(de Pluma Ajena) NO SOY URUGUAYO: SOY ORIENTAL (Milton Acosta)
Desde la Banda Occidental de las Prov.Unidas del Rio de la Plata creé este Blog.El fin es difundir trabajos propios y ajenos sobre temas históricos de la Confederación Argentina y de otras naciones, con una mirada profundamente raigal, consustanciado con el pensamiento del Brg.Gral.J.M.de Rosas,J.G.de Artigas,J.de San Martín,M.Oribe, M.Dorrego,M.M.de Güemes,M.Chilavert,J.A.Lavalleja, P.Echagüe,E.López,J.M.Roxas y Patrón,G.Brown,H.Bouchard,Lucio N.Mansilla y tantos otros.-
(de Pluma Ajena) NO SOY URUGUAYO: SOY ORIENTAL (Milton Acosta)
(de Pluma Ajena) JUSTO JOSÉ DE URQUIZA, EL HOMBRE AL SERVICIO DEL BRASIL (Pablo Yurman)
A 70 años de un “pronunciamiento” que
fue el paso inicial hacia una guerra internacional disfrazada de enfrentamiento
civil “entre argentinos”
Se conoce como “Pronunciamiento de Urquiza” el documento firmado por el entonces gobernador de la Provincia de Entre Ríos, publicado el 1º de mayo de 1851, mediante el cual dicha provincia que había sido signataria del Pacto Federal que veinte años antes constituyó la Confederación Argentina, aceptaba la renuncia presentada por Juan Manuel de Rosas al manejo de las relaciones exteriores de las provincias, reasumiendo su plena soberanía para entenderse con el resto de las naciones.
Para comprender el
paso dado por el caudillo entrerriano como primera pieza de un
rompecabezas que culminaría con el derrocamiento de Rosas debe mirarse
el cuadro de situación general. Uruguay estaba dividido por su guerra
civil: Montevideo se había convertido en la base de operaciones de
ingleses y franceses contra la Confederación Argentina, con el apoyo
explícito de los emigrados unitarios. En tanto que el resto del territorio
oriental reconocía a Manuel Oribe como legítimo presidente
constitucional, quien además de la adhesión de la mayoría del pueblo oriental,
era apoyado por Rosas y los federales.
En ese contexto, el
puerto de Montevideo, en donde los unitarios exiliados habían conspirado contra
la Confederación con el apoyo explícito de ingleses y franceses
interesados desde hacía años en forzar la apertura de los ríos interiores a
sus buques mercantes, a partir de la firma de los tratados de paz celebrados
con esas potencias, comenzaba a languidecer ante un futuro poco promisorio una
vez que las naves de guerra europeas dejasen el estuario del Plata. Debe
tenerse en cuenta que Inglaterra y Francia habían reconocido finalmente
la soberanía argentina sobre sus ríos interiores y pusieron por
escrito su compromiso de retirar sus fuerzas del Río de la Plata.
El escenario de los
acontecimientos de una trama que involucraba a las provincias en el juego de
potencias extranjeras
A partir de 1850
cobran notoriedad dos piezas más en el rompecabezas: el Brasil y Justo José de
Urquiza.
El gobernador de
Entre Ríos, que lo había sido durante los últimos diez años, período durante el
cual nunca exteriorizó demasiados pruritos por el dictado de una constitución
escrita, y que jamás abjuró de su condición de federal leal a Rosas y a la
Confederación, era también el estanciero más importante de la
Mesopotamia y como tal, uno de sus principales clientes era la capital
de la República Oriental del Uruguay, a la que suministraba mercaderías a pesar
de los bloqueos. El historiador Vicente Sierra nos explica: “El gobierno de
Buenos Aires sabía perfectamente que en las maniobras especulativas del
comercio entrerriano el más interesado era Urquiza. Contaba para ello
con una organización comercial representada en Buenos Aires por el catalán
Esteban Rams y Rubert, encargado de vender lo importado y comprar oro, y con
otro representante en Montevideo, Antonio Cuyás y Sampere, encargado de
adquirir mercaderías extranjeras y vender el oro adquirido en Buenos Aires,
además de la carne que Urquiza enviaba desde su provincia.” (Historia de la
Argentina, tomo IX, 1972).
El detalle de los
negocios no siempre transparentes de Urquiza -piénsese que se pudo constatar
que cueros y carnes provenientes de sus estancias llegaron a alimentar
y pertrechar tropas francesas e inglesas mientras la Confederación se hallaba
en guerra con esos países- se conocieron, precisamente por las
memorias de uno de sus agentes comerciales, Antonio Cuyás y Sampere, a quien
además le tocó representar al entrerriano en algo más que negocios
especulativos, como se verá. Este detalle permite considerar a las fuentes como
objetivamente válidas.
El texto del
"Pronunciamiento de Urquiza"
A este panorama, se
suma la vieja inquina que el Imperio del Brasil guardaba hacia la
Confederación: la humillación del triunfo de Ituzaingó (1827) seguía vigente,
al igual que sus apetencias por llevar la frontera sur hasta el Plata,
a lo que se agregaba que para un país esclavista como el Brasil de
mediados del siglo XIX, la huida masiva de esclavos hacia la Argentina, lugar
en el que con solo pisar su suelo conseguían la anhelada libertad, había dejado
de ser un tema menor.
Alguien podría
poner en entredicho que la caída de Rosas al frente de la Confederación
Argentina fuese, hacia 1851, una prioridad en la política exterior del Imperio
del Brasil, toda vez que más allá de los elementos señalados precedentemente,
la guerra contra Rosas llevada a cabo por las dos principales potencias
económico-militares de la época, Inglaterra y Francia, había concluido en un
rotundo fracaso para éstas. ¿Por qué motivo habría de cambiar nuestro vecino
del Norte su aparente neutralidad ante dicha contienda?
La principal razón
fue puesta sobre el papel por el propio canciller brasileño, Paulino
José Soares de Souza, quien al redactar la Memoria del Ministerio por
él presidido correspondiente a 1851, apuntó: “Desembarazado el general
Rosas de la intervención [la intervención anglo-francesa en nuestros
ríos], afirmado su poder en el Estado Oriental, fácil le sería comprimir el
movimiento entonces en estado de embrión, de las provincias argentinas que
después le derribaron; reincorporar el Paraguay a la Confederación, y
venir sobre nosotros con fuerzas y recursos mayores, y que nunca tuvo, y
envolvernos en una lucha en que habíamos de derramar mucha sangre” (Vicente Quesada,
citado por Sierra).
Pareciera quedar en
claro que para la cancillería de Brasil, el tema de fondo sería, ni más ni
menos, la definición del país que habría de tener la preponderancia sobre el
resto del continente. No en vano, se enviaría subrepticiamente, meses antes del
“pronunciamiento” de Urquiza a un diplomático de enorme valía, Duarte Da Ponte
Ribeiro, en un periplo que lo llevaría por Paraguay, Chile, Perú y Bolivia,
destinos en los que intentaría garantizar una neutralidad de cada uno
de dichos estados ante una eventual guerra argentino-brasileña que, a
semejanza de la de 1827, decidiese el futuro de Sudamérica.
Pero para la
diplomacia imperial no había que aparecer como hostilizando abiertamente a la
Argentina, y para ello era preciso conseguir al hombre indicado.
Nos dice Fernando
Sabsay que “el 24 de enero de 1851 Cuyás [representante comercial de
Urquiza en Montevideo] se apersonó al jefe de la legación brasileña en
Montevideo para proponerle en nombre de Urquiza una alianza tendiente a expulsar
a Oribe del Estado Oriental” (Rosas, el federalismo argentino,
1999). El receptor de dicha oferta extendería la propuesta de Urquiza a un
levantamiento generalizado contra Oribe en la Banda Oriental y contra Rosas del
otro lado del río. Pero la condición preliminar impuesta sería que Urquiza
debería “pronunciarse” públicamente contra Rosas, disimulando como quisiera su
actitud.
Para el mes de
marzo de 1851 las tratativas estaban ya bastante enderezadas a la formación
de un ejército “grande” que definiera la situación en el Plata.
Tras el
“pronunciamiento” público contra Rosas, que fue recibido con una mezcla de
desazón e incredulidad por las propias tropas entrerrianas y correntinas, Urquiza
no defraudó a sus mandantes tras bambalinas y firmó a nombre de Entre Ríos dos
tratados internacionales durante el resto de aquel fatídico 1851,
cuyos compromisos “nacionalizó” tras hacerse cargo del manejo de las relaciones
exteriores de todas las demás provincias en febrero de 1852.
El primero de ellos
fue suscripto el 29 de mayo, entre el gobierno de la ciudad de Montevideo,
la Provincia de Entre Ríos y el Imperio del Brasil y su objetivo
explícito fue despejar a las fuerzas del general Manuel Oribe del territorio
oriental. De todas formas, contaba con una cláusula secreta según
la cual si a raíz de la lucha contra Oribe, Rosas declarara la guerra a alguno
de los firmantes del pacto, esa alianza se transformaría automáticamente en una
alianza contra el “tirano” del Plata.
Logrado el primer
objetivo, esto es, unificar al Uruguay con el color del Partido Colorado, se
firmó el segundo pacto, en noviembre de aquél año, suscripto ahora por Entre
Ríos, Corrientes, la República Oriental del Uruguay y el Brasil, con el
objetivo de declarar la guerra, no contra la Argentina, sino contra Rosas.
El ejército
argentino que acaso debía dirigirse a Río de Janeiro para definir la hegemonía
sudamericana, apuntó en cambio hacia los campos de Caseros y puso fin
al gobierno de Rosas, disimulándose lo que fue en realidad una guerra internacional
por un enfrentamiento civil “entre argentinos”; uno de cuyos bandos
contaba, curiosamente, con importante apoyo extranjero.
Luego de Caseros,
Urquiza ingenuamente pensó que podría congeniar su origen federal y provinciano
y presidir el país desde Buenos Aires. No habrá de lograrlo toda vez que vueltos
los viejos unitarios de sus respectivos lugares de exilio, no tardaron en
deshacerse del instrumento al que interiormente siempre despreciaron, y al
que sólo utilizaron para ejecutar el trabajo sucio.
El hacendado
entrerriano aceptará recluirse en su provincia, en la que nunca será molestado
por las autoridades nacionales. Será usufructuario, hasta su asesinato en 1870,
de los atributos externos y el folklore del viejo partido federal, pero ya totalmente
vaciado de contenido y cómplice por omisión de los nuevos dueños del
poder a partir de la llegada de Mitre a la presidencia.
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(de Pluma Ajena) LA PARADÓJICA CONSAGRACIÓN DE ARTIGAS: PARA HONRARLO COMO PRÓCER CERCENARON SU MEMORIA (Pablo Yurman)
En Buenos Aires su figura es reconocida sólo como la de prócer de
un país vecino y como “Padre de la Nación uruguaya”, no muy distinto a
lo que podría corresponderle a Jorge Washington respecto de Estados Unidos o a
Napoleón en relación a Francia. El problema con respecto a José Gervasio
Artigas es que el mensaje implícito en dicha simbología es perjudicial
por partida doble: por un lado, infunde en los argentinos del presente
la errónea idea de que Artigas resulta ajeno a nuestra historia; por el otro,
presentarlo como “padre de la nacionalidad uruguaya” es falso en términos
históricos e incluso antagónico con sus propias ideas políticas, pese a ser
entendible que a partir de 1830, al crearse la República Oriental del
Uruguay gracias a la habilidad diplomática de Lord Ponsonby,
a la élite montevideana le urgiese encontrar un “padre fundador” del nuevo
Estado surgido en la boca del Plata.
Sería ingenuo pensar que la pretensión de borrar a Artigas de la memoria
colectiva argentina obedezca a un descuido. Fue y lo sigue siendo adrede.
Para agregar ingredientes al entuerto, alejándonos de Buenos Aires, su
figura no sólo es recordada con respeto por haber sido el “Protector de
los Pueblos Libres”, es decir provincias que llegaron a aglutinar a la
Banda Oriental, a toda la Mesopotamia e incluso Santa Fe y hasta Córdoba, sino
que es reconocida como lo que fue: caudillo del pueblo oriental y de muchos
otros, el primer puntal del federalismo rioplatense.
Su gran enemigo interno fue Carlos María de Alvear, quien pese
a haber sido solo durante tres meses Director del Estado (enero a abril de
1815) posee una de las estatuas ecuestres más importantes de la Capital
Federal. Monumento levantado acaso por los mismos, ideológicamente hablando,
que decidieron erradicar a Artigas del imaginario social de los argentinos. La
rivalidad entre ambos no fue tanto a título personal, sino emergente de lo que
serán dos modelos antagónicos para el desarrollo de nuestros pueblos tras la
desaparición del Imperio Español.
Con tan solo 24 años de edad, Alvear fue nombrado Presidente de la
célebre Asamblea de 1813, cuerpo al que habían sido invitadas todas
las provincias a enviar diputados y que, de acuerdo con los términos de la
convocatoria, tendría por objeto principal declarar la independencia y dictar
una constitución para organizar el nuevo Estado. Sabido es que no cumplió
ninguno de los dos objetivos, dedicándose en consecuencia a sancionar una
legislación “cosmética” que resultaba ajena a la realidad cotidiana y a las
preocupaciones de las mayorías, pero a la que la prensa escrita de entonces
dedicó amplia cobertura.
Al llegar a la Asamblea los seis representantes elegidos por el pueblo
oriental fueron rechazados bajo excusas formales. Al respecto comenta el
historiador Fernando Sabsay en su libro Rosas, el federalismo argentino que
“Los diputados orientales hicieron su presentación oficial ante la Asamblea el
1º de junio [de 1813], acompañando sus diplomas con las firmas de los
ciudadanos votantes; por dos veces consecutivas y con indudable arterismo, la
Asamblea rechazó esos diplomas ‘hasta que viniesen en bastante forma
sus respectivos poderes’; el liberalismo porteñista había logrado ya el apoyo
de Alvear y algunos diputados, que formaban mayoría, y no podía exponerse a que
los seis orientales modificaran la relación existente. El argumento era pueril,
pues sería del caso comparar esos poderes de los orientales con los que fueron
incorporados la mayor parte de los diputados.”
La excusa fueron las formas, pero el peligro que los alvearistas percibían
era el contenido de las instrucciones con las que esos diputados de
la otra margen del río estaban investidos por voluntad popular, ya que fue en
el Congreso de las Tres Cruces en presencia de miles que fueron aprobadas.
Algunas de las instrucciones con las que los diputados orientales venían
munidos ponían por escrito un proyecto diametralmente opuesto al de los
intereses anglo-portuarios de los que Alvear sería tributario. Un simple
vistazo a algunas de ellas, por ejemplo, declaración inmediata de nuestra
independencia; constitución bajo el sistema republicano y confederal de todas
las provincias argentinas; capital del Estado fuera de Buenos Aires; sistema
económico de tipo proteccionista en resguardo de las industrias del Interior,
entre otras, alcanza para entender la jugarreta por la que se impidió el
ingreso a la Asamblea de los esos seis representantes orientales.
El enfrentamiento entre los ideales representados por el caudillo oriental,
de profundo arraigo popular en todas las provincias, respetuoso de nuestras
tradiciones y de mirada americanista, consciente de que la fractura con España
no podía terminar en la balcanización del espacio sudamericano dotado
de una herencia común, habrá de enfrentarse nuevamente al de Alvear -elitista,
portuario, cosmopolita en su peor sentido de desprecio por lo propio y sumiso a
la política británica sobre el continente- en 1815 cuando, como dijimos, éste
ocupe el cargo de Director Supremo del Estado, vacante por la renuncia de su
tío, Gervasio de Posadas.
Ante la inminencia de que la Liga Federal liderada por
Artigas aumentara su poderío con la incorporación de nuevas provincias, Alvear
pergeñó hacerle una oferta que a sus ojos de mercader y no de patriota
resultaría irresistible. Al respecto nos dice Sabsay: “En cuanto a Artigas, con
tal de sacarse de encima el conflicto y por conducto del coronel Galván, [le]
ofreció la independencia oriental y que las provincias litoraleñas eligieran la
protección de sus preferencias. Artigas, que distaba muchísimo de aspirar al
desmembramiento del país, rechazó el ofrecimiento.”
Era una afrenta para un criollo que amaba profundamente la tierra oriental
en la que había nacido pero para quien resultaba inconcebible entenderla
separada del resto de las provincias que formaron otrora el Virreinato del Río
de la Plata.
El resto de sus años activos hasta el fatídico 1820 los pasará defendiendo
a su provincia de la invasión portuguesa y luchando contra la indiferencia y el
desdén de las autoridades directoriales con sede en Buenos Aires. Y
justo cuando todo parecía darle la victoria tras la batalla de Cepeda en
febrero de 1820, la traición de su ex lugarteniente, el entrerriano Francisco
Ramírez, lo obligará a buscar asilo en el Paraguay, lugar donde
residirá hasta su muerte el 23 de septiembre de 1850, ante el más
absoluto olvido e indiferencia de quienes conducían los destinos del suelo que
lo había visto nacer.
Años más tarde sus restos serían trasladados a su Montevideo natal y se
hallan actualmente preservados en una urna dentro del mausoleo levantado en su
honor.
******
'Cartas al país'-Diario CLARÍN-en respuesta a carta del Sr.Szelest sobre el Restaurador de las Leyes (con copia al Sr. Szelest)
Cuarto, en cuanto a la esperanza del Sr. Szelest, y teniendo en cuenta que esto comienza ya en 1810 con el asesinato de Liniers, no es ocioso recordar las palabras de San Martín en carta a Tomás Guido el 3 de abril de 1829, luego del asesinato de Dorrego y otros oficiales que estaban detenidos: "Las agitaciones en 19 años de ensayos en busca de una libertad que no ha existido…hacen clamar a lo general de los hombres, por un gobierno vigoroso;, igualmente conviene en que para que el país pueda existir es de necesidad absoluta que uno de los dos partidos en cuestión desaparezca de él. Al efecto se trata de buscar un salvador que reuniendo el prestigio de la victoria, el concepto de las demás provincias y más que todo un brazo vigoroso, salve a la patria de los males que la amenazan…mi amigo, veamos claro, la situación en nuestro país es tal que el hombre que la mande no le queda otra alternativa que el de apoyarse sobre una facción o renunciar al mando".
No es cuestión de
llenarnos la boca con San Martin, muy en boga hoy, y luego negar u ocultar su
pensamiento. Saluda al Sr. Director
muy atte.
Gonzalo
V. Montoro Gil
DNI
11.607.562
gvmg@hotmail.com
'LOS FEDERALES Nº5' - 2do Gobierno de Rosas - Parte 2
INJERENCIA CONFESA DE LOS IMPERIOS EN LOS ASUNTOS INTERNOS DEL RÍO DE LA PLATA
(Acerca de lo afirmado por la Lic.Camila Perochena en el
diario ‘La Nación’ del 18-06-22)
Gonzalo V. Montoro Gil
Esta es una
confesión, producida entre bambalinas, en las sombras del poder. No son
interpretaciones subjetivas sobre hechos históricos; es la transcripción
literal del reconocimiento de los imperios de sus intenciones en el Plat. Y
contra confesiones es difícil argüir en contrario. Seguramente el silencio
–como siempre- será la respuesta de los socios nativos bien pagados de estos
Imperios.
‘Injerencia’ viene
de “Injerir” que proviene del latín “inserere” que significa introducir o
entrometer. En los instrumentos jurídicos internacionales, como la Carta de las
Naciones Unidas se expresa en el artículo 2º párrafo 7 que no se autorizará a
intervenir en los asuntos “que son
esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados” Y el artículo 19
de la Carta de la OEA es aún más explícito: se condena la intervención directa
o indirecta, en política interna o exterior. Se condena “cualquier otra forma de injerencia o de tendencia atentatoria de la
personalidad del Estado, de los elementos políticos, económicos y culturales
que lo constituyen”.
Basándonos –una vez más- en lo manifestado en un artículo publicado 18-6-22 por una llamada historiadora Camila Perochena,
habitual visita del medio liberal Diario
LA NACIÓN, en la cual la misma, abierta y sin fundamento comprobable alguno,
pone de manifiesto circunstancias inexistentes en nuestra historia, no se sabe
si por ignorancia o con una voluntad
tergiversadora de una realidad que la confronta, siguiendo la costumbre
imperecedera del Unitarismo redivivo.
Dice el artículo de
la citada:
“los revisionistas tienen una larga pregnancia en la opinión
pública; son muy marquetineros y simplistas. Dividen la historia entre buenos y
malos, buscan el complot y encuentran
determinados chivos expiatorios en Inglaterra o la oligarquía”…
A dicha publicación
le hemos respondido, como a continuación se expresa, en carta del 02-07-22 en
el mismo medio que gentilmente la ha publicado (cartas@lanacion.com.ar)
con copia a la historiadora a su correo (camila.perochena@utdt.edu)
la cual la recibió (el Lunes 20/6/2022 12:44 hs.) pero
no se pronunció al respecto, guardando SILENCIO muy masónico y liberal.
Pero, puntualmente en
lo tocante a lo subrayado por nosotros y en ‘negrita’, le mencionamos a la autora citada que “…En cuanto a la búsqueda del ‘Complot’ y de
‘chivos expiatorios en Inglaterra o la Oligarquía’, bastan suficientes
documentos emanados de diplomáticos y militares reconociendo su injerencia por
cuestiones político-económicas referidos a la invasión del territorio, al
manejo del crédito y banca en América. (Véase a
Vivan Trías-‘El Imperio Británico’-; Raul Scalabrini Ortiz -‘Política
Británica en el Rio de la Plata’ - y por
Andrew Grahman-Yooll–‘Así vieron a Rosas los ingleses’ que aporta
–nobleza obliga- el intercambio epistolar entre diplomáticos y militares
extranjeros en el Rio de la Plata y los que estaban en sus tierras, que prueban
fehacientemente dicha injerencia con la mediación necesaria de sus agentes vernáculos
como Bernardino Rivadavia, Manuel J.
García, Florencio Varela, Juan Cruz Varela, Valentín Alsina, Cuyás y Sampère,
Sarmiento, los Herrera y Obes, Andrés Lamas, Salvador M. del Carril, Julián S.
Agüero, Justo José de Urquiza etc.
Toda esta documentación es harto conocida en los círculos
historiográficos y que contrasta con cierta ‘Literatura de la Historia’ frecuente en nuestra educación huérfana de
sostén documental y pletórico de voluntarismo adjetivado. Saludo a Ud. muy atte. y con la mayor
consideración”. Fdo. Etc. etc.
*
Las injerencias imperiales en nuestro
país y en nuestro continente lo explica admirablemente el profesor, historiador
e investigador Jorge Bohdziewicz en su enjundioso y documentado libro “Rosas
y Lefebvre de Bècourt - Actuación del Encargado de Negocios de Francia en el
Río de la Plata-1840-1842” (Ed. Scholastica-Buenos
Aires-1994)
El autor plantea la injerencia
respecto a Francia, pero también es aplicable a Inglaterra. Se prueba la
injerencia de estas naciones con el apoyo, absolutamente necesario para el
logro de sus fines, del sostén personal, ideológico y material de los sumisos
empleados nativos que obraban como correa de transmisión.
Dice el autor:
“La
antítesis civilización (europea)-barbarie (nativa) como pivote interpretativo
de la realidad político-social, desarrollada admirablemente por Sarmiento años
después, aparece expuesta con muchas de sus implicancias. Es evidente que lo
que el sanjuanino hizo no fue otra coa que la explanación artística de una
falacia europeo centrista que empapaba el espíritu de la época y nutría a las
élites intelectuales opositoras a Rosas. La retórica de la potencia
interventora y la del partido Unitario eran similares como comunes los
objetivos planteados por la coyuntura. Se trataba de provocar la caída del
Dictador porteño. Por ello no puede sorprender la alianza táctica que anudaron.
Pero la coincidencia no llegaba más lejos, pues había una diferencia esencial.
Francia actuaba motivada por un bien o mal entendido interés nacional; por un
propósito de engrandecimiento que la compelía a la conquista de mercados y
posiciones de privilegio en competencia coro Inglaterra, en tanto que el
Unitarismo, en pos del espejismo ideológico que suponía la pretensión de
trasplantar la cultura europea, marchaba en sentido contrario al socavar las
bases de la propia, renegando de la tradición y comprometiendo la integridad
territorial misma de la Nación”.
Lejos, muy lejos queda la afirmación
dogmática y hueca de fundamento alguno de Camila Perochena en el sentido de que
el Revisionismo Histórico ve ‘complots’
contra la Argentina y que utiliza como ‘chivo
expiatorio’ a Inglaterra para fundar los males de nuestra nación.
Aunque –irónicamente- podría decirse
que es parcialmente cierto: los males de nuestra nación no vienen –solamente –
de Inglaterra, Francia y el Brasil si no hubiera existido el liberalismo doméstico
abriéndoles las puertas, económica y materialmente hablando, para la
sustracción soberana de nuestras tierras.
Salvo que los 42 buques que partieron
el 24 de Julio de 1840 de Cherburgo y
arribaron el 23 de Septiembre al Rio de la Plata (conf. Barón de Mackau a
Adolphe Thiers, a bordo de la ‘Gloire’, delante de Montevideo 24-9-1840, en
AAE, Fonds Argentine, correspondance politique, V. 13, f.66-67 en Jorge C.
Bohdziewicz “Rosas y…” ) Hubieran
sido para un paseo campestre y – a diferencia de Perochena y otros- nosotros no
lo hubiéramos advertido.
Nuestra obligación es poner sobre la
mesa la documentación que prueba, una vez más, la injerencia directa u oblicua
de las potencias extranjeras como Inglaterra, Francia y el imperio
Luso-brasileño y que echa por tierra, una vez más también, las frases huecas de
sostén alguno de pretendidas historiadoras como la citada Camila Perochena y tantos otros escribas que se
auto-premian en cuanto Congreso crean a tales fines .
De tal modo y con expresiones
volitivamente políticas la historia nuevamente es falsificada, ‘con esa habilidad que tenemos para rehacer
la historia’ como confesaba Sarmiento, refiriéndose a los Unitarios.
Pero bueno, como ya se ha dicho, parecen
olvidar estos ‘judas’ que como decía Philips K. Dick- (escritor
estadounidense-1928-1982) “La realidad es aquello que, cuando uno
deja de creer en ella, no desaparece”.
Este trabajo dista de ser
absolutamente completo, sino solo algunos documentos. (Para muestra ‘basta un botón’ como se ha dicho siempre).
Pondremos al descubierto algunos archivos
emanados de autoridades inglesas, francesas o brasileñas que prueban aquello
que la citada autora parece desconocer en forma supina.
Dejamos de lado interpretaciones sobre
los hechos, muchas veces ciertas, y nos atendremos exclusivamente a
DOCUMENTACIÓN, REGISTROS que prueban irrefutablemente lo que la citada
Perochena no quiere o no supo ver.
La documentación ya nos pone de
manifiesto que las intenciones del imperialismo inglés se remontan a la época
de las invasiones inglesas. Igualmente respecto a los franceses y brasileños:
sus acciones tienen larga data.
Tal
como se establece documentadamente, en Londres, el gabinete desconocía aún la
derrota de la primera invasión en 1806 y
disponía el envío de otra expedición al mando de sir Samuel Auchmuty; esta segunda
invasión, con un carácter definido era una empresa de penetración comercial.
Los diarios expresaban en tono más que eufórico las nuevas posibilidades del
Imperio británico. El control de Sudamérica atenuaba el daño económico que
causaba la supremacía de Napoleón en Europa, que estaba cerrada al comercio
inglés.
El
‘Times’ interesaba a sus lectores con notas sobre la riqueza de los campos
de pastoreo de Buenos Aires, la fertilidad del suelo y también la belleza,
elegancia y simpatía de las mujeres.
El historiador Oriental Luis Alberto
Herrara y el propio George Canning sentencian que tanto Rivadavia y Manuel J.
García, empleados del Imperio Británico, al que podríamos llamar con justeza
‘Cipayos’, fueron los responsables de la segregación de Paraguay y la Banda
Oriental que tenían la mitad de la población
de las Provincias Unidas, sumado al control de las finanzas y los Bancos
de nuestro territorio por parte de los funcionarios ingleses o nativos a sus
órdenes, los que se llevaron a Inglaterra entre 1810 y
1818 oro, plata expoliando nuestras riquezas como bien probó Raúl
Scalabrini Ortiz en forma meticulosa y documentada a la cual remitimos a quien
quiera abrevar en detalle.
Este último autor probó en puntillosamente
cómo se fue hilvanando la conquista financiera inglesa en la Argentina, creando
un Banco de Descuentos y luego el Banco Nacional, donde la mitad de sus socios
eran ingleses que enviaban lo recaudado directamente a Inglaterra produciéndose
en forma continua un drenaje inacabable de nuestras riquezas.
Todo esto citado también por Vicente
Fidel López –lejos de ser considerado Federal- que señaló a Manuel J. García y
Rivadavia como promotores del incesante robo al que nuestra nación, fue
sometida.
Era tal la sumisión y a la vista
pública de Manuel J. García que el Dean Funes no pudo menos que exclamar “me humilla demasiado tanto sometimiento al
Gabinete británico”
Scalabrini Ortiz también probó
documentalmente cómo la Argentina contraía deudas sin necesidad pues tenía
superávit en sus fondos. Recibimos la mitad de lo prestado y encima, en lugar
de recibirlo en metálico, lo recibimos en ‘letras’
de comerciantes británicos. Dichas ‘letras’
quedaron prácticamente impagas: el país quedó hipotecado para siempre.
George Canning Preguntaba y ser
preguntaba en la Cámara de los Comunes:
"Si Francia ocupaba España ¿era necesario, para evitar las consecuencias
de esa ocupación, que nosotros tuviéramos que bloquear a Cádiz? No. Yo miré en
otra dirección. Yo busqué materiales de compensación en otro hemisferio.
Contemplando a España, tal y como nuestros antepasados la habían conocido,
resolví que si Francia tenía a España, no había de ser España con Indias. Yo
llamé a existencia al Nuevo Mundo para enderezar la balanza del viejo".
Queda reconocido por el citado que si
Francia ocupaba España eso no significaba que aquellos tuviera ‘derecho’ (sic)
a extender el dominio a sus colonias en Sudamérica, lo que expresaba que se
compensaba dicha ocupación ‘cediendo’ Francia –no se sabe si por las buenas o
por las malas- las colonias a Inglaterra para equilibrar la balanza; o por lo
menos el tema era discutible.
Menos mal que para los historiadores
liberales como la citada al comienzo de este trabajo, no hubo tal injerencia en
el Plata de parte de los Imperios (nos quedamos más tranquilos…).
Los
ingleses, que conocían las aspiraciones independentistas de las colonias
hispanoamericanas, no las habían tomado en serio y eso les impidió advertir que
sus estrategias de dominación por medio de acciones militares, no eran el
camino por seguir. Posteriormente, y en breve, si lo advirtieron.
Al respecto decía el historiador José María Rosa que “ a fines del siglo XVIII la revolución industrial hacía de
Inglaterra una nación en plena expansión, necesitada de mercados consumidores.
Su doctrina, el liberalismo se encargaría de ello con más eficacia que la
acción armada. Para esto nada mejor que condicionar la mentalidad de hombres
como Rivadavia, fácil presa de las ilusiones del progreso y de los buenos
negocios para concretar los designios del Imperio.
En Rivadavia y el
imperialismo financiero hallará el estudioso la lucha sórdida de la banca
inglesa en el período 1821-1824, los monopolios con capitales británicos, los
empréstitos, la tierra hipotecada, y por sobre todo, encontrará explicada la
verdad que encerraba la enfiteusis, obra del gobierno rivadaviano que tanta
fortuna hiciera entre los maestros de escuela.
Como
decíamos arriba, los ingleses comenzaron a vislumbrar que el camino era por
otro lado….
Con
claro sentido premonitorio, dijo Castlereagh en un famoso Memorial al gabinete
el lº de mayo de 1807, oponiéndose a la invasión
a Buenos Aires que hacía Whittelocke en esos momentos; documento que puede
considerarse la piedra fundamental del imperialismo comercial e indirecto que
en adelante habría de regir la política británica en el Plata, dijo: "La acción que ahora estamos
desenvolviendo (en el río de la Plata) no nos va a producir beneficios
comerciales o políticos sino a costa de gastar grandes recursos militares...
Debemos actuar de manera acorde con los sentimientos e intereses del pueblo
sudamericano..., abandonar la esperanza de conquistar esta extensa población
contra el temperamento de sus gentes... Si nosotros nos acercamos a ellos como
comerciantes y no como enemigos, podríamos dar energía a sus impulsos locales y
conseguiríamos abrogar las prohibiciones contra nuestro comercio. Que es nuestro
gran interés”.
Luego
de la captura de Beresford y su liberación oculta por parte de Saturnino Rodríguez
Peña, fiel empleado de Su Majestad Británica, el mismo huye como huyen los
ingleses con nuestras riquezas en oro y plata llevándose –cual piratas- todo a
Inglaterra.
En
el mes de septiembre hizo su entrada triunfal en Londres la comitiva que
transportaba los caudales del virreinato. Eran ocho carros, cada uno iba
arrastrado por seis caballos y llevaba cinco toneladas de pesos plata.
El
público británico siguió el desfile hasta el Banco de Inglaterra, en pleno
centro de la ciudad, donde se depositó el tesoro. En las tabernas de Londres se
cantaba a voz en cuello una canción cuyo estribillo decía: “Bebed pues con un ‘hip hurra’ por los
dólares de Buenos Aires”.
En
rigor, desde la fallida invasión de 1806 y 1807,
la presencia comercial de los ingleses en el Plata no había cesado de crecer.
Abandonaron toda ambición de dominio sobre la ciudad, pero conquistaron el
mercado.
A partir de esta documentación
reveladora, todas las acciones y omisiones de los ingleses estuvieron dirigidas
a la consecución de tales fines.
No perdamos de vista y tengamos
presente en todo lugar las palabras sin fundamento de la Lic. Perochena “los revisionistas tienen una
larga pregnancia en la opinión pública; son muy marquetineros y simplistas.
Dividen la historia entre buenos y malos, buscan
el complot y encuentran determinados chivos expiatorios en Inglaterra o la
oligarquía”.
Estos son los así llamados
historiadores que lanza el mercado y los medios afines, retroalimentándose, el
liberalismo sumiso, masónico y pequeño considerando ‘Chivos expiatorios’ a la
Inglaterra de ayer y hoy.
En
tal sentido, cita el historiador Álzaga documentación que nos pone en evidencia
las preocupaciones que existía en el Plata ante la avasallante introducción de
mercaderías manufacturadas inglesas sin control alguno.
Gaspar
de Santa Coloma, escribe a Joseph Santiago Rodríguez, en Santiago de Chile, el
1º de mayo de 1809
“El decir a vuestra merced
cómo queda esta capital del comercio inglés es asunto largo y escandaloso,
públicamente se está descargando sin entrar en la aduana, todos son quemazones
y baratillos. Pobres los infelices que se hallaban con efectos, pues estos nada
valen. Hasta veintidós embarcaciones están en Montevideo, a la carga para
regresar con frutos a nuestros puertos”.
Otro
monopolista español damnificado describía los buques ingleses que infestaban la
costa con su actividad corsaria: “[...]
echan a tierra sus cargamentos a la hora que se les antoja recibiendo
igualmente a su bordo cuanto produce el país con total ruina de nuestro triste
comercio”.
Ya desde los primeros años del siglo
XIX, por 1809 los ingleses nos inundaban de
manufacturas destruyendo la novel producción local.
La
proclamación de la libertad de comercio decretada por el virrey Cisneros sin
duda multiplicó la prosperidad de los comerciantes ingleses residentes.
A
fines de ese mismo año, Tomás Manuel de Anchorena, a la cabeza de una fortuna familiar
que todavía no era de las primeras de la plaza, escribió, preocupado el 6 de noviembre de 1809, varias cartas sobre el tema a
su hermano Juan José Cristóbal residente en Cádiz:
“Con motivo del libre
comercio y de haber descargado ya muchos buques ingleses de los que se hallaban
en este río, han abaratado mucho los géneros, han parado todas las ventas
[...].Los paños españoles tienen poco aprecio en el día, puesto dos se inclinan
a los ingleses por ser más baratos”.
“En definitiva, los
comerciantes ligados al monopolio colonial fueron los grandes perdedores de ese
momento. Los españoles que, como Martín de Álzaga, habían arriesgado vida y
fortuna para expulsar a los ingleses en 1807, los veían regresar, dos años
después, como dueños y señores de un mercado que para ellos se escurría como
agua entre las manos”.
En la ‘Representación de los Hacendados’ escrito en el lejano 30 de Septiembre de 1809 por Mariano Moreno se hace
carne su anglofilia en forma extrema solicitando, prácticamente, la
intervención de Inglaterra en nuestras tierras.
En dicho escrito expresa en su parte
final:
“Nada
es hoy tan provechoso para la España como afirmar por todos los vínculos
posibles la estrecha unión y alianza de la Inglaterra. Esta nación generosa que
conteniendo de un golpe el furor de la guerra franqueo a nuestra Metrópoli
auxilios y socorros de que en la amistad de las naciones no se encuentran
ejemplos, es acreedora por los títulos más fuertes, a que no se separe de
nuestras especulaciones el bien de sus vasallos. .¡Con que ternura se
recibieron entonces los generosos auxilios con que el genio ingles puso en
movimiento esa gran máquina que parecía inerte y derrumbada…no nos arrepintamos
de que tenga parte en él en nuestra
independencia] una nación a quien debemos tanto, y sin cuyo auxilio sería
imposible la mejora que meditamos”.
Pocas veces se ha visto la invitación
a colonizarnos como las palabras de un servil empleado de los ingleses como
Mariano Moreno.
Este pensamiento de Moreno, como el de
Rivadavia y Manuel J. García es el que produjo con los años y lentamente esa
tendencia que hemos tenido de subestimar nuestra propia capacidad de
desarrollo.
Bien lo vio esto Juan José Cristóbal
de Anchorena que declaró premonitoriamente, citado por Ricardo Figueira:
"Que
el comercio se halla destruido y poco menos que aniquilado, que la importación
de todos los efectos ultramarinos y la exportación de frutos del pals se hallan
monopolizados por los extranjeros y que de consiguiente los comerciantes
nacionales se ven con manos atadas, la mayor parte de los artesanos sin
ocupación y reducidos a la miseria, destruida la industria del país, la cría de
ganados sin todo aquel adelantamiento de que ha sido capaz y que la época de
esta fatalidad ha sido la misma del comercio libre con los extranjeros, es tan
manifiesto que no deja lugar a la menor duda".
Dice Julio Irazusta que el citado Anchorena
polemizando brillantemente y con una justeza válida hoy día con los partidarios
teóricos del librecambio, les decía que la libertad de comercio era una
quimera, si no se ajustaba a las circunstancias de tiempo y lugar, y que “la igualdad jurídica entre naciones de
fuerza desigual, se convierte pronto en una relación de subordinación"
“Y basado en experiencia decía que aun
aquellos tenidos por los librecambistas como ejemplos de liberalidad, protegían
sus súbditos con franquicias exclusivas”. (Anchorena dixit).
“El privilegio acordado al extranjero contra
el nativo nos persuadiría que somos de inferior condición a ellos, concepto que
tanto perjudica el carácter nacional, cuya formación e incremento debe ser una
de las primeras atenciones del gobierno".
Es que como dice Julio Irazusta, el
prejuicio acerca de la incapacidad estaba en formación. Y las admoniciones de
quienes prevenían al país contra él, no fueron escuchadas.
En tal sentido, a pesar de la ceguera
de supuestas historiadoras que no ven lo que no les conviene a sus empleadores
-y a sus ‘sueldo-dádiva’ dados por
ellos-, en aquellos tiempos existía ya una depredación de nuestras aguas por
los estadounidenses e ingleses. Nuestro mar era un hervidero de ellos pescando
ballenas y lobos en nuestras aguas patagónicas como bien lo señaló el Coronel
José Gascón.
Y
volviendo a Mariano Moreno, el historiador Alberto Palomeque, con documentos en
mano, relató la apreciación de Moreno el 7 de Junio de
1810 respecto de los actos patrios del 25 de
Mayo de 1810: ““Las almas
desfallecían con la novedad de una impresión dulcísima, a que no estaban
acostumbradas…la asistencia de los oficiales de la marina inglesa y principales
individuos de su comercio en la celebración, mientras desde el puerto, los
buques de guerra de esa bandera hacían salvas y “celebraban una función que sus
jefes estaban admirando”
Claro, que para la obtención de sus
fines propuestos, los gobiernos imperialistas necesitaban, si o si, de súbditos
nativos que iban a obrar como correa de transmisión de sus ideas y de sus
políticas.
Aparte de Mariano Moreno, cuatro de
ellos fueron Bernardino Rivadavia, Carlos María de Alvear, Juan Martín de
Pueyrredón y Manuel J. García.
A modo de ejemplo, veamos como Alvear le envía en Enero de 1815–a
través de su representante en Rio de Janeiro Manuel J. García- dos cartas a
Lord Strangford (embajador británico en
Rio) y otra al Vizconde de Castlereagh (Ministro de RR.EE ingles)
"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver
de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no
está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano
exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite
en los horrores de la anarquía… En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a
tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su
Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es
el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes
que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación
una existencia pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra
de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres
sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna
idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder
concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez
que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política
del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece
grandes embarazos en la ejecución."
"Estas
provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su
gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición
alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener
tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los momentos;
que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente
autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito,
del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos con
la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la
ejecución…" "Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los
habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos
generosos... . Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de Enero de 1815. Carlos
de Alvear. "
Estas cartas se las
hace saber Manuel J. García (quizás uno de los más desembozados representantes
ingleses en estas tierras) a Sarratea el 5 de Febrero
de 1816.
Nada diremos ni se requiere
interpretación alguna. Las cartas hablan por sí solas.
Pero no queda solo en estos empleados
remunerados de los ingleses puesto que con el tiempo la traición tendrá visos
Federales: Rivera, lo que no nos extraña, se complota con Francisco Ramírez a
los efectos de traicionar a Artigas y al proyecto hispanoamericano que éste
representaba.
Detrás de todos estaba el Imperio
luso-brasileño que utilizaba como peones de su juego a Andres Lamas, a los
Herrera y Obes, Pacheco y Obes, Fructuoso Rivera, etc siempre listos y por sus
intereses personales en acudir al pedido de los imperiales. Y este último,
cumpliendo órdenes de las autoridades del Imperio, seducía a Ramírez halagando
su ego a fin de atraerlo a las filas luso-brasileñas.
Así le escribe 2 cartas que en sus
partes pertinentes, lo prueban:
Carta de Fructuoso Rivera a Ramírez
del 5 de Junio de 1820
“….Cooperarán a esto último con todo su poder
las fuerzas de mar Portuguesas cuyo Jefe [Lecor] tiene las competentes órdenes para ponerse a disposición de Vuestra
Majestad, cuando lo crea necesario. Mas para que el restablecimiento del
comercio tan deseado, no sea turbado en lo sucesivo es necesidad disolver las fuerzas del
general Artigas, principio de donde emanarán los bienes generales, y
particulares de todas las Provincias, al mismo tiempo que será salvada la
humanidad de su más sanguinario perseguidor. Los monumentos de su ferocidad
existen en todo este territorio; ellos excitan a la compasión y mucho más a la
venganza” –
Carta
de Fructuoso Rivera a Ramírez del 13 de Junio de 1820:
“…Todos los hombres,
todos los Patriotas, deben sacrificarse hasta lograr destruir enteramente a Don
José Artigas; los males que ha causado al sistema de Libertad e independencia,
son demasiado conocidos para nuestra desgracia y parece excusado detenerse en
comentarlos, cuando nombrando al Monstruo parece que se horripilan. – No tiene
otro sistema Artigas, que el de desorden, fiereza y Despotismo; es excusado
preguntarle cuál es el que sigue. Son muy, son muy marcados sus pasos y la
conducta actual que tiene con esa patriota Provincia justifica sus miras y su
Despecho…. Con respecto a que yo
vaya a ayudarle, puedo asegurarle que lo conseguiré, advirtiéndole que debo alcanzar
antes permiso Especial del Cuerpo Representativo de la Provincia para poder
pasar a otra, mas tengo fundadas esperanzas de que todos los Señores que
componen este Cuerpo no se opondrán a sus deseos ni los míos cuando ellos sean
ultimar al tirano de nuestra tierra. No deje Usted de
continuar dándonos sus noticias, mucho nos interesa la suerte de Entre Ríos;
para que Usted le asegure una paz sólida a estos señores S. E. el Señor Barón [Lecor] y yo trabajaremos”.
Nótese
que en la segunda de las cartas, Fructuoso Rivera le hace saber a Francisco
“Pancho” Ramírez que, al tiempo que debía destruir a Artigas, el Barón de la
Laguna iba a brindarle su apoyo.
Pero,
¿quién era el Barón de la Laguna? Un general portugués llamado Carlos Federico
Lecor, el mismo que, habiendo derrotado a Artigas en 1817, obtuvo el favor de
los Orientales de levita para hacer de la Provincia Oriental un ‘protectorado’
de la corte imperial de los Braganza. Las pruebas, están a la vista.
Veamos lo publicado por Andrew Graham
Yooll, periodista inglés ajeno a cualquier tipo de sostén político de los
derechos argentinos en su propio territorio.
El
mismo menciona que investigaciones sobre el interés británico por el Río de la
Plata, queda explícito en los informes, planes y opiniones circulantes en
Inglaterra en los siglos XVI,XVII y en los comienzos del XIX.
Ya
en 1711 un panfleto londinense sugería que una invasión a las colonias
españolas “debía empezar por Buenos Aires”, y en 1762 un grupo capitalista
alistó tres naves que enero de 1763 fueron derrotadas en breve combate por el
fuerte de Colonia.
Además, y más adelante en el tiempo,
nos refiere de intercambios telegráficos entre los militares y diplomáticos británicos
estacionados en el Rio de la Plata los cuales informan a las autoridades
allende el océano sobre su política activa en nuestro territorio.
Es un juego voluminoso de cartas que toma
los años 1829, 1835, 1840, 1849 y 1852 de nuestra historia.
El lunes 17 de
Mayo de 1824 el diario ‘The Times’
informaba sobre los intereses comerciales británicos y que ‘un curso decidido se hace el deber inmediato de este gobierno’ .
El 6 de Julio,
siendo electo Gobernador Gregorio Las Heras, el diario en cuestión decía
que “El Banco de Buenos Ayres sigue
prosperando….pagó el 20 por ciento sobre el capital depositado en el primer
año. …en la actualidad hay 4 directores ingleses y 5 españoles y criollos….los
británicos son tenedores de aproximadamente una mitad de las acciones del banco”.
Sabemos que el crédito y la Banca eran
creados y manejados por los ingleses que, según la citada autora Perochena, no
era más que una apreciación errónea y sin prueba alguna del Revisionismo
histórico.
Además, en su momento, Rivadavia y sus
amigos y socios ingleses como Hullet Bros, John Parish Robertson, pretendía
quedarse con las minas de Famatina, en la Rioja, nacionalizando las tierras
públicas.
Tan es así, que como transcribe Julio
Irazusta, Canning le envía una carta a Lord Granville el 17 de Diciembre de 1824 en la cual le dice con
alborozo en oportunidad de la total independencia de las naciones
hispanoamericanas y su fragmentación (lo cual daba la oportunidad de seguir
expoliando comercialmente a cada una de ellas, debilitadas por ese
desgajamiento: “La cosa está hecha; la
uña fue sacada. Hispanoamericana es libre; y si nosotros no manejamos
tristemente mal nuestros asuntos, ella es inglesa” (citado por Elic Halévy
en ‘Histoire du Peuple Angleis au Siècle
XIX’, Tomo II, pág. 108 N.1 y en ‘Rippy’,
en Rivalry Over Latin-América -Pag.115).
Lord Ponsonby fue el artífice –por
mandato del gobierno inglés- del ‘Tratado
Preliminar de Paz’ entre las Provincias Unidas y el Imperio del Brasil. El
inglés pergeñó dicho acuerdo y fue también Parish partícipe del mismo, en 1828.
El Oriental Herrera nos pone sobre la
mesa documentación que subraya como Dorrego se vio en la obligación nefasta de
firmar la paz con el Brasil con el ‘torniquete’ financiero al que se vio
compelido por el Banco Nacional controlado por los ingleses y que lo llevaron a
hocicar, perder la Banda Oriental y ver frustrados sus deseos de volver a recuperar
las tierras que poseía el Brasil en el sur de su territorio y hacerles pagar
sus intrusiones en la Banda Oriental y en nuestra Mesopotamia.
La injerencia de los ingleses a través
de Lord Ponsonby queda de manifiesto en carta del mismo a su gobierno el 1 de
Enero de 1828:
“Veré
su caída, si tiene lugar, con placer; mi propósito es conseguir medios para
impugnar al coronel Dorrego si llega a la temeridad de insistir sobre la
continuación de la guerra [contra el Brasil]”
Notese la arrogancia, la impertinencia
y la soberbia del inglés. Así, se saca la máscara el Imperio Inglés en forma
consuetudinaria y hasta nuestros días.
No es el imperio ‘chivo expiatorio’
como dice el liberalismo y sus escribas como la Lic.Perochena; y nada aporta en
pruebas para demostrar lo contrario. Sabemos que los empleados del poder o
hacen silencio sobre las realidades o directamente, con su silencio, la evaden.
Respecto a los ingleses no solo
manifiestan sus intenciones con cartas reservadas sino que –sin tapujos- se lo
dicen en la cara a las máximas autoridades.
De tal modo, en el mismo sentido y con
admoniciones injustificables en un diplomático extranjero, le espeta el inglés
al Gobernador de Buenos Aires, Dorrego:
“Su
excelencia no debería hacer caso a la doctrina de algunos crudos teóricos que
creen que América debe tener un existencia política separada de los intereses
de Europa. El comercio y los intereses comunes de los individuos han formado
lazos de unión que el poder de ningún hombre podría quebrar. Mientras ellos
existan, Europa tendrá el derecho, y con certeza no le faltarán los medios,
para intervenir en la política de América cuando fuere necesario para la
seguridad de los intereses europeos”
Le dice directamente a Dorrego que el
futuro de America está asociado inevitablemente a los intereses de Europa, a
través del comercio ordenado y dirigido por éstos. No es un deseo de los
Europeos sino un ‘derecho’ (sic) para intervenir cuando quisieran.
Claro, para la Lic. Perochena esto que
claramente confiesa el inglés como política de su gobierno es para la escriba
citada un ‘chivo expiatorio’ del Revisionismo histórico.
A veces cuando lo dicho volcado a un
texto es tan ajeno a la realidad que la debe interrogar en plena cara, uno no
sabe si es producto de ignorancia o mala fe. En ambos casos la descalifica como
historiadora.
En misiva del 5
de Abril de 1828 Ponsonby escribe a su jefe que “el gobernador de Buenos Aires está sin dinero debido a las presiones
que él ha ejercido sobre los comerciantes locales, todos agentes de casas
ingleses. No vacilo en manifestar a usted que yo creo que Dorrego está ahora
obrando sinceramente en favor de la paz. Bastaría una sola razón para
justificar mi opinión, que a eso está forzado ... por la negativa de
proporcionárseles recursos, salvo para pagos mensuales de pequeñas
sumas...".
Lord Ponsonby escribe a Londres en 1828, alarmado con la posibilidad de que Dorrego
continúe con la guerra y que, además, desarme todas las componendas
británicas-unitarias comerciales en desmedro de nuestra soberanía también: “Mi propósito es conseguir los medios de
impugnar al Coronel Dorrego si llega a
la temeridad de insistir sobre la continuación de la guerra después de tener a
su alcance los medios para hacer la paz”.
El Lord baja de Rio de Janeiro para hablar con Dorrego
el cual se le planta y se niega a firmar la paz con el Brasil. Ante ello, la
suerte de Dorrego está echada: Lord Ponsonby le escribe a su ministro Canning “Dorrego será desposeído de su puesto y
poder muy pronto”.
Los ingleses lo que no consiguen diplomáticamente,
presionando con una sonrisa, lo consiguen por la fuerza de sus armas y buques.
Dorrego pierde
poder al querer continuar la guerra contra el Brasil pero su economía cae
vertiginosamente y el gobernador de Córdoba, Bustos, le quita apoyo ya que éste
quería ser considerado para ser elegido Presidente de la nueva República
Federal.
Manuel tenía sin dudas una gran obsesión: la
integridad del territorio de la Provincias Unidas. Y no estaba dispuesto a
ceder un metro de tierra republicana. Es más, si la política de guerra ‘rivadaviana’ había sido apenas de
contención, la de Dorrego sería agresiva. Su intención era liberar a América de
monarquías.
Quería convertirla en un continente republicano. Y eso
alteraba, obviamente, los planes de la Corona Británica y de su enviado, el
manipulador Lord Ponsonby. Pero también contradecía los intereses de algunos
sectores criollos, tanto occidentales como orientales, que iban a conspirar e
incluso traicionar la confianza de Dorrego. Y ni siquiera los hombres más
cercanos a él, tanto en lo político como en lo personal, iban a estar afuera de
la intriga.
El plan de Manuel para acabar con el poder imperial
era realmente ambicioso y de haber sido concretado habría transformado para
siempre, en beneficio de las Provincias Unidas y no del Imperio del Brasil, el
diseño de Sudamérica.
Pero hacia fines de año, Dorrego decidió pasar al
ataque. Y para eso echó mano a una estrategia de pinzas con la cual pretendía
acorralar a Pedro I y obligarlo a dimitir o, al menos, a dar fin a la guerra
desprendiéndose de su Provincia Cisplatina y dejarla en manos de las Provincias
Unidas.
Por un lado, Manuel planeaba la consolidación de un
Ejército del Norte a cargo de Estanislao López para que invadiera las Misiones
Orientales en manos brasileñas —cosa que el Imperio obtuvo gracias a la
intervención del voluble caudillo oriental Fructuoso Rivera, un filo-portugués
devenido en republicano tras la expedición de los 33 Orientales— y levantara
esas poblaciones para ganarlas en favor de la causa.
En el proyecto dorreguista
el Ejército debía ocupar no sólo las Misiones Orientales sino también los actuales
departamentos de Río Grande, San Pablo y Porto Alegre para que, en caso de
necesitar un estado tapón, fuera una república gaucha situada en esas tierras y
no la Banda Oriental.
Dorrego planeaba también avivar una rebelión en la
isla de Santa Catalina.
Para eso había seducido a las tropas mercenarias
alemanas, al mando de Federico Bawer, que estaban en Pernambuco y que se
encontraban dispuestas a ocupar la isla para utilizarla como base de
operaciones. Pero la gran conspiración consistía en llegar a Río de Janeiro,
donde, en connivencia con las tropas irlandesas, secuestrarían al emperador en
persona y lo trasladarían a Buenos Aires donde se lo obligaría a firmar una paz
en la que cediera para siempre la propiedad de la Banda Oriental para las Provincias
Unidas.
Para eso era necesario una cosa más: la intervención
de Bolívar. Y Dorrego fue tras ella. Su hipótesis de máxima consistía en que el
Libertador se pusiera al frente de un ejército combinado para derrotar a los
imperiales, la de mínima incluía una intervención diplomática para que Pedro I
no tuviera más remedio que aceptar la pérdida de la Banda Oriental.
El plan era arriesgado pero brillante.
Lavalleja
también duda en seguir la guerra contra el Brasil pues Pedro Trapani, hombre de
confianza de Manuel García convence al primero a pactar la paz con los
lusitanos. Trápani era amigo y socio de Robert Ponsonby, saladerista ingles
radicado en tierras bonaerenses que era
tío del conspirativo Lord Ponsonby.
Durante los primeros meses del gobierno de Dorrego,
Lord Ponsonby tejió sus redes para que se firmara la tan ansiada paz para el
comercio británico.
Tras mucho forcejear, ya que el diplomático inglés
quería construir el famoso ‘Estado-tapón’,
Dorrego aceptó que las bases del acuerdo rondaran en que, tras la firma del
tratado, la Banda Oriental dispondría de un lapso de cinco años para decidir en
forma definitiva si se incorporaba al Imperio Brasileño o a las Provincias
Unidas o se declaraba independiente.
Ponsonby le
advierte a Dorrego que si continua la guerra se deberá atener a las
consecuencias militares y económicas de todo tipo por parte de Inglaterra
(parece ser que Inglaterra no fue el ‘chivo expiatorio’ alegremente dicho por
la literatura fantástica que los Unitarios han llamado ‘Historia’, y que no es
más que la Historia Oficial).
Lord Ponsonby escribe a Dorrego en tono insultante,
conminatorio y amenazante: “
"Vuestra excelencia no puede tener respeto por la doctrina expuesta
por algunos torpes teóricos de que América debería tener una existencia
política separada de la existencia política de Europa. El comercio y el común
interés de los individuos han creado lazos entre Europa y América que ningún
gobierno y acaso ningún poder humano podrá disolver. Y mientras estos lazos
existan, Europa tendrá el derecho y los medios y la voluntad de intervenir en
la política de América, por lo menos en la medida necesaria para la seguridad
de sus intereses".
Y si esto no es una amenaza directa, no sabemos qué
cosa lo es.
Pero el golpe de gracia Dorrego lo recibió en agosto de 1828 con una traición: García firmó una paz
deshonrosa regalando a los brasileños la Banda Oriental y exponiendo a Dorrego
al escarnio público.
Finalmente, el 27 de agosto se firmó el Tratado Preliminar De Paz por el cual se
reconocía la independencia de la República Oriental del Uruguay. Lord Ponsonby
había inventado un Estado, había parido un país. El sueño de San Martín,
Bolívar, Artigas y Dorrego había fracasado.
Acorralado, abandonado, sin apoyo financiero y sin
poder político, Dorrego accedió a las exigencias prácticamente de inmediato.
Finalmente, en la sesión del 25 de septiembre de 1828, el
Congreso aprobaba el tratado de paz y el gobernador lo ratificaba el día 29.
Nacía la República Oriental del Uruguay.
Las Provincias Unidas, tras la pérdida del Paraguay,
de Bolivia y ahora de la Banda Oriental, quedaban prácticamente disueltas.
A principios de octubre ordenó el regreso de las
tropas apostadas en la República del Uruguay. La conjura en su contra ya estaba
en marcha.
Pero lo cierto es que en septiembre de 1828, Dorrego
estaba acabado. Estaba agobiado y cercado por el capital financiero que lo
tomaba de rehén a cambio de nuevos empréstitos en términos usurarios y lo
obligaba a cometer el peor error de su administración y el que le costó su
vida: la firma de la paz definitiva con el Brasil.
Cuando las tropas de la Banda Oriental estaban en
camino, Rosas le advirtió a Dorrego: “El
Ejército Nacional llega desmoralizado por esa logia que desde mucho tiempo nos
tiene vendidos: logia que, en distintas épocas, ha avasallado a Buenos Aires y
que ha tratado de estancar en su pequeño círculo a la opinión de los pueblos:
logia ominosa y funesta, contra la cual está alarmada toda la nación”.
Finalmente
Lavalle y otros que han vuelto con el apoyo de los Unitarios conjurados de
siempre lo destituyen en un golpe de Estado que se veía venir.
Dorrego huye
sabiéndose víctima de las logias masónicas Unitarias, dejando acéfalo el
gobierno en manos de Guido, Balcarce, Iriarte, Azcuénaga y Rolón que
parlamentan con Lavalle y sus tropas y deben hocicar ante los hechos.
La guerra
civil comenzaba con la tiranía del insurrecto Lavalle que duraría casi hasta
fin de siglo….
Entonces,
luego de ser derrocado de su cargo de Gobernador de Buenos Aires por el golpe
de Estado el 1 de Diciembre de 1828 por Lavalle
y sus acólitos como Olavarría, Salvador María del Carril, Agüero y Juan Cruz
Varela, entre otros, Dorrego es perseguido, a pesar de los consejos de Rosas
para que no diera batalla, pero desoyéndolo luego es traicionado por dos de los
lugartenientes del General Ángel Pacheco, los militares Mariano Acha y
Bernardino Escribano que, traicionando sus cargos, lo detienen y lo encarcelan
en Navarro, siguiendo órdenes de Lavalle. Este ordena su fusilamiento.
Salvador María
Del Carril y Varela lo adulan a Lavalle, y en cartas laudatorias y viles, lo
instan a fusilarlo en cónclaves masónicos como lo han probado los historiadores
como Vicente F. López, entre los que estaban además de los mencionados, estaban
Ángel Gallardo, Alsina, Álvarez Thomas, Valentín Gómez en representación de
Rivadavia, Niceto Vega, Juan M. de Pueyrredón, entre otros. Brown, Díaz Vélez y
hasta el propio Lamadrid (imagínense hasta donde llegaba el horror de la
medida) interceden ante Lavalle por su vida, sin lograrlo.
Luego del
asesinato –no hubo juicio alguno- disfrazado de justicia, el país se levantó
indignado desatándose
una ola de violencia inacabable que dio lugar a un estado anárquico que llevó
finalmente al poder a Juan Manuel de Rosas ante el pedido de orden que el
pueblo necesitaba y pedía. .
Dorrego cayó y murió por causa de
conjuras inglesas con los Unitarios a los cuales, su gestión soberana, hacía perder
dinero e influencia en estas tierras. Los negocios varios de los ingleses con
los financistas locales tuvieron en Dorrego un muro infranqueable que solo la
muerte podía hacer caer.
Los ingleses, como se pudo leer, lo
que no consiguieron mediante soborno lo consiguieron utilizando la frialdad de
los centralistas unitarios que, a su vez, utilizaron a Lavalle como ejecutor.
Igualmente que luego, utilizaron a Urquiza para ejecutar sus planes de entrega.
La injerencia británica también en
este caso es brutal, sutil, constante y determinante en los resultados
obtenidos, como documentalmente se expone..
Y sintetiza Irazusta a modo de
reflexión “En la correspondencia del
embajador inglés en Río se ve la decisiva influencia británica en la
segregación del Uruguay. Presionando alternativamente sobre el Imperio y la
República, sea para lanzarlos a la guerra cuando el uno o la otra amenazaban
fortalecerse o para negociar la paz la paz cuando se resistían al
empequeñecimiento, Inglaterra logró arrebatar a la Argentina el entero dominio
del Plata, y al Brasil su expansión hasta la línea del Paraná, que era el sueño
de sus primeros patriotas; y crear entre ambos Estados grandes uno más pequeño,
que sirviera no de cojinete, sino de eterna manzana de discordia para azuzar
sus rivalidades y debilitarlos con guerras incesantes”. Resumen perfecto.
Francia
participaba del sueño imperialista en América. Lo logró en Argel y en nuestras
tierras con continuos sitios marítimos intentaba forzar a nuestros gobiernos a
someterse.
Paralelamente, en 1829 Woodbine Parish
comenta el primer gobierno de Rosas el cual nos demuestra en su comunicación
que estaba muy compenetrado de la política local hasta en los más íntimos
detalles. Su posición era buscada para dar consejos que le inquirían las
autoridades locales. Y así siguió a lo largo de los años la forma de
inmiscuirse los ingleses en la política local.
Según Graham Yooll, Parish debía
reunir en nuestras tierras la mayor cantidad de datos posibles, el que
informaba en detalle a Canning y a Lord Aberdeen de lo que sucedía aquí.
El 12 de
Diciembre de 1829 le escribe Parish a Lord Aberdeen una carta en la que
comunica el ascenso al Gobierno de Juan Manuel de Rosas y se explaya en la
conveniencia de la designación de determinados funcionarios que –a los fines de
los intereses británicos- parecen ser los más convenientes. Uno de ellos Manuel
J. García, funcionario siempre fiel a los intereses británicos de ayer y de
siempre.
Dice Graham Yooll : “Por su gestión en Buenos Aires, Parish fue
felicitado y condecorado, al regresar a Londres en 1832.
No es de sorprenderse: el Tratado de Amistad rigió las relaciones entre los dos
países durante casi un siglo; obtuvo generosas indemnizaciones por la pérdida
de barcos y fletes británicos durante la guerra con Brasil; logró la exención
del servicio militar de los súbditos británicos; obtuvo permiso para que
establecieran su iglesia y practicaran su credo; y, según el Diccionario
Nacional de Biografía británico, "hizo notar al gobierno de Su Majestad la
importancia de las Islas Malvinas y como consecuencia recibió instrucción de
reclamarlas como posesión británica". Parish falleció en agosto de 1882, a
los ochenta y seis arios, en Inglaterra. El contacto familiar con la Argentina
no acabó con su partida: uno de sus hijos, Frank Parish, nacido en Buenos
Aires, fue nombrado vice-cónsul en abril de 1853 y ascendido a cónsul en 1860,
siendo también miembro del directorio del Ferrocarril Central Argentino.
Una prueba más de la injerencia
inglesa aqui, creando el ‘estado-tapón’
en la Banda Oriental, y manejando en forma hereditaria la Banca y el crédito en
nuestra patria.
Otro miembro de la diplomacia inglesa,
John Mandeville, que permanentemente se entrometía en los asuntos internos del
país, en carta a Palmerston, informaba del reclamo francés a través del
Almirante Leblanc, en 1838 por el cual éste entrometiéndose
también en los asuntos internos de las Provincias Unidas quiso obligar a Rosas
a que Francia fuese considerada ‘nación
más favorecida’. Ante la negativa, sin previo acuerdo necesario según el
gobierno de la Confederación, comenzó el bloqueo francés que duró 2 años.
De tal manera, la injerencia francesa
tenía el apoyo explícito del Parlamento francés: Leblanc pasaba un informe a su
gobierno llamado ‘Negociación’ que
podemos encontrar en la Biblioteca del Jockey Club de la ciudad de Buenos Aires
y que transcribe el historiador y docente Pascual R. Paesa
Dice Leblanc literalmente lo siguiente
en un informe a su Gobierno:
“Debemos
concluir que no es posible ningún arreglo con Rosas. 29) Si esto fuera posible
no debemos aceptarlo, porque tendremos siempre en Rosas un enemigo y nosotros
perderemos amigos (los unitarios). 39) Es posible y probable que con los
aliados que los agentes franceses se han procurado y los recursos puestos a su
disposición, triunfaremos sobre Rosas pero sería más seguro, más digno de la
Francia, enviar fuerzas de tierra que unidas a las de D. Frutos y de Lavalle
concluirían pronto con el monstruo y establecerían de una manera permanente en
el Río de la Plata la influencia de Francia".
Esto es, la injerencia no admitía, por
parte de los franceses, acuerdo o transacción alguna. El fin último buscado no
era llegar a un acuerdo, sino derrocar a Rosas.
Thiers, justificando la conducta del
almirante en el parlamento francés, analizaba: "era natural buscar puntos de apoyo. Si hubiese sido imposible
echar el ancla en alguna parte, reabastecerse en alguna parte, el bloqueo se
habría vuelto tan difícil que no se lo habría podido continuar". Y por lo
tanto, continúa: "¿ Qué hizo el almirante Leblanc? No podía continuar el
bloqueo de Buenos Aires sin apoyo en el continente; necesitaba de Montevideo,
apeló a la fuerza. Un jefe militar no puede dejar morir a sus soldados; debe
pro-curarles víveres a toda costa y por cualquier medio que sea; destruye las
casas y las ciudades para llegar a ese fin y lograr el triunfo de su
ejército".
“Creo
–ironiza Paesa- que con estos
principios no se podía enseñar mucha ‘civilización’”.
Francia e Inglaterra, siempre bajo
excusas pueriles y no exentas de malicia, como el caso de César Hipólito
Bacle (reconocido por los propios franceses como de origen Suizo) entre otros,
excelente litógrafo suizo que trabajó en la Argentina pero también sirviendo de
espía para los Unitarios y gobiernos extranjeros; por dicha causa fue
encarcelado por Rosas y luego de liberado por su estado de enfermedad. Falleció
al poco tiempo lo que dio lugar a la intervención en 1838 de Francia
sitiando nuestras aguas, aplicando la ‘diplomacia armada’ mucho más visible que
la de los ingleses pero igualmente perjudicial.
De tal modo el Almirante Venancourt comenzó el
bloqueo en el Rio de la Plata y sus intenciones imperiales se vieron reflejadas
en una ‘Memoria’ enviada a su gobierno cuyo título era ya toda una declaración
de intenciones “Algunas ideas sobre la
reconquista de las posesiones españolas de América por su Metrópoli”.
En sintonía con el
Almirante en los debates parlamentarios Thiers llegó a afirmar que Montevideo era «prácticamente una
colonia francesa.», para beneplácito
de Florencio Varela que fue hasta Francia a mendigar la intervención francesa
en el Plata.
Además, el historiador francés François-Auguste-Marie-Alexis
Mignet escritor, historiador y periodista francés, consejero de Estado,
director del Archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores y autor de ‘Histoire de la Révolution Française’
.citado por Irazusta, dijo –en un alarde de mal gusto troglodita y falsedad
conceptual- que “….para afianzar el
establecimiento de los franéese s "en la costa opuesta del
Atlántico", y su "inmenso desarrollo, útil para nuestros intereses y
ventajoso a la vez para nuestra gloria", convendría "una ostentación
más frecuente de nuestras fuerzas navales (que) nos eximirá en muchos casos de
tener que emprender una acción efectiva"; agregaba creer a Hispanoamérica
civilizable, pese al retroceso de esos "gauchos que viven a caballo y sin
camisa, hijos degenerados de los héroes de la conquista española, que casi ya
no tienen de cristianos sino el nombre y de hombres, la forma únicamente".
¿Estos eran los ‘Civilizados’ de los que hablaba Sarmiento? ¿La gente ‘decente’
de la que se ufanaban?.
Pero –ironizaba Irazusta- que para esa ‘regeneración’, nuestro
continente necesitaba una continua infusión de las luces y de la actividad de
la vieja Europa que Francia se prestaba generosamente a procurarnos. Por las
buenas, si nos allanábamos a sus menores exigencias, o a cañonazos si tomábamos
en serio la independencia que los europeos nos habían reconocido.
Vamos enhebrando con algunos
documentos en la mano (solo algunos) la intromisión y conquista de los imperios
(ya tocará el turno al imperio del Brasil) de nuestras riquezas con la ayuda
–absolutamente necesaria- de sus funcionarios nativos que obraron como gestores
o correas de transmisión de sus amos.
En dichas clases se destacan algunos
prohombres muy útiles para "el sistema del imperialismo liberal". Ya
sea porque inculcan la verdad revelada del liberalismo económico en las
cátedras universitarias, ya porque lo aplican escrupulosamente desde los
Ministerios de Hacienda, ya porque imponen a hacha y martillo el sistema a toda
la nación. Así, como el doctor José
Manuel García. Bernardino Rivadavia, Florencio Varela, el general Bartolomé
Mitre en la Argentina, Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y
Obes o del Barón de Mauá en Brasil, que prácticamente ‘Soñaban en Inglés’, en feliz frase de Vivian Trías.
Ahora, veamos como la ‘entente’ entre
Bartolomé Mitre, Melchor Pacheco y Obes, Teodoro Vilardebó, Manuel Herrera y
Obes, Cándido Juanicó, Fermín Ferreira (uruguayos), Florencio Varela, Juan M.
Gutierrez, Vicente F. López y José Rivera Indarte (argentinos) impulsaban a
Andrés Lamas, encargado de negocios diplomáticos en Río de Janeiro en nombre de
los Orientales ‘colorados’ y la llamada ‘Comisión Argentina’ a llevar agua para
el molino de los lusitanos-brasileños.
Andrés Lamas, tenía como fiel
admirador a Bernardino Rivadavia y gustaba de seguir sus pasos..
La idea de Lamas era crear en el
Brasil como en la Banda Oriental y en Buenos Aires (lo cual se hizo) unos
Institutos Historiográficos en cada Estado, cuya función, era la interpretación
de hechos históricos según sus ideologías y acomodar a las mismas para realizar
la que ya hemos llamado ‘La Literatura de
la Historia’ deformando la realidad y transmitiendo en el futuro esos
errores hasta hacerla la ‘Historia Oficial’ falsa que hoy sufrimos.
Gracias a Lamas, Brasil toma la posta
en esto.
Lo señala el historiador Oriental Tomás
Sansón Corbo que ha realizado una investigación panorámica y de carácter
comparativo que permite evidenciar la evolución de la producción y del
conocimiento histórico en la región platense. La historiografía como área de
investigación dentro de la ciencia histórica, a través de técnicas y teorías
como manera de interpretar la historia.
Esto significa que Lamas conjuntamente
con sus amos, los brasileños, mientras guerreaban militarmente en nuestras
tierras iban organizando la interpretación de los hechos históricos que iban
ocurriendo a fin de justificar artificialmente en el futuro y ante la historia
sus acciones, creando el IHGB (‘Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro’).
Dice Sansón Corbo que “Las historias nacionales se construyeron en
una línea de continuidad con Portugal.
(Este aspecto marca una diferencia en relación con las ex-colonias de España
que en sus relatos históricos enfatizaron el rompimiento con la antigua
metrópoli.
“Los
letrados argentinos refugiados en Montevideo a causa de las persecuciones de Juan Manuel de Rosas,
influyeron sobre sus colegas uruguayos. La base de pensamiento de los hombres
de la "Generación de 1837” era “la filosofía social del romanticismo
francés”, el “movimiento sansimonista” (Berisso–Bernardo, 2011), divulgado en
Buenos Aires por Esteban Echeverría. Atribuyeron “los males de su país a tres
grandes causas: la tierra, la tradición española y la raza” (Shumway, 1993, p.
164).
“La
presencia de los jóvenes unitarios contribuyó a dinamizar el medio cultural
montevideano.
“En el
contexto referido ut supra se desarrolló la vida y producción de Andrés Lamas
(1817-1891), quien residió varios años en Río de Janeiro.
“Seguía
en este punto el modelo del IHP (basado en las tradiciones de sociabilidad
intelectual propias de la Ilustración) y respondía a razones filosóficas y
pragmáticas que estaban íntimamente ligadas con el contexto regional: las
ambiciones geopolíticas de Juan Manuel de Rosas constituían una potencial amenaza
pues, de triunfar en la Guerra Grande, podría reincorporar el territorio de
Uruguay a la Confederación Argentina.
“Esto
representaba un peligro para el Imperio pues podría reavivar los sentimientos
separatistas de la recientemente pacificada Provincia de Río Grande (1845) y
amenazaba el equilibrio en la región puesto que perpetuaría la imposibilidad de
navegar por los ríos Paraná y Paraguay, obstaculizando las comunicaciones con
Mato Grosso.
“La
actividad de los letrados rioplatenses en el IHGB (Revista do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro ) tuvo un
marcado cariz político. Desarrollaron una intensa propaganda procurando
involucrar al Imperio en una alianza militar contra Rosas
“Si
bien existe poca información sobre las actividades de Lamas durante esa breve estancia carioca, sabemos que mantuvo
largas conversaciones con Bernardino Rivadavia de quien obtuvo abundante
información sobre los acontecimientos que jalonaron su vida y por ende, la
historia argentina La personalidad de Rivadavia le causó hondo impacto, particularmente
desde el punto de vista político-ideológico, lo que se vio reflejado en los opúsculos
que le dedicó sobre el final de su vida. Fue uno de los orientales que llegó a conocer
más profundamente la realidad política de Brasil y las peculiaridades de su política
exterior.
“En sus
charlas con el monarca azuzó su desconfianza sobre Rosas. Finalmente logró su
objetivo: el 12 de octubre de 1851 fueron firmados los famosos tratados y
polémicos (cinco) entre el Gobierno de la Defensa y el de Brasil, elevado costo
que tuvo que pagar Uruguay para asegurar el concurso del Imperio en la alianza
política y militar que derrotaría a Rosas. Tratados de Límites, Alianza,
Prestación de Socorro Financiero, Comercio y Navegación, Extradición.
“Esos
tratados constituyeron una mácula que acompañó a Lamas más allá de su muerte.
Sus detractores lo denominaron a partir de entonces “el brasilero” y lo
acusaron de ser un ambiciosos vulgar que asumió una actitud servil y disfrutó
de grandes beneficios en la Corte.
“Contribuyó
a canalizar la influencia de Brasil en la configuración del campo historiográfico
rioplatense.
“Lamas creó, en colaboración con Juan Ma. Gutiérrez y
Vicente Fidel López, la Revista del
Río de la Plata (1872-1877),
“A
pesar del momentáneo fracaso, el IHGN (‘Instituto
Histórico y Geográfico Nacional’) y el IHGRP (‘Instituto Histórico y Geográfico del Río de la Plata’)
constituyeron las primeras experiencias de institucionalización de los estudios
y la investigación histórica en Uruguay y Argentina (lejanos antecedentes de la
‘Academia Nacional de la Historia’ de Argentina). La construcción del relato nacional como
proyecto de investigación”.
La actual Academia Nacional de
Historia es hoy vívido ejemplo de ser el soporte, el horno donde se cuece esa
pretendida ‘historia’ alejada de la realidad de lo acontecido, acomodada a los
intereses foráneos, podada allí y acá donde sea necesario para tales fines,
como ejemplo de ello es la ‘Historia de
Belgrano y la Independencia Argentina’ de Bartolomé Mitre..
Al comenzar el año de 1840 los franceses intentan
acorralar al gobierno de la Confederación Argentina alimentando con mucho
dinero a la coalición internacional que
desesperaba por derrocarlo.
Esta ‘coalición’ autodenominada ‘Comisión Argentina’ estaba formada entre
otros por Lavalle, Paz, Ferré, Cullen, Maza, Castelli, Berón de Astrada,
Gutiérrez, Echeverría, Mármol, Rivera Indarte, Agüero, Valentín Alsina,
Florencio Varela, y todos los autoexiliados en la Banda Oriental. Estaba
también la ‘Comisión Argentina’
Dice el historiador Diego Luis Molinari que “El
total de los subsidios se elevaba, al 8 de abril de 1840, a 1.484.436 francos.
Bouchet-Martigny había puesto a disposición del presidente Rivera la suma de
1.200.000 francos : la mitad, pagada inmediatamente; y el resto, después del
paso del Uruguay por el ejército oriental ; y anticipado a la Comisión
Argentina, el 14 'de enero de 1840, un nuevo subsidio, sobre el que ya se le
había entregado, de 10.000 pesos fuertes. Con el oro, francés se armaron y
equiparon todos los enemigos de Rosas —argentinos y orienta-les— y se pagó
desde un fusil hasta una merienda. "El Nacional" de Montevideo era un
papel subvencionado. Todos los contrarios de Rosas, sin excepción ninguna,
sabían que el nervio de la acción salía del presupuesto de Francia nadie —ni
aun Mitre— pudo darse por ignorante de tal hecho”.
Thiers, preocupado por la cantidad de
dinero francés enviado a los sobornados de la Banda Oriental para la cruel
lucha contra su propia patria, le escribía, urgido a Bouchet-Martigny a principios de 1840
diciéndole que los subsidios, en verdad, habían sido muy grandes y se tenía
derecho a esperar una acción, más decidida de parte de los
"auxiliares" de Francia, señalándole explícitamente: —"Ahora, señor, he aquí cómo encarar la
situación de todo el, asunto: espero que los generales Lavalle y Rivera,
poderosamente sostenidos como están, por nuestros subsidios y por nuestras
fuerzas navales, y por el peso del nombre de Francia, concluirán, en poco
tiempo más, por derribar a Rosas. Lo deseo, tanto más cuanto que este éxito
sería la mejor justificación del sistema que Usted abrazó…Mas lo que debe
saberse bien es que este asunto debe llegar perentoriamente a su término, sea,
como yo lo deseo vivamente, por el triunfo de los auxiliares que Usted ha
obtenido para Francia, o por medios exclusivamente franceses."
Ahora bien, no se crea que los
emigrados Unitarios conspiraban contra su propio país en forma gratuita. No.
El 22 de junio de 1840 la comisión argentina
(Agüero, Cernadas, Gómez, Alsina, Portela y Florencio Varela, entre otros)
firmaban una alianza formal con Francia, representada por Martigny. El dinero
era un medio preciso de comprar a estos ‘cipayos’, confesado por los propios
franceses donde la injerencia iba acompañada con dinero para soborno continuo.
Así se lo escribía el ministro francés
Soult a Martigny : "Haré satisfacer
como las precedentes, las últimas libranzas que usted ha girado sobre mi
departamento por las sumas avanzadas por usted a la comisión argentina, pero le
recomiendo que se muestre usted más cauteloso en esta clase de gastos que suben
ya muy alto y que exceden en mucho los previstos en el presupuesto de
relaciones exteriores".
La guerra tenía carácter de invasión
internacional.
Dice el "Reglamento de anotación y cómputo de servicios", del
Ministerio De Guerra nacional, el Art. 33 que las guerras internacionales
sostenidas por la República Argentina son: 1) La de Independencia. 2) Del
Brasil. 3) De la Confederación Perú-Boliviana. 4) Guerra contra Francia,
iniciada el 8 de junio de 1838 y terminada el 31 de octubre de 1840. 5) Guerra
contra Francia e Inglaterra de 1845. 6) Del Paraguay (conf. Folleto de 44 paginas Ed. Of. De 1932),
Agregamos nosotros, la batalla de
Caseros de 1852.
Sumemos la insurrección del Sur con
las traiciones, entre otros, de los Maza donde consta en las actas parlamentarias de la Cámara de
Representantes de París, que estos insurrectos, como todos los Unitarios de
ambas orillas, recibieron también armas, dinero, provisiones, buques, y otros
auxilios de los agentes franceses. Los
Unitarios desgraciadamente, se unieron a Francia en esta guerra contra la
Argentina, como ya se probó.
En un esclarecedor trabajo, por lo
documentado y profundo en su estudio y análisis, el historiador e investigador
Ignacio F. Bracht junto a Rodolfo Barrese, a los cuales seguimos en la
documentación aportada, desgranan en detalle la injerencia de los imperios
franco-ingleses en los asuntos del Plata vía sutilezas en las presiones
incoadas o vía acciones militares desembozadas entre
1840 a 1847.
Haremos un resumen ajustado de las
documentaciones aportadas por los autores que nos revelan cómo no son ‘chivos expiatorios’ los que los
historiadores que no ejercen la ‘literatura
de la historia’, como la citada Perochena, encuentran que los Revisionistas
toman como ‘chivos expiatorios’ a los ingleses y franceses (sumemos a los
brasileños) y los sumisos mandatarios nativos, sin observar que, al contrario,
se ajustan estrictamente a la profusa documentación que entre bambalinas se
envían los diplomáticos y militares de dichos imperios y que los deja al
descubierto en sus intenciones y acciones.
La necesidad de Francia e Inglaterra
de proveerse de materias primas a precio vil para luego inundarnos de
manufacturas a un precio con el cual no podíamos competir –efectos del aumento
de la producción en escala in-crescendo en aquellas tierras- hizo que la
presión sobre nuestras tierras y nuestras políticas soberanas, se incrementase
día a día.
El Edecán de Mackau Theogéne Page; en
su crónica "Asuntos de Buenos Aires/Expediciones de Francia contra la
República Argentina-1838-1840" expresa:
"las
expediciones a Buenos Aires y México en 1838-39 obedecieron al móvil de
devolver al gobierno de Thiers, el prestigio político perdido a través de su
actuación interna"
Refiere el autor arriba citado Jorge
C. Bohdziewicz que el novel Lefebvre de Bècourt escribe a Mackau respecto las
conversaciones del primero con Tomás Guido para que éste lo repitiera en su
ámbito privado "hay que acabar la
cuestión sin ruido y según los deseos de Francia y que, de no ser así, no se
podrá responder por el futuro de nuestras relaciones. Eso él lo sabe bien pero
hace falta que sus colegas -y sobre todo su superior- lo sepan tan bien como
él" " (carta de Charles Lefebvre de Bècourt al Barón de Mackau-Buenos
Aires 22-12-1840 ‘Archives Mackau’ 156 API 32)
Resume el historiador que “En buen romance, o se revolvía el caso
como ellos querían o no respondían por las consecuencias. Esta velada amenaza
corría por cuenta exclusiva del joven Encargado de Negocios. Fue el primero de
una serie de gestos inamistosos, nutridos, según anticipamos en otra parte, por
una prejuiciosa antipatía hacia Rosas y su elenco gobernante”.
A pesar que los lenguaraces escribas
liberales y marxistas no toman en cuenta, como ya se dijo, que “La
realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ella, no desaparece” es objetivamente claro y notable a
través de la propia confesión de los victimarios la presión y continua
injerencia de los franceses, acompañada con los barcos de guerra que rodeaban
el puerto de Buenos Aires, sitiándola; los cuales en forma solapada amenazaban
a la Confederación Argentina, implicando ello una cuasi-declaración de guerra
si nosotros no nos aveníamos a sus dictados.
En tanto los ingleses, por el año 1841 -y a través de Palmerston- extendieron la
mirada por América del Sur, el cual éste escribió a la Cámara de Comercio:
“Hasta
ahora el Plata, el Amazonas y el Orinoco y sus afluentes no se han utilizado en
el intercambio comercial con el interior del país, pero parece probable que con
el correr del tiempo la utilización de ellos los transforme en importantes vías
de comunicación por agua con fines comerciales”.
Era, hasta ahí, entendible
económicamente las presiones sobre nuestras decisiones nacionales, por parte de
las potencias europeas, pero lo que no puede admitirse es la presión ejercida
por los nativos, en este caso, Fructuoso Rivera para lograr no solo la
intervención en el Plata sino la conformación de un protectorado inglés en la
Banda Oriental, tal el pedido el 5 de Diciembre de 1841
a Herny Mandeville representante inglés en el Plata. Era tanta la
entrega que hasta el propio inglés la rechazó (había que disimular):
“…las
responsabilidades de un protectorado eran demasiado grandes y que los privilegios
especiales que el protectorado conferiría a los súbditos británicos tenían por
fuerza que producir interminables fricciones con otras potencias"
La idea de crear un ‘Estado-Tapón’ en
la banda Oriental seguía en los planes ingleses con su injerencia en nuestros
asunto internos a pesar de negarlos los historiadores Unitarios de antaño y
hogaño, como la Lic. Perochena en su manifestación que hace a este trabajo:
Como cita José María Rosa “Alfredo Varela en Duas grandes intrigas
menciona «duas grandes potencias>, (Inglaterra y Francia) que en 1842 ayudaban disimuladamente la creación de la Federación
del Uruguay (o.c. II Sil 603, nota 34 al cap. XXVI). Menciona los informes de
la legación brasileña en Montevideo (9 de mayo y 24 de
junio de 1842) y la Memoria secreta de Duarte de Ponte Ribeiro, el
eficaz representante de Brasil en Buenos Aires (parr. 8 y 108) con documentos
de 1843. Al tiempo de finalizar la guerra de los farrapos Antonio Vicente da
Fontoura, tan ligado a los revolucionarios, hizo la denuncia al general Caxias
en carta del 6 de julio de 1845, que éste informa a Río de Janeiro y motiva una
reclamación del entonces canciller Limpo de Abreu al gobierno británico (7 de
abril y 16 de julio de 1840). También cita Varela otros documentos (Negocios do
Prata de Ponte Ribeiro: informe detallado desde Buenos Aires de 1843, Memorial
ao governo da Republica Riograndense del conde de Ervals, y cartas de Sa de
Brito de 1842). Oh. cit., 604/605”.
Como puede verse –y leerse- Ingleses y
franceses competían en alardes estentóreos de agresividad. Querían injerencia
militar para asegurar los ‘negocios’
(sic), en Marzo de 1844, en concordancia por lo
pedido –rogado- por Florencio Varela y Abrantes en solidaridad (los brasileños,
agradecidos por la genuflexión Unitaria).
Robert Peel manifestó en la Cámara de
los Comunes:
"Quedaba por adoptar la intervención armada, y el único medio de
verificarlo, el de que se unieran los países que tenían más interés en aquellos
negocios. y que obrando como se hizo respecto de la Grecia (independiente desde
1830 por la intervención conjunta de Francia e Inglaterra), quisiéramos decir
lo que entonces: el interés del mundo requiere que estas disputas se terminen,
y nosotros insistimos en que se arreglen inmediatamente").
Por su parte también Thiers clamaba en
la Cámara de Diputados, en favor de la intervención armada en el Plata.
Como puede verse los ingleses y
franceses no eran meros ‘chivos
expiatorios’ en la afirmación insostenible y dogmática de Perochena.
Los franceses e ingleses tenían un concepto
bastante particular sobre lo que era una ‘mediación’ como la que planteaban
coordinar para mediar entre la Banda Oriental y la Confederación Argentina de
Rosas: o Rosas aceptaba la medición forzada (sic) o habría intervención militar
para obligar a Rosas a aceptarla olvidando que cualquier mediación requiere un
pedido expreso (que aquí no lo hubo), ponerse de acuerdo en los puntos a fallar
(aquí no los hubo) y un mediador imparcial que no tuviera interés alguno en el
resultado del fallo (que aquí no lo hubo).
Además, los ingleses –Lord Aberdeen-
le decían a sus representantes –Ouseley- que ‘de paso’ viera la posibilidad de
‘mediar’ sobre algo no propuesto: ver imponer el tema de la libre navegabilidad
de los ríos interiores. Pero no había que tirar mucho de la ‘cuerda’. Si no se
podía, bueno, habría que esperar un poco para plantear lo segundo. Esto
demuestra la injerencia en nuestros asuntos en forma subrepticia, lentameente
pero sin pausa:
“Es muy
posible que esta coyuntura (la de mediación) se considere favorable para
asegurar la libre navegación de los tributarios del Río de la Plata, aunque eso
no tenga una relación indirecta con el objeto principal de nuestra
intervención. Sin expresar opinión alguna sobre el camino que sea necesario
seguir si acaso nos vemos obligados a ocupar aquellas aguas con la fuerza
combinada, el gobierno de S.M. está dispuesto a creer que será mejor abstenerse
al principio, y mientras haya esperanza de restaurar la paz sin apoyo de la
fuerza, de hacer mención alguna de esta materia. Verdad es, que la apertura de
las grandes arterias del continente sudamericano a la libre circulación del
comercio, sería no solamente un vasto beneficio al comercio de la Europa, sino
una garantía práctica, y tal vez la mejor, de la conservación de la paz en la
América misma. (...) Ahora, sin embargo, y como la cuestión no parece tener
conexión alguna necesaria con las desavenencias entre las dos repúblicas, cuyo
arreglo es nuestro objeto principal, hará Ud. bien en no introducir aquella
cuestión como un punto esencial de negociación"
A veces la presión es sutil, con
términos conciliatorios y agradables pero otras veces, cuando esto no resulta,
se sacan las máscaras y aflora el más rancio militarismo expansivo de los
imperios.
Esto sucede acá cuando los ingleses y
franceses ven que no pueden torcer el brazo de Rosas y, tras las palabras
formales, se trasluce bronca y desesperación para el logro de sus objetivos. El
tiempo les apremia y la hipocresía se hace patente creyendo que de esa manera,
Rosas iba a ceder. Se equivocaron nuevamente.
Dice Lord Aberdeen:
"El
gobierno de S. M. no tiene intención de emprenderlas(la acciones bélicas); pero
desembarcará Ud. de los buques de S.M. la gente que sea necesaria para ocupar
la isla de Martín García cualquier otro punto de que sea necesario tomar
posesión temporaria, para ser más eficaces las operaciones de las fuerzas
combinadas. (...) El gobierno de S.M. cree que el gobierno argentino cederá a
su intención de levantar el bloqueo de Monte-video y de abandonar la causa del
Gral. Oribe; pero, si no cede autoriza al ministro mediador (Ouseley) hasta
para bloquear el puerto de Buenos Aires y cualquier otro de la costa del Plata;
y para que de acuerdo con su colega francés apoye a la plaza de Montevideo con
las fuerzas y los auxilios que crean necesarios"
Dice Graham Yool sobre Mandeville, que
“…el diplomático siempre estaba en busca
del chisme íntimo acerca de Rosas para poder demostrar estar informado. En una
carta del 21 de junio de 1844, Mandeville
informaba al Foreign Office que le
resultaba muy útil tener como funcionario del consulado al doctor James Lepper,
ex cirujano de la armada británica que había desembarcado en Buenos Aires en
enero de 1822 y había estado entre los fundadores de la Academia de Medicina y
del hospital británico. El funcionario consular era médico de Rosas a quien
escuchaba monologar incesantemente acerca de sus enemigos, sus amistades y su
gobierno. Mandeville dio la impresión de
que tales monólogos no estaban cubiertos por la discreción hipocrática”.
Es que la forma de penetrar, conocer y
transmitir datos los ingleses tuvieron varios sistemas, no solo diplomáticas,
sino también a través de médicos como el medico personal de Rosas, el Dr. Lepper;
también el de San Martín Dr. James Paroissien el que lo acompañó durante la
batalla de San Lorenzo y en el cruce de los Andes; naturalistas devenidos en
científicos informantes como Charles Darwin, Alexander Von Humboldt, Amadeo
Bonpland, etc. que puntillosamente daban informes –no científicos, obviamente-
a su gobierno no solo de la política en nuestro territorio sino haciendo agrimensura
del mismo e informándolo a sus
gobiernos.
Paralelamente a este intercambio de
mensajes, los Unitarios de la Banda Oriental no estaban quietos: al igual que
sus colega porteño como Varela y otros, Ellauri y los comerciantes ingleses en
Montevideo como Lafone (que además, era el jefe de la Aduana en dicha ciudad)
insistían con apuro por la prontitud de la ‘intervención mediadora’, si se
permite el juego sarcástico y
contradictorio de palabras.
El año 1845 avanzaba y se avecinaban grandes conflictos, de índole
directa por parte de Francia e Inglaterra.
En una extensísima carta que demuestra
una vez más, y a pesar de la licenciada Perochena que parece no haberla leído
ni tampoco ningún otro documento, de qué manera los imperios de Inglaterra,
Francia y Brasil tuvieron una injerencia directa en los asuntos del Plata con
sus afanes de conquista. Como puede leerse a lo largo de este trabajo no
existió un ‘chivo expiatorio’ por nuestras pérdidas sino la injerencia probada
y comentada, un complot permanente que no se detenía ni aun firmados acuerdos
de paz.
La carta en cuestión del 20 de Febrero de 1845 resulta la ‘madre de todos los
documentos intervencionistas’ en el que expresa, explícitamente la injerencia
prepotente de los Imperios en nuestras tierras mostrándose con toda desnudez.
Esta carta debiera ser de materia
obligatoria en los Colegios y Universidades donde se estudie la historia
argentina y el papel que le cupo a los Imperios en nuestra lenta pero sin
pausa, destrucción de la soberanía nacional, con la ayuda necesaria de las
‘oligarquías’ del Plata, por más que lo nieguen con documentos puestos ante sus
ojos, los asalariados de aquellos..
Allí encontraremos instrucciones
precisas para dichas injerencias emanadas del gobierno inglés a través de Lord
Aberdeen a William Gore Ouseley. Puede leerse el pedido de intervención del
Brasil a estas potencias. Ouseley deberá primeramente intentar lograr la
rendición de Rosas en la Banda Oriental a través de maneras amistosas y
sutiles, pero si no lo logra, hacerle ver a Rosas y a Oribe que el gobierno
inglés y francés están dispuestos a tomar las armas para lograrlo. Que el
gobierno inglés debe parecer neutral (- las apariencias ante todo-), lo
importante es lograr que Rosas reconozca la independencia de la Banda Oriental
y, de paso, lograr –si es factible en esta oportunidad- la libre navegación de
los ríos interiores (objetivo final inconfesado al principio).
Transcribiremos esta carta que parece
ser olvidada por los Unitarios, Liberales, Masones y progresistas de toda laya,
con esa facilidad que tienen en ‘olvidar’ y silenciar los documentos que los
desenmascaran y que muestran la cara pletórica de continuadas entregas, más
trágica de nuestra historia.
Desde el punto de vista
historiográfico esta carta es riquísima en revelarnos la verdadera cara de la
injerencia imperial, de la intervención insolente de las potencias centrales
junto al acechante Brasil.
Y haremos un análisis puntual de la
misma señalando las presiones, el tono supuestamente condescendiente pero a la
vez altivo, las agresiones, las hipocresías mentadas por los ingleses.
Transcribiremos párrafos para luego
señalar lo mencionado en ellos.
Empecemos (la ‘negrita’ en el texto original nos pertenece para remarcar lo
apuntado).
El Conde Aberdeen, ministro de
relaciones exteriores ingles le escribía a Ouseley el 20
de Febrero 1845. .
En dicha carta nos enteramos por boca
de los agresores que el Brasil participa de la agresión solicitando prontamente
una intervención armada en el Plata y compele a los franco-ingleses a
impulsarla rápidamente, lo cual acceden los ingleses y, por intermedio de
éstos, nos enteramos que también los franceses están en la misma línea de
acción:
“….También
esta V. impuesto de que, a fines del año próximo pasado, el Gobierno del
Brasil, en su carácter de Potencia vecina, habiendo sido parte en Ia Convención
de Agosto de 1828, que declaró la independencia de Montevideo, é interesado
también en la tranquilidad de su propia frontera, instó a los Gabinetes de Londres y de Paris, por medio del Visconde
de Abrantes, sobre Ia necesidad de una
intervención pronta y efectiva, con el fin de poner término a la guerra; y
debe V. haber sabido, por la comunicación personal que ha tenido V. últimamente
con los Ministros del Rey de los Franceses, que el Gobierno de Francia participa en la determinación
adoptada por el Gobierno de S. M., de conseguir aquel objeto; y que es la
intención de los dos países unir su
influencia, y, si necesario fuere, sus fuerzas, para lograr el expresado
fin…”.
Por empezar, queda demostrado que en
la guerra que se avecina en el Paraná y que es materia de estudio, hasta en los
colegios, Brasil participa e compele a Francia e Inglaterra a apurarse a la
intervención
Ahora bien, la misiva va elevando el
tono y en forma escandalosa, siendo un ejemplo claro del modo de proceder de
los imperios cuando no pueden conseguir sus objetivos en forma pacífica y
diplomática.
_
“…Ahora
procederé a impartirle algunas instrucciones para guiar su conducta en el
cumplimiento del importante deber que se le asigna.
No es
posible que el nuevo representante de Francia, que está por ser acreditado ante
el gobierno de Buenos Aires, haya llegado a dicha ciudad al tiempo de vuestro
arribo; y aunque sería impropio intentar medida coercitiva alguna, como no sea
en estricto concierto con vuestro colega francés, no parece que haya razón
alguna para que usted no intente efectuar representaciones amistosas sin
ninguna dilación.
Vuestros
primeros pasos, por tanto, serán dados individualmente; y es deseo del gobierno
de S. M. que sean dirigidos a plantear
ante el general Rosas, en términos cándidos y amistosos, el peligro en que se
ha colocado al no querer escuchar las representaciones anteriores del
gobierno de S. M., e inducirle, de una
vez por todas, y por determinación propia, a desistir de tomar parte
ulterior en las operaciones contra Montevideo.
Usted
no perderá tiempo, en consecuencia, en entrar en comunicación con el general
Rosas y sus ministros. Usted dirá que el
espíritu con que el gobierno de S.M. se dirige al de Buenos Aires, no es de
hostilidad hacia tal Estado, o hacia el individuo influyente que se halla a su
cabeza; al contrario, que el consejo de que Usted está instruido es concebido
amistosamente y en verdadero resguardo de los intereses de la República..
Es
apenas necesario asegurar al gobierno de Buenos Aires que nosotros no tenemos en vista objetivos egoístas o exclusivos. El
general Rosas, por si, comprenderá enteramente y reconocerá el verdadero
carácter de nuestro procedimiento. Ud. dirá que al exhortar al General Rosas
para que desista de la contienda en la que se ha convertido en parte, el gobierno de S.M. deja de lado toda
intención de interferir de cualquier manera en la independencia de Buenos
Aires; no niega el derecho de ese Estado de conducir la guerra como
cualquier potencia independiente, siempre que la guerra se lleve a cabo de
acuerdo con las costumbres de la gente civilizada y la Ley de las Naciones,
pero que la guerra en que las armas argentinas estar comprometidas al presente,
es dirigida contra un Estado cuya independencia debe estar virtualmente
asegurada por la Gran Bretaña; y que el objeto de esa guerra es colocar al
gobierno domestico de Montevideo en otras manos que aquellas a las que confirió
el consentimiento del Estado..
Esto, únicamente,
puede justificar la interposición de un poder bajo cuya mediación se estableció
la independencia de Montevideo; y, ciertamente, el hecho que la guerra no tiene
carácter nacional en lo que concierne a Buenos Aires, y que el -general Rosas,
según confiesa, se ve comprometido a ella, únicamente, como auxiliar y no como
principal, lo que le capacitaría sin sacrificio de su honor o independencia,
para someterse a la terminación de la
contienda mediante la interposición pacífica de las potencias amigas.
Usted
intentará diligentemente que el general
Rosas considere así la cuestión, y aceptando la mediación de Inglaterra y
Francia para dar salida a su solución, antes
que sea demasiado tarde para hacerlo con dignidad; y le representará que
llegará el momento, si acaso rechaza
este consejo, en que se verá envuelto en peligros y dificultades, que no
puede esperar sortear sin serio daño para su poder; puesto que la larga
duración de la guerra, las pérdidas diarias en aumento que sufren los intereses
europeos, la desesperanza de su terminación y las barbaridades que la
caracterizan, han determinado, con los reclamos de Montevideo, a los gobiernos
de S. M. y de Francia, a unirse con el propósito de ponerle fin…”.
Aquí el veremos cómo Aberdeen indica
sin lugar a dudas que como sea deberá hacerle torcer la férrea voluntad
soberana de Rosas. Utiliza a tales fines un lenguaje lleno de hipocresía e
intolerante intromisión, diciendo que la Argentina debe aceptar la ‘mediación’ (sic) antes de que sea ‘demasiado tarde’ (resic)
Que el planteo debe ser ‘cándido y amisto’ pero advirtiendo los
peligros si no se obedece a las sugerencias del plateo y que debe el mediador
‘inducir’ a Rosas para que-a vista de todos- quede como su propia decisión.
Que la presión no es de ‘hostilidad’ sino que son ‘consejos concebidos amistosamente’ y que
se hace ‘en resguardo de la República’ . O
sea, lo hacen por nuestro bien, se entiende, ya tanto Francia como Inglaterra ‘no tienen objetivos egoístas o exclusivos’ y
que por supuesto no debe entenderse las sugerencias conminatorias como un modo
de ‘interferir de cualquier manera en la
independencia de Buenos Aires’.
Más allá del lenguaje cuyo sentido soez
está claro y no requiere interpretación alguna, sí es digno de destacar como
los Imperios hablan de que la intervención de Rosas en la Banda Oriental
obedecería no a un interés de TODA la Confederación sino, como máximo, en un
interés exclusivo de la gobernación de Buenos Aires. Los Imperios, así,
excluyen de responsabilidad a la nación toda y la circunscriben solo al
capricho de un gobernador. Hábiles diplomáticos los ingleses.
La mediación impuesta con los cañones
sobre la espalda deberá hacerse ‘antes
que sea demasiado tarde’. Es un ‘consejo’
amistoso.
Por suerte tenemos a la Lic. Perochena
que nos ilumina con su mensaje en el sentido que denunciar la injerencia
británica y francesa, mas la brasileña, es solo un ‘chivo expiatorio’ del Revisionismo Histórico al acusar de todo esto
al Imperio inglés –la documentación ofrecida no hace mella en su concepto-.
Para la mencionada, no hay ‘complot’ alguno.
Eso si, para el inglés esta intimación
que debe hacer el funcionario en el Plata no es una amenaza sino como una ‘advertencia amigable’, porque de lo
contrario se deberán ‘adoptar medias
ofensivas’.
_
“…Usted
asegurará al general Rosas que no es esta tan solo la determinación adoptada si
que también los medios para su ejecución inmediata, que no puede ser dilatada,
a menos que se le anticipe una aquiescencia adecuada y a tiempo, de su parte,
ante las proposiciones que se le harán por Inglaterra y Francia.
Usted agregará que esto no lo dice Usted como
una amenaza, en orden a expresar
con palabras lo que el gobierno de S. M. hesitase en imponer con hechos, sino
como una advertencia amable y con el
deseo sincero de evitar la necesidad de adoptar medidas ofensivas a la dignidad
de un Estado con el que la Gran Bretaña ha preservado, desde antaño, sus
relaciones de amistad ininterrumpida ni debo dejar a su juicio el modo como
Usted enfatizará ante el general Rosas estas consideraciones, o cualesquiera
otras que el estado de los asuntos a vuestra llegada sugiera; pero me inclino a
pensar que, en primer instancia, sería mejor no hacerlo por comunicaciones
formales u oficiales; y aunque no haya que tener ninguna reserva o secreto de
vuestra parte hacia el representante de Francia que pueda residir en Buenos
Aires en tal momento, es probable que hasta la llegada del ministro francés con
las instrucciones de su gobierno, las posibilidades de éxito para vuestra causa
común serán mejor atendidas por hablar Usted, en primer término, independiente
e individualmente, como ministro de la Gran Bretaña.
Puede diáfanamente entender el mensaje
nuestro gobierno: ‘no es una amenaza’,
nos podemos quedar tranquilos, es solo ‘una
advertencia amable’ con el deseo de evitar la necesidad de adopar medidas
ofensivas a la dignididd de un Estado, etc, etc’
Al decir que no es una amenaza no es
más que aceptar que lo es y tras la llamada ‘advertencia amable’ se continúa hipócritamente diciendo que es para
evitar adoptar medidas ofensivas a la dignidad del atacado.
Sepan los imperios que desde el
momento de acudir con sus barcos y armas las medidas ofensivas de los Imperios
comenzaron. Pues las llamadas ‘sugerencias’
‘advertencias’ supuestamente ‘amistosas’ y con buena cara vienen
acompañadas de un arsenal enorme de armas que las sostienen.
-
“…Si
—como el gobierno de S. M. no puede mas que esperarlo--- vuestras
representaciones, en tal carácter, tendrían su debido peso, y el gobierno de
Buenos Aires retirase sus tropas de la Banda Oriental, y sus fuerzas navales
ante Montevideo, o dar órdenes para una suspensión de hostilidades y
levantamiento del bloqueo, el primer y más importante objeto que el gobierno de
S. M. tiene en mira, habrá sido cumplido.
Los
términos sobre los que la paz se fijará y declararía entre ambas Repúblicas,
pueden ser dejados, entonces, propiamente, a la mediación unida de las
potencias europeas, para luego ser discutidos y recomendados a las partes
principales, tan pronto como la llegada de vuestro colega francés a Buenos
Aires le capacite a Usted para actuar conjuntamente en la materia.
Es
esencial que Usted observe una
imparcialidad estricta en las proposiciones que Usted hará a las partes
contendientes; pero el carácter de la lucha y la ausencia de todo objetivo
substancial o nacional, a lo menos de parte de Buenos Aires, hace dificultoso
prescribir cualquier condición como base propia sobre la cual se negocie la paz…”.
Es decir, que el inglés debe ‘aparentar imparcialidad’ y si no nos
avenimos a las imposiciones ya sabemos que puede suceder….
-
“…El
punto que debe tenerse en cuenta, principalmente, sin embargo, y que es de la
mayor importancia para las potencias mediadoras, es la preservación de la
independencia de Montevideo. A esto está ligado el honor de Inglaterra, Francia y Brasil; y
es uno sobre el que no se puede admitir compromiso alguno.
La
obligación de Buenos Aires en reconocer tal
independencia es igualmente tan fuerte como la que liga a las potencias
aliadas, en idéntico sentido; y no hay razón alguna para suponer que el general
Rosas hesite en reconocerlo así. El reconocimiento sería de poco valor, sin
embargo, mientras él continúe siendo el apoyo principal de la causa del general
Oribe, sea que lo preste ostensiblemente con las armas, o secretamente con
ayuda monetaria u otra clase de influencia….”
Es curioso que en una ‘mediación’ como dicen los ingleses haya
–a priori- que tener la ‘obligación’
de reconocer la independencia de la Banda Oriental, más teniendo en cuenta que
cuando Rivera destituye en un golpe de estado a su presidente constitucional
como lo era y es Manuel Oribe, lejos estuvieron de decir o hacer algo para
restituirlo en su cargo.
Insisten los ingleses en querer hacer
notar que el gobierno que el apoyo de Rosas a la libertad de la Banda Oriental
es a nombre de Buenos Aires y no en nombre de toda la Confederación Argentina,
sugiriendo un plano menor de representación por parte de Rosas (‘La obligación de Buenos Aires…’).
-
“…Con
miras a dejar de lado todo recelo, empero, acerca de este punto, puede ser bien
que las condiciones de paz incluyan, de una parte, que cualquier refugiado
político, u otras personas, cuya presencia en Montevideo pueda razonablemente ser causa de inquietud
para el gobierno de Buenos Aires, debe buscar asilo en otro lugar : —entre
estas indudablemente se incluirá al general Rivera.
Y el
gobierno de S. M. se hallaría dispuesto a sancionar hasta eso, si acaso hubiese
cualquier interferencia en los asuntos internos de Montevideo, de parte de
aquellos u del otro.
Si
pareciese necesario, bajo tal arreglo, que deba suministrarse seguridad para
las personas y las propiedades de los individuos, afectados por tal medida,
Usted está en libertad, con las debidas precauciones, de ofrecer la
intervención del gobierno de S. M. para tal propósito.
Si
Usted encontrase que el general Rosas tiene alguna queja justa que hacer, o
cualquiera reparación que pedir del gobierno del Uruguay, o si, por otra parte,
pueda parecer a Usted que Montevideo tiene títulos para requerir algo más de
Buenos Aires que la seguridad de una futura agresión, será de vuestro deber, en
unión con vuestro colega francés, examinar prolija e imparcialmente, las
pretensiones de cada parte, y recomendar el arreglo que Usted juzgue ser
equitativo y compatible con el honor y la independencia de ambos Estados.
Al
realizar cualquier investigación o negociación en cualquiera de estos puntos,
Usted se pondrá en comunicación con el gobierno de Montevideo, cuando sea preciso;
ya sea mediante el Encargado de Negocios de S. M. en dicha ciudad; o, si a
Usted le parece así, personalmente, en dicho lugar.
Es muy
posible que en la presente coyuntura
pueda considerarse favorable para asegurar la libre navegación de los
tributarios del Río de la Plata, aunque únicamente conectada de un modo
indirecto con el objeto principal de nuestra intervención.
Sin
expresar opinión alguna con respecto al curso que sea preciso seguir por si
eventualmente fuésemos compulsados a ocupar dichas aguas con una fuerza
combinada, el gobierno de S. M. se
inclina a pensar que, en primera instancia, y haya una esperanza de restaurar
la paz sin coacción, hay que mientras abstenerse de cualquier mención respecto
de esta cuestión.
Es
verdad que el abrir las grandes arterias del continente sur-americano a la
libre circulación del comercio sería no
solamente un gran beneficio para el de Europa, si que también una solución
práctica y talvez la mejor seguridad para la preservación de la paz en la misma
América; y el gobierno de S. M. descansando en la esperanza que mantiene de ser
capaz conjuntamente con Francia de poner fin a la contienda mediante una
mediación amistosa, estará preparado para impartir a Usted instrucciones a fin de unir al ministerio francés en la tentativa de
colocar la libre navegación del Río de la Plata y sus tributarios en un pie de
igualdad.
Por el
momento, sin embargo, como la cuestión no aparece teniendo una conexión
necesaria con las diferencias entre las dos Repúblicas, cuya solución es
nuestro primer y más importante fin, hará
Usted bien en no introducir tal asunto como un punto esencial de la negociación…”.
Y como si no bastara la intromisión
escandalosa, Aberdeen le hace ver la posibilidad de introducir el tema de la
libertad de navegación. Libertad que –obviamente- solo beneficiará al comercio
de los europeos. Y que si se puede obligar a Rosas sin intervención armada,
mejor; pero de lo contario deberá hacerse uso de la fuerza si los europeos ‘se ven obligados’.
En cuanto al libre uso de los ríos por
la fuerza dicen los ingleses que deberá hacerse ‘en un pie de igualdad’ con los franceses.
Eso sí, la igualdad la ponen sobre la
mesa pero con el otro invasor para repartirse lo producido con la rapiña en
nuestras aguas y tierras. Supongo que eso es lo que hoy se llama ‘igualdad ante
la ley’. Claro, la ley entre los invasores; las leyes nuestras no cuentan.
-
“…Usted,
al mismo tiempo, estará muy sobre aviso de no entrar en ningún compromiso que
pueda atar al gobierno de S. M. en tratar más tarde esta importante cuestión.
No sea que pueda darle a Usted ulteriores directivas al respecto de los
términos con que se concluya la paz.
En
cualquier situación que pueda ocurrirle como adoptable por ambas partes, o que
Usted esté llamado a apoyarla, Usted, por supuesto, será cuidadoso en no
sancionarla aceptando nada que sea ofensivo a la dignidad y verdadero interés
de Montevideo, ni más ni menos que la del Estado ante el cual Usted está
acreditado.
Teniendo
en cuenta esto, Usted está autorizado a declarar la expresa voluntad del
gobierno de S. M. para ser parte mediadora en el tratado.
Más
arriba he admitido que Usted encontrará al general Rosas bien dispuesto para
escuchar las representaciones que' en nombre del gobierno de S. M., Usted le
hará llegar.
Si este
no fuese el caso, infortunadamente, y si rehusase a dar paso alguno para
suspender las hostilidades, será sin embargo vuestro deber, todavía,
abstenernos de toda amenaza y de cualquier alusión a la fuerza.
Usted
esperará la llegada del ministro francés, y tan pronto como se presente en
Buenos Aires, Usted concertará con él la forma de vuestra representación conjunta
que se hará a las Repúblicas; una
aceptación inmediata de nuestra puede anticiparse confidencialmente por parte
de Montevideo; y los puntos que se impusiesen para llamar la atención del
general Rosas, serán entonces urgidos ante él con el peso adicional del
gobierno de Francia y de modo más solemne y formal…”
Finalmente las instrucciones
definitivas: si Rosas no accede a ‘negociar’
(sic) se obtendrá todo ‘por la fuerza’ (¡menos
mal que era una mediación!) . Lisa y llano ultimátum
y con fecha fija de respuesta por Rosas.
Evidentemente estos orgullosos
ingleses y franceses subestimaron la capacidad del Restaurador de las Leyes
para capear el temporal y el ilustre Restaurador jugó con los infatuados,
jactanciosos personajes europeos (y brasileños) como gato con el ratón. Leamos
en detalle.
-
“…Cualesquiera que hayan sido Hayan sido lo que fuesen las esperanzas e
intenciones del general Rosas hasta este momento, es difícilmente concebible
que las consecuencias que seguirá al rechazo del consejo de ambas potencias,
que le fuera evidenciado, le permita pasar sobre el mismo sin escucharlo.
Mas, si rehusase actuar según nuestras
representaciones unidas y si existiese cualquier señal de una intención de
contemporizar y dilatar la negociación con miras a apoyar al general Oribe en
un último esfuerzo por subyugar a Montevideo, Usted invitará a su colega a que se le una para declarar que si después
de cierto día no retira, el apoyo de las fuerzas argentinas del ejército
sitiador y se levanta el bloqueo de la ciudad, se ordenará a los comandantes de
los escuadrones franceses e ingleses que lo hagan por la fuerza.
Es
innecesario decir que, hecha esta declaración, se debe adherir a ella. En
consecuencia será vuestro deber, tan pronto como Usted precisará que tal paso
sea necesario, en comunicarse con el comandante de las fuerzas navales de S. M.
en el Río de la Plata, para que sepa los objetivos propuestos en la
declaración, y solicitarle que se ponga de acuerdo con el comando francés,
respecto al modo que deba ser realizado. El levantamiento del bloqueo, por
supuesto, será efectuado de inmediato
Con
respecto del retiro de las tropas argentinas del territorio montevideano, será
dejado a vuestra consideración conjunta el cómo puede ser impuesto; según la
información que posee el gobierno de S. M. parecería que el bloqueo de los
puertos que el gobierno de Buenos Aires actualmente usa para mantener
comunicaciones con el ejército sitiador, más especialmente el del Buceo, y si
necesario fuese, la ocupación del bajo Uruguay cortaría efectivamente Oribe; y
en consecuencia, las compelería a retirarse o disolverse.
Esta es
materia, empero, en que si existe cualquier duda, su decisión estará en manos
de los comandantes de la fuerza…”.
Finalmente los ingleses borran la cara
amistosa e indican a los ejecutores de su plan lo que deben hacer si las
proposiciones amicales no surten efecto con el gobierno de la Confederación: las
escuadras nos obligarán a hacerlo ‘por la fuerza’. ¡O sea, basta de ocultar las
intenciones bajo la máscara de una mediación!. Aquí se muestra en toda su
extensión y sin ambages todo el espíritu de la codicia por lo ajeno.
-
“…Usted
tendrá presente que el gobierno de S. M.
no tiene intención alguna de realizar cualquier operación terrestre; y Usted no
consentirá el desembarco de nadie de los bajeles de S. M., más allá de lo que
se requiera para la ocupación de la isla de Martin García, o cualquier lugar
que para la seguridad de las fuerzas combinadas se haga necesario ocupar
temporariamente, a fin de que sean efectivas sus operaciones.
En tal
caso Usted cuidará que el monto de la fuerza con que se contribuya por cada
parte sea lo más igual posible.
Debo
añadir, sin embargo, que en cualquier
momento o cualquier lugar en que las vidas de los súbditos británicos estén en
peligro, será vuestro deber pedir la ayuda de las fuerzas que sean menester
para asegurar su protección pronta y eficiente…”.
La hipocresía está en su más alto
nivel cuando Aberdeen le dice a Ouseley que no debe “emprenderse acciones por tierra salvo (sic) la toma de la isla Martín
García o cualquier otro punto que sea necesario tomar para la seguridad de las
fuerzas combinadas”, ayudándose mutuamente con los franceses.
O sea, en buen romance, para los
ingleses desembarcar en la Isla Martín García no es un desembarco en tierra
extranjera; es solo una isla. (Como seguramente tampoco lo fue según sus
concepciones el desembarco en las Islas Malvinas en 1833).
Pero la instrucción es capciosa: si es
necesario desembarcar ‘en cualquier otro
lugar para la seguridad de las fuerzas combinadas’, entonces sí se podrá
desembarcar en tierra continental pero solo ‘temporariamente’ y eso, según la libre interpretación de las normas
internacionales por parte de los ingleses, tampoco sería una invasión porque es
‘temporariamente’.
Con ese criterio, cualquier nación
podría desembarcar en la Isla de Wight sin inconvenientes pues según el
criterio tan ‘sui generis’ expuesto por Inglaterra, no sería una invasión a su
patria.
Es más, siendo toda Gran Bretaña una
isla, participaría del mismo criterio.
Pero los ingleses aman la igualdad y
la orden de Aberdeen a Ouseley es que en caso de usar la fuerza, ella sea
repartida por igual con Francia. ¡ Es conmovedor como reparten justicia e
igualdad entre ellos mientras acuerdan invadir una nación extranjera porque la
misma no se ajusta a sus necesidades comerciales !.
-
“…Como
puede ser justo y propio adoptar la misma precaución, en caso de peligro, para
las propiedades británicas, solamente, dependerá del grado y extensión del
riesgo y otras circunstancias del momento, que es imposible anticipar.
En este
punto, por tanto, debo decir a Usted que
se guíe por su propio juicio. Espera el gobierno de S. M. que ni el continuado
rechazo del general Rosas para aceptar términos, ni el todavía más improbable
evento de una resistencia activa de su parte, pueda hacer necesario recurrir al bloqueo de Buenos Aires.
Los
objetivos que se tienen en vista, inmediatamente, la restauración de la paz y
un gobierno tranquilo de la República del Uruguay, el alejamiento de la presión
sobre su capital, y la reapertura de sus puertos al comercio europeo, pueden
ser realizados sin tal medida pero el gobierno de S. M. no consiente por sí
mismo que las circunstancias locales le fuercen para adoptarla; y si, por si
acaso fracasan los demás esfuerzos que se hacen para inclinar la paz, Usted
está autorizado para sugerir su adopción a su colega francés; dejando, como en
el caso del auxilio a darse a Montevideo, la ejecución al juicio y
responsabilidad del comando naval.
Debe
tenerse presente que en toda circunstancia en que Usted pueda ser llevado a decretar el bloqueo de cualquier punto de las
riberas del Plata o sus tributarios, debe darse al comercio de los buques
neutrales con los puertos que no se hallen en los límites del distrito
bloqueado, toda suerte de estímulo compatible con el mantenimiento de tal
bloqueo.
Más el
gobierno de S. M. no está preparado al presente para recomendar que, en el
evento que el general Rosas rehuse reconocer la libre navegación de este único
asunto, se ocupen los ríos con el propósito de mantener la libertad de su
navegación. al margen : No ocupar los ríos por razón de mantener la libertad de
navegación…”
Como pudo leerse de las instrucciones
en este párrafo dice Aberdeen que si las cosas se ponen difíciles para las
fuerzas europeas, y se vuelve necesario, pues habrá que sitiar también Buenos
Aires y todos los ríos interiores tributarios del Plata de ambas orillas.
¡Claro, no nos vamos a quedar en ‘chiquitas’, como se dice en criollo !)
-
“…En opinión del gobierno de S. M. es
deseable cuidar que el único gran propósito que se tiene en vista, se mantenga
tan distintamente como se pueda, sin enredarle con otras consideraciones, en
cuanto sea posible.
Al
mismo tiempo, si se ofrece una
oportunidad de promover cualquier objetivo importante, si acaso se presenta
colateralmente por sí misma tal oportunidad, por ejemplo ofreciendo la navegación de los ríos, al restaurar la paz
en sus riberas los gobiernos de Corrientes y Entre Ríos, no necesito decirle que será vuestro deber sacar de esto ventaja, con
su mejor habilidad.
Está
Usted, ahora, en posesión de las miras generales del gobierno de S. M., acerca
de los asuntos en que tendrá que actuar.
Pueden
ocurrir incidentes para los cuales estas instrucciones no provean
específicamente; y respecto de las cuales, hallándose Usted tan alejado de la
patria, deberá actuar necesariamente bajo su propia responsabilidad; más el
conocimiento que habrá tenido oportunidad de adquirir personalmente de los
sentimientos de los gobiernos, le capacitarán, sin duda, para cumpir sus
intenciones, bajo cualquier circunstancia que pueda surgir.
Si
Usted encontrase, sin duda —lo que el gobierno de S. M. se inclina a aceptar
como probable— que la ciudad de Montevideo ha caído en manos del general Oribe,
antes de vuestra llegada al Rio de la Plata, la instrucción anterior no podrá
ser aplicada en su mayor parte.
Empero,
mientras Usted pueda recibir directivas adaptadas a las circunstancias que
hayan tenido lugar a raíz de tal evento, Usted recordará que, como establecí
anteriormente el principal objeto que tiene en vista el gobierno de S. M, es la preservación de la independencia del Uruguay;
y que, en consecuencia, una tentativa
del general Oribe o de cualquier otro individuo u partido para sostenerse en el
poder con la presencia de las tropas de Buenos Aires en Montevideo, como sería
una flagrante violación de tal independencia, pueden forzar al gobierno de S.
M., si esto persiste, a la necesidad de una interferencia activa.
Solo me
queda añadir que será uno de vuestros más importantes deberes mantener un
entendimiento cordial, en todos los puntos, con el ministro francés en Buenos
Aires, y contribuir con todos los medios a vuestro alcance en promover
idénticos sentimientos entre los oficiales navales de ambos países. Soy, etc.
[Public Record Office. F.O. 6/102.] (Fdo.) ABERDEEN”
En este último párrafo debe el inglés
y francés intentar que el único objetivo parezca la ‘independencia’ de
Montevideo (claro, no vaya a darse cuenta uno que el motivo es otro).
Por eso, si se da la oportunidad de promover la navegación libre de los ríos
interiores, pues adelante!. Ya que en principio, ese sería el segundo punto y
objetivo final de los Imperios pero si se da la oportunidad de hacerlo antes;
mejor. Hay que ‘sacar de esto ventaja’ con
habilidad.
Ahora bien, advierte nuevamente
Aberdeen que si cuando se está organizando todo resulta que existen movimientos
de Oribe para tomar Montevideo o si ya la ha tomado él o cualquier otro, en ese
caso ello podría “forzar al gobierno de
S. M., si esto persiste, a la necesidad de una interferencia activa”.
Debemos entender el mensaje: llegado
ese caso la ‘interferencia activa’
sería forzosa para Inglaterra, es decir, invadir todo lo que sea necesario para
el logro de sus objetivos finales. O sea, como se enseña, la diplomacia no es
más que la continuación de la guerra pero por otros medios.
Aunque, si la diplomacia falla,
siempre están los viejos métodos de la guerra material para el logro de los
fines buscados.
Hasta aquí la carta de Aberdeen que
muestra las reales intenciones de la injerencia británica y francesa en
nuestras tierras, tan alejadas de sus patrias, confesado todo por ellos mismos.
Pero, Uds. Saben: la garra del león
británico y la altanería francesa – sobre toda ésta última compitiendo con su
socio de turno- no conocen límites.
Además,- y esto es válido para toda
las acciones de los ingleses y franceses en tierras extrañas-, siempre se auto
titulan como ‘mediadores’, como se
dijo arriba, cuando nadie les adjudicó tales títulos (se requieren por lo menos
dos partes que voluntariamente buscan una mediación o la aceptan y un temario
en común a tratar).
Por el contrario, demostraron en los
hechos cuyas documentaciones lo avalan, que sus acciones y discursos
altisonantes son lisa y llanamente declaraciones de guerra contra nuestra
Confederación Argentina soslayando, además, lo que originó todo este entuerto:
el golpe de estado de Rivera en Octubre de 1838 contra el gobierno
legítimamente constituido de Oribe, lo cual, como dije, no es ni mencionado en
ningún pasaje de los documentos que a lo largo del tiempo y hasta el
derrocamiento de Oribe y Rosas se leen en las cartas de los diplomáticos y
militares europeos.
Si hubiera habido una mediación válida
sería aquella que llevare a recuperar la presidencia de la Banda Oriental a
Manuel Oribe. Y si, en tal caso, el pueblo Oriental quisiera reincorporarse a
la Confederación Argentina, sería un tema absolutamente privativo de dicho
pueblo y gobierno sin derecho alguno a opinar ni menos, mezclarse en tales
asuntos, los europeos o brasileños.
Paralelamente a las instrucciones de
Aberdeen a Ouseley, los franceses a través de Guizot le daba órdenes similares al
Barón Deffaudis por carta del 22 de Marzo de 1845 indicando que todos sus movimientos
estarían en sintonía con los otros ocultos y silenciosos interesados en
derrotar a Rosas: los brasileños.
“….En primer lugar V. irá a Rio de Janeiro,
con el fin de informar de su viaje al gobierno del Emperador del Brasil. Porque
en verdad, las comunicaciones del Gabinete brasilero representado por el Sr.
Vizconde de Abrantes, sobre la cuestión del Plata, son las que han decidido a
los Gobiernos de Francia y de Inglaterra, que se ocupaban ya, en las
dificultades de aquella situación, y que estaban resueltos á tomarla en seria
consideración, a adoptar definitivamente la determinación de intervenir en
común”
A parte de la hipocresía los franceses
suman a su perfidia, la mentira cruda. Y el ‘complot’ que no quieren ver los liberales…
Le dicen a su funcionario que deben
hacerle ver a Rosas que debe ceder voluntariamente, además, porque su acción ‘es condenada por todo el mundo’.
La mentira está dada justamente por lo
contrario: todo el planeta aplaudía calurosamente la hidalguía de Rosas y lo
comenzaban a llamar el ‘Gran Americano’ comparándolo con George Washington, tal
como nos acerca Bracht y Barrese:
Andrés Bello, refiriéndose a la
persona de Rosas, expresó: "su
conducta en la gran cuestión americana le coloca, a mi juicio, en uno de los
lugares más distinguidos entre los grandes hombres de América"
Enumeran los medios que ensalzaban a
Rosas, entre otros, los siguientes: New York Herald, The Morning Courrier, New
York Enquirer, The New York Journal Commerce, The Daily Union, The Advertiser,
de Estados Unidos. El Guaycurú de Bahía, El Diario O Publicador Minheiro, El
Brado de Amazonas, El Centinela de la Monarquía, de Brasil. The Morning
Chronicle, de Inglaterra; Le Courrier du Havre, Gazette de Commerce, Le Journal
des Débats, de Francia; El Tiempo El Diario y El Americano, de Chile, etc.; en
Saldías, A.; Historia ... -Págs. 56, 57, 71, 72 y 73. Lynch, J.; op. cit. - Dad
276.
Los ingleses y franceses en un afán
desesperado de inculcar brío a las acciones de sus marinos en el Plata, no
trepidaban en falsear las noticias de los pueblos de todo el mundo en su apoyo
a la lucha de Rosas.
Continuando con las instrucciones de
Guizot a Deffaudis, el primero le da ellas en forma precisa y detallada, sin
eufemismos:
“Hasta
ahora, Sr. Barón, solo he hablado a V. de los casos en que las partes
beligerantes puedan aceptar voluntariamente la mediación de V.des., aun después
de alguna vacilación. No es, en efecto,
muy probable que ambos resistan las amistosas observaciones que está V.
encargado de hacerles. Sin embargo, si hallase V. una oposición inconquistable,
está V. autorizado para recurrir al empleo de la fuerza. Dirigirá V. al mismo
tiempo á los dos Gobiernos una invitación firmada por el Sr. Ouseley y por V.;
y sí, en cierto término dado, uno de ellos no ha consentido en sujetarse á esa
invitación, dará V. aviso al Sr. Almirante Lainé, Comandante delas fuerzas
navales francesas en el Plata, quien tomará, de concierto con el Comandante de
las fuerzas navales de S.M.B., las medidas que se crean necesarias contra el
beligerante obstinado. Las escuadras combinadas ocuparán los ríos, si es
necesario. y establecerán un bloqueo efectivo en cualquiera de las dos márgenes
del Plata; pero se ordena á los dos Almirantes, que no empleen otros medios que
los marítimos, que se han creído suficientes, y que no hagan otro ningún
desembarco, que la ocupación temporaria de la Isla de Martin García, o cualquiera
otra demostración de la misma clase útil á las operaciones marítimas”.
Puntualmente le indica el uso de la
fuerza en caso de que Rosas no se allane. Ese uso de la fuerza se hará en común
acuerdo con la flota inglesa, ocupando los ríos y bloqueando las costas pero no
desembarcando salvo en la isla Martín García o, siendo necesario, o donde sea
si se considera útil.
Las extensas recomendaciones finalizan
diciéndole a su subordinado que el tema económico –para los europeos- es
primordial, lo que lleva a que el tema o conflicto entre Rosas y Montevideo
tiene relevancia para ellos solo por sus necesidades de abrir le comercio a las
manufacturas.
Además, se deja abierta la posibilidad
de que se les conceda posesión definitiva de territorio: “….Está expresamente convenido entre los dos Gobiernos de Francia y de
Inglaterra que ni el uno ni el otro procurarán obtener, en consecuencia de esta
mediador, concesión ninguna de territorio ni otra ventaja separada”. Esto
significa, que en forma conjunta ambos países, los franceses no lo descartan.
Lo que querían (Ellauri, Varela, etc),
además, era que se lograra la desmembración de nuestro territorio para formarse
un nuevo Estado con la Banda Oriental, Paraguay, Corrientes y Entre Ríos. Esto
último era tan cobarde, tan obsceno que hasta el propio Gral. Paz se opuso.
El 26 de Junio
de 1845 y ante el estancamiento de los hechos, la alianza franco-inglesa
toma nota de la inutilidad de negociar con Rosas. El inglés Ouseley le escribe
a su superior Lord Aberdeen admitiendo la derrota diplomática:
"hay
(...) poca esperanza de obtener nuestra meta con el Gral. Rosas sin recurrir a
la fuerza, y en ese caso, debemos esperar una prolongada y obstinada
resistencia". Ya
se presagiaba San Martin, con su consabida visión que hizo pública en el mundo.
Parece que no lo vieron así en su momento la ‘entente’ franco-inglesa.
Ouseley le escribe nuevamente a
Aberdeen el 19 de Octubre de 1845. Un día antes
del comienzo de las acciones en la Vuelta de Obligado, aunque ya Garibaldi
había desembarcado y tomado la Isla Martín García, manifestando lo que habíamos
dicho:.
"La
paz sólo puede ser restablecida de manera sólida y ventajosa y se podrá tener
fe en la prosperidad de estos países mediante la caída del Gral. Rosas. Si el
gobierno de S.M. decide continuar las medidas coercitivas que la conducta de
Rosas nos ha obligado ya a adoptar, no deberá perderse tiempo alguno en
hacerlas rápidamente decisivas. La manera más efectiva de actuar sería declarar
la guerra al Gral. Rosas" .
Es una constante francesa e inglesa: cuando
no se logra los fines con modos supuestamente civilizados, los anglo-franceses
muestran su peor cara y se sacan las máscaras exponiendo todas sus crudas
intenciones colonizadoras. Esto se logra, no con mediaciones, o intervenciones
sino lisa y llanamente con el derrocamiento de Rosas.
Ya la máscara de la ‘mediación’ no es creíble entonces solo
la guerra podrá ser el medio de obtener, en forma directa, los objetivos de
ocupación del territorio y fragmentación del mismo, puesto que los nativos
sumisos se encuentran fuera del territorio y no pueden operar desde adentro
La entente no era solo
francesa-inglesa-brasileña y Unitaria. Se sumaban los mercenarios como
Garibaldi que a sangre y fuego robaba, mataba y violaba en nuestras costas. Tan
así que hasta los propios ‘socios’ se preocupaban por la ‘imagen’ que estaban
dando, luego del estropicio anárquico que estaba desarrollando en Gualeguaychú
otras localidades el italiano.
En tal sentido dijo con un aire de
preocupación José Luis Bustamante, porteño pero secretario de Fructuoso Rivera
le dice a éste por carta del 2 de Noviembre de 1845:
"Garibaldi dice que no puede
contener la gente que lleva. Esta marcha nos desacreditará mucho". En
el mundo la agresión ya los está desacreditando hace tiempo.
Finalmente se produce la invasión de las flotas inglesas y francesas en el
Rio de la Plata y el rio Paraná, El 20 de Noviembre de
1845 será una fecha imborrable para nuestra patria. Finalmente los
franco-ingleses lograr pasar. Será una victoria pírrica.
Ya ha sucedido las batallas de Vuelta
de Obligado y las que han seguido a lo largo del Paraná en Noviembre de 1845.
Los británicos y franceses se han dado cuenta que no somos ‘empanadas listas para engullir con solo abrir la boca’ como decía
San Martín que mencionamos en uno párrafo anterior. Y ahora tratan de salir del
atolladero de la mejor manera posible.
Nos enteramos que el Brasil había sido
‘invitado’ (sic) a participar en las
batallas de Vuelta de Obligado en 1845, pero que supuestamente ‘ofendidos’ rechazaron la propuesta.
Entendemos que en realidad a los
brasileños el ‘sentirse ofendidos’ les hubiera durado poco si hubiesen estado
preparados, en aquellos tiempos, para atacar a la Confederación Argentina, más
poderosa en esos años.
Ellos sabían inteligentemente, que
debían esperar otra oportunidad con otros socios necesariamente provenientes
del riñón de la Confederación lo cual tendría un doble efecto: por un lado
achicar la cantidad de soldados de la Confederación Argentina desarmando sus
fuerzas; y por el otro, engrandecer sus propias tropas con la incorporación de
éstos. Urquiza sería en el futuro, el elemento que lo facilitaría. Jugada
maestra de la diplomacia brasileña.
Cuando llegó el momento Brasil ‘tomó el lugar de Inglaterra’ en la
batalla sin fin contra la Confederación Argentina, como lo confiesan una vez
más, los ingleses.
El 28 de
Diciembre de 1845 Lord Aberdeen le escribe a Sir Robert Peel diciéndole
que se han metido en un problema del que no saben cómo salir con ‘honor’ y que
la culpa la tienen los funcionarios que no le informaron correctamente de la
situación, diciendo “es hora claro que
sin tropas nada efectivo puede hacerse. Las operaciones navales, solamente,
serán muy tediosas e inciertas infligiendo a la par grave perjuicio a nuestras
mercaderías y al comercio ingles…la cosa esencial, ahora, ello no obstante, es
llevar a este asunto a una terminación lo más rápidamente posible, condigna con
nuestro honor y crédito…”
Nada dice ni parece importarle la
supuesta independencia y libertad de Montevideo; lo único que le importa a
Aberdeen es los negocios y el comercio propio en estas tierras y por tanto,
deben terminar ‘rápidamente’ (sic) con
todo esto con un honor y crédito que –en realidad- los ingleses nunca tuvieron.
Lo que los políticos y funcionarios de
los grandes imperios desconocen es que las naciones nunca los ven como naciones
con ‘honor’ y ‘crédito’, como ellos presuponen.
Parecería que sí, pero el trato que
así lo parece es en realidad producto o consecuencia del temor que inspiran por
su capacidad militar o como consecuencia de venderse quienes gobiernan a dichas
naciones, a sus políticas por dinero.
Debemos insistir que, en lo tocante al
tema de este trabajo; esto es, la injerencia británica, francesa e inglesa en
nuestra política interna, nos atenemos casi en totalidad a documentación
emanada de los protagonistas imperiales, no vaya a ser que si ponemos algún
documento en primera persona emanado de funcionarios y militares patriotas de
nuestra Confederación se nos acuse de que los mismos son inválidos como
probanzas por ser parciales y tendenciosos.
Ya desde la década de 1840 Urquiza
venía pergeñando lentamente su traición. Como nos hace saber el historiador
Diego Luis Molinari, " El Imperio
esclavista no vaciló en suministrar oro, armas y soldados esclavos, para que el
Paraguay, Corrientes, Entre Ríos y el gobierno de Montevideo entrasen en la
coalición…Las generaciones argentinas se pasmarán frente al conocimiento de la
documentación irrefragable que demuestra cómo, en 1846, se quiso destruir la
unidad territorial de nuestra patria, constituyendo estados minúsculos y
serviles. Urquiza no era extraño a esta combinación, porque era uno de los
elementos principales de la misma. El gabinete imperial pudo, en consecuencia,
orientarse sobre la base de la posibilidad de una alianza entre el Paraguay,
Corrientes, Entre Ríos y los hombres de Montevideo”.
Por supuesto, los ingleses sabían
plenamente que se iba organizando la traición –a fuego lento- de Urquiza y
Garzón.
Se produce un acelerado intercambio
epistolar entre los militares y diplomáticos franceses e inglesas que se vio
reflejado en las columnas del diario ‘The
Times’.
Aquí algunos párrafos en los que se
ensalzan las acciones bélicas en pos de la ‘Libertad’ y el ‘Comercio’ abriendo
a la fuerza los ríos interiores de nuestra nación a los buques repletos de
mercaderías manufacturadas.
Dice ‘The Times’ el 21 de Enero de 1846:
“Los inmensos beneficios que resulten del
comercio serían por sí solos suficiente compensación por la continuada
ocupación de territorio montevideano por las tropas de Rosas; y se hacía cada
día más evidente que los métodos tan eficazmente usados por los ministros de
Inglaterra Francia, apelando a las necesidades
comerciales de las poblaciones nativas de estos ricos países, serían mucho
más efectivos que las armas, y en cierta forma más consistentes con el progreso
de la civilización, en lograr el derrocamiento del sistema anti-comercial del
General Rosas”.
Es otra muestra más de cómo las
potencias imperiales, con apoyo del Unitarismo de ambos lados del Rio de la
Plata, se entregaban al saqueo y muerte en nuestras costas, mientras, en la
isla Martin García los buques comerciales se aprestaban a introducirse en
nuestras aguas con sus manufacturas a fin de destruir –‘dumping’ mediante- nuestras incipientes industrias. Los buques
militares abrían el camino a la ‘felicidad’, a la ‘paz’, al ‘progreso’ que
traían con forma de mercancías los buques comerciales franco-ingleses.
La falsía está en que los ingleses
mencionaban “Los inmensos beneficios que resulten del comercio las necesidades
comerciales de las poblaciones nativas”.
En realidad, la mentira oscura es que se estaban refiriendo,
hipócritamente, a SUS propias necesidades comerciales de sacarse de encima
cuanto antes el exceso de manufacturas que no podían colocar en el continente
europeo a través de sus testaferros americanos siempre dispuestos a hambrear su
paisanos por unos ‘denarios’.
Pero para comienzo
del año 1846 la cuestión se estaba poniendo espesa para los ingleses y
franceses. No fue un paseo como pensaban ellos. Los comerciantes ingleses en
Buenos Aires se quejaban de que las acciones bélicas y el bloqueo los estaban
perjudicando.
Ante ello el Vizconde Palmerston
–oposición en la Cámara de los Lores inglesa- lo interpela el 23 de Marzo de 1846 al primer ministro Robert Peels y
le pregunta, y se pregunta:
"Todos sabemos que el comercio inglés ha sufrido considerable-mente con
motivo de las medidas adoptadas por el gobierno inglés para poner término a la
guerra entre Buenos Aires y Montevideo. El lenguaje del gobierno cuando se le
ha interrogado sobre estos negocios ha sido de paz; pero los actos de nuestras
autoridades en aquellos puntos han sido ciertamente actos de guerra. En primer
lugar un bloqueo; en segundo lugar desembarcaron fuer-zas inglesas en
territorio argentino y asaltaron baterías; hubo después captura de buques de
guerra argentinos, y un aviso para la venta de esos buques como tomados en una
guerra. Quiero saber, pues, si estamos actualmente en guerra o no estamos con
Buenos Aires. Si estamos en guerra con Buenos Aires, este hecho no se ha comunicado.
Si estamos en paz con Buenos Aíres ¿cómo pueden conciliarse esas medidas de
guerra? ¿Las ha aprobado Su Majestad?"
Ante ello Peel contesta con evasivas o
términos poco claros: dice que no están en guerra pero a la vez promete que se
va a restablecer la paz, lo que es una contradicción en sus propios términos.
Igualmente los ingleses y franceses
empiezan a ‘abrir el paraguas’: sus intervenciones en el Plata son obvias pero
ellos aducen que todo se comenzó a gestar por ‘culpa’ del Brasil:
El día 15 de
enero de 1846 Guizot dijo en la Cámara de los Pares francesa: "Algunos sienten que la iniciativa en
esta cuestión hubiera sido tomada por el gobierno inglés. Para hablar con
propiedad, nadie tomó la iniciativa sino el Brasil. El fue quien volvió a
agitar la cuestión en Europa”.
El 23 de Marzo de
1846, Roberto Peel repetía en la Cámara de los Lores de Inglaterra: «En
1844 el gobierno brasileño pidió un esfuerzo de parte de Francia y de la
Inglaterra para intervenir.»
Esto fue publicado en detalle por la Gaceta
Mercantíl años después (el 20-12-50), para demostrar el contubernio e injerencias
de Brasil, Francia e Inglaterra en los asuntos y políticas del Plata.
El reemplazo de Palmerston por
Aberdeen llevó al endurecimiento de la política exterior británica. En 1846 consignaba Aberdeen:
"Después
de derramar mucha sangre, le hemos dado al General Rosas justos motivos de
quejas contra nosotros".
Aberdeen ordena a Ouseley retirar los
barcos del bloqueo en el Plata y el Paraná, diciendo al gobierno de Buenos
Aires, insólitamente, que ellos nunca ordenaron el bloqueo y que Ouseley no
siguió órdenes del gobierno de su Majestad.
Esto no es así. Falso de toda
falsedad.
Entendamos el comportamiento usual de
los ingleses: cuando atacan a una nación extranjera si triunfan, todo se
cumplió según las órdenes dadas. Si el ataque fracasa pues bien, el gobierno
inglés pide las disculpas del caso y dice que el gobierno inglés no ordenó
ataque o bloqueo alguno y lo que sucedió es que se hizo por propia iniciativa
de los militares bloqueadores o atacantes a los cuales no se les dio dichas
órdenes. Es el modo habitual de operar de los imperios queriendo quedar siempre
bien parados.
Claramente lo resumen Bracht y
Barrese: “La duplicidad, no exenta de
contradicción, se observa también en Ia conducta de Aberdeen y Guizot en lo
referente a sus comisionados Ouseley y Deffaudis. En las instrucciones a estos,
los designan mediadores, dándoles su aprobación para el use de la fuerza y así
forzar Ia libre navegación,' ocupando militarmente puntos estratégicos,
ayudando a sostener al gobierno de Monte-video (comprometido a una lucha con un
país soberano), para luego, at ver que Ia política de choque hacia Rosas no
lograba exitosos efectos, reprimir y desautorizar en 1846 a los comisiona-dos
por haber puesto en práctica lo que ellos mismos aprobaron”.
Como ya dijimos, no hubo tal ‘mediación’ pues ésta requiere la libre
voluntad de acceder a la misma y los puntos a tratar dependen de las partes y
no del mediador que eventualmente puede sugerirlos pero no son condicionantes.
Fue una lisa y llana intervención política, primero y luego, armada.
Este trabajo nuestro, como venimos desarrollando,
se basa en las propias confesiones reservadas y documentadas de los
protagonistas de aquellos imperios que se entrometían militar, política y
comercialmente en nuestra nación, violando nuestra soberanía y nuestro poder de
decisión sobre nuestra vida.
En este caso, lo relativo a las
defecciones de los rioplatenses, como Urquiza, Garzón y otros, fueron por las
subvencionadas del Imperio del Brasil.
Vayan aquí algunos documentos que lo
prueban, a pesar de que los liberales pseudo-periodistas consideran ello una
falsedad y una chicana política del Revisionismo histórico:
“No
había en Urquiza la pasta de un hombre de Estado; no pasaba de un
condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos.
Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser inmensamente
rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil resolvió servirse de él;
el general Osorio le conocía el lado flaco” (Joao Pandiá Calógeras. “Formaçao
histórica do Brasil” . JMR TVII.p117)
Honorio Hermeto Carneiro Leao, jefe
del partido gobernante brasileño, refiriéndose a Urquiza: "¡Si, los millones con que hemos tenido que comprarlo para
derrocar a Rosas! Todavía después de entrar en Buenos Aires quería que le diese
cien mil duros mensuales" (Oído por Domingo F. Sarmiento al
brasileño-Carta de Yungay).
Pero, dice Hernán Brienza “lo cierto es que Benito Chain, hombre de
confianza del entrerriano, ya había sondeado —según escribió Chevalier de Saint
Robert, Secretario de Antoine Deffaudis, diplomático francés en Sudamérica, en
su libro ‘El general Rosas y la cuestión del Plata’— a los embajadores de las
potencias- sobre si éstas iban a jugar a fondo contra el líder de la
Confederación. De ser cierta esta versión, lejos estaría Urquiza de ser un
inocente idealista sino, por el contrario, un especulador nato, un tiempista,
un hombre que está esperando el momento de convertirse en el sucesor de Rosas”
Manuel Herrera y Obes, ministro de
Relaciones Exteriores de Montevideo, asociado con los unitarios
argentinos, escribirá el 29 de febrero de 1848 a Andrés Lamas, representante del
Unitarismo Oriental en el Brasil,: “Si V.
calcula que el Imperio se prestará a la planificación de nuestros proyectos,
recomiendo a V. mucho la insistencia en que el Paraná sea el límite de la
República Argentina, y que, para obtenerlo, asuma el Brasil la iniciativa del
pensamiento en los próximos arreglos. Urquiza, téngalo usted por cierto, acepta
desde luego la proposición. Este arreglo era la base del convenio de Alcaraz.
Yo se lo garanto a usted. Desgraciadamente la conducta de los interventores
infundió creencias en Urquiza que trajeron discordia entre él y los Madariaga”.
Habiendo acordado Francia e Inglaterra
la paz con Rosas y la Confederación Argentina, los Unitarios resentidos ante el
acuerdo que sellaba para siempre la soberanía en nuestra patria y ante la
mirada del mundo que se deshacía en loas al ‘Gran Americano’, miraban aquellos
buscando la ayuda del Brasil ante la inminente caída de Montevideo por parte de
las fuerzas del presidente legítimo don Manuel Oribe, y la segura
reincorporación del Paraguay al seno de la Confederación, que era cuestión de
tiempo. Esto hizo que el Brasil no perdiera tiempo.
Así lo deja ver el escritor brasileño
Pedro Calmon en su ‘Historia de la
Civilización Brasileña’ (Publicación del Ministerio de Justicia e
Instrucción Pública - Buenos Aires, 1937), dando una idea de la magnitud de la personalidad
internacional del dictador con estas enfáticas palabras: "Por el error extranjero, Rosas se había convertido en el mayor
criollo americano. Hacia él toda la
América del Sur volvía la mirada conmovida. Si necesitaran una espada pan
combatir al intruso, le convocarían a él, al caballero de la pampa. La estatura
titánica del dictador proyectaba una externsa sombra en el continente: tras los
riavíos del bloqueo tremolaba en el aire su poncho punzó".
Téngase presente que no era un ‘rosista’ o un Federal fanatizado quien
hablaba así de Rosas.
Es de suponer la tirria, la
animadversión y odio que esto generaba en los Unitarios perjuros que con las
palabras ciertas del historiador brasileño, se les refregaba en la cara, se
ponía en evidencia, tácitamente, sus traiciones vergonzosas a la patria, que no
podían ocultar tras sus trajes de levita y sus solemnes declaraciones huérfanas
de sentido, los mal llamados ‘civilizados’.
Además, por el lado de los ingleses, Robert
Gore, a la sazón encargado de negocios ante el gobierno de Montevideo, comenta
los planes de aquellos, por nota de Mayo de 1848, donde tambien, se toma el atrevimiento de
sugerir (si esto no es injerencia, no sé qué pueda serlo) quienes iban a ser
gobernadores de la Banda Oriental cuando cayesen Oribe y Rosas.
Queda explicitado la confabulación, (‘El Plan’ -dixit) entre los ingleses
(Gore, Howden), los hombres de Montevideo (Herrera), Garzón y Urquiza y los
brasileños. No decimos ‘complot’ en lugar de ‘plan’ porque para los liberales como Perochena, no existió y está
solo en el imaginario Revisionista.
“En una
conversación que tuve con el señor Herrera el 25 de mayo [1848] me manifestó un
proyecto que él y muchos otros tenían en vista y al que ya habían dado comienzo
de ejecución.
“El
plan consiste en que Urquiza, General en Jefe de la Federación Entre-Riana, que
tenía bajo sus órdenes 18.000 hombres, totalmente adictos, ya se hallaba lista
cuando llegase el momento, para librar a la República Oriental de la dominación
argentina; lo secundará Garzón, oriental, enemigo de Oribe por estar éste en
conexión con Rosas.
“Garzón
es un buen soldado, de considerable talento, y que un despacho de Lord Howden
anterior describe como persona querida por todos los partidos. Este sería
elegido presidente inmediatamente.
“Los
brasileros, se dice, están dispuestos a asistir desde Río Grande; y si Urquiza
y los brasileros pasan al territorio oriental desde el N. E. y simultáneamente
se produce un levantamiento general de los orientales, que están disgustados
por la actitud de Oribe al retirar su palabra a los comisionados cuando sus
términos eran mucho mejores de lo que podían esperarse, existiría probabilidad
para expulsar a los argentinos que le asisten en número de cerca de 6.000,
rechazándolos hasta la Provincia de Buenos Aires.
“Los
efectos morales de este acontecimiento quebrarían el poderío y sería el final
del gobierno de Rosas.
“Consideraría
este plan como utópico, si acaso este tema no hubiese sido ex-puesto por el
comodoro español Quesada, que es enemigo de Herrera, y cuyos habituales buenos
informes me habilitan para prestar algún crédito a lo que me dice.
“Hay
varias personalidades respetables del partido de Oribe, desde que éste no
cumplió con su promesa a los comisionados, que están muy disgustados con él:
Berro, el ministro del interior, Giró, Acevedo, Antúnez, Pace ; los dos
primeros son candidatos a la presidencia. Estoy informado que Berro está
dispuesto a abandonar a Oribe en la primera oportunidad”. [Public Record
Office. F.O., Montevideo (papeles sueltos), 118/63.]”
Esta confabulación ya de carácter
internacional contra nuestra patria queda más evidenciada el 29 de mayo de 1848 cuando en las Cámaras del Janeiro
–y en forma pública sin sonrojarse- dice Fernández Chavez, comentando la
posibilidad que Rio Grande do Sul se incorpore voluntariamente a la
Confederación Argentina:
“No
es la Inglaterra quien puede hacer mal a la República Argentina simplemente con
sus escuadras; es el Brasil con su ejército de tierra, es el Brasil con la
alianza del Paraguay, alianza que él debe fomentar por todos los medios no
consintiendo jamás que ese Estado [Rio Grande do Sul] forme parte de la Confederación Argentina….
quien puede hacer más mal a Rosas es el
Brasil con los elementos de discordia que puede sembrar en el seno de la
República Argentina...; es preciso que esto sea conocido por el país, y que el
gobierno y la nación no retrocedan ante sus deberes...»
El medio es el que se vislumbraba en
el sentido de sembrar la discordia en la Confederación y aprovechar de dicha
situación para tentar al siempre oblicuo de Urquiza que ya desde 1846 se lo
tenía en la mira desde el Imperio para atraerlo, dinero mediante, a su interés
en derrocar a Rosas y a Oribe, incorporando a la Banda Oriental a su territorio
y desmembrando a la Confederación obteniendo la libertad de navegación de los
ríos tributarios del Plata. No estaban errados los brasileños en sus proyectos.
La injerencia del Brasil pasaba de ser solapada a abierta.
En el mismo sentido en Junio del mismo año (1848) el legislador Jobim dice
abiertamente que “No entiendo que el
Brasil no puede, sin mengua de su dignidad, sin compromiso de los intereses
nacionales, dejar de tomar una parte muy activa en el negocio del Río de la
Plata. No seré de parecer que vayamos a declarar la guerra a Buenos Aires; pero
así como existen fuerzas del Señor Dictador, Restaurador de las Leyes, Rosas,
en el Estado Oriental, nosotros para.defender los intereses de los brasileños
tenemos igual derecho a hacer entrar en el Estado Oriental una fuerza, si no
igual, al menos capaz de garantizar esos intereses».
Desembozadamente confiesa los
intereses del Brasil en los asuntos del Plata, los negocios y la fuerza a
utilizar en la Banda Oriental para proteger dichos intereses.
¿Qué intereses puede tener el Brasil,
sin que ello no implique inmiscuirse expansivamente, en un territorio que de
por sí le era hostil, y con intención de sus habitantes demostrado en varias
ocasiones a lo largo del tiempo de querer pertenecer por naturaleza, cultura e
idioma a los herederos del Virreinato español en el sur siendo una misma
comunidad, una unión de destino en lo universal?
Ese ‘Talón de Aquiles’, ese traidor
del riñón de la Confederación era Urquiza. Los brasileños se refregaban las
manos. Era cuestión de esperar –y llenarle los bolsillos don Justo José.
Al mismo tiempo queda evidenciada la
injerencia masónica en ciertos oficiales y jefes militares brasileños que
estorbaban las intenciones de acuerdo entre el Imperio y la Confederación.
Asi lo hace saber Guido en carta al
Vizconde de Olinda el 19 de Octubre de 1848:
“En la
primera conferencia con el Sr. vizconde de Olinda le indique, entre otras
causas que entorpecían la ejecución de la voluntad del gobierno, las logias
masónicas en diferentes puntos de Rio Grande, a las que perteneciendo algunos
jefes y oficiales de ejército imperial, se habían afiliado varios de los
emigrados más notables. Le notar a S. E. que esa fraternidad secreta oponía las
principales trabas contra toda medida administrativa o militar, y da lugar a
las excursiones sanguinarias denunciadas durante tanto tiempo por la legación
argentina... S. E. me aseguro se dictarían órdenes más perentorias para poner
término a este estado de cosas, y anoche en una visita que me hizo el Sr.
Ministro volvió a asegurarme que escribirá terminantemente sobre esto al Sr.
General Andreas”.
No sabemos a ciencia cierta cuán
convencido estaba Guido de que el Vizconde de Olinda iba a hacer los oficios
necesarios para que los invasores y ladrones brasileños de ganado y tierras en
el norte de la Banda Oriental dejaran de hacer sus excusiones allí. O si no era
más que un mensaje por elevación hacia el Imperio de que la Confederación
estaba al tanto de todo ello hecho por los militares masones.
Lo que sí fue comprobable que las
incursiones de los brasileños masones estaban coordinadas con militares
argentinos que estaban exiliados –entre ellos los hermanos Madariaga, el Gral.
Deheza, el Cnel. Chenaut, el Cnel. Manuel Hornos, (todos reclutados por el líder
de los cuatreros el Barón Jacuhy, contrabandista y masón él también), y que vivían
en la frontera de la Banda Oriental permitiendo estas excursiones sanguinarias
de los cuatreros riograndenses.
Desde Brasil, como correa de
transmisión de los intereses brasileños entre ese gobierno y los intrusos de
Montevideo, estaban Andrés Lamas como representante del Gobierno de la Defensa
(Montevideo) en Río de Janeiro, y en Montevideo Manuel Herrera y Obes Ministro
de Relación Exteriores del Gobierno de la Defensa. Montevideo en esa época era
una babel de extranjeros que tenían tomada la ciudad con el apoyo militar y
financiero del Brasil y Francia, más mercenarios y piratas venido de todas
partes del mundo.
Por ello en Enero
de 1849, recién comenzado el año, el diario de Thiers Le
Constitutionelle – que no se resignaba al acuerdo de Francia con la
Confederación Argentina, decía: “El
Ministro de Brasil en París (Amaral) acaba de enviar una nota relativa a los
negocios del Plata... El gobierno brasileño declara su intención de rechazar
las agresiones del dictador de Buenos Aires... Reclama la asistencia de
Francia, y ofrece combinar su ataque con el nuestro. Se desea vivamente que el
gobierno de la República aproveche esta ocasión para concluir por un acto de
energia con Rosas.»
Ni Thiers, ni el Gobierno de la
Defensa ni el Brasil se resignaban y volvían a impulsar una y otra vez la pelea
contra nuestra nación inmiscuyéndose en nuestros asuntos.
El 22 de Junio de 1949 Herrera le escribe a
José Longinos Ellauri, a la sazón representante diplomático den Europa del
Gobierno títere de la Defensa en cuya carta expresa la miseria de su pensamiento
y la entrega de su patria a manos brasileñas:
Herrera desde Montevideo le
escribe a Ellauri anunciándole la buena nueva de la prórroga del subsidio [francés]:
“… No dudes que Urquíza está al acecho de
la ocasión... Todo, en fin, está preparado: el Brasil no espera sino que se le
invite. No se espera sino que la Francia obre, y sin más que moverse verá
consumarse un espléndido triunfo, lleno de gloría y provecho.»
Puede verse la injerencia
del Brasil, el pedido explícito y confeso del Gobierno de la Defensa de
Montevideo, simple peón de los intereses brasileños que utilizan a estos parias
de patria que no trepidan en traicionarla enajenando no solo el honor de su
tierra sino entregando parte de ella a la codicia expansiva brasileña a cambio
de dinero, armamento y dinero para sus propios bolsillos.
Estos que hoy día son
considerados próceres, prohombres según la ‘Historia Oficlal’ del actual Uruguay,
no eran más que mediocres y sobornados empleados de los Imperios que corrían
desesperados por dinero que les arrojaban en la cara humillándolos, a cambio de
la entrega absoluta de su patria.
Y como bien dice la carta, ‘Urquiza está al acecho de la ocasión’.
Entre fenicios se entienden y la moneda de pago es la independencia política,
económica y territorial de la Banda Oriental y –si se podía- también de la
Mesopotamia.
La postura de Urquiza la hace saber el
Encargado de Negocios británico en Montevideo, Robert Gore a Lord Palmerston
por carta privada el 22 de Mayo de 1850:
“Me ha
sido comunicado confidencialmente que Pimienta Bueno el nuevo presidente de tal
Provincia de Río Grande, dispone de treinta mil libras esterlinas suministradas
por el gobierno imperial a fin de sobornar a Urquiza, gobernador de Entre Ríos,
para que se una al plan de derrocamiento del general Rosas, y que si esta suma
no es considerada suficiente, el gobierno brasilero está dispuesto a adelantar
el doble de la misma, si es necesario…”
Soborno, dinero a raudales, sumas
interminables que drenaban de las manos
de los banqueros del Imperio a las manos del codicioso y ‘Judas’ de Urquiza.
Nótese la injerencia reconocida del
Gobierno del Brasil en nuestros asuntos internos, sin eufemismos, sin disimulo.
Y –algo importante- queda manifiestamente
establecido que no será una guerra civil en el seno de Confederación
sino una guerra de una potencia extranjera (‘que Urquiza se una al plan’ [el plan brasileño]) contra nuestra
nación, intentando que Urquiza se ‘una’
a dicha operación organizada y dirigida por el Imperio.
Recordemos que primeramente los
brasileños se conformaban con que Urquiza se declarara neutral ante el ataque
brasileño contra Oribe y Rosas, pero luego Urquiza fue por más y aceptó actuar
militarmente y dio más de lo que los brasileños esperaban. El dinero era mucho,
parece….
Lamas en una nota reservadísima del 23 de julio de 1850 a su gobierno, le dice sin
eufemismos: "Metidos en esta vereda
(de provocaciones), la política actual será más firme. Siendo más firme, las
cuestiones con Rosas se agriarán, y créalo usted habrá interés en agriarlas
para justificar la responsabilidad (de la guerra). Créalo usted, (estas
provocaciones) han, de provocar la ruptura, pero de manera que aparezca de
parte de Rosas la agresión"
Dice Mariano García: “La cooptación de Justo José de Urquiza fue
gestada por Benito Chaín y Antonio Cuyás y Sampère. El uruguayo Chaín, era
esposo de Narcisa Pacheco y Obes, hermana de Melchor. A su vez Chaín era amigo
de juventud del gobernador Urquiza. Él actuó como nexo siendo agente
confidencial del canciller Manuel Herrera y Obes. El otro agente intermediario
fue Cuyás y Sampère, el contacto que tuvo el gobernador entrerriano con Silva
Pontes, agente imperial en Montevideo”.
El Imperio brasileño no escatimaba
dinero para comprar lealtades. Cuando por los acuerdos con Francia estos
dejaron de subvencionar a los Unitarios de Montevideo, los brasileños
comenzaron a hacerlo, de tal forma el 7 de Agosto de 1850 Ireneo Evangelista de Sousa le
informa a ese otro gran traidor ‘brasileñista’ que fue Andres Lamas, a la sazón
representante de Montevideo en Rio de Janeiro, lo siguiente:
“Habiendo
suspendido el gobernó francés el pago de una parte del empréstito mensual con que auxilia al gobierno del Estado
Oriental del Uruguay, en la defensa de la noble causa que esta sustenta contra
la Confederación Argentina”, proponía mediante un empréstito, en
condiciones razonables, cubrir el déficit y se obligaba a entregar a Lamas, en
Rio de Janeiro, la cantidad de 12.000 pesos fuertes mensuales.
Vemos que el Brasil no paraba en
mientes entregando dinero a manos llenas y a todos los que aceptaban su
soborno, pero –y hay que remarcarlo- el dinero no era un ‘regalo’; era un
préstamo y ese préstamo había que devolverlo en algún momento cuando los
Unitarios de la Banda Oriental tomaran el poder, sea con dinero del Estado o
sea con tierras públicas. Dejo al lector que saque las conclusiones sobre esta
bochornosa nueva entrega del Unitarismo vergonzoso, en este caso, Oriental,
conjuntamente con los mercenarios contratados..
Otra confesión de los ingleses
respecto a la existencia de esos mercenarios en la Banda Oriental a lo largo de
los años, en especial Giuseppe Garibaldi, donde desde San José el día 9 de Diciembre de 1850 Sir William Gore Ouseley le
dice a Lord Russel que “Mientras me
desempeñé como ministro especial en Montevideo, estuve en comunicación por
cerca de dos años con este hombre ‘notable’ (sic)…. Para hacerla eficiente fue menester suplir a Garibaldi con armas,
municiones, artículos navales, o los medios para procurárselos. La obligación
de proveer a las necesidades de la flotilla de Montevideo recaía sobre el
comandante en jefe francés y en mí…Además, el pago mensual a Garibaldi. —mitad
del cual, por nuestro convenio, era pagado por el gobierno francés-, y la
supervisión de sus gastos, era de mi incumbencia.”
En Marzo de
1851 las cosas se van desenvolviendo cada vez más rápido.
En una carta que le escribe Manuel
Herrera y Obes a Andrés Lamas el 12 de Marzo de dicho
año en momentos que tanto los brasileños como los Orientales ‘Colorados’
intentaban seducir a Urquiza para atraerlo a sus filas, dice: “El hombre está decidido a unirse con
nosotros pero no quiere ni conviene que eso aparezca como una traición... por consiguiente exige aquello (el previo
aviso de Brasil) y que se lo coloque en una posición honrosa, buscándolo con la
proposición de lo que el Brasil quiere obtener y se propone hacer. En ella dice que se apoyará para dirigirse a
Rosas en términos que no le dejarán elección sino entre perecer o ceder”.
El dinero de las Banca brasileña
(Buschenthal, Rothschild, Mauá) corría a en abundancia para comprar las almas
(y las espadas) de Urquiza y sus ad-láteres.
Urquiza tardó en pronunciarse porque
necesitaba la segura protección del Brasil según carta de Paulino Soares de
Souza a Pontes el 13 de Mayo de 1851. Como buen
comerciante sabía que necesitaba un ‘seguro’ para tales operaciones, (Extraído
de ‘Vida do Visconde de UruguaI’-
Paulino José Soares de Souza- 1944- Cómpanhia Editora Nacional- Sao Paulo, -
Rio dé Janeiro).
El 16 de Mayo
de 1851 Pontes envía al gobierno de su país el proyecto del acuerdo
entre el Imperio, la Provincia de Entre Ríos y los Unitarios de Montevideo.
Todo queda atado y sellado.
En dicha misiva Pontes dice: “Parece que fueron atendidas las bases
indicadas por V.E.: rompimiento completo entre el gobernador Urquiza y el
general Rosas, expulsión de Oribe y de las tropas argentinas fuera del
territorio de la Republica y candidatura del General Garzón”. Garzón, el
otro traidor.
Adolfo D. Loss, historiador ilustra la
actividad de los mercenarios de origen alemán que estaban en suelo brasileño y
que acompañaban, una vez más, el expansionismo del Imperio.
“Los mercenarios alemanes integran el ejército
comandado por el Conde Caxias como artilleros, zapadores e infantes, que
invadiría más tarde la Banda Oriental. Producida la invasión, parte de la
Legión permaneció con Caxias en Colonia, y el resto se sumó a los 4.000
brasileños en los batallones 5º, 6º, 7º, 8º y 13º que al mando de Marqués de
Souza vengarían en Monte Caseros la derrota de Ituzaingó.
Si bien en forma presencial en el
alzamiento de Urquiza participaron los soldados y oficiales Correntinos,
entrerrianos, los Orientales de la Comisión Argentina y el Brasil, los ingleses
no estaban ajenos entre bambalinas a todo ello.
Bien lo explica el historiador
Molinari cuando demuestra documentalmente que el plan aliado era conocido por
el diplomático Gore cuando el 2 de Julio de 1851 llegaron a Montevideo desde Gualeguaychú (Entre Ríos) el Almirante Grenfell, otro
mercenario marino inglés al servicio del Brasil, y el Ministro de Relaciones
Exteriores de Montevideo (única zona de la Banda Oriental ocupada por el
Unitarismo fuerza de armas, extranjeros y dinero) y le dicen a Gore:
"había
asistido a varias reuniones en Gualeguaychú, en que estuvieron presentes los
generales Urquiza, Garzón y el señor Herrera y Obes, en que se habrían
combinado de la manera más satisfactoria todos los planes relativos a la futura
campaña; que en muy poco tiempo más los generales Urquiza y Garzón cruzarían el
rico Uruguay con el ejército de Entre. Ríos, y que las fuerzas de Corrientes
pasarían a Entre Ríos para proteger esta provincia de las tropas de Rosas, al
mismo tiempo que el general Caxias cruzaría la frontera con el ejército
brasilero, compuesto de diez a doce mil hombre”.
Queda evidenciado aquí que los
ingleses estaban no solo informados de la proximidad de la batalla, sino de
cómo estaban organizados aquellos que se denominaban el ‘Ejercito Grande’, la
cantidad de hombres, etc.
Y allí, los ingleses se enteran que en
las reuniones de Gualeguaychú, con total desenfado, se encuentran el mil veces
traidor Urquiza y Garzón con Herrera y Obes, el Oriental.
Digamos, de paso, que el
eufemísticamente llamado ‘Ejercito Grande’ incluía un rejunte de todo tipo de
mercenarios que solo peleaban por el dinero que como se dijo, corría interminablemente
del lado brasileño. Había republicanos, monárquicos, masones, Unitarios,
Federales traidores, libre pensadores, católicos (como Félix Frías), alemanes,
corsos, genoveses, sardos.
Ahora bien, los brasileños siguen con
sus maquinaciones atando en sus compromisos a Urquiza.
Es que el Brasil no se confiaba en
Urquiza puesto que si este traicionaba a Rosas bien podía traicionarlos a
ellos; después de todo sabían que lo que movía a Urquiza era el dinero -al que
insistentemente pedía al Brasil- y, de tal modo, nunca se sabía que podía
llegar a hacer. Lo dice puntualmente Caixas a Souza e Mello, Ministro de Guerra
del Brasil al cual informa el 20 de Octubre de 1851:
“Urquiza
es muy desconfiado y orgulloso, cualquier negativa de nuestra parte lo
irritaría considerablemente siendo él, como Ud. sabe alguien a quien le falta
poco para mudar de opinión de la noche a la mañana. Hallándose hoy con un
ejército fuerte con los refuerzos que recibe de las tropas argentinas que se
encontraron al mando de Oribe, no le sería muy difícil arreglarse con Rosas
mediante alguna concesión que éste le hiciese, y volverse contra nosotros”.
Urquiza esperó que Rosas le diese
carta blanca para sus negocios particulares, como el contrabando, contrariando
los intereses nacionales y como esa ‘concesión’ nunca llegó, Urquiza optó por
el dinero ‘sucio’ del Brasil.
Contemporáneamente el 24 de Octubre de 1851 Honorio va desde Rio de Janeiro
a Montevideo con instrucciones precisas para seguir sometiendo a la Banda
Oriental a sus designios expansionistas.
La injerencia imperial iba hasta
considerar la creación de un Estado de la Mesopotamia con los Estados de
Paraguay, Entre Ríos, Corrientes, Misiones ( o lo que quedaba de ella pues la
mayor parte se incorporaría de ‘Iure’ al Brasil que ya las poseía de ‘Iuris’
desde hacía años usurpando territorio español). Claro, siempre y cuando
tuvieran la venia de Gran Bretaña..
Esas instrucciones extensas y
reservadas que luego se hicieron públicas, decían en algunos de sus párrafos:
“Entenderse
con el general Urquiza, saber cuáles son sus planes y vistas a fin de prestarle
correspondiente cooperación para llevar adelante el movimiento que empezamos
contra el gobernador de Buenos Aires. »Observar mucho a Urquiza, procurar
descubrir sus planes secretos cuando los tuviera, y obtener de él garantías antes de que se haga independiente de
nuestra cooperación y auxilio. ….. Hará ver al gobierno Oriental la
conveniencia de proceder a la elección de un nuevo presidente, favoreciendo en
todo cuanto le fuera posible la candidatura del general Garzón. Empleará todos
los medios a su alcance para llevar al presidente del Uruguay a entrar en
nuestros propósitos, y acceder por tratados al sistema que adoptamos. Cooperar
con Urquiza en su movimiento sobre Santa Fe. V. E. comprenderá perfectamente
que, aun cuando cooperemos con Urquiza
en esa tarea, no debe hacerse eso en nuestro nombre y como por nuestra cuenta. Porque eso despertaría los celos y las
susceptibilidades de la raza española. Porque nos complicaría con Inglaterra.
Por eso conviene reducir nuestra cooperación a la simple prestación de cierto
número de hombres y material de guerra y evitar,
o por lo menos reducir, cuanto fuera posible, el auxilio y empleo de fuerzas
marítimas en las cuales aparece solamente nuestra bandera, que mucho nos podría
embarazar y complicar con el gobierno británico. La alianza con el Estado
Oriental y con el Paraguay establecería un equilibrio necesario, sirviendo de
contrapeso para el caso en que el general Urquiza alcanzara el poder de Rosas y
manifestara vistas ambiciosas”.
Las instrucciones son muy claras:
evitar quedar como ariete en la guerra contra la Confederación Argentina
apareciendo simplemente como ‘colaboradores’ de Urquiza, no vaya a ser que su
‘patrón’ el Imperio mayor, Inglaterra, se enojase o interpusiera objeciones al
ataque que de tal modo aparecería como una guerra internacional y no, como
quería que apareciera Brasil, una lucha civil.
Además, si Urquiza tomara el poder que
dejase vacante Rosas, entonces el Brasil apuntaría sus presiones para formar
una alianza con el Estado Oriental y el Paraguay….algo sería algo para el
Imperio.
Es como se dijo arriba, la
proliferación de mercenarios de muchas naciones sucedió porque el grupúsculo
Unitario y masónico que dominaba Montevideo con el apoyo de franceses, ingleses
y brasileños no tenía casi Orientales nativos para ‘defender’ la ciudad porque
todos estaban en la campaña unidos a Oribe.
Así lo reconoce Honorio en un informe
que eleva a su gobierno el 15 de Noviembre de 1851:
“El
partido blanco es incontestablemente el más numeroso, y al mismo tiempo el más
rico en individuos que poseen una media instrucción. La necesidad de transigir
con el partido blanco es indeclinable, e hija de las críticas circunstancia del
país. Porque desdichadamente el partido que defendió la plaza de Montevideo
contra las fuerzas reunidas de Rosas y Oribe representa una diminuta fracción,
no contando a los extranjeros”.
O sea, los representantes nativos de
Montevideo eran solamente un rejunte pequeño de financistas europeizantes,
literatos desprendidos de la propia realidad de tu tierra. Una babel de
trasnochados, movidos por la codicia y el oropel.
Por ello debían procurarse soldados de
otros países…y por ingentes sumas de dinero; claro, los mercenarios no son
baratos, como el ‘prócer’ Garibaldi, un asesino degollador de nuestros
paisanos, niños y mujeres: y que hoy día nos preside en un enorme y oprobioso
monumento construido en su honor en la ciudad de Buenos Aires; y que nos
recuerda una y otra vez que seguimos siendo una colonia cuyos jefes viven en el
exterior y establecen la ‘historia oficial’ como dogma a través de sus lacayos
americanos que obedecen obedientes.
El 26 de
Noviembre de 1851, Honorio dice llanamente que el objetivo final es la
caída de Rosas; ningun acuerdo con el mismo tendría larga vida. El final
necesario y deseado es la destrucción de Rosas. Y asi lo informa en un
documento de la fecha mencionada, ratificando que es necesario que siempre
aparezca la injerencia del Brasil muy esfumada e indirecta:
“El resultado que el Gobierno Imperial debe
sacar de la injerencia indirecta y que últimamente tomó en las cuestiones
entre los Estados del Plata, no alcanzarse sin la caída del gobernador don Juan
Manuel de Rosas. .Esta necesidad es hoy evidente después de tantos años de
decepciones, vejámenes, de inútiles sacrificios y de peligro siempre inminente
para el Imperio el primer deber de mí misión, y el único camino que debo seguir
para llegar a fines”.
El 17 de
Diciembre de 1851 se producen escaramuzas en el río Paraná, en
‘Tonelero’. Lo importante de este combate es que coherente con la intención de
aparecer en un segundo plano, los brasileños ante un dibujo del evento hecho
por el historiador Ladislau Dos Santos Titara (1801-1861) (‘Memoria Do Grande Exército Alliado Liberador
Na Guerra de 1851-1852’ ) en el
que aparecen las banderas brasileñas en el combate, al militar y escritor
brasileño José María Sarobe en su obra ‘Urquiza’
le pareció que las banderas brasileñas demostraban la injerencia evidente de
Brasil en la caída de Rosas (siempre ocultada por Urquiza en sus discursos),
entonces fraudulentamente Sarobe las cambió por las banderas argentinas.
Se acerca la fecha de la batalla,
estamos en el 26 de
Diciembre de 1851 y por nota del cónsul británico en Rio Grande do Sul,
Mr. S. Morgan a Lord Palmerston, en la cual comenta los ominosos 5 tratados
entre el triunfante grupo montevideano a cargo del ya gobierno absoluto de toda
la Banda Oriental, a través del siempre traidor y ‘filo-brasileño’ Andrés Lamas, con el codicioso y agresor brasileño,
luego de la defección de Oribe.
En las partes pertinentes sobre las
intenciones y proyectos del Brasil en estas tierras donde se saca finalmente la
máscara el gobierno Imperial, dice el Cónsul Mr. S. Morgan:
“…La
fuerte posición militar y fortaleza de San Miguel, con territorio adjunto,
cercano al Chuy, es cedido, también, Brasil, tan lejos corno el río San Luis y
se agrega, además, la adquisición de media legua en la desembocadura del río
Cebollati y Tacuarí.
“Estas
tres últimas cesiones son las más inicuas, pues están destinadas a formar una
posición militar brasilera que colocará, en cualquier momento, el todo de la
parte norteña de la República, adyacente al Atlántico, a merced del Imperio.
“Otra
cesión de cerca de cien leguas cuadradas se hace por la República, desde la
fuente más meridional del río Yaguarón, en línea recta hacía, el sur del
Quarahim, cortando el Río Negro en la desemboca-dura del San Luís, una de sus
ramas occidentales. Esta demarcación asegura al Imperio una frontera militar
formidable, con gran daño y debilitamiento de la República del Uruguay.
“El
gobierno del Brasil nunca perdió de vista esta cuestión de fronteras; y en toda
su correspondencia diplomática con el ministro de la Confederación Argentina en
Río de Janeiro, ha procurado persuadir al mundo que las dificultades y
objeciones que han obstaculizado el camino hacia el cumplimiento de términos
del ‘Tratado Preliminar De Paz’ de 1828, han sido siempre promovidas por el
gobierno de la Confederación.
“Sin
embargo, se supo que para elegir el momento que le fuese favorable, ha sido
siempre muy solícito en excluir esta cuestión fronteriza, mientras la República
del Uruguay, destrozada por las disensiones, era incapaz de afirmar y defender
sus derechos…”.
“…La
navegación del Uruguay es el primer paso hacia la ob-tención de la misma en el
Paraná, que el negociador brasileño Señor Carneiro Leáo se esfuerza,
evidentemente, en obtener para el Brasil (con exclusión de toda bandera) en
beneficio de la Provincia de Matto Grosso. Si tiene éxito, el tráfico de
cabotaje ha de caer en manos de los brasileros por la facilidad que poseen de
emplear esclavos que fácilmente se adiestran en la, profesión marítima ; y, más
aún, cuando por el tratado de Ex-tradición, la República del Uruguay ya no
puede más ofrecer asilo al pobre negro fugitivo….
“… Creo
no equivocarme al decir que en países donde todas las cuestiones políticas,
durante cuarenta años, han sido resueltas con el recurso a las armas, no es
improbable que, por estos tratados, esta porción de Sur América está tan lejos
de obtener una paz como lo estaba hace doce meses. Los sentimientos de la
población hispana, de la que el gabinete imperial ha obtenido ventajas, bajo la
máscara de la amistad y la humanidad, aprovechando sus discordias para
conseguir concesiones indebidas, seguirán siendo los mismos, como puedo
asegurar a V.S., pues así sea el general Urquiza o Rosas, el gobernante supremo
en el Río de la Plata, en lo que al Brasil concierne, no será más que un cambio
de carácter bajo nuevas escenas y decorados…”.
Extraemos de esta carta la toma por
parte del Imperio brasileño de sus tan soñadas tierras del norte de la Banda
Oriental, ratificando la usurpación hecha, ahora en forma legal, sumada a las
Misiones Orientales que de hecho ya las poseían; desde ese momento, serán de
ellos legalmente.
La conquista de los ríos interiores
del Uruguay y, proximante, la intención de tomar el río Paraná bajo su dominio
expansivo.
Que el Brasil, aprovechando las
discordias de los hispanos, lentamente y bajo una actitud falsamente ‘amistosa’
esperaba la oportunidad de dar el zarpazo logrando beneficios indebidos.
Bueno, pero es lícito resaltar que
Inglaterra (así como Francia) no estaba ajena a estas discordias en el interior
de las Provincias Unidas y luego en la Confederación Argentina; es más, las
alentaba permanentemente para el logro de sus fines comerciales y, también,
apoyando al Imperio luso-brasileño desde siempre utilizándolo para sus fines y
objetivos.
Si la paz –como dice el diplomático-
no se conseguía en estas tierras, era, en parte, producto del azuzamiento de
las contradicciones políticas en América del Sur hechas por Inglaterra y
Francia (‘Divide e Impera’).
Contemporáneamente y ya derrotado
Oribe, en el mismo Diciembre de 1851 envía una
nota comentando la situación Saint Robert que era el adjunto del Director
Político de Relaciones Exteriores de franceses.
Describe minuciosamente los hechos
vividos y dice en uno de sus párrafos “…Es
gracias a Francia, pues, solamente a Francia, que ha persistido hasta el final
en la salvaguarda de la independencia de Montevideo, que se debe el éxito
obtenido por el Brasil y sus aliados. Es ella, únicamente —y el hecho es
indiscutible— que ha dado a la coalición el tiempo de formarse y culminar… Debe
creerse, además que en medio de los acontecimientos que se perfilan, entre
ellos el de la libre navegación de los ríos, se evidencia una consecuencia
natural como para que adquieran lugar considerable los intereses comerciales de
Europa, sobre todo los de Francia, a la, que no puede desconocerse
equitativamente su parte en los acontecimientos ocurridos, sea cual fuese el
punto de vista desde el que se encare su acción." [Francia, M.R.E. Correspondance
politique. Buenos Aires, Argentine. Vol. XXVII, ff. 291-294.]
Allí se machaca una y otra vez que el
éxito de Brasil en la Banda Oriental, se debe únicamente a la salvaguardia de
la ‘independencia’ (sic) de
Montevideo (parece ser que los franceses se adjudican solo ellos la
salvaguardia dejando de lado en la consideración a sus socios, los ingleses) y
que los brasileños no podrían haber triunfado sin la acción ‘independentista’
en Montevideo de…..¡los franceses!. El contrasentido es tan abrumador que si no
fueran tan tristes las consecuencias que
hubo, lo dicho por el funcionario
francés, sería un paso de comedia.
Demás está de agregar que los
franceses también muestran la punta del ovillo al mencionar la importancia
comercial lograda con la libre navegación de los ríos interiores, para ellos,
claro.
Se llega a la víspera de la batalla de
Caseros. Gore informa a Palmerston por nota del 2 de
Febrero de 1852 que los brasileños con ayuda del siempre sobornado
Urquiza, Garzón y Lamadrid (cuando no, ese consuetudinario traidor a su
patria), más los vapores anclados en Buenos Aires británicos, franceses,
españolas, suecos y sardos y los Unitarios de toda laya se prestan a derrocar a
Rosas.
Porque dígase lo que se diga, los
ingleses y franceses aportaron lo suyo en esta guerra internacional; buques
sitiando Buenos Aires es un claro ejemplo (‘Public
Record Office. Foreing Oficce -6/167)
“La
política insidiosa del Brasil es muy clara: revolucionar estas comarcas y
mantenerlas en un estado de guerra civil y anarquía, que le asegure de un
ataque y con la esperanza ulterior que, habiendo por el momento diferido una
guerra con la Confederación Argentina, el gobierno del Brasil puede atender a
la política interior del Imperio, y que sean llamados a interferir para el
arreglo de la paz en estos países, Gran Bretaña, Francia o los Estados
Unidos…..”
Finalmente llegó la fecha del combate 3 de Febrero de 1852 , luego de algunas escaramuzas un
par de días antes:
“El 3 de febrero, a pesar de la deserción de los
segundos tenientes Kaas y Malschitzki, que se unieron a Rosas, le cabría
brillante actuación a la fusilería mercenaria: con modernas armas de tiro
rápido y preciso producirían bajas en la artillería argentina -comandada por el
bravo coronel Martiniano Chilavert- que se constituyó en el principal obstáculo
de la Brigada Internacional”
Es claro que Rosas, igualmente, se fue
quedando solo. No solo estaban las injerencias de los estados imperiales y de
los Unitarios, sino que dentro de su propio gobierno también tambaleaba la
lealtad.
El 9 de
Febrero de 1852, ya sucedido Caseros, el propio embajador británico,
Gore, le escribe incrédulamente a Lord Palmerston, primer ministro británico:
“…Casi
todos los jefes en quienes Rosas confió se encuentran ahora al servicio de
Urquiza. Son las mismas personas a quienes a menudo escuché jurar devoción a la
causa y persona del general Rosas. Nunca hubo hombre tan traicionado. El
secretario confidencial que copiaba sus notas y despachos, nunca falló en
enviar copias a Urquiza de todo lo que era interesante o le interesaba conocer
a este. Los jefes que mandaban la vanguardia de Rosas, se hallan ahora al
frente de distritos. Nunca fue tan amplia la traición…”
Lo que prueba que para el fin de su
gobierno, los leales por conciencia
propia y patriotismo eran muy pocos (Terrero, Roxas y Patrón, Felipe Arana,
Antonino Reyes, Martiniano Chilavert, Pedro Díaz, Hilario Lagos, Pascual
Echague, Gerónimo Costa y pocos más) y que la mayoría de los que Rosas tuvo a
su lado tantos años, lo estaban por comodidad, por interés, o por poder.
En dichas clases se destacan algunos
prohombres muy útiles para "el sistema del imperialismo liberal". Ya
sea porque inculcan la verdad revelada del liberalismo económico en las
cátedras universitarias, ya porque lo aplican escrupulosamente desde los Ministerios
de Hacienda, ya porque imponen a hacha y martillo el sistema a toda la nación.
Es el caso de Jargat Seth en Bengala y
tantos de sus amigos que como se decía. "soñaban en Inglés". Del mismo modo, el doctor Manuel J.
García. Bernardino Rivadavia, el general Bartolomé Mitre en la Argentina, o del
Barón de Mauá en Brasil.
El libro
del caudillo oriental Luis Alberto de Herrera es un documento invalorable para
entender el origen de la Banda Oriental como país independiente (Uruguay) en el
marco del proceso de balcanización de América Latina y de la ingeniería
británica que lo hizo posible.
Este
libro fue el primero que demostró, documentadamente el papel desempeñado por
las ‘Foreign Office’ en la creación del
Uruguay como Estado independiente. Y de ese trabajo se concluye que al Uruguay
no lo fundó Artigas sino Lord Ponsonby.
Y para ello requirió la colaboración
vernácula y brasileña como se ha probado con la voluminosa documentación que
aquí se acerca al lector:
Joao Pandá Calógeras, político y
periodista brasileño dijo sobre Urquiza en 1865 acerca de sus habituales
traiciones a su patria, que “…Corresponda
esta adquisición al desarme del adversario, pues los entrerrianos, óptimos y
admirables jinetes, no formaban sino pobre infantería. Y de esta manera Urquiza
fue anulado como valor combatiente…No había en Urquiza la pasta de un hombre de
estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho,
traicionaba a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar
de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil
resolvió servirse de él; el general Osorio le conocía el lado flaco”
Domingo
Faustino Sarmiento, había anunciado optimista la injerencia vital de los
imperios en nuestra política y en lo ya manifestado en el sentido que obligados
por éstos a venderles por unos pocos pesos la materia prima nuestra, ellos nos
devolvían manufacturados productos que se expandían por todo nuestro territorio
provocando la destrucción lenta de nuestras industrias incipientes: “La Europa nos proveerá, por largos siglos,
de sus artefactos, en cambio de nuestras materias primeras, y ella y nosotros
ganaremos en el cambio”.
Cuando Sarmiento dice que ‘ganaremos en el cambio’ no sabemos si se
refiere al grupo de los liberales centralistas empleados del capital inglés,
entre los que de algún modo es tributario el sanjuanino o si se refiere a la
nación implicando esto de parte del ‘gran educador’ un insulto y una humorada
sarcástica arrojada sobre la angustia y hambre de su pueblo en ese librito de
cuentos fantasioso escrito por él, al calor de las batallas políticas.
Una editorial del diario ‘The Times’, sumamente extenso del
viernes 20 de Febrero de 1852, hace un vívido
resumen de la caída de Rosas y de los confesos intereses comerciales europeos
en que esto sucediese.
“Hace
ya tiempo que nuestra atención no se dirigía a los acontecimientos en el Río de
la Plata, dado que sucedían hechos de mayor importancia en Europa. y por el
conocimiento que habíamos adquirido de la intervención europea que no había
tenido éxito en restaurar a ese país la paz y la libertad del acceso comercial…”
La confesión de los ingleses es
diáfana: la intervención militar era y es no para asegurar ninguna ‘libertad’
(sic) así en abstracto, sino para tener ellos la libertad irrestricta de
acceder al comercio bajo sus únicas leyes de intercambio.
“…La resistencia de la ciudad de Montevideo
contra un bloqueo de casi nueve años por el ejército argentino bajo ORIBE sólo fue posible con la ayuda pecuniaria
entregada por Francia a la República de la Banda Oriental., y por el
mantenimiento de las comunicaciones por mar. Al fin llega el día del desenlace.
El General URQUIZA, al frente de una fuerza numerosa de la provincia de Entre
Ríos, y con el respaldo de un destacamento brasileño, marchó sobre Montevideo,
y ORIBE fue obligado a levantar el bloqueo sin pelear. Un nuevo tratado fue
concluido entre el Imperio del Brasil y la Banda Oriental, nuevamente
restablecida su independencia. Las provincias de la Confederación Argentina al
norte del Plata se muestran decididas a deshacerse del yugo del Dictador de
Buenos Ayres, para abrir por fin sus
magníficos ríos y recursos naturales al comercio del mundo”..
Reconocen los ingleses que la
resistencia de Montevideo frente a todo el pueblo Oriental fue posible con la
ayuda pecuniaria de Francia y los grupos oligárquicos nativos Orientales y ‘porteñistas’,
subvencionados como empleados por las dádivas franceses ya dichas. (¿Cómo, Lic.
Perochena, es solo una visión ‘revisionista’ como ‘chivo expiatorio’ la intromisión extranjera, como Ud. dice?).
“La Banda Oriental cuya independencia fue
objeto de nuestro propio país establecer y asegurar en 1828, a poco de
la emancipación de las colonias sudamericanas, fue oprimida e invadida por un
ejército argentino bajo el pretexto de solucionar los problemas internos de ese
Estado, pero en realidad con el propósito de destruir la competencia comercial y el crédito de Montevideo…”
Reconocen los ingleses que la
independencia Oriental, que no era querida por el pueblo ‘artiguista’, fue una
maniobra política de ellos. (¿Aquí también, Lic. Perochena, fue un’ chivo
expiatorio’, como Ud. dice, la intromisión extranjera?). Hubo claramente
reconocida dicha intromisión por los propios perpetradores.
“…y no
tenemos duda que el gobierno brasileño actuó con prudencia, así como con
firmeza, al determinar de inmediato la necesidad de repeler y quebrar el poder
tan amenazador para sus provincias del sur….Brasil sola no podía actuar con
eficacia en el lugar. Fue en gran parte
debido a su solicitud que la atención de los gobiernos inglés y francés fue
dirigida al tema en 1844, y comenzó una activa operación….
Reconocen y confiesan los ingleses que
el ataque a nuestras fronteras allá en 1844, a nuestras ríos interiores, fue ‘debido en parte a la solicitud’ de los
brasileños, siempre tan inteligentes políticamente, tan patriotas, como tan
cobardes…
“…Aunque
nos regocijemos cordialmente por la restauración de la independencia política y
la libertad del intercambio comercial
en estos espléndidos países, que están tan bien adaptados para recibir una
numerosa población europea y para
desarrollar varias importantes ramas de comercio, es fundamental para estos
objetivos que la paz se tome de la mano con la libertad…”.
En definitiva, queda manifiestamente
establecido por propia confesión –más allá que las pruebas fácilmente así lo
indicaban- que la única libertad que les interesaba a los ingleses y sus
empleados nativos -devenidos en próceres de la nación hoy día- era la libertad
del intercambio comercial: nosotros por unos pocos pesos les dábamos las
materias primas y ellos nos devolvían los productos manufacturados gracias a
sus industrias, anulando nuestras artesanías e industrias nacientes y con mucho
esfuerzo, volviendo a nuestro pueblo, pobre, miserable y hambriento, salvo
aquellos que como intermediarios del puerto oficiaban de correa de transmisión
entre las ordenes de los Imperios y el cumplimiento forzado de sus directivas.
En cuanto al ‘desarrollo de las ramas del comercio’ que dice el periódico en
cuestión, se refiere a un desarrollo comercial manejado por funcionarios
ingleses, franceses e inclusive, brasileños, éstos últimos a través de la Banca
instalada en Rosario y Buenos Aires, luego de Caseros, que era dependiente de
los Rothschild europeos.
Es importante citar a Raúl Scalabrini
Ortiz, quien desmenuza inmejorablemente esta nefasta intromisión, con números y
cifras, sosteniendo de tal modo, lo confesado por los propios protagonistas
según los documentos transcriptos ('Recife - D:iliia - Pará - Pôrto Alegre http://bdor.sibi.ufrj.br/handle/doc/329).
Pasados un par de días de la marcha
triunfal del ejército brasileño por las calles de Buenos Aires -20 de Febrero de 1852- Honorio Hermeto Carneiro
Leao (Marqués del Paraná) envía
un informe confidencial donde
dice en un párrafo “el valor moral y
material de nuestra intervención ha sido reconocida por los porteños..” .
Otro informe mas donde se reconocen confesadamente por los Imperiales, su
intervención directa en la batalla de Caseros y el derrocamiento de su gobierno
legítimo.
Es mas, sin la intromisión de los
brasileños, Urquiza no se hubiera animado a combatir a Rosas, del mismo modo
que sin la intervención de Urquiza, los brasileños no se hubieran animado a
combatir a la Confederación Argentina y sus dos poderosos ejércitos (el de
Oribe y el del propio Urquiza):
El
‘Jornal de Commercio’,
periódico de Rio de Janeiro en un artículo del 24 de
Febrero de 1852 comenta día a día lo sucedido en la batalla de Caseros.
Allí dice en un párrafo que “..As 9 horas o general Urquiza percorrendo a
linha de batalha, ao chegar á frente da nossa divisáo deu vivas a S.M. o
Imperados e á naçáo brazileira, que foráo correspondidos por vivas á Republica
Argentina e ao general Urquiza…”
Si bien esto es incomprobable, y uno
estaría propenso a creer que difícilmente Urquiza pudiera llegar a tener un
comportamiento tan rastrero, también es cierto que nunca fue desmentido ni por
él ni por nadie de su entorno o periódico alguno.
Según nos trasmite el historiador
Diego Luis Molinari, que se trataba de una guerra internacional lo expresa.
Luego de la batalla, sin ambages el
diario citado ‘Jornal de Commercio’ en otros de sus
párrafos, dice: “No hay una sola
persona, un solo jefe de un ejército aliado, que no confiese, y diga con
entusiasmo que a la división brasileña se debe la victoria lograda en los
campos de Morón” ( Nao ha uma só pessoa, um só chefe de exercito aliado, que
deixe de confessar, e enthusiasmado dizer que á divisao brazileira se debe a
victora alcançada nos campos de Mouron”), lo que es más que creíble y sustenta aquello que era, a
todas luces, cierto: que la Batalla de Caseros o Morón, fue una guerra
internacional (lo que se prueba también con el hecho que los mejores oficiales
que lucharon a favor de su patria invadidas, fueron Unitarios como Martiniano
Chilavert y Pedro Díaz).
El 15 de Marzo de 1852 Sir Woodbien Parish le escribe
desde Londres a Addington, haciendo reflexiones sobre lo acontecido en Caseros,
sus causas y consecuencias.
“Mediante
la creación de un Estado independiente en el territorio tan largamente
disputado, nos proponíamos la separación de las partes con un territorio
neutral intermedio, para prevenir la posibilidad que entrasen en colisión; y
para asegurar esto mayormente, existía una estipulación expresa en la misma
convención, que Gran Bretaña, como poder mediador, tendría noticia con seis
meses de anticipación de cualquier intención de renovar las hostilidades.
“En
violación o desprecio de estas estipulaciones, como me parece, el Brasil ha
puesto en marcha su ejército en la Banda Oriental, prevaliéndose de la división
de los partidos y la postración del país, y de resultas ha celebrado algunos
tratados con ciertos partidos que parece le dan virtualmente un entero control
sobre aquellos territorios, ciertamente contrario a todas las miras que tuvimos
cuando hicimos la paz con Buenos Aires en 1828.
“Su
objeto es, evidentemente, la vieja historia —causa fructífera de tantas guerras
en aquellas partes del mundo— de obtener acceso a las aguas del Paraná, y abrir
la navegación de aquel río, que a primera vista aparece también favoreciendo a
las potencias extranjeras — y como tal se ofrece "ad captandum". Creo
poder probar fácilmente que es mucho mejor para nosotros que todo quede como
está, en el presente estado de esos que tenemos tanto derecho para desearlo
como el que países, y poseemos para abrir el Mississippi o el Missouri en N.
América….”
Es un resumen perfecto de las
verdaderas intenciones inglesas, francesas y brasileñas en la lucha contra la
Confederación Argentina y los Orientales cuyo gobierno legal al mando de Manuel
Oribe, fue derrocado.
Se reconoce la intención primigenia de
Inglaterra de la creación de un ‘Estado-Tapón’
para que la Confederación Argentina no tuviera potestad en las dos márgenes del
Rio de la Plata; lo que finalmente se consigue, primero con la obligada firma
del tratado entre Dorrego y el Imperio del Brasil y posteriormente, con la
derrota de Oribe en la antesala de la batalla de Caseros.
Para ello contó el Imperio con la
ayuda, confesada aquí por los ingleses, de los Unitarios (‘ciertos partidos’) para controlar los territorios de la Banda
Oriental y de acceder, no solo a las aguas del río Uruguay sino, y esto es lo
grave que mucho se oculta, a las aguas del Paraná.
Si bien Inglaterra reconoce que Brasil
viola acuerdos de paz en 1828, en definitiva, ello favorece también a
Inglaterra en sus negocios, por lo que –como puede leerse- cuando a Inglaterra
le conviene que las leyes no se apliquen, no trepida en ignorarlos
olímpicamente con su habitual doblez cuando de intereses comerciales
fraudulentos, se trata.(‘ Creo poder
probar fácilmente que es mucho mejor para nosotros que todo quede como está’).
Esto nos muestra, por sus propias
palabras, que la injerencia ‘por omisión’
también es un don del Imperio inglés.
Esto nos muestra, por sus propias
palabras, que la injerencia ‘por omisión’
también es un don del Imperio inglés.
El 5 de Abril de 1852, apagándose los
bríos de Caseros y consumada ya la derrota de nuestra nación y el despegue del
Imperio brasileño e inglés en nuestras decisiones políticas y económicas hasta
el día de la fecha, el gobierno inglés presenta un extensísimo ‘Memorándum’ sobre la misión de Mr. Gore
Ouseley en el plata y la intervención franco-inglesa durante los años
1845-46-47., cuyos párrafos respecto a los objetivos buscados alientan una
confirmación de las impugnaciones soberanas del Gobierno del Restaurador de las
Leyes, que no se equivocó en lo que buscaban estas potencias extranjeras en
nuestras tierras.
El citado documento dice en una de sus
partes que “las instrucciones conjuntas
de Lord Aberdeen y M. Guizot eran de lo más positivas en cuanto resguardaban
las preservaciones de la independencia de Montevideo…de acuerdo con esto, el
objeto principal de los esfuerzos de Mr. Ouseley, fue prevenir que Montevideo
cayese en manos de Rosas”.
El planteo es falso: Montevideo no
caía en manos de Rosas sino que caía en manos de su legítimo, legal presidente
derrocado por un golpe de Estado por Rivera, curiosamente, apoyado en dicha
situación por la propia Francia que había vulnerado la independencia de la
Banda Oriental que decía proteger. No se podía pedir más duplicidad y falsía.
Cual piratas (‘aprovechar cualquier oportunidad’) los ingleses decían que si ‘eventualmente’ (¿?) se vieran compelidos
a ‘ocupar’ (sic) las aguas del
Paraná, debían hacerlo.
Bueno, eso era necesario hacerlo
porque ‘el bloqueo, lo exigía’ (sic),
como finalmente lo hicieron. Leamos el párrafo.
“Como
las instrucciones decían que se aprovechase cualquier oportunidad favorable
"para asegurar la libertad de navegación de los ríos tributarios del Río de
la Plata" —y corno se mencionaba que bajo ciertas contingencias existía la
posibilidad que "eventualmente nos viéramos compelidos a ocupar tales
aguas con una fuerza combinada"— y el bloqueo efectivo así lo exigía, se
ocuparon, de conformidad, las del Paraná”.
“Uno de los grandes objetivos que tuvo
presente Mr. Ouseley, y que no es muy aventurado decir que tuvo la posibilidad
de haberse logrado si se le hubiese apoyado por el gobierno de S. M. fue
establecer, no solamente en ambas orillas del Plata, sí que también en las del
Paraná, Estados separados, independientes los unos de los otros. Entre otras
razones fue esta la que él opuso sin desmayo a las tratativas de anexión
[virtual sino formal] de Montevideo, por el general Rosas “
Puede verse en el párrafo recién
transcripto que los ingleses nos iluminan de sus intenciones finales: no solo
la creación de un ‘Estado-Tapón’ en
la Banda Oriental, sino –y esto agrava más la injerencia grosera- lograr la
libre y total navegación de los ríos interiores, las aguas del Rio de la Plata
en sus ambas orillas combatiendo, según Ouseley, las intenciones de Rosas de
anexar Montevideo.
Ni Rosas ni Oribe querían anexar
Montevideo pues la ciudad era parte integrante de la Banda Oriental y uno
‘anexa’ aquello que no le pertenece. Recordemos sobre esto último que desde
hacía años toda la Banda Oriental estaba gobernada por Oribe en perfecto
funcionamiento y con el apoyo del pueblo; solo quedaba Montevideo sin tener
control sobre dicho perqueño espacio territorial
Repetimos que además de falsa la
conclusión final, se nos revela la hipocresía una vez más del imperio inglés,
dando vuelta argumentos que realmente se le vuelven en contra. Rosas no tuvieron
nunca intenciones de anexar Montevideo sino devolver su posesión requerida,
buscada por su Presidente legal, Manuel Oribe que fue duramente derrocado por
Rivera y los propios franceses.
Como transcribe el historiador
Molinari, los únicos que, a la ciudad de Montevideo, ‘subvencionaron’ (sic) –giro lingüístico para decir ‘sobornos’- desde el 1º de Mayo al 31 de
Diciembre de 1846 con la suma de 26.629:10:0 libras fueron los ingleses (además
de los franceses) (según confiesa el Forein
Office en oficio al Treasury, del día 2 de Febrero de 1848).
Es que los ingleses y franceses sabían
positivamente que el triunfo de las armas de Oribe originarían el apoyo
popular, Federal, de la Banda Oriental que de tiempos remotos no se resignaba a
las invasiones lusitanas permanentes, a las intromisiones de los franceses en
su capital y al deseo perenne de pertenecer a las Provincias Unidas y luego a
la Confederación Argentina, como una provincia más y de las más importantes. No
lo dejaron. No nos dejaron.
Adentrándonos más en el Memorándum, el
mismo dice que “…Los intereses del
comercio europeo exigían perentoriamente que se resistiese a esta pretensión,
pues si Rosas hubiese conseguido dominar a la Banda Oriental y al mismo tiempo
mantener su poder sobre la otra orilla, habría conseguido dictar sus términos
al comercio foráneo, a menos que se emplease la fuerza.
De
acuerdo con este principio Mr. Ouseley echó los cimientos para la separación e
independencia del Entre Ríos y Corrientes, así fuese como una república o liga
y alianza de Estados, ofensiva y defensiva, con Montevideo, Paraguay y Bolivia.
Brasil
fue invitado para que adhiriese; mas ofendido, naturalmente, por el primer
rechazo, se mantuvo aparte, aunque amistoso para con esta coalición. Esto, de
una vez por todas, habría dado acceso libre a los ríos interiores [mediante un
convenio ya preparado y en Montevideo].
Por
supuesto, al ser llamado Mr. G. Ouseley, y revirtiéndose la política que
seguía, cayó por tierra dicho plan. Brasil se metió en el asunto y tomó el
lugar de Inglaterra [previamente ocupado en esta parte por Mr. Gore Ouseley], y
ha producido resultados, similares en algunos respectos a los que él propuso,
en cuanto a lo atinente a los estados sur americanos, más diferente y nada
ventajoso en lo relativo a nuestros intereses; sin embargo, se puede hacer
mucho mediante una negociación juiciosa…”
Estos párrafos, riquísimos en
confesiones, nos llevan a ratificar lo que los hechos habían demostrado una y
otra vez:
Que las intenciones de los
franco-ingleses distaban lejos de cuestiones de libertad, de independencia de
la Banda Oriental, de injustas agresiones de Rosas sino simple y llanamente ‘intereses del comercio europeo’, porque
si Rosas (en realidad, la Confederación Argentina, los ingleses insisten en
personalizar en un solo individuo lo que corresponde a la nación toda, siendo
ese individuo su justo y legítimo representante por el apoyo del pueblo)
hubiera triunfado, hubiera ‘conseguido
dictar sus términos al comercio foráneo’; lo cual es correcto porque el
titular de un gobierno que ejerce soberanía sobre su tierra es quien dicta los
‘términos al comercio foráneo’.
Es como si se dijera que no
corresponde a los ingleses o franceses dictar las normas de comercio sobre su
nación, sino que deben ser dictadas por naciones foráneas. Que es lo que
impelen los franco-ingleses a que deje de hacerlo la Confederación Argentina
sobre su territorio o el gobierno legal Oriental de Oribe, sobre el suyo.
Nuevamente los ingleses confiesan sus
injerencias en su imperecedera lucha contra los hispanoamericanos, con aviesas intenciones
de disgregar territorialmente a la Confederación Argentina formando un nuevo
Estado conformado por Entre Ríos, Corrientes, la Banda Oriental, Paraguay y
hasta Bolivia.
También, si esto no es injerencia en
asuntos extranjeros, queda poco o nulo espacio, para así no considerarlo..
Hasta esta altura el concepto de la
Lic. Perochena, en el sentido que Inglaterra es un ‘chivo expiatorio’ de nuestra
decadencia, se disuelve en meras declamaciones adjetivadas sin sustento
documental, típicas del liberalismo nativo objeto de las ordenes de quienes
(Ingleses, franceses, brasileños), son sujetos confesos justamente, de las
intromisiones en nuestro continente, a cambio de dinero mediante.
Nos enteramos que el Brasil había sido
‘invitado’ (sic) a participar en las
batallas de Vuelta de Obligado en 1845, pero que supuestamente ‘ofendidos’ rechazaron la propuesta.
Entendemos que en realidad a los
brasileños el ‘sentirse ofendidos’ les hubiera durado poco si hubiesen estado
preparados, en aquellos tiempos, para atacar a la Confederación Argentina, más
poderosa en esos años.
Ellos sabían inteligentemente, que
debían esperar otra oportunidad con otros socios necesariamente provenientes
del riñón de la Confederación lo cual tendría un doble efecto: por un lado
achicar la cantidad de soldados de la Confederación Argentina desarmando sus
fuerzas; y por el otro, engrandecer sus propias tropas con la incorporación de
éstos. Urquiza sería en el futuro, el elemento que lo facilitaría. Jugada
maestra de la diplomacia brasileña.
Cuando llegó el momento Brasil ‘tomó el lugar de Inglaterra’ en la
batalla sin fin contra la Confederación Argentina, como lo confiesan una vez
más, los ingleses.
*
Hasta aquí los autores citados en su enjundiosa
investigación que plasma el sentido histórico y documentado de los sucesos en
el Plata, la corrosiva injerencia, intromisión confesa de los ingleses,
franceses con el sostén solapado de los brasileños tras bambalinas.
Como
bien dice José María Rosa “Tuvo que desaparecer la clase de los estancieros (
de los estancieros que convivían en sus
estancias) para que no hubiese movimientos populares. Las nuevas modalidades de
la producción pecuaria darían otro tipo de estanciero que obró en armonía, con
los mercaderes y profesionales del puerto.
“Este
ya no fue un aristócrata, sino un ‘oligarca’; con casa aparte en la estancia,
donde vivía poco, y sin contacto con la población de su heredad. Cuando no
vivía en París, que fue común desde 1880 en adelante. En la segunda mitad del
siglo XIX el pueblo no encontró conductores, porque había desaparecido la
"aristocracia" de los estancieros caudillos. La obra persiguió sin
tregua al pueblo y por eso fue posible la dominación financiera brasileña del
Banco Mauá desde Caseros a la guerra del Paraguay”.
Claro que la conquista europea en
estas tierras requirió, previamente, someter la conciencia y estima de los
hispanoamericanos, para que nosotros nos auto-denigráramos con la mentira de la
Leyenda Negra, ‘lei motiv’ inculcado machaconamente nuestra inferioridad en
todo. Con las defensas bajas cualquier comunidad es presa fácil.
Es preciso destacar que la conquista
anglosajona en nuestro territorio requiere que mentalmente, psicológicamente la
‘Leyenda Negra’ obre como base para la auto-denigración y subestimación propia
como sistema de conquista.
Dice el escritor e historiador
Federico Gastón Adissi que “desligar a
estos pueblos [americanos] de su largo pasado, ha sido una de las graves
desfiguraciones históricas de la oligarquía ‘mitrista’ que se aquilató en el
poder en 1853.
“El
menosprecio hacia España arranca de los siglos XVII y XVIII como parte de la
política nacional de Inglaterra. Es un desprestigio de origen extranjero que se
inicia con la traducción al inglés, muy difundida en la Europa de entonces, del
libro de Bartolomé de las Casas, <Lágrimas de los indios; relación verídica
e histórica de las crueles matanzas y asesinatos cometidos en veinte millones
de gentes inocentes por los españoles >.
“El
título lo dice todo. Un libelo. Con relación a esta publicación J. C. J
Metford, recuerda que, en la dedicatoria se invoca a Cromwell <para conducir
sus ejércitos a la batalla contra la sanguinaria y papista nación de los
españoles>.
“La ‘Leyenda
Negra’ fue difundida por los ingleses como arbitrio político, en una época en
que los Habsburgos mandaban sobre Europa y amenazaban a Inglaterra, entonces
una potencia de segundo orden [...]
“En
realidad lo que estaba en juego era el próximo desplazamiento del poder naval.
España dejó de ser parte rectora de un glorioso pasado europeo para descender a
menoscabo espiritual, todavía perdurable en muchos argentinos que recibieron
sobre España la idea extranjera que de sí misma se formó la oligarquía de la
tierra —a pesar de su genealogía española- al ligar sus exportaciones al
mercado británico.
“En tal
sentido, este sentimiento antiespañol, es la remota proyección en el tiempo, de
aquella inicial rivalidad entre España e Inglaterra. Y la denegación de España,
de parte de la oligarquía, en su nuez, no es más que el residuo cultural
mortecino de su servidumbre material al Imperio Británico.
“Los
pueblos en cambio, se mantuvieron hispánicos, filiados al pasado, a la cultura
anterior. Lo cual prueba el poder de esa cultura española que la oligarquía
repudió para vivir en adelante de prestado".
También y en el mismo sentido, el historiador porteño
citado, nos trae un extenso discurso dado por Juan Domingo Perón el 12 de
Octubre de 1947 en homenaje a Cervantes en su IV Centenario de su nacimiento en
el cual el disertante critica el ‘indigenismo’,
‘antiespañolismo’, la ‘Leyenda Negra’ que desde los albores de
la conquista de América, era visible.
Dice en ciertos párrafos refiriéndose
a España y la empresa emprendida, que la misma “fue desprestigiada por sus enemigos, y su epopeya objeto de escarnio
pasto de la intriga y blanco de la calumnia, juzgándose con criterio de
mercaderes lo que había sido una empresa de héroes. Todas las armas probadas:
se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en
torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro
vientos. Y todo, con un propósito avieso”.
“Porque
la difusión de la ‘leyenda negra’, que ha pulverizado la crítica histórica
serie y desapasionado, interesaba doblemente a los aprovechados detractores.
“Por
una parte, les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la
comunidad de los pueblos hermanos que constituimos Hispanoamérica.
“Por la
otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia
a sus fines imperialistas, cuyas asalariados y encumbradísimos voceros
repetían, por encargo, el ominoso estribillo cuya remunerada difusión corría
por cuenta de los llamados órganos de información nacional.
“Este
estribillo ha sido el de nuestra incapacidad para manejar nuestra economía e
intereses, y la conveniencia de que nos dirigieran administradores de otra
cultura y de otra raza.
“Doble
agravio se nos infería; aparte de ser una mentira, era una indignidad y una
ofensa a nuestro decoro de pueblos soberanos y libres.
“España,
nuevo Prometeo, fue así amarrada durante siglos a la roca de la Historia. Pero
lo que no se pudo hacer fue silenciar su obra, ni disminuir la magnitud de su
empresa que ha quedado como magnífico aporte a la cultura occidental.
“Allí
están, como prueba fehaciente, las cúpulas de las iglesias asomando en las
ciudades fundada it por ella; allí sus leyes de Indias, modelo de ecuanimidad,
sabiduría y justicia; sus universidades; su preocupación por la cultura, porque
"conviene —según se lee en la Nueva Recopilación.
“Que
nuestros vasallos, súbditos y naturales, tengan en los reinos de Indias,
universidades Y estudios generales donde sean instruidos y graduados en todas
cien-das y facultades, y por el mucho amor y voluntad que tenemos de honrar y
favorecer a los de nuestras Indias y desterrar de ellas las tinieblas de la
ignorancia y del error, se crean Universidades gozando los que fueran graduados
en ellas de las liberados y franquezas de que gozan estos reinos los que se
gradúan en Salamanca
[…] “
Quizás algún desprevenido crea que
todo esto es parte del pasado. Craso error. La auto-denigración, la incapacidad
para desarrollarnos, el inculcarnos la subestimación de nuestras aptitudes,
sigue vigente y que, por tanto, debemos inclinarnos ante los europeos y su
condescendencia.
Nos enteramos que año tras año ‘besamanos’
nativos acuden presurosos a festejar el cumpleaños de la Reina británica Isabel
II, a la embajada y veremos que nada ha cambiado, salvo las personas y los
atuendos.
“A 40 años de
Malvinas: festejaron en Argentina los 96 años de la reina Isabel II políticos,
periodistas, empresarios, jueces y artistas” (Por KONTRAINFO-29-04-22
La muerte de Isabel II no hizo más que subir el grado de sumisión, tanto de los argentinos como la de brasileños y chilenos cuyos gobiernos alardean de patriotas pero frente a su amo la 'Graciosa Majestad' se prosternan en dulce connubio colonial
Sin palabras. Igual que ayer con
Rivadavia, Alvear, García, Varela, Pueyrredón, etc:. cambian los actores pero el
libreto es el mismo.
Por ello es que el Unitarismo hace
permanente gala de una ‘Concepción
Literaria De La Historia’ como la llamaba con cierta ironía pero con
acierto el inglés Halford J. Mackinder; de la cual –como puede leerse en
su artículo publicado- la Lic. Perochena hace honor a esa concepción.
Y hace honor huérfana de toda
documentación que avale sus dichos que solo pueden plasmarse sin sostén alguno
que las avale en diarios o medios cuya ideología se nutre de sus polígrafos
pagos y viceversa.
Es que esa falsificación de la
historia fue consumada por el liberalismo decimonónico masón, de la mano de
Mitre, ya desde 1810.
Es que ello impide conocer nuestro
pasado real; y ya se sabe que toda nación debe conocer su pasado como
verdaderamente ha sido para así tener una concepción acabada de su identidad y
proyectarse desde allí, pasando por el presente, hacia el futuro.
La visión errada del liberalismo sobre
lo que fue las causas de nuestra independencia, la hace pro-británica y
anti-española situación que fue pergeñada, entre otros, por Lord Strangford
basándose en el librito del Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau que él
atribuye falsamente como base de nuestra acciones independentistas, cuando la
base filosófica de ellas fue la del –justamente lo contrario- jesuita Francisco
Suarez.
Recordemos que Larrea, Matheu,
miembros de la Primera Junta eran españoles. Difícilmente, pues, haya sido un
movimiento anti-hispánico, sino, más bien, anti-absolutista y
‘anti-napoleónico’.
Estos afrancesados o pro-británicos se
adjudican entre sí honores ditirámbicos que por lo vacíos de contenidos aburren
cociéndose en literatura fantástica.
Es dable observar como ante la
realidad incontrastable de los documentos, el liberalismo –de la que forma
parte actualmente la Lic. Perochena- no puede sino oponer slogans marquetineros
que no se sostienen con la realidad pues la realidad interroga permanentemente
a través de hechos documentados.
El conocimiento de la realidad no se
“elige”, no interviene aquí la voluntad y el número, la realidad no se
aprehende, decía José Antonio Primo De Rivera, “la verdad es una
categoría permanente de la razón y no una decisión de la voluntad”
Y ya sabemos: cuando los argumentos
comprobables escasean, asoman los adjetivos como toda manifestación puramente volitiva,
como la de la historiadora citada.
******
FUENTES
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Bicentenario”- Ed. Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan
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(Brasil)-Instituto de Ciencias Humanas-departamento de Historia—VIII Seminario
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Brasil en la historiografía rioplatense en el siglo XIX
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