jueves, 29 de septiembre de 2022

(de Pluma Ajena) NO SOY URUGUAYO: SOY ORIENTAL (Milton Acosta)

 (de Pluma Ajena) NO SOY URUGUAYO: SOY ORIENTAL  (Milton Acosta)




A menudo cuando respondo a la pregunta “¿Nacionalidad?” con un seguro y categórico “Oriental”, se me quedan mirando. Me sucedió en Miami y al menos dos veces. Los funcionarios de Migración observan el pasaporte y señalan: “Usted no es oriental, es nacido en Uruguay, y por tanto uruguayo”. 

¿Cómo le explico al funcionario que “Uruguay” es un río y a mí me tocó nacer y vivir en su margen oriental y no dentro, en un islote o banco de arena? Por otra parte, mi país se llama así -República Oriental del Uruguay- y no República Uruguaya. Parecería que “orientales” sólo podrían provenir de Asia y seguramente entre quienes viven en el Oriente –que tampoco es una nación, sino muchas- los hay tan occidentales como los sirios y libaneses, céntricos como los indios y decididamente orientales como los japoneses y coreanos. Veamos antecedentes. 

Los pueblos del antiguo Virreynato del Río de la Plata luego que comenzaron su gesta independentista, honraron a don José Artigas con el título de “Jefe de los orientales”. Nunca he podido sorprender un documento firmado por este con otro título que ese, al que amaba más que al bien ganado de “General”. 

Nunca se nos menciona en ellos como uruguayos o como habitantes de la provincia del Uruguay en el caso que ésta hubiese alguna vez existido; siempre se nos designa “orientales”. Las célebres Instrucciones de 1813 son dirigidas por el caudillo “Al Pueblo Oriental”; en su nota al tiempo de la invasión portuguesa a esta banda dice: “No venderé el rico patrimonio de los Orientales al vil precio de la necesidad”. 

Entonces, desde 1811 a 1830 fuimos tan sólo eso: orientales. Los portugueses nos rebautizaron como “cisplatinos” porque nuestro territorio está ubicado -para ellos, que venían desde el Brasil- de este lado del Río de la Plata; pero ni bien se volvió a la normalidad volvimos a ser lo que con Artigas: orientales. 

El general Juan A. Lavalleja en 1825 e instalado en Asamblea en la Florida, dio un discurso inaugural donde señalaba: “El ardimiento heroico que en otro tiempo distinguió a los orientales revivió simultáneamente...” 

La Asamblea de la Florida, ¿habría adoptado otra denominación? En su declaratoria del 25 de agosto, ésta decía: “Y por cuanto el Pueblo Oriental aborrece y detesta hasta el recuerdo…” En el Tratado de Paz de 1828 se nos concede el estatus de estado independiente, y la Asamblea de 1830 nos designa “Estado Oriental del Uruguay”.

Sin embargo, la promulgación de esa primera Constitución se dirige a los “Orientales: la experiencia de todos los pueblos os demuestra…” 

Así entrábamos pues a la vida nacional, y en todos nuestros documentos públicos íbamos a figurar como orientales. Entre 1836 y 1838 que se dirimió la lucha entre los partidarios de los generales Manuel Oribe y Fructuoso Rivera, se nos arenga desde uno u otro bando como “orientales”. 

En su proclama de 16 de diciembre de 1843 a punto de vadear el Arroyo Grande, Oribe se dirige a los orientales; y esa palabra inicia cada uno de los párrafos de la misma. La defensa de Montevideo, a cargo de don Joaquín Suárez y su ministro el general Melchor Pacheco, exhorta a los “orientales” a “defender la ciudad sitiada”. 

El Pacto del 8 de octubre, bajo la autoridad de todos los contendientes, “Reconoce entre todos los orientales de las diferentes opiniones en que ha estado dividida esta República iguales derechos…” 

Las armas vuelven a lustrarse en Caseros: el decreto que recompensa a los vencedores y que firma don Joaquín Suárez reza textualmente “Acuérdase a la División Oriental que combatiera en la batalla de Santos Lugares…” 

Lleguemos a la defensa heroica de Paysandú. ¿Alguien conoce por acaso alguna carta o documento firmado por el heroicísimo general Leandro Gómez dirigido a “uruguayos”? El 20 de Febrero de 1865 los dos partidos en lucha pactan: “Queda felizmente restablecida la reconcialiación entre toda la familia Oriental”. 

Es decir, entre orientales blancos y orientales colorados. En 1870 de nuevo se cruzan, para terminar en 1872 con la Paz de Abril; “Los orientales renuncian a la lucha armada y someten sus respectivas aspiraciones a la decisión del sufragio popular”. Como vemos, a los orientales, que somos tan gallitos, sólo nos cabe “La Patria o la tumba”. 

Estimo que este gobierno que lleva adelante el doctor Tabaré Vázquez comenzado en la malhadada frase: “Uruguayos, festejen” me rechina por lo anti histórico del planteo. “Uruguayos y uruguayas”, dice en sus alocuciones el primer ciudadano, seguramente porque está de moda distinguir al género y queda feo decir “orientalas”. 

Pero si se ciñera a la tradición, con decir “Orientales varones y mujeres” resolvería la cuestión. No tenemos la culpa de vivir “al Oriente” de un río, ni que este país carezca de un nombre, aunque podamos reconocernos como ciudadanos del Pueblo Oriental. Yo fui, soy y seré Oriental hasta la muerte. 

No acepto que se me designe como uruguayo porque no soy un islote de ese caudaloso río. Y porque al menos hasta que yo tenía unos veintitantos años, aún en los partes policiales de los diarios y noticieros de radio y televisión se decía: “Zutano, oriental, soltero, mayor de edad, carpintero”, “Mengana, oriental, casada, de profesión labores”. 

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(de Pluma Ajena) JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, EL HOMBRE AL SERVICIO DEL BRASIL (Pablo Yurman)

 (de Pluma Ajena) JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, EL HOMBRE AL SERVICIO DEL BRASIL (Pablo Yurman)


A 70 años de un “pronunciamiento” que fue el paso inicial hacia una guerra internacional disfrazada de enfrentamiento civil “entre argentinos”

Se conoce como “Pronunciamiento de Urquiza” el documento firmado por el entonces gobernador de la Provincia de Entre Ríos, publicado el 1º de mayo de 1851, mediante el cual dicha provincia que había sido signataria del Pacto Federal que veinte años antes constituyó la Confederación Argentina, aceptaba la renuncia presentada por Juan Manuel de  Rosas al manejo de las relaciones exteriores de las provincias, reasumiendo su plena soberanía para entenderse con el resto de las naciones.

Para comprender el paso dado por el caudillo entrerriano como primera pieza de un rompecabezas que culminaría con el derrocamiento de Rosas debe mirarse el cuadro de situación general. Uruguay estaba dividido por su guerra civil: Montevideo se había convertido en la base de operaciones de ingleses y franceses contra la Confederación Argentina, con el apoyo explícito de los emigrados unitarios. En tanto que el resto del territorio oriental reconocía a Manuel Oribe como legítimo presidente constitucional, quien además de la adhesión de la mayoría del pueblo oriental, era apoyado por Rosas y los federales.

En ese contexto, el puerto de Montevideo, en donde los unitarios exiliados habían conspirado contra la Confederación con el apoyo explícito de ingleses y franceses interesados desde hacía años en forzar la apertura de los ríos interiores a sus buques mercantes, a partir de la firma de los tratados de paz celebrados con esas potencias, comenzaba a languidecer ante un futuro poco promisorio una vez que las naves de guerra europeas dejasen el estuario del Plata. Debe tenerse en cuenta que Inglaterra y Francia habían reconocido finalmente la soberanía argentina sobre sus ríos interiores y pusieron por escrito su compromiso de retirar sus fuerzas del Río de la Plata.

El escenario de los acontecimientos de una trama que involucraba a las provincias en el juego de potencias extranjeras

A partir de 1850 cobran notoriedad dos piezas más en el rompecabezas: el Brasil y Justo José de Urquiza.

El gobernador de Entre Ríos, que lo había sido durante los últimos diez años, período durante el cual nunca exteriorizó demasiados pruritos por el dictado de una constitución escrita, y que jamás abjuró de su condición de federal leal a Rosas y a la Confederación, era también el estanciero más importante de la Mesopotamia y como tal, uno de sus principales clientes era la capital de la República Oriental del Uruguay, a la que suministraba mercaderías a pesar de los bloqueos. El historiador Vicente Sierra nos explica: “El gobierno de Buenos Aires sabía perfectamente que en las maniobras especulativas del comercio entrerriano el más interesado era Urquiza. Contaba para ello con una organización comercial representada en Buenos Aires por el catalán Esteban Rams y Rubert, encargado de vender lo importado y comprar oro, y con otro representante en Montevideo, Antonio Cuyás y Sampere, encargado de adquirir mercaderías extranjeras y vender el oro adquirido en Buenos Aires, además de la carne que Urquiza enviaba desde su provincia.” (Historia de la Argentina, tomo IX, 1972).

El detalle de los negocios no siempre transparentes de Urquiza -piénsese que se pudo constatar que cueros y carnes provenientes de sus estancias llegaron a alimentar y pertrechar tropas francesas e inglesas mientras la Confederación se hallaba en guerra con esos países- se conocieron, precisamente por las memorias de uno de sus agentes comerciales, Antonio Cuyás y Sampere, a quien además le tocó representar al entrerriano en algo más que negocios especulativos, como se verá. Este detalle permite considerar a las fuentes como objetivamente válidas.

El texto del "Pronunciamiento de Urquiza"

A este panorama, se suma la vieja inquina que el Imperio del Brasil guardaba hacia la Confederación: la humillación del triunfo de Ituzaingó (1827) seguía vigente, al igual que sus apetencias por llevar la frontera sur hasta el Plata, a lo que se agregaba que para un país esclavista como el Brasil de mediados del siglo XIX, la huida masiva de esclavos hacia la Argentina, lugar en el que con solo pisar su suelo conseguían la anhelada libertad, había dejado de ser un tema menor.

Alguien podría poner en entredicho que la caída de Rosas al frente de la Confederación Argentina fuese, hacia 1851, una prioridad en la política exterior del Imperio del Brasil, toda vez que más allá de los elementos señalados precedentemente, la guerra contra Rosas llevada a cabo por las dos principales potencias económico-militares de la época, Inglaterra y Francia, había concluido en un rotundo fracaso para éstas. ¿Por qué motivo habría de cambiar nuestro vecino del Norte su aparente neutralidad ante dicha contienda?

La principal razón fue puesta sobre el papel por el propio canciller brasileño, Paulino José Soares de Souza, quien al redactar la Memoria del Ministerio por él presidido correspondiente a 1851, apuntó: “Desembarazado el general Rosas de la intervención [la intervención anglo-francesa en nuestros ríos], afirmado su poder en el Estado Oriental, fácil le sería comprimir el movimiento entonces en estado de embrión, de las provincias argentinas que después le derribaron; reincorporar el Paraguay a la Confederación, y venir sobre nosotros con fuerzas y recursos mayores, y que nunca tuvo, y envolvernos en una lucha en que habíamos de derramar mucha sangre” (Vicente Quesada, citado por Sierra).

Pareciera quedar en claro que para la cancillería de Brasil, el tema de fondo sería, ni más ni menos, la definición del país que habría de tener la preponderancia sobre el resto del continente. No en vano, se enviaría subrepticiamente, meses antes del “pronunciamiento” de Urquiza a un diplomático de enorme valía, Duarte Da Ponte Ribeiro, en un periplo que lo llevaría por Paraguay, Chile, Perú y Bolivia, destinos en los que intentaría garantizar una neutralidad de cada uno de dichos estados ante una eventual guerra argentino-brasileña que, a semejanza de la de 1827, decidiese el futuro de Sudamérica.

Pero para la diplomacia imperial no había que aparecer como hostilizando abiertamente a la Argentina, y para ello era preciso conseguir al hombre indicado.

Nos dice Fernando Sabsay que “el 24 de enero de 1851 Cuyás [representante comercial de Urquiza en Montevideo] se apersonó al jefe de la legación brasileña en Montevideo para proponerle en nombre de Urquiza una alianza tendiente a expulsar a Oribe del Estado Oriental” (Rosas, el federalismo argentino, 1999). El receptor de dicha oferta extendería la propuesta de Urquiza a un levantamiento generalizado contra Oribe en la Banda Oriental y contra Rosas del otro lado del río. Pero la condición preliminar impuesta sería que Urquiza debería “pronunciarse” públicamente contra Rosas, disimulando como quisiera su actitud.

Para el mes de marzo de 1851 las tratativas estaban ya bastante enderezadas a la formación de un ejército “grande” que definiera la situación en el Plata.

Tras el “pronunciamiento” público contra Rosas, que fue recibido con una mezcla de desazón e incredulidad por las propias tropas entrerrianas y correntinas, Urquiza no defraudó a sus mandantes tras bambalinas y firmó a nombre de Entre Ríos dos tratados internacionales durante el resto de aquel fatídico 1851, cuyos compromisos “nacionalizó” tras hacerse cargo del manejo de las relaciones exteriores de todas las demás provincias en febrero de 1852.

El primero de ellos fue suscripto el 29 de mayo, entre el gobierno de la ciudad de Montevideo, la Provincia de Entre Ríos y el Imperio del Brasil y su objetivo explícito fue despejar a las fuerzas del general Manuel Oribe del territorio oriental. De todas formas, contaba con una cláusula secreta según la cual si a raíz de la lucha contra Oribe, Rosas declarara la guerra a alguno de los firmantes del pacto, esa alianza se transformaría automáticamente en una alianza contra el “tirano” del Plata.

Logrado el primer objetivo, esto es, unificar al Uruguay con el color del Partido Colorado, se firmó el segundo pacto, en noviembre de aquél año, suscripto ahora por Entre Ríos, Corrientes, la República Oriental del Uruguay y el Brasil, con el objetivo de declarar la guerra, no contra la Argentina, sino contra Rosas.

El ejército argentino que acaso debía dirigirse a Río de Janeiro para definir la hegemonía sudamericana, apuntó en cambio hacia los campos de Caseros y puso fin al gobierno de Rosas, disimulándose lo que fue en realidad una guerra internacional por un enfrentamiento civil “entre argentinos”; uno de cuyos bandos contaba, curiosamente, con importante apoyo extranjero.

Luego de Caseros, Urquiza ingenuamente pensó que podría congeniar su origen federal y provinciano y presidir el país desde Buenos Aires. No habrá de lograrlo toda vez que vueltos los viejos unitarios de sus respectivos lugares de exilio, no tardaron en deshacerse del instrumento al que interiormente siempre despreciaron, y al que sólo utilizaron para ejecutar el trabajo sucio.

El hacendado entrerriano aceptará recluirse en su provincia, en la que nunca será molestado por las autoridades nacionales. Será usufructuario, hasta su asesinato en 1870, de los atributos externos y el folklore del viejo partido federal, pero ya totalmente vaciado de contenido y cómplice por omisión de los nuevos dueños del poder a partir de la llegada de Mitre a la presidencia.

 

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(de Pluma Ajena) LA PARADÓJICA CONSAGRACIÓN DE ARTIGAS: PARA HONRARLO COMO PRÓCER CERCENARON SU MEMORIA (Pablo Yurman)

 

(de Pluma Ajena) LA PARADÓJICA CONSAGRACIÓN DE ARTIGAS: PARA HONRARLO COMO PRÓCER CERCENARON SU MEMORIA (Pablo Yurman)



José Gervasio Artigas, la historiografía liberal lo consagró como “Padre de la Nación uruguaya”, pero ése no era su proyecto

En Buenos Aires su figura es reconocida sólo como la de prócer de un país vecino y como “Padre de la Nación uruguaya”, no muy distinto a lo que podría corresponderle a Jorge Washington respecto de Estados Unidos o a Napoleón en relación a Francia. El problema con respecto a José Gervasio Artigas es que el mensaje implícito en dicha simbología es perjudicial por partida doble: por un lado, infunde en los argentinos del presente la errónea idea de que Artigas resulta ajeno a nuestra historia; por el otro, presentarlo como “padre de la nacionalidad uruguaya” es falso en términos históricos e incluso antagónico con sus propias ideas políticas, pese a ser entendible que a partir de 1830, al crearse la República Oriental del Uruguay gracias a la habilidad diplomática de Lord Ponsonby, a la élite montevideana le urgiese encontrar un “padre fundador” del nuevo Estado surgido en la boca del Plata.

Sería ingenuo pensar que la pretensión de borrar a Artigas de la memoria colectiva argentina obedezca a un descuido. Fue y lo sigue siendo adrede.

Para agregar ingredientes al entuerto, alejándonos de Buenos Aires, su figura no sólo es recordada con respeto por haber sido el “Protector de los Pueblos Libres”, es decir provincias que llegaron a aglutinar a la Banda Oriental, a toda la Mesopotamia e incluso Santa Fe y hasta Córdoba, sino que es reconocida como lo que fue: caudillo del pueblo oriental y de muchos otros, el primer puntal del federalismo rioplatense.

Su gran enemigo interno fue Carlos María de Alvear, quien pese a haber sido solo durante tres meses Director del Estado (enero a abril de 1815) posee una de las estatuas ecuestres más importantes de la Capital Federal. Monumento levantado acaso por los mismos, ideológicamente hablando, que decidieron erradicar a Artigas del imaginario social de los argentinos. La rivalidad entre ambos no fue tanto a título personal, sino emergente de lo que serán dos modelos antagónicos para el desarrollo de nuestros pueblos tras la desaparición del Imperio Español.



El desproporcionado monumento a Carlos M. de Alvear en Recoleta

 

Con tan solo 24 años de edad, Alvear fue nombrado Presidente de la célebre Asamblea de 1813, cuerpo al que habían sido invitadas todas las provincias a enviar diputados y que, de acuerdo con los términos de la convocatoria, tendría por objeto principal declarar la independencia y dictar una constitución para organizar el nuevo Estado. Sabido es que no cumplió ninguno de los dos objetivos, dedicándose en consecuencia a sancionar una legislación “cosmética” que resultaba ajena a la realidad cotidiana y a las preocupaciones de las mayorías, pero a la que la prensa escrita de entonces dedicó amplia cobertura.

Al llegar a la Asamblea los seis representantes elegidos por el pueblo oriental fueron rechazados bajo excusas formales. Al respecto comenta el historiador Fernando Sabsay en su libro Rosas, el federalismo argentino que “Los diputados orientales hicieron su presentación oficial ante la Asamblea el 1º de junio [de 1813], acompañando sus diplomas con las firmas de los ciudadanos votantes; por dos veces consecutivas y con indudable arterismo, la Asamblea rechazó esos diplomas ‘hasta que viniesen en bastante forma sus respectivos poderes’; el liberalismo porteñista había logrado ya el apoyo de Alvear y algunos diputados, que formaban mayoría, y no podía exponerse a que los seis orientales modificaran la relación existente. El argumento era pueril, pues sería del caso comparar esos poderes de los orientales con los que fueron incorporados la mayor parte de los diputados.”

La excusa fueron las formas, pero el peligro que los alvearistas percibían era el contenido de las instrucciones con las que esos diputados de la otra margen del río estaban investidos por voluntad popular, ya que fue en el Congreso de las Tres Cruces en presencia de miles que fueron aprobadas.


Estampilla uruguaya por el centenario de la muerte de Artigas, con una imagen de su Bandera, que era la de la Liga Federal y es hoy bandera oficial de Uruguay

 

Algunas de las instrucciones con las que los diputados orientales venían munidos ponían por escrito un proyecto diametralmente opuesto al de los intereses anglo-portuarios de los que Alvear sería tributario. Un simple vistazo a algunas de ellas, por ejemplo, declaración inmediata de nuestra independencia; constitución bajo el sistema republicano y confederal de todas las provincias argentinas; capital del Estado fuera de Buenos Aires; sistema económico de tipo proteccionista en resguardo de las industrias del Interior, entre otras, alcanza para entender la jugarreta por la que se impidió el ingreso a la Asamblea de los esos seis representantes orientales.

El enfrentamiento entre los ideales representados por el caudillo oriental, de profundo arraigo popular en todas las provincias, respetuoso de nuestras tradiciones y de mirada americanista, consciente de que la fractura con España no podía terminar en la balcanización del espacio sudamericano dotado de una herencia común, habrá de enfrentarse nuevamente al de Alvear -elitista, portuario, cosmopolita en su peor sentido de desprecio por lo propio y sumiso a la política británica sobre el continente- en 1815 cuando, como dijimos, éste ocupe el cargo de Director Supremo del Estado, vacante por la renuncia de su tío, Gervasio de Posadas.


Monumento a Artigas en la Plaza República Oriental del Uruguay (es decir, como prócer de otro país), en la Ciudad de Buenos Aires

 

Ante la inminencia de que la Liga Federal liderada por Artigas aumentara su poderío con la incorporación de nuevas provincias, Alvear pergeñó hacerle una oferta que a sus ojos de mercader y no de patriota resultaría irresistible. Al respecto nos dice Sabsay: “En cuanto a Artigas, con tal de sacarse de encima el conflicto y por conducto del coronel Galván, [le] ofreció la independencia oriental y que las provincias litoraleñas eligieran la protección de sus preferencias. Artigas, que distaba muchísimo de aspirar al desmembramiento del país, rechazó el ofrecimiento.”

Era una afrenta para un criollo que amaba profundamente la tierra oriental en la que había nacido pero para quien resultaba inconcebible entenderla separada del resto de las provincias que formaron otrora el Virreinato del Río de la Plata.

El resto de sus años activos hasta el fatídico 1820 los pasará defendiendo a su provincia de la invasión portuguesa y luchando contra la indiferencia y el desdén de las autoridades directoriales con sede en Buenos Aires. Y justo cuando todo parecía darle la victoria tras la batalla de Cepeda en febrero de 1820, la traición de su ex lugarteniente, el entrerriano Francisco Ramírez, lo obligará a buscar asilo en el Paraguay, lugar donde residirá hasta su muerte el 23 de septiembre de 1850, ante el más absoluto olvido e indiferencia de quienes conducían los destinos del suelo que lo había visto nacer.

Años más tarde sus restos serían trasladados a su Montevideo natal y se hallan actualmente preservados en una urna dentro del mausoleo levantado en su honor.


La urna que guarda los restos de Artigas en el mausoleo de Montevideo

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miércoles, 21 de septiembre de 2022

'Cartas al país'-Diario CLARÍN-en respuesta a carta del Sr.Szelest sobre el Restaurador de las Leyes

 'Cartas al país'-Diario CLARÍN-en respuesta a carta del Sr.Szelest sobre el Restaurador de las Leyes (con copia al Sr. Szelest)

La grieta, de Juan M. de Rosas a la actualidad en pocas líneas’

“Hace casi 300 a nos el gobernante de turno clamaba "Viva la Santa Federación! Mueran los salvajes unitarios!" Cerrar esa grieta costó mucho tiempo y sobre todo mucha sangre de inocentes victimas del autodenominado "Restaurador de las Leyes". Hoy tenemos gobernantes cuyas proclamas son parecidas: los que no piensan como ellos no son salvajes sino "odiadores" y sostienen que se hace necesario "refundar el Poder Judicial". Confiemos en que la razón prevalezca y no sea necesario un nuevo enfrentamiento entre argentinos para que el país pueda encontrar un camino de crecimiento en paz”

Rodolfo E. Szelest.

rodolfo.szelest@gmail.com

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El jueves 15-9-22 en la sección ‘CARTAS’ de Lectores el Sr. Rodolfo E. Szelest en una  carta titulada ‘La grieta, de Juan M. de Rosas a la actualidad en pocas líneas’ desliza algunos errores históricos que es preciso señalar

Primero, señala que ‘hace 300 años’ gobernaba Juan Manuel de Rosas. En realidad asumimos que debe haber sido un error de tipeo pues Rosas gobernó (la Pcia. de Buenos Aires) desde 1829 (a la fecha serían casi 200 años). 

Segundo, sin perjuicio de coincidir con el Sr.Szelest respecto a la triste actualidad de nuestro país, es necesario aclarar que Rosas NO se ‘autodenominó’ (sic)  “Restaurador de las Leyes”, fue la Legislatura provincial que le dio tal nombre por decreto del 25 de enero de 1830, “considerando los relevantes servicios que ha rendido á esta Provincia el benemérito ciudadano D. Juan Manuel de Rosas, …. Se declara que el ciudadano Juan Manuel de Rosas ha sido Restaurador De Las Leyes E Instituciones De La Provincia De Buenos Aires…”. 

Además, Rosas no solo no robó ni un céntimo de las arcas del gobierno –reconocido aún por sus enemigos- sino que, por el contrario, puso de su propio peculio más de una vez para cubrir deudas del Estado, muriendo en la más absoluta pobreza. Compararlo con las autoridades y políticos actuales inmersos en fortunas de dudoso origen, no resiste el análisis. 

Tercero, en cuanto al mote de ‘Salvajes’ debe conocerse cómo y cuándo se le dio tal nombre a los Unitarios. Las correrías del ‘colombiano-venezolano’ Domingo López Matute y sus mercenarios a fuego y sangre por Santiago del Estero y el Tucumán –de la mano de Lamadrid- fueron un espanto que sacudió a todas las Provincias Unidas, dando lugar al mote de "LOS SALVAJES UNITARIOS”. Como puede verse el mote de ‘Salvajes’ arranca allí ante las trapisondas de los mercenarios colombianos en el norte del país. (La  explicación completa con datos precisos sobre el tema verlo  en:  https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2021/12/cuando-se-le-dio-por-primera-vez-el.html)

Cuarto, en cuanto a la esperanza del Sr. Szelest, y teniendo en cuenta que esto comienza ya en 1810 con el asesinato de Liniers, no es ocioso recordar las palabras de San Martín en carta a Tomás Guido el  3 de abril de 1829, luego del asesinato de Dorrego y otros oficiales que estaban detenidos:  "Las agitaciones en 19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido…hacen clamar a lo general de los hombres, por un gobierno vigoroso;, igualmente conviene en que para que el país pueda existir es de necesidad absoluta que uno de los dos partidos en cuestión desaparezca de él. Al efecto se trata de buscar un salvador que reuniendo el prestigio de la victoria, el concepto de las demás provincias y más que todo un brazo vigoroso, salve a la patria de los males que la amenazan…mi amigo, veamos claro, la situación en nuestro país es tal que el hombre que la mande no le queda otra alternativa que el de apoyarse sobre una facción o renunciar al mando". 

No es cuestión de llenarnos la boca con San Martin, muy en boga hoy, y luego negar u ocultar su pensamiento. Saluda al Sr. Director muy atte.

Gonzalo V. Montoro Gil

DNI 11.607.562

gvmg@hotmail.com

 

 

 


sábado, 17 de septiembre de 2022

domingo, 11 de septiembre de 2022

INJERENCIA CONFESA DE LOS IMPERIOS EN LOS ASUNTOS INTERNOS DEL RÍO DE LA PLATA

 INJERENCIA CONFESA DE LOS IMPERIOS EN LOS ASUNTOS INTERNOS DEL RÍO DE LA PLATA

(Acerca de lo afirmado por la Lic.Camila Perochena en el diario ‘La Nación’ del 18-06-22)



Gonzalo V. Montoro Gil


Esta es una confesión, producida entre bambalinas, en las sombras del poder. No son interpretaciones subjetivas sobre hechos históricos; es la transcripción literal del reconocimiento de los imperios de sus intenciones en el Plat. Y contra confesiones es difícil argüir en contrario. Seguramente el silencio –como siempre- será la respuesta de los socios nativos bien pagados de estos Imperios.

Injerencia’ viene de “Injerir” que proviene del latín “inserere” que significa introducir o entrometer. En los instrumentos jurídicos internacionales, como la Carta de las Naciones Unidas se expresa en el artículo 2º párrafo 7 que no se autorizará a intervenir en los asuntos “que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados” Y el artículo 19 de la Carta de la OEA es aún más explícito: se condena la intervención directa o indirecta, en política interna o exterior. Se condena “cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales que lo constituyen”.

Basándonos –una vez más-  en lo manifestado en un artículo publicado 18-6-22 por una llamada historiadora Camila Perochena, habitual visita del medio liberal Diario LA NACIÓN, en la cual la misma, abierta y sin fundamento comprobable alguno, pone de manifiesto circunstancias inexistentes en nuestra historia, no se sabe si por ignorancia o con  una voluntad tergiversadora de una realidad que la confronta, siguiendo la costumbre imperecedera del Unitarismo redivivo.

Dice el artículo de la citada:

 “los revisionistas tienen una larga pregnancia en la opinión pública; son muy marquetineros y simplistas. Dividen la historia entre buenos y malos, buscan el complot y encuentran determinados chivos expiatorios en Inglaterra o la oligarquía”  

A dicha publicación le hemos respondido, como a continuación se expresa, en carta del 02-07-22 en el mismo medio que gentilmente la ha publicado (cartas@lanacion.com.ar) con copia a la historiadora a su correo (camila.perochena@utdt.edu) la cual la recibió (el Lunes 20/6/2022 12:44 hs.) pero no se pronunció al respecto, guardando SILENCIO muy masónico y liberal.

Pero, puntualmente en lo tocante a lo subrayado por nosotros y en ‘negrita’, le mencionamos a la autora citada que “…En cuanto a la búsqueda del ‘Complot’ y de ‘chivos expiatorios en Inglaterra o la Oligarquía’, bastan suficientes documentos emanados de diplomáticos y militares reconociendo su injerencia por cuestiones político-económicas referidos a la invasión del territorio, al manejo del crédito y banca en América. (Véase a  Vivan Trías-‘El Imperio Británico’-; Raul Scalabrini Ortiz -‘Política Británica en el Rio de la Plata’ - y por  Andrew Grahman-Yooll–‘Así vieron a Rosas los ingleses’ que aporta –nobleza obliga- el intercambio epistolar entre diplomáticos y militares extranjeros en el Rio de la Plata y los que estaban en sus tierras, que prueban fehacientemente dicha injerencia con la mediación necesaria de sus agentes vernáculos como Bernardino Rivadavia, Manuel  J. García, Florencio Varela, Juan Cruz Varela, Valentín Alsina, Cuyás y Sampère, Sarmiento, los Herrera y Obes, Andrés Lamas, Salvador M. del Carril, Julián S. Agüero, Justo José de Urquiza etc.

Toda esta documentación es harto conocida en los círculos historiográficos y que contrasta con cierta ‘Literatura de la Historia’  frecuente en nuestra educación huérfana de sostén documental y pletórico de voluntarismo adjetivado.   Saludo a Ud. muy atte. y con la mayor consideración”. Fdo. Etc. etc.

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Las injerencias imperiales en nuestro país y en nuestro continente lo explica admirablemente el profesor, historiador e investigador Jorge Bohdziewicz en su enjundioso y documentado libro  “Rosas y Lefebvre de Bècourt - Actuación del Encargado de Negocios de Francia en el Río de la Plata-1840-1842”  (Ed. Scholastica-Buenos Aires-1994)

El autor plantea la injerencia respecto a Francia, pero también es aplicable a Inglaterra. Se prueba la injerencia de estas naciones con el apoyo, absolutamente necesario para el logro de sus fines, del sostén personal, ideológico y material de los sumisos empleados nativos que obraban como correa de transmisión.

Dice el autor:

“La antítesis civilización (europea)-barbarie (nativa) como pivote interpretativo de la realidad político-social, desarrollada admirablemente por Sarmiento años después, aparece expuesta con muchas de sus implicancias. Es evidente que lo que el sanjuanino hizo no fue otra coa que la explanación artística de una falacia europeo centrista que empapaba el espíritu de la época y nutría a las élites intelectuales opositoras a Rosas. La retórica de la potencia interventora y la del partido Unitario eran similares como comunes los objetivos planteados por la coyuntura. Se trataba de provocar la caída del Dictador porteño. Por ello no puede sorprender la alianza táctica que anudaron. Pero la coincidencia no llegaba más lejos, pues había una diferencia esencial. Francia actuaba motivada por un bien o mal entendido interés nacional; por un propósito de engrandecimiento que la compelía a la conquista de mercados y posiciones de privilegio en competencia coro Inglaterra, en tanto que el Unitarismo, en pos del espejismo ideológico que suponía la pretensión de trasplantar la cultura europea, marchaba en sentido contrario al socavar las bases de la propia, renegando de la tradición y comprometiendo la integridad territorial misma de la Nación”.

Lejos, muy lejos queda la afirmación dogmática y hueca de fundamento alguno de Camila Perochena en el sentido de que el Revisionismo Histórico ve ‘complots’ contra la Argentina y que utiliza como ‘chivo expiatorio’ a Inglaterra para fundar los males de nuestra nación.

Aunque –irónicamente- podría decirse que es parcialmente cierto: los males de nuestra nación no vienen –solamente – de Inglaterra, Francia y el Brasil si no hubiera existido el liberalismo doméstico abriéndoles las puertas, económica y materialmente hablando, para la sustracción soberana de nuestras tierras.

Salvo que los 42 buques que partieron el 24 de Julio de 1840  de Cherburgo y arribaron el 23 de Septiembre al Rio de la Plata (conf. Barón de Mackau a Adolphe Thiers, a bordo de la ‘Gloire’, delante de Montevideo 24-9-1840, en AAE, Fonds Argentine, correspondance politique, V. 13, f.66-67 en Jorge C. Bohdziewicz “Rosas y…” ) Hubieran sido para un paseo campestre y – a diferencia de Perochena y otros- nosotros no lo hubiéramos advertido.

Nuestra obligación es poner sobre la mesa la documentación que prueba, una vez más, la injerencia directa u oblicua de las potencias extranjeras como Inglaterra, Francia y el imperio Luso-brasileño y que echa por tierra, una vez más también, las frases huecas de sostén alguno de pretendidas historiadoras como la citada Camila Perochena y tantos otros escribas que se auto-premian en cuanto Congreso crean a tales fines .

De tal modo y con expresiones volitivamente políticas la historia nuevamente es falsificada, ‘con esa habilidad que tenemos para rehacer la historia’ como confesaba Sarmiento, refiriéndose a los Unitarios.

 Pero bueno, como ya se ha dicho, parecen olvidar estos ‘judas’ que como decía Philips K. Dick- (escritor estadounidense-1928-1982) “La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ella, no desaparece”.

Este trabajo dista de ser absolutamente completo, sino solo algunos documentos. (Para muestra ‘basta un botón’ como se ha dicho siempre).

Pondremos al descubierto algunos archivos emanados de autoridades inglesas, francesas o brasileñas que prueban aquello que la citada autora parece desconocer en forma supina.

Dejamos de lado interpretaciones sobre los hechos, muchas veces ciertas, y nos atendremos exclusivamente a DOCUMENTACIÓN, REGISTROS que prueban irrefutablemente lo que la citada Perochena no quiere o no supo ver.

La documentación ya nos pone de manifiesto que las intenciones del imperialismo inglés se remontan a la época de las invasiones inglesas. Igualmente respecto a los franceses y brasileños: sus acciones tienen larga data.

Tal como se establece documentadamente, en Londres, el gabinete desconocía aún la derrota de la primera invasión en 1806 y disponía el envío de otra expedición al mando de sir Samuel Auchmuty; esta segunda invasión, con un carácter definido era una empresa de penetración comercial. Los diarios expresaban en tono más que eufórico las nuevas posibilidades del Imperio británico. El control de Sudamérica atenuaba el daño económico que causaba la supremacía de Napoleón en Europa, que estaba cerrada al comercio inglés.

El ‘Times’ interesaba a sus lectores con notas sobre la riqueza de los campos de pastoreo de Buenos Aires, la fertilidad del suelo y también la belleza, elegancia y simpatía de las mujeres.

El historiador Oriental Luis Alberto Herrara y el propio George Canning sentencian que tanto Rivadavia y Manuel J. García, empleados del Imperio Británico, al que podríamos llamar con justeza ‘Cipayos’, fueron los responsables de la segregación de Paraguay y la Banda Oriental que tenían la mitad de la población  de las Provincias Unidas, sumado al control de las finanzas y los Bancos de nuestro territorio por parte de los funcionarios ingleses o nativos a sus órdenes, los que se llevaron a Inglaterra entre 1810 y 1818 oro, plata expoliando nuestras riquezas como bien probó Raúl Scalabrini Ortiz en forma meticulosa y documentada a la cual remitimos a quien quiera abrevar en detalle.

Este último autor probó en puntillosamente cómo se fue hilvanando la conquista financiera inglesa en la Argentina, creando un Banco de Descuentos y luego el Banco Nacional, donde la mitad de sus socios eran ingleses que enviaban lo recaudado directamente a Inglaterra produciéndose en forma continua un drenaje inacabable de nuestras riquezas.

Todo esto citado también por Vicente Fidel López –lejos de ser considerado Federal- que señaló a Manuel J. García y Rivadavia como promotores del incesante robo al que nuestra nación, fue sometida.

Era tal la sumisión y a la vista pública de Manuel J. García que el Dean Funes no pudo menos que exclamar “me humilla demasiado tanto sometimiento al Gabinete británico”

Scalabrini Ortiz también probó documentalmente cómo la Argentina contraía deudas sin necesidad pues tenía superávit en sus fondos. Recibimos la mitad de lo prestado y encima, en lugar de recibirlo en metálico, lo recibimos en ‘letras’ de comerciantes británicos. Dichas ‘letras’ quedaron prácticamente impagas: el país quedó hipotecado para siempre.

George Canning Preguntaba y ser preguntaba en la Cámara de los Comunes: "Si Francia ocupaba España ¿era necesario, para evitar las consecuencias de esa ocupación, que nosotros tuviéramos que bloquear a Cádiz? No. Yo miré en otra dirección. Yo busqué materiales de compensación en otro hemisferio. Contemplando a España, tal y como nuestros antepasados la habían conocido, resolví que si Francia tenía a España, no había de ser España con Indias. Yo llamé a existencia al Nuevo Mundo para enderezar la balanza del viejo".

Queda reconocido por el citado que si Francia ocupaba España eso no significaba que aquellos tuviera ‘derecho’ (sic) a extender el dominio a sus colonias en Sudamérica, lo que expresaba que se compensaba dicha ocupación ‘cediendo’ Francia –no se sabe si por las buenas o por las malas- las colonias a Inglaterra para equilibrar la balanza; o por lo menos el tema era discutible.

Menos mal que para los historiadores liberales como la citada al comienzo de este trabajo, no hubo tal injerencia en el Plata de parte de los Imperios (nos quedamos más tranquilos…).

Los ingleses, que conocían las aspiraciones independentistas de las colonias hispanoamericanas, no las habían tomado en serio y eso les impidió advertir que sus estrategias de dominación por medio de acciones militares, no eran el camino por seguir. Posteriormente, y en breve, si lo advirtieron.

Al respecto decía el historiador José María Rosa que “ a fines del siglo XVIII la revolución industrial hacía de Inglaterra una nación en plena expansión, necesitada de mercados consumidores. Su doctrina, el liberalismo se encargaría de ello con más eficacia que la acción armada. Para esto nada mejor que condicionar la mentalidad de hombres como Rivadavia, fácil presa de las ilusiones del progreso y de los buenos negocios para concretar los designios del Imperio.

En Rivadavia y el imperialismo financiero hallará el estudioso la lucha sórdida de la banca inglesa en el período 1821-1824, los monopolios con capitales británicos, los empréstitos, la tierra hipotecada, y por sobre todo, encontrará explicada la verdad que encerraba la enfiteusis, obra del gobierno rivadaviano que tanta fortuna hiciera entre los maestros de escuela.

Como decíamos arriba, los ingleses comenzaron a vislumbrar que el camino era por otro lado….

Con claro sentido premonitorio, dijo Castlereagh en un famoso Memorial al gabinete el lº de mayo de 1807, oponiéndose a la invasión a Buenos Aires que hacía Whittelocke en esos momentos; documento que puede considerarse la piedra fundamental del imperialismo comercial e indirecto que en adelante habría de regir la política británica en el Plata, dijo: "La acción que ahora estamos desenvolviendo (en el río de la Plata) no nos va a producir beneficios comerciales o políticos sino a costa de gastar grandes recursos militares... Debemos actuar de manera acorde con los sentimientos e intereses del pueblo sudamericano..., abandonar la esperanza de conquistar esta extensa población contra el temperamento de sus gentes... Si nosotros nos acercamos a ellos como comerciantes y no como enemigos, podríamos dar energía a sus impulsos locales y conseguiríamos abrogar las prohibiciones contra nuestro comercio. Que es nuestro gran interés”.

Luego de la captura de Beresford y su liberación oculta por parte de Saturnino Rodríguez Peña, fiel empleado de Su Majestad Británica, el mismo huye como huyen los ingleses con nuestras riquezas en oro y plata llevándose –cual piratas- todo a Inglaterra.

En el mes de septiembre hizo su entrada triunfal en Londres la comitiva que transportaba los caudales del virreinato. Eran ocho carros, cada uno iba arrastrado por seis caballos y llevaba cinco toneladas de pesos plata.

El público británico siguió el desfile hasta el Banco de Inglaterra, en pleno centro de la ciudad, donde se depositó el tesoro. En las tabernas de Londres se cantaba a voz en cuello una canción cuyo estribillo decía: “Bebed pues con un ‘hip hurra’ por los dólares de Buenos Aires”.

En rigor, desde la fallida invasión de 1806 y 1807, la presencia comercial de los ingleses en el Plata no había cesado de crecer. Abandonaron toda ambición de dominio sobre la ciudad, pero conquistaron el mercado.

A partir de esta documentación reveladora, todas las acciones y omisiones de los ingleses estuvieron dirigidas a la consecución de tales fines.

No perdamos de vista y tengamos presente en todo lugar las palabras sin fundamento de la Lic. Perochena “los revisionistas tienen una larga pregnancia en la opinión pública; son muy marquetineros y simplistas. Dividen la historia entre buenos y malos, buscan el complot y encuentran determinados chivos expiatorios en Inglaterra o la oligarquía”.

Estos son los así llamados historiadores que lanza el mercado y los medios afines, retroalimentándose, el liberalismo sumiso, masónico y pequeño considerando ‘Chivos expiatorios’ a la Inglaterra de ayer y hoy.  

En tal sentido, cita el historiador Álzaga documentación que nos pone en evidencia las preocupaciones que existía en el Plata ante la avasallante introducción de mercaderías manufacturadas inglesas sin control alguno.

Gaspar de Santa Coloma, escribe a Joseph Santiago Rodríguez, en Santiago de Chile, el 1º de mayo de 1809  “El decir a vuestra merced cómo queda esta capital del comercio inglés es asunto largo y escandaloso, públicamente se está descargando sin entrar en la aduana, todos son quemazones y baratillos. Pobres los infelices que se hallaban con efectos, pues estos nada valen. Hasta veintidós embarcaciones están en Montevideo, a la carga para regresar con frutos a nuestros puertos”.

Otro monopolista español damnificado describía los buques ingleses que infestaban la costa con su actividad corsaria: “[...] echan a tierra sus cargamentos a la hora que se les antoja recibiendo igualmente a su bordo cuanto produce el país con total ruina de nuestro triste comercio”.

Ya desde los primeros años del siglo XIX, por 1809 los ingleses nos inundaban de manufacturas destruyendo la novel producción local.

La proclamación de la libertad de comercio decretada por el virrey Cisneros sin duda multiplicó la prosperidad de los comerciantes ingleses residentes.

A fines de ese mismo año, Tomás Manuel de Anchorena, a la cabeza de una fortuna familiar que todavía no era de las primeras de la plaza, escribió, preocupado el 6 de noviembre de 1809, varias cartas sobre el tema a su hermano Juan José Cristóbal residente en Cádiz:

“Con motivo del libre comercio y de haber descargado ya muchos buques ingleses de los que se hallaban en este río, han abaratado mucho los géneros, han parado todas las ventas [...].Los paños españoles tienen poco aprecio en el día, puesto dos se inclinan a los ingleses por ser más baratos”.

“En definitiva, los comerciantes ligados al monopolio colonial fueron los grandes perdedores de ese momento. Los españoles que, como Martín de Álzaga, habían arriesgado vida y fortuna para expulsar a los ingleses en 1807, los veían regresar, dos años después, como dueños y señores de un mercado que para ellos se escurría como agua entre las manos”.

En la ‘Representación de los Hacendados’ escrito en el lejano 30 de Septiembre de 1809 por Mariano Moreno se hace carne su anglofilia en forma extrema solicitando, prácticamente, la intervención de Inglaterra en nuestras tierras.

En dicho escrito expresa en su parte final:

“Nada es hoy tan provechoso para la España como afirmar por todos los vínculos posibles la estrecha unión y alianza de la Inglaterra. Esta nación generosa que conteniendo de un golpe el furor de la guerra franqueo a nuestra Metrópoli auxilios y socorros de que en la amistad de las naciones no se encuentran ejemplos, es acreedora por los títulos más fuertes, a que no se separe de nuestras especulaciones el bien de sus vasallos. .¡Con que ternura se recibieron entonces los generosos auxilios con que el genio ingles puso en movimiento esa gran máquina que parecía inerte y derrumbada…no nos arrepintamos de que tenga parte en él  en nuestra independencia] una nación a quien debemos tanto, y sin cuyo auxilio sería imposible la mejora que meditamos”.

Pocas veces se ha visto la invitación a colonizarnos como las palabras de un servil empleado de los ingleses como Mariano Moreno.

Este pensamiento de Moreno, como el de Rivadavia y Manuel J. García es el que produjo con los años y lentamente esa tendencia que hemos tenido de subestimar nuestra propia capacidad de desarrollo.

Bien lo vio esto Juan José Cristóbal de Anchorena que declaró premonitoriamente, citado por Ricardo Figueira:

"Que el comercio se halla destruido y poco menos que aniquilado, que la importación de todos los efectos ultramarinos y la exportación de frutos del pals se hallan monopolizados por los extranjeros y que de consiguiente los comerciantes nacionales se ven con manos atadas, la mayor parte de los artesanos sin ocupación y reducidos a la miseria, destruida la industria del país, la cría de ganados sin todo aquel adelantamiento de que ha sido capaz y que la época de esta fatalidad ha sido la misma del comercio libre con los extranjeros, es tan manifiesto que no deja lugar a la menor duda".

Dice Julio Irazusta que el citado Anchorena polemizando brillantemente y con una justeza válida hoy día con los partidarios teóricos del librecambio, les decía que la libertad de comercio era una quimera, si no se ajustaba a las circunstancias de tiempo y lugar, y que “la igualdad jurídica entre naciones de fuerza desigual, se convierte pronto en una relación de subordinación" “Y basado en experiencia decía que aun aquellos tenidos por los librecambistas como ejemplos de liberalidad, protegían sus súbditos con franquicias exclusivas”. (Anchorena dixit).

 “El privilegio acordado al extranjero contra el nativo nos persuadiría que somos de inferior condición a ellos, concepto que tanto perjudica el carácter nacional, cuya formación e incremento debe ser una de las primeras atenciones del gobierno".

Es que como dice Julio Irazusta, el prejuicio acerca de la incapacidad estaba en formación. Y las admoniciones de quienes prevenían al país contra él, no fueron escuchadas.

En tal sentido, a pesar de la ceguera de supuestas historiadoras que no ven lo que no les conviene a sus empleadores -y a sus ‘sueldo-dádiva’ dados por ellos-, en aquellos tiempos existía ya una depredación de nuestras aguas por los estadounidenses e ingleses. Nuestro mar era un hervidero de ellos pescando ballenas y lobos en nuestras aguas patagónicas como bien lo señaló el Coronel José Gascón.

Y volviendo a Mariano Moreno, el historiador Alberto Palomeque, con documentos en mano, relató la apreciación de Moreno el 7 de Junio de 1810 respecto de los actos patrios del 25 de Mayo de 1810: ““Las almas desfallecían con la novedad de una impresión dulcísima, a que no estaban acostumbradas…la asistencia de los oficiales de la marina inglesa y principales individuos de su comercio en la celebración, mientras desde el puerto, los buques de guerra de esa bandera hacían salvas y “celebraban una función que sus jefes estaban admirando”

Claro, que para la obtención de sus fines propuestos, los gobiernos imperialistas necesitaban, si o si, de súbditos nativos que iban a obrar como correa de transmisión de sus ideas y de sus políticas.

Aparte de Mariano Moreno, cuatro de ellos fueron Bernardino Rivadavia, Carlos María de Alvear, Juan Martín de Pueyrredón y Manuel J. García.

A modo de ejemplo, veamos como Alvear le envía  en Enero de 1815–a través de su representante en Rio de Janeiro Manuel J. García- dos cartas a Lord Strangford  (embajador británico en Rio) y otra al Vizconde de Castlereagh (Ministro de RR.EE ingles)

"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía… En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en la ejecución."

"Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución…" "Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos... . Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de Enero de 1815. Carlos de Alvear. "

Estas cartas se las hace saber Manuel J. García (quizás uno de los más desembozados representantes ingleses en estas tierras) a Sarratea el 5 de Febrero de 1816.

Nada diremos ni se requiere interpretación alguna. Las cartas hablan por sí solas.

Pero no queda solo en estos empleados remunerados de los ingleses puesto que con el tiempo la traición tendrá visos Federales: Rivera, lo que no nos extraña, se complota con Francisco Ramírez a los efectos de traicionar a Artigas y al proyecto hispanoamericano que éste representaba.

Detrás de todos estaba el Imperio luso-brasileño que utilizaba como peones de su juego a Andres Lamas, a los Herrera y Obes, Pacheco y Obes, Fructuoso Rivera, etc siempre listos y por sus intereses personales en acudir al pedido de los imperiales. Y este último, cumpliendo órdenes de las autoridades del Imperio, seducía a Ramírez halagando su ego a fin de atraerlo a las filas luso-brasileñas.

Así le escribe 2 cartas que en sus partes pertinentes, lo prueban:

Carta de Fructuoso Rivera a Ramírez del 5 de Junio de 1820

“….Cooperarán a esto último con todo su poder las fuerzas de mar Portuguesas cuyo Jefe [Lecor] tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición de Vuestra Majestad, cuando lo crea necesario. Mas para que el restablecimiento del comercio tan deseado, no sea turbado en lo sucesivo es necesidad disolver las fuerzas del general Artigas, principio de donde emanarán los bienes generales, y particulares de todas las Provincias, al mismo tiempo que será salvada la humanidad de su más sanguinario perseguidor. Los monumentos de su ferocidad existen en todo este territorio; ellos excitan a la compasión y mucho más a la venganza” –

Carta de Fructuoso Rivera a Ramírez del 13 de Junio de 1820:

“…Todos los hombres, todos los Patriotas, deben sacrificarse hasta lograr destruir enteramente a Don José Artigas; los males que ha causado al sistema de Libertad e independencia, son demasiado conocidos para nuestra desgracia y parece excusado detenerse en comentarlos, cuando nombrando al Monstruo parece que se horripilan. – No tiene otro sistema Artigas, que el de desorden, fiereza y Despotismo; es excusado preguntarle cuál es el que sigue. Son muy, son muy marcados sus pasos y la conducta actual que tiene con esa patriota Provincia justifica sus miras y su Despecho…. Con respecto a que yo vaya a ayudarle, puedo asegurarle que lo conseguiré, advirtiéndole que debo alcanzar antes permiso Especial del Cuerpo Representativo de la Provincia para poder pasar a otra, mas tengo fundadas esperanzas de que todos los Señores que componen este Cuerpo no se opondrán a sus deseos ni los míos cuando ellos sean ultimar al tirano de nuestra tierra. No deje Usted de continuar dándonos sus noticias, mucho nos interesa la suerte de Entre Ríos; para que Usted le asegure una paz sólida a estos señores S. E. el Señor Barón [Lecor] y yo trabajaremos”.

Nótese que en la segunda de las cartas, Fructuoso Rivera le hace saber a Francisco “Pancho” Ramírez que, al tiempo que debía destruir a Artigas, el Barón de la Laguna iba a brindarle su apoyo.

Pero, ¿quién era el Barón de la Laguna? Un general portugués llamado Carlos Federico Lecor, el mismo que, habiendo derrotado a Artigas en 1817, obtuvo el favor de los Orientales de levita para hacer de la Provincia Oriental un ‘protectorado’ de la corte imperial de los Braganza. Las pruebas, están a la vista.

Veamos lo publicado por Andrew Graham Yooll, periodista inglés ajeno a cualquier tipo de sostén político de los derechos argentinos en su propio territorio.

El mismo menciona que investigaciones sobre el interés británico por el Río de la Plata, queda explícito en los informes, planes y opiniones circulantes en Inglaterra en los siglos XVI,XVII y en los comienzos del XIX.

Ya en 1711 un panfleto londinense sugería que una invasión a las colonias españolas “debía empezar por Buenos Aires”, y en 1762 un grupo capitalista alistó tres naves que enero de 1763 fueron derrotadas en breve combate por el fuerte de Colonia.

Además, y más adelante en el tiempo, nos refiere de intercambios telegráficos entre los militares y diplomáticos británicos estacionados en el Rio de la Plata los cuales informan a las autoridades allende el océano sobre su política activa en nuestro territorio.

Es un juego voluminoso de cartas que toma los años 1829, 1835, 1840, 1849 y 1852 de nuestra historia.

El lunes 17 de Mayo de 1824 el diario ‘The Times’ informaba sobre los intereses comerciales británicos y que ‘un curso decidido se hace el deber inmediato de este gobierno’ .

El 6 de Julio, siendo electo Gobernador Gregorio Las Heras, el diario en cuestión decía que “El Banco de Buenos Ayres sigue prosperando….pagó el 20 por ciento sobre el capital depositado en el primer año. …en la actualidad hay 4 directores ingleses y 5 españoles y criollos….los británicos son tenedores de aproximadamente una mitad de las acciones del banco”.

Sabemos que el crédito y la Banca eran creados y manejados por los ingleses que, según la citada autora Perochena, no era más que una apreciación errónea y sin prueba alguna del Revisionismo histórico.

Además, en su momento, Rivadavia y sus amigos y socios ingleses como Hullet Bros, John Parish Robertson, pretendía quedarse con las minas de Famatina, en la Rioja, nacionalizando las tierras públicas.

Tan es así, que como transcribe Julio Irazusta, Canning le envía una carta a Lord Granville el 17 de Diciembre de 1824 en la cual le dice con alborozo en oportunidad de la total independencia de las naciones hispanoamericanas y su fragmentación (lo cual daba la oportunidad de seguir expoliando comercialmente a cada una de ellas, debilitadas por ese desgajamiento: “La cosa está hecha; la uña fue sacada. Hispanoamericana es libre; y si nosotros no manejamos tristemente mal nuestros asuntos, ella es inglesa” (citado por Elic Halévy en ‘Histoire du Peuple Angleis au Siècle XIX’, Tomo II, pág. 108 N.1 y en ‘Rippy’, en Rivalry Over Latin-América -Pag.115).

Lord Ponsonby fue el artífice –por mandato del gobierno inglés- del ‘Tratado Preliminar de Paz’ entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil. El inglés pergeñó dicho acuerdo y fue también Parish partícipe del mismo, en 1828.

El Oriental Herrera nos pone sobre la mesa documentación que subraya como Dorrego se vio en la obligación nefasta de firmar la paz con el Brasil con el ‘torniquete’ financiero al que se vio compelido por el Banco Nacional controlado por los ingleses y que lo llevaron a hocicar, perder la Banda Oriental y ver frustrados sus deseos de volver a recuperar las tierras que poseía el Brasil en el sur de su territorio y hacerles pagar sus intrusiones en la Banda Oriental y en nuestra Mesopotamia.

La injerencia de los ingleses a través de Lord Ponsonby queda de manifiesto en carta del mismo a su gobierno el 1 de Enero de 1828:

“Veré su caída, si tiene lugar, con placer; mi propósito es conseguir medios para impugnar al coronel Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra [contra el Brasil]”

Notese la arrogancia, la impertinencia y la soberbia del inglés. Así, se saca la máscara el Imperio Inglés en forma consuetudinaria y hasta nuestros días.

No es el imperio ‘chivo expiatorio’ como dice el liberalismo y sus escribas como la Lic.Perochena; y nada aporta en pruebas para demostrar lo contrario. Sabemos que los empleados del poder o hacen silencio sobre las realidades o directamente, con su silencio, la evaden.

Respecto a los ingleses no solo manifiestan sus intenciones con cartas reservadas sino que –sin tapujos- se lo dicen en la cara a las máximas autoridades.

De tal modo, en el mismo sentido y con admoniciones injustificables en un diplomático extranjero, le espeta el inglés al Gobernador de Buenos Aires, Dorrego:

“Su excelencia no debería hacer caso a la doctrina de algunos crudos teóricos que creen que América debe tener un existencia política separada de los intereses de Europa. El comercio y los intereses comunes de los individuos han formado lazos de unión que el poder de ningún hombre podría quebrar. Mientras ellos existan, Europa tendrá el derecho, y con certeza no le faltarán los medios, para intervenir en la política de América cuando fuere necesario para la seguridad de los intereses europeos”

Le dice directamente a Dorrego que el futuro de America está asociado inevitablemente a los intereses de Europa, a través del comercio ordenado y dirigido por éstos. No es un deseo de los Europeos sino un ‘derecho’ (sic) para intervenir cuando quisieran.

Claro, para la Lic. Perochena esto que claramente confiesa el inglés como política de su gobierno es para la escriba citada un ‘chivo expiatorio’ del Revisionismo histórico.

A veces cuando lo dicho volcado a un texto es tan ajeno a la realidad que la debe interrogar en plena cara, uno no sabe si es producto de ignorancia o mala fe. En ambos casos la descalifica como historiadora.

En misiva del 5 de Abril de 1828 Ponsonby escribe a su jefe que “el gobernador de Buenos Aires está sin dinero debido a las presiones que él ha ejercido sobre los comerciantes locales, todos agentes de casas ingleses. No vacilo en manifestar a usted que yo creo que Dorrego está ahora obrando sinceramente en favor de la paz. Bastaría una sola razón para justificar mi opinión, que a eso está forzado ... por la negativa de proporcionárseles recursos, salvo para pagos mensuales de pequeñas sumas...".

Lord Ponsonby escribe a Londres en 1828, alarmado con la posibilidad de que Dorrego continúe con la guerra y que, además, desarme todas las componendas británicas-unitarias comerciales en desmedro de nuestra soberanía también: “Mi propósito es conseguir los medios de impugnar al Coronel  Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra después de tener a su alcance los medios para hacer la paz”.

El Lord baja de Rio de Janeiro para hablar con Dorrego el cual se le planta y se niega a firmar la paz con el Brasil. Ante ello, la suerte de Dorrego está echada: Lord Ponsonby le escribe a su ministro Canning “Dorrego será desposeído de su puesto y poder muy pronto”.

Los ingleses lo que no consiguen diplomáticamente, presionando con una sonrisa, lo consiguen por la fuerza de sus armas y buques.

Dorrego pierde poder al querer continuar la guerra contra el Brasil pero su economía cae vertiginosamente y el gobernador de Córdoba, Bustos, le quita apoyo ya que éste quería ser considerado para ser elegido Presidente de la nueva República Federal.

Manuel tenía sin dudas una gran obsesión: la integridad del territorio de la Provincias Unidas. Y no estaba dispuesto a ceder un metro de tierra republicana. Es más, si la política de guerra ‘rivadaviana’ había sido apenas de contención, la de Dorrego sería agresiva. Su intención era liberar a América de monarquías.

Quería convertirla en un continente republicano. Y eso alteraba, obviamente, los planes de la Corona Británica y de su enviado, el manipulador Lord Ponsonby. Pero también contradecía los intereses de algunos sectores criollos, tanto occidentales como orientales, que iban a conspirar e incluso traicionar la confianza de Dorrego. Y ni siquiera los hombres más cercanos a él, tanto en lo político como en lo personal, iban a estar afuera de la intriga.

El plan de Manuel para acabar con el poder imperial era realmente ambicioso y de haber sido concretado habría transformado para siempre, en beneficio de las Provincias Unidas y no del Imperio del Brasil, el diseño de Sudamérica.

Pero hacia fines de año, Dorrego decidió pasar al ataque. Y para eso echó mano a una estrategia de pinzas con la cual pretendía acorralar a Pedro I y obligarlo a dimitir o, al menos, a dar fin a la guerra desprendiéndose de su Provincia Cisplatina y dejarla en manos de las Provincias Unidas.

Por un lado, Manuel planeaba la consolidación de un Ejército del Norte a cargo de Estanislao López para que invadiera las Misiones Orientales en manos brasileñas —cosa que el Imperio obtuvo gracias a la intervención del voluble caudillo oriental Fructuoso Rivera, un filo-portugués devenido en republicano tras la expedición de los 33 Orientales— y levantara esas poblaciones para ganarlas en favor de la causa.

En el proyecto dorreguista el Ejército debía ocupar no sólo las Misiones Orientales sino también los actuales departamentos de Río Grande, San Pablo y Porto Alegre para que, en caso de necesitar un estado tapón, fuera una república gaucha situada en esas tierras y no la Banda Oriental.

Dorrego planeaba también avivar una rebelión en la isla de Santa Catalina.

Para eso había seducido a las tropas mercenarias alemanas, al mando de Federico Bawer, que estaban en Pernambuco y que se encontraban dispuestas a ocupar la isla para utilizarla como base de operaciones. Pero la gran conspiración consistía en llegar a Río de Janeiro, donde, en connivencia con las tropas irlandesas, secuestrarían al emperador en persona y lo trasladarían a Buenos Aires donde se lo obligaría a firmar una paz en la que cediera para siempre la propiedad de la Banda Oriental para las Provincias Unidas.

Para eso era necesario una cosa más: la intervención de Bolívar. Y Dorrego fue tras ella. Su hipótesis de máxima consistía en que el Libertador se pusiera al frente de un ejército combinado para derrotar a los imperiales, la de mínima incluía una intervención diplomática para que Pedro I no tuviera más remedio que aceptar la pérdida de la Banda Oriental.

El plan era arriesgado pero brillante.

Lavalleja también duda en seguir la guerra contra el Brasil pues Pedro Trapani, hombre de confianza de Manuel García convence al primero a pactar la paz con los lusitanos. Trápani era amigo y socio de Robert Ponsonby, saladerista ingles radicado en tierras bonaerenses  que era tío del conspirativo Lord Ponsonby.

Durante los primeros meses del gobierno de Dorrego, Lord Ponsonby tejió sus redes para que se firmara la tan ansiada paz para el comercio británico.

Tras mucho forcejear, ya que el diplomático inglés quería construir el famoso ‘Estado-tapón’, Dorrego aceptó que las bases del acuerdo rondaran en que, tras la firma del tratado, la Banda Oriental dispondría de un lapso de cinco años para decidir en forma definitiva si se incorporaba al Imperio Brasileño o a las Provincias Unidas o se declaraba independiente.

Ponsonby le advierte a Dorrego que si continua la guerra se deberá atener a las consecuencias militares y económicas de todo tipo por parte de Inglaterra (parece ser que Inglaterra no fue el ‘chivo expiatorio’ alegremente dicho por la literatura fantástica que los Unitarios han llamado ‘Historia’, y que no es más que la Historia Oficial).

Lord Ponsonby escribe a Dorrego en tono insultante, conminatorio y amenazante: “

"Vuestra excelencia no puede tener respeto por la doctrina expuesta por algunos torpes teóricos de que América debería tener una existencia política separada de la existencia política de Europa. El comercio y el común interés de los individuos han creado lazos entre Europa y América que ningún gobierno y acaso ningún poder humano podrá disolver. Y mientras estos lazos existan, Europa tendrá el derecho y los medios y la voluntad de intervenir en la política de América, por lo menos en la medida necesaria para la seguridad de sus intereses".

Y si esto no es una amenaza directa, no sabemos qué cosa lo es.

Pero el golpe de gracia Dorrego lo recibió en agosto de 1828 con una traición: García firmó una paz deshonrosa regalando a los brasileños la Banda Oriental y exponiendo a Dorrego al escarnio público.

Finalmente, el 27 de agosto se firmó el Tratado Preliminar De Paz por el cual se reconocía la independencia de la República Oriental del Uruguay. Lord Ponsonby había inventado un Estado, había parido un país. El sueño de San Martín, Bolívar, Artigas y Dorrego había fracasado.

Acorralado, abandonado, sin apoyo financiero y sin poder político, Dorrego accedió a las exigencias prácticamente de inmediato. Finalmente, en la sesión del 25 de septiembre de 1828, el Congreso aprobaba el tratado de paz y el gobernador lo ratificaba el día 29. Nacía la República Oriental del Uruguay.

Las Provincias Unidas, tras la pérdida del Paraguay, de Bolivia y ahora de la Banda Oriental, quedaban prácticamente disueltas.

A principios de octubre ordenó el regreso de las tropas apostadas en la República del Uruguay. La conjura en su contra ya estaba en marcha.

Pero lo cierto es que en septiembre de 1828, Dorrego estaba acabado. Estaba agobiado y cercado por el capital financiero que lo tomaba de rehén a cambio de nuevos empréstitos en términos usurarios y lo obligaba a cometer el peor error de su administración y el que le costó su vida: la firma de la paz definitiva con el Brasil.

Cuando las tropas de la Banda Oriental estaban en camino, Rosas le advirtió a Dorrego: “El Ejército Nacional llega desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo nos tiene vendidos: logia que, en distintas épocas, ha avasallado a Buenos Aires y que ha tratado de estancar en su pequeño círculo a la opinión de los pueblos: logia ominosa y funesta, contra la cual está alarmada toda la nación”.

Finalmente Lavalle y otros que han vuelto con el apoyo de los Unitarios conjurados de siempre lo destituyen en un golpe de Estado que se veía venir.

Dorrego huye sabiéndose víctima de las logias masónicas Unitarias, dejando acéfalo el gobierno en manos de Guido, Balcarce, Iriarte, Azcuénaga y Rolón que parlamentan con Lavalle y sus tropas y deben hocicar ante los hechos.

La guerra civil comenzaba con la tiranía del insurrecto Lavalle que duraría casi hasta fin de siglo….

Entonces, luego de ser derrocado de su cargo de Gobernador de Buenos Aires por el golpe de Estado el 1 de Diciembre de 1828 por Lavalle y sus acólitos como Olavarría, Salvador María del Carril, Agüero y Juan Cruz Varela, entre otros, Dorrego es perseguido, a pesar de los consejos de Rosas para que no diera batalla, pero desoyéndolo luego es traicionado por dos de los lugartenientes del General Ángel Pacheco, los militares Mariano Acha y Bernardino Escribano que, traicionando sus cargos, lo detienen y lo encarcelan en Navarro, siguiendo órdenes de Lavalle. Este ordena su fusilamiento.

Salvador María Del Carril y Varela lo adulan a Lavalle, y en cartas laudatorias y viles, lo instan a fusilarlo en cónclaves masónicos como lo han probado los historiadores como Vicente F. López, entre los que estaban además de los mencionados, estaban Ángel Gallardo, Alsina, Álvarez Thomas, Valentín Gómez en representación de Rivadavia, Niceto Vega, Juan M. de Pueyrredón, entre otros. Brown, Díaz Vélez y hasta el propio Lamadrid (imagínense hasta donde llegaba el horror de la medida) interceden ante Lavalle por su vida, sin lograrlo.

Luego del asesinato –no hubo juicio alguno- disfrazado de justicia, el país se levantó indignado desatándose una ola de violencia inacabable que dio lugar a un estado anárquico que llevó finalmente al poder a Juan Manuel de Rosas ante el pedido de orden que el pueblo necesitaba y pedía. .

Dorrego cayó y murió por causa de conjuras inglesas con los Unitarios a los cuales, su gestión soberana, hacía perder dinero e influencia en estas tierras. Los negocios varios de los ingleses con los financistas locales tuvieron en Dorrego un muro infranqueable que solo la muerte podía hacer caer.

Los ingleses, como se pudo leer, lo que no consiguieron mediante soborno lo consiguieron utilizando la frialdad de los centralistas unitarios que, a su vez, utilizaron a Lavalle como ejecutor. Igualmente que luego, utilizaron a Urquiza para ejecutar sus planes de entrega.

La injerencia británica también en este caso es brutal, sutil, constante y determinante en los resultados obtenidos, como documentalmente se expone..

Y sintetiza Irazusta a modo de reflexión “En la correspondencia del embajador inglés en Río se ve la decisiva influencia británica en la segregación del Uruguay. Presionando alternativamente sobre el Imperio y la República, sea para lanzarlos a la guerra cuando el uno o la otra amenazaban fortalecerse o para negociar la paz la paz cuando se resistían al empequeñecimiento, Inglaterra logró arrebatar a la Argentina el entero dominio del Plata, y al Brasil su expansión hasta la línea del Paraná, que era el sueño de sus primeros patriotas; y crear entre ambos Estados grandes uno más pequeño, que sirviera no de cojinete, sino de eterna manzana de discordia para azuzar sus rivalidades y debilitarlos con guerras incesantes”. Resumen perfecto.

Francia participaba del sueño imperialista en América. Lo logró en Argel y en nuestras tierras con continuos sitios marítimos intentaba forzar a nuestros gobiernos a someterse.

Paralelamente, en 1829 Woodbine Parish  comenta el primer gobierno de Rosas el cual nos demuestra en su comunicación que estaba muy compenetrado de la política local hasta en los más íntimos detalles. Su posición era buscada para dar consejos que le inquirían las autoridades locales. Y así siguió a lo largo de los años la forma de inmiscuirse los ingleses en la política local.

Según Graham Yooll, Parish debía reunir en nuestras tierras la mayor cantidad de datos posibles, el que informaba en detalle a Canning y a Lord Aberdeen de lo que sucedía aquí.

El 12 de Diciembre de 1829 le escribe Parish a Lord Aberdeen una carta en la que comunica el ascenso al Gobierno de Juan Manuel de Rosas y se explaya en la conveniencia de la designación de determinados funcionarios que –a los fines de los intereses británicos- parecen ser los más convenientes. Uno de ellos Manuel J. García, funcionario siempre fiel a los intereses británicos de ayer y de siempre.

Dice Graham Yooll : “Por su gestión en Buenos Aires, Parish fue felicitado y condecorado, al regresar a Londres en 1832. No es de sorprenderse: el Tratado de Amistad rigió las relaciones entre los dos países durante casi un siglo; obtuvo generosas indemnizaciones por la pérdida de barcos y fletes británicos durante la guerra con Brasil; logró la exención del servicio militar de los súbditos británicos; obtuvo permiso para que establecieran su iglesia y practicaran su credo; y, según el Diccionario Nacional de Biografía británico, "hizo notar al gobierno de Su Majestad la importancia de las Islas Malvinas y como consecuencia recibió instrucción de reclamarlas como posesión británica". Parish falleció en agosto de 1882, a los ochenta y seis arios, en Inglaterra. El contacto familiar con la Argentina no acabó con su partida: uno de sus hijos, Frank Parish, nacido en Buenos Aires, fue nombrado vice-cónsul en abril de 1853 y ascendido a cónsul en 1860, siendo también miembro del directorio del Ferrocarril Central Argentino.

Una prueba más de la injerencia inglesa aqui, creando el ‘estado-tapón’ en la Banda Oriental, y manejando en forma hereditaria la Banca y el crédito en nuestra patria.

Otro miembro de la diplomacia inglesa, John Mandeville, que permanentemente se entrometía en los asuntos internos del país, en carta a Palmerston, informaba del reclamo francés a través del Almirante Leblanc, en 1838 por el cual éste entrometiéndose también en los asuntos internos de las Provincias Unidas quiso obligar a Rosas a que Francia fuese considerada ‘nación más favorecida’. Ante la negativa, sin previo acuerdo necesario según el gobierno de la Confederación, comenzó el bloqueo francés que duró 2 años.

De tal manera, la injerencia francesa tenía el apoyo explícito del Parlamento francés: Leblanc pasaba un informe a su gobierno llamado ‘Negociación’ que podemos encontrar en la Biblioteca del Jockey Club de la ciudad de Buenos Aires y que transcribe el historiador y docente Pascual R. Paesa

Dice Leblanc literalmente lo siguiente en un informe a su Gobierno:

“Debemos concluir que no es posible ningún arreglo con Rosas. 29) Si esto fuera posible no debemos aceptarlo, porque tendremos siempre en Rosas un enemigo y nosotros perderemos amigos (los unitarios). 39) Es posible y probable que con los aliados que los agentes franceses se han procurado y los recursos puestos a su disposición, triunfaremos sobre Rosas pero sería más seguro, más digno de la Francia, enviar fuerzas de tierra que unidas a las de D. Frutos y de Lavalle concluirían pronto con el monstruo y establecerían de una manera permanente en el Río de la Plata la influencia de Francia".

Esto es, la injerencia no admitía, por parte de los franceses, acuerdo o transacción alguna. El fin último buscado no era llegar a un acuerdo, sino derrocar a Rosas.

Thiers, justificando la conducta del almirante en el parlamento francés, analizaba: "era natural buscar puntos de apoyo. Si hubiese sido imposible echar el ancla en alguna parte, reabastecerse en alguna parte, el bloqueo se habría vuelto tan difícil que no se lo habría podido continuar". Y por lo tanto, continúa: "¿ Qué hizo el almirante Leblanc? No podía continuar el bloqueo de Buenos Aires sin apoyo en el continente; necesitaba de Montevideo, apeló a la fuerza. Un jefe militar no puede dejar morir a sus soldados; debe pro-curarles víveres a toda costa y por cualquier medio que sea; destruye las casas y las ciudades para llegar a ese fin y lograr el triunfo de su ejército".

Creo –ironiza Paesa- que con estos principios no se podía enseñar mucha ‘civilización’”.

Francia e Inglaterra, siempre bajo excusas pueriles y no exentas de malicia, como el caso de César Hipólito Bacle (reconocido por los propios franceses como de origen Suizo) entre otros, excelente litógrafo suizo que trabajó en la Argentina pero también sirviendo de espía para los Unitarios y gobiernos extranjeros; por dicha causa fue encarcelado por Rosas y luego de liberado por su estado de enfermedad. Falleció al poco tiempo lo que dio lugar a la intervención en 1838 de Francia sitiando nuestras aguas, aplicando la ‘diplomacia armada’ mucho más visible que la de los ingleses pero igualmente perjudicial.

De tal modo el Almirante Venancourt comenzó el bloqueo en el Rio de la Plata y sus intenciones imperiales se vieron reflejadas en una ‘Memoria’ enviada a su gobierno cuyo título era ya toda una declaración de intenciones “Algunas ideas sobre la reconquista de las posesiones españolas de América por su Metrópoli”.

En sintonía con el Almirante en los debates parlamentarios Thiers llegó a afirmar que Montevideo era «prácticamente una colonia francesa.», para beneplácito de Florencio Varela que fue hasta Francia a mendigar la intervención francesa en el Plata.

Además, el historiador francés François-Auguste-Marie-Alexis Mignet escritorhistoriador y periodista francés, consejero de Estado, director del Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y autor de ‘Histoire de la Révolution Française’ .citado por Irazusta, dijo –en un alarde de mal gusto troglodita y falsedad conceptual- que “….para afianzar el establecimiento de los franéese s "en la costa opuesta del Atlántico", y su "inmenso desarrollo, útil para nuestros intereses y ventajoso a la vez para nuestra gloria", convendría "una ostentación más frecuente de nuestras fuerzas navales (que) nos eximirá en muchos casos de tener que emprender una acción efectiva"; agregaba creer a Hispanoamérica civilizable, pese al retroceso de esos "gauchos que viven a caballo y sin camisa, hijos degenerados de los héroes de la conquista española, que casi ya no tienen de cristianos sino el nombre y de hombres, la forma únicamente". ¿Estos eran los ‘Civilizados’ de los que hablaba Sarmiento? ¿La gente ‘decente’ de la que se ufanaban?.

Pero –ironizaba Irazusta- que para esa ‘regeneración’, nuestro continente necesitaba una continua infusión de las luces y de la actividad de la vieja Europa que Francia se prestaba generosamente a procurarnos. Por las buenas, si nos allanábamos a sus menores exigencias, o a cañonazos si tomábamos en serio la independencia que los europeos nos habían reconocido.

Vamos enhebrando con algunos documentos en la mano (solo algunos) la intromisión y conquista de los imperios (ya tocará el turno al imperio del Brasil) de nuestras riquezas con la ayuda –absolutamente necesaria- de sus funcionarios nativos que obraron como gestores o correas de transmisión de sus amos.

En dichas clases se destacan algunos prohombres muy útiles para "el sistema del imperialismo liberal". Ya sea porque inculcan la verdad revelada del liberalismo económico en las cátedras universitarias, ya porque lo aplican escrupulosamente desde los Ministerios de Hacienda, ya porque imponen a hacha y martillo el sistema a toda la nación. Así, como  el doctor José Manuel García. Bernardino Rivadavia, Florencio Varela, el general Bartolomé Mitre en la Argentina, Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y Obes o del Barón de Mauá en Brasil, que prácticamente ‘Soñaban en Inglés’, en feliz frase de Vivian Trías.

Ahora, veamos como la ‘entente’ entre Bartolomé Mitre, Melchor Pacheco y Obes, Teodoro Vilardebó, Manuel Herrera y Obes, Cándido Juanicó, Fermín Ferreira (uruguayos), Florencio Varela, Juan M. Gutierrez, Vicente F. López y José Rivera Indarte (argentinos) impulsaban a Andrés Lamas, encargado de negocios diplomáticos en Río de Janeiro en nombre de los Orientales ‘colorados’ y la llamada ‘Comisión Argentina’ a llevar agua para el molino de los lusitanos-brasileños.

Andrés Lamas, tenía como fiel admirador a Bernardino Rivadavia y gustaba de seguir sus pasos..

La idea de Lamas era crear en el Brasil como en la Banda Oriental y en Buenos Aires (lo cual se hizo) unos Institutos Historiográficos en cada Estado, cuya función, era la interpretación de hechos históricos según sus ideologías y acomodar a las mismas para realizar la que ya hemos llamado ‘La Literatura de la Historia’ deformando la realidad y transmitiendo en el futuro esos errores hasta hacerla la ‘Historia Oficial’ falsa que hoy sufrimos.

Gracias a Lamas, Brasil toma la posta en esto.

Lo señala el historiador Oriental Tomás Sansón Corbo que ha realizado una investigación panorámica y de carácter comparativo que permite evidenciar la evolución de la producción y del conocimiento histórico en la región platense. La historiografía como área de investigación dentro de la ciencia histórica, a través de técnicas y teorías como manera de interpretar la historia.

Esto significa que Lamas conjuntamente con sus amos, los brasileños, mientras guerreaban militarmente en nuestras tierras iban organizando la interpretación de los hechos históricos que iban ocurriendo a fin de justificar artificialmente en el futuro y ante la historia sus acciones, creando el IHGB (‘Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro’).

Dice Sansón Corbo que “Las historias nacionales se construyeron en una línea de  continuidad con Portugal. (Este aspecto marca una diferencia en relación con las ex-colonias de España que en sus relatos históricos enfatizaron el rompimiento con la antigua metrópoli.

“Los letrados argentinos refugiados en Montevideo a causa de las  persecuciones de Juan Manuel de Rosas, influyeron sobre sus colegas uruguayos. La base de pensamiento de los hombres de la "Generación de 1837” era “la filosofía social del romanticismo francés”, el “movimiento sansimonista” (Berisso–Bernardo, 2011), divulgado en Buenos Aires por Esteban Echeverría. Atribuyeron “los males de su país a tres grandes causas: la tierra, la tradición española y la raza” (Shumway, 1993, p. 164).

“La presencia de los jóvenes unitarios contribuyó a dinamizar el medio cultural montevideano.

“En el contexto referido ut supra se desarrolló la vida y producción de Andrés Lamas (1817-1891), quien residió varios años en Río de Janeiro.

“Seguía en este punto el modelo del IHP (basado en las tradiciones de sociabilidad intelectual propias de la Ilustración) y respondía a razones filosóficas y pragmáticas que estaban íntimamente ligadas con el contexto regional: las ambiciones geopolíticas de Juan Manuel de Rosas constituían una potencial amenaza pues, de triunfar en la Guerra Grande, podría reincorporar el territorio de Uruguay a la Confederación Argentina.

“Esto representaba un peligro para el Imperio pues podría reavivar los sentimientos separatistas de la recientemente pacificada Provincia de Río Grande (1845) y amenazaba el equilibrio en la región puesto que perpetuaría la imposibilidad de navegar por los ríos Paraná y Paraguay, obstaculizando las comunicaciones con Mato Grosso.

“La actividad de los letrados rioplatenses en el IHGB (Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro ) tuvo un marcado cariz político. Desarrollaron una intensa propaganda procurando involucrar al Imperio en una alianza militar contra Rosas

“Si bien existe poca información sobre las actividades de Lamas durante esa  breve estancia carioca, sabemos que mantuvo largas conversaciones con Bernardino Rivadavia de quien obtuvo abundante información sobre los acontecimientos que jalonaron su vida y por ende, la historia argentina La personalidad de Rivadavia le causó hondo impacto, particularmente desde el punto de vista político-ideológico, lo que se vio reflejado en los opúsculos que le dedicó sobre el final de su vida. Fue uno de los orientales que llegó a conocer más profundamente la realidad política de Brasil y las peculiaridades de su política exterior.

“En sus charlas con el monarca azuzó su desconfianza sobre Rosas. Finalmente logró su objetivo: el 12 de octubre de 1851 fueron firmados los famosos tratados y polémicos (cinco) entre el Gobierno de la Defensa y el de Brasil, elevado costo que tuvo que pagar Uruguay para asegurar el concurso del Imperio en la alianza política y militar que derrotaría a Rosas. Tratados de Límites, Alianza, Prestación de Socorro Financiero, Comercio y Navegación, Extradición.

“Esos tratados constituyeron una mácula que acompañó a Lamas más allá de su muerte. Sus detractores lo denominaron a partir de entonces “el brasilero” y lo acusaron de ser un ambiciosos vulgar que asumió una actitud servil y disfrutó de grandes beneficios en la Corte.

“Contribuyó a canalizar la influencia de Brasil en la configuración del campo historiográfico rioplatense.

“Lamas creó, en colaboración con Juan Ma. Gutiérrez y Vicente Fidel López, la Revista del Río de la Plata (1872-1877),

“A pesar del momentáneo fracaso, el IHGN (‘Instituto Histórico y Geográfico Nacional’) y el IHGRP (‘Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata’) constituyeron las primeras experiencias de institucionalización de los estudios y la investigación histórica en Uruguay y Argentina (lejanos antecedentes de la ‘Academia Nacional de la Historia’ de Argentina).   La construcción del relato nacional como proyecto de investigación”.

La actual Academia Nacional de Historia es hoy vívido ejemplo de ser el soporte, el horno donde se cuece esa pretendida ‘historia’ alejada de la realidad de lo acontecido, acomodada a los intereses foráneos, podada allí y acá donde sea necesario para tales fines, como ejemplo de ello es la ‘Historia de Belgrano y la Independencia Argentina’ de Bartolomé Mitre..

Al comenzar el año de 1840 los franceses intentan acorralar al gobierno de la Confederación Argentina alimentando con mucho dinero  a la coalición internacional que desesperaba por derrocarlo.

Esta ‘coalición’ autodenominada ‘Comisión Argentina’ estaba formada entre otros por Lavalle, Paz, Ferré, Cullen, Maza, Castelli, Berón de Astrada, Gutiérrez, Echeverría, Mármol, Rivera Indarte, Agüero, Valentín Alsina, Florencio Varela, y todos los autoexiliados en la Banda Oriental. Estaba también la ‘Comisión Argentina’

Dice el historiador  Diego Luis Molinari que  “El total de los subsidios se elevaba, al 8 de abril de 1840, a 1.484.436 francos. Bouchet-Martigny había puesto a disposición del presidente Rivera la suma de 1.200.000 francos : la mitad, pagada inmediatamente; y el resto, después del paso del Uruguay por el ejército oriental ; y anticipado a la Comisión Argentina, el 14 'de enero de 1840, un nuevo subsidio, sobre el que ya se le había entregado, de 10.000 pesos fuertes. Con el oro, francés se armaron y equiparon todos los enemigos de Rosas —argentinos y orienta-les— y se pagó desde un fusil hasta una merienda. "El Nacional" de Montevideo era un papel subvencionado. Todos los contrarios de Rosas, sin excepción ninguna, sabían que el nervio de la acción salía del presupuesto de Francia nadie —ni aun Mitre— pudo darse por ignorante de tal hecho”.

Thiers, preocupado por la cantidad de dinero francés enviado a los sobornados de la Banda Oriental para la cruel lucha contra su propia patria, le escribía, urgido  a Bouchet-Martigny a principios de 1840 diciéndole que los subsidios, en verdad, habían sido muy grandes y se tenía derecho a esperar una acción, más decidida de parte de los "auxiliares" de Francia, señalándole explícitamente: —"Ahora, señor, he aquí cómo encarar la situación de todo el, asunto: espero que los generales Lavalle y Rivera, poderosamente sostenidos como están, por nuestros subsidios y por nuestras fuerzas navales, y por el peso del nombre de Francia, concluirán, en poco tiempo más, por derribar a Rosas. Lo deseo, tanto más cuanto que este éxito sería la mejor justificación del sistema que Usted abrazó…Mas lo que debe saberse bien es que este asunto debe llegar perentoriamente a su término, sea, como yo lo deseo vivamente, por el triunfo de los auxiliares que Usted ha obtenido para Francia, o por medios exclusivamente franceses."

Ahora bien, no se crea que los emigrados Unitarios conspiraban contra su propio país en forma gratuita. No.

El 22 de junio de 1840 la comisión argentina (Agüero, Cernadas, Gómez, Alsina, Portela y Florencio Varela, entre otros) firmaban una alianza formal con Francia, representada por Martigny. El dinero era un medio preciso de comprar a estos ‘cipayos’, confesado por los propios franceses donde la injerencia iba acompañada con dinero para soborno continuo.

Así se lo escribía el ministro francés Soult a Martigny : "Haré satisfacer como las precedentes, las últimas libranzas que usted ha girado sobre mi departamento por las sumas avanzadas por usted a la comisión argentina, pero le recomiendo que se muestre usted más cauteloso en esta clase de gastos que suben ya muy alto y que exceden en mucho los previstos en el presupuesto de relaciones exteriores".

La guerra tenía carácter de invasión internacional.

Dice el "Reglamento de anotación y cómputo de servicios", del Ministerio De Guerra nacional, el Art. 33 que las guerras internacionales sostenidas por la República Argentina son: 1) La de Independencia. 2) Del Brasil. 3) De la Confederación Perú-Boliviana. 4) Guerra contra Francia, iniciada el 8 de junio de 1838 y terminada el 31 de octubre de 1840. 5) Guerra contra Francia e Inglaterra de 1845. 6) Del Paraguay (conf. Folleto de 44 paginas Ed. Of. De 1932),

Agregamos nosotros, la batalla de Caseros de 1852.

Sumemos la insurrección del Sur con las traiciones, entre otros, de los Maza donde consta  en las actas parlamentarias de la Cámara de Representantes de París, que estos insurrectos, como todos los Unitarios de ambas orillas, recibieron también armas, dinero, provisiones, buques, y otros auxilios de los agentes franceses.  Los Unitarios desgraciadamente, se unieron a Francia en esta guerra contra la Argentina, como ya se probó.

En un esclarecedor trabajo, por lo documentado y profundo en su estudio y análisis, el historiador e investigador Ignacio F. Bracht junto a Rodolfo Barrese, a los cuales seguimos en la documentación aportada, desgranan en detalle la injerencia de los imperios franco-ingleses en los asuntos del Plata vía sutilezas en las presiones incoadas o vía acciones militares desembozadas entre 1840 a 1847.

Haremos un resumen ajustado de las documentaciones aportadas por los autores que nos revelan cómo no son ‘chivos expiatorios’ los que los historiadores que no ejercen la ‘literatura de la historia’, como la citada Perochena, encuentran que los Revisionistas toman como ‘chivos expiatorios’ a los ingleses y franceses (sumemos a los brasileños) y los sumisos mandatarios nativos, sin observar que, al contrario, se ajustan estrictamente a la profusa documentación que entre bambalinas se envían los diplomáticos y militares de dichos imperios y que los deja al descubierto en sus intenciones y acciones.

La necesidad de Francia e Inglaterra de proveerse de materias primas a precio vil para luego inundarnos de manufacturas a un precio con el cual no podíamos competir –efectos del aumento de la producción en escala in-crescendo en aquellas tierras- hizo que la presión sobre nuestras tierras y nuestras políticas soberanas, se incrementase día a día.

El Edecán de Mackau Theogéne Page; en su crónica "Asuntos de Buenos Aires/Expediciones de Francia contra la República Argentina-1838-1840" expresa:

"las expediciones a Buenos Aires y México en 1838-39 obedecieron al móvil de devolver al gobierno de Thiers, el prestigio político perdido a través de su actuación interna"

Refiere el autor arriba citado Jorge C. Bohdziewicz que el novel Lefebvre de Bècourt escribe a Mackau respecto las conversaciones del primero con Tomás Guido para que éste lo repitiera en su ámbito privado "hay que acabar la cuestión sin ruido y según los deseos de Francia y que, de no ser así, no se podrá responder por el futuro de nuestras relaciones. Eso él lo sabe bien pero hace falta que sus colegas -y sobre todo su superior- lo sepan tan bien como él" " (carta de Charles Lefebvre de Bècourt al Barón de Mackau-Buenos Aires 22-12-1840 ‘Archives Mackau’ 156 API 32)

Resume el historiador que “En buen romance, o se revolvía el caso como ellos querían o no respondían por las consecuencias. Esta velada amenaza corría por cuenta exclusiva del joven Encargado de Negocios. Fue el primero de una serie de gestos inamistosos, nutridos, según anticipamos en otra parte, por una prejuiciosa antipatía hacia Rosas y su elenco gobernante”.

A pesar que los lenguaraces escribas liberales y marxistas no toman en cuenta, como ya se dijo, que “La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ella, no desaparecees objetivamente claro y notable a través de la propia confesión de los victimarios la presión y continua injerencia de los franceses, acompañada con los barcos de guerra que rodeaban el puerto de Buenos Aires, sitiándola; los cuales en forma solapada amenazaban a la Confederación Argentina, implicando ello una cuasi-declaración de guerra si nosotros no nos aveníamos a sus dictados.

En tanto los ingleses, por el año 1841 -y a través de Palmerston- extendieron la mirada por América del Sur, el cual éste escribió a la Cámara de Comercio:

“Hasta ahora el Plata, el Amazonas y el Orinoco y sus afluentes no se han utilizado en el intercambio comercial con el interior del país, pero parece probable que con el correr del tiempo la utilización de ellos los transforme en importantes vías de comunicación por agua con fines comerciales”.

Era, hasta ahí, entendible económicamente las presiones sobre nuestras decisiones nacionales, por parte de las potencias europeas, pero lo que no puede admitirse es la presión ejercida por los nativos, en este caso, Fructuoso Rivera para lograr no solo la intervención en el Plata sino la conformación de un protectorado inglés en la Banda Oriental, tal el pedido el 5 de Diciembre de 1841 a Herny Mandeville representante inglés en el Plata. Era tanta la entrega que hasta el propio inglés la rechazó (había que disimular):

“…las responsabilidades de un protectorado eran demasiado grandes y que los privilegios especiales que el protectorado conferiría a los súbditos británicos tenían por fuerza que producir interminables fricciones con otras potencias"

La idea de crear un ‘Estado-Tapón’ en la banda Oriental seguía en los planes ingleses con su injerencia en nuestros asunto internos a pesar de negarlos los historiadores Unitarios de antaño y hogaño, como la Lic. Perochena en su manifestación que hace a este trabajo:

Como cita José María Rosa “Alfredo Varela en Duas grandes intrigas menciona «duas grandes potencias>, (Inglaterra y Francia) que en 1842 ayudaban disimuladamente la creación de la Federación del Uruguay (o.c. II Sil 603, nota 34 al cap. XXVI). Menciona los informes de la legación brasileña en Montevideo (9 de mayo y 24 de junio de 1842) y la Memoria secreta de Duarte de Ponte Ribeiro, el eficaz representante de Brasil en Buenos Aires (parr. 8 y 108) con documentos de 1843. Al tiempo de finalizar la guerra de los farrapos Antonio Vicente da Fontoura, tan ligado a los revolucionarios, hizo la denuncia al general Caxias en carta del 6 de julio de 1845, que éste informa a Río de Janeiro y motiva una reclamación del entonces canciller Limpo de Abreu al gobierno británico (7 de abril y 16 de julio de 1840). También cita Varela otros documentos (Negocios do Prata de Ponte Ribeiro: informe detallado desde Buenos Aires de 1843, Memorial ao governo da Republica Riograndense del conde de Ervals, y cartas de Sa de Brito de 1842). Oh. cit., 604/605”.

Como puede verse –y leerse- Ingleses y franceses competían en alardes estentóreos de agresividad. Querían injerencia militar para asegurar los ‘negocios’ (sic), en Marzo de 1844, en concordancia por lo pedido –rogado- por Florencio Varela y Abrantes en solidaridad (los brasileños, agradecidos por la genuflexión Unitaria).

Robert Peel manifestó en la Cámara de los Comunes:

"Quedaba por adoptar la intervención armada, y el único medio de verificarlo, el de que se unieran los países que tenían más interés en aquellos negocios. y que obrando como se hizo respecto de la Grecia (independiente desde 1830 por la intervención conjunta de Francia e Inglaterra), quisiéramos decir lo que entonces: el interés del mundo requiere que estas disputas se terminen, y nosotros insistimos en que se arreglen inmediatamente").

Por su parte también Thiers clamaba en la Cámara de Diputados, en favor de la intervención armada en el Plata.

Como puede verse los ingleses y franceses no eran meros ‘chivos expiatorios’ en la afirmación insostenible y dogmática de Perochena.

 Los franceses e ingleses tenían un concepto bastante particular sobre lo que era una ‘mediación’ como la que planteaban coordinar para mediar entre la Banda Oriental y la Confederación Argentina de Rosas: o Rosas aceptaba la medición forzada (sic) o habría intervención militar para obligar a Rosas a aceptarla olvidando que cualquier mediación requiere un pedido expreso (que aquí no lo hubo), ponerse de acuerdo en los puntos a fallar (aquí no los hubo) y un mediador imparcial que no tuviera interés alguno en el resultado del fallo (que aquí no lo hubo).

Además, los ingleses –Lord Aberdeen- le decían a sus representantes –Ouseley- que ‘de paso’ viera la posibilidad de ‘mediar’ sobre algo no propuesto: ver imponer el tema de la libre navegabilidad de los ríos interiores. Pero no había que tirar mucho de la ‘cuerda’. Si no se podía, bueno, habría que esperar un poco para plantear lo segundo. Esto demuestra la injerencia en nuestros asuntos en forma subrepticia, lentameente pero sin pausa:

“Es muy posible que esta coyuntura (la de mediación) se considere favorable para asegurar la libre navegación de los tributarios del Río de la Plata, aunque eso no tenga una relación indirecta con el objeto principal de nuestra intervención. Sin expresar opinión alguna sobre el camino que sea necesario seguir si acaso nos vemos obligados a ocupar aquellas aguas con la fuerza combinada, el gobierno de S.M. está dispuesto a creer que será mejor abstenerse al principio, y mientras haya esperanza de restaurar la paz sin apoyo de la fuerza, de hacer mención alguna de esta materia. Verdad es, que la apertura de las grandes arterias del continente sudamericano a la libre circulación del comercio, sería no solamente un vasto beneficio al comercio de la Europa, sino una garantía práctica, y tal vez la mejor, de la conservación de la paz en la América misma. (...) Ahora, sin embargo, y como la cuestión no parece tener conexión alguna necesaria con las desavenencias entre las dos repúblicas, cuyo arreglo es nuestro objeto principal, hará Ud. bien en no introducir aquella cuestión como un punto esencial de negociación"

A veces la presión es sutil, con términos conciliatorios y agradables pero otras veces, cuando esto no resulta, se sacan las máscaras y aflora el más rancio militarismo expansivo de los imperios.

Esto sucede acá cuando los ingleses y franceses ven que no pueden torcer el brazo de Rosas y, tras las palabras formales, se trasluce bronca y desesperación para el logro de sus objetivos. El tiempo les apremia y la hipocresía se hace patente creyendo que de esa manera, Rosas iba a ceder. Se equivocaron nuevamente.

Dice Lord Aberdeen:

"El gobierno de S. M. no tiene intención de emprenderlas(la acciones bélicas); pero desembarcará Ud. de los buques de S.M. la gente que sea necesaria para ocupar la isla de Martín García cualquier otro punto de que sea necesario tomar posesión temporaria, para ser más eficaces las operaciones de las fuerzas combinadas. (...) El gobierno de S.M. cree que el gobierno argentino cederá a su intención de levantar el bloqueo de Monte-video y de abandonar la causa del Gral. Oribe; pero, si no cede autoriza al ministro mediador (Ouseley) hasta para bloquear el puerto de Buenos Aires y cualquier otro de la costa del Plata; y para que de acuerdo con su colega francés apoye a la plaza de Montevideo con las fuerzas y los auxilios que crean necesarios"

Dice Graham Yool sobre Mandeville, que “…el diplomático siempre estaba en busca del chisme íntimo acerca de Rosas para poder demostrar estar informado. En una carta del 21 de junio de 1844, Mandeville informaba al Foreign Office que le resultaba muy útil tener como funcionario del consulado al doctor James Lepper, ex cirujano de la armada británica que había desembarcado en Buenos Aires en enero de 1822 y había estado entre los fundadores de la Academia de Medicina y del hospital británico. El funcionario consular era médico de Rosas a quien escuchaba monologar incesantemente acerca de sus enemigos, sus amistades y su gobierno. Mandeville dio la impresión de que tales monólogos no estaban cubiertos por la discreción hipocrática”.

Es que la forma de penetrar, conocer y transmitir datos los ingleses tuvieron varios sistemas, no solo diplomáticas, sino también a través de médicos como el medico personal de Rosas, el Dr. Lepper; también el de San Martín Dr. James Paroissien el que lo acompañó durante la batalla de San Lorenzo y en el cruce de los Andes; naturalistas devenidos en científicos informantes como Charles Darwin, Alexander Von Humboldt, Amadeo Bonpland, etc. que puntillosamente daban informes –no científicos, obviamente- a su gobierno no solo de la política en nuestro territorio sino haciendo agrimensura del mismo e informándolo  a sus gobiernos.

Paralelamente a este intercambio de mensajes, los Unitarios de la Banda Oriental no estaban quietos: al igual que sus colega porteño como Varela y otros, Ellauri y los comerciantes ingleses en Montevideo como Lafone (que además, era el jefe de la Aduana en dicha ciudad) insistían con apuro por la prontitud de la ‘intervención mediadora’, si se permite el juego sarcástico  y contradictorio de palabras.

El año 1845 avanzaba y  se avecinaban grandes conflictos, de índole directa por parte de Francia e Inglaterra.

En una extensísima carta que demuestra una vez más, y a pesar de la licenciada Perochena que parece no haberla leído ni tampoco ningún otro documento, de qué manera los imperios de Inglaterra, Francia y Brasil tuvieron una injerencia directa en los asuntos del Plata con sus afanes de conquista. Como puede leerse a lo largo de este trabajo no existió un ‘chivo expiatorio’ por nuestras pérdidas sino la injerencia probada y comentada, un complot permanente que no se detenía ni aun firmados acuerdos de paz.

La carta en cuestión del 20 de Febrero de 1845 resulta la ‘madre de todos los documentos intervencionistas’ en el que expresa, explícitamente la injerencia prepotente de los Imperios en nuestras tierras mostrándose con toda desnudez.

Esta carta debiera ser de materia obligatoria en los Colegios y Universidades donde se estudie la historia argentina y el papel que le cupo a los Imperios en nuestra lenta pero sin pausa, destrucción de la soberanía nacional, con la ayuda necesaria de las ‘oligarquías’ del Plata, por más que lo nieguen con documentos puestos ante sus ojos, los asalariados de aquellos..

Allí encontraremos instrucciones precisas para dichas injerencias emanadas del gobierno inglés a través de Lord Aberdeen a William Gore Ouseley. Puede leerse el pedido de intervención del Brasil a estas potencias. Ouseley deberá primeramente intentar lograr la rendición de Rosas en la Banda Oriental a través de maneras amistosas y sutiles, pero si no lo logra, hacerle ver a Rosas y a Oribe que el gobierno inglés y francés están dispuestos a tomar las armas para lograrlo. Que el gobierno inglés debe parecer neutral (- las apariencias ante todo-), lo importante es lograr que Rosas reconozca la independencia de la Banda Oriental y, de paso, lograr –si es factible en esta oportunidad- la libre navegación de los ríos interiores (objetivo final inconfesado al principio).

Transcribiremos esta carta que parece ser olvidada por los Unitarios, Liberales, Masones y progresistas de toda laya, con esa facilidad que tienen en ‘olvidar’ y silenciar los documentos que los desenmascaran y que muestran la cara pletórica de continuadas entregas, más trágica de nuestra historia.

Desde el punto de vista historiográfico esta carta es riquísima en revelarnos la verdadera cara de la injerencia imperial, de la intervención insolente de las potencias centrales junto al acechante Brasil.

Y haremos un análisis puntual de la misma señalando las presiones, el tono supuestamente condescendiente pero a la vez altivo, las agresiones, las hipocresías mentadas por los ingleses.

Transcribiremos párrafos para luego señalar lo mencionado en ellos.

Empecemos (la ‘negrita’ en el texto original nos pertenece para remarcar lo apuntado).

El Conde Aberdeen, ministro de relaciones exteriores ingles le escribía a Ouseley el 20 de Febrero 1845. .

En dicha carta nos enteramos por boca de los agresores que el Brasil participa de la agresión solicitando prontamente una intervención armada en el Plata y compele a los franco-ingleses a impulsarla rápidamente, lo cual acceden los ingleses y, por intermedio de éstos, nos enteramos que también los franceses están en la misma línea de acción:

“….También esta V. impuesto de que, a fines del año próximo pasado, el Gobierno del Brasil, en su carácter de Potencia vecina, habiendo sido parte en Ia Convención de Agosto de 1828, que declaró la independencia de Montevideo, é interesado también en la tranquilidad de su propia frontera, instó a los Gabinetes de Londres y de Paris, por medio del Visconde de Abrantes, sobre Ia necesidad de una intervención pronta y efectiva, con el fin de poner término a la guerra; y debe V. haber sabido, por la comunicación personal que ha tenido V. últimamente con los Ministros del Rey de los Franceses, que el Gobierno de Francia participa en la determinación adoptada por el Gobierno de S. M., de conseguir aquel objeto; y que es la intención de los dos países unir su influencia, y, si necesario fuere, sus fuerzas, para lograr el expresado fin…”.

Por empezar, queda demostrado que en la guerra que se avecina en el Paraná y que es materia de estudio, hasta en los colegios, Brasil participa e compele a Francia e Inglaterra a apurarse a la intervención

Ahora bien, la misiva va elevando el tono y en forma escandalosa, siendo un ejemplo claro del modo de proceder de los imperios cuando no pueden conseguir sus objetivos en forma pacífica y diplomática.

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 “…Ahora procederé a impartirle algunas instrucciones para guiar su conducta en el cumplimiento del importante deber que se le asigna.

No es posible que el nuevo representante de Francia, que está por ser acreditado ante el gobierno de Buenos Aires, haya llegado a dicha ciudad al tiempo de vuestro arribo; y aunque sería impropio intentar medida coercitiva alguna, como no sea en estricto concierto con vuestro colega francés, no parece que haya razón alguna para que usted no intente efectuar representaciones amistosas sin ninguna dilación.

Vuestros primeros pasos, por tanto, serán dados individualmente; y es deseo del gobierno de S. M. que sean dirigidos a plantear ante el general Rosas, en términos cándidos y amistosos, el peligro en que se ha colocado al no querer escuchar las representaciones anteriores del gobierno de S. M., e inducirle, de una vez por todas, y por determinación propia, a desistir de tomar parte ulterior en las operaciones contra Montevideo.

Usted no perderá tiempo, en consecuencia, en entrar en comunicación con el general Rosas y sus ministros. Usted dirá que el espíritu con que el gobierno de S.M. se dirige al de Buenos Aires, no es de hostilidad hacia tal Estado, o hacia el individuo influyente que se halla a su cabeza; al contrario, que el consejo de que Usted está instruido es concebido amistosamente y en verdadero resguardo de los intereses de la República..

Es apenas necesario asegurar al gobierno de Buenos Aires que nosotros no tenemos en vista objetivos egoístas o exclusivos. El general Rosas, por si, comprenderá enteramente y reconocerá el verdadero carácter de nuestro procedimiento. Ud. dirá que al exhortar al General Rosas para que desista de la contienda en la que se ha convertido en parte, el gobierno de S.M. deja de lado toda intención de interferir de cualquier manera en la independencia de Buenos Aires; no niega el derecho de ese Estado de conducir la guerra como cualquier potencia independiente, siempre que la guerra se lleve a cabo de acuerdo con las costumbres de la gente civilizada y la Ley de las Naciones, pero que la guerra en que las armas argentinas estar comprometidas al presente, es dirigida contra un Estado cuya independencia debe estar virtualmente asegurada por la Gran Bretaña; y que el objeto de esa guerra es colocar al gobierno domestico de Montevideo en otras manos que aquellas a las que confirió el consentimiento del Estado..

Esto, únicamente, puede justificar la interposición de un poder bajo cuya mediación se estableció la independencia de Montevideo; y, ciertamente, el hecho que la guerra no tiene carácter nacional en lo que concierne a Buenos Aires, y que el -general Rosas, según confiesa, se ve comprometido a ella, únicamente, como auxiliar y no como principal, lo que le capacitaría sin sacrificio de su honor o independencia, para someterse a la  terminación de la contienda mediante la interposición pacífica de las potencias amigas.

Usted intentará diligentemente que el general Rosas considere así la cuestión, y aceptando la mediación de Inglaterra y Francia para dar salida a su solución, antes que sea demasiado tarde para hacerlo con dignidad; y le representará que llegará el momento, si acaso rechaza este consejo, en que se verá envuelto en peligros y dificultades, que no puede esperar sortear sin serio daño para su poder; puesto que la larga duración de la guerra, las pérdidas diarias en aumento que sufren los intereses europeos, la desesperanza de su terminación y las barbaridades que la caracterizan, han determinado, con los reclamos de Montevideo, a los gobiernos de S. M. y de Francia, a unirse con el propósito de ponerle fin…”.

Aquí el veremos cómo Aberdeen indica sin lugar a dudas que como sea deberá hacerle torcer la férrea voluntad soberana de Rosas. Utiliza a tales fines un lenguaje lleno de hipocresía e intolerante intromisión, diciendo que la Argentina debe aceptar la ‘mediación’ (sic) antes de que sea ‘demasiado tarde’ (resic)

Que el planteo debe ser ‘cándido y amisto’ pero advirtiendo los peligros si no se obedece a las sugerencias del plateo y que debe el mediador ‘inducir’ a Rosas para que-a vista de todos- quede como su propia decisión.

Que la presión no es de ‘hostilidad’ sino que son ‘consejos concebidos amistosamente’ y que se hace ‘en resguardo de la República’ . O sea, lo hacen por nuestro bien, se entiende, ya tanto Francia como Inglaterra ‘no tienen objetivos egoístas o exclusivos’ y que por supuesto no debe entenderse las sugerencias conminatorias como un modo de ‘interferir de cualquier manera en la independencia de Buenos Aires’.

Más allá del lenguaje cuyo sentido soez está claro y no requiere interpretación alguna, sí es digno de destacar como los Imperios hablan de que la intervención de Rosas en la Banda Oriental obedecería no a un interés de TODA la Confederación sino, como máximo, en un interés exclusivo de la gobernación de Buenos Aires. Los Imperios, así, excluyen de responsabilidad a la nación toda y la circunscriben solo al capricho de un gobernador. Hábiles diplomáticos los ingleses.

La mediación impuesta con los cañones sobre la espalda deberá hacerse ‘antes que sea demasiado tarde’. Es un ‘consejo’ amistoso.

Por suerte tenemos a la Lic. Perochena que nos ilumina con su mensaje en el sentido que denunciar la injerencia británica y francesa, mas la brasileña, es solo un ‘chivo expiatorio’ del Revisionismo Histórico al acusar de todo esto al Imperio inglés –la documentación ofrecida no hace mella en su concepto-. Para la mencionada, no hay ‘complot’ alguno.

Eso si, para el inglés esta intimación que debe hacer el funcionario en el Plata no es una amenaza sino como una ‘advertencia amigable’, porque de lo contrario se deberán ‘adoptar medias ofensivas’.

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“…Usted asegurará al general Rosas que no es esta tan solo la determinación adoptada si que también los medios para su ejecución inmediata, que no puede ser dilatada, a menos que se le anticipe una aquiescencia adecuada y a tiempo, de su parte, ante las proposiciones que se le harán por Inglaterra y Francia.

Usted agregará que esto no lo dice Usted como una amenaza, en orden a expresar con palabras lo que el gobierno de S. M. hesitase en imponer con hechos, sino como una advertencia amable y con el deseo sincero de evitar la necesidad de adoptar medidas ofensivas a la dignidad de un Estado con el que la Gran Bretaña ha preservado, desde antaño, sus relaciones de amistad ininterrumpida ni debo dejar a su juicio el modo como Usted enfatizará ante el general Rosas estas consideraciones, o cualesquiera otras que el estado de los asuntos a vuestra llegada sugiera; pero me inclino a pensar que, en primer instancia, sería mejor no hacerlo por comunicaciones formales u oficiales; y aunque no haya que tener ninguna reserva o secreto de vuestra parte hacia el representante de Francia que pueda residir en Buenos Aires en tal momento, es probable que hasta la llegada del ministro francés con las instrucciones de su gobierno, las posibilidades de éxito para vuestra causa común serán mejor atendidas por hablar Usted, en primer término, independiente e individualmente, como ministro de la Gran Bretaña.

Puede diáfanamente entender el mensaje nuestro gobierno: ‘no es una amenaza’, nos podemos quedar tranquilos, es solo ‘una advertencia amable’ con el deseo de evitar la necesidad de adopar medidas ofensivas a la dignididd de un Estado, etc, etc’

Al decir que no es una amenaza no es más que aceptar que lo es y tras la llamada ‘advertencia amable’ se continúa hipócritamente diciendo que es para evitar adoptar medidas ofensivas a la dignidad del atacado.

Sepan los imperios que desde el momento de acudir con sus barcos y armas las medidas ofensivas de los Imperios comenzaron. Pues las llamadas ‘sugerencias’advertencias’ supuestamente ‘amistosas’ y con buena cara vienen acompañadas de un arsenal enorme de armas que las sostienen.

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“…Si —como el gobierno de S. M. no puede mas que esperarlo--- vuestras representaciones, en tal carácter, tendrían su debido peso, y el gobierno de Buenos Aires retirase sus tropas de la Banda Oriental, y sus fuerzas navales ante Montevideo, o dar órdenes para una suspensión de hostilidades y levantamiento del bloqueo, el primer y más importante objeto que el gobierno de S. M. tiene en mira, habrá sido cumplido.

Los términos sobre los que la paz se fijará y declararía entre ambas Repúblicas, pueden ser dejados, entonces, propiamente, a la mediación unida de las potencias europeas, para luego ser discutidos y recomendados a las partes principales, tan pronto como la llegada de vuestro colega francés a Buenos Aires le capacite a Usted para actuar conjuntamente en la materia.

Es esencial que Usted observe una imparcialidad estricta en las proposiciones que Usted hará a las partes contendientes; pero el carácter de la lucha y la ausencia de todo objetivo substancial o nacional, a lo menos de parte de Buenos Aires, hace dificultoso prescribir cualquier condición como base propia sobre la cual se negocie la paz…”.

Es decir, que el inglés debe ‘aparentar imparcialidad’ y si no nos avenimos a las imposiciones ya sabemos que puede suceder….

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“…El punto que debe tenerse en cuenta, principalmente, sin embargo, y que es de la mayor importancia para las potencias mediadoras, es la preservación de la independencia de Montevideo. A esto está ligado el honor de Inglaterra, Francia y Brasil; y es uno sobre el que no se puede admitir compromiso alguno.

 La obligación de Buenos Aires en reconocer tal independencia es igualmente tan fuerte como la que liga a las potencias aliadas, en idéntico sentido; y no hay razón alguna para suponer que el general Rosas hesite en reconocerlo así. El reconocimiento sería de poco valor, sin embargo, mientras él continúe siendo el apoyo principal de la causa del general Oribe, sea que lo preste ostensiblemente con las armas, o secretamente con ayuda monetaria u otra clase de influencia….”

Es curioso que en una ‘mediación’ como dicen los ingleses haya –a priori- que tener la ‘obligación’ de reconocer la independencia de la Banda Oriental, más teniendo en cuenta que cuando Rivera destituye en un golpe de estado a su presidente constitucional como lo era y es Manuel Oribe, lejos estuvieron de decir o hacer algo para restituirlo en su cargo.

Insisten los ingleses en querer hacer notar que el gobierno que el apoyo de Rosas a la libertad de la Banda Oriental es a nombre de Buenos Aires y no en nombre de toda la Confederación Argentina, sugiriendo un plano menor de representación por parte de Rosas (‘La obligación de Buenos Aires…’).

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“…Con miras a dejar de lado todo recelo, empero, acerca de este punto, puede ser bien que las condiciones de paz incluyan, de una parte, que cualquier refugiado político, u otras personas, cuya presencia en Montevideo  pueda razonablemente ser causa de inquietud para el gobierno de Buenos Aires, debe buscar asilo en otro lugar : —entre estas indudablemente se incluirá al general Rivera.

Y el gobierno de S. M. se hallaría dispuesto a sancionar hasta eso, si acaso hubiese cualquier interferencia en los asuntos internos de Montevideo, de parte de aquellos u del otro.

Si pareciese necesario, bajo tal arreglo, que deba suministrarse seguridad para las personas y las propiedades de los individuos, afectados por tal medida, Usted está en libertad, con las debidas precauciones, de ofrecer la intervención del gobierno de S. M. para tal propósito.

Si Usted encontrase que el general Rosas tiene alguna queja justa que hacer, o cualquiera reparación que pedir del gobierno del Uruguay, o si, por otra parte, pueda parecer a Usted que Montevideo tiene títulos para requerir algo más de Buenos Aires que la seguridad de una futura agresión, será de vuestro deber, en unión con vuestro colega francés, examinar prolija e imparcialmente, las pretensiones de cada parte, y recomendar el arreglo que Usted juzgue ser equitativo y compatible con el honor y la independencia de ambos Estados.

Al realizar cualquier investigación o negociación en cualquiera de estos puntos, Usted se pondrá en comunicación con el gobierno de Montevideo, cuando sea preciso; ya sea mediante el Encargado de Negocios de S. M. en dicha ciudad; o, si a Usted le parece así, personalmente, en dicho lugar.

Es muy posible que en la presente coyuntura pueda considerarse favorable para asegurar la libre navegación de los tributarios del Río de la Plata, aunque únicamente conectada de un modo indirecto con el objeto principal de nuestra intervención.

Sin expresar opinión alguna con respecto al curso que sea preciso seguir por si eventualmente fuésemos compulsados a ocupar dichas aguas con una fuerza combinada, el gobierno de S. M. se inclina a pensar que, en primera instancia, y haya una esperanza de restaurar la paz sin coacción, hay que mientras abstenerse de cualquier mención respecto de esta cuestión.

Es verdad que el abrir las grandes arterias del continente sur-americano a la libre circulación del comercio sería no solamente un gran beneficio para el de Europa, si que también una solución práctica y talvez la mejor seguridad para la preservación de la paz en la misma América; y el gobierno de S. M. descansando en la esperanza que mantiene de ser capaz conjuntamente con Francia de poner fin a la contienda mediante una mediación amistosa, estará preparado para impartir a Usted instrucciones a fin de unir al ministerio francés en la tentativa de colocar la libre navegación del Río de la Plata y sus tributarios en un pie de igualdad.

Por el momento, sin embargo, como la cuestión no aparece teniendo una conexión necesaria con las diferencias entre las dos Repúblicas, cuya solución es nuestro primer y más importante fin, hará Usted bien en no introducir tal asunto como un punto esencial de la negociación…”.

Y como si no bastara la intromisión escandalosa, Aberdeen le hace ver la posibilidad de introducir el tema de la libertad de navegación. Libertad que –obviamente- solo beneficiará al comercio de los europeos. Y que si se puede obligar a Rosas sin intervención armada, mejor; pero de lo contario deberá hacerse uso de la fuerza si los europeos ‘se ven obligados’.

En cuanto al libre uso de los ríos por la fuerza dicen los ingleses que deberá hacerse ‘en un pie de igualdad’ con los franceses.

Eso sí, la igualdad la ponen sobre la mesa pero con el otro invasor para repartirse lo producido con la rapiña en nuestras aguas y tierras. Supongo que eso es lo que hoy se llama ‘igualdad ante la ley’. Claro, la ley entre los invasores; las leyes nuestras no cuentan.

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“…Usted, al mismo tiempo, estará muy sobre aviso de no entrar en ningún compromiso que pueda atar al gobierno de S. M. en tratar más tarde esta importante cuestión. No sea que pueda darle a Usted ulteriores directivas al respecto de los términos con que se concluya la paz.

En cualquier situación que pueda ocurrirle como adoptable por ambas partes, o que Usted esté llamado a apoyarla, Usted, por supuesto, será cuidadoso en no sancionarla aceptando nada que sea ofensivo a la dignidad y verdadero interés de Montevideo, ni más ni menos que la del Estado ante el cual Usted está acreditado.

Teniendo en cuenta esto, Usted está autorizado a declarar la expresa voluntad del gobierno de S. M. para ser parte mediadora en el tratado.

Más arriba he admitido que Usted encontrará al general Rosas bien dispuesto para escuchar las representaciones que' en nombre del gobierno de S. M., Usted le hará llegar.

Si este no fuese el caso, infortunadamente, y si rehusase a dar paso alguno para suspender las hostilidades, será sin embargo vuestro deber, todavía, abstenernos de toda amenaza y de cualquier alusión a la fuerza.

Usted esperará la llegada del ministro francés, y tan pronto como se presente en Buenos Aires, Usted concertará con él la forma de vuestra representación conjunta que se hará a las  Repúblicas; una aceptación inmediata de nuestra puede anticiparse confidencialmente por parte de Montevideo; y los puntos que se impusiesen para llamar la atención del general Rosas, serán entonces urgidos ante él con el peso adicional del gobierno de Francia y de modo más solemne y formal…”

Finalmente las instrucciones definitivas: si Rosas no accede a ‘negociar’ (sic) se obtendrá todo ‘por la fuerza’ (¡menos mal que era una mediación!) . Lisa y llano ultimátum y con fecha fija de respuesta por Rosas.

Evidentemente estos orgullosos ingleses y franceses subestimaron la capacidad del Restaurador de las Leyes para capear el temporal y el ilustre Restaurador jugó con los infatuados, jactanciosos personajes europeos (y brasileños) como gato con el ratón. Leamos en detalle.

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“…Cualesquiera que hayan sido Hayan sido lo que fuesen las esperanzas e intenciones del general Rosas hasta este momento, es difícilmente concebible que las consecuencias que seguirá al rechazo del consejo de ambas potencias, que le fuera evidenciado, le permita pasar sobre el mismo sin escucharlo.

Mas, si rehusase actuar según nuestras representaciones unidas y si existiese cualquier señal de una intención de contemporizar y dilatar la negociación con miras a apoyar al general Oribe en un último esfuerzo por subyugar a Montevideo, Usted invitará a su colega a que se le una para declarar que si después de cierto día no retira, el apoyo de las fuerzas argentinas del ejército sitiador y se levanta el bloqueo de la ciudad, se ordenará a los comandantes de los escuadrones franceses e ingleses que lo hagan por la fuerza.

Es innecesario decir que, hecha esta declaración, se debe adherir a ella. En consecuencia será vuestro deber, tan pronto como Usted precisará que tal paso sea necesario, en comunicarse con el comandante de las fuerzas navales de S. M. en el Río de la Plata, para que sepa los objetivos propuestos en la declaración, y solicitarle que se ponga de acuerdo con el comando francés, respecto al modo que deba ser realizado. El levantamiento del bloqueo, por supuesto, será efectuado de inmediato

Con respecto del retiro de las tropas argentinas del territorio montevideano, será dejado a vuestra consideración conjunta el cómo puede ser impuesto; según la información que posee el gobierno de S. M. parecería que el bloqueo de los puertos que el gobierno de Buenos Aires actualmente usa para mantener comunicaciones con el ejército sitiador, más especialmente el del Buceo, y si necesario fuese, la ocupación del bajo Uruguay cortaría efectivamente Oribe; y en consecuencia, las compelería a retirarse o disolverse.

Esta es materia, empero, en que si existe cualquier duda, su decisión estará en manos de los comandantes de la fuerza…”.

Finalmente los ingleses borran la cara amistosa e indican a los ejecutores de su plan lo que deben hacer si las proposiciones amicales no surten efecto con el gobierno de la Confederación: las escuadras nos obligarán a hacerlo ‘por la fuerza’. ¡O sea, basta de ocultar las intenciones bajo la máscara de una mediación!. Aquí se muestra en toda su extensión y sin ambages todo el espíritu de la codicia por lo ajeno.

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“…Usted tendrá presente que el gobierno de S. M. no tiene intención alguna de realizar cualquier operación terrestre; y Usted no consentirá el desembarco de nadie de los bajeles de S. M., más allá de lo que se requiera para la ocupación de la isla de Martin García, o cualquier lugar que para la seguridad de las fuerzas combinadas se haga necesario ocupar temporariamente, a fin de que sean efectivas sus operaciones.

En tal caso Usted cuidará que el monto de la fuerza con que se contribuya por cada parte sea lo más igual posible.

Debo añadir, sin embargo, que en cualquier momento o cualquier lugar en que las vidas de los súbditos británicos estén en peligro, será vuestro deber pedir la ayuda de las fuerzas que sean menester para asegurar su protección pronta y eficiente…”.

La hipocresía está en su más alto nivel cuando Aberdeen le dice a Ouseley que no debe “emprenderse acciones por tierra salvo (sic) la toma de la isla Martín García o cualquier otro punto que sea necesario tomar para la seguridad de las fuerzas combinadas”, ayudándose mutuamente con los franceses.

O sea, en buen romance, para los ingleses desembarcar en la Isla Martín García no es un desembarco en tierra extranjera; es solo una isla. (Como seguramente tampoco lo fue según sus concepciones el desembarco en las Islas Malvinas en 1833).

Pero la instrucción es capciosa: si es necesario desembarcar ‘en cualquier otro lugar para la seguridad de las fuerzas combinadas’, entonces sí se podrá desembarcar en tierra continental pero solo ‘temporariamente’ y eso, según la libre interpretación de las normas internacionales por parte de los ingleses, tampoco sería una invasión porque es ‘temporariamente’.

Con ese criterio, cualquier nación podría desembarcar en la Isla de Wight sin inconvenientes pues según el criterio tan ‘sui generis’ expuesto por Inglaterra, no sería una invasión a su patria.

Es más, siendo toda Gran Bretaña una isla, participaría del mismo criterio.

Pero los ingleses aman la igualdad y la orden de Aberdeen a Ouseley es que en caso de usar la fuerza, ella sea repartida por igual con Francia. ¡ Es conmovedor como reparten justicia e igualdad entre ellos mientras acuerdan invadir una nación extranjera porque la misma no se ajusta a sus necesidades comerciales !.

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“…Como puede ser justo y propio adoptar la misma precaución, en caso de peligro, para las propiedades británicas, solamente, dependerá del grado y extensión del riesgo y otras circunstancias del momento, que es imposible anticipar.

En este punto, por  tanto, debo decir a Usted que se guíe por su propio juicio. Espera el gobierno de S. M. que ni el continuado rechazo del general Rosas para aceptar términos, ni el todavía más improbable evento de una resistencia activa de su parte, pueda hacer necesario recurrir al bloqueo de Buenos Aires.

Los objetivos que se tienen en vista, inmediatamente, la restauración de la paz y un gobierno tranquilo de la República del Uruguay, el alejamiento de la presión sobre su capital, y la reapertura de sus puertos al comercio europeo, pueden ser realizados sin tal medida pero el gobierno de S. M. no consiente por sí mismo que las circunstancias locales le fuercen para adoptarla; y si, por si acaso fracasan los demás esfuerzos que se hacen para inclinar la paz, Usted está autorizado para sugerir su adopción a su colega francés; dejando, como en el caso del auxilio a darse a Montevideo, la ejecución al juicio y responsabilidad del comando naval.

Debe tenerse presente que en toda circunstancia en que Usted pueda ser llevado a decretar el bloqueo de cualquier punto de las riberas del Plata o sus tributarios, debe darse al comercio de los buques neutrales con los puertos que no se hallen en los límites del distrito bloqueado, toda suerte de estímulo compatible con el mantenimiento de tal bloqueo.

Más el gobierno de S. M. no está preparado al presente para recomendar que, en el evento que el general Rosas rehuse reconocer la libre navegación de este único asunto, se ocupen los ríos con el propósito de mantener la libertad de su navegación. al margen : No ocupar los ríos por razón de mantener la libertad de navegación…”

Como pudo leerse de las instrucciones en este párrafo dice Aberdeen que si las cosas se ponen difíciles para las fuerzas europeas, y se vuelve necesario, pues habrá que sitiar también Buenos Aires y todos los ríos interiores tributarios del Plata de ambas orillas. ¡Claro, no nos vamos a quedar en ‘chiquitas’, como se dice en criollo !)

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“…En opinión del gobierno de S. M. es deseable cuidar que el único gran propósito que se tiene en vista, se mantenga tan distintamente como se pueda, sin enredarle con otras consideraciones, en cuanto sea posible.

Al mismo tiempo, si se ofrece una oportunidad de promover cualquier objetivo importante, si acaso se presenta colateralmente por sí misma tal oportunidad, por ejemplo ofreciendo la navegación de los ríos, al restaurar la paz en sus riberas los gobiernos de Corrientes y Entre Ríos, no necesito decirle que será vuestro deber sacar de esto ventaja, con su mejor habilidad.

Está Usted, ahora, en posesión de las miras generales del gobierno de S. M., acerca de los asuntos en que tendrá que actuar.

Pueden ocurrir incidentes para los cuales estas instrucciones no provean específicamente; y respecto de las cuales, hallándose Usted tan alejado de la patria, deberá actuar necesariamente bajo su propia responsabilidad; más el conocimiento que habrá tenido oportunidad de adquirir personalmente de los sentimientos de los gobiernos, le capacitarán, sin duda, para cumpir sus intenciones, bajo cualquier circunstancia que pueda surgir.

Si Usted encontrase, sin duda —lo que el gobierno de S. M. se inclina a aceptar como probable— que la ciudad de Montevideo ha caído en manos del general Oribe, antes de vuestra llegada al Rio de la Plata, la instrucción anterior no podrá ser aplicada en su mayor parte.

Empero, mientras Usted pueda recibir directivas adaptadas a las circunstancias que hayan tenido lugar a raíz de tal evento, Usted recordará que, como establecí anteriormente el principal objeto que tiene en vista el gobierno de S. M,  es la preservación de la independencia del Uruguay; y que, en consecuencia, una tentativa del general Oribe o de cualquier otro individuo u partido para sostenerse en el poder con la presencia de las tropas de Buenos Aires en Montevideo, como sería una flagrante violación de tal independencia, pueden forzar al gobierno de S. M., si esto persiste, a la necesidad de una interferencia activa.

Solo me queda añadir que será uno de vuestros más importantes deberes mantener un entendimiento cordial, en todos los puntos, con el ministro francés en Buenos Aires, y contribuir con todos los medios a vuestro alcance en promover idénticos sentimientos entre los oficiales navales de ambos países. Soy, etc. [Public Record Office. F.O. 6/102.] (Fdo.) ABERDEEN”

En este último párrafo debe el inglés y francés intentar que el único objetivo parezca la ‘independencia’ de Montevideo (claro, no vaya a darse cuenta uno que el motivo es otro).

Por eso, si se da la oportunidad  de promover la navegación libre de los ríos interiores, pues adelante!. Ya que en principio, ese sería el segundo punto y objetivo final de los Imperios pero si se da la oportunidad de hacerlo antes; mejor. Hay que ‘sacar de esto ventaja’ con habilidad.

Ahora bien, advierte nuevamente Aberdeen que si cuando se está organizando todo resulta que existen movimientos de Oribe para tomar Montevideo o si ya la ha tomado él o cualquier otro, en ese caso ello podría “forzar al gobierno de S. M., si esto persiste, a la necesidad de una interferencia activa”.

Debemos entender el mensaje: llegado ese caso la ‘interferencia activa’ sería forzosa para Inglaterra, es decir, invadir todo lo que sea necesario para el logro de sus objetivos finales. O sea, como se enseña, la diplomacia no es más que la continuación de la guerra pero por otros medios.

Aunque, si la diplomacia falla, siempre están los viejos métodos de la guerra material para el logro de los fines buscados.

Hasta aquí la carta de Aberdeen que muestra las reales intenciones de la injerencia británica y francesa en nuestras tierras, tan alejadas de sus patrias, confesado todo por ellos mismos.

Pero, Uds. Saben: la garra del león británico y la altanería francesa – sobre toda ésta última compitiendo con su socio de turno- no conocen límites.

Además,- y esto es válido para toda las acciones de los ingleses y franceses en tierras extrañas-, siempre se auto titulan como ‘mediadores’, como se dijo arriba, cuando nadie les adjudicó tales títulos (se requieren por lo menos dos partes que voluntariamente buscan una mediación o la aceptan y un temario en común a tratar).

Por el contrario, demostraron en los hechos cuyas documentaciones lo avalan, que sus acciones y discursos altisonantes son lisa y llanamente declaraciones de guerra contra nuestra Confederación Argentina soslayando, además, lo que originó todo este entuerto: el golpe de estado de Rivera en Octubre de 1838 contra el gobierno legítimamente constituido de Oribe, lo cual, como dije, no es ni mencionado en ningún pasaje de los documentos que a lo largo del tiempo y hasta el derrocamiento de Oribe y Rosas se leen en las cartas de los diplomáticos y militares europeos.

Si hubiera habido una mediación válida sería aquella que llevare a recuperar la presidencia de la Banda Oriental a Manuel Oribe. Y si, en tal caso, el pueblo Oriental quisiera reincorporarse a la Confederación Argentina, sería un tema absolutamente privativo de dicho pueblo y gobierno sin derecho alguno a opinar ni menos, mezclarse en tales asuntos, los europeos o brasileños.

Paralelamente a las instrucciones de Aberdeen a Ouseley, los franceses a través de Guizot le daba órdenes similares al Barón Deffaudis por carta del 22 de Marzo de 1845 indicando que todos sus movimientos estarían en sintonía con los otros ocultos y silenciosos interesados en derrotar a Rosas: los brasileños.

 “….En primer lugar V. irá a Rio de Janeiro, con el fin de informar de su viaje al gobierno del Emperador del Brasil. Porque en verdad, las comunicaciones del Gabinete brasilero representado por el Sr. Vizconde de Abrantes, sobre la cuestión del Plata, son las que han decidido a los Gobiernos de Francia y de Inglaterra, que se ocupaban ya, en las dificultades de aquella situación, y que estaban resueltos á tomarla en seria consideración, a adoptar definitivamente la determinación de intervenir en común”

A parte de la hipocresía los franceses suman a su perfidia, la mentira cruda. Y el ‘complot’ que no quieren ver los liberales…

Le dicen a su funcionario que deben hacerle ver a Rosas que debe ceder voluntariamente, además, porque su acción ‘es condenada por todo el mundo’.

La mentira está dada justamente por lo contrario: todo el planeta aplaudía calurosamente la hidalguía de Rosas y lo comenzaban a llamar el ‘Gran Americano’ comparándolo con George Washington, tal como nos acerca Bracht y Barrese:

Andrés Bello, refiriéndose a la persona de Rosas, expresó: "su conducta en la gran cuestión americana le coloca, a mi juicio, en uno de los lugares más distinguidos entre los grandes hombres de América"

Enumeran los medios que ensalzaban a Rosas, entre otros, los siguientes: New York Herald, The Morning Courrier, New York Enquirer, The New York Journal Commerce, The Daily Union, The Advertiser, de Estados Unidos. El Guaycurú de Bahía, El Diario O Publicador Minheiro, El Brado de Amazonas, El Centinela de la Monarquía, de Brasil. The Morning Chronicle, de Inglaterra; Le Courrier du Havre, Gazette de Commerce, Le Journal des Débats, de Francia; El Tiempo El Diario y El Americano, de Chile, etc.; en Saldías, A.; Historia ... -Págs. 56, 57, 71, 72 y 73. Lynch, J.; op. cit. - Dad 276.

Los ingleses y franceses en un afán desesperado de inculcar brío a las acciones de sus marinos en el Plata, no trepidaban en falsear las noticias de los pueblos de todo el mundo en su apoyo a la lucha de Rosas.

Continuando con las instrucciones de Guizot a Deffaudis, el primero le da ellas en forma precisa y detallada, sin eufemismos:

“Hasta ahora, Sr. Barón, solo he hablado a V. de los casos en que las partes beligerantes puedan aceptar voluntariamente la mediación de V.des., aun después de alguna vacilación.  No es, en efecto, muy probable que ambos resistan las amistosas observaciones que está V. encargado de hacerles. Sin embargo, si hallase V. una oposición inconquistable, está V. autorizado para recurrir al empleo de la fuerza. Dirigirá V. al mismo tiempo á los dos Gobiernos una invitación firmada por el Sr. Ouseley y por V.; y sí, en cierto término dado, uno de ellos no ha consentido en sujetarse á esa invitación, dará V. aviso al Sr. Almirante Lainé, Comandante delas fuerzas navales francesas en el Plata, quien tomará, de concierto con el Comandante de las fuerzas navales de S.M.B., las medidas que se crean necesarias contra el beligerante obstinado. Las escuadras combinadas ocuparán los ríos, si es necesario. y establecerán un bloqueo efectivo en cualquiera de las dos márgenes del Plata; pero se ordena á los dos Almirantes, que no empleen otros medios que los marítimos, que se han creído suficientes, y que no hagan otro ningún desembarco, que la ocupación temporaria de la Isla de Martin García, o cualquiera otra demostración de la misma clase útil á las operaciones marítimas”.

Puntualmente le indica el uso de la fuerza en caso de que Rosas no se allane. Ese uso de la fuerza se hará en común acuerdo con la flota inglesa, ocupando los ríos y bloqueando las costas pero no desembarcando salvo en la isla Martín García o, siendo necesario, o donde sea si se considera útil.

Las extensas recomendaciones finalizan diciéndole a su subordinado que el tema económico –para los europeos- es primordial, lo que lleva a que el tema o conflicto entre Rosas y Montevideo tiene relevancia para ellos solo por sus necesidades de abrir le comercio a las manufacturas.

Además, se deja abierta la posibilidad de que se les conceda posesión definitiva de territorio: “….Está expresamente convenido entre los dos Gobiernos de Francia y de Inglaterra que ni el uno ni el otro procurarán obtener, en consecuencia de esta mediador, concesión ninguna de territorio ni otra ventaja separada”. Esto significa, que en forma conjunta ambos países, los franceses no lo descartan.

Lo que querían (Ellauri, Varela, etc), además, era que se lograra la desmembración de nuestro territorio para formarse un nuevo Estado con la Banda Oriental, Paraguay, Corrientes y Entre Ríos. Esto último era tan cobarde, tan obsceno que hasta el propio Gral. Paz se opuso.

El 26 de Junio de 1845 y ante el estancamiento de los hechos, la alianza franco-inglesa toma nota de la inutilidad de negociar con Rosas. El inglés Ouseley le escribe a su superior Lord Aberdeen admitiendo la derrota diplomática:

"hay (...) poca esperanza de obtener nuestra meta con el Gral. Rosas sin recurrir a la fuerza, y en ese caso, debemos esperar una prolongada y obstinada resistencia". Ya se presagiaba San Martin, con su consabida visión que hizo pública en el mundo. Parece que no lo vieron así en su momento la ‘entente’ franco-inglesa.

Ouseley le escribe nuevamente a Aberdeen el 19 de Octubre de 1845. Un día antes del comienzo de las acciones en la Vuelta de Obligado, aunque ya Garibaldi había desembarcado y tomado la Isla Martín García, manifestando lo que habíamos dicho:.

"La paz sólo puede ser restablecida de manera sólida y ventajosa y se podrá tener fe en la prosperidad de estos países mediante la caída del Gral. Rosas. Si el gobierno de S.M. decide continuar las medidas coercitivas que la conducta de Rosas nos ha obligado ya a adoptar, no deberá perderse tiempo alguno en hacerlas rápidamente decisivas. La manera más efectiva de actuar sería declarar la guerra al Gral. Rosas" .

Es una constante francesa e inglesa: cuando no se logra los fines con modos supuestamente civilizados, los anglo-franceses muestran su peor cara y se sacan las máscaras exponiendo todas sus crudas intenciones colonizadoras. Esto se logra, no con mediaciones, o intervenciones sino lisa y llanamente con el derrocamiento de Rosas.

Ya la máscara de la ‘mediación’ no es creíble entonces solo la guerra podrá ser el medio de obtener, en forma directa, los objetivos de ocupación del territorio y fragmentación del mismo, puesto que los nativos sumisos se encuentran fuera del territorio y no pueden operar desde adentro

La entente no era solo francesa-inglesa-brasileña y Unitaria. Se sumaban los mercenarios como Garibaldi que a sangre y fuego robaba, mataba y violaba en nuestras costas. Tan así que hasta los propios ‘socios’ se preocupaban por la ‘imagen’ que estaban dando, luego del estropicio anárquico que estaba desarrollando en Gualeguaychú otras localidades el italiano.

En tal sentido dijo con un aire de preocupación José Luis Bustamante, porteño pero secretario de Fructuoso Rivera le dice a éste por carta del 2 de Noviembre de 1845: "Garibaldi dice que no puede contener la gente que lleva. Esta marcha nos desacreditará mucho". En el mundo la agresión ya los está desacreditando hace tiempo.

Finalmente se produce la invasión de las flotas inglesas y francesas en el Rio de la Plata y el rio Paraná, El 20 de Noviembre de 1845 será una fecha imborrable para nuestra patria. Finalmente los franco-ingleses lograr pasar. Será una victoria pírrica.

Ya ha sucedido las batallas de Vuelta de Obligado y las que han seguido a lo largo del Paraná en Noviembre de 1845. Los británicos y franceses se han dado cuenta que no somos ‘empanadas listas para engullir con solo abrir la boca’ como decía San Martín que mencionamos en uno párrafo anterior. Y ahora tratan de salir del atolladero de la mejor manera posible.

Nos enteramos que el Brasil había sido ‘invitado’ (sic) a participar en las batallas de Vuelta de Obligado en 1845, pero que supuestamente ‘ofendidos’  rechazaron la propuesta.

Entendemos que en realidad a los brasileños el ‘sentirse ofendidos’  les hubiera durado poco si hubiesen estado preparados, en aquellos tiempos, para atacar a la Confederación Argentina, más poderosa en esos años.

Ellos sabían inteligentemente, que debían esperar otra oportunidad con otros socios necesariamente provenientes del riñón de la Confederación lo cual tendría un doble efecto: por un lado achicar la cantidad de soldados de la Confederación Argentina desarmando sus fuerzas; y por el otro, engrandecer sus propias tropas con la incorporación de éstos. Urquiza sería en el futuro, el elemento que lo facilitaría. Jugada maestra de la diplomacia brasileña.

Cuando llegó el momento Brasil ‘tomó el lugar de Inglaterra’ en la batalla sin fin contra la Confederación Argentina, como lo confiesan una vez más, los ingleses.

El 28 de Diciembre de 1845 Lord Aberdeen le escribe a Sir Robert Peel diciéndole que se han metido en un problema del que no saben cómo salir con ‘honor’ y que la culpa la tienen los funcionarios que no le informaron correctamente de la situación, diciendo “es hora claro que sin tropas nada efectivo puede hacerse. Las operaciones navales, solamente, serán muy tediosas e inciertas infligiendo a la par grave perjuicio a nuestras mercaderías y al comercio ingles…la cosa esencial, ahora, ello no obstante, es llevar a este asunto a una terminación lo más rápidamente posible, condigna con nuestro honor y crédito…”

Nada dice ni parece importarle la supuesta independencia y libertad de Montevideo; lo único que le importa a Aberdeen es los negocios y el comercio propio en estas tierras y por tanto, deben terminar ‘rápidamente’ (sic) con todo esto con un honor y crédito que –en realidad- los ingleses nunca tuvieron.

Lo que los políticos y funcionarios de los grandes imperios desconocen es que las naciones nunca los ven como naciones con ‘honor’ y ‘crédito’, como ellos presuponen.

Parecería que sí, pero el trato que así lo parece es en realidad producto o consecuencia del temor que inspiran por su capacidad militar o como consecuencia de venderse quienes gobiernan a dichas naciones, a sus políticas por dinero.

Debemos insistir que, en lo tocante al tema de este trabajo; esto es, la injerencia británica, francesa e inglesa en nuestra política interna, nos atenemos casi en totalidad a documentación emanada de los protagonistas imperiales, no vaya a ser que si ponemos algún documento en primera persona emanado de funcionarios y militares patriotas de nuestra Confederación se nos acuse de que los mismos son inválidos como probanzas por ser parciales y tendenciosos.

Ya desde la década de 1840 Urquiza venía pergeñando lentamente su traición. Como nos hace saber el historiador Diego Luis Molinari, " El Imperio esclavista no vaciló en suministrar oro, armas y soldados esclavos, para que el Paraguay, Corrientes, Entre Ríos y el gobierno de Montevideo entrasen en la coalición…Las generaciones argentinas se pasmarán frente al conocimiento de la documentación irrefragable que demuestra cómo, en 1846, se quiso destruir la unidad territorial de nuestra patria, constituyendo estados minúsculos y serviles. Urquiza no era extraño a esta combinación, porque era uno de los elementos principales de la misma. El gabinete imperial pudo, en consecuencia, orientarse sobre la base de la posibilidad de una alianza entre el Paraguay, Corrientes, Entre Ríos y los hombres de Montevideo”.

Por supuesto, los ingleses sabían plenamente que se iba organizando la traición –a fuego lento- de Urquiza y Garzón.

Se produce un acelerado intercambio epistolar entre los militares y diplomáticos franceses e inglesas que se vio reflejado en las columnas del diario ‘The Times’.

Aquí algunos párrafos en los que se ensalzan las acciones bélicas en pos de la ‘Libertad’ y el ‘Comercio’ abriendo a la fuerza los ríos interiores de nuestra nación a los buques repletos de mercaderías manufacturadas.

Dice ‘The Times’ el 21 de Enero de 1846:

Los inmensos beneficios que resulten del comercio serían por sí solos suficiente compensación por la continuada ocupación de territorio montevideano por las tropas de Rosas; y se hacía cada día más evidente que los métodos tan eficazmente usados por los ministros de Inglaterra Francia, apelando a las necesidades comerciales de las poblaciones nativas de estos ricos países, serían mucho más efectivos que las armas, y en cierta forma más consistentes con el progreso de la civilización, en lograr el derrocamiento del sistema anti-comercial del General Rosas”.

Es otra muestra más de cómo las potencias imperiales, con apoyo del Unitarismo de ambos lados del Rio de la Plata, se entregaban al saqueo y muerte en nuestras costas, mientras, en la isla Martin García los buques comerciales se aprestaban a introducirse en nuestras aguas con sus manufacturas a fin de destruir –‘dumping’ mediante- nuestras incipientes industrias. Los buques militares abrían el camino a la ‘felicidad’, a la ‘paz’, al ‘progreso’ que traían con forma de mercancías los buques comerciales franco-ingleses.

La falsía está en que los ingleses mencionabanLos inmensos beneficios que resulten del comercio las necesidades comerciales de las poblaciones nativas”. En realidad, la mentira oscura es que se estaban refiriendo, hipócritamente, a SUS propias necesidades comerciales de sacarse de encima cuanto antes el exceso de manufacturas que no podían colocar en el continente europeo a través de sus testaferros americanos siempre dispuestos a hambrear su paisanos por unos ‘denarios’.

Pero para comienzo del año 1846 la cuestión se estaba poniendo espesa para los ingleses y franceses. No fue un paseo como pensaban ellos. Los comerciantes ingleses en Buenos Aires se quejaban de que las acciones bélicas y el bloqueo los estaban perjudicando.

Ante ello el Vizconde Palmerston –oposición en la Cámara de los Lores inglesa- lo interpela el 23 de Marzo de 1846 al primer ministro Robert Peels y le pregunta, y se pregunta:

"Todos sabemos que el comercio inglés ha sufrido considerable-mente con motivo de las medidas adoptadas por el gobierno inglés para poner término a la guerra entre Buenos Aires y Montevideo. El lenguaje del gobierno cuando se le ha interrogado sobre estos negocios ha sido de paz; pero los actos de nuestras autoridades en aquellos puntos han sido ciertamente actos de guerra. En primer lugar un bloqueo; en segundo lugar desembarcaron fuer-zas inglesas en territorio argentino y asaltaron baterías; hubo después captura de buques de guerra argentinos, y un aviso para la venta de esos buques como tomados en una guerra. Quiero saber, pues, si estamos actualmente en guerra o no estamos con Buenos Aires. Si estamos en guerra con Buenos Aires, este hecho no se ha comunicado. Si estamos en paz con Buenos Aíres ¿cómo pueden conciliarse esas medidas de guerra? ¿Las ha aprobado Su Majestad?"

Ante ello Peel contesta con evasivas o términos poco claros: dice que no están en guerra pero a la vez promete que se va a restablecer la paz, lo que es una contradicción en sus propios términos.

Igualmente los ingleses y franceses empiezan a ‘abrir el paraguas’: sus intervenciones en el Plata son obvias pero ellos aducen que todo se comenzó a gestar por ‘culpa’ del Brasil:

El día 15 de enero de 1846 Guizot dijo en la Cámara de los Pares francesa: "Algunos sienten que la iniciativa en esta cuestión hubiera sido tomada por el gobierno inglés. Para hablar con propiedad, nadie tomó la iniciativa sino el Brasil. El fue quien volvió a agitar la cuestión en Europa”.

 El 23 de Marzo de 1846, Roberto Peel repetía en la Cámara de los Lores de Inglaterra: «En 1844 el gobierno brasileño pidió un esfuerzo de parte de Francia y de la Inglaterra para intervenir.»

Esto fue publicado en detalle por la Gaceta Mercantíl años después (el 20-12-50), para demostrar el contubernio e injerencias de Brasil, Francia e Inglaterra en los asuntos y políticas del Plata.

El reemplazo de Palmerston por Aberdeen llevó al endurecimiento de la política exterior británica. En 1846 consignaba Aberdeen:

"Después de derramar mucha sangre, le hemos dado al General Rosas justos motivos de quejas contra nosotros".

Aberdeen ordena a Ouseley retirar los barcos del bloqueo en el Plata y el Paraná, diciendo al gobierno de Buenos Aires, insólitamente, que ellos nunca ordenaron el bloqueo y que Ouseley no siguió órdenes del gobierno de su Majestad.

Esto no es así. Falso de toda falsedad.

Entendamos el comportamiento usual de los ingleses: cuando atacan a una nación extranjera si triunfan, todo se cumplió según las órdenes dadas. Si el ataque fracasa pues bien, el gobierno inglés pide las disculpas del caso y dice que el gobierno inglés no ordenó ataque o bloqueo alguno y lo que sucedió es que se hizo por propia iniciativa de los militares bloqueadores o atacantes a los cuales no se les dio dichas órdenes. Es el modo habitual de operar de los imperios queriendo quedar siempre bien parados.

Claramente lo resumen Bracht y Barrese: “La duplicidad, no exenta de contradicción, se observa también en Ia conducta de Aberdeen y Guizot en lo referente a sus comisionados Ouseley y Deffaudis. En las instrucciones a estos, los designan mediadores, dándoles su aprobación para el use de la fuerza y así forzar Ia libre navegación,' ocupando militarmente puntos estratégicos, ayudando a sostener al gobierno de Monte-video (comprometido a una lucha con un país soberano), para luego, at ver que Ia política de choque hacia Rosas no lograba exitosos efectos, reprimir y desautorizar en 1846 a los comisiona-dos por haber puesto en práctica lo que ellos mismos aprobaron”.

Como ya dijimos, no hubo tal ‘mediación’ pues ésta requiere la libre voluntad de acceder a la misma y los puntos a tratar dependen de las partes y no del mediador que eventualmente puede sugerirlos pero no son condicionantes. Fue una lisa y llana intervención política, primero y luego, armada.

Este trabajo nuestro, como venimos desarrollando, se basa en las propias confesiones reservadas y documentadas de los protagonistas de aquellos imperios que se entrometían militar, política y comercialmente en nuestra nación, violando nuestra soberanía y nuestro poder de decisión sobre nuestra vida.

En este caso, lo relativo a las defecciones de los rioplatenses, como Urquiza, Garzón y otros, fueron por las subvencionadas del Imperio del Brasil.

Vayan aquí algunos documentos que lo prueban, a pesar de que los liberales pseudo-periodistas consideran ello una falsedad y una chicana política del Revisionismo histórico:

“No había en Urquiza la pasta de un hombre de Estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil resolvió servirse de él; el general Osorio le conocía el lado flaco” (Joao Pandiá Calógeras. “Formaçao histórica do Brasil” . JMR TVII.p117)

Honorio Hermeto Carneiro Leao, jefe del partido gobernante brasileño, refiriéndose a Urquiza: "¡Si, los millones con que hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar en Buenos Aires quería que le diese cien mil duros mensuales" (Oído por Domingo F. Sarmiento al brasileño-Carta de Yungay).

Pero, dice Hernán Brienza “lo cierto es que Benito Chain, hombre de confianza del entrerriano, ya había sondeado —según escribió Chevalier de Saint Robert, Secretario de Antoine Deffaudis, diplomático francés en Sudamérica, en su libro ‘El general Rosas y la cuestión del Plata’— a los embajadores de las potencias- sobre si éstas iban a jugar a fondo contra el líder de la Confederación. De ser cierta esta versión, lejos estaría Urquiza de ser un inocente idealista sino, por el contrario, un especulador nato, un tiempista, un hombre que está esperando el momento de convertirse en el sucesor de Rosas”

Manuel Herrera y Obes, ministro de Relaciones Exteriores de Montevideo, asociado con los unitarios argentinos,  escribirá el 29 de febrero de 1848 a Andrés Lamas, representante del Unitarismo Oriental en el Brasil,: “Si V. calcula que el Imperio se prestará a la planificación de nuestros proyectos, recomiendo a V. mucho la insistencia en que el Paraná sea el límite de la República Argentina, y que, para obtenerlo, asuma el Brasil la iniciativa del pensamiento en los próximos arreglos. Urquiza, téngalo usted por cierto, acepta desde luego la proposición. Este arreglo era la base del convenio de Alcaraz. Yo se lo garanto a usted. Desgraciadamente la conducta de los interventores infundió creencias en Urquiza que trajeron discordia entre él y los Madariaga”. 

Habiendo acordado Francia e Inglaterra la paz con Rosas y la Confederación Argentina, los Unitarios resentidos ante el acuerdo que sellaba para siempre la soberanía en nuestra patria y ante la mirada del mundo que se deshacía en loas al ‘Gran Americano’, miraban aquellos buscando la ayuda del Brasil ante la inminente caída de Montevideo por parte de las fuerzas del presidente legítimo don Manuel Oribe, y la segura reincorporación del Paraguay al seno de la Confederación, que era cuestión de tiempo. Esto hizo que el Brasil no perdiera tiempo.

Así lo deja ver el escritor brasileño Pedro Calmon en su ‘Historia de la Civilización Brasileña’ (Publicación del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública - Buenos Aires, 1937), dando  una idea de la magnitud de la personalidad internacional del dictador con estas enfáticas palabras: "Por el error extranjero, Rosas se había convertido en el mayor criollo americano. Hacia él toda  la América del Sur volvía la mirada conmovida. Si necesitaran una espada pan combatir al intruso, le convocarían a él, al caballero de la pampa. La estatura titánica del dictador proyectaba una externsa sombra en el continente: tras los riavíos del bloqueo tremolaba en el aire su poncho punzó".

Téngase presente que no era un ‘rosista’ o un Federal fanatizado quien hablaba así de Rosas.

Es de suponer la tirria, la animadversión y odio que esto generaba en los Unitarios perjuros que con las palabras ciertas del historiador brasileño, se les refregaba en la cara, se ponía en evidencia, tácitamente, sus traiciones vergonzosas a la patria, que no podían ocultar tras sus trajes de levita y sus solemnes declaraciones huérfanas de sentido, los mal llamados ‘civilizados’.

Además, por el lado de los ingleses, Robert Gore, a la sazón encargado de negocios ante el gobierno de Montevideo, comenta los planes de aquellos, por nota de Mayo de 1848, donde tambien, se toma el atrevimiento de sugerir (si esto no es injerencia, no sé qué pueda serlo) quienes iban a ser gobernadores de la Banda Oriental cuando cayesen Oribe y Rosas.

Queda explicitado la confabulación, (‘El Plan’ -dixit) entre los ingleses (Gore, Howden), los hombres de Montevideo (Herrera), Garzón y Urquiza y los brasileños. No decimos ‘complot’  en lugar de ‘plan’ porque para los liberales como Perochena, no existió y está solo en el imaginario Revisionista.

 “En una conversación que tuve con el señor Herrera el 25 de mayo [1848] me manifestó un proyecto que él y muchos otros tenían en vista y al que ya habían dado comienzo de ejecución.

“El plan consiste en que Urquiza, General en Jefe de la Federación Entre-Riana, que tenía bajo sus órdenes 18.000 hombres, totalmente adictos, ya se hallaba lista cuando llegase el momento, para librar a la República Oriental de la dominación argentina; lo secundará Garzón, oriental, enemigo de Oribe por estar éste en conexión con Rosas.

“Garzón es un buen soldado, de considerable talento, y que un despacho de Lord Howden anterior describe como persona querida por todos los partidos. Este sería elegido presidente inmediatamente.

“Los brasileros, se dice, están dispuestos a asistir desde Río Grande; y si Urquiza y los brasileros pasan al territorio oriental desde el N. E. y simultáneamente se produce un levantamiento general de los orientales, que están disgustados por la actitud de Oribe al retirar su palabra a los comisionados cuando sus términos eran mucho mejores de lo que podían esperarse, existiría probabilidad para expulsar a los argentinos que le asisten en número de cerca de 6.000, rechazándolos hasta la Provincia de Buenos Aires.

“Los efectos morales de este acontecimiento quebrarían el poderío y sería el final del gobierno de Rosas.

“Consideraría este plan como utópico, si acaso este tema no hubiese sido ex-puesto por el comodoro español Quesada, que es enemigo de Herrera, y cuyos habituales buenos informes me habilitan para prestar algún crédito a lo que me dice.

“Hay varias personalidades respetables del partido de Oribe, desde que éste no cumplió con su promesa a los comisionados, que están muy disgustados con él: Berro, el ministro del interior, Giró, Acevedo, Antúnez, Pace ; los dos primeros son candidatos a la presidencia. Estoy informado que Berro está dispuesto a abandonar a Oribe en la primera oportunidad”. [Public Record Office. F.O., Montevideo (papeles sueltos), 118/63.]”

Esta confabulación ya de carácter internacional contra nuestra patria queda más evidenciada el 29 de mayo de 1848 cuando en las Cámaras del Janeiro –y en forma pública sin sonrojarse- dice Fernández Chavez, comentando la posibilidad que Rio Grande do Sul se incorpore voluntariamente a la Confederación Argentina:

“No es la Inglaterra quien puede hacer mal a la República Argentina simplemente con sus escuadras; es el Brasil con su ejército de tierra, es el Brasil con la alianza del Paraguay, alianza que él debe fomentar por todos los medios no consintiendo jamás que ese Estado [Rio Grande do Sul] forme parte de la Confederación Argentina…. quien puede hacer más mal a Rosas es el Brasil con los elementos de discordia que puede sembrar en el seno de la República Argentina...; es preciso que esto sea conocido por el país, y que el gobierno y la nación no retrocedan ante sus deberes...»

El medio es el que se vislumbraba en el sentido de sembrar la discordia en la Confederación y aprovechar de dicha situación para tentar al siempre oblicuo de Urquiza que ya desde 1846 se lo tenía en la mira desde el Imperio para atraerlo, dinero mediante, a su interés en derrocar a Rosas y a Oribe, incorporando a la Banda Oriental a su territorio y desmembrando a la Confederación obteniendo la libertad de navegación de los ríos tributarios del Plata. No estaban errados los brasileños en sus proyectos. La injerencia del Brasil pasaba de ser solapada a abierta.

En el mismo sentido en Junio del mismo año (1848) el legislador Jobim dice abiertamente que “No entiendo que el Brasil no puede, sin mengua de su dignidad, sin compromiso de los intereses nacionales, dejar de tomar una parte muy activa en el negocio del Río de la Plata. No seré de parecer que vayamos a declarar la guerra a Buenos Aires; pero así como existen fuerzas del Señor Dictador, Restaurador de las Leyes, Rosas, en el Estado Oriental, nosotros para.defender los intereses de los brasileños tenemos igual derecho a hacer entrar en el Estado Oriental una fuerza, si no igual, al menos capaz de garantizar esos intereses».

Desembozadamente confiesa los intereses del Brasil en los asuntos del Plata, los negocios y la fuerza a utilizar en la Banda Oriental para proteger dichos intereses.

¿Qué intereses puede tener el Brasil, sin que ello no implique inmiscuirse expansivamente, en un territorio que de por sí le era hostil, y con intención de sus habitantes demostrado en varias ocasiones a lo largo del tiempo de querer pertenecer por naturaleza, cultura e idioma a los herederos del Virreinato español en el sur siendo una misma comunidad, una unión de destino en lo universal?

Ese ‘Talón de Aquiles’, ese traidor del riñón de la Confederación era Urquiza. Los brasileños se refregaban las manos. Era cuestión de esperar –y llenarle los bolsillos don Justo José.

Al mismo tiempo queda evidenciada la injerencia masónica en ciertos oficiales y jefes militares brasileños que estorbaban las intenciones de acuerdo entre el Imperio y la Confederación.

Asi lo hace saber Guido en carta al Vizconde de Olinda el 19 de Octubre de 1848:

“En la primera conferencia con el Sr. vizconde de Olinda le indique, entre otras causas que entorpecían la ejecución de la voluntad del gobierno, las logias masónicas en diferentes puntos de Rio Grande, a las que perteneciendo algunos jefes y oficiales de ejército imperial, se habían afiliado varios de los emigrados más notables. Le notar a S. E. que esa fraternidad secreta oponía las principales trabas contra toda medida administrativa o militar, y da lugar a las excursiones sanguinarias denunciadas durante tanto tiempo por la legación argentina... S. E. me aseguro se dictarían órdenes más perentorias para poner término a este estado de cosas, y anoche en una visita que me hizo el Sr. Ministro volvió a asegurarme que escribirá terminantemente sobre esto al Sr. General Andreas”.

No sabemos a ciencia cierta cuán convencido estaba Guido de que el Vizconde de Olinda iba a hacer los oficios necesarios para que los invasores y ladrones brasileños de ganado y tierras en el norte de la Banda Oriental dejaran de hacer sus excusiones allí. O si no era más que un mensaje por elevación hacia el Imperio de que la Confederación estaba al tanto de todo ello hecho por los militares masones.

Lo que sí fue comprobable que las incursiones de los brasileños masones estaban coordinadas con militares argentinos que estaban exiliados –entre ellos los hermanos Madariaga, el Gral. Deheza, el Cnel. Chenaut, el Cnel. Manuel Hornos, (todos reclutados por el líder de los cuatreros el Barón Jacuhy, contrabandista y masón él también), y que vivían en la frontera de la Banda Oriental permitiendo estas excursiones sanguinarias de los cuatreros riograndenses.

Desde Brasil, como correa de transmisión de los intereses brasileños entre ese gobierno y los intrusos de Montevideo, estaban Andrés Lamas como representante del Gobierno de la Defensa (Montevideo) en Río de Janeiro, y en Montevideo Manuel Herrera y Obes Ministro de Relación Exteriores del Gobierno de la Defensa. Montevideo en esa época era una babel de extranjeros que tenían tomada la ciudad con el apoyo militar y financiero del Brasil y Francia, más mercenarios y piratas venido de todas partes del mundo.

Por ello en Enero de 1849, recién comenzado el año, el diario de Thiers Le Constitutionelle – que no se resignaba al acuerdo de Francia con la Confederación Argentina, decía: “El Ministro de Brasil en París (Amaral) acaba de enviar una nota relativa a los negocios del Plata... El gobierno brasileño declara su intención de rechazar las agresiones del dictador de Buenos Aires... Reclama la asistencia de Francia, y ofrece combinar su ataque con el nuestro. Se desea vivamente que el gobierno de la República aproveche esta ocasión para concluir por un acto de energia con Rosas.»

Ni Thiers, ni el Gobierno de la Defensa ni el Brasil se resignaban y volvían a impulsar una y otra vez la pelea contra nuestra nación inmiscuyéndose en nuestros asuntos.

El 22 de Junio de 1949 Herrera le escribe a José Longinos Ellauri, a la sazón representante diplomático den Europa del Gobierno títere de la Defensa en cuya carta expresa la miseria de su pensamiento y la entrega de su patria a manos brasileñas:

Herrera desde Montevideo le escribe a Ellauri anunciándole la buena nueva de la prórroga del subsidio [francés]: “… No dudes que Urquíza está al acecho de la ocasión... Todo, en fin, está preparado: el Brasil no espera sino que se le invite. No se espera sino que la Francia obre, y sin más que moverse verá consumarse un espléndido triunfo, lleno de gloría y provecho.»

Puede verse la injerencia del Brasil, el pedido explícito y confeso del Gobierno de la Defensa de Montevideo, simple peón de los intereses brasileños que utilizan a estos parias de patria que no trepidan en traicionarla enajenando no solo el honor de su tierra sino entregando parte de ella a la codicia expansiva brasileña a cambio de dinero, armamento y dinero para sus propios bolsillos.

Estos que hoy día son considerados próceres, prohombres según la ‘Historia Oficlal’ del actual Uruguay, no eran más que mediocres y sobornados empleados de los Imperios que corrían desesperados por dinero que les arrojaban en la cara humillándolos, a cambio de la entrega absoluta de su patria.

Y como bien dice la carta, ‘Urquiza está al acecho de la ocasión’. Entre fenicios se entienden y la moneda de pago es la independencia política, económica y territorial de la Banda Oriental y –si se podía- también de la Mesopotamia.

 

La postura de Urquiza la hace saber el Encargado de Negocios británico en Montevideo, Robert Gore a Lord Palmerston por carta privada el 22 de Mayo de 1850:

“Me ha sido comunicado confidencialmente que Pimienta Bueno el nuevo presidente de tal Provincia de Río Grande, dispone de treinta mil libras esterlinas suministradas por el gobierno imperial a fin de sobornar a Urquiza, gobernador de Entre Ríos, para que se una al plan de derrocamiento del general Rosas, y que si esta suma no es considerada suficiente, el gobierno brasilero está dispuesto a adelantar el doble de la misma, si es necesario…”

Soborno, dinero a raudales, sumas interminables que drenaban de las  manos de los banqueros del Imperio a las manos del codicioso y ‘Judas’ de Urquiza.

Nótese la injerencia reconocida del Gobierno del Brasil en nuestros asuntos internos, sin eufemismos, sin disimulo. Y –algo importante- queda manifiestamente  establecido que no será una guerra civil en el seno de Confederación sino una guerra de una potencia extranjera (‘que Urquiza se una al plan’ [el plan brasileño]) contra nuestra nación, intentando que Urquiza se ‘una’ a dicha operación organizada y dirigida por el Imperio.

Recordemos que primeramente los brasileños se conformaban con que Urquiza se declarara neutral ante el ataque brasileño contra Oribe y Rosas, pero luego Urquiza fue por más y aceptó actuar militarmente y dio más de lo que los brasileños esperaban. El dinero era mucho, parece….

Lamas en una nota reservadísima del 23 de julio de 1850 a su gobierno, le dice sin eufemismos: "Metidos en esta vereda (de provocaciones), la política actual será más firme. Siendo más firme, las cuestiones con Rosas se agriarán, y créalo usted habrá interés en agriarlas para justificar la responsabilidad (de la guerra). Créalo usted, (estas provocaciones) han, de provocar la ruptura, pero de manera que aparezca de parte de Rosas la agresión"

Dice Mariano García: “La cooptación de Justo José de Urquiza fue gestada por Benito Chaín y Antonio Cuyás y Sampère. El uruguayo Chaín, era esposo de Narcisa Pacheco y Obes, hermana de Melchor. A su vez Chaín era amigo de juventud del gobernador Urquiza. Él actuó como nexo siendo agente confidencial del canciller Manuel Herrera y Obes. El otro agente intermediario fue Cuyás y Sampère, el contacto que tuvo el gobernador entrerriano con Silva Pontes, agente imperial en Montevideo”.

El Imperio brasileño no escatimaba dinero para comprar lealtades. Cuando por los acuerdos con Francia estos dejaron de subvencionar a los Unitarios de Montevideo, los brasileños comenzaron a hacerlo, de tal forma el 7 de Agosto de 1850 Ireneo Evangelista de Sousa le informa a ese otro gran traidor ‘brasileñista’ que fue Andres Lamas, a la sazón representante de Montevideo en Rio de Janeiro, lo siguiente:

 “Habiendo suspendido el gobernó francés el pago de una parte del empréstito mensual  con que auxilia al gobierno del Estado Oriental del Uruguay, en la defensa de la noble causa que esta sustenta contra la Confederación Argentina”, proponía mediante un empréstito, en condiciones razonables, cubrir el déficit y se obligaba a entregar a Lamas, en Rio de Janeiro, la cantidad de 12.000 pesos fuertes mensuales. 

Vemos que el Brasil no paraba en mientes entregando dinero a manos llenas y a todos los que aceptaban su soborno, pero –y hay que remarcarlo- el dinero no era un ‘regalo’; era un préstamo y ese préstamo había que devolverlo en algún momento cuando los Unitarios de la Banda Oriental tomaran el poder, sea con dinero del Estado o sea con tierras públicas. Dejo al lector que saque las conclusiones sobre esta bochornosa nueva entrega del Unitarismo vergonzoso, en este caso, Oriental, conjuntamente con los mercenarios contratados..

Otra confesión de los ingleses respecto a la existencia de esos mercenarios en la Banda Oriental a lo largo de los años, en especial Giuseppe Garibaldi, donde desde San José el día 9 de Diciembre de 1850 Sir William Gore Ouseley le dice a Lord Russel que “Mientras me desempeñé como ministro especial en Montevideo, estuve en comunicación por cerca de dos años con este hombre ‘notable’ (sic)…. Para hacerla eficiente fue menester suplir a Garibaldi con armas, municiones, artículos navales, o los medios para procurárselos. La obligación de proveer a las necesidades de la flotilla de Montevideo recaía sobre el comandante en jefe francés y en mí…Además, el pago mensual a Garibaldi. —mitad del cual, por nuestro convenio, era pagado por el gobierno francés-, y la supervisión de sus gastos, era de mi incumbencia.”

 

 

En Marzo de 1851 las cosas se van desenvolviendo cada vez más rápido.

En una carta que le escribe Manuel Herrera y Obes a Andrés Lamas el 12 de Marzo de dicho año en momentos que tanto los brasileños como los Orientales ‘Colorados’ intentaban seducir a Urquiza para atraerlo a sus filas, dice: “El hombre está decidido a unirse con nosotros pero no quiere ni conviene que eso aparezca como una traición...   por consiguiente exige aquello (el previo aviso de Brasil) y que se lo coloque en una posición honrosa, buscándolo con la proposición de lo que el Brasil quiere obtener y se propone hacer.   En ella dice que se apoyará para dirigirse a Rosas en términos que no le dejarán elección sino entre perecer o ceder”.

El dinero de las Banca brasileña (Buschenthal, Rothschild, Mauá) corría a en abundancia para comprar las almas (y las espadas) de Urquiza y sus ad-láteres.

Urquiza tardó en pronunciarse porque necesitaba la segura protección del Brasil según carta de Paulino Soares de Souza a Pontes el 13 de Mayo de 1851. Como buen comerciante sabía que necesitaba un ‘seguro’ para tales operaciones, (Extraído de ‘Vida do Visconde de UruguaI’- Paulino José Soares de Souza- 1944- Cómpanhia Editora Nacional- Sao Paulo, - Rio dé Janeiro).

El 16 de Mayo de 1851 Pontes envía al gobierno de su país el proyecto del acuerdo entre el Imperio, la Provincia de Entre Ríos y los Unitarios de Montevideo. Todo queda atado y sellado.

En dicha misiva Pontes dice: “Parece que fueron atendidas las bases indicadas por V.E.: rompimiento completo entre el gobernador Urquiza y el general Rosas, expulsión de Oribe y de las tropas argentinas fuera del territorio de la Republica y candidatura del General Garzón”. Garzón, el otro traidor.

Adolfo D. Loss, historiador ilustra la actividad de los mercenarios de origen alemán que estaban en suelo brasileño y que acompañaban, una vez más, el expansionismo del Imperio.

 “Los mercenarios alemanes integran el ejército comandado por el Conde Caxias como artilleros, zapadores e infantes, que invadiría más tarde la Banda Oriental. Producida la invasión, parte de la Legión permaneció con Caxias en Colonia, y el resto se sumó a los 4.000 brasileños en los batallones 5º, 6º, 7º, 8º y 13º que al mando de Marqués de Souza vengarían en Monte Caseros la derrota de Ituzaingó.

Si bien en forma presencial en el alzamiento de Urquiza participaron los soldados y oficiales Correntinos, entrerrianos, los Orientales de la Comisión Argentina y el Brasil, los ingleses no estaban ajenos entre bambalinas a todo ello.

Bien lo explica el historiador Molinari cuando demuestra documentalmente que el plan aliado era conocido por el diplomático Gore cuando el 2 de Julio de 1851 llegaron a Montevideo desde Gualeguaychú  (Entre Ríos) el Almirante Grenfell, otro mercenario marino inglés al servicio del Brasil, y el Ministro de Relaciones Exteriores de Montevideo (única zona de la Banda Oriental ocupada por el Unitarismo fuerza de armas, extranjeros y dinero) y le dicen a Gore:

"había asistido a varias reuniones en Gualeguaychú, en que estuvieron presentes los generales Urquiza, Garzón y el señor Herrera y Obes, en que se habrían combinado de la manera más satisfactoria todos los planes relativos a la futura campaña; que en muy poco tiempo más los generales Urquiza y Garzón cruzarían el rico Uruguay con el ejército de Entre. Ríos, y que las fuerzas de Corrientes pasarían a Entre Ríos para proteger esta provincia de las tropas de Rosas, al mismo tiempo que el general Caxias cruzaría la frontera con el ejército brasilero, compuesto de diez a doce mil hombre”.

Queda evidenciado aquí que los ingleses estaban no solo informados de la proximidad de la batalla, sino de cómo estaban organizados aquellos que se denominaban el ‘Ejercito Grande’, la cantidad de hombres, etc.

Y allí, los ingleses se enteran que en las reuniones de Gualeguaychú, con total desenfado, se encuentran el mil veces traidor Urquiza y Garzón con Herrera y Obes, el Oriental.

Digamos, de paso, que el eufemísticamente llamado ‘Ejercito Grande’ incluía un rejunte de todo tipo de mercenarios que solo peleaban por el dinero que como se dijo, corría interminablemente del lado brasileño. Había republicanos, monárquicos, masones, Unitarios, Federales traidores, libre pensadores, católicos (como Félix Frías), alemanes, corsos, genoveses, sardos.

Ahora bien, los brasileños siguen con sus maquinaciones atando en sus compromisos a Urquiza.

Es que el Brasil no se confiaba en Urquiza puesto que si este traicionaba a Rosas bien podía traicionarlos a ellos; después de todo sabían que lo que movía a Urquiza era el dinero -al que insistentemente pedía al Brasil- y, de tal modo, nunca se sabía que podía llegar a hacer. Lo dice puntualmente Caixas a Souza e Mello, Ministro de Guerra del Brasil al cual informa el 20 de Octubre de 1851:

“Urquiza es muy desconfiado y orgulloso, cualquier negativa de nuestra parte lo irritaría considerablemente siendo él, como Ud. sabe alguien a quien le falta poco para mudar de opinión de la noche a la mañana. Hallándose hoy con un ejército fuerte con los refuerzos que recibe de las tropas argentinas que se encontraron al mando de Oribe, no le sería muy difícil arreglarse con Rosas mediante alguna concesión que éste le hiciese, y volverse contra nosotros”.

Urquiza esperó que Rosas le diese carta blanca para sus negocios particulares, como el contrabando, contrariando los intereses nacionales y como esa ‘concesión’ nunca llegó, Urquiza optó por el dinero ‘sucio’ del Brasil.

Contemporáneamente el 24 de Octubre de 1851 Honorio va desde Rio de Janeiro a Montevideo con instrucciones precisas para seguir sometiendo a la Banda Oriental a sus designios expansionistas.

La injerencia imperial iba hasta considerar la creación de un Estado de la Mesopotamia con los Estados de Paraguay, Entre Ríos, Corrientes, Misiones ( o lo que quedaba de ella pues la mayor parte se incorporaría de ‘Iure’ al Brasil que ya las poseía de ‘Iuris’ desde hacía años usurpando territorio español). Claro, siempre y cuando tuvieran la venia de Gran Bretaña..

Esas instrucciones extensas y reservadas que luego se hicieron públicas, decían en algunos de sus párrafos:

“Entenderse con el general Urquiza, saber cuáles son sus planes y vistas a fin de prestarle correspondiente cooperación para llevar adelante el movimiento que empezamos contra el gobernador de Buenos Aires. »Observar mucho a Urquiza, procurar descubrir sus planes secretos cuando los tuviera, y obtener de él garantías antes de que se haga independiente de nuestra cooperación y auxilio. ….. Hará ver al gobierno Oriental la conveniencia de proceder a la elección de un nuevo presidente, favoreciendo en todo cuanto le fuera posible la candidatura del general Garzón. Empleará todos los medios a su alcance para llevar al presidente del Uruguay a entrar en nuestros propósitos, y acceder por tratados al sistema que adoptamos. Cooperar con Urquiza en su movimiento sobre Santa Fe. V. E. comprenderá perfectamente que, aun cuando cooperemos con Urquiza en esa tarea, no debe hacerse eso en nuestro nombre y como por nuestra cuenta.  Porque eso despertaría los celos y las susceptibilidades de la raza española. Porque nos complicaría con Inglaterra. Por eso conviene reducir nuestra cooperación a la simple prestación de cierto número de hombres y material de guerra y evitar, o por lo menos reducir, cuanto fuera posible, el auxilio y empleo de fuerzas marítimas en las cuales aparece solamente nuestra bandera, que mucho nos podría embarazar y complicar con el gobierno británico. La alianza con el Estado Oriental y con el Paraguay establecería un equilibrio necesario, sirviendo de contrapeso para el caso en que el general Urquiza alcanzara el poder de Rosas y manifestara vistas ambiciosas”.

Las instrucciones son muy claras: evitar quedar como ariete en la guerra contra la Confederación Argentina apareciendo simplemente como ‘colaboradores’ de Urquiza, no vaya a ser que su ‘patrón’ el Imperio mayor, Inglaterra, se enojase o interpusiera objeciones al ataque que de tal modo aparecería como una guerra internacional y no, como quería que apareciera Brasil, una lucha civil.

Además, si Urquiza tomara el poder que dejase vacante Rosas, entonces el Brasil apuntaría sus presiones para formar una alianza con el Estado Oriental y el Paraguay….algo sería algo para el Imperio.

Es como se dijo arriba, la proliferación de mercenarios de muchas naciones sucedió porque el grupúsculo Unitario y masónico que dominaba Montevideo con el apoyo de franceses, ingleses y brasileños no tenía casi Orientales nativos para ‘defender’ la ciudad porque todos estaban en la campaña unidos a Oribe.

Así lo reconoce Honorio en un informe que eleva a su gobierno el 15 de Noviembre de 1851:

“El partido blanco es incontestablemente el más numeroso, y al mismo tiempo el más rico en individuos que poseen una media instrucción. La necesidad de transigir con el partido blanco es indeclinable, e hija de las críticas circunstancia del país. Porque desdichadamente el partido que defendió la plaza de Montevideo contra las fuerzas reunidas de Rosas y Oribe representa una diminuta fracción, no contando a los extranjeros”.

O sea, los representantes nativos de Montevideo eran solamente un rejunte pequeño de financistas europeizantes, literatos desprendidos de la propia realidad de tu tierra. Una babel de trasnochados, movidos por la codicia y el oropel.

Por ello debían procurarse soldados de otros países…y por ingentes sumas de dinero; claro, los mercenarios no son baratos, como el ‘prócer’ Garibaldi, un asesino degollador de nuestros paisanos, niños y mujeres: y que hoy día nos preside en un enorme y oprobioso monumento construido en su honor en la ciudad de Buenos Aires; y que nos recuerda una y otra vez que seguimos siendo una colonia cuyos jefes viven en el exterior y establecen la ‘historia oficial’ como dogma a través de sus lacayos americanos que obedecen obedientes.

El 26 de Noviembre de 1851, Honorio dice llanamente que el objetivo final es la caída de Rosas; ningun acuerdo con el mismo tendría larga vida. El final necesario y deseado es la destrucción de Rosas. Y asi lo informa en un documento de la fecha mencionada, ratificando que es necesario que siempre aparezca la injerencia del Brasil muy esfumada e indirecta:

El resultado que el Gobierno Imperial debe sacar de la injerencia indirecta y que últimamente tomó en las cuestiones entre los Estados del Plata, no alcanzarse sin la caída del gobernador don Juan Manuel de Rosas. .Esta necesidad es hoy evidente después de tantos años de decepciones, vejámenes, de inútiles sacrificios y de peligro siempre inminente para el Imperio el primer deber de mí misión, y el único camino que debo seguir para llegar a fines”.

El 17 de Diciembre de 1851 se producen escaramuzas en el río Paraná, en ‘Tonelero’. Lo importante de este combate es que coherente con la intención de aparecer en un segundo plano, los brasileños ante un dibujo del evento hecho por el historiador  Ladislau Dos Santos Titara (1801-1861) (‘Memoria Do Grande Exército Alliado Liberador Na Guerra de 1851-1852’ ) en el que aparecen las banderas brasileñas en el combate, al militar y escritor brasileño José María Sarobe en su obra ‘Urquiza’ le pareció que las banderas brasileñas demostraban la injerencia evidente de Brasil en la caída de Rosas (siempre ocultada por Urquiza en sus discursos), entonces fraudulentamente Sarobe las cambió por las banderas argentinas.

Se acerca la fecha de la batalla, estamos en el 26 de Diciembre de 1851 y por nota del cónsul británico en Rio Grande do Sul, Mr. S. Morgan a Lord Palmerston, en la cual comenta los ominosos 5 tratados entre el triunfante grupo montevideano a cargo del ya gobierno absoluto de toda la Banda Oriental, a través del siempre traidor y ‘filo-brasileño’ Andrés Lamas, con el codicioso y agresor brasileño, luego de la defección de Oribe.

En las partes pertinentes sobre las intenciones y proyectos del Brasil en estas tierras donde se saca finalmente la máscara el gobierno Imperial, dice el Cónsul Mr. S. Morgan:

“…La fuerte posición militar y fortaleza de San Miguel, con territorio adjunto, cercano al Chuy, es cedido, también, Brasil, tan lejos corno el río San Luis y se agrega, además, la adquisición de media legua en la desembocadura del río Cebollati y Tacuarí.

“Estas tres últimas cesiones son las más inicuas, pues están destinadas a formar una posición militar brasilera que colocará, en cualquier momento, el todo de la parte norteña de la República, adyacente al Atlántico, a merced del Imperio.

“Otra cesión de cerca de cien leguas cuadradas se hace por la República, desde la fuente más meridional del río Yaguarón, en línea recta hacía, el sur del Quarahim, cortando el Río Negro en la desemboca-dura del San Luís, una de sus ramas occidentales. Esta demarcación asegura al Imperio una frontera militar formidable, con gran daño y debilitamiento de la República del Uruguay.

“El gobierno del Brasil nunca perdió de vista esta cuestión de fronteras; y en toda su correspondencia diplomática con el ministro de la Confederación Argentina en Río de Janeiro, ha procurado persuadir al mundo que las dificultades y objeciones que han obstaculizado el camino hacia el cumplimiento de términos del ‘Tratado Preliminar De Paz’ de 1828, han sido siempre promovidas por el gobierno de la Confederación.

“Sin embargo, se supo que para elegir el momento que le fuese favorable, ha sido siempre muy solícito en excluir esta cuestión fronteriza, mientras la República del Uruguay, destrozada por las disensiones, era incapaz de afirmar y defender sus derechos…”.

“…La navegación del Uruguay es el primer paso hacia la ob-tención de la misma en el Paraná, que el negociador brasileño Señor Carneiro Leáo se esfuerza, evidentemente, en obtener para el Brasil (con exclusión de toda bandera) en beneficio de la Provincia de Matto Grosso. Si tiene éxito, el tráfico de cabotaje ha de caer en manos de los brasileros por la facilidad que poseen de emplear esclavos que fácilmente se adiestran en la, profesión marítima ; y, más aún, cuando por el tratado de Ex-tradición, la República del Uruguay ya no puede más ofrecer asilo al pobre negro fugitivo….

“… Creo no equivocarme al decir que en países donde todas las cuestiones políticas, durante cuarenta años, han sido resueltas con el recurso a las armas, no es improbable que, por estos tratados, esta porción de Sur América está tan lejos de obtener una paz como lo estaba hace doce meses. Los sentimientos de la población hispana, de la que el gabinete imperial ha obtenido ventajas, bajo la máscara de la amistad y la humanidad, aprovechando sus discordias para conseguir concesiones indebidas, seguirán siendo los mismos, como puedo asegurar a V.S., pues así sea el general Urquiza o Rosas, el gobernante supremo en el Río de la Plata, en lo que al Brasil concierne, no será más que un cambio de carácter bajo nuevas escenas y decorados…”.

Extraemos de esta carta la toma por parte del Imperio brasileño de sus tan soñadas tierras del norte de la Banda Oriental, ratificando la usurpación hecha, ahora en forma legal, sumada a las Misiones Orientales que de hecho ya las poseían; desde ese momento, serán de ellos legalmente.

La conquista de los ríos interiores del Uruguay y, proximante, la intención de tomar el río Paraná bajo su dominio expansivo.

Que el Brasil, aprovechando las discordias de los hispanos, lentamente y bajo una actitud falsamente ‘amistosa’ esperaba la oportunidad de dar el zarpazo logrando beneficios indebidos.

Bueno, pero es lícito resaltar que Inglaterra (así como Francia) no estaba ajena a estas discordias en el interior de las Provincias Unidas y luego en la Confederación Argentina; es más, las alentaba permanentemente para el logro de sus fines comerciales y, también, apoyando al Imperio luso-brasileño desde siempre utilizándolo para sus fines y objetivos.

Si la paz –como dice el diplomático- no se conseguía en estas tierras, era, en parte, producto del azuzamiento de las contradicciones políticas en América del Sur hechas por Inglaterra y Francia (‘Divide e Impera’).

Contemporáneamente y ya derrotado Oribe, en el mismo Diciembre de 1851 envía una nota comentando la situación Saint Robert que era el adjunto del Director Político de Relaciones Exteriores de franceses.

Describe minuciosamente los hechos vividos y dice en uno de sus párrafos “…Es gracias a Francia, pues, solamente a Francia, que ha persistido hasta el final en la salvaguarda de la independencia de Montevideo, que se debe el éxito obtenido por el Brasil y sus aliados. Es ella, únicamente —y el hecho es indiscutible— que ha dado a la coalición el tiempo de formarse y culminar… Debe creerse, además que en medio de los acontecimientos que se perfilan, entre ellos el de la libre navegación de los ríos, se evidencia una consecuencia natural como para que adquieran lugar considerable los intereses comerciales de Europa, sobre todo los de Francia, a la, que no puede desconocerse equitativamente su parte en los acontecimientos ocurridos, sea cual fuese el punto de vista desde el que se encare su acción."  [Francia, M.R.E. Correspondance politique. Buenos Aires, Argentine. Vol. XXVII, ff. 291-294.]

Allí se machaca una y otra vez que el éxito de Brasil en la Banda Oriental, se debe únicamente a la salvaguardia de la ‘independencia’ (sic) de Montevideo (parece ser que los franceses se adjudican solo ellos la salvaguardia dejando de lado en la consideración a sus socios, los ingleses) y que los brasileños no podrían haber triunfado sin la acción ‘independentista’ en Montevideo de…..¡los franceses!. El contrasentido es tan abrumador que si no fueran tan tristes las consecuencias  que hubo,  lo dicho por el funcionario francés, sería un paso de comedia.

Demás está de agregar que los franceses también muestran la punta del ovillo al mencionar la importancia comercial lograda con la libre navegación de los ríos interiores, para ellos, claro.

Se llega a la víspera de la batalla de Caseros. Gore informa a Palmerston por nota del 2 de Febrero de 1852 que los brasileños con ayuda del siempre sobornado Urquiza, Garzón y Lamadrid (cuando no, ese consuetudinario traidor a su patria), más los vapores anclados en Buenos Aires británicos, franceses, españolas, suecos y sardos y los Unitarios de toda laya se prestan a derrocar a Rosas.

Porque dígase lo que se diga, los ingleses y franceses aportaron lo suyo en esta guerra internacional; buques sitiando Buenos Aires es un claro ejemplo (‘Public Record Office. Foreing Oficce -6/167)

“La política insidiosa del Brasil es muy clara: revolucionar estas comarcas y mantenerlas en un estado de guerra civil y anarquía, que le asegure de un ataque y con la esperanza ulterior que, habiendo por el momento diferido una guerra con la Confederación Argentina, el gobierno del Brasil puede atender a la política interior del Imperio, y que sean llamados a interferir para el arreglo de la paz en estos países, Gran Bretaña, Francia o los Estados Unidos…..”

Finalmente llegó la fecha del combate 3 de Febrero de 1852 , luego de algunas escaramuzas un par de días antes:

El 3 de febrero, a pesar de la deserción de los segundos tenientes Kaas y Malschitzki, que se unieron a Rosas, le cabría brillante actuación a la fusilería mercenaria: con modernas armas de tiro rápido y preciso producirían bajas en la artillería argentina -comandada por el bravo coronel Martiniano Chilavert- que se constituyó en el principal obstáculo de la Brigada Internacional

Es claro que Rosas, igualmente, se fue quedando solo. No solo estaban las injerencias de los estados imperiales y de los Unitarios, sino que dentro de su propio gobierno también tambaleaba la lealtad.

El 9 de Febrero de 1852, ya sucedido Caseros, el propio embajador británico, Gore, le escribe incrédulamente a Lord Palmerston, primer ministro británico:

“…Casi todos los jefes en quienes Rosas confió se encuentran ahora al servicio de Urquiza. Son las mismas personas a quienes a menudo escuché jurar devoción a la causa y persona del general Rosas. Nunca hubo hombre tan traicionado. El secretario confidencial que copiaba sus notas y despachos, nunca falló en enviar copias a Urquiza de todo lo que era interesante o le interesaba conocer a este. Los jefes que mandaban la vanguardia de Rosas, se hallan ahora al frente de distritos. Nunca fue tan amplia la traición…”

Lo que prueba que para el fin de su gobierno,  los leales por conciencia propia y patriotismo eran muy pocos (Terrero, Roxas y Patrón, Felipe Arana, Antonino Reyes, Martiniano Chilavert, Pedro Díaz, Hilario Lagos, Pascual Echague, Gerónimo Costa y pocos más) y que la mayoría de los que Rosas tuvo a su lado tantos años, lo estaban por comodidad, por interés, o por poder.

En dichas clases se destacan algunos prohombres muy útiles para "el sistema del imperialismo liberal". Ya sea porque inculcan la verdad revelada del liberalismo económico en las cátedras universitarias, ya porque lo aplican escrupulosamente desde los Ministerios de Hacienda, ya porque imponen a hacha y martillo el sistema a toda la nación.

Es el caso de Jargat Seth en Bengala y tantos de sus amigos que como se decía. "soñaban en Inglés". Del mismo modo, el doctor Manuel J. García. Bernardino Rivadavia, el general Bartolomé Mitre en la Argentina, o del Barón de Mauá en Brasil.

El libro del caudillo oriental Luis Alberto de Herrera es un documento invalorable para entender el origen de la Banda Oriental como país independiente (Uruguay) en el marco del proceso de balcanización de América Latina y de la ingeniería británica que lo hizo posible.

Este libro fue el primero que demostró, documentadamente el papel desempeñado por las ‘Foreign Office’ en la creación  del Uruguay como Estado independiente. Y de ese trabajo se concluye que al Uruguay no lo fundó Artigas sino Lord Ponsonby.

Y para ello requirió la colaboración vernácula y brasileña como se ha probado con la voluminosa documentación que aquí se acerca al lector:

Joao Pandá Calógeras, político y periodista brasileño dijo sobre Urquiza en 1865 acerca de sus habituales traiciones a su patria, que “…Corresponda esta adquisición al desarme del adversario, pues los entrerrianos, óptimos y admirables jinetes, no formaban sino pobre infantería. Y de esta manera Urquiza fue anulado como valor combatiente…No había en Urquiza la pasta de un hombre de estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil resolvió servirse de él; el general Osorio le conocía el lado flaco

Domingo Faustino Sarmiento, había anunciado optimista la injerencia vital de los imperios en nuestra política y en lo ya manifestado en el sentido que obligados por éstos a venderles por unos pocos pesos la materia prima nuestra, ellos nos devolvían manufacturados productos que se expandían por todo nuestro territorio provocando la destrucción lenta de nuestras industrias incipientes: “La Europa nos proveerá, por largos siglos, de sus artefactos, en cambio de nuestras materias primeras, y ella y nosotros ganaremos en el cambio”.

 Cuando Sarmiento dice que ‘ganaremos en el cambio’ no sabemos si se refiere al grupo de los liberales centralistas empleados del capital inglés, entre los que de algún modo es tributario el sanjuanino o si se refiere a la nación implicando esto de parte del ‘gran educador’ un insulto y una humorada sarcástica arrojada sobre la angustia y hambre de su pueblo en ese librito de cuentos fantasioso escrito por él, al calor de las batallas políticas.

Una editorial del diario ‘The Times’, sumamente extenso del viernes 20 de Febrero de 1852, hace un vívido resumen de la caída de Rosas y de los confesos intereses comerciales europeos en que esto sucediese.

“Hace ya tiempo que nuestra atención no se dirigía a los acontecimientos en el Río de la Plata, dado que sucedían hechos de mayor importancia en Europa. y por el conocimiento que habíamos adquirido de la intervención europea que no había tenido éxito en restaurar a ese país la paz y la libertad del acceso comercial…”

La confesión de los ingleses es diáfana: la intervención militar era y es no para asegurar ninguna ‘libertad’ (sic) así en abstracto, sino para tener ellos la libertad irrestricta de acceder al comercio bajo sus únicas leyes de intercambio.

“…La resistencia de la ciudad de Montevideo contra un bloqueo de casi nueve años por el ejército argentino bajo ORIBE sólo fue posible con la ayuda pecuniaria entregada por Francia a la República de la Banda Oriental., y por el mantenimiento de las comunicaciones por mar. Al fin llega el día del desenlace. El General URQUIZA, al frente de una fuerza numerosa de la provincia de Entre Ríos, y con el respaldo de un destacamento brasileño, marchó sobre Montevideo, y ORIBE fue obligado a levantar el bloqueo sin pelear. Un nuevo tratado fue concluido entre el Imperio del Brasil y la Banda Oriental, nuevamente restablecida su independencia. Las provincias de la Confederación Argentina al norte del Plata se muestran decididas a deshacerse del yugo del Dictador de Buenos Ayres, para abrir por fin sus magníficos ríos y recursos naturales al comercio del mundo”..

Reconocen los ingleses que la resistencia de Montevideo frente a todo el pueblo Oriental fue posible con la ayuda pecuniaria de Francia y los grupos oligárquicos nativos Orientales y ‘porteñistas’, subvencionados como empleados por las dádivas franceses ya dichas. (¿Cómo, Lic. Perochena, es solo una visión ‘revisionista’ como ‘chivo expiatorio’ la intromisión extranjera, como Ud. dice?).

La Banda Oriental cuya independencia fue objeto de nuestro propio país establecer y asegurar en 1828, a poco de la emancipación de las colonias sudamericanas, fue oprimida e invadida por un ejército argentino bajo el pretexto de solucionar los problemas internos de ese Estado, pero en realidad con el propósito de destruir la competencia comercial y el crédito de Montevideo…”

Reconocen los ingleses que la independencia Oriental, que no era querida por el pueblo ‘artiguista’, fue una maniobra política de ellos. (¿Aquí también, Lic. Perochena, fue un’ chivo expiatorio’, como Ud. dice, la intromisión extranjera?). Hubo claramente reconocida dicha intromisión por los propios perpetradores.

“…y no tenemos duda que el gobierno brasileño actuó con prudencia, así como con firmeza, al determinar de inmediato la necesidad de repeler y quebrar el poder tan amenazador para sus provincias del sur….Brasil sola no podía actuar con eficacia en el lugar. Fue en gran parte debido a su solicitud que la atención de los gobiernos inglés y francés fue dirigida al tema en 1844, y comenzó una activa operación….

Reconocen y confiesan los ingleses que el ataque a nuestras fronteras allá en 1844, a nuestras ríos interiores, fue ‘debido en parte a la solicitud’ de los brasileños, siempre tan inteligentes políticamente, tan patriotas, como tan cobardes…

“…Aunque nos regocijemos cordialmente por la restauración de la independencia política y la libertad del intercambio comercial en estos espléndidos países, que están tan bien adaptados para recibir una numerosa población europea y para desarrollar varias importantes ramas de comercio, es fundamental para estos objetivos que la paz se tome de la mano con la libertad…”.

En definitiva, queda manifiestamente establecido por propia confesión –más allá que las pruebas fácilmente así lo indicaban- que la única libertad que les interesaba a los ingleses y sus empleados nativos -devenidos en próceres de la nación hoy día- era la libertad del intercambio comercial: nosotros por unos pocos pesos les dábamos las materias primas y ellos nos devolvían los productos manufacturados gracias a sus industrias, anulando nuestras artesanías e industrias nacientes y con mucho esfuerzo, volviendo a nuestro pueblo, pobre, miserable y hambriento, salvo aquellos que como intermediarios del puerto oficiaban de correa de transmisión entre las ordenes de los Imperios y el cumplimiento forzado de sus directivas.

En cuanto al ‘desarrollo de las ramas del comercio’ que dice el periódico en cuestión, se refiere a un desarrollo comercial manejado por funcionarios ingleses, franceses e inclusive, brasileños, éstos últimos a través de la Banca instalada en Rosario y Buenos Aires, luego de Caseros, que era dependiente de los Rothschild europeos.

Es importante citar a Raúl Scalabrini Ortiz, quien desmenuza inmejorablemente esta nefasta intromisión, con números y cifras, sosteniendo de tal modo, lo confesado por los propios protagonistas según los documentos transcriptos ('Recife - D:iliia - Pará - Pôrto Alegre http://bdor.sibi.ufrj.br/handle/doc/329).

Pasados un par de días de la marcha triunfal del ejército brasileño por las calles de Buenos Aires -20 de Febrero de 1852- Honorio Hermeto Carneiro Leao  (Marqués del Paraná)  envía  un informe confidencial  donde dice en un párrafo “el valor moral y material de nuestra intervención ha sido reconocida por los porteños..” . Otro informe mas donde se reconocen confesadamente por los Imperiales, su intervención directa en la batalla de Caseros y el derrocamiento de su gobierno legítimo.

Es mas, sin la intromisión de los brasileños, Urquiza no se hubiera animado a combatir a Rosas, del mismo modo que sin la intervención de Urquiza, los brasileños no se hubieran animado a combatir a la Confederación Argentina y sus dos poderosos ejércitos (el de Oribe y el del propio Urquiza):

El  ‘Jornal de Commercio’, periódico de Rio de Janeiro en un artículo del 24 de Febrero de 1852 comenta día a día lo sucedido en la batalla de Caseros.

Allí dice en un párrafo que “..As 9 horas o general Urquiza percorrendo a linha de batalha, ao chegar á frente da nossa divisáo deu vivas a S.M. o Imperados e á naçáo brazileira, que foráo correspondidos por vivas á Republica Argentina e ao general Urquiza…”

Si bien esto es incomprobable, y uno estaría propenso a creer que difícilmente Urquiza pudiera llegar a tener un comportamiento tan rastrero, también es cierto que nunca fue desmentido ni por él ni por nadie de su entorno o periódico alguno.

Según nos trasmite el historiador Diego Luis Molinari, que se trataba de una guerra internacional lo expresa.

Luego de la batalla, sin ambages el diario citado ‘Jornal de Commercio’ en otros de sus párrafos, dice: “No hay una sola persona, un solo jefe de un ejército aliado, que no confiese, y diga con entusiasmo que a la división brasileña se debe la victoria lograda en los campos de Morón” ( Nao ha uma só pessoa, um só chefe de exercito aliado, que deixe de confessar, e enthusiasmado dizer que á divisao brazileira se debe a victora alcançada nos campos de Mouron”), lo que es más  que creíble y sustenta aquello que era, a todas luces, cierto: que la Batalla de Caseros o Morón, fue una guerra internacional (lo que se prueba también con el hecho que los mejores oficiales que lucharon a favor de su patria invadidas, fueron Unitarios como Martiniano Chilavert y Pedro Díaz).

El 15 de Marzo de 1852 Sir Woodbien Parish le escribe desde Londres a Addington, haciendo reflexiones sobre lo acontecido en Caseros, sus causas y consecuencias.

“Mediante la creación de un Estado independiente en el territorio tan largamente disputado, nos proponíamos la separación de las partes con un territorio neutral intermedio, para prevenir la posibilidad que entrasen en colisión; y para asegurar esto mayormente, existía una estipulación expresa en la misma convención, que Gran Bretaña, como poder mediador, tendría noticia con seis meses de anticipación de cualquier intención de renovar las hostilidades.

“En violación o desprecio de estas estipulaciones, como me parece, el Brasil ha puesto en marcha su ejército en la Banda Oriental, prevaliéndose de la división de los partidos y la postración del país, y de resultas ha celebrado algunos tratados con ciertos partidos que parece le dan virtualmente un entero control sobre aquellos territorios, ciertamente contrario a todas las miras que tuvimos cuando hicimos la paz con Buenos Aires en 1828.

“Su objeto es, evidentemente, la vieja historia —causa fructífera de tantas guerras en aquellas partes del mundo— de obtener acceso a las aguas del Paraná, y abrir la navegación de aquel río, que a primera vista aparece también favoreciendo a las potencias extranjeras — y como tal se ofrece "ad captandum". Creo poder probar fácilmente que es mucho mejor para nosotros que todo quede como está, en el presente estado de esos que tenemos tanto derecho para desearlo como el que países, y poseemos para abrir el Mississippi o el Missouri en N. América….”

Es un resumen perfecto de las verdaderas intenciones inglesas, francesas y brasileñas en la lucha contra la Confederación Argentina y los Orientales cuyo gobierno legal al mando de Manuel Oribe, fue derrocado.

Se reconoce la intención primigenia de Inglaterra de la creación de un ‘Estado-Tapón’ para que la Confederación Argentina no tuviera potestad en las dos márgenes del Rio de la Plata; lo que finalmente se consigue, primero con la obligada firma del tratado entre Dorrego y el Imperio del Brasil y posteriormente, con la derrota de Oribe en la antesala de la batalla de Caseros.

Para ello contó el Imperio con la ayuda, confesada aquí por los ingleses, de los Unitarios (‘ciertos partidos’) para controlar los territorios de la Banda Oriental y de acceder, no solo a las aguas del río Uruguay sino, y esto es lo grave que mucho se oculta, a las aguas del Paraná.

Si bien Inglaterra reconoce que Brasil viola acuerdos de paz en 1828, en definitiva, ello favorece también a Inglaterra en sus negocios, por lo que –como puede leerse- cuando a Inglaterra le conviene que las leyes no se apliquen, no trepida en ignorarlos olímpicamente con su habitual doblez cuando de intereses comerciales fraudulentos, se trata.(‘ Creo poder probar fácilmente que es mucho mejor para nosotros que todo quede como está’).

Esto nos muestra, por sus propias palabras, que la injerencia ‘por omisión’ también es un don del Imperio inglés.

Esto nos muestra, por sus propias palabras, que la injerencia ‘por omisión’ también es un don del Imperio inglés.

El 5 de Abril de 1852, apagándose los bríos de Caseros y consumada ya la derrota de nuestra nación y el despegue del Imperio brasileño e inglés en nuestras decisiones políticas y económicas hasta el día de la fecha, el gobierno inglés presenta un extensísimo ‘Memorándum’ sobre la misión de Mr. Gore Ouseley en el plata y la intervención franco-inglesa durante los años 1845-46-47., cuyos párrafos respecto a los objetivos buscados alientan una confirmación de las impugnaciones soberanas del Gobierno del Restaurador de las Leyes, que no se equivocó en lo que buscaban estas potencias extranjeras en nuestras tierras.

El citado documento dice en una de sus partes que “las instrucciones conjuntas de Lord Aberdeen y M. Guizot eran de lo más positivas en cuanto resguardaban las preservaciones de la independencia de Montevideo…de acuerdo con esto, el objeto principal de los esfuerzos de Mr. Ouseley, fue prevenir que Montevideo cayese en manos de Rosas”.

El planteo es falso: Montevideo no caía en manos de Rosas sino que caía en manos de su legítimo, legal presidente derrocado por un golpe de Estado por Rivera, curiosamente, apoyado en dicha situación por la propia Francia que había vulnerado la independencia de la Banda Oriental que decía proteger. No se podía pedir más duplicidad y falsía.

Cual piratas (‘aprovechar cualquier oportunidad’) los ingleses decían que si ‘eventualmente’ (¿?) se vieran compelidos a ‘ocupar’ (sic) las aguas del Paraná, debían hacerlo.

Bueno, eso era necesario hacerlo porque ‘el bloqueo, lo exigía’ (sic), como finalmente lo hicieron. Leamos el párrafo.

“Como las instrucciones decían que se aprovechase cualquier oportunidad favorable "para asegurar la libertad de navegación de los ríos tributarios del Río de la Plata" —y corno se mencionaba que bajo ciertas contingencias existía la posibilidad que "eventualmente nos viéramos compelidos a ocupar tales aguas con una fuerza combinada"— y el bloqueo efectivo así lo exigía, se ocuparon, de conformidad, las del Paraná”.

 “Uno de los grandes objetivos que tuvo presente Mr. Ouseley, y que no es muy aventurado decir que tuvo la posibilidad de haberse logrado si se le hubiese apoyado por el gobierno de S. M. fue establecer, no solamente en ambas orillas del Plata, sí que también en las del Paraná, Estados separados, independientes los unos de los otros. Entre otras razones fue esta la que él opuso sin desmayo a las tratativas de anexión [virtual sino formal] de Montevideo, por el general Rosas “

Puede verse en el párrafo recién transcripto que los ingleses nos iluminan de sus intenciones finales: no solo la creación de un ‘Estado-Tapón’ en la Banda Oriental, sino –y esto agrava más la injerencia grosera- lograr la libre y total navegación de los ríos interiores, las aguas del Rio de la Plata en sus ambas orillas combatiendo, según Ouseley, las intenciones de Rosas de anexar Montevideo.

Ni Rosas ni Oribe querían anexar Montevideo pues la ciudad era parte integrante de la Banda Oriental y uno ‘anexa’ aquello que no le pertenece. Recordemos sobre esto último que desde hacía años toda la Banda Oriental estaba gobernada por Oribe en perfecto funcionamiento y con el apoyo del pueblo; solo quedaba Montevideo sin tener control sobre dicho perqueño espacio territorial

Repetimos que además de falsa la conclusión final, se nos revela la hipocresía una vez más del imperio inglés, dando vuelta argumentos que realmente se le vuelven en contra. Rosas no tuvieron nunca intenciones de anexar Montevideo sino devolver su posesión requerida, buscada por su Presidente legal, Manuel Oribe que fue duramente derrocado por Rivera y los propios franceses.

Como transcribe el historiador Molinari, los únicos que, a la ciudad de Montevideo, ‘subvencionaron’ (sic) –giro lingüístico para decir ‘sobornos’- desde el 1º de Mayo al 31 de Diciembre de 1846 con la suma de 26.629:10:0 libras fueron los ingleses (además de los franceses) (según confiesa el Forein Office en oficio al Treasury, del día 2 de Febrero de 1848).

Es que los ingleses y franceses sabían positivamente que el triunfo de las armas de Oribe originarían el apoyo popular, Federal, de la Banda Oriental que de tiempos remotos no se resignaba a las invasiones lusitanas permanentes, a las intromisiones de los franceses en su capital y al deseo perenne de pertenecer a las Provincias Unidas y luego a la Confederación Argentina, como una provincia más y de las más importantes. No lo dejaron. No nos dejaron.

Adentrándonos más en el Memorándum, el mismo dice que “…Los intereses del comercio europeo exigían perentoriamente que se resistiese a esta pretensión, pues si Rosas hubiese conseguido dominar a la Banda Oriental y al mismo tiempo mantener su poder sobre la otra orilla, habría conseguido dictar sus términos al comercio foráneo, a menos que se emplease la fuerza.

De acuerdo con este principio Mr. Ouseley echó los cimientos para la separación e independencia del Entre Ríos y Corrientes, así fuese como una república o liga y alianza de Estados, ofensiva y defensiva, con Montevideo, Paraguay y Bolivia.

Brasil fue invitado para que adhiriese; mas ofendido, naturalmente, por el primer rechazo, se mantuvo aparte, aunque amistoso para con esta coalición. Esto, de una vez por todas, habría dado acceso libre a los ríos interiores [mediante un convenio ya preparado y en Montevideo].

Por supuesto, al ser llamado Mr. G. Ouseley, y revirtiéndose la política que seguía, cayó por tierra dicho plan. Brasil se metió en el asunto y tomó el lugar de Inglaterra [previamente ocupado en esta parte por Mr. Gore Ouseley], y ha producido resultados, similares en algunos respectos a los que él propuso, en cuanto a lo atinente a los estados sur americanos, más diferente y nada ventajoso en lo relativo a nuestros intereses; sin embargo, se puede hacer mucho mediante una negociación juiciosa…”

Estos párrafos, riquísimos en confesiones, nos llevan a ratificar lo que los hechos habían demostrado una y otra vez:

Que las intenciones de los franco-ingleses distaban lejos de cuestiones de libertad, de independencia de la Banda Oriental, de injustas agresiones de Rosas sino simple y llanamente ‘intereses del comercio europeo’, porque si Rosas (en realidad, la Confederación Argentina, los ingleses insisten en personalizar en un solo individuo lo que corresponde a la nación toda, siendo ese individuo su justo y legítimo representante por el apoyo del pueblo) hubiera triunfado, hubiera ‘conseguido dictar sus términos al comercio foráneo’; lo cual es correcto porque el titular de un gobierno que ejerce soberanía sobre su tierra es quien dicta los ‘términos al comercio foráneo’.

Es como si se dijera que no corresponde a los ingleses o franceses dictar las normas de comercio sobre su nación, sino que deben ser dictadas por naciones foráneas. Que es lo que impelen los franco-ingleses a que deje de hacerlo la Confederación Argentina sobre su territorio o el gobierno legal Oriental de Oribe, sobre el suyo.

Nuevamente los ingleses confiesan sus injerencias en su imperecedera lucha contra los hispanoamericanos, con aviesas intenciones de disgregar territorialmente a la Confederación Argentina formando un nuevo Estado conformado por Entre Ríos, Corrientes, la Banda Oriental, Paraguay y hasta Bolivia.

También, si esto no es injerencia en asuntos extranjeros, queda poco o nulo espacio, para así no considerarlo..

Hasta esta altura el concepto de la Lic. Perochena, en el sentido que Inglaterra es un ‘chivo expiatorio’  de nuestra decadencia, se disuelve en meras declamaciones adjetivadas sin sustento documental, típicas del liberalismo nativo objeto de las ordenes de quienes (Ingleses, franceses, brasileños), son sujetos confesos justamente, de las intromisiones en nuestro continente, a cambio de dinero mediante.

Nos enteramos que el Brasil había sido ‘invitado’ (sic) a participar en las batallas de Vuelta de Obligado en 1845, pero que supuestamente ‘ofendidos’  rechazaron la propuesta.

Entendemos que en realidad a los brasileños el ‘sentirse ofendidos’  les hubiera durado poco si hubiesen estado preparados, en aquellos tiempos, para atacar a la Confederación Argentina, más poderosa en esos años.

Ellos sabían inteligentemente, que debían esperar otra oportunidad con otros socios necesariamente provenientes del riñón de la Confederación lo cual tendría un doble efecto: por un lado achicar la cantidad de soldados de la Confederación Argentina desarmando sus fuerzas; y por el otro, engrandecer sus propias tropas con la incorporación de éstos. Urquiza sería en el futuro, el elemento que lo facilitaría. Jugada maestra de la diplomacia brasileña.

Cuando llegó el momento Brasil ‘tomó el lugar de Inglaterra’ en la batalla sin fin contra la Confederación Argentina, como lo confiesan una vez más, los ingleses.

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Hasta aquí los autores citados en su enjundiosa investigación que plasma el sentido histórico y documentado de los sucesos en el Plata, la corrosiva injerencia, intromisión confesa de los ingleses, franceses con el sostén solapado de los brasileños tras bambalinas.

Como bien dice José María Rosa “Tuvo que desaparecer la clase de los estancieros ( de los estancieros que convivían en sus estancias) para que no hubiese movimientos populares. Las nuevas modalidades de la producción pecuaria darían otro tipo de estanciero que obró en armonía, con los mercaderes y profesionales del puerto.

“Este ya no fue un aristócrata, sino un ‘oligarca’; con casa aparte en la estancia, donde vivía poco, y sin contacto con la población de su heredad. Cuando no vivía en París, que fue común desde 1880 en adelante. En la segunda mitad del siglo XIX el pueblo no encontró conductores, porque había desaparecido la "aristocracia" de los estancieros caudillos. La obra persiguió sin tregua al pueblo y por eso fue posible la dominación financiera brasileña del Banco Mauá desde Caseros a la guerra del Paraguay”.

Claro que la conquista europea en estas tierras requirió, previamente, someter la conciencia y estima de los hispanoamericanos, para que nosotros nos auto-denigráramos con la mentira de la Leyenda Negra, ‘lei motiv’ inculcado machaconamente nuestra inferioridad en todo. Con las defensas bajas cualquier comunidad es presa fácil.

Es preciso destacar que la conquista anglosajona en nuestro territorio requiere que mentalmente, psicológicamente la ‘Leyenda Negra’ obre como base para la auto-denigración y subestimación propia como sistema de conquista.

Dice el escritor e historiador Federico Gastón Adissi que “desligar a estos pueblos [americanos] de su largo pasado, ha sido una de las graves desfiguraciones históricas de la oligarquía ‘mitrista’ que se aquilató en el poder en 1853.

“El menosprecio hacia España arranca de los siglos XVII y XVIII como parte de la política nacional de Inglaterra. Es un desprestigio de origen extranjero que se inicia con la traducción al inglés, muy difundida en la Europa de entonces, del libro de Bartolomé de las Casas, <Lágrimas de los indios; relación verídica e histórica de las crueles matanzas y asesinatos cometidos en veinte millones de gentes inocentes por los españoles >.

“El título lo dice todo. Un libelo. Con relación a esta publicación J. C. J Metford, recuerda que, en la dedicatoria se invoca a Cromwell <para conducir sus ejércitos a la batalla contra la sanguinaria y papista nación de los españoles>.

“La ‘Leyenda Negra’ fue difundida por los ingleses como arbitrio político, en una época en que los Habsburgos mandaban sobre Europa y amenazaban a Inglaterra, entonces una potencia de segundo orden [...]

“En realidad lo que estaba en juego era el próximo desplazamiento del poder naval. España dejó de ser parte rectora de un glorioso pasado europeo para descender a menoscabo espiritual, todavía perdurable en muchos argentinos que recibieron sobre España la idea extranjera que de sí misma se formó la oligarquía de la tierra —a pesar de su genealogía española- al ligar sus exportaciones al mercado británico.

“En tal sentido, este sentimiento antiespañol, es la remota proyección en el tiempo, de aquella inicial rivalidad entre España e Inglaterra. Y la denegación de España, de parte de la oligarquía, en su nuez, no es más que el residuo cultural mortecino de su servidumbre material al Imperio Británico.

“Los pueblos en cambio, se mantuvieron hispánicos, filiados al pasado, a la cultura anterior. Lo cual prueba el poder de esa cultura española que la oligarquía repudió para vivir en adelante de prestado".

También  y en el mismo sentido, el historiador porteño citado, nos trae un extenso discurso dado por Juan Domingo Perón el 12 de Octubre de 1947 en homenaje a Cervantes en su IV Centenario de su nacimiento en el cual el disertante critica el ‘indigenismo’, ‘antiespañolismo’, la ‘Leyenda Negra’ que desde los albores de la conquista de América, era visible.

Dice en ciertos párrafos refiriéndose a España y la empresa emprendida, que la misma “fue desprestigiada por sus enemigos, y su epopeya objeto de escarnio pasto de la intriga y blanco de la calumnia, juzgándose con criterio de mercaderes lo que había sido una empresa de héroes. Todas las armas probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro vientos. Y todo, con un propósito avieso”.

“Porque la difusión de la ‘leyenda negra’, que ha pulverizado la crítica histórica serie y desapasionado, interesaba doblemente a los aprovechados detractores.

“Por una parte, les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que constituimos Hispanoamérica.

“Por la otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas, cuyas asalariados y encumbradísimos voceros repetían, por encargo, el ominoso estribillo cuya remunerada difusión corría por cuenta de los llamados órganos de información nacional.

“Este estribillo ha sido el de nuestra incapacidad para manejar nuestra economía e intereses, y la conveniencia de que nos dirigieran administradores de otra cultura y de otra raza.

“Doble agravio se nos infería; aparte de ser una mentira, era una indignidad y una ofensa a nuestro decoro de pueblos soberanos y libres.

“España, nuevo Prometeo, fue así amarrada durante siglos a la roca de la Historia. Pero lo que no se pudo hacer fue silenciar su obra, ni disminuir la magnitud de su empresa que ha quedado como magnífico aporte a la cultura occidental.

“Allí están, como prueba fehaciente, las cúpulas de las iglesias asomando en las ciudades fundada it por ella; allí sus leyes de Indias, modelo de ecuanimidad, sabiduría y justicia; sus universidades; su preocupación por la cultura, porque "conviene —según se lee en la Nueva Recopilación.

“Que nuestros vasallos, súbditos y naturales, tengan en los reinos de Indias, universidades Y estudios generales donde sean instruidos y graduados en todas cien-das y facultades, y por el mucho amor y voluntad que tenemos de honrar y favorecer a los de nuestras Indias y desterrar de ellas las tinieblas de la ignorancia y del error, se crean Universidades gozando los que fueran graduados en ellas de las liberados y franquezas de que gozan estos reinos los que se gradúan en Salamanca […]

Quizás algún desprevenido crea que todo esto es parte del pasado. Craso error. La auto-denigración, la incapacidad para desarrollarnos, el inculcarnos la subestimación de nuestras aptitudes, sigue vigente y que, por tanto, debemos inclinarnos ante los europeos y su condescendencia.

Nos enteramos que año tras año ‘besamanos’ nativos acuden presurosos a festejar el cumpleaños de la Reina británica Isabel II, a la embajada y veremos que nada ha cambiado, salvo las personas y los atuendos.

“A 40 años de Malvinas: festejaron en Argentina los 96 años de la reina Isabel II políticos, periodistas, empresarios, jueces y artistas” (Por KONTRAINFO-29-04-22





La muerte de Isabel II no hizo más que subir el grado de sumisión, tanto de los argentinos como la de brasileños y chilenos cuyos gobiernos alardean de patriotas pero frente a su amo la 'Graciosa Majestad' se prosternan en dulce connubio colonial






Sin palabras. Igual que ayer con Rivadavia, Alvear, García, Varela, Pueyrredón, etc:. cambian los actores pero el libreto es el mismo.

Por ello es que el Unitarismo hace permanente gala de una ‘Concepción Literaria De La Historia’ como la llamaba con cierta ironía pero con acierto el inglés Halford J. Mackinder; de la cual –como puede leerse en su artículo publicado- la Lic. Perochena hace honor a esa concepción.

Y hace honor huérfana de toda documentación que avale sus dichos que solo pueden plasmarse sin sostén alguno que las avale en diarios o medios cuya ideología se nutre de sus polígrafos pagos y viceversa.

Es que esa falsificación de la historia fue consumada por el liberalismo decimonónico masón, de la mano de Mitre, ya desde 1810.

Es que ello impide conocer nuestro pasado real; y ya se sabe que toda nación debe conocer su pasado como verdaderamente ha sido para así tener una concepción acabada de su identidad y proyectarse desde allí, pasando por el presente, hacia el futuro.

La visión errada del liberalismo sobre lo que fue las causas de nuestra independencia, la hace pro-británica y anti-española situación que fue pergeñada, entre otros, por Lord Strangford basándose en el librito del Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau que él atribuye falsamente como base de nuestra acciones independentistas, cuando la base filosófica de ellas fue la del –justamente lo contrario- jesuita Francisco Suarez.

Recordemos que Larrea, Matheu, miembros de la Primera Junta eran españoles. Difícilmente, pues, haya sido un movimiento anti-hispánico, sino, más bien, anti-absolutista y ‘anti-napoleónico’.

Estos afrancesados o pro-británicos se adjudican entre sí honores ditirámbicos que por lo vacíos de contenidos aburren cociéndose en literatura fantástica.

Es dable observar como ante la realidad incontrastable de los documentos, el liberalismo –de la que forma parte actualmente la Lic. Perochena- no puede sino oponer slogans marquetineros que no se sostienen con la realidad pues la realidad interroga permanentemente a través de hechos documentados.

El conocimiento de la realidad no se “elige”, no interviene aquí la voluntad y el número, la realidad no se aprehende, decía José Antonio Primo De Rivera, “la verdad es una categoría permanente de la razón y no una decisión de la voluntad”

Y ya sabemos: cuando los argumentos comprobables escasean, asoman los adjetivos como toda manifestación puramente volitiva, como la de la historiadora citada.

 

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