miércoles, 28 de junio de 2023

CARLOS MARÍA DE ALVEAR (Algunos rasgos de un sombrío filo inglés en el Plata)

 

CARLOS MARÍA DE ALVEAR

(Algunos rasgos de un sombrío filo inglés en el Plata)



Gonzalo V. Montoro Gil

 

Carlos María de Alvear nacido como Carlos Antonio (Algunos autores atribuyen a la violenta muerte de su madre el que llevara su nombre –María– en su honor).

Y nació en las Misiones OrientalesVirreinato del Río de la Plata, 25 de octubre de 1789 (Actualmente Santo Ángelo en territorio anexado a Río Grande del Sur tras la conquista portuguesa de 1801).

Yendo con sus padres hacia España en 1804 fueron abordados por un barco inglés que mató a a su madre y sus 6 hermanos.

Esto motivó la declaración de guerra de España al Reino Unido el 14 de diciembre de 1804 y fue antesala de la Batalla De Trafalgar

Fue un militarpolítico y diplomático argentino de larga trayectoria que ejerció el Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata durante tres meses en 1815.

 Alvear fue uno de los pocos oficiales de carrera en participar de la Guerra de Independencia Hispanoamericana por el bando revolucionario

Regresó a Buenos Aires en marzo de 1812 en la fragata británica George Canning, en el mismo barco en que viajaban San Martín, José Matías ZapiolaMartiniano Chilavert (niño aún, que viajaba con su padre Francisco Chilavert)

Fue quien presentó a San Martín en la sociedad porteña y también su padrino de casamiento (así le pagó su gesto volviéndose enemigos)

Para lograr tal fin encabezó con San Martín la revolución del 8 de octubre de 1812, que reemplazó al Primer Triunvirato por el Segundo y que convocó a la Asamblea del año XIII. Organizó las elecciones de los representantes porteños y de las provincias  y fue el primer presidente de dicha Asamblea.

Ambicionando el poder político y basándose en el centralismo que había existido en el antiguo virreinato, logró que la Asamblea General creara el Directorio a cargo de un Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, para el cual hizo elegir a su tío Gervasio Antonio de Posadas (primo de su madre)

La Logia se dividió entre los partidarios de San Martín y los de Alvear, por lo que este -con mayor influencia política- lo alejó del poder poniéndolo al mando del Ejército del Norte.

El director Supremo, Posadas, nombró a su sobrino Carlos María de Alvear comandante del ejército que sitiaba a los realistas en Montevideo, reemplazando a José Rondeau, pero no asumió el mando de este ejército sino después de la victoria naval de Brown frente a Montevideo, por lo que su actuación militar fue muy breve pero exitosa.

La victoria no dio todos los resultados positivos que se esperaban de ella por las crecientes disidencias del gobierno central con José Gervasio Artigas, el líder de los revolucionarios orientales: este reclamó que la ciudad de Montevideo le fuera entregada a los orientales. Alvear llamó a Artigas a negociar su entrega, pero Artigas, fue traicionado por Alvear.

Los diputados orientales concurrieron a la Asamblea del año XIII, pero no se les permitió la entrada lo que agravó aun más la situación de enemistad entre los orientales y los directoriales, llegando al extremo que el Directorio puso precio a la cabeza de Artigas, declarándolo como un bandido.

Al ver que no era obedecido, el director Supremo Posadas renunció; en su lugar, la Asamblea nombró Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Carlos María de Alvear para que cumpliera el resto de su mandato. Lo fue de Enero a Abril de 1815, teniendo entre sus funcionarios mas cercanos a Manuel J. García y a Gregorio García de Tagle, el que será Ministro o funcionario de todos los miembros de los distintos Directores del Directorio, a lo largo de los años.

Envía a Manuel García al Brasil en enero de 1815 como Embajador, cuyo actuación fue de una entrega de nuestra patria en términos ominosos y absolutos.

Alvear fue el promotor de los intereses británicos a través de los portugueses

El nuevo Director tenía solo 25 años y su breve gobierno fue calificado por muchos como una verdadera dictadura. Entre los que le objetaban se hallaba el entonces gobernador de Cuyo, José de San Martín.

 Alvear gobernó rodeado de su propia facción, sostenido solo por la logia secreta a la que pertenecía y los oficiales adeptos del ejército. Organizó una red de espionaje y arrestó sin juicio a sus opositores e implantó una severa censura de prensa. Ante una posible conspiración, sin juicio, ordenó ejecutar a un capitán de ejército y colgarlo en la Plaza de Mayo.

Le manda –a través de su representante en Rio de Janeiro Manuel J. García- dos cartas a Lord Strangford  (embajador británico en Rio) y otra al Vizconde de Castlereagh (Ministro de RREE ingles)

"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía… En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en la ejecución."

"Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución…" "Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos... . Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de 1815. Carlos de Alvear. "

Estas cartas se las hace saber Manuel J. García (quizás uno de los más desembozados representantes ingleses en estas tierras) a Sarratea el 5 de Febrero de 1816.

Solo vergüenza y asco nos produce leer semejante entrega.

Ahora bien, ¿Quién fue Manuel J. García?

Fue toda su vida un liberal burócrata acomodaticio según los vientos de la historia, al igual que Alvear.

Embajador en Rio de Janeiro entre 1815 Y 1820.

Fue partícipe de oposición enconada a Artigas, Apoyó la intervención española en nuestras tierras con tal de acabar con Artigas y a la misma vez, la de los Luso-brasileños (aunque prefería confidencialmente, la de estos últimos). Y asi como entregaba su patria a los ingleses, no dejaba de buscar apoyo, por las dudas, con los españoles (año 1815).

En dicho año, les escribe el 23 de Agosto de 1815 una carta al Rey de España, estando exiliado en Rio de Janeiro, donde prácticamente pide perdón por haber luchado contra España y que sería conveniente que estas tierras volviesen al poder de España:

Es muy deplorable aun ‘español’ [sic] que ha nacido con honor y que procur6 acreditarlo entre los gloriosos defensores de la Nacion, presentarse ahora a vindicar su conducta en actitud de delincuente y con las sombras de rebelde o enemigo del Rey. Yo me habría ido lejos de los hombres a ocultar mi vergüenza si no conservase una esperanza de hacer disculpables mis procedimientos o si conociera menos de la clemencia del Soberano y la indulgencia de sus ministro”

Y dice que ocupó el puesto de Director Supremo para “aventurarse a un paso decisivo que pusiese término a esta ‘maldita revolución’ [sic] pero había quienes no querían que el país volviese a su ‘antigua tranquilidad’ [sic]. Y por eso he caído, por eso he sido víctima, porque mi decidido conato ha sido volver a ‘estos países’ (sic) a la ‘dominación de un Soberano’ (sic) que solamente puede hacernos felices”. Pero el rey no le contestó.

Aunque parezca mentira, Alvear se declara ‘español’, que la Revolución de Mayo fue una ‘maldita revolución’, se refiere a su patria como ‘estos países’ a los cuales ruega para que vuelvan a la ‘dominación de un soberano` para ser felices.

Un horror su genuflexión y ese es uno de los próceres que vemos alabado su apellido a diario en calles, monumentos, ciudades.

Y si su bajeza de entrega no prosperaba con los españoles, siempre estaba Inglaterra.

Quería la entrega de la Banda Oriental y las Provincias Unidas a Inglaterra, para que ésta tuviera un protectorado en nuestras tierras y, de este modo, sacarse de encima a Artigas a quien aborrecía.

Cuando Alvear le da cartas a García (embajador en Rio de Janeiro) para que éste se las diera a Lord Strangford y a Castelright,  en la cual Alvear rogaba que Inglaterra ocupara las Provincias Unidas para que seamos una colonia inglesa y así acabar con Artigas y el Federalismo, finalmente García, finalmente duda y no les da las cartas, sólo se las leyó a los ingleses diplomáticos y pidió una mediación entre las Provincias Unidas y España.

Fue ministro de Gobierno de 1820 a 1826 de Martín Rodríguez y Gregorio Las Heras

Fue en misión especial al Brasil en 1827 enviado por Rivadavia

Fue Ministro de Hacienda de Rosas en su primer gobierno entre 1829 a 1834

El sentido de estas cartas (leídas por los ingleses pero no entregadas por García) muestra la intención de Alvear de solicitar un protectorado británico para las Provincias del Río de la Plata. Estas cartas pueden ser consideradas como un gesto de traición a la patria, si a ella se la entiende como una nación independiente de toda dominación extranjera y no solamente de la corona española

La Banda Oriental, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y las provincias de Cuyo manifestaron su disconformidad con Alvear, al que le endilgaban representar al centralismo porteño.

Dado que el peor enemigo para la causa del centralismo porteño era Artigas, que dominaba la campaña de la Banda Oriental y la Mesopotamia. Envió al almirante Brown a proponerle a Artigas, a cambio de la retirada de este de las provincias del litoral, la independencia de toda la Banda Oriental, como si fuera este pequeño designio el que llevaba el Jefe de los Orientales. El ofrecimiento fue altivamente rechazado.

Álvarez Thomas jefe de la vanguardia Alvearista, ante la rebelión de todos sus oficiales y tropa debió retrotraerse y volverse  - (Motín de Fontezuelas- Abril 1815).

No sabemos bien si Álvarez Thomas lo hizo a su gusto, aunque entendemos que no, habida cuenta de sus posteriores acciones pergeñadas en conjunto con Nicolás Herrera, González Balcarce, Manuel J. García y Gregorio Tagle en pos de impulsar la conquista de la Banda Oriental por parte de los portugueses aplastando a Artigas y con la idea posterior de que el Imperio de los Braganza se apoderaran y colonizaran toda las Provincias Unidas extendiéndose el Imperio hasta los confines de nuestra patria, todo ello acordado secretamente con el gabinete lusitano y todo mencionado debidamente documentado (años 1815 y 1816).

Pero en su momento la acción de Álvarez Thomas en Fontezuela es apoyada por San Martín y Soler. San Martín se alegra de la caída de Alvear que era quien había intentado reemplazar al Libertador de su cargo de Gobernador de Cuyo.

En efecto, San Martín y Artigas eran sus enemigos principales. Ambos repudiaban las actitudes de Alvear y nunca le brindaron su confianza.

Debemos sacarnos de encima a San Martín, hombre enemigo del centralismo'" decía Alvear por 1815.

Recordemos que –según San Martin- Alvear, Perdriel y Manuel J. García quisieron asesinarlo.

En tal sentido San Martín le escribe una carta a García en la que le imputa ello: “Usted ha atacado mi reputación, usted me ha puesto a este pueblo y a mí, en los mayores compromisos, usted me ha faltado a su palabra y bajo este sagrado fugó usted del destino en que mi excesiva condescendencia lo había puesto, para buscar modo de abatirme, y esto lo tengo probado: pidió 15 o 20 asesinos al general Alvear para quitarme la vida”.

San Martin, concordando con el pensamiento Federal de Artigas, dispuso una misa de ‘Acción de Gracias’ por la caída de Alvear.

Entonces Alvear debió renunciar a su cargo solo tres meses después de haberlo asumido y refugiarse en una fragata de guerra británica. Se dirigió a Brasil. Sus partidarios, incluido Posadas, fueron arrestados. Junto con su Directorio cayó también la Asamblea del Año XIII. El Cabildo nombra a Rondeau.

Digamos que en 1817 se produjo la invasión luso-brasileña a la Provincia Oriental que tomó la ciudad de Montevideo. El pueblo oriental —dirigido por Artigas— logró mantener a los invasores limitados al control de la ciudad. Alvear se instaló en la ciudad ocupada de Montevideo en mayo de 1818, luego de casi tres años de exilio en Río de Janeiro.

En los albores de 1820 se produce la Batalla de Cepeda entre Estanislao López y Francisco Ramírez contra  Rondeau. Alvear se une –curiosamente a los caudillos- pues intentaba derrocar a Rondeau y ocupar su lugar.

Así fue, cae el Directorio.

Comienza la Anarquía del año XX, se suceden luchas y Alvear con apoyo de Sarratea combaten contra Soler al que vencen pero al tiempo Sarratea se vuelve contra Alvear y libera a Soler. Al tiempo Soler se vuelve contra su liberador Sarratea.

Alvear se va de la ciudad y busca refugio con Ramírez y López.

Estos luchan contra Soler al que vencen. El Cabildo de Buenos Aires nombre Gobernador a Manuel Dorrego.

Estando en Inglaterra en misión oficial, Alvear logra que Inglaterra reconozca la independencia de las Provincias Unidas, habida cuenta de las expresiones filo-inglesas de Alvear.

En 1824 y luego del triunfo definitivo de Bolívar contra los españoles, Alvear fue convocado para cumplir una delicada misión diplomática ante Bolívar, el objetivo oficial era felicitar al Libertador por sus recientes triunfos, negociar la devolución de la provincia de Tarija y lograr una alianza frente a la inminente guerra contra el Imperio del Brasil por la Banda Oriental.

Bolívar aceptara la propuesta del doctor Díaz Vélez y el 17 de noviembre de ese año ordenara al mariscal Antonio José de Sucre, flamante primer presidente de Bolivia, la devolución de Tarija contra su voluntad.

No obstante, la misión no tuvo el efecto buscado: tras un breve período de subordinación a las Provincias Unidas, el 26 de agosto de 1826 Tarija se incorporó a Bolivia

​En respuesta a la anexión boliviana, el Congreso Constituyente de la Argentina, sancionó la ley del 30 de noviembre de 1826 por la que declaró a Tarija y su territorio adyacente como una provincia argentina, separada de la de Salta.

Paralelamente, Alvear y Díaz Vélez presionaron a Bolívar para que interviniera en el conflicto que se avecinaba por la Banda Oriental.

Pero el venezolano se negaba a involucrarse, a pesar de que personalmente se sentía atraído por una causa que prometía agregar más laureles a su corona. (Aunque Sucre sí quería combatir contra los Imperiales)

Bolívar enfrentaba presiones del Reino Unido, a quien debía gran parte de su éxito y su gloria. El Libertador sabía que George Canning se oponía a que interviniera en la guerra que se avecinaba, y la inminente mediación británica y el interés de la corona británica por evitar un conflicto sugerían que la guerra no tendría lugar. Luego de que Bolívar partiera rumbo a Lima, Alvear decidió regresar a Buenos Aires. En su ausencia, en Buenos Aires el Congreso General había elegido presidente a Bernardino Rivadavia, que al regreso de Alvear lo nombró ministro de Guerra y Marina. Poco después y frente a la decisión del pueblo oriental de incorporarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Imperio del Brasil declaró la guerra a la Argentina.

Rivadavia lo nombra como comandante en jefe del ejército a mediados de 1826.

Desde el Ministerio de Guerra se dedicó a mejorar el estado y la organización del ejército. A fines de marzo de 1826 las tropas contaban con dos mil ochocientas plazas, en su mayoría reclutas. A estas fuerzas se sumaban cerca de 2500 milicias irregulares al mando del caudillo oriental Juan Antonio Lavalleja.

A su favor tenía cierta experiencia diplomática, que le hubiera permitido tener una visión amplia del problema político-diplomático, pero su experiencia en Río de Janeiro y Montevideo lo hacían más que sospechoso de pretender alcanzar objetivos políticos que nada tenían que ver con su misión. Sus enemigos dentro y fuera del ejército, que no eran pocos, temían “el poder militar que podría crearse” Alvear si lograba una victoria.

Al parecer, el gobierno no tenía interés en concentrar sus fuerzas para recuperar la Provincia Oriental; este objetivo era deseable —dentro de ciertos límites, ya que incluía reincorporar el puerto de Montevideo, rival del de Buenos Aires— pero no indispensable. El objetivo central era, solamente, lograr la paz en condiciones favorables.

En la batalla de Ituzaingó  conjuntamente con Oribe, Chilavert, Lavalleja y Lucio N. Mansilla, se obtuvo la más importante victoria de la guerra, el 20 de febrero de 1827.

Luego de la batalla de Ituzaingó el ejército argentino tenía sus tropas famélicas, sin pago de sus salarios, desordenada su contabilidad, graves abusos de sus tropas, indisciplina de la soldadesca, robo de ganado, etc.

Dorrego imputó todo eso y la mala conducción militar a Alvear.

Sin embargo Lucio V. Mansilla propuso la erección de un monumento al mismo, pero distintos políticos y militares se opusieron pues consideraban que el triunfo  argentino correspondía exclusivamente a sus oficiales. Que Alvear no tenía condiciones de estratégicas algunas. Que Alvear cometió un cúmulo de errores.

Casi todos los militares –aquellos que en el futuro iban a enrolarse en el Partido Unitario o Federal- coincidían en que Alvear, a aparte de ser soberbio, irritable y presuntuoso, carecía de capacidad militar, de una supina ignorancia en lo que correspondiese a la ciencia militar. Así lo veían Brandsen, Pacheco, Paz, Lavalle, Lavalleja, Chilavert, Olazábal, Olavarría, sea antes, durante y después de la batalla mencionada. Nunca, ni antes ni después, tantos oficiales de prestigio coincidieron en la falta de conducta e incapacidad absoluta de Alvear para capitanear el poderoso Ejército argentino. Uno de esos errores por su tozudez e ignorancia llevó a la muerte a Brandsen sacrificándolo en un episodio bélico que previsiblemente se sabía iba a fracasar.

La inexplicable conducta de Alvear que luego de vencer el ejército argentino al Brasil en la contienda al no perseguirlos hizo que el triunfo fuese estéril, recuperándose al tiempo el Imperio ocupando nuevamente las posiciones de San Gabriel y Bagé.

De tal modo, Alvear no pudo perseguir al enemigo y la victoria no significó la destrucción del ejército brasileño, aunque este se desbandó y sufrió importantes bajas pero el avance ya no podía continuar.

Falto de apoyo desde Buenos Aires, cuyo gobierno, el de Rivadavia, prefería concentrarse en enfrentar a los caudillos y gobernadores del interior —quienes no mostraron interés en apoyar al ejército porteño y no ayudaron en el envío de tropas y pertrechos— debió retroceder y dejar su ejército en posición defensiva.

En Junio de 1827 renunció y se retiró a Buenos Aires, dejando al general José María Paz y a Lavalleja al mando interinamente.

Paz, Lavalleja e Iriarte, declararon que la responsabilidad de la victoria de Ituzaingó fue de sus subordinados, y acusaron a Alvear de inacción por no haber intentado perseguir a los vencidos y destruir su ejército y buscado la derrota destruyendo su armamento.

Pero como estrategia general fue un fracaso: la victoria republicana de Ituzaingó fue una humillación para el ejército imperial pero no logró favorecer la posición argentina en la negociación: Manuel José García terminó cediendo todo.

La Convención Preliminar de Paz de 1827 firmada por García en Río de Janeiro,  asestó un golpe mortal a la presidencia de Rivadavia, quien se vio forzado a renunciar.

El Congreso Nacional y la Presidencia fueron disueltas y a los escasos días, Agosto de 1827, Manuel Dorrego asumió el poder como gobernador de Buenos Aires.

A los pocos días, y ante las pruebas y el vituperio general el nuevo gobernador de Buenos Aires tuvo que desterrar a Alvear por sus errores estratégicos y tácticos en la conducción de nuestro ejército.

Hasta el propio Lord Ponsonby dice de Alvear que “tanto como soldado y como hombre es inferior al desdén”.

En definitiva, prevalecieron los intereses del Reino Unido, y de los ‘oligarquilogistas’, (como los denominaba Dorrego), que hábilmente fomentaban la división en la Cuenca del Plata. El objetivo era la creación de un “estado tapón” que pudiera servir de base a los intereses británicos y garantizar la navegación del río de la Plata como aguas internacionales.

Presionado por la diplomacia británica y la banca controlada por comerciantes británicos Dorrego ratificó la “Convención Preliminar de Paz” de 1828, Tratado aciago que, en definitiva, declaró la independencia del Estado Oriental del Uruguay.

Durante la guerra civil entre Juan Manuel de Rosas y el general Lavalle, este lo nombró ministro de guerra y marina.

En 1832, el gobernador Rosas lo nombró ministro plenipotenciario en Estados Unidos de América para resolver un conflicto originado en las Islas Malvinas. Pero su mala salud y un cambio de gobierno dejaron este nombramiento en suspenso.

En 1835, Rosas reasumió el gobierno con la suma del poder público y las facultades extraordinarias iniciando una política de persecución a sus opositores.

Alvear entonces estableció contacto con el mariscal Andrés de Santa Cruz, presidente de la Confederación Perú-Boliviana, para solicitar su ayuda para derrocarlo. Esta conspiración fue descubierta por Rosas, que optó por deshacerse de Alvear nombrándolo embajador en Estados Unidos. La aceptación de este nombramiento por parte de Alvear fue considerada como una traición por los unitarios emigrados en Montevideo, como Lavalle, Paz, Iriarte, Mitre y Varela.

Desde el punto de vista civil, prohombres que estuvieron al lado de J.M. tenían un pensamiento Unitario, por lo menos al comienzo del gobierno de Rosas, como J. R. Balcarce y Tomás Guido.

Pero también confiaba en los conocimientos diplomáticos del Gral. Carlos María de Alvear, pero este hombre tenía una personalidad acomodaticia, intrigante y si bien se había vuelto uno de los jefes del unitarismo, pronto y viendo el cariz que tomaban los hechos históricos, se acercó a Rosas al comienzo de su mandato.

Éste, conociendo su capacidad pero también su perfil oblicuo, de alguna manera,  se lo sacó de encima‟ físicamente y lo envió como representante diplomático a los EE.UU. Costumbre que se repite todavía en estos tiempos.

Rosas no dejaba de conocer la catadura de los funcionarios de su gobierno. Conocía las habilidades diplomáticas de varios de ellos y estas serían útiles a su país en tanto y en cuanto fueran dirigidas sus acciones por el propio Restaurador que como era habitual en él, era puntilloso y cuidadoso en las ordenes que daba a sus subalternos, a los cuales vigilaba para que cumplieran su cometido, entre ellos y más que a nadie, a Carlos María de Alvear

Alvear partió hacia Estados Unidos a principios de 1838, cuando comenzaba el bloqueo francés al Río de la Plata.

Alvear era promotor de los intereses de Gran Bretaña en Sudamérica durante las primeras tres décadas del siglo XIX, por medio de sus aliados portugueses.

Pero luego, ya como embajador, defendió la postura adoptada por Rosas frente a las disputas con Francia y el Reino Unido, contradiciendo lo dicho por él en cartas a los diplomáticos ingleses en el sentido de que las Provincias Unidas debían pertenecer al Imperio Ingles. Dicha contradicción la hace notar Mitre que lo descalifica como patriota.

Permaneció como ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina en Estados Unidos hasta después de la caída de Rosas.

Luis Alberto Herrera  se extraña de la actitud de Rosas respecto a Alvear, cuando accede al poder, enviándolo como representante diplomático a los Estados Unidos de América: “Rosas, considerando a Alvear, y un doble agente, en vez de desterrarlo o condenarlo a muerte, lo mandó en misión diplomática a Estados Unidos, en 1838. […] Su familia quedó en Buenos Aires de rehén, dejando Rosas que lo acompañara solamente uno de sus hijos. Nunca más volvió a ver a su familia., ni nunca más volvió o su patria”.

Lo que se extraña Herrera tiene fácil explicación: Rosas pudo vislumbrar la influencia peligrosa que era Alvear para los destinos de nuestra soberanía y lo envió bien lejos de nuestro territorio...casi un destierro…

Carlos María de Alvear fue una figura sinuosa en la política nacional, adaptándose sin mayores problemas, a los gobiernos de turno tanto en la época de Rosas como en las sucesivas, quedando siempre „bien parado‟ con quien fuese.

Luego de Caseros, cuando cae Rosas, quiso congraciarse con Urquiza pidiéndole continuar en el cargo - lo cual Urquiza aceptó.

A su vez, recordemos que Diego de Alvear, hijo de mencionado, era un Unitario confeso que conspiraba contra el gobierno argentino y al cual Rosas, si bien controlaba sus acciones, tejió sobre ese desagradecido, un manto de piedad, dándole un „puente de plata‟ para que emigrara a los EE.UU donde estaba su padre.

Alvear, como vulgar ‘lamebotas‘ con una obsecuencia lamentable, le envía a Urquiza una carta el 14 de Julio de 1852 de agradecimiento donde le dice rindiéndole pleitesía al hasta el ayer enemigo de su gobierno ―acepto con el mayor gusto y placer la amistad que Ud. tiene la bondad de ofrecerme lo primero, porque en toda mi vida que más he deseado y buscado siempre, es el aprecio ,amistad de los hombres distinguidos que ha producido nuestro país y lo segundo por las pruebas de aprecio y consideración que Ud. se ha servido darme no tan solo con su ofrecimientos sino con haberme mandado la nueva credencial que me acredita de Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina cerca del Gobierno de los EEUU

El propio Alvear sabedor de que en Buenos Aires no era mirado con buenos ojos por sus permanentes dobleces políticas a lo largo de su historia que lo hacía nada confiable, le sugería en la misma carta Urquiza que hiciera conocer ésta en Buenos Aires para que la gente pudiera ver como él se congraciaba con las nuevas autoridades: “Yo desearía señor General que Ud. tuviese a bien hacer publicar la carta que he dirigido a Ud. pues creo conveniente al interés mismo de nuestros conciudadanos que se acostumbren a saber ser reconocidos a los grandes servicios, así como el mérito curándose también de la negra pasión de la envidia tan común entre nosotros y que ha sido tan funesta y que es la más convincente prueba de la mediocridad del entendimiento"

Bajeza y mediocridad pocas veces vista en documentos como éste.

Pero, Alvear le solicitaba algo más: que su próximo destino fuera a partir de ahora en otro país, con clima más benigno que el de los EE.UU el cual le afectaba su salud a su edad.

Urquiza desoyó sus pedidos y a los pocos meses Alvear moría en Nueva York, sin pena y menos gloria.

Este es el supuesto „héroe‟ de la nación al cual se lo tiene como figura patriótica inundando el país con su nombre: ciudades, monumentos, calles en su honor nos devuelven la imagen de la derrota como nación soberana desde 1852…Pobre país. Así estamos.

El pro-británico Alvear que luego de la caída de Rosas en cuyo gobierno él estuvo por 20 años como embajador en los Estados Unidos de Norteamérica, le envía una carta a su hijo Emilio en el que decía, oscilando entre su nuevo apoyo a Urquiza y volver a sus fuentes ‘centralistas’ y ‘aporteñadas’:

“Querido Emilio: Tú necesitas de la protección de un hombre que te fomente en tu carrera. Ese hombre no puede ser otro que el general Urquiza, a quien conceptúo el mejor general de la Confederación Argentina, como lo ha demostrado venciendo los hombres de más nota. Yo le noto cualidades muy superiores a San Martín en la parte militar. Sus ideas elevadas de tolerancia y generosidad, ese arte de Urquiza de olvidar los agravios, es admirable y sin ejemplo en América. Yo estoy cierto que no me engaño en las grandes cualidades que tiene el general Urquiza, porque lo juzgo por sus hechos, sin pasión y sin envidia. Esto no quita que no tenga defectos; pero es sabido que no hay ni ha habido hombre alguno; por grande que haya sido, que sea perfecto. Rivadavia en su género y Urquiza en el suyo, son los dos grandes hombres de nuestro país. Si las pasiones e ignorancias de nuestros conciudadanos no les permitieron apreciar al primero, no sería extraño que ahora no sepan tampoco apreciar al general Urquiza; pero la falta estaría aquí en el error, no en la ausencia de méritos... Carlos M. de Alvear”

La idea de Alvear, por su edad, era que Urquiza lo derivase a algún puesto diplomático en París, Francia al que así le pidió.

Pero Urquiza, que no era tonto y sabiendo cómo era Alvear, lo dejó en el frío de EEUU, durante algunos meses, donde finalmente murió, sin pena ni gloria en Nueva YorkEE.UU, el 3 de noviembre de 1852….

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www.elmensajerodelaconfederacionargentina.blogstpot.com

www.revisionistas.com.ar  (Oscar y Gabriel Turone)

www.lagazeta.com.ar  (Leonardo Castagnino)

www.periodico-el-restaurador.blogspot.com (Norberto Chiviló)

www.blogdeciamosayer.blogspot.com (Diego Ibarra)

 

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