sábado, 18 de septiembre de 2021

SOBRE EL CONCEPTO DEL ‘CAUDILLO’ Y SU PAPEL EN LA SOBERANÍA DE SU PATRIA

 

SOBRE EL CONCEPTO DEL ‘CAUDILLO’ Y SU PAPEL EN LA SOBERANÍA DE SU PATRIA


Gonzalo V. Montoro Gil

 


   

La definición de ‘Caudillo’ en cuanto a su sentido positivo o negativo fue variando con el tiempo.

Dice la historiadora Oriental Ana Ribeiro en su obra  dedicada a la vida de José Gervasio de Artigas que “La historiografía contemporánea le da a ‘Caudillo’ el sentido de ‘gaucho mejor’, reconociendo el liderazgo como una de las formas primitivas de asociación política. Sin embargo, entre sus contemporáneos solo lo llamaron así sus detractores. Para sus seguidores, en cambio, los títulos eran, ora pomposos, ora formales según legitimaran o solamente nominara: ‘El General’, ‘el Protector’ o ‘Artigas’ simplemente. Luego en la historiografía del siglo XX, ‘Caudillo’ y ‘Gaucho’ pasaron a ser superlativos de patriotismo. El ‘Caudillo’ es, pues, una elaboración historiográfica que sintetiza el liderazgo invirtiendo el estigma aunque recibió como forma política nueva que irrumpía en el Plata”.

La autora nos presenta un párrafo escrito al respecto por Juan B. Alberdi por el cual Alberdi entiende que dicho nombre de ‘Caudillo’ era dado por los realistas a quienes combatían contra ellos y que, como no eran militares de carrera, no querían darles el nombre, entidad de ‘Generales’ a sus jefes; por esa razón entonces los llamaban ‘Caudillos’ en forma despectiva.

“¿Qué hacían los pueblos para luchar contra España y contra Buenos Aires, en defensa de su libertad amenazada de uno y otro lado? No teniendo militares en regla, se daban jefes nuevos sacados de su seno. Como todos los jefes populares eran simples paisanos los más de las veces. Ni ellos ni sus soldados improvisados como ellos, conocían ni podían practicar la disciplina militar. Al contrario, triunfar de !a disciplina, que era el fuerte del enemigo, por la guerra a discreción y sin regla, debía ser el fuerte de los caudillos de la independencia (...). El realismo español fue el primero que llamó caudillos, por apodo, a los jefes americanos en quienes no quería ver generales".

Caudillo’ deriva del Latín: ‘capitellium’, ‘cabeza’: es un término empleado para referirse a un cabecilla o líder, ya sea político, militar o ideológico

A lo largo de los tiempos distintos Caudillos, líderes o grupo de líderes políticos han llevado a sus naciones a lo más alto de los logros civilizadores políticos, sociales y económicos.

Han quedado registrados en los libros de historia como artífices, creadores de imperios donde ha brillado la cultura, la política en su más alto grado y que produjeron tal grado de grandeza de sus naciones que han sido amados por sus pueblos (aunque seguramente no lo han sido por otros pueblos extraños que los han combatido).

Ahora bien, surge una pregunta: ¿Para que dichos Caudillos existan y triunfen, es necesario la existencia de un pueblo cuya media esté constituido por hombres y mujeres de gran valor, de gran carácter, de gran patriotismo para que surja de entre ellos el Caudillo que los conduzca o guíe a la gloria?

O al revés ¿la existencia de un Caudillo emergente de una sociedad chata, mediocre, mesócrata, pusilánime, hedonista, puede hacer que dicha sociedad se yerga, haga aparecer en muchos de sus habitantes un valor hasta tanto desconocido, haga aparecer valentías  y patriotismo hasta ese momento totalmente inexistentes o escondidos arrastrando a su pueblo dormido a una resurrección y grandeza?

Entonces ¿cómo poder discernir las semejanzas entre los políticos y el pueblo al que dicen representar?.¿Los pueblos tienen gobiernos que se les parecen en su excelsitud o en su mediocridad y debilidad? Esto viene a cuento por algunas frases o reflexiones que se encuentran en la literatura de distintos lugares y que hacen meditar sobre el interrogante anterior.

Por ejemplo,  Joseph de Maistre, dice que “toda nación tiene el gobierno  que se merece” y si el gobierno es mediocre o decididamente malo, es consecuencia de un pueblo que lo eleva o sostiene de la misma laya, entendiendo de tal forma la ignorancia de dicha sociedad en esa época. No sabemos a ciencia cierta si la definición de De Maistre es así en cuanto a los ‘merecimientos’ pero la vida no se basa solo en ‘merecimientos’ que es más una expresión de anhelo que de realidades. En  definitiva ‘facta, non verba’.

Hay varios pensadores de distintas épocas que con distintas palabras tienen un pensamiento similar. Jacinto Benavente: “Los pueblos débiles y flojos, sin voluntad y sin conciencia son los que se complacen en ser mal gobernados”. También Simón Bolívar dijo “ Un pueblo ignorante es un instrumento ciego  de su propia destrucción”. Y Víctor Hugo: “Entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente hay una cierta complicidad vergonzosa”.

Y también, con ironía y agudeza, un periodista  y escritor brasileño  llamado Apparicio Fernando de Brinkerhoff Torelly (Barón de Itararé), dijo a principios del siglo XX: “Si hay un idiota en el poder es porque quienes lo eligieron están bien representados”.

Con esto no queremos decir, necesariamente, que todo un pueblo sea consciente de su destino o de su voluntad de grandeza, pero si, mínimamente, una extensa clase dirigente que marche en tal sentido y que con sus acciones lleve a su pueblo a ese destino de grandeza y unidad que pergeñaron, pues de lo contrario estaría claro que de un pueblo desesperanzado, entregado al poder extranjero sería casi imposible la existencia o el liderazgo de un Caudillo nacional.

Esto trae a la memoria que en la lucha que hemos tenido con el Imperio o la Republica del Brasil, sobre todo durante muchos años previos y posteriores a la batalla de Caseros en 1852 observamos que de nuestro lado, y en cuestiones políticas y diplomáticas, solo teníamos a Juan Manuel de Rosas como un brillante político y diplomático; el cual ponía sobre sus hombros todo el peso del ejercicio de gobierno de la Confederación Argentina; quienes lo secundaban si bien eran buenos ayudantes y amanuenses se movían al compás de las ideas y acciones de Rosas (Manuel Moreno, Manuel de Sarratea, Bernardo de Irigoyen, Felipe Arana, Vicente López y Planes, Tomás Guido, etc) pero carecían de una sostenida y preclara visión propia de política nacional completa. En definitiva Rosas estaba solo en cuanto a creación y sostenedor de dicha política nacional, sobre todo luego de muerto Tomás de Anchorena en 1847, el único que podía estar a su altura en estrategia política y diplomática.

Tan es así que apenas Rosas pierde en Caseros, todos se dieron vuelta y se acomodaron sin ponerse colorados a las nuevas ideas políticas de los vencedores totalmente contrarias a las políticas nacionales implementadas hasta el día anterior al 3 de Febrero de 1852 por el Gobierno soberano de Rosas y la Confederación Argentina.

En cambio el Brasil durante años y años antes de Caseros y también durante años y años luego de dicha batalla, tuvieron y sostuvieron una política nacional coherente, persistente basada, no solo en el Emperador Don Pedro II, sino en un cuerpo político y diplomático, innumerable, extraordinario, homogéneo, solido y creativo en varias áreas que finalmente les dio el triunfo.

El libro de José María Rosa (‘La Caída de Rosas’) es detallado al respecto: Honorio Hermeto Carneiro Leao (‘Marqués de Paraná’), Paulino José Soares de Souza, (‘Vizconde de Uruguay’), Manuel Marques de Souza, (‘Conde de Porto Alegre ‘), Bernardo Pereyra de Vasconcellos, Luis de Lima e Silva (‘Duque de Caxias’), Rodrigo de Souza de Silva Pontes, Antonio Paulino Limpo Abreu (‘Vizconde de Abaté’),  Evangelista de Souza (‘Vizconde de Mauá’), Pimienta Bueno, Ponte Ribeiro, y tantos otros establecen una enorme y sólida corporación política y geopolítica prácticamente indestructible y de una visión a largo plazo y sin tiempo en los intereses de su patria.

Pues bien, sea como sea, no queda claro si esta pléyade de políticos y pensadores brasileños excepcionales fueron una emergente de un pueblo consciente de su grandeza o al revés; la existencia de estos grandes hombres –a pesar de un pueblo sin mayores luces- llevó a su pueblo y nación toda a la grandeza política y territorial que hoy ostenta. En frente, solo Rosas en su soledad.

En el Cantar del Mio Cid, verso 20 se le hace decir al pueblo de Burgos al ver pasar a Rodrigo Díaz de Vivar (‘El Cid Campeador’) héroe de aquellos tiempos “Dios, que buen vasallo si hubiese buen señor”  acusando al Rey Alfonso VI de haber rechazado a tan buen soldado. Dando a entender que el Cid, representando a un pueblo valeroso mucho no podía hacer al no haber un líder, un rey que guiara valerosa y sabiamente a ese pueblo encarnado en el Cid. Habla de la impotencia, como diría Antonio Caponnetto, de un pueblo representado por heroicos vasallos de un Rey ausente que no se pone a la cabeza de su nación

Aquí se quiere sugerir que no necesariamente la calidad menor de un gobernante implica que su pueblo –en este caso, representado por el Cid, su vasallo y los burgaleses- sea de la misma condición mediocre, pero que si hubiese un Rey (‘Señor’) a la altura de los tiempos que supiera conducir o guiar, seguramente el vasallo hubiera sido mejor todavía y hubiera conquistado con su lucha la grandeza de su tierra.

José Hernández en su ‘Martín Fierro’ hace decir al protagonista que sufría la persecución del Unitarismo triunfante en todo el territorio que dicho sufrimiento iba a terminar recién cuando “…venga algún criollo en esta tierra a mandar”.

Esto significaría que la aparición de un jefe arrastraría al pueblo dormido a su resurrección y no que un pueblo despierto y vencedor haría emerger un Caudillo o Conductor que lo guiara. Así pues, una sociedad debilitada, anárquica, desquiciada socialmente y en estado de descomposición puede ser un escenario ideal para la aparición de una nueva y sana dictadura nacional  que ponga orden, a criterio de Hernández.

Planteados los hechos surge nuevamente el interrogante que planteamos arriba: ¿Para que un pueblo avasallado, golpeado, resurja, se reconstituya requiere como condición una base, una materia prima de un pueblo inteligente existencialmente y de tal forma el Caudillo ya aparecerá inevitablemente? . Un ejemplo de ello fue José G. de Artigas que tenía un pueblo con conciencia histórica que lo seguía a sol y sombra luchando a brazo partido a su lado y que confiaba en su liderazgo para conservar su libertad frente al imperio brasileño que intentaba una y otra vez apoderarse de la Banda Oriental.

 O, por el contrario, ¿la reconstitución de una nación pasa no tanto porque haya  un pueblo valiente, guerrero, sólido en su conocimiento de destino universal para que exista el surgimiento de un Caudillo sino que aparezca primero un Caudillo entre tanta debilidad o mediocridad del pueblo de donde surge guiando a esas masas informes, de honda chatura volitiva y cultural a una restauración de su carácter nacional y una entrega persistente para la grandeza de tu patria?.

Según nos presenta Antonio Caponnetto en referencia a una Encíclica de Pío XI sobre el maestro llamada 'Divini Illius Magistri’  del 31 de Diciembre de 1929, por el cual nos enseña que primero es el Caudillo, el guía, el educador cristiano, el jefe que se impone a fuerza de lucidez y coraje un destino promisorio a su pueblo.

Ahora bien, podría pasar que existiese ese Caudillo pero la existencia de una sociedad envilecida, corrompida en sumo grado haría que ese Caudillo quedase ‘invisibilizado’, sin reconocer y seguir a sus arquetipos, al decir de Caponnetto. En ese caso podrían existir Caudillos, patriotas tomados como modelos, como arquetipos pero quedarían ‘en potencia’ pues no habría una sociedad que los reconozca como tales. (Es lo que entendemos pasa en la Argentina: tenemos un excelente jefe Mohamed Seineldín a visa de ejemplo, pero el pueblo en masa no supo percibir la grandeza de uno de los últimos Caudillos de nuestra patria.-

Entonces, sí, podemos decir que lo primero es el Caudillo pero debe haber un pueblo, unos dirigentes salidos de dicho pueblo que reconozcan su existencia, su honor y dignidad, que lo perciba como nuestro pueblo en su momento reconoció a Juan Manuel de Rosas como su Caudillo que lo guiaría a la grandeza de patria.

Esto último nos lleva a la época previa a la guerra civil española y a José Antonio Primo de Rivera o Francisco Franco donde el pueblo era un desquicio sin voluntad de grandeza perdiendo su norte hundiéndose hasta casi desaparecer como entidad soberana. Pero aparecieron estos hombres y un pequeño grupo de dirigentes que llevaron en una titánica lucha a hacer resurgir a España y a un pueblo que pareció despertar de su letargo imprevistamente, en una reacción visceral y de supervivencia.

Comentaba José Antonio Jiménez Arnau lo que siempre decía José Antonio Primo de Rivera sobre el Jefe o Líder: “el jefe no debe obedecer al pueblo. Debe servirlo, que es cosa distinta: servirlo es ordenar el ejercicio del mando hacia el bien del pueblo, procurando el bien del pueblo regido aunque el pueblo mismo desconozca cuál es su bien; es decir: sentirse acorde con el destino histórico popular, aunque se disienta de lo que la masa apetece”

Aun más, y ante cualquier duda José Antonio Primo de Rivera decía que “únicamente las minorías son las que hacen la Historia y las revoluciones”.

Nazareno Mezzetti haciendo referencia a Stuart Mill decía que para el inglés ningún Estado ha podido nunca elevarse por encima de la mediocridad sino solo allí donde el pueblo se ha dejado guiar por el consejo o influencia de uno o pocos hombres dotados de genio superior y mas instruidos que la generalidad.

También y en el mismo sentido Benito Mussolini decía que en el movimiento obrero se ha tratado siempre de minorías exiguas que las guiaban.

La duda no es ociosa: ante la existencia de un pueblo fuerte, con voluntad de existir independiente, con cohesión, con carácter, con afán de trascender y hacer trascender a su nación en el concierto de naciones, bueno, el Caudillo que los guíe aparecerá en algún momento de entre ese pueblo, pero ¿es condición necesaria dicha clase de pueblo o de un grupo de dirigentes?

Por el criterio presentado por estos últimos pensadores referidos parecería que no…y eso sería una bendición para nuestro pueblo.

Pues si es ello necesario, vemos difícil que surja de la nada un Caudillo en Argentina (por lo deshilachado, débil, materialista, entregado solo al consumo, olvidado de sus raíces, falto de sacrificio, timorato que hoy se presenta nuestro pueblo) y que haga resucitar a nuestros hombres y como consecuencia poner a nuestra patria de pie en pleno ejercicio de su soberanía. Dios dirá….

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FUENTES

HERNANDEZ, José (‘Martín Fierro’-Canto XII – ‘Ansí estuve en la partida’. - 347 y ss).

JIMÉNEZ ARNAU, José Antonio (“La Semana De José Antonio En La Radio Nacional” –conferencia de José Antonio Jiménez Arnau -19-11-1938- en ‘Dolor Y Memoria De España’-En el 2do.Aniversario de la muerte de José Antonio- Ediciones Jerarquía—1939, Madrid, España)

MAISTRE, Joseph de (‘Consideraciones sobre Francia’- 1797)

MAISTRE, Joseph de (‘Cartas a un caballero ruso sobre la Inquisición española’).

MEZZETTI, Nazareno (‘MUSSOLINI y La Cuestión Social’ – Ediciones El Baluarte-Bs.As-Argentina- pag.26/27-2020)

MONTORO GIL, Gonzalo V ('Dictadura' no es sinónimo de 'Tiranía')- El Mensajero de la Confederación Argentina – Agosto 2021)

https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2021/08/dictadura-no-es-sinonimo-de-tirania.html.

MONTORO GIL, Gonzalo V. (‘El Empirismo Organizador Como Base Para La Restauración De La Soberanía Nacional’- El Mensajero de la Confederación Argentina – Febrero 2019)

https://elmensajerodelaconfederacionargentina.blogspot.com/2019/02/el-empirismo-organizador-como-base-para_27.html- fEBRERO 2019

PIO XI (Enciclica ‘Divini Illius Magistri’ del 31 de Diciembre de 1929)

RIBEIRO, Ana (“El Caudillo y el Dictador”- Editorial Planeta, Montevideo- 4ta. Edición 2008).

XIMENEZ DE SANDOVAL, Felipe (“José Antonio, Biografía Apasionada” 7ma. Edición, pag.461- Fuerza nueva Editorial-1976, Madrid, España)

 

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