél.
La
habilidad de Cuyás para operar las ideas y voluntades de Urquiza indica que
empezó a configurar las conversaciones y las decisiones de Urquiza de acuerdo
con sus propias intenciones. Este tipo de asesoramiento puede ser crucial en
momentos de incertidumbre, donde la influencia de un individuo puede tener
repercusiones significativas en las decisiones de liderazgo.
Dicho
de otra manera, Cuyás representaba un doble filo: un aliado en la trinchera que
también tenía su propia agenda.. Ya veremos esto último cuando tratemos las
relaciones entre Cuyás y la Reina Isabel II de España.
Según Cuyás, mas allá del triunfo de Urquiza sobre Rivera, decía que
existía desconfianza entre Rosas y Urquiza “Las
mutuas desconfianzas que existían entre ambos caudillos, lejos de calmar con el
triunfo de Urquiza sobre Ribera, a pesar del grandioso servicio que con esto
recibió el Dictador Argentino, salvando su causa con la desaparición del
ejército Oriental, lejos de calmarse, repito, tomaron mayores proporciones. Ya
no le quedaba duda à Rosas de que el vencedor del caudillo Oriental, del astuto
guerrillero y sagaz general Rivera, era el enemigo más temible que tenía en la
república Argentina, por más que aparentase sumisión y conformidad con la
política federal Urquiza comprendía, por otra parte, que Rosas era un obstáculo
invencible para sus esperanzas de engrandecimiento, y estaba persuadido de que
este emplearía todos los medios para deshacerse de él , mirándole como un
estorbo ó tal vez como un peligro”.
Es claro que desde el comienzo puede colegirse que Cuyás no simpatizaba con
Rosas y no sería extraño que -visto lo
sucedido tiempo después- Cuyás fuese
horadado la confianza de Urquiza en Rosas, aumentando las ya existentes del
entrerriano en Rosas, operando en su provecho la mente y la voluntad de
entrerriano, sin que todo esto signifique disculpar al traidor Urquiza.
Recordemos que Cuyás se movía a sus anchas para verlo y quedarse con
Urquiza muchos días en su campamento militar conversando privadamente, como se
dijo.
La
capacidad de Antonio Cuyás para moverse libremente en el campamento militar de
Urquiza y mantenerse en su círculo cercano durante días refleja no solo su
habilidad social y política, sino también la confianza que Urquiza, a pesar de
sus reservas, comenzó a depositar en él. Este acceso privilegiado a un líder
militar estratégico le permitió a Cuyás manipular las conversaciones y las
decisiones de manera más efectiva.
Al
establecer un contacto regular y prolongado con Urquiza, Cuyás podía
influenciarlo en momentos clave, presentando ideas y estrategias que resonaran
con las ambiciones de Urquiza. Esto incluye las tertulias donde Cuyás expresaba
sus opiniones—aunque críticas a los pensamientos revolucionarios de Urquiza—de
una manera que podría haber sido interpretada por Urquiza como una forma de
lealtad y amistad.
Siendo gobernador Urquiza, andaba igualmente por la campaña combatiendo a
los Unitarios.
Cuyás, por detrás de su trato con Urquiza, esto era lo que realmente
pensaba del entrerriano relatando su falta de honestidad en el acrecentamiento
de su riqueza y sus pocas luces
intelectuales, aunque por el momento fiel a la causa Federal:
“El gobernador Urquiza era el único
que tenía gente para estos trabajos, destinando á ellos sus soldados; tenia
además abundancia de caballos, disponiendo como disponía de los del Estado, y
dinero sobrante, porque las cajas del tesoro público estaban repletas á su
entera disposición; tanto que no pocas veces libraba contra las
administraciones de las respectivas aduanas á favor de individualidades , por orden
verbal , siendo en el acto satisfechas las cantidades que se indicaban . Así
pudo comprar muchos miles de cabezas de ganado vacuno á tres y hasta dos reales
por cabeza al cortar, conduciéndolas á sus campos y sujetándolas en ellos hasta
amansarlas ; asi pudo comprar gran cantidad de terrenos en las costas del
Uruguay y Gualeguaychú , los mejores de la provincia, que los vendedores
realizaron a precios ínfimos , obligados por aquellas tristísimas
circunstancias , llegando á encontrarse, á los dos años de su regreso de la
campaña Oriental , propietario de cuatrocientas cincuenta á quinientas leguas
cuadradas de campo, con más de cien mil vacas y una cantidad enorme de ovejas ,
caballos , yeguas y ganado mular.[…] este hombre,digo, aunque dotado de
excelente sentido común, no se había dedicado á ningún estudio serio , no conocía
la historia universal, ni aun la de su patria ; era refractario à toda lectura
, y cuando recibía alguna comunicación algo larga exclamaba á menudo : “-¡Cuando
se morirán los que escriben-¡“ . Tenía aversión à todos los que pertenecían al
partido Unitario quienes imitando a Rosas nombraba con el apodo de salvajes
unitarios, dominado como estaba por un sentimiento de desconfianza hacia todos
ellos, considerándolos como un estorbo a sus fines de engrandecimiento”.
El propio Cuyás confiesa en sus memorias que Urquiza no tenía libros, ni
leía pues le resultaba repulsiva toda lectura. Por lo que puede deducirse que
una cosa era lo que decía públicamente Cuyás de Urquiza y otra, muy distinta,
era lo que pensaba de él.
Parece que el ‘estorbo’ de los
Unitarios y la ‘desconfianza’ contra
ellos no fue tanto para Urquiza que, luego, se aliaria con ellos y el Imperio
del Brasil contra su país y que lo ayudaron a acrecentar su riqueza descomunal
aumentada sobre la sangre de sus compatriotas. Cuestión que nada dice Cuyás al
respecto siendo él mismo, beneficiado también.
A medida que avanza la rebeldía de Urquiza, por el año 1847, Cuyás se abre
en sus epítetos cada vez mas marcados, diciendo que “Urquiza se pone al frente de la gran cruzada libertadora de la opresión
y tiranía de Rosas” y justifica la ilegalidad del retiro del gobierno
nacional de Urquiza que rompe el Pacto Federal suscripto en 1831, escindiendo a
Entre Ríos del territorio nacional.
Esta
discrepancia entre lo que Cuyás podía decir públicamente y lo que realmente
pensaba sobre Urquiza sugiere una compleja estrategia de adaptación y
manipulación.
Por un
lado, elogia o expresa aprecio públicamente por Urquiza podría haber sido una
táctica para ganarse su confianza y apropiarse de un lugar en su círculo
íntimo. Es habitual en la política que los asesores o colaboradores mantengan
una fachada de lealtad y respeto hacia los líderes, incluso cuando tienen
opiniones críticas. Esto es particularmente relevante en un contexto tan
volátil como el de la política argentina del siglo XIX, donde las alianzas
podían ser frágiles y la traición una posibilidad latente.
Cuyás
podría haber visto a Urquiza como una figura que necesitaba orientación, y su
rol consistiría en guiarlo mientras ocultaba sus verdaderas opiniones sobre sus
capacidades e inclinaciones.
Esta
dualidad en la percepción de Cuyás recalca la esencia de su carácter en la
política del momento: un hombre que, a pesar de sus críticas, sabía adaptarse a
las circunstancias y jugar su papel para manipular la situación a su favor. La
capacidad de hablar con admiración mientras se cultivaba un pensamiento crítico
en privado es una habilidad valiosa en un entorno político riesgoso.
El propio Cuyás reconoce que en ello él fue actor, partícipe principal de
la toma de decisión de Urquiza.
Dice Cuyás que no solo fue Entre Ríos quien tomó parte en la ‘empresa’ (sic) haciendo obvia referencia
al levantamiento de Urquiza contra las autoridades nacionales, sino fue “….común á todos los estados que tomaron parte en la empresa
y como fui también actor, reservado primero, público y oficial después, de esta
transformación, siendo esta última del dominio público, importa conocer la
parte secreta de las negociaciones para que nos conduzca a la averiguación de
cómo se fue preparando un cambio tan inesperado, radical é imprevisto en el
general Urquiza; cuyo cambio fue causa de que en el espacio de pocos meses se
transformara la faz de aquellas repúblicas , conquistando su plena libertad ,
disponiéndolas à entrar por la via del progreso y fijando la constitución
nacional que debía conducirlas al bienestar y prosperidad que hoy disfrutan.
¿Cuáles fueron las personas que ocultamente ayudaron á preparar esta
transformación? ¿Fue la empresa pensamiento exclusivo de Urquiza, ó tuvo
colaboradores que lo inclinaron á tomar tan heroica resolución? En tal caso
quienes fueron estos? He aquí lo que me propongo demostrar, desde luego, para
cuyo efecto es forzoso retroceder buscando el origen de esta transformación, à
fin de que, conocido el principio, se consulte, se indague su armonía con el
resultado y no quede en la narración de la historia un vacío que podría
llenarse con falsas suposiciones, que dejarían á sus interventores sin la honra
merecida ante la posteridad.
Es curioso como Cuyás se hace aparecer como un simple testigo de los hechos
históricos, al principio, cuando finalmente se le cae la máscara de su supuesta
prescindencia en los hechos a suceder.
Ello nos hace dudar que si bien Urquiza consideraba a Cuyás un emisario de
él, tal vez es Cuyás el que lo conduce con sutileza y lleva a Urquiza a tomar
las decisiones que tomó para que pareciera que fueran del caudillo y no de las
ideas previamente introducidas en su voluntad, por el catalán.
Cuyás decía que Urquiza “era bastante
sensible á las frases dirigidas en su encomio, sin cuidarse de averiguar si
eran sinceras ó servian para disfrazar ocultos propósitos”.
Esto lo tenía muy en cuenta el catalán para sus maniobras conociendo las
debilidades de carácter del traidor a su patria.
El cambio de Urquiza, que según Cuyás fue inesperado, preguntándose quienes
ayudaron a preparar ese cambio.
¿Quien sino el propio Cuyás? Cinismo de Cuyás que se contradice porque primero
dice que él fue partícipe necesario del cambio de Urquiza y después se
interroga quién habrá sido las personas que influyeron en ese cambio.
Por
un lado, al describir el cambio de Urquiza como inesperado, Cuyás podría estar
tratando de presentar una imagen de un líder que, a pesar de su relación
cercana, era difícil de prever o influenciar. Este podría ser un intento de
lavarse las manos de cualquier responsabilidad en un cambio que, desde su
perspectiva, podía interpretarse como radical o inesperado. Sin embargo, al
mismo tiempo, reconocer su propia implicación como "partícipe necesario"
de ese cambio revela una falta de sinceridad en su autocrítica y podría sugerir
que, en realidad, tuvo un papel activo en catalizar la transformación de
Urquiza.
Al
plantear la duda sobre quién influyó en Urquiza, Cuyás puede estar tratando de
crear una narrativa que lo mantenga en un lugar de poder sin exponerse
demasiado. Esto refuerza su imagen como un político astuto, que sabe cómo jugar
a favor de las corrientes dominantes sin ser un actor principal visible.
Pero surge con los años transcurridos que él fue uno de ellos de los que
influyó sustancialmente en el entrerriano y que logra con su palabra y acción
de zapa ir modificando el pensamiento de un Urquiza tal vez limitado en
apreciaciones mayores sobre la política internacional, aunque claramente imbuido
de un afán desmedido de riqueza como astutamente vislumbró Cuyás y del cual se
aprovechó del entrerriano. Su talón de Aquiles era su codicia económica y de
poder, lo que pudo ver Cuyás.
Cuyás sigue desgranando en sus memorias lo acontecido. Cuyás conoce a
Urquiza en 1832..
Desde un comienzo dicho conocimiento mutuo llevó a ambos a hacer negocios
comerciales y el aumento de mutua confianza llevó a Cuyás a quedarse varias
veces hospedado en su casa, como se comentó, donde en pláticas amenas empezó a
introducir en Urquiza criterios políticos de libre cambio permitiendo Urquiza
que Cuyás le corrigiera sus pensamientos de proteccionismo económico para así
habilitar comercialmente a extranjeros por sobre los criollos.
Urquiza luego de las charlas con Cuyás éste manifestaba que “Cuando el general Urquiza , convencido por
la lógica irresistible de mi argumentación, no tenía razones teóricas ni prácticas que oponer á ella, contestaba
que hiciera lo que yo decía” respecto a las razones comerciales
anti-proteccionistas.
Vemos aquí como Cuyás va llevando de a poco a su terreno ideológico a
Urquiza convenciéndolo de sus teorías y que ello llevaría a un aumento de
riqueza para ambos y, por supuesto había que decirlo, a la provincia toda.
Cuyás sigue sembrando…..
Por supuesto –como ya se ha dicho – esto no exonera a Urquiza de su
comportamiento. No era un menor…
En efecto, su influencia en la vida política de Urquiza no exonera a este último de
su responsabilidad en sus decisiones y comportamientos. Urquiza, como líder político
y militar, era un hombre adulto y experimentado, con sus propias ambiciones y
un papel activo en las dinámicas de poder en el Río de la Plata.
La interrelación entre Cuyás y
Urquiza resalta una verdad fundamental en la política: la responsabilidad siempre
recae en los líderes, independientemente de las influencias que puedan recibir.
Urquiza decidió, al final del día, qué consejos seguir y qué acciones
emprender. Era él quien debía evaluar la validez y la moralidad de las
recomendaciones que recibía, y es esta capacidad de juicio la que se esperaría
de un líder en su posición.
Un segundo paso, era exacerbar las tensiones entre Buenos Aires y su puerto
con Entre Rios y el suyo. Haciéndole ver a Urquiza como Buenos Aires
perjudicaba al comercio entrerriano. Entonces, sentenció Cuyás, “y para obrar la transformación tan necesaria
en la provincia es indispensable abrir todas las puertas á los que vengan á
fijar su residencia en ella, sea cual fuese su religión y nacionalidad. No
podemos ni debemos encomendar la realización de este progreso al tiempo, al
acaso, al desarrollo natural del país, porque quedaríamos rezagados y muy
inferiores á las demás de la república y de nuestra vecina, la banda Oriental
del Uruguay; el gobierno que así obrase contraería grave responsabilidad ante
la generación presente, ante la opinión del mundo civilizado y ante la historia
de su patria”.
Véase nítidamente como la palabra de Cuyás va haciendo mella en un Urquiza
mas acostumbrado a guerrear que a sostener convicciones doctrinarias.
La
capacidad de Cuyás para introducir sus ideas y transformarlas en una influencia
positiva en Urquiza sugiere que, a medida que compartían conversaciones en el
campo, se fue estableciendo un cambio en la percepción de Urquiza respecto a la
política. Este último podría haber tenido una mentalidad más rígida, centrada
en la acción militar, pero la cercanía de Cuyás le proporcionó una nueva
perspectiva, dinámica, sobre la importancia de la política, la economía, la
diplomacia y las alianzas.
Además,
esta dinámica también pone de manifiesto la vulnerabilidad de ciertos líderes,
como Urquiza, que pueden depender de la opinión y el consejo de otros, y cómo
pueden ser guiados en diferentes direcciones según la influencia que les
rodea.
El ya impudor de Cuyás se dispara al decir que su lenguaje era “franco
y leal, que el general Urquiza oía solo de mis labios, no solo en estas
materias, sino también en política y en otros asuntos que él provocaba en
nuestras conversaciones, y que fueron modificando gradualmente la poca voluntad
ó antipatía que sentía hacia los extranjeros, exceptuando los españoles,
fundada en el temor de que los primeros absorbiesen la riqueza del país dejando
pobres á sus naturales”.
El desparpajo de las
palabras falsas de Cuyás nos pone sobre el tapete sus intenciones y cómo éstas
se iban acercando a sus deseos- ya no tan solapados- de llevar a Urquiza a
terrenos para éste desconocidos. Pero que no importaba mientras le diese buenos
dividendos a expensas de la soberanía de su patria en cercana desmembración.
El mismo Cuyás
reconoce, aquí también, que fue un trabajo suyo perseverante y de ‘zapa’ –estas
son sus palabras- que preparaban a la gran revolución que finalmente haría
morir a Rosas en Inglaterra.
La
autoconfianza y la justificación que Cuyás expresa en sus memorias acerca de su
papel en la preparación de la revolución que llevó a la caída de Juan Manuel de
Rosas es reveladora. Al referirse a su trabajo como "perseverante" y
de "zapa", Cuyás destaca la importancia de una estrategia política
discreta y metódica, que operaba por detrás de las escenas, en lugar de a
través de enfrentamientos militares directos.
Cuyás,
al posicionarse como una figura clave en este proceso, nos muestra cómo se
gestaron los cambios políticos en un ambiente que, a menudo, parecía dominado
por el poder de la fuerza. Su reconocimiento de su propio trabajo en el
trasfondo de la revolución que eventualmente llevaría a la muerte de Rosas
subraya su papel como un constructor de redes y un influyente en la sombra. Mientras
que Urquiza y otros líderes podían estar más centrados en lo visible, Cuyás
parecía comprender que la efectividad en la política a menudo radica en la
capacidad de maniobrar discretamente.
Esto significa que el
propio Cuyás se atribuye parte o gran parte de que Rosas muriera en el exilio
gracias a sus prédicas sutiles a Urquiza para que tomara las riendas de la
revolución contra su patria.
Mientras todo ocurría
Cuyás seguía yendo a Montevideo a cuidar sus establecimientos comerciales, en
pleno sitio por las fuerzas federales. Todo esto lo sabía Urquiza y sin embargo
lo permitió sin inconvenientes, traicionando Urquiza el mandato del gobierno
nacional y debilitando, (con sus permisos al catalán para que fuera y viniera a
su antojo a Montevideo), el accionar patriótico de Oribe y sus soldados
Orientales y Argentinos.
Debemos apartarnos de
todo ideologismo y comprender que Urquiza no era Federal ni tampoco Unitario.
Su accionar respondía solo a sus intereses, y se ubicaba según los tiempos,
donde más le convenía. Hemos hablado ya de esto en otros trabajos (ver 'Urquiza, un 'Judas' criollo ni Federal ni arrepentido'
en elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com.
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2022/05/urquiza-un-judas-criollo-ni-federal-ni.html)
Se da por asentado,
que Cuyás cuando iba a Montevideo se juntaba a conspirar junto a los
brasileños, Unitarios argentinos allí afincados y los Unitarios ‘colorados’
Orientales que se acuartelaban en la ciudadela montevideana.
Urquiza ya en 1848 era sumamente rico; el hombre mas rico en ambas márgenes
del Plata, a tenor de las palabras de Cuyás que, obviamente, se beneficiaba con
ello.
El propio catalán confesaba que Urquiza disponía a su voluntad de las
rentas públicas. ¿La moral del catalán al saber esto?, brilla por su ausencia,
una vez mas:
“Respecto á fortuna, la del general
Urquiza era ya en 1848, época en que pasaban las circunstancias y sucesos que
refiero, la primera de ambas repúblicas del Plata, puesto que , en menos de
cuatro años , desde su regreso de la Banda Oriental, había adquirido, como
tengo dicho, mas de cuatrocientas cincuenta leguas cuadradas de terrenos de los
mejores pastos del Uruguay, comprados à ínfimos precios, y grandes cantidades
de ganado al precio de dos á tres reales por cabeza al cortar, en razón de la
pobreza y de las privaciones que sufrían los hacendados por estarles prohibido
por tantos años disponer de su propiedad. Aunque esta espléndida posición
halagaba mucho su amor propio, sin embargo, había en su mente un punto negro
que le mortificaba , su enemistad con Rosas ; esta era la espina que
neutralizaba su satisfacción y amenazaba su tranquilidad. Pero, reservado por
inclinación y por cálculo, ocultaba cuidadosamente su desazón á los que se le
acercaban, siendo el que escribe estas líneas el único á quien comunicaba
muchas veces sus inquietudes, deseando conocer mi opinión sobre las
consecuencias que de su rompimiento podrian originarse en el porvenir y que
precauciones convenia tomar en tal previsión.”.
Quedan expuestos aquí los celos y envidia de Urquiza por el cargo y fama de
Rosas en toda América. Algo que lo perseguiría toda su vida a pesar de tenerlo
bastante oculto y no manifestarlo abiertamente.
Los
celos y la envidia de Urquiza hacia Rosas son aspectos psicológicos y políticos
que sin duda jugaron un papel importante en la relación entre ambos líderes. Al
ocultar abiertamente sus celos, Urquiza podía mantener una imagen de
estabilidad y control, lo que le otorgaba una ventaja estratégica en su propio
ascenso al poder.
La
fama que Rosas ejerció sobre gran parte del país, así como su reconocimiento en
toda América, seguramente alimentaron sentimientos de inferioridad y rivalidad
en Urquiza.
Este
tipo de celos, aunque ocultos, pueden influir profundamente en la toma de
decisiones políticas. Urquiza, a pesar de ser un militar y político respetado,
pudo haber sentido que nunca llegaría a alcanzar la misma notoriedad que Rosas.
Esta percepción puede haber llevado a un deseo de desestabilizar a Rosas, no
solo por diferencias ideológicas, sino también por un impulso personal que
buscaba igualar, o incluso superar, el legado de su rival.
Quiso imitarlo cuando lo derrocó junto a los brasileños y orientales
‘colorados’. No pudo y fue devorado finalmente por su incompetencia y mala fe.
En
suma, la envidia de Urquiza se entrelaza con su ambición y su deseo de control,
mientras que su necesidad de mantener una imagen de respeto hacia Rosas fue
sostenida por Cuyás que le manejaba los tiempos antes de sublevarse. Este tipo
de rencor oculto, combinado con una estrategia astuta por parte de figuras como
Cuyás, coadyuvaron al existo posterior de Urquiza y sus entrelazadas alianzas espurias.
Pasó el tiempo y Cuyás empezaba cada vez mas a mostrar sus cartas….
“…yo atenta la mucha confianza que el indicado general me dispensaba, y la atención y aprecio con que escuchaba mis
observaciones políticas, me persuadí de que tenía la misión de prepararle para
un cambio de opiniones que le indujese á salvar las naciones mencionadas,
librándolas del pesadísimo yugo del dictador argentino y de las nuevas guerras
que contra ellas intentaba”.
Téngase presente aquí las palabras melifluas de Cuyás para con Urquiza
donde dice el aprecio, confianza que le tenía el entrerriano el cual escuchaba
sus observaciones políticas.
Cuyás dice que él tenía una ‘misión’ (sic) de prepararle un ‘cambio de
opiniones’ (resic).
Cuyás prepara el terreno en la débil conciencia de Urquiza maleable a
quienes le soplaban en su oído un cántico de sirenas. Todo esto era el manto
para acelerar, en el fondo, el interés comercial de Cuyás. Su propio interés
comercial. Así lo vio también Urquiza reflexionado sobre sus, también,
intereses económicos personales. Lúcido, zorro, astuto el catalán.
Por eso decimos, si este ‘correveidile’
de Cuyás en el fondo no era quien realmente manipulaba a Urquiza y lo llevaba a
abrevar en sus intereses; y no al revés: que fuera solo un emisario de la
voluntad de Urquiza.
Y plenamente consustanciado con Urquiza en plano de amistad, conocedor de
sus debilidades, pensamientos, intereses, cualidades personales, Cuyas se lanzó
de lleno a hacerle ver, a hacerle entender a Urquiza que era tiempo de tomar
decisiones y empezar a tomar contactos con los Unitarios Orientales, con el
llamado ‘Comité de Defensa’ que eran los argentinos que conspiraban desde
Montevideo, y con los brasileños.
Cuyas, irónicamente, se preguntaba ¿Quién sería el indicado para oficiar de
enlace?. Pues, la respuesta era obvia para el catalán intrigante: quien sino,
él.
“….Pero ¿quién, me preguntaba á mí mismo, podrá dirigirle en
negocio tan laborioso y delicado en que se ponía en riesgo su fortuna y la
cabeza? ¿Quién conoce á este hombre lo bastante? ¿Quién ha podido inspirarle
suficiente confianza para encargarle una negociación de esta clase, negociación
en que todo debía hacerse de palabra, sin aparecer nada oficial, sin
comprometer ningún nombre, yendo y viniendo de Montevideo en continuos viajes,
en los cuales habían de prepararse los acontecimientos que se realizaron
después? Cualquiera que no hubiese sido el que firma estas líneas habría
inspirado desconfianzas y recelos, que indudablemente hubieran hecho fracasar
la negociación . Por lo que respecta á mi persona, todo el mundo sabía que
salía de mi casa y de mis negocios de Montevideo para ir á Entre Ríos á atender
mis intereses de aquel punto, y que mi pasada por San José en todos los viajes
eran actos de amistad y cortesía, como también arreglos comerciales, supuesto
que el general me encargaba sus negocios particulares. No encontrando, pues, mi
mente el hombre indicado para aquel caso, que yo aguardaba con entera
convicción, llegué á persuadirme de que la providencia me había reservado para
aquella empresa especial y la acepté con resolución, principiando
inmediatamente los trabajos de zapa preparatorios” .
Finalmente el hombre
muestra sus cartas….él era el hombre ‘providencial’ para realizar los trabajos
de zapa…Su paciencia dio sus frutos.
Mostrando ya, su faz
al descubierto, amplía sus conceptos e intenciones futuras diciéndole
almibaradamente al oído al pérfido Urquiza, lo que éste tal vez estaba
esperando oír:
“El día que Dios prepare alguna alianza que permita á V.
E. ponerse al frente de una gran cruzada ó coalición contra Rosas, el día que
un pronunciamiento general llame á las armas à la nación Argentina , ó que V.
E. asuma la plenitud de la soberanía territorial de esta provincia y la
representación de la de Corrientes, procure celebrar un tratado con algunas
potencias extranjeras, cediéndoles à perpetuidad la navegación interna de los
ríos, entonces la autonomía de nuestros estados será un hecho consumado, que
sostendrán y defenderán las potencias contratantes”.
Descarnadamente Cuyás
hace notar, tras supuestas luchas contra la tiranía de Rosas, sus verdaderas
intenciones de índole comercial.
Pero, debía contener
a Urquiza que, puesto sin freno, quería ya combatir a Rosas.
Cuyás le dijo que
todavía no era tiempo; que había que esperar la oportunidad para ello y que
todavía no llegaba….
Urquiza pisó el ‘palito’ preguntándole, dubitativo, a
Cuyás:
“-Cree V., que el Brasil se prestaría á un acción común
conmigo?-“
Seguramente Cuyás
habrá sonreído y le dijo que sí, aunque todavía no era momento de semblantear
al Imperio. Estamos a fines de 1848.
En el mientras tanto, Cuyás seguía yendo y viniendo de Montevideo en
supuestas giras comerciales. Le traía a Urquiza noticias de allí, cartas, del
Ministro de RREE de Montevideo Manuel Herrera y Obes, para con Urquiza. Lo que,
nuevamente, de saberse, configuraría alta traición del entrerriano al cartearse
ya con los Unitarios Orientales que habían derrocado al gobierno constitucional
de Oribe y que permitían que los franceses tomaran posesión de la Troya del
plata.
Igualmente Urquiza dudaba, seguía considerando a los Unitarios unos
‘salvajes’ y seguía resistiendo a unirse a ellos, según Cuyás.
Este se dio cuenta que Urquiza no estaba suficientemente convencido y, que
por lo tanto, era necesario seguir moviéndose sinuosamente hasta convencerlo.
El catalán le decía que era necesaria dicha unión, “un elemento indispensable para la regeneración de ambas
repúblicas. Combatía yo esa tendencia contestándole: -¡Por Dios, Señor ! olvide
esto de salvajes Unitarios; bastante han sufrido con tantos años de
expatriación ¿no ve que los necesitará y que le servirán con lealtad ?. Pero,
si alguno faltase á ella péguele fuerte para que aprendan los demás á
respetarlo, pues al fin tiene la fuerza en sus manos; pero sírvase de ellos, y
supuesto que los conoce y recuerda la historia de sus hechos , de su
precedente, de su conducta política desde el primer dia de la revolución ó emancipación
de España, supuesto que tiene escritas en la mente sus intrigas pasadas, su
maquiavelismo y ambición extremada, no les pierda de vista, guardándose de
ellos; mas este no es motivo suficiente para privarse de su valioso apoyo,
teniendo en sus manos el poder, la fuerza pública de la república para
contenerlos; tampoco son todos de estas condiciones, hay entre ellos muchísimos
hombres honrados, generosos, templados y amantes de la justicia, de la paz y de
la tranquilidad y que estiman igualmente la rica provincia de Buenos Aires como
el más pobre rincón de cualquiera de las demás. Con estos y otros argumentos
conseguí que gradualmente perdiese aquella prevención, antipatía ó mala
voluntad que experimentaba hacia los que pertenecían al partido denominado
Unitario. En cada uno de mis viajes, de regreso de Montevideo, conseguía
inclinar su ánimo á favor de una política más tranquilizadora y suave, política
de atracción fecunda en resultados , y que era el preludio del gran drama que
se preparaba y debía constituir una notabilísima epopeya en la historia de
aquellos pueblos”.
Es notable la
ductilidad de Cuyás, pareja a su insidia. Iba avanzando o retrocediendo en sus
comentarios con Urquiza según el terreno que pisara. Sabía que una mala
maniobra podía dar con tierra con sus intenciones.
Urquiza, pareciera,
campo fértil para los consejos de Cuyás. Que, finalmente, confiesa que logró
vencer las prevenciones de Urquiza pintándole un futuro personal grandioso y
épico. El ‘ratón’ estaba a punto de caer en las garras del ‘gato’….
A partir de 1850
Cuyás seguía aconsejando a Urquiza para que se inclinara definitivamente,
públicamente, a dar el paso de la gran epopeya que decía iba suceder.
Seguía en contacto
Cuyás con Manuel Herrera y Obes en Montevideo informándole que ya estaba casi
listo Urquiza para dar el gran salto: “la
hoguera estaba formado, faltando solo la chispa para producir el estallido”.
Herrera y Obes quiso sacar mas información de parte de Cuyás pero éste, más
astuto que el Oriental, dijo que con Urquiza solo lo ligaban intereses
comerciales; no políticos. Por las dudas, el catalán se cubría….
“…solo me
ligan al general Urquiza relaciones comerciales y de antigua amistad, sin que
jamás haya tenido la menor intervención en sus resoluciones ni pensamientos
políticos y menos ahora que observo se mantiene muy reservado. Sin embargo, à
juzgar por ciertas palabras vertidas por él al acaso, por su variedad de
conceptos cuando se toca la política, deduzco que no tiene plan fijo, que
obrará según las circunstancias se presenten y como lo demanden los intereses
de la provincia y los suyos personales. -Yo, contestó el Sr. Herrera, siempre
he tenido fe en el porvenir, por esta parte; siempre he creído que el general
Urquiza seria en tiempo más o menos largo nuestro aliado, nuestro defensor, y
se lo he manifestado repetidas veces al Sr. Presidente de la república y á los
demás ministros”.
Es que Cuyás sacaba información de todos en todos lados, pero no divulgaba,
en principio, lo que cada uno expresaba, a los otros.
No mostraba todas sus
cartas guardando prudencial silencio, tomando nota de todo, dejando que Herrera
y Obes se expresara libremente y sin tapujos. Como dice el dicho “uno es dueño
de su silencio y prisionero de sus palabras”, y esto parecía que lo conocía
bien el catalán.
Al afirmar que solo lo unían
intereses comerciales con Urquiza, Cuyás no solo busca protegerse de posibles
repercusiones, sino también mantener su posición como un jugador en la política
sin comprometerse demasiado con nadie, especialmente en un contexto en el que
las alianzas podían ser tan volátiles.
Esta actitud nos dice de un
enfoque pragmático. Cuyás sabía que las lealtades podían cambiar rápidamente en
el panorama político, y ser percibido como un aliado político de Urquiza podría
haberlo puesto en una posición vulnerable ante sus rivales, como Herrera y
Obes.
Al enmarcar su relación en
términos de comercio, se asegura una especie de "salida" de cualquier
acusación de conspiración o de estar involucrado en un juego de poder más
oscuro, especialmente si en algún momento esa relación con Urquiza se tornaba
desfavorable.
Además, este supuesto distanciamiento
también puede interpretarse como una señal de su astucia política: Cuyás sabía
que cualquier atisbo de complicidad podría ser utilizado en su contra. Así,
utiliza la ambigüedad sobre su relación para proteger su imagen y su futuro en
un entorno donde la traición y el oportunismo eran moneda corriente.
Cuyás, atento a todo
y a todos, observó que Valentín Alsina escribía furibundos artículos en el
‘Comercio del Plata’ contra Urquiza, lo que desquiciaba a éste.
Entonces se le
ocurrió visitar a Alsina para explicarle que ello no favorecía a que Urquiza se
pronunciara contra Rosas ya que Urquiza deseaba colgar a Alsina no bien lo
encontrara por lo que decía de él.
Cuyás le hizo ver a
Alsina que poco a poco Urquiza iba variando su pensamiento y actitud frente a
los Unitarios y que los estiletazos periodísticos de Alsina le hacían poco
favor a ello: “Lo que V. producirá, Sr.
Alsina, es el aumento de desconfianzas, de mala voluntad hacia el partido à que
V. pertenece, y el alejamiento de la salvación de su patria , de la única
esperanza que les queda”.
Alsina pensó un
momento y decidió, bajo promesa, no escribir más nada ofensivo contra Urquiza.
Y así lo hizo. Cuyás seguía tejiendo alianzas y puentes…
Paralelamente, como
hubo un acuerdo entre Rosas y Francia retirándose este de la escena de lucha,
Cuyás se dio cuenta que se necesitaba financiamiento para la campaña por venir.
Puso sus ojos e
intenciones en el Brasil, enemigo acérrimo de Rosas y de nuestra patria. Cuyás
se puso en contacto con Andrés Lamas, Ministro Oriental de Montevideo allí con
el objeto de conseguir financiamiento.
Dice Cuyás en clara
autorreferencia: ”Yo, que tenía en mis
manos todos los hilos de la madeja, veía que los proyectos y las esperanzas del
ministro Herrera eran sueños irrealizables; que aun cuando Pacheco regresase
llegaría fuera de tiempo, cuando el acontecimiento se habría realizado y si
fallase, serian inútiles sus esfuerzos por su poca importancia. El empréstito
lo hizo el Brasil, así como otros anteriores, para evitar que la plaza de
Montevideo cayese en poder de su sitiador el general Oribe, lugarteniente de
Rosas, por falta de recursos, por cansancio, ó por presión de alguna potencia
extraña, especialmente la Francia que, arrepentida de su actitud primera,
parecía querer abandonar el palenque reconciliándose con el general Rosas. Pero
ya no se trataba de salvar aquella sola plaza; el pensamiento era salvar todas
las repúblicas del Plata, destruyendo à Rosas como causa y agente de todos los
males. Para esta grande empresa la plaza de Montevideo era por si sola de poca
importancia, se necesitaba la cooperación del Brasil, y mientras esta no
estuviese asegurada, no habría sido prudente contraer compromisos ni hacer
revelaciones anticipadas”.
En paralelo a esto,
Cuyás que estaba atento a todos los frentes, se puso a preparar para futuro la
imagen de prócer de Urquiza.
“No se limitaban á lo manifestado hasta aquí mis
esfuerzos para ayudar al gobernador de Entre Ríos á salir de su atolladero y
situación comprometida respecto á Rosas, sino que con activa propaganda procuraba
hacer olvidar á los pueblos sus yerros pasados, sus actos de crueldad y de
tiranía, para presentarle como gefe de un gobierno paternal y justiciero;
Curioso. Cuyás
fundaba su postura y acciones en que debía combatir a un tirano como Rosas,
pero reconocía en Urquiza sus actos de crueldad y tiranía a los que hacía oídos
sordos, en hipócrita actitud.
Esta
hipocresía puede explicarse: Cuyás estaba motivado por intereses
políticos y personales que superaban su discurso moral. Reconocer la tiranía de
Urquiza podría haber puesto en riesgo sus propios objetivos, (y los de España)
especialmente si mantenía vínculos comerciales o políticos con él. En este
contexto, la defensa de Urquiza podría verse como una estrategia de supervivencia política.
Uno estaría tentado a disculpar a
Cuyás porque, después de todo, era un extranjero que hacía sus negocios
comerciales en el Plata y poco le importaba la suerte soberana de la región y
las mayores o menores actos de crueldad de los líderes de la época. Solo, y en
definitiva, sus intereses comerciales y –como veremos luego cuando nos refiramos
a sus comunicaciones con España- los intereses de su patria nativa.
Poco se conoce de Cuyás al arribar a nuestras tierras unos pocos años
antes de 1810. Se sabe, si, que se dedicó
a la piratería, al comercio de esclavos, las finanzas y finalmente las
relaciones internacionales en la Confederación Argentina como agente político y
confidente del General Urquiza. Cuyás ya tenía una
experiencia variada que le habría dado herramientas útiles en el contexto
revolucionario y en el tumultuoso período que siguió.
tenía
habilidades en la navegación y el comercio, además de una tendencia a operar en
los márgenes de la ley. Este tipo de experiencia le habría dotado de un
conocimiento profundo sobre las rutas comerciales y las dinámicas del poder
marítimo, lo que podría haber sido valioso en un continente donde las tensiones
políticas y económicas estaban en aumento.
Además,
súmese que su experiencia en finanzas lo habría ayudado a convertirse en un
actor importante en el ámbito económico de la Confederación Argentina. En momentos
de guerra y cambios políticos, las habilidades en la gestión de recursos y la
capacidad de establecer conexiones financieras son esenciales.
Sus antecedentes, como puede notarse, no hablan bien de su catadura
moral.
Lo que sí es imperdonable,
más allá de su labilidad geopolítica y moral, es la acción finalmente perjura
de Urquiza contra su propia nación, -que le dio todo-, por su gula de poder y
avaricia sin freno visto no solo en el derrocamiento de Rosas sino en el
abandono de sus ex camaradas en Paysandú y en la Guerra de la Triple Alianza
que le sirvieron para seguir engrandeciendo su riqueza sin límites sobre la
sangre su propio pueblo aliándose a los antiguos enemigos Unitarios y
brasileños.
El propio Cuyás reconoce que daba informes al Brasil y a Urquiza sobre los
movimientos de las fuerzas militares de la Confederación Argentina al mando de
Juan Manuel de Rosas.
Dice el catalán que Urquiza estaba a punto de decidir su traición a la
patria: “sabía que el general dudaba del
buen resultado de la combinación, y mientras no estuviese asegurada, quería
continuar engañando á Rosas, entreteniéndole y alimentándole con esperanzas , à
fin de evitar un rompimiento inevitable entre ambos”. Cuando Cuyás se
refiere a la ‘combinación’ está hablando el entente con el Imperio del Brasil
que se relamía en la espera, y con los Unitarios de ambos lados del Plata.
Sigue
desembozadamente Cuyás su accionar ya no tan secreto, hilvanando las redes de
la infamia con la paciencia de una araña: “Al
momento comprendí que el general quería decidirse, pero que antes de resolver
deseaba oír mis explicaciones sobre la parte reservada de mis trabajos
confidenciales y darme instrucciones de palabra, á fin de no soltar prendas
prematuras que pudiesen comprometerlo en un fracaso; en vista de tales nuevas
me puse en marcha sin pérdida de momento. Llegado á San José, al verme el
general, nos encaminamos á una de sus habitaciones reservadas y llamando
inmediatamente á sus dos consejeros los Doctores D. Juan Francisco Seguí y D.
Manuel Leiva, preguntóme en presencia de ambos Señores:
-¿En qué estado están sus trabajos en Montevideo?
-Muy adelantados, Sr. gobernador, le contesté ; tanto,
que estoy persuadido de que, si yo hubiese tenido poderes para obrar, estaría
todo concluido conforme á los deseos de V. E. y á las necesidades y
conveniencia de la provincia. Fundo esta opinión en la buena voluntad, en el
deseo que parece tener el gobierno de Montevideo y aun el del Brasil, de
constituir la alianza de los tres poderes para concluir con el general Rosas:
pero yo solo he podido hablar por mi cuenta, sin comprometer el nombre de V.E.
en lo más mínimo, sin contestar á ninguna pregunta, hablando solo por cuenta
propia y ocultando la verdad de los hechos, reservándola para cuando esté
garantida la operación, que no ha podido emprenderse sin la orden expresa de V.
E. que debe ser la base de esta alianza. Debido á esta falsa posición, á la
vista del Sr. ministro Herrera soy un amigo más o menos apreciado de V.E., cuya
amistad se propone utilizar dicho Señor cuando el general D. Melchor Pacheco y
Obes regrese de Francia con sus voluntarios-. “
Clarito. Cuyás seguía
en su objetivo, extendiendo las ramas para ir logrando su cometido en el
sentido de unir a las partes para su accionar contra la patria que le dio
cobijo.
Su fin, su objetivo
como el de Urquiza y el Imperio del Brasil, no era solo acabar con Oribe por la
retaguardia. Ello era solo un paso previo al objetivo final: derrocar a Rosas y
su soberano gobierno y poder expandir sus negocios junto a su socio, Urquiza,
en el contrabando entre ambas riberas del rio Uruguay.
En uno de sus varios
viajes a Montevideo Cuyás se reúne con Silva Pontes al cual le dice, el ladino
taimado ante las dudas del brasileño, que no debe temer el Imperio por lo que
pueda públicamente decir el propio Cuyás diciéndole que “Yo sé, como V. lo sabe asimismo, que en política se dice lo que
conviene, no lo que se piensa y desea”.
Por eso, el catalán menciona
que las notas que se envían entre los funcionarios del Imperio y Urquiza no
pueden hacerse directamente porque sería sospechoso. Así pues, debe de hacerse por medio de un tercero.
¿Y quien piensa el
estimado lector que se ofrece ‘desinteresadamente’ (sic) para ello?. Acierta en
su respuesta. Veamos.
Dice Cuyás
dirigiéndose a Silva Pontes “…esto, como
V. no ignora, se hace por medio de un tercero que, hablando con el general como
de cuenta propia, con carácter de opinión particular ó de consejo vaya
explorando su pensamiento y preparándolo gradualmente á admitir las soluciones
propuestas.
-Es que, me contestó, las personas á propósito para una
misión de esta clase son muy pocas, y nosotros no conocemos ninguna.
-¿Sería posible Sr. Pontes que el imperio Brasilero, la
nación mas respetable de la América del Sud no encontrase un hombre à quien
encargar mision de tanta importancia?
-No Señor, no sabemos á quien dirigirnos para que pueda
llenar este cometido satisfactoriamente, sin comprometer la dignidad del
Imperio.
-Pues bien, repliqué: si solamente la falta de un hombre
fuese causa del fracaso de las negociaciones emprendidas para evitar la guerra,
yo acepto todas las consecuencias y me ofrezco al gobierno Imperial, si tiene á
bien aceptar mis servicios para esta misión.
-Daré conocimiento inmediato á mi gobierno de esta
oferta, con recomendación de su persona. Acordamos enseguida que no volveríamos
à reunirnos hasta la resolución de este negocio, para no dar lugar á sospechas
prematuras”.
Cuyás, siempre
‘desinteresadamente’ (sic) se ofreció a ser ese ‘tercero’. Listo!!, el
brasileño pisó el ‘palito’ y ‘compró’ el paquete.
Como puede deducirse
el catalán informaba más a los brasileños que a los propios Unitarios
Orientales, pero siempre guardándose información. No decía todo..
La
necesidad de mantener la comunicación indirecta indica un grado de desconfianza
y la necesidad de proteger las verdaderas intenciones de ambas partes. En un
período donde las alianzas podían ser volátiles y las lealtades cambiantes,
emplear a un intermediario disminuía el riesgo de que un acuerdo o una
estrategia fuera malinterpretada o, aún peor, usada en contra de Urquiza.
Al
canalizar la comunicación a través de terceros, Cuyás y Urquiza podrían tener
mayor control sobre la información que se filtraba y cómo cada una de las
partes percibía sus acciones y decisiones. Este control es fundamental en el arte
de la política, especialmente en situaciones donde la información puede ser tan
poderosa como la acción misma.
La
estrategia que presenta Cuyás subraya la astucia política que lo caracterizaba
y refleja un entendimiento profundo de las reglas no escritas que regían la
política en ese momento.
Sigue
reconociendo Cuyás en sus Memorias que: “Entretanto
continuaban mis visitas al Sr. ministro Herrera, sin tener ese señor el menor
conocimiento de mi inteligencia con el Sr. Silva Pontes, pues creí conveniente
à mi seguridad y cumplir á la vez las repetidas órdenes del general, guardando
sobre este negociación la más profunda reserva, hasta obtener la aceptación del
gobierno Imperial, que constituía el principal poder para la feliz conclusión
de esta importantísima empresa”.
Luego de la aceptación
del Imperio del accionar de Cuyás, éste, finalmente le confiesa a Herrera que
quien está detrás de toda la negociación es él y que él, para el mismo el
Imperio, era el principal poder para acabar con Rosas y que, por lógica
deducción, Urquiza era solo un segundón en esta obra teatral, era la cara
visible solamente, para hacer creer que lo que se avecinaba era solo una guerra
civil entre ambos militares argentinos, cuando la verdad era que se avecinaba
una guerra internacional. Si así no lo fuera, Brasil no hubiera intervenido
entre las disputas entre Urquiza, Oribe y Rosas.
Esto debe enseñarse
en las escuelas y colegios de nuestra patria para no seguir creyendo nuestro
pueblo que lo que hubo fue una guerra civil. Urquiza fue solo el ariete visible
con su traición pero detrás, como ha sido siempre, está la mano no tan
invisible del Imperio brasileño y sus intereses expansionistas que se verán
resueltos quedándose con el 50% del territorio Oriental, luego de Caseros.
Luego de la aceptación
por parte del Imperio de la representación de Cuyás, éste vuelve a Entre Ríos y
se junta con Urquiza, en las vísperas del 17 de Julio de 1851.
El traidor gobernador
de Entre Ríos le pregunta, como dijimos arriba:
“-Vamos á ver, me dijo , ¿cómo quedan sus trabajos?
-En perfecto estado, Sr. Gobernador, repuse; todo queda allanado,
no hay dificultad alguna; asi lo reconocerá V. E. cuando sepa que vengo en
representación del gobierno Brasilero y del de Montevideo; habiendo tenido la
fortuna de obtener la confianza de los tres gobiernos y después de convencerme
de su buena voluntad para realizar esta coalición, es de creer que cualquiera
duda que se suscite ó aparezca en adelante será fácilmente allanada.
-¿Cómo se manejó V. para adelantar tanto en tan corto
espacio de tiempo?-
Contéle entonces cuanto llevo consignado, relativamente á
mis conferencias con Silva Pontes y el Sr. Ministro Herrera. Apenas había
concluido, me dijo:
-Descanse V. hoy y mañana podrá marchar á concluir su
obra cuanto antes; y se levantó agregando, vamos á pasear por la quinta. En
este paseo, que se prolongó hasta la hora de cenar, tuve oportunidad de
hablarle en estos ó parecidos términos:
-V. E. me
permitirá que continúe hablándole con la franqueza que acostumbro, usando de la
confianza que me ha dispensado siempre. La alianza ofensiva y defensiva entre
V. E., el Brasil y el gobierno de Montevideo, está realizada ya de hecho, solo
faltan las formalidades legales para ser obra consumada” .
Cuando Cuyás le dice, frecuentemente, que va a hablarle con ‘franqueza’
ante la confianza que siempre le ha demostrado Urquiza, es que el catalán prepara
otro zarpazo, otro avance en sus objetivos de conquista, demostrando con eso
una pretendida ‘amistad’ inexistente en el fuero íntimo.
Al
hacer hincapié en su franqueza, Cuyás busca manipular la percepción de Urquiza.
Está utilizando una táctica común en la política: presentarse como un aliado
sincero, lo que le da una ventaja para influir en las decisiones de su
interlocutor. Esta maniobra puede servir tanto para calmar posibles suspicacias
como para facilitar que Urquiza baje la guardia ante sus verdaderas intenciones.
La
mención de “zarpazos” implica un sentido de proactividad y agresividad en la
búsqueda del poder. Cuyás prepara su próximo movimiento con la idea de que su
franqueza le dará una ventaja sobre Urquiza. Este enfoque no solo es astuto,
sino que también anticipa la necesidad de estar siempre un paso adelante en el
impredecible juego político de la época.
La
habilidad de Cuyás para presentar su “franqueza” como un signo de confianza
resalta las interacciones humanas en la búsqueda del poder, donde las
verdaderas intenciones a menudo quedan escondidas bajo capas de retórica
cuidadosamente elaboradas.
De
este modo y consecuentemente Cuyás le hace partícipe a Urquiza que ya todo acuerdo está listo y concluido entre el propio Urquiza, el Brasil y
el gobierno de Montevideo. La ‘vaca está
atada’…
En las instrucciones que Urquiza da a Cuyás se dice que ni el Brasil ni la
Confederación Argentina (representada en este caso por el propio Urquiza que ya
se arroga el cargo titular) deben invadir el territorio Oriental. Cosa que no
se cumplió ni que nadie en su sano juicio, estaba dispuesto a creer.
Se debe escribir a los gobiernos de Chile y Bolivia sobre lo que va a
acontecer y también “induciendo á los gobernadores de las provincias
confederadas á seguir el pronunciamiento de Entre Ríos contra Rosas, sin
ajarlos, y limitándose sólo á persuadirlos de la conveniente necesidad en que
se hallan de retirar las facultades delegadas en la persona de Rosas, de cuyo
derrocamiento está encargado el general Urquiza, en combinación con el Brasil y
Paraguay.»
Esto es que Urquiza no pretende que los gobiernos provinciales se mezclen
en la lucha armada contra Rosas; a Urquiza solo le basta que se abstengan de
apoyar al Restaurador retirándole las facultades delegadas; lo demás corre por
cuenta de Urquiza.
La traición de Urquiza arrastró a muchos Federales, entre ellos, a General
Garzón que asintió y estuvo en la lucha contra su patria Oriental y contra su
antiguo aliado, el General Manuel Oribe, atacándolo por la espalda. Nunca mejor
dicho tal término
No debemos olvidar la actitud de Garzón y su importancia en su lucha actual
contra la soberanía de su patria conjuntamente con los imperiales que, hasta el
día de ayer, combatía con denuedo.
Del mismo modo actuó el General Servando Gómez, traicionando la confianza
de Oribe y del ideario artiguista, por el que luchó tantos años…
*
Estamos ya al borde de la invasión de Urquiza a la retaguardia de Oribe,
conjuntamente con las tropas del Imperio brasileño.
Hasta este momento podemos describir las acciones de Cuyás como oscilantes.
Se va moviendo según se van dando sus previsiones. No apura el paso. Da un paso
adelante y si es necesario, se detiene. Como un buen jugador de cartas va
oteando el horizonte y como se van dando
los hechos.
Por un lado, azuza a Urquiza a que rompa con Rosas y por el otro lado, si
ve que todavía no están los frutos maduros, le pide calma y paciencia. Mientras
va entrelazando las redes y las alianzas.
Va llevando a Urquiza donde él quiere apelando al afán de poder del entrerriano,
como hizo Agüero y Salvador María del Carril con Lavalle en el infausto
asesinato de Lavalle.
Se extrae de lo hasta aquí mencionado que Cuyás más que un secretario que
cumplía ordenes de Urquiza era en realidad quien lo guiaba a sus propios planes
e intereses.
Por supuesto que tal como iba diagramando su accionar parecía que era
Urquiza el que actuaba y ordenaba según su saber pero, tal vez, era Cuyás el
que llevaba a Urquiza a pensar y decidir según el catalán pergeñaba, ‘sobándole
el lomo’, alimentando el ego del inteligente pero rústico entrerriano.
Urquiza era el ariete para las intenciones de los Unitarios y brasileños de
conquistar territorial y económicamente a la Banda Oriental y al manejo de los
ríos interiores; y si era necesario, despedazar al territorio argentino en
varias republiquetas, como querían Valentín Alsina, Virasoro y otros, tal como
ha sucedido hasta el presente. “Nihil
novum sub sole”, cambian solamente los traidores pero no las intenciones.
Y si había un ariete, como instrumento, alguien debía manejarlo. ¿¡Quién
mejor que Cuyás y Sampere!? Para ello; un ‘todoterreno’ sin raíces en el país,
contrabandista, esclavista, cuyo norte solo era comerciar sin cortapisas.
Es más, durante el asedio de Urquiza a Oribe, en plena batalla, Cuyás
estaba presente ante Urquiza y ante Garzón.
Dice Mariano GARCÍA que “La otra
operación de importancia ocurre en los primeros meses de 1850. El canciller
brasileño se entiende con Andrés Lamas, y arreglan un subsidio para Montevideo
con la intermediación del financista Irineo Evangelista de Souza. Este último, vinculado a las finanzas
británicas, más adelante fue fundador de un banco de magnitud continental con
sucursales en Montevideo y Buenos Aires. Su encumbramiento mereció ser
reconocido con el título de Barón de Mauá. El subsidio a los montevideanos
consistía en cantidades importantes de dinero y cuantiosos artículos de guerra:
pólvora, plomo en barra, fusiles ingleses, balas de cañón de diversos calibres
y metralla esférica de hierro. También sabemos por una carta de Urquiza a
Antonio Cuyás y Sampere del día 20/4/1850, que grandes sumas de dinero
remitidas por el banquero Rothschild llegaron
a Montevideo en esas semanas”.
Esos montos eran de 40.000, primero, y luego 10.000 más onzas de oro,
girados por el banquero parisino.
Hasta estos momentos, la entente invasora se conformaba con que Urquiza se
declarara neutral en caso de que el Brasil invadiera por el norte a la Banda
Oriental. Ello solo ya de por si haría retroceder a Oribe y liberar a Montevideo
de su asedio.
De tal manera lo hace notar una carta de Cuyás a Urquiza el 9 de Abril de
1850: “Me consta de una manera positiva
que el Encargado de Negocios del Brasil
en esta ciudad ha recibido órdenes de su
gobierno para averiguar si, en el caso de una guerra con los Estados del
Plata, podría contar con la neutralidad de V.E.; y en consecuencia de esta
orden hace tres días que ha estado en el
Ministerio de Relaciones Exteriores pidiendo las explicaciones que ese gobierno
pudiese darle a este respecto”.
Es claro que los brasileños no podían imaginar –hasta entonces- que Urquiza
tomaría parte activa en el apoyo a los brasileños e Unitarios de Montevideo,
después de tantos años combatirlos.
Lo mismo Herrera y Obes al escribir a Río de Janeiro a Andres Lamas- que: “Urquiza parece firme en no tomar parte en la
guerra si llega a tener lugar”. (24-11-50).
Para Benjamín Virasoro
y Valentín Alsina –como se dijo arriba-, el desmembramiento de su patria les
era no solo indistinto, sino, plausible. En carta a Andrés Lamas le dice que
Virasoro dijo que su provincia (Corrientes), Entre Ríos y el Paraguay serían
repúblicas independientes, lo cual llenó de satisfacción a Alsina diciendo: “lo que me gusta” (en post-data de
22-11-50 a su carta de 18-11-50).
Virasoro y Alsina son
considerados hasta hoy patriotas sin mácula y tienen sus nombres, colegios,
plazas, calles, etc que nos recuerdan a los buenos argentinos, su patriotismo
inexistente como todo Unitario, desarraigado, ilumnista, afrancesado y
eurocéntrico.
El historiador Vicente SIERRA nos explica, como ya nos explicó arriba
Ambrosini, con otras palabras : “El
gobierno de Buenos Aires sabía perfectamente que en las maniobras especulativas del comercio entrerriano el más interesado
era Urquiza. Contaba para ello con una organización
comercial representada en Buenos Aires por el catalán Esteban Rams y Rubert,
encargado de vender lo importado y comprar oro, y con otro representante en
Montevideo, Antonio Cuyás y Sampere, encargado de adquirir mercaderías
extranjeras y vender el oro adquirido en Buenos Aires, además de la carne que
Urquiza enviaba desde su provincia.”
Ya era voz y rumor que Urquiza en algo andaba. Y entonces, éste, rápido de
reflejos, se hace el ofendido y publica en junio de 1850 en el diario ‘El Entre-Riano’:
“ ¡¡Sepa el mundo todo, que cuando un
poder extranjero nos provoque, esa será la circunstancia indefectible en que se
verá al inmortal general Urquiza al lado de su honorable compañero el Gran
Rosas, ser el primero que con su noble espada vengue a la América...!!”.
El ‘mundo’, estimado Urquiza, tomó nota no de lo dicho, sino de lo hecho.
‘Por los hechos, los conoceréis’,
dice la Biblia….
Describía Pablo YURMAN que “los
negocios no siempre transparentes de Urquiza -piénsese que se pudo constatar que cueros y carnes provenientes de sus estancias
llegaron a alimentar y pertrechar tropas francesas e inglesas mientras la
Confederación se hallaba en guerra con esos países”
Esto significa que si
en la exportación de la carne entrerriana – dice José María ROSA- a Montevideo
tenía el gobernador la parte del león, en los otros dos tráficos irregulares
(introducción de mercaderías europeas y venta de oro) era el exclusivo
beneficiario. Sus libros de contabilidad demuestran que se valía de la gerencia
o sociedad de dos fuertes comerciante catalanes, Esteban Rams y Rubert, -ya
mencionados por otros autores-, en Buenos Aires (para la colocación de las
mercaderías europeas y la compra de oro) y Antonio Cuyás y Sampere en
Montevideo, encargado a su vez de colocar la carne y el oro y adquirir
productos europeos.
Y agrega el citado
autor que “Se encontraba en Montevideo
Antonio Cuyás y Sampere, agente y socio de Urquiza. Se había convertido en un
tremendo antirrosista desde que las prohibiciones del Restaurador mermaran sus
comisiones en la venta del oro y adquisición de mercaderías europeas.
“No veía el tiempo de restaurar las cosas al estado de
antes, y hablaba en público de la necesidad de abatir al tirano porteño que
oprimía a la libertad comercial entrerriana.
“Años después escribiría unos valiosos ‘Apuntes’ sobre la
parte que le cupo en la “gran política” (así la llama) que desembocaría en el
Pronunciamiento de mayo de 1851”.
Atribuye “la conversión de Urquiza a la causa de la
libertad” (la frase va por su cuenta) a su ojo certero para hacerle ver sus
mejores conveniencias. “...para ayudar al
Gral. Urquiza a salir de su atolladero y situación comprometida con respecto a
Rosas, hacía yo una activa propaganda para hacer olvidar a los pueblos sus
yerros pasados, sus actos de crueldad y tiranía; para presentarlo como Jefe de
un gobierno paternal y justiciero”.
Seguían las
conspiraciones de los actores de este drama, reuniéndose periódicamente o
informando uno a otro de los conciliábulos: Silva Ponte, Paulino José Suarez de Sousa, por el lado del Brasil; Manuel Herrera y Obes y
Andres Lamas, Pacheco y Obes, Valentín Alsina por el lado de Montevideo;
Urquiza, Benjamín Virasoro, Juan F. Seguí, Eugenio Garzón, por el lado de la
facción traidora Federal, entre otros.
Y, entre todos ellos, la correa de transmisión: Antonio Cuyás y Sampere el
cual transmitía pacientemente las resoluciones y opiniones de todos ellos, más
que vía de correspondencia –que la había como se ha demostrado- por vía oral la
cual hemos conocido por las memorias del catalán algunas décadas después desde
su Cataluña natal.
Describe
puntillosamente Cristina AMBROSINI “El 3
de mayo de 1851, dos días después del histórico pronunciamiento de Urquiza por
el cual la provincia de Entre Ríos le quitaba a Rosas las facultades de
representación de las relaciones exteriores que le había delegado, Cuyás y
Sampere dirigió desde Montevideo un largo oficio al ministro de Asuntos
Exteriores de España.
“En dicho oficio informaba que desde tiempo atrás
procuraba inculcar en Urquiza el convencimiento de que España era amiga natural
de las nuevas repúblicas americanas por sus lazos de sangre, y que el interés
de Hispanoamérica consistía en estrechar vínculos con la Madre Patria más que
con las demás naciones europeas”.
Decía Cuyás y
Sampere:
“Mis raciocinios sobre este punto hallaron siempre apoyo
y simpatía en el joven general Urquiza; simpatía que ha ido agrandándose a
medida que su capacidad política y militar, la energía de su carácter, y la
fortuna que tampoco ha cesado de sonreírle, lo han colocado en la altura en que
se halla, llamando la atención de cuantos estudian los acontecimientos de esta
parte de América, no menos que despierta los celos y llena de alarma a su
terrible rival el general Rosas.
“Hoy, a impulsos de su patriotismo y ardiente deseo de
dar la paz a estos países, se prepara a derribar la terrible Dictadura que
llenó de oprobio y es aún el tormento de varios poderes de primer orden de
Europa”.
(Oficio de Cuyás y Sampere al Ministro de Asuntos Exteriores de España y Primer
Secretario de Isabel II, en A. Cuyás y Sampere, op. cit., Apéndice documental,
pp. 331-336).
Pronto Urquiza
cumpliría con las expectativas que Cuyás y Sampere había depositado en su
poder.
El 17 de julio de
1851 y desde la localidad de San José, el gobernador entrerriano decretó la
excepción del servicio militar para los residentes españoles en el territorio
de su provincia.
Afirma que "el secreto del enriquecimiento
entrerriano estaba en el largo sitio de Montevideo", adonde, desde 1847,
las balleneras de cabotaje entrerrianas llevaban carne o ganado y volvían con
mercaderías europeas que eran reexpedidas inmediatamente a Buenos Aires como de
procedencia "interior", eludiendo las prohibiciones y altos aforos de
la Ley de Aduanas, retornando a Entre Ríos con grandes cantidades de oro que,
posteriormente, era vendido en Montevideo, volviendo a violar la ley porteña
que prohibía la salida de metálico al exterior, pero no hacia otras
provincias”.
Esto contribuyó más
aún al distanciamiento entre ambos, pudiendo ser uno de los motivos del
Pronunciamiento.
Pocos meses después,
el 5 de enero de 1851 en el periódico ‘La Regeneración’ de Concepción del
Uruguay aparecía un artículo con el título:
"El año 1851", que entre otras cosas sostenía que ese año sería
llamado en esta parte de América el de la "organización", anunciando
así la revolución.
En el mismo mes,
Urquiza enviaba a Montevideo a Antonio Cuyás y Sampere, el ex corsario
enriquecido por sus actividades durante la guerra contra el Imperio del Brasil
y propietario de campos en Gualeguay.
Cuyás y Sampere, ya
convertido definitivamente en amigo personal y agente confidencial de Urquiza
ante los gobiernos de Montevideo y Río de Janeiro.
Sus actividades
comerciales y negocios de corretaje en la capital oriental le permitían un
permanente contacto tanto con ministros y diplomáticos uruguayos como con
antirrosistas emigrados de la Confederación Argentina, a quienes reveló los
propósitos de Urquiza en contra de Rosas.
Como se ha señalado,
entre los interlocutores de Cuyás y Sampere estaban el ministro oriental Manuel
Herrera y Obes y el emigrado porteño residente en Montevideo, Valentín Alsina,
director de ‘El Comercio del Plata’ y
frontal enemigo de Rosas.
Rosas no creyó (hasta
encontrarse frente a la evidencia) que la actitud de Urquiza desembocaría en la
traición a la patria. (Nadie en su sano
juicio esperaría el comportamiento de Urquiza).
Esperó con
obstinación que al iniciarse la guerra –contra Francia, contra Brasil, o contra
ambos- el entrerriano dejando para otra oportunidad sus ambiciones o
apetencias, correría a tomar su puesto de honor en las filas argentinas: lo
creía apegado a la tierra, criollo de corazón y pensamiento, descreído hacia
ideologías liberales de importación extranjera.
No, no era un
unitario, el gobernador de Entre Rios y Comandante del Ejército de Operaciones.
Quería aprovechar una oportunidad comercial, solamente: pero no podría llegar
nunca a la traición, sopesaba Rosas.
Todo era cosa de
esperar sin expresar resentimiento, ni aflojarse tampoco en las irregularidades
que exigía. Cuando las cosas apretaran “esa
será la circunstancia en que se verá al inmortal Urquiza al lado del Gran
Rosas, ser el primero que con su noble espada vengue la América” como había
dicho en el mes de junio.
No creía Rosas que
ciertos deberes, como la lealtad a la patria, pudieran ponerse en el platillo
de la simbólica balanza. Hasta abril de 1851, esperó que el patriotismo de
Urquiza se sobrepusiera a sus apetencias. Fue el más grande, y el más
catastrófico error cometido por Rosas en su vida. Si al poner precio a su
participación en la guerra, Urquiza demostraba no conocerlo a Rosas; al negar
ese precio y confiar en su reacción patriótica, Rosas a su vez demostró no
conocerlo a Urquiza.
Es que no era solo
una cuestión económica sino también el ansia de poder de Urquiza, que envidiaba
a Rosas y su proyección americana y por todo el orbe. No supo ver esto el noble
Restaurador; tal vez pecó de ingenuo.
Para
Rosas, la lealtad a la patria era un deber casi sagrado, algo que consideraba
por encima de los intereses personales. No obstante, esta visión idealista le
dificultó comprender que, para Urquiza, la lealtad podría ser en última
instancia negociable.
Esta
creencia fue un error de cálculo significativo, ya que como líder, Urquiza era
pragmático y su visión del patriotismo estaba moldeada por su propio contexto y
ambiciones.
La expectativa
del Jefe de la Confederación Argentina de que Urquiza se alineara con él en
nombre de un patriotismo compartido lo llevó a una posición de vulnerabilidad.
La rebelión de Urquiza en 1851 marcó el inicio de la caída de Rosas,
evidenciando cómo las relaciones de poder se entrelazan con los principios de
lealtad y traición.
Dice José María ROSA
que “El 30 de Enero de 1851 escribe
Pontes un largo informe a Paulino (el ministro de Negocios Extranjeros
brasileño, Paulino Soares de Souza,) de la entrevista de Cuyás y las
proposiciones que éste se ofrecía a llevar a Urquiza “en nombre del Imperio”.
Lo despacha a Río de
Janeiro el 31 por el Paquete do Sul. Allí manifiesta que -“Existe actualmente en esta ciudad un agente del general Urquiza de
nombre Cuyás. Me parece que ya tuve ocasión de mencionar a V. Excia. el nombre
de este individuo... ”De lo comunicado
por éste hace pocos días, puedo deducir que el general Urquiza no desea ir a la
guerra contra Brasil... y que se prestaría de buen grado, no solamente a
permanecer neutral, circunstancia que impediría a Rosas entrar en campaña, sino
también a promover la caída de Oribe y la elevación de Garzón para la
presidencia, asegurando que éste daría a Brasil todas las satisfacciones y
reparaciones que le son debidos”.
Aquí el brasileño
olfatea, atisba que tal vez Urquiza no solo permanecería neutral en un ataque a
la retaguardia de Oribe, sino que también tomaría las armas contra su antiguo
aliando, yendo mas allá de lo que en principio se conformaban los de la casa
Braganza.
Es decir, la traición
sería completa. Pero hasta el momento dudan de esto los Imperiales; es que es
casi increíble lo que podría avecinarse. Nunca un brasileño se comportaría asi
con su país y les cuenta creerlo de Urquiza. Y a Rosas, también.
El brasileño se
extraña. Urquiza, jefe del ejército que entraría en campaña contra Brasil
¿podría dejar de lado de esa manera sus deberes, y renunciar a la defensa de su
patria, y hasta promover los intereses brasileños en el Estado Oriental por la
imposición de un presidente “que daría a
Brasil todas las satisfacciones y reparaciones que le son debidas”? Es
decir: las Misiones discutidas, los límites, la navegación de los ríos, la
influencia preponderante.
Cuyás se mostró
persuadido de que Urquiza iba a aceptar las bases propuestas – escribe Pontes a
Paulino el 4 de abril de 1851 – y acredita que romperá con Rosas reasumiendo
los derechos de Jefe de una Nación libre y soberana.
La parece a Cuyás que
Urquiza nada teme de Rosas por el lado de tierra: pero que teme que el
Restaurador pueda enviarle corsarios sobre el comercio de Entre Ríos. Le parece
a Cuyás que Urquiza ha de exigir, y muy expresamente, el auxilio y la
protección de las fuerzas navales brasileñas. Convendría también, según Cuyás,
la ocupación de isla de Martín García.
Es que Urquiza no se
le iba a animar a Rosas sin no contaba con las fuerzas brasileñas como aliados.
La
oposición de Urquiza al régimen de Rosas ofrecía a Brasil una oportunidad de
intervenir en la política argentina y debilitar a un adversario potencial,
además de apoyar a un líder que prometía una mayor apertura a los intereses
brasileños.
Esto
no solo le dio el respaldo necesario, sino que también alimentó sus ambiciones
en el ámbito nacional como una figura central en la lucha contra Rosas, aunque
esto fuera en desmedro de la soberanía de su patria. No le importaba..
Urquiza, comprometido
a ayudar a Brasil contra todo quien se opusiera a la alianza (como decía el
tratado del 29 de mayo) debe hacer firmar por su hijo Diógenes – ahora su
representante, pues Cuyás se dedicaba a hacer negocios de proveeduría al ejército
y escuadra imperiales por cuenta del general argentino – el monstruoso
compromiso (si queda lugar para el adjetivo) de llevar la guerra contra su
propia patria en alianza con el Imperio enemigo.
Pide el precio de 400 mil patacones (algo más
de 2 millones de francos oro) – por entregas de 100 mil mensuales – además de
correr por cuenta del Imperio la provisión de las armas de los ejércitos que
llevarán la ofensiva hasta Buenos Aires.
Urquiza exige esos patacones como condición sine qua non, y
Caxias aconseja que se los den.¡¡’Click,
Caja’!!. ¿Y el patriotismo alardeado de Urquiza, dónde quedó?
Ya en Enero de 1852, el ministro de Negocios Extranjeros del Imperio, D.
Paulino José Suarez de Sousa le dice a Cuyás, según éste: “Nosotros, Sr. Cuyás, estamos satisfechos del resultado de la
negociación de V., pues sin dilaciones ni aparato diplomático hemos llenado
nuestro objeto; librarnos de los cuidados, impertinencias y gastos que nos
causaba Rosas, obligándonos à mantener la provincia de Rio Grande en continuo
pié de guerra…”.
Queda acreditado, una vez más, el rol jugado por Cuyás, el cual movía las
fichas según su conveniencia, según sus tiempos, mostrando o no las cartas, a
todos los involucrados.
De tal modo, concluye Cuyás, que “…hasta el 26 de Marzo de 1851, todos los trabajos que se
hicieron, ya cerca del Doctor D. Manuel Herrera y Obes, ministro de Relaciones
Exteriores de la república, del Doctor D. Valentín Alsina redactor de ‘El Comercio del Plata’, y aun
del mismo Silva Pontes, representante del Brasil en aquella capital y otras
personas influyentes, fueron hechas por mi cuenta, como de iniciativa
particular, no afectando la responsabilidad del general, que no había soltado
aun prenda que lo comprometiesen; así como yo no escribía ni decía nada que
pudiese hacer sospechar la existencia de un plan dirigido á la formación de la
triple alianza […].Debe tenerse presente que el ministro
Herrera no pudo nunca sospechar que yo procediese de inteligencia y con
conocimiento del gobernador de Entre Ríos en las varias entrevistas que
habíamos tenido, ni menos que hubiese entrado en relaciones directas con el
gobierno Brasilero por conducto de Silva Pontes; así como este ignoraba que yo
estuviese en connivencia con Herrera desde algunos meses anteriores á aquella
fecha, y que mi ofrecimiento al gobierno Imperial fuese resultado de
autorización que había recibido para promover aquella negociación oficiosa. En
la población se me creía amigo del general, y como tal encargado de algunos de
sus negocios comerciales, sin pensar nadie que pudiese tener a mi cargo misión
alguna diplomática”.
Queda aquí expuesto al lector, como Cuyás, con habilidad, no mostraba las
cartas, hasta que fuese oportuno; no informando a las partes tratantes del
futuro acuerdo, lo que hablaba o decían cada uno de ellos sobre los otros,
manteniendo en secreto las conversaciones con Urquiza frente a los brasileños y
Orientales Unitarios como Herrera y Obes; de las conversaciones con Herrera y
Obes frente a los brasileños y entrerrianos; y de las conversaciones con los
brasileños frente a los Orientales Unitarios y Urquiza. Guardaba para sí los
temas tratados hasta que las oportunidades hicieran develar las intrigas entre
todas las partes revolucionarias, como un rompecabezas que sólo él conocía, manteniéndose
como un simple comerciante….
Lo de la triple alianza que dice Cuyás no es más que la primera de ellas.
La segunda –y con los mismos invasores- será la del Paraguay en 1864 (Paysandú,
como prolegómeno) hasta 1870: Brasil, los Unitarios argentinos y los Unitarios
‘colorados’ Orientales; todos hermanados.
No debemos olvidar que en la lucha entre los Imperiales y Orientales
Federales, había entre los primeros no solo soldados brasileños sino casi 4.000
soldados alemanes mercenarios, más las tropas entrerrianas de Urquiza y mas los
correntinos.
Finalmente llegan a
su fin las negociaciones que pacientemente tejió como engranaje perfecto, el
catalán.
Es el tratado –en
secreto- de alianza entre el Imperio de
Brasil, el “Estado de Entre Ríos” y el gobierno de la Defensa de Montevideo,
aparentemente para guerrear contra Oribe pero en realidad, extendido contra la Argentina.
Su objetivo aparente es “mantener la
independencia y pacificar el territorio de la República Oriental haciendo salir
al general don Manuel Oribe y las fuerzas argentinas que manda” (art. 1º)
El real es llevar la guerra a la Confederación, pues “...si por causa de esta misma alianza, el
gobierno de Buenos Aires declarase la guerra a los aliados, individual o
colectivamente, la alianza actual se tornará en alianza común contra dicho
gobierno” (art. 15º).
Garzón, “general en Jefe del ejército Oriental”, sería el director de la
guerra (art. 6º); y con él deberían ponerse de acuerdo los jefes brasileño y
entrerriano “siempre que fuera posible y no perjudique la libertad de acción de
las fuerzas imperiales” (art. 9º).
El comercio de cabotaje de Urquiza sería protegido eficazmente por la
escuadra brasileña, como lo quería Cuyás (arts. 10º y 18º).
Dice José María Rosa: “Brasil sacaba
el premio de sus viejas aspiraciones territoriales y de navegación fluvial, y
tal vez de una mayor disgregación del Plata: por el art. 17º los Estados
contratantes “se afianzaban mutuamente su respectiva independencia, soberanía e
integridad de sus territorios, sin perjuicio de los derechos adquiridos“.
“¿Qué soberanía e
independencia garantizaba Brasil a Entre Ríos, no obstante llamarlo Estado?, y
¿qué significado serio podía tener la garantía entrerriana a la independencia y
soberanía de Brasil? Lo realmente garantizado por Urquiza era el párrafo que he
subrayado del art. 17º: los derechos adquiridos por Brasil “en perjuicio” de la
integridad de los territorios de los contratantes. Estos derechos adquiridos que iban más allá
de “la integridad de los territorios” garantizados, eran los que tenía Brasil
por la ocupación de hecho de las Misiones Orientales. De esta manera Urquiza y el gobierno de
Montevideo renunciaban a reivindicarlas del Imperio.
“En cuanto a la
navegación fluvial, se declaraba “libre” la del Paraná, antigua aspiración
brasileña (art. 18º).
Y, sobre todo, el
tratado no tendría vigencia hasta tanto se efectuase el “público
pronunciamiento” de Urquiza”.
Negocio redondo y sin pérdidas para el Imperio brasileño.
Allá a lo lejos, la diplomacia brasileña festejaría el acuerdo, sonriendo
ante la avaricia e impudicia del entrerriano y de los Unitarios Orientales
cipayos, asegurándose, no solo la neutralidad de Urquiza sino su plena actitud
positiva beligerante que lo colocaba frente a sus paisanos como un traidor.
Y lograr aparentar un guerra civil no lo que era sino una guerra
internacional entre Brasil y la Confederación Argentina, lo cual hacía que los
primeros llevaran como perro ladero, como mascarón de proa al ‘Judas’
entrerriano a cambio de unos ‘Denarios’ que ya le cobrarían con altos intereses
tanto a él como al nuevo gobierno Oriental que surgiría posteriori de la batalla final.
Es
que la intervención brasileña también tuvo repercusiones más allá de Argentina.
Las alianzas formadas en este conflicto sentaron las bases para un
reordenamiento político en la región, lo que llevó a la influencia brasileña en
proyectos políticos y económicos en otros países sudamericanos como la Banda
Oriental y el Paraguay que vieron cercenados sus territorios y economías por la
garra de los brasileños.
Respecto a las figuras traidoras de la Argentina y el Uruguay podríamos
decir como muchos años después diría José
Antonio Primo de Rivera de los políticos españoles de la 2da.República: llegó
la ‘Hora de los Enanos’…,.
IV.-LUEGO DE LA BATALLA
DE ‘CASEROS’
Tal lo planeado, atacado Oribe por la retaguardia y luego de vencido casi
sin luchar visto la inutilidad de todo enfrentamiento, Urquiza toma de
prisioneros a los argentinos que luchaban en las filas de Oribe y los obliga a
combatir contra su país y contra su gobierno, como esclavos. La famosa frase de
Urquiza ‘ni vencedores ni vencidos’
mostró su falacia, ya desde el comienzo.
Luego de la caída de Rosas y lograda ya la libertad de los ríos interiores
tan tenezmente buscada por los invasores para usufructo de las potencias
extranjeras en detrimento de nuestra soberanía que tanto nos costó mantener,
Cuyás continuó, aún más abiertamente, con sus negocios que le reportaba pingües
ganancias.
Es curioso como Cuyás se contradecía permanentemente. Acusaba a Rosas de
sanguinario, tirano, y por eso apoyaba –o decía apoyar- a Urquiza en
derrocarlo.
Pero, se le escapaba a Cuyás conceptos sobre Urquiza llamativos –que
también tenía la Suma del Poder Público, lo que no generaba, parece, en Cuyás
ningún resquemor.
Decía Cuyás de don Justo:”El continuo contacto en que había vivido tantos años con
los ministros extranjeros, y las altas dignidades del estado, su trato con los
hombres más eminentes é ilustrados de la república, modificaron su carácter
violento, que en los primeros años de su carrera militar lo condujo à
sacrificar centenares de víctimas, inocentes algunas, obedeciendo á sus
instintos feroces y á sus impulsos de crueldad y venganza ; á cuya modificación
contribuyó su buena esposa D.' Dolores Costa que con gran talento supo dominar
aquel duro corazón, ejerciendo sobre el general una influencia benéfica .
¡Mucho habría ganado la provincia de Entre Ríos si antes la hubiese conocido!
Ya no se alanceaba, degollaba ni fusilaba á capricho, sin gasto de papel para
formaciones de causa […].
Esta tendencia á investirse de facultades que no le
competían era característica en él, y se había robustecido por la práctica, en
el largo espacio de más de veinte años que las había ejercido asumiendo todo el
poder público, donde entendía y disponía á su albedrio en todos los ramos de la
administración”.
Queda diáfanamente
demostrado que, aquello que denostaba Cuyás de Rosas y que justificaba su
accionar para derrocarlo, era en realidad un excusa para lograr beneficios
comerciales propios destruyendo el proteccionismo nacional de Rosas puesto que
reconocía atrocidades de Urquiza, que no movían su amperímetro moral. Otro
reconocimiento de su hipocresía.
Instalado ya en Entre Ríos, Urquiza, disfrutando de su ‘colosal fortuna’ -al decir de Cuyás-, como
presidente de la Confederación, luego de su paso triste por Palermo, resultó
que aún no estaba prolijamente resuelto el tema de las relaciones con España
que- a la fecha- no había reconocido aún la independencia de la Argentina.
Tras
la independencia, España no reconoció a la Argentina como una nación soberana,
lo que dejó un legado de tensiones y conflictos diplomáticos. La falta de
reconocimiento oficial complicaba las interacciones internacionales y generaba
un panorama de desconfianza, especialmente ante un intento de consolidación
nacional por parte de la Confederación. La relación con España era un tema
delicado, que requería una negociación cuidadosa en medio de las luchas
internas por el poder.
La
falta de reconocimiento por parte de España de nuestra independencia
significaba que Urquiza no podía plenamente establecer la solidez de su
gobierno en el mundo en un contexto
donde las relaciones diplomáticas eran fundamentales para obtener apoyo, tanto
financiero como militar. Este era un punto crítico que influiría en su gobierno
y en la estabilidad de la Confederación.
Metió cuña Cuyás y se entrevistó con Urquiza y con Salvador María del
Carril, su vicepresidente a fin de lograr tal cometido, urgiendo la resolución
del tema, resuelto el 21 de Septiembre de 1863 con el tardío reconocimiento
español de nuestra independencia..
Muerto Urquiza ya Cuyás olvidó las palabras remilgadas durante tantos años
a Urquiza y luego de su muerte dijo de su benefactor, mostrando en sus
conceptos su faz más descarnada: “El general Urquiza debía, en efecto, tener enemigos; al
bajar al sepulcro llevó una cuenta bastante crecida de sus excesos, injusticias
y venganzas originadas por su carácter violento, su sed inagotable de riquezas,
que luego prodigaba fácilmente, y su envidia contra los que adquirían sin
haberse entendido antes con él; pero estas tendencias declinaron bastante
cuando fué aumentando su fortuna”.
Parece ser que Cuyás
se dio cuenta –luego de la muerte de Urquiza- que el mismo cometía excesos,
injusticias, venganzas por su carácter violento, su sed inagotable de riquezas
y su envidia. Y pareciera, también, que muerto el ‘Gato’ los ‘Ratones’ bailan….
Es decir, que Cuyás
imputaba a Urquiza aquello que decía justificar el derrocamiento de Rosas. La
impudicia y el descaro del pirata, contrabandista e inmoral catalán quedan otra
vez expuestos ampliamente. Y sus argumentos civilizadores caen como un castillo
de naipes, sin sostén.
Al
imputar a Urquiza los excesos y la violencia que él mismo pudo haber utilizado
para justificar su ascenso político, Cuyás muestra una hipocresía notable. Esto
sugiere que su retórica civilizadora y sus principios estaban más alineados con
sus intereses propios que con un verdadero compromiso con la justicia o la
moralidad.
Si
Cuyás era visto como un personaje cuya moralidad era mas que cuestionable, sus
críticas a Urquiza pueden ser vistas como una proyección de sus propios fallos.
Su fracaso en sostener argumentos civilizadores ante la realidad de su
comportamiento pone de manifiesto la falta de una base ética sólida en sus
propias decisiones.
Antonio
Cuyás y Sampere, en su rol, se convierte en un reflejo de una política marcada
por la traición, la ambición y la compleja moralidad de actores; actores que
socavaron y derrotaron al gobierno del Brigadier General Juan Manuel de Rosas; gobierno
cuya independencia de toda dominación territorial y económica extranjera fue
siempre el norte de sus acciones.
*
V.- CUYÁS Y EL REINO DE ESPAÑA- ¿ESPÍA?
Hemos dicho al
principio que más allá de sospechar fundadamente que era Cuyás quien manejaba
sutilmente el pensamiento y decisiones de Urquiza, quedaba pendiente si, en
realidad, por encima de sus intereses personales, por encima de sus actividades
de titiretero sobre Urquiza, Cuyás respondía a los intereses de su patria y la
Reina Isabel II.
Incluir
a la Reina Isabel II como un posible factor en la dinámica política agrega una
capa de complejidad. La monarquía española todavía tenía un interés en las
colonias y en la influencia en Sudamérica, y puede haber habido una intención
de Cuyás de actuar no solo en función de sus propios intereses, sino también
como representante de los intereses de España en Argentina. Esto habría sido
especialmente relevante dado el contexto de la lucha por la independencia y el
reconocimiento político.
Nos enteramos por boca del propio Cuyás y Sampere que todo su accionar en
el Plata era notificado por el mismo a su Reina, Doña Isabel II:
¿Lo hacía bajo órdenes superiores del gobierno español, o era un comedido
que lo hacía ‘per-se’ para quedar bien
con su reina y obtener, favores, como títulos de nobleza y recompensas varias?.
Queda eso por dilucidar.
Veamos las comunicaciones que tenía con España y las autoridades de la
Corona con Cuyas, cuyas aristas más importantes las pondremos en ‘negrita’ y que nos llevaran a descubrir entre
los pliegues de aquellas, tal vez, la verdad sobre el tema.
*
Dice Cuyás en sus Memorias:
“Paréceme conveniente
recordar antes, que el dia 3 de Abril de 1851, fecha de mi primera comunicación remitida al gobierno de Madrid, no
había entrado todavía ningún buque de vapor en el Rio de la Plata y que la
correspondencia oficial y epistolar de ambas repúblicas era conducida á Europa
por paquetes de vela ingleses de la Mala Real de los cuales salía uno
mensualmente de Buenos Aires tocando en Montevideo ; por esta causa las revelaciones hechas en mis
comunicaciones, no podían perjudicar en ningún caso las operaciones de la
guerra, próxima á emprenderse, ni disgustar al general Urquiza, quien deseaba que su política exterior fuese conocida del
gobierno español. Esta revelación no significaba otra cosa que algunos meses adelanto en el conocimiento
de los sucesos que se preparaban, con el objeto de que aquel gobierno estuviese
prevenido y pudiese atender previsoramente à los intereses materiales de la
nación”.
En los acuerdos entre la Confederación y el Reino de España, era Cuyás el
intermediario, a fin del reconocimiento mutuo de ambos estados, en un tratado
del 21 de Setiembre de 1862 en Madrid.
En distintas comunicaciones del referido con las autoridades del gobierno
de España, y de éstos con el Catalán, asi pareciera.
*
Transcribiremos algunos párrafos de las extensas correspondencias
mencionadas:
“Montevideo, 3 Mayo 1851.
“Excmo. Sr.
Ministro de Estado de S. M. la Reina Doña Isabel II. Excmo. Sr.
El que suscribe, súbdito
de S. M. C. [su Majestad
Católica], natural de Mataró, provincia
de Barcelona, hacendado de la de Entre Ríos en la República Argentina,
propietario y del comercio de esta capital, creo dar una prueba de amor y lealtad á mi patria y á mi Reina
sometiendo á la consideración de V. E., como ministro y secretario de Estado,
en calidad de reserva, la siguiente sucinta exposición por lo que su conocimiento pueda importar al gobierno
de S. M. y á los intereses de la nación .[…]. Nunca el gobierno de S. M. debe esperar atraer al general Rosas á una
política justa ni razonable hacia los intereses y el comercio de España; el
derecho de disponer à su arbitrio de las fortunas y la sangre de sus hijos es
harto importante á sus ojos para que consienta en desprenderse de él. En la de
Entre Ríos tuve la ocasión de merecer el aprecio y contraer amistad con el joven
D. Justo José de Urquiza, cuya carrera militar comenzaba entonces. Las altas
cualidades que lo distinguían no daban lugar á engaño respecto del porvenir que
espera en su patria á este bizarro general: así es que con un presentimiento íntimo del bien que algún dia podría
traer á los intereses de mi patria, nada omití, Excelentísimo Sr., para
cultivarla.[…] Cuando para consuelo
de la numerosa población española domiciliada en el Rio de la Plata y garantía
del valioso comercio de la península, ancló en este puerto la estación naval
conduciendo al Sr. D. Carlos Creus, encargado de Negocios y Cónsul general de
S. M., concebí la idea de promover una
correspondencia confidencial entre S. S. y el Sr. general Urquiza en provecho
de los intereses de España, correspondencia que gradualmente preparé y logré
se iniciase por el señor Creus, bajo mi garantía personal de ser acogida con
aprecio y contestada con lealtad. No me había yo equivocado en cuanto al éxito
anunciado á esa correspondencia […].He
creído oportuna, Exmo. Señor, la manifestación que antecede, para que por ella
pueda juzgar V. E. de la intimidad de mis relaciones con aquel jefe superior de
uno de los Estados más importantes de la Confederación Argentina y por
consiguiente dar fé á las revelaciones
que tengo la honra de hacerle sobre la situación actual de los acontecimientos que se preparan en
estos Estados del Rio de la Plata, revelaciones que espero tendrá la dignación
de elevar al conocimiento de S. M. si lo considera oportuno. Los ardientes
deseos que me animan de ser útil á mi patria nativa y á las jóvenes
Repúblicas del Plata, à la humanidad y á la civilización, de corresponder à la
amistad con que me favorece el general Urquiza, y excitado por este gobierno
Oriental y por el Encargado de Negocios del Brasil, residente en esta capital,
me he decidido à aceptar la misión de promover y concluir un tratado de alianza
ofensiva y defensiva entre S. M. el Emperador del Brasil, la República Oriental
del Uruguay y el general Urquiza en representación de los Estados confederados
de Entre Ríos, Corrientes y la República del Paraguay, investido de los poderes
que para el objeto me han conferido los tres primeros y en especial el general
Urquiza , alma de esta coalición; previas las debidas conferencias entre los
respectivos plenipotenciarios residentes en esta ciudad , hemos formulado las bases que tengo la alta honra de adjuntar ȧ V. E.
con anticipación, para que el
gobierno de S. M. pueda estar más al corriente que ningún otro de Europa de los
acontecimientos que se preparan en estas regiones , y arreglar á ellos con anticipación
su política y miras ulteriores […] También
será, Excmo. Sr. , la mas grata recompensa que puede dar á mis servicios prestados con la mayor lealtad y desinterés. Por lo que á
mi toca, soy español antes que todo ; mi obediencia y lealtad á mi patria y á
la joven soberana que forma la dicha y el orgullo de la nación española es mi
primer deber, así es que, dispuesto como estoy à acatar sus Reales órdenes ,
nada me será mas grato que la ocasión de darle pruebas inequívocas de mi
acrisolado afecto y respeto, no menos que de mi ardiente patriotismo. Dichoso
me consideraré, Excmo. Sr., si las revelaciones
que tengo la honra de hacer á V. E. son
dignas de ser elevadas al conocimiento de S. M. y llegan á producir alguna
utilidad á los intereses de mi patria. Dios guarde ȧ V. E. muchos años.
Antonio Cuyas y Sampere”.
*
A la Secretaria de Estado de S. M. C. escribió
Cuyas el 30 de Junio de 1851:
“Excmo. Sr. Ministro
de Estado de S. M. la Reina Doña Isabel II. Excmo. Sr .:
“Al poner en noticia de V. E. estos detalles, que
preparan en el Rio de la Plata una era muy
favorable á los intereses de España, doble aspecto bajo el cual me permiten
verlo mis afecciones patrias, no
debo omitir á V. E. haber sido honrado por el general Urquiza para intervenir
en calidad de plenipotenciario de Entre Ríos y Corrientes en la celebración del
tratado.. Y aunque en recompensa de este servicio ha tratado de crear
exclusivamente para mi una legación que representará aquellos estados en esta
república, determiné renunciarla, consintiendo solo en admitir el cargo de Cónsul General con que con instancia se
me brindó, y esto después de asegurado por el Sr. Creus, encargado de negocios
de S. M., de que un destino de esta clase, admitido con la mira de beneficiar en lo posible los intereses de
España, á la par que de estas repúblicas, en nada afectaría mi calidad de español que no abdicaría por ninguna
clase de interés. Con esta convicción ofrezco á V. E. todo el celo y cooperación
de que es capaz mi patriotismo, para emplearlo sin tasa ni medida en bien y
utilidad de mi patria y de mi Reina. Dios guarde á V. E. muchos años.
Antonio Cuyas y Sampere.
*
En Septiembre de
1851, Cuyás fue premiado con el Real Decreto que lo nombró ‘Caballero de la Real y distinguida orden de
Carlos III’, dado por la Reina Isabel II, por los servicios prestados.
Y le escribe al . Sr.
Ministro Secretario de Estado de S. M. la Reina D. Isabel II.
“Excмo. Señor:
“En mis anteriores , números 1 , 2 y 3, datadas en Mayo,
3 de Junio y Julio 30 del mismo año , tuve la honra de incluir á V. E. en la
primera, las bases de una alianza ofensiva y defensiva entre S. M. el Emperador
del Brasil , la República Oriental del Uruguay y los Estados Argentinos de
Entre Rios y Corrientes, dirigida al objeto de destruir la autoridad del
general Oribe en esta República y la de Rosas en la Argentina; en la segunda,
copia literal del convenio firmado en esta capital el 29 de Mayo del mismo por
los plenipotenciarios respectivos ; y en la tercera, el duplicado y detalles sobre las operaciones militares que habían
principiado ya y se iban á desenvolver, anticipando mi opinión sobre el éxito
de ellas, que el resultado ha venido á confirmar de la manera más cumplida.
Poseído como estoy del más puro
patriotismo y lealtad á la Augusta Soberana que colma las esperanzas de mi patria
, me he apresurado á hacerle conocer por el órgano de V. E. los
acontecimientos que se preparaban en estas Repúblicas del Plata y la política
que se proponían adoptar los gobiernos sucesores al de Rosas y Oribe ,[…]
simpatías por todo lo que pertenece á España a fin de que el gobierno de S. M.
pueda apreciar debidamente el pensamiento que dirige la política del Brasil, la
de esta República y del general Urquiza, pongo
a su conocimiento que acaba de llegar á esta capital un tratado de límites,
elaborado en Rio Janeiro entre S. E. el Ministro de Relaciones Exteriores del
Imperio y el Plenipotenciario de esta República en aquella Corte D. Andrés
Lamas, tratado que ha sido ratificado por S. M. el Emperador, que
igualmente lo seria por este gobierno y por S. E. el General Director de las
provincias Argentinas á quien acaba de darse conocimiento. En él se garantiza
la independencia y la paz interior de esta República contra cualquier poder
extraño que intente restringir la plenitud de sus derechos, ó rebelión armada
tendente à destruir el gobierno legalmente establecido, á cuyo fin pasarán las
fronteras los ejércitos aliados à petición del Oriental. Esta garantía tiene la
duración de ocho años. Este tratado es
reservado todavía, mas en cuanto me sea posible obtener una copia, tendré la satisfacción
de elevarla al conocimiento de V. E. por lo que pueda importar al gobierno de
S. M. […]. Si
la correspondencia que me he tomado la confianza de dirigir á esa Secretaría
llega á ser de alguna utilidad al gobierno de S. M., si mi ardiente celo por la
gloria y prosperidad de mi patria y de mi Reina llega á merecer el aprecio de
S. R. Persona y de V. E., me consideraré feliz, porque á mis ojos nada tiene
mas valor que la honra de merecer la estimación de la Excelsa Reina de España.
Dios guarde à V. E. muchos años. Antonio Cuyas y Sampere”.
Como puede leerse, ya
Cuyás informaba a su Reina del acuerdo todavía reservado entre Urquiza, los
Unitarios de Montevideo -allí acuartelados desde hace años- y el Imperio del
Brasil. Secreto que develaba patrióticamente Cuyás a su país.
*
“Al Excmo. Sr. Ministro Secretario de Estado de S. M. C.
Excmo. Sr.:
“El general Urquiza, á nombre de los estados que
representa, queda comprometido á interponer su influencia para con el gobierno
de Buenos Aires que suceda al de Rosas , á fin de que consienta la libre navegación
de los ríos Paraná, Uruguay y sus afluentes á todas las naciones ribereñas á
alguno de ellos, y en caso de negativa, los Estados de Entre Ríos y Corrientes
la consentirán en sus costas: y como es probable que dentro de tres meses Rosas
no exista en el poder, la libre navegación de estos ríos interiores, para el
Brasil, Paraguay, Bolivia y provincias limítrofes, será un hecho consumado que
producirá una revolución comercial en esta parte de América. Amas del convenio
general indicado entre los aliados, la República Oriental en particular está
ajustando con el Brasil uno de límites, otro de comercio y un tercero de
subsidio.
“Por el primero el gobierno Imperial, aprovechando esta
oportunidad, ha asegurado de derecho todo el territorio que de hecho poseía la
mencionada República y hasta el presente se le había negado. […]
“Sin embargo de que no tengo parte en estos trabajos diplomáticos,
y que ellos se elaboran como es natural bajo
la mas rigurosa reserva, emplearé no
obstante todos los medios que mi posición social me permita, á fin de que el
gobierno de S. M. los conozca prolijamente, primero que los demás de Europa,
por lo que ese conocimiento pueda importar á los intereses de la nación ; y
para que la política que á este respecto se haya propuesto adoptar, al tenor de
las comunicaciones dadas al Sr. Albistur, tenga mas fácil desenvolvimiento, uniré
mis esfuerzos á los de este señor prestándole mi apoyo con el mayor gusto y
entera lealtad cuantas veces lo considere conveniente. Al efecto, nada omitiré y olvidaré mis intereses privados para secundar
las altas miras de V. E. manifestadas por su conducto , correspondiendo de esta
manera á la honorifica distincion que hace de mi persona el gobierno de la
magnánima Reina de España.
“Dios guarde á V. E. muchos años. -Montevideo, Diciembre
4 de 1851. —Antonio Cuyás y Sampere.— Excmo. Señor Ministro primer Secretario
de Estado del despacho de S. M. C”.
En estas líneas se
complace Cuyás en que la próxima contienda abrirá los ríos interiores de
nuestra bendita patria a los corsarios disfrazados de comerciantes,
principalmente españoles, que era el objetivo buscado. Para ello los informes
de Cuyás eran primordiales para privilegiar el comercio peninsular.
*
Sigue en sus cartas
Cuyás informando al detalle cómo se sucedían los hechos.
“Al Excmo. Sr. Ministro primer Secretario de Estado de S.
M. C. Excmo. Sr.:
“Anoche caminó el contingente Oriental á reunirse al
ejército aliado, embarcado en tres vapores de guerra brasileros. La hora
avanzada solo me permite reiterar mis sinceras protestas de respeto y lealtad á la augusta Reina
nuestra Señora y de particular estimación à la persona de V. E. [se refiere
a Albistur, Primer Ministro de la Corte española]
“Dios guarde á V. E. muchos. -Montevideo 5 de Diciembre
de 1851.-Antonio Cuyás y Sampere.
*
“Excmo. Sr. Gobernador
y Capitan general de la provincia de Entre Rios D. Justo José de Urquiza.
Montevideo, Noviembre 26 de 1852.
“Cuando V. E. expidió el decreto referido, yo todavía investía
el carácter de Encargado de negocios; y
aun cuando tuve la precaución de mandarlo al Sr. Ministro de Estado de S. M. C.
por la vía particular, siento no haberlo verificado oficialmente, porque
este paso habría facilitado la correspondencia directa con V. E.[…] .Lo felicito, Excmo. Sr. por los nuevos
convenios que está concluyendo y de que tengo algún conocimiento; ellos van á
causar una gran revolución comercial y de riqueza á todos los estados ribereños
del Paraná, Uruguay y sus afluentes”
El propio Cuyás luego
de la batalla de Caseros, le avisa a Urquiza que los convenios y tratativas ya
se las había enviado al gobierno español. Tal hecho, conocido por Urquiza,
genera relativo al entrerriano una nueva traición a la patria sabiendo que todo
lo tratado en el río de la Plata era comunicado secretamente a la Reina
española.
*
“Muy Sr. mio:
”He recibido la comunicación que se ha servido V. S.
dirigirme con fecha 3 de Enero último con la que acompaña una copia , en
calidad de reserva, del convenio concluido últimamente entre los gobiernos
coaligados, y habiendo informado á la
Reina Nuestra Señora, según V.S. desea, del contenido de aquella comunicación ,
S. M. se ha enterado con aprecio y particular agrado de los nobles
sentimientos que en ella manifiesta , encargándome dar á V. las gracias en su
Real nombre, por los generosos deseos que le animan en favor de los intereses
españoles en ese país […]
“El gobierno de la Reina, Nuestra Señora, que considera
esos países con no menos interés que el que depende de su inmediata autoridad,
se complace en su mayor prosperidad y bienestar, sin aspirar á otras ventajas
para sí que las que resultan de la común felicidad de toda la familia española.
Tengo un placer en expresar á V. S. mi
gratitud por la remisión en copia del Tratado á que me he referido, del que
haré siempre un uso reservado; y confío en que conservando V. con el Sr.
Albistur las buenas relaciones que hasta ahora los unen, sabrá influir
ventajosamente en el arreglo de los negocios de España en la Confederación.
Dios guarde á V. S. muchos años. -Madrid 10 de Mayo de
1852.-El Marqués de Miraflores. -Sr. D. Antonio Cuyás y Sampere.-Montevideo.”
El susodicho Marqués,
era Manuel Pando Fernández de Pinedo, un político y diplomático aristócrata español muy influyente en la Corte
española en aquellos tiempos. Cuyás le agradece al Marqués que le haya enviado
a la Reina el Tratado de las partes entre Brasil y el Uruguay derrotado.
Aclarándole, Cuyás al funcionario español- muy cínicamente- que eso sí: hará
uso reservado de lo acontecido en el tratado…pero, claro, menos al gobierno
español, por lo que se pudo ver….
*
“Excmo. Sr. Ministro
Secretario de Estado de S. M. C.
“Por conducto de D. Manuel Jacinto Peña he recibido la
distinguida comunicación de V. E., fecha 16 de Setiembre próximo pasado,
participándome haberse servido S. M. la
Reina, Nuestra Señora darme una prueba de su Real aprecio, dignándose
nombrarme, por decreto de la misma fecha, Caballero de la Real y distinguida
Orden de Cárlos III, cuyo título he recibido igualmente con la citada
comunicación […]
“En las mismas comunicaciones ofrecí á V. E. remitirle en el presente paquete el convenio colectivo
nuevamente firmado en esta capital el 21 de Noviembre que acaba de terminar
modificado y ratificado en Entre Rios en Diciembre último, oferta que hoy tengo
la satisfacción de cumplir adjuntándoselo en calidad de reserva, en copia: otra
he puesto à disposición del Sr. Albistur para que con su conocimiento pueda expedirse
con más conformidad à las instrucciones de V. E. cualesquiera que ellas sean.
“En este convenio observará dos puntos de grande
trascendencia, uno la libre navegación de los ríos interiores para los estados
ribereños, con inclusión de los extranjeros de que ya le tengo dada cuenta:
otro, la independencia del Paraguay, que ya será un hecho positivo desde que
los Estados aliados se obligan á sostenerla contra cualquier ataque de la
República Argentina. Esta última condición fue agregada al referido convenio en
Entre Ríos, á petición del Encargado de Negocios del Paraguay. […]
“Me es grato poner en conocimiento de V. E. que paso á la
capital de Rio Janeiro, donde permaneceré algunos días para luego regresar á
este punto: en aquella corte tendré el
gusto de saludar al Sr. Delabat y Rincon, ministro residente de España cerca de
aquel gobierno, y le entregaré en calidad de reserva una copia de la Convención
de 21 de Noviembre citada, por lo que su pronto conocimiento pueda ser útil á
la política de S. M. y á los intereses de España.
Por sus patrióticas
acciones para su patria, Cuyás recibe una distinción de la Reina Isabel II: Caballero
de la Real y distinguida Orden de Carlos III .
En su periplo por
Brasil aprovecha, una vez mas, para entregarle –siempre en calidad de ‘reserva’
(sic)- copia de documentaciones por el ignominioso Tratado respecto a la libre
navegación de los ríos, trabajosamente conquistada a sangre y fuego contra la
soberanía nacional. Esperando Cuyás que todo esto sea últil para los intereses
de España y su Reina.
*
“Al Excmo. señor primer ministro Secretario de Estado de
S. M. C. Montevideo , Junio 5 de 1852.
“Por la copia adjunta verá que he cesado en el cargo de Cónsul de la Confederación Argentina y
vuelvo à la vida privada; creo quedar en aptitud de optar entre las dos
nacionalidades española y argentina, y en este caso opto por la primera, con
cuya condición admití los cargos públicos que he desempeñado en ésta, y si para
obtenerla fuese indispensable hacer formal renuncia de la argentina estoy
pronto á hacerlo, pues estimo más los derechos de ciudadano español que las
distinciones que pueda dispensarme otra nación, cualquiera que sea. […].
Nada más tengo que comunicar à V. E. persuadido de que lo
harán los Sres. Alós y Zambrano. Dios guarde ȧ V. E. muchos años. Antonio Cuyás
y Sampere”.
Aquí queda expuesto,
-por fin- sin tapujos quien era Cuyás y Sampere y su rol en los conflictos del
Plata: español de pura cepa, desde siempre y para siempre, sacándose finalmente
su máscara, su disfraz ya sin escrúpulo alguno.
Cuando optó por la
nacionalidad argentina, ello no fue mas que un trampolín con doble objetivo:
los intereses comerciales españoles y los propios. Urquiza fue su instrumento.
*
Respecto a lo dicho
por Cuyás, el Marqués de Miraflores, le contesta:
“He recibido la estimable comunicación de V. del 5 de
Junio último, y enterado de su contenido le doy las gracias por sus gestiones
cerca del general Urquiza. En cuanto à
la consulta de V. sobre su nacionalidad, debo manifestarle que el Gobierno
considera y ha considerado á V. siempre como español, que el celo con que sirve
los intereses españoles en ese país le da cumplido derecho á este título y que
para conservarlo no es necesario por parte de V. ningún nuevo acto, que acaso
pudiera ser poco agradable ȧ personas cuya confianza y aprecio se ha granjeado.
Dios guarde á V. muchos años. S. Ildefonso 24 de Julio de 1852.-El Marqués de
Miraflores. —Sr. D. Antonio Cuyás y Sampere. –Montevideo”.
A ver, pasemos en
limpio lo referido por el Marqués, en lenguaje llano.
En buen romance el
hispano dice que no se esfuerce Cuyás en demostrar que siempre ha sido y
sentido, español. Que el gobierno español siempre así lo ha considerado. Y que
no es necesario que Cuyás haga nuevas demostraciones de luchar por los
intereses de España, no vaya a ser que, por mala suerte, los americanos amigos
se dieran cuenta de las infames actitudes y acciones solapadas, o no tanto, del
catalán en pos de proteger los intereses comerciales de la Corona.
*
“Al Sr. D. Jacinto Albistur, Encargado de la seccion de
política en la 4.ª Secretaría de Estado de S. M. C.-Madrid. Montevideo ,
Octubre 4 de 1852.
“Acabo de visitar á Diógenes [Urquiza, hermano de Justo
José] que ha llegado de Entre Ríos y aun cuando antes de verlo tenia redactada
la comunicación á esa Secretaria de que he hecho referencia, después que le he oído
me ha confirmado más en mi opinión vertida en ella. El pensamiento de preparar la separación de Entre Ríos y Corrientes
descuella sobre todos los demás y si alguna circunstancia no hace variar la
dirección de esa predisposición, es muy probable que más adelante así suceda.
Por fin , mi amigo, venga lo que viniere, repito
lo que dijo el Sr. Carneiro Leao, que en los sucesos pasados somos los
españoles los que más hemos ganado.
“El general Urquiza está muy complacido de la conducta
que han observado las autoridades y súbditos españoles. Un nuevo decreto del general vá á franquear la entrada de los rios
Paraná y Uruguay y sus afluentes á todos los pabellones extranjeros, inclusos
los de guerra…”
“Antonio Cuyas y Sampere”.
Qué queda al
descubierto una vez más aquí: el pensamiento de los Urquiza de separar a Entre
Ríos y Corrientes del cuerpo territorial argentino, reconociendo también el
diplomático brasileño que en esta guerra sucedida entre la Confederación
Argentina y la coalición Unitaria, Urquicista y brasileña, los españoles son
los que mas habían ganado..
Esas fueron palabras
gentiles y educadas del socio brasileño para endulzar los oídos de los
españoles. Descepamos con las palabras de Carneiro Leao. Los principales
beneficiarios económicos y territoriales fueron –a no dudar- el Imperio del
Brasil expansionista.
Se suma una
desembozada afirmación de Cuyás en el sentido que la apertura de los ríos
interiores por parte de Urquiza no solo iban a tener una connotación comercial
de navegación a los buques extranjeros, sino que además iban a estar abiertos
los ríos nuestros también a dichos buques pero de guerra.
Como puede ver el
lector, a veces ni es necesario comentar aquello que se comenta solo
documentalmente.
*
“Excmo. Sr.: Muy Sr. mío:
“Tengo la complacencia de acusar recibo à su apreciable comunicación
fecha 5 de Abril del corriente año:[…]
“En mi primera comunicación, fechada el 3 de Mayo de
1851, dije à V. E. que habiendo reconocido en el general Urquiza, desde los
primeros dias de su carrera militar, cualidades poco comunes, preví que con el
tiempo debía ocupar un puesto en alto grado distinguido en la República
Argentina; que desde entonces formé el
plan de ganar su estimación y confianza, con el objeto de emplear la influencia
que podría darme esta posición en pró de los intereses de mi patria.
Efectivamente, puede V. E. creer que un trabajo constante, sistemático y
cauteloso de mi parte ha nutrido sus naturales simpatías por España,
robusteciéndolas hasta el punto de contribuir notablemente al logro de las
consideraciones y respetos de que felizmente gozamos en estos Estados […]
“Desde el 3 de Mayo citado de 1851 en que dirigí á esa Secretaria
mi primera comunicación, adjuntándole las bases del Tratado de 1829 del mismo
mes y año, organizando la grande alianza que acabó con el poder del general
Oribe en esta República, y posteriormente con el de Rosas en la Argentina,
presentadas á la discusión de los respectivos plenipotenciarios, fué mi intento que el gobierno de S. M.
fuese el único europeo que conociese los grandes acontecimientos que se
preparaban en esta parte de América; así que, al paso que Francia é Inglaterra
inquietas no podían traslucir estos trabajos diplomáticos, V. E. tenía el hilo
de ellos en sus manos.
“A medida que
estas bases fueron modificándose y preparándose los sucesos, V. E. fué
prevenido por mi correspondencia siguiente, de suerte que el gobierno de S. M.
tuvo la satisfacción de conocer en su cuna las combinaciones que se preparaban
para derribar el poder del general Rosas, y la política que sucedería á este
cambio, antes que lo trasluciesen sus pueblos, ni pudiesen conocerlo las Cortes
de Londres y Paris.
“En estas circunstancias comprendí que aquellos eran
momentos solemnes, que debían aprovecharse en beneficio de nuestros nacionales, y en consecuencia indiqué al general Urquiza
como una importante medida de estado, aconsejada por la justicia y la
conveniencia reciproca de ambas naciones, la libertad de servicios militares
forzados á los súbditos españoles, igualándolos á los demás extranjeros en los
derechos y en las cargas.[…]
“Siento, Excmo. Sr. , que mis servicios à mi patria y á
mi Reina no hayan sido más valiosos, para emplear el ascendiente que podrían
adquirirme en esa Secretaría y en el ánimo de S. M. en recomendación de tan buen español, porque estoy cierto de que en
cualquier destino que ocupe será dignamente servida la nación.
“Al cerrar, pues, mi última comunicación à V. E. me
despido lleno de intima gratitud por la honra que me ha concedido de permitirme
injerencia en esta Legación. Algunas irregularidades y aun faltas habrá notado
en el curso de esta correspondencia, pero considerando que no pertenezco á la
carrera diplomática, y que constantemente me han absorbido el tiempo mis
negocios particulares, no permitiendo que me dedicase por completo al estudio
de ella, espero que bondadoso se dignará dispensármelo, fijándose únicamente en
el celo y buena voluntad con que he
consagrado todos mis esfuerzos en beneficio del país que me ha dado la
existencia, y al logro de los deseos de su gobierno, sin el menor menoscabo de
su decoro y dignidad.
“Ruego ȧ V. E. tenga á bien elevar al conocimiento de S.
M. esta mi última exposición, si la considera merecedora de esta honra,
asegurándole que si en adelante la continuación
de mis servicios pudiese serle de alguna utilidad, estaré pronto á prestarlos
con la lealtad y desinterés con que he tenido la dicha de hacerlo hasta el
presente. Dios guarde á V. E. muchos años. -Montevideo 16 de Abril de 1855.
Excmo. Sr. primer Secretario de Estado de S. M. C.-Madrid. -Antonio Cuyás y
Sampere”
Se puede desgranar también
en estos párrafos extensos la serie de obsequiosidades.
1º que Cuyás trazó un
plan para ganarse la confianza de aquellas personas necesarias para el logro de
los intereses de España en el Plata.
2º que dichas
intenciones incluían que España fuese el único país europeo que conociese los
planes, por anticipado, que se avecinaban aquí, en Sudamérica, con el fin del
logro de los fines relativos a los intereses de la Corona española.
3º que al conocer
España los pergeñado antes que ningún otra nación, ello incluiría conocer las
intenciones de derrocar a Rosas sin que dichas intenciones fueran previamente
conocidas, aún, por el propio pueblo atacado.
Véase el tono de
falsa humildad de Cuyás presentándose como un simple ciudadano español que
actuó así porque el deber del patriotismo lo requería. Y que si ello traía
aparejado el hecho de que fuese enviado a cualquier otro destino a continuar
con la lucha por su España natal (como espía, obviamente) él, pobre mortal,
estaría agradecido a servir donde fuera.
Realmente produce
repulsión como el catalán –frente a las autoridades españolas- se prosternaba
como un siervo de la gleba. Pero no debemos dejarnos confundir con dichos
actos: era muy astuto tras esa imagen de sumisión.
El final de la carta
es ya, una catarata de lugares comunes de declamación de esfuerzos hechos en
pos del logro de la felicidad y de los intereses de la Corona, desembocando en
un forzado y afectado panegírico patriótico sin vuelta atrás.
*
“Vice-Consulado De España En Gualeguay.
“Excмo. Señor. Muy Señor mio: He recibido la Real Orden que V. E. se ha servido
dirigirme con fecha 14 de Enero último, anunciándome que S. M. la Reina nuestra Señora se ha dignado agraciarme con la
Encomienda de la Real órden de Isabel la Católica.
“Si treinta y ocho años de residencia en estas Repúblicas
del Rio de la Plata, relaciones con hombres influyentes y acontecimientos políticos
me colocaron en situación de contribuir
a mejorar los intereses de mi patria en esta región, y especialmente á la realización
del tratado entre España y la Confederación Argentina; la munificencia de S. M.
al manifestarme su Real aprecio, al recompensar mis pequeños servicios
honrándome con tan distinguido obsequio, ha satisfecho superabundantemente mis
aspiraciones, pues al unir mis débiles esfuerzos á los de sus representantes en
esta parte de América, jamás busqué otra
recompensa que la conciencia de haber cumplido mis deberes de español.
“Al suplicar á V. E. se sirva hacer llegar hasta los
Reales piés de S. M. la expresión de mi reconocimiento, espero merecer de V. E.
que acepte la de mi mas viva gratitud por haber inclinado su Real ánimo á
concederme esta gracia. “Dios guarde á V. E. muchos años. -Gualeguay 25 de
Marzo de 1864.-Excmo. Señor. -B. L. M. de V. E.- Su atento y seguro servidor,
Antonio Cuyás y Sampere”
Termina Cuyás
agradeciendo el logro de sus fines personales: se condecorado por la Reina de
España, reconociendo sus logros en favor de los intereses de la Corona
española: “Comendador de Número de la Real
Orden de Isabel la Católica”, como ya se dijo.
¿Podía pedir algo
mas? Si, fue condecorado por el Imperio del Brasil: “Comendador de la Imperial
Orden del Cristo del Brasil”, para que su triunfo, a parte del económico –
puesto que era riquísimo habiendo amasado una fortuna en el Rio de la Plata-
fuera completo para su gloria personal.
Las
condecoraciones que recibió de la Reina de España y del Imperio del Brasil son
testimonios de su habilidad para navegar entre los intereses de potencias
extranjeras.
Al
obtener estos reconocimientos, Cuyás pudo validar su papel en la política
argentina, no solo ante sus compatriotas, sino también ante los poderes
europeos. Esto sugiere que su influencia iba más allá de su rol como simple
asesor de Urquiza; estaba comprometido a consolidar su propia posición en una
red de lealtades que cruzaban fronteras.
VI.-EPÍLOGO
Cómo corolario podemos decir que en una primera –y varias vistas mas-
Cuyás parece haber sido quien manipulaba a Urquiza haciéndole pensar que sus
decisiones eran, en realidad, propias cuando es dable observar documentalmente,
en forma directa e indirecta, que es Cuyás el que llevaba hacerle creer a
Urquiza que sus pensamientos e ideas eran del propio entrerriano; todo nos
lleva a pensar que era el catalán el que inducía, lenta y subrepticiamente, al
belicoso y especulador General Urquiza a tener las ideas que él creía tener
como propias.
Y, que cuando Urquiza tomaba decisiones políticas, a fuer de ser
sinceros, esas ideas estaban ya en su cabeza llevadas ahí por el sinuoso
catalán.
La capacidad de Cuyás
para inducir el pensamiento de Urquiza nos habla de las habilidades subterráneas
de un manipulador político astuto. Esta forma de control no solo subraya una
mas que posible falta de independencia de Urquiza en su toma de decisiones- sin
eximirlo de ninguna de responsabilidades-, sino que también pone de relieve una
posible vulnerabilidad ante consejeros persuasivos.
Es que, puede
colegirse, que ciertos líderes confiados pueden ser más propensos a aceptar
influencias externas que refuercen sus propias ambiciones o deseos de poder.
De tal manera, para
Urquiza, creer que sus ideas eran de su propio criterio le habría proporcionado
un sentido de autonomía y autoridad.
Cuyás, al insertarse
en la mente del general, no solo moldeaba su pensamiento, sino que también
aseguraba que las decisiones políticas fueran percibidas como naturales y
propias, facilitando así su aceptación por parte de otros.
Este fenómeno es una
táctica común en la política, donde los asesores operan en la sombra,
asegurándose de que sus ideas sean adoptadas sin cuestionamientos.
Aquí, estimado lector, uno debería haber dado por terminado este trabajo
y dilucidado el interrogante que principia aquel….
Pero nos encontramos, con una mayor agudeza de estudio, que tal vez, en
realidad Cuyás era empleado, espía de Isabel II (mas allá que –paralelamente-
hiciese sus negocios personales y los de Urquiza).
No debe sorprendernos, en realidad, porque el propio Rosas tenía muchos
espías en Europa y el Brasil que continuamente le informaban de los movimientos
de los gobiernos espiados.
Y decimos que no debe sorprendernos lo de Cuyás de haber sido tan espía
como lo fueron Charles Darwin, Alexander Von Humbolt, Amadeo Bonpland, Robert
Ponsonby Staples, los hermanos John Parish Robertson y su hermano William, cosa
muy común por aquellos años tanto en América y Europa, donde estaba infestado
de espías de toda laya (ver nuestro trabajo al respecto “Espías ‘Naturalistas’ y ‘Comerciantes’ En La Penetración Británica Y
Francesa En Hispanoamérica”. https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2021/11/espias-naturalistas-y-comerciantes-en.html).
Hasta el propio San Martín pareciera haber sucumbido al canto de sirena
de alguno de ellos.
Por supuesto, y no se niega, que dichos personajes eran eximios
investigadores naturalistas, estudiosos pero paralelamente a sus actividades
profesionales eran informantes de sus gobiernos nativos.
Tal vez podría dudarse si Cuyás obedecía órdenes de la Reina española-
hasta esta altura poco queda por dudar-, o era un comedido que se complacía en
informarle a ella, motu-propio, para
resaltar su propia persona ante Su Majestad.
Pero sea como fuere, los españoles siempre estaban al tanto rápidamente
de lo que acontecía en el Plata.
Todo esto lo sabemos porque Cuyás, ya asentado en su tierra natal,
Cataluña, viejo, a salvo de cualquier medida que pudiese tomarse contra él,
totalmente impune por sus actos conspirativos y a poco de morir (año1888), escribe sus ‘Memorias’ que se ven
recién publicadas unos meses luego de su muerte.
Es sugestivo que no exista foto alguna de Cuyás, o por lo menos que
quien esto suscribe haya podido encontrar. ¿Síntoma de su personalidad de
querer permanecer en las sombras hasta la circunstancia no tener o no querer foto
alguna de su persona?. No lo sabemos.
En fin, como decía, en lenguaje florido pero cierto, el Oriental Luis
Alberto de Herrera referido a las luchas en la Banda Oriental del Uruguay entre
Unitarios e Imperiales por un lado y Federales, por el otro, pero que bien
podría aplicarse al presente trabajo: “¡Es
increíble cómo y cuánto se ha adulterado, a sabiendas, la historia; hasta qué
punto las malezas de la mentira invadieran el campo de la verdad”.
Y hay más:
Como todo espía y conspirador contra la soberanía de la Argentina,
Antonio Cuyás y Sampere tiene su calle como homenaje en Paraná y otra en su
tierra natal catalana.
Así pagan siempre los nativos perjuros e impíos, renegados de su patria homenajeando
vilmente, sin tapujos y escandalosamente a todos aquellos quienes lucharon,
conjuraron e intrigaron aviesamente contra nuestra nación.
En fin, debemos recordar: ‘Acta Simulata
Veritatis Substamtiam Mutare Non Possunt, Verba Volant, Facta Manent’’ (‘Lo
simulado no puede cambiar la sustancia de la verdad, lo dicho vuela, los
hechos, quedan’).
La profusa documentación aquí aportada lo atestigua aunque nadie ose
públicamente en Paraná desenmascarar a este ruin sujeto catalán continuando al día
de hoy, una de sus calles principales, con su nombre ensuciando con ello a
tantas víctimas heroicas y patrióticas, con sus acciones por aquellos años
Pero, tomen nota los falsarios escribas liberales de ayer y hoy:
seguiremos siendo sus cancerberos como testigos implacables para las
generaciones argentinas futuras, hasta el final de los tiempos….
*****
BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA
AMBROSINI,
Cristina (“De Mataró A Entre Ríos: Antoni Cuyás
I Sampere, El General Urquiza Y Giuseppe Garibaldi” -2006-10-22 -
Epicureanos.Blogspot.Com/- Sección ARGENTALANES)
BIBLIOTECA
‘FIAT-LUX’-(Biblioteca MASÓNICA de la ciudad de Colón, Entre Ríos):
CUYÁS Y
SAMPERE, Antonio (“Apuntes Históricos
sobre la Provincia de Entre Rios en la Republica Argentina”- Mataró, España
- 1886)
FONT
EZCURRA, Ricardo (‘La Unidad Nacional’- Ed. Coni. Buenos Aires, 1938).
GARCÍA,
Mariano (‘Urquiza, el gran traidor de la
Historia Argentina’- En ‘La Gaceta de la Iberosfera’- España- 14-11-2015 -
https://gaceta.es/uncategorized/urquiza-gran-traidor-historia-argentina-14112015-1451-20151114-0000/)
HERRERA, Luis Alberto de (‘Orígenes de la Guerra Grande’-tomo II- Serie ‘Revisión Historiográfica’ Vol.6, República Oriental
del Uruguay1989)
HERRERA, Luis Alberto de (‘Buenos Aires, Urquiza y el Uruguay’-Serie ‘Revisión Historiográfica’ Vol.13, República Oriental
del Uruguay1990)
HERRERA, Luis Alberto de (‘La Clausura de los ríos’-Serie ‘Revisión Historiográfica’ Vol.14, República Oriental
del Uruguay1990)
MONTORO, Gonzalo V. (“Urquiza, un ‘Judas’
criollo; ni Federal ni Unitario”- –en elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com).
https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2022/05/urquiza-un-judas-criollo-ni-federal-ni.html
MONTORO, Gonzalo V. (“Espías
‘Naturalistas’ y ‘Comerciantes’ En La Penetración Británica Y Francesa En
Hispanoamérica” –en elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com).
ROSA,
José María (‘El Pronunciamiento de
Urquiza’- Peña Lillo, La Siringa. 1960)
SIERRA,
Vicente (‘Historia de la Argentina’, tomo
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VIGNALE, Julio Cesar (‘Consecuencias de Caseros’- Montevideo-1946)
YURMAN,
Pablo (‘Justo José de Urquiza, el hombre al servicio del
Brasil’-Infobae-24 de Noviembre de 2024- https://www.infobae.com/sociedad/2021/05/01/justo-jose-de-urquiza-el-hombre-al-servicio-del-brasil/)