URQUIZA, UN 'JUDAS' CRIOLLO NI FEDERAL NI ARREPENTIDO
Gonzalo
V. Montoro Gil
SUMARIO: I.-Introducción- II.-Los Pactos con Madariaga y el Tratado de
Alcaraz (1846)- III.- La 2ª Guerra Con
El Brasil-‘La Guerra Grande’-La Traición A Manuel Oribe Y Al Ejercito De La
Vanguardia (1851)- IV.-La Traición en la
Batalla de Caseros (1852)- V.-La
Traición en la Batalla de Pavón (1861)- VI.-La Traición en Paysandú (1864)- VII.-La
Traición en la Guerra del Paraguay o Triple Alianza (1864)- VIII.-Epílogo
I.-Introducción
“No
había en Urquiza la pasta de un hombre de Estado; no pasaba de un
condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho, traicionaba a todos.
Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar de ser inmensamente
rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil resolvió servirse de él;
el general Osorio le conocía el lado flaco” (Joao Pandiá Calógeras. “Formaçao
histórica do Brasil” . JMR TVII.p117)
Honorio Hermeto Carneiro Leao, jefe
del partido gobernante brasileño, refiriéndose a Urquiza: "¡Si, los millones con que hemos tenido que comprarlo para
derrocar a Rosas! Todavía después de entrar en Buenos Aires quería que le diese
cien mil duros mensuales" (Oído por Domingo F. Sarmiento al
brasileño-Carta de Yungay).
(En lugar de estar esto escrito en el
mármol de la tumba del ‘judas’
entrerriano, se le levantan monumentos, y se nombran calles y plazas con su
nombre. La historia nuevamente falsificada, ‘con esa habilidad que tenemos para rehacer la historia’ como
confesaba Sarmiento, refiriéndose a los Unitarios. Pero bueno, como decía
Philips K. Dick- escritor estadounidense-1928-1982) “La realidad es aquello que, cuando uno deja de creer en ella, no
desaparece”
Empecemos por las conclusiones.
Justo José de Urquiza nunca fue
Federal. Ni tampoco Unitario. Y nunca se arrepintió de sus traiciones.
La historiografía ha señalado y
comprobado repetidas veces las deserciones a su honor patrio, sin respiro
alguno.
Pero, se ha desentendido de sus
supuestos ‘arrepentimientos’ por esas
deserciones, por haber derrocado a su Jefe militar y Jefe de la Confederación
Argentina, basándose aquellos en las cartas muy conceptuosas de Urquiza para
con Rosas luego de haberlo abatido, sin considerar sus acciones y omisiones a
los fines de intentar compatibilizar aquellas declaraciones con sus
comportamientos públicos y privados a lo largo de su vida.
Es cierto que Urquiza, como se dice,
se adelantó a su tiempo. Pero para mal. Fue un moderno en el arte de ubicarse
donde corrían los vientos políticos y sociales que lo llevarán a su hambre de
poder y sobre todo, de riqueza desmedida. A cualquier costo y por sobre todo,
aún por sobre los intereses de su patria. De doctrina. De coherencia política.
Nada de nada.
A él le cabría perfectamente la frase
de Evaristo Carriego que con un dejo de irritación y decepción decía: “No hay una sola parte donde mire y no
encuentre como emblema del siglo, una bolsa y un vientre”. Y Urquiza fue emblema adelantado de lo
referido en la frase.
El presente trabajo no está dirigido a
un estudio completo de la vida de Urquiza ni tampoco a sus batallas militares
ni a su enorme capacidad militar, que la tenía y en sumo grado, al igual que el
‘Manco’ Gral. José María Paz.
Como dijimos, han sido hartamente demostradas
las traiciones de Urquiza al país, a su gente, a la soberanía territorial,
económica y política de nuestra patria. Aquí solo daremos un pantallazo de
todas ellas.
Pero lo que nos proponemos es poder
demostrar, sacar a la superficie algo que no ha sido suficientemente subrayado:
EL SUPUESTO ARREPENTIMIENTO DE URQUIZA POR HABERLO DERROCADO A ROSAS, que es
como decir, por haber derrocado al gobierno nacional impulsado por los
brasileños, con su ayuda.
Lo que entendemos supone una de las
falsedades –otra más- que adornan patéticamente, como el retrato de ‘Dorian
Grey’, nuestra deforme ‘Historia Oficial’.
Que de historia ya no quedan sino jirones y se ha vuelto una mísera ‘literatura de la historia’.
De este modo, lo que se nos presenta
como ‘Historia’ es solamente una ‘Política o Literatura de la Historia
falsificada’. Y eso último es la política de la antinación, de la negación
de las posibilidades propias para nuestro crecimiento, de la subestimación de
nuestro carácter hispánico para nuestro desarrollo autónomo e independiente.
El concepto y contenido de la
sempiterna ‘Historia Oficial’ es
descripta perfectamente por Ernesto Palacio allá por 1938: “...Domina en nuestro país la falsa idea de una historia dogmática y
absoluta, cuyas conclusiones deben acatarse como cosa juzgada, so pena de
incurrir en el delito de leso patriotismo... Aquí se ejercita un verdadero
terrorismo de la ciencia oficial, por medio de la prensa, la universidad y la
enseñanza media... Historia convencional, escrita para servir los propósitos
políticos ya perimidos, huele a cosa muerta para la inteligencia de las nuevas
generaciones... Ante el empeño de enseñarles una historia dogmática, fundada en
dogmas que ya nadie acepta, las nuevas generaciones han resuelto no estudiar
historia, simplemente. Con lo que ya llevamos algo ganado. Nadie sabe historia,
ni la verdadera, ni la oficial….Fraguada para servir los intereses de un
partido dentro del país, llenó la misión a que se le destinaba: fue el
antecedente y la justificación de la acción política de nuestras oligarquías
gobernantes, o sea el partido de "la civilización". No se trataba de
ser independientes, fuertes y dignos, se trataba de ser civilizados. No se
trataba de hacemos, en cualquier forma, dueños de nuestros destinos, sino de
seguir dócilmente las huellas de Europa. No de imponemos, sino de sometemos. No
de ser heroicos, sino de ser ricos. No de ser una gran nación, sino una colonia
próspera. No de crear una cultura propia. Sino de copiar la ajena. No de poseer
nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros navíos, sino de entregarlo todo
al extranjero y fundar, en cambio, muchas escuelas primarias donde se enseñara,
precisamente, que había que recurrir a ese expediente para suplir nuestra
propia incapacidad. Y muchas universidades donde se profesara como dogma que el
capital es intangible y que el Estado (sobre todo, el argentino) es mal
administrador”.
Y esta ‘historia oficial’ se ha convertido –a fuerza de repetición como un
mantra- en ‘religión oficial’ del Estado, reiterada desde todos los ángulos
de la publicidad, desde la primaria hasta la universidad en todos sus textos.,
conformando "la magnífica sabiduría
con que fue organizada la ignorancia del país", al decir de Salvador
Cabral.
Así, esa mistificación de la historia
se apuntala no solo con la obligatoriedad de textos educativos, sino también
con la selección exprofeso de documentos y el ocultamiento de otros; en la
invención de hechos inexistentes; en la calificación de nuestros verdaderos
patriotas y sus heroísmos que van desde una pretendida ‘barbarie’ de ellos
hasta su omisión condenándolos al ostracismo público, al olvido desintegrándose
en los pliegues de la historia.
El revisionismo histórico, en cambio,
presenta un estudio de nuestra historia basado en la heurística: esto es un conjunto de testimonios, sobre todo
documentales en su totalidad, y ordenados que prueban la veracidad de lo manifestado.
Luego, la hermenéutica interpreta
esos documentos sin adjetivaciones tan comunes al Unitarismo. Pero, y esto es
lo que debemos resaltar, el Revisionismo coteja permanentemente la
documentación con los hechos contemporáneos a ellos y con los posteriores, a
fin de observar la coherencia entre unos y otros.
Detengámonos aquí un momento.
Se podría dar a entender que existe un
contrasentido en el estudio y la interpretación de nuestros hechos históricos
en la corriente Revisionista. Porque por un lado el Revisionismo histórico
plantea la importancia de los documentos en el análisis de nuestra historia.
Y por el otro se acusa al Unitarismo
liberal de la citación de documentos (cuando no directamente de la omisión de
los mismos en su estudio de la historia) pero acomodado a una interpretación
capciosa, subjetiva e ideológica.
Es así; los historiadores Unitarios se
han transformado en meros detractores o
apologistas. El adjetivo ha reemplazado, ha desplazado totalmente, al
sustantivo.
En cambio, el Revisionismo histórico
no se queda solo contemplando el frío documento o papel inanimado. No basta
solo ello para compensar la distancia que va entre lo vivido y lo aprendido.
El Revisionismo histórico se plantea
observar si los documentos coinciden con los hechos posteriores o anteriores;
si se compadecen aquellos con éstos.
Y en tal sentido es lo que sucede con
la vida documental y fáctica de Urquiza: las declaraciones de los primeros,
altisonantes que trasuntan
arrepentimientos compungidos por el derrocamiento de su gobierno (hasta allí
llega la ‘Historia Oficial’ liberal
que no coteja si los hechos se compadecen con lo escrito), no coinciden con los
hechos contemporáneos y posteriores a ellos (que sí analiza el Revisionismo
histórico, en una visión completa de lo escrito y lo actuado).
Por ello es que el Unitarismo en una ‘Concepción Literaria De La Historia’ como
la llamaba con cierta ironía pero con acierto el inglés Halford J.
Mackinder; falsea la historia desde dos ángulos bien marcados: uno, describiendo
personajes con unas virtudes de las que ellos carecieron y, dos, describiendo
otros personajes con defectos y vicios inexistentes. También presentado
discursos y proclamas de las figuras históricas pero sin analizar si las mismas
se compadecen con sus acciones.
Escondiendo o silenciando total o
parcialmente la faz documental, o torciendo su significado al atribuir a los
personajes cualidades que no poseían. Ejemplo, sobre San Martin, ‘El Santo de la Espada’; Sobre Rivadavia,
el ‘progresista’; sobre Sarmiento, ‘el gran educador’; sobre Urquiza o Mitre
‘padres de la organización nacional’.
La ‘Historia Oficial’ tiene como ingrediente el que se ofrece como un
dogma que no es posible disentir, es indiscutible y ello se plantea en las
escuelas, en el periodismo, en todos los órganos de prensa, en los discursos
oficiales, en la iconografía, en fundaciones, en círculos áulicos llamadas
‘Academias’, en libros universitarios, hasta en los cuentos para niños como ‘Billiken’, en plazas, calles,
ferrocarriles, pueblos, etc.
Sobre todo esto, ayuda el desarraigo
intelectual de los universitarios de hoy día que descartan con desdén las cosas
nativas producto de esa ‘pedagogía de
colonia’ de la que hablaba Arturo Jauretche.
Siempre hay que tener presente que la
historia la escriben los que ganan. Todo vencedor ha impuesto siempre su ley al
vencido, como nos enseña la historia.
Y entre esas ‘leyes’ está una descripción de
los hechos históricos, su interpretación, y la ocultación de datos y documentos
que contradigan la realidad de lo acontecido que se vuelven indubitables e
incuestionables como un dogma.
Recordemos que Raúl Scalabrini Ortiz
entendía que la historia es un arma para manejar a los pueblos, para someterlos
a los designios de los vencedores, para impedir toda acción libertadora, para
dividir y confundir las corrientes de opinión. Por eso, la diplomacia inglesa
ha impuesto una historia oficial argentina según la cual le somos deudores de
la libertad, del progreso y de los capitales que nos prestaron para consolidar
el orden y el bienestar. La revisión histórica emprendida por FORJA demuestra
que tales asertos son falsos y que los capitales extranjeros, predominantemente
ingleses, que enfeudan y esclavizan la Patria, no son más que el producto del
trabajo y de la riqueza argentina, capitalizados a su favor por la astucia
europea... Conozca el origen de los problemas de la patria y así conocerá la
esencia de los problemas actuales.
Sigue diciendo Scalabrini Ortiz con
ironía bien rioplatense y sarcasmo lúcido que “"La historia oficial argentina es una obra de irria0- nación en
que los hechos han sido consciente y deliberadamente deformados, falseados y
concatenados de acuerdo a un plan preconcebido que tiende a disimular la obra
de intriga cumplida por la diplomacia inglesa, promotora subterránea de los
principales acontecimientos ocurridos en este continente. La política inglesa,
que se caracteriza en la historia universal contemporánea por su egoísmo tenaz
y por su habilidad implacable, se presenta ante nosotros, en los textos
oficiales, animada por sentimientos tan inmaculadamente desinteresados que son
más propios de santos que de seres humanos. La historia que nos enseñaron desde
pequeños, la historia que nos inculcaron como una verdad que ya no se analiza,
presupone que el territorio argentino flotaba beatíficamente en el seno de una
materia angélica. No nos rodeaban ni avideces ni codicias extrañas. Todo lo
malo que sucedía entre nosotros, entre nosotros mismos se engendraba. Los
procesos de absorción, que ocurrieron en todas las épocas, del más pequeño por
el más fuerte, del menos dotado por el más inteligente, No ocurrieron entre
nosotros, de acuerdo a la ‘historia oficial’. Las luchas diplomáticas y sus
arterias estuvieron ausentes de nuestras contiendas. Solo tuvimos amigaos en el
orden internacional extraamericano. Los conductores de más garra y de menos
pudicia, los constructores de los imperios más grandes de que haya noticia , se
amansaban milagrosamente en nuestra continuidad,
y se avenían a ‘trabajar’ (sic) sin retribución por nuestro ‘propio bien’ (sic) . Canning fue nuestro ‘amigo desinteresado’
(resic), Palmerson y Guizot, también.
Disraeli y Gladstone nuestros ‘protectores’ (resic), casi. Las tentativas de conquista de 1806 y 1897 fuero ‘errores’ (resic) de algunos marinos y guerreros que, al fin,
nos fueron útiles al difundir ideas de ‘libertad (resic)”
La idea plasmada en documentos y
hechos de la persona de Justo José de Urquiza nos lleva a establecer su
comportamiento político a lo largo de toda su existencia. Día a día. Y a la
relación que tuvo su actuación en lo referido a la custodia de la soberanía
nacional, tantas veces violada por su persona.
Y todos sus actos y omisiones
concatenados unos a otros como las cuentas de un rosario para entender que
todos aquellos distan de ser considerados acciones u omisiones de un soldado
Federal y patriota ya desde el comienzo de su actividad pública: ‘Facta, Non Verba. Verba Volant’.
Urquiza fue un adelantado en ver la
importancia de la publicidad de sus dichos, del periodismo y su influencia en
las personas rectoras tanto aquí como allende los mares.
Él –al igual que Sarmiento y Mitre- se
dio cuenta que la posteridad iba a juzgarlo por su actividad pública y privada
y en atención a ello sus discursos, sus cartas públicas grandilocuentes estaban
dirigidas a cubrirse para que su estrella en el firmamento político no se viera
oscurecida en el futuro. Sabía de la importancia de la imprenta, de los
diarios, revistas y quiso quedar bien parado en la historia que se iba a
escribir sobre él.
Es por ello que muchas veces decía una
cosa y hacía otra. Jugaba a poder visualizar, a prevenir como se iban
desarrollando en el mundo y en nuestra tierra los conflictos políticos y
militares y obraba en consecuencia para colocarse en una mejor posición y
defensa de sus intereses particulares.
Hoy sería un político moderno de los
que tanto abundan que se ubican según sus conveniencias de momento y no tienen
ninguna vergüenza de cambiar la declaración de sus ideas políticas en los
hechos, si con ello su patrimonio personal no se viese disminuido o –en
realidad- se viese aumentado.
Así fue Urquiza. Por eso es
inclasificable. Su único interés a lo largo de toda su existencia era su ansia
irrefrenable de riqueza; su codicia era ilimitada como su deseo de poder por
sobre todo y todos. Para eso contó con
sus ‘empleados-espías’ como el catalán Antonio Cuyás y Sampère, entre otros,
que servían de correo comercial entre don Justo José y Montevideo donde
imperaban los ‘colorados’ Orientales,
los auto-exiliados Unitarios Occidentales (decimos así, pues nadie los
perseguía, salvo que delinquieran, se iban por propia voluntad y con un buen
pasar) y los franceses siempre listos.
Él se fue moviendo y declamándose Federal cuando las corrientes
políticas se inclinaban para el despliegue político y social del Federalismo,
(por supuesto con su enorme capacidad militar que nadie discute siendo un gran
estratega en esos temas).
Urquiza se dio cuenta que las circunstancias políticas se volcaban hacia
políticas económicas que soslayaban la soberanía de las naciones, concentrando
toda la riqueza producto de la expoliación de los territorios que fueran
colonia de los españoles. Eso produjo una lenta pero inexorable caída y
disgregación de nuestra patria soberana al acercarse los Unitarios junto a los
imperios brasileños, franceses e ingleses que nos rodeaban. Entonces Urquiza se
fue lentamente corriendo de su declarada fe Federal y patriota para reafirmar
una supuesta auto declaración de patriotismo y un supuesto Federalismo pero ya
vaciado y sin esencia, híbrido, despojado de todo contenido, traicionando a todos
sus antiguos camaradas federales. No solamente a los ´rosistas’ sino a los que
lo apoyaron en la batalla contra Oribe su antiguo camarada, que eran, sí,
Federales pero con una corta visión política o geopolítica nacional y menos,
continental como la tenía Don Juan Manuel de Rosas.
Estos últimos tenían, más allá de su buena fe, una concepción política
de vuelo corto, barrial, provincial, como José Hernández, Rafael Hernández,
Evaristo Carriego (padre), Ricardo Ramón López Jordán, y todos los federales
que en una especie de suicidio colectivo nacional, luchando por derrocar a
Rosas, eliminaban la arquitectura política que sostenía nuestra independencia y
arrastraron a nuestra patria llevándola a una época de anarquía, guerras civiles y guerras internacionales que
nos condujeron a una disgregación territorial, así como también a una
definitiva perdida de grandeza y desarrollo como nación soberana.
Al decir ‘Federal no rosista’ hablamos de personas con cierto
grado de buena fe, patriotismo, pero sin la concepción política que se
necesitaba para la conformación de una Patria Grande. Sus miradas no excedían
de unos cuantos kilómetros de su terruño y sin visualizar una geopolítica
global que excedía sus capacidades, eran fácil pasto de los siempre vigilantes
sátrapas Unitarios e imperiales.
Bueno, es que en realidad, a diferencia del citadino por lo general
hombre mercantilista, receloso y lleno de artificios, el hombre de campo, el
hombre provinciano, es simple, hospitalario, confiado y de incauta limpieza en
sus dichos y costumbres, en comunidad con su tierra que lo vio nacer. Estos
provincianos de buena fe, lamentablemente, no supieron ver en su dimensión el
proyecto de la ‘Patria Grande’ estructurada por Rosas y le hicieron el juego al
Unitarismo ‘centralista’, especulativo,
codicioso financieramente, y sujeto a los intereses de los imperios centrales y
brasileño.
Si hoy somos una colonia lo somos por las ideas de los Unitarios, el oro
de los franceses y las Bancas brasileña e inglesa, pero, y ante todo como
puerta de acceso, por la acción militar de Urquiza.
Entendamos que si bien los brasileños, los franceses, los ingleses, y
los Unitarios intentaron una y mil veces destruirnos como nación, fragmentarnos,
no lo podrían haber hecho si no hubiera alguien DESDE ADENTRO, que les abriera
la puerta y hacerlos pasar. Ese fue Justo José de Urquiza.
Ciertamente, antes y después la Masonería jugó un papel rector en
nuestra derrota como nación la cual, entre otras cosas, no solo manejaba los
hilos de los líderes políticos vernáculos, sino también la Banca nacional e
internacional. Rosas lo sabía, lo combatió eliminando el Banco Nación y
fundando el Banco de la Provincia de Buenos Aires que comenzó a tutelar nuestra
moneda y crédito. La Masonería no se lo perdonó hasta el día de hoy y, hasta el
día de hoy, el odio masón hacia Rosas es fácilmente entendible.
Urquiza, paradigma del primer traidor ya antes de la batalla de Caseros
y durante la misma. Luego, en Paysandú, posteriormente en la guerra del
Paraguay, se le sumó el hacer la ‘vista
gorda’ ante las masacres de las partidas Unitarias con sus sicarios de tan
triste fama como los ‘Colorados’ de la Banda Oriental: Venancio Flores,
Wenceslao Paunero, Ambrosio Sandes, Pablo Irrazábal (asesino del Chacho
Peñaloza), etc. los cuales pasaban a degüello a todos los que caían en sus
manos, sean soldados, civiles, mujeres, ancianos y niños.
Ya describía como una pintura José Hernández en su ‘Martín Fierro’, tal vez arrepentido de haberlo combatido a Rosas,
lo que sucedía en el interior del país con el genocidio cometido por los
Unitarios:
" (...)Yo he conocido esta tierra en que el
paisano vivía, y su ranchito tenía y sus hijos y su mujer... Era una delicia el
ver cómo pasaba los días. Entonces...cuando el lucero brillaba en el cielo
santo y los gallos con su canto nos decían que el día llegaba, a la cocina
rumbiaba el gaucho...que era un encanto. Y sentao junto al jogón a esperar que
venga el día
al cimarrón le prendía hasta ponerse rechoncho mientras su china dormía
tapadita con su poncho. Y apenas el horizonte empezaba a coloriar, los pájaros
a cantar, y las gallinas a apiarse, era cosa de largarse cada cual a trabajar (...)"
Mientras tanto Urquiza, muy orondo sentado en la galería de su Palacio
de San José, seguía haciendo negocios con las bancas inglesa y brasileña,
mirando para otro lado ante el atroz espectáculo de muerte y miseria del
interior del país y recibiendo como premio consuelo de sus amos Unitarios
porteños y brasileños, el que lo dejaran tranquilo en su coto privado que era
la provincia de Entre Ríos, con su enorme riqueza mal habida y resultado de la
sangría de su pueblo todo, y de las exportaciones de oro a Europa a través del
gobierno de la Comisión Argentina Unitaria de Montevideo.
Sebastián Miranda dice que “Urquiza no siempre militó, como comúnmente
se cree, dentro de las filas del partido federal. En 1826 mientras gobernaba la
provincia de Entre Ríos el coronel Juan León Solás se urdió una revolución para
derrocarlo encabezada por Salvador María del Carril, figura de primera línea
del unitarismo y uno de los instigadores del asesinato de Dorrego. Del
Carril fue apoyado por Ricardo López Jordán, Justo José de Urquiza y su hermano
Cipriano” .
El General Pascual Echague decía que
Urquiza era un ser peligroso y ambiguo porque en cuestiones comerciales se
entendía perfectamente bien con los Unitarios, cosa que se confirma con las
acciones que desarrolló a lo largo de su vida el ‘Judas’ entrerriano y que lo
llevan a ser una pieza útil de la estrategia ‘imperial-Unitaria’, que –de éstos
últimos (Mitre, Sarmiento, Paz, Juan Cruz y Florencio Varela, Manuel Herrera y
Obes, Andrés Lamas, etc)- sus inteligencias políticas y diplomáticas eran
inversamente proporcionales a sus patriotismos.
Urquiza hizo de Entre Ríos su estancia
personal. Las tierras de la provincia, el ganado, todo le pertenecía y todos
sus actos iban dirigidos a acrecentar su fortuna a costa de su pueblo
entrerriano, del pueblo del interior y de la soberanía de su patria a la que no
trepidó en negarla en los hechos todas las veces que fuese necesario si con
ello lograba aumentar su ya considerable patrimonio, a través del contrabando
de oro y otros bienes con Inglaterra y Francia sirviendo la Banda Oriental como
nexo o vía de embarque.
Urquiza no podía desconocer, con su
sagacidad, que detrás de la oposición a Rosas se escondía el poder imperial del
Brasil. Todo lo contrario, se iba a
aprovechar de eso para acrecentar su patrimonio bien o mal habido a cambio de
su dignidad y moral.
Mientras Rosas desconfiaba de Urquiza,
este –con buena cintura política- iba acumulando poder en Entre Ríos y
aledaños.
Podemos decir que hubo alrededor de 5
grupos de personajes históricos y
políticos durante el siglo XIX que actuaron en el rio de la Plata.
Un primer grupo que permanentemente
traicionó los intereses de nuestra tierra pero que eran consecuentes con su
pensamiento, sea antes o después de la batalla de Caseros: Bartolomé Mitre,
Domingo F. Sarmiento, los Varela, los Alsina, Salvador María del Carril, Juan
Galo Lavalle, el Oriental Fructuoso Rivera, Félix Frías, Marco Avellaneda, José
María Paz, Julian S. Agüero, Araoz de Lamadrid (a pesar de sus coqueteos
tempraneros con los Federales fue un feroz degollador Unitario de inocentes que
tomaba a su paso) etc. Contrarios a los intereses de su nación, pero coherentes
en sus pensamientos y acciones.
Un segundo grupo que era eminentemente
Federal y ‘rosista’ pero que luego de
Caseros, sea por temor a perder sus bienes o sus vidas (debieron recordar el
fin que tuvieron Chilavert, Santa Coloma, los soldados de Aquino), apoyaron sin
retaceos a Urquiza con el cual se aliaron: Vicente López y Planes, Tomas Guido,
Jerónimo Costa, Hilario Lagos, Pascual Echague, Eduardo Lahitte, Juan B.
Thorne, etc. Patriotas que entendieron o
quisieron entender que no existiendo más Rosas en el panorama político rioplatense,
Urquiza era la opción que quedaba más potable en el mapa Federal para
contrarrestar al grupo minoritario pero activo de Unitarios que volvían al
ruedo y a la conquista del poder.
Un tercer grupo, Federal pero ‘no rosista’ con enorme déficit de conocimiento
político global, con una inconmensurable visión localista de los intereses del
país, seducidos por el canto de sirena de las ideas revolucionarias francesas
que apuntaba a la necesidad de la existencia de una ‘Constitución‘ escrita como
la llave de la felicidad eterna de nuestro pueblo y el medio necesario para la
unión de los argentinos. Un espejismo, un fetiche que fue comprado por estos
Federales con poco desarrollo geopolítico y análisis de los intereses
imperiales en nuestro continente.
Este grupo de tal vez sinceros
patriotas no se dieron cuenta que le hicieron el juego a los intereses foráneos
de la banca mundial y de la política expansionista brasileña. Los Unitarios, los ingleses, los franceses y
el imperio brasileño sí lo contemplaron.
De tal modo, que traicionaron no a
Rosas, sino a lo que él representaba, a lo que él encarnaba: la
autodeterminación política y económica de la Confederación Argentina, a la
defensa irrestricta de los intereses de nuestra nación luchando contra ella por
un mero ‘cuadernito’ como decían Rosas y Quiroga, sin mayor peso en la
consolidación de nuestra República. Así
lo demostraron los hechos luego de Caseros en 1852 hundiéndose el país en un
torbellino de sangre, asesinatos y desintegración territorial por más que
existía una Constitución escrita tanto la de 1853 y peor la de 1860, con total
rasgos liberales.
Estos buenos Federales pero sin
ninguna visión estratégica política y muy lejos del enorme Sistema Americano
implementado continentalmente por Rosas no supieron ver que el país estaba
constituido por los pactos interprovinciales ajustados a la realidad empírica
del país y que estaba dando enormes frutos sociales y económicos en todo el
territorio. Y al no ver con claridad
mordieron la mano a quien engrandeció a la Nación, lo combatieron y lo
derrocaron. Tal vez el mayor suicidio colectivo institucional que se tenga
memoria.
Tiempo después, cuando se
desembarazaron de Rosas el 3 de Febrero de 1852, ellos fueron los traicionados
por los Unitarios, tal como en su momento traicionaron al Gobierno legítimo de
su país. Rosas se los advirtió pero no lo escucharon.
Entre ellos tenemos a José y Rafael
Hernández, Evaristo Carriego (padre), Juan B. Alberdi, Benjamín Virasoro, el
‘Chacho’ Peñaloza, etc. También podemos incluir a los Orientales Eugenio
Garzón, Servando Gómez, Felipe Varela.
Este último -al igual que el ‘Chacho’
Peñaloza- no supo ver la dimensión política soberana de Rosas combatiéndolo y
uniéndose a Urquiza a quien creían erróneamente que era el apóstol de la
libertad de las provincias. El ‘urquicismo’ de Felipe Varela nos muestra
que su patriotismo y valentía era inversamente proporcional a su inteligencia
de la política nacional, y sus acciones ponían trabas a la independencia y
soberanía que propugnaba Rosas.
Igualmente podemos citar a los
paraguayos Carlos Antonio López y su hijo Francisco Solano López.
En esto también intervino Urquiza: La
muerte del ‘Chacho’ Peñaloza fue pactada entre él y Sarmiento; el primero con
su silencio apartándose de lo que sucedía en el interior con las matanzas
oscuras de todo Federal (incluidas las mujeres y los niños, para beneplácito de
nuestro ‘educador’ oficial, Sarmiento).
Luego de la muerte de Peñaloza,
Sarmiento y Urquiza festejaron reuniéndose en el Palacio San José. Tal vez fue
el precio que también debió pagar Peñaloza por su limitada visión política de
grandeza que comandaba Rosas, no teniendo la perspectiva necesaria que en
cuestiones políticas se debe tener, además del valor militar y las buenas
intenciones.
Peñaloza y Varela fueron federales
pero ‘no rosistas’. ¿A qué se debió?
¿a mala disposición de Peñaloza y Varela?. NO. ¿a su candor? SI. Pero ante todo
a la tarea de Urquiza de arrasar con el ‘rosismo’.
Más astuto que Peñaloza y Varela, Urquiza mismo los convenció de que su
"federalismo" era el auténtico, no el de Rosas. Así las cosas,
Peñaloza y Varela cayeron en la trampa sin saber que desde el principio estaban
siendo manipulados por la tarea de inteligencia de Urquiza, agente de la
anglo-masonería atea y títere del Unitarismo.
Un cuarto grupo, que también en su
momento fuera Federal y ‘rosista’,
luego de Caseros su ‘porteñismo’ les
hizo unirse a los Unitarios persiguiendo un mismo fin e intereses
económico-comerciales teniendo como eje, como pivote, como rector único a
Buenos Aires en el manejo de la política económica nacional por sobre los
intereses del conjunto de las provincias. Lo que se llamó y se llama el ‘centralismo porteño’ que sufrimos hasta
el día de hoy.
No debemos de olvidar que Buenos Aires
era como una especie de fortín inglés en
el Plata.
Y hablando de ‘ingleses’, el pro-británico Alvear que luego de la caída de Rosas
en cuyo gobierno él estuvo por 20 años como embajador en los Estados Unidos de
Norteamérica, le envía una carta a su hijo Emilio –citada por Julio Victorica-
en el que decía, oscilando entre su nuevo apoyo a Urquiza y volver a sus
fuentes ‘centralistas’ y ‘aporteñadas’:
“Querido
Emilio: Tú necesitas de la protección de un hombre que te fomente en tu
carrera. Ese hombre no puede ser otro que el general Urquiza, a quien conceptúo
el mejor general de la Confederación Argentina, como lo ha demostrado venciendo
los hombres de más nota. Yo le noto cualidades muy superiores a San Martín en
la parte militar. Sus ideas elevadas de tolerancia y generosidad, ese arte de
Urquiza de olvidar los agravios, es admirable y sin ejemplo en América. Yo
estoy cierto que no me engaño en las grandes cualidades que tiene el general
Urquiza, porque lo juzgo por sus hechos, sin pasión y sin envidia. Esto no
quita que no tenga defectos; pero es sabido que no hay ni ha habido hombre
alguno; por grande que haya sido, que sea perfecto. Rivadavia en su género y
Urquiza en el suyo, son los dos grandes hombres de nuestro país. Si las
pasiones e ignorancias de nuestros conciudadanos no les permitieron apreciar al
primero, no sería extraño que ahora no sepan tampoco apreciar al general
Urquiza; pero la falta estaría aquí en el error, no en la ausencia de
méritos... Carlos M. de Alvear”
Del mismo modo, como ejemplo de ello
tenemos a Bernardo de Irigoyen, Álvaro José de Alzogaray, Juan Moreno,
Francisco Javier Muñiz, Dalmacio Vélez Sarsfield, Lorenzo Torres, Miguel Navarro Viola, Emilio Agrelo, los
Anchorena, y, lastimosamente el Gral. Ángel Pacheco, y como bien señala el
historiador Mario Cesar Gras, Vicente López y Planes. Hombre sin carácter, irresoluto y ya decrépito
quien, influenciado y presionado por su hijo Vicente Fidel López - Unitario
desencajado- es quien declara a Rosas ‘reo de lesa patria’, llevando adelante el juicio en su contra para
condenarlo a muerte y confiscarle sus bienes.
Junto a él, conspicuos Federales ‘rosistas’
que recogieron todos los beneficios políticos, sociales y económicos durante
los años en que gobernó Rosas, como Francisco y Rufino de Elizalde, Pastor
Obligado, Baldomero García, Juan Bautista Peña,
Y hablando del General Pacheco
transcribe Julio Victorica una opinión de Sarmiento sobre el General Pacheco
–por boca de Marco Avellaneda- luego de que aquel defeccionara, claudicara en
defender su patria borrando en un segundo una vida llena de heroísmo
sanmartiniano.
"Desde
que atravesamos el Paraná, el general Urquiza principió a preocuparse del
militar a quien Rosas confiara el mando de su ejército—¡recorría los nombres de
todos los que a éste acompañaban y se detenía siempre en el del general
Pacheco. Era el único que le inspiraba recelos, y se propuso anularlo. “He aquí
el medio de que se valió- Le escribió cartas en términos amistosos, casi
confidenciales. Leí una de ellas en la que le anunciaba que su primer acto,
después de vencer a Rosas, sería nombrarlo gobernador de Buenos Aires,
conteniendo además, frases como éstas, "como Vd. sabe”, "de
conformidad a lo que le comuniqué”, que indicaban que procedía de acuerdo con
él- La correspondencia era conducida por chasques a puntos en donde debían ser
tomados por agentes de Rosas. Tres o cuatro gauchos fueron degollados, pero
logró su objeto. Pacheco fué separado del ejército de Rosas- En el combate
entre las vanguardias que tuvo lugar el 31 de enero, las tropas de Urquiza
entraron a la pelea vivando a Pacheco.
Y hubo un quinto grupo muy minoritario
integrado por aquellos que, poniendo en peligro sus vidas y sus bienes,
continuaron defendiendo a Rosas y su actuación pública: José María Roxas y
Patrón, Ciriaco Cuitiño, Antonino Reyes.
Fueron exponentes cabales de la fidelidad a su patria y en muchos casos,
le costó la vida a más de uno de ellos por su lealtad a nuestra patria.
Con relación a Urquiza algunos
historiadores –aún revisionistas- explican que el mismo fue uno más que
traicionó la causa Federal, y por carácter transitivo, a la integridad de la
nación.
¿Fue así? Porque para traicionarla
Urquiza debió haber sido Federal. Pero no solo invocar serlo, sino demostrarlo
en los hechos a lo largo del tiempo.
Entendemos que Urquiza NUNCA FUE
FEDERAL, como reza el título del presente trabajo. Pero TAMPOCO FUE UNITARIO.
Fue como los políticos contemporáneos
declamadores de ideologías que se ajustan a sus necesidades económicas
personales según los tiempos políticos que prevalecen en cada momento
histórico. Así Urquiza fue un adelantado en este tema.
Pero a los efectos del presente
trabajo utilizaremos el término ‘traición’
si no como sinónimo de traición a Rosas y al Federalismo (en razón de que nunca
lo fue internamente, aunque sí exteriormente puesto que los vientos de la
historia corrían para esas concepciones políticas), como sinónimo mayor de
‘traición’ a la Nación Argentina toda.
De tal modo ¿Qué fue Urquiza?:
Un empresario cuyos intereses
comerciales personales estaban por encima de los intereses de su patria.
A diferencia de Juan Manuel de Rosas
cuyos intereses particulares nunca estuvieron por encima de los intereses
colectivos de su pueblo. Y en algunos casos, cuando estuvieron en contra de
ellos, Rosas privilegió los intereses públicos por sobre los suyos privados.
Dice Roberto Schmit:
“A partir de 1822 la tienda de don
Justo José opera regularmente en el tráfico de cueros y productos de ultramar.
Pero un año después se produjo el ingreso de Urquiza en la turbulenta vida
política entrerriana, en oposición al gobierno de Mansilla viéndose involucrado
en un complot que le obligó a exiliarse a Curuzú Cuatiá.
“Asociado con Vicente Montero sus
operaciones alcanzaron todos los puertos del río Uruguay.
“Instalado al sur de
Corrientes, sobre las costas orientales de Corrientes, Entre Ríos, Brasil y la
Banda Oriental, traficaban lícita o ilícitamente todo tipo de bienes.
“No
olvidemos el régimen esclavista de Brasil que requería muchos cueros y tasajo.
“También se asoció a Gregorio
Araujo en los negocios de la producción rural de la zona.
“En 1824 de regreso a Entre Ríos en
Concepción del Uruguay se hizo cargo de proveer carne y yerba al Ejército y
administrador de la estancia de su padre, adquiriendo otro campo en Corrientes
con un aporte de su padre de $ 3.700.
“Desde
fines de la década de 1840 extiende sus negocios a través de nuevos tipos de
sociedades y emprendimientos de inversiones. Y extiende su influencia
incursionando en el terreno financiero-mercantil en Buenos Aires.
Las
propiedades y Estancias de Urquiza para entonces ocupaban unas 130 leguas
cuadradas.
“Y
después de 1854 (siendo presidente de la Confederación) emprendió un nuevo
ciclo y logró acumular 272 leguas cuadradas de campos, es decir más de 734.000
hectáreas de tierras y un enorme plantel de ganado vacuno y ovino.
“El patrimonio rural acumulado por
Urquiza hacia 1870, alcanzó los $ 2.685.543 pesos que lo coloca entre los más
grandes empresarios rurales del universo rioplatense. Hay que imaginar a los
valores de hoy, el equivalente del valor de esas tierras y del ganado.
“Urquiza, hasta su muerte, fue el
principal proveedor del Ejército de Mitre en la guerra del Paraguay y
quizás su patrimonio era superior al de Rosas y su socio Terrero al tiempo de
Caseros”
Veamos a continuación el desarrollo de
la actuación política de Urquiza según los tiempos, y las deserciones ante su
pueblo y nación en los distintos acontecimientos que lo tuvieron tanto como
protagonista principal como testigo silencioso que, con dichas acciones, dejaba
inerme a su patria frente a los ataques extranjeros.
Como hilo conductor de toda su
actuación puede verse la mano de la Masonería extranjera o vernácula, mucho
antes de que Urquiza se incorporara a la Masonería junto a los degolladores de
Sarmiento y Bartolomé Mitre en una tenida históricamente memorable, el 27 de
Julio de 1860 que se vio reflejado ello en Pavón, Paysandú y la Guerra del
Paraguay.
Urquiza fue el ser más despreciable
que dio este suelo nuestro. Su filiación a varias logias masónicas, incluida la
primera de ellas de la que fue miembro y en donde terminó por liderar el
Unitario de Sarmiento, hizo que incluso muchos años después de su muerte, la
Logia ‘George Washington’ le rindiese homenaje.
Los que hablan de ‘arrepentimiento’ de Urquiza se basan en
epístolas; y en unos míseros pesos que, con un sentido de limosna, le envió a
Rosas en el exilio luego de persistentes oficios hechos por Josefa Gómez (de
familia Oriental, pariente de los Generales Leandro y Servando Gómez). El entrerriano no sabía cómo hacer para sacarse
de encima a la terca, perseverante y tenaz patriota federal que insistía una y
otra vez para que cumpliera su vieja promesa de ayuda anual y que quedó,
finalmente, limitada a un solo envío de dinero, hastiado de las presiones de
Gómez a tales fines.
Con respecto al hecho de levantar la
confiscación de los bienes de Rosas, entendemos que este fue otra maniobra
política electoralista de Urquiza que no cambia ni en el momento ni en el
futuro, sus acciones masónicas y anti-argentinas: Urquiza necesitaba apoyo
político de los antiguos Federales ‘rosistas’,
sobre todo los de Buenos Aires. Levantando la confiscación el 7 de Agosto de
1852 de los bienes de Rosas y con dinero, prolijamente distribuidos
contablemente los sumó a su campaña política.
Ello no significaba un peligro para su
gobierno porque el hecho de que Rosas recuperara su patrimonio, no afectaba lo
ya resuelto por las armas en Caseros, ni afectaría su propio patrimonio
suficientemente consolidado, con el apoyo siempre presente de las armas
brasileñas.
Si así no hubiera sucedido, no
hubieran acontecido todos los hechos que siguieron siendo su norte en la vida
pública.
Entendemos que de ‘arrepentimiento’, nada de nada. Solo
demagógicas declaraciones sin apoyo en hecho alguno.
En síntesis y basándonos en las
manifestaciones por parte de Urquiza y los hechos que les sucedieron, veremos
si es así; si realmente hubo esos tales ‘arrepentimientos’
mencionados, vistos con un criterio cronológico:
II.-Los
Pactos con Madariaga y el Tratado de Alcaraz (1846)
Como hemos dicho arriba, Urquiza ya
desde 1846 tramaba, conspiraba contra su país.
La Ley de Aduana de 1836 de Rosas le
estaba trayendo beneficios muy productivos a la nación, pero perjudicaba a
Urquiza en sus negociados.
Resume José María Rosa: “El 18 de noviembre de 1835, en uso de la
suma del poder público, dicta por su propia autoridad la Ley de Aduana que
regiría desde el 1º de enero de 1836. Rompe con ella el esquema liberal. No
habría más libertad de comercio, que mataba las industrias nativas en beneficio
de las fábricas de Inglaterra: prohíbe la introducción de similares extranjeros
de aquellos productos que aún se elaboraban en el interior (tejidos, algunas
herrerías y carpinterías, etc.) y grava con altos aranceles la importación de
aquellas que podían fabricarse en el país. Favoreció también a los alcoholes y
vino de Cuyo, azúcar de Tucumán y Corrientes, tabacos de Salta y yerba de
Misiones…Súmese el hecho de la nacionalización bancaria de 1836, y por el ello
el crédito y la emisión del dinero quedaba en manos del Estado”
La ley de Aduana asestaba un golpe
mortal a los negocios particulares de Urquiza. Su sistema de contrabando por el
cual se enriqueció, tenía los días contados. Esto era mucho para él. Rosas
conocía este hecho, pero lo dejaba pasar especulando con manejar los tiempos y
anular el accionar de Urquiza en estos temas, además era su principal brazo
militar junto con Oribe.
Con la Ley de Aduana, dice José María
Rosa, “No habría más libertad de
comercio, que mataba las industrias nativas en beneficio de las fábricas de
Inglaterra: prohíbe la introducción de similares extranjeros de aquellos
productos que aún se elaboraban en el interior (tejidos, algunas herrerías y
carpinterías, etc.) y grava con altos aranceles la importación de aquellas que
podían fabricarse en el país. Favoreció también a los alcoholes y vino de Cuyo,
azúcar de Tucumán y Corrientes, tabacos de Salta y yerba de Misiones”
La historiografía Unitaria y Liberal
no entiende (porque nunca ‘entendió’ el significado de ‘patria’) cómo es que el
propio Rosas establecía una ley que contrariaba sus intereses particulares en
favor de la producción nacional y del interior. Es que para Rosas era justo
hacer prevalecer lo que convenía a nuestra patria por sobre ventajas
comerciales particulares o locales. Urquiza desoye esto y muestra su verdadera
faz.
En su momento, Rosas hizo del Banco
Nacional –órgano de sustracción de nuestra riqueza a manos de los ingleses- el
Banco de la Provincia de Buenos Aires que era la que pasaba a controlar la
emisión de la moneda y el manejo del crédito. Algo que también perjudicó los
intereses particulares de Urquiza y sus adláteres socios en el contrabando,
ingleses y franceses
Fabián Herrero nos presenta el cuadro
de la situación de la Confederación Argentina en ese momento histórico: “El Gobierno de Entre Ríos, durante el año
1846, vive, por cierto, una situación paradójica. Por un lado, la provincia es
una de las fuerzas principales de la Confederación, luego de que Justo José de
Urquiza venciera a las fuerzas unitarias. Sin embargo, por otro lado, su
prosperidad económica se basa en lo que se llama los puertos abiertos, esto es,
no cumple con las reglas del bloqueo implementadas por Juan Manuel de Rosas
pero, ante los reclamos de este último, niega que lo esté quebrantando.' En este
marco, no puede resultar extraño que se presente una iniciativa conspirativa
contra el caudillo porteño, impulsada por el Gobierno de Corrientes y que
tendría a Urquiza como su cabeza visible.'
Urquiza y Madariaga –Gobernador de
Corrientes- firmaron el llamado ‘Tratado de Alcaraz’, en el que se intentaba un avenimiento
entre las partes. Urquiza se movía en un terreno de marcada ambigüedad.
Los Unitarios se daban cuenta que, al
no contar con Inglaterra y Francia, la única manera de tomar el poder era
derrotar a Rosas utilizando la egomanía y el ansia de dominio y fama del
envidioso Urquiza. Tanto Varela como
Esteban Echeverría ven que Urquiza es el ‘talón
de Aquiles’ del sólido y compacto gobierno Confederado, de tal modo que le
empiezan a adular,
Urquiza comienza a violar el Pacto
Federal, por él suscripto en nombre de su provincia.
La excusa para luchar contra Rosas era
la falta de una Constitución. No sabemos si en la cabeza de muchos de los
conspiradores, esa era la verdadera causa, pero no lo era en Urquiza a quien lo
que realmente le importaba era lograr facilidades para seguir con su comercio
cuasi-clandestino de exportación del oro de su patria.
Para eso se requería la libre
navegación de los ríos…a como diera lugar y costase lo que costase, así fuera
desprender a la Mesopotamia de la Confederación Argentina y formar un nuevo Estado,
junto a Paraguay y la Banda Oriental.
Ignacio Zubizarreta nos describe el
acercamiento de los Unitarios a Urquiza. Ellos olían, intuían con asidero que
el entrerriano era la puerta de entrada a su vuelta para dirigir los destinos
del país a través de sus ideas políticas.
“Para
el año 1846, tanto Echeverría como Florencio Varela –este último desde el
editorial de ‘El Comercio del Plata’ (Editorial del 23 de febrero de 1846, en: El Comercio del Plata, Hemeroteca,
Biblioteca Nacional) invitaban cordialmente a Urquiza a plegarse del lado de la
“civilización”, y a organizar una alianza a favor del libre comercio y de la
navegación. Dos años después, Urquiza comenzó a administrar su provincia –antes
también era nominalmente su gobernador pero debió atender la guerra contra el
Uruguay–, y a percibir las desventajas económicas que atravesaba como
consecuencia de los bloqueos y de la política internacional llevada a cabo por
Rosas.
“En
1850, cuando las diferencias entre los dos gobernadores más poderosos de la
Confederación parecían no tener vuelta atrás, el unitario José Mármol le
escribía al jefe de gobierno de Entre Ríos para que convocara a un congreso.
“Para
ese entonces, Urquiza estaba convencido de la necesidad de rebelarse, y detrás
suyo existía un poblado grupo de unitarios que lo alentaban a efectuarlo, con
los que tenía gran afinidad.
“A
algunos los había conocido luchando contra ellos, venciéndolos e indultándolos,
por lo que se plegaron a él. Entre los unitarios que colaboraron con Urquiza
antes de su célebre pronunciamiento, cabe mencionar a: Ángel Elías, Martiniano
Charras, Indalecio Chenault, Lorenzo Escobar, Luciano González, Eusebio Palma,
Luis J. de la Peña, José María Pelliza, Pedro Pablo Seguí, Nicolás Vega.
“Pero,
sin duda alguna, el primero de ellos, Ángel Elías, no sólo fue su más estrecho
colaborador, su secretario privado y un ardiente unitario que había peleado del
lado de Lavalle, sino también, y por sobre todo, la persona que probablemente
más influyó en Urquiza para tomar la decisión de sublevarse ante Rosas”.
El hecho de que un supuesto Federal
como Urquiza, tuviera un secretario privado acérrimo Unitario como Elías, es
todo un síntoma. No porque esto signifique que Urquiza era Unitario, sino que
demuestra que no era nada más que aquello que le conviniera a sus negocios.
Para Urquiza, sus enemigos y amigos
podían variar de condición según cuales fueran sus conveniencias personales.
Obviamente, Rosas sabía todo esto
pero, calculó mal o no creyó que Urquiza pudiera llegar tan lejos como para
aliarse al Brasil como un mero auxiliar, provocando una guerra internacional en
nuestro territorio. La Confederación estaba por conquistar y arrasar al estado
esclavista y expansionista del Brasil y terminó rodeado y empequeñecido por los
ejércitos de Urquiza, la soldadesca y oficiales de Oribe (ya eliminado en el
plano político y militar) y el Brasil comandando todo y provocando un giro
impensado en la cuestión política del Plata.
Desde ese momento, los brasileños, de seguros derrotados y fragmentados,
terminaron comandando el diseño político de toda la cuenca del Plata.
En este carácter lo vieron los
franceses que contemplaban gozosos los atisbos de desintegración del gobierno
confederado. Cita Herrero: “Durante el
año 1846 se advierte la circulación de rumores sobre una posible alianza contra
Rosas, dirigida por Urquiza. En esta línea, el embajador de Francia Deffaudis
sostiene que el "resultado proyectado y definitivo de esos
acontecimientos", no puede ser otra cosa que una "alianza defensiva y
de neutralidad entre Corrientes, Entre Ríos y probablemente el Paraguay",
la cual puede estar "acompañada de una declaración tocante a la libre
navegación del Paraná y Uruguay”
En tal sentido, el Tratado de alianza
entre correntinos y entrerrianos se formalizó el 15 de Agosto de 1846. Urquiza
comenzaba a mostrar su juego y la traición a su patria, y para tales fines
pasaba del plano teórico al práctico…
Consecuentemente, Tomás Guido, Felipe
Arana, Pascual Echagüe se escandalizaban del acuerdo hecho por Urquiza y lo
señalaban como un renegado de su país, solicitándole a Rosas que lo
escarmiente. Tengamos presente que estamos en 1846 y todavía faltan 6 años para
el golpe final que asestará Urquiza con su perjurio a la soberanía de su
patria.
Arana dice: “el acuerdo es una nueva prueba de los errores, rudeza, deslealtad, y
traición del General Urquiza”. Rosas dice para su círculo íntimo: “me duele
intensamente que el general Urquiza se haya empeñado en tan extraviada
senda", de este modo lamenta la "ceguedad, y miserias del General
Urquiza”.
Analiza Herrero las consecuencias de
dicho Tratado “El acuerdo desarma las
bases de la Confederación, no se dan seguridades para la defensa frente al
extranjero, y se deja de hecho un espacio para que los unitarios tengan su
propio estado dentro de ella. "se sanciona la separación de la Provincia
de Corrientes de la actual guerra de seguridad, honor e independencia nacional,
se la constituye en receptáculo y asilo de los salvajes unitarios, se le da el
carácter de Estado independiente reconociendo nulos Tratados anteriores y
sancionándolos para la ulterioridad, y se crea un Estado para los salvajes
unitarios dentro de la Confederación Argentina, dejándose así el precedente
para que en lo sucesivo el Entre Ríos u otra provincia Argentina asuma la misma
posición y vengan a disolverse y concluirse enteramente el pacto federal, la
nacionalidad, todos los grandes intereses y la existencia misma de la
Republica”
Rosas, por ahora, y manejando los
tiempos, hace silencio público para dar espacio a que Urquiza modifique su
postura. ¿Fue éste un error de Rosas habiendo debido cortar de raíz la actitud
de Urquiza? No sabemos qué hubiera pasado si lo hubiera hecho, pero en esos
tiempos Rosas estaba en una posición fuerte y tal vez hubiera abortado lo que
finalmente ocurrió años más tarde.
Es indiscutible que Urquiza especula
qué hacer. Hace un doble juego con marcada ambivalencia sembrando el misterio y
declarando públicamente que él es fiel espada de la Confederación y de Rosas.
Él va viendo cómo se desarrollan los acontecimientos y su dinámica hasta
definirse en su momento por aquello que resulte más oportuno para él y sus
intereses comerciales, los cuales siempre están en su mira. Debemos tener
presente que dicho Tratado vulnera el Pacto Federal de 1831 al cual se habían
comprometido Entre Ríos y Corrientes y demás provincias signatarias.
Rosas rechaza el Tratado en cuestión
empezando a sospechar de Urquiza y sus arreglos por fuera de la ley. El Restaurador mantiene silencio ante las
actitudes ambiguas de Urquiza y entiende que si bien éste conspira todavía no
se ha pronunciado en forma concluyente (faltarían algunos años para ello). Por eso el silencio, para ir viendo, como en
un juego de cartas, cómo se desenvuelve Urquiza finalmente.
La famosa defección de Urquiza fue
anticipada desde Londres por el ministro plenipotenciario Manuel Moreno en su
correspondencia diplomática del 4 de Febrero de 1847. Pero aún Urquiza no
estaba listo para dar el salto.
En efecto, Urquiza hace contacto con los
diplomáticos de Francia e Inglaterra para tantearlos y saber que harían los
gobiernos de los citados países en el caso de que él rompiese relaciones con
Rosas.
Pero, dice Hernán Brienza “lo cierto es que Benito Chain, hombre de
confianza del entrerriano, ya había sondeado —según escribió Chevalier de Saint
Robert,Secretario de Antoine Deffaudis, diplomático francés en Sudamérica, en
su libro ‘El general Rosas y la cuestión del Plata’— a los embajadores de las
potencias sobre si éstas iban a jugar a fondo contra el líder de la
Confederación. De ser cierta esta versión, lejos estaría Urquiza de ser un
inocente idealista sino, por el contrario, un especulador nato, un tiempista,
un hombre que está esperando el momento de convertirse en el sucesor de Rosas”
Hay que remarcar que el tal Chaín
tenía dos particularidades de peso: era muy amigo de don Justo desde la
juventud, y también era un Unitario de la Banda Oriental (‘Colorado’), que se
acercó a Urquiza con promesas de más riquezas y celebridad eterna. ’Business are Business’ ayer y hoy.
Urquiza creyó que aún no era su
momento, se retrotrajo y para mostrar su fidelidad a la Confederación y a
Rosas, atacó a Madariaga, hasta ayer su socio, invadiendo a Corrientes a fines
de 1847. Esto terminó con el gobierno de Madariaga,
última oposición que quedaba al gobierno de Rosas en toda la Confederación.
La actuación de Urquiza para intentar
separarse de la Confederación Argentina era advertida por muchos.
En carta del 16 de Mayo de 1846 desde
Montevideo, el Barón Deffaudis le avisa a Guizot de los planes de Urquiza.
De igual tenor una carta del 25 de
Septiembre de 1846 de Felipe Arana a Rosas (“…una
nueva prueba de los errores, rudeza, deslealtad y traición del Gral. Urquiza”),
Y otra del 9 de Octubre de 1846 de
Pascual Echagüe a Manuel V. de Andrade, en donde en todas se advierte la
conducta traidora de Urquiza (“…se
asegura que ya está Máscara [López]
con él, y lo que no tiene duda es que para el 26 del presente se reúne todo su
ejército con caballo de diestro: se ignora el objeto, más sin duda es para
sostener su traición. Ojalá el Ilustre General Rosas diese orden para
amarrarlo, que yo le respondo que con sus mismos soldados se lo mandaría preso…”).
Finalmente, reflexiona Herrero: “El Tratado de Alcaraz también fue visto
como una situación de tensión entre Urquiza y Rosas que finalmente culmina con
la subordinación del primero al orden confederal'. Por "sus
pretensiones" en dicho tratado, "Rosas colocaba a Urquiza al borde de
la excomunión"
Manuel Herrera y Obes, ministro de
Relaciones Exteriores de Montevideo, asociado con los unitarios argentinos,
escribirá el 29 de febrero de 1848 a Andrés Lamas, representante uruguayo
en el Brasil,: “Si V. calcula que el
Imperio se prestará a la planificación de nuestros proyectos, recomiendo a V.
mucho la insistencia en que el Paraná sea el límite de la República Argentina,
y que, para obtenerlo, asuma el Brasil la iniciativa del pensamiento en los próximos
arreglos. Urquiza, téngalo usted por cierto, acepta desde luego la proposición.
Este arreglo era la base del convenio de Alcaraz. Yo se lo garanto a usted.
Desgraciadamente la conducta de los interventores infundió creencias en Urquiza
que trajeron discordia entre él y los Madariaga”.
Si bien el acuerdo de Alcaraz no
prosperó, dejó sentada la labilidad patriótica de don Justo José. Brasileños y
Orientales ‘colorados’ tomaron nota
de ello para una próxima tentativa.
Urquiza borró con sus manos –mejor
dicho con sus espadas- lo que él mismo había acordado con la Corrientes del
gobernador Madariaga. Eso sí, nunca se
arrepintió de sus actos conspirativos, sólo entendió que había que esperar
mejores momentos políticos.
Como dijimos, Urquiza consideró que
aún no era tiempo de atacar a Rosas y destruir el andamiaje jurídico soberano
de la Confederación Argentina. Paciencia. Ya llegaría la oportunidad deseada
para tal fin….
III.-
La 2ª Guerra Con El Brasil-‘La Guerra Grande’-La Traición A Manuel Oribe Y Al
Ejercito De La Vanguardia (1851)
Pongámonos en situación.
Dice Pablo Yurman que “Montevideo se
había convertido en la base de operaciones de ingleses y franceses contra la
Confederación Argentina, con el apoyo explícito de los
emigrados unitarios. En tanto que el resto del territorio oriental reconocía
a Manuel Oribe como
legítimo presidente constitucional, quien además de la adhesión de la mayoría
del pueblo oriental, era apoyado por Rosas y los federales”.
“En ese
contexto, el puerto de Montevideo, en donde los unitarios exiliados habían
conspirado contra la Confederación con el apoyo explícito de ingleses y franceses interesados desde hacía
años en forzar la apertura de los ríos interiores a sus buques
mercantes, a partir de la firma de los tratados de paz celebrados con esas
potencias, comenzaba a languidecer ante un futuro poco promisorio una vez que
las naves de guerra europeas dejasen el estuario del Plata”.
Desde 1847, luego de los acuerdos con
Francia e Inglaterra, la popularidad y la prosperidad de la Confederación
estaban en su apogeo. El ‘Sistema
Americano’ implementado por Rosas era mundialmente conocido. La bonanza de
nuestra nación se contraponía con los intereses del Imperio del Brasil.
Lo dicen los propios brasileños. El historiador
brasileño Pedro Calmon da una idea de la magnitud de la personalidad
internacional de Rosas: “Por el error del
extranjero Rosas se había convertido en el mayor criollo americano. Hacia él
toda la América del sur volvía la mirada conmovida. Si necesitaran una espada
para combatir al intruso, le convocarían a él, al Caballero de las Pampas. La estatura
titánica del dictador proyectaba una extensa sombra en el continente: Tras los
navíos del bloqueo tremolaba en el aire su poncho punzó”
Creemos que son suficientes estas
declaraciones del brasileño para comprender quien y que era Rosas para el mundo
y el temor que el Imperio brasileño le tenía–y el respeto, también- para el
cumplimiento de sus planes expansionistas y colonizantes. Había que eliminarlo
como sea.
Dice Roberto Fernández Cistac que “El cuadro de situación militar era netamente
favorable a nuestro país; el trípode que formaba Buenos Aires con el Ejército
Aliado de Vanguardia en Uruguay al mando del general Manuel Oribe y el Ejército
de Operaciones al mando del Gobernador de Entre Ríos, general Justo José de
Urquiza, en el estratégico Litoral argentino, era un valladar prácticamente
infranqueable para las fuerzas del Brasil”.
Brasil entendía que Rosas, ahora sí,
habiendo solucionado los problemas internos, intentaría reconstituir el
Virreinato del Río de la Plata, incorporando –no por la fuerza, sino por peso
propio- al Paraguay, Bolivia, el Alto Perú y la Banda Oriental. Una gran y
poderosa Federación.
Brasil no podía tolerar este
resurgimiento hispanoamericano.
Creyó el Imperio que o bien Francia o
el Imperio Británico iban a derrocar a Rosas y apuntado a ello pasó años
ayudando, colaborando con los Unitarios a derrocarlo.
Pero, ahora que llegó la paz con ambas
potencias debía –por las suyas- ver cómo batir a la Confederación Argentina.
Buscó aliados dentro de ella, ya que una guerra directa contra la Confederación,
además de un resultado más que incierto, no iba a ser permitido por Gran Bretaña.
Entonces, gracias a la cantidad de
espías que tenía en nuestro territorio y en el de la Banda Oriental, pudo
contactar y prever que Urquiza era el as de espada que estaba necesitando.
Agredió, así, la frontera de la Banda
Oriental con cuatrerismo lo que produjo la reacción del gobierno Oriental de la
mano de Oribe y, como consecuencia, del apoyo de Rosas.
El R.P. Pascual R. Paesa lo dice
claramente en apretada síntesis como se desenvolvió la actitud del Imperio: “La torcida política imperial se dirigió a
crear una situación que obligara a Rosas a declararla. El incidente fue buscado
en la frontera del sur. El estado de Río Grande del Sur había intentado
separarse del Imperio formando una República, pero había sido sometido.
“Su
caudillo Abreu terminó por acomodarse, aceptando el título de barón de Yacuhy.
Azuzado por el canciller carioca Paolino José Soares de Souza (mas tarde
Vizconde do Uruguay), empezó a cometer toda clase de tropelía contra las
tierras uruguayas colindantes, para proteger, según decía, las estancias
brasileñas en ese país. Oribe se dirigió al ministro reclamando diplomáticamente. La ruptura con
Oribe aliado de la Confederación Argentina conducía necesariamente a la guerra
con su aliada.-
Lamas
en una nota reservadísima del 23 de julio de 1850 a su gobierno, le dice sin
eufemismos: "Metidos en esta vereda (de provocaciones), la política actual
será más firme. Siendo más firme, las cuestiones con Rosas se agriarán, y
créalo usted habrá interés en agriarlas para justificar la responsabilidad (de
la guerra). Créalo usted, (estas provocaciones) han, de provocar la ruptura,
pero de manera que aparezca de parte de Rosas la agresión" (10).
Como
las depredaciones proseguían Rosas protestó también enérgicamente por medio de
su ministro Guido. El ministro Paolino respondió con acusaciones contra Oribe y
contra Rosas. El 23 de septiembre de 1850, Guido pidió los pasaportes y
quedaron rotas las relaciones diplomáticas”.
Entonces, si bien por declaraciones el
Imperio solo hablaba de establecer la paz y sus pretendidos derechos en la
Banda Oriental, en realidad el fin último era derrocar a Rosas, y el medio era
azuzar a Oribe, declararle la guerra y –seguramente pensaba el Imperio- Rosas
saldría en su defensa por los pactos que los unían.
Continúa Paesa: “Poco le costó al imperio hallar el pretexto para provocar la guerra,
esquivando las posibles complicaciones. Las complicaciones podían ser estas:
agredir a la Banda Oriental cuya independencia e integridad había sido
garantida por Inglaterra, puesto que con ella se aseguraba la
internacionalización del Plata. Y agredir también a la Confederación Argentina,
deudora y fuente de beneficios para la misma poderosa nación. Todos estos
peligros fueron superados por la astucia diplomática lusitana […] Los fines del
imperio eran: eliminar a Rosas, nudo de las Provincias (ahora) Unidas del Rio
de la Plata, y capaz de impulsarlas por su gran porvenir, liberar las aguas de
los ríos, únicas salidas de sus provincias del sur; apoderarse de las Misiones
Orientales”
Sólo un milagro podría revertir la
derrota del Brasil y su fragmentación en republicas (al norte, y al sur eran
inevitables). El ‘milagro’ que
esperaba el Brasil se llamaba Justo José de Urquiza…
Con lugartenientes militares ‘urquicistas’ como Eugenio Garzón,
Servando Gómez, Benjamín Virasoro, más intrigantes como Chaín, Cuyás y Sampère,
Andrés Lamas, Manuel Herrera y Obes, Melchor Pacheco y Obes, sumados al capital
inagotable de la banca Buschenthal, Rothschild e Irineu Evangelista de Souza ‘el Barón de Mauá’, todos logistas, el
dinero para la aventura en las aguas del Plata estaba asegurado.
Todos ellos sabían que la fortaleza
del gobierno de Rosas era determinante debido a que ahora estaba en condiciones
de reclamarle a Brasil la devolución de las Misiones Orientales que habían sido
usurpadas varios años antes, y detener la permanente invasión brasileña a los
territorios del norte de la Banda Oriental.
Brasil, por el contrario, intentaba
disgregar a la Confederación. Cómo buscaba lograrlo? Por un lado presionando
las independencias de la Banda Oriental (si es que no podía invadirla y tomar
posesión de ella) y del Paraguay, y por otro lado, con ayuda del Imperio de
Gran Bretaña, lograr la atomización total de la Confederación Argentina
(inclusive, si podía, disgregar a Entre Ríos y Corrientes).
Con esta actitud, Alsina le informa
con felicidad a Benjamín Virasoro (mano derecha militar de Urquiza en
Corrientes) que Entre Ríos, Corrientes y el Paraguay terminarían siendo un
Estado independiente. De esta manera, se
desgajaban de la Confederación que no sólo luchaba por evitar fraccionamientos
territoriales, sino también por volver a unir a aquellos territorios que fueron
yéndose de la matriz por imposición inglesa, francesa y brasileña junto con los
empleados de todos ellos que eran los Unitarios.
Tengamos siempre presente que, ya que
hablamos de traiciones, Virasoro fue quien estuvo al lado de las tropas
brasileñas en la batalla de Caseros, algo que la historiografía parece haber
olvidado, ‘exprofeso’, dicha humillación patria.
El Brasil sabía que en caso de un
Congreso en la Banda Oriental, ésta iba a querer formar parte de la
Confederación, al igual –tal vez- que la Republica de Bolivia donde gobernaba
el caudillo Manuel Isidoro Belzu, de fuerte simpatía por Rosas. Ya eran cosa
del pasado las acciones de Santa Cruz al separar Jujuy de Salta con el objeto
de incorporarlo a Bolivia.
El ‘Sistema Americano’ ideado por Rosas estaba en plena formación.
Brasil lo sabía y estaba en alerta junto a Gran Bretaña y, desesperadamente,
miró hacía Urquiza.
Gustavo Martínez Zuviría, descendiente
de Prudencio Ortiz de Rozas, dice respecto de la corporización definitiva de la
traición de Urquiza: “Juan Manuel allá
por 1850 decide hacerle la guerra al Brasil, apoyado por los’ gaúchos’ del sur
del Brasil que tenían más allá del idioma, más cercanía y empatía con la
Confederación Argentina que con el imperio, además Rozas pensaba abolir la
esclavitud en el Brasil, sabedor de esto don Pedro II, y por intermedio de su
banquero y político don Irineu Evangelista de Sousa, Barón de Mauá y luego
Vizconde de Mauá, quien apoyado por Itamaraty, busca como romper el poder de la
Confederación Argentina, y descubre en el masón entrerriano (Urquiza era masón
desde 1846), ve en él la ambición desmesurada por la plata y el poder, por lo
que lo contactan, el Brasil firma con el Paraguay de Carlos Antonio López el
tratado de Asunción en la navidad de 1850 y luego firman con Urquiza
representando a Entre Ríos y Corrientes y al partido colorado de la banda
oriental que estaban en el Montevideo sitiado el tratado de Montevideo el 29 de
mayo de 1851, allí se realiza la traición de Urquiza”.
Como señala José María Rosa: “En aquellos años la provincia de Entre Ríos
vivía una gran etapa de prosperidad económica: los negocios de campo se
desarrollaban como nunca, corría el dinero en gran cantidad, progresaban sus
pequeños pueblos hasta transformarse en verdaderas ciudades; se instalaban
casas de comercio, astilleros, saladeros, etc. Hacia 1849 la prosperidad
entrerriana se traducía en mejoras edilicias, construcción de teatros,
escuelas, etc., costeados en buena parte por el peculio personal del
gobernador. Porque éste había crecido parejo con el de la provincia, tal vez en
mayor proporción: el general era un hábil militar y un firme gobernador, pero
también un consumado comerciante. No solamente era el hombre más rico de Entre
Ríos, sino también el distribuidor de la riqueza de los entrerrianos: nadie
podía faenar sin su autorización, nadie exportar una libra de carne sin su
visto bueno. Era el mayor propietario de campos en la provincia, el fletador de
los buques de cabotajes y monopolizador de los saladeros, y no había tenido los
escrúpulos de Rosas para cerrar sus negocios al llegar al gobierno.
“El
secreto del enriquecimiento entrerriano estaba en el largo sitio de Montevideo,
iniciado en 1843. La verdad es que las estancias entrerrianas, más que de los
saladeros riograndenses, salía la carne consumida en la ciudad sitiada.
“No era
el solo rubro de su enriquecimiento. Desde 1847 las balleneras de cabotaje (de
propiedad o fletadas por el gobernador en su casi totalidad), no solamente
llevaban a Montevideo la carne en forma de charque o de ganado en pie, sino
traían en retorno mercaderías de procedencia europea, reexpedidas
inmediatamente a Buenos Aires. Era un gran negocio comprar manufacturas
europeas en Montevideo, llevarlas a Entre Ríos y reexpedirlas a Buenos Aires:
entradas como de “procedencia interior” eludían las prohibiciones y altos
aforos de la Ley de Aduana porteña. Era un verdadero contrabando –tráfico
irregular, lo llama Herrera y Obes con eufemismo- que
perjudicaba a la Confederación por la burla de la ley protectora de la
producción artesanal interna”
El contrabando ganadero y el oro eran
el origen, la causa fundacional de la riqueza de Urquiza. Filtrando las
riquezas del interior del país, producto de la Ley de Aduana, contraponía sus
intereses comerciales particulares a la producción de manufacturas de las
provincias.
Y respecto del oro, dijimos que “la salida de oro hacia el extranjero por la puerta falsa
de Entre Ríos, formaba el tercer renglón de grandes ganancias irregulares.
Rosas había prohibido en 1837 la exportación del oro a fin de mantener una
existencia que sostuviera el valor del peso e hiciera elásticas las reacciones
del mercado. Naturalmente, la ley de Rosas prohibía la salida de oro de Buenos
Aires al exterior, pero lo permitía hacia otras provincias. Pero las goletas y
balleneras del gobernador Urquiza, que llevaban mercaderías europeas a Buenos
Aires, retornaban con grandes cantidades de oro que llevaba a vender a
Montevideo; el precio del oro, debido a su prohibición de exportarlo, era más
bajo en Buenos Aires que en Montevideo”
“Si en
la exportación de la carne entrerriana a Montevideo tenía el gobernador la
parte del león, en los otros dos tráficos irregulares (introducción de
mercaderías europeas y venta de oro) era el exclusivo beneficiario. Sus libros
de contabilidad demuestran que se valía de la gerencia o sociedad de dos
fuertes comerciante catalanes, Esteban Rams y Rubert en Buenos Aires (para la
colocación de las mercaderías europeas y la compra de oro) y Antonio Cuyás y
Sampere en Montevideo, encargado a su vez de colocar la carne y el oro y
adquirir productos europeos”.
Ya en 1850, la codicia de Urquiza no pasaba desapercibida, ni aún para los
diplomáticos ingleses. En Septiembre de 1850, Southern le describe en una carta
a Palmerston las características personales de Urquiza “El despotismo que el General Urquiza ha establecido en Entre Ríos es
mucho más absorbente y egoísta que el que acá reina [se refiere a Buenos
Aires gobernada por Rosas]. La conducta
del General Urquiza es sanguinaria y caprichosa, fuera de cuenta todo lo que se
ha oído respecto al gobierno de un pueblo de raza blanca; además, es rapaz y
avaro, uniendo a las características de un tirano insensible a inexorable, los
rasgos de un mercader voraz e insaciable”.
¡Que distinta la actitud de Rosas
quien no sólo nunca cobró el sueldo que le correspondía como Jefe de la
Confederación Argentina y Gobernador de Buenos Aires, sino que cada vez que fue
necesario, él puso dinero de su propio bolsillo para alguna obra del Estado.
Recordemos que donó 500 pesos mensuales, a título personal, y otros 500 pesos a
nombre de su sociedad comercial, para colaborar en la guerra contra el
Brasil. También puso de su dinero
propio para la expedición al desierto que comandó. Como dice el historiador
Mario Cesar Gras, todo se encuentra probado con documentación existente en el Archivo
General de la Nación.
Si los ingleses sabían del proceder de
Urquiza, Rosas no les iba a la zaga y se propuso advertirle acerca de sus
maniobras. Ante la persistencia en su
accionar, tomó medidas para impedir fuertemente las intrigas entrerrianas, ya
que por un lado, se combatía a los Unitarios de Montevideo y por el otro lado,
gracias al accionar de Urquiza, se alimentaba a aquellos a los que se estaba
combatiendo.
El 19 de diciembre de 1845,el co-autor intelectual del
asesinato de Manuel Dorrego junto a Julián S. Agüero y Juan Cruz Varela, el
Masón Salvador María del Carril, escribió con preocupación a Florencio Varela
(ambos habían hecho de su odio al Restaurador el “leit motiv” de sus vidas): “Rosas va a un objeto: la reconstrucción del
virreynato del río de la Plata o la inauguración de un imperio argentino”.
Se sabía que a Rosas no sólo lo
apoyaban los pueblos del interior, sino que también lo hacían los ‘gaúchos’ del sur del Brasil quienes
tenían, al margen del idioma, más cercanía y empatía con la Confederación
Argentina que con el Imperio.
Rosas, además de incorporar por
voluntad libre a los ‘riograndenses’,
pensaba abolir la esclavitud en toda la zona del Brasil que lo apoyase, hecho
que le granjeaba simpatías populares en aquella región.
Un dato que revela la contradicción
entre el gobierno de la Confederación y su jefe militar Urquiza, es que, por un
lado, los esclavos del sur del Brasil escapaban del suelo imperial para
ingresar en al territorio argentino donde serían hombres libres; y por el otro,
Urquiza comerciaba con el imperio contrabandeando sus productos, sus ganados,
etc. Gracias a estas operaciones comenzó luego a ‘coquetear’ militarmente con
el enemigo brasileño y los Unitarios de ambos márgenes del río Uruguay.
Los beligerantes del Uruguay fueron los ‘Blancos y los Colorados. Manuel Oribe,
encabezaba a los Blancos, aliados de los Federales argentinos liderados
entonces por el Restaurador de las Leyes don Juan Manuel de Rosas. Se
enfrentaban a los ‘Colorados’,
aliados de los Unitarios argentinos a quienes se sumaron soldados y mercenarios brasileños,
franceses, ingleses, sardos, españoles y alemanes, entre otros.
Tengamos presente que ya en 1838 y en
1845 ante los bloqueos franceses e ingleses, Urquiza señalaba que podía
formarse un nuevo estado independiente integrado por la Mesopotamia, la Banda
Oriental y tal vez Paraguay. El sería el
Jefe Supremo de esa nueva República. Esto lo comentaba ante los brasileños y
Unitarios como alternativa en caso de no poder triunfar ante Rosas. Hoy, se
diría que se trata de un Plan ‘B’.
Rosas sabía de los especulativos movimientos
comerciales de Urquiza, pero todavía no creía que las cuestiones mercantiles
propias lo iban a llevar a traicionar a su gobierno. Hasta 1851 esperó un
atisbo de patriotismo de parte de Urquiza por sobre sus intereses codiciosos.
Allí, la intuición o sagacidad de Rosas, fracasó y demostró no conocer a fondo
al entrerriano.
Urquiza tenía un muy bien aceitado sistema comercial
entre Buenos Aires, Montevideo y Entre Ríos.
Cuyas y Sampère era su mano derecha y junto a otros personajes, oficiaba
de enlace, entre todas esas regiones.
Contaba para ello con una eficiente organización
comercial. En Buenos Aires estaba
representada por el catalán Esteban Rams y Rubert, encargado de vender lo
importado y comprar oro. En Montevideo, Antonio Cuyás y Sampère, se encargaba
de comprar mercaderías extranjeras y vender el oro adquirido en Buenos Aires. A esto se debe agregar la carne que Urquiza
enviaba desde su provincia.
Cuyás y Sampére, estaba en permanente contacto con
Valentín Alsina, Herrera y Obes, Andrés Lamas, entre otros. Y, obviamente, el
catalán nunca obraba sino por órdenes de Urquiza, su empleador.
Urquiza desde un principio jugaba a dos puntas, por un
lado peleaba contra ingleses y franceses, pero por el otro comerciaba con esas
tropas extranjeras vendiéndoles cueros
y carnes provenientes de sus estancias, según lo reconoció el propio catalán.
Don Justo iba sopesando el ambiente y
notaba que sus necesidades comerciales personales comenzaban a chocar con los
intereses de su país.
Cuyás decía que Urquiza no tenía
planes fijos, sino que iba obrando según sus intereses personales y los de su
Provincia.
Como la provincia era prácticamente su
feudo, los intereses de la provincia y los de don Justo, coincidían como un
calco.
El dinero del banquero de París,
Rothschild, se derramaba en los miembros de la Defensa de Montevideo que
resistían en la ‘Nueva Troya’.
Dice Mariano García: “La cooptación de Justo José de Urquiza fue
gestada por Benito Chaín y Antonio Cuyás y Sampère. El uruguayo Chaín, era
esposo de Narcisa Pacheco y Obes, hermana de Melchor. A su vez Chaín era amigo
de juventud del gobernador Urquiza. Él actuó como nexo siendo agente
confidencial del canciller Manuel Herrera y Obes. El otro agente intermediario
fue Cuyás y Sampere, el contacto que tuvo el gobernador entrerriano con Silva
Pontes, agente imperial en Montevideo”.
Es visible para todos los que han estudiado documentos
de la época que el famoso ‘pronunciamiento’
de Urquiza intentaba hacer parecer una disputa doméstica, según lo pergeñaron
los brasileños concienzudamente. No fue
sino una guerra internacional –la segunda – entre Brasil (coadyuvado por
Unitarios, mercenarios sardos y alemanes, y el traidor de Urquiza arrastrando a
millares de sus soldados que lo seguían sin saber bien adonde y por qué) y la Argentina soberana de la Confederación guiada
por Juan Manuel de Rosas.
Adolfo Dante Loss expresa acerca de la actuación de
los mercenarios alemanes durante los años 1850 a 1852, con material extraído
del escritor e historiador alemán –Albert Schmid- en un trabajo titulado ‘Die Brummer’, traducido al portugués,
prologado y anotado por el general de división brasileño Bertoldo Klinger,
publicado en la separata de A Defensa Nacional Nos. 431 a 438,
editado en Río de Janeiro en 1951.
“Pedro II,
consciente de la gravedad que significaba una confrontación militar con la
Confederación Argentina, envía a fines de 1850 al teniente coronel Sebastiáo do
Rego Barros a Hamburgo; la misión de éste consistía en reclutar mercenarios
alemanes para la lucha que, sin lugar a dudas, tendría que librar el Imperio
contra la Argentina. Luego de seis meses de tratativas, saboteadas en
parte por los agentes de la Confederación, logra contratar 1.800 hombres,
incluidos 50 oficiales, la mayor parte con antecedentes militares en África,
Polonia, España y la India”.
La inteligencia de la diplomacia brasileña –hay que
reconocerlo- hizo pasar un perenne conflicto netamente internacional, como una
disputa civil entre argentinos; de tal modo que su actuación no quedara
manchada como invasores frente a la historia futura. Brillante.
Lo explica sintéticamente Fernández Cistac: “Pasar por alto una guerra internacional es una hazaña sin
precedentes de ocultismo histórico, un verdadero record insuperable de nuestra
historia tradicional que -emulando el fraude culinario de hacer pasar gato por
liebre- ha presentado como una revolución doméstica lo que fue una guerra entre
los primeros Estados de Sudamérica en ese momento”.
Dice Leonardo Castagnino: “Planteadas así las cosas, la segunda guerra
Argentino-Brasilera estaba casi declarada. Faltaba la declaración formal de
guerra, a la que no se animaba Brasil, que veía degradarse sus fuerzas en
problemas internos. Derrotado el Imperio antes de comenzar, en vísperas de la
guerra se produce el milagro brasilero: “La traición del general en jefe del
ejército argentino, que se pasa al enemigo con todo su ejército completo. Está
claro que para lograr esa mistificación histórica los brasileños contaron con
el Unitarismo irredento nativo y su versión falsa de la historia”.
Ya antes de la batalla de Caseros, los
Unitarios propugnaban la libre navegación de los ríos interiores renunciando a
la soberanía sobre los mismos. Algo que iba en dirección contraria a lo que
dictaban las leyes en Europa y los EEUU sobre el tema, quienes hacían de sus
ríos un espacio soberano exclusivo.
¿Y qué hacía mientras tanto Urquiza?
Luego de la batalla de Vuelta de
Obligado, por los años 1846 y 1847, volvía lentamente a conspirar contra su
propio país y comenzaba a solidarizarse con posturas que se verían reflejadas
luego de Caseros.
Cuando las acciones expansionistas
brasileñas estaban en su apogeo invadiendo el norte de la Banda Oriental y las
Misiones, paradojalmente el Brasil se encontraba debilitado por los intentos
secesionistas en el norte y en el sur de su propio país.
Rosas junto con Urquiza y Oribe en el
mando, se prestaba, finalmente, a atacar en su propia tierra al Imperio
brasileño, que propugnaba insistentemente la libre navegación de los ríos Paraná
y Uruguay.
Mientras tanto, continuaba el asedio
de Oribe y Urquiza a Montevideo en lo que se llamó la Guerra Grande que se
produjo entre el 10 de marzo de 1839 y el 8 de octubre de 1851.
Habíamos comentado que Urquiza era un
comerciante dócil a los sobornos que pudieran incrementar su peculio. El
acrecimiento de su poder y riqueza era lo único que le importaba (lo que
finalmente lo llevó a la tumba).
También le preocupaba la ‘imagen’ que
de él pudiera llevarse la historia. No quería quedar como lo que realmente era:
un vil y recalcitrante traidor. Y todos sus pasos se dirigían a lograrlo. Para
Urquiza era primordial el cuidado de las ‘formas’ y el cómo iba a quedar
plantado ante la posteridad.
Es por ello que cuando los brasileños
lo empiezan a semblantear para que asuma el papel de ‘Judas’ contra su patria
(tal vez la mayor traición en los anales de la historia nacional que se tenga
memoria) él, la primera espada de la poderosa Confederación Argentina, rápido
de reflejos, el 20 de Abril de 1850 le escribe una carta a Cuyás y Sampère
–suponiendo astutamente que su empleado catalán se lo iba a transmitir a los
brasileños- y entendiendo que aún no
estaban dadas las condiciones para su felonía, se hace el ofendido y dice:
“...
Crea usted que me ha sorprendido sobremanera que el gobierno brasilero haya
dado órdenes para averiguar si podía contar con mi neutralidad ..., yo,
gobernador y capitán general de Entre Ríos, parte integrante de la
Confederación Argentina y general en Jefe de su ejército de Operaciones, que
viese empeñada a esta o a su aliada la república oriental en una guerra en que
por este medio se ventilasen cuestiones de vida o muerte vitales para su
existencia y soberanía!... ¿cómo cree el Brasil, como lo ha imaginado un
momento, que permanecería frío e impasible espectador de esa contienda en que
se juega nada menos que la suerte de nuestra nacionalidad o de sus más sagradas
prerrogativas, sin traicionar a mi Patria, sin romper los indisolubles vínculos
que a ella me unen y sin borrar con esa ignominiosa mancha todos mis
antecedentes?”.
Hay
una carta, entre tantas otras, que revelan que Urquiza ya conspiraba contra su
propio gobierno. La primera, de su socio-empleado Antonio Cuyás y Sampère del
11 de Abril de 1850 (nótese que es un año antes del pronunciamiento de Urquiza,
reproducida por el propio Sampère en sus ‘Apuntes Históricos sobre la Provincia
de Entre Ríos-Mataró 1888 que se puede encontrar en la Biblioteca masónica de
la ciudad de Colón, Entre Ríos, llamada ‘Fiat-Lux’):
“No
habiendo salido todavía el buque conductor de mi anterior fecha 9, lo aprovecho
para incluirle los números de ayer y hoy (Se trataba del Comercio del Plata,
órgano que los liberales y la masonería operaban desde Montevideo). Ellos lo
impondrán haber llegado otra fragata francesa de la expedición con doscientos
artilleros y parte del estado mayor expedicionario. Han llegado a más grandes
cantidades de dinero remitidas por el banquero de parís Rothschild, con el
intento de comprar las letras que los agentes franceses giren contra el tesoro
de Francia, y pertenecientes otras a la caja de la división expedicionaria. Las
primeras se hacen subir a 40 mil onzas de oro, y las segundas a 10 mil."
Urquiza, le contesta prontamente a Cuyás” Viva la Confederación Argentina-Mueran los
salvajes Unitarios- San José, abril 20 de 1850. Sr. D.
Antonio Cuyas: • Estimado amigo: Por sus dos apreciables de 9 y 11 del actual,
como por los números del Comercio del Plata que hasta esta última fecha a ellas
me acompaña, quedo impuesto del arribo a esa ciudad de dos buques de
seiscientos hombres de desembarco, pertenecientes a la expedición francesa; de
haber llegado también grandes sumas de dinero correspondientes unas a la caja
de la misma expedición y otras remitidas por el banquero Rothschild con el intento
que Ud. expresa."
Aquí quedan demostradas varias cosas: que
Urquiza fue siempre un traidor solapado; que existía desde siempre un
contubernio con los franceses de parte de él; que tomaba nota del arribo de los
600 hombres-militares- franceses; que recibió el soborno en dinero de la Banca
Rothschild que la remitía a través de sus subsidiarias en el Brasil y que por
lo tanto el Brasil, sea militarmente o, como en este caso, financieramente nos
atacó para el logro expansivo de sus metas.
Obsérvese como dato no menor que muestra la hipocresía de Urquiza que mientras negociaba con nuestros enemigos para entregar su patria, la Confederación Argentina, mantenía las formas puesto que seguía encabezando sus carta con el ” Viva la Confederación Argentina-Mueran los salvajes Unitarios. De allí que Rosas, con pleno conocimiento, supo que su enemigo más enconado era el Imperio del Brasil que desde las sombras no dejaba de atacarnos para destruir la Confederación Argentina, cosa logró el 3 de Febrero de 1852.
Un doblez e hipocresía parejos a su nivel de malhadada astucia.
En Marzo de 1851 las cosas son
diferentes. En una carta que le escribe Manuel Herrera y Obes a Andrés Lamas el
12 de Marzo en momentos que tanto los brasileños como los Orientales ‘Colorados’ intentaban seducir a Urquiza
para atraerlo a sus filas, dice: “El
hombre está decidido a unirse con nosotros pero no quiere ni conviene que eso aparezca como una traición... por consiguiente exige aquello (el
previo aviso de Brasil) y que se lo coloque en una posición honrosa, buscándolo con la proposición de lo que el
Brasil quiere obtener y se propone hacer.
En ella dice que se apoyará para dirigirse a Rosas en términos que no le
dejarán elección sino entre perecer o ceder”.
Acá queda en evidencia el cuidado de
las ‘formas’ por parte de Urquiza para ser miembro de la alianza. Una alianza cuya jefatura, a no dudarlo,
estaría en manos de los Imperiales y él sólo sería una marioneta de las
políticas del Emperador brasileño.
El 3 de Abril de 1851, comienza a
correr el dinero de los brasileños –18 onzas de oro- al bolsillo de Urquiza a
través de su ‘correveidile’ Cuyás y Sampère.
Además, se incluía para Urquiza el cuidado de su ganado, mercadería, y
oro, por parte de las naves del Imperio en las aguas interiores. Urquiza
tendría vía libre para sus negocios y una especie de ‘seguro’ para ello.
Los brasileños sabían positivamente
que para triunfar sobre Rosas era imprescindible el concurso de Urquiza, el
‘Talón de Aquiles’ de la Confederación, porque no podían contar con el apoyo
inglés y francés ya que éstos acababan de llegar a un acuerdo con Rosas y
firmado la ‘pax’.
Sin Urquiza los brasileños no se
hubieran animado a atacar a Rosas debido a que sabían que con su mediocre
ejército no podrían sostener una guerra contra los aguerridos veteranos del
Ejercito de la Confederación, comandados por Urquiza y Oribe.
Hemos dicho que Urquiza era un
adelantado en el cuidado de las formas y que era muy importante para él la imagen
para la posteridad que pudiera escribir la historia. Importancia que los demás
intervinientes en los primeros tiempos de nuestra historia patria no alcanzaban
a visualizar, razón por la cual actuaban sin dichos cuidados.
Dice al respecto el historiador Rosa
que en Marzo de 1851: “Los escrúpulos del
entrerriano han vuelto a surgir como en el pasado 20 de abril del año
anterior. Deberían encontrar en
Montevideo y en Río de Janeiro, y rápidamente, una forma que dejase a salvo la
honra del general. Muñoz busca al
ministro Herrera – a la hora exacta de desembarcar – para decirle en nombre de
Urquiza que “aunque está decidido a unirse con nosotros”, “cuida su posición
honrosa”. escribe Herrera a Lamas el
mismo 12, informándole los escrúpulos de Urquiza para que “eso no aparezca como una traición” :
“El
hombre está decidido a unirse con nosotros – escribe Herrera a Lamas el mismo
12 de marzo – pero no quiere ni conviene que
eso aparezca como una traición... por
consiguiente exige aquello (el previo aviso de Brasil) y que se lo coloque en
una posición honrosa, buscándolo
con la proposición de lo que el Brasil quiere obtener y se propone hacer. En ella dice que se apoyará para dirigirse a
Rosas en términos que no le dejarán elección sino entre perecer o ceder”
Por tal causa, finalmente Urquiza
rompe su alianza con Rosas (y con su país).
Cruza el río Uruguay y con su enorme ejército, preparado para luchar
contra el Brasil, ataca a traición al Ejercito de Oribe, su hasta ayer
camarada.
Oribe se encontró de golpe rodeado: en
frente tenía las tropas francesas y sus mercenarios junto a los Unitarios de
Montevideo. Y por detrás fue atacado a traición por Urquiza, Garzón y los
brasileños. Además vio como muchos de sus soldados y oficiales, cansados de
guerrear durante tantos años, se pasaban al bando de Urquiza.
El dinero de las bancas brasileñas
(Buschenthal, Rothschild, Mauá) corría a raudales para comprar las almas (y las
espadas) de Urquiza y sus ad-lateres.
Urquiza tardó en pronunciarse porque
necesitaba la segura protección del Brasil según carta de Paulino Soares de
Souza a Pontes el 13 de Mayo de 1851. Como buen comerciante sabía que
necesitaba un ‘seguro’ para tales operaciones, (Extraído de ‘Vida do Visconde
de UruguaI’- Paulino José Soares de Souza- 1944- Cómpanhia Editora
Nacional- Sao Paulo, - Rio dé Janeiro 'Recife - D:iliia - Pará - Pôrto Alegre http://bdor.sibi.ufrj.br/handle/doc/329)..
Pero hay que ser justos. No todos los
‘Urquiza’ han traicionado a su país. Juan José Urquiza, su hermano, así como Hilario Lagos, rechazan
el proceder de Justo José y condenando su accionar, siguen fieles al
Restaurador.
Ahora, ¿por qué Urquiza traiciona a su
patria?
Por dinero, oro, riqueza, fama y
poder. Nada más le importaba.
Mientras sucedía todo este manejo
diplomático, el amañado amanuense de Urquiza, Cuyás y Sampère, se dedicaba a
hacer –por cuenta del General entrerriano- negocios de proveeduría al ejército y
a la escuadra imperiales y el monstruoso
compromiso (si queda lugar para el adjetivo) de llevar la guerra contra su
propia patria en alianza con el Imperio enemigo, como veremos en próximos
párrafos.
Si bien Urquiza basaba su ruptura con
el gobierno legal de su patria, (vulnerando lo por él firmado en el Pacto de
Federal de 1831), en que ‘Rosas no se
encontraba bien de salud’, después dejó de lado ese argumento primigenio
para decir que el gobierno de Rosas era ‘tiránico’
y que su gobierno (el entrerriano) y el brasileño combatían por la ‘libertad’ (sic) y la organización
constitucional de país.
El argumento de la mala salud de Rosas
como elemento para verse obligado a romper con la Confederación, fue un excusa
tan pueril que prontamente dejó de escucharse. Porque si hubiese sido por la
salud de Rosas, no necesariamente debía romper con el gobierno nacional (en el
que se incluían varias provincias autónomas).
En el mejor de los casos hubiera debido romper con el gobierno de Buenos
Aires.
La argumentación de la lucha por la
libertad suena risible si no fuera por los perjuicios que las acciones
“brasileñas-‘urquicistas’“ trajeron
al país: la supuesta ‘tiranía’ de
Rosas.
El argumento de que Rosas era un
tirano choca con un dato de la realidad. Como dice Fernández Cistac: “Hacía nueve años que [Urquiza] acataba la autoridad de Rosas pudiendo
llenarse volúmenes con las alabanzas a su gestión manifestadas en sus discursos
y en su correspondencia con el Restaurador. Además, Urquiza gobernaba Entre
Ríos de la misma forma que Rosas Buenos Aires: suma de poderes de hecho y de
derecho.
Si se
había repentinamente entusiasmado con el republicanismo liberal, ¿por qué no
empezó por aplicarlo en su provincia? No cabe duda que el Libertador olvidó el
Sermón de la Montaña en la parte que veda “... ver la paja en el ojo ajeno y no
la viga en el propio”.
Por ese entonces, Brasil era una
Monarquía cerrada y esclavista y Urquiza ostentaba una autocracia en la que
todo el comercio, las industrias incipientes y la ganadería pasaban por sus
manos, sirviendo la provincia como un feudo particular. ¿De qué principios de
libertad hablaban y decían defender en su lucha contra Rosas?
La otra manifestación rupturista
basada en la falta de constitución no resiste el más mínimo sostén argumental.
Dice al respecto el mencionado autor que la Constitución era una panacea
abstracta porque “la vida social no puede
encapsularse en articulados inmutables. Desde mediados del siglo pasado que
juristas alemanes como Savigny y von Ihering demostraron que las leyes que no
reconocen un sustento histórico y social están condenadas a ser reliquias de
archivos.
“Las
constituciones son para las Naciones y no a la inversa; deben servir y no ser
servidas. Nadie desconoce el valor de tener una Ley Fundamental que discipline
el accionar de los poderes públicos y reconozca los derechos del hombre, pero
llegar al extremo de considerarla una deidad laica ante la cual deben inmolarse
todos los valores nacionales es decididamente irracional; significa incurrir en
un fetichismo jurídico similar al religioso que en la antigüedad ofrendaban
sacrificios humanos a los dioses de barro. Gran parte de las desgracias
argentinas se debe a esta Inversión de valores destinada a amoldar nuestra
Nación a las prescripciones constitucionales y no a la inversa como han hecho
países más criteriosos: Gran Bretaña e Israel no tienen Constitución escrita y
esto no fue nunca un obstáculo para su progreso.
“En
1853 tuvimos una Constitución, pero ¿a qué precio? La derrota ante el Brasil,
la pérdida de las Misiones Orientales, resignamos a ser interlocutores pasivos
en las cuestiones del Río de la Plata y a tener una legislación fluvial lesiva
a nuestros intereses. Como si esto fuera poco, la flamante Carta
Magna quebró la unidad nacional porque Buenos Aires no participó del
Congreso Constituyente ni aceptó la Constitución. ¿Acaso hay algo que
festejar?”
Detrás de todas esas rimbombantes
declamaciones huecas de Urquiza, había un rastrero tema económico para él,
aunque lo maquillaba con aquellas otras razones.
La política comercial de Rosas,
proteccionista de la industria incipiente nacional, chocaba ya desde hacía
tiempo, con los intereses económicos particulares de Urquiza
Señala Miranda que en Abril de 1849 la
Legislatura de Entre Ríos modifica unilateralmente la Ley de Aduana
eliminándose impuestos a las mercaderías extranjeras e imponiendo altos
impuestos a producciones de las otras provincias de la Confederación.
Mientras que por un lado combatía a
los Unitarios, por otro lucraba mediante el comercio con los agresores
anglo-franceses y Unitarios de Montevideo. “Urquiza
tenía un interés vital en defender el tráfico costero con Montevideo, en apoyar
la política de libre navegación y en resistir el monopolio del comercio porteño
y de la aduana (...)” Julio Irazusta aportó en su obra la correspondencia de
Uquiza que prueba que: “Desde que los buques del convoy de 1845 descargaron y
cargaron mercaderías en Entre Ríos, Urquiza y su socio Antonio Crespo
encontraron una mina de oro para el comercio clandestino con Montevideo. La
plaza era aprovisionada, más que por los puertos de Río Grande, por los
saladeros entrerrianos de Urquiza.(...)” “Urquiza reunía tanto poder como
prosperidad. La guerra en Uruguay y el bloqueo de Buenos Aires habían
estimulado la economía de Entre Ríos y todo lo que enriqueciera a Entre Ríos,
enriquecía a Urquiza. Los estancieros llegaron a ser proveedores de la sitiada
Montevideo, y el escuadrón anglo-francés protegía sus cargamentos de carne
contra Rosas. Exitoso saladerista, exportador de carnes, propietario de barcos,
importador de artículos europeos desde Montevideo hacia Entre Ríos y luego
hacia Buenos Aires; donde obtenía el oro que luego exportaba vía Entre Ríos.”
Urquiza trabajaba en conjunto con el comerciante Samuel Lafone explotando los
saladeros en ambas márgenes del río Uruguay”
Las políticas nacionales sostenidas
por Rosas fueron perjudicando en sus negocios a Urquiza, quien desarrolló su
riqueza por contrabandos de todo tipo (oro, ganado, caballos, etc).
Estas cuestiones -y no las
ideológicas- fueron lentamente minando su lealtad a la patria y lo llevaron a
preparar sus traiciones (que fueron muchas). Amén de una cierta envida que
tenía por Rosas por su gran popularidad tanto continental como en el viejo
mundo.
Pacho O’Donnell desarrolla cómo se fue
dando ese viraje ““durante el bloqueo
francés la plaza de Montevideo era aprovisionada clandestinamente por los
saladeros entrerrianos de Urquiza. Pese a la prohibición de comerciar con
Montevideo, el gobernador Crespo, títere del jefe del “Ejército de Vanguardia”
permitía que los buques de cabotaje trajesen productos europeos y llevasen en
retorno carne argentina. No tenían escrúpulos, él y don Justo José en
usufructuar “los canales de plata” que se les ofrecían para enriquecerse
haciendo la vista gorda a las exigencias legales porque, como confesase Crespo
en su intercambio epistolar con Urquiza, era preferible “ser
medio vivo a medio zonzo”.
“El tráfico
de Urquiza continuó, ahora burlando las leyes de aduana porteñas, porque las
mercaderías europeas que compraba en Montevideo y traía a Buenos Aires no
pagaban derechos en ésta por ser transportadas en buques nacionales. Nadie
podía embarcar ni faenar sin autorización del gobernador. El negocio de
exportar carne a Montevideo era exclusivo de los saladeros o las estancias de
Urquiza, quien acabó por hacerse dueño de casi todo el comercio que pasaba por
la provincia y el beneficio de ese tráfico irregular era tan elevado que
alcanzaba para beneficiar las finanzas entrerrianas, incidía en el bienestar
económico de los habitantes y acrecentaba la ya inmensa fortuna particular del
gobernador, primer productor, comerciante y transportista de la provincia. Todo
ello en perjuicio de la economía y de la estrategia de la Confederación
Argentina.
“Si Rosas no
podía impedir que Entre Ríos comerciase con el sitiado Montevideo, podía en
cambio defenderse prohibiendo que los productos introducidos por Entre Ríos
llegasen a Buenos Aires. Lo hizo por dos medios: no permitió en los puertos porteños
el embarque o desembarque de mercaderías ultramarinas en buques de cabotaje, e
impidió la exportación de oro al interior.
Esto provocó
la irritación de Urquiza, que fue tan pública que despertó en los unitarios y
en Brasil la esperanza de contarlo como aliado”.
Queda al descubierto que tras la
pantalla de supuestos deseos de organizar el país (el país ya estaba
organizado), y los declamados deseos de constitucionalizar el país, se escondía
en Urquiza y los Unitarios un irreprimible deseo de acopio personal de riquezas
a costa de la miseria de la población del interior.
Muchos años después el secretario de Urquiza, Nicanor
Molinas, reconoció los móviles económicos personales: “Al pronunciamiento se fue porque Rosas no permitía el comercio del oro
por Entre Ríos”. El brasileño Duarte da Ponte Ribeiro, delegado ante la
Confederación, escribe en el mismo sentido a su primer Ministro Paulino el 23
de octubre de 1850: “(Rosas) no permitió que a Entre Ríos vayan buques
extranjeros ni que de ahí salgan para ultramar; Urquiza no solamente es el
gobernador sino también el primer negociante de su provincia y las negativas de
Rosas lo perjudicaban enormemente como negociante”.
Además, el Imperio del Brasil
necesitaba para su expansión la libertad de navegación de los ríos interiores
argentinos y orientales, y la independencia del Paraguay.
Esto significaba que los intereses
políticos estatales del Brasil coincidían con los intereses políticos
personales de Urquiza. La alianza era cuestión de tiempo.
Las ambiciones de Urquiza de
acrecentar su ya enorme riqueza personal lo llevan a conformar una alianza con
el Brasil y con los hombres de la Defensa de Montevideo (Manuel Herrera y Obes,
Andres Lamas, Melchor Pacheco y Obes,
etc) y, como se dijo arriba, conjuntamente con otro sublevado Eugenio Garzón,
ataca a Oribe que rodeado y con muchos de sus hombres en franca deserción
sucumbe casi sin poder ofrecer casi resistencia
Como adelantáramos en los negociados
de Cuyás, al pactar su alianza con Brasil para derrocar a Rosas, Urquiza pidió
un préstamo a los brasileños de 400.000 patacones -más de 2.000.000 de francos
oro- (100.000 por mes), en garantía de cuyo pago hipotecó todas las rentas y
las tierras de propiedad pública de las provincias de Entre Rios y Corrientes
(no las propias, obviamente).
Además del préstamo referido, pidió la
provisión de armas de los ejércitos que llevarán la ofensiva hasta Buenos Aires.
Los brasileños, conocedores de la
volatilidad de Urquiza y temerosos de que se pudiera arrepentir de entregar a
su patria por no recibir el soborno brasileño, le dan lo que pide. Ya se
cobrarían los imperiales el dinero invertido.
Dice O’Donnell: “Los 100.000 pesos fuertes exigidas
por el jefe entrerriano le parecen al marqués de Caxias una contribución
excesiva porque no ignora que el abastecimiento de carne proviene de los
propias haciendas de Urquiza y porque, como es costumbre, la provisión de otros
insumos y de animales se hace por confiscación forzosa en los establecimientos
privados de la zona. Le cuesta confiar en quien ya ha traicionado, pero sabe
que su persona y sus fuerzas son indispensables para lograr la caída de un
vecino tan incómodo. Entonces el 20 de diciembre escribirá con realismo a su
gobierno aconsejando una respuesta positiva: “Cualquier negativa nuestra lo
irritaría siendo, como V.E. sabe, alguien a quien poco falta para mudar de
opinión de la noche a la mañana (...) No le sería difícil arreglarse con Rosas
y volverse contra nosotros”. También influía la recompensa, acordada y firmada
con sus socios beligerantes, de la incorporación de las riquísimas Misiones
Orientales, de elevada significación estratégica por su ubicación geográfica
que se irradiaba hacia Brasil, Paraguay, Argentina y .sobre todo, Uruguay.”
Urquiza se obligaba a reconocer dicho
empréstito dando por seguro su triunfo sobre Rosas. En ese caso, la deuda
pasaba a ser de provincial a nacional (es decir, del Estado Argentino, no del
propio Urquiza que obtenía el préstamo y tomaba el dinero para sí).
En el caso de que no se triunfase
sobre Rosas, la deuda seguiría siendo de las provincias de Entre Ríos y
Corrientes, las cuales hipotecarían sus rentas y sus tierras (las públicas, claro).
Brasil entregó armas y el apoyo de sus
fuerzas navales y terrestres. Urquiza se comprometió a reconocer la
independencia del Paraguay, la libre navegación de los ríos interiores, la
entrega de la Banda Oriental, el reconocimiento jurídico a la usurpación de
facto de las Misiones Orientales por parte del Brasil y la devolución de los
‘gastos de guerra’ en que incurriere el Brasil en la contienda que se
avecinaba.
De tal modo, y como dijimos, rodeado
Oribe debió rendirse ante Urquiza quien nuevamente miente, esta vez a su
excompañero de luchas- diciéndole que se tranquilizara, que no iba a haber ‘ni vencedores
ni vencidos’; que los soldados de la Banda Occidental iban a poder volver a sus
pagos. También se obligaba a usar sus buenos oficios para que el Imperio del
Brasil no presentara reclamación alguna a nuestras autoridades hasta 6 meses
después de restablecido el gobierno constitucional.
Nada de esto se cumplió, puesto que el
gobierno de la Defensa de Montevideo no avaló el acuerdo de Urquiza y Oribe,
debió entregar tierras y dinero a los Imperiales, solo permitió que los
oficiales volvieran a las tierras bonaerenses, la tropa quedó detenida
–esclavizada- en Montevideo y fue obligada por el ‘arrepentido’ Urquiza a ser incorporada a sus tropas para combatir
a Rosas.
¿Quiénes eran los brillantes oficiales
en el ejército de Vanguardia al mando de Oribe que sitiaba Montevideo?
Dice Gustavo Martínez Zuviría que eran
los Coroneles Costa, Maza y Ramiro, y las divisiones de caballería a las
órdenes de los Jefes Quesada y Lamela; y después, extendidos por los campos, el
Coronel D. Nicolás Granada que mandaba la división Sud y le obedecían los
Comandantes Don Ramón Bustos y Bernardo González; las divisiones números 4 y 6
respectivamente a las órdenes de los Coroneles Don Cayetano Laprida y Don José
María Flores, y Regimientos de Caballería que dirigían y ordenaban los
Coroneles Sosa, Burgoa, Hidalgo, Echegaray, Videla, Palao, y Batallones de
Patricios todos de la Guardia del Monte que mandaban Don César Domínguez, y
libres de Buenos Aires al mando del Coronel Don Pedro Ramos y Nicolás Martínez
Fontes; y la artillería que obedecía órdenes de los Comandantes Castro y
Méndez. el General Venancio Pacheco y el Barón de Hollemberg, el mismo que
junto al General Zapiola, habían sido los inseparables compañeros del denodado
General San Martín en su viaje desde Europa.
Pero, es más que evidente que no
contaban con Urquiza….
Este nuevo y repetido acto de traición
de Urquiza desniveló las fuerzas y llevó a la Banda Oriental a tener que pactar
con el Brasil 5 tratados que lo pusieron prácticamente como un Estado vasallo
del Imperio perdiendo un 50% de su territorio.
Además permitía la libre navegación del río Uruguay al Brasil y se
endeudaba con el mismo por sumas astronómicas más sus intereses del 6% anual.
‘Gracias’ a Urquiza, la Banda Oriental
quedó en ruinas, quedó enajenado, empequeñecido y sometido al Imperio del
Brasil, convirtiéndose un apéndice del mismo.
‘Gracias’ a Urquiza, se perdió la oportunidad de
conformar nuevamente una “Patria Grande”.
En cuestiones de economía, la Banda Oriental estaba hundida.
Súmese el hecho que el nuevo estado títere debió hacer
frente a las grandes deudas contraídas con Brasil, Francia e Inglaterra. Se vio
comprometida la soberanía del país; aduanas y tierras extranjerizadas; la
tierra desvalorizada, la ganadería y los saladeros en ruina y un descenso de la
población.
Y Urquiza cada vez más rico lucrando con la sangre
rioplatense ante la sonrisa de los banqueros Orientales y brasileños.
Dice García Mellid: “Como parte de los prolegómenos del movimiento, en 1851, los unitarios
de Montevideo impusieron la celebración de un tratado de alianza con el Imperio
del Brasil. Por este tratado el Uruguay perdió “una extensa faja de territorio
con que el gobierno de la Defensa de Montevideo pagó la ayuda material v
militar del imperio para luchar contra don Juan Manuel de Rosas”, según dice el
historiador uruguayo don Julio César Vignale.
“Como
se ve, los unitarios argentinos eran generosos, no sólo de los territorios de
su propio país, sino también de los pertenecientes a la nación que los asilaba
y sostenía. También de nuestra parte, la cooperación prestada le valió al
Brasil la obtención de algunas de sus más acariciadas aspiraciones: la libre
navegación de los ríos, la independencia del Paraguay v las Misiones
Orientales”.
Los Unitarios y los brasileños sabían
que Urquiza no era ni Unitario ni Federal y que sólo les importaba engrosar sus
arcas personales. A ellos las cuestiones ideológicas del entrerriano no les
interesaban. Solamente les importaba que la codicia sin freno del ‘Libertador’ (sic) fuera útil a sus fines
políticos y sabían que adornando constantemente sus bolsillos con dinero, lo
conseguirían. Ya le pasarían factura en los siguientes años.
Como pudimos describir documentalmente
en estos capítulos, el móvil principal de Urquiza para su accionar fue el
económico. Fue sutilmente sobornado en
reiteradas ocasiones para declinar la espada en defensa de nuestra soberanía y
a la vez, proteger sus riquezas –mal habidas o no- poniendo un cerco invisible
a la Provincia de Entre Ríos, ‘su’ provincia, su coto personal.
Todo lo ideológico, el supuesto
cansancio de Rosas- real o no-, la pretendida necesidad de constitucionalizar
el país –que no le preocupó durante casi una década- eran excusas viles. Y la
libre navegabilidad de los ríos interiores era necesaria para sus negocios
aunque con ello las industrias y comercios del interior fenecieran lentamente,
como sucedió luego de la Batalla de Caseros el 3 de Febrero de 1852.
Por todo esto, ¿dónde está el
arrepentimiento de Urquiza luego de derrocar al gobierno de su país; tirar por
tierra el Pacto Federal de 1831 que él vulnera sin sonrojarse.? (Ninguna
provincia puede firmar pactos internacionales sin la aprobación de las demás).
Por ello el pretendido y declamado ‘arrepentimiento’ de Urquiza estuvo sólo
en los papeles, en las cartas personales a Rosas y a otros políticos del
momento. Sus acciones continuamente contradicen sus palabras.
Urquiza cuidadoso en las formas de su
comportamiento no pudo engañar a los brasileños en ese aspecto.
Veamos lo que pensaban de él los
Imperiales luego de que se diera vuelta con todo su enorme y poderoso ejército
(la mayor parte subvencionado con dinero y armas enviadas por Rosas para su
lucha contra los Unitarios y para su próximo combate contra el Brasil).
Dice Rosa:”El Correio Mercantil
en su nº del 10 de noviembre (de 1851) interpretando el sentimiento público
dijo: “Un rebelde no pudo ni debió merecer expresiones sumamente lisonjeras (subr. orig.) de S. M. el emperador el Sr.
Don Pedro II, tan ilustrado y tan experimentado como es y todos lo
reconocen. El sabe que se ama la
traición, pero se aborrece a los traidores.
El Sr. Don Pedro II no manchará la púrpura imperial usando expresiones sumamente lisonjeras hacía un hombre
cuyos hechos contemporáneos no son ignorados” Así ha quedado
Urquiza en los anales de Brasil. Un
gran historiador contemporáneo, recientemente desaparecido – Pandiá Calógeras –
en su Formaçao histórica do Brasil
expone este concepto: “-No tenía Urquiza las condiciones de un hombre de
Estado: no pasaba de ser un condottiere-”). Contrasta este juicio del ilustre brasileño
hacia un amigo de Brasil con el merecido por Rosas, enemigo constante de su
país: “Ciertamente no era un Jefe blando o de manos leves: poseía un genio
voluntarioso, un carácter incapaz de doblarse, cruel como eran todos sus
semejantes en aquella época de la Argentina. Pero era también un estadista, un patriota de
ideales y de ejecución, cualidades que no se encuentra muy frecuentemente
reunidas..
Es importante subrayar la actitud de
los brasileños, como en su momento la tuvieron los ingleses con respecto a
Florencia Varela, cuando fue a mendigar la intervención inglesa en Europa y fue
prácticamente echado con desprecio por los británicos que no permitían que
personajes tan bajos quisieran dictarles a ellos como comportarse.
Para el Imperio brasileño la traición
–buscada- de Urquiza era celebrada con alegría pero no significaba que adularan
y felicitaran al entrerriano; al contrario, el maltrato era mayor cuanto mayor
era la traición de Urquiza a su nación. Era inimaginable para los imperiales
que alguien pudiera hacer algo así a su propio país; por eso el descrédito a su
persona iba en aumento.
Todo lo contrario que pasaba con
Rosas. Lo odiaban pero lo respetaban porque reconocían sus virtudes
patrióticas. Lo combatían sabedores que el triunfo de Rosas era la derrota del
Imperio.
IV.-La
Traición en la Batalla de Caseros (1852)
Ya hemos dicho en otros trabajos que
la batalla de Caseros fue una batalla inmersa en una guerra internacional,
entre el Imperio del Brasil y sus apetencias expansionistas y la Confederación
Argentina, que se oponía a ello y conservaba el espíritu hispano.
Este combate de carácter internacional
fue visto con exactitud desde Europa por el General San Martín. Y también fue
visto por Unitarios, como el Coronel Martiniano Chilavert y el Coronel Pedro
Díaz, quienes ante el hecho evidente del internacionalismo de la guerra que se
avecinaba, no trepidaron en ponerse a las órdenes del gobierno de su patria,
sin declinar su ideas políticas.
Según nos trasmite el historiador
Diego Luis Molinari, que se trataba de una guerra internacional lo expresa,
luego de la batalla, sin ambages el diario ‘Jornal
de Commercio’ de Río de Janeiro del día 24 de febrero, en un extenso
artículo, cuya parte pertinente dice “No
hay una sola persona, un solo jefe de un ejército aliado, que no confiese, y
diga con entusiasmo que a la división brasileña se debe la victoria lograda en
los campos de Morón” ( Nao ha uma só pessoa, um só chefe de exercito aliado,
que deixe de confessar, e enthusiasmado dizer que á divisao brazileira se debe
a victora alcançada nos campos de Mouron”),
A la par, mercenarios de toda laya, en
especial alemanes, siguen apuntalando la agresión brasileña.
Adolfo D. Loss, historiador al que
aludimos con anterioridad, ilustra la actividad de los mercenarios de origen
alemán que estaban en suelo brasileño y que acompañaban, una vez más, el
expansionismo del Imperio.
“Los
mercenarios alemanes integran el ejército comandado por el Conde Caxias como
artilleros, zapadores e infantes, que invadiría más tarde la Banda
Oriental. Producida la invasión, parte de la Legión permaneció
con Caxias en Colonia, y el resto se sumó a los 4.000 brasileños en los
batallones 5º, 6º, 7º, 8º y 13º que al mando de Marqués de Souza vengarían en
Monte Caseros la derrota de Ituzaingó.
“El 3
de febrero, a pesar de la deserción de los segundos tenientes Kaas y
Malschitzki, que se unieron a Rosas, le cabría brillante actuación a la
fusilería mercenaria: con modernas armas de tiro rápido y preciso producirían
bajas en la artillería argentina -comandada por el bravo coronel Martiniano
Chilavert- que se constituyó en el principal obstáculo de la Brigada
Internacional”
“Justo
José de Urquiza como jefe de los mercenarios argentinos, y todos ellos y sólo
ellos, merecen con estricta justicia el dicterio constitucional de ‘infames
traidores a la Patria”, finaliza el autor. En realidad, Urquiza, Mitre,
Sarmiento y tantos más.
Como bien resume Atilio García Mellid “¿Qué es Caseros? ¿Cuál es el espíritu
de Caseros de que tanto se habla? Porque no
hay uno sino varios Caseros en el pronunciamiento de 1852.
Hay, primero de todos, el Caseros de los brasileños, ese Caseros con que
una potencia extranjera.
“Ejecuta
un plan perfectamente elaborado en beneficio exclusivo de su propia
política nacional. Ese Caseros es una derrota argentina, es la venganza de
Ituzaingó.
“Hay el
Caseros del general Urquiza, que es el de la Confederación Argentina y el de
las provincias lanzadas a una política de constitución orgánica y federal.
“Y hay
el Caseros porteño, el de los emigrados revanchistas, el de los unitarios
y liberales dispuestos a no desperdiciar la oportunidad de someter el país a
los intereses mercantiles e ideológicos de la oligarquía portuaria y
entregadora. Suponemos que es éste el Caseros al que la historia «oficial»
atribuye una importancia y una grandeza excepcionales, el Caseros al que se
asigna un espíritu que –quiérase o no– deben reverenciar todos los
argentinos para no incurrir en las iras totalitarias de nuestros
democráticos liberales.
“No hay
nada más irritante que esta imposición de Caseros que pesa sobre el alma de la
ciudadanía. Porque en Caseros no hay nada argentino en juego, salvo el
derrocamiento de un partido y de un hombre para reemplazarlos por una facción y
unos cuantos hombres que no representan, sino antes bien contrarían, la
voluntad nacional que, mejor o peor, aquellos representaban.
“El
cuento de que Caseros destruye una tiranía, aún admitido, no puede ocultar
la realidad de que fue para entronizar otra tiranía, mucho más brutal y de
más perniciosos efectos que la desalojada.
“La
mentira de que se puso fin a un régimen de terror ya no engaña ni a
los bobalicones de la «prensa seria»; pues es sabido que el fallo del
juez caserista, doctor Sixto Villegas, que condenó a muerte al «criminal
famoso» de don Juan Manuel de Rosas, le atribuye 285 asesinatos en los veinte
años de su «tiranía», en tanto en una atroz «purga», al día siguiente de
Caseros, se fusilaron a 608 personas en la urbe y a varios miles más en San
Benito de Palermo; y, cuatro años después, a raíz del levantamiento federal del
general Jerónimo Costa, fueron fusilados por orden de Pastor Obligado y de
Bartolomé Mitre, el nombrado general y otros 130 jefes y oficiales rendidos.
“Y esto
no fue sino la iniciación de una larga serie de asesinatos, degüellos y
salvajadas que culminaron con la alevosa muerte del general don José Vicente
Peñaloza, el Chacho.
“En
cuanto a que Caseros trajo el imperio de la ley y aseguró los derechos de los
pueblos, ésta es una monserga que no engaña sino a los que gustan de ser
zonzos, pues es sabido que el despotismo de los liberales se prodigó
e expediciones militares que arrasaron el interior argentino, en intervenciones
federales que anularon la autonomía de las provincias, en comicios fraudulentos
que desconocieron la personalidad libre del hombre, y en una política de entrega
económica, que sumió en la más espantosa esclavitud a los trabajadores. ¿Qué es
por lo tanto, lo que tenemos que agradecer a Caseros, encrucijada de apetitos y
odios que frustró por un siglo el destino de la nacionalidad?
“El
Imperio de Brasil fue el artífice principal de la liquidación del poder del
general Rosas, en Caseros. No improvisó la cancillería imperial, para afrontar
el «caso Rosas», una política distinta de la que invariablemente venía
aplicando a todo cuanto se refiriera al Río de la Plata.
“Esto
que tantos argentinos ocultan, lo vio con claridad un extranjero de penetrante
mirada, el historiador mexicano don Carlos Pereyra. «El Brasil –dice– era antes
de Rosas, como lo fue más tarde, el peligro mayor para la República
Argentina. Rosas combatió el peligro y lo habría conjurado plenamente su
victoria contra Urquiza en 1852, pero la derrota de Caseros dejó abierta una
vía de penetración en el Río de la Plata, que la despreocupación y la
miopía de Mitre, pusieron francamente a disposición del Imperio. Rosas no pudo,
pues, resolver este problema capital, y su caída fue, precisamente, un
fracaso histórico para la República Argentina»2
“¿Puede,
pues, loarse como acierto del general Urquiza su sometimiento a los sutiles
planes de Itamaraty? Dejemos al propio general Urquiza la respuesta. La
cancillería brasileña venía trazando de antiguo planes para destruir la
política nacionalista y de defensa de nuestra soberanía sobre los ríos
interiores, que sostenía con singular energía el general Rosas”.
“En
1850 ya tenía resuelto invadir las provincias mesopotámicas para atacar a
Buenos Aires; interesó en el proyecto al general Urquiza por intermedio de su
agente confidencial en Río de Janeiro, don Antonio Cuyás y Sampére”.
“La
respuesta del caudillo entrerriano califica certeramente el propósito. «¿Cómo
cree el Brasil –afirmaba–, cómo lo ha imaginado por un momento, que
permanecería frío e impasible espectador a esa contienda en que se jugase nada
menos que la suerte de nuestra nacionalidad o de sus más sagradas prerrogativas, sin
traicionar mi patria, sin romper los indisolubles compromisos que a ella me
unen y sin borrar con esa ignominiosa mancha, mis antecedentes?»
(Respuesta del general Urquiza a su Agente confidencial en Río de Janeiro, don
Antonio Cuyás y Sampére. 20 de abril de 1850)”.
Como si lo declamado no bastara
Urquiza dice al diario ‘El Entre-Riano’:
“Sepa el mundo todo que cuando un poder extraño nos provoque, ésa será la
circunstancia indefectible en que se verá al inmortal general Urquiza al lado de
su honorable compañero el gran Rosas, ser el primero que con su noble espada
vengue a la América”.
Por si queda todavía algún ‘distraído’
(dicho con ironía) sépase que esa ‘noble espada’ se la regala Urquiza al
Emperador Pedro II del Brasil luego de Caseros dándole también 400.000
patacones (en cuotas mensuales de 100.000) y la condecoración la ‘Orden de Cristo’. (cláusula 6ª del
tratado del 21 de noviembre de 1851, para algún escéptico),
Porque como vimos, después de todo,
Urquiza fue un mercenario hecho y derecho.
Circunstancia ocultada una y mil veces por nuestra historiografía
oficial, (dicho sin ironía).
Urquiza demostró ser vanidoso,
desconfiado hasta el extremo y ambicioso a mas no poder. Manifestaba adherir al
‘Federalismo’ –de muy buena prensa en aquellos tiempos- pero llegaba a
permanentes arreglos con el centralismo porteño, mitrista y liberal. Decía proteger los intereses del litoral frente
a la prepotencia brasileña, hasta que éstos desembolsaban el dinero necesario
para acallar la aparatosidad supuestamente patriótica en las palabras de don
Justo
Podemos agregar que tanto como Urquiza
como Don Pedro II eran masones, lo que lleva a concluir que la condecoración no
tiene el alcance religioso que debería tener.
¿Puede haber más grande acto de hipocresía
que la de estas altisonantes declaraciones de soberanía hechas por Urquiza
quien maquiavélicamente se hace el ofendido ante tamaño ofrecimiento del Brasil
cuando poco después comanda las tropas entrerrianas y correntinas al lado de
las del Imperio?
Igualmente la traición no fue sólo de
Urquiza. Lo acompañaron en los deleznables actos apóstatas Eugenio Garzón y
Servando Gómez. Este último traiciona a Oribe y se une a las tropas de don
Justo.
Concluye Atilio García Mellid: “Tenía el general Urquiza, como se ve, clara
conciencia de la gravedad de las intenciones brasileñas y de la condenación que
provocaría cooperar con tales propósitos. No obstante ello, cedió
posteriormente a la presión de los intereses foráneos que se
movilizaron en tal sentido y a las cínicas exhortaciones de los unitarios
refugiados en el exterior. Se fue deslizando insensiblemente hacia lo que poco
antes había condenado y el 29 de mayo de 1851 firmó un tratado de alianza, con
el Brasil y la Banda Oriental, para proceder en común al derrocamiento
de un gobierno argentino. Posteriormente, el 21 de noviembre, suscribió
una convención con el Imperio de Brasil, por la cual se le prestó ayuda
financiera; se preveía que, si la empresa militar proyectada fracasara, las
provincias de Entre Ríos y Corrientes «hipotecan desde ya las rentas y los
terrenos de propiedad pública de los referidos Estados».
“Cuando
las tropas extranjeras entraron en nuestro territorio ya tenían hipotecadas a
su favor parte de la propiedad territorial argentina. ¡Estupenda cruzada
«libertadora»! Pero la «bendita convención» que nos permitió la «gloria de
Caseros» llegaba aún más lejos.
“Pues
también establecía que «los gobiernos de Entre Ríos y Corrientes se comprometen
a emplear toda su influencia cerca del Gobierno que se organice en la
Confederación Argentina para que éste acuerde y consienta en la libre
navegación del Paraná y los demás afluentes del Río de la Plata»
“No se
necesita más para caracterizar como corresponde al llamado «espíritu de
Caseros». Lo que fue el pronunciamiento, la proclama del general Urquiza y la
batalla de Caseros, es material de escasa o ninguna importancia frente a este
tremendo «fracaso histórico argentino», que nos duele todavía como una herida
abierta en el depósito sagrado de nuestra soberanía. El pueblo repudió a
Caseros y a sus actores; la intuición del pueblo no yerra y en sus espontáneas
repulsiones se refugian las que un día se levantarán como fuerzas
vengadoras”.
Ya mencionamos anteriormente que
Urquiza, tal como lo hizo saber, tenía in
mente que en el caso de que fracasara su acción contra Rosas y éste no
pudiera ser derrocado, él se atrincheraría en Entre Ríos y formaría un estado
que estaría conformado por las provincias de Entre Ríos, Corrientes, las
Misiones, la Banda Oriental y el Paraguay
Este desmembramiento del país
pergeñado por Urquiza para formar un nuevo estado en caso de ser derrotado en
Caseros, ha sido ocultado adrede en las escuelas y colegios de la nación por la
historia liberal triunfante.
Se puede decir que Rosas calculó mal
la lealtad de Urquiza. Que no creyó que su doblez podría derivar en una
traición absoluta en lo militar y en la alianza con los Imperiales. Es posible,
pero ello no empequeñece su labor titánica, prácticamente solo durante, 20
años.
Cuando finalmente se le cayó la venda
de sus ojos, tuvo que reconocer lo hecho por Urquiza. El 15 de Septiembre de
1851, luego del pronunciamiento de su –hasta ayer-‘primera espada’ del poderoso e invicto ejército de la Confederación
Argentina, expone en una proclama en su parte pertinente:
“….en
esos momentos en esos momentos es que levantó el loco traidor salvaje unitario
Urquiza la bandera de la rebelión y de la anarquía, y aspirando a romper su
espada envilecida los lazos que ligan al pueblo entrerriano ala Confederación,
y erigirse en el árbitro de los argentinos, se vendió miserablemente al
Gobierno brasilero, que en pos de sus inveteradas ambiciones, ha invadido y
ataca con una alevosía sin ejemplo el territorio y la independencia delas repúblicas
del Plata”.
Fue por todos conocido, y Sarmiento
fue el primero en reconocerlo, que Urquiza durante mucho tiempo recibió dinero
por parte del Imperio del Brasil, a la vez que le compraba a éste miles de
caballos de su propiedad para las batallas de la Guerra del Paraguay.
Dice Sarmiento al respecto que “un enviado del emperador Don Pedro II,
Honorio Hermeto Carneiro Leao, dijo de Urquiza: “¡Sí; los millones con que
hemos tenido que comprarlo para derrocar a Rosas! Todavía después de entrar en
Buenos Aires quería que le diesen los cien mil duros mensuales, mientras
oscurecía el brillo de nuestras armas en Monte Caseros para atribuirse, solo,
los honores de la victoria”
De este modo, reconoce Sarmiento que
el derrocamiento de Rosas fue producto de un plan extranjero, pagado con dinero
extranjero.
Define estupendamente el derrotero de
Urquiza antes y después de Caseros. Sus actos perfectamente pergeñados con
tiempo y cálculo son analizados por el autor citado.
Pero, “faltaba la expiación —“grande, tremenda, memorable"— y las
avenidas de Palermo y las quintas desde Santos Lugares a San Benito, v las
calles de la ciudad, se cubrieron de cadáveres: hasta el número de 608 en la
urbe y una cifra no precisada de degüellos v ejecuciones “en medio de las quintas
o a las orillas de los caminos más frecuentados”
Los Unitarios una vez dominada la
supuesta ‘barbarie’ Federal iban a poder crear su civilización soñada, pero
para eso, señalaba Sarmiento, que había que conquistar la tierra, “someterla a la punta de la espada, esta
Pampa rebelde, que hace cuarenta años lanza jinetes a desmoronar, bajo el pie
de sus caballos, las instituciones civilizadas de las ciudades”
Se fusilaba a mansalva todo vestigio
Federal tanto en Buenos Aires como en el interior. Entre ellos, además de
desconocidos gauchos, fueron masacrados héroes de las batallas en defensa de
nuestra soberanía, como Martiniano Chilavert –por orden expresa de Urquiza- y
Jerónimo Costa –por orden de Pastor Obligado.
También el Gobernador legal de San Juan, Nazario Benavidez, quien
fue tomado prisionero por los Unitarios
y finalmente asesinado en su celda.
Sarmiento decía en el diario El
Nacional “Han muerto o han sido
fusilados, en el acto de ser aprehendidos, Bustos, Costa, Olmos (si no lo está,
lo estará, voto al chápiro). Trofeos: la espada de Costa, ruin v mohosa. El
carnaval ha principiado”. O sea, el ‘carnaval’ según Sarmiento era la
fiesta del degüello, fusilamiento y limpieza de todo lo que oliese a soberanía
y Federación.
Sarmiento ve la paja en el ojo ajeno
que le sirve para esconder la viga en el propio. Luego de instalarse en Palermo, acusa a
Urquiza de haber degollado o fusilado, a 4.540 prisioneros del ejercito ‘rosista’ y de ser quien “más prisioneros ha degollado",
desde Artigas a la fecha. Más inclusive
que Rosas y Quiroga.
Sigue diciendo García Mellid: ‘Dos años después, siendo gobernador interino
el coronel José Antonio Virasoro, una partida llegó hasta su domicilio y le
halló desarmado v con un niño en los brazos. Se le asesinó a lanzazos; igual
suerte corrieron su hermano Pedro, su cuñado el mayor Tomás Hayes y los jefes v
soldados de la guarnición. Era el 16 de noviembre de 1860. Hacía ocho años que
Rosas había desaparecido del escenario nacional; pero la furia unitaria seguía
cobrándose víctimas, con el aplauso —también en este caso— del civilizador
Sarmiento“
El terrorismo había sido una necesidad
impuesta por las condiciones desiguales de la lucha en la que, por un lado
ellos —los civilizados— habían estado prácticamente solos, y por otro lado el pueblo —todo el pueblo- en
la vereda de enfrente. Ahora las cosas habían cambiado y todos los resortes del
poder —su sueño más apetecido- se encontraban en sus manos.
¿Y mientras se sucedían estos
vandalismos desatados del Unitarismo, Urquiza que hacía?
Después de haber masacrado a muchos
Federales que, en su momento, habían combatido a sus órdenes en el ejército
federal de la Confederación Argentina, obedeciendo quizás a mandatos masónicos,
ordena ejecutar y colgar a sus rivales en las avenidas de Palermo que daban al
Caserón que fuera de Rosas. Todas las noches se oían las descargas de los
fusilamientos ejecutados por orden suya.
Además de Chilavert y Santa Coloma
fueron ajusticiados los 1.117 soldados del Batallón de Aquino que fueron
sobrevivientes de Caseros. Los fueron degollando de 10 en 10 en Palermo a lo
largo de varias jornadas, tal como lo describe el propio General ‘urquicista’ Cesar Díaz.
Esos cadáveres estaban pudriéndose en
los caminos de acceso o en los árboles que circundaban la residencia. Seguirían
luego los fusilamientos y degüellos por el menor motivo, y aun sin motivo,
contra hombres y mujeres del pueblo. Entre el 3 y el 20 de febrero hubo más de
500 civiles ejecutados, cifra mayor que la alcanzada en los 20 años de gobierno
de Rosas.
Poco y nada queda del ‘arrepentimiento’ dicho de haber
derrocado a Rosas manifestado por Urquiza luego de Caseros. Ejecutó a sus
antiguos soldados sin solución de continuidad y entregó la soberanía de los
ríos –y también tierras- a la codicia comercial británica y francesa, según las
directivas de los Unitarios apostados definitivamente a mandar sobre la nación.
Debemos puntualizar que la famosa
‘Mazorca’, a la que acusan los Unitarios de monstruosos asesinatos en masa y
que dio causa a la respuesta de Urquiza luego de Caseros, es una fantasía digna
de una novela.
Si es correcto que durante Octubre de
1840 hubo una serie de atentados contra algunos Unitarios. Unos pocos fueron
asesinados en las calles como consecuencia y respuesta a los conocidos degüellos
en masa ejecutados por los Unitarios
acicateados por Salvador María del Carril, Julián Segundo Agüero, Valentín
Gómez y Juan Cruz Varela.
Pero esos pocos muertos- 20 muertos en
30 noches- no se compara, dice Rosa, “con
los 2500 federales eliminados en Buenos Aires en 1828 y 1829 por los
decembristas, que los 500 fusilados por Urquiza entre el 3 y 20 de febrero de
1852, que los 20.000 (algunos suponen más) criollos masacrados por los
ejércitos de Mitre que ocuparon el interior después de Pavón dispuestos a
"no ahorrar sangre de gauchos”.
Expresa García Mellid respecto a los
asesinatos colectivos luego de la batalla de Caseros: “El general Urquiza fue dócil instrumento de estas directivas; no sólo
consagró la libre navegación de nuestros ríos sino que se declaró dispuesto a
extender esta franquicia a un proyectado camino de hierro (ferrocarril)
trasandino. Encargó dicha gestión al aventurero Buschenthal, de Estrasburgo,
consignando en el Art. V de la respectiva autorización: “Si el gobierno inglés
o el francés quiere patrocinar la construcción de este camino, el gobierno está
dispuesto a extender las cláusulas del tratado de libre navegación a toda la
extensión del camino en el territorio argentino y considerarlo como una vía de
comunicación internacional, cuya protección pertenecerá las fuerzas de todas
las partes contratantes”.
Ciertamente que en todo esto estaba su
propio interés económico que no conocía límite y era así capaz de enajenar
tierras y aguas nuestras. Su interés no
era ideológico ni político sino económico.
Federico Gastón Addisi resume, con
dolor, en unos párrafos lo mencionado previamente y las consecuencias de la
Batalla de Caseros apuntando con justeza un hecho que no puede dejarse de
mencionar: no fue una guerra civil sino fue una guerra internacional comandada
por el Brasil con la ayuda de sus guiñoles: Justo José de Urquiza, los
Unitarios de ambos lados del Plata, y Federales que actúan contra los intereses
de su patria- de buena o de mala fe-, mercenarios italianos y alemanes y la
mirada cómplice de franceses e ingleses.
Dice el autor citado:” Caseros fue una derrota Argentina. Allí se
enfrentó la Confederación, al mando de su jefe, el Brigadier General Juan
Manuel de Rosas contra el Imperio de Brasil, aliado con fuerzas uruguayas,
tropas correntinas y entrerrianas fundamentalmente. Todas ellas al mando del
General Urquiza. Para el Imperio de Brasil la política conocida como “sistema
americano” y la influencia de Rosas sosteniendo a los patriotas de Uruguay, con
Oribe a la cabeza, era un verdadero trastorno a su pretensión de hegemonía
geopolítica en la región.
“Además, Brasil aún quería “lavar la afrenta” de la
derrota que le propinara Argentina en Ituzaingó. Todo esto acicateado
convenientemente por la influencia de la diplomacia británica que pretendía
constituir un estado tapón (ni brasilero ni argentino en Uruguay), y consolidar
el libre comercio con la región a través de la libre navegación de los ríos
interiores.
“Medida a la que Rosas, en defensa de la soberanía se
negaba terminantemente a aplicar.
“Pero Brasil estimaba que sólo no podía llevar adelante la
empresa. Y no encontró mejor forma que fogonear la ambición de Urquiza para que
este –por los motivos que fuere, entre los que no estuvo excluido el soborno-
traicionara a su país y combatiera del lado brasileño.
“A cambio de la ayuda extranjera para su empresa interna,
Urquiza renunciaba a derechos inherentes a nuestra soberanía y precipitaba la
desintegración de la patria. Brasil ganaba el territorio paraguayo librado a su
influjo, la ocupación del Uruguay, el libre acceso por nuestras vías fluviales
a su provincia del Mato Grosso y un derecho real de hipoteca como acreedor
privilegiado sobre todos los recursos de dos provincias argentinas.
“A Urquiza lo perjudicaba la política de Rosas de la Ley
de Aduanas y las cargas impositivas con que se gravaban ciertos productos.
“Las causas aparentes, o por lo menos, las declamadas por
Urquiza en su conocido Pronunciamiento eran; la negativa por parte de Rosas de
sancionar una Constitución, la necesidad de acabar con las divisiones y lograr
la unidad nacional, entre otros objetivos menores.
“Lo cierto es que la Confederación funcionaba
jurídicamente a la perfección con la aplicación de los conocidos “pactos
preexistentes”, en particular el “Pacto Federal”, y que la convocatoria para
dictar una Constitución si bien estaba en los planes de Rosas, no constituía
una prioridad, cercado como estaba, con guerras intestinas y agresiones
externas.
“En cuanto a la unidad nacional era algo que Don Juan
Manuel siempre buscó, sobre todo manteniendo la unidad territorial, y tratando
de desarrollar un incipiente proceso industrial que hiciera viable las
economías regionales, todo esto bajo el instrumento de la Ley de Aduana.
Ese era
el escenario en 1852. El 3 de febrero tuvo lugar en el Palomar de Caseros el
enfrentamiento entre el Ejercito de la Confederación (cerca de 20.000 hombres)
y el llamado “Ejercito Grande” (unos 22.000). La batalla se decidió en favor de
las fuerzas internacionales y las tropas brasileras entraron en Buenos Aires.
“¿Y cuáles fueron las consecuencias?
“1) Pérdida definitiva de la Misiones Orientales que
correspondía por derecho a la Argentina y se cedió con motivo de los pactos
firmados por Urquiza al entrar en alianza con los brasileños.
“2) Renuncia
a la soberanía sobre nuestros ríos interiores, regalando vilmente lo que se
había conseguido luego de tantos años de bloqueo y sangre argentina derramada.
“3)
Derogación de la Ley de Aduanas (primer acto de gobierno de la administración
que sucede a Rosas). Esto significó la ruina de la naciente industria nacional
y la entrega de nuestro mercado interno al poder económico predominantemente
inglés.
“4)
Endeudamiento externo a favor del Brasil, ya que después de Caseros se reconoce
como deuda de la Confederación (es lo que Urquiza había firmado con el Imperio)
los fondos facilitados para financiar la campaña contra Rosas.
“5) Abandono
de la firme política exterior llevada adelante por Don Juan Manuel, conocida
como “Sistema Americano”.
“6) Pérdida
del Uruguay que a la sazón quedará como un estado tapón bajo influencia
británica.
“7)
Finalmente, el triunfo de Urquiza trajo una consecuencia no buscada: la
rebelión de la provincia de Buenos Aires contra su autoridad a través de la
revolución del 11 de septiembre de 1852, y su erección en Estado separado. Este
acontecimiento abría una nueva etapa de guerras civiles entre el Estado de
Buenos Aires y la Confederación Argentina que recién se cerraría con la
represión a sangre y fuego de los levantamientos del interior encabezados por
Peñaloza, Varela, Lopez Jordan; ahogados en sangre por Mitre y Sarmiento.
La necesidad de una Constitución era una vil excusa para dilapidar nuestro
patrimonio colectivo. La prueba está que
la necesidad de Constitución fue la causa-fuente de las razones esgrimidas por
Urquiza para derrocar a Rosas. Una vez creada la propia Buenos Aires la rechazó
y se escindió de la Confederación”.
¿Cómo? ¿ No era que Rosas fue
combatido y derrocado porque su supuesta ‘tiranía’
impedía constituir y organizar el país y contra él se alzó Urquiza, su primera
espada?.
Además, el país YA ESTABA CONSTITUIDO
bajo la forma Federal que emanaba pacíficamente del Pacto Federal del 4 de
Enero de 1831.
La mentira queda así al descubierto.
La falta de una Constitución que motivó la carnicería emprendida por Urquiza es
otra de las falsedades históricas.
Además, la fantasía de la necesidad de
una Constitución escrita ( hoy mismo, ni Gran Bretaña, ni Suiza ni Israel la
tienen….y mal no les va).
Es más, no solo Rosas entendía
saludablemente y con justo criterio que la Constitución escrita solo podía ser
bienvenida luego de pacificar el país, como se lo dijo a Vicente Quesada en
Southampton, allá por Febrero de 1873:
“[…] Pero el reproche de no haber dado al país una constitución, me pareció
siempre fútil porque no basta dictar “un cuadernito”, como decía Quiroga, para
que se aplique y resuelva todas las dificultades; es preciso antes preparar al
pueblo para ello, creando hábitos de orden y de gobierno, porque una
constitución no debe ser el producto de un iluso sino el reflejo exacto de la
situación del país. Nunca pude
comprender ese fetichismo por el texto escrito de una constitución, que no se
requiere buscar en la vida práctica sino en el gabinete de los doctrinarios; si
tal constitución no responde a la vida real de un pueblo, será siempre inútil
lo que sancione cualquier asamblea o decrete cualquier gobierno. El grito de
“constitución”, prescindiendo del estado del país, es una palabra hueca”. […]”.
También Carlos Antonio López, desde el
Paraguay, participaba de ese pensamiento basado en un sano empirismo.
Es que para los Unitarios liberales
las leyes crean la realidad (que solo existe en su imaginación) y no al revés,
como enseña la vida.
En un mensaje al Congreso decía: “Para conservar la paz, el orden público y
la libertad algo más se necesita que Constituciones escritas y vaciadas de
golpe […] Escritores republicanos
entusiastas, demócratas fervorosos, confiesan en sus escritos que en América es
imposible un completa sistema representativo porque las masas no comprenden y
no saben usar de los instrumentos y resortes que hacen funcionar ese hermoso,
pero complicado, mecanismo político. El que no sabe usar una cosas,
precisamente abusa de ella.[…]”.
Perfecto razonamiento basado en la
experiencia espacial y temporal en que se declamaba.
Y no solo ellos: Simón Bolívar, con un
dejo de desolación decía que “no hay
buena fe en América, ni entre los hombres ni entre las naciones. Los tratados
son papeles, las Constituciones libros, las elecciones combates, la libertad
anarquía y la vida un tormento”.
Bueno, parece que la vida de estos
hombres eminentes coincidía, cada uno por su lado por conocimiento empírico
propio
Luego de la caída de Rosas, se
sancionó una Constitución (el famoso ‘cuadernito’) que fue tan inútil que
Urquiza, frente a la historia intentó dar las justificaciones y supuestos
‘arrepentimientos’ a los que estamos acostumbrados.
Dice “Hay un solo hombre para gobernar la
Nación Argentina, y es Don Juan Manuel de Rosas. Yo estoy preparado para
rogarle que vuelva aquí” (Mayo de 1852. Urquiza al representante inglés Gore, al partir para
reunirse para el encuentro de San Nicolás).
Falsos arrepentimientos que se contradicen con los
hechos relatados y a relatar, y que se prueban de muchas maneras. Luego de la derrota de Caseros, mientras
estaba usurpando el Caserón de Palermo y declaraba lo referido, se encargaba de
fusilar y degollar a mansalva cuanto Federal se le cruzaba en el camino. En
Pavón, entregó a la patria y a sus Federales a la ira y rencor ‘mitrista’. En Paysandú, ante el desgarrador cuadro de
dolor, muerte y espanto, sobre la sangre de los Federales Orientales que morían
en un genocidio que fue el prolegómeno de lo que luego sucedería en Paraguay,
el ‘arrepentido’ Urquiza, concertaba sus negocios con los franceses,
Unitarios, los Unitarios banqueros
Orientales y brasileños. Y durante la guerra del Paraguay vendía sus miles de
caballos a los brasileños y devolvía al Imperio los esclavos fugados del
Brasil.
Dice Urquiza haberse arrepentido de derrocar a Rosas:
““Si no hubiera sido el
interés que tengo en promover la organización de la República, yo hubiera
debido conservarme aliado a Rosas porque estoy persuadido de que es un hombre
muy popular en este país”. Pero en los hechos, demostró nuevamente lo contrario.
Seguramente, sus declaraciones –aun en cartas a Rosas-
en el entendimiento de que no debió haberlo derrocado pues solo Rosas podría
arreglar la anarquía imperante en el país, fueron declaraciones calculadas para quedar en una
posición mejor, ya que hasta él mismo vislumbraba una situación turbia para el
futuro de su imagen.
Tan es así que, luego de Caseros, intentó una escena
de independencia frente al marqués de Caxias, al recibir a los jefes brasileños
en Palermo diciéndoles solemnemente que el desfile de la victoria sería el 19
de Febrero. Su par brasileño lo para en
seco y le dice “A victoria desta campaha
e urna vitoria de Brasil, e a Divisáo Imperial entrará em Buenos Aires com
todas as honras que lhe sao devidas quer V. Excia ache conveniente ou nao".
O sea, se desfilará el día 20 de Febrero, fecha que recuerda el triunfo de Las
Provincias Unidas en Ituzaingó. Brasil no olvida.
Que le quede claro a Urquiza que es evidente por donde
se lo mire era un simple peón de ajedrez
en el tablero de la patriótica política sostenida y expansionista del Imperio.
Le guste o no a Urquiza. Punto.
Urquiza se somete en silencio. Pero vuelve a lo que le
importa: el dinero.
¿Qué hace el supuestamente ‘arrepentido’ Urquiza?
Rápidamente rapiña todo el dinero que existía en el
Banco oficial y lo utiliza para pagar favores a varios ad-láteres, para conseguir lealtades tibias y para su propio
bolsillo. Un total de 23 millones de pesos.
El 9 de Febrero de 1852, ya sucedido Caseros, el
propio embajador británico, Gore, le escribe incrédulamente a Lord Palmerston,
primer ministro británico: "Los
jefes en quienes Rosas confió se encuentran ahora al servicio de Urquiza. Son
las mismas personas a quienes a menudo escuché jurar devoción a la causa y
persona del General Rosas. Nunca hubo hombre tan traicionado”.
Esa última famosa frase es cierta y prueba la orfandad
de apoyo que tuvo Rosas en las clases dirigentes porteñas. Esa traición empieza
por su espada mayor, Justo José de Urquiza.
Su monumento imponente en los bosques de Palermo nos
recuerda aún hoy nuestro sometimiento a los grillos que nos impusieron en 1852
los brasileños y los Unitarios todavía gobernantes. También, nuestra esclavitud política y
económica dirigida por los que ayer y aún en la actualidad siguen manejando los
resortes del poder y la falsificación de la historia nacional.
El ‘arrepentimiento’
de Urquiza siguió brillando por su ausencia, salvo en papeles y cartas, como
cuando lo dice hipócritamente camino a encontrarse con Rosas en Caseros y ante
el desprecio de los pueblos que atravesaba “
Es lícito recordar que luego de vencer a Oribe,
declaró ante quien lo quisiera oír que “no
había vencedores ni vencidos”. Sin embargo, Chilavert fue fusilado por la
espalda como un traidor por su orden expresa, fue descuartizado, hachada su
cabeza y destrozado su cuerpo por un sinnúmero de bayonetazos. Como vemos don
Justo continuaba con su ‘haz lo que yo
digo, pero no lo que yo hago’.
Si realmente sus palabras hubieran sido sinceras,
hubiera retornado por donde vino y luchado al lado de su gobierno contra los
imperiales.
Pero no. Solo fueron manifestaciones pomposas para
quedar bien parado en nuestra historia a escribirse pues él sabía que iba a ser
tildado como uno de los mayores traidores en la historia de Hispanoamérica,
algo que indudablemente lo fue. por los hechos que así lo demostraron.
El peso del oro con que lo compraron borra cualquier
tipo de declaración hueca. Inclinó la
balanza para el lado de los agresores a su patria fijando su ser como símbolo
de lo que hoy se considera un ‘cipayo’ contumaz.
Desde el punto de vista político, los Unitarios veían
ese desfalco como el precio a pagar para conseguir lo que era imposible hasta
ese momento.
Los tratados, consecuencia de la caída de Rosas, por
los cuales se declara en 1853 la libre navegación de los ríos interiores a
favor de Inglaterra, Francia y los EE.UU, son vistos como un triunfo por el
Unitarismo subordinado de estos países. Países a los que apoyó el otrora Jefe
de los Ejércitos de la Confederación Argentina y artífice militar de la mayor
perfidia que recuerde nuestra historia: Justo José de Urquiza, quien no trepidó
en sostener ello luego de Caseros.
¿Dónde quedó el supuesto ‘arrepentimiento’ (sic) de Urquiza luego de Caseros? Palermo se
convirtió en un territorio de caza de Federales. No tuvo piedad alguna.
Degollaron a diestra y siniestra a centenares de soldados ya rendidos y
encarcelados. El horror era solo comparable al olor nauseabundo de los cuerpos
colgados de los árboles, fusilamientos y degüellos de prisioneros. Más de 500
en menos de un par de semanas. Eran
colgados en pequeños grupos, como dijimos anteriormente.
Además, en 1856, Urquiza pidió prestamos al barón de
Mauá, y al Barón de Buschental que ahondaron la dependencia financiera de la
Confederación, ya malherida, respecto al Imperio. Como consecuencia, se instalaron en Rosario
bancos de los citados, con facultad de emitir moneda y el manejo del crédito.
¡Un patriota este cipayo de Don Justo!
Y un cínico. Declamando ‘arrepentimientos’
por derrocar a Rosas y diciendo que el Restaurador era el único que podía
solucionar el desquicio que él había provocado en la nación con su acción
traicionera. Los hechos posteriores que enumeramos en el párrafo anterior, lo
desmiente.
Así fue como, lejos de arrepentirse de
derrocar a Rosas, subraya sus intenciones primigenias que posteriormente
quedaron plasmadas en sus decisiones. Su
política económica luego de Caseros fue una clara muestra de la influencia del
factor económico en su pronunciamiento. Eliminó las barreras aduaneras,
facilitó la libre navegación de los ríos (decretos de 28 de agosto y 3 de
octubre de 1852) y estableció un sistema económico de librecambio que perjudicó
al interior y llevó a la ruina a sus incipientes industrias y al comercio en
general.
Como dice Miranda: “pasamos de ser una raza orgullosa y
honorable de guerreros a una de mercaderes saturados por los comerciantes
extranjeros y sus administradores coloniales locales”.
Urquiza tenía el objetivo calculado de
liquidar a Rosas y a su arquitectura jurídico-política que había costado 20
años levantar, mediante la fuerza, el fraude y el sometimiento, conjuntamente
con un ato de iluministas y jacobinos que abominaban su patria y su pueblo.
Urquiza fustiga al Régimen del que formó parte y del que más usufructuó, como
si no tuviera su denuncia responsabilidad alguna en el gobierno que combate.
Hernán Brienza nombra a otros
personajes que usufructuaron y se beneficiaron con el gobierno de Rosas, una
vez caído éste. “Los sectores ligados a la Estancia como unidad productiva, que
apoyaron a Rosas, son los mismos que años después de su caída realizarían un
cambio de aliado y, abandonando a los sectores del trabajo a su suerte,
establecerán un pacto con la burguesía comercial solidificando el modelo
agroexportador instaurado por Bartolomé Mitre”.
Dice el citado autor que Juan Manuel
Beruti comenta la actitud de varios de los ‘rosistas’
desde el momento de la caída de Rosas, con ánimo de salvar su pellejo y/o sus
bienes, entre ellos Lucio N. Mansilla, el cuñado de Juan Manuel de Rosas:
“Lucio
N. Mansilla, el héroe de Obligado, ya
había tenido una actitud extraña y misteriosa frente al ejército invasor. El 4
de febrero, relata en sus memorias, “cuando vio Mansilla] la ruina del ejército
de su hermano (sic) (en realidad eran cuñados) y dispersión de sus tropas, les
dijo a los soldados que se fueran e hicieran lo que quisieran, y se ocultó, que
fue a decirles, vayan a robar y saquear (…) El pícaro de Lucio Mansilla, fue
tan bajo e indecente, que el día 4 proclamó públicamente en la plaza Mayor;¡¡
viva el general don Justo Urquiza, y muera don Juan Manuel de Rosas!!…”.
No sabemos si esto sucedió realmente
del modo que lo relata Beruti, pero demuestra el clima tortuoso y de sangre que
se vivía en esos tiempo en Buenos Aires debido a la caída de un gobierno
soberano y el inicio de otro de cuño internacionalista –brasileño- ayudado por
una cohorte vernácula de asesinos de su propio pueblo que actuaron por
cuantiosas sumas de dinero que sirvieron para comprarles el alma y su
conciencia nacional. cohorte
La honorabilidad que pudieran haber
tenido durante décadas terminó diluida y olvidada por sobornos de todo tipo.
Nótese la diferencia entre el
patriotismo –no solo capacidad- de la elite política brasileña que jamás
hubiera actuado como actuaron entre otros Urquiza, Garzón y Virasoro, y nuestra
elite política conformada por personajes como Ángel Pacheco, Lucio N. Mansilla,
Tomás Guido y Vicente López y Planes, que ante la adversidad manifiesta que se
avecinaba, corrieron a sus campos y estancias.
Tal vez se entienda ahora aquello que
Rosas decía cuando asumió el poder por primera vez en 1829 dudando de aceptar
por considerar que no había una plana política Federal con capacidad y lucidez.
Agrega Jorge Perrone que los Valentín
Alsina, Salvador M. del Carril, Carlos Gumersindo Casares, etc. estaban listos
mediante decretos y fusiles a doblegar la voluntad de un pueblo. “…con inaudita impavidez reclaman una patria
cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia comprometieron y cuya libertad
sacrificaron con su ambición”. Pero también “ vimos al Gral. Guido acompañando
la entrada triunfal de Urquiza; lo tenemos al Dr. Vicente López y Planes,
funcionario y adulador de Rosas, ahora gobernador revolucionario- que nos
levantarán el fantasma de una Argentina que no existe, aplastando voluntades
mayoritarias, usos criollos, justicia para los humildes y soberanía nacional”.
Son curiosas las declaraciones finales
del traidor Urquiza. Nos hacen recordar a los políticos oficialistas de hoy en
día cuando critican lo que sucede en sus propios gobiernos. Pareciera que ellos no tienen ninguna
responsabilidad en la causa de lo que ellos mismos critican.
Así es, Urquiza, en una muestra más de
duplicidad y fingimiento dijo el 21 de Febrero de 1852, a pocos días de la
batalla de Caseros y ante la anarquía reinante en Buenos Aires que, según él,
era provocada por los Unitarios con sed de venganza y sentenció que éstos
eran “Díscolos que se pusieron en choque con el poder de la opinión pública
y sucumbieron sin honor en la demanda. Hoy asoman la cabeza y después de tantos
desengaños, de tanta sangre, se empeñan en hacerse acreedores al renombre
odioso de salvajes unitarios y, con la inaudita impavidez, reclaman la herencia
de una revolución que no les pertenece, de una patria cuyo sosiego perturbaron,
cuya independencia comprometieron y cuya libertad sacrificaron con su ambición”.
Causa sorpresa e indignación la
desvergüenza y la duplicidad de Urquiza cuando dice que los Unitarios son gente
sin honor, que asoman la cabeza y se empeñan en hacerse acreedores al renombre
odioso de ‘Salvajes Unitarios’ y que reclaman una revolución que no les
pertenece, de una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia y
libertad sacrificaron con ambición.
Y decimos esto porque fue Urquiza el
que se alió a los Unitarios, el que combatió al Federalismo que decía
representar, el que se prosternó ante el Emperador del Brasil, quien hizo
añicos la paz y el sosiego que tenía la Confederación Argentina, y que con su
accionar destruyó la independencia y la libertad de la nación.
Como colofón de este capítulo oigamos,
como si estuviéramos en el Caserón de Palermo, lo que Urquiza le dice
vanidosamente al enviado brasileño Honorio Hermeto, reconociendo que él salvó
al Imperio brasileño y que si no hubiera traicionado a su país “Rosas hubiera terminado con el Emperador y
hasta con la unidad brasileña, si no fuera por mi” (lo cual es cierto) pero
acotando a continuación: “Quédese
tranquilo, amigo, en Urquiza encontrará usted el mejor aliado y amigo de los
brasileños”. (lo que también es cierto).Y punto.
Súmese el hecho que en las elecciones
para elegir al primer presidente constitucional argentino, Urquiza es quien
oficia de candidato a presidente y su vicepresidente será …Salvador María del
Carril, masón, Unitario recalcitrante, factótum del asesinato de Dorrego y
visceral enemigo de Rosas. Sus ministros eran los Unitarios Benjamín
Gorostiaga, Juan María Gutiérrez, Rudecindo Alvarado, ¿De qué arrepentimiento puede
hablar el renegado e impío Urquiza?
Traidor, mil veces traidor y falaz en
sus palabras y acciones.
En 1856 y 1858 sigue declamando su
arrepentimiento.
“(…) Yo y algunos amigos de Entre Ríos estaríamos dispuestos Yo y algunos
amigos de Entre Ríos estaríamos dispuestos a enviar a usted alguna suma para
ayudarle a sus gastos, y le agradecería nos manifestase que aceptaría esta
demostración de algunos individuos que más de una vez sirvieron a sus órdenes.
Ello no importaría otra cosa que la expresión de buenos sentimientos le guardan
los mismos que contribuyeron a su caída, no olvidan la consideración que se
debe al que ha hecho tan gran figura en el país y a los servicios muy altos que
le debe y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede
arrebatarle, y que son los que se refieren a la energía con que siempre sostuvo
los derechos de la Soberanía e independencia nacional (…)” (Justo
José De Urquiza. Carta a Rosas del 24 de agosto de 1858, cit. en Mario César
Gras, Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros).
Es curioso e irónico: Urquiza habla
como si él no fuera el responsable (la parte nativa) del derrocamiento de Rosas
en Caseros y se lamenta como si fuera sólo testigo de un hecho que no le
atañe. Una cuestión causada por terceros
por la que él nada pudo hacer. Además, se ofrece a enviarle dinero para su
sustento en el exilio.
Rosas le agradece a Urquiza en sumo
grado, pero rechaza cortésmente el ofrecimiento porque dice no necesitarlo y
que se basta con lo que tiene, aunque sea mínimamente, para su subsistencia.
Recordemos la fecha de este ofrecimiento: 24 de agosto de 1858.
Urquiza envía una última carta el 15
de Febrero de 1859 contestada por Rosas el 8 de Abril del mismo año. Y no hubo
más.
Mientras, la historia sigue siendo
adulterada en los medios, en los libros de texto escolares, en plazas y
monumentos, en calles y en actos oficiales en los que el pueblo –inteligente-
brilla por su ausencia.
V.-La
Traición en la Batalla de Pavón (1861)
Caseros fue el primer paso. Pero
todavía faltaba más. Todo comenzó en 1860 o antes tal vez…
Con el ingreso secreto de don Justo
José a la masonería (Logia Confraternidad Argentina) en la sesión porteña del
21 de julio de 1860 es decir,14 meses antes de su derrota en Pavón a manos de Mitre.
Mitre envía a Dalmacio Vélez Sarsfield
para convencer a Urquiza de entrar a las logias masónicas, diciéndole que la
Masonería no se oponía a la Iglesia Católica, ni viceversa, pues eran
instituciones ‘benéficas’ (sic).
Recordemos que Vélez Sársfield fue
Federal en el gobierno de Rosas y luego, como es habitual en los políticos de
ayer y hoy, se dio vuelta rápidamente y pasó a ‘militar’ en las huestes
Unitarias, siendo empleado de la firma de Liverpool ‘Nicholson, Green y Cia’
Dice Atilio García Mellid: “El general Bartolomé Mitre fue quien llevó,
con sagacidad, no exenta de poderosas influencias secretas, los hilos de la
madeja. El 3 de mayo de 1860, luego de asumir en propiedad el cargo de
gobernador de Buenos Aires, se apresuró a invitar para que hicieran una visita
oficial a la ciudad al presidente de la Confederación, doctor Santiago Derqui,
y al comandante en jefe de los ejércitos nacionales, general Urquiza.
“Llegaron
estos el 9 de junio acompañados de brillante séquito. Hubo agasajos públicos v
también muchas conferencias reservadas, de cuya naturaleza v decisiones no se
dio información alguna.
“Pero
varios años más tarde, en el homenaje que el Gran Oriente de la Masonería
tributó a los presidentes saliente y entrante, en octubre de 1868, el general
.Mitre recordó que los cuatro primeros presidentes constitucionales “se han
encontrado una vez juntos y arrodillados al pie de estos altares: el general
Urquiza, que acababa de serlo; el Dr. Derqui, que lo era entonces; yo, que
debía ser honrado más tarde con el voto de mis conciudadanos, y el hermano
Sarmiento, que va a dirigir bien pronto los destinos de la Nación”.
“Dijo
también el general Mitre: “. cuando nos alejamos de las puertas del templo,
nuestras espadas salieron de la vaina para cruzarse en el campo de batalla,
pero aun sobre esa desgracia y esa matanza, el genio invisible batió de nuevo
sus alas...”.
“La
revelación de Mitre levantó la punta de la manta que cubría aquellas ocultas
tramitaciones. Nuevas referencias al respecto nos las proporciona el que fue
Gran Maestre de la Masonería Argentina, don Fabián Onsari, a cuya disposición
estuvieron los archivos secretos de la entidad. Refiriéndose a la visita de los
encumbrados personajes, dice: “La Masonería se moviliza y en una reunión del Supremo
Consejo, del 18 de julio de 1860, y a pedido del Gran Comendador, José Roque
Pérez, se resuelve otorgar el Grado 53 al General Bartolomé Mitre, miembro de
la Logia Confraternidad Argentina N°2; a Domingo Faustino Sarmiento de la Unión
del Plata N°1; al General Juan A. Gelly y Obes de la Logia Lealtad N° 6 y a
Santiago Derqui de la Confraternidad Argentina N° 2, regularizar e incorporar
al General Urquiza Grado 18 concediéndole también el Grado 33” 46. La ceremonia
de imposición del grado máximo a los “venerables hermanos” citados, se realizó
el 21 de julio”,
Aquí podemos ver una máscara que se
quita Urquiza, otra de las tantas que utilizó en su provecho personal.
Federico Ibarguren señala que se puede
explicar “suficientemente
el famoso "misterio" que envuelve la derrota de Urquiza en Pavón.
Aquí está la causa verdadera —oculta— de por qué Urquiza abandonó el campo de
batalla en 1861, en favor de su "Hermano Mitre", refugiándose en
Entre Ríos y entregándole en definitiva el poder político de la Argentina al
jefe porteño, su enemigo —ya que Mitre era más antiguo en la masonería y
probablemente así lo exigió la central de la logia que los recibió a ambos—.
Ésa es la razón, por lo demás también, del asesinato posterior de Urquiza por
sus parciales que él había traicionado”.
Entonces, vino la farsa de la Batalla
de Pavón donde, como decía Carlos Ibarguren, la Masonería en pleno estuvo
comprometida. Uno de ellos fue el poco conocido Mr. Yateman (o Enrique Esteban
Itman Collins), estadounidense (mal llamado ‘norteamericano’ en atención a que los mexicanos y canadienses
también lo son) que oficiaba secretamente de enlace entre Urquiza y Mitre antes
de la batalla.
Señala Gabriel Turone: “El 12 de setiembre, medio desorientado por la profusión de regimientos
que ocupan el campo, llega al ejército de la Confederación, en demanda del
general Urquiza, el caballero norteamericano y sobrino político de Mitre, Mr.
Yateman. Es un hombre joven, elegante, distinguido y delicado. Viste
a la inglesa y se defiende del fuerte sol con un sombrero Panamá de anchas
alas, rodeado de un pañuelo blanco de seda.
“¿Qué busca
este extranjero en las filas del ejército de la Confederación? ¿Qué quiere este
extranjero en vísperas de una batalla entre dos fuerzas argentinas? ¿A quién
representa, quién lo manda?
“Si es
representante de Mitre, sorprende que éste no tenga un argentino para enviar
ante el general enemigo. Mr. Yateman muestra un salvoconducto firmado por
Mitre, y los soldados lo conducen a la tienda del general Urquiza. Entra
con toda confianza y saluda con particular afecto al general.
“La carpa se
cierra y los dos hombres quedan solos. Luego de dos horas Mr. Yateman,
escoltado por un edecán de Urquiza y cuatro soldados, sale llevando una carta
del general en la que solicita a Mitre una entrevista, que no se sabe si se
realizó o no. Los soldados ven pasar a ese hombre extraño para ellos,
escoltado con tantos miramientos y se quedan intrigados.
“Mientras,
amable y cortés, Mr. Yateman, prohombre de la masonería porteña, satisfecho del
buen éxito de su misión, da rienda a su caballo y sale al trote inglés hacia el
campamento de Mitre…Los logiados deseaban el ingreso del país a la división
internacional del trabajo impuesta por Gran Bretaña, con la condición de que
dicha nefasta alianza se hiciera con hombres imbuidos bajo los principios del
liberalismo en auge”.
Ya todo está arreglado de antemano. La batalla aún no
ha empezado, pero Urquiza declina su lucha y responsabilidad. Se entrega
masónicamente. Yateman corre hacia el campamento de Mitre con la buena nueva.
Es que ese liberalismo ensayado a destiempo produce
estragos al consumirlos en sangrientas y cuentas guerras civiles. Eso hicieron
tanto Urquiza, Mitre, Sarmiento, etc.
Ese liberalismo venido de otras tierras y otras
necesidades eran cantos de sirena que deslumbraban con su seductora novedad y
que llevaban en su interior el germen de la discordia en nuestros hombres
nativos.
Continúa García Mellid: “Los efectivos rivales se avistaron en las
inmediaciones de Pavón, provincia de Santa Fe. El 17 de setiembre de 1861, la
caballería de Urquiza, al mando del general López Jordán, batió a la de Mitre,
comandada por el general uruguayo Venancio Flores; no hubo otras hostilidades.
“El caudillo entrerriano abandonó el campo de batalla, con
el grueso de sus fuerzas intactas, sacrificándose acaso por un ideal o un
compromiso que sus labios nunca revelaron.
“En su provincia la decepción fue indescriptible; “la
retirada de Pavón, sin brillo v sin gloria inmediata —dice Aníbal S. Vásquez—,
es para la mentalidad popular un desmedro y una vergüenza”. Todos se volvieron
contra él, no por odio a la derrota, sino por haber despreciado la victoria.
Gentes que le fueron fieles hasta ese instante, se cruzaron a la vereda de
enfrente.
“Tal el caso del doctor Evaristo Carriego —hijo del
coronel de su mismo nombre y apellido—, que escribió: “en aquel campo de
batalla, se vio... al general a quien la Nación había confiado su suerte,
disparar como un gamo, y no sujetar la rienda de su caballo sino cuando se vio
en San José. ¿Quién ha hecho hasta hoy una cosa que se parezca a lo que hizo
Urquiza en Pavón?... Urquiza no tiene ni a disculpa de la derrota. Pavón no fue
una batalla: fue una gambeteada de avestruz... Con las grandes caballerías con
que Urquiza contaba, podía haber dominado toda la provincia de Buenos Aires,
invadiéndola por donde hubiera querido. En cuanto a Mitre, ¿qué más podía hacer
que retirarse con su infantería? Por otra parte, Urquiza tenía una escuadra
poderosa en el río, v con ella podía secundar los movimientos de su ejército de
tierra. Mientras tanto, ¿qué fue lo que hizo el caudillo? Disparar
vergonzosamente”.
“Luego de la batalla de Pavón —el 17 de setiembre de
1861—, en la que quedó dueño de la situación el general Mitre, este lanzó sobre
el país regimientos de represión v exterminio comandados por militares
uruguayos. Una empresa tai, de arrasamiento de la voluntad soberana de ¡os
pueblos, no podía consumarse, salvo desgraciadas excepciones, por mano de
generales nativos del país. Fl hombre de la tierra veía en el liberalismo,
hinchado de vanidad y poseído de irrefrenables apetitos de poder, al odioso
enemigo de las provincias y negador sistemático de los derechos populares. De aquí
el uso discrecional de jefes extranjeros, sin compromiso alguno con lo más
íntimo y auténtico de la nacionalidad. Fueron estos los generales Venancio
Flores (al que le quedó el sobrenombre de “el degollador de Cañada de Gómez”),
Wenceslao Paunero v José Miguel Arredondo v los coroneles Ignacio Rivas, José
Fseas v Ambrosio Sández (“ese gaucho feroz que enlutó las provincias por donde
pasó con sus hordas, como un azote del ciclo"89). Todos ellos eran
originarios de la Banda Oriental. El general Flores ganó en buena ley su
trágico apodo al aniquilar, el 22 de noviembre de 1861, a los restos del
ejército de la Confederación, mandado por el coronel don Cayetano Laprida, que
se había retirado a la Cañada de Gómez, quedaron sobre el campo cuatrocientos
muertos, pasados a cuchillo, por orden de ese auténtico personero de “la
ilustración”. -
Caen asesinados también el Chaco
Peñaloza y varios patriotas del interior.
Los muertos en este período constitucional ‘mitrista’ sobrepasan los caídos en casi toda la época de nuestra
independencia, inclusive durante los 20 años de gobierno de Rosas.
Refiere García Mellid: “Los métodos enérgicos del general Mitre
impusieron el régimen de la paz liberal, que consiste en el sometimiento
incondicional de los pueblos. Más sangre costó esta etapa que su antecesora;
don Ovidio Lagos escribía en La Capital de Rosario: “Sin necesidad de nombrar
una víctima más, bien podemos asegurar que durante la administración
constitucional de D. Bartolomé Mitre se han sacrificado más vidas que en toda
la época de Rosas v aun antes de ella “
¿Y mientras tanto, que sucede con
Urquiza?
Bien lo deja traslucir en una carta a
Urquiza Pascual Rosas, quien fuera Gobernador de Santa Fe en esos tiempos: “No puedo persuadirme de que V.E. nos
exponga de este modo a una ruina total. La gloria de V.E. mismo exige su
presencia en esta situación. Es preciso que V.E. venga. Como amigo sincero de
V.E. y como magistrado de un pueblo que se ha sacrificado en esa lucha le
encarezco, general, que tome el puesto de peligro y de las dificultades en
estas circunstancias, venga el señor”.
No se sabe qué condición se puede
imputar más a estos sorprendidos oficiales, si su ingenuidad o su poca visión
de los acontecimientos. Es evidente que desconocían la ruindad de Urquiza y sus
acuerdos masónicos con Mitre. Los angustiosos reclamos que proferían al
entrerriano, tendrían como respuesta imperecederos silencios cómplices.
Urquiza sabía que si mencionaba lo que
planeaba hacer a sus oficiales y subordinados, iba a sufrir allí mismo el
rechazo de sus soldados y del pueblo todo. Entonces, adrede, ocultaba sus
designios tan bajos.
Por supuesto que Mitre se atribuía
méritos por triunfos inexistentes.
Usualmente, al igual que Urquiza, consignaba en los partes de guerra
como victorias aquellas batallas que sabía serían trascendentes en la historia.
De esta manera, ganaba en los documentos lo que en realidad perdía en los
enfrentamientos militares.
¿Cómo, Urquiza no se había arrepentido de derrocar a
Rosas?
Queda de manifiesto, una vez más, que Urquiza en sus
discursos y escritos hablaba para que la historia no fuera impiadosa con él,
pero en los hechos sus comportamientos seguían siendo contrarios a los
intereses de la nación.
También queda probada la actitud masónica de soborno a
Urquiza para entregar a su patria (y la vida de su pueblo que en él confiaba).
Al respecto puntualiza Turone que Enrique Yateman fue
el agente financiero y prestamista de fuertes sumas a ambos grupos (Unitarios y
‘Urquicistas’) que hicieron la
pantomima de la batalla de Pavón. Lo avalan documentos del Museo Histórico
Nacional. Una carta del 9 de enero de
1863 que le escribe el general Urquiza a Adolfo E. Carranza diciéndole que
espera que haya recibido el giro para pagar el documento de Yateman. (Doc. Nº
3676 – O.1. p Nº 971) y otra de Febrero en que Yateman le comunica a Urquiza
los inconvenientes habidos en el cobro de los pagarés que remitió para abonar
el campo del Palmar. (Doc. 3688 – O.2. pp. Nº m2129). Dos días después
Urquiza escribe a Carranza y le recomienda el pedido de su amigo Enrique S.
Yateman, a quien desea complacer. (Doc. 3689 – O.2. pp. Nº 975).
Dice Turone como epitafio: “La espeluznante y sorprendente derrota
del provincialismo fue motivo de asombro por parte del, hasta entonces,
vicepresidente de la Confederación Argentina, general Juan Esteban Pedernera,
quien anotó en sus Memorias: -“Puedo afirmar que el Sr. Capitán General
(Urquiza), nuestro jefe y amigo, conforme a sus variantes políticas, muy
naturales dada su idiosincrasia, no fue ajeno a la forma como se desarrollaron
los hechos que terminaron en forma tan indefinida, como triste, en Pavón-”.
Urquiza mantuvo la autonomía del gobierno de Entre
Ríos y conservó el cargo de gobernador. No hubo un acuerdo explícito con Mitre,
pero sí un acuerdo tácito, por el cual éste nunca amenazó a Urquiza. A cambio,
Urquiza se mantuvo neutral durante todos los levantamientos federales de esa
década. En La Rioja, el general Peñaloza mantuvo una larga rebelión hasta que
fue asesinado en 1863.
¿Urquiza? ni se conmovió.
Cuatro años más tarde, Felipe Varela y Juan
Saa encabezaron otra rebelión en Cuyo y La Rioja, que finalmente fue
aplastada.
¿Urquiza? Tampoco se inmutó esta vez.
Estas y otras revoluciones federales se hicieron en
nombre de Urquiza, y sus dirigentes -ingenuamente, aunque con falta de visión
política- pidieron repetidamente ayuda y órdenes al jefe natural del Partido
Federal, que era Urquiza; pero Urquiza ni se movió.
Su provincia se vio beneficiada por la política
librecambista de Mitre, aunque las incipientes industrias tuvieron que cerrar.
Pero la ganadería floreció más que nunca. La provincia vivía sobre todo de la
ganadería... y Urquiza era un ganadero, el principal, casi el único en gran
escala.
Así reforzó su sistema casi feudal: nadie podía vender
ni campos ni hacienda sin avisarle previamente a Urquiza, quien tenía el
derecho de prioridad. De esta manera pudo aumentar sin riesgos su ya enorme
fortuna.
Entregó sin sonrojarse la nación
entera a la codicia y rapiña brasileña y Unitaria a cambio de que lo dejaran
tranquilo en su provincia gozando de sus riquezas. Riquezas fruto de sus negocios particulares
prohijados por la Masonería a la cual adhería, en contravención con los
intereses de la nación argentina que decía defender.
Ningún supuesto ‘arrepentimiento’
de haber derrocado a Rosas se pudo sostener seriamente. Siguió con sus
negociados a costa de la sangre de sus paisanos y de la riqueza de su
nación. El tiempo transcurría y sus actitudes seguían basándose
en un despiadado lucro personal.
Luego de Caseros asestó el mazazo final a lo poco que
quedaba de la otrora grande y sólida Confederación Argentina. Entregó a Buenos Aires el triunfo decisivo en
Pavón, para luego ver -literalmente- cómo se incendiaba ante sus ojos el
federalismo Oriental en Paysandú. Trascartón, arruinó las vanas ilusiones de
los caudillos tardíos, de que liderara y financiara su sublevación contra la
Guerra del Paraguay.
Mario Cesar Gras nos dibuja el ánimo imperante en los
oficiales y soldados de Urquiza y su sorpresa ante lo sucedido.
“Los viejos
federales fogueados en Pago Largo, Arroyo Grande, India Muerta, Laguna Limpia y
Vences, que toleraron a regañadientes su pronunciamiento contra Rosas y le acompañaron,
sin convicción, en la campaña de Caseros, Concluyen por darle la espalda
después de Pavón y se retiran silenciosamente a sus hogares, agobiados por el
desencanto persuadidos de que han vivido engañados, sirviendo de instrumento a
los intereses personales de un caudillo ambicioso, que ahora juzgan flojo y
acomodaticio. Cultores de la en lealtad y del coraje, no le perdonan su
retirada del 17 de septiembre [de 1861]
que ha herido profundamente el orgullo Se le ve achicado y pusilánime,
entregado a la política exclusivista de los hombres de Buenos Aires”.
Ahora bien, una acotación más, y permítasenos la
imputación que hacemos:
Es lícito que los oficiales y soldados de Urquiza se
hayan preguntado cómo el entrerriano había renunciado en su mejor momento,
cuando tenía el triunfo en sus manos.
Sus militares desconocían los arreglos masónicos de Urquiza con Mitre y
otros Unitarios, en pos de su beneficio personal.
Pero no es lícito que algunos historiadores se
sorprendan de la actitud de Urquiza y hasta el día de hoy sigan preguntándose
por qué razón abandonó el campo de batalla entregando la misma –y el país todo-
a Mitre y sus esbirros Orientales sanguinarios (Irrazábal, Flores, Paunero,
Sandez, Rivas). Son muchas las pruebas y
documentos que comprueban los pactos secretos entre Urquiza y Mitre, Masonería
mediante. Lo que lleva también a probar que la Masonería no es una organización
humanitaria, caritativa, ni neutra políticamente, sino por el contrario, es una
organización siniestra, oculta y sanguinaria.
El otro tema que podría generar rispideces es el de
aquellos Federales sorprendidos con la actitud de Urquiza, como Ricardo López
Jordán, Juan Saa, Benjamín Virasoro, José Miguel Galán, entre otros, cuyos
lamentos se siguen oyendo tanto en Pavón como en Paysandú y en la Guerra del
Paraguay.
Y debe decirse, en honor a la verdad histórica, que
ellos recibieron el castigo justo por haber coadyuvado en el derrocamiento de
Juan Manuel de Rosas, única valla soberana ante los brasileños y Unitarios de
toda laya, y con ello, haber precipitado a su patria a una debacle que aún hoy
continúa. Por lo que Pavón y las guerras que le sucedieron no son más que la
continuación lógica e inexorable de nuestra derrota y nuestra fragmentación.
Su inocencia o desconocimiento de buena o mala fe, no
los exime de su gravísima culpa e irresponsabilidad. Desde el punto de vista personal opino
respecto de estos Federales que tienen bien merecida su derrota. Lamentablemente, con ello arrastraron a la
patria a una ignominiosa decadencia y pérdida de su independencia.
Finalmente, Urquiza se retira a Entre Ríos para
propender a su sueño chiquito y doméstico: formar una republiqueta mesopotámica
(Entre Ríos, Corrientes y Misiones) y desgajarla del tronco madre de la
Confederación ya herida de muerte, con el visto bueno del Brasil, su empleador.
Ante los homicidios de los Generales Benavídez,
Virasoro y Peñaloza en manos de los Unitarios, Urquiza guardó pesado silencio.
Los acuerdos con Mitre surtieron efecto y el entrerriano, cobarde, se abstuvo
de vengar sus muertes perpetradas por sus hoy socios, los Unitarios.
En Buenos Aires, Mitre y Sarmiento, festejaban los
horribles asesinatos de los caudillos federales.
Contemporáneamente el resquemor y el odio a Urquiza se
incrementaban por lo sucedido en Pavón.
Señala Mario Cesar Gras que por el año 1862, cuenta
Juan Coronado, secretario de Urquiza, que fue testigo directo de un diálogo
entre éste y un paisano de apellido Amarillo, a cuyo familiar le había dado una
licencia de trabajo y acusa de ser Unitario.
Se presenta, indignado, el tal Amarillo para
devolverle la licencia, diciendo que ni sus hijos ni nadie de su familia era
Unitario, aclarando que “…después de todo
cuanto hemos visto y estamos viendo, y de no ser posible distinguir a los Federales
de los Unitarios por la mezcla que S.E. está haciendo con unos y con otros, lo
que solo falta saber en verdad es si S.E. es Unitario o Federal”.
“- ¡Cómo!
¿Pueden mis entrerrianos dudar de que he sido y soy siempre Federal? -
“-Si,
S.E.,—le contestó Amarillo—. Los entrerrianos estamos cansados de oír gritar a
S. E. contra los unitarios pero también vernos que nos enreda cada vez más,
haciendo lo que no dice y diciendo lo que no hace; S. E. no tiene razón para
quejarse de nosotros que lo hemos acompañado y servido corno Federales,
mientras que en pago estamos ahora más embrollados que nunca, pues ya no nos
conocemos de tanto que nos ha engañado S. E. con sus cosas de Federales y de
Unitarios-
"—Vavavá —replicó el general Urquiza con
tono áspero. Y dando un distinto giro a la conversación, anonadado cormo estaba
por la lógica de fierro de aquel hombre, se le levantó y salió diciéndole que
fuese a la quinta a tomar frutas: Y dirigiéndose en seguida a nosotros, que
habíamos estado presentes en aquella escena, nos dijo, señalando al anciano
Amarillo que entraba en la quinta:
"—Vea.
Dicen que son ignorantes y tienen más viveza y mejor sentido que los letrados:
ni que contestarle me ha dejado y si no lo atajo tan pronto, sabe Dios cuantas
verdades iba a decirme”.
Entendemos que es uno de los resúmenes más perfectos
de quién era Urquiza hecho por un tercero, no por un historiador detrás de un
escritorio.
Le enrostra que no es Federal ni Unitario y que se ha
dado cuenta que las cuestiones ideológicas poco le importan a don Justo.
Este dialogo, casi palabra por palabra bien podría
haber sido el que en su momento tuvieron Urquiza y Chilavert en Palermo, luego
de la batalla de Caseros, por el cual Chilavert le debe haber reprochado su
traición, algo que le costase la vida.
En este caso, Urquiza tomó la real imputación con
cierta sorna y humor, pero en un acto de confesión terminó reconociendo que el
paisano tenía razón en sus dichos, dándole la derecha en cuanto a las
recriminaciones proferidas de sus apostasías (“…y si no lo atajo tan pronto, sabe Dios cuantas verdades iba a
decirme”) A confesión de parte, relevo de pruebas.
Mientras sucedían los arreglos masónicos de la
rendición de Urquiza ante Mitre luego de las ‘tenidas’ logistas, Rosas, desconociendo
las acciones de Urquiza y necesitado de dinero en forma desesperada, acepta la
ayuda monetaria ofrecida en calidad de préstamo tiempo ha. Le escribió una carta el 7 de Noviembre de
1863 que trasunta angustia y hasta cierta humillación. El Restaurador le hace
saber que le ha mandado varias esquelas más en esos años, pero que ya no le
contestaba más carta alguna. Se ‘olvidó’
(sic), aparentemente, del supuesto noble ofrecimiento pecuniario de años atrás.
“Capitán
Gral. Dn, Justo José Urquiza
“Southampton,
Nbre. 7/863. Exmo. Señor. Desde que llegó a mis manos. la muy apreciable de V.
E. Febrero 15 de 1859, que contesté /el 8 de Abril, ninguna carta, ninguna
contestación ni palabra alguna he recibido de V. E. En 5 de Julio, 5 de Agosto
de 61, y en 4 de Febrero del 62, escribí a V. E. ,¿Por qué no me ha contestado
V. E.? ¿Por qué no me ha hecho conocer de alguna manera su desagrado por
escrito o de otro modo? ¿O no ha creído V. E. en mis palabras de la más Pura
amistad, de gratitud y de respeto? ¿Cuál es, Exmo. Señor, mi falta para no
haber merecido de V. E. algún aviso de recibo, alguna demostración ni palabra
alguna? Permítame Y. E. este desahogo tan natural, y sin creerme ahora en el
deber de tocar algo de aquéllas, pasar
sin demora al objeto de la presente. Continuando privado de mis propiedades por
tan largo tiempo, me encuentro ya obligado a salir de esta casa, a dejar todo,
pagar algo de lo que debo, encuentro ya, precisamente obligado a salir de esta
casa y reducido a vivir en la miseria. Y en tal estado si V. E. puede hacer
algo en mi favor, es llegado el tiempo en que yo pueda admitir las ofertas de
V. E., para sacarme, o aliviarme, en tan amarga y difícil situación. Cualquiera
cantidad, o cantidades, que V. E. pudiera acordar a mi favor, haciéndolas entregar
en Bs. Ayres a los Agentes de los SS. G. F. Dickson y Compañía o a estos mismos
SS. en Londres, llegarán con seguridad a mis manos. Lo que fuere lo devolveré a
V. E. con el correspondiente interés, luego que me fueran entregadas mis
propiedades; y en mi muerte para ese tiempo, por mi Albacea, a quien ya desde
ahora encargo pagar esa deuda sagrada caso de contraerse. No poco me cuesta
molestar a V. E. con pedido de tal naturaleza, pero mi caso, tan claro y
notorio, me impone llamar en mi auxilio, por asistencia, pues creo que debo
hasta mi Patria, no perdonar medio alguno permitido a un hombre de mi clase
para no parecer ante el extranjero en estado de indigencia, quien nada hizo
para merecerla. ¿ Y a quien primero que
a V.E debo hacer conocer esta triste realidad y desengaño de la gratitud
de los pueblos?¿Y a quién primero y ante todo, acudir por mi remedio? Y Sigo a
V.E. con mis votos por su acierto y por su felicidad, y quedo de V.E. Exmo. Señor JUAN M. DE ROSAS”
No se sabe a ciencia cierta si el carácter
intimista de la misiva es adrede para mover a Urquiza al cumplimiento de su
promesa o realmente el tono lastimero de Rosas obedece, principalmente, a una
realidad desesperada.
Ante la situación de indigencia del
Restaurador, Josefa Gómez se traslada a San José y en presencia de Urquiza lo
compele a hacer efectivo su ofrecimiento.
Éste parece cumplir con su promesa,
tal vez porque no le cupo otro remedio debido a la firme posición de doña
Josefa. Así, a través de ella le envía una carta a Rosas el 28 de Febrero de
1864. Paradójicamente, quien derrocó a
Rosas y se hizo del poder y de millones, le dice que le enviará unos pocos
pesos “Conmovido por su deplorable
situación y consecuente a la petición de V. me es satisfactorio contestarle
que, de perfecto acuerdo en todas sus partes con lo que me expone en la
precitada que contesto, dispongo que anualmente se le pasen a V. 1.000 libras
esterlinas…el primer giro lo haré en todo el próximo Abril”. Urquiza vuelve a manifestar su
arrepentimiento por de haber derrocado a Rosas.
¿Es así?
Nada sucede….el historiador Mario
Cesar Gras dice que la dilación en el envío del dinero prometido en Febrero de
1864 para ser entregado en Abril de 1864, es inexplicable y que todo hace
pensar que Urquiza busca desentenderse de su compromiso.
La explicación es simple: una cosa es
lo que Urquiza dice y promete, y otra muy distinta es lo que hace.
Pero, el dinero sigue sin ser enviado.
Según Urquiza, la culpa es del brasileño Barón de Mauá que debía cumplir con la
comisión encomendada.
VI.-La
Traición en Paysandú (1864)
Mientras Urquiza comienza a soltarle
la mano a los Orientales Federales, Josefa Gómez sigue insistiéndole al
‘arrepentido’ Urquiza por la demora en cumplir su promesa a Rosas. Ya estamos
en Septiembre de 1864.
Dice Gras que “no hay duda que Urquiza está chicaneando el fiel complimiento de su
promesa y, con el propósito de sacarse de encima a la insistente señora Gómez
trata de engañarla, afirmando cosas inexactas”.
Sigue exhortando Josefa Gómez enviando
cartas a Urquiza. Pero éste no responde y la vieja amiga se lo hace saber,
tristemente y con enojo, a Rosas.
Pero todo no terminó allí.
Acabado Rosas, así como los Federales
del Interior de la Confederación ya deshilachada mas los ‘Blancos’ Oribistas,
al Brasil solo le quedaba derrotar al Paraguay para hacerse del poder en la
cuenca del Plata. Urquiza era una pieza más en su tablero sin ningún peso
político.
Dice Hernán Brienza: “Hasta la mefistofélica acción de Flores
contra Berro, los López contaban con los puertos uruguayos que los Blancos, en
sintonía con el gobierno paraguayo, le cedían. Los colorados orientales, socios
históricos del Imperio brasileño, trababan el desarrollo paraguayo y, al mismo
tiempo, al aislarlo, lo debilitaban y lo dejaban a merced de las intenciones
depredadoras del Imperio. La situación en la Argentina era previsible: los
liberales porteños, el mitrismo, estaban del lado de los colorados y del
Imperio brasileño, como siempre lo habían estado; los federales, las provincias,
defendían la causa paraguaya. Respecto de Urquiza, López soñaba con que se
pusiera de su lado o que, al menos, se mantuviera imparcial obligando
moralmente a las provincias argentinas a presionar sobre Mitre. Pero Urquiza ya
no era Urquiza”.
Hablemos por empezar del general
oriental y mano derecha de Mitre, Venancio Flores (lo que hoy llamaríamos un
Sicario mercenario).
“Para
el Unitarismo centralista ser provinciano, es ser mendigo sin patria, sin
libertad, sin derechos. Esta es la política del gobierno de Mitre. Tal es el
odio que aquellos fratricidas tienen a las provincias, que muchos de nuestros
pueblos han sido desolados, saqueados v guillotinados por los aleves puñales de
los degolladores de oficio: Sarmiento, Sandes, Paunero, Campos, Irrazábal y otros
varios oficiales dignos de Mitre” aclara García Mellid.
El mismo dice que Flores, como los
mencionados, aprendió“…entre nosotros la
lección “mitrista” sobre arrasamiento y saqueo de los pueblos libres. Ya se
sabe que en las campañas contra el interior argentino, ganó el apodo de “el
degollador de Cañada de Gómez”. Cuando se levantó en armas contra su patria, en
1863, gobernaba el ‘partido blanco’.
“Con un
patriotismo muy Unitario [Flores] se coaligó
con la escuadra brasileña, mandada por el almirante Tamandaré, para atacar
objetivos de su propio país. Mediante la concertación de estos recursos, puso
sitio a Paysandú, por tierra y agua; bombardeó la ciudad durante un mes “con la
metralla auxiliadora prestada por Mitre"55 *, hasta dejarla envuelta en
llamas. Los sitiados, dirigidos por el general Leandro Gómez, diezmados y sin
recursos, entraron en rotativas para concretar un armisticio.
El
sitiador se apresuró a garantizar la vida de los vencidos. El general Flores
rompió el compromiso, penetró a la ciudad por asalto y fusiló al general Gómez
y a cuantos lo acompañaban. ¡También el Uruguav supo cómo las gastan los
civilizados liberales!
“El
Paraguay protestó por la intervención brasileña en estos episodios internos de
una República del Plata, llegándose a la ruptura de relaciones, el 12 de
noviembre de 1864. Abiertas las hostilidades, el presidente del Paraguay,
general Francisco Solano López, pidió autorización al gobierno argentino para
que sus tropas cruzaran la zona norte de nuestro territorio a objeto de atacar
al Brasil por Uruguayana, en la misma forma en que Brasil utilizaba nuestros
ríos para atacar objetivos adversos al Brasil. El general Mitre negó el permiso
solicitado” …
Todo esto es historia harto conocida
pero ¿Y mientras tanto, que hacía Urquiza?.
Al principio se mantuvo en una
neutralidad asfixiante y sorda. Digamos ‘neutralidad’
por ser generosos….Las omisiones hablan y dicen mucho.
La mayor parte de los federales entrerrianos trataban
de ayudar al gobierno Oriental, pero Urquiza mantuvo su alianza con el
presidente Mitre, que apoyaba abiertamente a Flores. Cuando la ciudad de
Paysandú fue atacada por la flota brasileña y las fuerzas de Flores, hasta
dejarla destruida, muchos Federales entrerrianos y porteños – entre estos,
Rafaél y José Hernández – lucharon a favor de los defensores. El bombardeo
se veía desde Concepción del Uruguay, y se oía desde el Palacio San José; a
Urquiza le llegaron cientos de cartas invitándolo a entrar en acción, pero
Urquiza no se movió.
Sentado en su Palacio de San José veía
como se ponía rojizo el cielo por el bombardeo e incendio de Paysandú por parte
de los Brasileños (estos tenían maquinaria bélica muy modera). Y ante el clamor
de los entrerrianos y correntinos que querían desesperadamente ayudar a los
Orientales saltando el río Uruguay, Urquiza se mantenía impertérrito, en
silencio en sus dominios haciendo caso omiso al pedido de auxilio de los
Orientales y de los Federales de este lado del río.
Paralelamente mientras esto sucedía,
Urquiza, finalmente ‘acorralado’
(sic) por los requerimientos sostenidos de Josefa Gómez extiende el giro y da
la esperada orden de que se le abone los 1.000 libras esterlinas a Rosas, el 11
de Febrero de 1865, (recordemos: un año y dos meses después de la fecha
prometida por Urquiza).
Rosas recibe el giro en Abril de 1865.
Nunca más le fue enviada suma alguna por Urquiza, según este en su momento le
prometiera.
En Junio de 1866 Josefa Gómez le
escribe a Urquiza recordándole su promesa de seguir enviando anualmente las
1.000 libras. Nada contesta Urquiza desentendiéndose de lo dicho. El silencio
es bien comprendido por Gómez y por Rosas. Y no insistieron más al maquiavélico
entrerriano.
Eso sí, desde el punto de vista de sus
declaraciones públicas o epistolares Urquiza se duele del error cometido al
combatir y derrocar a Rosas, declarando supuestamente compungido que tuvo su
culpa en ello.
Entre tanto, las traiciones políticas
y militares de Urquiza, continuaban sin cesar.
Dice Brienza que “Urquiza, virtual aliado de Mitre, con su displicencia respecto del
Proceso de Organización Nacional que Mitre llevaba adelante a los palazos
contra todo aquel que no compartiera su liberalismo, no escatimó, tampoco,
coqueteos con los que debían ser sus socios naturales: Berro y López. El otrora
caudillo entrerriano juega a dos puntas. Pero mientras desconoce al Chacho, se
sienta a negociar con el barón de Mauá, quien viaja a San José para asegurarse
de la complicidad del anfitrión con la Triple Alianza. ¿Por qué recibe Urquiza
a un banquero? ¿Qué puede ofrecer un banquero más que créditos y
financiamiento?
“Urquiza
se vuelve olvidar de sus compañeros de armas, y tras el empréstito cambió su
postura respecto de la guerra. Ya no hizo la vista gorda frente a los
levantamientos populares contra la guerra, los de Peñaloza o los producidos en
Victoria, Nogoyá y Paraná, ya en su propia provincia.
“Ya no
se puede creer en ninguna ingenuidad por parte de Urquiza, todo es cálculo. Si
bien, en términos ideales, se lo percibe en contra de la guerra, sus intereses
personales dependen de la Triple Alianza”.
Véase, así, los entretejidos entre la
Banca brasileña y europea y Urquiza, que mientras sucede el exterminio en
Paysandú y se avecina una terrible guerra contra el Paraguay, fríamente se
dedica a acrecentar su patrimonio sobre la sangre de sus compatriotas,
vendiendo TODA su caballada al ejército brasileño, una vez más….
Y todavía hay historiadores que de
buena o mala fe quieren imponer la idea
de que Urquiza se ‘arrepintió’ de sus
actos contra Rosas (que, en realidad, eran acciones traicioneras, más que
contra Rosas, contra el país) basándose en algunas cartas que el susodicho
entrerriano emitía para quedar bien parado ante la historia.
Del mismo modo, Leonardo Castagnino
nos trae a colación la desesperación del pueblo entrerriano que se patentiza en
las cartas que le enviaban los patriotas a Urquiza urgiendo su rápida
intervención.
Pero Urquiza se olvida nuevamente de
los ‘arrepentimientos’ meramente
epistolares, declarativos y opta nuevamente en mostrar su verdadera esencia.
Dice el citado autor:
“Ante la primera
acción de guerra de la Triple
Alianza, el ataque a Paysandú, Urquiza permanece impasible en Entre Ríos, ante el clamor de los federales
entrerrianos que se salían de la vaina por acudir en ayuda de sus “hermanos
orientales”. Muchos ya no confiaban de don Justo, y algunos cruzan el Uruguay,
entre ellos Rafael Hernández, hermano del autor del Martín Fierro, quien salva
milagrosamente su vida luego de la caída de Paysandú. “La heroica Paysandú”
resiste por varios días el ataque de tropas muy superiores, incluido el
bombardeo de la escuadra brasilera abastecida en pleno día en la rada de Buenos
Aires por el gobierno de Mitre, quien se decía “neutral”.
El sacerdote Domingo Ereño (fallecido
luego en Buenos Aires por la fiebre ‘amarilla’) vehementemente le ruega a
Urquiza: “Estoy llorando, Sor. Gral. de rabia y de desesperación a
presencia del crímenes tan atroces que se perpetran bajo capa de libertad y
civilización en el año 64”
Ahora
bien, nosotros venimos planteando que Urquiza declara sus arrepentimientos por
el derrocamiento del gobierno legítimo de la Confederación Argentina conducido
por Rosas, pero que en los hechos se demuestra que sus intereses comerciales
personales priman sobre sus obligaciones como Gobernador de Entre Ríos y como
Jefe del Ejército de la Confederación Argentina.
Uno de las
más palmarias demostraciones de esto lo da la situación de que un jefe ‘colorado’
le pide a don Justo que le venda una caballada y Urquiza, aparentando
indignación –como lo hizo siempre- le contesta a través de Melitón Lescano en
carta del 16 de diciembre de 1864: “Nuestro amigo Enrique Castro me escribe
pidiéndome unos caballos de mi marca y le contesto que yo no mando caballos
marca flor a los aliados de los macacos”.
Sin embargo lo altisonante de su
respuesta, Urquiza le vende algunos caballos al jefe ‘Colorado’ y toda la caballada entrerriana (30.000) a los llamados por él, ‘macacos’
brasileños. “Haz lo que yo digo, pero no
lo que yo hago”, dice la frase.
No se observa acción alguna que
respalde el supuesto ‘arrepentimiento’
de Urquiza por el derrocamiento de Rosas, ni tampoco ni siquiera, mínimamente,
una ‘neutralidad’ ante la invasión
brasileña a la Banda Oriental (junto a Venancio Flores, que más que Oriental,
era un agente brasileño), puesto que la venta de toda una enorme caballada
dista de mostrar neutralidad alguna.
Continúa Castagnino: “Entre Ríos entera se desespera por la
agresión a Paysandú ante la pasividad del señor de San José, y un testigo ‘urquicista’, Julio Victorica, ante los estragos
de los cañones brasileños, comenta: “La
contemplación paciente de semejante cuadro era insoportable. Entre Ríos ardía
indignado ante el sacrificio de un pueblo hermano, consumado por nación
extraña. El general Urquiza no sabía ya cómo contener a los que no esperaban
sino una señal para ir en auxilio de tanto infortunio” (Julio
Victorica. Reminiscencias históricas, en Revista de Derecho, Historia y Letras,
tomo VI. Buenos ires, 1900) Urquiza permanecía imperturbable”.
Dice Hernán Brienza: “la gran vergüenza federal fue la actitud de Urquiza.
Convertido en la esperanza de los blancos y los federales, el otrora hombre
fuerte jugó a dos puntas intentando llegar a un acuerdo pacífico, pero una vez
declarada las hostilidades prohibió que las tropas entrerrianas participaran de
la defensa. Así, los federales, como José Hernández, Carriego, López, hijo de
Estanislao, y el mismo López Jordán, se vieron obligados a contemplar desde la
costa entrerriana, impotentes, cómo los imperiales, los liberales unitarios y
los colorados masacraban a los héroes orientales”.
Los jefes Federales indignados, le
escriben a Urquiza, al que todavía no pueden creer su defección no despertando
del hecho de la traición recurrente de don Justo.
Es una situación muy similar a la que
aconteció con la defección de Urquiza en Pavón. Sus oficiales, pecando de crédulos
o ignorantes, lo interpelan desconcertados. Uno de ellos, el Coronel Navarro:
“Mi querido
general: Acabamos de saber con profundo sentimiento la toma de Paysandú y la
muerte de sus principales jefes. Los atentados y crímenes que cada día cometen
los infames brasileños, nos llenan de coraje y solo ansiamos el momento de
vengar la sangre de los mártires de Paysandú
Los amigos creemos y esperamos que V.E. no podrá mirar con calma las bárbaros
crímenes de los brasileros… Los colorados tomaron prisionera a la oficialidad
blanca y la fusilaron sin más. Junto con Gómez también fueron pasados por las
armas los comandantes Juan María Braga, Eduviges Acuña y Federico Fernández,
únicos oficiales del Estado Mayor sobrevivientes al sitio. Como muestra de la
brutalidad de los vencedores, uno de cada cinco de los 600 prisioneros fue
pasado por las armas.”
¿Y
Urquiza? Mutismo impertérrito.
Se mantiene imperturbable, impávido y
ya no se borraría de los oídos federales que observaban y escuchaban impotentes
desde la otra orilla, el tronar de los cañones de Paysandú. Mitre le miente a
Urquiza diciendo que no quiere la guerra, y le miente a la Nación Argentina
ocultando una declaración de guerra que ya tenía en mano, para poder actuar
como “país agredido”. Este ocultamiento premeditado puede consultarse en las investigaciones
históricas realizadas entre otros por José Maria Rosas y Fermín Chávez.
VII.-La
Traición en la Guerra del Paraguay o Triple Alianza (1864)
Como un hilo conductor, como una
repetición de lo sucedido en Paysandú, la reacción del Paraguay a la invasión
brasileña a la Banda Oriental desencadenó la Guerra del Paraguay.
El Paraguay, oyendo el pedido de
auxilio de sus hermanos Orientales y al gobierno legítimo ‘blanco’ de la Banda Oriental, ataca a los ‘colorados’ Unitarios de la Banda Oriental y a los brasileños
invasores. Esto produjo la reacción ‘mitrista’ y la declaración de guerra
entre Paraguay y la Confederación Argentina que, al mando de Mitre, salió en
defensa del Brasil.
Como vimos, estos acontecimientos
desencadenaron la Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza.
Al mismo tiempo, el raid de las fuerzas Unitarias,
comandadas intelectualmente por Sarmiento y Mitre, desatadas y libres de
cualquier imperio de soberanía en nuestras tierras, se dirigió a la liquidación
sin cuartel de cualquier atisbo Federal en nuestras provincias.
El propio diario liberal de la familia
Paz, ‘La Prensa’, en sus ejemplares
del 15 de Julio de 1876 y del 23 de Marzo de 1880, publicaba, tirando por la
borda la historia oficial impuesta que situaba a Sarmiento como educador, como
civilizador, como pacificador: “No se
explica uno que semejante fiera ande por las calles libremente... Dondequiera
que ha puesto la mano ha dejado los rastros de su carácter procaz., irascible v
sanguinario... Él ha ordenado a sus subalternos el degüello de sus prisioneros.
Él ha mandado clavar en picas las cabezas de los que combatían contra su
autoridad v colocarlas en el trayecto de las vías públicas. Él dictaba la
sentencia de muerte de un centenar de soldados amotinados en Loncogué. Él
mandaba tomar a un jefe sublevado en Mendoza v por toda instrucción sobre su
captura decía al general encargado de esa comisión que lo fusilara sobre un
tambor….”. Contundente; y más dicho por un diario afín a sus ideas.
Sarmiento cierra un ciclo de nuestra
historia, de bárbara represión de los anhelos simples y puros que siempre
anidaron en el alma de las multitudes criollas.
La brega de los pueblos en defensa de
sus libertades genuinas no pudo triunfar sobre sus adversarios poderosamente
equipados. La reacción porteña impuso su despotismo sobre toda la Nación, que
desde aquellos días perdió la sustancia del Federalismo para quedarse con su
mera envoltura formal.
Veinte años después de iniciada la
ofensiva liberal del general Mitre, el presidente Juárez Celman podía decirle
al Congreso y con acierto: “En la
actualidad argentina no existe otro partido que aquel al que pertenecen las
mayorías parlamentarias y todos los gobiernos de la Nación y sus estados”.
Era la República ideal concebida por
aquellos señores liberales, unitarios y frívolos, que —so pretexto de extinguir
la montonera— aplastaron al pueblo para que no se considerara con derecho a
participar en la vida de la Nación.
Esa ‘Historia Oficial’ era anacrónica y sofista. ‘Sofista’, ya que desde sus postulados primigenios da como ciertos
los hechos acaecidos y sus causas que son inexactas, inexistentes. Todo lo que se
deriva de ello, es pues, falso.
¿Y mientras tanto, qué sucedía con
Urquiza?
La alianza masónica entre Urquiza y
Mitre (ese señor dueño de la ‘Historia
Oficial’ junto a Sarmiento, los Varela, Alsina, etc.) aparece una vez más.
¿Cómo, no se había arrepentido de
haber derrocado a Rosas aliándose al Brasil?
Dice sobre este tema O’Donnell: “Cuando Carlos A. López atacó Corrientes, Urquiza se pronunció en contra
del Paraguay y apoyó la causa argentina a pesar de la poca popularidad de la
guerra en Entre Ríos y la mayoría de las provincias. Como hemos visto en otros
capítulos, sobre todo los destinados a Peñaloza y a Varela, los caudillos que
intentaron insurreccionarse contra la organización nacional porteñista y contra
la Guerra del Paraguay invocaron insistentemente a Urquiza para ponerse al
frente del movimiento provincial. Pero el entrerriano, encerrado en su fastuoso
palacio de San José, convencido quizás de que sería inútil enfrentar a Buenos
Aires con fuerzas voluntariosas y corajudas pero menguadas en tácticas y en
recursos, hizo oídos sordos a tales reclamos. Por otra parte se ocupó de no
perturbar sus acuerdos con los porteños y continuó con sus rentables negocios
con ellos”
Mitre, Sarmiento y el propio Urquiza arreaban
‘voluntarios’ (sic) para combatir al Paraguay quienes, al saber que la pelea
era contra el pueblo hermano del Paraguay, se negaban a luchar.
Al respecto, cuenta el historiador Manuel Gálvez que
el jefe de una provincia norteña escribía una misiva acompañando a esos
reclutas a la fuerza. En la misma decía:
“Ahí van estos voluntarios, devuelvan las
maneas”. Nos muestra la sorna e ironía con la
que podían expresarse los Unitarios gracias a la impunidad con la que actuaban
Fue fácil para los lugartenientes de Mitre masacrar
sin miramientos a un pueblo. Contaban
con un ejército de cipayos bien alimentado, con armamento superior, moderno y
con sueldos regulares.
Es bueno remarcar que Urquiza no escuchó a sus
compatriotas. Estaba muy ocupado haciendo sus negocios sucios desde su Palacio
San José (el único que en el país tenía ya agua corriente) rodeado de riquezas
cosechadas (a cambio de la entrega total de su patria y de la vida de muchos de
sus gauchos) con los brasileños (vía el Vizconde de Mauá), y con la banca
europea (vía Rothschild). Increíblemente todavía el pueblo seguía creyendo en
él, pero sólo por ahora….
Urquiza se movía cautelosa y ambiguamente en favor de
Carlos A. López y también del centralismo porteño unitario de Mitre. Oscilaba,
calculaba aquello que le diera mayores frutos y riqueza, y oscilaba de acuerdo
con el resultado.
Los ingleses se encontraban al tanto de todos estos
movimientos. Siempre entre bambalinas para manejar los hilos necesarios para el
logro de sus fines.
Ellos, día a día, estuvieron bien
anoticiados de lo que sucedía en el Plata.
Recibían información de parte de sus diplomáticos, pero también contaban
con espías anónimos o en condición de comerciantes, naturalistas y viajeros de
toda laya. ‘Mercachifles’ que recorrían nuestros territorios con
‘salvoconductos’ en función de sus oficios declarados. Como hemos mencionado en
otros trabajos, estos funcionarios ocultos tras pretendidas o ciertas
profesiones u oficios no dejaban de informar a sus gobernantes.
Dice García Mellid: “El general Urquiza para movilizar en favor
de Mitre las huestes entrerrianas. se vio obligado a engañarlas diciéndoles que
iban a pelear contra el Brasil; esto explica la sublevación del arroyo Basualdo
y la posterior insubordinación de Toledo (3 de julio. 8 de noviembre de 1865)
cuyos cabecillas fueron fusilados por orden del caudillo entrerriano en sus
posesiones del palacio San José. “Cuando se escriba con imparcialidad la
historia de la guerra del Paraguay, o de la alianza —escribe un actor de
aquellos sucesos, don Julio Victorica, amigo y confidente de Urquiza—, ha de
quedar demostrado que era del todo impopular en la República Argentina. Bastará
recordar las innumerables sublevaciones producidas en las fuerzas o
contingentes que se traían de las provincias y que fue preciso sofocar con todo
el rigorismo de las leves militares”.
¿Todo esto lo hizo ‘gratis’ Urquiza?
¿Por mero convencimiento político? Juzgue el lector.
O’Donnell cita a José María Rosa quien
reflexiona sobre los momentos en que se sucedía la batalla de Paysandú: “Es que el Brasil, como lo cuenta José M.
Rosa, seguramente aleccionado por el astuto Mitre quien ya de sobra conocía el
punto débil del entrerriano, compró todos los caballos de sus famosas milicias
montadas que le habían dado el triunfo en Cepeda y Pavón. El negociador fue el
jefe de la caballería imperial brasilera, general Manuel Osorio, quien acordó
el generoso precio de 13 pesos fuerte por cada uno de los 30.000 animales, lo
que sumaba 390.000 patacones, una cifra curiosamente próxima a los 400.000 que
los brasileros, a su pedido, habían pagado a Urquiza para garantizarse su
alianza para invadir la Argentina y derrocar a Rosas. Es claro que con
esa compra se anulaba la posibilidad de que el entrerriano se arrepintiese de
su traición ya que, desmontadas, sus fuerzas carecían de peligrosidad”.
Otra vez Urquiza y sus mezquinos
intereses comerciales, abonados con la sangre de sus compatriotas, con
desprendimientos territoriales y con el genocidio de toda la nación paraguaya.
La riqueza ofensiva de Urquiza, como
tantas veces, se sostiene con los negocios espurios. En esta oportunidad, operaciones hechas con
nuestro enemigo ancestral, el Imperio brasileño, engañando una vez más al
inocente pueblo entrerriano que confiaba en él, por el momento...
Dice Mario Cesar Gras: “Hoy no hay en Entre Ríos —escribía en 1866
su antiguo secretario particular, don Juan Coronado-, un solo paisano, por
sencillo que sea, que no esté penetrado de que el general Urquiza ni es ni ha
sido federal ni unitario, sino mercader de sangre humana; v como los
entrerrianos son federales por sentimiento v convicción, saben ya por experiencia
que Urquiza los traiciona y los engaña cuando les habla de "estar prontos
para montar a caballo contra los salvajes unitarios", "de tenerlos en
el bolsillo y bailando en la cuerda floja", "de dejarlos hacer para
que se desprestigien y se pierdan más pronto", "de no largarles el
caballo trabado", y de todos los demás disparates y mentiras que les dice
y farsas que hace y ha hecho siempre, para mantener vivo el odio de los
entrerrianos contra los porteños, a título de salvajes unitarios, abusando así
de la buena índole de un pueblo a quien debe cuanto ha sido, y a quien tan
infamemente ha burlado, haciéndolo el instrumento pasivo de todas sus
iniquidades políticas".
Seguramente, el tal Coronado al
manifestarse en esos términos, debe haber recordado el dialogo mantenido entre
Urquiza y un paisano de apellido Amarillo y del cual fue testigo en el año
1862. Anécdota que ya comentamos.
La palabra ‘traición’ empezó a correr en todos los labios. Era frecuente oír: “Urquiza se ha vendido a los porteños”.
En una altisonante confesión Urquiza
dice (aunque es indudable que sus
declaraciones distaban de sus actos): “Toda
mi vida me atormentará constantemente el recuerdo del inaudito crimen que
cometí al cooperar, en el modo en que lo hice, a la caída del General Rosas.
Temo siempre ser medido con la misma vara y muerto con el mismo cuchillo, por
los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos errores, he colocado en el
poder.” (Fragmento de la carta de Urquiza a un tucumano de
18 años después de Caseros, de fecha 3 de marzo de 1870 y publicada a fs, 326.
tomo3 de la Historia de los Gob. De las Provincias Argentinas de A. Zinny, ed.
192º - cita de Raúl Rivanera Carlés, Rosas Pág. 13)
Nótese el verbo que utiliza: ‘cooperar’. O sea, se reconoce auxiliar
del levantamiento. Y si él coopera, los titulares de la acción, los ‘directores
de la orquesta’ no son otros que los brasileños. Él es solo el ‘sidecar’, un vil y gris empleado.
Los hechos durante todos esos años
demostraron lo falto de sostén factico en esas manifestaciones contritas de
Urquiza. El pueblo Federal era arriado por el entrerriano a pelear contra sus
hermanos paraguayos y si desertaban, los iba a buscar y los fusilaba. Además, permitía con sus silencios, la
masacre y la tierra arrasada que practicaba Mitre en el interior a través de
sus sicarios Orientales Unitarios.
¡Qué distinto a Rosas! Luego de
devastado el Paraguay, el Restaurador quiso ayudar al país ofreciendo sus
mediaciones. El nuevo presidente del Paraguay, don Salvador Jovellanos, como
nueva expresión de gratitud, le ofreció, en nombre de todos sus conciudadanos, “hospitalidad entre nosotros, a donde
después de honrarnos con su aceptación, hallaría corazones que sabrían mitigar
los sinsabores de esta triste vida”.
Otra síntesis de la real vida de Urquiza
es la que hace el Dr. Manuel G. Argerich, familiar del famoso médico, Dr. Cosme
Argerich.
Fue abogado y médico. Como tal, estuvo al lado de Rosas en la
batalla de Caseros atendiendo a los heridos.
En 1871, durante la epidemia de fiebre ‘amarilla’ en Buenos Aires, este abnegado médico encontró la muerte
al contagiarse de unos de sus pacientes.
En 1867, en su función de abogado,
defendió a Carriego como apoderado en un entuerto político con Urquiza.
Lo que nos interesa para este trabajo
es la descripción detallada que hace de Urquiza durante toda su actuación
política, el origen del dinero que poseía y el modo de tratar como cautivos a
la población entrerriana. Expone en un
muy extenso alegato, un resumen de la personalidad de don Justo y la dicotomía
entre sus declaraciones supuestamente civilizadas sobre los arrepentimientos
por sus acciones en el derrocamiento del gobierno legítimo de la Confederación,
y sus acciones u omisiones posteriores en Pavón, Paysandú y la Guerra del
Paraguay. Dice Argerich:
“"Mi
poderdante lo ha llamado a Urquiza con las palabras de `tirano’, de ‘asesino’ y
de ‘ladrón` que son las injurias personales por las que viene a acusar ante V.
S., y le ha dicho tales cosas con la más perfecta conciencia de la verdad y en
el ejercicio del más grande y del más noble de sus derechos de ciudadano.
"Urquiza
fue Tirano, por que gobernó una Provincia sin ley ni contrapeso durante 20 y
tantos años, en que fue el Juez y el verdugo a la vez, de las víctimas
sacrificadas a su furor.
"Durante
su gobierno no hubo en su Provincia más voluntad que la suya, no hubo más ley
que la ley de sus excentricidades Y sus odios.
"Confiscó
la fortuna de los particulares, azotó niños y mujeres embarazadas, hizo de su
pueblo un campamento de soldados, degolló a cientos de ciudadanos inermes,
dispuso de los hombres y de las cosas a su antojo, sin forma de juicio y sin
observar ninguna regla, proscribió a quien quiso, tuvo la prensa encadenada,
estableció el más odioso espionaje, llevó la prostitución y la pobreza a la
familia y arrojó sobre su Provincia la sombra de la desolación y de la muerte.
"Preguntad
a los ancianos de Entre-Ríos, que han vivido lejos de la acción de los Partidos
políticos cómo era la tiranía de Urquiza, y os dirán llenos de terror todavía,
que ha podido haber en el mundo tiranos odiosos, pero que ninguno ha
sobrepasado en crímenes al tirano de su Patria.
"Preguntad
a las madres Entre-Rianas, cómo vivieron en aquellos días de tribulación, que
la Providencia quiso mandar sobre su pueblo, y os responderán con los ojos
arrasados en lágrimas, que no ha habido vida igual a la suya, que no ha
existido dolor igual a su dolor...
"A
los epítetos de tirano y de asesino, mi poderdante ha agregado el de ladrón, y
esta es otra de las "injurias privadas" porque viene a querellarse el
General Urquiza.
"No
están muy lejos los tiempos en que el General Urquiza administraba a su
capricho los caudales del Pueblo, y se apropiaba, a título de confiscación los
bienes pertenecientes a salvajes unitarios.
"¿Dónde
está esos caudales, dónde los bienes de tantos proscriptos desgraciados?
"¿Ha rendido cuenta de los cientos de
miles de patacones, que le enviaron Juan M. Rosas y Manuel Oribe para pagar a
sus soldados que jamás recibieron un medio de sus haberes?
¿Qué se
hicieron las Estancias llamadas del Estado, en cuyos campos se apacentaban más
de cien mil cabezas de ganado vacuno?
"El
General Urquiza ha tenido cuidado de guardar silencio sobre estas cosas, que
han venido a constituir su inmensa fortuna, su fortuna que es hoy la más
considerable de América.
"Y
la prueba más elocuente de que el general Urquiza es un ladrón público, y de
que ha tomado indebidamente para sí los dineros del pueblo y los de los
particulares, que huyeron de sus tenaces persecuciones, está en esa misma
fortuna, que le sirve ahora para poner en conmoción a la República, y para
promover acusaciones tan injustas como la presente.
"En
el año 1842, el General Urquiza tenía apenas 10 a 12 mil pesos plata, con los
cuales había puesto una pequeña tienda en el Uruguay.
"Los
negocios de tienda eran muy mezquinos en aquella época y Urquiza se vio a poco tiempo desposeído de
todo recurso,
"Coincidió
esta circunstancia con su elevación al Poder
el cual le sirvió a las mil maravillas, para realizar su ambición de
plata y su sed de mando y de matanzas.
"Desde
entonces empezó a ser rico el General Urquiza, y así como por una explotación
vergonzosa del Poder, ha podido reunir la portentosa fortuna que no habría
formado de seguro con el trabajo ímprobo de todos los días.
"El General Urquiza es el primer ejemplo
en estos países, de un hombre que se ha enriquecido con los dineros del Pueblo
y con los bienes de los particulares.
"Su
fortuna pasa de unos treinta millones de duros, y sus rentas le permiten darse
la vida de un Sultán y mantener una centena de viles aduladores.
"¿Tan
inmensa fortuna, Sr. Juez, ha podido hacerse con el sueldo de Gobernante o de
General?
"Pregúntese
a las gentes de Entre-Ríos sobre el origen de las fabulosas riquezas acumuladas
por el bárbaro, y ellas sabrán contestar debidamente.
"Ellas dirán que cada ladrillo de que se
compone el suntuoso palacio de San José, que cada planta de sus alegres
jardines, que cada lago de sus hermosos parques, son el resultado del asesinato
y del robo, que el General Urquiza ha cometido impunemente en las Provincias de
la República.
"Y dirán más aun, recordando las promesas
reservadas pueblos oprimidos, y es que de ese palacio de San José, de esos
hermosos jardines, de esos parques encantadores, que son el fruto de la
iniquidad y del crimen no han de quedar ni vestigios, cuando llegue el día de
la suprema justicia.
"Lo
que dicen las gentes buenas de Entre-Ríos es
lo que el Dr. Carriego ha repetido por la prensa.
"No
ha habido pues de su parte el deseo de atacar privadamente a Don Justo José de
Urquiza, cuya personalidad le es indiferente, sino el propósito firme y
deliberado de combatir al hombre público, al general de la Nación, al
Comandante general de las milicias de Entre Ríos, y en una palabra, al antiguo
y odioso tirano de su provincia, que mando matar miles de hombres por su sola
voluntad, y robo los dineros del Pueblo y los dineros de los proscriptos
Entre-Rianos".
Analicemos las imputaciones. Más allá de los epítetos como ‘tirano’
usuales en aquella época y de los asesinatos sin juicio practicados (recordemos
a Santa Coloma, Chilavert, los soldados del batallón de Aquino), queda en
evidencia la voluntad y el poder absoluto de Urquiza en Entre Ríos durante
años.
Le dice, lisa y llanamente, ‘ladrón’ y lo acusa de haberse apropiado
del dinero que le enviaban Rosas y Oribe para pagar los sueldos de sus
soldados.
Su inmensa fortuna estaba hecha sobre
la base de confiscaciones de tierras y ganado a particulares, a los Unitarios
proscriptos y al propio Estado, y a sus contrabandos de oro y ganado.
Con agudeza y premonición, Juan
Bautista Alberdi dijo que: “Urquiza
acabará probablemente su vida pública como la empezó: por ser cómplice de
Buenos Aires en el despojo y destrozo de la República Argentina. Por desgracia,
él no está solo”. Y el tucumano no se equivocó. Es más, él fue uno de los
artífices intelectuales del destrozo de su patria durante años de su actuación
política y periodística, martillando como un tábano sobre el gobierno de su
país y sus acciones soberanas.
Epitafio político sobre Justo José de
Urquiza, que como sucede en Carnaval cuando las máscaras luminosas de color y
alegría ocultan el verdadero rostro de quien las lleva y que –una vez
finalizada la fiesta- al caer muestran quien es quien y su verdadera identidad
al desnudo.
VIII.-Epílogo
El epílogo del presente trabajo
coincide con el epílogo de ese equilibrista de la política que fue Nicolás
Maquiavelo. Urquiza fue un Maquiavelo moderno que sucumbió finalmente a sus
dobleces a lo largo de toda su vida.
Dice García Mellid: “Después de Pavón, Sarmiento le aconsejaba a
Mitre: “Urquiza debe desaparecer de la escena cueste lo que cueste: Southampton
o la horca... “. Pues bien-, la horca llegó. En medio de la confusión provocada
por una sublevación interna, el 11 de abril de 1870 pagaron su tributo de
sangre —como lo anunciara Hernández— el general Justo José de Urquiza en su
palacio de San José, sus hijos, el coronel Waldino y el teniente coronel Justo
Carmelo, ambos en Concordia. Urquiza —dice Antonio Sagarna- “fue asesinado en su
palacio de San José porque lo creían vendido a los porteños" lm. Los
porteños, sin embargo, llevaban lustros acariciando la idea de su muerte”.
Debemos hacer una salvedad entre tanto
‘Urquiza’ vendido al mejor postor. El
‘otro’ Urquiza, Juan José Urquiza, un ‘Urquiza’ que ha sido escondido por la
historiografía oficial liberal. Hermano
de Justo José fue miembro de la Junta de Representantes de Buenos Aires en la
época de Rosas. Buen Federal patriota y ‘rosista’
sin tacha que se opuso a su hermano cuando éste acometió contra Rosas en
Caseros. Le dijo a su hermano que debía
poner a buen resguardo su persona y sus bienes pues – conocedor de las intrigas
de su hermano- entendió que iba a ser considerado como un traidor histórico a
la nación porque además, según la carta que le envía el 10 de Abril de 1951 “la suerte de las armas es variable y el
poder de Buenos Aires es muy fuerte; y de aquí puede resultar que pierdas tus
intereses porque debas ausentarte de la provincia”.
El 28 de Mayo de 1851 Juan José que
vivía en Buenos Aires y seguía siendo fiel ‘rosista’,
vuelve a escribirle a su hermano aconsejándole fraternalmente que ponga sus
propiedades a buen recaudo “pues tendrás
que peregrinar en países extranjeros sin bienes”.
Razones no le faltaron a Juan José,
pero no logró convencerlo. Justo José de Urquiza nunca se fue de su provincia
donde se sintió intocable e invencible. La historia le demostró lo contrario y
fue ajusticiado por su propio pueblo Federal ante la sonrisa satisfactoria de
los Unitarios porteños que luego de eliminado Rosas del mapa político,
terminaron con la vida de su títere ensoberbecido de poder, codicia y gloria
vana, sin que ellos debieran tirar del gatillo.
Como expusimos en este trabajo,
Urquiza escribió varias veces compungido que se arrepentía de sus acciones
contra Rosas. Acciones que en realidad
no eran contra Rosas, sino contra lo que él representaba: la Independencia y la
soberanía nacional, tanto política, como económica y territorial.
Detengámonos acá y hagamos una breve
síntesis de lo ya relatado en anteriores párrafos para reproducir en su
conjunto las frases escritas por Urquiza a lo largo de su ajetreada vida
pública. La finalidad de esta digresión
es obtener una mejor visión de lo que manifiesta pomposamente a lo largo de su
vida pública y, posteriormente detectar sus acciones que niegan de plano lo
dicho:
““Si
no hubiera sido el interés que tengo en promover la organización de la
República, yo hubiera debido conservarme aliado a Rosas porque estoy persuadido
de que es un hombre muy popular en este país” (confesión de Urquiza al
Gral. Cesar Díaz en 1851 cuando marchaba a enfrentarse a Rosas en Caseros,
viendo el nulo apoyo de los pueblos, a su paso. En el libro ‘Memorias Inéditas’ del Gral. Cesar Díaz
citado por Adolfo Saldías, Historia de la Confederación Argentina. t.III.
Eudeba.Bs.As.1978).
“Hay un solo hombre para gobernar la Nación
Argentina, y es Don Juan Manuel de Rosas. Yo estoy preparado para Rogarle que
vuelva aquí” (Urquiza
al representante ingles Gore, al partir para reunirse para el encuentro se San
Nicolás. Mayo de 1952. José María Rosa. Tomo VI. P.34) (1852)
“(…) Yo
y algunos amigos de Entre Ríos estaríamos dispuestos Yo y algunos amigos de
Entre Ríos estaríamos dispuestos a enviar a usted alguna suma para ayudarle a
sus gastos, y le agradecería nos manifestase que aceptaría esta demostración de
algunos individuos que más de una vez sirvieron a sus órdenes. Ello no
importaría otra cosa que la expresión de buenos sentimientos le guarda los
mismos que contribuyeron a su caída, no olvidan la consideración que se debe al
que ha hecho tan gran figura en el país y a los servicios muy altos que le debe
y que soy el primero en reconocer, servicios cuya gloria nadie puede arrebatarle,
y que son los que se refieren a la energía con que siempre sostuvo los derechos
de la Soberanía e independencia nacional (…)” ”. (Justo José de Urquiza.
Carta a Rosas del 24 de agosto de 1858. Extraída del libro de Mario César Gras
“Rosas y Urquiza. Sus relaciones después de Caseros “. EDIC. Del Autor. Bs. As.
1948.) (1858)
“Toda mi vida me atormentará constantemente el
recuerdo del inaudito crimen que cometí al cooperar, en el modo en que lo hice,
a la caída del General Rosas. Temo siempre ser medido con la misma vara y
muerto con el mismo cuchillo, por los mismos que por mis esfuerzos y gravísimos
errores, he colocado en el poder.” (Fragmento de carta de Urquiza a un tucumano
de 18 años después de caseros, de fecha 3 de marzo de 1870 y publicada a fs,
326. tomo3 de la Historia de los Gob. De las Provincias Argentinas de Antonio
Zinny, ed. 192º - cita de Raúl Rivanera Carlés, Rosas Pág. 13) (1870).
A lo largo de este trabajo, hemos
probado que los actos de Urquiza distaron mucho de las manifestaciones
epistolares en las que ‘lloraba’ arrepentimientos. Nada de lo dicho por
Urquiza, en forma tan grandilocuente, pudo el mismo refrendarlo en los hechos.
Ni una sola vez.
Sólo fueron ‘pompas de jabón’ para
quedar bien parado ante la historia como lo venimos repitiendo desde la
introducción de este trabajo.
Su afán desmedido de riqueza
coleccionada sobre la sangre y los huesos de sus compatriotas y sus traiciones
sumamente visibles son reconocidos no sólo por Sarmiento en la conocida carta
de Yungay que le envía al Entrerriano luego de Caseros, sino por los oficiales
y políticos brasileños que conocían, y muy bien, la catadura de Urquiza.
Con marcado tono de desazón y
aborrecimiento, López Jordán escribe en 1867 poco antes de la muerte de
entrerriano que “…desde Pavón no hizo
otra cosa que fraternizar con los enemigos de la patria, venderles su porvenir,
engañar como a los niños las esperanzas de los pueblos, de sus amigos, de sus
viejos veteranos, a quienes les debía cuanto era. ¡Se burlaba hasta de las lágrimas
de las víctimas que entregaba al puñal de los unitarios! (…) Esperé, sí, en
balde: la Nación era impelida a su ruina, hasta se concitaba sobre su cabeza el
desprecio y el odio de las otras repúblicas. Y si el pueblo no me hubiese
llamado en su tribulación, declaro que yo, el más humilde de los argentinos,
hubiera llamado al pueblo”
Un poco tarde se dio cuenta Ricardo
López Jordán de la catadura moral de don Justo.
La traición de Urquiza data de la época del Tratado de Alcaráz, pasando
por la traición a Oribe, por Caseros, Pavón, Paysandú y la guerra cobarde
contra el Paraguay en 1865. Demasiado tarde. Mucho tiempo transcurrido como
para eximirlo de responsabilidad en lo acontecido en nuestra historia patria.
Debemos también recordar que, cuando
Sarmiento comienza a atacar a López Jordán decretando la intervención federal
de Entre Ríos, el gobernador de la provincia era Leónidas Echagüe, hijo de
Pascual Echagüe, quien se puso, increíblemente, del lado de Sarmiento y del
gobierno nacional. Cosas de nuestra historia, como los casos de Lucio V.
Mansilla, Vicente F. López, Mariano Moreno (h) y tantos otros.
En el año 1865, el serio escritor
brasileño Joao Pandiá Calógeras transcribe lo que informa el General brasileño
Osorio que peleó en Caseros:
“Corresponda
esta adquisición al desarme del adversario, pues los entrerrianos, óptimos y
admirables jinetes, no formaban sino pobre infantería. Y de esta manera Urquiza
fue anulado como valor combatiente…No había en Urquiza la pasta de un hombre de
estado; no pasaba de un condotiere…Permaneció inactivo por lo tanto. De hecho,
traicionaba a todos. Cuidó Brasil hasta tornarlo inofensivo. Urquiza, a pesar
de ser inmensamente rico, tenía por la fortuna un amor inmoderado…Brasil
resolvió servirse de él; el general Osorio le conocía el lado flaco” (Joao Pandiá
Calógeras. “Formaçao histórica do Brasil”
. JMR TVII.p117)
En apretado resumen, Castagnino nos
pone sobre la mesa cuán lejos estuvo Urquiza de arrepentirse de alguno de sus
actos –u omisiones- enumerándolos sucintamente:
“Urquiza siempre jugo “a dos puntas” y traicionó “a las
dos puntas”. Por intereses económicos propios y por sus sueños de “Supremo” de
la Confederación o al menos de una República Mesopotámica independiente:
“- En el tratado de Alcaraz intenta de separarse
con Corrientes y Paraguay (Rosas le hizo dar marcha atrás)
“- En 1847, en plena agresión anglofrancesa-unitaria trataba
con el enemigo para separar la mesopotamia.
“- En Caseros se dio vuelta y se pasó al
enemigo “con todo el ejército de la Confederación”.(y cobró sus buenos
partacones)
“- En la década del 1850 “jugaba” a
aliarse con López de Paraguay y transaba con brasil e Inglaterra, y hasta le
ofreció gente y territorio para que agredan a Paraguay.
“- En Pavón “se borró” al Palacio San
José y dejó que la dupla Mitre-Sarmiento oprima a las provincias y masacre a
todos los federales (militares o no, y hasta pobres gauchos)
“- Le prometía al Chacho que se
"pronunciaría" a su favor, y "lo dejó solo" para que lo
masacraran.
“- Lo mismo hizo con Felipe Varela:
“Debemos tener absoluta confianza en el señor general Mitre – le escribía al
Chacho – Sus intenciones son leales: lo creo capaz de afianzar las
instituciones nacionales en todo su vigor sobre las bases del orden y la
fraternidad” (Urquiza a Varela. San José. 21 de noviembre de 1863. AGNA. Arch.
Urquiza, leg. 77 . AGM. “Proceso...” t. II. p.122)
“- En las preliminares de la guerra del
Paraguay se hacía el amigo de López y que se “pronunciaría” contra Mitre. Le
vendío la caballada a Brasil a buen precio, y fué a cobrarle a Mitre y la banca
Británica su traición contra el Paraguay, como un vulgar chantajista.
De la misma manera, aunque no lo exima
de responsabilidad, tarde se dio cuenta José Hernández de quién era Urquiza. Dice luego de la muerte de
Urquiza en la carta del 7 de Octubre de 1870 dirigida a Ricardo López Jordán:
"Ganó [Urquiza] la batalla de Pavón y le
regaló a Buenos Aires la victoria, yéndose a su casa y dejando el campo de
batalla en manos de los vencidos.
“Urquiza era el Gobernador Tirano de Entre Ríos, pero era más que todo el Jefe
Traidor del Gran Partido Federal, y su muerte, mil veces merecida, es una
justicia tremenda y ejemplar del partido otras tantas veces sacrificado y
vendido por él. La reacción del partido debía por lo tanto iniciarse por un
acto de moral política, como era el justo castigo del jefe traidor.”
Tarde también llegaron los conceptos
del autor del Martín Fierro. Pasaron
años y años hasta que pudo comprender amargamente las traiciones de Urquiza.
Tal vez, en lo que disentimos con el
crédulo José Hernández, es en el hecho de que está probado que –más allá de sus
traiciones- Urquiza nunca se ‘arrepintió’
de sus acciones. Ello obedeció a que él
no fue nunca ni Federal, ni Unitario.
Fue un comerciante que construyó su riqueza hasta el último día de su
vida sobre una montaña de cadáveres de sus coterráneos, y a costa de nuestra
independencia y soberanía que tanto nos había costado conseguir.
El propio Rosas, el 5 de Junio de 1870
le escribe desde Southampton a su amigo Federico Terrero comentando la muerte
de Urquiza. En su carta reflexionaba
sobre el final del entrerriano –la cual presentía- y en alguno de sus párrafos
refería que no era de extrañar el fin que había tenido su derrocador “…Por el contrario, lo admirable e inaudito
es su permanencia en el poder, por grado siempre bajando, a virtud de sus
hechos contrarios a su crédito, a sus amigos políticos, y favorables a sus
enemigos. Pocos años después de
la altura de su poder, desde cuando ordenó la devolución de mis propiedades, y
muy principalmente después de la batalla de Pavón, le he escrito varias veces
dándole consejo en orden a la seguridad de su persona, su fortuna y a efecto de
prevenir desgracias en su familia.…”.
Luego
en la misma carta Rosas repite las palabras que Urquiza dijo al derrocarlo: “Toda mi vida, decía, me atormentará
constantemente, el recuerdo del inaudito crimen que cometí, al cooperar, en el
modo como lo hice, a la caída del general Rosas. Temo siempre ser medido con la
misma vara y muerto con el mismo cuchillo por los mismos que por mis esfuerzos
y gravísimos errores, he colocado en el poder”.
Para preguntarse a continuación: “¿Por qué entonces continuaba sus errores y
seguía su marcha pública por caminos tan peligrosos y extraviados?
Rosas se responde esa pregunta que
se hace a sí mismo, con un dejo filosófico y existencial:
“Porque así es el hombre en su caso, circunstancias y
opulencias en la engañosa condición de su veloz carrera”.
Esto demuestra que Rosas tenía plena
conciencia que Urquiza no estaba arrepentido –como decía en sus cartas y en sus
declaraciones públicas- no solo de haberlo derrocado, sino de todos sus otros
actos incluido lo sucedido en la batalla de Pavón
Finaliza Castagnino su relato
señalando que Urquiza “Posteriormente a
Caseros, vapuleado por unitarios, masones y doctores, brasileros, ingleses,
finalmente se “borraría” en Pavón, tal vez desilusionado, cansado o “vendido”,
y se retiraría a su palacio de San José a disfrutar de su fama y su fortuna
hasta morir a manos de López Jordán, sin poder llevarse a la tumba ni un
patacón de los muchos que habría cobrado en varias traiciones.
“Apenas
si le quedaría alguna fama que lograron salvarle los “historiadores oficiales”,
para la posteridad, y algunos nombres de calles o monumentos, como el mal
ubicado donde fuera la estancia privada de Juan Manuel. (Av. Figueroa Alcorta y
“Sarmiento”, nada menos)”.
En realidad no fue ‘a manos’ de López
Jordán pero se sospecha que éste podría haber estado detrás intelectualmente
del hecho, aunque no hay pruebas fehacientes.
Rápidamente los vencedores de Caseros
se apresuraron a borrar todo rastro y vestigio de la otrora orgullosa
Confederación Argentina:
Se suplantó, por orden de Sarmiento,
la bandera azul y blanca por la Unitaria celeste y blanca.
Cambiaron el nombre de ‘Palermo’ por el ignominioso ‘3 de Febrero’. Pero, para su desgracia,
ni aun hoy en día, lograron que el pueblo cambiase el modo de nombrarlo.
La ‘Av.Alameda’ pasó a llamarse ‘Av.
Sarmiento’.
Por orden del Intendente Adolfo Jorge
Bullrich, demolieron el Caserón de Palermo de Don Juan Manuel de Rosas. Justo en su lugar colocaron un busto de
Sarmiento mirando hacia el que fuera el despacho del Restaurador, como ya hemos
comentado en otro trabajo sobre Bullrich.
La calle donde nació Juan Manuel de
Rosas se llamaba ‘Santa Lucía’. Pasó
a llamarse ‘Sarmiento’ (actualmente
su casa se encontraría en Sarmiento 546, entre San Martín y Florida).
Finalmente, el Unitarismo, hoy
devenido en Liberalismo, le rendiría honores, altos honores con monumentos al
primer traidor de la nación y nunca arrepentido Justo José de Urquiza.
La majestuosidad de dichos monumentos
corre a la par de la grandiosidad de la traición con la que asentó y aseguró
las bases de nuestra actual dependencia y coloniaje.
A pesar del ‘lavado de cerebro’ al que
hemos sido sometidos por décadas, el Unitarismo -cual una hidra maldita de dos
cabezas- devenido hoy en Liberalismo, y ‘Progresismo’, no ha podido doblegar en
el sustrato de nuestro más profundo espíritu, el hispanismo que en nosotros
subyace.
Si, es cierto. Nuestro pueblo puede tener heridas largas y
profundas pero ningún Unitarismo liberal o marxista envenena su sangre ni
corroe sus entrañas, salvo en algún minúsculo pero poderoso grupo
financiero. A pesar de ello, los dueños
de los medios de comunicación, ya desde antaño y hogaño, quieren hacernos creer
lo contrario.
La situación del país después de
Caseros, Pavón y la Guerra del Paraguay, es similar a la descripción de la
sociedad colonial que hiciera el historiador Salvador Cabral “La larga y desgarradora lucha terminará
dando el triunfo a los portuarios comerciantes que, por el contrabando primero
y el libre comercio luego, serán los sectores sociales más consolidados. El
poder convergerá hacia ellos, no sin terminar primero con la insurgencia de los
pueblos del interior…[Aquellos concentrando el poder] estarán
unidos por el cordón umbilical del comercio ultramarino al Imperio inglés y
enajenadas por la refracción de las ideas importadas, al universo liberal de la
pujante burguesía europea”.
Concluimos el presente trabajo con una
más que interesante observación de José María Rosa sobre el odio hacia Juan
Manuel de Rosas de parte del Unitarismo y del Liberalismo masónico y jacobino.
“Este odio es en realidad un homenaje que le
hacen a su memoria –sin darse cuenta- ya que es usual hablar “bien de los
muertos, y mal de los vivos; y los historiadores del liberalismo consideran
vivo a Rosas, porque comprenden que la política de Rosas es contemporánea. Sus objetivos – una Argentina popular, dueña de sus
destinos, insobornable a los imperialismos, sin clases dominantes, e integrada
en América Latina – son los de esta hora. Diríase que don Juan Manuel aún vive
en Palermo y amenaza con el rigor de sus mazorqueros a los salvajes que se
venden al extranjero, o humilla con la burla de sus bufones a los ‘lomos
negros’ encumbrados” …
*
Quizá un resumen de la acción pública
de Justo José de Urquiza la brinda el poeta y músico Pedro Castro Hardoy en su poesía “Topando a los traidores” que describe a Urquiza y su funesta vida
en nuestra historia:
“Juan Manuel Salió Triunfante Topando A Los Enemigos,
Poniendo A Dios Por Testigo Y La Historia Por Delante.
Mas La Contra Delirante Y El Imperio Del Brasil
Ya Pronto Se Han De Reunir Para Hacer La Repartija,
Con Justo José De Urquiza En La Traición Se Han De Unir.
Se Lanza El De San José Bancado Por Lusitanos,
Imperialistas Marranos, Nuestros Amos Quieren Ser.
Traidor Que Sólo Ha De Ser Por Traidores Aplaudido,
Aquel “Señor” De Entre Ríos Marca Huella En Nuestro Suelo
¡Con La Sangre De Caseros Ha De Sellar Su Destino!
Las Traiciones Se Agrandan Lo Sabe Rosas:
Las Alianzas Presionan, También Las Logias.
Con Urquiza Lograron Los Vendepatrias
Entregar A Esta Tierra A Los Piratas.
Atropellan Seguros A Nuestro Pueblo,
Los Comanda Orgulloso Por El Janeiro:
Se Avergüenza La Historia —Lamento Y Sangre—:
Lusitana La Tropa, Mató Triunfante.
A La Huella, A La Huella, De Aquel Guerrero:
Topando A Los Traidores Cayó En Caseros.
El Destino Se Cumple, Lo Sabe Rosas:
Sufrirá Por Su Pueblo Cambiado En Cosas.
Con Alianzas Ocultas Contra La Patria
Trepará El Oligarca, También Los Parias.
Es La Tumba Del Asco, Por Tantos Males:
Con Engaños Triunfaron Los Liberales.
Todo Aquel Que Reclame Será Aplastado:
Porque Urquiza Al Gobierno Ya Está Arreglado.
A La Huella, A La Huella, De Aquel Guerrero:
Topando A Los Traidores Cayó En Caseros”
****
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1820-1852’- historiaamericana-Die Deutsche
Bibliothek-CIP-Einheitsuafnahme-2012))
ZUBIZARRETA, Ignacio ('Unitarios-Historia de la facción política
que diseñó la Argentina moderna'-)
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