CARLOS MARÍA DE
ALVEAR
(Algunos rasgos de un
sombrío filo inglés en el Plata)
Gonzalo V. Montoro Gil
Carlos
María de Alvear nacido como Carlos Antonio (Algunos autores atribuyen
a la violenta muerte de su madre el que llevara su nombre –María– en su honor).
Y
nació en las Misiones Orientales, Virreinato del Río de la Plata,
25 de octubre de 1789 (Actualmente Santo Ángelo en
territorio anexado a Río Grande del Sur tras
la conquista portuguesa de
1801).
Yendo
con sus padres hacia España en 1804 fueron abordados por un barco inglés que
mató a a su madre y sus 6 hermanos.
Esto
motivó la declaración de guerra de España al Reino Unido el 14 de diciembre de
1804 y fue antesala de la Batalla De Trafalgar
Fue
un militar, político y diplomático argentino de
larga trayectoria que ejerció el Directorio de
las Provincias Unidas del Río de la Plata durante
tres meses en 1815.
Alvear fue uno de los pocos oficiales de
carrera en participar de la Guerra de Independencia Hispanoamericana por
el bando revolucionario
Regresó
a Buenos Aires en marzo de 1812 en la fragata británica George
Canning, en el mismo barco en que viajaban San Martín, José Matías Zapiola, Martiniano Chilavert (niño
aún, que viajaba con su padre Francisco Chilavert)
Fue
quien presentó a San Martín en la sociedad porteña y
también su padrino de casamiento (así le pagó su gesto volviéndose enemigos)
Para
lograr tal fin encabezó con San Martín la revolución del 8 de octubre de 1812,
que reemplazó al Primer Triunvirato por el Segundo y
que convocó a la Asamblea del año XIII.
Organizó las elecciones de los representantes porteños y
de las provincias y fue el primer
presidente de dicha Asamblea.
Ambicionando
el poder político y basándose en el centralismo que había existido en el
antiguo virreinato, logró que la Asamblea General creara el Directorio a
cargo de un Director Supremo de
las Provincias Unidas del Río de la Plata,
para el cual hizo elegir a su tío Gervasio Antonio de Posadas (primo
de su madre)
La
Logia se dividió entre los partidarios de San Martín y los de Alvear, por lo
que este -con mayor influencia política- lo alejó del poder poniéndolo al mando
del Ejército del Norte.
El
director Supremo, Posadas, nombró a su sobrino Carlos María de Alvear
comandante del ejército que sitiaba a los realistas en Montevideo, reemplazando
a José Rondeau,
pero no asumió el mando de este ejército sino después de la victoria naval de
Brown frente a Montevideo, por lo que su actuación militar fue muy breve pero
exitosa.
La
victoria no dio todos los resultados positivos que se esperaban de ella por las
crecientes disidencias del gobierno central con José Gervasio Artigas, el
líder de los revolucionarios orientales:
este reclamó que la ciudad de Montevideo le fuera entregada a los orientales.
Alvear llamó a Artigas a negociar su entrega, pero Artigas, fue traicionado por
Alvear.
Los diputados orientales concurrieron a la Asamblea del año XIII,
pero no se les permitió la entrada lo que agravó aun más la situación de
enemistad entre los orientales y los directoriales,
llegando al extremo que el Directorio puso precio a la cabeza de Artigas,
declarándolo como un bandido.
Al
ver que no era obedecido, el director Supremo Posadas renunció; en su lugar, la
Asamblea nombró Director Supremo de
las Provincias Unidas del Río de la Plata a
Carlos María de Alvear para que cumpliera el resto de su mandato. Lo fue de
Enero a Abril de 1815, teniendo entre sus funcionarios mas cercanos a Manuel J.
García y a Gregorio García de Tagle, el que será Ministro o funcionario de
todos los miembros de los distintos Directores del Directorio, a lo largo de
los años.
Envía
a Manuel García al Brasil en enero de 1815 como Embajador, cuyo actuación fue
de una entrega de nuestra patria en términos ominosos y absolutos.
Alvear
fue el promotor de los intereses británicos a través de los portugueses
El
nuevo Director tenía solo 25 años y su breve gobierno fue calificado por muchos
como una verdadera dictadura.
Entre los que le objetaban se hallaba el entonces gobernador de Cuyo,
José de San Martín.
Alvear gobernó rodeado de su propia facción,
sostenido solo por la logia secreta a la que pertenecía y los oficiales adeptos
del ejército. Organizó una red de espionaje y arrestó sin juicio a sus
opositores e implantó una severa censura de prensa. Ante una posible
conspiración, sin juicio, ordenó ejecutar a un capitán de ejército y colgarlo
en la Plaza de Mayo.
Le
manda –a través de su representante en Rio de Janeiro Manuel J. García- dos
cartas a Lord Strangford (embajador
británico en Rio) y otra al Vizconde de Castlereagh (Ministro de RREE ingles)
"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver
de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no
está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano
exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite
en los horrores de la anarquía… En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a
tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su
Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es
el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes
que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación
una existencia pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra
de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres
sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna
idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder
concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez
que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política
del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece
grandes embarazos en la ejecución."
"Estas provincias desean pertenecer a Gran
Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo
poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe
del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para
librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los
momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe
plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su
beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus
avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la
ejecución…" "Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los
habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos
generosos... . Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de 1815. Carlos de
Alvear. "
Estas
cartas se las hace saber Manuel J. García (quizás uno de los más desembozados
representantes ingleses en estas tierras) a Sarratea el 5 de Febrero de 1816.
Solo
vergüenza y asco nos produce leer semejante entrega.
Ahora
bien, ¿Quién fue Manuel J. García?
Fue
toda su vida un liberal burócrata acomodaticio según los vientos de la
historia, al igual que Alvear.
Embajador
en Rio de Janeiro entre 1815 Y 1820.
Fue
partícipe de oposición enconada a Artigas, Apoyó la intervención española en
nuestras tierras con tal de acabar con Artigas y a la misma vez, la de los
Luso-brasileños (aunque prefería confidencialmente, la de estos últimos). Y asi
como entregaba su patria a los ingleses, no dejaba de buscar apoyo, por las
dudas, con los españoles (año 1815).
En
dicho año, les escribe el 23 de Agosto de 1815 una carta al Rey de España,
estando exiliado en Rio de Janeiro, donde prácticamente pide perdón por haber
luchado contra España y que sería conveniente que estas tierras volviesen al
poder de España:
“Es muy deplorable aun ‘español’ [sic] que ha nacido con honor y que procur6
acreditarlo entre los gloriosos defensores de la Nacion, presentarse ahora a
vindicar su conducta en actitud de delincuente y con las sombras de rebelde o
enemigo del Rey. Yo me habría ido lejos de los hombres a ocultar mi vergüenza
si no conservase una esperanza de hacer disculpables mis procedimientos o si
conociera menos de la clemencia del Soberano y la indulgencia de sus ministro”
Y
dice que ocupó el puesto de Director Supremo para “aventurarse a un paso decisivo que pusiese término a esta ‘maldita
revolución’ [sic] pero había quienes
no querían que el país volviese a su ‘antigua tranquilidad’ [sic]. Y por eso he
caído, por eso he sido víctima, porque mi decidido conato ha sido volver a
‘estos países’ (sic) a la ‘dominación de un Soberano’ (sic) que solamente puede hacernos felices”.
Pero el rey no le contestó.
Aunque
parezca mentira, Alvear se declara ‘español’,
que la Revolución de Mayo fue una ‘maldita
revolución’, se refiere a su patria como ‘estos países’ a los cuales ruega para que vuelvan a la ‘dominación de un soberano` para ser
felices.
Un
horror su genuflexión y ese es uno de los próceres que vemos alabado su
apellido a diario en calles, monumentos, ciudades.
Y si
su bajeza de entrega no prosperaba con los españoles, siempre estaba
Inglaterra.
Quería
la entrega de la Banda Oriental y las Provincias Unidas a Inglaterra, para que
ésta tuviera un protectorado en nuestras tierras y, de este modo, sacarse de
encima a Artigas a quien aborrecía.
Cuando
Alvear le da cartas a García (embajador en Rio de Janeiro) para que éste se las
diera a Lord Strangford y a Castelright,
en la cual Alvear rogaba que Inglaterra ocupara las Provincias Unidas
para que seamos una colonia inglesa y así acabar con Artigas y el Federalismo,
finalmente García, finalmente duda y no les da las cartas, sólo se las leyó a
los ingleses diplomáticos y pidió una mediación entre las Provincias Unidas y
España.
Fue
ministro de Gobierno de 1820 a 1826 de Martín Rodríguez y Gregorio Las Heras
Fue
en misión especial al Brasil en 1827 enviado por Rivadavia
Fue
Ministro de Hacienda de Rosas en su primer gobierno entre 1829 a 1834
El
sentido de estas cartas (leídas por los ingleses pero no entregadas por García)
muestra la intención de Alvear de solicitar un protectorado británico para las
Provincias del Río de la Plata. Estas cartas pueden ser consideradas como un
gesto de traición a la patria, si a ella se la entiende como una nación
independiente de toda dominación extranjera y no solamente de la corona
española
La
Banda Oriental, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y las provincias de
Cuyo manifestaron su disconformidad con Alvear, al que le endilgaban
representar al centralismo porteño.
Dado
que el peor enemigo para la causa del centralismo porteño
era Artigas, que dominaba la campaña de la Banda Oriental y la Mesopotamia.
Envió al almirante Brown a proponerle a Artigas, a cambio de la retirada de
este de las provincias del litoral, la independencia de toda la Banda Oriental,
como si fuera este pequeño designio el que llevaba el Jefe de los Orientales.
El ofrecimiento fue altivamente rechazado.
Álvarez
Thomas jefe de la vanguardia Alvearista, ante la rebelión de todos sus
oficiales y tropa debió retrotraerse y volverse
- (Motín de Fontezuelas- Abril
1815).
No
sabemos bien si Álvarez Thomas lo hizo a su gusto, aunque entendemos que no,
habida cuenta de sus posteriores acciones pergeñadas en conjunto con Nicolás
Herrera, González Balcarce, Manuel J. García y Gregorio Tagle en pos de
impulsar la conquista de la Banda Oriental por parte de los portugueses
aplastando a Artigas y con la idea posterior de que el Imperio de los Braganza
se apoderaran y colonizaran toda las Provincias Unidas extendiéndose el Imperio
hasta los confines de nuestra patria, todo ello acordado secretamente con el
gabinete lusitano y todo mencionado debidamente documentado (años 1815 y 1816).
Pero
en su momento la acción de Álvarez Thomas en Fontezuela es apoyada por San
Martín y Soler. San Martín se alegra de la caída de Alvear que era quien había
intentado reemplazar al Libertador de su cargo de Gobernador de Cuyo.
En
efecto, San Martín y Artigas eran sus enemigos principales. Ambos repudiaban
las actitudes de Alvear y nunca le brindaron su confianza.
“Debemos sacarnos de encima a San Martín,
hombre enemigo del centralismo'" decía Alvear por 1815.
Recordemos
que –según San Martin- Alvear, Perdriel y Manuel J. García quisieron
asesinarlo.
En
tal sentido San Martín le escribe una carta a García en la que le imputa ello: “Usted ha atacado mi reputación, usted me ha
puesto a este pueblo y a mí, en los mayores compromisos, usted me ha faltado a
su palabra y bajo este sagrado fugó usted del destino en que mi excesiva
condescendencia lo había puesto, para buscar modo de abatirme, y esto lo tengo
probado: pidió 15 o 20 asesinos al general Alvear para quitarme la vida”.
San
Martin, concordando con el pensamiento Federal de Artigas, dispuso una misa de
‘Acción de Gracias’ por la caída de Alvear.
Entonces
Alvear debió renunciar a su cargo solo tres meses después de haberlo asumido y
refugiarse en una fragata de guerra británica. Se dirigió a Brasil.
Sus partidarios, incluido Posadas, fueron arrestados. Junto con su Directorio
cayó también la Asamblea del Año XIII. El Cabildo nombra a Rondeau.
Digamos
que en 1817 se produjo la invasión luso-brasileña a
la Provincia Oriental que tomó la ciudad de Montevideo. El pueblo oriental
—dirigido por Artigas— logró mantener a los invasores limitados al control de
la ciudad. Alvear se instaló en la ciudad ocupada de Montevideo en mayo de
1818, luego de casi tres años de exilio en Río de Janeiro.
En
los albores de 1820 se produce la Batalla de Cepeda entre Estanislao López y
Francisco Ramírez contra Rondeau. Alvear
se une –curiosamente a los caudillos- pues intentaba derrocar a Rondeau y
ocupar su lugar.
Así
fue, cae el Directorio.
Comienza
la Anarquía del año XX, se suceden luchas y Alvear con apoyo de Sarratea
combaten contra Soler al que vencen pero al tiempo Sarratea se vuelve contra
Alvear y libera a Soler. Al tiempo Soler se vuelve contra su liberador
Sarratea.
Alvear
se va de la ciudad y busca refugio con Ramírez y López.
Estos
luchan contra Soler al que vencen. El Cabildo de Buenos Aires nombre Gobernador
a Manuel Dorrego.
Estando
en Inglaterra en misión oficial, Alvear logra que Inglaterra reconozca la
independencia de las Provincias Unidas, habida cuenta de las expresiones filo-inglesas
de Alvear.
En
1824 y luego del triunfo definitivo de Bolívar contra los españoles, Alvear fue
convocado para cumplir una delicada misión diplomática ante Bolívar, el
objetivo oficial era felicitar al Libertador por
sus recientes triunfos, negociar la devolución de la provincia de Tarija y
lograr una alianza frente a la inminente guerra contra el Imperio del Brasil
por la Banda Oriental.
Bolívar
aceptara la propuesta del doctor Díaz Vélez y el 17 de noviembre de ese año
ordenara al mariscal Antonio José de Sucre, flamante
primer presidente de Bolivia,
la devolución de Tarija contra su voluntad.
No
obstante, la misión no tuvo el efecto buscado: tras un breve período de
subordinación a las Provincias Unidas, el 26 de agosto de 1826 Tarija se
incorporó a Bolivia
En
respuesta a la anexión boliviana, el Congreso Constituyente de
la Argentina,
sancionó la ley del 30 de noviembre de 1826 por la que declaró a Tarija y su
territorio adyacente como una provincia argentina, separada de la de Salta.
Paralelamente,
Alvear y Díaz Vélez presionaron a Bolívar para que interviniera en el conflicto
que se avecinaba por la Banda Oriental.
Pero
el venezolano se negaba a involucrarse, a pesar de que personalmente se sentía
atraído por una causa que prometía agregar más laureles a su corona. (Aunque
Sucre sí quería combatir contra los Imperiales)
Bolívar
enfrentaba presiones del Reino Unido, a quien debía gran parte de su éxito y su
gloria. El Libertador sabía que George Canning se oponía a que interviniera en
la guerra que se avecinaba, y la inminente mediación británica y el interés de
la corona británica por evitar un conflicto sugerían que la guerra no tendría
lugar. Luego de que Bolívar partiera rumbo a Lima,
Alvear decidió regresar a Buenos Aires. En su ausencia, en Buenos Aires
el Congreso General había
elegido presidente a Bernardino Rivadavia, que al regreso de Alvear lo nombró
ministro de Guerra y Marina. Poco después y frente a la decisión del pueblo
oriental de incorporarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata, el
Imperio del Brasil declaró la guerra a la Argentina.
Rivadavia
lo nombra como comandante en jefe del
ejército a mediados de 1826.
Desde
el Ministerio de Guerra se dedicó a mejorar el estado y la organización del
ejército. A fines de marzo de 1826 las tropas contaban con dos mil ochocientas
plazas, en su mayoría reclutas. A estas fuerzas se sumaban cerca de 2500 milicias
irregulares al mando del caudillo oriental Juan Antonio Lavalleja.
A su
favor tenía cierta experiencia diplomática, que le hubiera permitido tener una
visión amplia del problema político-diplomático, pero su experiencia en Río de
Janeiro y Montevideo lo hacían más que sospechoso de pretender alcanzar
objetivos políticos que nada tenían que ver con su misión. Sus enemigos dentro
y fuera del ejército, que no eran pocos, temían “el poder militar que podría
crearse” Alvear si lograba una victoria.
Al
parecer, el gobierno no tenía interés en concentrar sus fuerzas para recuperar
la Provincia Oriental;
este objetivo era deseable —dentro de ciertos límites, ya que incluía
reincorporar el puerto de Montevideo, rival del de Buenos Aires— pero no
indispensable. El objetivo central era, solamente, lograr la paz en condiciones
favorables.
En
la batalla de Ituzaingó
conjuntamente con Oribe, Chilavert, Lavalleja y Lucio N. Mansilla, se obtuvo la
más importante victoria de la guerra, el 20 de febrero de 1827.
Luego
de la batalla de Ituzaingó el ejército argentino tenía sus tropas famélicas,
sin pago de sus salarios, desordenada su contabilidad, graves abusos de sus
tropas, indisciplina de la soldadesca, robo de ganado, etc.
Dorrego
imputó todo eso y la mala conducción militar a Alvear.
Sin
embargo Lucio V. Mansilla propuso la erección de un monumento al mismo, pero
distintos políticos y militares se opusieron pues consideraban que el
triunfo argentino correspondía
exclusivamente a sus oficiales. Que Alvear no tenía condiciones de estratégicas
algunas. Que Alvear cometió un cúmulo de errores.
Casi
todos los militares –aquellos que en el futuro iban a enrolarse en el Partido
Unitario o Federal- coincidían en que Alvear, a aparte de ser soberbio,
irritable y presuntuoso, carecía de capacidad militar, de una supina ignorancia
en lo que correspondiese a la ciencia militar. Así lo veían Brandsen, Pacheco,
Paz, Lavalle, Lavalleja, Chilavert, Olazábal, Olavarría, sea antes, durante y
después de la batalla mencionada. Nunca, ni antes ni después, tantos oficiales
de prestigio coincidieron en la falta de conducta e incapacidad absoluta de
Alvear para capitanear el poderoso Ejército argentino. Uno de esos errores por
su tozudez e ignorancia llevó a la muerte a Brandsen sacrificándolo en un
episodio bélico que previsiblemente se sabía iba a fracasar.
La
inexplicable conducta de Alvear que luego de vencer el ejército argentino al
Brasil en la contienda al no perseguirlos hizo que el triunfo fuese estéril,
recuperándose al tiempo el Imperio ocupando nuevamente las posiciones de San
Gabriel y Bagé.
De
tal modo, Alvear no pudo perseguir al enemigo y la victoria no significó la
destrucción del ejército brasileño, aunque este se desbandó y sufrió
importantes bajas pero el avance ya no podía continuar.
Falto
de apoyo desde Buenos Aires, cuyo gobierno, el de Rivadavia, prefería
concentrarse en enfrentar a los caudillos y gobernadores del interior —quienes
no mostraron interés en apoyar al ejército porteño y no ayudaron en el envío de
tropas y pertrechos— debió retroceder y dejar su ejército en posición defensiva.
En
Junio de 1827 renunció y se retiró a Buenos Aires, dejando al general José María Paz y a
Lavalleja al mando interinamente.
Paz,
Lavalleja e Iriarte, declararon que la responsabilidad de la victoria de
Ituzaingó fue de sus subordinados, y acusaron a Alvear de inacción por no haber
intentado perseguir a los vencidos y destruir su ejército y buscado la derrota
destruyendo su armamento.
Pero
como estrategia general fue un fracaso: la victoria republicana de Ituzaingó
fue una humillación para el ejército imperial pero no logró favorecer la
posición argentina en la negociación: Manuel José García terminó cediendo todo.
La Convención Preliminar de Paz de 1827
firmada por García en Río de Janeiro,
asestó un golpe mortal a la presidencia de Rivadavia, quien se vio
forzado a renunciar.
El
Congreso Nacional y la Presidencia fueron disueltas y a los escasos días,
Agosto de 1827, Manuel Dorrego asumió el poder como gobernador de Buenos Aires.
A
los pocos días, y ante las pruebas y el vituperio general el nuevo gobernador
de Buenos Aires tuvo que desterrar a Alvear por sus errores estratégicos y
tácticos en la conducción de nuestro ejército.
Hasta
el propio Lord Ponsonby dice de Alvear que
“tanto como soldado y como hombre es inferior al desdén”.
En
definitiva, prevalecieron los intereses del Reino Unido, y de los ‘oligarquilogistas’, (como los denominaba
Dorrego), que hábilmente fomentaban la división en la Cuenca del Plata. El
objetivo era la creación de un “estado tapón” que pudiera servir de base a los intereses
británicos y garantizar la navegación del río de la Plata como
aguas internacionales.
Presionado
por la diplomacia británica y la banca controlada por comerciantes británicos
Dorrego ratificó la “Convención
Preliminar de Paz” de 1828,
Tratado aciago que, en definitiva, declaró la independencia del Estado Oriental del Uruguay.
Durante
la guerra civil entre Juan Manuel de Rosas y
el general Lavalle, este lo nombró ministro de guerra y marina.
En
1832, el gobernador Rosas lo nombró ministro plenipotenciario en Estados Unidos de América para
resolver un conflicto originado en las Islas Malvinas.
Pero su mala salud y un cambio de gobierno dejaron este nombramiento en
suspenso.
En
1835, Rosas reasumió el gobierno con la suma del poder público y
las facultades extraordinarias iniciando una política de persecución
a sus opositores.
Alvear
entonces estableció contacto con el mariscal Andrés de Santa Cruz,
presidente de la Confederación Perú-Boliviana,
para solicitar su ayuda para derrocarlo. Esta conspiración fue descubierta por
Rosas, que optó por deshacerse de Alvear nombrándolo embajador en Estados
Unidos. La aceptación de este nombramiento por parte de Alvear fue considerada
como una traición por los unitarios emigrados en Montevideo, como Lavalle, Paz,
Iriarte, Mitre y Varela.
Desde
el punto de vista civil, prohombres que estuvieron al lado de J.M. tenían un
pensamiento Unitario, por lo menos al comienzo del gobierno de Rosas, como J.
R. Balcarce y Tomás Guido.
Pero
también confiaba en los conocimientos diplomáticos del Gral. Carlos María de
Alvear, pero este hombre tenía una personalidad acomodaticia, intrigante y si
bien se había vuelto uno de los jefes del unitarismo, pronto y viendo el cariz
que tomaban los hechos históricos, se acercó a Rosas al comienzo de su mandato.
Éste,
conociendo su capacidad pero también su perfil oblicuo, de alguna manera, se lo sacó de encima‟ físicamente y lo envió
como representante diplomático a los EE.UU. Costumbre que se repite todavía en
estos tiempos.
Rosas
no dejaba de conocer la catadura de los funcionarios de su gobierno. Conocía
las habilidades diplomáticas de varios de ellos y estas serían útiles a su país
en tanto y en cuanto fueran dirigidas sus acciones por el propio Restaurador
que como era habitual en él, era puntilloso y cuidadoso en las ordenes que daba
a sus subalternos, a los cuales vigilaba para que cumplieran su cometido, entre
ellos y más que a nadie, a Carlos María de Alvear
Alvear partió hacia Estados Unidos a
principios de 1838, cuando comenzaba el bloqueo francés al Río de la Plata.
Alvear
era promotor de los intereses de Gran Bretaña en Sudamérica durante las
primeras tres décadas del siglo XIX, por medio de sus aliados portugueses.
Pero
luego, ya como embajador, defendió la postura adoptada por Rosas frente a las
disputas con Francia y
el Reino Unido, contradiciendo lo dicho por él en cartas a los diplomáticos
ingleses en el sentido de que las Provincias Unidas debían pertenecer al
Imperio Ingles. Dicha contradicción la hace notar Mitre que lo descalifica como
patriota.
Permaneció
como ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina en
Estados Unidos hasta después de la caída de Rosas.
Luis
Alberto Herrera se extraña de la actitud
de Rosas respecto a Alvear, cuando accede al poder, enviándolo como
representante diplomático a los Estados Unidos de América: “Rosas, considerando a Alvear, y un doble
agente, en vez de desterrarlo o condenarlo a muerte, lo mandó en misión
diplomática a Estados Unidos, en 1838. […] Su familia quedó en Buenos Aires de
rehén, dejando Rosas que lo acompañara solamente uno de sus hijos. Nunca más
volvió a ver a su familia., ni nunca más volvió o su patria”.
Lo
que se extraña Herrera tiene fácil explicación: Rosas pudo vislumbrar la influencia
peligrosa que era Alvear para los destinos de nuestra soberanía y lo envió bien
lejos de nuestro territorio...casi un destierro…
Carlos
María de Alvear fue una figura sinuosa en la política nacional, adaptándose sin
mayores problemas, a los gobiernos de turno tanto en la época de Rosas como en
las sucesivas, quedando siempre „bien parado‟ con quien fuese.
Luego
de Caseros, cuando cae Rosas, quiso congraciarse con Urquiza pidiéndole
continuar en el cargo - lo cual Urquiza aceptó.
A su
vez, recordemos que Diego de Alvear, hijo de mencionado, era un Unitario
confeso que conspiraba contra el gobierno argentino y al cual Rosas, si bien
controlaba sus acciones, tejió sobre ese desagradecido, un manto de piedad,
dándole un „puente de plata‟ para que emigrara a los EE.UU donde estaba su
padre.
Alvear,
como vulgar ‘lamebotas‘ con una obsecuencia lamentable, le envía a
Urquiza una carta el 14 de Julio de 1852 de agradecimiento donde le dice
rindiéndole pleitesía al hasta el ayer enemigo de su gobierno ―acepto con el
mayor gusto y placer la amistad que Ud. tiene la bondad de ofrecerme lo
primero, porque en toda mi vida que más he deseado y buscado siempre, es el
aprecio ,amistad de los hombres distinguidos que ha producido nuestro país y lo
segundo por las pruebas de aprecio y consideración que Ud. se ha servido darme
no tan solo con su ofrecimientos sino con haberme mandado la nueva credencial
que me acredita de Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina
cerca del Gobierno de los EEUU”
El
propio Alvear sabedor de que en Buenos Aires no era mirado con buenos ojos por
sus permanentes dobleces políticas a lo largo de su historia que lo hacía nada
confiable, le sugería en la misma carta Urquiza que hiciera conocer ésta en
Buenos Aires para que la gente pudiera ver como él se congraciaba con las
nuevas autoridades: “Yo desearía señor General que Ud. tuviese a bien hacer
publicar la carta que he dirigido a Ud. pues creo conveniente al interés mismo
de nuestros conciudadanos que se acostumbren a saber ser reconocidos a los
grandes servicios, así como el mérito curándose también de la negra pasión de
la envidia tan común entre nosotros y que ha sido tan funesta y que es la más
convincente prueba de la mediocridad del entendimiento"
Bajeza
y mediocridad pocas veces vista en documentos como éste.
Pero,
Alvear le solicitaba algo más: que su próximo destino fuera a partir de ahora
en otro país, con clima más benigno que el de los EE.UU el cual le afectaba su
salud a su edad.
Urquiza
desoyó sus pedidos y a los pocos meses Alvear moría en Nueva York, sin pena y
menos gloria.
Este
es el supuesto „héroe‟ de la nación al cual se lo tiene como figura patriótica
inundando el país con su nombre: ciudades, monumentos, calles en su honor nos
devuelven la imagen de la derrota como nación soberana desde 1852…Pobre país.
Así estamos.
El
pro-británico Alvear que luego de la caída de Rosas en cuyo gobierno él estuvo
por 20 años como embajador en los Estados Unidos de Norteamérica, le envía una
carta a su hijo Emilio en el que decía, oscilando entre su nuevo apoyo a
Urquiza y volver a sus fuentes ‘centralistas’
y ‘aporteñadas’:
“Querido Emilio: Tú necesitas de la protección de un
hombre que te fomente en tu carrera. Ese hombre no puede ser otro que el general
Urquiza, a quien conceptúo el mejor general de la Confederación Argentina, como
lo ha demostrado venciendo los hombres de más nota. Yo le noto cualidades muy
superiores a San Martín en la parte militar. Sus ideas elevadas de tolerancia y
generosidad, ese arte de Urquiza de olvidar los agravios, es admirable y sin
ejemplo en América. Yo estoy cierto que no me engaño en las grandes cualidades
que tiene el general Urquiza, porque lo juzgo por sus hechos, sin pasión y sin
envidia. Esto no quita que no tenga defectos; pero es sabido que no hay ni ha
habido hombre alguno; por grande que haya sido, que sea perfecto. Rivadavia en su género y Urquiza en el
suyo, son los dos grandes hombres de nuestro país. Si las pasiones e ignorancias de nuestros conciudadanos no les
permitieron apreciar al primero, no sería extraño que ahora no sepan tampoco
apreciar al general Urquiza; pero la falta estaría aquí en el error, no en la
ausencia de méritos... Carlos M. de Alvear”
La
idea de Alvear, por su edad, era que Urquiza lo derivase a algún puesto
diplomático en París, Francia al que así le pidió.
Pero
Urquiza, que no era tonto y sabiendo cómo era Alvear, lo dejó en el frío de
EEUU, durante algunos meses, donde finalmente murió, sin pena ni gloria
en Nueva York, EE.UU, el 3 de noviembre
de 1852….
***
FUENTES
ARANA, Enrique (h) (‘Rosas y la Política Exterior’-Instituto Panamericano de Cultura-1954)
BRIENZA,
Hernán (“El Loco Dorrego-El último
revolucionario”-Ed. Marea SRL-2007)
BRIENZA,
Hernán (“Urquiza, el Salvaje-el traidor
que constituyó la nación”- Ed.Aguilar-2017-)
CHAVEZ,
Fermín (‘La Confederación –un Proyecto Nacional Olvidado’- Ed.
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