Reivindicación del ‘Saludo Íbero’
Gonzalo V. Montoro Gil
Normalmente la historia nos ha transmitido la expresión
“saludo a la romana” para referirse a menudo al saludo que empleaban los
romanos clásicos y después los diversos movimientos fascistas en el siglo XX.
Sin embargo, este saludo no fue inventado por los romanos, sino más bien por
los íberos. Los romanos se apropiaron de muchas cosas y las adaptaron cultural
y militarmente de los pueblos que invadían, como, por ejemplo, los rituales y
actos religiosos griegos.
Este saludo, con
origen entre los íberos, según el gran arqueólogo español de la primera mitad
del siglo XX, J. Cabré, el característico saludo de los íberos con el brazo
extendido y la mano abierta, de entre los siglos V al I a. C., fue adoptado por
los romanos conjuntamente con el “Gladius Hispaniensis” (espada ibérica) al
entrar estos en contacto con los pueblos hispanos.
Para los íberos era un
gesto revestido de especial sacralidad, pues en los exvotos de los santuarios,
ellos mismos se auto representaban, con frecuencia, saludando e invocando a las
Divinidades en pie y efectuando el “saludo étnico” tradicional de su pueblo.
Los romanos no
hicieron sino asimilarlo a sus propios usos y costumbres culturales. De hecho,
los romanos se refieren a este como “SALUTATIO IBERICA”. El saludo habitualmente representado, es de la palma derecha levantada,
con el brazo flexionado, presentando la palma a la persona a quien se le hace.
Pero en las legiones, al convertirse en saludo
militar, se hacía de una forma más rígida, flexionando un poco el brazo, o
manteniéndolo recto, sin flexionarlo (entonces, en vez de extenderse
verticalmente, se hacía inclinado unos 45º sobre
la horizontal, y con la palma hacia abajo).
Así, en Roma se
estableció el conocido como "saludo romano", extendiendo el brazo
hacia delante, de manera recta, con la palma de la mano hacia abajo. El brazo
se extendía de forma paralela al suelo o formando un ángulo no determinado
hacia arriba. Aunque se denomine como romano no siempre se usó en la larga
Historia romana, siendo mas frecuente en tiempos del Imperio.
De tal modo, podemos
verlo en la Columna Trajana donde los legionarios saludan al emperador, y en
muchas estatuas de emperadores, especialmente en las de Augusto, tan comunes
por toda la geografía imperial, o en el retrato ecuestre de Marco Aurelio, por
aludir a algunos ejemplos sobresalientes.
Prueba de la variedad
en las formas de este signo tendríamos un relieve del siglo El d.C. en Efeso
donde el saludo en los funerales de un militar se hace con la mano abierta
hacia delante, pero hacia el suelo en un ángulo de cuarenta y cinco grados.
En el Reglamento de 1ª
Linea de las Milicias falangistas, en su capítulo 6 se recoge que “el saludo se hará en la posición de
firmes... levantarán el brazo derecho, hasta formar un ángulo de 45 grados a la
vertical con la mano abierta y la palma vuelta hacia el frente.”
Se eligió asi frente a la violencia marxista y socialista del puño cerrado y de tono amenazador.
En el siglo XX el "saludo romano" reaparece en Europa al poco de terminar la Gran Guerra, cuando Gabriele D'Annunzio dirige al grupo armado de italianos en el asalto al Fiume, expresión del irredentismo italiano, y de los inicios del fascismo.
El "saludo romano" comienza a reaparecer en estados como el
Fascista (los Fascio di Combattimento
italianos), Nacionalsocialista Alemán, Falangismo español, Rexismo belga, la
Guardia de Hierro rumana, etc.
Este saludo tambien se utilizó
en las primeras Olimpiadas moderna.
Inclusive en los EE.UU.
EEUU, donde el clérigo Francis Bellamy popularizó un gesto similar en 1892 como
acompañamiento al juramento de lealtad a la bandera. El brazo se extendía hacia el cielo con leve inclinación
hacia delante, pasando a convertirse en el "saludo Belamy'.
Los Estados Unidos cambian en 1942 el juramento de lealtad a la bandera por el actual, consistente en llevarse la mano derecha al pecho a la altura del corazón, con clara connotación masónica.
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En fin,
en algunos casos puede decirse que el saludo brazo en alto pasó de ser un mero
saludo afectuoso y de confianza a convertirse en un juramento, como es el caso
también en la Argentina el ‘Juramento A La Bandera’ que se hace con el brazo
extendido (‘saludo íbero’), aunque no todos lo sepan.
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