martes, 26 de julio de 2022

JUAN MANUEL DE ROSAS Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO DE LA CONFEDERACIÓN ARGENTINA (1829-1852)



JUAN MANUEL DE ROSAS

Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO DE LA CONFEDERARCIÓN ARGENTINA (1829-1852)


Gonzalo V. Montoro Gil 


Arriba: Felipe Arana-Tomás Guido-Manuel Moreno-Manuel de Sarratea-Carlos María de Alvear

Abajo: José María Roxas y Patrón- Vicente López y Planes-Tomás Manuel de Anchorena


Bandera de la Confederación Argentina que flameó en Vuelta de Obligado (1845)


Haremos un breve resumen de los principales miembros del cuerpo diplomático de la Confederación Argentina –más allá de ser civiles o militares-.y sus actuaciones.

El mismo tuvo –más allá de ser civiles o militares- sus idas y vueltas, sus grises.

Algunos patriotas Federales sinceros; otros, tal vez oportunismo –que nunca falta- subiéndose al ‘carro’ de los vencedores usufructuando las mieses del poder, mientras el Federalismo estuvo vigente por tantos años, pero que no trepidaron en negarlo no bien caído el gobierno soberano de su país en Febrero de 1852.

Rosas, en algunos casos, no pudo encontrar mejores hombres en cuanto a inteligencia y presencia mundana para esos menesteres.

Pero en uno y otro caso, sea quien haya sido cada diplomático, (por convencimiento o por temor especulativo) cumplieron sus funciones acabadamente, bajo la férrea directiva de Rosas, mas allá de sus pensamientos políticos guardados en sus fueros íntimos.

Igualmente, debemos confesar que puestos frente a frente los diplomáticos y funcionarios de la Confederación y los del Imperio del Brasil, éstos eran en cantidad y en unidad patriótica frente a nosotros, muy superiores ( y con la Banca internacional y nativa que los sostenía) y así fue el resultado.

Como dijo Irazusta “la Argentina fracasó de nuevo en fundar un sistema diplomático favorable para ella, que contuvieses las intromisiones europea y brasileña, y afianzase la confraternidad argentino-uruguaya como base de la plana soberanía política rioplatense”.

Recomendamos, a quien deseé leer en detalle, lo mejor escrito acerca del cuerpo diplomático brasileño, sus acciones políticas y su proyección patriótica unificadora, la obra LA CAÍDA DE ROSAS de José María Rosa.

Ahora, veamos a cada uno de los nuestros.

Mucho del material que aquí se encuentra se puede hallar en:

 

www.elmensajerodelaconfederacionargentina.blogstpot.com

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(FELIPE ARANA)

 

El principal diplomático y con mayor capacidad era el Ministro de Relaciones Exteriores Felipe Arana.

Nacido en Buenos Aires el 23 de agosto de 1786, moriría en ella el 11 de julio de 1865; estudió leyes en Chile y se doctora en Derecho en 1810

En el período comprendido entre 1835 y febrero de 1852, el ejecutor de la política exterior de la Confederación por mandato del gobernador sería el Dr. D. Felipe Arana, quien al decir de Ricardo Font Ezcurra sería: “una de las glorias civiles más puras de la República”.

Miembro de la primera Legislatura de Buenos Aires, de la que será su presidente en 1828, 1830, 1831 y 1832. Gobernador sustituto de Buenos Aires de 1840 a 1842

Hábil negociador, con la prudencia que caracteriza al diplomático de profesión, supo interpretar las necesidades y los intereses de la Nación ante las presiones diplomáticas y militares de las potencias extranjeras.

Si bien gozó de un criterio personal de excepcional valor, su tarea es permanentemente supervisada y ordenada por el Gobernador, con el que mantenía conversaciones casi a diario; esto le permitiría convertirse en uno de los hombres de mayor confianza de Rosas, Juntos dotarán a la Política Exterior argentina de aquellas decisiones rápidas, enérgicas, pragmáticas y precisas que eran necesarias para el logro de los éxitos diplomáticos, contenidos, por ejemplo en los tratados con Gran Bretaña (ARANA-SOUTHERN) y  Francia (ARANA-MACKAU).

El resultado de las acciones concretas de la tarea desempeñada se advierte con claridad en las cuestiones con Francia y Gran Bretaña, con Brasil, con Chile, Bolivia y la Banda oriental: estos hechos: “...exaltaron el sentimiento patriótico en la Confederación Argentina, fortaleciendo al gobierno de Rosas que aparecía en Europa y toda América, , serena e imparcial como el sostenedor del principio republicano frente a la tentativa imperialista y a los ataques de las poderosas monarquías europeas”.

Quien desprovisto de pasiones e imbuido del espíritu de justicia e imparcialidad, que debe ser norte en la vida del hombre, juzgue la obra gigantesca y en extremo difícil que le tocó desarrollar a este notable jurisconsulto y sobresaliente estadista, no podrá menos que asombrarse del deliberado  silencio que desde hace casi una centuria se observa en aquellos que deben ser justos y ecuánimes en la distribución de la gratitud nacional Pocos, poquísimos argentinos pueden vanagloriarse de haber contribuido bajo la dirección de un gobernante, a mantener incólume la dignidad de la nación frente a poderosos estados extranjeros y sofocar levantamientos internos de traidores, como lo hiciera en su larga actuación el eminente compatriota doctor Felipe de Arana, sirviendo a la patria bajo las órdenes de otro negado, el ilustre patricio brigadier don Juan Manuel de Rosas.

Su obra magnífica, su actuación marca rumbos incluso para los actuales gobernantes, aunque más no fuere por la dignidad y decoro que reflejan sus tratados internacionales, verdaderos ejemplos de lo que puede un hombre poseedor en grado superlativo del concepto del deber, sobre todo cuando, como entonces, se jugaba el honor de la patria.

 Arana constituye sin disputa una época en la marcha de la Nación hacia sus grandes destinos y sintetiza la verdadera argentinidad hecha hombre; su obra —repetimos— fue una labor efectiva y silenciosa, sin alharacas ni platillos, porque hizo del deber un culto y del sacrifico una costumbre y porque sintiéndose orgullosamente argentino, porque anhelando mantener sin mácula el patrimonio que nos legaran nuestros hombres mayores y dado que el federalismo era —como hoy— la expresión genuina del sentimiento nacional, sirvió junto a Rosas sin preocuparle la calumnia ni la crítica falaz de los seudos patricios del unitarismo destructor de nuestros v-lores y cualidades.

Una muestra más del silencio que se ha hecho sobre su nombre y su gestión patriótica y desinteresada que dan lustre a nuestra patria., puede verse en la nominación de las calles de Buenos Aires

Felipe Arana, patriota sin par, es ocultado en nuestra historia.

Por ejemplo, el Concejo Deliberante con fecha 19 de noviembre de 1904, eliminó varios nombres ligados al gobierno de Juan Manuel de Rosas, entre ellos el nombre de Felipe Arana (fs.18 del expediente), lo cual fue criticado por Adolfo Saldías.

En efecto, dicho nombre ‘FELIPE ARANA’ era el nombre de la vía que corría al lado del Arroyo Maldonado (hoy ‘Juan B. Justo’) y que corría entre la actual Santa Fe y Castillo.

De esta manera la encontramos nombrada en un artículo publicado en el diario La Prensa en 1910, titulado “Arroyo Maldonado. Desidia Municipal”.

También aparece en el libro sobre nomenclatura de calles “Origen y razón de sus nombres” publicado por Adolfo P. Carranza en 1910, de donde confirmamos que se trataba de un homenaje al doctor Felipe Arana (1786-1865) quien fue gobernador sustituto de Buenos Aires de 1840 a 1842 y artífice del tratado conocido como Arana-Mackau en 1840 y Arana Southern, mas el Pacto Federal de 1831.

*

Por debajo de él los cuatro embajadores permanentes ante determinados gobiernos ejercieron sus cargos, en general bastante tiempo:

Tomás Guido en Brasil entre 1849 y diciembre de 1850 en que se rompen relaciones con el Imperio;;

Manuel Moreno en Gran Bretaña entre 1835 y 1852.

Manuel de Sarratea en Francia desde 1838 hasta su muerte en 1848;

Carlos María de Alvear en EE.UU.

Los cuatro contaron con una serie de condiciones que permitieron una labor eficaz en el desempeño de sus funciones: los conocimientos de la realidad en la que operaban, experiencia y patriotismo.

Tuvieron indicaciones precisas para su acción, tanto por parte de Arana como por Rosas; debían informar detalladamente acerca de los acontecimientos en los países en los que estaban acreditados: la abundante documentación existente en los archivos, General de la Nación y del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, nos permite apreciar la manera en que el gobierno estuvo al tanto de las situaciones, para emitir instrucciones precisas que les permitieran actuar en consecuencia.

Si bien gozaron de la autonomía necesaria para su desempeño, sus actos tuvieron siempre el atento control del Canciller y del Gobernador, y no vacilaron cuando llegado el caso, se vieron obligados a desautorizar alguna de sus gestiones, que comprometían los objetivos finales de la Confederación.

Un ejemplo de esto lo tendríamos cuando Rosas no acepta ratificar el tratado gestionado por Guido con el Imperio en 1849 ya que no contemplaba la posición de Oribe y los intereses de la República Oriental, al que se le fijaban límites sin la participación de los interesados. En ese acuerdo Brasil se comprometía a dejar en manos de la Confederación Argentina a cambio de que Rosas lo ayudase a combatir a los riograndenses que querían separarse del Imperio.

En el tratado mencionado:

 “se firmó con la constancia expresa de Guido de que su firma no comprometía a su gobierno, pues no había sido especialmente autorizado por éste para hacerlo. El 13 de abril el ministro Arana comunicó a Guido que el Gobierno de la Confederación Argentina no podía aceptarlo tal como había sido redactado y acordado (...) sin la concurrencia del Gobierno Oriental, aparecería humillada la suprema autoridad legal de aquella República y violada la soberanía e independencia”.

En carta a San Martín, Guido le decía que: “..había aceptado colaborar con Rosas, siempre que este lo dejara hacer la misma política que con Viamonte” . Esta cita prueba la alegación de cierta independencia de criterio que gozaron los embajadores; pero la realidad es que ellos siempre se sabían simples representantes.

La capacidad de todos estos hombres la expresan algunas de las características personales de Manuel Moreno: hombre con buenas relaciones en el Foreign Office, con firme conocimiento de la realidad y el espíritu de los británicos. Le tocó ser el primer embajador que debió reclamar por la usurpación de las Islas Malvinas, y sus argumentos de derecho Internacional, como sus fundamentaciones históricas y geográficas han servido de base para todas las argumentaciones posteriores.

Tanto Moreno como Sarratea, quizás por tener que realizar sus misiones en gabinetes experimentados y llenos de intrigas y dobleces, demostraron su capacidad fenomenal para manejar situaciones harto comprometidas para la Nación. Baste como ejemplo la forma en que utilizaron la prensa local para forzar los  levantamientos de los bloqueos al Río de la Plata.

Alvear, Sabiendo el poder de Rosas y adaptándose a los vientos de la historia que soplaban para el republicanismo Federal, dejó de lado, con no poca especulación, su monarquismo y anglofilia de 1815.

Le tocó desempeñar la tarea en la delegación más tranquila aunque no menos importante dadas las características de la política exterior estadounidense, lanzada su política expansionista sobre los territorios de sus vecinos; La Guerra con México, las aspiraciones sobre Cuba, revelan la importancia de contar con un embajador permanente y atento en esa legación.

Ya veremos más adelante cada uno de estos diplomáticos y funcionarios como fue el devenir de sus actuaciones públicas y si verdaderamente estaban consustanciados con el ideario de su gobierno Federal o fue simple oportunismo.

Estos nombres y los resultados de su política nos hacen ver que Rosas tuvo que elegir su cuerpo diplomático entre los pocos capaces de ejercer estos roles en el exterior aunque debió vigilar sus acciones para ver su fidelidad o no a su patria y los intereses que representaban. Cuerpo diplomático creemos inferior al que tenía el Imperio luso-portugués y que bien lo explica con sumo detalle José María Rosa en su libro ‘La Caída de Rosas’.

Pero sea por convencimiento o por temor estos embajadores cumplieron muy bien sus roles.

El gobierno de Rosas supuso una excepción a lo común de la época en nuestra tierra porque fue el que más tiempo empleó a los mismos funcionarios y diplomáticos. .

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 (TOMAS GUIDO)

 

(Buenos Aires1788-1866) fue un militardiplomático y político argentino. Actuó en las Invasiones Inglesas y adhirió a la Revolución de Mayo de 1810. Brindó su talento negociador durante los difíciles momentos de la Independencia Argentina.

En 1811 acompaña a a Manuel Moreno a Inglaterra en misión diplomática donde en el viaje muere Mariano Moreno.

En Tucumán  se vinculó con José de San Martín, del que fue su gran amigo y consejero político, y Manuel Belgrano, desempeñándose en 1817 como Oficial Mayor de la Secretaría de Guerra colaborando con San Martín en el planeamiento de la estrategia a seguir en el Ejército del Norte y en la continuación de la Guerra de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Ocupó este cargo por tres años ejerciendo una exitosa tarea administrativa y diplomática, acompañando a San Martín como primer edecán en su gesta libertadora por Chile y colaborando en la empresa de liberar Perú.

Cooperó decididamente en la preparación de la expedición al Perú, saboteada por Rivadavia y Pueyrredón (que se había enredado con la monarquía europea).

Las sucesivas campañas de San Martín a Chile y Perú tuvieron como fundamentación estratégica los postulados que Guido formuló al Directorio de las Provincias Unidas.

Ascendido en 1821 a Coronel Mayor, fue consejero de Estado y Ministro de Guerra. Tras la Entrevista de Guayaquil que mantuvieron San Martín y Simón Bolívar acompañó a este último hasta el final de la guerra de independencia.

Antirrivadaviano, como San Martín, se reincorpora a la función pública cuando cae Rivadavia, como ministro de Guerra del breve período de gobierno de Vicente López y Planes, en 1827

En 1828 fue ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador Dorrego, en 1828, siendo quien en nombre del Gobierno de las Provincias Unidas FIRMÓ la Convención Preliminar de Paz  con el Imperio del Brasil. Por este tratado ambos estados acordaron la independencia del Uruguay respecto de ellos.

Guido fue luego ministro de Guerra y Relaciones Exteriores en tres oportunidades: con Juan LavalleJuan José Viamonte y Juan Manuel de Rosas.

De 1840 a 1851, con el 2do Gobierno de Rosas, representó a la Argentina ante el gobierno del Brasil. En todo ese período, mantiene correspondencia con San Martín, ya radicado en Europa.

 Con motivo del atropello de las escuadras inglesa y francesa, en el Paraná, en 1845, Guido se solidariza con la posición de San Martín en defensa de la soberanía: “En mi larga carrera política no he visto violaciones más escandalosas de la moral y del derecho público que las acometidas por los agentes de dos renombradas naciones: Inglaterra y Francia en el Río de la Plata…”

Después de la batalla de Caseros y de la caída de Rosas, el general Justo José de Urquiza lo llamó para colaborar con su gobierno.

Poco después, producido el golpe de la oligarquía porteña –el 11 de setiembre de 1852- luchó por la unidad nacional cuando el partido ‘poteñista’ segregó el Estado de Buenos Aires. Guido es desterrado (diciembre de 1852). 

En 1855 es senador nacional electo por Provincia de San Juan y en 1857 vicepresidente del Senado de la Confederación Argentina

El caso de Tomás Guido tiene una particularidad: fue mandatario de Rivadavia, luego de Dorrego, después fue Ministro del gobierno Unitario de J. Lavalle, posteriormente colaboró con Viamonte y terminó siendo durante años funcionario de primer orden de Rosas y la Confederación.

Varios de los ‘rosistas’ desde el momento de la caída de Rosas, con ánimo de salvar su pellejo y/o sus bienes, parecen’ olvidar’  en un día más de 20 años de ‘rosismo’ y patriotismo:

Se vivían tiempos tormentosos y de en esos tiempo en Buenos Aires debido a la caída de un gobierno soberano y el inicio de otro de cuño internacionalista –brasileño- ayudado por una cohorte vernácula de asesinos de su propio pueblo que actuaron por cuantiosas sumas de dinero que sirvieron para comprarles el alma y su conciencia nacional.  La honorabilidad que pudieran haber tenido durante décadas, en muchos, terminó diluida y olvidada por sobornos de todo tipo. 

Tomás Guido y Vicente López y Planes, que ante la adversidad manifiesta que se avecinaba, con claro sentido especulativo gritaban “Viva Urquiza!!”  el mismo día de la caída de Rosas acompañando la entrada triunfal de Urquiza;

Tal vez se entienda ahora aquello que Rosas decía cuando asumió el poder por primera vez en 1829 dudando de aceptar por considerar que no había una plana política Federal con capacidad y lucidez.

Fallece el 14 de septiembre de 1866,  en Buenos Aires.

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 (MANUEL MORENO)

 

Manuel Moreno (nació en Buenos Airesen  1782 y murió en  Buenos Aires, 1857) fue un político y médico argentino de larga trayectoria, hermano menor de Mariano Moreno y uno de los fundadores del partido Federal de la provincia de Buenos Aires.

En 1806 y 1807, durante las invasiones inglesas, luchó en las milicias de la ciudad.

Apoyó la Revolución de Mayo;

En 1811 acompañó en misión diplomática a Gran Bretaña a Mariano, pero este murió en alta mar por una intoxicación con un medicamento, mal administrado por el capitán del barco.

Al llegar a Londres permaneció sin una misión clara, aprovechando el tiempo en estudiar y escribir su Vida y Memorias de Mariano Moreno. En ellas acusó a Cornelio Saavedra de haber hecho envenenar a su hermano..

Regresó a Buenos Aires en 1812 y fue nombrado secretario del Segundo Triunvirato, que estaba dominado por la Logia Lautaro, a la que se incorporó. Durante las sesiones de la Asamblea del Año XIII, defendió firmemente desde la prensa la forma republicana de gobierno.

Más tarde se unió al Partido Popular junto a Pedro José Agrelo y Manuel Dorrego en la oposición al Director Juan Martín de Pueyrredón, que lo desterró a los EEUU.

En los EEUU en 1816, donde estudió medicina, graduándose en 1821 en la Universidad de Maryland.

Regresó a Buenos Aires ese año y de inmediato fue elegido legislador provincial por el partido federal. Revalidó su título de médico en la Universidad de Buenos Aires, aunque nunca ejerció la medicina ni en los EEUU ni en la Argentina.

Publicó diversos escritos políticos en el periódico El Argos de Buenos Aires y La Abeja, de ideas populares y federales, donde también criticó con vehemencia la educación universitaria que según él atrasaba en los conocimientos humanos.

En 1822 fue designado director de la Biblioteca Nacional, y fue miembro y presidente de la Academia de Medicina, editando un periódico de la misma Academia, en que defendió la importancia de las asociaciones científicas.

Fundó el departamento de medicina de la Universidad de Buenos Aires. Desde 1823, dictó la cátedra de Química de la Universidad, siendo el primero en dictar clases públicas de esa disciplina en el país, hecho que le valió el mote de "Don Óxido". En su laboratorio encendió cuatro lámparas a gas, algo nunca visto en el país.

Se opuso firmemente el gobierno de Bernardino Rivadavia, y se asoció con Dorrego en la dirección de la oposición.

En 1827 al asumir Dorrego como gobernador fue su Ministro De Gobierno Y Relaciones Exteriores y, por consiguiente, de toda la Confederación Argentina.

Ibarra estaba prevenido de las intenciones de asesinar a todos los jefes y Gobernadores Federales, tramadas por los Unitarios y las logias masónicas europeas para desmembrar el país, según avisó desde Londres nuestro embajador Manuel Moreno.

En 1828 fue enviado como embajador a Inglaterra, siendo reemplazado en el ministerio por Tomás Guido, y permaneció en el cargo durante los mandatos de los gobernadores Juan José ViamonteJuan Manuel de RosasJuan Ramón Balcarce y Manuel Vicente Maza. Defendió en la prensa los derechos argentinos en las islas Malvinas, teniendo mucho éxito entre los lectores, pero sin resultados prácticos.

Desempeñando sus funciones en Londres, en noviembre de 1833, denunció un plan internacional de los unitarios en alianza con los españoles, empeñados en recuperar sus antiguas colonias: "plan de sangre y de escándalo".

En 1835 pasó como embajador a los Estados Unidos, pero sin dejar de ser embajador en Inglaterra. Informó a Rosas la noticia del hallazgo en la Patagonia de carbón de piedra. Desde 1838 volvió a Londres.

Urquiza y Madariaga –Gobernador de Corrientes- firmaron el llamado ‘Tratado de Alcaraz’, en el que se intentaba un avenimiento entre las partes. Urquiza se movía en un terreno de marcada ambigüedad.

En tal sentido, el Tratado de alianza entre correntinos y entrerrianos se formalizó el 15 de Agosto de 1846. Urquiza comenzaba a mostrar su juego y la traición a su patria, y para tales fines pasaba del plano teórico al práctico…

Consecuentemente, Tomás Guido, Felipe Arana, Pascual Echagüe se escandalizaban del acuerdo hecho por Urquiza y lo señalaban como un renegado de su país, solicitándole a Rosas que lo escarmiente. Tengamos presente que estamos en 1846 y todavía faltan 6 años para el golpe final que asestará Urquiza con su perjurio a la soberanía de su patria. 

La famosa defección de Urquiza fue anticipada desde Londres por el ministro plenipotenciario Manuel Moreno en su correspondencia diplomática del 4 de Febrero de 1847. Pero aún Urquiza no estaba listo para dar el salto.

Regresó en 1853 a Buenos Aires después de la batalla de Caseros, que significó la caída de Rosas, pero no volvió a participar en política partidaria. En sus últimos años organizó archivo diplomático, una importante fuente de información histórica.

Digamos, eso si y nobleza obliga que cuando Rosas marchaba hacia Gran Bretaña, el sobrino de Manuel Moreno, Mariano Moreno (h) hijo de Mariano Moreno, le escribe a su tío que estaba en aquellos lares para comentarle la suerte de las armas de gobierno y el triunfo de Urquiza.

Comenta MARTÍ, que al saber el embajador Moreno del triunfo de Urquiza, previsoramente le dice a su sobrino en carta del día 8 de Abril "Dios te protege como protege siempre al que padece injustamente: porque cuando me escribías (...) bajo la ansiedad que te inspiraba la cercanía de las tropas de Urquiza a los atrincheramientos de Rosas en los Santos Lugares y esperabas la decisión de este negocio, hacía tres días que las puertas de la patria se abrían para recibirte después de un destierro de 13 años y que el opresor injusto corría a la mar en un buque extranjero en busca de asilo"

Claro, ambos, tío y sobrino no comulgaban con las mismas ideas políticas: el sobrino de Manuel Moreno se había exiliado en Montevideo durante el „rosismo‘ para pelear contra el gobierno de la Confederación, ya que era uno de los más fervientes Unitarios que luchaban contra Rosas.

Ahora bien, véase como con los nuevos aires políticos ya Manuel Moreno en la carta dice que su sobrino „padece injustamente‘ por culpa del „opresor injusto‘ –o sea, Rosas.

Este eximio funcionario y diplomático de la Confederación Argentina que durante décadas defendió los intereses de la nación en tierras extrañas bajo el gobierno de sus país dirigido por el Brg.Gral.Rosas, no tuvo empacho, dadas las circunstancias, de imputarle a su propio gobierno recién vencido que su sobrino „padecía injustamente‟ el destierro –recordar que el susodicho Mariano Moreno (h) combatía a su propio país para derrocar al legal gobierno de Rosas-y que Rosas, a tenor de sus palabras, era un „opresor injusto‟.

Esto es, para Manuel Moreno, funcionario durante añares del gobierno de su país, derrocado hacía horas por un gobierno extranjero –Brasil- coaligado con los Unitarios traidores a su tierra, ahora con los resultados de la lucha a la vista, ese gobierno nacional pasaba a ser „opresor injusto‘. Es difícil de creer y más de digerir. 167

Ayer como hoy, hubo siempre quienes vivieron al calor del poder y cuando éste dejaba de existir, se acomodaban sin vergüenza alguna a los nuevos poderes de turno, borrando de un plumazo y sin incomodarse, cualquier vestigio de sus ideas y comportamientos políticos anteriores

Murió en Buenos Aires el 28 de Diciembre de 1857

 *

(MANUEL DE SARRATEA)

 

Nacido porteño de hijos españoles, de una familia acomodada – o sea un español americano como se decía en esa época- Manuel de Sarratea recibió la mejor educación de la época en Madrid.

Participó de la Revolución de Mayo de 1810 y por consejo del Dr. Belgrano fue embajador ante Lord Strangford en Río de Janeiro, donde tuvo poco éxito. Al ser disuelta la Primera Junta, formó parte del gobierno que la sucedió, el llamado Primer Triunvirato.

En 1811, integró el primer Triunvirato, junto a Feliciano Chiclana y Juan José Paso. Ejerció como general en jefe en el segundo sitio de Montevideo, enviado por el triunvirato para anular la preponderancia del general José Gervasio Artigas.

Luego, en 1812, siendo Triunviro, quiso quitarle tropas a Artigas y como no lo logró lo declaró traidor.

Manuel de Sarratea era uno de los más antiguos e irreconciliables enemigos de José Gervasio de Artigas. 

Manuel de Sarratea siempre trabajó desde el fondo de la escena, manejando los hilos de la trama. Su habilidad le permitió ser figura consular, diplomática, tratar de conciliar posiciones con España, con los caudillos y finalmente ser diplomático de Rosas. Era el hombre tras bambalinas.

Entre sus acertadas disposiciones de gobierno merece señalarse la que decretó el uso y reconocimiento por las tropas de la patria de la escarapela compuesta por los dos colores blanco y azul celeste, que fue declarada nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, aboliendo la roja anterior.

Posadas, luego, lo envía en misión diplomática a España. Allí ofreció al Rey la sumisión de las Provincias Unidas del Río de la Plata a la corona española bajo una cierta autonomía.

Al respecto, pidió la intervención de Inglaterra para que mediara puesto que se tenía temor en nuestras tierras que, al volver al trono el Rey de España Fernando VII luego de la derrota de Napoleón, volviese con sus tropas a vengarse en tierras americanas del hecho de intentar independizarse sus colonias

Cuando Sarratea estuvo en España se encontró con otros dos embajadores, Belgrano y Rivadavia, a quienes convenció de una idea: coronar como rey del Río de la Plata a un hermano de Fernando VIIFrancisco de Paula de Borbón, con el aval de su padre, Carlos IV.

Las negociaciones llegaron bastante lejos, e incluso redactaron un proyecto de constitución monárquica; como el mismo príncipe se negó, planearon secuestrarlo para coronarlo en Buenos Aires. Sarratea fue tratado como representante de un grupo de rebeldes, tuvo que huir y todo quedó en la nada.

Sarratea apoyó a López y Ramírez en su campaña contra los porteños.

Después de la batalla de Cepeda en el que los caudillos vencieron a Rondeau, se unió al ejército Federal dirigido por Estanislao Lopez y Francisco Ramírez.

El 16 de febrero de 1820, cuando la anarquía y la guerra civil cundían en todas las provincias, Sarratea fue elegido gobernador de la provincia de Buenos Aires.

Pero días antes de la firma del Tratado los portugueses habían caído sobre el  raleado  ejército artiguista en Tacuarembó y acuchillado a mansalva a sus hombres sin darles tiempo ni a enfrenar los caballos.

Encima sus leales jefes como Rivera y Ortogués se pasan para el lado de los portueses invasores seducidos por premios y honores.

 Sus aliados, López y Ramírez, enterados de la catástrofe sufrida por el Protector de los Pueblos Libres, fueron  enredados por  Sarratea que, sabedor de la pobreza a que el autoritarismo porteño había sumido a las provincias bajo su mando y, como siniestra paradoja sacando  provecho de ello, les ofreció el oro y el moro para que consolidasen su poder en sus territorios, aval que Artigas nunca podría ofrecerles desde la debilidad de su posición. Con promesas de respeto y no agresión recíprocas se firmó el tratado apenas un día después de iniciadas las deliberaciones,

Asi, se firmó el Tratado del Pilar el 23 de febrero de 1820, entre Manuel de Sarratea (electo como gobernador provisorio de la Provincia de Buenos Aires) y dos de los gobernadores de la Liga Federal: Estanislao López (Provincia de Santa Fe) y Francisco Ramírez (Provincia de Entre Ríos).

Proclamaba la unidad nacional, la navegación de los ríos interiores solo para las provincias que tocaban sus orillas y el sistema federal  (que era procurado por  José Gervasio de Artigas al que se ofreció la reintegración a la gran familia argentina pero nada se decía de seguir la lucha contra los luso-brasileños lo que provocó la guerra entre Artigas contra Ramírez y López a los que acusó de traición).

Pero el Tratado  no lograron una paz definitiva.

Artigas le echa en cara a Ramírez y López el haberlo dejado solo frente al Imperio y no atacar –justamente- al Imperio para liberar la Banda Oriental. Comienza la lucha entre los viejos socios.

Artigas derrotado huye al Paraguay para siempre, para tranquilidad del Imperio de los Braganza en el Brasil que temía con fundamento que el 1er.Federal y Republicano soliviantara a los riograndenses que intentaban con sus políticas republicanas y antiesclavistas, separarse del Imperio.

Ramírez se dirigía a Sarratea el 13 de marzo, reclamando humildemente los “auxilios” que en virtud del acuerdo secreto firmado al mismo tiempo que el Tratado del Pilar, debía proporcionar la burguesía porteña al incorruptible a Ramirez.

Una revolución popular destituyó del poder a Sarratea pues los porteños no vieron con agrado lo resuelto en dicho Tratado.

Pasó a Entre Ríos, donde se radicó hasta que Rivadavia lo designó ministro. Siendo presidente  Rivadavia- del cual era amigo-  lo envió en en 1826  a desempeñar distintas misiones diplomáticas a Inglaterra. En Londres apoyó la política inglesa de apoyar la separación de la Banda Oriental de las demás provincias argentinas, cosa que se logró a mediados de 1828.

Curiosamente Dorrego y luego Rosas lo mantuvieron en su puesto. Este último lo nombró embajador en Rio de Janeiro y luego en Francia.

Recordemos que este 1er.Gobierno de Rosas tuvo un perfil ecuménico, moderado. Intentó formar un gobierno con funcionarios eclécticos.

Algunos de ellos, Unitarios que venían de la Administración de Lavalle y que permanecieron en sus cargos como Manuel García.  También Carlos María de Alvear y Sarratea, que se declaraba Federal pero por conveniencia y que formalizó un tratado con el Virrey De Elío por el que cedía la Banda Oriental éste.

Vicente López y Planes (al que adhiere Tomas M. de Anchorena) atribuye a Sarratea “procedimientos desparpajados y moralidad poco seguras” además de “viveza pervertida”, “principios morales poco delicados”, “extraña mezcla de buen carácter y de cinismo, de habilidad y desvergüenza”. 

“Movido siempre por una incorregible afición a las tretas y manejos embrollados, no era tan malo que pudiera ser tenido por un malvado de talla para despotizar por la fuerza y por la sangre, ni por peligroso siquiera fuera de los enjuagues y escamoteos que lo hacían despreciable más bien que perverso”.

“Cortesano y trivial, de una movilidad perlática en sus ideas, intrigante por el solo gusto de serlo, sin respeto por los principios ni por los compromisos, mansísimo y dúctil en el fondo, medio saltimbanqui, medio caballero de alcurnia, con modales elegantes y sueltos, delicados pero sin dignidad, a todo estaba pronto con tal de hacer figura notable entre grandes, fuese para lo que fuese.

“Sarratea no era un hombre perverso. No era capaz de crímenes sombríos ni de meditar actos de usurpación.  No tenía audacia para lo uno, ni autoridad moral para lo otro. No era otra cosa que un noblecillo corrompido, un político de comedia, un “cínico” como ahora se diría, pero de buena sociedad, de exquisita educación y buena estirpe.

“A diferencia de un gran número de otros cínicos que son tontos a la vez que groseros, y que se dejan engañar, Sarratea era de los cínicos que engañan, pero que no se dejan engañar, y este era el único talento culminante que hacía resaltar con sus exquisitos modales y con la chispeante agilidad de sus movimientos y de su conversación”

Otros autores lo consideran un viejo malabarista político, hábil cambiador de juegos, sin partido tomado, sibarita, mujeriego y derrochador, anglófilo por principio, que gozaba de una reputación bastante mala en lo tocante a su moralidad; disipó una fortuna considerable; tenía el espíritu muy venal, y parece que se ha dejado seducir por las sumas que sin duda le ofreció Inglaterra, que ha podido apreciarlo bajo todos los aspectos.

Fue un hábil diplomático para horadar la sociedad entre Inglaterra y Francia y lograr asi, junto al embajador Manuel Moreno en Inglaterra, separarlos en sus intereses comunes y llegar a los acuerdos firmados por Arana en representación de la Confederación Argentina.

El Deán Funes escribió que tenía “un aire de buena fe que engañaba a los más prevenidos”.

Aunque Rosas lo tenía en estima. “La muerte de Sarratea -escribió De Angelis al general Guido, el 27 de enero de 1850- nos pone en embarazos” seguramente por haber dejado en desamparo a la política rosista en Europa, quien era considerado como un verdadero puntal. El “Courrier du Havre” en su artículo del 13 de mayo de 1850, decía que “Había algo de Talleyrand en ese ministro ilustre.

Nada más fino que su buen gusto, más ingenioso que su conversación jovial y más distinguida que sus maneras. Instruido en las Ciencias Exactas, notable por la extensión y variedad de sus conocimientos, tanto hablaba de agricultura, como de Bellas Artes y Letras.

Pero sobre todo lo distinguió su talento y su buen ojo diplomático. En su difícil posición, sus comunicaciones con el Ministerio de Negocios Extranjeros fueron un modelo de patriotismo y ponderación, dictados con un estilo exquisito y que hacen honor a la ciencia de la diplomacia. Es de esperar que su gobierno las publique”..

Jacinto R. Yaben, dice que “fue un patriota sincero y un digno ciudadano que tras el balance de sus servicios prestados al país le resulta por demás favorable

Podemos decir de Sarratea que era un personaje inclasificable según muchos historiadores y en base a documentación,

Fue un político consumado, acomodaticio como muchos diplomáticos, uno de esos personajes que huelen los vientos y conocen las mareas de los tiempos. Su accionar creó las discordias que llevaron a la separación de la Banda Oriental, pero también evitó un innecesario derramamiento de sangre cuando los caudillos artiguistas amenazaron Buenos Aires. Trató por todos los medios de imponer una monarquía y cuando cambiaron los tiempos se sumó al federalismo.

Muere en Francia como embajador del Gobierno de Rosas en Septiembre 1849.

 

 (CARLOS MARÍA DE ALVEAR).

 

Carlos María de Alvear nacido como Carlos Antonio (Algunos autores atribuyen a la violenta muerte de su madre el que llevara su nombre –María– en su honor).

Y nació en las Misiones OrientalesVirreinato del Río de la Plata, 25 de octubre de 1789 (Actualmente Santo Ángelo en territorio anexado a Río Grande del Sur tras la conquista portuguesa de 1801).

Yendo con sus padres hacia España en 1804 fueron abordados por un barco inglés que mató a a su madre y sus 6 hermanos.

Esto motivó la declaración de guerra de España al Reino Unido el 14 de diciembre de 1804 y fue antesala de la Batalla De Trafalgar

Fue un militarpolítico y diplomático argentino de larga trayectoria que ejerció el Directorio de las Provincias Unidas del Río de la Plata durante tres meses en 1815.

 Alvear fue uno de los pocos oficiales de carrera en participar de la Guerra de Independencia Hispanoamericana por el bando revolucionario

Regresó a Buenos Aires en marzo de 1812 en la fragata británica George Canning, en el mismo barco en que viajaban San Martín, José Matías ZapiolaMartiniano Chilavert (niño aún, que viajaba con su padre Francisco Chilavert)

Fue quien presentó a San Martín en la sociedad porteña y también su padrino de casamiento (asi le pagó su gesto volviéndose enemigos)

Para lograr tal fin encabezó con San Martín la revolución del 8 de octubre de 1812, que reemplazó al Primer Triunvirato por el Segundo y que convocó a la Asamblea del año XIII. Organizó las elecciones de los representantes porteños y de las provinciasn. 3​ y fue el primer presidente de dicha Asamblea.

Ambicionando el poder político y basándose en el centralismo que había existido en el antiguo virreinato, logró que la Asamblea General creara el Directorio a cargo de un Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, para el cual hizo elegir a su tío Gervasio Antonio de Posadas (primo de su madre)

La Logia se dividió entre los partidarios de San Martín y los de Alvear, por lo que este -con mayor influencia política- lo alejó del poder poniéndolo al mando del Ejército del Norte.

El director Supremo, Posadas, nombró a su sobrino Carlos María de Alvear comandante del ejército que sitiaba a los realistas en Montevideo, reemplazando a José Rondeau, pero no asumió el mando de este ejército sino después de la victoria naval de Brown frente a Montevideo, por lo que su actuación militar fue muy breve pero exitosa.

La victoria no dio todos los resultados positivos que se esperaban de ella por las crecientes disidencias del gobierno central con José Gervasio Artigas, el líder de los revolucionarios orientales: este reclamó que la ciudad de Montevideo le fuera entregada a los orientales. Alvear llamó a Artigas a negociar su entrega, pero Artigas, fue traicionado por Alvear.

Los diputados orientales concurrieron a la Asamblea del año XIII, pero no se les permitió la entrada lo que agravó aun más la situación de enemistad entre los orientales y los directoriales, llegando al extremo que el Directorio puso precio a la cabeza de Artigas, declarándolo como un bandido.

Al ver que no era obedecido, el director Supremo Posadas renunció; en su lugar, la Asamblea nombró Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Carlos María de Alvear para que cumpliera el resto de su mandato. Lo fue de Enero a Abril de 1815, teniendo entre sus funcionarios mas cercanos a Manuel J. García y a Gregorio García de Tagle, el que será Ministro o funcionario de todos los miembros de los distintos Directores del Directorio, a lo largo de los años.

Envía a Manuel García al Brasil en enero de 1815 como Embajador, cuyo actuación fue de una entrega de nuestra patria en términos ominosos y absolutos.

Alvear fue el promotor de los intereses británicos a través de los portugueses

El nuevo Director tenía solo 25 años y su breve gobierno fue calificado por muchos como una verdadera dictadura. Entre los que le objetaban se hallaba el entonces gobernador de Cuyo, José de San Martín.

 Alvear gobernó rodeado de su propia facción, sostenido solo por la logia secreta a la que pertenecía y los oficiales adeptos del ejército. Organizó una red de espionaje y arrestó sin juicio a sus opositores e implantó una severa censura de prensa. Ante una posible conspiración, sin juicio, ordenó ejecutar a un capitán de ejército y colgarlo en la Plaza de Mayo.

Le manda –a través de su representante en Rio de Janeiro Manuel J. García- dos cartas a Lord Strangford  (embajador británico en Rio) y otra al Vizconde de Castlereagh (Ministro de RREE ingles)

"Cinco años de repetidas experiencias han hecho ver de un modo indudable a todos los hombres de juicio y opinión, que este país no está en edad ni estado de gobernarse por sí mismo, y que necesita una mano exterior que lo dirija y contenga en la esfera del orden antes que se precipite en los horrores de la anarquía… En estas circunstancias solamente la generosa Nación Británica puede poner un remedio eficaz a tanto males, acogiendo en sus brazos á estas Provincias que obedecerán su Gobierno, y recibirán sus leyes con el mayor placer, porque conocen que es el único medio de evitar la destrucción del país, á que están dispuestos antes que volver á la antigua servidumbre, y esperan de la sabiduría de esa nación una existencia pacífica y dichosa. Yo no dudo asegurar á V.E., sobre mi palabra de honor, que éste es el voto y objeto de las esperanzas de todos los hombres sensatos, que son los que forman la opinión real de los Pueblos; y si alguna idea puede lisonjearme en el mando que obtengo, no es otra cosa que la de poder concurrir con la autoridad y el poder a la realización de esta medida toda vez que se acepte para la Gran Bretaña. Sin entrar en los arcanos de la Política del Gabinete Inglés, yo he llegado a persuadirme que el proyecto no ofrece grandes embarazos en la ejecución."

"Estas provincias desean pertenecer a Gran Bretaña, recibir sus leyes, obedecer su gobierno y vivir bajo su influjo poderoso. Ellas se abandonan sin condición alguna a la generosidad y buena fe del pueblo inglés y yo estoy resuelto a sostener tan justa solicitud para librarlas de los males que las afligen. Es necesario se aprovechen los momentos; que vengan tropas que impongan a los genios díscolos y un jefe plenamente autorizado para que empiece a dar al país las formas que sean de su beneplácito, del rey y de la nación a cuyos efectos espero que V.E. me dará sus avisos con la reserva y prontitud que conviene para preparar oportunamente la ejecución…" "Inglaterra no puede abandonar a su suerte a los habitantes del Río de la Plata en el acto mismo que se arrojan en sus brazos generosos... . Dios Guíe á V.E. Ms As. Bs. Ays. E° 25 de 1815. Carlos de Alvear. "

Estas cartas se las hace saber Manuel J. García (quizás uno de los más desembozados representantes ingleses en estas tierras) a Sarratea el 5 de Febrero de 1816.

Solo vergüenza y asco nos produce leer semejante entrega.

Ahora bien, ¿Quién fue Manuel J. García?

Fue toda su vida un liberal burócrata acomodaticio según los vientos de la historia, al igual que Alvear.

Embajador en Rio de Janeiro entre 1815 Y 1820.

Fue partícipe de oposición enconada a Artigas, Apoyó la intervención española en nuestras tierras con tal de acabar con Artigas y a la misma vez, la de los Luso-brasileños (aunque prefería confidencialmente, la de estos últimos). Y asi como entregaba su patria a los ingleses, no dejaba de buscar apoyo, por las dudas, con los españoles (año 1815).

En dicho año, les escribe el 23 de Agosto de 1815 una carta al Rey de España, estando exiliado en Rio de Janeiro, donde prácticamente pide perdón por haber luchado contra España y que sería conveniente que estas tierras volviesen al poder de España:

Es muy deplorable aun ‘español’ [sic] que ha nacido con honor y que procur6 acreditarlo entre los gloriosos defensores de la Nacion, presentarse ahora a vindicar su conducta en actitud de delincuente y con las sombras de rebelde o enemigo del Rey. Yo me habría ido lejos de los hombres a ocultar mi vergüenza si no conservase una esperanza de hacer disculpables mis procedimientos o si conociera menos de la clemencia del Soberano y la indulgencia de sus ministro”

Y dice que ocupó el puesto de Director Supremo para “aventurarse a un paso decisivo que pusiese término a esta ‘maldita revolución’ [sic] pero había quienes no querían que el país volviese a su ‘antigua tranquilidad’ [sic]. Y por eso he caído, por eso he sido víctima, porque mi decidido conato ha sido volver a ‘estos países’ (sic) a la ‘dominación de un Soberano’ (sic) que solamente puede hacernos felices”. Pero el rey no le contestó.

Aunque parezca mentira, Alvear se declara ‘español’, que la Revolución de Mayo fue una ‘maldita revolución’, se refiere a su patria como ‘estos países’ a los cuales ruega para que vuelvan a la ‘dominación de un soberano` para ser felices.

Un horror su genuflexión y ese es uno de los próceres que vemos alabado su apellido a diario en calles, monumentos, ciudades.

Y si su bajeza de entrega no prosperaba con los españoles, siempre estaba Inglaterra.

Quería la entrega de la Banda Oriental y las Provincias Unidas a Inglaterra, para que ésta tuviera un protectorado en nuestras tierras y, de este modo, sacarse de encima a Artígas a quien aborrecía.

Cuando Alvear le da cartas a García (embajador en Rio de Janeiro) para que éste se las diera a Lord Strangford y a Castelright,  en la cual Alvear rogaba que Inglaterra ocupara las Provincias Unidas para que seamos una colonia inglesa y así acabar con Artigas y el Federalismo, finalmente García, finalmente duda y no les da las cartas, sólo se las leyó a los ingleses diplomáticos y pidió una mediación entre las Provincias Unidas y España.

Fue ministro de Gobierno de 1820 a 1826 de Martín Rodriguez y Gregorio Las Heras

Fue en misión especial al Brasil en 1827 enviado por Rivadavia

Fue Ministro de Hacienda de Rosas en su primer gobierno entre 1829 a 1834

El sentido de estas cartas (leídas por los ingleses pero no entregadas por García) muestra la intención de Alvear de solicitar un protectorado británico para las Provincias del Río de la Plata. Estas cartas pueden ser consideradas como un gesto de traición a la patria, si a ella se la entiende como una nación independiente de toda dominación extranjera y no solamente de la corona española

La Banda Oriental, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes, Córdoba y las provincias de Cuyo manifestaron su disconformidad con Alvear, al que le endilgaban representar al centralismo porteño.

Dado que el peor enemigo para la causa del centralismo porteño era Artigas, que dominaba la campaña de la Banda Oriental y la Mesopotamia. Envió al almirante Brown a proponerle a Artigas, a cambio de la retirada de este de las provincias del litoral, la independencia de toda la Banda Oriental, como si fuera este pequeño designio el que llevaba el Jefe de los Orientales. El ofrecimiento fue altivamente rechazado.

Álvarez Thomas jefe de la vanguardia Alvearista, ante la rebelión de todos sus oficiales y tropa debió retrotraerse y volverse  - (Motín de Fontezuelas- Abril 1815).

No sabemos bien si Álvarez Thomas lo hizo a su gusto, aunque entendemos que no, habida cuenta de sus posteriores acciones pergeñadas en conjunto con Nicolás Herrera, González Balcarce, Manuel J. García y Gregorio Tagle en pos de impulsar la conquista de la Banda Oriental por parte de los portugueses aplastando a Artigas y con la idea posterior de que el Imperio de los Braganza se apoderaran y colonizaran toda las Provincias Unidas extendiéndose el Imperio hasta los confines de nuestra patria, todo ello acordado secretamente con el gabinete lusitano y todo mencionado debidamente documentado (años 1815 y 1816).

Pero en su momento la acción de Álvarez Thomas en Fontezuela es apoyada por San Martín y Soler. San Martín se alegra de la caída de Alvear que era quien había intentado reemplazar al Libertador de su cargo de Gobernador de Cuyo.

En efecto, San Martín y Artigas eran sus enemigos principales. Ambos repudiaban las actitudes de Alvear y nunca le brindaron su confianza.

Debemos sacarnos de encima a San Martín, hombre enemigo del centralismo'" decía Alvear por 1815.

Recordemos que –según San Martin- Alvear, Perdriel y Manuel J. García quisieron asesinarlo.

En tal sentido San Martín le escribe una carta a García en la que le imputa ello: “Usted ha atacado mi reputación, usted me ha puesto a este pueblo y a mí, en los mayores compromisos, usted me ha faltado a su palabra y bajo este sagrado fugó usted del destino en que mi excesiva condescendencia lo había puesto, para buscar modo de abatirme, y esto lo tengo probado: pidió 15 o 20 asesinos al general Alvear para quitarme la vida”.

San Martin, concordando con el pensamiento Federal de Artigas, dispuso una misa de ‘Acción de Gracias’ por la caída de Alvear.

Entonces Alvear debió renunciar a su cargo solo tres meses después de haberlo asumido y refugiarse en una fragata de guerra británica. Se dirigió a Brasil. Sus partidarios, incluido Posadas, fueron arrestados. Junto con su Directorio cayó también la Asamblea del Año XIII. El Cabildo nombra a Rondeau.

Digamos que en 1817 se produjo la invasión luso-brasileña a la Provincia Oriental que tomó la ciudad de Montevideo. El pueblo oriental —dirigido por Artigas— logró mantener a los invasores limitados al control de la ciudad. Alvear se instaló en la ciudad ocupada de Montevideo en mayo de 1818, luego de casi tres años de exilio en Río de Janeiro.

En los albores de 1820 se produce la Batalla de Cepeda entre Estanislao Lopez y Francisco Ramírez contra  Rondeau. Alvear se une –curiosamente a los caudillos- pues intentaba derrocar a Rondeau y ocupar su lugar.

Así fue, cae el Directorio.

Comienza la Anarquía del año XX, se suceden luchas y Alvear con apoyo de Sarratea combaten contra Soler al que vencen pero al tiempo Sarratea se vuelve contra Alvear y libera a Soler. Al tiempo Soler se vuelve contra su liberador Sarratea.

Alvear se va de la ciudad y busca refugio con Ramírez y López.

Estos luchan contra Soler al que vencen. El Cabildo de Buenos Aires nombre Gobernador a Manuel Dorrego.

Estando en Inglaterra en misión oficial, Alvear logra que Inglaterra reconozca la independencia de las Provincias Unidas, habida cuenta de las expresiones filo-inglesas de Alvear.

En 1824 y luego del triunfo definitivo de Bolívar contra los españoles, Alvear fue convocado para cumplir una delicada misión diplomática ante Bolívar, el objetivo oficial era felicitar al Libertador por sus recientes triunfos, negociar la devolución de la provincia de Tarija y lograr una alianza frente a la inminente guerra contra el Imperio del Brasil por la Banda Oriental.

Bolívar aceptara la propuesta del doctor Díaz Vélez y el 17 de noviembre de ese año ordenara al mariscal Antonio José de Sucre, flamante primer presidente de Bolivia, la devolución de Tarija contra su voluntad.

No obstante, la misión no tuvo el efecto buscado: tras un breve período de subordinación a las Provincias Unidas, el 26 de agosto de 1826 Tarija se incorporó a Bolivia

​En respuesta a la anexión boliviana, el Congreso Constituyente de la Argentina, sancionó la ley del 30 de noviembre de 1826 por la que declaró a Tarija y su territorio adyacente como una provincia argentina, separada de la de Salta.

Paralelamente, Alvear y Díaz Vélez presionaron a Bolívar para que interviniera en el conflicto que se avecinaba por la Banda Oriental.

Pero el venezolano se negaba a involucrarse, a pesar de que personalmente se sentía atraído por una causa que prometía agregar más laureles a su corona. (Aunque Sucre sí quería combatir contra los Imperiales)

Bolívar enfrentaba presiones del Reino Unido, a quien debía gran parte de su éxito y su gloria. El Libertador sabía que George Canning se oponía a que interviniera en la guerra que se avecinaba, y la inminente mediación británica y el interés de la corona británica por evitar un conflicto sugerían que la guerra no tendría lugar. Luego de que Bolívar partiera rumbo a Lima, Alvear decidió regresar a Buenos Aires. En su ausencia, en Buenos Aires el Congreso General había elegido presidente a Bernardino Rivadavia, que al regreso de Alvear lo nombró ministro de Guerra y Marina. Poco después y frente a la decisión del pueblo oriental de incorporarse a las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Imperio del Brasil declaró la guerra a la Argentina.

Rivadavia lo nombra como Comandante en Jefe del ejército a mediados de 1826.

Desde el Ministerio de Guerra se dedicó a mejorar el estado y la organización del ejército. A fines de marzo de 1826 las tropas contaban con dos mil ochocientas plazas, en su mayoría reclutas. A estas fuerzas se sumaban cerca de 2500 milicias irregulares al mando del caudillo oriental Juan Antonio Lavalleja.

A su favor tenía cierta experiencia diplomática, que le hubiera permitido tener una visión amplia del problema político-diplomático, pero su experiencia en Río de Janeiro y Montevideo lo hacían más que sospechoso de pretender alcanzar objetivos políticos que nada tenían que ver con su misión. Sus enemigos dentro y fuera del ejército, que no eran pocos, temían “el poder militar que podría crearse” Alvear si lograba una victoria.

Al parecer, el gobierno no tenía interés en concentrar sus fuerzas para recuperar la Provincia Oriental; este objetivo era deseable —dentro de ciertos límites, ya que incluía reincorporar el puerto de Montevideo, rival del de Buenos Aires— pero no indispensable. El objetivo central era, solamente, lograr la paz en condiciones favorables.

En la batalla de Ituzaingó  conjuntamente con Oribe, Chilavert, Lavalleja y Lucio N. Mansilla, se obtuvo la más importante victoria de la guerra, el 20 de febrero de 1827.

Luego de la batalla de Ituzaingó el ejército argentino tenía sus tropas famélicas, sin pago de sus salarios, desordenada su contabilidad, graves abusos de sus tropas, indisciplina de la soldadesca, robo de ganado, etc.

Dorrego imputó todo eso y la mala conducción militar a Alvear.

Sin embargo Lucio V. Mansilla propuso la erección de un monumento al mismo, pero distintos políticos y militares se opusieron pues consideraban que el triunfo  argentino correspondía exclusivamente a sus oficiales. Que Alvear no tenía condiciones de estratégicas algunas. Que Alvear cometió un cúmulo de errores.

Casi todos los militares –aquellos que en el futuro iban a enrolarse en el Partido Unitario o Federal- coincidían en que Alvear, a aparte de ser soberbio, irritable y presuntuoso, carecía de capacidad militar, de una supina ignorancia en lo que correspondiese a la ciencia militar. Así lo veían Brandsen, Pacheco, Paz, Lavalle, Lavalleja, Chilavert, Olazábal, Olavarría, sea antes, durante y después de la batalla mencionada. Nunca, ni antes ni después, tantos oficiales de prestigio coincidieron en la falta de conducta e incapacidad absoluta de Alvear para capitanear el poderoso Ejército argentino. Uno de esos errores por su tozudez e ignorancia llevó a la muerte a Brandsen sacrificándolo en un episodio bélico que previsiblemente se sabía iba a fracasar.

La inexplicable conducta de Alvear que luego de vencer el ejército argentino al Brasil en la contienda al no perseguirlos hizo que el triunfo fuese estéril, recuperándose al tiempo el Imperio ocupando nuevamente las posiciones de San Gabriel y Bagé.

De tal modo, Alvear no pudo perseguir al enemigo y la victoria no significó la destrucción del ejército brasileño, aunque este se desbandó y sufrió importantes bajas pero el avance ya no podía continuar.

Falto de apoyo desde Buenos Aires, cuyo gobierno, el de Rivadavia, prefería concentrarse en enfrentar a los caudillos y gobernadores del interior —quienes no mostraron interés en apoyar al ejército porteño y no ayudaron en el envío de tropas y pertrechos— debió retroceder y dejar su ejército en posición defensiva.

En Junio de 1827 renunció y se retiró a Buenos Aires, dejando al general José María Paz y a Lavalleja al mando interinamente.

Paz, Lavalleja e Iriarte, declararon que la responsabilidad de la victoria de Ituzaingó fue de sus subordinados, y acusaron a Alvear de inacción por no haber intentado perseguir a los vencidos y destruir su ejército y buscado la derrota destruyendo su armamento.

Pero como estrategia general fue un fracaso: la victoria republicana de Ituzaingó fue una humillación para el ejército imperial pero no logró favorecer la posición argentina en la negociación: Manuel José García terminó cediendo todo.

La Convención Preliminar de Paz de 1827 firmada por García en Río de Janeiro,  asestó un golpe mortal a la presidencia de Rivadavia, quien se vio forzado a renunciar.

El Congreso Nacional y la Presidencia fueron disueltas y a los escasos días, Agosto de 1827, Manuel Dorrego asumió el poder como gobernador de Buenos Aires.

A los pocos días, y ante las pruebas y el vituperio general el nuevo gobernador de Buenos Aires tuvo que desterrar a Alvear por sus errores estratégicos y tácticos en la conducción de nuestro ejército.

Hasta el propio Lord Ponsonby dice de Alvear que “tanto como soldado y como hombre es inferior al desdén”.

En definitiva, prevalecieron los intereses del Reino Unido, y de los ‘oligarquilogistas’, (como los denominaba Dorrego), que hábilmente fomentaban la división en la Cuenca del Plata. El objetivo era la creación de un “estado tapón” que pudiera servir de base a los intereses británicos y garantizar la navegación del río de la Plata como aguas internacionales.

Presionado por la diplomacia británica y la banca controlada por comerciantes británicos Dorrego ratificó la “Convención Preliminar de Paz” de 1828, Tratado aciago que, en definitiva, declaró la independencia del Estado Oriental del Uruguay.

Durante la guerra civil entre Juan Manuel de Rosas y el general Lavalle, este lo nombró ministro de guerra y marina.

En 1832, el gobernador Rosas lo nombró ministro plenipotenciario en Estados Unidos de América para resolver un conflicto originado en las Islas Malvinas. Pero su mala salud y un cambio de gobierno dejaron este nombramiento en suspenso.

En 1835, Rosas reasumió el gobierno con la suma del poder público y las facultades extraordinarias iniciando una política de persecución a sus opositores.

Alvear entonces estableció contacto con el mariscal Andrés de Santa Cruz, presidente de la Confederación Perú-Boliviana, para solicitar su ayuda para derrocarlo. Esta conspiración fue descubierta por Rosas, que optó por deshacerse de Alvear nombrándolo embajador en Estados Unidos. La aceptación de este nombramiento por parte de Alvear fue considerada como una traición por los unitarios emigrados en Montevideo, como Lavalle, Paz, Iriarte, Mitre y Varela.

Desde el punto de vista civil, prohombres que estuvieron al lado de J.M. tenían un pensamiento Unitario, por lo menos al comienzo del gobierno de Rosas, como J. R. Balcarce y Tomás Guido.

Pero también confiaba en los conocimientos diplomáticos del Gral. Carlos María de Alvear, pero este hombre tenía una personalidad acomodaticia, intrigante y si bien se había vuelto uno de los jefes del unitarismo, pronto y viendo el cariz que tomaban los hechos históricos, se acercó a Rosas al comienzo de su mandato.

Éste, conociendo su capacidad pero también su perfil oblicuo, de alguna manera,  se lo sacó de encima‟ físicamente y lo envió como representante diplomático a los EE.UU. Costumbre que se repite todavía en estos tiempos.

Rosas no dejaba de conocer la catadura de los funcionarios de su gobierno. Conocía las habilidades diplomáticas de varios de ellos y estas serían útiles a su país en tanto y en cuanto fueran dirigidas sus acciones por el propio Restaurador que como era habitual en él, era puntilloso y cuidadoso en las ordenes que daba a sus subalternos, a los cuales vigilaba para que cumplieran su cometido, entre ellos y más que a nadie, a Carlos María de Alvear

Alvear partió hacia Estados Unidos a principios de 1838, cuando comenzaba el bloqueo francés al Río de la Plata.

Alvear era promotor de los intereses de Gran Bretaña en Sudamérica durante las primeras tres décadas del siglo XIX, por medio de sus aliados portugueses.

Pero luego, ya como embajador, defendió la postura adoptada por Rosas frente a las disputas con Francia y el Reino Unido, contradiciendo lo dicho por él en cartas a los diplomáticos ingleses en el sentido de que las Provincias Unidas debían pertenecer al Imperio Ingles. Dicha contradicción la hace notar Mitre que lo descalifica como patriota.

Permaneció como ministro plenipotenciario de la Confederación Argentina en Estados Unidos hasta después de la caída de Rosas.

Luis Alberto Herrera  se extraña de la actitud de Rosas respecto a Alvear, cuando accede al poder, enviándolo como representante diplomático a los Estados Unidos de América: “Rosas, considerando a Alvear, y un doble agente, en vez de desterrarlo o condenarlo a muerte, lo mandó en misión diplomática a Estados Unidos, en 1838. […] Su familia quedó en Buenos Aires de rehén, dejando Rosas que lo acompañara solamente uno de sus hijos. Nunca más volvió a ver a su familia., ni nunca más volvió o su patria”.

Lo que se extraña Herrera tiene fácil explicación: Rosas pudo vislumbrar la influencia peligrosa que era Alvear para los destinos de nuestra soberanía y lo envió bien lejos de nuestro territorio...casi un destierro…

Carlos María de Alvear fue una figura sinuosa en la política nacional, adaptándose sin mayores problemas, a los gobiernos de turno tanto en la época de Rosas como en las sucesivas, quedando siempre „bien parado‟ con quien fuese.

Luego de Caseros, cuando cae Rosas, quiso congraciarse con Urquiza pidiéndole continuar en el cargo - lo cual Urquiza aceptó.

A su vez, recordemos que Diego de Alvear, hijo de mencionado, era un Unitario confeso que conspiraba contra el gobierno argentino y al cual Rosas, si bien controlaba sus acciones, tejió sobre ese desagradecido, un manto de piedad, dándole un „puente de plata‟ para que emigrara a los EE.UU donde estaba su padre.

Alvear, como vulgar „lamebotas‘ con una obsecuencia lamentable, le envía a Urquiza una carta el 14 de Julio de 1852 de agradecimiento donde le dice rindiéndole pleitesía al hasta el ayer enemigo de su gobierno ―acepto con el mayor gusto y placer la amistad que Ud. tiene la bondad de ofrecerme lo primero, porque en toda mi vida que más he deseado y buscado siempre, es el aprecio ,amistad de los hombres distinguidos que ha producido nuestro país y lo segundo por las pruebas de aprecio y consideración que Ud. se ha servido darme no tan solo con su ofrecimientos sino con haberme mandado la nueva credencial que me acredita de Ministro Plenipotenciario de la Confederación Argentina cerca del Gobierno de los EEUU

El propio Alvear sabedor de que en Buenos Aires no era mirado con buenos ojos por sus permanentes dobleces políticas a lo largo de su historia que lo hacía nada confiable, le sugería en la misma carta Urquiza que hiciera conocer ésta en Buenos Aires para que la gente pudiera ver como él se congraciaba con las nuevas autoridades: “Yo desearía señor General que Ud. tuviese a bien hacer publicar la carta que he dirigido a Ud. pues creo conveniente al interés mismo de nuestros conciudadanos que se acostumbren a saber ser reconocidos a los grandes servicios, así como el mérito curándose también de la negra pasión de la envidia tan común entre nosotros y que ha sido tan funesta y que es la más convincente prueba de la mediocridad del entendimiento"

Bajeza y mediocridad pocas veces vista en documentos como éste.

Pero, Alvear le solicitaba algo más: que su próximo destino fuera a partir de ahora en otro país, con clima más benigno que el de los EE.UU el cual le afectaba su salud a su edad.

Urquiza desoyó sus pedidos y a los pocos meses Alvear moría en Nueva York, sin pena y menos gloria.

Este es el supuesto „héroe‟ de la nación al cual se lo tiene como figura patriótica inundando el país con su nombre: ciudades, monumentos, calles en su honor nos devuelven la imagen de la derrota como nación soberana desde 1852…Pobre país. Así estamos.

El pro-británico Alvear que luego de la caída de Rosas en cuyo gobierno él estuvo por 20 años como embajador en los Estados Unidos de Norteamérica, le envía una carta a su hijo Emilio en el que decía, oscilando entre su nuevo apoyo a Urquiza y volver a sus fuentes ‘centralistas’ y ‘aporteñadas’:

“Querido Emilio: Tú necesitas de la protección de un hombre que te fomente en tu carrera. Ese hombre no puede ser otro que el general Urquiza, a quien conceptúo el mejor general de la Confederación Argentina, como lo ha demostrado venciendo los hombres de más nota. Yo le noto cualidades muy superiores a San Martín en la parte militar. Sus ideas elevadas de tolerancia y generosidad, ese arte de Urquiza de olvidar los agravios, es admirable y sin ejemplo en América. Yo estoy cierto que no me engaño en las grandes cualidades que tiene el general Urquiza, porque lo juzgo por sus hechos, sin pasión y sin envidia. Esto no quita que no tenga defectos; pero es sabido que no hay ni ha habido hombre alguno; por grande que haya sido, que sea perfecto. Rivadavia en su género y Urquiza en el suyo, son los dos grandes hombres de nuestro país. Si las pasiones e ignorancias de nuestros conciudadanos no les permitieron apreciar al primero, no sería extraño que ahora no sepan tampoco apreciar al general Urquiza; pero la falta estaría aquí en el error, no en la ausencia de méritos... Carlos M. de Alvear”

La idea de Alvear, por su edad, era que Urquiza lo derivase a algún puesto diplomático en París, Francia al que asi le pidió.

Pero Urquiza, que no era tonto y sabiendo cómo era Alvear, lo dejó en el frío de EEUU, durante algunos meses, donde finalmente murió, sin pena ni gloria en Nueva YorkEE.UU, el 3 de noviembre de 1852.

*

(JOSÉ MARÍA ROXAS Y PATRON)

 

Nació en Buenos Aires, en 1795 – murió también en Buenos Aires en 1883

 Favorecido por sus vínculos en Río de Janeiro, prosperaron notablemente sus negocios durante los gobiernos de Pueyrredón y Rondeau.

Comenzó a participar en política durante la Anarquía del Año XX y fue reiteradamente electo legislador provincial. Se recibió de médico

En 1826 fue elegido diputado al Congreso Constituyente. Incorporado al partido unitario, votó a favor de la constitución unitaria de ese año

Fue nombrado ministro de hacienda por Manuel Dorregogobernador de la Provincia de Buenos Aires.

Derrocado y fusilado Dorrego, se alió a los federales de Juan Manuel de Rosas siendo  nombrado representante para firmar el Pacto Federal de 1831.

Permaneció en la ciudad de Santa Fe, como parte de la Comisión Representativa de las provincias federales, que debía convocar un Congreso en esa ciudad al finalizar la guerra civil. Pero el mismo Roxas se opuso a la firma de una Constitución, con la intención confesa de conservar los privilegios de la Aduana, que él consideraba necesario, para la provincia de Buenos Aires.

Es que Rosas no es aún, en su primer gobierno, el hombre nacional que será luego. Es todavía hombre de Bs. As. Y a ello se debe la política económica de su provincia, aquella que enfrentará a su delegado José María Roxas y Patrón con el delegado por Corrientes Pedro Ferré. A Bs. As. Le conviene la libertad de comercio, porque la Aduana constituye el gran recurso de su presupuesto y las exportaciones pecuarias la base de su economía; para el Interior, en cambio, el sistema de 1809 significaba el aniquilamiento de sus posibilidades industriales.

La oposición de Buenos Aires desarticulará el proyecto correntino impulsado por Ferré. Lo que no se cumplió entonces se haría luego, cuando las circunstancias políticas variaran y la incipiente unión provincial del pacto de 1831 se consolidara en la confederación de 1835.

26 años de liberalismo económico habían producido variados efectos. Por ello, y tomando nota de dicha situación, tanto Rosas como Roxas y Patrón evolucionan y comprenden que dicho sistema empobrecía sistemáticamente a todo nuestro territorio.

Por tal razón fue nuevamente Ministro De Hacienda (lo había sido de Dorrego y Balcarce) en el segundo gobierno de Rosas el gobierno provincial, y llevó a cabo una administración especialmente prolija y con informes muy detallados, como le gustaba a Rosas.

Bajo su consejo,  Rosas, disolvió el Banco Nacional, y fundó la Casa de Moneda, que luego sería el Banco de la Provincia de Buenos Aires.

También fue el creador de la famosa La Ley de Aduanas bonaerense de 1835. Esta Ley, promulgada a inicios del segundo gobierno de Juan Manuel de Rosas, significó una ruptura con el librecambio enarbolado por los distintos gobiernos luego de la Revolución de Mayo. Por su carácter proteccionista, esta ley modifica el criterio económico que ostentó Rosas en su primer gobierno.

Más allá de su claro sentido proteccionista, ciertos autores liberales han dicho la ley que mantenía el sistema de puerto único en Buenos Aires, no nacionalizaba los ingresos de la Aduana ni abría la navegación de los ríos interiores3

A mediados de la década de 1840, fue elegido diputado provincial. Cuando se frustró un atentado en contra de Rosas propuso nombrar a Manuelita Rosas heredera del gobierno provincial. El gobernador rechazó esa posibilidad.

Su carrera política terminó con la Batalla de Caseros, en 1852. Continuó siendo un importante comerciante. Fue uno de los únicos amigos que siguió en contacto epistolar con Rosas, aún bastantes años después de Caseros, y este lo mencionó en su testamento.

Roxas y Patrón fue uno de los pocas, poquísimas personas que lo ayudaron económicamente estando Rosas en el exilio, en señal de agradecimiento y patriotismo.

Roxas y Patrón, entonces,  deja una cláusula en su testamento de continuar socorriendo al general Rosas en el destierro hasta su muerte o hasta cuando este lo indique

En carta del 27 de noviembre de 1861, Roxas y Patrón comparte con Rosas la decepción por aquellos que en su momento fueron considerados amigos, hombres ricos como Nicolás Anchorena o Felipe Vela, cuyas fortunas fueron promovidas por su política económica y, ante la desgracia y el infortunio, miraron hacia otro lado.

En tal sentido Roxas y Patrón le escribe a Rosas diciendo que Don Nicolás se declaró mi enemigo, y cuando se encontraba conmigo hombro a hombro en la calle, hacía la vista a un lado en señal de desprecio. Esto hasta sus últimos días en que. Lo solía encontrar. Entretanto, lo único que. ha sacado de sus nuevos amigos es que lo hayan llamado ladrón, por la prensa, hasta después de muerto”.

Es interesante lo que menciona el historiador liberal Alfredo Burnet-Merlin (“Cuando Rosas Quiso Ser Inglés -Historia De Una Anglofilia”- tercer edición 1976) en cartas intercambiadas con Rosas (27 cartas en total estando Rosas en el exilio) en la cual ambos expresaron su confianza en el mayor carisma de las mujeres –derivado en parte de las connotaciones maternales– que podía tornar mucho más agradable y llevadero obedecer a una señora (sic).

El escritor citado menciona al respecto que “…Tanto Rosas como su amigo eran fervientes admiradores de la Reina Victoria, y de Roxas en particular surgió la propuesta –debatida en la legislatura en el año 1841– de postular a Manuelita como la sucesora y heredera política de don Juan Manuel.

Roxas y Patrón, además, le menciona sus ideas acerca del sistema de gobierno mejor: “No creo en la monarquía pero tampoco en la república, como están al presente. Son formas extremas [...] partiendo dela idea de poner hereditaria de la república a una persona [...] mi opinión ha sido siempre que debía ser una mujer”. Pero Juan Manuel rechazó dicho proyecto referido a su hija.

Roxas y Patrón fallece en Buenos Aires en 1883. Este gran hombre no tiene ni una calle que recuerde su nombre, al igual que Felipe Arana, en consonancia al típico proceder del Unitarismo liberal jacobino: el silencio como arma.

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(VICENTE LÓPEZ Y PLANES)

 

Alejandro Vicente López y Planes (Buenos Aires, 1784- 1856) fue un escritor, abogado y político argentino, y Presidente Provisional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, entre julio y agosto de 1827.

Cursó los estudios universitarios en Chuquisaca. Tras doctorarse en Derecho, se alistó en Buenos Aires como oficial del Regimiento de Patricios, destacándose en la defensa contra las tropas inglesas, hecho que le valió el ascenso a capitán

Se desempeñó como capitán del Regimiento de Patricios durante las Invasiones Inglesas al Río de la Plata. Luego de la victoria porteña compuso un poema titulado El triunfo argentino.

Durante la Revolución de Mayo participó en el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 y apoyó la formación de la Primera Junta. Tenía buenas relaciones con Manuel Belgrano.

Uno de los creadores del Primer Triunvirato, 1811-1812

Fue miembro de la Asamblea del Año XIII, defendiendo los intereses de Buenos Aires. A pedido de la Asamblea escribió la letra del Himno Nacional Argentino. La letra cuya música compuso Blas Parera fue aprobada el 11 de mayo de 1813

Cuando fue elegido el general Carlos María de Alvear como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, integró su gobierno, y a su caída fue condenado a prisión.

Posteriormente actuó como secretario en los gobiernos del Directorio de Antonio González Balcarce y Juan Martín de Pueyrredón (1816-1817). Este último lo nombró también ministro de gobierno

Fue nombrado secretario del Congreso Constituyente de 1824 y, poco después, ministro del Presidente de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Bernardino Rivadavia.

Tras el escándalo por las negociaciones iniciadas con el Imperio del Brasil con la finalidad de culminar la Guerra del Brasil, Rivadavia renunció a la presidencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata. En su lugar, fue elegido Presidente Provisorio Vicente López y Planes, quien firmó la inevitable disolución del Congreso General y llamó a elecciones en la Provincia de Buenos Aires.

El nuevo gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel Dorrego, llevó a Vicente López y Planes al cargo de ministro; eso lo acercó a los Federales. Se exilió en el Uruguay cuando Dorrego fue derrocado y regresó para ser nombrado miembro del Tribunal de Justicia en 1830 por el gobernador Juan Manuel de Rosas y en 1843 fue el Presidente de ese organismo, hasta el día de su derrocamiento.

En abril de 1851, por considerarse sospechado de concomitancias con Urquiza, efectuó un descargo epistolar ante Rosas, a quien recordó su fe política, pronunciada a la faz pública en sesión de la Sala de Representantes del 14 de diciembre de 1849.

Luego de Caseros, antiguos Federales se unen a Urquiza hasta hace unas pocas horas tachado de ‘traidor’, por ellos como Vicente López y Planes acicateado por su hijo Vicente Fidel López, y también Tomas Guido, Bernardo de Irigoyen, etc aunque éste nunca abjuró de admiración por Rosas.

El miedo a ser asesinados o confiscados o el interés les hace participar en el gobierno nuevo de Urquiza. Urquiza les tiende un ‘puente de plata’ al igual que a los gobernadores del interior porque necesitaba políticamente apoyo del interior.

De tal modo, Vicente López y Planes, funcionario y adulador de Rosas, fue nombrado gobernador por Urquiza –su hasta ayer enemigo declarado al que le imputaba ostentosamente su traición- desde el mismo día que cayó Rosas. V. López lo primero que hizo fue nombrar como Ministro de Gobierno al jefe de los Unitarios, Valentín Alsina.

Así, junto a Vicente López, el Gral. Mansilla –nos guste o no- a horas de finalizar la batalla de Caseros, entra a Buenos Aires, junto a tropas de Urquiza, para –supuestamente- guardar el orden en la ciudad, al mismo tiempo que sus ex camaradas como Martiniano Chilavert y Martín Santa Coloma eran fusilados y degollados luego de rendidos. Tal vez poco podía hacer Mansilla pero su sentir ha quedado en su fuero intimo.

En la confiscación de bienes de Rosas intervino directamente tanto Vicente López, devenido ‘antirrosista‟ de ocasión (a influjo de su hijo Vicente F. López), junto a su enemigo de décadas Valentín Alsina, unidos en el hecho. Dios los cría….

Y como bien señala el historiador Mario Cesar Gras, Vicente López y Planes,  hombre sin carácter, irresoluto y ya decrépito quien, influenciado y presionado por su hijo Vicente Fidel López - Unitario desencajado- es quien declara a Rosas ‘reo de lesa patria’,  llevando adelante el juicio en su contra para condenarlo a muerte y confiscarle sus bienes, no solo a Rosas sino a sus más prominentes colaboradores, así como de restituir los bienes confiscados por motivos políticos durante la etapa anterior.

Junto a Vicente López, estaba ahora Rufino de Elizalde,  ayer ‘rosista’ furibundo que tenía como padrino y tío político por el lado materno a Felipe Arana:  la mujer de Rufino de Elizalde (Manuela Leal Lavalle) era hermana de la mujer de Felipe Arana. 

Además, una hermana de la madre de Elizalde ( o sea, su tía) -de apellido Beláustegui- estaba casada con  Felipe Arana;  de allí ahí los puestos de privilegio y honores que siempre tuvo Elizalde en el Gobierno de Rosas a lo largo de los años

Pero, Elizalde no trepidó en darse vuelta sin ningún tipo de vergüenza, apenas vio el destino del gobierno Federal por caer a fin de salvar su pellejo y, seguramente, su patrimonio.

Tras vivir corto tiempo en Paraná, Vicente López y Planes regresó a Buenos Aires, donde falleció a los 72 años, en 1856.  

Hombre sumamente culto (dominaba el inglés, el francés, el alemán y el italiano) supo perpetuarse en el poder y mantenerse en la cresta de la ola durante toda su vida, a pesar de los terremotos políticos que sacudieron a nuestro país durante más de 50 años.

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(TOMAS MANUEL DE ANCHORENA)

 

El Ministro de Relaciones Exteriores bonaerense durante el primer gobierno de Rosas (1929-1932) y su mejor doctrinario  fue el abogado, amigo y pariente don Tomás Manuel de  Anchorena

Fue congresal en el Congreso de Tucumán en 1816 y firmante del Acta de la Independencia.

Cuando los congresales plantearon la forma de gobierno, en especial, la monárquica constitucional, Anchorena se opuso no por el sistema de gobierno en sí, sino porque el Congreso no tenía atribuciones para elegir el tipo de gobierno sino solo para declarar la independencia. Debía ser, entonces, el pueblo posteriormente interrogado para ello.

Fue defensor del Federalismo y de las autonomías provinciales. Luego, en 1820 fue opositor a Sarratea y Rivadavia. Colaboró con Dorrego en su gobierno y cuando este fue derrocado tuvo que exiliarse en Montevideo por orden de Lavalle.

Con la vuelta de un gobierno legal como el de Juan Manuel de Rosas, volvió y ocupó varios cargos de suma importancia y entre ellos, el ser quien asesoraba doctrinariamente a Rosas en sus decisiones, siendo un jurista de excepción sobre temas políticos y religiosos. También formó parte como miembro de la Cámara de Apelaciones desde 1830.

Cuando Anchorena le escribe –poco antes de morir- una carta a Rosas respecto al motivo del 25 de Mayo de 1810 por el cual si bien el autor citado reconocía en dicha acta al Rey Fernando VII el cual se hallaba privado de su libertad y de ejercer su reinado, también en dicho resolución del 25 de Mayo se declaraba la independencia de España pero con motivos indirectos y para protegernos de acciones posibles de Napoleón.

La carta en cuestión decía:

“: "Vuestra Merced "sabe que el 25 de mayo de 1810, o por mejor decir el 24, se " estableció por nosotros el primer gobierno patrio a nombre "de Fernando VII. y que bajo esta denominación reconociendo a  nuestro rey al que lo era de España nos poníamos sin embargo en independencia de esta nación, que consideraba a todas las Américas como colonia suya; para preservarnos de que los españoles apurados por Napoleón, negociasen con él su bienestar a costa nuestra, haciéndonos pavo de la boda”.

Ahora bien, Fue indiscutiblemente un federal convencido y durante su función pública hizo  obras de progreso y bienestar dignas de elogio.

 SI la posteridad juzga al doctor Anchorena como personalidad Ilustre y acreedora a todos los merecimientos, ¿cómo es posible que haya colaborado, manteniéndose fiel tantos años a Rosas, si éste era un hombre de la peor especie, un  asesino sanguinario?

 SI los que acompañaron a Rosas, son para la posteridad patricios sin tacha, aquél que les dirigió y gobernó nuestro país, no puede ser ni tirano,; ni ladrón, ni nada que se le parezca, sino un gran argentino, un gran patriota

Don Tomás Manuel de Anchorena  falleció en Buenos Aires el 29 de abril de 1847

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(BERNARDO DE IRIGOYEN)

 

Bernardo de Irigoyen, hijo de familia patricia, nacido en 1822, pertenecía a una casa plegada al   partido federal desde sus orígenes.  Le tocó iniciarse en los años de gran entusiasmo patriótico que siguieron al tratado Mackau-Arana, el abandono del bloqueo francés y la victoria de Arroyo Grande.  No quedará insensible a la emoción colectiva producida en toda la Confederación Argentina por la hábil defensa que Rosas había hecho de la causa nacional.  Una noche – el 8 de febrero de 1848 – el joven Irigoyen lee en Palermo ante el Restaurador su hija Manuela una “Canción Federal” que, en homenaje al primero y dedicada a la segunda, ha compuesto traduciendo el sentimiento popular imperante.

Recibido de Doctor en Leyes en la Universidad de Buenos Aires, el mismo año 1843, ha de iniciar la práctica forense en la Academia de Jurisprudencia, de la cual llega a ser Secretario.  Sin haber terminado esta prácticael gobierno de Rosas lo designa en 1845, Secretario de la Legación en Chile conferida al doctor Baldomero García.

Dos funciones competían a esta misión: la cuestión del estrecho de Magallanes indebidamente ocupado por Chile, y la política inamistosa de los diarios oficiales que, por medio de expatriados argentinos que desempeñaban cargos públicos en la administración chilena, mantenían una constante prédica partidaria, inmiscuyéndose en política interna Argentina.

.  El mismo Sarmiento – que nunca negaría su aprecio a Irigoyen – lo reconocerá después en su periódico La Crónica: narrando cómo la prensa chilena dio un vuelco respecto al gobierno argentino.  Los diarios y periódicos que habían combatido a Rosas valiéndose de Sarmiento, se convirtieron, según éste en “acérrimos partidarios del Restaurador argentino”, obligando a Sarmiento a abandonar momentáneamente la lucha

Recibió orden de trasladarse a Mendoza con el archivo de la Legación, previéndose una ruptura de relaciones.  La precipitación de complicaciones internacionales al conflicto con Brasil en 1849, la declaración de guerra a este Imperio en 1861, y la caída de Rosas en 1852, hicieron inoperante la reclamación Argentina sobre el Estrecho de Magallanes.

Irigoyen permanecerá en Mendoza desde 1847 hasta 1860.  Su influencia será grande en las provincias cuyanas.  Era el representante directo del allí del mismo Rosas.

En 1847 Rosas dicta sus disposiciones de amnistía, y los antiguos unitarios – no obstante sus participaciones recientes a favor de las agresiones europeas – empiezan a regresar al país sin ser molestados para nada.  Esta política de unión nacional encontrará en Bernardo de Irigoyen un admirable colaborador, y su mesura y discreción logran en Cuyo el acercamiento de muchísimos adversarios del partido federal.

En 1850 Irigoyen regresa a Buenos Aires.  Cuando Rosas parecía triunfante, e Inglaterra y Francia se retiraban del Plata reconociendo en los tratados de 1849 y 1850 la “soberanía de los ríos” y el libre derecho argentino a manejar su política exterior.

Ocurre, la ruptura de relaciones, el famoso pronunciamiento de Urquiza en 1851, la alianza de Urquiza con Brasil, la declaración de guerra al Imperio, y por fin Caseros el 3 de Febrero de 1852.  Sobrevivió el   Brasil, y Rosas tuvo que marcharse a Southampton.

Urquiza se encontraba mucho más cómodo entre los hombres prácticos del partido federal que entre los ideólogos unitarios.

Mandará a Bernardo de Irigoyen en misión ante los gobernadores del interior.  Había que calmar sus recelos, y decirles que Buenos Aires no había cambiado.  En Palermo seguían gobernando los Anchorena, Arana, Guido, Irigoyen, como el Jefe de la Confederación seguía usando la divisa punzó en su chaqueta.

Mi política necesita explicarse a los gobiernos – decían las instrucciones escritas que Urquiza dio a Irigoyen. Y la misión Irigoyen – cumplida personalmente por éste ante los gobiernos de Córdoba, San Luis, Mendoza y San Juan logró ampliamente su propósito.

Gobernada Buenos Aires después de la revolución del 11 de septiembre por los hombres del viejo partido unitario (ahora llamado “liberal”), éstos no perdonaron a Irigoyen su militancia federal y que todavía se negara a hacer pública apostasía (como tantos) del caído Restaurador.

Se fue entonces a trabajar al campo, poblando “La Choza” cerca de Luján. Y quedó durante algunos años alejado del movimiento político, dedicado a los trabajos rurales en ese y otros establecimientos de campo que fundó. Hizo en ellos una fortuna, una gran fortuna.  Pero su verdadera vocación fue siempre el derecho y la política.  Después de algunos años lograría su inscripción en la Academia y el título habilitante para litigar, compartiendo desde entonces las tareas campestres con la atención de su bufete profesional, que llegó a ser uno de los mejores de Buenos Aires.

Luego, bajo la jefatura de Alsina, asistimos en 1868 a un verdadero renacimiento del viejo partido federal porteño, que alguna que otra vez había intentado levantar cabeza contra el liberalismo dominante después de la revolución del 11 de septiembre.  En las filas del autonomismo alsinista forman Leandro Alem, Bernardo de Irigoyen, Pinedo, Lahitte, Unzué, Anchorena, Lorenzo Torres, Terrero, Sáenz Peña y tantos otros que habían sido federales o de filiación federal, que no eran nada en esos momentos sino perseguidos por el mitrismo, y que se hicieron alsinistas por salvarse de las persecuciones.

La crueldad manifiesta contra los funcionarios que sirvieron al Restaurador de las Leyes, fue terrible en los primeros años que siguieron a su destitución.  Entre 1852 y 1855, las máximas figuras de la Sociedad Popular Restauradora fueron enjuiciadas y asesinadas en medio de una política local atestada de unitarios y masones.  Leandro Antonio Alén (padre de Leandro N. Alén)  fue uno de los sentenciados a morir fusilado  el 28 de Diciembre de 1853 junto a Ciriaco Cuitiño, Manuel Troncoso y Silverio Badía, entre otros.

Cuando el tío de Hipólito Yrigoyen fue más grande, decidió cambiarse el apellido: de Alén pasó a llamarse “Alem”, en razón de que la población solía referirse a su persona como “el hijo del ahorcado

1870 donó terrenos para que se construyera un ramal del ferrocarril que en torno a él, se formó la pujante localidad santafesina que lleva su nombre, así como otra en Misiones.

Irigoyen era la figura intelectual más destacada del grupo (Leandro Alem la más popular),.  Pero el ascenso le cuesta, porque su lealtad no le permite tirar el pesado lastre del rosismo, y sus enemigos son capaces de perdonar todo (hasta el peculado), pero no se olvidarán nunca del papel desairado que hicieron en tiempos de Rosas.

En 1874, haber sido rosista era para el común de la gente, un crimen imperdonable contra la civilización y la humanidad.  Muchos habían sucumbido a ese estado de la conciencia colectiva, y renegaron públicamente de Rosas: contribuyeron más a la leyenda, porque para demostrar su ardiente fe de conversos se encargaron de enlodar peor que nadie al proscripto de Southampton.  Pocos, muy pocos (es necesaria mucha fortaleza moral), prefirieron callarse porque hablar era inútil, pero guardando para la intimidad sus convicciones.  Bernardo de Irigoyen fue de éstos.

Pero era tal su capacidad que será llamado por Sarmiento a indicación de Alsina, para desempeñar la Procuración General del Tesoro.  "Se necesitaba un abogado capaz y honesto para ese cargo” dirá el antiguo redactor de El Progreso explicando la designación del secretario de Baldomero García.  Es que Sarmiento no es hombre de rencores y volteado Rosas, necesita hombres capaces para su gobierno.

Avellaneda presidente quiere hacer de Irigoyen su ministro de Relaciones Exteriores.  ¿Podrán admitir al antiguo rosista (que no ha dejado nunca de ser rosista), los muchos enemigos del Restaurado? ¿Cómo puede Irigoyen, que nunca ha abjurado del Restaurador pretender un ministerio?,:

Es curioso que quienes atacan a Irigoyen no sean “los hijos de los mártires Unitarios”, sino, precisamente, antiguos federales, mas ‘papistas que el Papa.

En cambio es el hijo de Marco Avellaneda, Nicolás Avellaneda, el que quiere hacer del “mazorquero” su Ministro de Relaciones Exteriores.  Es Héctor Varela, el hijo de Florencio, quien sale desde Milán a defender a Irigoyen. No es casual. La capacidad y honestidad de Irigoyen hace que aún antiguos Unitarios quieran tenerlo como funcionario en sus gobiernos.  Así, en 1875 será Ministro de Avellaneda de Relaciones Exteriores primero, del Interior después; el “hombre de Rosas” se sienta en el viejo despacho de don Felipe Arana; el “mazorquero” será un ministro amable, señorial, habilísimo.   Político de la palabra “justa”, de la manera fina; sabrá el arte de negar sin decir no, que es el arte político por excelencia.  

El año 1877 se debate en una formidable crisis económica y financiera.  Los errores del “libre cambio” posterior a Caseros han obligado a volver a la política “proteccionista” de Rosas y Avellaneda dicta la ley de Aduanas de 1876 que torna en parte a la defensa industrial de la ley de Aduana dictada por Rosas en 1835.

En Marzo de ese año de 1877 había muerto Rosas en su retiro de Southampton y sus deudos y amigos de Buenos Aires han querido hacerle un funeral.  La simple invitación a esta ceremonia privada levanta la fobia antirrosista y el gobierno de la provincia prohíbe el servicio religioso.  En cambio se hará un funeral desafiante a “las víctimas de la tiranía”.  Bernardo de Irigoyen no asiste al funeral armado por el gobierno y tiene que irse del ministerio: Avellaneda lo despide con un decreto honrosísimo.

Posteriormente Roca, que sabía de su experiencia y habilidad  política lo lleva a Irigoyen al Ministerio de Relaciones Exteriores donde el antiguo secretario de la misión de Baldomero García concluye los pactos de 1881 sobre límites con Chile.  Después ocupa el Ministerio del Interior.  

En 1889 se forma la Unión Cívica Radical, con Leandro Alem, con Bernardo de Irigoyen – que renuncia a su candidatura y da las bases de la nueva política “radical" con Hipólito Yrigoyen, con la masa popular detrás,.  El partido “radical” proclama a Bernardo de Irigoyen su candidato a presidente.

Bernardo de Irigoyen será elegido senador por la Capital en 1894.  Apenas llegado a la banca presenta un proyecto de ley de amnistía que lo hará chocar en un debate – célebre debate – con Manuel Quintana, mitrista Ministro del Interior de Luis Sáenz Peña, que le imputaba su pasado ‘rosista’.

En 1896 tras el suicidio de Leandro Alem se convirtió en el Presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, cargo que ejerció hasta 1997.

Posteriormente, y a los 76 años comete la grave falta de aceptar la gobernación de Buenos Aires que Pellegrini le ofrece en bandeja de plata.  Sus amigos se desbandan.  Y el diplomático de Rosas, el enviado de Urquiza, el ministro de Avellaneda y de Roca, el candidato a la presidencia acepta esa gobernación ingobernable, desde 1 de mayo de 1898-1 de mayo de 1902

Fracasó... Poco antes de dejar el gobierno escribía a José Bianco su secretario: “Estoy al final de la jornada.  En obsequio del país cometí el error de aceptar la gobernación.  Procedimientos que no quiero calificar han malogrado todas mis iniciativas y han nulificado todos mis esfuerzos.  Termino mi mandato sin las satisfacciones del éxito, pero con la plena aprobación de mi conciencia”.  Y de la Casa de los gobernadores se volvió casi solo a su vieja residencia de la calle Florida, de la cual no debió salir para hacer el Quijote en La Plata.

Pero aún conservaba su fuego. En 1902 resultó elegido senador nacional hasta su muerte en 1906. Ese mismo 1906 muere Mitre; a poco Quintana después Pellegrini: un ciclo se cierra en la historia Argentina. 

Irigoyen, el último Federal, fue un ser afable, tolerante y patriota a carta cabal.  Había vivido en una época de pasiones enconadas, y no supo de rencores aunque el odio lo manchara muchas veces..  Pero subió firme, honestamente, con la mirada adelante, sin claudicar una sola de sus convicciones.  Sereno y fuerte poseedor de la verdad que no cambió jamás por las clásicas migajas del banquete.  

Se vio, obligado a hacer de esa verdad un culto íntimo porque los tiempos suyos no eran propicios para gritarla en la calle.  Y en su salón punzó de la casa solariega de la calle Florida, se quedó dormido para siempre el 27 de diciembre de 1906 don Bernardo de Irigoyen. Tenía 84 años…


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Ley De Aduana (1836).docx