miércoles, 10 de abril de 2019

EL "HOMO LABORIOSUS" (Sobre el mito del éxito o la angustia como causa y efecto de la carrera hacia ninguna parte)

EL "Homo Faber(Sobre el mito del éxito o la angustia como causa y efecto de la carrera hacia ninguna parte)

Gonzalo Vicente Montoro Gil


Sumario: I.- Introducción / II.- La naturaleza del hombre/  III.- El hombre moderno: el Homo Laboriosus (la cultura del éxito- la falacia de la pertenencia - el sistema basado en las paradojas)/ IV.- Mi trabajo=mi hogar/ V.- Algunas conclusiones/.-


I. Introducción

Como el liberalismo económico exalta las tensiones sociales -al igual que el marxismo- presionando a los trabajadores de todos los niveles para que se devoren unos a otros -el llamado 'hombre lobo del hombre' - bajo un individualismo caníbal y sanguinario disolviendo la sociedad naturalmente gregaria en un conglomerado de seres dispersos y egoístas, sin ningún tipo de solidaridad personal ni menos, social...azuzando a las personas bajo el mito del éxito, creando un monstruo, que facilita su dominación ...EL HOMO FABER....

Es muy común que el ámbito del derecho del trabajo se estudie e intente comprender la naturaleza de dicha rama del derecho. Abundan los ensayos doctrinarios, los trabajos de análisis normativo nacional e internacional, trabajos de política social, análisis de fallos y las tendencias jurisprudenciales de distintos y distinguidos colegas.

Pero a veces nos olvidamos que el objeto del cuidado y estudio del derecho del trabajo tiene como protagonista a una persona en su calidad de trabajador.
Y esa persona cuya calidad a estos efectos es la de ser un trabajador, es ante todo eso: persona. Y como tal, infungible.

Toda persona a causa del trabajo, se modifica a sí misma; y también su operar, modifica al trabajo porque este lleva su impronta. Es un ida y vuelta.

Esto es, el hombre es como consecuencia, entre otras cosas, por supuesto, lo que es por lo que ha hecho de él el trabajo; y el trabajo, en sus múltiples facetas, es lo que le incorpora el hombre de sí; de su carácter, personalidad, gustos, deseos, afectos y sentimientos.

De allí que la discusión acerca de si es la sociedad la que va condicionando y cambiando al hombre o es éste el que va cambiando y transformando la sociedad es algo actualmente ocioso. Ambos procesos interactúan y se condicionan.

Por ello solemos observar en distintos ámbitos de discusión doctrinaria que las normas de derecho del trabajo y el trabajo mismo, deben adaptarse, adecuarse a la realidad que la condiciona y modifica.

Otros, dicen que no es así, que la realidad debe adecuarse al hombre y a las normas que lo protegen en cuanto trabajador.

Ambos criterios suelen olvidar que, en el primer caso hay mucho en la realidad económico-social creado ex profeso por el hombre para luego, so pretexto, adaptar las normas a esa  nueva 'realidad'.

En el segundo caso suelen olvidar que la misma actividad del hombre - en el caso que nos toca la actividad laboral- es transformadora y que como consecuencia de dichas transformaciones económico-sociales  las normas que protegían el trabajo y al trabajador ayer, hoy no pueden cumplir el mismo rol.

Sea como se mire y quiera tomarse hay un hecho incontrastable. El trabajo modifica al hombre y a sus pautas de comportamiento; esto es, a la sociedad y por ende los criterios normativos que guían esos cambios, que a su vez se vuelven sobre el hombre en todo el ámbito de su existencia condicionándolo y en muchos casos, volviéndolo objeto perdiendo su carácter de sujeto, con las múltiples consecuencias que analizaremos infra, desde un criterio sociológico del derecho del trabajo.

II- La naturaleza del hombre

El hombre de hoy que trabaja producto de sus miedos se encierra así mismo, más allá de los subterfugios de comunicación masiva que se acrecientan día a día pero que lo dejan cada vez más solo consigo mismo.

Por dicha causa escapa hacia delante hacia un futuro hipotético que lo hace feliz o hacia un pasado perfeccionado en su mente. Pero desatiende la responsabilidad para con el mismo del presente. Es más cómodo e infantil.

Hemos visto sus posturas, sus desenvolvimientos, su cenit y su caída. Esto referente a sus condiciones afectivas, perceptivas y psicológicas. Vaciándose de todo contenido humano y quedando en efecto de sus propias contradicciones las cuales al llevar al sujeto a un estado de permanente tensión, prisionero de sus paradojas, terminan por anestesiar todo lo sensible para finalmente y con el tiempo perder el eje de su ser, del objeto de su existencia en este mundo.-

Muchas veces el hombre en su camino hacia la excelencia va perdiendo, a jirones,  la esencia de su excelencia.

La búsqueda de la calidad total, de la minimización de los defectos productivos, de la maximización de la productividad comercial o profesional, hace olvidar al hombre uno de los ámbitos de su naturaleza: el ámbito de su espíritu y afectividad. Que junto al ámbito de su productividad y racionalidad conforman tu ser totalizado.

Porque en tanto hombre, quien yo creo que soy no es quien soy; es quien yo creo que soy. Pues yo no soy ´soy´, soy ‘siendo’. Es decir, no soy una estructura cuanto un proceso.

Por eso, dado que la vida es proceso, el ser responsable (`respons-habilere`)es responder con habilidad, responder adecuadamente a una situación actual que se nos presenta. Ser responsable no significa `obligación` sino un gradiente de respuesta acorde a un hecho que nos confronta.

Y si el hecho es del prójimo hay que tomar de él lo que hay; tener en cuenta su conducta sin interpretarla, sin preguntar el `por qué?`. Hay que conocer los datos, lo que significa conocer la línea que separa el `por qué?` del `Para qué?`, la apatía de la acción, la estructura del proceso.

La transferencia es un proceso de una persona que traslada todas sus concepciones de vida de una época a otra posterior negando de plano la evolución ad-infinitum de la vida.
Todos nosotros seremos por lo que somos. Y somos por lo que fuimos. Modificando nuestro presente modificaremos nuestro futuro. Pero el hoy, el ya, es consecuencia directa de un pasado que se ha ido acumulando hasta devenir nuestro más perfecto ( o imperfecto?) yo.

Es claro que las personas que sufren transferencia tienen un universo cerrado de compartimentos estancos con una estructura mental estratificada (basada en códigos preestablecidos más que en realidades concretas) y no en proceso.

Una cosmovisión estática la cual establece que la sociedad, el mundo, la vida “debe ser” (actitud voluntarista) negando de plano que la vida como las cosas no “deben ser” sino que “van siendo”.

El hombre es un proceso de continua creación y recreación. Quien no vea ésto permanece autista emocional, psíquica y físicamente. El “deber ser” no encaja en la existencia cotidiana que nos impele a adaptarnos a ella bajo pena de sucumbir por aislamiento psíquico-emocional.

El futuro no se compra. El futuro es el hoy que pergeñamos ayer. Cuánto de nuestro pasado proyectado hay en nuestro hoy concretado?.

La vida modifica nuestros esquemas de vida y mucho de “nuestro futuro” que había en nuestro ayer, hoy no existe.

La propia existencia en su desenvolvimiento rompe la lógica de los proyectos a largo plazo y nos demuestra que entender la vida en su esencia como algo voluntarista solamente, sin incorporar las “circunstancias” orteguianas, es tan candorosamente ingenuo como peligrosamente dañino.
Y la adaptación del hombre a su entorno no es un cuestión de “entender” sino de “percibir”, de “vivenciar”, de estar en vigilia.

Las pautas sociales y culturales de hoy no son las de ayer. Ni serán las de mañana las de hoy. Querer que lo de ayer permanezca no quiere decir que permanezca; y recogerse en un estado de ensoñación interna cegadora de la realidad viva que muchas veces va en contra de nuestros deseos, de nuestro “deber ser”, es volver a una infancia caprichosa, temerosa del contacto con el exterior.

La realidad es tiempo presente. Mientras se está vivo todos somos de la misma generación: la contemporánea. Mientras se está vivo se es contemporáneo. Porque la vida es un continuo hacerse, no puede programarse porque sería una quimera. Hay que manejarse en éste mundo con habilidad, ser dúctil a los cambios.

Tener una concepción de vida dinámica y no estática. De proceso y no de estructura.  Ajustar nuestra mente a los cambios (nos guste o no). Aceptarlos.

La realidad con su inorganicidad y su falta de reglas eternas se ríe de los utópicos que intentan crear un mundo a imagen de su realidad de años atrás. De los utópicos que creen ( y trasladan a sus descendientes) una concepción de vida y desarrollo basada en la voluntad en lugar de comprender que el mundo, sus paradigmas y valores varían minuto a minuto y los hombres para sobrevivir (emocional y psicológicamente)debe adaptarse a los cambios culturales y de pautas de conducta no a través de la voluntad sino a través de la habilidad y percepción para responder adecuadamente a los interrogantes que plantea la existencia, siempre cambiante ( eso es ser responsable, `respons-habilere`). En la vida, generalmente 2 mas 2 no son 4.

III. El hombre moderno: el Homo Faber (la cultura del éxito- la falacia de la pertenencia -el sistema basado en las paradojas)

Entonces hoy asistimos al hombre moderno, perdido de si mismo, sin brújula, dividido, obsesionado por su trabajo, su rendimiento,  que siente que subrepticiamente su vida patina; pierde de vista la visión  completa o totalizadora de su ser y la angustia se apodera de él.

Su ser deja de existir o trabajar ‘armónicamente’. Pierde ‘serenidad’, tomando esta palabra como ‘ser - en - movimiento’, esto es el desarrollo y evolución de su ámbito intelectivo, volitivo y afectivo en formas homogéneas e interconectadas entre si.-

La cultura de la conquista, de la carrera hacia la nada le pasará la factura: Una cultura de la ansiedad. La angustia como efecto de la carrera hacia ninguna parte, la ‘huida’ de sí mismo, y a su vez como causa.

Esa cultura no habla, omite hablar de disfunciones humanas, de desajustes físicos o emocionales, de esa pérdida de la propia esencia, de su auto-reconocimiento como una entidad pensante y a la vez sensible. Esa es la cara oscura de la sociedad de conquista.

La lógica de la del trabajo del nuevo milenio requiere un ajuste a ultranza con la lógica individual. Que sucede cuando la tensión entre dichas lógicas son demasiado fuertes? . Que precio han de pagar aquellos que se comprometen a alcanzar, lo que ellos entienden erróneamente por  ‘excelencia’?

El rol del ideal del YO como motor del cambio empuja al individuo a buscar otros sitios distintos a los que le habían sido asignados por la herencia. Y cuando decimos 'herencia' decimos capital social, afectivo y cultural que recibe el niño al nacer y cuyos efectos se hacen sentir desde su nacimiento.

El arquetipo de  alta competitividad y la filosofía de la eficacia productiva como metro-patrón del triunfo personal hace hincapié en la maximización de uno solo de los aspectos del hombre, muy válido por supuesto, en desmedro de sus cualidades afectivas, éticas y de solidaridad produciéndose una hipertrofia en su ser tomado como una totalidad, tal como aquel que practica ejercicios solo de los músculos de sus piernas: al cabo de algunos años tendrá un desarrollo inorgánico de su físico, con disfunciones orgánicas circulatorias, por lo menos.

El hombre de hoy, postmoderno, pasa a ser el recurso a explotar, un capital al que hay que sacar fruto. Los estímulos que conducen a cada individuo a su realización personal a través de la búsqueda del éxito profesional son síntomas más evidentes de como nuestra sociedad está cambiando su concepto hacia el de una sociedad en que el valor de una persona está dado hacia afuera, mundo de representación,  hacia lo que aparenta, hacia lo que produce : ‘Tanto produces, tanto vales’. El éxito o fracaso personal en nuestro trabajo, la eficacia, algo tan cambiante, tal volátil, es el termómetro exclusivo de nuestro valor.

Uno no es abogado, médico, electricista, etc. Trabaja de abogado, médico, electricista las cuales son sus actividades. Hace mucho Protágoras decía que “el hombre es la medida de todas las cosas”. Es decir, el valor de las cosas estaba dado por el valor de la persona. Actualmente “las cosas son la medida todos los  hombres”.

Así pues que el valor de cada individuo sería siempre fluctuante, pura representación y de allí la angustia existencial de tener que sostener siempre dicha representación bajo pena de dejar de ser.

Por lo que su valor como persona es una constante fuga hacia adelante, hacia un cenit que nunca se termina de alcanzar y que, por lo tanto,  produce un sentimiento de angustia por la necesidad de sostener diariamente una productividad laboral bajo la pena de sentirnos ‘vacíos’ ya que ese es el único valor que nos permite auto-reconocerse, lo cual es origen de numerosas dolencias estomacales, de insomnio  y cardíacas.

Y al soslayar valores  intrínsecos, afectivos que  perduran, resulta finalmente que nuestro valor está dado solo por la acción, despreciándose la reflexión, en una escape o carrera veloz hacia delante, como ya se dijo.-

El hombre es un ser inteligente. Y utiliza su inteligencia para pensar. La informática, por ejemplo, hace que el hombre y máquina se confundan. Las computadoras permiten una velocidad (cálculo en tiempo real) inhumana : el hombre es desterrado de su centro. Antes, la técnica era una aplicación de los descubrimientos científicos guiada por el pensamiento; ahora, el científico ya no es el sujeto de conocimiento sino que este conocimiento emana de una compleja red de especialistas, computadoras, programadores, banco de datos, sistemas organizativos, y flujos de información.

Presenciamos al hombre y mujer de hoy: un ser híbrido, mitad ser humano mitad organización, peleando contra el tiempo y espacio, a favor del ‘hoy’ y el ‘aquí’. La metáfora de la vida de hoy es el video clip: Llegamos cada día más rápido a lugares donde estamos menos tiempo. Dedicamos nuestra energía a movernos más que a estar y cuanto más nos movemos menos nos encontramos.

Claro que la velocidad a la que la naturaleza (tiempo biológico) se regenera difícilmente coincida con la velocidad en que pretendemos acumular capital (tiempo industrial), los ritmos son distintos, pues, y el resultado de querer someter soberbiamente al tiempo ( por ejemplo, cambiando los ritmos de crecimiento de las plantas, el ritmo de crecimiento natural de los animales, verduras, tratándolos químicamente) será, a no dudarlo, la destrucción del ecosistema quedando la tierra sin reservas porque los mecanismos naturales no pueden neutralizar la agresión.

Mientras el hombre-éxito de hoy logra más velocidad ahorrando tiempo, paradójicamente siente angustia y se siente abrumado por la falta de tiempo.-Se invita a cada persona a que aproveche sus talentos productivos, su trabajo y a que intente alcanzar el éxito en todos los terrenos para lo cual la sociedad empresarial de hoy le propone medir su realización personal en función de los resultados económicos de la empresa u organización para donde trabaja.

Cuanto más produce, más exitoso se es, aun en desmedro o aniquilación de las otras facetas del hombre: su aspecto religioso, moral, afectivo, reflexivo. Se produce un sacrificio de la interioridad del ser en los altares del nuevo DIOS-MOLOCH: la productividad, con el consabido desgaste psicológico y de estabilidad emocional, problemas para conciliar el sueño por su constante alteración. 

Llegado el día que la productividad merma, por razones externas o internas, el individuo deja de valer porque deja de tener ‘éxito’  y deja paso a otro que lo reemplaza.-

¿Cuáles son los elementos para captar las almas y llevarlas alegremente como carneros de lujo hacia su propia destrucción interior y a la postre, exterior.?. En otros tiempos a través de la compulsión se lograba el rendimiento del hombre, exprimiéndolo como un limón. Había una relación de confrontación.-

Actualmente, la presión se logra a través de lo lúdico. A través de la animación. A través de meta-mensajes publicitarios inconscientes de todo tipo se anima a las personas a estimular sus sentimientos de inmortalidad, de omnisciencia y omnipotencia.

Antes era la Nación, luego fue una clase, después los partidos políticos, ahora es la profesión o el establecimiento de trabajo. Se estimula a los hombres a dar su tiempo, sus ideas, su vida a la empresa o trabajo. Se los estimula a darse, entregarse a una comunidad que triunfa.

El desarrollo de una cultura del éxito laboral aún a costa de la salvaguardia de lo afectivo y reflexivo se obtiene a base de mitos, símbolos, una supuesta escala de valores profesionales o empresariales por encima de los personales, una presión diaria que lleva a aglutinar la energía de todos bajo la bandera de un supuesto desafío personal. Ya no se tiene necesidades reales sino que se le dice al hombre que necesidades debe tener.-        

Ya no es necesario someter el cuerpo, ahora se estimula la mente y la imaginación para lograr la adhesión total (las necesidades propias estaban subordinadas a las necesidades del lugar para el cual trabaja. Actualmente las necesidades propias son las necesidades de la empresa) y  obtener así una mayor productividad.-

El individuo dedica toda su energía a amoldar sus actuaciones a los parámetros por los que va a ser juzgado; los objetivos, los resultados. La interiorización de los valores, los objetivos y la filosofía del lugar de trabajo o empresa por parte de cada uno de sus trabajadores -no importa su categoría gerencial o no-  provoca la adhesión de éstos a la empresa.

Entonces el trabajador no está contra la empresa, sino que se funde con ella; se vuelve empresa, se vuelve trabajo, participa de su sustancia, ser una parte del todo. Él es solamente su trabajo, en detrimento de todos sus otros ámbitos existenciales.-

El sistema de trabajo descansó siempre sobre la ecuación estímulo- respuesta. Esos estímulos podían ser monetarios hasta símbolos o medallas. La empresa logra con el estímulo de la adhesión la respuesta de una conducta llamada ‘la zanahoria del burro’. La adhesión busca la simbiosis entre individuo y organización pretendiendo, ilusoriamente, que el profesional ejecutivo se sienta unido al futuro de la empresa mediante proyectos comunes, actividades extra-laborales entre los miembros ejecutivos, potenciación de unos mismos valores, objetivos y la sensación de pertenencia.   ( ‘Pertenecer tiene sus privilegios’ - A. Express, dixit).

Formando parte de los proyectos de la empresa el individuo cree que ese es su proyecto, que la empresa es él, y por lo tanto solo en su trabajo en la empresa él existe y ella da sentido a su vida. Y si es un trabajo individual, que solo su trabajo es él;  fuera dicho trabajo pierde esencia y valor. 

De allí la angustia en el tiempo libre y la necesidad de trabajar o estudiar los fines de semana por incapacidad de utilizar un tiempo que le pertenece en algo que le sea propio, sea en el terreno de la reflexión ( algo prohibido en la actividad profesional ejecutiva de hoy) o afectivo, sintiendo que esto último es una traición a su trabajo, a su esposa-empresa.- (relación de trabajo dependiente o autónoma).

El Homo Sapiens ha dejado lugar a su contrario: el Homo Faber.-         

El profesional independiente o el empleado antes podía triunfar. Ahora debe triunfar. Está condenado al éxito. Las empresas potencian en forma subliminal la necesidad de éxito: se le pide al individuo (ladrillo de lujo en la pared productiva) que haga cada día más y más  y que se supere sobrepasando aún más  de lo que se le exige.

No basta con controlar el cuerpo; lo que se intenta es captar la movilización total del profesional. No solo captar su energía física sino también la emocional y psíquica destruyendo sus inquietudes personales afectivas e intelectuales. La empresa le dice a su empleado: ‘no eres nada más que tu trabajo’.-

El trabajo se convierte así en un centro canalizador de energía: la organización debe intentar explotar toda la energía disponible, controlándola e integrándola en los sistemas para lograr sus objetivos de productividad.-

El éxito no se alcanza nunca, no hay límite, y por eso el ‘superarse a sí mismo’ que no tiene fin es uno de los principios sádicos del sistema. La angustia es el premio ya que la consecuencia inmediata de ello es una modificación en la psiquis que ha de pagar la persona.

La falta del disfrute de lo obtenido, la sensación del ‘no haber tiempo’, los problemas para conciliar el sueño,  la sensación de insatisfacción y la soledad afectiva que va creándose dentro y fuera del 'Homo Faber' acentúan la angustia: en síntesis, ese gusto por lo absoluto inacabable e inalcanzable, esa identificación de la vida del  profesional con la vida de la empresa,  vuelve al trabajador de hoy incapaz de ser feliz - por su transferencia- en su huida hacia adelante.-

Toda su libido entra en juego. El lazo con su trabajo  se concibe como un vínculo amoroso; el amor  va a cambiar al trabajador haciéndolo activo, infatigable e inteligente. El directivo estimula y anima comprometiendo al subordinado con la vida de la empresa; y el mismo se identifica con el proyecto y la pasión se vuelve obligación.: se enajena.-

Al dársele estímulos positivos de forma continuada se crea una situación de tensión ya que una caída en el rendimiento acarrearía una disminución del placer y un sentimiento negativo de cara a uno mismo.

El 'Homo Faber' busca mejorar sus actividades para obtener el placer de la recompensa y su autoestima, que se transforma en el motor del proceso motivacional, y está , en cierto modo, ‘condenado a triunfar’.-

Se ha creado un sentimiento continuo de ‘urgencia’ por la exaltación del rendimiento. Ello trae aparejada incertidumbre que se vence con más acción urgente que produce más ansiedad y vacío, que se vence con mayor acción, y así sucesivamente.-

La sublimación por medio del trabajo hace que solo cuando se triunfa profesionalmente - triunfo que nunca se alcanza ya que el hombre solo puede triunfar de sí mismo-  puede hablarse de una realización plena. Es decir, nuestra esencia es permanentemente fluctuante puesto que la hacemos depender de algo tan fuera de nosotros y tan aleatorio como el trabajo.- Uno y la empresa es lo mismo. Uno se transforma en su trabajo.-

La empresa de hoy busca definir una identidad y crear una propia cultura, como si fuera una persona de carne y hueso, para poder ofrecer una imagen única al mundo exterior empezando por generar un sistema de representaciones y terminando por creérselo.

El 'Homo Faber' de hoy día, al sentirse vacío de toda red afectiva, encuentra un sucedáneo en su imagen laboral, su trabajo. Se siente parte de un colectivo que le sirve como amplificador de su persona. Se siente que pertenece a un grupo que les permite escapar de la incertidumbre propia de sus limitaciones. El precio es ser absorbido en el plano psíquico, canalizando las energías hacia los objetivos de grupo exclusivamente: estómago y corazón unidos al trabajo.

Se inculca inconscientemente la adhesión  apasionada a la empresa donde trabaja, vinculando su destino a los intereses de la empresa  mediante mensajes contradictorios y paradojales que alimentan la angustia del trabajador: ‘sé pasional’, ‘sé espontáneo’, ‘sé abierto’, ‘sé sincero y dí lo que sientes’, ‘sé libre’, ‘sé alegre’, ‘estás obligado a expresar tu opinión libremente’, etc. Es decir, está condenado a triunfar.- 

La angustia está dada porque no se pueden cumplir dos mensajes contrapuestos: no se puede obligadamente ser pasional, espontáneo, abierto, alegre, decir lo que se siente, libre, etc. Es como si se nos obligara a amar. -.En los mensajes contradictorios creados por la empresa está el elemento de tensión permanente en el cual se encuentra sometido el nuevo ‘Homo Faber’  autómata de hoy, que explota y promueve aquella para su provecho financiero impersonal.-

Como consecuencia del culto al éxito el trabajador ‘libre y feliz’ de hoy necesita, para reafirmarse, refuerzos narcisistas por eso las empresas o bufetes donde trabajan alientan su sensación de ‘ser un ganador’ y emplean para ello símbolos, insignias que robustecen sus lazos con la empresa.-

IV. Mi trabajo = mi hogar

Cada empleado, jerárquico o no, acaba siendo la encarnación de los valores de la empresa para donde trabaja y los otros le ven como símbolo del éxito. Este hombre cree que así sus deseos de ser admirado, éxito, se verán satisfechos porque piensa -erróneamente- que se le quiere a él, a sus cualidades y triunfos y no piensa que todo lo que es, todo lo que representa no es otra cosa que el modelo de conducta establecido por la sociedad de hoy, por la empresa.-

A través de cursos, becas, premios, medallas, condecoraciones, y otros estímulos positivos se le va inculcando -fiel cordero- ( a diferencia de tiempos anteriores donde la productividad era efecto de amenazas o sanciones)  los elementos filosóficos de la empresa para donde trabaja ( aunque él cree que es su empresa).

Estos principios se irán inculcando de a poco en su psiquis y lo acabarán ligando a la empresa de tal manera que lo orientarán en todos los actos de su vida diaria: le dirán cómo comportarse, vestirse, hablar, como ser, lugares de veraneo o clubes pertenecientes a la empresa- Se termina identificando al trabajo como la familia.-

A cambio de todos estos estímulos se le inculca el principio de que siempre puede hacer un poco más de lo que en realidad se le pide, en forma implícita. La angustia de no haber hecho lo suficiente o de sospechar no haber hecho lo suficiente, la sensación de culpabilidad, las gratificaciones personales exteriores incitan al empleado alienado de hoy a superarse para sobreponerse a la angustia que le produce el ‘está bien hecho pero no es suficiente’ y que le llevan a dejarse atrapar por la espiral del ‘cada día más’.-

Es decir, a cambio de una imagen comunicacional de la empresa donde se trasunta juventud, beneficio, convivencia, clima distendido de trabajo, alegría, ser uno mismo, viajes, desayunos, fiestas, clima abierto y relaciones informales de trabajo si no cumple, aunque sea momentáneamente, con los objetivos prefijados, no importa por qué, la empresa le firmará el certificado de defunción ( generalmente el castigo no es despedirlo, sino no  promocionarlo o rebajarlo de categoría o función) a aquél que no rindió o cuestionó algo y alguien detrás tomará su lugar inmediatamente y en forma indolora para la empresa: la organización es un círculo cerrado.  Allí uno comprende que fue un número más.

Así funciona y se relaciona la sociedad con el trabajo hoy: por una parte el deseo azuzado constantemente por la promesa de éxito eterno y felicidad; y por la otra, la angustia, nunca superada, de verse alejado del ‘paraíso’ de no ser más que un descastado en la empresa por no cumplir los objetivos productivos. Así se cierra el círculo: del deseo a la angustia  que genera más deseo que provoca más angustia, etc...

Entonces se produce un stress y tensión, ya que por un lado está obligados a triunfar y por el otro lado corre hacia un ideal que nunca consigue alcanzar (es como el síndrome del que sube por una escalera mecánica...que baja): el burro tras la zanahoria.-

La empresa, bufete, la fábrica o el lugar de trabajo que sea va ganando lugar como proveedora o parámetro de sentido en la vida del empleado que cree en la existencia del éxito. Ello producto de los debilitamientos de los sistemas de valores tradicionales: la familia, la religión, la política, la escuela, los clubes. etc.-

La empresa pasa a ser el ‘hogar generador de identidad’, nuestro ‘Padre’, que regula las relaciones no solo laborales sino sociales y personales de sus miembros. Proveedora de valores, moral, cultura, metas, etc.

Los contratos laborales tradicionales y sinalagmáticos, fundados en el intercambio trabajo-salario, no alcanza. Hay que motivar e implicar a todos los miembros de la empresa en un conjunto de valores admitidos por todos uniformemente. El éxito solo está en la empresa ; los valores de la empresa serán los valores personales de quienes quieran el éxito; ergo , todos quieren estar dentro de la empresa para lograr éxito, la cual tendrá su proyecto estimulante capaz de despertar y activar energías.-

Así la búsqueda de sentido y el afán de realizarse también tienen como marco a la empresa, que pasa de un simple lugar de trabajo  a ser el centro de la búsqueda del éxito, de lucha contra la angustia por el vacío existencial que ella misma, paradojalmente, es la que lo va provocando.-

El empleado de hoy: profesional, ejecutivo, administrativo etc, encuentra en la empresa una organización a su imagen y semejanza donde realiza sus deseos e intereses totales de vida buscando allí calmar su sensación de vacío que le angustia y saciar su necesidad de creer en algo, de ‘realizarse’, extrayendo de ella los valores y el sentido de su vida.

Y por el otro lado, la empresa se lo fagocita por dentro, ‘lo modela’, ‘lo trabaja’, de acuerdo a sus valores, creencias, proyectos e ideas; en resumen, su ‘mundo imaginario’.- Lo esclaviza psíquicamente: si la empresa llegare a faltarle al hombre, como es lo único que tiene, su trabajo, y tiene descuidado otros ámbitos personales suyos como el afectivo, el hombre de éxito se desmoronaría interiormente.  El lo sabe, y ese temor es su cadena.-

La amenaza constante de la pérdida de lo que aman lleva a estas personas a buscar en el trabajo el medio de defenderse del peligro del insomnio, depresión, angustia, ansiedad. La empresa pretende responder a esa inquietud psicológica del empleado facilitándoles un modelo de comportamiento adaptado a los fines productivos: sobre valorizar la acción a la reflexión; movimiento continuo; anulación del ámbito afectivo con otras personas; premios; ascensos.-

Se produce así, tras un desmesurado esfuerzo por alcanzar un fin irrealizable, un agotamiento de los recursos físicos y psíquicos (faltos de cultivo de lo afectivo que lo sostenga). La tensión se acumula hasta llegar a ese agotamiento, produciéndose una fatiga y cansancio crónico, con una posterior pérdida lenta de recursos, de vitalidad, de energía. -

Son personas que hacen más de lo que les corresponde en cuanto a sus tareas. No admiten, que como humanos, puedan tener límites: tienen la obligación de ser perfectos y ello implica que nunca alcanzarán esa perfección, siempre se esperará más de ellos.

La empresa es al trabajador de hoy como un padre o madre es al hijo menor: el trabajador intenta siempre complacerla y espera el guiño o recompensa por su enajenación volitiva, espiritual; por su pertenencia.

En cierto modo el individuo se encuentra encerrado en una espiral infernal, obligado a correr siempre mas rápido  (¿ para ir a dónde?) en una vida donde todo cambia a tal velocidad que no queda nada estable a que asirse para recuperar el aliento: no hay tiempo.

Para tender hacia mayores éxitos se corre con todas las fuerzas para poder permanecer...en el mismo sitio.( recordemos el ejemplo de la escalera mecánica).-

V.- Algunas conclusiones

Hay un carácter excesivo e insaciable de las exigencias internas que se impone el 'Homo Faber' de hoy para triunfar en un entorno competitivo e insaciable a la vez. Además, el miedo que el fracaso representa en la sociedad que nos envuelve, son sentimientos siempre presentes que impiden que el ‘hombre-autosuficiente’ pueda escapar a la presión del éxito, a la exigencia de triunfo ilimitado. El imperativo del éxito debe cumplirse bajo pena de desencadenarse una autocrítica implacable.

De hecho, entendemos que todo esto se produce en los individuos que poseen un ideal  elevado pero deformado de su ‘yo’ y en los que este ideal conduce a desarrollar una imagen de ellos mismos en desacuerdo con su personalidad real.-

El trabajador de hoy crea y recrea su autosuficiencia pretendiendo no necesitar de nadie más, sin darse cuenta que si es así con respecto a los demás, los demás son así con respecto a él: nadie  necesita de él, por lo que es una pieza intercambiable en cualquier momento. Y al no tener vida propia que lo sostenga, será una persona que se sentirá muerta, sin vida, sin referente para saber quién es, porque hasta ese momento su trabajo era quien se lo decía.-

En este sentido podría decirse que él existe  en ese momento para ponerse al servicio solo de su ideal del ‘yo’, aunque eso le cueste aniquilar su ‘yo’ real, todo a fin de lograr conseguir una imagen de sí  mismo de conformidad a los estándares externos de éxito y

Cada vez es más profundo el foso entre lo que el hombre es  y lo que necesita o necesitan que sea. Sus valores, su sentido del afecto y necesidad de otros, su entidad gregaria se vuelve cada vez más difusa. Intenta adaptar su verdad existencial a su fachada, sin lograrlo, hasta finalmente luego de arduos esfuerzos de años su verdadero ‘yo’ abandona la lucha y cede ante su imagen, como última esperanza de conseguir sus fines.

A la misma vez, la imagen, tiene cada vez más necesidad de estímulos exteriores para compensar lo que ya no puede obtener del interior, puesto que el ‘yo’ verdadero se considera una entidad sin opinión válida.

Esto es, cuando los signos de éxito que aseguraban el mantenimiento y el reforzamiento de la personalidad adaptada empiezan a faltar, ésta, privada de aquello que la justificaba, se hunde, causando estragos en la medida de la invasión que había tenido lugar en detrimento de la personalidad real, relegada al olvido.-

A veces tarde, se toma conciencia de problemas familiares, conyugales, personales, más o menos voluntariamente ignorados hasta aquellos momentos: cuando se dá cuenta su soledad afectiva y de la falta de contenciones  afectivas el hombre ha pasado algunas decenas de años de vida. Tarde.-

Podemos hablar de una crisis existencial en la que los problemas de desgaste, de fatiga acumulada, la presión de la empresa, la tecnología que se renueva sin freno, el temor a ser alcanzado y superado por los que vienen detrás en la escalera, la necesidad perentoria de hacer más y más ahora y ahora, la necesidad de producir más, de más rendimiento, en suma, el miedo de asfixiarse y ya no poder plantarse, chocan con una realidad de la vida privada que siempre había sido mal conocida y que, de repente, ya no puede ignorarse: la pobreza de la vida conyugal o de pareja que se transforma en ruptura, la ausencia de toda vida personal y familiar; el ojo escéptico, más tarde crítico, del adolescente que, ya adulto, afirma una opción de vida diametralmente diferente y que le hace preguntarse: “ ¿Qué hice de mi vida, hacia a donde voy, quien realmente soy?”.-

El Apocalipsis. El trabajador de hoy,- y que el que se vislumbra en la entrada del nuevo milenio- es ante todo un hombre mediático, un robot, con una sonrisa en la piel bronceada, es imagen sin sustancia. Se dice que el diablo nos prueba que existe haciéndonos creer que no existe; la paradoja del hombre-éxito consiste en ser presionado  con contradicciones: se lo robotiza inculcándole la idea que es libre, que ‘debe (sic) ser libre’ para elegir, para decidir sobre su vida y destino, en fin, ‘tiene la obligación (sic) de ser el mejor’,  hacerle creer que es Dios, triturándole de a poco su naturaleza humana, a través de su vaciamiento espiritual y afectivo, desarticulándole sus lazos sociales, confundiéndole su ser con su tener.-

Esas dos tendencias naturales del hombre - tener y ser- son también contradictorias: una, tener, es decir, poseer, que debe su fuerza al factor biológico del deseo de supervivencia, la otra, ser, es decir, compartir, dar , sacrificarse, el deseo inherente de superar el aislamiento fundiéndose en uno con los demás.

En el modo tener de existencia, la actitud centrada sobre la propiedad y la producción, producen necesariamente el deseo -la necesidad- de poder. Cada cual extrae su felicidad de su superioridad sobre los otros, de su propio poder, y en el fondo, de la capacidad de conquistar.

En el modo tener, las relaciones entre los individuos están dominadas por la competición, y la angustia. Si tener está en la base de su sentimiento de identidad porque el individuo siente que es lo que tiene, el deseo de tener conduce necesariamente al deseo de tener más y más.

La avidez de hacer y tener no está nunca saciada puesto que su satisfacción no llena el vacío interior, la soledad y la depresión con el correr de los años que se supone debe vencer. Si no tiene nada siente que no es nada. Si pierde el objeto entonces no es nada, se siente devuelto al no ser, a la nada, al vacío de la existencia.-

En el modo ser la angustia y la inseguridad engendradas por el peligro de perder lo que tiene están ausentes ya que el individuo piensa que si es lo que es y no lo que tiene ni lo que hace, nadie puede amenazar ni violar su seguridad y su sentimiento de identidad. Su centro está en él.-

La real necesidad de trabajar que todos tenemos es transformada en el individuo ejecutivo del presente.

Lo que empieza siendo una obligación ligada a determinadas necesidades sociales se convierte en una aspiración personal ligada a una exigencia interna de orden psicológico.-         

La enajenación no solo de tiempo personal por parte del trabajador a su trabajo, sino su total enajenación esencial lleva a lo que hablábamos anteriormente: una tensión permanente entre la oferta del placer que dicho trabajo le da (reconocimiento narcisista, placer de dominio, sentimiento de omnipotencia) y la amenaza resultante (miedo al fracaso, presión del trabajo, insomnio, tensiones nerviosas, la angustia de perder el amor de quienes lo reconocen).

Existe, así, un círculo cerrado diabólico que se refuerza recíprocamente: la empresa le propone al empleado mediante una sobre entrega en el trabajo, un sistema de defensa contra la angustia; angustia que  ELLA  MISMA  contribuye a generar permanentemente.-

La empresa o bufete coloca al trabajador en una situación de ansiedad permanente, al tiempo que le proporciona los medios para combatirla mediante modos de funcionamiento a la vez útiles para la empresa y defensivos para el individuo.

Esto provoca una excitación, y es la búsqueda de esta excitación lo que provoca la intensidad de su placer. Cuando la excitación deja de estar presente, se corre el riesgo de que surja la angustia.

Para luchar contra ese riesgo, el 'Homo Faber' se entregará totalmente a su trabajo, a la competición, a la acción, a más excitación para superar la angustia provocada por la pérdida de la excitación, y así sucesivamente.

Este trabajo, así tomado, llega a ser entonces una especie de droga, una necesidad psíquica: la obligación de tener el placer de ganar (sic) para anular el temor a perder.( Una vez le preguntaron a un deportista campeón del mundo que era lo principal que le enseño el deporte y él contestó sabiamente: ‘me enseñó a perder’).-

Esa tensión permanente provoca una agresividad reactiva que se transforma en energía productiva y se orienta hacia objetivos puramente laborales o comerciales. La energía libidinosa solo se canaliza hacia objetivos materiales olvidando  la faz afectiva y emocional propia.-

Cuáles son los efectos más visibles hoy: búsqueda de la perfección; la voluntad de mostrar una fuerza inagotable; ideal de omnipotencia; interés en resolver problemas complejos; dinamismo; activismo ardiente y permanente; esto es, la transformación de  toda la energía libidinosa del profesional solo en fuerza de trabajo - que es donde ése empleado, existencialmente inseguro y temeroso, se refugia anulando sus ámbitos afectivos- suplantando a su familia por su trabajo ( que se transforma en su familia sustituta).-

En su temor a perder ese objeto de amor, se desgasta sin cordura ni prudencia, olvidando, en un activismo incesante, sus dudas y sus interrogantes sobre el sentido de su vida, el sentido de una carrera que siempre quiere más, su situación de dependencia psicológica y afectiva a  ése trabajo.-

La empresa le propone nuevos retos, nuevas formas de reconocimiento de sus méritos. Canaliza su actividad en un reto permanente. La duda, que podría llevarle a la angustia o a la depresión, se ve diariamente canalizada por los principios de ser obligadamente el mejor de todos y por el principio de que los proyectos de la empresa son sus propios proyectos personales.-

Lamentablemente el miedo a confrontarse con ellos mismos, a aprender a sufrir afectivamente en lugar de ignorar tal posibilidad ( toda crisis provoca crecimiento puesto que el dolor nos conecta con nosotros mismos), posibilita a observar que tras la fachada de autosuficiencia se encuentran personas con un terror al rechazo afectivo tal que prefieren someter dicho ámbito esencial anulándolo o transfiriéndolo; cambiando su ‘objeto de amor’ : el trabajo.

Claro, es más fácil y menos comprometido: el trabajo no ama, no tiene voluntad, ni deseos, ni afectos, ni angustias, ni esperanzas, no experimenta sentimientos. Sin embargo, es sentido como si fuera un ser vivo y pudiese dar o recibir afecto.

El 'Homo Faber' de hoy ha provocado con su búsqueda absoluta de eficiencia la pérdida de su centro;  ha olvidado su dimensión humana haciéndose esclava de su temor e inseguridad, reviviendo tristemente en el siglo XXI el mito de Ícaro....

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