(de Pluma Ajena) NO SOY URUGUAYO: SOY ORIENTAL (Milton Acosta)
A menudo cuando respondo a la pregunta
“¿Nacionalidad?” con un seguro y categórico “Oriental”, se me quedan mirando.
Me sucedió en Miami y al menos dos veces. Los funcionarios de Migración
observan el pasaporte y señalan: “Usted no es oriental, es nacido en Uruguay, y
por tanto uruguayo”.
¿Cómo le explico al funcionario que “Uruguay” es un río y
a mí me tocó nacer y vivir en su margen oriental y no dentro, en un islote o
banco de arena? Por otra parte, mi país se llama así -República Oriental del
Uruguay- y no República Uruguaya. Parecería que “orientales” sólo podrían
provenir de Asia y seguramente entre quienes viven en el Oriente –que tampoco
es una nación, sino muchas- los hay tan occidentales como los sirios y
libaneses, céntricos como los indios y decididamente orientales como los japoneses
y coreanos. Veamos antecedentes.
Los pueblos del antiguo Virreynato del Río de
la Plata luego que comenzaron su gesta independentista, honraron a don José
Artigas con el título de “Jefe de los orientales”. Nunca he podido sorprender
un documento firmado por este con otro título que ese, al que amaba más que al
bien ganado de “General”.
Nunca se nos menciona en ellos como uruguayos o como
habitantes de la provincia del Uruguay en el caso que ésta hubiese alguna vez
existido; siempre se nos designa “orientales”. Las célebres Instrucciones de
1813 son dirigidas por el caudillo “Al Pueblo Oriental”; en su nota al tiempo
de la invasión portuguesa a esta banda dice: “No venderé el rico patrimonio de
los Orientales al vil precio de la necesidad”.
Entonces, desde 1811 a 1830
fuimos tan sólo eso: orientales. Los portugueses nos rebautizaron como
“cisplatinos” porque nuestro territorio está ubicado -para ellos, que venían
desde el Brasil- de este lado del Río de la Plata; pero ni bien se volvió a la
normalidad volvimos a ser lo que con Artigas: orientales.
El general Juan A.
Lavalleja en 1825 e instalado en Asamblea en la Florida, dio un discurso
inaugural donde señalaba: “El ardimiento heroico que en otro tiempo distinguió
a los orientales revivió simultáneamente...”
La Asamblea de la Florida, ¿habría
adoptado otra denominación? En su declaratoria del 25 de agosto, ésta decía: “Y
por cuanto el Pueblo Oriental aborrece y detesta hasta el recuerdo…” En el
Tratado de Paz de 1828 se nos concede el estatus de estado independiente, y la
Asamblea de 1830 nos designa “Estado Oriental del Uruguay”.
Sin embargo, la promulgación de esa primera
Constitución se dirige a los “Orientales: la experiencia de todos los pueblos
os demuestra…”
Así entrábamos pues a la vida nacional, y en
todos nuestros documentos públicos íbamos a figurar como orientales. Entre 1836
y 1838 que se dirimió la lucha entre los partidarios de los generales Manuel
Oribe y Fructuoso Rivera, se nos arenga desde uno u otro bando como
“orientales”.
En su proclama de 16 de diciembre de 1843 a punto de vadear el
Arroyo Grande, Oribe se dirige a los orientales; y esa palabra inicia cada uno
de los párrafos de la misma. La defensa de Montevideo, a cargo de don Joaquín
Suárez y su ministro el general Melchor Pacheco, exhorta a los “orientales” a
“defender la ciudad sitiada”.
El Pacto del 8 de octubre, bajo la autoridad de
todos los contendientes, “Reconoce entre todos los orientales de las diferentes
opiniones en que ha estado dividida esta República iguales derechos…”
Las armas
vuelven a lustrarse en Caseros: el decreto que recompensa a los vencedores y
que firma don Joaquín Suárez reza textualmente “Acuérdase a la División
Oriental que combatiera en la batalla de Santos Lugares…”
Lleguemos a la
defensa heroica de Paysandú. ¿Alguien conoce por acaso alguna carta o documento
firmado por el heroicísimo general Leandro Gómez dirigido a “uruguayos”? El 20
de Febrero de 1865 los dos partidos en lucha pactan: “Queda felizmente
restablecida la reconcialiación entre toda la familia Oriental”.
Es decir,
entre orientales blancos y orientales colorados. En 1870 de nuevo se cruzan,
para terminar en 1872 con la Paz de Abril; “Los orientales renuncian a la lucha
armada y someten sus respectivas aspiraciones a la decisión del sufragio
popular”. Como vemos, a los orientales, que somos tan gallitos, sólo nos cabe
“La Patria o la tumba”.
Estimo que este gobierno que lleva adelante el doctor
Tabaré Vázquez comenzado en la malhadada frase: “Uruguayos, festejen” me
rechina por lo anti histórico del planteo. “Uruguayos y uruguayas”, dice en sus
alocuciones el primer ciudadano, seguramente porque está de moda distinguir al
género y queda feo decir “orientalas”.
Pero si se ciñera a la tradición, con
decir “Orientales varones y mujeres” resolvería la cuestión. No tenemos la
culpa de vivir “al Oriente” de un río, ni que este país carezca de un nombre,
aunque podamos reconocernos como ciudadanos del Pueblo Oriental. Yo fui, soy y
seré Oriental hasta la muerte.
No acepto que se me designe como uruguayo porque
no soy un islote de ese caudaloso río. Y porque al menos hasta que yo tenía
unos veintitantos años, aún en los partes policiales de los diarios y
noticieros de radio y televisión se decía: “Zutano, oriental, soltero, mayor de
edad, carpintero”, “Mengana, oriental, casada, de profesión labores”.
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