sábado, 26 de noviembre de 2022

(de Pluma Ajena) GRAL.ANGEL PACHECO: ANTONINO REYES, TESTIGO DE SU CONDUCTA (Jorge C. Bohdziewicz)

 

(de Pluma Ajena) GRAL.ANGEL PACHECO: 

ANTONINO REYES, TESTIGO DE SU CONDUCTA

                    

         Jorge C. Bohdziewicz





I.-Introducción

En cuestiones históricas siempre ha existido algún personaje cuya vida y comportamiento ha producido en los historiadores complejas interpretaciones sobre aquellas.

Estos personajes han tenido claroscuros que, al día de hoy, aun son difíciles de dilucidar su mayor o menor patriotismo.

Uno de estos personajes, a no dudarlo, ha sido el General  Ángel Pacheco, general de la Confederación Argentina y uno de los que el Brig.Gral. Juan Manuel de Rosas mas ha estimado y confiado.

Pero sus acciones han dejado a más de uno perplejo y su patriotismo ha sido puesto en duda al final de su actividad pública, más teniendo en cuenta que durante años fue una de las principales espadas de la Confederación Argentina y bravo soldado en defensa del honor patrio.

Ya nos hemos ocupado de Pacheco en otro trabajo, que podría ser considerado una ‘1era.parte’ (“GENERAL ÁNGEL PACHECO-(Luces y Sombras de un General Argentino) que podrá ser ubicado en mi blog ‘elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com’ https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2020/10/general-angel-pacheco-luces-y-sombras.html).

Pues bien, muchos historiadores han escrito sobre la conducta de Pacheco, pero ninguno con demasiada extensión y profundidad, creando más dudas que certezas.

Pero, un testigo presencial de su actuación pública ha sido uno de los secretarios de Don Juan Manuel de Rosas durante años y que lo conoció muy bien: Antonino Reyes, que junto a José María Roxas y Patrón y el Cnel. Prudencio Arnold, fueron de los pocos que siguieron siendo fieles al Restaurador hasta el día de su muerte, a pesar de que con ello se ganaron el acoso de no pocos Unitarios sediciosos y traidores.

De tal modo, en una especie de ‘Memorias’ escritas por el mencionado Reyes y muy poco conocidas, extensas y recopiladas extraordinariamente por el enjundioso historiador Jorge C. Bohdziewicz (“Los Apuntes De Antonino Reyes”) encontramos en el Capítulo 10 el desarrollo de la actitud final de Pacheco y su comportamiento extraño; comportamiento que tuvo como efecto principal la desmoralización del ejercito patrio y la derrota del mismo.

Procederemos a transcribir, textual, los párrafos de dicho capítulo que refieren a la conducta de Pacheco, sus probables causas de su –como mínimo- errática conducta de la cual Reyes fue testigo principal, con la cual algunas dudas quedarán resueltas con sus declaraciones.

 Gonzalo V. Montoro Gil 


II.-Testimonio de Antonino Reyes respecto a la conducta de Pacheco antes, durante y después de la Batalla de Caseros

 

“LA TRAICION DE PACHECO Y LA BATALLA DE CASEROS”

“Nadie que haya servido en la administración del General Rosas habrá dejado de apercibirse de la preferencia que le merecía este General y con el respeto que hacía fuese tratado en todas partes y por sus subalternos, y mucho más lo advertían todos los que servían al lado del General Rosas, como le ha sucedido al que escribe estas líneas, que ha tenido ocasión de conocer por sí mismo la atención, la delicadeza, el respeto con que ordenaba fuese atendido todo lo que correspondía al General Pacheco, lo cual se consideraba extraordinario y una excepción respecto de las demás autoridades, como voy a demostrarlo“.

“Sin duda que el General D. Ángel Pacheco era un cumplido militar, de orden, y estrictamente observador de las reglas que previene la ordenanza, agregándose a esto que por carácter era de un trato delicado, suave, pero rígido en lo que concierne al cumplimiento del deber de soldado. Sin embargo, si se le estudia en su carrera pública, se le encontrarán pasos defectuosos que no responden ajustadamente a su reputación, quizá por dejarse llevar de animosidades o mezquindades que no faltan en el hombre encumbrado que parece estar llamado a ser lo más perfecto posible para ejemplo de sus subordinados“.

“Había en el General Pacheco inconsecuencias que lo oscurecían por completo y que chocaban con el hombre pundonoroso que parecía dibujarse al través de muchas apariencias engañosas. A pesar de todo pasaban como inapercibidas todas estas deficiencias y el gobernante lo colocaba encumbradamente como una notabilidad militar, como un amigo consecuente, como el reflejo de la lealtad más pura, sin cuidarse de atenciones con otros servidores que se consideraban con títulos y actitudes no iguales, sino superiores, y que no admitían gustosos la supremacía o preferencia en que se colocaba al General Pacheco, siendo ellos de iguales jerarquías militares [1].

“Lo cierto es que estas inconsideraciones dieron su fruto el año 51 y 52 a la conclusión de la administración del General Rosas, debilitándose completamente estos resortes militares hasta en la obediencia, en la unidad de acción, dando lugar a du-das, con falta de energía, de confianza, de la actividad de que antes estaban todos poseídos, para que se desequilibrase todo, haciéndose enfermos unos, con abandono y perjuicio de puestos importantes, renunciando otros, entrando la desconfianza en los demás hasta venir la derrota de la Vanguardia del Ejército el 31 de enero de 1852, fruto exclusivo de lo que dejo expuesto“ [2].

“En el año 33, en la expedición al Desierto en que fue este General de Mayor General y Jefe de Vanguardia, empecé a conocer la preferencia que le daba el General en Jefe, lo cuidadoso y atencioso que era con él, la trascendencia respetuosa con que lo trataba y que imponía a todos, la confianza, todo, todo, manifestaba el aprecio, amistad y confianza que tenía en él“.

“Nunca advertí en el General Rosas nada que desmintiese de este juicio, a pesar de ciertas defecciones que advirtió en él, a no ser ya en los últimos días de su gobierno, que con muchos y muy justificados motivos acabó de conocer el engaño en que estaba. Pero a pesar de ello nunca le oí culpar con acritud al General Pacheco sino solamente guardar silencio y no hablar de él ni nombrarlo“

“El orden en que los Jefes militares hacían sus pedidos oficialmente para armar, vestir o racionar la tropa estaba anticipadamente reglamentado por órdenes al efecto, para que al dirigirse un pedido de los artículos mencionados estuviese a la vista la existencia o no existencia de los artículos, tiempo de las remesas anteriores y faltas de éstos por el número de tropa existente con otras explicaciones que evitaban al Gobernador tiempo y trabajo para conocerlo todo y resolver. Las notas que no venían arregladas a lo que estaba ordenado se devolvían para que viniesen acompañadas de los antecedentes que necesitaba para resolver.

“Esta regla era aplicada al General Mansilla, a los Jefes todos que mandaban fuerzas, a los Comandantes militares, etc., etc., menos respecto de las notas o pedidos que hacía el General Pacheco ni sus dependencias. Esas, viniesen como viniesen, con conocimientos o sin ellos, eran aceptadas, y lo que se hacía era buscar en la oficina del Gobernador lo que faltase, en los Estados Generales o en notas anteriores, buscar el número de fuerzas, las exigencias, lo que se le hubiese mandado antes, hacer cálculos, deducciones y demás, para hacer el pedido supliendo las faltas que se hubiesen cometido por el General o sus secretarios“.

“Generalmente los pedidos del General Pacheco eran deficientes: si pedía municiones para Infantería y Caballería, no decía el número de unos ni otros. Si de Artillería, no decía el calibre; si pedía vestuarios, no decía el número y así todo lo demás“.

“Pero jamás se le hacía observación, ni se le decía algo que pudiera hacerle comprender falta alguna en las notas que pasaba“.

“Por lo años […] [3] tuvo la desgracia de que  su hijo Ángel se pegase un tiro en la cabeza en la Estancia de Talar de López, propiedad comprada por el General. Como sobreviviese al intento de suicidarse, comunicó esta desgracia al Gobernador, quien en el acto llamó a los Doctores Álvarez y Cuenca y me ordenó dejase en el Campamento las prevenciones necesarias por mi falta de los días que fuesen precisos y dirigiese con toda prontitud la marcha de los facultativos nombrados, agregando a ellos creo que al Doctor Durañona y Rivero de los del Campamento; que llegados allí, hiciese presente al General Pacheco lo que sentía S.E. la desgracia acaecida en su familia y que había dispuesto la marcha de los Doctores nombrados por lo que pudieran servir en el caso“.

“El General reunió a toda su familia en la sala de la estancia y allí yo presente le hizo saber a su esposa e hijos la atención y prontitud con que S.E. había ocurrido al saber su desgracia y que esto “no debía ser olvidado jamás por toda la familia”.

“Dirigiéndose a mí me dijo que desde aquel momento él, ni su familia nada tenían que disponer en aquella casa y servidumbre, y que yo ordenase lo conveniente tanto para el hospedaje de los médicos como de peones y soldados que venían conmigo. Pero yo llevaba órdenes terminantes de no permitir que el General o su familia se ocupase de nosotros en proporcionarnos nada más que una habitación. Los soldados y peones afuera, a campo, y separados para que no incomodasen“.

“Tenía orden de llevar todo lo preciso: carne, leña, cocinero, todo servicio y cuanto se precisase para no incomodar ni distraer al General ni familia, que debían contraerse a la asistencia del enfermo“.

“De San Fernando se llevaron reses, leña y todo cuanto se necesitaba y allí se mandaba por medicinas y cuanto recetaban los médicos, cuya asistencia era tan contraída y prolija que hicieron vivir al enfermo varios días a pesar de la gravedad de la herida. Ellos mismos hacían las curaciones con todo esmero y delicadeza y no se separaban un momento del enfermo“.

“El Gobernador mandaba todos los días un chasque a imponerse del estado del enfermo con un mensaje que me encargaba siempre para el General. Yo tenía que informar minuciosamente de todo y de lo que contestase el General“.

En los diarios de esa época creo que se publicó el informe de los médicos“.

“Así que falleció el herido, corrí con todo sin permitir que la familia hiciese gas-to alguno, como se me tenía ordenado. Colocado en un lujoso ataúd se llevó ese mis-mo día en una galera con un crecido acompañamiento bajo un aguacero copioso, y por temor de que creciese el río, y se depositó esa noche en la capilla de San Fernan-do, de donde al día siguiente se llevó a la ciudad a casa del General “[4].

“Concluido todo, di cuenta de mi comisión y el General Pacheco agradeció después a S.E. por una carta en que le manifestaba su gratitud y de toda la familia, haciendo mención muy honrosa hacia mí. Otra carta me dirigió por separado dándome las gracias por la voluntad con que había ocurrido a aliviarle en lo posible en aquellos momentos sus tareas, manifestándome su reconocimiento y de la familia con expresiones de alta estima para mí“.

“Por todo esto y lo que seguiré exponiendo se vendrá al conocimiento de la estimación y alto concepto con que era mirado el General Pacheco por el Gobernador y el respeto que difundía en las demás clases tanta predilección“.

“El General Pacheco en el Departamento del Norte, de donde era Jefe, era absoluto. Nada se ordenaba allí que no fuese de su agrado o por su órgano y hasta los Jueces de Paz eran nombrados con su acuerdo. En lo militar nada se disponía que no fuese por su conducto o con su acuerdo también. Sus facultades eran extensivas hasta para disponer la última pena en las fuerzas de su mando, facultad que no tenía ningún Jefe en la Provincia“.

“En los últimos tiempos, con toda esta autoridad y prerrogativas, era obedecido, pero no querido, ni era simpático el General entre aquellos mismos Jefes que siempre habían militado con él desde el principio de su carrera y hacían crítica de sus veleidades que lo colocaban desairado en su jerarquía militar y lo prueban el modo como procedieron y sus quejas en los sucesos que vinieron desenvolviéndose después“.

“El General Urquiza había empezado sus operaciones sobre el Estado Oriental después del pronunciamiento del 1° de Mayo. El General Rosas había empezado también a ordenar la formación del Ejército en la Guardia de Luján a las órdenes del General Pacheco. Yo creo que habían tenido lugar algunos choques entre el Ejército de la Banda Oriental y el del General Urquiza, como también algunas defecciones de las Divisiones orientales en el Ejército de Oribe en favor de Urquiza. Todo es-to, unido a que se decía que el General Oribe estaba enfermo y que no había en él la energía y actividad que se necesitaba para mandar el Ejército, parece que indicaba la necesidad de otro General“.

“El Gobernador me mandó en uno de esos días a saludar al General Pacheco que había venido a la ciudad / y llevarle un mensaje sobre explicaciones de notas pasadas“.

“El General Pacheco después que me oyó y contestó sobre lo que yo llevaba, me siguió hablando sobre el estado del país, del Ejército en el Estado Oriental y los sucesos que se venían desenvolviendo, agregando lo siguiente: “El General Rosas tiene celos del General Pacheco, es un fantasma que tiene delante y por eso no lo manda a que se haga cargo de ese Ejército que está en el Estado Oriental. Yo le aseguro a V. que el General Pacheco a la cabeza de ese Ejército no es Urquiza y los miserables brasileros lo que le habían de imponer”. Me hizo una reseña de sus servicios, de la superioridad de sus conocimientos militares y de su capacidad para ponerse al frente del Ejército con la ventaja de conocer a los Jefes, por ser la mayor parte de ellos formados por él, pero que desgraciadamente imperaba en el ánimo del Gobernador ce-los y desconfianzas de su lealtad“.

“Combatí hasta donde me fue posible sus ideas, tratando de alejarle sus recelos, manifestándole hechos recientes que estaban con contradicción de sus creencias y que si no lo mandaba S.E. al Estado Oriental era porque no tenía otro General con iguales aptitudes para la organización y dirección del Ejército que se empezaba a formar y que sus conocimientos militares para las operaciones próximas eran una necesidad para el General Rosas, como sus consejos, etc., etc“.

“En el curso de la conversación que seguimos se manifestó algo más tranquilo, pero no convencido de la idea que parece lo mortificaba. Llegó el momento de despedirnos después de haber pasado allí un par de horas largas y en todo el camino hasta Palermo no pudo separarse de mi imaginación aquella conversación con todos sus detalles, con consideraciones de gran peso al ver aquellos dos hombres en sus respectivas posiciones, el uno contrariado por sus dudas y sus pensamientos de to-do punto errados, y el otro en su encumbrado puesto llenándolo de distinciones, tratándolo con toda atención y comedimiento y muy lejos de pensar que alimentaba tales desconfianzas“.

“Yo en conocimiento de tales procederes y conductas de ambos, en rumbo tan opuesto el uno del otro, estaba en situación de juzgar y me hallaba a mi vez muy pre-ocupado al pensar en tan grave acontecimiento, cuando llegué a Palermo a dar cuenta de mi comisión.

¿Qué hacía, callar? En el tumulto de pensamientos en que estaba, abstraído por un mundo de consideraciones, fui llamado por el Gobernador y al llegar a él me interrogó con preguntas sucesivas, y por último: “Se ha tardado V. mucho, ¿que no pudo ver al General a su llegada? Sí Señor, pero ha estado muy expansivo y me tomó en conversación. ¿Sobre qué? Sobre varios puntos, pero sobre uno que no debo ocultar a S.E. porque creo que pueda convenirle saberlo, sin embargo pido a S.E. no mire esto como una delación sino que lo hago llevado por un deseo noble y porque conozca la queja que tiene el General respecto de V.E. Eso es un de-ber de V. no ocultármelo, pues V. sabe el aprecio que hago del General Pacheco y estoy seguro que no han de ser sino cavilosidades. ¿Qué dice el General?”.

Le referí lo que me había dicho recordando en lo posible los conceptos del General Pacheco y le referí también lo que yo le había contestado. Entonces, después de un momento de silencio, me dijo: “¿Eso dice el General Pacheco? Bien, V. que es joven, que conoce mis distinciones y aprecio al General sabrá valorar el tamaño de lo injusto de tales cargos y esto le servirá para conocer el hombre con cuyos esfuerzos y servicios cuenta el Gobernador para salvar el país”. Veremos más adelante“.

“Efectivamente, a los pocos días, ya cuando el General Urquiza se había acercado al Ejército sitiador de la plaza de Montevideo y se empezaban las operaciones muy de inmediato, que se le habían pasado la mayor parte de los orientales al servicio de Oribe, que iban y venían comisionados al campo enemigo y que los Jefes argentinos sentían debilidad en el General Oribe en sus movimientos militares que se atribuían al estado de mala salud, se reunieron dichos Jefes y acordaron mandar cerca del Gobernador de Buenos Aires al Coronel Pedro Ramos a hacerle presente el estado en que se hallaban y que era preciso mandase un General que se pusiese al frente del Ejército, o dispusiese lo que habían de hacer en lo sucesivo para contrarrestar el poder del enemigo porque sentían vacilante al General Oribe en sus operaciones“.

Casualmente me hallaba yo en Palermo cuando acababa de llegar Ramos. No me acuerdo si por medio de Manuelita o Fontana se hizo anunciar indicando el objeto de su venida para persuadir a S.E. de lo urgente que era hablar con él a pesar que por el Capitán del Puerto había sido impuesto del objeto de la comisión que traía.

El Gobernador mandó llamar inmediatamente al General Pacheco anticipando la orden de que entrase así que llegase. Una vez en presencia del Gobernador y después del saludo y cumplimiento de orden le dijo el Gobernador lo siguiente: “Ramos acaba de llegar del Ejército y está esperando que lo llame para darme conocimiento de su comisión: puedes hablar con él y ver lo que trae. Dile que se entienda contigo y te dé cuenta del objeto que lo trae”.

“El General Pacheco salió y después de hablar con el Coronel Ramos largamente volvió a dar cuenta a S.E. de su cometido. Impuesto el Gobernador de la misión del Coronel Ramos, le pidió opinión al General Pacheco sobre lo que se debía hacer y a quién se podía mandar que reuniese las condiciones precisas para  ponerse a la cabeza del Ejército“.

“El General Pacheco después de un rato de silencio, manifestó dudas para dar su opinión y como que no sabía por quién decidirse, pero el Gobernador le dijo resueltamente que creía que quien debía marchar al Ejército era el General Pacheco; que sólo la necesidad podía decidirlo a nombrarlo, pero que no había remedio“.

“Contestó Pacheco que había razones poderosas que se oponían y una de ellas la de que los Jefes no se habían dirigido a él particularmente; que además creía que todos estaban anarquizados y desunidos. “Todas esas son razones de más para que nadie más que tu puedas armonizarlos y alentarlos en el cumplimiento de su deber”.

“Pero nada consiguió Rosas con sus observaciones amistosas y fue Pacheco quien propuso que se hiciese una Junta de Jefes, se nombrase uno de ellos para mandar el Ejército; se hiciese presente al General Oribe la incapacidad en que se hallaba por su enfermedad de hacer frente a las operaciones de la guerra; se le hiciese ganar una galera donde estuviese lo más cómodo posible y así se le tuviese en el Ejército guardándole todas las inmunidades y consideraciones que merecía por su clase“.

“Se apoyaba el General en esta opinión en que las fuerzas que formaban en el Ejército eran casi todas argentinas por haber defeccionado la mayor parte de los orientales“.

“Acordado y arregladas estas dificultades le encargó al General Pacheco de la redacción de un pliego de instrucciones para que los Jefes del Ejército procediesen en este sentido y firmado éste por el Gobernador fue despachado el Coronel Ramos de regreso de su urgente comisión“.

“Yo, que estaba escribiendo en la Sala en que tuvo lugar esta conferencia, tuve ocasión de conocer la prudencia con que procedió el Gobernador en esta emergencia teniendo presente, como tuvo, la idea y queja vertida por / el General por no mandarlo a ponerse al frente del Ejército, lo que atribuía a celos y desconfianzas. ¿A qué venía ahora esa resistencia a admitir lo que ayer quería? No lo sé. A su vez el General Rosas se quejaba de esta contradicción y hasta dudó de la exactitud de mi relato en vista de lo que le había pasado“.

“Más tarde tuvo ocasión de ver en el General Pacheco una conducta dudosa, incierta, a que él llamaba cavilaciones, pero que yo no alcanzo de definir. Sin embargo, no cesó en darle pruebas de confianza“.

“Pero volvamos al despacho del Coronel Ramos, que era conductor de las instrucciones que debían observar los Jefes del Ejército. Llegado Ramos al Rosario Oriental, lo esperaban allí uno o dos oficiales que tenían orden del General Oribe de conducirlo a su presencia con orden de no dejarlo comunicar con nadie“.

“Así lo hicieron éstos y una vez en presencia del General Oribe, le dijo: “Ya sé el objeto de su viaje a Buenos Aires y en tal virtud le prevengo a V.S. se abstenga de dar a los Jefes del Ejército las órdenes o instrucciones que traiga del Gobernador Rosas, bien entendido que si V.S. lo hace contraviniendo la orden que le doy como General en Jefe del Ejército, le he de bajar a V.S. la cabeza de sobre los hombros. Entre tanto quédese V.S. aquí, en mi tienda, hasta segunda orden”.

“Así que supieron los Jefes la llegada de Ramos, todos vinieron a saber el resultado, pero Ramos guardaba silencio y nada decía sino que el General Rosas los abrazaba a todos, hasta que comprendieron la prohibición que tenía cuando no se separaba de la tienda del General“.

“Entre tanto los arreglos con el General Urquiza se realizaban y uno de los mismos Jefes argentinos tomó parte en ellos y contribuyó a que se llevasen a cabo“

“Se hicieron correr mil versiones que contribuían al desaliento de todos, y sembraron entre todos la desmoralización más completa porque se creían abandonados a su suerte“.

“Cuando todo estaba concluido, entregados y en desbande todo el Ejército, sin caballadas, sin armas, sin Parque, recién entonces mostró el Coronel Ramos las instrucciones firmadas por el General Rosas para que nombrasen de entre ellos un Jefe que hiciese las veces de General; que se abriesen paso y marchasen a encontrarse en Entre Ríos con otra columna que se desprendería de Buenos Aires para reforzar el Ejército y batir el enemigo“.

“Me referían los mismos Jefes que la desesperación, entre ellos, subió de punto, pero ya no tenía remedio: todo estaba acabado“

“Dejemos aquí al General Urquiza en posesión del Ejército sitiador y de todo lo que le pertenecía y en marcha al Entre Ríos para prepararse a pasar el Paraná e invadir a Buenos Aires con todos los elementos combinados que tenía a su disposición, para ocuparnos del General Pacheco“.

“Rosas por su parte ordenó la formación de un Cuerpo del Ejército en la Guardia de Luján (hoy Villa de Mercedes) a las órdenes del General Pacheco como Comandante en Jefe del Departamento del Norte, a quien encargó exclusivamente la organización de sus milicias y la reunión de todas las fuerzas que hubiesen en él con facultades para proceder sin consulta y según creyese conveniente“.

“El General Mansilla, Jefe Accidental de ese Departamento y que comprendía que este nombramiento en Pacheco lo ponía bajo sus órdenes con las fuerzas que había mandado por tanto tiempo hasta en acciones de guerra como en la gloriosa batalla del Paso de Obligado, Barrancas de San Lorenzo, etc., en que había hecho conocer un valor / a toda prueba y cubierto de gloria las armas argentinas, no estaba conforme y al poco tiempo se fingió enfermo y vino a la ciudad donde permaneció sin regresar a San Nicolás a ponerse a la cabeza de las fuerzas de su mando“.

“Indudablemente que el General Mansilla era hombre de otro temple, de acción más enérgica y simpático entre sus subordinados, y como militar bastantemente aventajado para dar dirección a los elementos que había que oponer a la invasión del General Urquiza, pero nada era superior a la distinción que el Gobernador atendía a su predilecto General Pacheco para colocarlo en primera línea con menoscabo de otro General que se consideraba con méritos bastantes para no aparecer inferior y preciso es decirlo a pesar de todo: el General Mansilla no le infundía bastante con-fianza a Rosas. Recelo infundado, injusto, y que no había razón para tales desconfianzas“.

“Así que el General Mansilla sintió la acción de aquella autoridad, se fingió enfermo de gravedad y fue su Señora con médicos a buscarlo. Vino a la ciudad para no volver más a su destino, quedando así el General Pacheco hecho cargo de todo el Departamento, que organizó como quiso y dispuso de la colocación de todas las fuer-zas según le pareció más conveniente“.

“En uno de sus viajes de inspección llegó al 25 de Mayo donde había alguna fuerza de guarnición y allí tuvo una comida con los oficiales, donde asistieron algunos Jueces de Paz de las inmediaciones, y entre ellos un Señor Cabrera, Juez de Paz de La Encarnación, pueblo que había formado dicho General nombrando él mismo sus autoridades“.

“Este Señor Cabrera, Juez de Paz de La Encarnación, se presentó en el Campamento a hacerme presente para que lo pusiese en conocimiento de S.E.que, habiendo asistido a la comida que el Jefe y Oficiales del 25 de Mayo habían dado al General Pacheco, se había brindado allí porque el General Urquiza consiguiese los fines que se proponía al invadir la Provincia, y que el General Pacheco había aceptado y respondido a dicho brindis, siendo muy general entre sus ayudantes que el General estaba de acuerdo con el General Urquiza“.

“La denuncia era demasiado grave para que yo me hiciese cargo de transmitirla y lo que hice fue detener al individuo e irme con él a Palermo para que hablase él mismo con el Gobernador y le impusiese de lo ocurrido. Todo esto sucedía cuando el General Pacheco había venido a la ciudad y estaba en su casa“.

“Llegué pues a Palermo con el Señor Cabrera y así que entré al despacho de S. E. le impuse de lo que venía a denunciar Cabrera y que lo había traído conmigo para que hablase con S.E“.

“Era de creerse que aquella noticia no le fuese muy agradable al Gobernador y que una vez impuesto tomase medidas para averiguar lo cierto o medidas enérgicas represivas, pero nada de esto sucedió. Después de un rato de silencio y en que no se demostró contrariado, me dijo: “Bien, vaya V. y dígale al General Pacheco lo que ha venido a decir Cabrera, el Juez de Paz que el mismo General nombró en La Encarnación, y después que quede bien enterado, dígale queda a su disposición, que lo mande a la cárcel o disponga lo que le parezca, que el Gobernador está satisfecho de su lealtad”.

“El General se manifestó disgustado y sólo me dijo que dijese a S.E. que él iría a hablar con él; que en cuanto a Cabrera no quería verlo, que se retirase y que no volviese a presentársele delante“.

“Siguió después el General en la organización de las fuerzas en la Guardia de Luján y al mando de todo el Departamento“.

“Se mandaron varias divisiones formadas en el Cuartel General de contingentes pedidos a los Juzgados de Paz del sud y que marcharon a las órdenes del Coronel Bustos, Mayor Alegre y otras partidas con que formó el General Pacheco una fuerte División de Caballería al mando del Coronel Lagos, D. Hilario, y en la que estaban el Coronel D. José C. Sosa, Mayor Marcos Rubio, Albornoz y muchos Oficiales valientes. Esta División la situó en el centro del Departamento contrariando los deseos del Coronel Lagos de adelantarse y situarse del otro lado del Arroyo del Medio“.

“El General Urquiza entre tanto pasaba su ejército y se situaba en la margen del Paraná, Provincia de Santa Fe“.

“El grueso de las fuerzas del norte estaba en la Guardia de Luján y las fuerzas santafesinas al mando del General Echagüe venían en retirada y estaban situadas a la altura de San Nicolás“.

“Los momentos eran premiosos y cuando todo se aprestaba a esperar el ene-migo invasor, renuncia el General Pacheco el mando en Jefe del Departamento pretextando enfermedad y dando otros motivos frívolos. El Gobernador no sólo le contestó oficialmente no aceptando la renuncia, sino que le escribió particularmente llamándole la atención sobre el momento en que daba aquel extraño paso, pero el General reiteró su renuncia dando por motivos que el espíritu militar estaba relajado, que los Jefes recibían órdenes secretas y que él no podía aparecer como Jefe cuando no era ciegamente obedecido.

“Las renuncias fueron repetidas y esto cuanto más se acercaba el enemigo, hasta que ya en enero del 52 se convinieron a una conferencia y eligieron un edificio conocido con el nombre de “La Panadería de Rodríguez”, que está situada del otro lado del Arroyo de Morón“ [5]

“Cuando esto tenía lugar ya estaba el Gobernador en el Campamento de Santos Lugares donde había salido para dar dirección más inmediata a las fuerzas que se estaban reuniendo y urgido por la exigencia de unos quinientos hombres que se le habían sublevado al General Urquiza y que habían llegado a Santos Lugares (esto lo explicaré por separado), donde me costó contenerlos porque querían pasar a ver al Gobernador donde se hallase y sólo se detuvieron allí a condición que comunicaría su llegada y que esperasen lo que contestase S.E“.

“La contestación fue que esperasen allí, que él llegaría pronto a aquel lugar. Así fue: llegó a los dos días y fue recibido por estos soldados que eran del Ejército argentino que había estado en el sitio de Montevideo, y lo recibieron con muestras de un loco entusiasmo, de un frenesí que rayaba la locura“ [6].

“Salió pues a la conferencia mencionada con el General Pacheco cuya cita se dieron en el punto indicado, advirtiendo que ya el General Pacheco se había reconcentrado con su Ejército o fuerzas y se había situado en el Puente de Márquez, cuyo paso era necesario sostener a todo trance según indicación del Gobernador. Estaban pues cerca las fuerzas de Pacheco con las de Santos Lugares y también estaban allí las fuerzas santafesinas al mando del General Echagüe. Sólo quedaba a vanguardia de Pacheco las fuerzas que mandaba Lagos y Sosa, Coroneles, dependientes del General Pacheco“.

“Después de la salida del Gobernador a la referida conferencia, a las pocas horas se me presentó en Santos Lugares el Coronel Don Ramón Bustos que como ya he dicho estaba en la División de Vanguardia al mando de los Coroneles Lagos y Sosa. Me dijo a su llegada: “He venido junto con Pacheco que viene a verse con el Gobernador al otro lado del Arroyo de Morón y los he dejado juntos, pasando yo a hablar con V. por un importante asunto, para que se lo diga a S.E.: que Pacheco nos está traicionando, tenemos la evidencia y estamos persuadidos y es preciso que lo sepa el Señor Gobernador”.

“Así que le oí este preámbulo, le dije: “es inútil que continúe diciéndome más, porque tengo orden del Señor Gobernador para detener, hasta que él venga, todo Jefe u Oficial de las fuerzas de Vanguardia”. A pesar que él se resistía a obedecer esta orden, porque decía que al presentarse al Gobernador y pedirle permiso para pasar a hablar conmigo, le había dicho no se demorase por estar el enemigo ya muy cerca (esto era como el 28 de enero). Sin embargo, lo obligué formalmente y tuvo que ceder“.

“Serían las doce de la noche cuando regresó el Gobernador de su conferencia. Lo esperaba yo en esos momentos y al bajarse del caballo entramos juntos a la habitación que él tenía y me dijo lo siguiente: “Por fin ya hablé con Pacheco y estamos de acuerdo en sostener a todo trance el Puente de Márquez para detener al enemigo. En cuanto a las renuncias, no son más que cavilaciones y majaderías de este hombre. Es preciso tener paciencia con él”. Lo noté contento y satisfecho“.

“Pasó después a preguntarme por la entrada y chasques que hubiesen venido, de todo lo que fue impuesto. Seguidamente le dije: “llegó el Coronel Bustos a hablar conmigo sobre un asunto de servicio para que lo pusiese en conocimiento de S.E., pero he creído que debía ha- / blar con S.E. mismo y lo he hecho demorar. Él no quería, pero yo le he dicho que tenía orden para detener hasta la vuelta de S.E. a to-do Jefe u Oficial que viniese de Vanguardia. ¿Y que trae, me preguntó? “No he querido imponerme porque es con relación al General Pacheco y he querido que él mismo se lo diga al Señor Gobernador. Bien, hágalo entrar

“Entró Bustos y habló con el Gobernador. Salió después y se marchó a esa misma hora con un vaqueano que yo le proporcioné. Entré enseguida y lo encontré muy preocupado y pensativo paseándose bajo los corredores que tenía la casa. Era otro hombre del que yo había visto momentos antes de su llegada. Siguió paseándose mientras yo esperaba órdenes y de pronto me dijo: “retírese a descansar y dejemos el trabajo para mañana”. Supe después que esa noche durmió poco, así es que muy temprano me llamó cuando ya estaba trabajando“.

“Llegó el 31 de enero. Esa noche, la noche del 30, se había trabajado toda la noche y dejamos el trabajo al salir el sol del 31. Me retiraba yo a mi rancho cuando al salir veo que le preguntaba un hombre que llegaba a caballo al soldado de guardia por el Gobernador o el Mayor Reyes, y al oírlo y presentármele me dijo estas palabras de parte del General Pacheco: “Que el General mandaba decir a S.E. que se retiraba del Puente de Márquez y abandonaba aquel paso porque el enemigo trataba de sorprenderlo esa noche”.

“Apenas podía creerse este mensaje, así es que al transmitirlo a S.E. no quería creerlo, dudaba, y me mandó dos veces a que rectificase lo que decía. “¿Cómo es posible, decía Rosas, que el General Pacheco abandone el Puente de Márquez por temor de que el enemigo lo sorprenda? Pues sorprenda él al enemigo. ¿Cómo deja cortados cuatro mil hombres que están aquí en la Choza? (y señalaba el plano). Si es esto así el General Pacheco debe haber venido a hablar conmigo y debe estar por ahí, véalo. Salí, pero no encontré tal General”.

“Estaba tan inquieto, tan cuidadoso, y en tanta duda, como nunca lo había visto, que le propuse ir a ver si era efectivamente cierta la retirada. A esta proposición me contestó: “¿para que el General Pacheco crea que yo lo mando espiar? No Señor, no puede ser, el hombre está lleno de desconfianzas”. Retírese no más, voy a descansar”. Pasó un cuarto de hora y me mandó llamar. Lo encontré levantado y siempre preocupado con la retirada, con el General Pacheco y con las fuerzas en La Choza. Estaba mirando el plano“.

“Alzó la vista y me dijo: “¿decía V. que iría a ver si efectivamente Pacheco se ha retirado dejando abandonado el paso del Puente? Sí Señor. ¿Y cómo va a hacer para que este hombre no lo vea y crea que yo lo mando?”. Lo tranquilicé a este respecto y salí solo y de sombrero y poncho“.

“Lo que llegué a las alturas de Caseros y divisé el camino real, ya vi el polvo de las columnas de Caballería que venían por el camino y andando algo más vi la Infantería y Artillería campando en la costa del Arroyo de Morón. Entre los grandes hinojales encontré partidas en fogones de la gente de Echagüe, santafesinos y esos me in-formaron de todo, diciéndome también que habían sentido un tiroteo hacia La Choza donde estaba Lagos, Sosa y demás con la División a Vanguardia“.

“Regresé a dar cuenta de mi comisión diciéndole a S.E. lo que había visto y oído. Me oyó con marcadas muestras de disgusto, pero sin proferir ninguna palabra. Lo que hube concluido me hizo retirar encargándome que si venía el General Pacheco le avisase que él se iba a recostar un rato. Me retiré a mi alojamiento que estaba inmediato y me recosté, pero al poco tiempo llegó el Señor Doctor Victorica y me dice que venía de parte del General a hablar con S.E. Vacilé para anunciarlo por la orden que me había dado hacía poco y por estar descansando, pero al fin me resolví y lo anuncié. Estuvo un rato sin contestarme, y después me dijo que lo hiciese entrar incorporándose un poco en la cama o catre en que estaba acostado“.

“Al entrar el Señor Doctor oí que le interrogó por omisión en una carpeta que le había dirigido por orden del General Pacheco. Ignoro lo que enseguida le hizo presente el Señor Doctor en virtud de la comisión que traía. Pronto salió“.

“Al muy poco tiempo de este incidente se presentó un oficial con varios individuos de tropa de la División que estaba en La Choza al mando de Lagos y Sosa diciendo que eran de los derrotados que habían tomado en distintas direcciones; que habían sido atacados por la Vanguardia al mando del General Galarza y que habían sido completamente derrotados“.

“Los detuve y di cuenta al Gobernador, quien me dijo que era preciso esperar. Muy enseguida vino otro y otro grupo con la noticia que otros grupos tiraban en dis-tintos rumbos. Entonces el Gobernador me ordenó que saliese inmediatamente con esta misma gente y algunos Oficiales del Cuartel General a contener estos grupos dispersos y a reunir toda esa gente en un punto hasta que llegase alguno de los Jefes, quien debía ponerse a su cabeza para ir organizándolos“.

“Efectivamente se reunieron más de dos mil hombres y habiendo llegado allí el Coronel Lagos y Sosa, se recibieron de toda esta gente y después de dar sus disposiciones pasaron al Cuartel General a dar cuenta y recibir órdenes“

“Se manifestaron conmigo estos dos Jefes muy disgustados con la conducta que había observado con ellos el General Pacheco durante el tiempo en que habían estado bajo sus órdenes; que por último habían venido en dispersión buscando la incorporación con la fuerza que él tenía en el Puente de Márquez, cuyo punto debía ser defendido por él, y se encuentran en completa derrota por haberles faltado este apoyo“.

“Efectivamente, que este era el objeto de la situación y permanencia del General Pacheco en el Puente de Márquez: que sirviese de apoyo a las fuerzas avanzadas. Si el General Pacheco hubiese estado con las fuerzas de su mando y las del General Echagüe en aquel punto cuando las que estaban en La Choza fueron desechas y perseguidas por el enemigo y buscaron éstas su apoyo para rehacerse, hubiera obrado con ventaja sobre las del enemigo con sus caballos cansados en la persecución, saliendo a su encuentro con tropas de refresco y suficientes para batir a los que venían sin formación en grupos persiguiendo en todas direcciones“.

“¿Cuánta consideración, cuánta observación, cuánta duda no merece la conducta y el proceder de este Jefe? Todos sus Jefes lo culpaban, le hacían reproches y murmuraban, pero nadie se encaró a demostrarle que procedía mal, claro está que por respetos al que le había dado tanta preponderancia y lo miraba con tanta predilección. No se escapaba el mismo General Rosas a la crítica de todos por su tolerancia“.

“El General Pacheco abandonó el importante puesto que se le había confiado y con su abandono dio al enemigo el primer triunfo completando la derrota de cinco mil hombres, desmoralizando con él a todo el Ejército“.

“El General Rosas con su tolerancia o su silencio a la vista de este hecho vergonzoso, mostró pequeñez, debilidad o temor de ocupar la actitud que habría asumido otro General en esos momentos críticos, con toda la energía que es necesaria en esos casos sin miramiento alguno. El General Rosas fue muy culpable en este caso, a la vista de todos por su inconcebible tolerancia, que no se le había visto nunca tenerla con nadie“.

“Pasado todo esto así, y después de haber entregado los grupos dispersos que yo había hecho reunir a los Coroneles Lagos y Sosa, regresé al Cuartel General y al llegar a mi alojamiento que estaba inmediato a la casa destinada al Gobernador me encontré en el patio con el General Pacheco y el Coronel Bustos conversando y esperando que lo llamase el Gobernador a quien se había hecho anunciar“.

“Así que me vio el General Pacheco me llamó y después de saludarnos me dijo: “Ya sabrá V. lo ocurrido con la Vanguardia; ninguna parte tiene el General Pacheco en este lamentable desastre, así se lo he escrito a mi Señora para que lo haga presen-te a todos y no se crea por los federales que Lagos ni Sosa han obedecido mis órdenes”. Estas fueron sus palabras“.

“En seguida me dirigí a ver al Señor Gobernador y dar cuenta de mi comisión y avisar a S.E. que el General Pacheco esperaba“.

“A mi salida me encargó hiciera entrar al General, quien entró inmediatamente. Yo no puedo decir lo que pasó ni qué se dijeron, pero puedo asegurare que al instante salió el General Pacheco algo agitado y partió. El General Rosas se paseaba en un corredor. Creo que en esos momentos estaba en su mesa escribiendo el Doctor D. Bernardo Irigoyen, que quizá pueda haber oído algo, o el Doctor Victorica, que era Secretario de Pacheco y que por consiguiente estaba a su inmediación y con quien ha podido tener algún desahogo“.

“El hecho es que el General Pacheco ya no fue a ponerse a la cabeza de las fuerzas que mandaba y que estaban campadas en la costa del Arroyo de Morón, sino que se dirigió a la chacra del Mayor o Teniente Coronel D. Jorge Wuitlle que estaba frente a Caseros y donde permaneció hasta el 3 de febrero“.

“Seguiremos este relato puesto que nos hemos propuesto referir la conducta del General hasta después de la Batalla de Caseros o hasta ese momento en que cayó la administración a que servía“.

“Al día siguiente de los sucesos que hemos referido de la derrota del 31 de enero de la Vanguardia que estaba en La Choza, es decir, el 1° de febrero a la madrugada de ese día, al concluir el trabajo de oficina mandó el General ensillar su caballo y me ordenó fuese con él, acompañándonos un soldado López, ordenanza“.

“Nos dirigimos a unas alturas que hay entre la chacra de Fiorini y Pedriel cerca de donde estaba campado el General Pinedo, y tomando por base el Campamento de éste a la izquierda y los bañados de Pedriel a la derecha, señaló la línea que debía ocupar el Ejército para situarse allí y dar la batalla después de estudiar bastante el terreno y marcar la situación de la Infantería, Artillería, Caballería e indios amigos que estaban desde el principio en Santos Lugares y que estaban reglamentados y sujetos a la disciplina que se les había impuesto, acostumbrados al orden que guardaban los de-más cuerpos“.

“Regresábamos ya para el Campamento cuando se presentaron el Coronel Costa, Maza, Quesada, Bustos, Mayor Fontes y algún otro que no recuerdo, y habiéndoles hablado del campo elegido, le objetaron que no era a propósito y que el lugar que ellos creían más aparente era Caseros en la misma casa, campo más extenso y que llenaba las condiciones requeridas para operar la Caballería libre de obstáculos y dirigir sus tiros la Artillería con ventajas para la Infantería, casa para hospital, etc“.

“El General Rosas les hizo sus observaciones por la limpieza del campo y ventaja en / sus alturas, pero al fin cedió y quedó convenido en que sería en Caseros la reunión de todo el Ejército y se dio orden al General Pinedo para que hiciese allí la reunión de los cuerpos tanto de los del Ejército como los que viniesen de la ciudad, Palermo, Divisiones del Norte, etc., etc“.

“Inmediatamente se dio cumplimiento y empezaron a ocupar sus respectivas posiciones las fuerzas que iban moviéndose hacia aquel punto por prontas órdenes que se impartieron al efecto“.

“Esa misma tarde marchó el General para aquel punto dejando ya sus órdenes a varios cuerpos para seguirlo y yo, con orden de activarlo todo, quedé todavía en arreglos preventivos equipando los cuerpos que iban marchando, arreglando los indios, el Batallón de mi mando, mandando el archivo a la ciudad, lo más importante, y esperando órdenes“.

“En la tarde del 2 vino un Ayudante del General a decirme que ordenaba S.E. saliese del Campamento lo más pronto que pudiese llevando a Caseros el Batallón de mi mando, indios amigos y cuantos hombres hubiese armados y todo lo que pudiese llevar en carretas del Parque, muy particularmente municiones, pues el enemigo era muy probable tratase de apoderarse esa noche del Campamento“.

“En vista de esta orden no perdí momento, procedí como se me ordenaba y salí a eso de oraciones con el Batallón de mi mando que constaba como de ochocientas plazas, más agregado el Batallón Costeros, indios amigos al mando del Cacique Nicasio y como quinientos hombres de Caballería de partidas, hombres sueltos y presos por delitos leves, que los demás se mandaron a la cárcel de la ciudad“.

“El Capitán D. Olegario Gordillo, Comandante del Parque, quedó con orden de acabar de cargar las carretas que allí había y marchar a ponerse al frente de su Compañía en mi Batallón. Este Oficial, después que cargó todo lo que pudo en la mañana del 3, como quedasen algunas municiones en el Parque hizo un reguero de pólvora hasta algo lejos de los almacenes y le pegó fuego e hizo volar el gran almacén con todo lo que allí había. Esto lo hizo sin orden para ello y de su propia voluntad“.

“Llegado a Caseros, como a la diez de la noche busqué al General que estaba inmediato a la casa y le pedí orden para la colocación de la fuerza que iba conmigo, a lo que me contestó que no era posible darle colocación en ese momento, que se haría al aclarar y que hiciese descansar y campar donde estuviesen. “Dé V. sus órdenes y venga”.

“Volví y lo encontré recostado en su apero y me hizo sentar enfrente con mi caballo de la rienda. “¿Ya dispuso todo, me dijo, hizo campar los indios? Bien está, mañana se arreglará todo”.

“Siguió un rato de silencio y después me dijo: “Aquí he estado oyendo el consejo de los Jefes sobre lo que debemos hacer y cada uno me ha dado su opinión. Por su-puesto que no son de opinión que se dé la batalla sino que ganemos la ciudad con la Infantería y Artillería y mandar la Caballería al Sud para venir con los indios, pero ya sabe V. que soy opuesto a mezclar este elemento entre nosotros, porque si soy vencido no quiero dejar arruinada la campaña. Si triunfamos, ¿quién contiene los indios? ¿Si somos derrotados, quién contiene los indios? No hay remedio, ya estamos aquí, es preciso dar la batalla, sea lo que sea“.

“¿Pero sabe V. quiénes me han hablado con más exactitud y han expresado sus opiniones con más claridad y de acuerdo con mis ideas hasta en la elección del campo en que se debía dar la batalla? El Salvaje Unitario Coronel Chilavert y D. Pedro José Díaz. Ellos también son de opinión de esquivar la batalla, pero no hay remedio, es preciso jugar el todo, ya hemos llegado aquí y no se puede retroceder“.

Me alegro Señor que las ideas del Coronel Díaz en particular hayan merecido la aprobación de V.E.”.

“Esto se lo dije así porque yo se lo propuse para mandar una División de Infantería y por mí lo aceptó. Era la primera vez que el Coronel D. Pedro José Díaz hablaba con Rosas y yo tenía ganas de saber la impresión o efecto que le había causado esta entrevista, y en efecto muy luego me encontré con el Coronel Díaz y le pregunté cómo le había ido y qué juicio había formado de aquel hombre que lo había tenido seis años preso“.

“El Coronel Díaz, con esa franqueza militar que lo caracterizaba, me dijo: “Qué equivocado he estado respecto de este su Gobernador, hemos hablado mucho, con franqueza, y estoy muy contento. Ya sabe, soy unitario, pero le he de servir como le he dicho a V., puede V estar seguro de ello”. [7]

“Amaneció el 3 de febrero y todo se dispuso en orden de batalla, encargándose de la Derecha a los Coroneles Costa, Maza y Hernández, y Centro e Izquierda a los Coroneles Chilavert, Díaz y Sosa“.

“Dejo de entrar en pormenores sobre las faltas que cometió el General Rosas en no tener un Jefe de Estado Mayor, ni un General que dispusiese y ordenase la formación del Ejército y mandase como Mayor General, ya que él quería reservarse el Generalato en Jefe“.

“En la línea, pues, faltaba la voz de un General que colocado en un lugar conveniente observase todos los movimientos de la línea y dispusiese lo conveniente. Este error, esta falta tenía que dar sus frutos, como los dio, y todo redundó en beneficio del General Urquiza“.

“El General que debía haber ocupado este puesto era el General Pacheco, pero este General no volvió a vérsele después de la entrevista con el Gobernador el 31 de enero después de la derrota de la Vanguardia, y en la tarde de ese día y el día tres se supo por varios individuos que venían a incorporarse al Ejército de los partidos de San Fernando y San Isidro, que con su escolta tomaba la dirección hacia su Estancia en el Talar de López, del otro lado del Río de las Conchas. Esto lo hizo el General Pacheco en momentos que se guerrilleaban los dos Ejércitos desde la salida del sol“.

“Estos mismos individuos que habían hablado con el General Pacheco que, entre otros, recuerdo los nombres de D. José Antonio Leiva y D. Angel Sagasta, decían que el General, al saber que iban al Ejército, les había dicho que no hiciesen tal cosa, que en el Ejército no había disposición, que todo estaba mal arreglado y que se iba a perder la batalla y todo por no estar en el Ejército el General Pacheco. Esto me lo dijeron estos individuos, como lo dijeron a otras personas y lo repitieron otros más“.

“Queda pendiente la consideración sobre la conducta de este General en todas estas emergencias, que son la verdad pura y neta de todo lo que ha pasado“.

“En resumen, el General Pacheco abandonó el puesto que se le había confiado como importante para sostenerlo y demostró ser así al haber venido las tropas derrotadas en La Choza buscando su incorporación para rehacerse y obrar con provecho, las que estaban en descanso o que debieron estar allí, y se encontraron sin un solo hombre en aquel punto, por lo que se completó la derrota iniciada hasta entonces“.

“Si el General Pacheco hubiese estado en su punto a guardar, y que abandonó por el solo hecho de haber recibido esa noche un papelito del Coronel Bustos en que le prevenía que el enemigo lo iba a sorprender esa noche, lo que fue bastante para abandonar su puesto. Si hubiera estado, digo, habría sido derrotada la Vanguardia del General Urquiza mandada por Galarza. Véase la importancia para el enemigo con el resultado de este hecho por la desmoralización que causó en el Ejército, todo debido al General Pacheco“.

“Véase después la conducta del General al estarse guerrilleando los dos Ejércitos y cuán criminal era al esparcir ideas desalentadoras en ese supremo momento en el Ejército“.

“Es inconcebible, no puedo explicarme procederes tan ajenos al carácter militar, tan arraigado y / a la cultura y suavidad y miramientos que eran propios en el General Pacheco. Todo demuestra un cambio completo en el General“.

“Fue muy sabido entonces que decía el General Pacheco que si se había retirado del Ejército era porque el Gobernador lo habría mandado degollar por D. Máximo Terrero y un capataz Calderón. Puedo y debo asegurar que esto no pasó de una miserable invención y que basta el nombre de las personas que se decían comisionadas para el degüello para consignar este hecho al más alto desprecio“.

“Puedo asegurar que el General Rosas no nombró en nada ni recordó al General Pacheco, absolutamente, desde la tarde del 31, que entró a hablar con el Gobernador y que sólo estuvo un instante con él“.

“En Montevideo, en una ocasión que lo vi y en una larga conversación que tuvimos y donde nos explicamos largamente, me significó un gran respeto y admiración por el General Rosas, y diciéndole yo lo que se había dicho dándole a él como autor, me negó redondamente y con insistencia, asegurándome que esas no eran más que voces y embustes de los enemigos. Que si él se había retirado el día 3 a su estancia era porque el Gobernador no lo había llamado y que él creía que no tenía confianza en él“.

“Fue tan reprochada la conducta del General Pacheco que hasta el mismo General Urquiza, hablando un vez en Palermo sobre la conducta última de Pacheco me dijo estas terminantes palabras: “Pacheco debió quedar tendido en el campo de batalla antes que dejar solo a Rosas, pero es un ‘fundilludo’ [sic] que sólo Rosas le daba importancia”.

“Al diseñar la figura que hizo el General Pacheco en la época del Gobierno de Rosas, insensiblemente he ido refiriendo los hechos hasta que su personalidad vino a ser insostenible en aquel Gobierno por las causas que ya he explicado, y por seguir el relato a su respecto he seguido hasta la batalla de Caseros narrando lo sucedido porque todo ello está identificado con el rol que jugó dicho General“.

………

El 31 de Enero […] se hallaba ese día el General Pacheco, que era el Puente de Márquez, y de donde se retiró antes de darse la acción a cinco leguas o más de este punto o vanguardia y en cuya acción no tuvo injerencia alguna el General Pacheco, como me lo dijo él mismo como para sincerarse de este hecho de armas que, por no haberse hallado en el Puente de Márquez como debió, no se obtuvo en ese día una completa victoria sobre la Vanguardia del General Urquiza.



Notas:

[1] En una hoja suelta de dimensiones pequeñas y que forma parte de este apunte, Reyes escribió: “Sin embargo para ellos no había esas consideraciones, esos miramientos ni esa dispensa hasta en minuciosidades exigidas a todos en la correspondencia oficial. No es esto solo. Para probar lo expuesto y que el General Pacheco era una excepción entre todos los subordinados de aquella administración basta recordar que sólo el General obtuvo la ubicación de un área del campo de consideración al norte, cuando todos los expedientes sobre terrenos estaban pasados y con orden de no darles providencia sobre ellos. La posición del General Pacheco le dio posesión del Talar de López inmediato a las Conchas, que compró”. La última oración aparece tachada en la hoja.

[2] Muy interesante y complementario sobre la conducta de Pacheco en vísperas de Caseros es el relato que le hace a Saldías el esposo de Manuelita Rosas. Máximo Terrero a Adolfo Saldías, Londres, 17-01-1888, en AGNA, VII. 275.

[3] Espacio en blanco. Los hechos que narra tuvieron lugar la última semana del mes de mayo de 1851.

[4] Cuando se produjo el fallecimiento de Ángel, Rosas comisionó el 26 de mayo Rosas a Pedro Ximeno para que acompañara y ayudara al General Pacheco y su Señora en todo lo que necesitaran. En su informe, Ximeno da cuenta del cumplimiento de la orden y del numeroso cortejo que acompañaron sus restos hasta el Cementerio del Norte, entre el que se destacaba Miguel García, Agustín de Pinedo, Tomás Guido, Baldomero García Felipe Elortondo y Palacio, Eduardo Lahitte, Adeodato de Gondra, Juan Antonio Garretón, Miguel Otero y Manuel Reinoso. Véase Pedro Ximeno, Capitán Interino del Puerto, a Juan Manuel de Rosas, Gobernador y Capitán General de la Provincia de Buenos Aires, Buenos Aires, 27-05-1851, en La Gaceta Mercantil, n. 8265, Buenos Aires, 29-05-1851, p. [3], c. 2-4.

[5] En la edición de Historia de la Confederación Argentina de 1892 no hay ninguna referencia al encuentro en la “panadería de Rodríguez”. Sí en la de 1911, t. V, p. 281, en la que Saldías se valió de este manuscrito o bien de otra versión del mismo por algunas variantes que se advierten en las transcripciones que hace. 

[6] Reyes se refiere a la sublevación de la División de Aquino. Saldías narra el hecho en base a “referencias” de Antonino Reyes en Historia de Rosas, etc., cit., t. III, Buenos Aires, 1887, p. 860 y en idénticos términos en Historia de la Confederación, etc. cit., t. V, Buenos Aires, 1892, p. 292-293.En la edición de 1911, ya en posesión de los manuscritos de Reyes, añade la transcripción de un pasaje sobre el entusiasmo de esa tropa ante la presencia de Rosas, pero en términos diferentes al del texto que hemos transcripto aquí. Son estos: “Mucho trabajo me costó contenerlos allí, bajo promesa de que comunicaría al señor gobernador su llegada, y que esperasen la contestación. Cuando regresó el mensajero lo rodearon y me pidieron fuese allí a leer lo que contestaba S.E. En rueda de cabos, sargentos y oficiales les leí lo que disponía el gobernador, que esperasen que al día siguiente iría a verlos. Al día siguiente llegó el gobernador. Yo presencié el momento en que entró a caballo en el centro de las cuadras donde estaban aquellos hombres alojados. En el acto se reunieron a su alrededor todos, todos, victoreándolo; le besaban la mano, lo abrazaban y lo estrechaban con todo cariño. Allí estuvo con ellos mucho rato y de allí lo siguieron muchos a su alojamiento”. Las variantes parecen indicar Saldías se valió de otra versión de este manuscrito. Lo mismo resulta de la transcripción que hace en la misma edición (1911) de un pasaje que no figura en la nuestra. Saldías cita como fuente Memoria póstuma de Reyes, aunque bien pudo haber tomado su texto de una carta de don Antonino por la fecha a que alude: “En una visita que hice hoy 18 de enero de 1885 al general Francia se habló de la violencia con que cedieron al pronunciamiento del general Urquiza el 1° de mayo de 1851. Usted va a juzgar del estado de nuestro espíritu –me dijo– el día de la proclamación del bando y fijación de éste en las calles del Paraná, por el siguiente hecho histórico e imponente del que fui testigo. Yo era el jefe de las armas y la orden se dio para la formación de todas las tropas que allí se hallaban en número de dos mil quinientos hombres. La columna se puso en marcha y no se oía más que la voz del pregón comunicando al pueblo la separación de la provincia de Entre Ríos y supresión de la encomienda al gobernador de Buenos Aires de las relaciones exteriores. En la tropa se advertía el mismo silencio durante la marcha. De repente una voz sola y única gritó: ¡Muera el tirano Juan Manuel de Rosas! La columna hizo un raro movimiento como de echar un paso atrás, toda ella como tocada por un resorte, y nadie contestó. El que dio el grito fue el doctor don Evaristo Carriego […]”.

[7] A pedido de Saldías y como consecuencia de una publicación en la que se dijo que Díaz había cedido a la “violencia y amenazas” de Rosas para dar batalla en su favor Caseros, Reyes desmiente la versión y narra su relación con aquel coronel de filiación unitaria. Antonino Reyes a Adolfo Saldías, Montevideo, 15-09-1886, en AGNA, VII. 275.

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FUENTES

BOHDZIEWICZ, Jorge C. (“Los Apuntes De Antonino Reyes- Recopilación, prólogo y notas de Jorge C. Bohdziewicz”- Buenos Aires- Instituto Bibliográfico “Antonio Zinny”-2022)

MONTORO GIL, Gonzalo V. (“General Ángel Pacheco-Luces y Sombras de un General Argentino) en ‘elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com’ - https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2020/10/general-angel-pacheco-luces-y-sombras.html).

 

 


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